viernes, 17 de julio de 2020

Para la chica de fuego que venció al agua.

               Es una verdad universalmente conocida que el agua vence al fuego si se encuentran en la misma cantidad. El fuego parece llevar las de perder a pesar de lo etéreo de su esencia, de no ser sustancia sino más bien un estallido de energía.
               Este es un principio que se lleva a rajatabla, sin importar el universo en que nos encontremos: el nuestro, uno ficticio en el que el cielo está poblado de dragones, otro en el que unas personas elegidas controlan los elementos, o en el que criaturas que parecen animales pero no lo son del todo campan a sus anchas, con las que te tienes que hacer.
               Y, a pesar de todo, tú te las apañaste para ser la excepción. Eran principios de la década pasada, quizá incluso los finales de la anterior. En Neox aparecían anuncios de una nueva serie cuyos protagonistas trataban de promocionar diciendo “Glee, ahora en Neox”. La serie prometía, y el hecho de que fuera un festival de covers como se llevaban hace seis, siete u ocho años hizo que decidiera empezar a verla. Todo estaba bien al principio, pero luego, la cosa empezó a torcerse. A medida que avanzaban las temporadas, el guión comenzó a arrastrarse en una única dirección, abriéndose paso como un torrente por terrenos que yo no estaba muy segura de querer atravesar. Como los rápidos de un río, cruzando terrenos escarpados que sólo eran para expertos, o para gente a la que verdaderamente le guste el riesgo. No era mi caso.



               A medida que el agua subía y el elenco se iba marchando, convirtiéndose la serie en una historia de una sola persona en lugar del caos coral que tanto me había llamado la atención al principio, sentí ganas de abandonar. Me ahogaba la corriente, no quería seguir, me aferraría a cualquier rama que hubiera a ambos lados de la orilla sólo para poder salir. Odiaba perder el tiempo, y sentía que lo estaba haciendo consumiendo una historia que no solo no me llenaba, sino que más bien me quitaba cada semana. Tiempo, ilusión, incluso un poco de mi corazón con el episodio del Quarterback.
               Sólo había una razón por la que decidía darle una oportunidad más, no dejarlo justo en ese desfile de nombres en los créditos, sino volver a la semana siguiente. Las covers ya ni siquiera eran lo suficientemente atractivas para mí, excepto por una: las que podía hacer tu personaje, Santana. Por el que tanto luchaste y que constituyó un faro de esperanza para tantísimas personas que, viendo todo en retrospectiva, ni siquiera me siento especial por sentirla mi favorita. Puede que Santana fuera mal hablada, maleducada, cabrona e incluso en ocasiones rayara en lo cruel, pero jamás, jamás dejó de ser auténtica, especial de una manera en que nadie en esa serie era capaz de serlo, por mucho que el guión le favoreciera o se hiciera todo a su medida. Llegué un punto en que para mí, lo único que me impedía dejarla era que me podía perder un capítulo en el que apareciera Santana, lo cual sería imperdonable.
               Lo cual, tengo que agradecértelo a ti, Naya. A ti, a tu increíble talento, a esa luminosidad de la que hablan tus compañeros, a la fiereza con la que conseguiste elevar una secundaria hasta el punto de robarle protagonismo a una principal para la que todo se estaba haciendo a su medida, a puro capricho. Esa fiereza de leona que te terminó costando la vida, arrebatándonos un futuro que el mundo parecía negarnos a ti y a tus fans. Una canción, un EP, una serie, no es suficiente. Nada sería suficiente para saciarnos de ti, para exhibir tu talento, tus colores y tu luz, como te merecías, pero incluso cinco minutos de pantalla servirían para que cayéramos rendidos a tus pies.
               Gracias, de corazón, por todo lo que nos has dado. Gracias por impedirme que añadiera una serie más a la lista de abandonadas. Aunque en ocasiones supusiera un esfuerzo para mí, tuvo su recompensa. Demasiadas actuaciones que me habría perdido de haber tirado la toalla, notas altas que con tu voz suenan fáciles y distintas, representación que no teníamos, una canción de Alicia Keys mejorada cuando yo pensaba que no se podía hacer una versión superior.
               Te merecías vestidos de satén, en lugar de una mortaja que pedías en una de las mejores actuaciones, la más auténtica, en toda la serie.
               Pero incluso una mortaja sería poco para ti, la única persona capaz de poner una excepción a la premisa universal de que el agua vence al fuego: de ser así, ¿cómo estaría escribiendo esto? ¿Cómo, si no siendo la excepción a la regla, una chica en llamas podría haber triunfado sobre la corriente?
               Te tendré presente, a mi manera, hoy, y siempre. Porque puede que no hablara tanto de ti como lo hago de otra gente, pero, desde luego, sé que me has marcado como pocos otros artistas lo has conseguido. En ocasiones, las heridas que más duelen y las que más supuran no dejan cicatrices que nos incomoden con el tiempo; la que tú dejaste en mí, y se ha abierto esta semana, sin embargo, no habrá ardido como ardieron otras… pero es tan profunda que me llega hasta el alma.
                 Tú misma lo dijiste, a fin de cuentas, ¿verdad? Puedes intentarlo, pero jamás olvidarás su nombre. Está en la cima del mundo, la más ardiente de las chicas ardientes.
               Tenemos los pies en el suelo, y lo estamos incendiando.
               Tenemos la cabeza en las nubes…
               Y jamás bajaremos.
hasta siempre💘
              

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