No puedo hacer esto.
No
sin Scott.
No
puedo, joder, no puedo, esto es una puta mierda, no soy más que una extensión
de su cuerpo, no llego más allá de donde él no me empuja, no puedo andar más
del camino que él ha trazado.
Lo
necesito aquí, conmigo. Para empujarme más allá de mis límites, que es
exactamente a donde tengo que llegar para poder hacer lo que quiero.
Daño
a Diana. Tanto daño que sienta que algo la desgarra, que un tigre la está
devorando viva, que sus entrañas están al rojo vivo.
Que
sienta lo mismo que yo, exactamente lo mismo que me está haciendo sentir a mí.
Sé
que no debería, pero lo hago, porque el ser humano es masoquista por
naturaleza, y yo es imposible que sea más humano. Cada vez que me llega una
notificación a Instagram, rápidamente desbloqueo el teléfono. Prácticamente lo
tengo en la mano durante toda la noche. Y la veo. Veo cómo otros disfrutan de
ella, veo cómo ella disfruta de ellos, veo cómo los dos disfrutan de sí mismos,
mientras yo estoy ahí. Preguntándome qué he hecho mal, comiéndome la cabeza,
creyendo que es imposible que sea más gilipollas de lo que ya soy, hasta que
ella sube una nueva foto, con esa falda minúscula y ese top más minúsculo aún,
y se me pone dura, y la tengo de nuevo delante, frotándose contra mí,
diciéndome “eres mío, inglés”, con ese acento suyo, y, justo cuando voy a
estirar la mano, rozarla con los dedos, se desvanece. Y yo no puedo alcanzarla.
Jamás puedo.
Pero
sí alcanzo a ver lo bien que está sin mí.
Lo
bien que Scott está sin mí.
Me
duele tanto el estómago de tristeza que ya no voy a poder comer en dos
milenios, se me embota de tal manera la cabeza que ya no entiendo el inglés, ni
el español, ni nada que se le parezca. Sólo entiendo de lo encogido que tengo
el corazón, lo mucho que me molesta mirarla, tan perfecta, en manos de otro, y
de otro más, y de otros, que no van a saber valorarla, ni apreciarla, ni quererla,
como lo hago yo.
No
hay animal más imbécil que yo en todo este planeta.
Y lo
peor de todo es que esta estupidez mía no tiene límites. Igual que mi rencor.
Es por eso que quiero hacerle daño, mucho daño, todo el que pueda, pero no voy
a llegar hasta el extremo en el que ella irá a buscarme, porque quiero
demostrarle que no le pertenezco, ni a ella, ni a Layla, ni a la zorra
pelirroja, ni a nadie… pero, sobre todo, a la zorra pelirroja.
Porque
como me acerque a Megan, aunque sea sólo un milímetro de lo que ya estoy, todo
se irá a la mierda.
No le
voy a hacer daño a Diana: la voy a apartar de mi lado.
Y
prefiero verla cada día, por mucho que me odie, a que se convierta en mi
segundo Scott: un recuerdo tan brillante que te ciega en cuanto lo evocas.
Así
que le voy a pagar con la misma moneda. ¿No quiere jugar? Podemos jugar dos.
Todo lo bueno del mundo se hace en pareja. Los videojuegos, las cartas,
cocinar, el sexo…
Pero
no hay ninguna que me sirva, todas son demasiado mediocres en comparación con
Diana; y, a la vez, todas me valen, porque ninguna le llega a la suela de los
zapatos a Diana, y ella lo sabe, y se apiadará de mí, porque ella es la lista
de los dos. Yo nunca soy el inteligente de la relación, ya me he acostumbrado y
estoy cómodo en ese papel.
Echo
de nuevo un vistazo en derredor. Pelirrojas, morenas, rubias, castañas. Todas
son preciosas, a todas me las tiraría (es lo que tiene estar borracho y que una
de las mejores modelos del mundo se haya frotado contra ti mientras te pregunta
si quieres follártela), y sin embargo sé que no voy a ser capaz de tocarle un
pelo a ninguna.
Ya lo
he intentado. Y no ha dado resultado.
Logan
sigue mirándome cuando me doy cuenta de qué puede ayudarme. Sólo hay una cosa
que me afecte más que el alcohol: las drogas. Y Scott no está aquí para pararme
los pies, y nadie va a poder detenerme si Scott no está aquí para pararme los
pies.
Claro
que, si Scott estuviera aquí, ya me habría mandado de una patada en el culo a
buscar a Diana, al grito de “vamos a por tu americana, tontito enamorado”. Y me
habría sacado a rastras, me habría llevado por el metro, me habría agarrado de
la cazadora cuando me quisiera dar media vuelta, me habría cruzado la cara
(como yo se la crucé el martes, como él me la cruzó el viernes, como nos la
cruzamos ese puto, maldito viernes) cuando me derrumbara en alguna esquina y
habría hecho que le pidiera perdón de rodillas, que le suplicara que me
perdonara, que me arrastrara hasta lo más bajo para darle lo que quiere: mi
arrepentimiento más sincero.
Pero,
claro, el haberme peleado con Scott es, precisamente, lo que ha provocado todo
este lío.
Menos
mal que no tengo cojones a enrollarme otra vez con Megan, porque Diana me
matará.
Y si
no, lo hará Scott.
Y si
no lo hace ninguno, probablemente termine matándome yo.
Un
nombre se materializa como la explosión de una bomba en mi mente. Logan me
llena de nuevo el vaso de chupitos. Soy más manejable cuando estoy borracho. Me
vuelvo gilipollas perdido (más), pero me da por hablar con objetos inanimados y
también me vuelvo súper dócil, como un inmenso san Bernardo tontorrón que se
adentra en la tormenta de nieve a una sola sugerencia de su amo.
-¿Adónde
coño se supone que vas?-espeta, mirándome con sus ojos verdes cargados de
resolución. No va a dejar que me vaya a hacer alguna gilipollez.
Me
pregunto cómo piensa impedir que viva, dado que hacer gilipolleces es,
precisamente mi estilo de vida.
-A
buscar a Tam-informo, pasando la pierna por encima de la mesa de los chupitos,
calculando mal, y volcando un vaso con todo su contenido brillante.
-¿Para
qué?
-¿Qué
te importa, Logan? ¿Acaso eres mi madre?-gruño. Si Scott estuviera aquí,
estaría hablando con él. Si Scott estuviera aquí, le habría dado esa misma
contestación. Si Scott estuviera aquí, me habría cruzado la cara, habría
sonreído con esa sonrisa suya que hace que se le caigan las bragas a medio
Londres (incluida mi hermana, pienso,
y empieza a hervirme la sangre y una nueva fuerza de voluntad me azota), y me
espetaría:
-Qué
más quisieras, Thomas; ella no se atreve a castigarme como te voy a castigar
yo.
Scott
no me sodomiza; nunca me ha sodomizado ni nunca lo hará (porque ahora nos odiamos, pienso, y se me encoge tanto el corazón
que me sorprende que siga latiendo a pesar de ser del tamaño de un átomo de
hidrógeno), ni yo a él, pero no será ni por falta de ganas ni porque no nos
demos razones.
Hola,
soy Scott Malik y mi hermano pequeño vive para tocarme los huevos.
Hola,
soy Tommy Tomlinson y mi hermano mayor vive para tocarme los huevos.
Ya no
hay nadie que nos toque los huevos. Soy el hijo mayor de mis padres, y Scott es
el único hijo varón de los suyos.
Joder,
ahora sí que necesito drogarme.
-¿Para
qué quieres ir a verla?-acusa Logan, con el ceño fruncido.
-Tranquilo,
que no te voy a quitar a tu novia-respondo, mordaz, pasando la otra pierna por
encima de la mesa y haciendo que el pie aterrice con más o menos éxito. Logan
se me queda mirando.
-Eres
gilipollas, Tommy.
-¿Quieres
unirte a mi club de fans? Scott es el presidente, y Alec su secretario; seguro
que están encantados de encontrarte un papel. De tesorero, por ejemplo.
-No
sólo eres gilipollas, sino que también eres imbécil. Alec no está cabreado
contigo.
-¿Y
cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho él?
-Sí,
me lo ha dicho él, y quería que te lo dijera.
-Pues
a menudo le vas a hacer tú caso, Logan. Viendo de parte de quién se pone, está
claro que no suelta una verdad ni por despiste.
Logan
pone los ojos en blanco.
-Hasta
hace poco, tú no te despegabas de esa parte.
-Como
has dicho, soy gilipollas.
Logan
pone fin a la conversación dando un sorbo del chupito y espetando:
-Haz
lo que te salga de los cojones, yo le prometí a Alec que no ibas a hacer
ninguna gilipollez con Megan, pero si quieres palmarla de una sobredosis con
Tam, la culpa no la voy a tener yo.
-No
vais a tener esa suerte Scott, Alec, y tú.
Por desgracia.
-¿Ves como eres gilipollas?
-Adiós,
Logan-gruño, y me giro sobre mis talones y lo dejo con la palabra en la boca, o
eso creo yo, porque en realidad Logan no pensaba decirme nada más.
Me
escurro entre la gente, varios me preguntan dónde he dejado a Scott (joder,
muchas gracias, ya sabía que os importaba una mierda y que sólo os interesaba
porque era la sombra de Scott, no hacía falta que lo disimulaseis), les
contesto que en estos momentos es posible que tenga la polla dentro de mi
hermana (y se me llena la boca de bilis al decirlo), y sigo a empujones hasta
la esquina donde Tam está haciendo su agosto.
Se
pone sal en la mano, la sorbe, toma su vasito de tequila, se lo bebe de un
trago y automáticamente chupa su limón. Se estremece, sonríe, choca las caderas
con Karlie y se pone a bailar. Me mira y sus ojos chispean un poco, tanto feliz
de verme de pie como un poco borracha.
Me
tiende la mano para invitarme a bailar, pero yo la cojo, tiro de ella, la pego
a mi pecho, busco su otra mano, la miro a los ojos, observo su incomprensión en
sus pupilas, y le pongo un billete en la palma de la mano. Ella lo mira un
segundo, estupefacta, luego, me mira a mí.
Me lo
tira a la cara, me empuja con el ceño fruncido, y exclama:
-¡No!
-Las
necesito, Tam.
-¡No
te voy a dar drogas, Tommy! ¡Ya sabes cómo te pones! ¡Lo fácil que es para ti engancharte!
-¡Necesito
algo que me haga sobrevivir a esta noche!
-¿Nosotras
no te servimos?-inquiere, haciendo un gesto con la cabeza hacia Karlie, que nos
mira con curiosidad.
-¡Estoy
solo!
-¡Eso
no es verdad, nos tienes a todos, a Logan, a Jordan, Karlie, Bey, a mí, Alec…!
-¡¿No
lo entiendes, Tamika?!-ladro, cogiéndola de los hombros y sacudiéndola-. ¡Estoy
solo! ¡Tienes que darme algo que me
devuelva las ganas de vivir, tienes que darme algo que me haga creer que hay
esperanza, joder, Tam, tienes que darme algo que me deje volver a casa y no me
permita abrirme las venas en cuanto me dé cuenta de que Scott me odia, de que
Diana no quiere saber nada de mí, y de que me doy asco a mí mismo por haber
permitido que todo esto llegara tan lejos!
Tam
se me queda mirando un momento a los ojos.
-Tengo
que sentirme vivo. A Scott le sirvió el sexo. Yo no puedo hacerlo solo. No
puedo empezar. Tienes que darme algo que me espabile. No siento nada, Tam. Ya estoy muerto por dentro,
no voy a pasar de esta noche sin tu ayuda.
Tam
me mira un momento, se gira y clava los ojos en Karlie, indecisa. La morena nos
observa a ambos, decidiendo si voy en serio o me estoy marcando un farol. Voy
súper en serio, joder. Necesito sentir que no he salido para nada, que me lo
puedo pasar bien, que soy más que “el novio” o “el mejor amigo” de.
Karlie
asiente imperceptiblemente.
-No
le des mucha. Lo suficiente para que se vaya, pero no se enganche.
-Es
Tommy. Se enganchará.
-¿Qué
importa si me engancho, si tú no vas a darme más?
-Créeme,
cuando te pongas hecho una mierda y me supliques como lo estás haciendo ahora,
incluso peor, yo no voy a poder decirte que no, Tommy.
-No
te lo pediré. Te lo prometo.
Tam
me mira, extiende su meñique hacia mí. Se lo cojo.
-Promesa
de meñique-decimos los dos-, quien la incumpla, que muera.
Tal vez debería pedirle a Tam más droga
mañana. Me viene muy bien eso de morirme.
Tam me mira un momento, me
mete el billete en el bolsillo, pero yo me lo saco y se lo meto en el suyo. Le
hace más falta que a mí.
-No
es por el dinero. Lo hago por ti.
-Pero
yo quiero que lo cojas-respondo, y ella lo hace, tras asentir con la cabeza. Me
toma de la mano y me lleva a una estancia apartada, que muy poca gente conoce.
Tiene la puerta semiescondida al lado de un altavoz. Noto cómo Karlie nos
sigue, a pesar de que no puedo escucharla ni tocarla, debido al barullo de
gente que hay. Tam le grita algo a Jordan, que toca un botón debajo de la barra
y le desbloquea la cerradura. Entramos dentro y Tam entrecierra la puerta. Se
saca del escote unos cuantos billetes, va derecha al sofá de cuero blanco, que
refulge por la luz violeta en tonos azulados. Le quita un cojín y saca una caja
de metal con una cerradura, cuya llave también se saca del sujetador. Abre la
caja con precisión, frunciendo el ceño, porque nunca ha seguido esta operación
conmigo, y saca un par de bolsas de plástico.
Karlie
se vuelve hacia la puerta mientras yo me acerco a Tam con la mano extendida, la
palma vuelta hacia el techo, el corazón en un puño y toda la bilis que mi
cuerpo ha podido producir en la boca. Tam me mira.
-No
te voy a dar más. Esto es sólo de emergencia. ¿Lo entiendes, Tommy?
Asiento
con la cabeza, y entonces Tam deja caer una de las bolsitas en mi mano. Karlie
se frota el codo y no deja de mirar por encima del hombro, comprobando que no
venga nadie, mientras Tam y yo quitamos la lámpara de la mesilla baja y
vertemos el contenido de la bolsa en la mesa.
Nuestros
ojos se encuentran un momento, marrón contra azul, chocolate y océano. Tam me
acaricia la mejilla.
-¿Quieres
que lo haga yo?
Asiento
con la cabeza. Todo me parece de repente una pésima idea, al mismo tiempo que
creo que no he podido darle más al coco en mi vida. Tam divide con eficiencia
los polvos blancos en tres finas líneas, busca un billete, me lo enrolla y me
lo tiende.
-¿No
tomas conmigo?
Ella
sonríe, mordiéndose el labio.
-Ya
sabes que yo no tomo, T.
-Yo
tomaré, si quieres-se ofrece Karlie, a quien todo eso de las drogas le da tanto
respeto que a duras penas se acerca a Tam cuando va a por más mercancía a los
rincones más oscuros, desconocidos e inhóspitos del metro de Londres. Y casi me
echo a llorar, porque no me merezco a mis amigas, de verdad que no.
Me
inclino, me tapo la nariz y esnifo la primera raya. Me limpio la fosa nasal, y
me siento en el sofá mientras Karlie se toma la segunda.
Nos
miramos un momento, esperando a que empiecen los efectos, y descubrimos que
somos invencibles, que no nos está haciendo nada, y que podemos terminarnos la
droga sin ningún problema.
Así
que esnifamos otra raya cada uno, mientras Tam nos advierte de que esperemos un
poco.
Volvemos
a sentarnos y, durante un par de minutos, no nos sentimos diferentes. Hasta
que, de repente, el chute de sustancias que se mezclan en nuestro cuerpo estalla
como una supernova, y todo adquiere un nuevo color, textura y brillo. Los
sonidos se vuelven ensordecedores y tengo la sensación de que puedo escuchar la
luz y ver el sonido.
Me
levanto y Tam va a buscarme mientras Karlie se echa a reír, histérica.
-¿Adónde
vas?
-Por
ahí-vuelvo a decir, porque soy un dios de la oratoria y, joder, Tam, ¿desde
cuándo tus trenzas cobran vida? ¿Por qué se mueven? ¿Acaso eres Medusa?
-No,
T, tienes que quedarte aquí, me dijiste que lo necesitabas para…
-Tengo
que ser Scott-espeto-. No puedo ser Scott sin ser Scott-razono, porque
Aristóteles era un imbécil en lo que a filosofía se refiere en comparación
conmigo-. Así que necesitaba esto. Gracias. Me voy por ahí a follar para
olvidar a Diana.
Tam
se queda a cuadros.
-¿Qué?-dice,
desesperada, pero yo ya me he escurrido por el hueco de la puerta y he salido
al campo de batalla, estoy atravesando territorio enemigo, todas las formas se
entremezclan unas con otras hasta formar una marabunta imposible de doblegar.
Meneo la cabeza de un lado a otro, buscando a alguna chica, y tú me vales, y tú
también, y estoy a punto de enrollarme con varias, pero cambia la música y las
luces y yo me vuelvo a dejar arrastrar por ese monstruo sin rostro y a la vez
con un millón, y joder, cómo te pareces a mi americana, qué bien bailas, me
gusta sentir tus dedos en mi nuca, quiero besarte, y lo voy a hacer, lo voy a
hacer, lo voy a…
Se me
viene el mundo encima cuando me doy cuenta de que no me está arrastrando nadie,
que soy yo el que se escapa, que yo soy el que huye de las demás porque las
demás son hacerle daño a Diana. Y yo no puedo hacerle esto a Diana, ni
borracho, ni drogado, ni en coma, ni muerto. No puedo hacerle daño, como si
ella me arranca el corazón del pecho y me lo pisotea; no puedo volver a
traicionarla, no puedo hacerle daño conscientemente a mi americana, no puedo
convertirme en el monstruo que ella ve cada vez que cierra los ojos y me
imagina encima de la zorra pelirroja, o debajo, o despertándome a su lado y
deslizando mi mano entre sus piernas y…
Genial,
T, te estás empalmando.
Una
mano amiga me encuentra, me lleva a un rincón más apartado, antes de que un
calamar gigante me meta uno de sus tentáculos por la nariz y empiece a sobarme
el cerebro.
Es
Tam.
-Tam-saludo,
acariciándole la cara, el pelo rizado que sorprendentemente se ha soltado en lo
que ha sido una exhalación.
-Soy
Bey-corrige.
Es
Bey
-Bey-digo,
acariciándole el otro lado de la cara.
-¿Qué
te has tomado? ¿Qué mierda te ha dado Logan? Voy a matarlo, a él y a Jordan, te
juro que…-empieza, pero una de las luces del techo me enfoca directamente a la
cara un segundo tan angustioso como cegador. Y Bey se calla, me mira a los
ojos, me sostiene la mandíbula con los dedos y me hace levantar la mirada y
encontrarme con su escrutinio. Y se desata la Tercera Guerra Mundial.
¿O es
la Primera?
¿O la
Cuarta?
¿Estados
Unidos le declaró la guerra a Corea cuando se cargaron a Donald Trump? ¿O les
dio las gracias?
Deberían
haberles dado las gracias, pero con lo especialitos que son los americanos,
cualquiera sabe. No hay más que ver a Diana para ver cómo serán los demás.
Diana…
-¿Qué
mierdas te ha dado Tamika? ¡Te juro que la voy a matar! ¿Dónde está?-ruge,
cogiéndome por los hombros como yo he cogido a su hermana hace poco-. ¡Thomas!
¡¿Dónde está?!
-En
el búnker-digo, y empiezo a estallarme de risa ante su atónita mirada.
-¡A
mí no me hace ni puta gracia! ¡Os voy a quitar la tontería a todos de un
bofetón! ¡Coño! ¡Joder! ¡Ya verás cuando se lo cuente a Alec! ¡Yo os mando a
Saturno de un tortazo, pero él os va a cambiar hasta de dimensión!
Me
arrastra hacia el “búnker” y me tira dentro antes de bramar:
-¡TAMIKA
KNOWLES! ¿QUÉ COÑO HAS HECHO?
-Apenas
ha esnifado, Bey-se excusa su hermana, y empiezan a chillarse, a chillarse a lo
bestia, incluso a insultarse, hasta a decir sus nombres enteros, tirarse del
pelo y soltarse guantazos, patadas y mordiscos, pero yo me espabilo mientras
luchan y consigo meterme entre ellas, tirar de Bey para separarla de Tam, que
de repente ha decidido que le encanta la pelea y no puede pasar sin romperle un
par de huesos a su hermana gemela.
-¡Vale!
¡Vale! ¡VALE!-trono, mientras Bey patalea y casi consigue liberarse de mi
abrazo, menos mal que yo soy igual de alto y un poco más fuerte, pues de lo
contrario me desmoronaría como un castillo de arena al que le sorprende la
marea, aunque estoy a puntito de que me lleve por delante un maremoto-. ¡Basta,
Bey! ¡Basta! ¡Tam sólo estaba ayudándome!
-¿¡Ayudándote!?
¡Los amigos se ayudan copiándose en los exámenes o pagándose los chupitos, no
pasándose droga, por el amor de Dios! ¡¿Eres subnormal, Tam?! ¿Acaso te quité
demasiados nutrientes de mamá cuando no habíamos nacido aún? ¿Por qué tienes el
cerebro a medio cocer?
-¡T
estaba fatal!
-¡Fatal
vas a estar tú cuando te arañe toda esa cara de feto abortado que tienes,
malnacida!
-¡Ven
aquí si te atreves, gata salvaje, a ver si me tocas sin que te deje sin brazos!
-¡Que
qué!-ruge Bey, volviendo a luchar por liberarse, pero yo consigo detenerla y
hacer que su atención se desvíe hacia la otra persona de la habitación: Karlie.
Las
manos de Karlie son barquitos que navegan por la corriente de un río
turbulento, mientras ella sonríe, dirigiendo a una orquesta inanimada al ritmo
de:
-En
la jungla, la negra jungla… hay un amigo en mí; no hay problemas, siempre
flotamos, bajo el mar…ahíiiiiiiiiiiiii
yiiiiiiiiii i iiiiiiiiiiiiih bimba sím babueeeeeeeeeeeeeee-y se echa a
reír, feliz de dominar el suajili. Los tres nos la quedamos mirando un momento,
hasta que su atención se centra en nosotros. Nos observa. Lo hace de verdad-.
Tenéis dos ojos-comenta, sorprendida, porque lo normal es tener tres, uno en
medio de la frente. Se echa a reír como loca, se golpea las rodillas y se pone
a imitar a Homer Simpson, partiéndose el culo. Bey le lanza una mirada
envenenada a Tam.
-Se
lo está pasando bien.
-Eres
subnormal, Tamika.
-¡Y
tú!-me reprende Bey, dándome un manotazo en los brazos-. ¿Por qué has decidido
que quieres engrosar la lista de clientes de mi hermana?
-Quería
liarme con alguna tía.
Las
gemelas se me quedan mirando. Karlie también. Lanza un dedo acusador en mi
dirección.
-Prolífico-suelta.
-Promiscuo-la
corrige Tam.
-¡Promiscuo!-acusa
Karlie. Bey se cruza de brazos.
-No
me lo trago, ¿toda esta gilipollez es por Scott? Porque me tenéis hasta el coño
vosotros dos. Vamos a ir ahora mismo a que habléis-dice, cogiéndome del codo, y
Karlie se pone a chillar y dar palmas.
-¡Scott
y Tommy, sentados en un árbol, dándose besitos, siendo muy heteros!
-¿Te
quieres callar, Karlie?-protesta Tam. Karlie la mira un momento, asiente con la
cabeza y luego vuelve a cantarnos el repertorio de Disney en un mega remix de
esos que ya no se hacen.
-Esto
no es por Scott-escupo, poniendo todo el asco que puedo en pronunciar su nombre,
que, desde luego, no es poco. Me zafo de la pinza que me hace Bey en el brazo-.
Es por Diana.
-¿Qué
pasa con Diana?
-Hemos
roto.
Las
dos hermanas se me quedan mirando de soslayo.
-¿Quién
lo dice?
-Em,
no sé, ¿ella?-gruño-. Me odia.
-Pero
si cuando se fue, le faltaba poco para ponerse a lamer tus fotos-protesta Bey.
-Sí,
bueno, pues parece ser que ya no estoy tan bueno como cuando se fue.
-No
digas tonterías, has echado un poco de barriguita, pero sigues estando de
ponerte contra la pared y hacerte gemelos hasta que salgan impares-salta Karlie
antes de poder frenarse.
-¿Tú
no estabas muy ocupada destrozando canciones de Disney?-gruñe Tam.
-HOY
LA LÍNEA ENTRE EL CIELO Y EL MAR ME LLAMA-contesta a gritos Karlie.
-¿Qué
le hiciste?-pregunta Bey, la lista de las gemelas, la lista de las chicas, la
lista del grupo. Se cruza de brazos y alza las cejas cuando yo agacho la cabeza
y murmullo mi pecado-. ¿Qué? Más alto, T. No te hemos oído.
-Me
tiré a Megan.
Tam y
Karlie se quedan de piedra, pero Bey permanece con una expresión impenetrable.
-¿Borracho?
-Esto…
la primera vez.
Ahora
Bey también lo flipa. Suspira, se masajea las sienes y hace un gesto con la
cabeza en dirección al sofá. Me siento al lado de Karlie, que me acaricia el
pelo y admira lo suave que lo tengo. Me está tirando tantos tejos hoy que tengo
para construir un techo para los castillos de media Europa, y puede que aún me
sobre para forrarme vendiendo los demás.
Tam
se inclina hacia mi entrepierna.
-Amiguito,
hay que dejar de tomar el control del cuerpo de nuestro amigo y dejarle pensar
un poco con la cabeza de vez en cuando.
-No
pueden, son tíos. Les cortas la cabeza y sobreviven; les cortas la polla y no
saben qué hacer-Bey se sienta a mi lado-. A ver, cuéntanos cómo metiste la pata
hasta el fondo.
-A
base de meter la polla
-Gracias
por la aportación, Karlie-bufo, y ella levanta los pulgares. Escucha con toda
la atención que puede la historia de cómo me despierto en casa de Megan, cómo
intento irme, cómo se quita la ropa (mira
que es puta, dicen las tres),
cómo se frota contra mí (pero mira que es
puta), cómo me mordisquea el cuello (hay
que ser puta) y me empuja hacia el suelo cuando yo estoy a punto de
escabullirme (menuda puta está hecha),
y cómo frota sus atributos femeninos (todos) contra mi cuerpo (una puta olímpica, sí señor).
Me
callo que Diana me ha hecho exactamente lo mismo esa noche, antes de irse de
fiesta y tirarse a todo lo que se mueve. Porque ojalá hubiera sido tan puta
como Megan y me hubiera follado en el suelo de la cocina, que es lo que a mí me
apetecía.
-Así
que ahora Diana está vengándose de mí por haberme liado con Megan, a base de
pasarse por la piedra a todo Londres.
Las
chicas se miran.
-Eso
no está bien-sentencian.
-Es
decir, tú la esperaste pacientemente mientras ella se lo pasaba en grande por
Nueva York, ¿no?
-¡Claro!
Y ahora ella me odia, y yo quiero darle un toque de atención, pero no puedo
enrollarme con otras chicas, porque pensar en el daño que eso le haría me mata.
Todas
me miran.
-Lo
que yo no entiendo es por qué le parece tan mal que me haya acostado con Megan,
cuando ella se ha acostado con un montón de chicos y yo no le he dicho nada.
Tuercen
el gesto.
-Creo
que te da por sentado-sentencia Tam por fin, y tanto Bey como Karlie asienten al
unísono.
-Pues
hace bien-respondo-. Quiero decir… me tiene comiendo de la palma de la mano,
¡mirad cómo estoy! No hacemos más que pelearnos, ella pasa de mí, y yo no hago
otra cosa que esperar a que suene el despertador para poder verla, o aguantar
la respiración cuando la escucho por el piso de arriba porque hay una mínima
posibilidad de que venga a verme… Joder, pero si está en una fiesta pasándoselo
genial con un millón de tíos, sin pensar un segundo en mí, y yo… yo me estoy
drogando para poder vivir conmigo mismo y fingir que no me importa haber metido
la pata tan hasta el fondo con ella.
-La
clave estaría en ponerla celosa-medita Bey.
-¿Estás
sorda, Bey? Te he dicho que no puedo hacerle daño, que me moriría si se lo
hiciera, ¿cómo voy a poner celosa a Diana si no me puedo acercar al resto de
chicas?
-Para
eso te servimos nosotras-contesta la del pelo afro, y mira a las otras dos, que
alzan las cejas. Karlie frunce el ceño, pero Tam, cuya mente trabaja a la
velocidad del rayo, ya ha pillado por dónde van los tiros.
-Podría
funcionar.
-¿El
qué?-preguntamos Karlie y yo a la vez.
-Pero
no nos podemos enrollar en serio, con él; es Tommy, sería muy raro-dice Tam.
-No
tenemos por qué hacerlo en serio, con
dejarle unas cuantas marcas basta.
¿Marcas?
¿Qué?
-Oh-susurra Karlie,
frotándose la cabeza-. Ya veo por dónde vais.
-Yo
no. ¿Alguien me ilustra?
-Vamos
llenarte de marcas de pintalabios-dice la que se ha enterado en último lugar
del plan nocturno.
-¿Eh?
-Te
cubriremos de besos, Diana no sospechará que hemos sido nosotras, se pondrá
celosa, verá hay peligro de perderte, y tú no tienes que preocuparte por estar
poniéndole los cuernos a la americana. No puedes con nosotras-explica Tam.
-Bueno,
técnicamente, sí que puede, pero no lo va a hacer. Primero, porque él no
quiere, y segundo, porque no se lo permitiríamos-arguye Bey. Empiezan a
pelearse sobre los tecnicismos morales de lo que van a hacer, y, antes de que
yo me dé cuenta, me han rodeado en un triángulo cuyo centro soy yo. Noto los
ojos de las tres mientras me estudian, rotando a mi alrededor como hienas que
esperan con impaciencia a que la leona se termine su festín y les permita
aprovechar las sobras. Consultan su reloj. El sol está a punto de empezar a
pintar el cielo con sus colores predilectos.
Karlie
se adelanta, me lleva las manos al pelo y me lo revuelve, mientras Bey, sin
previo aviso, me tira de la camisa para metérmela a intervalos irregulares en
el interior de los vaqueros, y Tam revuelve en su bolso hasta encontrar el
brillo de labios que le interesa. Las tres chicas se miran de nuevo, y sus ojos
se vuelven hacia mí, y protestan cuando yo me recoloco la ropa y hundo las
manos en el pelo. Se supone que no tengo que estropear su chapucera obra
maestra, que debería estarme quietecito y resistir las tentaciones de
arreglarme un poco, aunque no he ido a casa en mi vida con las trazas con las
que ellas pretenden que lo haga esta noche.
Echan
a suertes quién va a ser mi salvadora, y después de perder dos partidas a
piedra, papel, tijeras, Bey se vuelve hacia mí.
-Es
tu día de suerte-sonríe, y yo alzo las cejas. Encuentro, no sé cómo, la fuerza
de voluntad para espetar:
-¿Estás
segura de que Alec te permitirá hacer esto?
Bey
se echa a reír; Tam y Karlie se miran, sonriendo ligeramente. No estoy tan
jodido como parecía.
No,
es verdad, lo estoy mucho más. Pero ellas pueden animarme.
-Alec
me deja mariposear por ahí, eres tú quien debes preocuparte.
-¿Cuál
es el plan?-inquiero, metiéndome las manos en los bolsillos de los vaqueros y
balanceándome sobre los pies. Las chicas me miran.
-Te
enrollas con Bey.
-Sin
sexo-añado yo.
-Sin
sexo-incide ella-. Sólo besos, y ya está.
-Parece
fácil-medito.
-Pues
sí-consiente. Se rasca el brazo, yo me miro los pies. Junto las puntas una y
otra vez, las separo y las junto de nuevo, como si estuviera esquiando y
estuviera descubriendo lo que puede hacer eso para mi velocidad.
-Bueno,
eh… ¿empezamos?
-Estaría
bien.
Ella
da un paso hacia mí. Yo intento darlo hacia ella, pero una fuerza superior me
lo impide. Esto no es lo que quiero. Esto no es lo que busco. Bey lo sabe. Yo
lo sé. Los dos lo sabemos, los dos mataríamos por evitar esto. Joder, Bey es
como una hermana para mí. Sería más fácil enrollarme con… no sé, Eleanor.
Pero Eleanor ya está pillada, ¿recuerdas?,
me dice una voz en mi cabeza, socarrona. Es la voz de Scott, que me cabrea en
millonésimas de segundo. Esto de tener de conciencia a la persona a la que más
odias y a la vez añoras del mundo es una auténtica mierda.
Bey
da otro paso, indecisa, y yo hago todo con tal de joder a esa voz de mi
interior. Salvo la distancia que hay entre nosotros, tenemos los pies
rozándose. Me fijo en las motas negras, como los nudos de un árbol que se ha
incendiado por dentro, que le recorren el iris. Ella se fija en los puntos
grises de los míos, como nubes en una noche de tormenta oceánica.
Luego,
nos miramos las bocas. Y ninguno de los dos hace nada. Se supone que, por lo
menos, uno tendría que morderse el labio, o relamérselo, puede que
entreabrirlos un poco. Pero no hacemos absolutamente nada.
Prefiero
enrollarme con Eleanor.
Al
final va a ser verdad que Scott y yo somos hermanos. Al final, nos va a ir a
los dos el incesto, no sólo a él.
Inclino
un poco la cabeza hacia la derecha, y Bey hace lo propio. Y esperamos.
-¿Me
acerco yo?-pregunto.
-¿Vamos
a medias?
-Vale,
sí.
Nos
acercamos un poco. Y, justo cuando estamos a punto de tocarnos con los labios,
los dos nos apartamos, dando un paso hacia atrás, como si acabáramos de
recordar que el fuego quema.
-No
sé si esto va a funcionar-digo.
-Lo
siento, chicas, pero yo no puedo hacer esto. Es decir, ¡es Tommy! Somos como
hermanos, sería rarísimo.
-¿También
fue rarísimo cuando te follaste a Alec, o él no cuenta como hermano?-ataca Tam.
A Bey se le oscurecen los ojos.
-¿Puedes
cerrar ese pozo fétido que tienes por boca, aunque sea sólo una vez en tu vida?
-¿Te
tiraste a Alec?-ladramos Karlie y yo a la vez, estupefactos. Bey suspira, se
masajea las sienes.
-Ahora
estamos con Tommy, dejemos mis peripecias amorosas para otro momento, ¿mm?
-Me
sorprende que él no lo haya publicado en, no sé, todas y cada una de las redes
sociales que tiene.
-Sabe
que me lo cargaría, T.
-Sí,
a polvos-bufa Tam.
-Vale,
tipa, ¿qué coño te pasa esta noche?
-¡Es
que me ofende que no te dé la gana darle un par de besos a Tommy cuando él es
un rayito de sol demasiado puro para este mundo y está tan mal! ¡Y luego soy yo
la mala de la película por darle un poco de droga para que se evada de la
realidad!
-¡Si
tan fácil te parece, ponte tú a morrearte con él, no te jode!
-¡Te
tocó a ti!
-Vete
a la mierda, Tamika.
-Cómeme
el coño, Beyoncé.
Volvemos
a intentarlo, y esta vez soy yo el que se aleja, porque ella no puede acercarse
más.
Y me
alejo porque no entiendo qué diferencia hay en realidad en que me enrolle con
una desconocida a que lo haga con Bey.
-No
entiendo cómo no podemos considerar esto ponerle los cuernos a Diana.
Tam
pone los ojos en blanco.
-Joder,
¿por qué los buenos, cuquis, fieles, estáis todos cogidos? ¿Por qué no hago más
que juntarme con gilipollas? ¿Me lo explicas, Tommy?-estalla.
-Puedes
esperar a que Dan crezca-sugiere Karlie.
-Puedes
apostar tu culo níveo a que lo haré, como no deje de encontrarme con
trogloditas.
Nos
enzarzamos en una discusión sobre lo que podemos hacer para poner celosa a
Diana sin que ello implique un cargo de conciencia aún mayor, hasta que, de
repente, se les ocurre algo brillante. No tienen por qué besarme en la boca, es
más, es que si me besan en la boca va a quedar muy poco realista.
Porque,
cuando te enrollas con una tía que no lleva un pintalabios bueno, lo normal es
que se te quede la boca como si te hubieras dedicado a rumiar flores en el
campo. Azul, roja, negra, granate… da igual, lo que cuenta no es el beso, sino
el pintalabios.
Así
que me sientan en el sofá, Karlie se pone encima de mí, me pone un dedo de su
gloss chocolate, el que le suele prestar a Bey, en los labios, y me ayuda a
difuminarlo a base de frotarme las manos por la cara.
-A
ver, Karlie-la detengo cuando me empieza a manosear las cejas-. Suelo
enrollarme con chicas que no son caníbales y no intentan comerse mis ojos.
-Me
he dejado llevar-se excusa ella, y vuelve a mi boca y me pellizca la mejilla
para que me calle cuando le espeto un cínico: ¿tú crees?
Se detienen
a contemplar la obra de Karlie.
Y
luego, Tam sugiere que me abra la camisa y Bey me empiece a dar besos por el
pecho. Como si eso no fuera también poner los cuernos.
-Relájate,
T, tú no tienes que hacer nada.
-Eso
sí, no te empalmes. A poder ser.
Bey
se arrodilla entre mis piernas, manda callar a su hermana cuando ésta le dice
que nos va a hacer una foto para hacer publicidad de la promiscuidad de la
pequeña de las gemelas, me abre la camisa y empieza a besarme. Se deja caer
después de 5 incómodos minutos en los que yo no puedo hacer más que intentar
organizar las dinastías monárquicas de Europa mentalmente, para no responder a
la boca de Bey, porque no soy de piedra y me busco amigas guapas.
Y
estoy muy enfermo.
-Y
ahora, desabróchate los pantalones y deja que te la chupe-exige Tam, y su
hermana se levanta y le tira de las trenzas mientras le da tortazos con la mano
que le queda libre.
Estamos
a punto de irnos cuando Logan entra en la habitación. Se nos queda mirando a
los cuatro; detiene un momento sus ojos en mi boca llena de pintalabios.
-No
es lo que parece-digo, lo cual es una gilipollez porque pretendo exactamente
todo lo contrario: que parezca lo que no es. Logan sólo alza las cejas.
-¿Es
por Diana?-me quedo helado, y por fin, asiento-. Deberías pedirles a las otras
también que se morreen contigo. Digo, para que no parezca sospechoso.
Todos
nos quedamos mirando a Logan, que alza los hombros.
-¿Qué?
No me habré enrollado nunca con nadie, pero sé cómo funcionan estas cosas.
-¿Quieres
participar?-lo invita Karlie.
-Chúpamela-responde,
y cierra la puerta de un portazo antes de que ella le pueda contestar.
Para
cuando vuelvo a casa, tanto Tam como Karlie han colaborado con sus pinceladas a
la obra maestra de Bey. Y me gustaría decir que han sido buenas, y útiles, pero
para lo único que me sirve esa noche fuera es para descubrir lo mucho que se la
sudo a la americana. Joder, ¿por qué siempre tengo que pillarme por tías que me
olvidan en cinco minutos? Al final Scott va a tener razón, y mi gusto con las
mujeres es pésimo, sino nulo.
Claro
que tampoco es que el suyo sea como para tirar cohetes.
Hago
lo que puedo por ponerla celosa al llegar a casa, incluso finjo mi mejor
sonrisa post-coital en una actuación digna de Oscar, pero nada de eso tiene
efecto en la americana.
Decir
que me convierto en Scott en sus mejores días, o en Alec ahora mismo, es poco.
Me vuelvo el capullo integral número 1 del planeta tonteando con ella, comiendo
galletas asegurándome de que se me marque bien la mandíbula (le encanta mi
mandíbula y le pone muchísimo verme masticar) mientras le miro descaradamente
las tetas. Y, de no ser por mi padre, le separaría las piernas y le devoraría
lo que tiene entre ellas.
Y la
recuperaría.
Vaya
que sí. Lo que pierdes con la lengua, lo recuperas con la lengua.
Pero,
justo cuando siento que estoy a punto de conseguir avanzar con mi ejército,
Diana tira una bomba atómica que deja mermada no sólo mi tropa, sino todo mi
territorio; no hay nada que salvar.
Se ha
acostado con otro, pero no sólo se ha acostado, sino que se lo ha tirado sin
condón. Recuerdo cómo me dijo el primer día que buscara algo con que
protegernos, que ni de coña quería tener un crío mío (a mí tampoco me
entusiasma la idea de ser padre con 17 años, pero bueno), que no se va a
arriesgar a que un inglés de mierda le pegue algo…
… y
ahora me tiene tan olvidado, ha dejado tan atrás a la chica a la que conocí en
el aeropuerto y a la que me quise tirar ya nada más verla, ha destruido tanto a
la chica que vivió encima de mí y dentro de mí y yo dentro de ella durante
tanto tiempo, que ya no le importa que los ingleses la contaminemos, le robemos
su cuerpo, la dejemos sin su perfección y la convirtamos en humana.
A
Diana ya no le interesa ser mi diosa. Ni la mía, ni la de nadie. Pero, sobre
todo, la mía.
La
diosa de Nueva York ha encontrado un nuevo placer en la vida: caminar entre
mortales, dejar que ensuciemos su luz, que soplemos sobre su vela hasta
apagarla y llegar la estancia con el aroma de la cera derretida.
El mero
hecho de que se haya tirado a uno sin protección, cosa que a mí me regaló sólo
un par de veces, y me aseguró que para ella era igual de especial que para mí,
me destroza por dentro más incluso que la primera parte de la frase: “llevaba
dos condones, y no fueron suficiente”.
Ha
habido por lo menos tres, y uno ya es VIP donde yo todavía no tengo ni el
carnet de socio.
Y me
saca a Scott.
Porque
la americana quiere camorra. No le basta con arrancarme el corazón del pecho,
pisotearlo, bailar una jota sobre sus trocitos aún calientes, sacar un
lanzallamas y reducirlo a cenizas, sino que tiene que robarme mi alma y jugar
con ella conmigo mirando.
-Sí,
papá, Eleanor se folla a Scott a pelo-escupo, y Diana sonríe con una sonrisa
lobuna, que debería gotear mi sangre-; esa es una de las razones de que Scott y
yo tengamos movida.
-Por
eso Tommy está tan molesto; yo suelo obligarlo a ponerse condón-me mira con
unos ojos como el hielo, lo cual es curioso, porque he visto la jungla arder,
pero no sabía que pudiera congelarse como lo está en la mirada de mi
americana-. O solía-remata.
Y yo
no puedo soportarlo más. No puedo seguir mirando cómo me recuerda lo que me
dijo ayer, que no le importo, que soy un juguete, que no me quiere, que
prefiere a Scott, que ojalá yo fuera Scott, que ojalá estuviera en su casa y no
en la mía, porque Scott puede follar igual o mejor que yo, y encima no monta
pollos del calibre de los míos.
Me das asco, la escucho decir en mi
cabeza, en bucle, tan alto y tan fuerte que me echo a temblar. Me quito la
ropa, reprimo mis ganas de tirarme por la ventana (porque no voy a dejar que
Diana y Scott ganen de una manera tan apoteósica), y me meto debajo de las
sábanas.
Ojalá mamá te hubiera abortado, Tommy.
Como vuelvas a ponerle la mano
encima a Eleanor, te mataré, Tommy.
Me das asco. Te detesto. No
vuelvas a acercarte a mí. Ojalá me hubieran mandado a casa de Scott y no a la
tuya, que por lo menos él trata bien a la gente.
Me importas una puta mierda,
Tommy.
Me tapo con las mantas hasta
desaparecer en la oscuridad, para no ver cómo lloro ni escuchar los susurros de
una casa que se despereza. Eleanor, Scott, y Diana, siguen torturándome dentro
de mi cabeza hasta que ya no queda nada más de mí, hasta que consiguen que yo
les conteste exactamente lo que están esperando escucharme.
Ojalá tenga cojones para suicidarme pronto.
Sigo
temblando como un puto flan mientras me refugio en ese pensamiento, es posible
que me queden días, horas, ojalá que sean minutos, todo con tal de no seguir
oyéndolos así.
Pero
los cuatro sabemos que yo no voy a poder hacer eso, que soy lo bastante cobarde
como para preferir una vida que no es vida a una muerte apacible que me saque
de mi dolor a toda velocidad.
Así
que escojo el camino lleno de espinas. Rebusco en el bolsillo trasero del
pantalón, hasta encontrar milagrosamente lo que estoy buscando. Me limpio las
lágrimas, miro la pequeña bolsita con polvos blancos, y trato de tranquilizarme
mientras la abro.
Lo
único que me frena de volcarme la bolsa en la nariz y esnifar de una sentada
todo el contenido es pensar en lo mal que lo pasará mamá si me mato de una
sobredosis y ella lo descubre cuando venga a verme para decirme que papá está
terminando de hacer la comida.
Odio
y adoro a mamá por ser lo único que siento que me mantiene todavía atado al
mundo.
Y
vierto un poco de coca en una llave, la levanto y la esnifo a su salud.
Creo
que voy a tardar poco en hacer que se avergüence también de mí. Con eso me
bastará, no voy a necesitar que me odie.
Alguien se sienta a mi lado en la cama. Antes incluso de
recuperar el control de mi cuerpo, mi corazón ya se acelera. ¿Y si es Diana?
O,
mejor, ¿y si es Scott?
¿Y si
todo ha sido un mal sueño, y me voy a encontrar con unos ojos verdes que me
digan que han soñado conmigo, o con unos ojos marrones tirando a verde que me
urjan a vestirme deprisita, que llegamos tarde al partido de los domingos?
He soñado contigo, T, y quiero que hagas mis
sueños realidad. Tus padres no están en casa, podemos hacer todo el ruido que
queramos.
¿Thomas? Por dios, menuda
borrachera cogiste ayer, estoy muy harto de esta vena alcohólica tuya, ¡se
acabaron los chupitos! Venga, vístete, que llegamos tarde al partido y ya sabes
cómo se ponen los chicos cuando tú no apareces.
Te necesito para ser feliz, T.
Te necesitamos para ganar, T.
Pero mi mundo se destruye
cuando abro los ojos y me encuentro con una mirada chocolate posada en la mía.
No es mamá, ella tiene los ojos más claros.
Tampoco
es Eleanor, tiene los ojos de mamá. Y me odia. Y desearía ser la mayor de tres
hermanos, no la mediana de cuatro. Y no nos hablamos. Y no me echa de menos,
¿quién me va a echar de menos, teniendo a Scott?
El
amor hecho persona me acaricia la frente con la yema de los dedos, jugando con
mis mechones de pelo marrones.
-Buenos
días, rayito de sol.
Soy
la criatura más miserable del mundo, no por hacer que mi hermana me deteste, no
por hacer que mi americana no deje de llorar, no por hacer que mi mejor amigo
sufra hasta el punto de que la única salida que vea a su dolor sea renunciar a
su amor de verdad con tal de no decepcionarme, no.
Soy
la criatura más miserable del mundo, a la que todos deberían perseguir, porque
lo primero que pienso al reconocerla es: “sólo es Layla”.
Sí,
efectivamente, “sólo”.
¿Verdad
que es para pisotearme con 80 tanques?
-Princesa-susurro,
y ella me sonríe, y me hace sentir aún peor por considerar que “sólo” es ella.
Me incorporo y ella espera a que lo haga hablándome despacio y en voz baja,
para que yo no me asuste, y pueda seguirla, y no me sienta tan imbécil como
efectivamente soy.
-Tenía
unas horitas libres, y he decidido venir a visitarte. Perdona por ser un poco
mala y despertarte-dice, y yo respondo:
-No,
no, da igual, si he dormido muchísimo esta…-y me interrumpo con un bostezo.
Que
sean 90 tanques.
Ella
se echa a reír.
-Quería
venir ayer, pero me entretuve y se me hizo tarde, y… bueno, como me imaginaba
que saldrías, al final me quedé en casa como una ancianita. Creo que voy a
empezar a hacer calceta-me confía, y yo sonrío, me froto la cara,
espabilándome-. Te he echado de menos, Tommy.
-Yo
también te he echado de menos, Lay-le digo. No
sabes cuánto.
-Siento no haber podido venir
antes, es que… bueno, he estado liada, con las pruebas, prácticas, las clases
nuevas, y esas cosas. Pero cuando Diana me contó que estabas un poco plof, pues
supe que tenía que venir.
-¿Diana
te dijo que yo estaba mal?
-No
me dijo que estuvieras mal-niega despacio con la cabeza, y sus rizos chocolate
se deslizan por los toboganes de sus hombros, y luego los escalan, se deslizan
y escalan, se deslizan y escalan…-. Pero sí que tenías ganas de verme. Me gusta
hacerme de rogar, pero a veces me paso un poco-sonríe, pegando su mejilla a uno
de sus hombros.
Mira
mi pecho desnudo, y hace lo que se supone que Bey debería haber hecho cuando me
iba a besar: se muerde un poco el labio.
Mamá
no es lo único que me mantiene atado al mundo.
También
es Layla.
Dios,
tengo tanto que agradecerle a Layla…
-Veo
que os lo pasasteis bien anoche ella y tú-comenta, y no hay rastro de desdén en
su voz, socarronería, o cualquier tipo de sentimiento negativo. Porque Layla es
todo positividad-. Me alegro de que te tenga satisfecho.
-Me
lo tiene, pero… esto… em… no es suyo.
Layla
alza las cejas.
-Oh,
ya veo, yo… creí que… bueno, me pareció un poco extraño que Diana usara un
pintalabios de esos que dejan marca, pero nunca se sabe, es decir… hay colores
que sólo consigue una marca…
Se
mira las manos, aturdida. Yo se las cojo. Ella vuelve a mirarme, y yo le digo
con los ojos todo lo que no puedo poner por palabras. No voy a destrozarte ni a echarte a perder como hago con absolutamente
todo lo que toco, princesa. Antes me muero, te lo prometo. No te voy a hacer
daño, eso se acabó. Ya has sufrido bastante, por más de mil vidas, y desde
luego un millón de veces más de lo que te mereces.
-Puedo explicarlo-le digo, y
ella niega con la cabeza.
-No
hay necesidad, T, de ver…
-En
serio, puedo explicarlo, y quiero hacerlo. Pero… ¿me das dos minutos? Voy al
baño, me adecento un poco, y luego hablamos, y hacemos lo que quieras, ¿vale?
-¿Lo
que quiera?-dice, y se le encienden las mejillas tras clavar sus ojos en mi
pecho.
¿Soy
un cabrón por crecerme lo que no está escrito al notar cómo sus pupilas se
dilatan un poco al pasearse por mis músculos?
Porque
me encanta ser un cabrón por crecerme lo que no está escrito al notar cómo sus
pupilas se dilatan un poco al pasearse por mis músculos.
Me
inclino, le doy un beso en la frente y salgo de la cama.
-Por
Dios, Tommy-la escucho susurrar en voz baja, para sí, mientras me inclino a
buscar mi ropa de andar por casa. Menos mal que llevo por lo menos los bóxers,
de lo contrario es probable que Layla no me dejara salir de la habitación.
Para
cuando vuelvo, ya mucho más espabilado, ella se ha sentado con las piernas
cruzadas y los pies descalzos en medio de la cama. Cierro la puerta y me apoyo
en ella.
-¿Qué
quieres hacer?
-Quitarte
la ropa-suelta antes de poder frenase, y se pone roja, pero rojísima, y se lleva una mano a la boca
al darse cuenta de lo que acaba de decir-. O sea, yo… madre mía, no sé qué me
pasa hoy… ¡No! ¡Tommy, ¿qué haces?!
Dejo
de tirar de mi camiseta.
-Creía
que…
-O
sea, si tú estás más cómodo, pero yo tampoco quiero que cojas una pulmonía ni
nada y… eh… ¿y si hablamos?-da una palmadita a su lado-. Te sientas conmigo. Y
hablamos. Con ropa. Sí. Es un buen plan-dice, frunciendo el ceño.
Así
que me meto debajo de las sábanas y la miro. Se abraza las rodillas.
-Vale…
tu explicación.
Me
froto la mejilla, buscando las palabras.
-Vale,
pues… Diana y yo no estamos muy bien. No sé si te lo ha contado-asiente
despacio-. Ya, claro, bueno, eh… era de esperar. ¿Te dijo por qué?-niega-.
¿No?-vuelve a negar, me paso la mano por el cuello y me rasco la nuca. Genial, Tommy, has tenido una bronca con
Diana por ser un imbécil desconfiado-. Bueno, pues… ah, sí, las marcas de
pintalabios. El caso es que ayer Diana y yo salimos, sí, pero no fue
técnicamente juntos. De hecho, no salimos juntos. Ella estuvo por el centro, y
yo por aquí. Ayer tuvimos una bronca impresionante, y ella… se acostó con
varios chicos. Yo me enteré. Así que iba a vengarme liándome con más chicas,
pero… no podía hacerle eso. Hacéroslo a las dos-me callé el otra vez, porque soy así de cabrón-. Así
que mis amigas me ayudaron. Estas marcas son de ellas-digo, tirando del cuello
de la camiseta, como si no me las hubiera quitado ya-. Quería ponerla celosa,
pero… no funcionó.
Layla
asiente.
-¿Por
qué os peleasteis?-pregunta, cobijándose en mi pecho. Se lo agradezco
muchísimo, la verdad. Me hace fuerte para lo que tengo que decirle.
-Yo…
Me
quedo callado. No puedo decírselo. La destrozaré. Soy lo único que le queda, el
único mito al que aferrarse, el único santo al que rezar. Si yo la traiciono,
si también yo le doy la espalda, Layla ya no tendrá luz en su vida.
-Puedes
decírmelo-me anima-. Yo no juzgo. Nunca juzgo. Y puedo manejarlo. Créeme. Me
han hecho cosas tan horribles que no hay palabras aún para describirlas. Y
ojalá no las haya nunca-me toma de la mandíbula-. No me vas a asustar, T. Eres
una buena persona.
-Hay
opiniones.
-Hay
opiniones en todo, pero eso no significa que no haya una verdad absoluta.
Me la
quedo mirando, ella me sonríe con calidez, me acaricia el cuello, y me salva la
vida inclinándose lo justo para besarme. Le paso automáticamente las manos por
la cintura, pegándola más contra mí, y ella lleva las suyas a las mías, como
impidiendo que me aleje demasiado. Con las puntas de sus dedos me acaricia los
nudillos.
Me
siento tan miserable haciendo esto… y me siento tan bien besándola…
Así
que me armo de valor, la tomo por el mentón, y se lo digo.
-Princesa-le
digo, y ella sonríe, qué cabrón soy, no me la merezco, no me merezco a ninguna
de las dos-, yo… me acosté con otra chica.
Su
sonrisa titila. Creo que cree que le estoy tomando el pelo. Se da la vuelta y
me mira, esperando a que hable. Me da muchísima vergüenza encontrarme con sus
ojos cargados de amor.
Y
recuerdo cómo pensé que “sólo” era Layla.
-Yo…
no quería. Te lo prometo. No pensé en eso, ni se me pasó por la cabeza, pero lo
hice, y no te dije nada porque me daba tanta vergüenza…
-No
me importa, T.
-… es
que no te imaginas lo mal que me siento, el asco que me di a mí mismo en cuanto
me di cuenta de lo que acababa de hacer, cómo me odié (y aún me odio) por el
daño que esto os iba a hacer a Diana y a ti, y…-me pone el índice en los labios
y hace que la mire.
-No
importa, T. No pasa nada. Hay cosas mucho peores que podrías hacernos a Diana o
a mí. Es normal que tengas unas necesidades-se encoge de hombros.
-¿Es…
en serio?
-Pues
claro, es decir… estamos en edades muy malas, de despertar sexual y
experimentación, y descubrimiento, así que pedirte que te resistas a tus
impulsos es…
-No,
no, digo… ¿de verdad no te duele?
Se
queda meditando un segundo. Hace sobresalir su labio inferior, pensativa. Se
toquetea el flequillo.
-No
te voy a decir que no preferiría que no hubieras estado con otras, pero… no
creo que tenga derecho a pedirte eso, especialmente teniendo en cuenta que yo
no te lo puedo dar. Y creo que Diana lo entiende en el fondo, y lo comparte,
aunque le duela muchísimo más que a mí, porque… bueno, ella te ve todos los
días, y estoy segura de que tenía la ilusión de volver y que tú la estuvieras
esperando muriéndote de ganas de volver a estar con ella.
-Yo
me moría de ganas-aseguro, y ella sonríe.
-No
lo dudo, pero… ya sabes a lo que me refiero. Tienes que entender su posición.
-Estuvo
con otros.
-Sí,
pero pensaba en ti. Lo sé, me lo dijo.
Me la
quedo mirando.
-¿Me
lo estás diciendo en serio?
-¿Sinceramente?
Creo que yo tengo un poco de culpa también de tu desliz. Es decir, si
hubiéramos podido…-se queda callada. No me puedo creer lo que está a punto de
decir-. Bueno, si hubiéramos podido hacerlo… es posible que tú hubieras sido
más fuerte. Así que compartimos culpas-se aparta un mechón de pelo tras la
oreja.
-No
quiero volver a oírte decir eso.
-¿El
qué?
-Que
tienes la culpa de las cosas malas que yo haga. Cuando tú eres la razón de todo
lo bueno que me sale últimamente.
Se
pega de nuevo a mí, se acomoda en mi pecho y mete sus larguísimas piernas por
debajo de las mantas. La abrazo y me doy cuenta de cómo la necesito, de que
incluso la necesito más de lo que ella me necesita a mí y de que no voy a poder
compensar todo lo bueno que me hace, por muchos años que viva.
No sólo es Layla, ni en un millón de años
será sólo Layla. Es tantísimo más… y yo soy tan poco para ella… y, para colmo,
siempre hay un pero nacido en América, escondido entre rascacielos que aquí se
cuentan con los dedos de una mano…
-No
dejes que se te olvide nunca que eres una buena persona-me pide, besándome la
cara interna del brazo. Yo le acaricio la cintura con el índice y el pulgar de
la mano del brazo que me ha dejado libre. Le digo que vale, que sí, que
intentaré no olvidarlo, y ella me contesta muy seria que no le vale que lo
intente, que lo tengo que conseguir. Yo alzo las manos, está bien, ella gana, y
ella sonríe, me dice que se quedará conmigo toda la tarde, que me ha echado de
menos y que ya tendré tiempo de sobra para reconciliarme con mi americana.
Me
parece bien.
A ver
si Layla consigue que expulse el rencor que le he cogido a la americana en
menos de un día.
Agradezco
muchísimo el haber escondido la bolsita de polvos mágicos en mis pantalones,
porque cuando me inclino hacia la cajetilla de tabaco y enciendo un cigarro,
ella frunce el ceño, aprieta los labios.
-Lo
necesito-explico, y ella asiente con la cabeza-. No puedo dejarlo ahora, Lay,
no esta semana, ¿lo entiendes, verdad?
-Lo
respeto-me consiente.
-Cuando
se acabe todo lo dejaré. Te lo prometo.
-Vale.
-Vale.
Apuro
el cigarro, porque voy a sentir lo mismo con la nicotina deslizándose por mis
venas que correteando. Así, por lo menos, su incomodidad no durará mucho. Al
fin y al cabo, estudia Medicina; debe de odiar todo lo que se refiere al tema
de drogas, tabaco… todo lo que te destroce la salud es el enemigo público
número uno para alguien que aspire a llevar una bata cada día de su vida,
supongo.
Así
que, cuando apago el cigarro, la abrazo y le beso la cabeza. Me rompe el
corazón diciendo:
-Era
lo que hacía él. Después de acabar.
-Deberías
habérmelo dicho.
-Puedo
soportarlo.
-Pero
yo no quiero que estés conmigo soportando lo que hago.
-No
importa-replica. Me besa debajo de la mandíbula, y yo le devuelvo el beso.
-¿Qué
tal lo llevas? ¿Lo de él?
Tuerce
un poco la boca.
-Sigo
con pesadillas. De hecho, es raro que no las tenga. Pero, por lo demás, bien.
Me despierto un par de veces por la noche, pero enseguida me duermo.
-Cuando
estuvimos en Wolverhampton me dio la impresión de que dormías del tirón.
-Y
así era. Puede que fuese por la compañía-sonríe, pellizcándome la mejilla.
-¿Quieres
venir a dormir aquí? Ya sabes que hay sitio de sobra, y que a mis padres les
encanta poner un plato más en la mesa, especialmente si es para ti.
-No,
no hace falta. Me las apaño bien; además, no quiero complicarte aún más las
cosas con Diana viniendo yo también a dormir contigo.
-No
dormimos juntos-le aclaro.
-Ya
sabes a lo que me refiero, Tommy-asiento con la cabeza, y ella suspira, quizá
un poco triste, así que se me ocurre decirle para animarla:
-Dejaré
de fumar. Para ti. ¿Qué te parece?
-Genial-ronronea,
acariciándome una pierna con su pie-. Gracias, T.
-No
se merecen.
-Yo…
siento no poder darte más-me dice, y yo pongo los ojos en blanco-. Lo digo en
serio. Si por mí fuera, ya sabes que estaría encantada de darte todo lo que
necesitas y deseas, lo que Diana ahora mismo tampoco puede darte.
-Es
igual.
-Lo
lamento muchísimo, Tommy. Tú te mereces a una chica que esté entera, y que te
quiera, y Diana es todo eso y más, y no entiendo por qué…-se le humedecen los
ojos y se lleva una mano a la boca. Genial,
Tommy, la has hecho llorar, ¿puedes ser más miserable?
-Porque
te quiero. No me hagas esto ahora, princesa. No te degrades de esta manera.
Eres todo lo que yo necesito, y sabes que te quiero con toda mi alma, y que no
es culpa tuya que tengas que compartirme con Diana. No te me pongas así ahora,
princesa, por favor. No puedes dejarme tú también.
-Nunca,
mi rey-me promete, volviendo a acariciarme la mandíbula-. Jamás.
El
sol se esconde entre los árboles mientras nosotros seguimos viendo películas
abrazados. Mis padres vuelven con mis hermanos pequeños del paseo reglamentario
de los domingos por la tarde.
Dan
abre la puerta sin llamar, como siempre.
-Dan-protesto,
y él pone los ojos en blanco, pero no hace nada de lo que se supone que tiene
que hacer cuando se porta mal o incumple alguno de los protocolos de andar por
casa, porque abre mucho los ojos y festeja:
-¡Layla!
-¡Hola,
guapísimo!-celebra mi chica, saliendo de la cama e inclinándose para cogerlo y
abrazarlo-. ¡Estás helado! ¿No has tenido frío, paseando con papá y mamá?
-No,
estuve jugando con Astrid-explica-. Además, mamá me ha comprado unos guantes
muy suaves, ¿quieres verlos?
-Pues
claro.
Dan
se los saca del abrigo y se los pasa a Layla, que los toquetea mientras yo los
miro.
-Son
preciosos.
-Para
ti.
-¿Para
mí?
-Sí, te los regalo, para que no tengas frío.
-Sí, te los regalo, para que no tengas frío.
-Vaya,
gracias, Dan, pero… no me entran en las manos.
Dan
los coge y tira de ellos.
-Pero
se estiran, ¿ves?-dice, mostrando cómo dan de sí los puñeteros guantes-. Anda,
pruébatelos.
Layla
no protesta, hace lo que le pide y se los mete hasta media mano. Dan tuerce la
boca.
-Vaya,
creí que se estirarían más.
-Es
que tengo las manos muy grandes-se excusa Layla, besándole la mejilla.
-A mí
me gustan tus manos-dice Dan.
-Sí,
y a mí-añado yo, y ella me mira.
-¿Ves?
Tommy tiene buen gusto, eso es que tienes las manos preciosas. Oye, ¿te quedas
a cenar?
-No
puedo, mi vida, tengo que preparar unas cosas para las clases de mañana. Otro
día me invitas, ¿vale?
Dan
hace un puchero.
-Pero,
¡yo quiero que te quedes a cenar!
-¿Qué
te parece si un día de estos te vienes a mi casa y cenamos tú y yo juntos?
Solos. Con velas. Será súper romántico-sonríe, y Dan se echa a reír y asiente,
entusiasmado. Por lo menos me queda el consuelo de que, si me mato, mi hermano
se quedará aquí para cuidar de Layla.
Layla
anuncia que, de hecho, debería ir marchándose para coger algún bus bueno. Yo
salgo de la cama, le digo a Dan que no se disguste, que Layla volverá pronto o
que podremos ir a verla cuando él quiera, a lo que responde preguntando si
podemos ir mañana. Los dos nos reímos, le decimos que lo pensaremos, y Layla le
coge la mano mientras bajamos las escaleras, hincha un moflete para que él le
dé un beso allí, y sonríe y se lo devuelve.
Luego,
se incorpora y nos miramos.
-Bueno-dice.
-Bueno-digo
yo.
-¿Nos
vemos pronto?
-Claro,
princesa. Ven a verme cuando quieras.
-Estaré
un poco liada con las prácticas. Pero cuando tenga un huequecito te llamaré,
¿vale?
-Guay.
-Y tú
puedes hacer lo mismo.
-Tengo
un montón de huequecitos, creo que lo mejor será que me llames tú. Para no
interrumpirte, ¿sabes?
-Tú
no interrumpes, T-dice, se inclina hacia mí, me da un beso en la mejilla y me
susurra al oído-: ve a hablar con Diana. Arreglad esto.
-Está
bien-asiento. Se separa un poco de mí. Nos miramos a los ojos. Y es imposible
no hacer lo que hacemos a continuación. Se inclina un poco, yo me pongo de
puntillas (manda huevos, tío, toda la
vida diciendo que te encantan las chicas bajitas, y vas y sólo te pillas por
chicas que, como mínimo, son tan altas como tú), y nos besamos despacio.
Layla sonríe en mi boca, disfrutando del beso que apenas es un roce. Así es
como lo hacemos nosotros.
A
veces, siento que soy dos personas totalmente diferentes, que el Tommy de Diana
no tiene nada que ver con el de Layla, que uno es mil veces más atento y el
otro mucho más salvaje, despreocupado y sucio, pero ambos son felices
existiendo y las dos me despiertan esos retortijones tan bonitos en el
estómago.
Dios,
ninguna es sólo ella. Es imposible que Layla sea sólo Layla o Diana sea sólo
Diana.
Y yo
lo sé, en el fondo lo sé, por muchas ganas que tenga de ver a una, al final la
atención de la otra será más de lo que necesito para subsistir.
Es
Layla la que pone fin al beso, separándose de mí y mirándome a los ojos, con
unas chispitas de felicidad iluminando el cielo nocturno de los suyos. Le robo
un rápido beso y ella se echa a reír.
-Te
mandaré un mensaje cuando llegue a casa, para que no te preocupes.
-Vale.
Hasta pronto, princesa.
-Hasta
luego, T.
Cierro
la puerta, sólo para encontrarme con el ceño fruncidísimo de Dan, que se cruza
de brazos y me fulmina con la mirada desde su menos de metro y medio de
estatura.
-¿Tú
no estabas con Diana?-acusa, y yo pongo los ojos en blanco.
-Ahora
no, D.
-¡No,
sí, ahora sí! ¡Me pedí a Layla! ¡Ella me quiere! ¡No tienes derecho a meterte
entre nosotros! ¡Tú ya tienes a Diana, ¿por qué quieres tener también a Layla?!
¡Eres muy egoísta, Tommy!
-¿Quieres
dejarme tranquilo, Dan? No está el horno para bollos, pírate a jugar.
Pero
se queda allí plantado, atravesándome con esa mirada lacerante. Increíble. Va a venir mi hermano de diez
años a decirme lo que puedo o no puedo hacer, o sentir. Lo que me faltaba por
ver, vaya.
Hago
ademán de salir del hall, pero él me corta el paso.
-¡Quiero
que me pidas perdón!
-Deja
de hacer el tonto, Dan. Tengo cosas que hacer.
-¡Que
me pidas perdón!
-¡Que
me dejes, Dan!
Intenta
ponerse otra vez en medio, pero yo le paso una pierna por encima y, antes de
que él pueda reaccionar, salto por encima de él. Dan, ni corto ni perezoso, me
agarra del pie y se tira por el suelo, intentando ralentizarme.
-¡¡Pídeme
perdón por robarme a mi novia!!
-¡Que!
¡Me! ¡Dejes! ¡En! ¡Paz! ¡Coño ya,
SUÉLTATE, DANIEL!-grito en español, pero Dan pasa de hacerme caso, sigue
pegado a mí como una lapa, hasta que lo agarro del brazo y tiro de él con tanta
fuerza que es un milagro que no le saque el hombro o algo así. Dan chilla y me
da un manotazo que yo no dudo en devolverme.
-¡AY! ¡MAMÁAAAAAAAAAAAAAAAAA!-se
lamenta, llevándose una mano a la mejilla enrojecida. Yo me inclino hacia él,
que intenta escaparse.
-Mira que te lo dije, que me dejes
tranquilo. Está la cosa calentita, no estoy para que me toquéis los huevos.
-Pero Layla…
-Layla no es de nadie. Ella te
quiere, pero no como tú a ella, Dan. Tiene 9 años más que tú-sorbe por la nariz-.
No quiere hacerte daño, ninguno de los
dos quiere. ¿Por qué no te alegras por mí?
-Porque no es justo que tú tengas
dos novias.
-¿Y por qué no?
-Porque no es normal.
Me lo quedo mirando.
-¿Crees que yo no soy bueno para ella?-pregunto,
herido, y él dice que no en voz baja-. ¿Qué
es?
-¿Por qué Eleanor y tú no os
habláis?-inquiere. Casi puedo escuchar a mamá diciéndole: “¿eres gallego?
¿Por qué contestas a una pregunta con otra pregunta?”; de hecho, me entran
ganas de decírselo, pero me muerdo la lengua y le acaricio la frente. Le doy un
beso en la mejilla-Tommy.
-Eres pequeño para entenderlo.
-Estás enfadado con ella porque está con
Scott, ¿a que sí? ¿Por qué tú puedes estar con dos chicas, pero ella no puede
estar con Scott?
-Porque es peligroso.
-¿Por qué?
Me quedo callado, mirándolo.
-Dame un beso.
-Tommy-me pide.
-Dámelo-él obedece-. ¿Me perdonas?-asiente, yo le abrazo y le doy las gracias.
-Tommy, ¿por qué?
-Algún día lo entenderás, D.
Tengo que ir a hablar con Diana. ¿Estamos bien?
-Estamos bien.
Sonrío, le abrazo y le beso
en la mejilla.
-Pero
te desafío a un duelo por Layla-aprovecha para decirme al oído.
-Tranquilo,
Bruce Willis. Aquí nadie se va a pelear por nadie.
-Ya
veremos.
Le
doy una palmada en el culo y le digo que se vaya a jugar. Y luego, subo las
escaleras de dos en dos. Escalo por la trampilla, llamo al techo de ésta y meto
la cabeza dentro.
-Diana-la
llamo. Está mirándose en el espejo, arreglándose el pelo y comprobando cómo le
quedan unos vaqueros que yo nunca le he visto. Reprimo el pensamiento de que
puede que los use para ir a ver a otros, animándome a mí mismo a creer que lo
solucionaremos en este momento y que ya no va a haber más otros, sólo ella y
yo.
-Mm.
-¿Puedo
pasar?
-Estoy,
literalmente, viviendo en tu casa-dice, abriendo las manos a ambos lados de sus
caderas y poniendo los ojos en blanco, como diciendo “no puedo creerme que me
folle a alguien tan subnormal”.
Hago
caso omiso de su pulla y entro. Cierro la puerta detrás de mí y espero
pacientemente a que se dé la vuelta y me mire.
Cosa
que no hace. Clava los ojos en mi reflejo en el espejo y levanta las manos a la
altura de sus hombros.
-¿Y
bien?
-Eh…
vale. Yo-carraspeo para aclararme la garganta-. Quería pedirte perdón por cómo
me puse el otro día y…
-Ayer.
-¿Qué?
-Querrás
decir ayer-se vuelve hacia mí-. Ayer
tuvimos bronca.
-Sí,
eso. Ayer. Eh… ¿por dónde? Ah, ya. Vale. Que… siento mucho todo lo que te dije,
¿vale? Ya sé que soy subnormal, y no debería haberte dicho todas las
gilipolleces que te dije, y sobre todo lo de que puede que yo quisiera, ya
sabes… bueno, no quiero volver a ahondar en el tema, así que, por favor, si
pudieras perdo…
-¿Quieres
follar?-me corta, volviéndose hacia mí. Me quedo a cuadros.
-¿Qué?
-Que
si quieres follar, Tommy. Porque si es por eso por lo que me estás diciendo
esto, que sepas que no hace falta-se encoge de hombros-. Me sigue gustando
follar contigo, aunque seas imbécil, no te soporte y me des asco el resto del
tiempo, pero, ¿qué puedo decir? Me pones muchísimo con esos brazos y ese… todo.
Si tuvieras la boca cerradita más tiempo, serías perfecto.
La
verdad es que no sé cómo afrontar eso. Me deja descolocado, no sé qué pretende
que diga ni qué se supone que debería decir yo…
-Encima
no me pongas esa cara de cachorrito abandonado-añade-, porque te lo has buscado
todo tú solito.
Trago
saliva.
-¿Sabes
qué? Olvídalo. Siento haberte molestado.
He
sido un imbécil pensando que me puedo acercar a Diana del mismo modo en que lo
he hecho con Layla, cuando está claro que son tan diferentes que es difícil
incluso que se les apliquen las mismas reglas de la física. Por favor, si son
como el agua y el aceite, lo que es milagroso es que esté enamorado de las dos.
O que
lo hubiera estado en algún momento, porque viendo en lo que se está
convirtiendo Diana, no me extraña que no haya tenido novio nunca, o que todo el
mundo se la quiera tirar y luego pase de ella. La verdad es que los entiendo;
no comparto su posición, pero sí la entiendo.
-O
sea, que hoy no se folla-bufa, molesta, y girándose de nuevo sobre sus
talones-. De fábula.
No
puedo con su tono, de verdad que no; ya sé que no debería, pero me giro y le
contesto:
-¿Te
parece que te han follado poco este fin de semana, como para querer otra polla
más?
Ella
sonríe, pasándose la boca por los dientes, como contándoselos.
-No
lo sé, Tommy, ¿a ti te parece que te has tirado a pocas tías, como para querer
una más?
Quiero
gritarle que cómo puede ser tan imbécil, que si realmente es incapaz de ver que
no puedo acercarme a otras sin morirme de los remordimientos, que no hay otra
como ella ni la habrá nunca, incluso cuando Layla ya no es “sólo” Layla. La
detesto, en serio, y lo peor de todo es que no puedo dejar de pensar en ella,
que mis noches en vela se las dedico enteras y que soy incapaz de imaginármela
en brazos de otro sin volverme loco, y que no voy a poder perdonarla lo que me
está haciendo ahora que estoy mal con Scott, igual que tampoco puedo perdonarle
a Scott lo que me está haciendo ahora que estoy mal con ella.
En
lugar de volverme, gritarle lo que quiero y lo que ella desea oír, simplemente
salgo de su habitación y doy un portazo. La dejo allí, pensativa, meditando su
siguiente movimiento y reflexionando sobre en qué posición nos deja esto,
queriendo seguirme y decirme que le pida perdón de corazón, que me disculpe por
todo y que así consiga lo que los dos queremos, volver a estar bien; la dejo
para ir a comerme la cabeza a mi habitación, para volver a meterme en la cama
sin ganas de nada, ir a cenar sin apetito y no poder mirarla y volver a la cama
al caer la noche, pensando en todo lo que podría haber ido bien y ha salido
mal.
Me
levanto 10 minutos antes de que suene el despertador, me meto en la ducha sin
enterarme de lo que hago, escarbo en la herida que tengo en el costado, que de
seguro terminará infectándoseme, y voy al instituto sin ganas de nada. Salgo
antes de lo que solía hacerlo incluso cuando Scott esperaba, y sorprendo a los
demás siendo el primero en llegar.
Eso
no hace que llegue temprano a clase, sin embargo. Estoy en las nubes, Alec me
pincha para que yo reaccione, pero se me hace imposible responder a ninguna de
sus provocaciones, ni a las preguntas de clase, ni nada. Sigo en ese ático,
sigo con Diana, sigo siendo un gilipollas que se da la vuelta cuando debería
quedarse y se va sin decir nada cuando debería gritarlo todo.
Suena
la sirena, todo el mundo sale disparado, los chicos me esperan, me dan
palmaditas en la espalda, me preguntan por qué no fui ayer a jugar, yo les
respondo que no me encontraba bien. Alec le monta el pollo del siglo a Tam
cuando ella me pregunta si no me sentaron bien los polvos mágicos que me
prestó, la pone de imbécil para arriba mientras ella aguanta estoicamente.
Nos
sentamos en los muros de la cancha, y no nos ponemos a jugar. Me quedo al sol
como una lagartija, esperando a que se me recarguen las pilas. Max pregunta por
Scott. Todos se quedan callados y me miran, pero yo los ignoro, cojo una
margarita y cambio el “me quiere, no me quiere” de rigor por el “me mato esta
noche, me mato la siguiente”.
No lo
voy a hacer.
Creo.
No
por Layla y por mi madre. Pobrecitas.
Alec
se aclara la garganta, me dedica una mirada cargada de intención y empieza a
hablar de su fin de semana. El sábado que yo he pasado drogándome, para él ha
sido de estancia en casa de los Malik. Scott está hecho polvo, pero Eleanor lo
anima; Scott está apagado, pero ella lo enciende; Scott está en la mierda pero
El…
-Eh,
Al-me sorprendo diciendo incluso a mí mismo. Todos se vuelven hacia mí. Casi podría
decir que incluso la reina madre aguanta la respiración en el palacio de
Buckingham. ¿Resurgirá Scommy de las cenizas como el ave fénix que nunca debió
arder?
Alec
está orgullosísimo de mí. Pobrecito, le rompo el corazón y le destruyo toda
ilusión cuando pregunto:
-¿Puedes
no hablar de él conmigo delante?
Porque
ya sé que todos le prefieren, ya sé que Scott es el alma de la fiesta, ya sé
que las chicas se acercan a mí cuando él no está disponible, y eso es con la intención
de saber de primera mano cuándo él tendrá un hueco libre; ya sé que él manda y
yo obedezco, ya sé que él es la voz de la razón, ya sé que él canta mejor que
yo, que él es más guapo que yo, que él es más guapo que yo, que es más listo
que yo…
…
pero de verdad, por favor, por favor, no
necesito que me lo recuerden. No ahora que no tengo ganas de hacer nada, no
ahora que me cuesta respirar, no ahora que soy un cero a la izquierda al que le
falta el uno aún más a la izquierda para ser un diez, no ahora que estoy solo.
No
ahora que no lo tengo.
Por
favor, que no me recuerden lo genial que es Scott ahora que yo ya no lo tengo.
-Claro-escupe
Alec, lacerante, y Bey le lanza una mirada de advertencia que él ignora
diciendo-: ¿a su graciosa majestad le apetecería algo más? ¿Reinstaurar el
derecho de pernada o algo? ¿Quieres el himen de mi esposa cuando contraiga
matrimonio con ella y la convierta en la nueva marquesa de Winchester?
-De
momento, estoy bien-susurro con la voz apagada, y a Alec se le oscurecen los
ojos; se levanta, se acerca a mí y me pasa un brazo por los hombros. Me
revuelve el pelo y me dice que lo siente. Yo le digo que no pasa nada. Ya sé
que Alec saca la lengua a pasear más de lo que le gustaría. Ya sé cómo se odia
cuando suelta alguna contestación a destiempo que no hace más que daño. Lo sé,
porque ahora estoy probando lo que es.
Pasamos
a hablar de los exámenes. Nos están metiendo muchísima caña, pero Max me dice
que no debo preocuparme, que remontaré el trimestre pasado con facilidad. Alec
me da un toquecito en el hombro, no debo preocuparme; si suspendo y repito, él
estará ahí para repetir conmigo. Repetirá incluso solo, por si acaso algún día
se descubre lo de mi hermano gemelo superdotado, el que escondemos en el desván
para no pagar más impuestos.
Estamos
riéndonos, yo incluido, para mi sorpresa, cuando una sombra se planta delante
de nosotros.
-Hola,
chicos-saluda con esa voz tierna-. Hola, escoria-dice, inclinándose en mi
dirección, pero es Alec el que se ríe.
-¿Tan
temprano, y ya con esos humos dicharacheros, bombón?
-Ya
ves. Hola, T-añade, cálida, sonriéndome con esa sonrisa suya llena de dientes.
-Hola,
Saab.
-¿Cómo
va todo?
-Ahora,
mal-ataca Alec, pero Sabrae sisea.
-¡Hush! Contigo no hablo, bicho.
-Estoy
bien, ¿tú?
-También.
Se te echa de menos por casa.
-Es
bueno saberlo-digo, y ella se acaricia una trenza y clava los ojos en Alec.
-¿Haces
algo el sábado, Alec?
-Depende-Alec
alza las cejas, le dedica su mejor sonrisa de Fuckboy®, creo que alguien se
desmaya en la cancha de baloncesto-. ¿Quieres que haga algo, Sabrae?
-Te
invito a una pizza. Para darte las gracias por lo de fin de año-se excusa, para
que no parezca súper evidente que le está pidiendo una cita, porque las chicas
del siglo XXI ya no se quedan sentadas esperando a que les pidas salir, tío.
Van a por todas.
-Creí
que me las habías dado este finde.
-Un
poco. No lo bastante.
-Tenemos
una cita, entonces. ¿La comemos, y luego vamos a mi casa?
-Suena
genial-dice Sabrae, girándose y haciendo que su falda baile alrededor de sus
muslos de chocolate-. Aunque no es una cita.
Da un
par de pasos, se detiene, se vuelve y añade:
-Pero
trae condones.
Y se
marcha sin decir nada más, Sabrae Malik no se despide nunca, no vaya a ser que
la última vez sea, de hecho, la última vez.
Me
vuelvo hacia Alec, que le está mirando el culo y mordiéndose el labio tan
fuerte que me sorprende que no se haga sangre. Él, ni se inmuta.
Ni de
su posible amputación de labio, ni de las miradas de todos.
-¿Qué
os ha dado a todos por las hermanas pequeñas?-me oigo decir, y me felicito a mí
mismo por saber llevar la situación con humor. Eh, tengo ganas de morirme, pero
por lo menos me río.
-Cómeme
la polla, Tommy-contesta Alec, todavía con los ojos clavados en Sabrae, que se
acerca a su grupo de amigas y se aparta la trenza más rebelde del hombro,
aprovechando el gesto para mirar en nuestra dirección.
-¿Vamos
a tener que empezar a coger turno para salir contigo, Al?-lo putea Jordan.
-No
seáis estúpidos. Sois mis amigos-se pica él-, Sabrae sólo es mi…-se queda
callado, pensativo.
-¿Tu…?-lo
anima Tam.
-También
es mi amiga.
-¿Sólo
tu amiga?
-Sólo
mi amiga-confirma-. Pero bueno, basta de hablar de mí.
-Te
encanta hablar de ti, Alec-interviene Logan.
-Normal,
¿no soy la hostia en verso? Tiradme flores, venga-nos anima, y nosotros nos
echamos a reír y nos ponemos a insultarlo, hasta que conseguimos que se ponga
las manos en las mejillas y suelte-. Ay, me ruborizáis, picarones.
Volvemos
a clase, la cosa ya está más animada. Tanto, que incluso me digo a mí mismo que
todo puede acabarse ahora. Si Alec va a irse a tomar una pizza con Sabrae el
sábado, yo también puedo ir rellenando mi agenda, ¿no?
Así
que le hago la pregunta del millón de dólares, la que hace que él casi se eche
a llorar.
-¿Cómo
está Scott?
Alec
me mira, alza una ceja, y sonríe.
-Bien.
Todo lo bien que puede estar sin ti, claro-añade.
Vale,
creo que he ido un poco deprisa con eso de lo de rellenar la agenda. Scott está
bien, ya.
Yo
no.
-Si
tanto me echa de menos, que me pida perdón.
-Si
tanto te importa cómo está él, pídeselo tú primero-me contesta Alec.
-No
tengo por qué disculparme, Al-él pone los ojos en blanco-. Es cierto. Me
engañó, me mintió. Se estuvo riendo de mí en mi puta cara más de dos meses.
-A mí
también me mintió, y no me ves lloriqueando por las esquinas-acusa-. Madura, T.
estas cosas se hacen, y es ahora cuando demuestras lo mucho que quieres a
Scott. Además, lo hizo por una buena causa. Si yo fuera una tía, me sentiría
halagada de estar escondiéndome todo el rato, sólo porque él no quiere
contarles a sus amigos que estamos juntos y arriesgarse a que ellos hagan lo
imposible por separarnos en cuanto se enteren.
-¿Es
por eso que Sabrae sólo es tu amiga?
Me
lanza una mirada envenenada que me deja clavado en el sitio, la misma mirada
que le dedicó a Scott cuando lo pilló en el baño, después de pelearse con
Eleanor.
-Estoy
de tu chulería hasta los mismísimos cojones-me dice en voz baja, pero cortante
como el filo de una espada hecha de hielo-. Ni se te ocurra meterla a ella en
esto. Para decir su nombre, lo primero, te lavas la boca, gilipollas.
Estoy
por decirle que diré el nombre de Sabrae las veces que me dé la gana, porque lo
tiene gracias a mí, cuando me percato de algo.
O,
más bien, de la ausencia de algo.
No
hay el murmullo de fondo en la clase cada vez que el profesor habla. No hay, de
hecho, ninguna explicación.
La
profesora nos mira por encima de sus gafas de media luna. Y tiene los ojos
clavados en Alec. Toda la clase nos mira a Alec y a mí.
-Cuarenta
y tres-espeta él, sin venir a cuento. Yo también me lo quedo mirando. Frunzo el
ceño, y él lo nota-. Bueno, venga. Cuarenta y siete.
Marge
suspiró, claramente agotada. Si no fuera por mí, papá podría dar esta clase.
Pero hay un claro conflicto de intereses en que tu padre te imparta las clases
de música.
-Te
he preguntado quién compuso Claro de
Luna, Alec.
Alec
se queda un momento pensando. Está tirada, Alec, tío, Beetho…
-Bueno,
venga-admite Al-. Cincuenta y dos.
Carcajadas
de rigor que hacen que él se crezca en el asiento, pero que Marge detiene con
una palmada.
-Haz
el favor de dejar de tocare las uvas, y prestar atención en clase.
-Bueno,
Marge, en mi defensa diré que tienen más tamaño de ciruela que de otra
cosa-suelta él antes de poder frenarse, y en sus ojos se ve cómo se reprende
por haber dicho eso mientras el resto de gente se ríe y Marge dé otra palmada
para que el resto se callen.
-Dado
que hoy tienes el día tan parlanchín, ¿por qué no te vas un ratito a hablar con
el director?
-No,
no, me portaré bien. Seré bueno.
-No,
insisto, seguro que tendréis una conversación muy interesante.
Alec
suspira, se levanta, esquiva las mesas y sale de clase. Marge se aclara la
garganta y se dispone a continuar cuando él abre la puerta y pregunta:
-No
fue Mozart, ¿a que no?
-¡Alec!
-Vale,
al director, lo pillo. Joder, menuda con la educación pública de este país,
luego se quejan de cómo andan en Estados Unidos-comenta en voz bien alta
mientras atraviesa el pasillo. Todos nos volvemos a reír mientras Marge se
santigua y se pregunta si tenerlo a él en clase cotizará por 4 años en lugar de
1.
Cuando
quedamos de tarde, después de ver a Eleanor salir por la puerta para ir a ver a
Scott y de que Diana no me diga una sola palabra en todo el día, yo ya no tengo
fuerzas ni para reírme cuando él die que le va a comprar una caja de bombones y
un ramo de flores al final de curso a Marge, para compensarle lo mal que se lo
hace pasar.
-Bendita
mujer, por mi culpa se va a morir antes de tiempo, soy una persona pésima-dice
mientras lanza un triple y lo mete de chiripa. Logan pone los ojos en blanco y
le quita la pelota.
-¿Te
dijeron algo?
-Fitz
quería sonsacarme información sobre quién había estado con Scott en la movida
del gimnasio, pero yo me hice el sueco. Menos mal que estaba Zayn, de lo
contrario, casi me mata.
-¿Sigue
detrás de nosotros?
-Es
evidente que sabe que Scott no lo hizo solo. Por muy bueno que seas, no reduces
a 6 gorilas sin ayuda-intervengo yo, esperando a que alguien se digne a pasarme
la pelota.
-Sí,
y mira cómo se lo pagas, Tommy-acusa Jordan.
-Perdona,
¿se lo pedí yo? ¿Eh? Yo quería ir, ¿recuerdas? ¿Por qué te quedaste tú también
atrás?
-Paso
de tus movidas-responde él, mientras Alec pone los ojos en blanco y los brazos
en jarras.
-J
tiene razón, la verdad es que podrías ir a verlo, aunque sólo fuera por respeto
hacia lo que…
-No
pienso ir a ver a Scott. Sería como dar luz verde a lo que se trae con
Eleanor. Y no me parece bien. Yo no le
pedí que fuera a pegarles una paliza, de hecho, si yo no estoy expulsado es
porque él no me dejó, ¿recuerdas, Al?
-Por
dios, Tommy, ¿quieres dejar de lloriquear? Vale, sí, no estuvo bien que te
mintiera y toda esa mierda, pero, ¡que está saliendo con tu hermana, no ha sido
el cabrón que intentó violarla, por el amor de dios! ¡Montas más bronca que Bey
cuando tiene la regla!
-Te
tenía que venir a ti, subnormal, para que supieras lo que es-ruge Bey.
-Seré
un subnormal, pero de los que estamos aquí por lo menos soy el único que
consigue ser neutral en todo esto.
-Mira,
Alec-gruñe ella, acercándose a él con un dedo amenazante-: entiendo
perfectamente que tengas tu opinión, y que pienses que Tommy no está haciendo
las cosas bien, pero no te consiento que vengas a decirnos a los demás que
estamos equivocados haciendo lo que hacemos, intentando no meternos más en la
mierda.
-Es
que estáis equivocados.
-¿Por
qué? Yo entiendo perfectamente que a Tommy le moleste, ya sabes cómo estaba
Eleanor con él y ni siquiera lo vivimos de primera mano. Pueden hacerse daño.
Joder, Bey, te quiero. Gracias, tía, de verdad.
-¿Y?
No entiendo tu punto; todo el mundo puede hacer daño, incluso si no son Scott y
Eleanor. Si los vierais juntos, no pensaríais que esto es un juego, Bey.
-¡Ahí
es donde quiero llegar! No los he podido ver juntos porque Scott ha estado
mintiéndonos mucho tiempo, todo lo que lleva con ella: ¿no es sospechoso?
-No
sabes lo que dices, tía.
-No,
Alec. Eres tú el que no sabe lo que
dice. ¿Por qué te cuesta tanto ver que no tienes razón?
-¡Porque
la tengo, Beyoncé! ¡No puedes venir y decirme que no quieres fastidiar más las
cosas manteniéndote al margen cuando tienes que poner de tu parte para ser
neutral en esto! Entiendo a Tommy y entiendo a Scott; Tommy está cabreado con
Scott porque nos mintió y Scott nos mintió porque no quería que sucediera justo
esto, ¿y me ves viniendo a jugar y luego yéndome a mi casa como haces tú? No,
yo voy a ver a Scott y luego vengo con vosotros, estoy ahí para él y para
Tommy, esa es la diferencia entre vosotros y yo.
-Por
favor, no vayas de que eres mucho mejor que nosotros sólo porque aprovechas
para ir a ver a Scott cada tarde mientras vas a ver a Sabrae, que no cuela-ella
alza las manos, y él se la queda mirando.
-¿A
qué coño viene eso?
-Esto,
chicos, creo que…-empieza Max, pero Alec se pega a Bey, desafiante.
-No,
Max, ahora deja que se explique.
-Sabes
de sobra lo que Bey quiso decir.-espeto yo, y Alec me mira y sonríe.
-¿Que
es? ¿Nos ilustras?
-Te
pones de su lado porque no quieres que te diga nada cuando te follas a Sabrae,
Alec. No te estamos juzgando, créeme, yo haría lo mismo, pero no vayas de
héroe, porque no cuela.
Alec
se echa a reír.
-¿Tú
de verdad te crees que necesito el permiso de Scott para acostarme con Sabrae?
Porque su hermana es un ente propio, no necesita autorización alguna de su
hermano; y Scott no es tan gilipollas de creerse con derecho a decirnos “so”
cuando los dos estamos en plan “arre”. Cosa que no se puede decir de otros.
Bey
chasquea los dedos frente a él para captar su atención.
-Estamos
hablando de que Tommy está cabreado porque Scott nos engañó, no porque Scott se
acueste con Eleanor.
-Si
piensas en serio que toda esta bronca no viene porque Scott y Eleanor están
juntos simplemente, es que eres más gilipollas de lo que en un principio
pareces, Bey.
-A mí
no me llama gilipollas ni mi padre, ¿estamos, chaval?-coge, y nos deja a todos
de piedra cuando le suelta un tortazo a Alec, que se queda en el sitio,
divertido, con la mano donde le acaba de atizar Bey.
Y
hace algo que nosotros nunca le hemos visto hacer.
Se
vuelve contra ella.
Sí,
sí, contra Bey.
-Vuelve a tocarme así, si
tienes cojones.
-No
tengo cojones, tengo coño, que vale para más que para medírselo con los demás y
ver quién es más machito.
-“¿Más
machito?”, ¿pero tú te estás oyendo, chavala? Mira, tía, paso de ti y de tus
tonterías. Ya veo lo imparcial que eres, chata. Y vosotros-mira a los demás-,
¿no decíais que queríais ser neutrales? Pues jugando al baloncesto con Tommy-me
señala-, y luego pasando de ir a ver a Scott, os estáis poniendo del lado de
Tommy. Y a mí no me sale de la polla ponerme del lado de Tommy, porque aquí él
no tiene razón.
-Cierra
la boca, Alec; tú lo único que pretendes no dejando a Scott tirado es
camelártelo para que no te diga nada por salir con Sabrae-ataca Bey, que ve que
su presa se escapa entre sus dedos sin que ella pueda hacer nada.
-Scott
no puede decir nada porque, ¡sorpresa, Bey! ¡Con quién salga Sabrae es sólo
problema de ella! ¡Y si queremos follar, Scott que diga misa! Que haya nacido
antes que ella no implica que automáticamente posea a su hermana, ¿sabéis?
Algunos os tendríais que aplicar el cuento-añade, mirándome, y echa un vistazo
alrededor, deja caer la pelota, que ha ido a parar a sus manos misteriosamente,
y anuncia, abriendo los brazos-: me abro. Cuando dejéis de ser putos críos
todos, me avisáis, y vuelvo a jugar.
Y se
marcha así, sin más, dejándonos con un jugador menos y con números impares. Nos
miramos unos a otros, sin saber muy bien qué hacer. Bey sigue todavía mirando
la calle por la que se ha marchado Alec, con los puños apretados y temblando de
ira.
-¿Qué
hacemos ahora?
Si se
quieren ir, lo entenderé. No hago más que joder todo lo que toco, así que no me
extrañaría nada que se fueran y me dejaran solo, como me pasa con los demás.
-Elegir
bando-dice Bey, pasándose una mano por el pelo y, de paso, limpiándose unas
lágrimas de ira. O de tristeza. O de ambas cosas. Ella nunca, jamás, se ha
peleado con Alec. Ya no digamos a este nivel. Lo que acaba de hacer por mí es
una muestra de confianza, apoyo y solidaridad como pocas pueden hacerme.
No sé
si podré pagarle de alguna manera esto que ha hecho, pero si acabo de joder lo
que había entre Alec y Bey, que confiaban el uno en el otro ciegamente, no me
lo perdonaré en la vida.
Bey
se vuelve hacia los demás.
-Bey…-empieza
Logan, pero ella se vuelve hacia él.
-Estoy
bien.
-Bey,
de verdad, yo…-empiezo, pero ella niega con la cabeza y sonríe, triste.
-Yo
no te voy a dejar tirado, T. Sé que estás muy mal. Y no le voy a besar el culo
a Alec. Estoy hasta el coño de ir detrás de él. Se acabó. Aquí no tiene razón.
Y él lo sabe. En el fondo, lo sabe. No podemos dejarte solo. Vosotros haced lo
que queráis, pero yo me quedo con T-anuncia, cogiéndome la mano y dándome un
suave apretón. Max y Logan se miran, Tam se acaricia el codo y Karlie cambia el
peso de su cuerpo de un lado a otro.
-Siempre
supe que el día en que Scott y Tommy se pelearan, nosotros nos íbamos a la
mierda también-dice Jordan.
-Yo
no quiero poneros en contra de Scott-digo.
-Ya,
Tommy. El problema es que ponerse de tu lado ahora es, precisamente, ir contra
Scott.
-No
tenéis que quedaros conmigo si no queréis-digo, y Bey me besa la mejilla cuando
nota cómo me tiembla la voz. Se acabó. Ya está. Se van a ir. Se miran entre
ellos, preguntándose quién dará el primer paso.
-Yo
me quedo con mi hermana-dice Tam. Karlie asiente con la cabeza.
-Yo
me quedo, pero no quiero que parezca que voy contra Scott.
-Sí,
yo también juego, pero que nadie lo interprete como que me pongo de tu parte,
T. No creo que haya bandos aquí-dice Max.
-No
estamos en guerra, ni nada por el estilo-añade Logan.
Miro
a Jordan.
-Puedes
seguir a Alec. Yo no te juzgaré, ni me cabrearé contigo, ni nada.
Jordan
sonríe.
-Sabes
que él es mi Scott, ¿verdad?
Asiento
despacio con la cabeza.
-Seguramente
esté de camino al gimnasio, dispuesto a pulverizar algún saco. Tengo que
asegurarme de que no se cargue a nadie. Os veo mañana, chicos-dice, se mete las
manos en los bolsillos y también sale de la cancha.
Los
demás nos miramos.
-Somos
pocos para jugar-observa Max-. ¿Lo dejamos para otro día?
-Por
mí bien. ¿Tommy?
-Me
vale-ellos asienten-. Chicos… gracias.
Me
sonríen con tristeza y luego empiezan a irse. Tam se acerca a Bey, que le dice
que se va a quedar un poco conmigo.
-Voy
a echar unas canastas, Bey.
-Por
mí perfecto-dice ella, y se sienta en las pequeñas gradas, envolviéndose en su
chaqueta, y en la mía también. No paro de pensar en lo que acaba de suceder, de
culparme por la movida, mientras ella se mira las piernas cubiertas por unos
leggings que es imposible que la resguarden del frío.
Pongo
todo mi empeño en lanzar la pelota con precisión, en callar los demonios que me
susurran de nuevo ese concierto infernal, pero llega un momento en el que ellos
triunfan sobre todo, así que dejo el balón a los pies de las gradas y voy a
sentarme con ella, que se abraza a mi brazo y cierra los ojos cuando yo le beso
la cabeza.
-Siento
que te hayas peleado con Al por mi culpa, B.
-Está
muy gallito-dice con la voz rota, limpiándose una lágrima-. Habrá que hablar
con Sabrae para que le baje esos humos.
-Es
tonta por no querer estar con él.
-Lo
es-dice, mirando la canasta.
-¿Te
duele?
-Ya
no. Aunque lo probé, ¿sabes?-dice, y yo me callo que ya nos lo ha contado su
hermana, hace menos de 24 horas-. Tras Nochevieja. Vi lo que hizo por ella, me
gustó y me rendí-deja escapar un profundo suspiro-. No debería haberlo hecho.
-¿Por
qué?
-Porque
vi que no lo había superado del todo, T.
-Lo
siento-murmuro, y lo digo de corazón.
-Créeme,
yo también. Y más ahora.
Nos
quedamos mirando las canastas, sumidos en nuestros pensamientos.
Y yo
me ahogo. Me sumo tanto que me ahogo.
-¿Bey?
-¿Mm?
-¿Por
qué todo lo que me importa y a quien quiero me acaba dando la
espalda?-inquiero, dejándome llevar por las olas y desbordando los océanos de
mis ojos.
Ella
hace una mueca, por toda respuesta se pega a mí, se abraza a mi pecho, y deja
que hunda mi cara en sus rizos.
-Me
voy a quedar solo, ¿a que sí?
-Claro
que no, mi rey-dice, me llama mi rey, como
Layla-. No mientras yo viva. Ya verás cómo todo se soluciona, ¿mm?-se aparta de
mí para mirarme-. Oh, venga, no me llores, que te brillan todavía más esos
ojazos y ya sabes que yo me enamoro de los ojos-bromea, y yo me río un poco-.
Eso está mejor. Ay, mi español-me acaricia el pelo, me besa la mejilla. Mi español. Para ella soy su español,
para Diana soy su inglés.
Sólo
soy eso: una mezcla de dos naciones, un chico que sólo puede querer a medias:
tengo dos patrias, dos novias, dos idiomas en que pensar. Es imposible que
elija porque yo nunca he tenido que elegir nada, no tengo una única cosa de
absolutamente nada. Hasta hace poco, tenía dos hermanos. Tengo dos hermanas,
dos padres, dos sexos en mi grupo de amigos…
¿Llegaré
alguna vez a estar entero? ¿Cuándo voy a dejar de ser el inglés de alguien, el
español de alguien, el hermano de alguien, el hijo de alguien, el amigo de
alguien, y cobraré importancia por quien soy en realidad? ¿Cuándo va a importar
ser Tommy, sólo Tommy?
-Si a
mí me habían dicho que los que veníais del continente erais todos unos
machos-murmura, acariciándome la espalda, haciendo diseños en ella.
-Tenemos
nuestros momentos-bromeo, y la noto sonreír-. ¿Bey? ¿Puedo cenar en tu casa? No
quiero… no quiero ir, y encontrarme con Diana después de esto.
-Claro,
T-sonríe-. Pero tienes que cocinar tú.
Es lo
que hacemos. Voy a su casa, Tam me recibe en pijama, vamos a la cocina y me dan
todo lo que yo les pido. Devoran lo que preparo y mi plato, porque yo apenas
tengo apetito. Me ofrecen dormir en su casa, pero yo niego con la cabeza, es
tarde y tengo que cambiarme de ropa, ducharme y preparar las cosas del día
siguiente.
Mi
tardanza no causa preocupación en casa. Es más, provoca esperanza.
-¿De
dónde vienes?-me pregunta mi madre, toda ilusión.
-De
casa de Bey y Tam-digo, y a ella se le apagan los ojos.
-Ah-susurra.
-Joder,
mamá, que no se te note que te mueres de ganas de volver a ver a Scott-ataco,
porque ni yo mismo me entiendo, al minuto estoy bien, al siguiente estoy en la
mierda, al siguiente echo de menos a Scott y al siguiente soy un puto volcán de
ira-. Vive aquí al lado, ¿sabes? Son 5 minutos caminando y es imposible
perderse; puedes ir cuando quieras-digo, y empiezo a subir las escaleras.
-¡Thomas
Louis Tom…!-empieza mi padre, dispuesto a defender a su mujer hasta la muerte.
Yo era así con Scott antes.
-Déjalo,
Louis-mamá le pone una mano en la rodilla, calmando a la bestia-. Deja que se
vaya a dormir.
Yo
también era así con Scott antes. Las batallas que no merecían la pena, no se
las dejaba luchar.
Pero
no voy a dormir. No todavía.
Cuando
abro la puerta, me encuentro a Diana en mi habitación.
-Llevo
esperándote una hora-acusa.
-Veo
que has esperado sentada. Chica lista.
-¿Dónde
estabas?
-¿No
te importaba una mierda?
-Me
apetecía follar.
-Pues
desvístete-la insto, y me quito la camiseta.
-No,
eso era hace una hora. Ahora ya no. ¿De dónde vienes?-sus ojos se entrecierran
en una fina rendija.
-¿Eres
mi madre?
-Sólo
quiero saber dónde has dejado la lefa esta vez-dice, y yo me echo a reír.
-He
estado con Bey y Tam.
-Ah,
vaya, o sea, ¿que te las tiras a las dos?
-Me
invitó Bey-digo. No voy a entrar al trapo. Estoy hasta los huevos de entrarle
al trapo a Diana.
-Vaya,
¿así que te la tiras también?
-Por
mucho que te sorprenda, las chicas normales pueden tener amigos sin sentir la
necesidad de abrirse de piernas para ellos-espeto-. Es una habilidad con la que
no todas nacéis.
-Y
bien que te gustaba antes-dice, levantándose y pasando a mi lado.
-Hazme
un favor, Diana: no me dirijas la puta palabra a no ser que sea para follar.
-¿Seguro
que quieres seguir retirándole la palabra a la gente de esta casa? Al final vas
a terminar pudiendo hablar sólo con los cactus.
-Me
emborracharé para soportar follarte y luego iré a mantener conversaciones
filosóficas con ellos, no te preocupes.
-Hijo
de mi vida, si tanto sufrimiento te reporta el sexo conmigo, me lo dices, y ya
me busco a alguien que te sustituya.
-Mira,
lo puedes hablar con Eleanor y os vais turnando para tiraros a Scott.
Diana
se me queda mirando.
-Me
sorprende que me creas tan rastrera como para ser capaz de ir y follarme a tu
mejor amigo.
-Scott
ya no es mi mejor amigo.
-¿Igual
que Megan ya no es tu novia?
-Joder,
Diana, ¿me estás armando esto porque no he estado aquí para que te me pusieras
encima cuando quieras? Quítate los pantalones; si tantas ganas tienes de
follarme, me follarás.
Diana
me mira a los ojos un momento, y por un segundo tengo la esperanza de que se
vaya por la puerta. Pero se quita la camiseta, me empuja hacia mi cama y se
sienta encima de mí antes de que yo pueda hacer nada.
Decir
que nos utilizamos el uno al otro es poco. Me hace sentir como poco menos que
un consolador de última generación, con funciones nuevas, incluidas la de
morder las tetas y dar palmadas en el culo, y yo la hago sentir como poco más
que un agujero en el que meter la polla y descargar mi rabia. Me mira a los
ojos cuando se corre, y no me gusta nada lo que veo en ellos, es por eso que yo
también lo hago cuando me corro dentro de ella.
Le he
hecho daño, y ella me lo ha hecho a mí.
Me
saca de su interior, se arrastra por la cama, todavía con las piernas
temblando, y sale de mi habitación completamente desnuda.
Yo no
tengo ganas ni de vestirme. Es así como me quedo hasta que no lo soporto más. Me importas una puta mierda, me das asco,
ojalá mamá te hubiera abortado, como la toques, te mato, algunos deberíais
aplicaros el cuento.
Basta.
Me importas una puta mierda.
Basta.
Me das asco.
Basta.
Ojalá mamá te hubiera abortado.
¡Basta!
Ojalá mamá…
BASTA.
… te hubiera abortado.
¡BASTA!
-Vale ya, joder, por favor,
basta-gimo, me echo a llorar, me hundo las uñas en la herida, y lloro de rabia
y de ira y de asco y…
Lo
voy a hacer.
Joder
lo voy a hacer a la mierda a la mierda mi madre a la mierda mi madre a la
mierda Layla a la mierda Scott a la mierda Diana me quiero morir me quiero
morir Scott me quiero morir Scott
dianadianamedasascobastajoderbastaojalámamátehubierabastaporfavorBASTA
Hecho
un puto desastre, salgo de la cama, me pongo los pantalones y bajo corriendo a
la cocina. No tengo ni puta idea de cómo lo voy a hacer. No tengo ni puta idea
de qué es lo que voy a hacer.
Abro
el cajón de los cuchillos y me quedo mirando el más grande. Las voces se
callan, expectantes. Lo cojo con una mano temblorosa.
Ojalá mamá te hubiera abortado, me digo
a mí mismo. Soy yo quien me lo digo, son las palabras de Eleanor, es la voz de
Scott, tres de las cuatro personas que más me odian en este mundo se unen para
sacarme de él.
Me lo
pongo en el antebrazo. Su frío mordisco me causa un secreto placer.
Me
miro las venas. Se distinguen muchísimo a la luz de los fluorescentes. Será tan
fácil como seguir una línea de puntos. Une los puntos y mátate.
Me
animo a seguir. Un poco más, Tommy, un poco más. Serán unos segundos. Solo unos
segundos.
Estoy
delante de Scott, que tiene un bote naranja entre las manos. Le grito, lo
sacudo, él me mira, me pide perdón. Ojalá Scott estuviera aquí. Ojalá él
callara a mis voces como yo he callado a las suyas.
Intento
mover el cuchillo. Pero no hay manera. No tengo cojones para hacer eso. No
puedo, no…
Miro
la encimera. Miro el horno. ¿Y si meto la cabeza dentro?
En mi
casa no hay pastillas. Por huevos, me tengo que matar en la cocina.
La
cocina…
¡La
cocina!
¡LA
COCINA!
Me
echo a temblar, abro la nevera y empiezo a sacar cosas. Y hago lo único que se
me da bien en esta vida, lo único aparte de joder todo lo que toco.
Estoy
temblando cuando se enciende la luz del pasillo, sentado sin camiseta a la
mesa, zampándome la tortilla de jamón york que me acabo de hacer. Papá entra en
la cocina y me mira, frotándose la cara.
-¿Tommy?
Tommy, son las 3 de la mañana, ¿qué haces?
-No
podía dormir-explico.
-No
puedes ponerte a cocinar y a comer a las tres de la mañana-me dice. ¿Por qué no? ¿Y si me vuelvo obeso y me
muero? Así no tendré que matarme, y si de verdad existe un dios, no podrá
negarme la entrada al cielo. Es un vacío legal importante.
Miro
a mi padre, le suplico que lo vea, ¿por qué ha tenido que bajar él y no mamá?
Mamá lo vería, mamá pasó por esto, mamá intentó suicidarse, mamá tiene los
brazos llenos de cicatrices, mamá…
Papá
se queda muy quieto cuando empiezo a temblar de nuevo. No sabe muy bien qué
hacer. Es la primera vez que me entran temblores estando en casa sin Scott, por
eso he bajado a la cocina, porque necesito hacer algo que me recuerde que soy
útil, que puedo salvarme, que sé hacer cosas yo solo.
-Tommy,
tranquilo, no pasa nada-me dice, y yo asiento, me voy hacia los fogones, apago
lo que estoy cocinando y miro el pollo quemado, que ni me he molestado en
quitar. Intento escabullirme, me da vergüenza mirar a mi padre, vergüenza por
lo que tengo ganas de hacer, por lo mal que lo va a pasar él y lo mal que lo
pasará mi madre.
Pero
papá me detiene, me pone una mano en el hombro y me mira.
-Sabes
que no tienes que pasar por esto, ¿verdad?
Y me
echo a llorar. A lo bestia. Como no he llorado en mi vida. Me caen unos
lagrimones del tamaño de cocos. Y tiemblo, y lloro, y gimo, y suplico, y me
aferro a él, porque él tiene que cuidarme, y él me abraza, me besa la cabeza,
me acaricia el cuello, el pelo, la espalda.
-Sh,
sh. Mi amor. Ya está. Papá está aquí.
-Voy
a quedarme solo, papá, ¿a que sí?
-¿Quién
te ha metido esa estúpida idea en la cabeza?
-Nadie-hipido-,
pero sé que me voy a quedar solo. Scott me odia, Diana me odia, Eleanor me
odia, Alec me odia. Todo el mundo me odia, o si no lo hace, lo hará, tarde o
temprano.
Mamá
no me odia, Layla no me odia, Astrid no me odia, Bey no me odia, Logan no me
odia… pero lo harán cuando me suicide. Me odiarán por mi egoísmo, por no poder
soportarlo más. Ojalá mamá te hubiera abortado, Tommy. Sí, Eleanor, sí, joder,
¡joder, Eleanor, ojalá mamá me hubiera abortado para no tener que hacerme pasar
por este sufrimiento!
-Scott
y tú estáis pasando vuestra propia época de Zouis muerto, Eleanor es tu
hermana, se supone que te tiene que medio odiar-bromea, pero a mí no me hace ni
puta gracia, nada de lo que dice mi padre me hace ni puta gracia-, Alec… no creo
que sea tan imbécil, y Diana… Diana es una Styles, no puede odiarte, aunque
vosotros queráis.
Me
aferro más a él.
-No
puedo dormir.
-¿Quieres
dormir con tu madre y conmigo?-me ofrece, y joder, sí que quiero, pero no puedo
acercarme a ella teniendo las ideas que tengo.
-No.
-¿Seguro?
-Sí.
-Tommy.
-Vale-asiento.
Necesito a mamá. A mamá y a papá. Joder, tengo 17 años y necesito dormir con
mis putos padres, es que es de vergüenza.
Papá me
lleva a su habitación, enciende la luz y me invita a entrar en la cama. Mamá se
da la vuelta y da un brinco al ver que hay dos Louis. O dos Tommy. O un Tommy y
un Louis.
-¿Qué
pasa? ¿Te encuentras mal, mi vida?
-No
puede dormir. Tiembla como una hoja-dice papá. Mamá me coge una mano y yo dejo
de temblar en el acto.
-Mi
niño precioso. Ven aquí-me dice, y me rodea con los brazos, me acuna hasta que
me duermo, los dos me besan y me acarician y me dicen que me quieren. La verdad
es que tiene mérito.
Tiene
mérito querer a una sombra, a un triste recuerdo. Yo ya no soy Tommy, ni siquiera
soy T, no sé qué soy, pero sí el qué: el desierto de la jungla que una vez
fuimos Scott y yo, y mi mundo se ha fusionado con el planeta en el que vivo: mi
mundo es una escombrera de las ruinas de los imperios que una vez se creyeron
eternos.
Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍
Holaaaaa Eriiiii. Llevo practicamente tres meses sin asomar por aquí y me siento súper mal. Que sepas que a pesar de no haber estado hace unos días me puse al día y me propuse buscar un huequecito para comentarte a la par que explicarte mi desaparición. Me he ido de intercambio a Noruega (el frío da puto miedo) y no he podido estar atenta a las redes pero que sepas que aun así la semana pasada cuando volví a España me acordé d y de que seguramente tendría que ponerme al día. Bien, que sepas que te odio. Me has hecho sufrir mucho zorrita (puede ser tambien porque me haya leido todo el sufrimiento de golpe) he llorado como una tonta y después de este capítulo necesito mas que un abrigo de cinco capas en noruega la reconciliación de Scommy. Por favor, no dejes que mi pobre hijito Tommy piense que nadie lo quiere.
ResponderEliminarCarolaaaaaaaaaaa ❤ madre mía, te echaba de menos, aunque me alegro mucho de saber que estuviste por ahí de viaje, me imagino que Noruega es preciosa aunque te hieles :3
EliminarQué detallazo por lo de acordarte, la verdad, jo, me hace mucha ilusión❤ La verdad es que justo te has perdido la época más salseante de CTS, pero como tienes una buena excusa, te perdonaré (aunque sea sólo por esta vez ;3).
Supongo que el hecho de que hayas leído de golpe hace que todo sea todavía peor; yo sinceramente dudo que pudiera ponerme a leer los capítulos a partir de los que Scommy están enfadados porque MADRE MÍA EL SUFRIMIENTO.
Aunque mira el lado positivo: la reconciliación va a ser preciosa, aunque sea simplona, porque será la suya ☺
Estoy llorando mucho joder. Necesito proteger a Tommy de todo lo malo que le pueda pasar.
ResponderEliminarJulianna :( lloremos juntas mientras hacemos de escudo humano para T :(
EliminarQue sepas que tengo a Caro llorando en el sofá como un bebé. El tonto y pobre Tommy queriendo suicidarse y yo sufriendo como un tonto pensando que va a intentar hacerlo... Quien me mandaría empezar a leer esto joder. Bueno, en realidad sé quien fue, la tengo sentada al lado.
ResponderEliminarPd: Yo tambien siento mi desaparición. En Noruega pillar wifi es tan difícil como explicarle a un cuñao que su opinión no es la que siempre vale.
AY GUILLERMO JESÚS LO SIENTO :( Pobre Caro, dale un besín de mi parte.
EliminarTodavía te queda algo por sufrir, créeme, la cosa puede ir a peor aunque parezca mentira.
PD: lo cierto es que he echado de menos los comentarios, me tenéis mal acostumbrada, pero con que vayáis volviendo poco a poco yo me conformo. Espero que hayáis disfrutado mucho de Noruega, mi madre dice que no quiere morirse sin ir a ver los fiordos ☺❤
Creo que no hay palabras suficientes para describir este capítulo porque ha sido mucho más que sublime. Llevo literalmente media hora delante de la pantalla, leyendo el final y llorando de tal manera que parecía que mi habitación se iba a inundar.
ResponderEliminarEsa capacidad tuya de conseguir que sintamos exactamente lo mismo que alguno de los personajes me está matando lentamente porque es como vivir en una continua montaña rusa de emociones. Un capítulo estas arriba tocando un poco la gloria y al siguiente estás en lo más parecido al infierno.
He estado todo el Santo capítulo deseando poder meterme en la historia sólo para ser capaz de abrazar a TOMMY. Sin hablar, sin hacer absolutamente nada excepto abrazarlo e intentar hacerle sentir tan bien como se merece. Que ya no se sienta tan sólo a pesar de estar rodeados de personas. Que no se sienta tan sólo a pesar de estar a 5 minutos andando de su media naranja. Que no se sienta tan sólo al estar debajo de la chica que lo está matando cuando MÁS la necesita.
De verdad que he sentido un enorme y escalofriante nudo en la garganta cuando la cabeza de Tommy ha explotado y ha ido hasta la cocina tan decidido. Porque no aguantaría que algo le pasara a él y porque todos sabemos que necesitamos a nuestro Tommy. Todos somos esa mitad SCOTT, mitad Tommy que necesita a su otro en algún momento y que si algo le pasara, lo sentisentiriamos. Así que por eso lo he pasado tan mal, porque seguramente así lo pasaría si algo le pasara a mi Tommy.
Pd1: Gracias por regalarnos ese momento de Tommy y Layla que tanta falta hacía y que ha sido tan maravilloso.
Pd2: épico el momento en la cancha con Alec, Bye y demás. Tensión hasta el último nivel.
Ay Ari de verdad tú siempre eres tan mona conmigo TE DOY UN MORDISCO.
EliminarLo cierto es que estoy muy orgullosa del párrafo final, utilicé en parte una frase que vi hace tiempo y me marcó mucho (aunque no recuerdo dónde, sólo sé que estaba en inglés, creo que fue una bio en Twitter).
¿Qué puedo decir? Me alegro un montón de que te consiga transmitir los sentimientos de los personajes porque es que yo los vivo al 100%, todavía no me puedo creer la suerte que tengo de que me hayan elegido a mí para ser su portavoz en este mundo, ay❤
MIRA DE VERDAD TOMMY NECESITA NO UN ABRAZO SINO 50 MILLONES AY POR FAVOR NO ES NORMAL LO QUE ESTÁ SUFRIENDO, y lo peor es que todavía no ha tocado fondo, y cuando lo haga va a ser horrible. En serio, lo que ha estado a punto de hacer no va a ser nada comparado con lo que intentará cuando vea que no hay salida a su situación.
PD1: tenía tantas ganas de escribir ese momento Lommy como tú de leerlo, créeme.
PD2: Alec y Bey peleándose es muchísimo más épico de lo que en un principio puede parecer, créeme
No sé por donde empezar erika la verdad es que estoy un poco en shock aunque sabía perfectamente que estás cosas iban a pasar
ResponderEliminarPara empezar y lo que más me ha llamado la atención ha sido Alec. No entiendo por qué les hace elegir bando o sea no hay necesidad de eso ??? puedo entender que alec crea que scott tenga razón (aunque yo creo que los dos se equivocaron) pero es que creo que alec sólo está viendo desde su punto de vista y no está entendiendo lo que los demás sienten. Alec fue el primero en saber lo de scott y eleanor y por eso para él no supuso tanta novedad, pero creo que bey y t si que se equivocan cuando le dicen a alec que todo esto es por sabrae, o eso quiero creer. No sé la verdad es que no me esperaba que el grupo se dividiera porque creía que lo que los demás querían era verles bien a los dos y así lo único que hacen es que se odien más el uno al otro.
Puntazo para T cuando se va de la habitación de Diana dando un portazo, no la soporto cuando se vuelve tan prepotente.
Dan es genial que se case él con Layla pOR FAVOR
No me gusta nada que Tommy se drogue y cuando va a la cocina a por el cuchillo se me ha parado el corazón. Por un lado pienso que está exagerando las cosas porque en parte ha sido él el que ha buscado esto y por el otro odio a todo el mundo por hacer que T se sienta así
*se coge una taza de chocolate caliente y acaricia a un gato persa* soy maligna ya lo sé.
EliminarBuf yo la verdad es que desde el minuto 1 supe que Alec iba a reaccionar de esta manera, precisamente por lo que tú dices de que él ya sabía de lo de Sceleanor antes que los demás, pero lo cierto es que no tiene sentido que les haga elegir bando... aunque, por otra parte, le veo la lógica a eso de que diga que si están con Tommy y no van a ver a Scott, se están poniendo de parte del primero incluso aunque no pretendan hacerle daño al segundo, pero bueno... eso sí, te garantizo que no tiene nada que ver con Sabrae; incluso si no estuviera acostándose con ella seguiría defendiendo a Scott como lo hace, porque él es fiel como un perro. Yo creo, de hecho, que es el personaje más fiel de toda la novela (y mira que están Scott y Tommy), pero el pobre es tan impulsivo y terco como una mula que no se da cuenta de que está jodiéndolo todo más a base de enfrentara unos con otros.
¿Sabes quién no soporta tampoco a Diana cuando ella se pone chula?
¡TOMMY!
DIOS MÍO DAN Y LAYLA JUNTOS DE LA MANO TENIENDO HIJOS TE IMAGINAS ME DA UNA EMBOLIA VOY A CAMBIAR EL FINAL DE LA NOVELA que nooooooooooo que ya está tó pensao
(╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
¿Sabes? En el fondo yo creo que Tommy drogándose es como una especie de metáfora de su relación con Scott; como no lo tiene a él, intenta sobrevivir a su síndrome de abstinencia metiéndose cualquier mierda en el cuerpo... claro que eso es mi interpretación, igual es que Tommy es directamente subnormal y punto.
Y en cuanto a lo del cuchillo, en fin, los paralelismos con mi primera novela son muy bestiales, menos mal que tenemos aquí a Super Louis para salvarle el culo al imbécil de su hijo, llenémosle de billetes el tanga.
AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
ResponderEliminarMadre mía no sé ni por donde empezar... he tenido que parar tantas veces de leer porque me he puesto a llorar que he tardado horas en acabar el capítulo... Cuando narra Scott me da pena por cómo lo está pasando, pero cuando narra Tommy... pfff sin palabras Erika de verdad... estoy alucinando por cómo consigues meterme en tu historia y hacer que sienta lo que los personajes sienten.
Cuando he llegado a la parte de la pelea del grupo me he puesto de parte de Alec pero al llegar al final del capítulo y leer cómo está Tommy... dios no puedes no estar de su parte porque Scott al fin y al cabo tiene a El, pero Tommy no tiene a Diana (a la que he odiado en este capítulo) y nadie le entiende... Leyendo la escena final de la cocina tenía el corazón a mil, quería morirme y dejar de leer pero a la vez necesitaba saber que T no iba a hacer ninguna tontería y cuando ha aparecido Louis he respirado tranquila te lo juro.
Me ha encantado la escena con Layla porque le ha devuelto a Tommy la calma que no ha tenido en estos últimos capítulos y la necesitaba mucho.
En el capítulo anterior de T y Diana me sentí mal por Diana cuando llegó de fiesta y vio a Tommy así pero cuando he leído en este lo que había pasado en realidad... Conclusión: PROTECT TOMMY TOMLINSON AT ALL COST.
Te adoro por escribir esta historia, Erika, un beso enorme!!!
P1: La escena Dan/Tommy ha sido SÚPER TOP
P2: No sé qué pasa entre Bey y Alec pero (Aunque le shippeo con Saabrae) me encanta y me encantaría saber más de ellos!
MIRA ME ODIO MUCHO CUANDO OS HAGO LLORAR PERO POR OTRO ME AMO PORQUE ESO ES QUE HAGO LAS COSAS BIEN, ¿NO?
EliminarA mí me da una pena inmensa cuando narra Tommy, de verdad, porque él, yo creo, lo está pasando muchísimo peor que Scott, se siente solísimo como tú muy bien dices; S al menos tiene a Eleanor, pero T necesita a Diana y tampoco la tiene, y es todo muy frustrante... y luego la pelea con Alec termina de joderlo todo. Yo, por una parte, estoy de acuerdo con Al en eso de que se ponen de su parte jugando con él y no visitando a Scott, pero creo que debería haberse callado la puta boca porque Alec sabe de sobra cómo están las cosas de calentitas y no hay necesidad de ir echando más leña al fuego (claro que eso no lo hace a posta, evidentemente).
¿Te puedes creer que escribí el final del capítulo en cosa de 3 minutos? Me entró el éxtasis y me puse a teclear rapidísimo, en ese momento YO era Tommy, nunca me ha pasado con ningún personaje y, si bien la escena en sí es horrible, es sensación de comunión con el personaje ha sido de las mejores cosas que me han pasado nunca. He sentido el mismo alivio que Tommy cuando aparece Louis, y la misma rabia al descubrir que joder, sí, quiero dormir con mis padres aunque tenga 17 años y eso sea de críos.
La escena de Layla era súper necesaria, por cosas que van a suceder y también para que Tommy deje de odiarse un poquito.
Buf, yo sigo sintiéndome mal por Diana y por Tommy, no tengo término medio, esos dos VIVEN para hacerse sufrir entre sí y de paso a mí.
Un besote para ti, cosa linda, muchísimas gracias por comentarme ❤
PD1: bros before hoes ya sabes
pd2: UF pues en resumidas cuentas que Alec y Bey son como los mejores amigos del mundo mundial y hay una tensión sexual entre ellos de aúpa y con Sabrae las cosas se complican un poco (nah), pero Bey se muere porque Alec sea feliz y Alec se muere porque ella lo sea y asdfghjklñ son muy hermosos quiero que se casen pero tenemos un problema importante porque shippeo Sabralec con toda mi puta vida
En el spinoff voy a ahondar un poco en Beyalec, por si te interesa ;3❤
"Yo ya no soy Tommy, ni siquiera soy T, no sé qué soy, pero sí el qué: el desierto de la jungla que una vez fuimos Scott y yo, y mi mundo se ha fusionado con el planeta en el que vivo: mi mundo es una escombrera de las ruinas de los imperios que una vez se creyeron eternos." VOY A IMPRIMIRLO Y PEGARLO POR TODOS LOS RINCONES DE MI PUENLO QUÉ COSA TAN BONITA Y TAN TRISTE ❤
ResponderEliminarEmpecé el capítulo riéndose muchísimo con las ocurrencias de Karlie pero lo he acabado llorando a más no poder.
- Ana
PD: *pueblo *riéndome
EliminarEsto de comentar desde el móvil va a acabar conmigo, con lo que odio equivocarme así
DIOS ALGUIEN ME COPIA ESA FRASE DE VERDAD ES QUE EN CUANTO LA LEÍ DIJE YO NO PUEDE SEEEEEEEEEEER TENGO QUE UTILIZARLA ASDFGHJKLÑ ❤ ❤ ❤ ❤ ❤
EliminarLas chicas son lo mejor del grupo, porque apoyan a los chicos sin dudarlo y cuando ellos no pueden animarse es cuando entran a hacer el tonto, ay❤ hermosas que son
No te preocupes mujer, anda que no meto yo poco la pata escribiendo...
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