viernes, 25 de marzo de 2016

Tal vez "Oxford" sea nuestro "siempre".

               Después de 17 años en los que al menos me pasaba un fin de semana al mes durmiendo en casa de T, podría decirse que no era muy normal que, al despertarme, tardara varios minutos en darme cuenta de dónde estaba, de que no me había secuestrado nadie ni que tampoco había roto mi regla de oro de largarme en cuanto echara un polvo para dejar las cosas claras y me había quedado a dormir en casa del ligue de la noche.
               Pero tampoco era normal enrollarte con la hermana de tu mejor amigo después de que casi la violaran, llegar a esos extremos de miseria humana, ni empujarlo a él a acostarse con otra tía que era gilipollas integral para que olvidase a su ex que (¡sorpresa!), también era gilipollas integral.
               Así que me quedé muy quieto, escuchando los ronquidos de Tommy a mi lado y tratando de adivinar la hora que era. Dónde estaba. En qué siglo. ¿Seguía soñando?
               ¿POR QUÉ HABÍA ALGUIEN A MI LADO?
               Me incorporé de un brinco y le di un cabezazo a la esquina de la mesilla de noche con tanta fuerza que me habría perforado el cerebro de haberlo tenido. Tanteé hasta conseguir encontrar el interruptor de la luz, y, pam.
               Eleanor.
               Acurrucada contra el borde de la cama, con los ojos cerrados, todavía restos de maquillaje corrido en la cara, y las piernas dobladas, como dándose calor.
               Oh, y un hombro al aire.
               Joder.
               Scott.
               Scott tío qué
               Scott tío qué cojones has hecho dios Scott eresgilipollasquécojoneshashechodeberíanmatarte.
               -Eleanor-susurré, tan bajo que me costó oírme. La sacudí por el hombro desnudo, ella apretó los ojos, y protestó en sueños-. Eleanor.

               Repasando mentalmente la noche anterior (yo yendo a casa de Tommy y sacándolo de la cama, yo llevando a los demás a casa de Jordan, yendo luego de bar en bar, entrando en la discoteca de la familia de Jordan, en el karaoke, en el baño, en la hamburguesería, volviendo a casa, liándome con ella -oh, ¿me estoy empalmando?, qué bien-, la chimenea, ella levantándose y diciendo que tal vez la solución de Tommy fuera la misma para ella…), me destapé para observar mi torso desnudo.
               JODER.
               No solía dormir en bolas.
               Excepto cuando dormía después de follar.
               POR FAVOR DIME QUE AL MENOS TUVE LA MÍNIMA NEURONA DE USAR CONDÓN.
               Ahora tuve que contenerme para no chillar. Todo estaba mal, ¿por qué habíamos tenido que ir a aquella discoteca? ¿Por qué había tenido que sacar a Tommy de casa en primer lugar? ¿Por qué…?
               -¡Eleanor!-casi supliqué, y ella abrió un ojo, se me quedó mirando, y ahogó una exclamación. Bueno, al menos era el único que no flipaba con esa situación.
               Ella también se incorporó y nos miramos a los ojos largo rato, en silencio. A medida que me miraba, pude ver cómo la timidez escapaba de su rostro y una ola de entendimiento y compasión la invadía.
               Pobrecito, lo van a matar, se veía que pensaban sus ojos.
               -¿Qué pasó anoche?-dije por fin, con un hilo de voz, como si su hermano no estuviera a 10 centímetros de ella, o no estuviéramos en la casa de sus padres, o yo no fuera un hijo de puta que ahora se aprovechaba de crías.
               -¿No te acuerdas?
               -Madre. De. Dios. Dime que por lo menos tuve la decencia de usar condón.
               -¿Qué?-entonces, me percaté de que su hombro desnudo se debía a la camiseta que llevaba puesta, con la cabeza de un alienígena bordada en el bolsillo que quedaba a la altura del pecho. La conocía de sobra; era mi pijama “oficial” para cuando iba a la pensión Tomlinson.
               Hice un gesto con la cabeza hacia su pecho, y luego, hacia el mío.
               -Después de lo de tu top, ¿qué fue lo que hicimos?
               Sonrió.
               Sonrió, joder.
               -O sea, que no te acuerdas.
               -Eleanor.
               -Ya me lo parecía, estabas taaaaaan borracho… Pero bueno, no te preocupes, puedes hacer que una chica se lo pase bien igual.
               -No me jodas. ¿Me puse condón?
               -¿No te acuerdas? Te dije que no hacía falta. No estoy ovulando.
               Y se echó a reír.
               Se echó a reír, la madre que la parió.
               La tiraría al Támesis.
               -No me vaciles, niña. ¿Qué pasó anoche?
               -Nada. Bebimos un poco, subimos a ver cómo estaba Tommy… y te dije que tenía frío-joder, es verdad, me lo había dicho-, y tú me ofreciste tu camiseta-joder, es verdad, lo había hecho-, y, como estas oportunidades sólo se te presentan una vez en la vida, tuve que aceptar la camiseta que me ofrecía el amigo cachondo de mi hermano-se encogió de hombros. Vale, la cría era inteligente.
               Y me acordaba de todo, así que tenía que ser verdad. Con los morreos ya tenía bastante con lo que comerme la cabeza, no necesitaba nada más.
               Miró la hora.
               -Deberíamos ir a desayunar-susurró-. Iré yo primero, para que mis padres no sospechen. Ya deben de estar despiertos-y se levantó sin decir nada, se encaminó a la puerta y colocó su mano en el pomo. Entonces, la llamé.
               -No lleves mi camiseta. Tampoco es plan de que Louis me arranque la cabeza por algo que no he hecho, ¿sabes?
               Volvió hacia mí, se sentó encima de mí-sí, encima, era mi versión femenina, dios, cómo iba a conseguir que me mataran-, me miró a los ojos, se quitó la camiseta (y no es de las que duermen con sujetador), sonrió cuando vio que se me iba la vista (porque soy gilipollas, pero no estoy hecho de piedra), y se inclinó a besarme.
               Si hubiera un poco de justicia en el mundo, Tommy se habría despertado en ese momento y me habría matado a hostias. Pero no. El mundo es un lugar cruel.
               -Lo que te dije ayer iba en serio.
               -Lo mío también. Te compraré el top. Aunque… no creo que lo necesites.
               Ya puestos, venga, a caerse con todo el equipo. Si vas a morir, que sea por una buena causa.
               -Nadie me había tocado nunca como me has tocado tú, Scott.
               Su sonrisa se ensanchó cuando sintió el efecto de sus palabras creciendo en mí.
               -Y yo no me había peleado con nadie como me peleé ayer por ti, El.
               Le acaricié el costado despacio; se derritió ante mí.
               -Pero esto está mal. No podemos… es platónico, ¿vale? Lo de ayer… no se repetirá.
               Asintió despacio.
               -Hasta que yo no vuelva a necesitarte-replicó, y me hizo romper mi promesa posando sus labios en los míos y haciendo que se me olvidara dónde estábamos, ni si estábamos acompañados. Sólo existían nuestras bocas y nuestros cuerpos unidos, y mis manos en su espalda desnuda, y los dedos de ella acariciándome la nuca, erizando hasta el último vello de mi cuerpo y enredándose en mi pelo.
               Tenían que habérselo dicho. No era normal que supiera exactamente adónde ir sin que nadie se lo hubiera dicho.
               Cuando por fin conseguí reunir la poca fuerza de voluntad que me quedaba, me separé de ella y le dije que se fuera. Ella me dio las gracias, no sabía si por casi cargarme a aquel tío en el baño, o por lo de anoche, o por lo de ahora; me dio un beso en la mejilla, recogió una camiseta del suelo y salió de la habitación poniéndosela.
               Tuve que esperar a que se me pasara el calentón para despertar a Tommy. Lo cual fue bastante rato.
               -¿Estoy vivo?
               -Para tu desgracia, hijo de puta. Vamos a comer algo-le insté, tragándome las ganas de contarme lo que había pasado y asegurarle que aún lo respetaba, y que respetaba a su hermana, y que no volvería  a pasar, siempre y cuando no me volviese un animal débil como lo había sido la noche anterior.
               -Cinco minutos más.
               -Me muero de hambre.
               -Mi casa es tu casa-ladró en español, como las 7.000.000.000 personas que habitaban nuestro mundo, hablasen el idioma que hablasen-. Ya sabes dónde está todo.
               Se dio la vuelta, se tiró un pedo y suspiró satisfecho.
               -Casi hasta te mereces que me tire a tu hermana delante de ti.
               Estaba bajando las escaleras cuando una voz detrás de mí me hizo volver a la realidad.
               -¿Lo de embaucar a niñas enamoradas de ti es tu rutina de viernes?
               -Buenos días  a ti también, americana-bufé, empujando la puerta y disfrutando al ver por el rabillo del ojo cómo casi le aplana la cara al volver a su lugar y encontrándosela allí.
               Eleanor me recibió con la sonrisa con la que siempre me recibía cuando entraba en una habitación; ella era una monja devota, y yo la cabeza de su iglesia.
               Eri hablaba a toda velocidad en su lengua materna por teléfono, sosteniendo un bolígrafo en la mano y dándole toques a una libreta en la que de vez en cuando garabateaba a toda velocidad. Alzó las cejas en mi dirección, me dio los buenos días (en árabe, porque le encantaba cómo se decía), y siguió a lo suyo.
               Louis le colocó un plato con un huevo frito y unas tiras de bacon delante y ella le sonrió. Le dio las gracias (también en su idioma) y prosiguió con el teléfono.
               -¿Tommy está aquí, u os habéis turnado porque Zayn os ha cazado esnifando algo y sabe que no te voy a pegar la paliza de tu vida?-preguntó el padre de mis amigos, volviendo a la sartén.
               -Tommy está aquí.
               -¿A qué hora volvisteis?
               -¿Diana?-invité. Pasó delante de mí, se sacudió el pelo asegurándose de que me azotaba con él en la cara, y se sentó al lado de Eleanor.
               -¿3 y media? Todavía estoy con el jet lag. Lo que sí sé es que fue tarde. ¿Cómo estás, mi vida?-se inclinó hacia Eleanor, bloqueando mi vista sobre ella. El se encogió de hombros.
               -¿Estoy bien?
               -¿Algo interesante que contar? ¿Tu hermano te vigiló bien?
               -Bueno, en realidad, la perdimos un momento de vista…pero en seguida Scott la encontró.
               -Soy un salvador, ¿qué puedo decir?-me encogí de hombros, sentándome frente a ella y aguantando su mirada cargada de desprecio.
               -¿Y por dónde te han llevado, Di?
               -¿A qué viene este interrogatorio, papá?
               -Cállate, Eleanor, sólo quiero saber a qué tugurios la han arrastrado los chicos.
               -Una calle con bares. Estuvimos en bastantes, porque una pelirroja no paraba de aparecer y teníamos que movernos.
               Eri pidió que su interlocutor esperase un momento.
               -¿Megan?
               -Sí-asintió Eleanor, acercándose la leche.
               -¿Qué pasa con ella?
               -Por Dios, Louis-bufó su mujer, negando con la cabeza.
               -¿Qué?
               -Parecía que venía detrás de nosotros sólo por putearnos. A Tommy le terminó dando una semiepilepsia. Tuvimos que salir pitando, y por eso lo traje aquí.
               -¿Por qué nadie me cuenta nunca nada en esta casa?-espetó Louis después de unos segundos de silencio en que los dos padres calcularon el peso de la situación mentalmente.
               -Yo escucho. Tú aleccionas. Lo decidimos así cuando me quedé embarazada-explicó Eri, y su marido asintió despacio, no muy convencido. Ella volvió a centrar su atención en el teléfono, y se zanjó así el asunto.
               -¿Qué opinión te merece el mundo nocturno de este lado del mundo, Diana?
               Diana se tomó su tiempo para responder.
               -Hay tíos guapos en todos lados. Algunos se echan a perder por su forma de ser-fingí que no me daba cuenta de cómo me miraba con intención, ni de cómo Eleanor se revolvía en el asiento-, pero eso sucede en todas partes. Eso sí, las drogas no son tan buenas. La coca no es ni la mitad de fuerte.
               Eleanor y yo nos la quedamos mirando sin dar crédito. Eri garabateaba de nuevo en su libreta frases inconexas. Y su marido simplemente se echó a reír.
               -La mejor mierda que he probado yo en mi vida fue en Los Ángeles. Como aquello no había nada.
               Desvió la mirada hacia Eri, que, concentrada como estaba en sus negocios, no le prestaba atención. Su hija bajó la cabeza y se concentró en su desayuno, y yo, bueno, no sabía dónde meterme, dejémoslo así.
               Diana era la única divertida con la contestación, y se embaucó en un viaje de opiniones en cuanto a las zonas de fiesta del resto del mundo, de las que Tom y yo sólo habíamos oído hablar, pero que nuestros padres habían pisado y, al parecer, también algunos de sus hijos.
               -Tengo que bajar a Londres-informó Eri, colgando el teléfono y repasando sus notas-. Las acciones no están reaccionando como esperábamos. Tengo que ver las cuentas-suspiró, frotándose la frente y apartando su plato a un lado, con el desayuno intacto.
               -¿Quieres que te acompañe?
               -Puedo bajar sola.
               -¿Podemos ir nosotros?-inquirí-. Hace un tiempo que no nos pasamos por el centro, y ha salido un juego nuevo al que queremos echarle un vistazo… además, le debo una camiseta a Eleanor. Es una larga historia.
               Ella asintió.
               -Podríamos enseñarle el centro a Diana.
               -He hecho portadas en el centro de Londres, gracias-replicó la americana.
               -Me hace ilusión enseñártelo-respondió Eleanor, tocándole el brazo. La otra le sonrió.
               -Vale, sí, venid si queréis. Seguramente bajemos de tarde-murmuró-, ¿os viene bien?
               -Estupendo.
               -Voy a ir a casa a cambiarme de ropa y que me vea mi madre. A papá probablemente se le haya olvidado decirle que estoy aquí.
               -Se lo imaginará-respondió Louis, encogiéndose de hombros-. Por cierto, ¿le puedes llevar esto a Zayn? Quiero que le eche un vistazo-y me tendió una carpeta llena a rebosar de papeles.
               Estaba ya saliendo por la puerta, vestido con la ropa del día anterior, cuando me detuvo Eri.
               -¿Vas a comer aquí, Scott?
               -¡Ya vale de hacer gasto, crío! Hoy cocino yo, haz el favor de no darme más trabajo-escuché a Louis gritar desde el otro extremo de la casa. Tommy estaba en la cocina, peleándose con su sueño y sus cereales de colores.
               -Les diré a papá y mamá que nos habéis invitado-repliqué.
               No hice nada de eso cuando llegué a casa. Me limité a abrir la puerta y cerrar bien fuerte, anunciando mi llegada.
               Papá se inclinó hacia atrás, sentado como estaba en el sofá, con un cigarrillo en la boca y un cuaderno de dibujo en el regazo.
               -Es para ti-dije, tirando la carpeta a su lado-. ¿Quién es?-pregunté, observando el boceto de la tía desnuda oliendo una flor que colgaba de un árbol. Papá se echó a reír.
               -Es tu madre.
               -Las piernas de mamá son más largas.
               -Es un boceto. Relájate, crío. ¿Bebiste mucho ayer?
               Negué con la cabeza.
               -Me tocó cuidar de Tommy.
               -¿Sigue Megan al acecho?
               -Sí. Algún día acabaré cargándomela.
               -Haz que parezca un accidente, ¿quieres? Lo último que necesitamos es que me tenga que tatuar el día que salgas de la cárcel en una cadera. Ya casi no me queda espacio.
               Iba en dirección al jardín, donde solía estar mi madre, cuando me llamó y me exigió “dame un beso, niño”. Después de cumplir, me asomé, sólo para encontrarme con que la única que estaba era la mayor de mis hermanas, con el pelo recogido de nuevo en trenzas que le nacían casi en la sien y le caían por la espalda mientras golpeaba el saco de boxeo con el que a veces me afanaba yo también.
               -Saab.
               Se volvió, alzó las cejas y volvió a centrarse en el saco.
               -Te has levantado pronto.
               -Me he enrollado con Eleanor.
               Se echó a reír.
               -Sí, claro.
               -Va en serio-dije, agarrando la cadena de la que colgaba el saco y deteniendo el bamboleo de éste. Se pasó una mano vendada por la frente y me miró.
               -¿Qué ha dicho Tommy?
               -No le he dicho nada, porque no soy imbécil.
               -Defíneme “liar”.
               -El liar de tu edad, Saab.
               Volvió a reírse.
               -Eres gilipollas si te piensas que soy virgen, perdona.
               Le dio otro golpe al saco.
               -¿Quién fue el hijo de puta?
               -Era muy guapo, no te preocupes. Y tranquilo. Tiene pasta. Sólo por si acaso-se encogió de hombros-. No es que tenga pensado hacerte tío de aquí a nueve meses, pero… nunca se sabe.
               -Vaya trabajo de feminismo hizo mamá contigo. ¿Podemos hablar de mis problemas, por favor?
               -Las feministas también follamos. Y no he entrado en la universidad aún, ¿sabes? Deberías entrar tú antes que yo pero, a este paso… ¿Qué vas a hacer?
               -No me provoques.
               -Digo con Eleanor.
               -Ah. Nada. ¿Debería hacer algo?
               -Respetarla. Te la vas a acabar tirando. De todas formas… también podrías aprender a elegir el momento.
               -Se me tiró encima, Sabrae.
               -Y yo nací ayer, Scott.
               -Te lo juro. Por lo que más quieras.
               -¿Me lo juras por tu vida?
               Me toqué el pecho.
               -¿Yo soy lo que más quieres, hermana querida?
               -No, pero si me estás mintiendo, con un poco de suerte te atropella un coche y yo paso a ser la primogénita, y la heredera principal.
               -Te adoro.
               -Y yo a ti-se abalanzó sobre mí y me plantó un sonoro beso en la mejilla-. ¿Cuándo se lo vas a decir a Tommy?
               -No… creo… que se lo diga.
               Puso los ojos en blanco y volvió a afanarse en dar golpes rítmicos. Podrían servirle a alguien para hacer la base de alguna de esas mierdas que se cuelan en la radio.
               -Tú también crees que debería decírselo, ¿eh?
               -Para empezar, creo que deberías empezar a usar la cabeza un poco más y la polla un poco menos. Eleanor llevaba un montón de tiempo detrás de ti, y si tú ahora vas, y le das bola…-se encogió de hombros-. No me parece muy ético.
               -¡Que se me tiró encima!
               -No tengas el morro de venir a contarme en qué posición, por favor.
               -Sólo nos besamos.
               -¿Ella quiere que se lo cuentes a Tommy?
               -No.
               -Pues ya está. Tú pasarás más tiempo con él, pero ella es su hermana, y lo que ella diga va a misa. Déjalo estar, contrólate, no te vuelvas a enrollar con ella, y cuéntaselo a Tommy cuando seáis dos viejecitos en una mecedora contemplando la puesta de sol y recordando aquella época dorada en la que erais unos vividores de mucho cuidado.  ¿Cuándo vas a ir a cagarte al otro tío?
               -Esta noche. Y no te rías así. No vas a venir conmigo.
               -¿Por qué no? Quiero partirle la cara. Puedo partirle la cara. Debo partirle la cara en nombre de toda la comunidad femenina.
               -No quiero tener que pegarme también por ti, Saab.
               -Te puedo tumbar cuando yo quiera. Y no es nada sexual. Contrólate, Scott. Va en serio.
               Es más fácil decirlo que hacerlo, y ella lo sabía. Pero aun así estaba en la obligación de decírmelo. Nos conocíamos, y lo llevaba en la sangre. En los genes.
               Después de dar vueltas y más vueltas por casa, terminé encontrándome a mamá echada en la cama, leyendo un libro con parsimonia. Me dedicó la sonrisa más brillante del mundo cuando me vio.
               -Scott, ¿ya has vuelto? ¿Te lo has pasado bien, mi amor?-le di un beso en la mejilla y me senté a su lado.
               -¿Te he preocupado mucho?
               -Tu padre se acordó de enseñarme tu nota. No te preocupes. Me imaginaba que estarías con Tommy. ¿Estás bien?
               No.
               -Sí.
               -¿Seguro?
               No.
               -Eso creo.
               Sonrió.
               -¿Qué te pasa?
               -Ayer tuve que cuidar de Tommy. Y de Eleanor. Digamos que cuidé demasiado de Eleanor.
               -¿Ella te lo pidió?
               Me quedé pensando un segundo, instante que aprovechó para incorporarse, acariciarme la cabeza y girarme la cara para poder estudiar mi expresión.
               Todo el mundo decía que Tommy era igual que Louis, y que yo era igual que mi padre, cuando tenían nuestra edad. Lo único que en mí cambiaba era que tenía los ojos de mi madre; marrón dorado con toques de esmeralda, como la piel moteada de un leopardo brillando entre la poca luz que conseguía colarse en la selva.
               Tuve la misma sensación que  cuando Diana me miró la noche anterior, de estar desnudo y ser pequeño y tener mi alma en una bandeja, dispuesta para su escrutinio.
               -Debes hacer lo que te apetezca si a ella también le apetece, ¿entiendes? Haz lo que te pida, si tú también quieres-me acarició la mejilla-. No puede estar mal que quieras a alguien. Nadie te podrá reprochar nada.
               -Pero no la quiero de esa manera, mamá.
               -¿Y qué?-me sonrió-. Querer es querer. Evidentemente, no querrás a Tommy como quieres a tus hermanas o me quieres a mí, pero todos son buenos sentimientos. No pueden hacer mal.
               -Pero estaría jugando con ella, ¿o no?
               Se quedó pensativa un momento.
               -No hay nada malo en jugar, si los dos estáis de acuerdo en sostener unas cartas.
               -¿Y Tommy?
               -No le estás haciendo daño. Además, es como tu hermano. Seguro que lo entenderá. ¿No lo entendería Saab?
               -Bueno, hay opiniones.
               -No te culpes por coger algo cuando te lo dan. Avergüénzate si alguna vez le robas algo a alguien.
               Claro, eso es, de eso trataba todo. Pero, ¿cómo saber cuándo robabas? La vida no era blanca o negra. Siempre había matices de gris. Podrías estar quitándole algo a alguien que no podía deshacerse de ello, y hacerle un favor. Y, a la vez, podías tomar algo de alguien que te lo ofrecía y, en realidad, estar robándoselo.
           A pesar del efecto calmante que mamá tenía sobre mí, había cosas que seguían sin estar del todo claras, una islita en medio del Pacífico que no sabía si era tierra o mar, pues dependía de la Luna y sus mareas para definir su esencia.
               -Voy a ir de tarde a Londres con Tommy. ¿Qué hay de comer?
               -Estoy esperando a que me venga la inspiración. O a que tu padre le entre el hambre y se decida a preparar algo. Lo que menos me haga trabajar-sonrió-. No vayas a comer a casa de Tommy, ¿quieres? Quédate con nosotros. Tráete a Tommy si quieres. No vas a estar todo el día allí metido. Yo también tengo derecho a estar un poco contigo, mi vida-me dio un beso en la frente que fue fresco como el viento del norte en un desierto.
               Eso fue lo que hicimos, y Erika nos fue a recoger más tarde, justo cuando tomábamos el postre. Mamá les ofreció algo, pero la española dijo que acababan de comer y que, la verdad, tenía un poco de prisa. Había que atender negocios urgentes en el centro.
               -Espero que no sea nada grave.
               -Bueno, Sher, la verdad, es que es una situación bastante delicada…
               Se lanzó a contarle por encima lo que sucedía en una de las empresas de la que era dueña mientras nosotros enfilábamos hacia el coche. Mamá asentía, con cara de circunstancias.
               -Sí, la verdad es que llevan bastante mal las políticas de las energías renovables.
               -Totalmente; además, se supone que tendrían que dar subvenciones para las empresas medioambientales, pero no las están dando.
               -¿Quieres que eche un vistazo, a ver qué puedo hacer?
               -Te lo agradecería muchísimo, la verdad.
               -Considéralo hecho-mamá le tomó la mano y la cubrió con las dos suyas, sonriendo. Eri le devolvió la sonrisa.
               -Muchísimas gracias, de verdad.
               Y Eri la abrazó y le dio dos besos a modo de despedida. Lejos de ser incómodo, el abrazo era sincero. Tommy y yo nos miramos. Nuestras madres siempre se trataban bien, pero de ahí a comportarse como si fueran amigas de toda la vida…
               -¿A qué vas al centro, mamá?
               -Tengo que encargarme de unas cosas, ¿y vosotros?
               -También.
               Condujo en silencio, escuchando nuestras conversaciones sobre videojuegos y la de Eleanor y Diana sobre la arquitectura del centro de Londres. Nos dejó cerca del puente, al lado de una estación de metro, y nos hizo prometer que estaríamos atentos del móvil para cuando terminase poder recogernos. Después, enfiló por una calle, dobló una esquina y se perdió entre la marabunta de coches y taxis negros.
               -No me lo digáis: vais a Oxford Street.
               -De hecho, quiero ver Buckingham Palace-contestó Diana, inflándose como un pavo y haciendo caso omiso de las miradas que los londinenses le dirigían. Su cara les resultaba familiar, pero no conseguían situarla, e ir a Oxford Street sería una locura  en el minuto en que pusiera un pie fuera del vagón de metro.
               -¿Dónde iréis vosotros?
               Tommy y yo nos miramos un momento.
               -¿Oxford?
               -Oxford.
               -Tal vez “Oxford” sea nuestro “siempre”-bromeé, y él se echó a reír.
               -Cuando terminemos el tour, os llamaremos e iremos en vuestra busca.
               Ellas cogieron una línea diferente a la nuestra, por lo que la despedida fue poco más allá de las barreras por las que accedías a los andenes. Tommy le dio un abrazo a su hermana mientras Diana y yo nos retábamos con la mirada, y luego, como si quisiera putear a su hermano, Eleanor se puso de puntillas y también me abrazó a mí.
               -Voy a decírselo.
               -Lo del baño. Lo otro, no.
               Le acaricié la espalda a modo de asentimiento, sin darme cuenta (o darle importancia) al hecho de que le encantaba. Ella sonrió, se dio la vuelta para ver cómo Diana y Tommy también se despedían (con bastante más sensualidad que nosotros), agarró a Diana del antebrazo y se perdió entre la marea de gente.
               Nos colamos entre los ejecutivos y los turistas que recelaban de cada persona que se acercaba a sus mochilas y encontramos unos asientos al final del vagón.
               -Tommy.
               -Scott.
              -¿Qué recuerdas de ayer?

6 comentarios:

  1. Cómo Niall y Chad no llegue ya me da algo. ¿Cuánto tiempo llevan ya en ese aeropuerto? Lol ��

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    Respuestas
    1. Con lo de la huelga de controladores de Francia van a acabar tirados en el de Castellón, ya verás, JAJAJAJA.

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  2. Scott es demasiado genial joder.

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  3. Necesito que Sabrae participe también en la paliza que le van a dar al hijo de puta. Por favor. Esta empezando a caerme muy bien la condenada.

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    1. Poco a poco el círculo se va a ir ampliando y empezará lo bueno, lo prometo ;)

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