jueves, 19 de mayo de 2016

No mires al mal.

A Diana no le importaba una mierda que Scott quisiera dormir. Al igual que a él no le importaba una mierda ella.
                Otra cosa era que Layla todavía no se hubiese levantado; eso ya era una cuestión diferente. Como mujeres, debían apoyarse. Especialmente ahora que Diana intuía lo que estaba sucediendo, pero no parecía atreverse a preguntar para confirmarlo.
                Pero, en cuanto la inglesa dio señales de vida, la americana se tomó como algo personal, una especie de misión trascendental que le reportase un pasaje al cielo, el hacer todo el ruido posible.
                Abrió cajones, sacó platos, volvió a guardarlos, revolvió hasta encontrar una taza que le satisficiera (que, curiosamente, resultó ser la primera de las 5 que sacó), escarbó en la nevera buscando leche abierta…
                Yo no le dije nada, estaba demasiado perdido en la jungla que eran mis pensamientos y mi mar de lástima por Layla que apenas podía escucharla.
                Pero Layla sí.
                -Diana, Scott está durmiendo.
                Si se lo hubiera dicho yo, me habría mandado a la mierda y me habría jugado una bofetada casi seguro. Sin embargo, no había sido yo el del recordatorio, así que asintió con la cabeza, decidiendo que Layla bien podía ser la madre de la manada por un día, y se dedicó en silencio a sus quehaceres de conseguir un desayuno consistente.
                Layla jugaba con un cruasán, lo paseaba de un lado a otro como entrenándolo para una maratón de dulces.
                -Me asusté cuando se metió en la cama conmigo.
                -Ah, ¿que habéis dormido juntos?
                -No, Diana, si te parece, lo ponemos a dormir en el suelo-gruñí. Con aguantar las pullas de él tenía bastante, no necesitaba también las de ella. Me miró por encima de su taza a rebosar de café con leche sin decirme una palabra. Esa insolencia mía me costaría un par de polvos, pero me daba igual. Necesitaba estar tranquilo, pensar con calma qué íbamos a hacer a partir de entonces.
                Era sábado. El móvil de Layla no había parado de encenderse. Ella le había mandado un mensaje a su novio (no quería usar la palabra que empezaba por v aún) diciéndole que no se preocupara, que estaba en mi casa porque había bebido demasiado y mis padres no le habían dejado conducir. Sí, bueno, algo por el estilo.
                Mis padres no la dejarían regresar a Londres si se enteraran de lo que nos traíamos entre manos.
                -No me acordaba de dónde estaba.
                -Estás en casa-le dije, porque soltarle una mentirijilla a una niña desvalida como ella tampoco podía ser un pecado mortal. ¿Y qué si lo fuera?
                -Para todo lo que necesites, nos tienes aquí, Lay. Para todo-enfatizó Diana, que no la conocía más que de cuatro o cinco encuentros desperdigados por sus vidas, pero habían conectado al instante.
                Layla conectaba al instante con todo el mundo.
                -No sé qué voy a hacer ahora. Ni siquiera sé cómo llamaré a mis padres y les diré que hoy no voy a Wolverhampton.
                -Con el móvil. Están un poco lejos para que lo hagas a gritos.
                Diana puso los ojos en blanco, porque no entendía que lo que necesitaba Layla era reírse un poco. Aunque fuera de gilipolleces.
                -No puedo volver a casa. Pero es lo que tengo que hacer.
                -Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. ¿Por qué no aprovechas el fin de semana para relajarte y vas el lunes por la mañana? Porque vas a por tus cosas, me imagino, ¿no?
                -Todavía no he decidido qué es lo que voy a hacer.
                Diana se lo olía, lo notaba en el aire. Lo veía en sus ojos cuando los bajaba y se rascaba el brazo, sumida en sus pensamientos. Lo escuchaba en su voz cuando decía la palabra “casa”, con el convencimiento del académico de la lengua que usa frases cortas e imprecisas con un niño pequeño porque sabe que no va a entenderlo de otro modo.
                -Dejarlo, evidentemente. Espero. ¿No?-sugirió la rubia. Yo asentí con la cabeza, pero Layla dejó de jugar con su cruasán y agarró la taza que le habíamos llenado varias veces ya con las dos manos. Se le pusieron los nudillos blancos cuando la apretó. Su mirada estaba perdida, y su mente vagabundeaba por rincones de la galaxia a los que ninguna nave había conseguido llegar aún.
                -Todo es tan… tan…
                Sacudió la cabeza, impotente. No tener palabras cuando necesitas hablar es de las peores cosas que pueden pasarte.
                -Te diré lo que haremos. Vas a llamar a alguna de tus amigas de la facultad. Dile lo que pasa. Que venga contigo y no te deje sola en todo el tiempo que estéis aquí. Piensa con calma tu siguiente movimiento. A Chris-me cuidé mucho de evitar decirle “tu novio”- dile que vas a coger directamente el tren a Wolverhampton y que os veis el domingo. Invéntate que es el cumpleaños de alguna tía anciana que tengas y que no vas a poder llamarle.
                -No nos llamamos nunca.
                -Ah. Vale. Mejor. Eso nos puede servir. Y luego…
                -Eso ya era mal síntoma, ¿verdad?-preguntó, levantando la mirada. Diana cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro-. Que no nos llamásemos cuando yo me iba al norte, digo. No lo hice nunca. Nos mandábamos mensajes.
                -No tiene por qué…
                -¿Cada cuánto os llamaréis cuando Diana vuelva a Nueva York? –preguntó, mirándonos alternativamente. Diana y yo también nos miramos el uno al otro.
                -Nosotros no estamos…
                -Sólo es…
                -Entre Tommy y yo no hay…
                -Simplemente nos acostamos. De vez en cuando.
                -Más que de vez en cuando.
                -Sí, bueno, prácticamente… ¿cada día?
                Layla alzó las cejas.
                -Es la novedad-se apresuró a explicar Diana.
                -Sí, pronto pararemos.
                Bajo su mirada marrón, me sentía sorprendentemente avergonzado. Diana parecía un poco azorada, también. Nosotros, disfrutando del otro sin habernos buscado y sin querernos como lo había hecho Layla, y Layla, condenada a sufrir a manos de la persona que más tenía que quererla.
                Luego habrá gente que sostenga que el mundo es justo.
                -¿Diana lo sabe?-preguntó.
                -Diana lo intuye-replicó mi pseudo novia. Amante. ¿Amiga? ¿Rollo? ¿Qué coño éramos Diana y yo?
                -Mi novio me viola-espetó Layla, con una frialdad en la voz y los ojos que nunca había visto desprenderse de su cuerpo-. Me viola y me pega y me humilla y me aterroriza todos los días, desde que entro en casa hasta que salgo por la puerta, muchas veces incluso más allá de ahí. Y yo soy gilipollas, porque se lo perdono todo. Se lo llevo haciendo meses-se limpió una lágrima con el dorso de la mano-. Por dios, incluso ahora, estando aquí, echo de menos lo que fue. Siempre llego a casa con la ilusión de estar en un mal sueño y despertarme cuando abro la puerta. Pero sólo entro en otro más profundo.
                Diana la observó en silencio, esperando lo que sin duda vendría a continuación.
                -Seguro que piensas que soy gilipollas.
                -No pienso que seas gilipollas.
                -Yo lo pensaría. Yo lo pienso. Él también lo piensa de mí, pero no se atreve a decírmelo. Es lo único que no me dice. “Layla, eres gilipollas por aguantar esto”. En realidad, dice que el gilipollas es él.
                -Mira, estamos de acuerdo en algo.
                -Es gilipollas por aguantarme. Mis caprichos, ¿te lo puedes creer? Mis caprichos porque vengo agotada de un trabajo que no necesito, que he cogido sólo para no estar tanto tiempo en casa, y le digo que no me apetece que entre en mí. Mis noches despertándome de madrugada gimiendo porque también sueño con él, con que me sigue pegando. Sí, los dos somos gilipollas. Él por aguantarme, y yo por aguantarle a él.
                -El hecho de que tengas tanta autocrítica demuestra que en realidad no eres tan tonta como crees.
                -Lo he sido lo suficiente como para dejar que se enredase a mi alrededor como una serpiente y todavía seguir creyendo que sólo quiere abrazarme, que no me está asfixiando y que no me va a devorar.
                -Puedes acabarlo ahora mismo. Pareces haber pasado hace mucho la fase de negación.
                -Pues para nada. Aquí, con vosotros, todo está súper mal. Pero cuando salgo ahí fuera, y estoy sola, o lo tengo a él delante, yo me hago chiquitita. Soy la pulga de una pulga. Y él es un perro inmenso, me protege y me cuida, pero todas las enfermedades que tengo me vienen por su culpa.
                -¿Por qué no nos lo dijiste, Lay?-pregunté.
                -Porque no sabía cómo empezar la conversación. Ni cómo volvería a miraros después de contároslo. Me da tanta vergüenza…
                -No te tiene que dar vergüenza.
                -En realidad, hemos llegado hasta aquí por mi culpa. Si lo hubiera mandado a la mierda la primera vez que me levantó la mano, vosotros tendríais un fin de semana libre como otro cualquiera y yo estaría viajando en tren a Wolverhampton para ver a mi familia, no para escapar de él. Pero no pude hacerlo. Le quería. Aún lo hago. Pero ahora no lo conozco.
                -Tú nunca vas a tener la culpa de nada, ¿estamos?-dije, inclinándome encima de la mesa y cogiéndola de la barbilla para que me mirara a los ojos-. El krill jamás tendrá la culpa de que se lo coma la ballena. No debe pensar “no tendría que haber estado allí”.
                Me miró como si me viera por primera vez. Era un animal extraño que había llegado de muy lejos de sus migraciones, y ella apenas había abandonado su nido más de un par de veces, desde luego, muchas más de las que desearía.
                -Chris no es una ballena-musitó con un hilo de voz, sorprendida de la revelación que cambiaría el curso de la historia y que haría correr libros de tinta con investigaciones tratando de desbancarla, inútilmente-. Chris es un tiburón.
                Se levantó y se marchó al salón, a sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, justo en el hueco donde la luz del sol formaba un cuadrado más luminoso.
                No había probado bocado.
                Cogió el móvil, lo desbloqueó y empezó a teclear en la pantalla. Diana me puso una mano en el hombro, también mirando la escena. Su contacto me reconfortó y me intranquilizó a la vez: me recordó que era un espectador más que no podía hacer nada por cambiar el curso de los acontecimientos, pero eso no impedía que me sintiera mal por el espectáculo que se desarrollaba ante mí. Mi propia inutilidad también era una cruz a mis espaldas.
                -Yo podría ser ella.
                -Vamos a convertirla en ti.
                -Creo que preferiría quedarse como está-respondió. Bajó la mirada, se inclinó, me dio un beso en los labios y fue a reunirse con ella. Se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Era lo que Layla estaba esperando para echarse a llorar.
                Diana recogió el teléfono, lo frotó contra su pantalón para limpiarle las lágrimas, y siguió las instrucciones de una deshecha Layla. Asentía de vez en cuando con la cabeza, la miraba y le besaba la frente. Le acariciaba la rodilla y le decía que todo terminaría estando bien de nuevo.
                ¿Acaso lo había estado alguna vez?
                Recogí los platos y decidí volver a acostarme. A medio camino, cambié de rumbo y me metí en la habitación donde dormía Scott, la que sería la mía si mis padres me dieran a elegir. Scott se revolvió en su lecho, abrió un ojo y murmuró:
                -¿Qué hora es?
                -Temprano. Puedes seguir.
                -Delicioso.
                -¿Te importa si te acompaño, S?
                Había veces en las que necesitábamos espacio, y otras en las que nos metíamos en el colchón del otro. No teníamos término medio, y él notaba mis cambios de energía y los compensaba como dos imanes compensarían sus distintas cargas a una determinada distancia.
                -Me pido cuchara grande-replicó, dándose la vuelta y pasándome el brazo por la cintura.
                -Qué gilipollas eres-fue mi respuesta. Bufó una contestación que yo no entendí y volvió a dormirse. Yo no conseguí conciliar el sueño, pero escucharlo roncar a mi lado (y luego el hijo de puta dice que no ronca, que me lo imagino, manda huevos con el tío) equilibró de nuevo mis corrientes de energía interna. Cuando me levanté, tenía un plan. Sabía qué hacer. Sería mucho más fácil salvarla. Y, curiosamente, no iba a hacerlo yo.
                Sería un domingo. Un día sagrado.
                Y lo haría Sabrae.

Scott.

Me desperté solo en la casa, pero al poco rato de abrir la nevera y empezar a comerme los filetes, Tommy se plantó ante mí con un par de cervezas y un bollo que aún estaba calentito.
                De repente, recordé por qué le tenía tanto cariño.
                -¿Ha amanecido ya?-preguntó, quitándoles las chapas a las botellas y acercándome una.
                ¿Desayunar cerveza? ¿Dónde hay que firmar?
                Asentí con la cabeza y embestí contra el filete y las patatas, que ya estaban blandas y un poco frías, exactamente como a mí me gustaban, cuando soltó:
                -¿Cómo puedo pagarle a Sabrae lo de la semana pasada?
                Levanté la mirada.
                -Pagarle, ¿el qué?
                Se encogió de hombros, dando un trago y esperando.
                -Lo hizo encantada.
                -Tendré que darle las gracias.
                -Que se las dé Eleanor.
                Tirándose a su hermano, por ejemplo.
                -Scott.
                -Invítala al cine, macho, ¡yo qué sé!
                Chasqueó la lengua, dejó la botella en la mesa y me miró con cara de cachorrito abandonado. Odiaba que hiciera esas cosas; me hacía sentir mal conmigo mismo porque era como si le estuviera tratando mal, y yo no lo trataba mal, todo lo contrario. Pero una parte de mí empezaba a reprocharse que puede que tuviera razón cuando no la tenía nunca, que tal vez debiera pedirle perdón por cosas que yo no tenía la culpa…
                Aparté el plato un poco y me lo quedé mirando. Se animó un poco y empezó a hablar de que puede que debiéramos llevarla de fiesta con nosotros…
                -No.
                Que quizás la invitara a chupitos…
                -No. Que se los pague ella.
                Que deberíamos hacer que nuestras hermanas se unieran un poco más, porque al destino hay que ayudarlo…
                -No fuerces las cosas, T.
                -Esta noche nos la llevamos a donde Jordan.
                -Lo que tú digas, y ahora, ¿puedo desayunar tranquilo?
                Me dejó hacer, robándome un par de patatas y metiéndoselas en la boca ante mi atónita mirada.
                -Luego estoy mal de la cabeza por mis desayunos.
                -Las patatas fritas están ricas a todas horas, y más cuando están cortadas al estilo de mi madre.
                -Viviría durante 100 años comiendo exclusivamente patatas fritas.
                -Lo único bueno que han inventado los franceses-concedió, quitándome más. Y me cabreó, la verdad. Aparté el plato y lo rodeé con el brazo, con lo que él se echó a reír.
                -Layla va a llamar a una amiga suya para que se quede con ella todo el fin de semana.
                -Guay.
                -Vamos a comer en casa.
                -Genial-así tendría más tiempo para dormir la siesta. Puede que acompañara a T y la americana a casa. Tal vez Eleanor estuviera allí.
                -Cuando Layla nos diga, nos encargaremos de ese hijo de puta.
                -Te vas a cebar con él lo que no pudiste cebarte con el cabrón de tu hermana, ¿a que sí?
                -¿Te parece mal?
                -Yo también tengo hermanas-repliqué. Él sonrió.
                -Se ha metido con la gente equivocada.
                -¿Le pedimos a Alec la navaja prestada?
                -Esto requiere el trabajo de una… motosierra.
                -Me gusta cómo piensas, Tomlinson.
                Sonrió.
                -¿Las chicas?
                -Diana quiere dejarle comida preparada, aunque sospecho que lo único que va a hacer es mirar cómo cocina Layla.
                -Seguro que ni sabe cocinar.
                -Si nunca lo ha necesitado, ¿por qué aprender?
                -Porque es cultura general. Y porque hay que ser inútil para no saber cocinar a su edad.
                -A mi madre se lo enseñó mi padre-espetó, molesto-, y se mudó con él siendo mayor que Diana.
                -Tu madre no me cae mal-expliqué, y él tuvo que reírse. Siempre se reía cuando usaba ese tono de “es evidente, aunque tú no puedas verlo”.
                -También han quedado con su amiga para traerla hasta aquí.
                -¿Te fías de ella?
                -Me fío del criterio de Layla eligiendo sus amistades-murmuró, pero no sonaba muy convencido.
                -¿Igual que te fiabas del de elegir novio?
                Se terminó la cerveza.
                -No es una cría, Scott, no tenemos que estar encima de ella todo el día. Además, sus amigas son de aquí; lo son de ella, y no de él. Relájate.
                Me relajé cuando llegaron Diana y Layla con la nueva inquilina del piso, que arrastraba una bolsa de deporte.
                Me la había tirado.
                Y había estado bien.
                Tommy también se dio cuenta.
                Entraron en la casa como si llevaran tiempo viviendo en ella y nosotros fuéramos sus novios, novios de los que ya estaban cansadas y a los que apenas hacían caso pero con los que seguían porque funcionaban bien en la cama (y me consta que Tommy y yo éramos buenos, a mí por lo menos más me valía, él podría tener alguna excusa, pero no necesitaba usarlas).
                -… se decía que estabas en la India, trabajando para una producción de las de Bollywood en la que una extranjera visita el país y se enamora de algún hijo de un jeque-explicaba la chica, cuya voz me resultó familiar, pero de un par de gemidos escuchados hace bastante tiempo es complicado extraer nada en concreto.
                -Qué va, he venido para asentar la carrera en Europa-qué mentirosa, la puñetera americana-. Europa es el nuevo Nueva York, ¿sabes? Los diseñadores están volviendo aquí. Especialmente a Francia, pero no soporto a los franceses. Demasiado pelotas-se agitó la melena rubia-, confunden una chica mona con una súper modelo. Creo que la mitad son miopes, y la otra mitad, demasiado imbéciles para decir dónde tienen la mano izquierda.
                Qué curioso: era exactamente lo que se decía de los americanos en Inglaterra. Algunos tópicos son internacionales y se cuelan en cada frontera con distinta nacionalidad, pero siempre se mantienen ahí.
                -Keira, ellos son Tommy y Scott-intervino Layla, la única con un mínimo de educación en ese trío tan a lo Supernenas. Exacto, Keira, se llamaba Keira.
                Keira se volvió y nos miró a ambos. Cuando miró a Tommy, sus ojos se entrecerraron un poco.
                Pero cuando posó la mirada en mí, se abrieron de par en par.
                -No me digas que tus Scott y Tommy son los Scott y Tommy.
                Que nuestra fama nos precediera no era algo extraño en nuestro barrio: las liábamos en el instituto, no suspendíamos ninguna (o lo intentábamos) y las fiestas se acababan en el momento en que decidiéramos largarnos, aunque el resto de la gente se empeñara en seguir horas después de que las abandonásemos. Pero que ya en el centro se supieran nuestros nombres era novedoso.
                Joder, Scott, tienes que preguntarle a Alec cuántas llevas.
                Menuda figura se ha llevado Eleanor, pobrecita. La estoy estafando.
                -¿Ya os conocéis?-preguntó Layla cuando le dimos dos besos a la recién llegada, alzando las cejas. Iba a decir que habíamos coincidido en una fiesta cuando el gilipollas, bocazas de mierda de mi mejor amigo espetó:
                -Scott se la tiró.
                Keira y yo nos miramos.
                Y nos echamos a reír.
                Tengo buen gusto y sé elegir a las que no te guardan rencor por decirles adiós después de un polvo, eso tengo que reconocerlo. Es un talento escaso entre mis amigos; sólo yo parezco tenerlo.
                De Logan aún no sabemos nada. El pobre es tan tímido con las mujeres que todavía no ha conocido a ninguna.
                Con el tiempo, conseguiríamos encontrarle pareja.
                Tal vez… cuando tuviéramos 50 años y estuviéramos ociosos…
                Diana puso los ojos en blanco y se apoyó en la puerta.
                -Seguro que ni se acuerda de cuándo fue-espetó Keira, confirmándome que teníamos una fama en el centro también.
                Joder, Scott, vaya que sí le tienes que preguntar a Alec cuántas llevas.
                -La fiesta de los de químicas-espeté, muy digno, ganándome unas cejas alzadas a modo de sorpresa de Keira.
                Podría olvidarme fórmulas químicas, compuestos moleculares de alguna vitamina o los órganos de una célula en un examen de biología; se me podían ir las fechas de la independencia de África o las corrientes del pensamiento de la Grecia antigua, pero yo nunca olvido un polvo.
                Cualquier día me explotaría el cerebro, era posible. Pero prefería que lo hiciera por demasiados recuerdos que por no los suficientes, la verdad.
                -Bravo. Y luego os largasteis a una discoteca y te enrollaste con otra.
                -Te fui fiel esa noche-repliqué. Diana me asesinaría si tuviera poderes telepáticos, pero como no los tenía, le tocó aguantarse y poner los ojos en blanco de nuevo. Con suerte, se le quedarían así y Tommy volvería a entrar en razón.
                Yo también me había hundido en esos ojos: eran una selva en la que podías perderte con mucha facilidad.
                -Yo no-respondió ella, orgullosa. Hablan de las rubias, las pelirrojas y las morenas, pero en el fondo, las castañas son las peores. Porque son muchas más.
                -Dime, Keira, ¿estás soltera?-inquirió Tommy, que había veces en que estaba loco por hacerme sentar la cabeza y otras en las que me alentaba a liarme con 4 tías a la vez.
                -Tengo pareja.
                -Scott no es celoso.
                -Tommy-lo corté yo.
                -Es una chica.
                -A Scott eso le encanta.
                -Y a ti también, cabrón.
                -¿Qué estudia tu novia?-quiso saber Tommy. Layla se echó a reír.
                -Es la única de su curso de arquitectura.
                -Ya se meten pocas chicas en carreras de ciencias, como para que encima os empecéis a liar entre vosotras-la acusó-. Qué desconsiderado. ¿Qué van a hacer vuestros compañeros?
                -Ser gays. Tiene 7 en clase.
                -Esos seremos nosotros en un par de años, Scott.
                -Me van las mujeres.
                Tommy miró a Diana, que sonrió con malicia.
                -A mí también.
                -¿Algo más, Tommy? ¿Mi talla de sujetador, por ejemplo?
                -Bueno, dado que vas a dormir en casa de mis padres y técnicamente yo soy un heredero y potencial propietario, me gustaría informarme de ciertos aspectos de mis nuevas inqui…
                -Diana, cómele los morros si hace falta, pero haz que se calle-le pedí a la americana. Keira y Layla se reían.
                La última nos prometió que nos informaría de todas las novedades según fueran surgiendo, que de noche nos daría cuenta de lo que había hecho en el día y que pronto nos comunicaría cuándo íbamos a destrozar al cabrón. Nos abrazó y nos dijo que nos calmáramos.
                Incluso nos dio las gracias, porque no hay animal, ni comida, más tierna que ella. Diana le acarició despacio la espalda, le dijo que le mandaría un mensaje de tarde y que pasaría a verla en cuanto se lo pidiera. No se conocían de casi nada y ya se comportaban como si fueran amigas de toda la vida.
                -Puedes llamarme cuando quieras, ¿entiendes? Si estoy dormida, me despierto. Si estoy de  fiesta, me voy a la calle para hablar más tranquilas.
                Layla asintió, le cogió las manos y le besó la frente.
                -Vete tranquila, Didi.
                Diana sonrió y nos siguió a mí y a Tommy al ascensor. Me miró con intención, y se pegó a él y empezó a comerle la boca. Una rabia burbujeante se situó en mi estómago.
                Los dos me miraron cuando terminaron.
                -Ha hecho lo que le pediste.
                -Que te jodan, Tommy.
                La americana sonrió mientras salía del ascensor, sacudiendo las caderas de forma exagerada. A los dos se nos fue la vista; yo me odié por ello porque a) tenía novia y b) odiaba a la dueña de ese culo. Tommy, si se odió aunque fuera un ápice, no dio muestras de ello.
                Si le reconcomía la conciencia que sus padres lo cazaran, no se podía entrever.
                Me miró sonriendo y musitó:
                -Inshallah.
                -Imbécil-repliqué yo, porque una cosa era que le dejase decir esa palabra cuando estuviéramos solos y hablando de cosas trascendentales, y otra que la usara según le miraba el culo a la mayor cabrona que había entrado en este país (porque la mayor cabrona había nacido en este país y habíamos tenido la desgracia de ir al instituto con ella) para cabrearme aún más.
                Su voluntad era incuestionable, en teoría. Pero que dejara que se enrollara con ella escapaba a mi comprensión.
                Los seguí hasta el metro, me desvié un poco para informar sobre Layla. O, al menos, ésa era la versión oficial. En realidad, me apetecía mucho ver a Eleanor, aunque fueran sólo dos segundos. No hubo suerte. Había salido.
                Bueno, lo intentaríamos de noche.


Shasha empezó a chillarle a Sabrae mientras la mayor de mis hermanas corría por el pasillo como una bala. Me imaginé a papá suspirando en el piso de abajo, preguntándose por qué coño no se puso condón aquella vez hacía 18 años.
                -¡SABRAE!-bramó Shasha, corriendo tras ella. Abrí la puerta y asomé la cabeza. Corría con el pelo empapado y los pies descalzos, un albornoz a medio anudar y una expresión de ira difícil de controlar en la mirada.
                -Dejad de chillar, por lo que más queráis-suplicó papá, que no tenía fuerzas para pelearse con las crías. Él era el duro conmigo y el blando con ellas. Mamá, todo lo contrario. Me parecía que en todas las casas era así.
                -¡¡PAPÁ!! ¡SABRAE ME HA CERRADO EL AGUA CALIENTE Y ME HA QUITADO LA ROPA!
                -Pues dale una hostia-era la respuesta a todo de mi padre. ¿Sabrae te putea? Dale una hostia. ¿Shasha te toca los huevos? Dale una hostia. ¿Scott te ha dejado encerrada en el baño? Dale una hostia.
                Eso sí: no se te ocurra hacerlo delante de él. Porque entonces a ti te cae otra.
                Sabrae saltó por encima del sofá y corrió hacia la cocina, con Shasha pisándole los talones. Consiguió despistarla saliendo al jardín y volviendo a entrar por la terraza; mamá empezó a gritarle que dejara a Shasha tranquila, pero Sabrae hizo caso omiso.
                La dejé entrar en mi habitación, cerré la puerta y la atranqué con una silla. Shasha se lanzó contra ella y soltó una exclamación cuando se cayó haciendo un ruido que me indicó que se había caído de culo.
                Sabrae no se había reído tanto en toda su vida.
                -¡SCOTT! ¡ÁBREME LA PUERTA! ¡LA VOY A MATAR!
                -Esto es tu karma, que vuelve contra ti-dije, y me volví a Sabrae-. Saca la bolsa de basura de la papelera y métela ahí-susurré-, seguro que no se le ocurre mirar.
                -¡QUÉ KARMA NI QUÉ LECHES! ¡ÁBREME LA PUERTA!
                -¡SCOTT! ¡DEJA A TU HERMANA!
                ¡Tócate los huevos con mi padre! Las crías podrían ponerme en un potro de tortura, estirarme hasta desencajarme media espalda, abrirme en canal para estudiar mis órganos, y a él sólo se le ocurriría decir “Scott, deja a tu hermana”.
                Ser el mayor no mola nada. Te comes todas las broncas, tienes que cuidar de los demás, y tienes que ser un ejemplo a seguir. Qué estrés. Cualquier día me fugaría a las Bahamas y me cambiaría el nombre para que no volvieran a encontrarme.
                Sabrae se sentó en la cama y me hizo una señal para que quitara la silla de la puerta. Le di una patada y la aparté con el pie mientras Shasha entraba hecha una furia.
                -¡Tú! ¡Zorra! ¿Y mi ropa? ¡Adoro esa camiseta!
                -La he tirado.
                -¡¡ZORRA MALPARIDA!! ¡ME COSTÓ 30 LIBRAS DE REBAJAS!
                -Ten gustos más baratos y no te pilles por bandas chinas.
                -¡¡SON COREANAS, SO RACISTA!!
                Una chica con rasgos afganos llamando a su hermana mayor, negra, racista.
                Esas cosas sólo pasaban en mi casa.
                Empezó a revolver por el armario, en mi escritorio, debajo de la cama… pero no había aprendido lo suficiente como para mirar en sitios insospechados. Crecer con ellas me había dado la ventaja de espabilarme y no bajar la guardia nunca; echaba el pestillo cuando me duchaba, por si acaso les daba por entrar a cogerme la ropa, comprobaba que el champú fuera champú y no pegamento, las obligaba a beber de la misma botella que les pedía que me trajeran, abría la puerta del baño según iba a salir poniéndome detrás de ella, por si me estaban esperando con un cubo de agua mezclada con acuarelas para volver a hacer que me duchara (eso lo había aprendido por las malas, no sé de dónde sacaban esas ideas, era hasta demasiado genial para Shasha), guardaba mi ordenador en una vieja caja de bombones que colocaba en lo más alto de mi estantería, a donde sólo llegaba si me ponía de puntillas subido a una silla (porque, si no, me lo configuraban para que la próxima vez que lo encendiera estuviera en chino tradicional, y yo chino tradicional no sé)…
                … y también me había vuelto más cabrón. Me había hecho pensar putadas cuando estaba aburrido y maquinarlas con una para hacérselas a la otra. Casi siempre las sufría yo, pero mis venganzas eran terribles.
                Una vez, Shasha me ayudó a llenar el bote de crema depilatoria con pintura con colorante del mismo color. Sabrae tuvo que ir a clase con los calcetines de invierno las dos últimas semanas de curso: era eso, o que todo el mundo viera sus piernas de color azul.
                Otra vez, Sabrae le echó Nutella a un bizcocho de chocolate que preparamos para animar a Shasha en una semana en la que estuvo enferma. Casi se nos muere, porque es alérgica a la Nutella (la pobre no es normal), pero, ¿qué más daba? Me quedaban dos hermanas más, y las risas que nos echamos Sabrae y yo mientras ella corría al baño cada cinco minutos bien merecían que mamá nos matase por tener que enterrar a una hija.
                Además, tampoco le habíamos echado tanto como para que pasara al otro barrio.
                Qué ganas tenía de que Duna fuera lo bastante mayor como para empezar a tomarle el pelo también a ella.
                -¿Dónde está?-rugió Shasha, sacudiendo la cabeza y llenando mis apuntes de gotitas de agua. Se quedarían todos arrugados, pero no importaba. Esto era mejor que tener los apuntes bien.
                -La tiré a la piscina. Después de quemarla-anunció Sabrae. Shasha se puso pálida.
                -Es coña.
                -¿Tú crees?-cogió mi móvil, en el que habíamos metido una foto de una camiseta mía vieja, muy parecida a la de ella, quemada en el jardín y luego tirada en la piscina.
                -¡TE VOY A MATAR!-se abalanzó sobre ella, empezó a intentar darle puñetazos y mordiscos, pero Sabrae era mayor, más rápida y más entrenada, y le devolvió cada golpe duplicado que Shasha consiguió asestarle.
                -Vale ya, a ver si os quedáis más feas-murmuré yo, sin hacer amago de separarlas. Me senté en la cama y lamenté no haberlas grabado cuando las cosas se pusieron peor y empezaron a tirarse del pelo y chillar.
                -¡SCOTT! ¿LAS ESTÁS SEPARANDO?-preguntó mamá, subiendo las escaleras y asegurándose de hacer ruido en el proceso, como amenazando.
                -Sí-dije yo, metiendo un pie entre ellas. Mamá entró como una fiera en la habitación, cogió a Shasha de un brazo, la apartó de Sabrae y le plantó una sonora bofetada que la dejó en el sitio. Hizo lo mismo con Sabrae.
                Y me cayó otra a mí.
                ¿Por qué?
                Porque era el mayor.
                -¡ME TENÉIS HASTA EL COÑO YA! ¡OS VOY A METER EN UN INTERNADO Y OS VAIS A CAGAR! ¡TÚ!-señaló a Sabrae-, ¡A TI TE VOY A MANDAR A SIBERIA COMO SIGAS EN ESTE PLAN!
                Sabrae bajó la mirada.
                -¡Y A TI!-se volvió hacia Shasha-, ¡A TI TE VOY A QUITAR EL ORDENADOR, A VER CÓMO VES LOS DORAMAS COREANOS ESOS A PARTIR DE AHORA.
                -Los coreanos no…-empezó Shasha.
                -CÁLLATE-la instamos Sabrae y yo.
                -¡A MÍ NO ME CONTESTES, QUE IGUAL QUE TE DI LA VIDA, TE LA QUITO, SHASHA!
                Shasha agachó la cabeza.
                -Y TÚ-mamá se volvió por fin hacia mí-. DEBERÍA DARTE VERGÜENZA. A TUS 17 AÑOS Y HACIENDO EL GILIPOLLAS CON ELLAS. HOMBRE, SCOTT, QUE YA TIENES UNA EDAD.
                Papá dijo algo desde el salón, y mamá bramó que ya estaba ella ocupándose de nosotros, dado que él no hacía nada por intentar civilizarnos.
                -SE TE VA A ACABAR EL CACHONDEO, YA VERÁS CUANDO TERMINES DE CABREARME Y NO TE DEJE SALIR DE CASA MÁS QUE PARA IR AL INSTITUTO. Y VUELVES DERECHITO. CON ESCOLTA. Y NADA DE TOMMY.
                -¿Sin Tommy?-espetó Sabrae, incrédula.
                -¡SIN TOMMY!
                -¡Mamá!-protestó Shasha. Qué ricas, no me las merecía.
                -¿QUIÉN ERES, SCOTT?
                -El mayor-musité.
                -NO TE OIGO.
                -El mayor-repetí, más alto.
                -PUES COMPÓRTATE COMO TAL.
                Y nos dio un beso a cada uno en la mejilla, porque una vez que se había enfadado conmigo cuando era pequeño, le pregunté si ya no me quería. Me dio un beso y me dijo que no dejaría de quererme por mucho que la cabreara, pero me tenía que comportar. Y se había vuelto en una tradición.
                Me has decepcionado, estoy enfadada contigo, pero soy tu madre y te quiero.
                -Pedíos perdón-ordenó.
                -Perdón-dijimos los tres a coro.
                -¡Pedíoslo de verdad!
                Duna se asomó a la puerta y contempló a mamá.
                -Siento haberte quitado la camiseta. Pero no te la he quemado. Está en el cubo de la basura. Debajo de la bolsa. Mañana te la lavo-se disculpó Sabrae. Shasha se abalanzó sobre el cubo, sacó la bolsa y abrazó su camiseta. Miró a Sabrae con las mejillas sonrosadas.
                -Siento haberte insultado.
                -También me has mordido.
                -Gracias por la aportación, Sabrae. Siento haberte mordido y gritado.
                Mamá se volvió hacia mí. Yo me encogí de hombros.
                -¿Siento haberlas tocado con el pie?-probé. Mamá frunció el ceño-. Siento no haberme metido a separarlas-mamá alzó las cejas-. ¿Siento…?
                -¿Qué te pasa últimamente, Scott?
                Me quedé a cuadros. ¿Qué? Pero si llevaba toda la vida siendo…
                -Que está enamorado-contestó Duna.
                -Cállate tú, piojo.
                -¡Scott y Eleanor! ¡Sentados en un árbol! ¡Dándose be e ese… ese… te i o ese!
                Sí señor, Eleanor y yo nos dábamos muchos “bessteios”.
                -¡Pero si se ha puesto rojo!-chilló Sabrae.
                -¡No me he puesto rojo!
                -¡¡ESTÁS COMO UN TOMATE!!
                -¡CÁLLATE, SHASHA! ¡NO ME ATOSIGUÉIS!
                Sabrae y Shasha se abrazaron y empezaron a tirarle besitos al aire.
                -Siento no haberlas asfixiado en la cuna cuando tuve la ocasión-le dije a mamá, que suspiró.
                -Me estoy haciendo vieja para estas cosas ya, mis niños.
                -¿Qué dices, mamá? Si estás estupenda-empezó a pelotearla Shasha.
                -No tienes mi cabello sedoso y hermoso, y, ¿éste cuerpo? Tú nunca tendrás este cuerpo-Sabrae se acarició las caderas-, pero… estás fantástica, mamá.
                -Guapa-fue la aportación de Duna. Mamá se echó a reír.
                -Me agotáis la existencia. Qué cruz, señor-recogió a Duna y le dio un beso en la mejilla-. Queréis matarme antes que darme nietos.
                -Puede que Scott te los haya dado y esté ahí tan pancho-contestó Sabrae.
                -Ojalá vengas tú un día con un bombo a casa y yo me pueda reír de ti hasta el día en que me muera.
                -Tomo precauciones.
                -Sí, bueno, Saab, a veces la píldora falla-comentó Shasha, haciendo un gesto con la cabeza en mi dirección.
                -Me debes literalmente toda tu existencia a mí. Deberías pisar el suelo por donde piso.
                -Haberme asfixiado cuando era un bebé.
                -Lo lamento cada vez que me levanto y veo esa cara fea cuando estoy desayunando.
                -¡Mamá!
                -Donde las dan, las toman-replicó mi madre, cargándose bien a Duna del brazo, pidiéndole que no creciera nunca y dándole un beso en la mejilla.
                -¿Queréis ver Friends?-sugirió Sabrae. Duna se precipitó de los brazos de mamá y se subió a la cama. Se metió entre mis piernas, porque tenía complejo de ser yo, y tamborileó en mis rodillas mientras Shasha nos pedía que esperásemos para que se pudiera secar, por lo menos, el cuerpo.
                No lo hicimos, y cuando llegó a la habitación y nos vio con medio capítulo ya visualizado, montó en cólera.
                -Que sepas que Mona Vanderwaal es A.
                -¡Serás desgraciada!-bramó Sabrae, y empezaron a insultarse mientras Duna y yo nos poníamos auriculares y seguíamos con nuestro capítulo.
                Las detuve en los créditos.
                -Marchaos, que voy a dormir un poco. Hoy salgo.
                -Y tienes que estar a tope, ¿eh? Joder, le voy a llamar la atención a Eleanor. Cómo te exprime.
                -Cierra la boca.
                -¿Qué pasa, S? ¿Te cabrea que diga su nombre? Eleanor, Eleanor, Eleanor.
                -Como se te escape un comentario así con Tommy delante, yo te juro que te arranco la cabeza.
                -¿No se lo has dicho a Tommy?-inquirió Shasha. Sabrae y yo la miramos.
                -Está vulnerando el código de honor de los machitos alfa.
                -Scott no es un macho alfa. Es un omega. Y da gracias que entre en el alfabeto.
                Suspiré.
                -Pero Tommy lo entenderá, ¿por qué no se lo dices?
                -Porque vosotras no podéis tener novio-expliqué-. Voy a pasarme la vida elaborando una lista de chicos que me gusten para vosotras, y cuando me muera… me enterráis con ella. No tengáis novio. Nunca.
                -No soy virgen-me recordó Sabrae.
                -Yo tampoco-Sabrae y yo nos quedamos mirando a Shasha, tenía doce putos años-. Ni Duna. La vida nos jode a todos.
                Tragué saliva.
                -Con lo bien que estaba yo siendo hijo único, teniendo a papá y mamá sólo para mí…
                -Nos amas, S-se metió Duna.
                -Sólo a ti, mi princesita.
                -¿Vas a meter en esa lista a Dylan O’Brien? Lo digo por ir trabajándomelo ya. El tiempo corre-preguntó Sabrae.
                -Cuando te cases con Eleanor, ¿puedo llevar yo los anillos? Astrid puede llevar uno y yo el otro-me pidió Duna.
                -¡Calma! ¡Aquí nadie se va a trabajar ni a casar con nadie! De momento, voy a dormir. Buenas noches.
                Me metí en la cama y bajé la tapa del ordenador. Les dije que me lo pusieran encima del escritorio. Shasha alzó las cejas.
                -¿No quieres que te lo metamos en la caja de bombones y lo pongamos arriba del todo de la estantería?
                Me las quedé mirando. Las tres víboras que tenía por hermanas se echaron a reír.
                -Venga, S, ¿de verdad pensabas que podías engañarnos? Que somos tus hermanas. Tenemos tus genes.
                -Y yo soy lista-comentó Sabrae. Shasha intentó pegarle.
                -Yo no repito una broma-sentenció Shasha.
                Pero yo, por si acaso, me dormí pensando en un escondite para el portátil. Ningún sitio era seguro. La única opción que me quedaba era el congelador, debajo de las frambuesas congeladas que Sabrae se había empeñado en comprar para hacer un batido de frutas cuando tenía la edad de Duna.
                Puede que no le cambiaran el idioma y lo pusieran en chino tradicional, pero, ¿quién me decía a mí que no les iba a apetecer instalarme un virus, o directamente eliminar el sistema operativo y que ya no me sirviera para absolutamente nada?
                Si Sabrae y yo casi nos cargamos a Shasha, ellas bien podían dejarme a mí sin ordenador.
                Unas manos suaves y cariñosas me acariciaron la cabeza, apartándome el pelo de la cara. Abrí un ojo; mamá se había sentado en el borde de la cama, y me contemplaba con una adoración que sólo aparecía en otros ojos. Unos ojos a los que había aprendido a amar en menos de una semana.
                -Scott. Mi vida. Scott-murmuraba, odiándose a sí misma por despertarme, pero queriendo hacerlo. Lo necesitaba. Yo también lo necesitaba; llevaba durmiendo casi todo el día, menos la hora y pico del incidente de las crías peleándose.
                -Estoy despierto-dije, aunque no sabía si era verdad. Me incorporé, me estiré y bostecé. Me apartó otro mechón negro de la frente y siguió con el dedo la línea invisible e inexistente que iba desde el centro de ésta hasta la oreja, siguiendo la estela de la raíz del pelo.
                -Tu padre y yo vamos a cenar-decidió por fin decir, dejándose de rodeos y de preliminares que yo ya sabía que no traían nada bueno, aunque me encantaba la forma que tenía mi madre de tocarme. Lo hacía como si estuviera hecho de oro y fuera la pieza más preciada de su museo, la que había que proteger con más seguridad-, así que te quedas al cargo de tus hermanas.
                Eso terminó de espabilarme. No, no, ni de coña. Hoy era sábado, íbamos a salir, íbamos a ir otra vez a la discoteca de la familia de Jordan y recuperar la pecera que Eleanor me había quitado, iba a ver a Eleanor, iba a conseguir que se me devolviera el respeto perdido… por favor, si hasta había terminado considerando seriamente lo de dejar que Sabrae viniera con nosotros, porque ya era hora de que la gente empezara a conocerla y respetarla como se merecía (la gente ya la respetaba, pero no la veneraban como había empezado a hacerlo yo desde el sábado pasado, cuando casi se carga a Simon).
                -¿Qué? ¡No, no, no, no no, nononononono! ¡Ya tengo planes! ¡Voy a salir con los chicos! ¡Por dios, si hasta incluso dejo que venga Sabrae con nosotros, no puedes hacerme esto! ¡Si no querías responsabilidades, haberme abandonado en una puerta aleatoria y “ale, apáñatelas, hijo mío”, pero esta puñalada trapera de la persona a la que le debo nacer no la voy a perdonar! ¡Además, yo soy la razón de que esta familia exista, me merezco algunos privilegios que no se me reconocen! ¡Sin mí, estarías todos desperdigados, haciendo sabe Dios qué!
                Mamá se limitó a sonreír con las cejas alzadas.
                -¿Has acabado?
                -Creo que sí-suspiré, agradecido de que se le hubiera pasado el mal humor (totalmente justificado) de la tarde. Puede que me hubiera pasado un poco, pero, joder, no era justo. Había conseguido aprobar el examen de matemáticas y teníamos pensado celebrarlo por todo lo alto; Tommy lo había suspendido (con un 4,9, hay que ser cabrón para no querer subirle una mísera décima) y tenía pensado consolarse bebiendo…
                … y estaba el minúsculo detalle de que yo no podía ver a mi novia, que casualmente resultaba ser su hermana, más que en fiestas abarrotadas en las que mi ausencia apenas se notaría, o se podría justificar fácilmente con un “estaba con una, en el baño, ya sabéis”.
                -Vale, pues ocúpate de las niñas-me voy a follar a Eleanor en tu cama, porque no se me ocurre otra manera de faltarte más al respeto-. O le digo a Tommy que tienes herpes.
                Las crías tenían a quién parecerse. Había cosas que venían de fábrica, pero otras las añadía la tienda antes de venderlas.
                -Pero, ¡eso es mentira! Lo va a saber.
                -Ya, pero así tiene una excusa para hacerte la puñeta toda tu vida-se burló, apartándose el pelo de la cara. Fue entonces cuando me di cuenta de lo muchísimo que le brillaba la melena negra y de los pendientes que le escalaban por todo el lóbulo de la oreja, enmarcándosela en una especie de serpiente hecha de diamantes y esmeraldas que hacían que sus ojos verdes brillaran un poco más-. Especialmente, en el instituto.
                -Hay días en que te odio, mamá.
                Mamá se echó a reír, me dio un beso en la mejilla y me abrazó, porque lo más bonito que puedes decirle a una madre es que la odias. A veces no entiendo a las mujeres, a pesar de vivir rodeado de ellas.
                -Como he visto que no puedo fiarme de ti para que las trates con la diligencia debida-continuó, volviendo a recogerse el pelo y observándome con atención-, y por tanto no te quiero cerca de la cocina, he pedido dos pizzas. De las que te gustan, cariño. Llegarán enseguida, así que vete cambiándote.
                -¿Hawaiianas?
                -Con extra de piña.
                Le cogí las manos.
                -Eres la mujer de mi vida, y ninguna otra podrá ocupar una décima parte del espacio que ocupas tú en mi corazón.
                Mamá se rió con más fuerza, el colgante que llevaba al cuello tintineó cuando se deslizó por la cadena y chocó con otro amuleto que, ¡sorpresa! Había sido regalo nuestro por uno de su cumpleaños.
                -Vale, pelota, que lo pases bien.
                Me revolvió el pelo, se incorporó, se alisó la falda de tubo, se ajustó las mangas de la blusa y preguntó:
                -¿Qué tal estoy?
                -Tremenda-escuché gritar a papá desde el piso de abajo. Mamá se mordió la lengua al sonreír.
                -¡Calla, Zayn, tú no eres objetivo!
                -¿Acaso lo es alguien contigo?
                -Genial, mamá.
                -Puedes traerte a Eleanor a casa, si quieres.
                -¿Me das permiso?
                -No lo necesitas. Ya tienes una edad en la que vas sabiendo lo que haces.
                Alerta roja: nos está dando luz verde para que lo hagamos en su cama.
                No me había sentido tan bendecido en toda mi vida, aun sabiendo que no podría traerla porque Tommy vendría a buscarme. Ya se me ocurriría algo para quedarme a solas con ella, de momento, tenía que solucionar el minúsculo problema que era el que me tendría que quedar encerrado en casa mientras los demás se iban por ahí a emborracharse y liarse entre ellos.
                Seguro que el fantasma de Alec me diría al día siguiente, en el partido, que se había liado con dos a la vez. No se atrevía a fardar de eso cuando yo estaba presente, porque sabía de sobra que le sería imposible a no ser que cambiara esa actitud, pero si yo no aparecía… podían ocurrir milagros.
                Me arrastré escaleras abajo mientras papá y mamá se despedían de mis hermanas y les ordenaban que me hicieran caso en todo lo que les dijera, y que no me amargaran la existencia en exceso. Podrían cumplir una cosa: lo de obedecerme.
                Hacía años que me había dado por vencido en desear que me dejaran vivir tranquilo.
                -Nada de películas de miedo y nada de refrescos a estas horas para Duna, ¿estamos, S?-me dijo papá-. Ya sabes cómo se pone si le das azúcar tan tarde.
                Duna se volvía hiperactiva y le daban pesadillas. Lo mejor era cuando tenía pesadillas estando hiperactiva. Una odisea; casi teníamos que chutarle algún tranquilizante para que se calmara.
                -Vivo con ellas-respondí.
                -Y nada de vuestras bromitas mientras nosotros no estemos.
                -Nada de chocolate-dijo mamá, mirando a sus dos hijas mayores, oliéndose que Sabrae le cambiaría una tostada con cacao por otra con Nutella a Shasha sin pensárselo dos veces.
                -No os matéis. Especialmente vosotras dos.
                -Tenéis tres hijas y sólo un hijo, preocupaos por si me hacen algo a mí, que para algo soy más valioso.
                -Hacedle caso a Scott. Hoy manda él.
                -Siempre manda él-protestó Shasha, cruzándose de brazos.
                -Haber sido tú el óvulo que salió antes del ovario, no te jode-gruñí.
                -Y…
                -Por favor, papá, me he quedado cuidándolas un montón de veces y todavía conservamos la casa. Estaremos bien.
                -Es que tú no estás en tu mejor momento, Scott-replicó papá, insultándome de la forma más barata y ofensiva que podría haberlo hecho nunca.
                -¡Y dale! Soy perfectamente capaz de meterlas en la cama a la hora y quedarme muerto del asco en el sofá hasta que lleguéis.
                -Ya, ¿y si viene a verte Eleanor?
                Sonreí con malicia. Porque era hijo suyo, porque era un chulo, pero, sobre todo, porque era yo.
                -Me la tiro en el sofá. Bien sabe dios que soy capaz de hacerlo ahí también.
                Papá se echó a reír, me revolvió el pelo y me dijo que me anduviera con cuidado. Mamá volvió a darnos a todos un beso, dejándonos una marca de pintalabios que se ocupó de borrar con el pulgar humedecido en saliva y nos miró por encima del hombro una última vez antes de meterse en el coche y girarse hacia papá. Le dijo algo y él le respondió. Le acarició la mano y luego la cara, y mamá sonrió como lo haría una estatua que cobra vida y va a ver a su escultor.
                -¿Te imaginas que mamá y papá no hicieran buena pareja?-preguntó Sabrae, despidiéndose de ellos con la mano.
                -Los shippeo más que a Logemma. Y mira que ya es decir-replicó Shasha, tirándose en el sofá. Logan Lerman y Emma Watson se habían convertido en la pareja de culto de todo el mundo después de la desaparición de Brangelina. La madre de Tommy siempre había dicho que tenían que estar juntos después de ver una película en la que se habían besado un par de veces. Luego, interpretaron a cuñados bíblicos en una película que, por lo demás, tampoco tenía mucho de interesante. Pero Emma tenía novio por aquel entonces, y las relaciones son sagradas. Además, Logan aseguraba que la admiraba pero sólo la veía como a una amiga.
                Hasta que un día Emma volvió a estar soltera y Erika, que había conocido a Logan por misteriosas circunstancias de la vida relacionadas con la persona con la que salía por aquel entonces, empezó a insistir en que se convirtiera en el hombro sobre el que la inglesa pudiera llorar. Logan le hizo caso, porque los consejos de la española habían sido de gran utilidad en su carrera, llegando incluso a conseguirle la preciada estatuilla por la que todo el mundo mataba en su industria después de que ella le dijera “no, espera, este papel es de Oscar, pero si lo coges ahora te quedarás a las puertas; Josh Hutcherson tiene algo entre manos que ni tú vas a poder parar”.
                Un par de fotos robadas en restaurantes y demás localizaciones dignas de hacer sospechar a la prensa de que estaban juntos, la pareja se pasó una semana de vacaciones en una isla del Caribe. ¿Por qué no? A partir de ahí, se dejó de especular y de hablar de hechos.
                Se casaron en una playa, más o menos en el mismo tipo de ceremonia que habían tenido los padres de Diana, y el novio le agradeció a una amiga íntima que por aquel entonces ya era madre (y esperaba su segunda hija, igual que esperaba verla yo esa noche) su insistencia en hacer todo aquello posible.
                Erika no lloró en su boda, pero Louis juraba que nunca la vio llorar tanto como cuando se casaron ellos dos.
                Y el resto era historia.
                -No se lo digas a Erika-respondí yo, dándole varias vueltas a la llave de la puerta y comprobando que mamá había decidido pagar las pizzas con su dinero, en lugar de fingir que yo era un hombre independiente y hacerme subir a mi habitación, rebuscar en los cajones hasta encontrar la cartera y suspirar porque no me quedaba un penique.
                Los billetes tenían un post-it azul con la letra redondeada de mi madre, muy al estilo americano, que rezaba: “No os metáis en líos”.
                La mujer ya sabía que iba a dejar a las chicas en casa y me iba a ir de fiesta incluso cuando yo le había asegurado que no era así.
                Tenía que practicar eso de mentir mirando a los ojos. No terminaba de dárseme bien.
                Aquella nota azulada era su último intento de hacer que me quedara en casa y no desatar su ira cuando volviera y no me encontrara allí.
                Tenía que entenderlo, había parido a un chico débil que no podía resistir la tentación de una buena juerga y, ¿por qué no?, un par de polvos.
                Por lo menos, le había salido optimista.
                Me tiré en el sofá a aguantar los dibujos de Duna mientras le mandaba mensajes a Tommy diciendo que tardaría un poco más en pasar a buscarlo. También le dije que me llevaba finalmente a Sabrae, porque no me fiaba de dejarla en casa con Shasha, las dos solas, y que Duna siguiera bien de la cabeza cuando yo regresara.
                Me guardé el móvil en el bolsillo del pantalón sin que él leyera los mensajes, pero no me podía importar menos.
                Estaba volviendo a quedarme frito cuando me vibró. Lo saqué, esperando un mensaje de Tommy diciendo que la fiesta se trasladaba a mi casa y que él se encargaba de coger las bebidas, que yo no tenía que preocuparme más que por mantener a mis hermanas alejadas de la gente, pero lo que recibí fue mejor.
                Era un mensaje de Eleanor.
                -¿Nos vemos hoy?-preguntaba, acompañándolo de un mono tapándose los ojos. Un mono que no miraba al mal.
                El mal soy yo, pensé para mis adentros, y sonreí.
                -Si no te has quedado ciega, sí-y un lacasito con gafas de sol.
                -¿Qué vas a llevar?
                -¿Por qué? ¿Quieres que vayamos conjuntados? Igual nos estamos precipitando.
                -Scott-envió primero, y siguió tecleando, mandándome así callar y manteniéndome con la intriga-. Hemos follado en un probador. No puedo volver a entrar en mi tienda favorita por tu culpa.
                -No seas tan escandalosa la próxima vez.
                Si dejaba de ser escandalosa por mi culpa, me tiraría desde el London Eye.
                -No creo que podamos precipitarnos ya, a las alturas que estamos.
                -¿Quieres que lleve algo?
                -Hombre, desnudarte tiene su gracia-y un lacasito guiñando el ojo acompañado de otro con gafas de sol. Aprendía rápido, la chiquilla.
                -Imagina ser estilista-repliqué.
                -¿En serio?
                Mi respuesta fue un lacasito con gafas de sol.
                -Camisa-fue la suya.
                -Ajá. ¿Y abajo?
                -Vaqueros vale. Pero camisa. #Camisa. C a m i s a.
                -Lo cojo, lo cojo, quieres que lleve sudadera.
                -ES QUE TE QUEDAN GENIAL DIOS MÍO-me mandó un batallón de letras sin sentido, ordenadas al azar, como si fuera disléxico. O como si hubiera tecleado como loca en el cajón del chat. Probablemente las dos cosas.
                -¿Algún color en especial?
                -Sorpréndeme-y otro lacasito con gafas de sol, ahora entendía su frustración del lunes. Los lacasitos con gafas de sol eran un mar de posibilidades.
                -Me lo pensaré, ¿algo más?
                -Dime que tienes condones. Te echo de menos.
                MADRE DEL AMOR HERMOSO SCOTT. MADRE DEL AMOR HERMOSO. TE ECHA DE MENOS, empezó a chillar una voz en mi cabeza.
                MADRE DEL AMOR HERMOSO SCOTT CUARTA BASE HERMANO, CUARTA PUTA BASE, fue la respuesta de otra.
                -¿Qué fue de la mujer fuerte e independiente que se costea su propia protección?
                -La gastó follándose a su novio en público y no se atreve a entrar en la habitación de su hermano a pedirle más, porque su novio es tímido y quiere mantenerlo en secreto.
                -Yo me encargo de no dejarte preñada para que ese novio tuyo no me rompa las piernas, no te preocupes.
                -No creo que sea celoso.
                -Ya lo irás conociendo.
                -¿Eres celoso?-replicó, y de nuevo el monito en cuestión.
                -Lo mío es *~mío~*.
                Un lacasito mirando hacia un lado con la boca convertida en una mueca de disgusto.
                -Es coña, El.
                -Más te vale. Odio a los celosos.
                -Chica lista.
                -¿A qué hora vienes?
                -No sé chiquilla, estoy esperando una pizza.
                -BUENO. Estoy #ofendida. Yo tengo una mierda de ensalada para cenar. La que dejé al mediodía.
                -Hay que comer de todo.
                -¿Eso va con segundas?
                -Yo como de todo.
                -Vale, eso iba con segundas.
                Me eché a reír. Shasha se me quedó mirando.
                -¿Con quién hablas?
                -¿A ti qué coño te importa?
                Shasha sonrió con malicia.
                -Intenta que no se te ponga dura.
                Le arreé una patada.
                -Te guardaré un trozo, si quieres.
                -¿Es barbacoa?
                -No. Hawaiiana.
                -¡Hawaiiana! Pierdes el tiempo. No la soporto.
                -Estás enferma, es la mejor.
                Un lacasito con la boca tapada por una mascarilla.
                -Ponerle piña a la pizza es como tirarle cáncer encima.
                -Voy a desconectarme antes de que tengamos la bronca del siglo.
                -Se me acaba de caer un mito contigo, S.
                -¿A que dejo de comer de todo?
                -Con el pintalabios de cereza puedo hacer que me cantes en ruso. Beso bien.
                -¿Quién lo dice?
                -Mis ex novios. Y tú, cuando no puedes parar de besarme.
                -Me gustan las cerezas-fue mi explicación.
                -Te gusto más yo.
                Será cabrona.
                -Eso está por ver.
                -Ya lo veremos con el escote que voy a llevar hoy. Me da igual que estemos en noviembre. Ahora es algo personal.
                -¿Fotos?-intenté, por si colaba. No coló.
                -Ni de coña. Quiero ver cómo se te queda la boca seca en persona.
                -Sé reproducir mis emociones bien.
                -No, gracias, a ver si te la cascas y luego a mí no me haces caso.
                -Tendría que estar dos días seguidos sin parar para no hacerte caso.
                -No sé si eso es bonito o raro.
                -Yo tampoco-llamaron al timbre, Shasha se levantó como un resorte. Yo me incorporé más despacio-. Te dejo, nena, ya está aquí la pizza.
                -Disfrútala. De madrugada te doy el postre-otro lacasito guiñando el ojo. Y se desconectó, dejándome solo en el chat, preguntándome de dónde había salido o, más bien, cómo no me había dado cuenta de que era así en todo el tiempo que llevaba conociéndola.
                Creía que lo hacía, pero, en realidad, no la conocía en absoluto.
                Shasha recogía las dos cajas que traía una pelirroja pecosa de ojos extremadamente verdes. La chica me escaneó con los ojos y sonrió levemente. Yo hice lo propio.
                Me gustaría poder decir que no me detuve dos segundos más de lo necesario a mirar cómo la camiseta con el nombre de la pizzería luchaba por abarcar su busto, fallando en el intento y ocasionando diversas ondulaciones en el intento, por eso de que tenía novia, pero estaría mintiendo como un bellaco. Por lo menos tenía la excusa de que los viejos hábitos no se marchaban tan fácilmente.
                Ella se detuvo un segundo más de lo necesario en mis brazos y terminó clavando la mirada en mi piercing. Se mordió el labio. Yo me lo mordí, inconscientemente; a veces, se me olvidaba que lo llevaba, y bastaba que unos ojos se posaran en él para recordar mi pequeño acto de rebeldía y provocación hacia papá, que me había dicho expresamente que nada de pendientes, como si él no hubiera llevado uno en la nariz. Puto cínico de los cojones.
                Se sacó un boli del bolsillo, garabateó algo y anunció:
                -Son 16.50.
                Le tendí los dos billetes de diez libras.
                -Quédate el cambio.
                -Gracias, guapo-sonrió, tendiéndome la factura. La recogí como un autómata, sabiendo de sobra lo que había garabateado.
                -A ti, ricura.
                Se quitó la gorra, se puso el casco tras sacudir la cabeza, se subió a la moto, y arrancó sin mirar atrás. Yo estaría bueno, pero tenía que ganarse el sueldo. Ya me seduciría en sus ratos libres.
                -Debe de ser súper agobiante que todas las chicas que se te acercan te zorreen ahora que tienes que ser monógamo, Scott.
                -Para empezar, Shash, las chicas no “zorrean” con Scott. Ligan con él. Me agotas con tu vocabulario misógino-intervino Sabrae, cogiendo una de las cajas y llevándola a la cocina.
                -Eso es lo que te pasa cuando eres guapo, Shash. No te preocupes. No tendrás que vivirlo nunca.
                -Vete a la mierda, puto gilipollas.
                Sabrae me quitó el papel de la factura.
                -Si su teléfono acaba en número par, le mandas foto de la polla.
                -Claro que sí, campeona-repliqué yo, quitándoselo y arrugándolo hasta convertirlo en una bola. ¿Dónde aprendían esas cosas, la madre que las parió?
                -A ti lo que te jode es que, si acaba en impar, no te vaya a dejar hacerlo.
                -Sabrae. Para empezar, tengo novia. Y no soy tan patético como para necesitar mandar fotos…
                -Lo hacéis todos.
                -Yo no lo hago.
                -Bueno, perdona, tienes razón, “no todos los hombres”-puso los ojos en blanco-. Que tú no violes no…
                -Sabrae-dijimos Shasha y yo a la vez. Ella alzó las manos.
                -Bueno, yo sólo te lo prevengo. Luego no te quejes si alguien edita tus fotos con Paint y las sube a Facebook para hacerte pasar vergüenza cuando todos tus amigos vean la etiqueta de esa protuberancia enana que tienes entre las piernas.
                -No es enana-dije yo, como si fuera lo peor de la frase.
                -¿Lo dices por experiencia propia?-provocó Shasha, cogiendo a Duna de la cintura y sentándola en uno de los taburetes a los que la pequeña le costaba subir.
                -Si te hacen eso, Shash, sigue mi consejo. A mí no paraba de mandármelas un gilipollas, hasta que guardé un par de ellas, contuve las arcadas mientras les dibujaba sombreros y chaquetas de la era victoriana, y las subí a Facebook etiquetándolo. Ya no me acuerdo de lo que puse, pero fue mano de santo. El cabrón todavía se pone rojo cuando nos cruzamos por el instituto.
                -A ti no hay quien te tosa, ¿eh, Saab?-me burlé, cogiendo el trozo más pequeño de la pizza, porque me habían educado como a un buen hermano mayor. Sabrae apartó un pedazo de piña y me lo colocó encima de la mía.
                -Los chicos sois muy imbéciles en ese sentido: os damos la mano y nos intentáis arrancar el brazo. Tú también eres así con algunas, no me pongas esa cara.
                -Vale, eso te lo concedo, pero tenemos que saber dónde tenéis el límite cada una.
                -La clave está en no dejaros coger carrerilla. Adelantaros por la derecha. Lo guay es que no sabéis cómo reaccionar cuando no nos empequeñecemos ante vosotros.
                -Qué ganas tengo de que se encuentre con alguien que le deje abandonar esa chulería suya y consiga que se ponga roja, S-comentó Shasha, abriendo la otra caja y sacando el mayor trozo. Era la segunda más pequeña, no podíamos culparla.
                -¿Crees que lo hará?
                -Si es con un chico, le pago yo la boda.
                -Va a ser con una chica-intervenimos tanto Duna como yo. Sabrae frunció el ceño.
                -Me indigna que puedas pensar que me termine casando con un tío, hermana. Elabora esa tesis homófoba tuya, quiero desmontarla palmo a palmo.
                -Te encantan las pollas-fue la presentación en sociedad de las ideas de Shasha. Duna se echó a reír.
                -Joder, Shasha.
                -Ya sabe decir pollas. Mira: Duna, di pollas.
                -Pollas, pollas, pollas.
                -Vale, basta de pollas, mamá va a terminar matándome-dije yo.
                -También me gustan las tetas-replicó Sabrae.
                -Toda esta conversación es surrealista-musité yo, apartando la corteza de la pizza.
                -¿A quién no le gustan las tetas? A mí también me gustan las tetas, ¡a todo el mundo le gustan las tetas, Sabrae! ¡Las tetas molan!
                -Las tetas mandan y no tu banda-aportó Duna. Todos nos echamos a reír, Duna sonrió, orgullosa de ese poder recién descubierto.
                -Deja de ir de bisexual, Sabrae. No eres bisexual.
                -¡Sí que lo soy!
                -No lo eres, Sabrae, no te has enrollado con ninguna tía-me puse del lado de la mediana más por putear a la mayor que por otra cosa. Cómo se identificara Sabrae no era realmente problema mío, ni de Shasha: le incumbía a ella y nada más que a ella. Eso sí, era un poco sospechoso que se considerara bi cuando nunca se había sentido atraída por nadie de su mismo sexo.
                -Que tú sepas.
                -¿Alguna vez has querido tirarte a alguna chica?-inquirió Shasha. Duna estaba fascinada; no habíamos hablado nunca tan abierta y directamente de sexo con ella delante. Sí que habíamos comentado algo, porque la cría no era tonta y sabía que no la había traído la cigüeña, pero conversaciones de aquel calibre las solíamos mantener Sabrae y yo con Shasha escuchando cómo me cagaba en Dios porque Sabrae no podía pretender saber más que yo cuando yo me había tirado a medio Londres y ella apenas había estado con cuatro tíos.
                -Sí.
                -Angelina Jolie de joven no cuenta-dije yo, sacando el agua de la nevera y llenando vasos con ella.
                -Sí que cuenta.
                -¿Que no sea famosa? ¿Alguien conocido?
                -Diana.
                -Será puta coña-dije yo. Sabrae se echó a reír.
                -Sí, bueno, es más curiosidad científica, ¿sabes? Pero, sobre todo, por hacerte de rabiar.
                -Tú hoy ya no vienes con nosotros de fiesta, no te vaya a terminar violando la americana en un baño.
                Duna aprovechó nuestro despiste para cometer una abominación: juntó la pizza hawaiiana con la de extra de peperoni, haciendo una especie de sándwich con ella, y le dio un bocado a la punta del triángulo. Sonrió con satisfacción, la satisfacción del científico loco que ve cómo su criatura cobra vida y empieza a moverse.
                -No estamos hablando de curiosidad científica, sino de que te apeteciera follártelo o no.
                -Dijo Shasha, la sexóloga virgen-replicó Sabrae. Yo tuve que contener una carcajada.
                -Scott-Shasha se volvió hacia mí-, ¿tú te tirarías a algún tío?
                -¿Así, en frío? No sé, me van los preliminares.
                -Estoy rodeada de imbéciles.
                -Alguno habrá-pinchó Sabrae, que había nacido poseyendo la verdad absoluta y que no sabía lo que era no tener razón.
                -Igual es Tommy-terminó de provocar Sabrae.
                -Estás enferma, Tommy es mi hermano.
                Shasha estiró la mano y se puso del bando de Sabrae, olvidando que se estaban peleando entre ellas y que yo le había echado un cable, cuando soltó:
                -A ti te van los hermanos, Scott.
                Le tiré un trozo de piña a la cara, pero el mal ya estaba hecho.
                -Eres una puta gilipollas, Shasha. Una puta gilipollas, y te tendría que…
                -… haber asfixiado en la cuna cuando tuve la ocasión-me imitó. Sabrae se atragantaba con un trozo de pizza, terminó escupiéndolo en el cubo de basura, sentándose en el suelo a su lado y riéndose a carcajadas como pocas veces se había reído en su vida. Dio palmas como una morsa enloquecida en un tablao flamenco.
                -Me agotáis la existencia…
                -… ¡putas crías!-gritaron las tres, echándose a reír.
                Sí, me agotaban la putísima existencia, yo no me merecía ese sufrimiento constante.
                Y, a pesar de todo, sonreí y me metí otro trozo de pizza en la boca. Quise engañarme a mí mismo diciéndome que me reía porque Sabrae tenía una risa graciosa, pero la verdad era más sencilla: las cabronas tenían razón.
                Sabrae me miró desde el suelo, con lágrimas en los ojos. Yo le devolví la mirada y todos empezamos a reírnos como locos. Menos mal que papá y mamá no estaban en casa para meternos en un manicomio, que era lo que nos merecíamos.
                A veces, el alumno superaba al maestro, pero otras el alumno le daba una lección al maestro y lo pisoteaba hasta el punto de darse cuenta de que los roles habían estado cambiados desde el principio.
                Lo guay de mis hermanas pequeñas era que hacían que me diera cuenta de que yo también era pequeño, y que podían sorprenderme cuando yo creía que nada podía hacerlo jamás.
                Las crías eran una bendición… cuando no estaban ocupadas siendo insoportables.               

40 comentarios:

  1. "Sería mucho más fácil salvarla. Y, curiosamente, no iba a hacerlo yo.

    Sería un domingo. Un día sagrado.

    Y lo haría Sabrae." SI SI SI LO VA ANAQUILAR SABRAE. AMÉN A TODO JODER.

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  2. Me da tanta penita Layla... Sólo te pido que no la dejas volver con el hijo de puta. Te lo imploro.

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  3. Si buscas friendships goals en el diccionario te aparece al lado una foto de Tommy y Scott.

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  4. Diana es genial. Me cae tan bien pero tan bien y se ha portando super dulce con Layla. (Dejó de lado el hecho de que viva en constante batalla con mi bebe)

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    1. Yo creo que el problema entre Diana y Scott es que son IGUALES o sea él es ella en chico y ella es él en chica y claro, chocan un montón.
      De todas formas, creo que Diana es con diferencia el personaje más complicado de toda la historia (y eso que los demás también tienen tela, especialmente el nivel al que consigo llegar escribiendo, todavía no sé de dónde los saco)

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  5. TOMMY Y SCOTT HACIENDO CUCHARITA. CREO QUE ME HA EXPLOTADO UN OJO.

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    1. Zouis (mientras vivía) era mierda al lado de esto RIP Zouis gran amistad mejor bromance 2010-2015

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  6. Sólo por curiosidad. ¿De dónde exactamente es Sabrae?

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    1. Te contesto sobre la marcha porque así me sale más de dentro y tiene todo más sentido (para mí por lo menos):
      Sabrae nació en Londres (tengo la teoría de que en el mismo hospital que sus hermanos, igual hasta compartió comadrona con alguno de ellos -lo cual es gracioso porque lo mismo nos pasa a mi hermano y a mí, compartimos comadrona pero no padre-, de eso ya no estoy segura) de padres inmigrantes los dos.
      Por si te interesa, me la imagino i g u a l que la modelo Ashley Moore (la del icon de twitter), pero con la piel más oscura.
      Espero haber contestado satisfactoriamente a tu pregunta Ü

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  7. "-¿A ti qué coño te importa?

     Shasha sonrió con malicia.

    -Intenta que no se te ponga dura." LA GENTE DE LA CAFETERIA ME HA MIRADO TOPE MAL PORQUE ME HE REIDO COMO UNA IDIOTA

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    1. Por favor estamos SUBESTIMANDO un montón a Shasha porque Sabrae es una puta ama porque a) nació así y b) aprendió también un poco de Scott pero
      es que
      Shasha
      aprende
      también
      de
      Sabrae
      entonces
      cuidado
      con
      el
      arma
      de
      destrucción
      masiva
      que
      se
      está
      gestando
      en
      esa
      casa

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  8.  "-SE TE VA A ACABAR EL CACHONDEO, YA VERÁS CUANDO TERMINES DE CABREARME Y NO TE DEJE SALIR DE CASA MÁS QUE PARA IR AL INSTITUTO. Y VUELVES DERECHITO. CON ESCOLTA. Y NADA DE TOMMY.

    -¿Sin Tommy?-espetó Sabrae, incrédula.

    -¡SIN TOMMY!

    -¡Mamá!-protestó Shasha." TU MIRAS TEEN WOLF. ¿A QUE SI? LOL

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    1. No, no he visto ni un solo capítulo porque me dicen que hay sustos y yo ODIO los sustos, lo he sacado de una teoría de Tumblr sobre Harry Potter (a James lo intentan castigar sin varita, pero no puede hacer magia fuera de la escuela, sin escoba, pero puede coger la de su padre, hasta que le dicen que se queda SIN SIRIUS y eso es un sacrilegio!!!!!!!!!!!!!!!!!!! locura!!!!!! a portarse bien!!!!!!!)

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  9. Scommy me da la vida (Si ya los he bautizado, me da igual todo)

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    1. Scommy dubi dú, where are you ♪♫♪

      Estoy muy de acuerdo con su nombre conjunto, yo los bautizo formalmente in nomine patris et filii et spiritu santi.

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  10. Las connotaciones feministas de tus capítulos me da la vida cielo.

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    1. Intento colar todo lo que puedo sin que se note porque la publicidad subliminal es la más eficaz, pero seguro que también se me cuelan 15 cosas machistas por cada 1 feminista que meto.
      Poco a poco :)

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  11. Y LAS SEPARA CON EL PIE JAJAJAJJA LO AMO JODER

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    1. A ver, él las estaba separando, que era lo que quería Sherezade, tampoco es plan de arriesgarse a que le terminen cayendo palos también JAJAJAJAJA

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  12. "-Dime que tienes condones. Te echo de menos.
    MADRE DEL AMOR HERMOSO SCOTT. MADRE DEL AMOR HERMOSO. TE ECHA DE MENOS, empezó a chillar una voz en mi cabeza." No puede estar más pillado por ella por favor

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    1. Me estalla el corazón de verdad es tan cuquísimo, que se calme

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  13. "Puede que acompañara a T y la americana a casa. Tal vez Eleanor estuviera allí." Si está más enamorado le explota una vena.

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    1. Círculo de oración porque ya está pilladísimo y llevan una puta semana, éste a los dos meses le suplica que se case con él.

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  14. Espero que Layla no vuelva a caer en las garras del cabron. Por favor no me hagas pasar por ahi. Por favor.

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    1. Layla es /muy/ fuerte, sólo tiene que darse cuenta de ello ♥

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  15. Los Malik ven Friends. Si creía que no podría enamorarme más estaba equivocado.

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    1. POR FAVOR cuando Tommy y Scott están tristes se encierran en sus habitaciones con helados de chocolate y se ven temporadas ENTERAS de Friends, Scott está educando a las demás para que hagan lo mismo

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  16. Por favorrrrr que le revienten la cara al hijo de puta de Chris pronto y a poder ser que sea una mujer.

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    1. ¡Tus deseos son órdenes para mí, querido anónimo!

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  17. SE HA PUESTO ROJOOOO. Es un cupcake
    Pd: me he reído un huevo en este capítulo. Estabas sembradisima tia.

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    1. RED VELVET, VAINILLA, CHOCOLATE IN MY LIFE ♪♫
      ¿Verdad que sí? Todavía no sé de dónde me salen esas ideas, muchas gracias <3333333333

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  18. "Scott no es un macho alfa. Es un omega. Y da gracias que entre en el alfabeto.

     -No soy virgen-me recordó Sabrae."

    "-Yo tampoco-Sabrae y yo nos quedamos mirando a Shasha, tenía doce putos años-. Ni Duna. La vida nos jode a todos." ME ESTOY DESCOJONANDO DEMASIADO CON ESTO JODER. SASHA ES DEMASIADO. LOS MALIK MANDAN Y NO TU BANDA

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    1. "En tu barrio te vasilo y en el mío marco estilo"

      -Shasha Malik en algún momento, (espero recordar ponerlo), probablemente.

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  19. Pocos libros y historias me hacen reír tanto, Jesus. Me encantan los Malik, pero no me aclaro ¿cuántos años tiene Duna? Dios es que son tan adorables.

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    1. AY QUÉ HONOR DE VERDAD ME DA VERGÜENSITA CUANDO ME DECÍS COSAS DE ESTE CALIBRE.
      Duna tiene 8 años (aunque no sé si se comporta como una niña de 8 años, no estoy muy versada en el comportamiento infantil).

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  20. "Abrí un ojo; mamá se había sentado en el borde de la cama, y me contemplaba con una adoración que sólo aparecía en otros ojos. Unos ojos a los que había aprendido a amar en menos de una semana." BUENO BUENO BUENO ME VA A DAR ALGO

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    1. Algún día pondré una frase que me deje en plan "buah es IMPOSIBLE que mejore esto" y subiré una entrada diciendo simplemente "DIMITO" espero que lo entendáis.

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