martes, 11 de abril de 2017

Divinidad femenina.

Tommy había nacido con varios dones; Eri se había asegurado de traerlo al mundo de esa manera. Podría detenerme en todos los buenos, en los que hacían que todo el mundo lo adorara y se muriera por estar cerca de él, en cómo conseguía tranquilizarme en cualquier situación…
               … pero no me daba la gana.
               Porque el mayor de todos esos dones no era otro que la capacidad que tenía para tocarme los huevos sin esfuerzo. Sabía exactamente dónde estaba mi punto más sensible y cómo explotarlo. Sabía a qué lugar apuntar. Sabía cómo conseguir que me cabreara en segundos, con palabras o actos que en los demás no me molestarían, pero en sí… porque las hacía sólo para molestarme.
               Y lo de la banda tenía que ser sólo para molestarme.
               Cuando había llegado por la tarde y me había dicho que más tarde se iría a su casa, yo sólo asentí con la cabeza y dije que necesitaba espacio para mí. Él puso los ojos en blanco y me preguntó si no tenía bastante por las mañanas. Me apeteció pegarle un puñetazo. De hecho, se lo pegué, pero él se rió, y hasta allí llegó nuestro intento de bronca.
               Fingí que no me importaba cuando se fue de mi casa y me dijo que volvería pronto, pero lo cierto es que, nada más irse, yo fui a la habitación de los graffitis y me obligué a entretenerme terminando el mural de Diana y Layla. Empecé a cogerles un poco de asco porque podrían estar disfrutando de él y yo no, pero me dije que estaba siendo un crío y que no debería pensar en esas cosas.
               Estaba tirado en la cama cuando volvió. Me lo quedé mirando, a la espera de que me saludara como me merecía, como necesitaba. Se sentó a mi lado en la cama y me acarició la cabeza como si fuera un perrito.
               -¿Qué tal en casa?-pregunté. Se encogió de hombros.
               -Bien.
               Esperé a que me pusiera la mano en la mejilla. Era la señal para que yo hiciera lo mismo. Por fin, después de lo que me pareció una puta eternidad, lo hizo. Yo me incorporé y le puse la mía en la mandíbula. Estuvimos un rato mirándonos a los ojos, tranquilizándonos por ese contacto, reequilibrando nuestras energías vitales y mezclando nuestras esencias. No se apartó hasta que yo no lo hice, un poco más calmado.
               Se tumbó a mi lado y nos pusimos a ver una serie. No dijimos nada, como si hubiéramos estado toda la tarde juntos y no tuviéramos nada que contarnos.
               -¿Qué tal con Diana?-quise saber, después de un rato. Tenía ganas de bronca, y sabía que podía conseguirla gracias a la americana. Seguro que él se las apañaría para llevar la conversación de nuevo hacia su sugerencia, dándome derecho a mí para ponerme como una fiera y poder descargar toda la rabia.
               A no ser, claro, que se hubiera acostado con ella.
               -Estaba trabajando-replicó, mirando su teléfono, en el que no tenía ningún mensaje. Asentí con la cabeza.
               -Entonces, ¿nada de sexo?
               Los ojos de T chispearon un segundo. Sonrió.
               -No habría vuelto tan pronto de haber estado con ella.
               Puse los ojos en blanco.
               -Genial, T.
               -Venga, S, ya sabes por qué…
               -No, déjalo. Lo aprecio un montón-bufé, ajustando la pantalla del ordenador. Tommy se incorporó un poco y me miró.
               -Yo también te he echado de menos, ¿sabes?
               -Sí, claro. Entonces, ¿por qué no viniste antes?-quise saber. Había dicho que vendría mucho antes de lo que terminó llegando.
               -Tenía cosas que hacer-replicó, envarándose-. ¿De verdad quieres que nos peleemos tan pronto, Scott?
               -No lo sé, Tommy, ¿vamos a pelearnos?-repliqué. Tommy puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. Se tumbó de nuevo a mi lado, poniendo una prudente distancia entre nosotros, no le fuera a terminar mordiendo.
               Y, por fin, soltó lo que le estaba dando vueltas por la cabeza.
               -Voy a volver a dormir a casa.
               -Creía que mi casa era la tuya-contesté. Tommy bufó, bajó la tapa del ordenador y se me quedó mirando, de nuevo sentado-. ¡Estaba viendo el episodio!
               Lo único que hizo fue alzar las cejas.
               -La echo de menos.
               -¿A quién? ¿A Layla?-le pinché, pero no mordió el anzuelo. Sólo inspiró hondo y cerró los ojos, contando hasta 10. No hagas eso. Quiero bronca.
               -A Diana-dijo por fin.
               -Ya, bueno, ¿y a mí no me echas de menos?-acusé. Tommy se rió entre dientes. Era increíble el aguante que tenía cuando no le davala gana discutir. Pero cuando le apetecía tener movida, con que respiraras a su lado era más que suficiente.
               -Ya hemos estado juntos bastante, tío. Además, hace siglos que no paso tiempo con ella.
               -Ok-contesté. Me dio un puñetazo suave en el hombro.
               -No te piques.
               -¿Quién se pica?
               Tommy sabía que yo quería que pasáramos más tiempo juntos. Eleanor estaba increíblemente liada y no podía venir a verme, y yo necesitaba el apoyo de mi mejor amigo, que había decidido de repente que echar un polvo era más interesante que unas partidas a la Xbox.
               Bueno, vale, los polvos eran más interesantes que unas partidas a la Xbox. ¡Pero las iba a echar conmigo! ¿Eso no era un plus?
               Me tocó esperar hasta la mañana siguiente para poder soltarle una pullita y quedarme más a gusto.
               -Este plan tuyo no va a funcionar-le dije mientras metía sus libros en la mochila.
               -¿Qué plan?
               Hice un gesto con la mano en dirección a mi habitación, que estaba a punto de vaciarse a pesar de tener a una persona dentro.
               -Este plan. No voy a ceder a lo de la puñetera banda sólo porque me mates de aburrimiento.
               -¿Cuánto quieres apostar a que voy a terminar convenciéndote para que la hagamos?-me provocó, con su mejor imitación de mi sonrisa de Seductor™. Bueno, más que una imitación, era toda una reedición, un nuevo lanzamiento
 del mismo libro con una portada y edición totalmente novedosas.
               ¿Por qué era yo el que más follaba de los dos? Si él era mejor persona que yo, más atento con las chicas, tenía mejor sonrisa, e incluso los ojos azules.
               Joder, hasta yo me lo tiraría sin pensármelo dos veces, de ser una tía.
               -No voy a entrar en ninguna puta banda. Tus truquitos no funcionan conmigo-anuncié, cruzándome de brazos. Se rió, me apeteció partirle la boca y saltarle todos los dientes, y se inclinó a darme un beso que yo no le devolví.
               -Pero, Malik-me susurró al oído-. Si todos mis truquitos los empecé a usar contigo.
               -Vete a la mierda-insté-. Y dios te libre de separarle las piernas a Diana llevando esos vaqueros-añadí-. Deja de cogerme la ropa.
               -¿Es que no los has usado con Eleanor?-Tommy puso los ojos en blanco.
               -No lo sé, Thomas, ¿el agua moja?
               Tommy volvió a reírse y se marchó después de preguntarme cómo llamaríamos a la banda, a lo que yo respondí:
               -¿Qué tal: Tommy Tomlinson es gilipollas por pensar que voy a entrar en una banda con él?
               -Es un nombre un poco largo; impediría que nuestras fans se hicieran cuentas con ese nombre de usuario.
               -Déjame tranquilo.
               Y, por una vez en su vida, justo la única vez en que yo no quería que me hiciera caso, hizo lo que le pedí. Me dejó tumbado en el sofá, mirando a la nada, con la cabeza vagándome por el cosmos. Podría hacer cualquier cosa, todo, menos montar una banda. Y Tommy lo sabía.
               Y estaba decidido a odiarlo porque, cuando él me sugería algo, yo me negaba y me negaba y me negaba y me negaba, hasta que finalmente aceptaba, y al final siempre hacíamos lo que él quería.
               Menos esto. Por mi madre que yo no iba a meterme en una banda.
               Es que ni de coña.
               Ah, y no olvidemos que ahora me había dejado solo, con todo el tiempo del mundo para pensar en mi futuro, angustiarme por lo que podría hacer. ¿Y si me ponía a currar en una cafetería, como Layla?
               No, me parecía demasiado a mi padre como para que no me preguntaran de quién era hijo.
               ¿Y si me metía en alguna editorial como becario y escalaba haciendo traducciones de urdu y español?
               Odias traducir, Scott, me dijo Tommy en mi cabeza. Tú te callas. Eres tú quien nos ha metido en este lío, le dije.
               Cómeme los huevos.
               Cómemelos tú.
               ¿Tan mal estaba? ¿Ahora tenía discusiones conmigo mismo y mi Tommy-conciencia? Buf, necesitaba urgentemente discutir con Tommy y que él me convenciera con sus gritos de que todo aquello era una puta locura.  Tenía que descargarme esta tensión.
               Estaba comiéndome la cabeza, incluso ideando un canal de Youtube con el que me forraría, cuando mamá bajó las escaleras recogiéndose el pelo en una cola de caballo negra como el carbón.
               Y se me ocurrió.
               Claro, joder. ¡Claro!
               -Mamá-la llamé, sentándome como un resorte. Ella dio un brinco y se llevó la mano al pecho.
               -¡Scott!-se quejó-, respirando con dificultad-. ¿Qué demonios te pasa? Casi me matas del susto. Dios mío-jadeó, apoyándose en la pared-. ¿No estabas en la cama?
               -Estoy contemplando mi vida pasar-expliqué. Mamá se irguió.
               -¿A quién coño habrás salido para ser así de melodramático?
               Entró en la cocina y yo la seguí. Esperé a que se hiciera el desayuno y se sentara a la mesa para empezar a exponerle mi tesis.
               -Mamá-me aclaré la garganta, y ella me miró por debajo de sus kilométricas pestañas, a la espera. Casi pude escuchar su “ay, dios” mental-. He estado pensando en lo que podría hacer… y, bueno, se me ha ocurrido que podría ir de secretario. Se me da bien hacer fotocopias.
               Mamá parpadeó.
               -¿Adónde?
               Ahora, el que parpadeé fui yo.
               -A tu despacho-dije, preguntándome si se habría dado un golpe en la cabeza y por eso se había vuelto lentita. Ella frunció el ceño, continuó mirando su café. Tamborileó con los dedos en la taza, me miró, dio un sorbo y continuó jugueteando con su desayuno mientras yo la observaba.
               Era una situación surrealista. Parecía que la hija fuera ella, y yo fuera la madre, y no al revés.
               -Bueno…-dijo, suspiró y se frotó la cara, buscando las palabras.
               -Me gusta estar contigo-me adelanté, pues supe lo que me iba a decir antes de que lo dijera. Y necesitaba ponerla de mi lado. Era eso o lanzarme a los leones, tal y como quería Tommy. No tenía otra salida.
               -Y a mí, cariño-aseguró, firme, aunque la duda volvió a emponzoñar sus ojos-, pero… ya conoces las normas-sentenció, intentando hacerse la dura y la convencida, cuando lo que más quería en el mundo era hacer la excepción conmigo. Pero yo eso no pude verlo más allá de mi neblina de rabia. ¿Cómo podía ser así? ¿Poner a su estúpido despacho y sus estúpidas normas por delante de mí, su hijo, aquel milagro que literalmente había sido un regalo divino?-. Nada de hombres en el despacho.
               Sí, claro que las conocía. Se aseguraban de ir a papelerías propiedad de mujeres, pedían el café en cafeterías en que atendían mujeres, se negaban en redondo a mantener reuniones con directivos de empresas si no traían por lo menos al mismo número de hombres que de mujeres… y, cuando pedían comida a domicilio porque tenían que quedarse hasta tarde preparando un caso particularmente complicado, se aseguraban de que el repartidor fuera, en realidad, una repartidora. ¡Por dios, si hasta el mantenimiento de todos los sistemas era llevado a cabo por féminas, ¿tanto daño haría un poco de testosterona en aquel edificio?! ¡Sería bueno, estaría calladito, me dedicaría a ser el esclavo de todas, hasta de las becarias!
               -¿Qué puta diferencia marcaría yo?-rugí, y me merecí una hostia por atreverme a levantar la voz de aquella manera, pero mamá se mantuvo estoica y firme en sus convicciones. Había pasado al modo profesional, y yo era un juez chulito cuyo temperamento no le costaría el caso a mi madre.
               Mamá nunca perdía. Ni los juicios, ni las discusiones con papá. Yo era un paseo por el parque, y una rabieta mía ni siquiera podría calificarse de “abeja pesada y molesta”.
               -Pues toda-dijo, serena. Colocó una mano encima de la otra y parpadeó despacio, dueña y señora de la situación-. Es un entorno seguro y libre-explicó, porque ahora el lentito era yo-, y las mujeres que vienen a vernos para que las ayudemos se sienten más relajadas y protegidas cuando no hay hombres cerca. Porque los hombres sois el problema.
               -¿Tú te sientes amenazada ahora mismo?
               Mamá se rió, cínica.
               -Scott-avisó. Hice caso omiso del tono de advertencia velada tras esa palabra, que con tanto cariño solía pronunciar.
               -Yo soy un hombre, ¿soy un problema ahora mismo?
               Mamá bufó.
               -Eres un problema en potencia-admitió. Yo me erguí y crucé los brazos.
               -¿Como soy un violador en potencia?-escupí. Ahora fue ella la que se envaró.
               -No voy a volver a explicarte lo que entraña la cultura de la violación en la que vivimos porque si no la has entendido ya es porque no quieres entenderla, Scott-sentenció, y no había ni gota del cariño con el que la había pronunciado hacía poco. Escupió mi nombre como me imaginé que lo había escupido la primera vez que lo pronunció, después de que papá le anunciara que no me había puesto el nombre que habían decidido, sino que se había dejado llevar por la corriente-. Vives genial en tu burbuja de privilegios… y menos mal que no eres blanco y tienes más.
               Toma ya. ¿Ahora le gusta el racismo?
               -¿Ahora resulta que tengo privilegios?-ataqué.
               -Scott, por favor, llevas teniéndolos desde que naciste. Por el mero hecho de haber nacido hombre eres el opresor.
               -Eres mi madre, ¿cómo cojones te voy a oprimir?
               -¡Siendo hombre, Scott!-bramó, dando un manotazo en la mesa para hacerme ver que ya estaba bien. Di un brinco y me la quedé mirando-. ¡No vas a venir a darme lecciones sobre feminismo, tengo 39 años, soy mayor que tú, soy tu madre, y aparte soy mujer; sé muchísimo más de lo que tú podrías aprender en tu vida si te interesaras, porque lo he vivido desde que nací!
               -Vale, pava-espeté, me levanté de un brinco, intentando callar al Tommy de mi cabeza que me provocaba preguntando cuál sería la primera canción que cantaríamos en nuestra banda, y largándome al salón.
               Mamá vino detrás de mí, como una fiera que persigue a la presa a la que ha herido de gravedad y con la que disfruta jugando antes de devorarla.
               -¡A MÍ NO ME LLAMES PAVA-bramó-, QUE NO SOY UNO DE TUS AMIGOTES, TRONCO!-ladró, y yo me di la vuelta, alcé el pulgar en su dirección, solté un cortante “lo que tú digas”, y me gané una hostia.
               La verdad es que me la merecía, pensándolo en frío. Pero cuando me la dio, lo único que pude pensar era en cómo podía ser tan desgraciado y por qué todo tenía que pasarme a mí.
               Oyendo cómo despotricaba porque estaba asilvestrado total (vale), porque tenían que domarme (vale), porque necesitaba que me llevaran de paseo con bozal (vale), porque no daba más que disgustos (vale), me tiré en el sofá y encendí la tele.
               -¡… qué habré hecho yo para merecer este castigo, a quién mataría yo en la otra vida para que ahora se me torture de esta manera! ¡Mira que me esfuerzo en educarle en el feminismo pero le da igual, oye, le da igual que yo cobre menos que su padre-cobras menos porque papá es cantante, mamá, no me jodas-, le  da igual que a sus hermanas puedan violarlas-que lo intenten-, le da igual todo lo que haces por él! ¡Sólo mira por él y por sus caprichos, manda huevos! ¡Tres días pariéndolo para que ahora me salga gilipollas!
               -¿Te pedí que me parieras?-grité, incorporándome.
               -¡QUE TE CALLES, SCOTT!-tronó, y creo que se notó el temblor de tierra que causaron sus gritos hasta en Haití. Dio un par de golpes, recogiendo cosas en el piso de arriba, y correteando de un lado a otro como si fuera Godzilla-. ¡Madre de dios! ¡Joder! ¡Me voy, porque no soporto estar en la misma casa contigo!
               -¡Pues vete a tu despacho, que ahí no me dejan entrar!-grité.
               -¡SUBE AQUÍ AHORA MISMO!
               No me moví.
               -SCOTT, QUE SUBAS AQUÍ.
               Me revolví un poco en el sofá.
               -SCOTT YASSER MALIK, COMO TENGA QUE BAJAR YO…
               Me levanté y subí las escaleras de mala gana. Giré la esquina y me encontré con el tortazo del siglo; mamá ya me estaba esperando ahí.
               -¡A MÍ NO ME CONTESTES! ¿QUIÉN COJONES TE CREES QUE ERES? ¡TODO LO QUE TIENES TE LO HE DADO YO! ¡DEBERÍAS BESARME LO PIES POR LA COMIDA QUE TE TRAIGO A LA MESA CADA DÍA! ¡Y POR LA ROPA CON LAQUE TE VISTES! ¡TE HE DADO LA VIDA, SCOTT, NO ME TOQUES EL COÑO, PORQUE IGUAL QUE TE LA DI, TE LA QUITO!
               Me mordí el piercing. Porque me apetecía descojonarme. Y no me podía descojonar delante de ella, o me mandaría a la milicia siberiana para que hicieran de mí un hombre.
               Mamá se cruzó de brazos y esperó a que me riera. No lo hice. Puse ojos de corderito degollado y la miré. Ella puso los ojos en blanco, se dio la vuelta y caminó hacia su habitación.
               -La comida, la haces tú-ordenó, agitando las caderas de una manera que habría vuelto loco a cualquiera de mis amigos (bueno, salvo a Logan, supongo). Me llevé dos dedos a la sien y me giré sobre mis talones. Volví a la sala de estar y me tiré de nuevo en el sofá. Alcancé una bolsa de comida basura y hundí la mano en ella. Mamá se vistió, se peinó y se maquilló mientras yo buscaba algo que ver en la tele. Me esperaba una mañana de mierda en un día de mierda en una vida de mierda.
               Hacer una banda. Lo que me faltaba.
               Ni muerto me metía yo en una boyband. Antes muerto que bailar sincronizado con otro puñado de tíos. ¿En qué demonios estabas pensando, Tommy? ¿Es que el único que usa las neuronas soy yo?
               ¡Una cara conocida y no excesivamente repelente! The good wife me serviría para matar el tiempo.
               Mamá terminó de prepararse y bajó las escaleras mientras yo daba un sorbo de la cerveza que me había pillado.
               -Chao, pescao-se burló. Puse los ojos en blanco.
               -Que tenga un buen día, su excelencia-dije, metiéndome otro puñado de cáncer naranja y edulcorado en la boca. Mamá se detuvo en seco, se volvió sobre sus tacones y me miró.
               -¿Ves?-estalló, y yo la miré-. Por eso no quiero que veáis puñeteras series americanas sobre abogados. Aquí es señoría, no excelencia. Y si a mí se me ocurriera darle la espalda al juez en algún momento de mi interrogatorio o mis conclusiones, me abrirían un expediente y me prohibirían ejercer-se tiró de la chaqueta, muy ofendida.
               -Protesto, señoría, con su permiso me gustaría decir que es usted muy buena abogada-la peloteé. Nunca estaba de más tener a tu madre de tu lado, o, más concretamente, ponérselo más fácil para que te perdonara. Mamá sonrió, se inclinó hacia mí y me dio un beso.
               -Gracias, tronco-soltó una risita-. ¿Quieres que vuelva antes y cocinemos juntos?
               -Ya soy mayor, sé encender el microondas-fardé. Mamá se echó a reír.
               -Como quieras, tronco.
               -No me llames tronco.
               -Te llamaré como yo quiera, que para algo eres mi hijo, tronco.
               -Mamá-gemí, riéndome yo también.
               -¿A que soy una madre enrollada?-dijo, girando sobre sí misma como una bailarina de ballet y haciendo que su pelo bailara de un lado a otro.
               -¡Deja de hablar así!
               -¡Y estoy como un tren!-festejó, dándose una palmada en la cadera.
               -¡MAMÁ!-grité. Lancé una plegaria silenciosa agradeciendo que nadie estuviera cerca para escucharla decir aquellas cosas.
               -¿Es que ya no decís eso?
               -¡Márchate ya!
               Ella se rió, me tiró un beso y desapareció por la puerta. La eché de menos antes incluso de oír cómo abría la puerta del coche, lo arrancaba y salía a la calle. Me sentía súper solo.
               Y todavía quedaban cuatro horas, como mínimo, para que mi casa volviera a tener gente.
               Iba a morirme de aburrimiento.
               O de soledad.
               O de ambas cosas.
               ¿Sabes qué no es nada solitario? Estar en una banda, me picó mi Tommy-conciencia. La madre que lo parió; ni estando lejos de él conseguía que dejara de atosigarme.


Me pasé media mañana disgustado y la otra media cabreado conmigo mismo. En resumen: intenté la cura de Tommy para las malas situaciones (cocinar), se me quemó la comida, me cabreé, tuve que salir a comprar, me disgusté porque no había la marca de quesos que solíamos usar en casa para el plato que iba a hacer, regresé cargando con un paquete de cervezas (me cabreé porque pesaba) cuya mitad me ventilé durante la mañana, preparé la comida, la dejé en el horno y me fui a la sala de los graffitis. No pude pintar nada. Así que me disgusté.
               Menos mal que conseguí cazar al vuelo un trofeo del Candy Crush en el que me ofrecían vidas ilimitadas por media hora, que convertí en una hora, que convertí en una hora y media, pues de lo contrario me habría pegado dos tiros.
               Y, para colmo, mi familia llegó en unidad. Nada de ir a goteo, unos antes y otros después, para mantenerme entretenido. No. Mamá pasó a recoger a Duna mientras papá traía el otro coche, pillaba un atasco, y mis hermanas y Tommy venían caminando.
               Así que llegaron todos más o menos a la vez, en cosa de dos minutos. Primero fueron mamá y Duna. Luego, papá. Y después, Sabrae, Shasha y Tommy.
               Decidido a que Tommy viniera con el rabo entre las piernas a disculparse por haberme hecho estar de tan malas pulgas, me puse los auriculares en cuanto entró mi hermana más pequeña y puse la música a todo trapo. Así que sólo vi pasar a Shasha. Faltaban Sabrae y él.
               Te juro por dios que, como se hubieran ido a casa de Alec y de T respectivamente…
               Una ventanita me apareció en la parte superior de la pantalla mientras esperaba a que me saliera una chuchería extra y poder ganar la partida. De reojo, vi a Sabrae pasar.
               ¿Verdad que tienes el mejor amigo del mundo?
               Empecé a teclear alguna respuesta nada amable, pero algo captó mi atención.
               Una motita plateada. Como una mariposa que anuncia la llegada de la tan ansiada primavera, a la que apenas puedes ver.
               Reconocí el pequeño avión de papel un segundo antes de que el aroma que desprendía su cuerpo me inundara. Me incorporé de un brinco, me di la vuelta y me la encontré allí, sonriéndome.
               Eleanor, mi novia, la chica por la que bebía los vientos, la criatura más bonita de todo el planeta, el ser que le daba sentido a cada poro de mi piel, la persona al lado de la cual quería dormirme y despertarme, la niña a la que me comería a besos, la madre de mis hijos, la mujer de mi vida, la…
               Bueno, creo que vais pillando el concepto.
               El caso es que Eleanor me sonrió un poco más, con sus ojos de gacela chispeando con la hermosura de todo el universo concentrado en ellos.
               -Hol…-empezó, pero no dejé que acabara la frase. Me incliné y le di el beso más urgente y sediento que se ha dado nunca, el del nómada que encuentra, por fin, el valle de las maravillas en el que asentarse. La noté sonreír en mi beso y pegarse más a mí mientras yo tiraba de ella, apartarse la melena de la cara para que no nos molestara… sólo que a mí no me molestaba. Nada que viniera de ella, que fuera ella, podría molestarme.
               La bestia que tenía en mi interior, que llevaba arañando los garrotes de su jaula desde que Tommy me hizo aquella estúpida sugerencia, dando zarpazos a diestro y siniestro, salió de su cárcel con cautela, y luego, se frotó contra ella cual gatito abandonado.
               Eleanor apoyó las rodillas en el sofá y se arrastró hasta ponerse encima de mí, sentada a horcajadas. Noté cómo su sonrisa se incrementaba, su orgullo femenino alimentado por el entusiasmado saludo de absolutamente todo mi cuerpo.
               -Dios, no te haces idea de lo que te he echado de menos, mi amor-jadeé en su boca, y ella bebió de mis palabras y las saboreó como el mejor de los manjares.
               -Creo que un poquito, sí-replicó, con esa sonrisa que hacía la competencia al sol. Me pasó las manos por el cuello, me acarició la nuca, y reposó sus antebrazos en mis hombros. Con las yemas de los dedos dibujó patrones en mi pelo cortísimo mientras me daba mordisquitos en el labio, demasiado poco contacto para todo lo que yo necesitaba y quería-. Yo también te he echado de menos.
               Me llegó otro mensaje, y yo habría pasado de él, pero Eleanor se inclinó, se limpió un poco los labios (que ya tenía sonrojados por mis besos, punto para Scott), y me lo tendió. Miré la pantalla.
               Thomas Louis Tomlinson.
               Te quiero más que a mi vida.
               -Disfruta de tu chuchería-me invitaba el único hermano que mi madre no me había dado. Miré a Eleanor, que se pegó a mí, apoyó la cabeza en mi hombro y me ordenó que le contestara.
               Yo estaba tan borracho de ella que me habría comido el pie derecho si me lo hubiera pedido. Desbloqueé el teléfono y tecleé a toda velocidad, ignorando mis faltas de ortografía (de las que Tommy se reiría más tarde, pero es que me la sudaba):
               -Y tú de la tuya, cabrón.
               Tiré el móvil de nuevo encima de la mesa y le acaricié las piernas desnudas a Eleanor. Por toda respuesta a aquella provocación, ella se subió la falda un poco, para dejarme más espacio.
               Dios mío. Tengo que tener hijos con esta mujer.
               Volví a atacarla como si fuera la comida que esperaba con impaciencia a cumplir con su destino en el horno. La devoré como no la había devorado nunca, y la bestia de mi interior daba brincos y hacía cabriolas para deleite de la pequeña Eleanor que había mirándola. Ella se reía como lo hacía la del exterior, sonreía y me acariciaba como lo hacía la de fuera.
               Y, entonces, me di cuenta. La razón por la que había estado tan irritable no era por lo de la puta banda. Bueno, no sólo. No.
               Llevaba casi una semana sin sexo. Sin literalmente nada de sexo. Por las mañanas no me apetecía hacer nada, y por las tardes estaba con Tommy. Y no éramos tan degenerados como para hacernos una paja delante del otro. Todo tiene un límite en esta vida.
               Así que era eso, en realidad: echaba de menos a Eleanor, terriblemente de menos, en cuerpo y alma, en corazón y en cerebro, en sentimientos y en hormonas.
               Tengo mono de sexo, ¿cómo he podido no verlo antes?, me recriminé. Había sido un capullo de manual con mi madre sólo por no haber echado un polvo, ¡ni que mi chica viviera en el otro extremo del mundo!
               Necesitaba tenerla. Emborracharme de ella. Que me diera un coma etílico sólo con el alcohol de sus besos.
               Morirme de una maldita sobredosis de la droga que era su cuerpo.
               -Dime que tu hermano vuelve en un millón de años-le supliqué. En sus ojos hubo un espectáculo de fuegos artificiales.
               -Hoy eres todo mío.
               Metió las manos por debajo de mi chaqueta y me acarició los hombros. Adoraba cuando hacía eso. Y ella lo sabía. Gimió al notar la respuesta de mi cuerpo debajo de ella.
               ¿Íbamos a follar en el sofá, con toda mi familia pululando por casa, delante de mis padres?
               -Mm, Scott-jadeó cuando le pasé las manos por la cintura y la pegué más contra mí, disfrutando de lo que eso le hacía y de cómo la notaba tan cerca de ese lugar tan sensible de mi cuerpo y que tanto le pertenecía a ella.
               Íbamos a follar en el sofá, con toda mi familia pululando por la casa, delante de mis padres.
               Le metí las manos debajo de la falda y mi centro de mandos se desconectó. A partir de ahí, iría en piloto automático.
               -Podrías haberme avisado de que vendrías-le dije, y ella sonrió.
               -¿Para estar más preparado para mí?
               -Me habría puesto algo más decente.
               Eleanor se separó de mí, estupefacta.
               -¿Qué?
               -Estoy en chándal-protesté. Señalé mis piernas, desnudas a partir de las rodillas, y ella se volvió. Se mordió el labio, recorriéndome con la mirada, deteniéndose un segundo más de lo que haría cualquier otra chica (por lo menos, que no quisiera recibir un guantazo de mi novia) en mi paquete, y continuó subiendo, esta vez acompañando a sus ojos con sus dedos.
               -Eres Scott Malik-me recordó, y no me importó en absoluto ser hijo de quien era, haber nacido donde había nacido, parecerme a quien me parecía, porque si a Eleanor le gustaba que yo fuera Scott Malik… joder, nadie sería tan Scott Malik como yo. Ni de coña-. Estás buenísimo te pongas lo que te pongas.
               Le mordí el labio inferior.
               -Voy a grabarte diciendo que estoy buenísimo, El. Para mis días malos… y los no tan malos-le guiñé el ojo.
               -A mí puedes grabarme haciéndote lo que quieras, S-me devolvió el guiño, yo me eché a reír.
               -Qué malota estás hecha, ¿no?
               -Dama en las calles, bestia entre las sábanas-replicó, alzando las cejas. Se echó a reír cuando le di una palmada en el culo, pero ya no pudo reírse tanto cuando le comí la boca como estaba mandado. Creo que ella y yo podríamos hacer una nueva versión del Kamasutra, sólo con besos.
               Y también creo que no habríamos podido parar por voluntad propia. Sólo nos detuvimos cuando un carraspeo más que insistente nos hizo recordar que no sería demasiado ético acabar teniendo sexo en el sofá de mi casa ahora llena de gente. No por nada, sino porque nos estaban esperando para comer.
               Paramos un momento y miramos en la misma dirección al unísono. Papá se estaba aguantando las ganas de echarse a reír, el cabrón lo estaba pasando de cine con aquella peli porno casera que Eleanor y yo estábamos planeando.
               -La mesa está casi lista. Por si queréis nutrientes. Está claro que tenéis hambre-soltó una risa por lo bajo y se giró para volver a dejarnos solos. Eleanor se rió entre dientes. Yo tuve que contener mis ganas de levantarme y perseguir a mi padre para estrangularlo.
               -¿Dejamos lo de las sábanas para después de comer?-sugirió mi chica, y yo asentí, abatido. Me cogió la barbilla-. Qué rico eres, Scott.
               -Y eso que todavía no me estás comiendo nada.
               -¡Scott!-replicó, escandalizada. Se echó a reír y se separó un poco de mí. Se subió las medias del uniforme hasta por encima de la rodilla, se recolocó la falda y se alisó la blusa del instituto. Se me secó la boca. Ella cruzó las piernas y me miró-. ¿Qué pasa?
               -No te quites el uniforme cuando subamos a mi habitación.
               Ella puso los ojos en blanco.
               -Sí, claro, para que me lo manches-espetó, y la mera posibilidad de pensar en con qué se lo podría manchar hizo que me pusiera a mil. Eleanor inclinó la cabeza-. Scott, piensa en gatitos.
               -A la mierda los gatitos.
               -Scott-dijo, paciente. Suspiré.
               -No puedo evitarlo.
               -Ya lo sé, mi amor-me consoló, acariciándome las mejillas con la palma de la mano y besándome la punta de la nariz. Le pedí que me hablara de su día, y su relato sirvió un poco para calmarme, pero no lo bastante. Estaba tan que me subía por las paredes que hasta su voz me excitaba. Estoy enfermo.
               Papá volvió a asomarse al salón.
               -¿Chicos?
               Yo asentí con la cabeza a la mirada pidiendo mi visto bueno de Eleanor, nos levantamos del sofá y fuimos al comedor, donde mis hermanas estaban terminando de sentarse. Las tres se giraron a la vez para mirarnos y, mientras que Duna no hizo ningún comentario de lo que me pasaba, Sabrae y Shasha decidieron ser las víboras que habían nacido para ser y amargarme la existencia.
               -Guau, Scott, ¿y esa tienda de campaña? ¿Te vas de excursión?
               -¡Ya te has metido otro KitKat en los pantalones!
               -Comedme el rabo-rugí. Mamá puso los ojos en blanco pero no dijo nada.
               -¿Nos entrará en la boca?-espetó Sabrae. Le lancé una mirada envenenada en la que ella se regodeó.
               -Sí que te alegras de ver a Eleanor, ¿eh, ladrón?
               Siguieron diciéndome un montón de gilipolleces, y creciéndose con cada zarpazo verbal que les daba yo, hasta que papá me vio tan acorralado que les soltó:
               -Vale ya, vosotras dos, ¿es que os creéis que una polla es como un ascensor, que sube y baja a nuestra voluntad?
               Sabrae y Shasha abrieron los ojos como platos. Le dediqué una sonrisa de agradecimiento a papá, que sólo asintió en mi dirección. Duna estaba que no cabía en sí de gozo al haber escuchado una palabra sucia sin que nadie dijera nada.
               Mamá se volvió hacia Eleanor y le tendió la jarra de agua.
               -¿A que son merecidos los Grammys de mi marido, Eleanor?
               Eleanor se rió, asintió con la cabeza y aceptó el agua que mi madre le tendía, mordiéndose los labios de una forma en que no me importaría hacerlo a mí.
               -Es que es verdad, Sherezade-protestó papá.
               -Ya sé que es verdad, Zayn-replicó ella, apartándose el pelo del hombro como si fuera una diosa que no puede controlar su divinidad. Papá se rió y le dio un beso en la parte del cuello libre, a lo que ella respondió con una suave carcajada. Se miraron un momento, se dijeron millones de cosas en tan sólo un segundo con los ojos, y luego continuaron comiendo.
               Eleanor parecía ser una buena chica, pero cuando la conocías te dabas cuenta de que detrás de aquel aspecto de niña buena y tímida se escondía una auténtica bestia.
               Una bestia que disfrutaba haciéndose de rogar. Es por eso que se pegó un poco más a mi silla, me tocó la cadera con la suya y se dedicó a pasear su pie por mi pierna, arriba y abajo, arriba y abajo, volviéndome loco.
               Estaba calentándome de una manera que se me hizo insoportable la sola idea de que no pudiera hacerla gritar todo lo que quería esa tarde, de manera que me volví hacia mis padres y espeté:
               -Tenéis que ir a comprar hoy, ¿no?
               Mamá alzó las cejas y miró a papá, que soltó una risa entre dientes y replicó:
               -¿Qué pasa, chaval? ¿Es que te molestamos en casa?
               La manera en que me sonreía y me miraba, como si entendiera perfectamente por lo que estaba pasando, me invitó a sincerarme.
               -Es que quiero estar con Eleanor-expliqué. Duna se llevó una mano a la mejilla, escandalizada, mientras Shasha se reía mirando su plato lleno de comida. Mi chica me acarició un poco más arriba y yo estuve seguro de que no llegaríamos al postre.
               -Me imagino que querréis que nos lo tomemos con calma, ¿no? Es decir-papá se pasó la mano por la mandíbula-, igual va tocando afeitarse, S.
               -¡Oh, no!-protestó El-. ¡Me gusta con barba!
               -Ew-intervino Sabrae, poniendo los ojos en blanco-. Scott, ni se te ocurra dejarte barba.
               -Bueno, niñas-mamá chasqueó los dedos-, vaya mal gusto tenéis: los hombres, de toda la vida, están mejor con barba.
               -¿Sí?-replicó Shasha-. Pues a mí no me gustan.
               -¡Yo no voy a dejar que Scott se deje barba!-proclamó Duna.
               -Democracia-dije yo, alzando las manos, y Duna me sonrió (porque no entendía la palabra, y era lo que hacía cuando no entendía una palabra). Me volví hacia Eleanor-. Nena, si quieres verme con barba, ahí me tienes-hice un gesto con la cabeza en dirección a mi padre. No me gustaba una mierda llevar barba, pasarme la mano por la cara y notar que rascaba o pinchaba. Si a él no le importaba, pues genial
               -Y qué bien le tienes, Eleanor-suspiró mamá, abanicándose con la mano.
               -Para que luego me obligues a afeitarme-se rió papá.
               -Es que llega un punto en el que pinchas, Z.
               -Sí, papá-se metió mi hermana más pequeña-. Tú tampoco deberías llevar barba.
               -¿No quieres que pinche, Dun dun?-la picó, cogiéndola y frotándole la cara contra la suya. La pequeña se rió y chilló.
               -Aunque-admitió mamá después de esa exhibición de cariño paterno-filial-, la verdad es que lo de pinchar tiene parte de su encanto.
               -¡Uf! ¡Amén, Sherezade, amén!-Eleanor alzó las manos como una sacerdotisa de alguna iglesia americana, y todos nos echamos a reír.
               Hizo de calentarme su principal cruzada, hasta que se las devolví todas juntas cuando terminamos de comer y prácticamente la senté encima de mí.
               Le aparté el pelo del cuello y le soplé en la piel desnuda; ella se estremeció, y besé su piel de gallina mientras me acercaba a su oído para susurrarle:
               -Me muero por estar dentro de ti.
               En circunstancias normales, Eleanor se habría girado y me habría mordido los labios antes de retarme a coger lo que quisiera de su cuerpo. Nos habríamos enrollado y probablemente hubiéramos terminado haciéndolo encima de aquella mesa (mmm, aquella deliciosa mesa), habríamos disfrutado del mejor sexo que nos habríamos dado el uno al otro en mucho tiempo y no pararíamos de picarnos incluso con nuestros cuerpos unidos.
               Pero no estábamos en circunstancias normales; Sabrae había dejado un hueco libre a su lado mientras repartía los postres, así que mi chica sólo se sonrojó. Y me pareció tan tierno que devolviera la primavera de los cerezos en flor a sus mejillas que le mordisqueé la oreja. Necesitaba tenerla. Ahora. La necesitaba como al aire que respiraba.
               -Scott, estamos comiendo-protestó papá, pero me dio igual. Me detuve cuando Eleanor me puso la mano en el pecho para poner un poco de distancia entre nosotros, poder pensar y poder ocuparse de su postre. Pero yo quería que fuera mi postre.
               -Él también, papá. La oreja de Eleanor-explicó Shasha, y Sabrae se echó a reír a carcajada limpia como la víbora que era. Mamá sólo sonrió y trató de que no se le notara el favoritismo que tenía hacia mis hermanas mientras que papá se pasaba una mano por la mandíbula intentando, sin éxito, contener una risa entre dientes. Puse los ojos en blanco, las mandé a la mierda y me separé un poco de Eleanor.
               Para que, no sé, me dejaran vivir un poco.
               Aunque no le tocaba a ella fregar los platos, Sabrae fue la que se levantó y se ofreció a hacerlo. Shasha inclinó la cabeza en su dirección, le dio las gracias por el gesto, y la acompañó a secarlos.
               Tuve que terminar apartándolas y haciéndolo yo porque las putas crías se habían confabulado para tardar más y que yo tuviera que esperar para quedarme a solas con Eleanor. Mi chica se quedó en una esquina de la cocina, mirándome con una ligera sonrisa mal disimulada, mientras me gritaba con mis hermanas pequeñas.
               -Chicas-les pidió cuando se cansó de que nos gritáramos. Shasha miró a Sabrae, que asintió con la cabeza y la empujó (insultos incluidos) fuera de la cocina. Subieron al trote las escaleras (vaya, ahora sí tenéis prisa, ¿eh?) y cerraron de un portazo la puerta de sus habitaciones.
               Eleanor se acercó a mí y me pasó las manos por el cuerpo; una fue por debajo de mi brazo, y la otra por encima, atrapándome en un abrazo del que yo no me quería escapar. Bufé y traté de ignorar las cosas que despertaba su mero aliento en mi espalda. Me concentré en la bronca con mis hermanas, porque como dedicara más de una neurona a la sensación del cuerpo de El contra el mío, sabía que no dudaría ni dos minutos.
               Tendría que hacerla mía en aquella cocina.
               -Mi rey estresado-sonrió, y me dio un beso en un omóplato. Le gustaba hacerme de rabiar. Joder, cómo se notaba que era hermana de Tommy. Los cabrones lo llevaban en la sangre.
               -Me gustaría ser hijo único-protesté, colocando un plato de mala manera en la alacena. Sólo la voluntad de Alá hizo que no se rompiera y mamá me echara una bronca porque “no cuido las cosas”.
               Pero son cosas que te puedes permitir cuando eres el favorito de tu dios.
               -Es mentira-acusó Eleanor, rápida como el rayo.
               -Sí, es mentira-sonreí para mis adentros, mordiéndome el piercing. Una de las cosas que más satisfacción me daba y mejor hacía era, precisamente, ser hermano. De tres chicas y de un chico-. Pero me agotan la puta vida-protesté, subiendo la voz lo bastante como para que aquellos demonios que a) mi madre había ido a recoger o b) mi madre había parido lo escucharan. Unas risas diabólicas me confirmaron que lo hicieron-. Putas crías-farfullé.
               -Lo hacen porque te picas. Si no lo hicieran, no lo harían. No tiene gracia.
               -Qué sabrás tú de mis hermanas.
               -Eh… bastante-contestó, poniéndose a mi lado y colocando de manera casual una mano en la cadera-. Resulta que yo también tengo un hermano mayor, ¿sabes?
               La miré.
               Que dios me perdone por lo que estaba a punto de hacer. Me la iba a tirar en la cocina. Aquellas curvas, aquellos labios, aquellos ojos… la lujuria no podía ser un pecado; no tenía sentido que la lleváramos tan dentro y tuviera tanto poder sobre nosotros si no era parte de nuestra naturaleza, del molde con el que nos habían creado.
               Me olvidé de los platos llenos de jabón y le puse las manos en la cintura. Ella no rechistó; es más, me regaló tal sonrisa complacida que hizo que me temblaran las rodillas.
               -¿De veras?-pregunté, respirando su aliento. Eleanor sonrió y asintió, rozándome la punta de la nariz con la suya.
               -Ajá.
               -¿Y le conozco?
               -Puede ser. Creo que sí. Sale un montón con mi novio-fardó. Se mordió un poco el labio, mirándome descaradamente la boca.
               Ni bebiendo 20 litros conseguiría saciar mi sed, ya no digamos sentir que mi lengua servía para otra cosa más que para amarla.
               -Vaya, El, ¿así que tienes novio?-tonteé, masajeándole los huesos de la cadera con los pulgares. Ella dejó escapar un suspiro y paseó sus dedos por mi nuca.
               -Así es.
               -¿Y no me lo has presentado?
               -Es que no lo he hecho oficial aún-se acercó y me mordisqueó los labios-. No sé si vamos muy en serio.
               -¿No? O sea, que si ahora mismo te besara…
               -No podría decirte nada.
               -¿Es más alto que yo?-inquirí, alzando las cejas y haciendo un puchero. Eleanor se echó a reír.
               -Medís lo mismo, más o menos.
               -Me arriesgaré-sonreí, le acaricié la nariz y posé mis labios sobre los suyos. El me devolvió el beso, se pegó más a mí, y suspiró cuando notó cómo iba volviendo a calentarme gracias a su lengua. La pegué tanto a mí que me dolió tenerla tan cerca y descubrir que no podíamos fusionar nuestros cuerpos; realmente la necesitaba, como el aire al que respiraba.
               Llevaba una semana sin absolutamente nada de sexo, pero teniéndola tan cerca me parecía una maldita eternidad.
               Y ella parecía echarlo de menos también: me acarició los brazos, me apretó los hombros, se pegó contra mí cuando notaba que a mí me fallaban las fuerzas, me negó toda necesidad más que besarla, impidiéndome parar para poder respirar… me mordisqueó por debajo de la mandíbula y se frotó contra mí, como deleitándose en lo dura que me la ponía. Su lengua bailó con la mía y nada más nos importó: éramos los únicos planetas en un universo que acababa de experimentar su Big Bang, de minutos de edad. No existía nada más que nosotros dos.
               Y estábamos dispuestos a unirnos tanto como nos lo permitieran nuestras moléculas.
               -Scott-jadeó en mi boca, con la respiración acelerada y mechones de pelo sueltos acariciándome la cara. Tenía las mejillas coloradas; claro que yo no podía ver eso, tan ocupado estaba en entregarme a ella de esa manera, pero lo notaba en el ardor que notaba en mi propio rostro, tan cerca del de ella.
               -Sí, nena, sigue diciendo mi nombre así-le pedí, y ella sonrió. Me mordió el piercing y tiró de él un poco. Abrí los ojos para encontrarme con su mirada cargada de diversión e intenciones nada inocentes-. Joder, Eleanor.
               -Joder, Scott-me imitó, echándose a reír, y me permitió convertir su risa en un gemido cuando la atrapé entre mis brazos y le mordí el punto donde su mandíbula se unía con su cuello, justo debajo de la oreja-. Uf. Scott. Deberíamos…
               -¿Subir a mi habitación? Una idea genial-aplaudí, pegándome aún más a ella y continuando con mi caminito de mordiscos.
               -No, no… relajarnos… oh, dios… un poco… ah. Tus padres-consiguió decir a toda velocidad antes de que llegara a sus labios.
               -Se van ahora.
               La pegué a la encimera y me metí entre sus piernas; ella me cogió las manos y entrelazó sus dedos con los míos, deteniendo mi exploración de aquel cuerpo que había tenido el placer de conocer tan bien.
               -Scott-me pidió. Yo hice una mueca, intentando darle lástima, pero no coló. Me acarició la mejilla y me besó la mano-. Guarda un poco para cuando estemos solos, ¿quieres?
               -¿Y si no puedo esperar? ¿Y si te necesito aquí? ¿Ahora?-respondí, pegando mi cintura a la suya para que viera cómo la necesitaba. Ella sonrió, me miró a los ojos y se desabotonó los botones de la blusa del uniforme. La parte de arriba sólo llevaba dos botones, y toda la vida me habían parecido una gilipollez, porque no te dejaban ver nada ni tampoco te quitaban calor.
               Toda la vida me habían parecido una gilipollez, claro, porque nunca la había visto desabrochárselos como se los desabrochó. Se mordió el labio y bajó la vista hacia aquel improvisado mini-escote, se acarició la clavícula (otro día que no iba a dormir por su culpa) y se sacó la cadena con el colgante del avión de papel que le había regalado.
               -¿Seguro que no quieres verme sólo con esto puesto?-preguntó, aleteando con las pestañas.
               Creo que me mareé un poco de tanto asentir con la cabeza y decir rápidamente “sí, sí, sí” como dos millones de veces. Eleanor se rió, se metió el colgante de nuevo por dentro de la blusa del instituto y se inclinó para darme un beso en la mejilla.
               Cuando mis padres me anunciaron que se iban, y que se llevaban a mis hermanas con ellos (me entraron ganas de dar brincos), se encontraron con una escena mucho más civilizada y tranquila que la que habían presenciado los platos: estábamos terminando de colocar las cosas y sólo nos dábamos besos superficiales.
               Porque, bueno, me daba miedo emocionarme demasiado besando a Eleanor y terminar quedándome sin aquel regalo que era el verla desnuda por mi impaciencia.
               Cerré la puerta tras mis padres, di las vueltas a la llave que ellos me dijeron y me volví hacia mi novia. El esperaba con los ojos brillantes de la ilusión y las mejillas ligeramente sonrosadas.
               Era mi momento para fastidiarla.
               -¿Vemos una peli?-pregunté, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a la tele. No se dejó amedrentar.
               Por favor, la habían hecho para mí. Era una canción, y yo, la persona que se suponía que debía escucharla. Una partitura complicadísima confeccionada especialmente para el pianista del momento, el que no dejaría que sus dedos vacilaran ni cometieran ningún error.
               -¿Podemos saltarnos la peli y follar directamente?-espetó sin darle más importancia, como quien le pregunta a un amigo si le importa cambiar de bar al que ir el sábado por la noche.
               Nos acercamos el uno al otro.
               -¡Eleanor!-recriminé, y ella se apartó el pelo del hombro, orgullosa. La agarré de la cintura y la atraje hacia mí-. ¡Menuda lengua!
               -¿Cuál?-respondió, inocente-. ¿Ésta?
               Y me la metió literalmente hasta el esófago. Y volvimos a ser aquellos planetas en el vacío universo, sólo que ahora ya no había campos gravitatorios que nos impidieran mezclarnos. Giramos sobre nosotros mismos, buscando algo a lo que agarrarnos: chocamos contra el sofá, una mesa, y casi se cae cuando empezamos a subir las escaleras. Sólo mis reflejos de pantera evitaron que se cayera y se diera el tortazo del milenio.
               -¿Dónde ibas?-pregunté, cogiéndola de la muñeca y volviendo a pegarla a mi pecho. Ella gimió cuando notó mi erección contra su vientre, y yo gemí cuando la festejó frotándose lascivamente contra mí.
               -Te deseo-me dijo, como si fuera gilipollas o tetrapléjico y no me diera cuenta de las emociones que transmitía su cuerpo.
               La muchacha no estaba preparándose para ir a recoger moras al campo, precisamente.
               -Te necesito-respondí.
               -Estoy aquí-replicó.
               -Dios, estás muy aquí-convine, y ella se rió, y suspiró cuando le mordí el labio, y lanzó un gritito ahogado de sorpresa cuando la cogí de los muslos, la levanté y la pegué contra la pared. Cerró sus piernas alrededor de mi cintura y yo vi abrirse el cielo ante mis ojos: iba a tenerla allí, al pie de las escaleras, en mi casa vacía, donde nadie podría molestarnos.
               Le metí la mano por debajo de la falda, agradecí mentalmente al creador de éstas el mero hecho de nacer, y continué mordiéndole la boca como si fuera el primer capricho culinario que me permitía después de una dieta en la que había tenido que renunciar a comer cualquier cosa que proyectara sombra.
               -Eres mía-festejé cuando llegué al elástico de sus bragas, y ella se echó a temblar-. Sólo mía. Te echo de menos. Joder, mi amor, te echo de menos, necesito volver a entrar en ti, necesito sentirte, necesito escucharte…-casi supliqué, y ella no paraba de acariciarme, me iba a volver loco, iba a romper el único hilo que me ataba al mundo que aún conservaba y a conseguir que me convirtiera oficialmente en su satélite, que no pudiera vivir sin ella, que no existiera más que para adorarla.
               -Scott… tu habi… dios, ahí, sí, sí, ahí-murmuró, frotándose contra mi mano, totalmente desinhibida, cuando mis dedos encontraron aquel rincón que llevaba mi nombre-. Scott, por favor-suplicó.
               -Sí-asentí, mordisqueándole la clavícula por encima de la ropa. Me pegó contra su pecho y se abrazó a mi cabeza para que no me alejara de ella.
               -Tu habitación. Llévame a tu habitación-dijo por fin, con la respiración acelerada y el corazón latiéndole como loco-. Vamos a tu habitación.
               -Vamos al fin del mundo-respondí, y me anoté un tanto cuando ella se rió y asintió con la cabeza.
               Intentó deshacer nuestro abrazo, pero yo no se lo puse nada fácil para alejarse de mí. La sujeté bien de los muslos y subí las escaleras, a lo que ella se rió.
               -Puedo caminar sola-me dijo, aunque lo cierto era que le gustaba mi plan de llevarla en volandas tanto como a mí. Tendríamos más tiempo para estar juntos. Más tiempo para acariciarnos. Nos tendríamos que alejar menos.
               Eran todo ventajas.
               Agradecí mentalmente a mis amigos por haber decidido que les gustaba más el baloncesto que el fútbol. De no practicar el deporte de la canasta, no podría fardar de brazos (y, probablemente, a Eleanor tampoco le gustara acariciarlos tanto) ni llevarla a ella a cuestas.
               Toda mi vida había sido una preparación para ese momento, y ahora lo sabía.
               Di una patada a la puerta de mi habitación y la cerré más por inercia que por otra cosa. Quería tenerla entre las cuatro paredes de mi zona más íntima, concentrar su esencia para emborracharme de ella al máximo. Me senté en la cama y rodé sobre ella para ponerme encima. El, ni corta ni perezosa, me pasó las piernas por la cintura y se negó a dejarme marchar.
               Se echó a temblar cuando empecé a besarla por el cuello, bajando por encima de su ropa hasta aquel rinconcito que era tan nuestro, que atesoraba con celo sólo para mí. Le subí un poco la camiseta y le mordisqueé la sensible piel alrededor del ombligo, centímetros por encima del principio de su falda.
               -Oh, Scott-gimió cuando le tiré un poco de la falda. Podría subírsela, pero no sería lo mismo. Necesitaba verla. Quería verla. Me moriría si la hacía mía sin poder observar cómo su cuerpo empezaba a brillar como una luciérnaga una noche de verano.
               Verano…
               Me detuve en seco, notando cómo un pensamiento se formaba en mi cabeza con la velocidad con que lo hacía una tormenta estival.
               Luciérnagas en verano…
               En verano hacía calor… y la temperatura refrescaba por la noche…
               Los jardines tenían una suave capa de diamante cuando el sol reclamaba su reino absoluto…
               Eleanor se incorporó.
               -¿Qué pasa?-quiso saber, preocupada. Se incorporó un poco más y se miró-. No me digas que tengo algo.
               Sacudí la cabeza.
               -¿Scott?-pidió-. ¿Qué es?
               -Eres preciosa-respondí, y la besé en la boca y luego en el cuello. Ella frunció el ceño, dejándose hacer, pero no demasiado.
               -¿Qué pasa? ¿Por qué has parado así?
               No podía guardármelo más para mí, así que me separé un poco de ella, lo justo y necesario para perderme en aquellos ojos de inocente gacela, y anuncié:
               -Ya llevamos dos meses.
               Eleanor asintió despacio con la cabeza, dándose cuenta de que su novio era subnormal y sopesando si le compensaban los polvos que echábamos con aguantarme.
               -Sí… ya lo sé-asintió despacio, y yo me eché a reír.
               -No, ¡no lo entiendes! Llevamos dos meses, amor. Piensa. ¿Qué íbamos a hacer cuando hiciéramos dos meses?
               Me miró sin entender.
               Y precisamente porque no se dio cuenta al segundo de decírselo, pude ver cómo finalmente comprendía, y en sus ojos se formaron galaxias de amor, excitación y deseo que estaba más que dispuesto a saciar.
               -¿Vamos a…?-empezó, y dejó la frase en el aire, esperando a que yo la terminara.
               -Dilo-le pedí. Ella se abrazó a mí y soltó una risita-. Dilo, mi amor. Dilo.
               -¿Vamos a ducharnos juntos?
               Asentí con la cabeza y ella dejó escapar una exclamación entrecortada.
               -Por fin voy a saber lo que el agua le hace al legendario Scott Malik-festejó, revolviéndose debajo de mí como un cachorro que acaba de escuchar a sus dueños hablar de dar un paseo.
               -No hay mucha diferencia. Sigo siendo yo-le anuncié, besándole la punta de la nariz-. Pero… me descontrolo más.
               -Me muero porque te descontroles.
               Me incorporé y la cogí de la mano, la llevé hasta el baño y cerramos la puerta detrás de nosotros. Volvimos a empezar a besarnos como si no hubiera un mañana; ella pegaba su cuerpo al mío y yo me pegaba al suyo como si, de tanto rozarnos, finalmente nos fuéramos a prender fuego y pudiéramos arder como estábamos ardiendo por dentro. Eleanor me pasó una mano por la nuca mientras yo le cogía la camiseta y se la levantaba. No se quedó atrás: aprovechó su posición para bajar sus brazos por los míos, quitarme la chaqueta y lanzarla a una esquina.
               Debería recogerla, porque tenía la otra lavando y ésta se ensuciaría, especialmente con los vapores del agua, pero me dio absolutamente igual. En lo único en que podía pensar era en sus labios en los míos, sus manos en mi cuerpo y su cintura bajo mis dedos.
               No sé cómo nos las apañamos para descalzarla, lo único que sé es que, antes de que pudiera darme cuenta, estaba en ropa interior delante de mí y yo delante de ella. Me cogió la mano, entrelazó nuestros dedos y se la llevó a la mejilla. Cerró los ojos, disfrutando del contacto, y cuando los abrió, me miró con un amor en ellos profundo como la fosa abisal más honda del planeta.
               -Tengo una sorpresa para ti-dijo con timidez. Me miró el piercing cuando me lo mordí, para no morderla a ella y terminar comiéndomela-. ¿No me notas nada?-preguntó. Le miré el colgante del avión de papel, mi antiguo piercing negro, ahora plateado, en su oreja.
               No, la verdad es que no había nada en ella que se saliera de lo normal. Incluso mis marcas de mordiscos demasiado emocionados al verla del momento en que llegó se podían calificar como algo “normal” entre nosotros.
               Y mira que yo detestaba dejar marcas y que me las dejaran, pero con Eleanor… con Eleanor, todo era diferente. Me sentía como si lo estuviera viviendo todo por primera vez.
               -Fíjate bien-me pidió, dio un paso atrás y se puso las manos detrás de la espalda. Escuché el susurro de sus dedos entrelazándose mientras esperaba con nerviosismo a que me diera cuenta. Yo la estudié, y mentiría si dijera que vi algo al margen de los insultantes centímetros de su piel que aún no gozaban de la desnudez que yo anhelaba y tanto me gustaba de ella. Negué despacio con la cabeza-. ¡Scott!-me riñó, pero se rió. Probablemente se lo esperara. Seguramente incluso fuera un halago que yo no me diera cuenta de lo que sucedía-. ¡Las bragas y el sujetador! ¡Los traigo conjuntados!
               Mientras se inclinaba hacia delante y se reía, abrazándose la tripa, me di cuenta de que efectivamente las bragas y el sujetador habían venido en el mismo paquete. De un suave tono sonrosado, tenían los bordes con puntilla.
               Era lo más parecido a encaje que podría llevar al instituto sintiéndose cómoda.
               -Estás preciosa-dije, tomándola de la cintura desnuda y besándola despacio.
               -¿De veras lo crees?-asentí, mordisqueándole los labios-. Porque me lo he puesto para ti-confesó, y se sonrojó un poco. Mi niña preciosa. Le aparté un mechón de pelo detrás de la oreja-. Sé que lo has pasado muy mal, y, bueno… quería animarte.
               -No tenías que ponerte nada. Que estés aquí ya me anima. O sea, mírame-respondí, y ella se echó a reír, pero sacudió la cabeza.
               -Me hacía ilusión. Te gusta, ¿verdad?
               -Me encanta-asentí, y le besé la mejilla-. Gracias, El.
               Ella sacudió la cabeza, se pegó a mí, buscando un abrazo, y cerró los ojos. Pensé que se dormiría tal y como estaba, escuchando el latido de mi corazón directamente sobre éste, con mis brazos alrededor de su cuerpecito, protegiéndola.
               -El-musité. Ella abrió los ojos y me miró, la barbilla pegada a mi esternón-. ¿Nos metemos en la ducha?
               Asintió, sonrió, se puso de puntillas para besarme y se quedó mirando la ducha, a la expectativa. Llevé mis manos hasta el enganche de su sujetador, y se lo desabroché después de pedir permiso con la mirada, y obtenerlo de la misma manera.
               Bajé las manos por su espalda y enganché sus bragas con ellas. Seguí tirando hasta que la tela se deslizó sola por sus curvas, como lo haría el agua en unos minutos, como siempre desearía hacerlo yo.
               Di un paso atrás, y ella se tapó instintivamente con las manos. Era un gesto delicado y a la vez tan íntimo que me dolió. Podía ver la aureola de uno de sus pezones en su brazo, y con la mano con la que se cubría su sexo no abarcaba todos los rizos que tenía allí.
               Le cogí las manos y ella me miró a los ojos.
               -No hagas eso-le pedí-. Eres hermosa. Déjame mirarte.
               Ella se sonrojó un poco, asintió con la cabeza, se aseguró de no establecer ningún tipo de contacto visual conmigo y deslizó sus manos por su cuerpo hasta dejarlos en sus costados.
               Todo en ella me indicaba que estaba lista para mí y que quería hacer aquello tanto como lo deseaba yo. Sin decir nada, destruí de un paso la distancia entre nosotros, la tomé de la mandíbula, la besé, y fui bajando con mi boca hasta sus pechos. Le besé los pezones, ella suspiró, y seguí bajando.
               La adoré cuando separó las piernas para mí. Bajé por su piel hasta llegar al monte de Venus, le di un mordisquito y ella dejó escapar un suspiro.
               Las mujeres son mitología. Todas ellas. Es imposible que varias partes de su cuerpo lleven nombres de dioses antiguos si no es porque cada una es la prueba de que la divinidad existe, y es femenina. Arco de Cupido, monte de Venus… cada milímetro de su piel estaba hecho de la misma materia que los sueños, y los dioses se refugiaban en ellas nada más nacer. Sólo se escapaban cuando ellas se lo permitían, en orgasmos que podían alcanzar solas o ayudadas por otra persona.
               Le besé las ingles y Eleanor se estremeció, sabiendo que iba a terminar yendo a aquel rinconcito que tanto placer nos daba a los dos. Sentí, vi, y saboreé, cómo se excitaba para mí, como me deseaba y cómo me necesitaba en ella, casi tanto como yo la necesitaba a ella.
               Subí tranquilamente, deteniéndome de nuevo en su monte, subiendo un poco más, deteniéndome en su ombligo, sus pechos, su boca. Eleanor me acarició la nuca y me regaló su alma en aquel beso que nos dimos antes de que ella terminara de desnudarme a mí.
               -Scott-gimió, sintiendo mi liberación sobre su piel.
               Scott, gilipollas, ¿y los condones?, pensé mientras sentía cómo mi piel rozaba la suya y la suya a la mía.
               -No he traído protección-bufé, e hice ademán de dar un paso para alejarme de ella, pero me lo impidió.
               -No importa-replicó-. Puedo tomar…-se puso colorada, pensando en lo que íbamos a hacer y lo que tendría que hacer después.
               -El…
               -Quiero hacerlo. No puedo… no puedes marcharte. Ahora no. Te quiero. Te necesito. Por favor, S. Te deseo-me pasó una mano por la cabeza, me miró a los ojos y me besó. Y yo no pude marcharme. Giré como pude la manivela del agua caliente y nos metimos en el agua.
               Al principio, empezamos despacio, como los creadores de mundos que se unen por primera vez y no saben muy bien cómo proceder. Pero, a medida que el agua iba corriendo, empapándonos y haciéndonos más resbaladizos, se nos hizo más difícil controlar nuestra pasión.
               No podía dejar de mirarla y admirar cómo el agua se deslizaba por su piel, cambiando la forma de su cuerpo a cada segundo, de la misma manera que las corrientes de agua cambiaban el relieve de las montañas por las que se derramaban al cabo de los milenios.
               Nos volvimos volcanes en brazos del otro, erupcionando gemidos, nombres y palabras de ánimo para que el planeta nunca dejara de alimentarnos con su lava. La besé y me besó, me mordió la mordí, la acaricié y me acarició, me empujé y la empujó, me pasó las piernas por la cintura y yo la pegué contra la pared para poder llegar más profundo, mientras nos llovía encima la tormenta de aquella semana en que lo único que me había mantenido vivo había sido ella.
               Me arañó la espalda cuando se acercaba al orgasmo, y yo me tensé y terminé con ella antes de que ella lo hiciera conmigo, pero seguí empujándola, disfrutando de su cuerpo y de los efectos secundarios que nuestro amor tenía en mí. Jadeando, con el corazón latiendo enloquecido, me pidió que no la abandonara, y yo le juré que jamás haría algo semejante.
               Me clavó las uñas en la espalda, echó la cabeza hacia atrás, todo el cuerpo en tensión, y le gritó mi nombre a las estrellas que estábamos visitando cuando por fin se rompió conmigo dentro. Todo su cuerpo celebró nuestra unión como si la hubiera estado esperando milenios.
               Había nacido para tener sexo con Eleanor. Ella me completaba. Podría vivir perfectamente alimentándome sólo de su cuerpo.
               Siguió con los brazos alrededor de mi cuello, me miró a los ojos y sonrió con timidez, como si no fuera la chica que me había gritado hacía unos minutos que iba a correrse, conmigo dentro, por mi culpa.
               El pelo le caía por la cara como las serpientes de Medusa, y su rostro era tan hipnótico como el de la furia. Nuestra respiración se fue normalizando hasta alcanzar el ritmo normal, de siempre, y ella sonrió. Me dio un piquito y me dijo que me quería.
               Adoraba que me besara y me dijera que me quería mientras yo todavía estaba en su interior. Hacía que sus palabras cobraran un sentido mucho más especial, profundo y sincero cuando estábamos verdaderamente juntos.
               -Ahora ya sabes qué es ser la novia de Scott Malik-bromeé, guiñándole un ojo.
               -Uf-fue todo lo que pudo decir, asintiendo con la cabeza.
               -¿Era lo que te esperabas?
               -No creí que fuera tan…-se pasó una mano por el pelo y rápidamente se apoyó de nuevo en mí. Estábamos cansados no y podíamos confiar totalmente en el otro para sostenerla de aquella manera, pero tampoco podíamos renunciar a nuestra posición.
               Rompería nuestra unión.
               Y yo me volvería loco si me obligaban a salir de ella tan pronto. Necesitaba regodearme un poco más en sentirla en aquella zona tan sensible.
               -Oh, dios. Estoy agotada-gimió. Le mordí el cuello y la escuché sonreír.
               -Salvaje, ¿eh?-la piqué-. No te sale rentable que Tommy lo sepa, ¿no crees?
               -Sí, claro-discutió-, y me gusta ser la novia de Scott Malik, pero…
               -¿Pero…?
               -Prefiero cuando sólo soy la novia de Scott. Esto ha sido genial, pero creo que me moriría si lo hiciéramos todos los días.
               -¿Reservamos el baño para los aniversarios y los cumpleaños?
               -Y para cuando nos tengamos que reconciliar-puso morritos, y yo le dediqué mi mejor sonrisa de Seductor™.
               -Creo que vamos a empezar a pelearnos un montón a partir de ahora.
               Ella se echó a reír y, después de un rato mimándome, asintió cuando yo dije que iba siendo hora de salir de la ducha. Eleanor se envolvió en una toalla mientras se cepillaba el pelo con un cepillo prestado y yo terminaba de secarme. No me dejó afeitarme, me dijo que le gustaba cuando raspaba mientras la besaba.
               Nos fuimos a mi habitación, pusimos una peli y nos metimos mano cuando las escenas no eran lo suficientemente interesantes. Me dejó ponerme encima de ella después de mucho juguetear y volvimos a la carga.
               -Joder, sí-gimió cuando se corrió, conmigo encima y mi respiración en su pecho. Nos quedamos mirándonos a los ojos un rato, entremezclando nuestras almas, hasta que yo me retiré y ella se abrazó a mí.
               Le rugieron las tripas.
               -El gen Tomlinson se manifiesta-dije, y ella alzó una ceja, sin entender-. A tu hermano también le da el hambre después de tener sexo.
               Eleanor frunció el ceño.
               -Seguro que os contáis hasta qué coméis después de follar. Me pregunto qué le dirás de nosotros-me dio un empujón, como intentando ofenderme.
               -Eh… será que he echado pocos polvos en la cama de tu hermano, y él en esta-dije, dando una palmada en el colchón. Eleanor abrió muchísimo los ojos.
               -¡Sois unos cerdos!
               -No, somos tíos-repliqué-. Tenemos unas necesidades. Y no sabes lo que es tener 15 años.
               -Sí, me imagino que es una edad complicada-se burló-. Me pregunto cuándo tendré 15 años.
               -Me refiero… no sabes lo que es ser un tío de 15 años. Estamos revolucionados. Pensamos todo el día en lo mismo. Y, claro, no nos hace mucha gracia follar en una casa llena de gente. Así que, cuando nuestros padres se iban y nuestra chica no podía venir, llamábamos al otro, le decíamos que tenía la casa libre y nos íbamos al cuarto de juegos. ¿Por qué crees que es el rincón que más alejado está de nuestras habitaciones de toda la casa?
               Eleanor alzó las cejas.
               -No puedo creer que duermas en la misma cama en la que Tommy se tiraba a Megan.
               -Le prohibía meterse debajo de la manta. Y luego no usaba esa manta-me encogí de hombros y Eleanor se echó a reír. Me acarició el pecho.
               -Me pregunto cómo es follar en la cama de mi hermano-tonteó. Me puse una mano detrás de la cabeza.
               -Bah. No está mal. Prefiero la mía, ¿sabes?-la miré, y ella alzó las cejas. Y yo entendí-. No. Eleanor, ni de coña. No.
               -¿Qué pasa? Tengo curiosidad, y…
               -No vamos a follar en la cama de tu hermano.
               -¿Y por qué no?-preguntó, fastidiada.
               -¡Pues porque no! ¡Es una puta falta de respeto! Sería como si Alec viniera a tirarse a Sabrae en mi cama. Tienen la de ella. Que se conformen con eso.
               -¿Cómo sabes que no lo han hecho ya?
               Me estremecí.
               -Voy a quemar este colchón en cuanto te marches.
               -Scott-suplicó, mordisqueándome la oreja.
               -No.
               -Scooooooooooooooooooott.
               -No.
               -Scoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo-cogió aire-ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooott.
               Me la quedé mirando.
               -No.
               -Reconoce que tiene morbo-exigió.
               -Estás enferma-me eché a reír.
               -¿Sí?-espetó-. Al menos yo no me tiro a la hermana de mi mejor amigo.
               -Yo tampoco. Yo me la follo salvajemente.
               Eleanor se echó a reír y suspiró.
               -Y tan salvajemente-ronroneó cual gatita. Si me hubiera dicho en ese mismo tono que folláramos en la cama de Tommy, yo habría accedido incluso aunque él estuviera tirado en ella haciendo cualquier cosa. Por suerte, Eleanor no dominaba su influencia sobre mí con la habilidad de su hermano, así que no insistió más.
               Volvió a rugirle la tripa, y yo le sugerí bajar a la cocina y comer algo. Ella asintió con la cabeza, se incorporó y se puso a recoger su uniforme. Me pidió que le buscara unos leggings viejos de Sabrae para no ponerse el uniforme que tendría que llevar al día siguiente estando sudada; yo le sugerí darnos otra duchita, y ella me mandó a la mierda. Al final, decidió que no se le notaría lo que acabábamos de hacer, y optó por volver a ponerse su uniforme, cosa que le agradecería.
               Miré cómo se vestía sin poder creerme que una criatura tan preciosa como ella pudiera dedicarme toda su atención una tarde, ya no digamos estar enamorada de mí.
               Eleanor se vistió sin hacerme el más mínimo caso, como si ya estuviera acostumbrada a tener un novio embobado mirando cómo se vestía.
               Me moría por pasar el resto de mi vida mirando embobado cómo se vestía mientras ella hacía caso omiso. Porque lo haría cada día.
               Eleanor se giró, tirando de la sudadera rosa que le había traído también.
               -¿Qué?-inquirió en tono suave. Me estiré para cogerle la mano y tiré de ella hacia mí.
               -Algún día te compraré una casa y te ayudaré a llenarla de niños-le prometí, sentándola sobre mi regazo y besándole la nariz. Eleanor se rió.
               -¿Quieres montar un orfanato?-preguntó en voz baja.
               -Quiero tener hijos contigo, El.
               Ella se echó a reír, me acarició la cabeza.
               -Estás borracho.             
               -De ti-respondí, agarrándola de las muñecas y besándola. Eleanor no se quejó; se dejó hacer como buena novia que sabe que tiene un novio cariñoso al que es mejor dejar que le dé todos los mismos que él quiera. Se lo agradecí.
               Esperó con paciencia a que me vistiera yo también, y entrelazó sus dedos con los míos, mirándome a los ojos, cuando por fin estuve presentable. Bajó las escaleras guiándome por mi propia casa, y me di cuenta de que ella se había convertido en una parte esencial de mi hogar, igual que lo eran las personas que vivían en la casa en que yo lo hacía, igual que Tommy. Ya no iba a poder vivir sin ella.
               Todo lo que hacía me entusiasmaba, incluso las cosas más cotidianas. Miré con fascinación cómo se servía un cuenco de cereales y se lo comía con las mejillas sonrosadas, tapándose de vez en cuando la cara con la misma mano con la que sostenía la cuchara.
               -¿Qué?-preguntó, entre risas.
               -Eres preciosa-le dije, y ella sonrió.
               -Calla-dijo, hundiendo la cuchara en los cereales y haciendo que unos cuantos bucearan.
               -Es verdad. Eres preciosa. No puedo creerme que seas mi novia.
               -¡Scott!-se quejó, riéndose-. ¡Para!
               -No puedo. No quiero-repliqué, tirando del taburete en el que estaba sentada para atraerla hacia mí y besarla.
               -Deja que recupere fuerzas-protestó, riéndose. Yo asentí con la cabeza y, en el minuto en que se terminó su cuenco de cereales y se bebió la leche, la agarré de la cintura y la senté en la isla de mármol, donde a veces comíamos cuando faltaba suficiente gente como para estar cómodos. Me metí entre sus piernas y empecé a besarla.
               Pronunció mi nombre cuando se dio cuenta de cómo estaba escalando todo.
               -Scott-susurró, intentando detenerme, sin éxito-. Scott.
               Me detuve y la miré, con la cabeza prácticamente entre sus piernas, los ojos teñidos de anticipación. Seguramente tuviera la mirada de un animal que tiene el hocico hundido en las entrañas aún calientes de la presa que ha cazado.
               Me sentía un poco como un depredador a punto de degustar a su animal favorito, una suerte de guepardo que iba a devorar a la gacela más buena y preciosa de toda la sabana.
               Eleanor se mordió el labio y me miró con expectación y respeto. Prácticamente había reverencia en su escrutinio.
               -Scott-susurró. Le acaricié las rodillas y me regodeé en cómo se echaba a temblar, a la expectativa-. Tus padres...
               -Me da igual-respondí, besándole la cara interna de la rodilla.
               -Pero vendrán…
               -Me da igual-repetí, mirándola a los ojos. Ella se mordió el labio y asintió. Arqueó la espalda cuando le metí las manos por dentro de la falda y alcancé sus bragas. La levanté y la llevé hasta la encimera, para que no se cayera hacia atrás si seguía balanceándose.
               -¿Sabes?-gimió cuando notó mis valientes caricias en el rincón donde más las deseaba-. Siempre me ha dado morbo la cocina.
               -Es una de mis fantasías-expliqué mientras hundía un dedo en su interior y ella suspiraba.
               -¿Hacerlo aquí?
               -Bueno, no hacerlo-le guiñé un ojo-. Comerte aquí.
               -Pues… no… ah… no te…prives-susurró, poniéndome una mano en la cabeza y guiándome. Yo me hundí en las profundidades de su cuerpo, pero me deleité en hacerme esperar. No entré a explorar su cueva de las maravillas particular.
               Lo cual nos vino bastante bien.
               -¡JODER, Scott!-bramó una voz a nuestro lado, y tanto Eleanor como yo nos volvimos de un brinco. Ella cruzó las piernas y yo me separé de El tan rápido como me permitieron las piernas.
               Shasha nos miraba con una mezcla de escándalo y completa diversión en la mirada. El asco que le daba no era comparable al regocijo que le proporcionaba el filón que acababa de abrir para ella. Me miró con intención.
               -¿Qué, hermano mío? ¿Hay hambre?
               Noté cómo Eleanor se reía a pesar de lo rojo de sus mejillas. Yo me puse colorado, para mi desgracia, aunque tuve suerte: Sabrae no estaba allí para verlo.
               -¿No tienes ninguna puta serie china que ver, niña?
               -Creo que esto es más interesante-replicó, la madre que la parió, ¿mamá no había podido darla en adopción? ¿Por qué no se había conformado con Sabrae y conmigo?
               -¡Que te pires!-ladré, y ella alzó las manos, abrió la nevera, cogió un zumo y caminó de espaldas hacia la puerta.
               -Comemos ahí-me recordó-. Comida de verdad, quiero decir-añadió, y la habría estrangulado de no estar muerto de la vergüenza. Eleanor volvió a soltar una risita. Mujeres. Las detestaba. No sé por qué no me hacía gay, si nosotros éramos menos cabrones que ellas-. Más te vale fregar después, o se lo diré a mamá.
               -Que sí, venga, ¡largo!
               Eleanor y yo nos reímos de la situación, pero Shasha volvió a cortarnos el rollo justo cuando volvíamos a calentarnos un minuto después. Nos dejó el cubo de la fregona, unos guantes y varios botes con distintos productos de limpieza a nuestro lado, lo bastante cerca como para que nos molestaran para lo que íbamos a hacer. ¿Por qué no podía ser hijo único, dios mío?
               -Para que no se os olvide-anunció, juguetona.
               -¿Por qué no te asfixié en la cuna cuando eras un bebé?
               -Me amas-replicó, agitando la cabeza para que su pelo azabache bailara tras ella.
               -Yo la mato-bufé cuando nos dejó solos de nuevo. Eleanor me recogió entre sus piernas y me acarició el pelo, me dijo que no me preocupara y que me concentrara en lo que nos traíamos entre manos. Así lo hice, y mentiría si dijera que me costó olvidarme de mi hermana. Sacié mi sed de Eleanor como mejor podría hacerlo: consiguiendo que me regalara todo lo que tenía e incluso más, haciendo que se estremeciera entre mis dedos y se convirtiera en la bebida más deliciosa y fresca que había probado nunca.
               Se mordió el labio mientras se corría, sabedora de que ya no teníamos la casa para nosotros solos (a mí me la sudaba que hiciera ruido, de perdidos al río), intentó no gritar, lo consiguió a medias, y suspiró, apoyada en la pared, totalmente exhausta. Yo salí de entre sus piernas, la limpié un poco y me quedé mirándola. Fue ella la que se acercó a besarme.
               A algunas tías no les gustaba que las besaras después de comerles lo que venía siendo todo el coño, misterios de la vida. Parece ser que a ti tienen que gustarte partes de su cuerpo que a ellas les repugnan.
               Aunque también conocía tíos que eran así, pero bueno, cada uno es gilipollas al nivel al que se lo permite la vida.
               -Seguro que te morías porque te hiciera eso-bromeé.
               -Recuérdame que nunca, jamás, te permita volver a afeitarte.
               -¿Te gusta?
               -Pinchas, pero… dios, Sher tiene razón. Es parte del encanto de tener novio. Cuando bajáis y se os nota la barba.
               -Una de los millones de cosas por las que mola tener novio-le froté la nariz.
               -En realidad-admitió-, es la única cosa por la que mola tener novio.
               Alcé las cejas.
               -¿Qué insinúas?
               -Bueno-alzó un hombro y pegó su mejilla a él, con los ojos cerrados-. La verdad es que esta semana he tenido tiempo para poner en práctica ciertos… truquitos que me enseñaste. Me he vuelto muy buena con eso.
               -¿Con qué?-la piqué, y conseguí lo que buscaba: que se sonrojara y se tapara la cara mientras susurraba un suave “madre mía, qué vergüenza”. La adoraba. Besaría el suelo por donde pisaba.
               Lo llevaba haciendo desde el día en que la conocí, desde el mismo instante en que la cogí en brazos por primera vez, pero no fue hasta ese momento que me di cuenta hasta qué punto llegaba mi veneración hacia ella.
               -No voy a decirlo, Scott.
               -Sí que lo vas a decir. No puedes hacerme cosas como las que me haces y luego que te dé vergüenza ponerles nombre.
               Se colgó de mi cuello y negó con la cabeza.
               -Anda, nena. Dame el gusto-le pedí, con las manos en su cintura. Suspiró cual damisela en apuros.
               -Masturbarme-dijo por fin. Yo le di unas palmaditas en el culo a modo de aplauso, y ella se echó a reír. Se separó un poco de mí y me miró-. ¿Y sabes qué?-se inclinó y me susurró al oído, mientras me acariciaba la nuca-: Diana me ayudó un poco.
               Si me quedaba una neurona tranquila funcionando en ese instante, la pobrecita se marchó de su puesto de trabajo para seguir la conga de celebración de las demás.
               -¡Será coña!
               Eleanor negó con la cabeza.
               -¿Me dejarás mirar?
               Me miró con el ceño fruncido.
               -¿Qué?
               -Cuando estéis juguetonas. La próxima vez, ¿podré mirar?
               -¿CÓMO PUEDES SER TAN CERDO?-gritó, rojísima-. ¡NO ME HIZO NADA! ¡NI YO A ELLA!-me dio un empujón.
               -¿QUÉ QUIERES QUE LE HAGA, ELEANOR? ¡SI ME HABLAS DE LIMONES, YO VOY A PENSAR EN LIMONADA!
               -¡ERES GILIPOLLAS!-me dio un puñetazo en el pecho y sacudió la cabeza-. ¡Te odio un montón! ¡No! ¡Suéltame!-chilló cuando la cogí de la cintura y la pegué contra mí-. ¡Para, Scott!-se echó a reír cuando le hice cosquillas y se intentó tirar al suelo, pero yo la tenía bien sujeta y sólo se convirtió en un peso muerto entre mis brazos. Le hice pedirme perdón por ilusionarme, ella me obligó a pedirme perdón a mí, nos reconciliamos con unos cuantos besos y volvimos a la cama.
               Nos olvidamos del encargo de Shasha, y Eleanor volvió a ponerse traviesa conmigo, con lo que no era de extrañar, dada mi suerte, que mi hermana pequeña entrara en la habitación justo cuando Eleanor estaba a punto de ponerse encima de mí y darme “el castigo ejemplar que me merecía”.
               -¿Qué cojones pasa?-gruñí cuando Shasha abrió la puerta.
               -¡No has limpiado la encimera!
               -¡Ya la limpiaré luego!
               -¡POR DIOS, SCOTT, QUE PREPARAMOS LA COMIDA AHÍ! ¿CÓMO PUEDES SER TAN CERDO?
               -¡YA TE RECORDARÉ ESTO CUANDO TE ENCUENTRE EN UN PARQUE HACIÉNDOLE UNA MAMADA A TU NOVIO!
               -¡EW! ¡QUÉ ASCO!-cerró la puerta de un portazo, la mandé a tomar por culo, y la volvió a abrir-. ¡Yo no voy a hacer mamadas!
               -¡Eso decís todas, pero luego bien que tragáis!
               -¡Ew!-bufó. Cerró de nuevo de un portazo. Luego, volvió a abrir, y se me quedó mirando-. Debería darte vergüenza, todo el día follando.
               -¿Te voy yo a incordiar cuando estás con tus puñeteras series?
               -Pues sí.
               -¡Piérdete, plasta!
               Miró a Eleanor.
               -¿Tener novio es tan cansado como parece?
               -Follamos porque ella quiere-protesté.
               -¡Scott!-me riñó mi chica.
               -¿¡Qué!? ¿Acaso es mentira?
               Eleanor se echó a reír, miró a Shasha, y mi hermana desapareció tal cual había venido.
               -Lleváis siendo familia literalmente dos meses, ¿y ya te hace más caso que a mí?
               Eleanor me acarició el pecho desnudo.
               -Sólo nos echamos una mano entre mujeres. Igual que tú haces con los chicos-añadió, y por su guiño supe que se refería a las cosas que habían pasado en mi cama y no me pertenecían a mí, o las que habían pasado en la de Tommy que no le pertenecían a él. Sin previo aviso, El me mordió la mandíbula y se puso encima de mí.
               Decir que me torturó con su cuerpo sería quedarse corto, porque me llevó hasta límites que no sabía que tenía, y me obligó a traspasarlos. Fue uno de los polvos más intensos y placenteros de toda mi vida, y quise creer que de la suya también. Eleanor literalmente me utilizó para llegar al orgasmo, se frotó contra mí y me mordió y besó y arañó cuando lo que hacíamos en nuestras caderas no era suficiente. Se quedó un momento sentada encima de mí, respirando con dificultad, muy, muy quieta. Yo me moví por hacerla de rabiar, y la escuché gemir por lo bajo cuando su piel más sensible registró aquel movimiento.
               Luego, se tumbó a mi lado y me acarició el pecho como si aquel polvo no hubiera pasado. Ni siquiera la vi venir.
               Me besó el hombro y murmuró:
               -Tenemos que hablar de tu futuro.
               Yo me puse tenso en cuanto escuché esas palabras. No necesitaba ser un genio para saber qué era lo que quería discutir. Era hermana de quien era.
               Y tampoco es que hubiera sido demasiado sutil.
               Como un refresco con gas al que agitas y abres, la espuma de mi escepticismo salió disparada por los aires. Todo mi cuerpo se puso en modo lucha-o-huida, a la espera de que ella dijera algo. Eleanor también notó mi cambio de humor repentino, se incorporó un poco y se me quedó mirando. Estaba claro que esperaba a que yo dijera algo.
               -Creo-dije finalmente, después de meditar mi respuesta. Dependía de mí el cauce de la conversación. Y no estaba dispuesto a ceder así como así. Se lo dejaría claro desde el principio-, que te has confundido de Malik. Al que le gustan las conversaciones después del sexo es a mi padre. Ya sabes-me encogí de hombros, y Eleanor frunció el ceño-. Piercing en la nariz. En la oreja. Tatuajes, y esas cosas. No es tan difícil distinguirnos. Un truquito: el del piercing en el labio, soy yo-espeté, en un tono más hiriente del que pretendía. Pero, joder, es que era muy sucio acostarse conmigo sólo para que tuviera la lengua más suelta y así poder meterme un gol que bien podría detener en circunstancias normales.
               -Voy en serio, Scott-respondió Eleanor, en el mismo tono hiriente.
               -Yo también, Eleanor-contesté, enfatizando su nombre completo igual que hacía Tommy, el cerebro de aquella operación alto secreto, cuando ella se ponía cansina.
               Lo hice en el mismo tono en que le contesté que quería dejarlo hacía una semana, cuando estaba tocando fondo y ella no se veía con fuerzas para intentar arrastrarme a la superficie.
               -¿Quieres dejarlo?-me preguntó cuando se hubo terminado de vestir, después de un aborto de polvo en el que no había conseguido que me concentrara en ella y que obrara su magia.
               -Dios, Eleanor, yo sólo quiero echarme a dormir y no despertarme nunca-respondí, pasándome las manos por el pelo.
               -¿Quieres dejarlo, o no?-insistió, tozuda.
               -Sí, Eleanor-bufé, mirándola a los ojos y queriendo hacerle daño-. Quiero dejarlo, joder.
               Y ella me dedicó una sonrisa de loba.
               -Madre mía, Scott Malik-anunció, y me estremecí al escuchar mi nombre completo, como si quisiera asegurarse de que yo no pensaba que me confundía con otro Scott-. Cuantísimo te va a costar entonces que yo acepte eso.
               -Dios, te amo-le contesté-. Lo sabes, ¿verdad?
               -Claro que sí.
               -Gracias.
               Sólo que ahora no iba a decirle que la quería. Era bastante ruin lo que estaba intentando hacerme.
               Y ella no se iba a rendir tan fácilmente. Siguió contemplándome con los ojos duros, la obstinación en su escrutinio.
               -Relájate, El-dije por fin, porque iba a terminar apuñalándome con su ceño fruncido-, tengo puentes de sobra que elegir. La semana que viene voy a empezar a visitarlos.
               Me dio un puñetazo en el hombro que no era el típico de una novia que le hace ver a su novio que es un poco tonto. Fue más bien el típico puñetazo que tu mejor amigo te da cuando estás borracho para evitar que le mandes un mensaje a tu ex diciendo que la echas de menos y que quieres volver.
               No es que Tommy me hubiera dado muchos de esos.
               Más de 20, quiero decir.
               En una sola noche, se entiende.
               -Te he dicho que voy en serio, Scott, ¿por qué no escuchas lo que te dicen?
               -Tommy ha hablado contigo, ¿eh?-espeté, incorporándome. Ella también se incorporó y mis ojos bajaron automáticamente a su torso desnudo, que acusaba la falta de calor, bien robado de mi cuerpo, bien almacenado con las sábanas. La madre que la parió, se ha puesto así a posta.
               -Creo que es una buena idea lo que te…
               -Toma-dije, tendiéndole mi camiseta-. Ponte esto-Eleanor se la quedó mirando, sin entender.
               -No tengo frío.
               -No, los cojones-repliqué-. Además, no es por ti, tonta. Es por mí. Estando así de desnuda, no puedo pensar. Aunque seguramente ya lo sepas, ¿verdad? Te diría que sí hasta a que me cortaras un brazo, estando de esa guisa.
               Eleanor bufó, cogió la camiseta y se la puso de muy mal humor. Tiró de ella hasta que los tirantes quedaron colgando de sus hombros, tensos. Se le veía gran parte del pecho, pero lo más importante de sus senos quedaba oculto, como las portadas de revista en las que ponían una estrella encima de los pezones de las famosas para que tuvieras que gastarte dinero en ellas.
               Y tú te las comprabas.
               ¿Por qué? Porque eras un pajero de mierda. Así te iba en la vida. No aprendes nunca, ¿eh, Scott?
               -¿Te puedo cortar un brazo?-inquirió, quizás para rebajar la tensión.
               -Tengo tres-contesté-, y puedes hacer lo que te apetezca con el de en medio.
               Eleanor puso los ojos en blanco, musitó un suave “capullo” y se dejó caer sobre la almohada, con los brazos cruzados.
               -Lo de la banda no es tan mala idea.
               -En Saturno. Desgraciadamente, estamos en la Tierra. Y, tal cual está la tecnología, ni tú ni yo saldremos de este planeta para ir a disfrutar de la banda galáctica saturniana que quiere montar tu hermano.
               -Si le dieras una oportunidad…
               -Eleanor, tú no sabes lo que es estar reafirmando tu identidad cada vez que sales de casa. ¿Lo que acabo de hacerte con el piercing? Lo hago cada día. Porque la genética me ha sonreído hasta el punto de ser el único bastardo de mi padre, y a la vez el que más se parece a él.
               -¡Y dale con que eres un bastardo, Scott! ¡Mira que eres melodramático!
               -Es la verdad, El, ¿qué quieres que le haga? Mis padres no estaban casados cuando me tuvieron. Me engendraron a las dos horas de conocerse-le recordé-. No es que me pese, ni nada. Es así, simple y llanamente. Es una puta gracia del destino a la que yo no le veo lo divertido, pero oye, de eso va la historia de mi vida.
               Sonrió con malicia.
               -¿La llevas a casa?
               Fruncí el ceño.
               -¿Qué?
               -¿Gastas su amor? ¿Hasta que se rompe por dentro? ¿La historia de, la historia de… la historia de tu vida?-canturreó. Me entraron ganas de pegarle.
               -No tiene gracia.
               -La tiene. Joder, Scott, que te estás negando a hacer una banda y al segundo me citas una canción de la banda de nuestros padres. Es tronchante-se echó a reír. Puse los ojos en blanco.
               -Sí, lo que tú digas. En fin, cuando vuelvas a casa le dices a tu hermano que nada de bandas. Si quiere groupies, que se meta a solista. A ver lo que dura.
               -Tommy no haría nada sin ti-me puso una mano en el antebrazo.
               -Más le vale-aseguré. Eleanor se incorporó de nuevo y me acarició el pelo.
               -¿Qué has pensado hacer, entonces?
               Me encogí de hombros.
               -Podría… no sé, ser profesor de inglés en algún sitio. Ir a Pakistán, quizá. A traducir al urdu. O a traducir del urdu. Irme a la India, a meditar un tiempo…-sacudí la cabeza.
               -O Estados Unidos.
               -Desconozco el país del que me hablas; ¿se acaba de autoproclamar?-pregunté, y ella se echó a reír-. No sé, El. Podría ir a la Estación Espacial Internacional, de becario. Igual, con un poco de suerte, mi cohete se desintegraría y dejaría de causar problemas en la salida.
               -¡Scott Yasser Malik!-tronó-. ¡Te prohíbo que hables así de largarte al otro barrio y dejarme aquí de esa manera! ¿Eres imbécil?
               Me la quedé mirando.
               -Vuelve a decir mi nombre completo así, nena. Me acabas de poner cachondísimo.
               -No me cambies de tema; aún tenemos una conversación pendiente.
               -Está bien, ahora la acabamos: no voy a hacer ninguna banda, punto.
               Tiré de ella y empecé a besarla. Eleanor suspiró.
               -Eres terco como una mula.
               -Sí, me pregunto de quién lo habré sacado.
               -Pues de tu padre, el que estuvo en una banda.
               Me eché atrás para mirarla.
               -O de mejor amigo y de mi novia, que a cabezones no les gana nadie.
               -Somos dos contra uno.
               -Me la suda, Eleanor.
               -Te voy a castigar sin sexo otra semana, a ver si te la sigue sudando después de ese suplicio.
               -No aguantas tanto sin mí.
               -Qué remedio me queda-replicó, lastimera, mirando las sábanas y haciendo pucheros-. Si no haces la banda y no vienes conmigo al programa, o te engaño con otro o mejoro masturbándome.
               -No tienes valor.
               -¿A qué? ¿A engañarte con otro?-me retó.
               -No, a masturbarte-la piqué. Ella se echó a reír. Me puso una mano en la mejilla.
               -Prométeme que lo pensarás, por favor.
               -Ya lo he pensado, El. Sigue sin compensar.
               -¿Me has puesto a mí en la variable?
               -Tú eres lo único a favor de la banda-respondí. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Le besé la palma de la mano.
               -No es justo-susurró por fin, con los ojos brillantes por la galaxia de decepción y tristeza-. Te he estado esperando toda la vida, no puedes hacerme caso justo ahora, que me voy a marchar.
               -Podremos seguir viéndonos-le prometí, y continué dándole besitos en la palma de la mano.
               -Pero no sería lo mismo.
               -Venga, El-susurré, acariciándole la mejilla-. Si yo hiciera una banda, no podría ir a tus conciertos y pegarme para estar en primera fila con una pancarta en la que pusiera lo mucho que te quiero. Necesitaría guardaespaldas, ¿no crees?-ella se rió.
               -Pero te los buscarías, ¿verdad? Por mí.
               Asentí despacio.
               -Sí, por ti, sí, nena. Pero no puedes pedirme que permita que me quiten lo que soy por convertirme en mi padre. No puedes pedirme que renuncie a lo que soy.
               -No estarías renunciando-murmuró.
               -Es mucho más complicado que eso-contesté. Ella asintió con la cabeza, se pegó a mí y me abrazó con fuerza. Yo le devolví el abrazo, la estreché hasta que nuestras pieles se confundieron. Le besé el cuello y sentí cómo sus fuerzas fallaban un poco. Si se echaba a llorar por mí, no me lo perdonaría jamás.
               Empezamos a besarnos, y volví a hundirme en el mar que era su cuerpo. Ella se olvidó del tema, o decidió obviarlo porque sabía que yo no soportaría una conversación así de profunda antes de meditar sobre lo que nos haría a nosotros.
               Ya no tenía que pensar sólo en Tommy y en mí: ahora también tenía que pensar en Eleanor y en mí.
               Puede que la planta que germinaba lentamente en mi interior no fuera una mala hierba. Puede que fuera una flor.
               En todo caso, aquel no era el momento para pensar. Le besé todo el cuerpo y volví a bucear entre sus piernas, abriendo las puertas del paraíso y perdiéndome en los manjares del festín que allí se celebraba.
               -¿Qué te pasa hoy, Scott?-preguntó cuando le mordisqueé con especial ardor el vientre, tras dejarla a medias sólo por el mero placer de hacerlo-. Estás sin domar.
               -Tengo muchísima sed de ti-respondí-. ¿No decías que me echabas de menos? Pues te vas a hartar de que te beba.
               Se echó a reír, se mordió el labio y se agarró a las sábanas como el náufrago que lo hace al trozo de barco que ha sobrevivido a su hundimiento, flotando sobre las olas. Su único salvavidas.
               Terminé con ella y ella se ofreció a hacerme lo mismo, pero yo negué con la cabeza, le acaricié la frente y le besé el pelo. Lo hacía por ella. Porque la echaba de menos. No por ninguna estúpida devolución.
               Cerró los ojos, inhalando mi aroma. Buscó mis manos y las entrelazó a las mías, los dedos enredados con los míos para impedir que me fuera a ningún sitio.
               Me tenía a su lado y ya me estaba echando de menos.
               Hundí la nariz en su pelo y yo también respiré los retazos de su esencia. Me encantaba que oliera a frutas; ella en sí misma era una oda a la madre naturaleza que yo no sería capaz de dejar de entonar. Le besé la cabeza y ella sonrió.
               Los dos teníamos la sensación de que aquella sería la última vez que seríamos felices, como si ya se fuera a marchar y no quedaran aún varios meses para que entrara en el programa en el que iba a triunfar.
               -Debería ir vistiéndome-dijo después de lo que me parecieron un par de latidos de corazón, que en realidad fue una eternidad para el resto del mundo. En eso consistía la teoría de la relatividad: en que el tiempo no duraba lo mismo dependiendo de en qué lo emplearas.
               Una vida a su lado podría parecerme una mera hora de un hermoso día.
               Me moría por disfrutar de esa hora milenaria.
               Quería que se quedara a dormir, y a la vez quería estar solo, y a la vez quería que Tommy regresara. Empezaba a sentir esa descarga de energía y el cansancio de estar muy lejos. Normalmente, nos daba a la semana de estar de vacaciones, pero habíamos estado sometidos a demasiada presión.
               A la vez, quería quedarme solo para poder meditar sobre qué iba a hacer con mi vida ahora. Tendría que ocurrírseme un curro medianamente decente, y con el que pudiera ser feliz, para que Tommy dejara de insistir. Y para acallar ese murmullo en el fondo de mi ser que me decía que puede que lo de la banda no fuera tan mala idea.
               Sí, claro que lo era. Joder.
               Eleanor se puso el uniforme y se quedó tumbada a mi lado, sobre las mantas. Iba a tener que lavarlo de todos modos; esperaba que a Diana le quedara alguna blusa libre que pudiera aprovechar.
               -No quiero que te vayas-le dije, aún metido en la cama, aún desnudo, cogiéndole la mano y negándome a soltársela. Ella sonrió, triste.
               -Puedes venir a verme siempre que quieras-me dijo, y no estaba seguro de si se refería a su casa, o al programa. Dudaba que pudiera ir a verla mientras tenía que concentrarse.
               Dudaba que quisiera verme cuando se estaba jugando todo su futuro.
               Yo sería el chico del que llevaba enamorada toda la vida, pero no renuncias a tus sueños sólo por una persona. No los pones en peligro por unos minutos. No si esa persona no es tu sueño en sí. Y yo no era el de ella.
               Seguimos callados, acariciándonos en silencio, mientras la luna se levantaba por el cielo de la noche y paseaba por la bóveda celestial como reina y señora que era de ésta. La casa empezó a oler a comida, y yo supe que se acercaba la hora de que mi chica se fuera y mi mejor amigo llegara.
               Eleanor no tenía intención de irse y dejarme solo. No después de que su plan no funcionara.
               De hecho, no se levantó de la cama ni cuando escuchó a su hermano abrir la puerta de la casa y saludar a toda mi familia. Subió las escaleras a la carrera y entró en tromba en la habitación.
               Y, luego, Tommy pareció recordar que yo estaba saliendo con su hermana. Lo recordó al vernos a los dos en la misma cama. Se quedó paralizado en el sitio un segundo, incapaz de reaccionar.
               La genética nos decía que cualquier cabrón que se acercara a nuestras hermanas pequeñas era básicamente la competencia y debíamos eliminarlo antes de que les hicieran daño.
               Pero el corazón nos decía que nuestros amigos eran buenos para nuestras hermanas, porque si fueran malas personas, no seríamos amigos.
               Si yo sentía eso con Alec, imagínate el dilema que tenía que suponer para Tommy.
               -Hola, El-dijo por fin, y ella asintió y sonrió. Se incorporó hasta quedarse sentada en la cama, con las piernas cruzadas. Yo también me incorporé mientras mi chica se estiraba la falda para asegurarse de que no se le viera nada.
               Como habíamos visto pocas veces cómo le cambiaban el pañal, y tal…
               -Esto… creía que estabas volviendo a casa-se pasó una mano por el pelo-, ¿queréis que… me vaya?-inquirió tras tragar saliva.
               Eleanor debió de notar la tensión que emanaba de nosotros dos. Si Tommy se marchaba, probablemente nos diera un infarto. Negó con la cabeza.
               -No, de hecho… tengo deberes atrasados. Os dejo solos, chicos.
               -Tendrás queja, ¿eh, S? Tu familia favorita no te deja solo-me picó Tommy, dedicándome una media sonrisa. Abrí los brazos.
               -¿Qué puedo decir? Tengo la agenda apretada.
               -Sí, lo cierto es que te veo atareadísimo-asintió mi hermano mientras su hermana se calzaba-. Casi hay que coger número para estar contigo.
               -Como en la carnicería-dijo Eleanor, sonriendo por su ocurrencia. Terminó de atarse los cordones de los playeros.
               -Oye, pues puede que abra una-bromeé.
               Y Tommy iba a decir algo, pero El se adelantó.
               -El chorizo ya lo tienes-dijo, y se echó a reír. Tommy me miró y yo lo miré a él. En sus ojos había un escándalo que pocas veces había visto reproducido en el azul oceánico de su mirada.
               -Deja inmediatamente a mi niña-dijo por fin, abrazándose a Eleanor como si quisiera robársela para traficar con ella-. La estás pervirtiendo.
               -¿Yo?-acusé, llevándome una mano al pecho-. ¡Ya venía con eso aprendido de casa!-protesté, y Eleanor puso los ojos en blanco, asintió con la cabeza y se zafó del abrazo de T. Se despidió con la mano y se dirigió a la puerta.
               -¡Eh! ¿No hay beso?-protestó Tommy. Eleanor sonrió y corrió a comerme la boca-. Me refería a uno para mí-aclaró, pero no le hicimos caso-. ¡Bueno, vale ya! ¡Eh! ¡Se acabó la fiesta! ¡Estoy aquí! ¡Hooolaaaa! ¡Que corra el aire!
               Sonreí cuando me separé de ella, que me dio otro piquito y me dijo que de noche hablábamos. No sabía de qué podíamos hablar, si ya nos lo habíamos dicho todo, pero me apetecía seguir hablando con ella. Supongo que eso es parte de estar enamorado, ¿no? El querer hablar con alguien con quien has estado toda la tarde incluso cuando no tienes nada que decir.
               Tommy se hizo el duro y trató de evitar que ella le diera un beso de despedida, pero al final se ablandó y se inclinó para permitirle darle un beso en la mejilla. Se cruzó de brazos y asintió con la cabeza cuando Eleanor nos dijo adiós y cerró la puerta tras de sí. Se giró sobre sus talones y alzó las cejas.
               -¿Y bien? ¿Qué tal tu tarde?
               -Tres polvos-anuncié, haciendo una reverencia-. ¿Y tú?
               -Dos-dijo con dignidad, como si no hubiera perdido aquella ronda.
               -Vaya, Thomas, ¿qué oyen mis oídos? ¿Estás perdiendo facultades?
               -No, si tenemos en cuenta que el primero fue en el jardín. ¿Cuántos has echado tú en el jardín, Scott?-puse los ojos en blanco-. Exacto. Por eso, cuenta triple.
               -¡Ni de coña!-me reí. Me incliné a buscar mis calzoncillos. Tommy los enganchó con el pie y me los lanzó.
               -Vaya, S, si hubiera sabido que ibas a tener tantas ganas de estar conmigo, habría traído menos ropa.
               -Es que te he echado de menos-contesté, juguetón. Me dejó espacio para vestirme y se tiró a mi lado en la cama.
               -Bueno, ¿qué hacemos?
               -¿Eso va con segundas?
               -Ay, travieso-me dio un toquecito en el hombro con el suyo y me guiñó el ojo-. Va con lo que tú quieras.
               -¿Xbox?-pregunté, y él asintió. Abrimos la puerta de mi habitación y enfilamos escaleras abajo. Él iba delante de mí, y la casa olía a una deliciosa comida que yo me moría por devorar. Estaba agotado y hambriento después de aquella tarde de sexo salvaje y desenfrenado.
               Además de muy buen humor. Después de acostarme con El y relajar tensiones, me sentía mucho más ligero y con más ganas de afrontar la vida. Puede que se me ocurriera algo jugando a videojuegos. Tampoco era tan difícil pensar en algo que me gustara y a lo que pudiera dedicarme, es decir…
               … cualquier cosa sería mejor que una banda.
               … o, al menos, eso creo.
               -¿Qué tal con mi hermana?-preguntó Tommy, y yo barajé la posibilidad de pedir más detalles, si se refería a debajo, encima, entre sus piernas, en la ducha… pero, como sabía por dónde iban a ir los tiros, decidí ir ganando terreno desde el principio.
               -¿Te refieres a intentando convencerme de lo de la boyband?-inquirí, y él no dijo nada-. Porque no te ha salido bien. Además, T, ¿tú crees que los demás querrían estar en una boyband? Yo no veo a Logan dando brincos y cantando por ahí. Es demasiado tímido.
               -Logan está bien. Además, no era en él en quien había pensado, si te soy sincero.
               -¿No?-bufé-. Pues muy mal por tu parte. En todas las bandas tiene que haber un gay.
               -¿No estás tú para eso?
               -Qué gracioso eres-gruñí, y él se rió, la madre que lo parió, ya me apetecía pegarle un puñetazo, y no llevaba ni diez minutos en casa-. Vale, tío listo, si no habías pensado en Logan, ¿en quién habías puesto el ojo?
               Tommy se detuvo y alzó una ceja.
               -Venga, S. es imposible que no se te ocurra.
               Me lo quedé mirando. Y caí.
               Bueno, más o menos.
               Él era un Tomlinson.
               Yo era un Malik.
               Tenía dos incógnitas despejadas en la ecuación. El resto estaba chupado. Era como hacer un examen de matemáticas con las fórmulas y las respuestas al lado. Tenías que ser muy tonto para no averiguarlo.
               Pero yo estaba obcecado.
               -No-dije, sacudiendo la cabeza-. Ah, no, ni de coña. No voy a formar parte de una puta boyband de herederos que además tiene una diferencia de edad bestial. Rob tiene 12 años, Chad está en Irlanda, y Harry ni siquiera tiene hijos varones.
               Tommy se metió las manos en los bolsillos. Era lo que hacía cuando sabía que acababa de ganar una discusión. Ni siquiera se giró para mirarme cuando preguntó, más bien anunció, paseándose por mi casa como si la hubiera construido él:
               -¿Quién ha dicho nada de una boyband?


Antes de que os vayáis, ¡necesito que me sugiráis nombres de programas para el que estamos barajando en la novela! Todos los nombres que se me ocurren son una mierda. Muchísimas gracias por leerme y por vuestra colaboración, y, ¡recordad! Os espero el 23 con Sabrae
               

Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

48 comentarios:

  1. SOLO PUEDO DECIR, PEDIR, ROGAR, SUPLICAR QUE EN ALGÚN MOMENTO DE MI VIDA PUEDA TENER UN NOVIO COMO SCOTT!!! PORQUE SI NO MI PUTA VIDA NO VA A TENER SIGNIFICADO!! Es que dios mio, casi me lo como por su reacción en cuanto la ha visto aparecer, la manera en la que ha reaccionado cuando se ha dado cuenta que ya llevaba dos meses con Eleanor Y DIOS QUE ME MUERO!! #PONUNSCOTTMALIKENTUVIDA Es que de verdaaaaaad!!
    NECESITO HACER UNA MENCIÓN ESPECIAL A LO JODIDAMENTE INCREÍBLE QUE SON LAS CHICAS MALIK, COMO SE NOTA QUE LO HAN APRENDIDO TODO DE SU MADRE, me encanta como putean a Scott....y que ganas de ver todo eso multiplicado por mil en Sabrae porque ella es toda una GOD
    pd: que sepas que #Sabrae seguramente será el mejor regalo de cumpleaños que pueda recibir...so Gracias Erika pequeño bollito de dulce de leche

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    1. LO MALO DE SCOTT ES QUE ES ÚNICO E IRREPETIBLE, te va a tocar llorar y conformarte con las sombras de él que pueblan este mundo :(
      #PonUnScottMalikEnTuVida TOTALMENTE ES QUE MADRE MÍA, MÁS CUQUI Y NO NACE.
      DIOS MÍO VA A HABER MUCHO SALSEO FAMILIAR EN #SABRAE QUÉ GANAS DE QUE LO LEÁIS EN SERIO OJALÁ OS GUSTE TANTO COMO CTS, ME PONGO TRISTE.
      PD: ayyyyyy corazón espero que lo disfrutes muchísimo, ojalá esté a la altura; te va a encantar su historia, ya verás ☺

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  2. Quiero un putisimo Scott Malik.

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    1. Yo he escrito este comentario porque estabais un poco tímidas

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  3. Voy a empezar con la frase de "porque si a Eleanor le gustaba que yo fuera Scott Malik… joder, nadie sería tan Scott Malik como yo" me caguen la hostia yo quiero que scott sea muy scott malik conmigo joder que hombre la virgen
    Sabrae y shasha son la puta hostia ojalá yo teniendo hermanos pa putearles
    "Creo que te has confundido de malik" le hubiese hecho la ola por esto si no fuese porque yo también quiero que hagan la putisima banda
    Tommy y scott están tan casados que duele y scott y eleanor jurao que lloro cuando los capítulos son enteros de ellos
    Has mejorado muchisisisisisimo escribiendo eri ojalá yo
    Todavía 11 días llorandisimo

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    1. "Yo quiero que Scott sea muy Scott Malik conmigo qué hombre la virgen" bARBARA POR FAVOR DEJA DE REPRESNTARME ESTOY ENFADADA.
      SABRAE Y SHASHA LA VERDADERA POWER COUPLE DE ESTA NOVELA, SCOMMY WHO
      Hablemos del lado Sassy de nuestro señor y Salvador Scott Malik™ por favor porque creo que no se aprecia lo suficiente lo Dios que es este chiquillo
      MIRA VOY A HACER 400 CAPÍTULOS SÓLO DE ELLOS QUÉ TE PARECE PARA QUE LLEGUES LLORANDO EN CANOA HASTA MI CASA EA.

      AY MADRE MÍA HE ME PUESTO NERVIOSA CUANDO ME HAS DICHO QUE HE MEJORADO ESCRIBIENDO SI ES QUE YO ME VEO IGUAL QUE SIEMPRE??????????? TE BESO DE VERDAD HE MOJADO LAS BRAGAS
      mira más te vale comentar en Sabrae y leer Sabrae y vivir Sabrae o si no me enfadaré contigo y me cargaré a Scott sólo para que sufras (luego lo resucitaré pero eso no tienes por qué saberlo JÉ)

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  4. "La adoraba. Besaría el suelo por donde pasara" Casi no nos habíamos dado cuenta majo.

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    1. Te imaginas que nunca los hubiera liado en esos baños :( el destino es cruel a la par que inteligente

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  5. Adoro cuando dejas caer en los capítulos cosas feministas

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    1. No creo que mi feminismo sea el mejor del mundo porque sinceramente tengo cosas que hacer que me interesan más que leer 200 libros feministas PERO creo que puedo hacer una pequeña aportación en mis lectores para que se interesen más por ello, por si se animan a buscar más que yo, así que gracias por tu comentario, cosita linda ♥

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  6. "-¿No?-bufé-. Pues muy mal por tu parte. En todas las bandas tiene que haber un gay." Que se note el guiño a larry.

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    1. ES QUE NO PUEDE SER CASUALIDAD TÍA para mí que hay algún algoritmo que se sigue a la hora de hacer bandas que incluye mínimo un LGTB+, si no, no me lo explico.

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  7. NECESITO VERLOS CASARSE. TENER HIJOS. SEGUIR FOLLANDO. POR FAVOR ERI. NO ME LOS QUITES. DAME TODO ESO.

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    1. Por un momento Julianna pensé que hablabas de Scommy y no de Sceleanor




      he de decir que me encantaría darte lo que pides tanto si hablas de unos como si es de los otros

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  8. "Empezamos a besarnos, y volví a hundirme en el mar que era su cuerpo. Ella se olvidó del tema, o decidió obviarlo porque sabía que yo no soportaría una conversación así de profunda antes de meditar sobre lo que nos haría a nosotros." Creo sinceramente que el verdadero miedo de Scott es que ls fama que les atribuya la banda pueda joder su relación con Eleanor.

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    1. HOSTIA TÍA, pues sinceramente no había pensado en ello pero la verdad es que lo que dices tiene todo el sentido del mundo. Con lo que Scott quiere a la gente de su alrededor, no me extraña que no quiera hacer la banda porque eso implicaría alejarse de ellos mucho antes.
      Me has dado una idea para el siguiente capítulo, muchas gracias❤

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  9. SON LO MÁS BONITO QUE EXISTE. SCELEANOR ME DAN LA VIDA JODER.

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    1. AMÉN ES QUE UF LO MEJOR QUE HICE FUE LIARLOS EN SERIO ❤❤❤❤❤❤

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  10. "El caso es que Eleanor me sonrió un poco más, con sus ojos de gacela chispeando con la hermosura de todo el universo concentrado en ellos." NO HE VISTO PERSONA TAN ENAMORADA QUE SCOTT MALIK SEÑORES

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    1. ES TAN BONITO POR FAVOR, ¡NIÑOS, HAY QUE LEER LIBROS PARA LUEGO DECIR COSAS ASÍ DE BONITAS DE VUESTRAS PAREJAS!

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  11. SCOTT ESTÁ TAN PERO TAN ENAMORADO DE ELEANOR JODER. QUIERO LLORAR.

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    1. Y SÓLO LLEVAN DOS MESES MADRE MÍA CÓMO VA A ESTAR EL MUCHACHO CUANDO LLEVEN DOS AÑOS
      ESTOY HASTA PREOCUPADA

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  12. "Y mira que yo detestaba dejar marcas y que me las dejaran, pero con Eleanor… con Eleanor, todo era diferente. Me sentía como si lo estuviera viviendo todo por primera vez."
    Quiero llorar joder. Son preciosos.

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    1. El mayor orgullo de Scott es poder decir "Eleanor es mía y yo soy de Eleanor"

      *se limpia una lagrimita*

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  13. NECESITO CAUSAR EN ALGUIEN LA REACCIÓN QUE CAUSA EL EN SCOTT CADA VEZ QUE LA VE

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    1. NECESITO QUE SCOTT MALIK EXISTA, DÓNDE ESTÁ SATÁN PARA VENDERLE MI ALMA CUANDO SE LE NECESITA

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  14. "con Eleanor, todo era diferente. Me sentía como si lo estuviera viviendo todo por primera vez." Lleva enamorado de ella toda su puta vida, a mi que no me joda.

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    1. La ama con todo su corazón de verdad estoy muy ofendida, ni vivir se puede

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  15. LA BANDA VA A SER SCOTT CHAD TOMMY LAYLA Y DIANA. LO TENGO CLARO YA.

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    1. Y lo que la vais a disfrutar
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  16. Me pongo cachondo perdido con los polvos de Scelenaor. Ya está. Lo he confesado.

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    1. Que suerte que siempre se te de por leer los capítulos cuando estás conmigo.

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    2. ( ͡ʘ ͜ʖ ͡ʘ) EL MEJOR COMENTARIO DE LA HISTORIA

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    3. Lo mejor de todo es que hago follar a gente (imaginaria y no) siendo virgen hola qué tal

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  17. "Miré cómo se vestía sin poder creerme que una criatura tan preciosa como ella pudiera dedicarme toda su atención una tarde, ya no digamos estar enamorada de mí." ES QUE ME EXPLOTA EL CORAZÓN JODER.

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    1. Te puedes creer que, de todas las personas en el mundo, Scott me ha elegido a MÍ para manifestarse a través de mis dedos
      ( ˘͈ ᵕ ˘͈♡)
      es el mayor honor de mi vida

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  18. "Yo sería el chico del que llevaba enamorada toda la vida, pero no renuncias a tus sueños sólo por una persona. No los pones en peligro por unos minutos. No si esa persona no es tu sueño en sí. Y yo no era el de ella." Estoy llorando a lágrima viva joder.

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    1. ¿Y si a Scott le da miedo que la banda lo aleje de Eleanor y que ella no quiera competencia y por eso se niega a hacerla, al margen de las otras razones que tiene para pensar que es una locura?
      Mi niño pesioso
      ༼ಢ_ಢ༽

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  19. Siento que se acerca el final y quiero llorar demasiado.

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    1. YO TAMBIÉN MADRE MÍA no sé qué va a ser de mí cuando se acabe esta novela, me va a dar un bajón increíble (tanto de visitas como emocional) :(

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  20. "Lo llevaba haciendo desde el día en que la conocí, desde el mismo instante en que la cogí en brazos por primera vez, pero no fue hasta ese momento que me di cuenta hasta qué punto llegaba mi veneración hacia ella."
    Está tan pillado que resulta hasta apabullante. De verdad, que criaturas tan hermosas.

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  21. Amo Sceleanor con mi vida. Quiero una relación así joder.

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    1. A mí con que existan me parece más que suficiente, si te soy sincera

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  22. CADA VEZ QUE SCOTT HABLA DE EL EN UN CAPÍTULO YO FORMO CHARCOS DONDE QUIERA QUE ESTÉ.

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    1. RAISE YOUR GLASS FOR MY BOY SCOTT ALIAS EL TÍPICO NOVIO PILLADÍSIMO POR SU CHICA QUE HACE LO QUE SEA PARA FARDAR DE ELLA Y QUE ELLA SE SIENTA QUERIDA

      ヽ༼ຈ益ຈ༽ノ FIESTA EN SU HONOR ヽ༼ຈ益ຈ༽ノ

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  23. "Las mujeres son mitología. Todas ellas. Es imposible que varias partes de su cuerpo lleven nombres de dioses antiguos si no es porque cada una es la prueba de que la divinidad existe, y es femenina. Arco de Cupido, monte de Venus… cada milímetro de su piel estaba hecho de la misma materia que los sueños, y los dioses se refugiaban en ellas nada más nacer." MADRE MÍA SCOTT ENSÉÑAME A HABLAR ASÍ ❤
    Soy consciente de que he tardado muchísimo en leer este capítulo pero quería ir poco a poco para disfrutarlo más, qué bonitos son Scott y Eleanor ❤
    Soy malísima para inventar nombres pero si se me ocurre alguno para el programa te avisaré por twitter.
    QUEDAN 9 DÍAS PARA SABRAE A MI ME VA A DAR ALGO AI QUÉ GANAS

    - Ana

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    1. DIOS MÍO ANA CUANDO ESCRIBÍ ESA FRASE ESTABA D E S E A N D O QUE ALGUIEN LA COPIARA, LITERALMENTE ME QUEDÉ !!!!!!!!!!!!!! CUANDO LA ESCRIBÍ, NO ME PUEDO CREER QUE YO HAGA COSAS ASÍ EN SERIO
      No te preocupes tesoro, si tú tardas en leer más tardo yo en contestar❤ no importa que tardéis un poco más, lo que cuenta es que leéis y comentáis, ya sabéis la ilusión que me hace❤❤❤❤❤
      MUCHAS GRACIAS POR LO DEL NOMBRE DE VERDAD ES QUE NO SE ME OCURRE NADA SON TODOS SUPER CUTRES E W

      DIOS MÍO #SABRAE YA EN CINES TÍA, ME DA UN PATATÚS
      ヽ༼ಸ ل͜ ಸ༽ノ

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