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Llevaba cinco minutos de reloj plantado en mi calle, en
el punto exacto que resultaba equidistante de mi casa a la de Jordan. De nuevo,
había perdido el coraje que sólo me invadía cuando estaba con Sabrae. Decir que
ella me hacía fuerte no era una metáfora, sino describir la realidad tal y como
era: su mera presencia bastaba para que todo lo que ella decía tuviera una
lógica aplastante, incluso cuando eran verdaderos disparates. Podía creerme cualquier cosa si venía de sus labios,
siempre y cuando los viera en vivo y en directo, porque estaría demasiado
ocupado recordando su tacto y su sabor al besarlos como para plantearme
siquiera la posibilidad de que ella pudiera mentirme.
Sabía
mis puntos fuertes y también mis puntos débiles. Cuando ella no estaba, era un
armatroste olvidado en un rincón de la habitación. Pero en cuanto ella entraba
en escena y posaba sus dedos sobre mí, me convertía en un arpa. Todo lo que yo
hacía dependía de que…
Como
si supiera el rumbo que estaban tomando mis pensamientos, mi móvil emitió un
pitido en el interior de mis pantalones. No necesité sacarlo del bolsillo para
saber que acababa de recibir un mensaje de Sabrae, pero lo saqué de todos
modos. Ni siquiera lo desbloqueé para leer todo el contenido del mensaje.
¿Ya
has hablado con Jor?
No
pude evitar esbozar una sonrisa más parecida a un mohín que a una sonrisa
auténtica. Jor. Pasaba tanto tiempo
conmigo que incluso se le había pegado la forma de llamar a mis amigos, y eso
que tampoco es que pasáramos mucho tiempo hablando de ellos… o hablando, ya
puestos. Pero ella me conocía lo suficiente como para saber que necesitaba un
último empujón para volver a enderezar mi vida; con un poco de suerte, la
encarrilaría definitivamente y no volvería a salirme del rumbo que me habían
marcado.
Estoy
a punto.
Vale
☺ suerte, aunque no la
necesites❤
Tenía
que conseguir que me entrara en la cabeza de una puta vez que no era un estorbo
para todos los que me conocían. Que la gente que estaba cerca de mí, lo estaba
porque disfrutaba de mi compañía, y no porque quisieran sacarme algún tipo de
provecho (tampoco es que yo pudiera ofrecerles mucho, pero bueno…).
Sacudí
la cabeza como expulsando aquellos pensamientos de mi mente y eché a andar en
dirección a la casa de Jordan, dejando a espaldas el lugar donde se suponía que
debía estar a salvo. Cuando el estómago se me retorció al acercar el dedo al
timbre, me encogí un poco, como cuando es Halloween y no te queda más remedio
que llamar a la puerta del vecino borde del barrio, ése que detesta a los
críos, si quieres terminar de llenar tu cesta. No es que la noche te haya ido
precisamente mal, pero siempre puede haber alguien que te la joda y te termine
amargando los dulces.
Y
Scott había sido ese evento que me había amargado los dulces. Estaba tenso
cuando íbamos a su casa, sí, lo admito: una parte de mí sabía que iba a tardar
un poco más en llevar a la práctica la teoría que Sabrae había tratado de
hacerme interiorizar, pero no esperaba encontrármelo tan… no sé. Frío. Era como
si Scott no me quisiera en su casa, y yo llevaba demasiado tiempo con una
película montada sobre lo mucho que me odiaban en mi grupo de amigos como para
que su distancia no me afectara. Lo peor de todo era que Sabrae se había dado
cuenta también, porque había mirado a su hermano de una manera en que no la
había visto mirarlo muchas veces.
Pero
Scott es Scott y Jordan es Jordan, me dije. Jordan me perdonaría, me
confortaría, me diría que no pasaba nada y que no me dejaría atrás como sí
podían hacerlo los demás, y que lucharía por que el grupo no se desintegrara
aun cuando tuviera que convencer al resto de que yo también era importante… a
pesar de que yo le había dado la espalda por estar con Sabrae. Pero es que
estar con Sabrae me hacía sentir bien.
Eso
no justificaba que tuviera a Jordan abandonado, no obstante. Tenía razón
quejándose de que no me estaba comportando bien con él, porque era la pura
verdad: había prescindido de él como me daba miedo que los demás prescindieran
de mí. Si el karma existía, me tenía una buena preparada. Nada que no me
mereciera, por otra parte.
¿Quieres dejar de torpedearte, por favor?, me
riñó Sabrae en mi cabeza, y yo contuve una sonrisa. Me había dicho lo mismo
mientras nos vestíamos y ella me había tomado el pelo con que, bueno, si mis
amigos no me perdonaban así ella saldría beneficiada, porque entonces sólo
podría estar con ella, a lo que yo había respondido como sólo respondía
últimamente: agobiándome. La pobre había tenido que dejar de abrocharse los
vaqueros para venir a abrazarme, revolverme el pelo y meterse conmigo porque no
sabía distinguir una broma estúpida de la realidad. Evidentemente, mis amigos
me perdonarían. De hecho, ella pensaba que no tenían mucho que perdonar. Nada,
más bien.
-¿Tú
crees?-había lloriqueado en su regazo como un perrito, y ella se había reído,
había asentido con la cabeza y me había dado un beso en la frente. Recordé de
repente en la pésima posición en la que la habíamos puesto entre todos, pero
especialmente Scott y yo: en tierra de nadie, esquivando las balas en un
terreno en el que encima también se probaban bombardeos. Esto no era sólo por
mí. También era por ella, y por ella debía arreglarlo todo.
Así
que, por fin, llamé a la puerta. El timbre reverberó en el interior de la casa,
y yo me metí las manos en los bolsillos para no empezar a retorcérmelas de
puros nervios. La mirilla parpadeó un segundo, dando muestras de que había
alguien al otro lado de la puerta preguntándose quién llamaba a esas horas. A
continuación, la madre de Jordan la abrió y se me quedó mirando.
-Hola,
Al-susurró en tono cauteloso, lo cual me puso sobre aviso de que ella ya sabía
de mi actitud rara… aunque, bueno, me imagino que no había que ser muy listo
para saber que a mí me pasaba algo, sobre todo después del numerito que había
montado el día anterior.
-Hola,
Annie. ¿Jordan está liado?
Parpadeó
despacio. Sí que debían de estar mal las cosas entre nosotros como para que yo
preguntara si Jordan estaba ocupado, en lugar de entrar en su casa, subir las
escaleras y entrar en su habitación sin llamar. ¿Qué podía pasar? ¿Que me lo
encontrara haciéndose una paja? No iba a traumatizarme viendo a un tío
cascándosela. No sería la primera vez que lo pescaba en plena faena (o él a
mí), y nunca había pasado nada.
Claro
que también es verdad que Jordan y yo nunca habíamos estado mal. Por eso
preguntaba yo.
-Está
en el cobertizo.
Tuve
que contener un suspiro de alivio. Si las cosas se ponían feas y empezábamos a
gritarnos, por lo menos lo haríamos justo encima de las cabezas de sus padres,
lo cual ya era un avance. Annie se hizo a un lado para que yo pasara, con el
pelo negro recogido en minúsculos y abundantes moños que la hacían parecer la
representación de un virus, pero yo negué con la cabeza, di un par de pasos
hacia atrás, y con las manos aún en los bolsillos, rodeé la casa en dirección
al cobertizo, en el que había luz. Si fuera un poco listo, me habría ocupado de
mirar primero allí, para ir descartando lugares, pero estaba tan obcecado con
no achantarme con Jordan que ni siquiera me había planteado la opción de que no
estuviera encerrado en su habitación… como habría estado yo de ser las cosas al
revés, también te digo. Si Jordan se hubiera echado novia y estuviera pasando
de mí como yo lo hacía de él, estaría amargadísimo. ¿Con quién iba a jugar yo a
la consola hasta que se me secaran los ojos y me doliera la cabeza? ¿Con quién
me iba a quejar yo de Bey? ¿Con quién discutiría sobre quién era la mejor
actriz porno de todos los tiempos? ¿Con quién me tiraría a ver una peli cutre
sobre robots, que serviría de excusa para tomarnos unas cervezas e inflarnos a
palomitas?
¿Quién
iba a ser mi mejor amigo?
Esta
vez conseguí reunir el suficiente valor como para no llamar a la puerta. Giré
el pomo y entré en la pequeña habitación, en la que esperaba que resonara el
ruido de los tiros y los gritos típicos de los juegos de guerra, pero en su
lugar, una musiquita relajante flotaba en el ambiente. Cerré la puerta tras de
mí y subí el pequeño escalón que habíamos hecho para dejar los zapatos, como en
las casas japonesas (y de paso poder poner calefacción en el suelo).
Jordan
se me quedó mirando. Sostenía en las manos el mando de una consola a la que
sólo jugábamos cuando estábamos muy aburridos, y prácticamente nunca cuando
estábamos solos: la Nintendo Switch. No había muchos juegos a los que
pudiéramos jugar por separado, así que enseguida identifiqué el juego al que
estaba jugando: el Animal Crossing. Precisamente el juego al que jugábamos
cuando estábamos de bajón. Los vecinos que resultaban ser vecinos tuyos y cuyas
casas podías situar donde te diera la gana podían curarle la depresión a
cualquiera, y la sección el museo en que se exponían los fósiles era una puta
pasada… además, por supuesto, de que podías asomarte a los acantilados a ver
caer estrellas fugaces y pedirles el deseo de que tu estado de ánimo pronto
cambiara.
Precisamente
allí estaba Jordan: en el acantilado, con el susurro de las olas abajo, y la
pantalla enfocando el cielo cuajado de estrellas, a la espera de que una
atravesara el cielo.
Nos
quedamos mirando el uno al otro, no sé quién de los dos estaba más
impresionado: si él con que tuviera la audacia de plantarme allí, en su casa; o
yo, con que hubiera rescatado aquel juego del rincón de los olvidados y se
estuviera comportando como si tuviera doce años. Aunque, a decir verdad y para
ser justos, entendía que Jordan necesitara las buenas vibraciones que sólo
puede darte una isla llena de animales parlantes que buscan por todos los
medios complacerte para que no les desahucies.
-Hey-saludé.
Jordan asintió con la cabeza.
-Hey.
-Estás
jugando-comenté, señalando la tele, y Jordan asintió de nuevo, muy despacio.
Estaba espatarrado en el sofá, con el culo en una de las esquinas de la U y una
pierna subida sobre el sofá, como nos sentábamos cuando estábamos solos y no
esperábamos visitas. Se había tapado con una manta, la misma manta con la que
tapé a Sabrae la primera vez que hizo squirting
para mí.
-¿Quieres
jugar tú?
-Vale.
Pero… luego. Cuando tú termines-susurré, sentándome en la otra esquina de la U,
con las piernas separadas. Anclé los codos en las rodillas y me froté las manos
mientras Jordan llevaba el personaje al museo y lo metía en el acuario. A
continuación, me tendió el mando-. ¿Ya has acabado?
-Estaba
aburrido-explicó. Cogí el mando con una mano un poco temblorosa y que me dio
pavor, y después de hacer que el personaje diera dos pasos, me detuve y volví a
mirarlo-. La verdad es que no he venido porque me apeteciera jugar, Jor.
Jordan
asintió con la cabeza.
-Sí,
a mí tampoco me apetecía jugar-admitió-. Estaba… no sé. Quería hablarte,
¿sabes? Pero sabía que habías quedado con Sabrae, y tampoco es que lo mío corra
mucha prisa, pero…-se pasó una mano por las rastas y yo dejé el mando sobre la
mesa y me froté la cara.
-Tiene
gracia-comenté, aunque no se la veía en absoluto, y creo que Jordan tampoco-.
Porque yo también quería hablarte. Aunque… bueno, me he comportado como un
capullo últimamente, así que no sé si tengo derecho a ser yo el primero que se
ponga a parlotear. Desde luego, lo único que voy a decir son tonterías.
-Tú
no sueles decir tonterías, Al. Dices gilipolleces-corrigió, y yo me lo quedé
mirando. Noté que la rabia que me había invadido cuando Scott se mostró cauteloso
delante de mí volvía a explotar, lo cual no tenía ningún sentido: si me
enfadaba que mis amigos marcaran las distancias conmigo, no debería enfadarme
que se comportaran como si nada hubiera pasado. ¿O sí? ¿No era eso precisamente
lo que me llevaba molestando tantos días, que nadie parecía darse cuenta de que
había algo raro en mí? Joder, estaba hecho un lío, y quería deshacerlo ya.
-Pero
son gilipolleces que, si te paras a pensarlo, son súper sabias-continuó,
completamente ajeno a mi erupción emocional, y yo me lo quedé mirando. Toda la
lava que subía por mi estómago y estaba a punto de salir disparada a chorro,
quemándonos a ambos, se solidificó antes de llegar a mi garganta, haciendo que
me ardiera y me oprimiera mientras mis emociones se expandían igual que crecía
una isla volcánica justo después de una erupción.
Y de
la misma manera que el suelo volcánico es increíblemente fértil, así lo fue la
tranquilidad que Jordan consiguió insuflarme. Sentí una intensa oleada de un
cariño que llevaba latente durante años, subsistiendo bajo la superficie, una
corriente que proporcionaba vida a todo lo que había por encima. Joder, si no
estuviera tan preocupado ahora mismo con las mierdas que se me pasaban por la
cabeza, le habría dicho a Jordan que le quería, y todo.
No
estaba acostumbrado a tener esos instantes de revelaciones con mis amigos. Sí,
vale, a veces me asaltaba la sensación de profunda gratitud y conciencia de lo
afortunado que era por tenerlos conmigo, pero normalmente no me asaltaba el
amor de esa manera. Sólo lo hacía con Sabrae. Y creo que decía bastante de mi
relación con Jordan que lo más parecido que había experimentado nunca a lo que
ahora él me estaba haciendo sentir, lo viviera con la chica de la que estaba
enamorado.
Por Dios, Alec, deja de pensar así de
Jordan. Pareces homosexual, se burló una voz en mi cabeza, a la que no me
costó demasiado ignorar.
-¿Piensas
que soy sabio?-pregunté con un hilo de voz, estupefacto. Era el pupilo más
maltratado por el maestro descubriendo que era su ojito derecho. Jordan
parpadeó, sorprendido y también un poco cohibido. No estábamos acostumbrados a
sincerarnos el uno con el otro, simplemente sabíamos qué sentíamos, el vínculo
que nos unía y lo fuerte que era. No había necesidad de andar recordándonoslo
constantemente como sí me pasaba con Sabrae, por ejemplo, o incluso con Bey.
Las chicas son diferentes a nosotros, necesitan que les estés recordando
constantemente cómo te sientes respecto a ellas. Nosotros somos más fríos. Más…
conformistas. Y eso era lo que nos había llevado a esa situación: por querer
cerrarnos a cal y canto confiando en que el otro sabía por dónde iban los
tiros, Jordan y yo nos estábamos alejando.
-Eres
bastante más listo de lo que te crees-continuó, a tientas, buscando el interruptor
de la luz en mi cerebro para que todo volviera a ser como siempre había sido-.
Disfrazas de cachondeo verdades como puños, Al. No sé si lo haces
conscientemente para que así se suavice el impacto, o si es algo instintivo que
no eres capaz de controlar. Siempre has tenido una opinión pésima de ti mismo,
así que no sabría decir si lo haces inconscientemente porque eres
inherentemente bueno, o lo haces porque crees que eres malo y piensas que debes
compensarlo de alguna manera.
Jugueteé
con uno de los joysticks del mando, haciendo que el personaje girara sobre sí
mismo como si estuviera en un baile, y tragué saliva. No me merecía mirarlo,
porque no me merecía que pensara así de bien de mí. No me merecía que nadie
pensara bien de mí, y sabía que Sabrae lo hacía porque de alguna manera había
conseguido hechizarla hasta enamorarla, y su opinión no era imparcial, pero
Jordan debía ser inmune a mis encantos. Había crecido conmigo, y además era
hombre, y hasta donde yo sabía, no le gustaban los hombres.
-No creo
que sea tan bueno como todos os pensáis. En lo único en lo que estoy a la
altura de esas expectativas es engañándoos, parece ser.
-Como
te he dicho, Al-respondió él con cariño, de la forma en que un padre le explica
a un hijo por qué no puede meter los dedos en un enchufe-, siempre has tenido
una opinión pésima de ti mismo. Seguro que también te lo dice Sabrae-comentó, y
algo dentro de mí hizo clic. Sabrae. Por ella había decidido venir. Me había
armado de valor para intentar arreglar las cosas, y debía empezar por lo
básico: recuperar los lazos con mi mejor amigo, el soporte que tenía para no
caerme al vacío, mi conexión con el resto del mundo. Jordan era el único que me
daría un par de hostias si me las buscaba, y si no había vacilado en el pasado
tampoco vacilaría ahora-. Estás haciendo avances, pero todavía te queda un gran
trecho por recorrer. Suerte que la has encontrado a ella para que te acompañe
en el camino…
-Tú
ya me acompañabas-repliqué.
-Me
alegro de que la tengas-continuó sobre mi voz.
-No
tienes que sentirte desplazado por Sabrae-añadí, por encima de su voz. Nuestras
voces se habían solapado y por un momento me sentí como cuando echábamos
partidas online y nos gritábamos el uno al otro mientras tratábamos de vencer a
algún pringado que jugaba en el sótano de la casa de sus padres en Taiwán, o se
había conectado en algún cibercafé para tener una conexión diferente en un
pueblucho perdido de Europa del Este. Me traía buenos recuerdos.
Jordan
se me quedó mirando, se relamió los labios y preguntó:
-Perdona,
¿qué has dicho?-no lo hizo en ese tono amenazante en el que lo hacen las
mujeres. Me había relacionado con las suficientes como para saber que, cuando
una chica te pide que repitas lo que acabas de decirle, en realidad te está
dando una oportunidad para corregir tu rumbo, y más te valía recular, porque
una falta de respeto doble siempre les
soltaba la mano.
Carraspeé
y le repetí lo que había dicho.
-Que
no tienes que sentirte desplazado por Sabrae. Ni reemplazado, ni nada de eso.
Sé perfectamente el lugar que ocupa ella en mi vida, y el que ocupas tú. Y no
son el mismo-respondí, frotándome las manos. Jordan acarició despacio la manta,
alisándola con sus oscuros dedos de yemas claras.
-Me
alegro de que estés con Sabrae-contestó con diplomacia después de unos segundos
de reflexión.
-Vamos,
Jor, sabes que eso no es incompatible con sentirte amenazado por ella.
¿Recuerdas cuando Scott se puso celoso de Megan cuando Tommy empezó a salir con
ella? ¿O cuando Karlie se echó a llorar mientras Tam nos contaba que se había
enrollado con un tío por primera vez? Los dos sabemos que Scott y Karlie se
alegraban de lo que les había pasado a Tommy y Tam, pero eso no quitaba de que…
bueno. De que fuera un poco agridulce.
Jordan
no respondió, sino que se me quedó mirando unos instantes en silencio,
sopesando lo que acababa de decirle.
-No
tengo nada en contra de Sabrae.
-Tampoco
he dicho eso, ni tampoco lo pienso.
Jordan
había bajado la pierna del sofá hacía un rato, pero ahora juntó las rodillas y
le dio una patadita a la alfombra con la punta del pie.
-Me
parece una tía cojonuda-terminó de justificarse, y yo sonreí.
-Me
alegro de que lo pienses. Yo también lo creo. Pero todo eso no quita de que las
cosas entre nosotros sean distintas.
-Es
perfectamente normal, Alec-me miró a los ojos-. A fin de cuentas, te has echado
novia.
-Ya
quisiera yo que Sabrae fuera mi novia-me eché a reír.
-No,
ya quisiera ella-me defendió con valentía y decisión, entrecerrando los ojos,
demostrándome que saltaría a una arena de gladiadores por mí igual que yo lo
haría por él. Cortó mis carcajadas en seco, pero no porque me hubiera molestado
que intentara ponerme a mí por encima de ella (era un buen amigo, y su opinión
de mí era demasiado buena), sino porque me conmovió su lealtad. Jordan apartó
la vista y se frotó las manos, concentrado en las líneas oscuras de las palmas,
leyendo en ese futuro escrito en tonos opuestos de la escala cromática. Al
menos no me sentía raro intentando hablar de esto con él, porque a él también le
costaba exteriorizar sus sentimientos conmigo.
-Lo
siento mucho si me he dejado llevar demasiado por mis ansias por estar con ella
y eso ha hecho que te sientas menos importante, Jor-susurré, y él frunció los
labios-. Te prometo que no ha sido intencionado. Yo sólo… ni siquiera me había
dado cuenta de que te sentías así hasta que no hablamos ayer, y cuando hoy
Sabrae me ha contado que acudiste a ella…
-Estabas
mal-zanjó, mirándome de reojo-. Y sé de sobra que yo no iba a ser capaz de
sacarte lo que sea que ella te haya sacado. No tenemos ese nivel de confianza.
-Pero,
¿qué dices, Jordan?-protesté-. Tío, Sabrae será mi chica, pero tú eres mi mejor
amigo, y eso siempre va a ser así. Si no te he querido contar lo que me pasaba
es porque me estaba comiendo la cabeza, y… sabía que tú me ibas a dar una
hostia, que es lo que me merezco, en lugar de una palmadita en la espalda y un
beso en la frente, que no es lo que necesitaba pero sí lo que quería que me
dieran. No hay nada de lo que hable con Sabrae que no pueda hablar contigo,
tío. Pero sí que hay cosas que hablo contigo que ella no entiende.
Jordan
sonrió, mirándose las uñas.
-Ya
le enseñarás suficiente boxeo como para que te siga.
No lo
dijo de manera agresiva. No buscaba pelea, sino rebajar la tensión del
ambiente, que estaba bastante cargado. Me estaba poniendo un poco intensito,
pero ahora que había cogido carrerilla era incapaz de parar.
-No
me refiero a eso, puto gilipollas-protesté, y Jordan se me quedó mirando-.
Sabrae no tiene polla. ¡Sorpresa!-Jordan silbó, y no consiguió contener una
sonrisa-. Así que no me entiende como me puedes entender tú.
Jordan
me miró de arriba abajo, rió entre dientes y comentó:
-Bueno,
tampoco es que hablemos mucho de lo difícil que es mear con un empalme
mañanero-meditó, y yo puse los ojos en blanco y me eché a reír-. Así que no se
me ocurren muchos temas en los que yo sea un experto y Sabrae no sea capaz de
seguirte en la conversación.
-Somos
tíos. Sabrae, no.
-Sí,
ya. Me había quedado claro, chico blanco del mes-se burló, repantigándose de
nuevo en el sofá, con una ceja alzada-. De lo contrario, no irías corriendo a
verla en cuanto tuvieras cinco minutos libres, y a mí que me jodan.
-Eres
un puto virgen de mierda, Jordan-le recordé-. Cuando pruebes por fin un coño,
entenderás por qué me comporto así-le di una patada juguetona en la planta del
pie y Jordan jugueteó con una de sus rastas, pensativo.
-Te
he echado de menos, tronco.
-¡Epa!
Que puede que me haya puesto sensible, pero no me he hecho julandrón, ¿sabes?
Lo siento, pero no puedo quererte de la manera en que quieres que te quiera. Tu
entrepierna es de una forma equivocada-respondí, sacudiendo la cabeza.
-Debo
de tener algo mal aquí arriba-se tocó la sien-, para quererte como lo hago.
-Jordan,
para-le di una palmadita en la pierna-. O me pondré juguetón, te la terminaré
chupando, y a ver cómo se lo explicamos a nuestras respectivas.
-¿“Nuestras
respectivas”? Joder. Desde que lees libros, no hay quien te soporte. Puto
empollón…
-¡Joder!
¡Cómo es este puto grupo, macho! Me pescáis leyendo un único libro y ya me tratáis como una puta eminencia, jodida panda
de analfabetos babeantes-gruñí, y Jordan se echó a reír, relajado. Me lo quedé
mirando, y de nuevo, aquella oleada de sentimientos positivos me invadió. Aquí
era donde tenía que estar: bromeando con Jordan, viviendo la vida incluso de
forma tranquila, en lugar de solo en mi habitación, contemplando la vida pasar
y preguntándome en qué momento había dejado que mis miedos tomaran las riendas
y me terminaran dejando solo-. Yo también te he echado de menos, tío. Os echo
un montón de menos a todos.
-Porque
tú quieres. Eres más terco como una mula, ¿sabes? No paras de protestar por
cómo es Sabrae. Debe de ser que te jode haberte buscado una tía igualita que
tú. Ahora que, también te digo, con la forma de ser que tienes, sólo podrías
juntarte con alguien tan tozudo o más que tú. De lo contrario…
-¡Eh!
Un respeto. A Sabrae sólo la critico yo, ¿estamos?
-Pues
bien que te callas cuando Scott la critica.
-De
alguna manera hay que ganarse a la familia política-junté las dos manos sobre
mi cabeza, con los dedos entrelazados, e hice una mueca-. ¿Qué te estaba
diciendo?
-Que
me ibas a comer los huevos.
Le
dediqué una sonrisa oscura.
-Menudas
ganas tienes de arrastrarme al lado oscuro, ¿eh, pillín? Estoy seguro de que la
conversación había avanzado un poco más.
-No
te creas: me estabas diciendo que tú también me echabas de menos, lo cual es la
forma de decir en clave “te quiero comer todo lo negro”.
-Ah,
bueno, eso no me compromete a nada. Porque, ¡extra, extra, Jordan! ¡Todo tú es negro! Podría estar refiriéndome a uno
de tus pies perfectamente.
-Sí,
al del medio.
-Estás
obsesionado, tío-me eché a reír-. Puto virgen de mierda. ¡Echa un polvo ya, que
estás salido y es imposible hablar contigo, macho!
-Me echabas de menos-recordó Jordan, poniendo
los ojos en blanco. No se me daba bien mantener conversaciones serias mucho
tiempo, y él era plenamente consciente de ello-. A mí, y a los demás, y yo te
estaba diciendo que era porque tú querías, porque eres muy tozudo, y cuando te
ofuscas, te dura el enfado dos milenios.
-Estás
haciendo que me sonroje, Jor. Para-ronroneé.
-¿Qué
te pasa?
-Que
me estás haciendo pasar vergüenza.
-Para
pasar vergüenza primero hay que tenerla, y tú ni la has conocido,
fantasma-espetó-. Me refiero a qué te pasa últimamente.
Me
froté de nuevo la cara y me presioné el puente de la nariz.
-Bastante
ridículo me siento ya habiéndote hecho sentir reemplazable como para contarte
también lo otro, Jor.
-A
ver, Alec, tampoco te martirices. Te apetece estar con Sabrae más que conmigo,
pues te apetece, punto. Tampoco es el fin del mundo-se encogió de hombros.
-Pero,
¡te he hecho sentir mal!
-Es
que yo soy de montarme películas, ya lo sabes.
-Ya,
yo también. Que también te digo una cosa, Jor: estas cosas me las tienes que
decir. Si me paso estando con Sabrae y te dejo desatendido durante demasiado
tiempo, quiero que me lo digas.
-Ya,
tío, pero es que si tú no me dices lo que te pasa, yo tampoco te puedo decir
nada, ¿sabes? Porque no sé qué estáis haciendo. No sé si estáis follando,
haciendo terapia, las dos cosas u otra tercera.
-Si
eliges una de las dos primeras opciones tienes más posibilidades de acertar que
si te decantas por la tercera-me burlé.
-Y
claro-continuó sin hacerme caso, acostumbrado a que fuera un bocazas-, como yo
no sé lo que es tener novia y tal, no sé cuánto es normal y cuánto no…
-Bueno,
tío, pero eso es porque no quieres-contesté, inclinándome hacia él y capturando
una de sus rastas-, porque si te cortaras estas aberraciones de la naturaleza
que llevas en el pelo, se te tirarían las tías encima, ya te lo digo. ¿Te das
cuenta de lo que les has negado a las londinenses durante estos años? Scott y
yo les dábamos a elegir entre el famosito en ciernes y el chico blanco del
milenio, pero tú…
-¿Del
milenio?-repitió Jordan, echándose a reír-. Joder, vaya ego tienes.
Le
dediqué una sonrisa torcida.
-Si
vieras cómo follo no te parecería que estoy exagerando. Pero eso, que me
distraes-hice un mohín y Jordan levantó las manos-, y tú podrías haber sido el
primer negro al que probaran. Mierda, si incluso hasta estaría dispuesto a
compartir a una piba contigo, tío-le di una palmadita en el pecho y Jordan
sonrió.
-¿A
Sabrae, por ejemplo?
-Yo a
Sabrae no la comparto. Ya me cuesta compartirla con su familia, como para dejar
que le pongas tus asquerosas zarpas encima.
Jordan asintió con la cabeza y volvió a
recostarse sobre el sofá, pensativo. Tras un instante de contemplación en el
que sopesó las posibilidades de que me volviera a cerrar en banda si trataba de
preguntarme por lo que me había pasado (no eran muy altas, pero yo llevaba una
temporada comportándome de una forma tan extraña que Jordan ya no estaba seguro
de saber interpretar mi señales correctamente), finalmente decidió lanzarse a
la piscina.
-Respecto
a Sabrae… ¿ha conseguido quitarte lo que fuera que te estuvo rondando por la
cabeza estos días?-preguntó con cautela, y yo me encogí de hombros.
-Sí,
y no. Tiene más influencia sobre mí de la que me gustaría admitir, pero no
tanta como vosotros os pensáis. Además… los problemas no venían con ella.
-¿No?
-No.
-Vaya.
Pensaba… bueno, en fin. Supongo que estaba equivocado.
-¿Qué?
Dilo, Jordan-insté, alzando las cejas, en un tono puede que más severo de lo
que debería. Jordan se encogió de hombros, se mordisqueó las uñas y respondió:
-No
sé por qué, me daba la sensación de que te había pasado algo con Sabrae. Llevas
raro desde que fuiste a cuidarla a su casa, porque en lugar de comportarte como
si acabaras de vivir una luna de miel improvisada con ella, llegaste al partido
de baloncesto muy apagado. Era como si hubieras envejecido veinte años de una
sentada, pero no físicamente, sino mentalmente. Llevas unos días irascible como
un cincuentón que hace años que no folla, y pensé que os había pasado algo
porque, bueno, cada vez que Scott o Tommy abren la boca, tú contienes una
arcada, como si nos soportaras escucharles hablar por si se ponen a hacerlo de
lo bien que se enrollan con sus novias, ¿sabes?
-Te
voy a dar un consejo, Jor: no te preocupes por mi vida sexual. No es para
preocuparse, todo lo contrario. O bueno… quizá sí-arrugué la nariz-. Si
consideras que lo hago demasiado.
-Era
la única cosa que se me ocurría y que podía tener un mínimo sentido, pero
claro, luego te veía con Sabrae, y pensaba “no puede ser que les haya pasado
algo, si parecen mejor que nunca”. Realmente estáis como habéis estado siempre.
Puede que tú te pongas más borde con ella de lo habitual, pero por lo demás, no
veía cambio, así que no sabía a qué se podía deber.
Alcé
una ceja.
-¿Y
Bey qué dice?
-No
he hablado con ella.
-Y
voy yo y me lo creo.
-Es
en serio, Al. No he compartido con Bey ninguna de mis teorías, porque como
podrás comprobar, a juzgar por cómo te brillan los ojos y lo despeinado que
llevas el pelo, está claro que sexo no te falta. Algo te pasa, pero yo no sé lo
que es. Y creo que Bey tampoco, o te habría arrinconado de manera distinta. Nos
resulta muy difícil leerte estos días, porque no te estás comportando como si
fueras tú-me miré los pies y jugueteé con mis manos entrelazadas, dándole
vueltas a mis pulgares de manera que sucumbieran en un lento baile-. Es como si
hubieras pasado a hablar en otro idioma que nosotros no entendemos. Como si ahora
usaras el ruso o el griego para dirigirte a nosotros, en lugar del inglés.
Me
mordí el labio y asentí con la cabeza.
-Respecto
a eso… os debo una disculpa a todos. Y os la voy a dar, te lo prometo.
-Tío,
si te cierras en banda y nosotros no somos capaces de descubrir qué te pasa,
creo que también tenemos un poco de culpa. Tú no es que seas precisamente un
vidente, pero hay algo dentro de ti que te dice qué es lo que nos preocupa
cuando nos ves raros. Y que a nosotros eso no nos pase… no sé, resulta muy
frustrante. Sobre todo porque no es propio de ti. Si algo te molesta de lo que
hacemos, siempre nos lo dices a la cara.
-Es
que normalmente no me dan vergüenza las cosas que me molestan de
vosotros-respondí, encogiéndome de hombros y atreviéndome por fin a mirarlo a
los ojos. Jordan frunció el ceño.
-¿Qué
puede pasarte para que te dé vergüenza?
-No
sé si es contigo con quien debo hablarlo primero, Jor-murmuré. Jordan torció la
boca.
-Tío,
no es por nada, pero hace dos segundos me acabas de decir que debería decirte
todo lo que me pase contigo. ¿No te parece un poco hipócrita lo que estás
haciendo tú ahora?
-No.
-Te
estás comportando como un crío.
-Quizá
lo sea-respondí con amargura, mirándolo intensamente, como si tuviera visión de
rayos láser y pudiera derretirlo sobre el sofá con la fuerza de mis globos
oculares. Él, por su parte, chasqueó la lengua y puso los ojos en blanco.
-¿No
te cansas de ser tan imbécil, macho? ¡Dime lo que te pasa y ya está!
-¡Te
estoy diciendo que me da vergüenza, Jordan!
-Tío.
Que es de ti de quien estamos hablando. Tu segundo nombre es “sinvergüenza”.
-Mi
segundo nombre es Theodore.
Jordan
parpadeó.
-Está
bien, Theo-levantó las manos y se encogió de hombros de nuevo-. Si te vas a
poner así…
-¡No
me llames eso!
-¿Y
cómo te llamo, entonces? Eres igual que un crío. Theo va a la escuela. No me
extrañaría una mierda que te pusieran a protagonizar una nueva tirada de libros
para mocosos de cero a tres años.
Me
hundí en el sofá y emití un sonoro bufido.
-¿Ahora
me castigas con tu silencio?-me provocó, y yo lo miré.
-Estoy
cabreado con Scott y Tommy-revelé, y Jordan asintió.
-Sí,
bueno, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que algo te pasa.
-No,
Jordan, no me estás escuchando. Estoy cabreado con Scott y Tommy-hice énfasis en sus nombres para que él pillara
el matiz que lo cambiaba absolutamente todo. Jordan me miró. Me evaluó con la
mirada igual que se evalúa a un caballo salvaje al que se está a punto de
domesticar. ¿Necesitará espuelas? ¿Un látigo? ¿O bastará con ofrecerle una
zanahoria y acariciarle el lomo hasta que él mismo se tumbe y te permita
montarlo?
Tiré
de un hilillo suelto del sofá, intimidado por su escrutinio. Y, entonces,
Jordan se echó a reír, lo cual me cabreó hasta límites insospechados. Sería
subnormal. Acababa de abrirme con él, me había costado horrores, y él me lo
pagaba descojonándose de mí.
-Eres
un puto gilipollas, Jordan-gruñí, levantándome del sofá y tirándome la manta
encima-. Luego te quejas de que hablo más con Sabrae que contigo, pero es que
¡como para no hacerlo!-ladré, atacando como un perro rabioso. Jordan siguió
riéndose, sacudió la cabeza, la mano, me pidió disculpas, y siguió riéndose y
riéndose y llorando de la risa, y yo, que odio sentirme como un payaso cuando
no me estoy comportando como tal, decidí que ya bastaba de confesiones por hoy.
Me dirigí a la puerta, pero Jordan me detuvo.
-Espera,
¡espera! Perdona, tronco, ¡no te vayas! Pero es que, ¡no me jodas! Entiendo que
te enfades con Tommy, a fin de cuentas su novia es modelo, pero, ¿con Scott?-se
limpió las lágrimas de los ojos-. ¿Ahora me vas a decir que te gusta Eleanor y
quieres luchar por ella? No pensaba que tuvieras algo con las hermanas pequeñas
de tus amigos. Estoy empezando a ver un patrón.
-Gilipollas,
Eleanor es como una hermana para mí. Que se queda a dormir en mi casa varias
veces al mes, por amor de Dios, Jordan. ¿Qué clase de degenerado te crees que
soy yo?
-¿Entonces?-Jordan
continuó riéndose, abrazándose el vientre-. Juro por Dios que me apeteció asesinarlo-.
¿Qué pasa? ¿Es porque se van al programa y van a tener groupies?-inquirió, y yo sentí que el estómago se me hundía, igual
que si estuviera en la cima de una montaña rusa y de repente empezara a bajar a
toda velocidad, escapando por un momento de la sensación de gravedad que
mantenía mis pies en el suelo y mis órganos internos en su sitio-. ¡Como si tú
no hubieras vivido toda tu vida teniendo groupies!
¿Tienes envidia?
-No-contesté,
conteniendo mi rabia-. No estoy enfadado por si consiguen groupies. Me importan una mierda las groupies. Estoy enfadado con ellos porque se van al programa.
Punto.
Subí las escaleras de dos en dos apenas cerré la puerta.
Debía enfrentarme a Scott, y debía hacerlo cuanto antes, antes de que mi rabia
se evaporara y ya no pudiera utilizarla para defender a Alec.
No se
me había escapado la forma en que se habían desafiado con la mirada, y no me
había gustado ni una pizca que lo hicieran conmigo delante, no sólo porque eran
amigos desde que tenían uso de razón, sino porque me había dado la impresión de
que, en parte, Scott estaba provocando a Alec porque sentía que me estaba
apartando de él, cuando era Scott, y no otro, quien se marchaba. Alec
simplemente estaba ahí para mí, consolándome por la inminente mudanza de mi hermano,
y Scott... Scott no tenía ningún derecho a molestarse porque yo buscara
distracciones que me ayudaran a fingir que conseguiría sobrevivir a no estar
con él.
Me lo
encontré poniéndose la ropa de estar por casa, la misma que yo le había robado
hacía apenas unos minutos, cuando llegué a casa. Puede que me pusiera triste
pensar que estaba malgastando uno de los pocos momentos que nos quedaban juntos
discutiendo con él, pero yo tenía muy claro en quién reposaba mi lealtad. Y, en
ese momento, no era en Scott.
Debería
ser comprensivo con los demás. Igual que lo era conmigo, también debería serlo
con el resto de sus amigos: quizás la relación fuera diferente, pero no por
ello debía ser menos intensa. Alec quería a mi hermano de una forma distinta a
como lo hacía yo, pero eso no significaba que sus sentimientos fueran menos
válidos o que tuviera menos derecho que
yo a disgustarse porque Scott se fuera. De hecho, si me paraba a pensarlo en
frío, incluso tenía más sentido que a Alec le afectara más esa situación que a
mí: yo iba a “perder” a mi hermano de todas formas a final de ese curso, tan
sólo me habían robado unos meses; Alec, por el contrario, estaba viendo cómo
una vida de expectativas, un futuro universitario con una rutina en la que por
supuesto estaría mi hermano, se desvanecía ante sus ojos. Scott perdería la
oportunidad de llevar una vida normal en cuanto su cara apareciera en un canal
nacional. Nada sería igual para él, y por ende, tampoco para sus amigos, que
veían sus planes de futuro alterados. Alec iría a la universidad (estaba más
que decidida a conseguirlo), pero no tendría ocasión de disfrutar de la
presencia de mi hermano en las tan legendarias fiestas universitarias y en las
que él tenía tantas ganas de participar. Cuando volviera de África, se
matricularía en alguna carrera (ya nos ocuparíamos de descubrir cuál le llamaba
la atención), pero mi hermano no estaría en ninguna de las listas de admitidos
en ninguna de las universidades inglesas, sino que, como mínimo, estaría absorto
en la grabación de su primer disco (yo ya daba por sentado que a Chasing the
Stars les ofrecerían grabar al menos un disco, incluso si no ganaban, porque
para algo eran los primogénitos de One Direction, la gallina de los huevos de
oro por excelencia de principios de siglo), y eso si no había grabado ya el
disco y se encontraba en una gira.
Así
que, sí. Alec, Bey, Tam y el resto de su grupo de amigos tenían todo el derecho
del mundo a disgustarse porque mi hermano se marchaba. Y Scott no debería
comportarse como un capullo con ellos. No se lo merecían, y me hervía la
sangre.
-¿Por
qué has hecho eso?-pregunté, ignorando su seco bufido cuando me descubrió en la
puerta de su habitación, pues aún no me había perdonado del todo por haberle
robado la ropa y haberlo obligado a pasearse por casa en pelota picada, sin tan
siquiera una toalla con la que cubrirse. Scott frunció el ceño.
-¿Hacer
qué?
-Ya
sabes qué. Te has comportado como un imbécil con Alec-acusé, y Scott se me
quedó mirando. Se mordisqueó el piercing, decidiendo por dónde iba a llevar la
conversación. ¿Admitiría mi hermano su culpa y se ofrecería a acercarse a Alec?
¿Se daría cuenta, igual que lo había hecho mi chico, de la complicada situación
en la que me había puesto? ¿O seguiría en sus trece? Casi parecía que pretendía
hacerme elegir entre el que estaba segura que era el amor de mi vida, y el
hombre de mi vida (a fin de cuentas, todo lo que tenía se lo debía a Scott, que
me había encontrado hacía casi quince años). Y yo había aprendido que, si
alguien te quiere, no te hace elegir. Si te debates entre dos personas, y una
de ellas te hace elegir, debes quedarte con la otra, que te quiere lo bastante como
para ponerte por delante de sus deseos.
Se me
cerró el estómago, imaginándome que mi hermano me empujaba hacia la pared y me
colocaba una espada en el pecho. Ahora que Alec ya no podía defenderme, estaba
a su completa merced. Me recordaría quién era, a quién le debía la lealtad más
absoluta: Alec había supuesto mi despertar sexual, había descubierto un mundo de
posibilidades en mi interior, pero Scott era quien me había dado la vida que
tenía. Odiaría que me lo echara en cara, y no creía que mi hermano fuera capaz
de hacer algo así.
Me
daba pánico que me hiciera elegir. Porque me gustaba ser Sabrae, porque Sabrae
era de Alec, pero también me gustaba ser una Malik, porque eso le pertenecía a
mi familia.
Scott
se encogió de hombros, restándole importancia a mi pregunta. No parecía darse
cuenta de lo trascendentales que eran sus acciones ahora que el tiempo que nos
quedaba juntos era mucho más limitado de lo que nunca antes había creído que
podría ser. Ni siquiera le preocupaba que Alec estuviera preocupado.
-¿Eso
es todo lo que vas a decir?-acusé, estupefacta, encogiéndome de hombros de
nuevo mientras hacía una mueca.
-Sólo
le daba lo que se merece-respondió-. Él se lo ha buscado.
Estaba
alucinada. No podía creer que mi hermano fuera así de egoísta. Me parecía muy
fuerte, incluso para él, que iba a marcharse, nos iba a dejar atrás a todos… y
todo, ¿por qué? Por perseguir un sueño que ni siquiera era suyo, por demostrar
que era mejor que papá, que él no era hijo de Zayn Malik, sino que papá era el
padre de Scott Malik.
-No
te puedo tener delante, Scott. No pienso dormir contigo esta noche-escupí.
-Tú
misma-me castigó de nuevo con su frialdad.
-¿Te
da igual?-respondí, anonadada. Éste no era mi hermano.
-Ya
has tenido bastante hombre por hoy, ¿no te parece?-acusó. Era un monstruo. No
me extrañaba que Alec se sintiera tan mal en su presencia. Scott tenía un aura
venenosa, que infectaba todo lo que había a su alrededor. Era como si su parte
más buena se hubiera envuelto en su pena hasta el punto de quedarse
petrificada, incapaz de salir de nuevo a la superficie para luchar con los
impulsos malignos que todos llevamos dentro, en mayor o menor medida. Pero no
me esperaba que las fuerzas oscuras del interior de mi hermano fueran tan
poderosas. Ya has tenido bastante hombre
por hoy, se repitió en mi cabeza, como un mantra horrible. Me alegré de que
Alec no estuviera con nosotros, pues habría matado a mi hermano en cuanto lo
escuchara decir aquello.
No
era propio de Scott. Era más propio de un monstruo, un monstruo que yo no
pensaba que me hubiera dado mi nombre, que tan bien sonaba cuando Alec lo
pronunciaba. La obra de una bestia salvaje y oscura no podía ser tan musical.
-Eoooo-Scott
chasqueó los dedos frente a mí, y yo di un brinco. Tenía un semblante
preocupado, con el ceño ligeramente fruncido. Se relamió los labios, haciendo
que su piercing negro bailara un único paso antes de detenerse de nuevo, girado
apenas un par de milímetros-. Sabrae. ¿Estás bien? Te has quedado pillada, como
cuando Alice la de Crepúsculo tiene una visión-Scott me dedicó una sonrisa
cálida, una sonrisa que no era propia de un monstruo… y entonces caí en que
aquella criatura que casi me arranca la piel a tiras no vivía más que en mi
imaginación.
Sólo
había sido un sueño. Un mal sueño. Una pesadilla diurna.
-¿Ya
está la cena?-preguntó, y yo parpadeé un par de veces, intentando enfocarlo.
¿Qué? ¿La cena? No había subido a su habitación para avisarlo de que le
esperábamos para cenar, sino porque tenía que hablar con él. En tono calmado, Sabrae, me indiqué. Bastante
mal estaban las cosas entre nosotros si yo me dedicaba a fantasear con que nos
enfrentábamos como para que encima le echara más leña al fuego. No necesitaba
que Scott se pusiera a la defensiva: necesitaba que fuera comprensivo, bueno,
indulgente. En definitiva, que fuera quien había sido siempre: mi héroe sin
capa, la persona a quien más quería parecerme cuando era pequeña. El espejo
donde mirarme para mejorar.
-Yo…
quería hablar contigo, S.
Scott
asintió con la cabeza, terminó de pasarse la sudadera por el cuerpo hasta
dejársela ajustada, y frotándose la toalla contra la cabeza para terminar de
secarse el pelo, se sentó en la cama. Caminé hacia él, que me miró con ojos
curiosos entre los pliegues blancos de la toalla.
-¿No
te sientas?-había dejado hueco suficiente para que Shasha, Duna y yo nos
sentáramos con él si quisiéramos (o estuviéramos presentes), siguiendo con una
tradición tan antigua como la más joven de mis hermanas.
-No
me has dicho que lo haga-tanteé, y Scott me dedicó una sonrisa calmada que me
tranquilizó en lo más profundo de mi ser.
-Estás
en tu casa, pequeña.
Conteniendo
una sonrisa y un alivio que estallaba en mí como un millón de fuegos
artificiales en Nochevieja, me senté a su lado en la cama y entrelacé las manos
sobre las rodillas.
-Mira,
S, eh… quizá me esté metiendo donde no me llaman, y no quiero que creas que
otras personas me mandan para luchar sus batallas personales, pero…
-¿Estamos
hablando de alguna persona en particular?-preguntó mi hermano, perfectamente
consciente de por dónde iban los tiros, y yo me relamí los labios.
-Alec.
-Ya
me parecía-contestó, secándose la oreja-, pero era sólo por confirmar.
-Yo…
Scott, ¿eres consciente de que lo que haces le afecta? No está pasando por un
buen momento, que digamos.
-Eso
es evidente.
-Pues
entonces, ¿por qué no tienes un poco más de cuidado con cómo reaccionas cuando
él está delante?
Scott
suspiró.
-¿A
qué te refieres, exactamente?
-Le
has invitado a que se quede a cenar sin desear que aceptara.
Scott
asintió despacio.
-Vale.
-¿No
lo niegas?
-A
ver, Saab… como tú bien dices, las cosas con Alec no están muy bien
últimamente. Y no sé si eres consciente del poco tiempo que me queda en casa.
No te ofendas, pero no sabes la dinámica de mi relación con Al ahora mismo. Ni
la relación que él tiene con Tommy. Dudo que no te hayas dado cuenta de que por
pocos minutos que estemos juntos él no tenga algo con lo que atacarme.
-¿Qué
quieres decir?
-Lo
de pirar clases. Siempre se lo digo. Ése era yo, comportándome como siempre-se
mordió el labio-, pero la contestación que me dio… era él hablando desde su
rencor. No sé qué bicho le ha picado. Es como si… le jodiera que Tommy y yo
fuéramos a marcharnos-murmuró, pero sacudió la cabeza-. Claro que eso es
imposible. ¿En qué le afecta que Tommy y yo vayamos a participar en un programa
de la tele? No tiene que votarnos si no quiere. De hecho, yo ya cuento con que
no lo hará. Va bastante mal de pasta, y yo no me sentiría bien si supiera que
Alec se está gastando dinero en mí cuando puede gastárselo en cosas más útiles
y que le reportarán más felicidad. Por ejemplo-me miró por el rabillo del ojo-,
tú.
Abrí la boca para responder, rebatir sus
argumentos. A Alec le afectaba, y estaba en todo su derecho de que así fuera.
Mi vida iba a cambiar, pero no era nada que no me esperara, aunque fuera para
dentro de unos meses. Alec, por el contrario, tenía que reevaluar toda su
situación. Sus planes. Sus expectativas. Su red de seguridad.
Pero
no podía hacerlo sin sentir que estaba traicionando a Alec, arrebatándole una
decisión que le correspondía tomar exclusivamente a él. Es cierto que le había
hecho prometerme que hablaría con sus amigos y trataría de resolver la
situación, pero una cosa era empujarle a hacer lo correcto y otra muy diferente
hacerlo por él.
-Él…
no lo está pasando bien, S-susurré, y Scott frunció el ceño, concentrado en
escucharme-. Te pido que seas comprensivo.
-Soy
comprensivo. Pero también te lo pido a ti, Saab. Ya has visto que es incapaz de
estar a buenas conmigo durante unos minutos. No quiero que pienses que mi
opinión sobre él ha cambiado, ni mucho menos… le quiero muchísimo; es uno de
mis mejores amigos. Pero no podemos estar tranquilos si estamos juntos, y yo
quiero disfrutar de todos mientras pueda, ¿lo entiendes?
-Sí.
Y lo respeto.
-Créeme
que nada me gustaría más que se hubiera quedado a cenar si estuviéramos en
circunstancias normales, chiquitina, porque me encanta cómo sois cuando estáis
juntos, pero… no estamos en circunstancias normales. Y no quiero que entre los
dos arruinemos una noche familiar cuando ya nos quedan muy pocas en casa.
-Ojalá
las cosas volvieran a ser como eran antes-susurré, jugueteando con un hilillo
que salía de mis pantalones. Scott exhaló un quejido y me rodeó la espalda con
un brazo. Me dio un beso en la frente y yo suspiré-. Odio que estéis mal.
-Yo
también. Y siento muchísimo que te hayas visto en medio de los dos. Supongo que
era para evitar esto por lo que Tommy no quería que yo estuviera con
Eleanor-reflexionó, apartándome un mechón de pelo detrás de la oreja y
volviendo a darme un beso en la sien-. La situación no es muy agradable,
precisamente.
-¿Me
prometes que le darás otra oportunidad?-pregunté, mirando a mi hermano a los
ojos. Tenía los ojos selváticos de mi madre: motitas de verde y dorado sobre un
fondo marrón, como los troncos reinando sobre un bosque en el que se intuían
las hojas deslizándose hacia el suelo y los rayos de sol acariciando las copas
de los árboles, tan lejos que apenas eran pinceladas espolvoreadas aquí y allá.
Asintió
despacio con la cabeza.
-Pero
no me pidas que te comparta más de lo que ya lo estoy haciendo-ronroneó,
cariñoso, achuchándome contra él-. Eres mi hermanita, y bastante te estoy
cediendo ya-dicho lo cual, me pegó un mordisquito en la oreja. Dejé escapar un
chillido del susto que hizo que Scott se echara a reír, y le di un empujón.
Bastantes cosquillas me habían hecho ya ese día, aunque por supuesto no tenía
pensado contarle nada de lo que había pasado esa tarde en casa de Alec. Creo
que Scott se hacía una idea aproximada, y con eso era más que suficiente.
A
pesar de que se había mostrado comprensivo e indulgente conmigo, eso no quería
decir que fuera a seguir en ese plan durante mucho más tiempo. Fiel a ser el
chulito de la familia y con ganas de que nos lo pasáramos bien y devolver un
poco de la normalidad que nos había arrebatado la extraña situación que
estábamos viviendo (especialmente Scott y yo, que la vivíamos por dos frentes
en lugar de sólo por uno, el del hogar, como les pasaba al resto de los Malik),
salir de su habitación supuso un cambio para mi hermano con el que yo no me
quedé atrás. Le di una palmada en el culo y él me siseó como una culebra,
girándose hacia mí, y protestó cuando le hice un corte de manga. Ayudamos a
Shasha, la encargada de hoy, a poner la mesa, y cuando toda la familia se hubo
sentado a la mesa y el olor del picante impregnaba la habitación, mamá abrió de
nuevo la caja de Pandora.
-¿Qué
le pasaba a Alec?-quiso saber mientras mojaba un nacho en salsa de queso-. ¿Por
qué no se quedaba a cenar?
-Está
cabreado conmigo, no sé por qué-Scott se encogió de hombros y mamá clavó los
ojos en él como si le acabaran de salir tres cabezas.
-Pues
¡pídele perdón!-ordenó.
-¿¡Yo,
por qué, mamá!?
-Porque
te lo digo yo-zanjó mi madre, algo que celebré soltando una carcajada
estruendosa. La situación era cómica, sobre todo porque yo sabía cuál era la
realidad. De todas las personas del mundo, yo era la única que tenía el puzzle
al completo.
O, bueno, quizá a esa hora ya lo habría
descubierto también Jordan.
-Yo
lo sé-canturreé, y Scott clavó los ojos en mí.
-¿Y
por qué no me lo dices?
-Porque
es divertido saber algo que tú no sabes.
Me
eructó sonoramente en la cara, a lo que yo respondí intentando clavarle un
tenedor en la mano, pero fallé por unos cuantos centímetros, lo que le dejó
claro a mi hermano que mi intención real no era herirlo, sino simplemente
asustarlo.
-¡MAMÁ!-chillé,
pero ella estaba demasiado ocupada fulminando con la mirada a papá, que se
había echado a reír ante la osadía de su primogénito, como para ocuparse de mí.
-Sea
lo que sea lo que os pase, deberíais hablarlo-sentenció mamá, y papá asintió
con la cabeza. Scott frunció el ceño.
-Disculpa,
madre, pero no sé si te das cuenta de
que tu hijo no es al que estás defendiendo en esta situación. Te daré una
pista: tu hijo es marrón. ¿Por qué te pones del lado del chico que no lo es?
-A mí
me gusta Alec para Sabrae-sentenció mamá-, se hacen felices. No entiendo el
sentido de tu pregunta, Scott. Sinceramente.
-Sólo
digo que, bueno, habría que potenciar esto del orgullo pakistaní y todo ese rollo,
¿no?-soltó-. A fin de cuentas, todos somos mezclados en esta casa.
-Scott,
tu novia es blanca también-papá se rió cuando Scott se puso rojo como un
tomate, consciente de que lo estábamos arrinconando entre todos.
-Y el
término correcto es “mestizos”, no “mezclados”-añadió mamá-, que no somos
comida-le dio un bocado al nacho que sostenía entre los dedos.
-Eleanor
es mestiza también-replicó Scott-. Su madre es extranjera, ¿recuerdas?
-Tú
eres más inglés que Alec, Scott-le defendí-. Su familia es del continente, y
nosotros, la última conexión que tenemos con Pakistán, la tenemos por nuestros
abuelos.
-Y
Alec es taaaaaaaaaaaaan guapo-gimoteó Duna, apoyando un codo en la mesa y
lanzando un suspiro tremendista.
-No
se ponen los codos sobre la mesa, Dundun-le recordó mamá.
-Estáis
deseando que me pire para poder meter a Alec en casa, ¿eh?
-¿Por
qué dices eso? Podríamos meterlo ya. Tú podrías dormir en el porche. Total-me
eché a reír.
-O
podríais intercambiar habitaciones-sugirió Shasha-. La cama de Scott es más
grande; así estaríais más cómodos.
-A ti
lo que te pasa es que no quieres escucharlos follar cada noche-replicó Scott, y
Shasha se llevó un dedo a los labios, mandándolo callar.
-Si
Alec llegase a mudarse a vivir aquí, pronto la casa se nos quedaría
pequeña-comentó papá.
-Z,
he vivido en apartamentos cuyos edificios eran más pequeños que nuestra casa.
-Llevan
dos meses de relación y la chiquilla ya ha tenido que tomar la píldora dos
veces, Sher. ¿De verdad te crees que no se va a poner a parir como una
coneja?-preguntó papá con suavidad, y yo me atraganté con el burrito mientras
Scott y Shasha escupían el agua que estaban bebiendo y se echaban a reír.
-¡Papá!
-¿Qué?
¡Sólo estoy diciendo la verdad! Me da miedo pensar en qué pasará el día que os
vayáis a vivir juntos.
-Pues
que habrá que ir a visitar su casa con un traje anticontaminación-aportó
Shasha-, como los de Chernóbil.
-¿Me
estás llamando cerda? Porque yo soy la que más limpia en esta casa.
-Sí,
te estoy llamando cerda, pero no porque no limpies-respondió mi hermana,
esbozando una radiante sonrisa. Scott estaba rojo como un tomate de tanto
reírse. Por un momento pensé que decidiría cancelar lo del concurso y quedarse
a vivir con nosotros hasta que Duna fuera a la universidad, como mínimo. Yo me
las apañaría escogiendo una carrera que pudiera estudiar a distancia, en la
Universidad de Londres, o a lo sumo miraría bonos de transporte para ir y venir
de Oxford todos los días. Mamá había estudiado en Oxford, y yo no podía ser
menos.
Sentí
una punzada en el corazón al darme cuenta de que mi hermano no iría a Oxford,
como llevaba dando por sentado desde que le vi sumar dos y dos por primera vez
(claro que por aquel entonces, sumar dos y dos me parecía mucho más complicado
de lo que me parecía ahora), pero procuré ignorarla. Simplemente estaba feliz.
Me había pasado la tarde con Alec, teniendo sexo, dándonos mimos y mostrándole
que no había absolutamente nada roto con él, había comentado la situación con
Scott y había descubierto que no había ningún tipo de resentimiento en mi
hermano. Y mi familia estaba completa, sana, y feliz como siempre. Estábamos
dispuestos a aprovechar todo el tiempo que nos quedaba, porque aunque fuera
demasiado poco, siempre podíamos alargarlo riéndonos en lugar de llorando,
lamentándonos porque el futuro se acercaba demasiado deprisa en lugar de
celebrando que, al menos, sabíamos nuestra fecha de caducidad.
Alec
notó esa felicidad cuando, por la noche, me preguntó si me apetecía hacer
videollamada y yo acepté. Aunque seguía queriendo aprovechar cada instante que
me quedara en familia, eso no estaba reñido con enterarme de qué tal le habían
ido las cosas con Jordan. De modo que me acurruqué en mi cama, que llevaba sin
usar desde que me había sentado mal la píldora (Scott nos había ofrecido dormir
con él a mis hermanas y a mí, y sobra decir que ninguna dejó pasar aquella
oportunidad) y me acicalé un poco mientras esperaba a que Alec se conectara.
-Hola-ronroneé,
sonriente, cuando lo vi tirado en la cama, hecho una maraña de píxeles que poco
a poco se iban haciendo más nítidos. Se había encendido un cigarro y todavía
llevaba puesta una camiseta, lo que me indicó que aún no tenía pensado dormir.
Me pregunté si estaría preocupado y por eso retrasaba su sueño.
-Hola,
bombón. ¿Todo bien por casa?
Asentí
con la cabeza y entrelacé los pies con un poco más de fuerza de la que estaba
haciendo antes.
-¿Tu
hermano…?
-Todo
en orden-asentí con la cabeza-. ¿Y tú? ¿Has hablado con Jordan?
-Bueno…
más o menos.
Puse
los ojos en blanco y Alec bufó.
-Sabía
que ibas a hacer eso.
-Define
cómo podéis hablar “más o menos”, porque no lo entiendo. Quizá es algún rollo
de machito del que yo no estoy al corriente.
-Hemos
hablado de ti-me reveló, y yo asentí con la cabeza-, y también un poco de lo
que me pasa con Scott y Tommy, pero no me pareció… adecuado que lo tratáramos
en profundidad si no estaban los demás presentes. A fin de cuentas, les afecta
a todos.
-Pero
a mí me lo contaste-rebatí con suavidad. La verdad es que no me sorprendía que Alec
quisiera hacer las cosas un poco a su manera, pero me seguía pareciendo más
sensato que fuera desgranando la verdad como una foto. Su versión de los hechos
era una granada, pero los dos teníamos puntos de vista diferentes: mientras que
yo pensaba en la fruta, Alec se decantaba más por el artefacto.
-Sí,
pero contigo es diferente-contestó él, tumbándose sobre su vientre-. Tú ibas a
ayudarme sí o sí.
-Y
Jordan también.
-Sí,
lo sé, pero… podía salirse un poco de madre. No sé, Saab. Prefiero hacerlo con
todos, porque el problema lo tengo con todos, ¿entiendes?
-Sí.
Me parece bien. Yo te apoyaré siempre, recuérdalo-le prometí, y él sonrió.
-Lo
sé. Lo tengo muy presente, créeme, nena. Todavía tengo en mente lo que me
dijiste cuando me cerré en banda con respecto a lo del sexo-comentó, y yo
sonreí. Recordaba perfectamente mis palabras. Le había acariciado el pelo, lo
había mirado a los ojos y le había susurrado: “dijiste que era una diosa a la
luz del amanecer. Esa diosa puede ayudarte ahora”. Al parecer, había surtido
efecto, pero no me esperaba que fuera tanto.
Alec
exhaló un profundo suspiro.
-Necesito
hablar con mis amigos-meditó-, pero no se me ocurre la manera de decidirme sin
terminar echándome atrás. Y no quiero que me malinterpreten. Me dolería un
huevo si creyeran que quiero quedar y a ellos no les apetece, como me pasó hoy
con tu hermano.
-A
ver, Scott estaba irascible porque yo le había hecho una perrería de las mías.
Nuestra relación funciona así, pero debería haberme dado cuenta de que no estaba
el horno para bollos. Fui una estúpida, y te quería pedir perdón por eso. Si os
enfrentasteis, en parte, la culpa es mía.
-Oh,
vamos, nena. Ni que nos hubieras puesto una pistola en la sien a cada uno para
que nos desafiáramos-Alec puso los ojos en blanco.
-Aun
así, no fue lo más inteligente sabiendo que quizá…
Alec
cortó la videollamada y yo puse los ojos en blanco, pero no pude evitar reírme
cuando volvió a iniciarla a los diez segundos.
-Perdona,
mi conexión a internet es bastante débil y cuando te oye diciendo gilipolleces,
se corta.
-Eres
idiota-me eché a reír, sacudiendo la cabeza, y me deleité en cómo sonreía Alec
mientras me escuchaba. Se había apoyado la mano en una cara y miraba la
pantalla de su móvil con una sonrisa en los labios y los ojos chispeantes. Jo,
cómo le quería. Incluso estando en su casa y yo en la mía, viéndolo en una
pantalla minúscula, la conexión que nos unía era tan fuerte como el acero. Trascendía
la distancia de una manera que no lo conseguían ni las ondas de radio.
-Debería
haber mandado a la mierda a Scott y haberme subido al carro cuando tuve
ocasión. Ojalá estuviera ahí, contigo-murmuró.
-Sí,
pero si no lo hubieras hecho, no habrías hablado con Jordan.
-Verdad-se
encendió un cigarro-. Bueno, ¿me ayudas a pensar una encerrona para mis amigos?
-¿Qué
tal si les dices de quedar para ir a comer algo? Podríais ir de cena. Todo el
mundo está de mejor humor cuando come, sobre todo tú.
-También
estoy de mejor humor después de follar, Sabrae-contestó, guiñándome un ojo.
-Ya,
pero yo no sé si me resistiré a ir contigo si tú me lo pides tras hacerlo, Al.
-Mm-meditó,
y luego asintió con la cabeza, a lo que yo fingí sorpresa.
-¿No
vas a pedirme que vaya contigo?
-Esto
es año que tengo que hacer yo solo, nena.
Me
encogí de hombros y asentí con la cabeza. No podía culparle por pensar así; lo
cierto es que, si bien quería estar con él para darle ánimos y porque sabía que
esto era muy importante para él, también sabía que, en el fondo, sería mejor
que fuera solo. No debía estar siempre que se sacara las castañas del fuego,
pues podía llegar a la errónea conclusión de que las cosas sólo le salían bien
cuando estaba conmigo porque yo hacía que se lo mereciera, cuando no era así ni
de broma. Le pedí que me hiciera un resumen de lo que había hablado con Jordan
y él me contó a grandes rasgos la conversación, deteniéndose en las partes
divertidas y tratando de pasar por encime en lo más emotivo, pero cuando yo le
corregí y le dije que lo más emocionante era lo que de verdad me interesaba y
en lo que más se tenía que fijar, en lugar de las chorradas que compartían
Jordan y él, Alec se me quedó mirando unos segundos y confesó con un hilo de
voz:
-Es
que… se me hace un poco raro hablar de estas cosas sobre mis amigos.
-Tómatelo
como una práctica-respondí, haciéndome una trenza con todo el pelo. Me había
sentado a lo indio, con el móvil entre los pies, y había empezado a enrollarme
el pelo con las manos hasta terminar preparándolo para una trenza. Pronto me
iría a dormir, y no podía dejarme el pelo suelto, o se le metería en la boca a
Duna-. Conmigo te resulta más fácil hablar de lo que sea, así que puedes
ensayar para cuando hables con tus amigos.
Alec
parpadeó.
-¿Qué
haría sin ti, Sabrae?
-Muchas
cosas.
-Sí,
pero las haría solo, y triste.
Sonreí.
-¿Qué
piensas decirles?
Tomé aire. Nunca pensé que mi grupo de amigos fuera a
imponerme más que un grupo de chicas que bien podrían haberse escapado de un
número de verano de la revista Sports
Illustrated, pero después de lo que había pasado, sentía que podían
mandarme a la mierda. Y estaba descubriendo por las malas que tenía un miedo al
rechazo increíble. Cuando no estás acostumbrado a que te digan que no, las
negativas son mucho más dolorosas, porque no sabes muy bien cómo encajarlas. La
nebulosa de tus ilusiones se queda en eso: una nube de polvo estelar que no ha
conseguido cuajar como estrella, y que se queda flotando en el espacio,
deshaciéndose átomo por átomo durante eones.
Scott
y Tommy se habían girado en sus asientos y charlaban animadamente con Jordan,
Tam, Max, Logan, Karlie y Bey sobre una excursión que estaban planeando al
centro de Londres. Había que aprovechar ahora que aún podíamos ir todos juntos
por ahí, y anunciaban una oleada de frío para esa tarde que, sin embargo, no
venía acompañada de precipitaciones, así que sería el día perfecto para dar una
vuelta por el centro, sorteando a los turistas y saltando de sala de
recreativos en sala de recreativos. Quizá incluso pudieran ir a un escape room.
-Estaría
guay-rió Tommy-. Quizá nos sea útil para el concurso.
Ahí
estaba otra vez, el puñetero concurso. No dejaba de arderme en el corazón como
la dentellada de un dragón con las fauces aún humeantes.
-¿No
os van a dejar salir?
-A
ver, se supone que no estamos encerrados, porque eso no es una cárcel, pero… no
es que podamos pasear por Trafalgar Square si nos apetece, precisamente.
-Bueno,
seguro que os tienen en un estudio molón, como en los que graban Gran
Hermano-comentó Tam, y Karlie la miró.
-¿Te
imaginas? Siempre he querido tener uno de esos sofás gigantes en los que caben
tranquilamente treinta personas.
-En
IKEA los venden. Alec y yo estuvimos montando uno el otro día. No sabéis el
trabajo que dan, los hijos de puta.
-Y
necesitarías vivir en una mansión-me escuché decir, y todos se me quedaron
mirando. Me achanté un poco bajo su escrutinio, pero como no noté ningún tipo
de hostilidad hacia mi persona, me empujé a mí mismo a continuar-. Es increíble
lo mucho que ocupan. Pero… sí, supongo que son chulos.
-¿Creéis
que en algún piso del centro se podrá poner uno?-inquirió Tam, y Karlie la miró
desde abajo.
-¡Dios!
¡Ojalá! Cuando te cojan para la Royal y tengas que mudarte, espero que pongas
uno y me dejes ocupar tu salón.
-Claro,
boba-respondió Tam-. Siempre habrá un hueco para ti en mi casa. Pero, bueno,
para eso me tienen que coger primero en la Royal.
-¿Qué
dices, Tam? Venga, si Beyoncé llora cada vez que te pones a bailar-se rió Max.
-La
de verdad-apuntó Logan.
-¿Acaso
yo soy de mentira?-inquirió Bey.
-¡No
te celes, Reina B!
-Es
que… ¡es mi sueño, chicos!-insistió Karlie, dejándose caer sobre Logan en un
gesto teatral-. Siempre les insisto a mis madres para que me dejen coger uno,
pero ni por esas. Con lo bonito que quedaría en nuestro salón… quizá un poco
justo.
-Hay
de varios tamaños. Jordan y yo hemos llegado a montar… ¿cuatro?
-Cuatro
o cinco, sí.
-En
el IKEA de al lado del New Eden. Eh…-vamos, Alec, dilo, dilo-. Si os apetece, podríamos ir esta tarde-comenté, y se me
quedó la boca seca al sugerirlo. Los chicos permanecían en silencio,
expectantes-. Digo, si queréis, claro. O sea… yo necesito ir para comprarle
pienso a Trufas, que el animal es tan
tiquismiquis que… bueno. Eso. Que si queréis… bueno, y si queréis que vaya,
claro está…
-¿Cómo
no vamos a querer que vengas, Al?-preguntó Bey, incrédula, y se me levantó un
poco el ánimo. Un poco, nada más, porque ella era mi mejor amiga y estaba claro
que siempre saldría en mi defensa.
-A mí me parece un plan cojonudo-aportó
Scott-. Ya sabéis lo mucho que me mola ir a IKEA-sí, era verdad. Cuando lo
expulsaron, una de las primeras cosas que hizo para entretenerse estando en
casa fue ir y comprar un escritorio de pared para su hermana. Lo había montado
esa misma mañana, todo eso antes de que Sher volviera del trabajo, así que
imagínate la pasión de Scott, si es capaz de encontrar un escritorio en el
laberinto que es un IKEA.
-A mí
me apetecía comprar algún libro para la primavera-meditó Bey, tocándose la
barbilla-. Un día, hablando con Sabrae, mencionó que ella y sus amigas visitan
mucho la parte del jardín interior de la biblioteca, y me he dado cuenta de que
jamás la hemos visitado. Estaría genial tumbarse en una de las hamacas
climatizadas a leer un libro de poesía.
-Eres
una friki, Bey-rió Tommy.
-¡Perdona!
Tengo inquietudes culturales. No todos hemos nacido bilingües y ya nos creemos
con el cupo cubierto, querido.
-¿Me
estás llamando analfabeto?
-Menos
con Bey-urgí yo, señalando a Tommy con un dedo acusador. Max intervino.
-Ahora
que lo decís, Bella lleva varias semanas quejándose de que la silla de su
escritorio cojea. Quizá sea hora de que la cambie.
-Y yo
me he quedado sin velitas aromáticas-gimoteó Karlie.
-¿Las
de frambuesa?
-Uf,
sí. Huelen genial.
-Tienes
que probar las de orquídea blanca de Primark. Son el paraíso. Oye, ¿y si
también vamos a Primark?-pidió Tam.
-A mí
me apetece comprarme un pijama. Hay que estar presentable para la televisión
nacional-reflexionó Tommy, y Scott lo miró.
-Tío,
no nos van a sacar en pijama.
-Ya
lo sé, imbécil, pero, ¿y si no tenemos dormitorio privado? ¿Y si tenemos que
compartirlo con otra gente? No quiero tener que pasearme por las zonas comunes
con mi pijama de rayas. Es de viejo.
-A mí
me parece elegante-comentó Tam.
-Sí,
elegante si tu nombre está compuesto de siete palabras y llevas un “tercero” al
final-replicó Tommy-. Si no, ya me dirás tú. No quiero vestir como un puto
burgués.
-Tommy,
tu padre tiene varios Grammys en casa.
-Pts.
Eh-Scott levantó la mano en dirección a Logan, que se estaba riendo-. Dirás un Grammy. El del padre con talento soy
yo.
-Vete
a la putísima mierda, Yasser.
-No
me llames así, Thomas, porque todavía te hostio-ladró Scott.
-Bueno…
entonces, ¿salimos hoy?-pregunté con timidez, y un murmullo de aprobación
deshizo el nudo en mi estómago-. Guay, porque, eh… bueno, no sé si tengo que
trabajar, dependiendo de la demanda, pero, quizá… quizá podríamos ir a cenar.
Es decir, si os parece bien.
Los
chicos se miraron entre sí. Por un angustioso momento, pensé que Tommy y Scott
se echarían para atrás, porque claro, tenían que cenar con sus familias. No
había tiempo que perder, y estar con sus amigos no era perder el tiempo, pero
estar conmigo sí.
-Llevo
con ganas de unas costillitas del Foster’s cerca de un mes-comentó Scott, y
Tommy se echó a reír y le dio una palmada en la espalda.
-Fíjate,
el musulmán practicante.
-No
voy a dejar de follar y emborracharme sólo porque Alá piense que eso está mal.
Si no quería que lo hiciera, que no hubiera dejado que se inventaran las
cervezas o que no hubiera hecho a las mujeres tan guapas. O al cerdo tan
delicioso.
-O
pedimos las bolitas de queso con chile o yo no voy-sentenció Bey, y yo la miré.
-Estás
mal de la cabeza si piensas que voy a ir al Foster’s y no voy a pedir bolitas
de queso con chile, Beyoncé.
-¡Genial!
Voy a mirar los buses-celebró Logan, levantando las manos-. Vamos a ver,
tenemos Ikea, Primark, y visita a alguna librería. ¿Algo más?
-Apunta
el Foster’s, o Alec se cabrea-instó Scott, riéndose.
-No
te preocupes, que no se me olvida-le reté, y él siguió riéndose más fuerte.
-Vale,
¿algo más?
-Deja
los recreativos con un interrogante-apuntó Max.
-De
interrogante nada. Subráyalos, Log. Os voy a pegar una paliza a air-hockey, panda de machitos, que os
vais a enterar.
-¡Chicos
contra chicas!-festejó Karlie.
-Sí,
aprovechad el único juego en el que sois mejores que nosotros-les picó Tommy, y
yo me estremecí. Teníamos plan, después de todo. Ahora quedaba la parte más
complicada: sincerarme con ellos y pedirles perdón de forma honesta, pero no
humillante.
Mi
nuevo lema esa tarde se convirtió en algo sencillo: por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no llores. Me lo repetí a mí mismo
una y otra aquel mantra como si fuera la Verdad Absoluta, e hice todos los
esfuerzos necesarios para tratar de interiorizarlo.
Estaba
nerviosísimo. Apenas pronuncié palabra durante todo el trayecto en bus, pero lo
bueno de que fuéramos impares (Diana había quedado con Mimi, Eleanor y Sabrae,
así que no acompañó a Tommy) era que si yo no colaboraba en ninguna conversación,
nadie quedaría suelto. Mientras mis amigos daban gritos en el bus, yo le
enviaba mensajes a Sabrae, suplicándole que viniera, que no me dejara hacer
cosas solo nunca más, que me dijera
qué era lo que debía hacer.
Tú
puedes, sol ☺ simplemente sé tú mismo, a
mí me basta con eso❤❤
Ya, pero tú y yo follamos, me habría
gustado decirle. Sabrae veía literalmente la mejor versión de mí mismo. Mis
amigos tenían que conformarse con mi yo vestido y fantasmón.
Fuimos
primero a la librería de Bey, en la que terminó comprando un libro de un
escritor japonés con el que se había obsesionado las últimas Navidades,
Murakami. La acompañé dócilmente mientras pasaba los dedos por los lomos de
cada libro en las estanterías, una costumbre un poco antihigiénica pero también
inofensiva. Los demás desaparecieron momentáneamente, lo cual me puso bastante
tenso: ¿y si no volvían?
-No
sé cuál llevarme-había gemido Bey.
-El
más barato-le había respondido, mirando en derredor, intentando adivinar si las
dos coronillas que había asomados
-Al,
cuestan los dos igual.
-Pues
el más gordo-contesté, pues ése era mi criterio comprando alcohol: primero el
más barato, y luego el que tuviera más graduación-. Así te cobran menos por
página.
Bey
me había llevado hasta la línea de caja solo para decidir en el último momento
que al final quería los dos.
-¿Te
importa ir a por él?
-Es
que no me fijé en el título.
-“Baila,
baila, baila”. Te espero aquí.
-¿Y
no puedes ir tú, y ya lo pago yo?
-Voy
a pagar con tarjeta-contestó ella, y me hizo ojitos, así que yo asentí con la
cabeza. Jamás en mi vida me había dado tanta prisa buscando nada como lo hice
con aquel puñetero libro. Algo en mi interior me susurraba que debía darme
prisa, o mis amigos se irían sin mí. Mi alivio cuando regresé a la línea de
cajas fue evidente y los vi allí a todos, esperándome, fue evidente.
-Vaya,
Al, no te hacía yo un lector empedernido-se cachondeó Jordan, y yo respondí
encogiéndome de hombros y tendiéndole el libro a Bey, que me agradeció el recado
con un beso en la mejilla un pelín más cálido que los últimos que me había
dado, porque ahora, a diferencia de las últimas veces, sí se alegraba de que
estuviera cerca de ella. Aunque sólo fuera porque le había resultado útil.
Al
siguiente sitio al que fuimos fue a Primark. Las chicas empezaron a atosigarme
con un montón de camisas que estaban de oferta, y me pusieron ojitos cuando yo
les dije que no pensaba comprar nada.
-Bueno,
aun así, pruébate una-instó Bey, lanzándome la primera que se le puso a tiro.
-¿Para
qué?
-Pues
para ver cómo te queda.
-¿Para
qué quieres ver cómo me queda? Tengo camisas de sobra.
-Alec,
pruébate algo o te monto un pollo-amenazó, y yo arrastré los pies en dirección
a los probadores mientras Bey me seguía (le tuvo que jurar a la dependienta que
no íbamos a hacer nada, a lo que yo contesté un sardónico “ya quisiera ella”),
y cuando terminé con la estúpida sesión de modelos y dejé la camisa en la
percha, nos juntamos de nuevo con los demás. Karlie había comprado dos velas
guardadas en unos tarros con esmalte en tonos pastel, lo que hacía que Tam
prácticamente revoloteara a su alrededor. Tommy también había encontrado su
pijama, que me enseñó sin sacarlo de la bolsa.
-Es
que la dependienta me lo ha doblado muy bien-comentó.
-¿Has
comprado algo más?-quise saber, porque le habían dado una bolsa mediana y el
pijama estaba prácticamente al ras. Tommy pestañeó.
-No,
¿por qué lo dices?
-No
sé, es que está raro.
-Es
que me han dado unos folletos de oferta.
-Ah.
-Luego,
si quieres, te los doy.
-¡Menos
cháchara y más ir a IKEA!-tronó Karlie. Prácticamente corrió entre la gente
cuando llegamos a las puertas giratorias, y subió las escaleras de dos en dos,
sorprendiéndome con la fuerza que exhibían sus largas pero delgadas piernas,
que eran como churros de piscina: de longitud suficiente como para mantenerte a
flote, pero no lo bastante gruesas como para que te hicieran daño si te pegaban
una patada. Jordan y yo condujimos a Karlie hasta la zona de los sofás mientras
los demás se desperdigaban (llevar a Tommy al IKEA era un verdadero peligro
porque era imposible sacarlo de la zona de las cocinas). Karlie hizo el paripé
de probar los sofás sentándose, tumbándose e incluso acurrucándose sobre todos
y cada uno de ellos mientras yo rondaba por las esquinas de la sección, en
busca de mis amigos. Después de que Max llegara con un lápiz y un papel
anotando dónde se encontraba la silla que quería coger a su novia, me pidió que
le acompañara a buscarle un regalo.
-A mí
no se me da bien elegir regalos.
-Eso
no es cierto-discutió Max, y me arrastró prácticamente a la zona de decoración.
A cada cosa que me preguntaba cuál me gustaba más, yo siempre le respondía que
la azul, incluso cuando no había azul-. Le llevaré una flor-sentenció por fin,
y tras elegirle una rosa con maceta y todo, nos encaminamos a la caja, sólo
para encontrarnos allí a Tommy y Scott, llevaban consigo una orquídea más alta
que Sabrae.
-Es
para mamá-explicó Scott, y yo asentí con la cabeza.
-Menos
mal, porque no creo que un estudio de televisión tenga mucha luz para una pobre
planta, así que Eleanor tendría que dejársela en casa.
Jordan, Logan y las chicas nos esperaban a la
salida. También cargaban con bolsas.
-¿Qué
has cogido?-le pregunté a Jor.
-Eh…
pilas. Para los mandos de las consolas.
-Van
con batería.
-Quería
decir el mando del equipo de música.
-Ah.
Tampoco es que lo usemos mucho.
-Seguro
que es porque no teníamos pilas. Ahora lo usaremos más.
-¿Cuánto
ha sido?
-Es
igual.
-Jordan-protesté.
-Está
en mi parcela-me recordó, y yo me quedé callado.
-Bueno,
¿recreativos o cena?-preguntó Scott, palmeándose el estómago, a lo que Karlie
replicó:
-¿Paliza
o costillitas?
-Sí,
la pregunta ha sido una puta gilipollez-admitió mi amigo, y fue marcando el
rumbo sosteniendo en alto la flor para que la gente no la dañara. Nos colocamos
a la cola del Foster’s, y cuando una de las camareras les dijo a las gemelas que
tendríamos que esperar más de media hora, Scott y Tommy se abrieron paso por
nuestro grupo. Creo que nunca, en la vida, les había agradecido tanto que se
aprovecharan de sus apellidos como para colarnos como se lo agradecí entonces.
Notaba cómo la ansiedad subía por mi estómago, borboteando como lava hirviendo
y amenazando con hacerme vomitar.
-Hola,
guapa-ronroneó Scott, inclinándose sobre la hoja de reservas-. ¿Seguro que no
nos puedes hacer sitio?
-Esto…
-Mira,
llevamos toda la tarde de compras y estamos súper cansados. Tienes una mesa
ahí, en una esquina, que nos vendría de perlas-señaló Tommy, y la chica casi se
desmaya cuando lo escuchó hablar-. Seguro que los estirados que se supone que
van a ocuparla no se van a dejar tanta pasta como nosotros. Propina incluida.
Calculé
mentalmente cuánto tendríamos que dejarle de propina a la pobre chica, a la que
le estaba dando una embolia, para compensarle todo el daño cerebral a que Scott
y Tommy la sometían.
-Ni
te conseguirían autógrafos.
-Oh,
no, ni de broma.
-¿Qué
famosos te gustan?
-Pues…
pues…
-Puedes
pensártelo mientras cenamos-Tommy le dedicó una radiante sonrisa, y la chica se
sujetó a los bordes de su atril-. No hay ninguna prisa.
-Mis
jefes me van a matar-jadeó, cogiendo unas cuantas tablillas con el menú del
restaurante. Todo mi grupo vibró. Yo, el que más. Me acercaba al matadero. Me
iban a servir a mí a la brasa como plato principal.
-Mi
madre es la mejor abogada de toda Inglaterra. Si te echan, te conseguirá una
indemnización.
-Realmente
me gusta este trabajo-respondió la chica, dejando que nos sentáramos y
colocando los menús frente a nosotros. No se me escapó la mirada que me lanzó.
Como si me… reconociera. Y entonces, caí en la cuenta. Si conocía a Scott,
seguro que también conocía (y probablemente seguía) a Sabrae. Sabrae era la que
más contenido daba en las redes sociales, subiendo fotos y vídeos de su
familia, incluido su padre, que hacían que las fans de Zayn la tuvieran como
favorita en los ránkings de sus hermanos. Por mucho que Scott fuera idéntico a
él de joven, seguía manteniendo una esfera de privacidad que para Sabrae,
simplemente, no existía.
Y yo
estaba en esa esfera inexistente.
-¿Para
beber?-preguntó la chica, y después de que varios pidieran cerveza, yo me animé
a pedirla también. Por Dios, Alec, hagas
lo que hagas, no llores.
Pedimos
entrantes para compartir entre todos y un plato principal cada uno también para
hacer fondo común. Evidentemente, entre los entrantes estaban las bolitas de
queso. Yo cogí una y me la quedé mirando. Tenía el estómago cerrado.
Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no
llores.
Miré
a mis amigos, que alborotaban como si estuviéramos de fiesta. En cierto modo,
así era, y a mí me dolía en el alma no poder participar de su celebración.
Al
otro extremo de la mesa, vi que Scott se me quedaba mirando. Y, a continuación,
Tommy.
-No
has probado bocado, Al.
Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no
llores.
Todos
se giraron y se me quedaron mirando.
Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no
llores.
Tomé
aire y lo solté muy lentamente, repitiendo lo que Sergei me había enseñado a
hacer cuando me enfrentaba a un rival peligroso que me tenía acojonado. Baja
las pulsaciones, o él no necesitará tumbarte. Tú mismo te caerás.
Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no
llores.
-¿Estás
bien, Al?
Tragué
saliva, respiré hondo, y me estremecí cuando Bey me puso una mano en la pierna.
-Osito-musitó.
Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no
llores. Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no llores. Por Dios, Alec, hagas lo
que hagas, no llores.
POR DIOS, ALEC, HAGAS LO QUE
HAGAS, NO LLORES.
-Soy un mierdas-empecé, y
todos se quedaron callados-. Y no os merezco. Soy muy consciente, pero yo… os
quiero muchísimo-jadeé. Me ardían los ojos.
Por Dios, Alec, hagas lo que hagas, no
llores. Clavé los ojos en Scott.
-A
todos. Y pensar que… os vais a ir… me tiene hecho mierda. Llevo varios días
rabioso con vosotros-miré a Tommy, y de nuevo a Scott-, sólo porque vais a
aprovechar una oportunidad que os da la vida y que… bueno… creo que también os
tengo envidia, porque a mí eso no me va a pasar jamás. Y soy un amigo de
mierda, porque en lugar de alegrarme porque por fin os pasa algo que os
merecéis, en lo único que puedo pensar es en que jamás me va a pasar a mí.
-¿Sabes
quién es un amigo de mierda?-respondió Scott, atravesándome con la mirada-.
Yo-respondió, dejándome a cuadros-. Porque ayer viniste a mi casa, te vi hecho
mierda, y en lugar de insistirte para que te quedaras a cenar, dejé que te
fueras, sabiendo que no estabas bien.
-Yo
también soy un amigo de mierda-añadió Tommy, y clavé los ojos en él-. Porque no
hago más que hablar del programa como si fuera lo mejor que me fuera a pasar
nunca. Y lo mejor que me va a pasar nunca sois vosotros-nos miró a todos, uno
por uno.
Por Dios, Alec. Hagas lo que hagas… deja de
guardarte las cosas para ti. No revientes, tío. Ya valió.
Y me eché a llorar. Fue justo
ahí. Los chicos nunca, jamás, me habían visto llorar. Ya me guardaba yo de que
lo hicieran. No es que me pasara la vida llorando, ni mucho menos, pero me
resultaba imposible no emocionarme pensando en lo mucho que les quería, lo
mucho que me importaban, lo necesarios que eran todos en mi vida… y lo feliz
que me hacía saber que yo era igual de esencial para ellos. Todos me pidieron
disculpas por haber dejado que me consumiera en lugar de confrontarme mucho
antes, cuando no estuviera tan desgastado psicológicamente. Bey me cubrió de
besos, llevándose con sus labios cada una de mis lágrimas, y me acarició la
espalda.
-Yo…
yo no sé qué me pasaba. Os lo juro. Si
pudiera dejar de ser un crío, dejar de resolver todas mis idas de olla
emocionales follando con la primera que se me pone por delante en lugar de…
-¿Cómo
que la primera que se te pone por delante? ¿Le has puesto los cuernos a Sabrae?-espetó Bey, incrédula, y yo la
miré, acongojado. Estaba demasiado atacado como para corregirla-. ¡Por Dios,
Alec! ¡Ése es tu problema! ¡Deja de follarte a zorras que no te valoran y que sólo te quieren por el sexo y te
preocupas de estar con chicas que de verdad te quieren y les gusta cómo eres y
te tratan como una persona, que es lo que hace Sabrae! ¡Por eso piensas tan mal
de ti mismo, porque…!
-Bey-rió
Scott-, deja al crío. La única persona que ha seguido ahí para él incluso
cuando ni siquiera estábamos nosotros ha sido mi hermana. Por eso ayer vino tan
combativa, ¿eh, Al? Le echaste uno de esos polvos tuyos que volverían loca
incluso a una puta-sonrió, y yo asentí con la cabeza.
-Sabrae…
ella fue la que me hizo darme cuenta de que me estaba comportando como un
niñato. Os quiero un montón. A todos y cada uno de vosotros. Yo… no sabéis lo horrible que puede llegar a ser vivir
dentro de mi cabeza. Pensé que no sobreviviríamos a esto. Me convencí a mí
mismo de que no la quería, de que no os quería a vosotros, de que estábamos
juntos para que yo no estuviera solo, de que era una carga… de que me iba a
África para que no me doliera cuando pasarais página de mí.
-¿Pasar
página?-preguntó Tommy-. Al, no se puede contar la historia de mi vida sin
contar también la tuya.
-Sí,
eres esencial lo mires por donde lo mires-asintió Tam.
-No
nos va a pasar nada. Scott y Tommy se van como de vacaciones. En verano
seguimos siendo amigos, aunque no estemos todos en el país.
-Pero…
cuando Scott y Tommy se pelearon… creía que el grupo estaba acabado. Que íbamos
a ser… después de esto, los Siete Restantes.
-Cuando
Scott y yo nos peleamos nos volvimos los unos contra los otros porque había muy
mal rollo. Pero S y yo nos vamos unas semanas, y lo hacemos de buenas. Joder-sonrió-,
yo creo que nunca hemos estado tan bien como estamos ahora, ¿no crees, S?
-Sí. Ni
en casa, ni nosotros dos, ni con vosotros, ni con nuestras novias.
-Es
normal que tengas miedo de que vuelva a pasarnos lo que nos pasó-susurró Bey,
acariciándome el pelo-, pero hazlo cuando seamos todos ancianitos y nos
empecemos a poner viejos, ¿vale? Lamento informarte de que te queda mucho que
aguantarnos. Los Siete Restantes van a tener que esperar.
Me la
quedé mirando.
-¿Me
lo prometéis?
Bey sonrió.
Asintió con la cabeza y me dio un dulce beso en la mejilla, con sus dedos
masajeándome los hombros.
-Cómo
nos vamos a alejar de ti, Al-sonrió Scott, mordisqueándose en el piercing-, si
tienes escrito en la cara que nos vas a robar a las fans a Tommy y a mí. Ser yo
no es interesante si no tengo competencia, y tú eres el único que me puede
hacer competencia.
-Sí,
y yo me voy a quedar ahí para verlo-comentó Tommy, sonriente.
-A mí
me interesa más la parte en que se vuelve un animal doméstico y absurdamente
monógamo-rió Max-. ¿Habéis visto la cara que ha puesto cuando Bey le ha dicho
lo de ponerle los cuernos a Sabrae?
-Fíjate,
pues la razón por la que yo no me voy a alejar de él es porque, si me dio un
morreo estando borracho, significa que estando sobrio tiene ganas-se cachondeó Logan,
acodándose en la mesa-. Y estoy soltero y entero, chico.
-Alguien
tiene que bailar conmigo para que pueda perrearle cuando son las seis de la
mañana y todo el mundo está ya muertísimo-rió Tam.
-O acercárseme
y presentarse cuando me paso dos días sin ir a clase por los viajes de mis
madres-sonrió Karlie.
-Yo
necesito a alguien que me robe los auriculares inalámbricos cuando vamos al
gimnasio. ¿Qué voy a hacer con dos pares, si no?-comentó Jordan. Miré a Bey,
que había apoyado la mejilla en mi hombro.
-¿Por
qué razón completamente altruista y honorable vas a quedarte tú a mi
lado?-pregunté.
-Yo
no podría alejarme de ti ni aunque quisiera. Siempre vas a ser mi primer amor,
Al. El chico con el que me habría gustado perder la virginidad.
Le di
un beso en la frente y luego fingí pensármelo.
-Respecto
a eso… Sabrae es bisexual, y está abierta a experimentar. ¿Hace un trío?
Bey se
echó a reír.
-Sabrae
es una chiquilla.
-Una
chiquilla que te ha robado el novio-espetó Tam, y Bey la fulminó con la mirada.
-Tienes
este apasionante don de cargarte los
momentos emotivos, Tamika…
-Bueno.
¿Vas a seguir llorando porque nos quieres mucho?-preguntó Tommy-. ¿O ya podemos
comer?
-No
lloraba porque os quisiera mucho-respondí, sorbiendo por la nariz-. Lloraba
porque las bolitas de queso están deliciosas.
-Si
ni siquiera las has probado.
-Calla
y come, Thomas.
-Alec
Whitelaw-anunció Scott, posando su vaso sobre la mesa-. Puedo pasar por muchas
cosas. Que le pongas los cuernos a mi hermana, que me cruces la cara de una
hostia, que intentes levantarme a todos los ligues desde que tengo uso de
razón, o que intentes infiltrarte en mi familia y hacer que Sabrae muera con tu
puñetero apellido de blanco privilegiado. Pero lo que no pienso tolerar, bajo ninguna circunstancia, es que
llames a don Thomas Louis Tomlinson aquí presente, “Thomas”. “Thomas” lo llama
su madre, que para eso lo parió, y yo, que para eso lo aguanto. Y nadie más. ¿Está
claro?
-Vaya
lo que me quieres, ¿eh, Yasser?
Scott fulminó a Tommy con la mirada.
-Pensándolo
bien, Al… llámalo como te salga de los cojones. Y, por favor, no nos votes. No nos
votéis ninguno. A ver si con un poco de suerte nos echan en la primera semana
de programa, y no tengo que verle el careto más que lo estrictamente necesario
-No
nos van a echar la primera semana. Tenemos a Diana.
-Otra
razón para que yo derrame lágrimas-espeté, acercándome mi cerveza. Tommy me
fulminó con la mirada mientras Scott se reía. Y después de estallar en una
sonora carcajada que hizo que todo el mundo se girara para mirarnos mal,
entrechocamos nuestras copas para sellar aquel pacto: seríamos los Nueve de
Siempre, y nunca los Siete Restantes, incluso cuando ocho estuvieran en la
tumba y sólo quedara uno.
Y, por Dios, Alec, no seas tú el
uno que queda.
Supe que ya lo habían arreglado y Alec ya estaba bien de
la misma manera que Scott supo que a Tommy le había pasado algo hacía tan solo
un mes. Algo dentro de mí me lo dijo. Una leve vibración en el aire que percibí
por el rabillo del ojo, una nota que dejaba de sonar en el momento justo en que
yo la escuchaba, un cosquilleo que notaba en la nuca.
Todo volvía
a encajar. El mundo estaba en equilibrio de nuevo, y menos mal. No podía
esperar a verlo volver, feliz y brillante y cálido, un sol literal y
metafórico, para que me sonriera y me dejara probar esa felicidad que tan bien
sabía de sus labios. Si había una persona en el mundo que se mereciera ser
feliz, ése era Alec.
Celebré
como nadie cuando se dejó caer por casa para saludarme, en una sintonía con mi
hermano como yo le había visto tener siempre. Se rió cuando me abalancé sobre
él y lo estreché con mis brazos, se echó a reír cuando yo me eché a llorar y
empecé a pegarles por lo mal que me lo habían hecho pasar, y no necesitó que se
lo pidiéramos más veces cuando le invitamos a cenar. No dejé de comérmelo a
besos; su energía positiva resultaba adictiva a la par que contagiosa.
Me dejó
disfrutar a solas de mi hermano y yo le dejé disfrutar a él, construyendo poco
a poco piso en esta relación nuestra, tan sana como un árbol y tan inmensa como
un palacio de cristal, en el que no hubiera rincón alguno para que se
escondiera la oscuridad.
Claro
que siempre había hueco para un par de secretos cuyo único objetivo era la
ilusión. Por eso sonreía en el espejo de mi habitación aquella noche, después decirle
que había quedado con mis amigas y que no podía ir con ellos por ahí.
Porque
mañana era cinco de marzo.
Mañana
era el día que Alec cumplía la mayoría de edad.
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Me ha parecido un capítulo super importante y trascendental para la historia. No sólo Alec se ha abierto completamente y se ha mostrado vulnerable con todos sus amigos sin mostrarse temeroso, sino que además es como si poco fuese floreciendo cada vez más y es que joder da gusto ver como narraba hace treinta o cuarenta capítulos y como lo hace ahora, es un character development de la hostia. Me ha gustado mucho los pequeños guiños que se iban haciendo durante la salida de como los amigos consciente o inconscientemente lo iban incluyendo en la toma de decisiones o le pedían ayudan haciendolo sentir importante. El momento en el que por fin se ha sincerado me ha hecho sonreír y llorar como una idiota porque mientras se repetía asi mismo el mantra de no echarse a llorar a mi se me aguaban mas los ojos. Adoro a este chaval con todas mis fuerzas y realmente no recuerdo firmemente la ultima vez que quise tanto y senti tanto a un personaje dentro de mí como a Alec.
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