jueves, 8 de septiembre de 2016

La cabra tira al monte.

Caminamos en silencio, pegados el uno al otro, con los brazos rozándose y las manos metidas en los bolsillos. Nos estábamos comiendo la cabeza con sincronización.
               Yo pensaba en las cosas que podíamos haber hecho mal, en que el cadáver estaría en una posición extraña, en que si la cabeza no ardía estaríamos muy jodidos; no sólo nosotros, sino también Layla.
               Y también pensaba en lo jodido que estaba yo, en lo jodida que estaba Layla, y en lo jodida que iba a estar Diana por mi culpa si seguía con esto. Tenía que elegir, hacerlo rápido, que el corte fuera limpio y se amputara el miembro infectado.
               Scott se mordía el piercing, mirándose los pies. Sabía, sin que yo se lo dijera, que me estaba comiendo la cabeza de forma bastante más seria de la que había pensado en un momento.
               No podía decirme que estaba con Eleanor.
               Le necesitaba… y él me necesitaba a mí.
               Eleanor iba a matarlo.
               O Eleanor me lo largaría, y yo me pondría como una fiera, me cebaría con ella, y luego él y yo tendríamos movida… y, total, él estaba seguro de que íbamos a tener movida, así que lo de cebarme con ella era absolutamente innecesario.
               Estábamos a un par de manzanas de la estación de metro en la que nos íbamos a meter cuando Scott escuchó una llamada en su interior. Se detuvo, levantó la cabeza y miró a su derecha.
               Yo me detuve también, y lo miré un segundo, contemplando cómo la chispa de la esperanza acompañada del arrepentimiento nacía en su interior. Miré el edificio que estaba mirando.
               No había que tener un máster en arquitectura para saber que aquello era una mezquita. Es decir, la separación que tenía con respecto a los demás edificios, su tamaño, y sobre todo su decoración, formada exclusivamente por figuras geométricas de colores, te daba un par de pistas sobre lo que sucedía allí.
               Había frases escritas sobre las puertas de entrada, y un rosetón en el centro.
               En ningún sitio había ni una sola figura humana.
               Lo único que no me cuadraba en el islam, y que yo no me tragaba de Scott, era que fueran capaces de rogarle una miríada de cosas a un ente al que ni siquiera le ponían cara. No concebía cómo podías hablar con alguien, con algo, cuya apariencia ni siquiera te permitías imaginar.
               Incluso los cristianos que no seguían la doctrina bíblica le ponían cara a Dios. Y no tenía por qué ser la de los frescos del Vaticano o las esculturas de las catedrales. Podía ser perfectamente la de un niño, como en Exodus, pero… eso de adorar algo sin forma, no me entraba en la cabeza.
               -¿Quieres entrar?-pregunté, porque sabía que Scott cuidaba de su espiritualidad, de forma muy suave, pero la cuidaba. Su religión era como un cactus para él: aguantaba, y aguantaba, y aguantaba, sin que él hiciera mucho por cuidarla, pero, de vez en cuando, necesitaba que lo regaran.
               Clavó los ojos en mí. Yo giré la cabeza.
               -¿Quieres entrar, sí o no?-insistí.
               -Necesitamos ayuda, Tommy-me dijo solamente-. Cualquier mano que nos eche un cable es buena.
               Asentí con la cabeza, y lo seguí en dirección a las puertas. Se me quedó mirando.
               -¿Vas a entrar conmigo?-espetó.
               -¡Claro! Si necesitas ayuda es por mi culpa, ¿no? Venga, tira.
               Nos quitamos las gorras antes de empujar la puerta, nos lavamos las manos y accedimos a la nave interior.
               Me quedé mirando las paredes y el techo, totalmente desnudos y, a la vez, increíblemente elaborados. No había ninguna imagen tampoco allí dentro, pero por todas partes había palabras en el idioma de los ancestros de mi mejor amigo que no dejaban un solo rincón sin contagiarlo de arte.
               Scott fue hasta el centro de la estancia, iluminada por unas velas. Un par de hombres de mediana edad nos miraron un momento, y luego, siguieron a lo suyo. El imán colocado junto a un pedestal en el que se mantenía abierto un libro clavó sus ojos en nosotros… en mí.
               Dejó sus gafas encima del libro y se acercó mientras dejábamos las cosas al lado de unas alfombras viejas y deshilachadas.
               -Salam malecum-nos saludó, y sus ojos no se apartaban de mí, desconfiados.
               -Malecum sala-respondimos automáticamente.

               -¿Puedo ayudaros, hijos?-inquirió en árabe, entrecerrando ligeramente los ojos, porque yo apestaba a cristiano, y, ¿cómo me atrevía a ir allí y fingir rezar, precisamente en esas fechas?
               -Buscamos la iluminación-respondió Scott en el mismo idioma, y el anciano clavó los ojos en él, impresionado. Se enzarzaron en una conversación rapidísima, de la que no entendí casi nada.
               -Os dejaré solos-accedió por fin el hombre, volviendo a su lugar, no sin antes dedicarme una mirada de advertencia. Su templo, sus normas. Lo capto, señor.
               Scott recibía las mismas miradas cada vez que lo metíamos en una catedral, especialmente en las que no estaban acostumbradas a recibir turismo. Cuando íbamos a Asturias y nos dejaban, cogíamos el tren, íbamos hasta Oviedo, y Sabrae siempre se empecinaba en meterse en la catedral. A ella no la miraban de la misma forma que a su hermano; pobrecita muchacha de color, sería hija de algún país cristianizado hacía mucho.
               ¿Y el moro ése, qué hacía allí, profanando un culto 600 años más antiguo que el suyo?
               -No estamos de turismo-gruñó Scott; se había puesto de rodillas, y yo seguía con la mirada clavada en las paredes, tratando de descifrar los símbolos. No se había jugado el cuello por mí para que yo ahora me obcecara en destacar.
               -Perdón.
               -Haz lo que hago yo.
               Me arrodillé a su lado, él cerró los ojos, se inclinó hacia delante, hasta dejar la frente contra el suelo, y yo lo imité, observándolo atentamente a través del ojo que había dejado ligeramente abierto. Scott empezó a susurrar cosas; las oraciones, como son para alguien ajeno a ti, tienen que exteriorizarse.
               Estaba musitando tan rápido que sólo le entendí cosas sueltas: “padre, perdón, hermano, cuidar, proteger, desconoce, no podía, paciencia, ella” y un montón de “por favor” y “si ésa es tu voluntad”.
                Por fin, se quedó callado, y muy quieto, durante un instante que se me hizo eterno. Luego, se sentó sobre sus rodillas. Nos miramos el uno el otro.
               -Amén-susurré, y él se echó a reír.
               -Eres tonto.
               Recogimos las cosas y salimos en silencio. Habíamos estado poco tiempo.
               Scott se sentía un poco más animado. Había pedido perdón y no iría derechito al infierno por lo que acababa de hacer. Pero, sobre todo, se había quitado un peso espiritual de encima, y eso lo tranquilizaba todavía más.
               Verlo un poco más contento me hizo ponerme contento a mí. Cuando nos metimos en la estación de metro, ya nos reíamos y todo. Nos bajamos en Oxford, esquivamos a los turistas, y nos metimos en la primera cafetería que vimos que servía hamburguesas. Nos sentamos en una mesa al lado de una inmensa ventana empañada por el calor del establecimiento, que combatía con el frío de la calle, y pedimos un montón de comida.
               Bueno, yo la pedí; Scott sólo soltó como una cacatúa lo que sabía que yo querría comerme, y recalcó mucho en las patatas fritas, que sería lo que se metería entre pecho y espalda. Que hubiera pedido perdón por nuestros pecados no quitaba de que siguiera con el nerviosismo interior de comerse la cabeza pensando en si habíamos hecho algo mal.
               Me arrancó hojas de lechuga que sobresalían entre los panes de mi hamburguesa mientras con la otra mano se afanaba con su medio perrito caliente. A pesar de todo, teníamos hambre. Pasaba de nuestra hora normal de comer, y habíamos desayunado pronto.
               No se me escapó, sin embargo, lo despacio que masticaba, como si la comida le diera asco pero se estuviera obligando a sí mismo a tragarla. Como si no quisiera preocuparme.
               -Tenías cosas que contarme-recordó mientras me terminaba de dos bocados la mitad de la hamburguesa. Rumié, hice un gesto para que esperara, y él asintió.
               -Tú también-acusé, pero se encogió de hombros.
               -No son importantes.
               No, contarme que se folla a mi hermana varias veces por semana no es importante.
               -Scott.
               -Tú primero.
               Puse los ojos en blanco.
               -Vale, pues… casi me acuesto con Layla.
               Clavó sus ojos pardos en mí, una patata capturada entre sus dedos, a medio camino entre la cestita en que las habían traído y su boca,
               -Tommy.
               -Casi-dije, dando otro bocado de la hamburguesa.
               -Defíneme casi.
               Me quedé callado, masticando. Di otro bocado. No iba a definirle “casi”. Sabía lo que vendría cuando le dijera qué significaba “casi”.
               -¿Hubo desnudez?-atacó tras suspirar y susurrar un suave “muy bien, como quieras, si quieres jugar, jugaremos”.
               -Sí.
               -¿Besos?
               -Sí.
               -¿Caricias?
               -Sí.
               -Me refiero a caricias… caricias. No las que le haces a tu hermana-las que le hago yo, pensó, el hijo de puta-. Ya sabes qué caricias.
               Me quedé mirándolo un rato.
               -Sí.
               Se quedó callado, se frotó la cara, se manchó la mejilla de kétchup.
               -Madre mía, Thomas-bufó-, como me digas que sí ahora… ¿penetración?
               Me quedé callado un momento.
               -No-espeté.
               -Tommy.
               -No-dije rápidamente.
               -Tommy, no me mientas, me cago en dios, porque cojo la puerta y me voy-urgió.
               -Sí-concedí.
               -¿Cuánto?
               -Poco-solté, más rápido aún. Casi no le di tiempo a terminar la pregunta.
               -Tommy.
               -La puntita-aseguré.
               -Tommy-suspiró Scott, sabiendo lo que venía.
               -Más de la puntita-admití, avergonzado.
               -¿Hasta dónde?
               Miré los restos de la hamburguesa y dejé caer los hombros, derrotado.
               -Hasta el final.
               -Joder, Tommy, me cago en dios. Eso no es casi acostarse. Es acostarse-gruñó por lo bajo.
               -Pero no hicimos nada más. O sea, la metí, empujé dos veces, y salí. Ni siquiera lo disfruté-me excusé a toda velocidad, como un niño pequeño al que pillan con una pintura en la mano, junto a una pared llena de dibujos, y al que sólo se le ocurre espetar: “ya estaba así cuando llegué, yo sólo iba a corregirlo un poco”.
               -Sigue así, tío, que lo estás arreglando.
               -Ella no pudo. No se sentía cómoda, así que paramos.
               -Me pregunto por qué-espetó, cruzándose de brazos y encogiéndose de hombros-; no sé, ni que la hubieran violado hace un mes o algo así.
               -Estuvo con él el viernes-informé, Scott se echó a reír.
               -Soy fan tuyo, Tommy.
               -¡Yo no lo planeé, ¿vale?! ¡Simplemente surgió, estábamos juntos, los dos solos, y nos pusimos en ese plan, y al principio nos pareció bien, pero luego paramos en cuanto vimos que ella no estaba cómoda! ¿Cuántos habrían hecho eso?-ladré.
               -¿Violadores? Ninguno, por eso son violadores. Ahora, tíos decentes… todos, porque por eso son tíos decentes.
               -Tú no lo entiendes-sacudí la cabeza.
               -Pues explícamelo.
               -Cuando estaba con ella, yo… no sé, sentía como que sólo existíamos nosotros dos-me miraba con el ceño fruncido, pero no se me escapó la chispa que cruzó sus ojos tan rápido que, más tarde, me convencí de que me lo había imaginado; la imagen de mi hermana estremeciéndose debajo de él, susurrando su nombre y sonriendo mientras la embestía se materializó en su subconsciente-; estábamos solos, era de noche, estábamos cansados, y estábamos tremendamente a gusto juntos y yo… creo que la quiero, Scott. Joder, creo que estoy enamorado de ella, y también de Diana, y esto es una puta mierda, ¿sabes? Porque estoy con Layla, y no pienso en otra cosa, y estoy con Diana, y tampoco pienso en otra cosa, y las dos me quieren, y me desean, y yo…-suspiré-. Me asusté-admití-. No sabía si podría parar. Noté cómo se estremecía cuando entraba en ella. No el estremecimiento que les da cuando lo hacemos, ¿sabes? Sino… como si se asustara. Creo que cerró los ojos, y me confundió con él-Scott frunció los labios, pensativo. Una cordillera de tristeza se alzaba en sus ojos verdosos-. Le pregunté si quería parar, y ella se quedó callada, y yo me quedé quieto, insistí, le dije que pararíamos si ella quería, y me lo pidió por favor, tan bajito que yo por un instante pensé que haría como que no la había oído y sólo seguiría.
               Scott me miraba con la cabeza ligeramente inclinada. Por fin, después de escanearme un alma que yo le mostré encantado, susurró:
               -Tú no podrías hacer eso, T.
               -La cosa es que en aquel momento creí que lo haría, y es… joder, no sabes lo que es el creer que eres incapaz de hacer algo horrible, y que luego te lo pongan en bandeja, y pensar, “joder, pero si lo fácil es hacerlo, lo complicado es resistirse”.
               -Sí que lo sé-asintió, abrazándose el costado. Suspiró-. ¿Y cómo llegasteis a eso?
               -Me contó que tenía más moratones. Se los besé. Ya sabes. Le gustó-me apresuré.
               -Apuesto a que sí, con esos morros de besugo que tienes-bromeó, y yo sonreí.
               -Estoy acojonado, S.
               -¿Por?
               -Porque no sé qué voy a hacer con ella, ni con Diana, todo esto es tan jodido… tienes que ayudarme a elegir, S-supliqué.
               -¿Entre quién?
               -Entre María Santísima y Oprah Winfrey-solté-. ¿De quién coño estamos hablando, Scott?
               -Las chicas buenas van al cielo, y las malas, a todas partes. Seguro que Oprah es mejor partido que María Santísima-se burló. Alcé las manos.
               -Déjalo, pavo; cuando te pones en este plan, contigo es imposible.
               Me terminé la hamburguesa y le robé patatas.
               -¿Entre quién, T?
               -Entre Diana y…-empecé.
               -La otra-soltó sin dudar, porque adoraba a Diana-. A no ser que la otra sea Megan. Entonces, te pego una paliza, por imbécil-sonrió, mordiéndose el piercing-. Y luego, te quedas con Diana.
               -Diana y Layla-gruñí.
               -Layla. Sin dudarlo. Team Layla. La shippeo contigo-soltó-. Sois mi otp. Tened hijos. Casaos. En el orden que os dé la gana-añadió, cogiendo una patata-. Follad mucho, porfa. Haré historias de éstas explícitas con vosotros como protagonistas. Joder, si hasta os dibujaré en situaciones cuquis y de sadomasoquismo. Lommy es real, viva Lommy. Tommy, ¿te importa si te dibujo con orejitas de conejo?
               -Eres imbécil.
               -Te estoy dando una opción-replicó, sacudiendo la cabeza-, lo que pasa es que no es la opción que tú quieres.
               -¿Quieres que me quede con Diana?-espeté, incrédulo.
               -¿Qué quieres ?-sonrió.
               -No lo sé-murmuré, cogiendo un trozo de pan de perrito y metiéndomelo en la boca.
               -Sí que lo sabes-replicó, con su media sonrisa de “bájate las bragas, nena, que te van a follar como no te han follado nunca”-. Lo que pasa es que te acojona admitir que quieres eso.
               -Las quiero a las dos-concedí-. Es raro, porque no lo hago a mitad y mitad, ¿sabes? Cuando estoy con Diana, quiero a Diana, y también a Layla; y cuando estoy con Layla, quiero a Layla, y también a Diana. Y es una puta mierda, tío-apoyé la cabeza en las manos.
               -No, si ellas lo aceptan-replicó, tozudo, comiéndose otra patata.
               -No quiero hacerles daño.
               -Se lo harías aunque estuvieras sólo pillado por una, y las dos pilladas por ti. Deja de sentir pena por lo que la gente elige, T. Mi madre no me deja sentir pena por mis primos cuando hacen Ramadán. Son ellos los que eligen ayunar; nadie lo elige por ellos. Mis tías les dejarían no hacerlo si se lo pidieran.
               -¿Por eso no ayunas tú?-me burlé.
               -Me gusta comer. Y rendir en la cama-sonrió, malévolo-. Y para rendir en la cama, hay que comer. Y tú-me señaló con una patata-eres un hijo de puta, y seguro que te sentarías delante de mí con un granizado de manzana verde de dos litros, a bebértelo mientras yo me muero de sed estando en la playa a 40 grados, así que tampoco me dejas mucha alternativa.
               -No soy así de hijo de puta-protesté, riéndome.
               -Sí, claro-puso los ojos en blanco.
               -Cogería uno de dos litros y medio.
               -Siempre me esfuerzo en verte con buenos ojos, pero me lo haces bastante imposible.
               Cogí el perrito caliente que quedaba.
               -Ellas me necesitan-musité.
               -¿Y a cuál necesitas tú?-rebatió Scott, el príncipe de los contraargumentos.
               -A las dos-dije, lastimeramente, como si eso fuera una maldición, o algo-. Pero… creo que más a…-el nombre de Layla bailó en mi boca, y luego, el de Diana, y si necesitara más a Layla, no pensaría en Diana, pero si necesitara más a Diana, no se me ocurriría Layla primero-. Diana-solté por fin-. La estoy echando mucho de menos.
               -Si ahora mismo un tren le pasara por encima a Layla, ¿tú estarías bien?
               -¡No!
               -Porque también la necesitas-sonrió Scott, alzando una ceja.
               -Sí, pero… creo que menos, o… no sé; ahora mismo, también la echo de menos, y no sé si es porque estuve con ella hace nada, o porque es mayor que yo y Diana es más pequeña…
               -O porque la necesitas, simplemente-me cortó Scott. Yo lo miré-. Pues ya está, Tommy. Ellas te quieren. Tú las quieres a ellas. Da igual que una te haga más falta que la otra ahora; por mucho que yo quiera, necesito seguir tomando agua para no morirme, aunque aguante más tiempo sin beber que sin respirar.
               Sonrió, sacando la cajetilla de tabaco. Quedaba aún un cigarro. Se mordió el piercing, mirándome, contemplando cómo se desmoronaban mis murallas ante la genialidad de lo que acababa de decirme.
               Si no podía vivir sin una de ellas, no significaba que la quisiera más que a la otra: era que no podía vivir sin una de ellas. No podía estar sin las dos. No podía… elegir. Era imposible. Las necesitaba a ambas.
               Necesitas respirar, sí, claro, pero también beber y comer. Y era absurdo intentar equipararlas con nada, porque ellas eran una necesidad en sí mismas, no el equivalente humano a una orden de la naturaleza. No eran el sol y la luna, no había papeles que repartir: cada una era una galaxia, complicada en lo intrínseco de lo que la formaba, y en el universo había infinidad de galaxias, y en el cielo nocturno podían verse varias. Si sólo se viera una, no habría estrellas, ni nada que admirar.
               No podías elegir salvar sólo una estrella de una constelación, porque, si las demás desaparecían, desaparecía también la constelación.
               -Eres un dios-susurré, admirado. Scott sonrió, encendiendo el cigarro.
               -¿A qué viene ese tono de sorpresa? ¿Lo descubres ahora, después de todo este tiempo? No miras para mí, ¿eh, Thomas?-se burló, y parecía tan despreocupado, tan feliz, sin nada en la cabeza que le nublara la visión, sin que le doliera el fingir estar bien… me habría cambiado con él sin dudarlo en ese momento, pensando que lo único que podía preocuparle sería que nos cazaran, haber dejado algún cabo suelto. Yo tenía eso, y la preocupación de Layla y Diana. Tenía que concentrarme en mis malabares. La reciente revelación de que no todo es blanco o negro, que no hay nada binario más que el idioma de los ordenadores, me estaba abriendo un mundo de posibilidades, pero todavía era demasiado reciente como para que yo no temiera atravesar la puerta hacia el País de las Maravillas.
               Si hubiera sabido de su ansiedad en silencio, de que fumaba para tranquilizarse porque desconocía cuándo estaría yo bien, lo suficientemente bien como para que me contara lo suyo con mi hermana, ni tampoco cuánto tiempo aguantaría Eleanor esta situación sin mandarlo a la mierda…
               … habría dado las gracias mil y una veces por no ser él. Y luego, le habría suplicado a los cielos mil y dos que me permitieran cambiarme con él. Scott no se merecía sufrir así.
               Me habría ofrecido a cambiarnos las tornas, porque es lo que haces con tus hermanos. Les quitas el sufrimiento. Sí, o sí.
               Una camarera joven se acercó a nosotros. Se tocó el piercing de la nariz un par de veces antes de alcanzarnos.
               -Perdona, aquí dentro no se puede fumar-se inclinó hacia Scott, que la miró, comprensivo, alzó la mano a modo de disculpa, e hizo amago de aplastar el cigarro contra el plato vacío.
               Pero yo fui más rápido: para algo que lo calmaba, no dejaría que renunciara a él tan fácilmente.
               Abrí la ventana a toda velocidad tras quitarle el plato a Scott. Los dos clavaron la mirada en mí. Dejé el plato fuera, en el vano de la ventana, sostuve el cigarro, saqué la cabeza al frío del invierno londinense, y di una calada.
               Me alegré de haber defendido nuestro último bastión de seguridad y paz.
               La chica frunció el ceño.
               -¿Qué se supone que…?-empezó, y yo solté el humo, también en dirección a la ventana, y la miré. Scott entendió lo que estaba haciendo y contuvo una risa. Miró de reojo a la camarera, que me fulminó con la mirada.
               -No estoy fumando dentro, así que…-me encogí de hombros y di una nueva calada. La chica alzó las manos, impotente, sacudió la cabeza, y se alejó de nosotros, musitando algo de que ella no cobraba lo suficiente como para cuidar de nosotros, que era una mandada y se la sudaba lo que unos niñatos como nosotros dos pudiéramos hacer.
               -Te adoro, tío-sonrió Scott, recogiendo el cigarro y aceptando el plato con las cenizas.
               Fue dando calada tras calada, ofreciéndome el cigarro y encogiéndose de hombros cada vez que lo rechazaba, mientras me estudiaba con atención. Devoré lo que quedaba de perrito, me terminé sus patatas, me tragué casi de dos bocados los nuggets, y me incliné a mirar qué había de postre.
               Podía estar muriéndome, a punto de reventar, pero por mis cojones que yo comía postre.
               -Igual es lo que te hace falta-espetó de repente, después de que le preguntara si quería algún pedazo de tarta, o lo que sea, y sacudiera la cabeza. Me obligué a mí mismo a clavar la vista en él, interrogante, alejándola de unas crêpes que tenían muy buena pinta-. Tener dos novias-explicó, y una sonrisa malévola cruzó su boca-. Para que te expriman, y no te pongas como una foca.
               El gran Scott Malik.
               El que te dice las cosas más bonitas y luego…
               … BOOM. Puñalada por la espalda. Cuando quieres darte cuenta, el cabrón te ha dejado la espalda como un colador.
               Me quedé mirándolo, decidiendo si me ofendía por aquel comentario o me echaba a reír, o las dos cosas, o si simplemente le cruzaba la cara y zanjaba así la conversación.
               -Compartimos ropa, Tommy-añadió, antes de que yo pudiera decidir un plan de ataque-. No quiero que cambies de talla, porque así me reventarás las camisas, y me prestarás unas sudadera que me quedarán como túnicas, y si Alá me ha dado este culo tan precioso que tengo, es para lucirlo, no para esconderlo debajo de una sudadera ancha.
               Traducción: Tommy, no quiero que te pases a la familia de los cetáceos, no por todo lo que eso implica con respecto a tu salud. Me suda la polla tu salud. Yo lo que quiero es seguir cogiéndote las sudaderas que me niego a comprar cuando vamos por ahí, porque sé que, cuando me dé la gana, me meto en tu habitación y te vacío el armario.
               Y tú no vas a hacer nada.
               Porque me adoras.
               Te quiero, T.
               -Eres gilipollas-espeté, y nos echamos a reír. Nos miramos un rato, regocijándonos en ese sentimiento de estar perdiéndonos en los rincones más recónditos del alma el otro, y encontrando la pequeña chimenea frente a la cual nos podíamos acurrucar, disfrutando de su calor.
               -¿Me lo vas a decir ahora, o te invito a cenar?-inquirió él, con su sonrisa de Seductor ™.
               -Te quiero, S-confesé, encogiéndome de hombros.
               -¿Pero sin mariconadas?-alzó las cejas, lascivo.
               -No estoy seguro-bromeé.
               -Guay; ya era hora de que me quisieras con mariconadas, como lo hacíamos cuando no levantábamos un palmo del suelo.
               Los dos recordamos aquella conversación en la que habíamos discutido sobre si éramos hermanos, pero no podía ser; no obstante, dormíamos juntos, así que teníamos que ser familia. Novios, por ejemplo.
               -¿Qué será de ti cuando nos casemos y nos vayamos de luna de miel?
               -Ahora es uno de esos momentos en los que te digo: “nada, porque eso de ir sin tu marido de luna de miel no tiene mucha ciencia”, y los dos nos descojonamos-bromeó-… pero tengo una reputación que mantener. Y hay mujeres en este local. Podría correrse la voz.
               -Lo digo por cuando nos casemos. No aguantamos una semana separados, ¿qué haremos cuando tengamos nuestras familias?
               -Yo no me voy a casar-aseguró, jugando con un trozo de pan descartado.
               -Yo sí.
               -¿Cómo vas a hacer? Tienes dos novias-sonrió. BOOM. Como un colador.
               -No creo que llegue con las dos a viejo-admití, terminándome la bebida. Frunció el ceño.
               -¿Por qué?
               -Alguna se cansará de mí antes y me dejará; entonces, me podré casar con la otra.
               -No creo que se cansen de ti-negó con la cabeza.
               -¿Por qué?
               -Porque yo llevo 17 años contigo, y no me he cansado de ti. A punto estoy-dijo-, pero aún no.
               -Oh, qué bonito, Scott-me burlé-, ¿quieres darme un beso?
               -Cómeme el rabo.
               -Invítame a cenar antes o algo, tío-protesté-, ¿qué ha sido del romanticismo?
               Nos echamos a reír; se pasó una mano por el pelo.
               -T…
               Uy, conocía ese tono. Me iba a pedir algo.
               -Invítame, anda.
               -Traigo el dinero justo-solté, calculando más o menos a cuánto ascendería la suma de lo que habíamos consumido (había, más bien, Scott prácticamente se había limitado a mirar).
               -No me jodas, Tommy, que voy preso por un puto perrito caliente que ni siquiera me he comido entero-suplicó.
               -Bueno; te lo pagaré, por los buenos momentos que hemos pasado juntos… y porque no creo que te viniera bien para el cutis el ser la putita de la cárcel.
               -Qué rico eres, te comería entero.
               Nos miramos un momento, y yo finalmente sonreí.
               -Joder, Scommy podría ser algo en un universo paralelo, ¿no crees?
               -Si no me fueran tanto las mujeres, estaríamos casadísimos.
               -Deberíamos emborracharnos, a ver qué pasa-lo vacilé.
               Nos estudiamos un momento.
               -Nah-dijimos los dos a la vez.
               -Dios, tío, no te ofendas, pero, sinceramente, prefiero liarme con mi hermana antes que contigo.
               -Yo también prefiero liarme con tu hermana antes que contigo-espetó, veloz como el rayo, ágil como un felino.
               -¡Scott!-ladré, echándome a reír, porque, vale, me cabreaba el tema Eleanor, pero lo había dicho de una forma que hacía imposible que yo me cabreara con él.
               -Eso-chasqueó la lengua-, tú alimenta nuestra tensión sexual diciendo mi nombre así-suspiró.
               Al final, se sacó un billete de la cartera, nos peleamos; la chica terminó por cobrarme a mí, mientras él refunfuñaba. Me tenía más tirria porque la había vacilado, Scott sólo se había dejado arrastrar.
               Sorteamos a la gente en dirección al metro, sin darnos cuenta de lo que aquello me haría. Había un inmenso cartel en un edificio con una foto de varios pisos de tamaño con Diana, sonriendo con aquellos dientes blancos como la nieve que nos rodeaba y que la rodeaba también a ella, vestida con un jersey que sólo le resaltaba la figura y el verde de sus ojos.
               No la llamaban diosa por nada, yo no la consideraba una por nada. Vista desde abajo, brillando a la luz de los focos, infinita en su perfección, flotando en la nieve, sin perturbarle lo más mínimo el frío o las inclemencias del tiempo, lo único que te apetecía era postrarte ante ella y adorarla.
               Como si la esencia que despedían todos y cada uno de los poros de su piel no fuera suficiente, o necesitara ayuda.
               Se me encogió el corazón. Joder, la echaba tantísimo de menos…
               … y me había acostado con Layla mientras la echaba de menos.
               Scott siguió la dirección de mi mirada.
               -Soy un tío con suerte-susurré. Él se encogió de hombros.
               -Depende. Si lo dices por su cuerpo, indudablemente-me concedió-, ahora, que si lo es por el interior… pues tela-chasqueó la lengua.
               -Ella es perfecta para mí, S-repliqué, y él volvió a echarle un vistazo, como queriendo asegurarse de que hablábamos de la misma chica-. Entonces, ¿por qué no me basta con ella?
               Scott me miró, la tristeza tiñendo sus ojos verdosos.
               -Date un respiro, T-me instó, pasándome la mano por los hombros-. Vamos a curarte.
               -¿Con qué? ¿Drogas?
               -Necesitas más-sacudió la cabeza.
               -¿Mujeres? Son ellas, precisamente, las que me han metido en este lío.
               -Ni siquiera ellas te bastan ahora.
               Lo miré.
               -Me rindo-dije por fin, y él sonrió, alentado.
               -Un batido de plátano y mango, con una capa de nata de dos kilómetros de espesor, y una frambuesa encima.
               Alcé las cejas, sonriendo un poco.
               -¿Tan mal estoy?
               -Hay veces en las que hay que sacar la artillería pesada, T-dijo, quitándome el gorro y revolviéndome el pelo-. Tonto el último-y echó a correr en dirección a la boca del metro, esquivando a duras penas a la gente. Sacudí la cabeza y lo perseguí. Resbalamos un par de veces, él casi se cae, yo me choqué contra una papelera, pero sirvió para calmarme un poco. Me giré para mirar la foto de Diana, que continuaba sonriendo, impasible ante los mortales y lo que hacían a sus pies, y empecé a bajar las escaleras. Ya no estaba tan convencido de que pudiera dejarla atrás por Layla.
               Scott se disgustaría muchísimo.
               Decidimos ir a mi casa; la batidora era más grande y más colorida. Eran pequeñas gilipolleces como ésa las que nos hacían los días más amenos.
               Al bajarnos del bus, nos encontramos con que Alec nos estaba esperando, bastante cabreado. Hacía una semana que no lo veía, y pensé que había tenido bronca con Mary o algo, y quería desfogarse echando unas canastas.
               No fue así. Estaba cabreado con nosotros, no con su hermana.
               -¿De dónde cojones venís?-ladró, cortándonos el paso, levantándose de un brinco al vernos llegar. Ni siquiera se me ocurrió preguntarle cómo sabía a qué hora vendríamos.
               -Nada-espetamos Scott y yo a la vez… justo lo que hacíamos cuando veníamos de hacer cualquier otra cosa que no era “nada”.
               -Me gustaría que me dijerais que me vais a usar de coartada cuando lo hagáis-gruñó-, para no quedar como un puto gilipollas cuando me pregunten, así que, os pregunto otra vez, ¿de dónde cojones venís?
               Habíamos dicho en casa que nos íbamos a comer con los chicos por ahí, porque eso de largarnos a la hora de comer y no aparecer en ninguna casa ya nos había salido mal varias veces.
               -Fuimos al centro, a hacerle un favor a Layla-respondí, cauteloso.
               -¿Qué favor?-entrecerró los ojos un poco más. Parecía asiático.
               -¿A ti qué coño te importa, Alec?-atacó Scott. Alec clavó los ojos en él.
               -Lo suficiente como para saber qué he de decirle a Sabrae si ella me pregunta qué hacemos.
               -¿Desde cuándo hablas tú con mi hermana?-se puso a la defensiva Scott, bueno, calma, festival de testosterona.
               -No lo sé, Scott, ¿desde que ella sabe hablar, tal vez? La conozco desde que era una cría.
               -A Layla su novio le pegaba-me adelanté antes de que se liaran a palos-. Y la violaba-Alec abrió los ojos, alzó las cejas, Scott musitó un “exacto, gilipollas”-. En fin, típico caso de violencia doméstica, de manual.
               -No me jodas-replicó-, ¿y está bien? Hay que ir a cargarse a ese hijo de puta-sentenció.
               -Ya está muerto, tigre-corté-. Layla se lo cargó.
               -Bien por ella-asintió Alec.
               -Nosotros fuimos a deshacernos de las pruebas.
               Alec arrugó la nariz.
               -Ni se te ocurra decirle nada a Sabrae-ordenó Scott.
               -Joder, tíos, soltáis más mentiras por esas bocas…-sacudió la cabeza, puso los ojos e blanco-; esto parece Pequeñas mentirosas, espero que el final sea mejor que aquella puta mierda, porque…-bufó. Lo invitamos a por unos batidos, nos respondió que estábamos mal de la cabeza, tomando batidos fríos en invierno, y se excusó diciendo que iba a ver a Logan, que tenía un nuevo juego para la consola en el que se requerían cuatro manos, no sólo dos.
               -Me amáis en este puto grupo-sonrió, cansado-. Me dijo que había hablado con Max y Jordan antes de llamarme a mí. Adoro vuestra sinceridad.
               -Te quejas por todo, ¿eh, tío? Primero, porque mentimos, luego, porque te decimos la verdad.
               Alec me miró un segundo.
               -Que te jodan, Tommy-sentenció, se dio la vuelta y nos dejó allí solos.
               Mamá se sorprendió de encontrarnos sacando la batidora y, tras preguntarnos qué pretendíamos hacer con ella, simplemente nos dijo:
               -Luego, la fregáis.
               No se nos fuera a ocurrir dejarla como estaba, o algo. Desatendíamos bastante nuestras tareas cuando estábamos juntos. No había término medio: o bien nos ayudábamos mutuamente a hacerlas, o no hacíamos nada para no tener al otro esperando.
               Como éramos unos vagos, normalmente nos quedábamos con la segunda opción. Hubo una época de nuestras vidas en las que habíamos hablado de irnos por ahí a un piso cuando fuéramos a la universidad, a vivir los dos solos, un sueño hecho realidad, hasta que salió el tema de que tendríamos que limpiar por iniciativa propia (vade retro, Satanás), y no porque nadie nos chillara que teníamos que hacerlo.
               -Nos va a comer la mierda-había susurrado, Scott había asentido.
               -Como en casa no se está en ningún sitio, Thomas.
               Además, estaban nuestros hermanos. Nos las dábamos de independientes, pero se hacían echar de menos.
               Además, ¿qué sería de Dan sin tenerme para defenderlo de aquel ejército de mujeres que vivían para hacernos la vida posible a nosotros, sólo por el hecho de no tener útero? No podía confiar en Eleanor; tendría que cuidar de Dan yo mismo.
               Estábamos en plena faena, pelando los plátanos y el mango, cuando mi Serenísima Hermana decidió honrarnos con su presencia. Se metió en la cocina en busca de una fruta que comerse, pero encontró algo mejor.
               Los dos nos la quedamos mirando; Scott, con bastante más interés que yo.
               -Hola, El-saludó, zalamero.
               -Scott-respondió ella, sonriendo, en un tono que bien podría confundirse con gemido orgásmico.
               -¿Te importaría no decir el nombre de mi Scott-recalqué, celoso de aquella intimidad que se había hecho hueco entre ellos dos- como si fuera el título de tu novela erótica favorita, Eleanor?
               -Puede que lo sea-espetó ella, arrebatándome un plátano, dándole un mordisco a la punta, con la vista clavada en Scott, y marchándose, no sin antes guiñarle un ojo.
               -Eh-dije, chasqueando los dedos delante de su cara. Sus ojos estaban fijos en la puerta por la que había desaparecido ella. Joder, visto en retrospectiva, no sé cómo pude no darme cuenta en ese momento.
               Aunque, claro, estaba tan ofuscado con mis propios problemas, que ni me habría fijado en ellos aunque se hubieran liado delante de mí.
               -Deja de zorrearle a mi hermana-ordené.
               -Es divertido ver cómo te pones-se excusó, volviendo al trabajo, y se relamió un segundo el piercing, como si allí se conservara el sabor de los besos que le daba ella.
               -Scott-advertí, y se tensó al segundo, y estalló:
               -Ya lo sé, joder, ¿vale? Ya sé que no voy a poder quererla como se merece, como la quieran, ni como tú querrías que lo hiciera-espetó-, ni siquiera como yo querría hacerlo porque estuve muy jodido, pero danos un puto respiro, Tommy. Nadie se ha muerto porque le rompan el corazón, o por tontear con el mejor amigo de su hermano un poco.
               -Nadie se habrá muerto, pero algunos que nosotros conocemos se lo toman bastante a pecho-gruñí.
               Se me quedó mirando.
               -Cualquier día me vas a tocar tanto los huevos que te voy a arrancar la cara, y te la voy a coser en el vientre, para que te sea imposible no ver lo mucho que te gusta darles por el culo a los demás.
               Me eché a reír.
               -A mí no me hace ni pizca de gracia-replicó él.
               -Te ha quedado poético, S, admítelo.
               Sonrió, a su pesar.
               -Sí, la verdad es que ha estado bien-admitió, y se echó a reír cuando yo me froté contra él, intentando seducirlo, traerlo de vuelta del lado oscuro y, sobre todo, que no se me pusiera de morros.
               Eleanor había conquistado la sala de juegos en la que teníamos pensado quedarnos tirados jugando a la consola. Simplemente levantó la mirada de la suya y clavó los ojos en la pantalla en la que se desarrollaban las batallas que Scott y yo librábamos.
               Me sentó bien olvidarme de las chicas y centrarme sólo en serle útil a nuestra partida. El batido estaba delicioso, aunque no sé dónde pude meterlo después de todo lo que había comido.
               Scott me miraba de vez en cuando; casi siempre, cuando daba un sorbo por mi pajita, mientras sonreía, feliz de que yo fuera tan fácil de consolar. Se rió cuando lo terminé y me quedé mirando el vaso vacío, con expresión contrariada.
               -¿Me das el tuyo?
               -Claro-me dijo, y le pasó la lengua a la pajita. Me lo tendió-. Disfruta de mis babas.
               Me lo quedé mirando.
               -Eres imbécil.
               -Me adoras, chaval.
               Tenía que hacer otro; dejé la partida en pausa, confiando en que Scott no intentaría matarme para conseguir la mejor puntuación (de hacerlo, lo haría conmigo delante, para regodearse en mi estupefacción por lo traidor que podía llegar a ser) y me fui a la cocina.
               Aprovecharon al máximo cada segundo que los dejé solos mientras me preparaba un segundo postre y decidía que tenía que buscar ayuda: no era normal todo lo que me metía entre pecho y espalda cuando tenía ansiedad.
               Puede que, al final, Scott tuviera razón. Puede que necesitara tener dos novias, para que las dos me dieran caña, e impidieran que me pusiera como una bola.
               Aparté aquel pensamiento de mi cabeza. Precisamente pensar en ellas dos era lo que me estaba haciendo ponerme así.
               Céntrate, tío.
               En la habitación, Eleanor se sentaba sobre las piernas de Scott, que sonrió al acariciarle la cintura. Se besaron con urgencia, porque a los dos les iba el peligro, pero eran conscientes de lo que se montaría si los pillaba juntos así.
               Una cosa era que S me lo contara, y otra, descubrirla yo… de aquella forma.
               -Te he echado de menos.
               -Yo a ti también, nena.
               Sonrieron, volvieron a besarse; Eleanor gimió cuando una de las manos de Scott bajó un poco más allá de su espalda, acariciándole el trasero.
               -Tengo unas ganas de que sea martes…-suspiró ella, y él se quedó quieto un momento.
               -Ya-asintió.
               Pero Eleanor notó aquel cambio en su humor. Se incorporó un poco, se apartó un mechón de pelo de la cara, y sonrió, confusa.
               -¿Qué pasa, S?
               -Nada-replicó él, acariciándole las piernas, negándose a mirarla. El colgante del avión de papel que le regaló fue una buena distracción. Pudo clavar la vista en él, y no levantar los ojos para encontrarse con los de ella… hasta que mi hermana le tomó de la mandíbula y lo obligó a alzar la vista.
               -S. ¿Qué pasa?
               -No sé si podré decírselo a tu hermano el martes.
               Eleanor se quedó de piedra.
               -¿Qué? ¿Por qué?
               -Está mal, El. Me necesita-le acarició la cintura, miró cómo sus dedos bajaban y subían, se curvaban y se estiraban, siguiendo las curvas de ella.
               -¿Qué le pasa?-inquirió ella, alarmada-. ¿Vuelve a estar… como antes?-zombie, ido, con ganas de morirme, sí, un poco-. ¿Como el día en que empezamos?
               -No exactamente-Scott frunció el ceño, mordiéndose el labio, poniendo orden a sus pensamientos-. No te preocupes, mi amor-le dijo, acariciándole la mejilla-. No es nada que yo no pueda manejar. Me necesita a su lado, ¿entiendes?
               -Sí-murmuró ella, dejándose caer al lado de él. Capturó el colgante del avión entre sus dedos y comenzó a juguetear con él, haciéndolo bailar en sus manos.
               -El. Nena. Mi amor. El. Mírame-ella levantó la mirada, intentando dominarse, pero le brillaban los ojos, y Scott vio en aquel brillo por qué yo me defendía y me escandalizaba cuando me insinuaban lo que sucedía entre ellos dos-. ¿Confías en mí?
               -Sí-suspiró ella, resignada.
               -Dímelo.
               -Confío en ti, Scott.
               Le levantó la mandíbula, clavó sus ojos verdosos en los de ella.
               -Se lo diré. Te lo prometo. Cuando esté mejor, y ya no me necesite tanto, yo… se lo diré.
               -Está bien-concedió El, haciendo amago de levantarse, pero S no se lo permitió.
               -Te echo de menos-le recordó.
               -Y yo a ti, S-suspiró ella, acariciándole la mandíbula, como diciéndole “te has afeitado, no me gusta eso”-. Ojalá se lo hubiéramos dicho cuando empezamos.
               -No sabíamos adónde nos iba a llevar esto-rebatió Scott, la voz de la razón (en ocasiones).
               -Yo sí-susurró Eleanor, cada vez más y más triste, porque ser un plan B nunca es nada agradable-. Quería esto. Con toda mi alma. Lo necesitaba. Te necesitaba, S.
               Se miraron a los ojos, Scott fue el que rompió el contacto visual. Jugó también con el colgante que le regaló ella, en parte por acariciarle los dedos, y en parte por no tener que aguantarle la mirada. Agradeció no haber dado una fecha anterior, porque, por mucho que quisiera tener a mi hermana feliz, y la echase de menos, sabía que me echaría más de menos a mí, que preferiría tenerme a mí contento, al menos, en ese momento… y que yo le necesitaba más que mi hermana, y que él me necesitaba a mí más de lo que necesitaba a mi hermana.
               -Yo soy el colgante-le dijo, volviendo a mirarla, arrancando del mundo la magia con aquella manera de hablar que tenía-. Siempre te voy a besar el cuello.
               -Lo sé-sonrió ella, dándole un último beso en los labios, que él casi no pudo disfrutar. Antes de que terminara de cerrar los ojos, ella ya se había separado, y se había deslizado de nuevo a su posición original, preparada para cuando yo entré, unos segundos después, rompiendo así la magia del momento.
               Se dedicaron una larga mirada mientras yo me sentaba. Los miré a los dos, y casi sentí como si el aire vibrara en el punto en el que sus ojos se unían. Algo dentro de mí se revolvió, y aparté la vista, de repente incómodo, porque realmente sentía que estaba interrumpiendo algo demasiado íntimo, que mi sola presencia en la misma habitación que ellos dos molestaba.
               Scott clavó los ojos en mí.
               -¿Seguimos matando nazis? ¿O prefieres ponerte obeso antes?
               Sonreí.
               Eleanor se quedó un poco más en la habitación, para terminar por marcharse en silencio, con la cabeza gacha y lágrimas en los ojos, mi pobre niña. Se odiaba a sí misma por llorar, se odiaba por estar presionándolo para que me lo contara; se odiaba a sí misma por haber estado esperando con toda la paciencia del mundo durante 15 años a Scott, y ahora ser incapaz de aguantar 2 mees sin proclamar a los 4 vientos lo que sentían el uno por el otro; se odiaba por haberse dejado convencer para no participar del momento en que yo me enterara, se odiaba por consentir en que Scott lo postergara…
               … pero, sobre todo, se odiaba por ser la causa del pozo de sufrimiento que había visto en lo más profundo de los ojos de mi mejor amigo.
               A veces, no es el sufrir lo que te mata.
               Es el no poder compartir lo feliz que eres con la gente que más te importa lo que puede acabar contigo.
              
              
              
No podía dormir. Habían pasado un par de días desde que Scott me ayudara a encargarme de lo de Layla. Habíamos salido de fiesta aquel 26 de diciembre, y luego, el 27, un domingo, sólo para emborracharnos, dar brincos, cantar a voz en grito nuestras canciones favoritas, y pasárnoslo bien.
               Scott había dormido conmigo la noche del sábado al domingo, en mi casa; me había pasado un brazo por el costado, asegurándose de que me sintiera protegido.
               Y, el domingo, había dormido con Eleanor. Ella había ido a su casa, habían hablado largo y tendido de lo mío, ella había llorado porque se sentía el ser humano más despreciable del mundo, haciéndoselo pasar mal por ponerlo entre la espada y la pared, y se había abrazado a él cuando Scott le había contestado:
               -No estoy mal por lo nuestro, El. Estoy mal por cómo está tu hermano.
               No habían echado un polvo salvaje, como los dos pensaron que harían una semana antes. Al contrario, lo hicieron despacio, besándose, acariciándose, sin ningún retazo de prisa mientras suspiraban sus nombres. Se quedaron tumbados, el uno junto al otro, discutiendo sobre qué podían hacer para animarme, y, finalmente, Scott se durmió. Eleanor se lo quedó mirando un rato, acariciándole el pelo, una idea formándose en su mente.
               Al día siguiente, le pidió a Sabrae que la acompañara al centro. Nuestras hermanas tenían cosas que hacer juntas.
               Nosotros jugamos a baloncesto, nos fuimos por ahí a cenar, y cada uno se fue a su casa. Notaba a Scott cansado, un poco apagado, y me dolía muchísimo darme cuenta de que la culpa la tenía yo. Lo pasaba mal cuando yo lo pasaba mal, igual que a mí me dolía lo que a él le hacía sufrir.
               Cuando nos juntábamos, él estaba ilusionado, como si no pasara nada, pero bastaba media hora juntos para que la tristeza se apoderara de su cansancio. Yo intentaba disimular que estaba bien, pero nos conocíamos demasiado bien.
               Es por eso que, aunque lo vi conectado de madrugada, no le abrí conversación. Me imaginé que estaría hablando con alguno de los chicos, en alguna conversación privada, o puede que con Sabrae, discutiendo con ella a través del teclado de su ordenador, en lugar de hablar cara a cara.
               Alec, Sabrae, y Eleanor estaban conectados.
               Me imaginé que Eleanor estaba hablando con aquel chaval misterioso que tenía.
               Es curioso: Zayn había sido siempre el “misterioso” de la banda. A su hijo también le venía como anillo al dedo aquel papel… más o menos.
               En su lugar, bajé por mis contactos y me detuve sobre un nombre. El de una diosa, el de una princesa, literal, y metafóricamente hablando.
               -¿Estás ocupada?-tecleé. Me ardían los ojos al contemplar el teclado, pero no me importaba. No me apetecía moverme y encender la luz.
               Se conectó a la velocidad del rayo.
               -Para ti nunca, inglés-y un lacasito guiñando un ojo.
               No podía soportarlo más, necesitaba oír su voz, escuchar su acento, tan diferente al mío, notar cómo sonreía en su entonación. Así que la llamé.
               -Hola-saludó, cálida.
               -Hola, Didi-respondí, y noté cómo me tranquilizaba un poco por dentro. Yo podía calmar a Layla, y Diana me calmaba a mí. Sólo faltaba que Layla pudiera calmar a Diana para que el círculo se completase.
               -Hola, T-ronroneó ella, feliz de poder escucharme-. ¿Cómo estás?
               -Ahora, bien-admití, pasándome una mano por el pelo, añorando tiempos mejores, en los que la había tenido encima, cuando sólo había tenido que cruzar un par de habitaciones para reunirme con ella y estrecharla entre mis brazos. Joder, qué poco la había abrazado, cuánto habíamos follado, qué desequilibrada estaba nuestra relación-. ¿Tú?
               -También. ¿Ha pasado algo?-inquirió, y creo que noté una pizca de preocupación en su voz. Puede que fuera por mí, puede que fuera por Layla.
               -Te echaba de menos-dije simplemente, y la escuché exhalar. Estaba sonriendo, menos mal; no todo lo que yo tocaba se marchitaba, después de todo. A las flores no les viene bien una helada, pero a las focas del ártico les gusta tener bloques de hielo sobre los que descansar-. Sólo quería oír tu voz.
               -Oh-sonrió, y escuché un susurro; se estaba tumbando en la cama-. Podrías haberte puesto entrevistas mías en Youtube.
               -Lo he hecho-mentí-. Pero me he dado cuenta de que quería escucharte decir mi nombre.
               -Inglés-replicó.
               -Americana-contesté, y nos echamos a reír-. ¿Qué hora es ahí?
               -Am-murmuró; adoraba cómo decía “am” cuando estaba pensando su respuesta. Me encantaba cómo los americanos hacían eso-. Las 9 y media. Ahí… déjame pensar. ¿Las tres?
               -Van a ser.
               -¿No deberías estar durmiendo? ¿O acabas de llegar de fiesta?
               -No podía dormir. ¿Qué has hecho hoy?
               -Bueno, he tenido una entrevista con sesión de fotos de una hora esta mañana-informó, y yo me imaginé su expresión de fastidio, cómo ponía los ojos en blanco, porque prefería estar en una sesión de fotos una hora, y luego sentada delante de un periodista otra, a tener que mezclar las dos cosas. Prefería concentrarse en posar. No le importaba hablar de su vida o sus gustos con la prensa, pero prefería que respetaran ese espacio sagrado que era el dejar que le hicieran fotos-. Y luego he comido en la Quinta Avenida, hemos ido de compras, y luego, Zoe ha venido conmigo a ultimar el vestido de Año Nuevo.
               -¿Vas a subir una foto?-pregunté, porque estaba deseoso de ver aquel vestido del que Diana no paraba de hablar.
               -Sí, después de que me lo ponga-sonrió-. Aunque seguramente ya esté por todas partes en el momento en que yo cuelgue la foto en Instagram.
               -Siempre puedes dar tú la exclusiva cuando vayas a ponértelo.
               -No; me lo copiarán-replicó, y me la imaginé sacudiendo aquella melena rubia suya-. Las neoyorquinas somos espabiladas.
               -Me he dado cuenta.
               Seguimos hablando, tonteando, comentando gilipolleces, contando cómo fue nuestro día, y cuando ella me decía algo bonito, yo cerraba los ojos, suspiraba, y me imaginaba que la tenía a mi lado, en la cama, que, si estiraba un poco los dedos, me encontraría con los suyos, y los dos giraríamos la cabeza y nos miraríamos, y todo estaría bien, porque yo no podría irme con Layla teniéndola a ella tan cerca.
               La conversación cambió inevitablemente de rumbo hacia la inglesa. No le dije nada de lo que habíamos hecho Scott y yo el fin de semana pasado. No quería que se preocupara, aunque, en realidad, sabía más que yo de lo que le había sucedido a Layla aquel viernes en el que toda su vida había dado un giro de 180 grados.
               -Tommy-me cortó, antes de que me explayara en mi trayecto de vuelta a Londres, en el tren-, te lo tengo que preguntar-susurró con un hilo de voz, como si temiera hacerlo-, ¿lo que ha pasado con Layla ha hecho que te cuestiones lo que sientes por mí?
               Me quedé de piedra, dejé de respirar. Tomé aire, despacio, lo solté. Me dolía todo el cuerpo, me ardían las entrañas.
               -No.
               -Tommy-susurró ella… no, me suplicó, y que una diosa te suplique es lo peor que puedes escuchar en tu vida-, por favor, no me mientas. Tú eres mi único lugar seguro, por favor, te lo ruego, no me mientas.
               -Sí-admití, y la escuché tragar saliva y susurrar un suave “vale”-. He pensado en nosotros. Le he estado dando muchísimas vueltas. Por eso no podía dormir.
               -¿Y?-dijo, después de tragar saliva y armarse de valor durante unos segundos que a los dos se nos hicieron interminables.
               -Te quiero-dije solamente.
               -Yo también te quiero.
               Ojalá fuera lo único que importase, que nos queríamos, y punto. Pero no. Se hizo el silencio al otro lado de la línea. Yo no me atrevía a hablar. Tampoco sabía qué era lo que se suponía que debía decir en aquel instante.
               Todo estaba mal.
               Debería haber esperado a que volviera para tener esta conversación con ella. Layla debería ser un tabú entre nosotros dos, por lo menos, en el tiempo que tardáramos en volver a juntarnos.
               -Y también la quieres a ella-adivinó, porque yo no le dije nada de lo que me había dicho Layla antes de irse. No le dije que se consideraba un juguete roto. Tampoco le dije que bajo ningún concepto yo la vería como un juguete en mal estado.
               -Sí-susurré.
               -No pasa nada-me contestó-. Podemos manejarlo. No quiero que lo que tenemos cambie.
               -Yo tampoco-confesé.
               -Es bonito-me confió-. Lo único bonito que he tenido en mucho tiempo-susurró, y noté cómo su voz se iba muriendo a medida que perdía las fuerzas, y se me derrumbaba.
               Corrección: todo lo que yo toco se marchita. Scott, Diana…
               -No llores, Didi-le pedí.
               -No estoy llorando.
               -Amor-susurré, odiándome cada vez más y más, pensando, con urgencia: “tengo que colgar”. Siendo incapaz de hacerlo.
               Diana dejó escapar un sollozo.
               -Ojalá la primera vez que me llamaras eso no fuera a un océano de distancia-se lamentó, y me la imaginé levantando la mirada, pasándose los dedos por debajo de los ojos, capturando sus lágrimas. No podía estropearse el maquillaje. Sólo su rímel ya valía más que yo.
               -Lo siento-me había salido solo.
               -No importa. Yo… tengo que colgar, T. Hablamos de noche. O sea, de mañana. Ya me entiendes. Llámame cuando te despiertes. No importa a qué hora sea, ¿vale?
               -Sí.
               -Vale-susurró, sorbió por la nariz-. Oh, dios. Estoy horrible. Me gusta cuando me estropeas el maquillaje, T, pero… en fin. Hasta luego.
               -Didi-la detuve.
               -T.
               -Te quiero. Te echo de menos-murmuré.
               -Yo también te quiero. Y también te echo de menos.
               Nos quedamos callados, hasta que ella estalló:
               -¡Oh, Dios, Tommy! ¿Por qué tienes que ser tan inglés? ¿Por qué ser inglés, y punto? ¿Por qué no podías ser americano? ¿Por qué no podías estar aquí?
               -Sé tú la inglesa. Estate tú aquí.
               Se echó a reír, fue una risa que combatía su tristeza, no con mucho éxito.
               -Tengo que colgar. Zoe está esperándome.
               -Vale. Pásalo bien. Adiós.
               -Adiós, mi inglés.
               Se quedó un segundo dudando de si ser ella la que colgara y yo. Finalmente, lo hizo. Me quedé mirando la pantalla un momento. Su imagen empezó a difuminarse, a perder contornos, y brillar más y más, hasta que, de repente, se apagó.
               Me quedé tendido en la cama, mirando el techo, llorando en silencio, sintiéndome la criatura más miserable del planeta.
               Tengo que hablar con Scott.
               Pero no podía hablar con Scott. Tenía ojos en la cara. Veía lo que le hacía estar cerca de mí. Si fuera un tío en condiciones, le dejaría descansar, disfrutar de los momentos de paz que yo le arrebataba.
               Pero Scott se ponía incluso peor cuando estábamos separados, se preguntaba si estaba bien, si le necesitaba, se comía la cabeza, y por eso salía de casa media hora antes de que yo le esperara, o se metía en las redes sociales para ver si había escrito algo que hiciera sonar todas las alarmas…
               … o miraba mis últimas conexiones, y alzaba las cejas, aprensivo, al ver que me había conectado diez minutos antes.
               Mi móvil se iluminó, alumbrándome la tripa.
               -Los Teletubbies han dicho que a dormir-me decía. Sonreí.
               Madre mía, no me merecía a Scott, el mundo en sí no se merecía a Scott. Era una criatura preciosa, debíamos protegerle a toda costa.
               Me dejé de gilipolleces, me rendí, y lo llamé. Ni siquiera había sonado un tono cuando lo cogió.
               -¿Necesitabas oír mi dulce voz?-bromeó, aunque yo escuché la preocupación oculta tras aquella pulla.
               -Scott-fue todo lo que dije. Y, como lo conocía como si lo hubiera parido, supe que se levantó al oír mi tono lastimero.
               -¿Quieres que vaya?
               No podía quedarme en esa cama; la almohada estaba un poco húmeda, por mis lágrimas.
               -¿Puedo ir yo?
               -Claro, T. Siempre. Mi casa es tu casa. Literalmente, además. Ya lo sabes.
               De no tener apenas suela que me protegiera del hielo de la calle, habría ido en zapatillas de andar por casa. Pero no lo hice. Ni siquiera me cambié el pijama. Me calcé las primeras botas que encontré, saqué un abrigo del armario y salí de la habitación. Eleanor estaba despierta; se asomó a las escaleras.
               -¿Tommy? ¿Adónde vas?
               -Voy a dormir con Scott.
               Ella asintió. Bajó en silencio, se acercó a mí, me miró a los ojos, me acarició la mejilla, triste, me dio un beso en la mejilla y me abrazó.
               -No te preocupes por mí. Estoy bien.
               -No-replicó-. Pero vas a estarlo. Vas a ver a Scott-razonó-. Les diré a papá y mamá que te has ido.
               Asentí, le di un beso en la frente, y me di la vuelta.
               Escuché cómo cerraba la puerta detrás de mí.
               Scott estaba esperándome con ella entreabierta. Me miró, triste.
               -La cabra tira al monte, ¿eh?
               -El cabrón, más bien-corregí-. Llevas la camiseta al revés-observé, señalando las costuras. Se había vestido a toda prisa para recibirme.
               -No me la voy a quitar delante de ti para que disfrutes viéndome en bolas.
               -¿Desde cuándo duermes en bolas?-pregunté. Me estaba distrayendo. Scott era el mejor.
               -Desde que es bueno para la circulación-atajó. Asentí.
               -Ya. Oye, S, gracias por…
               -Te voy a meter un puño-cortó-. ¿Somos hermanos, o no?
               -Yo soy el guapo-sonreí, y él también sonrió.
               -Si has venido a mi casa a insultarme, yo…
               -Capullo.
               -Cómeme los cojones, Thomas.
               Nos echamos a reír, me hizo entrar, y cerró la puerta tras de mí.
               -¿A su Serenísima Majestad le apetece un aperitivo?
               -Echo de menos a Diana-solté, como si me hubiera preguntado qué me perturbaba, o algo.
               -Quizá un postre-y me arrastró a la cocina. Abrió un helado, vertió el contenido de más o menos la mitad en un bol, y lo metió en el microondas, para calentarlo. Luego, cogió una cuchara. Sólo una.
               La miramos un momento, con tanta concentración que cualquiera diría que pretendíamos partirla en dos con el poder de nuestra mente. Lo miré.
               -¿Qué habrá hecho esa boca tuya?
               -Comer coños, con más o menos acierto-admitió-. ¿La tuya?
               -Lo mismo. Están curadas de espanto.
               -Te habrás lavado los dientes, espero. Mira que yo no quiero tener contacto con nada que haya estado tan cerca de ciertas partes de la americana.
               Apoyé la cabeza en él.
               -¿Alguien quiere mimos?-inquirió.
               -Soy un ser humano pésimo.
               -Puede-concedió-. Pero dicen que la tienes grande, así que las tías te lo perdonan.
               Me eché a reír.
               -Siempre sabes qué decir, ¿eh, Scott?
               Se encogió de hombros.
               -Soy un sabio. Bueno, a comer. Cuéntale al pequeño Scott lo que te perturba, pequeño Tommy.
               Compartimos la cuchara mientras yo hablaba de lo que había pasado.
               -Todavía me duran las mariposas en el estómago de cuando la escuché sonreír.
               S me miró.
               -Las siento siempre que me sonríe-informé.
               -Eso es hambre.
               Pasé a relatarle todo lo que nos dijimos, lo que estaba haciendo. No hizo falta que le dijera lo mal que lo pasé cuando ella empezó a llorar.
               -Tommy-dijo, pasándome la cuchara-, Diana no lloraba porque te estés pillando por Layla. Lloraba porque tenía miedo de que eso hiciera que quisieras dejarla.
               Ya había hablado con ella, pero le había prometido que no le diría nada. Sabía lo que era escucharla llorar de madrugada. Así que no me diría nada, porque él también lo pasaba mal escuchando llorar a una chica, por mucho asco que le hubiera dado tal chica hasta entonces.
               -Tengo que hacer algo, S; soy una persona pésima, no puedo estar con las dos; no me merezco a ninguna, imagínate a las dos.
               -El sol hizo que se creara la Tierra y que se llenaran los primeros océanos, pero, si no fuera por la Luna, no habría mareas-espetó. Nos miramos un momento.
               -Necesito que te tranquilices. Dos segundos. No creo que sea mucho pedir-espeté, y sonrió, acariciándome la espalda.
               -Cabréate todo lo que te tengas que cabrear. Nadie te lo va a impedir. Y si lo intentan, los mataré. Incluso sé cómo deshacerme de cadáveres sin dejar pruebas-sonrió-. Y si tienes que romper algo, destrózalo, hazlo añicos, redúcelo a cenizas. Échalo fuera, T. No dejes que te coma por dentro. Y luego… date un respiro. Ama a dos chicas. Yo me he acostado con dos a la vez, me consideráis un héroe. ¿Por qué tú tienes que avergonzarte de estar enamorado de dos chicas a la vez? Sinceramente, un par de te quiero, en el fondo, son mil veces mejores que todos los orgasmos que les puedas dar a dos mujeres a la vez. De elegir algo, elegiría enamorarme. Joder, me gusta el sexo, pero… dios, estar enamorado es la hostia.
               Lo miré. Le brillaban los ojos. Me estaba mirando, y me veía tanto a mí como a mi hermana. Estaba un poco mejor en ese momento. No sufría.
               -Sigue pareciéndome que no está bien, S. por mucho que lo piense, sigue pareciéndome malo.
               -Tu vida es un libro, una historia que no escribes con palabras, sino con acciones. Da igual lo que te parezca lo que sientes, o lo que pienses. Todo eso es irrelevante. Lo que de verdad cuenta es lo que haces, en el fondo. Te odias por querer a dos chicas, pero lo que va a pasar a la historia no es cómo te sientas con respecto a ti mismo, sino cómo te sientes con respecto a ellas. Las quieres a las dos. Tienes la puta suerte de querer a dos chicas, T. Hay gente que se pasa la vida buscando el amor, y no lo encuentra ni una sola vez, y tú lo tienes ahora, y duplicado. No es algo de lo que avergonzarse. Joder, con el corazón que tú tienes, lo que me extraña es que sólo sean dos.
               Y lo solté. Lo solté porque ya no podía más, no resistía un segundo más con ello dentro, me daba más miedo morirme sin decirlo que horrorizarme al escucharlo en voz alta.
               -Megan me bastaba.
               Scott me miró, las defensas bajadas. No se le ocurría nada que decirme. No solía pasarle eso.
               -Te pillaste por Megan con 14 años. Yo casi me suicido con 15. Éramos críos, T. Gilipollas por definición.
               -¿Por qué me bastaba Megan y no me bastan Diana o Layla solas?-me lamenté.
               -Porque no te querías-me atacó-. Y sí que te bastan. Claro que te bastan. Es sólo que… ya no te resistes. No te pones barreras. Y eso está bien.
               Lo miré. Lo miré bien. Me despojé de mi preocupación y mi sufrimiento, y entonces, lo vi. Aquella luz al fondo de sus ojos. La chispa que le había quitado Ashley. Volvía a estar ahí. Después de tantísimo tiempo, volvía a estar ahí.
               -Scott-susurré-, ¿qué era lo que tenías que contarme?
               Parpadeó. ¿Era un buen momento? Sabía que no, pero no quería mentirme.
               Bueno, otra mentira más tampoco sería para tanto. Yo lo necesitaba más que Eleanor, al fin y al cabo. Por lo menos, en aquel entonces.
               Y me contó lo de Jazz. Me contó cómo se le tiró encima, cómo él se negó en redondo, y lo orgulloso que se sintió cuando se dio cuenta, después de mucho reflexionar, que podía parar si él quería, que no éramos máquinas que se encendían y tenían que terminar sus tareas antes de entrar en hibernación. Que teníamos dominio sobre nuestro cuerpo.
               Acaricié el bol.
               -¿Y por qué no te apetecía?-inquirí, porque quería escuchárselo decir-. ¿Era por algo, o simplemente porque no?
               Se me quedó mirando. Estaba chillándome algo en su mente. Por favor, Tommy, mírame, mírame, y ve lo que tengo dentro. Mira cuánto quiero a tu hermana, mira cómo no puedo vivir sin ella, mira cómo tu mayor miedo se está haciendo realidad: alguien puede volver a romperme el corazón, alguien puede volver a hacerme caer en la miseria, alguien puede destrozarme como me destrozaron hace tiempo… y ese alguien es de tu familia.
               -Era por algo-sonreí, ligeramente, y Scott no pudo evitar sonreír también, mordiéndose el piercing. Las cosas iban un poco mejor encaminadas.
               -Hay una chica-dije por fin. Y él asintió, mirándose los pies. Se pasó una mano por el pelo.
               -Hay una chica-concedió finalmente, levantando la mirada, y parecía tan feliz de repente. No quería decírmelo aún, pero le aliviaba poder ir, poco a poco, desvelándome su secreto. Poco a poco, volvíamos a ser nosotros.
               -¡Scott!-celebré-. ¡Eso es genial! ¿Y ella…?
               -Ella me corresponde-asintió.
               -Joder, S, tío, me alegro un montón por ti-le revolví el pelo, y él sólo se apartó: no protestó, ni se lo intentó recolocar. Sólo sonrió.
               Joder, estaba pillado hasta las trancas.
               -¿Quién es?
               -No te lo puedo decir-dijo, mordiéndose el labio, pero seguía sonriendo, porque se había quitado un gran peso de encima. Lo difícil es empezar; ahora, iría todo rodado, cuesta abajo-, aún estamos…-buscó la palabra-, empezando, por así decirlo-sí, claro, ya le había dicho que quería tener críos con ella, pero estaban empezando, ajá-. Y ella… prefiere ir despacio-sí, súper despacio, follar en el baño de Jeff, haciendo un alarde de perversión vergonzosa, era ir despacio-. Nada de ir anunciándolo por ahí, ni nada.
               -Pero si soy yo-protesté, aunque lo entendía.
               -Se lo prometí, T-dijo simplemente. Asentí-. Espero que no te importe.
               -No lo hace. De verdad-aseguré, cuando alzó una ceja-. Sólo me alegro de que tengas novia, después de todo este tiempo, otra vez. Eso sí, me da pena Londres. Se ha caído un mito.
               -Una leyenda muere-asintió, riéndose. Nos terminamos el helado caliente.
               -Scott…
               -Tommy…
               -¿Cómo es?
               Me miró.
               -Preciosa-aseguró-. Increíble, irremediable, ofensiva e insultantemente preciosa. Más que la tuya-aseguró, y yo alcé una ceja.
               -¡Perdona, pero no hay criatura más bonita que Layla!
               Sonrió con maldad.
               -Hablaba de Diana.
               -Eres un cabrón-solté, y volvimos a reírnos. Me pasó una mano por el pelo.
               -¿Quieres que seamos oruguitas invernales?
               -Pensé que no me lo ibas a pedir.
               De pequeños, nos gustaba tirarnos en el jardín, con sacos de dormir, y quedarnos mirando las estrellas y las luces de Londres mucho más allá. Lo mejor de todo no eran las vistas, sino el contraste de sensaciones: calor en el cuerpo, frío en la cara; oscuridad absoluta en el cielo, cuajado de estrellas, o brillo cegador en el horizonte, conquistado y dirigido por el Big Ben.
               Y cuando nos podíamos enterrar en la nieve, aquello era el paraíso.
               En el tejado había mejores vistas, así que sacamos los sacos de dormir del garaje y subimos las escaleras, nos metimos en la buhardilla, abrimos la claraboya, y me subí a los hombros de Scott para llegar al tejado.
               Londres siempre era más preciosa de lo que la recordaba.
               Ayudé a Scott a subir, nos quedamos mirando un momento el centro de la ciudad que nos vio nacer… y estábamos metiéndonos en los sacos de dormir cuando una cabeza asomó por el hueco de la ventana.
               -¿Qué cojones hacéis ahí?-estalló Sherezade. Scott la miró, desganado.
               -Vete a dormir, mamá-le dijo. Sherezade clavó los ojos en él.       
               -Me esperaría esta gilipollez de cualquiera de tus hermanas, subirse en invierno al tejado a hacer el imbécil cuando estamos a pocos grados sobre 0; al fin y al cabo, eso de la prudencia lo vas ganando con la edad, pero, ¿por qué me engaño a mí misma, Scott? Tengo cuatro hijos, sólo uno es chico, qué casualidad que el que más tonterías haga sea él.
               Y ahí venía, la frase del parto que siempre nos daban nuestras madres.
               Tanto Scott y yo la recitamos mentalmente antes de que Sherezade la dijera.
               -Yo no estuve dos días-recalcó, furiosa-pariéndote para que me salieras así de gilipollas, ¿me estás oyendo?
               -Alto y claro.
               -Bajaos de ahí. Ya.
               -Pero…-empezamos.
               -¡YA!-tronó-. ¡U os bajo yo a bofetada limpia! ¡De una patada en el culo os planto en la piscina! ¡YA!-repitió, y suspiramos, y nos arrastramos como dos amebas hacia la claraboya. Yo bajé primero. Sherezade chasqueó la lengua cada vez que uno de los dos se materializó por la ventana-. ¿Qué coño se os había perdido ahí?-estalló.
               -Londres está preciosa, mamá.
               -Ya lo sé que está preciosa, pero puedes ponerte el Google Maps para mirarla sin tener que jugarte el cuello, Scott.
               -Aunque no está tan preciosa como tú, mamá.
               -No me hagas la pelota.
               -Pero es que eres preciosa, Sherezade-intervine yo, y ella me miró un momento.
               -Nada de peloteos, chicos.
               Nos acercamos a ella.
               -No; ni se os ocurra tocarme, estoy cabreada con vosotros, chicos, ¡NO!-ladró, pero la pillamos por banda y empezamos a cubrirla de besos.
               Cuando vimos que se le había pasado el enfado, la soltamos.
               Nos miró alternativamente, a uno y a otro.
               -Estáis castigadísimos. Ni se os ocurra salir de casa hasta que yo me levante. ¿Está claro?
               -Sí, mamá/Sher-balamos los dos. Ella se anudó la bata y suspiró.
               -Venga, fuera de mi vista. Fus. Y no hagáis ruido; Shasha tiene fiebre y necesita dormir.
               Asentimos y bajamos las escaleras.
               -Sher-la llamé, y ella se volvió, a punto de abrir la puerta de su habitación-. Fueron dos días muy bien invertidos.
               -Cualquier día, te doy un morreo-espetó Scott, sonriendo. Sherezade también sonrió.
               -Mereció la pena, ¿verdad?-Scott alzó los hombros, haciéndose el amoroso y ruborizado-. Se pueden decir muchas cosas de Zayn y de mí, pero no que no hicimos a Scott con ganas.
               -Con muchas ganas, mamá-asintió él-. Si no, no habría salido tan guapo.
               -Ay, mi niño-suspiró ella, trágica-. Si yo te contara.
               Nos contempló con una sonrisa llena de cariño mientras atravesábamos el pasillo en dirección a las escaleras. Arrastramos dos sillones hasta la cristalera del fondo del salón, desde la que se veía el jardín, y Londres, más allá.
               Nos miramos un momento.
               Abrimos la puerta con sigilo y nos tiramos en el prado, con los sacos de dormir. Me pegué a Scott, él se pegó a mí. Me miró un momento.
               -Lo que le has dicho a mi madre me ha dado ganas de pellizcarte la oreja-confesó. Me aparté un poco de él.
               -Déjame la oreja tranquila.
               Pero estiró la mano y me la empezó a acariciar, meneando los dedos, haciéndome cosquillas, qué hijo de puta era.
               -Eres una puta calamidad, Scott.
               -Qué pena-replicó él.
               -Déjame la puta oreja, Scott.
               -¿Al nene le gusta que le toquen la oreja?-se burló.
               -Para-gruñí, entre dientes, conteniendo la risa. Dejé escapar una carcajada-. PARA. ¿Te toco yo la nuca? ¿Quieres que te la toquetee? ¿A que no? Pues para.
               Alzó la mano. Nos pegamos a la pared, y los dos suspiramos a la vez.
               -Tiene suerte-murmuré.
               -¿Quién?
               -Tu novia. Tiene mucha suerte.
               Me miró. Sonreía, muy feliz.
               -No tanta como Diana y Layla. No había un tío mejor que tú en toda Inglaterra. Seguramente, en toda Europa. No han podido elegir mejor.
               Me arrebujé en el saco, sonriendo. No me extrañaba que mi hermana tuviera tantas ganas de que me lo contaran, para poder pegarse a él todo lo posible.
               Lo miré. Había clavado los ojos de nuevo en Londres, y ahora escalaban por las pocas estrellas que se veían. Localizó una constelación que le encantaba besar y acariciar. Sagitario.
               -Scott-susurré.
               -Mm.
               -Tienes que dejar de mirarme con tan buenos ojos.
               Los clavó en mí, y me dedicó su mejor sonrisa de Seductor ™. Una pena que yo estuviera hecho a prueba de esa sonrisa.
               -Para un hermano que tengo, déjame que lo mire con los mejores ojos posibles.
               Los dos sonreímos, y luego, volvimos a mirar la silueta refulgente de Londres.

               Nos empezó a nevar encima, pero no nos importó. Mientras estuviéramos juntos, estaríamos calentitos.

70 comentarios:

  1. DIOOOOS ESTOY CHILLANDO. CHILLANDO DE LO LINDO

    ResponderEliminar
  2. SE ACERCA LA BRONCA, SE ACERCA. MADRE MIA NO ESTOY LISTA.
    PD: Feliz cumpleaños Erika :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Va a ser súper épica, encima dentro de poco empieza una escalada de tensión de la virgen y UF, preparaos para sufrir

      ¡Muchas gracias, corazón! ♥

      Eliminar
  3. Dios Erika, más precioso no te hubiera salido. Ha sido, seguramente, lo más bonito que he leído en mucho tiempo. Creo que a estas alturas ya no quedan palabras suficientes para describir a Scommy y lo que todo ellos conlleva: la verdadera amistad, el uno para el otro y viceversa, el claro ejemplo de que no se necesita la misma sangre para ser un verdadero hermano las 24 horas del mundo. Son el ejemplo de que si tu caes, yo también caigo y luego seré la mano que te ayudará a levantarte. Y JODER QUE ME EXPLOTA TODO EL SISTEMA NERVIOSO CADA VEZ QUE ESTAN JUNTOS Y SE DEMUESTRAN QUE EL UNO NO ES NADA SIN EL OTRO!!!
    Ah! Y quiero abrazar a Tommy con fuerzas y darle amor y llorar mucho por todo lo que esta sufriendo y lo mal que se siente. No es malo amar a dos personas teniendo en cuenta que es amor sincero joder joder joder.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ari, tú misma lo has dicho, no tengo nada que añadir; son tan preciosos, tan supportive (no me sale la palabra en español, si es que la hay), se quieren TANTÍSIMO y no tienen ni pizca de vergüenza en demostrárselo... me duele todo.
      Y buf, Tommy es un pobre bizcochín, sufro con él, se merece todo lo bueno del mundo.

      Eliminar
  4. ¡OH DIO MIO!
    Mi interior entero chilla de #emosion
    ¿El imperio? Los cojones. ¿La fuerza? Una mierda. ¡SCOMMY!
    P.D. Acabo de ver que es tu cumple sooo Muchiiiiiiisimas felicidades y que Scott y Tommy te den infinitud de besos).
    P.P.D. soy young_bloodx

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que Scommy te acompañen, mi pequeña padawan.

      Muchísimas gracias, guapura ❤

      Eliminar
  5. "-Yo no me voy a casar-aseguró, jugando con un trozo de pan descartado." QUE TE LO HAS CREÍDO CHAVAL JAJAJAJAJAJJAJA

    ResponderEliminar
  6. Me duele todo con la parte Sceleanor. Eleanor me da tanta pena porque piensa que el hecho de que Scott ponga por delante cuidar de Tommy que contarle lo suyo asegura masía pensamiento de que elegiría antes a Tommy que a el.... Y me duele todo...Es que no puedo elegir entre Scommy y Sceleanor, puf

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que Eleanor, pobrecita :( en el fondo empieza a pensar que Scott no quiere decirle nada a Tommy para no cabrearlo, y eso lo único que hace es confirmar los temores de su hermano: que no la corresponde, que no la toma en serio, que para él es un juego... y seguramente él la quiera a ella más que ella a él.

      Eliminar
  7. Me duele tanto la situación de Eleanor, Scott y Tommy.... Cuando Scott y El se han puesto a hablar en la habitación de juegos se me han saltado las lágrimas, han conseguido que si dolor me duela a mi también y que me provoquen una tristeza infinita porque Scott sólo quiere cuidar de Tommy pero sabe que se esa forma le está dando alas a Eleanor para pensar que sin duda elegiría a Tommy antes que ella y puf.... Me duele todo. Soy tonta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también sufrí escribiendo; en un principio Eleanor no se iba a marchar llorando, pero cuando me di cuenta ya había acabado la primera parte del capítulo así que, siguiendo un impulso, lo dejé tal y como estaba.
      Pobrecita mi niña, cree que Scott no la quiere, y la realidad es que él la quiere tanto que está dispuesto a cargar con su pena hasta que Tommy esté listo para enfrentarse a esa situación.

      Eliminar
  8. Me ha dolido todo con este capítulo....
    En serio, me he puesto muy triste. Entre Diana llorando, Tommy llorando, Eleanor llorando, Scott deprimido porque no sabe que hacer he acabado llorando yo también....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ha sido un festival de lágrimas, parece esto la Semana Santa sevillana.

      Eliminar
  9. SE QUE TODO ES MUY TRISTE, PERO QUEDEMONOS CON LA APRTE DE SCOTT Y TOMMY COMPARTIENDO CUCHARA PARA COMER HELADO. SCOMMY ME LLENA EL ALAM

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tommy: ugh scott qué asco ya no quiero tu batido porque le has pasado la lengua a la pajita, voy a hacerme otro
      Tommy también: Scott tío te quiero compartamos cuchara compartamos cama follemos con la luz apagada dame hijos eres lo mejor que me ha pasado en la vida

      ??????????????????? Tommy es imbécil, me acabo de dar cuenta. Es cuqui pero es imbécil JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

      Eliminar
  10. EL MAYOR MIEDO DE TOMMY ES QUE LE VUELVAN A ROMPER EL CORAZÓN A SCOTT VALE. ME HAN DADO TRES EPILEPSIAS A LA VEZ.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tiene tantas ganas de que tenga novia y a la vez le asusta tanto porque así pueden dejarlo y romperle otra vez el corazón y hundirlo en la miseria :((((((((((( mis pobres niños

      Eliminar
  11. "aún estamos…-buscó la palabra-, empezando, por así decirlo" Si claro, por eso te has imaginado muriendo agarrando su mano, por eso te ha importado tres mierdas poder dejarla embarazada al no usar condón, por eso ya habéis hablado de tener hijos, por eso con sólo dos meses de relación ya sabes que es la mujer de tu vida. Ajá.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Están empezando, tiene razón. A repoblar el planeta. Lo que pasa es que son tontos, y follan con condón. Pero estar, están empezando.

      Eliminar
  12. Por favor sólo dime que la pelea no va acabar con alguno de los dos llorando porque si es asi ya podemos ir reservándome una ambulancia.

    ResponderEliminar
  13. "No había un tío mejor que tú en toda Inglaterra. Seguramente, en toda Europa. No han podido elegir mejor." SON TAN PRECIOSOS EN SERIO. OJALÁ UNA RELACIÓN COMO LA DE ELLOS EXISTIERA EN LA VIDA REAL. EN SERIO, NECESITO TENER UN HIJO Y QUE MI MEJOR AMIGA TENGA OTRO Y OBLIGARLOS A QUERERSE ASÍ.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. QUIERO QUE SE CASEN, POR COSAS COMO ÉSA ME ARREPIENTO DE HABERLOS HECHO HETERO.

      Eliminar
  14. Lo siento pero no puedo no shipear a Alecy Sabrae. Pd: Felicidades Eri ♡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues prepárate para lo que se avecina, en tiempos oscuros nacen las mayores estrellas.

      Muchas gracias hermosura ❤

      Eliminar
  15. SCOMMY SON VIDA EN SERIO. VOY A PASARLO TAN MAL CUANDO SE PELEEN. MÁS TE VALE QUE HAYA UNA RECONCILIACIÓN QUE CONVIERTA MIS OJOS EN CATARATAS.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me preocupa que no esté a la altura de la bronca pero no puedo cambiar lo que se avecina, espero no decepcionarte :(

      Eliminar
  16. Yo lo siento, pero no puedo posicionarme con las Lommy shipper, porque creo ciegamente que no que necesita Layla es volver a creer en ella misma, sanarse, convencerse de que algún día volverá a enamorarse y que podrá formar una familia y necesita aún más entender que aún Tommy puede ayudarla con todo eso, el no puede ser su ancla, tiene que serlo ella misma.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DIOS CANDELARIA TE BESO LA CARA, no puedo estar más de acuerdo contigo, me has hecho mirar al futuro y verlo desde una nueva perspectiva y me e n c a n t a cómo lo estoy viendo ahora. Te doy las gracias ❤

      Eliminar
  17. "-Preciosa-aseguró-. Increíble, irremediable, ofensiva e insultantemente preciosa." ME HAN EXPLOTADO TRES NEURONAR A LA VEZ.

    ResponderEliminar
  18. "Para un hermano que tengo, déjame que lo mire con los mejores ojos posibles." POR QUE BUDA. POR QUE SON TAN PRECIOSOS. QUIERO PINCHARME EN OJO DERECHO CON UN TENEDOR JESÚS.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sois conscientes de que fue precisamente el hecho de no haber escrito aún esa frase el día 7 lo que me hizo postergarlo hasta el día siguiente, a pesar de ser mi cumpleaños, porque yo sabía
      que
      este
      capítulo
      tenía
      que
      acabar
      con
      Scott
      diciendo
      eso
      gracias por tanto, perdón por tan poco.

      Eliminar
  19. "-La cosa es que en aquel momento creí que lo haría, y es… joder, no sabes lo que es el creer que eres incapaz de hacer algo horrible, y que luego te lo pongan en bandeja, y pensar, “joder, pero si lo fácil es hacerlo, lo complicado es resistirse”.
    -Sí que lo sé-asintió, abrazándose el costado." SCOTT MI NIÑO PRECIOSO. QUIERO DARLE BESOS HASTA QUE SE ME CAIGAN LOS LABIOS

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todavía no sé cuándo se lo va a contar a Eleanor pero sí sé que ella va a querer ir a matar a Jazz, ole.
      A por nosotras no irá, sabe que querremos cuidarlo ❤

      Eliminar
  20. "Yo también prefiero liarme con tu hermana antes que contigo-espetó, veloz como el rayo, ágil como un felino." La que se va a liar en unos capítulos....

    ResponderEliminar
  21. "Nos empezó a nevar encima, pero no nos importó. Mientras estuviéramos juntos, estaríamos calentitos." Yo soy Sherezade y los despierto a cubazos de agua helada por andar haciendo el subnormal.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. MADRE MÍA ESO ES TAN DE SUS MADRES JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA quiero ponerlo en algún capítulo, espero que no se me olvide ☺
      Soy muy fan de tus comentarios Lilith, no te calmes nunca

      Eliminar
  22. "Madre mía, no me merecía a Scott, el mundo en sí no se merecía a Scott. Era una criatura preciosa, debíamos protegerle a toda costa." SI A TODO THOMAS. SI A TODO.

    ResponderEliminar
  23. "Ya lo sé, joder, ¿vale? Ya sé que no voy a poder quererla como se merece, como la quieran, ni como tú querrías que lo hiciera-espetó-, ni siquiera como yo querría hacerlo porque estuve muy jodido" ESPERO QUE ESTO LO HAYA DICHO PARA QUE TOMMY DEJE DE TOCAR LOS HUEVOS PORQUE COMO DE VERDAD NO CREA LA HOSTIA QUE LE VA A DAR TOMMY EN UNOS CAPÍTULOS LA TIENE BIEN MERECIDA

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todavía no estoy segura de si lo dijo por aplacarlo o porque de verdad lo pensara, pero creo que es más bien lo segundo; Scott sabe que está un poco rajadito y no cree que Eleanor se merezca algo roto, sino más bien, lo más intacto posible. Pero la quiere con toda su alma, supongo que eso compensa ❤

      Eliminar
  24. Tommy en si es tonto. Tiene señales por todas partes y me encantará ver cual va a ser la que le va a encender la bombilla porque si ninguna de las que ha habido hasta ahora no lo ha conseguido, no se cual lo hará.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A Tommy no se le pasa por la cabeza que pueden liarse porque, si bien es palpable la tensión sexual entre Scott y Eleanor (hasta él se da cuenta), entre las vaciladas que le mete Scott, diciendo "en broma" cosas sobre su hermana, y la cantidad de veces que han hablado en el pasado sobre ellos dos y no ha pasado NADA, además de que sabe que sólo pueden hacerse daño el uno al otro, ha terminado por convencerse de que Sceleanor nunca, nunca, nunca, jamás sucederá.

      Eliminar
  25. "Yo sí-susurró Eleanor, cada vez más y más triste, porque ser un plan B nunca es nada agradable-. Quería esto. Con toda mi alma. Lo necesitaba. Te necesitaba, S" he llorado con esa parte, o sea el dolor de El me ha traspasado JODER...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :'( cuánto sufrimiento hay en esta novela mi puta madre debería meter a algún Esteban Ricardo Montoya de la Rosa Ramírez

      Eliminar
  26. "Algo dentro de mí se revolvió, y aparté la vista, de repente incómodo, porque realmente sentía que estaba interrumpiendo algo demasiado íntimo" SI ES QUE ES TONTO TIO. T O N T O. LO TIENE DELANTE DE SUS NARICES Y MI SE COSCA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sceleanor para Tommy es preocupante porque, si rompen:
      1. No puede despreciar a la chica que ha dejado a Scott, porque es su hermana.
      2. No puede despreciar al cabrón que le ha roto el corazón a Eleanor, porque es su mejor amigo.
      Scott y Eleanor saliendo dejan a Tommy en una posición SÚPER delicada, en la que haga lo que haga, alguien va a salir perjudicado

      Eliminar
  27. "que él me necesitaba a mí más de lo que necesitaba a mi hermana." Sólo espero que Scott aprenda a necesitarlos a los dos igual porque si no veo que en cuanto vaya pasado la pelea Scott va a ser incapaz de estar sin Tommy y va a ir detrás el y le sudará la polla Eleanor

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En la pelea lo va a pasar mal, pero aprenderá la lección, y no va a pasar de Eleanor por estar con Tommy, ni de Tommy por estar con Eleanor, no te preocupes ☺

      Eliminar
  28. Lo malo de todo esto, es que al no contárselo ya a Tommy, Scott le da más razones a Eleanor de pensar que elegiría sin dudar a Tommy antes que a ella y también a Tommy para que una vez que se lo cuente piense que si espero tanto es porque está jugando con ella o que no es tan importante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente, y además con Tommy es peor porque él no sólo puede pensar que está "jugando con ella" (aunque, sinceramente, dudo que Tommy crea realmente capaz a Scott de hacer algo así), sino que le está mintiendo sin parar a la puta cara, y eso es innegable, con lo que a Tommy le sentará peor todo esto.

      Eliminar
  29. "Eleanor se lo quedó mirando un rato, acariciándole el pelo, una idea formándose en su mente." Espero que esa idea sea algo bueno, porque me he echado literalmente a temblar

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es algo muy bueno, está relacionado con lo que fue a hacer con Sabrae al día siguiente. En el siguiente capítulo se despejará la incógnita ☺

      Eliminar
  30. "por favor, no me mientas. Tú eres mi único lugar seguro, por favor, te lo ruego, no me mientas." TIANA ES MI SALVAVIDAS PERSONAL VALE. ME DUELE LA VIDA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hablemos de que Diana está ATERRORIZADA ante la idea de volver y descubrir que lo ha perdido y prefiere enterarse por teléfono, sin mirarlo a la cara, para poder llorar tranquila.

      Eliminar
  31. Yo de verdad que llego a tener en mi vida una amistad en mi vida como la de Scott y Tommy y es que paso directamente de buscar novio. O sea tener una amistad así para mi es algo más precioso aun que cualquier mierda de parejas goalsde Twitter pfff

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mujer, de vez en cuando habrá que tener sexo y morrearse, ¿no? Para eso, son más recomendables Chad y Kiara. JAJAJAJAJA.

      Eliminar
  32. "De elegir algo, elegiría enamorarme. Joder, me gusta el sexo, pero… dios, estar enamorado es la hostia." QUIERO EMPOTRARLO Y AMANTARLO A LA VEZ VALE. ESTOY MUY ENFERMA.

    ResponderEliminar
  33. Como la pelea sea antes de fin de año a ver como coño vamos a hacer porque es de mala suerte empezar un nuevo año enfadado con tu mejor amigo o pareja sabéis.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Va a ser después; en fin de año va a haber muchísimo salseo, pero para Tommy será una noche tranquilita

      Eliminar
  34. HOLA ERIKINA DE MI VÍA Y MI CORASÓN AQUÍ ESTOY TRAS 6456545 AÑOS DE TARDANZA, QUÉ TAL

    Ahora en serio, POR FIN HE TERMINADO EL CAPÍTULO, más bien, POR FIN HE TENIDO TIEMPO PARA TERMINAR EL CAPÍTULO

    Mira de verdad, todo este tema Lommy/Tiana me trae por la calle de la amargura, TOMMY TE ENTIENDO CON LO DE NO TENER NI PUTA IDEA DE QUÉ A QUIÉN QUIERES MÁS PORQUE HASTA YO NO SE QUÉ SHIPP SHIPPEAR MÁS (viva la redundancia).

    No sé qué más decirte a parte de que Scott es maravilloso, excepto por el hecho de que está haciendo sufrir a Eleanor (que también lo entiendo, porque el pobre está entre la puta espada y la puta pared y ay señor de mi vida, basta) que es un bizcocho y solo quiere estar con él... Pero oye, que viva Scommy tambien (erika, quiero que follen, por qué no follan).

    Vale pues yo creo que ya me voy a intentar comenzar el siguiente capítulo, porque he visto que has comenzado a escribir ya el próximo y no me mola nada que se me acumulen.

    TE QUIERO MUCHO MUCHÍSIMOOOO *corazón* (no puedo ponerlo desde el ordenador, matame)

    PD. Mira de verdad, cuando naces retrasada perdida y jeje (supongo que ya habrás leído mi histeria para cuando leas esto lol)

    PD2. ME ESTOY RIENDO PORQUE EN EL COMENTARIO NO HABÍA PUESTO NINGUNA PD Y AHORA SÍ

    PD3. YA ME VOY.

    ResponderEliminar
  35. MIRA VIRGINIA YA ERA HORA DE VERDAD EL DÍA QUE TE CASES NO SÉ QUÉ SERÁ DE TU CÓNYUGE EN CIERNES PORQUE ME DA LA IMPRESIÓN DE QUE VAS A TARDAR SIGLOS EN APARECER POR LA IGLESIA O EL AYUNTAMIENTO

    Ya tenía ganas de que lo leyeras, te echaba de menos en mis comentarios ♥

    ME ENCANTA EL HECHO DE QUE YA NO SABES SI PREFIERES TIANA O LOMMY CUANDO HACE UN MES ODIABAS CON TODA TU ALMA A DIANA ME ESTOY DESCOJONANDO

    Scott es una delicia por favor pero también todas las cosas malas que van a pasar por "su culpa" pues tela eh TELA.
    Cualquier día se me cruzan los cables y hago que Tommy y él follen, ya verás.

    YO TAMBIÉN TE QUIERO MUCHO MUCHÍSIMOOOOOOOOOOOO asterisco corazón asterisco (me encantan tus corazones, son más gorditos que los que salen dándole a alt, sufro).

    PD: viva tu retraso y tu histeria.

    PD2: vivan las post datas

    PD3: xao ♥

    ResponderEliminar
  36. Sólo quiero decir que cualquier día de estos voy a reventar de la felicidad que me provoca ver a Tommy y Scott juntos.

    (Y siento llevar tanto tiempo desaparecida, espero poder leer más a partir de ahora)

    - Ana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uf, yo voy a tener que ponerme a releer capítulos de ellos juntos porque estoy en un momento de muchísimo sufrimiento. Scommy es lo mejor del mundo, apreciémosles fuertote.❤

      No te disculpes por no poder comentar, mujer, lo que cuenta es que lo haces y que me sacas una sonrisa cuando tienes un poquito de tiempo para dedicarme☺ espero que sigas disfrutando con la lectura ❤

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤