miércoles, 25 de mayo de 2016

¡Lunares al poder!

-Estás de coña-fue todo lo que dijo Tommy, abriéndonos la puerta a mis hermanas y a mí. Nos estudió con precisión, como si fuera el pintor de la Casa Real y se dispusiera a iniciar el trabajo por el que conseguiría pasar a la posteridad, y aburrir a otros estudiantes de diferentes generaciones a la nuestra añadiendo su nombre a la inmensa lista de pintores reales.
               Era ahora o nunca: debíamos ponernos en posición, ajustarnos la ropa y el pelo, comprobar que la luz que incidía sobre nosotros era la adecuada para dibujar nuestra apariencia en los libros de historia.
               -Hoy os toca a vosotros-fue todo lo que dije. Terminó de ajustarse el cinturón de los vaqueros y se sacó la camisa blanca y azul. Le brillaban los ojos como si fueran dos zafiros, y no ojos.
               Ya había echado un polvo, joder. Si es que no se le podía dejar solo.
               -Mis padres tampoco están.
               -Estarás de puta coña-repetí yo, mientras Sabrae sonreía sin que yo la viera, por detrás de mí. Duna se metió en casa de Tommy, en busca de Dan y Ash; Shasha se apoyó en la pared de la puerta y se contempló las uñas.
               -Eso os pasa por querer dejarme sola. El universo quiere que obedezcas a mamá y papá, Scott.
               -Tú cierra la boca, que la cosa no va contigo.
               -¿A qué hora vuelven?-quiso saber Tommy, haciéndose a un lado y dejándonos pasar. Le miró el culo a Sabrae.
               Una parte de mí, le echó la culpa a ella. Sólo se le podía ocurrir llevar unos pantalones de cuero cortos con unas medias negras en pleno noviembre. Tenía que llamarle la atención.
               A otra le apeteció romperle los dientes, porque, ¿cómo se atrevía a mirar así a mi hermana?
               ¡¿Mi hermana pequeña?!
               ¡¡¿Mi hermana pequeña, que ni siquiera había cumplido los 15?!!
               ¿Qué pasa a los 15, Scott?, se rió una voz en mi cabeza, una voz que se parecía demasiado a la americana como para que yo no le cogiera asco nada más oírla, ¿se vuelven legales?
               -No me lo han dicho.
               -Los míos tampoco.
               -Pues tenemos un problema, y gordo, hermano. Yo no me he vestido para quedarme en casa.
               -Vaya, pero si hasta te has duchado-se burló él, cerrando la puerta. Shasha clavó los ojos en sus posaderas. Joder, cuánta tensión sexual había entre nuestras familias. Ya estaba bien.
               -Cierra la boca. Tam y Bey nos esperan.
               -Espero que estén sentadas.
               -No se hablan.
               -Hacen bien-respondió él, encogiéndose de hombros y tirándose en el sofá.
               -¿Tu hermana?-pregunté, y Sabrae me dirigió una mirada cargada de intención. Shasha sonrió. Duna no dijo nada, porque era la única discreta de la familia y la única de las tres que todavía conservaba un poco del amor fraternal con el que nacían. Las otras dos ya lo habían perdido por mí. Si no fuera porque les mancharía la ropa, le contarían a Tommy qué pasaba entre Eleanor y yo, sólo para disfrutar del espectáculo de verlo destrozarme. Puede que debieran avisar a Diana si tenían pensado irse de la lengua.
               -Diana y ella están cambiándose-bufó, cambiando el canal de uno de deportes a otro de películas antiguas. Duna y Astrid chillaron a la vez; Shasha y Sabrae las miraron. Tommy y yo no nos inmutamos.
               -¿Qué vamos a hacer?
               -Como no nos turnemos, vamos bien. Me han dicho que me quede y que te llame y que veamos una película o algo, y que nos hagamos palomitas.
               -Mi madre ha pedido pizza.
               Tommy me miró con las cejas alzadas.
               -Por Dios, Scott. Sí que van en serio. Quieren ver quién les desobedece antes.
               -¿Y si lo hacemos a la vez?
               -Me la estoy jugando mucho con Diana como para encima reírme de ellos en su puta cara, y, ¿sabes qué? Le tengo aprecio a mi vida. Es la única que tengo. Disculpa si no la doy por un par de chupitos.
               Sabrae subió las escaleras de dos en dos, toda una hazaña, si teníamos en cuenta las botas de tacón que se había puesto, y que hacían que todos los centímetros que mi ADN y la diferencia de edad que había entre nosotros se disiparan en un par de segundos, los que tardó en atarse los cordones y ponerse en pie.
               Shasha se dejó caer en el sofá, miró con aburrimiento la pantalla, y se sacó el móvil del bolsillo. Se había puesto unos vaqueros rotos, y ni se había molestado en cambiarse la sudadera de andar por casa.
               Porque la casa de Tommy también era la suya. Íbamos con la misma ropa estuviéramos en la casa cuyas escrituras estaban a nombre de Louis y Erika o de mis padres, sin distinción.

               -¿Qué te han dicho?
               -Que se iban por ahí. Y que me quedara cuidando a los pequeños. Eleanor tiene permiso para salir.
               -Odio que las traten con deferencia.
               -Somos más de fiar que tú-replicó Shasha, levantando la mirada y haciéndome un corte de manga, al que respondí dándole un manotazo en el brazo.
               -Tú, te callas, que nadie te ha dado vela en este entierro-me volví hacia Tommy-. ¿Y si volvemos pronto?
               -¿Y si vuelven ellos antes?
               -Se nos cae el pelo.
               Me senté a su lado,  estudié la pantalla de la televisión con la misma falta de interés que él. No supe por qué la manteníamos encendida si nadie le estaba haciendo caso.
               La clave de las instrucciones de papá y mamá tenían que estar en algo que no me habían dicho. Mamá siempre ganaba sus casos buscando fisuras en los comportamientos o los contratos de sus clientes, colándose por ellos y abriendo grietas inconmensurables donde antes apenas cabría un alfiler. Tenía que saber hacerlo yo.
               Me habían dicho que cuidara de mis hermanas.
               ¿Me habían dicho cómo?
               ¿Me habían dicho que tenía que hacerlo yo? ¿En persona? ¿No me habían dicho sólo que no nos metiéramos en líos?
               Sí, me habían dicho todo eso.
               Pero, diciéndome todo eso, ¿me impedían salir o me obligaban a quedarme?
               Me habían dicho que me quedara en casa. Que nos quedáramos en casa. Ya los había desobedecido sacándolas de la mía y yendo a la de T.
               El fin justificaba los medios, y la idea era que no se pusieran a hacer el gilipollas.
               Una idea se formó en mi cabeza.
               Miré a T.
               Él me miró a mí.
               Nuestros cerebros se sincronizaron como lo harían los cromosomas que formarían un nuevo individuo.
               -Shasha-dijimos los dos a la vez. Y sonreímos. Joder, qué putos amos éramos. Aquello no era justo.
               Mi hermana levantó la cabeza.
               -Shash. Shash. Guapa. Shash. Mi dulce flor del desierto, mi capullito de seda, mi…
               -Tienes un morro que te lo pisas, Scott.
               -Aquí no vas a armar nada.
               -No quiero estar en casa de Tommy cuando Tommy no esté.
               -¿Por qué? Te da permiso, ¿verdad que sí, T?
               -Ya sabes cómo funciona todo, y puedes bajar al cuarto de juegos cuando acuestes a los críos. Dan duerme en una litera, y la de arriba está vacía.
               -Y yo, ¿dónde se supone que voy a dormir?
               -Puedes ir a mi cama.
               Le pegué un puñetazo en la rodilla.
               -Y esas confianzas, ¿a qué cojones vienen?
               -A que quiero que seamos cuñados.
               Shasha parpadeó. Estaba conteniendo la risa de una forma a la que yo no podría aspirar ni en sueños.
               Yo torcí el gesto.
               -Yo creía que íbamos en serio, T.
               Me cogió las manos.
               -Quiero descendencia, y quiero que sea de mi sangre, espero que puedas perdonármelo.
               -No-dije yo, sacudiéndome su abrazo-, no, esto me está doliendo, no hurgues en la herida…
               -Cuando acabéis con este remake de Brokeback mountain, podemos empezar a negociar las condiciones de mi sustitución-espetó Shasha, que estaba ignorando millones de propuestas multimillonarias y peticiones de matrimonio de sus ídolos asiáticos para prestarle toda su atención a su hermano.
               -¿Qué quieres a cambio?
               -Que te ocupes de mis turnos en la casa durante quince días.
               -Estás loca-repliqué yo. Tommy sonrió.
               -Pídele más.
               -Que sean tres.
               -Tú, cierra la puta boca, si no quieres que te la cierre yo a hostias-le dije a mi supuesto mejor amigo, que resultó ser un traidor-. Y tú-me dirigí a mi hermana mediana, la más cabrona de las tres-, a ti no te funciona el cerebro si de verdad te piensas que por una borrachera voy a tragar…
               -Cuatro semanas.
               -Así no es como se regatea, cría. Tal vez te conviniese…
               -Ay, Scott, por vender baratos un par de polvos en el baño, al final voy a terminar estafándote-sonrió con malicia-. Cinco.
               -Una semana y te dejo elegir postre entre semana antes que yo.
               -Semana y media. Y me dejas comerme tu postre.
               -Cógelo, tío, es lo mejor que vas a conseguir.
               -Una semana. Y te comes mi postre, salvo el fin de semana.
               Me miró fijamente.
               -Una semana, y me como tu postre del fin de semana también.
               Miré a Tommy.
               -Los fines de semana tus postres son caseros-me informó, como si no lo supiera. Madre mía, quería estrangularlo.
               Volví a dirigir la vista hacia mi hermana.
               -Ya lo sé, Thomas, ya lo sé. Vivo en mi casa-extendí la mano y ella sonrió, estrechándola. Sabrae bajó las escaleras de cuatro en cuatro.
               -Me quedo cuidando a los pequeños, Saab.
               -Delicioso. Me he puesto estos shorts para Alec. Hoy cae fijo.
               -Ponte condón.
               -Que esté bueno no significa que vaya a dejar que me haga un bombo, vamos a ver-se sacudió la melena del hombro-. A ver quién coño te piensas que soy.
               Puse los ojos en blanco, porque lo decía para provocarme, tenía que decírmelo para provocarme. De todos mis amigos, de todos los tíos a los que conocía y que se dejaban caer por casa, se tenía que haber fijado en Alec. O tenía que decir que se había fijado en Alec.
               -¿Alec? ¿Qué Alec?-inquirió Tommy, dándome un pellizco en el hombro-, ¿nuestro Alec?
               -¿A que tiene buen gusto?-espeté yo,  volviendo a poner los ojos en blanco. Tommy se echó a reír ante algo que a mí no me hacía ni puta gracia.
               Sabrae se sentó en el reposabrazos del sillón en el que estaba Shasha, y se fue deslizando hasta quedar encima de ella, con lo que la pequeña le soltó un “¡quítate de encima!” mientras escuchaba la millonada de instrucciones que Tommy y yo le dedicábamos. Ya se había quedado más veces cuidando de los críos, pero con una diferencia abismal: Sabrae había estado a mano, cerca, en alguna habitación, para echar un cable si lo necesitaba. Era la primera vez que la dejábamos sola, y Tommy y yo estábamos sorprendentemente nerviosos.
               ¿Qué haríamos cuando fueran nuestros críos los que dejásemos atrás para irnos de juerga? ¿O para ir a trabajar? ¿Conseguiríamos conciliar el sueño? ¿Rendir como deberíamos? ¿Perderíamos nuestro trabajo en cuanto nos convirtiésemos en padres?
               Me estaba angustiando a pasos agigantados. Cuando bajaron la americana y Eleanor, ni siquiera reconocí su presencia.
               Eleanor nos dio a todos un beso en la mejilla, y yo apenas me inmuté: seguía diciéndole a Shasha lo que tenía que hacer. Acuéstalos a tal hora, mételos en la cama, asegúrate de que Duna y Astrid no terminen metiéndose en la misma (porque a las chiquillas les encantaba hacerse cosquillas la una a la otra, y cuando se cansaban, empezaban a pelearse lo que no nos habíamos peleado los mayores, y tampoco era plan de que una de ellas terminase calva y llorando).
               Diana se sentó a disfrutar de la perorata mientras Eleanor se apoyaba en el sillón en el que estábamos, con la espalda vuelta hacia la televisión, mirando a sus hermanos y mi hermana más pequeña, mi pequeño tesorito.
               -Relajaos, chicos, que no nos vamos al extranjero. Estaremos a diez minutos en coche.
               -No tenemos coche-le recordé yo. Ella se encogió de hombros.
               -Van a estar bien.
               -Largaos ya, ¿no os dais cuenta de que voy a hacer lo que me dé la gana en el momento en que os vayáis?
               Tommy y yo nos envaramos.
               -Voy a hacer lo que me dé la gana-remató la faena la puñetera cría de los huevos-, pero los voy a cuidar. Piraos ya. Estaremos bien, ¿verdad, chicos?
               Astrid y Duna se peleaban por un coche azul; Dan zanjó la disputa quitándoselo a las dos de las manos y tendiéndolo en dirección a Duna, porque ella era la invitada y Astrid “tenía que aprender modales”.
               Duna se lo recompensó plantándole un sonoro beso en los labios, igual que hacía mamá cuando papá le hacía un favor desinteresadamente (o no tan desinteresadamente, si lo que quería era un beso).
               Nos quedamos con la boca abierta, flipando y contemplando cómo seguían jugando, sin darle importancia a aquello.
               Eleanor y yo nos miramos. Ella me sonrió un poco; yo, sin pudor alguno. Que Tommy me mate si quiere, pero esa boca bien se merece que me destrocen el alma.
               -Se nota que es hermana tuya, Scott-soltó la americana, y me odié a mí mismo al escucharme reír con los demás ante su ocurrencia. Vale, tenía su gracia, pero no te ríes con tanta alegría de lo que te dice el enemigo público número uno.
               -Idos tranquilos. Si veo que se empiezan a enrollar, encierro a Dan en la alacena.
               -¿Y si Duna se vuelve contra Astrid?-quiso saber Sabrae, mientras se ponía de pie y se tiraba de las medias, colocándolas en su sitio.
               -Entonces, saco a Dan y la encierro a ella-contestó Shash, asintiendo con la cabeza.
               -Pórtate bien-le dije yo a la que se hacía cargo de la casa.
               -Vale, papá-fue su réplica. Suspiré, sacudí la cabeza y le besé la frente. Shasha solía hacerse la dura, y trató de apartarme, pero vi que sonreía, complacida porque me fiara de ella por una vez en mi vida. Puede que no debiera hacerlo, pero en cosas como ésa, quería pensar que sí que se merecía mi confianza.
               Me tranquilizó un poco que le diera varias vueltas a la cerradura cuando finalmente salimos a la calle. Sabrae se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta y se arrimó un poco a Eleanor, que se había vuelto a subir a unos tacones que le complicaban la difícil tarea de caminar.
               -Tienes frío-me burlé de Sabrae, consiguiendo un “cállate, plasta”, como premio. Echaron a andar delate de mí, Eleanor sacudía las caderas de forma exagerada. Era un adelanto de lo que me esperaba esa noche.
               Me encantaba toda ella.
               -¿Cuándo te vas a ligar a Saab, T?-piqué a mí amigo, pero él se río.
               -Cuando me confunda con Alec.
               Qué hijo de puta, cómo sabía encontrar la respuesta que más me molestase.
               Le pregunté a Diana qué tal iba con las demás pruebas a las que había ido al centro (ya no necesitaba que la acompañáramos, alguien de su agencia la recogía en la estación de metro y la volvía a dejar allí, indicándole el vagón en el que se tenía que subir y todo), y ella me respondió que muy bien con una calidez desconocida en las frases que me dedicaba. Tommy nos escuchó hablar en silencio, fascinado por lo que nos hacía la noche a los dos. Éramos animales nocturnos que se movían a la luz de la luna en su salsa, y que se tranquilizaban sintiéndose observados por las estrellas.
               Cuando hablaba de su trabajo, Diana dejaba de ser una gilipollas integral. O por lo menos, lo disimulaba mejor. Detrás de aquella fachada fría y superficial, se escondía una chica comprometida con todo su sexo: le cabreaba que hubieran echado a varias asiáticas por “ser demasiado delgadas”, cuando la complexión asiática era naturalmente así, y criticaba con muchísima dureza las campañas en la que a ella le oscurecían la piel utilizando la melanina de las modelos de tez como la de mi hermana (e incluso más clara, teniendo en cuenta el tono de chocolate con leche que tenía Sabrae) a las que terminaban dejando tan claras como su pelo.
               Pelo en el que se intuía una raíz de color diferente que el de las puntas.
               Pero, sobre todo, lo que más le cabreaba era que se empeñasen en quitarle los lunares.
               -Vale que hay diseñadores que siguen siendo imbéciles y se empeñan en que todas estemos en los huesos y seamos más blancas que la leche para contrastar su ropa gótica de mierda, pero, ¿quitarme los lunares? ¿En qué siglo estamos? ¿Sigue en funcionamiento el tribunal de la Inquisición? Venga ya-puso los ojos en blanco.
               -A mí me encantan tus lunares-replicó Tommy, agarrándola de la cintura y dándole un beso en la mejilla. No me cabreó. Sorprendentemente, no me pareció mal ni nada por el estilo.
               -A mí me encantas tú-respondió ella, robándole un beso que no me restregó.
               -Los lunares molan-coincidí yo, recordando la visión de la espalda de Eleanor. Sí, dibujar constelaciones en ellos, creer que siguen unos patrones y que quieren decirte algo, besarlos, seguirlos con los dedos, hacer que la persona que los tiene se estremezca, y sorprenderte tú cuando descubres uno nuevo, bien en tu cuerpo o bien en el de otro.
               Sobre todo cuando es de otro, y el otro se echa a reír, y te dice que lleva teniéndolo desde que nació.
               -¡Lunares al poder!-coincidieron las chicas, brincando y chocando los cinco a la luz de una farola. Estaban animadísimas.
               Pasamos de largo la casa en la que se suponía que se había celebrado la fiesta del día anterior, a la que no habíamos asistido por la visita de Layla, y nos dirigimos directamente hacia la discoteca de Jordan.
               Bastante gente reconoció a Eleanor. No todos los días alguien me quitaba mi puesto de rey del karaoke, y, por si fuera poco, era la hermana de Tommy, a quien todo el mundo conocía. Así que era fácil atar cabos.
               Pasamos de largo la pecera en la que se acumulaba una cantidad ridícula de dinero, que se doblaría en cuanto sonara el cuerno de guerra, que no fue otro que la garganta de Tommy quien, haciendo de amplificador con las manos, gritó con toda la fuerza de sus pulmones:
               -¡¡SCOTT ESTÁ AQUÍ!!
               Casi pude escuchar a Jordan frotarse las manos, la esperanza ya perdida, y el ánimo caído. No iba a hacer caja como otros días porque yo había desaparecido.
               Menos mal que yo tenía el ánimo para salvarle el culo a un amigo.
               Si la gente le abría paso a Eleanor, a mí poco más y me trataban como a una especie de dios. Me saludaban aun sin conocerme, nos revolvían a mí y a Tommy en broma el pelo, nos daban palmadas en la espalda y nos juraban y perjuraban que habían apostado por nosotros. Pobres insensatos, no sabían que Eleanor no me lo iba a poner nada fácil, y que yo no tenía pensado abrir la boca esa noche.
               Nos dejamos caer en el mejor sofá, el de siempre, el que teníamos reservado, el que estaba más cerca del pequeño escenario pero que nos permitía ver tanto los movimientos de quienes estuviesen bailando como la puntuación que las consolas le otorgaban en la pantalla.
               Las amigas de Eleanor se cruzaron en nuestro camino, y se llevaron a nuestras hermanas al sofá que habían conseguido arrebatar cuando nadie miraba. Una rizosa cuyo nombre se me escapaba le dirigió a Eleanor una mirada cargada de intención cuando ésta se volvió hacia mí y me guiñó un ojo. Nos la estábamos jugando demasiado, pero me encantaba la sensación de ponerme la pistola en la nuca y sentirme invencible cuando apretaba el gatillo y no ocurría nada.
               Pocas cosas te acercaban más a la divinidad que la ruleta rusa, y esas miradas y roces que nos robábamos el uno al otro estando Tommy tan cerca eran pistolas hechas de titanio.
               -¿No bailas, Bey?-saludé, sentándome entre Alec y ella, haciendo que se separaran y disfrutando de la mueca de fastidio de mi amigo, que se había tomado como algo personal el reconquistarla cuando se enteró de que había habido una época en la que a Bey le hubiera gustado que fueran más que a amigos. Ahora, sin embargo, a Bey no podía importarle menos lo que Alec hiciera con su vida; ya no le molestaba que se enrollara con varias chicas en una noche ni que lo hiciera en lugares donde podía verlo. Incluso le hacían gracia los intentos de él de volver a ganarse su corazón. La necesidad de poner a parir a cada chica que se le acercaba había quedado muy atrás, y la de levantarse y largarse toda digna cuando él volvía y nos contaba sus hazañas se había disipado por completo.
               -No con esa perra-dijo, haciendo un gesto con su cabeza de melena afro en dirección a su hermana, que sacudía las caderas al ritmo de una canción que un par de chicas hacían todo lo posible por salvar, sin éxito. Un par de tíos silbaron cuando Tam se dejó caer en el suelo con las piernas abiertas en uno de los momentos de estilo libre que le permitía la canción.
               -Qué oportuno eres, Scott-Alec suspiró, cogió un par de vasos y me dio uno. Brindamos y nos lo bebimos de un trago.
               -¿Por qué, tío?
               -Me estaba trabajando a nuestra querida amiga.
               -Qué más quisieras tú trabajarte a nadie, fantasma-contestó Bey, echándose a reír.
               -Acabarás casándote conmigo.
               -Alec, que usas frases como “bonitas piernas, ¿a qué hora abren?”
               -Te lo digo porque sé que te gusta que te hagan de rabiar.
               -No sé si levantarme antes de que os empecéis a meter mano-repliqué yo. Los dos se rieron-. No quiero ser un daño colateral.
               -Soy demasiada mujer para él.
               -¿Vamos al baño y lo comprobamos, cariño?-replicó Alec, y yo le acaricié la rodilla con gesto juguetón a Bey por él.
               -Esa sincronización, ¿indica que se avecina un trío? Porque me lo podríais haber dicho; no he combinado las bragas con el sujetador.
               -A Alec se la bufa, Bey, lo que quiere es que combinéis vuestros cuerpos-atacó Tommy, que ya tenía una pierna de Diana por encima de las suyas.
               -Escucha a T, es un poeta-aconsejó A, sacándole la lengua a Bey.
               -Pregúntale al poeta si te apetece bailar-fue la contestación de la chica, y se levantaron para dejarnos solos.
               -¿Están saliendo?-quiso saber Diana.
               -No lo saben ni ellos-fue la respuesta que obtuvo. Logan se materializó ante nosotros.
               -¿Bey y Alec?
               -Han ido al baño-mintió Tommy.
               -Ya era hora, estoy de tanto tonteo hasta los huevos. Me voy a acabar tirando yo a Alec sólo para que se calle, como sigan así.
               La verdad era que Bey tenía pensado seguir siendo dura con él, y sería despiadada. Cuando se le metía algo entre ceja y ceja, no había quien se lo sacara de la cabeza. Y había decidido que no se enrollaría con ninguno de nosotros, porque éramos amigos y la amistad era sagrada.
               Se tiró en el sofá, a mi lado, y dio un trago de su Vodka.
               -Karlie está aquí.
               -Bien por ella-contesté, aunque me alegraba de que la morena de ojos violáceos se hubiera dignado a honrarnos con su presencia. El grupo de 9 amigos que nos juntábamos en el recreo y que íbamos a fiestas importantes y a eventos del mismo calibre juntos lo terminaba completando ella, que muchas veces nos abandonaba por problemas hormonales.
               Es imposible que tener la regla te deje en la cama durante una semana, pero yo no quería decírselo, no fuera a ser que me diera una bofetada que, a su juicio, me merecía.
               -¿Max?
               -Con su señora. Es su aniversario-explicó el recién llegado, asintiendo con la cabeza. El mío también, pensé, aunque no era del todo cierto. No coincidía en fecha, pero sí en día.
               Tampoco coincidía en hora.
               -No os podéis imaginar la cantidad de gente con camisetas de The 1975 que no tienen ni idea de que se separaron hace años-fue el saludo de Karlie, que traía una botella de Vodka a medio vaciar, porque era una sabia. Se pasó la mano por el pelo negro y nos contó-. Aquí hay gente nueva.
               -Te van a dar el Nobel, ¿verdad, K?
               -Si no pirases tantas clases, ya conocerías a Diana-acusó Tommy. Karlie se inclinó hacia ella y le dio dos besos. Las teníamos bien educadas.
               -Estaba ocupada ligando con tu padre, T-se rió-Karlie. A veces me llaman Jenner.
               -Nunca te llamamos Jenner, K-replicó Logan, envalentonado por los chupitos.
               -Pues deberíais. Me parezco a Kylie cuando tenía 17, antes de que empezara a hacerse tantas tonterías en la cara.
               -En mi opinión, bastante más guapa que su hermana.
               -¡Gracias! ¿Lo veis, chicos?
               -Yo siempre te di la razón en eso.
               -Porque a ti un buen par de tetas te pierden, Scott.
               -¿Y a ti no?
               Karlie suspiró.
               -De verdad, estoy cansada de tanta demagogia.
               -Siéntate, mujer, que no nos vamos a pelear un sábado por la noche-dije, palmeando el sitio que había a mi lado. Ella se sentó, puso los pies encima de la mesa de cristal donde dejábamos las bebidas, y se embarcó en la misión de sonsacarle a Diana todos los datos posibles sobre su vida antes de que Tommy le dijera que el interrogatorio tenía que acabarse. No descubrió nada que yo no supiera.
               -¡No serás vegana!-espetó de repente, sin venir a cuento. Diana frunció el ceño, Logan se inclinó hacia ella.
               -Karlie odia a los veganos.
               -Es que es antinatural, el ser humano es omnívoro por naturaleza.
               -Gracias por la aportación estelar que no le interesaba a nadie, K-respondí yo. Me miró de soslayo.
               -Tú, te callas. Tu religión es medio vegetariana.
               -K, ¿qué hemos hablado de las creencias de Scott?-Tommy se frotó la cara.
               -Si yo como cerdo, subnormal.
               -Porque no eres un ultra.
               -Se dice “fanático”.
               -Eso tampoco.
               Bufé.
               -Recuérdame por qué somos amigos.
               -Soy adorable.
               -Sí, cuando no estás borracha. O sea, cuando estás en clase. Vamos, dos días al año.
               Se echó a reír, me dio una palmada en la pierna y anunció que se volvía a la barra a echarle un cable a Jordan. Le daba un poco de pena ver lo saturada que estaba su camarera.
               -Vete si quieres, pero deja aquí la botella-ordenó Logan. Karlie sonrió, dio un larguísimo sorbo hasta terminarla, hizo una reverencia a nuestros aplausos cuando se la tiró a Logan, cuya cara de estupefacción se merecía salir en las noticias, y se fue esquivando a la gente con una maestría que sólo podrían tener las chicas menudas como ella.
               Tam se reunió con nosotros, y nos abrazó como si llevara siglos sin vernos.
               -¡Lo pasé tan mal en comisaría!
               -Pero si ya te conocen-protestó Logan. Le sacó la lengua. No era el día del pobre hombre; todas lo vacilaban, sin excepción. Necesitaba que Bey lo defendiera.
               -Diana, tesoro, no te he podido traer nada; dile a T que me lo recuerde mañana y te lo llevaré al instituto.
               -Se te puede caer el pelo si te cazan con droga dentro, Tam-le dijo Tommy, a lo que ella respondió, acariciándose las trenzas:
               -Tengo de sobra.
               Varias canciones y rondas de chupitos después, Bey regresó con nosotros. Estaba sola.
               -¿Alec?
               Sonrió.
               -Ha decidido que soy demasiado estrecha para él y se ha buscado a otra más… receptiva.
               -¡No me digas que aquí hay monjas!-ladró su hermana. Bey fingió no oírla y se sentó en el lugar que había ocupado fugazmente Karlie. Le dije que la habíamos visto y ella no podía creérselo. Seguramente hubiera olvidado ya sus facciones; quince días desaparecida eran un montón de tiempo para nuestra amiga, pero era lo que tenía que tus padres no parasen de viajar y te permitieran ir con ellos, acumulando examen tras examen cada día que estabas fuera.
               Diana dio varias palmadas en el aire, captando su atención.
               -Vale, ahora que ya estáis las dos presentes y que Logan todavía no está muy borracho-concedió, reconociendo a nuestro amigo cuando las demás no lo hacían-, quiero anunciaros algo.
               Tam le soltó una bofetada a Tommy.
               -¡La has dejado embarazada!
               -¡Menuda hostia le acaba de dar!-espeté yo, riéndome a carcajadas.
               -¿Cómo la voy a dejar embarazada si hace una semana que vino a vivir a mi casa, Tamika? Tú no las piensas, me cago en tu estampa.
               -¿Veis cómo la pobre es gilipollas?-aprovechó Bey, pero Tam fingió no oírla.
               -Me han cogido para Victorias Secret. Voy a desfilar en el próximo show.
               Las gemelas cogieron unos vasitos y los levantaron en el aire.
               -¡Por nuestra amiga top model, que no está embarazada!
               -Espero-susurró Tommy. Yo lo pensé.
               Chocamos los vasos y los vaciamos mientras Eleanor subía al escenario. El público se volvió loco, pero enmudeció en cuanto vieron la canción elegida.
               Los únicos que no estábamos sorprendidos éramos Tommy, Sabrae y yo.
               -No va a poder con Halo-sentenció Bey, incrédula.
               -¿Quieres apostar?-la retó Tommy, pero ella negó con la cabeza, porque ya la había escuchado otra vez y sabía que había posibilidades.
               Nadie subió a bailar, tampoco es que la coreografía reportara muchos puntos. Eleanor tragó saliva mientras sonaba el piano y empezó a cantar.
               Cada una de mis moléculas empezó a temblar con su voz. Sabía muy pocas cosas de la vida, pero una la tenía clarísima: iba a morir con Grammys. Nosotros no seríamos los únicos en sabernos su nombre. Se convertiría en una leyenda.
               La gente empezó a sacar los móviles y agitarlos en el aire a modo de linternas. Jordan repartió un par de bebidas sin cobrarlas, tan embobado que estaba con ella. Sabrae sonreía, sus amigas subían vídeos y vídeos de Eleanor cantando a Snapchat. Cuando terminó, suspiró con satisfacción, sonrió con timidez y levantó un poco la mirada hacia el público. Era la señal que esperaba el edificio para venirse abajo.
               Saltó de la plataforma y se dejó arrastrar en varias direcciones hasta que finalmente llegó la hora de regresar con su grupo de amigas.
               Yo no podía creerme cómo había sido capaz de ignorar, o más bien obviar, una voz así durante tantísimo tiempo. Cómo no me había dado cuenta antes de la tesitura de su voz cuando cambiaba de tono, de la pronunciación con un ligero acento similar al del artista que la había creado que usaba, de cómo se detenía y respiraba en el momento justo...
               Bey, Tam y Logan felicitaban a Tommy como si hubiera subido él. Recogí los vasos y me dirigí a la barra a por más.
               Karlie estaba demasiado ocupada atendiendo a la gente a la que no podía prestar ni un segundo de su tiempo una camarera a la que Jordan explotaba, de manera que salté la barra y rebusqué entre las botellas hasta dar con las que buscaba. Una chica se inclinó hacia mí y me gritó una bebida: estuve a punto de decirle que yo no servía allí, pero, ¿qué demonios? Le rellené el vaso hasta casi hacer que rebosara.
               Me contempló con estupor.
               -¿Hay algo que se te dé mal?-me lo preguntó como si me conociera de toda la vida. Su cara ni siquiera me sonaba.
               -Un montón de cosas-respondí, dirigiéndome hacia la puerta que atravesaría el personal en situaciones más tranquilas. Aquel no era el caso, y la chica a la que ayudaba Karlie me detuvo justo antes de que levantara la pequeña barra.
               -Ya sabes que Jordan no quiere que fíe.
               -Una conducta muy sabia por su parte-respondí, intentando marcharme, pero ella me cogió del codo.
               -Pues suelta la pasta.
               -Corazón-respondí yo, zafándome de su abrazo-, aquí soy un VIP. Bebo gratis. Por dios, si tienes trabajo gracias a mí; deberías dar las gracias de que no te exigiera que me trataras de alteza real.
               -Estoy al corriente de que estás en el estamento privilegiado, pero las deudas de tu hermana siguen siendo deudas, por mucho que ella sea tu hermana.
               -¿Mi hermana?
               -Ha pedido como 200 chupitos para ella y sus chicas, y me ha dicho que te los cobre a ti, porque ella no traía pasta.
               -Ya somos dos, nos viene de familia. ¿Me disculpas?-le dije, pasándole la bandeja y haciendo caso omiso de su mueca de fastidio-. Tengo que ir a romperle la cara.
               Repté entre la gente, escabulléndome por los pelos de muchos “Scott, tío, ¿no cantas hoy? He apostado cinco libras por ti”.
               No tenía pensado abrir la boca, la verdad, pero Sabrae había hecho que mis planes cambiaran. Si Eleanor no se hubiera subido al escenario, puede que esa gente recuperase su inversión. Sólo yo podía hacer que Jordan no los estafara, porque lo único que le gustaba más que contar el dinero ganado mientras cerraba el local, era ganar dinero por el forro.
               Las chicas se reían de un chiste que yo me perdí. Se quedaron calladas nada más ver que me plantaba delante de ellas; todas, excepto dos. Mi novia, y mi hermana.
               -Hola-saludó Sabrae, con los ojos ligeramente brillantes.
               -Ni hola ni hostias, ¿por qué has dicho que iba a pagar yo tus chupitos?
               -Porque los hombres invitan a las mujeres.
               -A ti te encanta ir de feminista hasta que te tocan el bolsillo, ¿no es así?
               -No te piques, Scott, en realidad, lo he hecho porque eres mi hermano mayor.
               -Yo aquí no pago. No tengo dinero.
               -Una pena, porque no le he dicho a la chica cómo me llamaba.
               -Qué lástima, yo sí.
               Eleanor dio un largo trago, decidiendo si le ponía verme cabreado. Por su sonrisa contenida a duras penas y las continuas miradas que me recorrían como lo haría un guardia de seguridad en su turno de noche, diría que sí.
               -Pues no me voy a quedar fregando.
               -No, vas a hacer algo mejor-respondí yo, agarrándola de la cara interna del codo y arrastrándola detrás de mí. Eleanor también se levantó, y nos siguió hasta el puesto donde Jordan controlaba las canciones que iban a ponerse. Había una lista interminable, y mi nombre se repetía varias veces en caligrafías diferentes.
               Sabrae me miró sin comprender; Eleanor se limpió los labios con el dorso de la mano y sonrió al comprobar que una de las canciones que más le gustaba del repertorio estaba en la cola.
               -¿Qué cantas?-espeté yo. Sabrae abrió muchísimo los ojos.
               -Nada. Yo no canto. Ya lo sabes.
               -Oh, sí que vas a cantar, puta cría. Es hora de que te vayas ganando la vida por ti mismo.
               -Scott, en serio, no…
               -¿Qué tienes de Nicki Minaj?-gritó Eleanor, inclinándose por encima de la mesa de mezclas que llevaba sin usarse meses. Le sacaban brillo en verano, no ahora, cuando la gente recordaba su afición por los karaokes.
               Jordan le dio la vuelta al ordenador y dejó que tecleara rápidamente mientras Sabrae sacudía la cabeza.
               -Si te piensas que me voy a ofrecer a venderme en ese escenario, vas guapo.
               -Es eso o entregarte a Jordan y dejar que te haga lo que quiera.
               -Que intente hacerme algo-respondió, mirándolo con desafío.
               Eleanor contuvo una exclamación.
               -¡Saab! ¡Mira!
               Sabrae se inclinó, movida por la curiosidad, hacia la pantalla del ordenador.
               -Bueno, puedo hacer eso.
               -Cuélalas-le dije a Jordan. Eleanor me habría dado un beso allí mismo de puro entusiasmo de no haber recordado en el último instante que Jordan era amigo mío, y, por extensión, también lo era de su hermano.
               Terminaron de bailar una canción que no merecía la pena destacar en la noche, de no ser por la borrachera de dos de las chicas que habían subido a vender su dignidad.
               Estaba sentándome en el sofá cuando en la pantalla apareció la imagen de una carátula que yo conocía muy bien. Miré a Jordan, que me levantó el pulgar, como diciendo que la canción, efectivamente, era mía.
               Tommy me dio una patada en el pie y me dijo que era hora de ponerse a trabajar. Así que subimos y la gente que estaba allí empezó a chillar. Creo que alguna hasta se desmayó.
               T cogió al vuelo el micrófono que le lanzaron mientras yo me hacía con el mío, que parecía haberse perdido para siempre hasta que yo me personé como el siguiente cantante. Empezaron las palmadas de la canción, Tommy y yo nos miramos, y empezamos a cantar mientras Bey y Diana brincaban en los sofás con el ritmo de On top of the world, de Imagine Dragons.
               Me vino de perlas que alguien hubiera pedido vernos para presentar a nuestras hermanas.
               -Vale, gente, tenemos a alguien especial a quien queremos que conozcáis-anunció Tommy mientras yo levantaba las manos, pidiendo silencio-. Ya conocéis a mi hermana, ya sabéis, la reina de los karaokes que le pateó el culo a este cabrón la semana pasada.
               Me eché a reír.
               -Lo que no sabéis es que Scott también tiene una hermana que se defiende bastante bien. O sea, no tan bien como Eleanor, pero ya me entendéis. La tenía escondida porque tiene miedo que dejéis de quererle.
               -Como si pudieran dejar de hacerlo-intervine yo, y todas las chicas allí presentes soltaron una carcajada.
               Eleanor subió al escenario cogida de la mano de Sabrae, que suspiró con la resignación del delegado elegido en contra de su voluntad que se ve obligado a ir a las reuniones con los profesores.
               Para hacerla de rabiar, le di un beso en la mejilla. Ella se apartó y bufó que me mataría esa misma noche, que más me valía dormir con un ojo cerrado…
               -¡¡Sabrae Malik, damas y caballeros!!-chilló Eleanor, y todo el mundo celebró ese nombre como si fuera el de alguna leyenda del pop que volvía triunfal después de años en el retiro. Sabrae se echó a reír, ocultando su carcajada detrás de la mano. Lo estaba pasando mal. Me encantaba lo mal que lo estaba pasando.
               Me dejé caer en el sofá mientras Tam y Bey acudían a la llamada de nuestras hermanas y se posicionaban en una canción que conocían muy bien.
               Cuando encendieron los focos del escenario (se reservaban para ocasiones especiales, como ésa), la expresión de las dos chicas cambió radicalmente. Eleanor, en vez de estar radiante de felicidad, aparecía ahora concentradísima: no quería cargarse la primera actuación de mi hermana.
               Sabrae, en cambio, de la risa nerviosa había pasado a una expresión imperturbable.
               -Ladies, this your song, so as soon as it comes on you should get out on the floor-empezó Eleanor, y las chicas que habían estado sentadas y se habían mostrado indiferentes acudieron a la llamada y se acercaron al escenario, o a las barandillas para observar esa exhibición de poder femenino.
               Estaban cantando antes de que empezara el cuarto verso de I’m out.
               -If you know that you better, Than the new girl that he on, Go 'head and tell him now, "You gon' miss me when I'm gone."
               -Take off!-gritó Bey, y Sabrae se atusó el pelo mientras empezaba su parte. La gente empezó a susurrar, comulgando con mi hermana pero no atreviéndose a intervenir de ninguna otra manera. No querían perdérsela, y menos en una canción así.
               Sonreí mientras esperaba a que se acercara el rap más jodido, Sabrae nunca conseguía calcarlo del todo y terminaba ahogándose y liándose con las palabras. Por mucho que lo escuchara, siempre había algo que cambiaba, una frase con la que tropezaba y un momento en el que sus pulmones no dieran más.
               No fue el caso esa noche, y bordó cada palabra acelerando incluso el rap. Todo el mundo se volvió loco cuando se saltó la parte en la que Nicki tomaba aire de forma teatral, porque soltar tantos versos de seguido y a esa velocidad era jodidísimo.
               -Man, fuck you and your lady, Gun' butt you, 'cause you shady, Now which bitch want it?-se inclinó hacia delante y le cogió una gorra a uno de los chicos que más cerca tenía- Cause that bitch get it-se la puso al revés, haciendo que sus rizos brillaran con una nueva luz. Se acuclilló un poco y alzó la mano que no sujetaba el micrófono- I gave him to you bitch-se volvió a poner de pie y se retiró a la parte más cercana a la pantalla de la pequeña plataforma- Don't fucking forget it-puntualizó, sonriendo y retirándose para dejarle todo el protagonismo a Eleanor, que recogió el testigo con una chulería que, ¿por qué no decirlo? Me volvió loco.
               Se pusieron a bailar con Tam y Bey, y luego las dos juntas, sacudiendo las caderas como veías hacer a las mujeres de los vídeos más polémicos de la rapera con la que había trabajado Ciara para crear semejante canción.
               -Nuestros bebés, Scott-se quejó Tommy, sacudiendo la cabeza.
               -Yo no la elegí en el puto orfanato para que ahora me lo pague así-le respondí, pero no estaba seguro de si lo decía porque se desenvolvía incluso mejor que yo, o por los movimientos que estaba haciendo. Sospechaba que los movimientos eran el menor de mis problemas en ese instante.
               Bastante tenía con que no se me cayera la baba mirando a Eleanor.
               -Nos las han pervertido-asintió Tommy.
               -¿Crees que seguirá en garantía? ¿Podré devolverla y llevarme otra?
               -Podemos probar.
               Sabrae volvió a hacerse con el micrófono, y consiguió sorprender cuando nadie pensaba que pudiera hacerlo. Mantuvieron la pose de divas hasta el final del último acorde, y luego se echaron a reír y se abrazaron.
               -¡¿Qué ha sido eso?!-le gritó Diana cuando se acercó a nosotros. Sabrae se dejó abrazar, incluso devolvió el abrazo. Me miró con aprensión.
               -Pobre Scott, que quería que hiciera el ridículo delante de todos sus fans, y acabo de dejarlo sin ninguno.
               -Lo que yo quería era que todos supieran lo cojonuda que eres, hermana. Para que tengan envidia de lo que tengo en casa.
               Se abalanzó sobre mí y apretó su cuerpo contra el mío en el abrazo más cariñoso que me había dado en meses. Me besó en la mejilla y me dio las gracias. ¿Por qué? ¿Por impartirle disciplina? ¿Por enseñarle hasta qué punto podía ser buena? ¿Por demostrarle que lo único que se interponía entre todo lo bueno que podía conseguir y ella, era ella misma?
               Le acaricié la cintura y dejé que subiera de nuevo con Eleanor, esta vez a monopolizar la atención con otra colaboración de Nicki Minaj en la que Eleanor, aun así, pudo lucirse haciendo la parte de Rihanna en Fly.
               Sabrae hizo las armonías de la hermana de su amiga, demostrando que podía ocuparse de más cosas que de un simple rap, y sonrió, se quitó la gorra y se mordió la lengua mientras sonreía, haciendo reverencias con el brazo de Eleanor a la espalda y el suyo en la de ella.
               -¿¡Quién quiere escuchar a una Malik destrozar Pillowtalk!?-bramó, y yo me arrepentí de haberla subido allí.
               -Ya estamos saliéndonos de nuestro lugar-protesté, pero Tommy se echó a reír. Eleanor saltó de la plataforma y se fue con sus amigas. Sabrae le hizo un gesto a Jordan, que me miró riéndose y asintió, sabedor de lo poco que me gustaba escuchar la música de mi padre en público, ya no digamos oírsela cantar a mi hermana pequeña.
               Hasta Tommy se puso a cantarla, la madre que lo parió. Yo bebí de un trago los chupitos que le correspondían a él, Logan, Diana y Bey, así como el mío.
               Me incliné hacia delante en el asiento y busqué entre la gente a Eleanor. Conseguí verla cuando una pareja dio un paso al frente, con los móviles en alto, grabando ese momento para reproducirlo en la posteridad. También cantaba, con los ojos clavados en el escenario y las manos constantemente apartándose el pelo.
               Tuvo que sentir mi mirada, porque sus ojos de gacela se clavaron en los míos cuando empezó el primer estribillo. Sonrió y me cantó directamente a mí. Aunque no podía escucharla, y sólo podía leer sus labios y unirlo a la voz de mi hermana, sentí cómo la conexión que teníamos se reforzaba.
               Cantarle a alguien a metros de distancia en una sala abarrotada de gente mientras lo mirabas a los ojos era de las cosas más eróticas que podías hacer, créeme.
               Se mordió un poco el labio cuando llegó la parte del “fucking in, fighting on”.
               Tenía que agradecerle a mi padre muchas cosas, por ejemplo, que me hubiera dado la vida. Pero más tenía que agradecerle que él fuera la causa de ver cómo Eleanor se mordía el labio cuando decía esa palabra.
               Terminó la canción, ella me sonrió, y supe que estábamos a punto de ir al baño. Escasos minutos nos separaban de lo mucho que nos necesitábamos el uno al otro.
               Sabrae saltó del escenario y le tendió la gorra (negra, de cuero, con una placa dorada con el símbolo de Batman) al chico al que se la había cogido, pero él le dijo algo, y ella sonrió y se la volvió a poner.
               Empezó a sonar Singing in the shower, y yo me lo tomé como la excusa perfecta para ir en busca de Alec, que bailaba muy pegado a una chica de pelo castaño que se lo toqueteaba cada dos por tres. Pronto podrían irse a un sitio más tranquilo a conocerse mejor.
               -Alec. A. Alec-odiaba tener que recurrir a él, y más cuando se le veía tan ocupado, pero era gilipollas y me había dejado los condones en la mesilla de noche. Y no podía pedírselos a Tommy, por eso de que me queda un poco de decencia, y tal.
               Él, lejos de poner los ojos en blanco y mandarme a la mierda, tal y como me merecía, le prometió a su chica que volvería en seguida, preferiblemente con un par de bebidas, y le pidió que no se moviera de allí. Dejó que le arrastrara hasta la barra y asintió con la cabeza cuando espeté:
               -Préstame uno.
               No preguntó qué. ¿Qué le podría estar pidiendo yo a él? ¿Qué me podría pedir él a mí a esas horas de la noche?
               -¿Sólo uno, S? Vaya, hermano, ¿qué ha sido del optimismo que te caracteriza?
               Sonreí y le cogí la cara entre las manos.
               -Eres mi salvación, tío.
               Cogió un vaso huérfano y lo alzó en mi dirección.
               -A tu salud, hermano.
               -Que folles bien-respondí yo, aceptando el paquetito que me tendía y dándole una palmada en la espalda.
               -Deséame suerte.
               -No la necesitas.
               -Ya lo sé-respondió, andando hacia atrás y abriendo los brazos, como si fuera el amo y señor del local-, pero la frase suena de puta madre, tienes que admitirlo.
               Volvió con su chica, y la acompañó a casa. Resultaba que era universitaria y vivía en el centro. No se marchó de madrugada, porque estaba a gusto con ella. Incluso desayunaron juntos (Alec a veces lo hacía, en eso era más espabilado que yo), echaron otro polvo sobre la minúscula encimera de ella, y Alec, sorprendentemente, le dio su número.
               Una tía tenía que follar muy bien (o comerla muy bien) para que Alec le diera su número.
               Ya con el paquetito guardado a buen recaudo en el bolsillo de mis pantalones, volví al sofá. Tommy se incorporó y se desperezó.
               -¿Vas tú ahora, hermano?
               -Sí, ¿quieres venir?
               -Déjame contemplar tu gloria desde la grada esta noche, ¿mm?-me lo camelé, y él se echó a reír. Subió los peldaños y sonrió con satisfacción cuando la gente celebró su llegada. Diana no estaba en ningún lugar de los alrededores; casi tanto mejor.
               Miré a Eleanor, e hice un gesto con la cabeza en dirección a la barra. Se levantó antes que yo.
               -El-saludé, con fingida indiferencia, como si no me muriera por separarle las piernas.
               -S-respondió ella, agitando la melena con indiferencia, como si no se muriera por que le separara las piernas. Si dice mi nombre entero después de lo de Sabrae, se lo hago aquí encima.
               Se pidió un chupito con una cereza (evidentemente), y la camarera quiso cobrárselo.
               -Cóbraselo a Jordan; me debe una pecera.
               Nos apoyamos en la barra, tan cerca que podíamos sentir el calor que manaba del cuerpo del otro, y vimos cómo Tommy terminaba de cantar. Hizo una nota alta y yo grité más que nadie, porque Tommy no acostumbraba a hacer esas cosas.
               Me tomé otro chupito e hice un gesto con la cabeza en dirección al baño.
               Cuando estábamos llegando, ocultos bajo un muro de gente que observaba con mucha atención los movimientos de un par de tíos que luchaban por hacer breakdance, la agarré de la mano y tiré de ella hacia mí. La besé antes de llegar a la puerta. Ella me mordió un poco el labio.
               -Estate quieta o no llegamos.
               -¿No se trata de llegar?-se burló, acariciándome los brazos con unas manos que podrían curar todas las enfermedades del mundo. Uno de los chicos consiguió mantenerse sobre una mano durante un par de segundos, y yo me uní a la ovación general.
               Ella, no. Me empujó contra la puerta y me besó con fuerza, con rabia, como si me odiara. Yo le devolví el beso como el beduino que se tira al estanque de un oasis después de semanas creyendo que va a desfallecer de sed. Su boca hizo que me olvidara de mi nombre, sus manos hicieron que me olvidara de que existía en un planeta minúsculo que orbitaba una estrella aún más minúscula, su lengua hizo que no recordara que tenía un cuerpo más allá de aquel al que besaba y acariciaba.
               Mis manos bajaron hasta su culo y ella gimió cuando se lo apreté, empujándola contra mí. Cerró los ojos un segundo, el segundo que nos separamos, disfrutando de lo cerca que estábamos el uno del otro, de lo mucho que nos sentíamos.
               -Tenemos que entrar ya.
               Las estrellas me dieron la espalda un segundo cuando nos cruzamos con Diana, que nos miró alternativamente a mí y a ella. Suspiró.
               -Scott se ha ido con una rubia-informó Eleanor. Diana volvió a suspirar.
               -No será conmigo-y se hizo a un lado. Me apeteció darle un beso por no ser la gilipollas de siempre.
               Nos metimos en un cubículo y empezamos a besarnos antes incluso de que yo pudiera echar el pestillo. Usamos mi espalda como cerrojo, y sus manos consiguieron arrastrar la pequeña barra por el pequeño pasador. Suspiró con satisfacción al darse cuenta de que estábamos solos.
               Se detuvo un momento.
               -¿Qué pasa?-pregunté. Miraba la puerta. Miraba las pintadas.
               -Aquí empezó todo-fue su respuesta. Y me di cuenta de que los dibujos de la pared coincidían con mis recuerdos del fondo que había tenido el espectáculo en el que ella se había echado hacia atrás, intentando escapar de las garras de aquel cabrón.
               -Vamos a otro-sugerí, pero ella negó con la cabeza, acercándose a la taza del váter y bajando una tapa que, milagrosamente, estaba limpia.
               -No. Aquí tiene poder. Quítaselo. Házmelo aquí. Hagámoslo en todos, pero, primero, aquí.
               La agarré de las caderas y la senté en el depósito de agua. Me acerqué a ella y le separé las piernas.
               -Llevas falda-observé, complacido. Chica lista.
               -Así es-fue su contestación.
               -Buena chica.
               Puse una mano en su rodilla, y fui subiendo por debajo de la tela de ésta.
               -Pero llevas medias.
               -Mi vida no se basa en facilitarte a ti la tuya.
               -Me he dado cuenta-repliqué, llegando al borde de sus medias y bajándoselas, junto con sus bragas. Sólo un poco. Lo justo para meter la mano-. Lo has hecho genial ahí fuera, de veras-la alabé-. Tuve que controlarme para no ir inmediatamente a verte.
               -Lo sé. Tengo pensado amargarte la existencia, S.
               -Di mi nombre entero con esa boca que se muerde los labios cuando dice la palabra “joder”.
               -No-sonrió.
               -Di mi nombre-insistí. Era lo que necesitaba. Tenía en la mente la imagen de ella mordiéndose los labios. Molestemos a los vecinos en un lugar en el que perder nuestros miedos.
               -No.
               Me eché a reír.
               -Eleanor. Di mi nombre.
               Mi mano seguía acariciándola, y parecía un pantano que se desbordaba entre mis dedos. Todavía le duraba el calentón de verme de mala hostia.
               -No.
               -Mi amor-se estremeció, no sé si por el efecto de la palabra en sí, o porque lo combiné con un movimiento un poco más atrevido, rozando ese minúsculo rincón en el que las chicas esconden tantas terminaciones nerviosas-. Di mi nombre.
               Saboreó los efectos que su excitación tenía en mí. Me acarició el vientre y siguió bajando.
               -Fóllame-fue su respuesta. Y sonreí. Porque a eso podíamos jugar dos, y yo era un experto, tenía un nivel 50 y tres estrellas doradas donde ella apenas conseguía un 11 y una medalla de bronce.
               Terminé de bajarle las medias, ella gimió cuando empecé a bajar por su escote, le besé el vientre por encima de la ropa, y le subí un poco la falda. Separó las piernas, dispuesta a dejar que la saboreara, y vaya si lo hice. Lo hice con gusto, y ella se dejó probar con más gusto aún. Se retorció entre mis manos, movió las caderas, acercándose más a mi boca.
               -Mi amor-dije, apartándome de ella, dejándola a medias, haciéndola sufrir. Suspiró de pura tristeza y expectación.
               -Fóllame-casi me suplicó-. Si me lo haces, te lo digo.
               La miré a los ojos mientras con mi sonrisa de Seductor ™ me desabrochaba el primer botón de los vaqueros.
               -¿Qué me estás haciendo?-le pregunté, porque era un misterio. Casi no me estaba tocando y yo la sentía encima de mí, debajo de mí, alrededor de mí. Era más esencia que persona, era un aroma, casi un estado de ánimo. Sonrió con malicia, se inclinó hacia delante, me desabrochó el segundo botón, me bajó la cremallera y jugó con el elástico de mis bóxers hasta hacerme perder la razón. Ni siquiera recordaba cuántos años teníamos. Si era inglés o mexicano.
               Sacó mi miembro y lo acarició despacio. No, como hiciera eso, íbamos mal. Tiró de mis vaqueros hasta acercarme a ella; me acarició el culo, metió la mano en el bolsillo trasero y sacó el paquetito de plástico. Hizo caso omiso de las instrucciones que te daban, y que caían de cajón: nada de morderlo para abrirlo, puedes pincharlo sin querer.
               Me importaba una mierda.
               A ella también le importaba una mierda.
               -Cosas malas-se inclinó hacia mí, me puso el preservativo con precisión milimétrica. Recé a los cielos por que dijera mi nombre, porque la iba a tomar sí o sí, y no podía permitirme perder nuestra primera batalla. No así.
               Pero, oh, Dios, era tan deliciosa. Alá la había hecho para mí, era la que me completaba…
               -…Scott.
               Saboreó mi nombre, lo celebró, le dio un nuevo significado. Me incliné para besarla y entré en ella, y los dos gemimos y suspiramos y nos dijimos que nos deseábamos mientras luchábamos por llegar. Le tapé la boca cuando empezó a subir el volumen; ella me mordió los dedos, y la boca y el cuello, y también el lóbulo de la oreja.
               No sé cómo lo soporté. Bastante aguanté para todo lo que me estaba haciendo.
               Se abrió una puerta con fuerza. Se escucharon pasos.
               -¿Scott?
               ¡No me jodas!
               Eleanor y yo nos quedamos mirando. Le tapé la boca. Ella me la tapó a mí. Le quité la mano de mi boca.
               -¡Presente!
               -¿Qué haces?
               -¿A ti qué cojones te parece que hago, Thomas?
               -Layla nos necesita.
               Tu hermana estaba a punto de correrse, no podías ser más inoportuno.
               -Ahora voy. Dame dos minutos.
               Seguí acariciando a Eleanor mientras no nos movíamos.
               -Tú quédate conmigo, ¿vale? Quédate conmigo.
               Sí, Scott, y tú quédate con ella.
               Volvió a moverse, y volvió a activarme. Me arañó la espalda, yo le besé las clavículas, el hombro, el cuello. Era mía y yo era suyo.
               Tommy volvió a entrar.
               -¡SCOTT!
               -¡Ya voy!
               -Yo también voy-susurró ella, no sé si refiriéndose a que estaba a punto de acabar o que quería ir con nosotros a estar con Layla. Por cómo movía las caderas, me figuré que sería lo primero. Yo le tapé la boca y le pregunté si estaba mal de la cabeza.
               Éramos tal para cual.
               -¡MUEVE EL CULO!
               -¡QUE YA VOY, ME CAGO EN DIOS!
               Suspiró con tristeza cuando escuchamos a Tommy cerrar de un portazo la puerta del baño. Puse los ojos en blanco.
               -Otra vez…-empezó, pero yo le puse el índice en los labios.
               -Ni se te ocurra terminar esa frase. En mi vida he dejado a una chica a medias, y no voy a empezar con mi novia.
               Decidí que era momento de jugar sucio; la acaricié y la empujé al mismo tiempo, la besé, recorrí sus labios con mi lengua, le hice cosquillas… y terminó haciéndolo.
               Pero yo estaba demasiado agobiado. Genial. El gilipollas de mi mejor amigo tenía la culpa de que no fuera a ser capaz de terminar. Y ahora ella pensaría que era culpa suya que yo no rindiera, y se comería la cabeza, y lo último que necesitábamos los dos era que ella empezara a comerse la cabeza. Joder, ¿por qué me tenían que pasar a mí estas cosas? Si nunca me había ocurrido nada por el estilo con ninguna otra chica, por muy borracho que estuviera. Si hasta tenía que controlarme en ocasiones, cuando estaban demasiado buenas y yo quería sorprenderlas durando más, y me ponía a pensar en otras cosas mientras ellas gemían mi nombre, pero nunca conseguían hacerlo igual que Eleanor.
               ¿Por qué, para una que me gustaba de verdad, una a la que quería complacer por ella, y no por orgullo, tenía que sucederme eso? Joder, Scott, tío, céntrate. Mira qué buena está. Mira cómo se mueve. Además, esto tiene morbo. Si Tommy os caza, estás muerto.
               Madre mía, cómo sacude las caderas.
               Joder, Scott, cómo te está follando.
               Le comí la boca como si fuera Ramadán y acabara de ponerse el sol. Y ella era mi plato favorito. Ella sonrió en mi boca, siguió moviéndose acompañando mis embestidas.
               Me sostuvo la cara entre las manos cuando le pareció que me estaba pasando.
               -Scott. Scott. Espera.
               Me detuve.
               -¿Te estoy haciendo daño?
               Negó con la cabeza.
               -No-sonrió con timidez-. Me gusta, pero… no te agobies.
               -No lo hago.
               -Menos mal que mi hermano es retrasado, porque mientes fatal-me besó los labios y me acarició la mejilla-. Te quiero. No te agobies. Háznoslo despacio. Disfruta del proceso. No te obsesiones.
               Me acarició los brazos.
               -Vuelve a decirme eso.
               -¿El qué?
               -Que me quieres. Vuelve a decírmelo.
               -Te quiero-sonrió, subió con las manos de mis brazos a mi cuello, y me acarició por debajo de la mandíbula y en la nuca; madre de Dios-. Te quiero, te quiero, te quiero, ¡te quiero!-lo acompañó con un beso, con una caricia, un suspiro. Ya no la empujaba, hacía que nos balanceásemos-. Despacio, mi amor. Házmelo despacio.  Háznoslo a los dos despacio.
               “Háznoslo”. A los dos. Éramos un todo.
               Éramos un todo y ella así lo creía, y me lo transmitía en un tono que bien podría curar el cáncer.
               Me equilibraba a la perfección; sabía cuándo tenía que animarme y cuándo tranquilizarme. La primera vez que me besó fue en ese mismo baño, a medio metro de distancia, a una semana de aquel momento. Y me había tranquilizado igual que me tranquilizó entonces. Me miró a los ojos con cariño. Ni Ashley me había mirado así la primera vez que estuve con ella.
               Se balanceó despacio conmigo, movió las caderas en círculos.
               -No tenemos prisa. Podemos alcanzarlos.
               Me habría machacado no poder correrme. Por lo menos tendría el consuelo de haber conseguido que ella llegara. Pero ella me hizo llegar a mí. Me acarició el cuello despacio cuando terminé, me apartó un par de mechones de la cara y me besó en la frente.
               -Mi niño precioso.
               -Yo no te quiero, El. Te adoro-le dije, besándole los labios. Todavía le sabían un poco a cereza.
               -Eres el amor de mi vida, Scott. No voy a dejar que te pase nada malo.
               Entrelazó nuestras manos, nos miramos a los ojos un rato más.
               -Sólo tú puedes hacer que haga el amor en una mierda de baños como éstos-murmuré. Me besó la garganta, muy cerca de la nuez.
               -Sólo tú serías capaz de que me apeteciera hacerlo así aquí. De que no me quisiera subir las bragas y decir “venga, tenemos prisa”.
               -La tenemos.
               -La única prisa que voy a tener a partir de ahora será para disfrutar de nuestros cinco minutos juntos-murmuró, siguiendo la línea de mis labios con el pulgar.
               Era un momento genial para decírselo. El mejor momento que se me iba a presentar. “Eleanor, estoy enamorado de ti”. Se lo diría y sonreiríamos, nos besaríamos, no nos enrollaríamos de nuevo porque tendríamos prisa, pero nos miraríamos en el metro como se pueden mirar las personas que se saben del otro. Sabrae nos miraría con perspicacia, preguntándose qué nos habría pasado. No me importaría que Diana se empezase a liar con Tommy. Porque Eleanor lo sabría, y no me importaría nada más.
               No tuve huevos. Me estaba armando de valor cuando algo en mi cabeza me dijo que no debía hacerlo. No allí. No en un baño. Se merecía algo mejor. Bastante mejor. Llevaba toda la vida esperando para oírmelo decir. Tenía que preparar algo especial. No tenía por qué ser una cena o rosas, pero desde luego, tenía que decírselo antes de acostarnos. Que supiera que estaba enamorado de ella incluso cuando no nos habíamos mezclado. Que lo decía en serio, y no por tener la lengua suelta como sólo me la liberaban las endorfinas del sexo.
               Se pasó el pulgar por la lengua y me lo pasó por los labios.
               -Tienes… mi pintalabios.
               -No dejes de echártelo nunca.
               Se echó a reír.
               -¿Sabes cuándo lo estrené?
               Negué con la cabeza.
               -La noche en que empezamos a salir.
               -Es imposible.
               Me sacó de ella, me quitó el preservativo y me ayudó a abrocharme los pantalones cuando vio cómo me temblaban las manos.
               -Pareces una hoja.
               -Me pones nervioso.
               -Es lo más halagador que me has dicho esta noche.
               -Te he dicho que te quería.
               Contuvo una mueca de disgusto al ver la carrera que se le había formado en las medias.
               -¡Scott!-se echó a reír, a pesar de que estaba enfadada conmigo.
               -¿Qué?
               -¡Me costaron 12 libras!
               -Pues tenemos dos opciones: o dejas de ponerte ese pintalabios milagroso, o te compras medias más baratas, porque vas a seguir acelerándome.
               -Creo que las he visto por 3-meditó, enrollándolas y tirándolas a la papelera. Me revolvió el pelo.
               -No sé qué vamos a hacer con esos labios rojos tuyos, corazón.
               -A mí me queda bien todo, preciosa.
               Ni siquiera nos dio la cabeza para salir separados del baño. Por suerte, todos estaban ocupados intentando localizar a Eleanor, de forma que pude poner de excusa a nuestra cercanía que la había encontrado. Tommy quería matarme; había estado un montón allí dentro.
               -¿Qué coño te pasa, tío? ¿Te encontraste con dos y te las trabajaste a ambas?
               -¿No teníamos prisa? Pues ya discutiremos de camino, joder.
               Sabrae se unió a nuestra comitiva en la despedida. El ánimo cayó al vernos marchar. Se imaginaban que estaríamos más tiempo, que el espectáculo duraría un poco más. La noche acababa de torcerse.
               Pero, al final, el plan de Tommy iba sobre ruedas. Y yo sin saberlo.

26 comentarios:

  1. VAN A DESTROZAR AL CABRON. SI SI SI SI.

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  2. LA HOSTIA. POR UN MOMENTO HE PENSADO QUE TOMMY LOS IBA A PILLAR.

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    1. A mí ni se me ocurrió escribirlo, sería SÚPER ÉPICO pero me jodería todos los planes :(

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  3. POR QUE NO LE HA DICHO QUE ESTÁ ENAMORADO DE ELLA JODER.... (lo veo normal en realidad) PERO JOLIN QUIERO QUE SE LO DIGA YA

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    1. Porque está esperando a ser súper bizcocho y que nos reviente un pulmón a todos es que madre mía que alguien llame a la poli

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  4. VAN A DARLE UNA PALIZA Y VAN EN MANADA. OH DIOS. ME GUSTA ESTO MUY MUCHO

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  5. El otro día dijiste que te imaginabas a Sabrae como una modelo, ¿hay algún otro personaje que te imaginas también como un modelo/personaje?

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    1. A Chris. De hecho, me lo imagino TANTO como a un famoso que ni siquiera le cambié el nombre. Le pongo la cara de Chris Brown, pero sin los tatuajes y todo eso.
      A Diana me la imagino dándose un aire a Barbara Palvin, pero menos "angelical" que ella (es que Barbara tiene una cara de bizcocho que ayyyyyyy me duele el corasonsito).
      Por último, a Bey y Tam me las imagino como Fleur East, pero en versión un poco más joven. <3

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  6. "Alá la había hecho para mí, era la que me completaba…" ME DUELE LA PATATA

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  7. I'm very lost. ¿En que curso de supone que están cada uno?

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    1. No sé cómo va la educación en Inglaterra, así que los metí en una especie de equivalentes inventados de los cursos que tenemos aquí.
      Scott y Tommy estarían en segundo de Bachiller (pero acaban a la vez que los demás porque me da a mí la puta gana, ea).
      Diana estaría en primero de Bachiller, Eleanor en 4º de ESO y Sabrae en 3º.
      Layla está en 2º de carrera porque no ha querido ir de año sabático como hacen la mayoría de ingleses. La chiquilla es sabia

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  8. "Su boca hizo que me olvidara de mi nombre, sus manos hicieron que me olvidara de que existía en un planeta minúsculo que orbitaba una estrella aún más minúscula, su lengua hizo que no recordara que tenía un cuerpo más allá de aquel al que besaba y acariciaba." Y esto es lo que pasa cuando estas enamorado. No me lo quiero imaginar en unos meses wno

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  9. Nuestros bebés dice xd. Tu mejor amigo se esta follando a tu bebe.

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    1. NO TIENES CHILL NI LO HAS CONOCIDO EN TU VIDA. ME CAES BIEN. SÉ MI AMIGA.

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  10. LA TENSIÓN SEXUAL ENTRE SCELEANOR MIENTRAS SABRAE CANTABA ME HA ENTRADO EN EL OJO DERECHO VAMOS.

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    1. DE VERDAD ES QUE ELEANOR LO PUTEA HASTA CUANDO NO DEBE A MÍ SCOTT ME ESTÁ EMPEZANDO A DAR PENITA QUÉ QUIERES QUE TE DIGA

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  11. El día que le diga que está enamorado de ello me da un ataque y me tienen que ingresar, lo estoy viendo....

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    1. Os vais a M O R I R con lo que tengo pensado, no lo vais a ver venir. Será una puñalada por la espalda.
      Ya la disfrutaré por vosotras, traquilidad.
      ¯\_(ツ)_/¯

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  12. Me encanta lo sobradisimos que son Scommy de

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    1. A MÍ TAMBIÉN es que son sobrados pero sin llegar a ser faltosos, me los como

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  13. Ayyyyy. Quiero ver como destruyen al hijo de puta de Chris. Cuando crees que subiras? ??

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    1. Ya he acabado los exámenes así que tengo un montón de tiempo para escribir, así que seguramente suba el 28
      O sea, pasado mañana
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      (ya tengo el capítulo escrito, pero me estoy haciendo la interesante JAJAJAJAJA)

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