domingo, 31 de enero de 2021

Un salto de fe.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Cuando Jordan giró la esquina del pasillo y desfiló por la ventana de mi habitación en dirección a mi puerta, me hundí un poco en la cama, y me detesté enormemente por ello. Se suponía que era mi mejor amigo, que tendría que ponerme contentísimo verlo, pero, a pesar de que me gustaba pasar tiempo con él, no era con Jor con quien más me apetecía estar. La razón por la que hoy estaba de mejor humor que de costumbre medía bastante menos que Jordan, no tenía los cromosomas dispares y su piel tenía una pizca más de tofe que la de mi amigo.
               Pero me prometí que no dejaría que nadie más se diera cuenta de lo que me pasaba. Bastante mal me sentía yo ya por lo evidente de mis preferencias, preferencias que hacían daño a todos los que me rodeaban, pues aunque sí eran justas, eran demasiado intensas como para parecer sanas. De modo que, cuando Jordan atravesó la puerta de mi habitación, arqueé las cejas a un lado y espeté:
               -Sabrae, te noto rara. ¿Te has puesto reflejos?
               -Vete a la mierda-me instó Jordan, frunciendo el ceño a la velocidad de la luz. Me eché a reír, conteniendo en parte mi nerviosismo. Sabrae me había dicho que vendría nada más comer, y que pasaríamos toda la tarde juntos para compensar el tiempo que tendríamos que estar “en sociedad”, que era como habíamos empezado a referirnos a aquellos momentos en los que no estábamos solos. No es que mis amigos me molestaran, ni mucho menos, o que nos cohibiéramos en morrearnos si nos apetecía con ellos delante, pero yo sabía que Sabrae se sentía mal por monopolizarme en presencia de los demás, especialmente porque ella era, con diferencia, la que más me visitaba.
               Que no hubiera venido todavía no podía significar nada bueno. ¿Habría pasado algo? La única explicación mínimamente razonable que había ido construyendo a medida que pasaban los minutos y mamá disimulaba más y más sus miradas furtivas al reloj acababa de evaporarse ante mis ojos: que Sabrae no viniera ya no podía tener nada que ver con el cumpleaños de Scott. De lo contrario, no habría mandad sustituto.
               Porque eso era Jordan, ¿no? El sustituto. Era triste, pero así era.
               -No, espera… tienes menos tetas. ¿Te has puesto un sujetador reductor? Ojalá me hubieras consultado antes de hacerlo-lloriqueé, haciendo un puchero. Jordan miró a mamá, que puso los ojos en blanco y cerró la revista con un revés de la muñeca parecido al de una flamenca.
               -Si lo asfixio con la almohada, ¿crees que me lo perdonarás?
               -Me quitarías un peso de encima.
               -Estoy aquí, madre-le recordé, y ella se echó a reír. Tras darme un beso y coger su bolso, salió de la habitación con paso ligero, seguramente ansiosa por empezar una de sus escasas tardes en casa, sin tener que preocuparse del final de los horarios de visitas ni de dormir lo suficiente como para que la incómoda cama del hospital no le arruinara aún más el descanso. Otra persona a la que le estaba destrozando la vida. Y todo, ¿para qué? Por lo menos, tenía el consuelo de que ahora tenía una hora libre en la que poder salir a pasear mientras yo estaba con la psicóloga. Tampoco es que a mí me sirviera de mucho esa hora, pero eso era otra historia. Mamá volvía resplandeciente, con energías renovadas, de su paseo durante mi terapia, así que no necesitaba saber que mi última sesión se había reducido a diez minutos sentado en silencio observando a mi psicóloga, hasta que ella decidió que su tiempo valía más que el mío y que había pacientes que la necesitaban más que yo.
               Sabrae iba a matarme por eso, pero Sabrae no estaba. Y Jordan no me daba miedo, por mucho que le sacara dos cabezas.
               -Vengo de suplente-comentó Jor, acercándose a mí y chocando el puño conmigo. Habíamos renunciado hacía tiempo a hacer nuestro complicado saludo, en el que los dos necesitábamos estar de pie, así que ambos sentíamos que habíamos perdido una parte de nosotros mismos en aquel jodido accidente que me había dejado atado a la cama.
               -¿Con intención de meter goles?-bromeé, y Jor me dedicó una sonrisa pícara.
               -¿Hay algo que quieras decirme, picarón?-me pellizcó la mejilla y yo sonreí, apartándome de él. Me di cuenta de que, aunque seguía nervioso por lo de Sabrae, lo cierto era que no me disgustaba que Jordan hubiera venido. Le echaba de menos, muchísimo. Llevaba desde la semana pasada sin estar a solas con él, pues las otras veces que había venido a visitarme, siempre había venido con alguien más, así que no podíamos fingir que habíamos pintado las paredes de su cobertizo y que nos habíamos recluido en él. Me moría de ganas por que me dieran el alta y poder ir a ese pequeño retazo de hogar que habíamos construido con nuestras propias manos, y lo lenta que estaba siendo mi recuperación hacía que me pusiera de un humor de perros que terminaba pagando exclusivamente conmigo mismo-. ¿Cómo te encuentras? –inquirió, apoyándose en la cama contigua y entrelazando las manos sobre el regazo. Me encogí de hombros.
               -Medio impedido. ¿Y tú?
               -Ilusionado ante la perspectiva de ganarme a la afición.
               Me reí. Le pregunté qué tal iba todo por clase, cómo estaban las cosas por casa, por su familia, por el grupo, por las gemelas (me preocupaba cómo podía estar llevándolo Bey, que tenía la obsesión de hacerse la fuerte conmigo), e, incluso, por los preparativos para el cumpleaños de Scott. Se suponía que su cumpleaños era hoy, pero como sólo le dejaban salir del concurso al día siguiente de las galas, habíamos pensado en organizarle algo en mi habitación, para que pudiéramos estar todos juntos otra vez, como se suponía que tenía que ser todo.
               Cuando terminó de explicarme los detalles (que la menor de las gemelas había repetido hasta la saciedad), por fin, nos dignamos a tratar el tema que había hecho que estuviera aquí, ocupando una franja horaria que no le correspondía.
               -Bueno, ¿tratamos, por fin, el elefante en la habitación?
               Jordan suspiró, se relamió los labios y asintió con la cabeza.
               -¿Quién empieza? ¿Tú o yo?
               -Las damas primero.
               Jordan se quedó en silencio.
               -A veces me dan ganas de pisarte la cabeza.
               -Cuidado con lo que me dices, Jor. Soy una criatura delicada.
               -No lo suficiente, aparentemente-se pellizcó el puente de la nariz y se masajeó las sienes-. De acuerdo, te lo diré, pero tienes que prometerme que mantendrás una actitud abierta-me pidió, entrelazando sus manos de nuevo sobre el regazo y mirándome con unos ojos de corderito degollado, como si estuviera en su naturaleza hacer algo que a mí me molestara.
               Sin embargo, no pude evitar preocuparme. Creo que todos tenemos ese instinto de ponernos en lo peor en esas situaciones, de convertirnos precisamente en lo que no nos piden que seamos, y que seguramente no seríamos si no nos advirtieran antes. Es como cuando te dicen que no pienses en elefantes morados: de repente, en lo único en que puede ocuparse tu mente es en elefantes morados. No importa el tamaño o la subespecie, ni si el morado es brillante u oscuro, si tienen alas o si son fieles a la realidad (al margen de su cromatismo, claro); la cosa está en que los elefantes morados han venido para quedarse.
               Bien, pues por mi mente desfilaron un sinfín de situaciones en las que Jordan podría conseguir cabrearme. Situaciones tan surrealistas que parecía imposible que me las imaginara, y más imposible aún que sucedieran en la vida real: que me hubiera destrozado (más) la moto, que me hubiera quitado un trabajo que yo necesitaba más que él (y que había perdido, estaba seguro), que se tirara a una de mis follamigas exclusivas, que le hiciera daño a alguien de mi familia, o…
               Sabrae. Su nombre rebotó en mi mente como el eco en una profundísima cueva. De repente, toda mi atención se focalizó en ella, y en el poder que le había dado para destruirme.
               No, Jordan no me haría eso. Jamás me haría eso. De todas las cosas del mundo, ésa era la última que Jordan me haría. Ni puesto de coca, ni borracho como una cuba, ni… no. Alec, no vayas por ahí. No escucharía a esos demonios que la gilipollas de la psicóloga aún no me había enseñado a acallar, pero no porque mi estoicismo hubiera aumentado, sino porque había crecido lo absurdo de las teorías que me susurraban en el oído. Era imposible que por ninguna de las dos partes se produjera ese acercamiento.
               Era más probable que Jordan empezara a tirarse a mi hermana que el que le tocara un solo pelo de la cabeza a Sabrae. Sabrae no estaba sólo prohibida para él; era sagrada, sagrada como no había nada en el mundo, tan íntimamente ligada a mí que ni siquiera estaba en una dimensión tangible para él.
               Me sentí un cabrón siquiera pensando en aquello aunque fuera por un único nanosegundo, pero el pánico es mala brújula, y aún peor compañero.
               Me lo quedé mirando en silencio, esperando que me diera algún tipo de pista, algo a lo que aferrarme distinto a esa desconfianza propia de cuando te piden que no te enfades. Jordan se relamió los labios, nervioso.
               -Por favor, Al.
               Tomé aire y lo solté muy despacio, intentando ralentizar unas pulsaciones que me delataban más de lo que me gustaría. La psicóloga no dejaba de mirarlas mientras hablábamos, buscando una señal visual de mis mentiras, algo que pudiera estudiar mejor que mi lenguaje corporal, y yo lo odiaba. Odiaba sentirme tan transparente, que todo el mundo lo tuviera tan fácil para leerme a mí mismo como le sucedía a Sabrae.
               -No se trata sólo de mí-trató de convencerme, apelando a mi fibra más sensible, ese punto débil que me había crecido fuera del cuerpo, que medía metro y medio y era tan dulce como contestón. De la misma manera que el pánico me asaltó, lo vi todo mucho más claro: era como si las nubes se hubieran abierto en un horrible día lluvioso, de un viento increíble, y hubieran dejado que el sol tranquilizara el mar que amenazaba con devorarme.
               Como siempre, ella era lo primero que ocupaba mis pensamientos, y la razón principal de mis reacciones, buenas o malas. Esta vez, tocaba que fuera buena. No tardé mucho en hilar los hilos que Jordan estaba tejiendo frente a mí. Sabrae detestaba dejarme solo, pero la ocasión lo requería.
               Al fin y al cabo, habíamos estado hablando del cumpleaños de Scott hasta hacía unos minutos. Lo natural era que la conversación terminara fluyendo por esos derroteros.
               -Creo que sé lo que me vas a decir-respondí, encogiéndome de hombros con una paciencia que hacía días que no tenía. Todo en el hospital era tan lento. Era como si el mundo viviera… escribiendo… una historia… llena de… puntos… suspensivos. Todo iba a paso de caracol, como el paseo de un anciano que necesita una pierna de madera extra con la que llegar a la vuelta de la esquina.
               -¿Ah, sí?-Jordan cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, y se volvió a relamer los labios. Me dieron ganas de decirle “no te pongas nervioso, ¡sólo soy yo!”, pero era divertido ver cómo su cuerpo reproducía el mismo comportamiento que en los momentos previos a subirse al ring y pelear. Así que asentí, muy serio, y cuando abrió la boca, levanté un dedo para hacerle callar. Me gustaba tener la sartén por el mango; era algo que llevaba sin sentir mucho tiempo. Si no recuerdo mal, la última vez que lo había hecho, había sido antes de ir a Barcelona, cuando Sabrae y yo estábamos mirando cosas que necesitaríamos para el viaje, y la había terminado arrastrando a uno de los probadores de una tienda a la que entramos con un único objetivo: follar, en público y en silencio.
               -Le has pedido a Sabrae que te ceda el sitio-dije por fin, esbozando una radiante sonrisa con la que le hice entender que le había estado tomando el pelo. Jordan parpadeó, la mandíbula un poco desencajada, como si se le hubieran olvidado sus funciones.
               -¿Eh?
               -Te gustó estar a solas el otro día, haciendo lo que nos diera la gana, y te apetecía repetir. Es normal, Jor. No tienes por qué sentirte mal, ni culpable, ni nada por el estilo. Sé que te tengo un poco abandonado y que hace mucho que no voy al cobertizo, pero, créeme, no es nada personal-bromeé-.  Me sigues gustando como el primer día, ladrón-le guiñé un ojo y estiré el brazo vendado, que, según me habían dicho, puede que me liberaran más pronto que tarde-. La llama de nuestro amor sigue ardiendo tan fuerte como siempre. Además, seguro que a ella también le viene bien. Tiene que ejercer de hermana, y eso. No voy a ser yo el único que lo hace-me encogí de hombros, sacándole la lengua y pensando en la noche que habíamos pasado juntos Mimi y yo el sábado, de la que mi hermano de otra madre aún no estaba enterado, y que pronto le contaría con pelos y señales-. Tiene un cumpleaños que celebrar, así que Sabrae está excusada, no te preocupes por…
               -He estado hablando con Zoe-anunció Jordan a quemarropa, no fuera a ser que me llevara la conversación hacia un lugar en el que me encantaba tumbarme a la bartola y le fuera imposible sincerarse conmigo. Parpadeé.
               -¿Disculpa?
               -Te he pedido que me prometas que tendrás una actitud abierta.
               -Y yo no he llegado a hacer tal cosa. Jordan, ¿es que estás mal de la…?
               -No te enfades conmigo, ni me lo pongas más difícil de lo que ya es, Al. Va en serio. Desde que Scott y Tommy nos contaron lo que pasó, yo… bueno, intenté alejarme de ella. De veras que sí. Entiendo perfectamente que no quieras que me involucre con ella, pero no es tan sencillo.
               -¿Cómo que no es tan sencillo? Jordan, vive a cinco mil kilómetros de aquí. ¿Cómo cojones no va a ser sencillo mantenerte alejado de una tía con la que literalmente ni siquiera compartes continente?
               -No quiero que me des permiso, ni tampoco quiero que me bendigas. Simplemente necesito hablar con alguien. Necesito…
               -¿Qué?-le animé, en un tono más relajado, cuando se quedó callado y se pasó una mano por el pelo.
               -Necesito alguien con quien aclarar las ideas.
               -Oh, ya lo creo que lo necesitas. Sí, lo necesitas, y mucho. Joder, no me dais un respiro, ¿eh? Me quedo unos días ingresado, y el mundo se pone patas arriba. No quiero ni pensar en qué habría pasado si no lo hubiera contado. ¿Os habríais empezado a liar todos con todos? ¿Quizá alguno de vosotros se habría vuelto un tirador escolar, de esos que hay en Estados Unidos? ¿Quién? Seguro que Logan. Siempre es quien menos te lo esperas, y Logan no le haría daño a una mosca, así que definitivamente…
               -Alec.
               -¿Mm?
               -¿Puedes limitarte a… escuchar?
               Incliné la cabeza hacia un lado.
               -No es mi estilo. No lo era antes del accidente, y tampoco lo es ahora. De hecho, se supone que lo que tengo que hacer ahora más que nunca es hablar.
               -Por favor, Al. Tú sólo escucha. Y luego dices lo que quieras, ¿vale? Pero primero, necesito que me escuches. Tú eres el único con el que puedo hablar sobre ella.
               -Me pregunto por qué será-ironicé, jugueteando con la pinza con la que me controlaban el pulso. Ya había recibido varias regañinas de las enfermeras por hacer eso porque alteraba mis lecturas, pero no podía remediarlo. La pinza era lo único que tenía a mano en momentos como ése, en los que necesitaba arañar algo para relajarme, igual que un gato. Había algo terapéutico en sacar las uñas. No me extrañaba que las tías lo hicieran tan a menudo.
               -De acuerdo. Vale. Sé que la odiáis, y en parte creo que tenéis todo el derecho del mundo, pero… yo no puedo dejar de pensar en ella. No puedo, Alec. Ella vino de visita el día que tú tuviste el accidente, y Diana fue a recogerla al aeropuerto antes de que tú salieras de quirófano, así que una parte de mí se aferra a la esperanza de creer que ella no sabía lo mal que estaban las cosas cuando vino a verme. Porque vino a verme, ¿sabes? No os lo he dicho a ninguno de la vergüenza que me da. Siento que todo esto es… culpa mía-se le quebró la voz y torció la boca. Apartó la mirada, la clavó en la televisión, y sorbió por la nariz.
               -¿De qué hablas, Jor? ¿Qué es culpa tuya?
               -Que Scott no esté con Eleanor.
               -¿Qué relación puedes tener tú con que Scott y Eleanor…?
               -Zoe venía con ganas de una cosa-Jordan me miró a los ojos, y yo no necesité que me dijera el qué-. No es sólo para eso para lo que vino; quería ver a Diana también, pero llevaba el tiempo suficiente separada de ella como para ser capaz de aguantar otros meses más, hasta que Diana terminara el curso y pudiera irse, o lo que fuera que tuvieran pensado sus padres, pero… yo estaba aquí. Yo estoy aquí. Y sólo le di un beso antes de que se fuera, y dado que no parábamos de hablar, y el tono de nuestras conversaciones, pues quería… ya sabes.
               -Sí. Ya sé-asentí.
               -Y yo también lo quería, ¿sabes? O sea, no es que no quisiera, ni mucho menos, pero si no sucedió fue porque… bueno, a ti te pasó lo que te pasó. Que no te estoy echando la culpa, ni mucho menos. Dios me libre. Pero no podía… no quería que nuestra primera vez fuera así. Yo sabía que echaría un polvo de mierda, porque no pararía de pensar en ti.
               -Jor, el cupo de homosexuales en nuestro grupo ya está cubierto.
               -¿Quieres callarte, joder? Estoy intentando sincerarme. Necesito desahogarme, no que me den ganas de vomitar por tu culpa. Joder, mira que eres gilipollas, Alec.
               -Lo siento, es que te has puesto tan serio de repente que… no sé por dónde me vas a salir, y ahora que tengo novia, creo que no debería permitir que me digan ciertas cosas.
               -Capullo-gruñó, luchando contra una sonrisa que, milagrosamente, consiguió reprimir-. Ya veo que te parece una gilipollez, pero el caso es que, para mí, no lo era. Zoe me gusta de verdad, y no quiero que sea un polvo de mierda, apresurado, que no disfrutamos los dos. Principalmente, porque la competencia que tengo es tan grande que tendría que esforzarme a tope-añadió, triste, y por primera vez en mi vida, lamenté haberme acostado con una chica.
               Porque sabía que a Jordan no le importaban la manada de tíos que desfilaban por la habitación de Zoe cada noche. Le importaba que uno de ellos hubiera sido yo. Le importaba la posibilidad (no, la certeza, por absurda que fuera) de que no estaría a mi altura. De que no podía follársela tan bien como lo había hecho yo.
               -Así que, como era un cúmulo de circunstancias, no quise hacer nada con ella. Le paré los pies, y no se lo tomó muy bien.
               -Pues menuda gilipollas-dije, como si no yo mismo no le hubiera protestado a Sabrae el día anterior porque me había calentado la cabeza con que quería ver una peli, y luego resultó que lo que hicimos fue ver la peli.
               -¿Cuándo vamos a empezar a liarnos, Sabrae?-le pregunté tras comprobar que llevábamos media hora de reloj y ella no se me había arrimado ni un poco. Me miró con el ceño fruncido.
               -Quiero ver la peli, Al.
               -¿De veras?
               -Claro.
               -No me jodas. Me cago en Dios. Jamás, en mi vida, en mis 18 años de existencia, he visto una peli con una tía sin hacer nada más, y ahora que tengo edad para hacer cochinadas, tengo la vida social de un crío de siete años-protesté.
               Evidentemente, no iba en serio.
               Evidentemente, si Zoe dijera lo mismo, sí que iría en serio.
               -Visto en retrospectiva, creo que me pasé un poco con ella. Me puse bastante borde. Me dijo que había venido para estar conmigo, y yo se lo pagaba estando seco, tratándola como una apestada, y a mí eso me jodió, ¿sabes? Ya tenía bastante con preocuparme por ti, como para, encima, tener que preocuparme por ella también. Así que le dije que yo no se lo había pedido, que si había venido era porque le había dado la gana…
               -Lo cual es cierto.
               -… y me dijo que no iba a irse sin follarse a un inglés. Literalmente.
               -No me jodas.
               -Sí. Y que, si era yo, perfecto; y si no, también.
               -Joder, hermano-me reí, incrédulo-. No me lo puedo puto creer.
               -Así que luego pasó lo de Scott y Tommy, y… estoy seguro de que yo podría haberlo evitado. Si simplemente…
               -¿De verdad crees que con echarle un polvo habría bastado? Venía buscando una cosa: sexo genial, y tú no ibas a poder dárselo, Jor. No por ti, sino porque las circunstancias no eran… las adecuadas. Cuando tienes la cabeza en otra parte, los polvos que echas son mediocres. Te lo digo por experiencia.
               -Tú no has echado un polvo mediocre en tu vida, Al-dijo, y yo me relamí los labios, consciente de que en aquel cubículo en el que hice con Zoe todo lo que no me atrevía a hacer con Sabrae no habíamos sido dos, ni tres, sino cuatro.
               -Puede, pero sí que he echado polvos bestiales que luego me han dejado en la mierda. Y habría preferido no disfrutarlos tanto, porque cuanto más los disfruté, más hicieron sufrir a Sabrae.
               -Tengo ese consuelo ahora. Que ella se lo pasó bien, así que sabe que a mí me duele, y está arrepentida.
               -¿Estás seguro de eso, Jor? Mira, no quiero hurgar en la herida, ni nada por el estilo, pero a mí Zoe no me parece una buena persona. Hay que quererse muy poco para andar con una zorra de ese calibre, ya no digamos perder la virginidad con ella, tío. Y sé lo que me vas a decir: que no eres técnicamente virgen, pero los dos sabemos que la otra vez no cuenta, así que… mira, hermano, no creo que Zoe se merezca ser tu primera vez.
               -Al, no te lo tomes a mal, pero, ¿no te parece que estás siendo un poco hipócrita?
               -¿A qué te refieres?
               -Mira, no te ofendas, pero… no quiero que te parezca mal, ni nada por el estilo, pero es que esto que me estás diciendo ya lo he pensado yo con anterioridad, y puede sonar un poco fuerte…
               -Dilo de una  vez y punto, Jordan-insté, irritado, y Jordan chasqueó la lengua.
               -Pues que Zoe es, básicamente, una versión femenina de lo que eres tú. Piénsalo-añadió al ver la pausa en la que yo no decía absolutamente nada, no sé si ofendido por la comparación o molesto porque, en realidad, Jordan tenía razón. Yo no dejaba de ser una versión femenina de Zoe; los dos éramos las dos caras de una misma moneda, hechos del mismo molde y cortados por el mismo patrón, con la diferencia de que cada uno se había enviado a un sitio completamente distinto: mientras que yo era una pieza de alta costura en un concierto de Lady Gaga, ella era una pieza de alta costura en una oficina. De mí se esperaba que fuera así, incluso se me aplaudía mi comportamiento, pero a ella la criticaban por, simplemente, ser como era.
               A fin de cuentas, ella no tenía absolutamente nada con Eleanor, ni con Scott, ni con nadie al que le hubiera hecho daño. No había mucha diferencia entre lo que ella les había hecho a mis amigos y lo que yo había hecho a otros tíos cuyo nombre no conocía, pero cuyas novias me encantaban y de las que no me privaba. Y, si no me había juzgado a mí mismo entonces, quizá tampoco debería juzgarla a ella.
               Pero era muy difícil cuando estabas del otro lado del espejo, viendo el dolor, la destrucción que podía causar el ser partícipe de una infidelidad, siquiera cuando tú no eras el que tenía el deber de ser fiel.
               -No me parece lo mismo-repliqué, y Jordan suspiró.
               -Sabes que sí, pero no quieres admitirlo.
               -Incluso si lo fuera, creo que tengo derecho a tener una opinión distinta de ella que de mí mismo, y esto no tiene nada que ver con ser un machista o no. Si Scott se hubiera acostado con un tío, me habría parecido mal de todas formas. Y seguiría opinando lo mismo.
               -Yo he estado pensándolo mucho, y he llegado a la conclusión de que, si la odiamos tanto es, en parte, por ser chica. Mira, lo que hizo estuvo mal, fue una cerdada y todo lo que tú quieras. Lo sé. Y ella también. Y está arrepentida.
               -¿Y lo ha demostrado?
               -¿Qué quieres decir?
               -Quiero decir que si ha hecho algo más que simplemente decirte que está arrepentida.
               -Ella no me ha dicho que está arrepentida, pero yo se lo noto. Lo noto en los mensajes que nos mandamos, y cuando hacemos videollamada, está ausente.
               -Quizá esté pensando en otros tíos.
               -Lo dudo muchísimo, Al.
               -Apenas la conoces, Jor. Mira, ya sé que todo parece un cuento de hadas al principio, y toda la historia, pero lo cierto es que apenas sabes nada de ella. Ninguno de nosotros lo sabe, al margen de Diana, y ella no es una fuente fiable, que digamos, porque es su amiga. Lo poco que sabemos de ella no es que sea para tirar cohetes, así que perdóname por querer algo mejor para ti, tío. Pero si lo hago, es porque te aprecio.
               -Pero es lo que yo quiero-respondió en tono triste, agachando la cabeza de un modo que detesté. Suspiré.
               -Ya, pero a veces lo que queremos no es lo mejor para nosotros, y tendríamos que luchar contra ello.
               Por la forma en que cuadró los hombros y tomó aire, listo para pelear, supe lo que iba a decirme antes de que lo hiciera. Y no tenía pensado consentírselo.
               -¿Podrías luchar…?
               -No se te…
               -¿… por lo que sientes…?
               -…ocurra…
               -¿… por…?
               -…decir su…
               -¿…Sabrae?
               -…nombre.
               Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro, midiéndonos con la mirada como no habíamos hecho jamás. Creo que, una parte de mí, consideró seriamente la posibilidad de pegarme con Jordan. Tampoco iba a ser la primera vez para nosotros, pero creo que nunca lo habríamos hecho tan en serio, porque nunca nos habíamos peleado por alguien que no fuéramos nosotros, y esta vez, no sería el caso.
               Mi instinto de supervivencia tenía límites, pero mi instinto de protección de Sabrae, no.
               -Son distintas-zanjé-. Sabrae es buena. Jamás haría lo que ha hecho Zoe. Y ella se merece que la quieran como yo lo hago. Zoe, como lo haces tú, o estás a punto de hacerlo, no.
               -Tú no eres nadie para hacer de policía del amor que nos merecemos cada uno, Al-continuó defendiéndose absurdamente.
               -No, pero soy tu mejor amigo, así que quiero lo mejor para ti. Y te repito que ella no lo es.
               -Yo estuve ahí para ti todo el tiempo-me recordó, señalando el suelo con un índice acusador-. Todo el puto tiempo. Te apoyé cuando decías que no hacías más que follar con Sabrae, que no sentías nada por ella; te apoyé cuando intentabas resistirte porque sabía que te daba miedo enamorarte, y te hice encararte a la verdad cuando ya vi que era imposible dar marcha atrás. ¿Es tanto pedir que tú hagas lo mismo por mí?
               Me quedé en silencio, recordando todos y cada uno de los momentos que había descrito Jordan. La tarde en que le conté todo lo que habíamos hecho ella y yo, entrando en unos detalles nada propios de los caballeros pero sí de los hermanos; cómo se había reído cuando yo había empezado a impacientarme por la llegada de los viernes, porque sabía que eso significaba echar unos polvos geniales con ella; cómo se había burlado de mí cuando bajé el ritmo del sexo con desconocidas, porque una parte de mí sabía que estaba mal; su cara de ilusión cuando le dije que le iba a pedir salir a Sabrae, su desilusión y su enfado cuando le conté que me había dicho que no…
               … y su expresión decepcionada en el espejo retrovisor de mi moto, cuando me dijo que me estaba pillando por Sabrae y yo me puse chulo, negándome a aceptar la verdad, y, para darle en las narices, decidí irme al centro a follarme a Pauline. ¿Haría eso un tío que estuviera pillándose por una tía?
               Sí, si el tío era gilipollas.
               -No te pido que le des el visto bueno. Sólo te pido que me…
               -… apoye. Vale. Si es lo que quieres… vale-me froté la cara y exhalé un suspiro-. Aunque preferiría a otras tías para ti…
               -¿Por ejemplo?
               -Ana de Armas.
               Jordan parpadeó, estupefacto, y luego se echó a reír.
               -Estaría guay. Pero, ¿me la dejarías a mí? ¿O me la quitarías?
               -¿Por qué iba a quitártela? Yo ya tengo a Sabrae.
               -Ana de Armas es más guapa que Sabrae. O lo era, al menos, cuando era más joven. En su película de Marilyn, por ejemplo…
               -Si tú lo dices…
               -No puedes ir en puto serio, Al-rió Jordan, y yo le tiré un sobrecito de azúcar de los que me había sobrado del yogur.
               -Ahí está la diferencia entre tú y yo, Jor: yo estoy enamorado de una mujer de los pies a la cabeza, y tú…
               -Sabrae apenas pasa del metro y medio. Y es más joven que Zoe.
               -El tamaño no define a la señora. Lo bueno se da en pequeñas dosis, puto anormal; hasta eso tengo que explicártelo, joder.
               -Eso no, tío, pero sí otras cosas. Quiero que esto funcione, ¿sabes? No quiero cagarla con ella. No, si ya empezamos mal.
               -Si ya empezáis mal…
               -Alec-me advirtió.
               -¡Sólo iba a decir que si empezáis mal, la cosa no pinta muy bien!
               -Danos una oportunidad, Al. Necesito intentar salvarla. Si no lo hago, creo que me arrepentiré toda la vida. Siento que voy a quererla muy fuerte, si conseguimos superar esto, y yo quiero superarlo. ¿No crees que nos merecemos por lo menos intentarlo una vez? Zoe se merece una segunda oportunidad. A ti te la dieron-me recordó, y yo tragué saliva.
               -Está bien, pequeño saltamontes. Siéntate: voy a explicarte algo muy importante-respondí en tono ceremonial, y Jordan obedeció a la velocidad del rayo, probablemente ansioso por lo que estaba a punto de contarle-. Llevo años esperando que llegue este momento de transmitirte mi sabiduría. Incluso había hecho un PowerPoint…
               -¿Qué?
               -Quizá lo tenga por aquí. Pásame el ordenador-le pedí, y Jordan me lo acercó obedientemente. Me reí por lo bajo cuando encontré el archivo, y al abrirlo y ver la portada, giré el ordenador.
               Jordan abrió la boca, estupefacto, al ver la primera diapositiva, que rezaba, en letras llameantes: “FELICIDADES, ¡VAS A HACER EL DELICIOSO!”. Y, más pequeño, abajo: “Curso intensivo para hacer que la pobre desgraciada a la que hayas engañado para que se acueste contigo no se ría de ti en cuanto termines, a los 20 segundos”. Levantó la cabeza y me miró:
               -¿Tú eres gilipollas, chaval?
               -¿No vas a tomar notas?-pregunté, pasando a la primera diapositiva de la lección, en la que hablaba de los pasos preparativos al polvo: localización a elegir, marcas de condones a utilizar (con una tabla hablando de los pros y los contras), y una clasificación de los preliminares en función de menos a más placenteros para la chica-. Me pasé una tarde entera haciéndote esta mierda, Jordan. Coge una servilleta, aunque sea, y toma notas.
               -¿Has oído lo que te he dicho? ¡Las cosas entre nosotros no están genial, precisamente! ¡Zoe y yo ni siquiera estamos juntos!
               -¡Como si eso fuera necesario! Sabrae y yo tampoco estábamos juntos la primera vez, y eso no me impidió meterle la lengua hasta el cuello del útero-repliqué, y justo en ese momento, como si mi voz la hubiera invocado, me sonó el móvil. No tardé ni un segundo en contestar; no solía hacerme de rogar cuando en la pantalla aparecían el emoji de la tableta de chocolate y la corona.
               🍫👑 llamada entrante. Desliza para aceptar.
                ¡Vaya que si deslizo!
               -Espero que tengas una buena excusa para llegar tarde, señorita-le espeté, sin tan siquiera saludarla. Jordan sonrió-. Dime, ¿te has caído en un pozo de ácido y ahora mismo me llamas desde tu forma cuántica, o algo así?
               -Es el cumpleaños de Scott-me recordó, riéndose, y automáticamente la ira que tenía que fingir se disipó. Joder, con esta chiquilla tendría que dar clases de actuación, si quería hacerme el enfadado. Terminaría mereciéndome un Oscar.
               -Y de otros cientos de millones de personas todos los demás días, y yo nunca te he visto llegar tarde a verme.
               -Scott es importante para mí.
               -¿Más que yo?-sonreí, y cuando la escuché sonreír al otro lado de la línea, me deshice poco a poco hasta convertirme en una espesa nebulosa de átomos-. Y ten cuidado con lo que contestas, bombón-añadí desde el hiperespacio-. Tu hermano no puede echarte polvos. Yo, sí. Bueno, técnicamente, sí que puede, pero no está muy bien visto socialmente, y dado lo mucho que te gusta hacerlo me público, creo que es algo que tienes que tener en cuenta.
               Volvió a reírse y yo me anoté un tanto. Hacer reír a una persona así tenía que contar para el currículum.
               -¿Qué tal con la psicóloga?-preguntó. Esta vez, el que se rió fui yo.
               -Mal.
               -¿Cuántas palabras has dicho hoy?
               Joder, qué bien me conocía.
               -Dos.
               -¿Y sin contar “buenos días”?
               -Ninguna, entonces-me reí, deseando aplacarla. Y parece que, fuera lo que fuera lo que la había alejado de mí, la tenía de mejor humor, pues parece ser que lo había conseguido. Sabrae no dejaba de reñirme por la poca colaboración que mostraba con la comecocos, que claramente tenía unas ganas locas de diagnosticarme algún tipo de trastorno chungo con el que atiborrarme a pastillas, o practicar hipnotismo, o mierdas así, así que después de las dos primeras sesiones, me había cerrado en banda con ella para protegerme. Si no quería ayudarme, yo no la ayudaría a hundirme aún más en la mierda.
               No, si cada vez que abría la boca, se ponía a apuntar en su estúpida libretita mis puntos débiles, para más tarde echármelos en cara.
               -¿Qué anotas ahí?-le había dicho el último día que me había dignado a dirigirle la palabra, viendo que llevaba veinte minutos preguntándome chorradas y escribiendo a toda velocidad, como si mis respuestas fueran la clave para desentrañar los misterios del universo. ¿Y no va la tía y se aparta un mechón de pelo rubio que se le ha soltado de la coleta, y me empieza con una perorata sobre todos los traumas que supuestamente arrastro, mis “carencias afectivas”(¡¡CARENCIAS AFECTIVAS!! ¡ME HE FOLLADO A MEDIO LONDRES, TENGO UNA FAMILIA QUE ME ADORA Y UNA NOVIA QUE NO ME LA MEREZCO, Y TENGO CARENCIAS AFECTIVAS!), y un “autoestima prácticamente inexistente”?
               -¿Autoestima prácticamente inexistente?-repliqué, a la defensiva-. ¿Con esta cara?
               -Tienes problemas de autoestima-respondió ella.
               -Repito, ¿con esta cara?
               -No era una pregunta-zanjó, cruzándose de piernas.
               -¿Y por qué se supone que la tengo baja?
               -A ver, Alec-me instó Sabrae cuando se lo conté, después de que las enfermeras se chivaran de mi humor de perros y ella me preguntara por qué estaba de morros-. Sí que la tienes bastante baja.
               -¿Por qué? Soy alto, soy guapo, estoy buenísimo, y la tengo grande. ¿Por qué coño voy a tener yo baja autoestima?
               -Porque sólo mencionas el físico cuando hablas de tus virtudes, y lo mejor está en tu interior-contestó ella, y yo me quedé callado. Porque no tenía ganas de discutir, y Sabrae estaba obsesionada con que siempre tenía razón, así que jamás daba su brazo a torcer. Y lo último que necesitaba era pelearme también con ella. Con que me tocara los cojones la psicóloga, ya tenía bastante, gracias.
               -Bueno, quizá en la sesión de mañana tengas más ganas de hablar y sea más fructífera-comentó, quitándole hierro al asunto, y yo me puse en guardia en el acto-, porque no voy a poder ver el programa contigo esta noche.
               Ay, Dios. Ay, Dios. Ay, Dios. ¡Ay, Dios! ¿Se había enfadado conmigo porque no había hablado nada con la loquera ésa? ¡Si no era culpa mía! Si la conociera, lo entendería. No me apetecía que me juzgaran, y menos que lo hiciera una pava a la que apenas conocía, que me miraba por encima del hombro subida en el pedestal que era su título universitario.
               O espera… si estuviera enfadada, Sabrae vendría a reñirme en persona.
               -¿Me vacilas?-espeté con nerviosismo, notando que mi interior burbujeaba-. ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?
               -Tranqui, fiera. No me pasa nada, sólo me ha surgido un plan para el cumpleaños de mi hermano. Vamos a darle una sorpresa, así que…-hizo una pausa, quizá pensando en cómo seguir para no ponerme nervioso. Como si no lo estuviera. Sabrae me había prometido que veríamos todos los programas juntos, pero no me preocupaba que fuera a incumplir su promesa; me preocupaba que hubiera algo tan fuerte como para que ella quisiera romper su promesa, pues lo que nos prometíamos era sagrado para ambos. Eran votos divinos que nos hacíamos el uno al otro, y que no pretenderíamos nunca quebrantar, pasara lo que pasara. Así que, fuera lo que fuera, tenía que ser algo gordo. ¿Seguro que estaba bien? Uno cualquiera sabía con ella, y más ahora, que se había empeñado en que tenía que preocuparme exclusivamente por mí, y dejar que ella se ocupara de sus asuntos.
               -¿Al?-me reclamó, arrastrándome de vuelta con ella al mundo de los vivos desde ese terreno cenagoso que era nuestra separación, y la ansiedad que me generaba el ponerme siempre en lo peor con respecto a quienes me importaban.
               -¿Mm?
               -Prométeme que verás el programa esta noche, ¿vale?
               ¿Eh? No podía venir a ver el programa, ¿y se preocupaba de que no lo viera? Al final, Sabrae sí que iba a ser lerda, pero no por salir conmigo, sino por las gilipolleces por las que se preocupaba.
               -¿Por qué tengo que…?
               -Tú prométemelo. Dime que lo verás.
               Me encantaba verlo con ella, y con mis amigos, y con sus amigas. La sensación que tenía de hogar cuando estábamos todos juntos, de que las cosas iban bien, de que si no fingía que nos habíamos trasladado por voluntad propia era porque no quería, era lo que me mantenía cuerdo día tras día. Esperar el miércoles y poder ser el de siempre, sólo que un poco más magullado que de costumbre, era lo único que hacía que me levantara con esperanza cada mañana, lo único que ansiaba a lo largo de la semana.
               No quería perder eso. No quería perder el cogerla de la mano cuando Scott saliera a cantar, el acurrucarnos el uno contra el otro cuando tocaba una canción romántica, el dejarme mimar cuando se me caía un poco de comida por la bata y ella me limpiaba con mimo y dulzura.
               El programa era el único momento en el que Sabrae se comportaba conmigo como la más dedicada y paciente de las enfermeras, como novia y amiga a la vez, y también era el único momento en que yo estaba dispuesto a aprovecharme de mi situación de convaleciente, novio y amigo. No quería sentar un peligroso precedente viendo el programa sin ella, ni tampoco sentir la mano desnuda cuando Scott apareciera esa noche en televisión, y sus dedos no estuvieran ahí para entrelazarse con los míos.
               Pero era mi niña. Era mi talón de Aquiles. El único punto en el que yo no tenía caparazón. No podía decirle que no. Simplemente, no podía.
               -Vale, bombón. Te lo prometo. Lo veré. Espero no estar sentando un peligroso precedente, ¿eh?-comenté, y ella rió.
               -Sólo será por esta vez, te lo prometo.
               -Pero, oye… ¿vendrás a dormir, verdad?-pedí. Eso sí que no lo soportaría. Era lo único en lo que no pensaba ceder. Me había acostumbrado demasiado a tener su cuerpecito cálido y mullido a mi lado, robándome calor y a la vez proporcionándomelo, apretujado contra el mío y meciéndome suavemente con su respiración, que me acariciaba el cutis, como para ahora perder aquello también. No sería capaz de pegar ojo en toda la noche.
               Después de haber descubierto lo que era dormir con ella, me sorprendía poder soñar estando solo, incluso cuando nos reuníamos en mis sueños. Prefería mil veces no poder apenas moverme por miedo a tirarla al suelo, a tener toda una cama para mí solo, sin importar el tamaño.
               -Claro, no te preocupes.
               Dios mío. Te quiero.
               -¿Me despertarás?
               -Quizás llegue tarde.
               ¿Cómo que…? Ah, no. De eso, nada.
               -Sabrae. Te he comido el coño a las 5 de la mañana. ¿A ti te parece que yo tengo algún problema con trasnochar por tu culpa?
               -Captado, quieres que te despierte-otra vez mi canción favorita, titulada “risa de Sabrae”-. Tengo que dejarte.
               -¿Por teléfono? ¿Quién te crees, Joe Jonas?
               -Eres gilipollas.
               -Gracias.
               -¿Al?
               Dime, mi amor, mi princesa, mi sol, mi luna, mis estrellas, mi tierra, mi vida, mi tesoro, mi reina, mi diosa.
               -Dígame.
               -Te quiero.
               Ay, mi amor, mi princesa, mi sol, mi luna, mis estrellas, mi tierra, mi vida, mi tesoro, mi reina, mi diosa.
               -Yo también te quiero, Saab.
               Qué injusto el tiempo que habíamos perdido no diciéndonoslo directamente, mirándonos a los ojos, cogiéndonos las manos. Éramos tal para cual: imbéciles perdidos ambos.
               -Acuérdate del programa.
               -Que sí, pesada. Hasta esta noche-añadí, desesperado por una segunda confirmación, sólo por si acaso.
               -Nos vemos, mi amor-ronroneó, dejándome con la palabra en la boca, a punto de recriminarle que fuera tan sinvergüenza de llamarme así sabiendo que no estaba en mi mejor momento físicamente hablando, con grapas en sitios donde sólo debía haber entrañas, y medicación tratando de equilibrar el bamboleo químico en mis venas.
               Me quedé mirando el teléfono, que había pasado de la pantalla de la llamada a mi fondo de pantalla, una foto de nosotros dos en Barcelona, con ella sonriendo y mirando a cámara mientras sacaba la lengua y yo le daba un beso en la mejilla. Suspiré. ¿Cómo había podido tener tanta suerte como para conseguirla? ¿Y cómo alguien tan pequeño podía generarme sentimientos tan grandes?
               ¿Cómo podía un cuerpo limitado como el mío sentir un amor así de infinito?
               -Entonces-dijo Jordan, sacándome de mi ensoñación. Mientras hablaba con Sabrae, había aprovechado para cogerme el ordenador y se había puesto a leer con toda su atención el PowerPoint que le había hecho-, ¿qué lubricante me recomiendas? ¿El de base de agua, o de aceite?
               Me lo quedé mirando. Y luego, me eché a reír.
               -Seguro que Sabrae se va a subir por las paredes cuando le cuente esta movida-comenté-. Al lado de esto, el salseo con Mimi no tiene comparación. Trae, anda-insté, estirándome para recuperar el ordenador-. Vamos paso a paso-me aclaré la garganta-. Condones de sabores, ¿sí, o no?
               -Eh… ¿sí?-aventuró Jordan.
 
Técnicamente, aquella era la primera vez esa semana que daba consejo sexual, a pesar de que con Mimi ya había tenido una charla cuanto menos interesante el sábado pasado. Aunque, claro, el sábado no se consideraba la misma semana, y yo no había profundizado tanto en el tema como lo hice con Jordan, que, por cierto, terminó tomando notas (lo cual es bastante sabio, teniendo en cuenta que tenía como maestro al Einstein de los condones).
               Pero el caso es que mi mejor amigo me dio un nuevo cotilleo que comentar con Sabrae como lo había hecho mi hermana la noche que pasó conmigo, y eso que ni siquiera había pensado en decírmelo, en un primer momento.
               Resultó que yo no fui el único que vivió una montaña rusa de emociones tanto durante mi periodo de inconsciencia como mi despertar, y todo lo que había pasado en su vida, sumado a lo que había supuesto para ella estar sentada a mi lado, había terminado pasándole factura. La gota que había colmado el vaso fue, precisamente, descubrir que yo no había hablado con Sabrae de forma muy detallada acerca de la historia sobre nuestra familia.
               Mimi estaba acostumbrada a quedarse en un segundo plano cuando había otra gente en la habitación, gente con la que no compartiera al menos una parte de su código genético y que, por tanto, una parte de ella siempre consideraría ajena. Cosa distinta era, precisamente, no tener siquiera un poco de protagonismo en mi vida: sabía que yo la adoraba y ella me adoraba a mí, así que ver que Sabrae no conocía su historia, su origen, las circunstancias en las que había sido concebida, había sido para ella un pequeño empujón que la había lanzado al precipicio. Yo, por supuesto, no me di cuenta de eso hasta la noche, cuando nos dejaron solos.
               -Te quiero-se había despedido Sabrae, tras darme un beso en los labios y asegurarse en mi respiración de que todas las malas emociones que había ido acumulando a lo largo de los últimos dos días se habían esfumado de mi interior. Me alegraba anunciarle con la lengua que mi respiración ya no ardía, que el oxígeno ya no era sólido en mis pulmones y que mi cabeza estaba relativamente bien asentada (aún daba vueltas, pero la culpa la tenía ella; la de mi mente era una órbita bien definida que llevaba perfilándose desde que Sabrae y yo nos besamos por primera vez), de modo que podía irse tranquila.
               -¿Me lo dices otra vez?-ronroneé, y ella se rió, sorprendida, pero negó con la cabeza. Así que quería jugar… muy bien. Yo no tenía inconveniente en sacar todas mis armas, si era preciso-. Porfa, que estoy malito.
               -Te quiero-cedió.
               -Buena chica-repliqué, guiñándole un ojo, y supe que había dado justo en el clavo cuando vi cómo sus ojos se abrían, sus pupilas se dilataban, y tragaba saliva y se relamía los labios para combatir contra su boca seca. Pero no me hizo nada; ya tendríamos tiempo para poner en práctica lo que se le estaba pasando por la cabeza cuando yo estuviera un poco mejor.
               Mi chica se había ido con mis padres, que estaban ejerciendo las veces de chóferes con ella y con mi hermana, y cuando Mimi y yo nos quedamos solos, nos quedamos mirando un rato, como acostumbrándonos de nuevo a la sensación de ser solamente nosotros dos.
               Mimi suspiró, se apartó un mechón de pelo de la cara y, colocándoselo tras la frente, se sentó junto a mis pies. Todavía tenía demasiado que asimilar: no había visto a mi padre y a Aaron por los pelos, pero eso no significaba que su presencia no le hubiera afectado ni que no tuviera miedo. Sabía que era absurdo preocuparse, pues yo la protegería, incluso estando en mi situación, pero… ningún Whitelaw es ajeno al poder que puede llegar a tener la mente.
               Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Estaba cargando con el peso de toda la casa ahora que no estaba yo. Y la casa era inmensa, demasiado grande para sus manos, demasiado pesada para sus esbeltos hombros de bailarina. Le costaba sobrellevarlo todo, pero tenía que hacerse la fuerte. Tenía que cuidar de todos los que yo había dejado en pausa, hasta que yo volviera y ocupara mi lugar.  
               -¿Qué tal está mamá?-pregunté, sintiendo que el silencio entre nosotros se colaba por debajo de mi piel. Mimi se encogió de hombros.
               -Ahí va. Llevándolo.
               -¿Y tú?
               -La cuestión es cómo estás tú, Al.
               -Bien. Sin queja-esta vez, el que se encogió de hombros fui yo. Me rasqué la cara interna del codo y me la quedé mirando: su expresión ausente, su pie balanceándose en el aire mientras su pelo se deslizaba lenta pero inexorablemente por sus hombros, enmarcando de nuevo su rostro en un marco caoba. Mimi no solía salirse por la tangente cuando le preguntaba qué tal estaba, y tampoco se mostraba así de taciturna salvo si le preocupaba algo-. Ey, Mím, ¿seguro que estás bien?
               -¿Por qué lo dices?
               -Estás muy callada. ¿Pasa algo? Hay algo que no me estás contando. ¿Qué es?-exageré el gesto de entrecerrar los ojos, como los dibujos animados, y ella puso los ojos en blanco.
               -Estaba pensando en… si te pregunto algo, ¿serás sincero conmigo?
               -Sincero es mi segundo nombre.
               -No es verdad.
               -Sí, es verdad, no es verdad. Pero espero que no afecte en lo que acabo de decir. Venga, cuéntame, hermanita-di unas palmadas en la cama a mi lado, para que se acercara a mí, pero ella se quedó a mis pies, salvando aún las distancias, como si el hecho de que no estuviéramos el uno junto al otro y nos separara una gran fracción de mi estatura hiciera que la conversación fuera a doler menos.
               -¿Lo consideras humillante?-preguntó sin contexto, y yo esperé unos valiosos segundos que a ella se le hicieron eternos, intentando averiguar a qué se refería. ¿Mi estancia en el hospital? ¿Mi pésimo estado de salud, que me impedía darle a cada cual su merecido? ¿Que mi padre y mi hermano pudieran venir a hacer sufrir a mamá sin que yo no pudiera hacer nada?-. Las circunstancias en que mamá y papá me concibieron-aclaró, y yo me quedé helado, viendo cómo ella se ponía una máscara de fría indiferencia para no hacerme consolarla-. ¿Las consideras humillantes de alguna manera?
               -¿Por qué dices eso, Mimi?
               -Tú sólo responde, por favor. Puedo soportarlo, de veras-se apartó el pelo de los hombros con un elegante movimiento del cuello, y vi que sus ojos brillaban con la luz de los diamantes colocados al sol.
               -Mary Elizabeth Whitelaw, no te atrevas ni por un segundo a pensar que hay nada sobre ti de lo que yo me avergüence. Tú eres lo mejor que nos ha pasado a todos. Exceptuando, claro, a Aaron y Brandon, lo cual te hace incluso mejor.
               -No lo digo por eso. Sé que no te avergüenzas de mí, es sólo que…-se miró las palmas de las manos, y sólo cuando yo le pedí con ansia que continuara, accedió a hacerlo-. Pues que me llama la atención que nunca se lo contaras a Sabrae. Se supone que habláis sin tapujos, y habláis muchísimo, así que has tardado mucho, ¿no te parece?
               -No surgió el tema-mentí, y Mimi desencajó la mandíbula, eligiendo, inteligente, no creerme.
               -No soy tonta, Alec.
               -¿Quieres la verdad? No me gusta hablar de esa parte de la vida de mamá, pero no es por ti. Tú eres lo único bueno, y lo único que hace que acceda a hablar de ello, pero tienes que entender que a mí me duele de una forma que a ti no te dolerá nunca. Sabrae sabía lo de mi padre. Incluso le conté que mamá se quedó embarazada de ti antes de irse de casa, pero supongo que lo interpretó de modo que el matrimonio estaba roto o… ¡yo qué sé! Pero no fue porque me parezca vergonzoso, ni mucho menos. Creo que si no entré en tantos detalles, era porque no quería que te sintieras cohibida con ella. Al fin y al cabo, no es culpa tuya, y sé que no te avergüenzas de ello, pero no quería que creyeras que Sabrae y yo invadimos tu intimidad.
               Eso pareció apaciguarla un poco, o al menos, lo suficiente como para acercarse a mí y darme un beso en la mejilla. Yo la retuve a mi lado, y la hice mirarme a los ojos.
               -Sabrae será mi novia, pero tú fuiste mi primera chica, y sabes que yo no hago otra cosa sino adorar a mis chicas.
               Mimi sonrió, se colgó sobre mis hombros y me estrechó contra sus brazos, ignorando las vendas como desearía que hiciera todo el mundo. A ella era a la que menos le costaba olvidar dónde estábamos y en qué circunstancias, porque mi aura siempre conseguía calentar la suya. Había crecido recibiendo esos abrazos durante tanto tiempo que los recuerdos se mezclaban con la realidad, y no había diferencia entre los que le daba ahora con 18 años y los que le daría con 80, o los que le di con 2 y medio. Siempre sería su hermano, y ella siempre sería mi pequeñita.
               Cuando nos separamos, la noté más animada, y creí ver en sus ojos un fulgor especial que nada tendría que ver conmigo, pero pronto se apartó de mí y se preparó para meterse en la cama, a mi lado, y fingir que la habitación del hotel era la mía de siempre pasando por una extraña reforma en la que no había recibido el asesoramiento de un buen decorador de interiores.
               -No mires-me dijo cuando hubo cerrado la puerta de la habitación y bajado las persianas para poder ponerse el pijama tranquilo. Puse los ojos en blanco.
               -Mary Elizabeth, no tienes nada sobre lo que yo no hay posado los ojos, la lengua, o incluso la polla. ¿Qué crees que tienes que me va a escandalizar?
               -¡Que no mires!-chilló, porque ella había nacido con toda la vergüenza que a mí me faltaba. Exageradamente, me tapé la cara con la sábana hasta hacer de mí un montículo blanco de algodón con una mano abierta a cada lado, a la espera de que me diera permiso para volver a recuperar la vista-. Te he traído una cosa-dijo una vez el susurro de su cuerpo entrando en el pijama hubo terminado, y fue sustituido por la rasgadura de la cremallera en su bolsa de deporte-. Llevaba unos días notándote bajo de ánimos, así que…-murmuró. Noté cómo ponía los ojos en blanco en su suspiro-. Alec, ya puedes salir de ahí.
               -¿Seguro? No quiero verte las peras, ni nada por el estilo.
               -Ya estoy presentable.
               -Qué novedad. Es la primera vez en 15 años-pero tiré de la sábana y fruncí el ceño, acostumbrándome de nuevo a la luz, y… ahogué una exclamación al reconocer lo que Mimi tenía entre las manos.
               Mi sudadera negra de boxeo. Una copia idéntica a la que le había regalado a Sabrae, la que yo no le dejaba llevar a mi hermana.
               -¡No me jodas! ¡Gracias, gracias, Mím!-celebré, quitándome como pude la sudadera que llevaba por la tarde para enfundarme la de estar por casa. Mimi soltó una risita, se puso la suya, de color rosa palo y con su nombre bordado en letras blancas en la espalda, y se sentó a mi lado, con las piernas cruzadas, en la cama.
               -Me pareció que necesitabas un regalo, y como no quiero gastarme ni una libra en ti ahora que ya no tengo ingresos… pues pensé que te gustaría.
               -Te daría un beso, si no fueras mi hermana y no fuera un poco mezquino que tu primer beso tuviera relación con el incesto.
               Se puso colorada, soltó una risita nerviosa, y apartó el paquete que Chrissy me había traído esa misma tarde, hacía lo que me parecía una eternidad. Era como si la visita de mis amigas hubiera sucedido en otra vida, de la que yo tenía conocimiento sólo de oídas.
               -Pesa-comentó, y yo asentí con la cabeza, todavía acariciando la sudadera, que aún olía a casa. Mm. Tenía que pedirle a mamá que trajera un ambientador de los de casa para la habitación; no me había dado cuenta hasta ahora de lo mucho que echaba de menos los lugares que no olían a desinfectante, sino a lavanda. Sentí una opresión en la garganta cuando inhalé el interior de la sudadera, empapándome los pulmones del aroma a suavizante. Ganas de llorar-. ¿Qué es? ¿Quieres que lo abra?-insistió Mimi, muerta de curiosidad, y yo salí de mis sueños.
               -¿Eh? ¡Ah! Esto, pues sí.
               Como si estuviera envuelto en papel de regalo y fuera la mañana del 25 de diciembre, Mimi rasgó el cartón de la caja con ansia, frunciendo el ceño al encontrarse una caja negra y blanca, de Sephora. Levantó la vista y me miró.
               -¿Ahora vas a empezar a maquillarte? ¿Quieres que te aconseje sobre cómo hacerte el rabillo del ojo?
               -Cierra la boca, gilipollas. Es para Sabrae. Su cumpleaños es esta semana. Le he pedido a Shasha que me traiga una base de su neceser; debe estar por ahí, escondida en mi mochila-le señalé el armario-. O, si no, mira en el neceser de mamá. No sé dónde la habrá metido. Asegúrate de que los tonos son lo más parecido posible. La chica me dijo que era el mismo tono casi seguro, pero quiero asegurarme. Todo esto es jodidísimo-me quejé mientras Mimi revolvía por la habitación-, ¿sabes lo mal preparadas que están las dependientas? Son muy majas, eso sí, pero de poco sirve que me traten bien si…
               -¿Qué dices? Si las de Sephora son las que más saben.
               -Pues no tenían ni puta idea de la composición de las sombras de ojos.
               Mimi se volvió.
               -¿Qué?
               -Las sombras de ojos. Le he cogido una de Urban Decay a Sabrae. Le encanta una de Dior, pero se me va un poco de presupuesto, y estuve hablándolo con Amoke, y me dijo que las de Urban Decay también le gustan. La composición es parecida, pero no sé si será igual. De todas formas, estará preciosa con las dos, pero… ¿tiene relevancia el orden de los ingredientes?
               -Alec, ¿te has puesto a mirar los ingredientes de las sombras de ojos?
               -Claro. ¿No se hace eso?
               -Eh… no.
               -¿Fijo?-la fulminé con la mirada.
               -Alec, literalmente nadie mira los ingredientes del maquillaje. Ni siquiera Rihanna.
               -¡No me jodas! Le he cogido un líquido marrón de la marca de Rihanna, ¿le va a dar cáncer?
               -¿Qué es el líquido?
               -No me sé la composición de memoria, Mary Elizabeth.
               -¡Digo que qué le has cogido! ¿Base, prebase, corrector, iluminador…?
               Me hundí un poco en la cama a medida que me iba soltando palabras que parecían elegidas al azar sólo para amedrentarme.
               -Está en la caja-señalé, y ella extrajo la caja negra y blanca, y otra más pequeñita, de color negro y rosa. Deslizó los dedos por el lazo de la más pequeña.
               -¿También le has cogido algo en Nyx?
               -¡SABRAE QUIERE MUCHAS COSAS!-me defendí-. Le gustaba un pintalabios y un delineador de ojos plateado. Mira a ver que sea el plateado sin más. Había uno con purpurina, pero la dependienta me insistió en que se vendía mejor el que no tenía nada, porque era más fácil hacerlo fino.
               -Eres todo un experto-ironizó Mimi, examinando los productos: un gloss (me puse como un basilisco cuando me lo enseñó, porque pensé que se habían equivocado de producto, pero me tranquilicé cuando Mimi me explicó que había pintalabios mate que no venían con el formato de barra), el delineador plateado (no, Alec, no tiene purpurina; sí, Alec, estoy segura; es el que pediste), una paleta de sombras de ojos moradas (me peleé muy intensamente con Mimi porque ella llevaba detrás de la misma paleta un montón de tiempo y “a mí nunca se me había ocurrido regalársela”, pero a) a mí jamás me había dicho nada y b) yo no follaba con ella, y con Sabrae, sí, así que me convenía más tener a Sabrae contenta que a Mimi), y una base de Fenty Beauty del tono exacto (¡genial!) que usaba Sabrae.
                Y un libro.
               -¿Todo en orden?
               -Síp. ¿Podrías envolverlo tú? A mí se me da mal incluso con las dos manos. Creo que nací manco para estas cosas. Tendrás que llevártelo a casa para que ella no lo encuentre; nunca le ha dado por revolver, pero quién sabe. El libro no lo envuelvas; tenemos que añadirle una cosa. Amoke ya está en ello.
               -Qué súper amigos sois-bromeó, guardándolo todo con más precaución incluso de la que habría puesto yo. Dejó el paquete sobre el sofá, y lo tapó con su abrigo, por si acaso a alguien le daba por saltarse el horario de visitas y venía antes de tiempo.
                Evidentemente, no le dije ni una palabra de todo eso a Sabrae, pero de lo que vino a continuación, sí. Descubiertos todos los secretos que albergaba mi habitación, Mimi se tumbó a mi lado, oculta bajo las mantas igual que yo, para ver una serie y darnos mimos, de los que los dos teníamos ganas. Le hice cosquillas y me reí a su lado, un poco más tranquilo al hacerlo por voluntad propia y no por obligación.
               Estuvimos en perfecta tranquilidad y armonía, ajenos a todo, hasta que su móvil vibró sobre la mesilla de noche. Mimi se giró para comprobar quién era, y, aunque lo dejó sobre la mesilla con la pantalla vuelta hacia abajo, una sonrisa ilusionada le atravesaba las facciones.
               -¿No contestas?-pregunté.
               -No.
               -¿De qué te ríes?
               -De cosas mías.
               -¿Quién era?
               No contestó. Sólo cuando le insistí, y le insistí, y le insistí, finalmente se dio por vencida, aunque se hizo bastante de rogar: sólo cuando le recordé que mi existencia era aburrida y tremendamente limitada por lo reducido de mi espacio accedió a alegrarme un poco la vida.
               -Resulta que hay un chico…-empezó.
               -¡UN CHICO!-aullé, bajando la tapa del ordenador y prestándole toda mi atención. Brinqué en la cama para girarme y estar frente a ella, lo cual causó estragos en mis costillas, pero me daba igual. ¿Mi hermana pequeña, a punto de iniciar sus andanzas en el mundo sentimental? De eso tenía que enterarme.
               -Sí-añadió con timidez, hundiéndose un poco en el colchón-. ¿Te acuerdas de Trey?
               ¿El imbécil que la había disgustado en San Valentín? Sí, me acordaba.
               -¿¡Ajá!?-exclamé, no obstante, pues veía a Mimi muy ilusionada, y no quería chafárselo.
               -Bueno, pues…-Mimi se puso roja como un tomate, y su rubor fue aumentando de brillo a medida que iba pronunciando más sílabas-, no sé si estamos… bueno, creo que estamos en proceso de salir.
               Mi niñita, pensé irremediablemente, viendo a la chiquilla que había sido y no al complicado proyecto de mujer joven que ya era. Para mí, siempre sería ese dulce bebé que tantas alegrías le había traído a mi madre, de cuya existencia había dependido tanto su felicidad como nuestra salvación. Pero el tiempo pasaba para todos, y no sólo para mí. Por mucho que tuviera mis reticencias a ese chaval que le había hecho daño en el pasado, también veía que Mimi estaba encantada con la situación, y la verdad es que se lo merecía.
               De todas las personas del mundo, la que más se merecía encontrar el amor era ella.
               -Hay que ver cómo eres, ¿eh, enana? En cuanto te despejo el camino, te sueltas la melena de una forma increíble. Menos mal que no me ha dado por tener el accidente antes, o si no, sabe Dios si ya serías una ninfómana a estas alturas. ¿Creías que los Whitelaw tenemos un cupo de polvos semanales que cumplir sí o sí?-la pinché.
               -Eres un bruto-protestó, dándose la vuelta para no tener que mirarme, pero yo tiré de ella y la obligué a girarse de nuevo.
               -Puede, pero quiero detalles. A ver, ¿qué es eso de que estáis en proceso de salir? ¿Sois novios, o no lo sois?
               -Tú y Sabrae también estuvisteis en proceso de salir, y yo no te avasallaba con estas preguntas.
               -Sí, pero Sabrae y yo lo hacíamos, y tú y Trey… espera. ¡Espera! ¿Le has entregado tu virtud?-pregunté sin poder reprimirme, aunque, de haber podido, tampoco lo habría hecho. Me encantaba ponerla nerviosa.
               -¡ERES UN BURRO!
               -Hija, podría haber dicho “¿qué, ya te han desprecintado el coño?”. He sido finísimo, tienes que admitirlo.
               -Sabía que no tendría que haberte dicho nada-bufó, abrazándose al cojín y reabriendo la tapa del portátil.
               -Entonces, ¿estás saliendo con ese chico, o no?
               -No lo sé. Aún nos estamos conociendo-murmuró, sonrojándose de nuevo.
               -¿Qué os queda por conocer? ¿La anatomía del otro?
               -¡Déjame en paz, Alec! Sabía que no tendría que haberte dicho nada. Olvídalo.
               -Ni de coña olvido yo esto. ¡Mi hermana se está emparejando! ¿Cómo fue? ¿Estabas desconsolada por el accidente de tu hermano y él te ofreció un hombro sobre el que llorar?
               Me fulminó con la mirada.
               -Fue justo así.
               Eso me cortó muchísimo el rollo.
               -Ah. Vale. Bueno… pues supongo que me alegro de que estuviera ahí para ti. Ojalá hubiera sido en otras circunstancias. La verdad, me parecía que hacíais buena pareja bailando, y dicen que las parejas que bailan juntas, se quedan juntas, así que…
               -Supongo que las cosas no se habrían desarrollado como lo han hecho de no ser por lo tuyo.
               -Así que ¿te alegras de que me haya pasado por encima un coche?-le dediqué mi mejor sonrisa torcida, y Mimi sacudió la cabeza.
               -¡No! Por eso, al menos, no-sonrió-. La casa está mucho más tranquila sin ti, y puedo ver la tele cuando quiera, sin tener que tragar tus estúpidos partidos de baloncesto o las pelis de guerra de mierda. Lo de Trey ha sido accidental, pero no me importaría acostumbrarme a ser hija única.
               -Qué lástima que beses el suelo por donde yo piso, niña. De lo contrario, incluso me tragaría esta pollada que me acabas de decir.
               Mimi se acurrucó a mi lado, mirando la pantalla, pero ninguno de los dos se concentró más en Sexo en Nueva York. De todos modos, Samantha se había echado novio, y ahora apenas salía sexo en la serie, así que había dejado de interesarme en ese aspecto. Si me pasaba un capítulo con los ojos cerrados, me enteraría igualmente de todo lo interesante.
               -Si no me lo pide, creo que se lo pediré yo-me confesó Mimi mientras las cuatro mujeres estaban congregadas en una minúscula mesa, debatiendo sobre no sé qué-. Me muero de ganas de que sea mi novio, y no puedo esperar más, Al. ¿Qué opinas?
               -Que eres más desvergonzada de lo que yo pensaba, y eso que me saltaban las alarmas contigo-la vacilé, y ella me dio un cojinazo y no me volvió a hablar en todo lo que nos quedaba de capítulo. El tema de Trey quedó vetado durante la semana, lo cual no me impidió a mí contárselo a Sabrae, que flipó con la exclusiva tan inesperada como bien celebrada.
               Supongo que fue por eso por lo que me hizo lo que me hizo el miércoles. Al que le tocaba flipar esa semana era a mí.
 
 
-¿Dónde está el mando?
               -¿Quedan patatas?
               -No os habréis comido en serio la última bolsa de regalices.
               -¡Callaos, que va a empezar! ¿Alguien ha visto el mando?
               -¿Quiere alguien el último kebab, o me lo como yo?
               -¡Shh, shh, que ya empieza!
               La habitación era un puto caos. Era como si Sabrae mantuviera el equilibrio entre los ruidos, y nadie se atreviera a gritar en su presencia. Pero, ahora que ella no estaba, mi habitación se había convertido en un gallinero que nada tenía que envidiar a las macrogranjas industriales que daban de comer a toda Inglaterra. Las paredes reverberaban con la cacofonía de sonidos que se levantaba con la docena de conversaciones cruzadas que se mantenían en la habitación, como si todos y cada uno de los que estábamos allí presentes nos hubiéramos dedicado a memorizar un monólogo de Cicerón y lo estuviéramos repitiendo para un público invisible. La comida bailaba de un lado a otro, pasando de mano en mano hasta que llegaba desde su bolsa de origen hasta la de su receptor final. En el aire flotaba el aroma salado de la comida basura y caliente, que pringaba por todas partes, excepto la ropa de mi cama.
               La chica del tiempo acababa de despedirse deseándole a todo el país una apacible noche estrellada, y recordándonos que debíamos llevar el paraguas con nosotros a todas partes si queríamos evitar sorpresas. Ahora, estaban en la publicidad previa al programa, que no duraba más de un minuto, antes de que la intro…
               -¡EL MANDO!-celebró Tam, levantándolo en el aire en el momento justo en el que se desvanecía el logo del programa y el presentador bajaba las escaleras del escenario, iluminando medio plató con su sonrisa.
               -¡Hola, hola, muy buenas noches, familia! Volvemos una semana más a The Talented Generation, el concurso más exigente de la televisión, donde buscamos a las voces más impresionantes entre las nuevas generaciones! Aunque debo decir que las expectativas están muy altas, y nuestros queridos concursantes se lo están poniendo muy, pero que muy difícil a nuestro queridísimo jurado. No necesitan presentación, pero su status lo merece. ¡Nicki, buenas noches!-el presentador estiró un brazo trajeado en dirección a la cámara, y el plano cambió a la mesa del jurado, donde una Nicki Minaj de pelo largo y negro se reclinaba en el asiento.
               -Hola, Robert, buenas noches.
               -¡Gaga!
               -¡Buenas noches, Robert! ¡Y buenas noches a todos los que nos están viendo desde casa!               -¿Y a nosotros que nos jodan, Gaga?-pregunté yo, y un coro de lenguas me mandó callar.
               -Claro que sí, Gaga, ¡hay que saludar a nuestro público como se merece! ¡Hola, Jesy!
               -Buenas noches-sonrió Jesy Nelson, apartándose el pelo del hombro.
               -¿Qué tal ese boli? ¿Lista para anotar todas las equivocaciones de nuestros concursantes?
               -Alguien tiene que hacerlo-rió Jesy, encogiéndose de hombros.
               -Simon-Robert se llevó una mano al pecho e hizo una pequeña reverencia, mientras el productor del programa, que no tenía en común con Simon Cowell más que el nombre (de lo contrario, Scott y Tommy no se habrían presentado al concurso) se empujó las gafas por el puente de la nariz y agitó la mano, sonriendo sin mostrar los dientes. El público gritó cuando se encendieron las luces, y Robert Loyal se echó a reír.
               -Me encanta cuando sucede eso, ¿cómo está el público? ¿Listos para que nuestros concursantes os emocionen con sus voces? ¡Vamos a saludarles! ¡Que vayan pasando, que esto empieza ya! ¡Lauren!-Robert empezó a enumerar los nombres de los concursantes, que desfilaron por el escenario en dirección a las filas de sofás en altura que había en una esquina, prestos a sentarse en ellos. A medida que iban avanzando, los gritos iban subiendo en volumen, hasta que les tocó el turno a Chasing the Stars-. ¡Chasing the Stars!-los gritos se volvieron atronadores, y puede, puede que nosotros también nos volviéramos locos celebrando su aparición. Chad iba delante, saludando al público, seguido de Diana y Layla, que no paraban de tirar besos; y cerrando la comitiva, estaban Scott y Tommy, con los brazos en torno a los hombros del otro y una sonrisa de oreja a oreja. Scott le dio una palmada a Robert en el hombro de la que pasaban, y Robert se echó a reír, risueño-. He oído que nos tenéis un número impresionante preparado, chicos, ¡me encantará verlo! ¡Y también en casa! Recordemos que todos los integrantes de Chasing the Stars se han enfrentado al reto de cantar en solitario, y la semana pasada, le tocó el turno a Tommy. Tommy, de verdad, tu versión de Counting stars es la mejor que he escuchado hasta la fecha. De verdad, te felicito.
               -Gracias, Robert-sonrió Tommy, y todas las mujeres del público se pusieron a chillar.
               -Ahora, si mis cálculos son correctos, todavía falta alguien por cantar en solitario. Scott, ¿qué tal lo llevas? ¿Todo en orden?
               -Se hará lo que se pueda-Scott se encogió de hombros y se mordisqueó el piercing. Me pareció oír el sonido de una veintena de ambulancias llevándose a todas las chicas desmayadas al hospital.
               -Míralo, míralo, cómo se aprovecha, es que es una puta estrella, sabe exactamente lo que tiene que hacer-me reí.
               -Se hará lo que se pueda, dice, como si no fuera la persona más importante de esta dimensión-se burló Max.
               -Está súper guapo, ¿no creéis?
               -¿Debo preocuparme, Beyoncé?
               -¡Tienes novia, Alec!
               -Ya, pero estar pillado no quiere decir que tenga que descuidar a mis pretendientes.
               -¡Y por último, pero no menos importante, la ganadora de la gala de la semana pasada, y de la anterior-Robert empezó a contar con los dedos-, y de la anterior, y de la anterior, y de…! Bueno, ya sabéis en casa. Por favor, ¡todos en pie para nuestra querida Eleanor!
               Eleanor salió de la misma puerta por la que había salido Robert, con el pelo semirrecogido en una coleta que le dejaba las facciones despejadas, y la melena cayéndole en cascada sobre la túnica que llevaba puesta. Saludó, tiró besos, y se acercó a Robert por petición de éste.
               -Qué tío más pesado-gruñí.
               -Felicidades otra vez, Eleanor. Ya no sé si te felicito por ganar, o por dejar que los demás sigan en este concurso-bromeó, y Eleanor se echó a reír.
               -Todos mis compañeros lo hacen genial; se merecen estar aquí tanto como yo. Lo cual no quiere decir-añadió, mirando a cámara-, que quiera que dejéis de votarme. ¡Por favor, no paréis!-juntó las manos frente a su pecho, como si rezara, y sonrió, convenciendo incluso al Líder Supremo de Corea del Norte de que ella era la única merecedora de sus votos.
               -Estás guapísima esta noche. Dime, ¿ese peinado es una pista de la canción que piensas cantar como extra?-preguntó Robert, y Eleanor se echó a reír, toqueteándose la coleta.
               -Bueno, no quiero decir mucho para no chafar la sorpresa, pero los que me conocen saben quién es mi artista preferida por excelencia, y la verdad es que tengo muchas ganas de afrontar el reto que suponen sus canciones.
               -¿Preferida? O sea que…
               -¡No voy a decir nada!-Eleanor se llevó la mano a la boca para subrayar su postura, y todos rieron.
               -Vale, vale. ¡Un poco de suspense nunca viene mal! Me han dicho que has tenido una semana un poco intensa, y que te gustaría mandar un mensaje antes de empezar.
               -Sí, bueno, yo…-Eleanor se relamió los labios y se apartó el pelo de la cara.
               -Ahí tienes tu cámara-señaló Robert, y Eleanor nos miró directamente a los ojos a todos y cada uno de nosotros.
               -¿Cómo pudo Scott hacerle daño a alguien así?-se preguntó Kendra, y yo le tiré una patatita sin que ella me viera. Se le quedó pegada en el pelo y yo bailé internamente; nadie se metía con mis amigos, si no era de mi grupo de amigos, por muy mal que estos lo hubieran hecho.
               -Simplemente quería comentar que hay una ausencia clarísima esta noche, y que el programa no va a ser lo mismo sin ella. Así que hablo en nombre de todos nosotros cuando digo que te echamos mucho de menos, Taraji, que queremos tenerte de vuelta cuanto antes, y que nuestras canciones son para ti.
               A Eleanor se le humedecieron los ojos.
               -¿Quién era Taraji? Son tantos que me mareo-preguntó Jordan.
               -La morena de las tetas redondeadas-dije yo.
               -No, tío, esa es Lauren, acaba de salir-respondió Max.
               -¿Fijo? No sé, me he distraído con su escote.
               -Taraji apenas tiene tetas.
               -Uh-uh-uh-uh-empezó a jadear Bey, y yo la miré.
               -¿Y a ti qué te pasa?
               -Hablo hombre. Uh-uh-uh-uh, tetas, tetas, culo, tetas, unga, unga.
               -¡Oye! Que yo no he dicho nada de sus tetas-protestó Logan.
               -Vale, perdón, hablo hombre heterosexual.
                -Taraji es la amiga de Eleanor, la que siempre se sienta con ella. La que cantó con Thr3some cuando se fueron.
               -Para ser lesbiana, bien que te fijaste en el grupo de tres tíos, ¿eh, Karlie?
               -Como para no-sonrió Amoke.
               -¿La negra?-preguntó Jordan, y Karlie asintió.
               -Ah, con razón no te acuerdas de ella. A Jordan no le gustan las negras.
               -Ya te gustan a ti por mí, payaso-me acusó Jordan.
               -¡Callaos, que no oigo!-protestó Tam-. Mimi, ¿qué ha dicho?
               -Dale para atrás. ¿No se puede dar para atrás?
               -Esto no es una película, Alec, es en rigurosísimo directo.
               -Lo estamos viendo con un decodificador, podemos darle para atrás, si queremos.
               Tam toqueteó el mando y consiguió rebobinar un poco, para deleite mío y odio de su hermana, que no me miró en ningún momento.
               -Sí, todos en el equipo echamos mucho de menos a Taraji. Sin embargo, creo que nos tienes preparada una sorpresa, ¿no es así, Eleanor?
               -Pues sí. Vamos a hacer algo especial, para que Tara no pierda sus puntos y sea eliminada. Ya está todo arreglado-Eleanor miró a Simon, que asintió con la cabeza.
               -Veremos qué tal resulta.
               -Perfecto, entonces. ¡Te dejo que vayas con tus compañeros! ¡Y basta de cháchara!-zanjó Robert.
               -A ver si es verdad.
               -Alec, no empieces-protestó Karlie.
               -¡Me pone nervioso! El programa ya sería lo suficientemente largo sin sus monólogos interminables.
               -A mí me gusta-respondió Bey.
               -¿Más que yo?
               -Sh-instó Amoke, mientras la primera pareja de concursantes ocupaba sus puestos. Esa noche, según nos explicó el cansino de Robert, los concursantes se enfrentaban al reto extra de tener que preparar dúos al margen de sus actuaciones normales, con lo que todos tendrían una oportunidad extra de lucirse ante el público, con la excepción de Eleanor y Scott, que se subirían por triplicado al escenario.
               Estábamos terminando el primer descanso de publicidad cuando llamaron a mi puerta.
               -Si es la parca, Jordan está aquí.
               -Eres un putísimo imbécil, tío.
               Una figura amorfa atravesó la habitación sumida en las sombras. La figura se escindió, y cuando se encendió la luz, distinguí a Rose, una de las enfermeras de la planta, que empujaba una silla de ruedas en la que había sentada una chica con la piel oscura como la de Jordan, y rizos indomables.
               -Hola-saludó la chica con timidez, y todos nos quedamos pasmados. Excepto el gilipollas de Jordan, por supuesto, que siempre se centraba más en contar el dinero para las apuestas que en ver la cara de los concursantes a los que no conocíamos personalmente.
               -Hostia puta-dijo Max.
               -Joder, hermano-bufé yo.
               -¡Coño!-exclamó Amoke.
               -¡Oh!-aullaron Logan y Karlie (supongo que “oh” es la onomatopeya preferida de los homosexuales). Tam se limitó a alzar las cejas y Bey carraspeó, atragantándose con su bebida.
               -¿Qué pasa? ¿Quién es?
               -Es Taraji-expliqué, y luego me giré hacia Max-. Te dije que tenía las tetas redondeadas.
               -¡Alec, cállate!-protestó Bey, la única civilizada-. ¡Hola! Eres Taraji, ¿no?
               -Pues sí. He tenido un accidente esta misma mañana, por eso no estoy en el concurso. Vosotros sois los amigos de Eleanor, ¿verdad?
               -Yo soy su mejor amiga-se presentó Mimi-. Me llamo Mary, quizá te haya hablado de mí…
               -¿Tú eres Mimi? ¡Guau! Eres más guapa de lo que dice, y mira que siempre dice que eres una diosa.
               Mimi se puso roja como un tomate.
               -Eleanor es una exagerada.
               -Yo soy su hermano. Y el cuñado de Scott. Estoy medio casado con su hermana pequeña.
               -¿Medio casado?-rió Taraji.
               -Sólo follan.
               -Algo que tú no vas a volver a hacer en tu vida, Maximiliam, como no te calles inmediatamente.
               -Eleanor me ha dicho que celebráis una fiesta viendo el concurso. ¿Hay sitio para una más? Estoy muy sola en mi habitación.
               -Claro, mujer. Donde come Alec, comen cuatro-comentó Bey, saltando de la cama para hacerse cargo de su silla de ruedas. La pobre chica tenía una pierna escayolada de forma que no podía moverla ni un milímetro, mucho más fijada de lo que la tenía yo, que, por lo menos, podía doblar la rodilla.
               -Yo tampoco como tanto, Bey. Vas a asustar a la chica.
               -Mejor que vaya sobre aviso.
               -Ven, siéntate con nosotras. ¿Quieres subirte a la cama? Estarás mucho más cómoda. Tam, hazle sitio-pidió Karlie, y Tam se la quedó mirando, paralizada. Sólo se movió cuando Karlie repitió su nombre, y apenas lo hizo un par de centímetros, fulminando inmediatamente con la mirada a la pobre Taraji, que se hizo un hueco entre ellas como buenamente pudo.
               Joder. Al final, Sabrae va a tener razón.
               Tam no puede ser lesbiana. Si tuviera buen gusto, iría detrás de Bey.
               Claro que Karlie es lesbiana confirmada y no va detrás de Bey.
               ¿Será porque Bey es como la hermana de ambas? Bueno, no “como”. Es, literalmente, la hermana pequeña de Tam. Sería raro.
               Aunque tienen el mismo código genético, así que, técnicamente, no sería incesto, sino… masturbación. Qué turbio.
               -Alec-me volvió a llamar Taïssa, y yo la miré.
               -¿Eh?
               -He encontrado los regalices. ¿Te los abro?
               -Sí, gracias, reina. En cuanto venga Sabrae, le pido permiso para darte un morreo con lengua-le dije, y ella se echó a reír, me dijo que no sería necesario, y volvió la atención a los anuncios, buscando algo con lo que rebajar su vergüenza.
               Taraji resultó llegar justo a tiempo, pues en cuanto se terminaron los anuncios, Robert dio paso a la siguiente actuación, “una de las más marchosas de la noche”. Y el escenario se sumió en la oscuridad.
               Antes de que se encendiera la pantalla del fondo del escenario, mostrando al público lo que ocurría entre bambalinas, ya empezaron a escucharse los primeros gritos. Podía verse la silueta de una especie de torre en el centro del escenario, pero entonces, el realizador cambió el plano y pasó a la cámara que estaba enfocando lo que ocurría entre bambalinas. La música empezó a sonar en ese instante, y en el momento en que empezaba la letra, Layla apareció por un extremo del plano y sonrió.
               -Oh, no-Layla se llevó una mano al pecho, y aleteó con las pestañas, el pelo recogido con una bandana y una coleta de tirabuzón saltándole en la nuca-, see you walking round like it’s a funeral, not so serious, girl, why those feet cold?-se señaló los pies, cuyas largas piernas enseñaron los cámaras a toda la audiencia, y luego, ella misma agarró la cámara para volver a enfocarse la cara-. We’re just getting started don’t you tiptoe, tiptoe, oh.
               Entonces, al cambiar de estrofa, Tommy apareció por detrás de ella, y todos gritamos.
               -¡ESE!
               -¡QUÉ GUAPO, MI NIÑO!
               -¡DÍNOSLO, REY!
               -You should be rolling with me, you should be rolling with me, ah.
               -¡ME MUERO!-chilló Amoke.
               -You’re a real life fantasy-le dijo a Layla, que sonrió-, you’re a real-life fantasy. But you’re moving so carefully, let’s star living dangerously-Tommy cogió a Layla de la cintura, guiñó un ojo, y en ese momento, el plano cambió a Chad, subido a una silla de playa como la de los socorristas, y se ocupó del estribillo, rodeado de unas bailarinas vestidas con el bañador rojo de los socorristas que hicieron que los tíos tuviéramos el mismo interés en la actuación que las tías.
               -I’ll be Didi, you’ll be Naomi, woah-entonó Chad, y Diana atravesó el escenario desfilando en dirección a Scott, que estaba esperando que ella pasara por delante de él para empezar con su verso.
               -Madre mía es que ES UNA PUTA ESTRELLA-troné yo, viendo cómo Scott se metía a todo el mundo en el bolsillo, ronroneándole a Diana que estaba cansado de tanto dulce en un mundo salado, agarrándola de la cintura como si ella fuera lo único que le importara en el mundo. Diana lo empujó hacia atrás, riéndose, y persiguió a Scott mientras éste caminaba de espaldas, andando con unas piernas que serían la perdición de cualquiera.
               -Waste time with a masterpiece, don’t waste time with a masterpiece-replicó ella, riéndose, y agitando la melena. Automáticamente. Pasaron al segundo estribillo, en el que Tommy le exigió a las chicas que caminaran para él, y justo cuando pensé que sería el más joven de nuestro grupo el que llevaría la voz cantante, Scott se dirigió hacia el público por la pasarela que hacía unas semanas había utilizado Chad para su actuación, y mirando directamente a cámara, dijo:
               -Hey. You’re fucking delicious-se rió, se mordió el piercing, y todos nos pusimos a gritar.
               -¡ES UNA ESTRELLA!
               -¡NADIE LO HACE COMO ÉL!
               -¡ME DA UN COLAPSO!
               -¡ME VOY A DESMAYAR!
               -¡ENFERMERA!
               -¡OXÍGENO, POR DIOS!
               Terminaron la canción bailando los cinco juntos, riéndose, haciendo una cadena y contoneándose con una sincronización que yo no le había visto nunca antes a ninguna banda. Todos los alabaron y fueron a sentarse. Robert volvió a ocupar el escenario, le abucheamos, le gritamos que queríamos ver la actuación otra vez, y a punto estábamos de rebobinarla para repetirla cuando dijo las palabras mágicas.
               -El último dúo de la noche, ¡la sorpresa tan especial que nos tiene preparada Eleanor!
               Se me pusieron los pelos de punta. Algo en mi interior me dijo que iba a suceder lo que me parecía imposible. El escenario se apagó de nuevo, y dos figuras femeninas se distinguieron en la oscuridad, yendo a ocupar sus puestos. La primera era claramente Eleanor, y la otra…
               … la otra…
               -¿Quién es?-preguntó Taraji, inclinándose hacia delante.
               -No puede ser-dije yo. Reconocería esa silueta en cualquier puta parte. La había visto en cualquier postura, en cualquier circunstancia, con cualquier iluminación, como para no poder reconocerla.
               -Ladies, it’s your song, so as soon as this come on-empezó Eleanor, sonriéndole a la cámara, vestida con un top ajustado, pantalones anchos y los ojos con una sombra violeta que los hacía interminables-, you should get out on the floor, go and get your sexy on. If you know that you’re better than the new girl that he on, go ahead and thell him now “you gon’ miss me when I’m gone”-dobló la mano a modo de despedida, y antes de bajar el micrófono, terminó con un “despega”.
               Y eso fue exactamente lo que nos obligó a hacer la otra chica.
               La.
               Putísima.
               Sabrae.
               Malik.
               -Ayo, Cici-cantó Sabrae, sentada en las escaleras, con un top translúcido con una banda vaquera que impedía que se le vieran los pechos, shorts de cuero negros, Converse blancas y relucientes, y la gorra de cuero de Batman que había llevado la otra vez que cantó la canción.
               -No me jodas. No me puto jodas. No me puto jodas, joder-jadeé.
               -Let me show you how to do a singing bitch greasy. You was by Lenox, yeah, the one on Peachtree. I was with Dimietri, seen you on your Love&Hip Hop, Mendeeces. F-f-f-f-fuck-Sabrae pasó de mostrarnos su silueta a girarse, dejando que la luz cayera sobre ella e iluminara su rostro por completo. Tenía una expresión fiera en la mirada, la propia de una diosa que no va a dejar ningún superviviente allá por donde vaya- these petty niggas is a bitch moto, if I say it on wax, every bitch follow-movió la mano como dando permiso a las bailarinas para que salieran, y éstas se plantaron a lo largo de las escaleras-, if I’m sipping in the club, Myx Moscato-Sabrae se incorporó ligeramente, lo justo para balancear las caderas de una forma que…
               … oh…
               … joder…
               … me volvía loco cuando estaba dentro de ella.
               -Me falta el aire.
               -I got a big fat ass, big dicks-Sabrae se dejó caer, sentándose prácticamente sobre sus talones, y sonrió-, follow.
               Me voy a desmayar.
               Sabrae se incorporó y echó a andar hacia el público, aprovechando que la canción aceleraba. Estiró el brazo y movió el codo en un ángulo de 90 grados cuando llegó a la parte de la canción en la que Nicki (bueno, ella; la canción era de ella a partir de ahora, Nicki no podría recuperarla) decía “I do it bif, I hit them with the caps lock”. Tampoco cogió aire cuando Nicki lo hacía, haciendo una floritura al final del verso y pasando directamente al siguiente, inclinándose hacia la cámara, que estaba en un ángulo más bajo para hacerla parecer mayor y amenazante.
               Como si no fuera colosal, esta cría.
               -On Instragam, niggas tryna shade me, but your bitch at home tryna play me, I’m Nicki M Weezy F, baby. Man, fuck you and your lady-en ese momento, Eleanor se situó junto a ella, y Sabrae se apoyó en su hombro-, gun butt you, cause you shady. Now, which bitch want it?-preguntó, balanceando las caderas a un lado y a otro a cada golpe de la melodía-. Cause that bitch get it.
               Eleanor y Sabrae se miraron.
               -I gave him to you, bitch. Don’t fucking forget it-le dijo, y Sabrae se retiró a la oscuridad del escenario. Eleanor se hizo entonces con la canción, chula, poderosa y peligrosa como nunca.
               -¿Qué acaba de pasar? Me está dando algo. ¡ENFERMERA, EPIDURAL!
               Eleanor hizo el estribillo sola, pero cuando empezó con la segunda estrofa, Sabrae apareció por detrás, haciéndole los coros, bailando tras ella…
               … e incluso se agachó y empezó a mover el culo igual que las bailarinas, con una mano en alto y rebotando sobre la parte delantera de su pie.
               -Me va a matar. Me va a matar. Lo que no consiguió el puto coche, lo va a hacer ella.
               Empecé a hiperventilar. Creo que tenía las pulsaciones a tres mil. No me importaba una mierda, no obstante: si me moría viendo a Sabrae actuando, me moriría feliz.
               Eleanor pasó al puente de la canción, sola en el centro del escenario, y las bailarinas (Sabrae incluida, por supuesto, porque no dejaba nada al azar y quería quedarse viuda) empezaron a aparecer tras ella.
               -The way I put it on you got you going trippy, trippy. You wanna come for it, wishing you could get it, get it. No-o-o…-empezó Eleanor, y las bailarinas se situaron tras ella, siguiendo los movimientos que hacía-. I got you hot-se sacudieron las manos frente a ellas, algo que yo necesitaba urgentemente, pues estaba sudando a chorro-, make you stop-mostraron la palma de la mano a cámara, y en la de Sabrae se podía leer claramente “voy a matar a mi novio”-, make you stop, when you see me, see me. You got your hand out, talking bout “gimme, gimme”-doblaron las manos, pidiendo algo que no había manera de negarles.
               Eleanor terminó su parte, y entonces Sabrae, saliendo de detrás de ella, cantó su último verso.
               -Ladies this your song, so as soon as this come on-cantaron juntas, y luego Eleanor la dejó sola-, say “fuck these petty niggas”-Sabrae levantó el dedo corazón por encima de ella-,if these niggas did you wrong. If he got a new bitch, then tell that bitch “meet you outside”, and pop her like a molly tell them bitches recognize.
               -I’m out.
               -Grinning-respondió Sabrae, bajándose el micro un momento, aún con su expresión de dura.
               -I’m out.
               -I’m winning, the end and the beginning. I send them on an erran then I son them like my children-todo su cuerpo vibró al ritmo de la música-, you couldn’t get a fan if it was hanging from the ceiling.
               -I’m out-entonaron ella y Eleanor, apoyándose la una en la otra, mirando a cámara como si nadie en el mundo las mereciera.
               Lo cual, la verdad, era cierto.
               Entonces, el mundo se vino literalmente abajo. Todo el público se puso en pie, nosotros nos volvimos locos (yo el que más), nos pusimos a chillar (yo el que más), a silbar (yo el que más), a aplaudir (yo el que más, y eso que los demás tenían dos manos y yo sólo una), hasta el punto de que las enfermeras vinieron a reñirnos.
               -¡Esto es un hospital, no una sala de fiestas!
               -Metedme la eutanasia si queréis que esté callado-repliqué-. Pero luego. Primero, tengo que comerle el coño a mi novia.
               -¡Bueno, bueno, bueno!-celebró Robert, saliendo de entre bambalinas-. ¡Menudo espectáculo! ¡Felicidades, chicas! Poneos en la marca, por favor. Eh… ¿quién quiere empezar? ¿Alguien ha conseguido reponerse ya de lo que acaba de Sabrae?
               -No he estado así de cachondo en toda mi vida-jadeé, terminándome una botella de agua y pasando inmediatamente a la siguiente-. Qué hambre de coño tengo, Dios mío. Me voy a morir de inanición, a este paso.
               -Alec, o te controlas o apagamos la tele.
               -Como apagues la tele, te piso la cabeza, Beyoncé.
               -Nicki, ¿haces los honores?
               -Tengo que decir…-Nicki puso las manos sobre la mesa-, que ha sido la mejor actuación que he visto en toda mi vida. Lo habéis hecho mejor que Ciara y yo. Bueno, antes que nada… Eleanor-miró a la mayor de las dos chicas-. Un punto positivo para ti por no haber dicho en ningún momento nigga, sino dickhead. Me recuerda a alguien con quien tuve el honor de compartir escenario una vez-sonrió-, y hacía exactamente lo mismo que tú. Creo que aún no habías nacido-se giró al público y preguntó-. ¿Eri?
               Se escucharon gritos ininteligibles, y Nicki se rió.
               -Sí, eso me parecía, que tú tampoco lo habías dicho. Se nota que es hija tuya. Te han educado bien. Bueno, la ejecución perfecta, la coreografía de diez… para mí, habéis interpretado a la perfección a la canción. Me ha gustado ese punto chulo que le habéis dado, y me gustaría verte más en este repertorio. Está bien que tengas una voz dulce, pero de vez en cuando, si sacas este punto de cabrona que tienes, creo que te irá mucho mejor. Tus fans lo agradecerán. Y ahora… Jesy, di lo que tengas que decir antes de que le preguntemos a esta chica-señaló a Sabrae-, de quién es hija. Como si no se le notara ya-rió, bajando su micrófono.
               -¿Cómo te llamas, corazón?-preguntó Gaga, posiblemente la única de las tres que no había tenido contacto con nadie que tuviera relación con Sabrae.
               -Sabrae-respondió Sabrae con timidez. ¡Nena! ¡Este mundo te pertenece! ¡Si estamos viviendo en él, es porque nos has dado permiso! La cabeza bien alta.
               -¿Sabrae qué?
               -Malik-sonrió, señalando a Scott-. Scott es mi hermano.
               -Y Zayn, tu padre-Gaga se giró-. ¡Zayn, basta ya de tener hijos! ¡Algunos queremos vivir de la música también, ¿sabes?!
               -Gaga, si tú tuvieras una mujer como la que tengo yo, no pararías de tener descendencia, te lo puedo asegurar-se burló Zayn. Pasaron entonces a Jesy, temiendo una valoración que no se atrevió a darle, pues Sabrae no se la merecía. Había estado perfecta, y así se lo dijo:
               -Ha sido bestial. A la siguiente edición, vienes. Y pasas derechita a la final.
               -¿Es en serio?-preguntó Sabrae, ilusionada, y Jesy le sonrió.
               -Es muy en serio.
               -Cómo no va a ser en serio si eres la persona más ICÓNICA del universo-jadeé, negando con la cabeza. Las chicas se fueron entonces, enfocaron a Sabrae abrazándose con su hermano, y los del programa nos dieron un respiro pasando al payaso con el que Eleanor le estaba dando celos a Scott, que se encargó de dejarlo en la mierda asegurándose de que las cámaras lo pillaran jugando al Candy Crush.
               Scott y Tommy fueron los últimos en cantar en los dúos, haciendo una interpretación de Hall of fame que nos puso los pelos de punta. Tommy se encargó de las notas altas, algo que ni de coña habría hecho al empezar el programa,  de tanto había crecido su confianza en sí mismo desde que había hecho la actuación anterior (Scott nos contaría más adelante que no había parado de mirar las reseñas que habían hecho de su actuación, ya que no se creía que fueran todas positivas –porque Tommy es tonto-). Después de que Tommy y Scott se picaran, con Tommy incluso llegando a avisar de que era el cumpleaños de Scott, llegó la actuación que les habían encomendado a las chicas después de la interpretación de la semana anterior de otra banda femenina.
               -Dios mío, yo no llego vivo a mañana-jadeé cuando se escuchó el ruido de unas motos en la televisión, y cuatro siluetas se iluminaron en el escenario al ritmo del instrumento que empezaba la canción más poderosa de Little Mix: Power.
               Sin embargo, cuando se acercó el momento de cantar, en lugar de iluminarse las figuras, un par de focos se encendieron sobre la primera fila del público, en la que estaban sentadas Layla, Eleanor, Diana… y Sabrae.
               No en ese orden. Ojalá fuera en ese orden, para así poder haberlas visto a todas, pero Sabrae estaba entre Eleanor y Diana, como impidiendo que sus energías chocaran a base de absorber las de ambas.
               -Hold up, no, you didn’t bow, bow…-empezó Diana y las otras tres se incorporaron hasta quedar arrodilladas en el suelo, esperando el siguiente verso de Diana-, I ain’t the chick to walk behind you around town-se levantaron y extendieron el brazo hasta la compañera que tenían a la izquierda, dejando a Diana con el micrófono-, just cause you’re packing, packing, whoop, down south, that don’t mean I’m ever gonna take it lying down, baby, oh.
               -Ay, Dios-gemí. Si estaban ordenadas, eso significaba que la siguiente era Sabrae. Efectivamente, se llevó el micro a la boca, y junto con Eleanor, comenzaron a decir que eran máquinas cuando lo hacían, mientras las cuatro enfilaban hacia el escenario, al ritmo del ejército más letal que el mundo hubiera visto nunca.
               Eleanor se ocupó de la parte de Jade, y pronto, las chicas estaban bailando, Sabrae con los rizos negros flotando a su alrededor como un halo.
               -Hold up!-gritaron Layla, Diana y Eleanor, y Sabrae sonrió.
               -My turn-se llevó una mano al pecho y sonrió-, I make this look easy, tick tick boom-agitó las caderas y se apartó el pelo con un movimiento de la cabeza-, like gasoliney, yeah they call me Lamborguini cause I know just what I’m worth-volvió a agacharse-,z-z-z-ero to a hundred, b-b-body make em stutter-se pasó una mano por el vientre y subió, acariciándose por encima de ese body de cuero azul lavanda que le habían puesto y que esperaba que le dejaran llevarse, porque necesitaba quitárselo a mordiscos-, star my engine, push the button, cause I’m gon be coming first-guiñó el ojo y se retiró, dejando el sitio a Layla, que se ocupó de su parte con ferocidad.
               Las cuatro volvieron a bailar completamente sincronizadas, dejando que los bailarines que las acompañaban se aprovecharan de los efectos ópticos para que pareciera que se estaban multiplicando, agitando las melenas sueltas y disfrutando como nunca de un poder que nunca tendrían separadas.
               -Motorbike, motorbike, bike, bike, bike, bike, bike, bike bike… whoop-sonrió Sabrae, girando sobre sí misma al final del verso y juntándose con sus compañeras.
               Repitió la operación al final de la canción, con Eleanor, Diana y Layla latiendo como corazones a su lado, y dando una patada justo al final, cuando se apagaron las luces.
               Fue.
               Una.
               Puta.
               Pasada.
               Sinceramente, me sorprendió sobrevivir.
               No pude sacarme de la cabeza Sabrae usando ese body que le hacía las piernas mucho más largas de lo que las tenía, con unas botas que le llegaban hasta las rodillas, segura de sí misma y confiada en lo que hacía como no la había visto nunca antes en mi vida. Apenas pude prestar toda mi atención al resto del programa, ya que a pesar de que Eleanor se marcó un numerazo, yo no podía dejar de ver a Sabrae ante mí, sonriendo, guiñándome el ojo, cantando que le encantaba follar o que iba a ser la primera en correrse. Tenía la boca seca, y demasiadas cosas en la cabeza, como para ser capaz de procesar bien que Scott hizo lo que nunca pensamos que haría: cantar una canción de Zayn, Like I would, para recuperar a su chica.
               -Hoy Scott folla-dije al final de su actuación, y todos me miraron.
               -¿Tú crees?
               -Sí. No sé con quién, aún, pero hoy Scott folla.
               Claro que quedó bastante claro cuando Eleanor salió tras él y se puso a cantar Into you, con un regalo que le había hecho en el fin de semana que pasaron juntos, cuando me convirtieron en la primera persona partícipe de su historia de amor.
               El programa se terminó en una noche espectacular, demasiado pronto de lo que me gustaría a pesar de que era madrugada. Taraji fue la primera en irse, agradeciendo que la hubiéramos acogido como si fuera una más (Tam respiró tranquila cuando la vio salir de la habitación), y los chicos se quedaron un poco más conmigo, hasta que yo les insté a marcharse, pues mañana tenían clase.
               Jordan les pidió a los demás que nos dejaran solos, y cuando hubo comprobado que nadie podía escucharlo, se giró y me dijo:
               -Quiero irme a Nueva York. Ahora mismo.
               -Ahora no hay vuelos.
               -Tú ya me entiendes.
               Me reí.
               -Lo de Scott te ha inspirado, ¿eh?
               -Nunca le habíamos escuchado cantar a Zayn en solitario. Jamás. Lo más que hacía era hacerlo con la banda, y porque no se lucía todo lo que puede. ¿Por qué crees que lo ha hecho?
               -Porque era la única manera que tenía de recuperar a Eleanor.
               -¿Y crees que lo ha conseguido?
               -Jordan-me eché a reír-, literalmente ha conseguido que Eleanor se case con él esta noche.
               -Eso me parecía. Y creo que eso es lo que tengo que hacer yo. Dar un salto de fe. Y si me hostio, pues…
               -Ahí estaremos nosotros para recogerte, igual que recogimos a Scott la primera vez-sonreí, acariciándole el hombro. Jordan me devolvió la sonrisa.
               -¿Seguro que quieres quedarte solo?
               -Sabrae llegará en cualquier momento, y a pesar de lo que habéis visto esta noche, es bastante tímida. No le gusta que le lama el clítoris con público.
               -Vale, vale, alguien va a triunfar esta noche aparte de Scott-se rió Jor-. Captado. Mañana hablamos, ¿vale?
               -Hasta mañana, Jor. Y, eh. Tienes todo mi apoyo, hagas lo que hagas, hermano.
               -Gracias, hermano-sonrió él, dejándome solo en la inmensidad de mi habitación, en la que reinaba un silencio atronador.
               Sabrae tardó una eternidad en llegar, pero incluso cuando la eternidad excede con creces el tiempo de que dispones, no te importa esperar con tal de ver al amor de tu vida. Así que yo esperé, y esperé, y esperé, hasta que escuché el timbre del ascensor indicando que acababa de llegar a la planta. Oyendo sus pasos tranquilos, intentando ser sigilosos, se me aceleró el corazón. No podía creerme que la diva de la tele fuera la diosa de mi vida, pero cuando la vi por la ventana, me di cuenta de que, si había una criatura así de espectacular en el mundo, por fuerza tenía que ser Sabrae.
               -Hol-empezó, y se quedó paralizada al verme-. ¿Qué te ha pasado?-inquirió alarmada, y yo parpadeé.
               -Oh, ¿esto?-pregunté, señalando el collarín que les había pedido a las enfermeras-. Nada, no te preocupes, mi amor. Es preventivo. Se lo he pedido a las enfermeras.
               -¿Por qué? ¿Te duele algo?
               -No, pero lo hará, porque te vas a sentar en mi cara para que te coma el coño tan fuerte que me vas a dislocar las cervicales-expliqué, y Sabrae parpadeó, digiriendo lo que le acababa de decir…, y, después, mi canción preferida otra vez.
               Con esa adorable risita suya, se acercó a mí al trote.
               -Entonces, ¿te ha gustado?-preguntó, y yo torcí la boca.
               -¿El qué? ¿El programa? Perdona, bombón, pero al final no lo hemos visto, es que había un especial muy interesante de Jara y Sedal…-Sabrae estalló en sonoras carcajadas, y yo sonreí-. No, pero ahora en serio. ¡Has estado genial! Dios, me apetece comerte el coño violentamente, te lo juro. O sea, no comértelo de forma violenta, ya sabes que yo soy cuidadoso con esa parte de tu anatomía, me refiero a que lo deseo violentamente.
               -Entiendo-respondió, aún entre risas.
               -Incluso me he hecho un Tumblr para rebloguear como loco los gifs que han hecho de ti. Eres tendencia, bombón, ¿lo sabías?
               -¿Qué usuario te has puesto? ¿Sabrae Malik es mi novia?-ironizó, sacándome la lengua.
               -Mi puta novia, chavala.
               -Vaya, gracias por la parte que me toca.
               -No te estoy llamando puta; digo que eres mi puta novia. Hay una diferencia. Pero, si te parece mal, lo cambio. ¿Quieres que lo cambie?
               -Claro que no, bobo-contestó, y por fin, me besó. Joder. Me dio un subidón increíble, como si estuviera flotando. ¿Así se sentía Sher cuando se besaba con Zayn? No me extrañaba que no pudiera vivir sin él.
               -Sabrae-gimoteé entre sus labios, todavía besándonos. Ella exhaló un gemido.
               -Mm.
               -Quiero que me firmes el escote.
               Se descojonó en mi cara.
               -Eso tiene gracia en las chicas, Al, no en los chicos.
               -Ya, pero yo no te lo puedo firmar a ti. No soy nadie.
               -Sí que eres alguien-ronroneó, volviendo a juntar sus labios a los míos.
               -¿Y en la cara?-ni corta ni perezosa, me dio un lametón, a lo que yo respondí con un gritito de emoción-. Mm. Qué guay. Babas de famosa.
               -Eres insoportable-respondió, subiéndose a la cama y sentándose sobre mí. Le pasé las manos por la espalda automáticamente, pegándola a mí para sentir sus curvas. Sabrae jadeó en mi boca, y yo hice lo propio: mis pulsaciones se dispararon, pero a ninguno de los dos nos importó-. Deberíamos parar.
               -Sí, deberíamos-jadeé.
               -Pero no quiero.
               -Estoy de acuerdo.
               -Tengo un subidón…
               -No me extraña. Has estado genial-respondí.
               -La noche ha sido genial, pero, ¿sabes cómo podríamos mejorarla?-dijo, pegando la frente a la mía y mirándome a los ojos. Jadeó en mi respiración, y yo me mareé con su esencia. Borracho de ella, asentí con la cabeza, y sin importarme ya nada más que su cuerpo sobre el mío, empecé a pelearme con los botones de su chaqueta, que aún no se había abierto, de una forma en la que esperaba que no le sucediera a Jordan. Era muy de principiante atolondrarse de esa manera.
               -Venga, nena, vamos a darle uso al collarín.
               Se rió de nuevo, relamiéndose los labios.
               -Demasiadas emociones para mi pobre novio convaleciente, quizá deberíamos…
               -No se te ocurra terminar la frase. Tu novio no se va a mejorar. Es mejor rematarlo.
               Le mordisqueé el labio inferior y ella me acarició el pelo.
               -Ha sido una de las mejores noches de mi vida, Al-ronroneó mientras yo le besaba el cuello, directo hacia sus clavículas para, después, zambullirme en sus pechos-, pero, a la vez, me siento mal precisamente por eso.
               -¿Por qué?-me puse en alerta de inmediato, separándome de ella como si quemara.
               -Porque tú estás aquí, y yo estaba allí…
               -Te mereces brillar. Te mereces esto, nena. Te merecías que te hicieran todo lo que te hicieron. Que corearan tu nombre, que te aplaudieran, que te jalearan… llevas demasiado tiempo siendo la secundaria en tu vida. ¿Cuánto hace que no haces algo porque te apetece, y no porque crees que lo necesito?
               -A mí no me importa hacer cosas que tú necesites.
               -Ya, pero bueno, creo que necesitas recuperar ese protagonismo. Recuperar las riendas de tu historia.
               -Mi historia es tuya. No la quiero sin ti. Es nuestra-me acarició el pelo y se mordisqueó el delicioso labio. Automáticamente, me relamí los míos, sintiéndolos secos, ásperos y solitarios-. Igual que tus heridas-continuó-. También son nuestras.
               Me puso una mano en el pecho y me acarició suavemente justo en el lugar en el que me habían aplicado el desfibrilador. Ya hacía tiempo que las quemaduras se habían desvanecido, e incluso si las tuviera aún, no se verían por culpa de las vendas, pero daba lo mismo: era como si las tuviera pintadas con amarillo neón sobre los vendajes para Sabrae. Como si aún le escocieran en sus propias costillas.
               -Y tienes que dejar que te las curen. Si no es por ti, por mí. Porque a mí también me duelen.
               -Me porto todo lo bien que puedo. De hecho, tengo buenas noticias: me han dicho que, si todo va bien, en unos días podré usar vendaje compresivo nada más.
               -Sabes a qué heridas me refiero, Al.
               -Estoy haciendo todo lo que puedo.
               -Eso no es verdad, cariño.
               -¿Podemos, por favor, no hablar de la puta psicóloga una noche? Sólo una noche. Por favor. No quiero estropearla, todo ha sido tan bestial que…
               -Yo he sentido lo mismo que sientes tú hoy.
               -¿Qué? Pero si has estado espectacular, nena, ¿qué dices? Lo has hecho genial, te lo ha dicho todo el mundo, te…
               -Lo sé. Lo sé. Y me ha encantado. Todo ha sido perfecto, excepto porque tú no estabas ahí, pero… ahora sé por lo que estás pasando, Al-se le llenaron los ojos de lágrimas-. Ahora sé qué es escuchar miles y miles de voces gritándote a la vez. Y a mí me ha encantado porque me decían que era increíble, pero tú las escuchas todo el rato diciéndote que no mereces nada. Y lo odio. Y lo peor es que… dejas que te lo digan. No nos dejas intentar callarlas.
               Me quedé callado, porque la verdad es que tenía razón. Incluso ahora, con ella conmigo y su efecto calmante inundando mis venas, escuchaba el ruido de fondo de todo lo que detestaba de mí mismo repitiéndose en bucle como un disco rayado.
               -Es que es muy jodido, Sabrae. Es muy jodido abrirte con alguien que está en tu contra.
               -No está en tu contra. No te conoce. Y no lo hará nunca si te niegas a hablar con ella.
               -Es la pescadilla que se muerde la cola.
               -Alec, sé que no es fácil, pero me has visto brillar. Y si lo he hecho, es porque había miles y miles de personas diciéndome que podía hacer cualquier cosa. Tú te mereces escuchar lo mismo que yo esta noche. ¿No quieres brillar?
               -Estoy bien como estoy.
               -¿No quieres que yo te vea brillar?-me preguntó, lo cual me desarmó totalmente. Me miró a los ojos, navegó en ellos, y terminó haciéndome suspirar a base de tocar todas las fibras sensibles de mi cuerpo. Asentí despacio con la cabeza, y ella me sonrió, cansada.
               -Pero no es fácil.
               -Nada es fácil. No, si merece la pena realmente. Yo sólo quiero que te des esa oportunidad. Sólo una vez. Con una vez, será suficiente.
               -¿Has pensado todo esto por el puto público?
               -No. He pensado todo esto porque he visto a Eleanor y Scott reconciliarse. Están juntos otra vez-me reveló-. Y no hay nada que me gustaría más que verte mirarme como mi hermano la mira a ella.
               -Yo ya te quiero más de lo que Scott quiere a Eleanor-protesté, y Sabrae sonrió.
               -Y eso que sólo lo haces con un pedacito ínfimo de tu ser-me besó bajo la mandíbula y se acurrucó a mi lado, abrazándome el pecho e inhalando mi aroma.
               -¿Estás triste?
               -No. Estoy contigo.
               -¿Y es suficiente?
               -Claro. Siempre.
               -Con mi pedacito ínfimo, digo.
               -Claro. Siempre-repitió, mirándome desde abajo-. Pero entiéndeme, Al. Incluso demasiado de ti, no es suficiente. Te quiero a ti, y a tu potencial. No sólo al hombre que ya eres, sino al dios en el que puedes convertirte. Quiero verte convertirte en ese dios algún día. Y disfrutar de él, aunque sea sólo una vez. Ya encontraré la manera después de impedir que vuelvas a estar así.
               Suspiré, le rodeé al cabeza y le di un beso en el cuero cabelludo, pensando que si había un día en el que pudieran cambiarse las tornas, sería éste. Jordan iba a echarse novia, Scott había recuperado a la suya, y Sabrae había conseguido eclipsar a la estrella del concurso en tan solo dos actuaciones. Todo habían sido saltos de fe, y todos habían salido bien.
               Yo era un cabrón con suerte. Había conseguido a Sabrae. Así que no había motivo por el que mi salto de fe fuera a convertirse en un hostión, en lugar de un vuelo.
              


 
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2 comentarios:

  1. VIVAN LOS CAPÍTULOS LARGOS. Jo, me ha encantado el capítulo en serio. Comento por partes como siempreeee
    - Me encanta la amistad de Jordan y Alec, echaba de menos verles así :'))
    - Yo lo siento muchísimo pero no soporto a Zoe, me parece una gilipollas y creo que no se merece a Jordan.
    - QUE ALEC HA HECHO UN PUTO POWERPOINT, ES QUE ME MEO TE LO JURO, ES UN PAYASO
    - “Después de a ver descubierto lo que era dormir con ella, me sorprendía poder soñar estando solo, incluso cuando nos reuníamos en mis sueños” // “¿Cómo había podido tener tanta suerte como para conseguirla? ¿Y cómo alguien tan pequeño podía generar sentimientos tan grandes? ¿Cómo podía un cuerpo limitado como el mío sentir un amor así de infinito?” Simplemente basta, ¡¿CÓMO LA VA A QUERER TANTISIMO?!
    - Con Mimi y Alec soy todo corazones, me ha encantado la conversación que han tenido aunque no se si debería fiarme de Trey :// Jo, es que ADORO a Mimi y su spinoff me hace muchísima ilusión.
    - Awwww, el paquete era el regalo de Sabrae. Alec poniéndose a mirar los ingredientes del maquillaje me meo es que es el mejor, encima aliándose con Amoke y con Sasha.
    - “¿Creías que los Whitelaw tenemos un cupo de polvos semanales que cumplir sí o sí?” JAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJJAJ lo dicho, es un payaso
    - Todos me representan cuando Tommy y Scott cantan la verdad
    - La reacción de Alec al ver a Sabrae cantando >>>>>>>>>>>>>>>
    - Bua no me acordaba de que Jesy adoró a Sabrae aunque odiara a Scott, FAN
    - Por favor por favor por favor que Alec empiece a poner de su parte con la psicóloga
    Me ha gustado muchísimo el capítulo, tenía muchas ganas de ver la reacción de Alec al ver a Sabrae y estoy EMOCIONADISIMA por ver el cumple de Sabrae.
    Pd. Ni confirmo ni desmiento que después de terminar este capítulo me releí el de la reconciliación de Sceleanor.

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  2. BUENO ESTOY CHILLANDO. PEOR CHILLANDO FORTÍSIMO.
    Primero, estoy mal con Jordan y Alec y lo bonitos que son cuando estan en plan de amigos y no puedo mas con Alec haciéndolo un puto PowerPoint QUIÉN HACE ESO TIO? ES QUE ES IMPOSIBLE NO QUERERLO JODER. ME DUELE LA PATATINA MUCHÍSIMO.

    LUEGO, Casi me muro de la risa con Alec narrando todo y me he puesto las canciones mientras leía esa parte del capítulo y he tenido un dejavu heavy de cuando leía los capítulos de cts de cuando estaban en el concurso y me ha dado la nostalgia. Yo superando? Para nada.

    Por último me muero de puta ilusión que por fin este cabezon se vaya a animar a dar el paso porque no sólo debe, se lo merece sobre todo. Estoy deseando leer los siguientes joder.

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