sábado, 24 de septiembre de 2016

Hágase la magia.

Fue un comienzo de año cojonudo; creo que el universo me estaba avisando de que mi suerte se estaba dando la vuelta, y de que los dioses se volvían en mi contra.
               No contento con preocuparme por Sabrae, también tenía que preocuparme por Tommy, porque el muy imbécil había elegido la única noche en la que era yo, por ley, el que me desmadraba sin temor a que me pasara nada más grave que acercarme peligrosamente a un coma etílico, para beberse hasta el agua de los floreros.
               Tuve que aguantar la cabeza dándome vueltas, los estridentes sonidos perforándome la mente y los colores cuyas formas se iban difuminando a medida que yo bebía (poco) e iba teniendo más y más sueño (mucho), esperando una señal que no parecía llegar.
               Tommy se empeñaba en seguir bebiendo, y yo tenía que quitarle la botella, recriminarle que quisiera ponerse aún peor, y él me miraba con ojos vidriosos. Seguro que ni sabía quién era el que le hablaba.
               Puede que debiera aprovechar para decirle lo de Eleanor.
               -Soy un ser humano pésimo-espetó, mirando la tabla de parchís en que estaban echando una partida. Yo no podía parar de fumar. Todos lo miraron, un poco alelados; yo era el único más o menos espabilado del grupo.
               Bueno, también estaba Alec, pero con él no podía contar. No con mi hermana en ese estado. No con mi hermana tan cerca.
               -¿Por qué?-cacarearon a la vez, y yo puse los ojos en blanco, y encendí otro cigarro, intentando no pensar en que Sabrae podría estar en coma a unos metros de mí, convenciéndome de que no podía subir a ver cómo estaba, porque en cuanto yo me marchase, se desataría la locura en mi grupo de amigos.
               Tenía que cuidar de ellos, porque ellos habían cuidado de mí.
               -Estoy haciendo barrera-comentó Tommy, con los ojos tristes, y de repente se echó a reír, le dio un manotazo a la tabla, y todas las fichas de colores salieron disparadas. Los demás lo miraron en silencio-. ¿Creéis que así es como se elige a qué cuidad van las Olimpiadas?-preguntó, y yo fruncí el ceño.
               El sol empezaba a salir por el horizonte cuando Tommy se volvió hacia mí, y espetó:
               -Quiero dormir.
               Se tumbó cuan largo era encima del sofá que ocupábamos, me pegó la cara en el hombro, se quitó la chaqueta y se la tiró por encima. Dejó escapar un profundo suspiro y  se acomodó contra mí. Le di un beso en la cabeza, y le dije que se durmiera.
               -Sssssssssssssscott-siseó, como si fuera una serpiente.
               -Mm.
               -He estado pennnnnnnnsando-murmuró. Y yo asentí.
               -¿En qué?-di una calada al cigarro, Tommy lo miró con fascinación. Era un troglodita que descubría el fuego-. ¿Tommy?
               -¿Qué?
               -¿En qué has estado pensando?
               -¿Yo? En nada, bastante tengo con lo que tengo-bufó.
               -¿Y qué tienes?
               -¿Tengo algo?
               -Eso has dicho.
               Se quedó pensando un momento.
               -Somos gays-soltó, y yo me tuve que echar a reír-. Estamos en el armario. A mí no me basta con una tapadera. Por eso necesito dos-comentó-. ¿Me quieres?-clavó los ojos en mí, los ojos azules que volvían loca a Diana, los ojos que reconfortaban a Layla, los ojos en los que yo me quedaría a vivir sin dudarlo.
               -Claro, T.
               -¿Ves? Somos gays-sentenció, acurrucándose contra mí-. Pero no me pones. Eso, nunca, Scott-me aseguró.
               -Sabes que los gays se sienten atraídos unos por otros, ¿no?
               -Somos gays light-refutó, y yo asentí con la cabeza.
               Los cuerpos de la gente que se había quedado tirada en el suelo, dormida, arrancaban sombras extrañas a la luz que se iba colando por las ventanas. ¿Qué hora era?
               Tommy me pasó una mano con torpeza por la boca.
               -Te falta el piercing-observó.
               -Se me ha caído-mentí, y no me sentí muy bien al hacerlo, a pesar de que estaba borracho y no podía darse cuenta. Precisamente por eso era por lo que no me sentí tan bien.
               -¿Estando con mi hermana?-preguntó, y me volví para mirarlo.
               -¿Qué?
               -¿Se te cayó estando con mi hermana?
               Me empezaron a sudar las manos.
               -¿Cómo se me iba a caer estando con Eleanor, Tommy?-espeté, y mi voz se elevó un par de octavas.
               -Sabrae quería que te lo quitaras; puede que el que se te cayera estando con ella…
               -¿Sabrae?-espeté-. Sabrae es mi hermana, no la tuya.
               -¿De verdad?
               Me eché a reír.
               -¿Sabes que eres blanco, y ella, negra, Tommy?
               -No soy blanco. Soy color carne. No es lo mismo-me discutió, tozudo como él solo-. Blancos son los folios. Y Sabrae es marrón. Tú también eres marrón. Bueno, no marrón, marrón-meditó-. Sólo la mitad. Sabrae sí que es marrón. Tú eres mar. Ella es marrón-debatió, por fin, y yo alcé las cejas, sorprendido ante aquella tesis doctoral-. ¿Scott?
               -¿Mm?
               -¿Sabrae se pone morena?

               Siempre me preguntaba eso cuando se emborrachaba, como si no la hubiera visto de vacaciones, como si nuestras familias no fueran de vacaciones juntas porque ya habían asumido que para nosotros dos era una desgracia el estar separados.
               -¿Puede ponerse negra de verdad?
               -Quizá-murmuré.
               -Eso molaría. Estaría cambiando de color. Sería como un camaleón. Un camaleón solar. Un solmaleón-se jactó, orgulloso, y yo me eché a reír. ¿Cómo podía cabrear a semejante rayito de sol? Madre mía, era demasiado bueno para este mundo, deberíamos protegerlo a toda costa, ejércitos enteros deberían morir por él, sólo para que no volviera a estar mal.
               -¿Quieres que nos vayamos a casa, T?-pregunté, y él asintió.
               -Todo me da vueltas. La echo de menos.
               -¿A quién? ¿A Diana?
               Sacudió la cabeza.
               -¿A Layla?
               Volvió a sacudirla.
               -¿A Eleanor?
               -A mi madre-dijo por fin-. Me gustan las galletas que hace. Son compradas-explicó, lo cual carecía de sentido-. Del súper. Siempre coge el paquete de la tercera fila, porque ésas no están rotas. Están deliciosas. Me encanta cómo hace que sepan.
               -Vamos a por Sabrae, y luego vamos a comer unas galletas, ¿te parece bien?
               Hizo ademán de levantarse, pero no lo consiguió. Se desplomó sobre el sofá. Alzó una mano.
               -Espera-pidió, y rechazó la que yo le tendí-. ¡No! ¡Puedo solo!-protestó.
               Sí, claro, pudo solo cuando yo lo cogí del antebrazo y Tam hizo presión en su culo con sus pies, echada como estaba sobre su espalda, con las piernas dobladas, lista para hacer de catapulta a la elevación de mi amigo. Le di las gracias, como si ella pudiera entender nuestro idioma, tan drogada como estaba. Tam no solía probar su propia mercancía, Tommy no solía coger estas borracheras, Alec no solía pasar noches enteras con una chica en la cama sin sacársela de los pantalones, y yo no solía pasearme por ahí sin piercing.
               Qué cosas más raras hacíamos en Nochevieja.
               Tommy no podía caminar, estaba  claro.
               -Espérame aquí-le dije, y él se puso a gritar que no lo dejara solo en cuanto me di la vuelta.
               -¡Scott! ¡No te vayas! ¡No me dejes solo! ¡Sabes cómo nos ponemos cuando nos dejamos solos!
               Así que lo cogí, tiré de él, lo subí como pude por las escaleras, y me rendí cuando se desplomó en el suelo y volvió a soltar un “uy” al verse con la cara pegada a la moqueta.
               -Colabora un poquito, Tommy, por favor-supliqué, cogiéndolo del brazo, tirando de él, pero soltó una carcajada, y yo empecé a cabrearme, así que empecé a tirar de él en serio y lo arrastré hasta la habitación de Alec y Sabrae.
               -Yujuuuuuuuuuuuuuuuuuu-lo celebraba él, abriendo la boca y comiéndose todos los gérmenes que podía haber en la moqueta.
               Me detuve en la puerta, llamé, no sé por qué, y la abrí.
               -Otra vez-exigió Tommy, al que le habría metido un pie en la boca.
               Alec levantó la mirada; Sabrae volvía a estar dormida. Ya no estaba viendo ninguna serie, había tenido los ojos fijos en los dedos de mi hermana, que lo acariciaban aún en sueños.
               -¿Te has aburrido mucho?
               Alec me miró, decidiendo si me soltaba lo que finalmente me soltó.
               -He terminado tirándomela. Pero con respeto, ¿eh, Scott? No te enfades.
               -Estoy demasiado ocupado y agotado de la vida como para cabrearme, Al-susurré, dejando a Tommy en el suelo y acercándome a mi hermana.
               -Guay, porque es mentira-susurró, pero no parecía aliviado en absoluto-. Tengo que decirte algo, S.
               Volví a ponerme tenso.
               -¿Qué?
               -He hecho todo lo que he podido, todo lo que se me ocurrió, pero…
               -¿Pero qué, Alec?
               -No puedo despertarla-espetó sin rodeos-. Llevo una hora intentando hacer que se despierte, pero no puedo despertarla.
               Miré a Sabrae, y me eché a temblar de puro terror. No. No, no, no, nononononono. ¿Respiraba? ¿Estaba con nosotros? ¿Estaba caliente? ¿Tenía que ir a comprar una ouija para suplicarle que volviera, que no podía hacerme esto, no podía dejarme solo, mamá me mataría, yo acabaría matando a Shasha, lo veía venir?
               Alec y yo intercambiamos una mirada y nos abalanzamos a la vez sobre Sabrae. Había que hacer que respondiera, pasara lo que pasara. Alec la cogió por debajo de los hombros, la levantó, le sujetó la cabeza y le colocó la cabeza de modo y manera que yo pudiera echarle por encima una botella de agua. Sabrae se revolvió un poco, pero no hizo ademán de volver con nosotros.
               Probamos a gritarle. Eso sólo hizo que a mí me doliera más la cabeza y Tommy se diera la vuelta y proclamara, triunfal:
               -¡VIVAN LAS CROQUETAS, JODER!
               Alec se incorporó un poco.
               -¿Qué mierda le ha dado Tamika? Para la próxima fiesta, quiero que me la pase a mí.
               -¡Alec! ¿Puedes centrarte? ¡Te necesito aquí!
               Llegué a soltarle una bofetada a Sabrae para ver si reaccionaba, pero no pasó nada, sólo frunció el ceño, cada vez más perdida en la maraña de su subconsciente. Alec abrió los ojos, sorprendido, pero entendió que había que llegar a extremos imposibles con tal de despertarla.
               Se nos acababan las ideas, se nos agotaba la inspiración, y, cuanto más tiempo pasara, más difícil sería despertar a Sabrae.
               -¿Y si la llevamos a urgencias?-sugirió
               -Si la llevamos a urgencias, no me queda Inglaterra para correr-respondí-. Mi madre me mata.
               -Es verdad-murmuró-, y si tu padre se entera de que la hemos llevado a urgencias por mi culpa, seguro que no me quiere cerca de ella.
               Lo miré.
               -Te ha dado fuerte, ¿eh?
               Alec se puso rígido.
               -Es que, ¡mírala, Scott! No he visto ser más precioso en toda mi vida; no sé cómo puedes vivir ajeno a la suerte que tienes de poder verla cuando te dé la gana mientras duerme. Es la criatura más preciosa que jamás ha pisado esta tierra-susurró, mirándola.
               -Ya lo sé. La elegí yo-contesté, hinchándome como un pavo, porque la mejor cosa que había hecho, y haría en mi vida, había sido acercarme al lugar en la que ella nos esperaba a nuestros padres y a mí. No se me olvidaría en la vida la sensación de mirarla por primera vez, lo bonita que era, y ahora… ahora era todavía más bonita.
               -Eso no quita de que sea preciosa.
               -Joder, Alec, tened hijos ya, venga. Dame sobrinos.
               -¿A que hacemos una pareja cojonuda?
               -La verdad es que sí.
               Alec sonrió.
               -Sabía que te estabas haciendo el duro antes.
               Nos quedamos mirando a Sabrae un rato.
               -¿Te das cuenta de que nos hemos puesto a hablar de ella en lugar de intentar despertarla?-bufé, negando con la cabeza.
               -Creo que me merezco que Zayn me coja asco después de esto-se pasó una mano por el pelo, pensativo.
               -¡Yo la despertaré!-proclamó Tommy, poniéndose en pie. Tanto Alec como yo lo miramos, incrédulos.
               Tommy se acercó a la cama, apoyó las rodillas en el pie de ésta, alzó las manos, se remangó la camisa, bramó:
               -¡HÁGASE LA MAGIA!
               Le cogió un pie a Sabrae, tiró de ella para acercársela más, hasta tener su pierna casi en su cara y, cuando pensé que le iba a dar un mordisco en el pie, o algo por el estilo, tiró de la manta de pelo sobre la que descansaba el mono de ella y, con un rápido movimiento, se la pasó por el pie.
               Sabrae lanzó un chillido y abrió los ojos de golpe, presa de un terror irracional, un terror de tal magnitud que era producido exclusivamente por una cosa: cosquillas en los pies.
               Nos miró a los tres, sin entender.
               Tommy, no satisfecho con cómo había reaccionado ella, volvió a pasarle la manta por la planta del pie, y Sabrae se echó a reír, y si no sonó como el bebé al que yo había sacado de la cuna la segunda noche que pasó con nosotros, la primera en la que se suponía que iba a dormir ella sola, que me partiera un rayo en ese instante.
               -¿Veis? No era tan difícil-comentó Tommy…
               … y se desplomó sobre ella, con la cara sobre sus bragas.
               Sabrae se lo quedó mirando, sin entender muy bien qué era lo que pasaba.
               -Joder-se quejó Alec-yo llevo con ganas de hacer eso toda la noche, y va éste, y llega, y es lo primero a lo que se dedica.
               Miré a Saab.
               -Vámonos a casa, pequeña.
               Ella asintió, cogiéndose las mangas de la camisa de Alec; lo miró un momento, se puso colorada (mira, oye, menos mal) y se deslizó por la cama hacia el borde, en dirección al suelo. Buscó sus zapatos, se los puso con manos temblorosas y síntomas de estar profundamente concentrada. Estaba yendo hacia la puerta cuando Alec la llamó:
               -Sabrae.
               Ella se giró.
               -Llevas puesta mi camisa.
               Se miró un momento, asintió y, sin mediar palabra, se la desabotonó y se la pasó a Alec. Me ignoró deliberadamente mientras caminaba, con la dignidad que su borrachera le permitía, hacia su mono. Se tiró en la cama y se quedó pensando cómo ponérselo.
               -¿Quieres que te ayudemos a vestirte?-pregunté, y ella clavó la mirada en Alec.
               -¿Hemos follado?-quiso saber, Alec se rió.
               -Estás borracha, Saab.
               -¿No quieres hacer nada?-inquirió ella, y parecía profundamente disgustada.
               -Sí, pero yo no follo de día.
               -Sí que follas de día-protestamos Tommy y yo a la vez; él, contra el colchón, yo, con el ceño fruncido. Alec puso los ojos en blanco.
               -¿Qué os dije a los dos de mantener el pico cerrado mientras hablamos los adultos? Venga, Saab, si tu hermano no quiere serle útil a la sociedad, ya te ayudo a vestirte yo. Será un capítulo interesante en mis memorias de dominación mundial-meditó-. Creo que lo titularé “la noche en que hice justo lo contrario a lo que suelo hacer siempre”.
               Sabrae se sentó a su lado en la cama, lo miraba como quien mira al santo por el que ha peregrinado mil kilómetros.
               -Eres muy guapo, Al-susurró, pasándole una mano por la cara.
               -Eso, de siempre.
               -Pero que muy guapo, Al.
               -Tú tampoco estás mal, Saab.
               -¿Y las demás? ¿Son tan guapas como yo?
               Alec sonrió, sintiendo los ojos de los tres puestos en él.
               -¿Qué os pasa a todos hoy conmigo? Menuda caza de brujas.
               -Alec-susurró Sabrae, y él clavó los ojos en ella, y a mí me dieron ganas de apartar la mirada para dejarles intimidad pero, a la vez, no podía. Era hipnótico, como cuando estás viendo una película y sabes que va a aparecer en breve una escena desagradable, pero tus ojos se niegan a cerrarse, y no puedes apartar la vista mientras tu mente se horroriza más y más ante lo que está presenciando.
               -Sabrae-susurró Alec, y mi hermana se estremeció.
               -¿Me das un…?-empezó, y Alec se inclinó hacia ella y le dio un beso en los labios. Tommy silbó.
               -Idos a una cama.
               -Ya están en una cama-gruñí yo, dándole la vuelta. Sabrae sonrió como si fuera boba. Alec, todavía más. Colaboraron para vestirla, mira, algo que Alec no había hecho en su vida: vestir a una tía.
               Las desnudaba de lujo, pero lo de vestir, me imaginaba que no iba a ser su fuerte. Desnudar no tiene nada que ver con vestir, vestir no es la inversa de desnudar, y, sin embargo, él se lo hizo de una manera, como si fuera un experto con ella, como si la conociera a la perfección.
               Sabrae se quedó tumbada en la cama, mirando al techo.
               -¿Saab?-inquirí-. ¿Nos vamos?
               Ella asintió con la cabeza, mordiéndose el labio.
               -¿Puede venir Alec con nosotros?
               -Sí, claro, no tiene otra cosa mejor que hacer que el ir detrás de ti por…
               -¿Es lo que quieres, bombón?-preguntó él, y ella asintió-. Pues ya está.
               Con esfuerzo, conseguimos poner en pie a Tommy y sacarlo de la habitación. Lo convencimos para que se pusiera la chaqueta, Alec suspiró al ver que se empecinaba en meter la cabeza en los huecos para los brazos, y le dio un par de bofetadas (las que me corresponderían a mí darle, en realidad) para hacer que espabilara, que se dejara de hacer el gilipollas, y se diera cuenta de que no había llevado un jersey de cuello alto a la fiesta.
               Nos despedimos de los demás; encontramos a Jordan tirado en el jardín. Alec sólo le dio con el pie y le espetó:
               -Me abro, ¿le digo a tu madre que venga a recogerte?
               La respuesta que obtuvo de Jordan fue un agotado “bf”, que, en el idioma de los borrachos, no solía querer decir nada, pero en el idioma de los Jordan borrachos, era un asentimiento.
               De camino a casa de Tommy, Alec se sacó el móvil del bolsillo interior de la chaqueta y llamó a la madre de Jordan.
               -Annie, te interesará saber que tu hijo está tirado en el jardín de la casa… pues porque no es mi problema realmente, Annie, ¿sabes?... bueno, yo le dije que te avisaría, estoy acompañando a Scott llevando a Tommy a casa, y si lo vieras, entenderías que cambiara de prioridades, ¿o no?
               La madre de Jordan le dijo algo, Al puso los ojos en blanco, negó con la cabeza y se guardó el móvil en el bolsillo de nuevo. Sin colgar. Se podían escuchar las protestas de ella desde el interior de la chaqueta de Alec.
               -Dios está hablando a través de ti, Al-observó Tommy, que se nos volvía tremendamente devoto cuando cogía una mangada en condiciones.
               -17 años esperando, y por fin alguien se da cuenta de que soy el Mesías. Y tiene que estar borracho para no recordarlo-se quejó Alec, sacudiendo la cabeza. Al poco, llegamos a casa de Tommy, y lo apoyamos contra la puerta mientras llamábamos al timbre.
               Creí que tendríamos suerte y Eleanor abriría la puerta, pero hasta en eso me dieron la espalda los faunos. Eri abrió la puerta, asqueada por lo que sabía que se venía. Seguro que Eleanor ya estaba en el octavo sueño.
               -Un paquete-canturreó Alec, depositando a su hijo suavemente sobre sus hombros.
               -¡Mamáaaaaaaa!-festejó Tommy, dándole un sonoro beso en la mejilla… o intentándolo, porque no pudo hacer más que apretujar sus caras. Eri se lo quedó mirando, y luego, me miró a mí.
               -¿Qué se ha tomado, Scott?
               -Qué no se ha tomado, querrás decir-respondí yo-. Tu jurisdicción, Eri. Todo tuyo.
               -Las copas de los árboles-soltó Tommy en español-, he tomado de todo, menos decisiones.
               Su madre se lo quedó mirando.
               -La que te espera cuando se te pase esto, Thomas-ladró.
               -¿Me has comprado un regalito? Qué tierna. Te quiero mucho, mami-y volvió a apretujar su boca contra la mejilla de ella, que me dio las gracias por llevarle a su hijo en semejante estado, en lugar de lavarme las manos como había hecho Alec y hacer que fuera a buscarlo. Sacudí la cabeza, y nos pusimos en marcha en dirección a nuestra casa.
               Sabrae se ponía peor con cada paso que daba; el sueño reparador no lo había sido tanto, sino más bien un coma en el que el alcohol se había colado en su cuerpo, empapando cada una de sus células.
               Llegado un determinado momento, se detuvo en medio de un paso de cebra, nos miró a los dos, pronunció mi nombre como buenamente pudo, e hizo ademán de desplomarse. De no tener Alec unos reflejos de pantera, se habría dado de bruces contra el suelo, a ver si le seguía gustando cuando se dejase media cara en el asfalto. Nos la cargamos a hombros y la llevamos casi en volandas por mi calle; lo bueno de ser festivo era que nadie podía ver aquel cuadro; la humillación para mi hermana sería menor.
               Se merecía que la humillaran, todo sea dicho.
               La dejé en su custodia mientras rebuscaba en los bolsillos; no me acordaba de que nunca llevaba llaves en fin de año. Sabrae se espabiló un poco, puede que por la colonia de Alec, puede que por sentirlo tan cerca, o puede porque se estuviera haciendo la borracha sólo para aprovechar aquel momento como efectivamente hizo.
               -Qué guapo eres, Al-susurró, admirada, pasándole una mano por la mandíbula. Alec se echó a reír.
               -Menuda novedad, ¿eh, Saab?
               -Quiero follarte contra la puerta de tu casa-soltó, y cerró los ojos y dejó escapar un ronquido. Alec se rió.
               -Seguro que quieres emborracharla todos los fines de semana, ¿eh?-lo pinché, él me miró.
               -¿Por qué lo dices como si sólo quisiera acostarse conmigo cuando está mangada?-alzó las cejas, seductor-. Lo único que le suelta el alcohol es la lengua, no las piernas.
               Llamamos a la puerta, Shasha fue la que nos abrió, y sonrió con maldad al ver a Sabrae.
               -Menudo regalito me traéis-incluso se relamió, anticipando la bronca que nos iba a caer; a ella, por venir así de borracha; y a mí, por dejar que se emborrachase de aquella forma.
               Mamá estaba en la cocina, haciéndose el desayuno, y el instinto fue más fuerte que ella, pues terminó por empujar la puerta para mirarnos, y suspiró con disgusto.
               -Y yo que me había levantado tarde para no tener que veros así…
               -¿A ella no le dices “mira cómo vienes”?-acusé, y negó con la cabeza.
               -No tiene gracia si viene acompañada, ¿qué te ha pasado en la boca? Te veo raro, Scott.
               -No llevo el piercing.
               Mamá alzó las cejas.
               -¿Y cómo se supone que voy a distinguirte ahora de tu padre?
               Qué hija de puta.
               -Adiós, mamá.
               Subimos a Sabrae a cuestas, nos detuvimos en el pasillo a retomar el aliento, y luego la condujimos a mi habitación. Dormiría mejor conmigo, yo estaría más tranquilo si dormía conmigo. Shasha no tendría huevos a hacernos nada a los dos; no podía iniciar a Duna en las bromas de la casa si yo estaba para defender a Sabrae, o Sabrae, para defenderme a mí.
               La tiramos sobre la cama, la acarició con amor.
               -Mi camita. Te he echado de menos-susurró, dándole un beso al colchón y dejando una marca de pintalabios en él. No me fijé hasta ese instante en cómo le había dejado el cuello a Alec.
               -Es mi cama, Sabrae-bufé yo, sentándome a su lado.
               -Mi camita-contestó ella, presa del séptimo sueño. Alec nos miró a ambos, alternativamente, esperando que yo le dijera qué hacer. Parecía tremendamente cansado, pero, a la vez, reticente a marcharse.
               -Ayúdame a soltarle el pelo.
               Le deshice la trenza que me correspondía a la velocidad del rayo; Alec tardó diez minutos de reloj. Tenía miedo de darle un tirón y hacerle daño. Yo no dije nada, pero no podía dejar de preguntarme si tendría el mismo cuidado con Mary, con quien era más protector que Tommy y yo juntos sobre nuestras hermanas.
               Puede que, al tener sólo una, sientas la necesidad de estar todavía más encima de ella.
               Llegó a darme pena; a veces, este instinto que teníamos Tommy y yo de protección sobre las demás era un asco, e imaginármelo aumentado en Alec, que sólo tendría un foco, me pareció más una maldición que un precio a pagar por no estar solo y tener con quién jugar, a quién hacerle perrerías, a quién aconsejar y con quien hablar cuando no podías salir de casa.
               Los rizos de Sabrae se extendían por toda la cama, cayendo en cascada sobre su espalda, el colchón, y la almohada. Tanto Alec como yo inclinamos la cabeza para ver cómo dormía, envidiando la sensación de paz que transmitía su semblante.
               -¿No deberíamos… no sé, desmaquillarla, o algo así?-preguntó él, que sabía de sobra que no había nacido con aquella línea negra y plateada delimitándole el párpado móvil. Negué con la cabeza.
               -Que se lo quite ella cuando se despierte.
               -Pero tiene la piel tan bonita…-casi gimió él. Me lo quedé mirando, y él me miró a mí, alarmado ante el calibre de la subnormalada que acababa de soltar.
               -Es la mayor gilipollez que te he oído decir en la vida-acusé.
               -Una vez os pregunté si los vegetarianos comían pescado.
               -Vale, es la segunda mayor gilipollez que te he oído decir en la vida.
               -La pregunta tenía sentido. El pescado no es carne.
               -Siguen siendo animales.
               -¿Podemos centrarnos, por favor? ¿La sujetas tú o la sujeto yo?
               -La sujeto yo; mañana te la entrego en el altar-sonreí, burlón.
               -No eres más imbécil porque no puedes, Scott-gruñó, pero al final se quedó cuidándola mientras yo revolvía en su habitación, buscando los productos. La sentó, hizo que apoyara la espalda en su pecho y le apartó el pelo de la cara mientras yo le pasaba un algodón húmedo. No hacía efecto.
               Terminamos por verterle el contenido de un botecito de cristal por la cara, y ella abrió la boca, creyendo que era agua, desde lo más profundo del sueño.
               -Esta puta cría es tonta-gruñí, cerrándole la boca y quitándole todos los potingues de la cara. Alec sólo se quedó callado, esperando a que terminara.
               Me daba vueltas todo, joder, quería tumbarme y dormir como dos milenios seguidos.
               -Debería quitarle el mono, ¿no crees?-inquirí, y él asintió, la dejó reposar sobre la cama y se quedó sentado, mirando-. Ya me ocupo yo desde aquí, Al.
               Alec ni se inmutó.
               -Puedes irte ya, Al.
               Alec me miró.
               Y volvió a ser el Alec de siempre, el que todos conocíamos, el que podría coleccionar bragas de desconocidas si le diera la gana, el que me hacía la competencia, contra el que me jugaba a las tías más alucinantes que nos encontrábamos por el centro, el único rival conocido que yo podía tener. Me dedicó una sonrisa torcida, su sonrisa de Fuckboy®, y alzó las cejas.
               -Adiós, Alec-solté yo, y él se echó a reír, asintió con la cabeza, me dio una palmadita en el hombro.
               -Que duermas bien.
               -Y tú, desgraciado-sonreí. Me tiró un beso y cerró la puerta de mi habitación. Sabrae se revolvió en sueños.
               -¿Adónde ha ido Alec?
               -A dar por culo; hasta eso tenéis en común. A los dos os encanta-gruñí-. Voy a quitarte el mono. Te lo digo para que no te pienses que soy él, y te me pongas juguetona. Porque yo te parto la cara, Sabrae.
               Sabrae abrió un ojo cuando puse las manos en su espalda y empecé a bajarle la cremallera.
               -Scott.
               -Mm-dije, sin mirarla.
               -No te empalmes, ¿eh?
               Me detuve.
               La miré. Se estaba riendo.
               -Puta cría de mierda; mira que me lo dijo la conciencia: “quédate con la albina, deja a la morena, mira qué ojos tiene, esos ojos son malos”; pero nada, oye, tuviste que cogerme la manita, y a la mierda todo, a la mierda la albina, a la mierda mi armonía espiritual, a la mierda mi tranquilidad vital, a la mierda todo.
               Sabrae se rió en silencio.
               -Eres gracioso, S.
               -Gracias, pero voy muy en serio.
               -Soy lo mejor que te ha pasado en la vida-respondió, dándose la vuelta, frotándose los ojos y mirándome con aquellos ojos suyos, brillantes en su oscuridad, oscuros en la luz que había en ellos. Y volvíamos a estar en el sitio donde nos conocimos, ella volvía a cogerme de la manita y yo sentía un tirón en mi interior, como si me estuviera cayendo, como si hubiera vagado durante toda mi vida por el espacio y, justo cuando me había de lo que era la gravedad, un planeta recién nacido me reclamara para sí.
               Tenía razón, la muy cabrona tenía razón, lo mejor que había hecho en mi vida había sido acercarme a la cunita en la que ella nos esperaba. Lo mejor que me había pasado en la vida había sido sentir la curiosidad de saber quién había allí, y asomarme, y mirarla. Y correr hacia mamá, tirarle de la falda, decirle que la había encontrado.
               No había hecho falta, pero una parte de mí sabía que habría luchado con uñas y dientes para poder sacarla de allí, ponerle su nombre, abrazarla y no soltarla nunca. Incluso por sentir un poco de envidia cuando la veía con otros, cuando prefería estar con otros chicos a estar conmigo.
               Incluso lo que me era insoportable de Sabrae, una parte de mí lo encontraba adorable. Y ella lo sabía, me había asegurado de que lo supiera, repitiéndoselo cada noche mientras se quedaba dormida.
               Ojalá fuera sólo su borrachera y su chulería de lo que tuviera que encargarme esa semana. Mi vida habría sido mucho más fácil, y le habría ahorrado un montón de sufrimiento a mucha gente.
               -Mamá y papá nos han criado para que no seamos creídos.
               Sabrae sonrió.
               -Soy hija del mejor cantante de la historia de Inglaterra, una de las personas con más Grammys de su generación… y lo mejor que le ha pasado a mi hermano-celebró, testaruda como ella sola. Puede que mamá no la hubiese parido, pero, en todo lo demás, era su madre, no cabía duda.
               Sonreí, le dediqué un suave “ay, pequeña”, con la esperanza de que eso la tranquilizase más, y la hiciera dormirse (jamás, en la vida, admitiría que no me habría salido decirle otra cosa) y le bajé los tirantes del mono.
               -Ya tengo cuerpo de mujer-advirtió, como si yo fuera Alec, o algo por el estilo.
               -Creo que podré resistirme a tus encantos, pequeña.
               -Soy muy guapa-se retorció, estirándose.
               -Eres mi hermana pequeña.
               -A ti te van las hermanas pequeñas-acusó, sonriente, y me dieron ganas de partirle la cara, pero la pelea no sería justa. Estaba borracha, estaba cansada, estaba casi desnuda.
               Me machacaría.
               Me haría pedazos, por mucho que yo intentara defenderme.
               Le quité el mono, lo colgué en el armario, saqué una sudadera roja y le quité el sujetador. Ni siquiera me fijé en su torso mientras le ponía la sudadera, cuando espetó:
               -¿Te has dado cuenta?
               -¿De qué?
               -Me han crecido las tetas-comentó, orgullosa.
               -Mi más sincera enhorabuena.
               -A Alec le encantan mis tetas.
               -A Alec le encantan las tetas en general-respondí yo.
               -A ti también-replicó.
               -Sí, a mí también, Saab; ¿quieres dejar de moverte? Estoy intentando vestirte.
               -¿Scott?
               Madre mía, qué pesada era.
               -¿Qué?
               -¿Vamos a dormir abrazaditos?
               -¿Quién?
               -Tú y yo, tonto.
               -No lo sé, Sabrae, la verdad es que a mí me apetecía echarme a dormir en la alfombra, como no estoy nada molido, y eso…-ella sonrió-. ¿Qué pasa?
               -Me hace ilusión.
               -Eres tonta-sonreí, pero le di un beso en la frente, me quité el traje, lo dejé por ahí el tirado (mierda, su mono estaba bien guardado en el armario, y puede que no volviera a usarlo, pero yo trataba como basura al traje que llevaría varios años, si esto no es ser un hermano modélico, que baje Dios y lo vea), me puse el pijama, bajé la persiana y me metí en la cama, con ella. Se pegó a mí, me pasó el brazo por el costado, la pierna por encima de las mías, y suspiró con satisfacción.
               -Estás calentito-observó.
               -Es que estás muy buena-repliqué.
               -Eres un enfermo.
               -Y tú una imbécil.
               Volvió a suspirar, me susurró un vago “buenas noches”, le dije que era de día, me invitó a irme a la mierda, yo le respondí que la tenía rodeándome, y hasta ahí llegó la conversación.
               No me dejó ni ponerme de lado, ni darme la vuelta, tuve que dejarme llevar por el sueño tumbado sobre mi espalda, cosa que me costaba horrores siempre, porque…
               … oh, espera.
               … ¡espera!
               Me dormí enseguida.
               Me despertaron los ruidos de platos colocándose en la cocina, haciéndome descubrir lo mucho que me moría de hambre. Sabrae seguía en la misma posición que cuando yo me había dormido, pero yo había cambiado; ahora estaba echado sobre un costado, mirándola. Todavía no sé cómo me permitió moverme.
               Me la quité de encima, ella protestó en sueños, volvió a pasarme el brazo por encima, y suspiré. Alcancé como pude el móvil y le mandé un mensaje de socorro a Shasha, que subió corriendo las escaleras y abrió la puerta de una patada.
               -¿Qué?-fue todo lo que dijo, y yo le hice un gesto con la cabeza en dirección a Sabrae. Shasha entendió al momento, se fue a la habitación de Duna, y volvió con un peluche más grande que nuestra hermana pequeña. Me lo tendió, me ayudó a pasarle el brazo que me rodeaba por el peluche, y lo colocamos al lado de Sabrae, que le pasó automáticamente la pierna por los pies.
               Se trataba de un conejo, un bebé Bugs Bunny gigante cuya función principal había sido ésa, desde que el mundo era mundo… o desde que mamá había decidido que ya era hora de que Sabrae tuviera una cama, yo, otra, y Shasha, otra.
               Shasha había llevado bien nuestra separación, yo me había puesto de morros; lo peor se lo había llevado Sabrae, que era incapaz de dormir sin estar abrazada a algo. Y el conejo resultó ser mi sustituto.
               Bajé las escaleras, papá se rió al ver mi cara de estar acabado, comí como un animal al que tienen enjaulado sin alimentarlo durante varias semanas, y subí con mamá a la habitación. Sabrae seguida dormida, ajena a todo y a todos.
               Mamá se sentó a su lado, le pasó la mano por la frente y le apartó un par de mechones de pelo de la cara. Sabrae abrió un ojo y la miró, susurró su nombre (bueno, el nombre que todos le dábamos a mamá, no aquél con el que había nacido).
               Nos dijo que le dolía tremendamente la cabeza, y a mí no me extrañó. Con la borrachera que había cogido, lo que me parecía raro era que siguiera viva.
               -Me estoy muriendo-acusó, y mamá sonrió para sí, le dijo que no pasaba nada, la obligó a salir de la cama, y la llevó a la cocina.
               Yo ya sabía lo que venía, y me dio pena por Sabrae.
               Mamá sacó con pompa y ceremonia la batidora de vaso, un instrumento infernal de tortura al que nadie le daba la importancia que se merecía. Sin hacerle caso a Sabrae, disfrutando del momento, mamá abrió la nevera, sacó un apio y un tomate, los lavó, y los metió en la batidora. Hizo que ésta los mezclara; Sabrae se pasó los brazos por la cabeza, haciendo de colchón para su oído. El tormento auditivo cesó. Mamá vertió todo el contenido del vaso de la batidora en un vaso gigantesco, sacó un par de huevos de la nevera, y los rompió sobre el brebaje.
               A mí me estaban dando arcadas sólo de ver la pócima, imagínate si fuera yo el que tuviera que tomársela.
               Mamá revolvió los huevos crudos en el espeso líquido y, cuando ya no se distinguieron de lo demás, colocó el vaso frente a Sabrae, que la miró con cara de sueño, de asco, de terror, y una cierta admiración reverencial.
               -Es para la resaca. Bebe.
               Sabrae lo cogió con mano temblorosa, se acercó el vaso a la cara.
               -No lo huelas-le advertí.
               Si lo olía, vomitaría.
               Sabrae asintió y dio un sorbo. Se puso verde. No sabía que Sabrae pudiera ponerse tan verde. Empujó el vaso lejos de sí, con cara de asco, la repulsión manifestándose en cada uno de los poros de su piel.
               -Creo que prefiero morirme-dijo.
               -No seas tonta, Sabrae-replicó mamá, volviendo a acercarle el vaso-. Si te lo bebes ahora, mañana no te dolerá la cabeza más. Te lo tomas, y te acuestas, y duermes un rato, y mañana estarás como nueva.
               Sabrae me miró, yo me encogí de hombros. Puede que con ella funcionara.
               Mi duda le bastó; volvió a coger el vaso, esta vez con más reticencias aún, se tapó la nariz y dio un sorbo. Contuvo una arcada.
               -Todo, Sabrae-instó mamá, y Sabrae hizo lo que se le ordenó. Bebió de un par de tragos, se quedó con los ojos cerrados un rato, la cabeza dándole vueltas.
               -Creo que voy a vomitar, mamá-se quejó, y mamá negó con la cabeza.
               -No puedes vomitarlo. Te tendré que hacer otro. Sé que cuesta tragarlo, pero luego mejora, mi amor.
               Saab asintió, se quedó un rato sentada, bebió un vaso de agua, y subió de nuevo a la habitación. Los dos la miramos marcharse; mamá recogió todo y se puso a fregarlo.
               -¿Conoces a alguien a quien le funcionara, mamá?-quise saber. Ella me miró.
               -A ti te funcionó.
               -La primera vez que me lo diste, aparte de un asco tremendo, tuve una migraña de mil pares de cojones-corregí, y mamá se echó a reír-. No me mejoró ni un poco la resaca.
               -Normal-dijo por fin-, lo que yo pretendo es que os dé tanto asco lo que os espera en casa si tenéis cojones a venir en ese plan, que se os pasen las ganas a emborracharos tanto; y contigo fue mano de santo.
               Me quedé estupefacto, no podía apartar la vista de ella.
               -Eso es de ser una cabrona, mamá.
               -Prefiero el término “genio malvado”-se encogió de hombros-. Aunque me imagino que sí que soy un poco cabrona-me concedió, aunque jamás daría fe de que le había dado la razón a nadie más que a ella.
               -¿Cómo se te ocurrió?
               -Por favor, Scott, controla ese tono de sorpresa-puso los ojos en blanco-. ¿Te crees que en Oxford van regalando becas? Tienes que tener algo en la cabeza para que ellos te quieran pagar los estudios-me confió, dejó las cosas fregadas en la encimera, para que yo las secara y recogiera, y salió de la cocina sacudiendo las caderas. Cada día que pasaba admiraba más a mi madre, la verdad, por mucho que me acojonara hasta qué sitios era capaz de llegar con tal de mantenernos a raya. Seguro que, si le hablaba de eso a algún asistente social, la metían entre rejas y nos dejaban exclusivamente con papá a nuestro cargo.
               Cuando volví a mi habitación, descubrí que Sabrae se había marchado a la suya, llevándose, eso sí, el conejo de peluche consigo. Me metí en la cama, apagué la luz, me di la vuelta, me puse sobre el sitio donde había estado ella (que todavía conservaba parte de su calor) y me quedé dormido a los dos segundos de posar la cabeza en la almohada.
               Casi que me vino mejor el que Sabrae me hubiera dejado solo, porque así mi entrada en su habitación al día siguiente fue mucho más épica. Me había puesto a mirar mi cronología de Instagram, contemplando un montón de etiquetas de la noche de fin de año, sólo para darme cuenta de algo que hizo que me muriera de rabia.
               En ninguna foto aparecía Alec.
               Porque Alec se había perdido la nochevieja.
               Por culpa de mi hermana.
               Y las pruebas estaban ahí, para que todo el mundo pudiera verlas, escudriñarlas y estudiarlas desde diferentes perspectivas.  Alec no aparecía en ninguna foto y había que etiquetarlo en botellas vacías, en vasos, en bengalas. Era como si no hubiera ido con nosotros a aquella fiesta, como si hubiera muerto un poco antes de que cambiáramos de año y lo estuviéramos recordando, intentando hacer que estuviera presente aún en su ausencia.
               A todo lo que había renunciado por culpa de Sabrae, que no había sabido controlarse, cuyas amigas no habían querido cuidar…
               Me levanté hecho una furia, abrí la puerta de mi habitación y me abalancé a la de Sabrae. La abrí de un golpetazo, ella se revolvió en sueños. Cogí la manta y tiré de ella para dejarla destapada; Sabrae se hizo una bola automáticamente, intentando conservar su calor corporal. Abrió un ojo con muchísima dificultad mientras yo subía la persiana.
               -¿Scott?-preguntó, como si fuera a responder por ese nombre y no, más bien, por Satanás, Lucifer, o algo así. Lanzó una exclamación cuando la luz incidió en sus ojos entreabiertos, y trató de volver a taparse.
               -Vístete-ladré-, vamos a casa de Alec.
               -¿Qué?-jadeó.
               -Ponte unos pantalones.
               -Pero si yo…
               -¡PONTE UNOS PANTALONES, SABRAE!
               Le tiré los primeros leggings que encontré, se los puso con torpeza, y gimió cuando la cogí del brazo con más fuerza de la que debería.
               -Scott, me estás haciendo daño, espera… tengo que ir a lavarme la cara…
               Bajé a la cocina y le tiré una botella de agua por encima. Vale, me igual me pasé un poco, pero en caliente me parecía lo correcto.
               -Ya estás limpia. Venga, cálzate.
               Aprendió la lección con la botella de agua, porque no rechistó mientras se ponía los playeros. Corrió para alcanzarme por la calle, se pasó las manos por el pelo y preguntó:
               -¿Por qué vamos a casa de Alec?
               -Vas a pedirle perdón.
               -¿Yo? ¿Perdón?-gimió de nuevo, cuando una luz más tenue se interpuso entre nosotros y el sol, y la luminosidad del ambiente aumentó. Para mí no había habido apenas cambio, pero para su cerebro embotado aquello había sido como si un camión encendiera todas sus luces mientras tú estabas frente a él, en un garaje en tinieblas-. ¿Por qué?-añadió, subiéndose la capucha de la sudadera, mi sudadera favorita, la sudadera roja de Deadpool. Me detuve y ella se chocó contra mí.
               -¿No te acuerdas?-acusé, y ella se frotó la mejilla, mirándome sin entender, toda inocencia-. ¡No te acuerdas!
               -¿De qué?
               -Cogiste una borrachera de la virgen-informé, y ella asintió, tenía sentido-. No sabías dónde estabas. Alec estuvo cuidándote. Toda la puta noche. Estuvisteis solos en las habitaciones. Tus amigas te emborracharon y luego te dejaron tirada, Sabrae; me imagino que una fiesta es más importante que tú. Menos mal que hay alguien que te valora de verdad, aunque eso implique joderle una fiesta.
               No dijo nada más en todo el trayecto a casa de Al. Llamamos a la puerta y ella se hizo un poco más pequeña con cada paso que sonaba tras ésta, en el interior de la casa.
               Fue Mary quien nos abrió, nos miró un segundo, se empujó las gafas, y no dijo nada en un rato… hasta que vio a Sabrae.
               -¿Venís a por Alec?-preguntó por fin, y los dos asentimos, y ella también asintió-. Voy a por él, ¿queréis...?
               -Nos vamos enseguida, es sólo un momento-dije, cortándole el paso a Sabrae, que ya hacía ademán de entrar en la casa, para encontrarse un poco menos desprotegida, más segura en un ambiente cerrado. Mary asintió, dejó la puerta entreabierta, y la escuchamos echar a andar hacia el interior, subir unas escaleras, abrir una puerta sin llamar, y empezar Alec a gritarle, y ella a gritarle a Alec.
               Un nuevo par de pies deshizo el camino de Mary y, en un instante, Alec nos abría la puerta y se nos quedaba mirando a los dos, con una expresión acusadora y desafiante a partes iguales.
               A pesar de su borrachera, a pesar de la resaca, a pesar de lo poco espabilada que había estado hasta entonces, a pesar de la falta de sueño, Sabrae no estaba lo bastante ida, ni mucho menos agotada, como para no fijarse en los brazos de Alec, cuyos músculos, más marcados incluso que los de Tommy (y eso que Tommy tenía unos brazos “que no me importaría que me espachurraran como si fuera una naranja para hacerme zumo”, palabras textuales de Tam, quien nunca hacía esos comentarios sobre nadie) destacaban todavía más por su camiseta de tirantes blanca.
               Sus ojos bajaron hasta sus pantalones cuando Alec se tiró un poco de la camiseta, dejándola más suelta, sacándola del interior de estos. Sabrae sospechó que no llevaba nada debajo; Alec y yo lo sabíamos a ciencia cierta.
               -Hola, Alec-saludó por fin, antes de que se descontrolara aquel festival de la hormona.
               -Hola, Saab-replicó Alec, pensando en cómo lo había besado la última vez que se vieron, en cómo ella se había echado encima de él, en cómo le había dicho que se fuera con ella a algún lugar, en cómo había pensado él “ay, la madre que me parió, cuánto me voy a odiar por esto, y lo mucho que lo voy a disfrutar” la primera vez que estuvieron juntos. Sólo que no se había odiado en absoluto después de escucharla gemir su nombre-. Scott-añadió él, y yo asentí con la cabeza. Tiré de Sabrae para ponerla más cerca de él; ya que íbamos a humillarla un poco, lo haríamos en condiciones. Sabrae se miró los pies, las manos escondidas en las mangas de mi sudadera roja… y Alec la miró a ella, y se mordió un poco el labio.
               A todos los Malik nos sentaba genial el rojo.
               A todos.
               Sabrae no iba a ser una excepción.
               Pellizqué a mi hermana en la espalda, instándola a que hablara.
               -Quería…-se aclaró la garganta, sin mirarlo-. Quería pedirte perdón por cómo me puse en Nochevieja, y darte las gracias por cómo te portaste conmigo-susurró, y lo miró un segundo, a través de sus pestañas-. Cuidándome. Y eso.
               -El placer ha sido mío-sonrió Alec, con aquella sonrisa que dejaba por los suelos las bragas de cualquier chica-. En serio, bombón. Me gusta que se metan por mí-comentó, burlón-. Y que me muerdan la oreja. Y que me digan lo guapo que soy. Y que me besen el cuello. Y que me metan mano. Y…
               -Lo vamos pillando-corté yo, porque una cosa era que yo se lo hiciera pasar mal a Sabrae, ya que, al fin y al cabo, era su hermano, y otra muy diferente era que la vergüenza de ella corriera a cargo de Alec. Eso no se lo iba a consentir tan fácilmente.
               -¿Algo más?-preguntó Al, ignorándome.
               -No-Sabrae sacudió la cabeza, sus rizos volaron en torno a ella. Alec le puso uno por detrás de la oreja, y ella se puso colorada, una pregunta formulándose en su mente.
               Qué morro tenía, había estado tirándose a otra hacía un minuto, y al siguiente tonteaba con mi hermana.
               De mayor quería ser como él.
               -Vale, bombón. No te disculpes, ¿eh? Me encantó lo de anoche-ronroneó, y, por fin, pareció percatarse de mi presencia-. ¿Qué se hace hoy, Scott?
               -Morirnos todos-contesté, y Al sonrió-. Y, después, ir a ver cómo está Tommy.
               -Suena bien. ¿Algo para ahora?
               Sonreí.
               -Descansa, hijo de puta.
               Alec sonrió, Sabrae se lo quedó mirando.
               -No estás solo-comentó, en un tono que quería ser pregunta, pero no llegaba a ser pregunta. Alec sonrió todavía más, sacudió la cabeza y se revolvió el pelo.
               -¿Qué?-gruñó Sabrae, cuya aura pudorosa se había evaporado-. ¡Me pediste salir!-acusó, escandalizada.
               ¿Alec?
               ¿¡Alec!?
               ¿¿Alec sabe pedirle salir a una chica??
               La idea me resultaba tan surrealista que ni me entraba en la cabeza.
               -Oh, venga, Sabrae, me dijiste que no-respondió Al, y yo flipé a un nivel interdimensional. A esas alturas de la conversación no era capaz de intervenir; me sentía un alumno de primer curso de biología que asiste a una discusión sobre genética con los principales eruditos de la materia. Si comprendiese una palabra de cada cien, me sentiría orgulloso de mí mismo.
               -¡Para hacerme la difícil!-protestó ella.
               -A mí no me gustan difíciles, bombón, me gustan mías.
               -¿Quién es?
               Me di cuenta de hasta qué punto estaba pillado por ella, hasta qué punto se saldría de sus estándares por Sabrae, en el momento en el que no le soltó un “¿a ti qué coño te importa?” como nos hacía a los demás, sino un:
               -Ayelen. Del instituto.
               Me lo quedé mirando.
               -Te encantan las morenas, ¿eh?
               -Son más guapas que las rubias-contestó, alzando las cejas, mirando a Sabrae, cogiendo uno de sus rizos entre los dedos-. Y lo hacen mejor.
               -¿Cómo te lo compenso, Al?
               -Ábrete de piernas-soltó él sin dudar, como si estuviera esperando esa pregunta.
               -¡Alec!-recriminé, pero Sabrae se rió.
               -Por fin algo que no me importaría hacer para ti.
               -¡Sabrae!-troné.
               -Adiós, chicos-se despidió Alec.
               -Que folles bien, Al.
               -Y tú, bandido.
               -¿Alec?
               -¿Sabrae?
               -¿Hicimos algo?-quiso saber mi hermana, y la expresión de mi amigo cambió radicalmente. Era como estar frente a una persona distinta a la que había sido hacía una millonésima de segundo.
               -¿Por quién me tomas? Estabas borracha, y por muy mujeriego que yo sea, no soy un puto violador.
               -¿Seguro?-insistió ella, y, ¿era decepción lo que se escuchaba en su voz?
               -Seguro.
               -¿Promesa de meñique?-quiso cerciorarse mi hermana, y Alec se rió, extendió su meñique y lo enlazó con el de ella.
               -Promesa de meñique-concedió.
               -Guay. Pues… ¿hablamos? ¿Para tu recompensa?
               -Hablamos, bombón.
               Al no cerró la puerta hasta que no doblamos la esquina de su casa. Puede que se olvidara de que me había visto antes de llegar a su habitación, pero le deseaba suerte olvidándose de que había estado, aunque fuera un minuto, con mi hermana, mucho después de acabar con la chica que le esperaba en su habitación.
               Sabrae sonreía, mirándose los pies.
               -¿Qué tal la cabeza?
               -Me martillea, pero… bien.
               -¿Sabes que ésa es la excusa que se pone cuando no quieres acostarte con alguien?-la pinché.
               -¿Y tú sabías que tener sexo reduce las migrañas?
               Sonreí; la verdad es que compensar un poco a Alec por lo de hacía una noche me había hecho sentir mejor, aunque yo no hubiera tenido nada que ver en ese premio.
               -A ti todo te viene bien, ¿no es así, Saab?
               -Tengo suerte-se encogió de hombros, y yo recordé cómo la había mirado Alec mientras dormía, las cosas que él me había dicho. Sí, mucha suerte.
               La suerte que hasta entonces había tenido yo, la heredó mi hermana.
               Fui como uno de esos jugadores de las Vegas que se creen invencibles; de esos que ganan un millón de dólares y se empeñan en seguir apostando a doble o nada, todo a una sola carta, a pesar de que ese dinero es más que suficiente para pagar el alquiler de su casucha, a pesar de que son lo bastante listos como para invertirlo en condiciones y obtener buenos rendimientos, con lo que nunca tendrían que volver a trabajar.
               Siempre querían más, siempre queríamos más. Lo queríamos todo, desplumar a la banca, humillar al empresario y salir de allí con la chica. No nos dábamos cuenta de que la banca era más lista, el empresario tenía maneras de dejarnos mal sin que lo viéramos venir, y las modelos que se nos colgaban de los brazos recordaban que tenían mejores cosas que hacer en cuanto el dado bailaba sobre una de sus esquinas, para acabar cayendo del lado que tú no querías.
               Yo tardé en darme cuenta, pero me la di. No cuando vi a Eleanor esperando sentada en las escaleras de casa, sino cuando se levantó y se me quedó mirando, con los brazos cruzados, abrazándose a sí misma. La verdad es que hacía frío.
               Todo pensamiento animado, aquel vaya, pues puede que me dé migraña cínico de mi cerebro cuando la vi, se evaporó al instante.
               Saludó a Sabrae, casi sin verla, y luego me miró. Ni una sonrisa, ni un mínimo gesto de cariño. Nada. Era como si yo no fuera Scott, su Scott, el chico del que había estado enamorada toda su vida.
               Las estrellas me habían dado la espalda, pero yo eso no pude saberlo hasta que no se puso el sol. Y éste se escondió a toda velocidad, sin regalarme los colores de un crepúsculo, cuando ella preguntó:
               -¿Podemos hablar?
               -Claro-dije, mirando a Sabrae, que se dio por aludida a la velocidad del rayo. Alec la había espabilado.
               -Os espero dentro-dijo, como si nos importara realmente adónde fuera; se volvió hacia mi novia-. ¿Te quedas a comer, El?
               -No, enseguida me voy a casa.
               Sabrae asintió.
               -Vale.
               Abrió la puerta y entró, dedicándome una última mirada de advertencia. No la cagues, decía con los ojos. Como si ella no lo hubiera hecho dos millones de veces en los dos días que llevábamos de año.
               Ni que hubiera metido la pata hasta el fondo, oye.
               Apenas había cerrado Sabrae la puerta, antes incluso de que le diera tiempo a ir a por un vaso para escuchar la conversación, Eleanor ya dejó ir a su avanzadilla.
               -Tienes que empezar a decir que tienes novia.
               Me quedé tan a cuadros, el ataque fue tan inesperado, el impacto de su artillería contra mis filas tan brutal, que sólo me salió soltar:
               -¿Qué?
               -Lo que acabas de oír-estalló, en tono duro, poniéndose las manos en las caderas, los brazos en jarras. La escaneé de arriba abajo mientras hablaba. Llevaba mi piercing en la oreja, mi colgante alrededor del cuello. Bueno, no estaba todo perdido. Tenía topos. Podía usarlos si las cosas se ponían feas-. Ayer te entraron cuatro días, Scott-acusó, como si fuera culpa mía o algo ser el más guapo de la fiesta-. Con una, casi te morreas-entrecerró tanto los ojos que pareció japonesa; me dieron ganas de pedirle un dorayaki.
               -Perdona-solté, envarándome-. Se me tiró encima, y yo supe manejar la situación.  No soy un puto mono, ¿sabes?-bufé, y ella alzó las cejas.
               -Sólo digo que, si dijeras que tienes novia, aunque no fuera quién, las tías te respetarían más-gruñó.
               -O no-protesté yo, tozudo-. No sabes cómo se le pusieron a Max en cuanto supieron que estaba con alguien. Os nos echáis encima. Que digáis que tenéis novio para nosotros es una muralla; que digamos que tenemos novia para vosotras es un puente, casi una invitación. Mira, ven, ponme a prueba, a ver si quiero a mi novia de verdad o soy sólo el típico cabrón que las tías pensáis que somos todos los tíos.
               Frunció los labios. Lo cierto es que me estaba ganando una hostia. Ella también se iba a ganar una hostia. Menos mal que no le pondría la mano encima ni muerto.
               -Pero, si lo dijeras, por lo menos, tendría algo a lo que agarrarme…
               -Joder, Eleanor, confía un poco en mí, ¿quieres? Me he visto en situaciones bastante peores que una tía tirándoseme encima muy borracha, incluso ya estando contigo-¡muy bien Scott, eres un bocazas de manual!-, y me he controlado bien, la he mantenido en los pantalones-¡premio al esfuerzo varonil, Scott!-. Es a mí a quien pusieron los cuernos-acusé, eso fue un golpe bajo, vale, pero si en el amor y en la guerra todo vale, imagínate cuando estás en guerra con tu amor-, no al revés.
               Frunció el ceño.
               -¿De qué situaciones estás hablando, exactamente?
               Tragué saliva. Joder, Scott.
               -De nada.
               -Scott-me advirtió, y dijo mi nombre en un tono que no me gustó nada. Se parecía más a cómo lo decía mi madre cuando me empezaba a pasar en las contestaciones a mis hermanas, a cómo lo decía ella cuando se corría. Supongo que tenía sentido, al fin y al cabo, no estábamos haciendo nada que nos gustase.
               -El año pasado me tiré a una de mis primas.
               -Joder, Scott-replicó ella, echándose a reír, incrédula.
               -¿Qué? ¿Te parece sacrílego? Parece que lo de follarme a familiares viene de lejos; qué lástima, tú no eres la primera.
               Puso los ojos en blanco.
               -Si tanto te molesta lo cercanos que éramos antes, yo…
               -Ni se te ocurra echarme en cara que me tiré a una de mis primas cuando lo que estoy haciendo contigo es peor.
               Alzó las cejas.
               -¿En qué sentido?
               -Eres la hermana de mi mejor amigo, el único hermano que yo tengo, así que, por asimilación, deberías ser como mi hermana.
               Sonrió con cinismo.
               -Cualquiera diría que eres tan cariñoso con tus hermanas, viendo cómo las llamas cuando te cabreas con ellas.
               Me quedé mirándola.
               -Mira, tía, si quieres que hablemos de verdad, vas a tener que dejar esa actitud defensiva de mierda y acceder a escucharme. Ahora, si lo que quieres es bronca… te recomiendo que vayas a pelearte con tu hermano; seguro que está encantado de darle gritos a alguien. Yo estoy machacado de nochevieja, por si no lo sabes, Tommy cogió una borrachera increíble y tuve que cuidarlo toda la noche. Incluso lo llevé a casa, y tuve que traer a Sabrae a rastras hasta la mía.
               -Eres un verdadero héroe, Scott. Me pregunto por qué no te hacen un monumento, o te dedican un día, o una serie.
               Nos miramos durante nos instantes que a los dos se hicieron eternos.
               -Vete a casa, Eleanor-dije por fin-. En el fondo, los dos sabemos que no eres tú la que está hablando ahora.
               Ella suspiró, cortándome el paso.
               -Eres un mujeriego, vale, lo sabía. Te tiras a tus primas.
               -Me tiré a una, coño ya.
               -Vale, te tiraste a una de tus primas, ¿y?
               -Cuando fui a Bradford, ella creía que lo del año pasado se iba a repetir-en los ojos de Eleanor apareció una chispa-. Cosa que, evidentemente, no iba a ser ni de coña, mi amor-pareció relajarse un poco, no sabría decir si fue lo que la llamé, o lo que le dije-. Y ella… digamos que se empecinó en que nos acostaríamos. Quisiera yo, o no. Empezó a besarme. A acariciarme. Pero yo no estaba por la labor, El. Te lo juro. Por lo que quieras. Te lo juro por mi vida, no íbamos a hacer nada, no…
               -¿Íbamos?-preguntó, perspicaz.
               -Sí, Shasha nos cazó y consiguió que se largara antes de que yo tuviera que ponerme más firme. O sea, firme no, más…
               -Sí, te entiendo-asintió, cerrando los ojos, considerando de nuevo si yo echaba unos polvos lo bastante buenos como para aguantar lo gilipollas que era. Se sentó en las escaleras, y yo la imité.
               -De todas formas, pasara lo que pasara, hubiera llegado Shasha o no, yo no habría hecho nada. Ni habría dejado que ella me lo hiciera. Te lo juro por mi vida, por mis her…
               -Júramelo por la Tommy-exigió, clavando sus ojos de gacela en mí. La miré un momento, sin aliento por su determinación. Era una negociadora nata, no conocía ese aspecto suyo… y me encantaba.
               -Te lo juro por Tommy-concedí sin dudar, y una parte de mí se estremeció, porque, ¿realmente estaba seguro?
               Sí, claro, mírala. Tú no eres Ashley. No eres un cabrón de proporciones industriales.
               Estaba bien jurado por Tommy, yo nunca le haría eso a Eleanor. Ni borracho.
               -Y, ¿cuándo pensabas decírmelo?
               -Cuando tuviera por seguro que no te ibas a poner como una fiera ni querrías hacerle nada, porque no merece la pena.
               -¿Que no merece la pena?-ladró, incrédula-. ¡Scott! ¡Eres mi novio! ¡Nadie te toca un pelo sin tu consentimiento sin que yo me lo cargue!
               Qué rica era, por dios.
               -No te lo dije para que no te pusieras de mala hostia.
               Sólo bufó, asintió con la cabeza, pasándose el dorso de la mano por la mejilla.
               -Joder, Scott, es que… yo no quiero ir a las fiestas, y ver cómo se te tiran encima, entiéndeme. Si dijeras que…
               -Si dijera que tengo novia-razoné-, y no dijera quién es, todo el mundo iría a ver con quién ando. Me mirarían con lupa. Se nos acabarían los polvos en un baño, ¿no te das cuenta? Adiós al pasar desapercibidos, El, tendré un foco encima de mí las 24 horas del día.
               -¿Qué más dará?-replicó-. Eso se va a acabar pronto-y luego, una idea pasó por su mente, y clavó los ojos en mí, brillantes por la suspicacia-. A no ser que te dé miedo que Tommy tuviera razón todo este tiempo.
               -¿Qué se supone que significa eso?-ladré, cabreándome ahora yo también.
               -Nada-se encogió de hombros, pero lo significaba todo, y no le daba igual ni por asomo, yo diría que era, más bien, muy importante para ella-. Tú sólo piénsalo: ¿qué es más importante, follarme en un baño, o que yo pueda estar en una fiesta tranquila, y pueda mirarte sin temor a que haya alguna zorra colgándosete del cuello?
               Se levantó e hizo amago de marcharse, pero yo fui más rápido y la cogí de la muñeca, obligándola a volverse y mirarme. Y, aunque estaba más alta que yo, aunque había sido ella la que había iniciado la conversación, los dos sabíamos que era yo quien tenía la sartén por el mango. Era una sensación agradable, el ser yo quien mandaba, por una vez.
               -¿Seguro que quieres renunciar a los polvos en los baños por estar tranquila?-pregunté, casi amenacé, mirándola fijamente, intentando derretir el muro de hielo que se había alzado entre nosotros dos. Ambos recordamos nuestra primera vez juntos, cómo le había bajado las bragas; el polvo en el probador, aunque no hubiera sido exactamente en un baño; cómo le había acariciado y mordido las tetas mientras me la follaba de pie, pegándola contra el cristal; cómo le había bajado las bragas en otra ocasión y había saboreado la fruta prohibida que tenía entre los muslos, cómo había lamido sus ganas de mí y bebido del placer que yo mismo le había dado, cómo había entrado en ella después, cómo la había poseído.
               Los dos sabíamos que había algo de bueno en que no se lo contara a Tommy: la adrenalina de los momentos prohibidos. Ella sabía mejor cuando teníamos que preocuparnos de que nos pillaran; yo le daba más placer cuando ella tenía que controlarse para no gritar.
               Era como si ella floreciera en la oscuridad, como si yo me creciera en el secreto.
               Se zafó de mí, nos miramos largo y tendido, cada uno decidiendo si merecía la pena perder aquello por estar tranquilos.
               Para ella, sí.
               Para mí, no.
               -Me voy-dijo por fin, bajando un escalón, todavía con los ojos fijos en mí.
               -Dame un beso-exigí.
               -No-respondió, firme.
               -Como quieras-sonreí, levantándome,  y disfruté de volver a ser más alto que ella, todavía incluso más: yo estaba en la cima de las escaleras, ella, a punto de bajarse de éstas-. Piensa en el tiempo que vamos a estar separados, en cuándo podremos volver a vernos. Estamos de vacaciones-le recordé-, lo que significa que yo voy a estar más tiempo con Tommy.
               Salvó la distancia que nos separaba, me pasó los brazos por el cuello y tiró de mí. Enredó sus dedos en mi pelo, tirándome de la nuca, y yo le acaricié la cintura, y nos besamos a lo bestia, como nunca nos habíamos besado, como nunca habíamos besado a nadie. Era como si nos diéramos asco el uno al otro y quisiéramos hacernos vomitar. Me mordió los labios, yo le lamí la lengua dentro de la suya. Nos pegábamos el uno al otro para no perder la oportunidad de hacernos daño.
               Tiró de mi labio inferior con tanta fuerza que estuve seguro de que quería hacerme sangre. Ahí estaba el hueco que había dejado  el piercing. Si lo hubiera llevado, me lo habría arrancado.
               Cuando se dio por satisfecha, me dio un empujón para alejarme de ella. Nos miramos, recobrando el aliento. Yo me había empalmado, a ella le ardían las mejillas.
               Creí, sinceramente, que nos echaríamos el polvo más rabioso jamás visto a la puerta de mi casa.
               -Esto no ha acabado-dijo, sin embargo, y estaba todavía más cabreada que cuando le dije que no iba a ceder a su chantaje.
               -Ya lo sé-gruñí yo, y me sorprendí un poco al ver que yo también me había cabreado más con ese beso. No había servido para aplacarnos, sino para todo lo contrario. Ella asintió, se dio la vuelta, bajó las escaleras y enfiló la calle, mirándome sólo una última vez, por encima del hombro, y no se pareció en nada a cómo me había mirado las otras veces.
               Sus ojos estaban cargados de ira, de una rabia animal que no podría ser contenida mucho más.

               Se me estaba acabando el tiempo.

28 comentarios:

  1. ERIKA BENDITO SEAN TUS DEDOS ESCRITORES Y TU MARAVILLOSA MENTE! JODER CÓMO ME GUSTA CADA CAPÍTULO!
    Tengo que serte sincera cuando no se que parte de todo el capitulo me gusta más. Me he reido hasta acabar en lágrimas con Tommy borracho sobretodo con la parte en la que divertirnos YUJU comiéndose la moqueta y cuando grita lo de las croquetas. TODA LA SANTA RAZÓN CON SCOTT CUANDO DICE QUE UN EJÉRCITO DEBE MORIR POR ÉL, es que es un bebecito.
    Después cada uno de los momentos Scott - Sabrae porque son putamente adorables como hermanos. Se putean tanto como se quieren y ayyy me llora el corazón.
    Y PARA FINALIZAR! El encuentro de Eleanor y Scott y la tensión palpable con todo esto. Y quiero llorar por Eleanor ayyy no estoy preparada para TANTO DOLOR. SEÑOR LLÉVAME PRONTO.

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    1. AY ARI DE VERDAD MUCHAS GRACIAS me alegro tantísimo de que te gusten jo ♥
      Lo de Tommy borracho ha sido por petición popular, ha causado tanta sensación que me he visto en la obligación de volver a meterlo (al principio iba a tener un par de frases, pero qué demonios, es Tommy, se lo perdonamos). Y SCOTT, POR FAVOR, SCOTT ESTÁ #TAN ENAMORADO DE ÉL, QUIERO QUE SE CASEN.

      Scabrae (qué nombre más feo tienen los dos juntos por favor) son tan cuquis, se merecen todo lo bueno del mundo. En el Spinoff de Sabrae va a haber muchos momentos de los dos, tengo muchas ganas de escribirlos y poder enseñároslos por fin ♥
      Por último, LA TENSIÓN DE SCOTT Y ELEANOR. Va a haber muchísimo salseo con ellos dos en los siguientes capítulos; a partir de ahora todo va a ser una escalada de sufrimiento increíble. Espero estar a la altura y poder meter todo lo que quiero meter, porque no va a dejar a nadie indiferente, ya veréis.

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  2. Madre mía.... Sceleanor enfadados. No me gusta esto vale

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    1. Tú vete preparándote para lo que se ha de venir, Fatima... va a arder Troya.

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  3. Dios mío, veo que a parte de LA PELEA, Scott y Eleanor van a tener bulla y en serio voy a acabar destruida por todas partes

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    1. Sí sí sí Rosa, totalmente; el año empieza fuerte para Scott; si no es por un lado, es por otro, pero al pobre le van a caer palos...

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  4. "A no ser que te dé miedo que Tommy tuviera razón todo este tiempo." Lo sabia tio, por culpa de que Scott no quiera contarselo a Tommy todavia Eleanor iba a empezar a creer que en realidad puede que este jugando con ella

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    1. Es que encima Eleanor ha visto a Tommy en todo su esplendor, borracho y feliz, y claro, se piensa que ya está bien y que Scott puede hablar con él tranquilamente cuando todavía hay cosas que digerir... pero, por otro lado, entiendo perfectamente a Eleanor. Los entiendo perfectamente a los dos: Scott está en una situación muy difícil, está sufriendo, y Eleanor sufre al verlo sufrir a él pero, a la vez, una parte de ella se niega a creer que todo lo que está pasando es innecesario, y que Scott lo está alargando todo a lo virolo.

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  5. "-Dios está hablando a través de ti, Al-observó Tommy, que se nos volvía tremendamente devoto cuando cogía una mangada en condiciones." ERIKA POR DIOS, GRACIAS POR DARNOS A MAS TOMMY BORRACHO. OJALA TENIENDO UN AMIGO QUE SE PONGA ASÍ CUANDO BEBE.

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    1. Nuestros amigos son más de lanzarles piropos a farolas y luego comerse el suelo. De todas formas me tienes a mi, que borracha soy un amor.

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    2. Ahí lo tienes, sólo eres un amor cuando estas borracha. Luego eres una víbora andante.

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    3. Es verdad, me olvidaba que tu cuando estas borracho eres más de atarte los pantalones en la cabeza y gritar que eres Naruto

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    4. Que cabrona eres tia.... Esas cosas no se cuentan por aquí.

      Porque ya hemos follado hoy, si no te quedabas sin polvo de fin de semana.

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    5. GRACIAS A TI, GUILLERMO, POR ANIMARME A ESCRIBIR UN POCO MÁS DE TOMMY BORRACHO. La verdad es que me encantó la experiencia, pero seguramente si no me hubierais animado a que pusiera un poco más, habría pasado de puntillas.



      O no, porque como con esta novela hago un montón de polladas, igual lo habría escrito tal cual. (Lo dudo, pero, ¿quién sabe?)

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    6. Y GRACIAS A LOS DOS POR ESTA CONVERSACIÓN DE VERDAD PEGUÉ DOS GRITOS CUANDO OS VI INTERACTUANDO, OS SHIPPEO TANTÍSIMO, QUIERO VER CÓMO ECHÁIS POLVOS DE FIN DE SEMANA.

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  6. "Es que, ¡mírala, Scott! No he visto ser más precioso en toda mi vida; no sé cómo puedes vivir ajeno a la suerte que tienes de poder verla cuando te dé la gana mientras duerme. Es la criatura más preciosa que jamás ha pisado esta tierra-susurró, mirándola." FANGIRLEO CON SABRAE DE VERDAD. ME ENCANTAN. QUIERO QUE EMPIECEN A SALIR DE UNA PURA VEZ.
    Pd: estoy sufriendo con Sceleanor y la futura pelea ya palpable. Eri por Dios, cuanto queda para el sufrimiento?

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    1. Alec está tan enamorado de Sabrae por favor quiero que se casen, tengo unas ganísimas de escribir su historia que ni son normales. ❤❤❤❤❤❤

      Creo que en tres capítulos ya tendréis la pelea en ciernes (o, si me emociono mucho, en cuatro); no obstante, ya en el capítulo siguiente continúa escalando la tensión entre Sceleanor. También van a pasar cosas con Tommy que lo van a enredar todo muchísimo más.
      Espero estar a la altura ❤

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  7. "Ayer te entraron cuatro días, Scott-acusó, como si fuera culpa mía o algo ser el más guapo de la fiesta." DIOS MIO NO LO AGUANTO ES UN CREÍDO DE MIERDA SOS. (EN REALIDAD NO AMO MÁS QUE A NADA TBH)

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    1. Scott al revés es Ttocs, que significa Dios en el idioma que me acabo de inventar, y que pronto dominará el mundo, desbancando al inglés como lengua vehicular.

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  8. "-¡Me pediste salir!-acusó, escandalizada.
    -Oh, venga, Sabrae, me dijiste que no-respondió Al" ME PUEDES DECIR COMO PIDO OCURRIR ESTE MOMENTO Y 1. NO NOS LO RELATASTE Y 2. SABRAE LE DIJO QUE NO.
    EXIGO RESPUESTAS ERIKA.

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    1. Voy a entrar en muchísimo detalle en el Spinoff (me temo que vais a tener que esperar para ello, aunque creo que merecerá la pena conocer los entresijos de Sabralec); eso sí, no sé si Alec nos dará un par de pistas aquí, todavía tengo que ver dónde lo meto.
      Y las razones de Sabrae son muy sólidas, créeme. Odio haceros esperar, pero no quiero estropear la sorpresa del spinoff, porque su relación con Al va a ser una de las piedras angulares de su historia.
      Espero que puedas perdonarme ❤

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  9. Eri, cuanto crees que vas a alargar la historia? Tienes ya el final en mente? En que mes crees que podrás comenzar a publicar el spin off de Sabrae?

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    1. Sinceramente corazón, antes tenía muy claro que no íbamos a superar los capítulos de Its 1D Bitches, pero ahora creo que vamos a llegar a estar muy cerca... si no terminamos pasándolos, espero que no sea mucho inconveniente.

      Sí, tengo el final en mente, aunque lo he cambiado a medida que iba escribiendo, pero yo suelo ponerme a escribir sabiendo cómo van a terminar mis historias, más o menos.

      Quiero subir el spinoff de Sabrae en cuanto termine Chasing the stars; no sé si me tomaré un descanso, aunque lo dudo mucho. Calculo que terminaré la novela a finales de invierno, principios de primavera, si todo va bien, así que ten esa fecha en mente ❤

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    2. Mis disculpas y explicaciones si te parece que me estoy pasando con la cantidad de capítulos que estoy subiendo https://twitter.com/doncastersking/status/780474313342353409

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  10. Una vez en un capítulo escribiste que en toda su relación Sceleanor sólo rompería dos veces. Esta esas primera vez muy cerca? O tardaremos mucho en verla?

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  11. Yo estaba siendo feliz con Tommy borracho y Sabralec PERO QUÉ TENSIÓN EN ESA ÚLTIMA ESCENA SCELEANOR ESTOY SUFRIENDO MUCHO

    - Ana.

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