domingo, 9 de enero de 2022

Quimeras.


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La pobre Bella no se animó a abrirse con nosotras hasta que el camarero no hubo desaparecido en el interior del restaurante en cuya terraza nos habíamos sentado. Lucía un sol luminoso en el cielo, de ese tipo de soles imponentes que sin embargo son gentiles con tu piel, y en lugar de arañártela para arrancarte un bronceado te la van acariciando hasta conseguir que tu piel parezca besada con él, tostada a fuego lento; y con la brisilla se deslizaba por el mar, no podía pensar en un sitio en el que pudiéramos estar más a gusto, que fuera mejor para volcar tu corazón sobre la mesa, o para confundirlo con el paraíso.
               Excepto, por supuesto, porque me faltaba una persona importantísima. Si no fuera por su ausencia, habría creído que estaba en el cielo.
               -Chicas…-susurró con timidez, una timidez casi virginal. Parecía salida directamente de un cuadro renacentista, con su pelo ondeando suavemente al viento, siempre indómito ante todos los intentos de ella de capturarlo tras sus orejas. Bey y Karlie cerraron la boca inmediatamente, girándose para mirarla y demostrarle que teníamos toda su atención. Bella se revolvió en el asiento, escondiendo las manos entre sus piernas, se mordió el labio y se aclaró la garganta antes de atreverse, por fin, a continuar-. ¿Puedo pediros opinión sobre una cosa?
               -Claro-dije yo, dándole la vuelta a mi móvil para ignorar los mensajes de mis amigas, que no paraban de insultarme por las fotos y vídeos que estaba subiendo a Instagram, y que me aseguraba de enviarles para que se murieran de envidia… aunque me habría encantado que estuvieran allí, conmigo. Claro que sabía que eso era demasiado pedirle a Alec, no sólo porque la relación con mis amigas no era la misma que la que mantenía con sus amigos (evidentemente), sino porque el espacio en casa era extremadamente limitado… y no quería tener que obligarlo a ofrecerse a dormir en otra habitación para que las chicas y yo pudiéramos apretujarnos en la cama de la suya.
               Había un límite que ninguno de los dos estaba dispuesto a traspasar, y era el de dejar de dormir juntos. Bastante nos había costado ya separarnos cuando llegamos a la ciudad, pero sabía que era por un bien mayor.
               Él me había cogido de la cintura mientras los chicos se iban alejando, reticente a dejarme ir, y se había balanceado suavemente de un lado a otro, como si estuviéramos bailando al son de un ritmo que no flotaba más que entre nosotros. Se relamió los labios y sus ojos se hundieron en los míos, explorando en mi interior en busca de una forma de conseguir quedarse conmigo, o que yo me quedara con él.
               -No te he traído a Mykonos para separarme de ti. No necesito descansar de ti-murmuró, apartándome de la cara un mechón de pelo que se me había soltado de la trenza, y colocándomelo tras la oreja. Dejó sus dedos un momento ahí, en ese rinconcito de piel escondida, antes de volver a bajar de nuevo la mano a mi cintura.
               -Yo tampoco necesito descansar de ti-respondí, acariciándole los brazos. Qué alto era. Qué guapo. Cómo resplandecía bajo ese sol, como si se alimentara de él, recargando su energía con lo que se reflejaba en el Mediterráneo para luego calentarme las noches, las mañanas de tormenta, la vida entera.
               -Podemos… podemos dejar que exploren e irnos nosotros por ahí…-comentó, más para sí mismo que para mí, pero yo negué con la cabeza.
               -Tienes que ir con ellos, Al. Y yo tengo que ir con ellas.
               -Diana se viene con Tommy.
               -Diana lleva varios días sin estar con Tommy. No han podido disfrutar de la isla como lo hemos hecho nosotros-traté de razonar con él, como quien le explica a un niño por qué se tienen que mudar, dejar de ver a sus amigos.
               Alec hizo amago de poner los ojos en blanco, se pasó la lengua por las muelas, y suspiró.
               -Si te sirve de consuelo-le dije-, ya no estoy segura de que fuera tan buena idea invitar a los chicos a venir.
               Sonrió.
               -Eres mala, ¿sabes?-contestó, dándome un beso en la frente y murmurando tan bajo que apenas lo conseguí oír por encima del ruido de la ciudad ajetreada, las gaviotas serpenteando en el aire y las olas en la distancia-. Intentaré abreviarlo lo máximo posible.
               -¿Me lo prometes?
               -¿Hace falta?
               -Tú siempre cumples tus promesas. Y necesito que lo de hoy sea más verdad que nunca.
               Soltó una risita por lo bajo que no pude evitar adorar, y cuando me puse de puntillas para darle un último beso de despedida, ignorando las burlas de sus amigos, noté que Alec me enganchaba el meñique con el suyo. “Te lo prometo”, decía ese gesto.
               Y yo me morí de ternura.
                Dado que no íbamos a visitar los mismos sitios, e incluso comeríamos separados, había decidido comportarme como lo hacía cuando él y yo no estábamos juntos: documentando absolutamente todo lo que hacía para no tener esa sensación de oscura separación.
               Pero también sabía que me necesitaban en el presente.
               -Lo que necesites, Bells-dijo Eleanor, estirando la mano y dándole un toquecito en el brazo. A ella no le había costado tanto separarse de Scott, supongo que porque estaba más acostumbrada a tener que seguir un camino separado del de mi hermano. La promoción de la gira que iban a empezar en unas semanas estaba siendo una locura, y muchas veces ella y Chasing the Stars no coincidían en las entrevistas, por mucho que hubieran salido del mismo programa, de manera que Eleanor se volvía más independiente.
                -¿Y me prometéis que lo que hablemos ahora no saldrá de aquí?-inquirió la interpelada, mirándonos a todas una por una. No se me escapó la forma en que se detuvo un poco más en mí, como si quisiera que le confirmara que no hablaría de lo que fuera que quisiera hablar con Alec.
               Yo no estaba muy por la labor de darle un cheque en blanco, pero, sospechando de qué iba a versar la conversación, asentí con la cabeza.
               -Claro. Los chicos no tienen por qué enterarse de nada de lo que hablemos. Apenas merecen derechos…-comenté para quitarle hierro al asunto, y las chicas se rieron.
               -¿Alec tampoco los merece?-preguntó Tam, alzando una ceja, y yo clavé la vista en ella, sonrojándome y sonriendo a la vez. Lo que habíamos hecho la noche anterior todavía estaba demasiado reciente en mi cuerpo, las huellas de sus dedos allí donde me había tocado aún me ardían, y si me concentraba, todavía podía escuchar el sonido de su respiración acelerada mientras entraba en mí, bajo el arrullo de las olas lamiendo el muelle.
               Lo de la noche anterior había sido increíble. No tenía otra manera de describirlo que diciendo que no parecía real, que se acercaba más a un sueño que a nada que hubiera vivido antes. Habíamos hecho el amor tantas veces ya que parecía imposible que alguna de esas veces fuera más especial que las demás, pero tener su rostro tan cerca del mío, su respiración lamiéndome la piel, sus manos acariciando mis curvas, dándole sentido a mi cuerpo y cosechando placer de rincones que parecían yermos era pasar al siguiente nivel. Me había sorprendido, incluso, que no diluviaran estrellas fugaces sobre nosotros: que aguantaran en el cielo, conformándose con la distancia, sin probar el sabor a agua de mar y luz de luna que desprendía su cuerpo me parecía todo un logro rayano en la temeridad.
               Caí en la cuenta en ese momento de que Alec no estaría conmigo cuando fueran las Perseidas. Que, por un instante, el cielo se derramaría sobre nuestras cabezas y yo no podría decirle que por fin habían sucumbido a la tentación de tratar de acercarse a él.
               ¡Cuánto iba a echarlo de menos! Hacer el amor y no hacer nada con él; darnos mimos o voces, separarnos y acurrucarnos. No sabía cómo iba a sobrevivir a estar apartada de Alec, lo que sí sabía es lo mucho que me dolería, y que el único consuelo que iba a encontrar durante su ausencia eran mis recuerdos, la certeza de que alguien así no podía ser producto de mi imaginación. ¿Cómo no iba a ser creyente, si cada vez que tomaba mi cuerpo, me hacía sentir como si participara de su propia divinidad?
               No, Alec no merecía derechos. Alec se merecía una religión para él solo.
               -Prefiero acogerme a mi derecho a no declarar-contesté, dando un sorbo de mi San Francisco sin alcohol. Habíamos tardado mucho en decidir lo que queríamos tomar para comer, pero muy poco en pedir la bebida. Yo había tenido que conformarme con cócteles sin alcohol, si es que a poder pedir todos los San Franciscos que quisiera sin tener que preocuparme de emborracharme gracias, o por culpa de, mi minoría de edad, podía llamársele “conformarse”.
               Todas rieron; Bella incluso sonrió, un tanto que me permití anotarme, sólo por haber conseguido consolarla en algo que la tenía muy preocupada.
               -¿Habéis notado que Max… está un poco… raro conmigo?
               Hizo un barrido por toda la mesa, analizando las expresiones de todas. Esta vez, se detuvo un poco más en las gemelas y Karlie, que torció ligeramente la boca y se inclinó hacia delante para preguntar:
               -¿Raro en qué sentido, corazón?
               No sabía si el hacer que Bella verbalizara sus problemas de forma más explícita sería una buena forma de afrontar la conversación, pero ya habíamos elegido el camino y no había vuelta atrás.
               -Pues veréis…-se apartó el pelo de la cara y se quedó callada cuando uno de los camareros nos trajo unas cestitas de mimbre con trozos de pan rústico. La única que cogió su parte fue Shasha, que se dedicó a desmenuzarlo sobre su plato y comenzó a rumiarlo como una cabra en el monte, con sus ojos saltando de un lado a otro. Era lo bastante cotilla como para querer poner la oreja, pero demasiado joven todavía para entender por qué las chicas nos poníamos a susurrar sobre nuestros chicos cuando teníamos que hablar de algo que no nos gustaba de ellos. Afortunadamente, Shash todavía no sabía de la valentía que tenías que tener para hablar de algo que te preocupaba, algo que ni siquiera sabías si eran imaginaciones  tuyas o no. Shash todavía se fiaba de su juicio, todavía no le habían comido la cabeza con que, a su edad, su percepción del sexo contrario no era fiable. En casa procurábamos que siempre se fiara de su instinto, pero hasta yo había terminado cayendo en ese error de vez en cuando, creyendo que las cosas que Alec hacía sin pretender hacerme daño no eran más que culpa mía por el simple hecho de tomármelas a mal-. No sé si son imaginaciones mías, por eso os lo pregunto, pero llevo notando a Max un tanto… frío y distante conmigo desde, bueno… creo que desde que me dijo lo de hacer este viaje. Quiero decir… me insistió mucho en que viniera, en que no iba a estar acoplándome ni nada, que Alec y tú-me miró con sus preciosos ojos almendrados, las cejas arqueadas en un gesto de súplica- habíais sido los que habíais propuesto que viniera…
               -Y así es. Eres súper bienvenida, Bells-aseguré, estirándome y dándole un suave apretón en la mano. Ella sonrió a modo de agradecimiento.
               -El caso es que en un principio pensé que había insistido en que vosotros habíais insistido para que yo no sintiera que estaba tratando de meterme en el grupo con calzador, y me gustó que llegara al punto de “convencerme”-hizo el gesto de las comillas- para que viniera, pero ahora ya no estoy tan segura de haber interpretado bien sus intenciones. Es decir… si tantas ganas tenía que viniera, sería más cercano conmigo, ¿no os parece? Apenas hemos estado a solas desde que llegamos, y todos los que tenéis pareja habéis encontrado excusas de sobra para tener un poco de intimidad, y… no sé, quizá se me esté yendo la olla…
               -¡De eso nada!-dijo Bey, dando un suave golpe en la mesa para atraer su atención. Todas nos giramos-. No se te está yendo para nada la olla, Bella. No dejes ni por un segundo que la responsabilidad de lo que él te hace recaiga sobre tus hombros, y no sobre los tuyos.
               -Eso suena a frase que deberías haber dicho tú-comentó Shasha, metiéndose la miga del pan en la boca. Abrí la mía para responder, pero Mimi se me adelantó.
               -Sí, pero Saab ahora está con mi hermano, así que ha perdido el criterio completamente. La nueva líder espiritual del feminismo es Bey.
               -Es que… Saab-Bella se volvió completamente hacia mí, enredando los dedos como si estuviera deshaciendo un nudo extremadamente complicado en una ajustadísima prueba de escapismo-, no quiero que te parezca mal, ni que te tomes esto como un ataque, porque me caes súper bien y me pareces una chica de diez, pero… no puedo evitar fijarme en que Alec se comporta contigo como Max solía comportarse conmigo. Pero eso ya no es así. A vosotros se os ve tan bien juntos…
               -Bueno, nosotros también tenemos nuestros momentos-respondí, cogiendo un trozo de pan y cortándole un pedacito con los dedos-. Hoy mismo casi nos peleamos, pero es que somos muy temperamentales los dos. Buenos nos hemos ido a juntar-puse los ojos en blanco, y luego, sonriendo, añadí-: ¿una Tauro y un Piscis? Peligro.
               -Eres un cielo tratando de hacerme sentir mejor, de verdad, pero es que… por favor, decidme que os habéis fijado en cómo Alec ha estado a esto-juntó los dedos índice y pulgar- de decirles a los chicos que se fueran solos sin él y pedirnos que le dejáramos acompañarnos sólo para no separarse de Sabrae.
               Hubo un murmullo general de aprobación, en el que por supuesto participé. Claro que quería hacer que Bella no se sintiera mal, pero peor sería negar lo innegable. Alec y yo nos habíamos encargado de dejar bien claro qué nos parecía que nos hicieran separarnos; seguro que no había nadie en la isla que no supiera ya de lo nuestro.
               -Vale, pues Max apenas me dijo “chao, Bell”, antes de irse prácticamente corriendo. Parece que no quiera estar conmigo. En el aeropuerto…
               -Lo vimos-dijo Eleanor, asintiendo con la cabeza. Era mejor que Bella no tuviera que hurgar en la herida para mostrarnos hasta qué punto le dolía.
               -Pues lleva así desde que llevamos. Y, no sé… me siento rara, porque no sé muy bien a qué atenerme.
               -Pero, ¿esto es desde que habéis llegado a Mykonos o desde antes?-preguntó Karlie-. Porque quizá le agobie algo de la isla. O puede que se sienta mal porque tengamos que dormir amontonados y vosotros tengáis una habitación para vosotros dos solos.
               -Alec y Sabrae también tienen una habitación para ellos dos solos-respondió Tam.
               -Es por vuestro bien. Creedme, no queréis escuchar las barbaridades que le digo a Alec mientras lo hacemos. Mamá me desheredaría si se enterara de cómo le suplico-aseguré.
               Bella abrió la boca para contestar, la cerró, hizo sobresalir su labio inferior mientras pensaba, y luego, miró a Karlie.
               -Lo noto raro desde la graduación. Bueno... la verdad es que yo también llevo sintiéndome un poco mal desde entonces. O sea-me miró con ojos de cachorrito abandonado, y yo agité la mano en el aire.
               -Critícame, nena. Soy negra, bisexual, un poco gordita, y para colmo soy una de un famoso que no es blanco. No vas a decir nada que el mundo no me haya gritado ya.
               -Alec te llevó a la graduación.
               -A Alec le encanta que le presten atención, y sabía que plantándose allí conmigo sería un éxito asegurado-bromeé.
               -Alec hizo lo que haría cualquier novio. Tú llevas muchísimo menos tiempo con Alec, y él aun así te invitó a la graduación. Yo con Max llevo cinco años, y ni se le pasó por la cabeza decirme que fuera. Eso es lo que yo no entiendo. ¿Por qué no me invitó a mí?
               -Bueno, Bells, ya fuera bromas… Alec tuvo una movida bastante gorda para conseguir que yo fuera. Amenazó con no ir a la graduación si no dejaban que yo le acompañara, así que lo suyo es un caso especial. Entiendo perfectamente que te decepcionara no haber podido ir o que Max no luchara para que te lo permitieran, pero me parece que no habría llegado a ningún sitio. Todos los que estaban en la fiesta eran graduados, salvo Diana y yo. Y yo fui porque Al se va a ir de voluntariado en unos meses, va a estar un año fuera, durante el cual ni siquiera sé cómo tendré noticias de él, y cada minuto cuenta. Cada segundo cuenta. Max y tú no tenéis esa urgencia, gracias a Dios. Fue por eso por lo que consiguió que fuera, no porque Alec me quiera más de lo que Max te quiere a ti.
               Claro que no podía decirle que la manera en que Alec me quería me parecía única en el mundo; ni siquiera veía que papá y mamá se quisieran así. Ellos lo hacían de una forma más calmada, como el vaivén de las mareas, con el poder del mar; Alec y yo lo hacíamos de una manera tormentosa que no podía compararse más que con el Big Bang, la explosión que lo había originado todo. Los océanos y las mareas, sí; pero también la luna y las estrellas.
               Además, incluso si lo nuestro era amor puro y duro, a secas, sin condimentos, no podía negar que Alec era excepcional. Ningún otro hombre estaba a su altura, así que Max no podía ni soñar con sentir las cosas con la intensidad con que lo hacía mi novio, simplemente porque no jugaban en la misma liga, igual que un humano jamás podrá compararse con un dios.
               -Tú misma has dicho que también fue Diana.
               -Bueno, pero es que todo el mundo quiere que Diana vaya a todos sitios-la tranquilizó Tam.
               -A mí me da pena Diana, la verdad-dijo Karlie-. Está súper sexualizada, la pobre. Todo el mundo la quiere sólo para una cosa.
                -Sí, es verdad-asintió Eleanor-. Con el talentazo que tiene, y sólo se fijan en su físico.
               -A ver, Diana es modelo. Si no se fijaran en su físico, iríamos mal-contestó Mimi-. Lo cual no quiere decir que se merezca cómo la tratan; por supuesto que no. Aunque yo no la veo incómoda con las atenciones que recibe.
               Tuve la decencia de quedarme callada esta vez, ya que yo era la primera que había babeado al verla llegar a Mykonos, tan fabulosa, tan rubia, tan bronceada, como recién salida de un anuncio de perfumes, y con las piernas más largas que nunca, unas piernas que habían despertado a lo que yo misma tenía entre las mías. No iba a sentirme mal por mi sexualidad, pero tampoco iba a negar que Diana era, con diferencia, la persona más cosificada que había conocido. Y lo cierto es que las chicas tenían razón: ella tenía muchísimo más que ofrecer que ese cuerpo de escándalo por el que todo el mundo la conocía.
               -De hecho-continuó Bella, apartándose de nuevo el pelo de la cara, uniendo sus manos debajo de la mesa y mordiéndose el labio. Volvimos a poner los ojos en ella, Shasha incluida, a pesar de que seguía rumiando el pan como si fuera lo más interesante que pudiera hacer en ese momento-. Y esto ya no sé si son idas de olla mías, pero…
               -¿Sí?-la animó Bey. A Bella se le nubló la vista, sorbió por la nariz y dijo en voz muy baja; tanto, que me costó escucharla por encima de la música de las olas y las gaviotas.
               -Creo que… hay otra.
               Un silencio sepulcral cayó sobre la mesa, y juro que pude escuchar a Tam respirando a mi lado.
               -¿Otra qué?-preguntó Mimi con inocencia. Supuse que estaba al tanto de los planes de Max; Alec tenía muchas virtudes, pero el no ser un bocazas no era una de ellas, y seguro que le había contado a su hermana los planes de su amigo. Con qué afán, la verdad es que no lo sabía: puede que aún tuviera sus reservas cuando se lo dijo a Mimi, o puede que estuviera completamente arrepentido de su reacción durante la cena de graduación y le había defendido  ante la reacción de Mimi, que de seguro había sido la misma de él. Puede que Alec y ella fueran como la noche y el día, pero a pesar de sus diferencias, era sorprendente ver las cosas más inusuales en las que estaban tan de acuerdo que, a veces, parecían compartir un mismo cerebro.
               Así que era imposible para Mimi pensar que Max estuviera engañando a Bella, conociendo los planes de él a la perfección. Bueno… más o menos. No estaba segura de si Mimi sabía tantos detalles como yo. Tendría que ponerla al día en cuanto pudiera engancharla en un aparte.
               -Otra chica-respondió la interpelada, en un tono que denotaba cierta irritación por obligarla a confesar sus miedos en voz más alta. Mimi abrió los ojos como platos, pareciéndose  más que nunca a una lechuza pelirroja.
               -¡No!-saltamos Bey, Tam, Karlie, Eleanor, Mimi, y yo. Bella parpadeó, retrocediendo ligeramente en el asiento, como si nos hubiéramos lanzado a por ella y la única forma de salir viva de aquel atolladero fuera reculando. Shasha se volvió hacia mí.
               -¿Pero Max no le iba a pedir matrimonio?-preguntó, y tardé aproximadamente un segundo en descubrir que lo había hecho en urdu. Por suerte, Bey se había inclinado hacia delante en la mesa y le había preguntado a Bella qué era lo que le había hecho pensar así, lo que tenía a la chica distraída. Nadie más en la mesa se inmutó de la pregunta de Shasha, y sólo fue entonces, al ver la indiferencia de las demás, al ver cómo Eleanor tenía los ojos puestos en nosotras, intentando discernir lo que Shash había dicho con los pocos conocimientos de urdu que Scott había conseguido transmitirle, cuando caí en que el secreto estaba a salvo.
               Porque ah, sí. Shasha también estaba al corriente de lo que había pasado en la graduación. En cuanto me había escuchado levantarme después de dormir la mona, para lo cual incluso había renunciado a ponerse al día con sus doramas de rigor, había salido corriendo para plantarse en la puerta de mi habitación. Esperó impaciente a que abriera la puerta, y en cuanto la vi allí plantada, me preguntó:
               -¿Qué tal la graduación? Me vas a dar detalles, ¿a que sí?
               -Buenos días a ti también-había contestado; tenía la cabeza aún medio embotada y me costaba mucho decidir qué dirección tomar, si el baño o la cocina. Shasha me siguió por la casa mientras vagaba de un lado a otro, todavía atontada, preguntando y preguntando hasta que levanté una mano y le dije que necesitaría desayunar antes de informarla de todo lo que se había perdido.
               Cuando llegué a la cocina, me encontré un bol con mis cereales preferidos en la mesa de mármol, un vaso de zumo de naranja recién exprimido y un botecito de mermelada. Justo en ese momento, Shasha estaba dejando en la mesa una rebanada de pan recién tostada. Me sonrió con amplitud, y yo suspiré, y procedí a contarle todo lo que había pasado… incluyendo la parte del masaje en los pies que me había hecho Alec, a lo que ella había reaccionado con ilusionado entusiasmo, proclamando “¡como papá con mamá!”, pero sin entrar en detalles de lo que había pasado después.
               Como sus mordisquitos en la planta del pie. Sus besos por mis piernas. Su lengua en mi sexo. Su polla dentro de mí, o entre mis tetas.
               Por mucho que quisiera a Shasha, había ciertas cosas que no comentaba con ella. Eso era patrimonio sólo de mis amigas, que ya chillarían también por ella.
               -Cállate-ordené en el mismo idioma, mirando a Bella con preocupación. Ésta estaba torciendo la boca, contestándole a Bey que llevaba con la mosca detrás de la oreja unas semanas, y que el comportamiento de Max le parecía más lógico si daba por sentado que le estaba siendo infiel-. Sigue comiéndote el pan y no digas nada más.
               -Pero ya me he acabado mi trozo-lloriqueó mi hermanita.
               -Cómete el mío-dije, pasándole mi pedazo-, y ni se te ocurra decir nada más.
               -¿Y por qué piensas eso?-preguntó Bey.
               -Que no te estamos juzgando, ¿eh?-aclaró Karlie, haciendo un gesto con la mano con el que pretendía rebajar la tensión. Se notaba que era hija de embajadoras y que iba a seguir los pasos de sus madres; era una maestra controlando las situaciones de tensión, y aprovechando su genio sólo cuando era estrictamente necesario. Todos habían dicho que jamás habían visto a Karlie enfadarse tanto con alguien del grupo como lo había hecho con Alec cuando fue a interrumpirlas a Tam y a ella, y eso era porque había cruzado un límite infranqueable. Estaba claro que no iba a dejar que la situación se saliera de madre y, francamente, me alegré de que las mayores del grupo fueran las que llevaran la voz cantante por una vez-. Es sólo que queremos entender bien por qué piensas eso para poder aconsejarte.
               -Sé que es amigo vuestro y que le sois leales, así que no me diríais si me estuviera poniendo los cuernos, pero…
               -Cielo, somos mujeres. Por mucho que queramos a Max, él sigue siendo un hombre-Karlie le tocó los dedos-. Créeme, por muchísimo cariño que le tengamos, te seríamos sinceras. ¿Verdad que sí, chicas?-las gemelas asintieron cuando Karlie las miró-. Así que habla con tranquilidad. No te estamos juzgando.
               -Sí, Bells. No vamos a ayudarlo a mejorar su tapadera, ni nada por el estilo-añadió Tam.
               Bella se quedó mirando a Tam, sin saber qué decir. Bey se giró hacia su hermana.
               -¿Sabes? Empiezo a entender por qué Alec y tú os lleváis como el perro y el gato. Los dos competís por la plaza de subnormal oficial del grupo. Eso mina la relación con cualquiera.
               Tam se llevó una mano al pecho con solemnidad.
               -Jamás se me ocurriría competir por algo que tienes tú, reina B.
               Bey arqueó una ceja y puso los ojos en blanco… un gesto que, efectivamente, sólo reservaba para Alec y para Tam.
               Karlie chasqueó los dedos delante de las gemelas para hacer que se centraran en Bella.
               -Ignóralas, Bell. En algún punto del embarazo se dividieron la única neurona que tenían, y es difícil funcionar con media. Cuéntanos-extendió las manos frente a sí, con las palmas hacia arriba, de forma que las nubes pudieran leer en ellas el futuro de su vida. Bella tragó saliva.
               -Veréis… seguramente penséis que es una tontería y que me estoy volviendo loca y veo cosas donde no las hay, pero… de verdad que necesito soltarlo.
               -Bella, de verdad que no vamos a juzgarte. Además, ¿sabes que las mujeres hacemos mucho eso de poner en duda nuestro propio juicio? Fíjate la próxima vez que estés en clase cómo absolutamente todas las personas que empiecen sus preguntas con un “seguramente es una tontería, pero…” son chicas. Un tío puede preguntar la mayor gilipollez del mundo y pensar que no está haciendo que nadie pierda el tiempo, sino demostrando su propia inteligencia o interés. No les regales eso. Tus sensaciones son tan válidas como las de los demás. Date la oportunidad de tener tu propio instinto-le dije, poniéndole una mano en el brazo.
               -Sabrae ha vuelto. Menos mal-rió Eleanor, dando un sorbo de su botella de agua. Bella abrió la boca para continuar con su historia, pero en ese momento nos trajeron la comida. Se quedó callada de nuevo hasta que los camareros se marcharon, como si temiera que fueran a escucharnos, entendernos, y reírse de ella. Shasha pinchó un trozo de pescado con su tenedor y jugueteó con él antes de llevárselo a la boca; fue la única que empezó a comer. Las demás nos quedamos esperando a que Bella continuara.
               -Bueno, hace unos cuanto días le dije a Max de quedar. Ni siquiera era un plan súper formal, de esos que le dan pereza a veces… ¿a Alec le dan pereza?-preguntó, y luego miró a Eleanor-. ¿O a Scott?
               -Creo que es un error comparar tu relación con la de otras personas, Bells-dijo Eleanor, masajeándose el cuello.
               -Oh. Claro. Sí. Tienes razón. Además, tampoco tenéis por qué contarme…
               -Alec se casaría en chándal si pudiera-atajé yo-. No es que me importe: le quedan geniales unos pantalones de chándal que tiene de color gris. Gracias a Dios, aún no se ha dado cuenta de que me tiene en sus manos cuando los lleva puestos. El día que lo haga, será el fin para mí.
               -Scott viviría si pudiera en vaqueros-contestó Eleanor-. Menos mal que yo soy capaz de hacerme la dura con él y conseguir que se ponga trajes de vez en cuando.
               -Qué bien te ha venido la profesión que ha elegido, entonces-me burlé yo, y Bella suspiró.              
               -En ese sentido me dejáis mucho más tranquila.
               -¿A nosotras no nos vas a preguntar?-quiso saber Tam, y Bella las miró.
               -Bueno, creo que las chicas somos más versátiles en nuestros planes.
               -No te creas. Tam y yo sólo quedamos para una cosa-se rió Karlie, y Bey puso los ojos en blanco.
               -Ugh, sí. Creo que Annie Whitelaw está a punto de adoptarme. Estoy a una tarde en su casa haciendo bagels de que me ofrezca su apellido.
               -Siempre he querido tener una hermana-sonrió Mimi.
               -¡Au!-se quejó Eleanor.
               -Ay, El, ya sabes que tú eres más que una hermana para mí-ronroneó, colgándose de sus hombros y dándole un sonoro beso en la mejilla. Eleanor bufó sonoramente.
               -¿Y yo qué?-protesté. Mimi me miró de reojo.
               -Ah, sí… bueno, Saab, a ti te tengo mucho cariño, pero no puedo fiarme mucho de tu criterio si te has liado con mi hermano. Una hermana es alguien a quien siempre puedes ir para pedirle consejo.
               -Sabrae aconseja sobre estudios y libros que te cagas-me defendió Shasha, a la que le parecía bien coger una aceituna de mi plato. Le di un manotazo, y también las gracias.
               -Perdona, Bella, te hemos interrumpido otra vez-Karlie nos fulminó a todas con la mirada-. Vale, le dijiste a Max de quedar. Ajá. ¿Qué pasó entonces?
               -Me dijo que no podía, y esas cosas. Algo a lo que yo normalmente no le doy mucha importancia, ya que sabéis que somos bastante independientes el uno del otro… o sea, podemos pasarnos tranquilamente una semana sin vernos y no pasa absolutamente nada. Él hace mi vida y yo la suya. Quizá eso sea un problema-reflexionó de repente, bajando la cabeza-. Puede que yo lo haya descuidado en ese sentido… tal vez no nos viéramos lo suficiente…
               -Max se muere de ganas de verte todo el tiempo, Bells. Te llevaría a todos lados si pudiera-aseguró Bey-. Es sólo que tú tienes tu vida y tus tiempos, y él lo respeta, por supuesto.
               -Total-Bella agitó la mano en el aire-, que le dije de quedar y me dijo que no podía. Me dijo que había quedado con Alec y con Jordan para jugar a un videojuego nuevo que se habían comprado y al que tenía muchas ganas de jugar (uno del que, por cierto, jamás me había hablado). Yo no le di más importancia porque, como os digo, cada uno tiene derecho a hacer sus planes y no pasa absolutamente nada. No quiero ser la típica novia posesiva que hace que su novio cancele sus planes con los amigos simplemente porque tiene ganas de estar con él… especialmente si no íbamos a hacer nada-torció la boca-. ¿Creéis que tiene algo que ver que no pudiéramos hacer nada con que Max hiciera otros planes?
               -Creo que te estás desviando un poco del asunto, bonita-respondió Karlie. Yo asentí con la cabeza.
               -Sí. Tenéis razón. Vale, pues… bueno, me dijo lo de los videojuegos. Hasta ahí, todo normal. Salvo, claro, lo de que nunca me había hablado del que quería probar, y eso que él me lo cuenta todo. Supuestamente-añadió con cautela-. Así que no le di más importancia, hice mis propios planes, y demás. Estuve en casa tranquilita, así que me dio tiempo de sobra a aburrirme entrando en mis redes sociales. En una de estas, veo que Alec sube una historia en una cancha de baloncesto. En la de mi instituto, sin ir más lejos; y entonces me acordé de que todos los años, al terminar el curso, los chicos echan unas cuantas partidas con los de mi instituto. Como para despedirse del curso y compensar las que no van a echar los domingos porque se van de vacaciones y esas cosas. Ya sabéis a qué me refiero-esta vez, las que asintieron fueron sólo las gemelas y Karlie. A mí me había tocado vivir las partidas desde la perspectiva de hermana pequeña de Scott, por lo que no estaba tan al tanto de los rituales veraniegos de los chicos como las que formaban parte de su grupo. No obstante, me encajaba con ellos.
               -Vale. Cuando vi la foto me extrañó, porque Max me había dicho lo del videojuego y tal, pero pensé que se habían cansado de jugar, a pesar de que él parecía muy interesado en él, y se habían ido a dar una vuelta-Bella se apartó el pelo de la cara, echándoselo hacia atrás de forma que cayó en una oscura cascada por su espalda-. Las típicas cosas que hacen los chicos, ya sabéis-se encogió de hombros, y todas asentimos. Había descubierto con Alec que a ellos les costaba mucho más estar concentrados en una sola cosa, salvo que requiriera de todos sus sentidos. Lo único que entretenía a Alec el tiempo suficiente como para pasarse la tarde haciendo lo mismo eran los videojuegos o yo; el resto de sus aficiones terminaban cansándolo a la hora y tenía que cambiar de tercio para no aburrirse-. Así que…
               Bella se quedó callada. Abrió las manos, los dedos bien extendidos, como si estuviera nadando y quisiera llegar lo más rápido posible a su destino. Me recordó un poco a una rana, una rana desesperada por saltar del cazo en el que la estaban cocinando lenta, lentamente.
               -… cuando Max vino a verme esa noche (porque me lo había prometido), le terminé preguntando qué tal la tarde por ahí. Se me quedó mirando y se le borró la sonrisa de la cara (porque había venido bastante contento a mi casa, no paraba de sonreír y eso), y me dijo que se había pasado toda la tarde con Jordan y Alec. Que había llegado más tarde de lo previsto porque había echado más partidas de las que pretendían porque el videojuego estaba genial, y yo… simplemente desconecté. Porque había visto de sobra la foto de Alec, ¿sabéis? Y empecé a preguntarme qué era lo que me estaba ocultando, porque o ni siquiera había estado con Alec, o sólo había estado con él un rato y luego se había pirado a hacer Dios sabe qué. ¿Tiene sentido?
               Me masajeé las sienes disimuladamente, lamentando por primera vez en mi vida que Alec usara sus redes sociales. Apenas tenía presencia en Internet antes de hacer su debut estratosférico en mis historias, y todavía mantenía un perfil más bien discreto, limitándose a compartir en lo que yo le etiquetaba y a hacerme fotos o vídeos a mí. Rara vez le daba por subir nada que no tuviera que ver conmigo, ¿y había tenido que hacerlo…?
               Me quedé de piedra al darme cuenta de por qué lo había hecho. El muy gilipollas había subido la cancha porque me había dicho a que iba a echar una partida con sus amigos, y no quería que sospechara… como si el hecho de que subiera algo no fuera lo suficientemente sospechoso. Como si Alec no pudiera pasarse perfectamente una, dos, tres semanas sin dar señales de vida en Instagram.
               De la misma manera que quien es culpable de un delito siempre vuelve a la escena del crimen a intentar borrar sus huellas, mi novio se había fabricado una coartada más fácil de comprobar que había hecho que la de Max saltara por los aires. No pude evitar preguntarme por qué coño no eran capaces entre los cinco chicos de juntar una neurona y darse cuenta de que sus novias hablaban entre ellas, así que deberían inventarse todos la misma excusa para ir por ahí, en lugar de cada uno dar su propia versión de los hechos, lo que indudablemente haría sospechar a cualquiera.
               Bey y yo nos miramos, y supe que ella había llegado a la misma conclusión que yo. Puñetero Alec Whitelaw…
               -¿Y no puede ser que Alec subiera la historia en otro momento, y por lo que fuera se le retrasara?-preguntó Tam-. A mí me ha pasado bastantes veces: hago algún vídeo, lo cuelgo, y salgo de la aplicación mientras carga, así que no se publica del todo. Así que puedo subir una foto de una puesta de sol a las tres de la madrugada-torció la boca. Ni siquiera ella se creía esa trola.
               -Alec le puso la pegatina de la hora, y coincidía con el tiempo en que supuestamente lo había subido.
               Puse los ojos en blanco. Típico de mi novio comportarse como un puñetero millennial incapaz de usar los filtros de modo diario en los que todo se teñía de un dulce tono café y te aparecía la fecha en caligrafía en el centro… pero, ¡nooo! ¡Él tenía que usar el puñetero reloj cutre de Instagram!
               -¿Y fijo que era de ese día?-insistió Tam, tomándome el relevo como defensora oficial de Alec. A mí me daba tanta vergüenza que hubiera metido la pata tan al fondo que no era capaz ni de levantar la vista de mi plato. Bella frunció el ceño.
               -¿Por qué iba a subir nada de otro día?
               -No sé. Quizá por nostalgia, o… yo qué sé. Todavía es un misterio cómo funcionan los cerebros de los chicos, ya no digamos el de Alec.
               -Alec no tiene cerebro-contestó Mimi, que tenía los ojos puestos en mí y se había dado cuenta de mi incapacidad para tratar de darle la vuelta a la tortilla.
               -Max te quiere muchísimo, Bells-dijo Bey tras un carraspeo-. La verdad, no creo que te esté poniendo los cuernos. Es decir, tienes todo el derecho del mundo a pensar eso, ya que parece la única explicación lógica a que te mienta así. Porque ¿no se acerca vuestro aniversario, ni nada, verdad? ¿No hay ninguna otra razón por la que Max quiera… darte una sorpresa, o algo así?
               Bella negó con la cabeza.
               -Ah. Bueno, ¿y has pasado mal curso? Quizá quisiera… no sé. Hacer algo especial para compensarte…
               -He tenido de las mejores notas de mi promoción.
               -Ah-repitió Bey. Bella asintió con la cabeza.
               -¿No sería más fácil decirle que le dijeran la verdad, en vez de estas piruetas mentales?-preguntó Shasha de nuevo, en voz baja, y gracias a Dios, otra vez en urdu. Le pegué un fuerte pisotón por debajo de la mesa que le arrancó un jadeo, pero no podía importarme menos.
               -Bueno-soltó Eleanor de repente, anclando el codo en la mesa para disimular la vibración que había supuesto mi patada-, ¿y qué si te está poniendo los cuernos? Que le den. Si no sabe apreciarte, problema suyo. Si te está dando por sentada, tal vez deberías darle un toque de atención.
               Todas nos quedamos flipando ante sus palabras.
               -¡Haz que espabile! ¿Quiere torearte? ¡Pues demuéstrale que eres el toro más bravo al que se ha enfrentado en su vida!
               -No sé si entiendo muy bien esa metáfora ibérica-se disculpó Bella.
               -Eleanor-siseé-, ¿no crees que deberíamos aconsejarle a Bella que lo aclare primero con Max antes de sugerirle que lo desafíe?
               -¡Que le den a Max! Si le hace sentir mal, se merece sufrir.
               -Eleanor, en tu casa han tenido que aumentar el tamaño de las puertas para que puedas caminar libremente a pesar de los cuernos de alce canadiense que te puso Scott-atacó Mimi, y a mí se me cerró el estómago. Eleanor se giró lentamente hacia su mejor amiga.
               -Para empezar, a mí me puso los cuernos Scott Malik-enfatizó Eleanor.
               -El nombre de mi hermano no debería ser ningún pin de la inmunidad-zanjé, y Eleanor puso sus ojos castaños en mí.
               -Y no lo es. Hice que Scott lo pasara mal-se volvió hacia Bella-, muy, muy mal. Los chicos dicen que se arrepienten de ponerte los cuernos, pero no es verdad. Se arrepienten de que te enteres, o de no poder con el cargo de conciencia y acabar diciéndotelo, porque entonces se les acaba el chollo. Tu deber como mujer es hacer que se humillen. Yo perdoné a Scott cuando se humilló delante de todo el país, no antes. Tal vez deberías demostrarle a Max que es un gilipollas por darte por sentado. Tal vez…
               -Eleanor, ¿me acompañas al baño? Necesito que me des el tampón que guardé en tu bolso esta mañana.
               Las chicas estaban alucinadas, y sólo Shasha protestó cuando me levanté de la silla y le hice un gesto a Eleanor para que se levantara sola antes de que lo hiciera yo.
               -No me dejes aquí-suplicó Shasha.
               -Enseguida venimos. No critiquéis mucho a los chicos en mi ausencia, que no me lo quiero perder, ¿vale?-pedí, y todas asintieron con ojos de cervatillos que ven acercarse a toda velocidad un camión. Sorteé las mesas en dirección al baño, indicado tanto en griego como en inglés, y ni me molesté en girarme para ver si Eleanor me seguía. Sabía que sí lo hacía.
               Cuando entramos en la pequeña estancia, eché el pestillo y me volví hacia ella.
               -¿¡Se puede saber de qué coño vas!? ¡Tenemos que guardarle el secreto a Max, no su estado civil, Eleanor! ¡Hay que asegurarse de que la pedida sea una sorpresa, no de que Bella lo mande a la mierda!
               -Lo siento. Lo siento-respondió Eleanor, temblando-. Es que pienso muy mal bajo presión-gimió, negando con la cabeza y apartándose el pelo caóticamente de la cara-. La he visto ahí, planteándose eso, y yo… yo no sabía qué hacer. Me recuerda tanto a lo mal que lo pasé yo que no se me ocurría otra cosa para tratar de animarla que darle la razón. No me imagino cómo debe estar sintiéndose, y la verdad es que no creo que ayude que nosotras la tratemos como loca o que le digamos que se está imaginando cosas.
               -¡Es que se las está imaginando, Eleanor! ¡Max quiere proponerle matrimonio, no abrir la relación para follarse a todo lo que se le ponga por delante!
               -¡Ya, bueno, ¿y yo qué quieres que le haga?! ¡No es mi culpa si tu novio es bobo y se pone a subir gilipolleces que no tienen nada que ver con lo que supuestamente está haciendo!
               -No voy a permitirte que hables así de Alec-advertí.
               -¿Por? Yo he insultado a mi novio, al que adoro. Vale que me puso los cuernos, pero fue un error que le he perdonado, y me demostró con creces que se arrepentía de lo que había hecho. Dios mío, Sabrae, Scott en ningún momento echó de menos hacerlo conmigo más de lo que me echaba de menos a mí. ¿Sabes lo sucia que me siento por haber dicho esas cosas? ¡Pero no tenía otra opción!
               -¡Te podrías haber callado!
               -¿Y dejar que Shasha le termine soltando los quilates de su anillo? No me mires así-me pidió-. Es evidente que Shasha estaba a punto de irse de la lengua. Tenía que desviar la conversación de algún modo antes de que todo fuera demasiado para ella y le soltara todos los detalles.
               -Para tu información, tía lista, Shasha no tiene ni idea de cómo es el anillo de Bella.
               Eleanor frunció el ceño.
               -¿Scott no os lo enseñó?
               Ahora, la que lo fruncí fui yo.
               -Eh… ¿no? ¿Qué pasa? ¿Acaso lo guardaba él?
               -No, pero le hizo una foto para enseñármelo.
               -¿Que hizo QUÉ?
               Eleanor parpadeó con aprensión, sosteniendo su móvil entre las manos, contra su pecho.
               -Yo… creía que os lo había enseñado.
               -No. Estoy flipando. Estoy puto flipando, Eleanor. ¿Te lo ha enseñado a ti y a mí no? Soy su putísima hermana pequeña. ¡Su puto nombre de mierda fue mi jodida primera palabra, Y TE LO ENSEÑA A TI ANTES QUE…!-empecé a chillar, pero Eleanor me puso la mano contra la boca y me pegó a la pared. Un gesto muy lésbico, por cierto. La última vez que me habían hecho eso, había terminado comiéndole la polla a Alec con tanto entusiasmo que no había aguantado ni cinco minutos, el pobre.
               -¡No grites, subnormal! ¡Te van a escuchar! Te lo enseñaría, pero no me mandó la foto para que no la fuera rulando por ahí. Tiene gracia, ¿eh? Él es el infiel, pero la que no es de fiar soy yo-puso los ojos en blanco-. Por supuesto, hizo bien. No me habría aguantado las ganas de enseñárselo a mis amigas, y Marlene es una cotilla del demonio, así que…
               -Bueno… para ser justas, Scott estaba drogado cuando pasó-reflexioné-. Quizá no sea muy justo definirlo por una mala decisión que tomó en un momento en que no estaba muy lúcido.
               Eleanor parpadeó.
               -No pienso en tu hermano de esa manera. De hecho, me siento muy mal por tener que haber hablado así de él, pero era necesario. Ya me disculparé esta noche-ronroneó, atusándose el pelo y sonriéndole a su reflejo en el espejo.
               -¿Lo has olvidado?-pregunté, y Eleanor me miró. Negó despacio con la cabeza.
               -No, pero he aprendido a fingir que no escuece. A veces incluso me lo creo. Claro que estar con él merece muchísimo más la pena que sin él. Lo cual no quiere decir que pueda hacer lo que le dé la gana-advirtió-. Le voy a pasar una metedura de la quinta pata. Una segunda ya sí que no.
               -No lo decía por eso. Yo misma se la cortaré si se le ocurre volver a hacerte eso, no te preocupes. Es sólo que…
               -¿Qué?-me animó Eleanor. Torcí la boca, mordiéndome los labios. No me lo había planteado hasta ahora, pero viendo lo rápido que Bella había perdido la confianza en Max, yo… yo me…
               Me daba muchísima vergüenza admitirlo ante mí misma, pero me preguntaba si la perdería con Alec cuando él se fuera a Etiopía y no tuviera ningún tipo de noticia suya, buena o mala. Estábamos genial, en un camino de rosas, durmiendo sobre una cama de plumas, pero… él también era guapísimo, y había chicas que no respetaban a otras cuando no les ponían cara. La ausencia sería muy, muy larga.
               Por suerte, Eleanor llevaba conociéndome toda la vida, y sabía leer mis preocupaciones más importantes casi con tanta claridad como si las hubiera dicho en voz alta. Así que me puso las manos en los hombros y me dijo:
               -Tú nunca vas a tener que preocuparte por disimular una herida con Alec. Él jamás te haría daño. Puede que todos piensen lo contrario, pero él es en realidad más listo que Scott. Nunca se pondría en una posición en la que pudiera siquiera sentir la tentación de olvidarse de ti aunque fuera sólo durante un segundo. Tú nunca serás Bella, Saab. Y, desde luego, nunca serás yo.
               Noté que se me llenaban los ojos de lágrimas.
               -No sé cómo voy a hacer para no pedirle que se quede, El. Ya no lo sabía después de hacer el viaje, pero ahora menos aún…
               -Lo conseguirás, Saab. Eres fuerte, y lista, y buena, y sabes que esto es lo mejor para los dos. Será difícil-admitió-, pero lo superaréis, y cuando os volváis a besar otra vez, será como si el tiempo no hubiera pasado. ¿Cómo es eso que os decís siempre? Medio mundo no es nada, ¿no?
               -¿Cómo lo sabes?
               -Mimi me lo dijo. Os escucha susurrároslo por la noche en su habitación. También Scott cuando estáis de fiesta, pero como se me pone un poco celoso porque yo no estoy tan pegada a él como tú lo estás a Alec, siempre me tomo lo que me cuenta de vosotros como una exageración. Claro que, después del numerito de antes…-soltó una risita-, ya no estoy tan segura de que Scott exagere cuando dice que le preocupa cómo lo vas a sobrellevar, o si serás capaz siquiera. Claro que él sólo es un hermano mayor, así que tiende a subestimarnos a las hermanas pequeñas. Yo sé que lo harás genial. Y te veo sonreír cuando no está Alec. Scott sólo te ve llorar cuando él se marcha. Cada uno tenemos una versión de ti con la que formarnos nuestra propia opinión.
               Así que esos pedacitos de intimidad en los que nos creíamos los únicos seres vivos del universo no eran más que quimeras de nosotros dos encerrándonos en nuestra propia burbuja hecha del cuerpo del otro…
               … así que habría gente que me diría que no tenía que preocuparme cuando empezara a hacerlo…
               … así que habría quien me ayudaría a seguir creyendo cuando el miedo se apoderara de mí.
               Miré a Eleanor, que me devolvió la mirada y, con una sonrisa, me estrechó entre sus brazos. Me dio un beso en la mejilla.
               -Lo vais a superar. Igual que Scott y yo superamos nuestras barreras. Nada os va a separar, Saab. Y, si Max es para Bella, a ellos tampoco les separará nada. Ni siquiera las dudas que él mismo está sembrando en su cabeza.
               La creí por un tiempo; el tiempo que pasó entre que salimos del baño y llegamos a la mesa. Bella parecía mucho más relajada, y cuando nos sentamos, decidió ponernos al día diciendo que había decidido dejar de preocuparse y “que todo fluyera”. Comimos, reímos y bebimos sin pensar que lo que Bella quería decir era que iba a seguir sus instintos, algo recomendable en cualquier otra situación, pero que en esta no estaba siendo lo ideal.
               Cuando nos reunimos con los chicos, sin embargo, Eleanor se dio cuenta de que, quizá, habíamos llegado demasiado lejos con nuestros ánimos. Mientras que ella y yo corríamos a reencontrarnos con Scott y Alec, Bella simplemente dejó que Max se acercara a ella con mal disimulada precaución. Aceptó la bolsa que él le tendió con un frío “gracias”, y apenas le echó un vistazo a su interior.
               Scott y Alec también traían sus propias bolsas de papel, que nos tendieron a Eleanor y a mí con ceremonia. Abrí la mía y revolví en el papel de seda del interior hasta sacar una blusa de mangas de gasa blanca, y una falda lápiz de fondo azul y dibujos de golondrinas blancas. Me quedé mirando a Alec, sin saber qué decir.
               -¿Y esto?
               -Se nos ocurrió que podríamos volver mañana para salir de fiesta y que veáis cómo nos las gastamos por la noche en Mykonos… y que protestaríais por no haberos traído ropa en condiciones-Alec me rodeó la cintura con el brazo y me dio un beso en la frente.
               -¿Nos estás llamando desarrapadas?-protestó Tam, y Alec la miró.
               -Tengo cosas más importantes que hace con la lengua que ponerte en tu sitio, Tamika, así que si me disculpas…-dijo, y me tomó de la mandíbula para comerme la boca como estaba mandado. Me quedé sin aliento entre sus brazos, como si se me hubiera olvidado lo bien que besaba y la forma tan instintiva por la que mi cuerpo respondía al suyo. Sonreí, y lo hice más cuando noté que Alec también sonreía, rozándome los labios con los dientes. Los dos exhalamos un jadeo a modo de sonrisa, pero él suspiró cuando Bey siguió la estela de su hermana y se puso a protestar:
               -Todo eso está muy bien, pero, ¿qué pasa con las solteras del grupo? ¿Nos discrimináis a propósito?
               -Sin olvidar a las lesbianas. Putos homófobos-añadió Karlie, y Alec se giró para mirar a Diana.
               -Haz lo tuyo, Didi.
               -Mujeres de poca fe-canturreó Diana, desfilando entre nosotras y echándose las bolsas de las tiendas de diseño que llevaba colgadas de las manos, sobre los hombros. Las repartió entre las chicas, que echaron un vistazo en su interior-. Os diría que espero que os gusten, pero, ¿a quién coño quiero engañar? Sé que os van a gustar.
               Se echaron a reír y se quedaron mirando los tops, las faldas y los vestidos cortos que Diana había elegido para todas y cada una de ellas… excepto, por supuesto, para Shasha, que estaría más que feliz de poder quedarse en casa y recargar las pilas tras tanta socialización.
               Bella se acercó a las gemelas para ver lo que Diana les había cogido, en parte por curiosidad, y en parte por castigar a Max. No sabía qué era lo que habían hecho los chicos durante la comida, pero él parecía mucho más relajado ahora y más dispuesto a pasar tiempo con Bella… que, precisamente, pretendía poner distancia entre ellos.
               Todavía pudimos dar una vuelta todos juntos antes de coger el bus de vuelta a casa, donde nos cambiaríamos y bajaríamos a la playa a disfrutar del mar y el sol, pero con ese tiempo fue suficiente para que todos notáramos el cambio que se había producido en Bella. Me daba pena por Max y por lo que se proponía, y también por ella si finalmente dejaba que Max le explicara lo que había pasado, pero… quizá un toque de atención no le vendría mal. Después de todo, lo más importante de pedir matrimonio es la propuesta en sí, el proyecto de vida en común que queréis hacer juntos, y no la forma de proponerlo… ¿verdad?
               -Vale, bombón-dijo Alec-. Hay algo que no me estás contando-dijo mi chico, que tenía un brazo sobre mis hombros y se había girado para besarme la cabeza mientras caminábamos. Estiró la mano para entrelazar sus dedos con los míos, y yo le acaricié el pulgar con el mío. Me sentía segura en sus manos, a salvo de cualquier peligro y de cualquier duda que pudiera asaltarme. Me avergonzaba de lo que había pensado de él, de creerme capaz de sospechar de él, de creerle con intención de hacerme daño.
               -La comida ha sido… interesante, por decirlo suavemente.
               -¿Interesante nivel tú desnuda en mi cama, o interesante nivel he descubierto un nuevo plato que me encanta?-preguntó, acariciándome el cuello con sensualidad. A veces parecía olvidársele que tenía el periodo. Luego recordaba que no era que se le olvidara, era que para él no suponía un problema… y para mí dejaba de suponerlo también durante ese glorioso instante en que el aleteo de un fénix me recorría la piel.
               -Es largo de contar-contesté, besándole la palma de la mano, y él parpadeó.
               -Lo dices como si para mí supusiera un problema escucharte.
               -Sé que no es así, sol, pero tenemos que tener cuidado. Cierta persona no debería oír lo que hablamos.
               Alec miró a Bella, que charlaba con Bey con Max al lado, con las manos en los bolsillos y ya resignado a que ella no le dirigiera más que monosílabos. Confieso que me daba un poco de lástima, siendo completamente sincera.
               -Soy experto en hacer que disfrutes en silencio-contestó, mordisqueándome la oreja. Me estremecí, sintiendo un goteo de lava descender por el centro de mi ser, como si yo fuera un manantial, y concentrarse en mi entrepierna.
               -¡Al! ¿Qué te pasa?-me reí-. Estás más sobón que de costumbre.
               -Hace calor… el sol brilla en el cielo… tú estás guapísima, yo muy cachondo, y te he echado mucho de menos estas horitas que hemos estado separados. Quizá cancele el voluntariado-bromeó, echándome la trenza sobre el hombro y siguiendo los músculos de mi nuca con la yema de los dedos-. No quiero ni pensar cómo voy a hacer para pasarme una semana sin ti si ya apenas aguanto unas horas. Tengo muchas ganas de que te pongas esa ropa-ronroneó, deslizando la boca por mi cuello y mordisqueándome suavemente-. Y de quitártela-añadió, acariciándome la zona por la que me subía la yugular con la punta de la lengua. A duras penas conseguí contener un gemido.
               -No tienes vergüenza.
               -¿Por? Yo por ti doy la vida, nena. Y también vergüenza, si hace falta. Vamos, bombón. Cuéntame qué te tiene tan callada.
               -¿Crees que Max se animará a pedírselo a Bella en el bus de camino a casa?
               Alec se detuvo en seco, se separó y me miró con el ceño fruncido.
               -¿Por qué me preguntas eso?
               -Como te he dicho, tengo mucho que contarte de la comida.
               -Ay, Sabrae-gimió-. ¿Qué has hecho esta vez?
 
-¿No crees que la Operación Feminismo se os ha ido un pelín de las manos?-pregunté, tumbándome en la toalla a lado de Sabrae, que yacía boca arriba disfrutando del sol. Se incorporó lo justo para poder mirarme por debajo de las lentes tintadas de sus gafas, que se bajó para añadirle dramatismo al efecto.
               -Explícate-me pidió. Eso era lo que había hecho ella de camino de vuelta al pueblecito donde yo vivía durante un mes al año: contarme la conversación que habían tenido con Bella con pelos y señales, deteniéndose a analizar cada inflexión en su voz, desgranar lo que había dicho Eleanor y, por supuesto, echarme la bronca a conciencia por haber metido la gamba de una forma tan apoteósica. Dudo que hubiera sido capaz de cagarla tan a conciencia si lo hubiera tratado de hacer a propósito.
               Desde que habían estado en el restaurante, Bella apenas había cruzado un par de palabras con Max, a quien ya le habíamos echado un concienzudo rapapolvo por la manera en que se estaba comportando como un absoluto subnormal con ella. No le habíamos dado tregua durante nuestro tiempo juntos, solo los chicos y Diana, que estaba alucinada y se lo pasaba bomba teniendo a cinco tíos siguiéndola dócilmente, cogiéndole las bolsas de la ropa según entraba en las tiendas, e insultándose entre sí a la mínima oportunidad que se les presentaba.
               -Pero a ver-dijo Diana, pasando las manos rápidamente por el perchero de una tienda en la que un pañuelo costaba aproximadamente mi sueldo de Amazon-, que yo me aclare. ¿Cuál se supone que es tu plan?
               -Por favor, no hagas que lo repita por millonésima vez, Didi-le pidió Tommy, pero Max lo ignoró, por supuesto.
               -Voy a meterle el anillo en una concha de caracola y la voy a llevar de paseo para que la encuentre. Así que el primer problema es conseguir una concha lo suficientemente bonita como para que quiera llevársela a casa.
               -Si es como Duna, le servirá hasta la de un caracol. Uno normal-especificó Scott, inclinando la cabeza cuando Diana sacó un top brillante que era prácticamente transparente.
               -¿Qué os parece?
               -¿Para quién es? No será para Sabrae-protesté yo, y Diana me fulminó con la mirada.
               -¿Qué pasa, Alec? ¿No quieres presumir de tu chica? ¿Ahora resulta que vas a querer que se tape como una monja?
               -Lo que no quiero es que me dé un puto infarto, lady Di. Ya se me paró el corazón una vez. No sabemos cuánto tiempo tardaría en despertarme de otro coma.
               -Con suerte, no lo harías-se burló Jordan.
               -Es para Bey.
               -Tiene uno bastante parecido.
               -Pero no igual, ¿no?
               -No puedo creerme que te sepas el armario entero de nuestras tres amigas-soltó Logan-. Ni siquiera yo hago eso.
               -Si no fueras maricón perdido, te fijarías más en cómo visten. Especialmente Bey. Y lo digo con todo el cariño del mundo hacia tu orientación sexual-añadí al ver que Logan se echaba a reír-. Por favor, no le digas a Sabrae que te he llamado eso.
               -En cuanto la vea.
               -También está la cosa de que tengo que encontrar un sitio en el que no haya mucha gente para que no cojan la concha antes-continuó Max, como si la cosa no fuera con él-, pero no la suficiente como para que Bella no sospeche. Y luego, por supuesto, dejarla en un sitio en el que sea fácil de encontrar, pero no demasiado evidente. Y en el que no la alcancen las olas, pero que esté cerca de la orilla.
               -¿Te vas a arrodillar?-preguntó Diana.
               -Qué putísima obsesión-Tommy puso los ojos en blanco, y Diana lo volvió a fulminar con la mirada.
               -Tú cállate. Tengo que vivir los buenos momentos de la monogamia a través de los demás; tengo todo el derecho del mundo a pedir detalles.
               -Eh… sí, creo que sí.
               -Has comprado el anillo en Tiffany, pero no te has traído la caja. Creo que eso ha sido un error.
               -No quería que la encontrara. ¡Es demasiado reconocible! Además, tengo la esperanza de que se lo lleve puesto en el dedo. ¿Tan ingenuo soy?
               Diana apretó los labios y asintió despacio con la cabeza, muy a su pesar.
               -A mí, personalmente, me parece que no hay nada que haga mejor efecto como la apertura de la caja. Es muy…-agitó los puños en el aire, la vista fija en el techo-, no sé cómo decirlo. Pero creo que lo de la concha también es un detalle precioso. Muy original. Sospecho que a alguien no se le ocurriría algo así-fulminó de nuevo a Tommy con la mirada, que se pasó una mano por el cuello.
               -Eh… si quieres te lo pido, pero tenemos que buscar un país en el que me dejen casarme contigo y con Layla a la vez.
               -Quizá seamos Layla y yo las que nos terminemos casando entre nosotras y tú acabes rebajado a la categoría de amante-le sacó la lengua y Tommy se rió-. ¿Dónde lo quieres hacer, Max?
               -He estado mirando en Google algunas playas…
               -Ah, vale, genial. Gracias por este voto de confianza completamente inesperado-protesté.
               -La talla de Bey es la 40 de top, ¿verdad?
               -Compra los jerseys de la 38-contesté.
               -¿Cómo es posible que te acuerdes de eso?-rió Jordan, y yo puse los ojos en blanco.
               -Créeme, tío, cuando la chica de la que estás colado durante la adolescencia te obliga a peinar todo Primark en busca de la talla de jersey que necesita, te terminas acordando.
               -… y la verdad es que he encontrado una que me encaja. Está bastante concurrida, eso sí… pero no creo que sea problema que nos cojan el anillo si alguien lo vigila, ¿verdad? ¿Quién me hace el favor?-preguntó, mirándonos a todos, y Scott dio un paso adelante.
               -Lo haré yo. Tengo mucho afán de protagonismo. Esto me vendría perfecto.
               Diana se detuvo en seco.
               -Espera, ¿alguna vez habéis hablado de cuándo os gustaría casaros?
               -No hemos concretado nada. Sólo sé que nos gustaría a los dos, y…
               -A ver si ella sigue teniendo la misma opinión después de cómo la estás tratando-solté sin poder frenarme, y todos me sisearon a coro “cállate, Alec”. Lo cierto es que me lo merecía: a Max no le convenía ponerse más nervioso, por mucho que su comportamiento no fuera ejemplar.
               -… bueno. Tenemos planes-confesó Max, poniéndose colorado. No sé por qué me dio la impresión de que se refería a críos, y me pregunté por qué le daba vergüenza admitirlo. Sabrae y yo hablábamos de eso constantemente.
               Hipotéticamente, claro.
               En un futuro más bien lejano. De momento, la quería sólo para mí.
               -Pero no hay nada fijo. Por eso es una sorpresa.
               Diana simplemente apretó los labios.
               -Ya. Vale. Pues no se lo pidas en un sitio en el que haya mucha gente.
               -¿Por?-Max abrió muchísimo los ojos. Ah, aquí venía, la típica charla de Los Grandes Gestos Públicos Son Coacción™. Sabrae y yo habíamos tenido una movida gordísima cuando le había salido un vídeo de un chico pidiéndole matrimonio a su novia en el partido de su equipo de baloncesto preferido. Incluso había conseguido que participaran las animadoras y la mascota. Todo para que ella le terminara diciendo que no. A mí me había parecido mal, le había dicho que aquello era humillante, que podía decir que sí en público y luego rechazarlo en privado para evitarle al chaval el papelón, y Sabrae casi se me come vivo. Aunque debo decir que terminó convenciéndome a pesar de que las formas no fueran las mejores: las pedidas públicas son un bonito detalle si están consensuadas, o por lo menos sabes que a la otra persona le hará ilusión, pero cuando son una sorpresa de verdad, es una bomba de relojería que te puede explotar en la cara. O una ruleta rusa que pierdes. Y, a pesar de que la intuición te diga otra cosa, eres tú el imbécil que mete la bala en la pistola, y no la chica que te dice que no.
               Sólo esperaba que Diana tuviera un pelín más de tacto de lo que había tenido Sabrae, que lo más bonito que había llamado al chico había sido “manipulador”.
               -Para asegurarte de que esté cómoda y segura y que no te dice que sí por presión. No sólo por ella…
               -Vale-dijo Max rápidamente, asintiendo con la cabeza.
               -Sino también por ti-continuó Diana-. Para evitaros un mal rato a ambos.
               -Yo me doy igual, la verdad. Sólo quiero que el momento sea lo más especial posible para ella. Es para ella, no para mí.
               Todos le sonreímos. Yo le di una palmadita en la espalda y un apretón en el hombro.
               -Qué caballero eres, tío. Si no estuvieras pillado, te comería los huevos.
               -¿Qué hay de Sabrae?
               -Sabrae no es celosa.
               -¿Soy yo-intervino Scott- o Alec está desesperado por salir del armario entre petardazos? Me parece que la forma en que trata de hacernos ver que le molamos los tíos no podría ser menos sutil.
               -Eres un puto egocéntrico, ¿lo sabías, Scott? Que tenga una foto tuya y de Tommy morreándoos de fondo de pantalla no me hace ser homosexual. Media Inglaterra tiene esa misma foto y tú no les acusas de pertenecer a la mafia del alfabeto.
               -Media Inglaterra son mujeres-respondió Scott, extendiendo los brazos para que Diana lo usara de perchero humano. Así lo hizo la modelo, colocando un vestido extendido en ellos.
               -Tal vez me alegre tanto de que tú y Tommy estéis viviendo vuestro amor públicamente que no puedo contener la emoción que me causa ver cómo os hacéis una revisión bucodental con las lenguas.
               -¿Quieres un consejo, Max?-preguntó Diana, y Max asintió con desesperación.
               -Tu opinión es la única que me importa.
               -Gracias, tío. Lo apreciamos un montón-soltó Logan, burlón.
               -Ya me entendéis.
               -Menos es más-dijo Diana-. Tus planes están genial; deja de darles vueltas. Meterte tanto en los detalles y agobiarte porque no encuentras nada perfecto sólo va a conseguir que no te decidas a hacerlo nunca. Si de verdad se trata de Bella y no de ti, con cualquier cosa que hagas será más que perfecto.
               Max asintió solemnemente con la cabeza.
               -Aun así… ¿me ayudarás a encontrar la concha perfecta?
               -Hazlo sólo si te promete dejar de ser un imbécil con su novia antes de que sea tarde-le dije a Diana. Ella asintió con la cabeza, Max lo prometió, y en cuanto salimos de la tienda, nos fuimos derechos a los muelles, poniendo cuidado de no ir demasiado cerca de la zona de restaurantes para que las chicas no nos pillaran.
               A pesar de todas las precauciones, las promesas habían llegado tarde. Incluso antes de que Sabrae me dijera nada, yo ya había notado un cambio en la actitud de Bella. Se la veía relajada, pero no para bien: rayaba en la indiferencia. Apenas miraba a Max, y cuando tenía que hablar con él, lo hacía con las palabras más cortas posibles, como si dedicarle siquiera un segundo de su tiempo fuera malgastarlo.
               Luego Sabrae me había contado todo lo que habían hablado las chicas, actuación merecedora de un Oscar por parte de Eleanor incluida, y yo lo había entendido todo. Tampoco es que fuera ningún secreto, a estas alturas. Max estaba escarbando con los pies en la orilla mientras Bella paseaba de un lado a otro con Karlie, que parecía una dama del siglo XVIII gracias a la inmensa sombrilla que llevaba al hombro, bloqueando toda la luz del sol.
               ¿Y Sabrae quería que me explicara? A mí me parecía más que evidente a qué me refería.
               -¿No crees que Bella se está metiendo demasiado en su papel de reina del hielo? No la juzgo, ni mucho menos, porque Max ha sido un imbécil, pero estaba muy nervioso. Y justo ahora que hemos conseguido relajarlo, es ella la que pone distancia.
               -Bella lo está pasando mal, Al. No sabe lo que pasa y no se fía de que Max vaya a decirle la verdad si le pregunta, así que creo que está poniendo toda la distancia que puede para evitar que le haga más daño.
               -Vale, pero, ¿no te parece un poco raro que piense que Max quiere dejarla, o que está con otra, y que se la traiga a Mykonos?
               -Con tal de follar, los tíos sois capaces de cualquier cosa. Tú mejor que nadie deberías saberlo-se subió de nuevo las gafas y posó la cabeza en la espalda, dando por terminada la conversación. Me moví hasta quedarme sentado a su lado, dándole toquecitos en el vientre.
               -No tengo ni idea de por qué me dices eso, yo que jamás he trasnochado más allá de las once de la noche… con lo mucho que me imponéis las chicas.
               Sabrae se mordió los labios para no reírse.
               -¿Crees que podríais… no sé… volver a hablar con ella y tratar de convencerla de que no pasa nada?
               Se bajó las gafas de nuevo.
               -Lo siento, Al, pero no voy a tratarla de loca por pensar cosas perfectamente lógicas. Metisteis la pata no poniéndoos de acuerdo con vuestras excusas. Y Max la cagó haciendo tanto énfasis en que nosotros queríamos que viniera. Ahora piensa que Max la trajo más por compromiso con nosotros que porque él quisiera que viniera. Sé que lo hizo para que ella no se sintiera desplazada, pero no sé… su comportamiento durante todo el viaje ha sido muy sospechoso con ella. Todos nos hemos dado cuenta de que Max está más relajado hasta con mi hermana que con su novia. Salvo para el sexo, claro.
               -Pero…
               -Escúchame-rodó hasta quedar de costado, y se incorporó un poco, de forma que sus caderas hacían de anclaje en la arena. Un par de gotitas de sudor se deslizaron por su piel, y me quedé mirando su ombligo.
               Sé que me había dicho que la escuchara, pero se me hacía muy difícil cuando tenía tanta piel al aire. ¿Puedes culparme?
               -Alec-Sabrae chasqueó los dedos y yo di un brinco.
               -¿Podrías repetir?
               -He dicho que te entiendo, ¿vale? Te entiendo. Max es tu amigo, quieres que todo le vaya bien, y además sientes una especie de empatía de género porque se supone que tú estarás en su posición algún día. De verdad, no me molesta ni me parece que estés siendo un egoísta pidiéndome esto, pero entiéndeme tú a mí, Alec. A las chicas se nos dice desde pequeñas que lo que pensamos no vale nada comparado con lo que piensan los chicos. Que lo que nos hacéis tiene mil interpretaciones distintas, y la más favorable a vuestros intereses será siempre la que tendremos que seguir. Así que lo siento mucho, Al, de verdad, pero no voy a subirme al carro y tratar de convencer a Bella de que las cosas no son como ella piensa. No, porque aunque ahora esté equivocada, quizá en algún momento necesite fiarse de su instinto, y no lo haga porque entre todos la convencimos de que es una paranoica. Las cosas tienen que fluir tal y como están. Ella tiene que sentirse cómoda con sus teorías para que, cuando Max le pida que se case con él, pueda serle sincera y decirle todo lo que pensaba. Y si Max es mínimamente decente, reconocerá que lo que habéis montado entre todos es, cuanto menos, sospechoso.
               Me puso una mano en la que tenía apoyada en mi toalla, sentado como estaba, dándole sombra. Miré a Max, recortado contra la orilla, con la cabeza gacha, y sentí muchísima impotencia por no poder ayudarlo. Se suponía que estas vacaciones serían felices para todos, y más aún para él, y sin embargo, allí estábamos: todos disfrutando de nuestras parejas, y él, no pudiendo acercarse a la suya por culpa de su estúpido perfeccionismo.
               -Sé que para ti es muy frustrante, mi amor. Pero no puedo hacerle eso a Bella. Y, si no lo entiendes, piensa que Max y ella somos tú y yo. ¿A ti te gustaría que mis amigas me trataran de loca por tener esas mismas dudas?
               -Preferiría no tocar el tema de tus amigas y su influencia, si no te importa-ironicé, y Sabrae jadeó. Se incorporó un poco más, pero yo le sonreí, y comprendió entonces que estaba de broma. Puede que Amoke, Taïssa y Kendra me hubieran jodido pero bien en el pasado, pero ya habían demostrado con creces que apoyaban lo nuestro (por la cuenta que les traía), así que yo ya no tenía ningún problema con ellas.
               -Tema sensible-sonrió Saab, inclinándose para darme un beso en el brazo-. ¿Qué puedo hacer para que perdones mi pequeña cagada?
               -Darme un beso-me dio otro más-. Bueno, unos cuantos más. Besos ascendentes. Más arriba, más arriba-dirigí, y cuando sus labios se encontraron con los míos, sonreí y le di un piquito-. Mm, sí. Creo que con unos cuantos más así, podría perdonarte.
               Sabrae ignoró que acababa de salir del agua y estaba empapado: se puso de rodillas a mi lado, me pasó las manos por el cuello, y tiró de mí para atraerme hacia ella. Se tumbó de nuevo sobre la toalla, confiando en que yo me tumbaría encima de ella, y suspiró al notar el peso de mi cuerpo acorralándola contra la arena. Me acarició con las piernas de esa forma en la que parece que no puedes usar las piernas para acariciar, pero que las chicas inventan cada vez que te pones encima de ellas. Me relamió los labios y paseó sus dedos por mi cuello, y antes de pudiera darme cuenta de lo que hacía, estaba totalmente entregado al noble arte de besarla, hasta el punto de que los chicos empezaron a vacilarnos y reírse de nosotros.
               -¡Pero bueno! ¿Las leyes contra el escándalo público no son iguales en Grecia que en Inglaterra?
               Aquellos besos sentaban demasiado bien como para renunciar a ellos, y yo… yo sólo quería aquello también para Max. Me había sensibilizado mucho con su dolor cuando hablamos durante la graduación. Había conseguido que me diera cuenta de que, efectivamente, parecía que no apoyábamos tanto su relación como las de los demás.
               -Nena-susurré, y Sabrae se separó de mí para mirarme a los ojos, echando la cabeza hacia atrás de la misma forma que cuando estaba dentro de ella-. No quiero convencer a Bella de que se equivoca, pero… ¿podemos intentar que deje que Max vuelva a acercársele?
               Sabrae se relamió los labios, pensativa, y asintió lentamente con la cabeza.
               -Creo que podemos conseguir algo si mezclamos un poco de alcohol en el asunto. Ya sabes-me guiñó un ojo, acariciándome los brazos-. A otros les ha funcionado antes.
               Le di un beso en la punta de la nariz y salté para ponerme en pie. Le tendí la mano y pegué un silbido para que todos me prestaran atención; nos discriminé entre mis amigos o el resto de ocupantes de la playa.
               -¿Y si salimos de fiesta hoy?
               Scott y Tommy se miraron. Lo mismo hicieron Jordan y Logan. Bey simplemente salió del agua como si estuviera en un episodio de Los vigilantes de la playa y se acercó a nosotros.
               -¡Ya era hora de que alguien le pusiera un poco de emoción a este viaje! Empezaba a pensar que seguiríamos comportándonos como abuelitos hasta que nos fuéramos.
               Cambiar rápidamente de planes no nos supuso ningún esfuerzo: sólo teníamos que esperar a secarnos para poder vestirnos, momento que aprovecharíamos para cenar algo que cogeríamos en los puestos de al lado de la playa, y luego, nos iríamos turnando para meternos en la ducha. Sería fácil.
               Por supuesto, a Mimi y a mí nos tocó hacer de intérpretes en los puestos, traduciendo sobre la marcha los ingredientes de los productos disponibles. Nos sentamos en la arena a comernos la cena y pincharnos los unos a los otros, hasta el punto de que el buen rollo se les contagió a los dos en discordia y Bella incluso le limpió un poco de kétchup a Max de la comisura del labio.
               -Ya estás-dijo, limpiándose los dedos contra la toalla. Miró a Max, se sonrojó un poco, y volvió a bajar la vista, pero él no iba a dejarla escapar tan fácilmente.
               -Ven aquí-dijo, agarrándola de la barbilla y comiéndole la boca con tanto descaro que Mimi se puso roja y apartó la vista, mordisqueando con timidez su bocadillo de pollo con miel y mostaza. Todos silbamos, aullamos y aplaudimos, e incluso le tomamos el pelo a Shasha con que puede que ella no fuera la única que se quedaba en casa, después de todo.
                -¡Ni de coña! Si yo no follo esta noche, no folla nadie-dije, y Tommy miró a Diana.
               -Eso habrá que verlo, ¿eh, americana?
               A ninguno le importó que tuviéramos que marcharnos con el último bus y regresar con el primero, teniendo que quedarnos toda la noche sí o sí de fiesta. Creí que estarían cansados después de tanto trote, y lo cierto es que me preocupaba un poco cómo lo iba a sobrellevar Sabrae, hasta que ella me dijo que no me preocupara, que seguro que si necesitaba dormir, la sacaría a un banco de la calle y dejaría que se tumbara encima de mí. Tuve que darle la razón a eso.
               Estaba tan emocionado con la noche que se nos avecinaba, en la que tenía pensado beber como un puto cosaco y frotarme con Sabrae todo lo que ella me lo permitiera, que no presté atención a nada más. Por eso mis amigos de Grecia pudieron pillarme con la guardia baja, y consiguieron que me separara del grupo en los muelles, donde los nueve de siempre se quedaron esperando a que hablara con ellos. No se acercaron por prudencia y porque no les había presentado formalmente, lo cual era de agradecer. Después de lo que había dicho Niki sobre cómo estaban afrontando a Sabrae, todavía no estaba preparado para mezclarlos. Joder, ni siquiera sabía si sería capaz de perdonarlos antes de marcharme, y todo indicaba a que no sería así.
               -¿Qué hay, extranjero?-se burlaron, dándome unas palmadas en la espalda y revolviéndome el pelo, que todavía tenía húmedo de mi último baño. Puse los ojos en blanco, pero me dije que debía ser paciente con ellos. No me había hecho ni puta gracia escucharles llamarme con esa palabra, cuando siempre me habían considerado uno de los suyos: la única que me llamaba así era Perséfone, pero yo a Pers se lo consentía absolutamente todo. Y ella jamás lo diría con la intención con la que lo habían dicho ellos: de diferenciarse, de recordarme que, por mucho que dominara el idioma, por muy libre que me sintiera en Mykonos, yo no había nacido allí. Mi pasaporte era griego de rebote, no por derecho propio. Aquel mar no era el que me había visto nadar por primera vez, ni era el mar en que yo pensaba cuando alguien evocaba esa palabra.
               -Ey. Me pilláis un poco ocupado-me metí las manos en los bolsillos traseros del pantalón y alcé las cejas, haciendo un gesto con la cabeza hacia mis amigos.
               -Ya lo vemos-sonrió Dries-. No pierdes el tiempo, ¿eh, tío? Vamos a tener que pedir cita en esa apretada agenda tuya para que nos hagas caso.
               -Qué dices, tío-me reí, negando con la cabeza, luchando por quitarle hierro al asunto. No iba a dejar que me jodieran el día, a pesar de que me apetecía más bien poco verlos. Estaba seguro de que Niki les había contado qué postura había tomado en su lucha con Sabrae, y no me apetecía una mierda tener que justificarme con ellos-. Ni que fuera un ministro o algo así.
               -Mm, no sé. Ya van tres veces que nos pasamos por tu casa para buscarte y no estás. Es jodido localizarte-comentó Gaspar. Vi que Niki se metía las manos en los bolsillos también, y agachaba la cabeza. Estaba al fondo del todo del grupo, como si no estuviera muy cómodo con lo que hacían los demás. La verdad, no me extrañaba-. Nos preguntábamos qué te podía estar haciendo esa inglesita que te tuviera tanto tiempo lejos de casa.
               -Luego hemos visto a los pibonazos con los que te codeas-añadió Dries, inclinándose hacia un lado y sonriendo como un lobo-, y lo hemos entendido todo. No quieres que nos vean juntos porque las quieres a todas para ti, ¿eh, tío? Vamos, hombre. Comparte un poco, por los viejos tiempos-me dio un codazo en las costillas, quizá un poco más fuerte de lo que éstas habrían soportado sin resentirse, pero procuré que no se me notara. Di un paso atrás y me encogí de hombros.
               -Sí, bueno, lo cierto es que sí que he estado entretenido. Tengo mucho que enseñar de la isla, y muy poco tiempo, y…
               -¿De dónde han salido esas diosas de caramelo? Menudas piernas tienen. La rubia está para encerrarse con ella en una habitación y tirar la llave por la ventana.
               No me giré. No moví un músculo. No, porque como lo hiciera, le reventaría a Dries la cabeza por hablar así de Bey.
               -¿Cuándo nos vas a invitar a ir con vosotros, mm?-preguntó Gaspar, guiñándome el ojo-. Creía que ya estabas felizmente emparejado. Es de mala educación llevarse la pelota cuando te cansas de jugar para que los demás no puedan seguir.
               -Si estás muy liado haciendo de guía turístico, puede que te venga bien que te echemos una mano, Al. Tú sólo dinos qué les gusta a esas, y ya nos encargamos nosotros de dárselo-ronroneó Proteo, que tenía por costumbre tontear con todo bicho viviente, le interesara a éste o no-. Les daremos las atenciones que se merecen. La de las trenzas, por ejemplo…
               -Es lesbiana-le corté. Supuse que a Tam no le importaría que redujera su orientación sexual a una única palabra con tal de librarla de Proteo.
               -Sí, ya. Lo hemos visto. En fin-se encogió de hombros-, nadie es perfecto. Y todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Lo que cuenta es si, cuando les dan la opción a rectificar, lo hacen. Y parece que la tía es espabilada.
               -Ya. Bueno, tíos, me encantaría quedarme charlando, pero voy con un poco de prisa. Queremos salir de fiesta y ya sabéis lo mal comunicado que está esto-señalé con el pulgar por encima del hombro, y ellos protestaron.
               -Una lástima-Dries chasqueó la lengua-. Dile a ese bellezón afro que, si quiere pasárselo bien, yo estoy disponible. Hoy, mañana, y cuando a ella le venga bien. A una tía tan zorrísima como ella no hay que hacerle ascos.
               -Esa “tía tan zorrísima” se llama Bey.
               Todos me miraron, la miraron a ella, y me miraron de nuevo a mí. Asentí con la cabeza, y varios silbaron.
               -Lo sé. Tengo buen gusto. Así que no le vais a poner un dedo encima. Ni a ella ni a las demás, ¿me estáis escuchando? Todas están pilladas.
               -Tranquilo, tigre. Sólo queríamos recordarte que tienes amigos también aquí. Amigos de los que estás pasando, por cierto-Dries me pellizcó la mejilla y me dio una palmadita acompañada de un guiño-. Espero que lo soluciones, extranjero.
               Le cogí la mano por la muñeca y la alejé de mí con un rápido movimiento del brazo. Dries se quedó a cuadros: nunca me habían visto boxear. Sabían que había boxeado, y que se me había dado bien, pero no cuánto. Quizá les viniera bien una pequeña demostración.
               -Veré qué puedo hacer... griego.
               Los ojos de Dries se oscurecieron. Nunca me habían hecho elegir entre mis nacionalidades… y yo nunca había dado señales de querer decantarme por la inglesa. ¿Por qué habría de hacerlo? En Grecia era feliz, más que nunca. Era libre, hacía lo que me daba la gana, y disfrutaba de cada minuto. No tenía responsabilidades; ésas me esperaban en Inglaterra.
               Y, sin embargo, ahora me había dado cuenta de que tenía varias razones por las que preferir Inglaterra a Mykonos. La primera era, por supuesto, Sabrae.
               Las otras nueve estaban a treinta metros de mí.
               -Como me entere de que molestáis a mis amigas… os mato. ¿Queda claro? No me toquéis los cojones con ellas. No quiero ni que os acerquéis.
               Los chicos me miraron. Se relamieron los labios, fruncieron el, cambiaron el peso de su cuerpo de un pie al otro. Gaspar se giró.
               -Vámonos, tíos. Está claro que Alec está muy ocupado paseando a los extranjeros como para acordarse de que en esta isla se comparte todo.
               Lanzándome miradas atravesadas, fueron girándose y marchándose en dirección a los muelles. El único que se quedó fue Niki, que no sabía dónde meterse. Arqueé las cejas.
               -Así que tiempo, ¿eh?-pregunté. Se mordió el labio.
               -Si te sirve de algo, llevan queriendo abordarte desde que se enteraron de que habías traído a más. Se sienten amenazados.
               -Pues ponerse chulos conmigo no es la mejor solución.
               -Yo sólo… no quiero que tengamos movida, Al. Todos te queremos un montón, pero cada uno lleva esto de una forma distinta.
               Asentí con la cabeza. Y luego, se me ocurrió una idea. Niki era el único que había sido sincero conmigo, el único que le había abierto las puertas de su casa a Sabrae. Bien se merecía que le dejara claro que no tenía ningún problema con él.
               -¿Quieres venir a la ciudad con nosotros? Nos vamos de fiesta. Y te lo advierto, vamos con todo. No volveremos hasta que no salga el sol.
               -Ah, ¿que hay otra forma de salir de fiesta? Me apunto-sonrió, dándome un empujón juguetón.
               -Guay. Porque hay alguien a quien quiero que conozcas.
               Dries no se merecía estar ni a cincuenta metros de Bey… pero Niki era otra historia.
               Los chicos miraron con curiosidad a Niki cuando me acerqué con él, pero se mostraron abiertos (cosa que no podía decir de mis amigos de Grecia, de modo que otro punto para los nueve de siempre) con él, como si lo conocieran de toda la vida. Niki luchó por memorizarse sus nombres, repitiéndolos combinados con un saludo y diciendo que había oído hablar mucho de ellos. Los demás le dijeron lo mismo, a pesar de que puede que no hubiera hablado de Niki más de diez veces con ellos.
               -Esta es Shasha, mi Malik preferida… no se lo digas a Sabrae. Y atención, Niki, porque esta es Bey. La Bey.
               -Vaya, hola, preciosa-ronroneó Niki, cogiéndole la mano a Bey y dándole un beso en el dorso, igual que un galante caballero.
               -Vaya, Al. ¿Soy una “la”?
               -Me ofendes, Beyoncé. Yo por ti me iría al fin del mundo; lo menos que puedo hacer es llamarte “la”. Creo que os llevaréis bien, aunque… me veo en la obligación de decirte que tienes pretendientes. Y, aunque creo que no te merecen, no voy a ponerme en modo protector contigo si quieres ir por ahí de flor en flor.
               -Genial, porque la verdad es que me apetece follar. Estoy cansada de escuchar a todo el mundo hacerlo en esta casa menos yo-hizo un puchero, y Niki le dedicó una sonrisa lobuna que, a pesar de todo, no me molestó lo más mínimo. Por muy gallito que fuera, Niki era el más parecido a mí en la isla. Sabía cómo tratar a una chica…
               … o a un chico.
               El último que nos quedaba era Logan. Cuando Bey se hizo a un lado para que pudiera presentarlos, los dos se miraron a los ojos y yo ya no tuve opción de intervenir. Se escanearon con interés mal disimulado, y Niki le tendió la mano.
               -Hola. Tú eres Logan, ¿a que sí? Eres el que me queda-se echó a reír, y Logan asintió y le tendió la mano también. Las estrecharon con fuerza, mirándose a los ojos-. Yo soy Nikolai. Pero llámame Niki. O como tú quieras. A menudo también me sirve-hizo una pequeña reverencia, guiñándole un ojo, y Logan se echó a reír con nerviosismo. Incluso se puso colorado. Scott me miró con interés, y yo carraspeé.
               -Ah, sí. Se me olvidaba comentaros un pequeño detallito. Niki, me imagino que no te importará que te saque del armario con mis amigos, ¿verdad?
               -¿Qué armario, Alec? Toda Grecia sabe lo que soy. Ya va siendo hora de que os enteréis al otro lado del continente. Y, si tengo suerte-escaneó a Logan de arriba abajo-, algunos lo haréis antes que otros.
               Logan se sonrojó un poco más, pero por la forma en que le sonrió a Niki, me di cuenta de que esta noche también iba a hacer su magia… y desaparecer mágicamente durante unas horas, sólo él sabía dónde.
               Ahora, por lo menos, sabríamos con quién.
 
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2 comentarios:

  1. Me ha encantado el momento de sororidad de las chicas cuando han comido juntas, pobre Bella, hasta a mí me empieza a caer mal Max menos mal que Diana ha llegado para poner un poco de cordura.
    Estoy deseando que se lo pida de una vez porque igual quedo muy de pava pero realmente no se que le va a responder y sería un plot twist como le diga que no lol.
    Hablando de plot twist ojito con el final que yo ya estaba augurando a Niki con Bey y quien va a tener fiesta es Logan chillo. Deseando leer el próximo cap, echo de menos leerlos a todos de fiesta ains.

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  2. Ayyyy me ha encantado el cap, tengo muchas cosas que comentar:
    - Que penita me ha dado Bella al principio, aunque no me extraña que estuviese así. Me ha encantado como lo han hablado todas las chicas la verdad.
    - Bueno, como me dijiste, todos los momentos de Sabrae hablando de Alec una FANTASÍA. Osea “No, Alec no merecía derechos. Alec se merecía una religión para él solo.” ES QUE PARA MORIRSE.
    - El momento en el que no se quieren separar ADORABLE.
    - La conversación Eleanor y Sabrae >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> Me encanta que Sabrae haya hablado esto con Eleanor y que ella le haya hablado un poco de como se siente respecto a Scott poniéndole los cuernos. Me gustan mucho sus momentos juntas y estoy deseando que vuelvan a cantar juntas jajajajja
    - Me he DESCOJONADO con esto “Si no fueras maricón perdido, te fijarías más en como visten. Especialmente Bey. Y lo digo con todo el cariño del mundo hacia tu orientación sexual – añadí al ver que Logan se echaba a reír-, Por favor, no le digas a Sabrae que te he llamado eso.”
    - Las pedidas de mano en PRIVADO, estoy completamente de acuerdo con esto.
    - Y nunca lo digo, pero Max y Bella me parecen muy monos aunque ahora estén ahí ahí sufriendo jejejeje.
    - No aguanto a los amigos de Alec de Mykonos :/ (excepto a niki por supuesto)
    - Adoro a Alec protector con sus amigas
    - Y LUEGO EL FINAAAAAAL!!!!! NIKI-LOGAN EL SHIPPEO QUE NO SABÍA QUE NECESITABA. Ya estoy pensando en cómo sería su nombre de pareja. Me ha encantado, me ha sorprendido un montón y quiero más.
    Bua me ha encantado el cap, deseando leer el siguiente a ver la fiesta <3

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