domingo, 9 de febrero de 2014

Realeza.

Creía que me iba a costar mucho más abrir las puertas que llevaban a la azotea de lo que me costó realmente. Preparada para enfrentarme a todo tipo de obstáculos (rezaba para que nadie hubiera soldado la puerta a sus marcos, pero en el fondo de mi corazón sabía que un profesional que se preciara haría eso sin dudarlo), me hallé gratamente sorprendida cuando sólo tuve que vérmelas contra un par de candados y una barra atrancando a la puerta, cuidando de que los que estuvieran fuera no pudieran abrirla.
Así que, después de inclinarme y hurgar en los candados, tratando de abrirlos para poder reutilizarlos más tarde, y acabar pegándoles un tiro y abriéndolos por la fuerza, escuché ruidos tras la puerta. Un murmullo generalizado se levantó tras la barrera visual y arquitectónica que me separaba de mi objetivo, y todo el mundo empezó a chillar al cabo de un minuto, cuando empecé a tirar de la barra, más pesada de lo que creía. Me jalearon, me gritaron, se cagaron en toda mi familia cuando vieron que estaba tardando más de lo normal, amenazaron con que al entrar yo en la azotea me lincharían de una manera espantosa por haberlos dejado allí encerrados... lo cual me extrañó, hasta que me di cuenta de que creían que era uno de los polis que se había colado en la Base y había logrado meterlos a todos allí... quién sabía cómo.
La barra en cuestión tintineó en un estruendo cuando terminé mi operación de rescate. Abrí la puerta sin preocuparme de que pudieran tratar de cogerme y hacerme cosas muy, pero que muy malas, y corrí hacia dentro.
Varias manos me cogieron del pelo y de los brazos, asegurándose de que no me movía. Llegaron incluso a encañonarme con mi propia arma.
Pero un nuevo murmullo, esta vez sorprendido y en parte aterrorizado por lo que estaba a punto de pasar, se desató entre los rehenes. Las manos que me sujetaban se negaron a hacerlo más, apartándose de mí como si mi piel desprendiera fuego; y casi la sentía así. El corazón me latía a punto de estallar, notaba sus latidos en mi oído como mil tambores repicando por todos lados, semejantes a como se imaginaban los antiguos el ruido con el que aquel dios cuya existencia había quedado rebatida se presentaría para repartir justicia en un mundo descuidado, abandonado, y corrupto.
-¿Quién es?-preguntó una voz que conocía mejor que ninguna otra. Y, sin pensar en mi actos y en las posibles consecuencias que hubieran podido traer, me zafé de los pocos que aún me sujetaban, demasiado sorprendidos de verme allí como para reaccionar de alguna otra manera, y me reuní con él.
-¡Taylor!-grité a modo de reconocimiento, abriéndome paso entre la gente que se inclinaba con curiosidad hacia la puerta por la que había entrado, temiendo que un monstruo se asomara por ella y nos devorara a todos.
Él abrió los brazos la milésima de segundo anterior a que mi cuerpo chocara contra el suyo. Me escabullí en su pecho y pegué la mejilla a él, dejando que toda la tensión que se había apoderado de mí se canalizara desde mi mejilla hasta su cuerpo.
Sé que suena muy egoísta, pero era lo que necesitaba en ese momento. Llevaba siendo fuerte por encima de mis posibilidades durante demasiado tiempo, el suficiente como para encontrarme mentalmente exhausta.
-Creí que te había perdido-susurré contra su pecho mientras los vigilantes se iban marchando de su prisión sin barrotes.
-Te hará falta algo más que un grupo de agentes especiales para librarte de mí, pelirroja-respondió él, sonriendo y acariciándome la cabeza. Se separó de mí, contempló la sangre que me cubría el cuerpo, los pequeños cortes de algunos cristales que habían conseguido alcanzarme cuando las balas de la policía fallaron... y resolvió que no había peligro de que me pasara nada. Estaba bien.
Me puse de puntillas y lo besé en los labios con ternura, aprovechando ese momento de alivio antes de volver a la Tierra y que mi cabeza volviera a funcionar a toda máquina, impidiéndome pensar con el escándalo que se formaba cuando cada neurona daba el 150% de sí misma.
Los momentos siguientes fueron una verdadera locura, más parecidos a una fiesta en la que entran los invitados más importantes que al reconocimiento que se suponía que teníamos que llevar a cabo. En lugar de contar a los vigilantes y los que faltaban y asegurarnos de que estábamos todos en casa, en lugar de inspeccionar los daños y darnos perfecta cuenta de lo que ocurría, nos dedicamos a abrazar a gente a la que no habíamos hablado nunca, pero que podía habernos susurrado al oído mientras corríamos para salvar la vida, o algo más importante: la misión en que estábamos trabajando. En lugar de informar de la situación a los que se suponía que eran nuestros superiores en un sistema sin ninguna jerarquía en absoluto, nos preocupábamos más por el estado de salud mental de los demás y por bromear para quitarle hierro al asunto.
No nos dábamos cuenta de que necesitábamos todo lo que pudiéramos dar en esa situación. Estábamos en guerra, ¿por qué hacíamos eso? ¿De verdad éramos tan imbéciles como parecíamos en aquel momento? ¿En serio no nos dábamos cuenta de lo gravísimo de la situación?
Yo me la daba, una vocecilla en mi cabeza no paraba de repetirme qué era lo que ocurría, por qué esto, por qué lo otro, el poco sentido que tenía que hubieran estado en la azotea tanto tiempo, el recordatorio de que mi intuición me estaba diciendo algo y yo no le estaba haciendo el menor caso, por miedo a lo que aquello podía significar... y me esforcé en no hacerle caso.
-Kat, Kat, ¿les has liberado tú?-inquirió una Faith histérica, que no cabía en sí del gozo producido por aquella derrota maquillada de victoria.
Taylor, que no me había soltado ni para abrazar a sus compañeros de equipo de misiones, asintió con la cabeza cuando yo me encogí de hombros.
-Tenía que ser ella, ¿no? ¿Quién si no?-replicó, sonriendo y mirándome. Me limité a poner los ojos en blanco.
-¿Has visto a Puck?
El rostro de Faith se ensombreció un momento. A nadie le gustaba no ser de utilidad, y ella sabía que no lo era en ese instante.
-No-confesó, bajando los hombros y agachando la cabeza, casi humillándose ante mí, como si fuera un miembro de la realeza. Luego, a su rostro volvió todo color y alegría, como si hubiera recordado de repente que estaba en mitad de una celebración, y le importara bien poco lo injustificada que esta fuera-. ¡Sabía que habían cometido un error juzgándote! ¡Siempre has sido la mejor de nuestra sección!
Me separé de Taylor y le puse las manos en los hombros. Le hablé en voz baja, haciendo que me contemplara con atención, que me escuchara, que fuera consciente de lo mucho que me preocupaba aquella situación.
-Faith-susurré, Taylor dio un paso hacia nosotras. Yo miré hacia atrás, negué con la cabeza, deseando que se quedara donde estaba, y conseguí que me leyera la mente-. Tienes que centrarte. Esto no es una fiesta. Han entrado en nuestra Base. Han secuestrado a gran parte de los nuestros...
-¡Y están bien! ¿Quieres buenas noticias para calmarte? De acuerdo, ahí van-replicó sonriente-: ¡no volverán a atacarnos! O, al menos, no esta noche. Relájate.
-Esta mañana he cruzado los suburbios cuando éstos estaban en silencio y he tenido que saltar una valla electrificada que nunca se electrifica, Faith. He visto cómo ponían una bomba en nuestra casa. He salido a buscar a gente que normalmente me dirigía a mí, y no al revés. He matado a varios hombres. Y he descubierto que los que nos faltaban estaban encerrados en la azotea, para que cuando tuvieran demasiada hambre decidieran lanzarse al vacío y conseguir una muerte más rápida y un poco más digna. Así que, ¿cómo no voy a estar preocupada?
Todo brillo de alegría en los ojos de mi compañera y amiga había desaparecido.
-¿De verdad los tenían ahí arriba para que se suicidaran cuando no lo soportaran más?
-O para mandar a los pájaros a por ellos. Así que tenemos que estar preparadas para todo. Y está claro que nadie aquí lo está-alegué, señalando a un grupo de runners que no paraba de gritar y reír con unas cervezas en la mano. Ni siquiera me pregunté de dónde las habían sacado, pues el comercio ilegal entre nosotros era algo innegable.
Bajó la cabeza y frunció el ceño. Su labio inferior se asomó, valiente, sobre el superior.
-Y... ¿por qué...?
-¿Por qué nos han atacado?-me encogí de hombros-. Para coger algo que nosotros les robamos primero.
Abrió los ojos como platos, y yo asentí con la cabeza.
-¿Los que cogiste de la Central?
-Seguramente, y con todos estos-hice un gesto con la cabeza al grupo de borrachos en cuestión, a una pareja enrollándose contra la pared, uniendo sus lenguas más por fuera de sus boca que por dentro- no voy a poder encontrar a Puck y asegurarme de que no han encontrado nada de provecho.
Ella asintió con la cabeza.
-¿Qué puedo hacer por ti?
Medité mi respuesta un segundo. Notaba la impaciencia bullendo en el cuerpo de mi novio, que, sin embargo, no se movió un milímetro. Estaba esperando órdenes, como si yo fuera su jefa y pudiera decirle qué hacer y qué no.
Me pegué más a mi confidente e, inclinándome a su oído, musité:
-Cuando estaba fuera, me encontré con dos runners. Se las han llevado para interrogarlas. Quiero que entres en la sala donde las tengan y te enteres de lo que pasa. ¿Podrás?
Faith asintió con la cabeza, contempló a Taylor un momento y terminó por irse sin tan siquiera decir adiós.
Taylor alzó las cejas, sorprendido por aquella falta de consideración con él.
-¿Le he hecho algo?
-No; le he hecho ver lo poco tensa que estaba con todo esto, y lo que merece que se preocupe.
-Eres persuasiva.
-Es una de mis muchas cualidades.
-¿Seguro que son muchas?-replicó él, pero yo no le escuché, estaba demasiado ocupada decidiendo que era una mentirosa y que debía arreglar todo aquel lío en cuanto pudiera antes de que fuera demasiado tarde y se liara todo mucho más.
Le cogí de la mano y tiré de su brazo con la mano libre para asegurarme de que me seguía. Luego, bajamos por las escaleras, que seguían atestadas de gente, y desde las cuales se veía a muchos amigos reencontrándose y abrazándose, parejas llorando porque no se habían alejado el uno del otro lo suficiente como para que la muerte hiciera mella en su relación... y no pude por más que sentirme identificada, a pesar de lo que había hecho con el “nosotros” en el que nos resumíamos Taylor y yo.
-Cyntia-dijo él por fin, tirando de mí y apartándome un mechón de pelo de la cara-. No corras tanto. Puck no se habrá ido a ningún sitio.
-Necesito encontrarle-musité.
-Y yo necesito decirte algo-contestó él, un poco molesto. Puse los ojos en blanco y me di la vuelta, preparada para que me preguntara por qué me había comportado de forma tan rara durante aquella temporada comprendida entre el fallo de aquella misión mía a manos del ángel (me negaba en redondo a pronunciar su nombre en mi cabeza, de hecho no pensaba en él ni tan siquiera como algo con nombre). Tomé aire, bajando los hombros y mostrándome lo más receptiva posible.
-¿Sí?
-Me alegro de que tú fueras la primera cara que vi cuando pensé que a partir de entonces nada iba a salir bien.
Me quedé de piedra, sin saber qué decir, mientras en sus ojos se dibujaba el beso que terminó regalándome. Mi boca no se movió, mis labios no se mostraron receptivos, pero a él no le importó.
Era demasiado bueno para mí.
Y todo por culpa del ángel.
-Yo... m... me alegro de... que estés... ya sabes. Bien-me encogí de hombros, abrazándome a mí misma, sintiendo un frío repentino helarme los pulmones y paralizando mi corazón.
Él pensó que quería que me abrazara, lo que complicó todo mucho más, ya que accedió a mi deseo imaginario y me cubrió de nuevo con su cuerpo. Me besó la cabeza, cosa que antes me encantaba y, de repente, no sabía por qué, apenas lograba soportar. Me separé de él sin saber qué hacer, me aclaré la garganta, apartándome de paso el pelo de la cara y señalé al pasillo que tenía a mi espalda con el pulgar.
-Creo que... deberíamos... buscar a Puck.
-Me parece bien-convino, separándose de mí para darme un poco de espacio. Me conocía demasiado bien como para saber que no soportaba que me agarraran cuando estaba en una de mis misiones; y aquello era una misión en toda regla para mí.
Peinamos todas las zonas temiendo que Puck no apareciera nunca, pero terminó haciéndolo donde yo no lo esperaba, y donde todo el mundo miraría primero: su despacho.
Ni siquiera había llamado a la puerta antes de dar la patada y entrar como quien va por terreno conquistado.
-¿Sí?-se limitó a preguntar Puck, con el tono servicial propio de un cactus.
Mi suspiro de alivio le irritó.
-¿Qué quieres, Kat?
Decidí dejarme de cosas educadas y me acerqué a su escritorio. O, más bien, al montón de hojas con el que había empapelado su escritorio.
-¿Sabes si falta algo?
Puck negó con la cabeza mientras se mordisqueaba el pulgar.
-Aún no, pero... no pueden haber entrado para nada.
-Te sorprendería lo imbécil que puede llegar a ser la poli-contestó Taylor, apoyado contra el marco de la puerta y con los brazos cruzados. Estaba listo para la acción.
-Yo mismo me encargué de poner a salvo todo lo posible cuando se cortó la luz, antes de que nos llevaran arriba.
-¿Quién os llevó arriba? ¿Lo sabes?-espetó Taylor con una brusquedad que me sorprendió.
-¿Tú no?-repliqué, volviéndome. Negó con la cabeza.
-Perdí el conocimiento. Creo que me golpearon. Y cuando me desperté... estaba en la azotea.
-Ya estabas allí cuando nos metieron a nosotros también-respondió Puck.
-¿Cómo pueden haberos metido sin que opusierais resistencia?
-Kat, por favor. No me digas que no crees que el Gobierno no haya desarrollado aún alguna tecnología con la que controlar a la gente.
La idea de que pudieran haber entrado en su cárcel sin oponer resistencia me horrorizó. La única libertad que compartía con el resto de la gente, la libertad que conservaban los ciudadanos de a pie, era la de sus propias acciones. La de elegir. No podían hacer eso.
Claro que tampoco podían controlar lo que sus ciudadanos pensaban, y la cosa es que los habían convencido de que no eran los villanos, sino los héroes, así que, ¿por qué no?
-Tenemos que hacernos con eso.
-Primero tenemos que hacernos con el inventario-murmuró Puck, pasándose una mano por la cabeza y bufando-. Algo tiene que faltar.
-¿Y qué si falta?-intervino Taylor-. ¿No lo tienes guardado todo en el ordenador?
Puck asintió con la cabeza.
-Casi todo, sí.
-¿Cómo que casi? ¿Qué quieres decir con “casi”, Puck, joder?-ladré yo. Los ojos de mi vigilante estrella se clavaron en mí.
-Es evidente, muñequita, que no iba a meter los papeles que trajiste de la Central de Pajarracos en mi ordenador. Y mucho menos con las barreras de seguridad como las tenemos.
-Me están empezando a tocar los huevos los de informática, Puck-gruñó Taylor. Pero yo ya estaba apartando todos los papeles y saltando sobre el escritorio de mi vigilante. Lo agarré por el cuello de la camiseta y tiré de él hacia mí.
-¿Qué coño quieres decir con que no lo has metido en el ordenador? Dime que no eres tan gilipollas como pareces, Puck.
-No está en el ordenador, Kat.
-Entonces puedes dejar de buscar. Ya sabemos qué es lo que te han cogido-respondí yo, bajándome de la mesa y saliendo de allí con aires de superioridad.
Tenía que salir porque si no lo cosería a tiros.
Y lo peor de todo fue que Taylor ni siquiera me siguió, sino que se quedó allí, ayudando a Puck a encontrar los papeles que había sacado de la Central.
Los papeles que no estaban.
Los que había robado la policía.
Esos papeles cuya ausencia fue a confirmarme por la noche, cuando las familias que estaban en nuestras habitaciones las abandonaron y fueron trasladadas a otros lugares.
Lo peor de todo es que no me preocupó nada en absoluto que no estuvieran los papeles. Necesitaba venganza, y ahora tenía una excusa.
Mañana por la mañana saldría en busca de Louis. Cogería una de sus plumas y quedaría con él. Llevaría la pistola escondida, esperaría a que viniera, confiado en que me tenía atada de pies y manos, enamorada de sus mentiras...
… y le dispararía.

No me devolvería los papeles, pero tendría la conciencia tranquila. Algo fundamental para dormir por las noches.

3 comentarios:

  1. Oh dios mio me encanta! Veo que mi amiga Laura Trashorras no le faltaba emocion contandome la historia, es PERFECT me gustaria saber si me podrias avisar para el siguiente capitulo y realmente LA ADORO. Es que esto no es una fan fiction ESTO ES UN PUTO BEST-SELLER. @laura_mullingar

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aw tu amiga Laura me encanta, en serio, siempre me deja comentarios y es la jefa, ¿y ahora dices que me recomienda la novela? Dile que la amo.

      Eliminar
  2. JAJAJA el sentimiento es mutuo Eri es que es ver esta belleza de obra maestra y me dan ganas de sentarme en las puertas de la imprenta con un megáfono protestando a lo plan americano con una guitarra para que publiquen tus novelas porque como dice Laura ESTO ES UN BEST-SELLER! Vamos mas quisiera el Ken Follet ese.. @LauraTrashorras

    ResponderEliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤