Creía que me iba a
costar mucho más abrir las puertas que llevaban a la azotea de lo
que me costó realmente. Preparada para enfrentarme a todo tipo de
obstáculos (rezaba para que nadie hubiera soldado la puerta a sus
marcos, pero en el fondo de mi corazón sabía que un profesional que
se preciara haría eso sin dudarlo), me hallé gratamente sorprendida
cuando sólo tuve que vérmelas contra un par de candados y una barra
atrancando a la puerta, cuidando de que los que estuvieran fuera no
pudieran abrirla.
Así que, después de
inclinarme y hurgar en los candados, tratando de abrirlos para poder
reutilizarlos más tarde, y acabar pegándoles un tiro y abriéndolos
por la fuerza, escuché ruidos tras la puerta. Un murmullo
generalizado se levantó tras la barrera visual y arquitectónica que
me separaba de mi objetivo, y todo el mundo empezó a chillar al cabo
de un minuto, cuando empecé a tirar de la barra, más pesada de lo
que creía. Me jalearon, me gritaron, se cagaron en toda mi familia
cuando vieron que estaba tardando más de lo normal, amenazaron con
que al entrar yo en la azotea me lincharían de una manera espantosa
por haberlos dejado allí encerrados... lo cual me extrañó, hasta
que me di cuenta de que creían que era uno de los polis que se había
colado en la Base y había logrado meterlos a todos allí... quién
sabía cómo.
La barra en cuestión
tintineó en un estruendo cuando terminé mi operación de rescate.
Abrí la puerta sin preocuparme de que pudieran tratar de cogerme y
hacerme cosas muy, pero que muy malas, y corrí hacia dentro.
Varias manos me cogieron
del pelo y de los brazos, asegurándose de que no me movía. Llegaron
incluso a encañonarme con mi propia arma.
Pero un nuevo murmullo,
esta vez sorprendido y en parte aterrorizado por lo que estaba a
punto de pasar, se desató entre los rehenes. Las manos que me
sujetaban se negaron a hacerlo más, apartándose de mí como si mi
piel desprendiera fuego; y casi la sentía así. El corazón me latía
a punto de estallar, notaba sus latidos en mi oído como mil tambores
repicando por todos lados, semejantes a como se imaginaban los
antiguos el ruido con el que aquel dios cuya existencia había
quedado rebatida se presentaría para repartir justicia en un mundo
descuidado, abandonado, y corrupto.
-¿Quién es?-preguntó
una voz que conocía mejor que ninguna otra. Y, sin pensar en mi
actos y en las posibles consecuencias que hubieran podido traer, me
zafé de los pocos que aún me sujetaban, demasiado sorprendidos de
verme allí como para reaccionar de alguna otra manera, y me reuní
con él.
-¡Taylor!-grité a modo
de reconocimiento, abriéndome paso entre la gente que se inclinaba
con curiosidad hacia la puerta por la que había entrado, temiendo
que un monstruo se asomara por ella y nos devorara a todos.
Él abrió los brazos la
milésima de segundo anterior a que mi cuerpo chocara contra el suyo.
Me escabullí en su pecho y pegué la mejilla a él, dejando que toda
la tensión que se había apoderado de mí se canalizara desde mi
mejilla hasta su cuerpo.
Sé que suena muy
egoísta, pero era lo que necesitaba en ese momento. Llevaba siendo
fuerte por encima de mis posibilidades durante demasiado tiempo, el
suficiente como para encontrarme mentalmente exhausta.
-Creí que te había
perdido-susurré contra su pecho mientras los vigilantes se iban
marchando de su prisión sin barrotes.
-Te hará falta algo más
que un grupo de agentes especiales para librarte de mí,
pelirroja-respondió él, sonriendo y acariciándome la cabeza. Se
separó de mí, contempló la sangre que me cubría el cuerpo, los
pequeños cortes de algunos cristales que habían conseguido
alcanzarme cuando las balas de la policía fallaron... y resolvió
que no había peligro de que me pasara nada. Estaba bien.
Me puse de puntillas y
lo besé en los labios con ternura, aprovechando ese momento de
alivio antes de volver a la Tierra y que mi cabeza volviera a
funcionar a toda máquina, impidiéndome pensar con el escándalo que
se formaba cuando cada neurona daba el 150% de sí misma.
Los momentos siguientes
fueron una verdadera locura, más parecidos a una fiesta en la que
entran los invitados más importantes que al reconocimiento que se
suponía que teníamos que llevar a cabo. En lugar de contar a los
vigilantes y los que faltaban y asegurarnos de que estábamos todos
en casa, en lugar de inspeccionar los daños y darnos perfecta cuenta
de lo que ocurría, nos dedicamos a abrazar a gente a la que no
habíamos hablado nunca, pero que podía habernos susurrado al oído
mientras corríamos para salvar la vida, o algo más importante: la
misión en que estábamos trabajando. En lugar de informar de la
situación a los que se suponía que eran nuestros superiores en un
sistema sin ninguna jerarquía en absoluto, nos preocupábamos más
por el estado de salud mental de los demás y por bromear para
quitarle hierro al asunto.
No nos dábamos cuenta
de que necesitábamos todo lo que pudiéramos dar en esa situación.
Estábamos en guerra, ¿por qué hacíamos eso? ¿De verdad éramos
tan imbéciles como parecíamos en aquel momento? ¿En serio no nos
dábamos cuenta de lo gravísimo de la situación?
Yo me la daba, una
vocecilla en mi cabeza no paraba de repetirme qué era lo que
ocurría, por qué esto, por qué lo otro, el poco sentido que tenía
que hubieran estado en la azotea tanto tiempo, el recordatorio de que
mi intuición me estaba diciendo algo y yo no le estaba haciendo el
menor caso, por miedo a lo que aquello podía significar... y me
esforcé en no hacerle caso.
-Kat, Kat, ¿les has
liberado tú?-inquirió una Faith histérica, que no cabía en sí
del gozo producido por aquella derrota maquillada de victoria.
Taylor, que no me había
soltado ni para abrazar a sus compañeros de equipo de misiones,
asintió con la cabeza cuando yo me encogí de hombros.
-Tenía que ser ella,
¿no? ¿Quién si no?-replicó, sonriendo y mirándome. Me limité a
poner los ojos en blanco.
-¿Has visto a Puck?
El rostro de Faith se
ensombreció un momento. A nadie le gustaba no ser de utilidad, y
ella sabía que no lo era en ese instante.
-No-confesó, bajando
los hombros y agachando la cabeza, casi humillándose ante mí, como
si fuera un miembro de la realeza. Luego, a su rostro volvió todo
color y alegría, como si hubiera recordado de repente que estaba en
mitad de una celebración, y le importara bien poco lo injustificada
que esta fuera-. ¡Sabía que habían cometido un error juzgándote!
¡Siempre has sido la mejor de nuestra sección!
Me separé de Taylor y
le puse las manos en los hombros. Le hablé en voz baja, haciendo que
me contemplara con atención, que me escuchara, que fuera consciente
de lo mucho que me preocupaba aquella situación.
-Faith-susurré, Taylor
dio un paso hacia nosotras. Yo miré hacia atrás, negué con la
cabeza, deseando que se quedara donde estaba, y conseguí que me
leyera la mente-. Tienes que centrarte. Esto no es una fiesta. Han
entrado en nuestra Base. Han secuestrado a gran parte de los
nuestros...
-¡Y están bien!
¿Quieres buenas noticias para calmarte? De acuerdo, ahí van-replicó
sonriente-: ¡no volverán a atacarnos! O, al menos, no esta noche.
Relájate.
-Esta mañana he cruzado
los suburbios cuando éstos estaban en silencio y he tenido que
saltar una valla electrificada que nunca
se electrifica, Faith. He visto cómo ponían una bomba en nuestra
casa. He salido a buscar a gente que normalmente me dirigía a mí, y
no al revés. He matado a varios hombres. Y he descubierto que los
que nos faltaban estaban encerrados en la azotea, para que cuando
tuvieran demasiada hambre decidieran lanzarse al vacío y conseguir
una muerte más rápida y un poco más digna. Así que, ¿cómo no
voy a estar preocupada?
Todo
brillo de alegría en los ojos de mi compañera y amiga había
desaparecido.
-¿De
verdad los tenían ahí arriba para que se suicidaran cuando no lo
soportaran más?
-O
para mandar a los pájaros a por ellos. Así que tenemos que estar
preparadas para todo. Y está claro que nadie aquí lo está-alegué,
señalando a un grupo de runners que no paraba de gritar y reír con
unas cervezas en la mano. Ni siquiera me pregunté de dónde las
habían sacado, pues el comercio ilegal entre nosotros era algo
innegable.
Bajó
la cabeza y frunció el ceño. Su labio inferior se asomó, valiente,
sobre el superior.
-Y...
¿por qué...?
-¿Por
qué nos han atacado?-me encogí de hombros-. Para coger algo que
nosotros les robamos primero.
Abrió
los ojos como platos, y yo asentí con la cabeza.
-¿Los
que cogiste de la Central?
-Seguramente,
y con todos estos-hice un gesto con la cabeza al grupo de borrachos
en cuestión, a una pareja enrollándose contra la pared, uniendo sus
lenguas más por fuera de sus boca que por dentro- no voy a poder
encontrar a Puck y asegurarme de que no han encontrado nada de
provecho.
Ella
asintió con la cabeza.
-¿Qué
puedo hacer por ti?
Medité
mi respuesta un segundo. Notaba la impaciencia bullendo en el cuerpo
de mi novio, que, sin embargo, no se movió un milímetro. Estaba
esperando órdenes, como si yo fuera su jefa y pudiera decirle qué
hacer y qué no.
Me
pegué más a mi confidente e, inclinándome a su oído, musité:
-Cuando
estaba fuera, me encontré con dos runners. Se las han llevado para
interrogarlas. Quiero que entres en la sala donde las tengan y te
enteres de lo que pasa. ¿Podrás?
Faith
asintió con la cabeza, contempló a Taylor un momento y terminó por
irse sin tan siquiera decir adiós.
Taylor
alzó las cejas, sorprendido por aquella falta de consideración con
él.
-¿Le
he hecho algo?
-No;
le he hecho ver lo poco tensa que estaba con todo esto, y lo que
merece que se preocupe.
-Eres
persuasiva.
-Es
una de mis muchas cualidades.
-¿Seguro
que son muchas?-replicó él, pero yo no le escuché, estaba
demasiado ocupada decidiendo que era una mentirosa y que debía
arreglar todo aquel lío en cuanto pudiera antes de que fuera
demasiado tarde y se liara todo mucho más.
Le
cogí de la mano y tiré de su brazo con la mano libre para
asegurarme de que me seguía. Luego, bajamos por las escaleras, que
seguían atestadas de gente, y desde las cuales se veía a muchos
amigos reencontrándose y abrazándose, parejas llorando porque no se
habían alejado el uno del otro lo suficiente como para que la muerte
hiciera mella en su relación... y no pude por más que sentirme
identificada, a pesar de lo que había hecho con el “nosotros” en
el que nos resumíamos Taylor y yo.
-Cyntia-dijo
él por fin, tirando de mí y apartándome un mechón de pelo de la
cara-. No corras tanto. Puck no se habrá ido a ningún sitio.
-Necesito
encontrarle-musité.
-Y
yo necesito decirte algo-contestó él, un poco molesto. Puse los
ojos en blanco y me di la vuelta, preparada para que me preguntara
por qué me había comportado de forma tan rara durante aquella
temporada comprendida entre el fallo de aquella misión mía a manos
del ángel (me negaba en redondo a pronunciar su nombre en mi cabeza,
de hecho no pensaba en él ni tan siquiera como algo con nombre).
Tomé aire, bajando los hombros y mostrándome lo más receptiva
posible.
-¿Sí?
-Me
alegro de que tú fueras la primera cara que vi cuando pensé que a
partir de entonces nada iba a salir bien.
Me
quedé de piedra, sin saber qué decir, mientras en sus ojos se
dibujaba el beso que terminó regalándome. Mi boca no se movió, mis
labios no se mostraron receptivos, pero a él no le importó.
Era
demasiado bueno para mí.
Y
todo por culpa del ángel.
-Yo...
m... me alegro de... que estés... ya sabes. Bien-me encogí de
hombros, abrazándome a mí misma, sintiendo un frío repentino
helarme los pulmones y paralizando mi corazón.
Él
pensó que quería que me abrazara, lo que complicó todo mucho más,
ya que accedió a mi deseo imaginario y me cubrió de nuevo con su
cuerpo. Me besó la cabeza, cosa que antes me encantaba y, de
repente, no sabía por qué, apenas lograba soportar. Me separé de
él sin saber qué hacer, me aclaré la garganta, apartándome de
paso el pelo de la cara y señalé al pasillo que tenía a mi espalda
con el pulgar.
-Creo
que... deberíamos... buscar a Puck.
-Me
parece bien-convino, separándose de mí para darme un poco de
espacio. Me conocía demasiado bien como para saber que no soportaba
que me agarraran cuando estaba en una de mis misiones; y aquello era
una misión en toda regla para mí.
Peinamos
todas las zonas temiendo que Puck no apareciera nunca, pero terminó
haciéndolo donde yo no lo esperaba, y donde todo el mundo miraría
primero: su despacho.
Ni
siquiera había llamado a la puerta antes de dar la patada y entrar
como quien va por terreno conquistado.
-¿Sí?-se
limitó a preguntar Puck, con el tono servicial propio de un cactus.
Mi
suspiro de alivio le irritó.
-¿Qué
quieres, Kat?
Decidí
dejarme de cosas educadas y me acerqué a su escritorio. O, más
bien, al montón de hojas con el que había empapelado su escritorio.
-¿Sabes
si falta algo?
Puck
negó con la cabeza mientras se mordisqueaba el pulgar.
-Aún
no, pero... no pueden haber entrado para nada.
-Te
sorprendería lo imbécil que puede llegar a ser la poli-contestó
Taylor, apoyado contra el marco de la puerta y con los brazos
cruzados. Estaba listo para la acción.
-Yo
mismo me encargué de poner a salvo todo lo posible cuando se cortó
la luz, antes de que nos llevaran arriba.
-¿Quién
os llevó arriba? ¿Lo sabes?-espetó Taylor con una brusquedad que
me sorprendió.
-¿Tú
no?-repliqué, volviéndome. Negó con la cabeza.
-Perdí
el conocimiento. Creo que me golpearon. Y cuando me desperté...
estaba en la azotea.
-Ya
estabas allí cuando nos metieron a nosotros también-respondió
Puck.
-¿Cómo
pueden haberos metido sin que opusierais resistencia?
-Kat,
por favor. No me digas que no crees que el Gobierno no haya
desarrollado aún alguna tecnología con la que controlar a la gente.
La
idea de que pudieran haber entrado en su cárcel sin oponer
resistencia me horrorizó. La única libertad que compartía con el
resto de la gente, la libertad que conservaban los ciudadanos de a
pie, era la de sus propias acciones. La de elegir. No podían hacer
eso.
Claro
que tampoco podían controlar lo que sus ciudadanos pensaban, y la
cosa es que los habían convencido de que no eran los villanos, sino
los héroes, así que, ¿por qué no?
-Tenemos
que hacernos con eso.
-Primero
tenemos que hacernos con el inventario-murmuró Puck, pasándose una
mano por la cabeza y bufando-. Algo tiene que faltar.
-¿Y
qué si falta?-intervino Taylor-. ¿No lo tienes guardado todo en el
ordenador?
Puck
asintió con la cabeza.
-Casi
todo, sí.
-¿Cómo
que casi? ¿Qué quieres decir con “casi”, Puck, joder?-ladré
yo. Los ojos de mi vigilante estrella se clavaron en mí.
-Es
evidente, muñequita, que no iba a meter los papeles que trajiste de
la Central de Pajarracos en mi ordenador. Y mucho menos con las
barreras de seguridad como las tenemos.
-Me
están empezando a tocar los huevos los de informática, Puck-gruñó
Taylor. Pero yo ya estaba apartando todos los papeles y saltando
sobre el escritorio de mi vigilante. Lo agarré por el cuello de la
camiseta y tiré de él hacia mí.
-¿Qué
coño quieres decir con que no lo has metido en el ordenador? Dime
que no eres tan gilipollas como pareces, Puck.
-No
está en el ordenador, Kat.
-Entonces
puedes dejar de buscar. Ya sabemos qué es lo que te han
cogido-respondí yo, bajándome de la mesa y saliendo de allí con
aires de superioridad.
Tenía
que salir porque si no lo cosería a tiros.
Y
lo peor de todo fue que Taylor ni siquiera me siguió, sino que se
quedó allí, ayudando a Puck a encontrar los papeles que había
sacado de la Central.
Los
papeles que no estaban.
Los
que había robado la policía.
Esos
papeles cuya ausencia fue a confirmarme por la noche, cuando las
familias que estaban en nuestras habitaciones las abandonaron y
fueron trasladadas a otros lugares.
Lo
peor de todo es que no me preocupó nada en absoluto que no
estuvieran los papeles. Necesitaba venganza, y ahora tenía una
excusa.
Mañana
por la mañana saldría en busca de Louis. Cogería una de sus plumas
y quedaría con él. Llevaría la pistola escondida, esperaría a que
viniera, confiado en que me tenía atada de pies y manos, enamorada
de sus mentiras...
…
y le dispararía.
No
me devolvería los papeles, pero tendría la conciencia tranquila.
Algo fundamental para dormir por las noches.
Oh dios mio me encanta! Veo que mi amiga Laura Trashorras no le faltaba emocion contandome la historia, es PERFECT me gustaria saber si me podrias avisar para el siguiente capitulo y realmente LA ADORO. Es que esto no es una fan fiction ESTO ES UN PUTO BEST-SELLER. @laura_mullingar
ResponderEliminarAw tu amiga Laura me encanta, en serio, siempre me deja comentarios y es la jefa, ¿y ahora dices que me recomienda la novela? Dile que la amo.
EliminarJAJAJA el sentimiento es mutuo Eri es que es ver esta belleza de obra maestra y me dan ganas de sentarme en las puertas de la imprenta con un megáfono protestando a lo plan americano con una guitarra para que publiquen tus novelas porque como dice Laura ESTO ES UN BEST-SELLER! Vamos mas quisiera el Ken Follet ese.. @LauraTrashorras
ResponderEliminar