sábado, 1 de octubre de 2016

Entierra a tu monstruo.

Un nuevo mensaje antes de empezar el capítulo: como habrás podido comprobar, éste se ha hecho esperar más que los demás. Ahora que he empezado a clase, no voy a tener tanto tiempo para escribir, así que he decidido que voy a subir un capítulo cada semana; si puedo, incluso os colgaré dos. ¿Os parece bien? 
¿O preferís que sean dos, pero de la mitad de tamaño? No puedo garantizaros esto último, pero me gustaría teneros felices en la medida de lo posible. 
Dicho esto, y sin más dilación... ¡que disfrutéis!

Ya había pasado lo peor. Creo. Me ardía la cabeza, sentía que podía oír hasta el más leve aleteo de cualquier mosca que se atreviera a volar por el piso de abajo, y notaba los latidos de mi corazón en cada fibra de mi cuerpo.
               Me dolía el estómago, tenía las piernas matadas, las manos entumecidas… y me escocían los ojos, a pesar de que los párpados los protegían de la luz que ni siquiera entraba por la ventana abierta. Mi madre no era una sádica, y no me había subido la persiana como debería haber hecho para que me levantara.
               Iba a morirme a oscuras.
               Y lo único que me importaba era lo muchísimo que me molestaba la luz que se colaba por la rendija de la puerta, el mínimo hueco que había entre ésta y el suelo, un hueco del que yo no me había percatado hasta esos momentos: los de resaca.
               Me iba a morir allí, a oscuras… pero me iba a morir solo.
               Joder, no podía hacerle eso a Scott. Que yo me muriese acabaría con él. Tenía que hacer algo, pero, ¿qué? No podía seguir resistiendo aquella luz incidiendo sobre mí mucho más tiempo, me estaba incendiando el alma; tampoco podía levantarme y poner algo por debajo de la puerta para que ésta no accediera a mí, por lo que yo sé, podría ser incluso tetrapléjico. Quizá yo inaugurara una nueva categoría de paralíticos, los paralíticos por alcohol, simple y llanamente. No por accidentes de tráfico ni por enfermedades degenerativas, no, sólo por vodka, chupitos, tequilas.
               -No voy a volver a beber así en mi puta vida-me prometí, y me estremecí, y me dolió estremecerme, pero más me dolió el escuchar mi voz en el silencio sepulcral de mi habitación, aquel silencio que me hacía enterarme de todo lo que pasaba en un radio de 50 kilómetros.
               Creo que incluso podía oír a Alec follándose al ligue de turno en su casa, a varios kilómetros en línea recta desde la mía.
               Me tapé con la manta, bufé, ay, señor, llévame pronto, susurró mi mente, aturullada por tanta sensación. Haz que acabe este sufrimiento, señor. Soy tu humilde servidor.
               Me cago en el hijo de puta que decidió crear el alcohol.
               Tenía frío, empecé a tiritar, me encogí un poco sobre mí mismo y descubrí que estaba desnudo. Pero, ¿quién me había quitado la ropa? Recordaba cosas aisladas; llegado un punto, mi memoria se autodestruía y no me dejaba avanzar más allá de cuando salí al jardín, buscando a Scott, como si éste fuera una náyade que tuviera que acudir a los bosques para poder renovar sus energías.
               Recordaba llamar a Diana. Ver las fotos que me había mandado mi hermano pequeño de ella en una gala. Considerar seriamente la posibilidad de meterme en el baño, aliviarme como tan bien sabemos hacer los tíos, y fingir que no había pasado nada. Su voz. Cómo le dije que la quería.
               Alec recogiendo a Sabrae, Sabrae borrachísima, puede que peor que yo, intentando quitarle la camisa, fracasando estrepitosamente, y riéndose mientras él le acariciaba las manos para que se estuviera quieta, y Tam y Bey, que se habían cambiado el peinado para confundirlo, le hacían un par de trenzas.
               Pensé en el desierto, no sé por qué. Me esforcé en intentar encontrarle sentido a las cosas. Creo que me encontré con Scott, finalmente. ¿Pensaba en el desierto por su piel de color de arena?
               ¿Por qué me venía a la mente la imagen de un cactus?
               Joder, qué frío. Si no me muero por la resaca, me muero congelado.
               Señor, llévame pronto, supliqué.
               El señor no me llevó, pero me trajo a alguien. Escuché cómo llamaba a la puerta, casi escuché las comisuras de su boca curvándose en una sonrisa cuando le abrieron, sus pasos atravesando la casa, subiendo las escaleras, viniendo hasta mi habitación.
               Tenía la boca pastosa, como si me hubiera comido cincuenta empanadas de atún sin beber un solo vaso de agua.
               La presencia llamó a la puerta.
               -Ah-gemí, y la luz, la Luz, la LUZ con mayúsculas irrumpió en mi habitación un segundo, lo suficiente como para que yo anhelara quedarme ciego. Seguro que así, por lo menos, no me molestaba tanto.
               La presencia se sentó a mi lado en la cama, me destapó un poco para mirarme a los ojos.
               Y Scott sonrió.
               -Joder, T, y yo que venía con ganas de mimos-se burló, y yo me lo quedé mirando.
               -Me estoy muriendo-le dije, y se rió en silencio, porque era un santo, era la mejor persona que te pudieras encontrar, la puta que lo parió, estaba enamorado de él. No quería molestarme.
               -No me extraña.
               -¿Qué hice ayer?
               -Coger la mangada de tu vida.
               -No voy a volver a beber nunca-aseguré, abrazaría el juramento de mi madre, que sólo bebía champán, y sólo había bebido dos vasos seguidos en un acontecimiento bastante importante: su boda. Así se vivía mejor. La vida era más aburrida, pero era vida, no sufrimiento constante.

               -Hasta el sábado que viene-se burló Scott, acariciándome el pelo.
               -No tiene gracia-susurré, y miré cómo se quitaba la chaqueta, los playeros, los calcetines, la camiseta, los vaqueros, y cogía unos pantalones de chándal del armario-. Scott-susurré, y él me miró-, ¿qué hice ayer?
               -Hablar con cactus. Buscarme. Jugar al parchís…
               -… ¿aposté algo?
               -No, que yo sepa.
               -Bien-asentí.
               -¿Sigo?-parpadeé-. Comer alfombra, mientras buscábamos a Sabrae-así que a eso se debía la boca pastosa, más pastosa que de costumbre-. Le hiciste cosquillas en el pie y luego le pusiste la cara en el coño. Literalmente.
               Bufé, frotándome los ojos.
               -Alec estaría encantado.
               -Quería matarte.
               -¿En serio?-dije, y lamenté en mi miseria el haberme emborrachado demasiado para no estar presente en aquella gran escena, final de la mejor saga de películas de todos los tiempos.
               -No, ¿Alec?-Scott se rió, esta vez en voz alta, y me molestó un poco, pero yo también tenía ganas de reírme-. El día que Alec tenga celos de alguien, nos vamos todos a la mierda-se pasó una mano por el pelo, envidiando a nuestro amigo. Yo había sido celoso toda mi vida, pero procuraba que no se me notase.
               Scott no había sido celoso y había pillado a su novia con dos tíos en la cama. Ahora tenía motivos de sobra para serlo.
               Todo eso, claro, no se aplicaba a nuestra relación. Cada vez que alguien nuevo se nos acercaba cuando éramos pequeños, Scott y yo nos agarrábamos instintivamente, como diciendo “es mío, búscate a otro Scott/Tommy, él ya está ocupado, llegas tarde”.
               -¿Llamé a alguien?
               -A Diana. Y a Layla. Y luego te empecinaste en adquirir bonos del estado. Pero, como era festivo, no había nadie que te cogiera el teléfono.
               -Y menos mal-susurré, y Scott asintió, acariciándome la cabeza.
               -Sí, menos mal, con cómo está la economía…
               -¿Y tú? ¿Qué hiciste?
               -Te cuidé-se encogió de hombros.
               -¿Y ya?
               Me miró un momento, decidiendo qué decirme.
               -Estuviste con ella-susurré, y él asintió, y sonrió un poco, mordiéndose el pier…-¿Dónde tienes el piercing?
               -Lo perdí.
               -¿Dentro de ella?
               -¿Qué puedo decir, T? Mi pasión por comer coños no es de este mundo-dijo, abriendo la manta y metiéndose en la cama a mi lado. Nos pegamos instintivamente el uno al otro, le bufé en el hombro.
               -Tengo mis ahorros…-empecé, y Scott sonrió.
               -¿Qué ahorros?
               -… en el cajón de los calcetines, en una caja vieja. Hay 200 libras. Úsalas bien. No te vayas de putas con ese dinero.
               -Me iría con ese dinero, y volvería con él, T. Mírame.
               -Creído de mierda-acusé, y él se rió-. A dormir.
               Se dio la vuelta, me dejó ser la cucharita grande, aunque no estoy seguro de si me tocaba a mí. Me acarició la pierna con el pie, juguetón.
               -S.
               -Mm.
               -Estoy desnudo.
               Se giró para mirarme.
               -¿Quieres ponerte travieso?
               Le di un mordisquito en el hombro como respuesta. Me besó la punta de la nariz, qué ricos éramos, si no fuéramos hermanos ya llevaríamos casados como dos millones de años.
               -Tommy.
               -Mm.
               -No te me mueras. A ver con quién me meto yo si te me mueres.
               Abrí un ojo, me dolía la cara, pero me obligué a sonreír.
               -Tienes ganas de quitarme a Layla y Diana, ¿eh?
               -Diana me odia.
               -Porque no te conoce.
               -Ni falta que le hace.
               Le lamí la mejilla, me lanzó una mirada de advertencia.
               -No te hago nada porque estás convaleciente, pero como sigas tocándome los huevos…-advirtió, y yo le pellizqué la entrepierna, porque ya no estaba tan enfermísimo, y él se lanzó sobre mí, aprovechó la ventaja que tenía al poseer un cuerpo libre de toxinas, y me sometió como le dio la gana. Me abrazó por la espalda y me obligó a rendirme, y nos quedamos dormidos los dos juntos. Puede que hasta nuestros corazones empezaran a latir al mismo ritmo. Nuestras madres decían que nos pasaba eso cuando nos dormíamos juntos, de pequeños.
               Ahora, no había nadie para comprobarlo. Pero me daba la impresión de que seguíamos haciéndolo.
               Scott se despertó antes que yo, pero no se movió, porque yo era una criatura cálida y mullida. Quizá influyera un poco que los dos hubiéramos pillado una postura genial, súper cómoda, pero la razón principal de su inmovilidad era yo.
               -¿Qué día es hoy?
               -2 de enero de 2054. Has dormido 20 años, T. Ya tengo hijos. Les he puesto tu nombre.
               -Qué detallazo-susurré, descubriendo que me encontraba algo mejor. Ya no tenía el cuerpo tan machacado, la cabeza seguía embotada, pero ya había estado peor.
               Me moría de hambre, eso sí.
               Nos desperezamos, nos vestimos, y bajamos a desayunar… justo cuando resultaba ser la hora de comer. Los ojos me picaban, la luz incidía en ellos con rabia, y hacía que me diera vueltas la cabeza. No es buena idea tener resaca cuando tus ojos son claros; el color en sí ya hacía que me molestara con más facilidad la claridad, aunque tampoco en exceso pero, si encima estaba sensible a mi entorno de una forma muy superior a como había estado antes, el resultado era un cóctel de sufrimiento contra el que no podría luchar.
               Mamá me escaneó con la mirada, sin decir nada, el ceño y los labios fruncidos. Sabía que estaba jodido, y quería echarme una bronca, pero prefería esperar a que tuviera plenas facultades, hacer que me enterara de verdad de lo que me decía.
               Dan y papá estaban terminando de fregar los platos cuando nos sentamos a la mesa, en la que aún reposaba un poco de comida, esperanzada por nuestra presencia. Me incliné sobre el plato y comí con voracidad, incluso le robé un par de veces comida a Scott, que no se quejó.
               Estaba preparándome para lo que venía.
               -Tenemos que ir al centro.
               Lo miré.
               -Es coña-susurré, girando la cabeza y clavando los ojos en las ventanas, por las que irrumpía un haz de luz cegador. Para una vez en milenios en que enero se creía julio, tal era la luz que bañaba la ciudad, yo tenía una resaca de morirse, y Scott quería pasearse por ahí.
               Él sacudió la cabeza, puse los ojos en blanco, lo miré, suplicante, y él se limitó a morderse el labio.
               Scott no me sacaría por ahí sabiendo cómo estaba yo si no se tratara de una emergencia.
               Y él sin piercing era una verdadera emergencia.
               El arito negro era parte de él; vale, sí, podía vivir sin él perfectamente, y no se ponía nervioso ni afectaba para nada a su rutina el no tenerlo, pero… notaba su pérdida, no terminaba de estar a gusto. Lo añoraba. Y yo lo entendía perfectamente, entendería cualquier cosa de ese calibre que viniera de él.
               Así que nos metimos en el metro, nos bajamos en la calle de las compras, abarrotada de turistas, y fuimos a la tienda de siempre, donde se había hecho él el piercing. El dependiente levantó la mirada de su teléfono, reclinado en el mostrador, y sonrió.
               -Tommy Tomlinson y Scott Malik-anunció, como si hubiera alguien que no supiera quiénes éramos. Los dos alzamos las cejas; nuestros padres habían sido clientes en un par de ocasiones de aquel local, de modo que había tenido buenas referencias cuando Scott preguntó en mi casa (no quería decir nada en la suya, por si no le daban permiso) dónde podía hacerse un piercing en condiciones.
               Papá se había remangado la camisa y había paseado el dedo índice por sus tatuajes, mirándonos, y no necesitamos nada más.
               -¿Os habéis tatuado ya?-negamos con la cabeza-. ¿Venís a tatuaros?-volvimos a negar, y él dejó escapar una exclamación de disgusto-. Lástima, estoy trabajando en unos diseños nuevos que seguro que os encantan. Decídselo a vuestros padres, que se pasen por aquí si tienen alguna hora libre, y charlaremos de negocios.
               Zayn también había diseñado algunos de los modelos que colgaban de las paredes en forma de tatuaje ya terminado, o que esperaban con impaciencia en los volúmenes que abarrotaban la estantería.
               -¿Qué puedo hacer por vosotros, chicos?
               -Lo de siempre-dijo Scott con sencillez mientras yo me paseaba por la estancia, estudiando los intrincados dibujos de los brazos de un tío al que parecía sobresalirle un laberinto de la piel. Me quité las gafas de sol para contemplarlo mejor.
               El dibujo me mareaba, pero me hacía sentir bien, a la vez. Me lo imaginé en mi piel mientras el dependiente sacaba un joyero acristalado, hecho a base de celdas de cristal donde descansaban los distintos modelos de pendientes que tenía, y esperó a que Scott encontrara el suyo. Lo señaló, cogió la referencia y abrió cajones hasta dar con una caja llena de ellos.
               Lo hizo girar delante de mi amigo.
               -Desinfectante-exigió Scott.
               -La madre que me parió-gruñó el dependiente, pero asintió, revolvió en sus cajones y sacó una caja de agua oxigenada. Me acerqué a S mientras frotaba una gasa húmeda con el líquido contra la minúscula pieza.
               La cabeza empezó a darme vueltas, se me revolvió el estómago. Potaría si Scott no acababa pronto.
               -La semana pasada tuve a vuestras hermanas aquí-anunció él, orgulloso. Se rió al ver mis ojeras, mi aspecto de muerto viviente, pero no pasó nada-. Lo de agujerearos debe de ser genético, Scott.
               -¿Sabrae se ha hecho un piercing?
               -Sabrae es adoptada-recordé yo, porque cuando Scott no lo hacía, corría de mi cuenta. El hombre se rió, mesándose la barba, y asintió con la cabeza.
               -¿Dónde?
               -No te puedo decir dónde, es confidencial.
               -No me jodas, Luke, ¿le has hecho un puto tatuaje a mi hermana sin el permiso de sus padres?
               -Tú eras más joven cuando te plantaste aquí, exigiendo que te taladrara el labio. ¿Cuáles fueron las palabras exactas que me soltaste cuando te dije que necesitabas permiso?
               Scott tomó aire.
               -No las recuerdo.
               Sí que las recordaba, los tres lo hacíamos: “Soy Scott Malik, Malik, joder, mi padre se dejó mucha pasta aquí, yo me dejaré mucha pasta si me tratas bien, así que hazme el puto aro, venga”.
               Con catorce años éramos los dos unos niñatos de cuidado.
               -Ojalá las tuviera grabadas para ponértelas cada vez que cruzas esa puerta como si fueras el dueño de este lugar.
               -¿A que no te pago?
               -¿A que llamo a la pasma?
               Scott sonrió, su sonrisa torcida de siempre, piercing ya incluido, y asintió con la cabeza. Estiró un billete en el mostrador. Luke me señaló.
               -Haz el favor de tomarte algo, Tommy, antes de que termines con la cabeza hecha trizas.
               -He estado muy jodido.
               -Todos estamos jodidos después de Nochevieja-sonrió, y no esperó a que nos marcháramos para sacar el móvil y continuar haciendo lo que fuera que estuviera haciendo.
               Me puse las gafas de sol antes de salir de nuevo a la calle. Scott me estaba diciendo que teníamos que montarle una fiesta a Alec, y tenía que ser pronto, para compensarle porque Sabrae se había puesto fatal… y para averiguar cuál era el misterioso nuevo pendiente de su hermana (Los dos lo sospechábamos: le habíamos visto la cara y las orejas; Los puntos en los que un tatuador profesional accedería a no revelar que te había hecho un pendiente eran más bien pocos…) cuando una mujer se paró delante de nosotros.
               Scott y yo la miramos al unísono, sin caer del todo en quién era… hasta que nos fijamos bien en su cara. Ella nos dio un par de besos, nos preguntó qué tal, por nuestros padres, cómo es que estábamos tan temprano de compras; accedió a contarnos que en su grupo de amigas se habían regalado todas lo mismo, menos mal que existían los tickets de regalo, así que había decidido aprovechar una tarde muerta para darse unos caprichos y conseguir mejores obsequios para su familia.
               Yo era incapaz de recordar su nombre, lo tenía en la punta de la lengua, pero no me salía. Será que había visto poco ese pelo rubio, esos ojos azules y esa forma de sonreír, hinchando tanto las mejillas que parecía que en cualquier momento saldría flotando en dirección a la luna.
               Se despidió de nosotros, nos dijo que ya nos haría una visita, nos dio recuerdos para nuestras casas, y se fue agitando unas bolsas que no dudarían a tener compañeras.
               Scott se le quedó mirando el culo, mordiéndose el piercing, distraído.
               Le venía por genética sentirse atraído por esa mujer, por mucho que tuviera la edad de nuestros padres.
               No en vano había sido la prometida de Zayn durante tantísimo tiempo.
               -Scott-susurré, también mirando su manera de andar, la forma en que bailaba su culo.
               -Mm.
               -No me acuerdo de…
               -Es Perrie. Mi Perrie-sonrió.
               -La Perrie de tu padre.
               -Ya la has oído; soy más guapo que mi padre, y seguro que le caigo mejor que él. Es cuestión de tiempo que caiga en mis redes-se tiró de la chaqueta, y yo tuve que sonreír-. Vamos, T. Hay que prepararle una fiesta a Alec.
               Esa misma noche, ya bastante más despejado, después de una ducha y diversos zumos desintoxicantes que preparé siguiendo las recetas que había ido perfeccionando Harry con el tiempo, llamábamos a la puerta de Alec con diversas bolsas cargadas de alcohol.
               Nos abrió la puerta frotándose la cara, con su eterna camiseta de tirantes y sus pantalones de chándal de siempre; a Alec le gustaba ir elegante por la vida, adoraba las camisas, pero para estar por casa prefería ir cómodo, hasta el punto de fingir ir desnudo a base de ponerse ropa ancha, con la que, sin duda, él se sentía como si no llevara nada.
               Alzamos las botellas al aire cuando preguntó qué estábamos haciendo allí. Se volvió a frotar la cara, sonriente.
               -Jesús, José, y María. Si queréis que me haga alcohólico sólo para que eche tripa y terminéis estando más buenos que yo, me lo podéis decir con toda confianza.
               -Queremos que eches tripa-balamos los chicos a la vez, mientras Bey y Tam se miraban un segundo, intercambiando uno de esos instantes de gemelas, y Karlie musitaba algo de que no quería esperar más, abría una botella y le echaba un trago.
               -Pues vais de culo.
               Alec estaba solo; sus padres se habían llevado a Mary al teatro y tenía toda la casa para él, de modo que pudimos correr los sofás, dedicarnos a gritar, dar brincos y jugar a los juegos de baile con toda la tranquilidad del mundo. Tardarían en llegar, seguro.
               Al estaba cantando a voz en grito Love runs out, su canción favorita “de todos los tiempos, del mundo mundial”, conseguíamos que dijera cuando lo emborrachábamos suficiente, cuando sentí que me vibraba el móvil en el bolsillo.
               Me lo saqué y miré la pantalla, y de no haber visto algo importante en él, habría ignorado la llamada. Pero la palabra que vi era muy importante, jodidamente importante.
               -Princesa-contesté, alejándome del barullo, de Logan y Alec dando gritos, de Scott fumando y riéndose por algo que le contaba Max, de Jordan bailando con las chicas. Abrí la puerta corredera, salí al jardín, y me apoyé contra la pared.
               Lejos del ruido fue cuando pude escucharla llorar.
               -Tommy-dijo solamente, cuando supo que le pertenecía. Se me cayó el alma a los pies al escuchar su tono suplicante, era el mismo que había escuchado un fin de semana de no hacía tanto, cuando él había vuelto a hacerle daño.
               Está muerto, me recordé, porque ya me notaba la sangre empezar a hervir, mi sed de venganza hacerse más y más acuciante. Está muerto, ella lo mató, Scott y tú lo quemasteis, no es nada, no es polvo, ni siquiera existe. Está muerto. No puede hacerle daño.
               -¿Qué ocurre, princesa?
               Sorbió por la nariz.
               -¿Te he interrumpido otra fiesta?
               -No es nada-se le escapó un sollozo-. Eh, eh, Layla, no importa, de verdad. ¿Qué ocurre? Sabes que puedes contármelo, princesa. ¿Qué es?
               -Tengo que ir a su funeral-susurró. Se me encogió el estómago.
               -Lay, no es necesario que…
               -Si no voy, no me lo perdonaré en la vida-gimió, y me la imaginé pasándose la mano por el pelo, luchando por respirar. Me quedé esperando, sabía que venía algo más-. Pero… no puedo ir, Tommy. No puedo plantarme allí y ver cómo entierran lo poco que queda de él, no puedo ver cómo lo meten en una caja minúscula y lo entierran a dos metros por debajo de nuestros pies, no puedo… necesito que pare esto, T-susurró-. Necesito parar de recordar lo bueno que fue para mí.
               -No lo fue.
               -Tú no lo entiendes.
               -Sí que lo entiendo, Layla. Mírate en el espejo. Mira lo que te hizo. Él se enterró a sí mismo, tú no hiciste nada. ¿Preferirías que fuera tu madre la que se quedara plantada, viendo cómo baja el ataúd?
               -No-gimió, y me destrozó cuando terminó-:… lo sé. Es que-sorbió por la nariz.
               -¿Es que?-la animé.
               -Es que… no puedo dejar de pensar…-un hipido-… en cómo fue conmigo… antes de ir a Londres… en cómo era con todo el mundo… cómo lo echan de menos… y me siento fatal, Tommy. Yo le echo de menos. No a lo que se convirtió. A mi novio. No a mi monstruo. Mi novio.
               Me quedé apoyado en la pared, mirando las nubes que me impedían vislumbrar las estrellas.
               -Pídemelo-le dije, y ella se quedó callada.
               -No puedo hacer eso, Tommy, no puedo tenerte a mi lado mientras él… lo que queda de él…
               -Pídemelo. Iré al fin del mundo por ti. Te sostendré mientras te desmorones. Te ayudaré a reconstruirte. Cuidaré de tu tienda de campaña hasta mi último aliento, o hasta que termines de construir el castillo en el que antes vivías, princesa. El castillo que antes eras. Lo que pase más tarde.
               -Tommy…-gimió.
               -Te quiero-repliqué-. Sé que era mejor antes, cuando tenías a un chico para ti sola, pero te prometo que te voy a querer tanto, tanto, que te vas a olvidar de que me compartes con otra; incluso pensarás que tienes dos novios, en lugar de uno. Pídemelo. Ya sabes que estoy contigo, pero pídeme que esté de verdad.
               Dejó escapar un sollozo.
               -Tommy…
               -Son dos palabras, princesa. Sólo dos. Y cortitas. Puedes decirlas. Entiendo dos idiomas. Tres, si me apuras-miré por encima del hombro en dirección a Scott, que sintió mis ojos sobre él, y se giró-. Estoy seguro de que podrás apañártelas para convocarme.
               -Ven-pidió-. Ven aquí. Ven conmigo.
               -Ya estoy de camino-sonreí, y la escuché sonreír.
               -Es a las 4-me informó, después de sorber por la nariz-. Ven de negro. Aunque para ti sea motivo de celebración, por favor…
               -Iré de negro.
               -Te queda bien el negro-musitó con un hilo de voz, y la vi sonrojarse en mi mente, y madre mía, qué preciosidad era.
               -Seguro que a ti también.
               Suspiró.
               -Siento…
               -¿…vivir en Wolverhampton, lejos de ti, T?-sugerí, y se rió, un poquito, no mucho, pero se rió. Y por algo se empezaba-. Nadie es perfecto, princesa.
               Hubo un silencio al otro lado de la línea, pero no fue nada incómodo. Ambos esperamos a que el otro lo llenara, pacientes, escuchando de fondo nuestra respiración.
               -Lo que me has dicho antes… lo del castillo, y la tienda de campaña, lo de los dos novios… ha sido precioso. Muchas gracias.
               -¿Sabes qué es lo mejor?
               -¿Qué?-inquirió, y escuché cómo sonreía, tímida. Me adoraba a mí mismo por conseguir que pasara del llanto a la sonrisa con sólo una llamada de teléfono. Si con tantas limitaciones conseguía consolarla, ¿qué podría hacerle cuando estuviera con ella?
               -Que es la verdad. Haría lo que fuera por ti. Me iría a donde me pidieses. Incluso me iría a la mierda, si me mandaras ir.
               Se echó a reír.
               -Nunca te pediré eso, Tommy.
               -A ver si es verdad.
               Se quedó callada un segundo.
               -Yo también te quiero.
               -Lo sé, princesa.
               -Voy a colgar.
               -Sabia decisión. Intenta dormir.
               -Pásatelo bien en la fiesta.
               -Lo haré. Por los dos. ¿Te parece bien?
               Me la imaginé asintiendo, y luego diciendo “sí”, porque no podía verla, no sabía si me estaba concediendo la razón.
               -Sí-dijo, y yo sonreí para mis adentros-. Adiós, T.
               -Adiós, Lay.
               Me quedé con el teléfono pegado a la oreja hasta que se cortó la línea, y luego permanecí un rato fuera, pensativo, mirándome los pies. No sería fácil sacarla de donde el cabrón la había encerrado, pero tampoco sería imposible.
               Las mejores cosas costaban mucho trabajo, pero es que precisamente el lujo era lo que más se hacía esperar. Hacía falta tener mucho coraje para querer a alguien marcado por el pasado, a alguien de corazón tan bueno pero tan oculto por todo su sufrimiento; hacía falta muchísimo amor para curar sus heridas, sus desilusiones… y, también, hacía falta inteligencia.
               A esas chicas ya nadie podía engañarlas, eran tan maduras que ya no creían en la fuerza de los sentimientos, sino en la de la voluntad: lo importante no era lo que se sentía, sino lo que estábamos dispuestos a hacer por ellas.
               Le demostraría que la sacaría de aquel pozo sin fondo, que la mantendría a flote aunque yo me ahogara.
               La puerta se descorrió y Scott asomó la cabeza por ella.
               -¿T? ¿Estás bien?
               -Mañana tenemos viaje-le informé, y él asintió, sin preguntar dónde íbamos, cuándo volveríamos, a qué hora salíamos. Lo mejor de tener un Scott en tu vida es que no necesitas nada más.
               Entré con él en la casa, bebí un poco más, sin pasarme como me había pasado hacía un par de días; intenté apartar de mi mente la tristeza de Layla, y el alcohol me ayudó a conseguirlo, más o menos.
               Ya pensaría en ello en el tren a Wolverhampton, ahora tenía que concentrarme en ayudar a Scott a interrogar a Alec sobre el piercing de Sabrae. Alec juraba no saber nada, pero estábamos seguros de que la había visto desnuda después de que ella se hiciera el pendiente; él decía que no había tenido tal placer, que no le importaría hacerle una inspección a fondo, pero que tendríamos que esperar para conocer los resultados del análisis, por lo menos, hasta que éste se propiciara.
               -Te diré si noto algo la próxima vez que entre en ella.
               Scott lo miró, entrecerrando los ojos.
               -¿Qué?
               Alec puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua antes de estallar:
               -¡En el clítoris, Scott, joder! ¡Parece que hay que explicártelo todo!
               Todos se quedaron callados y los miraron a ambos alternativamente. Con todo lo que podía salir mal en un piercing en aquel lugar, era imposible que Sabrae hubiera sido tan tonta como para arriesgarse y hacérselo.
               -A mí me gustaría hacérmelo-admitió Bey, para pasmo de todos los presentes, Alec incluido-; dicen que se disfruta más-se apartó un mechón de pelo rebelde de la cara-, pero me da miedo.
               Alec sonrió con maldad; para algo era el de mejores reflejos del grupo y, cuando se trataba de Bey, la cosa aumentaba.
               -Bey-dijo--, si quieres voy contigo cuando te lo hagas; es más, puede que incluso me saque el permiso para que te lo haga alguien de confianza, alguien que te lo haga con cariño, ¿te parece bien?
               Bey soltó una risa sarcástica, alcanzó una botella y se abalanzó sobre Alec. Automáticamente todos aguantamos la respiración, recordando la última (y única) vez que Bey había usado una botella para defenderse.
               Había sido el verano pasado; había ido a llorarle a Jeff para que éste le diera un trabajo por las tardes para ir ahorrando para sus gastos, y Jeff se lo había concedido más porque la conocía y sabía que ella controlaba más o menos bastante bien lo que había en la carta y cómo preparar las cosas, que porque tuviera una necesidad imperiosa de adquirir personal. No en vano, nuestro barrio se vaciaba bastante cuando llegaban las vacaciones: todo el mundo encontraba algo que hacer lejos del calor sofocante de Londres.
               A la vez que emigrábamos, no había inmigración: estábamos demasiado lejos del centro como para que el turismo acudiera al restaurante de Jeff.
               El caso es que habíamos conseguido reunirnos todos una tarde, antes de que Jordan se marchara de vacaciones a Canarias y Karlie volviera de Noruega, y decidimos ir a hacerle una visita a Bey al trabajo.
               Íbamos con ganas de bulla, la verdad, y ella nos lo notó apenas doblamos la esquina, incluso antes de que abriéramos la puerta del local.
               Nos echamos a reír cuando se acercó a nosotros, le dijimos que estaba muy guapa con el delantal que Jeff la obligaba a llevar puesto. Tam incluso alabó la gorra con la que intentaba someter sus rizos; Bey decidió ignorarla, pero fue cabreándose y cabreándose a medida que nos metíamos con ella.
               -¿Qué queréis?-ladró por fin.
               -Lo de siempre-dije yo, por putearla.
               -No tengo “lo de siempre”, mirad la carta y pedid.
               -Hay que aprenderse el menú, Bey-recriminó Logan.
               -Y los pedidos de los clientes-sonrió Alec.
               -¿Qué coño queréis?
               Se lo había puesto en bandeja, las cosas como son. Y Alec, ni corto ni perezoso, soltó:
               -El tuyo, si puede ser-sonrió como lo había hecho ahora, inclinando un poco la cabeza.
               -Cállate, Alec-ladró Bey.
               -Cállame tú, muñeca-¡por dios, la había llamado muñeca, Alec estaba sacando la artillería!
               -Si fuera tan fácil-suspiró Bey, empezando a hacer anotaciones.
               -Siéntate en mi cara-sugirió Alec, y todos nos echamos a reír-, ya verás lo fácil que es.
               Bey lo miró un momento, se dio la vuelta sin decir nada, fue hasta una mesa, cogió la CocaCola de unos clientes, le quitó la tapa de plástico, volvió, y le vertió el vaso por encima a Alec.
               Nos pusimos a aplaudir como locos, a gritar y a reírnos mientras Alec se la quedaba mirando. Fue lo más épico que veríamos en toda nuestra vida.
               -En el fondo, me lo merezco.
               -¡BEY!-tronó Jeff, que había salido de la cocina para ver qué era aquel escándalo. Estaba seguro de que no sabía cómo se llamaba de verdad, cuál era su nombre entero.
               -Da igual, Jeff-replicó Alec-. Tiene razón; cuando me paso, me paso. Hay que reconocer los errores. A las mujeres les gusta eso-y la miró con intención, la recorrió con los ojos, se la comió con la mirada.
               -No hay quien te soporte, Alec.
               -Pues suelo ponerme encima-respondió él.
               -¡UGH!-gimió Bey, les entregó un nuevo refresco a los clientes-. Invita la casa.
               -¡No, Bey, lo vas a pagar tú!
               Y todos sacamos las carteras y nos peleamos por pagar aquel momento tan épico como una final de gladiadores. Fue por eso por lo que nos quedamos quietos, esperando lo que se avecinaba.
               Debería haber sacado el móvil para grabarlo, coño. Si es que con lo de Layla no estaba a lo que tenía que estar.
               Alec tropezó en su huida con el sofá y se desplomó sobre él; antes de que pudiera incorporarse, Bey ya le había pasado las piernas por alrededor de su cintura y lo miraba como si estuviera dispuesta a sacarle las tripas.
               -Quieta parada-le dijo Alec, poniendo su rodilla en su vientre.
               -¿Por qué? Dame una buena razón, Alec.
               -¿Te acuerdas de cómo te defendí cuando apareciste con los brackets, y todos te decían que parecías una camioneta?-atacó-. ¿Eh? ¿Te acuerdas?
               -De sobra-concedió ella-; fue ahí cuando me pillé por ti, Al.
               -Pues hazlo por esa niña que una vez fuiste, la que se moría de ganas de estar encima de mí.
               Bey puso los ojos en blanco.
               -¿Por qué siempre la cagas justo cuando mejor vas?-hizo amago de verterle el líquido encima.
               -¡Bey!-suplicó Alec.
               -Alec.
               -Te defendí. Me lo debes. Sólo esta vez.
               Bey sonrió, asintió con la cabeza; si así iba a saldar la deuda, merecía la pena.
               -Joder, nena-susurró Al-. Las cosas que hay que hacer para ponerse debajo de ti-espetó, sonriendo, cuando Bey ya se hubo alejado de él-, y luego, las que hay que hacer para quitarte de encima, ¿eh?
               -Si es que las vas pidiendo, Al-protestó Max, que sonreía, a pesar de que le habíamos privado de una noche romanticona con su chica.
               -Te pierde esa lengua tuya, Al.
               -A ti también te pierde mi lengua-acusó Al-. Te encanta, de hecho-sonrió.
               -Vete a la mierda.
               -Voy donde me digas, cariño.
               -Capullo-pero Bey se echó a reír, había que querer a Alec, era ley.
               Echaría de menos lo fácil que fue aquella noche con mis amigos, lo bien que estábamos todos, estando ya en el tren. Tardaríamos un montón en volver a ser los que éramos y en olvidar las movidas. Lo peor del último buen momento es que no te das cuenta de que lo es hasta que ya ha pasado tanto tiempo que te descubres a ti mismo echando la vista atrás y recordándolo con añoranza, preguntándote cómo han podido torcerse tanto las cosas, en qué momento el tren descarrilló cuando la vía parecía perfecta y éste acababa de salir de la fábrica.
               Empecé a ponerme más y más nervioso a medida que el tren iba subiendo por la fisonomía del país, en dirección, de nuevo, al norte. Todo lo que había experimentado Layla hasta entonces, la angustia de saber que te enfrentabas a algo demasiado grande como para que no te aplastara incluso sin querer, ahora había establecido como diana mi corazón, y no el de ella.
               Me alegraba y me cabreaba a partes iguales.
               Layla no se merecía esto. No nos merecíamos esto.
               Scott no hacía caso del paisaje; no sabía que lo había visto hacía poco, el mismo tiempo que yo, aunque con ligeros cambios a medida que las rutas de los trenes que habíamos tomado se separaban. Leía un libro, se mordía las uñas, y creí que era la trama, pero, en realidad, era por mí.
               Estaba comiéndose la cabeza, haciendo complicadas operaciones en su mente con dos variables que siempre se mantenían fijas: el tiempo que estaría dispuesta a esperarle Eleanor, el tiempo que tardaría en poder escuchar lo que tenía que decirme yo.
               -¿Qué es?-pregunté, quitándome un auricular y señalando el pequeño aparato en el que se había cargado el libro. Se lo había quitado a Zayn mientras su padre no miraba; tampoco es que éste fuera a echarlo de menos.
               Se lo había regalado Sherezade las navidades del año anterior, con la esperanza de que su marido dejara de aparecer por casa con una tonelada de libros, y ella protestara por todo el papel que esto consumía.
               Aquello siempre degeneraba en una bronca que empezaba con un:
               -¡No puedo creer que me casara contigo mientras me sacaba mi máster en Derecho Medioambiental, Zayn!
               -¡Yo sí que no puedo creer que intentes colarme un ebook cuando estudié Literatura, Sherezade!
               -¡¡¿Qué tendrá que ver?!!
               -¿¡Qué tiene que ver lo tuyo?!
               -¡Los libros son libros, lo importante son las palabras!
               -¡MADRE MÍA, PORQUE TE QUIERO CON LOCURA, QUE SI NO, SERÍA INCAPAZ DE PERDONARTE SEMEJANTE BLASFEMIA! ¡LOS LIBROS LO SON TODO, NO SÓLO LO QUE CONTIENEN, TAMBIÉN SUS PÁGINAS, EL PAPEL CON EL QUE ESTÁN HECHAS, LAS TAPAS, DURAS O BLANDAS!
               -¡UNA SENTENCIA ES UNA SENTENCIA, SIN IMPORTAR SI TE LA DESCARGAS DE INTERNET Y LA LLEVAS EN EL IPAD O LA SACAS DE LA BIBLIOTECA JURÍDICA DE NOTTINGHAM-siempre salía la Biblioteca Jurídica de Nottingham-CON UN PERMISO EN EL QUE APARECE TU NÚMERO DE COLEGIACIÓN!
               -¿¡ME ESTÁS COMPARANDO UNA PUTA SENTENCIA CON UN LIBRO!? ¡¿QUIERES COMPARAR AL JUEZ SMITH CON KAFKA!?
               Shasha, Duna, Sabrae, Scott, y yo, cuando estaba presente, simplemente nos sentábamos a disfrutar de aquel tira y afloja eterno, arte contra ciencia, derecho contra literatura, libro en físico contra libro electrónico.
               Cada uno se marchaba en una dirección en un momento dado, daba un portazo y se sumía en su trabajo, como intentando hacer ver al otro a base de mejorar en su campo que no tenía razón.
               Scott era hijo de su madre, había pasado 9 meses más con ella que con su padre, así que era natural que obedeciera un poco más a Sherezade. Además, éramos chicos. Teníamos tendencia a hacer más caso a nuestras madres que a nuestros padres.
               A Eleanor y Sabrae les pasaba al revés. Se peleaban a muerte con sus madres, se gritaban las unas a las otras, pero en cuanto papá o Zayn levantaban la voz, aquello iba a misa.
               A mí papá podía decirme lo que quisiera, pero en cuanto cabreaba a mamá yo me acojonaba.
               Y lo mismo con Scott.
               Y, encima, Sherezade era abogada. Te destrozaba incluso sin quererlo. Sus argumentos eran cojonudos, hasta a mí me hacían sentir pequeñito cuando la escuchaba echándole broncas a Scott.
               -La chica del tren-dijo, enseñándome la pantalla, como si fuera a identificar el libro por sus frases. Vi un nombre familiar, y sonreí-. Sí, hay un puto Scott. Y está bueno, creo-asintió-. Me viene en el nombre, al parecer.
               -¿Ser la excepción?
               -Cómeme la polla.
               El viaje se me hizo mucho más largo que con Layla, y eso que el móvil no se me murió en mitad del trayecto y pude ir escuchando toda la música que me dio la gana. Estaba nervioso. Quería saber cómo estaba y, a la vez, no quería verla.
               La había llamado estando borracho, no me acordaba de la mitad de la conversación, pero sí podía evocar con perfecta claridad la sensación de tener que llamarla y escuchar su voz. Le habría dejado un mensaje en el contestador si no lo hubiera cogido; sabe dios qué le habría dicho, pero me habría asegurado de que había alguien que pensaba en ella.
               No podía volver a permitir que se sentara en una ventana, dispuesta a tirarse.
               El tren fue reduciendo la velocidad lentamente, y yo guardé los cascos a la velocidad de la luz. Scott metió el ebook en su funda y me siguió hasta las puertas del tren. Empecé a presionar el botón antes de que éste se detuviera definitivamente, con lo que mi esfuerzo fue inútil. Sólo cuando finalmente el maquinista dio por finalizado el trayecto, y el tren suspiró como satisfecho por una jornada de trabajo plenamente productiva, se encendió la luz del botón y las puertas empezaron a abrirse.
               Me escurrí como un cerdito cubierto de barro en alguna fiesta de algún pueblo de España por el hueco que dejó la puerta. Si hubiera esperado un segundo más, me habrá vuelto loco. Habría pasado de sobra, pero me habría vuelto loco.
               Escuché a Scott bufar algo del tipo “lo que hacemos por asegurarnos un polvo”, pero estaba demasiado ocupado intentando encontrar a Layla como para girarme y soltarle una bofetada. Qué hijo de puta, se iba un fin de semana al piso de mis padres con mi hermana para tirársela lo que quisiera, y luego tenía el morro de meterse conmigo por tener ansias de ver a mi chica.
               A una de mis chicas.
               Esto es muy complicado, no sé si algún día me acostumbraré a considerarlas a las dos “mis chicas”.
               La encontré apoyada en una barandilla, mordiéndose el labio, esperando impaciente a que apareciéramos. Apreté el paso en dirección a ella. Scott me siguió como si fuera un burro cargado con unos fardos demasiado pesados para él y su avanzada edad.
               Prácticamente estaba corriendo en dirección a las barreras cuando lo escuché:
               -Sabes que yo tengo los billetes de los dos, ¿verdad?
               Me di la vuelta, se los quité de las manos y atravesé las barreras. Layla me vio y empezó a esquivar a la gente en dirección a nosotros dos, y ya nada más me importó. Eché a correr con toda la fuerza de mis piernas, me detuve un segundo frente a las barreras, hasta casi chocar contra ellas, y, cuando se abrieron, tropecé con ellas al repetir la operación de bajada del tren.
               Estaba tan cerca de las barreras que apenas tuve que correr un par de segundos más antes de estrecharla entre mis brazos. Era más alta que yo y, aun así, la abracé como si fuera más pequeñita, y ella se dejó abrazar como si realmente fuera más pequeñita. Le besé el pelo, la mejilla, las orejas, y ella me acarició la espalda y hundió la cara en mi cuello, inhalando mi colonia.
               Me separé un momento de ella, sostuve mi rostro entre sus manos, y me di cuenta de la sed que tenía de sus besos. Así que la besé, y ella, al principio, pareció un poco sorprendida, pero se recobró un momento y respondió con timidez a la urgencia con la que yo reclamaba su boca con la mía. Ya estaba de luto, pero me echaba de menos; siempre me echaría de menos.
               Le pasé las manos por la cintura y la apreté contra mí, ella dejó nuestras frentes pegadas, y abrió los ojos para hundirse en el mar revuelto que había en los míos.
               -Gracias por venir...-empezó, y yo volví a besarla, porque era tan rica que no podía soportar tener sus labios a unos centímetros de mi boca sin volver a probarlos, volví a abrazarla, y me quedé así un rato, disfrutando de cómo podía protegerla si nos quedábamos así para siempre.
               -Hola, Scott-se burló mi amigo con un tono que no era el suyo, y añadió, ya con su voz de siempre-. Hola, Lay. ¿Qué tal todo?-cambió de nuevo-. Bien, ¿y tú?-volvió a cambiar-. Bien también. Te veo estupenda, ¿te has cortado el pelo desde la última vez que te vi?-otro cambio-. ¡Pues sí! ¡No sabía si lo notarías!-de nuevo su voz-. Si es que soy muy observador. Ey, ¿qué es eso que te ha crecido por delante? Se parece mucho a Tommy, pero lo tienes tan pegado que me es imposible no pensar que es una especie de tumor, ¿seguro que te encuentras…?
               -No te gusta sujetar velas-lo corté yo-; lo pillamos, Scott.
               Mi amigo sonrió.
               -No me gusta ni ser un candelabro ni quedarme encerrado en el andén, ¿me pasas mi puto billete, para que yo también pueda salir de aquí? Tengo un funeral al que acudir.
               Layla se echó a reír, se limpió unas lágrimas indiscretas de los ojos y también abrazó a Scott cuando éste pasó las barreras.
               -¿Para mí no hay beso?-preguntó él, y yo le chisté, pero Layla se echó a reír y le plantó un beso en la mejilla-. Cuidado, T, que te la quito.
               -Tienes novia-acusé, Scott puso los ojos en blanco.
               -No es tan fiero el león como lo pintan, ¿eh?
               Nos condujo por las calles de Wolverhampton, sin parar de hablar de los preparativos del funeral, aunque yo notaba lo nerviosa que estaba y el nerviosismo que la acuciaba. No quería ir y, a la vez, sabía que no tenía otra alternativa, que lo deseaba con toda su alma.
               Puse mi mano en la suya cuando la dejó caer en el cambio de marchas, ella me miró, y pasó a hablar de las asignaturas que iba a retomar en enero. Percibí cómo Scott se relajaba en los asientos traseros; yo contuve un suspiro de alivio.
               Que hiciera planes para el futuro y que los esperara con ilusión era una buena señal.
               Comimos en su casa, Liam volvió a recalcar lo mucho que me parecía a Louis, y lo mucho que Scott se parecía a Zayn…
               -… es que eres igual que él, Scott-se disculpó Liam, y mi mejor amigo sonrió. Todos sabíamos lo que venía después.
               -Estoy cansado-citó Scott, imitando el acento de su padre cuando era más joven y la capital del mundo no se lo había ido difuminando-, y echo de menos mi casa, pero te echaré de menos, Liam-Scott fingiendo ser Zayn era graciosísimo, especialmente cuando imitaba el acento de su padre, porque lo hacía fatal. A mí se me daba mejor imitar el acento del mío. Joder, incluso podía ponerme a hablar con acento español en inglés, o con acento inglés en español, y todos en casa se descojonaban porque lo clavaba.
               A Scott no le importaba hacerlo mal, igual que a mí me daba lo mismo si lo hacía bien  no. Había cosas en las que nos centrábamos más que en eso.
               Liam puso cara de cachorrito abandonado, igual que en la escena de This is us a la que Scott había hecho referencia, y su mujer se rió. Nos dio un beso a los dos y nos invitó a pasar a la cocina; nos dijo que había cocinado Rob, y que, por favor, no fuéramos demasiado duros.
               También echaría de menos el tono desenfadado de la comida, porque cuando nos dirigimos a la iglesia (Scott comentó que tendría que ir dos veces a la Meca para compensar la cantidad de veces que lo estábamos metiendo en templos con los que no compartía culto, y Layla sonrió) en el coche reinaba un silencio sepulcral. Layla se sentó en la primera fila, al lado de su ex (gracias a dios) suegra, y nosotros ocupamos unos asientos unos bancos por detrás.
               Quería sentarme a su lado y asegurarme de que estaba bien, cogerle la mano si lo necesitaba, pero Scott me hizo ver que aquello no sería ni lo más prudente ni lo más inteligente.               Layla miraba el ataúd con fascinación y cierto respeto. Era increíble lo mucho que podía compactarse un pasado hasta hacerlo caber ahí. Todo su sufrimiento, sus lágrimas y sus gritos estaban allí encerrados.
               Scott y yo observábamos la caja esperando que de ella saliera un monstruo con tentáculos, zarpas y colmillos dispuesto a devorar a nuestra amiga.
               -No puedo creer que lo hayan metido ahí, ¿qué quedará de él?-comentó Scott en susurros, yo puse los ojos en blanco.
               -No me hagas esto aquí, S.
               Él asintió, volvió a clavar la mirada en el sacerdote y bufó un par de veces. Tiré de él para que se levantara cuando había que rezar, para mí venía por inercia, pero él, acostumbrado más bien a postrarse para elevar sus plegarias, lo encontraba un poco chocante.
               Pasamos al cementerio, nos pusimos en fila alrededor del ataúd. Y Layla empezó a ponerse mal. Se había mantenido serena durante la misa, pero ahora estaba derrumbándose de nuevo. Nos buscó con la mirada y accedimos a su clamor silencioso poniéndonos a su lado.
               Amargas lágrimas le corrían por las mejillas mientras contemplaba la caja hundiéndose en el suelo; nada comparado con cómo sollozaba su madre, pero aun así, me partió el corazón.
               Tenía su mano a centímetros de la mía; la estiré para estrechársela, decirle que todo estaba bien, pero en cuanto notó el roce de mis dedos contra su palma, la apartó y entrelazó las manos frente a ella, como diciéndome “aquí, no; ahora, no”.
               Suena mal decirlo, pero aquello me dolió: ¿cómo iba a protegerla si no podía siquiera tocarla, si ella no me dejaba tocarla?
               El viento le revolvía el pelo, se lo enganchaba con las mangas negras del vestido, acariciando las figuras de encaje, y se le pegaba a los labios, en que se había puesto un ligero toque de brillo y color. Pero no le importaba. Se mordía el labio, intentaba no llorar, no lo conseguía, y yo me moría mirándola.
               Cuando el ataúd tocó fondo con un amortiguado ruido sordo, Layla dejó escapar en un susurro una frase, regalándosela al viento como quien lo obsequia con un fino pañuelo que lleva anudado al cuello.
               -Yo le he hecho esto.
               Scott y yo la miramos.
               -Princesa…
               -No me llames así-me cortó ella, mirándome. Todo el mundo estaba escuchando al cura, que cantaba las alabanzas de un puto violador. ¿Y la que se sentía mal era ella? ¿No se sentían mal los demás, que decían que había sido un buen chico, que era una pena que no estuviera allí para terminar matándola?-. Yo le hice esto. Yo lo metí ahí.
               -Layla…-empezó Scott.
               -Maté a mi novio-dijo con un hilo de voz, me sorprendió que los astros no se alinearan para que el cura se hubiera quedado callado en ese instante y todo el mundo la oyera, pero lo hicieron para que todos los presentes, menos tres, cantaran y su frase se ahogara con sus salmos.
               -Mataste a tu monstruo-la corregí, y ella me miró, confusa-. Mataste a tu monstruo y te dejaste vivir a ti.
               Volvió la vista al ataúd, donde reposaría lo que habíamos dejado de Chris hasta que nadie se acordara de él, de él y de lo que había hecho. Mecánicamente, le echó un puñado de tierra encima, sin poder parar de llorar.
               Cuando nos despedimos de ella, de noche, en la estación, no me dejó besarla. No fue hasta que no llevábamos un rato ya lejos de Wolverhampton cuando me di cuenta del porqué.
               Había matado a su monstruo, lo entendía, pero su monstruo era su novio. Y hoy había enterrado a una parte de sí misma también.
              


No le estaba haciendo el más mínimo caso a su música, igual que yo no le estaba haciendo el más mínimo caso a mi lectura. Llevaba 10 minutos con el salvapantallas encendido, sin poder leer nada, y yo no me había dado cuenta; Tommy tampoco se había dado cuenta de que no había llegado a conectar los casos al móvil. Tenía el teléfono en un bolsillo, y la clavija de los auriculares en el contrario.
               Los dos estábamos dándole vueltas a lo mismo.
               Se desanudó la corbata y se masajeó las sienes.
               Layla estaba peor.
               Layla no iba a salir de esta.
               -T…
               -No me ha dejado tocarla-acusó él, negando con la cabeza-. Ni un abrazo, ni un apretón de manos antes de irme, nada. Ya no le pedía un beso, pero… necesitaba tocarla-confesó.
               -Está de luto-respondí yo.
               -Está a salvo-replicó él.
               -Está a salvo, sí, pero está de luto, también. Tienes que entenderla. Todo es demasiado para ella; él, allí metido; ella, aguantando el tipo, nosotros dos allí… ha sido un día muy largo. Y muy duro. Sabes que te quiere. Lo vi en sus ojos mientras nos buscaba. Lo que ha pasado hoy… no cambia nada.
               -Lo cambia todo, Scott-contestó, y tenía los ojos rojos, estaba a punto de llorar-. Puedo protegerla de todo, de un huracán, de un tsunami, de que el cielo se incendie… pero no puedo protegerla de ella. Él sigue vivo. Da igual lo que le hiciera, lo que le hiciéramos nosotros. Está dentro de ella; es veneno, está en su sangre, y ella se está muriendo y no podemos hacer nada.
               Mañana iba a contárselo. Lo de Eleanor y mío. Me había dado cuenta de que no tenía más tiempo.
               Pero ahora… ya no lo tenía tan claro, no sabía si valía la pena arriesgarse a perder a Tommy por conservar a Eleanor.
               No estoy jugando con ella, me recriminé, recordando sus palabras, refiriéndose a lo que Tommy podía haberle dicho de mí. Lo que sentía era real, pero lo que sentía por Tommy era real, lo que Tommy me hacía sentir, la angustia interna reflejando su sufrimiento, también era real, y muchísimo más fuerte que la de Eleanor.
               Y, si estaba tan seguro de eso, ¿por qué me sentía tan mal posponiendo lo inevitable, si sabía que iba a llegar, inexorablemente?
               Terminamos el trayecto sumidos en nuestros pensamientos, pero siempre encontrando la manera de tocarnos en la distancia. Un pie que pisaba otro, un manotazo amistoso en el hombro cuando uno se distraía, un pellizquito en la mejilla al ver que estábamos demasiado ausentes… necesitábamos sentirnos cerca. Cuando nos tocábamos, era como si nos dijéramos que estábamos bien, como si nuestros cuerpos hicieran de canal de comunicación y nuestras almas se entremezclaran un poquito, echando un vistazo debajo de la alfombra, limpiando la suciedad que nos atenazaba el espíritu.
               Fuimos derechos a mi casa; Tommy ni siquiera consideró la posibilidad de ponerse su ropa en detrimento del traje. Usábamos la misma talla, y teníamos pensado echar abajo el capitalismo compartiendo todo lo que pudiéramos.
               Sí, hasta los calzoncillos, si estaban limpios… aunque en nuestra defensa diré que no nos gustaban las mismas marcas, ni tampoco el color, así que rara vez los intercambiábamos.
               Tommy le pidió permiso a mis padres para usar la cocina; papá se encogió de hombros, diciendo que su casa era la suya, pero mamá no pudo contener una sonrisa; le gustaba cómo cocinaba mi amigo.
               Se puso a hacer lasaña de noche, por el mero hecho de que podía hacerlo. Nos sentamos a comerla fuera, en el jardín, con las piernas dobladas en posición de loto y un par de tenedores que hundíamos directamente en el molde donde había hecho la lasaña. Ni la habíamos sacado del plato.
               Me moría de hambre, estaba cojonuda. Mamá no podría hincarle el diente por la mañana, nos la acabaríamos antes.
               -¿Qué le has echado?-pregunté. Tommy sonrió.
               -Adivina.
               -Una especia-ataqué, y él asintió-. ¿Azafrán?
               -Albahaca.
               -Voy mejorando-sonreí, y él también sonrió, porque era así. Distinguía un montón de hierbas que para mí eran todas iguales.
               Me quitó un trozo de pan, no protesté.
               -Scott-me llamó, a pesar de que estábamos solos y estaba al lado de él; oiría todo lo que dijera. Casi teníamos que dar gracias de no tener una conexión telepática; a veces la compartíamos, en momentos puntuales.
               -Tommy-repliqué, haciéndole ver que tenía toda mi atención.
               -He estado pensando.
               Esperó a que le soltara alguna pullita, y puede que debiera haberlo hecho, pero aquella mierda que había preparado estaba tan rica que no merecía la pena gastar saliva en otra cosa que no fuera devorarla. Sus ojos chispearon al mirarme.
               -¿No vas a decir nada? ¿Como que te sorprende que piense, por ejemplo?
               -Eres una criatura maravillosa-respondí, dándole un beso y dejándole la marca de mis labios en la mejilla como Sabrae había hecho con el cuello de Alec en Nochevieja-, a veces obras milagros. Uy, espera, te he dejado bechamel en la cara-le pasé la lengua y él se apartó de mí, los dos nos reímos.
               -¡Eres un puto cerdo, Scott!
               -¡¿Qué?! Esta mierda es buena. Abre un restaurante. Resérvame una mesa. Cébame, Tommy. Cébame como a tus ballenas árticas-me carcajeé, y él también se rió. Se metió otro trozo en la boca.
               -¿No te ha hecho pensar lo de hoy? ¿En nosotros?-preguntó. Me detuve un momento.
               -Podría hacerme bi.
               -¿Qué?
               -¿Quieres que me haga bi? Podría hacerme bi por ti. Pero nada de follar, ¿eh? Eso, no. Me gustan las mujeres.
               -Olvídalo, gilipollas-puso los ojos en blanco; seguimos comiendo y contemplando Londres iluminada al otro lado del barrio, de los árboles, del mundo.
               -Sí, le he dado vueltas-admití después de un lapso de tiempo más o menos decente. Tommy me miró, yo lo miré a él, y ahí estaba, aquello que yo iba a romper en cuanto le dijera que estaba enamorado de su hermana, que me veía con ella a escondidas, que me había acostado con ella la noche siguiente a la que habían intentado violarla. A veces pienso que no me merezco a Tommy.
               Otras, estoy seguro de que no me merezco a Tommy. Y aquella fue una de esas veces.
               -Me ha hecho pensar. En la vida, y todo eso-se encogió de hombros-. En lo poco que podemos hacer; ¿qué sentido tiene vivir si no puedes proteger a los que te importan? También he pensado en cómo en un segundo estamos aquí, y al siguiente-chasqueó los dedos. Asentí.
               -¿Qué crees que pasará con nosotros… después?-pregunté, y frunció el ceño.
               -¿Qué quieres decir? ¿“Después”? ¿A qué te refieres?
               -Cuando nos muramos. No podemos estar una semana separados… imagínate una puta eternidad.
               -No pasa nada, S-respondió-. Te mueres, desapareces, y punto.
               -Algo tiene que pasar-protesté-. ¿Cómo puedes pensar eso, decirlo así? Es aterrador. Desaparecer, y ya está. Tienes que ir a algún sitio, aunque no sea tu conciencia propiamente dicha… a algún lugar tendrás que ir; algo quedará.
               -Es lo que hay, S-se encogió de hombros, resignado.
               -Yo estoy seguro de que hay algo después.
               -¿Te das cuenta de que tenemos 17 años y literalmente toda la vida para estas discusiones filosóficas? Nos queda un montón para morirnos.
               Nos miramos un momento.
               -Inshallah-dijimos a la vez, sonriendo, y él añadió, animándome a continuar-: pero…
               -He estado pensando-comenté, y no me di cuenta de hasta qué punto era cierto aquello. No sabría decir cuándo empecé, pero sí por qué: por ella. Layla, echando tierra sobre el ataúd.
               Si no había leído nada, si se me había puesto el salvapantallas del ebook y yo no me había dado cuenta, era porque no dejaba de reproducir en bucle las lágrimas de Layla al echar tierra sobre la caja de madera, al decirle adiós a su pasado. Puede que no llorara, como pensaba Tommy, porque estaba enterrando a una parte de sí misma con él; puede que lo hiciera porque una parte de él viviría siempre en ella, atormentándola, y sólo cuando ella no estuviera, cuando Layla también estuviera bajo tierra, reducida a polvo, o alimentando a una planta cuando ella ya no se alimentaba de nada, como habían hecho en Italia, él desapareciera también.
               -Elabora eso-me pidió Tommy, abandonando por fin la lasaña. De repente se me quitó el hambre. Puede que mamá tuviera suerte, después de todo.
               -Nos separaríamos. Definitivamente-hubo un silencio mientras nos mirábamos-. Y ni portándome lo mejor que pueda conseguiría que la eternidad no fuera un castigo.
               -¿Por qué?
               -Soy musulmán. Tú eres cristiano.
               -No soy…-empezó.
               -Vale, tío, no estás bautizado y toda esa mierda que hacéis los cristianos-asentí, alzando las manos-, pero eres cristiano.
               -¿Ahora quieres dar clases de teología?
               -Tenemos cielos diferentes-expliqué, y él frunció el ceño-. Yo iría a un sitio, y tú a otro. Y dudo que estén interconectados.
               -¿Lo que estás diciendo no es una blasfemia? ¿No se supone que tu dios es el único y verdadero?
               -Los judíos ni siquiera tienen cielo. Ellos sí que desaparecen-rebatí, y él asintió con la cabeza, mirando el tenedor. Los dos contemplamos la lasaña.
               -Les deseo suerte-dijo después de un silencio larguísimo, en que los dos sopesamos nuestras posibilidades. Me lo quedé mirando, sin entender-. Intentando separarnos, tío. Si hay un dios, o algún ser supremo, o algo por el estilo, les deseo mucha suerte. La van a necesitar con nosotros. Créeme.
               Sonreímos. Bueno, la verdad es que era tranquilizador que los dos haríamos lo posible por dar guerra, fuéramos al infierno, al cielo, o a la nada… juntos.
               -S.
               -T.
               -No vamos a separarnos-me prometió.
               -Eso espero.
               Sí que íbamos a hacerlo, y sería temporal, claro. Pero lo que me angustiaba era que, ahora que no tenía una fecha calculada, una fiesta en la que interceder para que me perdonase por tal ofensa, no sabía cuánto duraría nuestro enfado, cuántos días había de esperar.
               Comí un poco más de lasaña y luego dejé el cuenco entre los dos. Me abracé las rodillas y también me quedé mirando la silueta recortada el parlamento.
               -¿Quién crees que morirá primero?-preguntó.
               -Espero que seas tú.
               -Ah, vale, gracias, Scott-ladró, poniendo los ojos en blanco.
               -Me quedaría más tranquilo.
               -Sí. Gracias, S. sigue arreglándolo.
               -Imagínate la cantidad de gilipolleces que harías si yo te faltara. Te quedarías hasta el cuello de mierda, antes siquiera de enterrarme.
               -Eso es verdad-concedió-. ¿S?
               -¿Mm?
               -Yo también quiero ser el primero. Si no aguantamos un día sin saber del otro… imagínate la certeza de que no vamos a volver a hablar. Sería una mierda. No lo soportaría.
               -Te tocaría los cojones. Podríamos hablar por ouija. Si alguna vez te despiertas colgando del techo en medio de vientos huracanados en la oscuridad… sabrás que seré yo. Tocando los huevos.
               -¿Ni desde el más allá me darías un respiro, hijo de puta?
               Lo miré, y me mordí el piercing al sonreír.
               -No.
               Miró al cielo, negando con la cabeza.
               -Qué desgracia me ha tocado contigo, Scott.
               -¿Te imaginas que no me tuvieras aquí?
               -Si tú no estuvieras, no sé entonces de qué irían mis pesadillas.
               -Oh-gemí, acariciándole el cuello; él se revolvió-. Cómo sabes tocarme la fibra sensible, ladrón.
               Iba a decir algo cuando una voz interrumpió nuestro momento romántico. Levantamos la mirada; era mamá, evidentemente.
               -Meteos para dentro, vais a coger una pulmonía.
               -Ponte a dormir, mamá-repliqué yo, y ella frunció el ceño, asintió con la cabeza, me llamó gilipollas en el idioma de nuestros ancestros y, sorprendentemente, me obedeció. Hacía un poco de frío, vale, pero tampoco era para tanto. La noche estaba bien, no hacía demasiado viento, y la brisa y las luces nocturnas eran una muy buena combinación. Nos ayudaba a pensar.
               Dentro de casa nos esperaban nuestros problemas, pero fuera éramos libres, como dos conejitos en el campo que nunca han escuchado el tiro de un rifle.
               Al menos, hasta que llegan los cazadores, en forma de cubo de agua helada lanzada por la arpía que te ha puesto en este mundo.
               Tanto Tommy como yo dimos un brinco y nos la quedamos mirando.
               -¡Mamá!-troné yo.
               -¡Sher!-bramó él.
               -¡Adentro!-replicó ella, y ahora ya no teníamos excusa para remolonear. Nos miramos un segundo, recogimos los restos de nuestro picnic y avanzamos al interior de mi casa. Echamos a suertes quién buscaba las toallas (le tocó a él, toma, jódete), nos pusimos los pijamas y nos acurrucamos el uno contra el otro mejor de lo que nos acurrucaríamos nunca contra nuestras mujeres. Años y años de experiencia nos avalaban.
               Para cuando me desperté, él estaba mirando el móvil. Tenía entre manos una importante misión con la aldea guerrera, y ya se había ocupado de la granja. Siempre se ocupaba de la granja antes que de la aldea. Mientras le crecían las remolachas, podía aumentar su imperio.
               Le tiré de los pelos de las piernas con los dedos de los pies (había aprendido de Sabrae, la muy cabrona se había dedicado a ello cuando la pubertad llamó a mi puerta) y él me arreó un puñetazo en el estómago. Me doblé en busca de aire.
               -La próxima vez va a los huevos-avisó sin inmutarse. No me atreví a contradecirlo; hay batallas que no merece la pena luchar. A fin de cuentas, el castillo no es tan grande, la princesa no es tan hermosa, el reino no es tan rico.
               Supe lo que me iba a decir cuando entró por quinta vez en el mismo minuto a Telegram, y, aun así, lo miré interrogante.
               -Layla no me ha dicho nada-explicó, encogiéndose de hombros, como si no le importara, pero yo sabía que era así.
               Echamos un partido de baloncesto esa misma tarde, porque a todos nos lo pedía el cuerpo y a todos nos vendría bien. Tommy empezó bastante oxidado, perdía bolas que estaban cantadas y fallaba tiros que incluso un manco habría metido sin dificultad.
               Fue llegar Alec, empezar a pincharlo, torearlo como sólo él podía torearnos, y cambiar la situación. Enseguida espabiló, volvió a jugar como solía hacerlo, le quitaba pelotas a todo el mundo.
               Incluso se nos unieron las chicas, y eso que hacía un montón de tiempo que no jugábamos los nueve juntos… bueno, los ocho. Karlie se dedicaba a corretear de un lado a otro, sin decidirse por un equipo, y, cuando por fin conseguía que le pasaran la pelota y alguien iba a por ella (generalmente era Jordan) se ponía a chillar, la abrazaba y salía disparada en dirección a Alec o Tommy, para entregársela en la mano y que ellos lanzaran a canasta.
               Nos encantaba cuando Karlie jugaba por todo lo que nos reíamos, pero a ella le cabreaba pensar que nos reíamos de ella. Un poquito, nada más.
               Fuimos a cenar al restaurante de Jeff, no paramos de alborotar, y salimos por la noche. Fue un buen día, la verdad; Tommy estaba bastante entretenido y no le daba tiempo a pensar en sus movidas. Incluso yo me despejé un poco, negándome a salir a cantar, sólo bailando y bebiendo, y fumando, y riéndome de las tonterías que decíamos cuando nos emborrachábamos…
               … hasta que la vi.
               Me la quedé mirando cuando entró y se sentó en el sofá que ya era propiedad privada de sus amigas; casi podría decirse que lo tenían reservado. Eleanor sintió mis ojos sobre los suyos; se volvió y me buscó entre la multitud hasta que, finalmente, nuestras miradas se encontraron.
               Paseó los ojos por mi grupo de amigos hasta encontrarse con Tommy. Asintió ligeramente para sí misma y se volvió hacia sus amigas.
               Tam le estaba tocando los huevos a Alec, sugiriendo que me preguntara si mi hermana iba a salir esta noche, pero él tenía orgullo y no se iba a arrastrar de aquella manera por el fango por una mujer.
               -Es Sabrae-le recordaron todos, a los que ya había puesto al tanto de las cosas que había hecho por ella en Nochevieja, de las cosas que me había dicho. Alec sólo se rió.
               -He venido a jugar, cabrones-dijo solamente, y enseguida se largó de caza, en busca de la afortunada de turno que pasaría a engrosar su lista de conquistas.
               Me sorprendí y recriminé a mí mismo por estar rememorando esa vida con cierta nostalgia. Habían pasado menos de dos meses desde que yo había dejado de ser como él, y una parte de mí añoraba lo fácil que era llegar a un sitio y donde ponía el ojo, poner la bala.
               A veces el sexo casual, sin compromiso, es algo a añorar. Especialmente cuando estás atrapado entre la espada y la pared, adorando a una chica, queriendo a su hermano, deseando hacerla feliz, y negándote en redondo a romperle el corazón a tu mejor amigo.
               Fui hasta la barra, con la esperanza de que ella hiciera lo propio. Era como nuestro punto de reunión, un piso franco tácito en el que podíamos juntarnos, tocarnos, a la vista de todos pero en secreto.
               Cuando llegué, ella ya estaba allí. Me miró y me dedicó una sonrisa triste, que no escaló a sus ojos.
               -¿Podemos hablar?-inquirió, y yo asentí, me tomé un chupito, le pregunté si quería algo, negó con la cabeza, y la conduje hasta el baño.
               Nos metimos en el de las chicas, pero alguien estaba llenando el ambiente con sus gemidos. Apostaría a que era Alec. Eleanor se pasó una mano por el pelo, se mordió el labio, esperó un ratito a que el escándalo parara, incómoda, y finalmente me condujo hacia el baño de los tíos.
               Un pavo de mi mismo curso pero de otro instituto estaba allí, subiéndose la cremallera de los pantalones. La miró y sonrió.
               -¿Te has perdido, preciosa? ¿O es que buscas pasar un buen rato?
               -Piérdete, hijo de puta, ¿o quieres morir?-ladré yo, y él alzó las manos. No hay nada que un capullo de discoteca respete más que a un novio cabreado dispuesto a romperte los dientes.
               Salió y yo cerré la puerta tras de sí.
               -Ojalá defendieras nuestra relación como acabas de defender tu monopolio sobre mi cuerpo con ese-atacó ella, con los brazos cruzados, y yo lamenté haber bebido, porque no sería una pelea justa. Iba a machacarme, y yo no estaba para esas recriminaciones.
               -Joder, Eleanor, para el poco tiempo que tenemos juntos, ¿estás segura de que quieres emplearlo en esto?-pregunté, pasándome una mano por la cara y acercándome a ella. Le acaricié la cintura, y ella no me apartó.
               Pero tampoco respondió a mis manos.
               Malo.
               -Nena…-empecé.
               -Sería más tiempo si le echaras huevos y se lo dijeras a mi hermano-suspiré-. ¿Qué? ¿Qué pasa ahora, Scott? ¿Soy agotadora?
               Pues sí, la verdad.
               Me quedé allí plantado, esperando. Tenía todo el derecho del mundo a estar cabreada conmigo y, aun así, me repateaba que no dejara de insistir en todo aquello. Joder, yo era el primer interesado en que Tommy me lo supiera. Yo estaba ahí cuando teníamos que escondernos para besarnos, o enrollarnos, o siquiera decirnos algo bonito. ¿De verdad se pensaba que me gustaba tener que decírselo todo por Telegram y no poder hacerlo a la cara, para verla sonreír y besarla cuando lo hacía?
               ¿En qué puto mundo vivíamos?
               -Scott-exigió.
               -Estoy en ello-contesté-, pero tu hermano…
               -Mi hermano está bien-cortó-. La cosa es: ¿lo estás tú?
               -Tu hermano no está bien-protesté.
               -Eso lo dices tú-respondió ella; pero a ti te viene sospechosamente bien convencerme de lo contrario, para poder follarme por las noches, y por el día echar unas canastas con Tommy-acusó.
               -¿A qué coño viene eso, Eleanor?
               -Sabes de sobra a qué viene eso.
               Me eché a reír.
               -No puedo creer que quieras hacer esto precisamente aquí.
               -¿Dónde quieres que lo haga, si no? Es el único sitio en el que podemos estar solos para hablar. No te despegas de él, él no se despega de ti, ¿te piensas que soy tonta? Porque no lo soy, no lo suficiente, aunque sí lo bastante para dejar que me convencieras de que hablarías con él, de que bajo ningún concepto tenía que hacerlo yo.
               -Sabes cómo se va a poner cuando se lo cuente.
               -No se va a poner de ninguna manera-respondió-, porque no se lo vas a contar.
               -¿Me estás retando, cría?
               No debería haberla llamado así. Me di cuenta en cuanto lo dije, pero no pude rectificar. Si lo hacía, perdería demasiado pronto. Me machacaría y haría que saliera de allí y fuera derechito a decírselo a Tommy. Pero no podía hacerlo, lo destrozaría, me necesitaba, podía ver lo mal que lo estaba pasando.
               -No vas a decírselo a Tommy-sonrió, cínica-, porque esto es exactamente lo que él decía que era. Yo soy sólo un juego para ti, Scott-ladró, y yo me reí, estupefacto. Estaba flipando a niveles astronómicos, más que cuando me besó mientras intentaba cargarme al cabrón que intentó pasarse con ella-. Te gusta esconderte, te mola este rollo, aunque tú digas que no, porque tiene morbo lo prohibido, y yo, tonta de mí, estaba ahí, estaba dispuesta a hacerlo por ti-me empujó-, pero… yo ya no puedo más, Scott-se le quebró la voz y se llevó una mano a la boca. No, no, no, no. No llores delante de mí. No, mi amor, no.
               -Necesito más tiempo, El-susurré, cogiéndola de las manos, obligándola a mirarme, pero ella apartó la cara-. Ya sabes por qué no se lo digo a Tommy. Está jodido. Yo estoy jodido por no poder decírselo, Eleanor.
               -Pues díselo-gimió.
               -No puedo, Eleanor-gemí a mi vez.
               -Dices que está jodido-atacó-, pero eso sólo lo dices tú. Nadie más lo dice de él, Scott. Estás solo. Sólo lo dices tú. Y yo ya estoy cansada.
               -Lo destrozaría.
               -No puedes destrozarlo, ayer mismo os fuisteis de excursión sabe dios dónde-espetó, y joder, me metió en un callejón sin salida, no podía contarle lo que Layla le había hecho a Chris, no podía contarle lo que yo había hecho con el cuerpo, porque le repugnaría, una cosa era defenderse y otra cosa muy diferente era regodearse en reducir a la nada a alguien como me había regodeado yo cuando las llamas consumieron el edificio de Layla, su casa, su cámara de torturas.
               -Tú no lo entiendes, no sabes cómo está, acabaría con él.
               -Pues explícamelo.
               -No puedo, El. No puedo. Tienes que entenderlo-le tomé el rostro entre las manos-. Hay cosas que no puedo contarte, hay cosas que están acabando con Tommy. No puedo darle la espalda ahora. Lo destrozaría.
               -Pues destrózalo-sentenció-. Esfuérzate un poco más en que no se te note que le prefieres a él mil veces antes que a mí-la solté y di un paso hacia atrás, como si me hubiera dado una bofetada, porque aquello que me había dicho era mil veces peor que una bofetada-; díselo, y punto, por muy mal que esté, porque… me mata verte bailar con otras, y no poder acercarme, y estar contigo, ya no digamos besarte-una lágrima empezó a correrle por la mejilla, y luego otra, y otra, y otra, y ya no podía parar de llorar, y yo no podía moverme-. No sabes cómo me duele verte con las demás, ver siquiera que las miras sin sentirte mal, y ver cómo… pasas de mí delante de Tommy…-se pasó la manga del jersey por la cara-. Ojalá no sepas nunca lo que es querer tanto a alguien que estés dispuesta a fingir que te da igual que a él se la sudes.
               -Yo te quiero, Eleanor, ¿no te lo dejé claro el fin de semana que pasamos juntos? Te desperté mientras dormías para que supieras que estaba enamorado de ti… que estoy enamorado de ti.
               -Me lo dices siempre que estamos solos. Ni siquiera me lo dijiste estando Alec delante, ni tus hermanas, ni… ni nadie que sepa de lo nuestro. Porque es mentira.
               -¡No es mentira!
               -Tú no me quieres, Scott-acusó, sin poder parar de llorar, y yo reaccioné, me acerqué a ella, le cogí las manos, pero ella me las soltó y se deslizó hacia mi derecha, alejándose de mí, arrinconándose-. Tú en realidad no me quieres, Scott, porque si me quisieras, no me estarías haciendo esto; no me harías pasar por esto, se lo dirías, y esperarías conmigo a que se le pasara el cabreo, porque así ya no tendría que preocuparme por quién nos ve, y podría abrazarte cuando se me antojara.
               -No digas eso-susurré.
               -¿Que no diga el qué? ¿Que podría abrazarte cuando quisiera? ¿Tanto miedo te da que nos vean juntos? Debo de darte tanta pena, 15 años siendo tan patética, esperando a que me hicieras caso, y todo para esto, para terminar suplicándote en un baño que le digas a tu mejor amigo que tienes novia.
               -No digas que yo no te quiero, cuando eres lo mejor que me ha pasado en la vida-dije, volviendo a cogerle las manos, volviendo a perderlas-. Mírame. Eleanor, mírame, por favor-tomé su rostro entre mis manos-. No tengo miedo de Tommy. No me avergüenzo de ti. Tengo miedo de lo que pase después de que se lo cuente-confesé-. Mírame. Eleanor. El. Mi amor. Mi amor. Mírame, mi niña-lo hizo, finalmente-. Así. Te quiero. ¿Me oyes? Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te amo, Eleanor, te amo-se lo dije incluso en árabe, se lo dije en todos los idiomas que podía conocer-. Dímelo. Dime que te quiero. Quiero saber que todavía lo sabes, que esto es sólo un ataque de celos, que no hablas en serio. Dime que sabes que te quiero.
               -Te quiero-cedió, y, ¿parecía un poco aliviada, o era impresión mía?-, y yo a ti, Scott, pero… ¿eso basta?
               -Antes bastaba-dije. Se mordió el labio con fuerza.
               -Antes no estaba cansada de esconderme-respondió-. Ahora, sí.
               Se me escurrió entre los dedos como una fantasía infantil, como un pirata que visita las coordenadas del mapa del tesoro que lleva buscando toda su vida y descubre que ya han desenterrado el cofre.
               Se marchó al poco tiempo, y no volví a verla en toda la noche, cuando volvimos a casa de Tommy y nos la encontramos viendo la televisión. Se limpió con disimulo las lágrimas; Tommy le preguntó si estaba bien, ella asintió con la cabeza.
               -¿Seguro?
               -Me he peleado con mi novio-dijo ella solamente, y Tommy la miró con compasión-. Estoy bien. Marchaos. Tendréis cosas que hacer.
               -¿Seguro?
               Asintió.
               -Es que… le echo de menos. Un montón.
               Y me miró a los ojos, y yo me estremecí. Tommy se nos quedó mirando un momento, un engranaje luchando por encajar, años y años y años de vernos a mí y a Eleanor tontear como habíamos hecho hasta entonces diciéndole que era imposible, que aquello no sucedería nunca, que yo no le haría eso a ella.
               Subimos a su habitación, nos cambiamos de ropa, nos metimos en la cama y nos pusimos a ver una serie. Él se quedó frito durante un episodio, y eso que no le estaba prestando atención: había añadido a Eleanor a la lista de cosas que le preocupaban. El pobre no daba abasto.
               Bajé la tapa del ordenador y le insté a dormirnos. Esperé pacientemente hasta que su respiración se hizo más profunda, y salí de la cama. Abrí la puerta de su habitación y me escabullí de ella, en dirección a la de Eleanor.
               Seguía llorando, abrazándose a sí misma mientras contemplaba nuestras conversaciones. Levantó la vista y se limpió los ojos.
               -¿Qué pasa?
               -Yo también te echo de menos.
               Se mordió los labios.
               -Yo… echo de menos algo en particular.
               -Yo también, El.
               Me senté a su lado, ella me hizo hueco, me miró a los ojos y preguntó:
               -¿Me haces el amor?
               Me la quedé mirando.
               -No, déjalo, yo…-se frotó la sien-. Es igual. Tommy está en la habitación de al lado, yo…
               -Puedo hacértelo en silencio. ¿Es lo que quieres?
               Me miró un momento y asintió. Me incliné hacia sus labios.
               -Scott-dijo, y me quedé quieto, esperando que me dijera que no, que en el fondo no podía-. Si… si tienes que hacérmelo rápido, yo… lo entenderé.
               -Las cosas bien hechas llevan tiempo. Te lo voy a hacer despacio. Porque así es como te quiero: despacio, mucho, y bien.
               Qué mentiroso era, la madre que me parió. Me incliné y probé el sabor a cereza salada de su boca, sus lágrimas y sus ganas de mí. La desnudé, me desnudó, le separé las piernas y la poseí tan despacio que a los dos nos dolió el cuidado que estábamos poniendo en acostarnos. Era como si el sexo fuera como nuestra relación: se resentía, se resquebrajaba, había que cuidarlo, no podíamos forzarlo precisamente ahora.
               No me pude quedar tumbado a su lado cuando acabamos. Estaba demasiado inquieto, y ella no me miraba.
               -Tengo que irme.
               -Scott…
               -Siento tratarte como a las demás, pero… Tommy no puede enterarse así.
               Asintió, se tapó con la manta y miró al techo mientras me vestía. Ella no hizo lo mismo. Quería dormir desnuda porque así era como había dormido conmigo aquel fin de semana.
               Yo también quería dormir desnudo porque así había dormido estando con ella. Pero no podía. Y eso nos mataba a los dos.
               Me sentía una putísima mierda, saliendo de su habitación en mitad de la noche, sin hacer ruido, como había hecho tantas veces en las casas de desconocidas cuyos padres dormían en las habitaciones de al lado.
               Pero, cuando llegué a la puerta y la escuché empezar a llorar, deseé con todas mis fuerzas que Tommy no me hubiera parado los pies con lo del bote de pastillas. Eleanor no se merecía estar así por mí. Yo no me merecía tenerla a ella así, tan cabrón y tan cobarde como era.
               No se me había acabado el tiempo: estábamos en el descuento, en minutos extra que no había marcado el árbitro.
               En cuanto éste mirase el reloj…
               … se acabó. 

62 comentarios:

  1. DIOS MIO. ME TIEMBLAN LAS MANOS JODER. ERIKA ME HE ECHADO A LLORAR DOS VECES VALE. DOS PURAS VECES YA

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    1. Soy una malísima persona, he disfrutado un montón escribiendo este capítulo ☺

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  2. MADRES MI TENGO LAS LÁGRIMAS EN LOS OKOS

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  3. PRIMERO LLORO CON LAYLA
    LUEGO CON SCOMMY PENSANDO EN QUE SERÁ DE ELLOS CUANDO EL OTRO FALTE
    Y CUANDO PENSABA QUE YA TENDRÍA SUFICIENTE CREO UN RÍO CON SCOTT Y ELEANOR
    EN SERIO TÍA ESTOY SUFRIENDO

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    1. LO DE LAYLA ERA FUNDAMENTAL VALE A PARTIR DE AHORA YA PUEDE EVOLUCIONAR Y ENCIMA TENÍA QUE NEGARSE A TOCAR A TOMMY PARA LO QUE SE VIENE, NO ESTOY BIEN.
      Respecto de la charla de Scommy, en un primer momento iba a meterla en el capítulo en el que están hablando sobre Tommy siendo poliamoroso, pero no tenía manera de hacerlo sin que me quedara larguísimo y muy forzado :( me alegro de haber esperado.
      FINALMENTE, en cuanto a Eleanor: preparaos para lo que viene.

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  4. LA CHARLA DE SCOMMY ME HA HECHO LLORAR TRES OCÉANOS VALE PUFFFF

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    1. Podemos hablar de que los dos están preocupados de lo que les pasará cuando se mueran porque creen que no van a estar juntos????? Que les preocupa más separarse para siempre que el mero hecho de dejar de existir??????????? por qué son tan lindos???????? estoy confusa?????????

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  5. Te juro que ha habido momentos muy tiernos y graciosos entre Scommy pero...he sido incapaz de no llorar. Le echaría la culpa a la regla pero solo te puedo culpar a ti por como escribes y como expresas todo. He empezado desde la llamada de Layla y ya ha sido imposible parar hasta sentir un escalofrío frío en todo el cuerpo cuando Scott ha pensado en el bote de pastillas al final del capitulo. Ojalá Eleanor fuera capaz de entender lo mucho que está presionando a Scott. ESTÁ CLARO QUE NADIE MÁS VE MAL A TOMMY PORQUE EL RESTO NO ES SCOTT, EL RESTO NO SON SU HERMANO. Es tapaban injusto joder y buff. ..voy a necesitar mucho chocolate y te odio.

    Pd: es broma, eres un bizcochito.

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    1. No sé qué os pasa a todas con la regla, pero yo estoy siempre igual la tenga o no, no noto diferencia alguna en mi carácter JAJAJAJAJAJAJ en todo caso la verdad es que este capítulo sí que ha sido muy duro, por todos los momentos complicados y el sufrimiento que hay, como anticipando el que se avecina.
      Uf, lo del bote de pastillas de Scott ha sido tan !!!!! pobrecito mi niño, debemos protegerle.
      Sinceramente, yo no puedo culpar a Eleanor; es decir, ponte en su lugar: ella no ve a Tommy cuando está frágil, sino que lo ve fuerte (porque él se lo hace) y bien (porque finge estarlo para no preocuparlos), así que si yo fuera ella también pensaría que Scott lo está postergando a lo tonto... y qué quieres que te diga, si se lo dice, y se lo dice, y se lo dice, y se lo dice, y Scott no hace nada, es normal que acabe pensando que si se queda callado es porque QUIERE y no porque NO PUEDE ABRIR LA BOCA. Es precisamente lo que tú dices: nadie más ve mal a Tommy, así que nadie entendería por qué Scott debería quedarse callado.
      <3

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  6. Me he reído con lo de Perrie para luego echarme a llorar como una descosids durante el resto del capitulo

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    1. LO DE PERRIE FUE UNA PUTA VENADA QUE ME DIO VIENDO UN VÍDEO DE UNA ENTREVISTA DE LOUIS EN LA RADIO HABLANDO CON ELLA y estoy orgullosa de haber seguido mi venada, la verdad. Ha sido un poco de azúcar en un mar de amargura

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  7. "Esfuérzate un poco más en que no se te note que le prefieres a él mil veces antes que a mí" LO SABÍA. SABÍA QUE LE IBA A SOLTAR ESTO A SCOTT EN CUALQUIER MOMENTO Y EL NO IBA A SABER QUE RESPONDER PORQUE ES LA PUTA VERDAD Y ME DUELE TODO JODET

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    1. Lo mejor es que Scott lo flipa más porque ella haya tenido cojones a decirlo que por el mero hecho de que sea verdad.
      Me da tantísima pena Eleanor de veras :(

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  8. "Tú eres todo lo que era tu padre cuando yo me enamoré de él, así que no te preocupes por si te quedas solo: no va a ser así. Tienes a tu Eri ahí fuera, buscándote. Acabará encontrándote" Ya se que está frase no es del capítulo, pero el otro día me puse a releer los antiguos y me encontré con esta frase en uno de los primeros y no pude dejar de pensar en Tommy Layla y Diana.
    Tommy siente la necesidad de salvar y cuidar continuamente a las personas y por eso está así de mal por lo de Layla, pero tiene que entender que ahora Layla ha enterrado una parte suya y ha llegado el momento de que empiece a curarse ella misma.

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    1. Tengo que pedirte perdón por lo que estás releyendo, Zurita; yo también estoy releyendo los primeros capítulos y es que algunas cosas dan PENA Y DOLOR. Hay cada perlita que uf. No sé en qué estaba pensando cuando las escribí, la verdad.
      Tengo que buscarla, a ver si la encuentro, porque me has dejado con mucha curiosidad de ver el contexto de la frase y el capítulo en el que está (¡aunque me ha hecho muchísima ilusión leerla!).
      Entrando en materia: sinceramente, si bien Layla tiene que dar los pasos sola, no veo nada de malo en que tenga a Tommy cerca para apoyarse cuando se sienta menos segura. Para mí, no importa tanto de qué forma se termine curando, sino que lo haga y punto (aunque sería genial que reuniera fuerzas y consiguiera el coraje necesario para emprender ese camino en solitario) ❤

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  9. "Ojalá no sepas nunca lo que es querer tanto a alguien que estés dispuesta a fingir que te da igual que a él se la sudes." DIOS DIOS. ME DUELE TANTISIMO TODO. De verdad estoy sufriendo muchísimo con estos últimos capítulos y se que lo peor aún está por venir y me dan taquicardias sólo de pensarlo.

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    1. LA PUÑALADA QUE LE HA METIDO ELEANOR POR FAVOR, hablemos de cuánto tiempo debe de llevar con eso dentro para haber terminado reventando y soltándoselo :( Me dan muchísima pena los dos, en serio, y lo que se nos viene encima...

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  10. "Yo te quiero, Eleanor, ¿no te lo dejé claro el fin de semana que pasamos juntos? Te desperté mientras dormías para que supieras que estaba enamorado de ti… que estoy enamorado de ti." Llorando, te lo juro que desde el momento del bar hasta el final del capítulo no he parado de llorar. Yo no se como eres capaz de escribir tan bien que consigue a hacer que hasta yo sufra con su dolor.

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    1. Dios mío ha sido uno de los momentos más jodidos y a la vez con los que más he disfrutado escribiendo de toda la novela, puede sonar sádico pero, aunque me dan mucha pena Scott y Eleanor, lo cierto es que tengo muchas ganas de que se les termine ese cuento de hadas en que han estado viviendo. Ahora es cuando les toca demostrarse lo que se quieren con hechos, y no con palabras.
      Muchísimas gracias, corazón, me alegro de llegarte hasta ese punto ❤

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  11. " -No digas que yo no te quiero, cuando eres lo mejor que me ha pasado en la vida-dije, volviendo a cogerle las manos, volviendo a perderlas" MADRE MIA MADRE MIA. NO LE HABÍA DIXHO ESTO NUNCA VALE O SEA ME HA EXPLOTADO TODO. ME HAN DADO MIL ESPASMOS. DE LA ÚNICA PERSONA QUE DICE ESO ES SABRAE. POR FAVOR PODEMOS PARARNOS AQUÍ.

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    1. BUENO aquí Scott medio ha exagerado medio ha estado acertado, porque Sabrae es lo mejor que ha hecho en su vida y Eleanor lo mejor que le ha pasado; valora más lo de Sabrae porque la considera "provocada", por así decirlo, porque fue a buscarla y tal, pero lo de Eleanor ha sido más "accidental" que otra cosa. Y AUN ASÍ, UF. QUÉ BONITO ES. Que deje de hacerle daño a Eleanor COÑO YA.

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  12. "Tardaríamos un montón en volver a ser los que éramos y en olvidar las movidas." En esto si que no hemos pensado, mientras que Tommy y Scott estén enfadados los del grupo van a querer matarse porque que Scommy esten enfadados sera algo tan nuevo y flipante como el descubrimiento de otro planeta.

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    1. Exactamente; tenemos que tener en cuenta que el grupo son los 9, que en cuanto falta uno (bueno, salvo Karlie en ocasiones) las cosas ya no son las mismas... así que imagínate si dos están peleados entre ellos, y para colmo esos dos son Scott y Tommy.

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  13. Cada vez está más claro que en cualquier momento Eleanor va a dejar a Scott y entre eso y la pelea Scott va a estar hecho una mierda y en serio no voy a poder con esto. A me saltan las lágrimas sólo de pensarlo.

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    1. Y, si te soy sincera, no puedo culpar a Eleanor. Toda esta espera le está jodiendo la cabeza y está sufriendo un montón, bastante está aguantando ya...

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  14. " -Piérdete, hijo de puta, ¿o quieres morir?-ladré yo, y él alzó las manos." Esto me ha gustado y me ha disgustado a partes iguales.... Esperaba la contestación de Eleanor la verdad...

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    1. Dudo que Eleanor le contestara, la verdad, estaba demasiado ocupada comiéndose la cabeza con lo que pasaba con Scott como para siquiera sentirse ofendida por ese imbécil.

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  15. Madre mía, mira que he llorado con algunos capítulos Erika. Pero como con este... Ninguno. Siento el dolor de cada uno de ellos que a veces tengo que recordarme que es todo ficticio, una historia

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    1. Es que se nos ha juntado todo: lo de Layla, lo de la conversación del más allá, la primera movida en serio de Scott y Eleanor... soy un animal muy cruel.
      Si te sirve de consuelo, yo vivo a través de esta historia, la siento como si fuera mía y los personajes me parecen más reales (y mejor hechos por todo lo que pienso en ellos) que alguna gente que conozco, así que no estás sola en esto ❤

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  16. "Había matado a su monstruo, lo entendía, pero su monstruo era su novio. Y hoy había enterrado a una parte de sí misma también." Espero que por fin Layla comience a partir de ahora entender que no hizo nada malo y que lo mejor que puede hacer ahora es empezar a curarse ella misma.

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    1. Le va a llevar tiempo, ten en cuenta lo buenísima que es, mi pobre niña. De buena parece tonta :(. Pero va a luchar por curarse, ya lo verás. Aunque no lo parezca, todo lo que haga a partir de ahora estará encaminado a hacerse más fuerte... incluso sin ella darse cuenta.

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  17. "Me sorprendí y recriminé a mí mismo por estar rememorando esa vida con cierta nostalgia. Habían pasado menos de dos meses desde que yo había dejado de ser como él, y una parte de mí añoraba lo fácil que era llegar a un sitio y donde ponía el ojo, poner la bala." PUES ESTO NO ME HA MOLADO NADA DE NADA VALE. O SEA CREO QUE ES LA PRIMERA VEZ QUE ESTOY DECEPCIONADA DE SCOTT.

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    1. MUCHAS VECES SE NOS OLVIDA QUE SCOTT ES HUMANO y creo que la culpa es mía por cómo lo encumbro cada vez que abre la boca o mueve aunque sólo sea un dedo, y no voy a ayudar a convertirlo en mortal con esto pero ES NORMAL QUE QUIERA VOLVER A SU ANTIGUA VIDA VIENDO LO MAL QUE LO ESTÁ PASANDO AHORA. Está sufriendo muchísimo y añora tiempos más sencillos, en el que puede que no fuera más feliz, pero sí estaba menos triste y las cosas le afectaban menos.
      Me ha parecido súper importante meter eso ahí porque, aunque está muy feliz con Eleanor y la quiere con locura, una parte de él siempre va a ser como Alec, una parte de él, por pequeña y silenciosa que sea, siempre va a echar de menos sentirse deseado y la libertad de hacer lo que quiera, cuando quiera, donde quiera y con quien quiera sin ningún tipo de cargo de conciencia.
      Al fin y al cabo, tienen 17 años. Todos están en la edad de hacer el tonto un poco. A veces creo que los hago demasiado comprometidos, creo que es un defecto de todas mis historias...

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  18. Tommy se preocupa tanto por todo y lo está pasando tan mal con lo de Layla que en serio.... Es por quien más sufro

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    1. Ya lo dice Scott; hay veces en que no estamos seguros de si nos merecemos a Tommy... y otras veces en que lo sabemos a ciencia cierta.
      En este capítulo me he dado cuenta de lo poco que nos lo merecemos ahora mismo :(

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  19. Me encanta el torneo que se traen Bey y Alec, pero por otra parte sólo quiero a Alec tonteando con Sabrae. A poder ser las 24 horas del dia.

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    1. No debería haceros spoiler, pero allá va:




      la pelea les va a venir bien a Sabralec.


      Y hasta ahí puedo leer ☺

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  20. Eleanor va a romper con él joder....
    Lo veo venir.

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    1. No tendría que haber puesto lo de las dos rupturas porque ahora todas os lo oléis, y así no tiene gracia JAJAJAJAJAJAJA

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  21. ME MEO QUE SHER LES HA TIRADO EL CUBO DE AGUA. ERI TE AMO POR PONER "MI COMENTARIO" EN EL CAPÍTULO. Pd: No se como lo haces pero consigues que me duela el corazón y sufra con ellos. No se que será de mi en unos capítulos cuando sea la pelea.

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    1. AY LILITH, ya te dije que tenía que meterlo ❤ si es que me encantó, te lo digo en serio, me pareció tan de Sherezade hacer eso que UF. tenía que entrar SÍ O SÍ.
      Respecto de la pelea: preparaos para lo peor




      y aun así, puede que os sorprenda.

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  22. "A veces pienso que no me merezco a Tommy. Otras, estoy seguro de que no me merezco a Tommy. Y aquella fue una de esas veces." ME VA A DOLER TANTO EL CORAZON CUANDO SE PELEEN QUE DE VERDAD, NO SÉ SI VOY A PODER SOPORTARLO.

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    1. Son tan hermosos por favor es que :( ojalá yo quisiera a alguien como Scott quiere a Tommy y ojalá alguien me quisiera a mí como Tommy quiere a Scott.

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  23. "Cuando nos muramos. No podemos estar una semana separados… imagínate una puta eternidad." Una semana.... Dentro de unos días os enfadereis como nunca lo habéis hecho y sabe Dios durante cuanto.... Se me saltan las lágrimas sólo de pensarlo joder

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    1. Va a ser muy intenso, es más, ni sé cuántos capítulos me va a ocupar contar todo lo que les pase mientras estén cabreados :( sólo sé que lo vamos a pasar todos mal, y ellos, fatal.

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  24. "Intentando separarnos, tío. Si hay un dios, o algún ser supremo, o algo por el estilo, les deseo mucha suerte. La van a necesitar con nosotros. Créeme." SON LO PUTO MAS BONITO DE ESTA HISTORIA O SEA ES QUE JODER. SE QUIEREN TANTO Y SE ADORAN Y VAN A SUFRIR TANTO CUANDO SE PELEEN QUE VOY A ACABAR SUPER TOCADA DE VERDAD.

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    1. BESAN EL SUELO POR DONDE PISAN POR FAVOR CREO QUE CUANDO SE PELEEN NO VAN A MOVERSE DEL SITIO PORQUE DAR UN PASO SIN QUE EL OTRO ESTÉ A SU LADO NO TENDRÁ NINGÚN SENTIDO PARA ELLOS AYYYYYYY :(((((((((

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  25. "Es aterrador. Desaparecer, y ya está. Tienes que ir a algún sitio, aunque no sea tu conciencia propiamente dicha… a algún lugar tendrás que ir; algo quedará." Esto me ha recordado muchisimo a It's 1D bitches y no se por que vale. Pd: estoy llorando.

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    1. He estado dándole vueltas desde que leí el comentario y creo que PUEDE SER que te recuerde a ello porque se suponía que Eri no iba a recordar nada de lo que les iba a pasar a los demás a cambio de que Niall estuviese bien (?) quizá hayas hecho esa conexión (muy bien hilado, por cierto, yo he tenido que darle vueltas y vueltas hasta darme cuenta de a qué me sonaba eso) ♥

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  26. Leí el capítulo anoche y creo que aún sigo sin asimilarlo... Erika eres única con las palabras, de verdad! No sabría decir qué he amado más del capítulo, si las escenas de Layla, ver a Tommy y Scott con sus amigos, tranquilos por última vez antes de que se desate la tormenta o ese pedazo de final entre sceleanor con el que no he podido sufrir más... no tengo ni idea de cómo tienes pensado continuar, cómo vas a hacer que Tommy se entere y cómo seguirán las cosas a partir de ahí, pero sé que no vas a decepcionar y que no puedo tener más ganas de descubrirlo. Un beso enorme!!!

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    1. La verdad es que sentía que tenía que poner esa escena tanto porque Alec se merecía tener una fiesta de Nochevieja (aunque fuese falsa) como por tenerlos a todos juntos pasándoselo bien antes de la gran movida; me alegro de que no te haya parecido que sobraba ni nada por el estilo (en ocasiones tengo la sensación de que meto demasiado fondo en los capítulos).
      Tanto lo de Layla y Eleanor por otro lado era necesario para lo que se avecina (que NO OS LO ESPERÁIS OS LO GARANTIZO ASDFGHJKLÑ).
      El capítulo siguiente y el siguiente van a ser una puta manifestación de plot twists que ni veis venir, y lo mejor de todo (lo estuve hablando con mi mejor amiga) es que TODO ESTÁ CONECTADO ya desde el principio de la novela y ni siquiera lo he hecho a posta. Es más, creo que si lo llego a intentar hacer como me ha surgido en la cabeza, me hubiera salido un truño de mucho cuidado. Una no valora lo suficiente la inspiración hasta que la tiene tan fuerte ♥
      Pronto os lo podré enseñar, tengo muchísimas ganas de escribir el siguiente y ver vuestras reacciones ❤

      Un besote para ti también, corazón ❤

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    2. PD: YA SOMOS DOS DE VERDAD VIVA SCOMMY

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  27. Eri yo no sé qué te he hecho para que me hagas sufrir tan gratuitamente, con lo que me gusta leerte y me sales con esto 💔
    aunque la parte de Scommy ha sido de lo más puto precioso que he leído en toda la novela de verdad Eri que preciosidad, ojalá tener algo como eso
    pero es que el resto del capítulo ufff la parte de Layla y al final cuando se despide de ellos y Tommy se queda tan mal ay aunque entiendo su reacción y es normal por todo lo que está pasando, pero creo que aunque ella va a poder sola, en realidad va a necesitar a Tommy para superarlo del todo y que lo haya "apartado" así ay que penita

    "Esfuérzate un poco más en que no se te note que le prefieres a él mil veces antes que a mí" creo que el crujido de mi corazón al leer esto se ha podido escuchar en toda España... que pena me da El y que cabreo estoy cogiendo con Scott porque de no decirle nada al final T se entera de otra forma y va a ser peor y pf me estoy agobiando y queda lo peor lloro

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    1. Ay María de mi vida y de mi corazón, ¿podrás perdonarme en tu infinita bondad?
      Sé que suena muy sádico y ya lo he dicho varias veces, pero aunque este capítulo ha sido muy triste yo he disfrutado escribiéndolo por lo vulnerables que se muestran todos aquí, Tommy se da cuenta de que no es omnipotente, Scott añora su vida antes de Eleanor, Eleanor desearía no haberlo esperado tanto, y mi pobre y pequeña Layla... ¿qué decir de Layla?
      Lo de Scommy era necesario, créeme, cuando estemos acabando la novela echaremos la vista atrás y recordaréis esos párrafos; nada ocurre por casualidad en este capítulo, ya veréis ☺
      Yo sinceramente no sé, sé cómo se van a desarrollar las cosas, evidentemente, y no sé hasta qué punto Layla estaría mejor estando sola para no tener que preocuparse de si hay posibilidades de que Tommy también le salga rana... sólo sé que a partir de ahora ella va a hacer todo lo posible por volver a ser feliz, y que quiere tener a Tommy cerca, tanto por seguridad porque lo ama, sí, lo AMA, yo estoy convencida de ello, aunque lo aparte para que no sufra y le duela lo de Diana y tenga miedo de estar "maldita" o "no merecerlo", cuando Layla es una trufita que se merece todo lo bueno de este mundo.

      Y por dios, estoy súper de acuerdo contigo, es que se está complicando todo tanto sólo porque Scott no se lo dijo a Tommy en su día, porque quería asegurarse de que esto iba en serio, (¡como si pudiera realmente jugar con ella!), que al final todo se está enredando innecesariamente. Y cuando llegue el momento en que se entere Tommy, la que se va a montar no va a ser pequeña, y encima Eleanor está casi sin paciencia y sin aguante, mi pobre chiquilla...
      Te juro que los quiero, aunque no lo parezca por todo el mal que les hago padecer, los quiero con locura.

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  28. Scott yo te quiero y todo eso pero esta vez me pongo de parte de Eleanor (ya sé que T está fatal y tal pero joder), eres un cabrón, con amor eh ❤

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    1. Aunque Scommy af pero mae mía

      Mi cacao mental es real

      Te amo Erikina ❤

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    2. MIRA DE VERDAD POR FIN ALGUIEN QUE ME ENTIENDA es que Scott lo está complicando todo a fuerza de esperar y uf, me pongo tensa. Se lo perdonamos por esa sonrisa suya ❤

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    3. Scommy manda y no tu banda

      Te amo Virginina ❤

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  29. No he parado de llorar. Primero con Layla, luego Scommy y por último Sceleanor uff me duele tanto verlos sufrir a todos :'(

    - Ana.

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