sábado, 3 de septiembre de 2016

Gladiadores con traje.

Eleanor había cambiado tanto en un fin de semana que no me habría fijado en ella de no haberlo hecho para bien. Cuando me bajé del tren y me la encontré frente a mí, esperando con paciencia frente a la multitud, la vi tan preciosa que por un momento habría clavado los ojos en ella…
               … de no haberme pasado todo lo que me había pasado en menos de una semana.
               Primero, Diana.
               Y ahora, Layla.
               Tenía la cabeza demasiado ocupada dándole vueltas a otras ideas como para prestarle la atención que se merecía.
               Mis ojos pasaron por encima de ella, escaneando a la gente, sin prestarle mucha atención. Pero luego, en mi subconsciente brilló un reconocimiento.
               Clavé los ojos en mi hermana pequeña, que simplemente sonrió.
               Y de qué manera lo hizo.
               La criatura brillaba con luz propia, como si se hubiera comido las estrellas para desayunar y éstas se hubieran decidido a hacer acopio de fuerzas para atravesar su piel y hacer que emitiera un halo celestial.
               Hacía un montón que no la veía así, mi niña preciosa.
               -Hola, nena.
               Eleanor sonrió un poco más.
               Le gustaba que la llamase así, porque así también la llamaba Scott.
               -Hola, T-y me estrechó entre sus brazos, y un pensamiento cobró fuerza en mi mente, terminando de elaborarse cuando se separó de mí.
               Está enamorada.
               Había cogido un poco de peso, se le notaban más las curvas… creo que hasta tenía más culo. Scott estaría encantado con eso.
               Cuando se echaba novio, Eleanor siempre ganaba un par de kilos. Nadie en casa sabía por qué lo hacía, ni si ella se daba cuenta de ello: sólo sabíamos que, de repente, un día, unos vaqueros que le quedaban holgados o anchos se ajustaban mágicamente a su piel… y a ella le gustaba lo que veía. Presumía muchísimo de su figura, sin aparentemente encontrar relación entre su delgadez y su soltería.
               Me vino bien que volviera a acercarse a mí. Había comprado entradas para el cine y yo no tenía inconveniente en meterme en una sala oscura a permitir que los ruidos me embotaran la cabeza, si con eso no tenía que pensar en las cosas que había de hacer… cuando volviera Scott. Porque, por muy triste que fuera, era incapaz de hacer algo a derechas estando solo. Necesitaba a mi mejor amigo para una cantidad vergonzosa de tareas.
               Por lo menos, era recíproco.
               Fuimos a casa, le pregunté por su fin de semana, ella me dijo con entusiasmo que se lo había pasado genial, que había sido uno de los mejores de su vida, y se rió mientras yo le contaba el mío.
               Me preguntó por la noche que pasé con Diana. Le dije lo de ir a cenar y lo de la visita al museo, pero me guardé lo del banco frente a los cuadros, igual que me guardé lo de mi declaración cuando ella se marchaba.
               También me preguntó por Layla, y su luz titiló levemente cuando le conté que había sido difícil separarme de ella, porque sentía que me necesitaba…
               -No pasa nada, T, seguro que en casa saben cuidarla bien.
               Yo asentí, sin querer pensar mucho en ello. En casa no iban a poder cuidarla bien porque no sabían que necesitaba cuidados. Había ido a Wolverhampton para ayudarla a contar la verdad, pero todo había sido en vano.
               Después de saludar a mamá y papá, me cambié de ropa y me la llevé al centro, a ver la película de turno para la que había cogido entradas. Era un thriller nuevo de DiCaprio, menos mal.
               Mamá nos había educado a los dos en el arte de amar al cine, y apreciar el trabajo de DiCaprio (que ella había temido que decayera un poco cuando él pasara los 55, como ocurrió con De Niro, pero gracias a Dios, no fue así) era parte de apreciar las buenas películas.
               Nos peleamos por ver quién pagaba las palomitas. Terminé teniendo que pagarlas yo, dado que ella se había encargado de las entradas… y me premió pidiendo el cubo más grande y las bebidas más grandes, con lo que, al final, yo salí perdiendo.
               O no, porque ver cómo se reía mientras la vacilaba, y sacudía el pelo y miraba el móvil con una sonrisa, bien merecía que la invitara a dos millones de cubos de palomitas.
               -¿Y bien?-quiso saber mamá, apenas entramos por la puerta-. ¿Qué os ha parecido?
               Eleanor y yo intercambiamos una mirada, dimos una palmada, y soltamos a la vez:
               -Quiere un Oscar.
               Mamá chasqueó los dedos, poniéndose tiesa.
               -¡Nos ha jodido que quiere un Oscar! ¡Hola! ¡Estamos en Diciembre, mis niños! ¡El cabrón quiere quitarle a Meryl el récord de actor más oscarizado de la historia, pero, ¿sabéis qué?! ¡No lo va a conseguir! ¿Y por qué?

               -Porque Meryl es una diosa de la actuación, incomparable a nadie, por ser mujer, y por tanto, de actuaciones de mayor calidad, y por ser Meryl-balamos a la vez Eleanor y yo, incluso Dan se unió al mantra que se nos había inculcado hasta la saciedad. Mamá asintió con la cabeza.
               -Os tengo bien educados, mis niños-nos abrazó y nos dio un beso a cada uno en la mejilla-. Eso sí… Leo no va a conseguir el Oscar este año. Acabo de hablar con Emma. Dice que las apuestas por este chico que mató la policía en Boston no paran de subir.
               -Una pena-comenté yo; mamá se pasó la mano por el pelo.
               Y ahí venía. Atención, la verdad suprema:
               -¡LEO DEBERÍA HABER GANADO EL OSCAR POR EL LOBO DE WALL STREET, NO POR EL RENACIDO! ¡NO OS FIÉIS DE VANITY FAIR!-la mejor parte, un segundo-. ¡YO ACERTÉ 9 OSCARS EL AÑO EN QUE ÉL LO GANÓ, Y ELLOS, SÓLO 5!
               Eleanor se echó a reír, subió a su habitación, se cambió de ropa, se tiró cuan larga era en el sofá de la sala de juegos, y esperó con paciencia a que yo hiciera lo propio, me cambiara, y echáramos unas partidas al Call of Duty.
               No eran de tanta calidad como las que echaba con Scott, pero aun así.
               No se separó de mí en toda la tarde. Puede que fuera porque echaba mucho de menos a Scott, y estar conmigo le recordaba a estar con él, pero yo, tonto de mí, pensaba que me había echado mucho de menos, más de lo que admitiría nunca.
               Cuando llegaba la hora de acostarse, se acurrucó a mi lado, me pasó un brazo por la cintura, y suspiró.
               -Qué bien hueles, T.
               Creo que me estaba camelando, allanándole el terreno a S para que no me cabreara tanto con él cuando me dijera que estaba con mi hermana… o que realmente derrochaba felicidad, y no podía evitar hacerme ver lo bien que la hacía sentir Scott. En todo caso, yo no me quejaba.
               Estaba falto de mimos, especialmente porque cada minuto que pasaba yo solo, lo dedicaba a comerme la cabeza, pensando si era posible que quisiera a dos chicas a la vez, decidiendo finalmente que no era así, y reflexionando sobre lo cabrón y miserable que tenía que ser para jugar con dos chicas como ellas de aquella forma.
               Eso, y lo que haría en cuanto Scott volviera a Londres. El 26 iba a ser un día bastante intenso para los dos.
               -Scott-había dicho en cuanto noté que él descolgaba el teléfono, después de los ruidos típicos que producía el llevárselo al oído.
               -Tommy-replicó él, y me lo imaginé alzando las cejas. No era normal que no le dejara saludar. No era normal que no le dejara soltarme una pulla antes de decirle lo que tenía que decirle.
               -¿Puedes hablar?
               -Tengo lengua.
               Había veces en que Scott se ponía insoportable. Ésa fue una de ellas. Pero yo tenía la cabeza como un bombo de tanto pensar; sabía que, si empezábamos a pelearnos, iba a perder.
               Y no podía permitirme el lujo de perder una pelea con él en ese momento.
               -Imagínate que tenemos un cadáver hipotético-empecé, y me lo imaginé irguiéndose en su asiento, parpadeando, asintiendo con la cabeza a pesar de que yo no podía verlo (no por mis ojos normales, sí por el tercer ojo que había adquirido con los años estando juntos) y frunciendo ligeramente el ceño-, y tenemos que deshacernos de él, sin dejar pruebas… ¿cómo lo harías?
               -¿Qué cojones, Tommy?-ladró.
               -Responde-ordené, duro.
               -Pf-bufó-. No sé, ¿quemando la casa, tal vez? ¿Por qué?-espetó, perspicaz-. ¿No habrás ido a por Simon?
               -Es hipotético, joder, Scott. Calma las tetas.
               Scott había fruncido el ceño. Lo sabía, aunque no lo hubiera visto. Después de 17 años, no necesitaba tenerlo delante para saber exactamente cómo estaba reaccionando.
               -No sé si me gusta esta hipótesis tuya, T, pero si has hecho algo… espera a que yo llegue.
               -Eso pretendía-espeté, aunque lo cierto era que una parte de mí hubiera preferido hacerlo solo, quizá nada más llegar a Londres. Pero no iba a poder, y lo sabía.
               Lo supe en el momento en que le pregunté a Layla, desnuda a mi lado, si había vuelto a su casa.
               -Por supuesto que no-me dijo, frunciendo el ceño, horrorizada ante la sola idea de atravesar de nuevo el umbral de lo que había sido su hogar y cárcel durante tanto tiempo. Y yo había asentido con la cabeza, clavando la mirada en el techo.
               Layla suspiró, acariciándome la mandíbula.
               -¿Estás pensando en Diana?-inquirió. Negué con la cabeza; Diana era lo último que me ocupaba los pensamientos en ese instante-. ¿Qué es?
               -En lo que voy a hacer con el cuerpo-susurré, y ella se envaró.
               -Tommy, ni se te ocurra ir a hacer nada, yo… me ocuparé de eso, quizá lo denuncie, o…
               -… o vayas directamente a la cárcel por no llamar a nadie, ¿mm?-inquirí, y ella se quedó callada. La tomé del mentón, para obligarla a mirarme-. Si algo he aprendido de Sherezade, y si algo le enseñaron a ella en la facultad, es que hay veces en que lo más justo es también lo más ilegal.
               Se abrazó a mí, robándome calor corporal, regalándome el suyo.
               -Si es lo que tengo que hacer…
               -No voy a consentir que te pudras por haberte defendido. Por encima de mi cadáver van a tener que encerrarte, ¿me oyes, princesa? Yo me ocuparé de esto.
               -Te has ocupado de un montón de cosas-protestó.
               -Quiero ocuparme de esto, princesa.
               Suspiró de nuevo, agotada.
               -Tómatelo como una compensación, ¿vale? Por verte cada poco y no darme cuenta de lo que te pasaba. Déjame que te recompense el haber estado tan ciego todo este tiempo-le pedí, mirándola, acariciándole el costado. Ella se mordió el labio, y asintió con la cabeza, clavando los ojos en la mano que me acariciaba el pecho. Me gustaba esa sensación de tenerla cerca. Me gustaba cuidar de ella.
               Y no podía perdonarme el haber permitido que le sucediera todo aquello sin inmutarme, no haberme dado cuenta de que lo estaba pasando mal sin hacer absolutamente nada por impedir su sufrimiento. De toda la gente que había en el mundo, no había una sola persona que se mereciera menos que Layla el que la pusieran en una urna de cristal para impedir que nada le hiciera daño.
               -Pero mi niña-le había dicho en la estación, antes de irme-, ¿no te das cuenta de que tú no eres un juguete roto?-le limpié las lágrimas, y ella clavó sus ojos castaños en mí-. Ni siquiera eres un juguete, o una juguetería. Eres todos los niños del mundo jugando a su juego favorito por primera y última vez. Eres esa sensación.
               Ella se rió, lloró un poco más, pero esta vez de alegría, y le dije que tendría siempre el móvil disponible para cualquier cosa que necesitara, que activaba el modo “no molestar” (mentira) todas las noches, que la pondría en favoritos para que sus llamadas me despertaran en la oscuridad… que estaría allí para cuando ella me necesitara, sin importar la hora, sin importar el lugar. Llegaría hasta ella me costara lo que me costara.
               -Te quiero muchísimo, T-me dijo, acariciándome las mejillas, y yo sonreí. No me acordé para nada de Diana, no pensé en que le había dicho nada parecido a la americana hacía apenas 4 días.
               -Con que sea la mitad de lo que yo te quiero a ti, me basta, princesa.
               Y estando con ella había sido bastante evidente que me necesitaba, pero el problema era que estando con Diana, era imposible no ver que la americana también me necesitaba cerca. Y yo no podía dividirme.
               Sí podía hacer cosas por las dos, pero… repartirme, no. No sentía que debiera, porque sufriríamos todos; no me apetecía, no quería, y, lo más importante, sabía, en el fondo, que no podía.
               Por eso me sentía bien teniendo a Eleanor cerca. Porque había sentimientos que podía compartir perfectamente, y otros, no tanto.
               -Es que me he duchado-expliqué, y ella se echó a reír-. Ya tocaba, ¿no? La ducha mensual, quiero decir.
               Volvió a reírse, siguió abrazada a mí, hasta que anuncié que me iba a la cama. Se incorporó sin rechistar, me siguió como un perrito abandonado al que le acabas de dar una chuchería escaleras arriba… y me miró con aprensión cuando abrí la puerta y clavé los ojos en ella.
               -¿Quieres que durmamos juntos?-inquirí, porque a ella le apetecía y yo necesitaba tenerla cerca, sentir que podía cuidar de alguien sin fallar, porque llevaba haciéndolo años. La experiencia me impedía cometer errores.
               -¿Como cuando era pequeñita?-preguntó, ilusionada, y yo asentí-. Claro, T.
               -¿Cogemos a los pequeños también?-sugerí, y ella sonrió. De perdidos, al río.
               Se metió en su habitación, revolvió en cajones hasta encontrar una camiseta gris con el símbolo de la NASA cosido en el pecho. Miré su atuendo.
               -¿De dónde has sacado eso?
               -De tus cajones-mintió, sin alterarse lo más mínimo-. ¿Por?-inquirió, soltándose la cola de caballo y pasándose los dedos por el pelo.
               -Es que… se la regalé a Scott hace tiempo-dije, y ella alzó las cejas, mirándola-. No sabía que la tenía yo.
               -Pues sí. Estaba en el armario.
               Mentira, estaba en el armario de Scott, él la había sacado para pasar el fin de semana con ella y se la había regalado después de que ella le lloriqueara un poco diciendo que no podría volver a dormir sola.
               -Póntela antes de dormir-le había dicho, y Eleanor se la había acercado a la cara, había cerrado los ojos y había disfrutado del olor de él, impregnado en el tejido de algodón-, duerme con ella. Será como si estuviéramos juntos.
               -¿Y qué harás tú, S?-había preguntado mi hermana, después de besarlo. Scott había sonreído, mordiéndose el piercing.
               -Es un buen momento de mi vida para poner a prueba mis defensas y empezar a dormir sólo con los calzoncillos, ¿eh?
               -Ya tengo en qué pensar cuando me dejes sola-había coqueteado mi hermana, besándolo con profundidad, como no había besado a ningún otro. Exactamente con la misma profundidad con que me besaba Diana, con la profundidad que besaban las chicas cuando querían que el beso fuera una puerta en lugar de una meta, que se abriera algo que antes estaba cerrado.
               Pobre Scott. No sabía dónde se había metido.
               Abrimos la puerta de la habitación de los pequeños, encendimos la luz. Astrid se incorporó, frotándose los ojos.
               -¿Qué hora es?-preguntó. Eleanor la recogió y la colocó encima de la cama de Dan… y yo tiré de las mantas, arrastrando a mi hermano pequeño consigo. Dan se despertó, nos miró sin comprender muy bien qué pasaba, bostezó, se aferró al colchón cuando las mantas lo arrastraron hasta el borde de éste… y se dejó caer con gracilidad sobre éstas a continuación.
               Astrid se metió debajo del edredón, a su lado, y se pusieron a chillar de emoción cuando los arrastramos fuera de la habitación. Papá se asomó a ver qué sucedía.
               -¿Qué hacéis?
               -Acampada de hermanos-chilló Dan. Miré a papá.
               -¿Sabes que ya es 24 de diciembre?-le puteé.
               -¿Sabes que, legalmente, puedo desheredarte?-replicó él, frotándose igual que Astrid-. A dormir todo el mundo, ¿eh? No quiero nada de fiestas a estas horas.
               -Sí, mi capitán-respondimos los cuatro. Y nos metimos en la habitación, cerramos la puerta, acomodamos a los pequeños entre nosotros dos, y nos acurrucamos los unos contra los otros. Tuve que cambiarme el pijama; me moría de calor.
               Eleanor cogió su móvil, se quedó tumbada un rato sobre la cama. Sonreía.
               -¿Quién es?-inquirí. Me miró.
               -Quién es, ¿quién?
               -El que te tiene así. Para ir a darle las gracias por su problema mental para estar contigo-añadí. Ella sólo se rió.
               -No me tiene así nadie-respondió.
               -Serás mentirosa. Venga, El, ¿lo conozco?
               Sacudió la cabeza.
               -Así que no lo conozco; interesante.
               Volvió a sacudirla.
               -¿No me vas a decir nada?
               La sacudió de nuevo.
               -Genial. Me gusta investigar por mi cuenta. Ya verás.
               Si me hubiera dicho que lo conocía, habría empezado a decirle nombres. Jamás se me ocurriría el de Scott.
               Pero, si se me ocurriese, dejaría de decir “no”, sonriendo mientras se mordía el labio. Estuvo en mis manos enterarme, pero simplemente no estiré el brazo porque pensé que no había nada más allá del velo, así que, ¿por qué intentar descorrerlo?
               Nos despertamos pronto al día siguiente. Fuimos a la habitación de nuestros padres, a tirarnos encima de papá para felicitarle por su cumpleaños. 42 años, le dijimos. Papá disfrutó de nuestros besos hasta que le recordamos su edad. Entonces, nos echó de la habitación.
               Además, quería su premio por envejecer.
               Mamá y nosotros hacíamos equipo en el día en que papá se ponía más triste; odiaba envejecer, así que nosotros lo colmábamos de cariño nada más despertarse, y luego mamá se ocupaba de entretenerlo con un poco de sexo matutino.
               Astrid y Dan no sabían qué hacían nuestros padres, y todos los años protestaban porque veían más lógico que primero les hiciéramos el desayuno y luego fuéramos a despertarlos, pero Eleanor y yo nos hacíamos los locos. Los dos sabíamos que no siempre tenían tiempo para estar solos, y lo menos que podíamos hacer por papá era alejarnos lo máximo posible de ellos y hacer ruido para dejarles intimidad.
               Mamá le pasó un brazo por el pecho, le besó el hombro, empezó a subir, se quitó la camiseta con la que dormía, se dejó acariciar, besar y abrazar, sentándose encima de papá.
               -Feliz cumpleaños, Lou-sonrió, encima de él, moviéndose despacio.
               -Gracias, amor-replicó papá, embistiéndola, también despacio.
               Nuestros regalos se hicieron de rogar un día más; el que yo más ansiaba, un día y medio. Scott me envió un mensaje a las nueve de la noche. Era una foto de un cartel de la autopista. Estaba desviándose hacia la zona de Londres donde se asentaba nuestro barrio.
               Cogí la mochila que había dejado preparada ya por la mañana, me despedí de mi familia y atravesé las calles en silencio, con las manos en el bolsillo de mi abrigo. Saqué mi manojo de llaves, abrí la casa de los Malik, puse la calefacción, y comprobé que las plantas hubieran bebido el agua que les había echado el día anterior por la mañana.
               Me senté a esperar.
               De vez en cuando, Scott me mandaba un mensaje actualizando su localización. Pronto me dijo que estaba a unas pocas calles.
               Como había dejado encendida la luz del porche, enseguida me vio, y ni corto ni perezoso, cuando Sher metía el coche en el caminito del jardín, abrió la puerta, bajó de un brinco y echó a correr en mi dirección.
               Yo hice lo mismo: cualquiera diría que llevábamos dos milenios sin vernos, en lugar de una semana.
               Ignorando las reprimendas de Zayn y Sherezade (¡Scott! ¡QUE NO TE TIRES EN MARCHA DEL COCHE!), corrimos el uno hacia el otro, y nos fundimos en un abrazo que consiguió tranquilizar todos los poros de nuestra piel.
               Por fin volvíamos a estar juntos.
               Y él estaba bien.
               Y yo estaba bien.
               Y era un alivio comprobar eso.
               Le pasé una pierna por la cintura.
               -Tommy-me avisó en mi cuello, todavía pegado a mí-. No.
               Hice ademán de levantar la otra.
               -¡Tommy!-reprendió él-. ¡No!
               No le hice caso, di un saltito, le pasé la otra pierna por la cintura, y nos precipitamos hacia el suelo.
               Sherezade nos miró con disgusto.
               -No sois más tontos porque no podéis-suspiró, sacudiendo la cabeza y metiéndose en casa.
               Seguramente estuviéramos más a gusto en casa, más calentitos, en un suelo que no estuviese duro, con Scott sin aplastarme las piernas y yo sin asfixiarlo a él por negarme a soltarlo y permitirle respirar… pero, sinceramente, a los dos nos daba igual tener frío, o no respirar bien, o que nos doliera alguna parte del cuerpo porque la sangre era incapaz de llegar hasta ella.
               Porque estábamos juntos de nuevo, y eso sentaba tremendamente bien. Yo le daba calorcito y él me lo daba a mí.
               Nada podría hacernos daño siempre y cuando estuviéramos juntos.
               Cualquiera diría que éramos novios o algo por el estilo.
               Me incorporé un poco, para dejarle respirar, y nos miramos fijamente. Si fuéramos telépatas, aquella mirada habría bastado para intercambiar toda la información que habíamos adquirido durante esos días, hacernos con los recuerdos atesorados por el otro largamente.
               No lo éramos, y eso era lo mejor: contarnos lo que nos había pasado, vacilarnos mutuamente mientras lo hacíamos.
               Le pasé la mano por la cara, como asegurándome de que era real… y él hizo lo mismo, acercando los dedos a mis ojos.
               Estábamos haciendo lo mismo que habíamos hecho el día en que nos conocimos.
               Sólo que ahora, Sherezade no estaba para alejarlo de mí cuando me intentaba meter los dedos en los ojos.
               Siempre habíamos sentido ese impulso de toquetearnos cuando nos reencontrábamos, y para nosotros era tan natural y sencillo que ni se nos pasó por la cabeza que el resto de la gente no lo hiciera a su manera… hasta que un día Zayn suspiró, mirándonos mientras nos reconocíamos como si fuéramos ciegos y no tuviéramos otra forma de saber que estábamos efectivamente frente al otro, y soltó:
               -En el fondo no dejáis de ser esos bebés que se conocieron en el hospital-y había un cariño infinito cuando pronunció esa frase.
               Scott y yo nos habíamos detenido al unísono, y nos lo habíamos quedado mirando.
               -¿Qué?-dije yo por fin, y Zayn pasó a explicarnos lo que habíamos hecho la primera vez que nos vimos. Pusimos a nuestros padres a vuelta y media por no haberlo grabado (“no pensábamos que fuerais a hacer eso, de lo contrario, lo habríamos hecho”, se excusaban patéticamente), y seguimos haciéndolo.
               En parte, en honor a aquellos bebés que habían festejado reunirse de nuevo.
               Y en parte, porque lo necesitábamos. Porque me gustaba sentir que Scott estaba ahí, que no me lo estaba imaginando.
               Porque a Scott le entusiasmaba sentir que volvía a estar conmigo… aunque no me hubiese esperado durante 6 meses.
               Si tuviéramos que esperarnos 6 meses, nos volveríamos locos.
               -Scott-susurré, y él alzó las cejas-, eso que noto contra mi pierna, ¿es tu móvil, o es que te alegras de verme?
               Se echó a reír y me dio una palmada en el culo.
               -Es que te he echado mucho de menos. Aunque… te recordaba más guapo, la verdad.
               -¿Sí? Yo te recordaba más alto. Ahora que lo pienso, me estás decepcionando un poco.
               Estábamos completitos de nuevo. Y estábamos tremendamente bien otra vez.
               -Hueles bien. Joder, Tommy, ¿te has duchado para mí?-se burló-. Qué hermoso gesto.
               -Cómo lo sabes, picarón-ronroneé-. Habrá que ir afeitándose, ¿eh? Pinchas.
               -Nah-replicó, pasándose una mano por la barbilla y sonriendo-. Me queda bien esta barba, creo que voy a ir dejándola a su bola.
               -Pareces un imán.
               -¿Verdad que sí? Me dan ganas de ordenarte de que te postres ante mí, y te arrepientas de todo lo que has hecho, pecador. Nos reímos.
               Le pasé un dedo por el cuello, y se puso tenso. Se rió; le estaba haciendo cosquillas.
               -Déjame el cuello, Tommy, por tus muertos.
               -¿Por qué?-repliqué, inocente, siguiendo con mis caricias.  Me eché a reír.
               -Tommy, me cago en dios, no me toques el cuello, que ya sabes cómo me pongo.
               -¿Juguetón?-pregunté, sugerente. Scott sonrió.
               -Travieso-fue su respuesta, y nos echamos a reír.
               Le tendí la mano, se la dejé a unos centímetros de la cara. Él la miró, me dedicó su típica media sonrisa, la aceptó, y dejó que tirara de él para ayudarlo a levantarse… como había hecho él cuando yo aprendía a andar, y me caía de culo, interrumpiendo nuestras carreras por la casa.
               Sólo que ahora, nos levantamos con más estilo.
               -Quédate a dormir-me exigió, me ordenó, me sugirió, me suplicó. Le pasé la bolsa que Shasha había tirado a nuestro lado; no tenía pensado cargar con ella más tiempo.
               -Pregúntamelo-le pedí, y se quedó quieto a medio camino.
               -Como me digas lo del agua…
               -No te voy a decir lo del agua.
               -Te juro por dios que como me digas lo del agua.
               -Te prometo que no te voy a decir lo del agua, S.
               Suspiró.
               -¿Te quedas a dormir?
               -¡NO LO SÉ, SCOTT, EL AGUA MOJA!
               Me intentó soltar un bofetón, pero ya lo veía venir, y lo esquivé dando un paso atrás. Me cogió del cuello y me pasó la cabeza por debajo de su brazo.
               -¡Ésa es mi frase, hijo de puta, ¿cómo te atreves a decirla?! ¡Te prohíbo decirla, no eres digno de ella!
               -¿Te he dicho alguna vez que eres un puto dictador de la lengua?
               -Dime que me quieres-exigió para soltarme.
               -Eres un puto dictador de la lengua.
               -Que me digas que me quieres.
               -Te quiero como Bellatrix quería a Voldemort.
               -Oh, Tommy, qué bonito, ¿quieres que nos enrollemos?
               -Llevo años mandándote señales, ya era hora de que te fueras dando cuenta de cuáles eran mis verdaderas intenciones.
               Entramos en casa. Zayn estaba en la cocina, sacando cosas de la nevera para cenar.
               -¿Ya has comido, Tommy?-preguntó, y yo asentí. Eché una mano con la cena mientras los demás deshacían las maletas. Y luego me senté al lado de Scott, a quitarle patatas fritas y a ganarme amenazas con el tenedor, hasta que finalmente terminó y pudimos irnos a su habitación. Estaba agotado de tanto tiempo en coche, aguantando a sus hermanas.
               Se tiró en la cama, todavía con la ropa de calle, y colocó sus manos sobre el pecho, entrelazó los dedos, y cerró los ojos.
               -¿Vas a dormir así?-quise saber. Suspiró, preguntándose cómo podía tener un amigo tan gilipollas.
               -No, Tommy; estoy practicando para cuando me muera. Quiero ser un cadáver con estilo.
               -Hablando de cadáveres, ¿tienes planes para mañana?
               Abrió un ojo.
               -Tengo una orgía a las 3. Si quieres, puedo conseguirte una invitación. Sólo para mirar. Lo siento. Las plazas de participantes están cubiertas-puse los ojos en blanco-. Claro que no, T, ¿qué tienes pensado?
               -Hay que ir al piso de Layla.
               Abrió el otro ojo.
               -¿A qué?
               -Te lo digo cuando estemos allí.
               Sabía que me iba a montar un escándalo en cuanto se enterara de lo que teníamos que hacer, y no me venía muy bien que me lo montara en su casa porque, para empezar, su madre era abogada. No estaría muy a favor de lo que íbamos a hacer, por eso de que le habían enseñado a creer en las leyes, y todo eso.
               -Dímelo ahora.
               -A hacerle un favor a Layla-dije simplemente. Se echó a reír.
               -Yo sólo les hago un tipo de favores a las mujeres, y no creo que Layla necesite favores sexuales últimamente, ¿cierto?-clavó los ojos en mí.
               -Si yo te contara…-suspiré. En sus ojos brilló una chispa de suspicacia, pero no estaba al 100%, no podría mantener una conversación en condiciones, así que lo dejó estar. Sabía que se lo contaría cuando fuera necesario-. Me pido cuchara grande-solté.
               -La última vez que dormimos abrazaditos tú fuiste la cuchara grande.
               -¿Cómo puedes ser tan mentiroso, Scott?
               Se encogió de hombros.
               -Me vendría de familia… si estuviera mintiendo.
               -No lo fui.
               -Sí que lo fuiste.
               -No. Lo. Fui.
               -Sí. Que. Lo. Fuiste.
               Me miró, esperando algo que yo no iba a darle.
               -Cómeme la polla-opté por decirle.
               -Dime lo otro.
               -¿El qué?
               -Lo que me gusta que me digas.
               -Eres gilipollas.
               -No, lo otro que me gusta que me digas.
               -Eres gilipollas, Yasser.
               Se le borró la sonrisa de la cara.
               -¿Cómo cojones me has…?
               -Yasser-repetí yo, y se abalanzó sobre mí, almohada en mano, y empezó a golpearme con ella. Me dio de lo lindo, incluso me la pegó a la cara un par de segundos, como haciéndome ver que estaba más que dispuesto a asfixiarme.
               Luego, la apartó para mirarme. Se había sentado encima de mí, así que no podía moverme.
               -¿Cómo me llamo?
               -Yasser-le contesté, y me dio una bofetada y volvió a pegarme la almohada en la cara. Conté 20 latidos de corazón antes de que me la quitara otra vez.
               -¿Cómo me llamo?-insistió.
               -Scott-sonrió-… YasserMalik-añadí rápidamente, y volvió a pegarme la almohada a la cara. Le hice cosquillas estirando el brazo, y él me soltó, y yo pude respirar tranquilo.
               -Soy tu punto débil, S.
               -Me tienes hasta la polla.
               -Me adoras.
               -Vete a la mierda.
               -Me toca cucharita grande-sonreí.
               -Que te vayas a la mierda.
               Nos pusimos el pijama y nos metimos debajo de las sábanas. Abrimos las aldeas, firmamos una tregua, empezamos a recuperar nuestras alianzas, Scott echó una partida al Candy Crush mientras yo cuidaba de mi granja, y se acurrucó contra mí cuando se le terminó la vida. Yo estaba cosechado lechugas.
               Me dio un beso en el costado.
               -Cari-dijo-, nuestra relación se está enfriando. Ya no me miras como antes.
               -Cómeme la polla.
               -A eso me refiero. Ahora el sexo es vacío.
               Me eché a reír.
               -Eres tonto.
               -Ya no me quieres-se lamentó.
               -Porque eres tonto.
               -Dime lo que me gusta que me digas.
               -Ya…-empecé.
               -Di mi segundo nombre otra vez y te juro por mi madre que te tiro a la piscina y no te dejo sacar la cabeza en los próximos cuatro días.
               Lo miré.
               - bien-le concedí en español, como lo decía mi madre cuando alguien le llevaba la contraria demasiado tiempo y ella se cansaba de discutir “ale que sí, Tommy, bien”, y se marchaba a hacer sus cosas despotricando y refunfuñando. Scott se revolvió, ilusionado, como si tuviera 3 años y le acabaran de decir que iba a visitar Disney.
               Le encantaba esa frase, igual que a mí me encantaba decir inshallah. Eran nuestras frases favoritas en el idioma del otro.
               Le pasé las manos por el pelo.
               -¿Y estos mimos tan repentinos que te han dado, a qué se deben?
               Se encogió de hombros.
               -¿Quieres que te dé unos besitos por el cuello?
               -Hazme un chupetón, a ver si tienes cojones-me retó, riéndose. No soportaba que le hicieran eso; ya no lo había soportado ni cuando estaba con Ashley, y eso que a ella le encantaba hacérselos, como diciendo “eres mío, recuérdalo, eres mío incluso mientras me follo a otros tíos”.
               Tuve cojones, por cierto. Me tiré encima de él, le uní las manos con una y con la otra le hice girar la cabeza y empecé a mordisquearlo. Dio patadas, gritó, se revolvió, pero no fue capaz de quitarme de encima.
               No fue hasta que se calmó, admitiendo la derrota, cuando yo lo solté. Ya le había dejado una pequeña marca en el cuello, justo por debajo de la mandíbula. Me miró con odio.
               -A dormir, tesorito-dije, dándole un beso en la frente. Me soltó una bofetada.
               -Te vas a cagar, ya verás.
               -Me adoras-repetí yo, y me acurruqué contra él, que se dio la vuelta y me dio un culazo, intentando tirarme de la cama, pero me aferré a él, que finalmente se dio por vencido. Suspiró, clavando la mirada en la pared.
               -Tommy.
               -Scott.
               -Tengo un montón de cosas que contarte.
               -Yo también.
               -Mañana hablamos, ¿eh?
               -Sí.
               Lo escuché quedarse dormido. Llevaba siendo noche cerrada un buen rato, y yo también me rendí al sueño.
               En cuanto Scott me escuchó respirar suavemente, se volvió despacio, clavó la mirada en mí, sonrió con malicia, me empujó de la cama, me tiró al suelo, y me dio con la almohada en toda la cara.
               -¿¡Qué haces, subnormal!?-chillé, aunque era de noche, sus hermanas ya estaban durmiendo, y yo no querría despertarlas bajo ningún concepto.
               -Por el chupetón-dijo simplemente; supongo que la venganza se servía fría.
               Escalé de nuevo hasta la cama y me tendí al lado de él. Hizo ademán de pasarme el brazo por la cintura.
               -No-le dije. Alzó las cejas.
               -¿En casa de quién estamos?
               -Estoy enfadado contigo.
               -Qué lástima. De todas formas, tienes que hacer lo que yo diga, que para algo soy el mayor.
               -Yo siempre fui el listo.
               -Tal vez-consintió.
               Cerré los ojos, dejé escapar un bufido y mi mente echó a volar, navegando a la deriva por la inmensidad del espacio.
               -Tommy-susurró Scott.
               -Mm.
               -¿Layla está mejor?
               Abrí un ojo y lo miré. Se mordía el labio, preocupado.
               -Sí-susurré.
               -Eso está bien-comentó, y me cogió el brazo y me lo pasó por los hombros, y frunció el ceño cuando yo sonreí-. No te acostumbres a ganar.
               -17 años tarde-le dije.
               Y nos quedamos dormidos, el uno junto al otro, ahuyentándonos las pesadillas mutuamente como llevábamos haciendo tanto tiempo: 17 años.
Se quedó mirando el edificio en el que había vivido Layla con aquel cabrón desde que los dos se mudaron a Londres, pensativo. Se mordió el labio, y se pasó una mano por la mandíbula, ya libre de cualquier rastro de barba. Le había tocado demasiado los huevos con esa sombra como para que la mantuviera. Era mejor quitársela y no aguantarme.
               La verdad es que estaba guapo; le quedaba bien.
               Y se parecía muchísimo a Zayn con ella.
               Puede que, en parte, fuera por eso por lo que se decidió a quitársela.
               No le había dicho a qué habíamos venido a casa de Layla; bien podría ser a recoger algo que a ella se le hubiera olvidado, pero sospechaba que no era para algo así.
               Yo lo necesitaba. Y él sabía que del éxito de la misión dependía que estuviéramos juntos.
               Me imaginé que ya se le había formado una idea en la cabeza cuando insistí en no usar los bonos de transporte, sacar un billete de bus, bajarnos en el centro (pasada ya la parada de casa de Layla), sacar un billete de metro para Camden, y bajarnos en una estación desierta, en la que no había más que la línea en la que nos habíamos bajado…
               … ni cámaras de seguridad.
               Me siguió sin rechistar por las calles. Al principio, yo quería usar el gps para orientarme, pero Scott decidió darle al coco y acercarse a una oficina de turismo, cerrar muchísimo su acento pakistaní, y pedir un plano.
               Éramos dioses cuando estábamos juntos.
               Por fin, nos habíamos plantado frente al edificio de Layla. Era casi la hora de comer: los comercios estaban cerrados, y en la calle reinaba un silencio inquietante, hostigado tanto por las fiestas, que propiciaban la ausencia de los estudiantes que colmaban las habitaciones de los edificios colindantes, y el frío que hacía en la calle.
               Scott me miró un segundo. Me saqué las llaves de casa de Layla del bolsillo, y le devolví la mirada.
               -Puedes irte cuando quieras, S-le dije-. Pero no puedes decirle a nadie lo que vamos a hacer aquí.
               Frunció ligerísimamente el ceño.
               -¿Cuándo te he dejado solo, T? Creía que estábamos juntos en esto, igual que lo estamos en todo.
               Sonreí, cansado, y metí las llaves del portal en la puerta de madera, cristal y hierro por la que se accedía al edificio. Nos subimos en el ascensor, con un silencio sepulcral instaurado entre nosotros. Nos detuvimos en los últimos pisos.
               Me desanudé la bandana blanca de la muñeca; era la misma que había llevado Eleanor en el pelo la primera vez que salió con Scott. Él ni siquiera la miró dos veces, aunque sabía de sobra de qué la recordaba: de haberla visto alrededor de la cabeza de mi hermana, mientras ella permanecía sentada a horcajadas sobre él, preguntando si le apetecía echar un polvo en el cine.
               Scott miró en todas direcciones mientras yo metía la llave en la cerradura, giraba el pomo de la puerta y nos metíamos dentro.
               La casa estaba helada.
               Helada y… en silencio.
               Terriblemente silenciosa.
               Había un ligero olor que nos escalaba por las fosas nasales.
               Nos pasamos los pañuelos por la cara, los anudamos en la nuca y nos aseguramos de tener tapadas tanto la nariz como la boca. Scott y yo volvimos a mirarnos.
               -Lo que te dije en la calle… sigue en pie.
               -También lo que te dije yo-replicó. Le di una palmada en el hombro y me adentré en la casa, en dirección a la habitación. Era como si el instinto me dijera adónde debía dirigirme.
               La puerta del dormitorio que Layla había compartido con su novio y violador estaba entreabierta. La empujé lentamente. Scott estaba tenso detrás de mí; se había dado cuenta de que no llevábamos nada con que defendernos, ¿qué pasaría si nos sorprendía? ¿Y si Chris nos esperaba?
               Bueno, si Chris nos esperaba, yo no me quedaría para pelear contra él. No soy de los que se quedarían a luchar en un apocalipsis zombie. Correría como alma que lleva el diablo a la cueva más secreta y lejana que pudiera encontrar.
               Lo que está muerto no puede morir, me recordé. Habíamos visto un capítulo de Juego de Tronos esa misma mañana, antes de salir de casa. Había aguardado con impaciencia a que los marineros finalmente dijeran tal frase.
               Me había tranquilizado un poco, hasta que dijeron la segunda parte de la plegaria a su dios muerto.
               … sino que se alza, más fuerte.
               De puta madre; lo último que necesitábamos era que Chris se alzase, más fuerte.
               Di un paso vacilante, entrando en la habitación. La ventana estaba abierta. A sus pies, había un pequeño montón de nieve, la nieve que se había ido acumulando porque nadie se había molestado en cerrar las ventanas de la casa cuando salió corriendo de allí.
               Olvidándome a qué habíamos ido, me acerqué a la ventana, como hipnotizado. Había unos ligeros tintes rojizos en el borde inferior del cristal.
               Mi cerebro empezó a trabajar a toda velocidad.
               Era sangre.
               Sangre de Layla.
               Sangre de Layla cuando se sentó en la ventana, armándose de valor para tirarse por fin…
               … sangre, las últimas gotas que había planeado derramar en este mundo…
               … hasta que yo la llamé.
               La cabeza me daba vueltas. Layla podría estar muerta en ese instante. Y si no lo estaba, era por mí.
               Y yo me acostaba con ella y pensaba en Diana y me acostaba con Diana y pensaba en ella, y les decía a una y otra que las quería indistintamente, y las echaba de menos a las dos, porque era un cobarde y un desgraciado y…
               -Tommy-susurró Scott, mirándome. Me volví hacia él.
               Me quedé clavado en el sitio. La cama estaba deshecha. Había gotas de sangre en el centro. Sabía de dónde procedían: no era de los muslos de Layla; no las había visto como vi los limpios cortes de su piel. Procedía de entre los muslos de Layla.
               De las heridas que le había hecho ese hijo de puta en la vagina cuando volvió a violarla.
               Entonces, me fijé en el pie que sobresalía por debajo de la cama, en el hueco entre uno de sus bordes, y la cómoda.
               Scott siguió mi mirada.
               Y dio un paso atrás.
               Iba a marcharse, lo sabía.
               Pero yo ya no lo necesitaba, podía ocuparme de ello yo solo… porque sentía en la habitación el sufrimiento de Layla, escuchaba sus gritos, veía cómo cerraba los ojos, intentando pensar en otra cosa, sin saber que había pensado en mí y que eso la había relajado una milésima de segundo, hasta darse cuenta de que yo nunca, jamás, disfrutaría follándomela fuerte, hasta el punto de hacerle daño, porque no estaba en mi naturaleza.
               Chris había tenido una muerte limpia. Y no se merecía algo así. Se merecía sufrir. Me apetecía destrozar su cadáver, reducirlo a cenizas con mis propias manos, abrirlo en canal y jugar con sus entrañas.
               Me eché a temblar, apretando los puños.
               Estaba desnudo de cintura para abajo, y había aterrizado boca abajo. Tenía la camiseta puesta aún. Los ojos miraban sin ver al borde de la cómoda, lo que lo había matado.
               Me estremecí. Seguro que todavía estaba empalmado.
               -Dime que no has hecho esto tú, Tommy-me pidió Scott, mirando al cuerpo también-. Estoy asqueado y orgulloso a partes iguales.
               -Ha sido Layla-repliqué, mirándolo. Se me hacía más fácil estar en la habitación con el cuerpo si miraba a Scott, si me centraba en él y no en los pensamientos destructivos que se adueñaban de mi mente.
               -Oh, mi niña preciosa-sonrió Scott-, soy un padre orgulloso.
               -Mientras la violaba-terminé yo, y Scott suspiró, y toda alegría venida por la capacidad de Layla para solucionar sus problemas se evaporó.
               -Y aquí vuelve el asco.
               Me acerqué a él. Contemplamos el cadáver como hipnotizados. Scott permanecía tranquilo; la procesión iba por dentro cuando estábamos los dos juntos. Sólo uno de los dos se dejaba arrastrar por las emociones, y me tocaba hacerlo a mí.
               Él supo que yo estaba enamorado de Layla antes incluso de que yo me diera cuenta de ello. Entendía que ése era mi terreno y que, por mucho que hubiera sido en su casa donde se descubrió el pastel, sería mejor que me ocupara yo.
               -Ya sé lo que vamos a hacer aquí-me dijo-. Nos encargamos de la mierda de los demás. Como Olivia Pope.
               Recordé a Layla mirándome y preguntando por qué quería encargarme de lo de Chris.
               -¿Has visto Scandal?-le pregunté, y asintió con la cabeza-. Bien. Yo seré tu Olivia Pope.
               -La diferencia es que yo me la tiraría, pero a ti ni con un palo, hermano-sonreí pesadamente.
               -Sabía que tenías un tipo.
               -¿Las de piel oscura?-inquirí, porque no me había sentido atraído jamás por una chica así. Scott, sí, pero yo no.
               -Exóticas-dijo solamente-. Y destrozavidas.
               Volvimos a mirar el cuerpo tendido a nuestros pies.
               -¿Por dónde… deberíamos empezar?
               Se giró y me miró.
               -Tommy, tenemos 17 años, no sé de qué puta mafia te crees que hemos salido-espetó-, pero si nuestra vida fuera una de esas historias que escribían las fans de nuestros padres, sería de las que hacen que persigan a la autora por medio mundo por las polladas que escribe.
               -No somos personajes de una puta fanfic, Scott-gruñí.
               -¿Cómo lo sabes?-atacó, entrecerrando los ojos.
               -Porque, de serlo, viviríamos rodeados de Gammys-empecé.
               -Yo vivo rodeado de Grammys-rebatió.
               -… y de tías en bolas, y no iríamos al instituto… ni estaríamos tan jodidos. Nadie quiere hacérselo pasar mal a un ídolo.
               -Mm-concedió, pero no estaba convencido aún.
               -Además-añadí-, tus padres no estaban casados cuando te tuvieron. Viniste de penalti.  Eso es muy poco… de fanfic. Suelen ser románticas. Ñoñas. Vomitivas, diría yo.
               -Podría tenerle tirria a mi padre por Perrie, o por la banda. Y podría ser su personaje más odiado.
               -Tu padre está enamorado de tu madre… diría que hasta más que el mío de la mía. De todas formas, ¿si esto fuera una fanfic, tu padre tendría a su ex tatuada tan ricamente en el brazo? ¿No debería… no sé, desaparecerle el tatuaje, o no habérselo hecho, y ya está?
               Me miró un momento, largamente.
               -Ahora entiendo por qué eres el listo de los dos.
               -Y…-anuncié-. El pan se sigue poniendo duro al día siguiente de comprarlo. ¿No crees que debería solucionarse eso en una historia? Alguien lo resolvería mágicamente en una fanfic. Si yo tuviera una fanfic, el pan no se pondría duro. Aguantaría muchísimo tiempo en perfecto estado. Porque es lo mejor del mundo.
               -Tienes razón-susurró, y clavamos de nuevo la vista en el cuerpo.
               -Pero ahora, en serio, ¿por dónde crees que deberíamos empezar?
               -¡No lo sé, Tommy!-ladró, pasándose una mano por el pelo-. ¡Estoy pensando! Sinceramente, el capo de mi mafia no me ha iniciado aún en el arte de librarme de cadáveres. Tendremos que ser imaginativos con esto.
               -No podemos dejar rastro ni de que hemos estado aquí, ni de que Layla fue la que le hizo esto.
               Chasqueó la lengua.
               -Vamos a tener que comérnoslo-dijo por fin, y yo lo miré largamente-. ¿Qué?
               -Se acabó ver CSI para ti, Scott.
               -Está bien, tío listo, ¿qué sugieres, eh? Porque, de momento, he sido yo el que ha venido aquí con los ojos vendados, pero soy yo el único que aporta ideas.
               -Deberíamos descuartizarlo-espeté. Puso los ojos en blanco.
               -Claro, genio, porque tenemos sierras a mano, o hachas, o lo que sea, y muchas bolsas de basura, y un montón de bolsas iguales, herméticamente cerradas, sin ninguna abertura de comida ni nada por el estilo, con un contenido uniforme en cuanto a dureza no llamaría la atención.
               -Podríamos… no sé, meterlo en el maletero de un coche y luego abandonar el coche por ahí… o tirarlo al mar o a algún sitio. Al Támesis.
               -El Támesis está muy vigilado.
               -Pues no sé, vamos hasta…
               -¡Que no vamos a descuartizarlo, Tommy, joder!
               -Dame una puta buena razón para no hacerlo, Scott, porque es lo más fácil que podemos hacer-espeté.
               -Es probable que nos manchásemos. Y te queda de puta madre esa camiseta, hermano.
               -Gracias, S.
               -Y yo no te ayudaría-añadió, altanero-. Y nos moriríamos del asco. Puede que no pudiéramos volver a comer carne. Y a mí me encanta la carne-suspiró.
               -Ah, de puta madre, gracias por ese apoyo moral.
               Nos quedamos un momento pensando.
               -No creo que nos convenga descuartizarlo y tirarlo por ahí. Lo mejor para su familia será que sepan directamente que está muerto.
               -Me la suda su familia-espeté.
               -Digo yo que tendrá madre y, sinceramente, por muy hijo de puta que fuera, no creo que su madre se merezca estar sufriendo porque no sabe qué fue de su hijo. Si yo fuera como él-comentó, pensativo, mirándolo-, no querría que mi madre se pasara la vida preguntándose qué me sucedió, si estoy vivo, si estoy muerto, si desaparecí por propia voluntad o… si me secuestraron. ¿Entiendes?
               Me lo quedé mirando.
               -Necesitamos fuego-solté por fin, y él me miró.
               -¿Se te ocurre algo?
               -Una… una explosión. Sí. Joder, podría funcionar, S. No hay nadie en el edificio, si la casa explota y arde, se borrarán las huellas de Layla, y si el fuego se propaga lo bastante rápido antes de que lleguen a apagarlo, podrían… él podría arder. Y no se sabría de qué murió.
               Scott sonrió, era una sonrisa siniestra.
               -Ahora nos vamos entendiendo. ¿Tendrán la cocina de gas?
               La fortuna nos sonrió.
               Tanto la calefacción como la cocina iban exclusivamente por gas. El gasto de electricidad en aquella casa era nulo. Nos sentamos en la cocina, pensando en cómo lo haríamos.
               -Deberíamos preparar comida-dijo por fin Scott, mordisqueándose el pulgar-. Podría… no sé, haber estado haciendo algo, sentirse mareado, se fue a tumbar un rato a la habitación, y se desmayó, y se dejó el gas encendido, y esto acabó explotando.
               -Las cosas no explotan así porque sí.
               Scott miró en todas direcciones, hasta encontrar algo interesante. Seguí la dirección de su mirada.
               -¿Layla te dijo si fumaba?
               -Layla no fuma, así que el cenicero sólo puede ser por él.
               -De puta madre, T, ya tenemos una coartada. Mal momento para dejar de fumar-susurró-. Quizá deberíamos empezar con el crack.
               -¿Propósito de Año Nuevo?-sugerí-. Engancharnos al crack, y luego quitarnos.
               -Joder, ¡sí! Tam tiene mierda de la buena-comentó, levantándose.
               -¿Adónde vas?-espeté-.Ni se te ocurra dejarme solo con él.
               -¿Por qué? ¿Te aburre que no te pueda dar conversación?
               -¿Adónde vas?-insistí.
               -A por tabaco, coño-bufó. Le tiré una cajetilla que llevaba guardada en el bolsillo interior. También yo había vuelto a fumar a pesar de que habíamos dicho que no lo haríamos más.
               -Eres un dios-alabó Scott, recogiendo la cajetilla y abriéndola-. Pero queda poco.
               -Luego vamos a por más.
               -Tommy-advirtió.
               -Scott-corté-. Los dos sabemos que si sales ahora por esa puerta, no vas a tener cojones a volver a entrar, por mucho que yo esté aquí esperándote-ataqué.
               Dio un puñetazo en la mesa y se inclinó hacia mí.
               -Reza por que me dé cáncer con metástasis, y me ataque el puto cerebro, y me quede paralítico, para que te pueda demostrar que no te dejaré solo ni aunque seas el que su aleje, T. Joder, me arrastraría sobre mi puñetera barbilla si hiciera falta.
               Nos miramos en silencio… y empezamos a sonreír.
               -Algún día reconoceremos que somos gays, y que estamos enamorados el uno del otro.
               -Como Diana ya tiene poca gente con quien compartirte-se burló, y puede que fuera un poco por Megan, o puede que ya intuyera lo que tenía que contarle de Layla.
               -¡Scott!-protesté, riéndome.
               -Soy un tío celoso. Vas a ser mío, sólo mío-continuó-. Que conste en acta.
               Eso era lo mejor de Scott, que podía contar con él cuando no podía hacerlo con nadie más. Donde otros se pondrían a gritar, y sacudir la cabeza, e increparme por meterlos en la mierda hasta el cuello, él simplemente cogía una pala, me miraba y espetaba: “Mueve ese culo gordo que tienes de Tomlinson, hay que cavar una zanja”.
               Era mi puto héroe, joder.
               La nevera estaba abierta, en el suelo había trozos de un bote de cristal, pegajosos por un líquido que se había solidificado o evaporado a partes iguales. Revolvimos por la casa con cuidado, intentando dejarlo todo como estaba, buscando cosas que se inflamaran bien.
               Cuando todo estaba listo, acerqué el mechero al cigarrillo. Scott me cogió del brazo.
               -No le digas a tu hermana lo que estamos a punto de hacer.
               Me lo quedé mirando.
               -¿Qué cojones le importa a mi hermana…?
               -No. Le. Cuentes. Nada. A. Tu. Hermana. De. Esto-exigió. Suspiré.
               -Vale, no le contaré nada a tu novia-bufé, y Scott sonrió brevemente, como diciendo “si yo te contara hasta qué punto es mi novia”. Me tendió el meñique-. ¿Va en serio, Scott? Vamos a quemar esta casa, ¿y tú quieres hacer promesas de meñique?
               -Dame el meñique y calla.
               Le tendí el meñique, lo enredé con el suyo.
               -Promesa de meñique-dijimos los dos a la vez, agitando las manos-, el que la incumpla, que muera.
               Ya estaba más tranquilo, se metió las manos en el bolsillo… pero me volvió a detener justo cuando iba a encender el cigarro.
               -Espera, necesitamos un plan de huida. ¿Por dónde vamos a salir?
               -Por la escalera de incendios-informé, señalando la terraza por la que las chicas habían sacado a Chris, amenazando con tirarlo abajo.
               -¿Y si alguien nos ve?-preguntó, frunciendo el ceño-. Eso parece muy sospechoso.
               -Hay una puta en el edificio, puede que nos sintiéramos avergonzados de requerir sus servicios.
               Me miró de soslayo.
               -¿Qué? La puta es profesional. Puta de carrera, vamos.
               -Ya lo he pillado.
               -Podríamos venir a verla a ella, y…
               -¿Tengo yo cara de necesitar ir de putas para echar un polvo, Thomas?-ladró-. No hay tribunal que se trague eso.
               -Podrías estar atravesando una mala racha-me encogí de hombros.
               -Vamos por la normal-sentenció.
               -Vamos por la de incendios-discutí.
               -Soy el mayor-me recordó, como si haber nacido antes que yo le diera alguna especie de autoridad por encima de mí.
               -Soy el listo-discutí, y empezamos a chillarnos el uno al otro hasta que nos dimos cuenta de que así no llegaríamos a ninguna parte.
               -Resolvamos esto como hombres-finalicé, dejando el mechero y el cigarro encima de la mesa. Scott entrecerró los ojos.
               -¿Aquí, Tommy?
               -Aquí, Scott-me arremangué la sudadera-. ¿O dónde quieres hacerlo, si no? ¿Abajo?
               -Podríamos bajar y decidirlo abajo, sí-replicó, pero yo me quedé quieto. Me miró un momento, tenso, luego asintió con la cabeza, mordiéndose el piercing, se arremangó la sudadera.
               Abrimos las piernas, nos miramos a los ojos, escondimos las manos detrás de la espalda.
               -¿Como siempre?
               -Como siempre.
               -Bien.
               Cogimos aire.
               -Piedra, papel, tijeras-canturreamos a la vez, sacando las manos a la velocidad de la luz.
               Scott solía salir con piedra, así que sería un suicidio sacar tijeras; pero él sabía que yo sabía con qué solía salir, así que sacaba tijeras para contrarrestar el papel con el que yo contrarrestaría su piedra…
               … y él sabía que yo solía salir con papel, así que sería una tontería sacar piedra, porque lo machacaría en el momento…
               Nos conocíamos demasiado bien como para llegar a ser predecibles, porque nos veíamos venir de lejos el uno al otro, y teníamos que esquivarnos en el último segundo.
               Me quedé mirando nuestras manos.
               Scott había sacado papel.
               Y yo, tijeras.
               -Mierda-gruñó.
               -¡Tomaaaaaaaaaa! ¡Te la comes doblada, chaval!
               -Al mejor de tres-gruñó, dándome un manotazo en la mano. Yo hice como si fuera una pistola y soplé el cañón supuestamente humeante.
               Scott volvió a sacar papel. Yo saqué papel también.
               Scott sacó tijeras.
               Yo saqué piedra.
               -¡Me cago en mi vida!-ladró mi amigo-. ¡Tramposo de mierda!-acusó.
               -Si ganas ésta, te invito a una cerveza.
               También la perdió, cortesía de unas preciosas tijeras mías.
               -Me cago en mi madre-gruñó, mirándose la mano, como si la tuviera estropeada o algo.
               -¡Escalera de incendioooooooooooos!-canturreé.
               Encendimos el cigarro, y preparamos la cocina; cogimos un par de huevos y los pusimos en una sartén, con el fuego a tope. Scott y yo dimos una calada cada uno del cigarro con una servilleta puesta entre nuestros labios y el filtro (nunca se sabía), y nos disponíamos a marcharnos cuando él se detuvo a medio camino.
               -Un segundo-dijo, se dio la vuelta y se adentró en la casa.
               -¿Adónde coño vas?
               -A potar, Tommy, ¿quieres venir?-gruñó. Se metió en el baño, yo lo esperé fuera; sabía que, si escuchaba sus arcadas, me darían a mí también. Me aseguré la correa de la mochila en la que habíamos metido las cosas que Layla se había dejado en la casa, después de rastrearla a conciencia, y esperé.
               Scott volvió a entrar en mi campo de visión e hizo un gesto en dirección al exterior.
               -¿Podemos proceder?-inquirí.
               -Si a su alteza le parece, podemos proceder-hizo una profunda reverencia y me siguió al interior.
               A ninguno de los dos nos dio la cabeza para cerrar la ventana de la habitación en la que pronto ardería Chris y recoger la nieve, porque ni siquiera le dimos importancia.
               No nos sentimos seguros hasta que no estuvimos a varias manzanas del edificio, observándolo con atención.
               Vimos las llamas de la cocina brillar por la ventana, y nos dimos la vuelta…
               … y no nos giramos cuando sonó la explosión. Scott lo intentó.
               -Quieto-le dije-. Siempre he querido hacer esto, ¿sabes?
               -¿Darle la espalda a una explosión? Eres un poco simple, T.
               -Es muy de película de acción.
               -Tienes razón, aunque nos faltan las gafas de sol.
               -La siguiente vez lo haremos mejor.
               Nos volvimos y miramos las llamas que ya consumían toda la casa (gracias, botes de colonia del baño) y lamían el exterior del piso superior, fascinados. Nosotros habíamos hecho esa obra de arte. Layla estaba a salvo. Nadie podría vincularla con lo que había reposado allí hasta momentos antes.
               Dimos el aviso a los bomberos desde una cabina cercana. Me tocó a mí anunciar, con acento italiano (si lo hacía con español, se nos podía caer el pelo) lo que estábamos viendo. Colgué cuando me dijeron que acababan de recibir un aviso.
               Continuamos observando entre dos callejones hasta que escuchamos unas sirenas. Scott miraba las llamas con fascinación no contenida.
               -¿Te apetece comer algo?-inquirí. Me estaba dando el hambre de la ansiedad que conocía bien.
               Scott clavó los ojos en mí, preguntándome cómo podía ser amigo de alguien como yo. Estábamos en uno de esos momentos en que no nos soportábamos el uno al otro.
               -¿Qué? Los gladiadores con traje al servicio de Olivia Pope también sienten hambre.
               -Acabamos de deshacernos de un cadáver-me recordó, como si se me fuera a olvidar, o algo.
               -Dilo más algo, me cago en la puta, creo que en Angola no te han oído.
               Eché a andar en dirección a la boca de metro por la que habíamos entrado. Tendríamos que salir en otra estación, y que pareciera que en Camden las cámaras de seguridad no habían funcionado correctamente. Quizá pudiéramos ir a Oxford Street.
               Me volví. Scott seguía con los ojos clavados en las llamas.
               -Scott.
               Consiguió deshacerse del hechizo.
               -¿Vamos a comer?
               Echó un último vistazo a la Casa de los Horrores particular de Layla.
               -La verdad es que me vendrían bien unas patatas fritas.

50 comentarios:

  1. Sin duda me ha encantada el capítulo es una de los que más me he reído a pesar de la tensión de deshacerse de un cadáver, pero cuando Tommy salta a Sacott después de una semana sin verse, o cuando empieza a rayarse por lo del piedra, papel tijera JAJAJAJAJAJAJAJAJ pero sin duda lo que más se lleva la palma es lo de "No somos personajes de una fanfic" JAJAJAJAJAJAJAJAJ Dios mío eri, no sé como haces este tipo de magia.
    PD: me he muerto del amor con la acampada de hermanas, he querido comerles la cara a besos a todos.
    Sigue escribiendo así de bien. Se me va a hacer eterno esperar al siguiente cap.
    Big love <3

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    1. Me parecía mucha sobrada al principio meter el "no somos personajes de una fanfic" pero luego pensé "bueno, les quiero, no me voy a reír de ellos a mala idea" y BUM ahí que lo metí, JAJAJAJAJAJAJAJAJA
      Me alegro muchísimo de que te haya gustado Cell, ay, es que son tan hermosos, se protegen y se quieren TANTO ♥
      Espero poder subírtelo pronto, aunque todavía ni lo he empezado. La espera va a merecer la pena, eso sí; hay un montón de momentos Scommy que no os vais a querer perder

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  2. PD3: no sé porque cuando tengo que poner "o" pongo " a" el tinte no me da para más ,hija, lo siento.

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  3. JODER QUE PUTO Y MARAVILLOSO CAPITULO!
    Nadie en este planeta se imagina lo mucho que estaba deseando que Scommy se volvieran a encontrar y solo tu podías hacer que ese reencuentro fuera tan jodidamente épico!Desde estar toqueteándose la cara hasta que Scott tira a Tommy de la cama por el chupetón, pasando por el momento Yasser que he muerto de risa. SON LO PUTO MEJOR DE ESTA NOVELA Y QUE NADIE ME TOQUE EN ESTE MOMENTO!!
    La tensión vivida cuando encuentran el cuerpo y empiezan a deshacerse de él creo que me ha destrozado un ligamento o algo porque no es ni medio normal.

    pd: mención especial al momento de los Tomlinson en el cine demostrando lo bien educados que los tienes!

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    1. AY ARI NO VEAS LO QUE ME ALEGRO DE QUE TE GUSTEN ES QUE TE COMO EL ROSTRO.
      Me daba cosita que no fuera lo bastante épico, la verdad, ellos son tan geniales, las relaciones en sí de los personajes son tan complicadas, que muchas veces me da miedo no estar a la altura de las circunstancias, menos mal que tú me miras con buenos ojos ♥
      Y sí, estoy totalmente de acuerdo, SCOTT Y TOMMY SON LO MEJOR DE ESTA NOVELA Y NO HAY MÁS QUE HABLAR.
      Por favor apreciemos el momento en que Scott le dice a Tommy que ni estando parapléjico va a dejarlo solo ni va a hacer lo posible por ayudarle, tiene un corazón de oro, me duele todo.
      PD: hombre, es que si no los adoctrino en el arte de idolatrar a Marisa Streep, pues tela.

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    1. Simple y directo, no tengo más que objetar

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    2. Pd: gracias por evitar que a mi pobre chiquilla (aka Layla) le pase nada

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    3. Pd2 se me olvidaba el te amo

      TE AMO ERIKA ❤

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    4. Yo tampoco objeto nada, podemos proceder.

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    5. pd: ¿te parece en serio que he evitado que a Layla le pase algo? Si yo soy la razón de todo lo que le ha sucedido.
      De todas formas, de nada ♥

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    6. PD2: yo también te amo❤ y amo el corazoncito que me pones, más rechoncho y hermoso que el que me sale con lo de alt+3, es adorable ❤

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  5. PERO ESTO QUÉ ES? MADRE MÍA TÍA VIVO POR Y PARA ESTA HISTORIA, SI TOMMY Y SCOTT SE QUIEREN MÁS SE REVIENTAN, SCOMMY ES LA VERDADERA OTP DE ESTA NOVELA!!!!

    Y después del pequeño momento de histeria, ahora en serio, ha sido uno de los capítulos que más me han gustado de todo lo que llevo leído, me he estado descojonando todo el capítulo y la parte final ha sido increíble, en serio, soy fan tuya.

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    1. YO SÍ QUE VIVO PARA ESTA HISTORIA CRÉEME ME DESPIERTO PENSANDO EN ELLA ME ACUESTO PENSANDO EN ELLA COMO PENSANDO EN ELLA, NO SÉ QUÉ VA A SER DE MÍ CUANDO LA TERMINE DE VERDAD.
      Y sí, estoy totalmente de acuerdo, ni Lommy ni Tiana ni Sceleanor ni pollas, Scommy otp de la vida, no tengo nada más que decir; coincido al 100% con tu momento de histeria.

      Me alegro muchísimo de que sea de tus preferidos; yo con Moonlight ya he encontrado al que me ha robado el corazón, aunque a todos les tengo un cariño especial, y con éste no iba a ser menos ❤

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  6. DIOS MIO. SCOMMY ES LO PUTO MEJOR DE ESTE UNIVERSO. DE VERDAD DE LA BUENA.

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  7. TOMMY Y SCOTT SE QUIEREN TANTÍSIMO QUE EN SERIO, QUIERO LLORAR PORQUE DENTRO DE UNOS CAPÍTULOS CUANDO SEA LA PELEA VOY A SUFRIR COMO UNA MALDITA PERRA

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    1. ES QUE POR FAVOR SON ANIMALES TAN HERMOSOS DE VERDAD NO CONCIBEN SU VIDA EL UNO SIN EL OTRO, TOMMY LITERALMENTE NO PUEDE VIVIR SIN ÉL, SCOTT NO RECUERDA CUANDO VIVIÓ SIN ÉL Y TAMPOCO ES QUE TENGA GANAS DE HACERLO ES QUE!!!!!!!!!! NECESITO URGENTEMENTE QUE SE CASEN

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  8. SÓLO SCOTT Y TOMMY PODRÍAN PONERSE A JUGAR A PIEDRS PAPEL Y TIJERA CUANDO TIENEN UN MUERTO AL LADO SI ES QUE DE VERDAD

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  9. "-¿Tengo yo cara de necesitar ir de putas para echar un polvo, Thomas?-ladró-. No hay tribunal que se trague eso." ME MEO TIO, ES TAN CREÍDO. LA MADRE QUE LO PARIÓ

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    1. Es un chulo por favor, me lo quiero comer, los bizcochos chulos son los peores

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  10. Y SI TE DIGO QUE HE LLORADO CUANDO SE HAN REENCONTRADO AY

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  11. HABLEMOS DE LA ACAMPADA DE HERMANOS DE LOS TOMLINSON. EN SERIO, AHORA ESTOY EN UN PUNTO DE LA NOVELA EN LA QUE NO SE SI QUIER9 MÁS A TOMMY O A SCOTT. SON LOS DOS TAN INCREIBLED QUE PRFFFFFDF

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    1. MENOS MAL!!!!!!!!! Mira de verdad yo a d o r o a Scott, creo que se nota que de los chicos es mi favorito (en el fondo, los Malik son mis favoritos, o sea, mira a Sabrae, mira a Scott, como para que no lo sean) y últimamente me sentía un poco mal porque él ganaba por goleada en las encuestas, y no sé, Tommy también es una DELICIA de persona, de verdad, es un cacho pan, se merece todo lo bueno de este mundo, y tenía que demostrarlo de alguna manera: quiere a sus hermanos pequeños igual que Scott, hará lo que sea por defenderlos, es fiel y leal hasta decir basta y :( en fin, que Tommy es tan merecedor de nuestro cariño como Scott, y necesitaba dejarlo claro para que lo apreciemos todo lo que se merece

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  12. "no te dejaré solo ni aunque seas tú el que su aleje, T." ME HA EXPLOTADO UN RIÑÓN. ASÍ, SIN MÁS. SON LO MEJOR DE ESTA NOVELA. EN SERIO

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  13. "Le pasé la mano por la cara, como asegurándome de que era real…"
    Una vez leí que cuando encuentras a tu alma gemela constantemente sientes la necesidad de asegurarte que es real porque crees imposible que con tanta gente en el mundo tu hayas conseguido encontrarla.

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    1. DIOS MÍO, te juro que como eso sea verdad yo me tiro por la ventana. Estoy construyendo esta novela más bien, y sin darme cuenta... el otro día me metí a mirar la compatibilidad de Tauro y Libra, y decía básicamente que eran los signos más compatibles del zodiaco y que se complementaban, que Libra pensaba y Tauro ejecutaba, que Libra era ambicioso en un primer momento pero luego era Tauro el que siempre quería mejorar y
      DIOS MÍO.
      TOMMY Y SCOTT SON BÁSICAMENTE SUS SIGNOS DEL ZODIACO.ESTOY CHILLANDO.
      Pero lo de las almas gemelas es precioso, no sé, confieso que cuando escribí el momento en que se conocían pensé "tengo que hacerlo súper cuqui y súper épico porque es lo que ellas están esperando", y quería hacerle ese homenaje a su primera vez en cada momento en que se vuelven a juntar ❤

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  14. "-Reza por que me dé cáncer con metástasis, y me ataque el puto cerebro, y me quede paralítico, para que te pueda demostrar que no te dejaré solo ni aunque seas tú el que su aleje, T. Joder, me arrastraría sobre mi puñetera barbilla si hiciera falta." DIOS MIO TIO. SON LA BROTP DE LAS BROTPS. ES QUE YA NO ESO TIO SON OTP DE LA BUENA LLORO

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    1. Están tan enamorados el uno del otro pOR FAVOR atravesarían un volcán descalzos para ayudarse, me duele el corazón.

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  15. "Tu padre está enamorado de tu madre… diría que hasta más que el mío de la mía." Y UNA POLLA COMO UNA OLLA. LO SIENTO MUCHO, PERO A PESAR DE QUE ZEREZADE ES LA PUTISIMA CLAVE ERI Y LOUIS EN IT'S 1D BITCHES ME DEJARON POR LOS SUELOS

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    1. UF hace tantísimo de Its 1D bitches que ya siento que lo que Zayn siente por Sher es mucho más épico que lo de Louis por Eri </3 no obstante, me alegra tener una defensora tan fuerte de Louri, soy fan tuya ❤

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  16. HABLEMOS DE QUE SCOTT NO QUIERE BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA QUE ELEANOR DE ENTERE. OSEA, ANALICEMOS EL HECHO DE QUE SABE QUE PUEDE ESTAR JUGÁNDOSE IR A LA PUTA CÁRCEL, PERO LO QUE MÁS LE IMPORTA EN ESE MOMENTO ES QUE ELEANOR NO LO SEPA POR LO QUE PUEDA PENSAR. ME DUELE TODO.

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    1. DIOS ESTABA DESEANDO QUE ALGUIEN SE FIJARA EN ESE MOMENTO por favor Scott es #tan mono quiero besarle, lo último que él desea es que Eleanor se preocupe por lo que andan haciendo, ay :(

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  17. Dios mío, veo que algo les va a salir mal y van a acabar pillandolos....
    Puf lo veo venir.

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    1. Puede que sí
      Puede que no
      De todas formas, ¿para qué está Sherezade?

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  18. "-¿Tengo yo cara de necesitar ir de putas para echar un polvo, Thomas?-ladró-. No hay tribunal que se trague eso." Es un sobrado de mierda xd Lo mejor es que tiene razón

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    1. 198 chicas no es una cifra al alcance de alguien que necesita ir de putas, y él lo sabe

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  19. "Éramos dioses cuando estábamos juntos." HE CHILLADO VALE. ESTO ME RECUERDS TANTO A ERI Y LOUIS EN IT'S 1D BITCHES. SUFRO.

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    1. DIOS MÍO NO SABÍA SI ALGUIEN LO RELACIONARÍA, no quería poner tal cual el "porque somos dioses juntos" de Louis y Eri porque me sentiría como una ladrona, pero, en serio, cuando estaba escribiendo estaba pensando "por favor, que alguien lo relacione con la primera novela" TE ADORO POR SER TÚ. ❤

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  20. "Porque estábamos juntos de nuevo, y eso sentaba tremendamente bien. Yo le daba calorcito y él me lo daba a mí." ME DUELE EL PECHO CON ESTOS DOS MADRE MIA

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    1. Son tan hermosos, quiero que me adopten, aunque yo sea la madre de uno, no me importa, necesito que me adopten :(

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  21. Con lo que vamos a sufrir con la pelea más te vale darnos después una reconciliación con la que lloremos a lágrima viva

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  22. EL REENCUENTRO SCOMMY HA SIDO MUY ÉPICO JODER Y CUANDO SCOTT TIRA A TOMMY DE LA CAMA O CUANDO SE PONEN A DECIDIR POR DÓNDE ESCAPAN AL PIEDRA, PAPEL O TIJERA ES QUE NO ME HE PODIDO DESCOJONAR MAS ��
    (Por cierto, me ha encantado su conversación sobre si son o no personajes de fanfic)

    - Ana

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    1. SON MÁS MONOS DE VERDAD NECESITO QUE SE CASEN ES QUE SUFRO, no pueden vivir el uno sin el otro, qué tontísimos son❤

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