lunes, 13 de agosto de 2018

Destructor de ilusiones profesional.


Toda la clase dejó escapar un gemido de frustración cuando una figura apareció por la puerta. Pasaban siete minutos de la una; faltaban tres para que el señor Blakely se retrasara lo suficiente como para que la clase de Lengua se suspendiera y pudiéramos irnos a casa tan ricamente, una hora antes. Yo ya estaba fantaseando con la cara que pondría Mary al enterarse de que había salido antes cuando llegó nuestro sustituto.
               -Tu suegro-se rió Bey por lo bajo, y yo le di un codazo para que se callara mientras Zayn se subía a la tarima y miraba de reojo a la clase.
               -A mí tampoco me entusiasma estar aquí, creedme; eso significaría que estaría en casa con mi mujer, disfrutando de un poco de tiempo de calidad conyugal, ya me entendéis-se subió las mangas de la camisa y se apoyó en la mesa del profesor, escaneando la clase-. El profesor Blakely no podrá venir a daros clase hoy. Le ha surgido no sé qué urgencia, eh…-se rascó detrás de la oreja y luego hizo un gesto con las manos, como diciendo, ¿qué demonios?-. Me dijo qué le pasaba, pero sinceramente, no me acuerdo. La edad, ya sabéis.
               -Y los porros-acusó Tommy, digno hijo de su padre. Toda la clase explotó en una carcajada, incluido Zayn.
               -Sí, y los porros-concedió nuestro sustituto-. No fuméis porros, chicos. Y, si lo hacéis, procurad que no os graben. Ese vídeo todavía me persigue-se llevó una mano a la cara y volvimos a reírnos. Cuando los ojos de Zayn se encontraron con los míos, sentí un escalofrío que me recorría entero. Zayn fingió que no había notado mi cambio de actitud y se frotó las manos mientras yo me sentaba erguido en el asiento.
               Algo me decía que Sabrae le había contado lo nuestro. O que, por lo menos, estaba casi seguro de que yo me follaba a su hija. Me había cuidado de no rendirme a mis impulsos y plantarme en casa de Sabrae el día anterior después de clase, tanto para explicarle lo que había pasado realmente el sábado (Bey me había dicho que lo ideal sería que lo hablara con ella en persona), como para acurrucarme un poco a su lado y volver a acariciarle las piernas como lo había hecho el viernes por la noche. A estas alturas de la película, ya me daba igual todo.
               Y a estas alturas de la película, Sabrae y yo nos habíamos intercambiado los papeles. Después de su curiosidad del domingo, en el que yo había tenido que sortear la verdad como el capitán de un kayak las rocas de unos rápidos, ahora era yo quien intentaba traer a colación el tema de mis actividades de fin de semana y Sabrae la que eludía la pelota con elegancia. La versatilidad de esa niña me flipaba: era capaz tanto de hacerme quedar como un chulo por acusarme de querer presumir con ella de mis salidas de fiesta, como de mostrar un desinterés absoluto por todo aquello que yo hacía de noche cuando no estaba en su presencia. “Somos mayorcitos y tenemos nuestras vidas”, me había dicho en una ocasión la tarde anterior, en pleno intercambio de pegatinas.
               No sabes lo que me repateaba que yo intentara sincerarme y ella fingiera que no le importaba.
               O peor.
               Que de verdad no le importase.
               -Así que… lengua-comentó Zayn, y un nuevo coro de bufidos llenó la estancia-. Menos mal que el señor Blakely no tiene en cuenta vuestro entusiasmo como lo hago yo; de lo contrario, estaríais todos bastante jodidos. ¿De qué hablasteis en la clase de ayer?
               -Novela negra-respondió Bey, y Zayn asintió con la cabeza.
               -¿Alguien puede decirme algún autor de novela negra? Tú no, Bey-sonrió al ver que mi amiga abría la boca, y ella la cerró, complacida.
               -Los profesores suelen llamarme Beyoncé.
               -¿Vais a poneros a llamarme señor Malik?
               Todo el mundo rió. Yo no me atreví. Estaba seguro de que Zayn me obligaría a llamarlo señor Malik (y a pasar por un detector de metales y condones nada más poner un pie en su porche) si Sherezade le dejara. Aunque él era bueno disimulándola, había notado el cambio de actitud hacia mí las pocas veces que me lo había cruzado en el pasillo. Ya no era el amigo de su hijo. Ahora era el tío que estaba pervirtiendo a su preciosa hija.
               -Algún autor. Venga. Lo sabéis. Aunque sea sólo por el cine. Por favor-casi suplicó. Miró en derredor, haciendo una mueca-. No me lo puedo creer. ¿Nadie?
               Clavó sus ojos en Scott, que se encogió de hombros.
               -No me jodas…-susurró por lo bajo, y Tommy carraspeó.
               -¿Agatha Christie?
               -¡GRACIAS!-Zayn dio una palmada y todos exhalamos un “¡ah!”-. Ah, sí, ah. ¿Alguien me puede decir alguna obra de Agatha Christie?-varias manos se levantaron-. Ah, ahora sí, ¿verdad?
               -Asesinato en el Orient Express.

               -Bien.
               -¿Muerte en el Danubio?
               -Es en el Nilo, en realidad, pero me sirve. Al menos os habéis quedado con la copla de que hay un río involucrado. ¿Más?
                Nos volvimos a callar.
               -Algo de Mesopotamia-comentó Max.
               -¿Te lanzas a la piscina?
               -Dudo que sea Amor en Mesopotamia.
               Zayn sacudió la cabeza mientras volvíamos a reírnos.
               -¿Obras de teatro?
               Nos lo quedamos mirando con cara larga.
               -Madre mía, ¿es que no habéis llegado a Agatha Christie?
               -La comentamos por encima ayer. Estudiamos los detectives, no sus obras-comentó Bey.
               -¿Quién de aquí va a Literatura Universal?
               Más de la mitad de las manos de clase se levantaron.
               -¿Por dónde vais?
               -Realismo ruso. Estamos leyendo a Kafka.
               -Decidme que no sólo estudiáis a Kafka.
               -También un poco de Tólstoi. Y Gogol-intervine, y Bey se giró para mirarme, impresionada-. Y Dostoyevski.
               Zayn sonrió.
               -Da gusto saber que alguien presta atención en clase-miró en derredor y se palmeó los muslos-. Muy bien. Tenía pensado entrar en un debate sobre novela policíaca y todo eso para no adelantar clase con vosotros, quizá salir un poco antes… si os digo la verdad, estoy un poco cansado después de estar hora y media intentando que a los de ciencias les entre en la cabeza la diferencia entre los distintos complementos en sintaxis, pero como veo que con nosotros no hay manera…-sacó un taco de hojas y se lo tendió al primero en la fila-. Guardad los apuntes y los estuches. No quiero ver nada encima de la mesa salvo un lápiz, una goma y un bolígrafo azul.
               -Sólo tengo negro-se quejó alguien en la otra esquina de la clase.
               -Pues tenemos un problema.
               -¿Por qué tenemos que guardar las cosas?-inquirió una de las listas, que se sentaba en primera fila.
               -Examen sorpresa.
               -¿QUÉ?-bramamos todos, Karlie hasta se levantó un poco de la mesa, lista para salir corriendo. Se le daba fatal la sintaxis, igual que a mí. La diferencia entre ella y yo es que ella todavía tenía esperanzas de graduarme. Yo había decidido ser realista y asumir que probablemente siguiera en clase con 40 años, haciendo subordinadas hasta que se me cayera la mano a pedazos, como le pasaba a Bart Simpson en la introducción de su serie.
               -Control rutinario de cómo lleváis la asignatura, ya sabéis que si os pegáis el atracón una semana antes de la selectividad, no vais a llegar, y eso le baja la media al instituto…
               -No puedes hacer examen, Zayn-espetó Katie, la primera de la clase y probablemente de la promoción, a la que yo no soportaba pero que me había tirado en Halloween.
               -¿Quién lo dice?
               -El reglamento del instituto.
               -¿Tenemos de eso?-Zayn fingió sorprenderse.
               -Dice que los profesores no pueden examinar a alumnos con el que tengan parentesco hasta el cuarto grado, que no sé hasta dónde llega, pero…
               -Primos carnales-comentó Zayn, y todos abrimos la boca, y él se encogió de hombros-. ¿Qué? Mi mujer es abogada, sé estas cosas.
               -Scott no puede hacer un examen que le hayas puesto tú. No sería justo.
               -¿De verdad crees que voy a favorecer a mi hijo? A Sabrae o Shasha, vale, pero, ¿a Scott?
               -Gracias, papá-ironizó Scott, cogiendo la hoja que le tendieron y pasándomela. La miré. Tenía diez frases impresas con tanto espacio entre sí que se suponía que tenía que caberte todo su análisis sintáctico. Yo apenas podía distinguir el sujeto y el verbo, ¿cómo coño iba a llenar todo ese hueco en blanco? Mareado, le tendí la hoja a Jordan, que la aceptó a regañadientes.
               -No puedes hacer un examen con Scott en el aula.
               -Scott, fuera de clase-sentenció Zayn, y Scott abrió la boca.
               -¿Tengo un cero?
               -Puedes hacerlo en el pasillo.
               -Pero…-continuó Katie.
               -Vacío legal-Zayn se encogió de hombros-. Otra de las ventajas de casarte con una abogada.
               -Debéis de tener unas discusiones de la hostia-comentó el otro Scott de clase, mucho más macarra que el nuestro, que ya estaba haciendo un avión de papel con la hoja que acababan de tenderle.
               -Siempre gana ella, como todas las mujeres. De todas formas, le coges el gusto, especialmente cuando gana su primer juicio, ya me entendéis.
               -¡Uuuuh!-bramó la clase, y Zayn se echó a reír. Yo estaba demasiado ocupado mirando cómo las letras bailaban una danza burlona ante mis ojos como para centrarme en nada más. No sólo sacaría un cero redondo en este examen, sino que Zayn lo vería y decidiría que yo era gilipollas perdido y que no podía acercarme a Sabrae.
               Scott empezó a levantarse, refunfuñando.
               -¿Adónde vas?-preguntó Zayn, y Scott lo fulminó con la mirada.
               -Al pasillo, con mi puñetero examen.
               -Estaba de broma.
               -¿Con lo del pasillo?
               -Y con lo del examen. ¿Cómo coño os voy a hacer un examen sorpresa?-Zayn soltó una carcajada ante nuestra estupefacción-. Es ilegal. No podría contar más de un par de décimas en vuestro expediente, y me conocéis muy poco si os pensáis que voy a corregir todo ese tacado por un par de décimas.
               -Entonces, lo del boli y demás…
               -Eso iba en serio. Haced esto de forma individual, como si fuera una autoevaluación. Cuando acabéis, los corregiremos en la pizarra y resolveremos dudas. Tenéis quince minutos.
               -¿Quince minutos?-jadeó Tamika.
               -¿Es mucho?
               -Es poquísimo.
               -Pues más os vale aprovecharlo. Venga, cabezas gachas y mirada en la hojita-se sentó en el sillón del profesor y sacó el móvil del bolsillo de su pantalón-. Si tenéis alguna duda, me tenéis aquí disponible. Nada de comentarla con el compañero, ¿vale? Me pagan por ayudaros, no por leer el periódico digital.
               -Pues no leas el periódico digital-espetó Scott, condescendiente.
               -Lo haría si tu madre me contestara los mensajes-respondió Zayn en tono cortante. Le hizo un gesto a su hijo para que agachara la cabeza, y enseguida la habitación se llenó del silencio sepulcral que sólo puede haber cuando los engranajes del cerebro de unos estudiantes funcionan a toda velocidad.
Yo era incapaz de sacar todos los complementos de la primera frase. Estuve siete minutos de reloj mirándola, intentando entender cuál era la función de cada puñetera palabra, mientras Bey jugueteaba con su hoja, girándola y girándola hasta tener llena la primera cara, y eso que había hecho las cajitas del análisis incluso con su regla flexible de color coral.
               Levanté la vista y miré el reloj. Zayn levantó la vista y me miró a mí.
               -¿Qué pasa, Alec?
               -Que estoy atascado.
               -Pasa a la siguiente y luego vuelve.
               -Es que no sé hacer ninguna.
               -Cómo no vas a saber, hombre.
               Se terminó el tiempo y mis compañeros suplicaron por más.
               -¿Cómo vais?-quiso saber Zayn, y todos comenzaron a gritar números, salvo Bey y Katie, que ya habían terminado todo-. ¿A alguien le ha pasado lo que a Alec?-se hizo el silencio, pero yo sabía que había más gente como yo. Cabrones. Podían echarme una mano-. Bueno, vamos a hacer lo siguiente: lo hacemos todos juntos en la pizarra sobre la marcha, ¿os parece bien?
               Un murmullo de alivio y aprobación inundó la estancia.
               -Alec.
               -¿Qué?
               -Sal.
               -¿Adónde?-casi grité, medio histérico.
               -A la pizarra, chico. Venga, que no muerde-Zayn hizo un gesto con la cabeza en dirección al encerado y yo miré a Bey.
               -Nunca te ha preocupado no saber hacer algo-cuchicheó.
               -Sí, bueno, nuestro profesor nunca ha sido el padre de la chica con la que me acuesto-bufé por lo bajo.
               -No le estarás diciendo la pregunta, ¿verdad, Bey?
               -Sólo le deseo suerte.
               -Ya. Venga, Alec, arriba.
               Cogí la hoja y me planté frente a él.
               -¿La copio?
               -Estaría bien, sí-Zayn asintió con la cabeza y yo me volví hacia la pizarra. Cogí una tiza con manos temblorosas, parte del polvo se adhirió a mis dedos por el sudor-. ¿Cuál vas a hacer?
               -¿Cuál quieres que haga?
               -Decidme un número-le pidió Zayn a la clase.
               -El 69-soltó uno de los amigos del Scott camorrista, y todos nos reímos. Agradecí la broma para rebajar un poco la tensión.
               -Del uno al diez-suspiró Zayn, masajeándose la sien.
               -Cinco-dije con timidez, y Zayn asintió. Miré la hoja. Detestaba que sus amigos llegaran tarde. Empecé a copiar.
               -Muy bien, Alec, ¿cuántos verbos hay en la oración?
               -Dos.
               -Genial. Subráyalos, que nos va a hacer falta para luego. ¿Así que, qué es? ¿Simple, compleja o compuesta?
               -Compuesta o compleja.
               -¿Te animas a tirarte a la piscina?
               -¿Compleja?
               -Bien. ¿Cuál es el verbo dominante en la oración?
               -¿Llegaran?-Zayn hizo una mueca-. Detestaba-Zayn asintió-. Es que… ¿ves? Ahí empiezan los problemas. ¿Cómo sé cuál es el verbo dominante y cuál es el verbo auxiliar en la oración?
               -¿Puedes cambiar la oración para convertirla en simple y hacer que siga teniendo el mismo significado?
               Miré la pizarra, mis trazos dubitativos me devolvieron la mirada. ¿De qué coño me estaba mirando? No había ninguna frase que tuviera el mismo significado que esa, por eso precisamente la habían puesto en la hoja.
               -Detestaba la tardanza…-me ayudó.
               -Detestaba la tardanza de sus amigos.
               -Bien, ¿qué verbo se queda?
               -Detestaba.
               -Luego… analizamos detestaba primero. ¿Cuál es el sujeto?
               -Que sus amigos llegaran tarde.
               -¿Seguro?
               La clase contuvo el aliento. Yo también.
               -Eh…
               -¿Cómo sabemos cuál es el sujeto de un verbo?
               -Le cambiábamos algo. ¿El número?
               -Lo tienes, chico. Si le cambiamos el número al verbo principal y hay algo que tenemos que cambiar, ¿qué será ese algo, clase?
               -Su sujeto-contestó Katie.
               -¿Cambia algo si le cambiamos el número al verbo principal, Alec?
               -No.
               -¿Así que…?
               -No hay sujeto.
               -Todos los verbos tienen sujeto en inglés.
               -Quiero decir, que no está aquí. En la pizarra-la toqué con la yema de los dedos y dejé cinco círculos oscuros en la superficie blanquecina. Zayn asintió con la cabeza.
               -Vale. Ya lo tenemos. ¿Qué nos dice el resto de la frase, a partir de el que?
               -Lo que detesta.
               -¿Y eso es…?
               -El objeto.
               Zayn sonrió.
               -Pues ya está. Y ahora, ¿qué hay que hacer?
               -Analizar la frase como una simple.
               Zayn abrió las manos, como diciendo “adelante”. Intenté hacerlo solo, y creo que salió bastante bien. Me volví hacia él, sonriente y orgulloso, sintiéndome un poco más útil y con unas pocas posibilidades más de caerle bien.
               -Otro número-le pidió a la clase, y yo noté cómo se me caía el alma al suelo. ¿Qué? ¿Es que no había tenido suficiente?
-El diez-dijo Jordan, y yo me volví hacia él, que encogió los hombros y susurró un “lo siento”.
               -Vale. Diez. Cópiala, Alec.
               Le di la vuelta a la hoja y la leí.
               A los chicos que les rompen el corazón a las chicas, sus padres les rompen las piernas.
               Miré a Zayn.
               Zayn me miró a mí. Parpadeó despacio y alzó las cejas mínimamente.
               ¿Por qué me daba la sensación de que aquella frase era una advertencia?
               Joder, Sabrae lo sabía. Fijo que lo sabía, y había mandado a su padre a decirme que era un imbécil y que no quería saber nada más de mí. Tragué saliva y empecé a escribir. La tiza se resbalaba entre mis dedos, y mi escritura fue mucho más caótica que antes.
               Toda la clase estaba sumida en un silencio sepulcral. Seguro que ellos también se habían dado cuenta de la escalada de tensión que había entre Zayn y yo. Me habría gustado poder girarme y explicárselo todo, reproducirle la conversación que había mantenido con Bey, en que ella me había aconsejado que, si se lo contaba a Sabrae (y ella no tenía muy claro que debiera hacerlo), como mínimo le debía hacerlo frente a ella. Cara a cara, apechugar con todas las cosas que ella quisiera decirme, porque me las merecería todas. Eso, al menos, era lo que había decidido pensar yo después de meditarlo mucho tiempo el domingo pasado, hacía dos días.
               Bey me había insistido en que tampoco debía martirizarme, era humano, y todas esas polladas… y no le debía nada a Sabrae. Pero la sensación de que la había traicionado de una forma en que yo detestaría que ella me traicionara a mí era superior a toda lógica.
               Y Sabrae era lo bastante lista como para olerse lo que había sucedido. Quizá, por eso, eludía la verdad. Quizá, por eso, no me dejaba hablar con ella como a mí me gustaría hacerlo. Quizá por eso cuando yo intentaba abrir la puerta, ella se escabullía por la ventana.
               No la había visto en el patio, y caí en que era la primera vez en semanas que ella no me buscaba, o que yo no daba con ella en toda la maraña de cuerpos uniformados que se movían por todas partes, en todas direcciones. Me pregunté si eso significaría algo.
               Puedes hacer lo que quieras, me dijo cuando yo le conté lo que había hecho el sábado por la noche. Y, hasta cierto punto, tenía su lógica. Era libre, no era nada suyo, ni ella nada mío, así que…
               … ¿por qué me sentía así de mal?
               ¿Y por qué Zayn me estaba examinando de esa manera?
               -¿Cuáles son los verbos en esta oración?
               -Rompen.
               -Subráyalos-murmuró, mirándose las manos un segundo. Se pasó los dedos por los tatuajes que le cubrían el dorso de la mano, siguiendo sus intrincados diseños-. ¿Cuál crees que es el principal?
               -Rompen-aportó alguien en la clase, y todo el mundo se echó a reír. Zayn puso los ojos en blanco y asintió con la cabeza, acodándose en la mesa y dejando caer la cabeza sobre su mano. Parpadeó mientras esperaba a que mis compañeros dejaran de reírse.
               La única que no le encontraba la gracia a la situación parecía ser Bey. Había esbozado una sonrisa tensa y me miraba a los ojos intentando transmitirme tranquilidad. Menos mal que alguien en aquella clase pensaba que todo había sido un montaje, igual que yo. No me estaba volviendo un paranoico redomado, después de todo.
               -¿Cuál crees que es la parte de la oración que más importancia tiene?
               -¿La del corazón?
               Zayn se reclinó en su silla, alzando una ceja. Se cruzó de brazos y por un momento me pareció leer en su expresión burlona una amenaza tajante, helada.
               -¿Qué te lleva a pensar eso?
               -Bueno… si un chico no le rompe el corazón a una chica, su padre no le rompe las piernas, ¿no? Es como… relación causa-efecto. Una cosa necesita a la otra para suceder. Si no pasa nada, el padre no tiene excusa para ir a por el chico-me llevé una mano al codo y empecé a rascármelo, queriendo hacerme más y más pequeño, hasta que Zayn no pudiera verme, o desaparecer.
               -Un pensamiento muy lógico-contestó Zayn-, pero, sintácticamente, el significado de la frase en sí no tiene mucha importancia. ¿Hay algo en la frase que se pueda cambiar y que siga teniendo sentido?
               Me volví y me quedé mirando mi letra temblorosa, preguntándome si podría salir de aquella airoso. O si Zayn me rompería las piernas en una clase llena de testigos que no dudarían en echar su versión abajo.
               Claro que te las rompería, gilipollas. Está casado con una de las mejores abogadas de Inglaterra, si no la mejor. Además, esto es un crimen pasional de libro. Y si te toca un juez que tenga hijas, apaga y vámonos. Seguramente te metan en la cárcel por escándalo público, o algo así.
               -La parte de los chicos-reflexioné por fin, y Zayn abrió las manos.
               -¿Por qué la podemos cambiar?
               -Por… ¿los chicos malos?
               Katie carraspeó detrás de mí y Zayn volvió los ojos hacia ella.
               -Los chicos prepotentes, egoístas, chulos, y que van a lo que van-su mirada ardió en mi cara.
               -Eso es incluso complicar más la frase-protestó Tommy.
               -¿Queréis que la cambiemos?-sugirió Zayn, y todos negaron, para mi tranquilidad-. Dejémoslo en “los vividores folladores”, ¿eh, Al?
               Asentí con la cabeza.
               -¿Qué pasa si la cambias?
               -Que sigue… la parte del final. Lo de las piernas y los padres.
               -Luego…
               -La parte importante es la de las piernas y los padres.
               Zayn asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa torcida que en Scott tenía nombre. Su sonrisa de Seductor™. Una lástima que en Zayn pareciera la típica sonrisa del malo de la película en el primer plano que le hacen una vez se ha revelado su papel.
               -Os conviene no olvidarlo, chicos-le sonrió a la clase y todos se rieron de nuevo, y yo vomité una tímida sonrisa nerviosa. Lo sabe. Lo sabe. Lo sabe. Lo sabe él. Y lo sabe ella.
               No voy a volver a acercarme a ella.
               -¿Quién es el sujeto del verbo principal?
               -¿Sus padres?
               -Bien-Zayn asintió. Tracé una línea temblorosa debajo de la parte de la frase y me volví hacia él-. ¿El objeto?
               -Es que hay dos.
               -Ajá.
               -Pero no sé cuál es cuál. No distingo el directo del indirecto.
               Zayn pensó un momento.
               -Imagínate que la frase pone “me robaron el coche”. ¿Qué es lo que directamente sufre la acción? ¿Yo, o el coche?
               -¿El coche?
               -Bien. ¿Por qué?
               -Porque es la cosa que roban-di un toquecito en la pizarra con la tiza y Zayn abrió las manos.
               -¿Y yo, qué soy?
               -Pero… ¿no puede haber más de un objeto directo en la oración?
               -Puede haber un montón, sí, pero, ¿yo tengo la misma función que el coche en la oración? ¿A mí también me roban? ¿Me cogen y me meten en una furgoneta y se me llevan?
               -El sueño de mi vida-bufó Scott, y Zayn le lanzó una mirada envenenada. Su hijo esbozó una sonrisa radiante y Zayn puso los ojos en blanco. Quise matar a Scott. No lo pongas de mala hostia, hijo de puta, que con quien lo va a pagar es conmigo.
               -No. A ti te roban algo que es tuyo. Pero no te roban a ti, físicamente.
               -¿Luego…?-me lo quedé mirando y Zayn asintió. Se volvió hacia la clase-. ¿Alguien? Que no sean Katie o Bey, por favor. Todos os tenéis que examinar-todos rehuyeron su mirada, y Zayn asintió con la cabeza después de exhalar un suspiro.
               Se levantó de la silla.
               Y yo, instintivamente, di un paso atrás.
               -Tranquilo, Alec, que no te voy a hacer nada… de momento-añadió en el último momento, y yo me puse tenso. ¿Lo había dicho en tono de broma o sólo me lo había imaginado yo, como mecanismo de defensa para no salir corriendo de clase? Zayn cogió una tiza y subrayó la parte de la oración referente a los chicos.
               -Los chicos son los que sufren la acción, igual que yo la sufriría si me robaran el coche. La acción no recae directamente en mí, sino que soy el protagonista indirecto. Voy conectado al verbo por el hecho de que yo poseía un coche, que luego me quitaron. ¿Entendéis?-Zayn nos miró, alguien asintió tímidamente. Me miró a mí, y al ver mi expresión sonrió-. No, no me entendéis. Vamos a ver-se sentó sobre la mesa y se miró las manos un momento-. Alec-di un respingo-. Copia. Esta frase te a gustar. “Mi hija recibió un paquete”-me fulminó con la mirada y yo lo comprendí entonces.
               Sabrae no le había dicho nada.
               Zayn lo había adivinado él solo.
               Había una mínima posibilidad de que no sospechara nada de lo que yo había hecho el sábado. Este numerito simplemente era porque yo rondaba su casa… y no le gustaba un pelo. No quería ni pensar en lo que sucedería si se enteraba de mis actividades secretas.
               -¿Quién es el sujeto?
               -Mi hija.
               -¿Tienes hijas?
               -O sea, la tuya-me corregí, y Zayn se rió.
               -Relájate, hombre, que te estaba tomando el pelo. Mi hija, sí. ¿Y el objeto que recibió?
               -Un paquete.
               -Y ya está, ¿no?
               -Sí… ¿no?
               -Ahora escribe: “a mi hija le enviaron un paquete”. ¿Cuál es el sujeto?
               -No hay.
               -¿Cómo que no…?
               -O sea. Está escondido. No se sabe quién se lo envió.
               -Espero que ella lo sepa, porque si no…-sacudió la cabeza y mis compañeros volvieron a reírse.
               -Yo lo sé-canturreó Scott, y yo me volví y le miré, impresionado. ¿Sabrae había hablado con él y había conseguido mantener el tipo sin que yo notara nada? Que le dieran un Oscar.
               Zayn ignoró a su hijo.
               -El protagonista de la acción en esta frase es otra persona, pero la acción repercute en alguien que aparece. Mi hija no es la enviada, es la que recibe. Indirectamente, participa en la acción. Es algo pasivo. Vuestra nueva mejor amiga, chicos: la pasiva. Los complementos indirectos de una oración no pueden-recalcó la frase y yo me la quedé mirando en la pizarra- ponerse en pasiva. Los directos, sí. ¿Podemos decir “mi hija fue enviada un paquete”?-sacudimos la cabeza-. No, pero sí “un paquete fue enviado a mi hija”. Pues en nuestra frase inicial… Alec, si eres tan amable de borrar nuestros ejemplos… gracias. En nuestra frase inicial, hay algo que no podemos poner en pasiva.
               -Los chicos-reflexioné yo, y Zayn me señaló con la palma de la mano vuelta hacia el techo.
               -Luego, si no podemos pasarlo a pasiva…
               -Es indirecto.
               -Lo tenemos. Pues venga. A resolver.
               Continué subrayando, colocando palabras debajo de la frase y deteniéndome cuando él me lo indicaba. Un sudor frío me recorría cada vez que Zayn se movía en la silla, temiendo que en cualquier momento saltaría a por mí.
               Zayn asintió con la cabeza, mirando mi oración.
               -¿Qué tal? ¿Veis algo raro?
               -Le sale humo de las orejas-observó Jordan, y yo contuve las ganas de tirarle una tiza. En cualquier otro momento, se la habría lanzado sin temor alguno, pero ahora…  no quería que Zayn me cogiera más tirria de la que probablemente ya me tenía.
               -Está bien-asintió Zayn-. ¿Lo habéis entendido?-más cabezas asintieron esta vez. Incluso yo me atreví a decir que sí-. Vale, ¿alguna pregunta? De lo que sea; de lo que hemos hablado ahora, o de cualquier otra cuestión.
               Un montón de manos se dispararon al aire.
               -¿Me puedo sentar?-pregunté, temiendo que Zayn siguiera usándome de secretario. Me ignoró deliberadamente. Seguro que disfrutaba asustándome.
               -Que no sea de mi siguiente disco-añadió en tono cansino. Varias manos se bajaron. Zayn bufó-. Ni sobre esos rumores de la modelo rubia y yo-casi todas las manos descendieron de golpe; sólo quedaban un par-. Es que… ¡manda huevos, eh! Con la mujer que tengo en casa… pensar que me voy a ir a otro lado… joder-chasqueó la lengua y miró a Scott-. Ni sobre lo que hay para comer-Scott bajó la mano con resignación-. Mira el menú de la nevera, chico-Zayn levantó los ojos al cielo-. Bey.
               -¿La frase no es ambigua?
               Zayn se cruzó de brazos y se volvió para mirarla pizarra. Una sonrisa le atravesó la cara.
               -¿Podrías elaborar un poco más tu pregunta?
               -En el análisis tenemos que hacer referencia a si hay cosas que no estén determinadas. Lo lógico es pensar que “sus padres” se refiere a los de las chicas, pero… ¿no podrían ser también los padres de otra persona?
               Su sonrisa se hizo más amplia.
               Y se volvió hacia mí.
               -¿Tú qué piensas, Alec?
               ¿Que qué pienso? Que te voy a denunciar por abuso de poder, eso es lo que pienso.
               -Pues… no sé. Hay dos personas implicadas realmente, ¿no? También podrían ser los padres de los chicos.
               -Aunque es poco probable-puntualizó Zayn-. No sé, preferiría tomarme la justicia por mi mano en lo que respecta a mis hijas, que nadie me quitara mi función, ¿sabéis?-miró a la clase y luego a mí. Alzó de nuevo las cejas y yo cambié el peso del cuerpo de un pie a otro. Estaba a un gesto nuevo del padre de Sabrae haciéndome creer que si me pillaba a la salida del instituto me pegaba una paliza de salir corriendo.
               -¿Y no se podría interpretar…?-empezó Scott, y el abuso visual de Zayn se vio interrumpido cuando miró a su hijo-, ¿como los padres de las piernas?
               Zayn le lanzó la típica mirada incrédula del padre estupefacto ante el nivel de subnormalidad de su hijo. No puedo creerme que seas mi espermatozoide ganador.
               -¿De cuántas piernas soy padre yo, chaval?
               -De ocho.
               Zayn bufó, fulminando con la mirada a su hijo.
               -Mira, Scott, no me jodas, ¿eh? No tiene ningún sentido lo que estás diciendo. Con esta frase-Zayn se dirigió de nuevo a todos nosotros, y no sólo a su primogénito, que sonrió con satisfacción al haber sacado de sus casillas a su padre-, en realidad tenéis mucha suerte, porque la interpretéis como la interpretéis sería gramaticalmente correcta. Evidentemente, la tendencia es pensar en los padres de las chicas, pero si yo fuera corrector y me encontrara con que alguien interpretó que los padres protagonistas son los de los chicos, no puedo darla por mala. Porque no lo es. Hombre…-se volvió hacia la frase un momento y jugueteó con una tiza entre las manos. La lanzó al aire y la recogió-. Lo normal es que los padres defiendan a sus hijos-Zayn clavó los ojos en mí y yo intenté no estremecerme. Realmente estaba disfrutando con todo aquello.
               No me dejaría acercarme a ella aun en el supuesto de que Sabrae me aceptara.
               Y eso todavía estaba por ver.
               -… pero cosas más raras se han visto-puntualizó, recogiendo la tiza una última vez-. ¿Más preguntas?
               Me dejó sentarme cuando vio que nadie más quería contribuir a su ritual de tortura particular, y después de analizar varios ejemplos más que podrían caernos en los exámenes para la universidad, nos dejó adelantar tarea y ni protestó cuando empezamos a recoger antes de tiempo.  Me cargué la mochila al hombro y salí pitando de la clase antes de que él pudiera retenerme, y procuré esperar a que Tommy y Scott, con sus respectivas hermanas (entre las que se encontraba la causante de la discordia entre Zayn y yo) se alejaran de nosotros, camino a casa, para volverme hacia mis amigos.
               -¿Soy el único que piensa que no es casualidad que Zayn me haya elegido a mí para sacarme a la pizarra?
               -Bueno, si no sabías hacer las frases, es lo normal-reflexionó Bey. Mimi frunció el ceño, tirando de su falda hacia abajo.
               -¿De qué habláis?
               -Zayn ha venido hoy de sustituto, y yo he sido su experimento particular. He salido a la pizarra a hacer unas cuantas frases.
               -¿Y qué hay de malo en ello?
               -Pues que una frase en particular era bastante amenazante-le repetí la frase y examiné el rostro de mi hermana, intentando encontrar un atisbo de preocupación en su cara. Mimi se limitó a empujar sus enormes gafas redondas por el puente de su nariz y se encogió de hombros.
               -¿No te parece que estás exagerando un poco?
               -¡Para nada, Mary!-intervino Jordan, asintiendo con la cabeza y poniéndome una mano en el hombro-. Definitivamente, era una advertencia. Yo también noté la hostilidad que manaba de él.
               -Estáis sacándolo todo de quicio-Bey chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
               -A ver. Sí que es cierto que la última frase era muy… rara-intervino mi hermana-. No sé. ¿A cuento de qué te diría algo así? Que yo sepa, siempre has tratado bien a Sabrae. No tiene sentido que te suelte algo así.
               -Sí, después de lo del sábado.
               Mimi se detuvo un momento.
               -¿Se lo has dicho a Sabrae?-quiso saber, y yo negué con la cabeza. Mimi frunció el ceño y bajó la mirada, esquivando un bache en el que podría haber hundido el pie. Tamika trastabilló al no ser tan hábil esquivando el obstáculo.
               -Son todo paranoias suyas-aseguró Bey, malinterpretando la expresión de mi hermana-. Si prestarais atención en clase, sabríais que todas las frases estaban sacadas del texto que el señor Blakely nos dio anteayer. Pero, ¡claro! Es más fácil que sea yo la pringada que les hace los comentarios de texto a todos los demás, ¿verdad?
               -¿Y por qué no se lo has dicho?-Mimi volvió a la carga, empujando de nuevo sus gafas hasta colocarlas en su posición normal.
               -Pues, ¡porque no me deja! Cada vez que intento sacar el tema, Sabrae pasa de ello. Es como si prefiriera que no le dijera nada.
               -¡Pues vas a su casa, y se lo explicas en persona! No puede hacer oídos sordos de lo que le digas si te tiene delante.
               -Sí, hombre. Me planto en su casa, y me recibe Zayn con una escopeta-chasqueé la lengua y negué con la cabeza-. Tú lo que quieres es ser hija única para que toda la herencia de tus padres se quede sólo para ti.
               -A veces me pregunto si eres imbécil de nacimiento o tanto boxear te terminó trastornando la cabeza-Mimi puso los ojos en blanco y no dijo nada más.
               -Un poco de ambas cosas-intervino Bey, y yo le di un empujón. Jordan se echó a reír.
               -No podéis negarnos que Zayn iba a por Alec hoy, chicas. Hasta un ciego se habría dado cuenta.
               -¡Me odia! ¿Os disteis cuenta? Me habría tirado por la ventana de no haber tanta gente en clase.
               -Seguramente pesas más que él-consideró Bey, mesándose los rizos.
               -Y él está más viejo. Podrías escapar-meditó Tam.
               -Yo de ti, tendría cuidado-Jordan me puso una mano en el hombro y me la apretó con cariño-. Tanto por Zayn como por Sabrae.
               -No creo que a Sabrae le moleste lo que yo haga o deje de hacer-contesté, tirando de los cordones de la mochila y subiéndola por mi espalda-. Me lo dejó bastante claro cuando me dijo que no le debía nada y que podía hacer lo que quiera, con quien quiera, anoche, cuando intenté preparar el terreno.
               -¿No habíamos quedado en que se lo dirías en persona? No sé, Al, pero todo esto me da mal rollo. A mí no me gustaría enterarme de que el chico que me gusta se tira a otras por mensaje. Como mínimo, deberías esperar a tenerla cara a cara-aconsejó Bey, y yo suspiré.
               -¿No os encanta cómo se está comiendo la cabeza por Sabrae? Me causa tanta ternura-Jordan se adelantó y me pellizcó la mejilla. Me zafé de él con un empujón del que se revolvió riéndose.
               -Luego te quejas de que te dejo solo en mitad de la noche, tío. No hay quien te aguante, de verdad. Me ves hecho polvo y tú te dedicas a hacer coñas con eso.
               -Simplemente me hace gracia lo pilladísimo que estás por ella.
               -No estoy pillado-protesté, y tanto Jordan, como Tam y mi hermana se giraron y me miraron con las cejas alzadas en gesto de sí, claro.
               Bey, por el contrario, soltó un suspiro y espetó:
               -¿Quieres follar?
                Me volví hacia ella, estupefacto. No podía decirlo en serio. Después de todas las movidas en que me había metido por no saber mantener la polla en los pantalones, ¿y ahora me venía con estas? Tenía un sentido de la oportunidad ridículo.
               ¿O me veía tan colado por Sabrae que le daba la sensación de que ésta sería su última oportunidad de hacerlo conmigo antes de que fuera demasiado tarde y yo me negara?
               -¿Ahora?
               Bey soltó una risotada.
               -¿Ves lo que te gusta? Estás hasta los huesos por ella. El Alec de antes de Sabrae no habría dudado, se habría empezado a quitar la ropa, y al lío.
               -Estamos en la calle-protesté, colgándome la mochila de un hombro.
               -Ya sabes a qué me refiero.
               -Es que estás enamorada de mí, Bey-aludí, y ella puso los ojos en blanco-. No quiero darte falsas esperanzas.
               -Capullo.
               -No lo soy.
               -No, no lo eres-asintió ella-, pero la quieres.
               -Yo no estoy tan segura-musitó Mimi para sí, tan bajo que sólo escuché un murmullo inteligible. No sabía decir a qué se refería. Sin embargo, no tendría que esperar mucho. Aquella misma tarde tenía pensado descubrirlo.


Me incorporé hasta quedar sentado en la cama y ni siquiera esperé a que mi respiración se normalizara después del esfuerzo para encenderme un cigarro. Recogí el paquete de la mesilla de noche, donde había dejado el paquete mientras Pauline me quitaba la ropa, saqué un cigarrillo y me lo llevé a la boca. La lluvia repiqueteaba en el cristal de la ventana que daba al callejón de su casa.
               Me había faltado tiempo para comportarme como un puto gilipollas. Mi segundo nombre debería ser Metepatas y no Theodore. Después de llegar a casa, comer, tumbarme a la bartola a ver la televisión, discutir con mi madre porque no hacía nada y pirarme con la moto a trabajar media hora antes, me había pasado un cuarto de hora más de la cuenta dando vueltas por el almacén, recogiendo mis paquetes y tratando de apartar de mi cabeza las palabras de Sabrae. En mi cabeza había trazado un par maestro: Sergei me había dicho que entrenaba los mismos días que yo iba a trabajar, así que podría pasar por el gimnasio de la que volvía a casa, detenerme a hablar con ella y explicarle la situación.
               Joder, si incluso había pensado en ir directamente a su casa, y contarle lo que hacíamos a Scott antes incluso de que ella supiera a qué me dedicaba yo cuando no estábamos juntos. Había abierto el chat con ella, plagado de emoticonos y pegatinas graciosas, sólo para toparme de bruces con aquel fatídico mensaje en el que lo que ella venía a decirme era que yo era libre de acostarme con quien quisiera y no tenía por qué darle explicaciones.
               La lógica irrefutable de su razonamiento pesaba sobre mí como una losa de tres mil kilos, que me cargaba a la espalda y me impedía caminar. No estaba orgulloso de cómo me comporté a continuación. Como había visto el parte meteorológico, había adivinado que me pondrían con Chrissy esa tarde, y el polvo estaba asegurado. O eso pensaba yo, hasta que llegué a la oficina y me dijeron que Chrissy había cambiado su día con otra compañera que tenía una cita al día siguiente. Genial. ¿Con quién iba yo ahora a ensuciar mi reputación aún más?
               Cuando leí la lista de envíos y reconocí la dirección de Pauline, sentí que el cielo se abría sobre mi cabeza y que un coro de ángeles cantaban alguna canción celestial. Era una señal. Tenía que volver a acostarme con ella.
               Sacarme a Sabrae de la cabeza y vivir mi vida como si nada. Estaba claro que a ella se la sudaba soberanamente a quién me follara o me dejara de follar yo. Si las tornas estuvieran cambiadas, yo intentaría sacarle toda la información posible sobre qué hacía de noche y con quién.
                Esa fingida indiferencia que se traía conmigo después de lo que habíamos compartido el sábado me cabreaba sobre manera.
               No sabría decir quién lo flipó más de los dos cuando llegué a la pastelería de los padres de Pauline: ella, al verme aparecer por la puerta, acompañado del tintineo de la campanilla que indicaba la llegada de un cliente; o yo, cuando me acerqué a ella y le pregunté si le apetecía follar. Si le extrañó que le dijera eso después de contarle lo que le había contado sobre Sabrae, se guardó para sí sus dudas y asintió con la cabeza. Me dijo que diera la vuelta a la manzana y que esperara cinco minutos antes de escalar hacia su habitación por la escalera de incendios.
               Cuatro minutos y medio después, yo empezaba a ascender por la escalera, y llegaba a su habitación diez segundos antes de lo previsto. Me esperaba desnuda.
               Creo que no hará falta que explique lo que hicimos a continuación, ¿verdad?
               Pauline se revolvió en la cama, tirando un poco de la sábana para quedar más cubierta. Tenía la carne de gallina por mis caricias y el frío que se había colado por la ventana y que ni siquiera nuestras actividades habían conseguido cantar. Se estiró a por su móvil y tecleó en él mientras yo me fumaba el cigarro, presa de la ansiedad.
               -Estás callada-comenté, observando la ceniza del cigarro, que aumentaba a marchas forzadas. Me giré y la miré por encima de mi hombro. Se limitó a encogerse de hombros.
               -Te dejo pensar.
               -Por favor, no lo hagas-respondí, soltando una carcajada cínica-. Pensar es lo último que quiero hacer en este momento.
               -Te arrepientes de lo que acabamos de hacer, ¿verdad? Pensar era lo único que no estabas haciendo cuando me dijiste que querías subir a mi habitación-acusó, y yo me giré.
               -Mira, Pau, no estoy para gilipolleces, ¿vale? Si quieres que me largue, me lo dices, y yo me piro. Pero no me hagas esto ahora. Tú también, no-negué con la cabeza y di una profunda calada que hizo que la ceniza del cigarro se precipitara sobre las sábanas-. Mierda.
               -Sabes que me gusta que estés aquí, ¿por qué dices eso?
               Me encogí de hombros. Pauline se incorporó hasta quedar sentada a mi lado. Se enrolló en la sábana, ocultando sus pechos en la tela blanca.
               Me miró a los ojos con intensidad. Me tomó de la mandíbula y me acarició el mentón. Cerró los ojos y se inclinó hacia mí, depositando un dulce beso sobre mis labios, saboreando el tabaco de mi boca. Cerré los ojos, disfrutando de la pureza de su contacto…
               … y de repente me aparté, al recordarme indigno de la pureza. No podía aspirar a ninguna clase de pureza para mí.
               No estaba bien. Yo lo sabía, en el fondo lo sabía. El hecho de que a Sabrae le diera igual lo que yo hiciera o no, no justificaba que yo me comportara como un niño caprichoso y me fuera con otras sólo para llamar su atención. Sólo los niñatos de 13 años se comportaban así, y yo era casi un hombre. Ya iba siendo hora de que apechugara con las cosas que hacía y sentía.
               Puede que no la quisiera, no estaba seguro. Pero lo que sabía a ciencia cierta era que me hacía daño pensar que la estaba hiriendo con mi comportamiento impulsivo e infantil. Y hacerla sufrir era algo que me emponzoñaba por dentro.
               Pauline me tomó de la mandíbula con delicadeza, como si fuera un ave exótica que quisiera examinar con más detenimiento antes de meterla en una jaula para que su canto llenara su habitación.
               Sí. Justamente eso era yo. Un ave en una jaula. Una jaula cuyos barrotes yo no podía ver, pero que estaban hechos de mi orgullo de mierda. Esos mismos barrotes me impedían remontar el vuelo y buscar lo que yo realmente quería: serle sincero. Decirle lo que quería. Merecérmela. La quería a ella. A ella y su manera de sonreír. A ella y su manera de sonrojarse. A ella y su manera de besarme. A ella y el olor de su pelo y de su cuerpo. A ella y el calor que desprendía su cuerpo diminuto estando a mi lado. A ella y sus caricias. A ella y sus besos. A ella y su manera de tener sexo. A ella y su manera de bailar. A ella y a su talento único para hacer que yo bailara con ella canciones que no bailaría con ninguna otra.
               A ella y su forma de hacerme peor boxeador. Boxear mal merecía la pena, si la culpa era de Sabrae.
               Y a Sabrae le daba absolutamente igual lo que yo quisiera, con quién estuviera. Qué hiciera.
               -Si esto te hace daño-susurró Pauline, acariciándome las mejillas con la yema de los dedos-, no hay por qué seguir.
               -¿Tan mal lo he hecho?-bromeé en tono triste, y ella me devolvió una sonrisa también triste.
               -Has estado bien.
               -¿“Bien”?-suspiré, poniendo los ojos en blanco y fingiendo que aquello tampoco me preocupaba. Lo último que necesitaba era empezar a follar mal. El sexo era el único placer que tenía en mi vida, más allá del boxeo, claro. Y si me estaba volviendo mal boxeador por culpa de Sabrae, era lógico pensar que me volvería también peor amante.
               Y todo, ¿para qué?
               -No quería insultarte, Al-Pauline se frotó contra mí hasta conseguir romper mis defensas y que yo la rodeara con mis brazos. La sábana se deslizó por su espalda hasta sus caderas; nuestros torsos estaban al descubierto. Notaba el roce de sus senos sobre mi piel, y eso antes me habría encantado.
               Ahora, en lo único en que podía pensar, era en que aquellos pechos eran demasiado redonditos, demasiado firmes, demasiado pequeños. Los de Sabrae eran más grandes, blanditos y no tan firmes. En cualquier otra situación, los de Pauline habrían ganado por goleada. Pero los de Sabrae ahora eran perfectos, porque eran suyos.
               Pauline me besó el hombro, notándome ausente.
               -No ha sido el mejor polvo que hemos echado nunca, pero no ha estado mal. Vas en tu línea-sonrió, intentando animarme-. Aunque estabas distraído. Te lo repito: si acostarnos te hace daño, no hay por qué seguir. Lo único que te pediría es que me avises antes de que echemos el polvo de despedida. No quiero que te vayas sin demostrarte lo especial que has sido para mí.
               Le rodeé la cintura y le acaricié los lumbares.
               -No voy a marcharme-murmuré en tono suave, un poco lastimero, pero creo que a Pauline no le pareció triste.
               -Ella no me querrá cerca-Pauline me pasó los dedos por el pecho, jugueteando con la piel sobre el esternón. Se mordió el labio contemplando mi piel, probablemente con ganas de besarla y volver a la acción.
               -Ella no es como las demás-repliqué-. Ni siquiera en ese sentido.
               Estoy seguro de que nunca se ha puesto celosa. Estoy seguro de que nadie ha merecido tanto su amor como para tener el poder de hacerle daño.
               Me recriminé a mí mismo el haber pensado eso.
               ¿Eso es lo que quieres, Al? ¿Que te quiera para poder hacerle daño?
               Querer no es hacer daño. De hecho, es todo lo contrario a hacer daño. Amar a alguien es darle la posibilidad de que esa persona te destruya, y ser correspondido, que esa persona no te haga el más mínimo daño.
               Yo lo sabía bien.
               -¿Estás seguro?
               Miré a Pauline y asentí con la cabeza. Precisamente el hecho de que Sabrae no fuera como las demás, que no se pusiera celosa, era lo que más me molestaba de todo. Quería que mostrara algún tipo de interés por mí, aunque fuera muy tenue. Quería que, como mínimo, le picara la curiosidad. Quería que dejara de hacerme insistir y empezara a escucharme. Quería interesarle como ella me interesaba a mí.
               Estaba seguro de que yo era importante para ella cuando llegaba el viernes y nos encontrábamos. El problema es que los rastros de su presencia duraban en mí durante toda la semana, hasta que ella volvía a recargarme con su energía. Yo, en cambio, parecía un fantasma. El típico rollo de verano del que te olvidas nada más volver de vacaciones. La diferencia estaba en que nos estábamos liando en otoño.
               -¿Y por qué no vas con ella?-Pauline me besó el hombro de nuevo, enternecida, y yo decidí desnudarme para ella. Metafóricamente, claro: ya me había desnudado literalmente para ella hacía tiempo.
               -Me da miedo-dije con un hilo de voz ronca que apenas reconocí. Era la voz de un chiquillo asustado por los truenos de una tormenta lejana. Pauline frunció el ceño y hundió la nariz en mi cuello, inhalando el aroma que desprendían mi piel y mi pelo. Me acarició la espalda despacio, dejando que su energía tranquilizadora me relajara. Estaba llenándome de fortaleza, pero no tenía nada que hacer contra la angustia que me corroía por dentro.
               -¿El qué?-sus manos fueron hasta mi nuca, y por primera vez en siglos, eso no me volvió loco. La caricia de una chica que no era mi madre estaba teniendo el mismo efecto en mí que los dedos de mi madre en el nacimiento de mi pelo: me sentía protegido, querido, nada juzgado.
               Confiaba en que nada de lo que dijera a continuación saliera jamás de aquella habitación.
               -Que es la única de la que puedo enamorarme-contesté, y Pauline se apartó un poco de mí para mirarme a los ojos. Sus ojazos de color avellana se encontraron con los míos, ligeros tintes verdes se entreveían en sus pupilas mientras me observaba-, y la única que puede no corresponderme.
               Sonrió con dulzura.
               -Sería estúpida si no te correspondiera, Al-murmuró en tono íntimo, y pegó la frente a la mía. Buscó mi mano y entrelazó nuestros dedos, dándome un instante de paz que agradecí. Llevaba días hecho un lío. Bailar con ella a mi cantante favorito había sido un paso gigante para mí, y para colmo nadie lo comentaba conmigo: sólo yo parecía haberme dado cuenta de hasta qué punto toda mi estructura interna se había reorganizado para adaptarse a Sabrae. Me sentía como un líquido que se amoldaba al recipiente en el que estaba.
               Cuando no estaba con ella, me desparramaba por todas partes, completamente descontrolado e inconsistente.
               Sabrae era la que me daba forma y me mantenía en mi cauce. Me daba sentido.
               Y ella… ella ni siquiera sabía hasta qué punto mi mundo giraba a su alrededor.
               -Soy un cobarde, Pau.
               -¿Por qué dices eso?
               -Ni siquiera me atrevo a decirle la verdad. Me aterroriza la sola idea de que ella se canse de mí por lo que le hice. Yo… me siento como un destructor de ilusiones profesional.
               -¿Destructor de ilusiones profesional?-repitió ella, y yo asentí con la cabeza-. Creo que ves demasiadas telenovelas, Alec. No creo que estés haciendo nada malo. Ella no es tu novia, ¿verdad?
               -No-para mi desgracia, pensé por primera vez, y quise darme de bofetadas por pensar eso en la cama de otra chica.
               -Pues entonces, no veo el inconveniente. Sí que es verdad que pienso que deberías hablarlo con ella…-meditó un momento-. Sólo por aclarar las cosas. Mira, te importa, y mucho, eso es evidente, y quieres protegerla, y lo entiendo, porque tú eres así, pero… creo que la proteges demasiado.
               -¿A qué te refieres?
               -Bueno, no la conozco ni de lejos tanto como lo haces tú, pero… por la impresión que me ha dado de lo que he visto estos días de su perfil de Instagram, me parece una niña muy cent…
               -No es una niña.
               Pauline sonrió.
               -Es cierto, no es una niña. Dejémoslo en “chica”. Creo que es una chica muy centrada, con la cabeza muy bien amueblada… mejor que tú, diría yo-me dio un toquecito en la sien y me noté sonreír-. Quizá le gustes porque puede enseñarte, o porque eres bueno, o simplemente porque eres guapo y follas que da gusto, pero... el caso es que creo que ella puede afrontar que tú te acuestes con otras. De hecho, creo que incluso se lo espera.
               -En ningún momento le he ocultado lo que hacía contigo y con Chrissy, o con otras chicas mientras estaba de fiesta, pero lo del sábado… no sé. Me da la sensación de que hay algo que no es propio ni siquiera de mí. Que me he salido del camino, por decirlo de alguna manera, ¿entiendes?
               -Quizá no hayas tenido el comportamiento del año, pero, ¡oye! Estoy convencida de que Sabrae no piensa que se está tirando a Don Perfecto. Tú mismo me dijiste que hasta hace poco, no te soportaba. ¿No te parece que estás siendo un poco duro contigo mismo?
               -No puedo permitirme que me aleje de ella y tardar otros 14 años en que me deje volver a acercarme, Pauline-chasqueé la lengua y puse los ojos en blanco.
               No lo soportaría. No soportaría que volviera a mirarme como lo había hecho toda la vida. Antes me daba igual. Me daba igual que me vacilara, que me detestara o que incluso me dijera a la cara de todo menos guapo.
               Eso era antes de haberla escuchado gemir mi nombre, haber saboreado cómo me mordía el labio mientras lo hacíamos o haber sentido sus manos en mi espalda, sus ojos en los míos.
               Mi madre me habría parido, pero la que me había insuflado la vida había sido Sabrae. Llevaba 17 años en este mundo, pero sólo unas semanas viviendo. El mismo tiempo que hacía desde que la besé por primera vez.
               -Dale un voto de confianza, Al-me dio un toquecito en la mejilla y se abrazó las piernas. Apoyó la cabeza en sus rodillas y parpadeó despacio-. Quizá te sorprenda no alejándose en absoluto.
               -No sé.
               Pauline sonrió, me dio un nuevo piquito y se tumbó de nuevo sobre la cama. Recogió su móvil y abrió de nuevo sus redes sociales. Decidí que era el momento de comprobar si tenía algún mensaje.
               Tenía varias llamadas perdidas de mi madre, lo cual eclipsó todo lo demás. Deslicé el dedo sobre su nombre y le indiqué a Pauline que esperara cuando ella frunció el ceño.
               -¿Mamá? ¿Qué pasa?
               -¿Para qué te compramos Dylan y yo un móvil, si no es para que estés localizable? Se ha puesto a llover y tu hermana no lleva paraguas.
               -Yo tampoco llevo paraguas. ¿Y?
               -Cuando vuelvas a casa, ¿te importaría llevarle uno al estudio de baile?
               Exhalé un sonoro bufido que intentaba provocarla, pero no resultó.
               -Yo me dejé el paraguas en casa un montón de veces, y nadie vino a llevármelo. Me tocó apechugar y caminar bajo la lluvia cada vez que me lo olvidaba.
               -Ya-espetó mi madre, irritada-, pero tú no eres el favorito-y colgó sin más. Me quedé mirando la pantalla del teléfono, completamente alucinado, hasta que la pantalla de la llamada dio paso a la lista de llamadas recientes.
               -¿Qué ocurre?
               -Tengo que ir a hacerle de escolta a mi hermana. ¿Dejamos el segundo para otra ocasión?-pregunté, recomponiéndome y buscando mis calzoncillos. Pauline sonrió.
               -Ah, ¿va a haber una próxima vez?
               La miré de soslayo.
               -No me jodas, Pauline, ¿eh? Mi vida no ha cambiado tanto.
               -Nunca me habías hablado de ninguno de tus ligues.
               -Nunca había hablado con ellas más de dos noches seguidas-me encogí de hombros, enfundándome los vaqueros y fingiendo indiferencia. Le di un beso en la frente y le dije que le mandaría un mensaje cuando llegara a casa para indicarle que había llegado bien.
               -Puedes ir por el interior. La escalera de incendios está empapada; te caerás.
               -Me gusta el riesgo-contesté, abriendo la ventana de su habitación y subiéndome la cremallera de la chupa de cuero. Pauline puso los ojos en blanco y sacudió la mano a modo de despedida mientras yo descendía, ágil pero cuidadoso, los escalones del armazón de hierro del exterior de su edificio. Cuando llegué al suelo, estaba empapado y con las manos manchadas de suciedad y óxido. Me limpié a los vaqueros, tomando nota mental de echarlos a lavar, y saqué mí móvil del bolsillo de la chaqueta.
               Miré las notificaciones anteriores a mi desbloqueo, y la poca tranquilidad que hubiera reunido en mi descenso me abandonó como una sombra cuando se apaga la luz.
               Pauline había hecho la coña con que puede que no hubiera una próxima vez, pero yo me había convencido a mí mismo de que por supuesto que la habría. Si Sabrae sudaba de mí, yo sudaría de ella, así de simple. No iba a cambiar toda mi vida por un estúpido sentimiento que no sabía adónde iba a llegar. No sería tan imbécil de lanzarme al vacío sin paracaídas cuando estaba claro que Sabrae no me estaba tendiendo ninguna red.
               O eso creía yo.
               Porque, lo que yo no sabía mientras hacía el reparto por Londres, lo que ignoraba mientras me quitaba la ropa para Pauline, lo que yo desconocía mientras entraba en ella y la embestía con rabia y lujuria entremezcladas, era que en mi móvil albergaba unos mensajes de Sabrae.
               Lo único peor que la indiferencia de Sabrae era su interés.
               Contra la indiferencia podría luchar, a la indiferencia podría ofrecerle la verdad.
               A su interés, en cambio… tenía que darle la verdad y rezar porque no fuera como una estaca en el corazón para ella.
Hola te noto un poco ocioso.
               Miré la hora. Por el tiempo que llevaba los mensajes mostrándose en la pantalla, diría que los había enviado mientras yo estaba recogiendo los paquetes para su envío.
               Eché cuentas, preguntándome a qué se refería con lo de “ocioso”.
               Y caí en que había estado mirando Instagram, comentando en fotos de mis amigos y repartiendo corazones blancos a diestro y siniestro, antes de decidirme a ponerme a trabajar.
La verdad es que yo me aburro como una ostra, ya he terminado mis deberes y no sé qué hacer con mi vida 😡
               Había un intervalo de diez minutos entre ese mensaje y el siguiente.
¿No estarás pasando de mí? Jo.
               Otros cinco minutos separaban este mensaje del posterior.
Ay, no quería hacerte sentir mal. Perdona. Seguramente estés liado. Vaya.
Bueno, si quieres, hablamos después  
Yo voy a estar disponible toda la tarde. No voy a entrenar hoy, por lo de la regla y tal. Así que, ya sabes. Si te apetece, me contestas cuando puedas
               Me apoyé en la moto y traté de tranquilizarme. Mierda. Mierda. Mierda. Había estado comiéndome la cabeza porque Sabrae sudaba de mí, me había follado a otra porque creía que Sabrae sudaba de mí… y mientras tanto, Sabrae me hablaba y me insistía al ver que yo no le contestaba.
               No lo hay más gilipollas que tú en toda Inglaterra, macho.
               ¿Y ahora qué cojones hago?, pensé, pasándome una mano por la cabeza y dejando escapar un suspiro de frustración. Le di un golpe a la moto y gruñí. Gilipollas de mierda. No vales para nada.
               ¿Qué voy a hacer ahora?, me hostigué de nuevo, estupefacto ante mi cambio de fortuna.
               Si lo del sábado no le molestaba, esto le molestaría. Por mucho que ella me dijera que yo podía hacer lo que quisiera, yo sabía que ya no podía hacer lo que me diera la gana. Esos mensajes eran la prueba de que mis acciones tenían ahora repercusión en otra persona.
               Mimi, se me ocurrió de repente. ¡Eso es! Iría en busca de mi hermana, y aprovecharía ese tiempo para pensar un poco más mi forma de proceder. Le envié un SMS para no abrir Telegram y que Sabrae viera mi última conexión, y que no pensara que estaba pasando de ella, indicándole que iba de camino.
               Me puse el casco, me monté sobre mi moto, cuyo asiento estaba resbaladizo por el agua, y de una patada, la arranqué.
               Media hora después, me plantaba en el vestíbulo del estudio de baile al que acudía mi hermana, en el que la calefacción estaba a tope, y el paragüero, lleno a rebosar. Dejé mi paraguas goteante junto a los demás, y me acerqué a la recepcionista.
               -Hola. ¿Podría decirme en qué estudio está Mary Elizabeth Whitelaw?
               -¿Eres su novio?-la recepcionista me miró por encima de sus gafas de gato. Me recordaba un poco a la de Monstruos SA.
               -Su hermano.
               -No se permite la entrada a nadie que no sea bailarín.
               -Pero sólo quiero…
               -¿Alec?
               Me giré para enfrentarme a la voz. Darishka, una de las profesoras de la escuela de danza, se acercaba a mí con una caja bajo el brazo. Llevaba puesto un body negro y medias rosadas, de ésas que usan las bailarinas en sus entrenamientos. Un jersey gris claro completaba su atuendo, y las zapatillas reglamentarias, rosas y sin suela, amortiguaban el sonido de sus pasos. Se acercó a mí como una gata, silenciosa y sensual.
               -¿Vienes por Mimi? ¿Ha pasado algo?
               -Se ha dejado el paraguas-contesté, dejando que se pusiera de puntillas y me diera tres besos, muy al estilo ruso. Darishka asintió y se volvió hacia la recepcionista.
               -Yo me encargo de él, Maud.
               La recepcionista asintió con la cabeza y se giró para seguir tecleando en su ordenador. Darishka me indicó que la siguiera con un gesto de la mano, y trotó ágilmente escaleras arriba mientras yo le pisaba los talones.
               -Perdónala, últimamente no sé qué pasa, que vienen un montón de tíos aleatorios a ver a las chicas mientras entrenan. Creo que el porno de bailarinas está en alza, y supongo que algunos de esos imbéciles quieren ver si lo que sucede en esos vídeos se basa en hechos reales.
               -Algunas cosas, sí-comenté yo, y Darishka asintió.
               -Hacía mucho que no venías. Te empezaba a echar de menos-soltó el pasamanos y se encaminó hacia un pasillo iluminado por fluorescentes y unos ventanales al fondo. Se detuvo frente a una puerta de la que salía una tenue música clásica y me miró por encima del hombro-. Me imagino que lo del paraguas de tu hermana no es ninguna  excusa para venir a verme a mí, ¿verdad?
               Sonreí.
               -¿Quieres que alimente un poco tu ego?
               -Quiero que me eches de menos-sonrió, girando el pomo de la puerta y entrando en la habitación. La seguí al interior. Aproximadamente veinte cabezas femeninas se giraron para mirarme.
               La única que no se volvió fue Mimi. Todas las bailarinas estaban situadas a lo largo y ancho de la sala, con un puñado de chicos sentados en el fondo, sobre colchonetas, reflejándose entre el bosque de piernas en el otro extremo de la habitación, cuya pared estaba cubierta por espejos. Los ojos de Mimi se clavaron en mi reflejo un momento, y luego continuó con su pose como si nada le afectara.
               No podía dejar ver que le molestaba mi presencia en la habitación, especialmente por con quién había entrado. Que me había tirado a Darishka en varias ocasiones no era ningún secreto,  y ninguno de los dos había intentado desmentir los rumores que comenzaron a esparcirse sobre qué posturas preferíamos usar. La verdad era que tirarse a una bailarina era la hostia por su increíble flexibilidad, pero que yo hubiera echado un par de polvos con la que había sido la primera profesora de Mimi no tenía nada que ver con el hecho de que mi hermana hubiera continuado en la escuela mientras a otras chicas las expulsaban.
               Mimi quizá no sería la mejor bailarina de su academia, pero desde luego, era la más trabajadora. Dylan le había construido un pequeño salón de baile, en el que entre los dos habíamos colocado la tarima flotante y los espejos cuidadosamente, para que ella pudiera practicar las veces que lo necesitara. En las vacaciones de verano y Navidad, Mimi no paraba cuando estaba exhausta: paraba cuando empezaban a sangrarle los dedos tanto que la sangre formaba pequeños charquitos en el suelo. Charquitos que yo le ayudaba a limpiar.
               -Señoritas-ordenó la profesora, una mujer estirada, con el pelo canoso recogido en un moño apretado, dando un golpe en el suelo con su bastón, que agarraba como un águila a una presa-, acérquense. La profesora Kadinya les ha traído algo que quizá las ayude a mantener la cabeza lo suficientemente firme.
               Darishka abrió la caja y me sorprendió extrayendo unos vasos de cristal con un agujero por debajo. Me senté entre los chicos, que me fulminaron con la mirada (demasiados músculos para ellos, supongo) y me quedé mirando los vasos mientras las chicas los cogían y hundían la mano en la caja que Darishka había traído. Sacaron cintas negras, que pasaron por debajo del vaso, y que luego se colocaron en el cuello. Fruncí el ceño mientras miraba cómo mi hermana se colocaba su extraña diadema sobre la cabeza y flexionaba las rodillas para dejar que Darishka le echara agua encima.
               -Veamos si consiguen terminar la rutina con algo de agua en sus cabezas. Un, deux, trois!
               Las chicas comenzaron a bailar, colocándose sobre las puntas de sus pies o la totalidad de estos. Trotaron de un lado al otro, inclinándose a un lado y otro, estirando los brazos y los dedos hasta que pareciera que iban a echar a volar.
               Se me hizo eterno el tiempo que estuve mirando cómo bailaban, aunque probablemente no estuviera más de diez minutos. Intenté distraerme escuchando las conversaciones de los bailarines, que supuse que serían más interesantes que el propio entrenamiento, pero como sólo hablaban de lo mal que lo hacía tal chica, o de los pies de pato de la otra, enseguida me aburrí y me dediqué a mirar por la ventana.
               Un relámpago seguido de un trueno acompañó el golpetazo en el parqué de la profesora. Las chicas se detuvieron en un instante, y se quedaron en posición de espera: hombros hacia atrás, barbilla alta, piernas cruzadas.
               Darishka y la mujer se pasearon por delante de ellas, colocando una regla al lado de sus vasos y gritando los números al resto de compañeras.
               Mimi tragó saliva cuando la mujer se dirigió hacia ella. Después de comprobar que había tirado el equivalente a más de un dedo de agua de la línea roja, la mujer ni se molestó en pasarle la regla. Mimi parpadeó mientras su profesora se alejaba, fingiendo no sentir las miradas de sus compañeras, y alguna que otra sonrisa condescendiente, sobre ella.
               La profesora se dirigió a la puerta de la sala con gesto malhumorado. Se giró sobre sus talones, las fulminó a todas con la mirada, y pronunció una única palabra.
               -Vergonzoso.
               Salió de la habitación sin decir nada más y varias chicas se echaron a llorar.
               -Recoged vuestras cosas; nos vamos a otra habitación a practicar los bailes para el examen de admisión de la Royal. Los que no vengáis, nos vemos mañana-Darishka puso los brazos en jarras y aceptó uno de los vasos que les tendieron las chicas. Mimi se acercó a mí, pero decidió ignorarme y sacar un par de cosas de su mochila.
               -Hola, ¿eh?
               -¿A qué has venido?-cuchicheó después de asegurarse de que nadie la estaba oyendo. Miré en derredor, me detuve en la ventana y luego en el paraguas.
               -Mamá me envía. Te dejaste tu estúpido paraguas. Hay que ser tonta-suspiré, y Mimi cerró con furia la cremallera de su mochila-. Eh, eh, si estás enfadada porque a la rubita le ha hecho gracia que tires agua, no necesito que la pagues conmigo. Aunque, si quieres, puedo hablar con ella.
               -No necesito que me saques las castañas del fuego, Alec-bufó, negando con la cabeza. Abrí la boca, incrédulo.
               -¿Perdona? Literalmente he venido a traerte…
               -No necesitaba el estúpido paraguas.
               Se levantó y se colgó la mochila al hombro.
               -¿Segura? Está diluviando.
               -Puedes irte, si quieres. Gracias por el paraguas, nos vemos en casa.
               -Ni de coña. Estoy calentito aquí dentro. Y me apetece ver cómo te comportas como una cigarra dando brincos de prado en prado.
               -No vas a verme dar muchos brincos.
               La seguí a una nueva habitación, en la que las paredes estaban rodeadas de colchonetas tiradas en el suelo. Me pregunté a qué se deberían, qué tipo de acrobacias harían allí.
               Darishka abrió un armario y sacó un equipo de música del interior. Lo colocó encima de una pequeña mesa en una esquina y conectó su reproductor de música.
               -Catherine, el trío-anunció, y tres chicas se incorporaron. Me revolví en el asiento mientras Mimi se ponía una camiseta amplia parecida a la que llevaba Darishka, preparado para la sesión de aburrimiento más grande de mi vida.
               Casi prefería enfrentarme a los mensajes y el odio de Sabrae antes que a otros bailes estúpidos con música de gente que se había muerto 400 años antes.
               ¿Beethoven? Ni puta idea tenía de componer. Menudo coñazo de tío. No me extraña que se hubiera quedado sordo y hubiera muerto gruñón y amargado. A mí tampoco habría quien me aguantara si tuviera que escuchar su música más de 30 minutos seguidos.
               Mimi se sentó al lado de un chico de piel oscura, del mismo tono que Jordan, y le sonrió con timidez. Se inclinó hacia él para comentarle algo mientras las tres chicas se colocaban en su posición.
               Unos acordes que a mí me sonaban de algo comenzaron a sonar en los altavoces del pequeño aparato de música. Flipé en colores al darme cuenta de que se trataba de Nicki Minaj. Las tres bailarinas comenzaron a moverse al ritmo de la canción, con movimientos mucho más sucios pero que a mí me parecían más bonitos, que los que habían ejecutado antes. Hacían acrobacias, agitaban las caderas, respondían a la música con cada músculo de su cuerpo.
               Y sus compañeros las alababan. Gritaron varias veces cuando ejecutaron movimientos que a mí me parecían imposibles. O simplemente cuando se mostraban chulas ante el espejo, mientras Darishka las miraba, un pie apoyado en el cristal del espejo y el otro en el suelo, las piernas cruzadas y los ojos centrados en sus chicas, analizando cada movimiento.
               -You want the Nicki cheat code? Come on, bitch, nice try-las tres bailarinas abrieron las piernas y se cruzaron de brazos, haciendo que Darishka sonriera un momento. Las chicas se inclinaron y comenzaron a mover los brazos en lo que parecía una danza tribal, y todos lanzaron un alarido cuando hicieron el pino-puente hacia atrás.
               Las chicas terminaron su baile y sonrieron ante los aplausos.
               -Bien. ¿Siguiente?-Darishka terminó de aplaudir y alzó las cejas. Un par de chicos se levantaron para bailar algo de hip hop. Se pusieron boca abajo varias veces, sostenidos sobre únicamente la palma de su mano.
               Las chicas los jalearon. Mimi sonreía, disfrutando del espectáculo.
               -Mimi y Trey-anunció Darishka, y Mimi y el chico con el que estaba sentada, el tal Trey, se miraron. Trey se puso de pie y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Mi hermana se puso roja como un tomate, pero aceptó la mano que le tendía. Mimi caminó hacia el centro de la sala y se deshizo el moño, que convirtió en una cola de caballo que le acariciaba hasta la parte baja de la espalda.
               Se mordió el labio mientras estudiaba a Trey, que se había colocado en una esquina de la sala, en una discreta posición, por el espejo.
               Y se puso roja como un tomate al ver cómo la miraba yo. ¿A Mimi le gustaba ese chico?
               ¿A Mimi le gustaban los chicos?
               Sinceramente, llevaba años convencido de que era lesbiana.
               Darishka comprobó que los dos estuvieran en sus posiciones y presionó una tecla de su reproductor. Una chica comenzó a cantar en los altavoces, exhalando una alargada “oh” con la que hacía florituras.
               -A mí me gusta…-comentó Becky G, y yo abrí la boca al ver cómo Mimi empezaba a moverse la ritmo de esa música. Guau. Nunca la había visto bailar algo que no llevara mínimo 100 años compuesto, ya no digamos reggaetón-, que me traten como dama, aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama-Mimi se dio unas palmaditas en la cintura y bajó su mano.
               ¿Desde cuándo era capaz de tocarse así sin morirse de vergüenza?
               -Me gusta un caballero-Mimi se giró y se puso de costado con respecto al espejo, agitando las caderas adelante y atrás-, que sea interesante, que sea un buen amigo, pero más un buen amante…
               -A mí me gustan mayores-Mimi comenzó a mover los pies también, girando sobre sí misma y caminando sobre un suelo resbaladizo que sólo ella podía ver-. Que no me quepa en la boca…
               ¿Desde cuándo coño te gustan las pollas?, le pregunté internamente.
               Mimi se puso de rodillas con el primer “loca”, se incorporó con el segundo y se inclinó hacia delante. Trey saltó detrás de ella, entrando en escena, cuando comenzó la parte de Bad Bunny.
               -Tú quieres un viejo, ¿estás segura?-se acercó a ella y le tomó la mano, que Mimi le soltó y le dio la espalda. Trey la rodeó y se colocó delante de ella, caminando hacia atrás-. Yo estoy activo 24/7-se pusieron en cuclillas y golpearon unos tambores imaginarios-. Pero si te gusta abusar con otro, vete-Mimi le dio un empujón y se pegó a él. Comenzaron a bailar muy pegados, cadera con cadera, rodilla con rodilla, mano con mano y ojos con ojos-. A mí me gustan mayores…
               Sus compañeros gritaron al verlos tan juntos, pero levantaron más la voz cuando se pusieron frente al espejo y Mimi comenzó a sacudir su cuerpo, latiendo al ritmo de la música, mientras Trey le ponía las manos por todo el cuerpo.
               -Yo no quiero un niño que no sepa nada, yo prefiero un tipo que me dé la talla.
               Se cambiaron los papeles, ahora era Trey el que estaba delante y Mimi, la que le daba palmaditas por el torso.
               ­-Yo no quiero un niño que no sepa nada, yo prefiero un tipo…-Mimi se situó al lado de Trey y ambos se pusieron rígidos, se llevaron las manos a las solapas de una chaqueta que ninguno de los dos llevaba y…-que me dé la talla-… se ajustaron las pajaritas. Se miraron un segundo y levantaron el puño al aire-. A mí me gustan-un puñetazo-, me gustan-otro puñetazo-, mayores-con la otra mano, un puñetazo más alto.
               Terminaron la canción de nuevo pegados, respirando fuerte el uno frente al otro y mirándose a los ojos.
               Si Trey le hubiera dado un pico a mi hermana en ese momento, yo no me habría sorprendido en absoluto.
               Y si le hubiera dado un pico, le partiría las piernas.
               ¿Quién coño se creía para tratar a mi niñita así? Primero, que me pidiera permiso. No toleraría que la llevara por el mal camino.
               -¡Genial, chicos!-Darishka aplaudió y los demás la imitamos-. Me ha encantado la coreografía.
               -Ha sido idea de Mimi-Trey le cogió la mano y le acarició los nudillos.
               -Bueno, de los dos-contestó ella, mirándolo totalmente embobada.
               -Id a sentaros, venga.
               Un par de chicas a mi lado se levantaron y Mimi vino a mi lado. Se sentó a lo indio y se quitó una pelusilla de las medias. Trey se hizo un hueco a su lado y fingió desinterés en mi hermana, cuando yo veía que no apartaba la vista de ella mientras sus compañeras bailaban.
               -¿Qué?-preguntó Mimi con voz suave.
               -No sabía que pudieras bailar así.
               -Pues espera a verme con las chicas-sonrió, malévola.
               No tuve que esperar mucho: interpretó otra canción después de dos bailes de sus compañeras, de la misma artista, con diferente colaboradora.
               Mimi se puso en pie y se colocó de nuevo en el centro de la sala, acompañada esta vez por dos chicas.
               -Solo, solito en la habitación-las chicas se hicieron las divas, moviendo las manos y acariciándose la cara y el cuerpo-,… quieres remedio pa’ tu dolor, nadie te lo hace mejor que yo-se inclinaron hacia delante y guiñaron el ojo a sus reflejos.
               Y yo que pensaba que mi hermana era tímida.
               -Que no se te apague la excitación, tú sabes que yo no te dejo plantao’-comenzaron a mover los pies, caminando por la habitación, y cuando llegó el estribillo se volvieron locas.
               Creí que la sala se vendría abajo con los gritos de sus compañeros cuando les lanzaron unos bastones y ellas bajaron todo lo que se lo permitieron sus tobillos, las melenas ya libres de cualquier atadura, y agitaron el culo. Como lo hacían las raperas negras en sus vídeos más visitados.
               Como lo hacía Sabrae.
               Volvió a tragarme como si de un agujero negro se tratara. Me quedé mirando a mi hermana y al instante siguiente tenía a Sabrae bailando frente a mí, torturándome con su cuerpo, bailando como si no hubiera un mañana y como si quisiera que la dejara embarazada, de tantas ganas con las que me la tiraría si seguía moviéndose así.
               Darishka mandó salir a dos bailarines más antes de dar por terminada la sesión, y yo seguí a Mimi fuera del estudio. Ella estaba de mucho mejor humor, se despidió de un par de amigas y se colgó de mi brazo en el vestíbulo, mientras íbamos a por mi paraguas.
               -¿Qué ocurre, Al? ¿Pensabas que sólo bailaba ballet?
               -Estoy francamente traumatizado. Traumatizado y enfadado. ¿Quién te ha enseñado a bailar así? ¿Y quién es el chico?
               Mimi ignoró mi última pregunta.
               -Papá y mamá pagan para que me enseñen a bailar así.
               -Muy lista, pero, ¿quién es el chico?
               -Oh. Se llama Trey. Es mi compañero de baile.
               -¿Por qué me da la sensación de que te gustaría que fuera tu compañero de más cosas que de baile?
               -¿Por ejemplo? 
               -Mary Elizabeth-me detuve bajo la lluvia y ella se giró. Su paraguas bailó sobre su cabeza, las gotas de lluvia le enmarcaban el rostro como una aureola-. ¿Quieres, o no quieres liarte con ese chico?
               Mimi se puso colorada.
               -¿Quieres bajar la voz? Dios mío, Alec.
               -Sí, Dios mío, efectivamente. Les voy a contar a mamá y Dylan las cosas que hacéis aquí. Ya verás cómo se te acaba el chiringuito del zorreo intenso.
               -Me gusta bailar. Bailar, a secas. No sólo ballet.
               -Me he dado cuenta.
               -¿De veras?-Mimi alzó las cejas-. Porque en Mayores, vale, pero con Sin pijama parecías distraído. ¿Qué pasa?
               -Me traía recuerdos.
               Recuerdos de Sabrae frotándose contra mí. Recuerdos de mí frotándome contra ella. Mis manos en sus caderas, pegándola a mi entrepierna para que notara lo mucho que me gustaba bailar así con ella. Su boca cerca de la mía, preguntándome si entendía la canción. La mía contestándole que me podía mostrar lo que decía en cualquier momento.
               -¿Buenos, o malos?
               -Buenos.
               -¿Sabrae?-preguntó, y sonrió con tristeza al notar el cambio en mi energía vital. Asentí con la cabeza y ella me acarició la mano.
               -Necesito tu consejo.
               -¿Sobre qué?
               -Lo del sábado. Y lo de hoy. He vuelto a acostarme con Pauline.
               -Alec-musitó en tono de lamento, y chasqueó la lengua.
               -No puedo controlarlo, es superior a mí. Y… además… no sé, hasta hace nada, me daba la sensación de que a Sabrae se la sudaba lo que yo hiciera o dejara de hacer. Que no le intereso, ¿entiendes?
               -Al, yo sé muy poco sobre sexo, pero te puedo asegurar que nadie tiene sexo con gente que no le interesa. Eres bastante guapo.
               -Gracias, hermanita-la atraje hacia mí y le di un beso en la cabeza.
               -Claro que… no lo suficiente como para que todas aguanten lo imbécil que puedes llegar a ser a veces-se separó de mí, luchando por colocar correctamente su paraguas.
               -Me siento fatal por lo de hoy. Y me siento fatal cuando hablamos. Me da la sensación de que le estoy mintiendo, ¿sabes?
               -Yo creo que deberías decírselo. A mí me gustaría que fueras sincero conmigo, si yo fuera Sabrae.
               -Es que… tampoco me parece que por teléfono sea lo más adecuado, ¿sabes? Lo hablé con Bey, y ella está de acuerdo. Lo ideal sería que lo hiciera cara a cara.
               -A ver, Al. Todo eso está muy bien-se detuvo y abrió una mano-, si sólo hablaseis en persona. Sin embargo, dado lo mucho que habláis, creo que como mínimo le debes una breve explicación. Personalmente, no creo que hayas hecho nada malo en lo que respecta a Pauline. Estás soltero, no le debes nada a nadie, y deberías poder acostarte con quien quisieras. En la teoría, al menos, es así. Ahora, en la práctica… no sé. Si yo hablara con un chico de madrugada durante varias semanas, si ese chico estuviera conmigo durante los fines de semana,  creo que me gustaría saberlo. Aunque sólo fuera por no intentar hacerme demasiadas ilusiones, ¿sabes?
               -No estoy siendo decente follándome a otra y no diciéndoselo, ¿verdad?
               Mimi arrugó la nariz.
               -No es eso a lo que me refiero. Como he dicho, estás soltero. Ahora, lo del sábado no lo hiciste porque te apetecía estar con Pauline. Lo hiciste por fastidiar a Jordan y demostrarle que no tenía razón… Pues… ser decente sería no haberlo hecho. Ahora tienes que echarle huevos.
               Me acarició la mano y me dio un beso en la mejilla. Tiró de mí para que siguiera andando.
               -Es que hacerle daño es lo último que quiero.
               -¿No crees que le hará más daño saber que habláis y se lo has ocultado? A mí me fastidiaría. Deberías contarle la verdad. Aunque a Sabrae le duela. Dile la verdad, y ella decidirá si le duele o no.
               -Hacerlo por teléfono es de cobardes
               -Posponerlo es aún más cobarde.
               -Me parece demasiado impersonal hacerlo por teléfono. ¿Y si me malinterpreta? Ella me importa.
               -Pues díselo.
               -Es fácil que decida ignorarlo. En cambio…
               -A no ser que vayas a ir ahora mismo a su casa, deberías desechar el plan, Al-se giró y me miró-. Si yo fuera Sabrae, me molestaría por lo mucho que has tardado en contármelo, no porque lo hayas hecho. A ver, evidentemente… me molestaría imaginarte con otras, igual que a mí me…-se calló de repente y se puso roja como un tomate. Sacudió la cabeza y su flequillo bailó sobre ella.
               -A ti te, ¿qué?
               -Olvídalo.
               -Mary…
               -Me disgusta que Trey baile con otras-confesó, y echó a andar con la cabeza gacha-. Pero es normal. No puede conmigo. Estoy demasiado gorda para que él me levante.
               La agarré del brazo.
               -¿Cómo que gorda? Estás estupenda, Mím. En serio. Lo tienes todo en su sitio y en su justa medida. Tienes un cuerpazo, de verdad que lo digo. Y créeme: sé de lo que hablo.
               Mimi sonrió con tristeza.
               -¿Ves? Este complejo de salvador que tienes. Otra vez. Tienes que dejar que la gente se arriesgue. A Sabrae le harás daño hagas lo que hagas. Por lo menos, que sea haciendo lo correcto.
               -No tengo ningún complejo de salvador.
               -Sí que lo tienes. Necesitas salvar a todo el mundo.
               -Es curioso que tú me lo digas, cuando, de no ser por mí, tú ahora no estarías aquí.
               Mimi sonrió.
               -Eso fue hace mucho tiempo, Al. Mamá puede cuidarse sola. Y yo también. Y Sabrae también. No puedes echarte el peso del mundo entero a las espaldas: te aplastará.
               -Dime que no me estás montando esto porque tenías un plan con el paraguas-bufé, y Mimi soltó una risita.
               -Bueno, no te voy a mentir: sí, tenía la esperanza de que Trey se ofreciera a acompañarme a casa, pero alguien-me miró por el rabillo del ojo- apareció con un recambio y me chafó los planes.
               Fruncí el ceño.
               -¿Por eso te pusiste…?
               -Ahora no estamos hablando de mí-me puso una mano en el pecho para hacerme callar-. Pero, mira, ya que tienes tanto interés por ser el caballero de la brillante armadura: selo con Sabrae. Ahórrale sentirse humillada por no contarle la verdad en cuanto se te presentó la ocasión. Esperar de esta manera hace que parezca que estás jugando con ella. O que no la consideras fuerte. Estoy segura de que Sabrae puede manejar la situación.
               -Es una niña.
               -No más que yo.
-Es diferente, Mím.
-Pero tú la quieres. ¿Verdad?-al ver que yo no contestaba, se puso de puntillas y me dio un beso en la mejilla-. Siempre salvas a la gente a la que quieres. Sálvala a ella. De ti.
               Con eso dio por finalizada nuestra conversación. Caminamos por la lluvia en silencio, nuestros pies chapoteando en el agua. Llegamos a casa y nos descalzamos; Mimi arrebujó a Trufas en su regazo y anunció que se iba a duchar.
               Yo me tiré sobre mi cama ya hecha, miré mi móvil apagado un momento y luego, por fin, conseguí reunir el valor suficiente para admitir ante mí mismo que lo único que temía más que disgustar a Sabrae, era hacer que ella me odiara y no quisiera hablar más conmigo.
               Pero la lógica de Mimi era aplastante. Si yo no hablaba con ella sobre lo que había pasado, no sería mejor que un mentiroso que le engañara con otra mujer. Aunque no nos atara nada, le debía una cosa: sinceridad.
               -¿Confías en mí?-le había preguntado varias veces. Ella había cogido mi mano y me había dicho que sí.
               Si me había ganado su confianza, le debía mi sinceridad.
               Desbloqueé el teléfono, releí los mensajes y contesté.
Perdona, bombón. Acabo de ver tus mensajes, los recibí mientras curraba.
               Me quedé mirando el móvil, rezando porque no contestara.
               Pero en menos de un minuto, ya tecleaba su respuesta.
Jo. No me daba cuenta de que hoy era martes. Qué mal.
¿Todo bien?
Sí, sí. Simplemente me apetecía verte, era por si estabas libre y te apetecía hacer algo.
               Me apetecía verte. Me apetecía verte.
               Ojalá siga apeteciéndote verme después de que sepas toda la verdad sobre mí.
Vaya… pues me sería imposible, estaba haciendo una cosa, pero… ya estoy disponible.
               Desconéctate. Desconéctate antes de que me obligues a romperte el corazón.
¿Muchos envíos?
               Tomé aire y lo expulsé lentamente. Cerré los ojos y me pasé una mano por el pelo. Noté cómo algo me ardía y me mojaba los ojos a la vez.
               Lágrimas.
               No te alejes de mí. Por favor, Sabrae. No te alejes de mí. Lucharé por merecer la pena. Lo juro.
No. Lo normal. Es que me entretuve después.
Ya. Buah. Debes de trabajar muchísimo. He leído que os tienen explotados.
Bueno, hay trabajo, pero… no me quejo. Además, no es todo lo que he hecho hoy.
Ah   🙈 pues mira, mejor.
               Tragué saliva y me miré en el espejo. Tenía los ojos rojos por lo que estaba a punto de hacer.
               Eres un hombre, Alec. Sé un hombre.
               Inhalé profundamente y empecé a teclear antes de que mi valentía se esfumara como el calor en un día de lluvia.
Bombón, ¿estás sola? Necesito hablar contigo de una cosa.






Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆

4 comentarios:

  1. TE QUIERO MATAR, ERES MALA MALA MALA (malamente tra tra) COMO DEJAS EL CAPÍTULO ASÍ?
    Me duele el corazoncito por mi niña Sabrae que es lo más puro que hay y la pobre ya se ve venir el percal y no quiere hacerle frente a la realidad, mi niña.
    Por otro lado me encanta la primera parte del capítulo de Zayn vacilando a Alec y las intervenciones de (el amor de toda mi jodida existencia) Scott. También hago alusión a que estoy hasta la polla de que Alec arregle todas sus idas de olla emocionales follando, PERO tampoco puedo olvidar el "-Que es la única de la que puedo enamorarme-contesté, y Pauline se apartó un poco de mí para mirarme a los ojos. Sus ojazos de color avellana se encontraron con los míos, ligeros tintes verdes se entreveían en sus pupilas mientras me observaba-, y la única que puede no corresponderme." OSEA QUE ME QUIERO CAGAR EN TODI MIL VECES, QUE SE CONCIENCE DE UNA VEZ QUE ESTÁ PILLADO PORQUE YO NO PUEDO MÁS ME VA A SALIR UNA ÚLCERA MACHO.

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    1. Qué te pasa con el malamente hija lo pones en todas partes por delante y por detrás (tra tra) estás bien
      SI ESTO TE PARECE EL CLIFFHANGER DEL MILENIO ESPERA AL DEL 23 JSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJSJ SHE (YO) SNAPPED
      Todavía no empecé a escribir el siguiente pero ya verás la pobre más mona y más triste y Amoke apoyándola realmente no nos la merecemos ♥ pero Sabrae sí porque es el mayor ser de luz de la historia
      Dios mío estaba preocupadísima porque no sabía si os parecería extra aunque estando Scott ahí cómo te va a parecer extra pero bueno viva la sintaxis coño.
      "Alec arregla todas sus idas de olla emocionales follando" ES QUE ENTRE TÚ Y PATRI ENTRE LAS DOS ME ESCRIBÍS LA PUTA NOVELA VOY A HACER UNA RECOPILACIÓN DE FRASES CÉLEBRES Y OS DESVÍO UN POCO DE LAS ROYALTIES CUANDO LA SAQUE EN FÍSICO ME ESOY DESCOÑANDÍSIMO
      Buah es que tengo unas ganas de escribir el momento en que se entera de que está pillado que!!!!!!!!! auxilio jesús

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  2. Madre mia la ansiedad. MADRE MIA. Estoy tan en shock que no se ni qué decirte. Es que he tenido una agonia todo el capítulo que la madre del cordero. Primero Zayn haciendole eso a Alec, que en el fondo me ha hecho gracias pero tambien me ha hecho sufrir, luego que si se acuesta con Pauline otra vez y se sincera con ella respecto a Sabrae, depues Sabrae hablandole y pensando que Alec le estaba ignorado y LUEGO MIMI BAILANDO QUE AMEN JESUCRISTO BENDITO. NO PUEDO ASI. NO PUEDO. MIMI SE MERECE MAS RECONOCIMIENTO EN ESTA NOVELA PORQUE ES UNA JEFA. LE DICE TODO A ALEC Y NO SE CALLA NADA QUE LE PAREZCA MAL, QUE MIRA QUE BEY TAMBIEN LO HACE PDOR ES QUE MIMI LO HACE DE OTRA MANERA Y MIRA ME CAGO. Estoy deseando saber mas del pasado de Alec sinceramente porque eso de protector le viene por el hijo de puta de su padre y su hermano. Otra vez la angustia. Y por último Sabrae diciendole que le apetecia verle que le echaba de menos y el oteo rogando que no le odie. No puedo. Me quiero morir. Leer este capitulo con la regla no es bueno. Quiero leer el siguiente capitulo YA y ver como se lo dice, como reacciona Sabrae y como acaban. Aun que pienso que Alec deberia quedar con ella y decirdecí en persona en vez de llamarla.
    Bueno voy a tomarme un tila triple porque este capítulo me ha dejado ALTERADA.

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    1. JAJAJAJAJA NO PASA NADA PATRI MENOS MAL QUE HAS CONSEGUIDO RECUPERARTE Y COMENTAR ♥
      Zayn siendo un padre protector y Alec acojonado es que no puedo más yo NACÍ para escribir ese momento muchas gracias
      Pauline es un sol por favor me imagino sus hijos con Alec y serían más buenos estoy tiernita (universo alternativo que no vamos a explorar porque sabemos bien cuál es el destino de Alec Theodore Whitelaw y Sabrae Gugulethu Malik ((contraer matrimonio))) pero lo de MIMI???????? Honestamente reina de España, te juroque tengo dos listas de reproducción para caminar y la primera son canciones que bailaría Mimi (ya no quiero ná, mayores, sin pijama) y luego otras que quiero escuchar sí o sí (bed, sour diesel, god is a woman) y luego ya empiezo con la lista potente en aleatorio (zickiana). El caso, que me desvío del tema, es que me VICIO A IMAGINARME A MIMI BAILANDO Y BUAH QUÉ GANAS DE SU SPINOFF CON 38 AÑOS LO ESTARÉ ESCRIBIENDO Y YO FELIZ OYE
      Aparte de que la nena como tú dices es una santa y es que sabe exactamente qué decirle a Alec, no en vano lleva viviendo con él toda su vida y ay estoy tiernitísima
      El pasado de Alec os va a flipar de verdad, aunque ya sepáis un poco es que no es ni la punta del iceberg, también me muero de ganas de escribir lo de Annie porque así vais a comprender muchísimas cosas de cómo funciona la mecánica de la familia Whitelaw y por qué Alec es como es ♥
      Tía si subo el capítulo el 17 en vez del 19 que conste que lo hago por ti porque te quiero eh, y no te quiero dejar así en ascuas, pobrecita
      Disfruta la tila triple y vete haciendo más, que las vas a necesitar jeje

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