sábado, 23 de enero de 2021

Piscis.

De nuevo, en este capítulo va a haber importantes diferencias entre lo que pasó en Chasing the stars y lo que voy a describir aquí, así que te pido paciencia y comprensión. Han pasado más de tres años desde que escribí el capítulo Slay su, King T!, en el que se cuentan muchas cosas de las que aquí aparecen, y aunque Sabrae es el spinoff y por tanto debería ser completamente fiel a la historia original, bueno… notarás que un par de cositas son ligeramente distintas. ¡Espero que te gusten de todos modos!
Y, por cierto, en el anterior capítulo se me olvidó poner un pequeño mensaje como éste anunciando que la historia que se cuenta resumida es un proyecto que ya anuncié en 2018, cuyo primer párrafo puedes leer entrando en este enlace. Sé que no es mucho, pero visto lo mucho que os gustó la historia de Annie y Dylan, creo que disfrutaréis con ese primer parrafito.
Dicho lo cual, no te molesto más, ¡disfruta del capítulo!

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-Gracias por venir tan rápido-jadeó una llorosa Eleanor, cuyo rímel a prueba de lágrimas estaba encontrando serias dificultades para mantener su promesa de un maquillaje perfecto sin importar las emociones que desbordaran a su dueña, antes incluso de permitir que terminara de bajarme del coche-. Sé que te tomas muy en serio tus clases, y que seguramente estés de exámenes, pero de verdad que no te habría llamado si esto no fuera una… emergencia-a Eleanor se le quebró la voz de nuevo, considerando unas circunstancias de las que aún no me había puesto al corriente.
               Me había llamado en mitad de una clase, insistiendo tanto que incluso mi teléfono se había visto obligado a acceder a que yo cogiera la llamada, saltándose así las restricciones del modo “no molestar”. Estaba segura de que Eleanor sabía que apagaba todas las notificaciones, y procuraba mantenerme bien apartada del teléfono y no cogerlo más que para emergencias (aunque el concepto de “emergencia” se hubiera flexibilizado mucho a raíz de mi relación con Alec, hasta el punto de que cualquier mensaje suyo adquiría la máxima prioridad para mí), de modo que cuando mi teléfono empezó a vibrar en mi estuche, una pesada bola de cañón tiró de la boca de mi estómago hasta anclármela en la silla. Porque, fuera lo que fuera que hubiera pasado, no podía ser bueno.
               Me sentía un poco mezquina ahora que lo pensaba con más frialdad, pero ver el nombre de Eleanor en lugar del de Alec (o el de Annie) en mi móvil me había causado un alivio arrollador. Fuera lo que fuera lo que hubiera sucedido y que Eleanor no pudiera esperar a contarme, no sería, ni de lejos, tan mala noticia como las que me habían dado también en el instituto, hacía ya dos semanas.
               Claro que Eleanor, de nuevo, no insistiría si no fuera un asunto de vital importancia.
               -Sabrae-me recriminó Louis, a quien había interrumpido en plena explicación de las corrientes musicales del siglo XVIII, de la que la reina Victoria había sido mecenas. Puso los ojos en blanco cuando levanté la mirada en un gesto de disculpa; estaba segura de que, si le decía que era su hija la que estaba al otro lado de la línea, no se molestaría tanto conmigo.
               Pero ni yo era tan mezquina ni él arriesgaría tanto su imparcialidad; bastante se había discutido sobre la posibilidad de que él fuera mi profesor de Música por las conexiones que tenía con mi familia (eso de que su mujer hubiera sido mi primera nodriza no hablaba mucho en favor de su objetividad), pero al final, los deseos de mi padre habían conseguido imponerse gracias, en parte, a que nadie dudaba de la exigencia que recaería sobre mí, tanto por parte de Louis como por parte mía. Especialmente, por parte mía.
               -Mi hija necesita tener al mejor profesor de Música del instituto para poder ser una artistaza de los pies a la cabeza-había comentado papá en una de las comidas semanales-que-ocurrían-más-de-una-vez-a-la-semana en que las dos familias se reunían, reclinándose en la silla y sonriendo con chulería.
               -Oh, Z, no recuerdo cuándo fue la última vez que me dijiste algo tan bonito-había comentado Louis, llevándose la mano al corazón.
               -Nunca, probablemente-acusó Eri con una sonrisa.
               -Es una lástima que sólo estés disponible tú-le había escupido papá a Louis, y los dos se habían enzarzado en una pelea de mentira en la que los tortazos habían sido, quizá, un poco demasiado reales.
                -Lo siento, tengo que cogerlo-farfullé, incorporándome y saliendo como un resorte de la clase, con absolutamente todos los ojos puestos en mí. Si no fuera tan buena con todo el mundo, todo mi curso, y seguramente también todo el instituto, me detestaría. Pero, como podían ver que me merecía cada trato de favor que se me concedía, nadie podía protestar-. ¿Sí?-respondí, ya en el pasillo, y Eleanor empezó a chillar al otro lado de la línea-. ¡Eleanor! ¡Tranquilízate! Trata de calmarte, ¡no te entiendo nada!
               Cuando Eleanor consiguió bajar un poco el volumen y yo me acerqué el auricular a la oreja sin temer por mi audición, me di cuenta de que hablaba con demasiadas as y os como para estar usando un idioma que yo pudiera entender.
               -¡Eleanor, estás hablando en español!-le grité en susurros, apretando los dientes y alejándome de la puerta y de los oídos indiscretos que había tras ella. Eso empezó a ponerme todo lo nerviosa que había dejado de estarlo al ver que el problema no tenía relación con Alec.
               Porque no podía tener relación con Alec, ¿verdad? Mimi estaba en clase. Y él había empezado con la psicóloga el domingo mismo. Me había echado una bronca increíble cuando llegué por fin a visitarlo, retrasando mi llegada a sabiendas de que estaría en terapia, recriminándome que le había hecho una encerrona, que no iba a echarse atrás, que le parecía fatal que recurriera a trucos tan sucios, que ya era mayorcito para cuidarse… cuando me había cansado de que me chillara sin motivo, me había levantado la camiseta y le había enseñado el sujetador, a lo que había reaccionado con un sonriente “te perdono”.
               No había vuelto a entrar en esa espiral de autodestrucción en la que se había sumido la semana anterior, ¿verdad? Y, de ser así, ¿no me llamaría Mimi directamente? ¿Por qué acudir a Eleanor, si ya tenía mi número?
               -¡Lo siento, siento de veras! ¡Es un desastre, un completo desastre, yo… me van a echar del programa, Sabrae!-jadeó-. ¡Necesito que vengas, o me echarán del programa! ¡Ha ocurrido algo terrible y necesito una nueva acompañante, y tú eres la única que está a la altura!
               No había necesitado más explicaciones. Ella era una Tomlinson. Yo era una Malik. La simbiosis que habíamos establecido desde que nos habíamos conocido, hacía casi quince años, trascendía nuestras propias existencias. Incluso cuando no éramos más que vagas ideas, incluso cuando yo no había nacido aún y por lo tanto no estaba atada por mis lazos familiares, incluso cuando Eleanor no era más que un guisante en el vientre de su madre, ese hilo ya nos conectaba.
               Llevaba haciéndolo desde el 23 de julio de 2010. Y puede que hubiera tenido un principio, pero no tendría un final.
               Así que había entrado corriendo en clase, había espetado atropelladamente que tenía que marcharme, y había salido literalmente corriendo en dirección a la puerta de mi instituto. El único obstáculo me lo había encontrado precisamente en el vestíbulo, cuando me di de bruces con papá, que se me quedó mirando como si se me hubiera ido la cabeza. Por un momento, incluso se puso pálido: el recuerdo de yo tratando de saltar por la ventana era aún demasiado reciente como para esperar otra reacción.
               No obstante, se recompuso enseguida.
               -¿Adónde se supone que vas a todo correr? ¿Llegas tarde a algún sitio?
               -¡Luego te lo explico, papá!
               -¡De eso nada, señorita! ¡Tienes clase! ¿De verdad te han dejado salir?
               -Estaba con Louis.
               Una sonrisa oscura y canalla retorció la boca de papá.
               -Ah, bueno. Entonces, no me extraña que los alumnos salgáis literalmente corriendo. ¡Sabrae!-tronó cuando le rodeé con rapidez y me dirigí hacia la puerta de cristal-. ¡Tú no te vas a ningún lado! ¡Necesitas un permiso de tus padres y del jefe de estudios para salir en horario escolar!
               -Papá, ¡eres el jefe de estudios!-le grité, histérica. De verdad que no tenía tiempo para aquello. Incluso di un brinco de puros nervios. Papá abrió la boca en una pequeña O, hizo un arco con las cejas, y se llevó una mano a la mandíbula, meditando sus opciones antes de responder:
               -Ya, bueno, vale, ¿y la autorización de tus padres?
               Parpadeé.
               -¿Es que voy a tener que pasearme por ahí con una copia del certificado de adopción para demostrarte que mi padre eres tú?
               -Ahora soy el jefe de estudios, Sabrae-me echó en cara con tono de listillo, como si no se le hubiera olvidado hasta hacía dos segundos-. Soy el responsable del alumnado, y por lo tanto es la mía la cabeza que tu madre servirá en bandeja si a alguien le pasa algo. La hemos contratado como abogada del instituto, ¿lo sabías?
               -Todo queda en casa, ¿no?
               -Tu madre es una abogada cojonuda.
               -Y no lo dudo, pero realmente tengo que irme. Ya discutiremos esto más tarde, papi.
               -¿Cómo que más tarde? ¿A qué hora vas a volver?
               -No lo sé-grité por encima del hombro.
               -¿CÓMO QUE NO LO SABES? ¡SABRAE! ¡VUELVE AQUÍ INMEDIATAMENTE! ¿CÓMO ESPERAS QUE VAYA A COMER EN CASA SIN SABER ADÓNDE HAS IDO? ¿QUIERES QUE TU MADRE ME MATE?
               -¡Voy a ver a Eleanor! Me necesita-respondí a gritos, subiéndome de un brinco al coche negro que se detuvo derrapando justo enfrente de la valla del instituto. Papá parpadeó.
               -Inesperado-dijo en voz alta, y luego continuó despotricando-. Primero a Alec, luego a Eleanor. Siempre a gente de fuera, ¿correrías tanto por mí?
               -Claro que sí, papi. ¡Eres el mejor!
               -¡No me piropees, señorita! ¡Estoy muy cabreado contigo!
               -Pero me vas a dejar ir, ¿verdad?
               -¿Qué remedio me queda?
               -¡Te quiero, papi!
               Papá puso los ojos en blanco.
               -¡Guapo!
               Intentó no sonreír.
               -¡Poderoso!
               Empecé a tirarle besos y él bufó para no sonreírme.
               -¡Mejor voz de su generación!
               -Tira, niña, antes de que me arrepienta-instó, y el coche arrancó con un rugido del motor, obligándome a gritar a pleno pulmón, con medio cuerpo sacado por la ventanilla:
               -¡REEEEEEEEYYYYYYY!
               -¡ABRÓCHATE EL CINTURÓN!
               Sí, el viaje había sido un bamboleo de emociones, pero nada comparado con lo que la tarde, con la consiguiente noche, me tenían preparado. El chófer que había venido a por mí en un coche que bien podía estar blindado, y que no tenía nada que envidiarles a los vehículos en los que mi padre y Louis se desplazaban cuando querían salir de fiesta en pleno apogeo de su fama, era tan hermético como la máquina que conducía: se limitó a encogerse de hombros para mandarme callar cuando le repetí por quinta vez qué era lo que había pasado y que requería mi presencia de un modo tan urgente.
               No podía imaginarme nada que pusiera a Eleanor tan nerviosa como para ponerse a gritarme en español. Me constaba la última vez que Eleanor había perdido tanto los papeles que ni siquiera  se había dado cuenta de que había elegido el idioma materno que no era dominante en el país en que se encontraba, a pesar de que había tenido la suerte de no ser la destinataria de aquellos gritos sin sentido.
               Lo que sí había sufrido eran sus consecuencias.
               De modo que estaba completamente perdida cuando por fin llegué a los estudios en los que mi hermano, Eleanor y Tommy ahora hacían toda su vida, e incluso puede que consideraran casa en secreto, demasiado avergonzados de haber convertido un edificio así en su hogar. Y ver a Eleanor tan alterada en persona, más nerviosa incluso que por teléfono, no sirvió más que para hacer que se me pusieran más los pelos de punta. Haciendo un tremendo esfuerzo por no perder los estribos, cogí a Eleanor de la mano y la miré a los ojos.
               -No tienes por qué dármelas. Somos familia, ¿recuerdas?-le sonreí con timidez, como si el tiempo que habíamos pasado separadas fuera suficiente para hacer mella en nosotras. De pequeña, había tenido un concepto de familia muy diferente al del resto de niños de mi edad: el hecho de tener dos padres oficiales y dos de sustitución, un hermano completo y dos a medias, hacía que las familias con una estructura más convencional me parecieran cojas. Les faltaba algo: los Tomlinson.
               Eleanor sorbió por la nariz, perdiéndose en mi mirada como hacía cuando éramos niñas (aunque, normalmente, era ella la que me tranquilizaba a mí y no al revés), y tras un largo jadeo en el que luchó por conseguir aire, finalmente asintió despacio con la cabeza.
               -Sí, sí que lo somos-concedió, y yo supe que sus reticencias se debían a lo mismo que nos había unido más que nunca: Scott. De nuevo, sentí ese pequeño puñal rasgando mi interior, recordándome la lucha titánica que se llevaba desarrollando en una esquina de mi alma desde que Scott había dejado de ser perfecto a mis ojos. No es fácil perder la perspectiva de un dios, por mucho que nazcas sabiendo que tu faro de esperanza también es humano.
               Pero, de la misma manera que Scott nos había unido como nunca, teníamos demasiadas razones para permanecer juntas como para dejar que el respectivo escozor de nuestros espíritus nos separara, por mucho que ese escozor respondiera al mismo nombre.
               Decidí aparcar de nuevo, en ese pequeño rinconcito llameante de mí, lo que había hecho mi hermano. Tenía que diferenciar la persona que había sido con Eleanor de la que había sido conmigo, pues si bien ella tenía todo el derecho del mundo a tener una opinión pésima de Scott, yo no podía decir lo mismo. Yo debía mi existencia a mi hermano. Era quien era gracias a él, y mi deuda con él trascendía a mi nombre: Scott me había convertido en la persona que era hoy, respondiera al nombre a que respondiera. Que hubiera terminado siendo un novio pésimo con Eleanor no influía en el hecho de que yo no podría aspirar a un hermano mejor que él. No lo había.
               -Vale, pues, ¿me cuentas por qué me has hecho venir?-abrí los brazos y forcé una sonrisa exagerada para que Eleanor se tranquilizara, y aparentemente, lo conseguí, pues soltó una risita por lo bajo antes de limpiarse las lágrimas con el puño de la sudadera. No podrían importarle menos las manchas negras de maquillaje que le oscurecieron la manga.
               Sabiendo que yo no retrocedería ante su contacto, por muy repulsivo que pudiera resultarle a cualquier otro coger una mano llena de lágrimas y mocos, me dio la mano y empezó a tirar de mí.
               -Ha sido horrible, absolutamente horrible. Toda esta semana ha sido una puta mierda, Saab. No te haces una idea…
               A medida que me conducía por unos pasillos más minúsculos de lo que jamás había creído que lo permitirían las leyes urbanísticas, fue desgranando la historia. Lo hizo entre hipidos, gemidos, y también sonrisas forzadas y sacudidas de cabeza cuando nos cruzábamos con alguien, demasiado ocupada en mantener una fachada que se estaba desmoronando como para darse cuenta de que todos la veían mal. Lo peor de todo era que Eleanor tenía razones de sobra para estar así: Taraji, su mejor amiga en el programa, se había lesionado esa misma mañana, hacía menos de una hora, apenas unos minutos antes de que Eleanor decidiera recurrir a mí. Pero eso no era lo peor de todo, ni lo que la tenía tan histérica; evidentemente, se preocupaba por el bienestar de su amiga, pero esa noche Taraji iba a ser mucho más que eso: sería su compañera en los duetos que tenían que preparar para la gala. Todos los concursantes se habían repartido en parejas, y Taraji había sido la afortunada que tendría a Eleanor a su lado, asegurándose así el pase a la semifinal.
               Hasta que un terrible accidente la había apartado de la competición. Como si me hubiera estado llevando en círculos a propósito hasta llegar al punto culminante de su narración, Eleanor me sacó al plató de grabación, la impresionante sala de conciertos que tan religiosamente examinaba cada miércoles en la televisión. Ahora era incluso más sobrecogedora, con los asientos extendiéndose en la oscuridad hasta donde alcanzaba la vista, oponiéndose a un escenario que brillaba con luz propia, con forma de círculo y una pasarela estirándose hacia la fosa del público como un gigantesco caracol de metacrilato, en cuyo caparazón iban adosadas una mesa de cristal y cinco sillones de respaldo aún más alto ahora que estaban vacíos.
               El equipo de limpieza estaba terminando de retirar los últimos cristales que se habían esparcido por el escenario en medio de un atronador revuelo de gente yendo de acá para allá, tratando de volver a organizar en unas pocas horas lo que había llevado días enteros preparar.
               -Íbamos a usar la pasarela voladora-explicó Eleanor, al borde de las lágrimas de nuevo, señalando unas cadenas de metal que ahora se balanceaban suavemente a un lado y a otro, con el ritmo de dos crueles péndulos oscuros-. Se suponía que, a mitad de la canción, nos subiríamos y empezaría a moverse hacia el público. Terminaríamos al fondo, allí-señaló un punto en la oscuridad-. Sería genial. Taraji llevaba soñando con usar algo voladizo desde que llegó. En cuanto terminaron de montarla, quiso subirse, y yo estaba por aquí, hablando con las coreógrafas, repasando las coreografías, cuando…
               Se le quebró la voz.
               -Todavía no sabemos muy bien cuál fue la causa. Dicen que uno de los tornillos estaba poco apretado, o que quizá lo habían reutilizado de otro sitio… tiene gracia, ¿verdad? Generamos miles de libras, millones, me atrevería a decir, cada semana, y no pueden dejar de recortar ni siquiera en seguridad-gruñó, disgustada, fulminando con la mirada una puerta al fondo, invisible para el público en cada emisión.
               -Ya sabes cómo son los productores. Tampoco es que papá y Louis nos contaran nunca que fueran santos. Todo lo contrario-me encogí de hombros-. ¿Qué esperar de una piara de cerdos, sino mierda?
               -Ahora, por su culpa, Taraji está en el hospital. Layla dice que se ha roto una pierna, y que se olvide de actuar-Eleanor se giró hacia mí como un resorte, y se relamió los labios, nerviosa-. Ahí es donde entras tú, Saab.
               -¿Yo? Yo no soy médico, El. No puedo hacer nada por ella para conseguir que se mejore antes. Ni rezar, siquiera. El milagro que necesitas es demasiado intenso, y Alá tiene lista de espera, ¿sabes?
               -No me refiero a curarla. Saab, necesito que la sustituyas-me cogió las manos y me hizo mirarla a esos ojos puros, cristalinos, que conseguían convencerte de las más bárbaras falacias por la inocencia que había en ellos.
               Parpadeé. Intenté resistirme, intenté tirar de mis manos para que las soltara, pero mi cuerpo no respondía. La parte de mí a la que Eleanor estaba apelando era, simplemente, demasiado poderosa como para poder ignorar su llamada. Sin embargo, había algo por lo que luchar. O, más bien, alguien.
               Alec.
               Le había prometido que veríamos todos los programas juntos. Que conseguiría que su estancia en el hospital se le hiciera lo más llevadera posible. No podía empezar nuestra relación rompiendo una promesa tan importante para él tan pronto; no, si de lo que se trataba era de, precisamente, vivir esas primeras semanas mágicas de la forma más parecida posible a como lo haríamos si estuviéramos fuera. O yo no hubiera sido tan tozuda con mis negativas.
               -El… no estoy segura de si funcionará…
               -Pero Saab, si no la sustituyes, ¡la expulsarán! Tienes que hacerlo. Por favor-me suplicó, y yo tragué saliva.
               -Lo siento mucho por ella, de verdad. Parece muy buena chica; no sería tu amiga si no lo fuera, pero de verdad que no puedo… no me convence… mi sitio está entre el público, no en el escenario.
               -¿Vas a decirme que no te llama?-insistió, señalando el escenario-. ¿Que no sientes que éste es tu sitio? Ya te he visto subida a otros antes. Puede que no tan grandes ni tan glamurosos, pero siguen siendo escenarios, después de todo. Y a ti te encanta. Por favor, Saab. Sabes que no te lo pediría si hubiera alguna otra alternativa.
               -¿No la hay? Es decir… aquí hay gente de sobra que puede cantar contigo.
               Negó con la cabeza.
               -Si cantan conmigo, duplicarán sus puntos. Es lo justo, ya que tienen doble oportunidad. La única manera de que no echen a Taraji sería si alguien de fuera ocupara su lugar.
               -¿Y no puede hacerlo ningún expulsado?
               -Ya hemos cantado juntas antes. Tú eres la única que puede impedir que yo le haga sombra.
               Me eché a reír.
               -Esto te honra, El, de verdad que sí, pero tengo mi propia gente de la que cuidar. Alec…
               Eleanor no me dejó terminar la frase. Chica lista. De haberlo hecho, no habría sido capaz de convencerme. Si la palabra “Alec” era lo bastante fuerte como para mover montañas en mi interior, la frase “Alec está en el hospital” incendiaría océanos, inundaría desiertos, y quemaría el hielo.
               -Yo también soy tu gente, ¿no? Saab, si no me ayudas, si nadie lo hace, me expulsarán a mí también. No tendré puntos en esta gala.
               Me quedé callada, relamiéndome los labios, sopesando las dos posibilidades. Por un lado, estaba Alec, solo en la habitación de hospital, con una cara larga hasta que yo entraba en escena. Y por otro, estaba Eleanor, que había puesto todas sus esperanzas, sus esfuerzos y sueños en este programa. Llevaba toda la vida sabiendo que quería ser cantante, y actuando en consecuencia: escuchaba tanta música como podía, había aprendido a tocar más instrumentos que nadie de las dos familias, sólo superada por Chad, que lo tenía mucho más fácil que era porque Niall se dedicaba exclusivamente a la música; había tomado clases de canto y también de baile, cuidaba su presencia en el escenario y tenía un dominio de su voz con quince años que ya quisieran muchas cantantes consagradas.
               Alec estaría rodeado de gente esa noche. Por mucho que quisiera estar conmigo, tendría al resto de sus amigos, con la excepción de Tommy y Scott, con él. Habría gente de sobra para fingir que no se sentía solo. Quizá, con suerte, incluso no se lo sentiría.
               Eleanor, en cambio… estaría sola. Puede que los ojos de todo el país estuvieran puestos en ella esa noche, pero si dejaba que saliera sola a cantar, sería como si nadie la mirara realmente. ¿De qué servía un pajarito que no volaba ni cantaba?
               Suspiré, haciéndome la interesante. Claro que Eleanor me conocía demasiado bien como para no saber que acababa de dar en el clavo. Así que empezó a sonreír.
               -¡Gracias, Saab! ¡Gracias, gracias, gracias! Te quiero, ¡te adoro!-gritó, abrazándome con fuerza, consiguiendo que varios del equipo se nos quedaran mirando-. No sé qué voy a hacer para agradecértelo, ¡me estás salvando la vida!
               -A mí se me ocurre algo: serás tú la que le explique a Alec por qué no iré esta noche a ver el programa y dormir con él.
               -Lo entenderá. Es buen chico. De lo contrario, no sería tu novio-me guiñó un ojo, cogiéndome las manos otra vez y ampliando esa sonrisa agradecida por la que entendía que mi hermano se desviviera, y se muriera cada día un poco cuando Eleanor se la negaba, con toda la razón del mundo.
               Dado que no teníamos tiempo que perder, pues todos los concursantes habían disfrutado de una semana de ensayos para lo que nosotras sólo podríamos preparar en horas, Eleanor me arrastró, literalmente, con las coreógrafas, las profesoras de entonación y todo el equipo del concurso que se encargaba de perfeccionar cada actuación. Apenas pude comer un minúsculo bocadillo entre ensayo y ensayo, y sólo cuando June, la comunity manager del programa, encargada de leer las redes sociales y transmitirles a los concursantes en vivo y en directo qué era lo que Internet opinaba de ellos (bueno, sí, pero también malo), hizo acto de presencia para hacerme unas preguntas y tratar de hacerme una ficha que presentar a los espectadores, y que así se sintieran más inclinados a votar por mí, pude sentarme. June le pidió disculpas un millón de veces a Eleanor por la demora en los ensayos que esto podía suponer, pero la realidad era que, si habíamos estado trabajando sin parar durante lo que a mí me parecieron horas, había sido por insistencia mía y no porque El no confiara en mí. Estaba segura de que lo petaría nada más me subí al escenario, pues vio cómo mi actitud cambiaba apenas mis pies tocaron el suelo de metacrilato por el que ella se había acostumbrado a pasear hacía ya más de un mes, así que confiaba en que la vena artística que mi padre me había inculcado desde pequeña floreciera cuando se encendieran los focos y comenzara el espectáculo.
               Pero yo no quería cagarla. Una parte de mí sufría del síndrome del impostor, y por mucho que en el fondo yo supiera que era buena y me merecía la confianza de esa hermana blanca que me había dado el destino, lo cierto era que el peso de la responsabilidad que yo misma me había cargado sobre los hombros era tan, tan grande, que no me sentía bien cuando me hacían parar, y me machacaba internamente con cada observación que me hacían, recriminándome que era lógico que me moviera de una determinada manera o que no insistiera en hacer una floritura vocal que no me salía.
               Así que tampoco es que me entusiasmara perder el tiempo hablando con esa tía… especialmente, si teníamos en cuenta que, si bien a mí personalmente no me había hecho nada, Shasha y yo le teníamos bastante tirria desde que nos había bloqueado en la cuenta de ZaynDefenzeZquad por criticar su clarísimo favoritismo hacia Harry. Quiero decir, la tía tenía todo el derecho del mundo de tener sus preferidos, pero no podía pasarse la vida twitteando acerca de “cómo Scott era el Harry de Chasing the stars” sin que nadie le llamara la atención. Para empezar, mi hermano era su propia persona, con su propio camino y sus propios intereses. Además, si tuviera que compararlo con alguien, sería con papá, la única persona que tenía un rango vocal tan amplio como mi hermano.
               Y eso sin contar con el hecho de que mi hermano ya levantaba más pasiones con sólo dos meses de carrera que Harry en sus primeros diez años. Así que, si le picaba, que se rascara, pero Shasha y yo no íbamos a quedarnos calladas mientras hacía de menos a nuestro hermano, aunque sí nos habíamos reído bastante cuando vimos que nos había bloqueado en su cuenta de Twitter, porque a) eso significaba que nos había visto y b) era bastante patético que reaccionara de esa manera siendo un personaje público. Lo mejor sería que diera la cara, como acostumbrábamos a hacer en casa.
               ¡Y ni siquiera nos habíamos esmerado en el tweet que había conseguido que nos bloqueara! Simplemente nos habíamos cagado en sus muertos, la habíamos llamado hija de puta, le habíamos preguntado si la subnormalidad que arrastraba era producto de un golpe que su madre le habría dado de pequeña al ver lo fea que era (esto había sido idea de Shasha; a mí la chica me parecía guapa), o de un incesto reiterado en su familia a raíz de que nadie querría que su prole tuviera unos genes como los de ella.
               La gente tenía la piel finísima.
               -¿Es total y absolutamente necesario que conteste a tus preguntas? Quiero decir, no es que diga que estés haciendo mal tu trabajo, ni mucho menos, pero no entiendo por qué necesitas que me presente ante todo el país cuando, para empezar, me conocen prácticamente desde que nací. Y, además, ni siquiera voy a estar aquí el tiempo suficiente como para que me cojan cariño, así que no me van a echar de menos. Y, para el caso de que alguien lo hiciera, documento cada paso que doy en mis redes sociales-protesté con educación cuando June trató de sonsacarme cuál era la razón principal por la que había dejado de ser tan activa en redes. Créeme, no era la primera que me hacía esa pregunta; las fans de papá estaban todo el día encima de mí, preocupadas por si me había pasado algo, y también un poco dolidas porque la fuente inagotable de información sobre su cantante favorito había reducido su flujo en gran medida, pero por lo menos ellas habían sido comprensivas cuando les hice saber indirectamente que Alec, a quien le habían cogido casi más cariño que a mí misma, había tenido un accidente, y a mí no me apetecía hacer el tonto en Instagram cuando estaba con él.
               Es más, si había vuelto a subir historias a menudo, era porque él me había insistido en que no tenía que dejarlo si era lo que me gustaba. Incluso se había involucrado más activamente que nunca en darles contenido a nuestros seguidores; por su culpa, ahora tenía un montón de filtros chorras guardados en la cámara, así que me costaba muchísimo más encontrar mis favoritos para cuando quería hacerme la supermodelo.
               -Sí, sí, me consta que eres activa en redes, Sabrae, pero ten en cuenta que ahora mismo lo que sobra es la información disponible en Internet. Lo que llama ahora en la televisión, por lo que nos mantenemos hoy en día líderes de audiencia-¿líderes de audiencia? ¡Pero si hago directos en los que entra más gente que vosotros!-,es precisamente porque somos la principal fuente de exclusivas. Y si pudieras darme algo de información que no hayas compartido antes en tu perfil (que, por cierto, me encanta…), te estaría muy agradecida.
               Se había inclinado tanto hacia mí en su taburete que sus piernas cruzadas rodaban mis rodillas firmemente unidas, y podía ver las minúsculas arruguitas que empezaban a formársele en las comisuras de los ojos. Me dedicó una deslumbrante sonrisa llena de blanquísimos dientes, y sus ojos se achinaron hasta convertirse en dos pequeños paréntesis tumbados a la bartola, espolvoreados con sombra de ojos naranja rojiza brillante, a juego con su pelo. Pero no consiguió convencerme.
               No colaba.
               -Siento no poder ayudarte, June. Nada me gustaría más, de verdad, pero soy transparente como el agua-me encogí de hombros, y vi a Eleanor acudir a mi rescate por el rabillo del ojo-. Si hubiera algo que pudiera contarte, lo haría, en serio.
               -Tiene que haber algo que…
               -June, lo siento, pero tenemos que descansar. Sabrae no ha comido nada desde el desayuno, y lleva trabajando como una campeona desde entonces. No he visto a nadie hacer tanto ejercicio de seguido sin quejarse, y todavía nos queda la actuación de Power. Simon no quiere que la pifiemos, así que será mejor que nos vayamos a comer algo. ¿Te parece, Saab?
               Me dio un toquecito en el hombro indicándome que le echara un cable, y asentí con la cabeza.
               -Sí, me muero de hambre.
               Lo cual no era técnicamente mentira, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparme de mis necesidades físicas. Para empezar, pronto tendría que enviarle un mensaje a Alec avisándole de que no podría ir esa noche a ver el programa con él, y prometiéndole que se lo compensaría en cuanto pudiera. Le daría todas las explicaciones que él me pidiera, con todos los detalles que él quisiera. No se merecía otra cosa, aunque una parte de mí sabía que Alec no me pondría ningún problema. Era mejor amigo de lo que yo sería nunca, así que vería comprensible que hubiera pospuesto una de nuestras citas nocturnas por ayudar a Eleanor. Quizá, incluso, hasta me reñiría por haber opuesto resistencia y haber tratado de poner pegas.
               Estaba tranquilizándome a mí misma recordando la naturaleza tranquila, comprensiva y solidaria de mi novio, cuando el universo me hizo un regalo con el que yo no me esperaba toparme: mi hermano. Precisamente en el momento en que entrábamos en el comedor, mi hermano y el resto de su banda salían del mismo, prestos a continuar con los últimos ensayos del día antes de la gala final.
               Y, en cuanto le vi la cara, una idea se formó en mi mente. Hoy era 23 de abril, el día que mi hermano cumplía la mayoría de edad, el primer cumpleaños que pasaba fuera de casa, estrictamente hablando. ¿Qué mejor excusa que presentarle a Alec que una visita sorpresa a mi hermano en el día en que se volvía oficialmente adulto? Le encantaría la idea, y, además, me daba pie a hacerle a él también un regalo: seguro que no se esperaba verme en televisión.
               Como si el aura de Scott tuviera la misma polaridad que la suya, Eleanor se quedó plantada en la puerta, mirando con ojos como platos el grupo que atravesaba la salida y que su ahora ex novio iba encabezando. Sus ojos crecieron hasta alcanzar el tamaño de la luna principal del planeta más importante de su sistema, y el color se escapó de su piel como la confianza en mi hermano lo había hecho hacía unas semanas. Fue un cambio curioso, si teníamos en cuenta que Scott se había escapado esa misma semana durante unas horas del programa para vernos y, así, huir de las malas vibraciones que Eleanor le transmitía. Decía que lo detestaba, que no podía soportar estar en su misma presencia, y que lo que antes había sido una adoración absoluta ahora se había vuelto un asco todavía más profundo. Scott nos lo había pintado como una terrible escena de guerra, en la que él era un prisionero a merced de una carcelera más que decidida a hacerle daño.
               Lo que estaba viendo no casaba con lo que nos había contado. Eleanor parecía desamparada sin él. Como si fuera él quien la hubiera dejado, y no al revés.
               Sabía que debía quedarme con ella y tratar de llegar al fondo del asunto, pero igual que un agujero negro súper masivo, Scott me atraía hacia él sin remedio.
               -Voy a ver a mi hermano un segundo-me disculpé con Eleanor, y sin esperar a su contestación, eché a correr en dirección a Scott, que se volvió junto con todos los demás en el grupo para descubrir quién era el toro que cargaba contra él-. ¡FELIZ CUMPLE!-grité, saltando hacia él y confiando en que me cogería.
               Lo intentó. Pero no le salió del todo bien, así que nos caímos al suelo, su cabeza chocando contra los azulejos, y mi frente contra su mandíbula. Eso era lo bueno de Scott, lo típico de Scott: siempre se las apañaba para protegerme, incluso cuando yo no me lo merecía, incluso cuando yo era la que había ocasionado el daño. Por encima de mi luz guía, siempre iba a ser mi espíritu protector. Mi red de seguridad. Mi airbag.
               -¡¿Sabrae?!-gritó, reconociendo mi voz y el contacto de mis rizos haciéndole cosquillas en la piel antes que mi rostro. Lancé una carcajada y asentí con la cabeza, retirándome lo justo para permitirle incorporarse, pero su instinto fraternal le obligó a empujarme más contra él, ajustándome a su cuerpo como si nunca nos hubiéramos separado. Como si siguiera siendo ese bebé del que se enamoró perdidamente hacía 14 años, 11 meses y 2 semanas y 6 días-. ¿Qué haces aquí?
               -¡He venido de sorpresa!-mentí, porque mejor sería no hurgar en la herida. Eleanor aún seguía plantada en la puerta, pero, por suerte para ella, toda la atención de Scott estaba puesta en mí. La de Scott, y la de los demás: mi llegada generó un gran revuelo que no dejó indiferente a nadie, y pronto Scott y yo nos convertimos en el ojo de una tormenta hecha de cuerpos y no de nubes.
               -Qué bien hueles-jadeó mi hermano, inhalando el perfume de mi cabello igual que lo hacía Alec. Aunque, siendo justas, Scott llevaba haciéndolo más tiempo que mi novio, así que era mi novio el que imitaba a mi hermano, y no al revés-. Y estás guapísima.
               -Llevo el uniforme del insti, S-me reí, y él me puso una mano en la mejilla, cubriéndome media cara con la palma y los dedos. Cerré los ojos, disfrutando del contacto, lamentando cada instante en que había sido una borde con él, remontándome mucho más allá de cuando se me había caído un mito con él. Lamenté cada mala palabra que le había dedicado, cada mal comportamiento, cada reproche innecesario y cada instante en que había pasado enfadada con él. Lo cierto era que llevaba enfadada con él desde que le había puesto los cuernos a Eleanor, pero sólo ahora que había visto cuánto daño podía hacerle una persona a otra, sabía que el dolor que Scott le había infligido a Eleanor era involuntario. Y, por mucho que a ella le doliera y ella fuera mi amiga, él siempre sería mi hermano, incluso cuando nos hubiéramos desecho en minúsculos átomos que volverían a convertirse en estrellas con el paso de miles de millones de años. Eso me ataba a él por toda la eternidad.
               Y a él, a mí.
               -Da igual. Estás súper guapa-ronroneó, acariciándome la espalda como recordaba vagamente que hacía cuando yo no era más que un bebé. Lo que sí recordaba con nitidez era la sensación de protección absoluta que me embargaba, de que las cosas irían bien. De que no había lugar en el mundo en el que fuera a estar mejor que allí, en los brazos de Scott-. ¿Cómo estás?
               -Yo estoy bien. ¿Cómo estás tú?
               -Genial-respondió, sonriéndome de una forma que hizo que su piercing le arañara los dientes, y también me hizo sospechar que lo decía por mí. Me reí.
               -¿Genial? No lo digas muy alto. La vejez te alcanzará pronto. ¿Ya tienes achaques?
               -Oh. ¡Oh!-abrió los ojos y se echó a reír-. Déjame adivinar: te has puesto celosa de que Tommy vaya a pasar mi cumple conmigo y tú no, y por eso te has escapado de clase, ¿verdad?
               -Justo-asentí, levantando la cabeza y mirando un segundo a Tommy, que parecía encantado con mi presencia. Le di un beso en la mejilla a Scott y tiré de él para ayudarlo a levantarse; lo último que necesitaba era coger frío y resfriarse para esta noche, en la que se jugaba más que todos los demás: además de las actuaciones reglamentarias, Scott cerraría el desafío que le habían impuesto a su banda por el que cada uno de sus miembros tendría que cantar una canción en solitario. Chad lo había bordado con Castle on the hill, Layla había subido el listón un poco más cuando ya parecía imposible con Dance like we’re making love, Diana había dado un espectáculo increíble con Burnin’ up, y Tommy se había coronado como nuevo rey del programa con su actuación de la semana pasada, interpretando Counting stars en un escenario iluminado de forma íntima con bombillas flotantes y una puesta en escena sencillísima, solos los cinco (Tommy había recibido muy buenas críticas por integrar al resto de Chasing the stars en su actuación, algo que a los demás no se les había ocurrido hacer) sobre unos taburetes y los instrumentos necesarios para ejecutar la canción.
               Ahora, le tocaba el turno a Scott, con diferencia el que más expectación había generado. Los demás tenían suerte de que los productores hubieran decidido que él sería el último en actuar en solitario, pues barrería el suelo con ellos, estaba segura.
               Siempre y cuando no enfermara, por supuesto.
               -¿Qué tal por casa? ¿Mamá está bien? ¿Qué hay de papá? ¿Y Alec? Al final no pudimos ir a verle el lunes. ¿Cómo va de lo suyo?
               -Todo está bien, no te preocupes, S. Sólo han pasado dos días desde tu visita-le recordé-, no ha dado tiempo a que pase nada.
               -Os echo un montón de menos-se lamentó, poniendo ojos de cachorrito.
               -Y nosotros a ti-ronroneé. Abrió la boca para decir algo, pero algo detrás de mí lo distrajo: sus ojos se alzaron y su semblante se ensombreció un poco, como si una nube atravesara con decisión un cielo despejado y se interpusiera entre el observador y el sol. Se relamió los labios y exhaló un jadeo de comprensión-. Ah, ya veo. Has venido a ayudar a Eleanor, ¿verdad?
               Asentí con la cabeza.
               -No podía dejar que se quedara sola. Vine sin saber en qué necesitaba mi ayuda, pero no es como si me hubiera pedido llegar a Irlanda a nado, ¿verdad?-ironicé, encogiéndome de hombros.
               -No, supongo que no-Scott sacudió la cabeza, meditabundo.
               -¿Qué te pasa?
               -Nada, es sólo que…-se rascó la nuca y se encogió de hombros, suspirando-. No importa.
               -S, ¿qué es? Me estás preocupando.
               -Nada, es sólo que… bueno, una parte de mí tenía la esperanza de que terminara por rendirse y acudir a mí.
               -¿Acudir a ti? ¿No seguíais peleados?
               -No me refiero a eso. No le veo vuelta atrás a lo que ha pasado entre nosotros, pero los dos sabemos que no hay nadie aquí que esté vocalmente a su altura-me confió en voz más baja, asegurándose de que ninguno de sus compañeros le oía-, así que una parte de mí no dejaba de fantasear con la posibilidad de que, si al menos no íbamos a ser pareja fuera de emisión, por lo menos lo fuéramos en ella. A fin de cuentas, es lo que quería el azar, ¿no?
               -No te sigo, S.
               -¿Ella no te lo ha contado?
               Fruncí el ceño, negué con la cabeza y esperé a que mi hermano se explicara.
                -¿Qué tendría que contarme?
               Scott se relamió el labio, mordisqueándose el piercing como hacía siempre que se ponía nervioso. Exhaló un “mierda” por lo bajo, consciente de que había metido la pata, y tras suspirar de nuevo, respondió:
               -Que yo era su compañero original.
               Me quedé helada. De repente, todo lo que estaba haciendo, el sacrificio que iba a hacer por Eleanor, la promesa a Alec que iba a romper, no eran más que obstáculos que me había impuesto el destino para que me ocupara de mis asuntos y no interrumpiera el curso de las cosas. Por eso había tenido mis dudas, por eso una parte de mí se había resistido: esa parte era el mismísimo universo, pidiéndome que no me inmiscuyera.
               -Pero si me ha dicho que ha sido por Taraji…
               -Sí, Eleanor iba a cantar esta noche con Taraji, pero su compañero original era yo. La semana pasada, cuando empezamos con este reto, la mitad de nosotros sacamos unas bolas con nuestros nombres. A Eleanor le toqué yo, pero en los ensayos nos dejó claro a todos que no tenía pensado colaborar, y que no le importaría que la echaran con tal de no cantar conmigo. Como Tommy estaba con Taraji, habló con los productores y consiguió que nos cambiaran de compañeros para que así su hermana tuviera a alguien con quien estuviera dispuesta a cantar, y yo… bueno, yo voy con Tommy, como no podía ser de otra manera. Dicen que vendemos más juntos, ¿te lo puedes creer?
               -Aun así no sé qué pinto yo en todo esto, S. Si alguien te ha quitado la ocasión de que ella cediera, ha sido Tommy, ¿no?
               -En parte. Pero, viendo cómo se ha esforzado esta semana, creí que cedería. Quiero decir, no es que no quiera que cantes con ella, ni mucho menos. Pero pensaba que se resignaría a cantar conmigo, visto lo visto, ¿sabes?
               -¿Resignarse? ¡Eres el puto Scott Malik!-le recordé, y él no pudo evitar sonreírme-. ¡Las chicas no se resignan contigo, las chicas aspiran a ti! ¡Que no se te olvide!
               -¿Aunque sea un perro traicionero?-ironizó, poniendo los ojos en blanco.
               -Eres un personaje muy completo, con muchas facetas-respondí, sacándole la lengua, y Scott se echó a reír. Se relamió de nuevo el piercing, negó con la cabeza, y tras un abrazo que tuvo de sentido lo mismo que de breve, Scott me dejó marchar.
               Me senté al lado de Eleanor, que se había tomado la molestia de llenarme un plato hasta arriba de espaguetis con salsa boloñesa. Me acercó una botellita de agua y una servilleta, y, en silencio, empezó a enrollar los espaguetis en su tenedor.
               -¿No comes?-preguntó al ver que yo no me movía, con los brazos superpuestos y las palmas de las manos en la mesa y el antebrazo, respectivamente.
               -Antes, necesito preguntarte una cosa-Eleanor parpadeó, expectante-. ¿Por qué has pensado en mí para que haga esto, El? Y, por favor, sé sincera.
               -Ya te lo he dicho, Saab. No podía recurrir a otro, tenías que ser tú. No sería justo para mis compañeros cantar conmigo y cederle esos puntos a Taraji, ni tampoco sería justo para Taraji quedarse con cero puntos esta noche porque no ha hecho ninguna actuación. Ha trabajado muy duro para ello.
               -Bueno, estoy segura de que algunos de tus compañeros estarían más que encantados de ayudarte con todo esto. Quizá incluso podríais hablar con la dirección para que los puntos de tu actuación se repartieran entre Taraji y tu acompañante para que así nadie se viera perjudicado.
               -¿Te estás rajando?
               -No. Te he dado mi palabra, y pienso ayudarte, porque eres mi amiga y te quiero, pero no entiendo el razonamiento que has tenido que hacer para llegar a la conclusión de que presentarle una desconocida a Inglaterra era mejor que recurrir a otro compañero.
               -Tú no eres una desconocida.
               -Ya sabes a qué me refiero, El-suspiré, cruzándome de brazos, y ella pinchó otro espagueti-. ¿Por qué no se lo has pedido a mi hermano? Podrías haber hablado con él. De hecho, él lo esperaba. Está más que dispuesto a hacerte ese favor.
               -Porque no puedo-contestó ella, carraspeando.
               -Sí que puedes. Como te he dicho, Scott esperaba que acudieras a él. Es más; tenía la esperanza de que lo hicieras. Estoy segura de que habríais llegado a algún tipo de acuerdo…
               -Ya está con Tommy-trató de zanjar Eleanor-, y no va a volver a elegirme a mí.
               -¿Elegirte? Tommy y tú no sois incompatibles, El.
                -No sería justo.
               -¿Para quién?
               -Para mí. Para él. Para Taraji. Para todos. No sería justo para nadie.
               -Pero…
               -Sabrae, ¿podemos dejarlo, por favor? Te he llamado a ti, has accedido a ayudarme. Si quieres echarte atrás, estás en tu derecho, pero, por favor, no me preocupes más de lo que ya estoy. Todas estas semanas han sido un verdadero infierno para mí. Si supieras las cosas que he tenido que llegar a hacer para…-se quedó callada de repente, consciente de que casi había dejado que yo viera todas sus cartas.
               Había cometido un error, no obstante, y era tarde para remediarlo. Había dejado que yo me diera cuenta de que había algo que no me estaba contando.
               -¿Para qué?
               -No tiene importancia.
               -Mentira. Sí que la tiene. ¿Para qué, Eleanor? ¿Qué es lo que se supone que llevas tratando de…?
               -No podía cantar con él, ¿vale, Sabrae?-reveló, tirando los cubiertos sobre el plato y provocando tal escándalo que di un brinco, a pesar de que aquella no sería, ni de lejos, la confrontación más tensa que iba a tener esa semana-. ¡No puedo cantar con tu hermano!
               Exhaló un bufido de frustración y se repantigó en la silla, las piernas estiradas, los hombros hundidos, la mirada perdida, y por un instante, no tenía delante a Eleanor, sino a Alec.
               A Alec, diciendo que no podíamos seguir así. Que no podía seguir cuidándole como si fuera un bebé. Que no podía seguir protestando por su afán por cuidarme, porque él era así. A Alec, dejando que se lo comieran vivo los demonios que tenía dentro, dejando que lo engañaran y le dijeran que no me merecía, ni me quería, ni podíamos estar juntos.
               -Espera, ¿te da miedo su voz?-siempre que Alec se había puesto en la misma postura que Eleanor, se sentía completamente derrotado por las cosas que sus sombras le susurraban dentro de él. Que no era suficiente, que no me merecía, que yo encontraría a otro mejor que él y le abandonaría. ¿Era eso lo que le preocupaba a Eleanor? ¿Perder su corona de princesa de la edición si dejaba que el público la midiera con su rey? Tenía que ser eso, por fuerza debía ser eso. De lo contrario, Eleanor se habría negado ya-. ¡Eleanor Beatrice Tomlinson! ¡Eres la persona más segura de su voz que he conocido nunca! ¡Llevas toda tu vida preparándote para este momento, ¿de verdad vas a dejar que todo esto se vaya a la mierda por un chico?
               -¡El chico es Scott!-protestó.
               -Da igual, ¡sigue siendo un chico! ¡No puedes preocuparte por ningún chico, Eleanor, no puede ser que todo tu trabajo se reduzca a la posibilidad de que te emparejen con mi hermano o no!
               -¡Pues resulta que sí, porque me da muchísimo miedo cantar con él, no aguantarme y besarlo delante de todo el mundo!
 
Guau. Simplemente guau. ¿De verdad dijo eso?
 
Ya ves, Al.
 
Y yo me lo perdí. Mierda, joder. Puto accidente de los cojones.
 
Y eso que no me viste la cara. Debió de ser un cuadro.
              
No, si a mí, lo que me interesaba, era verte la cara. Que Eleanor llevaba ansiosa por perdonar a Scott lo sabía desde el momento en que él nos contó lo que había hecho. No me sorprende.
 
Déjame adivinar: no te sorprende porque a Eleanor le encanta la polla de Scott y la echaba terriblemente de menos, ¿verdad?
              
Como siempre, tiendes a subestimar el poder de las pollas, pequeña saltamontesa.
 
Se dice “pequeña saltamontes”. Saltamontes es una palabra neutra.
 
Ya lo sabía. Lo he hecho a posta. Te pones tan guapa cuando me corriges.
 
Eres insoportable. Déjame seguir narrando tranquila, ¿quieres?
               -¿Disculpa?-inquirí una octava por encima de mi tono normal, seguramente por hablar sin aire en mis pulmones. Deseé que Alec estuviera allí conmigo para poder comentar con él la jugada, pero de momento, tendría que conformarme con simplemente flipar en colores yo sola.
               -Sí-gimió, y de repente, se echó a llorar. Me quedé pasmada mirándola un rato, preguntándole qué era lo que les habían hecho a todos en aquel lugar para que se comportaran como desquiciados. Mi hermano no me dejaba levantarme del suelo, Eleanor lloraba porque quería cantar con él y a la vez no… deberían cambiarle el nombre al programa por The Crazy Generation. Sería lo más sensato-. Si accediera a cantar con Scott, seguramente nos pondrían una canción de amor, y yo… no puedo soportarlo, más, Saab. Lo echo tanto de menos que me duele. Quiero que todo vuelva a ser como antes.
               -Esto… Eleanor… no es por nada, pero si nada es como antes, es porque tú no quieres.
               -No, tú no lo entiendes. Necesito que las cosas vuelvan a como eran antes de este estúpido programa. Necesito poder presumir de tu hermano todo lo que se me antoje, necesito ir a los sitios cogida de la mano con él, necesito maravillarme cuando me presenta como su novia, necesito… necesito volver a ser su novia, Saab.
               -¿Y por qué coño no le perdonas?
               -¡Porque no sé cómo hacerlo! Llevo comportándome como una perra tanto tiempo que ya no veo la manera de hacer que las cosas vuelvan a la normalidad. ¿Te ha dicho tu hermano que su compañera original era yo, y no Tommy?-asentí con la cabeza-. Vale, pues entonces, ¿me explicas, por favor, cómo hago para volver ahora con él?
               -Creo que las circunstancias han cambiado lo suficiente como para que tengas una excusa para volver a ser su compañera.
               Eleanor sacudió la cabeza, su pelo chocolate balanceándose a su alrededor.
               -Tú no lo entiendes. No se reduce sólo a lo de negarme a cantar con él. Que, por cierto, lo hice de muy malos modos. Scott lleva intentando que yo le perdone más tiempo del que me gustaría reconocer, y yo, como una cerda, seguía dándome demasiada importancia como para admitir que es humano, y tiene derecho a cometer errores.
               -A ver, Eleanor, que es mi hermano y yo le adoro, pero… error es tirar al cubo amarillo un bote de cristal, no ponerte los cuernos. Tienes todo el derecho del mundo a no perdonarlo, si no quieres.
               -Me ha escrito una carta-me reveló, angustiada-. Me ha escrito una carta, y yo la tiré a la basura delante de sus narices.
               -Estoy segura de que tus razones tendrías para…
               -¿La quieres leer?-ofreció.
               -¿¡El qué!?
               -La carta. La tengo aquí-explicó, metiéndose la mano dentro de la sudadera y sacando un papel arrugado de su interior-. Ten. Léela. Perdona si se ha corrido la tinta, es que creo que está un poco húmeda por el sudor.
               -¿Llevas con la carta de mi hermano dentro de la camiseta todo este tiempo?-inquirí, anonadada, y Eleanor se limitó a asentir con gesto arrepentido. Jo. Der. Cuando se lo contara a Alec, iba a fliparrrrrrr.
               -Me gusta sentirla contra la piel. Vamos, léela.
               -No sé si es buena idea… es algo íntimo entre tú y mi hermano, no creo que a él le hiciera mucha gracia que yo la leyera.
               -O la lees o te la recito de memoria, Sabrae. Tú misma-sentenció Eleanor con tranquilidad. Noté que me sonrojaba.
               Y, cuando Eleanor abrió la boca, decidida a demostrarme que no era ningún farol, desdoblé la carta aprisa y corriendo.
               -Vale, vale, vale. Ya la leo, ya la leo. Dios mío de mi vida. Y luego digo que Alec es intenso por ser Piscis. Menos mal que los Tauro somos desapegados, que si llegamos a serlo como ellos…
               -¿Cuánto hace que no lavas la sudadera de boxeo que te dio Alec?
               -¡ME GUSTA ESE TOQUECITO A SU SUDOR QUE TIENE, ¿VALE, ELEANOR?!-bramé-. ¡TÚ NO SABES LO QUE ES PORQUE A TU NOVIO NO LE PASA, PERO EL SUDOR DEL MÍO HUELE GENIAL, ASÍ QUE ES NORMAL QUE NO QUIERA LAVARLA!
               -Lee la carta y calla, marrana-Eleanor consiguió que le pusiera los ojos en blanco, y luego, desdoblé la carta.
               «Querida Eleanor,
               Entiendo que estés enfadada conmigo. Y, créeme, yo también lo estoy. Por hacerte daño y por hacérmelo a mí. Estoy destrozado. No sé qué me ocurrió. Pero no importa. Yo no importo. Sólo importas tú. Quiero que sepas que te amo. Quiero que sepas que eres el sol de mis días y que pienso en ti cada noche y que no hay constelación más hermosa que las que hacen tus lunares en tu piel. Quiero que sepas que estoy locamente enamorado de ti y que jamás habrá nadie a quien quiera como te quiero a ti.
               Por eso quiero que seas feliz. Quiero que seas feliz lejos de mí y rehagas tu vida y encuentres a alguien que te merezca y te quiera y te venere como la diosa que eres en un precioso cuerpo mortal.»
               Levanté la vista un momento, tomé aire, me pegué la carta al pecho y suspiré.
               -Entiendo que la llevaras pegada al cuerpo.
               -Sigue leyendo-me instó ella.
               «Pero soy humano, El. Soy humano y cometo errores, tengo defectos, y uno de ellos es que soy egoísta. Egoísta hasta el punto de creer que mis errores son responsabilidad de otros. No odies a Diana, a Tommy, a Zoe, por el daño que te he hecho yo. Ellos no tienen la culpa de que yo sea imperfecto, y por lo tanto no te merezca.
               Otro de mis defectos es lo ambicioso que soy. Sé que tú me harás feliz. Sé que ninguna otra me hará sentir lo que tú. Es por eso que necesito que me perdones. No puedo vivir sabiendo que no me has perdonado. No quiero vivir sabiendo que no me has perdonado. Sé que no lo harías por mí, pero, hazme un favor. Si alguna vez me quisiste, hazme ese favor. Hazlo por ti. Perdóname. Tienes un corazón demasiado precioso como para ensuciarlo con sentimientos tan feos como el odio y el rencor. Tienes un alma demasiado pura y brillante como para oscurecerla con lo que yo te hice. No dejes que yo te cambie. Eres perfecta. Eres perfecta y eres suficiente, eres más que suficiente, eres todo a lo que un chico puede aspirar.»
               Eleanor me acercó una servilleta, que yo acepté para enjugarme las lágrimas.
               «Entiendo que me detestes. Sé que ahora no será fácil para ti ni siquiera mirarme. Pero quiero que sepas que me estoy esforzando por ser una mejor persona, estoy trabajando para terminar de asumir que sólo yo te hice daño, y nadie más.
               Sé que mereces una segunda oportunidad. Alguien con quien pasar el tiempo y que te mime como ya no puedo hacerlo yo. No comparto que ese alguien tenga que ser, precisamente, Jake…»
               -Yo tampoco, por cierto-añadí, señalando la frase a que me refería. Eleanor puso los ojos en blanco.
               -Jake no significa nada para mí.
               -Me da igual, Eleanor. No me gusta, y punto.
               -¿Por qué me da la sensación de que tienes un candidato para estar conmigo?
               -Porque eres tonta. No tengo a ningún candidato; tengo al que va a estar, y punto.
               «Creo que no te merece. Pero entiendo que necesitas pasar página, solucionarlo rápido. Yo sería, gustoso, la solución a tu problema, si no fuera precisamente el problema. Pero estoy aquí. Siempre estaré aquí. Todo el tiempo del mundo. Esperando. Ofreciendo mi ayuda. Seré tu amigo, el hombro sobre el que llorar, tu saco de boxeo o el cuerpo que te caliente la cama cuando te sientas sola y necesites calidez humana. Seré el corazón que siga latiendo por ti cuando sientas que el tuyo vuelve a pararse como se paró cuando yo te traicioné. Me encantaría ser otra vez todo lo que fui una vez para ti.
               Pero, si no puede ser, lo entendería. Espero que algún día puedas perdonarme. Sé que hay bondad y comprensión en ti, aunque yo no me las merezca. Me gustaría saber que serás lo bastante feliz como para olvidar el sufrimiento que te he ocasionado. Te lo mereces. Y ojalá me dejes participar en ello, aunque sea como espectador.
               Tuyo, siempre,
Scott
(el gilipollas)»
               Me reí por lo bajo al leer la firma, saqué el móvil y le hice una foto.
               -Me lo voy a poner de fondo de pantalla.
               -¿Qué te ha parecido? ¿Suficiente para que le perdone? ¿O me estoy dejando llevar otra vez por lo que siento por él?
               -Eso tienes que decidirlo tú, El. Yo no puedo decirte qué tienes que hacer aquí, ni para bien ni para mal.
               -Pero, ¿qué opinas?
               -¿De esto?-agité la carta en el aire, y luego la cerré con cuidado antes de devolverla-. Opino que Scott será ilegítimo a ojos de Dios, pero es más hijo de Zayn que Shasha, Duna y yo juntas.  
               -De modo que, ¿te parece suficiente?
               -La cuestión es, ¿te lo parece a ti?
               Eleanor apoyó el codo en la mesa y se quedó mirando al infinito con actitud soñadora. Era como si, ahora que alguien más había visto su carta, se diera permiso para pensar en las connotaciones positivas que ésta tenía. Como si mis ojos le hubieran dado un sentido al mensaje de Scott, como si que yo conociera el contenido de la carta la hiciera más real, más… tangible.
               -Sí. Sí, creo que sí-decidió, atreviéndose por fin a mirarme y esbozando una tímida sonrisa que, sin embargo, yo sabía que iba a terminar congelándole en los labios. Pero debía hacerlo.
               Cuando entramos en el comedor, había captado la presencia de todos las personas que yo conocía y que estaban allí congregadas. Incluida una chica que salió discretamente de la sala antes que los demás, aprovechando la confusión para escabullirse y, así, evitar confirmar sus peores temores: que igual que había perdido a Tommy, Scott y Eleanor, también me había perdido a mí.
               -¿Y será suficiente, también, para que perdones a Diana?
               Como esperaba, los ojos de Eleanor se convirtieron en glaciares, repentinamente impenetrables. Su boca se tornó la mueca de una máscara, incapaz de reflejar ningún tipo de emoción, diseñada, más bien, para proyectar la voz hasta los confines del mundo. Después de ese instante de congelación en que Eleanor tuvo que replantearse todo, recogió la carta de la mesa, cruzó las piernas y se apartó el pelo de los hombros.
               -¿Qué te hace pensar que tengo que perdonar a Diana?
               -Que no me consta que hayas hablado con ella, ni te he visto mirarla ni una sola vez cuando entramos en el comedor. Aunque, si soy sincera, la verdad es que he notado que tampoco tenías ojos para alguien que no fuera mi hermano, así que eso no debería tener demasiada importancia. Sin embargo, el hecho de que hayamos sorteado el tema con tanta gracilidad que en ningún momento he llegado a pensar en ella, hasta ahora que he leído su nombre… creo que es un buen indicador de cómo está la situación. Así que dime, Eleanor, ¿cómo está la situación?
               Eleanor se dedicó a juguetear con el tenedor, pinchando y soltando los espaguetis de modo que su plato se parecía más a un nido de serpientes de harina y tomate.
               -La situación está más de lo que a mí me gustaría, si te soy sincera. Nos han hecho trabajar juntas, como habrás podido apreciar-comentó, y yo asentí con la cabeza. Sí, la semana pasada habían interpretado I’m in love with a monster y Big bad wolf de Fifth Harmony, e incluso a pesar de que habían tratado en la medida de lo posible mantener la compostura, lo cierto es que alguien que las conociera se habría dado perfecta cuenta de que algo pasaba entre Diana y Eleanor. Apenas se habían mirado, y cuando lo habían hecho, Diana había retirado la vista con tanta rapidez que casi pareciera que le tuviera miedo.
               Porque lo cierto es que así era. En parte, Diana temía el monstruo que había desatado en el interior de Eleanor, monstruo que nadie conocía y que resultaba completamente impredecible. Por lo menos, con otras personas ya sabíamos qué esperar, pero este estado de Eleanor nos resultaba tan nuevo a todos que no había manera de saber por dónde saldría, ni lo que haría, ni dónde consideraba ella que estaban ahora los límites. Y Diana tenía mucho, muchísimo que ocultar y que perder.
               A lo que había que añadirle, por supuesto, la vergüenza que le suponía haber arrastrado el grupo a esa situación.
               -Y, como si lo de la semana pasada no hubiera sido suficiente suplicio, ahora también tenemos que preparar una actuación juntas. No espero que nos ayudes, tranquila-se adelantó al ver mi expresión de sorpresa-, cualquiera de las demás chicas puede ocuparse de hacer los coros, o algo así. No quiero sobrecargarte de trabajo; bastante has hecho ya hasta…
               -Voy a ocupar el lugar de Taraji, ¿recuerdas? Eso significa que asumiré todas sus actuaciones. Trabajaré con vosotras, si es lo que quieres.
               -¿Seguro?-preguntó Eleanor con escepticismo, deseosa de que le dijera que me estaba marcando un farol. No iba a tener tanta suerte.
               -Claro.
               -No sé si quiero que te esfuerces tanto por mí-ironizó.
               -No te ofendas, Eleanor, pero yo con Diana no tengo ningún problema. Quiero decir, sé que lo ha hecho mal y que también te ha hecho daño, y que tienes todo el derecho del mundo de enfadarte con ella, pero, ¿no te parece que estás comportándote como una hipócrita?
               -¿Cómo dices?
               -Era mi hermano el que tenía el compromiso contigo, y ha sido mi hermano el que ha roto ese compromiso. No me malinterpretes: creo que Diana también ha hecho las cosas mal, pero me resulta chocante, por no decir otra cosa, que consideres perdonar a Scott y con Diana ni se te pase por la cabeza.
               -Porque Diana no ha hecho nada para hacer que yo la perdone.
               -No sé si eso es cierto.
               -Lo habría notado de haber sido así, Sabrae. No soy estúpida-Eleanor volvió a cruzarse de brazos con tozudez, e incluso se me puso de morros. Me dieron ganas de darle un tortazo.
               -Mira, por lo poco que sé de lo que ha pasado aquí y que Layla o Chad han podido contarme por mensaje, está claro que Diana está realmente arrepentida con todo lo que os pasó. Y no es para menos, vaya. Metió la pata hasta el fondo y te ha jodido la vida, pero creo que sí que se está esforzando para conseguir que la perdones, lo que pasa es que ella nunca ha… nunca se ha visto en una situación así.
               -Se follaba a todo lo que se movía en Nueva York.
               -Me refiero a que nunca ha tenido una hermana de la que cuidar. Ya has visto cómo era su relación con Zoe-Eleanor dio un respingo al escuchar el nombre de la otra chica, pero es lo que había. Yo no iba a andarme con guantes de seda con ella. Alec no lo había hecho, y a la larga, decir el nombre de la americana sin dejar que éste se convirtiera en un tabú entre nosotros había sido lo mejor. En ocasiones, la mejor solución es arrancar la tirita de un tirón, por mucho miedo que nos produzca el escozor que viene inmediatamente después-. Se cuidaban, sí, pero dudo que esas dos hayan tenido jamás un problema. Además, la ha dejado sola, así que no sé hasta qué punto podemos considerar que es amiga suya-Zoe se había pirado a Nueva York como si nada hubiera pasado el día original en que tenía planeado su vuelo de regreso, dejando un desastre a sus espaldas que ni siquiera Jordan podría justificar-. Si te soy sincera, Diana me da pena. Está claro que no está acostumbrada a tener en toda la consideración como debería a quienes le importan, así que no sabe tratarte como se merece. Pero Diana te adora, El. Estoy segura de que habría odiado hacerte daño.
               -Si lo habría odiado, ¿por qué me lo hizo?
               Me encogí de hombros.
               -¿Por qué Scott y tú le ocultasteis a Tommy que estabais juntos? ¿Por qué Alec y yo nos negamos a aceptar que nos gustábamos más de lo que nos queríamos permitir cuando estábamos empezando? ¿Por qué le dije yo que no cuando quería decirle que sí? Porque somos gilipollas, todos nosotros, por el mero hecho de ser humanos. Seguro que en algún diccionario, “persona” y “gilipollas” son sinónimos.
               Eleanor puso los ojos en blanco.
               -¿No decías que tenía derecho a enfadarme todo lo que quisiera, y perdonar o no a Scott dependiendo de cómo se me antojara?
               -Sí, pero igual que tienes derecho a perdonar o no a Scott, no creo que lo tengas respecto de sacar del saco a Diana. Tía, perdona que te lo diga, pero no puedes volver con Scott y seguir tratando mal a Diana. No sería justo.
               -¡Se acostó con mi novio, Sabrae!
               -¿Crees que no lo sé? ¡He perdido a mi principal modelo a seguir por eso!-protesté, y Eleanor se aplacó un poco-. Todos han metido la pata y yo no estoy diciendo ni mucho menos que sean santos, sino que tienes que pensarlo con cabeza. Diana no te hizo el mayor daño, ¿sabes?
               -Pues sí—contestó, tozuda-, porque Diana para mí era como una hermana. ¿Tú qué harías si, por ejemplo, Amoke se acostara con Alec a tus espaldas?
               -Me enfadaría con ellos por no avisarme para ir a mirar.
               Eleanor me fulminó con la mirada.
               -Estoy hablando en serio, Sabrae.
               -¿Qué te hace pensar que yo no?
               Bufó, descruzó las piernas y se inclinó hacia su plato.
               -Come-ordenó-. Tenemos todavía mucho que hacer, y recuperar fuerzas.
               -No, primero vamos a zanjar este tema-dije, retirando el plato para impedir que siguiera comiendo y diera por finalizada ahí la conversación-. Sé razonable, Eleanor. No tienes obligación de perdonar a Scott si no quieres, pero lo menos que puedes hacer por Diana, es meterla en el mismo saco que a él.
               -O sea, que si no quiero perdonar a la chica que me destrozó la vida pero sí a mi novio, tú creerías que estoy comportándome como una imbécil, ¿verdad?
               -Disculpa, ¿me he puesto a hablar en urdu para que tú no te hayas enterado de la conversación desde hace media hora?
               Eleanor puso los ojos en blanco.
               -No necesito tu sarcasmo, Saab. Ya tengo bastante con lo que tengo.
               -Lo tienes porque quieres.
               -Vale, lo que tú digas-rió, irónica, negando con la cabeza.
               -No te estoy diciendo que perdones a Diana inmediatamente, y que finjas que no ha pasado nada. Por supuesto que han pasado cosas, y tienes todo el derecho del mundo a estar molesta el tiempo que se te antoje, pero ten en cuenta una cosa: cuanto más te empeñes en no querer avanzar, peor va a ser para ti. Porque Diana va a levantarse un día y ver que has perdonado a Scott y no a ella, y lo único que va a pensar es que, quizá, la que no mereces la pena eres tú, que ni siquiera tienes en cuenta sus circunstancias personales.
               -¿Qué circunstancias personales?
               -Que está en un país extranjero. Que sus padres la mandaron a tu casa diciendo que ya no podían ocuparse de ella. Que todo el mundo, con la excepción de unas pocas personas, la ve como un objeto sexual antes que una persona. Y que es drogadicta, Eleanor.
               Eleanor parpadeó.
               -¿Ahora la víctima va a ser ella?
               -No. Pero tampoco es la mala, malísima de la película. Sólo está sola. Y está en esta situación, en la que le importa alguien más aparte de ella misma, por primera vez en la vida. Que no te haya tenido en cuenta es algo horrible, pero no me parece imperdonable. No, si vas a permitir que quien realmente te hizo daño vuelva a tu lado.
               -¿Cómo sabes que no me lo hizo ella más que él?-me miró con ojos entrecerrados, y yo sonreí.
               -Porque yo me enfadé un poquito con Diana, pero con Scott me puse furiosa. Y yo no quiero a mi hermano de la misma manera en que lo haces tú. Tu forma es distinta. Más… intensa. Más de Piscis-me burlé, señalando la carta que aún tenía entre las manos. Eleanor la miró-. Mira, Diana no te va a escribir ninguna carta, pero estoy segura de que no es por falta de ganas, sino porque nosotras somos las únicas amigas de verdad que ha tenido en toda su vida. Tú no eres la primera novia que tiene Scott, así que él podía sobrevivir a que le tiraras la carta a la basura delante de sus narices. Diana, en cambio… no estoy tan segura de que pudiera superarlo.
               -¿Por qué estás tan empeñada en que la perdone?
               -No estoy empeñada en que la perdones, tía. Estoy empeñada en que le des una oportunidad para tratar de disculparse. Que la escuches de verdad. Y en que no seas una gilipollas misógina, ya que estamos. Un poco de sororidad, tía. Sisters before misters.
               -¿Sororidad? ¿Se te olvida la que ella tuvo conmigo? Oh, perdona, no puede olvidársete, porque no la tuvo.
               -Pues más razón. Predica con el ejemplo. Sé su mesías. Escúchala, y decide. Porque Eleanor, de verdad, ¿estarías dispuesta a perder a una hermana por un tío?
               -Astrid y yo jamás tendríamos problemas por un chico-replicó, tozuda, acariciando el borde de su plato-. Es demasiado pequeña para que nos interesen los mismos chicos.
               -Astrid no es la única hermana que tienes.
               Eleanor alzó una ceja.
               -Después de todo lo que ha pasado, no puedes pretender en serio que siga considerándola mi hermana.
               -Concédele el beneficio de la duda, ¿quieres, El? Yo respondo por ella. Te prometo que, si le das una oportunidad y no la aprovecha, jamás te lo recriminaré. Jamás.
               -¿Por qué ibas a recriminármelo, siquiera? ¿Qué sacas tú de que yo hable con Diana?
               -No tener el cargo de conciencia de que os dejé separaros sin hacer nada ni tratar de ayudar a Layla. Y saber que no van a volver a negarle una segunda oportunidad a alguien que la merece simplemente porque no hay nadie que abogue por él.
               Eleanor se mordisqueó los labios, mirándome fijamente, comprendiendo mis razones, leyendo mis pensamientos en mis ojos y mi piel. Procuré no sonreír, permanecer lo más neutra posible, a pesar de que sabía que estaba a punto de caer en mi trampa. Quizá, después de todo, Eleanor no sintiera debilidad sólo por mi hermano, sino por los Malik en general.
               -¿Él?-repitió-. ¿De quién hablas ahora?
               -De Alec. Y de mí-esa vez, la que jugueteó con su plato fui yo-. Estás con Diana en el mismo punto en el que yo estuve con Alec cuando me pidió salir y yo le dije que no. Estaba tan convencida de que había pasado la noche con otra chica, que ni siquiera le di opción de explicarse. Y eso nos habría ahorrado mucho dolor a los dos-reflexioné, mirándome los nudillos, los dedos desnudos ahora que mi anillo descansaba sobre el pecho de Alec, pendiendo de una cadena en la que una chapita de nuestro primer viaje juntos le hacía compañía-. Y habríamos aprovechado mucho más el tiempo que teníamos. La vida es demasiado corta como para empeñarnos en ser orgullosos con la gente que queremos, El. Y tú quieres a Diana. Y Didi te adora a ti. Deja que se explique, y luego, decide en consecuencia. No seas tan gilipollas como yo lo fui en diciembre.
               Eleanor se relamió los labios, los ojos de nuevo perdidos en el infinito, localizado en algún punto de la mesa entre las dos. No dijo nada, pero yo supe que había conseguido convencerla cuando cogió de nuevo su plato, así que di buena cuenta de mi comida en un santiamén. Resultó que tenía más hambre de la que creía.
               Para cuando fuimos a la sala de ensayos en la que nos esperaban Layla y Diana, yo ya estaba convencida de mi victoria. No sólo Eleanor le concedería ese momento para hablar a Diana, sino que probablemente, la perdonaría, y las cosas serían como habían sido siempre, como se suponía que tenían que ser.
               Sonriendo, apoyada en el vano de la puerta mientras Layla, Diana y Eleanor ultimaban los detalles de su actuación en perfecta paz y armonía, me saqué el móvil de la mochila y tecleé, sin mirar y de memoria, el número de Alec, que no tardó ni un tono en responderme.
               -Espero que tengas una buena excusa para llegar tarde. Dime, ¿te has caído en un pozo de ácido y ahora mismo me llamas desde tu forma cuántica, o algo así?-me recriminó, medio en broma, medio en serio.
               -Es el cumpleaños de Scott-me reí.
               -Y de otros cientos de millones de personas todos los demás días, y yo nunca te he visto llegar tarde.
               -Scott es importante para mí-le recordé.
               -¿Más que yo?-escuché su sonrisa al otro lado de la línea y una parte de mí se deshizo. Pude respirar su aroma a pesar de que estábamos a varios kilómetros de distancia, y verlo frente a mí a pesar de que no estaba por ningún sitio-. Y ten cuidado con lo que contestas, bombón. Tu hermano no puede echarte polvos. Yo, sí. Bueno, técnicamente, sí que puede, pero no está muy bien visto socialmente, y dado lo mucho que te gusta hacerlo en público, creo que es algo a tener en cuenta.
               Volví a reírme, y le escuché sonreír más fuerte cuando me oyó.
               -¿Qué tal con la psicóloga?
               -Mal.
               -¿Cuántas palabras has dicho hoy?
               -Dos.
               -¿Y sin contar “buenos días”?
               -Ninguna, entonces.
               -Bueno, quizá la sesión de mañana sea más fructífera, porque no voy a poder ir a ver el programa contigo esta noche.
               Se hizo el silencio al otro lado de la línea.
               -¿Me vacilas? ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?
               -Tranqui, fiera. No me pasa nada, sólo me ha surgido un plan para el cumpleaños de mi hermano. Vamos a darle una sorpresa, así que…-contuve un silbido cuando una de las de vestuario se acercó a mí para enseñarme el traje que me pondría en la actuación que tendría con Layla, Diana y Eleanor, muy acorde al estilo de la canción: Power-. ¿Al?
               -¿Mmm?
               -Prométeme que verás el programa esta noche, ¿vale?
               -¿Por qué tengo que…?
               -Tú prométemelo. Dime que lo verás.
               -Vale, bombón, te lo prometo, lo veré. Espero no estar sentando un peligroso precedente, ¿eh?
               -Sólo será por esta vez, te lo prometo.
               -Pero, oye, vendrás a dormir, ¿verdad?
               -Claro, no te preocupes.
               -¿Me despertarás?
               -Quizás llegue tarde.
               -Sabrae. Te he comido el coño a las 5 de la mañana. ¿A ti te parece que yo tengo algún problema con trasnochar por tu culpa?
               -Captado, quieres que te despierte-me reí-. Tengo que dejarte.
               -¿Por teléfono? ¿Quién te crees, Joe Jonas?
               -Eres gilipollas.
               -Gracias.
               -¿Al?
               -Dígame.
               -Te quiero.
               Lo noté derretirse al otro lado de la línea.
               -Yo también te quiero, Saab.
               -Acuérdate del programa.
               -Que sí, pesada. Hasta esta noche.
               -Nos vemos, mi amor-ronroneé, y colgué antes de que él pudiera ponerse a lloriquear preguntándome cómo iba a colgarme ahora que le había llamado así. Casi pude escuchar sus protestas al ver que le había colgado; le sentaba fatal.
               Pero lo había hecho por una buena causa. Necesitaba prepararse psicológicamente para verme vestida con un mono de cuero de colores que tenía pensado robar terminada la gala.
               Suerte que Alec ya estaba en el hospital, porque esa noche, iba a tirarme a su yugular.


 
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2 comentarios:

  1. BUENO, LOS VIBES QUE ME HA DADO ESTE CAP DE LA EPOCA DE CTS HAB SIDO TOCHOS. Me ha gustado la hostia que hayas cambiado un poco como pasaron las cosas con respecto a la aparición de Sab en el programa porque me ha gustado muchísimo leer la perspectiva (aunque sea un poquito) de Eleanor en ese capítulo que me marcó a fuego en su dia, que pensó de la carta, como decidió perdonar a Scott, que le impulso a perdonar a Diana etc
    Por otro lado me voy a morir de la risa y de amor en el próximo capítulo cuando narres como Alec ve el programa es que a va a ser legendario no puedo esperar a las vaciladas que le van a meter de verdad te lo digo estoy ansiosa joder.

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  2. Me ha encantado el cap, tenía muchas ganas de esta parte de la historia desde el punto de vista de Sabrae <3
    Comento por partes:
    - “Llevaba haciéndolo desde el 23 de julio de 2010. Y puede que hubiera tenido un principio, pero no tendría un final” DILOOOO SABRAE, lo que unió 1d no lo separa nada.
    - La conversación de Zayn y Sabrae buenísima, yo es que me meo con Zayn te lo juro, metiéndose con Louis y acojonado de Sherezade. Y luego Sabrae haciéndole la pelota.
    - Me encanta la amistad de Sabrae y Eleanor en serio.
    - Sabrae siempre pensando en Alec y no queriendo romper la promesa de que iban a ver los programas juntos :’))
    - Que pesada es June de verdad
    - Ver esta parte desde la perspectiva de Eleanor me ha encantado, pero es que jo pobrecita que mal lo pasó
    - La conversación de Sabrae y Scott me ha dejado super soft.
    - Ver a Sceleanor peleados me deja fatal e, si es que están los dos como cachorritos abandonados (aunque he de decir que me encanta como fue la reconciliación y en el momento en el que fue).
    - Sabrae hablando con Alec en su mente, yo es que me meo te lo juro.
    - Eleanor sin separarse de la carta y Sabrae sin lavar la sudadera de Alec yo me parto con estas dos.
    - LA PUTA CARTA DE SCOTT, LAGRIMONES COMO MELONES. No falla, cada vez que la leo lloro como una puta magdalena. Sceleanor mis padres :’)
    - La conversación sobre Diana también me ha encantado y aunque entiendo la postura de Eleanor, estoy de acuerdo con Sabrae.
    - A PERDONARSE YA TODO EL MUNDO COÑOOOO, que sufrimiento esos capítulos en cts de verdad
    - Sabrae siendo totalmente consciente de lo orgullosos que fueron Alec y ella al principio de su relación LA EVOLUCIÓN QUE MEREZCO
    - He estado con una sonrisa boba leyendo a Alec y Sabrae hablando por teléfono? Evidentemente
    - Alec diciéndole solo buenos días a la psicóloga, por qué no me sorprende?
    - “¿Por teléfono? ¿Quién te crees, Joe Jonas?” Yo me meo de la risa te lo juro
    - El final aldhaerjbfsfvieargn A Alec le va a dar un chungo cuando la vea actuar.
    Tengo muchísimas ganas del siguiente capítulo, estoy deseando ver como a Alec le da un algo, Sabrae lo peta, Sceleanor se perdonan, Sabrae se tira a la yugular de Alec… JAJAJAJAAJAJAJJAJAJAJ

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