lunes, 3 de enero de 2022

Hazte con todos.


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-Diana acaba de coger el avión-anunció Tommy, mirando la pantalla de su móvil. No pudo evitar esbozar una sonrisa al pensar en su chica viniendo por fin a reunirse con nosotros, y yo comprendía muy bien esa sensación.
               Todavía estaba dolorido de lo que habíamos hecho ayer Sabrae y yo. Hundirme en ella otra vez, sin ningún tipo de barrera entre nosotros, había sido glorioso: lo suficiente como para olvidarme de la sensación de pesadez que atenazaba mis brazos, mis piernas, mi espalda; todo mi cuerpo se resentía por el ejercicio que había hecho esa noche, ya en el límite de mis posibilidades. Por eso precisamente la había dejado durmiendo en el piso de arriba: la veía agotada, pero feliz. Una sonrisa de satisfacción le cruzaba la boca mientras su espalda subía y bajaba al compás de su cuerpo, haciendo que me quedara embobado mirándola por un momento, sin decidirme entre marcharme o quedarme allí con ella y adorarla en silencio, resistiéndome a la tentación de tocarla a cada segundo, pues necesitaría comprobar que era real.
               Sabía de buena tinta que Tommy dormía con Diana cada vez que podía, así que no pude más que sentir empatía por aquella sonrisa. Me alegraba sinceramente de que T por fin dejara de estar solo: en nuestro grupo se habían formado dos bandos, de solteros y emparejados, entre los que Tommy no había dejado de bailar en Mykonos. No tenía a ninguna de sus chicas con él, así que no podía reclamar un dormitorio para celebrar su juventud, pero tampoco tenía la libertad de quien no tiene ataduras y puede irse con quien quiera y volver a las tantas.
               Algo que parecía ser lo que le apetecía hacer a Bey. Había visto cómo había mirado a mis amigos cuando nos los cruzamos en la playa la tarde anterior y me detuvieron en un intento de darme conversación que yo sabía que tenía poco que ver conmigo y mucho con mi compañía, pero no me había preguntado por ninguno en particular y yo tampoco tenía ganas de empujarla a los brazos de ninguno de ellos, de modo que lo había dejado correr.
               Sin embargo, que entendiera a Tommy no quería decir que no me apeteciera burlarme un poco de él, así que me sumé a la oleada de aullidos que manó de las gargantas de los chicos al verlo sonreír como un bobo.
               Y después:
               -¡Shhh! ¡Las chicas están durmiendo!
               -No haberlas cansado tanto, entonces-rió Logan, que se había sentado en una de las sillas de la cocina y estaba coleccionando las uvas de mi madre. Scott se rió, robándole una de la mano.
                -¿No os parece que Alec se nos ha vuelto un blando desde que está casado?-lo picó.
               -Yo no estoy casado. ¡Mira quién fue a hablar! El tío que casi se folla a su chica en prime time. ¿Qué tal va la espalda, por cierto?-pregunté, y Scott se rió de nuevo. Tenía las marcas de las uñas de Eleanor bajando de sus hombros hasta sus riñones, y cuando se había quitado la camiseta en la playa y Tommy lo había visto, le había soltado que se había opuesto a su relación con su hermana en un principio por el bien de ella, pero que, de saberlo, lo habría hecho por la integridad física de él.
               -Mejor de lo que se merece-dijo Tommy, negando con la cabeza, y luego me miró a mí-. ¿Has aprovechado el tiempo que te quedaba con Sabrae?
               -Ni que fuera a morirse. O a cerrársele el coño-torcí el gesto-. Oye, ¿cómo sabes que está a punto de venirle la regla?
               Tommy inclinó la cabeza a un lado, sonriendo, y se giró de forma dramática a un calendario de pared. Ni siquiera me acordaba de que estaba ahí cuando llegué con Sabrae, así que no me esperaba que Tommy hubiera notado su presencia. Lo entendí todo a la perfección cuando me fijé en la carita triste que había dibujado Sabrae con rotulador rojo, de los que mi madre utilizaba para marcar la fecha de los guisos que dejaba preparados el último día de estancia en Mykonos para no tener tanto apuro cuando regresáramos al verano siguiente.
                -¿Por qué haces eso? Sabes que sé de sobra qué día te viene la regla-le pregunté a Saab cuando la vi marcar el día en que se nos acababa la fiesta en el calendario, donde todos podían verlo, algo que se suponía que a las chicas no les gustaba.
               -Se te da bien trabajar bajo presión-me había respondido, dejando el rotulador en la encimera con el típico gesto de señorita pija cuya única misión en la vida es proteger su virginidad hasta el matrimonio, y la que le sería imposible cumplir a estas alturas de la película-. Y quiero que me demuestres de qué eres capaz estos días.
               -Ah. Ya. Claro. Muy sutil-sonreí, negando con la cabeza.
               -Anoche os oímos entrar bastante tarde-dijo Jordan, mirándome con ojos entrecerrados-. ¿De dónde veníais?
               -De la calle No te importa, haciendo esquina con Puto cotilla.
               -Joder, estás tan casado que ni siquiera nos quieres contar los polvos que echas ya. Hemos perdido a un grande-Scott me puso una mano en el hombro y yo me lo quedé mirando.
               -¿Es que quieres aprender algo?-quise saber-. Porque no sé si eres digno de conocer mis trucos infalibles.
               Aunque la realidad era que no me apetecía contarles lo que había pasado entre Sabrae y yo la noche pasada. Me parecía algo demasiado… puro. Algo que, si lo compartía con mis amigos, terminaría corrompiéndose y perdiendo parte de su importancia. Especialmente porque yo no sabría contarlo del modo que realmente se merecía: como si fuera una epopeya, y no una parida que hubiera hecho improvisando y que me hubiera salido de pura potra. Lo que, por otra parte, tampoco sería del todo inexacto. A fin de cuentas, lo de hacerlo con ella en el muelle sí que había sido una improvisación: yo quería poseerla en el bote, creando un nuevo recuerdo que sólo llevaría su sello.
               Y, aunque no había salido como había planeado… había sido genial. Solos ella, yo, el mar y las estrellas, me había sentido vivo como pocas veces en mi vida; curiosamente, todas habían sido con ella.
               -Te quiero muchísimo-le había dicho mientras la embestía, la marea lamiéndonos la piel, y ella había abierto los ojos y me había mirado de una forma que…
               … que casi había conseguido que yo mismo le ofreciera quedarme. Había estado a punto de postrarme ante ella, decirle que no soportaría pasar ni un día separados, y que no me iría. Que me daban igual las penalizaciones, me daban igual mis planes, y me daban igual mis promesas. Sabía que aquello no afectaría a la verdad de las promesas que le había hecho a ella, y que conseguiría convencerla de que mi palabra no se medía por los planes en los que me echaba atrás, sino por a quién se la daba. Y las promesas que le hiciera a ella serían inquebrantables. Y ella se lo creería, porque ¿cómo iba a poder mentir alguien que follaba tan bien?
               Iba a quedarme con ella toda la vida. Y mi vida había empezado cuando abrí los ojos en el hospital; lo que estaba pasando antes del voluntariado no era un tiempo de preparación, como un ensayo para el que mi triunfal vuelta a casa sería como un pomposo estreno. ¿No estaría incumpliendo las promesas que le había hecho de estar a su lado si me marchaba?
               En sus ojos, por primera vez, vi que Sabrae era la misma solución a los problemas que ella misma me había causado. Que no sólo era la brisa que me había arrancado el mapa de las manos, sino el vendaval que había abierto un nuevo camino por la selva para mí.
               Y entonces, Sabrae dijo que me quería y mis pensamientos se detuvieron en seco justo allí. Nada de inercia, nada de explosión de cristales y hierro, como suelen seguir a ese tipo de choques. Simplemente sus palabras rebotando en mi cabeza.
               No podía explicarles eso a los chicos. Y menos aún reunir el coraje para marcharme cuando ellos me dijeran que siempre tenía la opción de quedarme. Ellos confiaban en que sería valiente y haría lo correcto, pero la verdad es que estaba hecho un lío y ya no tenía ni idea de qué era lo correcto.
               Saab había conseguido desenrollarme esa noche pasada, y le había costado tanto esfuerzo que todavía dormía en el piso de arriba.
               -Yo inventé tus trucos, payaso-espetó Scott, burlón. Iba a contestarle, pero en ese momento se abrió la puerta de la habitación de mis padres y las gemelas y Karlie nos honraron con su presencia.
               -Uf, qué alboroto. No se os puede dejar solos, ¿eh?-protestó Bey, negando con la cabeza mientras se frotaba la cara. Uno de los delgados tirantes que mantenía su top del pijama de las Supernenas en su sitio se deslizó por su hombro, y si bien no pude contenerme y evitar que se me fuera la vista, fui capaz de morderme la lengua y no decirle absolutamente nada.
               -Os echábamos de menos y necesitábamos que volvierais, Bey, pero como las lesbi… Karmika-me corregí a tiempo- me han desterrado de una parte de mi propia casa…
               -¿Cómo nos has llamado?-preguntó Tam, frunciendo el ceño y preparada para lanzarse contra mí.
               -Karmika-respondí, y Scott y Tommy se miraron. Fueron los únicos que no clavaron una mirada sorprendida en mí-. ¿Qué? Todas las parejas tienen nombre. Vosotros lo tenéis, y eso que no habéis hecho pública vuestra relación…
               -Nosotros no estamos liados-respondió Tommy. Alcé una ceja y eché mano de mi móvil.
               -¿Seguro? Porque aquí tengo pruebas que demuestran lo contrario-respondí, desbloqueándolo y tendiéndoselo. Tommy lo cogió con desconfianza, y a Scott le bastó con sólo un vistazo para fulminarme con la mirada.
               -¿Por qué tienes una foto de nosotros dos morreándonos en la final del concurso de fondo de pantalla, Alec?
               -Creo que está intentando decirnos algo-se sonrió Tam. 
               -¡Porque os conozco y sé que sois unos mentirosos!
               -Me gusta Karmika-comentó Karlie, una sonrisa radiante atravesándole la cara. Vaya, parece que era el día de sonreír como idiotas-. ¿A ti, cielo?
               -Es un poco… largo-dijo Tam, poniéndose colorada. En ese momento no sabía dónde meterse. Francamente, me tuve que controlar para no grabarla.
               -Sabralec también es largo, y a mí me encanta-dije.
               -¡Chicos, un nuevo récord! ¡Alec ha aguantado treinta y dos segundos sin mencionar a Sabrae! ¡Se merece un aplauso!-proclamó Jordan, y todos empezaron a aplaudirme.
               -¿Es que sois imbéciles? ¡Dejad de hacer ruido! Hay gente dormida todavía en esta casa.
               -Tío, cuando eras un fuckboy incapaz de guardarse la polla en los pantalones eras bastante más divertido-mi mejor amigo me pasó un brazo por los hombros y me rodeó el cuello.
               -Más divertido o no, me parece que va siendo hora de que nos movilicemos-respondió Tommy, mirando de nuevo su móvil, como si eso fuera a hacer que Diana llegara más rápido-. Tenemos que ir al aeropuerto a recoger a Didi. Somos doce, y solo tenemos un baño.
               -¡Me pido primero para ducharme!-gritó Logan, levantándose y poniendo una mano en alto, pero una mancha negra, marrón y rosa fue más rápida que él.
               -¡Tarde!-contestó Shasha, que entró en el baño y se aseguró de echar el pestillo antes de meterse bajo la ducha. Las chicas se lanzaron a aporrear la puerta para tratar de convencerla para que les dejara pasar y poder arreglarse ellas también, y empezaron a insultarla cuando Shash no atendió a razones. Tommy puso los ojos en blanco y trató de mediar con ellas, pero ni por esas: el único que no parecía sorprendido con el alboroto era Scott, que había ocupado el puesto de Logan como rumiador oficial de uvas.
               -Os dije que deberíamos abandonarla en Heathrow, pero no me hicisteis ningún caso, así que ahí tenéis el resultado-instó.
               Me pareció que era el momento ideal para ir a despertar a Sabrae, si es que mi chica era capaz de seguir durmiendo con el escándalo que había montado en casa, de modo que me colé entre la marabunta de cuerpos tratando de abrirse hueco por el pasillo para llegar antes al baño, subí las escaleras y me metí en mi habitación.
               Para sorpresa de absolutamente nadie, Sabrae tenía los ojos entreabiertos, y miraba con desgana el suelo de madera gastada por los años y la sal. Respiraba despacio, como si todavía estuviera dormida, y la forma en que sus piernas se estiraban y se doblaban a la vez debajo de las sábanas me dejó ver lo cansada que estaba. La última vez que la había visto así había sido cuando fuimos a Barcelona y nos habíamos pasado el día anterior pateando la ciudad al completo, y luego, cuando llegamos al hotel, en lugar de tener dos dedos de frente y ponernos a descansar, nos habíamos dedicado a echar polvos hasta casi dormirnos en medio del acto.
               ¿Me arrepentía de eso? No. Y tampoco me arrepentía de lo que habíamos hecho la noche pasada. De lo único que me arrepentía era de haber accedido a que mis amigos vinieran y rigieran completamente nuestras vidas. Quizá, si hubiera hecho de anfitrión y nada más, no tendríamos que preocuparnos de enseñarles la isla ni amoldarnos al deseo que tenían todos de descubrir Mykonos en tiempo récord, y así podríamos disfrutar el uno del otro.
               -¿Qué está pasando abajo?-preguntó con un hilo de voz somnolienta que hizo que algo dentro de mí explotara con la violencia de un volcán: una erupción de ganas de comérmela a besos.
               -La tercera guerra mundial. Recuérdame que tengamos varios baños en casa cuando tengamos críos-sonreí, sentándome en el borde de la cama y acariciándole la frente para apartarle los mechones que se la cubrían y poder verla mejor.
               -Te pondré un post-it en el escritorio para que no se te olvide mientras diseñas los planos. De color naranja-añadió-, para que lo mires más a menudo y le hagas caso.
               Sonreí. La fe que tenía en que entraría en Arquitectura era suficiente como para garantizarme no sólo la plaza, sino también el diploma. Podría ponerme a dibujar planos de casas mientras estaba en el voluntariado; así se me haría más ameno el echarla de menos, y más real que ella existía: sólo centrándome en construir poco a poco el futuro con ella conseguiría sobrevivir a su ausencia.
               Menudo gilipollas había sido diciéndole que medio mundo no es nada. Claro que es algo: la razón de mi locura. Me moriría de síndrome de abstinencia de Sabrae estando en Etiopía, y lo más irónico era que creíamos que procedía de allí. Sin embargo, ¿África seguiría siendo el continente de Sabrae si ella no estaba allí?
               Quizá entre líneas indicando tabiques, círculos de puertas y rectángulos de muebles, conseguiría convencerme a mí mismo de que no me había inventado a Sabrae. Sólo llevando al límite mi inteligencia sería capaz de darme cuenta de que no tenía la suficiente imaginación como para haberla creado yo solo.
               -¿Estás cansada?
               Asintió despacio con la cabeza, parpadeando lentamente. Bostezó, se estiró y se acurrucó de nuevo bajo las sábanas. Pensé en ofrecerle subirle el desayuno, pero sabía que se negaría. Puede que si Scott y Shasha no estuvieran en casa accediera a dejarse mimar, pero con sus hermanos con nosotros corría el peligro de que empezaran a llamarla “princesita”… algo que ella detestaba que hicieran si Sherezade no estaba delante para ponerlos celosos diciendo que, efectivamente, Saab era la princesa de la casa antes de llenarla de besitos.
                -Si quieres, podemos quedarnos-me miró-. Puedo encargarme de que se lo pasen bien sin mí, si tú no estás muy católica para ir a ningún lado.
               -Yo nunca estoy católica para nada, Alec-sonrió, desperezándose-. Soy musulmana, ¿recuerdas?
               -Ah, cierto-chasqueé la lengua, levantando la vista-. Se me olvidaba que no podemos comer nada que lleve cerdo y que todavía no hemos mantenido relaciones sexuales. Qué tonto-me di un golpecito en la sien y Sabrae se rió.
               -Sí, un poco. Pero hay que quererte así. Dame cinco minutitos más, sólo necesito…-un nuevo bostezo se adueñó de ella, y luego, apoyó la cabeza en la almohada- espabilar.
               -Lo digo en serio, ¿sabes, bombón? ¿Quieres quedarte?-abrió un ojo y me miró de refilón-. Porque hacer que Mimi los guíe es un momento. Se apaña bien con el idioma, ya sabes-le guiñé un ojo, apoyándome en el colchón al otro lado de ella-. No domina tantos como uno que yo me sé, pero se defiende en griego.
               Decir que Mimi se defendía en griego era, por supuesto, quedarme muy corto. Mamá le había hablado en griego durante toda su infancia, incluso con Dylan delante, simplemente porque adoraba cómo sonaba la que había sido la lengua en la que se refugiaba y porque mi padre no le había consentido decir ni una sola palabra que no fuera en inglés en casa. Se había llevado auténticas palizas por dirigirse a mí en griego o en ruso, y yo había aprendido más rápido de lo que debería aprender ningún bebé que no debía balbucear nada que mi padre no entendiera delante de él, o eso le traería problemas a mi madre.
               Así que cuando por fin fue libre y encontró un hombre al que le gustara escucharla decir palabras que no entendía, aprender su significado y expandir su mente y no sus puños, mamá había sido increíblemente feliz. Con razón disfrutaba tanto en Mykonos, si era el sitio en el que más podía practicar esa felicidad.
               -Por mucho que quiera ver a Mimi callándote la boca y demostrándote que no es una damisela en apuros…-murmuró, destapándose y bufando-, lo cierto es que me apetece ir por ahí con los demás. Solo estoy un poco cansada y somnolienta, eso es todo. Pero me espabilaré con un café.
               -Oído, cocina-respondí, dándole un beso en la frente-. ¿Le pongo leche condensada y praliné?
               -¿Qué quieres, volverme diabética?-preguntó, y luego esbozó una sonrisa radiante-. Añádele una montañita de nata y te la chupo esta noche.
               -Más te vale ir haciendo estiramientos de mandíbula, guapa-respondí, levantándome de un brinco y lanzándome hacia la puerta. Sabrae se echó a reír, y se abrazó las piernas por debajo de las sábanas. Hizo una mueca que trató de disimular, pero ya era demasiado tarde: la había visto, así que me lancé de nuevo a por ella, a ver qué podía hacer para aliviar su dolor.
               -¿Te encuentras bien?-asintió, miró debajo de las sábanas y apretó la boca en una línea bien definida. Chasqueó la lengua y cogió su móvil para comprobar que hubiera hecho bien los cálculos, y torció el gesto cuando el teléfono la avisó de que, efectivamente, debería haberle venido la regla esa noche-. ¿Nada?
               -Nada.
               -Oh. Bueno, no te preocupes, bombón. Todavía se te está regulando. Supongo que es normal…
               -Alec-dijo tras una pausa en la que sus cejas se convirtieron en una montañita, y que me demostró que no había escuchado ni una sola palabra de lo que le había dicho-, ¿crees que debería tomar la píldora?
               Me puse en modo alerta máxima al instante. ¿Tomar la píldora otra vez? Eso ni siquiera era una opción. Ya había tomado las dos que supuestamente hacían de tope anual, y las dos le habían sentado como una patada en el culo, así que no pensaba exponerla otra vez a ese bombazo hormonal. Y menos aún si estaba contraindicado.
               Joder, si hubiera sabido que se le pasaría por la cabeza aquello, me habría negado en redondo a tocarla. Me habría acurrucado a su lado en la cama y me habría dormido con su cabeza sobre mi pecho sin hacerla correr el peligro de tener que pasar por todo aquello a lo que quería exponerse otra vez. No había estado ahí en Bradford, pero sí cuando se nos rompió el condón en San Valentín, y con eso había sido suficiente para decidir que no volvería a exponerla a eso. ¿Me encantaba sentirla? Joder, más que nada en el mundo, y no podía esperar a que llegara el momento de que pudiéramos mandar a la mierda los condones de los huevos.
               Ahora bien, ¿me gustaba lo suficiente como para aceptar los efectos secundarios que le provocaban? Cuatro palabras.
               Ni.
               De.
               Puta.
               Coña.
               Tenía bien claro qué iba por delante si tenía que elegir entre mi placer o el bienestar de Sabrae.
               -¿No te dijo tu ginecóloga que te dieras un descanso de ella? Deberías escuchar a los médicos. Saben más de lo que parece. Por eso se comportan con tanta chulería.
               -Sí, pero, ¿y si no me viene porque estoy embarazada?-preguntó, y yo me la quedé mirando. A pesar del brillo inocente de sus ojos, no pude evitar descojonarme, lo cual hizo que ese brillo se intensificara hasta alcanzar el nivel de un incendio forestal y ella me empujara-. ¡Alec! ¡Te lo estoy diciendo en serio! ¡Deja de despollarte como un subnormal insensible!
               -¿Cómo voy a haberte dejado embarazada en menos de seis horas, Sabrae? ¿Tú te oyes cuando hablas?
               -Las mujeres somos fértiles en todos los días de nuestro ciclo. Ni que fuera imposible. Además, me noto muy pesada…
               -Nena, si notas síntomas ya es que tienes a Renesmee dentro. ¿Nessie? ¿Estás ahí? Soy yo, tu padre-saludé, hablándole a su ombligo-. Ya sabes. ¿Edward Cullen, pero con abdominales de verdad y la piel caliente?
               Sabrae desencajó la mandíbula y clavó la mirada en la ventana.
               -No me puedo creer lo gilipollas que eres.
               -¿Me avisarás dentro de nueve meses si es mío?
               -¿Me estás llamando puta?-ladró, incorporándose y pegándome un empujón para hacer que me cayera en la cama, cada vez más y más cabreada conmigo ante mi imposibilidad de dejar de descojonarme-. ¿De quién coño iba a ser sino tuyo, puto subnormal?
               -Podría ser de un calamar. Los peces lo hacen todo en el agua. ¿Me avisarás si tiene dos piernas? Si tiene tentáculos lo vas a tener más complicado, porque será de algún calamar y tendrás que volver aquí a buscar al padre antes de que lo pesquen. Que no te dé vergüenza, bombón: no serías la primera que se tira a un pez. Mira lo que pasa en La forma del agua.
               -No puedo creerme que me engañaras para hacerme creer que eras bueno y que me enamorara de ti. ¡Eres un putísimo anormal!-ladró, sentándose en la cama con dramatismo-. Lo calado que te tenía…-negó con la cabeza y se pasó las manos por el pelo-. Te juro que no sé cómo llegamos hasta aquí.
               -En barco. Que menos mal que la cubierta estaba lejos del agua, o si no, igual también te habrías enrollado con algún delfín. Eso sí que sería… ¡AU!-grité cuando Sabrae se hartó de mí y me dio un manotazo en los huevos. Me doblé del dolor, con la vista nublada, el corazón acelerado y una capa de sudor cristalizándome en la piel. Sabrae se mordió la cara interna de la mejilla, esperando a que yo dejara de quejarme y recuperara el aliento, pero yo no podía dejar aquella bala en la recámara-. Genial, Sabrae-ironicé-. Ahora que vas a tener que recurrir a la fauna marina si quieres tener hijos.
               -¿Qué tengo que hacer para que cierres el pico?
               -Sentarte en mi cara suele funcionar.
               Nos miramos largo rato, midiéndonos con la mirada. Un cosquilleo se despertó debajo de mi piel. Me mordí el labio, y los ojos de Sabrae no pudieron continuar la batalla: cayeron en picado hacia mi boca y se entreabrieron para dejar escapar un suave suspiro. Sus dientes rozaron la piel sonrosada de su boca, y me apeteció acariciar con la lengua el pequeño surco que dejaron.
               -¿Estás sintiendo eso?-pregunté. El aire entre nosotros parecía hecho de tormenta. De los labios de Sabrae colgaba una promesa tan hermosa como los jardines de Babilonia.
               -Sí-contestó, y luego se aclaró la garganta-. Pero no vas a conseguir hechizarme para que se me pase. Voy en serio, Alec. Me parece genial que te parezcan ridículas mis preocupaciones, pero te agradecería que no te rieras de mí por…
               -Tus preocupaciones no me parecen ridículas, Sabrae. Lo que sí me parece absurdo es que te plantees en serio que te haya dejado embarazada en seis horas. Y que se te note ya.
               -No estábamos del todo seguros de que fuera a venirme la regla hoy. Podría estar en otro punto de mi ciclo. Todavía es irregular.
               -No parecía tan irregular cuando me dijiste que no pasaría nada por traernos a mis amigos, porque de todos modos no podríamos hacer mucho en Mykonos-solté sin poder frenarme, y Sabrae parpadeó, herida-. Lo siento. Lo siento. Lo siento, no pretendía… he sido un gilipollas diciéndote eso. Me alegro de que los chicos estén aquí, de verdad que sí. Lo sabes.
               Se relamió los labios y apartó la vista.
               -Saab, Saab, Saab. Eh, eh, eh. Mírame. Mírame, por favor-le cogí la mano y ella me miró a regañadientes, a través de unos ojos húmedos que me hicieron odiarme en el acto-. Lo siento de verdad. Sabes que no creo que las cosas hayan pasado como han pasado, yo…-suspiré-. Yo sólo estoy siendo yo, un puto bocazas que no hace más que meter la pata. Te prometo que no pienso que no fueras sincera con tu ciclo.
               -No me duele eso, Alec. Después de todo, puede que me haya equivocado y todavía no se me ha normalizado. Me duele que pienses que yo no querría pasarme las vacaciones metida en la cama contigo. Porque sí que lo quería. Sí que lo quiero. Pero… no iba a poder ser, y…
               -Sabes que a mí no me importa que manches.
               -Pero a mí sí. Y… yo quería que estuvieras entretenido.
               -Ya te dije hace tiempo que me gusta estar contigo incluso sin sexo de por medio. No hicimos prácticamente nada mientras estaba en el hospital, y tú conseguiste que mi estancia allí fuera soportable. Joder, si no me volví loco fue porque estabas allí conmigo día sí, día también, Sabrae-negué con la cabeza y ella se apartó el pelo a un lado.
               -Estamos entrando en un bucle.
               -Me da igual entrar en un puto bucle, Sabrae. Entraré una y mil veces si con eso consigo que te sientas mejor. No quiero que estés mal. Y lo siento por ser un puto gilipollas que no piensa lo que dice. Que me propusieras traer a los chicos fue genial. Reaccioné como un jodido imbécil cuando me lo dijiste, pero tiene todo el sentido del mundo. Se nota quién es la lista de los dos-le cogí las manos y ella me miró con los ojos brillantes-, y no soy yo. Lo eres tú. Sólo tú podrías pensar en que me apetecería ver a mis amigos antes siquiera de que a mí me entraran ganas, o me arrepintiera por no haber pensado en ellos cuando estuviera en…-me quedé callado. Pensar en el voluntariado ahora no serviría para más que para hundirme-. Así que fue una buena decisión. No quiero que pienses que me arrepiento de haber invitado a…
               Justo en ese momento, el alboroto del piso inferior se cortó en seco con el sonido de algo rompiéndose contra el suelo. Alguien exhaló un “joder” a media voz.
               -Lo escondemos-zanjó Jordan-. Lo escondemos y le echamos la culpa a algún gato. Es lo que se hace en los pueblos, ¿no?
               Puse los ojos en blanco.
               -Yo no me arrepiento. Mi madre, no lo sé. Pero yo no. Fue una idea genial. Como siempre, bombón-sonreí, acariciándole las mejillas, sosteniendo su cara entre mis manos-. Así que no dejes que nadie te haga creer que tuviste una mala idea. Ni siquiera yo. Los chicos son parte de mí igual que lo eres tú, y… necesito despedirme de ellos igual que necesito despedirme de…
               Se inclinó y me dio un beso en los labios. Su lengua exploró mi boca mientras sus pestañas me acariciaban las mejillas.
               -¿Eso quiere decir que me perdonas?
               -Es que no quería oírte decir que te estás despidiendo de mí en este viaje. Porque no quiero que te despidas de mí, Al.
               -Vale, no me despediré de ti-le prometí-, ¿pero me perdonas o no?
               Se echó a reír, asintió con la cabeza y tiró suavemente de mí para darme un beso.
               Estaba a punto de tumbarme encima de ella cuando llamaron a la puerta y, sin esperar respuesta, la abrieron de par en par. Me giré para ver a Mimi, allí plantada como un gólem, con las manos en los ojos.
               -Han tirado el jarrón de las buganvillas de mamá. ¿Qué hacemos?
               -Comprar otro.
               -La tienda en que lo había comprado está cerrada, ¿recuerdas?
               -Encontraremos uno parecido y le daremos el cambiazo. Mamá no se enterará.
               -Tiene fotos de él.
               Suspiré.
               -¿Qué solución quieres que te dé, Mary Elizabeth? ¿Quieres que te diga que nos vamos a echar a llorar?
               -Estaría bien.
               -Pues vete hidratándote, guapa, porque la que va a estar aquí cuando mamá vea que falta el jarrón vas a ser tú. Yo estaré a medio mundo de distancia.
               -Siempre puedo echarte la culpa-sonrió con maldad, y entreabrió los dedos para ver mi expresión de fastidio. Le hice un corte de manga, y ella se rió con más ganas.
               -Tommy está empezando a ponerse nervioso. ¿Crees que terminarás pronto de sobarte con Sabrae?
               -No-dije yo.
               -Sí-dijo Sabrae, y me dio una palmadita en la espalda cuando le puse una expresión de cachorrito abandonado-. Venga, papi. Tenemos que ir a por Diana.
               Mimi se estremeció.
               -Preferiría que no lo llamaras así estando yo delante, Saab.
               -Vete a ser una mojigata a otra parte, Mary Elizabeth. Tengo que comerle el coño a mi novia antes de que me deje la barbilla manchada de salsa rosa.
               -¡ERES UN GUARRO!-chilló Mimi, pero salió disparada escaleras abajo, así que conseguí lo que quería. Sabrae había puesto los ojos en blanco y negado con la cabeza, pero cuando la miré, una sonrisa amenazaba con asomar a sus labios, así que supe que no había peligro de ofenderla. Al menos, no con esto.
               Me cogió la mano y me dio un suave apretón cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, asegurándome que la pequeña discusión que acabábamos de tener había finalizado, y me empujó suavemente para poder levantarse, ponerse unos pantalones y bajar a desayunar.
               Hizo bien haciendo las paces conmigo, porque Tommy no estaba para tonterías. Estaba corriendo de un lado a otro de la casa, asegurándose de que todo el mundo se estaba moviendo, y, de paso, haciendo que cada vez le resultara más necesaria una ducha. Se asomó al salón, le gritó a Scott que espabilara y que dejara tranquila a Eleanor; abrió la puerta de la habitación de mis padres y echó un vistazo dentro para asegurarse de que Tam y Karlie no habían vuelto a las andadas (claro que se escucharían gemidos de ser así, y no era el caso) y entró como un ciclón en la cocina para interponerse entre Jordan y Logan, que discutían sobre de quién era la última botella de agua que había en la nevera. Síp, la casa era un puto caos, y no ayudaba que Sabrae hubiera agotado sus energías y no pudiera, por tanto, impedir las peleas poniendo un poco de orden.
               Ni me molesté en preguntar quién había sido el que había roto el jarrón de mamá: sabía que nadie daría la cara, y no quería poner a Tommy en el apuro de tener que hostiarse conmigo para que yo me vistiera, así que cuando bajé, ya con la camisa de rigor y unas bermudas de color azul tejano, Tommy casi se tira a darme un buen morreo de agradecimiento.
               Le puse la mano en el hombro a Sabrae, que me miró con timidez y me sonrió mientras masticaba más despacio de lo que a Tommy le gustaría, y más rápido de lo que podía, los cereales que se había echado en un bol mediado de leche. Cuando le pregunté si con eso sería suficiente para desayunar, sin embargo, toda tregua entre Tommy y yo se fue a la mierda al soltar mi amigo:
               -Tendrá que serlo, porque ya vamos jodidamente tarde.
               -Relájate, súper estrella-ladré-. Sé cuánto tardamos al aeropuerto, y vamos bien de tiempo.
               -Alec, tienes la orientación temporal en el culo-me acusó Tommy, señalándome con un dedo amenazante-. Siempre llegas tarde a todos sitios. Me fío más de lo que Mimi estime, y ella dice que más nos vale ir moviéndonos.
               -Mary Elizabeth adora poner nerviosa a la gente. Es la única forma que tiene de poner un poco de emoción en su aburridísima vida-dije, aunque no estaba muy seguro de si Mimi tenía razón o no. Habíamos perdido mucho tiempo en el piso de arriba, y Saab querría ducharse antes de salir de casa.
               Scott y yo tuvimos que intervenir para que Tommy no echara la puerta del baño abajo cuando mi chica entró, y luego Jordan tuvo que echarle una mano a Scott para sujetarme y que no me cargara a Tommy por gritarle a mi novia de la forma en que lo estaba haciendo. Sabrae salió disparada del baño en una de esas, y antes de que Tommy tuviera la oportunidad de escaparse y matarla, y yo tener que matarlo a él, bajó las escaleras vestida con una camiseta lila de tirantes que le realzaba el bronceado de la piel y los pechos, unos vaqueros cortos con los que tenía un culo espectacular, y sandalias doradas romanas que…
               -Deja de babear con Sabrae y mueve el puto culo, Alec-ladró Tommy, empujándome hacia la puerta mientras yo miraba embobado cómo Saab se hacía las trenzas de rigor mientras bajaba por las escaleras, como si no fuera nada del otro mundo doblegar su melena y hacer malabares con su bolso a la vez.
               Mimi cerró la puerta de casa, proclamó que si alguien se quedaba dentro podría escapar por la ventana, y nos dirigimos hacia la parada del bus, con Tommy dirigiendo la comitiva apretando tanto el paso que pensé que le saldría una hernia. Le hice un corte de manga cuando me miró por encima del hombro por quinta vez, pero Sabrae me dio un manotazo en la cintura mientras se aplicaba un poco de gloss en los labios para que me comportara.
               -Está estresado. Sé comprensivo.
               -Soy comprensivo. Nos va a tocar esperar un milenio en el aeropuerto si vamos al ritmo al que él va. No sé por qué coño se estresa tanto.
               -¿Tú no te estresarías si estuvieras en su situación? ¿Si te fueras de vacaciones sin mí?
               -Difícilmente puedo irme de vacaciones a ningún sitio sin ti si cuando no estamos juntos yo me siento como si estuviera castigado. Así que mejor habla de exilio, bombón.
               Sabrae soltó una risita que hizo que Tommy se girara en redondo y nos fulminara con la mirada.
               -¡Te juro por Dios que te voy a meter la cabeza debajo del agua durante cinco minutos como no te relajes, Tommy!-le aseguré, y Sabrae me pasó su bolso.
               -Anda, cógeme esto y vigílame los pies. Voy a intentar echarme el rímel.
               -¿Andando?
               -No me subestimes, Whitelaw.
               Sacudí la cabeza.
               -No me he cruzado con nadie normal en mis dieciocho años de existencia.
               Milagrosamente, Sabrae consiguió echarse la máscara de pestañas sin ningún tipo de incidente, y cuando llegamos al aeropuerto, para sorpresa de absolutamente nadie porque yo siempre tengo razón, lo hicimos con tanta antelación que incluso pudimos aburrirnos. Fuimos dispersándonos por la zona de llegadas, cada uno vagando como un alma en pena con rumbos dispares que se entrelazaban solo a medias. El único que no se movió de delante de los paneles de llegadas, en los que ni siquiera estaba el vuelo de Diana cuando por fin nos bajamos del bus, fue Tommy: los demás nos dispersamos como tinta en un cuenco. Sabrae fue a acompañar a Shasha a mirar la sección de ofertas de música de la tienda sin impuestos del aeropuerto. Jordan y yo nos fuimos a la sección de videojuegos. Tam, Karlie y Bey se sentaron en un banco diseñado para dos personas a lamer con pereza unos helados. Eleanor y Mimi hacían cola en el Starbucks para conseguir no sé qué cafés de edición limitada que había sacado una cantante que les gustaba, al estilo de Taylor Swift. Bella hojeaba unas guías de viaje de Grecia, comparando cuáles tenían un mejor diccionario, mientras Max le daba al coñazo a Scott en una esquina de la misma tienda.
               No había ni rastro de Logan por ningún sitio, pero no me preocupaba lo más mínimo. Logan tenía tendencia a desaparecer a mitad de la noche, esfumándose sin dejar rastro, avisando con un escueto “luego vuelvo” en el que ni siquiera concretaba un poco más el luego, y luego aparecía como si nada a las horas, con el pelo un poco despeinado y, si había tenido suerte, los ojos chispeantes, pero nada más.
               Clavé los ojos en Bella cuando dejó un libro en la estantería, sonrió, se giró con la boca abierta para decir algo, pero sus palabras murieron en sus labios. Miró alrededor, con el ceño fruncido y los ojos un poco tristes, preguntándose dónde estaba Max.
               Miré a mi amigo, que gesticulaba y gesticulaba siguiendo a Scott mientras éste se paseaba con aburrimiento por entre las estanterías de peluches de colores, pensando seguramente en qué cogerle a Duna.
               -Joder, tío, mira qué ofertas-baló Jordan, revolviendo en los cajones de videojuegos y abriendo los ojos como platos al ver las etiquetas con el precio-. Esto al cambio está tirado, ¿verdad? La libra sigue cotizando a más que el euro. Joder, Al, mira esto, mira, mira-Jordan me tiró de la camisa, agitándome un juego frente a la cara, pero yo estaba concentrado mirando a Bella acercarse a Max. Le puso una mano en el hombro y Max se puso rígido, girándose para mirarla y fingir fatal que escuchaba lo que le decía. Bella le tendió el libro, sonriendo, y le preguntó qué le parecía; Max le dijo que genial, que fantástico, que cogiera otro para su madre, y corrió para reunirse de nuevo con Scott.
               Bella se quedó allí plantada, sin saber qué hacer, con el libro en una mano y el bolso en la otra. Se mordió el labio, dio un paso atrás, como si fuera a dejar el libro en la estantería de donde lo había sacado; luego, se lo pensó mejor, bajó la cabeza para mirar la portada y tragó saliva.
               -Compra lo que quieras y deja de tocar los huevos, tío-le dije a Jordan, que siguió exhalando las gangas que tenía delante como si no se lo pudiera creer, completamente ajeno a mí-. Vengo ahora.
               -¿Adónde vas?
               -Que vengo ahora, te digo. Joder.
               Atravesé el pasillo en dirección a Bella, que se apartaba un mechón de pelo tras la oreja con nerviosismo mientras miraba las fotos del interior del libro.
               -¿Qué? ¿Informándote para hacer de guía?-pregunté, y ella dio un brinco y me miró. Sonrió con timidez y asintió con la cabeza, y yo noté que se sonrojaba porque se había dado cuenta de que había ido a rescatarla.
               -Pillada-murmuró, toqueteando el libro-. Seguro que te parece una tontería, dado que, bueno… tú estás aquí, y ya lo has organizado todo.
               -No te creas. Las guías están guay para coger inspiración. ¿Sabías que le regalé una a Sabrae por el cumpleaños? Tampoco es que la fuera a necesitar, ya que mi intención era traérmela, pero…-me encogí de hombros-. No sé. He tardado en descubrir lo que molan los libros, pero siempre he sabido que las guías de viaje estaban súper bien. Y esta parece que tiene buena pinta.
               -¿Tú crees? No sé. La madre de Max nos pidió que le trajéramos algo de recuerdo, y no se me ocurría qué hasta que las he visto en la estantería. Se me ha ocurrido que así sería como si ella también hubiera estado aquí. Supongo que es un poco una tontería.
               -A mí me parece una idea genial, Bells.
               Bella sonrió.
               -¿Y qué opinas de ésta?-preguntó, agitándola en el aire. Tenía la tapa dura, como plastificada, y las hojas eran las típicas de los libros de recetas que manejaba mi madre: también con tacto plastificado, mucho más duradero-. ¿Es… fiable?
               -¿Soy un experto en guías de viaje?
               -No. Pero en Grecia, sí-respondió, y yo le sonreí.
               -Después de este viaje, tú también vas a serlo, muñeca-le di un toquecito en la cintura y ella se rió. Negó con la cabeza y sostuvo la guía entre nosotros.
               -Por muy tentador que suene, creo que prefiero asegurarme de que me llevo un regalo para mi suegra por si acaso se me olvide.
               -Chica lista. Suerte que tienes a tu experto personal en Grecia para echarte una mano a elegir un regalo para suegras. ¿Y si le coges un par de postales y se las pones dentro como sorpresa? Fijo que no se lo espera. Incluso podrías hacerle un agujero a una en una esquina, ponerle un llavero y que lo use como marcapáginas.
               Bella me miró con ojos como platos.
               -¡Oye! Se te da muy bien esto de pensar regalos.
               -Bueno, es que tengo experiencia con eso. ¿Max no te ha contado la vez que hice trampas en un amigo invisible porque quería más regalos?
               -Eh… no me suena.
               -Ah, pues fue fácil. Metí mi nombre nueve veces en una bolsa, le di el cambiazo a la que estábamos usando para sortear quién nos tocaba, y luego tuve que comprar nueve regalos para que los demás no se quedaran sin nada. Fue un poco apurón, pero…-me encogí de hombros-. Mereció la pena. Aunque si te gustan mis ideas, deberías ver las de Saab. Ella sí que se esmera, ¿eh, bombón?-ronroneé cuando Shasha y ella se acercaron, curiosas. Le rodeé la cintura y le di un beso en la cabeza, y Sabrae hizo una mueca.
               -Se conforma con muy poco.
               -Por eso tolero que seas tan pequeñita-repliqué, y ella me dio un puñetazo suave en el costado.
               -Yo también me conformo con poco, al parecer, si soporto a un imbécil como tú.
               -La tengo grande, Bella, que no te engañe-le guiñé un ojo y se echó a reír. Bella nos miró un momento, acarameladitos como estábamos, y luego se apartó el pelo de la cara y señaló las estanterías de metal con postales de exposición.
               -Creo que voy a seguir tu consejo, Al. ¿Me ayudáis a elegir unas postales y un llavero?
               -¡Uuuh! Tarea de chicas. Mi testosterona está bajo mínimos. ¿Por qué no os ocupáis vosotras, chicas?-pregunté, cogiendo a Sabrae de la cintura y empujándola suavemente en dirección a Bella-. Creo que voy a ver qué tal está Tommy.
               Shasha ya estaba siguiendo a Bella con un par de discos en la mano, pero Sabrae se detuvo un momento para mirarme.
               -Menos mal que has ido a echarle una mano a Bella. ¿Qué bicho le ha picado a Max? Lleva desde ayer comportándose rarísimo-comentó, y yo me mordí los labios para no sonreír. Las cejas de Sabrae se convirtieron en una montañita-. ¿Qué?
               -¿Recuerdas ese día que te dije que no podía quedar porque tenía el último partido del curso en la cancha del instituto de Bella con los chicos? ¿Y que era un evento solo de tíos?
               Sabrae parpadeó.
               -… ajá…
               -Bueno, pues… te mentí. Un poco. Sí que era un evento sólo de tíos, pero… cambia lo de partido por sesión de compras, y la cancha del instituto de Bella por las joyerías del centro.
               Sabrae abrió muchísimo los ojos y abrió la boca para exhalar un chillido, pero yo fui más rápido y me abalancé a taparle la boca.
               -Ni se te ocurra decir nada, Sabrae. ¿Me oyes?-pregunté, y ella me miró por debajo de las cejas y asintió con la cabeza-. Es una sorpresa.
               -¿Lo va a hacer aquí?
               -Está histérico.
               -Ya, pues debería disimularlo un poco mejor. Y dejar de comportarse como un gilipollas. ¿En qué joyería fue?
               -¿Eh?
               -¿Dónde compró el anillo?
               -¡Ah! En Tiffany. Lo sé, lo sé. Muy… visto-puse los ojos en blanco-, pero eran los que mejor nos trataron y los del catálogo online más detallado. Flipas con la cantidad de joyerías que no tienen ni siquiera el rango de precios para los anillos de pedida. A Jordan casi le da algo cuando fuimos al primer sitio y nos dijeron lo que costaban… y eso que creo que nos hicieron un descuento instantáneo porque éramos cinco chavales preguntando por un mismo anillo, y no les convenía cabrearnos.
               -Tiffany nunca va a estar muy visto. Es un clásico-ronroneó, meneando las cejas de forma sugerente-. ¿Te he mencionado alguna vez que el anillo de pedida de mi madre es de Tiffany?
               -Unas cincuenta y tres, sí.
               -¿Y que me encanta todo su catálogo?
               -Sabrae-le puse las manos en los hombros-. Fui a las recuperaciones, sí, pero no soy totalmente subnormal. Ya he pillado que quieres que te compre el anillo en Tiffany.
               -¿Quieres que te facilite el trabajo y te pase mi lista de adorados?
               -Tira-ordené, señalando a Bella y Shasha, que se divertían frente a los llaveros haciendo Dios sabe qué.
               -¿Tan seguro estás de que vas a acertar?
               -Hasta un trozo de carbón en la anilla de una lata de refresco te encantaría simplemente porque te la doy yo.
               Se echó a reír, se puso de puntillas para darme un piquito y me dio un apretón en la mano antes de hacer amago de marcharse, pero yo la retuve.
               -¿La lista de adorados se puede ordenar por precio?-pregunté, y ella soltó una risita.
               -Sí... pero el más barato tiene seis cifras.
               -No me esperaba menos de alguien con tan buen gusto-tonteé, y Sabrae se rió, trotó para darme otro beso, y luego corrió a reunirse con Shasha y Bella. Las miré un momento, la expresión aliviada de Bella al ver que alguien por fin le hacía caso, y me dirigí hacia Max y Scott, que estaban en una esquina de la tienda, ya fuera de ésta, con Scott vigilando a Tommy en la distancia mientras éste vigilaba el panel de llegadas, y Max erre que erre a gesticular a su lado.
               -… porque si lo hago hoy, claro, igual parece muy sospechoso que nos hayamos ido por la tarde para…
               -¿Se puede saber de qué cojones vas?-ladré, agarrando a Max del hombro y obligándolo a mirarme. Scott nos miró a ambos, soltó un suspiro trágico, y comentó:
               -Nunca pensé que fuera a alegrarme tanto de que vinieras a quitarme a alguien de encima, Al.
               -¿Has visto la cara que se le ha quedado a Bella cuando le has dado la espalda antes? La pobre parecía a punto de llorar. Mira, tío, entiendo perfectamente que estés nervioso, pero eso no te da derecho a comportarte como un puto gilipollas. La estás tratando como a mierda, y si ella fuera mi hermana, no te quedaría continente para correr.
               -Tú no lo entiendes, Alec, no intentes…
               -¿Qué es lo que no entiendo, exactamente? ¿Que estés tan obcecado con la mierda que quieres hacer con la pedida hasta el punto de que pases de tu novia? Porque sí, es verdad. No lo entiendo en absoluto. Parece que esto va más de dejarnos el listón alto a los demás que de hacer que Bella tenga un buen recuerdo de este viaje. Porque, sorpresa, gilipollas: si sigues por este camino, me sorprendería que ella te dijera que sí.
               Max parpadeó, sorprendido. Abrió la boca como un pececito, y se giró para mirar a Scott, que no le devolvió la mirada, sino que se limitó a mordisquearse el piercing con los ojos fijos en Tommy.
               -Lo estás diciendo porque quieres darme un toque de atención, ¿verdad?-preguntó Max, y yo me reí con cinismo.
               -¿Te parece que te mentiría con algo tan gordo, tío? No sé, tronco, haz lo que te parezca. Al fin y al cabo, es tu relación. Pero no esperes que me siente a ver cómo haces que Bella se sienta como una mierda porque eres incapaz de ponerla por delante de tu afán de protagonismo.
               -Te estás pasando un poco, ¿no crees? ¿No te parece, Scott, que se está pasando un poco?
               -Max, llegas media hora de reloj parloteando sin parar sobre la puñetera pedida. Ni siquiera te has dado cuenta de que me he puesto auriculares-respondió Scott, quitándose un casco de la oreja contraria y mostrándoselo. Me reí por lo bajo-. Así de profundamente tienes la cabeza metida en el culo.
               -Mira, tío, entiendo perfectamente que estés nervioso. Sabe Dios cómo estaré yo cuando por fin me plantee en serio pedírselo a Sabrae.
               Scott rió por lo bajo.
               -Dos minutos y medio sin mencionarla…
               -Te juro por Dios que te voy a pegar tal hostia que vas a estar cagando dientes un mes, Scott-ladré.
               -Sólo me hace gracia lo bien cogido por los huevos que te tiene mi hermana-se sonrió.
               -Pero el caso es que por muy nervioso que estés, no deberías dejar que ella se sienta como una mierda porque eres incapaz de concentrarte. Le vas a pedir que pase el resto de su vida contigo, y, ¡tío, no haces más que darle esquinazo a cada ocasión que se te presenta! No sé, macho; yo estaba soltero hasta hace nada, así que no tengo mucha idea de relaciones todavía, pero me huele un poco mal que quieras pedirle a Bella si luego no eres capaz de estar en la misma habitación que ella.
               -Sí que lo soy. Dormimos juntos en el piso de arriba, ¿recuerdas?
               -Porque no hay más camas libres-contestó Scott-, que si por ti fuera, dormirías en el desván.
               -¡Eso no es verdad!
               -¿Fijo?-pregunté yo-. Porque es lo que parece.
               -¡VIENE DIANA!-gritó Tommy a pleno pulmón, haciendo que todo el mundo en un radio de cinco metros se lo quedara mirando. Me hizo pasar vergüenza, sobre todo porque el vuelo de ella no había hecho más que aparecer en la pantalla de llegadas. Todavía había que esperar un rato, pero ya era suficiente para que T estuviera más y más nervioso.
               -¿Vamos a hacerle compañía?-preguntó Logan a mi izquierda, y yo di un brinco.
               -¡JODER! ¡Logan, me cago en Dios! ¡Que me extirparon un trozo de pulmón el pasado abril! No estoy para estos sustos. ¿Cuánto llevas aquí?
               -¿Aquí dónde? Al, llevo detrás de ti todo el tiempo.
               -Será mejor que vaya con él antes de que intente colarse en la zona de recogida de maletas y los de seguridad lo detengan-decidió Scott-. ¿Quién se viene?
               -Yo te acompaño-decidió Max, y Scott lo fulminó con la mirada antes de mirarme a mí.
               -Igual que hablar con una pared.
               -¿Qué acabo de decirte, Maximiliam?
               -Me da vergüenza mirar a Bella ahora mismo-dijo Max, poniéndose colorado, y yo puse los ojos en blanco.
               -Pues vamos guapos. ¿Qué vas a hacer cuando os caséis? ¿Te conectarás por Skype? ¿O quieres que haga un directo en Instagram para que te dediques a mandar emojis de fuegos a diestro y siniestro, como si estuviéramos en el infierno?
               -Dime que tú también te vienes, Alec-suplicó Scott-. No quiero que me dejen solo con este señor.
               -¿Estás de coña? Aquí la gente me conoce. No voy a quedarme plantado delante de la zona de llegadas como un pasmarote.
               -Joder. Tener hermanos para esto-protestó Scott, guardándose los cascos en el bolsillo del pantalón. Encañonó a Max con un dedo acusador-. Te lo juro, Max. Como digas una sola palabra relacionada con el anillo de Bella, subo a una foto a Instagram de dónde estoy y dejo que mis fans te despiecen como a un cordero intentando llegar hasta a mí.
               -Me preguntaba cuándo ibas a mencionar a tus fans hoy-me burlé.
               -He aguantado, ¿no os parece? Estoy orgulloso de mí mismo. En fin… tengo que hacer de niñera-comentó, escurriéndose entre la gente que iba y venía en todas direcciones. Vi que Bella tendía un billete de veinte euros en el mostrador, y me acerqué para echarle una mano con el cambio. Las monedas de euro me parecían más manejables que las libras y los peniques, pero ellos no estaban acostumbrados, y no quería que les estafaran.
               Me rompió un poco el corazón la sonrisa radiante que me dedicó al verme llegar, como si fuera su salvador.
               -Shasha me ha echado una mano-explicó, abriendo la bolsa y enseñándome las postales. Se habían cogido un pequeño llavero que consistía en una réplica en acero del Partenón en miniatura, y se me ocurrió que a Saab le gustaría…
               -Ella también se ha cogido uno-informó Shasha, y yo sonreí.
               -¿Tan predecible soy?
               -Na. Soy yo, que soy muy lista-explicó, apartándose el pelo del hombro igual que una súper modelo en su debut en las pasarelas después de un tiempo alejada de los focos por voluntad propia.
               -Y, hablando de mi señora…
               -Ha ido al Starbucks a por un sándwich. Se moría de hambre, la pobrecita. Oye, Al, ¿dónde se supone que vamos a comer esta tarde?-quiso saber Bella, y yo me encogí de hombros.
               -Creo que Bey quiere perderme de vista un rato, y dado que ahora tengo novia y no podemos hacer el perrito, lo más sensato que se me ha ocurrido es soltaros en la ciudad para que hagáis espabilar la economía de Mykonos mientras los chicos y yo nos dedicamos a comer pipas en algún parque.
               -Yo no quiero ir de compras-se lamentó Shasha.
               -¿Y criticar a Scott?-pregunté, y esbozó una sonrisa maligna.
               -Eso, siempre.
               -Guay. Me apetece un día de chicas.
               -Eso me duele, Bells. En fin, dado que nadie hace amago de discutir el plan maligno de Bey, supongo que no me queda otra que aprovechar para estar con vosotras antes de que me echéis.
               Nos reunimos con las gemelas y Karlie, que en ese momento terminaban de mordisquear los conos de sus helados y nos miraron por debajo de unas cejas arqueadas como las bóvedas de una catedral gótica.
               -¿Diana ya ha llegado?
               -Define “llegar”, Kar. ¿Ha salido del espacio aéreo inglés? Sí. ¿Ha pasado ya por encima de media Europa? Lo dudo bastante.
               -Hemos oído gritar a Tommy-dijo Tam.
               -Tommy es cantante. Si no se le oyera, el pobre se moriría de hambre.
               -¡No digas eso! Tommy es muy guapo-Karlie agitó en el aire una servilleta, mandándome callar.
               -¿Más que yo?-ronroneé, sentándome sobre sus rodillas como un niño juguetón. Tamika me miró de arriba abajo.
               -Duh. Obviamente.
               -Saca la cabeza del armario y mírame bien, Tamika, porque ni de coña es Tommy más guapo que yo.
               -Tiene su puntito-comentó Bey, y se me desencajó la mandíbula.
               -Beyoncé-protesté-, los chicos de este grupo no son como los Pokémon. No tienes que hacerte con todos.
               -¿Y qué Pokémon serías tú, exactamente? ¿Togepi?-preguntó, mordisqueando la punta de su cono. Sonreí.
               -¿No era ése tu Pokémon preferido cuando eras pequeña?-le di un toquecito en la rodilla con el pie, y Bey se echó a reír. Sacudió la cabeza, en ese gesto tan suyo que claramente decía “eres imposible”, y se mordió el labio. Descruzó las piernas y las volvió a cruzar, solamente para estar un poco más lejos de mí e impedirme tocarla. Como si aquello fuera a frenarme. Me estiré un poco más en las rodillas de Karlie, que exhaló un quejido pero sólo pudo reírse, y volví a tocarla de nuevo. Bey me chistó y me hizo un corte de manga, pero yo seguí y seguí hasta que Sabrae, por fin, se reunió con nosotros.
               -¿Debería preocuparme por lo mucho que estás intimando con otras chicas hoy, Al?-quiso saber, y Bey se levantó, limpiándose las piernas.
               -Fuera lo que fuera lo que le hiciste ayer, claramente no se lo merecía.
               Todas se echaron a reír al ver la expresión de Sabrae, que parecía pensar de verdad que las chicas no sabían lo que habíamos hecho. Como si no hubiéramos despertado a toda la casa tratando de entrar a hurtadillas, riéndonos, y tropezándonos con todos los muebles que había en el pasillo porque no podíamos dejar de besarnos.
               Shasha comprobó que los chicos estaban haciendo piña en la zona de llegadas, y muy a mi pesar, las chicas decidieron que era un buen momento para hacer que nuestro grupo dejara de segregarse por sexos y juntarse de nuevo. Sabrae mordisqueó su sándwich de pan integral mientras esperábamos a que el avión de Diana se anunciara como ya en pista, y cuando por fin su estado cambió, tuve que ayudar a Scott a sujetar a Tommy para que no se colara por los controles de seguridad y saliera trotando por en medio de la pista, donde podían detenerlo o atropellarlo. Francamente, no sabría decir qué me daba más miedo, ya que las dos cosas nos provocarían un gran problema con Eri, a la que yo había aprendido a respetar mucho más de lo que ya lo hacía desde la fiesta de la graduación. No es que no la respetara antes, ni mucho menos, pero siempre había despertado en mí ese tipo de ternura que las madres de mis amigos me inspiraban, ya que ninguna se merecía las gilipolleces que nos tenían que aguantar. La única que no había generado en mí ese sentimiento jamás era, precisamente, Sher, y todo porque me atraía demasiado como para pensar en ella y atribuirle el calificativo “pobrecita”.
               Y luego había llegado Eri, hecha un basilisco en la graduación, gritándole a Tommy cosas que yo no entendía, pero que parecían muy serias y amenazantes. No tenía la más mínima intención de someterme a la ira de esa mujer; antes huiría del país. Me quedaría para siempre en Mykonos, donde seguro no tendría que gritarme, ¿verdad?
               Además… a mi madre tampoco le haría gracia que dejara que uno de mis huéspedes pasara por comisaria, o por el tanatorio. Claro que mamá no podía echarle la culpa a nadie más que a sí misma: si yo era como era, era su culpa. Me había hecho así, y no había sido capaz de corregir con mi educación los errores que había cometido con mi código genético.
               -Tengo que ir al baño-dijo Saab-, ¿me coges el sándwich?
               -¿Me lo puedo comer?
               -Apenas he desayunado, Alec.
               -¿Eso es un no?
               Puso los ojos en blanco.
               -Dale un mordisco. Un mordisco pequeñito-añadió, recordando la vez en que me dijo que podía darle un bocado al último trozo de pizza que habíamos pedido una noche en el hospital, que le correspondía a ella, y yo me las había apañado para meterme en la boca toda la parte del queso, dejando sólo la corteza fuera. La mirada que me había echado en aquel momento fue épica; todavía me tenía que aguantar las ganas de reír cuando la recordaba con claridad.
               -Estás muy mandona hoy-la pinché, pero se escurrió entre la gente antes de contestarme. Por la forma en que se abrió hueco entre una multitud cada vez más numerosa, sospeché a qué se debía su visita al baño, y cierta parte de mí se alivió. Una parte que no tenía nada que ver con mi preocupación por tener que ocuparme de un crío, sino por lo angustiada que había estado por la mañana ante la perspectiva de quedarse embarazada.
               No podía evitar preguntarme si parte de esa angustia se debía a que tendría que tomar la decisión de si seguir adelante o no con el embarazo ella sola, ya que yo estaría muy, muy lejos por aquel entonces.
               Si es que conseguía reunir el valor suficiente como para pirarme, claro. Algo que cada día me generaba más dudas.
               Una muchedumbre se congregó al otro lado de las puertas de cristal, provocándome una intensa sensación de déjà vu. Hacía apenas unos días, las mismas puertas me habían separado de mi grupo de amigos, esos que ahora me rodeaban y me hacían sentir protegido, querido y, por encima de todo, molesto con sus continuas pullas. Pero yo no podía evitar quererlos.
               De repente, Tommy salió disparado hacia delante, colándose por debajo de la barandilla y corriendo como alma que lleva el diablo en dirección a la zona de las maletas. Ni siquiera mis reflejos de boxeador pudieron prever aquel movimiento, así que nadie pudo hacer nada por impedirle que se metiera entre los de seguridad y se lanzara hacia la carrera, como un perrito con la lengua fuera, en dirección a una rubia que se echó a reír nada más verlo, abrió los brazos y sólo pudo dar un par de pasos hacia él antes de que él la capturara entre los suyos y la abrazara con fuerza, sosteniéndola contra su pecho y besándola.
               -Estás aquí. Estás aquí. Te he echado tanto de menos…-jadeó Tommy, cogiéndole la cara a Diana, apretándole las mejillas y dándole un sonoro beso. Diana se lo devolvió con ganas, pasándole los brazos por los hombros, enredando los dedos en su pelo de un modo que me resultaba tremendamente familiar. Tommy tiró suavemente de ella para levantarla en el aire, y Diana se rió más fuerte, levantando un pie en el aire como en las películas de princesas. Le acarició la cara a Tommy, sonrió y asintió con la cabeza a algo que él le dijo, y le susurró:
               -Qué guapo eres… ya casi se me había olvidado.
               Tommy rió por lo bajo, la agarró de la cintura y le dio más y más besos, hasta que empezamos a silbar desde el otro lado de las puertas, gritándoles que se fueran a un hotel. Puede que eso fuera lo que hicieran en cuanto Diana recogiera su maleta: hacía demasiado (un par de días) que no se veían, así que tenían mucho con lo que ponerse al día.
               Tuvieron que esperar a que Diana recogiera su maleta, cómo no.
               -No me jodáis que ella también trae maleta-protesté con un gemido, preguntándome cómo coño íbamos a hacer para meternos en casa si Diana también traía equipaje.
               -Es modelo, Alec. No esperarías que se plantara aquí con una bolsa de deporte y ya está-soltó Mimi.
               -¿Por qué no? Que le regalen ropa las tiendas. ¿Por qué coño tiene que ir paseando ella la ropa que quiere ponerse? Es Diana Styles, por Dios bendito.
               -Incluso la persona más importante de Chasing the Stars tiene que ocuparse de sus asuntos, Al-rió Sabrae, metiéndose debajo de mi brazo tras aparecer entre la gente.
               -No te pases ni un pelo, puta cría-ladró Scott. Shasha y Sabrae tocaron los cinco al ver a Scott cabreado, y así, simplemente, nos dedicamos a esperar en medio del alboroto. Tommy se acercó a la cinta transportadora de las maletas y cogió la que le indicaba Diana, ganándose una tanda de aplausos y vítores por su caballerosidad. Hizo una profunda reverencia en nuestra dirección, cogió a Diana de la mano y la trajo con nosotros.
               Se me secó la boca en cuanto Diana atravesó las puertas y pudimos verla mejor. Llevaba el pelo suelto, con el rostro despejado gracias a las gafas de sol que se había puesto a modo de diadema, y tenía tanta piel dorada por el sol al aire que era difícil elegir hacia dónde mirar: hacia su escote, hacia su vientre al descubierto, o hacia sus piernas de infarto, apenas protegidas por la minifalda que traía. Llevaba unas sandalias de cuña que le hacían las piernas, ya de por largas, todavía más kilométricas; y se había puesto un top blanco a juego con la falda de tablas azul marino, al estilo náutico.
               Parecía una estrella de cine llegada directamente a Grecia para promocionar su última película, una historia en la que el mar era tan protagonista como el resto del elenco. Noté que Sabrae también estaba increíblemente quieta a mi lado.
               -¿Estás pensando lo mismo que yo, Al?-preguntó cuando Diana se echó el pelo hacia atrás, que cayó en cascadas doradas sobre su espalda.
               -Si te dijera lo que estoy pensando, tendrías que denunciarme, Saab.
               Nos miramos. Nos miramos con la típica mirada que lo decía todo.
               -Dime que los baños eran amplios.
               A pesar de la infinidad de veces que había pasado por ese aeropuerto, los baños todavía eran algo que no había tenido el placer de descubrir. Y con “placer” me refiero a, literalmente, placer.
               -Lo eran-respondió, volviendo la vista hacia Diana-. Pero tengo malas noticias que darte.
               Me pasé la lengua por las muelas.
               -Y yo que pensaba que nunca me iba a dejar de aliviar que a mi novia adolescente le viniera la regla-me lamenté, y Sabrae se relamió los labios-. ¡Lady Di! Te veo fatal-la saludé, y Diana se echó a reír, abriendo los brazos y estrechándonos a Sabrae y a mí entre ellos.
               -¡Chicos! Muchísimas gracias por invitarme. Siento no haber podido venir antes.
               -No te perdono.
               -Yo sí, Didi-respondió Sabrae-. Alec no sabe lo que es ser famoso y tener compromisos ineludibles.
               Diana se rió, apartándose el pelo del hombro.
               -Me daba mucha rabia dejar a Tommy solo, pero ya estoy aquí. ¡Menos mal! ¡Ya podemos desfasar!
               -Nos estábamos controlando hasta que llegaras. Casi no aguantamos-rió Bey, dándole un abrazo-. De hecho, algunos no pudieron resistirse a la tentación-nos miró con intención a Sabrae y a mí, y yo procuré no pensar en lo que había hecho con Sabrae… porque la cantidad de veces que habíamos pensado en lo bien que estaría invitar a Diana a participar de esas actividades era más de las que podíamos contar.
               -Bueno, venga, ¡que empiece el desfase!-aulló Scott, conduciendo al grupo de vuelta hacia la salida. Sabrae y yo fuimos de los últimos en salir, y mientras atravesábamos las puertas, lo bastante lejos como para que Diana o Tommy no nos oyeran entre el alboroto que estaban formando los demás, dijo:
               -No quiero darte envidia ni nada por el estilo, pero… he tenido sus tetas prácticamente en mi cara cuando nos ha abrazado. ¿Te habías dado cuenta?
               Me la quedé mirando.  Me dedicó una sonrisa calculadora y malévola, una sonrisa que me apeteció borrarle bajándole las bragas y demostrándole lo poco divertido que era su chiste.
               -Te puto odio a veces, ¿lo sabías, Sabrae?-le respondí.

 
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2 comentarios:

  1. Bueno empecemos por partes, Alec teniendo de fondo de pantalla a scommy besándose no puede representarme más xd, Karmika me parece un nombre adorable no, lo siguiente, de los más cuquis.
    Me ha hecho la hostia de gracia la “discusión” sobre si Sabrae ya estaba embarazada lol, estoy con alec en esto y ha sido graciosisimo que Sabrae lo haya pensado no puedo.
    Luego decir que Max si que es un poco tonto del culo y que estoy deseando que se arrodille ya porque es un pesado y por último decir que me da algo con Sabrae y Alec mojando calzon y braga simultanemente por Diana, el día que llegue el trío por fin yo creo que muero de un síncope xd.

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  2. A ver a ver a ver comento cositass
    - Adoro cualquier momento sceleanor, me da la vida.
    - Alec pensando en la noche con Sabrae que monísimos.
    - ADORO el nombre de pareja Karmika.
    - Alec teniendo de fondo de pantalla el beso Scommy sería literalmente yo JAJAJAJAJAJAJ
    - Me encanta el cachondeo que tienen todos con que Alec este obsesionado con Sabrae.
    - Alec descojonándose porque Sabrae cree que está embarazada muy bueno y la mención a crepúsculo muy top por supuesto.
    - Los momentos Mary – Alec son geniales de verdad.
    - “Difícilmente puedo irme de vacaciones a ningún sitio sin ti si cuando no estamos juntos yo me siento como si estuviese castigado.” No puedo con él de verdad.
    - Que penita Bella, a ver si Max espabila ya que pone de los nervios.
    - “Beyoncé, los chicos de este grupo no son como los Pokémon. No tienes que hacerte con todos.” ME DESCOJONO JAJAJJAJAJAJJA
    - risa Alec y Sabrae babeando por Diana, el momento del trio será súper épico.
    Me ha gustado mucho, con muchas ganas de seguir leyendo las vacaciones <3

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