lunes, 11 de enero de 2016

Colibríes de todos los colores.

Tendría que haberme imaginado que Scott vendría a por mí.
               -¿Por qué no hablas por el grupo?-espetó, abriendo la puerta y dándole una patada para cerrarla. Ya que íbamos a tener una discusión matrimonial, por lo menos tenía la delicadeza de dejarla cerrada.
               -No tengo nada que decir-me defendí, encogiéndome de hombros y siguiendo con la vista fija en el techo. No iba a darle el gusto de mirarlo. Sabía que, si lo hacía, ganaría él, y no podía permitirme eso.
               -Yo sí que tengo cosas que decir. Para empezar, sobre esa ropa. ¿Vas a ir así a la fiesta?
               -No voy a ir a la puta fiesta-gruñí, tapándome un poco más con la manta, a pesar de que me moría de calor. Sabía que ese capullo terminaría haciéndome algo, lo que fuera, y sólo la manta podría detener lo que fuera que tuviera en mente.
               Tiró de ella, impasible.
               -¿Por qué?-dijo, arrastrando una silla hasta el lado de mi cama y sentándose de tal forma que nuestras caras quedaran a menos de 20 centímetros de distancia-. ¿Te estás muriendo?
               -Un poco.
               -Pues como si te mueres mucho. Vas a ir a esa puta fiesta. Te vas a emborrachar, y vas a tener sexo borracho con Diana. Y luego le preguntaré que si se ha hartado de ti, y si ya está lista para estar con un hombre de verdad.
               -No voy a ir a la fiesta, no voy a emborracharme, y no voy a tirarme a Diana otra vez.
               Alzó las cejas y comenzó a mordisquearse el piercing del labio. Quise romperle la boca por echar mano de su hipnosis en ese momento, como si yo fuera una de las tías del instituto y pudiera hacer lo que quisiera conmigo.
               -Va a haber muchas minifaldas, y ya sabes lo que eso significa. En Noviembre. Las mujeres están locas, ¿eh?
               -Me la sudan las minifaldas.
               Bufó.
               -Mira, Tommy, me parece muy bien que te hayas decidido por la honorable carrera de ermitaño, pero no voy a consentir que me dejes aparecer en la fiesta solo como si fuera un perdedor. Así que ahora mismo te vas a levantar, te vas a vestir, y vas a salir de casa.
               -¿Quién coño te ha dejado entrar? ¿Ha sido papá?
               -Tu madre, Alá la bendiga. Quiere lo mejor para ti, y eso incluye un buen pedo.
               En momentos como ése, en los que no quería que Scott se me acercara (porque no quería que ningún ser humano lo hiciera), detestaba profundamente el haber crecido con él, que los dos hubiéramos pasado tanto tiempo en casa del otro como en la propia.
               Casi podía formarme la escena en mi cabeza. Scott, llamando a la puerta. Mi madre, levantándose del sofá con un bufido al comprobar que mi padre no estaba en la zona en la que se oiría el timbre, gritando “¿Quién es?” rabiosa por perderse la mejor parte de la película (porque siempre llamaban en la mejor parte de la película, según ella), y sacudiendo la mano y gritando “está abierta” cuando Scott se identificara. Luego, un movimiento de cabeza con un “arriba, en su habitación”, Scott inclinando su cabeza a modo de agradecimiento y subiendo las escaleras dando brincos.
               -¿Qué cojones miras?
               -Lo guapo que eres, y las ganas que tengo de fardar de ti.
               -Púdrete en el infierno-repliqué.
               -No me hagas decirlo.
               -Vete a la mierda.
               -Tommy, te tengo aprecio, no hagas que lo diga.
               -Di lo que quieras, no voy a…
               -Megan está soltera y va a estar en la fiesta.
               Clavé la mirada en él.
               -Es mentira.
               -No.
               -Sabía que ese hijo de puta no le duraría ni dos minutos.
               -Quiere ponerte celoso-asintió Scott, reclinándose en la silla y sacando la cajetilla de tabaco. Luego recordó que no podíamos fumar en mi habitación, y la volvió a guardar con gesto triste.
               -Sal de mi puta habitación; no quiero que me mires mientras me cambio para hacerte pajas cuando lleguemos a casa.
               -Qué bidimensional eres, tío-suspiró, pero se levantó y, con la parsimonia que le caracterizaba cuando iba a entregar los exámenes, abandonó la habitación.
               Minutos después, me reunía con él en el salón de mi casa.
               -¿Adónde vais?-preguntó mamá, sin mirarnos siquiera.
               -A secuestrar empresarios para pedir una buena suma por ellos.
               -Suena bien. Dile a tu padre que te vas.
               -¿Por qué no se lo dices tú?
               -Porque no me da la gana, y dado que te he sacado de mis entrañas…
               -Me encanta tu talento para cagarla, hermano-se burló Scott.
               -…con sangre, sudor y lágrimas, y te llevé dentro durante 9 meses, y dejé que me deformaras el cuerpo simplemente porque la madre naturaleza os configura de esa manera, creo que todavía tengo un poco de autoridad en esta casa. Dile a tu padre que te vas. Y luego cierra con llave. Y la próxima vez que me jodas el final de una película, te dejo sin paga 6 meses.
               -Puedo sacar eso sólo con una foto de Instagram.
               -Pues empieza. Y no me contestes. ¿Por qué sacasteis todos ese gen rebelde mío? Con mi madre era menos ofensivo responder-gruñó, cambiando de canal.
               Pusimos los ojos en blanco y nos encaminamos al comedor, donde mi padre solía sentarse a corregir ejercicios.
               -Papá.
               -Mmm.
               -Nos vamos.
               Levantó los ojos.
               -¿Adónde?
               -De fiesta.
               Alzó las cejas.
               -No iréis a drogaros, ¿no?
               Sacudimos la cabeza.
               -Ah, Zayn y yo mentíamos igual de mal que vosotros-chasqueó la lengua-. Procurad venir bien para cuando volváis a casa. Y llevaos a Diana.
               La sonrisa de Scott bien podría haber iluminado un estadio de fútbol entero.
               -¿Qué? ¿A Diana? ¿Por qué?
               -Porque no soy imbécil. Me he dado cuenta de cómo la miras. Consigue que se eche un novio. Así será todavía más inalcanzable.
               Scott se echó a reír por lo bajo, musitando “inalcanzable” de forma que sólo yo escuchase le escuchase. Le di un codazo en las costillas del que se recuperó sin que mi padre sospechara nada.
               -No la miro de ninguna manera-protesté. Papá hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.
               -Llévatela y punto. Haz que se integre.
               -Ya se ha integrado-se cachondeó Scott, y tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no partirle la cara allí mismo. Levantaría demasiadas sospechas. Así que, con una inclinación de cabeza, como si dijéramos “a vuestras órdenes, Majestad”, dimos el asunto por zanjado.
               Cuando volvimos al salón, Eleanor estaba apoyada en la parte superior del sofá, dándole la espalda a la televisión y a mi madre.
               -Yo también voy.
               -No pienso ser tu niñera toda la noche, te lo advierto.
               -Sé cuidarme sola-replicó, apartándose a un lado el pelo con un movimiento seco de la cabeza, como hacían las tías de los anuncios, y dedicándome una mirada cuyo hielo se derritió en cuanto posó los ojos en Scott.
               Los dejé solos para que siguieran intimando; con un poco de suerte, mamá se daría cuenta y mandaría a Eleanor a su habitación, esgrimiendo los típicos argumentos de “eres demasiado pequeña aún para ir a esas fiestas”, “deja a tu hermano respirar”, o “no has hecho los deberes, así que no sales”.
               Sólo que Eleanor sí que hacía los deberes.
               Diana estaba tumbada en la cama, pasando páginas de una revista con parsimonia, deteniéndose de vez en cuando en alguna esquina a escrutar alguna prenda que le llamase la atención.
               -Creía que ya te habías ido-murmuró al verme asomar la cabeza. Ni siquiera se dignó a mirarme.
               -Vengo a buscarte.
               -¿Quieres presumir de ligue?-se echó a reír despacio, casi sin hacer ruido. El pelo le bailó alrededor de la cara. Decidí pasárselo, porque no estaba de humor para pelearme con nadie. El haberla visto al lado de Megan, aunque fuera sólo intercambiando dos palabras, contemplarlas riéndose y sacudir la cabeza, cada una presumiendo de un pelo diferente, me había hecho darme cuenta de que, por muy bien que me sintiera a su lado, no era lo bastante fuerte como para conseguir que me olvidara de Megan. No podía ser buena señal que pensara en mi ex justo después del sexo con Diana, y no me apetecía sentirme como una puta mierda en cuanto me corría.
               Es una mierda ser optimista y tener esperanzas, pues son precisamente éstas las que te hacen sufrir más.
               -¿O es que esta fiesta la han preparado por mí?
               -Considérala tu fiesta de bienvenida-me limité a decir, encogiéndome de hombros. Papá tenía razón, sería mejor que la arrastrase a los brazos de alguien para así sufrir en silencio. No necesitaba una montaña rusa; la sensación del estómago dando vueltas dentro de ti nunca me había entusiasmado del todo. Lo que yo necesitaba era más bien una barca tranquila en los meandros de un río, que me condujese por la corriente sin yo sentir sus bamboleos.
               Sufrir en silencio, sacármelo todo de dentro para poder recomponerme.
               Parece que lo de la fiesta de despedida surtió efecto, porque una sonrisa le cruzó la cara, se incorporó de un brinco y se acercó a su maleta. Todavía no la había deshecho, después de los días que llevaba allí. Era como si esperara que sus padres la llamaran de un momento a otro, confesando que todo había sido una broma y que podía regresar a casa, donde probablemente le esperaría un regalo como premio por su comportamiento “ejemplar”.
               -Te espero abajo-susurré cuando vi que comenzaba a desnudarse. El haber tomado una decisión no me hacía estúpido, y sabía que mi fuerza de voluntad no era lo bastante fuerte aún como para resistirla si ella quería.
               Apenas 10 minutos después, los cuatro salíamos de casa a una noche cerrada que se correspondería perfectamente con la hora, muy al contrario de lo que pasaba en verano, cuando salías a las 11 de la noche y casi todavía era de día.
               Diana y Eleanor iban caminando delante, mi hermana con demasiada cautela sobre unos tacones a los que no estaba acostumbrada. Diana la había cogido del brazo para sostenerla, andando con unos aún más altos como si fuera descalza.
               Scott las contemplaba a ambas con una sonrisa fantasma dibujada en los labios.
               -¿Cuál es el plan de esta noche?-preguntó por lo bajo, deteniendo sus ojos en el culo de Diana un segundo más de lo que solía.
               -Me emborrachas. Hasta un etílico. Y luego me llevas a tu casa.
               -No me gusta meterme en la cama con gente que no se mueve.
               -Eres gilipollas-repliqué yo, sonriendo muy a mi pesar.
               -No, ahora en serio. Tamika y Bey quieren hacer competición de baile. Ya sabes que el equipo es de cuatro.
               -Yo no estoy para bailar, Scott.
               -Pues te jodes. No voy a dejar que Max me supere, ¿estamos? Hoy se apuesta. Y vas a conseguir que gane las cien libras que me debe.
               -Si se las ganas, te las seguirá debiendo.
               -Puede, pero así puedo reclamarlas más a gusto.
               Seguimos caminando sin decir nada, escuchando la conversación de mi hermana y la americana.
               -… lo que no me parece ni medio normal es que te obliguen a bajar de curso en algunas asignaturas sólo porque la historia que dais allí, por ejemplo, no es la misma.
               -A mí la que me interesa es la de mi país, tía. No te ofendas, pero, ¿qué más me da qué rey tuvisteis en el siglo XVIII? Perdona, pero no es mi puto problema. El único interesante fue el que reinaba cuando la Independencia, pero todavía os falta un montón para llegar.
               -¿Y química? ¿Cómo lo llevas?
               -Ni siquiera he abierto los libros-admitió-. No sé ni por qué tengo que estudiar. En América, estoy a un año de graduarme. Y ni de coña pensaba ir a la universidad. Lo que yo hago no se estudia.
               -¿Ni siquiera te interesa diseño?
               -Paso. Con mi madre ya tengo bastante. Además, aunque me interesara, en las pasarelas adquieres suficiente experiencia, ¿sabes? No hace falta que vayas a estudiar 4 ó 5 años a la universidad para que te expliquen los patrones, los colores, las telas, y todo ese rollo. Ya lo sabes. Y de historia de la moda, más de lo mismo. Si aprendes a estar atenta ya de pequeña, no tienes por qué ir a estudiar. A los 30 años se volverá a poner de moda lo que había cuando eras un bebé, y muy mala tienes que ser para acabar la carrera antes de los 30.
               -Algunas lo hacen.
               -Bueno, yo no soy Cara. Y su hijo parece apuntar maneras. A la moda, quiero decir, no al cine. Gracias a Dios, no le ha dado la venada que a su madre.
               -¿Era la mejor de su generación?
               -Para mí, lo era Barbara. Palvin. Trabajé a veces con ella, en campañas como las de Cara con Kate, ¿sabes? Ella sí que era guapa. Cara tenía un rostro…-pudimos sentir cómo fruncía el ceño-… peculiar. En eso se basaba todo.
               -Kate Moss no era precisamente guapa.
               -Kate Moss era horrible. Por eso Naomi la destruyó en cuanto coincidieron en las pasarelas.
               -Yo soy más de Miranda.
               -Por eso me caes bien. Pero Miranda en la época de Kate no trabajaba-suspiró-. Oye, y tú, ¿te lo has planteado alguna vez?
               Mi hermana se detuvo en seco.
               -¿El qué?
               -Ser modelo, tía, ¿qué va a ser? Tendríamos que pulirte ese andar, pero ya ha habido otras que caminaban igual que caballos. Creo que sólo tendremos que acostumbrarte. Pero tienes buena figura. Con curvas, por pocas que sean. Menos mal que ahora nos quieren así-asintió-, de lo contrario, se moriría de hambre su puta madre.
               -No sé si me gustaría, me parece todo tan estresante…
               -Bah, sólo en las semanas de la moda. Y, sumadas, son como un mes al año, nada más. Lo soportarías.
               -Yo lo que quiero es cantar.
               Esta vez fue Diana la que se detuvo, de manera que Scott casi se la come. Lo miró un momento por encima del hombro y luego recuperó el ritmo para ponerse de nuevo a la altura de mi hermana.
               -¿Y eres buena?
               -Bueno…
               -Sí-intervinimos Scott y yo a la vez. Unas farolas más tarde, Eleanor todavía estaba roja como un tomate.
               -Pues, ¿a qué esperas? Saca un disco. Tu padre es productor. Liam también. Lo tienes chupado.
               -Tengo mi propio plan.
               -Puedes contar conmigo para lanzarte, si quieres. De verdad-se encogió de hombros-. Lo hacemos constantemente. Sería beneficioso para las dos.
               -Gracias, Di.
               -De nada, El.
               Vale, ¿El? ¿Di? Eso era nuevo. Scott tenía las cejas tan arriba que, de haber llevado gorra (por supuesto, no, a las fiestas íbamos elegantes), se habrían escondido debajo de ésta.
               Siguieron charlando, y nosotros intercambiando de vez en cuando alguna frase, hasta que, al girar una esquina, nos recibió un coro de luces al otro lado de la calle. Eleanor se detuvo en seco.
               -Hay muchísima gente.
               -Relájate, El, no te va a comer nadie. Vienes conmigo-dijo Scott, apretándole la muñeca. Diana se echó a reír cuando Eleanor alcanzó un nuevo tono de rojo, nunca antes descubierto, en sus mejillas.
               Tiró de ella para obligarla a seguir andando y, juntos, se acercaron más y más a la boca del lobo.
               Iba a seguirlos cuando Diana me cortó el paso.
               -Dile a Scott que no le dé esperanzas. Le gusta. No debería jugar con ella.
               -Tú también jugaste conmigo.
               -Ya, bueno, pero yo estaba dispuesta a acostarme contigo. Él no.
               -La trata como a una hermana, créeme. A veces tontean, pero es para putearme a mí. Eleanor no se hace ilusiones…
               -Las hermanas no se pillan por sus hermanos. Esto no es Juego de Tronos. No hagas que le tenga que parar los pies yo. El último tío que me tocó los cojones no puede andar. Literalmente.
               -¿Por qué te importa tanto mi hermana?
               -Las buenas personas son como las flores. Les cortan la cabeza a ellas las primeras.
               Nos quedamos allí, retándonos con la mirada, hasta que vimos nacer algo en los ojos del otro. Con un chasquido de lengua, Diana apartó la vista, y se encaminó a la fiesta. Poco importaba que no conociera a nadie, que todo el mundo se fuese a lanzar a por ella nada más cruzase la puerta. Había gente que nacía para ser el centro de atención, y casi la buscaba con desesperación; otros, en cambio, meramente la toleraban, no dejando que interfiriese en sus vidas.
               Dos figuras se acercaron se recortaron contra las luces de la casa. Diana siguió caminando hacia ellas, a pesar de que bien podrían ser asesinos en serie que se habían enterado de su ubicación y venían dispuestos a cobrar una buena suma de dinero por su libertad.
               Un examen más cercano en el que se me rebeló una melena afro hizo que mis sospechas se disiparan.
               -Hola-saludaron Bey y Tamika a la vez. Para cuando alcancé a Diana, ella ya llevaba medio minuto esperando a decidir cuál era cuál. Las gemelas llevaban el pelo recogido en una trenza en el instituto, pero cuando estaban fuera, liberaban sus genes africanos y, o bien se ponían rastas, o bien presumían de un pelo que ocupaba más del doble que ellas.
               -Bey, Tam-saludé yo, y las dos alzaron una ceja, la misma, al unísono.
               -¿La americana no nos conoce?
               -Mejoráis mucho sin uniforme.
               -Todo el mundo nos lo dice-asintió Bey, acariciando con sus rizos la mejilla de su hermana. Luego, se volvió hacia mí-. Creíamos que no venías. No daba un duro porque Scott consiguiera traerte.
               -Sí, tío, ¿eres un monje de clausura, o algo? ¿Por qué no contestas a los mensajes del grupo?
               -No estaba de humor-me excusé.
               -Pues de puta madre, has hecho que esta perra me deba un chupito. Me lo tomaré a tu salud. Dios te libre de morir esta noche; pídele que te mande un ángel protector-Bey alzó el vaso en mi dirección, mientras Tam cogía una de su millar de trenzas negras entre los dedos y la enredaba y desenredaba.
               -Hemos apostado 20 libras a que hoy te tienen que sacar en brazos.
               -¿Quién apuesta por mi muerte?
               -Yo. Pero sólo coma. No te quiero tan mal-sonrió, y vi cómo Diana estudiaba sus dientes blanquísimos al milímetro.
               -En fin, ¿vamos a estar aquí hablando toda la noche, o vamos dentro a ganar pasta?
               -¿Qué se juega?-preguntó Diana, saliendo de su examen.
               -Just dance.
               Vi cómo la americana alzaba las cejas, un poco incrédula, lo cual divirtió a mis amigas.
               -¿Las modelos no bailáis, o qué?
               -Pensé que intentaríais llevarme a vuestro terreno, no que quisierais verme jugar en casa-dijo, apartándose el pelo del hombro como había hecho otra vez y esbozando una divertida sonrisa.
               Bey y Tam la cogieron cada una de un brazo y la arrastraron a la fiesta, instándome a seguirlas a grito pelado. Poco importaba que en esa calle viviera más gente; no iban a poder dormir de todas maneras.
               La vecina de enfrente ya estaba harta de nuestras fiestas los viernes por la noche, de tal manera que nosotros ya esperábamos a la policía a eso de las 2 de la madrugada, momento en el que solíamos ir al “centro” (tomando por “centro” la calle en la que había más discotecas), dejando a los vecinos dormir de una vez.
               Vi cómo Diana observaba todo lo que la rodeaba en cuanto entró en la casa; el anfitrión les cortó el paso.
               -¿Has echado en la pecera?-espetó, mirándola de arriba abajo. Jordan era un tío de negocios, que no iba a dejar que una cara bonita le impidiera ganar más pasta.
               -Está conmigo-dije, adelantándome y pasándole un brazo por la cintura. Diana frunció el ceño y nos miró a ambos.
               -Bey dijo que no vendrías.
               -¿En serio?
               -Eh, una cosa es que apueste por ti y otra que vaya a poner dinero. Este hijo de puta no me lo devolvería si finalmente no aparecieses-se excusó la del pelo afro, con su hermana echándose a reír.
               -Bueno, ya conoces las reglas. O paga o se queda fuera.
               -Esto de ser corredor de apuestas te va mal, ¿eh?
               -He hecho una excepción con tu hermana, por la amistad que nos une, pero no voy a dejar pasar a tu novia también.
               -No es mi novia-gruñí, y las africanas se volvieron para mirarme, mordiéndose los labios para no vomitar una carcajada. Quién sabe lo que les habría dicho Scott.
               -Tío, entro en las mejores discotecas de Nueva York gratis. Estarás de coña si piensas que te voy a dar un puto centavo sólo para entrar en este tugurio.
               -¿Tugurio? Pasa ahí, niña, y ya veremos qué tienen de envidiar mis fiestas a las de tu ciudad.
               Jordan se hizo a un lado y siguió a las mujeres por el pasillo, en dirección al jardín. Bey y Tamika adoraban las fiestas con piscina; la sola idea de poder empujar a borrachos al agua era lo que las movía a salir de sus pijamas cada viernes, enfundarse los vaqueros de turno y correr en cuanto se encendía la primera luz de colores.
               Scott salió a nuestro encuentro, con Eleanor siguiéndolo de cerca.
               -¿Te vas a pegar a nosotros como una lapa?-ladré.
               -He quedado con mis amigas en el centro.
               -Pues hasta dentro de una hora o así no vamos a bajar.
               -Pero…
               -Haberte informado antes.
               -Eh, T, deja a tu hermana tranquila o tendré que romperte la cara-Scott alzó los brazos, cerrando los ojos-. Está conmigo, ¿vale? Se lo va a pasar bien. Controlando, eso sí-le lanzó una mirada reprobatoria, como si la hubiera pillado montando una orgía sin protección o algo-. Yo me hago cargo.
               Pero me colgó el muerto en cuanto su “amiguita especial” (no la llames así, hijo de puta) se acercó a nosotros, con una cerveza en una mano que no paraba de temblar.
               -¿Podemos hablar?
               Scott asintió rápidamente, dejó el cigarro que tenía a medio fumar encima de la mesa, la agarró de la cintura y la sacó de allí.
               Bey y Tam, mientras tanto, informaban de quién era quién a una Diana que no paraba de beber, pero que estaba más serena de lo que la había visto nunca. Sólo se notaba el alcohol en un brillo especial en sus ojos, que podía hacerte pensar que le apetecía llorar.
               -Es Jenn. La novia de Scott.
               -No están saliendo-corregí yo. Diana alzó una ceja, asintió con la cabeza, cogió el cigarro abandonado y le dio una calada.
               -Scott tiene el corazoncito roto-explicaron las trenzas.
               -Le pusieron los cuernos-informó el afro.
               -Decidle también cuánto le mire la polla, si os parece.
               Eleanor se echó a reír.
               -Debe de ser una mierda-comentó Diana, como quien le habla a un amigo de que el día en el que pretendías salir a pasear comenzó a llover.
               -Pobre Scott-oí que musitaba Eleanor, tan bajo que sólo yo pude oírla, aunque seguramente pretendiera que nadie la escuchara compadecerse de él. Puse los ojos en blanco; genial, ahora seguro que le decía algo cuando llegara. Y no me daba la gana que se lo recordaran, porque esbozaba una sonrisa y le restaba importancia delante de los demás, pero yo sabía que, cuando estábamos solos y yo me ponía a pensar en Megan, él volvía a ver la película mental de su novia con un tío cuya cara variaba con cada reposición.
               Megan.
               En mi cabeza empezaron a formarse ecos. Volví a verla en el instituto delante de Diana, intercambiando un par de palabras y risas con ella.
               Las chicas habían cambiado de tema cuando una masa inerte cayó al otro extremo del sofá en el que estábamos. Eleanor le dio un beso en la mejilla y se estrechó contra él, que le devolvió el beso y la correspondió con un abrazo más fuerte.
               -¿A qué viene esto?
               Me miró a los ojos, y su expresión cambió. Escuchó lo mismo que estaba escuchando yo. Me dio una patadita en el pie y negó imperceptiblemente con la cabeza.
               -Me han hablado de tu chica-sonrió Diana. Todo el mundo se la quedó mirando con las bocas y los ojos abiertos como platos. Todos menos Scott, que la contempló impasible y le señaló la boca.
               -¿Ese es mi cigarro?
               -Ajá.
               Se lo quitó de los labios y le dio una calada.
               -Entonces, ¿qué te pasó?
               -Me lié con una zorra-se encogió de hombros, riéndose. Torció la cabeza para mirarme-. La verdad es que nos vino bien que se follara a otro, ¿eh, Tommy? En cualquier momento tendríamos que prostituirnos para poder pagar los taxis.
               -Al menos traíamos encargos, la droga del centro de verdad es mejor que la de aquí.
               -Muy cierto, hermano-asintió, terminando el cigarro y aplastándolo en la hierba.
               -Tampoco es que la de aquí sea tan mala.
               -Vaya, Tam, tranquila. No nos estamos metiendo contigo, ¿vale?
               -Todo el mundo me dice que es de la mejor que prueban.
               -¿Tú repartes, Tam?-casi chilló Eleanor. Me apeteció darle una bofetada. Tam se limitó a asentir mientras Bey torcía la cara; todo eso la superaba. Odiaba que su hermana se metiera en esas mierdas, porque se relacionaba con gente peligrosa, pero también sabía que era la mejor manera para reunir pasta para irse a estudiar danza en la Royal. Y, dado el tiempo que quedaba para que nos graduásemos, parecía la única factible para conseguirle una carrera.
               Era una mierda que el tiempo jugase en contra tuya, porque tenía las de ganar.
               -No pruebo, eso que te quede claro, pero de alguna manera hay que ganarse la vida-se encogió de hombros.
               -Tam…
               -Scott. No.
               Mi amigo alzó las manos.
               -Tú misma.
               -No sé por qué os escandalizáis tanto. Sobre todo vosotros tres. Vuestros padres se metían. Hay hasta vídeos-Diana cruzó las piernas y se encogió de hombros. Antes de que pudiera soltarle una contestación, añadió-. Yo también lo hago. De hecho, voy a necesitar un poco pronto. Me pongo de muy mala hostia cuando pasa mucho tiempo.
               -¿Cuál sueles querer?
               -Dios, Tamika, por favor.
               -Cállate, Bey. Son negocios. ¿Cuál?
               -Me da igual. María no. No me va eso de descojonarme como si fuera gilipollas.
               No podía dar crédito a mis oídos. De toda la gente que conocía, Diana hubiera sido la última persona de la que me esperaría que se drogase. Es decir, no es que viniera de un mundo en el que eso fuera inusual, pero viendo lo que eso le había hecho a otra gente, me extrañaba que se entregara a esas cosas tan alegremente.
               -Vamos a ver cómo van las apuestas-instó Scott, cuando vio que Bey estaba a punto de pegarle a su hermana, que se había convertido en una persona radicalmente distinta, negociando con Diana la cantidad y el precio por el que le vendería Dios sabía qué. Bey fue la primera en levantarse, seguida de Eleanor, tan incómoda que casi parecía temblar de alivio al poder escapar de allí.
               La pecera estaba hasta los topes de dinero; le explicamos a mi hermana, que tampoco la había visto nunca, que ése era el bote que nos jugábamos todos los fines de semana. Cada semana había algo por lo que apostar; el sábado pasado, sin ir más lejos, habíamos echado un partido de baloncesto en el que, cada vez que el equipo contrario marcaba, tenías que quitarte una prenda.
               Scott acabó corriendo en calzoncillos, porque cometió el error de irse al equipo contrario al mío.
               El caso era que, quien ganase, se repartía el dinero que había en la pecera entre sus compañeros de grupo. Yo había ganado sólo una vez, el sábado, pero había gente muy experta y con buen ojo que siempre sabía por quién apostar. Y Jordan casi no dejaba ni que se acercaran a la libreta en que apuntaba cada corazonada; el monopolio de las apuestas podía acabar perjudicándolo, y la pecera perdería su gracia si casi siempre Bey metía las manos en ella, amén de un par de gente más, los que llegaban los últimos para comprobar cómo estaba el patio.
               -Va a haber karaoke, ¿no, Jordan?-pregunté. Jordan asintió, distraído, contando una faja de billetes que alguien le había traído.
               -Qué sobrada. ¿De quién es eso?
               -¿A ti qué te importa de dónde venga, bruja? Corre a consultarle a tu oráculo quién va a ganar hoy.
               -Ya lo sé. Te la traemos de ofrenda-dijo, señalando la cabeza de mi hermana, que sonrió satisfecha. Si había alguien capaz de ganar en los karaokes, era ella.
               Jordan la contempló minuciosamente.
               -Tiras el dinero, Bey. Scott también va a participar. Todo esto es por él-dijo, alzando el fajo.
               -Iré a comisión, espero.
               -Es una pena, porque ya sabes de quién es hija ella.
               -Louis no podía hacer nada contra Zayn-Scott me dedicó una sonrisa torcida, yo le puse la mano en la cara y lo empujé hacia atrás.
               -Sabes que no lo digo por Louis.
               Jordan alzó las cejas, miró a mi hermana, después a mí, y luego centró su atención en el fajo.
               -Ya sabes qué hacer, Bey.
               Todos revolvimos en nuestros bolsillos, sacando cada uno la cantidad que le pareció más correcta, y la tiramos dentro de la pecera. Las monedas embistieron a los billetes, deslizándose rápidamente hacia el fondo, mientras los papeles se quedaban doblados, estirados y hechos bolas en la parte superior, casi como si flotaran.
               Eleanor le lanzó una mirada competitiva a Scott, que se la devolvió riéndose. Estrecharon sus manos y se desearon suerte justo cuando Jordan se subía a una mesa, ponía las manos a modo de bocina y anunciaba que era hora de irse.
               Una oleada de gente se precipitó hacia nosotros. Ya en la calle, esperamos con Jordan, y la pecera bajo el brazo, a que Diana y Tamika salieran. Fueron las últimas.
               Ya en el centro, Eleanor finalmente decidió que quería ser independiente y fue corriendo con sus amigas, que llevaban horas esperando por ella.
               -El gilipollas de mi hermano no quería bajar tan pronto-informó, bufando, como si no hubiera disfrutado de cada minuto en la casa, sólo por poder frotarse contra Scott para a) disfrutar de ello y b) putearme a mí.
               -No te lo tomes tan a pecho, hermano-dijo él, pasándome un brazo por los hombros-. Sabes que es sólo por hacerte de rabiar.
               -Algún día te tendré que pegar una paliza, ya lo verás. Por cierto, Jenn, ¿qué quería?
               Diana se acercó a nosotros, tecleando a toda velocidad en la pantalla de su móvil.
               -Las chicas quieren esperar un poco para entrar en el karaoke. Hay que coger el punto-comunicó, como si fuéramos nosotros los nuevos, quienes no habían salido nunca con ellas, y no supiéramos lo que hacían cada semana. Primero, bebían en la fiesta hasta notar os efectos del alcohol; después, en el centro, tomaban un par de copas, fuera cerveza, vodka o cualquier otra cosa, y luego iban a bailar, ya desinhibidas.
               -Liberarme-contestó Scott-. En serio. Literalmente. O, al menos, así lo dijo. Dice que le ha surgido algo y que le gustaría intentarlo. Que me lo decía porque me tenía aprecio, aunque no me debía nada ni yo a ella.
               -Joder, ¿y estás bien?
               Diana y yo le prestábamos toda nuestra atención.
               -Sí, no te preocupes. Ya sabes que soy un colibrí que va volando de flor en flor.
               -¿En Arabia hay colibríes?-provocó la americana. El inglés puso los ojos en blanco.
               -¿Podemos emborracharla y dejarla tirada en una esquina? ¿O en un contenedor de basura?
               -Vamos a por Bey y Tam y luego hablaremos de eso.
               Diana fue la primera en avanzar, balanceando las caderas de una manera que me hizo olvidar cómo se estaba comportando esa noche, y lo cabrona que había sido con Scott.
               -Anda, tío, tienes un gusto…-comentó, también mirándole el culo.
               -Lo hace para provocarte.
               -Ya sé para qué lo hace. El problema es que lo consigue. El día que te eches una novia que no sea subnormal, beberé a tu salud hasta el amanecer. Va en serio.
               -Megan te caía bien.
               -Porque no parecía gilipollas. Tuvimos que conocerla para darnos cuenta de que lo era. Pero no pienses en ella, ¿vale, mi vida? Hoy vamos a beber por los polvos (muy desmerecidos, por cierto, dado que la vida me putea más a mí) que has echado esta semana. Con un poco de suerte, te volvemos impotente y tendrá que venir a mí.
               -Creía que la odiabas.
               -Cuando abre la boca. Para decir cosas. Pero si es sólo mi nombre, o pedirme que siga, entonces, me caerá bien. Eso sí, como me pregunte por Aladdín…
               -No te va a preguntar por Aladdín.
               -Casi prefiero que lo haga. Así, la amordazaré. Tengo ganas de probarlo-sonrió, se pasó una mano por el pelo y entró en el bar, siguiendo a la americana que, en teoría, tanto asco le daba. Yo sabía que no era para tanto, y que tampoco se acercaría a ella sabiendo que a mí me interesaba… pero había una parte de mí a la que no podía evitar joderle ese comportamiento suyo.
               A pesar de que todo mi ser sabía que sólo lo hacía por tocarme los cojones. Más que lo de tontear con mi hermana

2 comentarios:

  1. ¿Cuando subirás el siguiente capítulo? ¿El once o algún día de estos? Estoy impaciente!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, corazón! Pues tenía pensado subirlo ayer, la verdad, pero como no lo terminé, decidí retrasarlo, aunque me gustaría subir dos al mes a partir de ahora: uno, sí o sí, el día 11, y el otro tan pronto como lo tuviera escrito (aunque no quiero sacrificar "calidad" por velocidad).
      Gracias por tu comentario, vida, me ha hecho mucha ilusión ♥

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤