domingo, 15 de mayo de 2016

Curly squad goals.

Mis pesadillas no son muy originales. Casi siempre tienen el mismo contenido, porque, ¿para qué esmerarse produciendo algo nuevo, si lo viejo tiene efectos tanto o más buenos?
               Tengo el vientre ligeramente abultado. Estoy de unos cuantos meses. No muchos. Sé con la seguridad que sólo puedes tener cuando estás en los brazos de Morfeo que no es de Chris.
               Eso hace que lo quiera. O, por lo menos, que lo haga un poco más.
               Estoy echada en la misma cama en que me he dormido. Eso sí es nuevo.
               Lo que no es nuevo es la figura que hay sentada al borde de la cama. Creo que se está calzando.
               No, no, se está desnudando. Se desabotona la camisa. Se levanta, se la quita y la deja colgada de una silla. A continuación, los pantalones.
               Yo no estoy desnuda, pero el camisón que llevo puesto hace que lo parezca. Tengo el ombligo vuelto del revés. El bebé ha hecho que se me dé la vuelta.
               Es una niña.
               La acaricio inconscientemente, como si mis manos tuvieran superpoderes y fueran a crear un escudo entre ella y la sombra, y contemplo al desconocido.
               No es un desconocido. Sé de sobra quién es.
               Es joven para hacerlo, o eso me parece a mí, pero creo que ella se estremece en mi interior.
               -Sabía que volverías, nena-dice. Si tuviera cuerdas vocales y aire con que hacerlo, mi hija chillaría.
               Me incorporo un poco, doblando las piernas debajo de mi cuerpo.
               -Chris.
               -Siempre vuelves.
               Se está quitando los pantalones. Estoy embarazada de otro pero eso a él no le importa.
               Me noto la alianza en los dedos. Estoy casada con otro. No le conozco, pero le soy fiel. Le quiero. No quiero hacerle daño, y sé que estando en la misma habitación que Chris, ya se lo estoy haciendo.
               -Yo…
               -Así estás preciosa. Incluso con eso-señala mi vientre, yo reprimo el impulso de decirle que no es ningún “eso”.
               Se inclina hacia mí, hacia nosotras. Me echo a temblar inconscientemente, pero no me muevo. Meses, años, de experiencia, me han enseñado que lo mejor es no moverse. El que hace el primer movimiento, pierde.
               Me acaricia la cara muy despacio. Es el Chris de Wolverhampton. El que me hizo el amor con timidez. Era la primera vez que estaba con una chica, yo fui su primera vez. Él no fue la mía, pero no le importó.
               Me pidió perdón cuando se excitó tanto al quitarme yo el sujetador que se derramó incluso antes de entrar en mí. Recuerdo que yo me reí. Le dije que no pasaba nada, lo acaricié despacio y le enseñé cómo tenía que hacerme lo que quería hacerme cuando volvió a estar en condiciones de estar con una chica. Me gustó su ternura.
               -Déjame verte-me pide. Yo trago saliva. Estoy enamorada de él. Pero estoy casada con otro. No puedo hacerlo. No debo hacerlo. Seré una persona horrible si lo hago.
               Lentamente, baja sus manos por mi cuello. Tira un poco del tirante y lo desliza por mi hombro. Me cuesta respirar. Mi hija está expectante. Ella tampoco se atreve a moverse. Es lista. Más lista que yo.
               Repite la misma operación con el otro tirante. Tengo los pechos al aire. No lo había tenido tan grandes en toda mi vida. Chris sonríe. El camisón no baja más allá de mi cintura. La pequeña se lo impide.
               -Siempre supe que estarías preciosa incluso estando preñada.
               -Chris…
               -Sh-me pone un dedo en la boca. Se acerca a mí. Está en calzoncillos. Se está endureciendo. Cuando se inclina hacia mí para besarme, besarme la boca, la clavícula y los pechos, sus caderas rozan mi vientre abultado.
               Hay diez centímetros de distancia entre lo que más quiero y lo que más asco me da en el mundo.
               -Lo bueno de que estés así, es que tenemos barra libre durante nueve meses.
               -Chris, no, para, por favor.
               Hace caso omiso de mis súplicas. Ya no puedo ponerme chula. Llevo mercancía demasiado preciada como para ponerme a dar bandazos en una carretera comarcal.
               Sus manos se cuelan por mis muslos. Arrastra despacio las bragas lejos de mí. Yo no puedo hacer casi nada. No puedo incorporarme y estirarme para detenerlo. Mi hija está ahí.
               Algo frío me araña la piel. Parece metálico.
               Deseo hablar todos los idiomas del mundo para rezarles a todos los dioses habidos y por haber. Las diosas suelen escuchar mejor; tengo que aprender griego antiguo. Y egipcio. Y mesopotámico.
               -Chris. No. No quiero. Se acabó.
               -Eso dijiste la otra vez. Y la anterior. Y la anterior. Llevas diciendo que se acabó tanto tiempo…-suspira trágicamente. Me separa las piernas. Yo intento cerrarlas, pero ya está dentro, haciéndome imposible volver a juntar las rodillas.
               Se termina de desnudar. A pesar de mi costumbre, lo veo. Me lo quedo mirando. Él sonríe y juega con eso.
               -Te gusta.
               -Por favor, para. Mírame. Haré lo que sea. Déjanos tranquilas. No le hagas daño.
               Se acerca hacia mí. Su punta está en mi sexo. Lo siento palpitar. Se me desliza una lágrima por la mejilla. Cierro los ojos con fuerza. Le pido perdón a mi hija.
               Lo siento tantísimo, mi reina…
               -No voy a hacerle nada, Lay. Yo también la quiero.
               Por un momento, me entra un ataque de pánico. No puede ser suya. Es lo mejor que me ha pasado. No puede ser el producto de mi maldición. No debo dejar que sea el producto de mi maldición.
               -…aunque sea de otro. Pero tú eres mía.
               Me la mete. Me hace mucho daño. Mi hija se revuelve en mi interior. Aunque sé que es imposible en este estado del embarazo, me lo imagino alcanzándola.
               Y eso acaba con la poca cordura que me queda.
               Me revuelvo. Chillo. Pataleo. Muerdo. Él me da una bofetada. Yo le doy otra. Él me agarra del cuello y me obliga a reclinarme. Me lo hace con muchísima fuerza. Empiezo a sangrar. Me aprieta el cuello. Me arden las entrañas. Me arde el alma de pura rabia y terror.
               Me aprieta la garganta lo suficiente como para que no pueda defenderme, pero no lo bastante como para que pierda el conocimiento. Lleva un tiempo gustándole ver mi expresión mientras me fuerza. Ahora ya no se engaña, ya no dice que no puede controlarse. Le gusta violarme. Le encanta el odio que hay en mis ojos cuando lo hace.

               Gracias al cielo, me despierto antes de que él acabe, aunque sé de sobra cómo termina la historia.
               Se corre en mi interior, sale, se echa a reír, se viste y se marcha. Yo me quedo llorando y sangrando, echa un ovillo.
               Empiezo a chillar cuando me doy cuenta de que estoy sangrando más de lo normal, y de que mi hija ya no se mueve dentro de mí.
               Enciendo todas las luces, me incorporo, miro debajo de la cama y abro la puerta de los armarios. No hay nada. Sólo han pasado 15 minutos desde que escuché a Scott revolver en los cajones en busca de algo; cuando salga de la habitación, me enteraré de que es un cargador para el teléfono.
               Temblorosa, con la cara pegajosa de las lágrimas y el sudor, me acerco al espejo del armario y me levanto la camiseta. Todo en orden.
               Mi hija está muerta.
               No, mi hija no está muerta porque en realidad no existe.
               Sentí cómo la mataban dentro de mí.
               Me apetece gritar, pero es madrugada y hay vecinos. No puedo hacerlo. Nunca puedo hacer nada que me alivie la inmensa carga que me cuelga del alma.
               Cuando muera, me quedaré tendida en el suelo al lado de mi cuerpo. Me enterrarán con él. Me quedaré tumbada mientras éste se pudre y se reduce a polvo. Me quedaré encerrada por toda la eternidad, porque jamás conseguiré quitarme de encima la inmensa losa que es Chris.
               ¿Por qué tuve que querer estudiar Medicina? ¿Por qué no pude conformarme con un grado superior? ¿Por qué tenía que ser Cambridge? ¿Por qué me creí tan importante que tenía que ir a una de las mejores universidades del país a estudiar una de las carreras más prestigiosas, en lugar de conformarme con un colegio mayor del norte y una carrera mediocre?
               ¿Por qué alejarme de mi familia?
               O, ¿por qué lo tuve que arrastrar a él? ¿Por qué me empeñé en traerlo conmigo, o dejé que me siguiera? Me seguiría hasta el fin del mundo. ¿Por qué no hice como el resto de mis amigas del instituto, le agradecí todos los buenos momentos y lo dejé correr libre a los brazos de otra?
               Soy tan gilipollas que, si me dieran una máquina del tiempo, iría al pasado y trataría inútilmente de convencerme de que lo dejara atrás. Daría un consejo y me iría. No insistiría. No suplicaría. No intentaría matarlo.
               Hasta ese nivel de cobardía puede llegar el ser humano: a que te den un cuchillo y no ser capaz de usarlo para acabar con la causa de todos tus males.
               No soporto estar conmigo misma en la habitación, así que salgo en busca de algún entretenimiento. Por ejemplo, Scott.
               Tiene la pantalla del móvil pendiendo de dos dedos, a diez centímetros de la cara. No ha encendido ninguna luz. Parece estar leyendo algo mientras de los auriculares se intuye música.
               Está frunciendo el ceño, pero algo capta su atención. Se saca la otra mano de debajo de la cabeza, da un toque y coge el móvil con las dos manos. Se pone a teclear.
               Ahora está sonriendo.
               Lo contemplo cambiar de expresión varios minutos. Él no se percata de que yo estoy ahí.
               Me doy cuenta de que es más guapo que Chris. Bastante más. Su pelo, sus ojos… es más bajo que él, pero también está más musculado. No es de estos chicos a los que les sobran los músculos; está bien. Mejor que bien.
               Es exactamente mi tipo de chico, y me enamoraría de él si no tuviera el corazón reducido a cenizas de tantos baños en lava hirviendo.
               Lo que me extraña es que no se aproveche de ello. Que sólo pida sexo, cuando se merece que lo adoren. Que lo pongan en un pedestal y le conquisten un reino. Que 15 chicas de todo tipo de belleza desfilen ante él cada día, haciendo todo lo que él les ordene.
               Eleanor no es suficiente. Ninguna chica sería suficiente. Ni siquiera cinco seríamos suficientes.
               Recuerdo cómo le sonrió a Eleanor en casa de ésta. Como si no hubiera nada más bonito en el mundo. Hay que tener una suerte para que alguien como él te mire de esa manera…
               Qué poco repartido está el mundo.
               Enciendo la luz, y él aparta la mirada. Me sonríe como si llevara años sin verme.
               -Lay.
               Le sonrío con tristeza.
               -No puedo dormir.
               -Ven a ser una loba solitaria conmigo, entonces.
               Le agradezco que me ofrezca el poco espacio que tiene, en lugar de intentar un trueque más que injusto: sofá por cama.
               Me siento a su lado, pero él no se incorpora.
               -¿Quieres…?
               Sí, la verdad es que me apetece tumbarme encima de él. Sólo espero que consiga controlar su cuerpo. Sé que a los chicos les cuesta bastante.
               A él, no.
               Cuando me echo encima de él y pongo la cabeza en su pecho, y me quedo mirando el móvil, no siento absolutamente nada. Es como si estuviera tumbada encima de un sofá que respira, con pulso y calor corporal.
               Deja que me acomode y se acomoda él también. Es muy cómodo. Eleanor tiene mucha, mucha suerte
               -¿Tú tampoco puedes dormir?   
               -Soy un Cullen. ¿No se me nota, por la palidez?
               Me echo a reír.  Él también se ríe. Me hacía muchísima falta.
               Cierra una pestaña y abre otra. Es un buscador que yo no conozco.
               -¿Qué aplicación es esa?
               -Se llama Ecosia. Con cada búsqueda que hago, consiguen dinero para plantar árboles. Ya llevo…-cierra la aplicación y vuelve a abrirla-. Vaya. 1500. Cifra redonda. Pide un deseo.
               Cierro los ojos y les pido a las estrellas que todo esto acabe pronto. Que me lleven con ellas o se lleven mi relación. Me da igual cómo procedan. Lo que cuenta es llegar al final.
               -Nunca había oído hablar de él.
               -Pues tiene sus años. Lo sacaron cuando mi madre iba al instituto. Es su buscador principal.
               Evidentemente, una abogada de medio ambientales tiene que usar un buscador que planta árboles. Si no, ¿qué sentido tiene haberse especializado en esa rama?
               Se mete en varias páginas de cine. Chasquea la lengua cuando hablan de un actor muy prometedor.
               -Estos hijos de puta no le dieron ningún premio a Alan Rickman. Los Oscar están desacreditados desde entonces.
               -Mm.
               -¿Quieres que hablemos?
               -¿De qué?
               -De tu pesadilla.
               Me incorporo un poco.
               -¿Cómo sabes que he tenido una pesadilla?
               Podría haberme dado un millón de respuestas. Que se ha acostado con más chicas que amigas tengo yo. Que nos conoce como la palma de la mano. Que ha tenido varias novias. Que soy un libro abierto. Que desde que está con Eleanor, se fija en más detalles. Como, por ejemplo, el pequeño arco de cupido que tiene sobre el labio superior.
               Que estoy hecha un asco y es la única explicación posible. Que me oyó jadear en la habitación porque oye más que un murciélago.
               En lugar de eso, se corona como la criatura más dulce del planeta cuando me dice:
               -Tengo tres hermanas.
               Le planto un beso en la mejilla sin pensármelo dos veces.
               Él me acaricia el costado como lo haría un hermano. Me roza una magulladura. Doy un respingo. Me pide perdón. Yo digo que no pasa nada.
               -Ya está bien de hablar de cosas malas por hoy.
               Asiente con la cabeza.
               -Tienes razón. Leonardo DiCaprio ganó el Oscar por A quién ama Gilbert Grape. La vida es fabulosa.
               Se echa a reír. Será un Malik, pero lo ha criado Erika. Mamá siempre me hablaba de lo mucho que les daba el coñazo en la universidad. Los Oscar esto, los Oscar lo otro. Medio año, se lo pasaba hablando de los Oscar que acababan de suceder. El otro medio, hacía predicciones y estadísticas.
               Abre Instagram. Tiene una millonada de notificaciones, porque Tommy y él son los temerarios del grupo de hijos de One Direction, y tienen la cuenta pública. Abre la pestaña y la cierra casi sin mirar.
               -Te veo interesado.
               -Son todo mensajes diciéndome, básicamente, que las folle contra la pared de la habitación de sus padres. Al principio me hacían gracia. Ahora ya, me aburren.
               -Eso es porque tienes novia-le pincho.
               -Eso es porque soy yo. Me canso enseguida cuando me dan bola. A veces me apetece cerrármelo y que no me molesten más.
               -Medio mundo lloraría si lo hicieras, S.
               -Por eso no lo hago-nos echamos a reír-. Me cabrea, porque yo sólo quiero enterarme de las cosas nuevas que van a sacar de superhéroes.
               -¿Marvel, o DC?
               -DC. Tienen a Superman-lo dice muy ofendido-. Y Batman. Lo único decente de Marvel es Deadpool.
               -Y Thor.
               -Bueno, vale, Thor.
               -Tommy es de Marvel-comento como quien no quiere la cosa.
               -Eso es porque Tommy es retrasado.
No han subido ninguna foto nueva.
               Suspira y me deja tomar los mandos de la situación. Cojo el móvil y él se reclina un poco hacia atrás, y se estira boca abajo, con la cabeza colgándole del sofá. Vuelve a colocarse en posición cuando llego a las fotos que han subido las hermanas de los chicos con un lapso de tiempo de apenas 5 minutos.
               La misma foto de Eleanor y Sabrae agitando las melenas y sacando culo. Eleanor ha puesto “«Oye, Tommo, ¿nos vamos de caza?» No he asentido tan rápido en mi vida”.
               Sabrae, en cambio, no se suma al fenómeno pseudo filosófico de Instagram. Ha puesto simplemente “Curly squad goals”.
               Eleanor fue el primer comentario: “Your faves could never”.
               El segundo, de Scott: “Por favor, Sabrae, péinate”.
               -¿Esa chaqueta no es…?-pregunto, dando un toquecito en la pantalla. Lo noto asentir detrás de mí.
               -Se la regalé.
               -Le queda bien-sigo contemplándolas; ya son todas unas chicas-. Todavía me acuerdo de cuando eran unos bebés.
               -Yo echo de menos la época en la que lo único que me molestaba de Sabrae era su afición a ponerse a llorar a gritos de noche. Ahora me toca los huevos también de día.
               -Son guapísimas-comenté.
               -Sabrae más que Eleanor-lo suelta sin pensar, se notaba a leguas. Suspira y se frota la cara-. No le digas que he dicho eso.
               -Siento haberte jodido el fin de semana con ella.
               -No iba a verla casi-se encoge de hombros-. Además, cuatro besos con ella no son más importantes que el que tú estés bien.
               Ay, por dios, qué mono es. Me lo comería enterito, sin patatas ni nada. Es una cría de manatí, debemos protegerlo a toda costa.
               -Háblame de ti y de Eleanor. Quiero saber que hay cosas buenas ahí fuera.
               Produce una sonrisa que habría hecho que el sol se marchase llorando a otra dimensión.
               -¿Cuánto lleváis?
               -Ni una semana.
               Alzo muchísimo las cejas. Casi se reúnen de nuevo en la nuca.
               -¿De veras?
               -Sí.
               -Cuando os vi en el bar… pensé que llevabais más. Dos meses, o así. Hoy… parecíais llevar tres.
               -¡Tres meses!-se ríe, complacido-. Qué va. El sábado empezamos. Y, para que lo sepas, me besó ella primero.
               -¿Qué me dices?
               -Yo no habría tenido cojones a darme cuenta de que estaba ahí si no lo hubiera hecho ella.
               Me recuesto contra su hombro y lo miro.
               -Cuéntamelo-le pido-. Con todos los detalles que puedas. Sois monísimos. Y buenos el uno para el otro.
               Me cuenta cómo empezó todo. No se deja nada, y yo le agradezco que haga como si no me hubiera sucedido nada parecido a mí. Incluso me habla de la primera vez con ella.
               -Fue en un baño, no te escandalices, Layla.
               -No me esperaría menos de ti.
               -Ligo bastante menos de lo que dicen los chicos. Mi vida es bastante más aburrida que las historias que se inventan de mí.
               Es mentira, pero no importa. Ser humilde es una virtud.
               Sigue con lo del partido. Se guarda lo que pasó en su habitación: “algo en lo que fui pionero”, me dice, muy misterioso, cuando yo le pregunto. También se guarda lo del dibujo a media noche. Y lo del probador. Pero lo demás, me lo cuenta todo. Está feliz de poder compartirlo con alguien.
               Cuando hablas de un suceso que has vivido, lo resucitas. Y él está encantado de poder hacerlo conmigo. Le duele no poder contárselo a Tommy, pero cree que es mejor así.
               -Nunca nadie había pronunciado mi nombre como lo hace ella-concluye-. Suena como si… como si fuera el verdadero nombre de Dios. Me activa todas las células, me recorren escalofríos por pates del cuerpo que ni sabía que existían. Da igual cómo lo haga: que me lo susurre al oído o que lo grite a la noche. Que se le escape entre los labios mientras estoy dentro de ella. Mi nombre es su Quinta Sinfonía, y yo no quiero dejar de ir al teatro a escucharla arrancar arte de madera muerta.
               Shakespeare, Cervantes, Victor Hugo… no son nada. Nada. Nada comparados con él. Es poesía pura, respira poesía y habla en verso.
               -Tiene muchísima suerte de tenerte.
               Ninguno de los dos sabe cuánta.
               -Soy yo el que tiene suerte.
               Nos quedamos en silencio, pensando en nuestras cosas. Yo, en la envidia que me dan. Él, en los labios de ella. En su sabor a cereza.
               -¿Cuándo te gustan más?
               -No lo sé-se pasa una mano por el pelo y suspira. Estoy hecho un lío. Depende de cómo tenga el día. Me gusta que se le escape entre los labios mientras lo hacemos. Cuando me besa y lo susurra y sonríe cuando me hace sonreír a mí, es poco menos que ver cómo se creó el universo. Pero cuando lo grita… cuando lo grita, me está componiendo una epopeya. Yo soy Ulises. Ella es Troya. Los dos sabemos que voy a sufrir cuando salga de ella. Por eso nos quedamos contemplando el fuego que nos encendemos el uno al otro. No hay nada más destructivo y hermoso que el sexo con ella, Lay.
               Quiero que se casen. Que se casen y tengan cien hijos. Que se casen y vivan para siempre.
               -Estás enamorado de ella-susurro por fin.
               -Sí-no es una pregunta, pero él me lo confirma como si no se le viera en los ojos, en la sonrisa, o se le escuchara en la voz cuando habla de ella.
               -¿Y a qué esperas para decírselo?
               -Al momento adecuado.
               -Ella quiere saberlo.
               -Seguro que se lo imagina-replica-. Pero será más especial cuando yo necesite que ella lo sepa. Cuando me despierte en mitad de la noche y piense que eso será lo más rápido y lo mejor para hacerla sonreír.  Y esté dispuesto a vestirme, correr bajo la lluvia, trepar por un árbol hasta su ventana y pedirle que me la abra. Despertarla. Darle un beso y decírselo. Que me invite a entrar. Que me haga el amor ahora que nuestras almas se conocen tan bien como nuestros cuerpos. Que suspire que ella lo está de mí mientras estoy en su interior. Quiero no soportar un minuto más sin que ella lo sepa, Layla. Que me haga explotar como un fuego artificial.
               ¡Paradlo todo! ¡Hemos contado la historia mal! ¡La prehistoria no acaba cuando se inventa la escritura hace 5.000 años! ¡La escritura la está inventando él!
               -Seguro que piensas que es una locura-sonríe, un poco sonrojado. Ay, por favor, es la última cría de manatí del mundo.
               -En realidad, lo que pienso es en lo raro que es que  sólo una chica esté enamorada de ti.
               -Soy insoportable-explica. Es un mentiroso.
               -Qué envidia me dais-replico, apoyándome en su pecho y mirando al techo. Un millar de estrellas se despliegan ante mis ojos. Chris es el de Wolverhampton. Es bueno. Estamos enamorados el uno del otro. Nada de lo que está pasando ha sucedido aún-. De la sana.
               -Eso no existe, Lay. Cuando lo dejé con Ashley, me jodió que T siguiera con Megan. Cada vez que se besaban, yo me moría. Y cuando Megan dejó a Tommy, a él le jodía no poder enrollarse con otras como lo hacía yo.
               -A mí no me jode que tengas algo bueno en tu vida. Me alegra saber que hay felicidad más allá de mí.
               -Tú la encontrarás pronto.
               -No estoy tan segura-replico, pero no estoy nada triste. Soy una espectadora de la mayor historia de amor que haya existido nunca. Cleopatra no provocó nada al lado de esto. Disney no tiene imaginación. Sus vidas son mil veces mejores que las películas con las que crecí.
               Nos quedamos callados, escuchando la respiración del otro. Scott ha bloqueado el móvil y ahora descansa sobre mi pecho. Ni siquiera se ha dado cuenta de que lo ha puesto ahí.
               -Quiero tener hijos, pero nunca voy a poder enamorarme de nadie-murmuro, no sé si para que él lo escuche, o para ir haciéndome a la idea a base de decirlo en voz alta.
               -¿Te parezco guapo, Layla?-es su respuesta. Me incorporo un poco y lo miro a los ojos.
               -Sí. Claro.
               -Pues ya está. Di una edad. Si a esas alturas no te has fijado en nadie, yo te doy la materia prima. Y los tienes conmigo.
               -¿A tu mujer no le importará…?
               -Eleanor lo entenderá-vuelve a soltarlo sin pensar. Es su alma la que habla, su corazón, no su cerebro. Puede mostrarse vulnerable frente a mí, porque yo lo he hecho. Somos iguales, pero no tenemos nada en común.
               Frunce un poco el ceño, pero sonríe.
               -¿He dicho Eleanor?
               -Sí-y me contagia la sonrisa como quien te contagia un resfriado.
               -Mi vida es muy triste-se lamenta, suspirando.
               -A mí me ha parecido muy cuqui.
               -No se lo cuentes a ella.
               Le digo que lo intentaré. Él me dice que soy una buena persona. Que todo se arreglará. Empieza a acariciarme la cabeza igual que lo hacía papá cuando me daba un baño. O cuando tenía sueño, pero me negaba a dormir la siesta. Y hacía que me tumbara sobre su pecho y me acariciaba el pelo despacio mientras miraba la televisión. De vez en cuando, me miraba a mí. Yo me quedaba dormida siempre.
               Igual que me lo quedo ahora.
               Siento cómo se mueve debajo de mí. Me deposita con delicadeza en el sofá. Tiene experiencia: tiene tres hermanas pequeñas. Me cubre con la manta, y más intuyo que veo cómo coge las llaves, abre la puerta y la cierra despacio.
               Abro un poco un ojo. Hay una figura delante de mí. No lleva sudadera. Tiene los brazos al descubierto.
               Es Tommy.
               -¿Quieres que te lleve a la cama, Lay?
               -Estoy bien aquí, gracias.
               Él asiente, me da un beso en la frente.
               -Pronto se acabará esto, princesa.
               Soy una princesa para él, para Scott, y para mi padre. Para mi novio, soy una esclava. Deseo quedarme aquí para siempre. Por favor, dioses, haced que me quede aquí para siempre.
               -No te preocupes, todo se arreglará.
               -No estoy preocupada, Tommy-le digo, es mi alma la que habla; mi alma directamente a través de mis labios-. Estoy contigo.
               Entreveo cómo sonríe. Me vuelve a dar un beso, esta vez en la mejilla. Yo vuelvo a dormirme.
               Y vuelvo a soñar. Pero no es una pesadilla.
               Estamos en un campo de lavanda. Me suena muchísimo; ya lo he visitado, en la vida real. Llevo a un niño de la mano. Yo también soy pequeña, pero no tanto como él. Es Tommy. Tommy de pequeño.
               Me da un beso en la mejilla, y yo se lo devuelvo. Mi boca abarca media cara suya. Me incorporo.
               Es entonces cuando le veo: Tommy, el Tommy de ahora, un Tommy un poco más mayor, incluso, que me sonríe con las manos en los bolsillos. Y yo lo entiendo. Mis sueños siempre van sobre lo mismo; depende de con quién esté y qué haga, cómo de vulnerable e inocente sea el momento, serán sueños o pesadillas.
               Me apetece echarme a llorar. Lo hago. Tommy me sonríe despacio, sin ninguna prisa en preguntar:
               -¿Qué te pasa, princesa?
               -Que ya no estoy preocupada. Estoy contigo.
               Lo digo en voz alta, y él sonríe con tristeza. Es horrible que el único momento en que digo que ya no estoy preocupada es cuando no habito mi cuerpo.

Tommy.
Me despertó el sonido de unas llaves que se movían como por arte de magia y la puerta abriéndose y cerrándose despacio. Me temí lo peor: que Scott se hubiera dormido y no se enterara (¿cómo iba a enterarse, si duerme como un tronco, si entra en coma profundo cada noche?) de si Layla se vestía y decidía irse a su casa, por miedo a las represalias que podría sufrir si llegaba después que su novio.
               Me aparté el brazo de Diana de encima, me aseguré de que seguía dormida cuando salí de la cama, la arropé bien, metiendo la manta entre la almohada y el colchón, escuché cómo suspiraba, satisfecha, y me alejé de ella con la pantalla del móvil a modo de linterna.
               Pude respirar tranquilo cuando comprobé que era él el que se había marchado, y no ella. Dormía tranquila en el sofá, con los ojos ligeramente entreabiertos, siempre alerta. Me acerqué y la tapé un poco mejor; se le había escurrido la manta un poco cuando se movió, preguntándose si Scott se había ido o qué había sucedido.
               La desperté.
               Le pregunté si quería que la llevara a la cama; seguro que pesaba poco y podía cargar con ella, aunque no sin dificultad. Me dijo que no, y yo en el fondo se lo agradecí. Estaba a gusto en el sofá.
               -Pronto se acabará esto, princesa.
               Sonrió un poco, medio en sueños, medio conmigo. Debe de saber que yo sólo llamo “princesa” a Astrid, pero me ha salido de dentro.
               -No te preocupes, todo se arreglará.
               -No me preocupo, T. Estoy contigo.
               Se dio la vuelta, poniéndose de costado, de cara al respaldo del sofá, se encogió un poco y volvió a dormirse. Suspiró con la satisfacción de quien sabe que nadie le va a hacer daño mientras nosotros estemos allí.   
               Scott me tocará los cojones, pero a la hora de la verdad siempre jugamos en el mismo equipo.
               Lo esperé sentado en el reposabrazos del sofá, a los pies de Layla. Abrió la puerta tan despacio que apenas me enteré de que había llegado hasta que lo vi aparecer en el hall, el pelo un poco mojado (estaba lloviendo) y una bolsa de plástico colgándole precariamente de las manos.
               Se volvió hacia el salón, me miró a mí y luego la miró a ella.
               -Apaga la luz-fue lo único que me dijo. Ningún “perdona por ser un gilipollas y un bocazas, T.” Nada de “tenías razón, Tommy, como siempre.”
               Si su vida pendiera de darme la razón, llevaría años enterrándolo una y otra vez.
               Salí de la estancia y lo seguí hasta la cocina. Se puso a revolver en las alacenas, buscando una sartén.
               -¿Cierras la puerta?
               -¿Qué coño vas a hacer, a estas horas de la noche?
               Llevaba 17 años con él, lo suficiente para saber de sobra lo que se proponía. Pero tenía que hacérselo decir, a ver si entraba en razón, se daba cuenta de que no podía ponerse a cocinar a las 4 de la madrugada, de encogía de hombros y se metía en la cama.
               También lo conocía lo suficiente como para saber que no se dormiría hasta que no saliera el sol.
               -¿Me hago el desayuno?-espetó, ofendidísimo, como si le acabara de decir que me apetecía cargarme a una de sus hermanas, freírla y comérmela en un bocadillo mientras nos íbamos de excursión a la playa o al monte. Me daría igual el destino.
               -¿A estas horas?
               -Así lo tengo preparado cuando me despierte.
               -A ti no te funciona bien el riego sanguíneo, ¿eh?
               -Me funciona de puta madre, gracias por tu interés-espeta, hinchándose como un pavo. Si no fuera Scott, le habría soltado una bofetada. O un puñetazo. Sí, un puñetazo sería más adecuado.
               Pero era Scott, y las únicas veces que nos pegábamos era para hacernos espabilar. Cuando hacíamos el gilipollas de continuo y ya estaba bien de que nos rebozáramos en nuestras miserias. Nunca cuando nos cabreábamos el uno con el otro.
               En eso y en la sangre era en lo único en que no éramos hermanos, anda que no le había soltado yo tortazos a Eleanor cuando éramos más pequeños. Y ella a mí. Y Scott a Sabrae. Y Sabrae a él. Y Shasha a él. Y él a Shasha, aunque en menos ocasiones.
               Eso sí, si no se hubiera conseguido morder la lengua y le hubiera puesto la guinda del pastel a su intervención estelar con un “o si no, pregúntaselo a tu hermana”, me lo habría cargado allí mismo.
               Sacó la comida que acababa de comprar en el supermercado de la esquina, que no cierra nunca, y la puso con mucho cuidado en un plato, para después echarle sal.
               Abrió la nevera y se hizo con un par de huevos;  los cascó y los dejó caer en un plato de sopa.
               Los dos nos miramos en silencio al darnos cuenta de que no podía ponerse a batirlos sin despertar a las chicas.
               -Impresióname, Scott.
               -Imprisínimi, Scitt-replicó él entre dientes, y tuve que controlarme para que no me entrara la risa histérica cuando abrió la puerta de la terraza, apartó un cubo de basura con el pie y se puso a batirlos allí
               Era surrealista. Surrealista total. De todos los espermatozoides que tenía Zayn, había ganado él la carrera.
               ¿Cómo coño serían los demás?
               -Espero que dones tu cuerpo a la ciencia-lo piqué, acercándome a él.
               -Thomas, tengo un tenedor, y no dudaré en utilizarlo para hacer sopa de ojo.
               -No te va a bastar con dos huevos.
               -Me basta de sobra-espetó-, ¿me quieres dejar tranquilo?
               -No.
               -Esta noche estás muy gracioso, ¿por qué no vas a ver si haces reír a Diana?
               Y dale.
               -¿Tienes celos?
               Se echó a reír.
               -Madre de Dios, Tommy.
               -Santa María, sin pecado concebida.
               El hijo de puta se rió, porque si tenía un punto débil en la vida, ese punto débil era yo.
               -Sabes que yo sólo tengo ojos para ti.
               -No me toques. Ni se te ocurra meterme mano. Me cago en tu vida-espetó cuando yo le empecé a pellizcar la cintura-. Qué tonto estás. Pírate con Diana.
               -Dime que me quieres.
               -Vete a la mierda.
               -Dime que eres mío.
               -Vete a la puta mierda, Thomas.
               Puse morritos y él me tiró los huevos a medio batir por la cabeza.
               -¡Serás gilipollas!-bramé yo, empujándolo, y empezamos a pelearnos en coña.
               -No te pongas así, tesorito, el huevo es bueno para la piel.
               -Eso se lo dirás a todas.
               -Se lo dije a tu madre ayer por la noche.
               -¡¡Ooooooooooooh!!-repliqué yo, que ni la vi venir. Qué cabrón. Qué asco me daba-. Deja a mi madre en paz.
               Se llevó una mano a la frente, plana, con los dedos estirados, y murmuró:
               -Sí, mi capitán. Y ahora, ¿me dejas cocinar, por favor?
               Me hice a un lado y le pellizqué el culo. Dio un brinco y me miró.
               -Si quieres un trío, sólo tienes que decírmelo.
               -Quiero un trío.
               -Búscame a dos compañeras de Diana y te dejo mirar.
               Bufé una risa. El tío las regalaba esa noche. No nos habíamos enfrentado ni nada.
               Fui a lavarme el pelo. Me daba igual hacer ruido; seguramente las chicas ya estuvieran despiertas. Había luz en la habitación en la que dormíamos Diana y yo. Estaría hablando con alguno de sus amigos de Nueva York. Allí, era de día.
               Para cuando volví, Scott ya había calentado el aceite y freía la carne rebozada en pan rallado de nuevo en el balcón. Me asomé a la ventana y contemplé las calles. Un grupo de chicas cruzaban por un paso de peatones, tambaleándose un poco.
               -Me encantan estas vistas, S.
               -Las mejores de todo Londres-asintió él.
               -¿Quieres que las invite a subir?
               Se encogió de hombros.
               -No creo que a tu Didi le guste mucho ver cómo metes a un grupo de mujeres en tu casa.
               -Vale, a ver, ¿qué te pasa?
               Le dio la vuelta al filete.
               -Me ofende que no le digas nada cuando me toca los huevos.
               -La culpa es tuya, por saltar a la mínima.
               -No te jode, se mete con toda mi religión, y salto a la mínima-abrió los brazos, el filete se deslizó peligrosamente como una patinadora artística en los Juegos Olímpicos de Invierno ganándose un pase a la final-. Es acojonante la cantidad de gilipolleces que te tengo que aguantar decir.
               -“Cuando vayas, avísame. Hablaré con mis primos. Uno es piloto de avión”-le recordé. Puso los ojos en blanco.
               -Me estaba defendiendo.
               -¿Practicando islamofobia?
               -Oye, macho, por si no te has dado cuenta, llamo a mi dios Alá. Soy musulmán. No puedo practicar islamofobia.
               -Pues no ayudes a expandirla.
               -Vete con Becky, la de la buena melena, si tan malísimo te parece que soy yo.
               -Scott-dije yo.
               -Tommy-replicó él, alzando las cejas y abortando a medio camino una sonrisa de Seductor™. Menos mal, nos sabíamos los nombres-. Ella me putea, y tú no haces nada.   
               -¿Porque te puedes defender solo, tal vez?-sugerí, cruzándome de brazos y balanceándome sobre la base de los pies. Talones, puntas, talones, puntas.
               -Porque no quieres que se cabree contigo y te cierre las piernas-corrigió él, apartándome con el brazo y llevando la sartén a la cocina. La colocó sobre el círculo rojo.
               -¿Y me culpas por eso? Me folla bien-dije, entrando en la cocina. Tuvo la delicadeza de cerrar la puerta para que no escuchara mi gran discurso feminista-. Me la follo bien. No puedo pensar en Megan cuando estoy con ella.
               -Corrección: no puedes pensar en Megan cuando estás en ella.
               Me apetecía asfixiarlo. Odiaba que su padre fuera profesor de literatura. Odiaba la obsesión que tenía por encontrar la palabra exacta para todo.
               A veces, Scott me caía mal. Mal, hasta el punto de querer cargármelo. Y le atacaba. Le atacaba a saco. Y él contraatacaba. Y cuando queríamos darnos cuenta, ya estábamos de coñas otra vez.
               -Tú me dijiste que un clavo saca a otro clavo. O algo así.
               -Ya-concedió, ¡sacad el champán! ¡Scott me está dando la razón en algo! ¡Comprad lotería! ¡Apostad por el caballo por el que nadie lo está haciendo, pues os volverá millonarios!-, el problema es que la idea era que no utilizaras un clavo oxidado para sacar otro clavo oxidado.
               ¿Recordáis lo que os dije del caballo?
               Sí, bueno… no apostéis mucho. Tampoco tenemos tanta suerte.
               -Es lo que hay. Me la han regalado. Me ha caído del cielo.
               -Vino en avión.
               Si le tirara el aceite a la cara, ¿seguiría siendo tan chulo? ¿Seguiría ligando tanto? ¿Seguiría follándose a mi hermana a mis espaldas? ¿Seguiría diciéndole a Layla que estaba enamorado de ella?
               -Me gusta mucho, Scott.
               -A mí también me gustaba mucho Ashley, y terminó siendo la mayor zorra de toda Inglaterra. No te pilles por ella, T-me cogió la cara entre las manos y me dio una palmada; era su forma de decirme que prestara atención. Vale, chicos, estudiad esto, porque va a caer fijo en el examen-. Por lo que más quieras, T. No te pilles por ella. Si lo haces, te romperé la cara.
               Conseguí callarme que una parte de mí ya quería decirle que la quería. No como se merecía que la quisieran, pero… la quería como quieres a un salvavidas al que te aferras mientras el resto del barco se hunde, a unos metros de ti. No quieres que le pase nada malo. Le debes tu vida. Lo recogerás y lo enmarcarás en la pared más importante de tu casa.
               Sabía de sobra que el sentirme bien cuando estaba a su lado, ya no cuando nos acostábamos, acabaría llegando a algún sitio. Y tenía que retenerlo, por Dios, tenía que hacer lo que fuera para que no llegara al puerto al que esta clase de sentimientos solían llegar.
               Scott me conocía mejor que a la palma de su mano, y si yo le decía algo de cómo me sentía, se lo tomaría como suficiente para molestarme el resto de mi vida. “Fuiste gilipollas con Megan, no lo seas también con Diana, Tommy”.
               Pero es que él no sabía cómo me besaba ella. Cómo me tocaba. Cómo me sacaba partido y me miraba y se mordía el labio cuando sentía que me corría en su interior.
               Éramos el último chico y la última chica en la Tierra, y estábamos disfrutando de la durísima misión de hacer que nuestra especie recuperara el nivel de población perdido.
               -No sería para tanto-murmuré, sentándome encima de la mesa de la cocina, porque estábamos en casa de mis padres y allí mandaba yo.
               Escuché su sonrisa en su voz cuando me contestó:
               -No sé en qué momento hemos dejado de hablar de ti, pero vale.
               -¿Quién se empeñó en meterse cuatro rayas de coca de una sentada?
               Se quedó quieto, mirando la comida.
               -¿Quién de los dos, Scott?
               -Fui yo-cedió.
               Poneos a la cola de la casa de apuestas.
               -¿Quién dijo que no iba a superar aquello, Scott?
               Desearía que tuviera un nombre más largo. Poder hacer el mismo golpe de efecto que él hacía cuando me llamaba “Thomas”. No iba a recurrir a su segundo nombre; conseguiría romper una tradición milenaria de no tocarnos el uno al otro un pelo.
               -Fui yo-suspiró, dejando lo que estaba haciendo, apagando la cocina y volviéndose para mirarme. Se apoyó en la encimera, sus nudillos palidecieron cuando se agarró al borde de mármol.
               -¿Quién dijo que jamás volvería a estar con ninguna chica?
               Sonrió con cinismo.
               -Yo.
               -¿Quién intentó…?
               -No tienes cojones a decirlo.
               Dejé la frase en el aire. Sabía de sobra lo que iba a decir. Lo sabíamos los dos. En su mirada había un desafío, pero no podía dejar de perder esa batalla. Había pasado tiempo, pero seguía doliéndonos a los dos. A él le jodía más que a mí, evidentemente, pero la sombra seguía estando ahí.
               Al acecho.
               Era una simple palabra. No muy larga. No causaba problemas al pronunciarla.
               El problema era su significado, todo lo que había tras ella. La época más negra de nuestras vidas.
               Se cruzó de brazos, luego, se llevó el pulgar a la boca y empezó a mordisquearse la uña.
               -Estoy impaciente por ver a dónde quieres ir a parar.
               -Yo no te dije nada de ella.
               -Porque ni te lo olías, chaval.
               -Al final, un poco sí.
               -Es mentira. Sabes que no te lo perdonaría en la vida-sacudió la cabeza. Cazaba mis trolas antes de que las pensara.
               -No puede hacerme más daño que lo que te hizo a ti.
               -¿Quieres llegar a ese punto? Podrías dar recuerdos de mi parte.
               -Haz mi vida un poco más fácil y deja el tono condescendiente dos segundos, ¿serás capaz?
               Suspiró, pero asintió, bajó un poco la mirada y esperó a que siguiera.
               -El caso es que… soy tan fuerte como tú.
               -Si no más-musitó él, más para sí mismo que para mí. Una parte de sí quería convencerlo de que sabía en qué me metía, que esto estaba bien… pero siempre iba a ser mi hermano, siempre iba a preocuparse igual que yo me preocupaba por él. Igual que tenía ese zumbido en lo más profundo de mi cabeza, recordándome lo del sábado, lo que había pasado y las muchas formas que tenían de pillarlo.
               -Puedo manejarlo. Tú pudiste.
               -Ahí está la diferencia, T. Yo estaba bien antes de Ashley. Tú, ahora, no lo estás. Necesitas terminar de curarte. Y pillarte de nuevo puede ser la solución, sí, pero no de ella. Se va a marchar. Se va a marchar, y tú te vas a quedar aquí. Y yo no voy a poder sacarte de las piscinas siempre, ni vestirte cuando otra gilipollas te utilice en un baño. Yo también tengo cuerpo, T, y a mí también me duele verte así igual que a ti te dolía verme a mí en la mierda. No quiero que te lo juegues todo a una carta cuando sólo tienes un nueve. Hay demasiadas cartas por encima para que esto salga bien.
               -La carta ya está en la mesa.
               Sus ojos se inundaron de tristeza y culpa.
               -¿Sabes qué es lo mejor?-preguntó, luchando por mantener la voz tranquila a pesar de la rabia que derrochaba cada palabra-. Que es culpa mía. Y si sale mal… si ella tiene aunque sea sólo un diez… yo no me lo voy a perdonar en la vida.
               -Voy a estar bien.
               -Tú no te ves cuando alguien dice “Megan”. Yo, sí.
               -Diana no es Megan-espeté, y algo en mi interior se revolvió. Creí escuchar un “por desgracia”, ¿te imaginas? ¿Te imaginas tenerla otra vez contigo? ¿Te imaginas que te vuelva a mirar? ¿Te imaginas que te vuelva a besar?
               ¿Te imaginas que te vuelve a decir que te quiere, aunque sea una última vez, sólo para que puedas escuchar de nuevo lo bien que suena ahora que valoras lo mágico de aquella frase?
               ¿Te imaginas que fuera ella la que estuviera en la cama, dormida después de que le hicieras el amor?
               ¿Te imaginas?
               -Y tú no eres yo.
               Si me hubieran dado a elegir entre ser él o ser yo, en ese momento, habría elegido ser él.
               Meses más tarde, cuando me lo contara todo, creo que habría preferido ser yo.
               -Nadie se ha muerto por no ser tú, S.
               -Todos los días muere gente que no se había muerto nunca, T.
               -Estaré bien. Te lo prometo.
               -Sólo espero que me cabreéis lo suficiente como para que me encante decirte “te lo dije”.
               -Por ti lo que sea, hermano.
               -No seas zalamero. No te voy a perdonar que te hayas echado novia a mis espaldas.
               Claro, no te jode, porque sólo puedes hacerlo tú.
               -No estamos saliendo. Sólo…
               -¿Os acostáis? Sí, eso me suena de algo-me golpeó con la cadera-. Tú sólo… no te apegues demasiado, ¿vale, T? ¿Lo intentarás? ¿Aunque sea por mí?
               -No puedo.
               -Es verdad. Se me olvida que eres como un puto cachorro de Golden retriever. Cosa que te toca, cosa a la que adoras.
               -Y tú, ¿qué raza te piensas que eres?
               -Un San Bernardo. Son muy masculinos.
               -Tienes pinta de chihuahua.
               -Mira-dejó la sartén de nuevo en el fuego, le importaba una mierda que se le quemara el desayuno del día siguiente-, he aguantado sin quejarme años y años de gilipolleces continuas; te he recogido cuando estabas borracho, te he quitado botellas de la mano cuando estabas mal, te he acostado y te he arropado y he estado a tu lado cuando estabas enfermo casi tanto como tu madre, pero como me vuelvas a decir que soy un chihuahua, te juro por mis hermanas que tú y yo vamos a tener problemas. De los gordos. Cojo la puerta y me voy.
               -La puerta es de mis padres; no tienes ningún derecho a llevártela.
               -Tenía que haberte ahogado a ti también en la cuna cuando tuve la oportunidad.
               -Tenías meses.
               -Nada oye, hoy tienes la puta nochecita graciosa y me toca a mí aguantarte. Vaya putísima cruz. Por qué no me abortaría mi madre.
               -Para que pudieras saltarte semáforos en plena noche mientras conduces sin carnet.
               -Ahora mismo llamo a Max y le digo que es mi nuevo mejor amigo.
               -No puedes alejarte de mí, tesoro. Soy adorable.
               -Sí-asintió-, como un puto chihuahua. Anda, búscame el cuchillo y ayúdame a pelar una patata, haz algo de provecho por una vez en tu vida.
               Me puse a su lado mientras echaba otro filete rebozado a la sartén. Ahora, nos daba igual que las chicas nos escucharan. En un par de horas amanecería, y Scott se iría a la cama, de manera que bien podían aprovechar la mañana para recuperar sueño ellas también.
               -¿Me las tajas finitas, como hace tu madre?-espetó cuando terminé de pelarle una patata.
               -Vale-murmuré con el tono más cariñoso que pude, el que sólo me salía con mis hermanos menores. Eleanor ya me había cabreado lo suficiente en esta vida como para no merecerse que lo usara con ella.
               Siguió a lo suyo, sin prestarme atención. Deseé haber grabado su cara cuando le acerqué el plato en el que las había colocado. Había 6 tiras, contadas.
               -Eres un malnacido.
               Tuve suerte de ser yo quien empuñaba el cuchillo; de lo contrario, me habría apuñalado. Arreglé mi estropicio y él asintió, aún enfurruñado, apartando el filete y ocupándose de los vegetales.
               Chasqueamos la lengua a la vez cuando las patatas empezaron a sisear; se ve que no les gustaba mucho eso de que las frieran en aceite ardiente que las convertiría en una sombra crujiente y ocre de lo que anteriormente había sido pura golosina de oro.
               La puerta de la cocina se abrió, y las piernas kilométricas de Layla se materializaron en ella.
               Scott y yo clavamos la mirada en ellas; Scott, bastante más elegante y versado en cuanto a cuerpos femeninos, consiguió que ella no se lo notara.
               Yo, no.
               Las mujeres me siguen fascinando a niveles reverenciales. Soy un sacerdote que acaba de recibir el orden y que entra por segunda o tercera vez en su pequeña iglesia; Scott, en cambio, es el cardenal que lleva vividos decenas de concilios en los que se elige al Papa. Sigue votando con ilusión y levanta la vista para contemplar la Capilla Sixtina con fervor, lo cual no quita de que no se la conozca de memoria y sea capaz de dibujarla con los ojos cerrados.
               -¿Te hemos despertado?-pregunté. Ella sacudió un poco la cabeza. Mentía muy mal, mi pobre chiquilla. Se frotó un poco la cara con el dorso de la mano e inquirió:
               -¿Ya no estáis enfadados?
               -Somos un matrimonio. Nos peleamos constantemente, pero estamos felizmente casados, ¿no es así, S?
               -Como vengas más tarde a meterme mano, te las corto-amenazó.
               -¿Para tenerlas siempre cerca?
               Sonrió con malicia.
               -Travieso.
               Layla sonrió. A pesar de estar tan dormida, su sonrisa seguía siendo capaz de detener un tsunami en pleno apogeo.
               Era preciosa. Preciosa como el primer día de primavera en Japón, cuando florecen todos los cerezos y los parques se tiñen de rosa. Preciosa como ver un atardecer en pleno mar. Preciosa como levantar la vista en el campo y encontrarte con la Vía Láctea vigilándote desde lo alto. Un tipo de preciosidad radicalmente distinto al de Diana, más única en su especie: Layla era más corriente, más “de siempre”.
               Este planeta lleva vividos miles de millones de primaveras en Japón, y, aun así, consigue sorprendernos cada año que pasa.
               -Me sentía un poco mal porque yo facilité esto.
               -No es culpa tuya-se metió Scott. Yo asentí.
               -Sí, nos peleamos aquí porque estábamos aquí; nos habríamos peleado en casa si estuviéramos en casa. Incluso nos peleamos por WhatsApp.
               -De hecho, yo le hablo por WhatsApp cuando tengo ganas de bronca.
               -Somos una pareja. Pero sin el sexo. ¿Te imaginas, S?
               -¿Te lo imaginas tú, T? Porque eso me preocuparía.
               -Soy heterosexual.
               -Yo también.
               -Fabuloso.
               Layla se rió en silencio. La sonrisa se le ensanchó más.
               Me apeteció achucharla hasta contraer todas sus moléculas en un punto minúsculo, meter ese punto en una cajita de cristal, y llevarlo a algún museo para que lo custodiaran bajo cristales a prueba de balas de varios metros de grosor.
               -Voy a intentar dormir un poco más.
               -Te acompaño.
               Scott levantó las cejas hasta prácticamente la Luna.
               -Cuidado, Lay, creo que quiere que Diana tenga que compartirlo.
               -Una pizquita de Tommy es más que suficiente-respondió ella, frotándose los ojos y echando a andar hacia la habitación. Se chocó un par de veces contra la pared; tuve que terminar cogiéndola de la mano y guiándola en la oscuridad-. Me vuelvo un poco torpe cuando tengo sueño.
               -No pasa nada, princesa.
               No quiso encender la luz; se conformó con la del pasillo entrando por la puerta de la habitación. Se quitó los pantalones, abrió la manta y se metió dentro.
               Mi sombra hizo cosas raras en sus piernas, pero aun en la penumbra pude darme cuenta de que eran todo fibra. No tenían una gota de grasa.
               Se sentó en la cama y me miró.
               -¿Tommy?
               -¿Sí?
               -¿Te vas a quedar ahí, o venías a darme un beso de buenas noches?
               La besé en la frente. Terminó de taparse con la manta y suspiró mientras se ponía de lado. Me arrodillé a su lado.
               -Si quieres que te proteja, sólo tienes que decírmelo, pequeña.
               Me sonrió como el que le sonríe a la mascota recién adquirida. No sé si es por las altas horas de la noche, por haber estado con Diana o por los chupitos de más que me había tomado, pero me apeteció besarla. Creo que a ella le apeteció que la besara.
               No lo hice en parte por respeto a la americana.
               Y en parte, porque ninguno de los dos se dio cuenta de que el otro se había dado cuenta.
               Nos miramos en silencio.
               -¿De qué te ríes?
               -De que yo soy mayor que tú. En todo. Soy más alta. Más vieja-su sonrisa volvió a crecer al mencionar la última palabra-, pero… me miras como si fuera tu hermana pequeña. Eso me gusta. Me gusta ser la pequeña, por una vez.
               Volví a besarla en la frente.
               -Scott y yo vamos a cuidar de ti.
               -Lo sé. Estoy en buenas manos. En las mejores.
               Sí, bueno, a Scott se le daba mejor cuidar de la gente que a mí, eso podíamos preguntárselo a cualquiera. Por ejemplo, a mi hermana el sábado por la noche.
               Se cumplió la hora en la que Eleanor le besó por primera vez conmigo acariciándole la mano a Layla. Scott ni siquiera se inmutó. Eleanor, en mi casa, sí. Sonrió para sus adentros y pensó en mandarle un mensaje, pero decidió que podía estar dormido y que no merecía la pena. Terminó de quitarse los tacones y se puso el pijama, sintiendo las manos de él en su piel incluso aunque estaban a kilómetros de distancia.
               Layla se durmió mirándome; llevaba sin ver eso desde que Astrid era pequeña. Se me derretía el alma: Dan siempre luchaba por seguir contemplándome un rato más, hasta que yo le decía que se dejara llevar. Es lo que hizo Layla: luchó por asegurarse de que estaba ahí el máximo de tiempo posible, hasta que perdió la batalla con Morfeo y éste se la llevó a sus dominios.
               Me cercioré de que estaba bien tapada y volví a la cocina. Scott se había asomado al balcón. Fumaba un cigarro.
               Se lo arrebaté de las manos y él hizo una mueca, pero no protestó.
               -¿Qué hacemos aquí, Scott?
               -Esperar a que se enfríe mi comida para meterla en la nevera. Ya sabes que cuando no duermo…
               -No. Scott. Qué hacemos aquí.
               No volvió a dar una calada de un cigarro en toda la noche. Los necesitaba más yo.
               -Layla no puede volver a casa.
               -¿Por qué?
               -Porque su novio está allí.
               Empecé a atar cabos. Me costó un montón. Tardé demasiado. Los ojos rojos de Scott cuando me fue a buscar; en parte por haberlo despertado, en parte por haber llorado. La insistencia de Eleanor en venir; en parte, por estar con él, y en parte, por estar con ella.
               Las continuas disculpas de Layla. Su sonrisa al ver que estábamos bien. Menos mal que algo alrededor de ella, por insignificante que fuera, no se desmoronaba.
               -Su novio abusa de ella, T.
               Mis pulmones se llenaron de agua. No podía respirar. Scott no me dio detalles, pero yo no los necesitaba. No, lo que necesitaba era dormir. Estaba demasiado cansado para mantener esa conversación.
               -La está destrozando. La insulta. La maltrata. La humilla. La viola, Tommy. Lleva un año así.
               -Un año-repetí. Un año y no le había notado absolutamente nada. Si es que soy gilipollas, radical y absolutamente gilipollas…
               En su bolso, su móvil se encendió. Su novio la estaba llamando, quería saber dónde estaba. Layla no se enteró, y nosotros tampoco. Estaba en silencio y con la vibración quitada. Por una noche, no le pertenecía a él: era inalcanzable, estaba en otra dimensión. Era libre.
               -Ya tengo otra cosa con la que comerme la cabeza-confesó Scott, apoyándose en la pared y agarrándose el pelo, como intentando exprimir sus ideas-. Fue mi madre la que lo descubrió. Tiene un moratón inmenso, T. No creo que sea el único. Si no fuera a ser porque se le movió un poco la camisa, ahora estaría con ese hijo de puta, seguramente…
               -…seguramente, debajo de él.
               No podía imaginármela debajo de un tío así; no quería imaginármela debajo de un tío así.
               Pero me la imaginé, porque el corazón va por un lado y la razón va por otro.
               Inocente de mí, pensé que lo que me estaba imaginando sería insoportable. Si llegara a verlo ella, casi sonreiría. Le estaba haciendo el amor con su consentimiento en mi cabeza comparado con las cosas que había llegado a hacerle.
               La única diferencia es que ella no lloraba delante de él, pero por lo demás, bien podrían haberme enseñado una cinta con alguno de los recuerdos de Layla que yo ahora repetía en mi cabeza.
               -Esto y lo de tu hermana son cosas que me van a tener despierto muchas noches.
               -Layla no puede volver a casa-musité, entendiendo hasta qué punto llegaba todo.
               -Yo no voy a dejar que vuelva con ese cabrón.
               -No, Scott. Layla no puede volver a casa porque Layla ya no tiene casa.
               Nos miramos en silencio, diciéndonos todo lo que las palabras no podrían contener. Me terminé el cigarro y murmuré algo de que iba a intentar dormir.
               En realidad, quería meterme en la cama y sentir un cuerpo calentito que me quería (más o menos) y al que yo quería (más o menos) al lado del mío. Scott me lo agradeció.
               Así, los dos pudimos llorar en silencio. Yo, con Diana pegada a la espalda, y él, apoyado en la cocina, los dos preguntándonos qué desvío del destino acabábamos de conseguir tomar en el último momento… y si lo que se veía más allá era realmente un acantilado, o una mera cuesta.
               Se oían las olas a lo lejos.
               Estábamos seguros de que era un acantilado.

46 comentarios:

  1. Algo hermoso

    Te quiere, Vir ❤

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    1. Tu rostro

      También te quiere, Eri ❤

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    2. Me estoy descojonando, vale, ciao 😂😂😂😂😂

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    3. Eres una pro, comentando primero en anónimo y luego con una cuenta ya hecha. Dubidú, quiero ser como tú ♪♫♫♪

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    4. Tía, se me ha metido sólo me meo 😂😂😂 ni siquiera utilizo esta cuenta ósea 💃💃💃💃 😂😂😂

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    5. JAJAJAJAJAJJAJAJAJAJA 😂😂😂😂

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  2. SCOTT Y TOMMY ESTÁN CASIDIMOS JODER

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  3. " Shakespeare, Cervantes, Victor Hugo… no son nada. Nada. Nada comparados con él. Es poesía pura, respira poesía y habla en verso." Creo que si te leyeras como lo hacemos nosotras, sabrias que esta frase solo es aplicable a ti <3 (aunque Scott es un close second^^)

    He vuelto a olvidarme de comentar en el capitulo anterior, que fue tan asdñasojalsdn y tan jodidamente intenso para Layla que casi se me saltan los nervios!

    Y este ha sido tan bueno o mejor incluso... ME ENCANTA Layla, es un amooooor, un terroncito de azucar muy achuchable que no se merece pasar por lo que esta pasando :'(
    Ahora bien, (y espero que nadie me mate por decir lo que voy a decir), ¿no podriamos hacer que Diana se enamorase de algun otro y convertir a Tommy en el 'knight in shining armour' de Lay? Es que, esa ultima escena ha sido tan cuki que *suspiro* Serian taaaaaan monos juntos...<3

    En fin, como cada vez que escribes, a tus pies!! (mis comentarios son biblias en verso, lo se, muy largos... tengo incontinencia verbal, sorry ^^)

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    1. AY CALLA aunque lo escriba yo, no soy yo, es Scott, es imposible que me salgan estas cosas si no las dice él.
      No te agobies por no poder comentarme siempre mujer, yo lo que quiero es saber de ti de vez en cuando (y ADORO que me escribas comentarios en forma de biblias en verso)♥
      En cuanto a Layla+Tommy+Diana, no sé, no sé, tengo que pensármelo *cara de interesante*

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  4. "Nunca nadie había pronunciado mi nombre como lo hace ella-concluye-. Suena como si… como si fuera el verdadero nombre de Dios. Me activa todas las células, me recorren escalofríos por pates del cuerpo que ni sabía que existían. Da igual cómo lo haga: que me lo susurre al oído o que lo grite a la noche. Que se le escape entre los labios mientras estoy dentro de ella. Mi nombre es su Quinta Sinfonía, y yo no quiero dejar de ir al teatro a escucharla arrancar arte de madera muerta."

    Me quiero apuñalar el ojo con un tenedor. COMO PUEDE SER ASÍ JODER. ESTAS CONSIGUIENDO QUE ME ENAMORÉ DE ÉL Y NO PUEDE SER TÍA. NO EXISTE ¿QUE HAGO CON MI VIDA?

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    1. Por supuesto que Scott existe sólo en nuestras cabezas, querida Coquito, pero, ¿por qué debería significar eso que no es real?

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  5.  "Quiero que se casen. Que se casen y tengan cien hijos. Que se casen y vivan para siempre." AMÉN LAYLA. AMÉN

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  6. COMO EL CABRONDE SCOTT NO LE DIGA YA MISMO A ELEANOR QUE ESTÁ ENAMORADO DE ELLA ME VOY A ENFADAR UN HUEVO. EL PAVO ES PARVO. QUE A LO DIGA YA (estoy alterada. Perdón)

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    1. BUF pues ya tengo pensado el momento y entre lo que me enrollo y que Eleanor va a tener que esperar un poco no lo tenéis hasta 2018.
      Eso sí, así podéis ir preparando el oxígeno porque LO VAIS A NECESITAR.

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  7. Pobre Layla. Me da tanta pena.... Espero que  se mantenga alejada del hijo de puta para siempre. Y si tiene que encontrarse con el que sea para moverlo a palos. Por favor y gracias.

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    1. En cuanto termine de contestar vuestros #amorosos comentarios me pongo a escribir el capítulo en el que van todos a por él (el que viene no, el siguiente).

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  8. "Layla sonrió. A pesar de estar tan dormida, su sonrisa seguía siendo capaz de detener un tsunami en pleno apogeo.
    Era preciosa. Preciosa como el primer día de primavera en Japón, cuando florecen todos los cerezos y los parques se tiñen de rosa. Preciosa como ver un atardecer en pleno mar. Preciosa como levantar la vista en el campo y encontrarte con la Vía Láctea vigilándote desde lo alto. Un tipo de preciosidad radicalmente distinto al de Diana, más única en su especie: Layla era más corriente, más “de siempre”."

    QUE TOMMY DEJE A DIANA YA TÍA LLEVA TODA SU VIDA ENAMORADO DE LAYLA A MI NO ME JODAS

    Bueno y el capítulo me ha encantado y la reconciliación de S y T y joder lo cuquitos que son defendiendo a Layla mira adiós

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    1. Tommy y Scott mis putos hijos que nadie los toque son MÍOS
      Madre mía qué rápido os cambiáis todas de bando con Diana, pobrecita, me da pena la americana :(

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    2. (es que a mi Diana no me termina de caer bien vale o sea a veces sí y a veces no) entonces me metes a Layla y Tommy piensa estas cosas pues TEAM LAYLA

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    3. Yo tendría una relación de amor-odio también con Diana si no fuera otra de mis hijitas y supiera qué va a hacer en los capítulos que vienen, así que te entiendo, María ♥

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  9. LAYLA Y TOMMY VAN A ACABAR JUNTOS VERDAS TÍA. TE HE CALADO NOS HAS METIDO A TOMMY Y A DIANA POR EL OJO PEOR ES TODO UNA PUTA TRAMPA. CONFIESALO.

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    1. Vamo a calmarno y a dejá de asé spoileh
      O no
      Quién sabe
      Sólo yo lo sé
      Y tengo pensado marearos

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  10. SCOTT Y TOMMY SON LA MISMÍSIMA DEFINICIÓN DE BROTP. QUE COÑO.

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  11. TOMMY ESTÁ ENAMORADO DE LAYLA.
    TOMMY ESTÁ ENAMORADO DE LAYLA.
    TOMMY ESTÁ ENAMORADO DE LAYLA.

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    1. NO NOS PRECIPITEMOS
      NO NOS PRECIPITEMOS
      NO NOS PRECIPITEMOS

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  12. QUIERO UNA AMISTAD COMO LA DE TOMMY Y SCOTT SON GENIALES JUNTOS JODER.

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  13. "Cuando me despierte en mitad de la noche y piense que eso será lo más rápido y lo mejor para hacerla sonreír.  Y esté dispuesto a vestirme, correr bajo la lluvia, trepar por un árbol hasta su ventana y pedirle que me la abra. Despertarla. Darle un beso y decírselo. Que me invite a entrar. Que me haga el amor ahora que nuestras almas se conocen tan bien como nuestros cuerpos. Que suspire que ella lo está de mí mientras estoy en su interior. Quiero no soportar un minuto más sin que ella lo sepa, Layla. Que me haga explotar como un fuego ME ESTOY AHOGANDO. AHOGANDO. POR QUE COÑO NO LE DICE ESTAS COSAS A ELEANOR JODER

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  14. "Da igual cómo lo haga: que me lo susurre al oído o que lo grite a la noche. Que se le escape entre los labios mientras estoy dentro de ella. Mi nombre es su Quinta Sinfonía, y yo no quiero dejar de ir al teatro a escucharla arrancar arte de madera muerta" ESTÁ E N A M O R A D I S I M O

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    1. ESTOY ASUSTADA DE LO PILLADO QUE ESTÁ Y SÓLO LLEVAN UNA SEMANA QUÉ VAN A HACER CUANDO LLEVEN UN AÑO ME TIENEN INTRIGADA

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  15. COMO EN ALGUNO DE LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS SCOTT NO LE DIGA A ELEANOR QUE ESTÁ ENAMORADO ACABARÉ DISPARANDOME EN UN PIE DE LA ANGUSTIA QUE LLEVO ENCIA

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  16. "-Pronto se acabará esto, princesa. Sonrió un poco, medio en sueños, medio conmigo. Debe de saber que yo sólo llamo “princesa” a Astrid, pero me ha salido de dentro." QUE FUERTE JODER. LE GUSTA LAYLA. LE GUSTA LAYLA.

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    1. Layla es un terroncito de azúcar, le gusta a todo el mundo, hasta a quien ella no quiere gustarle :(

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  17. Scott:
    -Es guapo
    -Se expresa de una manera mágica cuando habla
    -Es un cabron conteston
    -Protesta por Oscars que DiCaprio debió haber llevado
    ¿Seguro que no te has equivocado y es Scott hijo tuyo y de Louis?

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    1. Lo parió Sherezade (por eso es guapo hasta decir BASTA), es hijo de Zayn (por eso se expresa como se expresa), se pasa un montón de tiempo en casa de Louis (por eso es un cabrón contestón), y "yo" ayudé a criarlo cuando sus padres no podían (por eso es un sabio en lo que respecta a los Oscar).
      Los dos mayores son patrimonio de las dos familias, por eso son mis estrellas ♥
      (En realidad a Scott lo parí yo pero shhhh, no lo vayas revelando por ahí).

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  18. "No sé si es por las altas horas de la noche, por haber estado con Diana o por los chupitos de más que me había tomado, pero me apeteció besarla.Creo que a ella le apeteció que la besara.
    No lo hice en parte por respeto a la americana.
    Y en parte, porque ninguno de los dos se dio cuenta de que el otro se había dado cuenta." PERO POR QUE ME HACES ESTÁS COSAS TIA. QUE YO SHIPPEABA A TOMMY Y DIANA Y AHORA ESTOS DOS ME DAN MINI ATAQUES. ME DICES QUE YO AHORA CONMIGO MISMA?????

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    1. Sufre conmigo porque he pensado mientras escribía esos párrafos lo mismo que cuando hice que Eleanor besara a Scott por primera vez:
      Why not sucker? ¯\_(ツ)_/¯

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  19. "Se oían las olas a lo lejos.
    Estábamos seguros de que era un acantilado."

    SI. POR EL QUE ME VOY A DESPEÑAR YO DESPUÉS DE LEER ESTO.

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    1. ¿Con tu cabello sedoooooooooso y hermoooooooooooso, y ese cuerpo, tú nunca tendrás ese cuerpo?

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  20. Nunca comento pero hoy me lanzo a la piscina.
    1. ABOGADA MEDIOAMBIENTAL SOCORRO. ENAMORADA 100%.
    2. Necesito que Layla deje a Chris porque tengo una cosilla por dentro, que mira ni puta gracia. Ni puta gracia.
    3. Quiero Diana y Tommy o Tommy y Layla. Amo a Scott pero echo de menos a Tommy.
    Y una duda existencial que tengo desde que empezaste esta temporada:
    4. Vas a explicar como han vuelto a esta vida? En plan, se supone que terminaron marchándose y los chicos volvían a sus vidas anteriores (creo recordar, a lo mejor estoy metiendo la gamba hasta el fondo)

    Jo tía Erika, deja de escribir tan bien, me inspiras muchísimo en muchísimos sentidos. Haces que me apetezca escribir, que me apetezca darle vueltas al coco, que me apetezca ser creativa. Gracias por eso, srsly.

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    1. Más Tommy, tomo nota ;) Intentaré corregir la tendencia, pero en los dos próximos capítulos no voy a poder hacer mucho porque estoy por la mitad del segundo, y él narra un poquito nada más.
      En cuanto a lo otro, paciencia, pequeño saltamontes, al final todas vuestras dudas se resolverán.
      Me ha hecho muchísima ilusión tu comentario por las referencias a Its 1D bitches y lo de que te inspiro. Es un HONOR, mi tierno bizcochín ❤

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