Es una
verdad universalmente conocida que el agua vence al fuego si se encuentran en
la misma cantidad. El fuego parece llevar las de perder a pesar de lo etéreo de
su esencia, de no ser sustancia sino más bien un estallido de energía.
Este
es un principio que se lleva a rajatabla, sin importar el universo en que nos
encontremos: el nuestro, uno ficticio en el que el cielo está poblado de
dragones, otro en el que unas personas elegidas controlan los elementos, o en
el que criaturas que parecen animales pero no lo son del todo campan a sus
anchas, con las que te tienes que hacer.
Y, a
pesar de todo, tú te las apañaste para ser la excepción. Eran principios de la
década pasada, quizá incluso los finales de la anterior. En Neox aparecían
anuncios de una nueva serie cuyos protagonistas trataban de promocionar
diciendo “Glee, ahora en Neox”. La serie prometía, y el hecho de que fuera un
festival de covers como se llevaban
hace seis, siete u ocho años hizo que decidiera empezar a verla. Todo estaba
bien al principio, pero luego, la cosa empezó a torcerse. A medida que avanzaban
las temporadas, el guión comenzó a arrastrarse en una única dirección,
abriéndose paso como un torrente por terrenos que yo no estaba muy segura de
querer atravesar. Como los rápidos de un río, cruzando terrenos escarpados que
sólo eran para expertos, o para gente a la que verdaderamente le guste el
riesgo. No era mi caso.
A medida
que el agua subía y el elenco se iba marchando, convirtiéndose la serie en una
historia de una sola persona en lugar del caos coral que tanto me había llamado
la atención al principio, sentí ganas de abandonar. Me ahogaba la corriente, no
quería seguir, me aferraría a cualquier rama que hubiera a ambos lados de la
orilla sólo para poder salir. Odiaba perder el tiempo, y sentía que lo estaba
haciendo consumiendo una historia que no solo no me llenaba, sino que más bien
me quitaba cada semana. Tiempo, ilusión, incluso un poco de mi corazón con el
episodio del Quarterback.
Sólo
había una razón por la que decidía darle una oportunidad más, no dejarlo justo
en ese desfile de nombres en los créditos, sino volver a la semana siguiente. Las
covers ya ni siquiera eran lo suficientemente
atractivas para mí, excepto por una: las que podía hacer tu personaje, Santana.
Por el que tanto luchaste y que constituyó un faro de esperanza para tantísimas
personas que, viendo todo en retrospectiva, ni siquiera me siento especial por
sentirla mi favorita. Puede que Santana fuera mal hablada, maleducada, cabrona
e incluso en ocasiones rayara en lo cruel, pero jamás, jamás dejó de ser auténtica, especial de una manera en que nadie en
esa serie era capaz de serlo, por mucho que el guión le favoreciera o se
hiciera todo a su medida. Llegué un punto en que para mí, lo único que me
impedía dejarla era que me podía perder un capítulo en el que apareciera
Santana, lo cual sería imperdonable.
Lo
cual, tengo que agradecértelo a ti, Naya. A ti, a tu increíble talento, a esa
luminosidad de la que hablan tus compañeros, a la fiereza con la que
conseguiste elevar una secundaria hasta el punto de robarle protagonismo a una
principal para la que todo se estaba haciendo a su medida, a puro capricho. Esa
fiereza de leona que te terminó costando la vida, arrebatándonos un futuro que
el mundo parecía negarnos a ti y a tus fans. Una canción, un EP, una serie, no
es suficiente. Nada sería suficiente para saciarnos de ti, para exhibir tu
talento, tus colores y tu luz, como te merecías, pero incluso cinco minutos de
pantalla servirían para que cayéramos rendidos a tus pies.
Gracias,
de corazón, por todo lo que nos has dado. Gracias por impedirme que añadiera
una serie más a la lista de abandonadas. Aunque en ocasiones supusiera un
esfuerzo para mí, tuvo su recompensa. Demasiadas actuaciones que me habría
perdido de haber tirado la toalla, notas altas que con tu voz suenan fáciles y
distintas, representación que no teníamos, una canción de Alicia Keys mejorada
cuando yo pensaba que no se podía hacer una versión superior.
Te
merecías vestidos de satén, en lugar de una mortaja que pedías en una de las
mejores actuaciones, la más auténtica, en toda la serie.
Pero incluso
una mortaja sería poco para ti, la única persona capaz de poner una excepción a
la premisa universal de que el agua vence al fuego: de ser así, ¿cómo estaría
escribiendo esto? ¿Cómo, si no siendo la excepción a la regla, una chica en
llamas podría haber triunfado sobre la corriente?
Te
tendré presente, a mi manera, hoy, y siempre. Porque puede que no hablara tanto
de ti como lo hago de otra gente, pero, desde luego, sé que me has marcado como
pocos otros artistas lo has conseguido. En ocasiones, las heridas que más
duelen y las que más supuran no dejan cicatrices que nos incomoden con el
tiempo; la que tú dejaste en mí, y se ha abierto esta semana, sin embargo, no
habrá ardido como ardieron otras… pero es tan profunda que me llega hasta el
alma.
Tú misma
lo dijiste, a fin de cuentas, ¿verdad? Puedes
intentarlo, pero jamás olvidarás su nombre. Está en la cima del mundo, la más ardiente
de las chicas ardientes.
Tenemos los pies en el suelo, y
lo estamos incendiando.
Tenemos la cabeza en las nubes…
Y jamás bajaremos.
hasta siempre💘
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