lunes, 11 de enero de 2021

Nuevo primogénito.


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A pesar de que tanto Chrissy como Pauline estaban más que deseosas de presenciar el encontronazo de Alec con Aaron, que prometía ser de los mejores de la historia, la madre de ambos se encargó de aguarles la fiesta pronto. Con un carraspeo, después de acercarse para darle a su primogénito un beso que haría que el de Judas fuera completamente inocente, se volvió hacia ellas y se apartó el pelo caoba de la cara. 
               -Chicas-pronunció en tono de disculpa, mirándolas a ambas para asegurarse de que no malinterpretaban sus palabras; sabía que eran una parte importantísima de la vida de Al, de modo que se alegraba enormemente de haberlas conocido a ambas, y bajo ninguna circunstancia quería que pensaran que molestaban-, ¿os importaría dejarnos solos? Hay un par de cosas que tenemos que discutir en familia.
               Pauline, una verdadera reina de la diplomacia, y que seguramente se había olido lo que  se cocía en el ambiente en cuanto percibió el cambio en la atmósfera en la habitación, asintió con la cabeza y se separó del vano de la ventana, en el que se había apoyado tras terminar la presentación con mi suegra. A pesar de que había sido la que más veces me había enviado mensajes preguntándome por el estado de mi chico, y la más insistente en que la avisara en cuanto hubiera una novedad, supo ver que no le quedaba más remedio que irse, quedándose con ganas de más por primera vez en su vida en lo que a Alec respectaba. Y parecía bastante resignada a conformarse, al menos, por esta vez. Se inclinó a darle un beso en la mejilla, le acarició la contraria, le dedicó una dulce sonrisa y le susurró en voz baja que se alegraba de ver que estaba bien antes de coger su bolso y prepararse para irse.
               Chrissy, no obstante, parecía luchar contra un mar de emociones. Estaba segura de que su historia con Aaron no era, ni de lejos, tan turbia como la que Annie compartía con el padre de éste, pero que la llama de una vela no llegue a considerarse un incendio no significa que no pueda quemar. Entre aquellos dos aún parecían quedar cosas pendientes, y parecía que Chrissy no estaba segura de ser capaz de dejar el cuento a la mitad justo ahora que se le había presentado una oportunidad tan buena de ponerle punto y final de una vez.
               Sin embargo, de la misma forma que Pauline tardó una exhalación en decidir que su sitio no estaba ahí y que no le correspondía reclamarlo de ninguna forma, Chrissy también llegó a la misma conclusión. Pauline y ella ya tendrían más oportunidades de ver a Alec y, con suerte, ella también tendría la ocasión de resarcirse de todo el daño que le habían infligido. A fin de cuentas, se habían reencontrado después de mucho, mucho tiempo. El universo debía desear que Chrissy tuviera la última palabra.
               Así que Chrissy asintió con la cabeza, esbozó su mejor sonrisa diplomática, y su pelo bailó en torno a su busto y sus hombros cuando verbalizó los pensamientos de Pauline:
               -Por supuesto, Annie. Faltaría más. Estoy segura de que tenéis mucho de que hablar-comentó, mirando con intención a Aaron, con una ceja alzada, mientras éste continuaba escaneándola con la mirada. Por supuesto, él no era tonto, y ya se había dado cuenta de que algo iba mal. Normalmente, Annie no era tan despegada con él; solía celebrar su llegada como quien festeja la aparición de un cometa en el cielo, después de años esperando para verlo surcar las estrellas.
               Pero, si ya estaba incómodo con esa ola que se avecinaba y para la que todos, excepto él, estábamos preparados, lo que hizo Chrissy a continuación terminó de resquebrajar su poca compostura.
               Porque, echándome un vistazo como pidiéndome disculpas y a la vez permiso, se inclinó hacia Alec y le dio un largo beso en los labios. Annie arqueó las cejas hasta tener dos perfectos semicírculos en la frente, yo me esforcé sobremanera en no abrir la boca para demostrar mi estupefacción, y Pauline se llevó dos dedos a los labios para ocultar su sonrisa.
               Pero la peor parte se la llevó Aaron, con diferencia. Sus ojos se oscurecieron tras una opaca película de rabia que descendió hasta su boca, congelándole los labios en una fina grieta apretada, de apenas unos micrómetros de espesor. Aaron perdió el control un segundo, sólo un segundo, pero para mí fue suficiente: a pesar de que enseguida se recompuso y se rió por lo bajo, como si todo aquello le hiciera gracia, como si estuviera dispuesto a meterse con su hermanito pequeño por lo libertinas que eran sus relaciones sentimentales, fueran serias o no, y la ligereza con que dejaba que otras chicas le dieran morreos en presencia de su novia, yo pude ver más allá. Donde había una risa oculta, podía escuchar la amargura. Donde se relamió los labios, preparándose para lanzar una pulla que, esperaba, molestaría a Alec, yo veía cómo se tragaba el veneno que le ascendía ardiente por el esófago. Donde se mordía los labios para no lanzar la pulla demasiado pronto, yo veía que contenía una protesta.
               Donde se pasaba una mano por el pelo, fingiendo diversión, de una forma muy similar a la que lo hacía Alec, yo podía ver que, lo que estaba, era desesperado por recuperar el control de sus emociones.
               -Hasta luego, guapo-ronroneó Chrissy como una gatita, y sólo le faltó frotarse sensualmente contra Alec. Cosa por la que yo no habría protestado, por cierto.
               Claro que eso habría hecho que a Alec le diera una embolia. Gracias a Dios, el único parecido que había entre Aaron y yo también residía en Alec, y me atrevería a decir que incluso hasta con Pauline. Chrissy era una bomba sexual, capaz de hacer que hasta un muerto la deseara, y estaba más que dispuesta a aprovecharse de ese poder con el que había nacido para causar estragos a su alrededor, igual que una diosa del caos. Nadie conseguía escapar de sus encantos, y mucho menos los dos hermanos.
               Cuando Chrissy pasó al lado de Aaron y le dedicó una sonrisa que habría hecho que cualquiera se cayera de culo al suelo, me di cuenta finalmente de que la pelea entre los dos hermanos había empezado en cuando Aaron había entrado en la habitación, y no antes. A eso se debían las reticencias de Chrissy: sabía que habría una inundación de testosterona pronto, y no quería perdérsela. En cierto sentido, incluso me envidiaba, pues yo era la única chica que iba a presenciar lo que todos sabíamos que sería una victoria apabullante de Alec, que ya ganaba a Aaron en todos los aspectos, salvo en estatura y en edad.
               Así me lo había dicho, sin pudor ninguno, cuando nos habíamos enterado de que Chrissy había tenido algo con Aaron antes de conocer a Alec: se había inclinado hacia mí en la mesa de la cafetería de Pauline, consiguiendo que a Alec y a mí se nos fuera la vista un segundo hacia el bulto de sus pechos, obnubilados los dos por su sensualidad, y, con una sonrisa, había comentado:
               -Puedes seguir el tiempo que quieras preguntándome todo lo que se te ocurra que haya hecho con los dos, que la respuesta siempre va a ser la misma, preciosa. Alec es el mejor en todo. Tanto en el trato, como en los cuidados, y por supuesto, follando. No hay nada que haya hecho con Alec que me haya gustado más con Aaron. Nada.
               -Eso es porque yo soy más imaginativo que mi hermano-se había burlado Alec, dando un sorbo de su bebida con una sonrisa de suficiencia adornándole los labios, su brazo alrededor del sofá en el que yo también estaba sentada.
               Quizá, si Alec sobrevivía a lo que Chrissy acababa de hacerle, podríamos cumplir una de mis fantasías y meterla en nuestra cama. Eso que me gustaría. Y eso que fastidiaría a Aaron.
               -¿Os importaría cerrar la puerta, chicas?-pidió Annie, inclinándose de nuevo en el sillón-. Gracias, y disculpad.
               Pauline asintió con la cabeza, tirando del pomo para cerrarla tras de sí, y así romper de una vez el contacto visual que habían establecido Chrissy y Aaron, tan intenso que me sorprendió que no derritiera las paredes a nuestro alrededor. Alec y yo intercambiamos una mirada; pude comprobar que el pulso volvía a normalizársele, después de que Chrissy se lo disparara de una forma que poco tenía que envidiarle a la mía.
               -¿Estás enfadada?-preguntó con un hilo de voz-. Porque si es así, lo siento. Estoy totalmente seguro de que no era su intención…
               -Lo que estoy es cachonda-le confié en el oído, y Alec tragó saliva-. Y creo que tú me lo vas a poner más, ¿no es así?
               Alec se rió por lo bajo.
               -¿Sigo poniéndote cabreado?
               -Muchísimo-ronroneé, pegándome a él tanto que apoyé mis pechos sobre su brazo bueno, tal y como Chrissy había hecho con aquella mesa hacía dos meses.
               -Pobre de ti-se burló, negando con la cabeza-. Lo vas a pasar mal.
               Solté una risita un poco más alto de lo que habíamos mantenido ese pequeño intercambio Alec y yo, y tanto Annie como Aaron se giraron y nos miraron, coincidiendo con el clic de la puerta al cerrarse por fin, dejándonos solos.
               En una habitación del dolor en un edificio calmante.
               En una burbuja de destrucción en un mundo en plena reconstrucción.
               En la que sería la última tarde de Annie con sus tres hijos en la misma habitación.
               Y Aaron ni siquiera quería asumir que su reinado había terminado, y que había un nuevo rey en el trono. Más joven, más guapo, más bueno, y que follaba mejor, certificado por todos aquellos que los conocían a ambos.
               -Estabais en buena compañía, ¿eh?-preguntó, tratando de identificar de dónde procedía la tensión del ambiente para, así, poder hacerse con el control de ésta. Sólo si sabía de dónde vendrían los tiros podría desarmarnos y dejarnos como coladores.
               Alec se recompuso por fin del beso de Chrissy y de mi tonteo preliminar, poniéndose en modo combate a una velocidad que me dejó pasmada. No había visto a nadie cambiar el chip tan rápidamente, y que fuera capaz de hacerlo después de cómo su humor se había visto tan mermado en tan poco tiempo, no hizo sino obligarme a admirarlo mucho más. Era capaz de levantarse como una pantera nada más haber recibido un golpe que noquearía a cualquiera; casi podía verlo sobre el cuadrilátero, con el pecho descubierto y cubierto de sudor, regueros de sangre descendiéndole de la boca, pero sonriendo con chulería ante la estupefacción de su rival, que no podría creerse que hubiera sobrevivido a un gancho que acabaría con cualquiera.
               Ése era el Alec boxeador. El que había ganado torneos, el que había acariciado la gloria, el que había recorrido el país entero consiguiendo que gente que no lo conocía de nada coreara su nombre. No me extrañaba que todo Londres hubiera caído rendido a sus pies, y enamorarme de él no tenía mérito: difícilmente puedes escapar de la obligación de admirar a un dios.
               Y eso que ni siquiera había abierto la boca, lo cual estaba poniendo más y más nervioso a Aaron. No les había visto nunca juntos más allá de aquella tarde en la que se presentó por sorpresa en su habitación, y Alec se había comportado de forma bastante comedida para los sentimientos que siempre le embargaban cada vez que salía el tema de su hermano, pero yo sabía que algo estaba yendo de forma extraña. Seguro que Alec era incapaz de no entrarle al trapo a Aaron. De la misma manera que yo podía sacar lo mejor de él, Aaron era capaz de sacar lo peor. Y, a veces, la personalidad de una persona se desdobla tanto que lo mejor y lo peor llegan a quedarse a un centímetro de distancia.
               -Me pregunto qué es eso de lo que queréis hablar para renunciar a ellas--comentó con chulería, apoyándose en la cama como si ésta, la habitación, todo el hospital y todo el país le pertenecieran. Ni siquiera nuestros príncipes se comportaban de una forma tan pretenciosa. Parecía querer que le dieras gracias sólo por dejarte respirar.
               -El cambio que se viene produciendo un par de días en nuestra compañía-respondió Alec en tono gélido, y Aaron alzó una ceja.
               -¿Eso va por mí?
               -En parte. Y en parte, por la visita de ayer-escupió mi chico en un tono asqueado que yo nunca le había escuchado utilizar. Era como si supiera que, a partir de ese día, no podría desquitarse con su hermano, y hubiera decidido aprovechar el momento hasta la última consecuencia.
               Me asaltó entonces esa sensación de intenso descubrimiento que te embarga en los momentos más inesperados, cuando estás con tu mejor amiga en el bus de camino a una fiesta, y la miras y piensas “no puedo creer que seamos amigas”; cuando estás con tu  familia en la comida, y los miras y te das cuenta de lo afortunada que eres de haber nacido y crecido en ese grupo de gente, de compartir quizá no sus genes, pero sí la historia, lo cual une más que un entramado de proteínas en el interior de tus moléculas; o cuando estás tumbada al lado de tu novio, en la cama, y te despiertas y lo miras y piensas “no puedo creer que, de todas las chicas en el mundo, me haya elegido a mí para quitarse la ropa conmigo”.
               Alec era la mejor persona que había conocido. El estándar con el que compararía a partir de entonces todas las relaciones que yo presenciara: de amistad, de amor, de filiación, de fraternidad. Igual que sabía, por cómo cuidaba de mis hermanas pequeñas, y de la suya, y también a veces de mí, que sería un buen padre, igual que sabía que era un amigo genial, dispuesto a dar la vida por aquellos a los que consideraba su segunda familia, e igual que sabía que Alec era el mejor novio que yo tendría en mi vida, también supe una cosa: era un hijo excepcional. El mejor hijo que yo conocía, y eso que tenía grandes referentes (Scott, Tommy, yo misma) con los que compararlo: puede que no fuera el que mejor se portara, el de las mejores notas ni el más paciente, pero si sacaba de quicio a su madre veinte veces más que yo sacaba a los míos, o diez más que Tommy sacaba a Eri y Louis, también estaba cincuenta veces más dispuesto a arriesgarlo absolutamente todo por Annie.
               En él había una lealtad hacia su madre que haría que los perros se consideraran traidores.
               -¿Quién vino ayer? ¿Su Majestad?-inquirió Aaron, jugueteando con un tornillo a los pies de la cama de Alec. Creí que sería Alec quien continuaría la conversación, pero fue Annie quien lo hizo.
               -Tu padre.
               Por la expresión en la mirada de Aaron, supe que su madre llevaba mucho tiempo, si no toda su vida, sin utilizar aquel tono con él. Puede que se lo hubiera escuchado mil veces cuando hablaba con Alec, cansada de lo que ella consideraba tonterías y continuos desafíos a su autoridad, pero lo que a Alec le entraba por un oído y le salía por el otro, a Aaron se le acababa de clavar en el corazón.
               Creo que fue en ese momento cuando se dio cuenta de que había perdido el favor de su familia, de su madre. Allí donde Alec no paraba de bailar en territorio peligroso, Aaron había pasado como un bólido de la línea roja que Annie había trazado en su vida hacía mucho, mucho tiempo. Y se había dado cuenta demasiado tarde de que las señales de precaución no estaban allí para proteger a la carretera, sino a él mismo.
               Annie aguantó los ojos sobre los de su hijo todo el tiempo que éste se atrevió a mirarla antes de bajar la mirada, percibiendo por primera vez en toda su vida que, a pesar de todo lo que creía haber hecho por mantener a su madre inclinada irremediablemente hacia él, lo cierto es que no era el favorito.
               Lo era Alec.
               -¿Papá ha estado aquí?-preguntó, fingiendo una inocencia que ninguno de los tres se tragó. Annie tragó saliva, relamiéndose los labios, quizá con la costumbre de mantener a raya su temperamento con el hijo que había perdido, y con el que no quería discutir en las pocas ocasiones en que lo veía, aún demasiado arraigada en ella.
               Sin embargo, Alec no tenía ningún reparo en poner a Aaron en su sitio. Llevaba demasiado tiempo deseándolo como para refrenarse ahora.
               -No te hagas el santurrón, que ya no cuela, Aaron. Entiendo que la cabra siempre tira al monte y te cuesta mucho no ir de bueno por la vida, especialmente con mamá presente, pero déjate ya de estas putas gilipolleces.
               -¿Fuiste tú el que le dijo a tu padre que tu hermano estaba hospitalizado?-le preguntó Annie en un tono acusador, decepcionado, que Aaron jamás había escuchado, y que Alec estaba más que acostumbrado a oír dirigiéndose hacia él. Annie parecía cansada, desesperada por que Aaron le proporcionara un resquicio de esperanza al que aferrarse. Si le decía que había sido un malentendido, que se le había escapado, o que Brandon se había enterado de otro modo, quizá Annie conseguiría dudar y perdonarlo. Es muy difícil perder a un hijo, y mucho más cuando eres tú la que lo aleja de ti.
               -Sí-admitió Aaron, por lo menos con la decencia de hundir los hombros y fingirse arrepentido. Ninguno de nosotros se lo creyó, pero el detalle estaba bien. Era lo único bien que iba a hacer en su estancia en la habitación.
               -¿Y por qué cojones tienes que decirle nada a papá, Aaron? A papá no le interesa mi vida. Hacía años que no lo veía. Me sorprende siquiera que haya conseguido reconocerme.
               -No es tan difícil, ¿sabes? Por mucho que te pese, los tres nos parecemos.
               -Tu hermano no se parece en nada a tu padre-atacó Annie, poniendo una mano sobre la venda de Alec, como queriendo retenerlo para que no se sulfurara. Tantas emociones le harían daño, le impedirían recuperarse pronto. Le cogí la mano a Alec y deslicé la yema de los dedos por su palma, escalando sutilmente hacia su muñeca para comprobar su pulso. Una vez más, estaba desbocado, aunque por lo menos ahora parecía mantenerlo a raya-. Y estoy empezando a pensar que tampoco se parece a ti.
               -Mamá, mira, si le conté lo que le había pasado a Alec, era porque pensé que, quizá, esto sería una buena oportunidad para intentar hablar las cosas. Empezar de cero. Volver a ser una familia.
               -Ya tenemos una familia.
               -Ya sabes a qué me refiero, mamá. Escucha, sé que para ti es complicado, pero papá también lo ha pasado muy mal estos años, ¿sabes? Está intentando ser mejor persona, es un hombre nuevo, se arrepiente mucho de lo que pasó, y…
               -No te acerques a ella-amenazó Alec, incorporándose más, cuando Aaron dio un par de pasos hacia su madre con la intención de arrodillarse frente a ella y suplicarle que volviera a ponerse la venda en los ojos, que siguiera pensando que él era bueno, después de todo-. No se te ocurra acercarte a ella. No voy a dejar que le hagas más daño.
               -¿Quién le está haciendo daño? El único que está jodiéndolo todo eres tú, Alec, con esta actitud de mierda. Además, ¿quién cojones te crees que eres? Por mucho que te jodan las dos cosas, mi padre es el tuyo, y tu madre es la mía, y eso es algo que jamás vas a poder cambiar.
               -¿Vas en serio? Menuda puta comedia me estás contando, hermano-escupió mi chico, apretando tanto la mandíbula que se podría haber hecho polvo las muelas-. Hay que ser muy cínico para hacer lo que estás haciendo. Muy cínico, tener un morro que te lo pisas, y ser un auténtico hijo de puta. ¡Tú no tienes ningún derecho a decir que es tu madre y que yo no puedo protegerla de ti cuando te largaste, Aaron! ¡Te piraste en cuanto se te presentó la oportunidad a hacerte el mártir en casa de nuestras tías! ¡Sabe Dios la cantidad de mierda que habrás oído creciendo, por culpa de ellas dos! ¡Te piraste cuando tu madre más te necesitaba, así que ahora no tienes ningún derecho a venir aquí haciéndote el héroe, porque no lo eres, Aaron!
               -¿Y tú sí?
               -Bueno, yo me quedé con ella, yo no hice que su maltratador viniera a verla ayer, así que creo que un poco más digno de ella que tú, sí que soy. Quizá tu mente retorcida y subnormal no sea capaz de procesarlo, pero así son las cosas, macho. Has dejado que papá venga y le recuerde a mamá el infierno por el que pasó, en el que tú no hiciste absolutamente nada, y…
               -¡Y tú, ¿qué se supone que hiciste?! ¡Dime!
               -¡POR LO MENOS NO LE DIJE A SU MALTRATADOR QUE VINIERA A HACERLE UNA VISITA, AARON! ¡CREO QUE CON ESO YA BASTA PARA CREER QUE SOY MEJOR QUE TÚ! ¡YO NO LE HICE TENER QUE ENFRENTARSE OTRA VEZ A TODAS LAS PUTAS VIOLACIONES A LAS QUE LA SOMETIÓ, DE LAS QUE TÚ NUNCA INTENTASTE DEFENDERLA!
               -¡Ni tú tampoco, así que relájate un poco, mocoso de mierda!
               -¡TENÍA DOS AÑOS! ¡Me alegro de que en casa te consientan tener este puto complejo de héroe que te gastas, pero a mí no me vas a echar en cara cosas que escapaban a mi control!
               ¿Complejo de héroe? Me dieron ganas de levantarme, atravesar la habitación y darle tal patada en la cabeza a Aaron que se le reventara el cráneo. ¿Cómo cojones se atrevía a ponerse chulo con Alec, que sólo había cuidado de su familia desde que nació, y tratar de echarle en cara cosas que habían sucedido cuando no era más que un bebé? Él sí podría haber defendido a su madre de su padre; le llevaba el suficiente tiempo a su hermano como para que esos años de diferencia entre ellos marcaran, bueno, la diferencia. Comprendía perfectamente que no hubiera podido hacerlo, porque un niño a fin de cuentas no puede enfrentarse a un padre que le aterroriza, pero si Aaron no le había plantado cara a Brandon, menos debía hacerlo Alec.
               Y que tratara de darle la vuelta a la tortilla para que Alec se sintiera mal era, sencillamente, repugnante.
               -¿Que escapaban a tu control?-Alec hizo un mohín y rió entre dientes, temblando de pura rabia-. ¿También escapaba a tu control todo lo que querías hacerle a Mimi?
               Aaron no contestó. Se lo quedó mirando allí plantado, fulminándolo con la mirada, retándolo a continuar con unas acusaciones que todos sabíamos que eran verdad. Alec nunca lo había dicho en voz alta con más de dos personas en la habitación, pero ahora no iba a echarse atrás, por mucho daño que eso le hiciera a Annie. Sabía que era lo mejor. La única posibilidad. Y la última oportunidad.
               -Por eso me odias tanto, ¿verdad?-sonrió Alec-. Porque no te dejé continuar con lo que empezó papá.
               -Siempre has tenido un pésimo concepto de mí. Yo no te odio, Alec. Eres mi hermano.
               -Ser hermanos no implica que tengas que quererme. O bueno, sí que lo implica, pero no que lo hagas. Ahora irás a decirme que piensas que te quiero, ¿verdad?
               -No soy tan gilipollas, por mucho que a ti te encantara.
               -Lo único que me gusta de nosotros es que los dos tenemos claro que nos mataríamos si pudiéramos. Pero tú no te atreves, porque eres un cobarde, y yo no lo hago, porque sé que eso le haría daño a mi madre. Ésa a la que a ti no te importa putear cada vez que se te presenta la ocasión.
               -Yo no la puteo. Simplemente quería…
               -Déjate de excusas de mierda, Aaron. ¿No te parece que llevo sabiendo cómo eres demasiado tiempo como para que puedas engañarme? Veía lo que le hacías a Mimi. Era lo mismo que papá le hacía a mamá, si ella se atrevía siquiera a respirar un poco más fuerte de lo que él estaba dispuesto a tolerarle. Me hiciste empezar en un deporte peligrosísimo, en el que literalmente me jugaba la vida cada vez que me subía a un ring, por proteger a Mimi. Porque eras incapaz de mantener las manos alejadas de ella. Así que ni se te ocurra decirme que me tranquilice, Aaron. Todavía estás respirando, así que es evidente que todavía no me has cabreado lo suficiente para hacer lo que debería haber hecho hace mucho tiempo: pisarte esa puta cabeza endemoniada que tienes, tan llena de veneno que me sorprende que no tenga el diámetro de un globo aerostático.
               -¿Ves a qué me refiero? Complejo de héroe-señaló a Alec con una mano vuelta hacia arriba, riéndose de forma tan cínica que me dio ganas de romperle hasta el último hueso del cuerpo, empezando por los de esa mano que tenía tan cerca de él-. Te encanta ser el bueno de la película, y no te culpo, aunque con eso tengas que hacerte tantas pajas mentales que te terminas convenciendo de que soy el malo, ¿a que sí, hermanito?
               -No me llames así-gruñó Alec, y Aaron se rió.
               -¿Por qué? Es lo que eres. Por mucho que te joda. Por mucho que te empeñes en jugar a las casitas con la tonta de tu hermanastra y el calzonazos de tu padrastro…
               -Mimi es más hermana mía de lo que lo vas a ser tú en tu puta vida, jodido desgraciado comemierda.
                -… tienes la sangre que tienes. Dylan no es tu padre. Papá lo es.
               -Padre es quien cría, sino quien engendra, y a mí me ha criado Dylan. Bastante prueba de ello es que no tienes las putas costillas perforándote esos pulmones mugrosos que tienes, soberano hijo de puta.
               -¿Padre es quien cría?-Aaron volvió a reírse-. ¿Eso es lo que te dices a ti mismo cada vez que te miras al espejo por las mañanas? ¿Es eso lo único que te hace conseguir convencerte de que no eres igual que él? ¿Igual que yo?
               -Qué más quisierais papá y tú. Os encantaría que yo me pareciera a vosotros. Es lo que más deseáis en el mundo, justo por debajo de destruir a mamá.
               -Sois idénticos, Alec-Aaron se acercó a él y yo me puse en alerta-. Como dos putas gotas de agua. Todos lo somos. Y me pregunto cuánto tardarás en cansarte de reprimirte y te dejarás llevar por lo que deseas hacerle a Sabrae, que es lo mismo que…
               Alec no le dejó terminar. A pesar de que yo todavía no había terminado de procesar mi nombre cuando sucedió todo, Alec se incorporó como un resorte, más rápido de lo que lo había hecho incluso el día anterior, y, con una fuerza que no sabíamos si conservaba, empujó a su hermano hacia la pared, estampándole la cabeza de una forma tan bestial que se escuchó un crujido. Por un momento, pensé que era el cráneo de Aaron, pero luego vi que Alec hacía una mueca y se apoyaba con más fuerza en su pierna derecha, la sana, la que no tenía escayolada, y por tanto, no estaba rota.
               -¡Alec!-chillamos Annie y yo, saliendo disparadas hacia él.
               -Te dije que, la próxima vez que dijeras el nombre de Sabrae, te mataría-le recordó, con unos ojos inyectados en sangre, una expresión rabiosa en la mirada, y todos sus músculos en tensión, tanto los sanos como los heridos-. Iba jodidamente en serio, Aaron. Aquí hay cirujanos cojonudos. ¿Crees que podrán salvar tu patética vida si yo te rompo la tráquea?
               Aaron boqueaba en busca de aire cuando yo llegué al lado de ambos, un segundo antes de que lo hiciera Annie.
               -Alec, para, te vas a volver a romper una costilla.
               -Seguro que pensabas que no iba a poder hacerte nada con medio cuerpo vendado, ¿eh, gilipollas? Soy más fuerte que tú. Y tienes razón: también soy más cabrón. Lo suficientemente cabrón como para matarte delante de tu madre y dormir por las noches.
               -Alec-le supliqué. Annie estaba paralizada al lado de los dos, mirándolos como quien contempla un accidente de avión. Horrorizada, pero sin poder apartar la vista, sin saber cómo reaccionar-. Annie, dile algo.
               Aaron miró a su madre con gesto suplicante, y gimió cuando Alec apretó un poco más.
               -¿Vas a pedirle a mamá que suplique por tu patética vida de mierda? ¿Después de todo lo que le has hecho? ¿Así de miserable e hijo de puta quieres ser?
               Annie se puso pálida. Y entonces, supe que no estaba aterrorizada por ver cómo uno de sus hijos estaba a punto de matar al otro.
               Estaba aterrorizada porque Alec estaba cogiendo a Aaron de la misma manera que Brandon la cogía a ella. Porque no era la primera vez que una persona amenazaba de muerte a otra, y parecía a punto de cumplir su promesa.
               -Alec, para-le pedí, colgándome de su brazo, tirando de él con todas mis fuerzas, pero Alec estaba tan furioso, tan lleno de adrenalina, que no conseguí moverlo ni un centímetro. Parecía increíble que unos brazos tan fuertes, que podían llegar a ser tan destructivos, fueran el lugar en el que yo más segura me sentía en el mundo-. Vas a hacerte daño. No merece la pena, de verdad. Alec-le llamé, tomándole de la mandíbula y haciendo que me mirara, con lo que perdió concentración y Aaron pudo coger una bocanada de aire-. Basta. Le estás haciendo daño a tu madre.
               Sólo con la mención de su madre de mis labios consiguió volver en sí. Sus ojos recuperaron ese color cálido que tanto les caracterizaba, y tras echarle un vistazo a Annie, que se había puesto más y más pálida, accedió a aflojar su abrazo.
               Alec fulminó a Aaron con la mirada un segundo más.
               -Para hablar de mi novia, antes lávate la boca con puto desinfectante, jodido animal.
               Deslicé una mano por la espalda de Alec, asegurándome de que todas las vendas parecían en su sitio, y me lo eché encima todo lo que pude y él me dejó para ayudarlo a acercarse a la cama.
               -Tienes que dejar de creerte que eres Rayo McQueen-le dije, y él puso los ojos en blanco, haciendo una mueca de dolor cuando se sentó en la cama-. ¿Va todo bien?
               -No, pero lo irá pronto-comentó, mirando a su madre, que todavía estaba de pie al lado de Aaron, quien boqueaba y tosía para recuperar el aire, con un cardenal oscuro empezando a formársele allí donde Alec le había puesto la mano.
               -No sé qué es lo que hice mal contigo, Aaron. De verdad que no lo sé. Pero sólo puedo pedirte disculpas, porque tiene que ser culpa mía que hayas salido así. Yo te he dejado ser así. Pero lo que no voy a dejar es que te rías de tu hermano, ni lo hagas de menos. Alec es más hombre de lo que tú y tu padre seréis nunca, y no voy a dejar que te rías del único héroe que he tenido en toda mi vida. Tu hermano ha sido la única razón por la que me he levantado tantas mañanas durante tanto tiempo que ni siquiera sé cómo lo hacía antes de tenerlo. Si escapé de ese infierno fue por vosotros. Por los dos-miró a Aaron con gesto derrotado, decepcionada con que el fruto de su vientre se hubiera podrido tanto hasta resultar irreconocible, tanto en forma como en sabor-. Pero, sobre todo, por él. Porque no habría soportado que se convirtiera en lo que tú eres hoy.
               Aaron se quedó allí plantado, mirándola. La herida que su madre le estaba infligiendo, en sitios en los que Aaron nunca pensó que nadie pudiera hacerle daño, le dolía más que el fantasma de los dedos de Alec todavía alrededor de su garganta. Tragó saliva, haciendo una mueca de dolor al notar una molestia que le acompañaría durante varios días, y hundió de nuevo los hombros, recuperando ese papel de víctima que tanto tiempo llevaba interpretando. Era el mejor actor del mundo, mereciéndose todos y cada uno de los premios de interpretación que hubiera disponibles.
               -Mamá… de verdad, no lo he hecho por hacerte daño, ni mucho menos. Si pudieras escucharme, aunque sólo sea un momento…
               -No. Ya te hemos escuchado bastante-sentenció Alec-. Llevamos años con la misma historia, Aaron. Años. Te has dedicado a ser una extensión de lo que le sucedió a mamá desde que nos sacó de aquella casa. Para ti, es como si todo hubiera ido bien. Como si lo echaras de menos. Puto psicópata de mierda…
               -No lo echo de menos. Apenas lo recuerdo.
               -¿En serio? Tiene gracia, porque yo lo recuerdo prácticamente todo, y eso que era un puto bebé.
               -Mamá, de verdad, ¿no hay ninguna forma de que lo arreglemos? No quiero que nos peleemos. Bastante poco nos vemos…
               -Me pregunto de quién es la culpa-gruñó Alec.
               -… como para que estemos así el poco tiempo que estamos juntos. He metido la pata. Ahora lo veo-accedió, dando un paso hacia Annie, pero deteniéndose en seco de nuevo cuando Alec le recordó que no le permitiría acercarse a ella-. No lo hacía con mala intención, es sólo que… estoy en una situación complicada. Estoy entre vosotros, y… quiero hacer las cosas bien con ambos.
               Incluso si me creyera que Aaron decía la verdad, incluso si no supiera cómo era realmente, no había más que escucharlo para saber que no estaba siendo sincero en absoluto. No hacía falta ser ningún genio poseedor del premio Nobel como para saber que lo que él quería era imposible. Annie y Brandon estaban en bandos opuestos, y en la guerra que habían librado y aún libraban, no había posibilidad de permanecer neutral. No hacer nada era estar del lado de Brandon. Estar cerca de Annie, pero seguir viéndolo a él como otra cosa que no fuera un monstruo, era estar del lado de Brandon. Ni siquiera había la figura de agentes dobles, aunque Aaron se les pareciera bastante: cuando se acercaba a su madre, en realidad, estaba cumpliendo los deseos de su padre.
               -Así que dime, mamá. ¿Cómo podemos hacer para resolver esto?
               Annie suspiró, agotada. Parecía una profesora al límite de su paciencia, explicándole mil veces algo simplísimo a un niño al que no le entraba la cabeza la operación más sencilla.
               -No podemos, Aaron.
               -Tú no te lo mereces-escupió Alec. Aaron miró a Alec con gesto cansado.
               -Estoy intentando arreglar las cosas, ¿sabes? Mira, puede que me odies, pero…
               -¿Puede?-repitió Alec, echándose a reír en un tono cínico que le había salido la vez que tuvimos aquella horrible pelea, con la diferencia de que ahora sonó muchísimo más cruel.
               -… tienes que reconocerme que puede que yo no sea tan malo como piensas, Al. Quiero a mamá. De verdad que lo hago. Te quiero muchísimo, mamá-respondió, mirándola-. No me fui de casa porque no te quisiera, nada más lejos de la realidad. Es sólo que… no sé. Sentía que molestaba-entrelazó las manos tras la espalda y se miró los pies, un tío de veintipocos años y de metro noventa haciéndose pasar por un niño de ocho, de apenas un metro de estatura.
               Miré a Annie, que observaba a su hijo con ojos húmedos. No te lo creas, Annie. No te lo creas. No podía olvidarse de lo rápido que me había utilizado para hacerle daño a Alec. La única razón de que Aaron no hubiera dudado en usarme para hacerle daño a su hermano, era que estaba acostumbrado a ello. Que tenía experiencia. Que sabía que las mujeres de su vida eran el único punto débil de Alec, por lo demás fuerte como un toro.
               -Corta el rollo, Ar-espetó Alec-. Los tres sabemos que no te fuiste porque pensaras que molestabas, porque no lo hacías en absoluto. Te fuiste porque no soportabas ver a mamá feliz. Porque no estabas acostumbrado. Porque toda tu vida has odiado a Mimi, por todo lo que ella representa.
               Mimi… una y otra vez, salía su nombre a colación, como si fuera la piedra angular sobre la que se sustentaba la familia. Era como si Mimi fuera el equivalente de los Whitelaw a Scott, como si toda la casa hubiera pasado a ser un hogar en el momento en que ella nació.
               -Es cierto que con Mary no soy tan afín, pero también es porque no la conozco. Creo que es muy buena niña. No tengo nada en contra de ella.
               -No, qué va. Sólo que nació-Alec se echó a reír, y Aaron se relamió los labios.
               Annie se había sentado en la silla al lado de Alec, en una zona segura, a la que Aaron no se atrevería a acercarse. Incluso si Alec no estuviera dispuesto a saltarse hasta el último punto de su cuerpo, no tenía agallas para ponerse a su alcance. Tenía la vista perdida en el infinito, meditando las palabras de su primogénito, decidiendo si le seguía creyendo o si por fin se quitaba la venda.
               -Es la verdad. No tengo ningún problema con Mary.
               -Eso no es cierto, Aaron-dijo por fin Annie, como si le doliera reconocerlo-. Toda tu vida, desde que ella nació, le has tenido una envidia terrible. Debería haber intentado corregirlo, darte más atenciones, hacer que no sintieras que Mimi te estaba desplazando, pero lo hecho, hecho está. Es duro decirlo, pero lo mejor que pudo pasarle a mi hija es que tú te fueras de casa, porque una parte de mí siempre ha sabido que le harías daño si se te presentaba la ocasión. Por suerte, Alec siempre estaba ahí para protegerla, si yo no estaba.
               -Has dejado que Alec te coma la cabeza, mamá. Tú sabes que yo soy bueno. No le pondría la mano encima a Mary. Es mi hermana.
               -Es tu hermanastra-le recordó Alec-. Tú mismo lo has dicho hace nada, ¿no? Sólo tienes un hermano, y ése soy yo. Gracias a Dios, Mimi no tiene ese asqueroso vínculo que me une a mí contigo. Ella puede ser buena y pura, como de hecho lo es, por eso la odias tanto.
               -No insistas, Aaron-Annie alzó la mano, sacudiendo la cabeza-. Las cosas han ido así, y ya está. Ahora es tarde para intentar enmendarlo. Me habría encantado que pudieras formar parte de mi vida como los demás, pero no ha sido así, y ahora todos tenemos que apechugar con las consecuencias.
               -No tiene por qué ser así, mamá.
               -¿Te estás oyendo, hijo? ¡Estás defendiendo a tu padre! ¡A tu padre! Entiendo que es complicado darle la espalda a un padre, y yo jamás te o habría pedido. Si hubieras crecido y me hubieras pedido verle, te habría dejado hacerlo, porque me pese lo que me pese, eres tan suyo como mío. Pero esto es demasiado. No puedes pedirme que deje que las cosas sigan como hasta ahora, que todos continuemos en la cuerda floja, sabiendo dónde descansan realmente tus lealtades. Tu padre me hizo daño. Se lo hizo a tu hermano. Te lo hizo a ti. Y se lo habría hecho a Mimi, si yo selo hubiera consentido. No podemos seguir así. Lo de ayer no puede repetirse.
               -Yo no pretendía… aun así-Aaron carraspeó, viendo que por ese lado no iba a conseguir sacar nada en claro-. Incluso si ha venido a verte, ¿no te parece que todos merecemos una segunda oportunidad? Al fin y al cabo, tú me la diste. También podrías dársela a él. Y yo te la estoy dando a ti. Quizá, con el paso del tiempo, hayas engrandecido todo lo que sucedió, ¿no crees?-preguntó, con un tacto increíble, el de quien te clava una espada en el corazón pero continúa mirándote con cariño. Se me heló la sangre en las venas. ¿De verdad estaba diciendo…?-. Quizá, si le dieras oportunidad de explicarse y pedirte disculpas, te darías cuenta de que hay otra solución que aún no has considerado…
               -¿Cómo cojones te ATREVES?-ladró Alec-. ¿DE VERDAD ESTÁS…?
               Annie levantó una mano para acallar a su hijo pequeño, y miró al mayor con una expresión tranquila, propia de una reina que decide sobre un inmenso imperio hasta el más mínimo detalle, incluido si los anales de la historia marcarán esos tiempos como de paz o de guerra, de prosperidad o de hambruna.
               -¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo, Aaron?
               -Depende. ¿Qué es lo que me estáis entendiendo?
               -¿Crees que tu padre me hizo poco?-inquirió Annie en tono neutro, mientras Alec se estremecía y contenía una arcada. Miré sus pulsaciones, que habían empezado a dispararse a un ritmo superior al que habían estado aumentando desde que Aaron entró en la habitación.
               Aaron tragó saliva. Se rascó la cara interna del codo, con la vista perdida, y cambió el peso de un pie a otro, incapaz de mantener los ojos en su madre.
               -A ver, mamá… es que… yo… no te ofendas, pero, ¿qué garantías tengo yo de que no se ha sacado todo de quicio con el paso del tiempo? Todos sabemos que la gente tiende a exagerar a medida que cuenta algo una y otra vez.
               -¿Me estás llamando exagerada?-preguntó Annie con tranquilidad, como si preguntara si preferían carne o pescado para comer.
               -No. No, no, no.
               -Menudo hijo de puta. Me cago en tu putísima vida, Aaron-empezó a balbucear Alec, con las pulsaciones disparadas. Me preparé para llamar a las enfermeras-. Me cago en tu putísima especie, demonio de mierda, si es que no te mereces ni el aire que respiras, jodido desgraciado… eres un miserable, un asqueroso, eres igual que él; estarías mejor muerto, no sé cómo tienes los cojonazos de venir y decirle eso a mamá con tanta sangre fría, puto psicópata…
               -Ah, menos mal-Annie exhaló un suspiro de alivio, ignorando a Alec-. Porque, mientras que tu padre considera que yo le desafiaba, él a mí me maltrataba, Aaron. Me pegaba palizas. Me violaba cada vez que se le antojaba. Así que detestaría pensar que crees que lo exagero todo.
               -No, si yo no digo que él no fuera malo contigo, ni que la relación no fuera tóxica, pero, ¿no crees que te pasaste un poco… alejándolo de Alec?
               Aaron miró a Alec, que se estremeció de pies a cabeza.
               -Yo jamás habría querido estar cerca de papá, Aaron. Jamás. Puede que a ti te hayan comido el coco, pero yo sé lo que vi. Sé lo que escuché. Incluso siendo un puto crío… ¿sabes la cantidad de mierdas que sueño por culpa de esos años?
               -No habría podido, ni aunque quisiera-respondió Annie, de nuevo ignorando a Alec.
               -¿Por qué? Quiero decir, estás en tu derecho a no querer verle, porque te hizo sufrir mucho, pero Alec es su hijo. También…
               -Alec ya tiene un padre-sentenció Annie, seria, augusta como una diosa-. Y ése es Dylan.
               Aaron se mordió el labio.
               -Sé que vosotros lo consideráis así, pero…
               -Porque es así-Annie se levantó-. Siento haber dejado que todo esto llegara hasta este extremo, Aaron, pero ya se acabó. No sé por qué he tardado tanto en hacer esto, pero por fin me he dado cuenta de qué es lo que pasó cuando te fuiste a casa de tus tías siendo un niño. Elegiste. Y no fue a mí. He intentado engañarme a mí misma, decirme que meter un Cooper en mi casa es compatible con mi bienestar, pero no es así, porque eso hace daño a mis hijos. Por mucho que ese Cooper sea el fruto de mi vientre, hay cosas que simplemente son incompatibles. Mi familia es una, y no dos. La familia de Alec es una, y no dos. Y tú no puedes venir y tomar las partes que te vengan en gana, y hacer con ellas un puzzle. Viene al completo, como un pack. Lo único que lamento es haberte permitido jugar a las casitas conmigo durante tanto tiempo, como si fuera una muñeca, igual que lo hizo tu padre antes que tú, porque así nunca vas a aprender cómo un hombre debe tratar a una mujer. Me da mucha lástima por Yara, porque es buena chica y no se merece esto. Se merecería al hermano mayor que habría dado ejemplo a Alec para ser quien él es hoy, pero él ya ha tenido un referente que le ha hecho convertirse en el hombre bueno, atento y dulce que hace que esté tan orgullosa de él. Ojalá pudiera decir lo mismo de ti. Porque, aunque sea menor que tú, ya sabe ser un hombre, cosa que me temo que tú no aprenderás jamás.
               -Mamá… no hagas esto, ¿quieres? No digas nada de lo que puedas arrepentirte, porque, aunque yo no te lo vaya a tener en cuenta…
               -Cariño, quiero que me lo tengas en cuenta. No me importa que te hayas sentado a mi mesa en ocasiones especiales durante años mientras pensabas que era una exagerada, una mentirosa y una mala madre, y una hija de puta que no quería que su hijo creciera que su padre. No me importa que me miraras a la cara y me mintieras descaradamente diciéndome que me querías. No me importa que todo lo malo que me ha pasado y que he compartido contigo no sea más que un chiste que contaras en casa, con tu padre y los demás para humillarme. No me importa en absoluto, de veras. No me importa, y te perdono; y lo hago todo por la misma razón: porque eres mi hijo, y sé de dónde vienes, así que sé que no puedes aspirar a nada mejor. Lo único que me queda es perdonarte, y a la vez pedirte disculpas, porque he dejado que llegues a ser así. No luché lo suficiente por ti, y ahora es demasiado tarde. Tú ya estás viciado. Ya eres como tu padre.
               -Ya no le conoces, mamá. Ser como papá no es tan malo como parece. Ha cambiado.
               -Me da igual. Aaron, de verdad que no podría importarme menos el cambio que haya pegado tu padre. Las cicatrices que me dejó me dolerán toda la vida. Y más las que son heridas que infligió en el cuerpo de tu hermano.
               -¿Por qué dices eso? Parece que te estés despidiendo. Suenas tan definitiva…
               -Porque lo estoy haciendo. Esto no puede seguir así, Aaron. Lo siento muchísimo, y te voy a querer siempre, pero esto se acaba hoy. Tú elegiste ser una Cooper. Yo elijo ser una Whitelaw. A partir de ahora, nuestros caminos se separan.
               -¿Todo esto porque le dije a papá que Alec estaba ingresado?-Annie asintió-. ¿No crees que es excesivo?
               -¿De nuevo la acusas de exagerar?
               -Cierra la boca, Alec. Esto es idea tuya, ¿verdad?
               -Ojalá, pero lo estoy disfrutando como si lo fuera.
               -Mamá, si te molesta que se lo haya mencionado, de pido perdón. Y si crees que me he excedido ahora, lo siento de veras. No era mi intención. Sé que mi infancia fue muy dura para ti, y no quiero menospreciar tu sufrimiento. De veras. Por favor, sé razonable. Un error no justifica que me des la espalda.
               -No te está dando la espalda, Aaron. Tú se la diste hace años. Ella está recuperando su vida, siguiendo con ella por fin.
               -¡¿QUIERES CALLARTE, PUTO MOCOSO?! ¡No voy a dejar que la pongas en contra mía!
               -¡PERO SI LA HAS PUESTO TÚ!
               -¡No puede ser en serio que todo esto venga porque le he contado a papá que estabas ingresado! ¿De verdad le has comido la cabeza con eso? ¿Tan fácil es?
               -No sé, Aaron-escupió Annie-. Dímelo tú. ¿Tan fácil es manipularme, que crees que puede hacerlo todo el mundo?
               Aaron se quedó callado, comprendiendo que había metido la pata hasta el fondo. El castillo de naipes en el que había hecho que su madre viviera durante años se desmoronaba ante sus ojos, y había sido él quien había soplado para hacer que se derrumbara.
               -No… yo… eh… mamá-balbuceó, peleándose con las palabras igual que un bebé que está aprendiendo a hablar. A pesar de que la gramática de nuestro idioma materno era de las más sencillas del mundo, para Aaron se había vuelto una tarea hercúlea el hilar dos palabras correctamente, sin cometer ningún fallo-, de verdad, no es eso lo que quería decir. Yo… sólo se lo conté a papá porque, bueno… igual que yo tengo relación con él… en fin, también es el padre de Alec, y creo que se merecía una nueva oportunidad, especialmente teniendo en cuenta que se está esforzando por cambiar.
               -Eso no es decisión tuya-respondió Annie, resaltando una obviedad. Aaron estaba tan acostumbrado a la concepción que su padre tenía de ella, que no se había parado a pensar siquiera en que esas ideas eran completamente erróneas.
               -Él dejó de ser mi padre en el momento en que empezó a levantarle la mano a mi madre-añadió Alec, fulminándolo con la mirada con la rabia de un cazador cuya presa se escapa por unos pocos centímetros. Habría dado lo que fuera, todo lo que era, por haber asfixiado a su hermano cuando lo tenía a tiro, ahora lo veía.
               -Empezó a levantármela mucho antes de que tú nacieras-le recordó Annie a mi chico, y éste la miró con la paciencia de quien descubre que su alumna preferida, que nunca comete errores, resulta no ser perfecta y también puede equivocarse.
               -Pues a eso me refiero, mamá-contestó con tono suave, un tono que se volvió lacerante en cuanto volvió a mirar a su hermano-. ¿Cómo cojones has podido hacerle esto a tu madre? Eres un grandísimo hijo de puta, Aaron-comprobé que sus pulsaciones volvían a escalar, aunque aún se mantenían lejos de la peligrosísima cifra empezada por 2 que tanto daño nos había hecho la tarde anterior-. ¿Cómo cojones has podido decirle que venga para que le siga haciendo daño, después de tanto tiempo? Me das puto asco, tronco. ¡Y todavía pretendes que las cosas sigan como si no hubiera pasado nada!
               -¡Yo no le he dicho que venga!
               -Eres un puto mentiroso.
               -Piensa lo que quieras-atacó Aaron, la viva imagen de Brandon en ese momento: inclinado hacia delante, amenazante, dispuesto a destruirse a sí mismo si con eso conseguía destruir a quien tenía delante-, me da igual. La cuestión es que yo no me engaño fingiendo que soy perfectito, como lo haces tú-sonrió con cinismo, y noté que el ambiente se cargaba de algo que no logré identificar. Algo maligno, corrosivo. Algo que estallaría pronto en la cara de todos-. Yo asumo las consecuencias de lo que pasó, quiénes son mis padres, y cómo crecí.
               -¿Y yo no?
               -No lo sé, Al-esa sonrisa suya se ensanchó como la de un payaso asesino. No me extrañaría nada que mutara en un monstruo horrible, la encarnación de las peores pesadillas de todos los que estábamos presentes, adaptado a cada uno de nuestros mayores miedos-. ¿Tú lo asumes? Porque, si lo hicieras de verdad, no te comportarías de forma tan digna conmigo y con papá. Creo que, a diferencia de mí, tú no quieres admitir en qué circunstancias naciste-se miró los dedos, frotándoselos entre sí como si tuvieran pedacitos diminutos de su alma; es decir, roña-; aunque, si te soy sincero, no te culpo. Tú lo tienes un poco más difícil de tragar que yo-Aaron le miró, su comisura derecha mucho más elevada que la izquierda, sus ojos entornados en una mueca inteligente mientras… Dios mío… Alec se ponía pálido, sabiendo lo que iba a decir su hermano antes de que lo dijera, escuchando sus temores reverberar en la habitación un segundo antes de que se convirtieran en sonidos-. Porque sí, hermanito. Todo lo que piensas sobre ti es verdad.
               -No-replicó Annie, incorporándose y haciendo el mismo movimiento con el brazo que había hecho con Brandon: una perfecta finta diagonal, de izquierda a derecha, cortando el aire como un cuchillo frente a ella, deteniendo en seco todas las ideas que trataban de alcanzar a su hijo.
               Ojalá esas ideas no estuvieran grabadas en su piel, no brotaran de su interior como plantas carnívoras que se lo comían vivo.
               -Nada de lo que piensa tu hermano es verdad. Puede que tú y tu padre penséis que no vale nada, pero yo le conozco, le he visto crecer, y puedo asegurarte, Aaron, que es la última persona que se merece esto-caminó hacia él, encañonándolo con un dedo acusador, una daga bien afilada-. No se merece esas ideas horribles que tiene sobre sí mismo, no se merece tener un concepto tan pobre de sí mismo por culpa de la relación que tiene con vosotros, ni se merece tener que luchar contra unos recuerdos que le acompañarán toda la vida, y mucho menos tener los ataques de ansiedad que tiene, que para colmo son culpa vuestra-le echó en cara Annie, asqueada por el hecho de que las dos personas a las que más había querido en otra vida fueran, precisamente, la causa por la que Alec sufría tanto.
               Aaron inclinó la cabeza hacia un lado, y sus ojos refulgieron como dos rubíes mientras procesaba la información.
               -¿Que tiene ataques de…?-Aaron miró a Annie, miró a Alec, volvió a mirar a Annie y volvió a mirar a Alec…
               … y se echó a reír. Sus carcajadas resonaron por toda la habitación, aguijoneando la piel de Alec, hurgándole en las heridas abiertas y reabriéndole las cerradas, colándosele en la piel, poniendo sus ojos en ebullición.
               Pude ver cómo Alec se hundía más y más en sí mismo, odiando su interior y avergonzándose de que éste le superara a veces, algo que él no podía controlar, que nadie podía controlar, por lo que nadie merecía pasar, y por lo que él no debería pasar. Me levanté, dispuesta a matar a Aaron si nada se interponía entre nosotros, pero entonces…
               Annie le cruzó la cara a su hijo con el bofetón más sonoro que había escuchado en mi vida, y seguramente también el más fuerte. Las carcajadas cesaron en el acto con ese sonido de petardeo que había surgido de la mejilla de Aaron, quien se llevó la mano a la cara con la estupefacción de quien lleva tanto tiempo sin recibir lo que se merece que ya no cree en la justicia.
               No sabría decir quién estaba más alucinado de los tres: si él, Alec, o yo. Pero, desde luego, había una persona que no estaba flipando en absoluto: Annie.
               -Mamá…
               -Ni mamá ni hostias, jodido desagradecido hijo de puta—escupió Annie, fulminándolo con la mirada-. No me llames así. No se te ocurra llamarme así. No te consiento que hables así de mi hijo; no, si le vas a echar en cara todo por lo que hemos tenido que pasar ambos. Para ti todo esto es un puto chiste, ¿verdad? Seguro que te descojonabas con el desgraciado de tu padre cada vez que venías a mi casa. Yo me estremecía al escuchar su nombre, aunque fuera refiriéndose a otra persona, y a los dos os parecía la bomba. Pero, ¿Alec? ¿Alec, que según vosotros crecía sin padre? ¿Al que seguramente consideréis el más débil porque se quedó conmigo? No tenéis ni puta idea. No tenéis ni puta idea de por lo que pasamos, ni tenéis ni puta idea de lo lista que soy en realidad. Me doy cuenta de todo, ¿sabes? De que tu padre es un mierdas, y lo será toda su vida, y de que tú eres igual que él. Para vosotros dos todo esto es un puto cachondeo, os creéis que sois dioses y que nada puede afectaros, pero me gustaría veros cuando no haya nadie que se crea vuestras putas mentiras. Me encantaría veros hundidos, como tratasteis de que termináramos nosotros. Alec puede que esté pasando por un mal momento, puede que yo esté mal, pero te aseguro que nosotros saldremos de ésta. Vosotros sólo podéis ir hacia abajo. Y más, después de esto. ¿Tu hermano tiene ataques de ansiedad? Sí. ¿Te parece gracioso? Eso me demuestra que no te importamos una mierda. Y yo no quiero gente cerca a la que mi hijo no le importe. Aniquilaré a todo el que quiera hacerle daño a mi niño, ¿te queda claro? ¿Por qué crees que no pude salir de esa casa hasta que no lo tuve a él? ¿Por qué piensas que aguanté y aguanté y aguanté, hasta que llegó tu hermano y no lo soporté más? ¿Pensabas que creía que Brandon podría cambiar? ¿Que tú necesitabas a ese padre? ¿Que nadie se merecía pasar por eso? Tú mejor que nadie deberías saber por lo que pasé. Tú más que nadie deberías ponerte de mi lado, y no del de Brandon, y aquí estás, justificando tu comportamiento de mierda, llamándome histérica y exagerada y tratando de convencerme de que mi hijo, la persona a la que yo más quiero en el mundo, está tratando de manipularme por simplemente mantenerme alejado del hombre que me amenazó tantas veces con asesinarme que ya he perdido la cuenta.
               Aaron tragó saliva, mirándola con una expresión que yo no pensé que fuera capaz de esbozar: miedo. Por primera vez en su vida, Aaron le tenía respeto a su madre, pero el respeto había llegado demasiado tarde.
               -Mi idea inicial era hablar contigo para que comprendieras que, aunque a ti te parezca una gilipollez, a nosotros nos hace raro. Lo que estabas haciendo es grave, pero ya veo que no puedes recapacitar. Que, incluso, lo hacías sabiendo que me hacía daño.
               -Eso no es…
               Annie volvió a cruzarle la cara.
               -Llevas veintitrés años diciendo gilipolleces. No te pienses ni por un segundo que me interesa la de ahora. Ya estoy harta, Aaron. Harta. Me tienes hasta el coño. Eres exactamente igual que tu padre, y tú y tu padre juntos no vais a llegar nunca a ser ni la décima parte de hombre que es hoy Alec, así que yo no me reiría tanto, y pensaría en cómo puedo parecerme más a él. Porque él, al menos, todavía tiene una madre.
               Aaron abrió la boca para responderle, pero se lo pensó mejor y la volvió a cerrar. Annie asintió con la cabeza.
               -A eso me refería. Parece que nos has salido listo, y todo. Puede que tus decisiones de mierda se deban a que simplemente eres mala persona. Ahí tienes la puerta-la señaló con la cabeza-. Procura que no te dé en el culo al salir.
               Aaron se metió las manos en el bolsillo mientras Annie se daba la vuelta y regresaba al sillón de visitas, para sentarse al lado de Alec, a quien le cogió la mano vendada y le dio un beso en el dorso.
               -No pretendía…-comenzó Aaron, y Annie bufó.
               -Por Dios bendito, Aaron, ¿aún sigues aquí? ¿Cómo tengo que decirte que no quiero saber nada más de ti? Puedo pasar porque me chulees. Puedo pasar porque me consideres mierda. Puedo pasar porque me humilles a cada ocasión que se te presenta, o que finjas que no me hiciste tanto daño que todavía me duele pensar en lo mal que lo pasé por tu culpa, viendo que preferías al hombre que nos había destrozado la vida a ambos a la mujer que te la había dado y te la había salvado. Pero no voy a pasar porque te rías de mi hijo. Alec es la única razón por la que estoy ahora mismo aquí. Es la única razón por la que aún tienes una madre de la que reírte. Pasaría una y mil veces por lo que pasé con Brandon sólo para tenerlo, porque dentro de Alec hay una bondad que tenía que llegar al mundo, pero contigo, Aaron… contigo estaríamos mejor si no hubieras llegado a nacer.
               Aaron se puso pálido, Alec miró a su madre, estupefacto de que hubiera conseguido decirle eso, algo que él mismo se recriminaba pensar, y yo… yo estaba por sacar unos pompones y ponerme a deletrear el nombre completo de Annie haciendo piruetas con una falda de tablas.
               -Por ti no pasaría ni los buenos momentos con tu padre, así que ya no digamos los malos. Porque no te lo mereces, Aaron. No te mereces nada. Sabes el infierno por el que pasé, las veces en que simplemente deseé que aquello se acabara de alguna forma, aunque eso supusiera que mi vida se terminara, y te da igual. Te da igual que me pegara palizas, te da igual que me ninguneara, te da igual que me destruyera como ser humano, que me violara, que me tuviera aterrorizada y sin hogar. Y no sólo le perdonas eso, sino que dejas que siga tratando de hacerlo, le dejas que vuelva para que nos haga daño a mí y a tu hermano. Siento vergüenza, Aaron. Vergüenza de que seas así. Me avergüenza un hijo por el que di mi vida, y que me dio la espalda en cuanto se le presentó la ocasión, pero no por mí, sino por los hermanos que tiene. No te quiero cerca de ellos. De ninguno de los dos. ¿Me has oído? ¡Aaron!-chilló-. ¡¿Me has oído?!-Aaron asintió con la cabeza, los ojos grandes como los de un búho-. ¡No quiero volverte a ver! ¡Apártate de mi vista! Ya no es sólo por mis hijos. ¡También es por mí! Ellos no se merecen tener una madre que sea como tu padre-bufó, tomando aire, intentando tranquilizarse. Inhaló y exhaló profundamente antes de continuar-. No te quiero volver a ver, ni cerca de Mimi, ni de Alec. Si ellos quieren verte, que sea a mis espaldas. Para mí, has muerto hoy.
               Aaron se la quedó mirando, esperando que le dijera que era una broma, que había exagerado, que se arrepentía y que todo eso no iba en serio. Pero Annie no se echó a sus pies, no se echó a llorar, no suplicó su perdón.
               Así que no tenía por qué mantener las apariencias más. Por fin podía dejar salir a la superficie aquel demonio sin corazón, ese monstruo detestable que había nacido para ser. Se pasó la lengua por los dientes, examinando a su madre con desdén, un desdén tan profundo que le emponzoñaba el alma.
               -Guau, ¿esto va en serio, mamá? ¿En serio prefieres al mocoso antes que a mí?
               -¿No te quedó claro, cuando no fui corriendo tras de ti suplicando que te quedaras?
               Aaron escupió una carcajada.
               -Vaya, eres incluso más gilipollas de lo que dice papá.
               -Eso parece-contestó Annie-. De lo contrario, no habría dejado que esto llegara tan lejos.
               Aaron exhaló una risa por la nariz, asintiendo con la cabeza.
               -Supongo que esto es un adiós, entonces.
               -Vete cuando quieras. Os haré saber a ti y a la escoria de tu padre cuando le den el alta a Alec.
               -No te molestes.
               -¿Vais a contratar desde ya un guardaespaldas? Qué precavidos-se burló Annie-. No pensé que pudierais ser tan cobardes.
               Aaron apretó los puños, gruñó algo por lo bajo, y se encaminó hacia la puerta.
               -Eh, Ar-sonrió Alec, inclinando la cabeza-. Avísame cuando Yara tenga un hueco libre. Sabrae no es celosa, ya sabes.
               -Yo de ti me andaría con ojo con lo que digo. Tu novia es bastante más baja que yo.
               -¿Es una amenaza?-pregunté, sobresaltándome del sonido de mi voz. Alec, sin embargo, se rió.
               -No te atreverías a tocarle ni un pelo.
               -¿Seguro?
               -Sí, porque tienes razón en una cosa: soy igual que papá. Así que no vacilaré en convertirme en un asesino.
               -Mocoso de los cojones-ladró Aaron, cerrando la puerta de un portazo.
               -¡Hasta nunqui!-se despidió Alec, sacudiendo la mano en el aire mientras Aaron atravesaba el pasillo en dirección al ascensor. Sin embargo, su sonrisa se evaporó de su rostro en el momento en que Aaron desapareció por la cristalera, y se inclinó para comprobar que Annie estaba bien-. Mamá, ¿te encuentras bien?
               -Sí, cariño. Todo controlado.
               -¿Seguro?-Alec se inclinó un poco más a ella, poniendo una vez más en peligro su estabilidad en la cama. Pero, de nuevo, no podía importarle menos. Lo único que quería era asegurarse de que su madre dejara de temblar como una hoja; era como si la percepción de la temperatura  fuera algo subjetivo de cada uno, y Annie estuviera en plena tundra mientras que nosotros permanecíamos en un paraíso tropical. Notaba el sudor que se me había ido acumulando por los nervios pegándome el pelo a la nuca, un sudor que preparaba a mi cuerpo para entrar en acción si fuera necesario, pero Annie había llegado incluso a ponerse pálida-. Porque estás temblando, mami. ¿Te busco una tila o un café?
               La expresión de Alec era la del mejor hijo del mundo, atento, cariñoso, presto a cuidar a su madre y a consentirla todo lo que ella lo había consentido a él. Le devolvería con creces los favores que ella había hecho por él, no porque sintiera que era su obligación, sino porque era metro ochenta y siete de gratitud.
               Annie levantó la cabeza de las manos, en las que la había enterrado para controlar su respiración, y miró a su hijo con las cejas dibujando una montaña justo encima de su nariz.
               -Alec, estás ingresado.
               Alec parpadeó un segundo, como si se le hubiera olvidado que estaba en una cama, que llevábamos una semana en el hospital con él, que hacía dos semanas que no entraba en su habitación, que hacía dos semanas que no me tocaba como sólo él podía hacerlo, y que tenía unos dolores que lo despertaban por la noche, aunque tratara de hacer el menor ruido posible para no despertar a sus compañeras de habitación.
               Como si su madre y yo no hubiéramos afinado tanto el oído en su presencia que éramos capaces de oír las conversaciones de los grillos en el parque.
               -¿Y?
               -Pues, ¡que no puedes ir a buscarme nada! ¡Soy yo la que tiene que cuidar de ti, hijo, no al revés!
               -Mamá, ¿me estás llamando inútil? Porque quizá te tenga de criada, pero es un poco por cuento. Me apetecían mimos-ronroneó, tumbándose de costado sobre su lado vendado y metiendo las manos por debajo de la almohada, seguramente haciéndole ojitos-. Desde que traigo a Sabrae a casa, todos son atenciones hacia ella, y a mí me ignoras. He tenido que estamparme contra un coche con la moto para que me hagas caso, ¿te das cuenta de lo grave que es la situación?
               -Por eso mismo, cariño-Annie se echó a reír, recuperando un poco el color. ¿Por eso lo estaba haciendo Alec? Madre mía, era un genio-. Te ha pasado un coche por encima.
               -Voy a callarme qué es lo que me pasa por encima más a menudo que un coche, porque se ha vuelto un poco pudorosa-me miró por encima del hombro y yo puse los ojos en blanco, como diciendo “no te soporto”, como diciendo “en absoluto tu alma y la mía están cantando exactamente la misma armonía”-. En serio, mami, estoy bien. ¿No ves que sigo siendo una máquina de matar? Si no me hubierais parado, ahora mismo los cirujanos de este hospital tendrían algo más interesante que hacer que ponerle tetas a alguna concursante de realities. Todo el personal sanitario os detesta por eso, por cierto. La gente prefiere no tener que relacionarse con chonis.
               Annie puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, cogiéndole la mano y apretándosela tanto como le permitió el cuidado que ponía cada vez que tocaba a Alec. A pesar de que él fuera de fuerte y de poderoso, seguía siendo un chiquillo a sus ojos, y siempre lo sería. No importaba que pudiera ser la persona más peligrosa de la habitación (cosa que no podía ser cierta si yo estaba con él); Annie siempre vería al bebé que le había dado las fuerzas para continuar adelante y albergar esperanzas cuando se zambullera en los ojos de Alec.
               Es curioso cómo una persona puede ser tantas cosas, y cambiar tanto dependiendo de quién sea quien la considera: mientras que a Annie le embargaba un dulce sentimiento de nostalgia cuando miraba a su hijo, recordando el pasado que habían tenido juntos, a mí me asaltaba una picante impaciencia, ansiosa por vivir el futuro que los dos queríamos construir al lado del otro.
               Annie veía en Alec lo que había sido, y yo veía lo que sería. Y, aun así, ninguna de las dos sería capaz de ganar el premio de quién había tenido su mejor versión. Era imposible escoger entre un Alec u otro, porque todos eran perfectos de una manera en que no era justo que lo fuera una persona.
               -Ahora en serio, mamá. Es una pasada lo que has hecho. No tenías por qué hacerlo-la consoló él, cogiéndole la mano y dándole un beso en el dorso, rozando sus nudillos con los labios.
               No me extrañaba que Annie hubiera arriesgado todo por el galán de su hijo. Era, desde luego, un caballero, digno de todas las esperanzas que se habían posado en él. Me hacía sentir orgullosa en lo más profundo de mi ser incluso sin pensar que yo tenía ningún tipo de relación con Alec: ver que alguien podía ser tan fuerte, tan bueno, tan desinteresado, te hacía recuperar la fe en la humanidad. Especialmente, cuando habías observado la cara más amarga de ésta: hijos que se volvían contra sus madres, maridos que se volvían contra sus esposas. ¿Cómo no iba Alec a salir de una cosa así siendo como era, si las tierras con más abono eran las que producían los mejores frutos? Alec era la perfecta compensación de lo que había terminado siendo Aaron: luz de oscuridad, bondad de maldad, dulzura de amargura, amor de odio.
               Y, como siempre, en aquel choque de reyes en el que Annie había vivido durante años, había sido él quien había vencido, como la luz de una vela vence a la oscuridad, como lo bueno siempre es lo que se queda en los recuerdos, como lo dulce es lo que pone fin a las comidas, y como son nuestros seres queridos, y no nuestros enemigos, de quienes nos acordamos antes de cerrar los ojos para siempre.
               Annie le dedicó una sonrisa triste. La pérdida era aún demasiado reciente, pero el efecto analgésico que el aura de Alec producía en todos los que le rodeaban estaba reteniéndola en el lado de su mente que creía que había hecho bien. Que había puesto punto y final a una historia de sufrimiento.
               -Sí que tenía. Es mi deber cuidarte-le acarició el pelo con mimo, sonriéndole con un amor que me hizo sentir que estaba entrometiéndome-. Además, quería hacerlo. Ya hace tiempo que me he dado cuenta de cómo es tu hermano en realidad, o puede que una parte de mí siempre lo haya sabido, pero… lo de esta semana ha sido demasiado. Lo de ayer…-Annie negó con la cabeza-. No podemos vivir así. Ni puedo yo, ni tampoco tú. Y tú ni siquiera te lo mereces. Yo me lo busqué, pero tú…
               -Él te engañó, mamá. Mi padre te estuvo manipulando durante años hasta dejarte hecha una mierda.
               -Tendría que haberlo abandonado mucho antes. Nada más tenerte…
               -Fuiste súper valiente marchándote cuando lo hiciste, no te quites méritos, mamá-la voz de Alec estaba rota, cargada de una angustia que le escocía en el alma, y que me aprisionaba a mí la garganta-. Lo hiciste en cuanto pudiste.
               -Tardé demasiado. Lo suficiente como para que tú no le recordaras.
               -Así, al menos, tienes a alguien que puede testificar que lo que pasó es verdad. Fue real. Nadie podrá convencerte de que eso fue mentira, o una exageración, mientras esté contigo.
               -Aun así… para ti no es justo.
               -¿Y para ti si?-Alec le acarició la mano a su madre-. Escucha, mamá, sé que a ti te duele muchísimo verme mal, pero si lo estoy más a menudo ahora, es porque estoy pasando un poco de mala racha… por si no te habías dado cuenta-hizo una mueca, señalando su pierna escayolada, y Annie y yo nos reímos-. Pero volveré a estar bien, en serio. El loquero me hipnotizará y conseguirá que lo supere, como lo hiciste tú.
               -Nadie va a hipnotizarte, Alec-Annie puso los ojos en blanco, pero se estaba riendo.
               -No jodas, ¿en serio? Mierda. Yo que quería despertarme un día pensando que soy un hipopótamo… son bestiales, esos bichos, ¿no te parece? Con lo gordos que están, y son rapidísimos. Y más mortíferos que los cocodrilos. Guau-Alec silbó, y Annie se rió, negó con la cabeza y lo miró como si fuera lo más bonito que hubiera visto nunca.
               Vamos, como lo miraba yo cada vez que me despertaba y me daba cuenta de que habíamos pasado la noche juntos.
               -Pero ahora en serio, mamá. Soy más fuerte de lo que parece. A mí no me importa llevar esta carga contigo, y hacértela así más amena. Además, no es algo en lo que puedas decir algo. No sé si lo sabes, pero soy terco como una mula-le guiñó un ojo y Annie hizo una mueca de fastidio-, así que no vas a conseguir que cambie de opinión. Estaremos juntos en esto mientras vivamos. Y yo te creeré y estaré siempre de tu lado hasta que exhale mi último aliento.
               Annie sonrió, le acarició la mejilla y, con los ojos anegados en lágrimas, musitó:
               -Te quiero muchísimo, mi vida.
               -Y yo a ti, mami-ronroneó Alec, dejándose mimar. Le devolvió los besos a su madre, más cariñoso de lo que yo lo había visto nunca, y se aseguró de que estaba bien antes de girarse y volver su atención hacia mí-. Bueeeeno. ¿Qué te ha parecido esa exhibición de masculinidad tóxica y agresiva?
               -Has estado genial. Un poco comedido, pero genial.
               -Oh, entonces, ¿hay posibilidades de polvo de celebración?
               -¡Alec! ¿Qué hemos hablado esta misma mañana?
               -¡Relájate, mamá! ¡Estaba de broma! Salvo que tú quieras, bombón, claro-añadió en voz más baja-; en ese caso, iba completamente en serio.
               Estaba riéndome a carcajada limpia, a pesar de que Alec había puesto su cara de “no sé de qué te ríes, no he contado ningún chiste” cuando llegaron Dylan y Mimi, a paso ligero y con cierta cara de circunstancias.
               -Nos hemos encontrado con Aaron a la salida-anunció Dylan.
               -Y parecía cabreado-añadió Mimi.
               -¿Lo has hecho, Ann?-preguntó el padrastro de Alec, dando un paso hacia su mujer, que asintió con la cabeza. La sonrisa que le encuadró su barba bien cuidada bien podría haber sido suficiente como para iluminar media Inglaterra; los ojos de Dylan chispearon de felicidad, abandonando por fin un fantasma del que les había costado mucho deshacerse-. ¿Y cómo te sientes?
               -Es una sensación rara-respondió Annie, levantándose y pasándose una mano por el vientre, como si echara de menos un embarazo que hacía años que no estaba allí. Quince, concretamente-. Agridulce. Pero estoy bien.
               -¿Seguro?-Dylan le puso las manos en los hombros, analizando a su esposa con el ojo del mayor crítico de la historia, el más entendido en un arte tan analizada que casi ha perdido lo más interesante de ella: sus secretos.
               -Sí. Se ha muerto mi hijo; deja que le haga duelo unos días, y luego pasaré página.
               -Lo que necesites, mi amor-contestó él, fundiéndolos a ambos en un cálido abrazo que me derritió por dentro. Esto era lo que necesitaba Alec: una familia que se apoyaba y se quería por encima de cualquier cosa, por encima de cualquier miedo, sorteando cualquier obstáculo y perdonando todo error.
               Era una estampa preciosa y muy alentadora, porque significaba que una dulce lluvia caía sobre mi chico, permitiéndole crecer para convertirse en un árbol robusto, cuya sombra proporcionaría consuelo a todos aquellos que lo necesitaran.
               Claro que los retoños no le estaban haciendo el menor caso.
               -He visto algo que tú nooooo-canturreó Alec, haciendo el bailecito propio de un niño pequeño que acaba de recibir su regalo preferido en Navidad, para fastidio de Mimi.
               -¿El qué?
               -Mamá le ha dado una hostia a Aaron.
               -¿QUÉ? ¿VA EN SERIO?
               -¡Te lo juro! Casi lo tira al suelo. Ha sido lo más bestial que he visto en mi vida.
               -¿Y NO LO HAS GRABADO?-protestó Mimi, cogiendo uno de los cojines que siempre dejábamos a los pies de Alec, destapando el paquete que había traído Chrissy, y pegándole un cojinazo a Alec en el pecho.
               -¡Es que no me dio tiempo!
               -¡Eres un cabrón! ¡Para una cosa que tienes que hacer, y desatiendes completamente tus tareas! ¡Sinvergüenza! ¡Te detesto!
               -¡MARY ELIZABETH WHITELAW!-bramó Annie, haciendo que todos pegáramos un grito ante la imponente fuerza de sus pulmones, bien entrenados por culpa del desvergonzado de su hijo-. ¡DEJA A TU HERMANO TRANQUILO!
               -Pero, ¡mamá! ¡¿Podrías repetirlo?!-le pidió, y su madre la fulminó con la mirada, haciendo que dejara el cojín de nuevo sobre el colchón de Alec. Miró a su madre fijamente, atenta a sus movimientos, y cuando le pareció que desviaba su atención, le dio un último cojinazo a Alec.
               -¡AU! ¡MAMÁ!
               -¡YA BASTA, NIÑOS!-chilló-. ¡No me dais más que disgustos!
               -Annie tiene la mano muy suelta hoy, yo no os recomiendo que le busquéis las cosquillas-bromeé, echándome a reír. Alec se me quedó mirando con una sonrisa de oreja a oreja, como si nunca hubiera escuchado el sonido de mis carcajadas y éste fuera más bonito de lo que él se esperaba.
               -¡¿Yo?! ¡Si soy una pobre víctima desvalida! ¡Este demonio pelirrojo está atentando contra mi salud!
               -Es que no me lo puedo creer, mamá, ¡no me lo puedo creer! Yo me porto bien, estoy en casa a la hora que me mandáis, ahorro y saco buenas notas, ¿por qué no pegas a Aaron cuando estoy presente?
               -Porque a mamá no le gustan las pringadas, y tú lo eres.
               -Cierra la boca, Alec.
               -¿Cómo ha sido? Parecía bastante cabreado cuando nos lo hemos cruzado. De hecho, no nos ha saludado-comentó Dylan mientras Mimi se sentaba de un brinco en el colchón de Alec, y le tendía un regaliz.
               -Te quiero-le dijo él.
               -Gracias.
               -Cerda.
               Mimi dio un mordisco de un tronquito de regaliz y comenzó a rumiarlo mientras escuchaba a Annie resumir la discusión con Aaron, deteniéndose en detalles sin importancia que hacían que Alec tomara de vez en cuando las riendas de la conversación. Poco a poco, el ambiente festivo de la habitación fue desplomándose a medida que Annie avanzaba en su relato, acercándose más al punto culminante en el que Aaron por fin se había quitado la careta y había demostrado de qué madera estaba hecho.
               No podía ser compatible con los Whitelaw, pues era un Cooper hasta la médula.
               -Qué poético te ha quedado eso, mamá-alabó Mimi.
               -Pues se lo dijo tal cual-respondió Alec.
               -Si es que estás hecha una poetisa, mi amor-rió Dylan, rodeándole los hombros con un brazo y acercándola a sí para darle un beso en la cabeza.
               Sin embargo, a pesar del comentario con aire jovial, lo cierto era que la atmósfera en la habitación se había enrarecido. Mimi balanceaba los pies en el aire y los miraba pensativa, perdida en un silencio que no parecía doloroso, pero sí quizá un pelín molesto. Alec se mordisqueaba las uñas con aire distraído, y Dylan consolaba a Annie sin que ésta diera señales de estar mal.
               Pero había perdido un hijo, como había dicho ella. Estaba en fase de duelo, y por muy malo que fuera Aaron, no dejaba de ser el fruto de su vientre. Parecía cada vez más y más hundida en sí misma, aunque aseguraba cuando le preguntaban que no se arrepentía.
               Hasta que hizo un comentario que volvió a activar los engranajes en mi mente, en un mecanismo de poleas que se había puesto en marcha hacía una semana, cuando, metida en el armario de Alec, rezando por su despertar y borracha de su perfume, me había quedado mirando a Mimi.
               Mimi, la hermana más pequeña. Mimi, la única Whitelaw pura sangre que había en la familia. Mimi, el eje sobre el que giraba todo.
               Me hiciste empezar en un deporte peligrosísimo para proteger a Mimi.
               No iba a dejar que tu padre les hiciera daño a tus hermanos. Tus hermanos. En plural.
               -Saab-me llamó Alec, y yo di un brinco y lo miré-. ¿Qué pasa? Estás empanada.
               -No es nada. Es sólo que…-me relamí los labios y Alec alzó una ceja, con su sonrisa de Fuckboy® abriéndose paso por las comisuras de su boca. Él ya sabía que yo estaba en trance, que iba a llegar pronto a una de mis mágicas conclusiones.
               -¿No tienes nada que preguntar?
               -Bueno-carraspeé, de repente consciente de que los cuatro me estaban mirando. Alec había sido como un foco que me situaba justo en el centro del escenario-. No quiero hurgar en la herida, ni mucho menos, especialmente con lo reciente que está, pero… me choca que Aaron siga defendiendo a Brandon, como si creyera que es una víctima, y diga que la relación fue tóxica para ambos, cuando para todos nosotros es evidente que no es así. Y me da la sensación de que…-me froté las manos-, bueno, que todos tenéis mucha fijación con Mimi en este asunto. ¿Es por algo en concreto? Quiero decir, entiendo que es la pequeña y la que necesita más protección, pero… me extraña que Aaron la odie tanto sin haber una razón aparente. ¿La hay?
               -No es su hermana-respondió Annie.
               -Sí, ya sé que no es su hermana, pero… me parece exagerado que le eche a ella la culpa de todo.
               Mimi miraba a Alec. Alec me miraba a mí. Dylan miraba a Mimi. Annie miraba a Alec. Y yo miraba a madre e hijo de manera alternativa.
               -¿No se lo has contado?-preguntó Annie, sinceramente sorprendida, y Alec negó con la cabeza, su sonrisa curvándose un poco más.
               -No lo necesitaba. Ya lo sabe.
               -Todavía no sé nada. Es sólo… algo no cuadra.
               -Las fechas-dijo Mimi, mirándome por fin, asomándose a través de la cortina de su pelo-. Son las fechas lo que no cuadran. Pero tú eso ya lo sabías, ¿no, Saab? Te diste cuenta hace una semana.
               -Nunca me había parado a pensar…
               -¿En qué, cielo?-inquirió Annie, esbozando una sonrisa de aliento.
               -En que Alec tenía más de dos años cuando os fuisteis de casa. Pero hasta ayer, con Brandon, y ahora con Aaron, no le había dado importancia. Pensaba que era una forma de hablar. Como una aproximación, ¿sabes? Como yo puedo decir que Alec y yo llevamos seis meses, o que hace doce que nació Shasha… no pensé que fuera tan literal.
               Annie sonrió.
               -Te contaremos todo lo que quieras saber, Saab. Somos familia ahora. Pregunta sin miedo.
               -¿Cuándo te fuiste de casa de Brandon, Annie?
               -En junio de 2019. El 5, por si te interesa.
               -Gran número-se cachondeó Alec.
               No necesité siquiera echar cuentas. Los números salían solos. Pero, por si acaso el shock era tal que no era capaz de calcularlo por mí misma, Annie me lo confirmó:
               -Cuando me fui de casa de Brandon, me llevé a mis tres hijos conmigo. A Aaron, a Alec… y a Mimi. Sólo que ella aún no estaba físicamente conmigo cuando decidí salvarnos a todos. Estaba embarazada de cuatro meses.

 
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2 comentarios:

  1. BUENO ESTE CAPÍTULO ME HA DADO NIVELES DE ANSIEDAD TERRORIFICOS. Por un lado quería que Alec le reventará el cráneo a Aaron y por otro no paraba de pensar que haciendolo y comportándose asi con el se estaba retroalimentando cada vez mas esos pensamientos tan negativos y me moría de la pena, quería yo misma matar con mis propias manos al puto engendro asqueroso ese.
    Por otro lado bravo por Annie la quiero mas que a mi puta vida, aunque su reacción era algo predecible llegados a este punto me ha dado mazo satisfacción ver como destrozaba a Aaron físicamente y mentalmente. He vivido para leer este momento.
    Por último que hype me has dado con lo de Mary así de gratis �� y sigo con el runrun de que coño tiene el paquete que ha pedido Alec.

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  2. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
    POR FIN!!!
    No veía el momento en el que por fin pasara esto y estoy CONTENTISIMA. Me ha encantado el capítulo, creo que ha sido un momento súper importante y creo que lo has conseguido reflejar genial.
    Comento por partess:
    - Me encanta la frase de “pero que la llama de una vela no llegue a considerarse un incendio no significa que no pueda quemar”.
    - Fan de Chrissy comiéndole la boca a Alec para cabrear a Aaron y Sabrae poniéndose cachonda la verdad. Ejem ejem trío con Chrissy ejem ejem.
    - Lo mucho que quiere Sabrae a Alec y lo afortunada que se siente simplemente de conocerle :')))
    - Alec con medio cuerpo vendad estampando a Aaron contra la pared ?????? Una puta fantasía. Es que el gilipollas llega como si fuese el hijo pródigo y encima se pone chulo.
    - Cuándo Aaron ha llamado exagerada a Annie quería matarle osea quién cojones se cree el gilipollas este???? No sé cómo alguien puede ser tan hijo de la gran puta. Que Annie haya abierto los ojos es lo mejor que ha podido pasar.
    - Cuando Annie ha dicho lo de los ataques de ansiedad y Aaron se ha reído quería MATARLE, menos mal que Annie le ha cruzado la cara y le ha puesto en su sitio. Cuando ha empezado “ni mamá ni hostias...” quería dar saltos de alegría, menudo repaso que le ha dado.
    - Espero que Alec no le pase factura lo que le ha dicho Aaron, aunque me da que le va a dar muchas vueltas…
    - Es Alec el mejor hijo del mundo? Yo digo si.
    - Lo del paquete de Alec me tiene intrigadísima, necesito saber ya que es.
    - Alec restregándole a Mimi que ha visto como Annie le pega un tortazo a Aaron y Mimi picándose >>>>>>>>>>> Es que adoro a los Whitelaw.
    El final del capítulo genial como siempre. Estoy intrigadísima y emocionadísima por el siguiente capítulo. Tengo muchísimas ganas de conocer la historia de los Whitelaw completa!!!

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