Otra cosa era que Layla todavía no se hubiese
levantado; eso ya era una cuestión diferente. Como mujeres, debían apoyarse.
Especialmente ahora que Diana intuía lo que estaba sucediendo, pero no parecía
atreverse a preguntar para confirmarlo.
Pero, en cuanto la inglesa dio señales de vida, la
americana se tomó como algo personal, una especie de misión trascendental que
le reportase un pasaje al cielo, el hacer todo el ruido posible.
Abrió cajones, sacó platos, volvió a guardarlos,
revolvió hasta encontrar una taza que le satisficiera (que, curiosamente,
resultó ser la primera de las 5 que sacó), escarbó en la nevera buscando leche
abierta…
Yo no le dije nada, estaba demasiado perdido en la
jungla que eran mis pensamientos y mi mar de lástima por Layla que apenas podía
escucharla.
Pero Layla sí.
-Diana, Scott está durmiendo.
Si se lo hubiera dicho yo, me habría mandado a la
mierda y me habría jugado una bofetada casi seguro. Sin embargo, no había sido
yo el del recordatorio, así que asintió con la cabeza, decidiendo que Layla
bien podía ser la madre de la manada por un día, y se dedicó en silencio a sus
quehaceres de conseguir un desayuno consistente.
Layla jugaba con un cruasán, lo paseaba de un lado a
otro como entrenándolo para una maratón de dulces.
-Me asusté cuando se metió en la cama conmigo.
-Ah, ¿que habéis dormido juntos?
-No, Diana, si te parece, lo ponemos a dormir en el
suelo-gruñí. Con aguantar las pullas de él tenía bastante, no necesitaba
también las de ella. Me miró por encima de su taza a rebosar de café con leche
sin decirme una palabra. Esa insolencia mía me costaría un par de polvos, pero
me daba igual. Necesitaba estar tranquilo, pensar con calma qué íbamos a hacer
a partir de entonces.
Era sábado. El móvil de Layla no había parado de
encenderse. Ella le había mandado un mensaje a su novio (no quería usar la
palabra que empezaba por v aún) diciéndole que no se preocupara, que estaba en
mi casa porque había bebido demasiado y mis padres no le habían dejado
conducir. Sí, bueno, algo por el estilo.
Mis padres no la dejarían regresar a Londres si se
enteraran de lo que nos traíamos entre manos.
-No me acordaba de dónde estaba.
-Estás en casa-le dije, porque soltarle una
mentirijilla a una niña desvalida como ella tampoco podía ser un pecado mortal.
¿Y qué si lo fuera?
-Para todo lo que necesites, nos tienes aquí, Lay.
Para todo-enfatizó Diana, que no la
conocía más que de cuatro o cinco encuentros desperdigados por sus vidas, pero
habían conectado al instante.
Layla conectaba al instante con todo el mundo.
-No sé qué voy a hacer ahora. Ni siquiera sé cómo
llamaré a mis padres y les diré que hoy no voy a Wolverhampton.
-Con el móvil. Están un poco lejos para que lo hagas
a gritos.
Diana puso los ojos en blanco, porque no entendía que
lo que necesitaba Layla era reírse un poco. Aunque fuera de gilipolleces.
-No puedo volver a casa. Pero es lo que tengo que
hacer.
-Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. ¿Por qué
no aprovechas el fin de semana para relajarte y vas el lunes por la mañana?
Porque vas a por tus cosas, me imagino, ¿no?
-Todavía no he decidido qué es lo que voy a hacer.
Diana se lo olía, lo notaba en el aire. Lo veía en
sus ojos cuando los bajaba y se rascaba el brazo, sumida en sus pensamientos.
Lo escuchaba en su voz cuando decía la palabra “casa”, con el convencimiento
del académico de la lengua que usa frases cortas e imprecisas con un niño
pequeño porque sabe que no va a entenderlo de otro modo.
-Dejarlo, evidentemente. Espero. ¿No?-sugirió la
rubia. Yo asentí con la cabeza, pero Layla dejó de jugar con su cruasán y
agarró la taza que le habíamos llenado varias veces ya con las dos manos. Se le
pusieron los nudillos blancos cuando la apretó. Su mirada estaba perdida, y su
mente vagabundeaba por rincones de la galaxia a los que ninguna nave había
conseguido llegar aún.
-Todo es tan… tan…
Sacudió la cabeza, impotente. No tener palabras
cuando necesitas hablar es de las peores cosas que pueden pasarte.
-Te diré lo que haremos. Vas a llamar a alguna de tus
amigas de la facultad. Dile lo que pasa. Que venga contigo y no te deje sola en
todo el tiempo que estéis aquí. Piensa con calma tu siguiente movimiento. A
Chris-me cuidé mucho de evitar decirle “tu novio”- dile que vas a coger
directamente el tren a Wolverhampton y que os veis el domingo. Invéntate que es
el cumpleaños de alguna tía anciana que tengas y que no vas a poder llamarle.
-No nos llamamos nunca.
-Ah. Vale. Mejor. Eso nos puede servir. Y luego…
-Eso ya era mal síntoma, ¿verdad?-preguntó,
levantando la mirada. Diana cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro-. Que
no nos llamásemos cuando yo me iba al norte, digo. No lo hice nunca. Nos
mandábamos mensajes.
-No tiene por qué…
-¿Cada cuánto os llamaréis cuando Diana vuelva a
Nueva York? –preguntó, mirándonos alternativamente. Diana y yo también nos
miramos el uno al otro.
-Nosotros no estamos…
-Sólo es…
-Entre Tommy y yo no hay…
-Simplemente nos acostamos. De vez en cuando.
-Sí, bueno, prácticamente… ¿cada día?
Layla alzó las cejas.
-Es la novedad-se apresuró a explicar Diana.
-Sí, pronto pararemos.
Bajo su mirada marrón, me sentía sorprendentemente
avergonzado. Diana parecía un poco azorada, también. Nosotros, disfrutando del
otro sin habernos buscado y sin querernos como lo había hecho Layla, y Layla,
condenada a sufrir a manos de la persona que más tenía que quererla.
Luego habrá gente que sostenga que el mundo es justo.
-¿Diana lo sabe?-preguntó.
-Diana lo intuye-replicó mi pseudo novia. Amante.
¿Amiga? ¿Rollo? ¿Qué coño éramos Diana y yo?
-Mi novio me viola-espetó Layla, con una frialdad en
la voz y los ojos que nunca había visto desprenderse de su cuerpo-. Me viola y
me pega y me humilla y me aterroriza todos los días, desde que entro en casa
hasta que salgo por la puerta, muchas veces incluso más allá de ahí. Y yo soy
gilipollas, porque se lo perdono todo. Se lo llevo haciendo meses-se limpió una
lágrima con el dorso de la mano-. Por dios, incluso ahora, estando aquí, echo
de menos lo que fue. Siempre llego a casa con la ilusión de estar en un mal
sueño y despertarme cuando abro la puerta. Pero sólo entro en otro más
profundo.
Diana la observó en silencio, esperando lo que sin
duda vendría a continuación.
-Seguro que piensas que soy gilipollas.
-No pienso que seas gilipollas.
-Yo lo pensaría. Yo lo pienso. Él también lo piensa de mí, pero no se atreve a decírmelo.
Es lo único que no me dice. “Layla, eres gilipollas por aguantar esto”. En
realidad, dice que el gilipollas es él.
-Mira, estamos de acuerdo en algo.
-Es gilipollas por aguantarme. Mis caprichos, ¿te lo
puedes creer? Mis caprichos porque vengo agotada de un trabajo que no necesito,
que he cogido sólo para no estar tanto tiempo en casa, y le digo que no me
apetece que entre en mí. Mis noches despertándome de madrugada gimiendo porque
también sueño con él, con que me sigue pegando. Sí, los dos somos gilipollas.
Él por aguantarme, y yo por aguantarle a él.
-El hecho de que tengas tanta autocrítica demuestra
que en realidad no eres tan tonta como crees.
-Lo he sido lo suficiente como para dejar que se
enredase a mi alrededor como una serpiente y todavía seguir creyendo que sólo
quiere abrazarme, que no me está asfixiando y que no me va a devorar.
-Puedes acabarlo ahora mismo. Pareces haber pasado
hace mucho la fase de negación.
-Pues para nada. Aquí, con vosotros, todo está súper
mal. Pero cuando salgo ahí fuera, y estoy sola, o lo tengo a él delante, yo me
hago chiquitita. Soy la pulga de una pulga. Y él es un perro inmenso, me
protege y me cuida, pero todas las enfermedades que tengo me vienen por su
culpa.
-¿Por qué no nos lo dijiste, Lay?-pregunté.
-Porque no sabía cómo empezar la conversación. Ni
cómo volvería a miraros después de contároslo. Me da tanta vergüenza…
-No te tiene que dar vergüenza.
-En realidad, hemos llegado hasta aquí por mi culpa.
Si lo hubiera mandado a la mierda la primera vez que me levantó la mano,
vosotros tendríais un fin de semana libre como otro cualquiera y yo estaría
viajando en tren a Wolverhampton para ver a mi familia, no para escapar de él.
Pero no pude hacerlo. Le quería. Aún lo hago. Pero ahora no lo conozco.
-Tú nunca vas a tener la culpa de nada,
¿estamos?-dije, inclinándome encima de la mesa y cogiéndola de la barbilla para
que me mirara a los ojos-. El krill jamás tendrá la culpa de que se lo coma la
ballena. No debe pensar “no tendría que haber estado allí”.
Me miró como si me viera por primera vez. Era un
animal extraño que había llegado de muy lejos de sus migraciones, y ella apenas
había abandonado su nido más de un par de veces, desde luego, muchas más de las
que desearía.
-Chris no es una ballena-musitó con un hilo de voz,
sorprendida de la revelación que cambiaría el curso de la historia y que haría
correr libros de tinta con investigaciones tratando de desbancarla,
inútilmente-. Chris es un tiburón.
Se levantó y se marchó al salón, a sentarse en el
suelo con las piernas cruzadas, justo en el hueco donde la luz del sol formaba
un cuadrado más luminoso.
No había probado bocado.
Cogió el móvil, lo desbloqueó y empezó a teclear en
la pantalla. Diana me puso una mano en el hombro, también mirando la escena. Su
contacto me reconfortó y me intranquilizó a la vez: me recordó que era un
espectador más que no podía hacer nada por cambiar el curso de los acontecimientos,
pero eso no impedía que me sintiera mal por el espectáculo que se desarrollaba
ante mí. Mi propia inutilidad también era una cruz a mis espaldas.
-Yo podría ser ella.
-Vamos a convertirla en ti.
-Creo que preferiría quedarse como está-respondió.
Bajó la mirada, se inclinó, me dio un beso en los labios y fue a reunirse con
ella. Se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Era lo que Layla
estaba esperando para echarse a llorar.
Diana recogió el teléfono, lo frotó contra su
pantalón para limpiarle las lágrimas, y siguió las instrucciones de una
deshecha Layla. Asentía de vez en cuando con la cabeza, la miraba y le besaba
la frente. Le acariciaba la rodilla y le decía que todo terminaría estando bien
de nuevo.
¿Acaso lo había estado alguna vez?
Recogí los platos y decidí volver a acostarme. A
medio camino, cambié de rumbo y me metí en la habitación donde dormía Scott, la
que sería la mía si mis padres me dieran a elegir. Scott se revolvió en su
lecho, abrió un ojo y murmuró:
-¿Qué hora es?
-Temprano. Puedes seguir.
-Delicioso.
-¿Te importa si te acompaño, S?
Había veces en las que necesitábamos espacio, y otras
en las que nos metíamos en el colchón del otro. No teníamos término medio, y él
notaba mis cambios de energía y los compensaba como dos imanes compensarían sus
distintas cargas a una determinada distancia.
-Me pido cuchara grande-replicó, dándose la vuelta y
pasándome el brazo por la cintura.
-Qué gilipollas eres-fue mi respuesta. Bufó una
contestación que yo no entendí y volvió a dormirse. Yo no conseguí conciliar el
sueño, pero escucharlo roncar a mi lado (y luego el hijo de puta dice que no ronca, que me lo imagino, manda
huevos con el tío) equilibró de nuevo mis corrientes de energía interna. Cuando
me levanté, tenía un plan. Sabía qué hacer. Sería mucho más fácil salvarla. Y,
curiosamente, no iba a hacerlo yo.
Sería un domingo. Un día sagrado.
Y lo haría Sabrae.
Scott.
Me desperté solo en la casa,
pero al poco rato de abrir la nevera y empezar a comerme los filetes, Tommy se plantó
ante mí con un par de cervezas y un bollo que aún estaba calentito.
De repente, recordé por qué le tenía tanto cariño.
-¿Ha amanecido ya?-preguntó, quitándoles las chapas a
las botellas y acercándome una.
¿Desayunar cerveza? ¿Dónde hay que firmar?
Asentí con la cabeza y embestí contra el filete y las
patatas, que ya estaban blandas y un poco frías, exactamente como a mí me
gustaban, cuando soltó:
-¿Cómo puedo pagarle a Sabrae lo de la semana pasada?
Levanté la mirada.
-Pagarle, ¿el qué?
Se encogió de hombros, dando un trago y esperando.
-Lo hizo encantada.
-Tendré que darle las gracias.
-Que se las dé Eleanor.
Tirándose a su
hermano, por ejemplo.
-Scott.
-Invítala al cine, macho, ¡yo qué sé!
Chasqueó la lengua, dejó la botella en la mesa y me
miró con cara de cachorrito abandonado. Odiaba que hiciera esas cosas; me hacía
sentir mal conmigo mismo porque era como si le estuviera tratando mal, y yo no lo trataba mal, todo lo contrario.
Pero una parte de mí empezaba a reprocharse que puede que tuviera razón cuando no la tenía nunca, que tal vez debiera
pedirle perdón por cosas que yo no tenía la culpa…
Aparté el plato un poco y me lo quedé mirando. Se
animó un poco y empezó a hablar de que puede que debiéramos llevarla de fiesta
con nosotros…
-No.
Que quizás la invitara a chupitos…
-No. Que se los pague ella.
Que deberíamos hacer que nuestras hermanas se unieran
un poco más, porque al destino hay que ayudarlo…
-No fuerces las cosas, T.
-Esta noche nos la llevamos a donde Jordan.
-Lo que tú digas, y ahora, ¿puedo desayunar
tranquilo?
Me dejó hacer, robándome un par de patatas y
metiéndoselas en la boca ante mi atónita mirada.
-Luego estoy mal de la cabeza por mis desayunos.
-Las patatas fritas están ricas a todas horas, y más
cuando están cortadas al estilo de mi madre.
-Viviría durante 100 años comiendo exclusivamente
patatas fritas.
-Lo único bueno que han inventado los
franceses-concedió, quitándome más. Y me cabreó, la verdad. Aparté el plato y
lo rodeé con el brazo, con lo que él se echó a reír.
-Layla va a llamar a una amiga suya para que se quede
con ella todo el fin de semana.
-Guay.
-Vamos a comer en casa.
-Genial-así tendría más tiempo para dormir la siesta.
Puede que acompañara a T y la americana a casa. Tal vez Eleanor estuviera allí.
-Cuando Layla nos diga, nos encargaremos de ese hijo
de puta.
-Te vas a cebar con él lo que no pudiste cebarte con
el cabrón de tu hermana, ¿a que sí?
-¿Te parece mal?
-Yo también tengo hermanas-repliqué. Él sonrió.
-Se ha metido con la gente equivocada.
-¿Le pedimos a Alec la navaja prestada?
-Esto requiere el trabajo de una… motosierra.
-Me gusta cómo piensas, Tomlinson.
Sonrió.
-¿Las chicas?
-Diana quiere dejarle comida preparada, aunque
sospecho que lo único que va a hacer es mirar cómo cocina Layla.
-Seguro que ni sabe cocinar.
-Si nunca lo ha necesitado, ¿por qué aprender?
-Porque es cultura general. Y porque hay que ser
inútil para no saber cocinar a su edad.
-A mi madre se lo enseñó mi padre-espetó, molesto-, y
se mudó con él siendo mayor que Diana.
-Tu madre no me cae mal-expliqué, y él tuvo que
reírse. Siempre se reía cuando usaba ese tono de “es evidente, aunque tú no
puedas verlo”.
-También han quedado con su amiga para traerla hasta
aquí.
-¿Te fías de ella?
-Me fío del criterio de Layla eligiendo sus
amistades-murmuró, pero no sonaba muy convencido.
-¿Igual que te fiabas del de elegir novio?
Se terminó la cerveza.
-No es una cría, Scott, no tenemos que estar encima
de ella todo el día. Además, sus amigas son de aquí; lo son de ella, y no de
él. Relájate.
Me relajé cuando llegaron Diana y Layla con la nueva
inquilina del piso, que arrastraba una bolsa de deporte.
Me la había tirado.
Y había estado bien.
Tommy también se dio cuenta.
Entraron en la casa como si llevaran tiempo viviendo
en ella y nosotros fuéramos sus novios, novios de los que ya estaban cansadas y
a los que apenas hacían caso pero con los que seguían porque funcionaban bien
en la cama (y me consta que Tommy y yo éramos buenos, a mí por lo menos más me
valía, él podría tener alguna excusa, pero no necesitaba usarlas).
-… se decía que estabas en la India, trabajando para
una producción de las de Bollywood en la que una extranjera visita el país y se
enamora de algún hijo de un jeque-explicaba la chica, cuya voz me resultó
familiar, pero de un par de gemidos escuchados hace bastante tiempo es
complicado extraer nada en concreto.
-Qué va, he venido para asentar la carrera en
Europa-qué mentirosa, la puñetera americana-. Europa es el nuevo Nueva York,
¿sabes? Los diseñadores están volviendo aquí. Especialmente a Francia, pero no
soporto a los franceses. Demasiado pelotas-se agitó la melena rubia-, confunden
una chica mona con una súper modelo. Creo que la mitad son miopes, y la otra
mitad, demasiado imbéciles para decir dónde tienen la mano izquierda.
Qué curioso: era exactamente lo que se decía de los
americanos en Inglaterra. Algunos tópicos son internacionales y se cuelan en
cada frontera con distinta nacionalidad, pero siempre se mantienen ahí.
-Keira, ellos son Tommy y Scott-intervino Layla, la
única con un mínimo de educación en ese trío tan a lo Supernenas. Exacto,
Keira, se llamaba Keira.
Keira se volvió y nos miró a ambos. Cuando miró a
Tommy, sus ojos se entrecerraron un poco.
Pero cuando posó la mirada en mí, se abrieron de par
en par.
-No me digas que tus Scott y Tommy son los Scott y Tommy.
Que nuestra fama nos precediera no era algo extraño
en nuestro barrio: las liábamos en el instituto, no suspendíamos ninguna (o lo
intentábamos) y las fiestas se acababan en el momento en que decidiéramos
largarnos, aunque el resto de la gente se empeñara en seguir horas después de
que las abandonásemos. Pero que ya en el centro se supieran nuestros nombres
era novedoso.
Joder, Scott,
tienes que preguntarle a Alec cuántas llevas.
Menuda figura se ha llevado Eleanor, pobrecita. La
estoy estafando.
-¿Ya os conocéis?-preguntó Layla cuando le dimos dos
besos a la recién llegada, alzando las cejas. Iba a decir que habíamos
coincidido en una fiesta cuando el gilipollas, bocazas de mierda de mi mejor
amigo espetó:
-Scott se la tiró.
Keira y yo nos miramos.
Y nos echamos a reír.
Tengo buen gusto y sé elegir a las que no te guardan
rencor por decirles adiós después de un polvo, eso tengo que reconocerlo. Es un
talento escaso entre mis amigos; sólo yo parezco tenerlo.
De Logan aún no sabemos nada. El pobre es tan tímido
con las mujeres que todavía no ha conocido a ninguna.
Con el tiempo, conseguiríamos encontrarle pareja.
Tal vez… cuando tuviéramos 50 años y estuviéramos
ociosos…
Diana puso los ojos en blanco y se apoyó en la
puerta.
-Seguro que ni se acuerda de cuándo fue-espetó Keira,
confirmándome que teníamos una fama
en el centro también.
Joder, Scott,
vaya que sí le tienes que preguntar a Alec cuántas llevas.
-La fiesta de los de químicas-espeté, muy digno,
ganándome unas cejas alzadas a modo de sorpresa de Keira.
Podría olvidarme fórmulas químicas, compuestos
moleculares de alguna vitamina o los órganos de una célula en un examen de biología;
se me podían ir las fechas de la independencia de África o las corrientes del
pensamiento de la Grecia antigua, pero yo nunca
olvido un polvo.
Cualquier día me explotaría el cerebro, era posible.
Pero prefería que lo hiciera por demasiados recuerdos que por no los
suficientes, la verdad.
-Bravo. Y luego os largasteis a una discoteca y te
enrollaste con otra.
-Te fui fiel esa noche-repliqué. Diana me asesinaría
si tuviera poderes telepáticos, pero como no los tenía, le tocó aguantarse y
poner los ojos en blanco de nuevo. Con suerte, se le quedarían así y Tommy
volvería a entrar en razón.
Yo también me había hundido en esos ojos: eran una
selva en la que podías perderte con mucha facilidad.
-Yo no-respondió ella, orgullosa. Hablan de las
rubias, las pelirrojas y las morenas, pero en el fondo, las castañas son las
peores. Porque son muchas más.
-Dime, Keira, ¿estás soltera?-inquirió Tommy, que
había veces en que estaba loco por hacerme sentar la cabeza y otras en las que
me alentaba a liarme con 4 tías a la vez.
-Tengo pareja.
-Scott no es celoso.
-Tommy-lo corté yo.
-Es una chica.
-A Scott eso le encanta.
-Y a ti también, cabrón.
-¿Qué estudia tu novia?-quiso saber Tommy. Layla se
echó a reír.
-Es la única de su curso de arquitectura.
-Ya se meten pocas chicas en carreras de ciencias,
como para que encima os empecéis a liar entre vosotras-la acusó-. Qué
desconsiderado. ¿Qué van a hacer vuestros compañeros?
-Ser gays. Tiene 7 en clase.
-Esos seremos nosotros en un par de años, Scott.
-Me van las mujeres.
Tommy miró a Diana, que sonrió con malicia.
-A mí también.
-¿Algo más, Tommy? ¿Mi talla de sujetador, por
ejemplo?
-Bueno, dado que vas a dormir en casa de mis padres y
técnicamente yo soy un heredero y potencial propietario, me gustaría informarme
de ciertos aspectos de mis nuevas inqui…
-Diana, cómele los morros si hace falta, pero haz que
se calle-le pedí a la americana. Keira y Layla se reían.
La última nos prometió que nos informaría de todas
las novedades según fueran surgiendo, que de noche nos daría cuenta de lo que
había hecho en el día y que pronto nos comunicaría cuándo íbamos a destrozar al
cabrón. Nos abrazó y nos dijo que nos calmáramos.
Incluso nos dio las gracias, porque no hay animal, ni
comida, más tierna que ella. Diana le acarició despacio la espalda, le dijo que
le mandaría un mensaje de tarde y que pasaría a verla en cuanto se lo pidiera.
No se conocían de casi nada y ya se comportaban como si fueran amigas de toda
la vida.
-Puedes llamarme cuando quieras, ¿entiendes? Si estoy
dormida, me despierto. Si estoy de
fiesta, me voy a la calle para hablar más tranquilas.
Layla asintió, le cogió las manos y le besó la
frente.
-Vete tranquila, Didi.
Diana sonrió y nos siguió a mí y a Tommy al ascensor.
Me miró con intención, y se pegó a él y empezó a comerle la boca. Una rabia
burbujeante se situó en mi estómago.
Los dos me miraron cuando terminaron.
-Ha hecho lo que le pediste.
-Que te jodan, Tommy.
La americana sonrió mientras salía del ascensor,
sacudiendo las caderas de forma exagerada. A los dos se nos fue la vista; yo me
odié por ello porque a) tenía novia y b) odiaba a la dueña de ese culo. Tommy,
si se odió aunque fuera un ápice, no dio muestras de ello.
Si le reconcomía la conciencia que sus padres lo cazaran,
no se podía entrever.
Me miró sonriendo y musitó:
-Inshallah.
-Imbécil-repliqué yo, porque una cosa era que le
dejase decir esa palabra cuando estuviéramos solos y hablando de cosas
trascendentales, y otra que la usara según le miraba el culo a la mayor cabrona
que había entrado en este país (porque la mayor cabrona había nacido en este país y habíamos tenido la
desgracia de ir al instituto con ella) para cabrearme aún más.
Su voluntad era incuestionable, en teoría. Pero que
dejara que se enrollara con ella escapaba a mi comprensión.
Los seguí hasta el metro, me desvié un poco para
informar sobre Layla. O, al menos, ésa era la versión oficial. En realidad, me
apetecía mucho ver a Eleanor, aunque fueran sólo dos segundos. No hubo suerte.
Había salido.
Bueno, lo intentaríamos de noche.
Shasha empezó a chillarle a
Sabrae mientras la mayor de mis hermanas corría por el pasillo como una bala.
Me imaginé a papá suspirando en el piso de abajo, preguntándose por qué coño no
se puso condón aquella vez hacía 18 años.
-¡SABRAE!-bramó Shasha, corriendo tras ella. Abrí la
puerta y asomé la cabeza. Corría con el pelo empapado y los pies descalzos, un
albornoz a medio anudar y una expresión de ira difícil de controlar en la
mirada.
-Dejad de chillar, por lo que más queráis-suplicó
papá, que no tenía fuerzas para pelearse con las crías. Él era el duro conmigo
y el blando con ellas. Mamá, todo lo contrario. Me parecía que en todas las
casas era así.
-¡¡PAPÁ!! ¡SABRAE ME HA CERRADO EL AGUA CALIENTE Y ME
HA QUITADO LA ROPA!
-Pues dale una hostia-era la respuesta a todo de mi
padre. ¿Sabrae te putea? Dale una hostia. ¿Shasha te toca los huevos? Dale una
hostia. ¿Scott te ha dejado encerrada en el baño? Dale una hostia.
Eso sí: no se te ocurra hacerlo delante de él. Porque
entonces a ti te cae otra.
Sabrae saltó por encima del sofá y corrió hacia la
cocina, con Shasha pisándole los talones. Consiguió despistarla saliendo al
jardín y volviendo a entrar por la terraza; mamá empezó a gritarle que dejara a
Shasha tranquila, pero Sabrae hizo caso omiso.
La dejé entrar en mi habitación, cerré la puerta y la
atranqué con una silla. Shasha se lanzó contra ella y soltó una exclamación
cuando se cayó haciendo un ruido que me indicó que se había caído de culo.
Sabrae no se había reído tanto en toda su vida.
-¡SCOTT! ¡ÁBREME LA PUERTA! ¡LA VOY A MATAR!
-Esto es tu karma, que vuelve contra ti-dije, y me
volví a Sabrae-. Saca la bolsa de basura de la papelera y métela ahí-susurré-,
seguro que no se le ocurre mirar.
-¡QUÉ KARMA NI QUÉ LECHES! ¡ÁBREME LA PUERTA!
-¡SCOTT! ¡DEJA A TU HERMANA!
¡Tócate los huevos con mi padre! Las crías podrían
ponerme en un potro de tortura, estirarme hasta desencajarme media espalda,
abrirme en canal para estudiar mis órganos, y a él sólo se le ocurriría decir
“Scott, deja a tu hermana”.
Ser el mayor no mola nada. Te comes todas las
broncas, tienes que cuidar de los demás, y tienes que ser un ejemplo a seguir.
Qué estrés. Cualquier día me fugaría a las Bahamas y me cambiaría el nombre
para que no volvieran a encontrarme.
Sabrae se sentó en la cama y me hizo una señal para
que quitara la silla de la puerta. Le di una patada y la aparté con el pie
mientras Shasha entraba hecha una furia.
-¡Tú! ¡Zorra! ¿Y mi ropa? ¡Adoro esa camiseta!
-La he tirado.
-¡¡ZORRA MALPARIDA!! ¡ME COSTÓ 30 LIBRAS DE REBAJAS!
-Ten gustos más baratos y no te pilles por bandas
chinas.
-¡¡SON COREANAS, SO RACISTA!!
Una chica con rasgos afganos llamando a su hermana
mayor, negra, racista.
Esas cosas sólo pasaban en mi casa.
Empezó a revolver por el armario, en mi escritorio,
debajo de la cama… pero no había aprendido lo suficiente como para mirar en
sitios insospechados. Crecer con ellas me había dado la ventaja de espabilarme
y no bajar la guardia nunca; echaba
el pestillo cuando me duchaba, por si acaso les daba por entrar a cogerme la
ropa, comprobaba que el champú fuera champú y no pegamento, las obligaba a
beber de la misma botella que les pedía que me trajeran, abría la puerta del
baño según iba a salir poniéndome detrás de ella, por si me estaban esperando
con un cubo de agua mezclada con acuarelas para volver a hacer que me duchara
(eso lo había aprendido por las malas, no sé de dónde sacaban esas ideas, era
hasta demasiado genial para Shasha), guardaba mi ordenador en una vieja caja de
bombones que colocaba en lo más alto de mi estantería, a donde sólo llegaba si
me ponía de puntillas subido a una silla (porque, si no, me lo configuraban
para que la próxima vez que lo encendiera estuviera en chino tradicional, y yo
chino tradicional no sé)…
… y también me había vuelto más cabrón. Me había
hecho pensar putadas cuando estaba aburrido y maquinarlas con una para
hacérselas a la otra. Casi siempre las sufría yo, pero mis venganzas eran
terribles.
Una vez, Shasha me ayudó a llenar el bote de crema
depilatoria con pintura con colorante del mismo color. Sabrae tuvo que ir a
clase con los calcetines de invierno las dos últimas semanas de curso: era eso,
o que todo el mundo viera sus piernas de color azul.
Otra vez, Sabrae le echó Nutella a un bizcocho de
chocolate que preparamos para animar a Shasha en una semana en la que estuvo
enferma. Casi se nos muere, porque es alérgica a la Nutella (la pobre no es
normal), pero, ¿qué más daba? Me quedaban dos hermanas más, y las risas que nos
echamos Sabrae y yo mientras ella corría al baño cada cinco minutos bien
merecían que mamá nos matase por tener que enterrar a una hija.
Además, tampoco le habíamos echado tanto como para
que pasara al otro barrio.
Qué ganas tenía de que Duna fuera lo bastante mayor
como para empezar a tomarle el pelo también a ella.
-¿Dónde está?-rugió Shasha, sacudiendo la cabeza y
llenando mis apuntes de gotitas de agua. Se quedarían todos arrugados, pero no
importaba. Esto era mejor que tener los apuntes bien.
-La tiré a la piscina. Después de quemarla-anunció
Sabrae. Shasha se puso pálida.
-Es coña.
-¿Tú crees?-cogió mi móvil, en el que habíamos metido
una foto de una camiseta mía vieja, muy parecida a la de ella, quemada en el
jardín y luego tirada en la piscina.
-¡TE VOY A MATAR!-se abalanzó sobre ella, empezó a
intentar darle puñetazos y mordiscos, pero Sabrae era mayor, más rápida y más
entrenada, y le devolvió cada golpe duplicado que Shasha consiguió asestarle.
-Vale ya, a ver si os quedáis más feas-murmuré yo,
sin hacer amago de separarlas. Me senté en la cama y lamenté no haberlas
grabado cuando las cosas se pusieron peor y empezaron a tirarse del pelo y
chillar.
-¡SCOTT! ¿LAS ESTÁS SEPARANDO?-preguntó mamá,
subiendo las escaleras y asegurándose de hacer ruido en el proceso, como
amenazando.
-Sí-dije yo, metiendo un pie entre ellas. Mamá entró
como una fiera en la habitación, cogió a Shasha de un brazo, la apartó de
Sabrae y le plantó una sonora bofetada que la dejó en el sitio. Hizo lo mismo con
Sabrae.
Y me cayó otra a mí.
¿Por qué?
Porque era el mayor.
-¡ME TENÉIS HASTA EL COÑO YA! ¡OS VOY A METER EN UN
INTERNADO Y OS VAIS A CAGAR! ¡TÚ!-señaló a Sabrae-, ¡A TI TE VOY A MANDAR A
SIBERIA COMO SIGAS EN ESTE PLAN!
Sabrae bajó la mirada.
-¡Y A TI!-se volvió hacia Shasha-, ¡A TI TE VOY A
QUITAR EL ORDENADOR, A VER CÓMO VES LOS DORAMAS COREANOS ESOS A PARTIR DE
AHORA.
-Los coreanos no…-empezó Shasha.
-CÁLLATE-la instamos Sabrae y yo.
-¡A MÍ NO ME CONTESTES, QUE IGUAL QUE TE DI LA VIDA,
TE LA QUITO, SHASHA!
Shasha agachó la cabeza.
-Y TÚ-mamá se volvió por fin hacia mí-. DEBERÍA DARTE
VERGÜENZA. A TUS 17 AÑOS Y HACIENDO EL GILIPOLLAS CON ELLAS. HOMBRE, SCOTT, QUE
YA TIENES UNA EDAD.
Papá dijo algo desde el salón, y mamá bramó que ya estaba
ella ocupándose de nosotros, dado que él no
hacía nada por intentar civilizarnos.
-SE TE VA A ACABAR EL CACHONDEO, YA VERÁS CUANDO
TERMINES DE CABREARME Y NO TE DEJE SALIR DE CASA MÁS QUE PARA IR AL INSTITUTO.
Y VUELVES DERECHITO. CON ESCOLTA. Y NADA DE TOMMY.
-¿Sin Tommy?-espetó Sabrae, incrédula.
-¡SIN TOMMY!
-¡Mamá!-protestó Shasha. Qué ricas, no me las
merecía.
-¿QUIÉN ERES, SCOTT?
-El mayor-musité.
-NO TE OIGO.
-El mayor-repetí, más alto.
-PUES COMPÓRTATE COMO TAL.
Y nos dio un beso a cada uno en la mejilla, porque
una vez que se había enfadado conmigo cuando era pequeño, le pregunté si ya no
me quería. Me dio un beso y me dijo que no dejaría de quererme por mucho que la
cabreara, pero me tenía que comportar. Y se había vuelto en una tradición.
Me has
decepcionado, estoy enfadada contigo, pero soy tu madre y te quiero.
-Pedíos perdón-ordenó.
-Perdón-dijimos los tres a coro.
-¡Pedíoslo de verdad!
Duna se asomó a la puerta y contempló a mamá.
-Siento haberte quitado la camiseta. Pero no te la he
quemado. Está en el cubo de la basura. Debajo de la bolsa. Mañana te la lavo-se
disculpó Sabrae. Shasha se abalanzó sobre el cubo, sacó la bolsa y abrazó su
camiseta. Miró a Sabrae con las mejillas sonrosadas.
-Siento haberte insultado.
-También me has mordido.
-Gracias por la aportación, Sabrae. Siento haberte
mordido y gritado.
Mamá se volvió hacia mí. Yo me encogí de hombros.
-¿Siento haberlas tocado con el pie?-probé. Mamá
frunció el ceño-. Siento no haberme metido a separarlas-mamá alzó las cejas-.
¿Siento…?
-¿Qué te pasa últimamente, Scott?
Me quedé a cuadros. ¿Qué? Pero si llevaba toda la
vida siendo…
-Que está enamorado-contestó Duna.
-Cállate tú, piojo.
-¡Scott y Eleanor! ¡Sentados en un árbol! ¡Dándose be
e ese… ese… te i o ese!
Sí señor, Eleanor y yo nos dábamos muchos
“bessteios”.
-¡Pero si se ha puesto rojo!-chilló Sabrae.
-¡No me he puesto rojo!
-¡¡ESTÁS COMO UN TOMATE!!
-¡CÁLLATE, SHASHA! ¡NO ME ATOSIGUÉIS!
Sabrae y Shasha se abrazaron y empezaron a tirarle besitos
al aire.
-Siento no haberlas asfixiado en la cuna cuando tuve
la ocasión-le dije a mamá, que suspiró.
-Me estoy haciendo vieja para estas cosas ya, mis
niños.
-¿Qué dices, mamá? Si estás estupenda-empezó a
pelotearla Shasha.
-No tienes mi cabello sedoso y hermoso, y, ¿éste
cuerpo? Tú nunca tendrás este cuerpo-Sabrae se acarició las caderas-, pero…
estás fantástica, mamá.
-Guapa-fue la aportación de Duna. Mamá se echó a
reír.
-Me agotáis la existencia. Qué cruz, señor-recogió a
Duna y le dio un beso en la mejilla-. Queréis matarme antes que darme nietos.
-Puede que Scott te los haya dado y esté ahí tan
pancho-contestó Sabrae.
-Ojalá vengas tú un día con un bombo a casa y yo me
pueda reír de ti hasta el día en que me muera.
-Tomo precauciones.
-Sí, bueno, Saab, a veces la píldora falla-comentó
Shasha, haciendo un gesto con la cabeza en mi dirección.
-Me debes literalmente toda tu existencia a mí.
Deberías pisar el suelo por donde piso.
-Haberme asfixiado cuando era un bebé.
-Lo lamento cada vez que me levanto y veo esa cara
fea cuando estoy desayunando.
-¡Mamá!
-Donde las dan, las toman-replicó mi madre,
cargándose bien a Duna del brazo, pidiéndole que no creciera nunca y dándole un
beso en la mejilla.
-¿Queréis ver Friends?-sugirió
Sabrae. Duna se precipitó de los brazos de mamá y se subió a la cama. Se metió
entre mis piernas, porque tenía complejo de ser yo, y tamborileó en mis
rodillas mientras Shasha nos pedía que esperásemos para que se pudiera secar,
por lo menos, el cuerpo.
No lo hicimos, y cuando llegó a la habitación y nos
vio con medio capítulo ya visualizado, montó en cólera.
-Que sepas que Mona Vanderwaal es A.
-¡Serás desgraciada!-bramó Sabrae, y empezaron a
insultarse mientras Duna y yo nos poníamos auriculares y seguíamos con nuestro
capítulo.
Las detuve en los créditos.
-Marchaos, que voy a dormir un poco. Hoy salgo.
-Y tienes que estar a tope, ¿eh? Joder, le voy a
llamar la atención a Eleanor. Cómo te exprime.
-Cierra la boca.
-¿Qué pasa, S? ¿Te cabrea que diga su nombre?
Eleanor, Eleanor, Eleanor.
-Como se te escape un comentario así con Tommy
delante, yo te juro que te arranco la cabeza.
-¿No se lo has dicho a Tommy?-inquirió Shasha. Sabrae
y yo la miramos.
-Está vulnerando el código de honor de los machitos alfa.
-Scott no es un macho alfa. Es un omega. Y da gracias
que entre en el alfabeto.
Suspiré.
-Pero Tommy lo entenderá, ¿por qué no se lo dices?
-Porque vosotras no podéis tener novio-expliqué-. Voy
a pasarme la vida elaborando una lista de chicos que me gusten para vosotras, y
cuando me muera… me enterráis con ella. No tengáis novio. Nunca.
-No soy virgen-me recordó Sabrae.
-Yo tampoco-Sabrae y yo nos quedamos mirando a
Shasha, tenía doce putos años-. Ni
Duna. La vida nos jode a todos.
Tragué saliva.
-Con lo bien que estaba yo siendo hijo único,
teniendo a papá y mamá sólo para mí…
-Nos amas, S-se metió Duna.
-Sólo a ti, mi princesita.
-¿Vas a meter en esa lista a Dylan O’Brien? Lo digo
por ir trabajándomelo ya. El tiempo corre-preguntó Sabrae.
-Cuando te cases con Eleanor, ¿puedo llevar yo los
anillos? Astrid puede llevar uno y yo el otro-me pidió Duna.
-¡Calma! ¡Aquí nadie se va a trabajar ni a casar con
nadie! De momento, voy a dormir. Buenas noches.
Me metí en la cama y bajé la tapa del ordenador. Les
dije que me lo pusieran encima del escritorio. Shasha alzó las cejas.
-¿No quieres que te lo metamos en la caja de bombones
y lo pongamos arriba del todo de la estantería?
Me las quedé mirando. Las tres víboras que tenía por
hermanas se echaron a reír.
-Venga, S, ¿de verdad pensabas que podías engañarnos?
Que somos tus hermanas. Tenemos tus genes.
-Y yo soy lista-comentó Sabrae. Shasha intentó
pegarle.
-Yo no repito una broma-sentenció Shasha.
Pero yo, por si acaso, me dormí pensando en un
escondite para el portátil. Ningún sitio era seguro. La única opción que me
quedaba era el congelador, debajo de las frambuesas congeladas que Sabrae se
había empeñado en comprar para hacer un batido de frutas cuando tenía la edad
de Duna.
Puede que no le cambiaran el idioma y lo pusieran en
chino tradicional, pero, ¿quién me decía a mí que no les iba a apetecer
instalarme un virus, o directamente eliminar el sistema operativo y que ya no
me sirviera para absolutamente nada?
Si Sabrae y yo casi nos cargamos a Shasha, ellas bien
podían dejarme a mí sin ordenador.
Unas manos suaves y cariñosas me acariciaron la
cabeza, apartándome el pelo de la cara. Abrí un ojo; mamá se había sentado en
el borde de la cama, y me contemplaba con una adoración que sólo aparecía en
otros ojos. Unos ojos a los que había aprendido a amar en menos de una semana.
-Scott. Mi vida. Scott-murmuraba, odiándose a sí
misma por despertarme, pero queriendo hacerlo. Lo necesitaba. Yo también lo
necesitaba; llevaba durmiendo casi todo el día, menos la hora y pico del
incidente de las crías peleándose.
-Estoy despierto-dije, aunque no sabía si era verdad.
Me incorporé, me estiré y bostecé. Me apartó otro mechón negro de la frente y
siguió con el dedo la línea invisible e inexistente que iba desde el centro de
ésta hasta la oreja, siguiendo la estela de la raíz del pelo.
-Tu padre y yo vamos a cenar-decidió por fin decir,
dejándose de rodeos y de preliminares que yo ya sabía que no traían nada bueno,
aunque me encantaba la forma que tenía mi madre de tocarme. Lo hacía como si
estuviera hecho de oro y fuera la pieza más preciada de su museo, la que había
que proteger con más seguridad-, así que te quedas al cargo de tus hermanas.
Eso terminó de espabilarme. No, no, ni de coña. Hoy
era sábado, íbamos a salir, íbamos a ir otra vez a la discoteca de la familia
de Jordan y recuperar la pecera que Eleanor me había quitado, iba a ver a
Eleanor, iba a conseguir que se me devolviera el respeto perdido… por favor, si
hasta había terminado considerando seriamente lo de dejar que Sabrae viniera
con nosotros, porque ya era hora de que la gente empezara a conocerla y
respetarla como se merecía (la gente ya la respetaba, pero no la veneraban como
había empezado a hacerlo yo desde el sábado pasado, cuando casi se carga a
Simon).
-¿Qué? ¡No, no, no, no no, nononononono! ¡Ya tengo planes! ¡Voy a salir con
los chicos! ¡Por dios, si hasta incluso dejo que venga Sabrae con nosotros, no
puedes hacerme esto! ¡Si no querías responsabilidades, haberme abandonado en una
puerta aleatoria y “ale, apáñatelas, hijo mío”, pero esta puñalada trapera de
la persona a la que le debo nacer no la voy a perdonar! ¡Además, yo soy la
razón de que esta familia exista, me merezco algunos privilegios que no se me reconocen! ¡Sin mí, estarías
todos desperdigados, haciendo sabe Dios qué!
Mamá se limitó a sonreír con las cejas alzadas.
-¿Has acabado?
-Creo que sí-suspiré, agradecido de que se le hubiera
pasado el mal humor (totalmente justificado) de la tarde. Puede que me hubiera
pasado un poco, pero, joder, no era justo. Había conseguido aprobar el examen
de matemáticas y teníamos pensado celebrarlo por todo lo alto; Tommy lo había
suspendido (con un 4,9, hay que ser cabrón para no querer subirle una mísera
décima) y tenía pensado consolarse bebiendo…
… y estaba el minúsculo detalle de que yo no podía
ver a mi novia, que casualmente resultaba ser su hermana, más que en fiestas
abarrotadas en las que mi ausencia apenas se notaría, o se podría justificar
fácilmente con un “estaba con una, en el baño, ya sabéis”.
-Vale, pues ocúpate de las niñas-me voy a follar a Eleanor en tu cama, porque no se me ocurre otra
manera de faltarte más al respeto-. O le digo a Tommy que tienes herpes.
Las crías tenían a quién parecerse. Había cosas que
venían de fábrica, pero otras las añadía la tienda antes de venderlas.
-Pero, ¡eso es mentira! Lo va a saber.
-Ya, pero así tiene una excusa para hacerte la puñeta
toda tu vida-se burló, apartándose el pelo de la cara. Fue entonces cuando me
di cuenta de lo muchísimo que le brillaba la melena negra y de los pendientes
que le escalaban por todo el lóbulo de la oreja, enmarcándosela en una especie
de serpiente hecha de diamantes y esmeraldas que hacían que sus ojos verdes
brillaran un poco más-. Especialmente, en el instituto.
-Hay días en que te odio, mamá.
Mamá se echó a reír, me dio un beso en la mejilla y
me abrazó, porque lo más bonito que puedes decirle a una madre es que la odias.
A veces no entiendo a las mujeres, a pesar de vivir rodeado de ellas.
-Como he visto que no puedo fiarme de ti para que las
trates con la diligencia debida-continuó, volviendo a recogerse el pelo y
observándome con atención-, y por tanto no te quiero cerca de la cocina, he
pedido dos pizzas. De las que te gustan, cariño. Llegarán enseguida, así que
vete cambiándote.
-¿Hawaiianas?
-Con extra de piña.
Le cogí las manos.
-Eres la mujer de mi vida, y ninguna otra podrá
ocupar una décima parte del espacio que ocupas tú en mi corazón.
Mamá se rió con más fuerza, el colgante que llevaba
al cuello tintineó cuando se deslizó por la cadena y chocó con otro amuleto
que, ¡sorpresa! Había sido regalo nuestro por uno de su cumpleaños.
-Vale, pelota, que lo pases bien.
Me revolvió el pelo, se incorporó, se alisó la falda
de tubo, se ajustó las mangas de la blusa y preguntó:
-¿Qué tal estoy?
-Tremenda-escuché gritar a papá desde el piso de
abajo. Mamá se mordió la lengua al sonreír.
-¡Calla, Zayn, tú no eres objetivo!
-¿Acaso lo es alguien contigo?
-Genial, mamá.
-Puedes traerte a Eleanor a casa, si quieres.
-¿Me das permiso?
-No lo necesitas. Ya tienes una edad en la que vas
sabiendo lo que haces.
Alerta roja:
nos está dando luz verde para que lo hagamos en su cama.
No me había sentido tan bendecido en toda mi vida,
aun sabiendo que no podría traerla porque Tommy vendría a buscarme. Ya se me
ocurriría algo para quedarme a solas con ella, de momento, tenía que solucionar
el minúsculo problema que era el que me tendría que quedar encerrado en casa
mientras los demás se iban por ahí a emborracharse y liarse entre ellos.
Seguro que el fantasma de Alec me diría al día
siguiente, en el partido, que se había liado con dos a la vez. No se atrevía a
fardar de eso cuando yo estaba presente, porque sabía de sobra que le sería
imposible a no ser que cambiara esa actitud, pero si yo no aparecía… podían
ocurrir milagros.
Me arrastré escaleras abajo mientras papá y mamá se
despedían de mis hermanas y les ordenaban que me hicieran caso en todo lo que les dijera, y que no me
amargaran la existencia en exceso. Podrían cumplir una cosa: lo de obedecerme.
Hacía años que me había dado por vencido en desear
que me dejaran vivir tranquilo.
-Nada de películas de miedo y nada de refrescos a
estas horas para Duna, ¿estamos, S?-me dijo papá-. Ya sabes cómo se pone si le
das azúcar tan tarde.
Duna se volvía hiperactiva y le daban pesadillas. Lo
mejor era cuando tenía pesadillas estando hiperactiva. Una odisea; casi
teníamos que chutarle algún tranquilizante para que se calmara.
-Vivo con ellas-respondí.
-Y nada de vuestras bromitas mientras nosotros no
estemos.
-Nada de chocolate-dijo mamá, mirando a sus dos hijas
mayores, oliéndose que Sabrae le cambiaría una tostada con cacao por otra con
Nutella a Shasha sin pensárselo dos veces.
-No os matéis. Especialmente vosotras dos.
-Tenéis tres hijas y sólo un hijo, preocupaos por si
me hacen algo a mí, que para algo soy más valioso.
-Hacedle caso a Scott. Hoy manda él.
-Siempre manda él-protestó Shasha, cruzándose de
brazos.
-Haber sido tú el óvulo que salió antes del ovario,
no te jode-gruñí.
-Y…
-Por favor, papá, me he quedado cuidándolas un montón
de veces y todavía conservamos la casa. Estaremos bien.
-Es que tú no estás en tu mejor momento,
Scott-replicó papá, insultándome de la forma más barata y ofensiva que podría
haberlo hecho nunca.
-¡Y dale! Soy perfectamente capaz de meterlas en la
cama a la hora y quedarme muerto del asco en el sofá hasta que lleguéis.
-Ya, ¿y si viene a verte Eleanor?
Sonreí con malicia. Porque era hijo suyo, porque era
un chulo, pero, sobre todo, porque era yo.
-Me la tiro en el sofá. Bien sabe dios que soy capaz
de hacerlo ahí también.
Papá se echó a reír, me revolvió el pelo y me dijo
que me anduviera con cuidado. Mamá volvió a darnos a todos un beso, dejándonos
una marca de pintalabios que se ocupó de borrar con el pulgar humedecido en
saliva y nos miró por encima del hombro una última vez antes de meterse en el
coche y girarse hacia papá. Le dijo algo y él le respondió. Le acarició la mano
y luego la cara, y mamá sonrió como lo haría una estatua que cobra vida y va a
ver a su escultor.
-¿Te imaginas que mamá y papá no hicieran buena
pareja?-preguntó Sabrae, despidiéndose de ellos con la mano.
-Los shippeo más que a Logemma. Y mira que ya es
decir-replicó Shasha, tirándose en el sofá. Logan Lerman y Emma Watson se
habían convertido en la pareja de culto de todo el mundo después de la
desaparición de Brangelina. La madre de Tommy siempre había dicho que tenían
que estar juntos después de ver una película en la que se habían besado un par
de veces. Luego, interpretaron a cuñados bíblicos en una película que, por lo
demás, tampoco tenía mucho de interesante. Pero Emma tenía novio por aquel
entonces, y las relaciones son sagradas. Además, Logan aseguraba que la admiraba
pero sólo la veía como a una amiga.
Hasta que un día Emma volvió a estar soltera y Erika,
que había conocido a Logan por misteriosas circunstancias de la vida
relacionadas con la persona con la que salía por aquel entonces, empezó a
insistir en que se convirtiera en el hombro sobre el que la inglesa pudiera
llorar. Logan le hizo caso, porque los consejos de la española habían sido de
gran utilidad en su carrera, llegando incluso a conseguirle la preciada
estatuilla por la que todo el mundo mataba en su industria después de que ella
le dijera “no, espera, este papel es de Oscar, pero si lo coges ahora te
quedarás a las puertas; Josh Hutcherson tiene algo entre manos que ni tú vas a
poder parar”.
Un par de fotos robadas en restaurantes y demás
localizaciones dignas de hacer sospechar a la prensa de que estaban juntos, la
pareja se pasó una semana de vacaciones en una isla del Caribe. ¿Por qué no? A
partir de ahí, se dejó de especular y de hablar de hechos.
Se casaron en una playa, más o menos en el mismo tipo
de ceremonia que habían tenido los padres de Diana, y el novio le agradeció a
una amiga íntima que por aquel entonces ya era madre (y esperaba su segunda
hija, igual que esperaba verla yo esa noche) su insistencia en hacer todo
aquello posible.
Erika no lloró en su boda, pero Louis juraba que
nunca la vio llorar tanto como cuando se casaron ellos dos.
Y el resto era historia.
-No se lo digas a Erika-respondí yo, dándole varias
vueltas a la llave de la puerta y comprobando que mamá había decidido pagar las
pizzas con su dinero, en lugar de fingir que yo era un hombre independiente y
hacerme subir a mi habitación, rebuscar en los cajones hasta encontrar la
cartera y suspirar porque no me quedaba un penique.
Los billetes tenían un post-it azul con la letra
redondeada de mi madre, muy al estilo americano, que rezaba: “No os metáis en
líos”.
La mujer ya sabía que iba a dejar a las chicas en
casa y me iba a ir de fiesta incluso cuando yo le había asegurado que no era
así.
Tenía que practicar eso de mentir mirando a los ojos.
No terminaba de dárseme bien.
Aquella nota azulada era su último intento de hacer
que me quedara en casa y no desatar su ira cuando volviera y no me encontrara
allí.
Tenía que entenderlo, había parido a un chico débil
que no podía resistir la tentación de una buena juerga y, ¿por qué no?, un par
de polvos.
Por lo menos, le había salido optimista.
Me tiré en el sofá a aguantar los dibujos de Duna
mientras le mandaba mensajes a Tommy diciendo que tardaría un poco más en pasar
a buscarlo. También le dije que me llevaba finalmente a Sabrae, porque no me
fiaba de dejarla en casa con Shasha, las dos solas, y que Duna siguiera bien de
la cabeza cuando yo regresara.
Me guardé el móvil en el bolsillo del pantalón sin
que él leyera los mensajes, pero no me podía importar menos.
Estaba volviendo a quedarme frito cuando me vibró. Lo
saqué, esperando un mensaje de Tommy diciendo que la fiesta se trasladaba a mi
casa y que él se encargaba de coger las bebidas, que yo no tenía que preocuparme
más que por mantener a mis hermanas alejadas de la gente, pero lo que recibí
fue mejor.
Era un mensaje de Eleanor.
-¿Nos vemos hoy?-preguntaba, acompañándolo de un mono
tapándose los ojos. Un mono que no miraba al mal.
El mal soy yo,
pensé para mis adentros, y sonreí.
-Si no te has quedado ciega, sí-y un lacasito con
gafas de sol.
-¿Qué vas a llevar?
-¿Por qué? ¿Quieres que vayamos conjuntados? Igual
nos estamos precipitando.
-Scott-envió primero, y siguió tecleando, mandándome
así callar y manteniéndome con la intriga-. Hemos follado en un probador. No
puedo volver a entrar en mi tienda favorita por tu culpa.
-No seas tan escandalosa la próxima vez.
Si dejaba de ser escandalosa por mi culpa, me tiraría
desde el London Eye.
-No creo que podamos precipitarnos ya, a las alturas
que estamos.
-¿Quieres que lleve algo?
-Hombre, desnudarte tiene su gracia-y un lacasito
guiñando el ojo acompañado de otro con gafas de sol. Aprendía rápido, la
chiquilla.
-Imagina ser estilista-repliqué.
-¿En serio?
Mi respuesta fue un lacasito con gafas de sol.
-Camisa-fue la suya.
-Ajá. ¿Y abajo?
-Vaqueros vale. Pero camisa. #Camisa. C a m i s a.
-Lo cojo, lo cojo, quieres que lleve sudadera.
-ES QUE TE QUEDAN GENIAL DIOS MÍO-me mandó un
batallón de letras sin sentido, ordenadas al azar, como si fuera disléxico. O
como si hubiera tecleado como loca en el cajón del chat. Probablemente las dos
cosas.
-¿Algún color en especial?
-Sorpréndeme-y otro lacasito con gafas de sol, ahora
entendía su frustración del lunes. Los lacasitos con gafas de sol eran un mar
de posibilidades.
-Me lo pensaré, ¿algo más?
-Dime que tienes condones. Te echo de menos.
MADRE DEL AMOR
HERMOSO SCOTT. MADRE DEL AMOR HERMOSO. TE ECHA DE MENOS, empezó a chillar
una voz en mi cabeza.
MADRE DEL AMOR
HERMOSO SCOTT CUARTA BASE HERMANO, CUARTA PUTA BASE, fue la respuesta de
otra.
-¿Qué fue de la mujer fuerte e independiente que se
costea su propia protección?
-La gastó follándose a su novio en público y no se
atreve a entrar en la habitación de su hermano a pedirle más, porque su novio
es tímido y quiere mantenerlo en secreto.
-Yo me encargo de no dejarte preñada para que ese
novio tuyo no me rompa las piernas, no te preocupes.
-No creo que sea celoso.
-Ya lo irás conociendo.
-¿Eres celoso?-replicó, y de nuevo el monito en
cuestión.
-Lo mío es *~mío~*.
Un lacasito mirando hacia un lado con la boca
convertida en una mueca de disgusto.
-Es coña, El.
-Más te vale. Odio a los celosos.
-Chica lista.
-¿A qué hora vienes?
-No sé chiquilla, estoy esperando una pizza.
-BUENO. Estoy #ofendida. Yo tengo una mierda de
ensalada para cenar. La que dejé al mediodía.
-Hay que comer de todo.
-¿Eso va con segundas?
-Yo como de todo.
-Vale, eso iba con segundas.
Me eché a reír. Shasha se me quedó mirando.
-¿Con quién hablas?
-¿A ti qué coño te importa?
Shasha sonrió con malicia.
-Intenta que no se te ponga dura.
Le arreé una patada.
-Te guardaré un trozo, si quieres.
-¿Es barbacoa?
-No. Hawaiiana.
-¡Hawaiiana! Pierdes el tiempo. No la soporto.
-Estás enferma, es la mejor.
Un lacasito con la boca tapada por una mascarilla.
-Ponerle piña a la pizza es como tirarle cáncer
encima.
-Voy a desconectarme antes de que tengamos la bronca
del siglo.
-Se me acaba de caer un mito contigo, S.
-¿A que dejo de comer de todo?
-Con el pintalabios de cereza puedo hacer que me
cantes en ruso. Beso bien.
-¿Quién lo dice?
-Mis ex novios. Y tú, cuando no puedes parar de
besarme.
-Me gustan las cerezas-fue mi explicación.
-Te gusto más yo.
Será cabrona.
-Eso está por ver.
-Ya lo veremos con el escote que voy a llevar hoy. Me
da igual que estemos en noviembre. Ahora es algo personal.
-¿Fotos?-intenté, por si colaba. No coló.
-Ni de coña. Quiero ver cómo se te queda la boca seca
en persona.
-Sé reproducir mis emociones bien.
-No, gracias, a ver si te la cascas y luego a mí no
me haces caso.
-Tendría que estar dos días seguidos sin parar para
no hacerte caso.
-No sé si eso es bonito o raro.
-Yo tampoco-llamaron al timbre, Shasha se levantó
como un resorte. Yo me incorporé más despacio-. Te dejo, nena, ya está aquí la
pizza.
-Disfrútala. De madrugada te doy el postre-otro
lacasito guiñando el ojo. Y se desconectó, dejándome solo en el chat,
preguntándome de dónde había salido o, más bien, cómo no me había dado cuenta
de que era así en todo el tiempo que llevaba conociéndola.
Creía que lo hacía, pero, en realidad, no la conocía
en absoluto.
Shasha recogía las dos cajas que traía una pelirroja
pecosa de ojos extremadamente verdes. La chica me escaneó con los ojos y sonrió
levemente. Yo hice lo propio.
Me gustaría poder decir que no me detuve dos segundos
más de lo necesario a mirar cómo la camiseta con el nombre de la pizzería
luchaba por abarcar su busto, fallando en el intento y ocasionando diversas
ondulaciones en el intento, por eso de que tenía novia, pero estaría mintiendo
como un bellaco. Por lo menos tenía la excusa de que los viejos hábitos no se
marchaban tan fácilmente.
Ella se detuvo un segundo más de lo necesario en mis
brazos y terminó clavando la mirada en mi piercing. Se mordió el labio. Yo me
lo mordí, inconscientemente; a veces, se me olvidaba que lo llevaba, y bastaba
que unos ojos se posaran en él para recordar mi pequeño acto de rebeldía y
provocación hacia papá, que me había dicho expresamente que nada de pendientes, como si él no
hubiera llevado uno en la nariz. Puto cínico de los cojones.
Se sacó un boli del bolsillo, garabateó algo y
anunció:
-Son 16.50.
Le tendí los dos billetes de diez libras.
-Quédate el cambio.
-Gracias, guapo-sonrió, tendiéndome la factura. La
recogí como un autómata, sabiendo de sobra lo que había garabateado.
-A ti, ricura.
Se quitó la gorra, se puso el casco tras sacudir la
cabeza, se subió a la moto, y arrancó sin mirar atrás. Yo estaría bueno, pero
tenía que ganarse el sueldo. Ya me seduciría en sus ratos libres.
-Debe de ser súper agobiante que todas las chicas que
se te acercan te zorreen ahora que tienes que ser monógamo, Scott.
-Para empezar, Shash, las chicas no “zorrean” con
Scott. Ligan con él. Me agotas con tu vocabulario misógino-intervino Sabrae,
cogiendo una de las cajas y llevándola a la cocina.
-Eso es lo que te pasa cuando eres guapo, Shash. No
te preocupes. No tendrás que vivirlo nunca.
-Vete a la mierda, puto gilipollas.
Sabrae me quitó el papel de la factura.
-Si su teléfono acaba en número par, le mandas foto
de la polla.
-Claro que sí, campeona-repliqué yo, quitándoselo y
arrugándolo hasta convertirlo en una bola. ¿Dónde aprendían esas cosas, la
madre que las parió?
-A ti lo que te jode es que, si acaba en impar, no te
vaya a dejar hacerlo.
-Sabrae. Para empezar, tengo novia. Y no soy tan
patético como para necesitar mandar fotos…
-Lo hacéis todos.
-Yo no lo hago.
-Bueno, perdona, tienes razón, “no todos los hombres”-puso
los ojos en blanco-. Que tú no violes no…
-Sabrae-dijimos Shasha y yo a la vez. Ella alzó las
manos.
-Bueno, yo sólo te lo prevengo. Luego no te quejes si
alguien edita tus fotos con Paint y las sube a Facebook para hacerte pasar
vergüenza cuando todos tus amigos vean la etiqueta de esa protuberancia enana
que tienes entre las piernas.
-No es enana-dije yo, como si fuera lo peor de la
frase.
-¿Lo dices por experiencia propia?-provocó Shasha,
cogiendo a Duna de la cintura y sentándola en uno de los taburetes a los que la
pequeña le costaba subir.
-Si te hacen eso, Shash, sigue mi consejo. A mí no
paraba de mandármelas un gilipollas, hasta que guardé un par de ellas, contuve
las arcadas mientras les dibujaba sombreros y chaquetas de la era victoriana, y
las subí a Facebook etiquetándolo. Ya no me acuerdo de lo que puse, pero fue
mano de santo. El cabrón todavía se pone rojo cuando nos cruzamos por el
instituto.
-A ti no hay quien te tosa, ¿eh, Saab?-me burlé,
cogiendo el trozo más pequeño de la pizza, porque me habían educado como a un
buen hermano mayor. Sabrae apartó un pedazo de piña y me lo colocó encima de la
mía.
-Los chicos sois muy imbéciles en ese sentido: os
damos la mano y nos intentáis arrancar el brazo. Tú también eres así con algunas,
no me pongas esa cara.
-Vale, eso te lo concedo, pero tenemos que saber
dónde tenéis el límite cada una.
-La clave está en no dejaros coger carrerilla.
Adelantaros por la derecha. Lo guay es que no sabéis cómo reaccionar cuando no
nos empequeñecemos ante vosotros.
-Qué ganas tengo de que se encuentre con alguien que
le deje abandonar esa chulería suya y consiga que se ponga roja, S-comentó
Shasha, abriendo la otra caja y sacando el mayor trozo. Era la segunda más
pequeña, no podíamos culparla.
-¿Crees que lo hará?
-Si es con un chico, le pago yo la boda.
-Va a ser con una chica-intervenimos tanto Duna como
yo. Sabrae frunció el ceño.
-Me indigna que puedas pensar que me termine casando
con un tío, hermana. Elabora esa tesis homófoba tuya, quiero desmontarla palmo
a palmo.
-Te encantan las pollas-fue la presentación en
sociedad de las ideas de Shasha. Duna se echó a reír.
-Joder, Shasha.
-Ya sabe decir pollas. Mira: Duna, di pollas.
-Pollas, pollas, pollas.
-Vale, basta de pollas, mamá va a terminar
matándome-dije yo.
-También me gustan las tetas-replicó Sabrae.
-Toda esta conversación es surrealista-musité yo,
apartando la corteza de la pizza.
-¿A quién no le gustan las tetas? A mí también me
gustan las tetas, ¡a todo el mundo le gustan las tetas, Sabrae! ¡Las tetas
molan!
-Las tetas mandan y no tu banda-aportó Duna. Todos
nos echamos a reír, Duna sonrió, orgullosa de ese poder recién descubierto.
-Deja de ir de bisexual, Sabrae. No eres bisexual.
-¡Sí que lo soy!
-No lo eres, Sabrae, no te has enrollado con ninguna
tía-me puse del lado de la mediana más por putear a la mayor que por otra cosa.
Cómo se identificara Sabrae no era realmente problema mío, ni de Shasha: le
incumbía a ella y nada más que a ella. Eso sí, era un poco sospechoso que se
considerara bi cuando nunca se había sentido atraída por nadie de su mismo
sexo.
-Que tú sepas.
-¿Alguna vez has querido tirarte a alguna
chica?-inquirió Shasha. Duna estaba fascinada; no habíamos hablado nunca tan
abierta y directamente de sexo con ella delante. Sí que habíamos comentado
algo, porque la cría no era tonta y sabía que no la había traído la cigüeña,
pero conversaciones de aquel calibre las solíamos mantener Sabrae y yo con
Shasha escuchando cómo me cagaba en Dios porque Sabrae no podía pretender saber
más que yo cuando yo me había tirado a medio Londres y ella apenas había estado
con cuatro tíos.
-Sí.
-Angelina Jolie de joven no cuenta-dije yo, sacando
el agua de la nevera y llenando vasos con ella.
-Sí que cuenta.
-¿Que no sea famosa? ¿Alguien conocido?
-Diana.
-Será puta coña-dije yo. Sabrae se echó a reír.
-Sí, bueno, es más curiosidad científica, ¿sabes?
Pero, sobre todo, por hacerte de rabiar.
-Tú hoy ya no vienes con nosotros de fiesta, no te
vaya a terminar violando la americana en un baño.
Duna aprovechó nuestro despiste para cometer una
abominación: juntó la pizza hawaiiana con la de extra de peperoni, haciendo una
especie de sándwich con ella, y le dio un bocado a la punta del triángulo.
Sonrió con satisfacción, la satisfacción del científico loco que ve cómo su
criatura cobra vida y empieza a moverse.
-No estamos hablando de curiosidad científica, sino
de que te apeteciera follártelo o no.
-Dijo Shasha, la sexóloga virgen-replicó Sabrae. Yo
tuve que contener una carcajada.
-Scott-Shasha se volvió hacia mí-, ¿tú te tirarías a
algún tío?
-¿Así, en frío? No sé, me van los preliminares.
-Estoy rodeada de imbéciles.
-Alguno habrá-pinchó Sabrae, que había nacido
poseyendo la verdad absoluta y que no sabía lo que era no tener razón.
-Igual es Tommy-terminó de provocar Sabrae.
-Estás enferma, Tommy es mi hermano.
Shasha estiró la mano y se puso del bando de Sabrae,
olvidando que se estaban peleando entre ellas y que yo le había echado un
cable, cuando soltó:
-A ti te van los hermanos, Scott.
Le tiré un trozo de piña a la cara, pero el mal ya
estaba hecho.
-Eres una puta gilipollas, Shasha. Una puta
gilipollas, y te tendría que…
-… haber asfixiado en la cuna cuando tuve la
ocasión-me imitó. Sabrae se atragantaba con un trozo de pizza, terminó
escupiéndolo en el cubo de basura, sentándose en el suelo a su lado y riéndose
a carcajadas como pocas veces se había reído en su vida. Dio palmas como una
morsa enloquecida en un tablao flamenco.
-Me agotáis la existencia…
-… ¡putas crías!-gritaron las tres, echándose a reír.
Sí, me agotaban la putísima existencia, yo no me
merecía ese sufrimiento constante.
Y, a pesar de todo, sonreí y me metí otro trozo de
pizza en la boca. Quise engañarme a mí mismo diciéndome que me reía porque
Sabrae tenía una risa graciosa, pero la verdad era más sencilla: las cabronas
tenían razón.
Sabrae me miró desde el suelo, con lágrimas en los
ojos. Yo le devolví la mirada y todos empezamos a reírnos como locos. Menos mal
que papá y mamá no estaban en casa para meternos en un manicomio, que era lo
que nos merecíamos.
A veces, el alumno superaba al maestro, pero otras el
alumno le daba una lección al maestro y lo pisoteaba hasta el punto de darse
cuenta de que los roles habían estado cambiados desde el principio.
Lo guay de mis hermanas pequeñas era que hacían que
me diera cuenta de que yo también era pequeño, y que podían sorprenderme cuando
yo creía que nada podía hacerlo jamás.
Las crías eran una bendición… cuando no estaban
ocupadas siendo insoportables.
"Sería mucho más fácil salvarla. Y, curiosamente, no iba a hacerlo yo.
ResponderEliminarSería un domingo. Un día sagrado.
Y lo haría Sabrae." SI SI SI LO VA ANAQUILAR SABRAE. AMÉN A TODO JODER.
Pussy power at its finest señorita
EliminarMe da tanta penita Layla... Sólo te pido que no la dejas volver con el hijo de puta. Te lo imploro.
ResponderEliminarTodo depende de ella <3
EliminarSi buscas friendships goals en el diccionario te aparece al lado una foto de Tommy y Scott.
ResponderEliminarBUF SON TAN MONOS ME PONGO HASTA TRISTE :(
Eliminar
ResponderEliminarDiana es genial. Me cae tan bien pero tan bien y se ha portando super dulce con Layla. (Dejó de lado el hecho de que viva en constante batalla con mi bebe)
Yo creo que el problema entre Diana y Scott es que son IGUALES o sea él es ella en chico y ella es él en chica y claro, chocan un montón.
EliminarDe todas formas, creo que Diana es con diferencia el personaje más complicado de toda la historia (y eso que los demás también tienen tela, especialmente el nivel al que consigo llegar escribiendo, todavía no sé de dónde los saco)
TOMMY Y SCOTT HACIENDO CUCHARITA. CREO QUE ME HA EXPLOTADO UN OJO.
ResponderEliminarZouis (mientras vivía) era mierda al lado de esto RIP Zouis gran amistad mejor bromance 2010-2015
EliminarSólo por curiosidad. ¿De dónde exactamente es Sabrae?
ResponderEliminarTe contesto sobre la marcha porque así me sale más de dentro y tiene todo más sentido (para mí por lo menos):
EliminarSabrae nació en Londres (tengo la teoría de que en el mismo hospital que sus hermanos, igual hasta compartió comadrona con alguno de ellos -lo cual es gracioso porque lo mismo nos pasa a mi hermano y a mí, compartimos comadrona pero no padre-, de eso ya no estoy segura) de padres inmigrantes los dos.
Por si te interesa, me la imagino i g u a l que la modelo Ashley Moore (la del icon de twitter), pero con la piel más oscura.
Espero haber contestado satisfactoriamente a tu pregunta Ü
"-¿A ti qué coño te importa?
ResponderEliminarShasha sonrió con malicia.
-Intenta que no se te ponga dura." LA GENTE DE LA CAFETERIA ME HA MIRADO TOPE MAL PORQUE ME HE REIDO COMO UNA IDIOTA
Por favor estamos SUBESTIMANDO un montón a Shasha porque Sabrae es una puta ama porque a) nació así y b) aprendió también un poco de Scott pero
Eliminares que
Shasha
aprende
también
de
Sabrae
entonces
cuidado
con
el
arma
de
destrucción
masiva
que
se
está
gestando
en
esa
casa
"-SE TE VA A ACABAR EL CACHONDEO, YA VERÁS CUANDO TERMINES DE CABREARME Y NO TE DEJE SALIR DE CASA MÁS QUE PARA IR AL INSTITUTO. Y VUELVES DERECHITO. CON ESCOLTA. Y NADA DE TOMMY.
ResponderEliminar-¿Sin Tommy?-espetó Sabrae, incrédula.
-¡SIN TOMMY!
-¡Mamá!-protestó Shasha." TU MIRAS TEEN WOLF. ¿A QUE SI? LOL
No, no he visto ni un solo capítulo porque me dicen que hay sustos y yo ODIO los sustos, lo he sacado de una teoría de Tumblr sobre Harry Potter (a James lo intentan castigar sin varita, pero no puede hacer magia fuera de la escuela, sin escoba, pero puede coger la de su padre, hasta que le dicen que se queda SIN SIRIUS y eso es un sacrilegio!!!!!!!!!!!!!!!!!!! locura!!!!!! a portarse bien!!!!!!!)
Eliminar
ResponderEliminarScommy me da la vida (Si ya los he bautizado, me da igual todo)
Scommy dubi dú, where are you ♪♫♪
EliminarEstoy muy de acuerdo con su nombre conjunto, yo los bautizo formalmente in nomine patris et filii et spiritu santi.
Las connotaciones feministas de tus capítulos me da la vida cielo.
ResponderEliminarIntento colar todo lo que puedo sin que se note porque la publicidad subliminal es la más eficaz, pero seguro que también se me cuelan 15 cosas machistas por cada 1 feminista que meto.
EliminarPoco a poco :)
Y LAS SEPARA CON EL PIE JAJAJAJJA LO AMO JODER
ResponderEliminarA ver, él las estaba separando, que era lo que quería Sherezade, tampoco es plan de arriesgarse a que le terminen cayendo palos también JAJAJAJAJA
Eliminar"-Dime que tienes condones. Te echo de menos.
ResponderEliminarMADRE DEL AMOR HERMOSO SCOTT. MADRE DEL AMOR HERMOSO. TE ECHA DE MENOS, empezó a chillar una voz en mi cabeza." No puede estar más pillado por ella por favor
Me estalla el corazón de verdad es tan cuquísimo, que se calme
Eliminar"Puede que acompañara a T y la americana a casa. Tal vez Eleanor estuviera allí." Si está más enamorado le explota una vena.
ResponderEliminarCírculo de oración porque ya está pilladísimo y llevan una puta semana, éste a los dos meses le suplica que se case con él.
EliminarEspero que Layla no vuelva a caer en las garras del cabron. Por favor no me hagas pasar por ahi. Por favor.
ResponderEliminarLayla es /muy/ fuerte, sólo tiene que darse cuenta de ello ♥
EliminarLos Malik ven Friends. Si creía que no podría enamorarme más estaba equivocado.
ResponderEliminarPOR FAVOR cuando Tommy y Scott están tristes se encierran en sus habitaciones con helados de chocolate y se ven temporadas ENTERAS de Friends, Scott está educando a las demás para que hagan lo mismo
EliminarPor favorrrrr que le revienten la cara al hijo de puta de Chris pronto y a poder ser que sea una mujer.
ResponderEliminar¡Tus deseos son órdenes para mí, querido anónimo!
EliminarSE HA PUESTO ROJOOOO. Es un cupcake
ResponderEliminarPd: me he reído un huevo en este capítulo. Estabas sembradisima tia.
RED VELVET, VAINILLA, CHOCOLATE IN MY LIFE ♪♫
Eliminar¿Verdad que sí? Todavía no sé de dónde me salen esas ideas, muchas gracias <3333333333
"Scott no es un macho alfa. Es un omega. Y da gracias que entre en el alfabeto.
ResponderEliminar-No soy virgen-me recordó Sabrae."
"-Yo tampoco-Sabrae y yo nos quedamos mirando a Shasha, tenía doce putos años-. Ni Duna. La vida nos jode a todos." ME ESTOY DESCOJONANDO DEMASIADO CON ESTO JODER. SASHA ES DEMASIADO. LOS MALIK MANDAN Y NO TU BANDA
"En tu barrio te vasilo y en el mío marco estilo"
Eliminar-Shasha Malik en algún momento, (espero recordar ponerlo), probablemente.
Pocos libros y historias me hacen reír tanto, Jesus. Me encantan los Malik, pero no me aclaro ¿cuántos años tiene Duna? Dios es que son tan adorables.
ResponderEliminarAY QUÉ HONOR DE VERDAD ME DA VERGÜENSITA CUANDO ME DECÍS COSAS DE ESTE CALIBRE.
EliminarDuna tiene 8 años (aunque no sé si se comporta como una niña de 8 años, no estoy muy versada en el comportamiento infantil).
"Abrí un ojo; mamá se había sentado en el borde de la cama, y me contemplaba con una adoración que sólo aparecía en otros ojos. Unos ojos a los que había aprendido a amar en menos de una semana." BUENO BUENO BUENO ME VA A DAR ALGO
ResponderEliminarAlgún día pondré una frase que me deje en plan "buah es IMPOSIBLE que mejore esto" y subiré una entrada diciendo simplemente "DIMITO" espero que lo entendáis.
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