sábado, 6 de octubre de 2012

Tiranosaurios haciendo kickboxing en el cumple de Eduarda Estilos.

-Me acosté con Liam. Aun teniendo la regla-Alba asintió con la cabeza, abrió la boca en una sonrisa imposible y comenzó a girar sus manos alrededor de su torso con los pulgares alzados. Noemí sonrió, yo alcé una ceja, tiré la mochila y comencé a andar hacia atrás, igual que lo hacían los raperos en los videoclips. Lo que Louis llamaba "andar hacia atrás como el Swagmasta que eres".
-¡Dime algo que no sepa, zorrón!-bramé. Alba y Noe se echaron a reír. Respondí a sus risas con más risas, me adelanté a recoger la mochila y le di un beso a Noe en la mejilla, otro a Alba y volví a besar a Noe. Las chicas con las que iba a casa me chistaron para que me diera prisa.
-¡Venga, Erika, que tengo hambre, hostia!-ladró una. Sonreí.
-Feliz cumpleaños, Miss Styles.
-Gracias, Miss Tomlinson.
Negué con la cabeza, me di la vuelta, me colgué la mochila al hombro y dejé escapar una risita. Como Harry o Louis nos escucharan llamarnos así, les daría algo... o sonreirían y dirían que solo había una forma de hacer eso una realidad, respectivamente.
Salimos del patio del instituto atravesando la típica marabunta que se empeñaba en dificultar el paso. Empujé a una choni, que se acordó de mi madre, me giré a decirle ya te pillaré, zorra, y se puso pálida cuando se dio cuenta de quién era. Apoyó la mano que sostenía el cigarro encendido en la verja y bajó la vista.
-Perdona, Eri.
Puse los ojos en blanco y me apresuré a alcanzar a mis compañeras, que iban ya por la mitad de la acerca, cuando alguien me tiró de la mochila hacia atrás.
-¿A qué las prisas, rubita? ¿Has quedado con alguien?
Las cuatro chicas se giraron en redondo y observaron a los dos ingleses (bueno, el inglés y el irlandés) que me habían detenido.
-¡Louis!-sonreí, me puse de puntillas y lo besé en los labios. Varias chicas me lanzaron una mirada envenenada, pero no se atrevieron a  acercarse. Niall me acarició la cintura mientras yo le pasaba un brazo por el cuello y le plantaba un sonoro beso en la mejilla.
Las chicas se habían detenido y esperaban a que los presentara, pero no iba a darles ese gusto. Bastantes españolas éramos en casa como para encima meter más.
Una de ellas preguntó a otra, mi antigua mejor amiga, si sabía quiénes eran.
-Qué falta de cultura-espeté en inglés, Louis me miró con el ceño fruncido, pero Niall se echó a reír.
-Soy Niall-se presentó, las chicas le sonrieron cálidamente... demasiado. Señaló con el pulgar a Louis, que ya me había abrazado la cintura y me arrastraba hacia casa, ¿tantas ganas tenía de ver a su queridísimo suegro?-, él es Louis. Es su novio.
-¿Tienes novio, Erika?-preguntó otra, la mayor de todas. Fruncí el ceño.
-Oh, venga. Soy una puta superestrella. ¿Cómo no voy a tener novio?
-Cómo me estáis criticando. Me encanta. Algún día os pillaré a todos por separado, y os vais a acordar de mí.
-Cállate, Lou-le ordenamos a mi novio a la vez Niall y yo. Él alzó las manos, hizo el típico gesto de cerrarse la boca con cremallera y la lanzó lejos, y meneó las cejas. Todas se echaron a reír.
-¡Es genial!
-Dad gracias de que no entendéis lo que dice, porque entonces os ibais cagar.
Niall asintió, y le tradujo lo que había dicho a Louis.
Ellas iban en absoluto silencio, intentando descifrar nuestra conversación, de camino a casa. Me descolgué la mochila de un hombro, el mismo que quedaba al lado de Louis, y me lo quedé mirando. Se metió las manos en los bolsillos, agachó la cabeza y sonrió.
-Podías llevarme la mochila-bromeé, en el fondo sabía que lo haría si lo pidiera, pero yo no quería que lo hiciera.
-¡Por poder! Pero no me da la gana.
-Pues te quedas sin sexo un mes-replicó Niall, muerto de risa. Louis meneó la cabeza, sopesando las opciones, y terminó sacudiéndola rotundamente.
-No me merece la pena.
-Qué romántico eres.
-¿No queréis igualdad? Pues cada uno con su mochila.
-Tú no llevas, y eres más alto, mayor y más fuerte que yo.
-Yo la llevé 17 años. Quedé de mochilas hasta los huevos-sonrió-, ¿quieres más explicaciones?
-Es suficiente.
Estiró la mano para coger la cinta de la mochila, pero me la pasé por los hombros a una velocidad de vértigo.
-Estaba de broma.
-Yo también-sonreí, le apreté la mano y miré a las chicas, que volvieron a mirar hacia delante, azoradas.  Miramos a Niall.
-Tenemos que buscarte una buena moza, Nialler-sonrió Louis.
-Estoy bien, Tommo.
-Necesitas una buena moza.
-No elijáis a ninguna, por favor-supliqué, marcando más mi acento por si alguna se estaba enterando. Louis se dio cuenta y se echó a reír, preguntó ¿Qué ha sido eso?, pero yo no contesté.
Por primera vez en la historia de los paseos hacia y desde el instituto, noté reticencias de las chicas a separarse de mí. Incluso describieron una ligerísima curva cuando comencé a desviarme hacia mi casa, como tratando de volver a atraerme a su núcleo, pero los británicos se vinieron conmigo.
-¡Adiós!-gritaron todas, con más o menos acento español, a los chicos. Ellos sonrieron, Louis les devolvió la despedida en inglés, y Niall en un español sin acento. Parecía que llevaba toda la vida escuchando hablar y hablando español.
Subí las escaleras con vagancia, quejándome de que me pesaba la mochila (hasta que Louis comenzó a empujarme escaleras arriba diciendo que así no me pesaría tanto), abrí la puerta y esperé a que Noble se pusiera a ladrar como loco. Se levantó de un brinco al ver a Louis y Niall entrar por la puerta y corrió a reclamar sus caricias de rigor. Los chicos se inclinaron y se rieron cuando Noble comenzó a chillar de alegría.
Mi madre se asomó rápidamente desde la habitación del ordenador a decirme algo, pero se quedó helada al ver a mis amigos ahí.
-Erika.
-¿Qué?
-Podías haberme dicho que esperabas visita.
-En realidad, no lo hacía. Hemos venido por sorpresa-replicó Niall, sonriendo. Mi madre se le quedó mirando.
-¿Me entiendes?
-Sí.
-Mamá, venga, es lógico que te entiende, si no, no podría contestarte.
Mi madre asintió y volvió a meterse en la habitación del ordenador.
Les hice un gesto a los chicos para que me siguieran mientras me cambiaba de calzado, pero Louis se empeñó en llevarme la mochila a la habitación. Me senté a la mesa de la cocina, me desaté los cordones, mi padre se giró y miró a Niall.
-¿Quién eres tú?-espetó, deleitándose en su lengua, sabedor de que Niall no podría contestarle.
Pero Niall lo dejó frío cuando le contestó de una forma intachable.
-Soy Niall. Soy amigo de Eri. El irlandés. Encantado.
Mi padre paseó la vista de mí hacia mi irlandés preferido, varias veces.
-¿No nos conocemos ya?
-Sí, fue a Aces con los demás.
-Ah. Claro. ¿Y Luis? ¿No ha venido?
-Es Louis, papá.
-Como sea.
En ese momento, mi novio entró en la sala, miró a mi padre y le dedicó una sonrisa anchísima.
-Hola.
-Hola, Lu... Louis-replicó mi padre, volviendo a su tarea.
Comieron a toda prisa el almuerzo mientras yo recogía las cosas de la cama. En realidad, nunca lo hacíamos así, ya que yo odiaba comer sola, pero después de que mi madre le preguntara mil veces a los chicos si querían comer (haciendo más contacto visual con Niall que con Louis, aunque según ella adoraba a mi novio, ya que el primero le entendía y el segundo no) y estos se negaran, decidimos hacerlo así. Los chicos me contarían la situación mientras yo devoraba el plato de lo que fuera que hubiera. Al fin y al cabo, podría comer; tenía a Louis cerca.
Así que allí estaba, enrollando mis espaguetis tan rápido como podía, protestando cada vez que daba un mínimo sorbo de mi vaso y uno de los dos me rellenaba el agua que faltaba y riéndome a carcajadas con las tonterías que soltaban, mientras Niall no paraba de observar mi plato con infinita adoración.
Al fin y al cabo, era comida.
-¿Zayn?-se me ocurrió preguntar, apartando un trocito de picadillo de los espaguetis y enrollando uno de los más largos en el plato para metérmelo en la boca. Miré a ambos lados; se habían sentado uno enfrente del otro en mi mesa para que yo ocupara el lugar de en medio (y así poder joderme para que no comiera, se nota en el ambiente).
-En el hotel.
-Ha salido de caza.
-Y ha encontrado una dama.
Abrí los ojos y asentí, fingiendo sorpresa.
-¿De aquí?
-No, es irlandesa.
-Oh, oh, quiero tener un poco de diversión irlandesa-repliqué, imitando a Alan Carr en la entrevista que habían hecho apenas hacía unos días, y Niall terminó cogiéndome el vaso y tragándose todo el agua de dentro.
-Y tú, ¿por qué has venido, Nialler?-espetó Louis, sonriendo. Niall le devolvió la sonrisa.
-Para joderte el polvo, Tommo.
-Cómo lo sabía. Eres una mala persona.
Sonreí.
-Aún estoy aquí, ¿sabéis? Charlas machistas, en mi habitación cuando esté vacía, por favor.
Niall estiró inconscientemente la mano, desmenuzó un poco de pan y se metió las migas en la boca.
-¿Quieres algo, Niall?
Negó con la cabeza.
-¿Seguro?
-No.
Le sonreí, hice ademán de levantarme pero me detuvo.
-¡No! Ya me sirvo yo.
Volvió con el plato lleno hasta arriba, en una montaña enorme, y se sonrojó cuando los dos nos lo quedamos mirando.
-Perdón.
-No te preocupes. Hay de sobra.
Me giré a mirar a mi novio, que alzó una ceja.
-¿Qué?
-¿Quieres algo?
-¿Tienes zanahorias?
-Por favor, Louis. ¿Por quién me tomas?
Sonrió.
-¿Dónde?
-Nevera.
Abrió la puerta, sacó el paquete sin abrir de zanahorias, se sentó en su sitio y lo abrió.
Niall y yo lo miramos.
-Igual te las vas a comer frías.
Louis se encogió de hombros.
-Son zanahorias. Cállate la boca.
Los dos se me quedaron mirando cuando dejé un fideo gigante extendido en el plato y me puse a juguetear con él.
-Cómetelo, Eri.
-No puedo más-protesté. Louis suspiró cuando Niall lo enrolló en su tenedor y se lo metió en la boca porque le daba pena tirarlo.
-Así estás-gruñó.
-¿Cómo estoy?
-Dímelo tú.
-Si lo has dicho tú y yo te he preguntado, será porque no lo sé, ¿no?
-Cada vez más delgada. Demasiado.
-Chicos...
-Tal vez, si me llevaras al McDonals....
-Tal vez, si no te aferraras con uñas y dientes al marco de las puertas cuando te sugiero salir de casa.
-Chicos...-insistió Niall, preocupado.
-Tal vez, si tuvieras planes un pelín más originales, y no siempre hacer lo mismo...
-Tal vez...
-Tal vez...-repliqué yo, pegando mi cara a la suya y taladrándonos el uno al otro con la mirada.
-¿Estáis discutiendo?-preguntó mi padre, encantado de la vida.
-NO.
-Protestó Jimmy-susurró Louis. Tuve que echarme a reír.
No podía estar enfadada con él.
-Tus planes son geniales, amor.
-No te aferras  con uñas y dientes a las puertas, pequeña.
Le di un beso que me supo a salsa de tomate, queso y zanahorias.
Una vez terminamos de comer, nos fuimos a mi habitación a toda prisa, metimos mis deberes en mi mochila, hicimos la cama (mi padre pareció fastidiado cuando me preguntó si me habían ayudado y le dije que sí, sobre todo Louis, aunque eso era un poco mentira, ya que los dos habían hecho la cama mientras yo metía la ropa en el armario), y me despedí de mis progenitores y mi perro.
-¿Has hecho los deberes?
-Los hago en el hotel.
-¿Qué hotel?
-El Palacio de Ferrera.
-¡NO VAS A IR A UN HOTEL CON ÉL, SEÑORITA!
Louis sonrió ante esa última palabra, contento de entender, por fin, algo que decía (el gilipollas de) su suegro.
-Sois tan normales que me dejáis ir un fin de semana a Londres con ellos pero no puedo estar una tarde aquí en Avilés-repliqué.
Mi padre se levantó airado, y Louis, sabiendo lo que venía, tiró de mí y me colocó medio escondida detrás de él, lo justo para tenerme protegida pero no lo suficiente como para parecer estar desafiando a mi padre. Le aguantó la mirada a mi padre hasta que este volvió a sentarse.
-La traeremos sana y salva, lo prometemos-sentenció Niall.
Creí escuchar que Louis susurraba Voy a follarme a tu hija, ya verás, voy a tirármela y la dejaré embarazada, tendrá un hijo mío, entre dientes, un segundo antes de por fin apartar la vista de los ojos furiosos de mi padre y salir por la puerta.

Tiré la mochila y me dejé caer en la cama de la suite de los chicos mientras Zayn se paseaba por ahí en calzoncillos.
-Eri-saludó.
-Zayn-repliqué yo, sin apartar la vista del techo. Comencé a hacer ángeles con los brazos y las piernas, mientras Niall sacaba su guitarra de la funda y se ponía a tocarla con gesto distraído.
Louis se puso su gorro de lana y se me quedó mirando un buen rato, allí, tendida en la cama, sumida en mis pensamientos.
Voy a follarme a tu hija.
La dejaré embarazada.
Tendrá un hijo mío.
No podía dejar de pensar en esas palabras. Probablemente debía haberme cabreado que hablara así de mí, pero todo lo contrario; el simple hecho de que se hubiera atrevido a murmurar esas palabras, con el pánico que le tenía a mi padre, ya me bastaba para pensar en lo importante que yo era para él.
Tendrá un hijo mío.
Tommy.
Recordé el sueño, pero desde el punto de vista maduro, de quien recuerda una pesadilla que ya no le asusta, recordé cómo me había abrazado, cómo me había dicho que no iba a pasarme nada, que estaría conmigo, la suavidad con que me cantó Valerie para que me durmiera, la ternura con que me acariciaba el costado mientras lo hacía.
El simple hecho de haberse metido en casa sin vacilar, aun sabiendo que mi padre estaba allí, había sido una heroicidad por su parte.
-¿No tenías deberes?
-Ahora me pongo a hacerlos.
Zayn asomó la cabeza por la puerta del baño.
-¿Louis hablando de deberes? ¿Louis pidiéndote que los hagas? Eso es nuevo.
-¿Quién eres y dónde está Louis Tomlinson?-espetó Niall.
Pellizqué al falso Louis un segundo y se echó a reír.
-Es solo que bastante me apuñala su padre con la mirada, no necesito que me pegue tiros, ¿sabéis?
Niall asintió y acarició su guitarra mientras tocaba los acordes de Live While We're Young.
Me senté en la mesa de la sala de estar que tenían en la suite, y él se sentó a mi lado, husmeando en mi libro de inglés, espetando que aquellos textos eran demasiado fáciles para una FCE.
Mordisqueé el lápiz mientras garabateaba los elementos de la comunicación, y cuando me puse a escribir, nuestros brazos se rozaron sin querer...
... y me sonrojé.
Como si fuéramos solo amigos.
Como si no lleváramos casi dos meses juntos.
Me sonrojé como si pretendía que nadie supiera que me gustaba, que le quería.
Él no se inmutó, probablemente ya estaba acostumbrado al contacto, ya le parecería algo rutinario y natural, pero para mí cualquier roce era suficiente para desatar una tempestad dentro de mí.
Yo no tengo mariposas en el estómago, yo tengo dinosaurios haciendo kickboxing.
La última vez que nuestros brazos se rozaron, cuando cerré el libro, descubrí que estaba sonriendo, pero había seguido con su lectura.
-¿De qué te ríes?-le pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
Me besó en la frente.
-De que sigue siendo como la primera vez que me tocaste.
Entonces no me sonrojé, me puse roja como un tomate.
Como un Jimmy protestando por los siglos de los siglos (amén).

Noemí.

Decidí que yo misma mataría a Eri cuando llegara el momento, y no Eleanor. No le iba a dar esa oportunidad. Demonios, no.
Lo decidí en el instante preciso en que le chilló a nuestra profesora de inglés, la del acento clavado al de Louis, y ahora de mi amiga, ¡MARÍA! IT'S NOE'S BDAY! LET'S SING HER HAPPY BIRTHDAY!
La miré, la asfixié, le retorcí el pescuezo, le clavé mil puñales, le abrí las tripas, le arranqué la cabeza, la atropellé con un camión... todo a la vez.
Eres una hija de puta le dije con los ojos, ella me lo entendió, se echó a reír como loca y sonrió.
El día había empezado bastante bien: mi madre no me había tocado los ovarios, como ya venía siendo costumbre, sino que se había limitado a quedarse en la cama (agonizando hasta su muerte, lenta y dolorosa, ¡Y LUEGO COBRARÉ TU HERENCIA!). Tenía que dejar de permitirme influenciar por Eri.
Me había hecho el desayuno, había bajado a la calle en el momento justo en que los que me acompañaban al instituto llegaban a mi portal, y había dejado que Eri me gritara al oído unas mil veces ¡FELICIDADES, PIOJÍN! También había sucedido algo parecido en clase. Me habían dado algunos regalos, entre ellos Eri un anillo medio doblado, pero había dicho que era una cutrada, solo un detallito, hasta mi fiesta de cumpleaños.
Fiesta a la que terminaría cancelando su asistencia, solo que nadie lo sabía todavía, ni siquiera ella misma.
Pero luego todo se había torcido. A pesar de que estaba teniendo un día redondo, a pesar de todo lo bueno que me pasaba, a pesar de que era mi primer cumpleaños con los chicos y que era muy posible que entrara a The X Factor en cuanto se abrieran las audiciones, a pesar de que el colgante de Harry descansaba sobre mi pecho, siempre escondido bajo camisetas o jerséis sin escote, censurados por mi madre...
El colgante de Harry ardía.
Las pulseras de Alba y Eri y el anillo de esta última quemaban a la luz del sol.
Porque ellos no estaban allí.
No tenía sentido sentir envidia de Alba, ni tampoco lástima, ya que no conocíamos aún a los chicos en su cumpleaños, pero... Eri era diferente.
A Eri la habían secuestrado, la habían llevado a Inglaterra, le habían hecho pasar el día perfecto que toda chica desea, y luego se habían acostado con ella tiernamente.
No sabía qué era lo que me reventaba más: que Eri hubiera tenido no solo a Louis, sino a todos, incluidas Alba y yo en su cumpleaños, o precisamente eso último.
Que ella había hecho el amor, era experta en eso, y yo todavía estaba esperando mi turno.
Lo peor llegó cuando Eri anduvo hacia atrás, como un rapero, y yo no lo asocié a nada hasta que, de repente, me vino a la cabeza.
Había visto a los chicos (a Harry) hacer eso mismo en sus videoclips. 
Y, siendo ella, había sido casi como tener a Louis delante. Solo le faltaba soltar que dónde cojones habíamos metido a Kevin.
Disimulé como pude mi malestar y mi tristeza, y creo que lo conseguí, porque ninguna notó nada.
Mi tristeza se tornó en alegría máxima cuando descubrí las dos figuras sentadas en el muro de mi casa, hablando y riéndose, esperando por mí.
Alba y yo intercambiamos una mirada, empujamos a los que teníamos delante y nos abalanzamos sobre nuestros ingleses favoritos, que nos esperaron pacientemente con los brazos abiertos.
Harry gruñó cuando me alzó en volandas, quejándose del peso de la mochila, pero lo acallé besándole en los labios.
-¿Qué hacéis aquí?-pregunté. Me dedicó su mejor sonrisa Colgate.
-Alba es muy pesada. Quería que viniéramos-explicó Liam. Ella abrió la boca, le dio un codazo y él se echó a reír.
La gente no paraba de mirarnos, pero eran mis ingleses. Era mi día. No iba a compartir a mis ingleses en mi día.
Harry jugó con el colgante que pendía de mi cuello, pensativo, hasta que susurró, con su voz de niño adormilado que se niega en redondo a ir a clase:
-Feliz cumpleaños, pequeña.
Le sonreí y le abracé a modo de agradecimiento. Liam repitió lo que había dicho su amigo, y yo le susurré un tímido gracias, sin  desear escapar de los brazos de Harry.
Nos despedimos con la mano y subimos a mi casa.
Harry se quedó mirando mi mochila, me la arrebató y la arrastró escaleras arriba mientras nos acercábamos más y más al piso de mis padres. Abrí la puerta, le hice un gesto para que la dejara en el vestíbulo y miré a mi alrededor, como si no hubiera estado nunca en aquel lugar. Harry metió las manos en los bolsillos y esperó unas hipotéticas órdenes que nunca llegaron. Me acerqué a la cocina y asomé al cabeza.
-¿Mamá?
Mi madre se giró en redondo, me sonrió un segundo y luego continuó revolviendo en su pota. Asentí lentamente, no te molestes en felicitarle el cumpleaños a tu única hija, gracias, pensé para mis adentros, con el típico tono venenoso que Eri había instalado en mi interior. Tenía que alejarla de los chicos antes de que se lo pegara a ellos también.
-Ha venido Harry.
Mi madre se giró en redondo, con los ojos como platos, y se atusó el pelo.
-¿Por qué no me has avisado? Habría... hecho comida para más.
No pasa nada, podrás matarme de hambre para darle más a él, total, es lo que haces siempre.
Joder, Eri.
-Porque yo no lo sabía.
-Deja la mochila en tu habitación. No la dejes tirada por ahí en medio.
Harry se asomó a la cocina y sonrió a su suegra.
-Hola.
-Hola, Harry. ¿Te apetece un poco de estofado?
Negó con la cabeza.
-Ya he comido, gracias.
-Muy bien.
Aquella mujer no parecía mi madre.
Pero era mi madre.
-Noemí, lávate las manos, ¿eh?
-No tengo cinco años-repliqué en inglés, por lo bajo, Harry me miró y sonrió.
-Hace 11 años sí los tenías.
Le saqué la lengua.
-Calla.
Él se metió en mi habitación, se tumbó en la cama y comenzó a pasar el dedo por las páginas de su Twitter, sus menciones, y todo lo que le apetecía. Tecleaba furiosamente, contestando a los mensajes que le iban llegando, se reía con los mensajes de los chicos...
Yo, mientras tanto, tenía que aguantar la mirada de mi madre, que me observaba sobre su propio plato como si quisiera comerme (para quedarse con su yerno).
-Noemí.
-¿Sí?
No levanté la vista.
-Mírame cuanto te hablo.
Alcé la mirada.
-¿Qué?
-¿Les has invitado?
-No.
-No me mientas.
-No lo hago. Creía que tenían trabajo. De hecho, lo tienen. Promociones, o algo así.
-Entonces, ¿qué hacen aquí?
Papá, por favor, tíratela, dale un meneo. Necesita sexo, me está hundiendo a mí en la miseria.
Aparté la imagen que se me había formado en la mente sacudiendo la cabeza.
-Es mi cumpleaños.
-Ya lo sé. Yo estaba presente, ¿sabes?
Me encogí de hombros.
-Noemí.
-¿Qué?-casi ladré, arrastrando más la E. Podía permitírmelo, no iba a castigarme con mi novio y mis cuatro amigos extranjeros en casa.
¿O sí?
-Que no vuelva a pasar.
-¡No es culpa mía!-protesté, tomando conciencia de lo irónico de la situación.
La mujer que llevaba 16 años conmigo, cuidándome, o en teoría haciéndolo, pasaba de mí olímpicamente en el día de mi cumpleaños.
Y los británicos miembros de la boyband más famosa del momento, los que me conocían de hacía apenas unos meses, habían cruzado un basto mar para llegar hasta mí y alegrarme el día.
Como diría Eri: date cuenta, macarena/vradislava/ pecadora de la pradera.
Mi madre cerró los ojos, como si fuera una perturbada mental que no hacía más que tirar los platos por todas partes, y negó con la cabeza.
-¿Qué vais a hacer?
Arrastrarme por ahí hasta que mis intestinos decidan huir por el hueco del ombligo y dejar mi cuerpo mutilado y violado tirado en una cuneta de un pueblo perdido donde nunca nadie me encontrará.
La portada del libro de Stephen King que Eri estaba leyendo acojonaba, y ahora casi soñaba con ella.
¿Mi amiga estaba tan mal de la cabeza como para ser capaz de leer su contenido y descojonarse con las faltas de ortografía, negar con la cabeza en las escenas donde la gente era mutilada y masacrada, donde se daban todos los detalles, y decir simplemente que Stephen King era el amo y que nadie escribía como él?
Me vacilas.
-No lo sé-me encogí de hombros, pinché con rabia un trocito de lechuga y mi madre se me quedó mirando. Como si tuviera un portal interdimensional que hiciera desaparecer la lechuga dentro de mi boca. Tragué procurando exagerar el movimiento y la miré  con los ojos entrecerrados.
-Te quiero en casa a las 9.
-Mamá...
-He dicho que a las 9.
-Pero...
-¡A LAS NUEVE, NOEMÍ!
Asentí.
-Está bien.
Terminamos de comer en silencio; ninguna de las dos intentó darle a la otra un mínimo de conversación civilizada, (¿de qué mierda íbamos a hablar? ¿Del tiempo?), así que cuando me terminé el yogur y ella hizo un gesto con la mano para que la dejara pelar la manzana a solas, glorifiqué a los dioses del Olimpo, Alá, Eleanor e incluso Danielle y Caroline por dejarme sobrevivir a ese momento concreto. Tiré el vaso del yogur a la basura, fregué mis platos, los coloqué rápidamente para que secaran (muchos chirriaron cuando casi los dejé caer unos sobre otros, consiguiendo que mi madre me asesinara con la mirada un par de veces) y corrí a mi habitación como si fuera el mismísimo Usain Bolt.
Harry tenía las piernas flexionadas y observaba un vídeo que Niall le había enviado. Sonreía.
Trataba de un cerdito enano que luchaba desesperadamente por bajar las escaleras de su casa sin perder la vida en el intento. Me acerqué a él, me incliné y le besé el cuello. Se estremeció.
-¿Ya?
-Mátame.
Sonrío.
-¿Por qué?
-No preguntes.
-Vale.
Se levantó, se desperezó, tiró de mí para besarme.
Me senté a horcajadas encima de él y dejé que nuestras bocas se fundieran, disfrutando de los típicos torrentes de lava que bajaban por mi esófago hasta el centro de mi ser, donde me calentaban, me desquiciaban, me recordaban lo mucho que lo necesitaba en mí.
Me acosté con Liam, aun teniendo la regla. Las palabras de la mayor de las tres corretearon por mi cabeza, y sonreí en su boca.
Dios, Harry, no sabes cómo me apetece hacerlo. Ese será mi regalo, sí.
Vamos a hacerlo, que mi madre abra la puerta, que nos pille, que me eche de casa, y me voy a vivir a Londres. No te molestaré. Será como si yo no estuviera. Salvo por el sexo, Dios, el sexo, sí. Todos los días, cuando tú quieras, dónde y como tu quieras. Será genial. Lo juro. 
Simplemente hazme tuya ahora.
Sus manos parecieron oír mis súplicas, porque se metieron debajo de mi camiseta y recorrieron mi cuerpo. Una de ellas incluso se atrevió a bucear más allá de mi sostén, yo suspiré y me pegué más contra él.
-A...así-susurré. Sonrió.
-Tenemos que irnos.
¡NO!
¡NO!
...
...
Protestó Jimmy.
-¿A... dónde?-gemí cuando su mano se retiró de mi pezón no sin antes pellizcarlo suavemente. Cerré los ojos y le mordí el labio inferior. Se echó a reír.
-Es una sorpresa.
Me aparté de él y me lo quedé mirando, dejé que aquellos ojos azules como el mar se fundieran con los míos, me obligaran a recordarme que debía respirar.
Me mordí el labio inferior y él tiró de mí para volver a besarme.
-Dímelo.
-No.
No insistí, si algo sabía de Harry, era que podía llegar a ser terco como una mula. Cuando se le metía algo entre  ceja y ceja, no había forma de hacer que cambiara de opinión.
Supuse que en el fondo, todos eran así.
Dejé que me llevara por las calles de mi ciudad como si yo fuera la turista y él, el que había pasado toda su vida allí. No pude evitar reprimir una sonrisa y sacudir la cabeza, como si esperara aquello, cuando llegamos al hotel de lujo situado enfrente del ayuntamiento, y se me quedó mirando.
-¿Me has comprado el hotel?-espeté, echándome a reír. Negó con la cabeza.
-No seas tonta.
-No soy tonta. Soy materialista-le recordé, aludiendo a una de las veces en que me había plantado delante de una joyería (como había hecho Eri en la que había visto la pulsera, por otra parte), y le había mirado con cara de cachorrito abandonado. Se acercó a mirar el anillo (tal vez que se negara a comprármelo fue la causa de que se parecía terrible y maravillosamente a un anillo de compromiso). Hice pucheros delante del escaparate, volvió a negar con la cabeza y murmuró.
-Dios, Noe, no seas tan materialista.
-Vaya, mira quién fue a hablar. Mister Jaguar.
Sonrío, se encogió de hombros y espetó que era un caprichito, y preguntó si creía que no lo merecía. Yo simplemente alcé las manos al aire, reconociendo que la maniobra del anillo no había sido demasiado sutil, y tampoco acertada, y me limité a asentir con la cabeza.
-Lo que tú digas.
La recepcionista del hotel nos miró un segundo con desconfianza; disimuladamente, consultó una lista que tenía oculta tras el mostrador, y debió de encontrar la foto de Harry, porque volvió a mirarnos, esta vez con calidez en la mirada.
Sí señor, así va el país. No podemos entrar ni en los hoteles, ¿eh?
Me condujo hasta el ascensor, pulsó el botón de la última planta y me hizo cosquillas y me besó y me atrajo hacía así y volvió a besarme mientras el ascensor subía.
Aparecimos en un pasillo con una única puerta, a unos siete metros de la del ascensor. Me lo quedé mirando.
-¿Una suite?
-¿Qué? Somos cinco. Y vamos a hacer fiesta. Venga, Noe.
Me encogí de hombros.
-No, si en el fondo mola.
Me acerqué lentamente hasta una de las paredes,  paseé el dedo pro uno de los jarrones de cerámica blanquísima con flores azules que decoraban la estancia, y, sin mirarlo, le provoqué:
-Es que no me esperaba que fueras tan...-me giré hacia él, que había alzado una ceja y se había metido las manos en los bolsillos-... materialista.
Sonreí. Sonrió. Negó con la cabeza, se acercó a mí, me cogió de la mano (¡OH, SÍ, JESUCRISTO SUPERESTAR!) y me arrastró hacia la puerta.
La abrió lentamente, pero todos los demás ya estaban allí.
Alba y Eri, sentadas una frente a la otra, haciendo los deberes (esos que yo nunca llegaría a hacer ya que, al fin y la cabo, era mi cumpleaños); Louis, sentado al lado de su novia, hojeando nuestros libros de inglés (que daban vergüenza ajena tan solo con mirarlos, parecían más los libros de unos críos de sexto de primaria que de alumnas de bachiller); Niall y Liam viendo la tele, tumbados en los sofás dispuestos alrededor de esta, y Zayn, escuchando canciones en su ordenador. Todos se giraron a la vez y me sonrieron.
-¡Felicidades, Noe!-me felicitaron los tres ingleses que faltaban. Sonreí.
-Gracias, chicos.
Me acerqué a ellos y les di sendos besos en las mejillas. Louis se me quedó mirando un rato.
-¿Qué tal los 16, mujer?
Eri miró de reojo, adoró en silencio la tierna sonrisa que me dedicó. Supuse que era la misma sonrisa que se le dibujaba en la cara cuando estaba con sus hermanas (las crías y Louis eran legendarias en casa), la misma de la que Eri se había enamorado meses atrás.
Aunque el Check my flow que siguió irremediablemente al The next question is from Chloe cimentó gran parte de la relación que ahora se respiraba en aquella sala.
-Bien.
-Ya puedes conducir en California-celebró Eri, sonriendo. Louis se la quedó mirando de soslayo. Ella frunció el ceño, alzó una ceja y entrecerró los ojos.
Se estudiaron así largo rato, y Alba murmuró:
-Buf. Prepárate. Agarráos, que vienen curvas.
-Tú y tus americanos-espetó Louis por fin, sin ocultar su sonrisa.
Eri se encogió de hombros.
-Inventaron a los Simpson.
Louis puso los ojos como platos, se estiró, cogió la cerveza que tenía en un extremo de la mesa, la alzó y bramó:
-¡QUE DIOS BENDIGA A AMÉRICA!
Todos nos echamos a reír. Eri le golpeó sin ganas los bíceps (mmm, los bíceps de Louis, y risas y más risas de las tres, aquella noche en la que ganaron a Justin en las categorías en que competían), le susurró que estaba muy mal de la cabeza, y él le acercó la botella a la cara hasta hacerla chocar contra la punta de la nariz de ella.
Aquello fue el principio de una tarde genial.
Hicimos fiesta, ¡FIESTA A LO GRANDE! había chillado Zayn cuando les pregunté qué íbamos a hacer, y todos asintieron como si no hubiera mañana. Bailamos, brincamos, hicimos el tonto, hicimos todo lo que nos apeteció por la gigantesca suite, al fin y al cabo, aquella planta del hotel era solo para nosotros.
Nunca en mi vida me lo pasé mejor, y nunca en mi vida Harry me podría haber dado un regalo mejor del que me dio.

Harry.

Las horas y horas de debate que había tenido con los chicos (y con dos de las chicas) habían merecido la pena. Me pasé toda la tarde recordando las charlas que habíamos tenido, sus sugerencias... todo.
Pero también disfruté de la fiesta de Noe, claro. ¡Venga! ¿A quién no le gusta estar de fiesta?
Ahí es donde Eri se giraría en redondo, me fulminaría con la mirada y espetaría: muy pocas fiestas merecen la pena.
Y tocaría asentir con la cabeza.
Cuando los chicos se fueron y nos dejaron solos a ella y a mí, diciendo que iban a por los regalos de ella (a Dios sabía dónde, porque estaban metidos en la habitación de Niall, en el fondo del armario), mi cabeza corrió como loca a aquella mañana en Londres, sin nada en particular que hacer salvo tumbarse a la bartola, a ver la tele, mirar al techo o simplemente hacer bromas con los chicos.
Eri había arrastrado el sillón de al lado de la ventana lo suficientemente cerca de esta como para poder apoyar los pies en el alféizar. Se había hecho una coleta, se había apartado el flequillo de la cara y se había sonrojado cuando le dijimos que estaba muy guapa así.
Ninguno entendía (y menos Louis) que se empeñara en esconderse detrás de esa mata de pelo, aun siendo su pelo bonito y suave.
Cuando le preguntabas, ella se encogía de hombros, te miraba a los ojos y murmuraba:
-Es que tengo mucha gente.
Hasta que un día que la oyó (porque a Louis no le había dicho otra cosa que su flequillo existía porque a ella le apetecía), Louis espetó:
-La maldición del inteligente.
Eri se giró en redondo a mirarle, su pelo voló unos segundos por el aire, sus rizos se estiraron una fracción de segundo en toda su extensión, y ella preguntó:
-¿Qué pasa?
-La maldición del inteligente, chiquilla. Que tenéis mucha frente.
Eri empezó a reírse como loca.
-Aquí puede aterrizar un avión-bromeó. Louis le sonrió.
-Sí, un Airbus, el más grande que hay.
Aquel día pensamos que tendríamos que llevar a Niall al hospital o pegarle una paliza, porque le pobre se cayó del sofá y comenzó a sacudir las piernas poseído por el demonio, entre carcajadas que llenaron toda la calle.
Seguramente se oirían desde el palacio de la reina.
Louis se había tumbado en el sofá, con la cabeza lo más cerca posible de su chica, y miraba las audiciones de Factor X con sincera curiosidad. Todos recordábamos el momento de Australia, donde unos chicos salieron a cantar, Louis nos miró y susurró, encantado:
-Son como nosotros.
Ninguno había cobrado conciencia de lo grande que era One Direction hasta que Louis abrió la boca; ni siquiera él mismo.
Ni siquiera cuando actuamos en los Juegos. No.
Sino cuando vimos que había un grupo de chicos que nos imitaban para perseguir un sueño.
Alba nos había dicho que cuando Eri se enteró de aquello, asintió lentamente con la cabeza, poniendo su típica cara de sabia (la boca seria y los ojos cerrados, como meditando) y había susurrado:
-One Direction es el sueño.
Y a Alba le había sonado como si aquel el pudiera escribirse con letras fosforescentes, aquel el podía subrayarse, escribirse en cursiva.
Aquel el debía ir con mayúsculas.
Liam estaba tumbado encima de Louis, con la cabeza en su pecho, Niall, del mismo modo sobre Liam. Zayn lo había intentado, pero Louis se había negado en redondo.
-¿Qué coño queréis? ¿Espachurrarme contra el sofá y repartiros mis minutos de gloria?
Todos nos habíamos reído y Zayn había terminado tirándose encima de mí. Eri se había girado en un momento para decirnos algo, pero al ver el cuadro que formábamos, se nos quedó mirando con ojos como platos, había girado en redondo y había negado con la cabeza, susurrando una única palabra.
Ingleses.
Estábamos viendo la audición de una chica (que, para  ser sinceros, no estaba nada mal), cuando me di cuenta de que no faltaba casi nada para el cumpleaños de mi novia; apenas unos días.
-¿Qué le regalo a Noe?-pregunté, a mí mismo y a los demás. Todos me miraron, todos se encogieron de hombros y todos volvieron a centrar la atención, o bien en el libro, en el caso de la española, o bien en la tele, en el caso de los demás chicos-. Va en serio. ¿Tíos?
Nadie contestó.
-¿Tíos?
Nada.
-¡Tíos!
Liam chistó, se intentó incorporar un poco, haciendo a Niall protestar y Louis quejarse porque le acababa de clavar el codo en las costillas.
Niall terminó deslizándose hasta quedar sentado a los pies del mayor de todos, mirándome. Liam se sentó sobre el vientre de Lou, que tosió, lo empujó, hizo que cayera al suelo y se levantó.
-¿Un anillo? Con una que yo me sé funcionó de maravilla.
Niall negó con la cabeza.
-No, le voy a coger uno de Justin. Un anillo no. Me pido el anillo.
Suspiré.
-No sé si quiero regalarle un anillo a Noe todavía, ¿sabes?
Liam frunció el ceño.
-¿Por qué?
Iba a contestar cuando recordé la presencia de Eri. Levanté la vista y observé cómo sus ojos bailaban por las líneas de las páginas a una velocidad de vértigo. Todos se giraron y la miraron. Ella debió de sentir que la mirábamos, porque levantó la vista y nos devolvió la mirada.
-¿Me habláis a mí?
Zayn negó con la cabeza.
-Reunión de banda-anunció Liam. Louis asintió, se levantó del sofá y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse. Todos nos sentamos en la mesa de la sala de estar, que estaba un poco más apartada de los sofás y la tele (y, por consiguiente, de nuestra James Bond en potencia), intercambiamos sendas miradas cavilantes durante unos segundos y, por fin, Zayn rompió el silencio.
-¿Un colgante?
-Ya tiene uno.
-¿Una película?-sugirió Liam. Luego negó rápidamente con la cabeza-. No, no. Voy a comprarle Siempre a mi lado. Le gusta Zac Efron, ¿no?
Louis asintió.
-A todas les gusta Zac Efron.
-Menos a Eri.
-A Eri también.
-¿De veras?
-Sí. Eri es rara, pero no tanto-sonrió, se inclinó hacia delante y se quedó mirando a su novia un rato más. Ella continuaba sentada tranquilamente, estudiando su libro. Decía que nunca en su vida le había llevado tanto tiempo la lectura de un volumen, pero ese volumen era el doble de lo más largo que yo había leído en mi vida.
Casi podía ver cómo su corazón luchaba contra el monstruo de la novela más larga de Stephen King para conseguir ganar la batalla y terminárselo cuanto antes, administrándose un tiempo preciosísimo que en Bachiller ella ya no tenía.
Bueno, apenas tenía. La muy cabrona sabía organizarse.
-Si fuera un poco como ella, le regalaba un libro y ya está.
-La nueva biografía de Justin Bieber-sugirió Niall, sonriendo. Ya nos tenía avisados de que el día que salía la novela (lo había dicho cuatro o cinco veces, pero yo ya no me acordaba de la fecha) no debíamos contar con él para nada; tenía planeado irse por la mañana a hacer cola en una librería para conseguir esa autobiografía.
Una gilipollez absoluta, visto desde mi punto de vista, porque Justin le mandaría una, estaba seguro de aquello.
-O la nuestra-sugirió Liam, guiñándonos un ojo a todos. Nos echamos a reír.
-¿Colaría?
-Podríamos probar.
-¿No la tiene ya?
-No, esa es Alba-Liam negó con la cabeza, puso los ojos en blanco y volvió a reírse. Noemí nos conocía desde hacía más tiempo, Alba era la que tenía el merchadising que podía conseguir, y Eri era la más cercana a nosotros... claro que eso no se lo diríamos a ninguna de las tres en la vida. Ni aunque nos amenazaran con tirarnos a un tanque lleno de pirañas, cocodrilos y demás bichos que pudieran  comerte.
Pero ellas tampoco eran tontas, y veían todas las molestias que nos tomábamos con relación a Eri. Ninguna de las tres tenía llaves de casa, al menos, oficialmente, porque Eri sí que tenía una copia.
Simplemente se la veía más... seria. Más al estilo de Liam.
Todo el mundo decía que tenía algo de nosotros, que era como meternos a todos en una batidora y esperar a ver qué salía, estudiar el resultado de la fusión de One Direction en versión chica.
Tenía mis rizos. Tenía la risa de Niall. Tenía la seriedad de Liam. Tenía la vanidad de Zayn (vanidad buena en ambos casos).
Y, el resto, era Louis. Todo lo que quedaba de ella, la forma de ser, de pensar, incluso de hablar y de moverse, era Louis. Se veía a la legua. Cada vez que uno de los dos abría la boca dabas por sentado que dirían algo que recordaría irremediablemente al otro.
Miré a la chica, sentada con su libro, ajena a nuestra conversación, esa conversación que demostraba que no estábamos siendo justos ni con ella ni con sus  amigas, pues estábamos hablando en nuestro idioma particular. Metíamos palabras clave que descolocarían a cualquier persona, se quedarían en plan ¿qué coño hacen metiendo mazapán en esa frase? ¿Están mal de la cabeza?
Louis también se giró para mirarla, estudió sus parpadeos lentos pero regulares mientras ella correteaba por Estados Unidos (siempre Estados Unidos), concretamente Derry, Maine. Estudió la forma en que su pecho se alzaba y bajaba con su lenta respiración, estiró cómo movía los dedos solo lo justo y necesario para pasar la página... y estudió cómo había madurado en ese proceso.
Era mayor que él. Bastantes años mayor que él.
Podías ver en su pose seria, en esa tranquilidad, la cría se largaba cuando abría un libro, y que en su lugar la que leía era una mujer. ¿Qué tendría? ¿25, 30 años? Una mujer joven, pero ya la podías considerar una mujer.
Esa mujer que se escondía detrás de ella, esa mujer que le daba a la cría la fuerza, la valentía... era a la mujer, y no a la niña, a la que le habíamos dado las llaves, era la mujer la que recibiría un contrato de nuestra parte porque era una diosa y Simon lo sabía, Simon era justo y Simon hacía siempre lo que tenía que hacer.
Miré a Louis.
Tienes que estar contento, tío. Tienes que estarlo, yo también lo estaría. No he visto a nadie cambiar tanto. No es vieja, es mayor. Sigue siendo joven, pero ha crecido. Se transforma en una persona distinta, y eso hace que tú tengas dos novias y no te sientas mal por ello porque, al fin y al cabo, son la misma. Yo firmaría por ello. 
No le interesa de lo que estamos hablando. Bueno, sí le interesa, pero... ¿debe meterse? Ella cree que no, y no lo hace. Estoy seguro de que nos está escuchando. Ni siquiera sabrá que estamos hablando en nuestro idioma. Podríamos enseñárselo, algún día. Las demás también podrían aprenderlo, ¿verdad, Lou? Podemos hacerlo. Ella ya es parte de nosotros. Puede que no cante, pero es el sexto miembro de One Direction, el miembro fantasma, ¿no?
Pero ahora era momento de pensar en Noe. Y, sin embargo, ninguno podía dejar de mirar a Eri, ver cómo pasaba las páginas, mientras ella nadaba lejos, muy lejos de allí, en un lago llamado literatura... nadie dudaba que fuera feliz en aquella casa, o en cualquier lugar. Tú solo dame un buen libro y yo pongo el resto.
-Pedirle que se quedara sería egoísta, ¿no?-pregunté, y por primera vez no supe si estaba hablando de Noe, de Alba, de Eri, o de las  tres metiéndolas en un saco y singularizando.
Niall me miró.
-¿Podríamos hacerlo?
-Tenemos boca-replicó Louis, sin apartar la vista de su chica-. Podemos pedirles lo que sea. Y sentarnos a ver hasta qué punto son capaces de llegar por nosotros.
-Pídeselo-replicó Zayn-. Cuidaremos de ella.
Louis negó con la cabeza.
-No está lista.
-Cómo lo sabes.
Se encogió de hombros.
-¿Louis? ¿Qué es eso? ¿Un secreto?-Liam alzó una ceja en dirección al mayor, que suspiró.
-No es un secreto mío. Es suyo.
Fruncí el ceño.
-No tiene sec...
-En casa le pegan-espetó Louis, mirándome por primera vez. Todos nos quedamos de piedra, mirándole. Sonrió, triste, y asintió-. Tiene que pararlo ella, no yo.
-Eso no sería pararlo-replicó Niall, jugueteando con una manzana que había sacado de sabía Dios dónde.
-No-convino él-, no sería pararlo. Sería huir. Y sabéis que no huye.
-Solo lo hizo una vez.
-Y todavía lo está pagando-replicó Zayn, asintiendo con la cabeza, quitándole a Niall la manzana y dándole un mordisco. Casi pude sentir cómo Niall le pegaba un tiro por robarle comida, pero rápidamente esa expresión desapareció de su rostro.
Liam negó con la cabeza.
-¿Por qué no nos lo dice?
-Porque piensa que es normal-explicó Louis. Frunció el  ceño-. No, no lo piensa. Pero piensa que se lo merece. Cree que tiene que cambiar, y si cambia dejará de pasarle eso.
-Y si cambia...
-Dejará de ser especial.
-Lo único malo que tiene es que dice tacos-murmuró Niall, encogiéndose de hombros.
-Y chilla mucho-murmuré yo, encogiéndome de hombros.
-Y que a veces es demasiado... hogareña. O como se diga-susurró Louis. La miró y sonrió-. Pero eso es lo que me gusta de ella. Que tenga que pelearme con ella para sacarla de casa.
-No lo haces.
-A veces tengo que reñirle, ya sabéis.
Asentimos.
-Tiene buenas ideas-murmuró Zayn.
-Se le da bien pensar-asintió Liam.
-¿Y si le preguntas?-sugirió Louis, haciendo un gesto en su dirección.
-¿Funcionará?
-No le dirá nada, y no te va a comer.
Niall luchó por contener una risita. Louis se lo quedó mirando.
-Oh, venga, Nialler. Sabes que lo he dicho a posta.
Y Niall explotó en sonoras carcajadas mientras Louis le sonreía, satisfecho por haber rebajado la tensión del ambiente.
Una vez el irlandés se calmó, llamé a nuestra amiga.
Tuve que repetir su nombre un par de veces antes de que ella levantara la cabeza, aturdida.
-¿Qué? ¿Qué?
-¿Puedes venir?
-¿Es urgente?
-Define urgente-replicó Zayn, pasándose una mano por el pelo. Ella sonrió.
-Dejadme acabar la página.
Volvió a concentrarse en su lectura, aunque esta vez de forma superficial; en vez de echarse encima años, mantuvo los suyos, y si alguien hacía algún ruido o murmuraba algo, ella suspiraba, frustrada, sus ojos se detenían y buscaba el punto donde se había perdido para retomar su lectura. Asintió, colocó el marcapáginas y cerró el libro rápidamente y se unió a nosotros.
-¿Qué le regalo a Noe para el cumple?-pregunté cuando se sentó a mi lado. Ella se miró el anillo.
-Ya habéis hablado de joyas, ¿eh?
Asentimos.
-Y de libros y películas.
Volvimos a asentir.
Estiró sus brazos delante de sí, unió las manos y se deslizó suavemente hasta dejar su pecho descansar sobre la mesa. Todos observamos la escena, curiosos, y ella bostezó.
-Creo que tengo algo-susurró, apoyando la cabeza en la mano, el codo vertical-. No os riáis, ¿eh?
-Cuando nos dices que no nos riamos es cuando sueltas la gilipollez de tu vida, nena-replicó Louis, acariciándole el brazo. Ella simplemente movió los ojos y lo miró.
-No lo hagáis.
Louis levantó la cabeza.
-¿Chicos?
Todos negamos, prometiendo no reírnos, ella tomó aire y susurró:
-Hazle el amor. Acuéstate con ella como si fuera la primera vez.
Fruncí el ceño.
-¿Eso funciona?
Sonrió, con una sonrisa que pocas veces le había visto, la típica sonrisa de chica que es capaz de hacer que te pares en medio de la calle y te des la vuelta para contemplarla mientras pasa, la clase de sonrisa que brilla en una discoteca mucho más que todas las luces, la sonrisa de la empollona del instituto el día que se quita los brackets, se pone lentillas, se recoge el pelo alborotado y se maquilla y ves detrás a la más guapa que hayas visto nunca; la sonrisa que, en nuestro primer single, se dirige al suelo, porque ella no está usando esa sonrisa a posta.
La está usando porque está feliz.
-A Louis le funcionó.

Noemí.

No iban a por mis regalos, y yo lo sabía; no era tonta, al fin y al cabo. Simplemente se iban para darnos a Harry y a mí un poco de intimidad. Así que cuando las chicas me guiñaron un ojo mientras cerraban la puerta y nos dejaban a mi novio y a mí solos, supe que aquella noche iba a ser especial.
Harry ni siquiera me dejó darme la vuelta, me abrazó la cintura y me besó el cuello. Sonreí, aguantándome las cosquillas, y me giré lo justo para encontrarme con su boca.
-¿Cama?
-¿Acaso lo dudas?-replicó él, volviendo a ensanchar su boca en una sonrisa Colgate. 
Fuimos entre besos, abrazos y risas hasta su habitación; ni siquiera cerramos la puerta, algo que me habría puesto histérica si estuviéramos en Londres debido al constante ajetreo de gente que había por casa, pero allí, no. Allí, estaba segura de que los chicos no volverían hasta que Harry les mandara un mensaje o algo diciendo que podían hacerlo, seguramente se irían a casa de mis amigas en caso de que el mensaje tardara demasiado en llegar.
Deseé que así fuera.
Se sentó en la cama y esperó a que yo me sentara a su lado. En vez de abalanzarse sobre mí, como era costumbre, optó por ser más tierno y menos explosivo, algo que me encantó.
-¿Qué tal te lo has pasado, pequeña?
Le sonreí.
-Bien. No me esperaba que fuerais a venir.
Sonrió.
-Ya. Fue idea mía, ¿sabes?
Le di un codazo.
-Seguro.
-¡Oye!-fingió molestarse-. Yo también soy romántico, por si no lo sabías.
Me eché a reír, le acaricié la mejilla y susurré contra sus labios.
-Seguro.
Dejé que me tumbara en la cama; nos fuimos quitando la ropa poco a poco, como si no nos conociéramos bien. Vaciló un segundo en mi sostén, y yo lo adoré por eso.
Se me quedó mirando, desnuda bajo él. Me sentí tímida, pequeña... pero a la vez guapa, guapa como no lo había estado nunca. No necesité que me lo dijera para darme cuenta de aquello.
-Vamos a hacer el amor, Noe.
Sus colgantes, los amuletos que siempre iban de su cuello, me acariciaban suavemente el pecho, balanceándose  con cada uno de sus movimientos. Asentí con la cabeza sin dejar de mirarle, de sonreírle. Sentía que podía agarrar el amor que desprendíamos con los dedos, cogerlo y darle forma; la forma que yo quisiera, porque ese era mi día.
Entró en mí lentamente, tan lentamente que pensé que moriría de amor. Era como si temiera romperme, como si fuera de cristal; como si él me considerara lo más valioso que tenía en el mundo y no quisiera estropearme, bajo ningún concepto.
Si me hubiera dicho que había practicado con Eri después de mucho insistir los chicos (y de convencerla a ella) (pero eso sí, sin hacerlo realmente, simplemente vestidos en la cama, riéndose y haciendo bromas), no me habría enfadado. No en ese momento. En ese momento solo podía pensar en que la fama que le precedía no era justa, que Niall no tenía por qué ser el más dulce de todos, cielos, no. Todos eran como un empacho de chocolate, eso podía jurarlo, pero Harry en ese momento era el mejor de todos ellos. Me empujó suavemente, con apenas fuerza, pero sin dejar de sentirme, y sin impedirme a mí sentirlo a él. Me entregué a él despacio, al ritmo que yo quería, mientras pensaba: Estamos haciendo el amor, por fin, estamos haciéndolo...
Lágrimas de felicidad me corrieron por las mejillas, él se detuvo un segundo; temí que fuera a retirarse, pero no lo hizo. Las limpió con el dorso de la mano y me miró.
-¿Estás bien, pequeña?
-Sí... es que...-le acaricié el vientre, subí hasta mis ojos y me enjugué las lágrimas-... soy tan feliz.
Otra vez su sonrisa Colgate.
-Yo también, pequeña.
Lejos, muy lejos, el reloj del ayuntamiento dio la hora, pero yo no lo escuché, estaba demasiado perdida en nosotros, tanto que podrían haberme matado y yo no darme ni cuenta. Solo existíamos él y yo.
Una vez los orgasmos nos llevaron como dulces olas a un barquito de papel, mar adentro, en vez de quedarse dormido, dejó que me echara sobre él, que uniera nuestras manos y nos pusimos a hablar, en parte de todo y en parte de nada, hasta que yo le susurré que tenía envidia de Louis y de Eri. Se incorporó un poco, lo justo para mirarme, y murmuró:
-¿Por qué?
Me encogí de hombros, me giré, me tapé con la sábana para no dejar mi cuerpo al amparo del frío de Octubre, y él sonrió cuando mis senos se apoyaron en su pecho suavemente.
-Porque ellos saben lo que es desde el principio.
Sonrió, me acarició el pelo y me besó la frente.
-Todavía podemos alcanzarlos, pequeña.
Y volvió a colocarse encima de mí.

2 comentarios:

  1. Hola!Me encanta el blog y la historia!Te sigo!Un beso de:
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