lunes, 23 de agosto de 2021

Radiante.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Probablemente fuera la primera vez en mi vida que me satisfacía cómo me había preparado para un evento desde el principio. Era como si estuviera siguiendo un plan predeterminado, tan estudiado que resultaba infalible, sin fisuras. El pelo, la piel, la ropa, el maquillaje, los zapatos; todo estaba en su lugar.
               Me entretuve aplicándome un poco más de gloss en los labios para matar tiempo, perfeccionando algo que sabía que tenía muy poco margen de mejora, y que desde luego no estaba a mi alcance. Puede que Diana supiera cómo mejorar mi maquillaje, o estilizarme un poco más la figura, pero confiaba en que sólo una experta como ella me encontrara pegas.
               Y, dado que la única experta en moda que habría en la graduación sería ella, estaba tranquila.
               Así que me calcé los zapatos, subiéndome a unos tacones que confiaba que serían lo suficientemente cómodos para todo el uso que les daría esa noche (estaba acostumbrada a ir de tacones de fiesta, pero nunca unos tan altos; me aumentaban casi doce centímetros, aunque también es cierto que la parte delantera tenía plataforma, así que la aguja no sumaba tanto a mi estatura como el total del zapato), metí el móvil y unos preservativos en el bolso (una nunca deja de ser optimista) y salí de mi habitación, poniendo especial cuidado en no matarme cuando bajé las escaleras. Pude comprobar entonces que los zapatos eran cómodos, y amortiguaban mis pisadas con cada paso que daba, algo muy de agradecer.
               Me senté en el sofá al lado de Shasha, que me escaneó de arriba abajo y asintió ligeramente con la cabeza, dándome un visto bueno que yo no sabía que necesitaba, y que desenredó un nudo en mi estómago ni siquiera sabía que tenía.
               Sabía que estaba guapa. No me malinterpretes; no en esa forma chula en que las hijas de los famosos sabemos que tenemos a todo el mundo comiendo de nuestra mano y en que nos resulta difícil equivocarnos con un conjunto. No era esa clase de “guapa” cómodo y facilón que venía por el apellido: estaba guapa de verdad. Estaba increíble, me atrevería a decir. Me había contenido mucho para no subir a mis redes las fotos que me había hecho en el espejo, ya que quería que mi imagen fuera una sorpresa ese día.
               Iba toda de blanco, con un traje de pantalón cuyo pantalón apenas era un culotte que ni me apretaba ni me sobraba; un top lencero que moldeaba mi figura y mantenía mis curvas a raya, en una noche en que me relacionaría con más chicas de medidas perfectas que en un pase de modelos, y con una americana blanca de cuatro grandes botones cruzados sobre mi vientre, haciendo que pareciera una de las pasantes de mamá. Me había apartado la mitad del pelo de la cabeza con unos pasadores con adornos de orquídea que mamá había llevado a una de las galas del MET hacía unos años, y de las que no se había desprendido como hacía con el resto de su ropa de diseño, que donaba a los museos de los diseñadores que la vestían, por razones evidentes: la primera, que era algo tan personal por ser sus flores favoritas que no había manera de que las dejara ir; y la segunda, que eran tan bonitas que parecía un sacrilegio no dejarlas en casa, preparadas para una ocasión especial, como una boda, por ejemplo.
               O la graduación de un novio, en mi caso.
               El toque de color de mi conjunto lo ponían los bordados del zapato, que recorrían toda la abertura para el pie, en un azul turquesa precioso a juego con mi bolso. Tanto el bolso como los zapatos iban a juego, invirtiendo el diseño el uno del otro: mientras que los zapatos eran blancos con la típica cenefa griega de olas cuadradas en azul turquesa, el bolso era del mismo color y tenía la cenefa en blanco. Me había parecido una premonición cuando lo vi en el escaparate, y cuando me giré para mirar a Alec, que llevaba cargando con bolsas de cartón desde primera hora de la mañana (sólo cuando me ofreció oficialmente ir a Grecia con él me atreví a considerar que tenía una excusa para renovar mi armario), él simplemente suspiró resignado y asintió con la cabeza, indicándome con un gesto que entrara delante de él.
               El pobrecito llevaba todo el día siendo poco más que una montaña de ropa andante. Al menos se lo había compensado cumpliendo una de sus fantasías de hacerlo en un probador, cuando empecé a probarme bikinis.
               Sabía que tenía el aspecto de una reina de la moda. Como mínimo, saldría en las páginas de bien vestidas de las revistas del corazón; con un poco de suerte incluso me harían una mención especial en las revistas de moda, mucho más selectivas con sus apariciones, y en las que tenía ganas de aparecer, todo sea dicho. El atuendo era arriesgado, pero a la vez, lo había calculado tan bien que no podía dejar de verlo como una apuesta segura, como si tuviera los resultados de una carrera en el hipódromo por anticipado y hubiera apostado por el caballo que estaba en racha ese día, pero de cuya suerte nadie estaba enterada menos yo.
               Con todo, no me había arreglado porque anhelara la atención de Inglaterra. Quiero decir, aquello era un aliciente que me había empujado a esmerarme más en planearlo todo, pero la auténtica razón de que me hubiera tomado tantas molestias era porque sabía que aquel era un momento único en la vida. Por mucho que yo misma fuera a graduarme dentro de unos años, por mucho que Alec y yo también tuviéramos una graduación en la universidad, nunca más tendríamos una primera graduación. Además, ninguna significaría todo lo que significaba esta para nosotros: el resurgir de Alec de sus cenizas, salvando todos los obstáculos y alzándose triunfador en algo de lo que todos, salvo él, estábamos seguros. La confirmación de su destino, un destino en el que haría grandes cosas; la metamorfosis en la persona que sería, un hombre genial para el que el futuro tenía importantes planes.
               La medalla de oro que nunca había conseguido ganar. La final en la que se había alzado victorioso al fin. La recompensa a todos sus esfuerzos, la llegada a metra sin nadie delante, dejando estela en lugar de siguiéndola.
               La confirmación de que podía con todo, como todos creíamos.
               Lo que necesitaba para dejar de sentir que no valía nada. ¿Cómo no iba a valerlo, después de la increíble remontada que había hecho? No podía sentirse imbécil, ni sentirse inútil, ni sentir que había perdido el tiempo, cuando era la única persona que podría alcanzar la cima saliendo no del pie de la montaña, sino de debajo del agua en la bahía de la isla que pretendían coronar. Al no era alguien corriente, no era un paro en el camino para descansar: era la meta, el lugar ansiado, el valle encantado entre las montañas tenebrosas, el volcán alzándose sobre las nubes y ampliando poco a poco la isla que había creado, la más fértil y con las especies más exóticas que hubieran caminado nunca sobre la tierra.
               Una especie de génesis. Por eso, yo debía estar a la altura. Tenía que estar incluso mejor que en Nochevieja, la que se suponía que iba a ser la primera de muchas fiestas épicas los dos juntos, la primera vez que nos veríamos desnudos, la primera vez que estaríamos verdaderamente solos. En cierto modo, aquella noche era la recompensa por lo que habíamos perdido hacía tantos meses. El verdadero inicio de año, a pesar de que lo recibíamos en junio y él estaba a punto de marcharse.
               No, me dije, sacándome el móvil del bolso y consultando mis mensajes. No podía pensar en el voluntariado ahora. Y, sin embargo, el voluntariado era otra de las razones por las que esa noche era tan importante: era el sustituto de la Nochevieja que su grupo de amigos pasaría separado, todos demasiado alejados de él como para sentirlo incluso al otro lado del hilo invisible y dorado que nos conectaba.
               Eso era lo que íbamos a tener esa noche: una graduación y una Nochevieja de verano combinadas. El evento del año, al que sólo se había invitado a un selectísimo grupo de personas: los graduados de ese año del instituto y, milagrosamente, yo. Dado que era la única invitada que había confirmado que asistiría (todavía no estaba claro si Diana nos honraría con su presencia esa noche, pero yo esperaba que así lo hiciera para no sentirme tan intrusa), tenía que justificar mucho más mi presencia siendo la chica más despampanante del lugar. Sabía que lo tenía jodidísimo por los bellezones que iban a clase con Alec, pero yendo como iba, me veía con posibilidades.
               Le había preguntado sobre sus planes para la graduación una noche, desanudándome el pelo y aplicándole el tratamiento reparador semanal, mientras él miraba el móvil, tumbado en la cama vestido sólo con los calzoncillos. Habíamos pasado el día en la playa y el aroma a sal y protector solar aún no nos había abandonado, pero estábamos cansados y seguramente no hiciéramos nada esa noche. Como mucho, meternos mano. Además, al día siguiente teníamos que ir a recoger el traje de Alec y terminar con las compras para las vacaciones, así que no nos convenía trasnochar mucho.
               -¿Mm?-preguntó él, levantando la vista y frotándose la cara.
               -La graduación-expliqué-. ¿Qué vais a hacer después del evento en el instituto? Porque, si vais a alguna discoteca de las del centro, quizá pueda quedar con Chrissy y Pauline para que te vean. Querrán felicitarte. Y te echan de menos.
               -Ah. Ya, la verdad es que las tengo un poco abandonadas. Quizá deberíamos quedar un día con ellas, ¿te parece bien?
               -Puedes quedar tú solo, Al-sonreí-. No soy tu niñera ni nada por el estilo.
               -Pero no quiero alejarme de ti mucho-protestó-. Salvo que tú necesites espacio, claro-murmuró, jugueteando con un hilo de la sábana. Me eché a reír, me levanté, le puse una mano en la barbilla y levanté su rostro para besarlo en los labios.
               -Mi espacio eres tú, sol. Si pudiera, iría contigo a la graduación.
               Sus ojos chispearon con ilusión, un arriesgado pero inteligente plan dibujándose ya en su mente. Quizá no fuera universitario aún, pero Alec ya tenía el cerebro amoldado a lo que se esperaría de él en los estudios superiores: pensamiento crítico, mente avispada, soluciones rápidas.
               -¿Lo dices en serio?
               -Claro que sí. Te echaré de menos esa noche-contesté, levantándome y volviendo a sentarme frente al espejo. Alec se relamió los labios.
               -Quizá pueda hacer algo…
               Y, al día siguiente, cuando me pasé por el instituto a la hora en que preveía haber terminado la última reunión de los alumnos de último curso referente a la graduación, salió a mi encuentro mordisqueándose la sonrisa para disimular su traviesa diversión.
               -¿A qué viene esa cara?-pregunté, con ese dulce deje de desconfianza que te aguijonea cuando tu novio se acerca a ti  con una expresión que grita que te está ocultando a duras penas una sorpresa.
               -Tengo noticias-anunció, plantándose frente a mí con las manos entrelazadas en la espalda. Se balanceó adelante y atrás sobre sus pies, y yo parpadeé extrañada.
               -¿Buena o mala?
               -Adivina.
               -Buena-por su forma de sonreír, diría que le habían dado el alta a Josh, por muy improbable que pareciera. Todavía le quedaba un ciclo de quimio que superar, así que el pobre chiquillo no abandonaría el hospital en, como mínimo, un mes. Me pregunté si Alec querría que siguiera visitándolo cuando se marchara a Etiopía. O si Josh querría seguir viéndome cuando Alec ya no estuviera con nosotros. ¿Tendría sentido que siguiera visitándolo?
               A Shasha le entusiasmaría la idea de acompañarme, pensé con maldad.
               -Buena no, bombón. Buenísima. Cojonuda, diría yo-su sonrisa se amplió más, llegando a ser radiante. Parpadeé de nuevo, expectante.
               -Vale, y ¿me la vas a decir?
               -Vas a acompañarme a la graduación.
               Se me escapó una risa.
               -Ya lo sé, bobo. Mi hermano también se gradúa, ¿sabes? Tenemos invitaciones, todos nosotros.
               -No, nena. Me refiero a que me vas a acompañar a la fiesta de después.
               Noté que se me formaba un nudo en el estómago.
               -¿Cómo?
               -Sí-sonrió, hinchándose como un pavo-. Lo he hablado con los que lo organizan, y he conseguido convencerlos. He tenido que tirar de un par de favores, de dar pena y también de un par de amenazas, pero lo importante es que lo he conseguido y ¡no vas a tener que echarme de menos en la noche de la graduación, porque estarás conmigo, nena!-me agarró de la cintura y me levantó en el aire, haciéndome dar una vuelta a su alrededor como un satélite de rizos negros. Cuando me dejó en el suelo, sentí que las rodillas me fallaban un poco-. ¿No es genial?
               -Pero, Al… nadie que no se haya graduado ese año va a las fiestas de graduación.
               -¿Quién lo dice?
               -¡Nadie! Es de sentido común. Yo… te agradezco un montón que lo hayas pedido, pero no estoy segura de…
               -Ya, la cosa es que no sé si nos podemos echar atrás, porque no lo “pedí”, exactamente-admitió, pasándose una mano por el pelo y haciendo esa mueca adorable que decía “pillado”. Incliné la cabeza a un lado al preguntarle:
               -¿Cómo que no lo “pediste”?
               -Sher dice que no debo hablar de mis estrategias negociales con nadie-respondió, encogiéndose de hombros. Puse los ojos en blanco, conteniendo las ganas de pegarle un bufido. Mamá ya había empezado a reunir todo lo que necesitaba para presentar la demanda en su nombre, y a cambio de la documentación que había tenido que ir recopilando de Alec, le había echado un sermón sobre lo importante que era que nadie en la empresa supiera lo que se proponía hasta que no tuviera el caso fundado y pudiera estudiar a la perfección los puntos débiles de Amazon. Pero una cosa era que no se plantara en su antiguo almacén con cupcakes que dijeran “¡feliz pleito, cabrones explotadores!”, y otra que no pudiera hablarlo con sus amigos o conmigo.
               -¿Tengo que recordarte que soy tu novia, Alec?-pregunté, y él sorbió entre dientes.
               -Mm, no hace falta, que lo tengo presente todo el tiempo, créeme-ronroneó, pegándome a él y masajeándome el culo por encima de los vaqueros.
               -No vas a zorrearme para salirte de esta-le advertí cuando empezó a mordisquearme el cuello, y él gruñó.
               -Mierda, quería proponerte que saltáramos la valla y fuéramos a hacerlo detrás de los setos-le di un manotazo en el brazo cuando se echó a reír-. Vale, puede que amenazara con que, si no te dejaban ir, teniendo en cuenta las limitaciones a las que se va a ver sometida nuestra relación… me iba a ver obligado a no ir yo tampoco. Porque, bueno-se encogió de hombros, haciendo una mueca-. Nos queda poco tiempo y tengo que aprovecharlo.
               -¿Les dijiste que no irías si no me dejaban ir a mí?-exclamé, completamente aturdida, sintiendo que las cejas se me disparaban hacia el principio del cuero cabelludo.
               -No. Les dije que, si no les salía de los cojones hacer una excepción contigo y dejar que fueras, a mí no me saldría de los cojones ir. Y si no iba yo, tampoco irían Jordan, ni las gemelas, ni los demás. Y, claro, si de repente faltan nueve personas, las tarifas se disparan.
               -Pero tus amigos no tenían por qué…
               -Yo lo haría por ellos-sentenció, mirándome con intensidad, y me regodeé en lo que eso significaba: que Alec por fin era consciente de que todo lo que él estaba dispuesto a hacer por sus amigos, ellos estaban dispuestos a hacerlo por él.
               Lo lejos que habíamos llegado. Y el bien que nos había hecho el viaje.
               -Además…-añadió, apartándome juguetonamente una trenza del hombro-. Resulta que, gracias a mi intervención estelar en la diplomacia, puede que haya otras invitadas. Scott va a ofrecérselo a Eleanor, y a Tommy directamente le han pedido que se traiga a Diana, así que…-sonrió, cómplice, y yo me eché a reír.
               -Eres malísimo, ¿lo sabías?
               -¿Quieres venir?-preguntó de repente, un deje ansioso en su voz que no me gustó nada, aunque entendía perfectamente por qué se preocupaba. La reacción que había obtenido de mí no era la que se esperaba, y mi sorpresa me había hecho parecer reacia a ir a la graduación.
               Como si mi respuesta no pudiera ser otra.
               -Pues claro que quiero ir-coqueteé, pegándome a él y acercando mi boca a la suya-. Aunque voy a necesitar ropa nueva. Ya sabes, no es lo mismo ir sólo a sentarte en el auditorio del instituto que al evento principal-le guiñé el ojo y Alec se echó a reír, rodeándome la cintura con el brazo y tirando de mí para llevarme a la parada de autobús.
                Le había echado el ojo esa tarde al conjunto que llevaba ahora, todo de Burberry, pero no había querido comprarlo con Alec delante. Después de planear una excursión acelerada con las chicas al centro comercial, lo había guardado cuidadosamente en el fondo del armario de mis padres, donde Alec no lo encontraría ni de casualidad. Me moría de ganas de ver su reacción al verme.
               -Se viene fuerte-comentó Shasha al ver los preservativos dentro de mi bolso, y yo puse los ojos en blanco.
               -¿Tienes que ser tan cotilla como para ir mirando mis cosas?
               -Tampoco es que tú te escondas, precisamente.
               -¿Acaso debería?
               Abrí la boca para responderle, a pesar de que no me vendría bien meterme en una pelea con ella en la que pudiera estropearme el pelo o el maquillaje. Por suerte, en ese momento Duna bajó como un auténtico bólido por las escaleras, su melena negra volando a su espalda.
               -¡Sabrae, Sabrae! ¿Me haces una trenza?-chilló, y yo miré a Shasha.
               -¿Tregua?
               -Por la cuenta que te trae…-mi hermana se echó a reír, pero me ayudó a preparar el sofá para hacerle el peinado a la pequeñita. En eso estaba cuando papá bajó las escaleras, abrochándose la americana con la que subiría a entregar los diplomas, como padrino de la promoción que era. Sería uno de los pocos profesores con permiso para subir al escenario del auditorio y entregar los diplomas, darles la enhorabuena a los graduados y desearles suerte en su futuro.
               Me pregunté si ese puesto habría causado fricciones entre Louis y él, ahora que los dos tenían un hijo que se graduaba ese año, y al que por lo tanto querían homenajear.
               -¡Guapo!-gritó Duna al verlo, y papá se echó a reír. Shasha incluso le silbó, algo que antes nunca hacía pero que Alec le había enseñado. Y, como todo lo malo se pega, había terminado asumiendo esa costumbre de él, como si en casa fuéramos perros. No es que me quejara, no obstante. Me hacía gracia cuando Alec me silbaba, como si se hubiera quedado sin palabras. No es lo mismo que lo haga tu novio a que lo haga un payaso por la calle, igual que tampoco es lo mismo que lo haga tu hermana cuando ve a tu padre en traje… al que, por cierto, estábamos más que acostumbradas a ver engalanado.
               Simplemente éramos un poco exageradas con nuestros cumplidos porque nos gustaba que se sonrojara. A lo que había que añadirle el hecho de que hoy papá estaba incluso más guapo por lo feliz y sonriente que estaba. Estaba lleno de orgullo por su primogénito, con el que se estaba reencontrando después de demasiados años distanciados, mirándose desde un extremo de la mesa como si fueran invitados en una casa que les pertenecía a ambos, que papá había comprado para darle cobijo a Scott, y que Scott había creado para hacer feliz a papá.
               -Gracias, chicas-nos dio un beso a todas, se incorporó y nos miró con amor-. Vosotras estáis guapísimas.
               Duna soltó una risita mientras se abrazaba a la cintura de Shasha, que llevaba puesta una blusa morada con unos pantalones negros y botines por la rodilla con un poco de plataforma con los que contrarrestaba el efecto de mis tacones y se mantenía más o menos a mi altura. En cuanto la vi probárselos, caminando por mi habitación para asegurarse de que no se caía, me di cuenta de que los tacones no harían el efecto que yo esperaba en la diferencia de altura con Alec. Aun así, sería agradable el cambio.
               Mamá bajó al poco, sujetando la falda de su vestido azul noche con lentejuelas turquesa que hacían que pareciera vestida con el cielo nocturno de una noche tropical. Se apartó el pelo del hombro y posó para nosotros, chuleándose a pesar de estar hasta demasiado vestida para una graduación.
               -Por curiosidad, sabéis que es la noche de Scott y no la vuestra, ¿verdad?-nos preguntó papá a las dos, mirándonos y señalándonos con un índice acusador-.  Os habéis vestido como si fuerais a un estreno.
               -Claro que vamos a un estreno, papá: al estreno de Scott en el mundo de los nini-respondí yo, descruzando las piernas y volviendo a cruzarlas mientras les escribía un mensaje a mis amigas diciendo que no, aún no habíamos salido de casa.
               -¡Te he oído!-ladró Scott desde el piso superior.
               -¿Cuánto te falta? ¡Eres lentísimo, chico!
               -Debe de tener a Eleanor aburrida-se jactó Shasha, y las dos nos echamos a reír como hienas. Chocamos los cinco y meneamos nuestros dedos frente a los de la otra.
               -Saab, Scott ya tiene varios contratos firmados-me recordó mamá-. No me pasé dos noches en vela leyéndolos de arriba abajo para que ahora digas que tu hermano está desempleado-argumentó, mirándose en el espejo mientras se mesaba la melena negra como el carbón.
               -A ver, mamá, que le paguen por respirar no es trabajar-acusé.
               -A ti lo que te pasa es que te da una envidia tremenda que me paguen simplemente por existir, puta cría-replicó Scott desde el piso de arriba.
               -Scott, ¡deja de picar a tus hermanas y…!-empezó mamá, y Scott aulló en el piso de arriba:
               -¡PERO SI SON ELLAS! Desde luego, no tengo el más mínimo derecho ni consideración de ningún tipo en esta casa. Qué ganas de independizarme.
               -¡Me pido su habitación!-tronó Shasha.
               -¡Que te lo crees tú!
               -¡TERMINA YA, SCOTT!-espetó mamá-. ¡NO TE LO DIGO MÁS VECES! ¡Al ritmo que llevas, se va acabar la graduación antes de que lleguemos!
               -Mamá-Scott asomó la cabeza por el hueco de las escaleras, mordisqueándose el piercing al sonreír-, no se atreverán a empezar sin mí. Soy el puto Scott Malik-proclamó-. Puedo detener el mundo si quiero.
               -¿ESTÁS EN CALZONCILLOS?-bramó mamá-. ¡SE ACABÓ! ¡NOS VAMOS SIN TI!-dicho lo cual, trotó hasta el vestíbulo y cogió las llaves del coche-. En pie todo el mundo, ¡nos vamos!
               Shasha y Duna se levantaron de un brinco, pero yo me quedé anclada en el sitio. Por muy cómodos que fueran los zapatos de momento, y las plantillas de gel que les había puesto para mantenerlos así, cuanto menos tiempo estuviera apoyada en ellos, mejor. Ya tendría tiempo de perfeccionar mi estabilidad con ellos mientras bailaba toda la noche.
               -Vosotros mismos-se jactó Scott-. Ya veréis cómo me esperan si ven que no aparezco.
               -Por si te queda alguna duda de que es tuyo-mamá se volvió hacia papá-, esa chulería la heredó de ti.
               -¿¡De mí!?-repitió papá-. ¡Pero si habla exactamente igual que tú cuando coges el teléfono para una llamada del despacho!
               -¡Cobro una minuta de mil libras por hora a algunas empresas, Zayn, ¿de verdad crees que puedo hablar de otra forma?!
               -¡También me hablaste así la noche que nos conocimos!
               -Porque tú ibas de estrellita del rock y alguien tenía que bajarte los humos-sonrió mamá.
               -Bueno, de todos modos tampoco me quedan dudas de que es mío. Es clavado a mí, por mucho que le pese.
               -No me pesa-dijo Scott desde el piso de arriba, y a pesar de la sonrisa que le curvó los labios, producto de la distinta respuesta que había obtenido ahora en comparación con otro momento, papá respondió:
               -No me extraña. Esa cara te va a dar muchas portadas, así que ¡de nada!
               Mamá puso los ojos en blanco.
               -¿De verdad te parece buena idea hacer que valore más su aspecto físico en la noche en que se gradúa del instituto, Zayn?
               -Sin desmerecer a nuestro crío, Sher, pero el instituto no es la universidad. El graduado escolar no va a darle de comer. Ese mentón bien definido, sumado a esa mirada de picarón que tiene y el piercing que tú querías que se quitara cuando se lo hizo, sí-papá se encogió de hombros, y Shasha se rió.
               -¿Qué hay de “yo me gané todo lo que tengo con el esfuerzo de controlar mi voz”, papá?
               -Cielo, que los Lamborghini sean de los coches más veloces del mercado no quiere decir que, además, no sean también los más guapos.
               -Datos que Scott debe tener en cuenta para aprovechar su reinado en la industria de la música mientras yo se lo permita-le dije a Shash, llevándome el dedo índice a la sien y dándome unos toquecitos en la misma.
               -Ya te gustaría-respondió Scott, bajando las escaleras por fin, vestido con su traje negro hecho a medida. Tenía la solapa de los bolsillos blanca, y me recordó al traje que había llevado Louis en una de las últimas entregas de premios a los que había ido la banda con cinco integrantes. Se detuvo a mitad de la escalera a cerrarse los gemelos, y cuando hubo terminado, levanto la vista y nos miró. De repente, su expresión se volvió inocente, como la del niño tímido que se ve a las puertas de la iglesia en el día de su boda, con todos los ojos puestos en él: no sabía cómo había reunido a tanta gente a lo largo de su vida, no sabía cómo había conseguido siquiera mirar a una chica a los ojos, ya no digamos pedirle la mano-. Perdón-dijo-. Es que no encontraba la corbata. Al final he tenido que coger una de las tuyas, papá. Espero que no te importe.
               -Tú lo que querías era hacer una entrada estelar-respondió Shasha, y Scott sonrió con timidez.
               Mi hermano. La primera persona cuyos ojos se habían posado en mí en mi nueva vida. El niño que me había dado mi nombre. El niño que me había arrastrado a su cama la primera noche que se suponía que iba a dormir en mi cuna. El niño que había celebrado cada cosa que hacía como si fuera el mayor logro jamás presenciado por la humanidad. El chico que me había acompañado cuando salí a dar un paseo por primera vez sin papá y mamá. El chico que nadaba hasta mí y me llevaba de vuelta hasta algún punto en el que hacía pie cuando alguna ola traicionera me arrastraba mar adentro. El chico que me cogía de la mano cuando había turbulencias en el avión.
               Se graduaba. Acababa el instituto. Y, pronto, se iría de casa, a cumplir sus propios sueños y crear los de miles de personas que lo adorarían, pero no tanto como lo había hecho yo, ni como lo hacía, ni como lo haría. Ese chico iba a desvanecerse para siempre, sumido en un mar brillante en el ocaso de unos recuerdos que jamás serían suficientes, dando paso a un hombre por el que los planetas se movían.
               El primer amor de mi vida. Mi primer centro de gravedad. Mi primera palabra. La razón por la que era un honor ser una Malik: porque significaba ser su hermana.
               Noté cómo se me llenaban los ojos de lágrimas, y en un rinconcito de mi mente, el único no embargado por la nostalgia, me felicité a mí misma por haber elegido todo mi maquillaje waterproof. No pensé que fuera a llorar viendo a Alec subir al escenario, pero, visto que no podía ni mirar a mi hermano sin ponerme a moquear, ya no estaba tan segura.
               -¿Qué tal estoy?-preguntó Scott, como si no supiera la respuesta, o hubiera alguna posibilidad de que le dijéramos que no iba guapo.
               -Genial-dijo Shasha.
               -Increíble-dijo Duna.
               -Guapísimo-dije yo.
               -Muy mayor-lloriqueó mamá, sorbiendo por la nariz. Scott miró a papá, y todas comprendimos que, por mucho que nuestras opiniones le importaran, la única realmente válida era la del hombre que le había dado todo: su rostro, su voz, su nombre. Scott no sólo no sería un Malik de no ser por papá; tampoco sería, siquiera, Scott.
               Por mucho que le pegara “Yasser”, “protegido de Dios”, no le hacía justicia a Scott. Scott no era el protegido de nadie. Scott era el que protegía. Era Dios.
               Dios con traje negro, con una carrera musical tremendamente fructífera por delante, con el mundo a sus pies y un piercing en los labios. Y con muchas, muchas ganas de fiesta.
               -Mejor de lo que yo podría haberlo estado nunca a tu edad, hijo.
               Scott sonrió. No la típica sonrisa chula a la que tenía acostumbrada no sólo a Inglaterra, sino al mundo entero; no la sonrisa del chico que sabe que tiene a millones coreando su nombre y comiendo de su mano, no. La sonrisa de Scott fue sencilla, mil veces más sincera e inocente: la sonrisa del hijo que recibe exactamente el cumplido que desea de la persona a la que más admira en el mundo, su padre.
               Papá subió un escalón para revolverle el pelo, darle un beso en la mejilla y estrecharlo entre sus brazos.
               -Estoy muy orgulloso de ti-le dijo al oído.
               -Todos lo estamos, tesoro-dijo mamá, y me levanté del sofá, salvé la distancia que nos separaba y me fundí en un abrazo colectivo con Scott y con papá. Shasha se puso detrás de mí. Duna se metió entre las piernas de Scott y papá, y cuando nos quisimos dar cuenta, mamá había cerrado el círculo y humedecía nuestros hombros con sus lágrimas.
               -Bueno, a ver, que no me voy a la guerra-dijo Scott cuando nos separamos, estirándose la chaqueta de traje-. Sólo voy a la graduación.
               -Eso si llegamos-añadió mamá, y papá puso los ojos en blanco, exhaló un gemido, le arrebató las llaves a mamá y encabezó la marcha hacia el garaje.
               Minutos después, nos poníamos a la cola del aparcamiento del instituto, que normalmente era de sobra para los coches de los profesores, pero que siempre se llenaba hasta lo impensable en las graduaciones. Mamá gimió de frustración, diciendo que no íbamos a llegar, y no se dejó consolar ni cuando papá le señaló que teníamos varios coches ya detrás, así que no iban a empezar sin nosotros.
               -Además, no en todos los coches va el puto Scott Malik-añadió Shasha, pellizcándole el hombro a Scott, que se había sentado en el asiento del copiloto como VIP que era. Scott puso los ojos en blanco.
               -Vale, ahora entiendo por qué os reís de mí cuando lo digo en voz alta. Suena a gilipollez total.
               -O sea, a algo que dirías tú-le pinché, inclinándome hacia delante para apoyar la barbilla junto a su asiento y tirarle un beso.
               -Déjalo en doble fila-ordenó mamá. Papá la miró por el retrovisor.
               -No voy a dejarlo en doble fila, Sherezade. ¿Quieres que nos multen?
               -Somos millonarios, Zayn.
               -Eso no hace que estemos por encima de la ley.
               -¡Va a perderse la graduación!
               -¡¿QUIERES RELAJARTE, MUJER?!-estalló papá, girándose en el asiento-. ¡Hay una persona indispensable esta noche, y por mucho que hiciéramos a Scott con ganas, no es él!
               -Y tú tampoco-me susurró Shasha por lo bajo. Le tiré del pelo y sonreí cuando, intentando arañarme, se enganchó la uña con el cinturón.
               -¡Y está en este coche!-continuó papá, ajeno a nuestra trifulca-. ¡Adivina qué pasará si Scott llega antes que yo! ¡Exacto! ¡Nada! ¡Porque si no hay quien le entregue el diploma, Scott no podrá cogerlo!
               Mamá se quedó callada, sopesando la información que papá acababa de proporcionarle. Estaba tan nerviosa que ni lo había pensado siquiera. Abrió la boca para decir algo y, para sorpresa de todos, la cerró sin que sonido alguno saliera de ella. No era algo que sucediera todos los días.
               Scott se revolvió en el asiento, nervioso al ver a Max charlando con las gemelas a las afueras del recinto.
               -No veo a Tommy-comentó, ansioso.
               -Ni yo a Alec-añadí, oteando entre las cabezas de alumnos y familiares por igual, sin éxito. Ni rastro del pelo chocolate ni del traje gris oscuro de mi chico.
               -¿Te imaginas que se salta la ceremonia y se va directamente a la fiesta?-rió Shasha.
               -Con lo que le ha costado graduarse, lo mato-sentencié, tirando el cinturón y considerando seriamente la posibilidad de sacar medio cuerpo del coche para intentar verlo. No había recibido ningún mensaje suyo, pero habíamos quedado a esa hora en el vestíbulo. Quería entrar con él, verlo colocarse en los asientos que les habían reservado a los graduados en las primeras filas para, así, tener controlada su cabeza durante todo el acto.
               Scott se sacó el móvil del bolsillo de la chaqueta y empezó a teclear compulsivamente.
               -¿Con quién hablas?
               -Con Tommy. Quiero saber dónde…-justo cuando estaba entrando en la aplicación del teléfono, un coche se puso a nuestra izquierda y nos pitó. Todos dimos un brinco y nos giramos al unísono, hechos un manojo de nervios, solo para encontrarnos a Tommy en el asiento del copiloto y Louis inclinado por detrás de él.
               -¡¿Eres gilipollas, Louis?!-bramó papá.
               -¡T!-jadeó Scott, más aliviado que si se hubiera despertado de un coma tras un gravísimo accidente en el que podría haber perdido la movilidad de las extremidades moviendo los dedos de los pies.
               -Conduces como un abuelo, Z. Toma, hijo-Louis apagó el motor y le tendió las llaves-. Coge esto y ráyale la puerta para que aprenda la lección.
               -Como me pongas un dedo encima del coche te juro por Dios que…
               -¿Vais a quedaros ahí toda la noche?-preguntó Louis-. Lo digo por si quieres que entregue yo los diplomas.
               -¿Dónde coño quieres que aparque, genio?
               -En doble fila-sugirió Louis.
               -¡Gracias!-clamó mamá.
               -¡Ni de coña! ¿Para que se lleve el coche la grúa y luego tener que ir andando hasta casa?
               -¡Gracias, Zayn, de verdad!-Eri bajó la ventanilla de la parte de atrás del coche-. ¡Me alegra comprobar que hay alguien con dos dedos de frente en mi círculo social!-fulminó con la mirada a su marido, que puso los ojos en blanco.
               -Si tanto os gustáis, liaos.
               -Eso llevo intentando dieciocho años, pero Zayn no pilla las indirectas.
               -¡ERIKA!-soltó Louis, escandalizado, mientras sus hijos y nosotras nos reíamos.
               -Estamos casadas con un par de imbéciles, Eri-se lamentó mamá-. Aunque podríamos ir en taxi.
               -Necesitaríamos un bus, más bien.
               -Chica, de verdad, por todo te quejas-Louis puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
               -Sí, lo decís como si os hubiéramos puesto una pistola en la cabeza cuando os pedimos que os casarais con nosotros.
               -O cuando os separamos las piernas.
               -Qué romántico eres, Louis-Eri puso los ojos en blanco y Louis se echó a reír.
               -Que os den, pringaos. He visto un sitio para aparcar, y no me lo vais a quitar-dicho lo cual, salió derrapando en dirección a un hueco en la acera. Al final resultó ser la entrada a un garaje, y los Tomlinson llegaron más tarde que nosotros al instituto. Tommy se abrió paso dramáticamente entre la gente como si fuera Moisés conduciendo al pueblo judío a través del Mar Rojo, corriendo hacia Scott como si hiciera años que no se veían. Mi hermano y él se fundieron en un dramático abrazo, apretándose tan fuerte que las espaldas de sus trajes se tensaron hasta el punto que pensé que llegarían a rajarse antes incluso de entrar siquiera al auditorio. Me quedé allí plantada a su lado, viendo cómo se susurraban cosas al oído que solo tenían sentido para ellos, igual que dos amantes. Tommy se separó de él, lo miró a los ojos y le dio un besito en la mejilla.
               -No puedo creerme que lo hayamos conseguido, tío.
               -Pues no sabes la que nos espera, chaval-respondió Scott, revolviéndole el pelo a Tommy, que se apartó de él quejándose. Justo en ese momento, Scott centró la atención en Eleanor, que venía vestida con elegancia, pero no tan extra como las Malik. Comprendí ahí que no iba a acompañarnos a la fiesta; seguramente había quedado con sus amigas para celebrar una fiesta de pijamas.
               Hablando de amigas, ¿dónde estaban las mías? Todos los alumnos estábamos invitados al evento de la graduación, siempre y cuando no nos importara tener que ceder los asientos a los familiares de los graduados y cupiéramos en el auditorio. No las había visto aún por ningún lado, pero me habían prometido que vendrían, no sólo por Alec, sino también por Scott. Por mucho que mi novio fuera el centro de atención de mis pensamientos ese día, también estaba orgullosa de mi hermano y también quería presumir de él delante de todo mi círculo social.
               -Qué guapo estás-ronroneó Eleanor, colgándose de los labios de Scott. Justo en ese momento vi a su espalda a Diana, que llevaba el pelo suelto en ondas doradas de sirena cayéndole sobre la espalda desnuda, con vestido anudado al cuello de color negro con estampado de estrellas blancas. La americana charlaba con las gemelas y Max, que se reían de sus gracias y asentían con la cabeza con lo que decían. Cuando vi sus tacones, contuve un suspiro de alivio: parece ser que yo no iba a ser la única intrusa en la graduación.
               Claro que Diana estaba un curso por detrás de los chicos, así que pintaba más allí que yo… sobre todo si, teniendo en cuenta el rumbo que estaba tomando la banda, seguramente terminara sus estudios apartada del sistema de educación inglés, así que no tendría una graduación propiamente dicha al no asistir a ningún instituto. Ésta también era un poco suya.
               -¿Te importa si la hacemos luego?-preguntó Scott, señalándome con el pulgar-. Todavía no me he hecho ninguna foto con Sabrae, y sé que se me va a poner celosa si empiezo con otra chica, por mucho que esa otra chica sea mi novia.
               -Eres un fantasma-acusé, pero sí que saqué el móvil y empecé a hacerme fotos con todo el que se me ponía por delante. Adoré que Tommy llevara un traje blanco con las solapas de los bolsillos en negro, la antítesis del de Scott, y supuse que lo habían hecho a propósito. Sólo ellos dos podían encajar como las piezas de un puzzle, dándose sentido el uno al otro y mejorándose como nadie en aquella habitación.
               La verdad es que era un soplo de aire fresco ver a alguien que se salía del estándar. El resto de chicos iban todos de un aburrido negro que, si bien no les quedaba nada mal, hacía que fuera un poco aburrido escanear a la gente. Sólo Logan, el pobrecito, se atrevió a llevar un traje granate oscuro con el que sus mejillas compitieron cuando, al llegar, se puso colorado al empezar a silbarle sus amigos.
               Y Alec no llegaba. No llegaba. No llegaba. Estaba empezando a ponerme nerviosa. ¿Le habría pasado algo? Me saqué el móvil del bolso, lo desbloqueé y empecé a teclear en nuestra conversación, comprobando que hacía un par de horas que no se conectaba, y temiéndome que hubiera pasado algo gordo que le hubiera impedido siquiera avisarme de que iba a llegar tarde.

Ya estoy en el insti, sol ¿te queda mucho?

               Le di a “enviar” y me quedé mirando la pantalla, esperando que se conectara. Justo cuando me pareció que su estado cambiaba de “última vez hace 2 horas”, alguien me tocó el hombro y me hizo dar un brinco.
               Me giré para mirar a quien había atraído mi atención, y solté un suspiro de alivio cuando vi a Momo a mi lado.
               -¡Estás guapísima!-prácticamente silabeó, haciendo que la palabra durara dos meses en lugar de dos segundos. Me regodeé internamente, sintiendo mariposas en el estómago. Al menos mis amigas ya estaban ahí, así que tenía con quien entretenerme. Me cogieron del brazo y me arrastraron hacia una esquina, lejos de las mesas de canapés y bebidas en los que alumnos y padres por igual revoloteaban como buitres. Me fijé en que papá hablaba con la profesora de Literatura Universal de Alec, y estaba debatiéndome entre ir a arañarle la cara o besarle los pies cuando las chicas atrajeron de nuevo mi atención.
               -¿Lista para la gran noche?-preguntó Taïssa, extasiada.
               -Lo que quiere decir es que si te has acordado de coger preservativos-rió Kendra, y yo me eché a reír.
               -Claro que sí. Ya sabéis que voy siempre preparada.
               -No siempre-dijeron a coro, recordando el momento del calentón en el banco del parque. Puse los ojos en blanco.
               -Soy responsable, ya lo sabéis. Aquello fue la excepción que confirma la regla. No me esperaba encontrarlo, y hoy sí. Además…-me encogí de hombros como una actriz presentando un premio que le han negado a lo largo de toda su carrera, y no por falta de talento precisamente-, sé de sobra qué espero de esta noche. Y creo que Alec esperará lo mismo en cuanto me vea.
               -No me extraña, estás genial-volvió a alabar Momo.
               -¿Se sabe algo de nuestro galán?-intervino Taïs, y yo negué con la cabeza.
               -No tengo ni idea. No sé si le habrá pasado algo…
               -Bueno, aún falta gente, y todavía queda tiempo, así que no te preocupes.
               -Sí, seguro que está al caer. Había un tráfico increíble fuera; no sé de dónde han salido tantísimos coches. ¿Realmente hay tantos alumnos por curso, o es que este año se gradúan dos cursos a la vez?-Kendra frunció el ceño-. En serio, no tengo ni idea de dónde se metían la mitad de los graduados. Con lo que nos gustaba mirarlos en el patio-suspiró-. Ahora tendremos menos con los que alegrarnos la vista.
               -¡Tú siempre pensando en lo mismo, Ken!-se rió Taïssa, y Kendra la fulminó con la mirada.
               -Venga, que nos alegramos todas mucho por Sabrae, pero no me diréis que es una buena noticia que el grupo de tíos más cachondos del instituto se gradúe este año. Francamente, no sé qué voy a hacer sin el consuelo de ver a Jordan, Max, Alec, Logan, Scott y Tommy en el recreo el año que viene.
               -Siempre puedes seguirlos en Instagram-le guiñé el ojo-. Ya tienes excusa.
               -El estirado de tu novio no me acepta.
               -Tiene miedo de que me ponga celosa.
               -¿Por?-Kendra me dedicó una sonrisa oscura-. ¿Tienes motivos para estar celosa de mí?
               Me eché a reír.
               -Ya te gustaría, cielo-le di unas palmaditas en el hombro y metí la mano de nuevo en el bolso, en busca de mi teléfono. Me dio un vuelco el corazón al ver una notificación de Alec.

En 0

               Lo corto de su mensaje y la falta de ningún emoticono que suavizara la situación me hizo pensar que estaba nervioso, agobiado, o las dos cosas. Ya tendré tiempo de relajarte, sol.
               Levanté la vista para otear entre las cabezas a ver si me lo encontraba, sin la esperanza de hacerlo realmente. Sin embargo, mi atuendo de película estaba acorde con las circunstancias, porque experimenté uno de esos momentos que sólo se dan en la ficción: miré exactamente en el momento en que tenía que mirar, al sitio al que tenía que mirar.
               Parte de los alumnos habían entrado ya en el auditorio, seguramente empujados por unos profesores querían descongestionar el vestíbulo. La mesa de los aperitivos estaba asaltada, y sólo quedaban algunos biscotes rotos aquí y allá. La pre-fiesta estaba a punto de acabarse, pero no porque se acercara la hora, sino porque Alec acababa de llegar en ese mismo momento. Y, como decía la canción de Ke$ha, la fiesta no empezaba hasta que él no llegaba.
               Hizo una entrada triunfal sin pretenderlo siquiera, con ese magnetismo propio de los actores de cine. Parecía incluso tener un foco a la espalda, producto seguramente de la luz del crepúsculo tiñendo el cielo ya de los colores cálidos de la paleta. Un halo cubría su figura igual que si fuera un santo cristiano, y la confianza en sí mismo que irradiaba cuando entró, con la cabeza bien alta y los ojos fijos en su grupo de amigos, al que había localizado incluso desde fuera del edificio, reforzaba su imagen de actor. Todos éramos invitados de la estrella que era él.
               Estaba guapísimo con su traje gris oscuro, que le marcaba los hombros y los músculos de los brazos como si fuera una segunda piel. No le quedaba pequeño, como podía sucederles a otros en su situación, ni remarcaba en exceso la forma de boxeador de su cuerpo, sino que le sentaba como un guante, haciéndolo el chico más atractivo de la graduación. Varios pares de ojos se posaron sobre él nada más entrar; la gran mayoría, femeninos, y no necesariamente en exclusividad de nuestro rango de edad. Tanto mis amigas como yo nos lo comimos con los ojos sin ningún tipo de pudor, yo con el corazón acelerado ante la certeza de que aquella criatura magistral era sólo y exclusivamente mía.
               Abrió los brazos y rodeó a Tommy y Jordan por los hombros, empujándolos hacia abajo y sobresaltándolos. Los que no fueron producto de su broma se echaron a reír, y en su radiante sonrisa blanquísima descubrí la razón de que me hubiera enamorado de él: por muy guapo que fuera por fuera, eso no podía competir con lo que lo era por dentro. Podía hacer que te sintieras bien en absolutamente cualquier situación, sin importar las circunstancias.
               Verlo así, con sus amigos, fue lo único que impidió que saliera corriendo a su encuentro, a pesar de las ganas que tenía de estrecharlo entre mis brazos e inhalar su colonia, que sabía que me haría la boca agua. Me moría de ganas de sentir sus brazos rodeándome, el calor de su cuerpo empapando el mío, pero no quería estropearle su momento. Aquella sería una de las últimas veces que podría estar con sus amigos, aquella era la última noche en que convivían todos juntos. Luego, aunque seguirían saliendo juntos y su relación no se resentiría, ya no sería lo mismo. Sus vidas tomarían caminos separados, tendrían más cosas que contarse de las que almacenarían en común, y vivirían las experiencias de los demás sólo a través de sus historias, y no desde un punto de vista ligeramente distinto.
               Entonces, Alec empezó a buscar entre la gente, escaneando las caras en busca de alguien en concreto. Yo.
               Cuando sus ojos se posaron en los míos, me recorrió un escalofrío de pies a cabeza. Todos mis músculos se pusieron en tensión; la piel, de gallina; y mi respiración se aceleró ligeramente hasta un par de jadeos superficiales.
               -Vengo ahora, gente. Quiero ver de cerca a mi chica-le escuché decir, dándole una palmada a Jordan en la espalda y rodeando a su círculo de amigos para venir a mi encuentro. Las chicas me abrieron paso para que me acercara a él, y los dos nos quedamos a un par de metros de distancia, escaneándonos mutuamente.
               Despacio, muy despacio, con la firmeza de la llegada del verano y la promesa de tardes bañándose en agua fresquita, dejando que el sol besara nuestra piel y que las frutas más dulces y exóticas calmaran nuestra hambre, una sonrisa se extendió por la boca de Alec. Una sonrisa que escaló hasta sus ojos, encendiéndolos como unos fuegos artificiales después del mejor concierto de tu vida.
               Y todo para mí. Sólo para mí. Mi chico de verano, de fuegos artificiales, de éxitos y del monte Olimpo.
               Se pasó una mano por la barbilla, escaneándome de arriba abajo, como si quisiera memorizar cada centímetro de mi cuerpo.
               -Vaya, bombón… estás…-jadeó, negando con la cabeza. Otra cosa que me encantaba de él: no sólo me había visto mil veces, de mil maneras distintas; también había visto a miles de chicas antes que yo, muchas de ellas más guapas, más estilizadas, “mejor hechas”, si se podía decir así. Chicas que con respirar ya cumplían con un canon con el que yo no podía ni esforzarme. Y, sin embargo, cada vez que me veía, reaccionaba igual: como si fuera la primera vez que viera a una mujer, el que él consideraba el mayor milagro del mundo. Como si yo fuera el epítome de la belleza, como si sus ojos se hubieran abierto sólo para mirarme-. Increíble-dijo por fin, y sus ojos se encontraron con los míos, cargando el ambiente de electricidad estática que, estaba segura, todos podían sentir, y no sólo nosotros-. Me parece que voy a subir a recoger el diploma apoyándome en tres piernas.
               -¡Eres un bruto!-me reí, salvando la distancia que nos separaba y fundiéndome en un cálido abrazo con él-. Estás guapísimo, sol. En serio. Creo que me va a costar guardarme las manos para mí esta noche-comenté, jugueteando con su corbata. Se rió, bajando sus manos por mi espalda.
               -Porfa, no lo hagas-me guiñó el ojo cuando me dio una palmada en el culo, rozando con la punta de los dedos el borde de mis pantalones, lanzando llamaradas en mi piel. Me dio una palmadita en el culo y luego me puso una mano en la cintura para darme la vuelta y llevarme con sus amigos-. Bueno, ya estamos todos-anunció. Vi que Diana me miraba y sonreía, cómplice en aquella misión de incursión en la que íbamos a participar-. ¿Entramos?
                Sintiendo la presencia de mis amigas detrás, que se sentarían conmigo durante la ceremonia, y con la mano de Alec en mi cintura, entré en el auditorio.
               Decir que estaba abarrotado sería quedarse muy, muy corta. No había ningún sitio libre disponible, salvo los que estaban reservados para los graduados, e incluso ellos parecían tener problemas para sentarse en el orden en el que les entregarían los diplomas. Varios alumnos estaban sobre el escenario, ultimando los detalles, colocando aquí y allá los muebles auxiliares necesarios, y preparando las diapositivas que se proyectarían mientras los graduados recogían sus diplomas. Vi a papá pululando por el fondo del escenario, ayudando a preparar las cosas, y con un barrido conseguí localizar a mi familia, en un punto en el centro de la sala que, si bien no era el mejor, seguramente fuera lo más cercano que habían podido conseguir.
               -Gracias a Dios que ya estáis aquí-urgió una de las chicas que iba a clase de Alec, cuyo nombre no recordaba en ese momento. Se me hizo un nudo en el estómago al darme cuenta de que iba a salir de fiesta con esa chica; con ésa y con una infinidad cuyos nombres no me vendrían a la cabeza seguramente en toda la noche, y con las que tendría que simular que las conocía-. Deprisa, venga, estamos a punto de empezar. Se han perdido las tarjetas con los nombres, así que tenemos que ponernos en fila para saber dónde nos sentamos.
               -¿No nos sentamos juntos?-protestó Max-. ¿Ni siquiera por clase?
               -¿Es coña? ¡Sería un caos!
               -Yo no quiero sentarme lejos de mis amigos-protestó Alec, agarrándome con fuerza, como si pretendiera que me sentara en las primeras filas a pesar de que me faltaban tres años para graduarme. La chica lo fulminó con la mirada.
               -¿Y qué me sugieres que haga para organizarnos, Alteza?-ironizó, a punto de poner los ojos en blanco. Alec le dedicó una sonrisa irónica.
               -Para empezar, no llamarme así, Katie, que me pongo tonto y voy a estar lejos de mi novia-sus dedos se cerraron un poco más en torno a mi cintura, y la tal Katie por fin me miró. Apretó los labios en una fina línea y sacudió la cabeza, haciendo que su coleta alta se balanceara como un péndulo.
               -Paso de discutir. Esto no está abierto a debate. Siempre se ha hecho así, y sabemos que funciona, así que haced el favor de sentaros por orden. No es una petición-añadió, fulminando a Alec y Jordan con la mirada-. Por si queda alguna duda.
               -¿Vas a separar a Scott y Tommy? ¿En serio? Eso es cruel-se burló Tam, y Tommy le puso ojos de cachorrito a Katie, pero ésta se fue sin decir nada más.
               -Guau. Qué tía más maja-ironicé, abriendo mucho los ojos al verla gritarles a una pareja de novios porque no querían sentarse separados, como todos.
               -Está estresada, eso es todo-la disculpó Bey-. Le ha tocado organizarnos por ser la segunda de la promoción.
               -¿Quién es la primera?
               -Seguro que lo adivinas-coqueteó Bey, alborotándose el pelo, guiñándome el ojo y desapareciendo entre la gente, arrastrando a Tam con ella, que se quejaba de la situación con Karlie. Karlie torció la boca y se abrazó la cintura, mirando cómo las gemelas se alejaban de ella con expresión desilusionada.
               Miré en todas direcciones, comprobando que la gente poco a poco tomaba sus asientos. Mis amigas estaban paradas en el pasillo, hablando con mi madre y mis hermanas, seguramente esperando a que yo llegara para ocupar mi sitio. Estaba a varias filas de Alec, lo suficientemente lejos como para no verlo si me sentaba, y eso que él ocuparía presumiblemente la última fila de los graduados.
               No quería irme. Aún no. Me sentía segura a su lado, y quería… quería disfrutar de su compañía en soledad todo lo que pudiera, porque en cuanto empezara la ceremonia, tendría que compartirlo con todos.
               No me di cuenta de que me había girado hasta ponerme frente a él hasta que no puso los dedos sobre mis pasadores de orquídeas y me apretó la mano.
               -Me gusta muchísimo cómo te has puesto el pelo hoy-alabó, y yo lo miré. Parte de ese nerviosismo que me atenazaba la boca del estómago desapareció, pero no del todo. Algo seguía ahí, en mi interior, protestando.
               -Gracias, sol.
               -¿Estás nerviosa?-quiso saber, y yo me mordí el labio y asentí con la cabeza.
               -Pues… un poco, la verdad-admití, mirando en derredor. Todas sus compañeras estaban increíbles. Nunca me había fijado en las pocas chicas no normativas que había en el curso de Alec; parecían todas salidas de un concurso de modelos. Casi podían hacerle la competencia a Diana… casi.
               -Pues no lo estés-zanjó Alec, poniéndome las manos en la cintura y estirando los dedos por mi cuerpo, siguiendo la línea de mis curvas, adaptándose a ellas como una segunda piel-. Eres la más guapa de aquí, y te mereces estar más que nadie-jugueteó con un mechón de pelo que me caía sobre los ojos y lo colocó en su lugar, con la boyante cascada de los demás. Luego, entrelazó sus brazos detrás de mi espalda y me acunó lentamente, dejando que el ritmo de mi corazón se acompasara al suyo, mucho más relajado. Levanté la vista y lo miré. ¿Cómo podía nadie ser tan relajante? ¿Cómo podía nadie crear una burbuja de intimidad como la que acababa de crear Alec simplemente con sus brazos en un auditorio abarrotado de gente?
               -Te veo luego, ¿vale?
               -Y yo-sonreí, guiñándole el ojo-. Estaré atenta.
               -Más te vale-me dio una última palmadita en el culo antes de separarse de mí-. Por cierto, ¿me guardas el móvil?-me lo tendió con la pantalla hacia arriba, así que pude ver la foto que tenía de nosotros dos de fondo de bloqueo, como reforzando mi suerte.
               -Claro.
               -Mételo luego en el bolso, ¿vale?-me guiñó el ojo cuando se inclinó para darme un beso, aprovechando  para meterme la mano en el bolsillo de la chaqueta. Después de que sus labios rozaran los míos, me dio un último apretón en la cintura y se separó de mí, acariciándome el brazo y entrelazando sus dedos con los míos un segundo antes de soltarlos. Me quedé allí plantada un instante, deleitándome en las líneas bien definidas de su espalda, y me giré para reunirme con mi familia.
               -¿Qué tal?-preguntó mamá, inclinándose para hablar conmigo desde el otro extremo de nuestro grupo, justo al lado de Duna, a quien tenía bien cogida de la mano para que no se pusiera a brincar de la emoción-. ¿Está nervioso?
               -Estoy más nerviosa yo-comenté, riéndome, desabrochándome los botones de la chaqueta y metiendo la mano en el bolsillo para sacarme su móvil. Rocé con los dedos el borde de un papel y, sorprendida, lo saqué.
               Era una notita pequeña, arrancada de una libreta cuadriculada. Sonreí al desdoblarla y reconocer la letra de Alec en dos simples palabras: “me apeteces”.
               Levanté la vista y, de nuevo, con esa sincronización propia de las películas, me encontré directamente con los ojos de Alec. Éste me dedicó su mejor sonrisa torcida y, cumplida su misión, tomó asiento con los demás mientras las luces empezaban a apagarse.
               Sabía de sobra lo que quería decir aquella nota en realidad: “no lo habría hecho sin ti, por eso tenías que estar aquí”.
               Dándole un beso al papel, me lo guardé en la funda del teléfono y me acurruqué en mi asiento, apoyando la cabeza en el hombro de mi hermana y lanzando un suspiro cuando las luces se apagaron del todo.
               Vistas desde fuera, las graduaciones no parecían nada entretenidas ni reseñables; lo más interesante de ellas siempre eran los modelitos de las homenajeadas, algunos dignos de ocupar los desfiles de las semanas de la moda, otros sacados directamente de la última. Lo que más podía interesar de las graduaciones serviría tanto en fotografía como en película, así que no había apenas diferencia entre estar en el auditorio del instituto o deslizar por la cronología de Instagram al día siguiente.
               O eso me había dicho yo todos esos años, en los que me negué en redondo a ir a las graduaciones de los demás alumnos por mucho que Taïssa nos lo suplicara. No había nada allí para nosotras, le decía. Probablemente me pasara media graduación de Scott y Tommy con el móvil, cuando me tocara ir como acompañante de mi hermano. Sólo levantaría la vista cuando oyera mi apellido o el de Tommy a través de los altavoces del escenario, haría un par de fotos, y luego seguiría a lo mío.
               Nunca pensé que pudieran ser tan emocionantes, tan viscerales, tan… agridulces. Jamás había pensado en que serían como un elaboradísimo menú de alta cocina, en la que intervendría tanto lo dulce como lo salado, en el que la ilusión por el futuro y la tristeza por el pasado que se terminaba en ese mismo instante flotarían en el aire, llenando el ambiente con sus moléculas mezcladas.
               Me reí con las bromas que hacían los integrantes del grupo de teatro que ese año se graduaban, imitando a los profesores que habían impartido las clases de ese curso, con independencia de la clase o de la rama del conocimiento en que fueran a especializarse. Me mantuve en silencio, escuchando con atención el discurso de una de las antiguas alumnas del instituto, que se había graduado hacía cinco años y había vuelto como madrina de la promoción, siguiendo con la tradición de que un universitario recién salido de la universidad les diera la bienvenida a los graduados.
               Aplaudí como la que más cuando Bey subió al escenario, con la cabeza bien alta y el discurso memorizado en una cabeza que le serviría mucho a mamá, para dar su discurso como primera de la promoción. Había futuros médicos entre los asientos, ingenieros y profesores, pero ninguno había logrado obtener la nota más alta de la promoción. Sólo ella, que ya tenía su plaza garantizada en Oxford, siendo una de las 10 mejores del país.
               -Espero poder volver dentro de unos años a recoger el testigo que acaba de dejarme Chelsea-rió, mirando a la universitaria que ahora estaba de pie al lado de papá-. He sido increíblemente feliz entre estas cuatro paredes, he hecho amigos geniales que sé que me acompañarán toda la vida; me he enamorado, pero también me han roto el corazón, y creo que hablo en nombre de todos mis compañeros cuando les doy las gracias a los profesores, que siempre han estado ahí para apoyarnos, de quienes hemos aprendido muchísimo, y que se han preocupado en convertirnos en las mejores personas-se llevó una mano al pecho, sonriendo por unas palabras que habían ocasionado varios arranques de lágrimas. Aquí y allá los pañuelos refulgían en la oscuridad, yendo a limpiar lágrimas masculinas y femeninas por igual-. Gracias por habernos acogido como lo habéis hecho, por dejar que consideráramos este edificio como un segundo hogar, y por demostrarnos que todo tiene solución, incluso lo que ya no puede arreglarse. Sé por experiencia que no es tarea fácil darle consuelo a tanta gente, pero creo que cada año lo hacéis mejor que el anterior.
               -¡Promoción del 2035, cabrones!-aulló Tam entre el patio de butacas, y todos nos echamos a reír y comenzamos a aplaudir. Bey dio las gracias y se bajó del escenario entre aplausos, abrazándose a Alec y una chica que yo no conocía, que se dirigían en ese momento al escenario.
               -Vamos a dar comienzo con la entrega de diplomas-anunció papá, inclinándose ligeramente para abarcar el micrófono como hacía cada vez que recogía un premio. A pesar de que siempre se adueñaba de esa herramienta en los conciertos, su actitud con él cambiaba radicalmente cuando tenía que compartirlo. Nunca parecía del todo acostumbrado a tener que tratar con ellos.
               -¿Adónde va Alec?-preguntó Shasha, y me encogí de hombros. No tenía constancia de que fuera a dar ningún discurso, pero conociéndolo, era bien capaz de ponerse a hacer un strip tease en medio del escenario con tal de entretener a la gente.
               -El primer y el último alumno de la lista de los graduados leen los nombres de los demás-nos explicó Diana.
               -Pero Alec no es el último de la lista.
               -Seguro que le han dejado el puesto después de todo lo que ha pasado-comentó Diana. Alguien nos siseó, y Shasha, Diana y yo siseamos más fuerte en respuesta.
               -¡Sshh tú! ¡Maleducado!-gruñí.
               -¡Hay que tener poca vergüenza!-escupió Shasha.
               -Menudo gilipollas-añadió Diana, frunciendo el ceño.
               Alec dejó pasar a la chica frente a él, y le ofreció su brazo cuando ella lo esperó para no tropezarse con su vestido. Escuché suspiros alrededor del patio de butacas.
               -¿Tiene novia?-preguntaron unas chicas al otro lado del pasillo.
               -¿Con esa cara? Le besaría los pies a cualquiera que pudiera echarle el guante.
               -Fijo que es gay-dijo una tercera-. Todos los buenos lo son.
               -No es gay-intervino Momo, sentada en el suelo a mi lado para poder comentar a gusto todos los vestidos. Las chicas nos miraron.
               -Le gustan los coños más que a un tonto un caramelo-solté yo.
               -Bueno, un coño en particular-añadió Kendra, mirándome con intención en la oscuridad.
               -¿Y a quién no?-respondió una de ellas, y las tres nos echamos a reír. Sólo cuando Alec y la chica se colocaron en el atril, bajo la luz del foco, soltaron un grito ahogado de reconocimiento-. ¡Ah! ¡Es Alec!
               -Tu novio es famoso, Saab-se rió Taïssa, y yo crucé y descrucé las piernas con chulería.
               -Así es más divertido cuando me ven cogida de la mano de él-le guiñé un ojo.
               -Riley Amber-anunció Alec, y la chica atravesó el escenario en dirección a papá para recoger su diploma. Le dio la mano al director y a su tutora, y se acercó al centro para que le hicieran la foto. Regresando al atril, entonces, leyó el nombre del siguiente alumno.
               Así, poco a poco, todos los graduados fueron desfilando por el escenario, dándole la mano a papá, aceptando el diploma y su enhorabuena de sus manos. Le tocó a Alec leer el nombre de Jordan, y éste rodeó el escenario para hacer su saludo, cruzando las manos y entrelazando los dedos y dándose puñetacitos como si fueran niños pequeños, antes de bajar de nuevo al patio de butacas.
               -Beyoncé Knowles-sonrió Al, y abrazó a su mejor amiga cuando subió las escaleras para recoger el diploma.
               -Tamika Knowles-dijo Riley, y Tam y Alec chocaron los cinco cuando Tam se subió al escenario.
               -Scott Yasser Malik-dijo Alec un rato después, riéndose al escuchar las protestas de mi hermano. Scott subió las escaleras entre gritos y aplausos, y mamá se dedicó a hacerle fotos como una descosida, incluso cuando sólo se abrazó a Alec y le dijo “te voy a matar, hijo de puta”-. Sí, sí, sí, sí, sí, yo también te quiero un montón, S. Tira-le instó Alec, y Scott trotó obedientemente hacia el centro del escenario para encontrarse con papá, que le ofreció la mano al darle la enhorabuena.
               Scott la miró, cogió su diploma, la aceptó y se fundió en un fuerte abrazo con papá, que enseguida lo rodeó con los brazos y le dijo que estaba orgullosísimo de él. Mamá le pasó el móvil a Shasha para que hiciera fotos, pues no paraba de llorar. Yo también estaba llenando la galería de mi teléfono con las fotos de mi hermano abrazándose a papá.
               Cuando le llegó el turno a Tommy, sucedió algo parecido.
               -Thomas-se regodeó Alec, sonriendo como un villano de Disney-Tomlinson.
               Sólo había dicho el segundo nombre de mi hermano porque Scott lo detestaba, y ahora decía el nombre oficial de Tommy porque sólo Scott y Eri podían llamarlo “Thomas”.
               Tommy se rió, viéndolo venir, y subió al escenario. Abrazó a Alec, atravesó el escenario y abrazó a papá, que ya lo esperaba con los brazos abiertos. Se echó a reír cuando empezaron a silbarle al acercarse al borde del escenario para la foto, y puede que yo me uniera a los gritos de mis amigas de “¡guapo!” “¡buenorro!” y “quiero un hijo tuyo” para hacerlo sonrojar.
               Era difícil decir quién le había aplaudido más fuerte, si Diana o Eri. Claro que Scott tampoco se quedaba atrás, levantándose incluso cuando dijeron su nombre.
               Y luego, cuando le llegó el turno a Alec, pasó algo mágico. Aquí y allá se habían ido levantando los amigos de los llamados a recoger el diploma.
               Con Alec, todo el curso se puso de pie.
               -Y… Alec Whitelaw-proclamó Riley, y Alec trotó al centro del escenario. Estaba radiante, más guapo de lo que lo había visto en mi vida mientras se aguantaba una sonrisa pagada de sí mismo al ver la reacción de sus compañeros. O de todo el auditorio, en realidad.
               Bueno, vale, sólo sus compañeros y sus amigos nos pusimos en pie. Yo empecé a dar botes en el sitio, levantando las manos mientras aplaudía a Alec, que se acercó a papá conteniendo la emoción a duras penas. Papá y Alec se miraron, y papá le dijo:
               -Ven aquí, hijo.
               Se fundieron en el abrazo más fuerte que se habían dado nunca, por lo menos estando yo presente. Qué lejos habían llegado: Alec había pasado de tenerle miedo a papá a quererlo casi tanto como a Dylan, y papá había pasado de querer ponerle límites a ayudarlo a superar los suyos propios.
               Habían pasado por muchísimo, incluso juntos. Cuando había estado tan mal por su ansiedad y yo le había pedido a papá que hablara con él, Alec había visto cómo papá le abría su alma de una forma que nunca creyó posible. No es que no se esperara que papá tuviera ansiedad, sino que no comprendía por qué seguía en la música cuando era la música, precisamente, lo que se la producía.
               -Porque no puedo dejarla. Es mi forma de amar. Así es como quiero a Sherezade, y a Scott, y a las niñas. Compongo música pensando en ellos. Intento ganar premios que dedicarles y me aseguro de que todo el mundo sepa lo que siento por ellos, que toda Inglaterra grite cuánto les quiero.
               -Debe ser jodido llevar el corazón al descubierto, entonces.
               Papá lo había mirado y le había sonreído.
               -¿No es lo que haces tú?
               Desde entonces, poco a poco se habían ido acercando cada vez más y más, haciéndose un bien mutuo que nadie se esperaba. Alec siempre procuraba mantener la distancia y que fuera papá quien marcara el ritmo y trazara los límites, con ese miedo reverencial que todos los yernos le tienen a los suegros, pero hacía poco se había derrumbado la última barrera entre ellos, cuando papá pilló a Alec ojeando una de sus biografías mientras esperaba a que yo me cambiara en el piso de arriba. Alec se había puesto colorado al verlo, la había cerrado a toda velocidad y había dejado el libro en la estantería más rápido de lo que había hecho nada en su vida, pero papá simplemente le sonrió.
               -Todo lo que quieras saber, lo puedes preguntar.
               Y ahora, allí estaban. El chico que le había dicho al ex integrante de One Direction que su disco preferido era aquel en que no participaba, abrazando y dejándose abrazar por el hombre que lo había cuidado como si fuera hijo suyo en su más tierna infancia, y que se había convertido en su peor pesadilla cuando se enteró de lo que hacía con su hija. Juntos, sobre un escenario.
               Cuando Alec se colocó en el centro del escenario para que le hicieran las fotos, Dylan salió al pasillo para hacerle fotos desde un ángulo ligeramente distinto al del fotógrafo. La poca gente que quedaba sentada se puso en pie cuando Riley anunció:
               -Alec cierra esta noche la entrega de diplomas-Alec se giró para mirarla, extrañado por ser el único del que hablaban después de anunciar su nombre- por ser el único de todos nosotros que ha sobrevivido a un accidente de tráfico que lo tuvo casi dos meses hospitalizado. Y, aun así, aquí está.
               Los ojos de Alec chispearon con ilusión y su sonrisa se amplió más cuando todo el público se puso en pie, gritando y aplaudiendo tanto que me asombró que el auditorio no se desmoronara. Asintió con la cabeza, agradeciendo los aplausos, y se retiró al atril.
               -Gracias-dijo, con la voz rota y visiblemente emocionado-. Yo… gracias, Ri-dijo, poniéndole una mano en el hombro. La chica sacudió la cabeza.
               -De nada.
               -Gracias a todos, yo… bueno, normalmente no me aplauden así cuando estoy vestido, pero… en fin, esto no es un concurso de chistes y a mi madre no le va a hacer gracia que me ponga a contar mis batallitas sexuales. Mami, te quiero-ronroneó como un gatito desde el escenario, poniendo su mejor sonrisa de niño bueno, haciéndose oír a duras penas entre el rugido de risas-. Vale, y ahora, damos paso a la entrega de los regalos para los graduados con matrícula de honor este año. Por favor, ¿pueden subir al escenario Beyoncé Knowles…?-empezó a enumerarlas Alec, y esta vez, los estudiantes con matrícula de honor se reunieron en el escenario para las fotos en conjunto con sus regalos, una rosa roja para cada uno y una cajita con plumas estilográficas con la insignia del instituto en su borde.
               Con la entrega de las matrículas se dio por concluido finalmente el acto, y así se desató el caos. Los graduados subían al escenario con sus familias, se hacían fotos con el diploma y el fondo de flores del escenario, con sus propios amigos…
               El grupo de amigos de Alec se puso delante para acaparar todos los focos, y las chicas y yo volamos hacia las primeras filas para poder hacerles fotos. Alec y Scott estaban uno al lado del otro, sonriendo a la cámara que le habían regalado a mi novio por su cumpleaños y de la que Mimi se había encargado a lo largo de la noche, y noté que los dos posaban los ojos en mí cuando me acerqué.
               Un escalofrío me recorrió la espalda. Mis chicos, pensé.
               Las chicas se apartaron para hacerse selfies a los que se sumó Diana, y los chicos siguieron posando para la cámara de Mimi. Tommy, Scott y Logan enrollaron sus diplomas y empezaron a pelearse con ellos, a lo que Alec reaccionó poniendo los ojos en blanco y sacudiendo la cabeza.
               -¿No te unes a la fiesta, Al?-le preguntó Karlie, viendo cómo Alec lo trataba con un cuidado exquisito, como si fuera un cachorrito o un primer hijo.
               -Con lo que me costó ganarlo no voy a fingir ahora que soy un jedi con él-respondió Alec, poniendo los ojos en blanco, haciéndose el ofendidísimo. Me eché a reír, con una diferencia de estatura increíble entre nosotros, y Alec posó los ojos en mí, se inclinó, me tendió la mano y me ayudó a subir al escenario por la zona más alta del mismo. Me agarró de la cintura y me puso las manos en las caderas.
               -Bueno, ¿qué tal?-preguntó con inocencia-. ¿Te lo has pasado bien?
               -Ha estado guay lo de que no te aplauden así cuando estás vestido-comenté, quitándole una povisa de las solapas de la chaqueta. Sonrió, juguetón.
               -Bueno, es la realidad. No es que no me lo merezca, pero, si no lo hacen por mí…-se encogió de hombros, irónico, y yo me eché a reír.
               -¿Es una queja? Porque todavía tengo el buzón de sugerencias abierto.
               -¿Sólo el buzón, o más cosas?-coqueteó, bajándome la mano por el culo.
               -Compórtate-respondí, enredando con su corbata-. Estamos en público.
               -Así es más divertido-dijo, e inclinándose hacia mi oído, añadió-, además, seguro que podríamos enseñarle un par de cosas a toda esta gente.
               Me eché a reír, pero posé junto a él mientras Mimi nos hizo fotos. Se subió al escenario junto con sus padres y su abuela, y yo me aparté para que tuvieran unas cuantas fotos juntos. Nos dispersamos, pero de vez en cuando nos buscábamos con la mirada, asegurándonos de que no nos marchábamos por separado, incluso cuando sabíamos que pasaríamos la noche juntos.
               La profesora de Literatura Universal de Alec se acercó a hablar con él, y yo comprobé la serenidad con que charlaban ambos. Pude leer en los labios de Alec cómo le daba las gracias por el aprobado, y ella le dio unos toquecitos en el hombro, diciendo que no se las merecían, de verdad.
               A mi izquierda, Scott y Tommy hablaban con nuestros padres, probablemente de la estrategia que tomarían con la banda a partir de entonces. Todos se hacían mayores, abriéndose paso por el mundo a codazo limpio, reclamando lo que les pertenecía simplemente por el esfuerzo que pondrían en alcanzar sus metas.
               Y yo estaría allí para verlo. Nada me hacía más ilusión.
               -No sé de quién estoy más orgullosa-comenté-, si de Alec o de Scott.
               -Scott es tu hermano, Sabrae-me recriminó mamá, y sí, lo sabía. Sabía que Scott era mi hermano y que la sangre (o, bueno, los vínculos familiares, en nuestro caso) debían prevalecer sobre las relaciones sentimentales, ya que los vínculos familiares jamás se disolvían, ni siquiera aunque quisiéramos. Había visto a Scott crecer y había crecido yo con él, su nombre había sido mi primera palabra, mis primeros pasos habían sido a su lado, él me había venido a visitar en mis primeros días de colegio y me había defendido en el instituto, cuando se metían conmigo. Me dejaba robarle su ropa y me hacía sitio en la cama cuando yo le decía que quería dormir con él; aunque a regañadientes, me cedía sus postres, y me había comprado dulces cuando estaba con la regla, tolerando mis ataques de mimos.
               Scott era mi hermano, mi pasado seguro, ese puerto al que podría volver siempre que lo necesitara.
               Pero Alec… Alec era la persona con la que más sensaciones había experimentado, tanto buenas como malas. Me había sacado de mis casillas, me había provocado dudas sobre lo que antes creía que jamás variaría en mi interior, me había hecho acostarme llorando, y me había dado toda la intensidad que la adolescencia puede darle a una persona. Me había hecho feliz, inmensamente feliz, y me lo seguía haciendo incluso cuando me desesperaba, incluso cuando pensaba que necesitaba que tirara por mí en lugar de tener que tirar yo por él. Me había descubierto un mundo nuevo de placer, me había demostrado que albergaba una intensidad en mi interior que no estaba reñida con mi tamaño. Había hecho que viera que podía querer esforzarme más por otra persona que por mí misma. Me acompañaba a casa, me besaba en las esquinas, me cogía de la mano paseando, me agarraba del culo, me presumía en público, me idolatraba en privado. Me había enseñado lo que era el amor, la realidad de ese sentimiento que trataban constantemente los libros, las películas, las series que me gustaban.
               Scott había empezado mi historia, pero Alec había tomado la pluma y la había hecho tridimensional. Allí donde Scott tenía a una niña, Alec había tomado el relevo y había ayudado a florecer a la mujer.
               Alec era mi alma gemela, el amor de mi vida, el futuro radiante hacia el que me dirigía, el horizonte a mis pies mientras volaba entre las nubes. Está bien tener puertos seguros en los que refugiarse, pero yo no era un barco, sino un ave. O, quizá, una dragona. El fuego de mi interior cuando estaba con Alec sólo podía ser eso, el fuego de las entrañas de un dragón. Deseaba volar.
               Y Alec eran esas alas.
               -Ya, mamá, pero Alec ha pasado por mucho más que Scott este último año, y…
               -Yo de Alec-dijo Shasha, sorprendiéndonos a todos. Por mucho que Alec la hubiera sacado del cascarón, con Scott ese cascarón nunca había existido. Shasha era fría con la mayoría de gente, pero con su familia era bastante cálida, menos distante de lo que parecía a primera vista, cuando apenas te dedicaba una sonrisa al conocerte-. Con todo lo que os enrollabais, me parece un milagro que sepa qué asignaturas tuvo este curso, ya no digamos que las aprobara.
               -¡Shasha!-protesté, echándome a reír. Mamá puso los ojos en blanco.
               -Os crié mejor como para que cayerais rendidas ante el chico blanco del mes-soltó, negando con la cabeza despacio, con un gesto desaprobatorio que parecía incluso real.
               -Lo dices como si no fuera el primer cliente varón al que vas a defender… mami-añadí para suavizar mi pulla cuando me fulminó con la mirada.
               -Alec no es el chico blanco del mes, Sher. Es el chico blanco de la vida-añadió Momo, lo suficientemente alto como para que la oyera  mi chico cuando se acercó a nosotras.
               -¿Hablabais de mí?
               -Mamá te criticaba.
               -Menos de lo que me merezco, estoy seguro-tonteó, y mamá no pudo evitar esbozar una sonrisa ante su comentario. Alcé las cejas en su dirección como diciendo “¿lo ves?, siempre consigue ganarse a quien él quiere, siempre”.
               -¿Nos podemos hacer una foto con la estrella de la noche?-preguntó Taïssa, agitando su móvil en el aire. Alec las miró con el ceño fruncido.
               -¿Para qué?
               -Para presumirte. Creo que ya es oficial que te enseñemos en redes, ¿no crees?
               -Sabrae ya me ha enseñado en redes.
               -Ya, pero, ¿estás realmente con una chica si sus amigas no han subido fotos contigo a Instagram?-inquirió Kendra, arqueando las cejas y abriendo los brazos como diciendo “tú dirás”.
               -Vamos, Al, enróllate-dijo Momo-. Sólo queremos hacernos una foto que poner en nuestros perfiles con “NUESTRO HIJO”, así en mayúsculas, como descripción.
               Alec frunció aún más el ceño.
               -¿Nuestro hijo?-repitió. Las tres asintieron mientras yo me aguantaba la risa-. Sois conscientes de que soy tres años mayor que vosotras, ¿no?
               -La edad es sólo una cifra, nene-Kendra le guiñó el ojo.
               -Ya. El caso es que también os saco dos cabezas.
               -Y qué cabezas-se abanicó Momo.
               -¿Os dais cuenta de que tampoco podríais tener hijos fértiles en este momento, y sin embargo yo podría dejaros preñadas ahora mismo?
               -¿Es eso una oferta?-quiso saber Kendra-. Porque tengo libre esta noche. Y la noche de mañana. Y la siguiente. Todas, en realidad. La que a ti te venga mejor.
               -¡KENDRA!-protesté, y ella levantó las manos.
               -¿Qué? ¡Tu novio es un estrecho que sólo entiende de términos de sexo! Mira, queremos posturear un poco, ¿vale, Al? Y el caso es que tú… ¿por qué te ríes?
               -Veros suplicarme por una foto ha sido buenísimo, chicas-Alec se estaba partiendo de risa, hecho que aproveché para romper a reír yo también-. En serio. Claro que nos podemos hacer una foto, ¡joder! Sois las mejores amigas de mi novia. Tengo que teneros contentas, por la cuenta que me trae.
               -Sólo si te apetece-se apuró a decir Taïssa. Alec la miró y sonrió.
               -Pues claro que me apetece, mujer.
               Con permiso de las fotos que se hizo con sus amigos, la tanda que se hizo con mis amigas y conmigo fue de las más divertidas de todas las que se tomó esa noche. Creo que ni las de fiesta se les comparaban, ya que hicimos incluso poses de superhéroe mientras posábamos frente a mi móvil, que pronto estuvo lleno de joyitas con las que pensaba chantajear a todo el que se me pusiera por delante el resto de mi vida. A partir de entonces, nadie me diría que no a nada. De lo contrario… podían atenerse a las consecuencias.
               Nos despedimos de nuestras familias y nos subimos al bus que nos llevaría al lugar donde cenaríamos y, después, nos iríamos de fiesta. Todavía no sabía lo que me esperaba, ya que Scott había puesto la parte que me correspondería entre las protestas de Alec (ya que, según Scott, yo todavía era “su responsabilidad”). Agité la mano frente a la ventana, diciéndoles adiós a mis amigas.
               -¡Pasadlo bien!-se despidió Taïssa.
               -¡Usad protección!-nos gritó Momo, haciendo que quisiera matarla. Alec se echó a reír, apoyando la mejilla en el asiento de delante y mirándome con ojos de corderito degollado.
               -No vas a hacer una excepción esta noche, ¿no?-tonteó, jugueteando con mi colgante con su inicial-. Sólo me voy a graduar una vez en la vida.
               -Dos, en realidad. Y no. No vas a tener tanta suerte-zanjé, cogiéndole la mano y posándola sobre mis muslos. Hizo un puchero, y yo pensé que tendría que animarlo a base de besitos, pero escuchar a sus amigos hablando del ciego que pensaban cogerse lo espabiló-. Eh, ¡de eso nada, Jordan!-protestó-. ¡Aquí no llega al coma nadie por lo menos, por lo menos, hasta dentro de dos días! Que nos acabamos de graduar, hostia. ¡No podemos retirarnos antes que las otras veces que hemos salido de fiesta!
               -¿Y qué sugieres, fiera? ¿Beber zumo toda la noche?-espetó Max, y Alec sonrió.
               -Eso mejor se lo dejamos a Scott y Tommy, que ahora son unos cincuentones con trabajo al día siguiente. ¿Qué, mis vidas?-aleteó con las pestañas en dirección a los interpelados-. ¿A qué hora os vais a ir a casita esta noche, nenitos?
               -¿A que aguantamos más que tú, payaso?-protestó Tommy, y Alec se echó a reír.
               -Pienso estar de fiesta mínimo 24 horas, chaval. ¿Alguien da más?
               Scott sonrió.
               -Yo lo doy-proclamó.
               -Ay, mi madre. Aquí viene-suspiró Bey.
               -Fue bonito mientras duró-comentó Logan, negando con la cabeza. Fruncí el ceño.
               -¿Qué es lo que viene?-preguntó Diana, haciéndose eco de mis pensamientos.
               -Sorpréndeme, Scott-le invitó Alec, en un tono que no dejaba margen de interpretación: le estaba desafiando.
               -Esta semana no se vuelve a casa-soltó mi hermano, y todos se lo quedaron mirando, estupefactos. Hasta a Tommy le parecía exagerado.
               -Estamos a jueves-le recordó.
               -No tienes cojones-escupió Alec, inclinándose hacia él. Los ojos de Scott se abrieron como platos.
               -¿Que no tengo…? Tú no sabes con quién coño estás hablando, Whitelaw. Te vas a cagar. Te voy a enseñar cómo salimos de fiesta las estrellas del rock. Cuando termine contigo, estarás llorando en una esquina mientras llamas por teléfono a tu mami para que te venga a recoger.
               -Ya te gustaría a ti darme lecciones a mí de nada, Malik-sonrió Alec.
               -Eso es lo que venía-le dijo Bey a Diana-. Los apellidos.
               -El primero que se vaya a casa le financia los condones al otro durante un año-ofreció Alec, y Scott sonrió. Me miró a los ojos un instante.
               -Hermanita, prepárate para la abstinencia, porque pienso dejar a este cabrón sin fondos.
               -Dile a Eleanor que no es nada personal, Tommy. ¿Tenemos trato, Malik?-preguntó Alec, levantando la mandíbula como un gallito de corral.
               -Será un placer hincharme a follar gracias a ti, Whitelaw-sentenció Scott, estrechando la mano con la de Alec y apretándola con una sonrisa en los labios.
               -Que gane el mejor.
               Vale, me estaban asustando un poco… porque los conocía lo suficiente como para saber que no se retractarían.
               -Espero que esos zapatos sean cómodos-comentó Karlie, poniéndome una mano en el hombro y dándome un afectuoso apretón.
               Pensé en decirle que yo también con gesto preocupado pero, ¿a quién quería engañar? La verdad era que me apetecía ver a Alec y Scott en acción. Joder, ver a mi hermano destrozar al chulo de Alec había sido mi sueño desde que tenía uso de razón.
               Entonces, ¿por qué estaba deseando que Scott se retirara de la competición antes que mi novio?
               Me di cuenta de que era por lo mismo por lo que me había puesto aquel traje, aquellos tacones y aquella lencería: porque quería ver qué era capaz de hacer Alec cuando estaba al límite. Y quería verlo cuanto antes.


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2 comentarios:

  1. Vale, me ha hecho muchísima ilusión este cap de graduación, estaba deseando fervientemente leerlo y eso que por lo que veo vas a escribir mas de un (y seguramente dos) capítulo con esta narrativa.
    Me ha encantado la descripción de la vestimenta de Sabrae, me la he podido imaginar perfectamente y me ha dado envidia porque ahora deseo haber ido vestida asi a la mía. Lo cierto es que el capítulo me ha dado muchos recuerdos de mi graduación y me he puesto muy soft.
    El momento coche entre Zayn y Louis, simplemente maravilloso, vivo para las migajitas que das de vez en cuando de Zouis.
    Me ha encantado tmb ese momento de encuentro entre Alec y Sab y la entrega de diplomas y como le han dado un huequito para hacerlo sentir especial, mi niño más lindo no nace.
    Mencion especial al momento de sobre quien estaban mas orgullosas y te has marcado esta pedazo frasaca “Scott había empezado mi historia, pero Alec había tomado la pluma y la había hecho tridimensional” no será esta una forma perfecta de comparar como Alec le cogió el relevo a Scott como personaje mmmmm.
    Pd: Deseando verlos emborracharse dios, la noche en la que salieron todos juntos de fiesta por el centro va a quedarse en nada. Lo estoy deseando.

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  2. Dios las ganas que tenía de este capítulo y lo muchísimo que me ha gustado. Me ha parecido súper bonito de verdad.
    A ver que lo comente todo:
    - Adoro lo que se ha puesto Sabrae jejejeje
    - Recuerdos de sceleanor con la mención de sexo en el probador ;)
    - Scott diciendo que no le pesa ser como zayn me ha recordado mucho a los últimos capítulos de cts.
    - Fan del momento zouis por supuesto.
    - El momento Scommy (abrazándose y siendo novios) era NECESARIO y que vayan combinados me ha dado la vida, son los mejores.
    - Que sepas que no me parece bien que Eleanor no vaya a la fiesta :’(
    - “Sus vidas tomarían caminos separados, tendrían más cosas que contarse de las que almacenarían en común, y vivirían las experiencias de los demás sólo a través de sus historias, y no desde un punto de vista ligeramente distinto.” Me tiro por la ventana o que?
    - El momento en el que Sabrae y Alec se han visto me ha ENCANTADOOO.
    - Me ha parecido muy bonito que haya leído los nombres, me ha parecido un momento genial: Abrazando a bey, chocando los cinco con tam, llamando Yasser a Scott y Thomas a Tommy…
    - No sé porque, pero imaginarme a Diana aplaudiendo a Tommy emocionada me ha puesto súper soft.
    - Sabrae hablando de como ha evolucionado la relación entre Alec y Zayn me ha gustado mucho.
    - El discursito de alec me ha hecho mucha risa jajajajajaj.
    - EEEEE mira Sabrae hablando de Scott y de Alec y diciendo “Scott había empezado mi historia, pero Alec había tomado la pluma y la había hecho tridimensional” me ha dejado FATAL y ha sido mi parte favorita del capítulo sin duda.
    - AAAAAA adoro ver a Alec y a Scott picándose.
    BUENO TENGO MUCHÍSIMAS GANAS DE LEER EL RESTO DE GRADUACIÓN OSEA QUE SE VENGAAAAA

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