jueves, 17 de octubre de 2024

Aquí está mi corazón abierto, y se va a quedar así, vacío, durante días.

 
               Queda poco para que pasen 24 horas y sin embargo todavía sigo en el mismo estado inicial que cuando vi el primero de los tweets por la tl hablando de “lo de Liam”, sin yo saber qué era, y ni siquiera sin saber qué esperar o qué imaginarme y, con todo, no haber sido capaz nunca de llegar a sospechar la verdad. Escribir esto es raro, como dominar un idioma que no recuerdas haber aprendido y cuya gramática tampoco entiendes, pero con el que consigues que te den las indicaciones necesarias para llegar a un destino que ni siquiera sabes cuál es.
               A lo largo del día he ido escribiendo notas para tratar de racionalizarlo y que por fin me entre en la cabeza que One Direction ya jamás volverá a ser lo de antes, porque en mi cabeza nadie que haya estado en One Direction puede morirse nunca. He rescatado la libreta que en 2012 fue testigo de cómo me hacía directioner, y he tomado notas de todo lo que quiero decirte, o quiero decirle al vacío, en la libreta en la que tengo todavía subrayado en el color con el que ahora oposito las cosas que se me ocurrían de la novela por la que os empecé a querer a ti, a Louis, a Zayn, a Niall e incluso a Harry. Y todavía, a pesar del tiempo pasado, a pesar de las evidencias, de los tweets, de las publicaciones y de las despedidas de compañeros, no parece real. Aún no me parece real ver tu foto en las noticias que todavía espero (pero no con esperanza, sino con incapacidad de procesar que hayamos acabado así) que en cualquier momento desmientan. Todo porque, en mi cabeza, nada que haya estado en 1D puede morir. Los cuatro con cara de 5 lo dijisteis: nena, ¿no sabes que podemos vivir para siempre? Así que no entiendo por qué ninguno de vosotros no elegiríais ese camino.
               El 12 de octubre de 2012 escribí que queríamos mantener el fuego, pero estaba lloviendo. Y ahora han pasado años, y no dejo de preguntarme cómo estará la amiga con la que te casé y te hice tener unos hijos cuya historia estoy escribiendo ahora y en la que te puedo dar una segunda oportunidad (otra más, otra de cientos). Doce años ha estado esperando esa frase para ver la luz, y más que iba a esperar si no te hubieras convertido en un villano de actos nobles cuya muerte (“muerte”… esto no es real) me permite echar la vista atrás.
               Y ahora acabo de subrayar en color verde, como hacía hace doce años, las palabras que han pasado de la libreta a mi ordenador, pero que quiero seguir conservando igual que me gustaría no tener que conservar a One Direction porque todavía existiría una pequeña posibilidad, por nimia que fuera, de que se alinearan los astros y One Direction volviera a pasar.
               Porque puede que haga nueve años de que se acabó la banda, pero hoy se ha acabado One Direction. Nos hicisteis una promesa, Louis nos hizo una promesa, y ahora han obligado a Louis a incumplir esa promesa.
               El pasado más reciente es el testigo de que, a veces, los ascensos meteóricos son los de un fuego artificial en lugar de los de un cohete, y que incluso las estrellas se consumen a sí mismas a veces. O también pueden hacerlas consumirse.
               No soy partidaria de la caza de brujas que están haciendo muchas personas porque hace quince días el sentimiento hacia ti era bien distinto y ahora todas sentimos más o menos pena, pero tampoco de fingir que no ha pasado nada. Por eso puedo decir, por horrible que suene, que no me da pena que haya muerto la persona que ha muerto. No siento pena por la muerte de un abusador que le ha hecho daño a tantas mujeres (y más de las que no sabemos nada), en las que no paro de pensar y espero que pasen este temporal lo más plácidamente posible.
               Pero no puedo no sentir pena por la persona que fuiste, incluso aunque dejara de existir hace más tiempo; es como añorar a una amistad que ya no es igual pero a la que sigues escribiendo por si acaso la recuperáis; ahora ya sabemos que no pasará. No hay margen para engañarse, ni tampoco posibilidad de esperanza.
               Porque lo más triste de todo esto es que hoy nos despedimos de dos personas distintas: la “persona atormentada y que atormenta a los demás”, como dijo una chica en Instagram, a la que no me importaría decirle adiós; y el chico que podrías haber vuelto a ser después de tu redención, de tu ayuda y de tu reflexión. El chico al que yo podría llorar.
               Escribir esto sigue sin parecerme real. Soy bastante visceral cuando escribo: no han sido pocas las veces en que se me han saltado las lágrimas al escribir frases especialmente duras, pero incluso con los ojos anegados podía verlo todo con claridad. Ahora no. A pesar de que mi cuerpo está reaccionando con fuerza (me tiemblan las manos, tengo el estómago cerrado, me duele la cabeza, tengo gamas de vomitar) mi cerebro se niega en redondo a procesar que la persona de la que se están despidiendo sea la misma persona que el Liam Payne de la misma banda de mi adolescencia, la de mi primer concierto y por la que a día de hoy soy quien soy. Mujer, amante de la música en inglés, escritora. Escritora. Tú y los demás me disteis lo que más me gusta de mí y ahora nunca voy a volver a teneros a los cinco delante. Nunca vamos a volver a cantar canciones que desgarran el corazón pero de cuya profundidad y crudeza no te das cuenta hasta que no les dan sentido con cosas como ésta.
               Esto es tremendamente injusto. La explotación y las drogas nos han quitado la posibilidad de despedirnos como debíamos hacerlo: dentro de muchos años, recordándote con un cariño pulcro que no se viera empañado de los reproches por todo lo que hiciste y por lo que no pediste perdón. De un duelo sin condiciones, sin tener que dar explicaciones. De poder hablar de que te habías ido en busca de los corazones rotos para darles esa casa a partir de un hogar roto; de que, cuando la noche nos caiga encima, tú ya habrías encontrado el camino para guiarnos por la oscuridad.
               Hubo una época en que de verdad me creí que nos llevaríais a través del agua y del fuego por nuestro amor. Y ahora… ahora echo de menos al que fuiste hace diez años, a una persona que ya no existe y que lleva mucho sin hacerlo, pero que yo creía de verdad que podía volver.
               Al menos nos queda el consuelo de que nos encontraremos de nuevo en despedidas agridulces, en cada videodiario, cada entrevista, cada videoclip… entre páginas digitales hechas de píxeles y no de papel. Una vez hablé de cómo no erais píxeles sino células, y aunque me encantó que no hubiera pantallas entre todos nosotros, y nada de opciones de resolución para elegir, agradezco a los píxeles que siempre vayas a estar ahí. Incluso cuando ya no estás en absoluto, mucho después de que el chico que enamoró a tantas ya no exista.
               Se haya ido.
               Y se me queden las ganas de vomitar.
               Quiero creer que nos veremos de nuevo en la región de las estrellas estivales, donde todo es más bonito y no tenemos que preocuparnos… y tú nunca dejaste de ser el que fuiste hasta 2015. Pero ahora hay una fecha maldita más en mi vida, y el cumpleaños de Tommy estará siempre empañado por su víspera y la tristeza por todo lo que fue, dejó de ser, y ya jamás volverá.
               Gracias por One Direction. Gracias por mis amigas. Gracias por mis historias. Te daré en ellas la felicidad que perdiste; ahí también vivirás para siempre.
               Adiós, Liam… hasta siempre.
                


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