Toda
la clase dejó escapar un gemido de frustración cuando una figura apareció por
la puerta. Pasaban siete minutos de la una; faltaban tres para que el señor
Blakely se retrasara lo suficiente como para que la clase de Lengua se
suspendiera y pudiéramos irnos a casa tan ricamente, una hora antes. Yo ya
estaba fantaseando con la cara que pondría Mary al enterarse de que había
salido antes cuando llegó nuestro sustituto.
-Tu suegro-se rió Bey por lo
bajo, y yo le di un codazo para que se callara mientras Zayn se subía a la
tarima y miraba de reojo a la clase.
-A mí tampoco me entusiasma estar
aquí, creedme; eso significaría que estaría en casa con mi mujer, disfrutando
de un poco de tiempo de calidad conyugal, ya me entendéis-se subió las mangas
de la camisa y se apoyó en la mesa del profesor, escaneando la clase-. El
profesor Blakely no podrá venir a daros clase hoy. Le ha surgido no sé qué
urgencia, eh…-se rascó detrás de la oreja y luego hizo un gesto con las manos,
como diciendo, ¿qué demonios?-. Me
dijo qué le pasaba, pero sinceramente, no me acuerdo. La edad, ya sabéis.
-Y los porros-acusó Tommy, digno
hijo de su padre. Toda la clase explotó en una carcajada, incluido Zayn.
-Sí, y los porros-concedió nuestro
sustituto-. No fuméis porros, chicos. Y, si lo hacéis, procurad que no os
graben. Ese vídeo todavía me persigue-se llevó una mano a la cara y volvimos a
reírnos. Cuando los ojos de Zayn se encontraron con los míos, sentí un
escalofrío que me recorría entero. Zayn fingió que no había notado mi cambio de
actitud y se frotó las manos mientras yo me sentaba erguido en el asiento.
Algo me decía que Sabrae le había
contado lo nuestro. O que, por lo menos, estaba casi seguro de que yo me
follaba a su hija. Me había cuidado de no rendirme a mis impulsos y plantarme
en casa de Sabrae el día anterior después de clase, tanto para explicarle lo
que había pasado realmente el sábado (Bey me había dicho que lo ideal sería que
lo hablara con ella en persona), como para acurrucarme un poco a su lado y
volver a acariciarle las piernas como lo había hecho el viernes por la noche. A
estas alturas de la película, ya me daba igual todo.
Y a estas alturas de la película,
Sabrae y yo nos habíamos intercambiado los papeles. Después de su curiosidad
del domingo, en el que yo había tenido que sortear la verdad como el capitán de
un kayak las rocas de unos rápidos, ahora era yo quien intentaba traer a
colación el tema de mis actividades de fin de semana y Sabrae la que eludía la
pelota con elegancia. La versatilidad de esa niña me flipaba: era capaz tanto
de hacerme quedar como un chulo por acusarme de querer presumir con ella de mis
salidas de fiesta, como de mostrar un desinterés absoluto por todo aquello que
yo hacía de noche cuando no estaba en su presencia. “Somos mayorcitos y tenemos
nuestras vidas”, me había dicho en una ocasión la tarde anterior, en pleno
intercambio de pegatinas.
No sabes lo que me repateaba que
yo intentara sincerarme y ella fingiera que no le importaba.
O peor.
Que de verdad no le importase.
-Así que… lengua-comentó Zayn, y
un nuevo coro de bufidos llenó la estancia-. Menos mal que el señor Blakely no
tiene en cuenta vuestro entusiasmo como lo hago yo; de lo contrario, estaríais
todos bastante jodidos. ¿De qué hablasteis en la clase de ayer?
-Novela negra-respondió Bey, y
Zayn asintió con la cabeza.
-¿Alguien puede decirme algún
autor de novela negra? Tú no, Bey-sonrió al ver que mi amiga abría la boca, y
ella la cerró, complacida.
-Los profesores suelen llamarme
Beyoncé.
-¿Vais a poneros a llamarme señor
Malik?
Todo el mundo rió. Yo no me
atreví. Estaba seguro de que Zayn me obligaría a llamarlo señor Malik (y a
pasar por un detector de metales y condones nada más poner un pie en su porche)
si Sherezade le dejara. Aunque él era bueno disimulándola, había notado el
cambio de actitud hacia mí las pocas veces que me lo había cruzado en el
pasillo. Ya no era el amigo de su hijo. Ahora era el tío que estaba
pervirtiendo a su preciosa hija.
-Algún autor. Venga. Lo sabéis.
Aunque sea sólo por el cine. Por favor-casi suplicó. Miró en derredor, haciendo
una mueca-. No me lo puedo creer. ¿Nadie?
Clavó sus ojos en Scott, que se encogió de hombros.
-No me jodas…-susurró por lo
bajo, y Tommy carraspeó.
-¿Agatha Christie?
-¡GRACIAS!-Zayn dio una palmada y
todos exhalamos un “¡ah!”-. Ah, sí, ah. ¿Alguien me puede decir alguna obra de
Agatha Christie?-varias manos se levantaron-. Ah, ahora sí, ¿verdad?
-Asesinato en el Orient Express.
-Bien.
-¿Muerte en el Danubio?
-Es en el Nilo, en realidad, pero
me sirve. Al menos os habéis quedado con la copla de que hay un río
involucrado. ¿Más?
Nos volvimos a callar.
-Algo de Mesopotamia-comentó Max.
-¿Te lanzas a la piscina?
-Dudo que sea Amor en Mesopotamia.
Zayn sacudió la cabeza mientras
volvíamos a reírnos.
-¿Obras de teatro?
Nos lo quedamos mirando con cara
larga.
-Madre mía, ¿es que no habéis
llegado a Agatha Christie?
-La comentamos por encima ayer.
Estudiamos los detectives, no sus obras-comentó Bey.
-¿Quién de aquí va a Literatura
Universal?
Más de la mitad de las manos de
clase se levantaron.
-¿Por dónde vais?
-Realismo ruso. Estamos leyendo a
Kafka.
-Decidme que no sólo estudiáis a
Kafka.
-También un poco de Tólstoi. Y
Gogol-intervine, y Bey se giró para mirarme, impresionada-. Y Dostoyevski.
Zayn sonrió.
-Da gusto saber que alguien
presta atención en clase-miró en derredor y se palmeó los muslos-. Muy bien.
Tenía pensado entrar en un debate sobre novela policíaca y todo eso para no
adelantar clase con vosotros, quizá salir un poco antes… si os digo la verdad,
estoy un poco cansado después de estar hora y media intentando que a los de
ciencias les entre en la cabeza la diferencia entre los distintos complementos
en sintaxis, pero como veo que con nosotros no hay manera…-sacó un taco de
hojas y se lo tendió al primero en la fila-. Guardad los apuntes y los
estuches. No quiero ver nada encima de la mesa salvo un lápiz, una goma y un
bolígrafo azul.
-Sólo tengo negro-se quejó
alguien en la otra esquina de la clase.
-Pues tenemos un problema.
-¿Por qué tenemos que guardar las
cosas?-inquirió una de las listas, que se sentaba en primera fila.
-Examen sorpresa.
-¿QUÉ?-bramamos todos, Karlie
hasta se levantó un poco de la mesa, lista para salir corriendo. Se le daba
fatal la sintaxis, igual que a mí. La diferencia entre ella y yo es que ella
todavía tenía esperanzas de graduarme. Yo había decidido ser realista y asumir
que probablemente siguiera en clase con 40 años, haciendo subordinadas hasta que
se me cayera la mano a pedazos, como le pasaba a Bart Simpson en la
introducción de su serie.
-Control rutinario de cómo
lleváis la asignatura, ya sabéis que si os pegáis el atracón una semana antes
de la selectividad, no vais a llegar, y eso le baja la media al instituto…
-No puedes hacer examen,
Zayn-espetó Katie, la primera de la clase y probablemente de la promoción, a la
que yo no soportaba pero que me había tirado en Halloween.
-¿Quién lo dice?
-El reglamento del instituto.
-¿Tenemos de eso?-Zayn fingió
sorprenderse.
-Dice que los profesores no
pueden examinar a alumnos con el que tengan parentesco hasta el cuarto grado,
que no sé hasta dónde llega, pero…
-Primos carnales-comentó Zayn, y
todos abrimos la boca, y él se encogió de hombros-. ¿Qué? Mi mujer es abogada,
sé estas cosas.
-Scott no puede hacer un examen
que le hayas puesto tú. No sería justo.
-¿De verdad crees que voy a
favorecer a mi hijo? A Sabrae o Shasha, vale, pero, ¿a Scott?
-Gracias, papá-ironizó Scott,
cogiendo la hoja que le tendieron y pasándomela. La miré. Tenía diez frases
impresas con tanto espacio entre sí que se suponía que tenía que caberte todo
su análisis sintáctico. Yo apenas podía distinguir el sujeto y el verbo, ¿cómo
coño iba a llenar todo ese hueco en blanco? Mareado, le tendí la hoja a Jordan,
que la aceptó a regañadientes.
-No puedes hacer un examen con
Scott en el aula.
-Scott, fuera de clase-sentenció
Zayn, y Scott abrió la boca.
-¿Tengo un cero?
-Puedes hacerlo en el pasillo.
-Pero…-continuó Katie.
-Vacío legal-Zayn se encogió de
hombros-. Otra de las ventajas de casarte con una abogada.
-Debéis de tener unas discusiones
de la hostia-comentó el otro Scott de clase, mucho más macarra que el nuestro,
que ya estaba haciendo un avión de papel con la hoja que acababan de tenderle.
-Siempre gana ella, como todas
las mujeres. De todas formas, le coges el gusto, especialmente cuando gana su
primer juicio, ya me entendéis.
-¡Uuuuh!-bramó la clase, y Zayn
se echó a reír. Yo estaba demasiado ocupado mirando cómo las letras bailaban
una danza burlona ante mis ojos como para centrarme en nada más. No sólo
sacaría un cero redondo en este examen, sino que Zayn lo vería y decidiría que
yo era gilipollas perdido y que no podía acercarme a Sabrae.
Scott empezó a levantarse,
refunfuñando.
-¿Adónde vas?-preguntó Zayn, y
Scott lo fulminó con la mirada.
-Al pasillo, con mi puñetero
examen.
-Estaba de broma.
-¿Con lo del pasillo?
-Y con lo del examen. ¿Cómo coño
os voy a hacer un examen sorpresa?-Zayn soltó una carcajada ante nuestra
estupefacción-. Es ilegal. No podría contar más de un par de décimas en vuestro
expediente, y me conocéis muy poco si os pensáis que voy a corregir todo ese
tacado por un par de décimas.
-Entonces, lo del boli y demás…
-Eso iba en serio. Haced esto de
forma individual, como si fuera una autoevaluación. Cuando acabéis, los
corregiremos en la pizarra y resolveremos dudas. Tenéis quince minutos.
-¿Quince minutos?-jadeó Tamika.
-¿Es mucho?
-Es poquísimo.
-Pues más os vale aprovecharlo. Venga,
cabezas gachas y mirada en la hojita-se sentó en el sillón del profesor y sacó
el móvil del bolsillo de su pantalón-. Si tenéis alguna duda, me tenéis aquí
disponible. Nada de comentarla con el compañero, ¿vale? Me pagan por ayudaros,
no por leer el periódico digital.
-Pues no leas el periódico
digital-espetó Scott, condescendiente.
-Lo haría si tu madre me
contestara los mensajes-respondió Zayn en tono cortante. Le hizo un gesto a su
hijo para que agachara la cabeza, y enseguida la habitación se llenó del
silencio sepulcral que sólo puede haber cuando los engranajes del cerebro de
unos estudiantes funcionan a toda velocidad.
Yo
era incapaz de sacar todos los complementos de la primera frase. Estuve siete
minutos de reloj mirándola, intentando entender cuál era la función de cada
puñetera palabra, mientras Bey jugueteaba con su hoja, girándola y girándola
hasta tener llena la primera cara, y eso que había hecho las cajitas del
análisis incluso con su regla flexible de color coral.
Levanté la vista y miré el reloj.
Zayn levantó la vista y me miró a mí.
-¿Qué pasa, Alec?
-Que estoy atascado.
-Pasa a la siguiente y luego
vuelve.
-Es que no sé hacer ninguna.
-Cómo no vas a saber, hombre.
Se terminó el tiempo y mis
compañeros suplicaron por más.
-¿Cómo vais?-quiso saber Zayn, y
todos comenzaron a gritar números, salvo Bey y Katie, que ya habían terminado
todo-. ¿A alguien le ha pasado lo que a Alec?-se hizo el silencio, pero yo
sabía que había más gente como yo. Cabrones. Podían echarme una mano-. Bueno,
vamos a hacer lo siguiente: lo hacemos todos juntos en la pizarra sobre la
marcha, ¿os parece bien?
Un murmullo de alivio y
aprobación inundó la estancia.
-Alec.
-¿Qué?
-Sal.
-¿Adónde?-casi grité, medio
histérico.
-A la pizarra, chico. Venga, que
no muerde-Zayn hizo un gesto con la cabeza en dirección al encerado y yo miré a
Bey.
-Nunca te ha preocupado no saber
hacer algo-cuchicheó.
-Sí, bueno, nuestro profesor
nunca ha sido el padre de la chica con la que me acuesto-bufé por lo bajo.
-No le estarás diciendo la
pregunta, ¿verdad, Bey?
-Sólo le deseo suerte.
-Ya. Venga, Alec, arriba.
Cogí la hoja y me planté frente a
él.
-¿La copio?
-Estaría bien, sí-Zayn asintió
con la cabeza y yo me volví hacia la pizarra. Cogí una tiza con manos temblorosas,
parte del polvo se adhirió a mis dedos por el sudor-. ¿Cuál vas a hacer?
-¿Cuál quieres que haga?
-Decidme un número-le pidió Zayn
a la clase.
-El 69-soltó uno de los amigos
del Scott camorrista, y todos nos reímos. Agradecí la broma para rebajar un
poco la tensión.
-Del uno al diez-suspiró Zayn,
masajeándose la sien.
-Cinco-dije con timidez, y Zayn
asintió. Miré la hoja. Detestaba que sus
amigos llegaran tarde. Empecé a copiar.
-Muy bien, Alec, ¿cuántos verbos
hay en la oración?
-Dos.
-Genial. Subráyalos, que nos va a
hacer falta para luego. ¿Así que, qué es? ¿Simple, compleja o compuesta?
-Compuesta o compleja.
-¿Te animas a tirarte a la
piscina?
-¿Compleja?
-Bien. ¿Cuál es el verbo
dominante en la oración?
-¿Llegaran?-Zayn hizo una mueca-. Detestaba-Zayn asintió-. Es que… ¿ves? Ahí empiezan los problemas.
¿Cómo sé cuál es el verbo dominante y cuál es el verbo auxiliar en la oración?
-¿Puedes cambiar la oración para
convertirla en simple y hacer que siga teniendo el mismo significado?
Miré la pizarra, mis trazos
dubitativos me devolvieron la mirada. ¿De qué coño me estaba mirando? No había
ninguna frase que tuviera el mismo significado que esa, por eso precisamente la
habían puesto en la hoja.
-Detestaba la tardanza…-me ayudó.
-Detestaba la tardanza de sus
amigos.
-Bien, ¿qué verbo se queda?
-Detestaba.
-Luego… analizamos detestaba primero. ¿Cuál es el sujeto?
-Que sus amigos llegaran tarde.
-¿Seguro?
La clase contuvo el aliento. Yo
también.
-Eh…
-¿Cómo sabemos cuál es el sujeto
de un verbo?
-Le cambiábamos algo. ¿El número?
-Lo tienes, chico. Si le
cambiamos el número al verbo principal y hay algo que tenemos que cambiar, ¿qué
será ese algo, clase?
-Su sujeto-contestó Katie.
-¿Cambia algo si le cambiamos el
número al verbo principal, Alec?
-No.
-¿Así que…?
-No hay sujeto.
-Todos los verbos tienen sujeto
en inglés.
-Quiero decir, que no está aquí.
En la pizarra-la toqué con la yema de los dedos y dejé cinco círculos oscuros
en la superficie blanquecina. Zayn asintió con la cabeza.
-Vale. Ya lo tenemos. ¿Qué nos
dice el resto de la frase, a partir de el que?
-Lo que detesta.
-¿Y eso es…?
-El objeto.
Zayn sonrió.
-Pues ya está. Y ahora, ¿qué hay
que hacer?
-Analizar la frase como una
simple.
Zayn abrió las manos, como
diciendo “adelante”. Intenté hacerlo solo, y creo que salió bastante bien. Me
volví hacia él, sonriente y orgulloso, sintiéndome un poco más útil y con unas
pocas posibilidades más de caerle bien.
-Otro número-le pidió a la clase,
y yo noté cómo se me caía el alma al suelo. ¿Qué? ¿Es que no había tenido
suficiente?
-El
diez-dijo Jordan, y yo me volví hacia él, que encogió los hombros y susurró un
“lo siento”.
-Vale. Diez. Cópiala, Alec.
Le di la vuelta a la hoja y la
leí.
A los chicos que les rompen el corazón a las chicas, sus padres les
rompen las piernas.
Miré a Zayn.
Zayn me miró a mí. Parpadeó
despacio y alzó las cejas mínimamente.
¿Por qué me daba la sensación de
que aquella frase era una advertencia?
Joder, Sabrae lo sabía. Fijo que
lo sabía, y había mandado a su padre a decirme que era un imbécil y que no
quería saber nada más de mí. Tragué saliva y empecé a escribir. La tiza se
resbalaba entre mis dedos, y mi escritura fue mucho más caótica que antes.
Toda la clase estaba sumida en un
silencio sepulcral. Seguro que ellos también se habían dado cuenta de la
escalada de tensión que había entre Zayn y yo. Me habría gustado poder girarme
y explicárselo todo, reproducirle la
conversación que había mantenido con Bey, en que ella me había aconsejado que,
si se lo contaba a Sabrae (y ella no tenía muy claro que debiera hacerlo), como
mínimo le debía hacerlo frente a ella. Cara a cara, apechugar con todas las
cosas que ella quisiera decirme, porque me las merecería todas. Eso, al menos,
era lo que había decidido pensar yo después de meditarlo mucho tiempo el
domingo pasado, hacía dos días.
Bey me había insistido en que
tampoco debía martirizarme, era humano, y todas esas polladas… y no le debía
nada a Sabrae. Pero la sensación de que la había traicionado de una forma en
que yo detestaría que ella me traicionara a mí era superior a toda lógica.
Y Sabrae era lo bastante lista
como para olerse lo que había sucedido. Quizá, por eso, eludía la verdad.
Quizá, por eso, no me dejaba hablar con ella como a mí me gustaría hacerlo.
Quizá por eso cuando yo intentaba abrir la puerta, ella se escabullía por la
ventana.
No la había visto en el patio, y
caí en que era la primera vez en semanas que ella no me buscaba, o que yo no
daba con ella en toda la maraña de cuerpos uniformados que se movían por todas
partes, en todas direcciones. Me pregunté si eso significaría algo.
Puedes hacer lo que quieras, me dijo cuando yo le conté lo que
había hecho el sábado por la noche. Y, hasta cierto punto, tenía su lógica. Era
libre, no era nada suyo, ni ella nada mío, así que…
… ¿por qué me sentía así de mal?
¿Y por qué Zayn me estaba
examinando de esa manera?
-¿Cuáles son los verbos en esta
oración?
-Rompen.
-Subráyalos-murmuró, mirándose
las manos un segundo. Se pasó los dedos por los tatuajes que le cubrían el
dorso de la mano, siguiendo sus intrincados diseños-. ¿Cuál crees que es el
principal?
-Rompen-aportó alguien en la
clase, y todo el mundo se echó a reír. Zayn puso los ojos en blanco y asintió
con la cabeza, acodándose en la mesa y dejando caer la cabeza sobre su mano.
Parpadeó mientras esperaba a que mis compañeros dejaran de reírse.
La única que no le encontraba la
gracia a la situación parecía ser Bey. Había esbozado una sonrisa tensa y me
miraba a los ojos intentando transmitirme tranquilidad. Menos mal que alguien
en aquella clase pensaba que todo había sido un montaje, igual que yo. No me
estaba volviendo un paranoico redomado, después de todo.
-¿Cuál crees que es la parte de
la oración que más importancia tiene?
-¿La del corazón?
Zayn se reclinó en su silla,
alzando una ceja. Se cruzó de brazos y por un momento me pareció leer en su
expresión burlona una amenaza tajante, helada.
-¿Qué te lleva a pensar eso?
-Bueno… si un chico no le rompe
el corazón a una chica, su padre no le rompe las piernas, ¿no? Es como…
relación causa-efecto. Una cosa necesita a la otra para suceder. Si no pasa
nada, el padre no tiene excusa para ir a por el chico-me llevé una mano al codo
y empecé a rascármelo, queriendo hacerme más y más pequeño, hasta que Zayn no
pudiera verme, o desaparecer.
-Un pensamiento muy
lógico-contestó Zayn-, pero, sintácticamente, el significado de la frase en sí
no tiene mucha importancia. ¿Hay algo en la frase que se pueda cambiar y que
siga teniendo sentido?
Me volví y me quedé mirando mi
letra temblorosa, preguntándome si podría salir de aquella airoso. O si Zayn me
rompería las piernas en una clase llena de testigos que no dudarían en echar su
versión abajo.
Claro que te las rompería, gilipollas. Está casado con una de las
mejores abogadas de Inglaterra, si no la mejor. Además, esto es un crimen
pasional de libro. Y si te toca un juez que tenga hijas, apaga y vámonos.
Seguramente te metan en la cárcel por escándalo público, o algo así.
-La parte de los
chicos-reflexioné por fin, y Zayn abrió las manos.
-¿Por qué la podemos cambiar?
-Por… ¿los chicos malos?
Katie carraspeó detrás de mí y
Zayn volvió los ojos hacia ella.
-Los chicos prepotentes,
egoístas, chulos, y que van a lo que van-su mirada ardió en mi cara.
-Eso es incluso complicar más la
frase-protestó Tommy.
-¿Queréis que la
cambiemos?-sugirió Zayn, y todos negaron, para mi tranquilidad-. Dejémoslo en
“los vividores folladores”, ¿eh, Al?
Asentí con la cabeza.
-¿Qué pasa si la cambias?
-Que sigue… la parte del final.
Lo de las piernas y los padres.
-Luego…
-La parte importante es la de las
piernas y los padres.
Zayn asintió con la cabeza y
esbozó una sonrisa torcida que en Scott tenía nombre. Su sonrisa de Seductor™.
Una lástima que en Zayn pareciera la típica sonrisa del malo de la película en
el primer plano que le hacen una vez se ha revelado su papel.
-Os conviene no olvidarlo,
chicos-le sonrió a la clase y todos se rieron de nuevo, y yo vomité una tímida
sonrisa nerviosa. Lo sabe. Lo sabe. Lo
sabe. Lo sabe él. Y lo sabe ella.
No voy a volver a acercarme a ella.
-¿Quién es el sujeto del verbo
principal?
-¿Sus padres?
-Bien-Zayn asintió. Tracé una
línea temblorosa debajo de la parte de la frase y me volví hacia él-. ¿El objeto?
-Es que hay dos.
-Ajá.
-Pero no sé cuál es cuál. No
distingo el directo del indirecto.
Zayn pensó un momento.
-Imagínate que la frase pone “me
robaron el coche”. ¿Qué es lo que directamente
sufre la acción? ¿Yo, o el coche?
-¿El coche?
-Bien. ¿Por qué?
-Porque es la cosa que roban-di
un toquecito en la pizarra con la tiza y Zayn abrió las manos.
-¿Y yo, qué soy?
-Pero… ¿no puede haber más de un
objeto directo en la oración?
-Puede haber un montón, sí, pero,
¿yo tengo la misma función que el coche en la oración? ¿A mí también me roban?
¿Me cogen y me meten en una furgoneta y se me llevan?
-El sueño de mi vida-bufó Scott,
y Zayn le lanzó una mirada envenenada. Su hijo esbozó una sonrisa radiante y
Zayn puso los ojos en blanco. Quise matar a Scott. No lo pongas de mala hostia, hijo de puta, que con quien lo va a pagar
es conmigo.
-No. A ti te roban algo que es
tuyo. Pero no te roban a ti, físicamente.
-¿Luego…?-me lo quedé mirando y
Zayn asintió. Se volvió hacia la clase-. ¿Alguien? Que no sean Katie o Bey, por
favor. Todos os tenéis que examinar-todos rehuyeron su mirada, y Zayn asintió
con la cabeza después de exhalar un suspiro.
Se levantó de la silla.
Y yo, instintivamente, di un paso
atrás.
-Tranquilo, Alec, que no te voy a
hacer nada… de momento-añadió en el último momento, y yo me puse tenso. ¿Lo
había dicho en tono de broma o sólo me lo había imaginado yo, como mecanismo de
defensa para no salir corriendo de clase? Zayn cogió una tiza y subrayó la
parte de la oración referente a los chicos.
-Los chicos son los que sufren la acción, igual que yo la
sufriría si me robaran el coche. La acción no recae directamente en mí, sino que soy el protagonista indirecto. Voy
conectado al verbo por el hecho de que yo poseía un coche, que luego me quitaron.
¿Entendéis?-Zayn nos miró, alguien asintió tímidamente. Me miró a mí, y al ver
mi expresión sonrió-. No, no me entendéis. Vamos a ver-se sentó sobre la mesa y
se miró las manos un momento-. Alec-di un respingo-. Copia. Esta frase te a
gustar. “Mi hija recibió un paquete”-me fulminó con la mirada y yo lo comprendí
entonces.
Sabrae no le había dicho nada.
Zayn lo había adivinado él solo.
Había una mínima posibilidad de
que no sospechara nada de lo que yo había hecho el sábado. Este numerito
simplemente era porque yo rondaba su casa… y no le gustaba un pelo. No quería
ni pensar en lo que sucedería si se enteraba de mis actividades secretas.
-¿Quién es el sujeto?
-Mi hija.
-¿Tienes hijas?
-O sea, la tuya-me corregí, y
Zayn se rió.
-Relájate, hombre, que te estaba
tomando el pelo. Mi hija, sí. ¿Y el objeto que recibió?
-Un paquete.
-Y ya está, ¿no?
-Sí… ¿no?
-Ahora escribe: “a mi hija le
enviaron un paquete”. ¿Cuál es el sujeto?
-No hay.
-¿Cómo que no…?
-O sea. Está escondido. No se
sabe quién se lo envió.
-Espero que ella lo sepa, porque
si no…-sacudió la cabeza y mis compañeros volvieron a reírse.
-Yo lo sé-canturreó Scott, y yo
me volví y le miré, impresionado. ¿Sabrae había hablado con él y había
conseguido mantener el tipo sin que yo notara nada? Que le dieran un Oscar.
Zayn ignoró a su hijo.
-El protagonista de la acción en
esta frase es otra persona, pero la acción repercute en alguien que aparece. Mi
hija no es la enviada, es la que recibe. Indirectamente, participa en la
acción. Es algo pasivo. Vuestra nueva mejor amiga, chicos: la pasiva. Los
complementos indirectos de una oración no
pueden-recalcó la frase y yo me la quedé mirando en la pizarra- ponerse en
pasiva. Los directos, sí. ¿Podemos decir “mi hija fue enviada un paquete”?-sacudimos
la cabeza-. No, pero sí “un paquete fue enviado a mi hija”. Pues en nuestra
frase inicial… Alec, si eres tan amable de borrar nuestros ejemplos… gracias.
En nuestra frase inicial, hay algo que
no podemos poner en pasiva.
-Los chicos-reflexioné yo, y Zayn
me señaló con la palma de la mano vuelta hacia el techo.
-Luego, si no podemos pasarlo a
pasiva…
-Es indirecto.
-Lo tenemos. Pues venga. A
resolver.
Continué subrayando, colocando
palabras debajo de la frase y deteniéndome cuando él me lo indicaba. Un sudor
frío me recorría cada vez que Zayn se movía en la silla, temiendo que en
cualquier momento saltaría a por mí.
Zayn asintió con la cabeza,
mirando mi oración.
-¿Qué tal? ¿Veis algo raro?
-Le sale humo de las
orejas-observó Jordan, y yo contuve las ganas de tirarle una tiza. En cualquier
otro momento, se la habría lanzado sin temor alguno, pero ahora… no quería que Zayn me cogiera más tirria de
la que probablemente ya me tenía.
-Está bien-asintió Zayn-. ¿Lo
habéis entendido?-más cabezas asintieron esta vez. Incluso yo me atreví a decir
que sí-. Vale, ¿alguna pregunta? De lo que sea; de lo que hemos hablado ahora,
o de cualquier otra cuestión.
Un montón de manos se dispararon
al aire.
-¿Me puedo sentar?-pregunté,
temiendo que Zayn siguiera usándome de secretario. Me ignoró deliberadamente.
Seguro que disfrutaba asustándome.
-Que no sea de mi siguiente
disco-añadió en tono cansino. Varias manos se bajaron. Zayn bufó-. Ni sobre
esos rumores de la modelo rubia y yo-casi todas las manos descendieron de
golpe; sólo quedaban un par-. Es que… ¡manda huevos, eh! Con la mujer que tengo
en casa… pensar que me voy a ir a otro lado… joder-chasqueó la lengua y miró a
Scott-. Ni sobre lo que hay para comer-Scott bajó la mano con resignación-.
Mira el menú de la nevera, chico-Zayn levantó los ojos al cielo-. Bey.
-¿La frase no es ambigua?
Zayn se cruzó de brazos y se
volvió para mirarla pizarra. Una sonrisa le atravesó la cara.
-¿Podrías elaborar un poco más tu
pregunta?
-En el análisis tenemos que hacer
referencia a si hay cosas que no estén determinadas. Lo lógico es pensar que
“sus padres” se refiere a los de las chicas, pero… ¿no podrían ser también los
padres de otra persona?
Su sonrisa se hizo más amplia.
Y se volvió hacia mí.
-¿Tú qué piensas, Alec?
¿Que qué pienso? Que te voy a denunciar por abuso de poder, eso es lo
que pienso.
-Pues… no sé. Hay dos personas implicadas realmente, ¿no?
También podrían ser los padres de los chicos.
-Aunque es poco
probable-puntualizó Zayn-. No sé, preferiría tomarme la justicia por mi mano en
lo que respecta a mis hijas, que nadie me quitara mi función, ¿sabéis?-miró a
la clase y luego a mí. Alzó de nuevo las cejas y yo cambié el peso del cuerpo
de un pie a otro. Estaba a un gesto nuevo del padre de Sabrae haciéndome creer
que si me pillaba a la salida del instituto me pegaba una paliza de salir
corriendo.
-¿Y no se podría
interpretar…?-empezó Scott, y el abuso visual de Zayn se vio interrumpido
cuando miró a su hijo-, ¿como los padres de las piernas?
Zayn le lanzó la típica mirada
incrédula del padre estupefacto ante el nivel de subnormalidad de su hijo. No puedo creerme que seas mi espermatozoide
ganador.
-¿De cuántas piernas soy padre
yo, chaval?
-De ocho.
Zayn bufó, fulminando con la
mirada a su hijo.
-Mira, Scott, no me jodas, ¿eh?
No tiene ningún sentido lo que estás
diciendo. Con esta frase-Zayn se dirigió de nuevo a todos nosotros, y no sólo a
su primogénito, que sonrió con satisfacción al haber sacado de sus casillas a
su padre-, en realidad tenéis mucha suerte, porque la interpretéis como la
interpretéis sería gramaticalmente correcta. Evidentemente, la tendencia es
pensar en los padres de las chicas, pero si yo fuera corrector y me encontrara
con que alguien interpretó que los padres protagonistas son los de los chicos,
no puedo darla por mala. Porque no lo es. Hombre…-se volvió hacia la frase un
momento y jugueteó con una tiza entre las manos. La lanzó al aire y la
recogió-. Lo normal es que los padres defiendan a sus hijos-Zayn clavó los ojos
en mí y yo intenté no estremecerme. Realmente estaba disfrutando con todo
aquello.
No me dejaría acercarme a ella
aun en el supuesto de que Sabrae me aceptara.
Y eso todavía estaba por ver.
-… pero cosas más raras se han
visto-puntualizó, recogiendo la tiza una última vez-. ¿Más preguntas?
Me dejó sentarme cuando vio que
nadie más quería contribuir a su ritual de tortura particular, y después de
analizar varios ejemplos más que podrían caernos en los exámenes para la
universidad, nos dejó adelantar tarea y ni protestó cuando empezamos a recoger
antes de tiempo. Me cargué la mochila al
hombro y salí pitando de la clase antes de que él pudiera retenerme, y procuré
esperar a que Tommy y Scott, con sus respectivas hermanas (entre las que se
encontraba la causante de la discordia entre Zayn y yo) se alejaran de
nosotros, camino a casa, para volverme hacia mis amigos.
-¿Soy el único que piensa que no
es casualidad que Zayn me haya elegido a mí para sacarme a la pizarra?
-Bueno, si no sabías hacer las
frases, es lo normal-reflexionó Bey. Mimi frunció el ceño, tirando de su falda
hacia abajo.
-¿De qué habláis?
-Zayn ha venido hoy de sustituto,
y yo he sido su experimento particular. He salido a la pizarra a hacer unas
cuantas frases.
-¿Y qué hay de malo en ello?
-Pues que una frase en particular
era bastante amenazante-le repetí la frase y examiné el rostro de mi hermana,
intentando encontrar un atisbo de preocupación en su cara. Mimi se limitó a
empujar sus enormes gafas redondas por el puente de su nariz y se encogió de
hombros.
-¿No te parece que estás
exagerando un poco?
-¡Para nada, Mary!-intervino
Jordan, asintiendo con la cabeza y poniéndome una mano en el hombro-.
Definitivamente, era una advertencia. Yo también noté la hostilidad que manaba
de él.
-Estáis sacándolo todo de
quicio-Bey chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
-A ver. Sí que es cierto que la
última frase era muy… rara-intervino mi hermana-. No sé. ¿A cuento de qué te
diría algo así? Que yo sepa, siempre has tratado bien a Sabrae. No tiene
sentido que te suelte algo así.
-Sí, después de lo del sábado.
Mimi se detuvo un momento.
-¿Se lo has dicho a Sabrae?-quiso
saber, y yo negué con la cabeza. Mimi frunció el ceño y bajó la mirada,
esquivando un bache en el que podría haber hundido el pie. Tamika trastabilló
al no ser tan hábil esquivando el obstáculo.
-Son todo paranoias suyas-aseguró
Bey, malinterpretando la expresión de mi hermana-. Si prestarais atención en
clase, sabríais que todas las frases estaban sacadas del texto que el señor
Blakely nos dio anteayer. Pero, ¡claro! Es más fácil que sea yo la pringada que
les hace los comentarios de texto a todos los demás, ¿verdad?
-¿Y por qué no se lo has
dicho?-Mimi volvió a la carga, empujando de nuevo sus gafas hasta colocarlas en
su posición normal.
-Pues, ¡porque no me deja! Cada
vez que intento sacar el tema, Sabrae pasa de ello. Es como si prefiriera que
no le dijera nada.
-¡Pues vas a su casa, y se lo
explicas en persona! No puede hacer oídos sordos de lo que le digas si te tiene
delante.
-Sí, hombre. Me planto en su
casa, y me recibe Zayn con una escopeta-chasqueé la lengua y negué con la
cabeza-. Tú lo que quieres es ser hija única para que toda la herencia de tus
padres se quede sólo para ti.
-A veces me pregunto si eres
imbécil de nacimiento o tanto boxear te terminó trastornando la cabeza-Mimi
puso los ojos en blanco y no dijo nada más.
-Un poco de ambas cosas-intervino
Bey, y yo le di un empujón. Jordan se echó a reír.
-No podéis negarnos que Zayn iba
a por Alec hoy, chicas. Hasta un ciego se habría dado cuenta.
-¡Me odia! ¿Os disteis cuenta? Me
habría tirado por la ventana de no haber tanta gente en clase.
-Seguramente pesas más que
él-consideró Bey, mesándose los rizos.
-Y él está más viejo. Podrías
escapar-meditó Tam.
-Yo de ti, tendría cuidado-Jordan
me puso una mano en el hombro y me la apretó con cariño-. Tanto por Zayn como
por Sabrae.
-No creo que a Sabrae le moleste
lo que yo haga o deje de hacer-contesté, tirando de los cordones de la mochila
y subiéndola por mi espalda-. Me lo dejó bastante claro cuando me dijo que no
le debía nada y que podía hacer lo que quiera, con quien quiera, anoche, cuando
intenté preparar el terreno.
-¿No habíamos quedado en que se
lo dirías en persona? No sé, Al, pero todo esto me da mal rollo. A mí no me
gustaría enterarme de que el chico que me gusta se tira a otras por mensaje.
Como mínimo, deberías esperar a tenerla cara a cara-aconsejó Bey, y yo suspiré.
-¿No os encanta cómo se está
comiendo la cabeza por Sabrae? Me causa tanta ternura-Jordan se adelantó y me
pellizcó la mejilla. Me zafé de él con un empujón del que se revolvió riéndose.
-Luego te quejas de que te dejo
solo en mitad de la noche, tío. No hay quien te aguante, de verdad. Me ves
hecho polvo y tú te dedicas a hacer coñas con eso.
-Simplemente me hace gracia lo
pilladísimo que estás por ella.
-No estoy pillado-protesté, y
tanto Jordan, como Tam y mi hermana se giraron y me miraron con las cejas
alzadas en gesto de sí, claro.
Bey, por el contrario, soltó un
suspiro y espetó:
-¿Quieres follar?
Me volví hacia ella, estupefacto. No podía
decirlo en serio. Después de todas las movidas en que me había metido por no
saber mantener la polla en los pantalones, ¿y ahora me venía con estas? Tenía
un sentido de la oportunidad ridículo.
¿O me veía tan colado por Sabrae
que le daba la sensación de que ésta sería su última oportunidad de hacerlo
conmigo antes de que fuera demasiado tarde y yo me negara?
-¿Ahora?
Bey soltó una risotada.
-¿Ves lo que te gusta? Estás
hasta los huesos por ella. El Alec de antes de Sabrae no habría dudado, se
habría empezado a quitar la ropa, y al lío.
-Estamos en la calle-protesté,
colgándome la mochila de un hombro.
-Ya sabes a qué me refiero.
-Es que estás enamorada de mí,
Bey-aludí, y ella puso los ojos en blanco-. No quiero darte falsas esperanzas.
-Capullo.
-No lo soy.
-No, no lo eres-asintió ella-,
pero la quieres.
-Yo no estoy tan segura-musitó
Mimi para sí, tan bajo que sólo escuché un murmullo inteligible. No sabía decir
a qué se refería. Sin embargo, no tendría que esperar mucho. Aquella misma
tarde tenía pensado descubrirlo.
Me
incorporé hasta quedar sentado en la cama y ni siquiera esperé a que mi
respiración se normalizara después del esfuerzo para encenderme un cigarro.
Recogí el paquete de la mesilla de noche, donde había dejado el paquete
mientras Pauline me quitaba la ropa, saqué un cigarrillo y me lo llevé a la
boca. La lluvia repiqueteaba en el cristal de la ventana que daba al callejón
de su casa.
Me había faltado tiempo para
comportarme como un puto gilipollas. Mi segundo nombre debería ser Metepatas y
no Theodore. Después de llegar a casa, comer, tumbarme a la bartola a ver la
televisión, discutir con mi madre porque no hacía nada y pirarme con la moto a
trabajar media hora antes, me había pasado un cuarto de hora más de la cuenta
dando vueltas por el almacén, recogiendo mis paquetes y tratando de apartar de
mi cabeza las palabras de Sabrae. En mi cabeza había trazado un par maestro:
Sergei me había dicho que entrenaba los mismos días que yo iba a trabajar, así
que podría pasar por el gimnasio de la que volvía a casa, detenerme a hablar
con ella y explicarle la situación.
Joder, si incluso había pensado
en ir directamente a su casa, y contarle lo que hacíamos a Scott antes incluso
de que ella supiera a qué me dedicaba yo cuando no estábamos juntos. Había
abierto el chat con ella, plagado de emoticonos y pegatinas graciosas, sólo
para toparme de bruces con aquel fatídico mensaje en el que lo que ella venía a
decirme era que yo era libre de acostarme con quien quisiera y no tenía por qué
darle explicaciones.
La lógica irrefutable de su
razonamiento pesaba sobre mí como una losa de tres mil kilos, que me cargaba a
la espalda y me impedía caminar. No estaba orgulloso de cómo me comporté a
continuación. Como había visto el parte meteorológico, había adivinado que me
pondrían con Chrissy esa tarde, y el polvo estaba asegurado. O eso pensaba yo,
hasta que llegué a la oficina y me dijeron que Chrissy había cambiado su día
con otra compañera que tenía una cita al día siguiente. Genial. ¿Con quién iba
yo ahora a ensuciar mi reputación aún más?
Cuando leí la lista de envíos y
reconocí la dirección de Pauline, sentí que el cielo se abría sobre mi cabeza y
que un coro de ángeles cantaban alguna canción celestial. Era una señal. Tenía
que volver a acostarme con ella.
Sacarme a Sabrae de la cabeza y
vivir mi vida como si nada. Estaba claro que a ella se la sudaba soberanamente
a quién me follara o me dejara de follar yo. Si las tornas estuvieran
cambiadas, yo intentaría sacarle toda la información posible sobre qué hacía de
noche y con quién.
Esa fingida indiferencia que se traía conmigo
después de lo que habíamos compartido el sábado me cabreaba sobre manera.
No sabría decir quién lo flipó
más de los dos cuando llegué a la pastelería de los padres de Pauline: ella, al
verme aparecer por la puerta, acompañado del tintineo de la campanilla que
indicaba la llegada de un cliente; o yo, cuando me acerqué a ella y le pregunté
si le apetecía follar. Si le extrañó que le dijera eso después de contarle lo
que le había contado sobre Sabrae, se guardó para sí sus dudas y asintió con la
cabeza. Me dijo que diera la vuelta a la manzana y que esperara cinco minutos
antes de escalar hacia su habitación por la escalera de incendios.
Cuatro minutos y medio después,
yo empezaba a ascender por la escalera, y llegaba a su habitación diez segundos
antes de lo previsto. Me esperaba desnuda.
Creo que no hará falta que
explique lo que hicimos a continuación, ¿verdad?
Pauline se revolvió en la cama,
tirando un poco de la sábana para quedar más cubierta. Tenía la carne de
gallina por mis caricias y el frío que se había colado por la ventana y que ni
siquiera nuestras actividades habían conseguido cantar. Se estiró a por su
móvil y tecleó en él mientras yo me fumaba el cigarro, presa de la ansiedad.
-Estás callada-comenté,
observando la ceniza del cigarro, que aumentaba a marchas forzadas. Me giré y
la miré por encima de mi hombro. Se limitó a encogerse de hombros.
-Te dejo pensar.
-Por favor, no lo hagas-respondí,
soltando una carcajada cínica-. Pensar es lo último que quiero hacer en este
momento.
-Te arrepientes de lo que
acabamos de hacer, ¿verdad? Pensar era lo único que no estabas haciendo cuando
me dijiste que querías subir a mi habitación-acusó, y yo me giré.
-Mira, Pau, no estoy para
gilipolleces, ¿vale? Si quieres que me largue, me lo dices, y yo me piro. Pero
no me hagas esto ahora. Tú también, no-negué con la cabeza y di una profunda
calada que hizo que la ceniza del cigarro se precipitara sobre las sábanas-.
Mierda.
-Sabes que me gusta que estés
aquí, ¿por qué dices eso?
Me encogí de hombros. Pauline se
incorporó hasta quedar sentada a mi lado. Se enrolló en la sábana, ocultando
sus pechos en la tela blanca.
Me miró a los ojos con
intensidad. Me tomó de la mandíbula y me acarició el mentón. Cerró los ojos y
se inclinó hacia mí, depositando un dulce beso sobre mis labios, saboreando el
tabaco de mi boca. Cerré los ojos, disfrutando de la pureza de su contacto…
… y de repente me aparté, al
recordarme indigno de la pureza. No podía aspirar a ninguna clase de pureza
para mí.
No estaba bien. Yo lo sabía, en
el fondo lo sabía. El hecho de que a Sabrae le diera igual lo que yo hiciera o
no, no justificaba que yo me comportara como un niño caprichoso y me fuera con
otras sólo para llamar su atención. Sólo los niñatos de 13 años se comportaban
así, y yo era casi un hombre. Ya iba siendo hora de que apechugara con las
cosas que hacía y sentía.
Puede que no la quisiera, no
estaba seguro. Pero lo que sabía a ciencia cierta era que me hacía daño pensar
que la estaba hiriendo con mi comportamiento impulsivo e infantil. Y hacerla
sufrir era algo que me emponzoñaba por dentro.
Pauline me tomó de la mandíbula con
delicadeza, como si fuera un ave exótica que quisiera examinar con más
detenimiento antes de meterla en una jaula para que su canto llenara su
habitación.
Sí. Justamente eso era yo. Un ave
en una jaula. Una jaula cuyos barrotes yo no podía ver, pero que estaban hechos
de mi orgullo de mierda. Esos mismos barrotes me impedían remontar el vuelo y
buscar lo que yo realmente quería: serle sincero. Decirle lo que quería.
Merecérmela. La quería a ella. A ella y su manera de sonreír. A ella y su
manera de sonrojarse. A ella y su manera de besarme. A ella y el olor de su
pelo y de su cuerpo. A ella y el calor que desprendía su cuerpo diminuto
estando a mi lado. A ella y sus caricias. A ella y sus besos. A ella y su
manera de tener sexo. A ella y su manera de bailar. A ella y a su talento único
para hacer que yo bailara con ella canciones que no bailaría con ninguna otra.
A ella y su forma de hacerme peor
boxeador. Boxear mal merecía la pena, si la culpa era de Sabrae.
Y a Sabrae le daba absolutamente
igual lo que yo quisiera, con quién estuviera. Qué hiciera.
-Si esto te hace daño-susurró
Pauline, acariciándome las mejillas con la yema de los dedos-, no hay por qué
seguir.
-¿Tan mal lo he hecho?-bromeé en
tono triste, y ella me devolvió una sonrisa también triste.
-Has estado bien.
-¿“Bien”?-suspiré, poniendo los
ojos en blanco y fingiendo que aquello tampoco me preocupaba. Lo último que
necesitaba era empezar a follar mal. El sexo era el único placer que tenía en
mi vida, más allá del boxeo, claro. Y si me estaba volviendo mal boxeador por
culpa de Sabrae, era lógico pensar que me volvería también peor amante.
Y todo, ¿para qué?
-No quería insultarte, Al-Pauline
se frotó contra mí hasta conseguir romper mis defensas y que yo la rodeara con
mis brazos. La sábana se deslizó por su espalda hasta sus caderas; nuestros
torsos estaban al descubierto. Notaba el roce de sus senos sobre mi piel, y eso
antes me habría encantado.
Ahora, en lo único en que podía
pensar, era en que aquellos pechos eran demasiado redonditos, demasiado firmes,
demasiado pequeños. Los de Sabrae eran más grandes, blanditos y no tan firmes.
En cualquier otra situación, los de Pauline habrían ganado por goleada. Pero
los de Sabrae ahora eran perfectos, porque eran suyos.
Pauline me besó el hombro,
notándome ausente.
-No ha sido el mejor polvo que
hemos echado nunca, pero no ha estado mal. Vas en tu línea-sonrió, intentando
animarme-. Aunque estabas distraído. Te lo repito: si acostarnos te hace daño,
no hay por qué seguir. Lo único que te pediría es que me avises antes de que
echemos el polvo de despedida. No quiero que te vayas sin demostrarte lo
especial que has sido para mí.
Le rodeé la cintura y le acaricié
los lumbares.
-No voy a marcharme-murmuré en
tono suave, un poco lastimero, pero creo que a Pauline no le pareció triste.
-Ella no me querrá cerca-Pauline
me pasó los dedos por el pecho, jugueteando con la piel sobre el esternón. Se
mordió el labio contemplando mi piel, probablemente con ganas de besarla y
volver a la acción.
-Ella no es como las
demás-repliqué-. Ni siquiera en ese sentido.
Estoy seguro de que nunca se ha puesto celosa. Estoy seguro de que
nadie ha merecido tanto su amor como para tener el poder de hacerle daño.
Me recriminé a mí mismo el haber pensado eso.
¿Eso es lo que quieres, Al? ¿Que te quiera para poder hacerle daño?
Querer no es hacer daño. De
hecho, es todo lo contrario a hacer daño. Amar a alguien es darle la
posibilidad de que esa persona te destruya, y ser correspondido, que esa
persona no te haga el más mínimo daño.
Yo lo sabía bien.
-¿Estás seguro?
Miré a Pauline y asentí con la
cabeza. Precisamente el hecho de que Sabrae no fuera como las demás, que no se
pusiera celosa, era lo que más me molestaba de todo. Quería que mostrara algún
tipo de interés por mí, aunque fuera muy tenue. Quería que, como mínimo, le
picara la curiosidad. Quería que dejara de hacerme insistir y empezara a
escucharme. Quería interesarle como ella me interesaba a mí.
Estaba seguro de que yo era
importante para ella cuando llegaba el viernes y nos encontrábamos. El problema
es que los rastros de su presencia duraban en mí durante toda la semana, hasta
que ella volvía a recargarme con su energía. Yo, en cambio, parecía un
fantasma. El típico rollo de verano del que te olvidas nada más volver de
vacaciones. La diferencia estaba en que nos estábamos liando en otoño.
-¿Y por qué no vas con
ella?-Pauline me besó el hombro de nuevo, enternecida, y yo decidí desnudarme
para ella. Metafóricamente, claro: ya me había desnudado literalmente para ella
hacía tiempo.
-Me da miedo-dije con un hilo de
voz ronca que apenas reconocí. Era la voz de un chiquillo asustado por los
truenos de una tormenta lejana. Pauline frunció el ceño y hundió la nariz en mi
cuello, inhalando el aroma que desprendían mi piel y mi pelo. Me acarició la
espalda despacio, dejando que su energía tranquilizadora me relajara. Estaba
llenándome de fortaleza, pero no tenía nada que hacer contra la angustia que me
corroía por dentro.
-¿El qué?-sus manos fueron hasta
mi nuca, y por primera vez en siglos, eso no me volvió loco. La caricia de una
chica que no era mi madre estaba teniendo el mismo efecto en mí que los dedos
de mi madre en el nacimiento de mi pelo: me sentía protegido, querido, nada
juzgado.
Confiaba en que nada de lo que
dijera a continuación saliera jamás de aquella habitación.
-Que es la única de la que puedo
enamorarme-contesté, y Pauline se apartó un poco de mí para mirarme a los ojos.
Sus ojazos de color avellana se encontraron con los míos, ligeros tintes verdes
se entreveían en sus pupilas mientras me observaba-, y la única que puede no
corresponderme.
Sonrió con dulzura.
-Sería estúpida si no te
correspondiera, Al-murmuró en tono íntimo, y pegó la frente a la mía. Buscó mi
mano y entrelazó nuestros dedos, dándome un instante de paz que agradecí.
Llevaba días hecho un lío. Bailar con ella a mi cantante favorito había sido un
paso gigante para mí, y para colmo nadie lo comentaba conmigo: sólo yo parecía
haberme dado cuenta de hasta qué punto toda mi estructura interna se había
reorganizado para adaptarse a Sabrae. Me sentía como un líquido que se amoldaba
al recipiente en el que estaba.
Cuando no estaba con ella, me
desparramaba por todas partes, completamente descontrolado e inconsistente.
Sabrae era la que me daba forma y
me mantenía en mi cauce. Me daba sentido.
Y ella… ella ni siquiera sabía
hasta qué punto mi mundo giraba a su alrededor.
-Soy un cobarde, Pau.
-¿Por qué dices eso?
-Ni siquiera me atrevo a decirle
la verdad. Me aterroriza la sola idea de que ella se canse de mí por lo que le
hice. Yo… me siento como un destructor de ilusiones profesional.
-¿Destructor de ilusiones
profesional?-repitió ella, y yo asentí con la cabeza-. Creo que ves demasiadas
telenovelas, Alec. No creo que estés haciendo nada malo. Ella no es tu novia,
¿verdad?
-No-para mi desgracia, pensé por primera vez, y quise darme de
bofetadas por pensar eso en la cama de otra chica.
-Pues entonces, no veo el
inconveniente. Sí que es verdad que pienso que deberías hablarlo con
ella…-meditó un momento-. Sólo por aclarar las cosas. Mira, te importa, y
mucho, eso es evidente, y quieres protegerla, y lo entiendo, porque tú eres
así, pero… creo que la proteges demasiado.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, no la conozco ni de lejos
tanto como lo haces tú, pero… por la impresión que me ha dado de lo que he
visto estos días de su perfil de Instagram, me parece una niña muy cent…
-No es una niña.
Pauline sonrió.
-Es cierto, no es una niña.
Dejémoslo en “chica”. Creo que es una chica muy centrada, con la cabeza muy
bien amueblada… mejor que tú, diría yo-me dio un toquecito en la sien y me noté
sonreír-. Quizá le gustes porque puede enseñarte, o porque eres bueno, o
simplemente porque eres guapo y follas que da gusto, pero... el caso es que creo
que ella puede afrontar que tú te acuestes con otras. De hecho, creo que
incluso se lo espera.
-En ningún momento le he ocultado
lo que hacía contigo y con Chrissy, o con otras chicas mientras estaba de
fiesta, pero lo del sábado… no sé. Me da la sensación de que hay algo que no es
propio ni siquiera de mí. Que me he salido del camino, por decirlo de alguna
manera, ¿entiendes?
-Quizá no hayas tenido el
comportamiento del año, pero, ¡oye! Estoy convencida de que Sabrae no piensa
que se está tirando a Don Perfecto. Tú mismo me dijiste que hasta hace poco, no
te soportaba. ¿No te parece que estás siendo un poco duro contigo mismo?
-No puedo permitirme que me aleje
de ella y tardar otros 14 años en que me deje volver a acercarme,
Pauline-chasqueé la lengua y puse los ojos en blanco.
No lo soportaría. No soportaría
que volviera a mirarme como lo había hecho toda la vida. Antes me daba igual.
Me daba igual que me vacilara, que me detestara o que incluso me dijera a la
cara de todo menos guapo.
Eso era antes de haberla
escuchado gemir mi nombre, haber saboreado cómo me mordía el labio mientras lo
hacíamos o haber sentido sus manos en mi espalda, sus ojos en los míos.
Mi madre me habría parido, pero
la que me había insuflado la vida había sido Sabrae. Llevaba 17 años en este
mundo, pero sólo unas semanas viviendo. El mismo tiempo que hacía desde que la
besé por primera vez.
-Dale un voto de confianza, Al-me
dio un toquecito en la mejilla y se abrazó las piernas. Apoyó la cabeza en sus
rodillas y parpadeó despacio-. Quizá te sorprenda no alejándose en absoluto.
-No sé.
Pauline sonrió, me dio un nuevo
piquito y se tumbó de nuevo sobre la cama. Recogió su móvil y abrió de nuevo
sus redes sociales. Decidí que era el momento de comprobar si tenía algún
mensaje.
Tenía varias llamadas perdidas de
mi madre, lo cual eclipsó todo lo demás. Deslicé el dedo sobre su nombre y le
indiqué a Pauline que esperara cuando ella frunció el ceño.
-¿Mamá? ¿Qué pasa?
-¿Para qué te compramos Dylan y
yo un móvil, si no es para que estés localizable? Se ha puesto a llover y tu
hermana no lleva paraguas.
-Yo tampoco llevo paraguas. ¿Y?
-Cuando vuelvas a casa, ¿te
importaría llevarle uno al estudio de baile?
Exhalé un sonoro bufido que
intentaba provocarla, pero no resultó.
-Yo me dejé el paraguas en casa
un montón de veces, y nadie vino a llevármelo. Me tocó apechugar y caminar bajo
la lluvia cada vez que me lo olvidaba.
-Ya-espetó mi madre, irritada-,
pero tú no eres el favorito-y colgó sin más. Me quedé mirando la pantalla del
teléfono, completamente alucinado, hasta que la pantalla de la llamada dio paso
a la lista de llamadas recientes.
-¿Qué ocurre?
-Tengo que ir a hacerle de
escolta a mi hermana. ¿Dejamos el segundo para otra ocasión?-pregunté,
recomponiéndome y buscando mis calzoncillos. Pauline sonrió.
-Ah, ¿va a haber una próxima vez?
La miré de soslayo.
-No me jodas, Pauline, ¿eh? Mi
vida no ha cambiado tanto.
-Nunca me habías hablado de
ninguno de tus ligues.
-Nunca había hablado con ellas
más de dos noches seguidas-me encogí de hombros, enfundándome los vaqueros y
fingiendo indiferencia. Le di un beso en la frente y le dije que le mandaría un
mensaje cuando llegara a casa para indicarle que había llegado bien.
-Puedes ir por el interior. La
escalera de incendios está empapada; te caerás.
-Me gusta el riesgo-contesté,
abriendo la ventana de su habitación y subiéndome la cremallera de la chupa de
cuero. Pauline puso los ojos en blanco y sacudió la mano a modo de despedida
mientras yo descendía, ágil pero cuidadoso, los escalones del armazón de hierro
del exterior de su edificio. Cuando llegué al suelo, estaba empapado y con las
manos manchadas de suciedad y óxido. Me limpié a los vaqueros, tomando nota
mental de echarlos a lavar, y saqué mí móvil del bolsillo de la chaqueta.
Miré las notificaciones
anteriores a mi desbloqueo, y la poca tranquilidad que hubiera reunido en mi
descenso me abandonó como una sombra cuando se apaga la luz.
Pauline había hecho la coña con
que puede que no hubiera una próxima vez, pero yo me había convencido a mí
mismo de que por supuesto que la habría. Si Sabrae sudaba de mí, yo sudaría de
ella, así de simple. No iba a cambiar toda mi vida por un estúpido sentimiento
que no sabía adónde iba a llegar. No sería tan imbécil de lanzarme al vacío sin
paracaídas cuando estaba claro que Sabrae no me estaba tendiendo ninguna red.
O eso creía yo.
Porque, lo que yo no sabía
mientras hacía el reparto por Londres, lo que ignoraba mientras me quitaba la
ropa para Pauline, lo que yo desconocía mientras entraba en ella y la embestía
con rabia y lujuria entremezcladas, era que en mi móvil albergaba unos mensajes
de Sabrae.
Lo único peor que la indiferencia
de Sabrae era su interés.
Contra la indiferencia podría
luchar, a la indiferencia podría ofrecerle la verdad.
A su interés, en cambio… tenía
que darle la verdad y rezar porque no fuera como una estaca en el corazón para
ella.
Hola
☺ te noto un poco ocioso.
Miré la hora. Por el tiempo que
llevaba los mensajes mostrándose en la pantalla, diría que los había enviado
mientras yo estaba recogiendo los paquetes para su envío.
Eché cuentas, preguntándome a qué
se refería con lo de “ocioso”.
Y caí en que había estado mirando
Instagram, comentando en fotos de mis amigos y repartiendo corazones blancos a
diestro y siniestro, antes de decidirme a ponerme a trabajar.
La
verdad es que yo me aburro como una ostra, ya he terminado mis deberes y no sé
qué hacer con mi vida 😡
Había un intervalo de diez
minutos entre ese mensaje y el siguiente.
¿No
estarás pasando de mí? Jo.
Otros cinco minutos separaban
este mensaje del posterior.
Ay,
no quería hacerte sentir mal. Perdona. Seguramente estés liado. Vaya.
Bueno,
si quieres, hablamos después ☺
Yo
voy a estar disponible toda la tarde. No voy a entrenar hoy, por lo de la regla
y tal. Así que, ya sabes. Si te apetece, me contestas cuando puedas ☺
Me apoyé en la moto y traté de
tranquilizarme. Mierda. Mierda. Mierda. Había estado comiéndome la cabeza
porque Sabrae sudaba de mí, me había follado a otra porque creía que Sabrae
sudaba de mí… y mientras tanto, Sabrae me hablaba y me insistía al ver que yo
no le contestaba.
No lo hay más gilipollas que tú en toda Inglaterra, macho.
¿Y ahora qué cojones hago?, pensé, pasándome una mano por
la cabeza y dejando escapar un suspiro de frustración. Le di un golpe a la moto
y gruñí. Gilipollas de mierda. No vales
para nada.
¿Qué voy a hacer ahora?, me hostigué de nuevo, estupefacto ante mi
cambio de fortuna.
Si lo del sábado no le molestaba,
esto le molestaría. Por mucho que ella me dijera que yo podía hacer lo que
quisiera, yo sabía que ya no podía hacer lo que me diera la gana. Esos mensajes
eran la prueba de que mis acciones tenían ahora repercusión en otra persona.
Mimi, se me ocurrió de repente. ¡Eso es! Iría en busca de mi
hermana, y aprovecharía ese tiempo para pensar un poco más mi forma de
proceder. Le envié un SMS para no abrir Telegram y que Sabrae viera mi última
conexión, y que no pensara que estaba pasando de ella, indicándole que iba de
camino.
Me puse el casco, me monté sobre
mi moto, cuyo asiento estaba resbaladizo por el agua, y de una patada, la
arranqué.
Media hora después, me plantaba
en el vestíbulo del estudio de baile al que acudía mi hermana, en el que la
calefacción estaba a tope, y el paragüero, lleno a rebosar. Dejé mi paraguas
goteante junto a los demás, y me acerqué a la recepcionista.
-Hola. ¿Podría decirme en qué
estudio está Mary Elizabeth Whitelaw?
-¿Eres su novio?-la recepcionista
me miró por encima de sus gafas de gato. Me recordaba un poco a la de Monstruos SA.
-Su hermano.
-No se permite la entrada a nadie
que no sea bailarín.
-Pero sólo quiero…
-¿Alec?
Me giré para enfrentarme a la
voz. Darishka, una de las profesoras de la escuela de danza, se acercaba a mí
con una caja bajo el brazo. Llevaba puesto un body negro y medias rosadas, de
ésas que usan las bailarinas en sus entrenamientos. Un jersey gris claro
completaba su atuendo, y las zapatillas reglamentarias, rosas y sin suela,
amortiguaban el sonido de sus pasos. Se acercó a mí como una gata, silenciosa y
sensual.
-¿Vienes por Mimi? ¿Ha pasado
algo?
-Se ha dejado el
paraguas-contesté, dejando que se pusiera de puntillas y me diera tres besos,
muy al estilo ruso. Darishka asintió y se volvió hacia la recepcionista.
-Yo me encargo de él, Maud.
La recepcionista asintió con la
cabeza y se giró para seguir tecleando en su ordenador. Darishka me indicó que
la siguiera con un gesto de la mano, y trotó ágilmente escaleras arriba
mientras yo le pisaba los talones.
-Perdónala, últimamente no sé qué
pasa, que vienen un montón de tíos aleatorios a ver a las chicas mientras
entrenan. Creo que el porno de bailarinas está en alza, y supongo que algunos
de esos imbéciles quieren ver si lo que sucede en esos vídeos se basa en hechos
reales.
-Algunas cosas, sí-comenté yo, y
Darishka asintió.
-Hacía mucho que no venías. Te
empezaba a echar de menos-soltó el pasamanos y se encaminó hacia un pasillo
iluminado por fluorescentes y unos ventanales al fondo. Se detuvo frente a una
puerta de la que salía una tenue música clásica y me miró por encima del
hombro-. Me imagino que lo del paraguas de tu hermana no es ninguna excusa para venir a verme a mí, ¿verdad?
Sonreí.
-¿Quieres que alimente un poco tu
ego?
-Quiero que me eches de
menos-sonrió, girando el pomo de la puerta y entrando en la habitación. La
seguí al interior. Aproximadamente veinte cabezas femeninas se giraron para
mirarme.
La única que no se volvió fue
Mimi. Todas las bailarinas estaban situadas a lo largo y ancho de la sala, con
un puñado de chicos sentados en el fondo, sobre colchonetas, reflejándose entre
el bosque de piernas en el otro extremo de la habitación, cuya pared estaba
cubierta por espejos. Los ojos de Mimi se clavaron en mi reflejo un momento, y
luego continuó con su pose como si nada le afectara.
No podía dejar ver que le
molestaba mi presencia en la habitación, especialmente por con quién había
entrado. Que me había tirado a Darishka en varias ocasiones no era ningún
secreto, y ninguno de los dos había
intentado desmentir los rumores que comenzaron a esparcirse sobre qué posturas
preferíamos usar. La verdad era que tirarse a una bailarina era la hostia por
su increíble flexibilidad, pero que yo hubiera echado un par de polvos con la
que había sido la primera profesora de Mimi no tenía nada que ver con el hecho
de que mi hermana hubiera continuado en la escuela mientras a otras chicas las
expulsaban.
Mimi quizá no sería la mejor bailarina
de su academia, pero desde luego, era la más trabajadora. Dylan le había
construido un pequeño salón de baile, en el que entre los dos habíamos colocado
la tarima flotante y los espejos cuidadosamente, para que ella pudiera
practicar las veces que lo necesitara. En las vacaciones de verano y Navidad,
Mimi no paraba cuando estaba exhausta: paraba cuando empezaban a sangrarle los
dedos tanto que la sangre formaba pequeños charquitos en el suelo. Charquitos
que yo le ayudaba a limpiar.
-Señoritas-ordenó la profesora,
una mujer estirada, con el pelo canoso recogido en un moño apretado, dando un
golpe en el suelo con su bastón, que agarraba como un águila a una presa-,
acérquense. La profesora Kadinya les ha traído algo que quizá las ayude a
mantener la cabeza lo suficientemente firme.
Darishka abrió la caja y me
sorprendió extrayendo unos vasos de cristal con un agujero por debajo. Me senté
entre los chicos, que me fulminaron con la mirada (demasiados músculos para
ellos, supongo) y me quedé mirando los vasos mientras las chicas los cogían y
hundían la mano en la caja que Darishka había traído. Sacaron cintas negras,
que pasaron por debajo del vaso, y que luego se colocaron en el cuello. Fruncí
el ceño mientras miraba cómo mi hermana se colocaba su extraña diadema sobre la
cabeza y flexionaba las rodillas para dejar que Darishka le echara agua encima.
-Veamos si consiguen terminar la
rutina con algo de agua en sus cabezas. Un,
deux, trois!
Las chicas comenzaron a bailar,
colocándose sobre las puntas de sus pies o la totalidad de estos. Trotaron de
un lado al otro, inclinándose a un lado y otro, estirando los brazos y los
dedos hasta que pareciera que iban a echar a volar.
Se me hizo eterno el tiempo que
estuve mirando cómo bailaban, aunque probablemente no estuviera más de diez
minutos. Intenté distraerme escuchando las conversaciones de los bailarines,
que supuse que serían más interesantes que el propio entrenamiento, pero como
sólo hablaban de lo mal que lo hacía tal chica, o de los pies de pato de la
otra, enseguida me aburrí y me dediqué a mirar por la ventana.
Un relámpago seguido de un trueno
acompañó el golpetazo en el parqué de la profesora. Las chicas se detuvieron en
un instante, y se quedaron en posición de espera: hombros hacia atrás, barbilla
alta, piernas cruzadas.
Darishka y la mujer se pasearon
por delante de ellas, colocando una regla al lado de sus vasos y gritando los
números al resto de compañeras.
Mimi tragó saliva cuando la mujer
se dirigió hacia ella. Después de comprobar que había tirado el equivalente a
más de un dedo de agua de la línea roja, la mujer ni se molestó en pasarle la
regla. Mimi parpadeó mientras su profesora se alejaba, fingiendo no sentir las
miradas de sus compañeras, y alguna que otra sonrisa condescendiente, sobre
ella.
La profesora se dirigió a la
puerta de la sala con gesto malhumorado. Se giró sobre sus talones, las fulminó
a todas con la mirada, y pronunció una única palabra.
-Vergonzoso.
Salió de la habitación sin decir
nada más y varias chicas se echaron a llorar.
-Recoged vuestras cosas; nos
vamos a otra habitación a practicar los bailes para el examen de admisión de la
Royal. Los que no vengáis, nos vemos mañana-Darishka puso los brazos en jarras
y aceptó uno de los vasos que les tendieron las chicas. Mimi se acercó a mí,
pero decidió ignorarme y sacar un par de cosas de su mochila.
-Hola, ¿eh?
-¿A qué has venido?-cuchicheó
después de asegurarse de que nadie la estaba oyendo. Miré en derredor, me
detuve en la ventana y luego en el paraguas.
-Mamá me envía. Te dejaste tu
estúpido paraguas. Hay que ser tonta-suspiré, y Mimi cerró con furia la
cremallera de su mochila-. Eh, eh, si estás enfadada porque a la rubita le ha
hecho gracia que tires agua, no necesito que la pagues conmigo. Aunque, si
quieres, puedo hablar con ella.
-No necesito que me saques las
castañas del fuego, Alec-bufó, negando con la cabeza. Abrí la boca, incrédulo.
-¿Perdona? Literalmente he venido
a traerte…
-No necesitaba el estúpido
paraguas.
Se levantó y se colgó la mochila
al hombro.
-¿Segura? Está diluviando.
-Puedes irte, si quieres. Gracias
por el paraguas, nos vemos en casa.
-Ni de coña. Estoy calentito aquí
dentro. Y me apetece ver cómo te comportas como una cigarra dando brincos de
prado en prado.
-No vas a verme dar muchos
brincos.
La seguí a una nueva habitación,
en la que las paredes estaban rodeadas de colchonetas tiradas en el suelo. Me
pregunté a qué se deberían, qué tipo de acrobacias harían allí.
Darishka abrió un armario y sacó
un equipo de música del interior. Lo colocó encima de una pequeña mesa en una
esquina y conectó su reproductor de música.
-Catherine, el trío-anunció, y
tres chicas se incorporaron. Me revolví en el asiento mientras Mimi se ponía
una camiseta amplia parecida a la que llevaba Darishka, preparado para la
sesión de aburrimiento más grande de mi vida.
Casi prefería enfrentarme a los
mensajes y el odio de Sabrae antes que a otros bailes estúpidos con música de
gente que se había muerto 400 años antes.
¿Beethoven? Ni puta idea tenía de
componer. Menudo coñazo de tío. No me extraña que se hubiera quedado sordo y
hubiera muerto gruñón y amargado. A mí tampoco habría quien me aguantara si
tuviera que escuchar su música más de 30 minutos seguidos.
Mimi se sentó al lado de un chico
de piel oscura, del mismo tono que Jordan, y le sonrió con timidez. Se inclinó
hacia él para comentarle algo mientras las tres chicas se colocaban en su
posición.
Unos acordes que a mí me sonaban
de algo comenzaron a sonar en los altavoces del pequeño aparato de música.
Flipé en colores al darme cuenta de que se trataba de Nicki Minaj. Las tres
bailarinas comenzaron a moverse al ritmo de la canción, con movimientos mucho
más sucios pero que a mí me parecían más bonitos, que los que habían ejecutado antes.
Hacían acrobacias, agitaban las caderas, respondían a la música con cada
músculo de su cuerpo.
Y sus compañeros las alababan.
Gritaron varias veces cuando ejecutaron movimientos que a mí me parecían
imposibles. O simplemente cuando se mostraban chulas ante el espejo, mientras
Darishka las miraba, un pie apoyado en el cristal del espejo y el otro en el
suelo, las piernas cruzadas y los ojos centrados en sus chicas, analizando cada
movimiento.
-You want the Nicki cheat code? Come on, bitch, nice try-las tres
bailarinas abrieron las piernas y se cruzaron de brazos, haciendo que Darishka
sonriera un momento. Las chicas se inclinaron y comenzaron a mover los brazos
en lo que parecía una danza tribal, y todos lanzaron un alarido cuando hicieron
el pino-puente hacia atrás.
Las chicas terminaron su baile y
sonrieron ante los aplausos.
-Bien. ¿Siguiente?-Darishka
terminó de aplaudir y alzó las cejas. Un par de chicos se levantaron para
bailar algo de hip hop. Se pusieron boca abajo varias veces, sostenidos sobre
únicamente la palma de su mano.
Las chicas los jalearon. Mimi
sonreía, disfrutando del espectáculo.
-Mimi y Trey-anunció Darishka, y
Mimi y el chico con el que estaba sentada, el tal Trey, se miraron. Trey se
puso de pie y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Mi hermana se puso
roja como un tomate, pero aceptó la mano que le tendía. Mimi caminó hacia el
centro de la sala y se deshizo el moño, que convirtió en una cola de caballo
que le acariciaba hasta la parte baja de la espalda.
Se mordió el labio mientras
estudiaba a Trey, que se había colocado en una esquina de la sala, en una
discreta posición, por el espejo.
Y se puso roja como un tomate al
ver cómo la miraba yo. ¿A Mimi le gustaba ese chico?
¿A Mimi le gustaban los chicos?
Sinceramente, llevaba años
convencido de que era lesbiana.
Darishka comprobó que los dos
estuvieran en sus posiciones y presionó una tecla de su reproductor. Una chica
comenzó a cantar en los altavoces, exhalando una alargada “oh” con la que hacía
florituras.
-A mí me gusta…-comentó Becky G, y yo abrí la boca al ver cómo Mimi
empezaba a moverse la ritmo de esa música. Guau. Nunca la había visto bailar
algo que no llevara mínimo 100 años compuesto, ya no digamos reggaetón-, que me traten como dama, aunque de eso se me
olvide cuando estamos en la cama-Mimi se dio unas palmaditas en la cintura
y bajó su mano.
¿Desde cuándo era capaz de tocarse
así sin morirse de vergüenza?
-Me gusta un caballero-Mimi se giró y se puso de costado con
respecto al espejo, agitando las caderas adelante y atrás-, que sea interesante, que sea un buen amigo,
pero más un buen amante…
-A mí me gustan mayores-Mimi comenzó a mover los pies
también, girando sobre sí misma y caminando sobre un suelo resbaladizo que sólo
ella podía ver-. Que no me quepa en la
boca…
¿Desde cuándo coño te gustan las pollas?, le pregunté internamente.
Mimi se puso de rodillas con el
primer “loca”, se incorporó con el segundo y se inclinó hacia delante. Trey
saltó detrás de ella, entrando en escena, cuando comenzó la parte de Bad Bunny.
-Tú quieres un viejo, ¿estás segura?-se acercó a ella y le tomó la
mano, que Mimi le soltó y le dio la espalda. Trey la rodeó y se colocó delante
de ella, caminando hacia atrás-. Yo estoy
activo 24/7-se pusieron en cuclillas y golpearon unos tambores
imaginarios-. Pero si te gusta abusar con
otro, vete-Mimi le dio un empujón y se pegó a él. Comenzaron a bailar muy
pegados, cadera con cadera, rodilla con rodilla, mano con mano y ojos con
ojos-. A mí me gustan mayores…
Sus compañeros gritaron al verlos tan juntos, pero
levantaron más la voz cuando se pusieron frente al espejo y Mimi comenzó a
sacudir su cuerpo, latiendo al ritmo de la música, mientras Trey le ponía las
manos por todo el cuerpo.
-Yo no quiero un niño que no sepa nada, yo prefiero un tipo que me dé la
talla.
Se cambiaron los papeles, ahora era Trey el que estaba
delante y Mimi, la que le daba palmaditas por el torso.
-Yo no quiero un niño que no sepa nada, yo prefiero un tipo…-Mimi se
situó al lado de Trey y ambos se pusieron rígidos, se llevaron las manos a las
solapas de una chaqueta que ninguno de los dos llevaba y…-que me dé la talla-… se ajustaron las pajaritas. Se miraron un
segundo y levantaron el puño al aire-. A
mí me gustan-un puñetazo-, me gustan-otro
puñetazo-, mayores-con la otra mano,
un puñetazo más alto.
Terminaron la canción de nuevo
pegados, respirando fuerte el uno frente al otro y mirándose a los ojos.
Si Trey le hubiera dado un pico a
mi hermana en ese momento, yo no me habría sorprendido en absoluto.
Y si le hubiera dado un pico, le
partiría las piernas.
¿Quién coño se creía para tratar
a mi niñita así? Primero, que me pidiera permiso. No toleraría que la llevara
por el mal camino.
-¡Genial, chicos!-Darishka
aplaudió y los demás la imitamos-. Me ha encantado la coreografía.
-Ha sido idea de Mimi-Trey le
cogió la mano y le acarició los nudillos.
-Bueno, de los dos-contestó ella,
mirándolo totalmente embobada.
-Id a sentaros, venga.
Un par de chicas a mi lado se
levantaron y Mimi vino a mi lado. Se sentó a lo indio y se quitó una pelusilla
de las medias. Trey se hizo un hueco a su lado y fingió desinterés en mi
hermana, cuando yo veía que no apartaba la vista de ella mientras sus
compañeras bailaban.
-¿Qué?-preguntó Mimi con voz
suave.
-No sabía que pudieras bailar
así.
-Pues espera a verme con las
chicas-sonrió, malévola.
No tuve que esperar mucho:
interpretó otra canción después de dos bailes de sus compañeras, de la misma
artista, con diferente colaboradora.
Mimi se puso en pie y se colocó
de nuevo en el centro de la sala, acompañada esta vez por dos chicas.
-Solo, solito en la habitación-las chicas se hicieron las divas,
moviendo las manos y acariciándose la cara y el cuerpo-,… quieres remedio pa’ tu dolor, nadie te lo hace mejor que yo-se
inclinaron hacia delante y guiñaron el ojo a sus reflejos.
Y yo que pensaba que mi hermana
era tímida.
-Que no se te apague la excitación, tú sabes que yo no te dejo plantao’-comenzaron
a mover los pies, caminando por la habitación, y cuando llegó el estribillo se
volvieron locas.
Creí que la sala se vendría abajo
con los gritos de sus compañeros cuando les lanzaron unos bastones y ellas
bajaron todo lo que se lo permitieron sus tobillos, las melenas ya libres de cualquier
atadura, y agitaron el culo. Como lo hacían las raperas negras en sus vídeos
más visitados.
Como lo hacía Sabrae.
Volvió a tragarme como si de un
agujero negro se tratara. Me quedé mirando a mi hermana y al instante siguiente
tenía a Sabrae bailando frente a mí, torturándome con su cuerpo, bailando como
si no hubiera un mañana y como si quisiera que la dejara embarazada, de tantas
ganas con las que me la tiraría si seguía moviéndose así.
Darishka mandó salir a dos
bailarines más antes de dar por terminada la sesión, y yo seguí a Mimi fuera
del estudio. Ella estaba de mucho mejor humor, se despidió de un par de amigas
y se colgó de mi brazo en el vestíbulo, mientras íbamos a por mi paraguas.
-¿Qué ocurre, Al? ¿Pensabas que
sólo bailaba ballet?
-Estoy francamente traumatizado. Traumatizado
y enfadado. ¿Quién te ha enseñado a bailar así? ¿Y quién es el chico?
Mimi ignoró mi última pregunta.
-Papá y mamá pagan para que me
enseñen a bailar así.
-Muy lista, pero, ¿quién es el
chico?
-Oh. Se llama Trey. Es mi
compañero de baile.
-¿Por qué me da la sensación de
que te gustaría que fuera tu compañero de más cosas que de baile?
-¿Por ejemplo?
-Mary Elizabeth-me detuve bajo la
lluvia y ella se giró. Su paraguas bailó sobre su cabeza, las gotas de lluvia
le enmarcaban el rostro como una aureola-. ¿Quieres, o no quieres liarte con ese
chico?
Mimi se puso colorada.
-¿Quieres bajar la voz? Dios mío,
Alec.
-Sí, Dios mío, efectivamente. Les
voy a contar a mamá y Dylan las cosas que hacéis aquí. Ya verás cómo se te
acaba el chiringuito del zorreo intenso.
-Me gusta bailar. Bailar, a
secas. No sólo ballet.
-Me he dado cuenta.
-¿De veras?-Mimi alzó las cejas-.
Porque en Mayores, vale, pero con Sin pijama parecías distraído. ¿Qué
pasa?
-Me traía recuerdos.
Recuerdos de Sabrae frotándose
contra mí. Recuerdos de mí frotándome contra ella. Mis manos en sus caderas,
pegándola a mi entrepierna para que notara lo mucho que me gustaba bailar así
con ella. Su boca cerca de la mía, preguntándome si entendía la canción. La mía
contestándole que me podía mostrar lo que decía en cualquier momento.
-¿Buenos, o malos?
-Buenos.
-¿Sabrae?-preguntó, y sonrió con
tristeza al notar el cambio en mi energía vital. Asentí con la cabeza y ella me
acarició la mano.
-Necesito tu consejo.
-¿Sobre qué?
-Lo del sábado. Y lo de hoy. He vuelto
a acostarme con Pauline.
-Alec-musitó en tono de lamento,
y chasqueó la lengua.
-No puedo controlarlo, es
superior a mí. Y… además… no sé, hasta hace nada, me daba la sensación de que a
Sabrae se la sudaba lo que yo hiciera o dejara de hacer. Que no le intereso,
¿entiendes?
-Al, yo sé muy poco sobre sexo,
pero te puedo asegurar que nadie tiene sexo con gente que no le interesa. Eres bastante
guapo.
-Gracias, hermanita-la atraje
hacia mí y le di un beso en la cabeza.
-Claro que… no lo suficiente como
para que todas aguanten lo imbécil que puedes llegar a ser a veces-se separó de
mí, luchando por colocar correctamente su paraguas.
-Me siento fatal por lo de hoy. Y
me siento fatal cuando hablamos. Me da la sensación de que le estoy mintiendo,
¿sabes?
-Yo creo que deberías decírselo. A
mí me gustaría que fueras sincero conmigo, si yo fuera Sabrae.
-Es que… tampoco me parece que
por teléfono sea lo más adecuado, ¿sabes? Lo hablé con Bey, y ella está de
acuerdo. Lo ideal sería que lo hiciera cara a cara.
-A ver, Al. Todo eso está muy
bien-se detuvo y abrió una mano-, si sólo hablaseis en persona. Sin embargo,
dado lo mucho que habláis, creo que como mínimo le debes una breve explicación.
Personalmente, no creo que hayas hecho nada malo en lo que respecta a Pauline. Estás
soltero, no le debes nada a nadie, y deberías poder acostarte con quien
quisieras. En la teoría, al menos, es así. Ahora, en la práctica… no sé. Si yo
hablara con un chico de madrugada durante varias semanas, si ese chico
estuviera conmigo durante los fines de semana, creo que me gustaría saberlo. Aunque sólo
fuera por no intentar hacerme demasiadas ilusiones, ¿sabes?
-No estoy siendo decente
follándome a otra y no diciéndoselo, ¿verdad?
Mimi arrugó la nariz.
-No es eso a lo que me refiero. Como
he dicho, estás soltero. Ahora, lo del sábado no lo hiciste porque te apetecía
estar con Pauline. Lo hiciste por fastidiar a Jordan y demostrarle que no tenía
razón… Pues… ser decente sería no haberlo hecho. Ahora tienes que echarle
huevos.
Me acarició la mano y me dio un
beso en la mejilla. Tiró de mí para que siguiera andando.
-Es que hacerle daño es lo último
que quiero.
-¿No crees que le hará más daño
saber que habláis y se lo has ocultado? A mí me fastidiaría. Deberías contarle
la verdad. Aunque a Sabrae le duela. Dile la verdad, y ella decidirá si le
duele o no.
-Hacerlo por teléfono es de
cobardes
-Posponerlo es aún más cobarde.
-Me parece demasiado impersonal
hacerlo por teléfono. ¿Y si me malinterpreta? Ella me importa.
-Pues díselo.
-Es fácil que decida ignorarlo. En
cambio…
-A no ser que vayas a ir ahora
mismo a su casa, deberías desechar el plan, Al-se giró y me miró-. Si yo fuera Sabrae,
me molestaría por lo mucho que has tardado en contármelo, no porque lo hayas
hecho. A ver, evidentemente… me molestaría imaginarte con otras, igual que a mí
me…-se calló de repente y se puso roja como un tomate. Sacudió la cabeza y su
flequillo bailó sobre ella.
-A ti te, ¿qué?
-Olvídalo.
-Mary…
-Me disgusta que Trey baile con
otras-confesó, y echó a andar con la cabeza gacha-. Pero es normal. No puede conmigo.
Estoy demasiado gorda para que él me levante.
La agarré del brazo.
-¿Cómo que gorda? Estás
estupenda, Mím. En serio. Lo tienes todo en su sitio y en su justa medida. Tienes
un cuerpazo, de verdad que lo digo. Y créeme: sé de lo que hablo.
Mimi sonrió con tristeza.
-¿Ves? Este complejo de salvador
que tienes. Otra vez. Tienes que dejar que la gente se arriesgue. A Sabrae le
harás daño hagas lo que hagas. Por lo menos, que sea haciendo lo correcto.
-No tengo ningún complejo de
salvador.
-Sí que lo tienes. Necesitas salvar
a todo el mundo.
-Es curioso que tú me lo digas,
cuando, de no ser por mí, tú ahora no estarías aquí.
Mimi sonrió.
-Eso fue hace mucho tiempo, Al. Mamá
puede cuidarse sola. Y yo también. Y Sabrae también. No puedes echarte el peso
del mundo entero a las espaldas: te aplastará.
-Dime que no me estás montando
esto porque tenías un plan con el paraguas-bufé, y Mimi soltó una risita.
-Bueno, no te voy a mentir: sí,
tenía la esperanza de que Trey se ofreciera a acompañarme a casa, pero alguien-me miró por el rabillo del ojo-
apareció con un recambio y me chafó los planes.
Fruncí el ceño.
-¿Por eso te pusiste…?
-Ahora no estamos hablando de
mí-me puso una mano en el pecho para hacerme callar-. Pero, mira, ya que tienes
tanto interés por ser el caballero de la brillante armadura: selo con Sabrae. Ahórrale
sentirse humillada por no contarle la verdad en cuanto se te presentó la ocasión.
Esperar de esta manera hace que parezca que estás jugando con ella. O que no la
consideras fuerte. Estoy segura de que Sabrae puede manejar la situación.
-Es una niña.
-No más que yo.
-Es
diferente, Mím.
-Pero
tú la quieres. ¿Verdad?-al ver que yo no contestaba, se puso de puntillas y me
dio un beso en la mejilla-. Siempre salvas a la gente a la que quieres. Sálvala
a ella. De ti.
Con eso dio por finalizada
nuestra conversación. Caminamos por la lluvia en silencio, nuestros pies
chapoteando en el agua. Llegamos a casa y nos descalzamos; Mimi arrebujó a Trufas en su regazo y anunció que se iba
a duchar.
Yo me tiré sobre mi cama ya
hecha, miré mi móvil apagado un momento y luego, por fin, conseguí reunir el
valor suficiente para admitir ante mí mismo que lo único que temía más que disgustar
a Sabrae, era hacer que ella me odiara y no quisiera hablar más conmigo.
Pero la lógica de Mimi era
aplastante. Si yo no hablaba con ella sobre lo que había pasado, no sería mejor
que un mentiroso que le engañara con otra mujer. Aunque no nos atara nada, le
debía una cosa: sinceridad.
-¿Confías en mí?-le había
preguntado varias veces. Ella había cogido mi mano y me había dicho que sí.
Si me había ganado su confianza,
le debía mi sinceridad.
Desbloqueé el teléfono, releí los
mensajes y contesté.
Perdona, bombón. Acabo de ver
tus mensajes, los recibí mientras curraba.
Me quedé mirando el móvil,
rezando porque no contestara.
Pero en menos de un minuto, ya
tecleaba su respuesta.
Jo.
No me daba cuenta de que hoy era martes. Qué mal.
¿Todo bien?
Sí,
sí. Simplemente me apetecía verte, era por si estabas libre y te apetecía hacer
algo.
Me apetecía verte. Me apetecía
verte.
Ojalá siga apeteciéndote verme después de que sepas toda la verdad
sobre mí.
Vaya… pues me sería
imposible, estaba haciendo una cosa, pero… ya estoy disponible.
Desconéctate. Desconéctate antes
de que me obligues a romperte el corazón.
¿Muchos
envíos?
Tomé aire y lo expulsé lentamente.
Cerré los ojos y me pasé una mano por el pelo. Noté cómo algo me ardía y me
mojaba los ojos a la vez.
Lágrimas.
No te alejes de mí. Por favor, Sabrae. No te alejes de mí. Lucharé por
merecer la pena. Lo juro.
No. Lo normal. Es que me
entretuve después.
Ya.
Buah. Debes de trabajar muchísimo. He leído que os tienen explotados.
Bueno, hay trabajo, pero… no
me quejo. Además, no es todo lo que he hecho hoy.
Ah 🙈 pues mira, mejor.
Tragué saliva y me miré en el
espejo. Tenía los ojos rojos por lo que estaba a punto de hacer.
Eres un hombre, Alec. Sé un hombre.
Inhalé profundamente y empecé a
teclear antes de que mi valentía se esfumara como el calor en un día de lluvia.
Bombón, ¿estás sola? Necesito
hablar contigo de una cosa.
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆
TE QUIERO MATAR, ERES MALA MALA MALA (malamente tra tra) COMO DEJAS EL CAPÍTULO ASÍ?
ResponderEliminarMe duele el corazoncito por mi niña Sabrae que es lo más puro que hay y la pobre ya se ve venir el percal y no quiere hacerle frente a la realidad, mi niña.
Por otro lado me encanta la primera parte del capítulo de Zayn vacilando a Alec y las intervenciones de (el amor de toda mi jodida existencia) Scott. También hago alusión a que estoy hasta la polla de que Alec arregle todas sus idas de olla emocionales follando, PERO tampoco puedo olvidar el "-Que es la única de la que puedo enamorarme-contesté, y Pauline se apartó un poco de mí para mirarme a los ojos. Sus ojazos de color avellana se encontraron con los míos, ligeros tintes verdes se entreveían en sus pupilas mientras me observaba-, y la única que puede no corresponderme." OSEA QUE ME QUIERO CAGAR EN TODI MIL VECES, QUE SE CONCIENCE DE UNA VEZ QUE ESTÁ PILLADO PORQUE YO NO PUEDO MÁS ME VA A SALIR UNA ÚLCERA MACHO.
Qué te pasa con el malamente hija lo pones en todas partes por delante y por detrás (tra tra) estás bien
EliminarSI ESTO TE PARECE EL CLIFFHANGER DEL MILENIO ESPERA AL DEL 23 JSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJ SHE (YO) SNAPPED
Todavía no empecé a escribir el siguiente pero ya verás la pobre más mona y más triste y Amoke apoyándola realmente no nos la merecemos ♥ pero Sabrae sí porque es el mayor ser de luz de la historia
Dios mío estaba preocupadísima porque no sabía si os parecería extra aunque estando Scott ahí cómo te va a parecer extra pero bueno viva la sintaxis coño.
"Alec arregla todas sus idas de olla emocionales follando" ES QUE ENTRE TÚ Y PATRI ENTRE LAS DOS ME ESCRIBÍS LA PUTA NOVELA VOY A HACER UNA RECOPILACIÓN DE FRASES CÉLEBRES Y OS DESVÍO UN POCO DE LAS ROYALTIES CUANDO LA SAQUE EN FÍSICO ME ESOY DESCOÑANDÍSIMO
Buah es que tengo unas ganas de escribir el momento en que se entera de que está pillado que!!!!!!!!! auxilio jesús
Madre mia la ansiedad. MADRE MIA. Estoy tan en shock que no se ni qué decirte. Es que he tenido una agonia todo el capítulo que la madre del cordero. Primero Zayn haciendole eso a Alec, que en el fondo me ha hecho gracias pero tambien me ha hecho sufrir, luego que si se acuesta con Pauline otra vez y se sincera con ella respecto a Sabrae, depues Sabrae hablandole y pensando que Alec le estaba ignorado y LUEGO MIMI BAILANDO QUE AMEN JESUCRISTO BENDITO. NO PUEDO ASI. NO PUEDO. MIMI SE MERECE MAS RECONOCIMIENTO EN ESTA NOVELA PORQUE ES UNA JEFA. LE DICE TODO A ALEC Y NO SE CALLA NADA QUE LE PAREZCA MAL, QUE MIRA QUE BEY TAMBIEN LO HACE PDOR ES QUE MIMI LO HACE DE OTRA MANERA Y MIRA ME CAGO. Estoy deseando saber mas del pasado de Alec sinceramente porque eso de protector le viene por el hijo de puta de su padre y su hermano. Otra vez la angustia. Y por último Sabrae diciendole que le apetecia verle que le echaba de menos y el oteo rogando que no le odie. No puedo. Me quiero morir. Leer este capitulo con la regla no es bueno. Quiero leer el siguiente capitulo YA y ver como se lo dice, como reacciona Sabrae y como acaban. Aun que pienso que Alec deberia quedar con ella y decirdecí en persona en vez de llamarla.
ResponderEliminarBueno voy a tomarme un tila triple porque este capítulo me ha dejado ALTERADA.
JAJAJAJAJA NO PASA NADA PATRI MENOS MAL QUE HAS CONSEGUIDO RECUPERARTE Y COMENTAR ♥
EliminarZayn siendo un padre protector y Alec acojonado es que no puedo más yo NACÍ para escribir ese momento muchas gracias
Pauline es un sol por favor me imagino sus hijos con Alec y serían más buenos estoy tiernita (universo alternativo que no vamos a explorar porque sabemos bien cuál es el destino de Alec Theodore Whitelaw y Sabrae Gugulethu Malik ((contraer matrimonio))) pero lo de MIMI???????? Honestamente reina de España, te juroque tengo dos listas de reproducción para caminar y la primera son canciones que bailaría Mimi (ya no quiero ná, mayores, sin pijama) y luego otras que quiero escuchar sí o sí (bed, sour diesel, god is a woman) y luego ya empiezo con la lista potente en aleatorio (zickiana). El caso, que me desvío del tema, es que me VICIO A IMAGINARME A MIMI BAILANDO Y BUAH QUÉ GANAS DE SU SPINOFF CON 38 AÑOS LO ESTARÉ ESCRIBIENDO Y YO FELIZ OYE
Aparte de que la nena como tú dices es una santa y es que sabe exactamente qué decirle a Alec, no en vano lleva viviendo con él toda su vida y ay estoy tiernitísima
El pasado de Alec os va a flipar de verdad, aunque ya sepáis un poco es que no es ni la punta del iceberg, también me muero de ganas de escribir lo de Annie porque así vais a comprender muchísimas cosas de cómo funciona la mecánica de la familia Whitelaw y por qué Alec es como es ♥
Tía si subo el capítulo el 17 en vez del 19 que conste que lo hago por ti porque te quiero eh, y no te quiero dejar así en ascuas, pobrecita
Disfruta la tila triple y vete haciendo más, que las vas a necesitar jeje