Zoe llega mañana.
Zoe llega mañana.
¡Zoe llega mañana!
Eso era en lo único en que podía pensar esa noche. Fue
quitarme la ropa y tumbarme al lado de Tommy en mi cama, y empezar a darme
vueltas la cabeza. ¿Y si pasaba algo? ¿Y si se llevaban mal? ¿Y si se entraban
por los ojos?
¿Y si Tommy le caía mal a Zoe?
¿Y si Zoe le caía mal a Tommy?
… ¿y si Zoe le recordaba a la zorra pelirroja? No es
que mi zorra pelirroja se pareciera en nada a la zorra pelirroja de Tommy, pero
todos sus amigos decían que Tommy tenía algo por las pelirrojas. Yo había
llegado a bromear, incluso, con cambiarme el color de pelo sólo para gustarle
más a él. Y él, como el dulce de leche oculto en un cuerpo humano, me había
dado un beso en la mejilla y me había dicho que no había manera de que le
gustara más.
Pero aun así.
-Diana-susurró en medio de la noche cuando me giré por
cuarta vez en el mismo minuto, buscando una postura en la que estuviera cómoda.
Suspiré como si estuviera dormida, aunque tenía los ojos abiertos y él podía
verme gracias al tenue brillo de la luna que se colaba por la claraboya. No me
había acordado de cerrarla. Así que me levanté sin decir nada, cogí una silla,
me subí a ella y tiré del estor para encerrarnos en la oscuridad. Me volví a
meter en la cama y me acurruqué contra él-Diana-repitió.
-Estoy bien.
Tommy no dijo nada, aunque los dos sabíamos que era
mentira. Me imaginé que cerraba los ojos. Su respiración se volvió más lenta.
Me di la vuelta. Su respiración se hizo más lenta otra vez. Volví a girarme.
Más profunda.
Otra vuelta.
Me quitó el brazo de encima y encendió la mesilla de
noche. Me cegó la repentina luz. Era un poco absurdo que sus padres hubieran
puesto dos luces en mi habitación, a cada lado de la cama. Era como si
estuvieran preparando el terreno para lo que iba a pasar entre él y yo.
Joder, estaba paranoica.
-A ver, ¿qué pasa?-inquirió, frotándose los ojos e incorporándose
para quedarse sentado a mi lado. Negué con la cabeza, me mordí el labio, me
tapé un poco más con la funda nórdica y me giré. No quería mirarlo. Me ponía
nerviosa cuando me miraba. Siempre lo había hecho y siempre lo haría.
Una parte de mí se despertaba cuando sus ojos se
posaban en los míos.
Al igual que otra se dormía.
Pero yo, ahora, necesitaba tener las dos dormidas.
Tenía mucho que hacer al día siguiente, no podía permitirme estar dando vueltas
en la cama como una vulgar croqueta.
-Didi-susurró.
-Siento haberte despertado. Ponte a dormir.
-Nena…
-Buenas noches.
Me pasó una mano por el costado. Yo no me moví. Si se
estaba insinuando, no iba a responder a sus provocaciones. Y, si no se estaba
insinuando, no iba a darme la vuelta de todos modos. Tommy apagó la luz y se
tumbó de nuevo. Tiró de la manta y me destapó un poco. Tiré, recuperé terreno,
y él volvió a tirar.
-Tommy, para-protesté. Él se acercó a mí, me dio un
beso en el cuello y no hizo más movimiento. Aparte de ponerme el brazo en la
cintura.
Pasó el tiempo. Y yo no me dormía.
Zoe viene
mañana. Zoe viene mañana. Zoe viene mañana.
No me había sentido así en toda mi vida. Me daban
ganas de vomitar. Ni siquiera me había puesto así en mi primer casting, ni
cuando el de Victoria’s Secret, ni en todos los demás que habían hecho posible
el de VS tras mi primer casting. Ninguna campaña había sido tan importante para
mí como para retorcer todo lo que tenía dentro.
Si Tommy tenía algo que no le gustara a Zoe, yo me
moriría. Necesitaba que lo encontrara perfecto. Que no tuviera ningún defecto a
los ojos de mi mejor amiga.
La única opinión que importaba era la de Z. Y si ella
me llevaba aparte y me decía “es guapo, pero no me gusta para ti”, estaríamos
jodidos.
Estaba enamorada de él. Joder, estaba hecha para él; a ningún otro le habría
permitido verse con otra chica mientras estaba conmigo, ningún otro osaría
siquiera conocer a otra mujer cuando disfrutaba de mis atenciones.
Ningún otro me había hecho pensar que puede que no
pasara nada si de repente engordaba y me echaban de una pasarela.
Ningún otro me había hecho ver Nueva York en un tono
gris y sucio.
Ningún otro me había hecho el amor.
De ninguna manera.
Tommy se dio la vuelta, por fin dormido. Se puso boca
arriba y me permitió escuchar cómo respiraba profundamente, raptado por algún
dios en cuyos brazos no iba a permanecer mucho. Me eché a temblar. Sabía lo que
quería. Lo quería a él, lo quería ahora, iba a tenerlo.
Algún reloj de la casa en que yo no había reparado
nunca había sonado varias veces, en diferentes tonos y a distintas horas,
cuando yo terminé mi metamorfosis en la Diana que había sido antes de que Tommy
me poseyera por primera vez, antes incluso de saber que Tommy existía en su
máximo esplendor, como ahora lo estaba haciendo.
Encendí mi luz y me incorporé. Él frunció el ceño en
sueños, pero nada más.