lunes, 20 de noviembre de 2017

¡Tres!

Me di la vuelta y me pasé una mano por el pelo, mirando en detallas gigantes en que toda la banda se veía reflejada. Después de la última canción que contábamos de forma individual Scott y yo, nos habíamos afanado con otra de los cinco. Chad se inclinó a por un poco de agua que le tendía Diana mientras Layla se paseaba por el borde del escenario, acariciando las manos que tenían la suficiente suerte de llegar a tocarla. Scott se sentó en el borde del escenario y sonrió.
Me lleve el micrófono a la boca y me giré hacia el estadio lleno a rebosar, con sus luces y sus gritos eternos.
-Vale, Nueva York, ¿os importa si dejo que se suba al escenario una pero sonidos muy especial?
El estadio comenzó a vibrar, anticipando lo que venía. Me volví hacia la rampa por la que entrábamos siempre y pedí:
-Liv, ¿quieres venir a decir hola?
Todo el mundo comenzó a chillar mientras las puertas se abrían y Eleanor las atravesaba con mi niña en brazos.
-DAMAS Y CABALLEROS-Scott se levantó de un brinco y vino hacia mí-, OLIVIA TOMLINSON. Ah, y la ganadora de varios Grammys, Eleanor Malik.
Eleanor se echó a reír y me entregó a Olivia, que se pegó a mi hombro y hundió la cara en mi cuello.
-Alguien duerme en el sofá hoy-se burló Chad.
-Papi-susurró Olivia, muerta de vergüenza, mientras yo me paseaba por el escenario con ella en brazos y  me sentaba en los pequeños banquitos de la pasarela del escenario, donde cantábamos las canciones lentas. Le acaricié espalda y le di un beso en la mejilla.
-¿Por qué no les dices hola a todos estos amigos que han venido a verte?-animé mientras le daba la vuelta y la sentaba sobre mis rodillas. Olivia se frotó la cara y agitó la mano.

-Hola-saludó, un poco cohibida, y todo el público comenzó a gritar saludos y a agitar las manos. Olivia sonrió, sintiéndose recibida.
-¿Sabes dónde estamos?-pregunté, acariciándole la cintura. Olivia se llevó una mano a la boca y buscó con la mirada a su madre, que se sentó a nuestro lado y le cogió una manita. Negó con la cabeza y Layla se rió y se lo susurró oído.
-En Nueva York-anunció Olivia, riéndose y mirando a su madre con ojos como platos, agradecida por la mano que le acababa de echar.
Me eché a reír y le di un beso en el pelo.
-¡Muy bien, mi amor!-festejó Layla plantando un sonoro beso en sus mejillas coloradas.
-¿Y sabes por qué Nueva York es importante?
-Es la casa de Diana-contestó Olivia, girándose hacia la americana, que le tiró un beso.
-¡Exacto, mi niña! ¿Y te hace feliz estar aquí?
-Sí.
El público gimió. Sinceramente, no podía culparles. Mi niña era adorable, todavía no podía creerme que la hubiera hecho yo. Una parte de mí no comprendía todavía cómo podía salir de mi algo tan perfecto y puro.
-¿Por qué no les dices a todos qué es lo que más te gusta de estar en Nueva York?
-Me gustan las ardillas del parque-confesó Olivia.
-¿Y los neoyorquinos?
-Hablan gracioso. Como Diana.
-¿Y si te digo que todos estos amigos han venido aquí esta noche para verte?-pregunté, y Olivia se giró hacia mí y me miró.
-¿A mí?
-A ti, mi sol-asentí, apartándole un mechón de pelo de color chocolate de la cara. Olivia sonrió.
-¿De veras?
-De veras.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo-cedí, cogiendo su meñique con el mío. Olivia se echó a reír. Me giré hacia el público neoyorquino, que se mantenía en un silencio casi sepulcral, escuchando mi conversación con mi hija-. Nueva York, probablemente sepáis qué día es hoy, pero, por si hay alguien a quien se le den tan mal las fechas como a mí...
-No se te dan mal las fechas, papi-respondió Olivia, acariciándome la cara. Le di un mordisco en la mano y ella lanzó un chillido a modo de risa.
-Bueno, pues por si hay alguien despistado, que sepáis que hoy hace tres años del día más feliz de mi vida.
-¡Y es mi cumpleaños!-añadió Olivia, levantando las manos en el aire en tono festivo mientras todo el público volvía a gemir. Un mar de carcajadas se elevó aquí y allá, pensando en lo gracioso que era que Olivia no relacionara su llegada a este mundo con el momento más importante de toda mi vida.
-¿Cuántos años cumples, Liv?-preguntó Scott, pellizcándole la mejilla.
-Tres-informó, orgullosa, el sol de mi vida. Scott rió y le revolvió el pelo, le acarició la mejilla.
-Nueva York, me habéis dado cosas muy importantes en toda mi vida. ¿sería pediros demasiado que me hicierais un nuevo regalo?-inquirí, y Diana sonrió, guiñándome un ojo y sonriendo con amor. Varios chillidos se elevaron en el aire mientras nos sentábamos en el suelo, en un pequeño corro abierto hacia la parte del fondo del estadio, y le contábamos el cumpleaños feliz a Olivia, que disfrutó como solo una niña de tres años puede hacerlo.
-Quédate conmigo un poco más-le pedí, besándole la sien y dándole un toquecito en la cintura. Estiré una pierna para hacer de asiento para mi pequeña y mire a Chad, asentí con la cabeza y él empezó s rasgar la guitarra. Olivia se revolvió en mi regazo, impaciente, esperando que comenzáramos s cantar la canción que e había dado nombre.
Como siempre hacíamos cuando llegaba este momento, nos cogimos de la mano (tuvo la delicadeza de agarrar solo mi mano libre) y nos miramos a los ojos mientras comenzaba la canción. Sonrió mientras cantábamos y siguió con los labios cada estrofa hasta que llegó la mía.
-I live for you, I long for you, Olivia...
Ella sonrió y se tapó la boca, espero a que termináramos y se colgó de mi cuello, me acarició la nuca con sus pequeños dedos y me dijo al oído, bajito, de forma que solo yo pudiera oírla entre el alboroto de la gente:
-Te quiero mucho, papi.
-Yo también te quiero mucho, mi niña. Más que a nada. De aquí a la luna, y luego de vuelta.
Sonrió.
Y el mundo se desintegró a mi alrededor. Solo estábamos ella y yo.
Y era más que suficiente.

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