Lo
más inteligente en esa situación habría sido mostrarme sumiso y dejar ver que
su presencia me preocupaba. Que entendía a qué había venido y no había
necesidad de darme la charla porque yo mismo me daba cuenta de que había hecho
mal.
Pero seamos francos.
En 17 años de mi vida no he hecho
nunca lo más inteligente.
No iba a empezar justo ahora,
hecho un puto lío y con las endorfinas del sexo emponzoñándome la piel.
Así que dejé que mi mecanismo de
defensa favorito se activara sin oponer resistencia ni considerar las
consecuencias: me puse chulo.
-¿Ahora tú también vas detrás de
mí?
Bey alzó las cejas y cambió el
peso de su cuerpo de un pie a otro, los brazos aún cruzados. Me examinó de
arriba abajo y chasqueó la lengua, como diciendo: no estoy para tus historias, chico.
-Tienes tres segundos para
abandonar esa actitud de mierda antes de que te suelte una bofetada.
-No tengo ninguna actitud de
mierda.
-Uno.
-¿A qué viene esto?
-Dos.
-¿Te crees que te tengo miedo?
-Tres.
-Pégame si tienes co…-empecé,
pero no pude terminar la frase. Bey me cruzó la cara con una sonora bofetada
que hizo que me pitaran los oídos. Me la quedé mirando, estupefacto, y ella
esbozó una sonrisa de suficiencia mientras un par de pájaros que anidaban en la
casa de al lado se alejaban volando, asustados por el escándalo.
Al otro lado de la calle, desde
la ventana entreabierta de la cocina de Jordan, se escuchó un glorioso:
-¡Gracias, Bey!
-¡A ti te pillaré yo
luego!-gruñí, frotándome la zona dolorida, en la que seguramente se me
estuviera formando una mancha roja con los dedos de Bey perfectamente
delineados-. Y a ti, ¿qué bicho te ha picado, tía?
-No aprendes, ¿eh? ¿Quieres otra?
He dicho que tenemos que hablar. ¿Te imaginas por qué?
-Dudo que sea sobre algún
examen-respondí, mirándome la mano, como si esperara que parte de la rojez de
la bofetada se traspasara a ella.
-Te dejaré adivinar-Bey puso los
brazos en jarras y los ojos en blanco. Como no contesté, sino que me mantuve
estoico y hostil, Bey suspiró, su paciencia perdiéndose a cada minuto que
pasara-. ¿Adónde has ido esta noche?
-¿Qué te importa?
-Jordan me ha contado todo. Te
has comportado como un gilipollas.
-¿Porque he ido a meterle la
polla a otra y no a ti?-solté antes de poder reprimirme, y Bey alzó las cejas,
impresionada por mi ataque. Me llevé una mano a la boca y empecé con mi
disculpa. Claramente no pensaba, para nada, lo que acababa de decir. No
utilizaría a Bey de ese modo. Ni para darle en la boca a Jordan ni para ninguna
otra cosa. La quería demasiado. Era mi mejor amiga, y para colmo, ambos
sabíamos que estaba colada por mí. Manteníamos una distancia prudencial a pesar
de nuestra cercanía y mi constante coqueteo, porque ella nunca me dejaba atravesar una frontera invisible que ella misma nos
había dibujado-. Reina B…-retrocedí un par de pasos hasta tropezar con la moto,
momento en el que me detuve y alcé una mano a la altura de mi pecho para
demostrarle que iba en serio.
Pero a Bey no le interesaba mi
excusa. Ni siquiera comprendí sus intenciones hasta que fue demasiado tarde.
Levantó la rodilla y un dolor estrellado, cegador, me atravesó de abajo arriba.
Me doblé sobre mí mismo, llevándome una mano a la zona dolorida y perdiendo por
un momento todo el aire que había en mis pulmones. Se me llenaron los ojos de
lágrimas y la cara se contrajo en una mueca de dolor mientras me hacía una bola
para proteger mis partes nobles.
Eso pareció tranquilizarla un
poco. Me tenía, débil y vulnerable, en sus manos. Mientras yo me doblaba de
dolor, gemía y exhalaba una maldición para ella y toda su familia, viva y
muerta, ella chasqueó la lengua de nuevo, sorbió por la nariz y miró a un lado
y a otro, como lamentándose de que nadie hubiera visto la legendaria patada en
los huevos que acababa de darme.
¿Me lo merecía? Puede.
¿Me lo echaría en cara? Sí.
¿Serviría para algo? Ya lo creo.
¿Estaba disfrutando con esto?
Joder, claro que lo disfrutaba. Se trataba de Bey.
-Es la primera vez que te toco
los huevos literal y no metafóricamente hablando-comentó como quien habla del
tiempo, y yo la miré desde abajo. Fíjate si la querría que no podía guardarle
rencor, porque en el fondo yo sabía que lo hacía por mi bien. Muy, muy en el
fondo, pero yo lo sabía.
Además… estaba guapísima. Con el
pelo alborotado en una nube de algodón de azúcar de color trigo, la ropa de
andar por casa, la cara lavada, sin rastro de maquillaje, y una llama de fiera
determinación en sus ojos castaños…
-¿Y qué… tal… la
experiencia?-jadeé, bizqueando para que el sol no me cegara y pudiera verla sin
confundir su aspecto con el de una diosa. Lo conseguí a medias. Pude verla,
pero no dejar de compararla con algún símbolo de espiritualidad. Bey era, a su
manera, mi tranquilidad espiritual.
-Sorprendentemente
satisfactoria-comentó, haciendo sobresalir su labio inferior y asintiendo
imperceptiblemente con la cabeza.
-Pues… cuando quieras…-comencé a
incorporarme-, me los tocas… de otra forma… y comparamos cuál… es más…
satisfactoria-me apoyé en el asiento de la moto y la miré con aire inocente.
Bey se echó a reír-. Pero ahora no-me apresuré a añadir-. Que no estoy en mi
mejor momento.
-Menos mal que eres guapo-se
llevó una mano a la melena y capturó un rizo entre sus dedos. Lo estiró y
enrolló de manera cíclica, distraída-, porque si no, cualquiera te aguantaría
esa actitud de mierda.
-Por eso tengo esa actitud de
mierda, reina B-coqueteé-. Porque soy guapo, y me la puedo permitir.
Bey puso los ojos en blanco, se
giró sobre sí misma con los pies clavados en el cemento, y yo vi ese momento de
distracción como la oportunidad del siglo. Sin vacilar, todavía con la entrepierna
escocida, la agarré de la cintura y la pegué a mí. Bey ni siquiera me miró.
-No me seduzcas.
-¿Quién te seduce?
-Tú. O al menos, eso intentas.
-¿No vas a dejarme?
-Ni en tus sueños-contestó, pero
yo noté cómo sus defensas caían y su enfado se aplacaba cuando busqué el
agujero de su escote y empecé a besarle por el hombro. Bey se estremeció y me
puso una mano en el pecho, intentando alejarse de mí, pero eso sólo sirvió para
que yo la agarrara con más firmeza y le impidiera alejarse-. Estos truquitos de
mierda no funcionan conmigo. Sigo enfadada.
-¿Y si te como un poco la
orejita?-me ofrecí, zalamero, y Bey levantó el dedo índice.
-Déjame la oreja tranquila.
-Un mordisquito, nada más.
¡Venga, amor! Si no funciona, paro; te lo juro.
-Quita-se echó a reír y consiguió
separarse de mí. La oreja de Bey era su punto débil. Cuando querías algo, sólo
tenías que tocársela. Y se ponía muy tonta.
A veces tenía la sensación de que podría conseguir que se corriera a base de
darle mordisquitos en el lóbulo de la oreja. Claro que ella nunca me dejaría
acercarme, ya no digamos poner mi teoría a prueba, pero, ¡oye! Por intentarlo,
que no falte, ¿no?
-No vas a conseguir distraerme,
Alec. Tenemos que hablar muy seriamente.
-¿No puede ser más tarde? Estoy
matado, en serio-visto que ella se negaba a dejar correr el tema, decidí optar
por el plan B: ignorarla y rezar internamente para que se marchara.
Por supuesto, lo que Bey tenía de
maciza lo tenía también de tozuda.
Si es que estamos hechos el uno
para el otro, joder. Dios nos cría, y nosotros nos juntamos.
-Deberías estar acostumbrado a
arrastrar esos cojonazos de dos kilos que tienes-espetó-. A veces incluso me
pregunto cómo consigues caminar con ellos.
-Beyoncé-ladré-. No me jodas,
¿quieres?
-¿Es que no has tenido
suficiente?
Me volví y la fulminé con la
mirada. Una sonrisa victoriosa le cruzó la cara.
-A veces tengo la impresión de
que ni metiéndote la lengua en el esófago sería capaz de hacerte callar.
-¡Anda! Mencionas la lengua y no
otras cosas, ¡y yo que pensaba que eras tonto!
-Tengo mis momentos-le di una
patada a la moto para sacarle la pata y la dejé apoyada entre ésta y la pared.
Bey se quedó en la puerta del garaje, dentro del habitáculo, contemplándome en
silencio-. ¿Qué?
-Pobre Annie-fue todo lo que
dijo.
Y fue todo lo que necesité para
que se me cruzaran los cables.
-¿POBRE ANNIE?-bramé, acercándome
a ella, amenazante. Bey no movió ni un músculo. No me tenía miedo, no porque no
tuviera motivos (que tampoco) sino porque sabía que iba a ganar la discusión sí
o sí. Ella siempre ganaba nuestras
discusiones. No sé cómo coño lo hacía, pero cuando parecía quedarse sin
argumentos, se las apañaba para dejar que yo me hiciera la picha un lío y
terminar arrinconándome cuando estaba claro que ella no llevaba la razón-. ¡A MI MADRE LA DEJAS FUERA DE ESTO, ¿ESTAMOS,
BEYONCÉ?! ¡Las cosas que yo haga o deje de hacer no son asunto tuyo, ni de
Jordan, ni de mi putísima madre, ¿te enteras?! ¡A ver si ahora te voy a tener
que pedir permiso para salir, o algo! ¿En qué coño estamos? ¿En la mili? ¡A mi
madre ni mentarla, Bey, me cago en Dios!
-Simplemente digo-se miró las
uñas, aburrida por mi rabieta de niño de 3 años-, que menuda decepción parirte
y criarte y que termines saliendo así.
-Yo no soy lo peor que ha parido
mi madre-la fulminé con la mirada-. Ni lo más decepcionante. Y si lo que
pretendías era cabrearme para que hablemos, ¡felicidades!, no ha surtido
efecto. No quiero ni verte.
-¿Te crees que yo a ti sí?
-Yo estoy bueno.
-¿Te tengo que calentar la otra
mejilla, o qué? Yo estoy bueno-me imitó-. Serás gilipollas. La única vez en tu
vida que tuviste una neurona fue cuando estabas en la tripa de tu madre.
-¡Y dale con mi madre!
Bey abrió la boca para contestar,
pero, ¡hablando del rey de Roma! Una puerta se abrió y la cara de mi madre
apareció por el hueco.
-¿Qué te pasa, Al? ¿A qué viene
tanto…? ¡Bey!-su rostro se iluminó y a mí me dieron ganas de potar. Lo pillo,
mamá, quieres que me case con ella. Créeme, no es a mí a quien tienes que
convencer- ¡Qué sorpresa!
-Buenos días, Annie-canturreó
Bey, y yo me volví hacia ella, anonadado. ¿Cómo podía ser así de falsa? Estaba
a un pelo de volver a partirme la cara, ¿y ahora de repente era amiguísima de
mi madre? Acojonante, lo de las tías. Un caso de laboratorio.
-¿Has desayunado?
-Estoy cansado, mamá, creo que
voy a acostarme, así que…-empecé, pero mamá me miró y, aunque su expresión no
fuera amenazante, yo capté el mensaje como si estuviera escrito en las
estrellas. Cállate, Alec.
-No, la verdad. He venido en
cuanto me he levantado y he escuchado la moto de Alec-me puso una mano en el
hombro y la apretó, clavándome las uñas. Si no fuera por la cazadora, me habría
hecho sangre.
-¿Te apetece quedarte?
-Me encantar…
-No puede-solté, y ambas mujeres me
miraron-. Sería incómodo. Me voy a acostar. Buah-fingí un bostezo y me estiré-.
¡Estoy molido! De tarde hablamos, nena-le di un beso a Bey en la cabeza y me
acerqué a mi madre-. Mami-ronroneé como un gatito, pero ni por esas. Si Bey y
yo estuviéramos atrapados en una casa en llamas, ya podía tener el testamento
en regla, porque mi madre salvaría a mi amiga.
-No digas tonterías, Al, ¡si
siempre te quedas! Hasta cuando tenías competición de noche y luego salías de
juerga y venías al amanecer, desayunábamos todos juntos. Es tradición-me dio un
beso en la mejilla y me acarició el mentón con dos dedos, como diciendo deja de dar la tabarra, pesado, que eres un
pesado. Mamá parecía decidida a que disfrutáramos de ese desayuno en
familia, familia en la que venía incluida, evidentemente, Bey. No contenta con
sus argumentos de peso, por si acaso yo me resistía había recurrido a la
artillería pesada: “es tradición”. Eso venía a significar que a mi madre le
hacía ilusión (y a mí también, no iba a mentir), y ella sabía que yo haría todo
lo posible por complacerla y cumplir sus ilusiones.
Así que suspiré, asentí con la
cabeza y me volví hacia Bey en el momento exacto en que ella terminaba de
esbozar una sonrisa de suficiencia. Puse los ojos en blanco y extendí la mano ante
mí, señalando el pasaje por el que acababa de desaparecer mi madre. Mi amiga,
sin embargo, negó con la cabeza: no iba a dejarme mirarle el culo.
Claro que yo no se lo miraría.
Mucho, quiero decir.
Volví a suspirar trágicamente y
seguí a mi madre por el pequeño pasillo en dirección al salón. Unos golpecitos
rítmicos sobre el parqué me indicaron que el conejo se acercaba a toda
velocidad. Me consolé pensando que por lo menos alguien se alegraba de verme. Trufas
giró la esquina a todo lo que daban sus minúsculas y rechonchas patas, y,
derrapando, se encaminó hacia nosotros con las orejas gachas y las pezuñas
golpeteando el suelo como una marcha apresurada en pos de una batalla. Parecía
realmente contento de verme, y la forma de acercarse, como si hiciera mucho
tiempo que no nos veíamos, me conmovió. Doblé las rodillas para recibirlo en
cuanto llegara.
-¿Qué pasa, tío…?-comencé a
saludarlo.
Y entonces, el puto conejo, ni
corto ni perezoso, se coló entre mis piernas y se abalanzó hacia Bey. Golpeó
las rodillas de mi amiga con su cabeza a modo de saludo, aterrizó sobre sus
patas traseras y se puso en pie sobre éstas.
Hijo de puta… pensé mientras Bey lanzaba una exclamación de fingida
sorpresa pero sincera felicidad.
-¡Hola, Trufas! ¿Quién es mi peludito favorito? ¿Lo eres tú, rechonchín?
¿Lo eres?-Bey tomó al conejo entre sus manos y lo levantó en el aire. Trufas agachó las orejas y la estudió un
momento, debatiéndose entre sus manos, ansioso porque le acariciara la cabeza y
le diera un par de chucherías.
-Traidor…-murmuré mientras Bey le
hacía carantoñas a Trufas, que jamás
había disfrutado tanto de una de mis llegadas de juerga. Chasqueé la lengua y
decidí dejarle a la pareja un poco de intimidad. Entré en la cocina y recogí un
bol con nueces ya peladas, de esos que utilizaba Mimi para sus desayunos que
más bien consistían en un festival de macedonias. Mimi recogió una jarra de
zumo de naranja, me miró, asintió con la cabeza a modo de saludo, como una
criada de palacio de esas series antiguas que tanto le gustaba ver, y
desapareció por la puerta que daba al comedor. La seguí y dejé el bol en la
mesa. Estaba todo listo, sólo faltaba que nos sentáramos, así que me dirigí a
mi sitio.
Y Bey me quitó la silla por
cuestión de segundos. Tiró de ella hacia atrás, hundió la mano en su pelo en un
gesto casual y desenfadado, y posó sus preciosas nalgas sobre el cojín de mi silla. Me la quedé mirando.
-¿Qué pasa?-preguntó con inocencia, mordiéndose el labio y
haciéndose la inocente. Me dieron ganas de gritarle que no parecía tan casta
cuando le estaba mordisqueando el cuello y por poco se mea en las bragas.
-Estás en mi sitio-dije con toda
la tranquilidad que pude reunir (que no fue mucha). Bey parpadeó.
-Vaya…
-Ve a por otra silla, Al-indicó
mi madre, y yo me volví hacia ella, dispuesto a espetar que aquello
definitivamente no era justo. Trufas
saltó del regazo de Bey y fue a acurrucarse a los pies de Mimi, que ya extendía
un poco de margarina sobre una tostada de un ligero tono dorado.
Como nadie en esa casa tenía en
cuenta mis sentimientos y yo era literalmente la última mierda, decidí no
oponer más resistencia, hacer lo que se me decía, terminarme deprisita el
desayuno e irme a la cama antes de que Bey pudiera seguirme. Seguro que si me
metía en mi habitación, mi madre la disuadiría de hablar conmigo y la
convencería para posponer la bronca. Está
cansado, perdónalo, Bey. Estoy segura de que lo que queréis hablar puede
esperar, ¿verdad? Necesita dormir, ya sabes cómo se pone de gruñón cuando tiene
sueño. Y, últimamente, duerme bastante poco. Ha empezado a tomar café.
Mamá parecía tan preocupada por mi recién adquirida afición
al café que se lo comentaba a todo aquel que quisiera oírla. Frutera, panadero,
repartidor de las revistas a las que estábamos suscritos en casa… todo valía
con tal de expresar su consternación ante algo que no era propio de mí.
Chocante era poco para definir el hecho de que yo ahora tomara café por las
mañanas.
Cualquiera diría que su marido no
se tomaba un tazón de café bien cargado en el que podría vivir cómodamente una
ballena azul.
Tenía intención de dejar la silla
entre mi madre y mi hermana, pero Bey se movió para hacerme un hueco y yo supe
que no me quedaba alternativa. Me senté a su lado y entonces me di cuenta de
que no tenía plato, vaso ni cubiertos. La miré haciendo una mueca.
-¿Podrías…?
-Soy tu invitada-me recordó,
cogiendo una magdalena con pasas y abriéndola por la mitad-. No tu esclava.
Puse los ojos en blanco e hice
amago de levantarme, pero mi padrastro me hizo el favor.
-Gorrona-musité por lo bajo, y
Bey me dio un manotazo en la ingle. Le devolví otro y ella sonrió, satisfecha,
mientras se echaba un poco de mermelada de fresa sobre la masa recién horneada,
todavía caliente.
Bey cruzó las piernas y me dio un
toquecito en la rodilla con el pie mientras yo me hacía con mi ración diaria de
beicon y huevos revueltos.
-¿A qué se debe tu visita,
Bey?-inquirió mi hermana, lanzándome una mirada cargada de intención. En ese
momento lamenté no haberla estrangulado en la cuna cuando se me presentó la
ocasión, pero supongo que ya era un poco tarde para intentar cambiar el pasado.
Mimi terminó de untar la margarina en su tostada y le dio un mordisco con aire
inocente. Bey abrió la boca para responder.
-Me echaba de menos. Como ayer no
me vio…-le cogí la cara le apreté
ligeramente las mejillas, en una advertencia velada que yo sabía que no iba a
seguir, pero no perdía nada por intentarlo-. ¿Me pasas el zumo?-le pregunté
después de soltarla, y Bey me fulminó con la mirada. Me acercó la jarra, pero
antes la inclinó para llenarse el vaso… y luego la volvió a dejar en su sitio.
Mamá contempló nuestra lucha de poder con rostro impenetrable, pero una sonrisa
parecía querer asomar en su boca.
Dylan, por el contrario, no podía
disimular lo divertida que le parecía la situación. No sé si sabía la que se me
venía encima, pero si lo hacía, no iba a demostrar ningún tipo de lástima por
mí.
Mi queridísima hermana, sin
embargo, no iba a dejar pasar la oportunidad tan fácilmente.
-Si no fuiste a verla, ¿por qué
saliste corriendo ayer?
Contuve las ganas de preguntarle
cuándo me había visto a mí salir
corriendo en pos de Bey, porque: a) lo había hecho varias veces a pesar de que
vivíamos a un par de casas de distancia y b) Bey se me pondría chulita en
cuanto recordara de repente el poder que podía ejercer sobre mí.
-Sí-intervino Bey-, ¿de quién
huías?
Clavó sus ojos castaños en mí y
me pareció que me taladraba con la mirada. Si las miradas matasen, yo estaría
ya a 3 metros bajo tierra.
-Había quedado y llegaba
tarde-fue todo lo que contesté, y jugueteé con un poco de huevo revuelto antes
de llevármelo a la boca. Dylan estalló en una carcajada.
-¡Qué novedad!
-¿Me harías el increíble favor de
acercarme el puñetero zumo, Bey, mi reina, mi diosa, mi princesa, mi
todo?-parpadeé rápidamente.
-Que te lo acerque la chica con
la que quedaste ayer-gruñó, y Mimi abrió los ojos y se la quedó mirando un
momento, estupefacta. Pronto se concentró en su tostada.
-Llegas de sobra, Alec, no seas
pesado-urgió mi madre, dejando escapar un suspiro de exasperación. Abrí la boca
para protestar, pero enseguida me detuvo con un-: ¿por qué no te quitas la
cazadora? ¿Es que sigues ahora una absurda moda de chicos malos que has visto
en las páginas que visitas de madrugada?
-Yo no visito páginas de
madrugada, madre-contesté.
-Que te quites la chaqueta, Alec,
que estamos en la mesa, no en la autopista a 100 millas por hora. Y no me
respondas.
Bey se mordisqueó una sonrisa
para no revelar lo mucho que estaba disfrutando de todos y cada uno de los
rapapolvos que me estaban dando las mujeres más importantes de mi vida, una
detrás de otra.
Intenté no regodearme en lo
rápido que cambió su humor cuando me bajé la cremallera de la chaqueta, saqué
los brazos de las mangas y la dejé colgada en el respaldo del respaldo de mi
silla. En la mesa se hizo el silencio, que yo llené con un carraspeo y
metiéndome un trozo de beicon en la boca, masticando lo más sonoramente que
pude.
-¿Qué le ha pasado a tu
camisa?-preguntó Mimi, que no podía contener su curiosidad. Mamá estudió mi
pecho desnudo y noté cómo crecía el enfado en su interior por las marcas de
uñas femeninas que me delineaban el esternón y me dibujaban diseños rectos en
el torso. No sabría decir qué le molestaba más: que me hubieran roto la camisa
(lo cual le daría un trabajo de costurera de un ratito), o que no lo hubiera
hecho Bey.
-Eres pequeña para oír hablar de
esas cosas-me burlé.
-Quizá deberías cuidar tus
amistades, Al-comentó Bey en tono neutro. Mamá me estudió con una mirada
glacial que lo dijo todo. Ah, genial, la tregua de los fines de semana acababa
de evaporarse. Bueno, por lo menos yo había echado un polvo esa noche.
Y me había comido la cabeza
pensando en Sabrae.
Y probablemente volvería a soñar
con Sabrae.
Estaría demasiado ocupado
pensando en ella como para preocuparme por la brevedad de nuestra tregua. Vi
que Bey asentía por el rabillo del ojo.
-Tienes razón, nena, quizá
debería juntarme más con chicas que estén dispuestas a arrancarme la ropa y
menos con las que protestan porque me desnude-espeté, y Bey cogió su vaso de
zumo un segundo, lo sostuvo en alto…
… pensé que me lo tiraría a la
cara…
… porque no sería la primera vez
que recurría a esa medida desesperada cuando yo ganaba una discusión…
… pero, finalmente, optó por
llevárselo a la boca. Esbocé una sonrisa.
-Luego, si quieres, me la das
para que te la cosa-dijo mamá. Dylan se volvió hacia mí.
-¿Tienes los botones?
Hice un mohín.
-Sí, claro, no tenía otra cosa
que hacer que ponerme a buscarlos debajo de la cama.
Mi padrastro rió entre dientes;
claramente, era el único que estaba disfrutando con nuestra conversación.
Mientras las chicas me daban por todos lados, Dylan disfrutaba del espectáculo
cómodamente desde el palco VIP, con vistas privilegiadas y comida y bebida a su
disposición. Menuda vidorra se pegaba, el tío.
Bey dejó escapar una exhalación
agotada de mi chulería y continuó con su desayuno. Pensé que había ganado
finalmente la batalla, y con ello nuestra brevísima guerra, porque aunque no
volvió a dirigirme la palabra, tampoco me provocó ni me hizo sentir incómodo.
Era como si estuviera de visita y estuviera enfurruñada conmigo, pero no
hubiera sido invitada por mí sino por mi madre, así que yo era una especie de
inconveniente con el que tenía que lidiar.
Lo que yo no sabía era que Bey
era discípula de la escuela de la venganza, y la venganza se servía fría, muy,
muy fría. Justo cuando estaba a punto de terminar de desayunar, dejando como
siempre lo que más me gustaba para el final (un trocito de beicon que había
apartado para la ocasión y un poco de huevo revuelto para mezclarlo y
llevármelo a la boca antes de levantarme de la mesa), mi amiga, ni corta ni
perezosa, captó mi atención con un golpecito en mi rodilla con la suya. Cuando
la miré, sonrió con malicia, llevó el tenedor hasta mi plato y capturó mis
presas.
Los huevos revueltos se habían
acabado y el beicon que quedaba apenas podía calificarse de migajas. La fulminé
con la mirada, notando el regusto de la tostada que acababa de comerme arder en
mi boca edulcorado con la traición de Bey.
Dejé caer los cubiertos
sonoramente sobre el plato, malhumorado, y aparté la vista de mi amiga. No
quería ni mirarla, ni tenerla delante, ni que nada de ella me recordara lo que
acababa de hacer. Mientras yo cantaba victoria prematuramente, ella preparaba
una puñalada por la espalda que hacía que lo de Troya fuera un juego de niños.
-¿Habéis acabado, chicos?
-Sí.
-Estaba delicioso, Annie-sonrió
Bey, limpiándose un poco de la grasa del beicon de la boca con la servilleta.
Mamá esbozó una sonrisa radiante.
-Gracias, corazón. Podéis iros,
si queréis. Seguro que tenéis muchas cosas de las que hablar, ¿no es así,
chicos?-nos miró alternativamente, pero su expresión cambiaba conforme sus ojos
se posaban en mí o en Bey. Mientras que a Bey le transmitía coraje, a mí me
miraba con paciente reproche. Era la típica mirada de “ya hablaremos cuando
estés bien” que tan a menudo nos echaban nuestras madres, especialmente cuando
veníamos muy borrachos a casa.
Subí las escaleras dando
pisotones, con lo que Trufas
enseguida desistió de seguirnos. Regresó a los pies de Mimi y se acurrucó entre
ellos mientras Bey venía tras de mí, con un caminar ligero como el vuelo de una
pluma mientras cae de un nido. Abrí la puerta de mi habitación en tromba, con
tanta fuerza que golpeó la pared. Incluso se desconchó un poco.
-¿Te está volviendo la
conciencia?-empezó a pincharme Bey, y yo me volví hacia ella. Tiré la chaqueta
sobre la silla de mi escritorio y solté una maldición cuando la escuché caerse,
porque eso le quitaba dramatismo a mi rabia, pero no me amedrenté. El
espectáculo debía continuar.
-¿De qué demonios hablas?
¿Todavía sigues con la cantinela de que tenemos que hablar?
-¿Por qué, si no, crees que he
seguido aquí, y sigo aquí aguantando tus rabietas?
-Porque te da la gana-contesté,
sentándome en la cama y tirando de los cordones de mis zapatillas. No se
desataban.
-Si tú no tienes ni media neurona
para pensar las cosas que haces, mi deber como amiga es prestarte las mías. Me
lo agradecerás más tarde, cuando te vuelva la sangre al cerebro. ¿Quieres
relajarte?
-¿Que me relaje? Vete a la
mierda, Bey. Sabes lo quisquilloso que soy con la comida; esto no te lo voy a
perdonar tan fácilmente.
Bey frunció el ceño, los brazos
cruzados. Levantó las punteras de sus zapatos por la sorpresa, como si lo que
acababa de decirle le impactara tanto que incluso mis palabras tuvieran
consecuencias físicas.
-¿De qué estás hablando?-preguntó
en un tono que no me gustó nada, como si yo estuviera loco o algo por el
estilo. Bufé.
-Te has comido mis huevos.
Bey soltó una risotada.
-Qué más quisieras tú que yo me
comiera tus huevos, Alec-soltó, y yo puse los ojos en blanco.
-Ya sabes a lo que me refiero.
Qué raro que tengas siempre eso en mente, ¿no se supone que me estabas
superando?
-Cada uno es gilipollas a su
manera-dio un manotazo al aire, restando importancia al asunto y apartando la
cuestión de nuestra conversación-. Más vale que se te bajen esos humos, porque…
-Beyoncé-suspiré, descalzándome
de un puntapié. A la mierda los cordones. A la mierda todo. Me presioné el
puente de la nariz-. No estoy para tus historias. Estoy cansado, y la charlita
que quieres darme (que, por cierto, es totalmente innecesaria), bien puede esperar
a que me eche una siestecita y vuelva a ser persona.
-¿Sabes lo que dicen de entrenar
a los perros? Que hay que castigarlos en el momento en que hacen algo, no
después. Si llegas a casa y te encuentras con que han roto algo, de poco sirve
castigarlos porque no saben a qué se debe su castigo.
Ahora el que me tuve que reír
cínicamente fui yo.
-¿Me estás comparando con un
perro?
Bey cuadró los hombros, preparada
para la lucha.
-Tienes razón, eso no sería
justo. Los perros son fieles. Tú, no.
La atravesé con la mirada, pero
Bey no se amedrentó. Iba ganando y ella lo sabía. La pelota estaba en su tejado
y no pensaba pasármela pronto.
-¿A ti cuándo te va a crecer la
vergüenza?-quiso saber-. Porque si naciste sin ella, deberías conseguirla en
alguna parte.
-¿Ahora resulta que no estoy
siendo fiel?
-Sé lo de anoche.
Mierda. Cómo coño no vas a saberlo, si a Jordan poco le faltó para
ponerlo en Facebook.
Empecé a desabotonarme los
botones que aún quedaban intactos en mi camisa.
-No sé de qué me…
-Es lo que tiene ser un mujeriego
de tu calibre: que cuando te hablan de chicas, necesitas detalles más
específicos. Hablo de Sabrae, no de Pauline, evidentemente. Lo que hagas con
ella me trae sin cuidado.
-La ignorancia es una bendición,
¿eh?-terminé con el último botón y empecé a tirar de la camisa. Estaba tan
enfadado que no atinaba a sacármela. Bey lanzó un quejido lastimero, como
diciendo “¿por qué a mí?”.
-No hagas eso.
-¿El qué?
-Eso-me señaló, llevándose una
mano a la cara-. Madre mía, es increíble que estés usando tus truquitos de
ligón conmigo. ¿Pretendes distraerme con tus puñeteros pectorales?
Puedo tener muchos defectos: ser
un bocazas, un chulo, y un inoportuno. Pero te aseguro que entre ellos no se
cuenta la tendencia a dejar que una buena oportunidad se me escape.
Ante mí acababa de abrirse una
puerta y yo pensaba lanzarme a atravesarla de cabeza. Esbocé mi mejor sonrisa
torcida, esa que traía locas a todas las mujeres con las que la usaba, mi arma
más infalible, y decidí lanzar los dados sobre el tablero de la seducción,
seguro de que obtendría la puntuación más alta.
-¿Mis pectorales te parecen una
distracción?-Bey gruñó y puso los ojos en blanco, estupefacta. Sacudió la
cabeza y se pasó una mano por la cara-. Entonces, creo que hoy dormiré sin
pijama.
Estuve a punto de perder la mano
ganadora, pero conseguí quitarme la camisa y me recliné hacia atrás. Me apoyé
en las manos y estudié a Bey con la mirada oscurecida por el deseo,
induciéndome a concentrarme en que estábamos en mi habitación, solos, ella con
ropa que se quitaría en cuanto llegase a casa y yo con ropa que estaba más que
dispuesto a hacer volar para que su imaginación no tuviera que hacerlo mucho.
Bey me miró un momento, y aunque se odiaría toda la vida si alguna vez llegara
a admitirlo, una guerra civil se inició en su interior.
Su piel color café se tiñó de un
suavísimo tono rosado mientras intentaba reprimir sus impulsos más primitivos.
Se estaba recordando a sí misma que estaba enfadada conmigo. Que acercarse a mí
y acariciarme los brazos y tumbarse a mi lado y dejarse llevar no era lo que se
suponía que había venido hacer.
Una parte de mí se moría de ganas porque explotara. Otra,
porque siguiera dándome caña y sacándome de mi zona de confort. Si reconocía en
voz alta lo que había pasado de noche con Pauline respecto de Sabrae, ya no
habría vuelta atrás.
Y otra minúscula parte de mí
temía que la fortaleza de Bey no fuera lo bastante fuerte y terminásemos
haciéndolo, después de años y años de toma y daca y de tensión sexual no resuelta.
Porque podía pensar en Sabrae mientras estaba con ella. Y pensar en Sabrae
estando con mi mejor amiga no era lo mismo que hacerlo con una de mis
follamigas y que de repente sus gemidos llenaran mi cabeza.
Una sonrisa siniestra apareció en
la boca de Bey.
-¿Te piensas que eres el único
que puede jugar a esto?-preguntó, y se quitó la sudadera por la cabeza. Su pelo
bailó cuando se vio libre de nuevo de la capucha, y cayó a acariciarle unos
hombros semidescubiertos por una camiseta estirada que dejaba a la vista sus
clavículas.
-Me gusta el rumbo que está
tomando nuestra discusión, reina B-sonreí, inclinando la cabeza y mirándole
descaradísimamente la forma de sus pechos debajo de la camiseta-. Te dejo
elegir qué prenda me quito ahora, si luego puedo elegir yo la tuya-le guiñé un
ojo y ella puso los ojos en blanco de nuevo. Como siguiéramos en este plan,
conseguiría un nuevo récord mundial.
-Eres gilipollas.
Se cruzó de brazos, en parte para
conservar su calor corporal y en parte para que yo dejara de mirarla así. Me
eché a reír, negué con la cabeza y me senté a lo indio sobre las mantas. Di
unas palmadas frente a mí y Bey se sentó a mi lado, con las piernas colgando de
la cama. Se mesó los rizos y, por fin, se armó de valor para mirarme.
-¿Vas a contarme tu versión de
los hechos?
-Estoy seguro de que Jordan fue
bastante minucioso en sus detalles-respondí, tirando de un hilo suelto de la
funda nórdica. Bey esbozó una sonrisa cansada.
-¿No quieres defenderte?
Me armé de valor para levantar la
vista; me costó mucho más de lo que pensé que lo haría.
Por
un momento pensé que me sinceraría. Por un momento pensé que de verdad, por
primera vez en mi vida, aceptaría que no había hecho algo bien a la primera y
trataría de enmendarlo. Me comportaría como un hombre.
Pero Bey esbozó una sonrisa
esperanzada, pensando lo mismo que yo… y me asusté. Me asusté de su orgullo, de
esa esperanza, de todo lo que podía venir detrás. Me asusté de cómo todo en mi
interior se revolvía. Es sólo una chica, intenté
convencerme. Pero yo sabía que era más, muchísimo más.
Ninguna chica me había hecho
pensar en ella mientras estaba con otra. Ninguna chica había conseguido que me
corriera en sueños pensando en ella. Ninguna chica había reducido mi calidad a
la hora de boxear.
Sabrae era cualquier cosa menos
“sólo una chica”.
Y yo sólo era un chico que no estaría nunca a su altura.
-No he hecho nada malo-me excusé,
porque soy un puto cobarde-, Sabrae no es mi novia.
Bey suspiró, visiblemente
decepcionada. Realmente creyó que estábamos haciendo progresos, que puede que
hubiera esperanza para mí y una remota posibilidad de sacarme de mi caparazón.
-Mira, chico, yo no estoy aquí
por lo que hayas hecho y con quién. Por mí, como si te vas a una orgía y
treinta tías te chupan la polla hasta dejártela inexistente…
-La tengo intacta-contesté, en
tono de broma, porque de verdad que no estaba preparado para mantener esa
conversación-, si quieres comprobarlo…
De nuevo obtuve como respuesta
sus ojos en blanco y la continuación de su discurso.
-La cosa es que te has largado
con Pauline para darle en la boca a Jordan por las cosas que te decía sobre
Sabrae, y eso no está bien, ¿sabes?
-¿Te crees que no lo sé?
-No lo sé, Alec-se apartó un rizo
de la cara y se movió para estar cara a cara conmigo. Su rostro estaba a un
metro de mí y yo notaba la calidez que manaba de su cuerpo como la de un
rabioso sol. Ardía en mis mejillas y las hacía encenderse de pura vergüenza. Su
energía me atravesaba la piel y me ponía los pelos de punta. Bey se sentó sobre
uno de sus pies, el otro todavía colgando por la cama, y parpadeó un par de
veces, intentando descubrir cuál sería el camino más corto y menos espinoso
para llegar a donde quería llevarme-. Sinceramente, estás tan cambiado que casi
no te reconozco. ¡Joder!-se pasó una mano por el pelo, frustrada-. ¡Tú nunca te
enfadas, y ahora estás a la que salta por cualquier cosa! El viernes casi
follamos, y ahora no quieres ni que me acerque a ti-arqueó las cejas, y
entonces caí en lo estresante que había tenido que ser todo para ella: había
sido mi ángel de la guarda, mi mejor amiga, mi roca y mi intento de ligue
fallido, todo a la vez-. ¿Pero qué coño te pasa?
Se le humedecieron los ojos y eso
me volvió loco. No. Bey no podía llorar por mi culpa. No podía caer tan bajo.
No podía llegar a ser tan mierdas como para hacerla llorar.
Quizá le hiciera daño a Sabrae, a
pesar de que no nos unía nada. Quizá la había traicionado aun cuando ella no
tenía ningún tipo de expectativas hacia mí. Podría vivir con eso, pero, ¿con
Bey sufriendo por mi culpa? Eso era demasiado, yo no era lo bastante fuerte. Y
no me merecía sus lágrimas.
-¡Que no me aguanto a mí mismo,
eso me pasa!-estallé, y Bey abrió los ojos, sorprendida. Sorbió por la nariz y
esperó a que yo continuara. Me pasé la mano por el pelo, intentando aclarar mis
ideas. Tenía que poner orden antes de empezar a vomitar frases inconexas y
revelar el desastre en que me estaba convirtiendo-. Y no necesito que vengáis
los demás a reíros de que estoy hecho un puto lío, porque si ya me siento mal
sin saber qué es lo que quiero, ¡imagínate si vienen mis amigos y se burlan de
ello y me hacen sentir solo!
-Jordan no se burlaba-se apoyó en
sus rodillas y me cogió las manos.
-Tú no estabas allí.
-Jordan está ilusionado. Igual que
yo. Y que Tam-me acarició los nudillos y yo me atreví a mirarla. Tenía los ojos
húmedos y brillantes, pero ya no era por cómo la había tratado esa semana. No
era por la situación límite que estábamos viviendo, sino… por lo que yo estaba
pasando.
Con otra chica.
Bey era un rayo de sol. Y yo no
me la merecía. Ni viviendo cien vidas me la merecería.
-Y no estás solo, mi osito-me dio
un beso en la mejilla y me acarició la contraria.
-Me estás riñendo, Bey-lloriqueé
como un niño consentido al que le dicen que no va a tener su juguete favorito
número cincuenta esas Navidades, que se tendrá que conformar con los otros
cuarenta y nueve.
-Porque no haces las cosas
bien-susurró en tono dulce-. ¿Eso quiere decir que te estoy dejando solo? Soy
tu mejor amiga y te voy a decir las cosas que hagas mal, te guste o no. Porque
te quiero, Al. Ya lo sabes. Más que a nada-me volvió a dar un beso y yo le
rodeé la cintura-. Si no quieres que te eche la bronca, no metas la pata y
punto.
La atraje hacia mí y me permití
hundir las manos en su pelo un momento. Ella cerró los ojos, acariciándome la
espalda.
-Ella no es mi novia-susurré, y
Bey se apartó un poco de mí para poder mirarme-. Yo no… no le debo nada. Puedo
hacer lo que quiera.
-Y estoy segura de que Sabrae no
tendrá ningún problema con lo que has hecho hoy; al fin y al cabo, tienes
razón. No le debes nada a ella, pero sí te lo debes a ti mismo. Esta noche
pasada has traicionado a alguien, Al, pero no ha sido a Sabrae-me acarició la
mejilla y yo apoyé la cara en su mano. No quería escuchar lo que iba a decirme,
pero lo necesitaba, así que Bey me lo dijo de todos modos y yo la escuché de
todos modos-. Te has traicionado a ti mismo.
-No he hecho nada malo-repetí,
tozudo. Bey sonrió, enternecida.
-Tú la quieres.
Lo dijo en un susurro, pero lo
dijo convencida. Ni gritándolo habría podido hacer que lo entendiera mejor.
Me dio vértigo. Me sentía como un
barco velero que acababa de estrenarse en el mar y que se encontraba con la
tormenta más poderosa de todos los tiempos. Tenía el mástil roto, las velas
rajadas. No sobreviviría mucho tiempo a flote, pero yo lucharía y lucharía, por
muy altas que fueran las olas y muy fuertes fueran sus embates.
-Eso no es verdad, Bey. No la… me
gusta. Muchísimo. Sí. Vale. Creo que eso es evidente…
-Créeme, cariño: decir que es
evidente es decir poco-sonrió, revolviéndome el pelo.
-Pero no estoy pillado por ella.
No la…-Dios, ¿por qué no podía decirlo en voz alta? No es tan difícil. No la… no la… no…
Oh, genial. Ni siquiera puedo pensarlo.
-Me gusta un montón-repetí, y Bey
alzó una ceja y sonrió-, y ya. Como la actuación de Starboy en el desfile de Victoria’s Secret.
Bey lanzó una carcajada al aire,
sorprendida por mi capacidad para meter a modelos y The Weeknd en cualquier
conversación.
-Comparas esa actuación con
sexo-me recordó.
-A ver, nena-intenté bromear,
porque era lo único que me quedaba. Nuestra charla nos estaba quedando
demasiado seria y demasiado vertiginosa como para que yo soportara seguir por
esos derroteros permaneciendo cuerdo-. Starboy,
modelos en ropa interior… créeme, se parece mucho al sexo.
-Eso dice mucho de tu relación
con Sabrae-se mofó, reclinándose hacia atrás, apoyándose en sus codos.
-Es que con Sabrae tengo sexo,
nena-le recordé, y Bey sonrió.
-Tienes más que sexo-dijo tras
una pausa-. Mucho más.
-¿Quieres que te niegue la
conexión que siento con ella? Porque no pienso hacerlo. Puedo ser muchas cosas,
pero no soy un mentiroso. Y tú lo sabes. Me gusta estar con ella, me lo paso
bien, creo que nuestra relación es algo más que físico… pero la atracción no
implica amor. Tú lo sabes.
-¿Cómo se supone que he de
saberlo?-rió.
-Nosotros somos el ejemplo
perfecto.
-Eh, no-chasqueó la lengua y
sacudió el dedo índice-. Nosotros somos el ejemplo perfecto de que la atracción
trae amor. Sabes que te quiero-se abrazó las rodillas.
-Soy tu mejor amigo.
-Y que tienes un polvazo.
Se sonrojó un poco, la pobre.
-Procuro cuidarme-me encogí de
hombros y ella me empujó, juguetona.
-Déjate de historias. Sabes a qué
me refiero. Sabes que si me hubieras dicho de salir hace un mes, te habría
dicho que sí.
-Sería un pésimo novio.
-¿No se supone que no eres
mentiroso?-hizo un mohín.
-Las tías realmente sois de otra
especie, ¿eh? Siempre os fijáis en el que no os da bola. ¿No estarás intentando
comerme el coco para que me líe contigo para olvidar a Sabrae?
-Estoy a gusto en tu friendzone. Hay muchísimo espacio. Soy
la única chica en todo Londres-abrió los brazos y yo me eché a reír-. Sabrae
puede quedarse contigo. Bastante me agobias a veces, no quiero ni pensar en
cómo serías si te tuviera encima.
-Siempre puedes tenerme debajo-me
incliné hacia ella y le di un beso en la mejilla. Bey lanzó una exclamación
cuando me acerqué a su oreja. Giró la cara para defenderse y nuestras bocas se
quedaron a centímetros. Frotó su nariz contra la mía, cariñosa.
-Di que la quieres.
-No.
-Dilo, Al.
-No es verdad.
-Sí lo es-sus labios se posaron
en mi nariz cuando me dio un suave besito en la punta.
-Bey…
-Vale. Entonces, di que no la
quieres. Dilo, y te dejaré en paz. Yo misma enmendaré tus errores. Sin
rechistar. Palabra de exploradora.
-Bey…
-La quieres. Lo sé. Y vas a
enamorarte de ella. Y me muero de ganas por verte enamorado, porque estoy
segura de que ella va a corresponderte y vas a ser el típico novio que es
absolutamente adorable. Ella te viene
bien.
-¿No crees que te estás
precipitando un poco?-me aparté de ella y la estudié. Sus labios se curvaron en
una mal disimulada sonrisita.
-Para nada. Es más, tengo
indicios científicos irrefutables de que la quieres.
-¿Y son…?
-La forma en que la miras.
-¿La miro de alguna forma?
-De una forma especial-volvió a
abrazarse las rodillas-. Vas a enamorarte de ella. Ya la quieres.
-¿Qué tiene eso que ver…?
-Te vi mirar a otra chica una vez
como miras ahora a Sabrae. Fue hace años. Le decías en broma que estabais
hechos el uno para el otro, que ibais a casaros. ¿Lo recuerdas?
-Pues claro que me acuerdo de lo
que te decía, reina B-sonreí, y ella me devolvió la sonrisa-. Que, por cierto,
mi oferta sigue en pie. Es decir… tú eres guapa, yo soy guapo… tengo una moto y
trabajo. La verdad es que soy todo un partidazo. Haríamos bebés interraciales
muy monos, y podría mantenerlos bien. ¿Qué me dices? ¿Hace?-la agarré de la
cintura y tiré de ella, que me puso las manos en el pecho y se echó a reír.
-Empiezas a pertenecerle a otra,
y con eso yo no puedo competir. Además… ¿qué demonios? La verdad es que me
encanta tu friendzone. Es amplísima.
Como tu cama. ¿Sabes qué te digo? Que me hagas hueco y me des una camiseta. Me
quedo a dormir contigo, osito.
-¿Seguro que quieres la camiseta?
-Me quedo a dormir-alzó la mano
con la palma vuelta hacia mí para detenerme-. Y sólo a dormir.
-Mi gozo en un pozo.
-Eres imposible, ¿es que nunca te
das por satisfecho?
-Demasiado no es
suficiente-contesté, pasándole la primera camiseta que encontré y podría
servirle.
Y, mucho menos, cuando estamos hablando de Sabrae, pensé al
acurrucarme al lado de Bey y pasarle una mano por la cintura.
Agradecí a los cielos haber
sorteado su bronca con tanta destreza, y les pedí un último favor antes de
abandonarme al sueño: nada de fantasear con Sabrae mientras compartía cama con
Bey. Si pasaba algo, ella me lo recordaría hasta el día en que se muriera.
Bey era la lista de los dos.
Créeme, no necesitaba sacarme ventaja.
-Ha
visto la historia-anuncié a las chicas, que canturreaban y se mecían al ritmo
de Jason Derulo mientras sostenían frente a sí sus cartas. Que nos hubiéramos
motivado con la canción no conducía a que renunciáramos a una partida muy
reñida así como así. Taïssa alzó la cabeza y me miró a través de sus ojos
oscuros, sus trenzas azules enmarcando su rostro. Amoke se inclinó a un lado
para mirar la pantalla de mi teléfono, mientras Kendra dejaba sus cartas vueltas
hacia abajo sobre la mesa y estiraba las manos:
-¿Me dejas ver?
-Ni de coña-me llevé el móvil al
pecho-, que lees la conversación.
-Chica, ¿qué tienes que
ocultar?-Taïssa se echó a reír mientras alzaba las cejas, y yo la fulminé con
la mirada.
-Sus nudes-reveló Amoke, y yo le pegué en el hombro.
-¿Ya te las manda, o se las
mandas tú?-pinchó Ken.
-¿A ti qué te importa? Pesada.
-Jolín, nena, ¡no te
piques!-Taïssa se abalanzó sobre mí y me dio un beso en la mejilla mientras yo
decidía si abrir la historia y revelar que tenía las notificaciones de la
cuenta de Alec activadas, o me hacía la dura y de paso me mataba un poco por
dentro.
-¿Se las mandarías?-Kendra alzó
una ceja, curiosa. Tenía una expresión pagada de sí misma que me habría
encantado borrarle de la cara.
-No-contesté, apartándome una
trenza tras el hombro-, porque fijo que las pasa.
-Ya, fijo que las pasa, pero bien
que te abres de piernas para él, so cochina.
-No me fío de él en ese aspecto-la miré por encima de
mis cejas y dejé caer mi teléfono sobre la alfombra de pelo en la que nos
habíamos sentado. Era genial para nuestras reuniones nocturnas: suave, mullida
y calentita. Me encantaba cuando mamá me dejaba sacarla del armario en que la
guardábamos cuando llegaba la primavera, una vez que empezaba el otoño y el
suelo se enfriaba por el efecto de los días acortándose.
Ignoré el suave tirón que sentí
en mi estómago al decir aquella frase. En realidad, sí que me fiaba de Alec. Me
había dado motivos de sobra para confiar en él, y cuando yo decía que lo hacía,
no estaba mintiendo. Sabía perfectamente que él no pasaría nada mío; sin
embargo, no lo haría por los motivos correctos. No quería que me decepcionara
en ese aspecto, porque eso no se lo perdonaría. No parecía típico de Alec hacer
esas cosas de capullo, pero una cosa era que no creyera que fuera capaz y otra
muy diferente ponerle la miel en los labios.
No mandaría nada que consiguiera
de mí a nadie por la sencilla razón de que lo había conseguido él. No le
gustaba compartir sus conquistas, ya fueran chicas o pequeños logros. Que fuera
egoísta me beneficiaba, pero eso no implicaba que respetara mis decisiones o a
mí cuando no me tenía delante.
Quizá estaba siendo un poco dura
y cínica con él, pero no quería arriesgarme. Me dolería descubrir que me había
tenido atrapada en sus redes el último mes, y que lo que había pensado de él
durante toda mi vida era lo verdadero.
-¿No vas a verla?-inquirió Momo,
y yo me encogí de hombros.
-Acaba de subirla; no quiero
parecer necesitada. Él ha tardado bastante en ver mis historias.
-Suerte que no tenga el perfil
privado-Momo se sacó el móvil del bolsillo del albornoz que llevaba puesto y,
mientras Jason seguía atronando en la habitación con una canción que no había
tenido el gustazo de bailar con Alec, pero que sin embargo ya asociaba con él,
entró en la aplicación y me preguntó su usuario. Se lo dije de memoria, lo que
hizo que mis amigas corearan sendos “uuuuh” a los que respondí con cortes de
manga y, por fin, el perfil de Alec apareció en la pantalla de Amoke. Tocó su
cara y nos inclinamos para ver en el teléfono lo que fuera que Alec acababa de
subir.
-Un vídeo-musitó Taïssa.
-Ojalá de él entrenando. O
masturbándose.
-Eres una cerda, Kendra.
-¿Por qué te molesta, Saab?
¿Crees que no lo hace? Es un tío. Todos se la menean. ¿O es que te cabrea que
puede que no lo haga contigo?
-No hay quien te soporte.
La rueda de carga del vídeo
desapareció y todas contuvimos el aliento. Fruncí el ceño, intentando
comprender lo que veía. Alec enfocaba una pantalla en la que aparecía un coche
haciendo un derrape, y jaleaba a Jordan cuando conseguía la primera posición en
la última vuelta. Se veían sus calcetines y sus pantalones grises en la parte
inferior de la pantalla, y una música cargada de marcha salía por los altavoces
del teléfono de Amoke.
-You don’t have to spend your life with me, you don’t have to waste your
energy…
-We can just be rocking…-terminé yo, y sonreí. No podía creerme que
hubiera grabado una historia justo cuando sonaba una canción de The Weeknd. ¿Lo
había hecho a posta? ¿O yo me estaba haciendo unas ilusiones demasiado grandes
con él?
Me mordí el labio y recogí mi
teléfono. Iba a contestarle.
Mientras lo desbloqueaba, las
chicas abrieron su perfil y se pasearon por sus fotos.
-Uf. Qué cuerpo. Le dejaría
hacerme todas las maldades que él quisiera-musitó Taïssa, que no era nada dada
a estos comentarios. Puse los ojos en blanco mientras mi estúpido móvil tardaba
dos siglos en abrir Instagram.
-¿Se la has chupado ya?-exigió
saber Kendra, y Amoke abrió mucho los ojos y se me quedó mirando. Estaba segura
de que sopesaba las posibilidades de que lo hubiera hecho y no se lo hubiera
contado, no sé si por vergüenza si por evitar que se metiera un poco conmigo.
Que dudara de mí me dolió: se lo contaba todo, absolutamente todo. No
escatimaba en detalles porque sabía que Amoke no me juzgaría. Cuando encuentras
a alguien con el que puedes hablar con total libertad de cualquier cosa, de la
más trascendental a la más absurda, no lo dejas escapar ni traicionas su
confianza así como así.
Irremediablemente pensé que había
encontrado otra persona con la que me sentía tan cómoda hablando como lo hacía
con Amoke. La diferencia estaba en que nuestras conversaciones sucedían de
madrugada, a través de la misma pantalla con la que pensaba comunicarme con él.
-¿Qué te importa?
-Eso es que no-Kendra se inclinó
hacia un costado y se relamió los labios.
-¿A
qué esperas?-insistió Taïssa, y Kendra la miró con el ceño ligeramente fruncido
y una sonrisa en los labios.
-A tener el testamento en regla,
me imagino. Fijo que con lo grande que la tiene, le perfora un pulmón.
-¡Kendra!-reprochó Momo.
-¡Es verdad! Podrían usarla para
hacer una estetoscopia o una de estas cosas en las que te meten una cámara
dentro, si le pusieran una en…
Kendra se calló de repente, justo
a tiempo de ver cómo la puerta a mi espalda se abría y mi padre asomaba la
cabeza por el hueco. Quise que me tragara la tierra. ¿Habría escuchado algo de
nuestra conversación? Me llevé una mano a la frente para disimular lo roja que
me puse. Amoke me dio la mano y me la apretó para que me tranquilizara, pero
eso sólo contribuyó a ponerme más nerviosa.
-Chicas, perdonad que os
interrumpa-se disculpó mi padre, ajeno a la conversación que acabábamos de
finalizar apresuradamente por su inesperada entrada en escena-. Saab, ¿has
cogido tú el zumo de la nevera?-volvió los ojos a mí y yo me atraganté con mi
saliva. Carraspeé y negué con la cabeza.
-No, ¿por?
-Vale, es que no sabíamos si lo
tenías tú o lo ha robado Duna. Ya sabes el vicio que le tiene, parece una
alcohólica con su botella favorita de vino. Con lo mal que le viene el azúcar
por la noche-suspiró trágicamente y sacudió la cabeza, como diciendo yo sólo quería una familia, ¿por qué tengo
que ocuparme de amaestrar a un mini zoológico?-. ¿Necesitáis algo?
-No, papá-balé, deseando que se
fuera. Cuanto más tiempo pasara con nosotras, más posibilidades había de que
descubriera mi incomodidad.
-Que saques tu nuevo disco-sonrió
Amoke, robándome el foco de atención. Cómo la quería. Papá se echó a reír y
sacudió la cabeza.
-Las cosas de palacio van
despacio, Momo.
-¿Pero estás componiendo?-Taïssa
se incorporó, esperanzada. Cuando llegaba el día de lanzamiento de un nuevo
trabajo de papá, cogía religiosamente su bono del transporte público y bajaba a
Harrod’s a comprar la edición de lujo, que le metían en una bolsa que pasearía
con mucho orgullo por la ciudad de vuelta a casa. Cuando llegara a su
habitación, dejaría el nuevo disco, sencillo, o lo que fuera, colocado en su
funda de plástico intacta sobre la estantería. Era la primera en enterarse de
si algo que había hecho mi padre se filtraba, incluso antes que Shasha, que era
un genio de la informática y que se dedicaba a reconfigurar el sistema
operativo de su ordenador cuando estaba aburrida.
-Bueno, algo me está rondando la
cabeza…-papá se pasó una mano por el pelo. Pronto se raparía y el proceso de
creación comenzaría realmente.
-¿Cómo va a sonar? ¿Es algo
novedoso? ¿Vas a sacar algo parecido a Let
me? Me encanta Let me. Es
preciosa. Y el vídeo es genial.
-A Sabrae también le encanta Let me-canturreó Amoke, y yo le di un
codazo en las costillas.
-Gracias, guapa, pero todavía
está todo muy en el aire. No obstante, cuando lo sepa, serás la segunda en
enterarte-papá esbozó una radiante sonrisa, de esas que sólo reservaba para las
entrevistas o las sesiones de fotos. Su típica sonrisa de estrella del rock.
-¿La segunda?-Taïssa parecía
desinflada.
-La primera es mi mujer-papá se
encogió de hombros.
-¿Y yo qué?-protesté, y papá se
echó a reír.
-Pasadlo bien, chicas.
Cerró la puerta despacio y cuando
sonó el clic de la cerradura, yo me volví hacia Taïssa.
-¿Quieres que vuelva a buscar en
su estudio por si tiene más demos de canciones que no ha sacado? Seguro que me
dice que vaya con él algún día de estos.
-Vale-Taïssa sonrió y Kendra me
arrebató el móvil de las manos. Miró el mensaje que había estado escribiendo,
demasiado arriesgado y después de esbozar una sonrisa malévola, acercó el dedo
a la pantalla.
-¡Kendra, NO!
Kendra soltó una risita mientras
Taïssa me sujetaba para impedir que alcanzara el teléfono y evitar el desastre.
-¡Oye, Siri!-grité, y Kendra se
puso pálida y tocó el botón de menú de mi teléfono.
-Dime, Bombón-urgió la voz
ligeramente entusiasmada y a la vez impersonal de Siri.
-¡Cierra todas las aplicaciones!
-Lo siento, Bombón, no puedo
hacer eso-contestó mi asistente virtual.
-No seáis malas-riñó Amoke, pero
Kendra seguía amenazando con enviar el mensaje.
-¡Oye, Siri!
-¿Qué hay, Bombón?
-¡Activa el modo avión!
-Activando modo avión… adiós…
-NO-chilló Kendra, tocando la
pantalla a toda velocidad. No podía creerme mi suerte, ¡había ganado la
partida! Me lancé a por ella y luchamos por el móvil hasta que éste se bloqueó.
Kendra entonces renunció a él, refunfuñando sobre que no me gustaba nada
divertirme. Le di un sopapo y me volví a mi sitio.
-¿Eres estúpida? ¿Qué pensaría
Alec si viera ese mensaje?
-Cuando lo vea-corrigió Taïssa, y
yo fruncí el ceño. Desbloqueé el teléfono y abrí la aplicación. Mierda. Noté
cómo el color huía de mi rostro cuando vi que el mensaje estaba en una pequeña
nube gris, bajo la cual un corto pero amenazante “enviando” se mostraba con
orgullo.
-Tía-gemí, chasqueando la lengua.
Apagué el móvil y lo dejé en mi regazo, rezando porque no hubiera salido de él
ni estuviera ya viajando por el espacio en dirección al teléfono de Alec. Bufé
y apoyé la cabeza en las manos, los puños cerrados me cubrían las mejillas-. Ya
te vale.
-¿Qué pasa? Deberías ser sincera
con él. Si quieres quedar, díselo.
-¿Qué le habéis mandado?-inquirió
Amoke.
-¿Por qué no se lo enseñas, Saab?
-Ni de coña. No enciendo el móvil
en lo que nos queda de noche. Lo último que necesito es que me haya leído el
mensaje y haya contestado con alguna bordería de las suyas. Me amargaría la
noche, y no estoy para historias-suspiré y cogí un nuevo trozo de brownie de
chocolate. Me lo metí en la boca y mastiqué despacio, notando cómo la dulzura
de su interior me llenaba y me tranquilizaba en cierta medida.
-¿Es que alguna vez ha sido borde
contigo?-preguntó Amoke, y noté cómo todas se ponían tensas. Hasta hacía un
segundo, estábamos de cachondeo, picándonos unas a otras y tratando de hacernos
de rabiar. Pero, en cuanto alguien de fuera, por importante que pudiera parecer
para una de nosotras, nos amenazaba, nos convertíamos en verdaderas perras de
presa. No dejaríamos que nadie hiciera daño a una de nosotras.
A pesar de cómo se habían portado
conmigo y del asco que había empezado a cogerles por su afición por hacerme de rabiar, me sentí enternecida por
la rapidez con que dejaron de jugar. Tenía suerte de tenerlas, incluso en las
ocasiones en que no quería contarles algunas cosas porque sabía que no me
darían tregua nunca.
-No ha sido borde-contesté, encogiéndome
de hombros y apartándome las trenzas de la cara de nuevo. Siempre terminaban
colocándoseme por delante de la cara, lo cual yo odiaba-. Me refería a que no
habría quién lo aguantara. Ya sabéis que tiene un ego inmenso; toda la vida ha
sido así. Por eso yo no le soportaba hasta hacía nada-me cogí los pies y volví
a encogerme de hombros. Ni siquiera me percaté de que les había servido mi
cabeza en bandeja de plata.
Amoke esbozó una sonrisa
malévola.
-Creo que no es lo único que
tiene inmenso.
-¡Tía!
-Bombón-se burló Taïssa, y yo
puse los ojos en blanco.
-Ni una palabra de eso.
-¿Por qué, bombón?-insistió ella. Alcé una mano.
-Estoy cansada de que Siri
pronuncie mal mi nombre. No sé qué obsesión tiene con pronunciarlo como el
apellido de la animadora de Glee, cuando
hay que separarle las letras. Se lo repito, y se lo repito, y nada.
-Y la solución era hacer que te
llamara como te llama Alec, ¿no?-Amoke se tumbó sobre su tripa-. Me pregunto
cuánto tardó en ocurrírsete ese mote.
-Menos de lo que tarda en
correrse con su inmensidad-pinchó
Kendra, y yo puse los ojos en blanco.
-¿Sabes lo que significa esa
palabra, siquiera?
-¿Vas a ofrecerme descubrirlo con
tu hombre?
Nos echamos a reír, negué con la
cabeza y continuamos con nuestra partida interrumpida. El aleatorio había
puesto una canción lenta, basada en un piano y una voz aterciopelada pero
potente de mujer. Parecía jazz. Eso me relajó, y por un instante dejé que la
voz de la intérprete me transportara a otro lugar y me hiciera olvidar la historia
de Alec. Mi mente se despejó y pude concentrarme en la partida un ratito más.
Hasta que volvió a sonar Jason
Derulo; concretamente, la canción que habíamos bailado por primera vez. Noté
cómo me sonrojaba ligeramente detrás de
las cartas cuando las chicas me miraron, y Amoke, como buena mejor amiga que
era, se levantó de un brinco y anunció que quizá era hora de seguir
documentando nuestra noche de chicas.
Ella sabía mejor que yo que
quería volver a encender el teléfono y mirar un poco más su perfil. Había
cogido la costumbre de sentarme en mi cama, o incluso tumbarme bajo las mantas,
a escuchar música que relacionara con Alec mientras hablaba con él o miraba las
fotos que había colgado en sus redes sociales. El simple hecho de estar metida
en la cama, con los auriculares puestos, una balada romántica sonando en mis
oídos, mientras él y yo charlábamos de cualquier tontería se había convertido
en mi actividad favorita de todos los tiempos en un cortísimo intervalo de
tiempo.
Así que nos pusimos en pie, encendí
el móvil, y empecé a dar brincos siguiendo a las chicas. Rápidamente abrí
Instagram y me lancé a la página donde subir las historias, temerosa de entrar
en lo mensajes y encontrarme con que Alec me había respondido. Después de subir
la historia, entré en mi bandeja de mensajes, sólo para descubrir que el mío se
había enviado hacía apenas unos segundos. Respiré tranquila y a la vez me
desesperé: una parte de mí quería que él hubiera recibido el mensaje hacía
tiempo y que ya tuviera una respuesta preparada, lista para sorprenderme y
hacer que soñara con el momento en que tuviéramos que irnos a la cama y pudiera
hablar con él oculta bajo las mantas.
Las chicas siguieron bailando
mientras yo me sentaba en la alfombra a lo indio. Apoyé la cabeza en un puño y
esperé a que él hiciera acto de presencia. Sentí un cosquilleo en el estómago
cuando vi que un círculo verde aparecía en una esquina de su foto de perfil.
Estaba conectado. Cualquiera diría que tenía mis notificaciones activadas, la
coincidencia era demasiado grande como para que yo no pudiera permitirme soñar.
Miré de nuevo el mensaje, que no
me indicaba que hubiera sido leído. Me mordí el labio y volví a mi historia, la
visualicé una segunda vez y por fin vi que su nombre aparecía en lo alto de la
lista de personas que la habían visto. Me parecía increíble la magia de
Instagram, que podía perfectamente adivinar quién era el chico que te gustaba o
la persona a la que querías ver en la cima de los interesados por tus vivencias
efímeras, y te la colocaba donde tú la deseabas, como un genio de una lámpara
virtual.
Esperé.
Y esperé.
Y esperé.
Pero él no comentó nada.
Sentí cómo se me hundían los
hombros mientras un desfile de pensamientos negativos me atravesaban la mente.
¿Y si ya no se acordaba de que ésa había sido nuestra primera canción? ¿Y si ya
no recordaba la forma en que yo le había dicho que saliéramos a bailar después
de que él dijera que le encantaba? ¿Y si había olvidado la forma en que me
agarró de las caderas en el estribillo y juntamos nuestros cuerpos?
¿Y si nuestro primer beso, con
una canción diferente pero consecuencia de ésta, estaba oculto en un rincón de
su memoria al que él no podía acceder?
Tú le importas, me dije. Tú
le importas, te lo demostró la noche pasada. Se acuerda. Se acuerda de todo.
Suspiré y, cuando vi que se
desconectaba, con un círculo gris sustituyendo al verde en su perfil, cerré la
aplicación y tiré el móvil a mi lado, con la pantalla vuelta hacia el suelo.
Hinché los carrillos en un bufido que dejé escapar lentamente y negué con la
cabeza cuando las chicas me preguntaron qué ocurría.
-Nada-contesté, dejando que me
ayudaran a ponerme en pie-. Es sólo que pensé que me contestaría.
-Quizá esté un poco liado. Puede
que Jordan le haya cogido su móvil mientras él echa una partida. Te contestará
luego, ya verás.
-No sé-me abracé a mí misma y
Amoke dejó escapar un enternecido gemido antes de besarme la sien y acariciarme
la cabeza.
-Confía un poco en él, Saab.
-Come-me urgió Taïssa,
tendiéndome un nuevo brownie-. Sólo estás tristona por la regla. Ya verás cómo
se te pasa.
-Podemos ver una peli romántica,
si quieres-ofreció Kendra, recogiendo el ordenador de una de las mesas de al
lado del sofá.
-No me apetece ver a Ryan Gosling
besándose con alguna chica blanca.
-¿Por qué Ryan Gosling? Podemos
ver la de Amandla Stenberg. En la que está enferma y se muda un blanco al lado
de su casa y empiezan a hablar por el móvil.
-Seguro que te sientes
identificada-sonrió Amoke, volviendo a besarme. Me aferré a su costado y asentí
con la cabeza, mimosa. Taïssa recogió un brownie y me lo acercó a la boca.
Mastiqué despacio, enganchada al torso de Amoke como si fuera un koala,
mientras Kendra preparaba la película.
Diez minutos después, estábamos
tumbadas en el sofá, poniéndonos hasta arriba de dulces y totalmente absorbidas
por la historia. Nuestros móviles descansaban en la mesa frente a nosotras.
Todos tenían la pantalla vuelta hacia abajo, salvo el mío, que la tenía hacia
arriba; no podía arriesgarme a que Alec se conectara, me contestara y se
cansara de esperarme.
Por desgracia, no lo hizo ni
mientras veíamos la película, ni mientras jugábamos al parchís, ni en el
intervalo que pasó entre que salimos del cuarto de juegos y subimos a mi
habitación. Me dormí con el móvil en la mano, e incluso así, Alec no dio
señales de vida.
No podía decir que no le culpara:
tenía la esperanza de que abandonara todo lo que estaba haciendo por mí, como
si él me debiera algo. Como lo había hecho la noche anterior. Pero tampoco
podía culparlo: a fin de cuentas, él no me debía nada.
Con un millón de excusas que ni
siquiera sabía si él quería, el teléfono en la mano y el cuerpo de Amoke
dándome calorcito en la otra, me quedé dormida. Tuve un sueño ligero, cargado
de imágenes en las que el protagonista era él. Me acariciaba las piernas,
acallando el fuego que las consumía, me daba besos en la mandíbula y me hablaba
al oído; me susurraba palabras bonitas que hacían que yo me derritiera entre
sus brazos.
Preferí mil veces al Alec de mi
sueño, ruidoso y etéreo, que al real, silencioso y distanciado. El Alec
ficticio, por lo menos, estaba presente.
Mi
móvil vibró a mi lado. Shasha se revolvió en el asiento en la cama y continuó
tecleando despacio en su ordenador, mientras yo leía un libro sentada sobre mi
almohada. Tenía las piernas de mi hermana justo en la planta de mis pies.
Lo mejor de mi hermana era que
nunca hacía preguntas: su pasión por el silencio hacía que lo valorara por
encima de todas las cosas. No me presionaría para que le contara nada, pero
tampoco le sería indiferente el ligero dolor que me pinzaba el corazón. Shasha
lo percibía de una forma en que sólo podemos hacerlo las hermanas, y su mera
presencia en mi habitación hacía que me sintiera cobijada y apoyada. Que no
hablara no quería decir que no tuviera cosas que decirme. Y que no hablara no
quería decir que no estuviera dispuesta a aconsejarme tras escuchar lo que
fuera que me preocupaba.
Cogí el móvil por inercia,
pensando que serían las chicas intentando convencerme para que saliera por la
tarde. Les deseaba suerte con eso: no sólo me seguían doliendo horrores las
piernas (incluso me había puesto unos pantaloncitos de algodón que utilizaba
como pijama en verano, blancos con un ligero vuelo), sino que había vomitado
por la mañana, poco después de que se fueran. No les había dicho nada porque
insistirían en quedarse, ya mí, lo que me apetecía, era quedarme sola.
Sola con Shasha, quiero decir.
Me dio un vuelco el corazón, y en
parte me odié por ello.
¡Alec (@Alecwlw05) te ha
enviado un mensaje!
Dejé el móvil un momento sobre el
colchón, con la pantalla hacia abajo. Me dije que no iba a abrir su mensaje
corriendo como si estuviera desesperada. Me dije que mi lectura estaba muy
entretenida. Me dije que lo de anoche no podía repetirse y que debería frenar.
Me dije que no me importaba tanto
como para hacer que le adorase en sueños.
Me dije que no era lo bastante
importante como para soñar con él.
Me dije que sólo estaba siendo
débil.
Miré el móvil de nuevo, el
pequeño logo de la manzana plateada sobre el fondo blanco. El círculo del
mordisco era todo lo que yo necesitaba para excusarme. Podía permitirme ser
débil, si ser débil era no resistirse a él.
Cogí el teléfono y lo desbloqueé.
Ninguna fiesta es interesante
si tú no estás en ella, bombón.
Sonreí y tomé aire. No me daba
cuenta de que había estado aguantando la respiración hasta que pude inhalar
tranquila.
Vi que continuaba conectado. Me
dije que sólo estaba mirando su página de inicio, pero algo dentro de mí
sospechaba que me había estado esperando pacientemente, igual que yo le había
esperado a él. Me reí para mis adentros y comencé a teclear.
Seguro
que les dices eso a todas 😉
Me hieres, Saab. ¿Qué clase
de tío te piensas que soy?
Un
mujeriego irreversible.
Me conoces bien, ¿eh?😏
Una,
que es observadora 😜 Ya pensaba que estabas
enfadado conmigo.
Sí, respecto a eso… perdona,
bombón. Me acabo de despertar. Abrí tu mensaje de noche, pero no te contesté
porque no quería despertarte.
Vaya
lo que duermes, ¿no? ¿Recuperando el sueño perdido durante la semana en el
finde? Jajaja.
Jajajaja algo así. Es que
ayer tuve una noche movidita.
Fruncí el ceño. ¿“Movidita”?
Cuando Scott y Tommy se quedaban en casa durante el fin de semana, tenían una
“noche de descanso”, no una noche “movidita”. Con una leve sensación de
preocupación que intenté ignorar sin éxito, respondí.
No estaba segura de si quería
saber la verdad, pero tenía que pedírsela.
¿Y
eso? Creía que al final te habías quedado en casa.
Bueno
Al final, salí a ver a una
amiga.
Ah.
A una amiga. Claro. Por eso no
había contestado.
No saques conclusiones precipitadas, chica. Puede que fuera a ver a
Bey. Y ellos no están juntos. Es decir… ¡fíjate! ¡Mira cómo ella le para los
pies! No, no hay nada entre ellos.
Finge despreocupación, Saab. Estás exagerando. Seguro
que no es nada.
¿Y
qué tal?
Pues… bien, la verdad. Me lo
pasé bien con ella.
Fuimos a esta sala, Asgard.
No sé si has estado allí alguna vez.
Me incorporé de un brinco hasta
quedar con la espalda recta. Shasha me miró desde detrás de sus gafas con
filtro azul. Se pasaba tantas horas frente al ordenador que, a pesar de que
veía perfectamente, mamá y papá la habían llevado al oculista para que no le
doliera la cabeza de tanto estar mirando una pantalla.
-¿Qué pasa?-preguntó mi hermana,
a la que había sacado de su trance mientras escribía el décimo código html del
mes para su Tumblr.
Sabía de sobra lo que sucedía en
la sala Asgard a pesar de que no había estado nunca. De hecho, aunque quisiera
entrar, no podría. Ni siendo una Malik superaría el obstáculo de ser menor de
16.
Y bajita.
Y tirando a gordita.
No, allí sólo entrabas si tenías
cuerpo de supermodelo y 16 años.
No,
pero he oído hablar de ella.
Por
lo que dice Scott, es el paraíso del exceso. Sexo, drogas, y rock n’ roll.
Sí, bueno, digamos que los
que van al baño a hacer sus necesidades son minoría. Ya me entiendes.
Noté cómo se me llenaban los ojos
de lágrimas. No. Alec. Por favor. No me
lo cuentes así, como si no tuviera importancia. La tiene. Para mí, la tiene.
Sentí un nudo en la garganta
mientras decidía si seguía con la conversación o me comportaba como una cría y
me desconectaba, corriendo a esconderme tras las faldas de mi madre.
No le preguntes.
¿Lo
dices por experiencia propia?
Pues… sí, jajajajaja.
Bufé y Shasha se me quedó
mirando. Cerró la tapa de su ordenador y estiró la mano en mi dirección, pero
yo me revolví, eludiendo su contacto. Me daba vueltas la cabeza y tenía ganas
de echarme a llorar. Necesitaba salir de mi habitación corriendo.
Era un gilipollas. Era un
gilipollas de manual, un capullo de campeonato, y yo había descubierto el sexo
con él, y estaba redescubriendo otras cosas con él.
Pero ayer no fui a los baños.
Si es eso lo que me estás
preguntando.
Me limpié una lágrima de la
mejilla y sonreí, aliviada. Sentí que se me quitaba un peso de encima. Shasha
dejó su ordenador en la esquina de la cama y gateó a mi lado. Se sentó junto a
mí mientras yo escribía mi respuesta. Mi cínica, estúpida, y falsa respuesta.
Puedes
hacer lo que quieras, Al.
Había tomado la precaución de
llamarlo “Al” en el último segundo. Me daba la sensación de que ponerle “Alec”
mientras él me trataba de “Saab” y “bombón” sonaría demasiado hostil.
Ya lo sé.
¿Era rabia lo que notaba en esa
respuesta?
-Shash, lee esto-le enseñé el
móvil a mi hermana, que lo cogió y frunció el ceño-. ¿Crees que se está
cabreando?
-¿Suele ponerte emoticonos?
-A veces.
-Pues puede ser-se apartó el pelo
negro como el carbón, herencia de mamá, de la cara, y me tendió el teléfono-.
Veamos qué te dice.
Alec estaba escribiendo.
Pero no sé.
-Vale, se estaba poniendo chulo,
pero ha cambiado de opinión-sentenció Shasha, soltando una risita, mientras yo
miraba cómo unos círculos aparecían al lado de su foto, indicándome que todavía
no había terminado de hablar.
Quería que lo supieras. No
pasó nada en Asgard.
Sonreí y me mordisqueé el labio.
Vale
☺
¿☺? ¿A qué viene el ☺?
Nada,
me alegra saber que no apareció Loki por ahí a fastidiarte la noche.
😂 qué tía. Pues no, nada de Loki, pero tampoco
de Valkiria. #NocheDesperdiciada
¿#NocheDesperdiciada?
Tú has ido de fiesta mientras yo comía brownies.
Igual te piensas que me
dieron brownies en ese puto sitio. Ni las gracias por el sablazo de la entrada,
oye. Todavía no sé por qué coño voy.
😂😂 seguro que no te haces ni
una idea.
Pues no. Pero bueno, ¿cómo te
encuentras hoy?
Un
poco peor. Estoy algo revuelta. Y me duelen las piernas.
Uy uy, ¿eso es una indirecta?
¿Quieres un masajito? 😏
Gilipollas
😂 me gustaría verte venir a mi
casa.
Ya he ido más veces a tu
casa. Puedo usar a Scott de excusa.
Scott
está castigado.
Los hay con suerte.
¿Qué
quieres decir?
Scott está castigado
oficialmente. Yo también estoy castigado, pero nadie siente lástima por mí.
Algo
habrás hecho. A ver, ¿en qué consiste tu castigo?
En que no me dejes ir a
verte.
-Dios mío-jadeó Shasha a mi lado,
y yo le puse una mano en la cara y la empujé para que me dejara intimidad.
¿Es
que no tienes vergüenza? ¿Cómo tienes el morro de decirme esas cosas y luego
pirarte de fiesta con otra?
No tengo nada que perder.
¿Estás celosa?
Mi
vida no gira en torno a ti, Alec.
Ahora la sinvergüenza eres
tú, mira que mentir de esa forma tan descarada…
Eres
imbécil 😂
-Un imbécil que lleva razón-instó
mi hermana, y yo puse los ojos en blanco y le hice un corte de manga.
Me llaman para comer.
¿Hablamos, bombón?
Vale.
Que aproveche ☺
Qué seca, hija.
¿Seca
por qué? ¿Qué quieres que te ponga?
Adiós,
mi amor, mi rey, mi sol♥❤ ♡😗😍
????????
Joder,
SÍ. ¿Qué tengo que hacer para conseguir eso cada vez que hablemos?
Suscribirte a la versión premium 😉
¿Cuánto
cuesta?
20 libras. Al mes.
Pásame
tu cuenta bancaria y te hago la transferencia ahora mismo.
😂😂 que se te enfría
Voy
en serio, Sabrae.
VETE A COMER.
VALE.
NO ME GRITES.
Adiós,
mi amor, mi reina, mi sol ♥ ❤ ♡😗😍
Eres
más tonto…
Y lo que te encanta 😉
Estaba tecleando mi respuesta,
pero se desconectó mientras lo hacía, así que la borré. Miré la conversación
hasta que la pantalla del móvil se me apagó por no usarla. Vi el reflejo de
Shasha en la pantalla negra, y noté cómo sonreía, satisfecha.
-¿Qué?
-No me habías dicho que
tonteabais.
-Sí te lo conté-contesté,
encogiéndome de hombros y escondiendo el móvil sobre mi piel.
-Pero no así-Shasha abrió mucho
los ojos y recogió el móvil. Lo desbloqueó con mi huella y releyó la
conversación, acurrucada a mi lado. Apoyé la cabeza en su hombro y releí los
mensajes más rápido que ella. Shasha se mordisqueó la uña del dedo pulgar, una
cosa que también habíamos heredado de mamá, y sonrió. Se volvió para mirarme
con su sonrisa juguetona y satisfecha bailando en su boca.
-Es diferente a como te lo imaginabas,
¿verdad?
-Sí.
-No quiero decir que te lo dije,
pero… ¡te lo dije!-recogió la almohada y me pegó con ella en la cara.
-¿De qué hablas, tía?
-Siempre que te ponías a
despotricar contra él yo te decía que si era amigo de Scott era por algo. Que
Scott es gilipollas, pero no imbécil.
-Puedes perfectamente
relacionarte con gente imbécil aunque tú no lo seas. Míranos a nosotras-le
saqué la lengua y Shasha puso los ojos en blanco.
-Somos hermanas, vivimos puerta
con puerta, ¿qué remedio nos queda? Bueno… ¿qué piensas a hacer?
-¿Con respecto a…?
-Alec. ¿Vais a empezar a salir?
-Sólo nos estamos conociendo,
Shash-le arrebaté mi teléfono y jugueteé con él. La sola idea de estar con Alec
me daba vértigo. En realidad, no le conocía. Quiero decir, había muchas cosas
de él que no sabía. Cosas básicas que cualquier persona mínimamente cercana a
él conocería. Nosotros teníamos una ilusión de cercanía e intimidad.
Pertenecíamos a mundos diferentes que compartían una estrella común: Scott.
Bueno, y nuestra atracción mutua.
Pero el caso es que porque Venus
aparezca en el cielo nocturno al igual que lo hacen Júpiter y Marte, no puedes
decir que sean parte de lo mismo, ¿no?
Sí. Del sistema solar.
Y de tu cielo particular.
Alec era a Scott lo que la luna
al sol. Uno se debía al otro, uno era visible por el otro… y sin embargo uno
tenía más atención, más poemas, más magia, que otro. Que la ecuación no tuviera
el mismo resultado dependiendo de cómo se ordenaran los factores o en qué punto
se centraba más una ya decía bastante de cómo estaba yo a esas alturas.
No noté que estaba sonriendo
hasta que empezaron a dolerme las mejillas mientras me imaginaba haciendo cosas
normales con Alec, no sólo follar en sofás o estar tumbada sobre él durante una
noche entera. Ir al cine, dar una vuelta, dejar que me acompañara a casa o
meterme en su habitación aunque no hiciéramos nada más que acariciarnos me
parecían los planes más apetecibles del mundo.
-¿Cuándo vas a terminar de
conocerlo y se lo vas a pedir?
-Yo no le voy a pedir nada.
Shasha se envaró.
-¿Sabrae, la princesa del
feminismo, esperando que un tío se le declare? Qué ejemplo me estás dando.
-Cállate-le di con la almohada y
ella se echó a reír. Atraída por nuestro improvisado jaleo, Duna subió las
escaleras y abrió la puerta de mi habitación.
-Hola, Dundun-saludó la mediana
de nosotras mientras Duna escalaba hacia la cama y se acurrucaba en mi regazo.
-Hay muchas cosas que podrían
salir mal con esto-le di un beso en la cabeza a la pequeña y continué con la
conversación-. Que Alec no sea tan imbécil como yo pensaba no quiere decir que
no lo sea. Los amigos de Scott sí pueden ser tontos.
-Bueno, depende de qué amigos. La
verdad es que Alec es un figura de cuidado, pero Jordan no es que se quede
atrás, precisamente…
-¿A qué te refieres?
-Los amigos de Scott son buenos. Yo
me voy a casar con Tommy-espetó Duna, y las dos la miramos-. Todavía me coge en
brazos-explicó al ver que no comprendíamos su arrebato de pasión y sinceridad
con respecto a lo que sentía por el mayor del clan Tomlinson-. Sus brazos son
muy cómodos.
-¿Y cuándo se lo piensas pedir,
princesita?-le pregunté, estrechándola en mis brazos y pidiendo que nunca
creciera a los cielos.
-¿Pedir? No se lo voy a pedir. Nos
vamos a casar, y punto. Pedírselo a Tommy-repitió, sacudiendo la cabeza y
conteniendo una risa-. Qué tontería.
Duna se bajó de la cama,
decepcionada por el tinte de nuestra conversación. Seguro que pensaba que estaríamos
hablando de cosas más interesantes que los chicos.
-Sabes que si te casas con Tommy,
no te podrás casar con Alec, ¿verdad?-inquirió Shasha, y Duna se volvió. Agarraba
el pomo de la puerta con su manita adorable.
-Tommy puede ser mi marido, y Alec
mi novio. Le he preguntado a mamá y eso no está prohibido.
-Alec va a ser el novio de Sabrae.
-Eso es parte de mi plan maestro
para conquistar a Alec. Cuando nos coja el gusto a las Malik gracias a Sabrae,
yo entraré en escena y se lo robaré-urdió, maligna, y yo solté una carcajada.
-¿No te parece que eso estaría
mal?
-Lo que estaría mal sería que me
obligaran a partirme el corazón a la mitad-sentenció, tirando de la puerta y
cerrándola-. ¡Scott, ¿jugamos a las cocinitas?!
-Tengo que hacer deberes-contestó
nuestro hermano mayor desde el piso inferior.
-Te dejaré ser mi subchef.
-A la mierda, no voy a ponerme al
día nunca, así que… ¿qué hay de menú hoy?
Duna lanzó un chillido y corrió
escaleras abajo.
-A esta niña tenemos que mandarla
a un colegio de superdotados-murmuré, estupefacta ante lo irrefutables de sus
argumentos.
-¿A dar clases, quieres decir?-rió
Shasha-. Mira, ya tienes una excusa para acercarte a Alec-me guiñó un ojo.
-No necesito excusas para
acercarme a Alec; Alec viene a mí.
Eso era cierto a medias. Sí que es
cierto que desde que habíamos empezado a hablar, yo tenía tendencia a pasear
por el patio del instituto hasta que conseguía verlo, aunque fuera entre la
multitud.
Pero, después de aquellos
mensajes, especialmente la despedida del domingo, y la forma en que me trató el
viernes, yo sentía la imperiosa necesidad de tenerlo bien cerca. Una parte de
mí se moría de ganas por cumplir esas fantasías que Shasha había puesto en mi
cabeza cuando habló de la posibilidad de que saliéramos.
Es por eso que, al día siguiente
a la conversación en que se ofreció para inscribirse en la “versión premium” de
mis conversaciones, fui a su encuentro cuando nos cruzamos en la cafetería.
Scott y Tommy no andaban cerca,
debían de haberse quedado fuera, en el patio, mientras Jordan, Bey, Tam y Alec iban
a por una bolsa de pipas. Alec hablaba despreocupadamente con Jordan mientras
las gemelas se abrían hueco a codazo limpio hasta la barra. Jordan le dio un
codazo a Alec al ver que me acercaba, y él se giró con el ceño fruncido.
La sonrisa que le cruzó la cara
al verme hizo que casi flotara hasta su lado.
-Hola-canturreé.
-Hola, bombón-fue su respuesta, mirándome
de arriba abajo. Me apeteció darle un beso en la mejilla, pero con todo el
instituto presente, me parecía un poco arriesgado.
-Mira, este fin de semana he
estado pensando mucho en nosotros…-comencé, y Alec asintió con la cabeza. No rompió
el contacto visual ni siquiera cuando Bey le preguntó si quería que le esperaran
o que nos dejaran solos-. Y en Scott. La atracción es innegable, ¿no te parece?
Alec sonrió con su típica sonrisa
torcida. Madre mía, no podía hacerme esto. Llevaba falda.
-“Innegable” es un adjetivo que la
describe bastante bien.
-No sabía que conocieras la
palabra “adjetivo”-le provoqué. Él se encogió de hombros.
-Acabo de salir de clase de
lengua, tienes 10 minutos para preguntarme lo que quieras sobre adverbios y
toda esa mierda.
-Bueno, el caso es que nos
evitaría muchos problemas que Scott lo supiera cuanto antes…
-¿Problemas, en qué sentido?-noté
que se ponía un poco tenso, pero trataba de disimularlo para no ponerme
nerviosa a mí.
-Puede hacerse incómodo. Es decir…
yo… bueno… si tú quieres… podríamos salir alguna vez. Quedar-expliqué,
aturullada-. Salir no. No como novios. O sea… no todavía. Dios. Ya me
entiendes. Estar juntos.
-Ya estamos juntos, Saab.
-Me refiero… a no de noche. De día.
No sé. ¿Sabes?
-Estaría guay.
-¿De verdad?-casi chillé. Alec rió
entre dientes.
-¿De qué te sorprendes, Sabrae?
Continuará, y todo eso. Lo decía en serio. Cuando digo que esto no es sólo sexo
para mí, lo digo de verdad. Iba totalmente en serio cuando dije el otro día que
me apeteces tú. No sólo tu…
-Mi… ¿qué?-le provoqué, y él puso
los ojos en blanco, se mordió el labio y miró por encima de mi cabeza.
-Sabrae, la mesa de los
profesores está a dos metros, ¿de verdad quieres que comentemos lo mucho que me
gusta comerte el coño con tu padre tan cerca?
Le di un empujón, divertida, y él
retrocedió. Por suerte, no chocó contra nadie.
-Habla con Scott. Tengo ganas de
hacer cosas, pero en vacaciones estaré bastante ocupada. Soy una chica muy
sociable, ¿sabes? Voy mucho a la pista de hielo y a tomar chocolate caliente en
el centro.
-Sí, apuesto a que eres súper sociable-asintió con la cabeza,
acariciándome la mejilla y descendiendo por mi mandíbula. Le di un manotazo
antes de que llegara al hombro, porque lo conocía lo suficiente como para saber
sus intenciones-. Vale, tía dura, ¿quieres que se lo diga a tu hermano ahora?
-¿Para que te rompa la cara? Estoy
segura de que tienes pensado algo bastante pacífico.
-Soy un poco más alto que él. Scott
lleva las de perder en una pelea.
-Tommy le defenderá.
-En cuanto me vea partirle la
cara a tu hermano, T me querrá dar un morreo. Me apasiona la relación amor-odio
que les une, aunque me cueste entenderla a veces-Alec se encogió de hombros y
se echó a reír.
-Tú solo… procura no posponerlo
demasiado, ¿vale?-me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla. Él se
volvió hacia mí.
-Podría ir más rápido si tuviera
ciertos… privilegios.
Alcé las cejas.
-¿Privilegios?-me pegué a él,
coqueta-. ¿Acaso piensas que te dejo hacerme poco, Alec?
-Ni la millonésima parte de lo que
quiero hacerte, Sabrae-me apartó un mechón de pelo de la cara-. Te lo aseguro. Y
más cuando traes el pelo suelto.
-Quería darte las gracias por lo
del viernes.
-¿Me vas a llevar a rastras al
baño y te vas a poner de rodillas, o cuál es tu plan maestro?-me eché a reír-. Tu
número de teléfono-exigió, y yo alcé una ceja.
-¿Qué se dice?
-Por favor. El privilegio que me merezco.
Creo que Instagram no te va muy bien, ¿verdad? He estado mirando tus historias
y me he dado cuenta de que a veces no se suben como es debido. Sí, soy un
obseso. Te puedes reír-se llevó una mano al pecho y yo chasqueé la lengua.
-Hecho-asentí-. Pero tendrás que
esperar hasta que salga de clase.
-Eres cruel, mujer.
-Es lo que hay-me encogí de
hombros y me dirigí hacia mi mesa, sacudiendo bien las caderas para asegurarme
de que no perdía su atención. Cuando me senté, Alec todavía me miraba. Negó con
la cabeza, rió entre dientes, y con su sonrisa de Fuckboy® abandonó la
cafetería.
Revolví en mi mochila en busca de
mi móvil, que mantenía en silencio y con el modo “no molestar activado”.
Tenía un mensaje de un número que
yo no conocía. Desbloqueé el teléfono y disimuladamente abrí la conversación.
Oye, que paso de esperar. Holaaaa.
☺
¿ALEC?
¡Pero si no te lo he pasado aún!
Ya. Es que ya lo tenía. Llevo
teniéndolo desde el primer polvo. Se lo pedí a Eleanor. 😂
Qué zorra. Levanté la mirada y me encontré con la novia aún secreta
de mi hermano, que se reía con sus amigas unas mesas más allá. Eleanor notó mi
mirada sobre ella y se giró. Mimi la imitó y las dos sonrieron; Mimi se inclinó
hacia ella cuando Eleanor levantó su vaso de zumo en mi dirección y le susurró
algo. No tenía mucha experiencia leyendo labios, pero estaba segura de que dijo
algo que incluía las palabras “mi hermano”. Eleanor alzó las cejas,
sorprendida, agitó su melena rizada de color chocolate y me guiñó un ojo.
¿Y,
se puede saber, a qué esperabas para hablarme?
A que me dieras permiso.
Pero
qué rico.
Tenía miedo de que me
bloquearas, la verdad. Aunque pensé que sería divertido si te mandaba de
sorpresa una foto de mi polla, a ver si adivinabas que se trataba de mí, pero
dudo que sea tu estilo.
Chico
listo.
¿No es tu estilo? L
Depende
de la confianza que tenga.
Tú y yo tenemos mucha, ¿no te
parece, bombón?
Eres
un fantasma.
La culpa es tuya, que me das
razones para serlo.😎
Bufé una risa y negué con la
cabeza.
-¿Qué pasa?
-Alec. Tenía mi número-expliqué,
y Amoke sonrió.
-Sabralec manda, y no tu banda.
-No hay ningún Sabralec-respondí
a la defensiva, pero mi estrategia fracasó en cuanto mi móvil vibró en mi mano
con un nuevo mensaje de Alec.
-Creo que Alec y tu móvil no
opinan lo mismo.
Guardé el móvil en mi mochila y
mordisqueé mi sándwich.
-¿No contestas?-sonrió Taïssa,
alzando las cejas.
-Ha esperado para hablarme un
mes, creo que puede esperar un par de horas.
-Nosotras no-se quejó Kendra. Y yo
sonreí por encima de mi vaso de zumo.
-Pues precisamente.
Puede que sonara egoísta, pero le
quería solo para mí.
Apúntate al fenómeno Sabrae 🍫👑, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! ❤🎆
Vale,lo admito Bey me ha caído muy bien en este capítulo y a Alec he tenido muchísimas ganas de darle una patada en los huevos incontables veces a lo largo de todo el capítulo.
ResponderEliminarMe encanta el lado cariñoso de la relación de sasha y sab que has mostrado, en cts parecían siemore estar como el perro y el gato y me ha gustado ver este lado cariñoso de ambas.
POR OTRO LADO, AMO A DUNA.
Por otro lado, estoy llorando con la parte final del capítulo porque quiero proteger a Sabrae de todo mal y me tiembla el culo de como piede reaccionar a cuando se entere de que Alec si que follo con otra, porque sinceramente no me ha quedado claro de si ya lo intuye o algo por el estilo.
Por último decir que lo del número de teléfono me parece una cucada dónde las haya y que estaba rezando para que Alec soltase en medio de la cafetería "oye Scott, que tu hermana y yo follamos"
Pd: Ha sido leer el nombre de scott o un simple diálogo suyo y ya me ha dado un salto al corazón. Hablemos de superar.
¿Ves? Te dije que Bey era una cuquita, no sé por qué la odias cuando tiene un corazón enorme, la queremos muchísimo, y Alec el pobre es imbécil
EliminarUna de las cosas que más ilusión me hacía de Sabrae era poder ver la familia Malik desde otros ojos distintos de los de Scott, y también a Scott desde los ojos de Sabrae y BUAH me encanta todo
Todavía no me he puesto a escribir el momento en el que se entera de lo de Alec pero mira es que me doy miedo a mí misma porque hoy mientras caminaba se me ocurrieron situaciones crueles que, no nos engañemos, estoy más que dispuesta a usar JEJEJEJE
BUAH lo del teléfono casi lo spoileo hace bastantes capítulos, de hecho quiero subir lo que escribí primero porque, aunque ya tenía un nota con lo que finalmente puse, casi me puede la tentación y lo meto en otro sitio
Lo de oye Scott habría sido un momentazo pero como os tengo preparado un momentazo mayor pues os toca esperar
No estoy cabreada, estoy decepcionada y no pararé de decirlo hasta que Alec tenga los cojones, de los que tanto alardea, de admitir que quiere a Sabrae y de decirle que se folló a otra cuando le había dicho que esa noche se quedaba en su casa. ES QUE ME CAGO EN TODO LO QUE VUELA. Menos mal que ha ido la reina B para cantarle las cuarenta porque si no al final me metía yo en la novela a cantarle las cien mil al inutil este que tiene Annie como hijo.
ResponderEliminarLuego la aparición de zayn? Realmente este hombre es iconico hasta en las novelas? Le amo julio. Amoke soy yo diciendole que saque música, bueno y Taïssa ya ni te cuento. Zayn desgraciado saca el disco que me tienes harta.
Bueno y Sabrae practicamente llorando cuando cree que Alec ha follado con otra, es que no te la mereces desgraciado. Y luego le dice que no ha utilizado los baños, pERO COMO SE PUEDE TENER TANTA JETA COLEGA. CLARO QUE NO HAS UTILIZADO LOS BAÑOS PORQUE TE FUISTE A CASA DE ELLA A UTILIZAR LOS BAÑOS, PF DE VERDAD ME TIENES NEGRA Y ESO QUE YO SOY MÁS BLANCA QUE LA LECHE. Menos mal que ha aparecido Duna diciendole a Scott que juegue con ella a las cocinitas y el otro ha aceptado porque si no telita. Ah y al final Sabrae y Shasha van a ser best sis forever (acabo de inventarme ese termino)
Ojala Zayn hubiese pasado por la cafeteria en el momento en el que Alec decia que no iba a decir que le comía el coño delante de la mesa de profesores y le hubiese mirado y acto seguido le hubiera dicho "Olvidate de pisar mi casa en un mes chaval" La hostilidad hacia Alec se me ha bajado un poco cuando ha hablado a Sabrae por telegram (doy por hecho que lo usan) y le ha dicho que ha esperado a tener su confirmación para hablarle por si le bloqueaba. Es que le odio pero a la vez le quiero abrazar.
pd: he tenido que ponerme la banda sonora del gran showman para tranquilizarme y no dejarte un comentario de mil palabras y que todas fuesen insultos hacia alec y hacia tu persona por hacerme esto
ES QUE ES DE TONTO EN SERIO ENCIMA SE VE COMO SUPERADO POR LA SITUACIÓN Y LE DA MIEDO QUERERLA Y POR ESO LO NIEGA PERO LUEGO SE ENORGULLECE DE SUS SENTIMIENTOS????? ES MUY RARO ESTE CHAVAL ME VA A DAR UN ANEURISMA DE ESCRIBIRLO
EliminarQue no se note que metí a Zayn en el siguiente capítulo porque me inspiraste con lo de que es icónico hasta en las novelas Patri menuda leyenda estás hecha
Buah mira eso lo hablaba yo con Paula hace una semana o así que Sabrae ya esá como super investida (?) (sólo me sale invested perdón) con Alec y es que le diría que sí a cualquier cosa y el hecho de que él vaya con otras aunque lo entiende le duele un montón y encima él lo sabe y por eso no le miente pero tampoco le dice la verdad en plan :) no yo en los baños no hice nada :) en los baños eh :) baños
TÍO ME ENCANTA QUE OS ENCANTE QUE SHASHA Y SABRAE SE LLEVEN TAN BIEN ES QUE YA CREÍA QUE OS IBAIS A ENFADAR CONMIGO POR CAMBIAR LA NARRATIVA CON ELLAS JAJAJAJAJAJAJAJAJA
Tía patri eres una puta genio tengo que hacer que eso salga en la novela sí o sí déjame pensar estoy tomando notas *emoji de los ojos y de un lápiz anotando en un papel*
Es que Alec es un cuqui, es un imbécil pero también es cuqui
pd: me alegro de que te tranquilizaras realmente me encantó tu comentario ay no sabes lo que me está prestando que ahora los hagáis un poquito más largos mi coraçao hurts