viernes, 23 de julio de 2021

Enemies to lovers.

  
¡Toca para ir a la lista de caps!

-Ya sé qué día me voy.
               Suspiró después de soltar la bomba, sus hombros subiendo y bajando al ritmo que marcaban sus pensamientos y su miedo a hacerme daño. Me giré para mirarlo. Estábamos tumbados en mi cama, con los pies en el suelo, las piernas dobladas y la espalda apoyada en el colchón. Teníamos la vista fija en el techo y los cuerpos a una distancia prudencial, la suficiente como para darnos espacio pero no como para no poder salvarlo si nos echábamos de menos, incluso juntos como estábamos.
               Alec tenía los ojos fijos en mí, esperando mi reacción. Creo que creía que me iba a echar a llorar en cuanto me lo dijera, y seguramente tenía razón, de modo que levanté la vista y la clavé de nuevo en el techo, concentrada de repente en los minúsculos surcos que hacía la pintura y que me había acostumbrado a examinar en mis tardes de aburrimiento, soledad o tristeza.
               Se me ocurrió entonces que mi vida había sido un entrenamiento para lo que me esperaba a partir de la fecha que iba a decirme Alec. Había estado ignorándola todo lo que había podido, intentando apartar de mi cabeza los pensamientos de que el videomensaje que abría cada día por la mañana era uno menos a tachar de la lista de los que tenía disponibles por lo menos durante un año. Tenía que apartar esa idea porque sólo me hacía tener miedo. Miedo de haber sido demasiado débil, miedo de no haberme mantenido lo suficientemente firme, miedo de lo que el voluntariado de Alec nos haría. Yo era sincera cuando le decía que nada cambiaría en lo que sentía por él, pero me daba miedo pensar en lo que cambiaría para él. Conocería a gente nueva, haría cosas increíbles, planes especiales, se convertiría en otra persona… y puede que tal vez esa nueva persona que iba a nacer en Etiopía ya no estaría tan interesada en mí como yo en ella.
               Y me aterraba pensar que había metido la pata rectificando el mayor error de toda mi vida. Aunque fuera sólo un instante cuando pensaba eso, ese instante bastaba para que todo mi cuerpo se revolviera en espirales de rabia y tensión, rechazando la idea por lo antinatural que era. Alec era lo mejor que me había pasado en la vida, y de lo único que me arrepentía con relación a él era, precisamente, de cómo había perdido el tiempo diciéndole que no cuando quería decirle que sí, en cómo el miedo, mi miedo, nos había condicionado cuando todavía no tenía ni derecho a sentirlo. En los meses en que fui estúpida y egoísta, creyendo que podría luchar contra mis sentimientos y conseguir que la razón triunfara sobre el corazón, el voluntariado de Alec era apenas una sombra en el horizonte, tan difusa y cercana a éste que parecía más bien una ilusión.
               Sin embargo, ahora estaba a punto de engullirme el tsunami. Allí estaba yo, plantada frente a él, con el estruendo del agua rugiendo por encima de mi cabeza en la pared más alta que hubiera visto en toda mi vida, preparándome para el impacto, tratando de decirme a mí misma que estaba tranquila.
               Y, ahora que lo tenía encima, sabía lamentar los errores que había cometido.
               Tomé aire y aguanté la respiración, esperando que la gigantesca ola se apiadara de mí y me permitiera salir a una superficie devastada por sus consecuencias, pero vivita y coleando.
               Noté los dedos de Alec estirándose hacia los míos, su meñique acariciándome el dorso de la mano.
               -¿Cuándo?-quise saber.
               El principio del final me lamió los pies con su espuma de sal.
               -Me voy el 31.
               Su mano encontró la mía y se afianzó a los dedos que tenía a su alcance mientras yo cerraba los ojos. Tenía un nudo ardiente en la garganta, las pestañas se me habían quedado pegadas con el pegamento más potente, mis ojos se habían sumergido en un lago de lágrimas, y me costaba mantener una respiración regular.
               Aun así, conseguí mantener la calma. Sabía que no podía fallarle, no ahora. No después de todas las decepciones que se había llevado conmigo. Alec no podía aguantar un tropiezo más. Aún estaba recuperando la confianza para echar a correr.
               -¿De qué mes?-quise saber, aunque me temía que ya sabía la respuesta. No tendría tanta suerte como para que fuera de agosto. Por un instante, pensé en la posibilidad que había de que me dijera que de septiembre, de noviembre, de febrero, o de abril. Por un delicioso instante de delirio absoluto y celestial, creí que Alec me diría un mes que no tuviera 31 días para así quedarse conmigo.
               -De julio.
               El nudo en mi estómago se apretó más. Julio, por supuesto. El mes que les había cambiado la vida a todos los que me rodeaban. El mes en que mis padres se habían conocido y mamá se había quedado embarazada de Scott, el mes en el que se formó la banda en la que mi padre empezó a cumplir su sueño de vivir de la música, el mes en que mis padres se comprometieron.
               El mes que me lo había dado todo también tenía que quitarme algo. De lo contrario, sería demasiado perfecto.
               31 de julio de 2035. El día de mi ejecución.
               Dejé que resonara en mi cabeza, acostumbrándome a la idea de que ni siquiera nos quedaban dos meses juntos. Habíamos consumido una de las piedras angulares de la cuenta atrás sin saberlo. Sentí un efímero chispazo de rabia, preguntándome si Alec ya lo sabría hacía unos días, cuando pasamos por ese día sin que yo supiera lo que se nos venía encima.
               Y luego, con sólo escucharlo respirar, supe que yo era la primera persona a que se lo decía. Si era así, era porque quería que aprovecháramos el tiempo. Así que no. Él no lo sabía.
                -Es martes-me informó, incorporándose hasta quedar tumbado sobre su costado a mi lado. Me acarició el vientre con cariño, como si pudiera haber algo dentro de él que hiciera que se quedara. Consideré la posibilidad de decirle que estaba embarazada, sabiendo en toda mi ruindad que se quedaría conmigo si eso pasara.
               No quiero que te vayas, pensé. No obstante, le pregunté:
               -¿Por qué te vas un martes?
               -Para así poder instalarme, aclimatarme, y que me vayan enseñando durante el fin de semana. Se supone que hay menos carga de trabajo, y como todos serán nuevos, no tendrán mucho que hacer.
               -Es un buen plan-murmuré, limpiándome las lágrimas que se me caían desde las mejillas. Estaba desbordada, literal y metafóricamente. Incluso en cosas en las cosas que tenía que pensar con egoísmo, Alec terminaba pensando también en los demás. Detesté a aquellos compañeros que no se lo merecían, por muy buenos que fueran, y que me lo iban a arrebatar-. Claro que, si te fueras el día 3…-musité, sin atreverme a terminar la frase, pero Alec sonrió de todos modos.
               -Sí. Lo pensé. Podría estar para el cumpleaños de Shasha-mi hermana le había preguntado  hacía unos días si estaría disponible a finales de julio, mientras hacíamos la lista de cosas que teníamos que ir a comprarle para su voluntariado, y Alec se había encogido de hombros, preguntándole por qué con una sonrisa mal disimulada que denotaba que lo sabía de sobra.
               -Por si te apetecía venir a mi cumpleaños-Shasha se encogió de hombros y se marchó de la habitación, como si aquello no tuviera importancia, pero Alec me miró con los ojos brillantes por la ilusión, feliz de saber que Shasha, la más hermética de todos nosotros, también le había cogido cariño y tampoco quería que se fuera.
               -Pero no quiero pasarme el último día en casa tirando serpentinas y comiendo tarta. Para mí no es ninguna celebración marcharme. Quiero pasar la última noche aquí contigo, Saab-me dijo, tirando de mí desde mi cintura para pegarme a él y darme un beso que ya sabía a despedida, a mes y pico aún de que nos separáramos para siempre.
               ¿Iban a saber así nuestros besos a partir de entonces? ¿Al inexorable paso del tiempo haciendo mella en nosotros?
               Pasé la mano por su cuello, siguiendo los surcos de sus músculos y venas hasta hundirle los dedos en el pelo mientras me entregaba a ese beso. Ahora que tenía una fecha en el calendario, cada minuto valía más que los anteriores, pero menos que los que seguirían, por ser más escasos.
               -Todavía nos queda tiempo-dije al notar sus manos agarrándome la cintura con insistencia, haciéndome una pregunta que no sabía cómo responder. Alec sonrió contra mi boca y asintió con la cabeza, su nariz rozando la mía en una caricia que iba a echar terriblemente de menos, ya que sólo me la daba él.
               -Sí. Aún nos queda tiempo. Pero quiero que sepas que he reservado en el Savoy-añadió-. Lo mejorcito para ti, nena. Para que eches de menos la vida de lujos que te vas a perder por no haber sido capaz de convencerme para que me quede.
               -¿Que has hecho qué, Alec?-abrí los ojos, alarmada-. ¡Las noches en el Savoy son carísimas! Me dio miedo preguntarle a Diana... y a ti ya te costaba un esfuerzo cuando no trabajabas.
               -Bueno, ahora sigo trabajando-se encogió de hombros y se tiró de espaldas sobre la cama, las manos sobre la cabeza. Me incorporé y puse los ojos en blanco.
               -Apostar en la discoteca de Jordan no es un trabajo.
               -Sí, si apuestas por los caballos ganadores-sonrió con picardía, guiñándome un ojo, y yo solté un bufido. Desde que Scott y Tommy habían vuelto del concurso, las apuestas en el karaoke de Jordan ya no se basaban en cuál de los participantes de esa noche se haría con la mejor puntuación, sino quién de los dos daría más notas. Supuestamente eran anónimas y las canciones que les tocaban a cada uno eran aleatorias, pero la realidad era que Scott y Tommy se memorizaban la quiniela que echaba Alec y actuaban en consecuencia, desafinando más o menos dependiendo de por quién hubiera apostado el mayor de todos ellos. Cuando le pregunté si sabía lo que hacían a Alec, él me había fulminado con la mirada y me había espetado “claro que sí, ¿a quién crees que se le ocurrió la idea?”.
               Diana le había hecho perder un par de veces presentándose por sorpresa y barriéndolos a los dos, pero a Alec no le molestaba; hacía que la gente no sospechara y, además, Diana apostaba por sí misma y se repartía los beneficios con él.
               -¿Por qué haces eso?-protestó Tommy, un día de la que volvían de fiesta, mientras Diana contaba las libras y le tendía la mitad a Alec-. ¿Por qué no lo compartes conmigo, tía? Yo soy tu novio.
               -Contigo ya comparto bastante. O, más bien, a ti-lo pinchó Diana, brincando hacia él sobre unos tacones que la hacían más alta que Tommy, pero Tommy, gracias a Dios, no era de esos imbéciles que se creen que su masculinidad se mide en los centímetros que les sacan a sus chicas-. Además, entre guapos nos ayudamos, ¿verdad que sí, Al?
               -Díselo, muñeca-ronroneaba Alec, contando la pasta mientras los ojos le hacían chiribitas.
               -Además-añadió-, hay parte que me gano honradamente-arqueó las cejas y yo fruncí el ceño. Además de las apuestas, Alec se había convertido en el manitas extraoficial del barrio, arreglando toda clase de electrodomésticos que se le pusieran por delante. A pesar de que decía que lo hacía de manera altruista, nunca rechazaba una propina que le quisieran dar las vecinas. Ni siquiera le chafaba un poco que las propinas tuvieran a veces forma de dulce, tan agradecido como era, mi pobre niño.
               -Espera, ¿por eso te vas de martes?-pregunté-. ¿Porque las reservas en el Savoy son más baratas entre semana?
               Alec me guiñó un ojo.
                -No perdemos facultades incluso estando cachondas perdidas, ¿eh?
               -Yo no estoy cachonda perdida-discutí.
               -¿No? ¿Y ahora?-me puso una mano en el muslo y la subió lentamente en dirección a mi entrepierna. Un cosquilleo en absoluto desagradable ascendió desde la cara interna de mi rodilla hasta mi piel.
               Puse los ojos en blanco y le di un manotazo.
               -No seas capullo. Yo aquí tratando de digerir que mi novio-se le iluminaron los ojos al escuchar esa palabra, y yo me golpeé mentalmente por haberle negado esa etiqueta durante tanto tiempo. Ojalá le siguiera haciendo la misma ilusión cuando volviera de Etiopía- se va en menos de dos meses, y tú pensando sólo en una cosa. A la que, por cierto, vas a renunciar.
               -Por ser una buena persona. Tengo que redimirme de todos mis pecados, bombón. De lo contrario, mi plaza en el cielo peligra.
               -¿Qué pecados puedes tener tú?-me reí, apoyando la mano sobre el colchón, al lado de su hombro. No se me ocurría una persona más pura que Alec, con un alma más luminosa y un aura más limpia que la suya.
               -Mm, déjame que piense. Me meto en peleas, digo tacos…-levantó la falda de mi vestido y siguió subiendo por la curva de mis glúteos, hasta llegar al borde de mis bragas-, sin olvidar, por supuesto, las cantidades ingentes de sexo prematrimonial que estoy teniendo. De las que no me quejo, por cierto-me dio una palmada en el culo y se relamió-. Joder, Dios me libre de quejarme de esto-me masajeó el culo todo lo que a él le dio la gana, con la boca hecha agua. Era increíble cómo podía ponerse a pensar en sexo en un momento como éste.
               Y era increíble cómo podía hacer que yo me pusiera a pensar en sexo en un momento como éste. Se me pasó por la cabeza la posibilidad de dejar pasar el tema y retomarlo cuando estuviéramos satisfechos, sudorosos y desnudos sobre la alfombra de mi habitación. Todavía no habíamos estrenado en ese sentido el sillón colgante, y me parecía que sumaría puntos en nuestros polvos, si llegábamos a usarlo antes de que él se fuera.
               -Lo estás haciendo otra vez.
               -¿El qué?
               -Recurrir al sexo para distraerme.
               -La culpa es tuya, nena. Sabes que no me resisto a verte tanta pierna.
               Recogí con delicadeza la falda del vestido con dos dedos, y la deposité de nuevo sobre mi piel, tapando el motivo de discordia entre nosotros. Lanzó un gruñido y se dejó caer en la cama.
               -Estoy bastante seguro de que las novias de los soldados que se iban a las guerras no se ponían tan chulas como tú.
               -Vale, calma, reina del drama, que no te vas a la guerra, sólo a corretear detrás de las cebras.
               -Podrían matarme de una coz, ¿sabes, Sabrae? No tiene gracia.
               -¿Sinceramente, Alec? Conociéndote, no me sorprendería que volvieras a casa con un cachorro de cada especie, porque cada clan haya querido darte las gracias de algún modo por honrarles con tu presencia.
               Sonrió, esta vez más intensamente aún.
               -Vaya lo que me quieres, ¿eh?
               -Supongo-me encogí de hombros-. Tengo que aprovechar, ¿no? Me has dado muy poco tiempo para reaccionar-hice un puchero mientras me tumbaba a su lado, y él una mueca.
               -Lo he pospuesto todo lo que he podido.
               -No es verdad-respondí, dándole un beso en el pecho-. Te pierdes el cumpleaños de Shasha por tan solo unos días. Podrías esperar unos pocos y, así, te quedabas para su cumple. ¡O para el de Diana!
               -¿El 19 de agosto? Sí, claro, ¿cómo no se me habrá ocurrido? Oye, ahora que lo pienso, también podría quedarme y esperar hasta el de Tommy. Total… ¿qué más da llegar tres semanas que tres meses más tarde?
               -¡O podrías esperar por el tuyo!
               Se echó a reír.
               -¿Podrías ser más específica, bombón? ¿Con cuántos años crees que me dejarías irme al voluntariado, si se diera el caso de que esperara como tú quieres?
               -Mm, ¿a los noventa y nueve?
               Los dos soltamos una carcajada.
               -Dudo que me sigan queriendo a los noventa y nueve.
               -Pues ellos se lo pierden, porque serían los únicos-me reí, dándole un beso en la cara interna del brazo y levantando de nuevo la vista hacia la pared. Habíamos adoptado esa misma postura en multitud de ocasiones, cuando salía algún disco de un cantante que nos interesaba a ambos y que quedábamos para escuchar juntos por primera vez.
               Deseé que el mundo se detuviera y que nadie hiciera absolutamente nada mientras Alec no estaba conmigo. Ahora que sabía lo que era escuchar música acompañada, ver películas acompañada, y dormir acompañada, no quería hacer nada de eso sola. La música sería ruido, las películas serían documentales, y dormir sería entregarme voluntariamente a las pesadillas.
               Lo peor de todo sería la ausencia de su olor. Poco a poco, mis sábanas dejarían de tener ese dulce toque de su aroma, mi ropa adoptaría el olor del suavizante, y su habitación se empaparía del olor de las estaciones pasando mientras él no estaba en casa. Sería como la devastación del hospital, pero a mucha mayor escala; no tendría dónde acudir para hundir la nariz, cerrar los ojos y fingir que no nos había pasado nada malo y todo estaba bien. No habría ningún oasis de tranquilidad y compañía que me albergara; sólo desierto, desierto y más desierto, un desierto de un año de longitud.
               Un desierto en el que sólo estaría inmersa yo. La música seguiría lanzándose, las películas seguirían estrenándose, los libros seguirían publicándose, y la persona con la que más querría compartirlas estaría a medio mundo de distancia, ajeno a todos los cambios, sumido en una cruzada a pequeña escala para hacer de ese mundo que nos había abandonado un lugar mejor.
               -¿Estás triste?-me preguntó, apretándome un poco más contra él, regalándome un poco de esa cercanía que yo había dado por sentada durante demasiado tiempo, y que ahora iban a arrebatarme.
               Asentí despacio con la cabeza, pensando en lo absurdo que sería tratar de negarlo.
               Además, sabía que él también lo estaba. No habría esperado a que estuviéramos solos y en mi habitación para poder hablar tranquilamente y consolarnos en lo que necesitáramos de no ser así.
               -¿Quieres un polvo de disculpa?-bromeó, dándome un beso en la sien. No pude evitar pensar en cómo habíamos ido alejándonos de nuestras bocas a medida que nuestra relación se asentaba, como si ya no necesitáramos reforzar tanto la lujuria en nuestro contacto físico. Podíamos darnos besos castos como los que compartíamos con nuestros amigos, y sin embargo el componente romántico no nos abandonaba.
               -No todo se arregla con sexo, Al-respondí, acariciándole los brazos. Me pregunté cómo de diferentes serían cuando volviera; seguramente, mucho más fuertes de lo que los había visto nunca. Todo su cuerpo cambiaría por el ejercicio físico que haría, más intenso al que se había sometido en toda su vida.
               Y, aun así, sabía que seguiríamos encajando como lo habíamos hecho siempre. Sus ángulos serían distintos, pero mis curvas se adaptarían a ellos. Mi blandura se acompasaría a su dureza, mi suavidad compensaría lo áspero de sus trabajos. Seguiría siendo su mujer, incluso cuando se volviera aún más hombre.
               O eso esperaba. Porque podían pasar muchas cosas. Muchas, muchísimas cosas. Él me tenía glorificada, me idolatraba de una manera en que no había visto a nadie, y puede… puede que la distancia hiciera que se fijara más en esos defectos míos que ahora pasaba por alto. Puede que, con un continente de distancia entre nosotros, el hechizo con que le había embrujado se deshiciera, y sólo quedaran mi inexperiencia y mi tozudez donde antes había visto potencial y obstinación. De todas las chicas que había en el mundo, yo era la única capaz de mandar a la mierda meses de disfrutarlo, y también la única capaz de dejarlo marchar hacia un destino incierto en el que puede que todo cambiase.
               -Podemos intentarlo, ¿no crees?-ronroneó, y yo me reí. Seguí pasándole los dedos por los músculos, maravillándome de lo rápido que su cuerpo estaba admitiendo su trabajo duro y regresando a su estado antes del accidente. Los progresos eran lentos pero claros, indudables. Alec estaría en mejor forma de la que nadie se esperaba cuando llegara el momento de subirse al avión.
               En WWF tendrían muchísima suerte por tenerlo. Y yo la tendría muy mala por perderlo.
               -No tengo muchas ganas ahora mismo, sol.
               Él asintió con la cabeza, dejándose llevar por mis manos en su piel y dándome un beso en los labios.
               -¿Me he puesto pesado?-preguntó, preocupado. A pesar de la confianza y de que sabía leerme como si fuera un libro abierto, seguía igual de preocupado por la posibilidad de presionarme y hacerme acceder a algo que yo no quisiera como el primer día. Sinceramente, ojalá fuera un poco menos considerado conmigo. Así habría hecho que nuestra relación oficial durara un poco más.
               Negué con la cabeza.
               -Sólo quieres aprovechar el tiempo que nos queda, lo cual es genial. A mí también me apetece mucho…-dejé la frase en el aire, y él asintió y me besó la palma de la mano-. Es sólo que aún necesito digerirlo.
               -Vale. Perdona. Siento haberte disgustado, nena.
               -No tienes por qué disculparte, rey-le acaricié el mentón, en el que asomaba un poco la barba, y él sonrió con cansancio-. De verdad. Yo llegué después que el voluntariado, y ya sabía lo que iba a pasar. Es sólo que… tener una fecha lo hace más real.
               -Aun así no quiero verte triste.
               -Se me pasará. No hay nada que puedas hacer para que se me pase. Bueno, quizás, quedándote…-fingí meditar, como si la idea acabara de atravesarme la mente. Se echó a reír con suavidad, esa risa sensual que emiten los chicos a veces, cuando sus chicas les pillan con la guardia baja y ellos las pillan a ellas del mismo modo, y los dos se demuestran cuánto se quieren sin decírselo directamente, hasta cuando ya lo saben.
               -Quedarme está descartado, nena, lo siento.
               -¿Ni siquiera estás dispuesto a considerar un cambio minúsculo en la fecha? Las recuperaciones extraordinarias terminan a principios de agosto-quizá era demasiado pronto para tocar el tema de las recuperaciones de agosto, dado que Alec estaba estudiando a tope, con un modelo nuevo de estudio que papá nos había ayudado a configurar, en el que había muchos más descansos que en el que había diseñado yo originalmente, ya que se centraba más en la productividad que en el tiempo invertido en estudiar. Nuestro objetivo ahora eran las recuperaciones ordinarias, a las que Tommy y Scott también iban a acudir. Las extraordinarias eran un último recurso que no debíamos plantearnos, sobre todo ahora que sabía que Alec no iba a estar. Pero… no quería que se fuera sin el título del instituto, en el caso de que algo saliera mal-. Ya no es sólo por el cumpleaños de Shasha o el de Diana. Quizá te interese…
               -No me voy a graduar este año, Sabrae-respondió Alec, tajante, encogiéndose de hombros. Para él, ya estaba asumido, era un hecho inamovible, pero que continuara estudiando como si no creyera a pies juntillas que iba a fracasar me hizo admirarlo aún más-. Ya no te digo que lo asumas y tires la toalla, pero por lo menos plantéate la posibilidad de que, por mucho que hagamos, quizá no sea suficiente. Y no pienso martirizarme por ello, ni voy a arriesgarme a seguir retrasándome con el voluntariado por algo que no tengo garantizado. Bastante hago esperando ya y apurando hasta el último día de julio para irme, cuando lo ideal sería que lo hiciera dentro de un mes, y no de dos. Cuanto menos tiempo me saquen mis compañeros, más productivo seré y más podré ayudar.
               Se pasó la lengua por las muelas y se tumbó de nuevo en la cama, pasándose la mano por el pelo y soltando un suspiro tremendista.
               -Me he pasado, ¿a que sí?-pregunté, incorporándome y poniéndole una mano en el pecho, maravillándome con el martilleo de su corazón.
               -No. Es sólo que… me da un poco de vértigo pensar en lo retrasado que puedo estar.
               -Son sólo tres semanas, Alec. Es imposible que no pilles el ritmo, cuando has estado dos meses sin ir a clase y tus resultados académicos son mejores que nunca. Eres bueno recuperándote de las caídas-le guiñé un ojo, pero él suspiró.
               -Lo sé, y me siento un cabrón por pensar así, ¿sabes? Una parte de mí piensa que soy un amigo de mierda por lamentar quedarme, cuando sé lo importante que es para Scott, Tommy y Diana que esté en julio para el concierto del aniversario de la banda.
               No pude evitar sonreír al imaginarme a Alec en un concierto homenaje a One Direction. Se suponía que iba a ser una sorpresa que la banda anunciaría el mes de su aniversario: un tour mundial en el que papá, Louis, Niall, Liam y Harry cantarían sus éxitos antiguos y un par de sorpresas que tenían preparadas. La gira arrancaría el día 23, en su vigésimo quinto aniversario, en el estadio de Wembley, con invitados muy especiales: la propia Eleanor y Chasing the Stars, como flamantes ganadora y finalistas de la última edición de un concurso muy similar al que había lanzado a mi padre y sus compañeros a la fama.
               Claro que la sorpresa se había chafado en una de las entrevistas promocionales del tour veraniego que iban a hacer los concursantes de esta edición de The Talented Generation, en la que la propia banda de Scott era la que más expectación despertaba, incluso por encima de Eleanor.
               -Antes de que os vayáis, ya que no me queréis decir nada del disco-les había pedido la entrevistadora a los chicos, y Chad alzó una ceja, sabiendo lo que se les venía encima incluso antes de que ella pudiera enfocar la conversación-, creo que sabéis que el verano de este año se conmemora un evento muy especial.
               Chad, Layla y Tommy habían sonreído y asentido con la cabeza, mientras Scott se mordisqueaba el piercing y se revolvía en el asiento. Layla fue la que tomó el relevo de la conversación antes de que nadie pudiera cagarla; dado que era la mayor, tenía más tendencia a la prudencia que los demás.
               -¿El cumpleaños de Diana, quieres decir?-preguntó, y todos se rieron. Diana le acarició el brazo, haciendo que las lesbianas de las redes sociales se volvieran locas con ese gesto, hablando de que Tommy no era más que una tapadera para una relación secreta en la que estaban metidas ellas dos.
               La verdad, me interesaba más la nueva narrativa de Diayla que la antigua de Larry, por mucho que supiera de primera mano que era mentira.
               -¡O el tuyo, Lay! Nos hacemos mayores-Diana hizo una mueca y Chad le dio una palmadita en la rodilla.
               -Pero estáis geniales.
               -Qué mono eres.
               -Me refería, más bien, al aniversario de cierta banda con la que todos tenéis bastante vinculación-comentó la entrevistadora, una de las más pacientes de la televisión. Scott se rió entre dientes.
               -¿“Bastante vinculación”? Dirás que literalmente le debemos la vida a One Direction.
               -Y la carrera-pinchó la entrevistadora.
               -Ya, bueno, la carrera no tanto-Scott se revolvió en el asiento y se apoyó en los codos-, verás, estadísticamente, han hecho un estudio y ya tenemos más éxito que One Direction en el mismo momento de sus carreras; hemos vendido más copias digitales de nuestros singles en el concurso que ellos de los suyos, sin olvidar que a mí ya me han nombrado uno de los hombres más guapos de Inglaterra, y eso que mi padre tuvo que superar su etapa de pijo londinense de Up all night y meterse en su tono más macarra con Midnight memories, así que le llevo una ventaja de…
               -Lo que Scott y su inmensísimo ego quieren decir…-le cortó Diana.
               -¡Ya me jodería que una modelo me dijera que tengo un ego inmenso, tío!-se cachondeó Tommy mientras Scott ponía los ojos en blanco. Diana alzó una ceja.
               -¿Sigues tú o sigo yo, inglés?
               -Sigo yo, gracias, Didi-carraspeó Scott-. Perdón, a veces me ahogo en mi propio éxito. En fin, como iba diciendo, si no fuera por One Direction muchos de nosotros no estaríamos aquí. Literalmente-miró a sus compañeros-. Por no decir que el único que estaría aquí sería Chad.
               -Y ni eso-respondió Chad-. Creo que no habría tenido tanto éxito yo solo como con los demás-él miró en derredor también, y Diana y Layla soltaron un gemido mientras Tommy le daba un codazo.
               -No lo digas en voz alta, hombre, que bastante crecidito está Scott ya.
               -Hay muchos años en los que la expectación fue mayúscula y la celebración fue un fiasco, como sucedió en el décimo aniversario de la banda, en el que sólo se hizo una web a modo de recopilatorio y resumen de su trayectoria-todos hicieron una mueca-. Era un hito muy importante y hay sectores del fandom que dicen que no se cumplió con las expectativas.
               -Bueno, no podemos hablar por los sectores del fandom de aquella época-respondió con diplomacia Layla-, ya que nosotros éramos aún muy pequeños, pero creo que hay siempre muchas expectativas frente a One Direction, y que son tan altas que es muy fácil verlas decepcionadas.
               -¿Les preocupa a vuestros padres que ese chasco vuelva a suceder?
               -No-respondió Diana.
               -¿Porque las fans ya los conocen y saben que no deben ilusionarse?-sugirió la entrevistadora.
               -No podemos decir na…-empezó Chad, pero Tommy, que no podía quedarse callado ni un segundo, soltó:
               -No, ¡es que van a hacer una gira!
               Las caras de los demás al escuchar a Tommy aún eran protagonistas de publicaciones virales, pero lo mejor de todo había sido la cara de éste, con una expresión de “me importa tres cojones haberme cargado el secreto mejor guardado de la industria musical inglesa en los últimos cincuenta años” al reclinarse en el sofá y sonreír como si hubiera inventado él la rueda.
               -¡TOMMY!-bramaron Diana, Layla, Chad y Scott. Scott incluso le dio un manotazo cerca de la entrepierna.
               -Me acabo de convertir en el favorito de las fans-¿y no va, el muy sinvergüenza, y mira a cámara mientras se señala la cara con los dos índices?-, ¡así que ya sabéis lo que toca, directioners! ¡Votadme como Male Hottie en los premios de la Mtv si me nominan!
               -¿Cómo no te van a nominar con esa carita tan apetitosa que tú tienes?-replicó Scott, pellizcándole el mentón-. Ñam.
               -¿Os buscamos una habitación, chicos? ¿O con un baño os arregláis?-ironizó Diana, cruzándose de piernas y también de brazos. Estaba calculando con disimulo las dimensiones de la metida de pata que Tommy acababa de cometer; ella sabía mejor que nadie en la banda lo importante que era mantener la boca cerrada y no desvelar secretos a destiempo.
               Cuando los chicos volvieron a casa, Liam, Niall y Louis estaban histéricos en el comedor, correteando de un lado para otro. Papá había puesto el ordenador en un extremo de la mesa para que Harry pudiera asistir a la reunión de emergencia desde su piso en Nueva York, y éste trataba de calmarlos diciendo que no pasaba nada, que ya habían tenido filtraciones más veces y que los números habían seguido funcionando, que tenían que calmarse y dejar a Tommy tranquilo. Seguro que había aprendido la lección.
               -¿Y tú por qué estás tan relajado?-Louis a papá, fulminándolo con la mirada y sospechando de la tranquilidad con que papá se estaba liando un cigarro. El interpelado se encogió de hombros.
               -No puedo decir que me sorprende.
               -¿Ah, no? Y dime, sabio Zayn, ¿si no te sorprende que mi hijo sea un bocazas, por qué no sugeriste que lo mantuviéramos al margen de los planes como hacemos con Niall?
               -¿¡Me mantenéis al margen de los planes!?-protestó Niall con los ojos como platos.
               -Se te da fatal disimular, hermano, y eres con diferencia el que más aparece en los medios de comunicación de todos nosotros-Liam le dio una palmada en el hombro. Harry frunció el ceño.
               -¡Oye! ¿Qué hay de las promociones de mis películas y mi música?
               -A ti sólo te preguntan cuándo piensas empezar a ponerle los cuernos a tu mujer, así que no tenemos que preocuparnos de si se te escapa algo relacionado con la banda-le recordó papá.
               -¡Déjate de rodeos, Malik!-protestó Louis, dando un puñetazo en la mesa y levantándose de su asiento con las dos manos aún sobre la misma-. ¿¡Por qué no dijiste nada sobre Tommy!?
               -Porque esto nos beneficia. Es expectación.
               -¡Nos ha jodido la sorpresa!
               -Venga-papá puso los ojos en blanco-. Shasha llevaba detectando mínimo seis intentos de hackeo de mi correo electrónico desde que empezó el mes. Tarde o temprano, iban a conseguir entrar.
               -Deberías haberlo dicho, Zayn-respondió Liam con diplomacia, buscando calmar las aguas-. Podríamos haber adelantado el anuncio…
               -Venga, no os puede sorprender que el chaval haga tonterías-respondió papá-. Está en la edad. Además… es hijo de Louis. ¿Qué cojones podemos esperar de él?
               Todos en la habitación, incluida Chasing the Stars, se echaron a reír. Todos salvo Louis, por supuesto, que fulminó a papá con la mirada y amenazó con retirarse del tour, “a ver qué hacían sin la voz que juntaba a las demás y que los hacía sonar bien”.
               -No temer por la integridad de mis huevos-respondió Niall.
               -Poder ir por el escenario sin preocuparme por si hay charcos de agua-dijo Liam.
               -No preocuparme de que alguien haya perdido el micrófono o esté demasiado lejos de él para su solo-contestó Harry.
               -No desafinar-soltó papá.
               -Sois unos hijos de puta-acusó Louis, recogiendo su chaqueta-. Si tan mal lo pasasteis conmigo en la banda, ¿por qué no me echasteis, eh? Porque no podíais. Porque sabíais que sin mí ibais a fracasar. Mucha suerte en la primera flop era que va a tener One Direction en toda su historia; yo me piro a mi casa, a estar con mi mujer y con mis hijos. Ojalá entréis en el top 200 de Billboard, pero lo veo jodidísimo sin mí.
               Louis se fue de la habitación dando un portazo mientras los demás se reían y papá comentaba en voz alta lo genial que era tocarle los huevos. Yo me había preocupado por si Louis estaba demasiado enfadado como para ayudarnos con las tutorías de Alec, pero resultó que no se había marchado a casa, sino que la había rodeado para adentrarse en el jardín y ponerse a dar puñetazos en las puertas correderas que conectaban con la casa.
               -¿¡ES QUE NADIE VA A SUPLICARME QUE ME QUEDE!?-bramó.
               Alec se pasó una mano por el pelo, meditando sobre el tiempo que le quedaba y lo que podía hacer con él. El pobre pensaba que no estaba cumpliendo con las expectativas de nadie, cuando la realidad era que todos estábamos orgullosísimos de él.
               Incluso si no aprobaba (cosa que yo dudaba, sinceramente), el tiempo que habíamos pasado juntos habría merecido la pena. Todo lo que estudiara ahora le beneficiaría más tarde, y un certificado de superación de la etapa secundaria de la educación no determinaba ni su valía ni su inteligencia.
               Sabía que no podía decirle que no pasaba nada si no se graduaba, ya que la principal motivación que tenía para estudiar era yo, y si de repente cambiaba mi discurso, creía que me había rendido y él también tiraría la toalla. Sin embargo, estaba tranquila: el Alec luchador que estaba viendo estos días me encantaba, mucho más que el que había conocido hasta entonces, que iba sobrado y exhibía una actitud de perdonavidas ante el mundo que lo hacía parecer un dios.
               Me gustaba que fuera humano. Me gustaba que tuviera cuerpo de mortal. Me gustaba que cometiera errores y tuviera limitaciones; salir con alguien perfecto no tenía ningún mérito ni incentivo.
               Aunque debo decir que sí me entraban dudas de que no fuera alguien venido del cielo cuando nos metíamos en la cama. Era imposible que ningún hombre a secas lo hiciera como él, ya no digamos un hombre de su edad.
               Y sin embargo…
               - Claro que también incluso pienso a veces que debería renunciar al viaje-me confesó, y yo alcé las cejas. Los viajes, quise corregirle, pero me contuve a tiempo. Puede que Tommy fuera pésimo guardando secretos, pero yo no era como él, ya no digamos cuando la sorpresa era precisamente para Alec.
               -¿Por qué? No, hombre-respondí, acariciándole el vientre-. Tus amigos te lo regalaron con toda la ilusión del mundo, y después del añito que has pasado, te mereces ir por ahí de parranda con tu hermana.
               -Ya, pero si queremos aprovechar el tiempo… bueno, ya sabes-me guiñó el ojo-. Todavía tienes la oportunidad de venir conmigo a Roma.
               Me eché a reír con suavidad. Alec se había pasado varios días meditabundo, sin poder concentrarse en los exámenes correctamente, cuando recordó que aún no había elegido acompañante para el viaje a Roma. Después de mucho insistirle, finalmente accedió a ir con Mary, no porque yo no quisiera ir con él, sino porque no quería que ella se sintiera desplazada. Llevaban años hablando de que querían ir de viaje a Italia juntos, así que era justo que lo consiguieran.
               Además… las sorpresas que le teníamos preparadas a Alec bien se merecían que él creyera que íbamos a pasar menos tiempo juntos del que realmente teníamos planeado.
               -No podría hacerle eso a tu hermana-le di una palmadita en el brazo y le besé la frente-, pero gracias por la oferta-cuando hizo una mueca, me dieron ganas de decirle que no se preocupara, que lo tenía todo bajo control, pero de nuevo conseguí resistirme a la tentación de causarle un poco de alivio-. Ya tendremos tiempo de recorrer el mundo juntos-ronroneé, pegando la mejilla a su brazo, regodeándome en el contacto con él. Intenté no pensar en lo mucho que lo echaría de menos, y centrarme sólo en el futuro más inmediato, ése que estaba comprendido en la horquilla de felicidad que Alec había establecido en nuestra relación.
               -Siempre puedes…-empezó, pero la voz de mi padre llamándome desde el piso de abajo nos sobresaltó.
               -¡Sabrae! ¡Ya hemos llegado!
               -¡Se os acabó el chollo!-rió Scott, subiendo las escaleras a toda velocidad. Alec y yo no nos movimos, confiando en que pasaría de largo en dirección a la ducha, como hacía siempre que volvía de un ensayo con papá. Sin embargo, abrió la puerta de par en par y, con los ojos cerrados, nos tiró un cojín encima. A pesar de que no podía ver, tuvo puntería.
               -¡Tío!-protestó Alec, quitándose el cojín de la cara y lanzándoselo con fuerza, con toda la intención de hacer daño.
               -Estamos vestidos, Scott-puse los ojos en blanco y mi hermano entreabrió los dedos para mirar a través de ellos.
               -Uno nunca toma suficientes precauciones.
               -Eso dijeron tus padres, y sin embargo aquí estás-espetó Alec, riéndose. Scott frunció el ceño, molesto.
               -Mi padre ya está listo para tu clase de refuerzo para subnormales, Al. Baja cuando quieras.
               -¿Puedo hacer pellas?-preguntó en voz alta.
               -¡Por favor!-respondió papá desde el piso de abajo.
               -Ni hablar-dije yo, empujándolo para que echara a andar en dirección a la puerta.
               Papá estaba ojeando unos folios de colores que tenía frente a sí, el plan de estudio con los chicos ese día. Tommy estaba sentado a la mesa, Scott estaba haciendo café, y Diana ya se encontraba inclinada sobre sus apuntes, haciendo análisis sintácticos. Alec se paró en seco nada más verla.
               -¿Hoy toca eso?-preguntó con asco, y papá levantó la vista y lo miró.
               -¿No quieres hacer sintaxis? No es que vayas sobrado, precisamente.
               -Si me dieran a elegir entre meter los huevos en una batidora y darle al turbo durante 20 segundos o hacer un análisis sintáctico, elegiría meter los huevos en una batidora y darle al turbo durante 30 segundos porque aun así saldría ganando.
               -Lástima que no puedas elegir aún qué es lo que vas a hacer con tu vida estudiantil, ¿eh?-le pinchó papá, tendiéndole unas hojas que había impreso para él.
               -¿Nosotros qué vamos a hacer?-preguntó Tommy, y papá los miró.
               -Lo mismo.
               -¿Por qué?-se quejaron Scott y Tommy a la vez, y papá frunció el ceño.
               -Porque ¿también tenéis que recuperar Lengua, quizás?
               -¡Pero soy tu primogénito!
               -¡Y yo, tu favorito!
               Scott fulminó a Tommy con la mirada, quien le dedicó una sonrisa radiante. Los chicos se pusieron manos a la obra mientras yo abría mi cuaderno y me ponía a dibujar, y luego pintar, mandalas. Alec intentó varias veces ponerse conmigo, pero papá siempre lo fulminaba con la mirada y él volvía de nuevo a sus oraciones. Les tuvo que echar la bronca a los tres cuando los pilló mirándose de reojo las hojas unos a otros, y luego tratando de copiar de Diana, que incluso fue a sentarse al lado de papá con tal de que nadie se aprovechara de sus esfuerzos.
               -Americanos-escupió Alec en ruso, con un desdén infinito, y yo no pude evitar sonreír. Cuando terminaron los ejercicios, los corrigieron en voz alta, y Alec se rió al tener que tachar una hoja entera.
               -Bueno, tampoco es que sea la primera vez que me pasa-comentó con sorna, pero yo notaba la preocupación creciendo en su interior.
               -Tienes que dejar de hacer eso-le dijo papá-. Bromeando con que todo te sale mal, lo único que consigues es que las cosas comiencen a salirte mal.
               -Hablas igual que mi psicóloga.
               -Tal vez porque a mí también me dieron formación en Psicología cuando hice el Máster de profesorado-papá arqueó las cejas e inclinó la cabeza a un lado, y Alec puso los ojos en blanco.
               -Sí, ya, bueno, el caso es que conmigo no funcionan las cosas happy flower, ¿sabes?-ah, ahí estaba, el berrinche de todos los días-. Cada uno tiene sus capacidades. Mira, Zayn, agradezco muchísimo tus esfuerzos y sé que lo haces todo con la mejor intención del mundo, y que tienes la ilusión de que yo sea como tú querrías que fuera la pareja de Sabrae, alguien súper listo que pueda tener charlas filosóficas súper profundas con ella, pero la realidad es que Sabrae no se ha quedado conmigo por mi inteligencia, sino porque tengo una pedazo de…
               -¡Papi!-aullé yo, cortando a Alec, que dio un brinco y se puso tenso al escuchar aquella palabra de la que se había apropiado sin ser dirigida a él-. Ya decía yo que se me olvidaba algo. Ayer recogí el examen de Literatura que Alec suspendió de su casa. Por fin puedes echarle un vistazo y decirnos qué opinas.
               Papá extendió el brazo para aceptar el papel arrugado que yo le tendía.
               -Echo de menos la época en la que te daba miedo estar conmigo en la misma habitación, Alec-farfulló por lo bajo, y Scott y Tommy se rieron con disimulo.
               -Vamos, Zayn, si te encanta que seamos coleguitas.
               Papá exhaló un sonido de asentimiento por la nariz, analizando el examen de Alec. Entrecerró los ojos mientras leía su letra apresurada, acostumbrado a leer jeroglíficos mucho peores que los de Al. Noté cómo mi chico se ponía nervioso, encogiéndose un poco, metiendo las manos por entre sus piernas y revolviéndose en la silla a medida que papá iba avanzando.
               Cuando le dio la vuelta a la hoja, Alec contuvo el aliento que papá expulsó en un suspiro tremendista. Se mordió el labio, puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
               -¿Tan mal está?-preguntó Al.
               -Y se está controlando-le dijo Scott.
               -Así no ayudas-le recriminé yo.
               -Ya es mayorcito.
               Papá dejó el examen sobre la mesa y unió las yemas de sus dedos mientras meditaba cómo afrontar aquel problema.
               -¿Y bien?-pregunté-. ¿Crees que le merece la pena pedir una revisión? O que lo recalifiquen, incluso. He estado leyendo los estatutos…-empecé, pero me callé cuando papá negó con la cabeza.
               -Está bien calificado-sentenció papá, y noté cómo Alec se desinflaba. Me dieron ganas de llorar. ¿Cómo podía decir eso?-. El examen es un cuadro, Alec. Lo siento, pero es así.  Y creo que en el fondo tú también lo sabes, o de lo contrario no te lo habrías olvidado tantas veces en casa para que yo no lo viera y te lo dijera a la cara.
               -Supongo-Alec suspiró.
               -Ahora bien, entiendo que te haya desinflado la frase que te han puesto al lado de la nota. Hablaré con mi compañera para que no te haga esos comentarios a partir de ahora, porque la verdad es que yo sí que noto que te has esforzado. Aquí sí que veo un trabajo previo, lo que pasa es que todos los conceptos están mal. E, incluso si no lo notara, sé lo mucho que estás trabajando y lo mucho que te estás esforzando y, ¿sinceramente? Yo sí que creo que vas a sacar el trimestre. Confío ciegamente en que lo harás, porque Sabrae no te deja desviarte del camino, que es exactamente lo que necesitas. Pero-suspiró de nuevo, cogiendo el examen y mirándolo por encima-, lo que pasa es que no has ido por el camino correcto. Aunque el esfuerzo se nota ahí.
               -¡¡Gracias!!-bramó Alec, poniéndose en pie-. ¡Es que la frase es lo que más me jode! Podría haberse metido conmigo y no me habría pasado absolutamente nada, pero me jode en el alma que no reconozca mi esfuerzo. Ya me estaba esforzando. No me había esforzado tanto en mi vida. Ni con el puto boxeo. Y aun así, mira.
               Se derrumbó en la silla y suspiró, derrotado.
               -Sólo espero que Sabrae no haya perdido el tiempo conmigo.
               -Incluso que hayáis hecho las cosas mal al principio no quiere decir que no podamos sacarles provecho. Ahora ya tienes la disciplina que necesitas. Podemos trabajar con eso Ten, coge esto-papá le tendió unas hojas escritas a ordenador que Alec cogió con desconfianza-. Son resúmenes detallados de todos los libros que mandamos leer como lecturas obligatorias y de los que hacemos exámenes.
               Tommy y Scott se estiraron para coger cada uno una hoja, analizando los títulos de los clásicos que estudiaban en Literatura Universal. Alec chasqueó la lengua y silbó, leyendo el contenido de las mismas.
               -¿Llevas teniendo esto todo este tiempo y no nos habías dicho nada?-me quejé, fulminando a papá con la mirada, pero él levantó las manos.
               -¡Eh, cuidado, tigresa! No me habías dicho qué era lo que a Alec le había salido mal.
               -Habría terminado más rápido diciendo qué me había salido bien-se burló Alec, sin levantar la vista del folio.
               -Ahora ya sabemos que donde fallas es en el tema de la lectura. Lo cual es fundamental en Literatura, por si no te habías dado cuenta-papá se reclinó en la silla y esperó a que Alec dijera algo.
               -Sorpresa, sorpresa-musitó Alec, mordiéndose el labio y girando la cabeza para leer un esquema de las obras de Shakespeare-. Y Zayn, una duda, ¿por qué no dais esto a principio de curso para que podamos aprobar?
               -Porque se supone que tenéis que leer los libros, no los resúmenes. No pretenderás compararme ese papel con cualquier obra de las que hablamos.
               -Mm, o quizá es porque el sistema educativo está diseñado para que los estudiantes compitamos entre nosotros-se quejó Al, y luego suspiró-. O para obligarnos a leer libros que son un putísimo coñazo, o que son imposibles. O para que nos metamos en carreras de ciencias si no nos apetece meternos entre pecho y espalda un tocho que hable de cosas que ya no nos importan a los jóvenes de hoy en día. No sé por qué me metí en Literatura, la verdad-suspiró, mirando a Tommy y Scott, que se limitaron a encogerse de hombros.
               -Sí, la verdad es que yo tampoco sé por qué te metiste en Literatura con el asco que le tienes a leer, la verdad.
               -Creo que tenía que ver con que los mayores me habían dicho que te tocabas los huevos a dos manos. Claro que las chicas con las que hablé eran unas frikis de los libros, así que no debería haberme fiado de su opinión…
               -Te das cuenta de que soy el jefe del departamento de Literatura, ¿no?-preguntó papá, riéndose, y Alec se quedó quieto un instante.
               -También eres mi suegro, Zayn. Hay confianza.
               Y le guiñó un ojo, a lo que papá respondió echándose a reír.
               -Vale. Vamos a hacer una cosa. Ya hemos repasado, aunque sea un poco por encima, todo el temario de Literatura. Si te lo estudias bien, deberías poder sacar la teoría. Pero necesitas mejorar, y mucho, en los análisis críticos. No te va a dar tiempo a leer los libros que pedimos como obligatorios; ni siquiera yo podría, ya que son demasiado largos para el tiempo del que disponemos. Lo que sí podemos hacer es corregir el error que ha cometido Sabrae contigo-alcé una ceja, expectante-. El error que ha cometido ella es haberte dado primero directamente los clásicos. Es comprensible, ya que eran los que tenías que leer, pero así es imposible que los comprendas. Si no te gusta leer, no puedes empezar por las obras maestras de la Literatura: no sabrás apreciarlas.
               -O quizá todavía no estoy tan chalado como para que señores de hace siglos me coman la cabeza haciéndome creer que mi vida no vale nada porque no me he convertido en una cucaracha gigante-Alec se encogió de hombros, y yo le di un toquecito en el brazo.
               -Escucha a papá. No te pongas a la defensiva.
               -¡Pero si no me pongo a la defensiva!
               -Para entender los clásicos, necesitas enamorarte de la literatura. Y para enamorarte de la literatura, tienes que leer libros que te interesen. Que se adapten a ti antes de que tú te adaptes a ellos. Así que, Alec, ¿qué es lo que te interesa?
               -El sexo-dijo Alec.
               -Las motos-dijo Scott.
               -El boxeo-dijo Tommy.
               -El amor-dije yo. Los tres se me quedaron mirando-. ¿Qué? Dos de vosotros estáis en una banda, ya va siendo hora de que admitáis que sois unos románticos empedernidos y empecéis a ganar dinero a mansalva hablando de ello. Y el otro casi llora cuando le dije que le quería, así que conmigo no vais a poder mantener esa fachada de machitos que tanto os preocupa que se os desmorone.
                -Seguro que puedes hacer algo con eso, ¿eh, Saab?-sugirió papá.
               Asentí con la cabeza. Tenía varios libros sobre boxeo que sabía que a Alec le gustarían, amén de unos cuantos de fantasía con los que puede que conectara. Yo estaba leyendo Asedio y tormenta, y me daba la sensación de que era el típico libro que podría entrarle a Al, especialmente por las continuas referencias a la Rusia zarista, con la que esperaba que se sintiera muy identificado.
               Hice una lista de los libros que podrían gustarle mientras seguían repasando sus asignaturas, ya sin la ayuda de papá. Para cuando terminaron de estudiar juntos, el sol todavía daba unas horas de ventaja que Alec no iba a desaprovechar. Normalmente se iba entrenar con Jordan a esas horas, o a dar una vuelta con sus amigos, pero después del bombazo de la fecha de su partida, sabía que me urgía pasar más tiempo con él.
               Lo sentía mucho por Bey y compañía, que incluso habían tenido quedarle un toque de atención para que se fuera con ellos y yo lo compartiera con el grupo. Cuando regresó por fin de nuevo al instituto, habíamos decidido pasar las tardes al completo juntos, sin dar apenas margen a los demás para que nos separaran, si bien siempre les incluíamos en los planes y hacíamos lo posible para hacer nuestras agendas lo más compatibles posible con la de sus amigos, a fin de que también ellos disfrutaran de Alec.
               Sin embargo, lo que para nosotros era un tiempo más que suficiente, para ellos no bastaba ni de lejos. He de decir que lo entendía; después de tanto tiempo en el que yo siempre había rondado en un rincón de la habitación del hospital, o en que ellos habían tenido que desplazarse por media ciudad para verlo confinado en una habitación, yo tampoco me conformaría con las migajas de tiempo libre que yo le dejaba a Alec. No es que le impidiera quedar con ellos, ni mucho menos, pero ahora que habíamos probado lo que era ser novios éramos incapaces de dejarlo, como si fuera la droga más deliciosa que hubiéramos probado nunca.
               Desde luego, era la más adictiva.
               -Vale, ¿qué pasa?-inquirió Alec a la defensiva cuando Bey hizo una mueca al ver que entraba en mi conversación para preguntarme si tendríamos tiempo de ir por ahí a mirar ropa para el verano con las gemelas y Karlie. Necesitaban una opinión masculina, y Alec era el más paciente con ellas, además del más sincero (sobre todo porque le encantaba ver a sus amigas probándose modelitos y fingiendo estar en la pasarela, momento en el que se lo pasaban como nunca).
               Dejó el móvil sobre la mesa de mala manera, arriesgándose a que se lo quitaran cuando entrara el profesor de la siguiente clase.
               -Nada-Bey se encogió de hombros, fingiendo que todo iba bien.
               -Algo pasará, Beyoncé. De lo contrario, no me habrías puesto esa cara.
               -No quiero discutir, Alec, de verdad.
               -¿Seguro? Porque no lo parece. Venga, ¿me quieres decir qué bicho te ha picado?
               -¿No crees que estás haciendo un reparto un poco… desigual de tu tiempo?
               Alec frunció el ceño.
               -¿Eh?
               -Tío-Jordan se inclinó hacia atrás en la silla; había estado escuchando sin que Al se diera cuenta, pero ahora iba a participar en la conversación-, piensa un poco. No te pongas chulo ni nada, porque no te lo decimos a mal.
               -Sí, si no te hemos dicho nada antes es porque sabemos que estás agobiado y necesitas todo el tiempo posible para estudiar, pero a veces… bueno, a veces tenemos la sensación generalizada de que estás siendo injusto repartiendo tu tiempo-explicó Bey, poniéndole una mano en el brazo.
               -Te prometo que no sé de qué me estáis hablando.
               -De Sabrae, coño-intervino Tam, tirándose de una trenza y pasándosela por el hombro-. Te pasas todo el día con ella, y estás pasando un poco de nosotros.
               -¡Eso no es verdad! ¡Sólo estoy con ella por la tarde! ¡Y no paso de vosotros! Vamos a ir de compras, y sabes lo mucho que lo odio-escupió, aunque era mentira, pero tenía que hacerse el tipo duro.
               -Lo que Tam quería decir es que te pasas todo el tiempo libre con ella, y eso hace que nos sintamos un poco… abandonados-Bey le acarició el brazo, rezando por su comprensión-. Estás pasando un poco de nosotros, Al, cuando también podríamos estudiar juntos.
               Alec había fruncido el ceño, sin comprender, aunque yo entendía perfectamente a qué se refería Bey en cuanto él me narró el encontronazo, y de nuevo me tiré de las orejas mentalmente por no haberme dado cuenta de que sus amigos también le necesitaban. Ellos también iban a perderlo.
               -Eso no es justo. Tengo que aprovechar todo el tiempo que pueda con ella, y a vosotros ya os veo en clase.
               -Sí, pero no es lo mismo estar en clase juntos a estar por ahí. Nosotros también vamos a perderte, Al-Bey le acarició un mechón de pelo que le caía sobre los ojos, recolocándolo en su sitio, con todos los demás. Alec se había quedado callado y le había dado miedo sacarme el tema por si eso suponía un encontronazo con Bey; no quería tener que verse en la tesitura de elegir entre nosotras o tener que mediar entre una u otra.
               A partir de entonces, habíamos hecho un reparto más equitativo del tiempo de estudio de Alec, con Jordan llevándoselo para entrenar cuando yo me pasaba con él, y sus amigos acompañándolo a la biblioteca cuando no iba conmigo. Era raro que él fuera el que más iba a la biblio de los dos, pero también era el que más lo necesitaba. Incluso se habían ofrecido a presentarse a los exámenes de acceso a la universidad extraordinarios, pero Alec se había negado en redondo porque sabía lo que eso podía suponer para sus currículos, especialmente el de Bey, que necesitaba mucha nota para poder entrar a Derecho en Oxford.
               -Me da igual la nota de corte-respondió ella, cogiéndole las manos-. Lo que yo más quiero es que te sientas apoyado.
               -Y me lo siento, reina B. Es un detalle que me lo ofrezcas, pero de verdad que no puedo ver cómo la primera de mi promoción hace las recuperaciones por mi culpa-le dio un beso en la frente y Bey se rió, convencida de que tenía al mejor amigo del mundo.
               No se equivocaba. Yo también estaba segura de que tenía al mejor novio del mundo.
                Bajé con los chicos al cuarto de juegos, donde echamos un par de partidas antes de que yo me aburriera y decidiera que mejor sería que me pusiera a elegir libros que prestarle a Alec, muy consciente de que se nos echaba el tiempo encima y no estábamos para tonterías.
               No tardó ni cinco minutos en seguirme, a pesar de que yo quería que se distrajera un poco más con Scott, Tommy y Diana.
               -¿Te has enfadado conmigo porque me voy?-preguntó poniendo ojos de corderito degollado, y yo me eché a reír.
               -No, sol. Sólo quería darte un poco de tiempo a solas con los chicos-le di un piquito y me colgué de su cuello, enredando los dedos en su pelo y sintiendo cómo mis pies se despegaban del suelo cuando él tiró de mí para levantarme. Le pasé las piernas por la cintura y dejé que me llevara hasta la cama, donde me tumbó con cuidado y empezó a besarme con lentitud y profundidad.
               -¿Ya has pensado en los libros para mí?-preguntó, y yo asentí contra su boca-. Genial, porque a mí se me ocurre uno que podríamos poner en práctica antes de nuestras sesiones de lectura…-y comenzó a desabrocharme los botones de la parte superior del vestido. Me eché a reír y le puse una mano en la cara, apartándolo de mí.
               -¿No has oído lo que te ha dicho mi padre? Confía en que no te dejaré desviarte del camino, y no quiero defraudarle.
               -Quizá te lo ha dicho precisamente porque no quiere que hagamos lo que estamos a punto de hacer.
               -A papá le gusta que disfrute del sexo-respondí, y Alec se separó de mí para lanzarme una mirada perspicaz.
               -No estoy muy seguro de cómo ha sonado eso-hizo una mueca y yo me eché a reír.
               -Te propongo un trato-ronroneé, y me atravesó con la mirada hasta que empecé a acariciarle los brazos. En ese momento, se perdió en mi contacto.
               -Te escucho.
               -Te buscamos algo que te interese-dije, y en ese momento Alec se me quitó de encima, exhalando un gruñido de frustración-, leemos un poco juntos y… lo que surja. ¿Qué te parece?-le guiñé un ojo y Alec se estremeció de pies a cabeza, comprendiendo a la perfección a qué me refería.
               Se suponía que no debía ofrecerle sexo como recompensa, pero no pasaba nada por una vez, ¿no? Además, tampoco era para tanto si ya sabíamos qué día íbamos a perdernos.
               Y no tenía por qué considerarlo una recompensa, sino más bien una motivación.
               Rodó por la cama hasta quedar tumbado boca arriba, frotándose los ojos mientras yo me levantaba e iba a la estantería en busca de un libro. Pasé los dedos por los lomos, rememorando rápidamente la trama de cada uno: románticos, de misterio, de suspense, de terror; de mafiosos, de brujas, de dragones, y de boxeadores.
               Saqué uno de mi estantería bajo la atenta mirada de Alec. Las reglas del boxeador. Serviría.
               -Puede que este te guste-le dije-. Va sobre un boxeador que quiere vengar a su hermano-lo coloqué sobre sus manos desconfiadas.
               -¿Vengar a su hermano? A mí lo que me gustaría es vengarme de mi hermano.
               -Es sobre boxeo, un poco picante, y con enemies to lovers. Seguro que te sientes identificado.
               -¿Qué es eso de enemies to lovers?
               -Personajes que se odian pero se terminan enamorando. Como tú y yo-le guiñé el ojo y me senté sobre sus rodillas, mimosa. Alec dejó el libro sobre la cama y me acarició el culo, sugerente.
               -Pero nosotros nos queríamos mucho cuando éramos pequeños. Además, yo nunca llegué a odiarte. Sólo me encantaba sacarte de quicio. Aún me encanta.
               -Ya te odiaba yo por los dos, tranquilo-me reí, me levanté de su regazo y me dirigí hacia la mesa del escritorio, donde reposaba el libro de Asedio y tormenta. Alec se echó a reír sonoramente y se quedó mirando la portada, con las palabras desordenadas sobre el torso musculado de un chico que se cubría con una chaqueta de chándal, y que no llevaba camiseta debajo.
               -Menudo chulo, el tipejo éste-comentó Alec, analizando sus músculos con ojo crítico, y supe que echaba de menos que su torso tuviera esa pinta.
               -Sí, bueno, es complicado hacer una buena portada de un libro que originalmente era una fanfic de One Direction-los ojos de Alec salieron disparados hacia mi rostro cuando dije aquello.
               -¿Perdona? ¿He oído bien?
               -Sí, se supone que el protagonista es Harry.
               Puso los ojos en blanco y lanzó el libro bien lejos.
               -No pienso leer cómo un falso Harry Styles se folla a alguna chavalita desvalida. ¿Cómo se te ocurrió comprar este libro?
               -Se lo compramos a Taïssa, pero ya lo tenía, así que decidimos que me lo quedara yo. Ya sabes que leo de todo. Pero dale una oportunidad, Al-me senté sobre la almohada y le tendí el libro, que aceptó a regañadientes-. Si no te interesa, puedes dejarlo y te buscaré otro.
                Intentó darle una oportunidad, eso tenía que concedérselo. Se tumbó a mi lado y comenzó a pasar páginas, pero cada vez lo hacía más y más despacio. Empezó a mirar su móvil, distraído; luego, volvía a la lectura, pero se desconcentraba en seguida con cualquier estímulo que pudiera haber en mi habitación. Jugueteó un poco con la bola de la rosa amarilla que me había regalado cuando mi viaje a Bradford y Burnham y me besó la cabeza. Apoyó la mejilla sobre mi hombro y se quedó mirando las páginas del libro que estaba leyendo.
               -¿Te importa si leemos un poco juntos?
               -Para nada, sol.
               Le pasé un brazo por los hombros y lo estreché contra mí mientras nuestros ojos volaban por las páginas. Pude ver que Alec se interesaba más por mi libro que por el suyo, de modo que lo aparté y anoté mentalmente el pensar más libros para que pudiera enamorarse de la lectura.
               Se echó a reír por lo bajo cuando llegamos al pasaje en el que uno de los personajes decía que se llamaba Nikolai, pero también respondía por “cielo” o “guapo”.
               -Me cae bien este tío-comentó, y yo me eché a reír también.
               -Sí, es genial. A Momo y a mí nos encanta, es nuestro favorito. Además, ahora que lo pienso, se parece mucho a ti. Quizá por eso me gustes-comenté-, porque te pareces a él.
               -¿En qué?
               -Os comportáis igual. Los dos sois unos sinvergüenzas, pero sois muy graciosos. Los dos sois muy guapos, y… bueno, él es un príncipe.
               -Quizá yo también lo sea-respondió.
               -¿Quizá?-repetí.
               No pudo evitar sonreír ante la posibilidad de que efectivamente fuera de la realeza. Me pregunté en qué posición nos dejaría eso, o si habría hecho el voluntariado de todos modos, y me entristeció pensar que la respuesta a ambas preguntas pasaría por la inexistencia. Ni nuestra relación sería posible (probablemente ni nos conoceríamos), ni se habría ido de voluntariado. Alec sería completamente diferente por culpa de sus circunstancias, que lo habrían condicionado a ser alguien engreído, más parecido a los príncipes reales que a los literarios.
               -¿De qué va la historia?-preguntó, ojeando la contraportada y leyendo el resumen.
               -Es un país en el que hay una parte del territorio sumido bajo un maleficio por culpa de un brujo loco. En el país hay magos que controlan cada uno un elemento, un poco como en Avatar. La cosa está en que el maleficio consiste en que hay un gran muro de kilómetros de extensión hecho de sombras, en el que habitan monstruos muy difíciles de matar. Hay una persona que tiene los mismos poderes que el que creó ese sitio, la Sombra, pero necesitan que alguien que pueda manejar la luz la destruya.
               Frunció el ceño, dejando el libro de nuevo sobre mis manos.
               -Ya. Parece complicado. No sé si me interesa…
               -Tiene una serie de Netflix; la descubrí por ahí. ¿La quieres ver?-ofrecí, pensando que puede que Alec se interesara por el libro si veía la serie. Para sorpresa de nadie, me dijo que sí, de modo que dejé el libro en su sitio y bajamos de nuevo al cuarto de juegos, donde Scott y Tommy se habían quedado fritos. Nos acompañaron durante el primer episodio, pero enseguida se aburrieron y se fueron a sentarse un poco al fresco mientras nosotros veíamos un capítulo tras otro.
               Tuve que hacer que Alec me prometiera no ver más capítulos de la serie sin mí, ya que tenía miedo que se la cepillara en demasiado tiempo y no pudiera disfrutarla.
               -Debe ser guay-comentó mientras los protagonistas hacían bailar una espiral de sombras y luces.
               -¿El qué?
               -Tener poderes.
               -Tú ya los tienes, sol-ronroneé, compensando que antes había comentado que Ben Barnes podría hacerme lo que quisiera porque estaba buenísimo, a lo que él había contestado muy digno que no se le parecía en nada, y yo había respondido que eso era un punto a favor del actor. Me había lanzado un cojín y había puesto una pierna entre los dos, para que a mí no se me ocurriera acercarme.
               Conseguí sacarlo a rastras de la habitación antes de que el reproductor automático siguiera poniendo episodios, subí a mi habitación para darle los libros que necesitaría para mañana, y me quedé mirando de nuevo mi estantería mientras Alec miraba su móvil, mordisqueándose los nudillos.
               Mis ojos se detuvieron entonces en un lomo negro con letras en estampado de leopardo, y un escalofrío me recorrió la columna vertebral, como si alguien hubiera susurrado mi nombre en el otro extremo de una habitación abarrotada y yo hubiera conseguido escucharlo.
               -Alec-dije en tono asustado, el propio de alguien que no está en sus cabales.
               -Mm.
               -A ti te gusta follar-constaté, mirando aún el lomo del libro, recordando cómo lo primero que había escuchado mi padre que le interesaba a Alec cuando le preguntó era el sexo. Mi error había estado en no elegir algo que le gustara a él, de nuevo. Había tropezado con la misma piedra que otras veces.
               Levantó la cabeza y se me quedó mirando, pero yo seguía con la vista fija en la estantería.
               -¿Qué te hace pensar eso, Sabrae?-preguntó en tono escéptico, aguantándose la risa.
               -Puede que lo tuyo sean las novelas eróticas-dije, sacando el libro y girándome para mirarlo. Alec esbozó una sonrisa nerviosa que no le escaló a los ojos.
               -¿Vale…? Lo dudo. Y mucho.
               -¿Por?
               -Sabrae a mí me gusta follar, no ver cómo la gente folla, ni leer cómo follan, ni…
               -Te gusta verme-respondí, y su rostro se congeló, seguramente pensando que le estaba tomando el pelo. O que le estaba sugiriendo algo a lo que iba a decirme que no, como… que me diera permiso para tirarme a otro tío y que él pudiera mirar.
               -Sí, bueno, pero… porque tú eres tú, ¿sabes? Y porque me gusta mirarte a secas, porque me gusta pensar que te pone pensar en mí, y porque cuando follas, estás follando conmigo.
               -Tengo algo que te gustará.
               Bufó sonoramente, fulminándome con la mirada.
               -Ya, bueno, lo dudo bastante.
               -¿Puedes no ser tan estirado? Dios mío de mi vida, dale una oportunidad a este puto libro-gruñí, tendiéndoselo, y él lo cogió de mala gana, leyendo el título.
               -¿Calendar girl?
               ­-Sólo tengo el primer tomo porque son misóginos de cojones, pero te puedo enviar los demás, si te gustan.
               -Menudo titulazo. La cosa promete.
               -Alec-puse los ojos en blanco.
               -¿Qué? No sé qué opinión formarme de lo que piensas de mí si me ofreces un libro que tiene la portada más choni que he visto en mi vida.
               -¡Olvídate de la portada, ¿vale?! ¡Yo también pienso que es cutre, pero lo que cuenta es el interior!
               -¿Y qué puede interesarme de…?
               -La protagonista es escort. Sí, lo sé-respondí cuando me clavó una mirada estupefacta-, va contra todos mis principios, pero no estoy defendiendo ni mucho menos el trabajo sexual. El caso es que necesita un millón de dólares en un año, así que se mete al negocio de su tía y… bueno, todo está ahí. Supongo que te imaginarás que hay muchísimo sexo, y muy explícito.
               Alec siguió con los ojos fijos en mí cuando abrió el libro. Inclinó la cabeza hacia un lado.
               -Veamos si tienes razón. Vaya, parece que he acertado con el polvo. Creo que esto te va a gustar, nena-se aclaró la garganta, y comenzó a leer-. Siento sus dedos deslizándose por mis labios verticales-se le escapó la risa y a mí me dieron ganas de pegarle-. Vale, perdón. Tengo su aliento en mi cuello. Su mano llega a ese rincón húmedo que tanto lo desea. Me masajea lentamente. Soy suya-Alec se mordió el labio y yo me fui a ordenar mi escritorio para no tirarle nada a la cabeza-. Introduce dos dedos en mi in…-estalló en una sonora carcajada, y yo lo fulminé con la mirada-. ¡Esto es buenísimo, Jesús! Noto la callosidad de sus dedos en las pareces de mi vagina, y su erección contra mi…
               -No me hace ni puta gracia lo que estás haciendo, por si no te habías dado cuenta.
               -¿Qué se supone que estás haciendo?
               -Reírte de la situación. ¿Crees que es fácil escribir erótica? He leído muchísimos libros de ese estilo, y por mucho que disfrute haciendo exactamente lo que narran, a mí me daría muchísima vergüenza escribirlo precisamente porque algún machito como tú lo cogería y reaccionaría de la misma manera que lo estás haciendo tú. Te descojonas del libro porque está escrito por una mujer desde su punto de vista.
               -Sabrae, por favor, esto no tiene nada que ver con mi machismo interiorizado, o sea… atenta-volvió a carraspear, se sentó recto y recitó-: Me masajea en círculos. Entra y sale de mí. Y, oh, Dios mío. Jamás he sentido tanto placer. Se endurece aún más contra mi cuerpo mientras un tercer dedo se aventura en mi sexo. Me muerde los pezones y…”
               -Ya, es suficiente-escupí, arrancándole el libro de las manos-. Lo capto, no te interesa el puto libro de los huevos. Es una pena; podrías aprender algo, si no tuvieras esa actitud de mierda.
               -Ay, Sabrae, de verdad, ¿quieres dejar de comportarte como una cría? Sólo me hace gracia cómo lo describe todo. Nunca he leído un libro como éste, pero…
               -Si tuvieras que describir con pelos y señales un polvo nuestro, paso a paso, ¿cómo lo harías, Alec?-acusé, y él se mordió el labio.
               -Ven aquí-me pidió, dándose una palmada en las rodillas.
               -Estoy muy bien donde… ¡Alec!-protesté cuando se inclinó para agarrarme de la cintura y tirarme sobre él.
               -Lo siento. No pensé que fuera tan importante para ti. No me reiré del libro, lo prometo. Aunque… en mi defensa diré que creía que os gustaba cuando tenemos las manos suaves-bromeó, esperando que enterrara el hacha de guerra. Me obligué a recordarme a mí misma que cada minuto era más valioso que el anterior, y que ya tendríamos tiempo de pelearnos cuando volviera de África. Ahora necesitábamos disfrutarnos.
               -A mí, sí.
               Sonrió y frotó su nariz con la mía.
               -¿Seguro que no prefieres sentir las callosidades de mis manos por las paredes de tu vagina?-soltó, cortándome el rollo totalmente.
               -Eres gilipollas, Alec. ¿Cómo crees que lo describiría yo? Si tuviera que hacer una historia así, ¿cómo pretendes que me refiera al sexo?
               -Sólo esperaría que hablases de mí como el semental de la polla inmensa que tan bien te satisface-se reclinó en su asiento y me guiñó el ojo, divertido.
               -También me gusta cuando me acaricias. Como no espero que intentes ahora, si no quieres perder la mano-le amenacé.
               -Eres hija de un compositor; seguro que tú conseguirías hablar del sexo de una manera literaria y no tan ridícula como esto.
               Puse los ojos en blanco, porque la verdad es que tenía razón. Si bien había pasajes del libro que estaban bien y que había disfrutado, en general la relación era más bien mala. Sin embargo, Alec necesitaba algo que le atrajera por la trama; todavía no era uno de esos lectores capaces de quedarse por un muermo sólo porque les gusta la forma.
               -Ya sé-comentó, apartándome el pelo del hombro y dándome un beso en aquel lugar ignoto-. Escribe algo. Sobre nosotros.
               -¿Qué?
               -Escribe. Lo que te venga a la cabeza. Podemos ser nosotros. Y yo lo leeré, y si me gusta tanto como el resto de cosas que tú haces, ya empezaré a rodar. Cuando me guste lo que escribes en un determinado momento, podemos fijarnos en qué libros se parecen más a eso. ¿Qué opinas?-me besó el cuello y sonrió contra mi piel, haciendo que todas mis células se revolucionaran.
               -No sé si me apetece que te metas en mi cabeza.
               -Sería respetuoso.
               -No es por ti. Puede que no te guste lo que te encuentres ahí. No quiero que tu opinión de mí cambie, y…-me mordí los labios-. No sé si podría ser tan sincera escribiendo como  tú lo fuiste con Claire precisamente por eso.
               -Bombón, llevo buscando algo que no me guste de ti desde que nos conocimos de verdad. Sería un alivio descubrir que no tienes una mente perfecta.
               Me tuve que echar a reír. Sí que sabía cómo tenerme comiendo de su mano.
               -No puedo contigo, de verdad.
               -Ya lo sé-sonrió.
               -¿Por qué eres tan adorable, incluso cuando lo único que quiero es partirte la cara?
               Se encogió de hombros y se repantingó sobre la cama.
               -Soy muy guapo-respondió, y yo me aparté un mechón de pelo suelto de las trenzas tras la oreja.
               -Vale, te propongo algo. Yo preparo algo que tú leas en unos días, pero tienes que prometerme que le darás una oportunidad a este libro.
               -Madre mía, ¿a qué la obsesión con que lea esta mierda? ¿Estás tratando de decirme algo?
               -Sabes que adoro cómo follamos, Alec, deja de tomártelo todo tan a pecho-puse los ojos en blanco-. Además, aunque la serie sea pésima, el libro me ha ayudado mucho.
               -¿En qué sentido?-quiso saber, aún con los dedos sobre las líneas.
               -Me gusta cómo se toma el sexo la protagonista. Y he descubierto cosas que me gustan gracias a él.
               -¿Me estás diciendo que te has masturbado leyéndolo?-preguntó, y yo alcé una ceja. Entonces, una sonrisa oscura le atravesó la boca y se incorporó como un resorte-. Joder, pues haber empezado por ahí.
               Si hubiera sabido que con serle sincera con mi época pre-sexo habría surtido tanto efecto, le habría confesado esto mucho antes. No había contribuido mucho a que el chico con el que primero se acostaba la protagonista me recordara muchísimo a Alec, y una sorpresa que le tenía preparada a mi novio había terminado de coronar mi perdición con respecto a él.
               Alec se sentó con las piernas extendidas, abrió el libro por el principio, y comenzó a leer. Frunció el ceño con la expresión concentrada de siempre, y pronto su respiración se aclimató al ritmo que llevaba cuando estaba realmente centrado en algo. Llegó un punto en el que tuve que encender la luz para que pudiéramos ver algo, pero él ni se inmutó.
               -¿Saab? ¿Al? ¡A cenar!-llamó Shasha desde abajo, y yo cerré mi libro.
               -Es la hora de cenar, Al.
               -Vale-respondió, y no se movió.
               -¿Has oído lo que te he dicho?
               -Vale-repitió. Me reí por lo bajo.
               -¿Sabes? Estaba pensando… se me ha ocurrido un plan para tu voluntariado.
               -Mm.
               -Creo que voy a follarme a todos los chicos que se me pongan por delante, para seguir aprendiendo sobre sexo y estar a la altura.
               -Vale-asintió con la cabeza, pasando la página y apretando la mandíbula ligeramente. De paso, me volvió loca.
               -Dado que me llevas mucha ventaja, creo que voy a hacer tríos a mansalva. ¿Tienes amigos que tengan experiencia?
               -Ajá.
               -¿Me darías sus números?
               -Sí.
               Alec cambió de capítulo y siguió avanzando en la lectura.
               -Podría empezar con Aaron-sugerí-. ¿Te parece buena idea?
               -Vale.
               Me eché a reír, y Alec por fin salió de su trance. Se me quedó mirando sin comprender, pero una sonrisa adorable empezó a formarse en su boca al escuchar mi risa.
               -¿Qué pasa?
               -Te estaba hablando y no me escuchabas.
               -Ah. Perdón, mi amor. ¿Qué decías?
               -Que mientras estés de voluntariado, me voy a follar a tu hermano.
               Se le cambió la cara de inmediato.
               -Déjame tu ordenador; ahora mismo les mando un correo diciendo que lo cancelo.
               Aullé una carcajada que subió hasta el cielo.
               -¡Sabrae, la cena!-bramó Shasha en el piso de abajo.
               -Si hubiera sabido que era tan fácil, te habría amenazado con irme con Aaron mucho antes.
               -Prométeme que pase lo que pase no te acercarás a mi hermano, Sabrae. Prométemelo. Me da igual que te folles a media Inglaterra mientras yo no estoy, pero no quiero que dejes que Aaron se te acerque. Te hará daño-me suplicó, angustiado, y yo le acaricié la cara.
               -Tranquilo, mi amor. Sólo tengo ojos para ti, ya lo sabes.
               -¡SABRAE!-tronó mamá desde el piso de abajo-. ¡NO OS ESPERAMOS MÁS! ¡O BAJÁIS O EMPEZAMOS SIN VOSOTROS!
               -¿Ya es tan tarde?-preguntó Al ojiplático, girándose para mirar mi despertador. Asentí con la cabeza-. Hostia, se me ha pasado volando la tarde.
               -¿Te quedas a cenar?
               -No, Mamushka cocinaba hoy. Iba a hacer albóndigas con queso feta… te guardaré algunas y te las traeré mañana. O puedes venir a mi casa y comerlas, si quieres.
               -¿Te parece si voy y las meriendo?
               -Guay, tenemos plan-se inclinó para darme un beso y se puso en pie-. Eh, ¿me lo prestas?
               -Perdona, ¿acabas de pedirme que te deje un libro?-me llevé una mano al pecho y exhalé una exclamación-. No me lo puedo creer. ¿Quién eres, y qué has hecho con mi Alec?
               -Soy Theodore-respondió-. Lo que pasa es que traigo lentillas.
               Me eché a reír, me incorporé para darle un beso y lo acompañé escaleras abajo.
               -¿No se queda a cenar?-se lamentó Duna, y yo negué con la cabeza.
               -Desde luego, cómo sois las mujeres. No somos más que un consolador con patas-se burló Scott.
               -Ojalá fuerais un consolador. A mí ninguno me ha dejado a medias. No puedo decir lo mismo de los hombres con los que me he acostado-espetó mamá.
               -Espero de corazón, Sherezade, que no estés hablando de mí.
               -¿Hablamos luego?-le pregunté a Al, que asintió con la cabeza y me dio un último beso de despedida.
               -Hasta luego, bombón. Que aproveche-añadió en voz más alta, sonriendo a modo de respuesta cuando mi familia le dio las gracias-. Me apeteces.
               -Te quiero. Disfruta del libro, amor.
               -Me va a ser difícil, sobre todo porque me imagino a la prota con tu cara-me guiñó el ojo y salió disparado en dirección a su casa, marchándose más rápido de lo que le había visto irse nunca de mi casa. Me reí, apoyé la espalda contra la puerta cuando cerré el pestillo, y me deleité un momento en la imagen de Alec leyendo en su casa, vestido sólo con sus bóxers, dándose placer mientras me imaginaba haciendo las cosas que contenía aquel libro.
               Que, de nuevo, no es que fuera la cúspide de la literatura, ni siquiera de la erótica, pero… era de fácil lectura y estaba bien para empezar.
               -¿Has conseguido encontrarle algo?-preguntó papá cuando me senté a la mesa.
               -Así es.
               -¿Qué libro le has dado?
               -Hay niños sentados en la mesa-expliqué, señalando a Duna con la cabeza.
               -Scott, tápate los oídos-le instó Shasha, y Scott le tiró una miga de pan.
               -Calendar girl-dije cuando mamá hizo un gesto con la mano, indicándome que no me preocupara-. Sé que no es el mejor libro del mundo, pero está bien para empezar.
               -Si consigue su objetivo de engancharlo a la lectura, le irá genial. Alec necesita toda la ayuda que pueda obtener. Y, hablando de eso, Saab… ¿quieres que interceda por él en el departamento?
               Torcí la boca, pensativa. Es cierto que Alec necesitaría toda la ayuda posible, pero no me perdonaría nunca el arrebatarle la posibilidad de hacerlo todo él solo. Necesitaba hacerlo por sí mismo, sin la ayuda de nadie más. De lo contrario, jamás se consideraría válido.
               -No. Lo conseguirá. Confío en él.
               -Mi vida, puede que estés siendo demasiado optimista…-empezó mamá, pero yo sacudí la cabeza.
               -No, mamá. Sólo aprendo de mis errores. Le subestimé una vez; no habrá una segunda.
               Mamá y papá sonrieron, intercambiando una mirada. Continuamos con la cena en paz, recogimos la mesa, y luego vimos un poco la tele en familia, hasta que llegó una hora en la que no fuera maleducado retirarme a mi habitación. Comprobé mis mensajes, y tras ponerme al día con mis amigas, retomé mi lectura pensando en las posibilidades que había de que Alec siguiera inmerso en el libro, y lo bonito que era que los dos hiciéramos lo mismo a la vez.
               Tal vez, si era posible, deberíamos cuadrar una hora a la semana para hacer lo mismo cuando estuviéramos separados. Ya se nos ocurriría algo.
               La luna avanzó en el horizonte y el sueño trató de sellarme los párpados, pero seguía sin señales de mi chico, de modo que le envié un mensaje de buenas noches, sorprendiéndome de lo contenta que estaba a pesar de no saber nada de él.
Buenas noches, sol. Nos vemos mañana. Te quiero mucho
               Su respuesta no se hizo esperar.
❤❤❤❤❤❤ descansa, bombón
               Así que me acurruqué en la cama y, con el aroma de Alec aún impregnado en las sábanas, me dormí. Disfruté de un sueño apacible y reparador, en el que soñé cosas agradables que se me olvidaron nada más despertarme, sobresaltada y con una explosión de sudor cubriéndome la piel cuando mi teléfono empezó a sonar.
               Me incliné a por él con manos temblorosas en parte por el susto, y en parte por la preocupación de que alguien me llamara de noche, saltándose las restricciones de mi teléfono.
             -¿Amor?-pregunté cuando deslicé el dedo para aceptar la llamada-. ¿Estás bien? ¿Qué te…?
               -¡HAY UN ALEC!-chilló mi Alec-. ¡Y ENCIMA TIENE UN POLLÓN! ¡ESTE LIBRO ES COJONUDO! La pena es que es gabacho-se quejó.
               -Dios mío, Alec, me has asustado. Son las tres de la mañana, por Dios bendito.
               -¿No me jo…? Hostia, es verdad. Perdona, bombón.
               -No pasa nada.
               -¿Quieres que colguemos?
               -Da lo mismo, ya estoy despierta. Bueno, ¿por dónde íbamos?
               -Estoy representado por un gabacho con una polla inmensa, más grande que la del primer cliente de la chica.
               -Es gracioso, porque yo te relaciono con Wes-Wes era el primer cliente de la protagonista, Mia, un director de cine exitoso con el que tenía un sexo increíble-. Pero por eso te insistí tanto en que te leyeras el libro. Sabía que te haría ilusión.
               -Esto es increíble. Parece puta coña. La tiene más grande que el tal Wes, y encima es más alto que él. ¡Lo hacemos todo genial, los Alec!
               -Sin olvidar que Alec es un dios del sexo.
               -Seguro que nos viene en el nombre-se rió-. ¿Triunfa sobre el otro?
               -¿Sobre quién?
               -Sobre Wes.
               -Eso es spoiler.
               -Va, ¿qué más da, bombón? Leer libros eróticos por la trama es como ver porno por la trama. Está ahí para hacer el paripé, pero a nadie le interesa.
               -No, Alec no se queda con Mia, pero le va a echar unos polvos tremendos.
               -Nos viene en el nombre. Joder, qué puto fiera. Me encanta este tío, y eso que no lo conozco.
               -Ya, bueno, yo soy más de Wes.
               -No tienes buen gusto.
               -¿Tú crees? Porque sois idénticos.
               -¿Lo dices por mis millones en el banco, no? ¿O porque también me tiro a actrices?
               -No-me giré en la cama y me puse boca abajo, con las piernas dobladas y los pies balanceándose en el aire-. No sé. Ella es diferente con él. El sexo significa algo. Como con nosotros.
               -No creo que llegue a significar para ellos lo que significa para nosotros.
               -Al final se casan-espeté, y Alec gruñó.
               -Vaya, gracias por el spoiler, morena.
               -¡Dijiste que no te interesaba la trama!
               -¿Sólo va a follar con estos dos?
               -Eh… te queda otro, por lo menos.
               -¿Tres meses de sexo en un año? Vaya mierda.
               -Oye, que yo no he dicho que se tire a uno por mes, nada más.
               Alec cogió aire sonoramente.
               -Te dejo. Tengo mucho que leer. Hasta mañana-instó, y esperó a que yo me despidiera y le tirara un beso para colgar. Por lo menos era educado, el monstruo al que había creado.
               Me quedé mirando el móvil, aguantándome las ganas de reír. Nunca pensé que Alec fuera a apresurarse a colgar cuando hablaba conmigo, y que lo hiciera por estar enganchado a un libro era el doble de surrealista.
               Dejé el móvil en la mesita de noche, me acurruqué en la cama y me noté sonreír en la oscuridad de mi habitación. No había puesto el móvil en modo avión para que Alec no me despertara. Me encantaba su entusiasmo, y si quería volver a llamarme, estaría encantada de volver a hablar con él.
               Me dormí feliz pensando en el monstruo que había creado, un monstruo que incluso quería que yo le escribiera nuestra historia para devorarla, y que conseguiría todos sus objetivos, incluido irse del país con su título de instituto bajo el brazo. Mi caballito ganador. Mi campeón de campeones. Mi boxeador que habla ruso, en el lugar que le corresponde: justo en la cima del podio.


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1 comentario:

  1. Llorando de principio a fin, entre el inicio que me ha dejado tristísima y el final que casi me ha hecho llorar de la risa.
    Me ha dejado mal que se haya materializado ya el momento de la despedida, llevo varios caps diciendo que no estoy preparada pero de verdad que lo pienso ahora después que solo queda mes y medio y que como poco serán un par de capítulos y joder, no estoy preparada, estoy tan convencida de que me vas a destruir que me quiero poner en posición fetal a llorar aun sin haberlo leído.
    Me ha gustado mucho también la parte de los amigos y como le han hecho ver que realmente ellos también merecen tiempo con el para despedirse de el como es lógico, creo que al fin y al cabo son cosas que obviamente Alec no hace por mal pero es lógico que pase, como lo de las amigas de Saab.

    Por último me ha encantado esa evolución de Alec con respecto a su relación con los libros, lo que merezco ver, como mi hijo comienza a adorar los libros. Deseando leer como se gradua, otro momento de llorera.

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