lunes, 17 de enero de 2022

A orillas del Mediterráneo.


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Todo mi cuerpo estaba protestando sonoramente por la presión a que le estaba sometiendo, y algo dentro de mi subconsciente, una presencia viscosa y fría que no solía apoderarse de mí, estaba suplicándome que buscara un sitio en el que sentarme y me relajara un poco. Estaba desmadrándome por encima de mis posibilidades: una cosa era pasarme tres días de fiesta durante mi graduación, tres días en los que había tenido mucha motivación para celebrar mis logros, y algún que otro empujón por sustancias de dudosa legalidad; y otra muy distinta era darlo todo en una discoteca atestada de gente venida de todos los puntos de Europa después de más de una semana de intenso ajetreo.
               Y, sin embargo, cuando empezaron los acordes de la canción, saqué fuerzas para girarme hacia Tommy y Scott, que pegaban botes a lado de sus novias, disfrutando de una frescura que yo no poseía…
               … porque me había dedicado a follar tanto o más de lo que me permitía mi cuerpo durante los últimos días. Y lo de anoche había sido espectacular.
               Tanto Diana como Tommy y Scott se quedaron quietos un momento, escuchando con muchísima atención los golpes rítmicos del principio de Shape of you. Había algo en la canción que la había convertido en un clásico atemporal que no podía faltar en ninguna fiesta, pero era difícil saber si su recién recuperado éxito y auge se debía al impacto que Ed Sheeran había tenido en la industria musical, convirtiendo a sus singles en éxitos asegurados, o en el hecho de que Chasing the stars hubieran sacado precisamente a esa canción del baúl de los recuerdos, la hubieran desempolvado y enviado de vuelta hacia el estrellato convirtiéndola en la primera canción que el mundo les había escuchado cantar.
               Había diferencias demasiado sutiles entre la versión que habían grabado después de interpretarla por primera vez en el concurso como para poder distinguir una canción de otra en una discoteca abarrotada, pero pronto tocaría salir de dudas.
               -The club…-se escuchó a Layla, y todos nos pusimos a chillar al unísono, más fuerte de lo que había reaccionado la discoteca al reconocer esos primeros acordes. La voz femenina que encabezaba la canción no tenía nada que hacer contra aquellas notas distintivas, o eso pensaba todo el mundo allí reunido, hasta que nos vieron gritar tan fuerte que nos dolió la garganta.
               Los únicos que no gritaron fueron Logan y Niki, pero lo cierto es que nadie contaba con sus voces a estas alturas: habíamos pasado demasiado tiempo intentando no meternos con Logan por la forma en que estaba metiéndole la lengua hasta el esófago a Niki como para ponernos a reclamarles una atención que sabíamos que no iban a darnos.
               -¡LLAMA A LAYLA!-gritó Tommy-. ¡LLAMA A LAYLA, LLAMA A LAYLA!-aullaba él por encima de las voces siguiendo la de su otra novia, voces que no distinguían entre la chica que estaba cantando o el autor original, y que sólo querían tener la excusa perfecta para gritar la letra que tanto les gustaba y que tan bien se sabían.
               Tanto Scott como Diana y él sacaron sus teléfonos y los sostuvieron en alto, buscando  una cobertura que brillaba por su ausencia. Sin embargo, Scott y Diana parecieron ser los elegidos de Dios, porque en menos que canta un gallo sus móviles estaban dando tono, y entonces…
               -¡Chad! ¡ESCUCHA!-bramó Scott con la fuerza de esos pulmones de tenor, o barítono, o contralto (no sé muy bien cómo se le clasificaba), que tenía.
               -¡LAY! ¡LAY!-gritó Diana, llevándose el teléfono a la oreja y tapándose un oído para escuchar lo que ella le decía-. ¿ME ESCUCHAS? ¡ESCUCHA ESTO!
               -¡ESTAMOS EN UNA PUTA DISCOTECA EN MYKONOS Y ESTÁN PONIENDO NUESTRA CANCIÓN!-le ladró Tommy al altavoz-. ¡ESCÚCHATE, PRINCESA!
               -¡MIRA QUÉ BIEN CANTAS!-le gritó Scott a Chad cuando empezó su parte, y yo me dediqué a saltar, a gritar la letra, a mirar bien las caras de mis amigos escuchando su música en el extranjero por primera vez. Diana se tapó la boca, los ojos vidriosos, y asintió con la cabeza cuando Tommy le preguntó si estaba bien, sus manos en su cintura, sus dedos extendiéndose por la piel desnuda de ella.
               -No puedo creer que esté viviendo esto-gimió ella, negando con la cabeza, apartándose el pelo y echándose a llorar por fin-. Quiero que dure, T.
               -Y va a durar, Didi. Va a durar para siempre-le respondió Tommy, estrechándola entre sus brazos y besándole la cabeza mientras se balanceaba despacio a su lado. Eleanor y Mimi brincaban al lado de Scott, haciendo de barrera entre Tam y Karlie, que también estaban inspeccionándose las lenguas. Habíamos encontrado un sitio en el que se sentían cómodas para expresar sus sentimientos, y nadie les había dicho nada, lo que había resultado un tremendo error, porque ahora eran tan descaradas o más que Logan y Niki, y eso que estaban de pie.
                Sabrae me puso un dedo en la barbilla y me hizo mirarla. Alzó una ceja de forma que la sombra turquesa con la que se había pintado los ojos, haciendo que su piel brillara con una mezcla de bronce y lapislázuli que parecía sacada directamente de alguna de las pirámides de Egipto, y se relamió los labios, empapados de un gloss que hacían que su boca resultara todavía más apetecible.
               Estaba guapísima esa noche. Más que de costumbre, quiero decir. La idea de salir por ahí de fiesta la había entusiasmado, y después de vencer la preocupación que le producía dejar a Shasha sola en casa cuando su hermana le prometió que se lo pasaría genial estando sola y que necesitaba descansar un poco de tanto “ruido humano”, fuera lo que fuera eso, se había esmerado en ponerse guapa. Sentada de rodillas frente al espejo de mi habitación, se había aplicado sombra, delineado los ojos y pintado las pestañas y los labios con una concentración que yo jamás podría olvidar. No me había dado cuenta de las posibilidades que había en ese espejo y lo mucho que me gustaba hasta que la vi maquillándose frente a él. Fue como si llevara toda la vida en la casa. Como si lo hubiera hecho un millón de veces más.
               Como si fuera un elemento indisoluble de mi existencia.
               Como si siempre hubiera estado ahí.
               -¿Qué?-había preguntado, pillándome admirándola como si toda mi vida dependiera de su existencia, y mi felicidad, de lo bien que hacía su trabajo. En cierto modo, así era-. ¿Recordando mi reflejo acalorado y sudoroso, desnuda boca abajo en este espejo?-preguntó, y yo me mordí el labio y negué con la cabeza.
               -Estaba pensando en lo eterna que pareces. Como si siempre hubieras estado aquí. Encajas genial con la isla, bombón.
               Sabrae sonrió, se levantó, y se inclinó para apoyar sus manos en mis rodillas, sus profundísimos ojos ahora que contenían el mar en sus párpados buceando en los míos y descubriendo los secretos de mi alma.
               -Aquí soy feliz-contestó, y me dio un piquito-. Me preguntó a quién echarle la culpa.
               Sonreí, le rodeé la cintura con los brazos y acaricié con la yema de los dedos la tela de la falda de las golondrinas, que cubría su trasero. Me había venido una inspiración divina cuando vi ese conjunto en una de las tiendas en las que Diana se empeñó en entrar, pero ni mi imaginación era capaz de competir con lo que Sabrae podía hacer con la ropa.
               Por supuesto, tenía que luchar contra el ansia de quitársela.
               Verla resplandecer en la discoteca había hecho que mereciera la pena mi esfuerzo, una y mil veces, incluso aunque me quedara con las ganas. ¿No se suponía, al fin y al cabo, que la anticipación era lo que verdaderamente producía placer?
                -Hace dos segundos que no me comes con los ojos-ronroneó la Saab de mi presente-. Opino que ya está bien-su dedo descendió por mi cuello, siguiendo la silueta de la nuez de mi garganta, hasta alcanzar mi pecho, donde comenzó a juguetear como el hilo de humo de un cigarrillo perdiéndose en dirección al cielo.
               -Oh, ¿ahora nos ponemos territoriales incluso con nuestras amigas?-pregunté, y Sabrae se relamió y miró a Diana. Negó con la cabeza, echándome los brazos al cuello.
               -Estás demasiado guapo y me tortura pensar en compartirte-ronroneó como una gatita, acariciándome el cuello como si quisiera hacer brotar de mi pecho esos jadeos que sólo ella conseguía invocar. Incluso cuando las demás ya me habían tocado en absolutamente todas las partes del cuerpo, era Sabrae la única capaz de sacar de mí una melodía, como si yo fuera un piano y las demás me hubieran aporreado con la tapa puesta, mientras que Sabrae se había dedicado a levantar esa pequeña coraza y hubiera hecho su magia con los dedos.
               Mm… su magia. Se me hacía la boca agua solo de pensar en lo que éramos capaces de hacer ella y yo, de los dioses a los que invocábamos cuando estábamos juntos, de la forma en que nuestros cuerpos se diluían en el aire hasta confundirse con una tormenta de moléculas efervescentes.
               Puede que, después de todo, el día en que estaba en su ciclo no fuera más que un pequeño bache en el camino del placer, y que todavía no hubiéramos llegado a la meta. Tal vez estaba lista para pasar al siguiente nivel, o haber estado separados unas cuantas horas le hubiera dado una perspectiva que antes no tenía, y había decidido que, después de todo, estar conmigo era más importante que el pudor que le daba su cuerpo.
               Yo estaba más que por labor de seguir esa senda. Nunca había tenido problema con lo que les pasaba a las chicas cada mes, a pesar de que lo había hecho en ese tiempo sólo con chicas con las que verdaderamente tenía una conexión. Y con Sabrae estaba dispuesto a irme al fin del mundo, así que un poco de sangre no era nada comparado con las ganas que le tenía. Y créeme, eran muchas.
               Me incliné hacia ella y le mordisqueé el cuello, asegurándome de que mis dientes rozaban ese punto de su anatomía en el que era tan sensible, ese rincón en el que su cuello y su hombro se unían y su cuerpo hacía maravillas.
               -Por mucho que adore cuando te pones celosa, bombón, siento decirte que no tienes nada de que preocuparte. Excepto de tu castidad, claro-me reí contra su piel y ella se estremeció, mi aliento una oscura invitación irresistible. Puede que pudiéramos darles una lección a todos en aquella discoteca. Quizá ni siquiera teníamos que hacerlo: con sentarnos y morrearnos ya nos bastaba para demostrar que la tensión que había entre nosotros ardía todavía más que la que se gestaba entre Logan y Niki, o la que había estallado por fin entre Tam y Karlie. Después de todo, ellas no debían de llevar ni un año enamoradas. En cambio, lo de Sabrae y yo había sido un tira y afloja que se había ido cociendo durante quince años. Les llevábamos tanta ventaja que salir al campo era ya un abuso, y aun así, yo estaba más que por la labor de jugar el partido.
               -Mm-ahora fue ella la que ronroneó, disfrutando de mi flirteo-. No sé si me acaba de convencer esa oferta…
               Me separé para mirarla. Su piel de bronce y oro resplandecía con el fulgor de las galaxias más alejadas, y por tanto más hermosas, que había conocido la humanidad. Azul, morado, rosa, amarillo… no había color que no ganara reflejándose en su piel, ni tono que no hiciera más bonito simple y llanamente por ser ella su lienzo.
               -Vámonos a un sitio un poco más apartado y te terminaré de vender la moto. Una en la que te encantará montarte-coqueteé, mordisqueándole la oreja. Y ella se echó a reír, mordiéndose el labio y estremeciéndose entre mis labios. La notaba vibrando en la yema de mis dedos, lista para explotar, igual que una olla a presión acumulando tensión y tensión y tensión.
               Pero me puso las manos en los brazos, más cauta de lo que yo lo había sido en toda mi vida. Sus ojos se posaron en los míos, y con esa conexión me bastó. No necesité nada más.
               Es decir… sí, necesitaba todo de ella. Pero con su mirada era suficiente para darme por satisfecho, al menos de momento.
               -Puede que otra vez, Al-parecía haberse vuelto consciente de repente de su condición, como si los celos que la habían asolado la hubieran hecho olvidarse de a qué día estábamos-. No tenemos por qué agotar ahora todas mis primeras veces en Grecia. Ya tendré tiempo de sobra para gritar tu nombre en los baños de una discoteca en este país-añadió tras inclinarse hacia mi oído y rozarme el lóbulo con los dientes.
               Se me puso dura en el acto. Aún no sé cómo me las apañé para no llevármela a rastras al baño que yo conocía tan bien, en el que me había tirado tanto a Perséfone como a otras chicas cuyos nombres se entremezclaban entre sí, igual que lo hacían los de las inglesas ahora que esa etapa de mi vida había acabado por fin.
               Pero el caso es que me quedé. Me quedé y grité y bailé y bebí como un cabrón mientras mis amigos se lo pasaban bomba, disfrutando de una noche a orillas del Mediterráneo como empezaban a ser de épicas todas. No en vano nos habíamos desmadrado tanto en Chipre: estar un poco más cerca del ecuador de lo que normalmente lo estábamos parecía causar estragos en nuestro autocontrol.
               Mi cuerpo empezó a protestar avanzada la noche, recordándome que por muy joven que fuera, estaba reventado y todavía no había conseguido alcanzar esa cima de productividad y resiliencia que había tenido antes del accidente. Antes de pasar dos meses en el hospital, estas semanas no habrían sido nada, y estaría listo para afrontarme a otras dos sin rechistar, pero ahora tenía que parar más a menudo…
               … o colocarme.
               Si tengo que ser sincero, no me apetecía. No era nada difícil conseguir drogas en aquella zona de Mykonos (por eso había sido allí, precisamente, donde había descubierto lo que era follar puesto de coca), pero todos los demás estaban limpios, y no quería ser yo quien sugiriera tomar algo. No, sabiendo que Tommy lo pasaba mal por Diana, quien aseguraba que tenía todo bajo control, pero a la que su adicción estaba comenzando a írsele de las manos.
               Y no quería dejarlos tirados. Era una de las dos personas que hablaban el idioma sin problema, lo cual te abría muchas más puertas de las que los griegos estaban dispuestos a admitir, especialmente cuando se las daban de extremadamente hospitalarios en aquella zona, pero protegían sus tesoros naturales de los turistas para que no los destrozaran como habían hecho con todo lo demás. Mimi no podría manejarse con todos, y dos lenguas eran mejor que una para hacer de traductoras.
               Así que sólo quedaba una solución: bajar un poco el ritmo. Admitir que no podía seguir a los demás y retirarme antes de agotar todas mis fuerzas y que tuvieran que sacarme de allí a rastras. Le di un beso a Sabrae en la mejilla cuando le dije que me iba, negando con la cabeza cuando me preguntó si quería que me acompañara. Se lo estaba pasando en grande, y yo disfrutaría igual viéndola bailar que bailando a su lado. Me acerqué a la barra, donde grité para hacerme oír por encima de la música atronadora, y me pedí un ron cola al que le di el primer sorbo al lado de una chica metiéndose una raya, y ante la que nadie parpadeó. Ni tan siquiera mis amigos, no sé si porque se esperaban que en el sur de Europa la gente se desmadrara con más descaro, o porque no lo habían visto.
               Me dirigí al rincón en el que Logan y Niki estaban a punto de pasarse enfermedades venéreas, sólo para descubrir que lo único que quedaba allí eran las chaquetas que nos habíamos traído para poder ir de local en local por la noche, cuando el aire refrescaba lo suficiente para llegar a resfriarte si no andabas con el suficiente cuidado. Miré en derredor, como si creyera realmente que estuvieran bailando; conteniendo el impulso de ir al baño y ponerme a golpear las puertas para cortarle el rollo a Nicki, me dejé caer en el sofá y estiré las piernas.
               Empezaron a palpitarme de un modo que no me gustó. Me recordaba demasiado a cuando entrenaba, pero no había entrenado esta vez. Me pregunté lo cerca que estaría de mi límite, y si lo traspasaría de camino a casa o si las pocas horas que podría dormir antes de volver a la acción serían suficientes para hacerme espabilar. Di un generoso sorbo de mi bebida mientras miraba a Sabrae contoneándose, pasándoselo bien con Mimi, que levantaba las manos cada dos por tres y gritaba sin descanso cuando cambiaban de canción. No había una que no se supiera, y por tanto no había una que no estuviera dispuesta a celebrar. Tam y Karlie se morreaban en una esquina, vigiladas por Jor, que se movía de un lado a otro no muy acorde con la música, con los ojos fijos en el teléfono que sostenía en una mano, un vaso con un líquido azulado en la otra.
               Me saqué el móvil del bolsillo y le escribí un mensaje.
¿Qué tal la noche, guardián lésbico?
               Observé cómo Jordan levantaba la cabeza y me buscaba entre la multitud. Finalmente, antes de que yo le hiciera una foto, me localizó. Sonrió, hizo una mueca, sacando la lengua en un gesto de asco, y puso los ojos en blanco. Luego, sostuvo su teléfono con las dos manos, el vaso sujeto sólo con un dedo, y se puso a teclear.
Me estoy ganando el cielo, tío. Las estaban rodeando un montón de babosos para grabarlas y hacerles fotos… y ellas ni siquiera se enteraron. Ahora estoy aquí plantado, escuchándolas gemir y jadear y decirse guarradas mientras fingen que no estoy aquí.
               Me reí sonoramente y Jordan me hizo un corte de manga. No me escuchó por encima de la música, pero sí me vio descojonarme.
¿Sabes quiénes fueron? Estoy machacado, pero todavía puedo romperles la cara a un par de mamarrachos con tal de defender a mis bollos favoritos.
               Jordan levantó la cabeza y la sacudió.
Se piraron hace tiempo, creo. Hace bastante que no los veo. En cambio, lo que sí he visto varias veces es el tanga de Tamika. Estoy un poco hasta los huevos de que se comporten como si estuvieran en celo, la verdad.
               Volví a descojonarme en voz alta y Jordan dio una patada al suelo.
               -¡Alec, tío, vale ya!-leí que decían sus labios, y empecé a teclear.
Probablemente seas el único tío de la historia que se queja de que dos lesbianas se lían delante de él. Reláaaaaajate, Jordan.
¿Tú no preferirías no verle el tanga a Tamika?
Yo no le miro el culo a Tamika, eso para empezar.
               -Vete a la mierda, puto gilipollas-gruñó Jordan, guardándose el teléfono en el bolsillo. Sin embargo, se lo sacó al segundo: prefería tener la distracción de la subida en bolsa de la empresa que estuviera mirando ahora antes que tener que estar ahí de pie, disfrutando de la fiesta y…
               -Hola-sonrió una chica de llameante pelo naranja, pestañas postizas muy recargadas y labios jugosos de gloss, sentándose a mi lado y cruzando las piernas-. ¿Te importa que me siente?
               -Grecia es un país libre, supongo-me encogí de hombros, y ella se relamió.
               -Vaya, hablas mi idioma-sonrió, y señaló a mi grupo de amigos, que en ese momento estaban jugando a pasar el limbo, que eran los brazos de Bey y Bella entrelazados-. Creía que erais turistas, todos vosotros. ¿De dónde has sacado a ese grupo de ingleses?
               -De toda mi vida, en realidad-respondí, dando un sorbo a mi bebida y dedicándole una sonrisa cordial a la chica. No sabía qué coño quería, pero dudaba que pudiera dárselo. Básicamente porque no estaba interesado-. Nací en Inglaterra. Ellos son mis amigos.
               -Guay. Oye, mira, espero que no te importe, pero prefiero ser directa. No he podido evitar fijarme en ti. A mis amigas-hizo un gesto con la mano, señalando en dirección a la marabunta de gente, pero yo ni me molesté en mirar en aquella dirección- les gustan algunos de tus amigos, entre ellos el guardián de esas dos chicas, pero no se animan a venir. ¿Te importaría presentarnos?
               -Eh… ¿Para qué?
               Alzó una ceja.
               -¿De verdad necesitas que te lo diga?
               -Sí, para asegurarme de que estoy entendiendo bien lo que quieres, y lo que quieren tus amigas, y poder decirte que lo siento, pero no. Todos tenemos pareja.
               Bueno, Jordan todavía no está muy comprometido, pensé, pero no se lo iba a decir a una desconocida a la que no le interesaban lo más mínimo las idas y venidas emocionales de mi mejor amigo. Bastante teníamos nosotros con tratar de comprender lo que se traía con Zoe, una extrañísima relación a distancia en la que ella parecía tener carta blanca para hacer lo que le diera la gana, y Jordan se comportaba como un monje castrado, tonteando moderadamente con las chicas que lo rodeaban como un enjambre de abejas a su reina.
               Ella alzó la ceja, y me puso una mano en el brazo. Sus uñas se deslizaron por mi piel de una forma que me hizo sentir ganas de apartarme de ella. Saab nunca me pasaba las uñas por los brazos; las reservaba para mi espalda, de modo que ese contacto me resultaba extraño, incluso intrusivo.
               -¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué estás tan solito? ¿No será que me estás poniendo a prueba?
               Me eché a reír.
               -Nena, lo aprecio de veras. En serio, me halagas, pero tengo novia-repetí-. Yo el que más. Y eso que uno de mis amigos está a punto de comprometerse.
               -Bueno-ronroneó, sonriendo-. Yo no soy celosa.
               Me pasé la lengua por las muelas, mi piel en ebullición, la rabia ascendiendo desde lo más profundo de mi ser hasta la superficie. Ese monstruo que llevaba en la sangre y que tantas veces había tenido que retener ahora me parecía una bendición en lugar de una maldición, porque implicaba cosas muy diferentes a lo que había hecho antes: antes, me ponía celoso de los chicos que se acercaban a Sabrae. Me comportaba como si fuera su dueño, como si su libertad fuera un defecto, una enfermedad que yo tenía que curarle para poder hacerla mía.
               Ahora, me enfurecía pensando en que alguien tuviera la audacia de tratar de compararse con ella, de creer que tenía una oportunidad conmigo. Ese fuego que me picaba en la piel era la muestra de mi fidelidad, de que yo jamás la traicionaría, de que nunca habría ningún tipo de tentación. Aquella chica bien podía haber sido mi tipo en otra vida (es decir, respiraba, y con eso a mí me había bastado hacía un año), pero ahora, en lugar de arder en deseos de encontrar un sitio en el que demostrarle lo que podía hacer con su cuerpo, lo que nadie más podría hacerle… ardía de rabia por atreverse a tocarme. Por atreverse a insinuar tomar un pedazo de mí.
               De mí. Que era enteramente de Sabrae.
               Oh, no, cariño. Ni de putísima coña.
               -La cosa está…-empecé con voz gélida, volviéndome hacia ella, dispuesto a destrozarla como no lo había estado en mi vida. Creo que la última vez que había sentido ese veneno lacerante en la boca había estado en un ring, y jamás me había vuelto así hacia una chica.
               No… la última vez que me había sentido así, al borde de la explosión, con un cuerpo que no era suficiente para contener mi ira, había sido con Sergei. Y había terminado pegándole una paliza por atreverse a hablar mal de Sabrae.
               No sabía lo que iba a decirle a aquella petarda para que se me quitara de encima, pero, como siempre, iría improvisando. Sabrae era la de los planes prefijados; yo, el que lo decidía todo sobre la marcha e iba tirando con ello. A cada uno nos había funcionado nuestro respectivo método, sobre todo si teníamos en cuenta que habíamos acabado uno al lado del otro.
               Supongo que nunca sabríamos qué iba a decirle, porque antes de que pudiera abalanzarme sobre ella, dos altas figuras se plantaron ante nosotros, entrelazadas como los eslabones de una cadena impidiendo que un barco atracara en un puerto especialmente próspero, y atracara sus tesoros.
               -¡Al, amor!-ronroneó Bey, inclinándose hacia delante y dedicándole a mi acompañante la típica sonrisa territorial que sólo las chicas se dedican entre sí. Los tíos no sabíamos hacer esos mismos gestos: éramos más de rompernos la cara antes y preguntar después. Ellas, por el contrario, eran mejores jugando al juego de los retos-. Te estaba buscando. Te echaba de menos, ¿sabes?-hizo un puchero y, como la reina que era, Bey se abrió hueco entre la chica y yo. Se sentó entre los dos, con el cuerpo orientado hacia mí, y me pasó una pierna por encima de las mías, la rodilla anclada en la mía mientras me acariciaba la espinilla con el pie.
               Me habría vuelto absolutamente loco y la habría hecho mía allí mismo si no fuera por le pequeña diosa de metro cincuenta y siete que meneaba las caderas y agitaba la melena a unos metros de mí. Bey lo sabía.
               Y la chica lo intuyó.
               -¿Dónde te habías metido?-preguntó Bey, poniéndome una mano en el hombro, deslizando los dedos por él y besándome allí donde su piel desnuda estaba en contacto con la mía-. Me sentía muy sola en la pista.
               -Necesitaba un poco de descanso, muñeca.
               -Mm. ¿Y lo has conseguido? Tengo planes para ti-me palmeó suavemente el pecho y me sonrió con descaro. Di gracias de que fuera Bey y no Sabrae quien tonteaba así conmigo; de haber sido mi novia, me habría dado un infarto.
               -En ello estaba-contesté, dando un sorbo de mi bebida y sintiendo que la marea de lava dentro de mí retrocedía. Bey era igual de capaz que Sabrae de mantener a raya mis demonios; hacerlos callar era otra historia.
               -Mm-Bey hizo una mueca-. Bueno, siempre podemos quedarnos un ratito aquí. Mientras estemos cerquita…-murmuró, acariciándome de nuevo la pierna con su pie. Se deslizó en el asiento hasta quedar casi sentada encima de la chavala, que no tuvo más remedio que levantarse, escupir un descarado “por Dios” y, tras quedarse allí plantada un par de segundos, desapareció de nuevo entre la gente, igual que había venido.
               Bey contempló todo el proceso con una sonrisa satisfecha en los labios y una ceja levantada. Luego se giró hacia mí despacio, dramáticamente, disfrutando del proceso.
               -Creía que ya no nos salvábamos mutuamente ahora que yo no estoy soltero-comenté, y noté cómo, a pesar de todo, una sonrisa se extendía por mis hombros. Me gustaba el poder que ejercía sobre los demás, me gustaba saber que Bey contaba conmigo incluso cuando no nos habíamos atrevido a dar el paso y probar a darle a nuestra relación un poco más. Yo había hecho lo mismo que ella cuando a ella la tenían arrinconada tíos como aquella tipa que acababa de abordarme: gente que no entiende las indirectas, y que hace oídos sordos a los “no” más claros.
               Bey se encogió de hombros.
               -Que te hayas buscado a otra a la que declararle tu amor no significa que no sigas siendo mi responsabilidad-comentó, distraída, apartándome un mechón de pelo de la frente-. Además, tú me has seguido quitando a los babosos de encima incluso estando con Sabrae. Me pareció que ya era hora de devolverte el favor.
               -¿Lo de pasarme la pierna por encima también era parte del teatro, o eras tú aprovechando la situación?
               Bey se rió, y estábamos tan cerca que su risa fue una pequeña onda expansiva que chocó contra mi boca.
               -¿Te molesta?
               -¿El agua está seca?
               Se echó a reír.
               -Pasas demasiado tiempo con los Malik, me temo.
               -¿Y quieres corregirlo de alguna manera?-inquirí, poniéndole la mano en el muslo y guiñándole el ojo. Bey se echó a reír sonoramente, y me quitó la pierna de encima.
               -A ti todo te viene bien, ¿verdad?
               -Cuando tienes una chica como la que tengo yo, dispuesta a probar cosas nuevas, y amigas tan guapas como las mías, es difícil mirar a la vida y no ver un mundo de posibilidades abriéndose ante ti.
               Bey se mordió el labio, incapaz de apartar la vista de mi boca. Sólo reunió las fuerzas suficientes para hacerlo cuando miró en dirección a Sabrae, que tenía los ojos puestos en nosotros… y se echó a reír al mirarla ambos. Técnicamente no le había dicho ninguna mentira a Bey: si bien nuestra prioridad era Diana, alguna que otra vez su nombre había aparecido en las conversaciones que Sabrae y yo teníamos cuando estábamos más cachondos y hablábamos de experimentar.
               -¿Os dejo solos?-preguntó Bella, señalando la pista de baile con el dedo. Su pulgar apuntaba directamente hacia Max y Jordan, que tenían los ojos fijos en nosotros. Supongo que había sido Jordan el que había visto a esa tía abordarme y había pedido ayuda, y le di las gracias mentalmente. Si hubiera sido Sabrae la que hubiera intervenido, ahora mismo estaríamos en la calle, tratando de separarlas, y de hacer que Sabrae le soltara los pelos a esa tía. Por mucho que me encantaría ver a mi chica en acción y no sólo defendiendo lo que es suyo, sino defendiéndome a mí, no podíamos permitirnos que nos echaran de la discoteca: era la mejor de todo Mykonos, y posiblemente también la única con un DJ que había reconocido a parte de Chasing the Stars y les hacía un homenaje poniendo sus canciones.
               -¡Deja de molestar a mi hombre, zorra mal maquillada!-le gritaría Saab con la potencia de esos pulmones que nada tenían que envidiar a los de Scott… ni a los de Eleanor, realmente. Aquellos eran pulmones de ganadora, y cuando más se llenaban, era cuando yo estaba dentro de ella. Así que, por mucho que fuera a disfrutar que Saab se pusiera territorial conmigo, no podíamos arriesgarnos a que las cosas salieran mal.
               -Donde caben dos, caben tres, Bells-dije, palmeando el asiento a mi lado. Bella se dejó caer sobre él y se llevó una mano a los pies en un gesto del que yo nunca antes me había percatado, pero que ahora me resultaba increíblemente familiar. Había acompañado a casa a una Sabrae que andaba como un pato por llevar puestos mis zapatos, y yo yendo descalzo, demasiadas veces como para no fijarme en lo que los tacones les hacían a las chicas.
               Sí, hacían que sus piernas fueran larguísimas e increíblemente sensuales, pero, ¿a qué precio? Y, ¿no era muy alto?
               -No lo suficiente-había respondido Sabrae cuando se lo pregunté, agarrándome del cuello de la camisa y tirando de mí-: todavía tengo que esforzarme para alcanzarte la boca y poder besarte-se inclinó y me dio un beso en los labios-. Además… tú me miras con más hambre cuando llevo tacones. Y me follas también con más ganas cuando no me los quito.
               -En eso debo darte la razón-había asentido yo, dándole una palmada en el culo y agarrándole bien la nalga, como diciéndole “eres mía”, como si no fuera precisamente al revés.
               Los tacones le hacían un culo de infarto.
               -Y para que conste, Bella…-añadí, y Bella me miró-. No estaba hablando del sofá.
               Bella se echó a reír sonoramente, lanzando una carcajada al aire como ninguna que le hubiera escuchado antes.
               -Max todavía no me ha tocado las narices hasta ese punto, pero gracias por la oferta.
               A ver qué le dices cuando lo que te toque sea el estado civil, pensé, y sonreí. Les di a las dos una palmada en la rodilla.
               -Gracias por salvarme, chicas. Beyoncé tenía razón: las chicas domináis el mundo-le dije a Bey, que abrió las manos, las palmas hacia arriba, como diciendo “qué se le va a hacer”.
               -Pues sí. La verdad es que así es.
               -Estábamos preocupadas. Creíamos que ibas a saltarle encima… en el mal sentido-dijo Bella, apartándose el pelo de la cara, y yo bufé.
               -Ahora entiendo por qué tenéis la mano más y más suelta a medida que vais creciendo. Debe ser agotador aguantar a babosos noche sí, noche también. No es que yo sepa lo que es que te peguen una bofetada, o siquiera que te rechacen, pero…-me encogí de hombros, y ellas se echaron a reír. El sonido de sus risas fue la música que calmó definitivamente a la bestia de mi interior, que volvió a sumirse en ese coma profundo al que se había visto arrastrada desde que me subí al avión con rumbo a Milán.
               -Bells y yo supusimos que a Logan y Niki no les gustaría que hicieras la guerra en este sofá, en vez del amor.
               -Y hablando de Niki… ¿cuándo piensas hablarnos de él?-preguntó Bella, sus ojos chispeando con interés. Me pasé una mano por la cara.
               -Vaya, os ha quedado muy sutil esta transición entre conversaciones. ¿La habéis ensayado?
               -Nos da curiosidad. Bueno, ¿nos hablas de él, o llamo a tu amiga?
               -¿Por qué no le preguntáis directamente?
               -Su acento es gracioso. Me ha costado no reírme esta noche.
               -¡Bey! ¡Eres una putísima xenófoba!-me burlé, riéndome, y ella levantó las manos.
               -¡Venga! ¡Es la verdad! Estoy segura de que tú también lo oyes, pero te haces el sordo porque es tu amigo. Además, no es gracioso en el sentido de cutre, sino…
               -Entona gracioso. Y pronuncia algunas cosas gracioso-aportó Bella-. Y algunas preposiciones…
               -Sí, es lo que tiene que tu lengua materna sea una que conjuga los verbos: le pierdes el respeto a los idiomas que no lo hacen y los hablas como te da la real gana.
               -Tranquilo, rey de la lengua. No nos estamos metiendo con él.
               Miré a Bey con los ojos entrecerrados y una sonrisa cruzándome la boca.
               -Tiene gracia que me llames rey de la lengua por ponerme a hablar de gramática y no por lo que te hice cuando nos acostamos, pero… supongo que lo que cuenta es el destino, no la forma de llegar hasta él.
               Bella aulló una carcajada ante la cara de fastidio de Bey. La pobre necesitaba reírse, así que me alegré de que estuviera pasándoselo bien después de esos días un poco regulares con Max. Gracias a Dios, parecía que lo peor había pasado y ya estaban bastante normales.
               -Alec. Céntrate-chasqueó los dedos frente a mí-. Niki. Háblanos de él.
               Suspiré.
               -¿Qué queréis saber?
               -¿Es bueno para Logan?
               -¿Habría dejado que se acercara a menos de cincuenta metros de él si no fuera así?
               -Cierto-Bey se mordisqueó los nudillos, pensativa-. Muy cierto.
               -¿Es promiscuo?-preguntó Bella.
               -¿Por qué preguntas eso, Bella? ¿Porque es bisexual?
               -No. Los guapos soléis ser promiscuos, y Niki es muy guapo.
               Me reí de nuevo.
               -Qué ganas tengo de decirle a Max lo que me acabas de decir.
               -¿Lo es?-insistió Bey.
               -Bueno, como bien ha dicho Bella, los guapos somos promiscuos, y Niki es muy guapo. No más que yo, pero se las apaña para hacerme la competencia. Se podría decir que Niki es el Scott de Grecia.
               -Scott te lleva la delantera-me recordó Bey, recostando la cabeza en el sofá. Me volví hacia ella como si me hubiera pinchado con un alfiler.
               -Scott no me lleva la delantera, Beyoncé. Yo follo más que él, lo que pasa que las chicas repiten más conmigo porque lo hago mejor. Además, Scott es un famosito. Así que es como si yo follara el doble, porque yo no tengo ningún apellido del que colgarme. Ni ningún piercing con el que hacerme el interesante.
               -Es graciosísimo cuando te enfadas. Ahora entiendo por qué Sabrae no te soportaba: picarte es lo más divertido del mundo. Bueno, entonces, volviendo a Niki, ¿quién triunfaba más en tu época dorada? ¿Él, o tú?
               -Nuestro público es distinto.
               -¿Lo dices porque él juega en dos ligas?
               Hice una pistola con la mano y señalé a Bey, agitándola en el aire.
               -Así que… ¿lo dejamos en empate?
               -Niki se ha tirado a más tíos que yo.
               -Para tu desgracia-se sonrió Bella, y yo la fulminé con la mirada.
               -Creo que me gustabas más cuando no eras parte de este grupo y no vacilabas a nadie, Bella. ¿Tengo que recordarte que te invité a venir yo?
               -Fue Sabrae.
               -Odio que las tías habléis entre vosotras-sacudí la cabeza-. Así no hay quien os mienta.
               -No quiero que Logan se pille por un fuckboy mediterráneo que le da a  todo lo que se menea-dijo Bey-. Es un ser de luz, y no se merece sufrir. Querer a alguien así puede ser doloroso.
               -¿Lo dices por experiencia?-ronroneé, y ella puso los ojos en blanco.
               -Ya te gustaría a ti que yo te quisiera como estoy diciendo.
               -No, ya te gustaría a ti, Bey. Así te sería más fácil superarme. Pero con lo enamorada que te tengo, seguro que acabas soltera a los 40 porque no vas a encontrar a nadie como yo. Hablaré con Sabrae para que puedas vivir con nosotros y nuestros hijos y no te quedes sola.
               -Eres, con diferencia, el animal más insoportable que ha pisado la faz de la tierra.
               -Hay que tener huevos para decir eso compartiendo el código genético con quien lo compartes.
               -Que sea hermana de Tam sólo demuestra que hablo con conocimiento de causa.
               -Niki ha mirado a Logan de una forma… ¿le has visto mirar a alguien así alguna otra vez?-preguntó Bella, y yo torcí la boca. No me sentía muy cómodo hablando de la vida privada de Niki con gente que no lo conocía, por mucho que fueran mis amigos, y más después de cómo se había portado él conmigo y, sobre todo, con Sabrae. Cómo nos había defendido, nos había hecho favores y había tomado nuestro bando cuando las cosas se habían torcido.
               Pero entendía la preocupación de Bey. Y sabía que ella tenía razón. Logan era demasiado bueno, demasiado… puro. Teníamos que protegerlo. Y, sin embargo, yo creía que Logan estaba en buenas manos. Niki podía ser muchas cosas, pero no era mala persona.
               Igual que yo tampoco lo había sido, y me había asegurado de no romper ningún corazón en mi lista de conquistas. Sólo cabeceros de cama.
               -Sí-admití, y Bey y Bella se miraron, mordiéndose el labio-. Al primer chico del que le vi enamorarse-añadí.
               Bella y Bey clavaron los ojos en mí y alzaron las cejas al unísono, de una forma tan coordinada que parecía que llevaran en ello toda la vida. Era como si Bella no hubiera sido invitada de forma individual a este viaje, sino que había entrado dentro del grupo, a quienes no hacía falta que individualizara.
               Y, por la manera en que me miraron, supe que no tenía alternativa. No me iban a dejar levantarme de ese sofá sin contarles la historia de Niki. Como si supieran que había llegado a esa conclusión y para demostrarme que había adivinado correctamente, se inclinaron ligeramente hacia mí y alzaron las cejas, a la espera. Sus rodillas me aprisionaban, pero no me sentía como lo había hecho aquella chica de la que se habían librado como quien se libra de un molesto insecto.
               -En el grupo siempre hemos sido muy cercanos, todos nosotros. El no tener ningún tipo de responsabilidad más allá de pasártelo bien hace que conectes con los demás de una forma en que yo nunca lo he hecho con vosotros-miré a Bey-, lo cual no quiere decir que lo que tenemos los nueve de siempre tenga algo que envidiarle a lo que tengo con mis amigos de aquí.
               O tenía, pensé, pero me contuve a tiempo. No sabía cómo iban a quedar las cosas después de lo que había pasado esa tarde, y mi opinión de ellos había cambiado radicalmente desde que me había traído a Sabrae. Vale, sí, no la habían hecho sentir incómoda, pero no la habían acogido como yo habría acogido a una novia que se trajeran de cualquier otro punto del mundo. Era como si que fuera griega, o incluso me atrevería a decir que sólo de Mykonos, fuera el único requisito que le pidieran a mi novia para introducirla en el círculo sin rechistar. Y Sabrae era rematadamente inglesa, gloriosamente extranjera.
               Y mis amigos también.
               -El caso es que nunca tuvimos ninguna movida gorda como hemos podido tener nosotros. No tener preocupaciones y estar todos juntos un mes al año supongo que conlleva eso: que no haya tensión, que las ganas que tienes de ver a los demás se vayan acumulando a lo largo del año y terminen haciendo que todo sea genial el tiempo que estáis. Algo así como un orgasmo-medité.
               »Por supuesto, hablábamos el resto del año, pero no era lo mismo. Así que, cuando gran parte de la comunicación se corta durante mucho tiempo de seguido, terminas evolucionando con independencia de la persona que ellos recuerdan que eres, y ellos hacen lo mismo. Cuando volvemos, nos amoldamos sin esfuerzo a lo que éramos el verano pasado, y esa versión libre y sin preocupaciones que dejamos atrás con el comienzo de las clases es un disfraz perfecto en el que estás más cómodo que con tu uniforme de todos los días, porque es más holgado y no te aprieta tanto.
               »Pero el crecer separados también hace que te pasen cosas que no sabes muy bien cómo encajarán los demás. Por ejemplo, ellos saben que yo boxeaba, pero no tienen ni idea de por qué me retiré, ni en qué condiciones. Si os soy sincero, me sorprendería que Dries o Gaspar recuerden siquiera que ya no boxeo, al menos no al nivel al que lo hacía antes. No es relevante en Mykonos, y lo que no es relevante en Mykonos se ignora. Hay cosas más importantes en las que aprovechar el poquísimo tiempo que tenemos juntos como para perderlo tratando de ponerse al día en un grupo tan grande.
               »Eso fue un poco lo que le pasó a Niki. El verano de mis catorce, el último verano en que me había enrollado sin llegar a más con Perséfone, me marché notándolo raro. Resulta que Niki estaba viviendo su despertar sexual a la vez que yo, y ya tenía ganas de llegar hasta el final. El problema es que, mientras que Perséfone y yo teníamos claro lo que nos gustaba y lo que no, Niki no estaba seguro de qué era lo que le gustaba.
               »O, más bien, lo que no le gustaba. Porque mientras que los chicos nos podíamos pasar tranquilamente hablando de las tías de la isla, fueran nativas o turistas, sin que tuviéramos ganas de meter nada más en la ecuación, Niki quería variar un poco el tema. Quería que también habláramos de sus compañeros de clase, o de los turistas que vienen a hacer submarinismo y lo hacen sin traje de neopreno porque el agua está lo suficientemente caliente como para que te apetezca notar las algas acariciándote la piel del pecho. Pero, por supuesto, no se atrevía a decir nada. Es decir: si a todos nos bastaba, ¿por qué a él no? Aquella curiosidad no parecía algo que debiera tener, o quizá fuera simplemente que se fijaba más de lo que lo hacíamos los demás. Puede que le interesaran esos tíos porque venían acompañados de tías guapísimas, y los admiraba porque su físico les había conseguido, casi seguro, que aquellos pibonazos se fijaran en ellos.
               »El otoño y el invierno que siguieron a ese último verano que llegué virgen a Grecia fueron para Niki como ir subiendo en tensión. Vale, el clima aquí es más benigno que en Inglaterra, pero la gente se pone más ropa y se hace un poco más fácil resistirse a tus hormonas revolucionadas. Si no te ponen la miel en los labios, es mucho más fácil seguir a dieta, no sé si me entendéis.
               Las miré, y ellas asintieron con la cabeza.
               -Pero la primavera fue un desastre para él. Toda la tensión que había ido acumulando desde el verano y que había conseguido manejar a duras penas se le terminó yendo de las manos en primavera. En lugar de seguir con ese goteo constante al que había conseguido acostumbrarse, fue como si alguien activara una manguera o abriera las compuertas de una presa. Sí, vale, encontraba consuelo en las chicas, pero…-miré a Bey se reojo y le sonreí-, no era el consuelo que yo encontraba en vosotras. Conseguía alivio en el momento, pero luego, como tenía la mosca detrás de la oreja, enseguida volvía a rayarse. Y se preguntaba por qué cojones no podía bastarle con lo que nos bastaba a los demás, por qué, si era el que más ligaba del grupo y al que más caso le hacían y el que más se aliviaba en ese sentido, también era el más amargado e infeliz.
               »Perséfone fue la primera en preguntarle si le pasaba algo. Ella y Niki siempre han sido muy cercanos, un poco como tú y yo, reina B, y ella había visto cómo iba acumulando tensión y tensión y tensión y tensión. Niki le dijo que no pasaba nada, que eran imaginaciones suyas, que estaba bien, porque le daba tanta vergüenza no sentirse satisfecho con su vida, que era la envidia de todos los demás del grupo, que ni se creía con derecho a quejarse.
               »Hasta que yo volví.
               -No irás a decirnos en serio que Niki se dio cuenta de que es bisexual viéndote-ironizó Bey, poniendo los ojos en blanco y reclinándose en el asiento. Se echó hacia atrás, las piernas cruzadas, ancló el codo en el respaldo del sofá y apoyó la cabeza en la mano, negando despacio con la cabeza.
               -Pues sí y no, reina B. Por raro que pueda parecer, Niki nunca ha querido echarme un polvo. O, al menos, que yo sepa-me chuleé-. Es bastante discreto en ese sentido, así que no me extrañaría que se la hubiera cascado pensando en mí y sea capaz de fingir que no ha pasado nada.
               -Entonces, si no fue porque se sentía atraído por ti, ¿cómo se dio cuenta cuando tú llegaste?-preguntó Bella. Me relamí los labios.
               -Porque vio cómo nos comportábamos Perséfone y yo cuando estábamos juntos. El primer día del verano de mis quince años que pasé aquí, me dediqué a follar como un puto animal en celo con Perséfone. Todavía no lo habíamos hablado, pero los dos nos estábamos esperando y nos habíamos vuelto monógamos el uno por el otro sin tan siquiera consensuarlo.
               »Por supuesto, a nadie del grupo le extrañó. Ya éramos más o menos así cuando sólo nos enrollábamos, así que cuando follábamos la cosa no tenía por qué cambiar. El caso es que ese primer día pasó, y el segundo, y al tercero, Niki le mandó un mensaje a Perséfone preguntando si por fin podían contar con nosotros dos para hacer planes. Le dijo que me echaban de menos y que ya iba siendo hora de que presentara mis respetos al resto del grupo, y aunque yo tenía intención de hacerlo así, Perséfone le respondió medio en broma que puede que no me dejara salir de donde me tenía encerrado, y que quería disfrutarme ella sola un poco más.
               »Niki tardó cinco segundos en llamarla, y cuando Pers descolgó el teléfono, nos dimos cuenta de que estaba llorando.
               »-No sé qué me pasa, Pers-nos dijo, llorando a moco tendido, como el payaso de Scott cuando pierde el Manchester-. No puedo seguir así. No sé por qué no me basta con lo que tengo, pero esta no es la vida que yo quiero vivir.
               »Aunque en casa de Niki no había nadie con antecedentes de depresión o tendencias suicidas, a Perséfone y a mí nos bastó con escucharlo decir eso para vestirnos cagando hostias y salir disparados hacia su casa. Nos metimos en su habitación, yo me apoyé en la puerta para asegurarme de que nadie nos molestaba, y Perséfone se sentó con él en el suelo a abrazarlo mientras lloraba y nos pedía perdón por “habernos jodido el día”-hice el gesto de las comillas, poniendo los ojos en blanco”-, sea lo que sea lo que eso signifique. Perséfone le aseguró que no pasaba nada y que, fuera lo que fuera lo que lo tenía tan preocupado, a nosotros nos lo podía contar. Entonces, Niki levantó la vista, me miró, y dijo entre los dedos que todavía tenía tapándole la cara:
               »-Creo que no me basta con las chicas del instituto.
               »-¿Y a quién sí? Con todos los pibonazos que hay por ahí, ¿y tú quieres encontrar a tu mujer en el puto instituto?-le dije. Porque soy subnormal y no sabía cómo rebajar la tensión del momento.
               -No. Me refiero a que… creo que también me gustan los chicos-y eso lo dijo mirando a Perséfone, prácticamente como si le estuviera pidiendo perdón. Yo me quedé a cuadros un momento. Niki era como yo. Niki es como yo. No es como Logan. Y yo por aquella época tenía esta idea de que los gays son todos… no sé. Delicados. Frágiles. Seres indefensos que necesitan protección. Todo lo que Niki no era.
               -¿No te parece que eso es un poco homófobo?-preguntó Bey, alzando una ceja. Sostuve una mano en alto frente a su cara.
               -Quieta parada, Beyoncé. ¿Ves esa cabra marrón desquiciada dando brincos en la pista de baile?-pregunté, señalando a Sabrae-. Bueno, pues ya me está revisando los privis, cielo. No hace falta que también lo hagas tú.
               Bey se echó a reír, pero asintió con la cabeza.
               -¿Y cómo se lo tomó Perséfone?-preguntó Bella.
               -Bien. Mejor que bien. No trató de minimizar el dolor de Niki, porque había visto lo mal que lo había pasado y no quería menospreciar ese sufrimiento. Simplemente le cogió la cara entre las manos, le limpió las lágrimas con los pulgares, y le dijo:
               »-Como para que no te gusten. Cuando os hacen guapos, os hacen guapos con ganas.
               »Niki nos miró con alivio infinito a los dos. Creo que una parte de él tenía miedo de que le diéramos la espalda, de que lo hiciéramos todos en el grupo. Por eso se había callado y por eso lo había pasado tan mal.
               »-Pero así no es como deben funcionar las cosas-terminó diciendo-. Se supone que tengo que… escoger bando. ¿No?
               »-¿Quién lo dice?-le preguntó Perséfone.
               -¿Y tú qué le dijiste?-quiso saber Bey.
               -Le dije que si en un McMenú puedes pedir nuggets de pollo como complemento a un Big Mac es para que no tengas que elegir qué tipo de carne te quieres comer.
               Bella soltó tal carcajada que me hizo pegar un brinco.
               -Sabía que le habrías dicho alguna parida de las tuyas-se mofó Bey.
               -Pues mi parida funcionó, tía lista-contesté, haciéndole burla-. Niki y Pers se rieron y…
               En ese momento, un asteroide hecho de piel y seducción impactó contra mí, poniéndome las tetas en la cara un segundo antes de rebotar en mis piernas.
               -IT’S TOO HOT TO SLEEP-gritó Sabrae, poniéndome las manos en lo hombros e inclinándose hacia delante para darme un beso en la oreja-. I GOT THE SHEETS ON THE FLOOR, NOTHING ON ME.
               Saltó hacia atrás, aterrizando sobre sus cuñas, y tiró de mí para levantarme.
               -DISCULPA-bramó Bey, cogiéndome del brazo y tirando de mí para mantenerme en el sofá-. ¡Estamos en medio de algo aquí!
               Bueno. Siempre había sospechado que Bey y Sabrae acabarían peleándose por mí, pero creía que lo harían por mi polla y no por mi lengua. O sea… quiero decir, por mis cuerdas vocales. Mi lengua bien podía ser objeto de una pelea de gatas entre mi mejor amiga y mi novia.
               -¡Lo siento, Bey! Está sonando Jason Derulo, y me prometió que bailaría todas sus canciones conmigo. ¡No puedo bailarla sola! WHERE ARE MY KEYS?-cantó Sabrae, inclinándose con las rodillas dobladas, tirando más fuerte de mí-. CAUSE I GOTTA LEAVE, YEAH.
               -¡Por una canción no va a pasar nada, Sabrae!-insistió Bey, y Sabrae me soltó el brazo y la fulminó con la mirada.
               -Es nuestra canción. Todas las canciones de Jason Derulo son nuestra canción. Y si por un minuto te piensas que voy a dejar que le sigas pasando la pierna encima a mi hombre-enfatizó el “mi” como si fuera una maldición- mientras suena una de nuestras canciones y no dejas que venga a bailar conmigo, es que tanto pelo te está nublando la mente.
               -Porfa, Saab-suplicó Bella-. Alec estaba contándonos una historia súper interesante, y estábamos justo en la mejor parte…
               Noté que me ponía pálido. Joder. Jo.
               Der.
               Me incorporé como un lince y empecé a empujar a Sabrae hacia la pista de baile.
               -Vamos, nena. Vamos a bailar, venga.
               -¿Qué historia?-preguntó Saab, no obstante, que podía convertirse en un bloque inamovible a voluntad. No fui capaz de hacer que se moviera ni un milímetro, a pesar de que ya había cargado varias veces el peso de su cuerpo con los brazos mientras me la follaba-. ¿Qué libro te has empezado a mis espaldas?
               -Ninguno. Ninguno, ninguno, ninguno-ninguno-ninguno-aseguré, tirando de ella.
               -La historia de Niki. De cómo descubrió su orientación sexual-explicó Bella. Sabrae se estremeció, parpadeó despacio y se giró para mirarme.
               -¿Les estás contando la historia a ellas antes que a mí? ¡Eres un puto traidor, Alec! ¡YO ME TRAGO TU SEMEN! ¿Y así es como me lo pagas?
               -Me han liado. Yo no quería.
               -Ya, seguro…
               -Oh, venga, Sabrae, deja de ser tan puñetera. Posa el culo aquí y escucha-ordenó Bey, haciendo hueco en el sofá.
               -¡Eh! Ni se te ocurra hablarle así a mi novia, ¿me oyes, Bey?
               -¿O qué? ¿Me mirarás con deseo hasta que me muera?
               -No. No os cuento más de la historia y listo.
               -Qué hijo de puta…-escupió Bey, mirándome por debajo de las cejas.
               -Cierra la boca, Beyoncé. Alec, no le hagas caso-pidió Bella-. Porfa, vuelve aquí. Luego nos cuentas cómo te diste cuenta tú de que eras bi, Saab.
               -Qué bueno que lo preguntes, Bells, porque…-empecé, pero Sabrae se encogió de hombros.
               -Para practicar para besarme con chicos, me di besos con mi mejor amiga y sentí cosquillas en la boca del estómago. Ya está.
               Me la quedé mirando.
               -No me puedo creer que hayas sido capaz de resumirlo así cuando me escribiste una carta de cuatro folios cuando nos peleamos.
               -Tenía muchas cosas que decirte. Como tú. Venga, ¿qué me he perdido?-preguntó, haciendo sitio en el sofá para que yo me sentara, y pasándome no una, sino las dos piernas por encima. Le rodeé la cintura con el brazo, le puse una mano en el culo, y la levanté para sentarla encima de mí. Sabrae buscó la postura meneándose encima de mi polla, y sonrió cuando notó que se me ponía dura.
               -Como sigas en ese plan, no voy a poder seguir con la historia.
               -¿Quieres que te la quite de encima?-preguntó Bey.
               -¡No!-protestamos Sabrae y yo a la vez. Ella cruzó las piernas y se deslizó suavemente hacia mis rodillas, de forma que las tres chicas me rodeaban.
               -¿Alguien me hace un resumen?
               -A Niki le van las chicas y los chicos. Se lo confesó a Alec y a Perséfone en primer lugar.
               -¿Y ya está?-Sabrae hizo un puchero.
               -Hay algo más.
               -Ya te lo contará algún día, después de que echéis un polvo-Bey agitó la mano en el aire-. Sigue, Alec.
               Me aclaré la garganta, Sabrae se rascó la ceja y entrelazó las manos sobre su regazo. Intentando no mirar demasiado hacia sus piernas, y la forma en que colgaban seductoramente de las mías, continué:
                -Poder quitarse ese peso de encima con nosotros ya hizo mucho para mejorar el humor de Niki. Por supuesto, todavía había cosas con las que tenía que combatir: mismamente, la percepción que ahora tenía de sí mismo. Lo que os dije de Logan y su sensibilidad y la impresión que tenía yo de los gays se aplica perfectamente a Niki. Ahora que sabía qué era, tuvo una crisis de identidad todavía más gorda. Porque lo que él pensaba de sí mismo no encajaba con lo que pensaba de su sexualidad.
               -Pero con los chicos bisexuales no hay ese tipo de prejuicios. Quiero decir-Sabrae se apartó el pelo del hombro-, los bisexuales nos enfrentamos a nuestros propios prejuicios. Se nos percibe como con tendencia a la infidelidad, con problemas para comprometernos, y, en general, viciosos. Nunca he oído que a ningún chico bi se le catalogue de excesivamente sensible, o algo así.
               -Bueno, bombón, supongo que Niki no estaba tan al corriente de todo eso como lo estás tú. Creo que se lo tomó como “soy medio gay y medio hetero”. Que ya sé que está mal, pero… es como se sintió. No podemos cambiarlo, y juzgarlo ahora por sus errores del pasado no tendría ningún sentido.
               -No pensaba hacerlo. Cada uno lidia con su salida del armario como puede.
               -El caso es que Niki lo pasó bastante mal durante ese tiempo en el que estuvo tratando de asentarse en su sexualidad. Estuvo incómodo un tiempo en nuestro grupo de amigos precisamente por lo que os dije: dado que todos sabíamos quiénes éramos, y nos amoldábamos cada verano a la persona que éramos en Grecia, a él le parecía que cambiar su personalidad hasta el punto de que ya no se identificaba con todo lo que se suponía que era (el rompecorazones de grupo y la razón de que los demás no ligaran muchísimo más cuando yo me iba de vuelta a casa) iba a causar muchos problemas en el grupo. Yo creía que él exageraba, pero Sabrae habrá podido comprobar que son bastante más cerrados de lo que parece. Pueden sonreírte, tratarte bien y ser hospitalarios, pero van a tardar en considerarte uno de los tuyos.
               »Así que a esa sensación de estar traicionando a los demás tenemos que añadir la lucha interna que Niki tenía consigo mismo, rebelándose constantemente contra todo lo que él creía que era y todo lo que creía que suponía ser… bueno, un miembro de la mafia del alfabeto-hizo una mueca, y las chicas se rieron.
               »Por suerte, Niki estaba en uno de esos bajonazos cuando Perséfone lo pilló por banda y le preguntó qué le pasaba. Cuando le contó todo lo que le pasaba por la mente, Pers simplemente lo miró y le dijo que no había nada de malo en sentirse atraído por los tíos también, que eso no iba a cambiar lo que él era, ni lo que los demás pensábamos de él, ni le iba a hacer más femenino ni menos macho ni… en fin, todas esas cosas que se le pasaban por la cabeza mientras trataba de acostumbrarse a saber por fin quién era-me pasé una mano por el pelo y dejé las manos descansando allí un momento-. Le dijo que no debería preocuparse por su masculinidad, sino por su felicidad, y si aquélla no entraba en esta, pues que le jodieran a ser el más macho de todo Mykonos.
               -Perséfone me cae bien-comentó Bey.
               -A mí también-sonrió Sabrae, cruzando las piernas y mirándome a los ojos. Supe que lo decía en serio por la manera en que me sostuvo la mirada, y que una parte de ella se arrepentía de haber dejado que sus dudas, sus miedos y sus preocupaciones enturbiaran la opinión que había tenido de ella. Hasta que no habíamos llegado a la isla, lo único malo que sentía Sabrae hacia Perséfone era la envidia de quien prueba tu cuerpo después de que otra lo haya estrenado, pero con todo lo que le habían hecho pasar, sospechaba que Saab, muy a su pesar, había comenzado a odiarla.
               Y detestaba sentirse así con respecto a Perséfone, no sólo por mí y por lo importante que era para mí, sino por todo lo que le habían enseñado. Los años de Sherezade inculcándole que las demás chicas no eran competencia para ella, sino unas compañeras de viaje que sufrían lo mismo que ella, habían terminado en la basura. Toda la educación que Sher le había dado en la sororidad, en “nosotras antes, ellos después”, se había ido a la mierda por la forma en que las chicas la habían tratado, le habían hecho creer que yo le había mentido, por los fantasmas que habitaban en cada rincón de la isla y que hacían que ella pensara que ser la primera era lo que la hacía especial, en lugar de ser la única a la que yo le enseñaría mi pasado.
               -De hecho, ahora que lo pienso, Perséfone y tú os parecéis bastante en eso. Sois muy buenas aconsejando y consolando.
               -Quizá tengas un tipo, después de todo, sol-ronroneó Saab, inclinándose hacia mí y dándome un beso en los labios-. ¿Y qué pasó después? ¿Consiguió convencer a Niki?
               -Por supuesto. Niki dejó de comerse la cabeza en el acto y se dio cuenta de que, ¡sorpresa! Pueden gustarte los tíos y seguir siendo masculino. Podía ser bisexual y ser feliz. Así que tenía una excusa menos para no salir del armario.
               -Se está muy bien fuera-asintió Sabrae, y yo incliné la cabeza.
               -Mñé. Sí, y no. Es decir, nadie le ha dicho nada a Niki, por lo menos no en mi grupo, y desde luego, no delante de mí, ya que se quedarían sin dientes en el acto.
               »Lo cual no quiere decir que no estuviera nervioso cuando salió del armario. Tenía mucho miedo de que la relación con los chicos cambiara, y aunque algunos no se lo tomaron de la mejor forma al principio, enseguida les hice cambiar de opinión-comenté, distraído, mirándome el brazo y flexionando los músculos para sacar la bola del bíceps. Ellas rieron, aunque no se me escapó la forma en que la risa de Sabrae se convirtió en un suspiro cuando se mordió el labio, mirándome los músculos un poco más de tiempo de lo que debería.
               Pero no había problema. Es decir, es mi chica. Tenía mi permiso para mirarme todo lo que quisiera. Es más, sentía la necesidad de que me mirara tanto tiempo como horas tenía el día. Me habría preocupado si no se interesara.
               -Donde sí que no lo pasó del todo bien fue en el pueblo. Vive bastante gente mayor, ya sabéis. Generaciones y generaciones y generaciones de griegos que se han pasado la vida preocupándose de que la familia se perpetúe, de que no les quiten su cultura, y que los pocos extranjeros que llegan, se instalan y pasan a formar parte de la comunidad, no terminen borrando la identidad que tiene Mykonos. Cada isla es única en su especie a pesar de compartir la misma raíz y la misma bandera, ¿sabéis? Ese sentimiento de identidad, de “esto es mío, es único, y debo protegerlo” no es sólo una idea rancia que hay en mi pueblo. Empapa toda Grecia, y más todavía cuando se trata de nosotros por… bueno, ser ingleses-me encogí de hombros-. Los expolios, y tal. No nos lo perdonan. O no os lo perdonan-enfaticé-. Quizá por eso sean tan reacios a aceptar a Sabrae: escuchan el idioma que habla, el mismo idioma de las placas del British Museum con todas sus obras de arte robadas, y una parte de ellos no puede dejar de relacionarla con todo lo que Grecia le reclama a Inglaterra y de lo que Inglaterra pasa olímpicamente.
               »Pero, en fin, geopolítica y esas cositas-me froté la cara y suspiré-. Lo que quiero decir es que en un lugar donde la gente se conoce tan bien, desvelar un secreto tan gordo es poco menos que una traición. Nadie se lo esperaba de Niki; nadie había visto señales, Niki no tenía pluma, y… lo mismo que hizo que él tratara de convencerse de que sólo estaba confuso, o tenía una curiosidad extraña, fue lo que sorprendió tanto al pueblo. Ya sabéis lo que dicen: pueblo pequeño, infierno grande.
               »Con esto no quiero decir que mis vecinos lo trataran mal. Simplemente la relación que tenía con el resto de la gente cambió. A todos les costaba entender a qué se debía que el chico que tenía a todas las chicas del pueblo detrás decidiera que con ellas no era suficiente y que también le hacían falta los tíos. Porque, por si no os habéis dado cuenta, las madres y las abuelas de aquí se toman bastante a pecho que no quieras estar con sus hijas. Es como si las consideraras indignas de ti, o algo así, cuando simplemente es que no me gusta tu puta nieta, Elora-me froté la cara-. Eso no quiere decir que se vaya a morir soltera. Pero ellas no lo entienden de esa manera. Y que Niki anunciara que también le iban los tíos no sólo hizo que las madres de las chicas se pusieran en guardia, sino que también las de los chicos empezaran a preguntarse por qué Niki no elegía a nadie del pueblo. Por qué Niki se dio cuenta en el instituto, al que ni siquiera iba allí, sino en la ciudad.
               »Y si bien no fue ni mucho menos una caza de brujas, la situación para él se volvió incómoda. Las miradas raras se notan más en los ojos que ya conoces. Cuando yo volví al verano siguiente, con 16 años, las aguas habían empezado a encauzarse, pero todavía había gente que decía que Niki tenía “eso”-hice el gesto de las comillas, a lo que todas fruncieron el ceño- y que “había que quererlo” porque, en el fondo, era un buen chico. Y yo como… no. Perdona. Hay que quererlo, no. La cultura que tanto protegéis aceptaba lo que es Niki. ¡Joder! Zeus se folló a una chavala convertido en un toro y es el rey de los dioses. Los dioses antiguos eran bisexuales y no había ningún problema. El problema vino con el cristianismo. ¿Por qué mataron a Jesucristo? ¡Porque estaba intentando imponer una religión aburridísima en la que no se podía hacer nada!
               -¿En serio les dijiste eso?-preguntó Bella, y yo la miré y asentí.
               -Me puse como una fiera con una de las amigas de mi abuela cuando le escuché decir eso. Casi me la como. Dejó de dirigirme la palabra durante 3 semanas, pero mereció la pena-me chuleé. Bey miró a Sabrae.
               -Espero que se la chupes a conciencia la próxima vez que te arrodilles frente a él.
               -Si ya me costaba antes…-sonrió Saab, inclinándose y dándome un beso.
               -Y entonces…-hice una pausa para aumentar el dramatismo, y las chicas contuvieron el aliento-, llegó un ferry.
               »Puede que nuestras familias se dedicaran a arramplar con todo lo que veían aquí, pero, creedme, no consiguieron llevarse lo suficiente como para que Grecia dejara de ser un icono de la cultura clásica. Todos los veranos llegan a nuestras costas tanto turistas armados hasta los dientes con cámaras de fotos, mapas y diccionarios, como estudiantes que van a pasar un poco más de tiempo con nosotros, pero que vienen por el mismo motivo.
               »El protagonista de nuestra historia había venido precisamente por eso. Había venido desde Suecia para empezar con una tesis sobre no sé qué guerras, y quería aprovechar los últimos días de estancia en Grecia para hacer turismo como una persona normal, y llegó a Mykonos buscando lo mismo que buscáis todos los que venís: playa y sol. Tal vez un poco de submarinismo. Si hay suerte, sexo-miré a Sabrae, que no pudo evitar que una de las comisuras de su boca se elevara en una sonrisa.
               »Y, además, se encontró a Niki. Nos cruzamos con él en el puerto; había venido a ver los mosaicos del paseo marítimo y necesitaba un cajero, así que vino a preguntarnos porque para nada éramos increíblemente intimidantes-sacudí la cabeza y ellas volvieron a sonreír-. A mí ni siquiera se me pasó por la cabeza que pudiera pasar hasta que pasó, pero el caso es que cuando vi la cara que puso Niki al verlo…-no pude evitar sonreír-. Cuando todos lo vimos… en fin, nos faltó tiempo para invitarlo a que se viniera con nosotros, que se quedara a comer, a cenar, a dormir, o a vivir. Fue un flechazo de los gordos, como los de las pelis. Bastante parecido a lo que le pasó a Iria con Bastian-especifiqué, y Sabrae asintió-. Pero todavía más intenso. Supongo que era también porque era el primer chico con el que veíamos a Niki, el primer chico que a Niki le gustaba lo suficiente como para que le diera absolutamente igual todo lo que decían de él en el pueblo con tal de estar con él.
               »Estuvo menos de una semana, pero esa semana fue bastante para que las malas lenguas que aún quedaban (por suerte, pocas) se callaran definitivamente, porque hay que ser muy mala persona para criticar a alguien que resplandece como Niki lo hacía.
               -¿Cómo se llamaba?-preguntó Bella, que me había cogido la mano sin yo enterarme.
               -Taekwondo.
               Se me quedaron mirando, perplejas.
               -Es que era asiático-expliqué. Bella soltó una risita; Bey puso los ojos en blanco y sonrió. Sabrae, en cambio, se limitó a fulminarme con la mirada.
               -No tiene gracia, Alec.
               -Sí que la tiene.
               -Si Shasha se entera de lo que acabas de decir… estoy flipando-hizo amago de levantarse, pero yo la agarré bien de la cintura para que no se pudiera mover.
               -Le tomábamos el pelo llamándolo así. Si te soy sincero, no me acuerdo de cómo se llamaba. Su nombre era bastante complicado, a decir verdad. ¿Me perdonas?
               Sabrae puso los ojos en blanco, y asintió con la cabeza cuando le di un beso en el hombro y le gorgoteé “porfi”.
               -¿Y qué pasó después?
               -Se fue. Se le terminaba el tiempo y la pasta, y se tuvo que ir. Quería seguir con su investigación, y no podía quedarse en Mykonos en un invierno infinito, así que Niki lo acompañó al aeropuerto. No se prometieron que se esperarían ni que se escribirían ni que se serían fieles, porque ni el extranjero quería eso de Niki ni Niki estaba dispuesto a renunciar otra vez a lo que acababa de descubrir. Simplemente se despidieron y siguieron con sus vidas, creo que sin saber lo importantes que fueron para mi amigo. Porque aunque él tuviera el corazón roto, llevaba meses sin sonreír como lo hacía. Ahora que por fin sabía exactamente qué era, y lo mucho que le gustaba serlo, tenía un poder al que no pensaba volver a renunciar.
               -¿Entonces…?
               -Entonces se volvió el fuck boy que habéis visto esta tarde y que se ha llevado a Logan a Dios sabe dónde-sonreí-. Pero por lo menos es él. Y es feliz así, disfrutando de su sexualidad igual que yo lo hacía de la mía.
               -¿Hacías?-preguntó Sabrae, alzando una ceja, y yo sonreí y le di otro beso en el hombro.
               -Bueno, bombón… dado que no estoy dentro de ti ahora mismo, yo diría que no estoy disfrutando de mi sexualidad.
               -Sois asquerosos-se rió Bey, pero Bella suspiró, mirando la pista de baile con melancolía, con los ojos fijos en Max, que seguía charlando con Jordan mientras éste protegía a Karlie y a Tam.
               -Adoro las historias con finales felices.
               -Yo también. No son comunes-añadió Sabrae-, y menos entre la mafia del alfabeto.
               -Las mafias son peligrosas, bombón.
               -Eres más tonto…
               -A mí me da un poco de pena. Tarda mucho en aceptar quién es, y cuando por fin lo hace, la persona que le hace sentirse cómodo apenas está unos días con él.
               -Pero no dejó de sentirse cómodo cuando se marchó. Todo el pueblo se volcó con él. Lo pasó bastante mal cuando se fue, no os voy a engañar, pero le gustó sufrir de una forma normal. Por una vez, Niki estaba recorriendo un camino que muchos otros antes que él habían recorrido antes. No tenía que abrir ninguna senda, sino seguirla.
               »Además, tenía a Perséfone. Estaba dispuesta a volcarse a fondo mucho con él para impedir que desanduviera el camino que había andado hasta ahí. Por suerte no hizo falta. Me mantuvo informado en todo momento, y Niki no hizo más que mejorar desde que superó aquello. Ni siquiera se volvió cínico, como le pasó a Scott. Siempre ha llevado el corazón en la palma de la mano, pero siempre había algo que llegaba antes…
               -Hasta hoy-adivinó Sabrae, y yo asentí con la cabeza.
               -Perséfone parece una tía genial. Es una pena que no esté. Me habría encantado conocerla-comentó Bey, apartándose un rizo de la cara y balanceando los pies.
               -A mí también-dijo Sabrae.
               -Ella se moría de ganas de conoceros-respondí, y era verdad.
               Me vi catapultado de nuevo a aquella habitación de hotel en Roma, el vapor de la ducha cubriendo la habitación con una cálida bruma, las sábanas humedeciéndose ligeramente mientras yo esperaba a que Pers me cogiera el teléfono. La foto del Big Ben había sido una provocación que en cualquier momento habría salido genial, excepto justo en aquel, en el que yo no estaba en el país… y, de hecho, me iba rumbo al suyo.
               Me torturó durante unos largos cuatro tonos antes de descolgar.
               -¿Qué pasa, extranjero?-saludó. El sonido del tráfico de Londres era un fondo raro para su voz, pero ahí estaba.
               -¡Zorra!-festejé-. ¿Dónde estás? ¿Es que acaso se ha abierto la veda por fin en Mykonos y has tenido que salir por patas del país? ¿O te has enterado de que iba y has decidido que no quieres verme?
               -¿Y tú? ¡Vas y sales del país cuando yo voy, CABRÓN!
               Sabrae me miraba con interés mal disimulado, pero sabía que yo no podía pasar al inglés sólo para que ella me entendiera. Además, se estaba perdiendo gran parte de la conversación por no poder oír a Perséfone, así que…
               -He estado en tu casa esta tarde. ¡Menudo antro en el que vives! Flipo bastante, la verdad. Y eso que vas de héroe de clase obrera. Annie me ha ofrecido quedarme a dormir unos días, pero estoy con mis amigas y no puedo dejarlas colgadas.
               -No has visto mi cama, ¿a que no? Seguro que cabéis todas. Me aseguro de que todo esté acorde a mi tamaño.
               Perséfone se echó a reír.
               -Seguro que sí. Oye, me ha dicho que vas a casa. ¿Cuánto tiempo vas a estar?
               -No mucho. Una semana, más o menos. Quiero enseñarle todo a Sabrae, pero poco a poco. Si nos apetece ir a la playa, tampoco la voy a meter en un bus y obligarla a hacer turismo. Confío en que coincidiremos, ¿no? Todavía me quedan un par de días para ir a Mykonos.
               -Mm.
               -¿Qué pasa?
               -Voy a hacer interraíl con mis amigas, Al. De hecho, salimos desde aquí. Ya sabes, por la universidad.
               -¿Has entrado en Veterinaria?
               -¿Acaso lo dudabas?-preguntó, chulita, y yo me reí.
               -Supongo que es momento de que me empiece a preocupar por la zoofilia, ¿verdad?
               -Contigo estoy servida. Oye, ¿hay alguna forma de que coincidamos a medio camino? ¿Praga, quizá? Está razonablemente a media distancia entre los dos.
               Chasqueé la lengua.
               -Lo siento, nena. No puedo hacerle eso a mi madre. Está contando los días que me quedan en casa antes de pirarme al voluntariado.
               -Oh, claro. Tienes razón. Tenemos que aprovechar. Pero bueno, basta de hablar de nuestras responsabilidades. Me ha dicho un pajarito que estás de luna de miel-escuché la sonrisa en su boca y puse los ojos en blanco.
               -¿Cuánto has estado en casa?
               -Annie me ha invitado a un delicioso té inglés. No es como los nuestros, pero da el pego.
               -Me imagino. Síp. Me he venido con Sabrae. Y con mi hermana y una amiga. Eleanor, ¿recuerdas?
               -¿La que estaba pillada por Scott?
               -Ajá.
               -Sí, la tengo localizada.
               -Estamos haciendo ruta por toda Italia. Ahora mismo estamos en Roma. Nos queda Pompeya, Milán, Capri y Siracusa.
               -Uf, Capri-ronroneó-. La única razón por la que yo cruzaría el Jónico. Claro que no se compara a Mykonos.
               -En Capri, que yo sepa, no hay tantas zorras sueltas como hay en Mykonos.
               -Ja, ja. Me parto. Seguro que has organizado todo eso para que yo no conozca a la legendaria Sabrae. Debes de cagarte de miedo pensando en que nos pongamos a intercambiar opiniones de ti.
               -¿Por? Sé que todas serían buenas.
               -Pobrecita. Me da hasta pena, fíjate.
               -¿Quieres que te pase a Sabrae para que ella misma te cuente lo bien que la trato?
               -Por tentadora que suene la idea, creo que prefiero que el primer contacto sea en persona. ¿De verdad que no hay manera de que coincidamos? ¿Ni en un aeropuerto? Me tiene tan hypeada el hecho de que haya conseguido que uses las historias en Instagram que me cuesta decidir si he venido a Inglaterra para ver el Big Ben o verla a ella.
               -¡Eh! ¿Y a mí qué?
               -A ti ya te tengo muy visto. Me aburres, Alec.
               Me eché a reír.
               -Siempre puedes cancelar tu viaje y venirte unos días antes a casa para conocer a mis amigos. Vienen todos.
               -¿Todos, todos? Tentadorrrrrrrr-ronroneó-. Puede que me lo piense. ¿Hay alguna posibilidad de que tú te pires y ellos se queden?
               -Espero que no me hayas llamado para insultarme.
               -Me has llamado tú, Al.
               -Mierda, es verdad. Perdona, es que Sabrae está tumbada leyendo en la cama, con una camiseta mía y las piernas desnudas, y no respondo.
               -Qué enamorado suenas hablando de ella-suspiró con teatralidad-. Tal vez adelante mi vuelo sólo por ella.
               Me había echado a reír y le había preguntado qué tal el viaje; ella me preguntó por el mío, y después de que sus amigas le llamaran la atención por dejar a medias una cena fue cuando por fin colgué y regresé con mi chica.
               El tiempo que habíamos pasado hablando, anclándonos el uno al otro a través del teléfono, me demostró que a Perséfone también le habría encantado estar esa noche con nosotros. Me descubrí echándola de menos a pesar de que creía que eso no sería posible, y menos estando Sabrae en Mykonos, pero, ¿realmente estaba Saab visitando la isla en condiciones, si no había conocido todavía a la chica que nos había ayudado a algunos a considerarla un hogar?
               Saab jugueteó con mi pelo, apartándome cariñosamente unos mechones que me caían sobre los ojos.
               -Tenemos toda la vida para conocernos, sol-me recordó, leyendo mis pensamientos como quien lee un libro abierto. Le sonreí, asentí con la cabeza, y me la acerqué para besarla. Bella suspiró, adorando que nos pusiéramos domésticos y cariñosos en un lugar abarrotado de gente, alcohol y drogas.
               El momento dulce duró poco, no obstante. Como el protagonista indiscutido que era, al menos esa noche, Niki se las apañó para aparecer justo cuando las chicas ya conocían su historia al dedillo. Logan y él se abrieron paso entre la gente, el pelo revuelto, los ojos brillantes y sendas sonrisas bobas en los labios.
               -¡Eeeeeeeeeeeeeeeyyyyyy! ¿Qué pasa, chavales? Bueno, chavalas y Alec-se corrigió, al ver que eran todo chicas salvo yo-. Qué fiestón, ¿no?-se pasó las manos por el pelo dorado, retirándolo hacia atrás como buenamente pudo. Logan se relamió, mirándole los dedos.
               -Para algunos más que para otros. Log, abróchate la bragueta-le guiñé un ojo a mi amigo, que se rió y se subió la cremallera.
               -Bueno, ¿qué os contáis? Parecíais estar pasándooslo de lo lindo, ¿nos hemos perdido algo?
               -Nada en especial. Estábamos marujeando sobre tu vida-respondí, mirándome las uñas con aburrimiento. Niki abrió la boca, exhaló un jadeo y sonrió.
               -¿Les hablaste de mi impresionante lista de conquistas, la última el tío más guapo de toda Inglaterra? El tío no hetero, Alec-añadió-. No queremos que ese ego tuyo se resquebraje un poquito más. ¿O tal vez sobre mi impresionante futuro universitario en el continente? ¡Puede que sobre mi carrera política!
               -Más bien el a gay in the making.
               -Ah-Niki rió-. ¿Tengo que cobrarte derechos de autor?
               -Alguien debería escribir tu historia, Niki-opinó Bella-. No se merece estar en un cajón.
               -Amor, ¿con esta cara?-sonrió Niki, pasándose una mano por la mejilla-. Un libro no me haría justicia. Necesitaría una película. Una serie, si Hollywood le tiene demasiado miedo al éxito.
               -Sí, un remake de Dumbo en el que el circo sea más protagonista estaría genial. Deberían llamarte.
               Logan se dejó caer en el sofá, la sonrisa aún en la boca, y la forma en que Niki no pudo evitar también una cuando lo miró me hizo pensar que puede que Mykonos le hubiera abierto sus puertas a alguien que me había traído, después de todo. Solo que no era quien yo esperaba.
               -Bueno, ¿qué, ingleses? ¿Os vais a quedar aquí sentados toda la noche o vais a disfrutar de la vida? Alec, ¿jugamos al yo nunca?
               -Joder, ¡claro que sí!-clamé, incorporándome y dejando a Sabrae en el suelo-. Saab, trae a tu hermano. Vamos a hundirle la vida. Hoy alguien acaba con un etílico. Y me da a mí que va a ser él.
               -Díselo, Al. Enséñales a estos cómo lo hacemos a orillas del Mediterráneo.
               -¿Por qué me da la impresión de que alguien en este sofá ya sabe cómo lo hacemos a orillas del Mediterráneo?-ironicé, mirando a Logan, que me hizo un corte de manga con el que dividió su sonrisa en dos mitades perfectas. Niki se echó a reír.
               -Creía que entre caballeros no se hablaba de esas cosas.
               -Suerte que tú y yo seamos dos de los tres golfos oficiales de este local.
               -¿Quién se supone que es el tercero?
               Le dediqué una sonrisa oscura a Niki.
               -Las chicas ya conocen tu historia. Es hora de que tú descubras la de Scott. Y, créeme...-le rodeé los hombros con el brazo-. No hay nada mejor para sacarle todo lo que ha hecho que unos vasos de chupito. Da gracias de mi sangre rusa, chaval-le di un beso en la mejilla-. Soy tan buen amigo que me aseguraré de que llegáis bien a casa después de daros la paliza de vuestras vidas.
               -Un respeto, chaval. Estás en mi puto país.
               -Puede. Pero se te olvida algo.
               -¿El qué?
               -El futuro me pertenece. Y ahí entran las próximas horas… aunque jamás las vayas a recordar.

 
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2 comentarios:

  1. BUENO, LA HISTORIA DE NIKI HE CHILLADO Y ME HA ENCANTADO.
    Es un personaje que me ha gustado mucho, espero que vuelva a aparecer en la historia en otro momento una vez se marchen de Grecia.
    Por otro lado el momento de Jordan y Alec mensajeandose me ha matado de la risa y ya Bey llegando para espantar a la otra tipa mira no he podido reírme más y que ilu cuando han puesto la cover de CTS ��
    Pd: estoy esperando la pedida como agua de mayo de vd que esto es un sin vivir

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  2. Me ha gustado mucho el cap!!! comento cositas:
    - -Me ha encantado que pusieran la cover de cts y que hayan llamado emocionadísimos a Layla y a Chad MÁS.
    - “Estaba pensando en lo eterna que pareces” lo de este chaval es una cosa.
    - Que risa Alec y Jordan mandándose mensajes jajajajja
    - Siempre lo digo, pero adoro la amistad de Alec y Bey
    - “- ¿El agua está seca? / - pasas demasiado tiempo con los Malik, me temo.” Me descojono JAJAJAJAJAJAJ
    - Bella y Bey picando a Alec buenísimo.
    - Me ha ENCANTADO la historia de Niki (y Niki en general por supuesto jejejeje), tenía muchísima curiosidad por él.
    - Con el final HE CHILLADO osea que risa Alec hablando de Scott a Niki, lo de golfos oficialesy que guay la frase final “El futuro me pertenece. Y ahí entran las próximas horas… aunque jamás las vayas a recordar.”
    Deseando seguir leyendo el viaje interminable jajajajaja <3

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