sábado, 1 de abril de 2017

Es para comérsela.

Scott se me quedó mirando. En aquellos ojos que tan bien conocía pude ver desarrollarse el mismo proceso que antes había sucedido en mí.
               Me pregunté si alguien podría verlo como yo lo podía ver en él.
               Pero, como personas diferentes que éramos, tomamos caminos diferentes. Donde yo me había cerrado en banda totalmente y había desechado la idea un momento, él dejó que calara en lo más profundo de su ser, como una gota de lluvia que se filtra en dirección a su manantial.
               Y descubrió que esa agua era venenosa.
               Por mí, haría el esfuerzo de bebérsela, y no intentar hundirme en ella para que todo mi ser se redujera a cenizas. Por mí, y por él, por nosotros, por los dos.
               Él y yo teníamos las mismas razones, navegábamos en el mismo barco. El único problema era que íbamos en direcciones distintas.
               Esperaba ser yo quien controlara las velas.
               -Estás borracho-dijo por fin, y luchó por no bufarme en la cara de puro agotamiento que le ocasionaba ser amigo mío. Pero no lo consiguió.
               -Y tú eres hermoso-contesté, intentando quitarle hierro al asunto. Si conseguía que se riera, me sería más fácil convencerle. Si conseguía que no le ofendiera mi propuesta (porque no era tan ofensiva como a él le parecía, y, aun así, era la única opción que teníamos), me escucharía.
               Pero se echó a reír.
               Ya le había ofendido.
               -Eres gilipollas-se frotó la cara-, mira que despertarme para vacilarme de esta manera…
               -Te lo estoy diciendo en serio-repliqué, sereno. No iba a ser yo quien empezara a gritar. Ya sabíamos qué pasaba cuando era yo el que empezaba a gritar.
               Scott volvió a reírse con cinismo. Me apeteció pegarle un puñetazo. Todavía me pregunto cómo es que no lo hice. Puede que estuviera medio dormido y por eso no se ocurría apelar a sus sentimientos, y no a su razón, para conseguir convencerlo. Me llevaría un par de días darme cuenta de que lo que Scott necesitaba no era guiarme a ningún sitio, sino seguirme a mí.
               -No, joder-aulló, y empezó a subir el volumen a medida que iba avanzando en las palabras, dejando que la rabia tomara el control de sus cuerdas vocales y de su cuerpo. Cerró los puños y negó con la cabeza, se pasó una mano por el pelo-. No me lo puedes estar diciendo en serio. No puedes ir en puto serio con lo de formar una banda, porque, ¿sabes qué es una banda también? One Direction-escupió, y lo hizo con asco, y mentiría si dijera que podía culparle, mentiría si dijera que me molestó de alguna forma que lo hiciera de esa manera, aunque le debiéramos literalmente nuestras vidas a esa banda, porque One Direction nos había quitado todo lo demás. Nos había hecho existir, pero, ¿a qué precio?
               A crecer viendo cómo nuestros padres se marchaban.
               A no hablar con papá de cómo llevaba mamá su ausencia en el primer tour internacional que hicieron después de que Scott y yo naciéramos, porque si la mencionábamos, se me terminaría escapando que estaba embarazada, que iba a tener un hermanito que iba a ser una sorpresa, y que me preocupaba mucho cómo me iba a dejar eso con Scott. Si yo tenía un hermano y me llegaba otro, ¿tenía que dar de lado al primero para cuidar al segundo?
               A verlos en la tele cuando éramos pequeños y no entender lo que pasaba, a intentar hablar con ellos y que no nos respondieran, sordos y mudos a nuestra presencia, como si no existiéramos.
               A las noches no pudiendo entrar en la sala de los premios porque estaban escribiendo allí. A escuchar canciones geniales que no íbamos a volver a oír en nuestras vidas. A escuchar canciones que no nos gustaban por la radio una, y otra, y otra vez.
               A no ser Scott y Tommy.
               A ser Zayn y Louis.
               A no tener identidad propia, no tener un físico propio, sólo ser “Dios, igual que tu padre”. A preguntarnos de mayores si nuestras madres nos querían porque éramos sus hijos, o porque éramos iguales a sus maridos.
               A contestarnos que ellas nos querían porque éramos sus hijos, y casi, casi, punto… porque también ayudaba que nos pareciéramos a sus maridos.

               El precio de Scott era preguntarse cuando Sherezade lo pasaba mal si había sido una maldición tenerlo. Si las cosas no habrían sido mejores para ella de no haberse quedado embarazada de él. Podría ser jueza. Podría estar en el Supremo. Los dos sabíamos que a Sherezade no le bastaría con ser abogada de no ser por él. Aspiraba a más. Incluso ella lo decía: la única razón de que pudiera cambiar algo en la vida de alguien, era porque era muy buena convenciendo a los jueces. El día que se topara con uno al que no pudiera convencer, sería el fin.
               Mi precio era saber que mi madre había renunciado a muchas más cosas por mí. Me había tenido demasiado joven. Yo había terminado con su carrera justo antes de empezarla; no puedes considerar unas colaboraciones aquí y allá una profesión. Además, nunca dijo que quisiera ser empresaria. No te casas con un artista cuando quieres ser empresario, ni cursas estudios superiores de artes para ser empresario. Mi precio había sido que mi madre nunca podría tener acento americano, como había soñado de joven. Mi madre nunca hablaría como hablaba Diana ni usaría mal las palabras que mi americana usaba mal, porque yo había nacido.
               Por mucho que le debiéramos a la banda, ella nos debía más a nosotros. Y ya era hora de irnos cobrando nuestra deuda. Por mucho que Scott se empeñara en dejarlo estar.
               -¿Qué soy yo?-atacó él, y dio justo en la diana, el único sitio en el que yo no pensaba entrar-. ¿Zayn Malik? ¿Estoy en una puta banda de la que me quiero largar?-ah, y el precio de Zayn había sido tener un hijo que no le perdonaría la forma en que se marchó.-. Joder, Tommy, que 1D-dijo, y me obligué a no sonreír, porque a veces la llamábamos por las iniciales y no por el nombre completo como los magos de Harry Potter llamaban a Voldemort Quien-Tú-Sabes. Por si acaso se lo tomaba como una invocación-, es precisamente el fantasma de lo que llevamos huyendo toda la puta vida-me dio un empujón-. Tú dices que no te pareces a tu padre, y yo no me parezco al mío, ¿recuerdas? No vamos a hacer una puta banda. Y punto.
               -Pero…
               -Se acabó.
               -Pero…
               -¡Se acabó!-me dio otro empujón-. ¡¿No lo entiendes?! ¡Bastante tenemos ya con que no paren de llamarnos por sus nombres, como para ahora encima darles una razón verdadera para que lo hagan!
               Cogió la manta y se tiró en la cama, dándome la espalda.
               -Yo no les dejaría llamarte Zayn-le prometí.
               -Ponte a dormir.
               -No nos llamarían como a ellos.
               -Eso no lo sabes.
               -Yo no se lo permitiría.
               -A ellos se la suda lo que tú les permitas. Ponte a dormir.
               -Estamos hablando-protesté.
               -No-se giró-, yo estoy hablando, tú no haces más que decir gilipolleces. Ponte a dormir. Mañana madrugas.
               -No voy a ir al instituto mañana-respondí con chulería.
               Los ojos de Scott llamearon.
               -¿Qué no qué?
               -Me voy a desmatricular.
               Puso los ojos en blanco.
               -Sí, venga, haz lo que te salga de los cojones; total, puedes vivir de una paga del Gobierno, por subnormal.
               Volvió a girarse y apagó la luz. Y yo la encendí.
               -Qué cruz, la madre que me…-empezó, pero yo lo frené.
               -¿Por qué cojones te pones así? ¿Te piensas que a mí me haría gracia ir por la vida recordando constantemente que yo no soy Louis?
               -¡Si tanto trastorno te causa, ¿para qué lo sugieres?!
               -¡Porque quiero que seas feliz, Scott!
               -¡Yo no voy a ser feliz viviendo toda mi puta vida siendo la copia barata de mi padre!-ladró, incorporándose de nuevo.
               -¡¿Por qué cojones te pones así?! ¡Podríamos diferenciarnos tanto de ellos que…!
               -¡¿Cómo que por qué me pongo así, Thomas?! ¿A ti te parece que no es para ponerse sí? ¡Sugerirme hacer una banda! ¡Manda cojones!
               -¡Te lo digo por tu bien, Scott, ¿o te crees que me gusta ver cómo te marchitas cada mañana mientras yo me voy al instituto?
               -¡O sea, que te jode que me aburra por las mañanas, pero bien que le decías a Eleanor que se alejara de mí porque no iba a quererla como la quiero precisamente cuando a mí me veías mal!
               Se arrepintió de decir eso en cuanto las palabras salieron de su boca. Lo vi en el chispazo verdoso de sus ojos.
               -Que tú seas el gilipollas de la relación no quiere decir que yo no pueda serlo de vez en cuanto, me cago en mis muertos, Scott-gruñí.
               -¿Y por qué soy el gilipollas? ¿Por no querer coger una guitarra y ponerme a dar gritos delante de un público que me ve sólo como un objeto sexual?
               -Porque naciste así, ¿qué vamos a hacerle? Sherezade no supo parirte de otra manera.
               -¿Te refieres… idéntico a Zayn Malik?-escupió. Nos miramos un momento, retándonos.
               -Vete a tomar por culo-dije por fin, y me destapé, salí de la cama y fui a calzarme. Scott sólo puso los ojos en blanco.
               -¿Adónde cojones vas?
               -A mi casa-anuncié-. Porque todavía voy a acabar dándote un patadón en la boca.
               -Da recuerdos.
               -De tus partes-repliqué. Y él se echó a reír y miró al techo. Cogí el móvil y cerré de un portazo.
               Estaba cerrando la puerta de su casa cuando mi móvil vibró.
               Tommy.
               Seguimos siendo amigos no????????????
               Como cierres la puerta te pego una paliza.
               Qué angustia joder mira me calzo y voy detrás de ti.
               Cerré la puerta tras de mí y caminé por el hall hasta encontrármelo. Nos miramos.
               -No puedes vivir sin mí, ¿eh?
               -Dame las gracias por haberte dado una excusa para volver con el rabo entre las piernas, Tommy-sonrió-. Los dos sabemos que no ibas a llegar a la esquina de la calle.
               -Tenía pensado rodear tu casa y entrar por la ventana-respondí, impulsándome en el pasamanos y alcanzándolo. Le pasé un brazo por los hombros y le revolví el pelo que ya no tenía-. Para darle un poco de emoción a lo nuestro.
               -Eres un poco imbécil-bufó, zafándose de mí y echando a andar escaleras arriba. Me descalcé con los pies y me volví a tirar en la cama, a su lado. Scott se puso de costado y no dijo nada más. Ni siquiera protestó cuando le pasé el brazo por el pecho (a pesar de que le tocaba a él ser la cuchara grande), ni cuando le clavé la pierna en la cadera.
               Sí que tuvo algo que decir cuando le lamí la oreja. Pero en su defensa diré que yo me estaba poniendo excesivamente juguetón.
               -Te voy a dar una coz-fue todo lo que bufó. Y yo suspiré trágicamente, me acurruqué a su lado y me quedé quieto. Me estaba quedando frito cuando se dio la vuelta y bufó. Abrí un ojo y lo pillé mirándome.
               -¿Quieres una foto?
               -No se ha hecho cámara que pueda soportar tu fealdad.
               -Cómeme los huevos, Scott.
               Él se echó a reír, cerramos los ojos y yo me dormí. Dos segundos. Porque él se dio la vuelta y me despertó. Me estaba empezando a poner de mal humor. Yo mañana madrugaba. No tenía tiempo para hacer todas esas gilipolleces con él.
               Volvió a girarse, se quedó tumbado sobre la espalda y miró al techo. Se quitó la camiseta.
               -¿Ahora quieres que esos músculos de acero?-lo provoqué, dándole la espalda. Me pellizcó el culo.
               -Lámeme el pie del medio.
                -Para eso ya tienes a mi hermana.
               -Ya quisieras tú hacerlo como lo hace tu hermana.
               Me mordí la lengua para no darle más bola y que me dejara dormir. Pero suspiró más tarde, justo cuando estaba al borde del sueño.
               -Déjame dormir, Scott.
               -¿A que jode?-replicó solamente. Lo miré por encima del hombro.
               -No te sulfures, Scott.
               -No me sulfuro.
               Se quedó en silencio, dejando que las ninfas del sueño vinieran a buscarme. Recogieron mi alma, la acariciaron, le hicieron trencitas y jugaron con ella mientras se la llevaban dando brincos a un bosque de luciérnagas azules como un cielo de verano, los pies hundiéndose en el musgo mullido y húmedo, y los árboles me acariciaron con sus ramas la cara mientras me iba perdiendo en la espesura de…
               -Es muy guapa.
               Me cago en Scott.
               Me cago en su segundo nombre.
               Me cago en su apellido.
               Me cago en su madre, su padre y sus hermanas.
               Me cago en su familia entera, la que vive y la que no.
               Me cago en su estirpe, en su raza, en su especie y también en el reino animal al que pertenece. Me cago en su planeta.
               Joder.
               -¿Quién coño es guapa?
               Me miró. Se estaba mordiendo el piercing. Oh, genial, íbamos a tener una de esas conversaciones súper profundas sobre lo mucho que nos gustaba la chica que nos gustaba. Anda que no le había dado yo la tabarra con lo bonitos que eran los ojos de Megan. Anda que no le había dado el coñazo con las piernas de Diana, y su boca, su sonrisa, sus ojos, sus pestañas, sus hoyuelos…
               Por dios, ahora que lo pienso, hasta los nudillos de Diana eran bonitos.
               -Tu hermana.
               -Ya lo sé, Scott-repliqué, intentando no darle una contestación demasiado borde, que era lo que me iba a salir-. Vivo con ella. Ponte a dormir.

               Me di la vuelta, y estaba a punto de apoyar la cabeza en la almohada y volver con las ninfas cuando:
               -Es que es muy guapa-protestó, y parecía incluso ofendido de que su novia pudiera parecerle guapa. Qué cosas, ¿verdad? Tu novia, pareciéndote guapa. ¿Qué va a ser lo siguiente?
               ¿Querer a tus padres?
               ¿Es que estamos locos?
               -Vale, tío. Pero no te empalmes.
               Él sonrió entre dientes.
               -Tarde-contestó. Puse los ojos en blanco, me tapé la cabeza con la manta y refunfuñé:
               -Pues vete al baño, o algo. La cama es mía.
               Intuí, más que vi, cómo se volvía y me miraba.
               -¿Al baño? ¿A qué?
               Scott Yasser Malik, damas y caballeros. El tío por el que medio Londres suspira y al que el otro medio lo tiene como un Dios. Ese mismo chaval que se cuela en las bragas de cualquier chica que se le ponga por delante (y lo mejor es que lo consigue por voluntad de la dueña de las bragas) necesita que le digan exactamente qué hacer cuando tu amiguito especial se te anima.
               -A darle a la manivela o algo, tío, joder, que pareces nuevo.
               Scott negó con la cabeza, sonriendo. Me pidió que le pasara el móvil y yo lo hice después de hacerle prometer que no haría nada raro conmigo al lado. Me juró que sólo tenía ojos para mí y desbloqueó el teléfono.
               Yo no podía dormir con la luz, pero no le dije nada. Me gustaba que estuviera así, feliz, y despreocupado. Me hacía despreocuparme a mí también. Y una idea se formaba en mi mente, pero yo todavía no sabía situarla.
               Así que hice lo que cualquier amigo hace en esa situación. Me di la vuelta y apoyé la cabeza en su hombro para ver lo que estaba mirando. Se dedicaba a pasar fotos de la conversación que tenía con Eleanor. Apartó el teléfono un momento.
               -¡Oye!
               -No puedes ver esto.
               -¿Me lo estás diciendo en serio? ¿Te crees que no he visto a mi hermana poniendo caras raras y haciéndose la fea, o sea, lo que es?
               Scott se mordió el piercing.
               -No creo que la hayas visto desnuda.
               -No jodas, ¡¿te manda nudes?!-de repente estaba súper despierto, podría hacer una división de 4 cifras en el divisor de cabeza. Me incorporé de un brinco y traté de quitarle el teléfono, pero él me dio un manotazo.
               -¡Quita, gilipollas, tú no puedes ver eso!
               Yo nunca le había pedido ver las fotos “privadas” que se pasaba con Ashley ni él me había pedido a mí nunca las mías con Megan, ni nos las habíamos ofrecido en ningún momento pero… joder, que era mi hermana. Era imposible que Eleanor hiciera esas cosas. Si lloraba con los documentales de National Geographic, por favor.
               -Tengo que verlo para creérmelo-repliqué, intentando alcanzar el teléfono-. Tiene que ser mentira, con lo buena que es Eleanor…
               -¿Buena?-espetó Scott, incrédulo-. ¿Buena? Tommy, a veces necesito que me protejan de ella. Se le ocurren cosas que a mí no se me pasarían por la cabeza en un siglo-sonrió-. Soy yo el que pone los límites en la relación. Y el que usa la palabra de seguridad.
               Me puse pálido.
               -¿Tenéis palabras de seguridad?
               Scott puso los ojos en blanco.
               -Es una metáfora, Tommy.
               -Ah-me tiré a su lado en la cama y me lo quedé mirando mientras pasaba las fotos. Sintiendo mi escrutinio durante demasiado tiempo, al final suspiró, estuvo toqueteando la pantalla y finalmente giró el teléfono para que viera la pantalla.
               Conocía muy bien ese canalillo. Había tenido que aguantarlo 15 veranos correteando de un lado a otro en la playa y exigiéndome que le echara crema solar en la espalda. Así que la foto era como ver una selfie en bikini de mi hermana pequeña, pero sin el bañador, y con una flor en el extremo de la foto para recortar ese pedacito de su cuerpo que sólo Scott podía ver.
               Joder, pero si le había cambiado los pañales cuando era pequeña, ¿ahora no podía verle un pezón? Ni que tuviera diamantes en ellos o algo, la tía.
               Miré a Scott.
               -¿Qué le estás haciendo a mi niña?-pregunté, sin embargo, en parte escandalizado por estar ante una de las pocas veces en que me daba cuenta de que Eleanor estaba a punto de ser una mujer, y no el bebé que intentaba balbucear mi nombre sin demasiado éxito… y, en parte, agradecido de que Scott me diera artillería para utilizar contra él de tan buena gana.
               -¿Qué me está haciendo tu niña a mí?-respondió, pero en sus ojos había una luz, y en su sonrisa un amor, que no podría dejar de ver ni aun estando ciego.
               Le quité el móvil y él bufó. Observé la foto con atención, estudiando lo poco que se veía de mi niña. Eleanor se mordía un poco el labio, y supe en el momento en que me fijé en ese detalle que llevaban tiempo jugando a eso, midiéndose el uno al otro, y que probablemente llevara la voz cantante en esa partida.
               También supe que Scott no podía parar de mirar esa foto, incluso en sus peores días, incluso cuando estaban mal, o cuando estábamos mal, por el simple hecho de que mi pequeña parecía tan despreocupada, aunque no se le vieran los ojos, que te contagiaba su tranquilidad. Nada podía alcanzarte.
               -Tiene lunares nuevos-dijo después de un rato, fascinado. Fruncí el ceño.
               -¿Cómo va a…?
               -Tiene un montón de lunares-me cortó-. ¿La espalda? La tiene llena.
               -Tu constelación favorita-repliqué, y su luz se apagó un poco, recordando lo que había hecho, lo que yo había hecho, lo que nos habíamos hecho el uno al otro… y lo que nos habíamos hecho cada uno a nosotros mismos. Le sonreí para quitarle hierro al asunto-. Está bien, S. No pasa nada. Lo hemos superado. Somos amigos otra vez, ¿no?
               -¿No decías que no te bastaba con ser mi amigo?-replicó, alzando la comisura de su boca con su mejor sonrisa de Seductor™. Estaba tratando de seducirme.
               Lo que no sabía era que ya me tenía en el bote. Me llevaba teniendo comiendo de la palma de su mano desde que le conocí, con apenas un día de vida.
               Yo no sabía lo que era vivir sin que Scott existiera. Y ninguno de los dos conocía el secreto de estar bien estando sin el otro.
               -De momento me sirve con ser tu amante; pero, en cuanto puedas, la largas-chasqueé los dedos, señalándola con la mandíbula, y él se echó a reír. Nos acurrucamos el uno contra el otro y nos quedamos mirando la foto.
               Debería sentirme raro mirando a mi hermana y teniendo la certeza de que estaba desnuda y juguetona, Scott debería molestarse porque me la quedara mirando tanto rato, pero… estábamos compartiendo algo tan íntimo gracias a El, que ninguna emoción sucia podría estropear el momento.
               -Nunca voy a poder largarla-susurró en voz baja, en un tono tan callado que apenas lo habría oído, de no tenerlo literalmente pegado a mí. Seguí mirando sus lunares, las pequeñas manchas que siempre me habían llamado la atención, que bajaban de su cuello y se repartían de manera aparentemente aleatoria por su pecho, y caían por su torso en una lluvia de asteroides, como si se hubiera puesto debajo de una ducha que goteara bronce.
               -Los lunares son la hostia-comenté.
               -Amén, hermano.
               -Diana también tiene lunares secretos, ¿sabes?-dije, volviéndome hacia él. Scott alzó las cejas.
               -¿De veras?
               -Ajá. En la parte baja de la espalda. Dice que sabe que no va a estar cómoda con un vestido de espalda al aire cuando se le ve el lunar. No puede sentarse con ellos.
               Mi americana tenía muchísimo menos que mi hermana, pero por su cuerpo también había marcas cobrizas aquí y allá. Tenía uno justo al lado de los hoyuelos que le salían en la parte baja de la espalda al sentarse; yo había una vez bromeado con que aquellos hoyuelos, muy parecidos a los de su boca, pero que no me gustaban tanto como los primeros, eran señal de que la chica podía tener unos orgasmos increíbles. Ella se había reído conmigo, se había inclinado, me había besado en los labios, me había acariciado la mandíbula y me había dicho:
               -Ahora sí-y me besó despacio, pero con un beso invasivo, como el conquistador que sabe que es mejor poner a los aborígenes de su parte para facilitar que se alzara su imperio. Me dejó terminar de desnudarla y poseerla despacio, susurró mi nombre mientras demostraba que la teoría de los hoyuelos era correcta y sonrió mientras yo le besaba los pechos al hacerle ver que, aunque yo no tuviera esos hoyuelos en los lumbares, también podía alcanzar el clímax con ella.
               -Y tiene otro-informé, y Scott siguió mirándome, esperando a que continuara. Porque no nos interrumpíamos cuando hablábamos de nuestras chicas estando en la misma cama, solos, y de noche-. En la ingle-continué, y debería haberme detenido ahí, porque a Diana no le gustaría que fuera contando esas cosas por ahí, pero si Scott había compartido los lunares de mi hermana conmigo, yo bien podía compartir los de mi americana con él. Y debía. Y quería hacerlo. Sobre todo, quería hacerlo.
               Quería hablar de mi americana hasta quedarme sin saliva. Quería describirla hasta que se materializara delante de mí, como si con mis palabras pudiera hacer la magia de teletransportarla y poder tenerla otra vez entre mis brazos. La echaba de menos. Terriblemente de menos. Echaba de menos estar con ella, quitarle la ropa y meterme entre sus piernas, pero también echaba de menos saborearla, besarla, abrazarla y recibir sus distintivos golpes de cadera mientras me miraba a los ojos y me incitaba a perderme en esas junglas suyas, donde me esperaban un montón de depredadores dispuestos a quitarme la vida. La perdería por ella. La perdería gustoso por mirarla un segundo más.
               -Está muy cerca-añadí. Scott sonrió-. Ya sabes de dónde.
               -Sí-asintió, mirando la pantalla-. De ese rinconcito.
               -Sí.
               Nos quedamos mirando al techo. La pantalla del móvil se apagó, y Eleanor se perdió en la negrura.
               Pero estaba más presente que nunca.
               -Se lo suelo besar. Casi siempre. Antes de entrar en ella. Me encanta besárselo.
               -Les gusta que se los besemos.
               -Hacen ese ruidito…-suspiré, y Scott asintió.
               -Y hace que se mueran por estar con nosotros. Eleanor se me derrite cuando se los junto con la yema de los dedos.
               -Diana arquea la espalda. Creo que podría hacer que se corriera sólo besándole el lunar. Y mira que tampoco está lo bastante cerca como para eso.
               -A veces la espera es incluso mejor-reflexionó Scott, y yo asentí. Continuamos mirando al techo; la luna le arrancaba sombras extrañas, danzantes, diminutos monstruos que no querían sobresaltarnos-. Tommy-me giré hacia Scott. Le brillaban tanto los ojos que habría jurado que estaba a punto de echarse a llorar-. Eleanor me hace feliz.
               -Lo sé.
               -No le haría daño jamás.
               -Lo sé.
               -¿Te parece bien?
               -Sí.
               -Lo digo en serio, Tommy-se incorporó para mirarme mejor, apoyado sobre un codo-. ¿Te parece bien? ¿Ella y yo?
               Asentí.
               -Sois tal para cual.
               Scott sonrió. Unos ojos marrones cruzaron mi mente. Me quedé tendido, dejando que me invadieran.
               -Scott.
               Él se giró, no dijo nada, sólo esperó.
               -La necesito para ser feliz.
               -Lo sé.
               -Y a Layla también.
               -Eso también lo sé-sonrió, mordiéndose el piercing.
               -Pero… ¿crees que… quiere decir algo… que piense mucho más en Diana?
               Se quedó pensando un momento.
               -Creo… que significa que estás cansado. A mí me gusta la pizza hawaiiana, pero no puedo comérmela todos los días. Me empacharía y terminaría odiándola. Con Layla y Diana te pasa un poco lo mismo.
               -Layla es la pizza hawaiiana, vale, ¿y qué es Diana?
               Scott sonrió.
               -Diana es la leche del desayuno. La necesitas todos los días, aunque puedes pasar sin ella un par de mañanas. Te sirve el zumo. Pero, tarde o temprano, tienes que volver a tomar cereales.
               Ahora me tocó a mí incorporarme un poco.
               -No me extraña que tengas a Eleanor tan encoñada contigo. Seguro que le sueltas esas frasecitas tuyas cuando se te pone de morros para que se le pase el cabreo, ¿eh?
               Scott se echó a reír, se frotó la cara, se pasó una mano por el pelo, y me contestó:
               -No lo sé, Tommy, ¿el agua moja?


A veces quiero pegarle una paliza a Tommy, pero luego me mira con esos ojitos azules suyos, y lo único que me apetece es rascarle la barriga como si fuera un cachorrito.
               Pero mira que tiene ideas imbéciles.
               Yo.
               En una banda.
               En una puta banda de música.
               Claro, como la gente ya me confundía poco con papá, ¿por qué no montar una banda, igual que hizo él? ¿Por qué no ir a un puto programa de talentos, como hizo él? ¿Es que acaso la gente me llamaba poco por mi nombre?
               Me sobresaltó el despertador de mis padres, al otro lado de la pared. Apenas había pegado ojo en toda la noche. No dejaba de pensar en lo que pasaría cuando Tommy se graduara. Porque ni de coña iba a consentirle que dejara el instituto por mí. Eri se lo cargaría, pero juro por mi madre que yo haría que Tommy se graduara este año.
               Me descubrí en varias ocasiones deseando que no terminara de ceder a aquella llamada culinaria y se marchara a España a perfeccionar sus métodos de cocina. Recé en silencio, muy a mi pesar, para que no se fuera por el mundo empapándose de conocimientos mientras yo me quedaba en Inglaterra, intentando averiguar qué haría con mi vida.
               Y en un par de ocasiones me descubrí a mí mismo pensando que puede que lo de la banda no fuera tan mala idea. Quizás la gente me distinguiera precisamente por ella, ¡por favor, que llevaba un piercing cuando mi padre no llevaba nada!
               Oh, claro, pero estaba el problema de que él había estado en una banda. Y no quería que me confundieran con él. Me parecía fatal cuando alguien me llamaba por su nombre, luego me pedía disculpas y me decía que se había dejado llevar. Yo ya tenía todo lo malo de la fama; si alguien se empecinaba en que quería una foto conmigo como sustituto de la foto con Zayn Malik, me tenía que joder y posar, porque esa gente me daba de comer, esa gente me vestía, esa gente me había dado literalmente la vida. Debía estar agradecido hasta mi último aliento de que hubieran comprado la música de mi padre, le hubieran hecho rico, hubieran celebrado sus nuevos singles y hubieran hecho posible que él fuera a aquella fiesta en Ibiza hacía 18 años. Y se hubiera encontrado a mamá. Y que se hubieran acostado. Y que se les rompiera el condón. Y que 3 semanas después, mamá lo encontraba, conmigo en proyecto ya dentro de ella.
               Ya tenía eso malo, ¿por qué no iba a provecharme y llevármelo calentito, conseguir la gloria que podía reclamar por derecho hereditario?
               Pues porque no soy Zayn Malik. Y me van a llamar Zayn Malik.
               Jamás iba a dejar “el hijo de”. Y no soportaba ser un puente, ninguno de los dos lo hacía.
               Pero Tommy, precisamente Tommy, quien me convencería hasta para darme un paseo espacial sin escafandra, había tenido que ser quien me lo sugiriera. Haría lo que sea por ti, Scott. Sólo quiero que seas feliz.
               ¿Sí?
               Pues cállate un poquito, Tommy, porfa.
               Me incorporé de un brinco, me froté la cara, rebusqué entre las sábanas hasta dar con mi camiseta y suspiré. Tommy se dio la vuelta, bufó algo entre sueños y se aovilló sobre sí mismo. Le di una palmada en el culo. Él protestó.
               -Mné. Scott-le di otra.
               -Arriba.
               -Para.
               -Tienes que levantarte, es hora de que te prepares para ir a clase.
               Joder, qué bien se me daba esto de ser padre. Tenía que empezar a hablarle en serio a Eleanor de tener críos. Deberíamos tener, por lo menos, 25. Y, para eso, sería mejor que nos fuéramos organizando.
               Eleanor…
               ¿Y si iba con Tommy al instituto sólo para verla? Dios, hacía tanto que no la veía… ¿Cuatro días? Todo un récord. La echaba de menos. Necesitaba medir el ángulo que el pequeño arco de cupido hacía sobre su labio superior. Contarle los lunares y dar con una fórmula que los relacionara directamente con su perfección.
               Dicen que la belleza es pura matemática, y yo estaba dispuesto a encontrar la ecuación perfecta para tener a la preciosura de Eleanor más cerca de mí.
               -No voy a ir a clase-replicó.
               -Tommy. Que la tenemos-gruñí.
               -No-se giró-. Voy. A. Ir. A. Clase. Eso se…
               -Si quieres camorra, me lo dices claramente.
               -… acabó para mí.
               -Por Dios, sabes que odio hacer esto…-lo cogí de la camiseta y tiré de él para levantarlo-. Soy el mayor. Así que vas a hacer lo que yo te diga. Voy a ir a prepararles el desayuno a mis hermanas. Como en cinco minutos no bajes, subo a buscarte y te llevo a rastras al instituto. Me da igual si estás en gayumbos-puso los ojos en blancos-. ¿He sido claro?-refunfuñó una respuesta-. Genial. Eso quería-lo solté, me vestí y bajé a hacer lo que le había dicho que haría.
               Me pilló en un momento de duda en el que me puse a pensar (de nuevo) que puede que no fuera tan mala idea lo de ir por ahí y cantar. Si Alá me había dado esa voz, sería porque quería que la usara, ¿no?
               Se frotó la cara al llegar a la cocina y fingió no darse cuenta de mi mirada envenenada. Sabía lo mucho que detestaba que sembrara una duda en mi cabeza, y ahora… no había sembrado una, sino un bosque entero.
               Un bosque que me costaría muchísimo talar.
               Las chicas comieron a toda velocidad, deleitándose en lo que les había preparado. Ni mamá ni papá habían bajado como acostumbraban, puede que estuvieran intentando darme un hermano que no fuera imbécil, para variar. Sabrae y Shasha se pusieron de puntillas para darme un beso, yo me incliné para que Duna pudiera imitarlas, y luego me volví hacia Tommy, que me miraba con ojos de corderito degollado.
               -¿Para mí no hay beso?-inquirió, inocente.
               -No, Thomas-repliqué, tajante-. Estoy enfadado contigo.
               -Andaaaaaaaaa-replicó, colgándose de mi cuello y poniendo morritos-. Dame un beso. Sabes que, si no, me pondré celoso.
               -Pues póntelo, ¿a mí que me cuentas?
               -Vale-replicó, picado-. Pues que sepas que me voy disgustado a clase, y que probablemente esté triste toda la mañana por tu culpa-se cargó la mochila al hombro-. Venga, hasta luego.
               -Esa camiseta es mía-protesté cuando salía por la puerta de la cocina.
               -Ya, pero yo te la enseñé-se ajustó la correa de la mochila-. Además, puede que, si me ven con ella, se acuerden de que somos amigos y me echen sin que yo tenga que hacer mucho más.
               -No me calientes, Thomas.
               -Te calientas tú solo, Yasser-escupió. Me lo quedé mirando. Le habría dado un puñetazo que le metiera la cara en la nuca de haberlo tenido un poco más cerca.
               -No me llames Yasser.
               -Pues no me llames Thomas-contestó, envarándose. Se dio la vuelta y me dejó con un insulto en la boca que tardé demasiado en escoger: la culpa era mía por dejarlo en libertad de esa forma. Cerró la puerta de casa de un portazo, y yo me volví, miré los platos sucios, las tazas con gotas de leche que mis hermanos no se habían tomado, y puse los ojos en blanco.
               Lo de la banda era Tommy haciéndome el desayuno para el resto de mi vida. No lo había sugerido a malas. Había sido por mi bien. Con muy mal criterio por su parte, pero por mi bien.
               Así que eché a correr y me lo encontré al final de la calle, a punto de doblar la esquina. Se volvió, con el ceño fruncido me miró acercarme como un caimán que se dispone a capturar a un ñu que bebe tranquilamente en la charca en la que se encuentra, y esperó a que me disculpara.
               Le di un beso en la mejilla y sonrió como si una diosa de la belleza acabara de materializarse delante de él. Me devolvió el beso y me dijo que me veía a la hora de comer.
               -Pero estudia-le exigí, y él asintió y se fue trotando como un niño de dos años-. Eres tonto.
               -¡Hasta las dos y media!
               Papá ya se había ido cuando volví a casa. Mamá estaba calentando su café mientras fregaba los platos que habían dejado los demás. En cuanto me vio en la cocina, se apartó del fregadero y sacó sus galletas. Me sonrió cuando me senté a su lado y me dio un beso descafeinado.
               -¿Has dormido bien?-asentí-. Anoche os escuché a Tommy y a ti a hablar, ¿qué era tan importante como para que no lo dejaras dormir a él, mm?
               -Tonterías-dije, mordisqueando una galleta. Ella asintió con la cabeza y no me presionó, sabía que había cosas que discutiría largo y tendido con Tommy y que a ella no me atrevía a mencionarle. Era lo que tenía ser adolescente, y ser de distinto sexo. No era lo mismo, y por mucho que fuera mi madre, no podía entender algunas cosas.
               Además, ella había nacido en el mismo momento en que la persona a la que más se parecía fallecía. Ser idéntica a su madre había sido motivo de orgullo para ella, porque su madre vivía en ella con cada respiración. Era una oda, un homenaje, una escultura que glorificaba lo su procedencia.
               Yo era una copia barata; lo único que había en mí de novedoso y mejor era la mirada. Y porque se la había robado a mamá.
               La abuela había tenido que ser preciosa. Ojalá hubiera podido conocerla y compararla con mamá. Ojalá mamá hubiera podido conocerla. Seguro que la habría consolado los días que descubría que no estaba embarazada, cuando yo era retrasado y no hacía más que insistirle en que quería una hermanita.
               Seguro que le habría encantado Sabrae. Y Shasha y Duna. Y seguro que me habría dicho que era más guapo que mi padre, como hacían la abuela Rebekah y la abuela Trisha.
               Eso de tener tres abuelas debe de ser flipante.
               Convencí a mamá para ver una peli. Me acurruqué en su pecho y ella me dio un beso en la cabeza. No dijo nada de que había estado investigando colegios en los que meterme para que no perdiera todo lo que había estudiado hasta la fecha, a literalmente tres meses de terminar esa etapa de mi vida.
               Yo no podía dejar de pensar en lo decepcionante que debía resultarle, especialmente después de lo mucho que había insistido en que todos teníamos que ir a la universidad. La educación era importante y teníamos que formarnos como personas. Le daba absolutamente igual qué carrera eligiéramos, pero teníamos que estudiar algo, pasar de esa fase en la que estaban encima de ti todo el rato, a ser tú quien se preocupara de lo que tuviera que hacer.
               Ninguno de los dos se movió cuando empezaron los créditos. Ni cuando la película se terminó y nos salió el menú de la web para ver otra.
               -Tengo que preparar un caso-me dijo antes de que le preguntara si quería que viéramos otra. Estaba demasiado a gusto en el único sitio en que yo era yo y papá era papá, el regazo de mi madre era demasiado cómodo. Asentí y me levanté mecánicamente-. En el despacho-volví a asentir mirándome las manos-. ¿Estarás bien?
               La miré con el ceño fruncido.
               -Mamá.
               -Ya sé que has arreglado las cosas con Tommy, pero no soy gilipollas, Scott-saltó-. Te pasa algo. Lo noto. Soy tu madre, ¿recuerdas? Te estuve...
               -… pariendo tres días, sí. Estaba presente-bromeé, ella puso los ojos en blanco-. Estoy bien, mamá. Sólo… echo de menos a Eleanor. Y me aburro un poco por las mañanas, porque no está Tommy. Es todo-torció la boca-. Baja tranquila al centro. Estaré bien. En serio.
               -Si necesitas algo…
               -Te tengo en marcación rápida.
               Mamá sonrió, apartándose el pelo de la cara.
               -Está bien. No te aburras mucho. Intenta dormir algo.
               Hice lo que me pidió, pero enseguida me encontré dándole vueltas otra vez a lo de la puñetera banda. ¿Cómo se atrevía Tommy a soltarme una gilipollez de ese calibre?
               Bajé a la cocina, me bebí una cerveza, miré la tabla con las tareas que teníamos que hacer esa semana, y, como ya me había adelantado incluso en las que me tocaban a mí, decidí dar una vuelta.
               No supe adónde iba hasta que me encontré en la puerta de casa de Tommy, mirando fijamente el pomo. Ni siquiera entendía qué me había llevado hasta allí, qué fuerza de la naturaleza me había empujado a seguir ese camino. Puede que me sintiera mal porque había monopolizado a Tommy y él estaría quedándose atrás con sus tareas.
               Podría hacerlas por él. Así estaría entretenido.
               Llamé a la puerta, pero nadie respondió. Quizás Eri había bajado a las oficinas del centro, en lugar de trabajar desde casa, sentada en el jardín, como le gustaba. Lo cierto es que el día tampoco era muy apetecible como para ir y sentarse en el jardín.
               Así que me saqué las llaves del bolsillo, metí la de su casa en la cerradura y la giré. La puerta no hizo el doble clic de siempre; simplemente con una vuelta, bastó para que se abriera y yo pudiera entrar. Cerré despacio tras de mí y asomé la cabeza al salón.
               El pelo marrón de Eri caía por un lado del sofá; tenía la cabeza sobre el reposabrazos y las piernas dobladas. Me acerqué a ella. Estaba dormida. La madre de Tommy doblaba las rodillas en ocasiones cuando estaba durmiendo.
               Tenía frío. No me extrañaba, la verdad. Yo llevaba una sudadera bien gordita, una camiseta debajo, y aun así notaba un poco de fresco. Así que ella, con unos leggings, una camiseta de tirantes y una chaqueta cubriendo su cuerpo no debería sentirse especialmente protegida. Subí a las habitaciones a por una manta: fui derecho a la de Tommy, que para algo era la que más conocía, y bajé despacio, temiendo despertarla. Se la coloqué cuidadosamente por encima, le estiré las piernas para que no se cayera, y se la subí por el pecho hasta taparle los hombros. Ella se revolvió, pero no hizo ningún otro ademán de despertarse.
               Subí de nuevo a la habitación de Tommy. Recogí las cosas que tenía desperdigadas por el suelo. La verdad es que terminé enseguida.
               Y, luego, fui a la habitación de Eleanor. Me quedé en la puerta, mirando las paredes de un suave tono melocotón, las fotos pegadas por la pared, las luces como de navidad que recorrían toda la estancia, la ropa cuidadosamente doblada encima de la cama… iba a salir esta tarde. Con una sudadera rosa y unos leggings más gorditos que los que tenía su madre.
               Me daba muchísimo respeto entrar en su habitación ahora que la casa estaba vacía. Sentía que estaba invadiendo su intimidad. Así que sólo me quedé en la puerta, estudiando los muebles. Todo parecía igual, y sin embargo todo era distinto. Tenía una nueva perspectiva, gracias a las fotos que nos pasábamos, fotos como la que le había enseñado esa misma noche a Tommy, y otras más subidas de tono aún. En ese rincón había tirado su chaqueta. Allí se había inclinado para coger un buen ángulo. Esa esquina era la que aparecía en una de sus selfies de antes de irse a dormir.
               Tenía una pizarra negra en la pared contraria a la de la cama. En ella había anotado las cosas que tenía que hacer: trabajo de Historia con Mary, cocina, ¿Instagram?, rebajas de Stradivarius, RESERVAR ENTRADAS!!!!!
               Y abajo, en una esquinita, en un rincón que carecía de la nebulosa blanquecina que caracterizaba al resto de la pizarra, cambiante como el curso de un río, una letra. Una única letra.
               S.
               Estaba escrita con trazo esmerado, como si se hubiera detenido durante 10 minutos a elaborarla bien.
               Y, a su lado, un corazón con tiza rosa.
               Me quedé apoyado en la pared, mirando el garabato tan estudiado. Sonreí, me mordí el labio. Puede que esperara a que volviera a clase para darle una sorpresa. Me apetecía hasta mordisquearle la nariz.
               Mi niña preciosa.
               Bajé las escaleras, eché un vistazo al plan de la semana que tenían (me sorprendió encontrarme a Diana en él, lo cual es un poco una gilipollez, dado que llevaba viviendo con ellos un montón de tiempo, pero…) y decidí que empezaría por lo de ordenar el sótano. Al fin y al cabo, yo también disfrutaba de esa habitación.
               Pasé al lado de Eri, me percaté de que se había puesto a abrazar el ordenador, y traté de quitárselo para que no lo rompiera en sueños, o se le cayera al suelo.
               Y la desperté. Abrió los ojos de golpe y me miró. Un chispazo de sorpresa recorrió sus ojos, hasta que finalmente se situó, y me situó a mí.
               -Scott-susurró. Se incorporó un poco y se miró. Estaba cubierta por algo que antes no estaba ahí.
               -Vine a verte y estabas dormida. Así que te tapé con una manta-bostezó, y yo también bostecé, y los dos sonreímos-. Voy a hacer las tareas de Tommy.
               -No tienes por qué…
               -Quiero hacerlo. Dado que te lo he robado, me parece que es lo menos que puedo hacer, ¿o no? Además… tengo mucho tiempo libre.
               Ella se incorporó, se envolvió en la manta y dio unas palmaditas en el sofá, a su lado. Se acurrucó contra mí (a las mujeres les gustan los hombres más altos que ellas, era algo que había descubierto hacía bastante tiempo) y hundió la cara en la manta. Que, supuse, olería a Tommy.
               -¿Cuándo va a volver?-preguntó. Me encogí de hombros.
               -Ya casi estamos.
               -Bien. Le echo de menos-confesó, pegándose un poco más a mí.
               -Siento habértelo quitado.
               -No me lo has quitado. Lo vamos disfrutando por turnos. Toda la vida ha sido así-sonrió, triste-. Sólo… echo de menos tenerlo en casa. Darle un beso de buenas noches y reñirle porque siempre intenta marcharse sin fregar la taza del desayuno.
               -Eso lo consigue en mi casa-sonreí. Nos quedamos mirando la calle, como si Tommy fuera a aparecer en cualquier momento y se fuera a sentar con nosotros, a darnos mimos por igual-. Nunca te he dado las gracias por dármelo-dije sin mirarla, pero ella giró la cabeza.
               -¿Las gracias, u otra cosa?
               -Sé que a veces parece una maldición, pero… nosotros no la vemos así. Es bonito. Nos hace sentir bien. Nos hace estar enteros. Mi madre me ha dado la vida, y tú me has dado la razón para vivirla-por fin me atreví a mirarla, y me esforcé por no ver a Eleanor en sus ojos, pero era complicado; el mismo tono color miel que tenía mi chica a la luz del día estaba en los ojos de su madre-. Me has dado algo sin lo que no puedo estar vivo. Todo te lo debo a ti, Eri.
               -No todo-replicó ella, negando con la cabeza.
               -No tendría a Eleanor si no fuera hermana de Tommy. No tendría a Sabrae si no hubieras tenido a Eleanor. No tendría a Shasha y a Duna de no haber tenido a Sabrae. Todo lo que tengo me lo has dado tú.
               Ella sonrió.
               -Eres más mono-me acarició la mandíbula-. ¿Sabes? Cada vez que os veo juntos no puedo dejar de pensar en esos dos bebés. El mayor arrepentimiento e mi vida es no haberos grabado el día que os conocisteis. Mi hijo te estaba esperando, Scott. Abrió los ojos contigo. Jamás me olvidaré de que la primera sonrisa que le dedicó a alguien fue para ti.
               Me acarició un brazo y cerró los ojos.
               -Quédate un poco conmigo-me pidió-. Déjame explotar a uno de mis hijitos.
               Me quedé con ella, dejando que descansara sobre mi hombro.
               -Mañana te lo traigo.
               -No tengáis prisa. No quiero forzar las cosas.
               -Ya casi estamos-repetí-. Y necesitamos espacio.
               -Me imagino.
               Suspiró, cerró los ojos, bostezó de nuevo. Yo no me moví. Lo cierto es que estaba a gusto. Había crecido, literalmente, con mujeres tirándoseme encima para quedarse dormidas. Sabrae era incapaz de dormirse de pequeña si no estaba tumbada encima de mí. Shasha se me acercaba por las noches porque “estaba calentito”, y a Duna simplemente le encantaba estar conmigo por el mero hecho de estarlo.
               Y me gustaba sentirme necesitado.
               -Puedes preguntármelo.
               -¿El qué?
               -Lo que le preguntaste a Louis hace tiempo. Si me gustas para Eleanor.
               -¿Lo hago?
               -No creo que ningún otro chico que pudiera acercarse a ella le sentaría tan bien a mi niña como le sientas tú, Scott. Y apuesto-abrió un ojo-, a que mi princesita también te sienta muy bien.
               -Me hace muy feliz, Eri.
               -Eso es todo lo que una madre necesita oír-cerró los ojos.
               -Y me hace pensar.
               -¿En qué?
               -Te vas a reír.
               -Me río de muchas cosas, pero la mayoría de las veces no lo hago con la intención de ofender. Cuéntame.
               -En el futuro.
               Abrió los ojos y me miró.
               -Te refieres a…
               -Hijos. Sí-me pasé una mano pro el pelo-. Supongo que es una tontería, es decir, tengo sólo 17 años, es demasiado pronto, la vida da muchas vueltas, ¿no?
               -Un poco. Pero yo de ti no me preocuparía.
               -No quiero asustarla.
               -No lo digo por ella. Lo digo por ti. Tampoco está tan mal decidir con quién quieres pasar tu vida a los 16 años. Hay gente que no cambia tanto. Hay gente que lo tiene claro.
               -¿No crees que debería preocuparme?
               -No-sonrió, apartándome unos mechones de pelo de la frente que ya no estaban ahí. Supongo que ese gesto es muy de madre-. A mí no me preocupaba pensar en eso cuando tenía 15 años.
               Fruncí el ceño.
               -¿15 años? ¿En serio? ¿No era un poco… pronto?
               -Para mí estaba bien.
               -Debía de merecer la pena.
               Ella sonrió, se miró las manos. Se tocó la alianza de platino con el meñique.
               -Sí que la merecía. Estaba en lo cierto-comentó-. Al final, me casé y tuve hijos con él.



La charla nocturna con Scott no ayudó a que yo pudiera controlarme y no salivar cuando vi a Diana.
               Pero tampoco ayudó el hecho de que esa noche nos habíamos puesto a contar los días que llevábamos sin sexo, sin ningún tipo de sexo. Había estado más entretenido y satisfecho incluso cuando mi americana estaba en su ciudad natal.
               Es por eso que me levanté en cuanto la vi aparecer por la cafetería.
               Los chicos me miraron al unísono, e incluso se echaron a reír.
               -¿Adónde vas, Tommy?-me pinchó Alec, que había asumido el papel de mi tocapelotas personal por las mañanas, ahora que Scott no estaba. Lo miré de reojo, alcé una ceja, les dediqué una media sonrisa a todos y respondí:
               -Os veo en clase.
               Esquivé a la gente como buenamente pude y le di una palmada en el culo. Sí, vale, ese saludo era un poco de cavernícola, pero, ¿quién podría culparme? La echaba terriblemente de menos.
               Diana se dio la vuelta, dispuesta a romperme la cara (por dios, rómpemela después de sentarte en ella) y sonrió al reconocerme.
               -¡Tommy!-celebró, pasándome un brazo por el cuello y pegándose a mí, acariciándome el bíceps con la mano que tenía libre.
               -Vámonos de aquí-le susurré al oído, y ella se rió con esa risa musical que debería ganar un montón de Grammys, se volvió, les dijo a sus amigas que no la esperasen para subir a clase, y entrelazó sus dedos con los míos. Levanté nuestras manos unidas y le besé el dorso de la suya, a lo que ella respondió con una sonrisa que hizo palidecer al sol.
               Subimos al trote las escaleras para encontrar un lugar más tranquilo; nos apartamos a un pasillo y nos pusimos detrás de una de las puertas para cerrarlo. La pegué contra la pared, Diana se mordió el labio y balanceó sus caderas, acariciándome con ellas.
               -Dime que me echas de menos-gemí en su oído, después de pasear por mi nariz por sus facciones y hacer que un escalofrío la recorriera de arriba abajo.
               -¿Aunque sea mentira?-sonrió, buscando mi boca y mordiéndome el labio inferior, apartándose para que no la besara. Iba a castigarme por no estar en casa, disponible para ella.
               Dios, ojalá me hiciera todo lo que se le pasara por la cabeza y más. Yo no me quejaría.
               -¿No me echas de menos?
               -Pienso en ti constantemente, inglés.
               -¿Cuándo?-ronroneé, mordisqueándole el cuello. La sentí derretirse entre mis brazos. Con un poco de suerte, se convertiría en el charquito que yo ya era, condensado a sus pies, y nos podríamos mezclar y hacernos uno por fin.
               -De noche.
               -Mm-gemí, pegándome a ella. La besé, y se dejó llevar por el beso. No me detuve para que pudiera respirar. Finalmente me tuvo que apartar, y se rió cuando volví a mordisquearle por debajo de la mandíbula.
               -A veces, incluso de día.
               -Qué malota estás hecha.
               -Las niñas buenas van al cielo, y las malas a todas partes-replicó. Me eché a reír, le mordisqueé el lóbulo de la oreja y volvió a suspirar-. Dios mío, Tommy.
               Me separé para mirarla a los ojos. Tenía las mejillas encendidas, con un rubor que yo conocía muy bien.
               -Te necesito. Aquí. Ahora.
               -No podemos.
               -Claro que podemos-repliqué, tirando de ella para capturar sus labios en los míos. Diana se dejó llevar. No protestó cuando me pegué más a ella, aprisionando su cuerpo entre el mío y la pared. No luchó para que le dejara espacio. No quería espacio.
               Quería fundirse conmigo y no dejarme marchar, llevarme siempre con ella para explotare y obtener de mí aquello que yo le regalaba con gusto.
               Le metí una mano por debajo de la camiseta y tampoco protestó. Se mordió el labio cuando llegué hasta el límite del sujetador y tiré de él para liberarla.
               -Parece que te gusta lo que estás haciendo-bromeó al notar el bulto que crecía entre nosotros. Volví a besarla, le mordí el labio, junté nuestras bocas y la hice gemir.
               -¿Pensabas que no iba en serio?
               -Siempre vas en serio-replicó. No sabes hasta qué punto, me habría gustado decirle, pero preferí demostrarle lo que deseaba hacerle, darle una pequeña dosis de aquello que tenía en mente. Así que mi mano se deslizó de nuevo por sus curvas, pasando por su vientre plano, perdió el contacto con su piel un momento, y finalmente se desplazó hasta sus rodillas. Le separé las piernas, y ella no dijo nada: sólo siguió besándome y haciéndome disfrutar de su sabor.
               No quería parar, ni tampoco podría. Necesitaba tenerla. Necesitaba que le diera sentido de nuevo a cada fibra de mi ser.
               Escalé de nuevo por sus rodillas.
               -Tommy.
               -Sh.
               -Pero… Tommy-jadeó. Llegué hasta el final de sus piernas, al punto en el que éstas se unían a su tronco.
               Lo que yo tenía entre las piernas sí que se convirtió en un tronco cuando deduje dónde tenía los dedos. Exactamente sobre ese lunar que me encantaba besar.
               Pasé hacia sus bragas.
               -Oh, Tommy…
               -Ajá-dije solamente. Me colé por el elástico de éstas, y Diana separó las piernas aún más, inconscientemente. Estaba tan preparada para mí…
               -Qué mojada estás-contemplé, maravillado, y ella se mordió el labio para no regalarme una sonrisa que me haría arrancarle las bragas en el acto.
               Se las terminaría arrancando, estaba seguro, pero quería jugar con ella un poco más.
               -Es que te echo mucho de menos-se excusó. Abrió los ojos y me dejó ver lo que hacían mis dedos en aquel manantial de su cuerpo, cómo se agitaban los árboles con cada soplo huracanado que era mi mano en su sexo.
               -Eso pensaba-sonreí-. Pero me tienes aquí.
               -Vuelve a casa-me pidió-. Necesito estar contigo.
               -Ya estás conmigo.
               -Necesito estar contigo de verdad.
               La miré a los ojos. Sonreí. Ella también sonrió. Se puso las manos por detrás de la espalda y alzó las cejas, a la expectativa.
               Alejé mis dedos de su sexo y ella hizo un puchero.
               Pero sus pupilas se contrajeron un segundo cuando empecé a tirar del elástico de sus bragas para bajárselas.
               -¿Qué haces?
               -¿Qué crees?
               Frunció el ceño y me separó un poco de ella. Solté sus bragas, pero no saqué mis manos de debajo de su falda. Diana negó con la cabeza.
               -No quiero hacerlo aquí.
               -No va a venir nadie.
               -Tommy-respondió, en tono duro y firme. No debería estar usándolo conmigo. Me daría de cabezazos contra la pared más tarde, cuando pudiera pensar con la cabeza y no con la polla, por ponerme así de baboso con ella.
               -Podemos ir al baño.
               Diana alzó las cejas, como diciendo: “¿Te estás escuchando?”. Puso los ojos en blanco y se relamió. Me miró los labios, luego, los abdominales, y, por último, mi entusiasmado paquete. Apartó la vista rápidamente, y la clavó en el techo.
               Di un paso atrás, poniendo distancia entre nosotros. Volvió de nuevo sus ojos a mí.
               -¿Qué haces?
               -Darte…-empecé, pero ella me cogió de la mano y me pegó contra ella- espacio-terminé. Sonreí con timidez, y ella también sonrió.
               -Lo echo mucho de menos-me concedió-. Sentirte. Estar contigo de esa forma-confesó, y se frotó un poco contra mí. Me mordí el puño.
               -Diana…
               -No quiero que la siguiente vez a la última sea en el baño del instituto. Quiero que sea en casa-me encantó que dijera “en casa” y no “en tu casa”-. No quiero quedarme a medias, y… ahora no nos iba a dar tiempo a hacerlo en condiciones. No es suficiente tiempo. Te tengo demasiadas ganas-confesó. Me incliné y le besé la punta de la nariz, y luego, los labios.
               -¿Quieres que vuelva hoy?
               -¿Vas a venir a dormir?
               Me quedé pensando, y ella lo interpretó como lo interpretaría una novia que me conociera. No, todavía no estaba listo para dormir lejos de Scott. Me daba la impresión de que podíamos pasar unas horas al margen de las del instituto separados, pero eso no implicaba que automáticamente pudiéramos sobrevivir a la ausencia del otro por la noche. Y menos después de nuestra conversación.
               -No-dije por fin-. Sería de tarde.
               -¿Dormirás conmigo? ¿Cuando vuelvas?-sus junglas se convirtieron en bosques de unicornios; nada malo podía suceder en ellos.
               -Eh… sí, claro. Si es lo que quieres, podemos pasar esa noche juntos.
               Diana sacudió la cabeza, se apartó el pelo de la cara, se miró los pies, se armó de valor y me miró a los ojos para pedirme lo que realmente quería.
               -No quiero… no me refiero a eso. Digo que si dormirías conmigo esa noche y las demás. Me gustaba cuando dormíamos juntos. Me sentía...-sacudió la cabeza.
               -¿Protegida?
               -Sí-asintió, aliviada y sonriente-. Eso.
               Se me ocurrió algo mirándola. ¿Para eso la habían mandado a Inglaterra sus padres? ¿Para que la protegiéramos? ¿De quién?
               -¿De qué?-inquirí, en voz baja. Diana se encogió de hombros, se pegó a mí, me pasó los brazos por el costado y se quedó ahí quieta.
               -No sé. Del mundo. Me gusta esa sensación.
               -Menos mal, porque la vas a sentir el resto de tu vida.
               Me miró con ojos chispeantes, era como ver un espectáculo de fuegos artificiales en el que el verde era el color predominante.
               -¿De veras?-clamó, y yo asentí. Se puso a dar brincos de alegría y a mí me apeteció comérmela a besos-. Ay, Tommy, ¡eres tan mono! ¡Te quiero un montón!-me dio un pico, e hizo un puchero-. Ahora me siento mal por cómo me he puesto de borde contigo.
               -Has tenido cabeza. Y menos mal. No soportaría que me separaran de ti-le besé la mejilla.
               -Yo no lo permitiría.
               -¿No?-tonteé, acercando mis dientes a su boca. Me vi reflejado en sonrisa.
               -No-sonrió, besándome. Nos pasamos lo que quedaba de recreo (demasiado poco, ¿por qué no hacían recreos de varias horas? Nos los ganábamos a pulso, tanto escuchar en silencio, tomar notas y hacer exámenes) besándonos y acariciándonos, jurándonos amor eterno y asegurándonos que no estábamos preparados para lo que íbamos a hacer cuando volviera a casa.
               Cuando sonó el timbre que nos obligaba a volver a clase, se nos cayó el alma a los pies. Le besé la punta de la nariz mientras ella se abrazaba a mi cintura.
               -No quiero dejarte ir-hizo pucheros, y yo le besé la cabeza, le dije que me tendría muy pronto, y ella se pegaba un poco más a mí-. Acompáñame a clase-me pidió, y yo, como buen novio obediente y devoto que soy, lo hice. Me quedé a la puerta, esperando mi beso de despedida y recompensa. Diana se hizo de rogar. Me cogió las manos y se las pasó por la cintura, me acarició la nuca y me mordisqueó la boca, sonriendo al notar el efecto que eso tenía en mí.
               -Voy a llegar tarde a historia-le dije, y ella sonrió.
               -¿Qué importa gente que lleva años muerta? ¿No soy más interesante yo?
               -Scott se cabreará conmigo si se entera de que he hecho pellas por estar con mi americana favorita en el mundo.
               -Seguro que le convenzo para que no se lo tome a mal. Ahora le gusto-me guiñó un ojo.
               -No veo cómo ha podido pasar-repliqué, y ella se echó a reír. Se puso de puntillas y me dio un beso en la mejilla.
               -Ven a ver a Eleanor. Te echa de menos.
               Mi hermana. Sí, joder, tenía que hablar con ella. ¡Claro que tenía que hablar con ella! ¡Eleanor era la clave de todo!
               -¿Tanto como tú?
               -Nadie te echa de menos como lo hago yo-replicó, y se metió en clase antes de que yo pudiera decir nada más.
               Pero resultó que había alguien que sí que me echaba más de menos que Diana. Mamá. Me tiré en el sofá del salón de Scott a ver la televisión después de un empacho increíble de pasta; Scott y yo nos sentíamos morir, y por eso no fuimos a abrir la puerta. En su lugar, fue Sabrae, que últimamente no se despegaba del teléfono. Me pregunto con quién estarás hablando, enana, la pinchaba Scott, y ella le dedicaba un corte de manga entre tecleo furioso y tecleo furioso.
               Sabrae abrió la puerta y pronunció el nombre por el que todo el mundo, salvo mis hermanos, se referían a mi madre.
               -Vengo a ver a mi hijo-explicó, entrando muy digna en casa de Scott, mi casa de acogida durante aquella semana-. Después de una semana sin pisar mi casa, creo que ya está bien que huya de mí-se me quedó mirando, puso los brazos en jarras-. ¿Qué, Tommy? ¿Voy firmando los papeles de la adopción?
               -Tommy Malik no suena muy bien-repliqué, echando la cabeza hacia atrás. Mis padres eran unos cabrones y me habían puesto Thomas porque “Tommy Tomlinson” hacía muchísima gracia. Sí, ja, ja. Me parto.
               Traducción: no. Ni de coña llamarse Tommy Tomlinson hace gracia.
               -No es que no suene bien-intervino Scott-, es que directamente no hace gracia, y tu existencia perdería sentido.
               -¿Quieres que te rompa la boca, Scott?-me volví hacia él con los brazos cruzados.
               -Deberíamos cambiarte también el nombre. Para que rime. Que tenga musicalidad.
               -Eres gilipollas, Scott.
               -¿Qué tal Marlon Malik?-alzó las cejas, sugerente. Puse los ojos en blanco.
               -Vete a la mierda, Yasser-Zayn se rió entre dientes mientras Scott intentaba pegarme un puñetazo en los huevos.
               Mamá pasó a hablar con Sher, y yo vi en el momento de su partida, una hora después, la oportunidad del siglo para poder ir a hablar con Eleanor.
               Antes de eso, ya había preparado el terreno con Scott. Cuando bajamos a la sala de juegos y nos tiramos a la bartola a no hacer absolutamente nada, después de tener ya movida porque no me salía de los huevos hacer los deberes (si los hacíamos a medias cuando él aún iba al instituto, ¿por qué tenía que hacerlo yo todo ahora?, ¿qué culpa tenía de que lo hubieran expulsado y se aburriera? Ah, cierto, que la tenía toda), aproveché mientras jugábamos al Call of duty para preguntarle:
               -¿Has pensado en lo que te dije ayer?
               Scott desencajó la mandíbula y fingió que no me había escuchado.
               -Scott.
               -Qué-ladró, de una forma en que no era una pregunta.
               -Que si has pensado en lo de la banda.
               Scott soltó un bufido que bien podría haber acabado con las casas de los tres cerditos. Con las de los tres. Incluida la de cemento.
               -Sí, y me sigue pareciendo una gilipollez como un piano.
               -Eso es porque ya estás acercándote al tema con prejuicios, si por lo menos le dieras una oportunidad…
               -Vale. Supongamos que al final hacemos la banda. ¿Yo qué hago? Porque tú es evidente lo que vas a tocar.
               Alcé las cejas.
               -¿Qué voy a tocar?
               -Los cojones, exactamente lo que estás haciendo ahora.
               Puse los ojos en blanco. Y le pegué un tiro a su personaje en la cara. Scott no dijo nada, pero me disparó por la espalda cuando yo pensé que me estaba cubriendo y se le había pasado el mosqueo.
               Así que, cuando le dije que me iba a casa durante la tarde para preparar las cosas para la llegada de Zoe, no sospechó nada. Simplemente asintió con la cabeza y se quedó tirado en el sofá.
               -Volveré a la hora de cenar, tesorito.
               -Por mí, como si no vuelves-replicó, enfurruñado. Quería que me quedara y sabía que yo también quería quedarme, pero había cosas que tenía que hacer. Había renunciado a una parte de sus estudios por mí, así que yo renunciaría a mi parte de sobrecarga de energía por esa vez. Tenía un objetivo mayor, un fin que justificaba mis medios.
               Mamá me cubrió de besos en la calle, diciendo que estaba contenta de que me fuera con ella, advirtiéndome de que Diana no estaba en casa y de que, cuando volviera, ni se nos ocurriera hacer mucho ruido y picarles la curiosidad a mis hermanos. Los pobrecitos todavía no entendían muy bien en qué consistía eso del sexo.
               No pareció importarle que no tuviera intención de quedarme a dormir, dijo que con unos minutos conmigo se conformaba. Me besó de nuevo, me revolvió el pelo, me estrechó entre sus brazos y me dijo que se alegraba muchísimo de verme tan bien.
               Papá y mis hermanos también me habían echado de menos; Astrid incluso se echó a llorar y se encaramó a mi pierna cuando le dije que tenía pensado ir a cenar a casa de Scott. Se animó un poco cuando la invité a venir conmigo. Dan se puso celoso y dijo que quería venir también.
               -¡Sí!-festejó la pequeña-. ¿Va a estar Alec?
               A Dan le cambió la cara al escuchar su nombre; se puso automáticamente de morros, se cruzó de brazos y manifestó:
               -Si Alec está, yo no voy.
               -¡Tranquilo, fiera!-repliqué yo-. Alec tiene su casa, y tiene a su chica. No te va a quitar a tu novia.
               -¡¡Yo no tengo novia!!-gritó Dan, y se terminó el momento de felicidad por estar de vuelta en casa con un portazo rabioso de su habitación. Astrid suspiró.
               -Ay, hombres-y subió las escaleras para hablar con él.
               Yo hice lo propio y llamé con los nudillos a la puerta de Eleanor. Estaba inclinada sobre su escritorio, con los auriculares puestos. Le tiré un peluche y ella se volvió de un brinco.
               -¡Tommy!-celebró, quitándose los auriculares. Los dejó encima de la mesa. Genial, ella también quería hablar.
               -¿Tienes un segundo? Necesito hablar contigo.
               La sonrisa de su boca se desvaneció.
               -¿Es sobre… Scott?-preguntó. Yo asentí con la cabeza. Ella también asintió, compungida, cerró la pantalla del ordenador en el que estaba trabajando y se sentó en la cama. Yo cerré la puerta y me senté a su lado, en el sitio que me ofreció. Se miró los pies un momento. Tomó aire, armándose de valor, asintió y me miró a los ojos-. Tú dirás.
               Fruncí ligeramente el ceño un segundo, intentando aclararme las ideas.
               Y ella lo interpretó como que me iba a pelear de nuevo por el caso S.
               -Él me hace feliz, Tommy-empezó en un tono suplicante. Yo me la quedé mirando, estupefacto. ¿Qué? ¿De verdad se pensaba que había estado una semana en casa de Scott para tratar de convencerlo de que la dejara?-. Y sé que yo se lo hago a él. Me esforzaré por ser buena para Scott y merecedora de él, Tommy, te lo juro-me cogió las manos-. Le amo. Llevo amándole desde que era una niña, y si hubiera sabido que él era así, lo habría hecho todavía con más intensidad. Por favor, no intentes decirme que está mal. Está bien. Está genial. Es lo que mejor está de todo lo que he tenido en la vida. Por favor, Tommy-suplicó, y se le humedecieron los ojos. Le cogí la cara entre las manos.
               -Eh, eh, eh-la detuve, y ella parpadeó, confusa-. No he venido para intentar separaros. Ya sé que os queréis. Se nota a leguas. Yo no me daba cuenta, porque ya sabes que yo no soy el más listo de los que ha parido mamá-ella se rió un poco-. Eres buena para él. Ya te lo mereces, princesa-le tembló un poco el labio al escuchar esa palabra, “princesa”. Con ella sólo la usaba en ocasiones especiales, y ésta era una de esas-. Él te quiere. Muchísimo. Y tú le haces feliz. Y a mí, con eso, me basta. Nunca le he visto con una chica tan bien como está contigo, princesa-inclinó la cabeza a un lado, apoyándola en una de mis manos. Le acaricié las mejillas con el pulgar-. Quiero hablar de él, no de Sceleanor.
               Ella se echó a reír.
               -¿Te lo han contado?
               -Fue él-ella se miró el colgante del avión de papel, se puso a juguetear con éste-. Necesito que hables con él, Eleanor.
               -¿Sobre qué?
               -Sobre lo que vamos a hacer. Sobre cómo vamos a conseguirle un futuro. Tenemos que conseguirle algo de lo que vivir, El. Se lo debemos.
               -Pero… yo no tengo nada que pueda ofrecerle a Scott…
               -Sí que la tienes. Hay una cosa.
               Me miró sin entender.
               -El programa al que quieres ir. Ya te has inscrito, ¿no?
               Ella asintió.
               -Sí, pero…
               -Necesito que lo convenzas para que se inscriba él también.
               Abrió tantísimo los ojos que me sorprendió que no se le salieran de las órbitas y se le cayeran al suelo.
               -Pero, ¿qué va a ser de vosotros cuando lo cojan? Porque es evidente que lo van a coger…
               -En realidad-me aclaré la garganta-, ya había pensado en eso. Verás, le propuse formar una banda-me froté las manos, de repente, todo me parecía tan absurdo que no podía comentarlo delante de mi hermana pequeña. Eleanor asintió, esperando a que continuara. Lo bueno de ella es que jamás juzgaba. Era la criatura más comprensiva y buena que había visto el mundo.
               Y yo había sido tan capullo como para entrometerme en su felicidad.
               -Necesito que le convenzas de que no es una locura.
               -Pero, Tommy, con lo que te molesta que te digan que…
               -Ya sé que me molesta que me digan que soy igual que papá. Pero tendré que aguantarme. Por Scott, me aguantaré-Eleanor parpadeó, procesando la información-. A mí no me hace caso. Pero a ti, sí te lo hará. Tienes que hablar con él, a mí ya no me escucha.
               -Pues tenemos un problema, porque sólo te escucha a ti.
               -Antes. Ahora tiene novia-sonreí, y ella se sonrojó un poco.
               No me extrañaba que Scott la adorara.
               Era para comérsela.
               -¿Lo intentarás? ¿Por mí?-le cogí las manos. Las miró-. Será bueno para él. Y para vosotros-abrió de nuevo un montón los ojos, contemplándome-. Ya sabes, porque… estaríais juntos, y eso. Tú déjaselo caer. Ya verás como eso le hace cambiar de opinión.
               Frunció ligeramente el ceño.
               -Pero…
               -A no ser-añadí rápidamente, cortándola- que no te haga ilusión. O no quieras competencia. Lo entendería si fuera el caso. Podríamos intentar ir a otro programa, o… bueno, éste era genial, porque como acaban en junio y salen de gira en verano, el momento es el…
               -No, claro que me hace ilusión. Me encantaría estar con vosotros dos en el programa. Es sólo que… ¿a Scott no le molestará que le vuelva a patear el culo? Mira que esta vez será delante de toda Inglaterra-se chuleó, la gallita ésta que tenía por hermana. Yo alcé las cejas.
               -¿Te ruego que me disculpes?
               -Venga, Tommy, ¡gané a Scott sin despeinarme en el karaoke! ¡Y eso que no me estaba jugando nada! ¿De verdad te crees que voy a perder? ¡No, chico! ¡O vas duro, o te vas a casa!
               -¡Vale, tranquila, reina de los karaokes!-me eché a reír, y ella sonrió-. ¿Eso es un sí?
               -¿Que si es un sí? ¿Hacer que mi novio, el hijo de uno de los mejores vocalistas de toda Inglaterra, muerda el polvo en directo y ser la causa de que lo haga? Por dios, ¿dónde tengo que firmar?-se apartó un mechón de pelo de la cara. Le di un beso en la mejilla y ella me lo devolvió.
               -Me encanta que volvamos a ser un equipo, El.
               -A mí también-se colgó de mi cuello cual perezoso y me plantó un sonoro beso en la mejilla-. Entonces, ¿le convenzo para montar una banda, y ya está?
               -Todo debería ir solo a partir de que Scott diga que sí.
               -Vale. ¿Tienes un plan?
               -Lo dejo a tu libre juicio-ella asintió, me liberó de su abrazo-. ¿Tienes mucho que estudiar?
               -No. Estaba… haciendo el tonto con Mary.
               Alcé una ceja.
               -Eleanor.
               -Vale, estaba hablando con él-admitió-. De hecho… ¿y si se lo pregunto ahora?-sugirió, estirándose a por el móvil. Le agarré la mano antes de que ella consiguiera hacerse con el teléfono.
               -Es mejor que lo hagas en persona-torció la boca.
               -Puedo convencerle de casi cualquier cosa.
               -Tú, sí. Tu cuerpo, de cualquier cosa. Mira, hermanita, después del sexo, Diana podría hacer que me tirara por un puente sin cuerda. Y yo lo haría de cabeza. Los hombres somos criaturas simples-me encogí de hombros. Eleanor alzó una ceja.
               -¿Ésa es tu excusa para intentar echar un polvo en el instituto?
               -¿¡Te lo contó!?
               -Tommy-puso los ojos en blanco-. Somos amigas.
               -Llevo un montón de tiempo sin sexo, Eleanor-me quejé.
               -Ajá-replicó ella, estirándose en la cama y fingiendo limarse las uñas.
               -Nada. Cero. Cero. Cero-dije, tanto en español como en urdu. Ella sonrió.
               -Vale, Tommy-hizo un mohín-, y yo he estado muchísimo más tiempo sin sexo, y estoy aquí.
               -Ya, pero tú no eres un tío heterosexual de 17 años, Eleanor. Nosotros tenemos unas necesidades básicas que debemos atender. Ahora mismo, Scott y yo somos literalmente un saco de hormonas revolucionadas con patas.
               Eleanor sonrió con maldad.
               -Mañana voy a ver a Scott-decidió. Guay, porque era precisamente lo que me disponía a pedirle-. Así que mañana vuelves, y pasas la tarde con Diana.
               -No necesitaba que me invitaras.
               -Sólo me aseguraba-se incorporó y se apartó un mechón de pelo rebelde que se le había escapado del moño de la cara-. ¿Cuándo vuelves con él?
               -Depende.
               -¿De qué?
               -De lo que dure la peli que quieras ver conmigo.
               -¿Y si no quiero ver nada?
               -Pues te vas a tomar por culo, niña-me levanté de la cama-. Yo aquí, intentando enterrar el hacha de guerra, y tú perdiendo las bragas por mi mejor amigo. Debería vender mi vida a algún guionista de Hollywood. Estoy perdiendo un montón de millones-me froté la cara y ella me cogió el brazo, riéndose. Cogió el ordenador y se tumbó a mi lado. Se pegó todo lo que pudo a mí y escogió la película. Me miró cuando no rechisté a su elección. Se sabía El diario de Noa de memoria. Si parabas la película y cambiabas a un minuto aleatorio, ella podía decirte la siguiente frase como si acabara de leerla.
               -Me quieres mucho, ¿eh, Tommy?-dijo, aferrándose a mi brazo como si no hubiera un mañana mientras aparecían los dibujos de las productoras.
               -Sólo los martes.
               Tuve que aguantar a Ryan Gosling correteando por ahí con Rachel McAdams antes de que volviera a hablar, y me hiciera la pregunta que yo me moría porque me hiciera. Quería dejarla con la intriga.
               -¿Quién más va a estar en la banda?
               -Tú, no. No te queremos en ella.
               -Soy demasiado buena para esa estúpida banda. En serio, ¿quién?
               -No te lo voy a decir.
               Eleanor puso los ojos en blanco.
               -Pues buena suerte convenciendo a Diana.
               Mierda.
               Mierda, mierda, mierda, mierda.
               ¿Tanto se me nota?
               -Tú te pinchas-repliqué. Ella me sacó la lengua.
               -Tommy-dijo después de otra angustiosa hora. Diana no me obligaba a ver estas películas, ¿por qué tenía que hacerlo Eleanor? Que obligara a Scott, que para algo se lo tiraba, coño.
               -¿Qué?-bufé, hastiado de la vida, calculando las posibilidades que había de que un meteorito me impactara contra el estómago y me matara en ese preciso instante.
               Eleanor se pegó mucho a mí, se inclinó hacia mi oído, y me susurró:
               -Me alegro muchísimo de que mamá no te abortara.
               Se dejó caer en la cama, roja como un tomate, y no me volvió a mirar. Le daba vergüenza hacerlo después de decirme lo más bonito que podía decirme tras esas horribles dos semanas. Le besé la frente y ella se puso todavía más colorada.
               Mi niña preciosa.
               Es que era para comérsela.

               

Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

24 comentarios:

  1. Madre mía, me encanta lo sobrada que es Eleanor. Sabe de sobra lo buena que es y se la suda que quieran hacer una banda. Mi chica <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Consigue a una niña que sea una sobrada y a la vez le dé vergüenza pedirle a su novio que le haga un oral y CONSÉRVALA, mi pequeñita ❤

      Eliminar
  2. Sufro pensando en el nombre que le vas a poner a la banda. Me espero cualquier cosa de ti.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo curioso es que una de las primeras cosas que supe cuando empecé con chasing the stars fue el nombre de la banda, me ayudó a sacar el título 😉

      Eliminar
  3. DIOOOOS DE VERDAD QUE NO ERES CONSCIENTE DE LO MUCHO QUE ECHABA DE MENOS CAPÍTULO. HA SIDO DEMASIADO TIEMPO PARA VER CÓMO SCOTT MANDABA A LA MIRADA A TOMMY PRO LA IDEA DE LA BANDA Y QUE DESPUÉS DE QUEDARS SUPER RAYADO PENSANDO EN ESO!!!No te lo voy a perdonar Erika
    En otro orden de cosas, ME HA ENCANTADO TODO PORQUE HA SIDO UN CAPÍTULO TAN SUMAMENTE AMOROSO Y GRACIOSO DE SCOMMY pero también ha sido tan bonito por Eri-Scott, Tiana y Tommy- ELEANOR...ES QUE SE PUEDE ESCRIBIR UN CAPÍTULO MÁS BONITO Y COMPLETO? Pues posiblemente no pero tu siempre te superasss

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. AY ARI LO SIENTO MUCHO ES QUE MARZO FUE MUY MALO PORQUE TUVE EXÁMENES TODAS LAS SEMANAS TE RUEGO QUE ME DISCULPES :( y encima fui una perra mala porque lo dejé en un momento culminante, son m a l í s i m a *risa macabra*
      Uf de verdad tengo muchas ganas de que leáis el siguiente es que Scott está HASTA LA POLLA DE TOMMY DE VERDAD SE AMAN EN SILENCIO NECESITO QUE SE CASEN POR QUÉ LOS TUVE QUE HACER HETEROS
      Necesitábamos mimitos después de tanto sufrimiento, todavía queda el gran salseo y dolor final, pero por lo demás, lo que pase a partir de ahora será más o menos un camino de rosas

      Eliminar
  4. Dios estoy deseando saber la reacción de los chicos cuando se enteren xd

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Niall ya está haciendo camisetas y eso que todavía no conoce a todos los integrantes

      Eliminar
  5. Casi me da un paro con Tiana. Tommy ya está empezando a decidirse y ay....

    ResponderEliminar
  6. Listen to me basta de hacerme sufrir con scott y tommy casi me da un chunguele cuando se han medio cabreado que tontos son por dios bendito
    Eleanor siendo super cuqui y a los dos minutos siendo super engreída dios mío me encanta es que encima me imagino a eleanor ganando y a scott dándole igual todo porque es ella y me muero más aún
    Ya no quiero que tommy se vaya con layla diana me cae bien siendo como es ahora
    I dont believe que yo haya dicho eso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. BARBARA TE HE IMAGINADO CHASQUEANDO LOS DEDOS EN PLAN YAS BITCH CON ESE LISTEN MADRE MÍA ME ASFIXIO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ
      Scommy enfadándose y reconciliándose a los dos segundos por qué no los pongo a follar la duda es seria
      y eLEANOR BUENO HABLEMOS DE ELEANOR POR FAVOR LA HAN CRIADO ENTRE LOS DOS EN VERDAD ES SU HIJA WFGHJKLÑ NO PUEDO, OSCAR A ELEANOR TOMLINSON





      estoy ultra shook con lo de que ahora eres team Tiana qué te ocurre te encuentras bien toma una tila

      Eliminar
  7. Quiero que Tommy se quede con Diana, pero a la vez no quiero que Layla sufra. Que mal.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amén :( pero no todo está perdido, confiad en los libros❤

      Eliminar
  8. TOMMY Y SCOTT NO ESTÁN MAS ENAMORADOS PORQUE NO SE PUEDE DE VERDAD LLEGAN A AMARSE MÁS Y REVIENTA EL PLANETA ❤
    Los momentos Eri-Scott y Eleanor-Tommy han sido preciosísimos, casi lloro con lo bonitos que son todos ❤
    Y podemos hablar de la reacción de Niall cuando se entere de lo de la banda porque le va a faltar tiempo para hacerse su pancarta y su camiseta como buen fan

    - Ana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. MI CORAZÓN NO PUEDE CONCEBIR CÓMO DOS PERSONAS PUEDEN QUERERSE DE ESTA MANERA ES QUE POR FAVOR APRECIEMOS QUE NO DAN 20 PASOS SIN EL OTRO AYYYYYYYY MIS HIJOS.
      Alguien me dijo que quería más momentos cuquis entre Eleanor y Tommy (puede que hasta fueras tú???? no lo recuerdo) y yO SOY VUESTRA HUMILDE SERVIDORA.
      Por favor hablemos de que Niall va a alquilar una fábrica entera para preparar el merchandising ay

      Eliminar
  9. Deseando ver como Tommy va a ir convenciendo a todos poquito a poco.

    ResponderEliminar
  10. Madre mía el shipeamiento en este capítulo está por las nubes

    ResponderEliminar
  11. Me va a encantar leer como al final Scott va a acabar resignandose y ceder.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. CÓMO LO SABES, BRIBONA. CÓMO LO SABES.
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

      Eliminar
  12. Necesito ver la reacción de los padres y si alguno se opondrá ay.

    ResponderEliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤