Fue un comienzo de año
cojonudo; creo que el universo me estaba avisando de que mi suerte se estaba
dando la vuelta, y de que los dioses se volvían en mi contra.
No contento con preocuparme por Sabrae, también tenía
que preocuparme por Tommy, porque el muy imbécil había elegido la única noche
en la que era yo, por ley, el que me
desmadraba sin temor a que me pasara nada más grave que acercarme
peligrosamente a un coma etílico, para beberse hasta el agua de los floreros.
Tuve que aguantar la cabeza dándome vueltas, los
estridentes sonidos perforándome la mente y los colores cuyas formas se iban
difuminando a medida que yo bebía (poco) e iba teniendo más y más sueño
(mucho), esperando una señal que no parecía llegar.
Tommy se empeñaba en seguir bebiendo, y yo tenía que
quitarle la botella, recriminarle que quisiera ponerse aún peor, y él me miraba
con ojos vidriosos. Seguro que ni sabía quién era el que le hablaba.
Puede que debiera aprovechar para decirle lo de
Eleanor.
-Soy un ser humano pésimo-espetó, mirando la tabla de
parchís en que estaban echando una partida. Yo no podía parar de fumar. Todos
lo miraron, un poco alelados; yo era el único más o menos espabilado del grupo.
Bueno, también estaba Alec, pero con él no podía
contar. No con mi hermana en ese estado. No con mi hermana tan cerca.
-¿Por qué?-cacarearon a la vez, y yo puse los ojos en
blanco, y encendí otro cigarro, intentando no pensar en que Sabrae podría estar
en coma a unos metros de mí, convenciéndome de que no podía subir a ver cómo
estaba, porque en cuanto yo me marchase, se desataría la locura en mi grupo de
amigos.
Tenía que cuidar de ellos, porque ellos habían cuidado
de mí.
-Estoy haciendo barrera-comentó Tommy, con los ojos
tristes, y de repente se echó a reír, le dio un manotazo a la tabla, y todas
las fichas de colores salieron disparadas. Los demás lo miraron en silencio-.
¿Creéis que así es como se elige a qué cuidad van las Olimpiadas?-preguntó, y
yo fruncí el ceño.
El sol empezaba a salir por el horizonte cuando Tommy
se volvió hacia mí, y espetó:
-Quiero dormir.
Se tumbó cuan largo era encima del sofá que
ocupábamos, me pegó la cara en el hombro, se quitó la chaqueta y se la tiró por
encima. Dejó escapar un profundo suspiro y
se acomodó contra mí. Le di un beso en la cabeza, y le dije que se
durmiera.
-Sssssssssssssscott-siseó, como si fuera una
serpiente.
-Mm.
-He estado pennnnnnnnsando-murmuró. Y yo asentí.
-¿En qué?-di una calada al cigarro, Tommy lo miró con
fascinación. Era un troglodita que descubría el fuego-. ¿Tommy?
-¿Qué?
-¿En qué has estado pensando?
-¿Yo? En nada, bastante tengo con lo que tengo-bufó.
-¿Y qué tienes?
-¿Tengo algo?
-Eso has dicho.
Se quedó pensando un momento.
-Somos gays-soltó, y yo me tuve que echar a reír-.
Estamos en el armario. A mí no me basta con una tapadera. Por eso necesito
dos-comentó-. ¿Me quieres?-clavó los ojos en mí, los ojos azules que volvían
loca a Diana, los ojos que reconfortaban a Layla, los ojos en los que yo me
quedaría a vivir sin dudarlo.
-Claro, T.
-¿Ves? Somos gays-sentenció, acurrucándose contra mí-.
Pero no me pones. Eso, nunca, Scott-me aseguró.
-Sabes que los gays se sienten atraídos unos por
otros, ¿no?
-Somos gays light-refutó, y yo asentí con la cabeza.
Los cuerpos de la gente que se había quedado tirada en
el suelo, dormida, arrancaban sombras extrañas a la luz que se iba colando por
las ventanas. ¿Qué hora era?
Tommy me pasó una mano con torpeza por la boca.
-Te falta el piercing-observó.
-Se me ha caído-mentí, y no me sentí muy bien al
hacerlo, a pesar de que estaba borracho y no podía darse cuenta. Precisamente
por eso era por lo que no me sentí
tan bien.
-¿Estando con mi hermana?-preguntó, y me volví para
mirarlo.
-¿Qué?
-¿Se te cayó estando con mi hermana?
Me empezaron a sudar las manos.
-¿Cómo se me iba a caer estando con Eleanor,
Tommy?-espeté, y mi voz se elevó un par de octavas.
-Sabrae quería que te lo quitaras; puede que el que se
te cayera estando con ella…
-¿Sabrae?-espeté-. Sabrae es mi hermana, no la tuya.
-¿De verdad?
Me eché a reír.
-¿Sabes que eres blanco, y ella, negra, Tommy?
-No soy blanco. Soy color carne. No es lo mismo-me
discutió, tozudo como él solo-. Blancos son los folios. Y Sabrae es marrón. Tú
también eres marrón. Bueno, no marrón, marrón-meditó-.
Sólo la mitad. Sabrae sí que es marrón. Tú eres mar. Ella es marrón-debatió,
por fin, y yo alcé las cejas, sorprendido ante aquella tesis doctoral-. ¿Scott?
-¿Mm?
-¿Sabrae se pone morena?