martes, 13 de septiembre de 2016

Muñeca, bombón.

¡Feliz cumpleaños, Vir! Aquí tienes tu regalo .


Fue papá quien les abrió la puerta a Scott y su familia. Sherezade ya no estaba con ellos; todos los años, se iba a comer el día de Nochevieja con sus socias de bufete, discutían sobre cómo les había ido el año y ponían en común nuevas propuestas para mejorar tanto la política como las relaciones dentro de sus cuatro paredes.
               Papá y Zayn siempre se iban toda la tarde a hospitales infantiles, a visitar a niños, regalarles juguetes, y estar un poco con ellos; hacerles más amenas sus vidas y, de paso, permitir que las madres les hicieran una millonada de fotos porque, ¡vaya, Louis, el de One Direction! ¡Zayn, el que se fue de One Direction!
               Mamá sería la última en abandonarnos; iría al centro, a las oficinas, a firmar el papeleo que se enviaría a los pocos días a las oficinas de Hacienda, estudiar los balances de año, y decidir en último momento a qué organizaciones se destinaban los excedentes.
               También se ocupaba de ayudar a los encargados del refugio de animales que habían construido a alimentar a las criaturas.
               Pero, primero, tenía que vigilar a sus propias criaturas.
               -¿Estás?-preguntó Zayn, mirando a papá de arriba abajo. Papá asintió, se dio la vuelta, nos dio a todos menos a mamá un beso en la frente (a ella, fue en los labios), me revolvió el pelo, me dijo que intentara no quemar la casa, y salió por la puerta, al encuentro de Zayn.
               Era el primer año en que yo estaba al mando de toda la cena; el anterior, había estado mi tío para cuidar de que no estropeara nada, aunque él mismo casi se cargó la cocina de inducción, porque no sabía cómo funcionaba.
               Duna y Astrid salieron disparadas en dirección al cuarto de juegos; Dan las siguió, un poco más tímido, mientras Sabrae y Shasha se acercaban a Eleanor y se quedaban tiradas en el sofá, mirando la tele sin prestarle apenas atención.
               Miré las bolsas que traía Scott.
               -¿Es el pescado?-pregunté. Él alzó las cejas.
               -¿Pescado? No; me dijiste que el pescado lo cogías tú. Yo he comprado la verdura.
               Me lo quedé mirando.
               -¡Scott! ¡Te dije que yo tenía verdura de sobra! ¿Cómo…?
               Se empezó a reír.
               -Claro que tengo el pescado, T.
               -¿Lo traes todo? ¿La lubina? ¿El cabracho?
               -Sí.
               -¿Lo has cogido fresco?
               -Sí.
               -¿Pero estás seguro de que…?
               -¡Que sí, Thomas, joder! Viví 6 meses sin ti, ¿sabes? Creo que sé comprar pescado fresco. Especialmente, cuando voy con mis padres-gruñó. Puse los ojos en blanco.
               -No te acuerdas de aquellos 6 meses-acusé, poniendo los brazos en jarras.
               -Fueron los mejores de mi vida-replicó, llevándose la mano al pecho, herido, como si no llevara engañándome mes y pico sobre su soltería… o lo que se traía con mi hermana.
               -Es mentira-dije, tajante.
               -Sí, es mentira-asintió, suspirando-. Venga, chef, a por las estrellas Michelín.
               Le dio un beso a Zayn (después de que éste protestara, “oye, chaval, ¿adónde vas sin despedirte?”), y me siguió a la cocina. Yo había dedicado la mañana a limpiar y despejar el espacio, sabiendo que no tardaríamos en tener becarios (más bien, becarias) que querrían participar del festín de agradecimiento a nuestros padres por criarnos y hacernos personas decentes… más o menos.
               Mamá todavía estaba en casa; nos contempló con aprensión mientras sacábamos lo indispensable, lo que sabíamos que íbamos a necesitar.
               -¿Seguro que no queréis que…?-empezó, pero me envaré.
               -¿Madres? ¿En la cocina?-chasqueé los dedos y me volví hacia mi mejor amigo-. ¡Scott! ¿Dónde se ha visto eso?
               -En casas ancladas en la Edad Media.
               -¡Exacto, S! ¡Gracias! Los chicos del futuro nos manchamos las manos cocinando, mamá-asentí. Ella sonrió, se acercó y me pasó un brazo por el cuello. Me dio un beso en la mejilla-. Mamá, ¿estás llorando?
               -No puedo creerme lo mayores que sois los dos ya. Si… es que fue ayer cuando os vi por primera vez, y erais tan poquita cosa… habéis mejorado un montón con la edad. En todo.

               -Joder, Eri, ¿Tommy era aún más feo de pequeño?-atacó Scott.
               -Te voy a sacar los ojos con unas tenazas de las de partir el cangrejo-gruñí, tirándole un trozo de papel en el que venían envueltos los ingredientes. Scott sólo se echó a reír. Mamá nos dejó solos, no sin antes decirnos que no nos pasáramos cocinando, que la llamásemos si necesitaba algo… y que nos quería muchísimo. A los dos.
               -Me vas a sacar los colores, Eri-sonrió Scott, acercándose y abrazándola. Hice una mueca.
               -¿No te basta con ligar con mi hermana, que ahora también te pones cariñoso con mi madre?-bufé. Mamá se echó a reír, me revolvió el pelo, me dio un beso extra (que para algo me había parido, joder, no iba a llevarse Scott toda la atención del mundo) y se fue.
               Empezamos por el postre, porque quería sorprender a mi madre con su tarta favorita.
               Cocinar con Scott era una puta pesadilla, porque enseguida le entraba el hambre y se ponía a picotear de aquí y de allá… más de allá, especialmente si “allá” había algo que le gustaba.
               La tarta de mi madre llevaba una capa de turrón blando por debajo, y estábamos machacándola concienzudamente cuando me di cuenta de que el turrón desaparecía como por arte de magia más rápido de lo que lo desmenuzábamos.
               Miré a Scott.
               Scott me miró a mí.
               Sonreí.
               Scott no me sonrió, porque sabía que acababa de cazarlo. Cuando nos mirábamos y uno de los dos sonreía, y lo hacía con la malicia con que lo estaba haciendo ahora yo, el otro siempre preguntaba “¿qué?”.
               A no ser, claro, que supiera de sobra qué era lo que le resultaba tan gracioso.
               Parpadeó, muy digno.
               -¿Sabes que tienes una miguita de turrón en el piercing?-puso los ojos en blanco, tragó, y se relamió.
               -Esta mierda está tan buena, no sé por qué no la hay siempre; es lo bueno de que sea Navidad.
               -Ya me ocupo yo de la tarta. Tú ponte con el paté, para que esté frío.
               -Pero…
               -Scott. El paté. Ya.
               Se puso a refunfuñar, pero si nuestra amistad era una democracia, se volvía una dictadura fascista en cuanto nos metíamos en la cocina.
               Estaba terminando con la segunda capa, hecha de una crema, cuando apareció Shasha.
               -¿Queréis que os ayude?
               -No.
               -¿Eso es turrón?-preguntó y, antes de que pudiera detenerla, se hizo con una caja que finalmente no había utilizado, y salió disparada sin que yo pudiera hacer nada más que mirar, estupefacto, cómo huía con tan preciado botín.
               Al poco tiempo, entró Eleanor. Tanto Scott como yo detuvimos nuestros quehaceres para observarla. Yo, para vigilar que no se llevase nada (como, por ejemplo, los mazapanes que habíamos sacado de la bolsa para preparar la tarta); Scott, simplemente porque le encantaba el culo que tenía mi hermana.
               La sonrisa que le dedicó a Eleanor bien podría haberme empalmado incluso a mí, de ser yo un enfermo al que le gusta tirarse a sus hermanas. Afortunadamente, había nacido Tomlinson, no Lannister, de modo que sólo pude alzar las cejas y observarla mientras desaparecía por donde había venido, con una bolsa de doritos en las manos.
               Espabilé cuando le guiñó un ojo a Scott, ya cerrando la puerta, y él se mordió el labio a modo de contestación.
               -¡Déjanos tranquilos, Eleanor!-bufé, e intuí, más que vi, cómo ella alzaba el dedo corazón por encima de su hombro. Una dedicatoria deliciosa para su hermano favorito-. Debería dejar de hacer eso-murmuré por lo bajo, y Scott me miró, divertido.
               -¿Por qué?-quiso saber-. A mí no me molesta. A ti, sí-sonrió-. Y eso es, evidentemente, muy divertido.
               -Tiene novio-informé, y él alzó las cejas en una actuación digna de una camionada de Oscars. Joder, incluso mi madre no podría decir nada si Scott ganaba el Oscar a Mejor Corto de Animación Extranjero por aquella interpretación. Ni el Oscar a Vestuario se le resistiría con aquel levantamiento de cejas.
               -¿Y le conocemos?-quiso saber. Valiente paliza le pegaría en cuanto me enterara de que, efectivamente, conocíamos al novio de Eleanor. Era él. Lo gracioso sería que querría matarlo (y lo intentaría) no por estar con Eleanor en sí, ni por hacer caso omiso de todas mis advertencias, sino por ser un gilipollas prepotente que no hacía más que mentirme cada vez que abría la boca; un imbécil que me vacilaba incluso cuando no tenía por qué.
               -Ella dice que no-dije, sacando la base, de bizcocho, del horno para comprobar que estaba en perfectas condiciones-. No me ha dicho cómo se llama.
               Scott asintió, sin darle más importancia al asunto. Se estaba comiendo la cabeza, decidiendo si sería un buen momento para contarme toda la verdad.
               Yo estaba a otras cosas; enseguida me ocupé de revolver el chocolate.
               Algo acababa de hacerme clic.
               Si Eleanor no me decía con quién estaba, era porque sabía que me cabrearía. Le había preguntado un par de veces más, y ella sólo había fruncido el ceño, me había espetado que no lo conocía, que no fuese pesado, y que me metiera en mis asuntos.
               Que yo le preguntara no hacía más que recordarle que Scott no estaba por la labor de ponerme en situación aún, y que, por tanto, tenían que esconderse, seguir esperándose, seguir robándose besos cuando nadie miraba. Y eso la cabreaba un montón.
               Scott siguió con sus ojos clavados en mí.
               -Estás preocupado-dijo, y no era una pregunta, era una afirmación como una casa, como el monumento en cuya dirección se suponía que tenía que rezar.
               -Un poco.
               -¿Se puede saber por qué?-inquirió, y no fue en ese tono chulo que suele tener la gente cuando escupe esa frase, sino con la preocupación que se hacía hueco a pasos agigantados por mi alma acercándose a la suya.
               -Casi la violan, Scott-murmuré, y se me hizo un nudo en la garganta. De no ser por él, quién sabe lo que habría sido de mi pobre niña.
               -Eso fue hace un millón de años, T-me acarició el hombro-. Déjala vivir. Además, puede que ese tío con el que anda no sea más que un rollo-la puta que lo parió, habían hablado de tener críos y ahora tenía los cojones de decirme que lo suyo “podía no ser más que un rollo”-. Besos por aquí, besos por allá. A nosotros, con su edad, era más fácil satisfacernos que con la que tenemos ahora. Con un par de morreos, les basta. Nada más.
               -Van en serio-repliqué. Scott frunció el ceño.
               -¿Cómo puedes saber…?
               -Está engordando-corté. Frunció el ceño un poco más.
               -Yo la veo guapísima.
               Nos ha jodido, tienes un puto bloc de dibujo dedicado exclusivamente a ella. Tendrías problemas si no la vieras guapísima.
               -Porque está guapísima. Pero tiene más culo-zanjé-. Ya sabes cómo se pone cuando se echa novio.
               -¿Más buena?-sonrió, apoyándose en la encimera y mordiéndose el piercing. Lo mataría allí mismo.
               -Scott-gruñí-. Le salen más curvas. Es como si…. Quisiera tener a alguien contento, que alguien las disfrutara.
               -El hijo de puta no sabe la suerte que tiene-comentó, y volvió a su paté. Ahora me tocó a mí mirarlo.
               -¿Por qué? ¿Porque mi hermana iba detrás de ti?
               -Porque tu hermana es una tía cojonuda… y sí, que una chica que va detrás de mí se fije en ti es el mejor halago que pueden hacerte-se encogió de hombros, mordiéndose el piercing. Chulo de mierda. Le adoraba.
               Cada uno siguió a lo suyo; pronto empezaron a interrumpirnos en nuestros quehaceres. La primera en hacerlo fue Sabrae, que asomó la cabeza y se nos quedó mirando. Su pelo colgaba por detrás de su cabeza,  en dos tupidas trenzas.
               -Los peques se aburren, ¿necesitáis ayuda?
               -Ponles una peli-cortó Scott, sin siquiera mirarla. Sabrae alzó las cejas.
               -Ya les he puesto una peli.
               -Pues ponles otra-soltó Scott, sin inmutarse. Sabrae puso los ojos en blanco.
               -Parenting done right, Scott-sonreí, y él se echó a reír.
               -Voy a abrir una puta guardería.
               Después, fue Shasha, que venía a por un zumo. A continuación, Astrid y Duna nos honraron con sus diminutas y aun así imponentes presencias, preguntando si necesitábamos que pelaran patas.
               -Pero si no sabéis-corté yo. Ellas dijeron que era un buen momento para aprender; y yo, que era un buen momento para que no me tocaran los cojones más de la cuenta. Se marcharon sacudiendo la cabeza.
               Eleanor fue la última antes de empezar a aceptar becarias. Se metió en la cocina para coger un nuevo zumo (joder, qué éxito tenían los zumos) y, cuando pasó delante de mí, me la quedé mirando.
               Scott llevaba mirándola un buen rato.
               -¿Ves lo que te decía?-ataqué, atrayendo la atención de él. Scott me miró, frunciendo el ceño, pero la que habló fue Eleanor.
               -¿Qué?
               -Fíjate en su culo-la ignoré, y ella abrió los ojos y los clavó en mí.
               -¡¿Qué?!
               Scott hizo lo que se le pidió; tampoco es que hubiera estado esperando sin ganas mi propuesta.
               -Hostia, Eleanor, ¡es verdad! ¡Tienes más culo que la última vez que te vi!
               -Y eso que fue hace poco-coqueteó ella, sonriendo, complacida de aquellas atenciones que, según yo creía, Scott no le dispensaba. Pero se las entregaba en cantidades industriales.
               -Canterbury te ha sentado bien-respondió él, veloz como el rayo, mentiroso de los cojones, me tenía hasta la mismísima polla.
               -¿Qué cojones, Scott?-bufé, pero yo estaba de más en aquella cocina, hasta un ciego podría verlo.
               -¿Puedo tocar?-inquirió mi mejor amigo, la madre que lo parió, me lo cargaría. Eleanor me miró, sonriendo, y se acercó a él.
               -Sírvete, S.
               Qué surrealista, qué sinvergüenzas eran, qué cosas hacían sólo por fastidiarme. Scott le pasó la mano por la espalda, fue bajando mientras ella sonreía, ya sólo con ojos para él. S le sonrió, la acarició despacio en aquel sitio en el que le gustaba perder sus manos. Eleanor también sonrió.
               -Bueno, Scott-gruñí-. No tiene ningún tesoro por ahí escondido, ni nada por el estilo, ¿sabes? Puedes parar cuando quieras.
               Rompí el hechizo que habían formulado sin palabras entre los dos, con sólo mirarse, hecho de unas filigranas invisibles cuya existencia sólo ellos dos conocían.
               -Lo hacemos para putearte-se burló mi hermana pequeña, la mayor traición e insulto que había visto nunca.
               -Pues lo conseguís-gruñí.
               -Vamos, T, ella es ya mayor para decidir si le gusta o no. Si quiere que la toquen, o no-rebatió Scott, y era como si me estuviera preparando el terreno; se estaba excusando sin excusarse, pedía perdón sin lamentarlo de veras-. Ya puede decidir quién, y cómo la tocan.
               -Lo peor es que a ti te gusta-acusé, entrecerrando los ojos.
               -¿Me gusta manosearla? Claro-respondió, como si fuera la cosa más obvia del mundo. Como si no estuviéramos hablando de mi hermana ni me estuviera traicionando diciendo eso.
               -Y a mí que me manosees, S-sonrió ella, mirándolo y dándole un golpecito con la cadera. Scott le sonrió.
               -¿Ves, T? Es recíproco. La reciprocidad es buena.
               -Cómeme los huevos recíprocamente, Scott-espeté.
               Eleanor se quedó ya con nosotros, echando una mano. Se acercaba la hora de cenar y, como siempre, habíamos puesto demasiada pasión en los primeros platos que preparábamos, y se nos echaba el tiempo encima. Las hermanas de Scott y mis dos hermanos restantes no tardaron en hacer acto de presencia, preguntando si podían ayudar, y tanto S como yo asentimos.
               Necesitaríamos un mínimo de 20 manos para conseguir llegar a tiempo.
               Eleanor se puso al lado de Scott, a terminar de guisar la carne, mientras él revolvía la sopa. No hacían más que darse con la cadera y reírse de algo que sólo tenía gracia para ellos dos. Me tenían hasta los cojones.
               -Deja a Eleanor tranquila, Scott-ordené.
               -¿O qué?
               -Su novio te pegará una paliza.
               Eleanor le lanzó una mirada aterrorizada a Scott.
               -Probablemente yo sea más alto que él, ¿no, El?
               El pánico de los ojos de mi hermana se evaporó.
               -Un pelín-admitió.
               -Y seguro que no le ofende, ¿verdad?
               -Yo creo que no.
               -Pues es gilipollas-intervine yo, Sabrae puso los ojos en blanco.
               -Un poco-admitió mi hermana.
               -¿Lo es?-casi ladró mi mejor amigo.
               -Sí-dijeron tanto Sabrae como Eleanor.
               -Cierra la boca, Sabrae.
               -Y, ¿por qué te gusta, si es gilipollas?-quise saber yo. Eleanor sonrió.
               -Es parte de su encanto.
               -Entonces, debe ser encantador-murmuró Sabrae, y Scott la taladró con la mirada, pero ella estaba hecha a prueba de aquellos aires de dignidad que a veces se daba mi mejor amigo.
               -Y todo lo que hace, lo hace genial.
               Eleanor miró a Scott, Scott miró a Eleanor, y yo los miré a los dos.
               -Suena a partidazo, El-comentó S.
               -Es un partidazo-replicó mi hermana.
               Me metí entre ellos dos, cansado de que amenazaran con meterse mano delante de los pimientos, y Scott se mordió el piercing, divertido, comentó que alguien estaba celoso, y me dio una palmada en el culo.
               -Diana te va a matar por las libertades que te tomas conmigo, S-me burlé.
               -Diana no me preocupa; si le molestaran a Layla sí que tendría más cuidado. Es más alta que yo.
               -Yo soy más baja que tú, y puedo partirte la cara cuando me apetezca-comentó Sabrae.
               -¿Por qué no se la partes ya?-casi suplicó Shasha.
               -Mamá le tiene cariño.
               -No me extraña, soy adorable-Scott se tiró de la camiseta, como diciendo “ahí lo tenéis”.
               -Hay opiniones-soltamos Shasha, Sabrae y yo al unísono.
               Scott iba a contestarnos algo muy ingenioso, como que nos fuéramos a la putísima mierda, pero un grito se lo interrumpió: Dan lanzó un alarido, como si le estuvieran arrancando un riñón, y bramó:
               -¡Hijas de puta!
               -¡DAN!-chillamos tanto Eleanor como yo, volviéndonos hacia él. Tenía 10 años, debería esperar un poco más antes de ponerse a hablar como un puto malnacido, joder.
               Astrid y Duna se reían de la perrería que le habían hecho al pobre chico; le habían reventado un huevo en la cabeza. Dan no se lo pensó dos veces, cogió dos, y se los estampó en la cara a las dos niñas, que no paraban de reírse.
               -¡Vais a limpiar eso los tres con la putísima lengua!-bufé yo, y ellos suspiraron. Astrid se tiró al suelo y fue en dirección al baño, en busca de la fregona. Duna miró a Dan, se echó a reír, le pasó la mano por el pelo, esparciendo la yema que le había tirado encima… y se acercó a él y le lamió la cara, limpiándole la cara.
               Sabrae contuvo una arcada. Cerró los ojos y apartó la cara, concentrándose en cualquier otra cosa menos en la imagen mental de su hermana tomando huevo crudo. Se le revolvieron las tripas. Qué asco.
               -¡DUNA!-esta vez fue el turno de Scott-. ¡SERÁS CERDA!-Duna sólo se echó a reír-. Puta juventud, tío.
               -Yo aquí veo futuro-comenté, ignorando las protestas de mi propio cuerpo.
               -Él tiene dos años más que ella-acusó Scott, volviéndose y mirándome con una expresión indescifrable. Alcé las cejas.
               -¿Y?
               Sonrió con toda la maldad del mundo, con la de quien sabe qué hacerle a una chica para conseguir que se retuerza, susurre su nombre y suplique más; sonrió como quien conoce el secreto mejor guardado del universo y sabe por qué funciona todo como funciona.
               -Adivina quién tiene aquí dos años más que ella.
               Eleanor nos miró, dándose por fin por aludida. Y también sonrió.
               -No. De ninguna manera. No.
               -Están destinados, ¿eh, S?-se rió la víbora a la que había sostenido en brazos tantos años atrás. Ay, si la hubiera asfixiado en la cuna cuando todavía tenía ocasión, cuántas desgracias le habría ahorrado al mundo.
               -La historia se repite, ¿no crees, El?-se rió Scott.
               Siguieron dándome el coñazo, amargándome la vida, hasta que finalmente algo les hizo detenerse. El sonido de una puerta abriéndose. Miramos la hora, y supimos que sólo podía ser una de nuestras madres.
               Un par de voces entraron en la casa, y todos nos quedamos quietos, escuchando. Shasha y Sabrae fruncieron el ceño, intentando entender lo que decían. Hablaban en español.
               Mi “tía” Laura había llegado.
               Eleanor dejó los utensilios de cocina que estaba usando encima de la mesa y se fue en dirección al salón, acudiendo a la llamada de mamá, que quería saber dónde estaba todo el mundo.
               Pronto, volvió con las dos mujeres, que nos contemplaron con curiosidad y las bocas hechas agua. Laura repartió besos por doquier, dejando marcas de pintalabios en cada mejilla que tocaba. Los últimos, como siempre, fuimos Scott y yo.
               -Qué guapos estáis los dos, madre mía, dejad de crecer-protestó, sonriendo, y acariciándonos las mejillas. Nos dejamos hacer- Os comería con patatas, de verdad.
               -Laura-riño mamá, sabiendo de sobra por dónde quería llevar ella la conversación-. La monogamia bien, ¿eh?
               -Me he vuelto a divorciar-replicó ella, mirándose las puntas del pelo. Mamá frunció el ceño.
               -¿Cuándo?
               -Pf, ¿qué se yo? ¿Dónde pone que deba llevar las cuentas de mi cambio de estado civil? Creo que llevo dos días, no sé. Los hombres son tan inmaduros, en seguida me agoto de ellos-chasqueó la lengua y nos miró con intención-. Lo mejor es coger a uno joven, amoldarlo a la imagen que tú quieras, y a correr. Si no te sale, lo mandas a la mierda, y coges a otro. Además, es muy divertido amoldarlos.
               Mamá alzó las cejas. Shasha y Sabrae intentaban captar lo que decían, pero sus conocimientos de español eran demasiado limitados como para seguir una conversación que incluso para Scott era complicada.
               -Seguro que es eso lo que te interesa: amoldarlos.
               -Suelen follar que da gusto-admitió mi falsa tía.
               -¿Alguno legal?-atacó mi madre. Laura se la quedó mirando.
               -Por favor, Erika, con el más joven con el que he estado era 5 años más pequeño que yo.
               -Teníamos 25 años. Eso es una barbaridad de tiempo a esa edad.
               -Todos los de mi clase eran feos-acusó mi tía, dando por finalizada la conversación con un movimiento de melena.
               -¿Qué tal nuestras primas?-pregunté yo, y Scott sonrió, recordando la vez, el año pasado, en que por fin le presentaron a mis primas, dos gemelas de ojos claros (cortesía de la genética checa) y melenas rubias (cortesía de los tintes) que nos había costado Dios y ayuda aprender a distinguir.
               -En Canadá, con su padre, y por mí, como si se cuelgan de sus huevos-soltó Laura, y todos nos echamos a reír. Mamá nos preguntó si queríamos que nos ayudara; la expulsamos de la cocina por toda respuesta. Ambas mujeres se miraron un momento y fueron a sentarse en el salón, dejando la puerta de la cocina abierta, a pesar de mis protestas.
               Se pusieron a hablar de nosotros, porque no había ningún tema de conversación más interesante que el hijo mayor de mi madre y el hijo mayor de Zayn en cuanto se reunían cada Navidad. Laura no hacía otra cosa más que ver a nuestros padres reflejados en nosotros.
               Después de alabar lo mucho que me parecía a papá y el buen trabajo que había hecho conmigo, le tocó el turno a Scott.
               Tanto él como yo pusimos especialmente la oreja, con más interés, cuando captamos un retazo de conversación más interesante: no sólo Scott ganaba por parecerse a Zayn; al parecer, él era mejor que Zayn… algo que no acostumbrábamos a escuchar.
               -Es mejor que su padre en todos los aspectos, salvo en uno-suspiró Laura-: no es su padre. Pero no tiene los tatuajes. Creo que compensa. ¿Cuándo decías que se volvían legales aquí?
               -Tiene diecisiete años-ladró mamá.
               -Ya lo sé, mujer. En fin-suspiró-, ¿cómo lleva Sherezade el tatuaje de Perrie?-la típica pregunta que incluso yo utilizaba para aplacar la furia justiciera de mi madre.
               -Bien, teniendo en cuenta que es ella la que se lo folla todos los días, la que lo llama esposo, y la que ha parido a sus hijos.
               -Ya-Laura volvió a chasquear la lengua-. Me imagino que no hay esperanzas de que siga haciendo lo de aquella época, ¿no?
               -¡LAURA!-bramó mamá.
               -¿Qué?
               -¡Cierra la boca! Scott entiende español, los dos entienden español.
               -Ajá-intervino Scott, y las dos lo miraron-. Y ejercemos un control férreo en mi casa sobre mi padre. Lo tenemos atado en corto.
               -¿Cómo de férreo, y cómo de corto?
               -¡Eres una lagartona!-acusó mamá, pero se echó a reír.
               -¿Cómo te crees que se pasan varios divorcios con dos hombres, niña?-un nuevo suspiro-. Hablando de divorcios… ¿conoces a algún hombre que me puedas presentar, de más o menos nuestra edad…?
               -Yo conozco ingleses-cortó mamá, muy digna-. No checos.
               Los dos maridos que había tenido mi tía habían sido checos, los dos conocidos en viaje de negocios en Praga.
               -Me sirven irlandeses-sonrió Laura, burlona.
               -¿Y te sirven ingleses, Laura?-pregunté yo, asomándome por detrás de Scott-. Porque S está interesado.
               -Por supuesto que está interesado, mira este cuerpo, cariño-replicó mi tía, y los dos sonreímos.
               -¿Qué cuerpo ni qué hostias, si mi niña ya tiene más curvas que tú?
               -¡Esa es otra! ¡Eleanor está preciosa! Ya es toda una mujer, seguro que…
               -Estaba hablando de Astrid-cortó mamá, alzando una ceja un par de milímetros. Laura se pasó la mano por la cara.
               -Menuda puñalada-comentó Scott por lo bajo.
               No tardó en llegar su madre, en intercambiar un par de impresiones con Laura acerca de lo rápido que pasaba el tiempo y lo mucho que habíamos crecido. Empezaron a sacar trapos sucios las unas de las otras, todos en forma de “mi hijo es mucho más guapo que el tuyo”, exhibiendo con orgullo fotos que nos habían hecho de pequeños, sosteniendo sus móviles tan cerca de las caras de las otras que a sus retinas les resultase imposible no ver lo que se les ponía delante.
               Llegaron nuestros padres, y pronto todo estuvo listo para que pudiéramos cenar. Incluso preparamos la mesa, como ya habíamos hecho el año pasado, y los pequeños hicieron de camareros, porque todo el mundo tenía que arrimar el hombro.
               Todo fueron risas y pequeñas pullas mientras los entrantes volaban; para cuando se terminaron la sopa, algunos ya decían estar llenos. Cada uno puso en común su día con los demás; los jóvenes escuchamos con atención lo que habían hecho los mayores, Scott me robaba comida del plato y yo se la quitaba a él, y todo estaba bien.
               La cena amenazó con torcerse cuando Sherezade alabó mi lubina.
               -Estaba deliciosa, Tommy.
               -Es que tengo un don-me excusé-. Lo que me viene de Tomlinson no acompaña en el cantar-sonreí, y papá puso los ojos en blanco, riéndose-. Así que… algo bueno tenía que heredar de mi padre, ¿no? Estas manos son mágicas.
               Papá había enseñado a cocinar a mamá, y mamá me había enseñado a cocinar a mí. Cada uno había mejorado con creces el trabajo del siguiente. Tenía muchas ganas de enseñarles a cocinar a mis hijos y ver lo que serían capaces de prepararme.
               -Díselo a Diana-acusó Scott, dando un sorbo de vino, porque eso tenía “mucha clase”. Me eché a reír y le pedí que me acompañara a por la dorada.
               -¿Qué?-espetó Zayn.
               -¿Dorada?-inquirió mamá, atónita.
               -¿Habéis hecho dos platos de pescado?-casi bramó papá, mirándonos.
               -Y tres de carne-anunció Scott, orgulloso porque, si bien nos habíamos visto un poco pillados en cuanto al horario, al final habíamos conseguido salvar la cena con elegancia y talento. No habíamos quemado nada, es más; las prisas nos habían venido bien para practicar como si fuéramos chefs, se me aceleró el pensamiento, y se me ocurrieron un par de cosas que, de poder haber recurrido a una cocina automatizada, no habrían sido posibles.
               -Tú, chaval, no tienes vergüenza ni la has conocido-gruñó papá, mirándome y sacudiendo la cabeza
               -Scott me dijo que no había huevos a intentar cocinarlo todo-expliqué, y Zayn clavó una mirada envenenada en su hijo.
               -Y tú, Scott, miras a ver si cierras la puta boca de vez en cuando.
               Les guiñamos un ojo a nuestros padres, fuimos a por el segundo pescado, y lo plantamos delante de ellos. Mamá me dio un beso cuando descubrió que el postre era su tarta favorita y, aun a riesgo de enfermar, se comió un trozo. Me dijo que estaba incluso más rica de lo que estaba la que había comido en cada cumpleaños en España, y yo me lo creí.
               Estábamos preparándonos para que dieran las uvas cuando llamaron al timbre. Me peleé con Eleanor para que fuera a abrir, pero la chiquilla tenía el día rebelde, y me tocó ir a mí. Me estaba ganando el cielo aquel día, de verdad. No me merecía que me dedicaran un lugar especial: tenían que ponerlo a mi nombre.
               Me sorprendió encontrarme con que era Alec quien llamaba a mi puerta. Al principio, creí que había pasado algo.
               -Hola, Al-saludé, y él inclinó la cabeza en mi dirección, en un gesto de deferencia.
               -Hola, ¿está Eleanor?
               -¿Alec?-preguntó Scott, reconociendo su voz, levantándose y viniendo a nuestro encuentro.
               -¿Ahora vas detrás de mi hermana?-acusé, en coña.
               -¿Me la quieres quitar, hijo de puta?-soltó Scott, medio en broma, medio en serio.
               -Mary se ha olvidado no sé qué mierda del vestido, dice que la tiene Eleanor, y le ha tocado al pringado venir de recadero… porque el pringado es, en realidad, muy buena persona-asintió, convencido de que su buen corazón lo llevaría lejos. Y, si se lo creyera de verdad, seguramente fuera así.
               Sin embargo, Scott y yo sabíamos qué se escondía detrás de aquella expresión pacífica.
               -Te ha tocado el cuello-dijimos a la vez, y Alec asintió con más profundidad; no sabría decir cómo es que no se hizo daño en el cuello.
               -Eso también; la cabrona sabe qué tiene que hacerme. ¿Seguís de cena?-preguntó, siguiéndonos dentro. Él habría cenado haría ya un par de horas. Casi se le estaba volviendo a abrir el estómago mientras nosotros luchábamos con un empacho de proporciones titánicas.
               -Estamos con las uvas-informé-. ¿Quieres comértelas con nosotros?
               Lo bueno de que en España fuera una hora más y a mamá no le gustaran las campanadas canarias era que podíamos comernos las uvas juntos, y luego irnos de fiesta y celebrar la entrada del año (la de verdad) en condiciones, con nuestros amigos, asomándonos a cualquier jardín para ver los fuegos artificiales que tatuaban Londres con un millón de colores, convirtiéndola en un arcoíris efervescente.
               -Yo como melones, no uvas; ya lo sabes, T-contestó Alec, en parte disgustado por lo desacertado de mi pregunta. Madre mía, chico, perdona, a veces se me olvida que eres un puto vividor. Cálmate.
               Eleanor clavó la mirada en nosotros, y no hubo necesidad de que Al le dijera a qué venía: se levantó como un resorte y salió disparada escaleras arriba. Todos nos miraron; Alec saludó con una inclinación de cabeza, y nos deseó un feliz año nuevo en español.
               Sus conocimientos de español se reducían a “feliz año nuevo”, “feliz cumpleaños”, “un chupito de tequila, por favor”, y “hola, guapa, ¿tienes novio?”, así como el reglamentario “eres la chica más guapa que he visto en mi vida”.
               Las dos primeras cosas, las había aprendido en clase. Las demás, las más útiles, se las había enseñado yo. Para que luego digan que en los colegios sales curtido para la vida. A veces, tener amigos te hace ser inteligente.
               -¿Quién es este guapo?-preguntó Laura, mirándolo de arriba abajo. Lo hizo en inglés, un inglés con un ligero acento del norte; no era el típico inglés con acento español. Era diferente, el acento de Islandia, donde se había instalado después de visitar la isla y darse cuenta de que no había ningún hotel con spa. Eso era algo que una graduada en Turismo podía resolver fácilmente.
               Tanto Scott como yo nos giramos para clavar una mirada estupefacta en ella. Vale que Alec era guapo, desde luego, triunfaba entre las chicas; pero triunfaba entre las chicas, no las mujeres, porque todavía éramos jóvenes para entrar en el mercado más grande.
               -Laura, por favor-suspiró mamá-. Tiene la edad de mi hijo.
               -¿Y qué? Madre mía, Erika, sólo he preguntado quién es; tranquilízate.
               -Relaja ese coño asaltacunas que tienes-gruñó mamá. Laura la ignoró, se volvió hacia nosotros, y decidió tomarse la justicia por su mano. Si quieres que algo se haga bien, hazlo tú.
               -¿Cómo te llamas, guapo?
               -Tengo muchos nombres-respondió Alec, críptico-. Algunas chicas me llaman “oh, sí”. “Madre mía” también está bastante solicitado. En ocasiones, “Jesús”. Y, de vez en cuando, “sigue, sigue, por ahí”-sonrió, y Laura estaba encantada. Seguro que deseaba que Scott y yo fuéramos un poco más como Alec y un poco menos como nosotros-. Pero mi madre me llama Alec, aunque tú, muñeca, puedes llamarme “el padre de tus hijos”.
               -¡Alec!-recriminamos Scott y yo-. ¿Qué cojones haces?-continué yo, la voz de la razón-. Podría ser tu madre.
               -Mm, me la bufa-respondió nuestro amigo-. Tiene morbo.
               -Alec, por favor-suplicó Scott.
               -Cierra la boca, Scott; los mayores estamos hablando, es hora de que los niños se callen mientras hablan los adultos-volvió a centrar su atención en la amiga de la adolescencia de mi madre-. ¿Y tú, muñeca? ¿Qué nombre te han puesto?
               -Laura-sonrió, y lo dijo en español, sin pasarlo al inglés, y Alec también sonrió-. Y sería la “madre de tus hijos” si no tuviera ya dos niñas y tuviera intención de aumentar la familia.
               -¿No quieres tener más niños, muñeca? ¿Por qué? Con lo que mola hacerlos-sonrió Alec. Puse los ojos en blanco. Era insoportable, era mil veces peor que Scott estando con Eleanor… porque Alec podía convertir a cualquier chica en Eleanor.
               Laura soltó una carcajada.
               -Qué chiquillo más gracioso.
               -Sí, te sorprendería las risas que te puedes echar teniéndolo en clase-intervino Zayn, que llegaba con un botellín de cerveza en la mano. Alec le sonrió.
               -Zayn… porfa… pídele a Stone que le eche otro vistazo a mi examen-pidió, porque nunca estaba de más pedirle un favor al padre de uno de tus amigos, quien casualmente estaba en el departamento de la asignatura que peor se te daba.
               -Tu examen daba pena y dolor, Alec.
               -Venga, hombre, que es Navidad. Ya sé que tú no la celebras, pero el espíritu está por todas partes. Hoy por mí, mañana por ti…-sonrió-. Además, eres artista-uno de los talentos más desarrollados y valorados de Alec era saber exactamente dónde tenían el ego las personas, y atacarlo con un ataque frontal-, seguro que puedes encontrar algo buen en él.
               -Fui yo quien la convencí para que te pusiera un tres y no un dos con cinco que te jodiera la media y te dejara suspenso hasta las recuperaciones.
               -¿Sacaste un tres?-inquirí yo.
               -¡Alec!-suspiró Scott, disgustado, porque veíamos a Alec repitiendo curso por lo vago que era. Claro, tanto follar todos los fines de semana con todo lo que se le pusiera por delante acababa con cualquiera. Así estaba luego, muerto del asco entre semana, rogando por un minuto para descansar… y volver a hacer lo que hacía el fin de semana.
               -¿Ves?-Alec decidió ignorarnos; era más sencillo para él-. Hay feeling entre nosotros; esto se puede arreglar.
               -No está para aprobar, Alec, y lo sabes-pero Zayn le sonrió, porque Alec le caía bien. Caía bien a todo el mundo, salvo a los que Alec decidía obsequiar con su odio.
               -Clavé la explicación de Tolstoi-se quejó Alec.
               -¡Se te preguntó por la Ilíada!-estalló Zayn. Alec se lo quedó mirando, pensativo.
               -Gran libro, sí señor. Admirado por muchos. Entre ellos, Tolstoi.
               Zayn se tuvo que echar a reír. Joder, Alec era un dios. Eleanor continuó revolviendo hasta cinco minutos antes de nuestras uvas; Alec se habría ido de no ser porque una distracción se cruzó en su camino.
               Sabrae bajó las escaleras con majestuosidad, pasándose los dedos por los rizos, aún un poco húmedos de la ducha que se había dado después de terminar sus trabajos de pinche. Sonrió nada más ver a nuestro amigo.
               -Hola, Al-ronroneó cual gatita, posándose como una grácil mariposa en el suelo, abandonando de una vez por todas las escaleras.
               -¿Qué hay, Saab?-replicó Alec, en un tono casual, intentando disimular lo mucho que le gustaba lo que veía.
               -¿Te apetece quedarte y probar las uvas?
               -Hay un par de cosas que me apetecen ahora mismo-replicó él, tirando de ella y pasándole las manos por la cintura. Zayn los observaba con atención y suspicacia. Su niñita se estaba haciendo mayor, entraba en aquel inmenso tablero de juego que era una adolescencia plena… y se estaba dando cuenta de que jugaba bastante bien.
               Scott alzó las cejas, contemplando a su hermana tontear de aquella manera con Alec. Parecía un poco cabreado… mira, estaba probando su propia medicina.
               -… peeeeeeeeeero-sonrió Alec, acariciándole la cintura, pasándole los dedos por la piel desnuda, que el mono de color rojo sangre que traía la hermana de uno de sus mejores amigos dejaba al descubierto en sus costados y caderas-… el deber me llama.
               -Es una lástima-ronroneó Sabrae, acariciándole la mandíbula.
               -Cualquiera diría que eres tan devoto, Al, después de cómo has perdido el tiempo con Laura y lo estás perdiendo con Sabrae.
               -Yo con Sabrae no puedo perder el tiempo-replicó él, sin mirarme-. Lo estoy invirtiendo.
               Ella se echó a reír.
               -Así que, ¿hay otras?
               -Siempre hay otras, muñeca, pero ya sabes que yo sólo tengo ojos para ti.
               Sabrae volvió a reírse.
               -¿Llamas “muñeca” a todas las chicas que conoces?-quiso saber Laura, con unas cejas que se unían en la parte más baja de su frente.
               -Sólo a las que me quiero ligar. Y lo que os encanta que lo haga, preciosa.
               Eleanor apareció como un rayo por las escaleras. Todavía no se había cambiado de ropa, y seguía vistiendo los vaqueros tan gastados por las rodillas, los que le quedaban inmensos porque… vaya, pero si me los había quitado a mí. Le entregó una bolsa, de ésas que te dan en las tiendas caras, y le sonrió.
               -Supongo que ya no tengo nada que me permita postergar más mi marcha, ¿mm?-susurró Alec, burlón.
               -A mí se me ocurren un par de cosas que pueden postergar tu marcha, Al.
               -¿Cuáles, Saab?
               -¿Queréis subir a mi habitación?-inquirí, y Scott me dedicó tal mirada que no supe cómo no me derretí en ese mismo momento.
               -Bueno, T, ya que lo sugieres, tampoco voy a decirle que no a despedir bien el año-replicó Alec, mirándome.
               -¡Pírate a tu puta casa, Alec!
               Alec se echó a reír, hizo ademán de marcharse, pero a Sabrae no le costó mucho convencerlo de que se quedara. Comimos las uvas todos juntos, Eleanor se reía de cómo competíamos los chicos por ser quienes más devorásemos (gané yo, que para algo soy medio español… y me las apañé para coger el cuenco de uvas peladas y sin pepitas, más parecidas a la gelatina que a ninguna otra fruta).
               Nos fuimos a la cocina, a dejar los cuencos vacíos; Alec estaba de tan buen humor que nos ayudó sin que nadie se lo pidiera. De todas formas, las chicas todavía tenían que terminar de arreglarse, así que no le quedaban muchas cosas por hacer, más que darle consejos de belleza a Sabrae.
               -¿Cómo me dejo el pelo, Alec?-le preguntó la Malik, y él sonrió, mirándola.
               -Suelto-dijo sin darse un segundo de vacilación.
               -¿Te gusta más suelto?
               -Ya sabes por qué, bombón.
               Sabrae se inclinó, le dio un beso en la mejilla y salió disparada en dirección al baño, donde Eleanor ya se estaba pintando como una puerta.
               Tanto Scott como yo nos quedamos mirando a Alec.
               -¿Qué?-espetó él.
               -No has llamado “bombón” a una chica en tu vida-acusó Scott. Alec se lo quedó mirando.
               -Seguro que sí, lo que pasa es que no me hacéis caso.
               -Te digo que no. Tommy puede corroborarlo.
               -Scott tiene razón.
               Alec suspiró.
               -Tu hermana es negra, Scott. Y está buena. ¿Qué es negro y está bueno? Los bombones.
               -¿No será porque es dulce?-se metió con él Scott. Alec volvió a suspirar.
               -Cómeme los huevos.
               -¿Qué diferencia hay entre una muñeca y un bombón, Alec?-quise saber yo, y él sonrió.
               -Juegas con las muñecas, y te lo pasas bien con ellas. A los bombones los deseas, y los deseas, y los deseas, y cuando los tienes… son mejores de lo que esperabas. Y engordan. No te voy a decir exactamente qué engordan-alzó una ceja, Scott puso los ojos en blanco.
               -¿Y esto? Antes mi hermana y tú pasabais el uno del otro.
               -Eso era antes de saber que éramos compatibles, Scott. Hay que primar la compatibilidad por encima del pasotismo.
               Yo lo miré.
               -Te echa unos polvos de miedo, ¿eh?
               -Es una Malik-espetó Scott, como si eso fuera una explicación plausible, fácilmente demostrable ante un tribunal científico.
               -Los mejores de mi vida-asintió Alec, sonriendo con su equivalente a su sonrisa de Seductor™-. Y esta noche siento que va a ser diferente. Que voy a tener suerte, ¿sabes?
               Las chicas no se hicieron esperar mucho tiempo más. Estábamos apoyados en la pared, ya con los trajes; Alec protestaba porque el mío parecía de un funeral, pues era todo negro, y Scott no hacía más que meterse conmigo para que terminara por mandarlo a la mierda.
               Nuestros padres hicieron alarde de una inmensa capacidad para darnos consejos y mantenernos atados en corto: cuidad de vuestras hermanas, no les deis el coñazo a vuestros hermanos, bebed con responsabilidad…
               -En fin, que mires a ver lo que haces, Scott-finalizó Zayn. Scott alzó las cejas.
               -¡Perdona! ¿Acaso fui yo el que dejó embarazada a una tía que ni conocía?
               -¡SCOTT!-tronó Sherezade.
               -Mira a tu madre, chaval, ¿de verdad te crees que no debería haberla dejado embarazada, aunque no la conociera?
               -¡ZAYN!
               -Por cierto, de nada por eso, ¿eh, chaval?-respondió, revolviéndole el pelo a Scott.
               Ellas fueron delante, en dirección a casa de Alec; nosotros íbamos detrás. Habíamos vuelto a sacar el tema de cómo había tonteado con Laura, a pesar de que nos doblaba la edad sobradamente. Alec se jactaba de no tener vergüenza ni saber lo que era. Le encantaba hacérnoslo pasar mal, y yo lo había pasado un poco mal viendo cómo no Laura no se amedrentaba ante sus pullas.
               -Por favor, Al, por los años de amistad que hemos compartido, ¿puedes dejar de zorrearle a cualquier cosa que no tenga polla? ¿Es mucho pedir?-supliqué, mientras Scott reía-. Yo, de verdad, no te pido más, Alec. Ni siquiera te pido que te gradúes, pero deja de zorrearle a todo el mundo.
               Al se echó a reír.
               -No-dijo por fin.
               Scott lo miró.
               -¿Y si te lo pidiera mi hermana?-atacó, y Alec le devolvió la mirada, sopesando las posibilidades.
               -Sabrae no folla lo bastante bien como para que cambie mi forma de ser-sentenció por fin.
               -¿Seguro? Mírala bien, Al-insistió Scott, alias El Demonio, Satán, Lucifer… haciendo un gesto con la cabeza en dirección a Sabrae, que en ese instante se reía de algo que le había dicho Eleanor. Alec dirigió la mirada hacia las dos chicas, se detuvo sin interés en Eleanor, y sus ojos chispearon con alegría al pararse en las curvas de Sabrae, en su manera de andar, en cómo le botaban los rizos…
               -A Sabrae le gusto tal y como soy-sentenció por fin, lo cual significaba, básicamente: sí, si me lo pidiera Sabrae, pararía.
               Y eso, en su lengua, era mejor que cualquier declaración de amor súper currada, de ésas que salen en los libros que les gustan a las tías.   
              
              
No debería haber venido. Me doy cuenta en cuanto me detengo frente a las escaleras que dan a su puerta, con unos adornos que nadie se ha molestado en quitar.
               Sé que no hay ninguna fiesta más allá de estas paredes.
               Sé que se ha cambiado el rojo y blanco de Papá Noel por el negro y el negro del luto.
               Sé que hay velas en el lugar donde debería haber calcetines y dulces.
               Sé que hay regalos olvidados en algún rincón de algún armario que ya nadie va a tener interés en abrir.
               Nada más comer las uvas, después de que mamá llamara a los Tomlinson y yo descubriera, desilusionada, que no podría hablar con mi Tomlinson preferido, me he terminado de preparar y he salido a la calle. Le he dicho a mamá que me voy de fiesta con mis amigas.
               He comprado un vestido en una tienda del centro; ni siquiera sé si me sirve. No tengo intención de ponérmelo. Aunque he hecho planes con ellas, desde el primer momento mi intención ha sido no seguir adelante con todo esto. Desde que recibí la llamada de Tommy, he sabido lo que haría en fin de año.
               Es curioso cómo la tranquilidad que sentía se difumina apenas te das cuenta de que ésta es tan frágil como tú la hagas.
               Me he cambiado en el garaje, me he puesto un jersey, les he mandado un mensaje a mis amigas diciendo que algo de la cena ha debido de sentarme mal, y me he marchado sin que nadie me vea.
               Es una noche enjaulada, con un cielo encapotado que casi no te deja respirar.
               Vuelvo a mirar la escalera.
               Y me armo de valor, subo los pocos peldaños que elevan la casa, y aprieto el timbre.
               Tardan un poco en abrirme. Estoy empezando a pensar que se trata de una señal divina cuando alguien, finalmente, me abre.
               Es su madre.
               Me mira con ojos llorosos, enmarcados en profundas ojeras. Me doy cuenta de que ha sido una mala idea para mi estabilidad emocional el venir a verla nada más me topo con ella. Tiene un aspecto demacrado, de ultratumba; su cuerpo sigue ahí, negándose a abandonar este mundo...
               … pero su alma está muy lejos, carbonizada, hecha pedazos. Muerta antes de arder, por lo menos no ha sentido las llamas devorándola.
               Desea ser él. Se cambiaría mil y una veces por Chris. Desea haber estado en la explosión. Ojalá hubiera muerto de verdad en la explosión, ojalá hubiera sido un regalo divino. Pero no le digo nada.
               No, porque no sabe la verdad, y es mejor que sepulte a un hijo que no que entierre a un monstruo.
               Le agradezco a Tommy en silencio el haberme parado los pies. Haber conseguido que, con sólo oír su voz, yo no quisiera arrojarme al vacío.
               Esas ojeras podrían ser de mi madre.
               El pelo revuelto podría ser el de mi madre.
               Los ojos vacíos, perdidos, sin vida, podrían ser los de mi madre.
               Es su único hijo.
               Era su único hijo.
               Y yo le quité la vida.
               -Layla-susurra. Le cuesta muchísimo hablar. Yo no digo nada; también me cuesta muchísimo hablar-. Pasa, cariño.
               Entro en la casa. Sigue como siempre, pero ahora, su atmósfera es triste. La culpa es mía. No debería haber convencido a Chris para que viniera conmigo a Londres. La culpa es mía. La culpa es de Londres, pero yo lo llevé a Londres, así que la culpa es mía.
               Han puesto un árbol de Navidad. Han pasado la Navidad preguntándose qué le sucedía, por qué no llamaba, si se habría quedado sin dinero otra vez. Y yo, comiendo con mis padres, con mi familia.
               Recordando cómo me sentí cuando estuve con Tommy. En mi cama. Cuando él me hizo lo que no me gustaba que me hiciera Chris… y me había gustado, un poco, con él.
               Yo debería haber tenido las Navidades horribles, no ella.
               -Vengo a ver cómo estáis-digo, como si no fuera evidente. Ella asiente-. Os he traído dulces-añado, pasándole un envase lleno de golosinas que sé que se pudrirán en una esquina hasta que alguien se arme de valor para lanzarlas a la basura.
               -Es un detalle por tu parte, cariño.
               Me siento con ellos en el sofá. Me preguntan por el curso. Les he tenido que contar que he roto con Chris, que lo dejamos en Noviembre, para que no sospechen. No creo que sea justo para ellos el saber lo que él me hacía. Bastante se han torturado ya.
               No quiero que tengan que volver a enterrarlo, más profundo aún. Todavía no les han devuelto el cuerpo, pero ellos ya lo han empezado a sepultar. Si encima les cuento en qué se convirtió, jamás podrán perdonarlo, igual que yo jamás podré perdonarle.
               Ha sido muy cobarde decírselo a Tommy.
               Debería haber sabido que se ocuparía.
               Debería haberme entregado antes de que él pudiera hacer nada.
               Le he jodido la vida también a él.
               Llevo varios días fingiendo que estoy bien, y llorando hasta dormirme por las noches. Le he dicho que le quiero, le he besado, tengo las manos manchadas de sangre y me he atrevido a desnudarlo con esas mismas manos.
               He sufrido porque Diana también lo tiene.
               No me merezco nada, nada, nada. Y menos a él.
               Nos quedamos mirando por la ventana. Ni siquiera llueve. No hay nada con que distraerse. La televisión está apagada. Lleva apagada desde que les llamaron por teléfono.
               Ha habido una explosión. Su hijo estaba en casa. No se preocupe, señora, no sufrió. Señora, por favor, siéntese. Su hijo ha muerto. Señora, no sufrió, se lo garantizamos. Fue todo muy rápido.
               Yo también se lo garantizo. Sí, fue rápido. Un latido de corazón. Y pum. El suyo se detuvo.
               Y ahora, mi ex suegra desea que se hubiera detenido el suyo en lugar de el de ella.
               -¿Queréis que os deje solos?
               Me miran los dos. Su padre tampoco está muy bien. De hecho, creo que está peor. Pero se hace fuerte, por su esposa. Los hombres son así. Pueden estar sufriendo más que tú, pero jamás lo dejarán entrever. Tienen que ser las rocas a las que aferrarte.
               Me pongo muy triste de repente. Puede que Tommy esté así. No he vuelto a hablar con él desde que me llamó. Creo que ya ha elegido, por fin.
               Evidentemente, no ha sido al juguete roto.
               He pensado en llamarlo. Pero me he dado cuenta de que mejor, no. Las cosas tienen que reposar un poco.
               No voy a acercarme más a él. Está Diana. Diana es la que se lo merece. Ella es la fuerte, la luchadora. Yo sólo soy una sombra cuando ella es el sol.
               Despacio, niegan con la cabeza.
               Les cojo las manos.
               -Era una buena persona. De veras. Lo era-digo, y creo que lo digo en serio, que no estoy mintiendo… no del todo. O puede que sí. Estoy demasiado confusa.
               Nos quedamos con las manos unidas un rato más.
               -Vamos a hacerle funeral el día 3-dice por fin su padre, tras tragar saliva y carraspear un par de veces-. Esté él, o no.
               -No puedo enterrar a mi hijo si mi hijo no está ahí para que lo entierren-replica su madre.
               Es curioso cómo no pienso en “mi ex suegro” o “mi ex suegra”, sino en su padre y su madre. Los padres de alguien que ya no está. Dos personas que ya, por tanto, no son padres.
               Me pregunto si se divorciarán después de esto. Muchísimas parejas son incapaces de superar la muerte de uno de sus hijos.
               Espero que no. No puedo cargar también con su divorcio. Hacen buena pareja.
               Se hace un silencio. Tarda una eternidad en romperse, y eso que la aguja del reloj casi no se mueve.
               -He estado limpiando el polvo en su habitación-dice su madre. Su padre la mira, con infinita tristeza. No entiende qué gracia hay en limpiar el polvo de una habitación que ya nadie va a usar-. He limpiado todas las fotos. Te adoraba, Layla.
               Se me llenan los ojos de lágrimas.
               -Lo sé-miento. Ojalá fuera verdad. Nadie hace daño a algo que adora. No le golpean, no lo rasgan, no lo queman, no lo rompen… no lo violan.
               Siento una urgente necesidad de subir las escaleras, en dirección a su habitación. La miro un momento. Sus ojos miran más allá de mí. Están viendo lo que yo represento: el amor de su hijo, la chica que lo ha sacado de casa y no ha permitido que se vuelva a meter.
               -Voy a ver las fotos-digo. Me las sé de memoria.
               -Coge las que quieras-replica, y luego se lo piensa mejor-… para fotocopiar. Luego, devuélvemelas, por favor.
               -Claro-asiento, me levanto, subo las escaleras, alejándome del ambiente enrarecido del salón.
               Me quedo frente a la puerta de su habitación. Doy un par de inspiraciones, y finalmente me armo de valor para entrar. Empujo la puerta y me planto allí dentro. Todo está como lo recordaba.
               Y, sin embargo, no hay nada que esté como antes.
               No hago caso de la ropa, de los libros, de los apuntes apelotonados en la mesa, que ya nadie va a ordenar. Me acerco a la cómoda. Miro las fotos.
               Éramos felices.
               Sobre todo, yo.
               ¿Qué nos pasó?
               ¿Por qué me violaba?
               ¿Por qué lo maté?
               Cojo una foto que nos hicimos el verano antes de irnos. Él sonríe a la cámara mientras yo me vuelvo y lo beso en la mejilla. Ya tengo el colgante de la caracola. Y la pulsera con una caracola de verdad en la muñeca. La que me regaló ese mismo día.
               Se rompió al poco tiempo.
               Pero yo todavía guardo la caracola.
               Quiero que me entierren con ella.
               Lenta, muy lentamente, me acerco la foto más y más a la cara, hasta que no es más que un amasijo de color y píxeles. Recuerdo nuestra primera vez juntos.
               Me tumbo en la cama.
               Fue aquí mismo.
               Esta cama lo ha acogido cuando aún era bueno. En esta cama me desnudé por primera vez para él. Y a él le gustó tanto verme desnuda que acabó antes de empezar.
               -No te preocupes-recuerdo haberle dicho, sonriendo, besándole-. Esto ha sido tierno.
               Le acaricié. Le besé. Me tumbé para él. Me abrí de piernas para él.
               No era un monstruo. Si se hubiera quedado en Wolverhampton, no sería un monstruo.
               Me echo a llorar, abrazada a la foto de nosotros dos besándonos. Y, de repente, quiero volver corriendo a mi casa. Vomitar la cena. Las uvas. Todo. No hay nada que celebrar. Mi alma no ha llegado a cambiar de año.
               Sigue marchitándose en aquel instante en que le di aquella patada, difuminándose como cundo me senté en la ventana, dispuesta a tirarme.
               Estoy anclada en el pasado. Lloro por mí, por él, por su madre, por su padre, por todos, por Tommy y por Diana, y me quedo dormida llorando por lo que he pasado, por lo que he hecho y lo que no he hecho, por cómo le consentí ir con gente que no me gustaba, por cómo no peleé con más fiereza, por cómo no lo dejé en cuanto vi que algo no andaba bien.
               Me quedo dormida llorando.
               Para variar.
               Nadie me despierta. Sus padres se olvidan de que estoy aquí arriba. Incluso si me muero aquí dentro, no se percatarán. No van a volver a entrar a esta habitación, ni siquiera para limpiar.
               Pero no me muero allí dentro. Me despierto. Algo en mi muslo vibra. Me llevo la mano al bolsillo, y contesto sin mirar la pantalla. Me limpio las lágrimas, sorbo por la nariz, y susurro un tímido:
               -¿Sí?
               No me espero su voz. Casi me espero más la de Chris, llamándome desde ultratumba, diciendo que me aleje de su familia, de su casa. Que salga de su habitación y deje de profanar su cama.
               -Princesa-es todo lo que dice, arrastrando cada sílaba. Le cuesta bastante hablar.
               -Tommy-susurro, y me siento estallar por dentro.
               -Princesa-repite, como si fuera lo único que sabe decir. No hace más que salvarme la vida.
               -¿Estás borracho?
               Tarda un poco en contestar.
               -Un poco-admite. Me lo imagino tambaleándose, con los ojos brillantes. Y sonrío. Madre mía, le quiero tantísimo…
               -Te echo de menos, T-digo por fin, después de escucharlo respirar, y que él me escuche a mí.
               -Ojalá estuvieras aquí, conmigo, princesa-dice, y se echa a reír por algo que yo nunca sabré qué es-. Me apetece mucho verte. Tenerte cerquita. Abrazarte.
               Tengo la foto de nosotros juntos de vacaciones y no hago más que desear que los deseos de otro se conviertan en realidad.
               -Yo también quiero tenerte cerquita. Y abrazarte.
               -Abrazarte como amigos, me refiero-aclara-. Y, bueno, si quieres repetir lo del otro día… yo estoy por la labor.
               Me echo a reír. Estoy a punto de decirle que creo que yo también. Pero sé que no, y él no se merece que lo rechace así, como entonces.
               -No puedo creer que me llames estando borracho-es todo lo que se me ocurre decirle.
               -Jordan dice que, si piensas en una chica tres veces estando borracho, tienes que llamarla-explica, con mucho esfuerzo.
               -Tres son muchas veces-susurro.
               -Me ha costado cinco armarme de valor… y seis conseguir marcar el número bien.
               Me río. Me lo imagino luchando contra números que bailan… y me vuelvo a reír.
               -Princesa-me llama-. Me gusta escucharte reír.
               -A mí también me gusta escucharme reír, Tommy-confieso. Hace tanto que no lo hago... por lo menos, con sinceridad.
               Desde que él se marchó.
               -No me extraña-replica-. Tienes una risa preciosa.
               -Tommy-replico.
               -Tengo que colgar, princesa. Sabrae está haciendo no sé qué. No encuentro a Scott. Tengo que cuidar de ella. ¿Cuidarás de ti por mí, princesa? Dime que sí.
               -Sí, T.
               -No estés triste, princesa.
               -No lo estoy.
               -Suenas triste, princesa.
               Tengo que emborracharlo más a menudo. Me gusta que no pueda parar de llamarme “princesa”.
               -Lo estaba, T, pero ya no lo estoy.
               -¿Porque te he llamado?
               -Sí-susurro.
               -Pues mañana te vuelvo a llamar. No me gusta que estés triste, princesa. Te quiero muchísimo.
               -Yo también te quiero muchísimo, T.
               -Vale. También quiero a Diana-suelta, con toda la naturalidad del mundo-. Espero que puedas perdonarme. Y que ninguna de las dos os deis cuenta.
               -¿De qué?
               -De que no soy lo bastante guapo como para que las dos estéis detrás de mí.
               Y coge y cuelga. Sin decir nada más. Y yo me quedo mirando el techo, mordiéndome la sonrisa. Puede hacerme feliz a miles de kilómetros de distancia, con una simple llamada.
               Vuelvo a llamarlo.
               -¿Princesa? ¿Se te ha olvidado algo?
               -Eres mucho más guapo de lo que merecemos, T. Yo por lo menos.
               -Eres muy amable, princesa. Tengo suerte de tenerte. Tengo que colgar. Sabrae dice que es el Sauce Boxeador. Está agitando las trenzas. Va a sacarle un ojo a alguien. Un día quiero verte con trenzas, princesa-espeta-. Seguro que te quedan bien.
               -La suerte es mía, T.
               -Qué maja eres-replica.
               Y nos quedamos callados.
               -Creo que tenía algo que decirte.
               -Es Año Nuevo-le recuerdo.
               -Ah. Sí. La próxima vez, deberíamos usar un condón que no esté caducado.
               -No creo que sea eso, T-me echo a reír, qué blasfema soy. Me río en una casa que está de luto.
               -Pues no me acuerdo de qué es.
               -Feliz año, T.
               -Me comí trece uvas.
               -¿Qué?-inquiero, frunciendo el ceño.
               -El año pasado. Me comí trece uvas. Le quité una a Scott. Puede que por eso llegara Diana a Inglaterra y me enterara de lo que te pasó. Menuda movida-lo oigo bufar-. Si lo llego a saber, le dejo a Scott su uva extra.
               -Pásalo bien, amor.
               -Y tú. ¿Princesa?-dice, tras una pausa en la que yo noto cómo se me llenan los ojos de lágrimas.
               -¿Sí?
               -Sal a divertirte. Sé feliz. Besa a un montón de chicos. Vuelve a enamorarte. Aunque no sea de mí. Bebe mucho, mucho, hasta que no recuerdes qué hiciste. Y que te duela la cabeza. Regodéate en cómo duele. Si no duele, es que no te lo has pasado bien, que no has bebido bastante.
               -Tommy…-susurro.
               -No te suicides-salta-. Por lo que más quieras. No te suicides. La última vez que te llamé, pensabas en suicidarte. No pienses en eso. Es horrible.
               -No lo haré. Ya no. Tranquilo.
               -Vale, princesa. Buenas noches.
               -Que descanses, T.
               -Eso, si encuentro a Scott.
               Y cuelga. Y yo me quedo mirando el techo, y estoy extrañamente feliz. La tristeza sigue ahí, impregnando mi ser, toda la casa, pero, por otro lado… no siento que termine de invadirme como estaba haciendo antes.
               Me vuelve a vibrar el móvil.
               -No quiero que pienses que Scott es más importante que tú-espeta-, pero es que no lo encuentro y estoy empezando a preocuparme.
               -Tranquilo, T.
               -Vale. Hasta luego, princesa.
               Espera a que le diga adiós, y entonces, volvemos a colgar. Me quedo mirando la pantalla del móvil.
               Me lo pienso un momento. Se lo merecía. Puede que los monstruos no empiecen siendo monstruos, pero yo me estaba defendiendo. Al final, se lo merecía. Puede que el de las fotos de la casa jamás se mereciera eso, pero el que me hizo los moratones, sí.
               Marco un par de números. Borro. Pienso. Vuelvo a marcar. Mis amigas se esfuerzan por escucharme. Sigo el consejo de Tommy. Quedo con ellas, me emborracharé, puede que incluso me arme de valor para contárselo.
               No me pongo el vestido de nuevo. Voy a buscarlas y nos quedamos en un sitio tranquilo, lejos del barullo de la gente. Veo a un chico besando a su novia, a una chica besando a su novia, a un chico besando a su novio, y pienso que puede que en algún momento yo pueda hacer eso con otro.
               Que no sea Tommy, claro, porque Tommy no es “otro”. Es Tommy. Y es tan bueno, tan dulce… no tiene mérito enamorarse de él.
               Ellas hablan, y se ríen, y son felices, y se alegran de que esté con ellas. Y yo me alegro de estar con ellas, al igual que me alegro de que Tommy me llame cuando está borracho. Eso es que piensa en mí, y me echa de menos de verdad.
               Chris me llamaba también cuando estaba borracho, y me gustaba de la misma manera.
               Me ofrecen un chupito. Yo lo miro un momento. Ellas esperan con impaciencia a que haga algo.
               No voy a convertir también a Tommy en un monstruo.

               Y me lo bebo de un trago, a la vez que ellas.

34 comentarios:

  1. AYYYYYYY ¿Podría ser más completo este capítulo?
    Yo lo siento mucho pero soy incapaz de shippear a Alcé con Sabrae. ES IMPOSIBLE PARA MI. No les veo ningún futuro como algo más que un polvo.
    EN OTRO ORDEN DE COSAS, admiremos y suframos sintiendo como comienza a mascarse la tragedia entre Scommy, como la tensión va creciendo y tengo que empezar a preparar mi corazón para ese día porque estoy segura de que VOY A LLORAR LÁGRIMAS DE SANGRE Y DOLOR! Creo que nadie está preparado para ese momento...
    ATENCIÓN IMPORTANTE AL MOMENTO ENTRE LAYLA Y TOMMY. Yo solo digo que me da una pena increíble todo este triángulo Diana-Tommy-Layla porque alguno saldrá herido de todo esto y no soportaría que fuera Tommy porque si él sufre, también sufre Scott lo que es sinónimo de que SUFRA EL PUTO UNIVERSO!!

    PD: un besito de parte de una campanada canaria jajajajaj

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    1. Ay, Ari, tenía ganas de subirlo aunque no ha salido como yo esperaba; me había apetecido mucho escribirlo y que narraran los 5 en el mismo (me hacía ilusión, no sé por qué), imagínate lo completo que habría sido si no me hubiera emocionado con Tommy y hubiera escrito 13 páginas sólo con él...
      Yo a Alec y Sabrae los shippeo MUCHÍSIMO, desde que me disteis permiso para hacer su spinoff, pienso un montón en ellos. Más que en Sceleanor, puede que sea por la novedad.
      Entre Tommy y Scott ya hay muchísima tensión, me parece que, aunque Tommy asegure que no le importa que Scott mantenga en secreto con quién sale, en el fondo le duele y le cabrea. Se está gestando #lapelea
      DIOS, Lommy son preciosos, quiero guardarlos en una cajita y cuidar de ellos mucho mucho, de verdad ♥
      Muchísimas gracias por tu comentario, jo, qué mona eres.
      PD: no sabía que fueras canaria, meca JAJAJAJAJA

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  2. Hablemos de que por fin Layla esta avanzando. Hablemos de que ya se está convenciendo poco a poco de que algún día podrá volver a enamorarse, que matar a Chris fue lo mejor que puedo hacer y que tiene que ir poco a poco curandose ella misma.

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    1. Poco a poco Layla va a salir del pozo, y con la ayuda de Tommy se le hace más llevadero y fácil el darse cuenta de que cargarse a Chris, en el fondo, no fue tan malo.
      Necesitaba escribir cómo sonreía escuchando a Tommy tirada en la cama de Chris, con la foto de ellos dos en el regazo. Es como un símbolo de su situación: debajo de ella está Chris, llamándola, reclamándola y devorándola, ella queriendo salir, y Tommy sacándola❤

      uy, me ha quedado muy poético, ahora que lo pienso❤

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  3. VALE O SEA, SI SHPPEO MAS SABREC ME EXPLOTA UN OJO. (SI, YA LOS HE BAUTIZADO)

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    1. Yo los llamo Sabralec, y SON EL MEJOR SHIP DEL MUNDO ❤❤❤❤

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  4. Madre mía... Scott esta desaparecido y Tommy no para de buscarlo, como lo encuentre con Eleanor puede darme algo

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  5. "Valiente paliza le pegaría en cuanto me enterara de que, efectivamente, conocíamos al novio de Eleanor. Era él. Lo gracioso sería que querría matarlo (y lo intentaría)" Mima veo que ya no queda nada para la pelea y me está temblando hasta el ojete. En serio Eri, dime por favor que no vamos a tener que sufrir y estos dos van a estar meses enfadados.

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    1. Si os dijera cuánto tiempo van a estar cabreados y qué grado de sufrimiento tendría, perdería la gracia ☺





      no, no van a ser meses, tranquila...



      ... aunque os van a cundir como años. Y a ellos dos, como milenios.

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  6. "-Suena a partidazo, El-comentó S.
    -Es un partidazo-replicó mi hermana." SON LO MEJOR DE ESTA NOVELS VALE

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    1. Hablemos de lo muchísimo que se vacilan por favor te los imaginas con niños vacilándose "porque papá esto" "mamá lo otro"

      y al final del día no importa porque mamá es la más hermosa y la más lista del universo y papá es el más bueno y cariñoso del mundo mundial

      ay❤

      he llorado

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  7. "Nos ha jodido, tienes un puto bloc de dibujo dedicado exclusivamente a ella. Tendrías problemas si no la vieras guapísima." Puede el puto Scott enseñarle el Bloc a Tommy durante la discusión para que se de cuenta de que si adora más a su hermana ella que se convierte en una diosa y el en un siervo.

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    1. SERÍA TAN ÉPICO MADRE MÍA puede que lo meta Triana, gracias por la idea ❤

      por cierto, me ha encantado lo de que "ella se convierte en una diosa, y él en un siervo" ay ❤❤❤❤

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  8. "cuando pasó delante de mí, me la quedé mirando. Scott llevaba mirándola un buen rato." CHILLANDO. O SEA ADORO EL HECHO DE QUE SCOTT NO PUEDE QUITAR LOS OJOS DE ELLA EN CUANTO LA TIENE EN SU CAMPO DE VISIÓN.
    Pd: por esto último Tommy ya debería haberse dado cuenta hace un mes, pero como el pobre es tonto

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    1. ES #SU CHICA POR FAVOR, ELEANOR NO ES SU TIPO DE CHICA PERO ES #LA #CHICA #DE #SCOTT Y SCOTT NO PUEDE DEJAR DE MIRAR A SUS CHICAS Y PENSAR "seré un cabrón pero tengo un gusto cojonudo *emoji de las manitas uniendo dos dedos*" (sí, Scott piensa con memes).

      A VER, jo, deberían darme un carnet de defensora de Tommy o algo, pero la cosa es que Scott y Eleanor llevan toda la vida tonteando así, entonces no hay mucho cambio; la única diferencia es que ahora follan, pero eso Tommy no lo sabe.

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  9. Por Dios Eri, esto es una agonía. Dinos por lo menos cuanto falta para el momento fatal. Para ir ahorrando para comprar pañuelos y tal sabes

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    1. El capítulo con bronca en sí va a tardar como 4 en llegar, pero en el capítulo que viene ya se inicia un poco la movida.
      Eso sí, en el siguiente al siguiente YA EMPIEZAN LAS BRONCAS Y LA TENSIÓN VA ESCALANDO, espero que os guste ☺

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  10. En realidad yo creo que lo que más le va a jodera Tommy es el hecho de que lo hayan vacialdo tantísimo durante dos meses es que.... A mi sinceramente si mi mejor amiga me lo hace le dejo de hablar un mes pero por otro lado Tommy y Scott son tan preciosos que no quiero que no estén enfadados un día.

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    1. Totalmente de acuerdo Coquito, ya no es que Scott esté con El a sus espaldas, son la cantidad de vaciladas constantes que le mete a Tommy. Es que se está riendo de él, S no se da cuenta, pero se está riendo de él.
      Vamos a sufrir con la bronca, ya verás

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  11. "A Sabrae le gusto tal y como soy-sentenció por fin, lo cual significaba, básicamente: sí, si me lo pidiera Sabrae, pararía." MADRR MIA. GRITANDO ESTOY. PUEDEN SABRAE Y ALEC EMPEZAR A SALIR?? POR FAVOR

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    1. SOY FAN DE QUE KARLA HAYA PUESTO EL MISMO COMENTARIO QUE TÚ

      PD: Sabralec son tan shippeables madre mía quiero que follen mucho mucho ❤

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  12. Eri, si no es mucha molestia podrías poner una foto en el siguiente capítulo de los vestidos de las chicas y tal. Es que me encanta imaginarme los vestidos y esas cosas.

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    1. No es molestia, corazón, para nada. Si quieres busco un poco en mis ratos libres (vamos, nunca, o sea, mientras hago bici y tal) y subo un par de fotos de los vestidos al twitter del blog.
      Espero que te sirva que las twittee y no las suba, es que no me gusta meter fotos en los capítulos, sólo lo hice una vez (en its 1d bitches) y porque era absolutamente necesario.
      Espero encontrar algo que no me defraude y me convenza de que merece la pena ❤

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  13. "-¡Perdona! ¿Acaso fui yo el que dejó embarazada a una tía que ni conocía?
    -¡SCOTT!-tronó Sherezade.
    -Mira a tu madre, chaval, ¿de verdad te crees que no debería haberla dejado embarazada, aunque no la conociera?" ME HE DESCOJONANDO SERIAMENTE SOS

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    1. Scott es una copia de Zayn y todavía hay momentos en que su padre le cae mal manda cojones con el puto crío

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  14. "A Sabrae le gusto tal y como soy-sentenció por fin, lo cual significaba, básicamente: sí, si me lo pidiera Sabrae, pararía." MADRR MIA. GRITANDO ESTOY. PUEDEN SABRAE Y ALEC EMPEZAR A SALIR?? POR FAVOR

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    1. SOY FAN DE QUE JULIANNA HAYA PUESTO EL MISMO COMENTARIO QUE TÚ.

      PD: Sabralec son tan shippeables madre mía quiero que follen mucho mucho ❤

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  15. Tommy el pobre es tonto de remate yo no sé cómo no se da cuenta de las cosas. Y tengo miedo de cuando subas el capítulo de la pelea porque vamos a sufrir mucho y no quiero pasarlo tan mal.

    Y Layla es preciosa y y la conersación con Tommy es súper adorable y ay, qué ganas de que vuelva a ponerse bien.

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    1. BUF MARÍA la pelea va a ser muy épica de verdad encima el capítulo en sí es una escalada de tensión de mi puta madre uffffff me estalla un pulmón!!!!!!!!!!

      TOMMY NO ES TONTO COÑO SCOTT Y ELEANOR LLEVAN TONTEANDO TODA LA VIDA madre mía cómo me pongo a defender a mi puto hijo (en realidad sí que es tonto pero no puedo dejar que el representante masculino del clan Tomlinson sea vapuleado públicamente sin hacer absolutamente nada).

      Podemos por favor apreciar que Tommy sabe que Layla está pensando en morirse y Tommy la llama para decirle que no se suicide, estoy preocupada por lo sincronizados que tienen los cerebros ❤

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  16. HOLA ERIKA, DESPUÉS DE 9 DÍAS VENGO A BRINDARTE CON MI PRESENCIA

    lol no

    Tengo un descontrol importante y solo quiero leer y 😱

    Bueno, al caso QUIERO QUE AL Y SAB SE CASEN, VALE

    QUE

    SE

    CASEN

    Tía, como te he dicho por Twitter, Laura es yo, me meo, todo lo que hace y dice es algo que yo haría JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA Y MÁS CON ESOS HIJOS DEL CIELO (aka S, T y Al)

    Quiero que Layla sea feliz de una vez, vale?

    En fin, no sé qué más decirte, voy a por el siguiente capítulo

    TE AMO ❤

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    1. Querrás decir a HONRARME con tu presencia, ¿qué coño es eso de brindarme? JAJAJAJAJAJAJAJA
      No pasa nada, me imagino que será todo una locura con la mudanza y demás... mientras sigas volviendo y comentándome y me hagas huequecitos para fingir que eres Scott o Tommy por twitter, todo bien ☺

      YO TAMBIÉN QUIERO QUE ALEC Y SABRAE SE CASEN MADRE MÍA LES VOY A ESCRIBIR TRES BODAS DE VERDAD.

      Mi mejor amiga te saluda (en realidad no, no le he dicho nada de esto, supongo que lo hará si se mete en el blog).
      Layla será feliz, tranquila, otra cosa será cuándo ☺

      Lee, lee a gusto

      YO TAMBIÉN TE AMO❤

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  17. Layla merece una larga vida feliz y me encanta ver que poco a poco va recuperándose ❤

    - Ana.

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    1. Tengo la sensación de que es, con diferencia, el personaje más fuerte de esta novela. Tengo muchísimas ganas de escribirla recuperada ya del todo, mi niña preciosa.❤

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