domingo, 29 de agosto de 2021

Problemas.


¡Toca para ir a la lista de caps!

Tommy le deslizó a Alec por la mesa el paquete de tabaco, en el que iba ya incluido el mechero. Mi chico lo sacó con una mezcla de elegancia y desprecio, como si no quisiera fumar pero se viera obligado por una convención social que detestaba. Los restos de los postres plagaban la mesa redonda con el mantel marfil, en el que aquí y allá se veían lamparones de la comida que se nos había ido cayendo de los platos a lo largo de la cena.
               Siempre había creído que las cenas de graduación eran una mezcla de lujo por el lugar al que se acudía, normalmente restaurantes en azoteas de edificios del centro desde los que había unas vistas increíbles del Támesis y del resto de Londres, recortándose a sí misma con un fulgor incandescente contra el cielo nocturno empapado de negro, y de la última expresión de juventud. En mi cabeza, se servían pizzas, hamburguesas, sushi o nuggets de pollo en mesas cuya mantelería ondeaba al fresco nocturno, sobre los que los aviones eran como luciérnagas flotando en el aire en direcciones opuestas, decididas a no mezclarse nunca. Luego, la fiesta continuaba (o, más bien, empezaba) en una sala de fiestas exclusiva de alguno de los mejores y más caros locales del centro, esos que hacían que te preguntaras por qué los ingleses nos íbamos de fiesta al Mediterráneo cuando podíamos perfectamente pasárnoslo mejor aquí.
               Por eso me había quedado pasmada cuando el autobús se detuvo enfrente de la fachada de uno de los hoteles más lujosos de mi ciudad, el Mandarin Oriental. Un escalofrío me recorrió la espalda, extendiéndose por mis extremidades como un tsunami, mientras levantaba la vista y estudiaba la fachada con miles de ventanas. ¿Íbamos a cenar ahí?
               -¿Qué pasa?-preguntó Alec, que como el caballero que era me había ofrecido la mano para ayudarme a bajar los peligrosísimos escalones del bus. Al ver que me quedaba plantada como una boba en la zona del aparcamiento, se había girado para mirar la fachada. Me apartó con disimulo de la puerta del bus para que los demás pudieran seguir bajando.
               -Es el Mandarin-dije, como si por el hecho de venir de un instituto no pudiéramos ir donde nos diera la gana. Scott se detuvo a nuestro lado, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón.
               -¿Qué pasa?
               -Creo que los zapatos le aprietan-dijo Alec, riéndose-, y no le llega demasiada sangre al cerebro.
               -¿Por?
               -¿Por qué estamos en el Mandarin?-le pregunté a mi hermano. Scott frunció el ceño, abrió las manos y atrajo mi atención a su indumentaria.
               -Saab, por si el tiempo que pasamos separados por el concurso ha hecho mella en ti, creo que debería recordarte que yo no me paseo por ahí en traje. Estamos en nuestra graduación, ¿sabes?-hizo un gesto con la cabeza en dirección al bus; y con la mano, en dirección a Alec.
               -Pero…
               -Vamos a cenar aquí-explicó mi hermano, poniendo los ojos en blanco.
               -A cenar y a la fiesta-le recordó Alec, y Scott asintió con la cabeza. Me quedé mirando la fachada una vez más mientras los graduados seguían entrando en la recepción, cuyas puertas estaban abiertas por dos botones de gesto serio. Muchos de ellos procedían de familias bien, así que no tendrían problema en pagar lo que costara la fiesta esa noche, que de seguro saldría por un ojo de la cara y saldría mucho más cara que si se hicieran los planes tal y como yo creía que se hacían, yendo a un restaurante y luego, de fiesta con barra libre a otro lugar. En las películas siempre era así.
               Sin embargo, también había alumnos becados, de familias pobres que a duras penas podrían costearse el uniforme cada año, y cuyas tarifas mensuales el instituto pagaba por igual. Mis amigas, por ejemplo.
               ¿Dónde estaban aquellos alumnos? ¿Se hacían dos graduaciones, una para pobres y otra para ricos? No estaba familiarizada con todas las caras del curso de Alec, pero, a juzgar por los dos buses que se habían llenado, diría que no faltaba nadie. Y nos habíamos subido en el segundo bus, así que éramos de los últimos en entrar al hotel.
               -¿Cuánto cuesta la graduación?-pregunté, mirando a mi hermano, agradeciendo que Scott hubiera conseguido convencer a Alec de que él pagaba lo mío. Nosotros podíamos permitírnoslo. La familia de Alec también, pero Alec no. Y con lo mirado que era por el dinero, seguramente había estado ahorrando todo el año para poder venir a esto, quizá incluso desesperándose cuando pensaba que había limitado el presupuesto de nuestros viajes o nuestros planes en general por algo en lo que no confiaba que sucediera.
               -Mm, no sé, ¿mil pavos, creo?-Scott se encogió de hombros, completamente ajeno a cómo se me hundió el estómago.
               -¡¿Mil libras?!-chillé, más alto de lo que debería. Scott frunció el ceño.
               -¿Por qué te pones así, cría? ¿Tienes idea de cuánto cobra papá mensualmente de Spotify?
               -Menos de lo que se merece-comentó Alec, jugueteando con los botones de las mangas de su camisa.
               -¿O de lo que cobra mamá por las consultas?
               -Dios mío, la millonada que me estoy ahorrando simplemente por echarte polvos-Alec se llevó una mano a la cara y suspiró trágicamente-. De todos modos, S, su padres deben de haber pagado eso por ti y por Sabrae.
               -¿Me estás diciendo que tú has soltado quinientas libras por estar aquí?-me volví hacia Alec como un resorte, y casi me caigo por culpa de mis tacones.
               -Lo pagaron mis padres. Tampoco es para tanto, ¿sabes, nena? Ellos también tienen pasta. No es que los Whitelaw seamos unos muertos de hambre, precisamente-sonrió-, claro que, comparados con los Malik…
               Ya me ocuparía de alegrarme de que por fin estuviera aceptando que lo que le pertenecía a su familia, a la gente con su apellido, también le pertenecía a él. Ahora estaba demasiado ocupada angustiándome por lo que supondría mi graduación dentro de unos años. Si no podía graduarme con mis amigas e ir de fiesta con ellas, preferiría quedarme en casa.
               Y eso que la graduación era una de las cosas que más me ilusión me hacían de mi adolescencia. Justo por detrás de enamorarme, perder la virginidad, e irme de vacaciones con mi novio. Dado que ya había cumplido todo lo demás, mi graduación era lo que me quedaba por tachar en la lista.
               Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas, convencida de repente de que en el curso de Alec había más gente en la que yo no me había fijado, y que no habían podido ir a la graduación por el coste que supondría.
               -Pero niña, ¿qué te pasa?-preguntó Scott, dando un paso hacia mí para consolarme. Alec me pasó una mano por la cintura, pegándome a él, dejando que su calor corporal y la fuerza de sus músculos hicieran el resto.
               -Mis amigas no pueden pagar eso, Scott. Es una putísima barbaridad.
               -A ver, es caro-admitió Scott, y Alec levantó la vista de mi melena y lo miró con las cejas alzadas-. Vale, sí, se sobran un poco con nosotros, pero eso no quiere decir que no podamos aprovecharnos. La barra libre es la hostia. No se termina nunca, como en otros sitios. Y viene incluido el DJ, y tienes opción a dormir la mona en alguna de las habitaciones más baratas, si te apetece. Además, creo que con un plus te dejan quedarte a desayunar. Y tampoco es que no puedas colarte en el spa-Scott puso los ojos en blanco y se encogió de hombros-. Por lo que tengo entendido, los vigilantes hacen la vista gorda con los graduados.
               -¿Te han propuesto para una campaña de publicidad del hotel, o qué?-se burló Alec, y Scott frunció el ceño.
               -No, tío. Sólo le estoy explicando por qué cuesta tanto. Es una noche en la vida, nada más. Nadie quiere perdérselo.
               -No es cuestión de que nadie quiera perdérselo, Scott, es que hay gente que no puede pagarlo-espeté, notando un nudo en la garganta que se deshizo cuando mi hermano se me quedó mirando y me dijo, como si tal cosa:
               -¡Ah! No pasa nada. Los alumnos becados no pagan nada. El instituto le paga la mitad a aquellos que lo soliciten y lo negocien con ellos.
               Me lo quedé mirando. No podía ser verdad.
               -Y hacemos bote-añadió Alec, y yo me lo quedé mirando-. Ya sabes, por las actividades extraescolares y demás. ¿El mercadillo de Navidad? Para… bueno, justo el mercadillo es para donar. Pero, ¿los premios de los deportes? Todo para el bote de la graduación y el viaje de fin de curso.
               -Si se hace-añadió Scott, poniendo los ojos en blanco. Alec se encogió de hombros.
               -Deberían haber hecho dos viajes y que cada uno se apuntara al que le diera la gana en vez de coger y cancelarlo.
               -Ya, bueno, pero ya sabes cómo es Katie. Quiere tenerlo controlado todo, y si no hacemos lo que ella quiere…
               -Pues que le den por culo, así de claro. Ni siquiera es la primera de la promoción. La reina del cotarro debería ser Bey-protestó Alec.
               -Ya, pero, amigo mío, respóndeme a una cosa-mi hermano le puso una mano en el hombro a mi novio mientras yo seguía procesando lo que acababan de decirme. Los alumnos becados no pagaban nada. El instituto se hacía cargo de la mitad de las tasas a cambio de algo que, seguramente, mis amigas podrían hacer. Puede que los alumnos que se ocupaban de organizar algunas de las actividades extraescolares para recaudar fondos no lo hicieran por las causas sociales a las que se destinaba el dinero de, por ejemplo, el mercadillo de Navidad-. ¿Bey es blanca?
               Alec frunció el ceño.
               -No. Pero, ¿qué tiene eso que…?
               -Racismo, cariño-respondió Scott, acariciándole la mejilla en gesto tierno a Alec-. Sales con la reina del antirracismo; me sorprende que ella no te haya hecho ver que afecta a absolutamente todo.
               -S, tú tienes ascendencia pakistaní y eres básicamente el dios del sex appeal ahora mismo en este puto país.
               -Ya, pero ser el dios del sex appeal no hace que automáticamente sea perfecto-intervino Tommy, que se había acercado a nosotros para ver qué sucedía-. O si no dímelo a mí, que me lamen el culo y dicen que no tengo ningún defecto precisamente porque soy blanco.
               -Y de ojos azules-añadió Scott. Tommy sonrió.
               -Sí, la verdad que tuve un muy buen criterio asumiendo ese gen de mi padre-asintió con la cabeza, metiéndose las manos en los bolsillos.
               -Pues no ser blanco no es ningún defecto-discutió Alec, mirando a Scott-. ¿Quién dice que sea un defecto?
               -Los racistas de internet que están rabiosos de mi éxito-Scott se hinchó como un pavo-. Pero vamos, que a mí me da igual. Adoro que me insulten, eso significa que soy demasiado importante para ellos. De su envidia nace mi fama.
               -Vale, rey del mambo, me alegra que tengas un autoestima de oro, pero quizá deberíamos ir entrando-comentó Diana, haciendo un gesto con la mano en dirección a la puerta, en la que los botones nos miraban con disimulo por el rabillo del ojo-. Preferiría cenar esta noche antes de emborracharme, y he oído que la crema de langosta con esferificaciones de maracuyá y piña está deliciosa. No me la quiero perder por nada del mundo, pero necesito entrar en el salón del brazo de mi acompañante-enganchó a Scott por el brazo y le sacó la lengua a Tommy cuando éste abrió la boca, estupefacto.
               -¡Diana, te he invitado yo a la graduación!
               -No, cielo; me han invitado mi reputación y mis preciosas piernas.
               -Es que son muy bonitas-soltó Alec, y luego, dándose cuenta de lo que acababa de decir, me miró con expresión consternada-. O sea, hablando objetivamente y sin ningún tipo de connotación sexual detrás de eso. Ya sabes que te soy fiel, nena.
               -Vamos, lo que se dice “mirar respetuosamente”-soltó Scott, riéndose. Negué con la cabeza.
               -Si eres capaz de hablar de las piernas de Diana sin ningún tipo de connotación sexual, bien por ti, Al-contesté, cogiéndole la mano-. Porque yo soy incapaz.
               Dicho lo cual, entramos en el vestíbulo y dejamos que nos condujeran hasta el inmenso salón de estilo victoriano, salpicado con mesas redondas como flores de loto en un estanque japonés.
               Debo decir que Diana hacía bien preocupándose por perderse el primer plato. A pesar de que llegamos a tiempo, ya que el comedor era un hervidero de gente intentando encontrar un sitio en el que sentarse, el plato con el que iniciamos el menú bien se merecía ponerse nervioso por él. Después de robar una silla a la mesa de al lado para que pudiéramos sentarnos todos juntos (las mesas estaban repartidas de manera que cupieran diez comensales en ellas, pero nosotros éramos once), habíamos charlado mientras nuestros compañeros terminaban de sentarse. Justo en el momento en que todo el mundo estuvo ubicado, el director del hotel apareció acompañado del jefe de sala para dar las gracias por haber confiado en su “pequeña familia” para celebrar “tan importante acontecimiento”, deseando que la cena estuviera a nuestro gusto y disfrutáramos de la noche. Tras dejarse caer por nuestra mesa para saludar a Diana y felicitarles a ella, a mi hermano y a Tommy por lo bien que les había ido en The Talented Generation, nos dejó.
               Un ejército de camareros salió entonces de unas puertas disimuladas en la esquina de la sala, colocando frente a nosotros los platos, a cada cual más espectacular y delicioso que el anterior.
               Definitivamente, la graduación real no tenía nada que envidiarle a la idea que me había formado en mi cabeza. Esto era mil veces mejor: probar varios platos, lo suficientemente pequeños como para ser capaz de consumir varios, pero no lo bastante como para no disfrutarlos; charlar con los amigos, disfrutar a las vistas al jardín privado del hotel, que se confundía con Hyde Park al fondo, y empezar a emborracharme un poco con champán caro.
               Los platos de nombres complicadísimos y técnicas de vanguardia estaban a la altura de lo importante de la celebración: la graduación de los Nueve de Siempre, el final de una era, el principio de las vidas independientes, la prueba de que su amistad era verdadera, y que no se rompería jamás, sin importar el paso del tiempo.
               Estaba llenísima, y apenas había conseguido tocar el postre. Disimuladamente, me llevé las manos a la tripa, comprobando que, incluso con el body moldeador que me había puesto por debajo de la chaqueta, seguía teniendo más barriguita que las chicas de mi mesa.
               Alec se encendió el cigarro, dio una calada y pasó el brazo por encima del respaldo de mi silla, cobijándome bajo su ala incluso sin acercar nuestros cuerpos. Exhaló el humo por la nariz mientras escuchaba el relato de Bey de lo que pensaba hacer el verano.
               -… todavía no me he decidido respecto a si debería hacer las prácticas en el Ministerio. Entiendo que es una oportunidad única, pero realmente no me llama esa rama del Derecho. Me interesa el tema de igualdad del que tanto se ocupa Sherezade-nos miró a mí y a Scott alternativamente-, así que no sé muy bien en qué puedo ayudar en Asuntos Exteriores. Además, tampoco quiero quitarle a Karlie oportunidades.
               -Nena, ya te he dicho que yo quiero tomarme el verano de relax. Voy a tener que estudiar un montón cuando empiece la carrera, así que quiero aprovechar para relajarme todo lo que pueda. Ya tendré tiempo para agobiarme con esas cosas más adelante.
               -De todos modos, si no te gusta, quizá deberías rechazarlo-comentó Logan, mirando a Bey. Ella clavó los ojos en Alec, que le aguantó la mirada un instante, como comunicándose en silencio con ella, igual que hacían Scott y Tommy a voluntad. Con Alec y ella era más difícil, pero de vez en cuando tenían esos momentos en los que prácticamente podían leerse la mente. Resultaba un consuelo verte a ti misma a través de los ojos de Alec, ya que siempre ensalzaba tus virtudes, minimizaba tus defectos y te hacía sentir como si un halo dorado te envolviera igual que a una santa.
               -No sé-dijo Bey-. Es una oportunidad única, y con lo que me ha costado conseguir la oferta…
               -Pero te apuntaste para tener más alternativas-le recordó Tommy, y Bey se pasó el brazo por la nuca, tirando suavemente de la piel, y exhalando un suspiro por la nariz.
               -Ya, pero no creí que fuera a conseguirlo.
               -¿Por? Yo estaba seguro de que te cogerían-contestó Alec-. De hecho, estaba convencido de que estarías la primera de la lista. Debería pasearme por ahí con un turbante-comentó, relajando el tono de su mirada y de su voz, y sonrió-. Quizá pueda ganarme la vida poniéndome nombre de sultán y leyéndole la mano a la gente. ¿Queréis que os diga qué numero va a salir en el próximo sorteo de Euromillones?
               Nos echamos a reír.
               -¿Y no sería mejor que te lo callaras y jugaras tú solo a los Euromillones, sol?-pregunté, acariciándole la pierna. Él me miró.
               -Le quitaría emoción al asunto, y lo único que me interesa del juego es la emoción. No sé, reina B, pero si te lo estás pensando tanto, yo creo que es porque tienes la solución delante de tus narices-se encogió de hombros-. Hay un montón de cosas que puedes hacer para engrosar el currículum… que, por cierto, no lo necesitas, pero eso es otra historia. Si yo estuviera en tu situación, haría exactamente lo mismo que Kar: me tocaría los huevos a dos manos este verano, y luego ya trabajaría como un cabrón cuando empezara el curso.
               -No sé si a Sabrae le molaría mucho eso de que te toques los huevos-rió Jordan, y yo me uní a las carcajadas de la mesa.
               -No pensaba desgastármelos, así que puede estar tranquila.
               -Es que quiero hacer algo en verano-comentó Bey.
               -¿Y si buscas trabajo?-sugirió Logan.
               -O te dedicas a viajar-dijo Karlie.
               -Puedes venir con nosotros de tour, si quieres.
               -La verdad es que preferiría hacer algo yo sola, pero gracias por la oferta, chicos-Bey le dio la mano a Scott, que le guiñó un ojo y le dio un beso en la mejilla.
               -Guau. Eso ha dolido-comentó Alec, riéndose.
               -¿Por?-Karlie inclinó la cabeza a un lado, incapaz de seguir el hilo de sus pensamientos. Lo cierto es que a mí también me estaba costando, las cosas como son.
               -¡Vamos! Le sugerís un montón de planes y ella los rechaza porque quiere estar sola, rollo introspectivo como Julia Roberts en Come, reza, ama.
               -Te gustó la peli, ¿eh?-me reí, acariciándole el brazo-. Y eso que al principio no querías verla.
               -Es que no me convencía con el título. Sospechaba que el “ama” tenía poco que ver con el sexo; lo de comer, vale, me interesa; pero, ¿rezar? No sé, no me parece un buen negocio. Pero me sorprendió gratamente.
               -A ti lo que te moló fue ver que Julia Roberts estaría dispuesta a liarse contigo con independencia de la diferencia de edad-se burló Jordan. Scott apretó la boca.
               -Tío, que podría ser nuestra madre.
               -Ahí ya era una madurita interesante-convino Tommy.
               -Heteros-escupió Logan con desdén-. Fijo que sólo os parece guapa en Pretty woman.
               -Joder, pero es que en Pretty woman está guapísima, con esa melena larguísima, pelirroja y rizada…-admiró Karlie-. No es que en el resto de películas esté fea, pero creo sinceramente que ahí es donde más favorecida está.
               -Uuuh, te ha llevado la contraria la lesbiana del grupo, L-se burló Alec-. Se viene conflictito en la mafia del alfabeto. ¿Vienes a la boda de mi hija a pedirme que mate por dinero?-soltó, imitando la voz de Vito Corleone.
               -¿Seguro que os gustan las mujeres? Porque, no sé, criticar a la reina de Julia Roberts me parece un poco fuerte-dijo Logan.
               -¡Me cago en dios, Logan!-protestó Alec, dejando caer la mano libre en la mesa, mientras gesticulaba con la del cigarro-. ¿Me vas a decir a mí o a Scott qué mujeres están buenas y en qué momento? No me jodas, tío. Que Scott nació de la MILF suprema.
               -A ver, S, déjame ver qué hora es… ¡oh, fijaos, chicos!-celebró Karlie-. ¡Alec ha aguantado dos horas y media sin mencionar a Sherezade! ¡Esto merece un brindis!-cogió su copa y la levantó en el aire, entrechocándola con las de quienes tenía a mano mientras Scott fulminaba a Alec con la mirada.
               -¿Es que ni una puta noche eres capaz de sacarte de la boca a mi madre?
               -Ojalá la tuviera en la boca-lo pinchó Alec, cogiendo su copa y llevándosela a los labios-. Eso sería espectacular.
               -Creía que te interesaba otra Malik-soltó Tam, alzando una ceja. Llevaba muy callada toda la cena, pero eso no quería decir que fuera a desperdiciar la oportunidad de meterse con Alec. Al dejó la copa en su sitio.
               -¿Es pecado si se hace con condón?-preguntó.
               -¡ALEC!-chillé, mientras todos rompían a reír.
               -¡No, “Alec”, no, Sabrae! ¡Dudas existenciales que se me plantean! Cuestiones morales legítimas, ¿no creéis? Vamos a ver, todas las normas religiosas tienen base en algo que se quiere evitar.
               -Atención, que va a presumir de siete y medio en Filosofía-se carcajeó Tommy.
               -Vale, entonces, el incesto se prohíbe para, básicamente, evitar malformaciones en los niños por culpa de la endogamia y bla bla bla. Cosa que, por cierto, me parece que se cae por su propio peso. O sea, mirad a Daenerys Targaryen, por Dios bendito. Es el resultado de tres siglos de incesto y no la había más guapa que ella en todo Juego de Tronos. No, lesbiana-advirtió Alec, poniendo su dedo índice como barrera para que Karlie no dijera nada, pues había abierto la boca para protestar-. No vas a hacer tu alegato en defensa de Margaery Tyrell. ¿Estaba buena? Sin duda. ¿Le daríamos lo suyo y lo de su prima? Si se deja, por supuesto. Pero no puede competir con Daenerys.
               -Bueno, esa es tu opinión imperfecta de hombre-escupió Karlie, bebiendo de su copa como quien acaba de soltar la mayor verdad del mundo.
               -¡Soy el fuckboy original, Karlie! ¡Mi opinión pesa más que la tuya!
               -Cielo, que tengas el aparato reproductor a la intemperie no quiere decir que automáticamente tengas razón. Lo más importante de los icebergs no está en la superficie.
               -He echado más polvos que tú. Y con más tías. Sé de lo que hablo.
               -Puede, pero, ¿has echado polvos de cuatro horas?
               Alec se quedó callado, fulminándola con la mirada. Karlie sonrió.
               -Me parecía. Así que, cuando se trata de mujeres, las lesbianas hablamos, y los heteritos os calláis-le revolvió el pelo a Alec, que emitió un bufido de frustración y me miró.
               -¿Vas a decirme que si sigo defendiendo que la heterofobia no existe?-pregunté, aleteando con las pestañas en su dirección.
               -Paso-sentenció-. Eso es lo que queréis: tener una excusa para saltarme encima. Pues no os la doy-se encogió de hombros-. Me gusta que las chicas me saltéis encima de dos en dos, pero no para lo que vosotras dos tenéis en mente.
               Entonces, de repente y sin previo aviso, Bey cogió su servilleta y se tapó la cara con ella. Empezó a jadear y a sollozar con fuerza, haciendo que todos nos volviéramos para mirarla y la observáramos en silencio.
               -¿Veis?-gimió, separándose la servilleta de la cara lo justo y necesario para poder hablar y que la entendiéramos-. ¡Por eso, precisamente, necesito estar ocupada este verano! Necesito estar con la mente en otra cosa, o me moriré de pena pensando en lo lejos que estaremos, y en cómo todo lo que hemos compartido juntos se terminó. ¡Me moriré de pena echándoos de menos si tengo todo el tiempo del mundo para pensar en vosotros!
               -Cielo-gimió Karlie, estirándose para cogerle la mano a Bey. No dijo nada más, pero con todo eso bastó.
               Una nube de tristeza, pesada y oscura, se instaló entonces sobre la mesa. Todos hundieron la cabeza y fijaron la vista en sus platos, yo incluida. A pesar de que no pertenecía el grupo y, por suerte o por desgracia, no había compartido todo lo que ellos y no tenía tanto que añorar, sabía perfectamente de qué hablaba Bey. Conocía de sobra ese miedo que se instalaba en tu pecho, expandiéndose e impidiéndote respirar, cuando te dabas cuenta de lo feliz que habías sido en un lugar del que estabas a punto de irte.
               Era como abandonar la casa de tus padres, independizarte y comenzar a vivir tu vida en soledad. Había algo glorioso y terrorífico a la vez en aquella mudanza; era como salir de la crisálida y dejar que te hirieran de muerte.
               Lo sabía porque ese mismo miedo era el que me había devorado por dentro durante unos meses preciosos en los que podía haberle pertenecido a Alec, y él a mí, como ambos más deseábamos. Y por eso, precisamente, sabía exactamente qué decirle a Bey.
               -Bey-intervine yo, y todos me miraron-. Sé que ahora te parecerá un mundo, y tienes todo el derecho del mundo a sentirte así, especialmente en un día como hoy, pero… no va a pasar eso que tú tanto temes, de verdad. Cuando la gente se quiere de verdad-miré a Alec un segundo, encontrando en sus ojos las corrientes cálidas con las que ascender en el cielo sin tener que agitar las alas, y así poder volar-, cuando los lazos de verdad son fuertes y habéis vivido tantas cosas que eres incapaz de pensar en tu misma sin pensar en ellos también-volví la vista por fin a Bey, que me miraba desde el otro lado de la mesa con los ojos rojos-, los lazos siguen ahí. Y no importa lo que hagas, no importa lo que te alejes… ni el tiempo que pase. Siempre encontraréis la manera de seguir juntos, y de sobrevivir mientras estéis separados. A vosotros os va a pasar igual. Lo sé. Estoy segura. Dios mío, es que os veo a todos con nietos, quedando cada Navidad para que jueguen juntos y peleándoos por ver quién tiene a los nietos más guapos o más listos o más buenos. Que, por cierto, será Alec-añadí, esbozando una media sonrisa, guiñándole el ojo y sacando la lengua-, porque, bueno, yo no hago las cosas a medias-le cogí la mano a mi chico y le di un beso en la palma-. Sólo lo hice una vez, y no hay nada de lo que más me arrepienta en la vida-rompí de nuevo el contacto visual con Alec y la miré-. Así que… no te preocupes, Bey. Echar de menos no es una herida de muerte. Sólo se convierte en una hermosa cicatriz.
               -Qué bien hablas, hija-admiró Logan, y todos nos reímos, incluida Bey.
               -Es que… no sólo os voy a echar muchísimo de menos a todos. Por supuesto, ya sabéis que con algunos se me hará más llevadero que con otros-miró a Scott y Tommy, y por fin, a Alec, el que todos sabíamos que nos dolería más-. Voy a echar de menos todo esto. La rutina, el instituto, conocerlo todo de todos… hasta a los insoportables que intentan hacerme la vida imposible. No quiero que esto se acabe.
               -Lo dices como si no te esperaran grandes cosas en el futuro, reina B-dijo Scott, acariciándole la cintura y achuchándola.
               -Por mucho que la vida que me espera en el futuro sea mejor que esta, no me interesa si no estáis todos.
               -Pero vamos a estar, Bey-aseguró Jordan.
               -Ya, pero no será lo mismo. Por mucho que seamos nosotros nueve… bueno, once-sonrió, mirándonos-. Doce, si contamos a Eleanor-añadió-, somos nosotros y la gente que nos rodea. Les queramos o no. Y yo… a mí me encanta quiénes somos ahora, y parte de eso lo somos por toda la gente que está en esta sala.
               Alec sonrió.
               -Ya entiendo lo que dices, reina B. Y creo que tengo la solución.
               Con ceremonia, sin previo aviso, con el cigarro aún en la mano, Alec se incorporó. Y, en lugar de coger una copa y darle unos golpecitos para conseguir silencio, se llevó una mano a los labios y pegó un silbido que hizo que todo el mundo se callara en el acto y se girara para mirarlo. Los camareros también lo miraron, algunos riéndose, otros juzgándolo con la mirada.
               Por supuesto, a Alec le daba igual. Ésa era una de las mejores cosas de ser él: que, incluso si le odiaban, se la resbalaba. Sabía que sólo le odiaba la gente que no lo conocía.
               -Vale, hijos de puta. Antes de que nadie se emborrache lo suficiente como para no recordar lo que ha pasado esta noche, quería deciros algo. Sois un curso de putísima madre. Independientemente de que pueda tener mis más y mis menos con alguno de vosotros, cabrones, lo cierto es que habéis demostrado que sois gente cojonuda a lo largo de estos largos años que hemos pasado juntos. Y no lo digo sólo por lo del accidente y cómo os habéis preocupado por mí (que, por cierto, gracias otra vez), sino por una infinidad de cosas que podría ponerme a enumerar, pero ni tenemos dos semanas para hablar de esto ni me apetece dejaros a todos sin novia, que con la mía me basto y me sobro-todos nos reímos-. El caso es que…-Alec dio una palmada, juntando las manos como si rezara, y se las llevó a la boca-. Hay que repetir. Me da igual el sitio (aunque seguramente no le haga mucha gracia al director del hotel), pero tenemos que repetir. Voy a daros… ¿diez años?-nos preguntó, mirándonos.
               -Quince-corrigió Jordan-. Dame tiempo a pilotar vuelos transoceánicos antes de venir.
               -Quince años-sentenció Alec-, para que pongáis en orden vuestros asuntos y nos reunamos de nuevo aquí-se oyeron murmullos de asentimiento-. ¿Hace?-se escuchó un coro de síes, claros, y por qué noes levantarse desde los distintos rincones de la sala-. No, no me sirve esto-Alec puso los ojos en blanco-. Quiero que me juréis por la tumba de vuestras vidas sexuales que, en quince años… 2050, cifrita redonda para los que no se os den muy bien las mates, estaréis aquí como clavos-señaló la mesa, mirándolos a todos-. ¿Me lo juráis?
               -¡La vida sexual muerta la tendrás tú, payaso!-le gritó alguien desde unas mesas más allá, y Alec alzó las cejas.
               -Nathan, aprovecha que tu novia no me debe de seguir en Instagram para ver las fotos de mi tableta ahora que aún puedes para sacarla del país.
               -¿Qué hay de Sabrae?
               -Sabrae tiene ganas de un trío. Coméntaselo a Kitty, por si le interesa-le guiñó un ojo, guardándose la mano en el bolsillo.
               -Cabrón de mierda…-se cachondeó el tal Nathan, y Alec los miró.
               -Bueno, ¿y bien?-preguntó-. ¿Tenemos trato?
               La sala aulló asentimientos, levantando las servilletas y haciéndolas girar en el aire. Alec sonrió, satisfecho consigo mismo, y se sentó. Miró a Tommy y Scott.
               -¿Esto se siente cuando te subes al escenario?-preguntó-. Creo que podría acostumbrarme a que un centenar de tías se volvieran locas al verme.
               -¿No te pasaba ya antes, fuckboy original?-se burló Scott, y Alec puso los ojos en blanco.
               -Mis triunfos son más personales. No espero que lo entiendas.
               -¿Cómo se supone que voy a dejar que te vayas después de esto?-le preguntó Bey.
               -Beyoncé, tengo novia. Es un poco tarde para hablar de dejarme marchar o no-la pinchó Alec.
               -Sabes que el grupo no va a ser lo mismo sin ti, ¿verdad?
               A pesar de que no quería admitir la ilusión que le hacía eso, la sonrisa resplandeciente que esbozó lo hizo por él.
               -Vamos, nena, que tampoco es que me vaya a la guerra-respondió sin embargo, ya que siempre sería tan bueno que no querría jamás acaparar el centro de atención del cariño. Se sabía una pieza fundamental de su grupo de amigos, sí, pero no habría grupo de amigos si no estuvieran los demás. Después de todo lo que habían pasado juntos, y de que le demostraran que era igual de necesario que los demás, Alec había empezado a valorar incluso más de lo que ya lo hacía la presencia de cada uno. Por eso, cuando todos ponían el foco en él, a pesar de que normalmente disfrutaba de lo lindo de la atención de los demás, siempre trataba de revertirlo, como el actor que aplaude a su público desde el escenario o el autor que continúa escribiendo porque sabe que hay alguien esperando su siguiente publicación.
               -Sí, pero te vamos a echar muchísimo de menos, aunque sepamos que vas a volver-dijo Karlie, guiñándole el ojo.
               -Para nuestra desgracia-atacó Tam, dando un sorbo de lo poco que quedaba de su bebida. Alec alzó una ceja y le dedicó su mejor sonrisa de Fuckboy® durante un instante, tan breve como el estallido de una estrella fugaz.
               -¿Qué nos apostamos a que eres la que más llora cuando nos despidamos?-preguntó, y yo me volví hacia él. Procuré no sonar demasiado ofendida, pero no lo conseguí, cuando pregunté:
               -¿No vas a dejarme ir al aeropuerto a despedirte?
               Me miró como si estuviera loca.
               -Claro. Los que no van a ir son estos-explicó, y todos empezaron a protestar, diciendo que me conocía de hacía menos tiempo que a ellos, que ellos le habían aguantado muchas más gilipolleces, que nos odiábamos hacía un año, y sólo hacía unos meses de que Alec marchándose un año y yo perdiéndole la pista durante 12 gloriosos meses había dejado de ser uno de mis principales sueños. Ahora, era una de mis pesadillas-. Eh, eh, eh, ¡no me comáis vivo!-protestó-. ¡Nosotros haremos una fiesta, pero evidentemente Sabrae vendrá conmigo hasta la puerta de embarque! Siempre he querido que me la chupen en público-añadió con una sonrisa oscura, y Scott puso los ojos en blanco-, y no sé por qué me da a mí que estará más por la labor cuando vea que no va a poder tocarme en un año. En cambio, a vosotros pienso provocaros tanta resaca que ni os daréis cuenta de que falto-les guiñó un ojo a las gemelas. Bey sorbió por la nariz, a punto de decir algo, pero Tam se le adelantó.
               -¿Cómo no  vamos a notar que no estás, payaso? Eres, con diferencia, el más notas del grupo. Y eso que no es que te falte la competencia, precisamente.
               -El listón está alto, lo admito.
               -¿Alto? Alec, creo que no eres consciente de lo insoportable que puedes llegar a  ponerte.
               -No veas lo burro que me pone que te hagas la dura conmigo, Tam-ronroneó él, apoyando los codos en la mesa y poniéndole ojitos. Tamika se echó a reír.
               -A eso me refiero precisamente.
               -Sí, por mucho que les queramos, Scott, Tommy, Logan, Max y Jordan simplemente no son como tú-dijo Karlie.
               -Tienen su público-respondió Al.
               -O quizá no están tan obsesionados con su polla y con el sexo como lo estás tú-acusó Tamika, encogiéndose de hombros.
               Alec arqueó las cejas.
               -¿Disculpa? ¿Que no están qué?
               -Vale, todos salvo Max, que es un bendito, salíais de caza, pero lo tuyo era exagerado. Tú no ibas de caza, tú ibas a exterminar a lo que se te pusiera por delante. Uuh, miradme-agitó las manos en el aire, poniendo la voz mucho más grave de lo que la tenía-, soy Alec, el terror de las tías. Oh, nena, muñeca, ¿quieres follar?-se volvió hacia Bey, que se echó a reír a través de sus lágrimas-. Que tengo la polla grande, nena, sé cómo hacer disfrutar a una piba.
                Nos echamos a reír, Alec el primero.
               -Yo no hablo así-dijo no obstante-. Para empezar, la tengo enorme, no sólo grande, Tamika.
               -¿Ves? A eso es justo a lo que me refería. Scott no dice esas gilipolleces.
               -Porque no me hace falta-respondió Scott entre carcajadas.
               -Porque no puedes-le corrigió Alec.
               -Pues yo creo que lo que más voy a echar de menos de ti es el estar haciendo el gilipollas juntos en clase y que consigas que hasta lo más coñazo sea entretenido-confesó Jordan, mirándolo con absoluta adoración. Rara vez nos dejaban verlos en un momento tan íntimo, a pesar de que era evidente lo muchísimo que se querían. Quizá su relación no fuera tan estrecha como la de Scott y Tommy, hasta el punto de enfermar si pasaban demasiados días separados, pero eso no quería decir que no estuvieran dispuestos a matar por el otro-. Creo que voy a echar mucho de menos eso en la universidad. Se me va a hacer cuesta arriba por tu culpa.
               -Siempre puedo colarme de oyente y dibujarte rabos en los apuntes-Alec le guiñó un ojo a Jordan, y éste se echó a reír.
               -¿Ves? A todo le encuentras relación con el sexo.
               -Ay, Tamika, hija, estás obsesionada. Si estabas interpretando el papel de protagonista insufrible en una historia de enemies to lovers, siento decirte que el puesto lleva cogido desde abril de 2020-Alec hizo un gesto con la cabeza en mi dirección.
               -Ni aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra te tocaría ni con un palo.
               -Porque no te lo has follado-dije yo, y Alec abrió las manos para señalarme como si fuera el premio gordo de una complicadísima competición. Tamika puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
               -Ni falta que me hace.
               -No, yo tengo demasiado entre las piernas como para interesarte.
               Tamika se atragantó con su bebida y se puso roja como un tomate mientras toda la mesa estallaba en sonoras carcajadas. Todos, excepto Karlie, que jugueteó con sus cubiertos con incomodidad. Dibujó una figurita con la punta de la cuchara en los restos derretidos de su postre y la borró con la parte baja.
               -Pues yo voy a echar mucho de menos esto-dijo Logan, mirándonos a todos con amor. No se me escapó que se detuvo en Diana y en mí igual que en los demás, transmitiéndonos un mensaje claro: para él, éramos parte inherente al grupo como lo eran los que lo habían fundado-. El estar todos juntos, hablando de gilipolleces, metiéndonos los unos con los otros y saber que no nos va a afectar nada de lo que nos digamos.
               -Habla por ti-dijo Tommy-. Alec lleva intentando pegarse con Tam seis años.
               -Pues aquí me tiene-respondió Tam, dando una palmada y agitando las manos en el aire, bailando en la silla.
               -Yo no me pego con mujeres, lo siento. O lo que sea que seas tú.
               -¿Veis? Se insultan en la cena, pero luego van a perrear y si ella se emborracha y vomita, él le sujetará el pelo.
               -Sólo se lo sujetaré para poder tirarle de él y tratar de dejarla calva.
               -Y yo sólo me arrimo a él bailando para intentar darle rodillazos en los huevos.
               -Uf, vamos a matar ahí-gimió Jordan, negando con la cabeza y mordiéndose el labio mientras sorbía por la nariz.
               -Es que realmente creo que no somos conscientes de lo importante y raro que es lo que tenemos-dijo Logan, mirándonos a todos-. Ya sé que las pelis de adolescencia y demás son cuentos chinos que nadie debería creerse, y que la gente se separa (lo hicieron incluso las Bratz durante un tiempo), pero…
               -¿Acabas de citar a las Bratz? Eres mi héroe-rió Karlie.
               -Hay reconciliación en la mafia del alfabeto-se burló Alec, pero Logan puso los ojos en blanco y continuó:
               -… realmente no creo que lo nuestro vaya a cambiar. Lo digo en serio. Creo que Sabrae tiene razón en lo que ha dicho antes. Creo que lo nuestro no se va a romper por mucho tiempo que pase ni por mucha distancia que pongamos entre nosotros. No voy a preocuparme en el sentido en el que lo hace Bey, porque yo sé que siempre podremos volver a este punto, y lo haremos cada vez que nos juntemos todos, pero… voy a echar de menos que sea tan fácil juntarse. Y… no sé, darme cuenta de que fui estúpido teniendo miedo de contaros algo, como salir del armario, porque jamás me juzgaríais. Mucha gente va a hacerlo a lo largo de mi vida, y me van a rechazar, pero sé que en vosotros tengo un refugio.
               -Para-protestó Bey, limpiándose las mejillas con el dorso de la mano-. Para, para, para, o se me terminará corriendo el maquillaje.
               -Como diría la persona más insoportable que conozco: “mm, nena, si tengo un poco de suerte, tu maquillaje no será lo único que se correrá esta noche”-ronroneó Tam, pegándose a su hermana y frotándose contra ella. Todos estallamos en carcajadas, aunque me fijé en que Max llevaba mucho tiempo callado, y se reía un poco forzado, como si no estuviera escuchando la conversación y tuviera la cabeza en otra parte. Me lo quedé mirando, preguntándome por qué estaba así de melancólico.
               -¿Y tú qué, Max?-pregunté, y él levantó la vista y me miró. Luego, nervioso, hizo saltar sus ojos por todos los comensales, como adivinando quién saltaría sobre él primero-. Estás muy callado esta noche. ¿Estás triste porque se acaba?
               Scott dio una calada, Tommy y Diana se acariciaron el borde de las manos con los meñiques, Bey se apartó un rizo de la cara, Karlie cruzó las piernas, Tam se giró para mirar a su amigo, igual que Jordan; Logan entrelazó los dedos sobre la mesa, esperando, y Alec cogió su vaso y se lo llevó a los labios, con los ojos fijos en Max. Era cierto que estaba muy taciturno; todos lo habían notado, pero nadie quería levantar la liebre y que se sintiera presionado.
               Claro que yo no lo estaba presionando, sino dándole una vía de escape que, si quería, podía utilizar.
               -A la mierda-decidió-. Logan tiene razón. Vosotros no vais a juzgarme, así que… quizá incluso podríais ayudarme a planearlo-tragó saliva, inspiró hondo, cuadró los hombros y levantó la vista, presto a soltar la bomba.
               El ambiente entre nosotros se cargó de electricidad. Creo que varios incluso contuvieron la respiración.
               -Voy a pedirle a Bella que se case conmigo.
               Scott dejó de exhalar el humo que estaba echando por la boca cuando toda la mesa se congeló. Mi hermano abrió muchísimo los ojos y se quedó con la vista fija en Max, como si hubiera confesado que tenía los cadáveres desmembrados de sus padres en el congelador.
               La reacción de la mesa fue unánime, de quedarse quieta en el sitio, sin saber qué decir…
               … claro que Alec siempre tenía que destacar, para bien o para mal.
               Mi chico se atragantó con el champán, empezó a toser y se llevó una mano al cuello, aflojándose un poco la corbata. Agradeciendo la distracción para poner en orden la maraña de mis pensamientos, me giré para preguntarle si estaba bien.
               ¿Max… casándose con su novia? ¿Ahora? ¿Cuándo había cumplido los 18, hacía quince días? No tenía sentido ninguno. Les quedaba todo por vivir, les quedaba una juventud disfrutando de la libertad de estar juntos. Ser marido y mujer no era lo mismo que ser novios. Yo sabía que me casaría con Alec, pero no tenía ninguna prisa en ello. Casarse era de gente mayor. De gente de veintipico, no de adolescentes. Por Dios.
               -¿Es que estás mal de la cabeza?-preguntó Alec, y Max clavó los ojos en él, una mirada férrea tiñendo su mirada. No iba a ceder en esto, ya no digamos dejarse amedrentar.
               -Llevamos saliendo cuatro años-le recordó. Guau… cuatro años. Cuando yo llevara cuatro años con Alec, tendría…
               Pestañeé. Tendría diecinueve, un año más que ellos. Un año más que Alec ahora. Cuatro años sonaba a mucho tiempo, y sin embargo, estaba a la vuelta de la esquina prácticamente.
               -Ya-dijo Alec, igual de cortante que le había contestado Max-. ¿Y?
               -Alec-advirtió Bey, olvidada toda sensiblería.
               -Ya va siendo hora-dijo Max.
               Alec se lo quedó mirando, inclinó la cabeza a un lado, la balanceó despacio y apretó los labios.
               -La has dejado preñada, ¿a que sí?-adivinó, y Max entrecerró aún más los ojos-. La has dejado preñada y sus padres son ultracatólicos o alguna mierda de esas, y quieren que…
               -Quizá te sorprenda, tío, pero no todos nos movemos por lo que nuestros padres nos hacen.
               -¡Max!-recriminó Bey. Alec se puso rígido, y yo le cogí la mano.  
               -¿Qué cojones has querido decir con eso?
               -Chicos, en serio, parad ya. No es momento de…
               -No todos estamos tan perdidos en la vida como tú y nos agarramos al primer clavo ardiendo que encontramos, Alec. Algunos tenemos planes. Planes con un tiempo definido.
               -¿Que yo me agarro a un clavo ardiendo?-escupió Alec.
               -¡Ya me dirás a qué cojones viene entonces lo de ser arquitecto!-ladró Max, y me dieron ganas de tirarle el vaso a la cabeza. Justo ahora que Alec había encontrado una vocación, ¿Max iba y se reía de ella? Menudo gilipollas estaba hecho-. ¿Sabes el trabajo que lleva?
               -¿Me estás llamando vago?
               -No. Eres con diferencia el más trabajador de todos nosotros. Sólo digo que no todos actuamos por impulsos. A ti te ha dado ahora por eso, de puta madre. Te deseo todo lo mejor y ojalá lo consigas, pero tienes que ser consciente de que no todos funcionamos por impulsos.
               -¿En qué es un impulso que me llame la atención una carrera? A la que, por cierto, todavía no me he examinado para poder entrar, así que igual te tragas tus palabras de mierda.
               -Siento ser yo quien te dé la hostia, pero lo tienes muy jodido con la media que tienes. Joder, si los arquitectos entran con una nota de corte altísima, tío. Es prácticamente imposible que lo consigas.
               -¿Igual que era prácticamente imposible que te fuéramos sinceros y te dijéramos que casarse en el instituto es de frikis y de mormones?-espetó Alec, y Max cerró el puño en torno a su servilleta.
               -¡No he dicho que nos vayamos a casar en el instituto! ¡Sólo que quiero pedirle matrimonio! ¡Es mi novia y la amo con toda mi alma y quiero… quiero pasar al siguiente nivel!
               -¡Quieres pedírselo ahora, Maximiliam! ¡Es como si os casarais ahora! ¿De verdad te crees que vas a estar en un compromiso de varios años! Venga-escupió Alec-, los dos sabemos cómo te maneja Bella.
               -Alec, en serio, cierra la boca ya-advirtió Tam, nerviosa, pero los dos estaban enzarzados en una pelea de gallitos de la que eran incapaces de salir. Eran igual que pitbulls: sólo uno de los dos podía sobrevivir en el momento en que se lanzaba el primer mordisco.
               -¿A qué cojones te refieres?-inquirió Max.
               -¡Venga! No puedes estar tan puto ciego. Sales con nosotros por separado, casi nunca te la traes, y cuando sales con ella, vas por ahí con su grupo, en el otro extremo de la ciudad por si acaso nos encontramos. No le mola que andes con nosotros. No le gustamos. Y tú lo sabes. Y, en el fondo, sabes que no puedes permitirte enfrentarnos con ella, porque se te acabará el chollo.
               -Alec-protestó Tommy.
               -¿Qué chollo?
               Alec sonrió con cinismo.
               -No vas a hacerme decir qué chollo. Lo sabes perfectamente. Lo sabemos todos los que estamos sentados a esta mesa, igual que sabemos por qué no te la has traído igual que yo me he traído a Sabrae.
               -Porque-Max se levantó, arrojando la servilleta sobre el mantel-, quizá sea lo bastante gilipollas como para querer casarme con mi novia, a la cual adoro y con la que llevo cuatro años, pero no lo soy lo bastante como para creer que si la sentara a esta mesa tú ibas a tratarla igual de bien que yo trato a Sabrae.
                Alec le dedicó una sonrisa fría a Max, balanceó la cabeza y parpadeó despacio. Sin embargo, yo sentí que el estómago se me doblaba como el muelle de un acordeón.
               -A Sabrae no la vas a meter en la pelea. No te lo voy a consentir.
               -¿Por? Hablemos de ella. Hablemos de ella y de Diana y de cómo a todas las tías a las que sentaríais a esta mesa les aplaudiríamos un anillo de diamantes, pero a Bella no. Hablemos de cómo yo os animaría a vosotros, os diría que adelante, que lo hagáis, que está de puta madre que queráis dar este paso, incluso cuando lo hacéis con chavalas con las que estáis meses, y yo no he obtenido la misma reacción de vuestra parte.
               -¡Porque ninguno de nosotros es tan gilipollas como para pedírselo a nuestras novias!-espetó Alec-. ¡Por eso somos distintos!
               Max arqueó las cejas.
               -Debías de estar deseándolo, entonces. Irte de voluntariado y mandarnos a todos a la mierda. ¿Por eso te has traído a Sabrae, eh? ¿Para que te distraiga?
               Alec se rió sin ganas.
               -Mi hermano me tocó bastante menos los cojones con ella antes de que le partiera la cara-advirtió-, pero sigue buscándome las cosquillas si es lo que te apetece. Total. No sería la primera gilipollez que haces.
               -Tú no inventaste el amor, Alec. Pero sí eres lo bastante gilipollas como para pensar que los únicos sentimientos que valen son los tuyos. Alerta de spoiler: hay gente que te lleva años o incluso décadas de ventaja. No eres especial. Ni tampoco eres único-sentenció Max, recogiendo su paquete de tabaco y marchándose de la sala, que se había ido vaciando conforme nos peleábamos. Las gemelas se levantaron también, y tras recibir una mirada amenazante de su parte, lo mismo hicieron Scott, Tommy y Diana.
               -Vámonos de fiesta y finjamos que no ha pasado nada.
               -Ahora mismo no me apetece-escupió Alec, jugueteando con su copa-, pero id si queréis.
               Todos intercambiaron una mirada, intentando decidir si irse con Max sería traicionar a Alec, o quedarse con Alec sería traicionar a Max. Logan y Karlie intercambiaron una mirada, y él fue el primero de los dos en levantarse. Finalmente nos quedamos solos Jordan, Alec y yo.
               Jordan se revolvió en el asiento, mordisqueándose el labio. Ninguno de los dos parecía ser capaz de entender cómo es que todo había escalado tanto, y tan rápido. Vale que la noticia había sido muy impactante, pero la reacción de Alec me parecía exagerada. No es que pretendiera ni mucho menos que me pidiera matrimonio con 19 años, pero si Max quería hacerlo y su novia estaba de acuerdo, no tenía por qué meterse en eso.
               -Podéis iros si queréis-dijo Alec, con los ojos aún fijos en el borde de su copa. Jugueteó con ella entre los dedos, observando cómo su bebida resplandecía con el cambio de ángulo en el que le llegaba la luz-. En serio-añadió al ver que Jordan no se movía-. No hace falta que os quedéis. No tengo por qué amargarle la fiesta a más gente.
               -Vete, Jor. Nosotros vamos enseguida-le aseguré, acariciándole el brazo a Alec. Sabía que necesitaba estar a solas con sólo una persona para poder desahogarse, podía ver cómo en su mirada se extendía poco a poco la nube de arrepentimiento. Todos lo habían visto, y por eso habían dudado entre quedarse con él o marcharse con los demás.
               Finalmente, Jordan se levantó, le dio una palmada en el hombro y siguió el camino que habían hecho los demás. Alec ni siquiera se dignó a mirarme. Apretaba la mandíbula y seguía jugueteando con la copa, como si yo me hubiera enfadado con él y le diera vergüenza que nuestros ojos se encontraran.
               -Ven-dije, llevando mis dedos de paseo desde la cara interna de su codo hasta el arco que formaban su pulgar y su índice en el límite de la palma de su mano-. Vamos a dar un paseo.
               -No me apetece ir a ningún sitio, Sabrae.
               -Bueno, creo que tenemos que irnos de todos modos. Los camareros querrán recoger para irse a sus casas-sonreí, haciendo un gesto con la cabeza al escuadrón de esmóquines que esperaban pegados a las paredes. Tenían las manos libres salvo por las toallas que colgaban de sus brazos doblados, con las que seguramente se ocuparían de adecentar la habitación.
               Alec levantó la vista, los miró y suspiró.
               -De acuerdo-dijo, apurando lo que quedaba de su copa y dejándola en la mesa. Se levantó y se abrochó el botón de la americana en un gesto que no me pasó desapercibido, aunque tuve que controlar mis impulsos. Por mucho que me hubiera parecido increíblemente sexy verlo haciendo eso, no podía ceder a mis instintos más primarios y pedirle que me hiciera suya en algún rincón poco concurrido del hotel. De modo que me incorporé, descolgué mi bolso del respaldo de la silla, y tomé sus dedos entre los míos. Lo llevé en dirección contraria a la que habían tomado los demás, directos hacia los ventanales a través de los que las hojas de las plantas exóticas del jardín relucían a la luz de la luna y las bombillas de estilo antiguo.
               Si le extrañó el rumbo que habíamos tomado, no dijo nada. Se limitó a dejarse conducir por el jardín, que se iba enfriando a cada minuto que pasaba a medida que nos adentrábamos en él, sólo acompañados del crujido de la grava bajo nuestros zapatos. Me rodeó la cintura cuando pisé mal y trastabillé para asegurarse de que no me caía, y cuando quise darme cuenta estábamos frente a frente, yo contra su pecho, mis brazos doblados entre nosotros, y nos mirábamos con intensidad. El ambiente entre nosotros se hizo más pesado, el aire casi viscoso, mientras nuestras miradas decían todo lo que nosotros no nos atrevíamos.
               Háblame de ello, me pedía él con los ojos. Necesito saber qué opinas.
               Apoyé la mejilla en su pecho y suspiré.
               -Hay una pequeña fuente a unos metros. ¿Te apetece sentarte?
               -Estoy bien de pie. ¿Quieres sentarte tú?
               -Es difícil pensar con estos zapatos-comenté, conteniendo una sonrisa-. ¿Sabes? Hace tiempo escuché que los tacones son como los chicos. Cuanto más altos y más guapos, más doléis.
               -Siempre puedes usar los míos si quieres, nena. Aunque te queden enormes.
               -Parecería un pato mareado entre tus compañeras. Un pato enano.
               -Más bien un cisne-dijo, apartándome el pelo del hombro y acariciándome el cuello con la yema de los dedos. Un relámpago me partió en dos, cayendo en mi entrepierna desde el nacimiento de las nubes que eran sus huellas dactilares.
               Me tomó de la mano y siguió andando en dirección al sonido de la fuente, que se escuchaba con nitidez ahora que Londres se había echado a dormir. Nos sentamos en uno de los bancos en torno a la pequeña glorieta cuyo centro era una fuente con una estatua de un dragón enroscándose sobre sí mismo y vertiendo su fuego hecho de agua en el cántaro de una ninfa. Alec capturó mi mano entre las suyas y se quedó mirando un momento el agua caer.
               -¿Me he convertido en el malo de la película?-preguntó después de un instante, todavía con los ojos fijos en la fuente. Me giré para mirarlo.
               -Hombre…-estiré las piernas, de modo que los zapatos se balancearon sobre los guijarros-, has reaccionado un poco mal, la verdad. Sé que tus intenciones serán las mejores, Al, pero no es algo en lo que tú tengas voz o voto realmente.
               -No tengo nada en contra de Bella. Es sólo que… no me parece que sea la definitiva. Y no quiero que él meta la pata.
               -¿Por qué dices eso?
               -No sé. Antes pensaba que no podían quererse más, que estaban destinados a estar toda la vida juntos, pero luego… luego nos he visto a nosotros-me miró-. No tenemos nada que envidiarles a ellos. Lo nuestro es más intenso.
               -Porque llevamos menos.
               -¿Qué tiene eso que ver?
               -Tú mismo lo dijiste cuando fuimos a Barcelona. Nuestra relación ya ha cambiado algo en lo poco que llevamos juntos. Antes éramos más… físicos. Más impulsivos. Ninguno de los dos  nos habría creído capaces de pasarnos dos semanas sin sexo, ya no digamos casi dos meses-me encogí de hombros-. Las cosas se enfrían. Que veas que nosotros somos más intensos que Bella y Max no significa que ellos se quieran menos de lo que nosotros lo hacemos.
               -Yo sé cómo te quiero, Sabrae-respondió con cierta dureza-, y te aseguro que Max jamás ha querido a Bella como yo. Jamás.
               Suspiré.
               -No todo el mundo consigue encontrar en toda su vida lo que nosotros hemos encontrado, Al. Hay gente que se pasa toda la vida buscando. Hay gente que piensa que lo encuentra, se casa, y luego descubre después de décadas que su alma gemela era otra. Lo nuestro es lo raro, no lo de los demás.
               -Vale, ¿y qué me dices de Tommy y Scott? ¿No te parece mucha coincidencia entonces?
               -Lo de Scott y Tommy es todavía más raro, Al. Y, la verdad, creo que no podamos compararlo con nada más. Yo no conozco a nadie que tenga la relación que tienen Scott y Tommy. Ni siquiera nosotros-le acaricié el dorso de la mano con el pulgar-. Por mucho que te adore, sé que seré capaz de sobrevivir sin ti durante tu voluntariado. En cambio, mi hermano… mi hermano no aguantaría ni una semana sin Tommy.
               Alec apretó la mandíbula, acodándose en las rodillas e inclinándose ligeramente hacia delante.
               -Es que no entiendo por qué Max se lo ha tomado como algo tan personal. Yo sólo… sólo quería que supiera que creo que se equivoca. Eso no quiere decir que no le apoye o que sea un mal amigo con él, ¿no?
               -Sinceramente, Al, creo que lo que más le ha dolido a Max han sido las formas. Entiendo que a él le doliera, porque reaccionaste fatal. ¿O acaso estás orgulloso de cómo has manejado la situación?-inquirí, alzando una ceja, y él negó con la cabeza-.  Quizá no os hayáis dado cuenta,  pero llevaba nervioso toda la noche. Apenas abrió la boca o probó bocado durante la cena. Y, si cuando por fin decide abrirse con vosotros, precisamente a raíz de un discurso en el que Logan dice que no se ha sentido jamás juzgado, y ninguno le apoya, es normal que se ponga como se ha puesto. Se ha sentido atacado. ¿Tú no te lo sentirías si la situación fuera al revés?
               -Nadie piensa de ti lo que yo pienso de Bella.
               -¿Estás seguro de eso?-razoné, inclinando la cabeza hacia un lado. El semblante de Alec se oscureció de repente, convertido en una máscara de mármol-. Exacto. Incluso si tus amigos pensaran lo que piensas tú de Bella (que, después de todo lo que hemos pasado y te he demostrado, lo dudo), tampoco te lo dirían. No sólo por lo protector que eres conmigo-le acaricié el hombro-, cosa que te agradezco muchísimo, por cierto-le sonreí, y en su boca se dibujó el amago de una sonrisa que me hizo creer que aún había esperanzas de conseguir que lo entendiera-, sino porque saben que yo soy sólo problema tuyo. Bueno, y de Scott soy un problema diferente, pero ya me entiendes-dejé escapar una risita, esperando que aquello bastara para que su sonrisa rompiera la barrera que había formado.
               Lo conseguí.
               -Tú no eres un problema, bombón.
               -Pues qué lástima-respondí, poniendo los brazos en jarras-, porque mamá me educó para ser un problema para los hombres.
               Se rió brevemente pero con ganas.
               -Quizá sí lo seas, pero no en el sentido que tú crees.
               -Prefiero ser un problema a no ser nada-contesté, inclinándome hacia él y acariciándole el pelo por detrás de la oreja. Tenía los mechones suaves y rebeldes, con un estilo despeinado que le quedaría mal a cualquier persona salvo, por supuesto, a él. Crucé las piernas, orientando las rodillas en su dirección, y Alec me agarró de la cara interna de una de ellas y se pasó mi pierna por encima de sus manos. Acarició mi pierna hasta el muslo, extendiendo sus dedos por mi piel, abarcando tanto como le resultara posible.
               Sentía su respiración impactando con fuerza contra mis labios. De repente, fui plenamente consciente de cada molécula que nos componía a ambos, ya que comenzaron a vibrar con la anticipación propia de la intimidad nacida de una soledad como la nuestra. Podíamos hacer lo que quisiéramos sin temer que nos interrumpieran. ¿No era para esto, precisamente, para lo que me había pasado tanto tiempo preparándome cuidadosamente? ¿Para estar a solas con él y dejar que disfrutara de todo el esfuerzo que había puesto en ponerme guapa para robarle el aliento?
               Entonces, ¿por qué me conformé sólo con un dulce y casto beso, en el que mi boca apenas se entreabrió para  recibir la suya? Fácil. Porque puede que yo fuera un problema para Alec, pero Alec era todos mis problemas juntos.
               -Necesitas ir a hablar con Max-le dije cuando pegó su frente a la mía e inhaló mi respiración-. Tenéis que arreglarlo. Ha sido un malentendido que no debería estropearos la fiesta.
               -Yo no quería que se lo tomara a mal. Sólo quiero lo mejor para él.
               -¿Tenía otra manera de reaccionar?-respondí, frotando mi nariz con la suya-. ¿Tú lo harías de manera distinta si les dijeras a tus amigos que quieres pedirme matrimonio, y ellos te dijeran que se te ha ido la olla?
               -Se me fue la olla hace tiempo, cuando me besaste por primera vez.
               Me eché a reír.
               -No es conmigo con quien tienes que arreglar las cosas, Al-coloqué mis codos en sus hombros y jugueteé con los dedos en su pelo-. Nosotros ya pasamos por esto, ¿recuerdas? Mis amigas no nos querían juntos, y sin embargo, míranos ahora. Ellas te adoran, y tú las quieres.
               -Me limito a tolerarlas-hizo una mueca, pero yo le saqué la lengua.
               -No es verdad. Les has cogido cariño, lo cual adoro, así que sé que puedes arreglarlo con Max. Simplemente necesitas darle a Bella la oportunidad que les diste a mis amigas. Sé que no te costará mucho-me encogí de hombros-, eres lo suficientemente generoso como para entregarte a los demás sin esperar nada a cambio.
               Alec torció la boca y apretó la mandíbula, pensativo. Giró un pie por el suelo, dibujando la impresión de un cometa en el suelo de grava, la tierra asomándose por entre los guijarros y echándole un vistazo a un cielo de estrellas durmientes.
               Sabía lo que venía ahora. Igual que estaba decepcionado consigo mismo, también lo estaba con Max. Los dos habían dicho cosas horribles y que no sentían realmente, pero Alec necesitaba procesarlas más que Max. Él no solía pelearse con sus amigos como lo hacían los demás entre sí; siempre era el puente que los conectaba en lugar del río separándolos. Por eso, cuando tomaba parte en alguna pelea, se sentía doblemente decepcionado por haber abandonado ese papel que creía que le correspondía. A su propio dolor se sumaba el de los demás, el de creer que les había decepcionado, el de desear no ser la excepción sino la regla.
               -¿Crees que soy un caprichoso?-preguntó para mi sorpresa. De todos los ángulos de los que habría podido enfocar lo que Max le había echado en cara, aquel era de lejos el más extraño. Parpadeé, echándome un poco hacia atrás por la impresión.
               -No. Claro que no. Y seguro que nadie lo piensa. Igual que tú has dicho cosas que no crees realmente, Max ha hecho lo mismo contigo. Ya viste lo contento que se puso cuando les dijiste a tus amigos que te llamaba la atención hacer Arquitectura, igual que los demás. Sólo… no sabía por dónde atacarte, y decidió aferrarse a eso.
               -No sé. No deja de tener razón, ¿sabes? Me he puesto en modo fantasioso, pensando en que voy a cursar una de las carreras más difíciles con mi mierda de media.
               -Todo es ponerse, Al. Estoy segura de que Max sabe que lo conseguirás si te lo propones. Como yo-apoyé la cabeza en su hombro y lo besé-. Con que no te torpedees, ya tendrás gran parte del camino recorrido. Lo que no necesitas es dudar de ti mismo, ni dejar que nadie te haga dudar. Por eso creo que tienes que hablar con Max cuanto antes. Los dos sabemos cuánto puedes comerte la cabeza.
               Alec me dedicó una sonrisa cansada que poco tenía que ver con la que había exhibido en el escenario, pero pude ver en sus ojos que quería creerme. Que estaba dispuesto a creer. En sí mismo, y en los demás.
               -No les dejes ganar-le susurré al oído, y Alec se estremeció de pies a cabeza-. Los dos sabemos que te mereces disfrutar de esta noche más que ningún otro. Y nadie, absolutamente nadie debe estropeártela-jugueteé con su pelo, y cuando sus ojos de color chocolate se encontraron con los míos, sentí que un escalofrío descendía por la parte baja de mi espalda, instalándose en mi entrepierna.
               Ahora no era el momento. No sabía cuánto tiempo aguantaríamos, o cuánto resistiría yo sin lanzarme sobre él, pero de momento tenía que ser fuerte. Ya disfrutaríamos el uno del otro más adelante, cuando todo estuviera en orden y no tuviéramos nada más en la cabeza que el cuerpo del otro.
               -Ni siquiera tú. Ni yo. Nos debemos esta noche-ronroneé, dándole un beso en el cuello, justo por el punto en el que podía tomársele el pulso. Noté que su corazón palpitaba contra mis labios, y deseé sentir esos latidos mucho más intensamente. Cubriéndome, rodeándome, invadiéndome.
               Sus ojos descendieron a mi boca, y sus dientes aparecieron por entre sus labios cuando entreabrí los míos. El hechizo que me había lanzado rebotaba en mí y hacia que él también estuviera embobado conmigo. Lo notaba en la manera en que me agarraba, en el calor que desprendían sus manos, en la manera en que su respiración acariciaba mi piel. En cómo inhalaba, emborrachándose de mi perfume. La forma en que me acercaba a él sin pretenderlo siquiera.
               Se relamió cuando yo me mordí el labio antes de decirle:
               -Especialmente… después de lo que pasó la última vez.
               Sus ojos salieron disparados hacia los míos, subiendo hasta la estratosfera a una velocidad envidiable. Toda la tristeza de su alma se evaporó con la sola sugerencia de lo que íbamos a hacer, algo para lo que los dos nos habíamos preparado a conciencia. Igual que yo reaccionaba a él, él reaccionaba a mí. Mi atuendo era para él lo que su traje para mí, y los dos sabíamos que era cuestión de tiempo que encontráramos un sitio en el que escondernos y pasárnoslo bien.
               -Pues entonces… creo que es hora de empezar la noche, ¿no te parece, bombón?-coqueteó, y yo solté una risita y asentí con la cabeza. Me dejé besar, pero hice un mohín cuando Alec se incorporó y me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Bien apoyada en él, y aguantando sus pullitas respecto a lo mucho que estaba sufriendo para tratar de acercarme a su cara, atravesamos de nuevo el jardín del hotel en pos de la sala de fiestas.
               Los dos nos detuvimos un momento en las puertas de la sala, una habitación inmensa, de paredes amplísimas y paredes oscuras que resplandecían reflejando las luces de colores colocadas en posiciones estratégicas de la estancia, de modo que la habitación parecía balancearse y temblar, encogiéndose  y ampliándose al ritmo de la música. Había una barra blanca y redonda en el centro de la estancia en la que una DJ de pelo rubio con mechas azul eléctrico se ocupaba de la música con dos ordenadores portátiles y una mesa de mezclas; al fondo de la estancia estaba el bar, con una barra de madera negra con detalles dorados, típica de los bares en los hoteles y restaurantes más lujosos del mundo, les daba a los que allí se acercaban todo lo que les apeteciera. La pared de la barra estaba abarrotada de botellas de bebidas alcohólicas de todas las procedencias, tamaños, formas y colores. Aquí y allá había gogoteras, algunas ocupadas y otras libres, y alrededor de toda la estancia, siguiendo el perímetro formado por las paredes, un sofá piel que refulgía con tonos marrones servía de apoyo a todos aquellos que necesitaran un momento de descanso.
               Era inmensa, absolutamente inmensa. Una de las mejores salas de fiestas que había visto nunca, si no la mejor. Y era toda para nosotros.
               -¿Ves algo con esos zancos?
               Le di un manotazo en el pecho.
               -¿No acabas de vacilarme con que sigues siendo más alto que yo, por mucho que yo me suba a unos taconazos?
               -Siempre y cuando no te dé por compartir armario con Lady Gaga…-puso los ojos en blanco, y yo noté que una mano se levantaba por entre las cabezas justo en la periferia de mi visión. Me volví instintivamente y vi a Diana haciéndonos señas para atraer nuestra atención, indicándonos que nos acercáramos.
               Alec me dio una palmada en el culo.
               -¿Te llevo hasta allí o puedes ir tú sola?
               -Guau, no sé qué haría sin mi caballero de la brillante armadura-ironicé, sacudiendo la cabeza y asegurándome de darle con el pelo en la cara a modo de castigo. Alec se echó a reír.
               -Voy a pedir algo. ¿Qué te traigo?
               -Un mojito. Si lo tienen de cereza, mejor-le guiñé el ojo y le di una palmadita en el culo, apretándoselo para recordarles a las chicas de la sala a quién le pertenecía. Y también a él. Por si acaso se le olvidaba-. Tú vas a pedir roncola, ¿no? ¿Me vas a dar?
               Alec hizo una mueca, riéndose.
               -Vaya, ¿salimos fuerte ya, bombón? Creía que pedirías un San Francisco, o algo así.
               -El San Francisco no tiene alcohol, y quiero emborracharme. ¿Me das permiso?-aleteé con las pestañas, colgándome de su hombro.
               -Yo no tengo que darte nada, nena.
               -Bueno, como la última vez se me fue un poco de las manos…
               -No te preocupes, guapa-me dio una palmadita cariñosa en el culo-, que no voy a dejar que te emborraches lo suficiente como para no acordarte de lo que te voy a hacer.
               -Date prisa, papi-ronroneé, mordisqueándole la oreja-, que tengo mucha sed.
               Le acaricié el pecho y desaparecí entre la gente antes de que Alec pudiera hacerme nada. Cuando estaba a punto de llegar al rincón en el que esperaban las chicas, me giré para mirarlo.
               Todavía estaba plantado en el sitio, con cara de bobo, como si se le hubiera olvidado andar. Clavó los ojos en mí al sentir mi mirada sobre él, y sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco, sonriendo, cuando me di un beso en la punta de los dedos e incliné la mano hacia él, lanzándoselo con un soplido.
               -Cabrona…-leí en sus labios, y supe a ciencia cierta que tenía que ocultar una erección. Bien. Que fuéramos a tardar en hacerlo no quería decir que no pudiéramos jugar.
               Me volví hacia las chicas, que estaban sentadas en el sofá. Tamika no estaba con ellas, sino que bailaba bien pegada a Scott, dando brincos los dos en el centro de la pista. Jordan, Tommy y Max estaban al fondo de la sala, en la punta contraria a la entrada, desde la que tenían un ángulo fenomenal para controlar quién entraba y quién salía. Vi que Max miraba a Alec con precaución y arrepentimiento, y supe que había hecho bien allanando el terreno para que se reconciliaran. Había metido la pata hasta el fondo metiéndome en su pelea; sólo por mentarme Alec sería perfectamente capaz de hacérselo pagar con silencio toda la noche, pero yo no quería que se amargaran por una gilipollez.
               -Habéis tardado poco-comentó Diana con segundas intenciones cuando me dejé caer a su lado, y yo puse los ojos en blanco.
               -¿Nunca le has puesto un tiempo máximo a Tommy? Te lo recomiendo. Los chicos son más de hacer esprintar que de correr maratones-solté, y las cuatro nos echamos a reír-. ¿Qué me he perdido?
               -Lo de siempre. No hay novedades en el frente.
               -¿Cómo está Max?
               -Avergonzado. ¿Y Alec?
               -Arrepentido.
               -Hombres-suspiró Bey, subiendo los pies engalanados con dos zapatos de tiras doradas al sofá y masajeándose la cara interna del tobillo-. Harían lo que fuera con tal de ganar un concurso de longitud de polla. A veces pienso que tienes suerte, Kar. Si, ya sabes… no fueran tan geniales cuando son guapos-no se me escapó la mirada anhelante que le lanzó a Alec. Me consolaba saber que yo no era la única reaccionando a sus encantos en traje.
               Pero es que… uf. Bey tenía muchísima razón. Cuando los chicos eran guapos, era genial.
               -Ya, bueno, no sé si “suerte” es la palabra que yo utilizaría-confesó, mirando su copa de martini, en la que una laguna azul todavía resistía al paso del tiempo-. Nosotras también somos complicadas cuando queremos, ¿sabéis?
               -Pero menos, ¿no te parece? Quiero decir, entre chicas nos entendemos-comentó Diana, y Karlie se echó a reír.
               -Cómo se nota que no has intentado ligar nunca con una chica. En serio, es agotador. No me malinterpretéis, yo nos amo, amo la sororidad que tenemos y haría lo que fuera por conseguir que otra chica se sienta bien, pero… a veces es muy difícil saber si te están tirando la caña o sólo están siendo amables contigo. Con los chicos es distinto-se encogió de hombros, subiendo uno más que otro-. Son tan evidentes que es imposible no darse cuenta de cuándo quieren algo contigo. Aunque a veces sean pesadísimos.
               -Pero tía, has tenido ya novias. Tampoco debes de tener el radar tan estropeado-le recordó Bey, y Karlie suspiró.
               -No sé, llevo un tiempo que no… creo que ya no tengo el instinto tan afilado como antes.
               Bey y yo intercambiamos una mirada. Parecía evidente hacia dónde quería dirigirnos Karlie. Llevábamos esperando que lo hiciera meses. Pero, claro, no podíamos decirle nada, o se espantaría. Tam y ella ya se habían cerrado en banda tantas veces que yo simplemente había desistido de hacerles ver que se gustaban, que lo suyo era más que cariño de amigas. Por Dios, ¡si se quedaban mirando embobadas la boca! Yo no hacía eso con mis amigas.
               Bueno, con Momo, sí. A veces. Pero Momo no contaba. Quiero decir, ¡precisamente Momo era la prueba de que Tam y Karlie tenían que empezar a salir! Le había dado mi primer beso a ella, y a veces había echado de menos la sensación de sus labios contra los míos. No desde que estaba con Alec, no obstante.
               -¿Por qué dices eso?-preguntó Diana con inocencia, poniéndole una mano en el muslo a Karlie, con los ojos fijos en los de ella. Estaba dejando que echara un vistazo en su interior, que la considerara accesible.
               Karlie se mordió los labios, haciendo que la jugosa forma de corazón perfectamente delineada desapareciera un momento.
               -Vais a pensar que es una locura-prácticamente sollozó, dejando su copa en la parte superior del sofá y jugueteando con sus anillos.
               -¡No!
               -¿Qué es una locura?-quiso saber Alec, que había aparecido entre la gente en el momento menos oportuno. Me giré para fulminarlo con la mirada.
               -¿Qué haces aquí? Vete.
               -Eh, ¿traerte tu bebida?-preguntó. Se la arrebaté de las manos con tanto ímpetu que unas gotas se derramaron por el borde-. Pero, ¡nena!
               -Al, ¿podemos hablar?-le preguntó Max. Me masajeé las sienes. Karlie parecía a punto de echar a correr. Tenía las cejas hundidas en su ceño, como si fuera el valle entre unas montañas. No me extrañaría nada que comenzara a llorar-. Y Sabrae, si puedes acompañarnos…
               -Estoy ocupada. Fuera.
               Max y Alec se me quedaron mirando con estupefacción.
               -¿Qué? ¿Tengo monos en la cara? ¡Venga, fus, fus!-agité la mano libre en el aire-. ¡Piraos ya! ¡Estamos hablando de cosas de chicas! ¡Las pollas no son bien recibidas!
               Alec y Max intercambiaron una mirada, las cejas arqueadas como la estructura de una catedral.
               -¿Os tengo que tirar la copa encima?-amenacé, y dieron un brinco y desaparecieron entre la gente en un abrir y cerrar de ojos. Asentí con la cabeza, satisfecha. Ya les pediría perdón más adelante, cuando Karlie estuviera mejor… y con la lengua de Tam en el esófago, a poder ser.
               -He hecho algo estúpido. Algo terriblemente estúpido. Aberrantemente estúpido-jadeó, aceptando la servilleta que hábilmente le tendió Diana para que se sonara la nariz y se limpiara unas lagrimitas de los ojos.
               -¿El qué, cielo?
               -Creo… creo que me he enamorado de una chica.
               Bey y yo nos miramos y vimos lo mucho que nos estaba costando contenernos para no dar brincos.
               -Pero, mi vida, ¡eso es genial! No es estúpido en absoluto. ¡Enamorarse es genial! A mí me encanta estar enamorada. ¡Es lo mejor del mundo!
               -No, ¡no! ¡No lo es, Diana!-gimió Karlie-. ¡No lo eres cuando eres como yo! ¡Sin posibilidades de éxito ninguna! Lo único que he conseguido con esto es estropear lo mío con ella. Porque…-se puso colorada y nos miró a Bey y a mí-. Bueno, me unen cosas muy fuertes a ella.
               -Estamos seguras-la consoló Diana, dándole unas palmaditas en la mano-. Una no se enamora de alguien que no conoce.
               -Precisamente por eso es una estupidez haberme enamorado como una boba. Es que a ella… a ella no le gustan las chicas.
               Bey se había terminado su bebida. Sin pudor ninguno, se giró, le cogió la suya a un chico que estaba bailando cerca de nosotras, y empezó a bebérsela a grandes tragos.
               -¿Estás segura?-pregunté.
               -Sí.
               -¿Cómo puedes estar segura?-preguntó Diana-. A veces la gente te sorprende.
               Karlie la fulminó con la mirada.
               -Soy lesbiana. Llevo siéndolo toda mi vida. Sé distinguir a una lesbiana cuando la veo.
               -Pero no sólo a las lesbianas os gustan las chicas-razoné-. También estamos las bisexuales. ¿Yo parezco bisexual?
               Karlie parpadeó.
               -Sí.
               -¿Y yo?-preguntó Diana. Karlie volvió a fulminarla con la mirada.
               -Eres neoyorquina, por Dios bendito. No hay una sola persona heterosexual en esa condenada ciudad.
               Diana parpadeó.
               -Bueno, Barbra Streisand…-empezó, pero la mirada que le lanzó Karlie fue suficiente para hacer que se callara. Guau. Las lesbianas podían ser aterradoras si se lo proponían. Karlie era un ser de luz las 24 horas del día, los 365 días del año, así que me estaba sorprendiendo ver que tenía carácter-. Da igual. El caso es que puede que estés equivocada esta vez. Les pasa a las mejores, ¿no crees? Es decir, yo estaba convencida de que para mí sería un martirio estar en Inglaterra, y ahora es mi casa gracias a Tommy. También creía que odiaría a Scott toda mi vida porque me parecía un subnormal certificado, pero…
               -¿Qué ha hecho mi hermano para convencerte de que no es subnormal certificado?-quise saber, y Diana sonrió. Karlie incluso se rió.
               -Sois unos amores intentando consolarme, chicas, pero de verdad. Estoy segura. No le gustan las chicas. Sabes estas cosas. Simplemente lo sabes.
               -Bueno, yo creía que sabía cómo era Alec, y resulta que me ha sorprendido gratamente.
               -¿No crees que deberías hablar con ella? Tú siempre has sido muy sincera y respetuosa. Estoy segura de que, incluso si le dices lo que sientes, ella no se lo tomará a mal-razonó Bey.
               -Porque no es nada para tomarse a mal-añadí, y Bey se llevó una mano al pecho.
               -¡Por supuesto que no! Es decir, yo me sentiría tremendamente halagada si me dijeras que te gusto.
               -Sí, bueno, ella es muy distinta a ti, a pesar de que compartís el código genético-soltó Karlie antes de poder frenarse, tirando de la servilleta que le había entregado Diana hasta hacerla trizas. Cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, abrió tantísimo los ojos que creí que se le saldrían de las órbitas. Su mandíbula se descolgó de su boca, y su mirada se volvió hacia Bey, que parpadeaba despacio-. Ay, mi madre. Ay, mi madre. Ay, Dios mío. ¿He dicho eso en voz alta?
               -Eh… sí.
               -Ay, Jesús. Ay, mi madre. Ay, por favor. Dios. Dios. Dios-Karlie me quitó la copa y se la bebió de un trago.
               -¡Karlie!-le reprendió Bey cuando se tragó incluso se tragó la hoja de menta que venía con mi bebida. Diana se lo quitó antes de que se tragara también los cubitos de hielo, y Karlie empezó a toser, llevándose la muñeca a la boca para disimular.
               -No quería decir eso. No debería haber dicho eso. No quiero que penséis lo que no es. Tamika no me gusta. Tamika no es…-se echó a reír, histérica-. No es lo que pensáis. No es lo que pensáis. Tamika y yo somos amigas. O sea, no tengo nada en contra de ella…
               -Sí que querías decirlo, Kar-dije yo-. Es evidente que…
               -¡Ha sido una estupidez! No sé por qué lo he dicho, cuando es evidente que no es así. O sea, somos muy, muy amigas. La adoro. La amo. Es genial, es…-se la quedó mirando, bailando entre la gente, agitando las caderas como una diosa del baile. Sus trenzas giraban a su alrededor como dos fuegos fatuos, dándole una gracilidad a sus movimientos que pocas primas ballerinas tenían.
               -Karlie Gwendoline Hale-la instó Bey, y Karlie la miró-. Corta ya el rollo. Sabemos desde hace meses que llevas enamorada de mi hermana.
               Karlie empezó a hiperventilar.
               -No es posible. No es posible. Es mentira. No es verdad-empezó a reírse, histérica, pero Bey se quedó allí sentada, con las piernas cruzadas, toda serenidad y paciencia-. Mentira, mentira, ¡mentira! ¿Cómo me va a gustar a mí Tamika? Pfff-se echó a reír-. Por favor. Si es una borde, es una prepotente, es una maltomada, es…
               -No es nada de eso contigo. De hecho, sólo lo es conmigo y con Alec-sentenció Bey, encogiéndose de hombros.
               -Contigo es muy maja. Y paciente. Y le gusta estar a tu lado-añadí yo, y Karlie se me quedó mirando como si estuviera loca.
               -Porque somos amigas. Ya está. No hay nada más entre nosotras. Absolutamente nada. Uh-uh. Nada en absoluto. Rien. Nothing. Cero. Eh, ¿cómo se dice “nada” en ruso?
               -Alec no me lo ha enseñado, pero sí sé decir “Karlie y Tamika están enamoradas, pero son bobas y no lo saben”.
               Karlie se puso roja como un tomate. En serio. Llegué a temer por su estabilidad emocional.
               -¿Podemos volver ya? Me apetece mucho que bai…-lloriqueó Alec, apareciendo entre el público. Le lancé tal mirada asesina que se marchó escopetado al otro extremo de la sala, del que no se movería hasta que yo no fuera a buscarlo.
               -Bueno, vale, ¡vale! Sí, me gusta Tamika. Es Tamika, ¿vale?-levantó las manos en el aire-. Entenderéis entonces por qué estoy tan disgustada. Es imposible que ella sienta nada por mí.
               Diana cogió su copa. Bey cogió la suya. Yo se la robé a otro de los chicos del grupo al que se la había robado Bey. Cuando notó mis dedos tirando del vaso, se giró y me miró. Estaba a punto de insultarme, pero al reconocerme y darse cuenta de que era la novia de Alec, cerró el pico y se volvió con sus amigos.
               Entonces, Diana, Bey y yo bebimos a la vez de nuestras copas. La mía me ardió en la garganta, pero me dio lo mismo.
               -¿Por qué hacéis eso? ¿Os creéis que sois graciosas o algo por el estilo?
               Nos echamos a reír a coro bajo la mirada de fastidio de Karlie.
               -Nena, creo que necesitas ir al taller a que te arreglen el radar-le di una palmada en la rodilla desnuda, que asomaba por la raja de su vestido, y Karlie frunció el ceño.
               -¿Qué?
               -Vamos. Mi hermana está coladísima por ti, chica.
               -Mirad, chicas, os agradezco un montón que queráis animarme, pero no necesito que me mintáis, ¿vale? Puedo con ello. Soy fuerte. Aunque Tam sea guapísima y tenga unas piernas de infarto y sea guapísima y me muera de ganas de probar sus labios o de pasar la noche con ella y sentir su cuerpo sobre el…-se dejó ir, mirándola, soñadora. Cuando se dio cuenta de hacia dónde iban sus pensamientos y, por tanto, su boca, dio un respingo y carraspeó-. En fin, que estoy bien. Estoy muy bien, de verdad. No pasa nada. Se me acabará pasando. Lo sé. No hay que hacer nada.
               -Tú misma-sentenció Bey, mordisqueando la pajita mientras cruzaba las piernas, se reclinaba en el sofá y miraba hacia el techo-. Si sólo te interesa lo platónico y no te apetece disfrutar de buen sexo interracial, no seré yo quien te obligue a salir del plano astral.
               Karlie frunció el ceño.
               -¿Disculpa?
               -¡Despierta, corazón!-Bey la sacudió-. ¡Mi hermana está pilladísima por ti! Por Dios bendito, es tan evidente que os gustáis que resulta hasta divertido que no os hayáis comido la boca aún.
               -Ya. ¿En qué te basas, exactamente, para decir eso?
               -Se sienta a tu lado cada vez que puede.
               -Porque disfrutamos mucho de la compañía de la otra.
               -Pues a ver si empezáis a disfrutar sin ropa-solté yo. Bey chocó los cinco conmigo, pero Karlie bufó.
               -Tenéis un montón de bromas internas.
               -Porque, repito, disfrutamos mucho de la compañía de la otra.
               -Eres la primera persona a la que le cuenta las cosas. Literalmente. La primera. Yo salí del útero en el mismo parto que ella y me entero después que tú.
               -Porque sois hermanas. Vuestra relación es distinta.
               -También te tiene encendidas las notificaciones en Instagram.
               -Eso no es verdad.
               -¿No es la primera en darte me gusta?-pregunté.
               -Sí, ¿y?
               -Yo soy la primera que le da “me gusta” a Alec. Porque, básicamente, le dejo metérmela.
               Karlie sacó su móvil del bolso, entró en Instagram y, murmurando que ya nos lo demostraría, entró en Instagram. Les hizo una foto a nuestros pies unidos, le puso un filtro mono, y la subió.
               Todas clavamos los ojos en Tamika. En ese momento, se le encendió una parte del vestido, justo en el vientre. Se extrajo de ahí el móvil y todas contuvimos el aliento. Tam sonrió, deslizó el dedo, tecleó algo y levantó la vista. Cuando nos vio a todas mirándola, sin embargo, su expresión cambió. Frunció el ceño, se guardó el móvil y trató de seguir a lo suyo, frotándose contra todos los chicos que se le pusieran por delante.
               -Me ha dado me gusta-dijo Karlie-. Pero no significa nada. ¿Sabéis? Si le gustara de verdad me habría escrito algún comentario, o…
               -Ya. ¿Y ese mensaje que tienes nuevo?-preguntó Bey. Karlie se pegó el teléfono al pecho, roja como un tomate-. Oh, vamos, Kar. ¿Piensas que no sé que tú y mi hermana habláis de madrugada?
               -¿¡Habláis de madrugada!?-chillé, y Karlie siseó para hacerme callar-. ¡Karlie! ¡Yo eso sólo lo hago con Alec!
               -Y yo con Tommy. Bueno, o con mi mejor amiga, pero eso no cuenta, por la diferencia horaria, y tal-añadió Diana-. Aunque, claro, con Tommy hablo porque estamos en la misma cama, o sea que…-sonrió mientras se comprobaba las puntas del pelo, fingiendo aburrimiento.
               -Bueno, ¿vas a obligarme a decirte que Tam también se pone celosa cuando te ve con alguna chica, como pasó cuando conocimos a las amigas de Alec en el hospital, o vas a bajarte del burro de una vez, guapita de cara?-Bey le tapó la pierna descubierta con el vestido, y Karlie se la quedó mirando-. Sin olvidar que una vez hace unas semanas la pillé masturbándose con fotos de una chica clavada a ti. De hecho, por un momento pensé que eras tú. Luego comprobé su historial y vi que no era así, pero… créeme, cielo. Era prácticamente tu clon.
               -¿Cómo es que Alec no me ha contado eso? Se va a quedar sin sexo un mes. Castigado-sentencié, y Bey alzó las cejas.
               -¿A ti te parece que le podría contar algo semejante a Alec? Por favor-puso los ojos en blanco-, si ya ves que no se aguanta pinchando a Tam con que le gusta a Karlie. Le daría un aneurisma si tuviera esa información.
               -¿Las bromas de Alec son por mí?-preguntó Karlie con inocencia, y todas exhalamos un gemido.
               -Oh, joder. ¡No me puedes estar diciendo en serio que creías que eran por otra persona!
               -Yo… yo… no lo sé-admitió con vergüenza Karlie-. Una parte de mí creía que era raro tanto cachondeo, y me resultaba un poco sospechoso, pero nunca pensé…
               -Entre broma y broma, la verdad asoma. Tú verás lo que quieres hacer con esta información-Bey se encogió de hombros-. Pero, por favor, enrollaos ya. Estoy harta de preguntarme en qué momento os vais a saltar encima la una a la otra, y de estar apartándome constantemente de en medio de vosotras para evitar que me aplastéis cuando eso suceda.
               Karlie se mordió el labio. Tenía los ojos puestos en Tam, que de vez en cuando los abría y nos miraba, para cerrarlos después mientras se balanceaba al ritmo de la música. Me di cuenta de que estaba empezando a sonar Ready for it de Taylor Swift. Qué oportuno, pensé.
               -Vamos, chica-instó Diana, dándole una palmada en la cintura-. Ve allí y demuéstrale a esa perra en el armario cómo nos enrollamos los queer.
               -No puedo ir allí y simplemente besarla.
               -¿Por?-preguntamos las tres.
               -¡Porque sería raro! ¡¿Y si os equivocáis?! Bastantes cosas malas dicen de nosotras como para…
               -¡ALEC THEODORE WHITELAW!-bramé, agitando la mano en el aire cuando lo vi aparecer de nuevo-. ¡TE LO JURO POR DIOS! ¡COMO NO NOS DEJES SOLAS DE UNA PUTA VEZ, TE DEJO SIN MAMADAS HASTA QUE CUMPLAS LOS CINCUENTA!
               -Sólo venía a traerte más bebida-gimoteó, dejándome al lado de las piernas un nuevo vaso de mojito-. He visto que ya no lo tenías. Por favor, no me castigues-lloriqueó-. Sólo intento ser un buen novio. Ya me iba.
               -¡No, no, no! Alec, ¡no te vayas!-pidió Diana, levantándose y cogiéndole la mano. Alec se la quedó mirando, estupefacto-. Karlie no nos cree, pero a ti sí te creerá. Dinos, ¿quién le gusta a Tamika?
               -Ah, no. No, ni de coña. Ni de puta coña. No me metáis en vuestras movidas de la mafia del alfabeto. No me vais a liar para que…
               -¡Sí que os creo! ¡Joder! ¡Es sólo que no puedo simplemente ir ahí y plantarme delante de ella y darle un morreo!-soltó Karlie, y Alec se la quedó mirando, alucinado-. ¿Y si Tam no quiere arriesgarse conmigo por un simple beso que igual ni lleva a ninguna parte…?
               Me alegré en ese instante de que Diana hubiera obligado a Alec a quedarse, ya que esa lengua suya que obraba milagros hizo magia una vez más.
               -¿Que no va a llevar a ninguna parte? Karlie, no me jodas, que Tamika lleva desesperada por comerte el coño lo menos desde febrero.
                Karlie abrió la boca. Parpadeó. Cerró la boca. Miró a Tam.
               Y, entonces, cuando Taylor dijo “sé que estaré contigo, así que me tomaré mi tiempo”, se levantó.
               Con una sonrisa divertida mal disimulada, Alec se apartó de su camino mientras Karlie se abría paso entre la multitud. Se abrió hueco a codazo limpio hasta llegar a Tam, que estaba balanceándose al ritmo más sosegado del puente de la canción.
               Ya veo, veo, veo, adónde va a llegar esto. Tócame y nunca estarás sola.
               Karlie le tocó la mano a Tam, que abrió los ojos y la miró. Tam le sonrió.
               -¡Hola, Kar!-gritó por encima de la música.
               Brisa insular, y las luces tenues. Karlie se relamió los labios.
               Nadie tiene que saberlo.
               La agarró de la cintura y, con el estallido del puente, atrajo a Tam hacia sí y la besó. Todos los que las rodeaban empezaron a chillar, algunos ilusionados por la fantasía lésbica; la gran mayoría, por lo mucho que habían tardado esas dos bobas en enrollarse.
               Durante un angustioso segundo en el que Tam no reaccionó, sino que se quedó mirando a Karlie con ojos alucinados y las manos flotando por encima de su cuerpo, temí que nos hubiéramos equivocado. Temí que los miedos de Karlie fueran fundados y la hubiéramos empujado a hacer algo que podía poner en peligro su amistad.
               Luego, Tam cerró los ojos, puso las manos en la cintura de Karlie y tiró de ella para entregarse a ese beso como no se había entregado en su vida a ninguno con un chico.
               En mitad de la noche, en mis sueños, deberías ver lo que hacemos, nena.
               -Para que conste-dijo Alec, con la sonrisa torcida más bonita que le había visto nunca, girándose para mirarnos, para mirarme a mí, mientras se metía las manos en los bolsillos del pantalón-: me desperté del coma porque no podía morirme sin verlas liándose. Que tú me estuvieras esperando era algo secundario.


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2 comentarios:

  1. Me ha encantadoooooo sos, como presentía la trama graduación va a dar para varios capítulos y sinceramente después de leer este no puedo dar más gracias. Estoy extasiada con los momentos de este cap. Entre los miedos infundados de Bey (que en vd entiendo porque me pasó totalmente igual y eso que me iba con muchas de mis amigas a la misma uni) y el momento Alex vs Max me ha dado la vida. Con respecto a la discusión he de decir que estoy con Saab y la reacción de Alec me ha parecido algo desmedida la verdad, aun así Max me ha tocado un poquito los huevos la verdad cuando ha echado por tierra la ilusión de Alec de entrar en Arquitectura (me han entrado ganas de romperle una botella en la cabeza la vd) aun así entiendo el calenton de ambos la vd.
    Ahora bien, HABLEMOS DEL MOMENTAZO.
    HE PUTO CHILLADO CON KARLIE Y TAMIKA DE LO LINDO. Descojonada con como Sabrae ha mandado a paseo a Alec y la forma de como las chicas la han animado a lanzarse, lo que merezco leer tío.
    Y esa frase final de Alec? Mis dieces joder.

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  2. No me esperaba para nada que este cap fuera a ser así, pero me ha gustado me ha gustado, la graduación sigue cumpliendo con las expectativas jejejejje.
    Comento alguna cosaa:
    - Adoro todas tus referencias a la cultura pop.
    - Bey viniéndose abajo porque ya nada va a ser como antes me ha dejado FATAL por supuesto.
    - Me meo con Alec diciéndole a Tam que el puesto de protagonista de su “enemies to lovers” ya está cogido JAJAJJAAJJA
    - En cuando a la pelea, creo Alec se ha pasado y mucho la verdad. Luego max diciendo lo de arquitectura me ha molestado mazo, pero es verdad que ha empezado Alec a meter mierda.
    - Y bueno mi parte favorita del capítulo: Tam y Karlie, Karlie y Tam. QUE HE CHILLADO POR FIN POR FIN POR FIIIIIN. Me ha encantado Sabrae echando a los chicos, las chicas animando a karlie e intentando convencerla de que a Tam sí que le gusta, que se hayan besado con Ready for it de fondo…
    - Bueno y una fantasía la frase final de Alec, me ha flipado
    Estoy deseando seguir leyendo la graduaciónnn <3

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