sábado, 8 de octubre de 2016

Zorra pelirroja.

No sabía cuánto tiempo más iba a aguantar así.
               Sí sabía, de sobra, cuánto más iba a aguantar Eleanor: lo que venía siendo nada.
               Pero a Tommy no terminaba de pasársele el disgusto con lo de Layla, y, encima, habían salido unas fotos de Diana en varias fiestas, fotos en las que ella no parecía demasiado afectada por su ausencia.
               Tommy decía que estaba bien, que no podía pretender que ella se quedara de brazos cruzados, esperando regresar para pasárselo bien, pero en el fondo yo sabía lo que le pasaba: la echaba de menos, terriblemente de menos.
               Al día siguiente de mi primera bronca en serio con Eleanor, estaba tumbado en la cama, mirando al techo, sin poder dormir. Me pregunté si Tommy estaría despierto, o si tendría que aguantarme y pasarme la noche en vela hasta que finalmente alguien mandara un mensaje al grupo. Puede que fuera Alec. Era sábado, y los sábados él solía levantarse temprano para despejarse haciendo ejercicio en soledad.
               Incluso me entraron ganas de preparar la bolsa de madrugada y pirarme en busca de algún gimnasio regentado por algún zumbado que decidiera que las 4 de la mañana era una hora óptima para levantar unas pesas o hacer un par de kilómetros corriendo en una cinta eléctrica.
               Pero no me hizo falta; vi que su última conexión había sido hacía unos diez minutos, que había entrado a mirar mi conexión (me salía en el historial de los mensajes la vez más tardía en que había entrado a mirar lo que yo tenía que decirle), así que me decidí a llamarlo.
               -S-dijo, sin aliento. Jadeaba como si hubiera corrido una maratón.
               -No puedo dormir.
               -Yo tampoco-susurró, carraspeó, y fue entonces cuando me di cuenta de que tenía la voz ronca.
               -Hostia, tío, perdona, yo… si quieres, te llamo luego.
               -Es igual-Tommy tragó saliva, bufó y dejó escapar una exclamación, tranquilizándose-. ¿Quieres que vaya?
               -¿Quieres que vaya yo?
               -Bueno…-admitió, no demasiado convencido. Ninguno de los dos sabíamos lo que queríamos en ese momento. Yo llevaba toda la noche dándole vueltas a lo mismo: cuánto iba a aguantar yo, cuándo sería un buen momento para decírselo a Tommy, si esperar a que Diana volviera de Nueva York sería una buena idea para que él no lo afrontara solo…
               … y, finalmente, si merecía la pena estar pasando por todo eso.
               Y, cuando te empiezas a cuestionar si estar con tu chica merece todas las discusiones que tenéis, y los malos momentos… chungo, hermano.
               La respuesta había venido más rápido incluso que el escándalo por haberme planteado siquiera tal cuestión: sí, claro, o sea, mírala. Fue un “mírala” metafórico, se entiende, pero con eso me bastó. Mírala sonreír, mírala esperarte, mírala cogerte de la mano, mírala besarte, mírala buscándote por las noches, mírala jadear tu nombre en tu oreja mientras rodea tus caderas con sus piernas, mírala morderse el labio cuando está a punto de llegar…
               … mírala cabrearse porque tenéis que esconderos.
               Mírala llorar porque no le has dicho aún a tu mejor amigo que la quieres con toda tu alma.
               -Salgo en diez minutos.
               -Puedes salir ahora-protestó, tajante, pero yo negué con la cabeza, cerré los ojos, y me mordí el piercing. Éramos incorregibles, joder. Si estábamos tristes, y el sexo nos animaba, tendríamos sexo. Fuera como fuera. Fuera con quien fuera.
               -Tienes cosas que hacer-me burlé, y él se echó a reír, para después acabar suspirando.
               -Si la vieras, S…-dejó la frase en el aire, y yo entendí lo que quería decir. Si la vieras, S, tú también te quedarías despierto recordando cómo la tuviste y cómo la dejaste marchar, pensando en lo que la echas de menos, elaborando planes muy detallados de lo que le harás en cuanto la vuelvas a tener.
               No hagas eso con Eleanor, Scott. No seas Tommy. No la conviertas en Diana.
               Tragué saliva, esperé un tiempo prudencial, me vestí, me metí en la habitación de Sabrae (últimamente se quedaba con el móvil hasta altas horas de la madrugada, y luego protestaba porque no dormía bien, se hacía la mártir, le lloraba a mamá porque no quería ir a clase, y yo tenía que callarme y no decir ni mu sobre la cantidad de veces que cargaba el móvil al día –dos, la puta enferma lo cargaba dos veces al día –, porque como se me ocurriera abrir la boca sobre su nueva adicción a ella se le soltaría la lengua sobre por qué a la balanza de la Dama Justicia del despacho de mamá se le había tenido que pegar con pegamento una de sus cadenitas) y la sacudí para despertarla.
               Porque, milagrosamente, estaba dormida.

               Me miró con un ojo agotado, incapaz de creerse que fuera tan cabrón de despertarla en medio de la noche.
               -Me voy a casa de Tommy.
               -Cuéntaselo a quien le importe-y se dio la vuelta. Bufé, la agarré del hombro y la giré para que me mirara. Intentó darme una patada, pero yo me lo esperaba, de modo que la esquivé sin mucho esfuerzo.
               -Díselo a mamá cuando se levante.
               -Yo no te parí, Scott, ¿lo sabes, no?
               Le sonreí.
               -Te habría encantado hacerlo, cría.
               -Para así poder castigarte-asintió, recolocándose la ropa con la que dormía, una de mis sudaderas favoritas, porque Sabrae me adoraba, era mi fan número uno, por mucho que me dijera que cualquier día me asesinaría para ser ella la que más heredase, pues pasaría a ser al mayor-. Te inculcaría mucha mano dura. Sería durísima contigo.
               -¿Tan dura como con Alec?
               Ni se molestó en abrir un ojo cuando soltó:
               -Alec es gilipollas.
               -No lo digas en ese tono; había un montón de gente que lo sabía antes que tú.
               Se dio la vuelta.
               -Lárgate a hacer cositas de hermanos con Tommy.
               Me incliné hacia ella.
               -¿Estás celosa, pequeña?
               -Cómeme el coño, Scott.
               -Creía que para eso ya tenías a Alec.
               -Alec es gilipollas; Tommy es gilipollas, eres gilipollas. Dios os cría y vosotros os juntáis-me toqueteó la cara, como diciendo “puedes irte”. Le mordí un dedo, se echó a reír, me mandó a la mierda y lanzó una exclamación cuando le mordí una mejilla.
               Llevaba soltando el mismo gritito 14 años. Y siempre se reía después de ese chillido. No fallaba.
               Le di una palmada en el culo.
               -Dulces sueños, pequeña.
               -Que te vayas a la mierda.
               No me fui a la mierda, pero salí de su habitación, así que cumplí uno de sus más ardientes deseos. Me metí en la habitación de Shasha, sólo por incordiar. La zarandeé hasta que se despertó, me miró con ojos como platos y exclamó:
               -¿Qué?
               -Me voy a casa de Tommy.
               Inclinó ligeramente la cabeza.
               -Eres una desgracia para esta familia-empezó-, una deshonra para esta casa, una plaga en este mundo, y no puedo esperar a que encuentren la cura contra el cáncer, ponerte la inyección, y ver cómo implosionas en un festival de autodestrucción.
               Ay, mis hermanitas, cuánto iban a llorar el día que yo me muriera. Cómo iban a lamentar el haberme tratado mal, con lo buena persona que yo era.
               Le lamí la cara, Shasha me soltó una bofetada, yo se la devolví, y podríamos habernos pasado así media noche, de no ser porque un coche atravesó la calle contigua al jardín y me sacó de mi ensimismamiento.
               Fue Tommy en persona quien me abrió la puerta, con el pelo alborotado, los ojos brillantes y las mejillas coloradas.
               -¿Estabas hablando con ella?-pregunté, sin siquiera saludar. Negó con la cabeza, y yo alcé una ceja, a la espera de una explicación plausible.
               Porque eso de masturbarse de madrugada ya raya en la enfermedad. Vale que lo hagas de tarde, o de noche, antes de dormir, o incuso te despiertes antes de que suene el despertador, mires lo que te queda y pienses “¿por qué no?, para empezar bien el día, y tal”.
               Pero, ¿¡masturbarse de madrugada!? ¿Que estamos locos, o qué?
               -Es que han salido unas fotos suyas-empezó en tono lastimero, como detectando mi reprobación- en un partido de béisbol, y estaba tan guapa, llevaba una camiseta larga, y creo que no llevaba shorts, y… joder, Scott, no sé qué voy a hacer hasta que vuelva-dijo, cerrando la puerta.
               -¿Sacarte brillo a la polla?-sugerí. Se me quedó mirando.
               -¿Me recuerdas por qué mi mejor amigo no es Logan, sino tú?
               -Porque Logan no tiene mi carisma innato-respondí, de mejor humor ahora que lo tenía delante y lo veía mejor de lo que lo había visto aquella misma tarde-. Y porque no tienes con nadie ese feeling que tienes conmigo.
-Hay veces en que te odio-comentó, y los dos nos miramos, y dijimos a la vez:
               -Eso está bien, el odio es un sentimiento ardiente-nos echamos a reír en silencio y subimos a su habitación; nos quedamos tirados en la cama, jugando a videojuegos, viendo películas y puteándonos el uno al otro.
               Dios, cómo iba a echar de menos el poder ir a casa de Tommy y no hacer absolutamente nada y pasármelo como nunca en mi vida por el mero hecho de estar juntos.
               Eri ni se inmutó cuando aparecimos los dos a la hora de desayunar. Louis levantó la mirada de sus notas, sonrió con cinismo, y comentó:
               -Cuando quieras, puedes empezar a pedir que te manden tus cartas a esta casa, Scott.
               -Lo tendré en cuenta-prometí, y me senté y le sonreí seductoramente a Eri, pero no coló, nunca colaba; no me había parido, pero estaba equiparado al resto de sus hijos, así que me tocaba prepararme yo el desayuno.
               Dan fue el último en bajar; Astrid se comió sus cereales a la velocidad del rayo y corrió a coger la mochila y a gritar que se iba “a casa de Duna”. Tommy la llamaba “la casa de Scott”, Louis, “la casa de Zayn”.
               Dudaba mucho de que la madre de mi mejor amigo dijera “la casa de Shasha”, pero era posible que Eleanor se refiriera a ella como “la casa de Sabrae”.
               Me preguntaba dónde estaría Eleanor; sabía que íbamos a tener bronca en cuanto nos viéramos (no nos mandábamos emoticonos cariñosos, ella apenas me contestaba con monosílabos a los mensajes, incluso cuando les incluía el lacasito con gafas de sol que tanto le había empezado a gustar), pero una parte de mí no dejaba incluso de ansiar la bronca, porque el mero hecho de tener movida traía intrínsecamente que estaríamos juntos. Que podría oler el aroma de frutas tropicales que despedía su pelo, ver el ligerísimo tono de color que le aportaba el pintalabios de cereza, apreciar las pinceladas de miel que había en sus ojos, heredadas de su madre, imaginarme cómo danzaban los lunares de su espalda cuando se movía, contrayéndose y relajándose en un baile galáctico que no tenía fin.
               Y todavía te preguntas si merece la pena, me reprimí a mí mismo, y me mordí la sonrisa.
                Nos quedamos tirados en el sofá, mirando la tele sin ver realmente el partido que tan interesantísimo le parecía a Louis, cuando ya no lo soporté más, me giré a Tommy y le solté:
               -¿Tu hermana?
               Tommy miró en dirección al jardín.
               -Haciendo muñecos de nieve.
               Louis sonrió abiertamente, sabiendo lo que venía a continuación, pero tuvo la delicadeza de pasarse una mano por el mentón para que su hijo no le preguntara por qué le hacía gracia que pitaran falta a favor del equipo que no soportaba.
               -No, Thomas, la otra.
               -¡Ah!-exclamó T-. En casa de Mary-se encogió de hombros-, ¿por?
               Me encogí de hombros. Tommy parpadeó.
               -Scott.
               -Sabrae me ha dado un recado para ella-solté. Tommy frunció el ceño.
               -¿En serio?
               -Sí.
               -¿El qué?
               -Se dejó no sé qué mierda de maquillaje aquí… una brocha, o algo así. Quiere que se la busque y se la lleve.
               -¿Y por qué no viene a por ella?
               -Porque es Sabrae-me encogí de hombros. Tommy frunció el ceño más aún.
               -¿Y por qué no se la llevas tú?
               -Porque yo no sé qué es-espeté-. Ni dónde la tiene. Ni soy su esclavo.
               -Pero sí su paloma mensajera-soltó, con los ojos entrecerrados. Me lo quedé mirando un segundo.
               -Me muero de hambre, ¿tienes palomitas?
               -Acabamos de desayunar, Scott.
               -¿Y? Me apetecen palomitas. ¿Qué coño es esto? ¿Un interrogatorio policial? ¿Llamo a mi madre? ¿Le digo que se traiga la tarjeta de colegiación?
               Tommy inclinó a un lado la cabeza.
               -¿Estás bien, Scott?-preguntó, y Louis me miró por el rabillo del ojo-. Estás muy… tenso.
               -Me vuelvo arisco cuando tengo hambre, ya lo sabes-respondí-. ¿Palomitas?
               Suspiró, asintió con la cabeza y me siguió hasta la cocina. Ya teníamos un bol listo para ir a ver una peli cuando escuchamos unas llaves introduciéndose en la puerta y girando en la cerradura.
               Eleanor y yo nos quedamos clavados en el sitio, mirándonos fijamente.
               -Scott-dijo ella.
               -Eleanor-dije yo.
               -Tommy-replicó Tommy, asintiendo con la cabeza, quitándome el bol de las manos-. Qué guay, nos sabemos nuestros nombres. Vamos a ver una peli, ¿quieres venir, El?
               Ella me miró un momento, como quien mira a un animal peligroso pero muy bello, y decide si merece la pena o no arriesgarse a un zarpazo por acercarse a él.
               Di que sí. Di que sí, di que sí, di que sí, por favor, di que sí.
               -Tengo cosas que hacer-respondió por fin, y se me cayó el alma a los pies, pero tragué saliva y fingí que me daba igual.
               Tommy no lo iba a dejar estar, sin embargo. También tenía ganas de movida, se le notaba.
               -¿En serio vas a renunciar a una oportunidad de retozar con Scott porque “tienes cosas que hacer” en vacaciones?-recalcó mucho la última palabra, como haciéndole ver que su coartada no tenía ni pies ni cabeza y que ningún tribunal se la tragaría, pero Eleanor no estaba por la labor de tenerme cerca, y punto.
               -Estoy cansada-gruñó, se afianzó la mochila que llevaba cargada de un hombro y se dirigió hacia las escaleras. Pasó entre los dos, a pesar de que era mucho más sencillo rodearnos.  Eso me inquietó un poco; tenía la sensación tenía algún significado oculto, pero no alcanzaba a verlo. Puede que fuera una advertencia.
               -Vale, doña intensa-espetó Tommy-, perdón por existir.
               -Tommy-advirtió su padre, pero su hermana fue más contundente en su contestación, a pesar de ser más lenta.
               -¿¡No queréis los dos estar juntitos, y solitos!? Pues por mí como si os vais a la Antártida de la mano y no volvéis, par de cansinos. Coño ya, con los tipejos estos-añadió en español, continuando su trayecto. Louis la llamó en tono de reprimenda, Tommy le contestó en español a gritos, ella lo mandó a la mierda, él le dijo que no podía si seguía alejándose, ella le hizo un corte de manga y cerró la puerta de su habitación de un portazo.
               Casi que era mejor que ella y yo no estuviéramos en la misma habitación. Tommy se pasó despotricando media película, quejándose de lo ingrata que era Eleanor, lo imbécil que se proponía ser, y lo bipolar que resultaba a veces.
               -Lleva unos días que no hay quien la soporte; para mí que es ese puñetero novio suyo, que o bien no le concede todos los caprichitos o la mantiene a raya, y dios le libre a mi hermana de saber cuál es su lugar en el mundo-bufaba, devorando palomitas y palomitas y palomitas. Mal asunto, si estaba ya predispuesto a odiar al novio de Eleanor porque ella estaba cabreada conmigo por no atreverme a decírselo, no saldríamos de esa situación nunca.
               -Puede que tenga la regla-sugerí yo, y Tommy frunció el ceño.
               -No, la tuvo hace unas semanas… se vuelve muy pegajosa-explicó, y yo me encogí de hombros.
               -Pues será su novio, entonces.
               -¿Tendrá desajustes?-inquirió.
               -¿Quién? ¿Su novio?
               Sí, sí que los tiene, el hijo de puta tiene bastantes desajustes.
               -No, tío-Tommy chasqueó la lengua-. Eleanor. En la regla.
               -No soy ginecólogo, Thomas-bufé. Él se encogió de hombros.
               -No sé, lleva un par de días que no hay quien la aguante. No sé cómo no me ha llamado Alec para que la fuera a buscar esta noche.
               -A Al le van los retos.
               -Le van los retos cuando tienen una recompensa. Y Alec no tiene huevos a tirarse a mi hermana. No haría eso-dijo en voz más baja, cogiendo un puñado de palomitas y metiéndoselo en la boca.
               De repente, no me apetecía estar con él. La inmensidad de la verdad que acababa de soltar como si nada, como quien comenta que está lloviendo mientras escucha el repiqueteo de la lluvia en su paraguas, me aplastaba como una catedral aplasta sus cimientos. Alec no le haría eso a Tommy.
               Me lo estaba haciendo a mí, vale, pero la cosa era diferente. Sabrae no estaba enamorada de Alec. Eleanor de mí, sí.
               Incluso aunque yo la quisiera ahora, no habíamos empezado como ella se merecía, y eso era lo único que contaba en realidad.
               No me la merecía, no me merecía criticar a nadie estando con Tommy, pues yo era el primero que tenía una actitud vergonzosa que había que encaminar de nuevo en la ruta hacia la rectitud.
               Pero me quedé con él, a pesar de no sentirme digno de lo que compartíamos, a pesar de saber que le estaba traicionando de una forma tan rastrera que ni se le pasaría por la cabeza que yo, precisamente yo, fuera capaz de hacerle eso… porque le necesitaba como él me necesitaba a mí. Tenía que estar con él, porque si no me separaba de él, tendría más tiempo para pensar en cómo decírselo, cómo conseguir que Eleanor deseara con todas sus fuerzas odiarme y lo fuera consiguiendo poco a poco.
               Mi vida era jodidamente triste: me parecía que me compensaba más que mi odia llegara a odiarme que el pasarme separado unos días de mi mejor amigo. Para que luego la gente envidiara lo que teníamos Tommy y yo. Seguro que ya no lo hacían tanto cuando se pasaran noches sin pegar ojo porque llevaban demasiado tiempo lejos del otro.
               Seguro que ya no les parecía tan mágico lo que teníamos cuando lo que más nos dolía de meter la pata era ver la decepción en los ojos del otro, y no el calibre de la tontería que acabásemos de hacer.
                Eleanor pareció cambiar de opinión, ya que se presentó en la salita con un jersey gris inmenso, el pelo recogido en un moño, y unos calcetines gorditos calentándole los pies. Aunque había sitio de sobra entre Tommy y yo, decidió sentarse al lado de su hermano. Me miró con tristeza una vez. Tommy la contempló cuando se acurrucó en el sofá, con los pies pegados a sus piernas.
               -¿Vienes ahora, cuando estamos acabando la peli?
               Eleanor se frotó una mejilla.
               -Si te molesto, puedes decírmelo claramente.
               Tommy se la quedó mirando, sin saber muy bien qué era lo que esperaba que dijera. Eleanor asintió, se incorporó y trató de marcharse, pero su hermano la cogió del brazo.
               -¿Qué te pasa últimamente, El?-inquirió, en un tono casi suplicante. Eleanor se mordió el labio y me miró un único segundo, pero fue suficiente para calmarme y asustarme a la vez.
               Me calmó porque vi que había decidido finalmente bajar y estar con nosotros para estar conmigo, porque me echaba de menos a pesar de que fuera una decepción con patas.
               Y me asustó porque no se me escaparon las brumas de dudas que poblaban sus ojos de gacela, aquella marea contaminante que no tardaría en arrasarlo todo, pero… pero es que yo no tenía tiempo, necesitaba un poco más, necesitaba que Diana volviera, no podía dejar a Tommy solo.
               Igual que yo me había planteado si, después de todo, Eleanor merecía la pena, ella también se lo estaba planteando con respecto a mí. Y parecía que las conclusiones estaban empezando a ser ligera e irrefutablemente diferentes. Pero no podía culparla.
               Yo a ella no me la esperaba, pero ella me había anhelado durante toda su vida, había soñado conmigo, me había deseado hasta el punto de concentrar todos sus ruegos a las estrellas en hacer que yo por fin abriera los ojos y la viera…. Y había que tener cuidado con lo que se deseaba, porque se podía cumplir. Los sueños no eran tan brillantes como cuando los soñabas una vez que los vivías.
               Lo que para una persona puede ser una distancia prudencial, para otra puede ser un abismo.
               Eleanor se soltó de su abrazo.
               -Nada. 
               -Sabes que puedes contármelo, ¿verdad?-le dijo, y Eleanor bajó la mirada y se mordió el labio, asintiendo con la cabeza-. Sabes que yo voy a cuidar de ti, ¿verdad?-insistió él, y yo me sentí tan tremendamente mal, porque, ¿cómo iba a cuidarla a ella, si precisamente era yo el que le estaba haciendo tanto daño?
               ¿Cómo se suponía que nos arreglaría los corazones rotos si terminábamos destrozándonos entre los dos? ¿Iba a dividirse?
               Se me cayó el alma a los pies. Lo peligroso de que Eleanor y yo estuviéramos juntos no era que pudiéramos romper en algún momento. Lo verdaderamente malo era que Tommy no tendría manera de estar ahí para los dos.
               Tommy tiró de Eleanor un poco hasta meterla entre sus piernas, y le levantó la barbilla para obligarla a mirarlo. Le sonrió con calidez, con una calidez que me hacía entender por qué Layla se sentía a salvo con él, por qué era capaz de desear que la tocara como le aterrorizaba que lo hiciera cualquier otro; una calidez que hacía evidente por qué Diana se había marchado lo más tarde posible y tenía ganas de volver.
               -¿Princesa?-le dijo en español, y Eleanor cerró los ojos, derrotada, se estremeció, y dejó que Tommy la abrazara.
               Me sentía una puta mierda.
               Yo era el que estaba haciendo que Tommy la acunara como si fuera un bebé herido. No me la merecía, no me merecía a ninguno de los dos. Qué injusto era que los tuviera a ambos.
               -Tal vez ese gilipollas deba saber que tiene competencia-le dijo, besándole la cabeza-. Que, si se descuida, Scott terminará por robarte el corazón.
               Eleanor abrió un ojo, y me miró, y todo el universo me desveló sus secretos con aquella mirada. No dijo nada, aunque bien podría haberlo dicho.
               Desfilaron los títulos de crédito con Eleanor aovillada en el regazo de Tommy, dejando que la acunara. Por fin consiguió reunir fuerzas para hablar.
               -¿Me preparáis uno de vuestros batidos felices?-nos pidió, haciendo que sus ojos bailaran de él a mí. Tommy asintió.
               -¿Nos esperas aquí?
               Esta vez le tocó el turno a Eleanor.
               -Scott se quedará contigo.
               -Tío, si quieres, puedo hacérselo yo, y tú…-empecé, pero me quedé callado al ver que Eleanor se encogía un poco-. No, sí, es verdad, yo… es mejor que me quede con ella.
               Tommy salió de la habitación como había hecho aquel otro día. Era la misma situación, pero todo fue diferente. Ninguno de los dos se movió, simplemente nos miramos el uno al otro largo y tendido, sin mediar palabra, hasta que el silencio que se instaló entre nosotros fue tan pesado, tan insoportable en su grandeza, que me vi obligado a romperlo:
               -¿Por qué no se lo cuentas tú?
               Eleanor se frotó la mejilla.
               -Porque te prometí que te dejaría hacerlo solo.
               Asentí despacio con la cabeza.
               -Dime qué te pasa conmigo, Scott-me pidió al fin, y yo tragué saliva, mordiéndome el piercing. Recorrí su anatomía. De su cuello colgaba el avión de papel. En su oreja descansaba mi piercing viejo.
               -Te echo de menos-fue lo que alcancé a decir. Asintió despacio con la cabeza, digiriendo la respuesta.
               -Yo… me esperaba que me dijeras que me querías. Ya no me lo dices tan a menudo como me lo decías antes.
               -Te quiero-le dije, y volvió a asentir.
               -Echo de menos cómo hablábamos-confesó, estudiándose las uñas.
               -Yo también. Podemos volver a hacerlo-le aseguré, estirando la mano para tocarle la rodilla, pero se apartó de mí como si fuera un bicho asqueroso que no querría tener cerca bajo ningún concepto. No me hagas esto, mi amor.
               -No-susurró-. Hay una parte de mí que no deja de darle vueltas a por qué no se lo dices a Tommy. Le quieres más que a mí, Scott-acusó, y yo me quedé allí quieto, esperando, porque, tristemente, no estaba diciendo ninguna mentira-. Le quieres más que a mí, le necesitas más que a mí, y yo… te necesito, te quiero, y necesito que finjas que no es así, que yo soy la persona más importante de tu vida. Creo que me lo merezco-susurró, sonriendo, tocándose el pecho, y yo asentí despacio con la cabeza-. Pero a la vez…
               -¿A la vez?
               -A la vez no soportaría… dejarte marchar y ya está. Tienes que destruirnos-zanjó-. Tienes que destruirnos o yo siempre me comeré la cabeza pensando en que si hubiera luchado un poquito más, si hubiera aguantado un minuto más la respiración, tú habrías venido a sacarme del agua.
               El mundo se detuvo cuando nuestros ojos volvieron a encontrarse. Me sentía como si tuviera cien años, me sentía encerrado en mi cuerpo, me sentía tan lejos de ella como si nos separaran dos mundos.
               -Te sacaré de donde me pidas, mi amor. Te lo juro.
               Sacudió la cabeza.
               -¿No lo entiendes, Scott? El agua eres tú.
               Nos quedamos en silencio un rato más. No volvimos a mediar palabra, y cuando Tommy volvió, nos alejamos un poco más del otro.
               Esa noche salimos de fiesta, pero enseguida dije que me encontraba mal y que me iba a casa. Insistí en que no hacía falta que Tommy me acompañara. Se lo estaba pasando bien, y le hacía falta.
               Vacié la parte de la nevera que contenía el alcohol de mi casa, me tiré en la cama a beber, me emborraché, y me harté a llorar. Llamé a Eleanor, le mandé mensajes, le juré que la quería y que me odiaba por estar haciéndole esto, que se lo diría a su hermano, que no me avergonzaba en absoluto de lo que nos pasaba, pero que de verdad necesitaba soportarlo un poco más, tenía que esperar a que Tommy estuviera bien.
               Y, justo cuando pensaba que ya no podría más, cuando me dolían los ojos y ya no tenía lágrimas que derramar, justo cuando creía que había tocado fondo, después de contemplar el teléfono durante un rato, me animé a bajar por la agenda.
               Respondió a los dos pitidos, su acento me reconfortó en cuanto lo escuché.
               -¿Scott? ¿Qué ha pasado? ¿Tommy está bien?
               -Sí, Tommy está bien.
               -¿Estás llorando?
               -No-mentí, y se me escapó otra lágrima.
               -Scott…
               -Sí-admití.
               -¿Qué te pasa?
               -No puedo tenerlos a los dos-expliqué.
               -¿Qué?
               -A Eleanor y Tommy. No puedo tenerlos a los dos. Pero no puedo vivir sin uno de ellos.
               -Ya los tienes a los dos, S.
               No me podía creer que estuviera haciendo eso precisamente con ella.
               -Necesito que me hagas un favor.
               -A ver.
               -Vuelve antes, Diana. Vuelve antes, y cuéntaselo tú. Porque yo no voy a tener cojones para hacerlo. ¿Lo harás?
               -Puedo volver antes-concedió-, de hecho, yo… quiero volver antes-comentó con un hilo de voz-. Pero no puedo decirle eso a Tommy. Tenéis que ser vosotros dos.
               -No me merezco tenerla así.
               -Hace dos semanas yo misma habría dicho que Eleanor no te merecía, pero-chasqueó la lengua, me la imaginé sentada en un sofá de un piso en el que yo nunca había estado, mirando un techo cuyo color desconocía-… también habría dicho que me volvía a casa cuando cogí el avión. Y es ahora cuando estoy lejos de casa.
               -No entiendo lo que quieres decir con eso.
               -A veces-meditó-, lo que más queremos no es lo que más felices nos va a hacer, ni lo que más aborrecemos lo que peor nos hará pasar. A veces creemos que no vamos a poder cruzar un límite, y lo cruzamos. A veces nos damos cuenta de cómo son las cosas de verdad. A veces, adquirimos perspectiva. A veces vemos que lo bonito de estar vivo es sufrir, porque amar la vida siendo feliz puede hacerlo cualquiera. Y, a veces, vemos que nuestro hogar no es una ciudad… sino una persona.


No sé qué va a ser de nosotros. Scott se estaba apagando por momentos; Eleanor estaba más ausente que nunca, con la mirada perdida en un vacío infinito, y la puerta de su habitación cerrada para no saltarle a la yugular a nadie o no dar dos pasos sin echarse a llorar.
               Y yo… bueno, yo tampoco estaba para echar cohetes, pero viendo a Eleanor, viendo a Layla, o viendo a Scott, con diferencia el peor de los tres, tampoco iba a quejarme.
               Lo bueno de todo era cuando llegaba la noche y podía levantar el teléfono y llamar a Diana, seguro de que la pillaba en plena tarde y que no la sacaría de la cama para poder hablar con ella.
               -Voy a volver antes-me había anunciado unos días atrás, sin poder contener su entusiasmo, y la verdad es que sentí algo en el estómago que parecían más bien helicópteros de guerra que mariposas, por cómo me dejaron por dentro.
               -¿Cuándo es ese “antes”?
               -Una semana antes.
               Eso era el día antes de empezar a clase, y lo necesitaría con todas mis fuerzas. No podía adelantarlo más, todos los vuelos estaban a tope por las plazas de los turistas, y su padre no le dejaba coger el avión privado para regresar a mi lado con algo de antelación. Y estaba Zoe, claro.
               Zoe y todo el sector masculino de Nueva York, al que no tendría que compartir con nadie.
               Claro que eso no me lo decía, igual que yo no le decía cuánto tiempo me pasaba al día mirando aquellas fotos suyas sentada en el estadio de béisbol, con una gorra azul, de visera roja, con el símbolo de los Giants de Nueva York, a juego con una camiseta que hacía las veces de vestido de rayas verticales azules, rojas y blancas, su melena rubia ondulándose por debajo de la gorra y su sonrisa compitiendo con los focos.
               La necesitaba conmigo. Necesitaba volver a tenerla cerca, descargar toda mi tensión, compartir con ella mis preocupaciones, meterme en la cama con ella, besarla hasta hartarme, decirle que la quería, y dormirme pensando en cómo podía echarle un cable a Scott con su cuerpo cálido, suave y lleno de curvas al lado del mío.
               Es increíble cómo tu cerebro puede depender de factores tan externos como tener a tu chica contigo.
               Además, quería volver a mirarla y estar seguro de que lo que había sentido en el museo, lo que había sentido en mi cama y en su habitación seguía estando ahí, a pesar de todo lo de Layla. No me las merecía, a ninguna de las dos, pero mis padres me habían hecho con una cara muy dura en el fondo, y si ellas me permitían estar a su lado, desde luego que yo no les haría ascos.
               Pero ahora, lo importante era Layla. Volvía esa noche y me había pedido que fuera a verla, que saliéramos por ahí, que le permitiera disculparse por cómo se había comportado unos días atrás. Yo le dije que claro que la vería, que me apetecía, que iríamos donde quisiera… y que no hacía falta que pidiera perdón por algo que era perfectamente comprensible.
               Una parte de mí seguía reticente a dejar a Scott solo. Sabía que estaría bien con los demás, que lo cuidarían bien (lo de Nochevieja no se volvería a repetir; eso de emborracharnos todos a la vez no era nuestro estilo), pero estaba convencido de que ellos no serían capaces de ver cuándo él les mentiría, les diría que estaba bien cuando no era así.
               Les hice prometerme que, a la mínima señal de que Scott se hundía o su brillo amenazaba con apagarse, en cuanto su luz titilara aunque fuera casi imperceptible, me llamarían y lo cuidarían hasta que yo llegara.
               Él insistió en que estaría bien, me lo prometió, me lo juró, por el brillo dorado de sus ojos, el único vestigio de que Sherezade era su madre, se apagaba lentamente.
               Los acompañé un rato, y pude ver cómo él empezaba a beber como si le fuera la vida en ello, cómo sus ojos se perdían entre la multitud, buscando a alguien que no iba a encontrar. Le cogí la cara entre mis manos, le dije que me quedaría si era lo que él quería, pero volvió a repetirme que estaría bien, que fuera con Layla, que me lo merecía y ella me necesitaba más que él.
               -¿Me lo prometes?
               -Vete, Tommy, en serio-asintió, con los ojos vidriosos por el alcohol… y algo más-. Estaré bien.
               No estaba demasiado convencido, pero el móvil me vibró. La alarma que tenía para irme de la fiesta y correr al encuentro de Layla estaba activada. Ahora, mi vida era una carrera contrarreloj.
               Repartí despedidas a modo de puños que se entrechocaban y abrazos; puños para los chicos, abrazos para las chicas, Scott… y Alec.
               -Cuida de él-le dije en el oído.
               -Siempre, T-me prometió, y los dos asentimos, y Scott y él se me quedaron mirando mientras me perdía entre la multitud. Me subí a varios buses, me cambié de tren en varias estaciones de metro, y por fin estaba en Victoria.
               Llegué justo cuando el tren de Layla se anunciaba por megafonía: estaba entrando en la estación. Me acerqué hasta el andén y esperé. No tardé en verla bajar de la inmensa oruga metálica, arrastrando la bolsa con su ropa y los ojos anegados en lágrimas.
               Se me hizo un nudo en el estómago al verla así.
               Como si sintiera mis ojos sobre ella, alzó la mirada y buscó entre la multitud hasta que por fin me encontró… y sonrió un poco. No demasiado, pero sí un poco.
               Ojalá Layla no me adorara como lo hacía. Me sentía un capullo integral de primer nivel, a escala olímpica, cuando me dedicaba esas miradas y me hacía darme cuenta de lo mucho que yo le hacía falta… y tenía que compartirme con Diana.
               Scott sería mucho mejor para ella, y ella sería mucho mejor para Scott que la zorra que tan mal se lo estaba haciendo pasar en ese momento.
               Trixie.
               Después de que se empezara a emborrachar en serio, me había sentado con él y le había obligado a contarme qué era lo que me pasaba. S era mejor mentiroso de lo que nadie sospechaba, e incluso borracho era capaz de elaborar una mentira.
               Quizá hubiera estado pensando en ello, quizá hubiera dedicado sus noches en vela a ponerle un velo a lo que tenía con mi hermana, de tal suerte que pudiera estirar un poco más la convalecencia de su relación hasta que yo dejara de estar de guardia y otro médico pudiera visitarla y dar un nuevo diagnóstico, decir que no todo estaba perdido, que en el quirófano se podía salvar lo poco que quedaba de lo que Eleanor y él sentían por el otro.
               -¿Qué te pasa?
               -Nada-me había dicho, dando un trago de su chupito sin mirarme.
               -Scott.
               -Está cansándose de mí-espetó de repente, y noté en mi garganta el nudo que se le formó en la suya. Max, Logan y yo nos pusimos tiesos al momento: si se echaba a llorar delante de nosotros, sabíamos que haríamos lo que fuera por cargarnos a aquella zorra. Nos daba igual ser tres contra una, nos daría igual ser más fuertes que ella… la reduciríamos a cenizas.
               Scott sólo había llorado delante de todos nosotros por un motivo: cuando nos contó por qué había vuelto al sofá que ya ocupábamos por aquel entonces, en lugar de pasarse su aniversario con Ashley.
                Tam y él tuvieron que sujetarme y suplicarle que no fuera a su casa y le arrancara la cabeza.
               Y ahora, parece ser que tenía una sucesora.
               -Nadie se está cansando de ti, ¿cómo se va a cansar nadie de ti?-intervino Alec, dándole una palmada en el hombro. Pero Scott sólo asintió, se terminó otros dos chupitos, se limpió la boca con el dorso de la mano y negó con la cabeza.
               -Es un prodigio, esta tía tuya-intervine yo-, si puede ponerte así por cosas que fijo que sólo están en tu cabeza.
               Scott se encogió de hombros. Le puse una mano en la rodilla y los dos nos miramos a los ojos.
               -¿Por qué no nos lo cuentas?
               -Porque no puedo-replicó él, y había tantísimo sufrimiento en su voz que tuve que contener el impulso de llevarme una mano al pecho, acusando una daga imaginaria que me revolvía las entrañas-. Porque es culpa mía. Y me da vergüenza contároslo.
               -No te vamos a juzgar, S-le prometió Jordan, revolviéndole el pelo, pero Scott volvió a negar con la cabeza.
               -Nos estamos haciendo mucho daño, yo le estoy haciendo muchísimo daño, pero… no puedo alejarme de ella, de verdad que no-se pasó una mano por el pelo, y yo decidí que me quedaría, daba igual Layla, Scott era más importante, Scott estaba mal, Scott volvía a estar tumbado en su cama con un bote de somníferos en la mano, y estaba solo en casa, y yo era el único que estaba lo bastante cerca como para poder ayudarlo…
               Layla ya había cerrado la ventana, pero Scott tenía medio cuerpo sacado por la suya.
               -¿Quién es, S?-pregunté, pellizcándole la barbilla, y él me miró a los ojos, y nuestras almas extendieron sus tentáculos para reconfortarse la una a la otra, pero la mía no podía curar a la suya, porque era la causa de que estuviera así. Estaba contra la espada y la pared.
               Yo era la espada.
               Y no hacía más que acercarme, presionarlo, apretar un poco más la punta de ésta contra su corazón.
               Sólo había una salida. Repetir lo que se había dicho tantas noches, la mentira ensayada hasta la saciedad, conjurarla por milésima vez y convertirla en verdad.
               -Trixie-dijo nada más, y todos suspiramos, le dijimos que no pasaba nada… todos salvo Alec, que se lo quedó mirando con expresión dura y, para disimular su decepción, se levantó y se fue a por más bebidas. Nadie se fijó en él. Estábamos demasiado ocupados diciéndole que Trixie no se lo merecía, que no debería estar así por ella, pero Scott negaba con la cabeza y decía que no lo entendíamos y se mordía el labio tan fuerte que estaba a punto de hacerse sangre.
               No habría un momento en que se odiara más en toda su vida, porque jamás me había mentido mirándome a los ojos.
               Por eso, en parte, había querido que me marchara. Por eso, y para poder ir a ver a mi hermana, decirle que ya casi estaba, buscar que ella le diera un último empujón.
               -Hola-susurró Layla con un hilo de voz, sacándome de mis ensoñaciones. Sacudí la cabeza, apartando esos pensamientos de mi mente, y la miré. Sonreía con timidez, sin saber muy bien qué hacer.
               -Hola, prin…-empecé, pero ella me detuvo.
               -Antes de que digas nada, yo… quería pedirte perdón por lo del otro día. Sé que no fui justa contigo. No debería haberte apartado así, ni debería haberme mostrado tan fría cuando os marchasteis Scott y tú. No es culpa tuya. Y no me comporté como debería. Es decir, después de todo lo que hicisteis por mí, después de lo que tú solo hiciste por mí, lo menos que debería haber hecho sería dejarte cogerme de la mano y dejar que me besaras cuando te ibas a marchar, pero… me sentía sobrepasada por todo, Tommy. Quería que me besaras, y que me cogieras de la mano, pero a la vez me repugnaba la sola idea de que nadie me mostrara ningún tipo de cariño, no después de dónde lo dejé a él, dónde lo estaba dejando, y… me comporté como una cría caprichosa. Y tú no te merecías a una cría. No después de todo lo que has sacrificado por mí. Así que… lo siento-susurró, y se le encendieron un poco las mejillas-. ¿Crees que podrás…?
               -No tengo nada que perdonar, princesa-respondí, y las comisuras de su boca se elevaron en un amago de sonrisa-. En serio. Fui un gilipollas presionándote así; no volverá a pasar, te lo prometo. Voy a estar a la altura a partir de ahora.
               -Tú ya estás a la altura.
               -Bueno, emocional y también físicamente, quiero decir-bromeé, y ella se rió un poco-. He estado practicando. Ya casi me puedo poner de puntillas sobre los dedos de los pies. Como las bailarinas de ballet. Mira-dije, levanté los brazos, uní las manos por encima de la cabeza e hice lo que le decía. Layla se rió, esta vez con más fuerza, con más emoción, como si realmente la estuviera haciendo feliz.
               Me gustaba estar con ella porque era el único campo que no acusaba las lluvias torrenciales en que yo me había convertido. Anegaba todo lo demás, pero ella era una planta de ciénaga que necesitaba de mí.
               Era un alivio, la verdad.
               -Estaba preocupada-confesó-, por si estabas enfadado conmigo.
               Qué rica era; podía preocuparse por un millón de cosas, y me elegía a mí como fuente de sus delirios principales. Me dolía el corazón de lo precioso que era su espíritu.
               -No creo que haya mucho que puedas hacer para que yo me enfade contigo, princesa.
               -Vaya-comentó, en tono lastimero-, a mí que se me había ocurrido una cosa para calmarte…
               -¿El qué?-pregunté, frunciendo el ceño. Sonrió, coqueta, me atrajo hacia sí tirando de mi chaqueta, me pegó a ella y me besó despacio, pero con profundidad. Sonreí mientras me besaba, y ella también sonrió cuando lo hacía, noté su lengua recorriendo mis dientes, como asegurándose de que me reía de verdad, que no se lo estaba imaginando.
               Me ha echado de menos, pensamos los dos a la vez, con un alivio que no deberíamos sentir. Estaba claro lo que había entre nosotros. Hasta un ciego lo vería.
               El decidir si aquello era bueno o malo, teniendo en cuenta mi situación con Diana, era otra historia. Pero no había nadie en la Tierra que pudiera decir que yo no estaba enamorado de esa mujer.
               Y ella de mí.
               Nos separamos un nos miramos un instante; ella se relamió, pero lo hizo con timidez. Volvía a ser la niña asustada a la que había que proteger a toda costa.
               Le robé un beso rápido, porque me hacía sentir bien, y porque me causaba tanta ternura mirarla que me parecía inconcebible el tenerla delante y no probar sus labios.
               Layla se rió.
               -Te he dejado un poco de pintalabios, espera-dijo, pasándome un pulgar por la boca y quitándome el color discreto que traía en sus labios. Le besé la yema del pulgar-. ¡Tommy!-me riñó, riéndose. Me encogí de hombros.
               -No puedo tenerte tan cerca sin intentar acercarte más aún, princesa.
               Sus mejillas se encendieron otra vez, me dieron ganas de mordérselas hasta casi arrancárselas. Casi. La cogí de la mano, la acompañé hasta su casa (la casa de mis padres, pensé con estupefacción), esperé en el salón a que se cambiara de ropa y traté de desnudarla (no intencionadamente, o eso me había dicho a mí mismo mientras metía las manos por debajo de su suéter) cuando llegó ya vestida para salir a dar una vuelta, elegante y sencilla, sin una gota de maquillaje, y se sentó a mi lado en el sofá y empezó a besarme con urgencia, a pasarme los dedos por el cuello y enredarlos en mi pelo, recorriendo con sus labios mi piel.
               Soy un hijo de puta, tío. Scott lo está pasando fatal y yo me dedico a morrearme con Layla y preguntarme si esta noche por fin nos acostaremos.
               Le pasé una mano por el costado, yendo por la parte de delante.
               -Te he echado de menos-jadeé en su boca, y era verdad, aunque también era mentira en parte. Echaba de menos el sexo en condiciones, no el estar solo en mi cama mirando unas fotos de Diana. Echaba de menos estar con una chica, y quería probar a Layla de verdad, porque aquellos intentos de olvidar que Diana podría tener en su cama a alguien en el mismo instante en que yo me aliviaba pensando en ella no eran suficientes.
               -Y yo a ti-me aseguró, gimiendo al notar cómo mi otra mano la pegaba un poco más a mí.
               Llegué a la frontera de sus vaqueros. Metí los dedos por debajo de estos, bajé un poco más, atravesé el elástico de sus bragas, seguí bajando un pelín más, entre sus muslos…
               Layla abrió los ojos y se apartó de mí rápidamente, en una reacción tan primaria y bien interiorizada que no se dio cuenta de lo que había hecho hasta que no estuvimos cada uno en un extremo opuesto el sofá.
               -Perdón-solté, avergonzado, sintiendo cómo me ardían las mejillas y odiándome por lo que acababa de hacer. No debería ir tan rápido con ella, no debería acelerarme sólo porque echara de menos un buen polvo. Tenía que darle tiempo, y espacio, y ser paciente, y dejar que tomara las riendas.
               De lo contrario, podría terminar convirtiéndome en Chris. Ella podría terminar dejándose llevar aunque no se sintiera preparada por el mero hecho de que sentiría que tenía que hacer eso para compensarme.
               -No, perdona tú, yo…
               -Layla, en serio, la culpa la tengo yo. Me he pasado.
               Se mordió los labios, pensativa, y se recolocó el jersey.
               -Si no nos movemos, vamos a llegar tarde-dijo, levantándose, haciéndose una coleta y acariciándose el flequillo.
               -Lay…
               -No ha sido nada-me cortó, girándose y contemplándome desde su estatura entonces muy superior a la mía-. De verdad. Lo entiendo. En el fondo también tengo un poco de culpa. No debería hacerte eso si no tengo intención de…-se quedó callada-. Sí que la tengo-se corrigió.
               -No tiene que ser ahora.
               -Vale.
               -Va en serio, Lay. Puedo esperar. Lo haremos cuando tú quieras.
               -Quiero ahora-dijo, y se subió un poco el cuello del jersey. Los dos estábamos rojos como tomates-, pero…
               -Lo haremos cuando tú puedas. Cuando estés lista. No tenemos prisa.
               Se inclinó y me besó en los labios.
               -Gracias por entenderlo, T.
               Le dije que no había nada que entender, y ella sonrió, volvió a darme las gracias, se incorporó y me dejó cogerla de la mano cuando salimos de su casa (la casa de mis padres).
               Efectivamente, para cuando llegamos al bar en el que había quedado con sus amigas, ya estaban todas allí. La recibieron con sonrisas, aplausos y vítores; conmigo hicieron lo propio, puede que un poco más. No sabría decir hasta qué punto estaban al corriente de qué tipo de apoyo era yo para Layla, pero creo que se alegraban de que, sencillamente, Layla tuviera un apoyo en el que descansar, y reponer fuerzas. Me sonrieron, me abrazaron, me dijeron que se alegraban de verme, y empezaron a beber.
               Empezamos a beber.
               Al principio, Layla se mostraba un poco sobrepasada por la situación; era como si no pudiera creerse que estuviera allí, riéndose con los demás, en lugar de enterrada bajo tierra como había dejado a Chris. Diría que tenía que controlarse para no pellizcarse la palma de la mano y comprobar que no estaba soñando.
               Enseguida se soltó la melena; literal, y metafóricamente hablando. Se deshizo la coleta, dejó que la melena le cayera en cascada por la espalda, me sonrió, se pegó a mí y me besó delante de todo el mundo cuando yo estiré la mano y le acaricié las puntas del pelo, sintiendo por debajo del suéter el enganche de su sujetador, y se echó a reír de un comentario que había hecho una de sus amigas, comentario que yo no llegué a escuchar.
               Estaba tan preciosa, relajada, sin preocupaciones, y tan simplemente feliz…
               Me abalancé sobre ella, envalentonado por el alcohol y por cómo le bailaba el pelo cada vez que se movía, cómo se tapaba la boca con la mano al reírse demasiado fuerte y sus ojos desaparecían por debajo de sus mejillas cuando soltaba una carcajada tras otra. La besé, la devoré, y ella se dejó hacer, y me devoró de la misma manera, me reclamó incluso cuando yo me di por satisfecho, capturó mi labio inferior entre sus dientes en un par de ocasiones y tiró de él, y yo me perdía, y me perdía, y me perdía, porque me volvía loco cuando una chica me hacía eso, y seguíamos bebiendo y bebiendo hasta perder la noción del tiempo y quiénes éramos.
               Una de sus amigas anunció que se iba a casa, ella sola. Resultó que vivía cerca de Layla, así que aprovecharíamos para acompañarla. Nos despedimos de todas las demás, me pidieron que volviera, dijeron que nunca había suficientes chicos en el grupo (porque no todas tenían novio, y por mucho que obligaran a las que no estaban solteras a traérselos de fiesta, no terminaban de equiparar sexos) y agitaron las manos sobre sus cabezas cuando salimos del local.
               Me costaba caminar recto, notaba cómo Layla se balanceaba de un lado a otro, pero ella no se inmutaba de su continuo baile, pues era mi cuerpo el que la hacía desplazarse a izquierda y derecha. Su amiga le comentó el poco uso que podría darme esa noche, y Layla me miró con cariño.
               -El suficiente-replicó, revolviéndome el pelo, y yo le sonreí, y ella también sonrió. Su amiga giró una esquina y se alejó de nosotros en dirección a su portal.
               Layla me llevó hasta la puerta de su casa (la casa de… no importa).
               -¿Quieres subir?-preguntó. Asentí con la cabeza, sonriendo como si fuera gilipollas-. ¿Y que nos vayamos a la cama?-continuó, y yo volví a asentir, sonriendo como si fuera gilipollas-. ¿Y que nos quitemos la ropa?-joder, ahora sí que sonreí como si fuera gilipollas. Layla se rió con una risa musical que debería haber estado compuesta por Mozart-. ¿Has avisado en casa?
               Asentí con la cabeza, sonriendo como un gilipollas, pero luego recordé que no era así, que se suponía que iba a dormir en mi casa, y mamá se cabrearía conmigo si volvía a quedarme a dormir en casa de Layla, después de hablar con Alba por teléfono y que ésta le contara que nos dedicábamos a dormir juntos.
               No me había dicho una palabra sobre Diana, pero no le había hecho falta.
               No aprobaba mi tren de vida y, desde luego, no me lo iba a facilitar.
               Normalmente, me daba igual.
               Pero ese día, no.
               Se me fue borrando poco a poco la sonrisa de la cara, me despejé un poquito, y sacudí despacio la cabeza. Layla volvió a reírse.
               -Está bien, ¿quieres que te lleve?-se ofreció, revolviendo en el bolso, en busca de las llaves del coche.
               -Has bebido-le recordé, y me sorprendí de poder formular esa frase sin poco más que arrastrar un poco las vocales. Ella torció el gesto.
               -Es verdad… bueno, podríamos ir en bus. Y me quedaría a dormir. ¿Te parece bien?
               -Podríamos hacer bebés esta noche-espeté, porque cuando estoy borracho digo verdaderas gilipolleces. Scott solía amenazarme con grabarme y mandarlo a un programa de radio, seguro que me ganaría la jubilación con un par de noches de borrachera.
               Layla abrió los ojos como platos, y luego se echó a reír.
               -¡Tommy!
               -¿Qué? Seguro que tú haces unos bebés preciosos. Espero que tengan tu flequillo.
               -¿No crees que vas un poco rápido?-preguntó, pero no parecía nada incómoda. Negué con la cabeza, me la quedé mirando (¿siempre había brillado así? Parecía una bombilla en medio de un bosque), y luego me encogí de hombros.
               -Ya sé que los bebés nacen calvos. Te estaba probando. 
               Se rió una última vez.
               -¿Seguro que no quieres que vaya contigo?
               -¿Quieres hacer bebés?
               -Esta noche, no, T-sonrió con calidez. Sería una buena médica, súper paciente con sus pacientes. Valga la redundancia-. Otro día.
               -Entonces, otro día, puedes acompañarme.
               Sonrió, se pegó a mí.
               -Ve con cuidado.
               Me besó en los labios, y el tiempo corrió a toda velocidad, porque me pareció que fueron apenas unos segundos, cuando en realidad creo que llegaron a ser minutos. Se separó de mí aún sonriendo, me limpió las marcas de su beso con el pulgar, me acarició la mano y abrió el portal.
               -Te estaré vigilando desde la ventana. No te pierdas.
               -Seguiré al león que habla en la batalla. Espero que no corra.
               Se rió otra vez. Joder, la hacía muy feliz. Qué rápido iba a cagarla con ella.
               -Buenas noches, T.
               -Buenas noches, princesa.
               Esperé como si deseara que acabara saltando por la ventana mientras cerraba la puerta del portal, se subía en el ascensor y llegaba hasta el piso. Encendió la luz de la cocina y se asomó a él. Me hizo una mueca, y yo me di por satisfecho, de manera que caminé hasta la parada de bus más cercana, me senté a esperar al próximo, y, cuando me monté, eché un último vistazo por encima de mi hombro. Layla seguía mirándome desde su ventana. Agitó la mano en mi dirección, hice lo mismo.
               El bus arrancó y se alejó de la calle. Pude sentir los ojos de Layla sobre el aparato hasta que giramos la esquina y desaparecimos por las calles de Londres.
               Y luego, cerró la ventana, dio varias vueltas a la llave en su cerradura, cogió el pijama gordito, se desnudó, se metió en la cama y se tapó hasta arriba. Se durmió con los dedos acariciando el colgante con la cruz asturiana que yo le había regalado.
              
Me dolía horrores la cabeza. Cuando abrí los ojos, volvieron a arderme. Si así empezaban los alcohólicos, yo había pasado varios niveles en cuestión de una semana.
               Me pesaba todo el cuerpo, mi mente no funcionaba del todo bien. Cuando mis ojos por fin se acostumbraron a la claridad, mi cerebro todavía seguía de vacaciones. ¿Cómo había llegado hasta allí?
               ¿Me había traído Scott?
               ¿Ya estaba bien?
               ¿O había venido yo solo?
               El techo bailaba, se agitaba como si de un mar se tratara, y mis cosas no estaban por…
               Se me heló la sangre.
               Aquella no era mi habitación.
               Aquella no era mi putísima casa.
               Aquel no era mi putísimo barrio.
               Lo único que había mío en aquel lugar, era mi ropa por el suelo, mis zapatos tirados de cualquier manera a un lado de la puerta, y mi cuerpo tendido sobre aquella cama.
               Una cama que conocía muy bien, pero que no logré identificar hasta que no la vi a ella a mi lado.
               Al principio, barajé la posibilidad de que fuera Diana, pero luego me di cuenta de que el pelo era más largo que el de la americana, y que ella no tenía una melena con esas ondulaciones. ¿Y si era Layla?, inquirió mi cerebro, rayano ya en la histeria.
               Pero Layla no tenía el pelo de color caoba, rojo como el fuego que había arrasado Londres hacía varios siglos, rojo como el fuego que me había abrasado a mí cuando la miraba, hacía tiempo, y no tanto tiempo.
               Estaba dormida sobre mi brazo.
               Los dos estábamos desnudos.
               La madre que me parió, la madre que me parió, ¡la madre que me parió!
               Me estaba dando la espalda y dormía plácidamente, a pesar de la luz que bañaba la habitación. Siempre me había llamado la atención que pudiera dormirse sin importar lo iluminada que estuviera la sala en la que se encontrara.
               Tengo que irme de aquí, pensé con urgencia, pero, ¿cómo haría para marcharme sin despertarla? ¿Qué habíamos hecho? ¿Podría resistirme a ella si me miraba con aquellos ojos suyos, estando así, como la habían traído al mundo?
               No.
               Le saqué despacio el brazo de debajo de su costado. Sentí cómo mis dedos acariciaban su anatomía, haciéndole cosquillas. En cualquier otra circunstancia, me habría empalmado en un momento, pero estaba tan acojonado y me daba tanto asco a mí mismo que, a pesar de notar perfectamente la suavidad y lo blando de su pecho en mis dedos, continué alejándome de ella. Cuando por fin pude sacar el brazo de debajo de sí, me incorporé despacio, ignorando cómo me hormigueaba, y me incliné a recoger mis calzoncillos del suelo.
               Había un condón tirado al lado de estos. La sensación de alivio que me invadió no podría pagarse ni con todo el oro del mundo.
               Y luego, me puse peor. Un condón usado sólo podía significar una cosa.
               Efectivamente, nos habíamos acostado.
               ¿Cómo podía ser tan cabrón? Acababa de estar con Layla, no hacía más que pensar en Diana… e iba y me tiraba a otra.
               Y a qué otra.
               Scott iba a matarme.
               Con toda la razón del mundo.
               Me puse los pantalones, intentando recordar lo que hice la noche anterior. Cuando me bajé del bus, decidí que me pasaría por la calle de las fiestas para ver cómo iban los demás con Scott. De camino allí, me encontré con Trixie, en una actitud con un tío que no me gustó una mierda.
               Envalentonado por el alcohol, con ganas de camorra, y encima defendiendo a mi mejor amigo como haría de cualquier mal, me acerqué a ella, le toqué el hombro de color caramelo, esperé a que se girara y, cuando sus ojos verdes sustituyeron a su pelo, me dediqué a gritarle qué cojones hacía con ese gilipollas cuando Scott estaba hecho polvo por culpa de ella a sólo unos edificios de distancia.
               Trixie abrió los ojos como platos, sin saber a qué coño me refería, o disimulándolo muy bien.
               -¿Pero… qué dices, Tommy?-acusó, frunciendo el ceño.
               -¡… si es que sois todas unas zorras en ese grupo, de la primera a la última, yo no sé qué coño os vemos, qué coño te habrá visto Scott, ya puedes follar muy bien para que él te aguante todas las polladas que haces, y encima querer llevarlo en secreto para que nadie te diga nada, para ir tirándote a todo el que te dé la gana sin dar explicaciones! ¿Cómo puedes hacerle esto, tía? ¿Después de lo que le hicieron? ¿Vas y se lo haces tú? ¿Cómo es que eres tan rastrera, pava?
               -Vete a gritar sobre Scott a quien le importe-espetó ella, mirándome de arriba abajo-, estás demasiado borracho para saber lo que dices.
               -Estaré muy borracho, pero reconozco a una puta cuando la veo.
               Normalmente no me dedicaba a llamar putas a las tías, pero cuando las cazaba poniéndoles los cuernos a mi mejor amigo, ¿qué podía decirles? Era lo que eran, si se comportaran como personas ya no decentes, sino por lo menos mínimamente cabronas, yo no las calificaría así.
               Trixie se había levantado de su silla y se me había encarado.
               Y luego, vacío.
               Me habría quedado a investigar qué hice la noche anterior, pero tenía que salir de allí. Recogí la camisa del suelo, busqué la chaqueta, pero no la encontré, de forma que decidí dejarla y volver y pedírsela en otra ocasión, cuando estuviera vestida y yo no estuviera solo, sino con alguien que me controlara y que no permitiera que hiciera alguna gilipollez.
               Abrí la puerta de su habitación y salí de ella sigilosamente. La casa estaba en silencio; sus padres debían de haber ido a pasar las vacaciones a algún lugar exótico, y ella se había quedado allí. Odiaba ir de vacaciones con sus padres.
               Como todos, la verdad, pero cuando eres hijo único, todavía se te hace más coñazo.
               Bajé las escaleras como un bólido, apoyando sólo la punta del pie para hacer el mínimo ruido posible, mientras me iba poniendo la camisa.
               En el segundo escalón, recordé otro retazo de la noche.
               Había esquivado por los pelos un puñetazo del tío con el que Trixie se la pegaba a Scott, y alguien me había hecho marcharme de allí antes de empezar una buena bronca. No sabría decir quién fue, pero debería haberse metido en sus asuntos.
               Volví a la discoteca de Jordan, esquivé a la gente y me dirigí a la barra. Ninguno de mis amigos estaba allí.
               -¿Max y los demás? Se fueron, creo que a casa-contestó la camarera cuando le pregunté, pero eso no era típico de  ellos. Solíamos quedarnos allí hasta que todo se vaciaba.
               Además, me mandarían un mensaje.
               Empecé a buscarlos.
               Y me encontré de bruces con ella cuando ya iba tan borracho que me daba igual absolutamente todo.
               No le fue difícil encandilarme.
               No tenía que encandilarme, ya me tenía comiendo de la palma de su mano.
               Una puerta se abrió en el piso de arriba. Salió de su habitación y llegó a la parte alta de las escaleras.
               Llevaba puesta mi chaqueta.
               -Irte sin despedirte nunca ha sido tu estilo, T, ¿qué pasa? ¿Scott y tú os habéis intercambiado los papeles?-sonrió.
               -¿Qué hicimos anoche?-pregunté, y sonrió un poco más, dio un paso en mi dirección, y yo di un paso en dirección a la puerta, alejándome de ella. A la mierda la chaqueta. Tenía que salir de allí.
               -Nada…-comentó, zalamera-… que no se nos dé bien.
               -No me jodas-susurré, y ella dio un par de pasos, se plantó a mitad de las escaleras-. Quédate ahí.
               -Eso es exactamente lo que hice: joderte, T. Y he de decir que estuvo bien. Estuvo genial. Eres como el vino, mejoras con la edad. ¿Quieres quedarte a desayunar?
               -Tengo que irme.
               -Lástima-coqueteó, jugando con la cremallera de mi chaqueta, y tuve la inquietante sensación de que no llevaba nada debajo de ella. No le había dado tiempo material a ponerse nada. Era lo lógico: que estuviera desnuda debajo de mi ropa.
               Ah, guay, ahora me estaba calentando. Muy bien, T, por ese camino vas muy bien.
               -Tengo la casa para mí sola hasta mañana. ¿Haces algo esta noche?
               -No vamos a volver a acostarnos. Lo de anoche, fuera lo que fuese… fue un error.
               -¿De verdad?-alzó las cejas, sus ojos verde esmeralda oscura chispearon-. Porque a mí no me lo pareció. Funcionamos bien en la cama.
               -Me gusta otra-respondí. Decidí omitir que, en realidad, eran dos. Eso a ella no le importaba. Ya no.
               -¿Y?-replicó, aburrida.
               -No puedo acostarme contigo si me gusta otra.
               Puso los ojos en blanco, se acercó a mí, salvando la distancia que nos separaba, dejando sólo la longitud del sofá entre nosotros.
               -¿Grita ella como grito yo?-quiso saber, una sonrisa malévola en su boca. Me sentí como si estuviera en una montaña rusa y acabáramos de iniciar la caída libre. Se me revolvió el estómago.
               La sensación me gustó.
               Era la criatura más repulsiva del mundo.
               -A ti te gusta que gritemos-acusó, sonriendo-. Te volvía loco cuando yo lo hacía.
               Dio otro paso hacia mí.
               -Megan-advertí, y decir su nombre en voz alta hizo que un encantamiento se formulara entre los dos. Estiró la mano y me acarició el cuello-. Megan, para.
               No me hizo caso. Nunca me hacía caso. Cuando me ponía de morros, me besaba para que se me pasara. Cuando le decía que estaba cansado, me besaba hasta que me diera igual lo agotado que estuviera.
               Cuando teníamos bronca y parecía que iba a ganar yo, se acercaba a mí, me comía la boca, se quitaba la camiseta y me invitaba a solucionar nuestras diferencias en una habitación.
               Creo que me quiso alguna vez. Lo sentía cuando estábamos bien. Pero, cuando estábamos mal, yo era poco más que un objeto de diversión para ella. Yo no lo veía. Pero Scott, sí.
               Y por eso la odiaba tantísimo.
               -Megan, no-dije cuando se puso de puntillas, pero me ignoró y apretó su boca contra la mía. Algo dentro de mí se encendió. Me reiteré que era la criatura más asquerosa del mundo.
               Me picaban las manos, y sólo ella podría curármelas con su cuerpo.
               -No puede ser tan malo un poco de sexo por aquí, y otro poco por allá.
               -Para mí, lo es-repliqué, y ella sonrió, le encantaba que fuera terco como una mula-. Significan cosas radicalmente distintas para los dos.
               -¿El qué? ¿Que sigues queriéndome?-acusó, dura, y una parte de mí quiso pedirle perdón. Manda huevos-. ¿También querías a mis amigas mientras te las follabas?
               -Eso fue después. Me dejaste, ¿recuerdas?-cuando rompíamos, había épocas en las que me daba por tirarme a sus amigas, que estaban siempre dispuestas a abrirse de piernas para mí, pobrecito Tommy, al que Megan tiene tan puteado, consolémosle con un par de orgasmos, para conseguir darle celos y que quisiera volver. Solía funcionar. La última vez, no tanto-. A ti, en cambio…
               -Sólo sería sexo-cortó.
               -Yo te haría el amor, Megan. Terminaría volviendo a hacértelo. Y necesito olvidarme de ti.
               -Siempre me gustó esa vena romántica tuya.
               -Megan.
               -¿Qué? ¿Quieres olvidarte de lo nuestro? ¿No sería mejor que nos cansáramos el uno del otro? Cánsate de mí.
               Me eché a reír.
               -No voy a poder hacerlo nunca, nena.
               -Todavía me quieres-comentó, sonriente.
               -Eso a ti no te importa.
               -Todavía me quieres-replicó-. Y me deseas. Te lo noto, Tommy. Mira cómo me miras. Tienes unas ganas tremendas de bajarme la cremallera  y hacérmelo en el suelo.
               -Tengo prisa, ¿algo más?-gruñí, y eso fue un error que no me perdonaría en la vida. Cuando yo me ponía chulo, ella se ponía el doble. Y no podía permitirme eso. Entonces, no.
               -¿No quieres recuperar tu chaqueta?-ronroneó cual gatita, zorra mentirosa, la odiaba tremendamente.
               -Sobreviviré-respondí, dándome la vuelta y yendo en dirección a la puerta. Me llamó por mi nombre-. Por dios, ¿qué pasa ahora, Megan?-me giré.
               Estaba desnuda. La había dejado caer por su piel, hasta el suelo. Me la quedé mirando, se me secó la boca, las pocas neuronas que me funcionaban (tres, si mis cálculos son correctos) se centraron en sus curvas, sus caderas, la forma de sus pechos, el rincón rizado que ocultaba su sexo.
               Hacía demasiado tiempo de mi última vez, joder. Demasiado tiempo.
               -Ven y coge lo que quieras.
               Me odié a mí mismo por lo que hice a continuación. Volví a su lado, estiré la mano, le pasé los dedos por la mandíbula. Me regocijé porque me dejara volver a tocarla así.
               Me olvidé de la chaqueta, me olvidé de Layla, me olvidé de Diana y me olvidé de Scott. Era el efecto que tenían sus ojos y su sonrisa en mí. Me olvidaba de todo.
               Y, cuando le acaricié la mandíbula, Megan me sonrió.
              
Eché de menos a Tommy en cuanto se marchó, y eso que el alcohol me ilusionaba de una forma nada desconocida.
               Los demás se mostraron atentos conmigo durante unos minutos pero, al ver que me empezaba a agobiar por todas las atenciones que recibía, me dejaron un poco de espacio.
               El único que no me dio tregua fue Alec. Se sentó a mi lado, sin mediar palabra, me quitó el alcohol de la mano, me dio una botella de agua y me dijo que se habían acabado los chupitos para mí.
               Yo protesté, pero me echó tal mirada envenenada que mi réplica condescendiente murió a mitad de la frase. Jamás había visto a Alec tan cabreado.
               Alec no se cabreaba.
               Nunca.
               Es más, habíamos llegado a discutir con él delante si sabría cómo había que cabrearse. Lo habíamos intentando por todos los medios y, si bien habíamos conseguido pequeños chispazos de rabia cuando sacábamos a relucir el tema de Mary, o bien habíamos presenciado minúsculas muestras de ira cuando ella le tocaba los huevos, aquello tenía tan poca importancia que no habíamos llegado a calificar nuestro experimento como exitoso.
               La única vez en que lo vimos cerca de estar enfadado (enfadado de verdad, más allá de la rabia típica de que no te salga bien algo o te incordien más de lo debido) fue cuando lo de Eleanor.
               Pero no había en sus ojos aquella expresión de “sigue por este camino, que te vas a acordar de mí”.
               Me quedé tirado en el sofá a su lado mientras los demás hacían vida. Cuando Karlie hizo amago de sentarse en el sofá con más alcohol, Alec se la quedó mirando, y ella se levantó después de 10 segundos bajo su escrutinio, incómoda, recogió las botellas y se fue a ayudar a Jordan en la barra.
               Lo miré. Alec me miró.
               -¿Qué?-pregunté, después de varios minutos midiéndonos mutuamente en que no mediamos palabra.
               -A mí no te me pongas chulo, Scott, porque yo no soy Tommy, y si te tengo que dar una hostia para que me bajes esos humos, te la doy.
               -No me estoy poniendo chulo; cuando me ponga chulo, lo not…-empecé, y cumplió su palabra, y me cruzó la cara a tanta velocidad que ni siquiera lo vi venir.   
               Alzó las cejas.
               -¿Quieres otra?
               -¿De qué coño vas, tío?
               -¿De qué coño vas tú, macho? ¡Lo tenías a huevo! ¡Tommy te lo puso en bandeja! ¡Y vas y le das el nombre de otra! ¿Te caíste de pequeño? ¿Sherezade te parió con el cordón umbilical enrollado al cuello?
               -No puedo parecerte tan gilipollas cuando fui yo el que te eligió a Sabrae-acusé, y BOOM, otra bofetada, esta vez del otro  lado. Me lo quedé mirando.
               -A tu hermana no la metes en esto, como que me llamo Alec que a Sabrae la vas a dejar fuera. Y si me tengo que pasar la noche dándote tortazos, me la paso. Me encanta golpear cosas. Hace años que no golpeo agente-me recordó, subiéndose las mangas de la camisa. Sí, hacía años que había dejado de boxear en serio para jugar con nosotros a baloncesto, cuando entramos en el instituto.
               Pero lo suyo era talento y no iba a dejar los derechazos así como así.
               -Vamos a volver a intentarlo: ¿por qué le mentiste a Tommy?
               -No podía coger, y soltarle delante de todos que me estoy tirando a Eleanor.
               -¿No decías que no te la tirabas, que era tu novia?
               -¿No decías que si se la metía, me la estaba tirando? Pues se la meto, Alec. Exclusiva-alcé las manos. Él alzó sólo una, cerró los ojos con un suspiro, y clavó su mirada chocolate en mí. No me hizo falta más para relajar el tono.
               -Sabes que acabas de cagarla pero bien, ¿verdad?
               -La cagué en el momento en que me enamoré de ella, y, sinceramente, no necesito que…
               -… ¿te diga que está mal que le mientas a la puta cara a Tommy, ya no te digo a los demás, así como así? Pues lo parece, así que te lo digo, porque somos amigos-me dio una palmadita en la espalda-. ¿Quieres que te diga que está mal que te guste llevar lo tuyo en secreto? Pues no lo voy a hacer, porque si es lo que los dos queréis, adelante. El problema-sonrió-, es que no es lo que queréis ninguno de los dos.
               -No necesito un psicólogo, Al.
               -Necesitas un psiquiatra, en eso estamos de acuerdo-se sirvió un chupito y se lo bebió de un trago-. Vas a ir a hablar con ella.
               -¿Igual que tú hablas con mi hermana?
               -¡ME CAGO EN DIOS, SCOTT!-tiró el vaso del chupito al suelo, y un par de chicas al lado de nosotros se volvieron al escuchar el ruido inconfundible de cristal destrozándose-. ¡¿QUÉ COJONES TE ACABO DE DECIR DE SACAR A RELUCIR EL TEMA DE TU HERMANA?!
               -¿Qué os ha pasado?
               -¿A ti qué coño te importa?
               -Alec.
               -Scott. Ahora estamos hablando de ti. No me cambies de tema, joder. Vas a ir allí-señaló en dirección al sofá en el que estaban sentadas las amigas de Eleanor y Eleanor, a las que me había pasado ignorando toda la noche, o intentando ignorar, por lo menos entre vistazo y vistazo cada 4 segundos-, y vas a coger a Eleanor, y te la vas a llevar al baño y…
               -… ¿me la voy a follar como tú te follas a Sabrae? ¿O un pelín más suave?-lo pinché, porque odiaba que me dijera lo que iba a hacer, el único al que se lo consentía mínimamente era a Tommy, y me costaba dios y ayuda no ofenderme por sus órdenes.
               Alec se frotó la cara y se echó a reír.
               -La madre que me parió, lo que le voy a hacer al puto saco mañana; te voy a pasar la maldita factura. Entre todos vais a acabar conmigo, joder-se dejó caer, riéndose-. No voy a ganar para psicólogos con todos vosotros, me cago en mi estampa.
               -¿Qué pasa ahora, Al?
               -No. Me. Hables. De. Tu. Hermana-dijo, marcando cada palabra con un cajón hecho con sus dos manos extendidas sobre su cara, paralelas la una a la otra-. No me parece tan difícil de entender. No hace falta un máster para entenderlo. Hasta yo lo pillo, y sabe dios si me graduaré este año o dentro de 13.
               -Vale-gruñí, y él se incorporó-. Voy a ir al baño con Eleanor, y… me imagino que sugerirás que me la tire.
               -Vas a pedirle perdón.
               -¿Por qué?
               -Por ser gilipollas, por ser de piel oscura, por tener un piercing, por el cambio climático, ¿yo qué cojones sé, Scott? ¿No eres tú el de las tres hermanas? Se supone que entiendes bien a las mujeres, vives con cuatro, yo vivo con dos y son un puto misterio; tú deberías saber algo más de ellas.
               -Ella me dijo que eres gilipollas, ¿por qué no te disculpas tú también por…? ¡¿De qué te ríes ahora?!
               -Voy a ir a tu puta casa y le voy a pedir a tu padre que me enseñe urdu, porque en inglés no pareces entender que NO QUIERO QUE ME MENCIONES A TU PUÑETERA HERMANA. Entiendo que sea una estrategia para cambiar de tema, pero… ¿quieres morir, Scott? Porque te acabaré matando como sigas en este plan. Tommy no está aquí para defenderte-me recordó.
               Nos quedamos callados, contemplando a la multitud.
               -Le pido perdón-concedí, y él me miró-. ¿Me invento el por qué?
               -Seguro que te sale de dentro.
               -Vale; y después, ¿qué?
               -Después vas, y te encierras en tu habitación para no tener que aguantar su sonrisa de suficiencia. Es lo que hago yo con Mary-se mordió el labio. Fruncí el ceño-. ¿A qué esperas? ¿Quieres que te lleve de la manita, como si fuera tu madre? ¿Te doy un caramelito para animarte?
               -Al, si las cosas están mal, siempre puedes… hablar conmigo. Con nosotros.
               -Las cosas están bien-cortó, bebiendo otro chupito.
               -Al…
               -Las cosas están bien, joder. Mis cosas siempre están bien. Yo no tengo movidas. Mi vida está libre de drama. Soy lo más contrario a un drama que te puedas encontrar. Coño. Joder. Hostia-bufó, dando un nuevo trago de un nuevo chupito.
               -Yo sólo quiero que seas feliz.
               Me miró.
               -¿Sí? Pues levanta el culo, arrástralo hasta Eleanor, cógela, llévatela al baño, pídele perdón por haberle mentido a su hermano con respecto a ella, pídele que se case conmigo, y tened hijos. Gemelos. Hasta que os salgan impares-dio otro trago-. Y luego buscas a Bey, y le dices que venga. Estoy hasta la polla de todo esto. Me estáis desequilibrando los chakras. Voy a tener que apuntarme a yoga y todo para que no me dé una trombosis.
               Me eché a reír.
               -A mí no me hace gracia-replicó, negando con la cabeza, pero seguí riéndome, y al final él sonrió también-. Te ríes como un puto manatí, Scott, deberías hacértelo  mirar.
               Me incliné y le planté un beso en la frente.
               -¡Bueno! ¡El gay es Logan, a mí no me van estas cosas, eh, tío!
               Le revolví el pelo, protestó, y me instó a ir al encuentro de Eleanor con una mirada. Pude sentir sus ojos sobre mí mientras avanzaba entre la gente.
               Todas sus amigas se giraron a la vez para contemplarme.
               -El-la llamé por encima del estruendo de la música-. ¿Podemos hablar?
               Me miró un momento, sopesando las posibilidades. Asintió con la cabeza, dejó el vaso que tenía entre manos encima de la mesa, y me siguió hasta los baños. Nos metimos en los de las tías. No había nadie dándoles un uso irregular.
               Se apoyó en el lavamanos y esperó a que empezara a hablar, con una ceja alzada.
               -Antes, estando con Tommy-empecé, y, justo cuando me animé a hablar, decidió cortarme.
               -Lo del otro día, ir a lloriquear delante de él y tú… no se va a repetir. Créeme. Tengo dignidad. Aunque no lo parezca. Creo que me queda un poco. Veremos cómo avanzará según lo haga la noche.
               Había sido una mala idea, el ir a buscarla. Pero ahora ya la tenía allí, no podía decirle que se fuera, no podía hacer nada más que lo que me había dicho Alec. No había marcha atrás.
               -Vale, yo… eh… antes, estando con Tommy, él me preguntó con quién estaba. Directamente-ni se inmutó, bien podría estar hablándole del tiempo. Creo que lo veía venir-. Le dije un nombre. Técnicamente, no fue el tuyo.
               Alzó las cejas, se cruzó de brazos.
               -¿Técnicamente?
               -Le dije que estaba con Trixie.
               Ella asintió con la cabeza, se miró los pies, pensativa.
               -No sé por qué hice eso, yo… me vi acorralado, y…
               -Yo sí-me atajó, y clavó los ojos en mí. Le ardían de furia, terror y dolor-. ¿Quieres dejarlo, Scott?
               Me quedé de piedra.
               -¿Qué? ¿Quién? ¿Yo?
               Puso los ojos en blanco. Acababa de decidir que yo no follaba lo suficientemente bien como para aguantarme mis gilipolleces. Acababa de darse cuenta de que no le compensaba.
               -No, Scott. Mi caballo.
               -¿Tú quieres dejarlo?-repliqué, a la defensiva, demasiado a la defensiva. Quería sonar herido, pero sólo soné acusador, tajante.
               -No lo sé-se encogió de hombros, apoyándose en los lavabos-. Dímelo tú.
               -Pues… si quieres cortar, ¿a qué esperas?
               -A una señal divina-replicó, sarcástica.
               -Va en serio, Eleanor. Hazlo si quieres, pero… piénsatelo bien, niña, porque yo no soy tu hermano.
               -Qué novedad.
               -Cuando rompo, rompo-sentencié-. Para siempre. A mí esas mierdas de estar rompiendo, volviendo, reconciliándose, volviendo a salir y volviendo a romper, no, ¿queda claro?
               -Cristalino. ¿Algo más?
               -No.
               -Vale. De momento, no quiero dejarlo-informó, en un tono tan profesional que me recordó a mi madre corrigiendo a la prensa; “de hecho, no, no pueden mandarlo a prisión provisional si los cargos son tan menores como estos, tienen que ser más graves, las penas, más duraderas, pero qué van a saber los periodistas”-. Pero sólo quiero que sepas que he decidido pasar a la acción.
               -Lo cual significa…-gruñí. Eleanor abrió la boca para hablar, pero una chica entró en el baño, pasó de largo y se metió en un cubículo. Esperó a que se fuera, se quedó en su sitio incluso cuando la chica pasó a mi lado y se colocó al suyo para lavarse las manos.
               La puerta se cerró tras ella, y Eleanor volvió a mirarme.
               -Me he dado cuenta de que necesitas un estímulo, así que, cada día que pase sin que se lo cuentes a Tommy, me da igual cómo esté él, me liaré con un tío diferente. Seguro que eso te hace espabilar.
               Me la quedé mirando, sin poder creerme lo que me estaba diciendo.
               -Será puta coña, Eleanor.
               Sacudió la cabeza.
               -Todavía no sé si me los tiraré. Ya iré viendo, según la situación.
               -No tienes cojones-acusé, acercándome a ella, pegando mi cara a la suya.
               -No-asintió-, tengo ovarios. Lo cual es suficiente para cumplir con mi plan.
               -No me harías eso-me eché a reír. Ella esperó a que me callara.
               -No me estás dejando otro remedio, Scott. O rompes tú, o espero a hartarme sin hacer nada, o tomo cartas en el asunto. No me voy a quedar de brazos cruzados por más tiempo.
               -Vale. Házmelo. Y si me suicido-espeté-, que te pese en la conciencia.     
               -No vas a suicidarte por mí, Scott.
               -Ya lo veremos-acusé.
               -Scott-soltó, masajeándose las sienes, y no me gustó nada cómo dijo mi nombre-. Si ni siquiera puedes decirle a mi hermano que estamos juntos por mucho que me duela ocultarlo a mí, ¿cómo coño vas a suicidarte? ¿Te das cuenta de lo que me estás diciendo?
               -¿Te das cuenta de con qué me estás amenazando?-ladré.
               -¿¡Te das cuenta tú de lo que acabas de hacer!? ¡¿Esta misma noche?! ¡¡Te lo preguntó!! ¡¡Y le mentiste!! ¡A la puta cara, Scott! ¡Deja de engañarte y deja de engañarme a mí, si no se lo has dicho hoy, no se lo vas a decir NUNCA!-estalló cual fuego artificial, y se encaminó a la puerta.
               -Vaya manera de joder algo tan bonito como lo que teníamos, sólo por querer presumir de mí-ataqué, y ella se detuvo, y se volvió hacia mí.
               -Tienes 24 horas. Cuéntaselo a mi hermano, o me follaré a todo lo que se mueva. Yo de ti iría ampliando las puertas de mi casa. Si no le echas huevos, tus cuernos serán tales que terminarás durmiendo en la calle.
               -Cómeme la polla, cría de los cojones-estallé.
               -Cómeme tú a mí el coño, niñato de mierda-ladró, abriendo la puerta y desapareciendo por ella. Me quedé allí, sin saber qué hacer, sintiendo la rabia inundándome y haciéndome perder el control. Me eché a temblar y ni me lo pensé: le di un puñetazo al espejo del baño, lo hice estallar en mil pedazos, observé impasible cómo se me abrían los nudillos y se me clavaban astillas de cristal en la piel.
               Me eché a llorar de rabia, porque sabía que ella tenía razón. Estaba tirado en el suelo, bufando, clavándome las uñas en la cabeza y peleándome con mis lágrimas mientras mi mano empapaba de sangre el sueño cuando Bey me encontró.
               Tiró de mí hasta levantarme, m arrastró fuera del local, y me llevaron a urgencias. Decidieron no decirle nada a Tommy para que no viniera corriendo a ver qué me pasaba. Casi que lo agradecía: no estaba para mentirle ni para contarle tampoco la verdad.
               Y él haría preguntas, lógicamente.
               Me limpiaron la herida, me pusieron un líquido que parecía pegamento y me vendaron la mano. Me dijeron que en unos días todo volvería a estar bien. Qué equivocados estaban.
               Me peleé con mis amigos cuando me dejaron a la puerta de casa; querían contárselo a mis padres, pero yo no quería que supieran que era una basura de la que avergonzarse. No había por qué.
               No iba a consentir que Eleanor volviera a dejarme tirado en la cama sin poder dormir, pensando si no era suficiente, si alguna vez lo sería, o si siempre terminarían engañándome con otros.
               No podía soportar la idea de imaginármela en brazos de otro sin molestarse a mandarme a la mierda. No podía imaginármela haciéndome daño a propósito, pero en el baño me había mirado como si fuera tan insignificante, como si no importara una mierda… que sabía que lo haría. Cumpliría su palabra. Todo o nada, no tenía nada que perder, y muchísimo por ganar.
               Se lo contaría a Tommy. Mañana, en cuanto se despertara.
               Apenas pegué ojo en toda la noche, preguntándome qué pasaría después. Di vueltas y más vueltas, pensé en volver a romper algún espejo, me puse música, me la quité, fui a ver a Sabrae, que estaba dormida; a Shasha, que también dormía; a Duna, que dormía de manera más profunda que las otras dos combinadas. Vi capítulos de series, los paré a los diez minutos.
               No me atrevía a coger el móvil y mirar los mensajes con Eleanor. Tenía la impresión de que, si miraba nuestra conversación, ella me mandaría un mensaje poniendo punto y final a lo nuestro.
               Si quería romper, que lo hiciera cara a cara. No iba a permitirle irse de rositas sin verme pasándolo mal.
               Cuando salió el sol, llamé a Tommy. Le dejé mensajes. No me contestaba, tenía el móvil apagado, así que me decidí a ir a su casa.
               Eri se puso pálida cuando me vio aparecer en el umbral… solo.
               -Creía que había dormido contigo.
               Me la quedé mirando.
               -Nos separamos, y… ¿no ha venido a dormir? No me coge el teléfono, creía que estaba en casa…
               -¿Adónde fue?
               -A ver a Layla.
               -Voy a llamarla, a ver si…-dejó la frase en el aire y corrió a buscar su móvil.
               Su madre y yo le dejamos mil mensajes diciéndole de todo en todos los tonos posibles, exigiéndole que volviera, suplicándole que volviera, preguntando si estaba bien, ordenando que nos llamara.
               Llamó a la puerta de mi casa a las once de la mañana. Tenía el pelo revuelto y venía con la ropa de ayer.
               Se ha tirado a Layla, pensé nada más verlo, sin fijarme en su expresión de culpabilidad, autocompasión y odio.
               -¡¿Dónde cojones estabas?!-troné-. ¡Llevo llamándote toda la puta mañana, ¿sabes cómo estaba?! ¡Creí que te había pasado algo, si te quedaste a dormir en casa de Layla podías dejar un mensaje o algo, Thomas, joder! ¡Si vieras la puta cara que se me quedó cuando fui a tu casa y tu madre me dijo que no habías llegado! ¡Y cómo se puso ella! ¡Casi le da un ataque! ¡Pobre mujer!
               -Ya la he llamado-me dijo, hundiendo los hombros.
               -¿Y de dónde cojones vienes, si se puede saber? ¡Tengo que hablar contigo de una cosa muy importante, coño, Tommy, no me puedes hacer esto, ¿dónde te metiste para estar…?!
               -De casa de Megan.
               Mira, yo ya desisto de la vida. Definitivamente existe Alá: lo escuché descojonarse en mi putísima cara en ese instante.
               -¿Qué?-repetí.
               -De casa de Megan-repitió él. Hundió aún más los hombros, bajó la mirada y la clavó en mi celpudo.
               -Me cago en dios, Tommy…-suspiré, pasándome una mano por la cara.
               -No sé por qué me hace esto-empezó-, no sé si me sigue queriendo, y en qué posición nos deja a Layla y Diana y a mí lo que acabo de hacerles, soy un ser humano pésimo, y…-empezó a llorar, a llorar a lo bestia. Lo cogí, tiré de él, lo metí en casa, lo estreché entre mis brazos y le acaricié la cabeza mientras me empapaba la camiseta con sus lágrimas de perdición.
               -Hija de puta, cabrona mentirosa, zorra pelirroja; le dije que no te tocara, le voy a poner una puta bomba debajo de la cama, zorra pelirroja de mierda, voy a acabar con ella, lo juro por Dios…
               Le acaricié la espalda, lo llevé a la habitación, lo escuché y lo consolé. Me daba igual Eleanor. Me daba igual que quisiera hacerme daño y estuviera dispuesta a hacerlo en serio. También me daba igual que Alá me hubiera puesto en el mundo con el único propósito de reírse de mí.

               Si me habían dado a Tommy, yo iba a cuidarlo. Así de sencillo. Aunque me costara sangre, sudor, y lágrimas. Muchas, muchas lágrimas.

52 comentarios:

  1. MADRE MIA ESTOY CHILLANDO.
    PERO COMO SE HA ACOSTADO CON MEGAN. QUE ES ESTO QUE ES ESTO JODER ESTOY CHILLANDO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. EL POBRE ESTÁ TAN MAL TANTO POR LO QUE HA HECHO COMO POR CÓMO LA ECHA DE MENOS, AY, TOMA PLOT TWIST

      Eliminar
  2. ERES UNA ZORRA HIJA DE PUTA. ESTOY SUFRIENDO LA HOSTIBE BENDITA

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que más me encanta de esto es que no lo visteis venir en absoluto ( ̯͡◕ ▽ ̯͡◕ ) tenía unas ganas de subiros este capítulo...

      Eliminar
  3. NO SE QUE MIERDAS ACABA DE PASAR.
    ESTOY ABSOLUTAMENTE EN SCHOCK

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ADORO CÓMO HE SABIDO MANTENER ESTO EN SECRETO SIN LARGARLO POR TWITTER PARA DEJAROS ASÍ ES QUE PUEDO SER TAN PERRA CUANDO ME LO PROPONGO
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

      Eliminar
  4. JODER JODER ESTO EMPIEZA. LA PELEA YA ESTÁ AQUÍ, ESTOY ENCARGANDO LOS TANQUES DE OXÍGENO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Va a haber una escalada de tensión en los dos siguientes capítulos que pa qué; lo mejor es que el momento álgido NO va a ser cuando Tommy se entere de Sceleanor y tengan #LA #PELEA sino una cosa posterior
      chan
      chan
      chaaaaaaaaaaaaaaan

      Eliminar
  5. Cuando Diana y Layla se enteren no van a querer saber una mierda de el....
    MADRE MIA MADRE MIA JODER
    ES QUE me dan ataques de verdad
    Me he echado a llorar con Scott. No puedo con esta ansiedad. Me estas matando Erika

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ENCIMA SE LO VA A CONTAR PRONTO porque Tommy es un mete gambas pero por lo menos es sincero y ay♥ mi niñito hermoso, es imbécil pero al menos no lo va intentando ocultar, le quiero mucho.
      Respecto de Scott, sólo puedo decir una cosa: prepárate.

      Eliminar
  6. JODER CON ELEANOR JODER.
    LA MUY IMBÉCIL CREE QUE COMO SCOTT NO LA AMA DE VERDAD NO VA A PENSAR EL SUICIDO, PERO LO CIERTO ES QUE LA QUIERE AÚN MÁS QUE ASHLEY

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eleanor está tan hasta el coño de él, la verdad es que no puedo culparla

      Eliminar
  7. TOMMY ES GILIPOLLAs JODER. COMO MIERDAS NO SE OLVIDA DE ESA PUTA ZORRA YA JODER. TENDRÍA QUE HABER SALIDO PITANDO DE ALLÍ. ME CAGÓ EN DIOS Y EN LA VIRGEN

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El pobre hace lo que puede, tenemos que recordar que Scott lo convenció de que empezara con Diana para olvidarse de Megan; que terminara enamorándose de ella es otra historia.
      ¿Podría haberse resistido? Sí, o, al menos, intentarlo con más fuerza.
      ¿Conseguiría salir de casa de ella sin hacer nada más? Yo creo que no, teniendo en cuenta que, para Tommy, Megan fue su primer gran amor, y no creo que eso se olvide tan fácilmente

      Eliminar
  8. ERIKA DE VERDAD YO NO PUEDO. NO PUEDO CON ESTO. SI SIGO LEYENDO ESTA NOVELA ME VAN A ACABAR INGRESANDO. LO TOMO DEMASIADO A PECHO JODER. ESTO NO ES NORMAL.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. YA SOMOS DOS, SI ESO PODEMOS PEDIR QUE NOS METAN EN LA MISMA HABITACIÓN Y POR LO MENOS NOS ENTRETENEMOS

      Eliminar
  9. En este capítulo me he dado cuenta de algo super importante. Muchas tenemos Idealizados a los personajes y en el fondo nos olvidamos de que tiene 15,16, 17 años y son humanos. Es normal que reaccionan de esa forma. Es normal que Eleanor amanece a Scott, que Tommy sea tan tonto de caer en la tentación, que Scott sea tan ingenuo de no ver que por esperar tanto la está vagando cada vez mas. En resumen gracias por hacernos ver que siguen siendo humanos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DIOS COQUITO EN SERIO MUCHÍSIMAS GRACIAS POR TU COMENTARIO ES QUE HE CONSTRUIDO EL CAPÍTULO SOBRE ESA BASE!!!!!!!!!!!!!!!!!! Por un lado tenía ganas de escribirlo porque es un punto de inflexión súper importante en la historia, y por otro sentía que debía hacerlo porque en los comentarios veo que todo el mundo adora a los personajes (especialmente a Scott) igual que lo hago yo; los tenemos romantizados, divinizados, como en un pedestal, y a veces están tan alejados de cómo se comportarían personas normales de su edad que me daba la sensación de que se estaban volviendo poco creíbles. Hay una gran diferencia entre hacer un personaje buen(en el sentido de moral, no de cómo esté estructurado) y hacer un buen personaje; el último se supone que tendrá unas características y debilidades que lo hagan tangible, mientras que al segundo con convertirlo en un santo ya tienes bastante, aun a riesgo de cargarte toda la historia, y yo quiero hacer buenos personajes, no personajes buenos.
      Es más, el capítulo en sí fue un poco un reto para mí porque es la primera vez en que Tommy y Scott hacen algo decepcionante (especialmente, otra vez, el último), y yo continuamente me paraba a pensar en si estaría haciendo bien llevándolos por el camino equivocado, pero es que precisamente el camino equivocado es el que tienen que recorrer porque tienen! 17! años! son! dos! críos! No puedo seguir tratándolos como adultos hechos y derechos cuando son CHAVALES que están en la edad de cometer errores y ser decepcionantes; si no lo hacen ahora, ¿cuándo lo van a hacer?
      Y fue precisamente eso de estar continuamente deteniéndome a pensar si no me estaría pasando lo que me hizo estar tan orgullosa de este capítulo; sinceramente es uno de los que más me gustan de todos los que he escrito (aunque tenemos por ahí a Moonlight, cuidao) porque dejo de tratarlos como dioses y los convierto en personas. Y me alegro muchísimo de que a vosotras también os haya gustado que los haya hecho así, igual que me alegro de haber seguido adelante con esto sin cambiar ni una sola coma y haciendo que los dos metan la pata, porque es precisamente cuando alguien lo está pasando mal el momento en el que mejor ves hasta qué punto es una buena persona.

      Eliminar
  10. ESTOY TAN TAN PERO TAN ENFADADA AHORA MISMO CON TODO. ME CAGÓ EN TODOS MIS MUERTOS MISMAMENTE.
    HE LLORADO COMO DOS VECES CON SCOTT EN ESTE CAPÍTULO, HE ODIADO A ELEANOR DURANTE UN MINUTO Y HE QUERDIO PARTIRLE LA CARA A TOMMY. TODO ESTO ES TU CULPA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Scott lo pasa tan mal, Eleanor lo pasa tan mal, Tommy lo pasa tan mal :( cualquiera diría que me importan estos personajes con todo el tiempo que dedico jodiéndolos; yo desisto de la vida ya

      Eliminar
  11. ODIO A MEGAN CON TODAS MIS FUERZAS. QUIERO QUE LA MAREA Y QUE QUIERO QUE SUFRA.
    MEJOR AÚN. QUIERO QUE SCOTT LA AMENACE. QUE HAGA QUE SE CAGUE ENCIMA DEL MIEDO.QUIERO QUE SE OLVIDÉ DE LA CARA DE TOMMY PARA SIEMPRE.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A Megan no la voy a matar (de momento) porque me da mucho juego esa tía; eso sí, la idea de Scott me ha gustado, igual incluyo algo en el próximo capítulo con respecto a ellos dos, depende de cómo de largo me quede todo ♥

      Eliminar
  12. Este capítulo se resumen en una simple cosa.
    Scott siempre va a elegir a Tommy y Tommy siempre va a elegir a Scott. Da igual que en el siguiente capítulo seguramente se terminen matando a hostias y diciendose que se odian. Siempre volverán a encontrarse. A estar juntos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Scommy es el verdadero otp de esta novela, qué es un Sceleanor, qué es un Tiana, qué es un Sabralec

      Eliminar
  13. He tenido que llamar a la ambulancia y no siquiera ha pasado la pelea. No se que va a ser de mi en el siguiente capítulo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vete buscando números de helicópteros, porque vas a tener que ir al hospital en uno

      Eliminar
  14. EN QUE MOMENTO DECIDÍ EMPEZAR A LEER ESTO JODER. PORQUE NO PUDE EMPEZAR A LEER UNA FIC EN WATTPAD DE UNA LATINA QUE DUELE LA VISTA MIRAR COMO ESCRIBE.
    NOOO. TUVE QUE PONERME A LEER LA HISTORIA DE UNA TÍA QUE ESCRIBE DE PUTA MADRE, QUE SE MERECE TENER 100 LIBROS PUBLICADOS Y CUYOS PERSONAJES SON LO MÁS PERFECTO Y HUMANO QUE HE VISTO.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA POBRES LATINAS TÍO, ALGUNAS ESCRIBEN BIEN. Dios Merylin me ha encantado tu comentario de verdad, eres más deliciosa, te como la carita ♥

      Eliminar
  15. OS ESTAIS DANDO CUENTA DE QUE LO ESTAMOS PASANDO PUTAS CON SCELEANOR, CON TIANA, CON LOMMY PERO QUE LO PEOR AUN NO HA LLEGADO JODER. NO VAMOS A SOBREVIVIR A LA PELEA SCOMMY. NOS VAMOS A IR TODAS A LA MISMÍSIMA MIERDA Y NO SIQUIERA ESTAMOS PREPARADAS.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. CÓMO LO SABES NURIA, CÓMO LO SABES, EN LOS SIGUIENTES DOS CAPÍTULOS OS VAIS A TIRAR DE LOS PELOS.

      Eliminar
  16. Entre Tommy, Scott, El, Layla y Diana van a acabar conmigo.
    Después tenemos a Chad que lo hace todo bien y nunca me provoca dolor. Como se parece a su padre, hasta en eso salió a el.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Digno hijo de su padre, Chad Horan es la criatura más tranquila y menos decepcionante y problemática del mundo. Alcemos una oración en honor a Chad.
      ( ̯͡◕ ▽ ̯͡◕ )

      Eliminar
  17. SE LO LLEVA A SU HABITACIÓN. JODER JODER. QUE YA VA A PASAR. ME DUELE TODO. SE LO VA A CONTAR. ME LO HUELO. LO HUELO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todavía queda un poquito, Sara, paciencia, las cosas que se vienen son igual de gordas ^^ un último esfuerzo ☺

      Eliminar
  18. PERO QUÉ COJONES ACABA DE PASAR! ALEC EN PSICÓLOGOS Y UN CUERNO YO SÍ QUE NECESITO UNO. OSTIA PUTA.
    De verdad que voy a intentar calmarme para poder hacer el comentario porque estoy mu' mal ahora mismo.
    A ver... mira que me duele ver que Scott no le dice nada a Tommy y me he cabreado cuando ha tenido la oportunidad y no lo ha hecho pero Eleanor hija de mi vida cómo cojones se te ocurre decirle eso?!?!!??!?! La quiero muchísimo pero no. Simplemente no.
    Tommy. Ay Tommy hijo de mi vida, hijo de mi amor (bueno en realidad es hijo tuyo) deja de pensar con la polla! Tío no tienes una sino DOS chicas enamoradas de ti y te vas con la zorra pelirroja. Mi no entiende. Mi está patidifusa. Y qué va a ser de Layla y Diana cuando se enteren porque cuando se enteren le dan puerta ( pero a la vez me surgue otro dilema porque con Diana no tienen exclusividad. Sin embargo, es que se ha tirado a la zorra pelirroja). Aún así me ha ardido el alma cuando ha aparecido en casa de Scott. Tommy lloraba, Scott sufría y mi corazón se fundía.

    P.D. Soy @young_bloodx perdóooooooname por no haber comentado antes.
    P.P.D. Btw, el salseo me encanta. Eres una puñetera genio tía.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mira de verdad tienen hasta los cojones a Alec me encanta ese puto personaje quiero escribir 400 historias sobre él.
      DIOS es que por una parte estoy de acuerdo contigo porque Eleanor porfa, eso NO se le dice a un novio y menos a Scott, pero por otro a ella la entiendo porque lo que hizo él de mentirle en la puta cara a Tommy fue muy xd tú que eres tonto Scott o te falta una cocción.
      En cuanto a Tommy es que MADRE MÍA el pobre no nos da para más, se siente mal por quererlas y PUM se tira a su ex novia, pero en el fondo, como le quiero, no puedo hacer más uqe intentar justificarlo. De todas formas la situación era muy complicada para él, no está pasando por un buen momento con Diana y Layla, y encima viendo mal a Scott yo creo que es normal que cayera y que, de hecho, fue muy fuerte resistiéndose a Megan como lo hizo hasta que ella se desnudó.
      [Me ha encantado la parte de mí no entiende, mí está patidifusa, me he reído muchísimoJAJAJAJA].
      Con Diana voy a plantear el problema que dices tú de la exclusividad, porque técnicamente ella le dio luz verde a Tommy para que hiciera lo que quisiera con Layla pero CLARO, no especificó "con Layla" así que técnicamente lo que él ha hecho tampoco estaba tan mal, el problema vendría con la inglesa, pero viendo lo bizcocha que es Layla yo no me preocuparía de ella.
      El final del capítulo ha sido durísimo, de verdad, están los dos tan rotitos y sólo se pueden curar ellos mismos, no se dan cuenta de que estando juntos últimamente lo único que están consiguiendo es hacerse más y más daño:(

      PD: No pasa nada mujer, comenta cuando puedas, jo, serás bizcocha ♥
      PPD: PUES ANDA QUE A MÍ, vivo por y para el salseo, ya veréis en el siguiente, tengo unas ganas de subíroslo...

      Eliminar
  19. LA PUTA BOMBA DEBAJO DE LA CAMA TE LA VOY A PONER ATI ERIKA!
    ¿Tu te crees que puedes escribir algo como esto e irte de rositas?
    Solo puedo definir este capitulo con una palabra: crueldad. Desde la primera discusión y los sentimientos de Scott hasta el final, cuando Scott ha acabado eligiendo la amistad y hermandad por delante del amor, pasando por el momento Tommy y la puta pelirroja.
    Realmente no estoy preparada para todo lo que viene.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sinceramente, Ari, esperaba irme de rositas, aunque si me agredes la verdad es que no puedo culparte JAJAJAJAJAJAJA.
      Yo más bien definiría el capítulo como duro; he querido escribirlo duro, no cruel, porque he querido acercarme a la realidad hasta solaparme con ella. Creo sinceramente que en este capítulo será en el que Scott y Tommy más se parezcan a un chico normal de su edad y más reales se vuelvan precisamente por lo vulnerables que se muestran, aunque también entiendo tu posición. Sí, hay cosas durísimas, la primera pelea, lo mal que lo pasa Scott, cómo termina quedándose con Tommy aunque sepa que eso le vaya a destrozar la relación con la que él cree que es la mujer de su vida... pero de verdad me parece que, si él existiera de verdad, y Tommy existiera de verdad, y todas sus vidas fueran una historia paralela a ésta, sin tener nada que ver, pero hubiera un único punto en el que la ficción se mezclase con la realidad, sería precisamente con este capítulo.
      Desde mi posición privilegiada te puedo decir que NO, no estás preparada ni lo está nadie para lo que viene. Abrochaos el cinturón, porque vienen curvas. Se avecinan tiempos difíciles.

      Eliminar
  20. MENCIÓN ESPECIAL A ALEC COÑO. EL HIJO DE PUTA ME VA GANANDO HA UNOS PASOS AGIGANTADOS.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. CREO QUE SE NOTA POCO QUE SE ESTÁ CONVIRTIENDO EN MI PERSONAJE MASCULINO FAVORITO, Y SABRAE, EN EL FEMENINO.
      No hago más que pensar en ellos dos, de verdad; al final el spinoff va a terminar siendo más largo que CTS, o si no, al tiempo.

      Eliminar
  21. LLEVO COMO SEIS CAPÍTULOS SUFRIENDO COMO UNA MALDITA PERRA PERO ES QUE ME ENCANTA TANTO EL DRAMA DE ESTA PUTA NOVELA QUE ES COMO UNA MALDITA DROGA. CUANDO LA TERMINES ME VAN A TENER QUE METER ES UN CENTRO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. LLEVO UN MONTÓN ESCRIBIENDO REGODEÁNDOME EN LO MAL QUE LO ESTÁN PASANDO TODOS, DEBERÍA ADMITIR DE UNA VEZ QUE SOY UNA PSICÓPATA, ASUMIRLO E IRME A VIVIR LEJOS DE LOS NÚCLEOS DE POBLACIÓN.

      Eliminar
  22. A TUS PIES TÍA

    NO HAY INDICIOS DE QUE EN ALGÚN MOMENTO DE MI VIDA VAYA A SUPERAR ESTE CAPÍTULO

    ResponderEliminar
  23. Eri porqué ha tenido que volver a aparecer Megan explícamelo porque estoy muy triste y no sé si tiene una explicación por algo que va a pasar y estoy muy confusa con todo y pienso que no se arrepiente tanto por el hecho de haberse acostado con alguien si no por con QUIÉN lo ha hecho y me da mucha pena porque parece que no lo va a superar nunca y me rompe el corazón
    " Se rió otra vez. Joder, la hacía muy feliz. Qué rápido iba a cagarla con ella." Lo de cagarla se supone que es por lo que ha hecho? Porque como sea por otra cosa yo no aguanto tanto dolor Eri

    En cuanto a Scott pffffff es que tengo sentimientos encontrados en cuanto a este chaval porque entiendo que no quiera contárselo a Tommy porque no puede vivir sin él y estar unos días separados le va a doler en el alma PERO ES QUE TÍO ESTÁS PERDIENDO A LA MUJER DE TU VIDA Y TE ACABA DE DECIR QUE PRÁCTICAMENTE TE VA A DEJAR Y POR HACER EL GILIPOLLAS LA VAS A PERDER QUE ERES IMBÉCIL

    Y a Alec le quiero y me encanta lo que le dice a Scott aunque este sea un imbécil que luego la cague. Que se case ya con Sabrae y tenga mil hijos que se lo merece

    "-A veces-meditó-, lo que más queremos no es lo que más felices nos va a hacer, ni lo que más aborrecemos lo que peor nos hará pasar. A veces creemos que no vamos a poder cruzar un límite, y lo cruzamos. A veces nos damos cuenta de cómo son las cosas de verdad. A veces, adquirimos perspectiva. A veces vemos que lo bonito de estar vivo es sufrir, porque amar la vida siendo feliz puede hacerlo cualquiera. Y, a veces, vemos que nuestro hogar no es una ciudad… sino una persona" esto me ha parecido precioso Eri, me encanta

    pd:¿como cuántos capítulos de sufrimiento nos quedan?
    pd2: sé que ahora mismo la novela está centrada en estos personajes por todo el marrón que hay, ¿pero cuándo va a volver a aparecer Chad? le echo de menitos

    Y después de este comentario tan largo te dejo tranquila jajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La aparición de Megan obedece a que llevo sabiendo cómo se va a enterar Tommy de lo de Sceleanor y todo esto forma parte del plan para que Scott finalmente acabe contándoselo; no lo he puesto porque sea una psicópata, sino porque tengo la historia tan bien hilada que a veces incluso me asusto.
      Estoy súper de acuerdo contigo, yo también creo que se arrepiente de haberse acostado CON MEGAN y no con OTRA, porque es lo que él dice: a otra podría follársela, pero ha pasado tantas cosas con Megan que va a acabar haciéndole el amor, y siente que eso sí que no lo soportaría su relación con Diana.
      Vas bien encaminada con lo de cagarla, no te puedo decir más, tampoco quiero hacerte una lectura de la novela y obligarte a pensar a lo que yo creo que se refiere Tommy.

      En cuanto a Scott, en fin, creo que es como el que se suicida porque tiene miedo a la muerte: le asusta tantísimo alejarse de Tommy que al final se está alejando él mismo con tanta mentira y tanto postergar las cosas; lo peor de todo es que si se lo contara directamente, primero, a Tommy no le parecería tan mal, y segundo, Eleanor no lo estaría pasando como lo está pasando.

      A mí también me encanta Alec es que lo adoro tantísimo <3333333333333 de verdad que no podía haber encontrado mejor interés amoroso para Sabrae porque es que es un chaval con la cabeza tan bien amueblada y que te dice las cosas a la cara te gusten o no ay por favor quiero que EXISTA POR QUÉ NO EXISTE ESTOY OFENDIDA.

      MUCHÍSIMAS GRACIAS POR CITAR LO DE DIANA DE VERDAD tenía la esperanza de que alguien lo hiciera porque al principio Scott iba a llamarla y sólo iba a decir su nombre y ya cambiaría y pasaría a narrar Tommy, pero me pareció importante que viéramos cómo ella cambiaba de la idea inicial con la que empezó la novela, a saber: que NY es su casa y que siempre lo será, que nunca querrá a nada ni a nadie como quiere a NY; y ahora echa de menos estar con Tommy, a quien considera su HOGAR y quiere más que a su ciudad
      ( ̯͡◕ ▽ ̯͡◕ )
      de verdad no pueden estar tan enamorados.
      Si te refieres a sufrimiento pre-pelea, tan ´solo nos quedan dos; en el posterior al siguiente Scott ya se lo cuenta a Tommy. Ahora, que si te refieres a sufrimiento en general... bastantes más, no sé cuántos, tengo un montón de ideas y cerca de 50 notas en evernote para ese período que se pasarán separados (bastante más largo de lo que nos gustaría a ninguno de los que participamos de esta historia, he de decir, pero necesario).
      PD2: pues sinceramente no me lo había planteado porque no creo que Chad tenga ahora mucho que contar: está tranquilo, con el chico que le gusta, pero con tu comentario me ha hecho pensar que quizá sea buena idea meter algo de él para no dejarlo muy apartado y también para descansar un poco de drama. No creo que tenga un capítulo para él solo (sinceramente, no se me ocurre nada sobre él ahora mismo, aunque le daré vueltas), pero me imagino que con una parte de un capítulo bastará ☺
      Por favor, no te calmes NUNCA con los comentarios largos, me encantan ♥

      Eliminar
  24. ERIKA DEJA DE SER TAN PUTA, CÓMO PUEDES HACER QUE APAREZCA AHORA TAMBIÉN MEGAN, QUE ESTABA MÁS QUE ENTERRADA

    PONLES UN POQUITO FÁCIL LAS COSAS A SCOTT, ELEANOR Y TOMMY, XDIOS

    TE AMO❤

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. NO PUEDO VIRGINIA NO PUEDO, YA SABES QUE SOY UNA PERRA MALA.
      SI LES PONGO LAS COSAS FÁCILES SE NOS ACABA EL SALSEO Y DAS NOT GÚD.

      YO SÍ QUE TE AMO❤

      Eliminar
  25. Madre mía.... Como al final Eleanor cumpla con lo prometido Scott no se lo va a perdonar. Ella misma le dijo durante *El fin de semana* que no sería tan imbécil para ponerle los cuernos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La pobre está ya hartísima de él; todo el daño que no se han echo en los casi dos meses que llevan juntos, se lo van a hacer el uno al otro en una noche.

      Eliminar
  26. Me ha estallado la cabeza con lo de Megan, pedazo de plot twist
    Estoy cabreada con Scott porque QUÉ COÑO HACES DICIENDOLE A TOMMY Y A TODOS QUE TU NOVIA ES TRIXIE ASÍ POR TODA LA CARA
    Pero en realidad entiendo que se comporten así, son humanos (y unos críos de 17) , es normal.
    Estoy sufriendo mucho por todos ellos, porque no me gusta verlos mal PERO JODER SI ME GUSTA EL SALSEO J O D E R

    - Ana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy tan orgullosa de haber metido ahí lo de Megan es que nadie lo vio venir y BOOM nos estalló la bomba en toda la cara adoro mi cerebro prodigioso, le doy dos besos.
      Scott y Tommy son imbéciles totales, pero yo creo que es precisamente de eso de lo que trata tener 17 años... lo bueno es que son unas bellísimas personas y se lo perdonamos todo... Y POR EL SALSEO, POR FAVOR, VIVA EL SALSEO.

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤