domingo, 5 de febrero de 2023

La oscuridad.


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Si El Pensador de Rodin hubiera tenido color, sus ojos habrían sido azules. Azules como el mar en un día de tormenta; embravecido, con toda la determinación de los elementos en sus olas, haciendo retroceder al cielo por miedo a quemarse con su superficie.
               Así eran los ojos de Tommy mientras miraba a Diana, que yacía dormida en una cama de hospital, en una postura que a mí me resultaba dolorosamente familiar. Pero él había querido que yo estuviera allí, con él, y yo no había podido negarme, porque sabía lo importante que era tener un ancla que te guiara de vuelta a casa mientras te pasabas el día entero surcando el vacío en busca de alguien que no te contestaba, pero al que no podías renunciar.
               Estaba sentado con las piernas separadas, los codos anclados en las rodillas, las manos entrelazadas, la nariz apoyada en ellas casi como si rezara, y observaba a la americana como si de su fuerza de voluntad dependiera que ella fuera a despertarse. No se movía ni un ápice: apenas podías apreciar la manera en que subían y bajaban sus hombros mientras respiraba, como si el aire a su alrededor estuviera hecho de cemento o una complicadísima telaraña lo conectara con Diana y el bienestar de ésta.
               Scott estaba apoyado en la esquina del baño de la habitación, una de las mejores en el mejor hospital de todo Nueva York, desde la que había unas vistas increíbles del puente de Brooklyn a cuyos parpadeos nadie le hacía el mejor caso. Perfectamente podríamos estar en medio de un bombardeo y no darnos cuenta ninguno de nosotros. No obstante, mi hermano sí que se movía de vez en cuando: cambiaba el peso de su cuerpo de un lado a otro, descruzaba o cruzaba los brazos, movía las piernas, miraba por encima del hombro hacia atrás, comprobando que Layla y Chad seguían el pasillo, sentados en las sillas de plástico cedidas y desteñidas por el paso del tiempo; o se mordisqueaba los nudillos con los ojos puestos de vez en cuando en mí. Sabía los recuerdos horribles que estar sentada en la cama al mismo lado que lo había estado de la de Alec me estaba despertando, y por la forma en que resoplaba sonoramente cuando no podía evitar mirarme más sabía que estaba luchando consigo mismo para no sacarme de allí, pero… no podía. No podía, igual que yo no podía dejar de pensar en cómo Tommy estaba haciéndome una imitación perfecta: me sentía un poco como si yo hubiera patentado la espera hasta que la persona de la que estás enamorada abra los ojos, y la postura en que debías hacerlo para invocar esa situación más rápido.
               La habitación me daba vueltas y sentía un pitido en la parte de atrás de la cabeza, pero no me podía ir.
               En el fondo, creo que todos sabíamos que Diana no iba a soportar la noche entera incluso a pesar de la manera en que había sacado energía de hasta debajo de las piedras y cómo nos había sorprendido a todos siendo capaz de terminar el concierto, pero nadie sospechaba tampoco que ella, que había llameado como el más devastador de los incendios en el escenario, se apagara tan repentinamente como una vela sobre la que soplas con decisión. A mí se me había hundido el corazón al verla, y más cuando me di cuenta de que ella creía que no iba a sobrevivir, y por eso se había despedido de sus compañeros de banda. Por eso había luchado con uñas y dientes para dar aquel concierto, el último de Nueva York: porque la Diosa de Nueva York había vuelto a su casa como la hija pródiga para cumplir con su destino y ser sacrificada por la gloria de su ciudad. Diana había vuelto a casa y había luchado por ese concierto porque su vida ahora era la música, y quería terminarla como había empezado el universo: con una explosión, no con un gemido. Ya había dejado las cosas a medias una vez en su casa; no permitiría que fueran dos.
               Igual que una supernova explotando y formando un agujero negro en la última etapa de su vida, absolutamente todo el mundo se había abalanzado hacia ella para tratar de levantarla y hacerla volver en sí. Tommy fue el primero en alcanzarla a pesar de que no era el que estaba más cerca de ella, pero algo en esos segundos que duraron eones que tardé en alcanzarla yo me hizo pensar que yo también haría lo mismo por Alec, y Alec también haría lo mismo por mí. Dios, incluso estando como estábamos ahora, a miles de kilómetros de distancia, si a mí me pasaba algo el primero en llegar para ayudarme sería mi novio, y no mi hermano, al que tenía justo al lado de mí.
               Diana se había golpeado la cabeza al desplomarse, y Tommy la había cogido por los hombros y la había levantado y le había sostenido la cabeza con cuidado, comprobando que en sus manos no había sangre. Sólo hubo gritos después, gritos que se mezclaron con los del público pidiendo más. Yo estaba arrodillada al lado de Diana, y al segundo siguiente me habían empujado al suelo para que Layla pudiera tener espacio para examinarla mientras Chad chillaba que llamaran a un médico, Scott trataba de abrirles hueco a todos para que respiraran, y Eleanor se peleaba con su compañía de teléfonos para conseguir que la pusieran con el número de emergencias.
               Y Tommy estaba llorando encima de ella.
               -No me hagas esto, no me hagas esto, no me hagas esto, no me abandones…
               Diana tenía los ojos en blanco, poco más pálidos que Shasha, que miraba todo con horror pero igual que se mira un accidente de coche: no podía apartar la mirada. Entonces, Diana empezó a temblar, y mamá se la llevó del backstage. Papá me apartó de ella arrastrándome por el suelo y girándome para hundir la cara en su pecho y que no siguiera viendo aquello, pero no se movió. No porque no quisiera llevarme lo más lejos posible de allí, o porque no sintiera que era su deber, sino porque también tenía que estar con Scott… y con Harry. Habrían tenido sus más y sus menos en el pasado, habrían competido y se habrían rozado más que los demás cuando papá se fue de la banda, pero, aun así, compartían algo que era muy difícil de entender incluso para los que estábamos tan cerca de ellos que ya estábamos acostumbrados y lo veíamos como algo natural.
               Los médicos llegaron en tiempo récord, supongo que de las ambulancias que esperaban en la calle por si acaso sucedía algo. Lo más que podía pasar era alguna contusión por algún empujón entre fans que no tuvieran miedo de pelearse con tal de conseguir un buen sitio, o con eso contaban ellos. Layla temblaba como una hoja cuando pusieron a Diana en una camilla, y siguió a sus compañeros de cerca mientras recitaba sus instrucciones.
               La llevaron derechita a urgencias, como es natural, y lo primero que le hicieron fue un vaciado de estómago. Después de meterle medicación que limpiara las drogas de su cuerpo, drogas por las que le preguntaron tanto a Tommy como a su padre, la sedaron para estabilizarla y le hicieron un escáner para comprobar que no tuviera ningún derrame. Por suerte, el golpe que se había dado en la cabeza no mostraba indicios de haberle hecho más daño que el chichón que sin duda le saldría.
                La tuvieron en la UCI un par de horas hasta que consideraron que estaba lo bastante estable para subirla a planta, donde la dejarían en observación un par de días, por si acaso. Dieron órdenes estrictas de que no podía tener a más de dos personas con ella en la habitación mientras estuviera inconsciente, y cuando Tommy se plantó delante de la puerta como si hubiera nacido para velar a Diana me pareció lo más natural del mundo.
               -Ve a comer algo en la cafetería mientras Tommy y yo esperamos-le dijo Noemí a Harry, que no tenía la más mínima intención de obedecerla. Y entonces Tommy la miró y dijo:
               -Quiero que Sabrae espere conmigo.
               Noemí se giró y lo miró de una forma que me hizo retroceder; era la misma mirada que tenían papá y mamá cuando los cabreaba de veras y se preparaban para destrozarme con una bronca apoteósica, lo mismo que provocaba que Alec se interpusiera entre nosotros un segundo antes de darse cuenta de que, oye, son sus padres y es su deber y su derecho educarla.
               -No puedes estar hablando en serio.
               -¿Te parece que estoy para putas bromas?-ladró Tommy. Noemí le contestó en español; entonces, Eri se metió en la discusión, defendiendo a su hijo como una jabata. Le chilló y le chilló y le chilló, pero la otra española no se amedrentó, y continuaron discutiendo a voces que nadie entendía hasta que tuvieron que venir los de seguridad a escoltarlas afuera, donde podían darse de hostias si querían.
               Tommy entró en la habitación de Diana, de paredes de un amarillo pálido que hacía juego con las orquídeas de rebordes amarillos y centros sonrosados de la mesa del fondo de la habitación, y yo lo seguí dócil cual corderito. Scott hizo amago de atravesar la puerta, pero un joven médico que parecía tener ascendencia india y del que se notaba que hacía deporte se lo impidió poniendo un brazo musculado entre mi hermano y la puerta.
               -Ya habéis oído. Sólo dos personas en la habitación.
               -La novia de mi mejor amigo ha tenido una sobredosis. Me gustaría veros a ti y al resto de gente que trabaja en este puto hospital intentando impedirme estar con él para consolarlo. A ver qué cojones pasa.
               El médico miró al de seguridad, un vigilante blanco de pelo rubio y mejillas rellenas que, inconscientemente, se llevó la mano a la porra que tenía colgada del cinturón. Mi hermano era pakistaní a todos los efectos, no importaba que fuera inglés de tercera generación pura; yo era negra, y el médico, indio. Hay un acuerdo tácito entre la gente racializada de no ponernos en manos de blancos que se nota que quieren hacernos daño.
               Así que le dejó pasar.
               Yo estaba muerta de miedo, y agradecida profundamente de que el médico hubiera dejado que mi hermano estuviera con nosotros en la habitación. Su presencia me tranquilizaba todo lo que puede tranquilizarte el sentir que hay un tigre haciendo de pastor de unos corderos, pero al menos sabía que este tigre en particular no haría sino defendernos, en lugar de tirársenos al cuello. Y… entendía a Tommy. Sabía por qué me había elegido y por qué no quería renunciar a mí. Yo había pasado por algo similar a lo que estaba pasando él, y, en su cabeza, yo daba suerte. Alec había vuelto de entre los muertos por mí, y Diana no estaba ni de coña tan mal como él. La habían cogido a tiempo, así que sólo había que esperar. Ni siquiera necesitábamos tener fe.
               Pero Tommy quería tenerla, y esperaba que aún quedara dentro de mí siquiera las migajas de aquella fe ciega que me había hecho luchar con desesperación por recuperar a Alec incluso cuando todos me decían que sus minúsculos progresos no eran más que pasos de gigante que él daba yéndose cada vez más lejos, y que yo veía como buenos porque lo único que me quedaba era tener optimismo y esperanza. Me habría vuelto loca aquella semana si no hubiera sentido que Alec estaba tratando de volver conmigo en vez de alejarse de mí.
               Y Tommy necesitaba esa cordura. Yo se la debía. Había cuidado de mí cuando Alec había estado mal, había cuidado de mí cuando Alec se había marchado y yo me había vuelto loca, y había cuidado de mí tantas otras veces a lo largo de mi vida, comportándose como un perfecto hermano mayor que no parecía en absoluto impostado, que, por mucho que me revolviera por dentro estar allí con él, no podía abandonarlo. Me repetía a mí misma mentalmente que no tenía nada que temer, que Alec había salido de algo mucho peor que Diana, pero el tacto de aquella silla, la sensación de mi peso mal distribuido porque los muebles del hospital pronto olvidaban que los habían diseñado para ser lo más cómodos posible y que no acusaras el tiempo que pasabas utilizándolos hacían que la espera, ya de por sí larga, se me volviera eterna.
               El sol se levantó en el horizonte, tatuando sombras alargadas en las paredes del hospital y haciendo que los ojos de Tommy pasaran de un océano embravecido a un cielo sin nubes. Se le contrajeron las pupilas, se le puso el pelo dorado… y, aun así, siguió observando a Diana con decisión, como si ella fuera un puzzle que tenía que resolver para poder continuar con su vida. Las constantes vitales de la americana eran mejores que las de Alec cuando había estado en su misma situación; que tu novio se pase una semana en coma te convalida, mínimo, un semestre entero de Enfermería. En un momento dado, Scott se marchó de la habitación, y regresó con dos bocadillos que nos tendió a cada uno; yo no fui consciente de que estaba muerta de hambre hasta que no lo cogí, y empecé a desenvolverlo con las tripas rugiendo como fieras enjauladas. Tommy, en cambio, ni siquiera estiró la mano para coger el bocadillo.
               -Tienes que comer algo. Hace más de doce horas desde la última vez que comiste algo.
               -No tengo hambre.
               -Pero…
               -He dicho que no tengo hambre-Tommy rompió el contacto visual con Diana sólo para fulminar a Scott con la mirada, y me di cuenta de que si mi hermano era la cabeza visible de la banda era porque Tommy se lo permitía. Él podía llegar a ser más imponente que Scott, cuyo carisma hacía que ni siquiera necesitara volverse amenazante, pero nunca estaba de más cultivar otros talentos que mi hermano estaba olvidando. Cuando no tienes que elegir entre ser temido o querido porque la gente ya elige por ti, se te olvida que las bifurcaciones en el camino te llevan al mismo sitio pero con experiencias distintas.
               El sol se levantó poco a poco por el horizonte. Layla se atrevió a asomarse a la habitación mientras una enfermera silenciosa le sacaba sangre a Diana frente a un atentísimo Tommy.
               -Tenemos que mirar cómo anda de azúcar y vitaminas, por si acaso tenemos que darle medicación para despertarla antes y que coma a la mayor brevedad-explicó la enfermera, malinterpretando el significado de los ojos de Tommy sobre ella, quien por fin pareció salir de su trance.
               -¿Podéis hacer que se despierte?
               -Sólo si lo necesitamos, pero lo ideal es que lo haga ella sola.
               Entonces Tommy empezó a morderse la cara interna de la mejilla.
               -¿Y podríais… aprovechar que está inconsciente para examinarla?-preguntó, y el ambiente de la habitación se cargó con una extraña electricidad. No quería ni pensar en lo que implicaba que Tommy estuviera pensando en eso porque me había ocupado de bloquear las marcas que Diana tenía por todo el cuerpo, y que le habían sacado de nuevo a la luz en el hospital, lavando el maquillaje que el equipo del programa se había esmerado en aplicarle para que su estrella más brillante no levantara ninguna sospecha-. No quiero desenterrar recuerdos que las drogas pueden haberle ocultado. Si han hecho algo bueno por ella, no quiero que lo borremos nosotros.
               -Puedo preguntar. Pero, en caso de que se pueda hacer, tendríais que salir de la habitación.
               -Entonces no será necesa…-empezó Scott, pero Tommy asintió con la cabeza, dijo “de acuerdo”, y se terminó la discusión. La enfermera salió con el vial de sangre que había extraído de Diana en el bolsillo del pijama, y regresó al poco con otro enfermero y una médica que preguntó si alguno de nosotros era mayor de edad y familiar de Diana.
               -Yo soy su novio-dijo Tommy, obviando el hecho de que le faltaban aún poco menos de dos meses para cumplir la mayoría de edad. La médica torció el gesto.
               -Me temo que sólo un familiar directo de un paciente inconsciente puede dar su consentimiento por él, lo siento.
               -Vale, pues… en la sala de espera hay un tío alto y lleno de tatuajes. Se llama Harry. Es su padre. Pregúntele a él. Dígale que se lo pido yo, y supongo que aceptará.
               Cuando los médicos se fueron, Scott se volvió hacia mi hermano.
               -¿Acabas de describir a Harry Styles como “un tío alto y lleno de tatuajes”?
               -Es alto y está lleno de tatuajes-respondí por Tommy, quien probablemente terminaría pegando a Scott si mi hermano seguía en ese plan. Scott se volvió hacia mí como si me hubiera crecido otra cabeza.
               -Ha descrito a Harry Styles como si alguien en este puto país pudiera no saber quién es. Sabrae. Harry Styles.
               -Supongo que no está de más ser prudente-respondí, mirando cómo Tommy se acercaba a Diana, le acariciaba la frente con los dedos, poniendo tanto cuidado que parecía que estaba esculpiendo una estatua con sal, y haciendo que se me rompiera el corazón en mil pedazos. El “tío algo y lleno de tatuajes” dio el consentimiento para que volvieran a llevarse a su hija, y mientras la sacaban de la habitación, Layla y Chad entraron para que les informaran de los progresos que podía haber habido mientras Harry hablaba con un par de médicos en busca de lo mismo.  Tommy se dejó caer en su sillón, derrotado, y se pasó una mano por el pelo antes de preguntarle a Layla:
               -¿No está tardando demasiado en despertarse?
               -Está deshidratada y le han hecho un lavado de estómago, T. No sabemos lo que se ha metido, pero creo que nos tocará ser pacientes.
               Tommy se giró para mirar por la ventana y no respondió; era como si la habitación vacía fuera demasiado para él.
               -¿Qué creéis que pasará si intentamos cancelar el tour?-preguntó Chad, y todos lo miramos. Ante la mirada envenenada de Tommy, levantó las manos y se explicó-: No digo que Diana no vaya a recuperarse; estoy convencido de que sí. Sólo digo que… puede que le venga mejor descansar una temporada. Tratar de desengancharse y poner en orden sus cosas. Ingresar en una clínica de desintoxicación… sólo para que no nos dé estos sustos otra vez. Y también para que disfrute. Tampoco puede ser tan malo que demos marcha atrás, ¿no? Podríamos hacer una gira de compensación más adelante, cuando ella esté bien. Después de todo, nosotros no somos los ganadores del concurso. Se supone que la atracción principal es Eleanor.
               -Adoro a mi novia, C, pero creo que todos en esta habitación sabemos que el Madison Square Garden no se agotó varias noches consecutivas por un apellido procedente de One Direction, sino por cinco.
               -Sólo es una idea. Quiero que sepáis que a mí me encanta estar de tour, pero prefiero mil veces quedarme en casa montando LEGOS o algo así antes que salir todos los días al escenario y preguntarme si Diana lo va a soportar.
               -A mí tampoco me parece tan mala idea-aportó Layla-. Las fans nos odiarán por ello, pero creo que, a la larga, será lo mejor. Priorizar la salud de Diana debería ser nuestro objetivo principal, y satisfacer al público, el secundario. Si tenemos que ampliar nuestro contrato con la productora y comprometernos a más discos a cambio de que ahora nos dejen hacer un parón…
               -No voy a dejar que Diana acabe el año en manos de estos sociópatas-cortó Tommy, negando con la cabeza-. Haremos lo que tengamos que hacer con ellos, y luego, nos piraremos. Cagando hostias. Hablaré con papá y Liam para ver qué tenemos que hacer para pasarnos a su productora, y luego ya veremos cómo lo gestionamos, pero ni de coña voy a dejar que estos hijos de puta le pongan las manos encima a Diana ni un segundo más.
               -Y yo no estoy muy seguro de cómo se lo tomará ella si decidimos cancelar la gira ahora-añadió Scott-. Es bastante probable que se cabree, nos odie, y nos la arme en cuanto pueda.
               -Ya tiene una carrera-respondió Chad.
               -Ya, pero no le gusta ser modelo tanto como ser cantante. Ya ha estado medio ida en algunos desfiles, y con ser mediocre le ha bastado a veces. No le va a bastar con ser mediocre con nosotros. Creo que prefiere a la música sobre la moda.
               -Si prefiere la música a la moda es por Tommy-replicó Layla-. Y si él se lo pide… creo que cederá. Sólo él puede hacerla razonar.
               -Parece que tenemos un empate-dijo T-. Lo hablaremos cuando esté descansada y lúcida.
               -Entonces, Lay y yo ya hemos perdido, porque ella hará lo que crea que tú quieres.
               -Pues yo no lo daría por perdido, porque lo que yo quiero es llevármela a casa, meterla en su habitación en la buhardilla y pasarme abrazándola hasta que llegue el invierno y esté limpia.
               -Lo que tenemos que hacer es vigilarla más de cerca para controlar qué y cuánto se mete. No vamos a conseguir que se desenganche de la noche a la mañana, pero si llegamos hasta el final del tour… puede que tengamos una posibilidad-dijo Scott.
               -Yo sigo creyendo que el momento de parar es ahora, cuando todavía no está del todo quemada, y no cuando sea demasiado tarde. El control de daños está muy bien-repuso Layla-, pero más vale prevenir que curar.
               -Es que es tarde para prevenir, Lay.
               -¿Es que nadie la escuchó en ese puto local?-estalló Tommy-. Nos dijo abiertamente y como si no fuera nada que dejó que los de la productora abusaran de ella a cambio de que le siguieran pasando droga.
               -Lo dijo para hacerte daño, T. ¿Te crees que lo diría como si no fuera nada si fuese verdad?
               -Diana no hace las cosas por hacerme daño. Y es precisamente la tranquilidad con la que lo dijo, como si no fuera nada para ella, lo que me hace pensar que es verdad. Después de todo lo que ha pasado, lo que sabemos que le han hecho… está muy jodida, Scott. Muy, pero que muy jodida. Yo no me creo que actuara drogada en el concurso, pero, ¡pensadlo!-Tommy los miró uno a uno-. Todos sabemos que Diana nunca dejó de consumir cuando llegó a mi casa. Lo primero que hizo fue buscarse camellos allí para seguir metiéndose. Joder, ¡si hasta Tam le pasaba droga! Y, de repente, ¿entra en un concurso y se le pasa la adicción? ¿Sin síndrome de abstinencia, ni nada? No me lo trago. Lo siento, pero yo no me lo trago. A Diana le seguían pasando en el concurso y yo he sido un gilipollas por tardar tanto tiempo en darme cuenta. Estaba tan cegado por los focos primero, y luego por el cabreo que tenía con ella, que ni me fijé en las señales tan evidentes que nos mandaba.
               -¿Y no puede ser que le dieran las drogas porque sabían que no podían permitirse que pasara por el mono en medio del concurso? Los drogadictos se vuelven inestables, todos teníamos mucha presión, y…-Chad se fue encogiendo poco a poco, como si le hubieran colgado una mochila en la espalda que se iba llenando de piedras con cada palabra que pronunciaba.
               -¿Niall no te ha advertido en serio de que todo el mundo quiere algo de ti, Chad? Nadie hará nunca nada por nosotros sin esperar nada a cambio. Y no hay que ser un lumbrera para darse cuenta de qué es lo que unos cincuentones asquerosos pueden querer de una modelo de dieciséis años.
               Chad agachó la cabeza, mordisqueándose los labios. Él era, con diferencia, el más inocente de la banda, tanto por carácter como por su edad (era el más joven), pero había cosas que ni siquiera él podía negar. Mientras Tommy se paseaba por la habitación, los brazos en jarras y la mirada saltando de uno a otro de sus compañeros de banda y amigos, supe que era precisamente en eso en lo que había estado pensando mientras esperaba que Diana se despertara: en las cosas que la americana había dicho por hacerle daño y en las verdades que había entremedias. Ahora que él volvía a sacar el tema y yo lo pensaba en frío, tenía que admitir que no había manera de quitarle la razón. Diana había estado demasiado lúcida durante el programa y tan estable que era imposible defender que hubiera estado pasando por un síndrome de abstinencia severo, como se correspondería con sus adicciones, si hubiera bajado el ritmo o se hubiera detenido por completo. Los cambios físicos que sufrían los adictos a las drogas que conseguían desengancharse durante ese proceso de liberación eran imposibles de esconder, de modo que, si Diana no tenía los efectos secundarios de haber reducido su consumo era porque no lo había hecho. De hecho, había resplandecido más que nunca durante el concurso. Quienes la conocíamos veíamos sus ojos apagados en las actuaciones posteriores a acostarse con Tommy y Scott, pero también había desprendido una energía en los ensayos y en las grabaciones entremedias que no tenía nada que ver con una hipotética felicidad que el concurso había tratado de venderle al país. Diana estaba cargada de energía porque estaba puesta, y no había manera de negar eso.
               Y, como había dicho Tommy, no había que ser ningún lumbrera para saber a quién beneficiaba más que Diana estuviera tan inestable. Sí, vale, los artistas con adicciones generaban muchos dolores de cabeza, pero nada comparado con los que estaban lúcidos y eran más difíciles de manejar porque confiaban más en su instinto que en lo que les decían los demás. Con Diana ya tenían el trabajo medio hecho: sus adicciones venían de antes, y la necesidad que tenía de meterse la hacía más dócil y le quitaba el poder que una estrella como ella ostentaría de tener las riendas de su vida. Diana tenía todo lo bueno de Scott (su carisma, su talento, la manera en que la quería la gente, e incluso una carrera ya asentada que hacía que tuviera un nombre ya reconocible, cosa que mi hermano todavía se estaba trabajando) sin lo malo de Scott: las riendas de su vida en sus propias manos. Scott era quien decidía qué hacía y qué no. Mientras tanto, con Diana, el que controlara su suministro de drogas la controlaría a ella directamente.
               -No voy a cantar más para esta gente-dijo Tommy, señalando la puerta-. No voy a seguir dejando que la maten poco a poco y darles todo lo que quieran en bandeja de plata. Haremos esta gira y nos piraremos de su control. Ahora es Diana, pero mañana podríamos ser cualquiera de nosotros-se giró y miró a Scott, como esperando que mi hermano se posicionara con él de nuevo. Éste sólo asintió con la cabeza, la mirada fija en el suelo, y apretó los labios en una fina línea sólo interrumpida por el aro negro de su piercing.
               -Quizá deberíamos esperar a que ella también esté presente y pueda defenderse y defender lo que cree igual que lo estamos haciendo los demás-musitó, sin embargo, y juro que pensé que Tommy le sacaría los ojos.
               -Es mi novia, Scott. No voy a someter a votación su futuro ni cuándo vamos a salvarla.
               -Hay algo con lo que no estás contando, T-dijo Layla, y Tommy se giró y la miró, todo cansancio.
               -Que es…
               -Diana aún es menor de edad, y no puede hacer lo que ella quiera. Sus padres tienen su custodia todavía, y por mucho que tú te pongas firme o que nosotros votemos, al final la última palabra la tienen Harry y Noemí.
               -Harry y Noemí ya no tienen nada que decir sobre el futuro de Diana.
               Scott rió por lo bajo.
               -Tío, a ver, no es por nada, pero que tú te hayas pasado follando con ella los últimos nueve meses no hace que tengas más derecho a decidir sobre su futuro que sus padres. ¿Me gusta la idea? No, pero me tengo que joder, porque las cosas son así y punto.
               Tommy clavó los ojos en mí, que había hecho lo posible por pasar desapercibida: no moverme y respirar lo más suave que podía para no hacer ningún ruido.
               -Sabrae también era menor de edad cuando Alec se la llevó de viaje a Barcelona y vuestros padres le firmaron una autorización para que pudiera responsabilizarse de ella.
               -Ya, ¿y crees que Harry te va a firmar un papelito diciendo que es tuya para que hagas con ella lo que te dé la gana, especialmente cuando no has hecho más que enfrentarte a él en cada ocasión que se te ha presentado?
               Chad se envaró, los ojos fijos en un punto blanco de la pared.
               -Si Diana está tan mal es en parte por culpa de sus padres. No estaría tan jodida si no hubiera pasado tanto tiempo creyendo que la odian. Los Styles tienen tanta culpa de que Diana esté enganchada y descontrolada como los productores.
               -Ya veo por dónde vas-dijo Chad, levantando la vista y mirando por fin a Tommy, que se volvió hacia él. Layla frunció el ceño.
               -¿Qué?
               -Diana se pasó meses en Inglaterra, en casa de Tommy. Seguro que sus padres hicieron una autorización como la de Alec para Sabrae a nombre de Louis y Eri.
               Layla y Scott se quedaron en silencio, rumiando aquella información. Layla entrelazó las manos frente a su regazo mientras Scott se mesaba la barbilla. Mi hermano se dio la vuelta y empezó a pasearse por la habitación.
               -Louis jamás hará lo que tú le digas si contradice directamente lo que le diga Harry.
               -Mi padre me es más leal a mí que a Harry.
               -¡Tu padre es padre, Tommy! No entendemos por lo que están pasando los Styles como lo entienden ellos. Se pondrá de parte de él, aunque sea por pura empatía. Porque no querría que las cosas fueran como tú quieres si el que estuviera en esa camilla fueras tú y Diana pretendiera lo mismo que pretendes tú. Se pondrán en lugar de Harry.
               -Es que ése es el problema: que me importa una puta mierda cómo se encuentre Harry respecto a esto. Me importa Diana, nada más. Tienen que entenderlo. Lo entenderán. Sé que lo harán.
               -¿Por qué estás tan seguro?
               -Porque tú entendiste por qué Sabrae se puso a donar sangre como una loca cuando se enteró de que había pocas reservas para Alec-respondió Tommy, avanzando hacia Scott-. Porque entendiste que tu hermana se pasara las tardes enteras en el hospital. Porque entendiste que no comiera ni hiciera nada más que sentarse al lado de él a esperar a que se despertara. No te gustaba que se pusiera en peligro, pero lo entendías. Pues eso es lo que estoy haciendo yo. Ponernos a todos en peligro ahora para salvar a Diana más adelante.
               Scott no contestó; simplemente se lo quedó mirando, buscando en sus ojos una respuesta que no iba a encontrar. Sabía que Tommy estaba en lo cierto y sabía que hacía bien jugándosela a una sola carta si creía que aquella carta era la única con la que tendría una posibilidad de jugar una buena mano y salvar a Diana. Era arriesgado, pero era mejor que nada.
               Tommy se giró y me miró de nuevo, y esta vez supe que me pondría contra la espada y la pared. Lo supe porque yo haría lo mismo si fuera Alec al que estuvieran examinando en ese momento en busca de trazas de abuso sexual.
               Se me encogió el estómago sólo de pensarlo, y se me encogió todavía más al pensar en que yo había reaccionado con Alec igual que Tommy había reaccionado con Diana cuando hicieron aquella orgía que tanto daño les había hecho a Eleanor y Layla: me había aferrado a lo que creía malo de él en lugar de convencerme de que había algo más allá.
               -¿Tan descabellado es lo que propongo, Saab? Tú también lo harías por Alec, ¿verdad?
               Yo no esperaría a que Alec terminara la gira. Yo lo sacaría ya y asumiría las consecuencias de enfrentarse a toda la industria musical. Prefería que viviera una vida larga y más o menos feliz a apostarme su vida a los dados a cambio de asegurarle esa felicidad.
               Pero sabía que Tommy y los demás no estaban en esa situación, y que era muy fácil teorizar desde fuera. Y, de las posturas que tenían, la que menos me disgustaba era la de Tommy. Un par de meses más de sufrimiento no eran nada comparado con saber que luego Alec no tendría que responder ante esos demonios que le habían mordisqueado las heridas para asegurase de que no pararan de sangrar.
               Así que, a pesar de mis miedos, a pesar de que tenía muchas conversaciones pendientes y de que no estaba segura ya de ese futuro que nos habíamos prometido, porque confiaba en la justicia divina y sabía que Dios me quitaría lo que no fuera para mí sin importar cuánto luchara por ello, respondí:
               -Sí. Sí, yo acabaría la gira y luego lo alejaría de todo esto lo más rápido que pudiera. Creo que lo que Layla y Chad proponen es más bien una tirita, y Diana lo que necesita es que le cosan la herida. Y eso lleva tiempo. Se terminaría infectando si no se cura bien, así que creo que esperaría. Pero no me gustaría un pelo saber que estoy dejando que pasen los días para que él se cure antes de salvarlo. Es un juego peligroso, T.
               -Y aun así, te sentaste día tras día en esa silla hasta que él se despertó.
               Sabía a qué se refería. Nos habían dicho que, cuanto más tardara en despertarse, más posibilidades había de que no fuera el mismo o que tuviera alguna lesión difícil de tratar. Y aun así yo no había tirado la toalla, todo lo contrario; había luchado con más desesperación cada vez, con más ahínco, porque hasta una ceniza de Alec era mejor que nada.
               -No tenía otra opción-respondí, y Tommy asintió con la cabeza.
               -Yo tampoco la tengo.
               -Sí la tienes-respondió Layla-. Paramos ahora. Hacemos que se cure ahora. Y cuando esté fuerte y bien, volvemos a la carretera.
               -¿Y arriesgarnos a que tenga una recaída cuando volvamos? ¿Y a no poder sacarla de las garras de estos hijos de puta durante años? No, gracias.
               -Harry no te lo permitirá. La custodia es revocable, y lo sabes, Tommy. Oye, nada me haría más feliz que fueras tú el que decidiera sobre tu futuro y no sus padres, porque a mí también me parece que han tomado unas decisiones, cuanto menos, cuestionables, pero... quiero que barajes todas las posibilidades-Layla le cogió una mano entre las suyas-. Incluida la de que pierdas.
               -No voy a perder.
               -Tommy…-suspiró Layla.
               -Ya perdiste una vez, ¿recuerdas, chaval?-intervino Scott-. Es el nombre de tu hermana pequeña, y no el de tu puta banda, el que es cabeza de cartel en esta gira. Puedes volver a perder.
               -No si se trata de Diana-respondió Tommy, tozudo.
               -¿Y qué piensas hacer si Harry se niega? ¿Si Louis le hace caso a él y no a ti? Sé razonable, T. No podemos cuidaros a dos-dijo Chad, levantándose de su asiento.
               Y Tommy lanzó una bomba atómica en la habitación como quien arroja una moneda a una fuente de los deseos.
               -Pues entonces me casaré con ella.
                Fue una de esas raras ocasiones en las que el universo tira de tu mirada antes de que una explosión fabulosa y terrorífica a partes iguales suceda. ¿Alguna vez has sentido que iba a pasar algo y justo le has prestado toda tu atención un segundo antes de que pasara, y has podido presenciarlo como si estuvieras viendo una película con una escena a cámara lenta?
               Miré a Layla y pude ver perfectamente su mirada herida, la manera en que retiró sus manos de las de Tommy y se le rompía un poco el corazón. Ya está. Tommy podía ser novio de varias si quería, pero sólo podía casarse con una. Y, aunque tuviera todo el sentido del mundo por el razonamiento que Tommy estaba a punto de exponer, ni Layla ni yo podíamos ver más allá de lo que aquello parecía que significaba. Diana y Tommy eran endgame. Layla y Tommy, no.
                -¿Es que estás mal de la puta cabeza?-ladró Scott, y no se me escapó la forma en que miró a Layla, cómo se dio cuenta de que había bajado las manos y agachado la cabeza y cómo su semblante se había ensombrecido, a pesar de que la mayor de todos nosotros luchaba por disimularlo porque aquel no era su momento para ponerse triste-. ¿¡Por qué!?
               -Un marido puede decidir sobre ella con preferencia respecto a sus padres-respondió Tommy con una serenidad que me asombró. Cualquiera diría que no acababa de romperle el corazón a Layla ni las esquirlas de éste le arañaban los pies.
               -No sabes lo que dices…-dijo Scott.
               -Lo sé perfectamente. No soy yo el de la sobredosis.
               -Atiende a razones, Thomas. Lo que estás proponiendo es una puta locura. Para empezar, ella tiene diecisiete años recién cumplidos. No puede…
               -No, atiende a razones, Yasser-escupió Tommy, y mi hermano se puso rígido-. Mi puta novia, mi Eleanor, está en manos de un psicópata que no tiene problema en mandarla al otro lado del mundo con tal de no tener que ocuparse de solucionar los traumas que él mismo ha ayudado a crear. Me importa una mierda si creéis que estoy chiflado de la cabeza o no me apoyáis, o si tengo que hacerlo aprisa y corriendo a solas con ella para poder salvarla, porque no pienso dejar que sean Harry y Noemí quienes decidan sobre su futuro viendo cómo está.
               Scott puso ojos de corderito degollado, y casi pude escuchar a Alec descojonarse a mi lado porque “joder, si estos dos no están enamorados yo ya no creo en el amor”, cuando mi hermano le preguntó:
               -¿De verdad serías capaz de casarte sin mí?
               Manda huevos. Tommy cumplía dieciocho en un mes. Diana había cumplido los diecisiete literalmente la semana pasada. Tommy quería casarse con ella solamente para poder decidir sobre ella con preferencia a Harry y Noemí. ¿Y lo único con lo que se quedaba Scott era con que estaba dispuesto a casarse con ella a solas, sin nadie más para presenciarlo? A ver, no es por nada; nunca había creído que mi hermano fuera completo del todo, pero esto estaba ya a otro nivel.  Aparte, dudaba de que fuera muy legal eso de casarse sin testigos, pero no tenía a mamá para consultarle.
               -¿Cómo que “casarte”?-preguntó Louis desde la puerta, los ojos como platos y la mandíbula prácticamente en el suelo. Tommy se giró hacia su padre, que presidía la comitiva del resto de la banda original, quienes se habían sentido atraídos por nuestros gritos en la habitación-. ¿Qué es eso de que te vas a casar, Thomas?
               -Lo estoy barajando-dijo simplemente Tommy, como quien habla del tiempo.
               -¿Con quién?-preguntó papá, de quien claramente Scott había heredado el Gen Milagroso Malik por el que se puede sobrevivir hasta los cuarenta y pico con exclusivamente una neurona.
               Claro que la pregunta no era tan descabellada. Después de todo, Tommy tenía dos novias.
               -Con Diana.
               Los padres de Layla intercambiaron una mirada con ella, que agachó la cabeza y no dijo nada. Me apeteció abrazarla y decirle que todo aquello era por puro espectáculo y que Tommy no lo decía en serio, pero Layla era una mujer inteligente y a la que yo respetaba profundamente, por lo que no me salía insultar a su inteligencia de esa manera. Podía entender cómo se sentía: se creía una segundona y nadie más que Tommy podía cambiar aquello, pero Tommy estaba a otra cosa ahora mismo, tenía preocupaciones mayores que los sentimientos de Layla y… la verdad, yo ya no estaba segura de si serían capaces de continuar después de esto.
               Más vale que Diana se cure, pensé para mis adentros, porque como Layla y Tommy rompan para nada…
               -¿Es broma?-preguntó Harry, entrando en la habitación como un oso rabioso-. ¿Diana está inconsciente y a ti te parece que es el momento de plantearte estas mierdas?
               -No me las estaría planteando si no tuviera los padres que tiene.
               -¿Qué se supone que significa eso?-protestó Noemí.
               -A mi hijo no vuelvas a hablarle así en tu vida-escupió Eri, y Louis la agarró de la muñeca para evitar que volvieran a enzarzarse en una pelea, porque entonces nos echarían a todos del hospital.
               -O sea, que lo haces por quitárnosla, no porque la quieras.
               -Claro que la quiero, pero también es por quitárosla, sí. Tú la mandaste al otro lado del mundo, conmigo, sin que nadie te lo pidiera. Es evidente que a mí me preocupa y yo la quiero más que tú.
               -Si eso es verdad, ¿cómo es que es mi única hija pero no es tu única novia?
               Todo fue tan rápido que apenas pude procesarlo según sucedía. Louis abrió la boca y se volvió para mirar a Harry, estupefacto. Eri se soltó de su mano y se lanzó a por él, pero llegó tarde. Scott y Tommy llegaron los dos antes que ella, y consiguieron tirar a Harry al suelo. Me quedé clavada en el sitio, incapaz de apartar la vista, mientras Tommy y Scott se peleaban entre ellos por ver quién le pegaba más a Harry; Liam, Niall y Alba, la madre de Layla, trataban de separarlos, mientras papá mantenía a Louis contra la pared para asegurarse de que no se acercara a Harry.
               De haber estado Alec allí, seguramente se habría reclinado en el asiento y se habría puesto a fingir que comía palomitas.
 
 
Puto voluntariado, macho. Puedo perdonarle echar menos polvos contigo por su culpa, bombón, pero no el haberme perdido cómo Tommy y Scott le daban una santa paliza a Harry.
 
 
En realidad, tampoco le pegaron tanto. Desde luego, menos de lo que se merecía. Ni siquiera le dejaron marcas; creo que era porque, al ser dos, era más complicado para ellos elegir bien el sitio, y se molestaban más que se ayudaban.
               Además, el caos duró poco, porque cuando entró mamá en la habitación, teléfono en mano, y vio aquel espectáculo, gritó a pleno pulmón:
               -PERO, ¿¡QUÉ COÑO HACÉIS!?
               Vale, puede que Scott hubiera sacado su voz de papá, pero los pulmones, claramente, eran de mamá. Menudo despliegue de capacidad vocal, guau.
               -Diana está hospitalizada y a vosotros os parece buen momento para empezar una estúpida guerrita entre bandas, como si esto fuera West Side Story. Qué vergüenza-escupió mamá-. En serio. ¿Es que no puedo irme ni a por un puto café sin que os matéis? Vosotros dos, arriba-chasqueó los dedos en dirección a  Tommy y Scott, que se levantaron al unísono-. Os lo juro por mi madre, que en la gloria esté, que como Harry decida denunciaros me persono como acusación particular y me aseguro de hundiros en la miseria. ¿Me he explicado?-los dos asintieron-. Erika-añadió, girándose hacia Eri, que sostenía a Noemí de los pelos-. Me esperaba más de ti. ¿Qué ejemplo les estás dando a nuestros hijos? Y Harry, te digo lo mismo. Lo tuyo es lo peor de todo. Menudo espectáculo más patético. ¿Tu hija está en el hospital y tú te dedicas a pegarte con tu yerno y su mejor amigo? Tienes cuarenta y un años, por Dios bendito. Así no se comporta un hombre adulto, y, desde luego, mucho menos un padre. No quiero oír ni una palabra más alta que la otra en este pasillo, ¿queda claro? Tengo muchísimo trabajo que hacer-se recolocó el bolso, que llevaba colgado del brazo- y muy pocas ganas de que me toquéis todos el coño. Así que como vuelva a oír a nadie gritarse o pegarse, os juro que esa persona sale de este hospital compartiendo ataúd con los de la morgue. Y ¡mirad que son pequeños! ¡Pues si os tengo que picar, os pico! ¿¡Queda claro!?
               -Sí, Sher-balaron todos.
               -Más vale. Porque como alguien vuelva a molestarme, me aseguraré de ponerle tal pleito a esa persona que, cuando acabe con ella, tendrá que pagarles un Taj Mahal a cada uno de mis bisnietos. ¡Y no pienso tener pocos!-agitó un dedo amenazador en el aire-. ¡Venga! ¡Todo el mundo a la sala de espera! ¡No molestemos más a los sanitarios, que bastante mal pagados están ya como para que encima una piara de millonarios descontrolados decida hacer de una de sus habitaciones el set de Pressing Catch!
               Los únicos con derecho a quedarnos en la habitación de Diana mientras esperábamos a que regresara fuimos el resto de Chasing the Stars y yo. Tommy rezumaba enfado por los cuatro costados, pero quedó en nada en cuanto trajeron de nuevo a Diana. La pelea que había tenido con Harry se quedó en el pasado mientras los dos escuchaban el diagnóstico de los médicos: a Diana no le habían hecho nada en contra de su voluntad, lo cual hizo que se abrazaran de puro alivio. Después de que los médicos se fueran, hablaron un poco en voz baja en el pasillo; pude ver que se estrechaban la mano, que Harry miraba a Diana y luego regresaba con los demás.
               -Harry está de acuerdo conmigo en que lo mejor es que la tengamos vigilada hasta terminar el tour y luego rescindamos el contrato.
               La habitación pareció respirar con el suspiro de alivio que todos soltamos. Layla estaba sentada en una de las sillas del fondo de la habitación, retorciéndose las manos, y levantó la vista y miró a Tommy cuando éste le dio un toquecito en las piernas con la suya.
               -Así me evito un carísimo divorcio para poder estar también contigo.
               Nunca había visto a nadie mirar tan sonriente a otra persona como Layla miró a Tommy en ese momento. O, bueno, sí. A Alec mirándome a mí. O a mí en fotos, cuando Alec me fotografiaba de improviso mientras me perdía en su cara.
               -Eso no sería necesario-respondió Layla.
               -Pues claro que sí, princesa-replicó Tommy, dándole un beso en la frente. Entonces, regresó con la americana y ya no se movió de su lado.
               Se acercaba el mediodía cuando Diana empezó a dar señales de vida. Giró la cabeza en la almohada, abrió y cerró los dedos, e inhaló profundamente. Como tenía el rostro vuelto hacia mí, yo fui la primera persona a la que vio en el amanecer de su nueva vida. Sus ojos verdísimos lucharon por enfocarme y todo su cuerpo se estremeció al empezar de nuevo a funcionar, recibiendo estímulos y procesándolos como lo que eran: sueños de verdad.
               -¿Sabrae?-dijo, con una voz ronca y rasposa, propia de alguien que se había pasado un concierto entero gritando las canciones. Sin levantar la cabeza, miró a mi alrededor y preguntó-. ¿Dónde está Tommy?
               Tommy se incorporó.
               -Estoy aquí, Didi.
               Diana se giró rápidamente y frunció el ceño de nuevo, acusando el cambio de luz incidiéndole en las pupilas. Se relamió los labios y levantó un dedo tembloroso para tocarle la cara.
               -Hola.
               -Hola, Didi-sonrió Tommy, inclinándose y dándole un beso en la punta de la nariz. Le cayó una lágrima sobre los labios de Diana, que se la relamió sin procesar lo que hacía-. Nos has dado un susto increíble. No lo vuelvas a hacer, ¿vale?
               -¿Estoy muerta?-preguntó la americana, y Tommy sacudió la cabeza despacio.
               -No. Aunque no será que nos hayas dado pocas ganas de matarte. ¿Cómo has podido ser tan inconsciente? No puedes ir al límite de la forma que tú lo hiciste, y menos en un concierto. Casi te perdemos. Casi te pierdo, mi amor. ¿Por qué has hecho eso?
               Diana se llevó una mano al vientre y miró al techo. Se relamió unos labios sequísimos con una lengua que parecía de estropajo.
               -No podía dejar que Scott saliera a hacer gallos con Like I would en mi ciudad.
                -Zorra egocéntrica e insoportable. Vamos, T. Ha hecho el paripé para ser el centro de atención durante medio día. Vamos a pedirle el alta voluntaria y que le den esta habitación a alguien que realmente la necesite.
               Diana se rió y, luego, tosió. Tomó aire y lo soltó despacio.
               -Tenemos muchas cosas que de las que hablar cuando descanses, ¿vale?-Tommy le cogió una mano y le dio un beso en el dorso.
               -Vale-baló ella, como un corderito.
               -¿Cómo estás?
               -¿Dónde estoy?
               -Te hemos traído al hospital. Te desmayaste nada más terminar el concierto y han tenido que hacerte un lavado de estómago, porque no sabíamos qué habías tomado. ¿Qué habías tomado, Didi?
               -No me acuerdo-respondió Diana, y por la forma en que lo dijo, supe que no mentía. Me pregunte sí se acordaría siquiera del concierto, aunque fueran sólo retazos de éste.
               -Bueno-Tommy le dio un apretón cariñoso en la muñeca-, no pasa nada. Todo ha quedado en un susto. Pero tenemos que hablar muy seriamente de ti y de las drogas, ¿de acuerdo? Lo hemos estado hablando los chicos y yo, y todos creemos que tienes que pisar un poco el freno.
               Diana tomó aire y lo retuvo en sus pulmones. Pude ver que se le humedecían los ojos, y luego, miró a Tommy y dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
               -Creo que tengo un problema, T.
               -Lo sé. Lo sé.
               -No quiero morirme de una sobredosis-gimió, sacudiendo la cabeza. Chad sorbió por la nariz al fondo de la habitación y, cuando lo miré, vi que tanto Layla como él estaban llorando. A Scott le faltaba más bien poco. Sentí algo húmedo corriéndome por las mejillas y, cuando me llevé un dedo a ellas, me di cuenta de que yo también lloraba.
               Cerré los ojos y fui a ese rincón de mí en el que el espacio se expandía en todas direcciones y la única fuente de luz era el hilo luminoso. Me lo enrollé rápidamente alrededor de la muñeca y lo tensé, dando un suave tirón. Dime que estás ahí.
               Dejé que se me deslizara un poco entre los dedos, colgando sobre el espacio, y entonces el hilo volvió a tensarse y tiró un poco de mi muñeca. Estoy aquí.
               Alec…
               Te quiero, le dije al vacío antes de regresar a mi presente. Sabía que él lo entendería si el hilo se caía al suelo justo después de yo decirle aquello. Incluso si el hilo no llevaba a ninguna parte y lo que me estaba respondiendo era la parte de él que vivía en mí, y que siempre viviría incluso aunque no me lo mereciera.
               -Yo tampoco quiero que te mueras de una sobredosis, lady Di. Tienes mucho que hacer todavía en la vida. Pero nos va a costar, ¿sabes? No va a ser fácil. Nos va a llevar mucho trabajo, pero lo conseguiremos si estamos juntos. Yo te acompañaré en cada paso que des en el camino, y te empujaré cuando empiece la pendiente.
               -Y yo también-dijo Scott, limpiándose la nariz con el dorso de la mano.
               -Y yo-añadió Layla.
               -Y yo-dijo Chad.
               -Y yo-dije yo.
               Diana sorbió por la nariz y empezó a llorar más fuerte.
               -No sé qué he hecho para merecerme esto…
               -Ya conseguiremos que lo interiorices más adelante-respondió Tommy, acariciándole el pelo, brillante a pesar de todo-, pero tú quédate con que eres extraordinaria y te mereces todo lo bueno que te pase.
               »E, incluso si no fuera así… la gente corriente también tiene derecho a que la quieran. Y a que apuesten por ella. Y yo apuesto por ti, Didi. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. No te preocupes. Recogeremos tus pedacitos y los recompondremos, estarás como nueva antes de que te des cuenta.
               -Yo no quiero estar como nueva, T. Quiero estar sana para poder estar contigo tranquila.
               -Uy, ¿y por qué no ibas a estar conmigo tranquila?
               -Porque no te mereces encontrarme muerta un día en el baño.
               Tommy tragó saliva.
               -Siento lo que te dije. Estaba asustado y creía que no razonabas y… no sabes lo muchísimo que me aterra pensar siquiera en perderte.
               Diana le acarició la cara con la yema de los dedos.
               -Lo siento mucho-dijo solamente, y Tommy no preguntó por qué, porque ya lo sabía. Yo no lo sabía, pero no era a mí a quien le pedía disculpas, así que no tenía derecho a preguntar.
               Cerró los ojos y, con la mano de ella entre las suyas, se la llevó a los labios y empezó a besarle los dedos en un gesto tan íntimo y dulce que tuve que apartar la mirada. ¿Así era como yo había parecido cuando estaba con Alec en el hospital, cuando no me importaba nada y creía que confiaba ciegamente en él, y que haría méritos para merecerle?
               -No tienes por qué disculparte, americana.
               -Aun así, lo siento-Diana se relamió los labios y miró a Tommy como si de que él la perdonara dependiera su vida. Tommy le sonrió con dulzura, se inclinó y le dio un beso en los labios.
               -¿Necesitas algo?-preguntó Scott-. Y, por favor, no me digas que condones.
               Diana rió sobre los labios de Tommy, retirándose un poco y mirando a mi hermano con un poco más de color en las mejillas.
               -Yo… tengo mucha hambre.
               -¿Un bocata? Maaaaaaaaaarchando.
               -En realidad… me apetece pasta-dijo-. Espaguetis a la boloñesa. Con muchas albóndigas-dijo, mirando a Tommy-. Y bien grandes.
               -No pides poco tú, ni nada, ¿eh, americana? Ni que estuviéramos en una de las ciudades en que puede conseguirse todo a todas horas. Vale-se dio una palmada en las piernas y se levantó-. Te iré a buscar unos espaguetis mientras los médicos comprueban que esté todo bien y te ven los demás. ¿Quieres algo más?
               Diana estiró las manos y agarró con los dedos extendidos una de las de Tommy, y se mordió el labio.
               -Quiero que te quedes.
               -¿Y dejar tu apetito en manos de Scott? Ni de broma. Eres demasiado valiosa para quedarte en manos de éste.
               -Ha pedido unos espaguetis, no queso de cabra vietnamita de pelo lila. Creo que me las apañaré.
               -Nosotros te cuidaremos mientras Tommy te busca la comida, Didi-dijo Layla, sentándose junto a ella. Diana le soltó la mano a Tommy y asintió con la cabeza, todavía un poco amodorrada.
               -Vale.
               -Vamos, Saab-me pidió Tommy, y yo me levanté, fiel como un cachorrito que iría donde le mandaran. Ahora que había cumplido mi misión, haría cualquier cosa por salir de aquella habitación. Demasiados traumas, demasiados recuerdos de confianzas pasadas que ahora había perdido.
               Había dejado tirado a Alec justo después de haberle pedido ayuda. Puede que él jamás lo sintiera y puede que todo lo de hilo dorado fueran imaginaciones mías, pero había acudido a él, producto de mi cabeza o no, y no había esperado siquiera a su contestación antes de volver a mi realidad. Cada vez estaba más segura de que había engañado al universo con él, y que pronto tendría que pagar una deuda que generaría intereses; intereses con los que yo correría encantada.
               Debería haberle pedido que se quedara y punto, pensé mientras atravesaba las habitaciones del hospital a la zaga de Tommy, que parecía orientarse por aquellos pasillos como si él mismo hubiera diseñado el edificio. Scott nos había alcanzado enseguida, acudiendo a la llamada de Tommy y dando la noticia de que Diana ya se había despertado a nuestras familias, ansiosas por novedades.
               Si le hubiera pedido a Alec que se quedara conmigo y renunciara al voluntariado, él lo habría hecho y yo no tendría ninguna duda de que no me lo merecía. Lo peor de toda mi situación actual era ese suave interrogante acariciándome la espalda, jugueteando con mis nervios como los dedos de un amante: los dedos de Alec bailando en mi piel y haciendo que verdaderas tormentas eléctricas se desataran en mis nervios. Creo que esa duda era lo peor de todo, porque ya no sabía si se debía a un exceso de confianza en mí misma o al testimonio eterno de él en lo más profundo de mi interior, siempre dando mi mejor versión, siempre interpretando mis acciones del modo más benigno posible. Siempre haciéndome creer que yo era una heroína cuando la realidad era que Alec me había salvado a mí y no al revés: de mi ignorancia, de mi cinismo, de mi arrogancia creyéndome siempre mejor; cosas que para él eran curiosidad, sarcasmo, confianza en mí misma por cosas que ni siquiera eran mérito mío.
               Además, si le hubiera pedido que se quedara jamás habríamos llegado a este punto. Yo seguiría ejerciendo ese efecto narcótico sobre sus demonios, él seguiría haciéndome creer la mejor chica del mundo, la única en su vida y la parte de su pasado que jamás querría cambiar, y siempre, siempre, podríamos escaparnos a Mykonos. Podríamos hacer de la isla nuestro hogar, o de nuestro hogar, la propia isla: yo sabía que Alec podría hacer que su habitación de Londres me hiciera sentir como la de su casa en Mykonos simplemente pidiéndole a toda su familia que se fuera y nos dejaran solos, libres para ser nosotros.
               Sí, definitivamente siempre nos quedaría Mykonos. No habría ningún otro lugar en el mundo en que yo pudiera sentirme más a gusto conmigo misma, más feliz de simplemente existir, y más a solas y en conexión con el hombre del que estaba enamorada a pesar de que el mundo, por un momento, parecía haberse puesto en nuestra contra. La verdad es echaba todo de menos de Alec: a él mismo, por supuesto; a lo que me hacía, sin duda; pero también a cómo me hacía sentir, en todo el espectro de emociones: tranquila en su presencia y nerviosa cuando iba a verlo; feliz mientras estábamos juntos y triste cuando nos separábamos; plena cuando le tenía dentro y un poquito vacía cuando salía de mi interior, aunque la sensación se diluía un poco cuando me abrazaba y me decía que me quería.
               Única en mi especie. Siempre única en mi especie. Hasta que se había marchado y me había dejado sola y me había dicho que había habido otra que luego había resultado ser mentira, pero yo había vuelto al montón de nuevo, y ahora… ahora ya no sabía si yo me merecía querer a alguien a quien consideraba un dios cuando me habían recordado mi propia mortalidad. Alec me había hecho descubrir el placer, y todo el buen sexo que había tenido, sin importar si estaba sola o acompañada, había sido gracias a él. Y se lo pagaba derrumbándome cuando me recordaba que había habido otras, y una Otra con mayúscula.
               Es dorado, es líquido, se mueve y está vivo. No lo dudaba ni un instante; yo misma soñaba con ese lazo que nos unía estuviéramos donde estuviéramos. Pero había visto lo que ese lazo puede ser para dos personas en la habitación de Diana, y había visto que ese lazo podía convivir con otros aún más fuertes. Creo que lo que había entre Tommy y Layla era dorado también, pero ahora sospechaba que lo que le unía a la americana era platino, igual que Perséfone.
               Lo peor de la situación en la que nos habíamos puesto ambos no era la posibilidad de que lo nuestro se pusiera a prueba, sino cómo lo había gestionado yo. Había estado dispuesta a perdonarlo con tal de no perderlo, incluso a compartirlo con tal de que no se alejara de mí, pero… ahora no podía dejar de pensar en la mirada de Layla cuando Tommy dijo que se casaría con Diana.
               Me había centrado tanto en mí y en lo que yo me merecía cuando Alec me había dicho que me había puesto los cuernos que en ningún momento me había planteado lo que eso supondría para él. ¿Se merecía él que lo compartieran dos chicas? ¿Tenía que ir girándose y corrigiendo siempre su rumbo, haciendo control de daños como lo había hecho Tommy con Layla cuando le dijo lo del divorcio? No dudaba de que él fuera sincero cuando le decía que la quería. Pero ¿lo hacía lo suficiente? ¿Quería yo a Alec lo suficiente para hacer lo que Tommy acababa de hacer por Diana?
               El simple hecho de que me lo estuviera planteando siquiera ya era más que ilustrativo, tanto de mi cobardía para admitir la verdad como de la verdad misma. Los hechos estaban allí, los años hablaban por sí solos.
               Cuando atravesamos las puertas giratorias del hospital que nos vomitaron en la calle, sentí que el aire caliente de la ciudad me llameaba en la piel y los ojos. Recordé las palabras de Layla hacía unos días: los malos hábitos son difíciles de abandonar. Alec había renunciado a ellos, había empezado a quererse, había aprendido a ver más allá. Y sin embargo allí estaba yo, saliendo a la calle en Nueva York, levantando la vista hacia un cielo que ya no respondía, porque llevaba demasiado tiempo dándome golpes contra el cristal como un pajarillo testarudo incapaz de ver que la ventana de al lado estaba abierta y me regalaría la libertad. Al final, todo se reducía lo que había hecho en esa semana en que Alec y yo habíamos estado mal. Mientras que él prendería fuego a Mykonos por protegerme, sin importar nada de lo que había vivido allí antes que yo, mientras que Eleanor había perdonado a Scott…
               … yo había vuelto al pasado y a pensar lo peor de él. A hacerle la peor persona de la habitación incluso cuando en la habitación también estaba yo. Y ahora él era un Alec distinto, un Alec que escuchaba lo bueno y que se quería, un Alec que confiaba en que  siempre había sido paciente y comprensivo y se merecía el amor más puro. Un amor que yo, ¿era capaz de darle?
               Le había convertido en mi Alec. Pero yo había dejado de ser su Sabrae en cuanto se había subido al avión. Había vuelto a ser la cría testaruda y rencorosa del año pasado, la que veía lo malo en él incluso cuando no hacía absolutamente nada.
               -Una semana-comentó Tommy de repente, sacándome de mis ensoñaciones. Sentía sus ojos puestos en mí, así que me volví y lo miré-. No me lo imagino.
               Scott nos miraba a ambos mordiéndose el labio, con una expresión de absoluta culpabilidad en la mirada. Como si le doliera estar pensando en la suerte que tenía de que a Eleanor no le hubiera sucedido nada similar… y estuviera deseando con todas sus fuerzas no tener que entendernos nunca, por mucho que ninguno de los dos hubiéramos hecho nada para merecernos algo semejante.
               -La verdad es que fue absolutamente horrible.
               Creo que era la primera verdad que decía en todo el día, tanto a mí misma como a otra persona. Y sospeché que vendrían más.
               -Y eso que yo sabía que… bueno, tenía muchas más posibilidades de que Diana…-Tommy tragó saliva, y yo quise decirle que no necesitaba tener tacto conmigo, que yo no me lo merecía… pero bastante había hecho ya.
               -Aun así se pasa mal-respondí. Nos habíamos detenido en un semáforo, y crucé la calle con el resto de viandantes sin preocuparme siquiera de si se había puesto en verde. Me subí de nuevo a la acera y los miré mientras comprobaban el móvil. Scott señaló con el dedo en una dirección. Caminamos un par de minutos más, giramos una esquina y…
               … me quedé de piedra al ver el edificio al que íbamos. Ni siquiera se me había ocurrido preguntar dónde pretendían encontrar unos espaguetis lo suficientemente buenos como para que Diana se los comiera, delicada como estaba y mimada como pretendía mimarla Tommy. Pero, por supuesto, el destino no iba a dejar que huyera de mis miedos.
               Ante nosotros se erguía un IMPERIUM, de la cadena de restaurantes a la que tantas veces había ido con Alec.
                Se me dio la vuelta al estómago.
               -Creo que lo que voy a echar de menos de Londres será esto-había bromeado mi novio la última vez que habíamos ido a aquel lugar. Y yo me había puesto de morros, como no podía ser de otra manera.
               -Siempre te puedes quedar, sacarte un carnet de socio y venir aquí todos los fines de semana.
               -¿Crees que necesito una razón para quedarme?-me había respondido, girándose y apoyando el brazo en el sofá, detrás de mi cabeza. Me había sonreído de esa manera que me desarmaba completamente y…-. Yo, lo que necesito, bombón, es una razón para marcharme. Dame sólo una y te dejaré tranquilita durante un año. Me parece que ése era tu sueño el verano pasado.
               -Entonces, ¿tienes una razón para quedarte?
               -Tengo un montón. Pero la principal, y la que hace que necesite algo que me convenza de que me vaya… es bastante grande. Mide un metro cincuenta-me había apartado el pelo del hombro, juguetón.
               -Mido un metro cincuenta y siete-respondí, riéndome.
               -Eso es lo que tú dices-contestó, inclinándose a darme un beso lento y profundo, de esos que ponen punto y final a las comedias románticas en las que todo el mundo al final acaba siendo feliz. Nuestra historia debería haber terminado allí, con el público preguntándose si al final Alec se marchaba, y todos los románticos empedernidos convencidos de que no lo hacía y yo nunca habría hecho nada para cagarla.
               No te haces una idea de cuánto te echo de menos. Cuánto necesito que estés aquí para simplemente dejar de pensar, le pensé al viento.
               -Tommy-lo llamé, y él se detuvo justo antes de entrar al restaurante y me miró con las cejas arqueadas. Estaba pensando en que teníamos una conversación pendiente, pero ni él estaba de humor para que yo le diera la turra con Alec, ni a mí me apetecía decir su nombre en voz alta. Creo que me echaría a llorar si lo hacía-. ¿Lo harías por Layla?
               Scott se giró y nos miró con el ceño fruncido, sus ojos saltando de uno a otro como una rana que no se decidía por cuál charca era su preferida.
               -¿Por Layla?-respondió Tommy-. Layla no me pondría nunca en una situación así.
               Y tenía razón. La verdad es que la tenía, y mi pregunta había sido estúpida, porque ella y Diana eran como la noche y el día. Pero yo estaba triste. Tenía el corazón roto. Estaba a más de once mil kilómetros de mi novio. Me sentía culpable de que se hubiera ido lejos.  Le echaba de menos y me odiaba por echarle de menos, porque ya no me sentía con derecho a hacerlo. Se había ido por mi culpa, porque yo no le retuve conmigo. Porque había jugado a una carta, igual que Tommy, pero la mía había salido mal. Y ahora lo sabía. Sabía que no me lo merecía y que, si lo había hecho en algún momento, esos tiempos eran agua pasada y ya no regresarían jamás.
               Así que no escuché la frase completa de Tommy, ni pude leer entre líneas. Sólo escuché “Layla no”. Y eso fue suficiente para que me pasara con ganas de llorar todo el viaje de vuelta en avión. Supongo que ya sabes a qué conclusión acababa de llegar: Layla era el oro de Tommy igual que yo lo era de Alec.
               Y los dos tenían una chica de platino a la que querían más… pero con la que no se quedaban porque su chica de oro no lo resistiría. Nadie quiere tener las manos manchadas de sangre de una chica de oro, así que… se conforman. Se conforman con compartirse, se conforman con tener que hacer el amor despacio, y se conforman con no tocar el platino porque la chica de oro es débil y se oxidará.
               Alec no se merecía esto: tirar cien veces el guante y que ni una sola lo recogieran, prometerle y guardarle fidelidad a una chica que no confiaba del todo en él, vivir siempre oteando el horizonte en busca de alguna señal en la que pudiera verme. Se merecía vivir su vida, hacer lo que quisiera. Ser joven, ser libre, y no perderse en la oscuridad. No perderse en la oscuridad. Había estado ahí, siempre había estado ahí.
               Él era mi sol; yo, su luna y sus estrellas. Y, ¿dónde aparecen la luna y las estrellas?
               Exacto.
               En la oscuridad.





             
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2 comentarios:

  1. Empiezo este comentario diciendo que no sé si porque al final aunque el capítulo haya sido narrado por Sabrae pero ella no haya intercedido mucho me he transportado a la epoca de cts y por momentos sobre todo la primera mitad del capítulo no sentía que leía Sabrae y me han dado unos feels terribles pero de querer ponerme a leer CTS y todo.
    Empiezo diciendo que dentro de este periodo temporal entiendo que todavía no ha ocurrido la charla que tienen Scott y Tommy con Harry y Noemi en la que estes últimos le confiesan cual fue el motivo real para enviar a Dina a Inglaterra con lo que entiendo sobre todo estas reacciones.
    He chillado enormemente con el momento en el que Tommy se ha vuelto puto loco y ha dicho lo de casarse y cuando te digo que he chillado te juro que lo he hecho con ganas me cago en mi vida. No me lo esperaba y dios aunque sabes que adoro a Layla con mi vida mi corazón siempre será Tiana para siempre.
    Por otro lado he chillado también con lo de la paliza a Harry como se ha notado que has disfrutado escribiéndolo zorra. Por otro lado estoy deseando que narres si es lo que haces el momento en el que metan a Diana en la clínica pero Tommy decida quedarse en NY y Scott con el. Aunque llevo mucho tiempo diciendo que quiero que apures el final del voluntariado y el reencuentro de Sabralec con la intromisión de toda esta trama me interesa tmb mucho ver el punto de pista de saab en todo esto que tanta importancia tuvo en cts.
    Por otro lado y como reflexion final del cap y ya en general de los últimos capítulos y los que estan por venir me mata de pena que la decisión final del voluntariado se basase en ayudar a Alec y a que volviese mejor y que al final el miedo es que sus demonios le ganasen allí y con lo que nadie contaba era con que los demonios que fuesen a poder con alguien seria los de Sabrae. Aunque me parta el alma por mi niña no puedo fingir que no me encanta esta nueva dinámica porque demuestra que no solo Alec necesitaba a Sabrae para ser mejor persona sino que era algo totalmente bidireccional y recíproco.

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  2. Cap con muchas vibes de cts evidentemente, comento cooosas:
    - Que mal el momento de Tommy llorando encima de Diana uff.
    - “¿Acabas de describir a Harry Styles como “un tío alto y lleno de tatuajes”? me puedo mear.
    - Tommy y Scott pegando a Harry completamente surrealista JAJAJJAJA
    - Diana metiéndose con Scott hasta justo después de una sobredosis buenísimo.
    - Bueno ya sabes mi opinión sobre el tema Tommy Layla y Diana y lo siento, pero la mantengo jajajajaja (no tan exagerado como lo ha planteado Sabrae, pero eso).
    - estoy muy frustrada con Sabrae pensando que no se merece a Alec y pensando que se conforma con ella, me da tanta pena (igual que lo estaba cuando era al revés jejejeje)
    - sigo con ganas de la conversación de Tommy y Sabrae (aunque evidentemente no era el momento) y espero que no quede mucho para que la tengan.
    Con ganas de más <3

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