domingo, 6 de octubre de 2024

Reina de corazones.


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Acariciarle la espalda mientras estaba tumbada boca abajo en una cama, completamente desnuda y con la piel perlada de un sudor que llevaba mi nombre y sabía a mis jadeos siempre iba a parecerme la octava maravilla del mundo. Era como ser un joven dragón que, cuando por fin consigue alzar el vuelo, atraviesa el manto de nubes y descubre la bóveda de estrellas que lo observan todo desde arriba, concedentes de deseos y tesoreras de sueños imposibles por igual.
               Quizá no estuviera en mi mejor momento con mi suegro, pero, joder, cómo había dado en el clavo cuando dijo que aquello era como polvo de estrellas flotando a nuestro alrededor.
               Su respiración iba haciéndose más y más lenta a medida que mis dedos avanzaban por su espalda y la luna atravesaba el cielo con pereza, como si ella tampoco quisiera dejar pasar este momento, como si cada segundo fuera el último.
               El avión que se suponía que iba a coger originalmente debía de estar a punto de despegar, y sin embargo yo acababa de posar los pies en el suelo. Saab había estado increíble, moviéndose como una amazona que echaba de menos cabalgar después de una dura lesión que la había mantenido apartada de la acción, y yo… yo sólo había hecho lo que haría cualquiera en mi situación: darle todo lo que tenía, todo mi entusiasmo y todas mis ganas, con la esperanza de que aquello fuera suficiente.
               Aparentemente así había sido, pues después de terminar, completamente empapados en sudor, los dos teníamos una sonrisa tonta en la boca que nos costaría mucho quitarnos… y muy pocas ganas de separarnos.
               O de salir de la cama, ya puestos.
               -Mi amor-había ronroneado mi chica, acariciándome el pecho mientras me miraba con la pereza propia de la mujer que acaba de echar uno de los mejores polvos del siglo y está recordándolo todavía, mientras las endorfinas del sexo son poco a poco sustituidas por el cansancio que supone la actividad física tan intensa a que se ha sometido. A duras penas había conseguido convencerla para que fuéramos al baño, y cuando nos habíamos tumbado en la cama, aún completamente desnudos, Sabrae se había acercado a mí y había empezado a besarme con tranquilidad, saboreando su excitación que todavía permanecía en mi lengua y todo mi cuerpo expuesto para que ella lo disfrutara.
               Me había puesto duro de nuevo con sus caricias, que no se habían dejado ningún hueco por explorar en mi cuerpo, y el segundo asalto había llegado antes de que los dos nos diéramos cuenta, cuando ella se sentó encima de mí, me rodeó con sus piernas y jadeó contra mi boca mientras me deslizaba en su interior:
               -Mi hombre…
               Se había lucido como pocas veces se había lucido ninguna chica conmigo y, a la vez, como siempre se lucía ella. Y, curiosamente, ahora que habíamos terminado y nos habíamos saciado en nuestra sed del otro, se habían invertido los papeles y era yo el que quería quedarse charlando hasta las tantas mientras a ella sólo le apetecía dormir. Su cuerpo se le rebelaba, y aunque normalmente solía ser más fuerte, no fue así esta vez.
               Su respiración fue relajándose, la subida de su espalda al compás del ritmo que marcaban sus pulmones fue ralentizándose con la calma que sólo el sueño puede darte, y yo seguí acariciándola mientras Sabrae se me escapaba entre los dedos, presa de Morfeo, como un puñado de la arena más fina a la orilla del mar.
                Una sensación de calma absoluta me invadió mientras la sentía dormirse a mi lado, acompañada de un amor infinito que amenazaba con abrirme de nuevo las cicatrices y derramarse en la cama y a nuestro alrededor, en el primer lugar en el que nos habíamos conocido de veras y donde habíamos sellado nuestro amor.
               Tenía la boca seca y el estómago vacío a pesar de la comida que habíamos tomado en mi casa, de modo que al tercer rugido decidí que lo mejor sería buscar provisiones abajo con las que saciar este hambre que amenazaba con arrancar a Saab de ese lugar tan placentero que son los sueños sin sueños.
               Separé la mano de su espalda y ella se revolvió de nuevo, igual que había hecho cuando me había rugido el estómago las demás veces. Estiró la mano en mi dirección mientras luchaba con unos párpados que pesaban toneladas.
               -No te vayas-suplicó en sueños, y me incliné hacia ella.
               -Sólo voy a beber algo. ¿Quieres agua?
               -Quiero que te quedes-refunfuñó, subiendo una pierna por la cama y suspirando de gusto cuando encontró la almohada y se abrazó a ella-. Podemos follar otro poco si te apetece.
               -¡Pero si te estás durmiendo!-me reí, dándole un beso en la cabeza, y ella suspiró de nuevo y refunfuñó algo en sueños. Busqué los calzoncillos y los pantalones y me los puse con su respiración suave como única acompañante, y pronto estaba abriendo un poco más la puerta que no habíamos cerrado del todo cuando entramos en su habitación, hacía un suspiro o un millón de años, no sabría decir.
               -No tardes-me pidió como si eso fuera necesario, y, sonriendo y decidido a dejarle el espacio que necesitara para descansar y recuperar las horas de sueño que a mí me habían asaltado a lo largo de la tarde, atravesé el pasillo de su casa y bajé las escaleras en silencio.
               Era extraño lo tranquila que estaba una casa que por lo general bullía de actividad, en la que sus habitantes hacían tanto vida en común como por separado y en el que no era raro cruzarte con alguien al girar la esquina. Creo que era la primera vez desde que estaba con Sabrae que estábamos totalmente solos en la casa y, a pesar de que era el bastión de mis suegros, y por tanto mis mayores enemigos en el momento, me sentí sorprendentemente en paz. Me permití incluso pararme un momento al pie de las escaleras y contemplar el salón a oscuras antes de girarme y entrar en la cocina, cuya luz era demasiada para mí a esas horas.
               El otoño londinense era engañoso y hacía que las cinco de la tarde pudieran ser perfectamente las tres de la madrugada, de modo que no tenía ni idea de qué hora podía ser. El reloj que más a mano estaba se encontraba en el salón, pero hacía tiempo que no lo había escuchado tocar, así que o estaría parado o alguien le había quitado el sonido para dejar que sus seres queridos descansaran. Me pregunté si habrían sido Zayn o Sherezade, y si Sabrae se habría dedicado a contar los cantos del reloj cada noche en vela que había pasado pensando en cómo solucionar las cosas con su familia o cómo seguir adelante fingiendo que no le destrozaba el haber perdido una de las cosas que más le importaban en la vida.
               Con el estómago en un puño por la rabia que me producía pensar en mi preciosa Saab encerrada en su habitación y deseando que llegara el momento de irse al colegio simplemente para tener una excusa para marcharse de su casa, abrí la alacena y saqué un vaso, que llené de agua antes de aclararlo y dejarlo boca abajo sobre la encimera. Me causó cierta satisfacción pensar que, incluso si Sabrae y yo nos íbamos antes de que sus padres volvieran, habría en su casa pruebas de que habíamos estado allí, de que por un momento habíamos hecho que su casa fuera nuestra y no suya… y lo mucho que iba a fastidiarles.
               Revolví un poco más en las alacenas con la única luz de la lámpara que tenían sobre los fogones hasta que me encontré con un paquete de fideos instantáneos verdes, seguramente de Shasha. Hice una nota mental de comprarle más antes de marcharme y me quedé mirando cómo se calentaban en el microondas. Esperé delante de él, sin apenas moverme, hasta que la cuenta atrás llegó a un segundo y la detuve para que no despertara a Sabrae.
               Sentía las piernas algo cansadas por todo lo que habíamos hecho los dos juntos (esta cría era capaz de cansarme más que un torneo intensivo de boxeo; era increíble), y la espalda aún me ardía por los arañazos de Sabrae, pero pocas veces había estado mejor en los últimos meses. Curiosamente, ninguna de ellas había sido separado de mi chica.
               Abrí el paquete de fideos, cogí los palillos, vertí la salsa sobre ellos y ataqué tras revolverlos a conciencia, preguntándome si debería subirle algo de comida a Sabrae por si ella también tenía hambre. Si yo estaba agotado a pesar de mi increíble forma física (lo bueno del castigo de Valeria era que me había puesto como un toro, y cuando me lo levantó me había propuesto no bajar el ritmo en la medida de lo posible), era lógico que ella estuviera tan agotada que apenas pudiera mantener los ojos abiertos.
               Estaba preguntándome también qué podía hacer para compensarle los días que íbamos a perder de su cumpleaños mientras lo compaginaba con pasar un poco más de tiempo con mi familia cuando unas luces se movieron por el suelo y la pared, reptando hacia el techo mientras el ruido de un coche rodeaba la casa y se reunía con el de la puerta del garaje al levantarse. Bajé la vista al envase de fideos y suspiré: no me apetecía una mierda encontrarme con la familia de Sabrae todavía, porque por mucho que quisiera a mis cuñadas y al imbécil de mi cuñado, eso significaba reunirme también con mis queridísimos suegros, a los que tenía un toral de cero mil cerocientas cero cero ganas de ver.
               Pero estos fideos estaban tan buenos… contuve el impulso de terminármelos de una sentada porque me quedaba más de medio paquete y no quería ponerme enfermo y que Sabrae tuviera que cuidarme delante de sus padres, y me preparé para la entrada triunfal de Duna, que seguro que se moriría de ganas de celebrar que todos a los que quería estaban de nuevo en el mismo país, en la misma ciudad y, si me apuras, incluso en la misma casa.
               Enrollé otro fideo alrededor de mis palillos y esperé con impaciencia a la energía arrolladora de la pequeña de la familia con la secreta esperanza de que Scott también hubiera venido con sus padres y sus hermanas; él sería lo único que conseguiría darme una vía de escape rápida para volver con Sabrae antes de que Zayn y Sherezade se me tiraran encima.
               Afiné el oído cuando el ronroneo del motor del coche se detuvo, pero sólo escuché dos puertas que se cerraban y dos pares de pasos que se acercaban por la puerta del garaje.
               Genial.
               Al menos ya estaba seguro de que no venía Scott, así que adiós a mi buena suerte. Por lo menos todavía podía tener la esperanza de que Shasha y Duna estuvieran tan agotadas que sus padres las trajeran a cuestas, pero, siendo realistas, tenía que admitir que no era lo suficientemente tarde como para que Shasha, la reina del insomnio, se quedara frita en el asiento trasero del coche.
               De modo que eso sólo podía significar una cosa: Zayn y Sherezade venían solos. Puede que no hubiera pasado tanto tiempo como creía y que la teoría de la relatividad de Einstein funcionara de verdad con Sabrae y conmigo, y lo que me había pasado como cinco minutos pero sospechaba que habían sido varias horas fuera, en realidad, como mucho una. Puede que hubieran decidido pasar por casa antes de ir a recoger a los críos a casa de mis padres o, mejor aún: puede que hubieran hecho un pequeño receso en la reunión que llevaban manteniendo ya dos días para decidir el futuro de Chasing the Stars y One Direction para aclarar qué frente unido pretendían presentar (o lamerse las heridas –soñar es gratis-) y por eso no hubieran venido con sus hijas.
               Me levanté para asomarme al comedor mientras sorbía otro fideo con la esperanza de ver con qué ánimos venían, pero ya habían pasado al salón desde la sala en la que Sabrae tenía colgado el saco de boxeo y que conectaba con el garaje y el comedor, así que sólo me quedaba mi oído para tantear un poco el terreno y trazar un plan para mi futuro más inmediato para reunirme con Saab lo antes posible.
               No obstante, en cuanto escuché la conversación y el tono en el que lo mantenían supe que no me iba a ser tan fácil reunirme con mi chica.
               -… pero tú misma lo has dicho antes: Scott ya es mayor de edad y siempre ha sido responsable. Sabe cuidar de sí mismo y de los demás; lleva haciéndolo toda la vida de Tommy y de las chicas-suspiró Zayn, y escuché cómo se sentaba en el sofá.
               -Una cosa es cuidar de sí mismo y de sus hermanas y de Tommy, y otra que se queme a lo bonzo delante de todo el mundo para distraerlos de todo lo que le está pasando a Diana-respondió Sherezade caminando por el salón-.  Por mucho que el mundo sea más injusto con las mujeres, creo que también serán más comprensibles con una chica a la que llevan viendo crecer y triunfar desde hace mucho más tiempo que a nuestro hijo, Zayn. A Scott siempre le han tenido ganas; no sólo por su color de piel, sino por ser quien es.
               -Me acuerdo bien de lo que me pasó cuando tenía veinte años, Sher: recuerda que fui yo quien lo viví.
               -No lo digo por eso. Es tu hijo, pero también es mío. Sabes que yo también tengo enemigos a los que les encantaría hacerme daño a través de él.
               -Saben que tu punto débil son las niñas. Si te refieres a tu activismo, les resultaría más fácil hacerte daño con Sabrae que con Scott.
               -No me importa que me hagan daño; me importa que se lo hagan a mis hijos-Sherezade se sentó también, y miró a Zayn con intensidad. La luz de la lámpara de pie que habían encendido  lanzaba destellos de ónice sobre su pelo a medida que ella se movía.
               Zayn le acarició la mejilla y le apartó el pelo del hombro.
               -No estaba sugiriendo lo contrario.
               Sherezade le dedicó una sonrisa triste. Se tomó su tiempo para aclararse las ideas y finalmente dijo:
               -Lo que intento decir es… puede que Scott y su reputación no se recuperen de esto. Recuerda cuánto te pusieron en duda al principio de tu carrera por tus problemas con la ansiedad. Aún lo hacen, de hecho. Menos, pero lo siguen haciendo.
               -Scott no es yo. Es más fuerte que yo. Y si somos nosotros los que damos la noticia, controlaremos nosotros la narrativa.
               -¿Y no podemos dar la verdad y ya está? Diana tiene una base de fans mucho más sólida que…
               -También la tenía yo y mira cómo me fue.
               -Porque te pintaron como el malo de la película desde el minuto uno. Y eso es lo que harán con Scott si les dejamos. En cambio, con Diana, si dijéramos la verdad…
               -No les dejaremos que destrocen a nuestro hijo.
               -¿Y cómo lo vamos a hacer, Zayn? Ya has visto cómo se puso. “Me da igual lo que digan de mí, me da igual; yo no estoy enganchado a las redes como Sabrae; me la suda lo que digan, nadie se va a atrever a decírmelo a la cara”-hizo una imitación cojonuda de Scott, todo hay que decirlo. Cualquiera diría que lo había parido.
               No obstante, la mención a Sabrae me causó una punzada en el corazón. No era fácil ver cómo había cambiado su relación con el móvil, como lo miraba todavía con cierta cautela cuando quería enseñarme algo, como si estuviera esperando que en cualquier momento saltara un nuevo escándalo. Ella, que se lo había pasado tan bien antes en las redes sociales, organizando eventos, interactuando con fans de su padre, participando en fiestas online o compartiendo su vida, compartiéndome a mí…
               Era una reina exiliada.
               -Pero ambos sabemos que no es verdad. Lo terminará viendo y le afectará, ¡claro que sí! Mira cómo le ha afectado a Sabrae-Sherezade bajó los ojos y negó con la cabeza-. No quiero ni pensar en cómo pueden malinterpretar todo esto. Mira cómo se lanzaron a por ella, las ganas que le tenían. ¿Y si aprovechan esto para sacar de nuevo a colación lo de cuando aquellas chicas la acosaron, Zayn? No podemos arriesgarnos.
               -Esas cosas vienen y, tal cual vienen, se van, Sher. Lo bueno que tiene estar en el ojo del huracán es que se mueve tan rápido que pronto todo el mundo pasa de ti, y pronto sale otra cosa con la que serás la comidilla.
               »Mira, entiendo que asusta, y entiendo que parece que se te viene el mundo encima, pero si algo aprendí de One Direction cuando pegamos el pelotazo es que siempre va a haber alguien que te odie y que te desee lo peor sin importar cuánto te esfuerces por ser el bueno de la película. Da igual cuánto hagas por estar en el lado correcto de la historia; siempre habrá gente que se empeñe en redibujar la línea y forzarte a pasar al otro lado. Lo de Sabrae fue horrible y creo que deberíamos tomárnoslo como un toque de atención, pero estoy tranquilo porque sé que ésa no es mi hija. No es ninguna princesita caprichosa y malcriada como se empeñaron en decir, así que las mentiras que digan de mi hijo también me van a dar igual. Y sé que a él también, porque Scott sabe quién es. Es mayor que ella y, lo más importante, ha crecido con todo el mundo diciéndole que es exactamente igual que yo. Ha sido lo bastante listo como para aprender de todos los errores que cometí yo, así que sabe que tiene que pasar de la prensa y hacer lo que sienta que tenga que hacer. Y ahora siente que tiene que hacer esto, Sher. Y a mí me enorgullece que sea capaz de sopesar las opciones y elegir así.
               -A mí también me enorgullece muchísimo que sea desinteresado, pero una cosa es ser valiente y otra es ser estúpido. Sabes lo que va a pasarle, y aun así, le aplaudes.
               -¿Qué quieres que haga, entonces? Lo va a hacer queramos o no. Por lo menos que sepa que tiene todo nuestro apoyo.
               Tomó la cara de su mujer entre las manos y le limpió las mejillas con los pulgares.
               -Yo también estoy asustado-le confesó-, pero estoy intentando mantener la cabeza fría y aprender de mis errores. Todavía no sabemos qué es lo que hicimos mal con Sabrae para que ella se alejara de nosotros como lo ha hecho, pero esto me ha servido para darme cuenta de que prefiero andarme con pies de plomo con mis hijos antes de que me necesiten de verdad y crean que no pueden acudir a mí.
               Sherezade se separó de él y se mordió el labio inferior un momento, el rostro vuelto hacia un punto de la pared muy lejos de Zayn.
               -Sabes que daría lo que fuera por que las cosas con Sabrae volvieran a ser como antes-dijo tras un silencio, y se volvió hacia él-, pero no me pidas que me quede de brazos cruzados mientras mi hijo se vuelve el mártir de su propia banda. Me duele saber por lo que pasaste y yo ni siquiera estaba ahí para presenciarlo; imagínate lo que va a ser verlo en primera persona y en una de las personas que más me importa en todo el mundo. Es el fruto de mi vientre, Zayn-le recordó, llevándose las manos al vientre y hundiendo unos dedos como garras en él, como si quisiera abrirse en canal para volver a proteger a Scott con su cuerpo como hiciera una vez.
               Puede que fueran expresiones que tuvieran tan normalizadas que ni siquiera se daban cuenta de que las decían, pero no pude evitar preguntarme si era por esto por lo que Sabrae siempre había sido tan reticente a hablar de su adopción con sus padres y por lo que se había vuelto tan protectora con nuestra relación: precisamente porque yo no le recordaba sin querer con quién no compartía sangre y me disculpaba más tarde, sino porque celebraba sus diferencias como lo que eran: algo que la hacía única e irrepetible.
               Quizá para ella el no parecerse físicamente a nadie de su familia hiciera que no encajara del todo bien, pero para mí, eso sólo le hacía destacar.
               -No puedes pedirme que le permita hacer esto cuando a duras penas habría sido capaz de permitírtelo a ti si te hubiera conocido antes. Contigo me habría costado, pero ¿con Scott? Con Scott me va a resultar imposible. Yo también estoy aprendiendo de mis errores con Sabrae, y si no pude ver lo que estaba pasando y no la defendí en su momento, ten por seguro que no voy a ser tan descuidada con Scott. No me hagas mirar cómo lo destruyen sin hacer nada.
               -A Scott no va a destruirlo nadie, porque Scott no es gilipollas y sabes que se va a defender como un animal rabioso-le aseguró Zayn.
               -¿Cómo? Ni tú mismo te defendiste y, como bien has dicho, tú tenías una base de fans mucho más consolidada de lo que la tiene nuestro hijo.
               -He dicho que Scott no es gilipollas; yo era gilipollas a su edad y lo era con 23 años-soltó, frotándose la mandíbula-. Además, la rutina que llevaba me había alejado mucho de mi familia e hizo que me encontrara solo y asesorado por gente a la que yo no le importaba una mierda. Eso no le va a pasar a Scott. Tiene una familia que lo adora, una madre que lo defenderá como una leona y llevará a juicio hasta al Palacio de Buckingham como digan algo mínimamente fuera de tono de su hijo. Sí, vale, muchas personas se enfadarán con él, pero muchas de ellas tratarán de volver a su lado cuando todo esto pase. Porque va a pasar, Sherezade. Al final, siempre pasa; para bien, o para mal.
               -¿Y si no lo consiguen?
               Zayn arqueó las cejas e inclinó la cabeza a un lado.
               -Es el puto Scott Malik. Claro que lo va a conseguir. Nació para conseguirlo.
               Sherezade no parecía muy convencida, pues torció la boca y apartó la cara.
               -Creo que sobrevaloras las ínfimas posibilidades que hay de que esto salga bien porque tú tuviste suerte. No me malinterpretes-añadió, girándose de nuevo para mirarlo-, sé que te ha supuesto un esfuerzo tremendo llegar hasta donde estás, pero si eres uno entre millones es porque has tenido suerte, Zayn.
               -Tú también eres una entre millones y estoy seguro de que volverías a conseguir todo lo que tienes si partiéramos de cero otra vez.
               -¿Y tú crees que volverías a llegar donde estás?-le preguntó Sherezade con escepticismo y un cierto deje acusador, y Zayn se puso a juguetear con un hilo suelto de un cojín y sonrió con chulería.
               La chulería que sólo teníamos Scott y yo. Este cabrón debía de haber sido el puto amo de Londres en su momento, veinte años atrás.
               -Yo seguiría teniendo esta cara y esta voz-soltó como quien habla del tiempo, y Sherezade se lo quedó mirando un par de segundos antes de echarse a reír.
               -Estoy hablando en serio-dijo, no obstante entre carcajadas.
               -Yo también-respondió Zayn, inclinándose hacia ella-. ¿A cuántos has visto con esta cara, gatita?-preguntó, tirando de ella y desabotonándole los botones de la blusa-. ¿A cuántos has visto que suenen como lo hago yo? Esto estaba escrito; lo de Scott, también. Desde que abrió los ojos, desde que vimos que era igual que yo pero con tu mirada, sabíamos que esto terminaría pasando. No hay fracaso posible para quien nace para la grandeza-ronroneó Zayn contra la piel de la clavícula de su esposa, que lanzó un suspiro largo y placentero.
               -Zayn…-susurró. Como se pusieran a follar… bueno, igual cogía palomitas, no te voy a mentir. Puede que Sherezade me pareciera una imbécil, pero seguía estando buena y, después de todo, había sido el mito erótico de mi adolescencia. Si no era por mi yo de ahora, que fuera por mi yo de 15 años matándose a pajas después de verla en casa de Scott.
               -Scott va a estar bien. Va a ser duro, pero… hay más cosas duras por aquí.
               Arqueé las cejas. Vaya, pues la final iba a resultar que las tías sí que se los buscan iguales a sus padres. Eso era algo que perfectamente podía decirle yo a Sabrae.
               Sherezade se echó a reír.
               -Eres un bruto. Quítateme de encima; estamos hablando.
               -Mmm-protestó Zayn, pero obedeció, aunque a regañadientes. Sí, definitivamente las tías se los buscan iguales que sus padres.
               Sherezade subió un pie al sofá, apoyó el brazo en la rodilla, se limpió los labios con el pulgar y se quedó mirando su dedo, pensativa. Sonrió y negó con la cabeza, apoyándose a continuación en la mano.
               -A veces me gustaría tener la facilidad que tienes tú para aparcarlo todo en cuanto se presenta la más mínima oportunidad de que nos acostemos.
               -Es que hace mucho que no lo hacemos-respondió Zayn, y sin embargo no lo hizo con ningún tono de reproche en su voz. Todo lo contrario. Imitó la postura de su mujer y le dio un toquecito en el hombro, al que ella respondió con una sonrisa cansada e invertida.
               -Ya. Respecto a eso… lo siento.
               -No pasa nada. No tienes que disculparte.
               -Es que con todo lo que tenemos encima yo… no sé. Supongo que estoy muy distraída.
               -Eh, Sher, no importa, de verdad. No tengo problema en esperarte; lo hice durante 24 años, así que unas semanitas no son nada.
               Sherezade se rió.
               -Qué mono eres.
               -Va en serio-replicó Zayn-. A ver si te piensas que voy a joder todo lo que hice la noche en que te conocí, lo de romper todos los condones del barco y luego cambiarte la píldora por caramelos de azúcar para cagarla ahora por insistir en que quiero tener sexo cuando, la verdad, con mirarte me basta.
               Sherezade hizo un puchero.
               -Antes no te bastaba ni con estar una semana metido en la cama conmigo.
               Zayn se echó a reír y le acarició una rodilla.
               -Ya sabes a lo que me refiero.
               -Sí-dijo Sher despacio, sonriéndole a su marido-, lo sé.
               Se quedaron un momento en silencio, lo que me pareció la ocasión perfecta para volver sobre mis pasos de la forma más silenciosa posible y, con suerte y astucia, colarme por el hueco de las escaleras para volver con Sabrae.
               -Es raro-comentó Sherezade mientras yo abría el cubo de la basura para tirar lo que quedaba de fideos, y me detuve a medio camino-, pero a pesar de que esto me asusta muchísimo… a la vez me siento muy orgullosa de Scott. Sé que es algo jodido, sobre todo porque creo que está enmendando los errores de Harry por mandar a Diana con Louis y Eri en lugar de prestarle la ayuda que necesita, pero… nos ha supuesto mucho esfuerzo.
               -Mm-mm-asintió Zayn.
               -Y me alegro de que nos haya salido así. Bien-Sherezade saboreó la palabra-. Lo hemos hecho bien, al menos con uno.
               -Uno menos-bromeó Zayn-, quedan tres.
               Sherezade tomó aire profundamente y lo soltó de forma sonora.
               -Ojalá no todo esté perdido con Saab.
               Me recorrió un escalofrío al sospechar por dónde iba a ir la conversación, pero igual que en los accidentes, que no puedes dejar de mirar, tampoco podía hacer acto de presencia para interrumpirlos y así no poder oír lo que tenían que decir. Estaba condenado a sufrir las consecuencias de mi propia ansiedad y de no saber distinguir realidad de ficción, pero también resignado a hacerlo por el inmenso dolor que le había ocasionado a mi chica y lo mucho que se había puesto en peligro por todo lo que había pasado.
               -Yo también estoy preocupado por ella.
               Me asomé a la puerta de la cocina y vi que se habían acurrucado el uno junto al otro en el sofá, Sherezade contra su pecho y Zayn con el brazo alrededor de los hombros de ella. Le acariciaba el brazo con gesto distraído, y los dos miraban la televisión apagada como si estuviera mostrando un acontecimiento histórico.
               -Me parece que ella lo va a llevar bastante peor que Scott.
               -Lo bueno es que Scott va a estar más tiempo en casa.
               -Sí, pero, bueno, estará subiéndose por las paredes, así que no sé si conseguirá distraerla algo.
               -Pues le quitamos el móvil.
               -Ella no ha hecho nada malo-replicó Sherezade, levantando la cabeza y mirándolo-, y eso sería como un castigo para ella.
               -Sólo estaríamos protegiéndola.
               Sherezade suspiró y volvió a apoyar la cabeza sobre el pecho de su marido.
               -No sé si ella lo vería así…
               -Quizá les hemos dado demasiada libertad con los móviles. Puede que les hayamos dado demasiada cancha y hayamos normalizado demasiado que traten con las fans, porque ellos que no les deben nada. Sólo yo.
               -Me conociste por tu fama y tuvimos hijos por tu fama; un poco que les debemos, Z-respondió, acariciándole el pecho.
               -Bueno, pero aun así, por mucho que os conociera y os tenga gracias a la banda, sois míos, no de ellas-respondió Zayn en un tono posesivo que nunca le había escuchado, y menos aún para hablar de unas fans a las que todo el mundo en esa casa adoraban como el perro que adora al amo que le pone comida caliente y sabrosa en el plato-. No tengo inconveniente en compartiros si os van a tratar bien, pero si vuelven a hacerle a Saab lo que le hicieron hace unas semanas… como si tengo que encerrarla en una torre y tirar la llave. No dejaré que vuelvan a hacerle daño-aseguró con fiereza, y Sherezade suspiró.
               Y luego dijo una cosa que nunca pensé que fuera a oírle.
               -Ojalá Alec no se hubiera marchado.
               ¿Perdón?
               -Yap-asintió Zayn. ¿Per-dón?-. Es una mierda, la verdad.
               ¿PER-PUTO-DÓN?
               -Supongo que eso nos convierte en unos padres horribles, ¿no?-preguntó Sherezade-. El querer que el novio de nuestra hija, por el que nuestra relación está tan resentida, no se vaya a otro país para que pueda estar con ella.
               -Quiero pensar que nos convierte en padres que ponen por delante de todo lo demás el bienestar de su hija, por mucho que nos joda que ya no seamos nosotros quienes se lo podemos garantizar.
               -Se iba hoy, ¿no? Pobrecita. Espero que mañana venga por casa.
               -Podríamos ir a buscarla a casa de los Whitelaw-ofreció Zayn-. Sé que a Annie le encanta tenerla en casa, pero entenderá que nos apetezca estar con ella.
               -La cuestión es, ¿a ella le va a apetecer estar con nosotros?-inquirió Sherezade en tono triste, y Zayn estuvo callado un momento.
               -En algún momento tendrá que apetecerle, Sher. No puede vivir en casa de los Whitelaw eternamente. Nosotros somos su familia.
               Sherezade sorbió por la nariz.
               -Supongo que nos lo hemos buscado nosotros solitos, pero no deja de dolerme la manera en que nos mira. Como si ya no fuera nuestra. Como si creyera que está de paso en casa. A veces siento que incluso viene a dormir aquí porque cree que tiene que hacerlo, y no porque quiera, o porque esté a gusto.
               -Sí, yo también lo he sentido a veces, pero… está mejorando. Todos nos estamos esforzando mucho.
               -Sí, pero… a veces creo que ella no se está esforzando demasiado, y que es a propósito. Creo que no nos va a perdonar nunca, Zayn. Y eso no es justo-Sherezade levantó la cabeza-. Ni siquiera sabemos qué es lo que hemos hecho para que se alejara así.
               Empezó a hervirme la sangre. Ellos no eran las víctimas aquí; lo era Sabrae. Ella se había puesto en peligro porque prefería follarse a un tío del que no recordaría nada antes que decirles a sus padres que yo le había puesto los cuernos. Deberían centrarse en eso y no en que ahora no los miraba como antes, porque le habían dado motivos de sobra: habían hecho que desconfiara de ellos, se habían enfrentado a ella, habían tratado de separarnos y, para colmo, la habían culpado de todo como si que cambiara de la noche a la mañana y se volviera alguien asustadizo y triste hubiera sido una decisión que había tomado voluntariamente.
                Ya había oído bastante. Tiré el paquete de fideos a la basura y llené un vaso de agua de la nevera.
               -Podemos ir a buscarla y ofrecerle hacer algo especial-propuso Zayn-. Conseguir que se distraiga un poco y, quizá, así se abra con nosotros.
               -Es extraordinaria-replicó Sherezade-. Necesita algo extraordinario.
               -Mira, ya somos tres los que pensamos así-dije, saliendo de las sombras. Me sentí un poco como Batman, y me gustó la sensación, la verdad.
               Y me gustó todavía un poco más al ver el brinco que pegaron los dos, que, por supuesto, no me esperaban ahí. A decir verdad, no podía culparlos; creo que no había sido tan sigiloso en toda mi vida, y mi rabia con ellos se aplacó un poco.
               O, al menos, durante un par de segundos, hasta que caí en la cuenta de que lo único que podía haber impedido que Sabrae escuchara la conversación sería su cansancio. Si había salido de la cama para buscarme y se había encontrado a sus padres hablando en el sofá sobre esos temas que tanto nos interesaban a los dos, seguramente se habría quedado callada y se habría limitado a escuchar a hurtadillas, con todo lo que eso implicaba. Habría escuchado el comentario sobre que Scott había nacido de Sherezade y ella no, y luego habría tenido que escuchar cómo sus padres se lamentaban por algo que se habían buscado ellos mismos y que definitivamente no era culpa de ella.
               Eché un vistazo a la parte superior de las escaleras rezando para que Sabrae no estuviera arriba y no hubiera escuchado lo que había escuchado yo. No estaba allí, gracias a Dios, pero todavía no sabía a ciencia cierta que no hubiera escuchado tras la esquina. Una necesidad imperiosa de regresar al piso superior y comprobar que Saab estaba bien se apoderó de mí; era tan fuerte que incluso me hizo dar un paso para subir el primer escalón de las escaleras, y habría seguido con mi dirección de no haberme increpado Zayn.
               -¿Qué coño hacías ahí?-ladró, y yo me volví hacia él. Se había levantado del sofá y parecía dispuesto a venir a enfrentárseme, pero la mano de Sherezade en su brazo lo retenía con ella y lo alejaba del peligro que era ponerse chulo conmigo. Después de lo que había escuchado, ahora no era el momento de tocarme los cojones.
               -Nos habíais dicho que no ibas a quedarte-dijo Sherezade, poniéndose en pie también y  mirándome con una tristeza infinita en la mirada que me hizo preguntarme si no tendría algún tipo de trastorno de doble personalidad que le permitiera mirarme así cuando yo era lo que más odiaba y al que le achacaba todos los males de su vida.
               Decidí ignorar a Zayn por la cuenta que me traía: pelearme ahora con él sólo me haría tardar más en volver con Sabrae, un precio que no estaba dispuesto a pagar.
               -Con todo lo que ha pasado con Diana hemos decidido que mejor me quedaba un poco más. Todavía tengo unos días de margen para estar en casa y cuidar de quienes me importan-dije, y como una de las pocas veces en mi vida logré callarme lo suficiente como para no decir que aquello iba a costarnos caro a Saab a mí. Aunque se merecían saber que su hija era más generosa de lo que ellos se merecían y que si guardaba las distancias con ellos era, precisamente, porque no habían hecho lo suficiente por merecerse su perdón, el que me callara nos daba la tranquilidad suficiente de que no tratarían de juzgarnos ni de meterle a ella ideas de mierda en la cabeza sobre lo poco que debía de quererla yo si era capaz de condenarla a que la semana entre sus dos cumpleaños no fuera lo más perfecta posible simplemente por pasar un ratito más con mi madre y mi hermana.
               Quizá tuvieran un poco de razón en ese sentido, pero no iba a darles una ventaja que aprovechar en mi contra.
               -¿Y cuidas de quienes te importan escuchando a hurtadillas conversaciones ajenas?-preguntó Zayn.
               -Síp. Y si es sin camiseta, mejor-le guiñé el ojo y Zayn bufó sonoramente, pero Sherezade se apartó el pelo del hombro y se irguió, como tratando de tranquilizarse o de recuperar algo de dignidad. Tomó aire y lo soltó despacio, mirando a su marido con una súplica en la mirada que Zayn no pretendía atender. Fueran lo que fueran los progresos que hubieran hecho con Sabrae, estaba claro que ella había hecho más que él, si todavía me odiaba de aquella manera.
               -Zayn…-le pidió su esposa, cogiéndole la mano y negando con la cabeza. Sherezade podía ser muchas cosas, pero no tenía un pelo de tonta. Puede que los hubiera cazado en plena ronda de confesiones y que eso no le hiciera la menor gracia, pero era consciente de que yo era el único de los tres que conservaba intacta la confianza de Sabrae.
               Si yo me ponía en su contra tendrían las de perder, cosa que no podían permitirse. Y, a decir verdad, yo tampoco.
               Pero es que me costaba muchísimo controlarme delante de ellos después de escuchar cómo lloriqueaban porque Sabrae no estuviera dispuesta a perdonarles sin más después de todo el daño que le habían hecho. Por mucho que yo quisiera su bienestar siempre y por encima de todo, también era muy rencoroso con quienes le habían hecho daño, y ahora tenía a los principales culpables de su dolor delante de mí.
                -Casi me da un infarto-se excusó, y Sherezade me miró.
               -Nos has dado un susto de muerte, Alec. No… no sabíamos que estabas ahí.
               -Ya. Bueno, es que a Sabrae y yo nos venía bien un poco de intimidad. Como mi casa está llena de gente, y eso…-me encogí de nuevo de hombros y levanté el vaso con el agua que había cogido para ella-. Bueno, os dejo con lo vuestro, que se ve que tenéis mucho con lo que poneros al día-se me levantó una de las comisuras de la boca al darme cuenta del doble sentido que podía tener mi frase, y que sin duda Zayn había captado, y me mordí los labios-. Buenas noches.
               Subí un par de escalones antes de que Sherezade hablara.
               -¿Cuánto tiempo?
               -¿Perdona?
               -Has dicho que te vas a quedar un poco más. ¿Cuánto tiempo es “un poco más”?
               Por un momento sentí el impulso de hacerme el interesante, pero por su expresión y por el tono preocupado con el que había hablado de Saab, por mucho que no estuviera de acuerdo con las razones de su preocupación, pude convencerme a mí mismo de que lo decía con la mejor de las intenciones. Después de todo, era su madre.
               Biológica o no, la había criado ella, así que era su madre.
               Di unas palmaditas sobre el pasamanos y bajé un escalón.
               -Un par de días. Tenía que haberme marchado hoy, pero me voy en el avión que sale pasado mañana.
               Lo cual era una mierda pues, al ser domingo, el avión salía unas horas antes, así que eran unas horas que perdía de estar con mi gente y con mi chica a cambio de que seguramente no pudiera recuperarlas en abril.
               Sherezade se giró e intercambió una mirada con Zayn, que frunció el ceño y se frotó las manos, sus tatuajes confundiéndose entre sí. Fuera lo que fuera que tuvieran pensado, estaba claro que no casaba demasiado bien con mi cambio de horario y cómo afectaba a Sabrae.
               Tras ese breve instante de conversación silenciosa entre ellos dos en el que yo no me moví del sitio, pues me daba la impresión de que habría algo más, Sherezade se volvió de nuevo para mirarme.
               -¿Cuánto has escuchado?-quiso saber, y yo cambié el peso del cuerpo de un pie a otro.
               -Todo-respondí, encogiéndome de hombros-. La verdad es que no habéis sido muy cuidadosos.
               -Eso es porque no esperábamos que hubiera nadie en casa-replicó Zayn-. Louis y Eri se han ofrecido a cuidar de las niñas hasta mañana, y tú ibas a marcharte esta noche. Nos quedaban cosas por hablar y hemos aprovechado la ocasión todo lo que hemos podido.
               -Siento decepcionar-contesté en un tono que denotaba que no lo sentía en absoluto.
               -No se lo cuentes a Sabrae-me dijo Sherezade, y yo la miré con el ceño fruncido.
               -¿El qué?
               -Que Scott va a sacrificarse por Diana-dio un paso hacia mí, un paso que sentí que le costaba como si estuviera atravesando una pared-. Dirá que tiene ansiedad y que no puede con este ritmo que les están marcando-en el tono de su voz se notaba también que no le hacía ninguna gracia el curso que iban a tomar los acontecimientos, así que lo que había escuchado de la conversación entre ellos era información a mayores para mí. Cualquiera que conociera a Sherezade sabría que, de todos los caminos posibles, dejar que sus hijos cargaran con culpas ajenas era el último que elegiría.
               Salvo que, claro está, las culpas de las que se responsabilizaran sus hijos fueran de ella.
                -Se lo comerán vivo-continuó, y Zayn, que había tratado de convencerla de que no sería así y de que a su primogénito no le afectaría lo que el mundo dijera de él, tragó saliva e inhaló profundamente-, y Sabrae ya tiene bastante con lo suyo.
               -Sí, lo sé, aunque me pregunto de quién es la culpa que Sabrae esté como está.
               -Escucha, Alec: estamos haciendo lo que podemos, ¿vale? Pero esto no es tan sencillo. Las peleas que puedas haber tenido con ella no se comparan a cómo está la situación entre nosotros, y estamos tratando de solucionarlo-Zayn rodeó el sofá y se colocó al lado de Sherezade.
               -Pues intentadlo más fuerte-sentencié, girándome para subir las escaleras, pero Sherezade me puso la mano en la mía y me retuvo allí.
               -Prométemelo-me pidió-. Por favor-sus ojos eran suplicantes, como si yo tuviera todo el poder en esa habitación-. Sé que no somos importantes para ti, pero los tres tenemos una prioridad aquí, y es el bienestar de Sabrae. Que le digas lo que va a pasar antes de marcharte y de que podamos decírselo nosotros sólo le servirá para preocuparla y hacerle más daño, y no disfrutar del tiempo que esté contigo. Se sentirá culpable también por estar ausente, y mi hija ya ha sufrido bastante.
               Medité un segundo lo que me decía antes de decidir que Sherezade tenía razón. Sí, por supuesto que Sabrae viviría mejor en la ignorancia si así se evitaba preocupaciones innecesarias, y también se pasaría más tiempo pensando en lo que vendría que en lo mucho que estaría disfrutando conmigo. Ahora mismo ella estaba en una burbuja de felicidad efímera en la que nadie podía alcanzarla, como cuando nos metíamos en los iglús con pantallas a ver el desierto en las noches de invierno y, de repente, nos sobraba toda la ropa, y no sólo por estar los dos juntos en un espacio cerrado y pequeño y, además, a solas.
               Pero mantenerla lejos de los planes de su familia, que también le afectarían, no ayudaría a que Saab recuperara la confianza en sus padres. Si yo fuera ella también lo vería como seguramente Saab iba a verlo: como que le habían ocultado algo esencial porque había escalafones entre los miembros de la familia Malik, y ella no estaba en el primero como sí lo estaba Scott.
               Y estaba el hecho de que le había prometido serle sincero, pero… joder, es que Sherezade tenía razón. Por mucho que me jodiera, así era.
               Había pasado unos meses de mierda, iba a pasar unos meses de mierda. Lo justo sería que, al menos, tuviera un poco de descanso mientras yo estuviera en Inglaterra. Incluso cuando yo fuera el único que pudiera consolarla y protegerla de todo lo que iba a pasar.
               Francamente, si no hubiéramos hablado ya de todo lo que se venía y cómo pensaba Saab que iba a llevarlo, estaría considerando seriamente la posibilidad de quedarme y mandar a la mierda el voluntariado. Pero, de nuevo, tenía que ser fuerte. Tenía que confiar en ella y en su fuerza, confiar en que sería lo bastante resiliente como para que aquello no la hundiera.
               Puede que Zayn y Sherezade tuvieran razón y que alejarla un poco de las redes fuera el mejor método para devolverla a la versión de sí misma que había sido antes, y puede que confiara demasiado en la opinión que el mundo tenía de ella como para recordar que ella era quienes nosotros sabíamos que era, y no quienes no la conocían se creían que era.
               Toda esta situación era una mierda y ni siquiera iba a tenerme con ella, pero al menos Scott estaría a su lado. Podía confiar en que, si las cosas se torcían demasiado, me pediría que regresara. Y yo lo haría.
               Además… era una decisión de su hermano. A mí no me correspondía ir pregonándola,  menos aún si me había enterado de casualidad.
               Así que asentí con la cabeza.
               -Vale. Pero sólo si me prometéis que esperaréis al momento adecuado y que no le daréis la espalda si no lo lleva como vosotros pretendéis.
               -Estamos esforzándonos todo lo que podemos-dijo Zayn.
               -Pues esforzaos más-repetí, y Zayn puso los ojos en blanco-. Va en serio. Bastante me jode dejarla aquí después de ver cómo está todo, porque incluso cuando las cosas están mal entre vosotros, ella os sigue protegiendo para que yo no me preocupe. Lo siento si os duele que no confíe en vosotros, pero tenéis que hacer un poco más de autocrítica y ver en qué le habéis fallado para que todo haya degenerado de esta manera.
               -Lo estamos intentando-contestó Sherezade con tranquilidad-. Y te prometo que haremos lo imposible para que ella lo pase tan bien como lo permitan las circunstancias. Todos queremos lo mismo, y es que ella sea feliz.
               -¿Y no os distraeréis mientras os ocupáis de Scott? Porque él tampoco va a pasarlo demasiado bien.
               -Estamos aprendiendo-contestó Zayn, y yo asentí con la cabeza.
               -A ver si con eso es suficiente, porque sé por experiencia que los corazones rotos no saben curar del todo a otros.
               Sabrae y yo estábamos sanando a la vez ahora que yo por fin me había librado de mis demonios, o por lo menos había encontrado la manera de mantenerlos a raya. No se me escapaba cómo ella había tenido que tirar de mí para que yo le contara la verdad, y cómo había hecho las paces con todo lo que nos había pasado y con mi miedo a ser sincero cuando le había revelado por fin mis traumas. Sólo cuando le dije todo lo que sentía de verdad con respecto a mí mismo nos habíamos colocado en la misma página y nos habíamos permitido empezar a avanzar.
                 -Tu madre no se habría ido nunca de casa de tu padre si no fuera por ti-me dijo Sherezade, y yo me quedé clavado en el sitio, incapaz de reaccionar ante la marea de recuerdos que barrían mi mente.
               Saab no estaba en una situación ni remotamente parecida a la que había estado yo con dos años, gracias a Dios, y aun así mamá había encontrado la manera de salvarme incluso cuando creía que no podía salvarse a sí misma.
               -Yo estoy en una situación bastante mejor de la que tenía Annie cuando recordó cómo ser valiente por sus hijos. A mí no se me ha olvidado cómo serlo por los míos, Alec. Sangraré hasta la última gota de sangre en las venas con tal de que ella esté bien, porque yo soy su madre-me recordó, llevándose una mano al pecho-, y le di mi corazón el mismo día que la conocí. Lo hice con todos. Así que ahora tengo cuatro corazones por los que ser fuerte.
               Me relamí los labios.
               -¿Y cuánto tiempo te va a dura, Sherezade? Porque mira cómo se ha ido todo a la mierda porque no sabéis cómo repartiros entre los cuatro. Entiendo que lo de Scott es muy jodido y que estaréis volviéndoos locos, pero eso no me parece excusa suficiente para que descuidéis a las chicas como siento que lo habéis hecho con Sabrae. Si esto viene de antes, tenéis que averiguar de dónde.
               -Lo sé. Y lo estamos intentando con ahínco. Si asistieras a una de nuestras sesiones lo sabrías.
               -Puede que si yo estuviera aquí ni siquiera os hicieran falta esas sesiones-respondí con mordacidad, porque no me molaba una mierda lo que Sherezade estaba insinuando. Yo me iba porque Sabrae había insistido en que sería lo mejor para los dos, porque disfrutaba del voluntariado, pero lo que Sherezade no sabía era que yo había estado dispuesto a quedarme incluso sabiendo que Etiopía era algo a lo que renunciaba, y no de lo que me libraba.
               Era Saab la que había insistido en que me fuera, en que no podría vivir con el peso de saber que me había hecho renunciar a algo que me hacía feliz después de lo mucho que había luchado yo por encontrar esa felicidad.
               -O puede que estuviéramos todavía más estancados de lo que estábamos hace unas semanas-replicó ella-. Eso son cosas que jamás podremos saber. Los hechos son los que son, y nuestra familia intentará capear este temporal que se avecina lo mejor que podemos. Sabrae no lo va a pasar bien, y lo último que necesita ahora es saber que Zayn, tú y yo estamos en bandos separados cuando en realidad nuestra prioridad es la misma, y es que ella esté bien.
               -No sé, Sher, pero me da la sensación de que seguís yendo a las sesiones con un cierto orgullo que no os deja ser objetivos-me encogí de hombros-. Pero ¿qué sabré yo, no? Yo no estoy allí. Yo no entiendo de esas cosas, igual que tampoco entiendo por qué cojones vais a dejar que Scott se haga el héroe y cargue con las culpas de algo que no es ni remotamente cosa suya.
               Sherezade parpadeó y se giró hacia Zayn con una ceja levantada, y él respondió cruzándose de brazos mientras ponía los ojos en blanco. Sherezade agachó la cabeza un segundo, pensativa, y finalmente me dio una palmada en la mano.
               -Respetamos las decisiones de nuestros hijos-dijo al fin, retirando la mano que tenía sobre la mía-. Por mucho que nos duelan.
               -¿Y aunque estén equivocadas? No sé. Tiene que haber otra opción. Puede que no lo hayáis pensado lo suficiente o no lo hayáis hablado lo suficiente, si al final habéis llegado a la conclusión de que la primera idea que tuvo Scott durante la sobredosis de Diana era la mejor. Podían ocurrírseos un millón de mierdas distintas con las que salir de excusa para cancelar las giras, como, no sé, conflictos de agenda, diferencias creativas con la productora que hacen la convivencia irreconciliable; mierdas de esas que os pasan a los artistas. O que quieren seguir estudiando. Que van a ir a la universidad, por ejemplo.
               Zayn y Sherezade se me quedaron mirando estupefactos.
               -¿Qué? Tampoco  sería tan descabellado, y Scott es un cerebrito. Estaba muy centrado con los exámenes antes de que lo expulsaran, y remontó el curso como un campeón. Lo petó en la selectividad. Y tenéis pasta de sobra. Vale, puede que no para comprar los derechos de vuestro hijito la súper estrella, pero… ya me entendéis. Cualquier universidad yankee estaría encantada de aceptarlo en su siguiente semestre. Nadie se cabrearía con él por anunciar que lo han aceptado en Astrofísica en Harvard o algo así y él decidiera irse, porque dudo que en esos sitios pijos y elitistas esperen por nadie, por mucho que sea el puto niño bonito del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
               La mirada que intercambiaron Sherezade y Zayn fue épica en todos los sentidos, aunque debo reconocer que también resultó un poco insultante lo sorprendidos que parecían de que a mí se me hubiera ocurrido algo que a ellos no. Joder, ¿dos días de reuniones y nadie había considerado siquiera la posibilidad de que Scott pusiera en pausa su carrera artística por ir a la uni? Le habían llegado cartas de las principales universidades del mundo, y estaba convencido de que al menos una le habría aceptado en su programa de estudios para lograr convertirse en astronauta, su sueño más antiguo y por el que más había luchado.
               Además, eso sería interesantísimo desde un punto de vista artístico. Si se sacaba una carrera que le permitiera trabajar en la NASA o en alguna agencia similar, podría convertirse en el primer artista en grabar una canción o un vídeo en el espacio. O escribirlo. O lo que fuera que hiciera Scott.
               -No es… no es mala idea-dijo Sherezade, sorprendida, y yo me reí por lo bajo viendo las expresiones sorprendidas de ambos.
               -Joder, manda huevos que el único que no es doctor en algo sea el que tiene más luces aquí-bufé-. ¿De verdad no se os había ocurrido? Esto es la polla-sacudí la cabeza-. ¿De qué coño habéis estado hablando estos dos días, entonces? No puede ser tan difícil y tiene que haber tanto que gestionar por cancelar un par de giras. Se devuelve la pasta a la gente y se le pide perdón y listo. ¿El resto del tiempo habéis estado comiendo canapés en alguna sala de reuniones pija, o qué?
               -Hemos estado en mi despacho-respondió Sherezade.    
               -La gira-dijo Zayn con gesto distraído, y yo lo miré.
               -¿Qué?
               -“La” gira, no “las giras”. One Direction va a salir de tour igual.
               -Z…
               -Necesitamos la pasta, Sher, y yo puedo conseguir más y más rápido que tú-la cortó, y yo suspiré.
               -O sea, que ahora de repente he hecho que el plan sea que Sabrae se quede sin su hermano porque Scott se pire a la costa este de Estados Unidos y sin su padre porque va a hacerse la súper estrella por todo el mundo, ¿no?
               -No voy a “hacerme” la súper estrella porque ya lo soy, eso para empezar, niñato-me corrigió Zayn-. Y, además, ¿qué te importa eso, exactamente? Si tanto te preocupara que Sabrae se quedara sola, te olvidarías de tu puñetero voluntariado y volverías aquí para estar con ella.
               -¡Zayn!-le recriminó Sherezade, y yo me eché a reír.
               -Créeme, lo único que lamento de marcharme a Etiopía es cómo de mal puede llegar a pasarlo Sabrae y en qué situación nefasta llegaré a encontrármela por vuestra culpa, pero me encantaría perderme cómo todo el mundo le lame el culo a alguien que no se lo merece-sentencié.
               -No lo hago por la gloria, sino por…
               -Ya, yo tampoco me daba de hostias en un ring con un tío al que no conocía y que me mataría sin dudarlo por la gloria, qué va. Apenas era un aliciente-ironicé, empezando a subir las escaleras.
               -Algún día tendrás tu propia familia y entenderás los sacrificios que tenemos que hacer los padres para protegerla-me espetó Zayn escaleras abajo.
               -Dejad de pelearos. Sabrae os puede oír-pidió Sherezade-. Lo mejor será que lo hablemos mañana por la mañana…
               -Oh, sí, es un sacrificio de la hostia el que un estadio entero coree tu puto nombre. Francamente, Zayn, no sé cómo cojones no te han hecho una religión de tan mártir como eres.
               -¿Qué cojones vas a saber de sacrificios, niñato, si en cuanto se te presenta la más mínima excusa alargas tu visita sólo para poder venir a mi casa a follarte a mi hija mientras los demás estamos ocupados intentando ver cuál de las opciones de futuro que tenemos delante es la menos jodida?
               Me detuve en la parte superior de las escaleras y me giré con una sonrisa en los labios.
               -Debe de joder muchísimo, ¿verdad? Tener a todo el mundo besándote el culo, a cada tía de este país a tus jodidos pies… todo para que tu apellido no pase a unos nietos que ni siquiera se van a parecer a ti. Que tu puto apellido, tu puta familia y tu legado estén en mis manos y en las de Sabrae, y que puedan desaparecer en cualquier momento simplemente porque ella me quiere más y está dispuesta a hacer más cosas por mí de las que está dispuesta a hacer por ti. Que toda una generación estuviera dispuesta a dártelo todo sin pedirte nada a cambio más que un poco de atención y ahora llegue una de tus hijas y decida que cómo tratas a su novio define también cómo la vas a tratar a ella.
               -Alec-me advirtió Sherezade.
               -Yo también estaría acojonadísimo si fuera tú-continué como si no la hubiera oído-. Pero tranquilo, Zayn. Lo bueno que tengo es que soy un don nadie sin apellido y sin legado, así que mi ego no me va a preocupar más que el bienestar de tus nietas. Quizá me haya dado más hostias de las que te has dado tú con más tíos que tú, pero a la hora de la verdad, no se me olvida por quién peleo ni quién puede hacerme parar. Es una lástima que a ti sí, porque cuando ya has perdido las razones por las que quieres que alguien se sienta orgulloso de ti, te dejas de preocupar de jugar limpio y corres el peligro de que el otro también lo haga.
               Zayn rió por lo bajo.
               -No voy a entrar en tu juego.
               -Chico listo. Te saco una cabeza y 15 kilos como mínimo. Sin olvidar que soy más joven-sonreí, mirándome las uñas-, pero también tengo más experiencia. Está todo en tu contra.
               -Estás chiflado si piensas que te daría una excusa para irle con el cuento a Sabrae de que te estoy tratando mal. Ni te voy a montar el pollo que estás buscando que te monte-enumeró, subiendo por las escaleras.
               -Zayn-pidió Sherezade.
               -… ni te voy a dar los gritos que estás esperando, ni te voy a decir que no te quiero cerca de mi hija, ni te voy a echar de mi casa-finalizó, colocándose sobre el mismo escalón que yo y pegando su pecho al mío. Definitivamente necesitaba apuntarse al gimnasio si pensaba que era rival para mí; yo no tenía ni para empezar con él-. Debes de pensar que soy muy gilipollas para caer en tu trampa y joder todavía más las cosas con mi hija.
               -No hay ninguna trampa, pero sí que creo que eres gilipollas, Zayn. O por lo menos, lo bastante como para permitir que tu hija se aleje de ti y preguntarte por qué no vuelve corriendo a tu lado cuando te comportas como un capullo que cree que su hija es una caprichosa que hace todo lo que su novio le dice. Porque yo no he venido a tu casa a follarme a tu hija, Zayn. He venido a casa de mi novia a pasar tiempo a solas con ella y a follar con ella, que es diferente. Pero, claro, supongo que se te ha olvidado si llevas tiempo sin mojar.
               -Eso no es asunto tuyo-escupió Sherezade.
               -¿Te crees que me molesta que tú eches polvos y yo no? Porque a mí lo único que me das es lástima, Alec. Al menos mi mujer tiene la suficiente confianza conmigo como para decirle que tiene la cabeza en otra cosa en lugar de dejarme hacer para no tener que aguantarme lloriqueando después porque estoy que me subo por las paredes como siempre te ha pasado.
               -Oh, créeme, la estrecha en mi relación no es Sabrae. Así que gracias por tu interés, pero mi mujer tampoco tiene ningún problema en decirme que no le apetece, así que en eso nos parecemos bastante. La diferencia entre tú y yo es que a la mía sí se le van todos los problemas de la cabeza cuando le meto la mía entre las piernas-me burlé, pegándome más a él. Estábamos a punto de juntar nuestras frentes, y eso significaría problemas, pero Sherezade se metió a separarnos antes.
               -Vale, ya está bien-escupió mirando a su marido y tirando de él para bajarlo un escalón-. Estamos todos muy tensos y éste no eres tú, Zayn. ¿Desde cuándo dejas que te provoque un crío?
               -Hace un año te habría dicho que me dieras cinco minutitos a solas contigo y te replantearías lo de “crío”, Sher-ronroneé.
               -¿Sólo cinco?-se burló Zayn.
               -Igual te sorprende, pero algunos aguantamos todo ese tiempo.
               -Ve a tu habitación-urgió Sherezade-. Lo último que necesito es que os hostiéis en mi casa. Ya hablaremos mañana.
               -Si me queda voz-comenté, estirándome-. Esta peleíta me ha puesto un poco cachondo y tengo pensado darle a Saab la oportunidad de bajarme el calentón.
               Zayn abrió la boca para responderme, pero Sherezade le lanzó una mirada envenenada y fue lo bastante inteligente como para cerrar el pico y bajar de nuevo las escaleras.
               -Ya nos ha quedado claro que sois los más machos del lugar. Baja ahora mismo. No es momento de montar una escena-le espetó a Zayn, que sorprendentemente cumplió con lo que le decía su esposa. Sherezade esperó a que Zayn bajara las escaleras y estuviera lo bastante lejos de nosotros como para que le costara meterse en medio si Sherezade y yo nos enzarzábamos en una pelea (como si fuera a impedírmelo, el muy payaso), y finalmente se volvió hacia mí-. Y en cuanto a ti… qué maduro-rió por la nariz, estupefacta-. Ya que lo hacemos todo tan mal, pregúntate si a Sabrae le gustaría escucharte hablar de ella como nos has hablado a Zayn y a mí. Mi hija no es ningún trofeo del que presumir.
               -Yo no soy el único que la estaba tratando así-me defendí, aunque en parte Sherezade tenía razón. Azuzar a Zayn con que Sabrae me quería más que a él como si fuera un logro mío, como si yo la hubiera conquistado, como si fuera el premio por haber jugado mejor que él a cualquier partida o peleado con más fiereza en un combate no era propio de mí. O, al menos, no era propio de la versión de mí mismo en que Sabrae me había ayudado a convertirme, y de la que tan orgulloso me sentía precisamente porque la notaba mejor que las anteriores. Si bien antes no había hecho las cosas mal a propósito ni me había comportado como un chulo y un machista a querer, había tenido comportamientos y comentarios que Sabrae me había hecho ver que no eran propios de mis ideas verdaderas: que todos los hombres y las mujeres somos iguales.
               Así que había trabajado para mejorarlo, la había escuchado, me había esforzado, había reflexionado y había preguntado.
               Todo para que ahora el subnormal de Zayn sacara lo peor de mí y me hiciera arrastrarme con él por el fango simplemente porque aquello era lo que más le iba a joder.
               -Aun así, yo me esperaba bastante más del novio de mi hija como para escucharle decir cosas así. Me hace preguntarme cuánto has avanzado de verdad, Alec-sacudió la cabeza y yo me reí con sorna.
               -No vas a darme lecciones de moral, Sher. Tienes bastantes cosas más importantes de las que preocuparte que por la educación que me han dado mis padres… o tu hija, ya que estamos.
                Sherezade chasqueó la lengua y se giró para empezar a bajar las escaleras.
               -Ya hablaremos por la mañana.
               -Será si nos apetece-sentencié, y ella sonrió.
               -Te estás comportando como un crío.
               -No como vosotros, que sois la viva imagen de la madurez en todo lo que hacéis-escupí-. Al menos yo todavía tengo edad para portarme así, ¿cuál es vuestra excusa?
               -Muévete-le ordenó Sherezade a Zayn, que seguía a los pies de la escalera, mirándome. Sólo cuando desaparecieron por una esquina, se metieron en una habitación y cerraron la puerta me permití pensar que todo por fin había acabado y regresar a la habitación con Saab. No me apetecía especialmente estar con ella estando yo de tan mala hostia como lo estaba, pues me había echado a temblar de los nervios y notaba mis pulsaciones disparadas, pero la habitación de Sabrae era el único lugar que sentía seguro en casa de los Malik. Sospechaba que sus padres no se atreverían a entrar allí buscando camorra, o le darían a Sabrae la excusa perfecta para preparar una bolsa de ropa a toda prisa e irse a casa de mis padres en plena madrugada, para volver quién sabe cuándo.
               Cerré la puerta con cuidado y me acerqué a la cama de Sabrae, que continuaba dormida boca abajo y cuya silueta se recortaba contra la pared en la penumbra formada por la linterna de su móvil, que estaba encendida y lo hacía resplandecer con una luz fantasmal boca abajo. Lo cogí, lo apagué, encendí la luz de la mesita de noche y me senté en la cama con los pantalones aún puestos. Me pasé las manos por las piernas y traté de normalizar mi respiración y calmar así mis nervios. Me temblaban las manos y las piernas, y tenía ganas de vomitar.
               Esto era insostenible. Las cosas no podían estar tan mal ni haber degenerado tanto desde que yo me había marchado. Cómo habíamos sido capaces de ir en coche juntos cuando nos llevaron al hospital y no matarnos en el trayecto me parecía asombroso, y más aún que Zayn hubiera dejado a Sabrae ir a buscarme a París cuando estaba claro que me tenía todavía más odio que cuando me había ido hacía un mes.
               Sabrae me había dicho que las cosas estaban mejorando con sus padres, pero cada vez los veía más a la que saltaba. No me preocupaba en absoluto que cuando volviera de Etiopía definitivamente no pudieran ni estar en la misma habitación que yo, pues el sentimiento sería mutuo, pero me fastidiaba que todo estuviera así por Sabrae.
               Aun así, sabía que la culpa no era mía. Les habíamos repetido por activa y por pasiva que yo lo sentía, que no le había hecho daño a Sabrae a propósito y que me mataría intentando merecerme a su hija, pero ellos no paraban de subirme el listón justo cuando parecía que por fin iba a dar la talla, como si les jodiera que yo estuviera mejorando y estuvieran decididos a que jamás fuera suficiente. No era justo; no sólo para mí, sino tampoco para Sabrae. Sabrae se merecía poder traerme a casa tranquila, sentirse cómoda con sus decisiones, saber que sus padres la respetaban y contar con que me avisarían si pasaba algo que yo tuviera que saber.
               Estaba furioso. Necesitaba algo con lo que descargar toda esta adrenalina; normalmente recurría al boxeo, pero bajar a darle unos golpes al saco de Sabrae, que además sería más pequeño que aquellos que yo estaba acostumbrado a manejar y seguramente no soportaría mi fuerza, estaba fuera de la mesa. Sólo me quedaban el tabaco, que no estaba tampoco a mi alcance (¿te imaginas que bajo a pedirle un cigarro a Zayn? Posiblemente me lo apagaría en un ojo) y tampoco me apetecía hacerme una paja, que era mano de santo (¿lo pillas?) en estas ocasiones en que necesitaba despejarme un poco la mente.
               Supongo que la única opción que me quedaba era esperar sentado a…
               -Has tardado-ronroneó Sabrae acariciándome la espalda, y yo me puse rígido al momento. Una cosa era pelearme con sus padres mientras ella dormía y prometerles que no le diría nada de lo que habían decidido su hermano y los demás sobre el futuro de su banda, y tratar de calmarme tras la pelea, y otra muy distinta era mentirle a la cara y fingir que no pasaba nada cuando no era así. Le había prometido sinceridad, nos gustara o no, y Zayn y Sherezade no eran razones lo bastante buenas como para romper esa promesa.
               El bienestar y la tranquilidad de mi chica sí, pero sus padres no.
               -Sí-asentí, notando cómo me recorría la cintura con las manos y me metía las manos por debajo de los pantalones. Mi cuerpo empezó a despertar y desprenderse de mi voluntad, pero mi mente estaba a otra cosa. ¿Qué coño hago? ¿Me hago el loco y me acuesto con ella, o le digo la verdad y la desvelo? Era demasiado temprano todavía para mantener una conversación complicada; o muy tarde, según como quieras verlo.
               -Y estás vestido-añadió, incorporándose en la cama y besándome la espalda-. Demasiado vestido.
               -Llevo sólo unos pantalones-respondí.
               -Y los bóxers-contestó ella, mordiéndome el lóbulo de la oreja-. Quiero que te los quites.
               Me rodeó la polla con la mano y deslizó sus dedos por su envergadura. La tenía casi tiesa, lo cual normalmente me enorgullecía mucho; ahora suponía un problema.
               -¿Sin quitarme los pantalones? Eso sería todo un reto.
               Sabrae se rió y me besó la parte trasera del hombro.
               -Yo estoy del todo desnuda, y estamos en mi casa. Lo justo sería que, como mínimo, tú te quedaras como yo.
               Me volví para mirarla. A pesar de que la sombra del sueño todavía planeaba sobre sus pupilas, había algo llameando detrás: deseo. Quizá estuviera cansada como para salir de la cama, pero no lo suficiente como para aprovecharla y darle más usos que aquel para el que había sido pensada.
               Sabrae se mordió el labio mientras me miraba los míos y se inclinó para besarme.
               -Te he echado de menos-ronroneó-. Me desperté y no estabas. ¿Adónde has ido?
               -Tenía hambre y sed. Te he traído agua-añadí, haciendo un gesto con la cabeza hacia la mesita de noche, en la que reposaba el vaso que había sostenido durante toda la movida con Zayn. ¿Te imaginas que se lo hubiera tirado a la cara? Anda que no se lo tendría bien merecido. Habría sido súper épico.
               Igual me mataba (o por lo menos lo intentaría), pero merecería la pena. Seguramente.
               -Qué amable. Me pregunto cómo puedo agradecértelo. O castigarte por dejarme tan solita.
               Me reí por la nariz. Cualquiera diría que sabía exactamente todo lo que nos habíamos dicho sus padres y yo, así que mantenerme callado era todavía más absurdo. Si ya estaba preocupada, lo menos que yo podía hacer era quitarle las dudas que pudiera tener. Si algo me había enseñado la ansiedad era que todo lo que yo tenía en la cabeza era bastante más de lo que pasaba realmente, así que no podía condenar a Sabrae a ese tipo tan particular de tortura en el que eres tú mismo quien te hace más daño.
               -Estaba peleándome con tus padres-informé tras decidir que lo mejor era tirarle el guante y dejar que ella lo recogiera si quería.
               -Ya me parecía-dijo, besándome la espalda y abrazándome el pecho. Se apartó el pelo de la cara y me dio un nuevo beso mientras se acomodaba detrás de mí-. Alec, de verdad que me ofende que sigas vestido.
               -¿No quieres que te cuente por qué nos hemos peleado?-pregunté, incorporándome y bajándome los pantalones y los calzoncillos por igual. Salí de ellos e hice amago de sentarme, pero Sabrae me dio la vuelta y me metió entre sus piernas. Se quedó sentada en la cama, completamente desnuda, mirándome desde abajo con las piernas abiertas y mi polla a centímetros de su boca. Negó despacio con la cabeza y me acarició la erección.
               -Ya hablaremos de eso mañana. Hasta entonces no será real.
               Continuó acariciándome la polla con una mano mientras con la otra se acariciaba las tetas y bajaba hasta el dulce espacio entre sus muslos.
               -Estás tenso, mi amor. ¿Te apetece que te distraiga un poco?
               La miré desde arriba, todo el abanico de posibilidades de lo que podía pasar a continuación abierto ante mí. Podía decirle que no y dormirme de mala hostia. Podía decirle que no y tratar de tranquilizarme de otro modo. Podía decirle que no y no sentir que la estaba utilizando para bajarme el cabreo.
               O podía decirle que sí, que era lo que más me apetecía, y deshacerme en su cuerpo infernal.
               Era lo más fácil, lo más en mi línea. Así que asentí con la cabeza y no perdí detalle de cómo Sabrae le daba besitos a la punta de mi polla, besitos que lanzaban corrientes eléctricas por todo mi cuerpo, y luego se la metía en la boca lentamente.
               -Dímelo, mi amor. Dime qué quieres que te haga.
               -Quiero que me distraigas-le pedí, y ella sonrió. Rodeó mi polla con una mano y se inclinó para besarme, lamerme y succionarme los huevos, y mi polla tembló entre sus dedos. Sabrae soltó una risita y jugó con el hueco entre sus piernas mientras me rodeaba el rabo con la lengua, se lo metía en la boca, cerraba los ojos y empezaba a chupar.
               Se me escapó un gruñido desde lo más profundo de mi garganta y mis caderas dejaron de pertenecerme para pasarse enteramente a su propiedad. Sabrae tragó saliva y continuó succionando con sus labios, poniendo mucho cuidado en usar los dientes lo justo y necesario.
               Poco a poco todo lo que me habían dicho sus padres se fue deshaciendo en mi mente como un terroncito de azúcar que te pones sobre la lengua y se disuelve en tu saliva.
               -¿Crees que… te estoy… utilizando?-le pregunté entre embestidas, y Sabrae abrió los ojos y me miró. Se sacó mi polla de la boca para responderme:
               -Soy yo la que te ha seducido, sol, no al revés.
               -Mmm.
               -¿Por qué no te dejas llevar?-me preguntó-. Quiero que te corras en mi boca.
               -¿Pero qué coño te pasa hoy?-le pregunté, riéndome, y ella se encogió de hombros y me acarició las piernas.
               -Echo de menos que seas sólo para mí-contestó, y yo la tomé de la mandíbula y la hice levantar la vista y mirarme.
               -Incluso cuando no estaba contigo… cuando no te había probado… cuando me follaba a las demás, o cuando estaba sólo con Perséfone… yo ya era sólo para ti, bombón.
               Sabrae me dedicó una sonrisa seductora.
               -Para que luego digas que no tengo que preocuparme por ella: tengo tus huevos en la garganta y tú venga a pensar en Perséfone.
               -La chupas mejor cuando estás celosa.
               -La que te espera en abril-se rió Sabrae, y volvió a afanarse con mi polla. Hizo que se me olvidara absolutamente todo lo que no fueran sus labios, sus dientes, su lengua y su boca en general. Cuando quise darme cuenta, la embestía y gruñía por lo bajo, animándola y premiándola por el increíble trabajo que estaba haciendo conmigo. Ella me clavaba las uñas en las nalgas, incitándome a que siguiera cabalgándola, follándome su boca como me encantaba follarme el resto de su cuerpo, y cuando terminé, ni se apartó ni hizo amago de escupir mi semen, sino que se lo tragó con una expresión de orgullo que hizo que la quisiera un poco más si cabe.
               Me incliné a darle un beso en los labios que sabía a mar y a todo lo que éramos nosotros dos juntos y me metí con ella en la cama, pensando en cómo todo el mundo era capaz de sacar lo peor de mí en cuanto me mentaban a Sabrae. Le había pegado una paliza a Sergei, me había peleado con mis amigos, me había enfrentado a mis suegros, había dejado de considerar a Sherezade como la tía a la que más ganas tenía de follarme y había renunciado a estar en casa en el cumpleaños de mi madre… todo por Sabrae.
               Que tuviera alguna actitud reprochable en algún momento no quería decir ni que no me la mereciera ni que nadie tuviera la oportunidad de separarme de ella. Encajábamos demasiado bien juntos, nos gustaban las mismas cosas, nos reíamos de los mismos chistes y nos queríamos de la misma manera intensa, ardiente y a la vez calmada y apacible que sólo conocen las islas volcánicas, hechas de fuego y océano por igual.
               Nadie describiría su amor como un archipiélago volcánico, pero exactamente eso era lo mío con Sabrae: nuevo, poderoso, desafiante, virgen y fértil. Nadie lo había visto nunca, y seguramente tampoco volverían a verlo en mucho tiempo.
               No había nada que me gustara más que ella. Ni el dorado de los amaneceres de la sabana, ni el zafiro del agua de Mykonos, ni lo dulce del otoño en Londres. Dorado era nuestro vínculo; zafiro, nuestra verdad; dulce, el manantial que tenía entre sus piernas y del que sólo me permitía beber a mí.
               Sabrae se tumbó a mi lado, me pasó una pierna sobre las mías y se dedicó a juguetear con un dedo en mis cicatrices. No las tendría si no me hubiera enamorado de ella.
                Y no me habría gustado tanto mi cuerpo como lo hacía ahora que tenía una prueba de que había encontrado a la única persona por la que era capaz de volver de entre los muertos.
               -¿En qué piensas?-preguntó con tranquilidad, sus dedos bailando sobre mi piel.
               -En que he nacido para estar así-respondí. Sabrae sonrió, se incorporó apoyándose sobre mi pecho, y presionó sus labios contra los míos, haciendo que todo mi mundo se pusiera patas arriba igual que cada vez que me besaba.
               A estas alturas mi sistema solar era un puto desastre, sometido a constantes cambios de gravedad que hacían que sus astros no supieran a qué atenerse. Sólo la luna y las estrellas permanecían inalterables.
               La tomé de la mandíbula para que no se separara de mí, y me perdí en el mapa de los lunares que le cubrían la nariz. Sabrae me sonrió, y una inmensa sensación de tranquilidad me invadió en lo más profundo.
                Podría sentarme a la mesa de Zayn todos los días durante el resto de mi vida y que la comida fuera para mí un festín sólo con que Sabrae me sonriera.
               -Me gustas muchísimo, Saab-me escuché decir, y aunque era quedarse corto, también era verdad. Una sonrisa todavía más preciosa e intensa que la anterior le cruzó la boca, y me dio una palmadita en el pecho.
               -Menos mal-respondió-. Soy tu novia y me quieres.
               -No-contesté, incorporándome y sosteniendo su rostro contra mi mano-. Al margen de eso, y de que te quiera. Me gustas muchísimo. Eres con diferencia lo que más me ha gustado en toda mi vida.
               Le había dado sentido a mi vida. Me había enseñado para qué servían las noches. Me había hecho entender que puede haber ejércitos de dos, fiestas de dos.
               -¿Lo?-repitió, riéndose, y volvimos a besarnos. Fue un beso lento, húmedo, de quien no tiene ninguna prisa, pues ahora mismo nosotros controlábamos al reloj. Podríamos haber hecho que esta noche durara para siempre, que todos nuestros problemas se esfumaran como un enigma que ya no necesitábamos resolver para continuar adelante.
               Mi lengua se paseó por la suya, reconoció su boca, mis labios su rostro, y entonces Sabrae se separó de mí y se me quedó mirando, resplandeciente y preciosa y feliz y, por encima de todo y contra todo pronóstico, mía.
               -¿Qué pasa?
               Sacudió la cabeza despacio.
               -Estoy pensando en las probabilidades que había de que te encontrara-dijo-. De que fueras bueno, y listo, y guapo, y además follaras bien; y, para colmo, me quisieras. No creas ni por un segundo que te doy por sentado, Al-negó con la cabeza y me acarició el pecho. Se relamió los labios y me sonrió-. Nunca.
               Le devolví la sonrisa y me incliné hacia ella para probar su confesión de sus labios. Tal y como sospechaba, sabía a gloria.
               -Estoy tan enamorada de ti-suspiró-. Parece mentira que, con lo bonita y amplia que es el arte, siempre se haya quedado corta para describir el amor.
               Se sentó a horcajadas encima de mí y se tumbó sobre mi pecho, como si quisiera que nuestros corazones se sincronizaran por el contacto. Sucedió justo lo contrario: ella se relajaba cuando se tumbaba encima de mí, pero yo me ponía nervioso, anticipando lo que vendría.
                -Y si lo que pasa es que esto es algo más… no voy a dejar que nadie me lo quite. Nadie, Al-me prometió, besándome el pecho y rodeándome el miembro con los dedos-. No quiero otra cosa más que esto. Ni siquiera la tranquilidad con la que vivía antes. Sólo esto. Tú y yo. Los dos…-suspiró cuando me metió dentro de ella-. Juntos.
               Me incorporé hasta apoyarme sobre mis codos y le aparté un mechón de pelo del rostro.
               -No me has puesto condón-le recordé, y ella puso los ojos en blanco.
               -Da igual.
               -No, no da igual. No voy a dejarte embarazada para que lo tengas tú solita mientras yo me voy a la aventura por Etiopía.
               -Eres un aguafiestas-protestó, inclinándose a por un condón.
               -Estoy seguro de que encontrarás la manera de que te lo compense.
               -Ya lo creo. Vas a hacerme gritar. Quiero que toda Inglaterra se entere de que soy la chica con más suerte del mundo.
               -¿Incluidos tus padres?
               -Que se aguanten. Yo he tenido que oírlos bastantes veces. Es hora de que alguien les pague con la misma moneda-respondió, besándome el cuello.
               -Seguro que les encanta después de la charlita tan amistosa que hemos tenido.
               Sabrae me miró.
               -No voy a fingir que es un aliciente después de que hayan sido tan cabrones de pillarte por banda cuando yo no estoy contigo.
               -Eres malísima-me reí.
               -No me insultes, Alec: soy el putísimo demonio-respondió, sentándose de nuevo sobre mí y sonriendo al notar cómo me abría paso por su interior-. Pobre de ti, en la que te has metido. No te vas a escapar de esta.
               -El infierno está muy infravalorado-respondí, colocándome las manos tras la cabeza y guiñándole el ojo, como dejándole margen para que hiciera conmigo lo que quisiera.
               Sobra decir que me duró muy poco esa postura, pues pronto estábamos recordándoles a sus padres por qué, simplemente, no debían meterse con nosotros dos. Sherezade y Zayn no iban a ganar. No contra Sabrae y contra mí. Jamás.

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1 comentario:

  1. Bueno empezar diciendo que yo de verdad que lo intento pero es que con capítulos como estos me cuesta lo suyo. Por un lado entiendo la ansiedad que tienen por el tema de Scott pero de verdad que sigo creyendo fehacientemente que Zayn y Sher la cagan constantemente. Decir lo de “Ni siquiera sabemos qué es lo que hemos hecho para que se alejara así” me ha puesto violenta yo lo siento, soy alec y les tiro el vaso a la cabeza. Por otro lado, lo de que sea a Alec a quien se le ocurre lo de que Scott se vaya a estudiar me tiene dando palmas, ya me puto joderia. También me ha encantado como Alec le ha plantado cara a Zayn y aunque me ha dado un asco del carajo como se han puesto a hablar de lo de follar (en serio que puto bajuno el Zayn, tiene 15 años) lo de leer la cartilla ha estado soberbio yo lo siento. La frase de “Tener a todo el mundo besándote el culo, a cada tía de este país a tus jodidos pies... todo para que tu apellido no pase a unos nietos que ni siquiera se van a parecer a ti” ha sido simplemente sublime.
    En fin, termino diciendo que no veo el momento de que estos dos abran un poquito los ojos porque si Sabrae no esta dando todo de su parte, para mi Sher y Zayn tampoco. He dicho.

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