domingo, 30 de abril de 2017

¿Puedes ser más extranjera?

Zoe llega mañana.
               Zoe llega mañana.
               ¡Zoe llega mañana!
               Eso era en lo único en que podía pensar esa noche. Fue quitarme la ropa y tumbarme al lado de Tommy en mi cama, y empezar a darme vueltas la cabeza. ¿Y si pasaba algo? ¿Y si se llevaban mal? ¿Y si se entraban por los ojos?
               ¿Y si Tommy le caía mal a Zoe?
               ¿Y si Zoe le caía mal a Tommy?
               … ¿y si Zoe le recordaba a la zorra pelirroja? No es que mi zorra pelirroja se pareciera en nada a la zorra pelirroja de Tommy, pero todos sus amigos decían que Tommy tenía algo por las pelirrojas. Yo había llegado a bromear, incluso, con cambiarme el color de pelo sólo para gustarle más a él. Y él, como el dulce de leche oculto en un cuerpo humano, me había dado un beso en la mejilla y me había dicho que no había manera de que le gustara más.
               Pero aun así.
               -Diana-susurró en medio de la noche cuando me giré por cuarta vez en el mismo minuto, buscando una postura en la que estuviera cómoda. Suspiré como si estuviera dormida, aunque tenía los ojos abiertos y él podía verme gracias al tenue brillo de la luna que se colaba por la claraboya. No me había acordado de cerrarla. Así que me levanté sin decir nada, cogí una silla, me subí a ella y tiré del estor para encerrarnos en la oscuridad. Me volví a meter en la cama y me acurruqué contra él-Diana-repitió.
               -Estoy bien.
               Tommy no dijo nada, aunque los dos sabíamos que era mentira. Me imaginé que cerraba los ojos. Su respiración se volvió más lenta. Me di la vuelta. Su respiración se hizo más lenta otra vez. Volví a girarme. Más profunda.
               Otra vuelta.
               Me quitó el brazo de encima y encendió la mesilla de noche. Me cegó la repentina luz. Era un poco absurdo que sus padres hubieran puesto dos luces en mi habitación, a cada lado de la cama. Era como si estuvieran preparando el terreno para lo que iba a pasar entre él y yo.
               Joder, estaba paranoica.
               -A ver, ¿qué pasa?-inquirió, frotándose los ojos e incorporándose para quedarse sentado a mi lado. Negué con la cabeza, me mordí el labio, me tapé un poco más con la funda nórdica y me giré. No quería mirarlo. Me ponía nerviosa cuando me miraba. Siempre lo había hecho y siempre lo haría.
               Una parte de mí se despertaba cuando sus ojos se posaban en los míos.
               Al igual que otra se dormía.
               Pero yo, ahora, necesitaba tener las dos dormidas. Tenía mucho que hacer al día siguiente, no podía permitirme estar dando vueltas en la cama como una vulgar croqueta.
               -Didi-susurró.
               -Siento haberte despertado. Ponte a dormir.
               -Nena…
               -Buenas noches.
               Me pasó una mano por el costado. Yo no me moví. Si se estaba insinuando, no iba a responder a sus provocaciones. Y, si no se estaba insinuando, no iba a darme la vuelta de todos modos. Tommy apagó la luz y se tumbó de nuevo. Tiró de la manta y me destapó un poco. Tiré, recuperé terreno, y él volvió a tirar.
               -Tommy, para-protesté. Él se acercó a mí, me dio un beso en el cuello y no hizo más movimiento. Aparte de ponerme el brazo en la cintura.
               Pasó el tiempo. Y yo no me dormía.
               Zoe viene mañana. Zoe viene mañana. Zoe viene mañana.
               No me había sentido así en toda mi vida. Me daban ganas de vomitar. Ni siquiera me había puesto así en mi primer casting, ni cuando el de Victoria’s Secret, ni en todos los demás que habían hecho posible el de VS tras mi primer casting. Ninguna campaña había sido tan importante para mí como para retorcer todo lo que tenía dentro.
               Si Tommy tenía algo que no le gustara a Zoe, yo me moriría. Necesitaba que lo encontrara perfecto. Que no tuviera ningún defecto a los ojos de mi mejor amiga.
               La única opinión que importaba era la de Z. Y si ella me llevaba aparte y me decía “es guapo, pero no me gusta para ti”, estaríamos jodidos.
               Estaba enamorada de él. Joder, estaba hecha para él; a ningún otro le habría permitido verse con otra chica mientras estaba conmigo, ningún otro osaría siquiera conocer a otra mujer cuando disfrutaba de mis atenciones.
               Ningún otro me había hecho pensar que puede que no pasara nada si de repente engordaba y me echaban de una pasarela.
               Ningún otro me había hecho ver Nueva York en un tono gris y sucio.
               Ningún otro me había hecho el amor.
               De ninguna manera.
               Tommy se dio la vuelta, por fin dormido. Se puso boca arriba y me permitió escuchar cómo respiraba profundamente, raptado por algún dios en cuyos brazos no iba a permanecer mucho. Me eché a temblar. Sabía lo que quería. Lo quería a él, lo quería ahora, iba a tenerlo.
               Algún reloj de la casa en que yo no había reparado nunca había sonado varias veces, en diferentes tonos y a distintas horas, cuando yo terminé mi metamorfosis en la Diana que había sido antes de que Tommy me poseyera por primera vez, antes incluso de saber que Tommy existía en su máximo esplendor, como ahora lo estaba haciendo.
               Encendí mi luz y me incorporé. Él frunció el ceño en sueños, pero nada más.

               La semana que había pasado durmiendo con Scott debía de haber sido muy intensa, porque se le notaba cansancio acumulado incluso cuando estaba descansado, sin hacer absolutamente nada.
               La Diana de Tommy que yo era se apiadó del alma del pobre chiquillo al que estaba a punto de arrastrar a lo más profundo de mi cuerpo.
               Y la Diana de Nueva York que también era se relamió de gusto al contemplar la silueta de su inglés, su chico, su hombre, a su lado, al alcance de la mano, lista para que ella estirara el brazo y cogiera del árbol la fruta prohibida.
               Tenía la solución.
               Íbamos a follar hasta que yo perdiera el sentido.
               O, por lo menos, hasta acabar tan agotada que los ecos de Zoe viene mañana fueran tan lejanos que me permitieran dormir, hasta que el efecto secundario del sexo con Tommy se mezclara con los retortijones en mi estómago. Tommy cambiaría los huracanes de mi interior por el volcán en mi entrepierna, las mariposas de mi estómago por auténticos Boeing 747.
               Años de experiencia y de saber hacer con los hombres me guiaron. Me senté a horcajadas sobre él y empecé a mordisquearle la oreja.
               Su cuerpo reaccionó un poco antes que él. Pero fue con demasiada timidez. Tommy abrió los ojos, los clavó en mí. La luz les daba un toque dorado, era como contemplar la puesta del sol en una playa hawaiiana.
               -Diana-gimió, más fastidiado porque le había despertado que excitado porque estaba encima de él. Jugué con mis caderas, frotándome contra él, nuestros rincones más mágicos tan juntos que se podía sentir toda la energía del universo concentrándose en un lugar tan pequeño como una canica.
               Él sería mi Big Bang.
               -Empálmate-exigí, y él sonrió, alelado.
               -¿Qué?-me preguntó en español, porque era lo que hacía cuando estaba medio sobado. Sospechaba que Eri le había hablado exclusivamente en español cuando él era pequeño, y claro, había sido ella quien lo despertaba de la siesta.
               Su tono de voz duro, sucio, y su acento de otro lado del mar hicieron que me estremeciera.
               -Vamos a follar-informé-. Empálmate. Quiero que me des la vuelta y me lo hagas tan fuerte que se me olvide hasta cómo me llamo.
               -Como si tuviera control sobre eso-se rió, pero ya lo notaba un poco más entusiasmado ante la perspectiva de una buena sesión de sexo. Y le gustaba que le dieran órdenes en la cama, le gustaba muchísimo. Y a mí me encantaba mandar.
               Éramos perfectos el uno para el otro.
               Como Zoe me dijera algo malo de él, me la cargaría. Porque no podría verlo de la misma forma si ella lo criticaba. Empezaría a verle los defectos y, ¿qué me quedaría?
               Una vida larga y aburrida en un puñetero convento, haciendo pastas hasta que se me cayeran las manos de tanta harina.
               No dije nada, detuve mi masaje un momento y me quité la camiseta.
               Y vi las tormentas formarse en los ojos de mi inglés, justo lo que yo quería: que su marina se hundiera y sus barcos tocaran fondo, y que tuviera que ir a lo más profundo para rescatar sus tesoros.
               Tommy se incorporó. Me acarició el torso mientras yo me regodeaba en el efecto que mi casi desnudez tenía en su cuerpo.
               -Madre mía, Diana-jadeó, en una voz ronca, profunda y excitada que me supo a gloria-. La vida que me espera como se te ocurra alejarte de mí.
               Le quitamos los pantalones, los bóxers y conseguimos que mis bragas volaran; a duras penas se las apañó para ponerse un condón. Y luego, hizo lo que le pedí: me dio la vuelta y se ocupó de mí como lo había hecho la última vez que follamos antes de descubrir que no hacíamos más que hacernos el amor.
               Sentí cómo se despertaba.
               Y cuanto más despierto estaba él, más dormida estaba yo.
               Creí que me ayudaría, pero sólo contribuía a ponerme más nerviosa.
               La oscuridad me hacía pensar en aquel cuarto oscuro de hacía tantos años. Sus manos por todo mi cuerpo, su respiración apestando a chicle de menta sobre mi boca, mientras me besaba aprovechándose de que no tenía ningún lugar al que escapar.
               Por suerte, no tenía la voz de Tommy.
               -Diana, nena, sí-gemía el que me estaba poseyendo ahora, y yo le contestaba para no permitirle abandonarme a la suerte del monstruo que venía tras de mí. Necesitaba a Zoe. Zoe iba a venir. Zoe, date prisa.
               Por favor, Zoe.
               La presión en mi interior se detuvo de repente, dejando de crecer. Pero la repugnancia, no. Tommy se quedó quieto.
               -Diana-me reclamó-, ¿te estoy haciendo daño?
               Tragué saliva. Él no me había preguntado nunca si me había hecho daño. Tampoco es que le importaba. Me había follado y se había largado. Le daba igual que estuviera sangrando cuando salió de mí. Bien podía ser porque yo era una estrecha, o no más que una niñata mojigata y virgen a la que le acababan de hacer el favor de convertirla en una mujer.
               -Sí-conseguí decir, con todo el aire almacenado en mis pulmones pesando tanto como cien elefantes.
               Y la presión desapareció.
               Tommy había renunciado a descubrir la tumba de Tutankamón, porque puede que la momia no sobreviviera al aire viciado del exterior.
               Me dejé caer sobre la cama y cerré los ojos. Estaba de vuelta en aquel lugar. Recordaba la sensación de estar sucia y utilizada. El pánico con lo que iba a pasar ahora.
               Pero él me abrazó. Me pasó los brazos por debajo del cuerpo, poniendo mucho cuidado en no rozar ni de pasada mis senos, y me atrajo hacia sí. Me tumbó sobre su cuerpo y me depositó sobre los latidos de su corazón, que se iban ralentizando.
               Me acarició la mandíbula, no me pidió que abriera los ojos. Sabía que lo haría cuando estuviera preparada. Y así lo hice. Me lo quedé mirando y sonreí con tristeza. Tommy me besó la punta de la nariz.
               -Lo siento, princesa.
               Me estremecí. Princesa. Ésa era la palabra de Layla, no la mía. Ella era la rota. La que estaba en proceso de curación.
               Tommy no sabía de mis cicatrices.
               Y, sin embargo, las estaba abrazando ahora mismo.
               -Soy imbécil. Debería haberme dado cuenta antes. Me pasé un montón contigo-susurró-. ¿Podrás perdonarme?-asentí despacio con la cabeza, dibujando patrones en su pecho perlado de sudor-. Eh, ¿qué es, mi amor?-me besó la mano-. ¿Qué hizo que no me lo dijeras?
               Me encogí de hombros.
               -Me pareció demasiado egoísta. Estabas durmiendo. Te desperté para follar. No me pareció justo que, porque se me quitaran las ganas de repente, tú tuvieras que… bueno… parar. Era egoísta.
               -Conmigo, puedes ser todo lo egoísta que quieras, mi amor.
               Sonreí y le di las gracias, él respondió que de nada con otro dulce beso.
               Me apartó le pelo de la cara, con los dedos haciendo a la vez de horquillas para impedir que me escapara tras una cortina rubia.
               -¿Te ha pasado esto con otros chicos alguna vez?
               No puedo mentirle y decirle que no. Pero tampoco puedo decirle la verdad y contarle que sí.
               Aunque, técnicamente, no me había pasado con “otros chicos”. Ni siquiera con “un chico”.
               Así que negué despacio con la cabeza.
               -¿Por qué te apeteció? Tenías ganas. Lo noté. Al principio. ¿Qué te las dio? ¿Fue un sueño?
               -No he pegado ojo en toda la noche.
               Tommy frunció el ceño.
               -Pero…
               -Estoy nerviosa. Por Zoe. Es importante para mí lo de mañana.
               -Lo sé-respondió.
               -No puedo dejar de pensar en lo que pasará cuando llegue. En si… bueno, si…
               -¿Si…?
               -Si me ve bien aquí.
               Me dio un nuevo piquito.
               -Seguro que le gusta cómo te tratamos. A ti te gusta, ¿no?
               -Me tratáis muy bien. Sobre todo tú-le di un beso en el pecho. Estaba en un prado lleno de luz, no encerrada en un minúsculo cubículo. Estaba con Tommy, no con aquella bestia.
               Con Tommy.
               -¿Quieres que te ayudemos a relajarte?-me besó la palma de la mano. Y debería haberme preocupado, porque eso significaba que tu pareja estaba lista para otro encuentro sexual.
               Aunque conocía lo bastante a mi pareja para saber que no intentaría nada cercano a lo que acabábamos de vivir en bastante tiempo. El espacio era sagrado para él.
               -¿Cómo?-quise saber.
               -¿Confías en mí?
               -Tommy-sonreí.
               -¿Confías en mí?-insistió él, besándome, esta vez, el dorso de la mano, como hacían los príncipes de las películas. Tenía sentido. Él era un príncipe. Y yo era su princesa.
               Así que asentí. Tommy me sonrió, complacido, con la típica sonrisa de príncipe encantador que sale en las películas. Me dio un beso en los labios y empezó a bajar por mi cuerpo. Empujándome suavemente en las caderas, hizo que me tumbara boca arriba sobre el colchón. Alzó las cejas sugerentemente antes de esconderse debajo de las sábanas y continuar bajando más y más con su boca.
               Y me surfeó.
               Y me tranquilizó.
               Y todo lo malo que me había alcanzado hasta entonces se disipó, como una tormenta de verano, tan impredecible como efímera.
               Me hizo surfear las olas más geniales de mi vida y siguió dándome besitos en los muslos incluso después de que todo mi ser se rompiera para él. Regresó conmigo, se tumbó a mi lado, y me dejó acariciarle. Y lo hicimos juntos. Y le besé mientras él se rompía para mí.
               Lo abracé con todas mis fuerzas. Zoe le gustaría. Y a ella le gustaría él. Era imposible que las dos personas más importantes de mi vida no se vieran atraídas la una a la otra, aunque sólo fuera por mi campo gravitatorio.
               -¿Le hablarás de lo bien que te he tratado esta noche?-inquirió, besándome el hombro.
               -Pues claro. ¿No hablas tú con Scott de lo que hacemos?
               -Scott es diferente.
               -Tommy-respondí, tumbándome sobre mi tripa-. He hecho cosas con Zoe con las que ni tú ni Scott os atreverías a soñar.
               Sus ojos chispearon, puede que entendiendo o puede que no, mientras me acariciaba la espalda.
               -Me comportaré-prometió-. Y, bueno, si no le parece que soy bueno para ti… te buscas otra mejor amiga-bromeó.
               -O me busco otro novio-respondí. Tommy silbó.
               -Uh, no quieres ir por ahí, americana.
               Nos quedamos callados, los retortijones bien lejos.
               -Ojalá te caiga bien-dije después de un momento de silencio, escuchando nuestras respiraciones.
               -Seguro que sí, mi amor-me besó de nuevo el hombro, y decidí que tenía que ponerme en contacto con el comité de maravillas del mundo para que declararan sus besos la octava maravilla-. ¿Y yo a ella? ¿Le caeré bien? Mira que sería un poco raro que rompiéramos y tú siguieras viviendo encima de mí-me reí.
               -Pf. Te adora.
               -No me conoce.
               -Lo hace. No en persona, pero… lo hace. Aunque… puede que haya un poco cuando hablaba de ti.
               -¡Ah! ¿Le hablabas de mí?-se fingió sorprendido, como si no acabara de decírselo. Pero los dos sabíamos que quería mantenerme tranquila y hacerme sentir querida y protegida. Y lo conseguía.
               -A todas horas, y ella me aguantaba sin rechistar.
               -Qué mona. ¿Y qué le decías sobre mí?
               -Hablaba de tus… dotes.
               -Mis dotes-repitió, alzando las cejas.
               -Tus dotes del deber.
               Tommy empezó a reírse a carcajadas.
               -Nadie se ha referido nunca así a mi polla.
               -No hablaba de tu polla, subnormal; hablaba de tu habilidad con la cocina.
               -Te refieres a… ¿usando las manos?
               Esta vez la que me reí fui yo.
               -Eres muy tonto.
               -Diana. Mis dotes del deber. ¿En serio, tía?
               -Estoy hecha una poetisa, ¿no te parece?
               -Ajá-me dio un beso en la mejilla, se pegó a mí e inhaló el aroma de mi pelo. Lo tenía un poco húmedo en el nacimiento y el cuello, pero no importaba. Era la prueba de que acababa de salir del mar de sus ojos. Me volví y apagué la luz.
               -Nena-susurró en voz baja, después de un tiempo a oscuras en el que ninguno de los dos hizo ademán de dormirse: yo estaba demasiado ocupada disfrutando de sus dedos en mi cuello, y él estaba demasiado ocupado disfrutando del tacto de mi piel allá por donde me leía en braille.
               -Mm.
               -Adoro cuando dices que soy tu novio.
               Me acurruqué contra él.
               -Es que es lo que eres. Mi novio.
               Le escuché bufar una sonrisa mientras me abrazaba. Y me quedé dormida así, completamente desnuda, totalmente perdida en sus brazos, con la punta de la nariz rozando la suya e inhalando su aliento. Yo era una planta que vivía del aire que él no quería. Podría alimentarme de él el resto de mi vida.
               Podría quedarme así, con nuestros cuerpos enredados, hasta que un volcán surgiera en mitad de Londres y nos enterrara bajo sus cenizas, condenándonos a la eternidad como lo había hecho con Pompeya.
               Zoe llega mañana.
               Creo que me moriré en el instante en que los vea a los dos juntos.
               No puedo creerme mi suerte.

Había dormido tan bien que ni si quiera escuché el despertador. Para cuando abrí los ojos, era jodidamente tarde. Se veían los rayos de un perezoso sol invernal colándose por las rendijas de la claraboya.
               Tommy dormía profundamente a mi lado, y por un momento me quedé mirando su silueta, embobada.
               Si esto era lo que sentía mamá cada vez que miraba a papá, no entendía cómo había hecho para no darme más hermanos. Podría tener tres, como tenía mi chico, como tenía Scott.
               Me parecía insultante que Tommy fuera único en su especie. Debería haber como un millón de niños como él repartidos por el mundo.
               Erika no se había puesto las pilas teniendo hijos. Alguien tendría que solucionar aquello.
               Consideré seriamente la posibilidad de darle un beso antes de levantarme y marcharme a la ducha, pero, como buena amante del arte que era, decidí no hacer nada por perturbar a mi obra maestra favorita. En lugar de eso, me giré y miré la hora en el móvil.
               Y ahí fue cuando me percaté de que era jodidísimamente tarde.
               -¡Mierda!-chillé, levantándome de un brinco y arrastrando conmigo media manta. Tommy se giró y me miró. Él lo tenía fácil: en 10 minutos ya estaría listo para irse, pero yo tenía que ducharme, lavarme bien el pelo, decidir cómo me lo iba a poner, escoger la ropa, calzarme y maquillarme.
               Y tendría que hacerlo despacio. Ya estaba temblando. ¡Zoe llegaba en unas horas!
               -¿Qué cojones?-preguntó, frotándose la cara.
               -Es tardísimo. Vístete. ¿A qué hora has quedado con Scott?
               -¿Qué?-bostezó.
               -¡Tommy! ¡A qué hora has quedado con Scott!
               -Eh… ¿doce y media? No sé. Le dije que ya lo avisaba.
               -¿¡Doce y media!? ¿Es que estás mal de la cabeza? ¡Es tardísimo! ¡Tengo que ducharme, dile que venga ya!
               Me incliné a abrir la trampilla de la buhardilla.
               -Diana.
               -Joder, ¿qué pasa, Thomas?-rugí, girándome sobre mis talones. Se había sentado en la cama.
               -Te pondrás unas bragas para ir al baño, por lo menos, ¿no? Mira que yo no me quejo de que te encante por la vida desnuda. Mi sentido preferido es la vista-sonrió-. Pero… tengo hermanos pequeños. Puede que les impresione un poco verte corriendo en tetas por casa.
               -Eres un gilipollas-respondí, revolviendo en las mantas hasta encontrar mis bragas y la camiseta que debería haber usado para dormir.
               -Frótate bien entre las piernas, no te vaya a quedar lefa de ayer-se burló.
               -A ti te faltó oxígeno al nacer, fijo-espeté, cerrando de un portazo la trampilla y corriendo hacia el baño. Tuve suerte y me lo encontré libre. En 45 minutos, ya me había quitado todo rastro de pasión nocturna del cuerpo y de suciedad mortal de la melena. Había conseguido que el pelo me brillara de una forma en que no lo había hecho nunca, como si fuera mágico. Sólo me faltaba la madrastra malvada que viniera a peinármelo mientras cantaba una canción que la rejuveneciera.
               Le pegué un almohadazo a Tommy en la cara cuando me lo encontré durmiendo otra vez.
               -¡Despierta! ¡Hay que ir a por Zoe!
               -¡Dijiste que llegaba a las 3!
               -Ya, ¿y? Se tarda un montón en ir al aeropuerto. ¡Como Scott no esté aquí en 10 minutos, nos vamos sin él!
               Tommy se incorporó, gruñó algo que yo no quería que escuchara en español y empezó a vestirse. Me dedicó una sonrisa bobalicona cuando dijo que tenía que ducharse también porque “se notaba lo que le habíamos hecho la noche anterior”.
               A veces me apetecía asfixiarlo.
               Se duchó mientras yo vaciaba el armario y elegía la ropa que me iba a poner. Se quedó tirado en la cama, con unos vaqueros claros y el pecho descubierto.
               Debió de repasar la guía del buen machito, porque cuando le pregunté qué conjunto llevaba, me contestó “el que quieras”. Le mostré cuatro blusas diferentes, y a todas e dijo “esa es genial”. Sin más.
               -¿Puedes echarme una mano, por favor?
               -¡Es lo que estoy haciendo! Joder, Diana, pero si te quedaría genial hasta un saco de patatas. Ponte lo que sea.
               -Se supone que los novios dais consejos.
               -¿Hola? ¿No eres modelo? ¿Qué consejo de moda te puedo dar yo? Además, para eso ya tenéis estilistas. Los novios nos quedamos sentados mirando cómo os probáis ropa calladitos y os llevamos las bolsas. Lo nuestro es más querer desnudaros que querer vestiros.
               -No hay quien te soporte-respondí, girándome. Guardé y saqué cosas del armario.
               -¿Te das cuenta de que somos como un matrimonio?-inquirió, y en su tono escuché una sonrisa.
               -Pues venga, esposo mío. Ayúdame a hacerme una trenza.
               Me pinté rápidamente las uñas mientras él se ocupaba de mi pelo (no hizo un desastre, punto para él) y me incorporé de un brinco para sacar mi atuendo del armario.
               Y, como me esperaba, Tommy se puso a protestar.
               -No, ni de coña. El peto, no. El peto es para ocasiones especiales-gruñó.
               -¿Qué hay de lo de “quedarse sentado y calladito”? ¿No eras mi novio, en lugar de mi estilista?
               -También soy tu casero-soltó, y me tuve que echar a reír porque, vale, tenía algo de razón. Aunque no pensara llevar el peto, porque yo también lo consideraba para “ocasiones especiales”. O sea, para llevar sólo con él.
               Al final estuve nerviosa para nada, ya que Scott llegó puntual y yo tuve tiempo de sobra de vestirme y maquillarme. Los chicos iban remoloneando detrás de mí, hasta que yo me giraba y les dedicaba una mirada envenenada para que apretaran el paso y se pusieran a mi altura, cosa que hacían hasta volver a quedarse atrás.
               Cogimos buses, el metro, un tren, y finalmente acabamos nuestro viaje en la terminal del aeropuerto una hora antes de que el avión de Z aterrizara. Tommy y Scott se sentaron en una cafetería y se negaron a moverse hasta que no pudieron comer algo (los dos habían desayunado, pero eso no pareció importarles) e hicieron sendos gestos con la mano cuando anuncié que iba a dar una vuelta por las tiendas del aeropuerto.
               Se marcharon de la cafetería y me pusieron histérica. No era capaz de encontrarlos entre todo el barullo de gente, lo cual era un problema gordísimo: no sabía volver a casa.
               Y a Zoe no le iba a gustar que la hicieran esperar, o que la marearan por un aeropuerto que apenas conocía buscando a gente que, se suponía, debía buscarla a ella.
               A mí tampoco me haría gracia, la verdad.
               Y no quería que Z estuviera predispuesta a cogerle tirria a Tommy. Es por eso que llamé y llamé a los dos chicos, y estaba a punto de dejarles un mensaje en el contestador llorando, suplicándoles que vinieran a buscarme, cuando alguien me pellizcó la cintura.
               Me volví y le solté un tortazo a Tommy.
               Sólo que no era Tommy.
               Era Scott.
               -¡Menudo leñazo te acaba de soltar, tío!-se burló Tommy, doblándose sobre sí mismo y escupiendo carcajadas con las que deseé que se atragantara. Scott se frotó la mejilla.
               -¿Eres gilipollas, tío? ¡Ponle una correa!-ladró, y se volvió hacia mí-. Y a ti, ¿qué coño te pasa?
               -¿Qué coño os pasa a vosotros? ¿Tanto os costaba mandarme un mensaje preguntando dónde estaba y venir a buscarme en lugar de ir a dar una vuelta sabiendo que yo estaba sola? ¿Dónde mierda estabais?
               Señalaron al unísono una tienda que quedaba a su espalda, con el pulgar sobre el hombro. Me incliné a un lado para mirar. Baloncesto. Claro, ¿cómo no se me había ocurrido mirar ahí? Las camisetas estaban mucho más baratas, y eran las originales, por no sé qué tontería de los impuestos.
               Tommy me tomó de la cintura, pero yo me aparté de él y fui hacia el panel de llegadas. Caminé decidida hacia la salida por la que se suponía que pasaría Zoe, y me quedé esperando a que mi amiga apareciera sujetándome a la barandilla de metal. Tommy se puso a mi lado, apoyando los codos en ésta. Scott se apoyó en ella y se dio la vuelta, observando a la gente pasar.
               -¿Cómo es esta Zoe?-preguntó, y yo sopesé la posibilidad de no contestarle. Estaba harta de él, y de su mejor amigo, de los dos. Para un día en que no estaba para que me molestaran, y los dos se habían levantado con ganas de tocarme el coño.
               -Más guapa que tú.
               -Lo cual no es difícil-añadió Tommy. Scott le dio una colleja.
               -Y también que Tommy.
               -Eso no es información nueva.
               -¿Quieres morir, Scott?
               -¿Qué me vas a hacer, Tommy?
               Empezaron a pelearse. Medio en coña, medio en serio. Varias parejas de viajeros se los quedaron mirando, lo cual no les importó. Sólo dejaron de comportarse como imbéciles cuando yo puse los ojos en blanco y miré la hora.
               Diez minutos.
               Sentía que el estómago me estaba bailando break dance.
               Tommy me pasó una mano por la cintura y me dio un beso en la sien. Pero a mí me pareció más interesante ver cómo un señor asiático se peleaba con una inmensa maleta que no era capaz de terminar de sacar de la pasarela por la que el equipaje desfilaba. Caminó sus buenos 10 metros antes de conseguir más ayuda y, en el último momento, sacar aquella monstruosidad, justo antes de que el aeropuerto se la tragara de nuevo.
               -¿Sigues enfadada?
               -¿A ti qué te parece?
               -¿Cómo te lo compenso?-preguntó, dándome otro besito. Si se pensaba que con mimos iba a conseguir que se me pasara el cabreo con él, iba de culo. Ya podía ir pensando en ponerse de rodillas, suplicar clemencia y besarme los pies.
               -Llévatela al baño.
               -Scott.
               -¿Qué? Suele funcionar. Aunque, bueno, los de los aeropuertos son más estrechos que de costumbre.
               -¿Te oyes a ti mismo? ¿Cuando hablas?-escupí, y los dos se quedaron callados. Un aviso en megafonía avisaba de que el vuelo procedente de Abu Dabi estaba a punto de despegar, y que los pasajeros debían presentarse urgentemente en la puerta de embarque. Si no lo hacían, perderían sus asientos.
               Miré el reloj digital de la pared. Alguien tenía que ponerle pilas nuevas; los segundos tardaban minutos en pasar. Y, con cada chispazo eterno en sus cifras, mi estómago daba un triple salto mortal hacia atrás.
               Scott y Tommy siguieron hablando, pero yo no podía hacer nada más que mirar el reloj. Hasta que, por fin, escuché el anuncio que llevaba todo el día esperando: el vuelo de Zoe acababa de aterrizar.
               Me aferré como si mi vida dependiera de ello a la barandilla, combatiendo los empujones de los familiares que esperaban a sus respectivas visitas con la misma impaciencia con que lo hacía yo. Un nuevo tsunami de gente abarrotó una zona en la que no cabía ni una persona más.
               Y yo no veía a Zoe.
               Saqué el teléfono.
               -Zorrita, dime que no te has subido al avión a Lisboa.
               -Dijiste Stansted, ¿no?
               -¡La madre que te parió, Zoe! ¡Estoy en Heathrow!
               -¡Víbora asquerosa! ¡Si querías a Tommy para ti, no haberme ofrecido este billete en primer lugar!
               Puse los ojos en blanco.
               -Estoy bajando del avión, por cierto. Resulta que a los de primera nos meten por otro sitio para que no pillemos a toda la gente (¿???) increíble-me la imaginé poniendo los ojos en blanco y me reí. Los chicos me miraron.
               -Alguien está de mejor humor-canturreó Tommy. Le saqué la lengua porque, efectivamente, estaba de mejor humor.
               Se sucedieron más angustiosos minutos hasta que la gente del vuelo de Nueva York llegó a la zona de recogida de maletas. Las camisetas de INY eran inconfundibles. Mi aura de personas comenzó a impacientarse.
               Y entonces, la vi. Llevaba el pelo caoba recogido en una coleta, se iba retocando el pintalabios en un espejo de mano, mientras cargaba con un inmenso bolso en el que llevaba todo lo que había creído necesario utilizar en los últimos 10 años cada vez que salía de casa. Zoe nunca vaciaba su bolso.
               Miré a Tommy. Y luego, a Zoe. Y luego, de nuevo a Tommy. Y, antes de darme cuenta de lo que hacía, maravillada por el hecho de que pudiera verlos a ambos en carne y hueso con sólo girar un poco la cabeza, me escurrí por debajo de la barandilla de metal y corrí hacia la zona de recogida de maletas. Alguien de seguridad intentó perseguirme, pero uno de los chicos intercedió por mí.
               Zoe estaba a cinco metros de la pasarela de sus maletas cuando yo la alcancé. El murmullo constante de la gente y sus auriculares impidieron que me oyera al acercarme: decidí aprovechar la situación.
               Le di una palmada en el culo con todas mis fuerzas; tantas, que la mano se me enrojeció en el acto. Zoe alzó las cejas, dio un brinco, y se volvió hacia mí, como si su culo no mereciera ser patrimonio de la humanidad. Iba a soltarme el mismo tortazo que yo le había soltado a Tommy, pero algo la detuvo.
               Los años que llevábamos conociéndonos.
               Su boca esbozó una inmensa sonrisa y sus brazos se abrieron para recibirme en ellos. Mi cuerpo impactó contra su pecho y decidió que no quería moverse de allí.
               -¡Z!
               -¡Didi!
               -¡No puedo creerme que estés aquí!
               -¡Lo sé! ¡¿No es súper emocionante?! ¡Tu exilio!-festejó, cogiéndome las manos y dando brincos conmigo-. ¡Lo vamos a pasar juntas!-volvió a abrazarme y se me empañaron los ojos. Me cubrió a besos y yo a ella, nos dejamos mutuamente marcas de pintalabios que se suponía que no se transferían, pero ellos no lo sabían, así que se transfirieron igual. Nos echamos a llorar en brazos de la otra, nos apretujamos hasta que nuestras almas se entremezclaron, y nos dimos más y más besos mientras la gente nos rodeaba, ajenos a todo. Los aeropuertos han visto tantas despedidas y momentos de pasión en los reencuentros que ya no se molestan en volver la vista para algo tan hermoso como lo que estábamos compartiendo Z y yo.
               -Hueles genial-dijo por fin, y yo me reí.
               -El aire inglés, que sienta bien. Todo es diferente aquí. Me muero porque lo veas, Z.
               -Yo sí que me muero, pero por ver a tu inglés. Punto-sonrió-. Pero antes… mi maleta. La traigo cargada de condones, no me gustaría tener que pasar por una época de abstinencia sólo porque alguna estúpida se encapriche de ella.
               Me cogió de la mano y me guió hacia la pasarela de las maletas, como si ella fuera la anfitriona y yo la invitada. Nos colgamos del brazo de la otra y nos pusimos al día (todo lo al día que te puedes poner con tu mejor amiga, que sabe hasta los polvos que echas y cuánto han durado, y todo lo al día que te puedes poner en los minutos que tardan las maletas en empezar a pasearse), Zoe echaba continuos vistazos para intentar ver a Tommy y Scott, y, finalmente, después de una eternidad, vimos su maleta. La agarramos y tiramos de ella.
               Antes de que pudiera darme cuenta, estábamos saliendo de nuevo a la terminal. Y volví a ponerme nerviosa, porque en un principio no encontraba a los chicos. Se habían apartado para que la marea de gente no los aplastara.
               Por fin, los vi hablando. Scott le dijo algo a T que hizo que se volviera y sonriera.
               -Son esos-dije, señalándonos con la mano. Ninguno de los dos vio cómo Zoe sonreía, se relamía, se atusaba el pelo y se bajaba el escote para seducir al inglés que ella creía disponible.
               -A ver cómo convences a Diana-le dijo Scott cuando sintió nuestros ojos sobre ellos dos.
               -Ya la tengo convencida-replicó Tommy, tocándose la camisa y sonriendo como hacía cuando quería algo, y lo quería ya. Aquella mirada confiada y segura de sí misma hizo que algo en mi interior se desperezara, remolón. No podía escuchar lo que decían, pero no me importaría que Tommy se pusiera a hablar de nuevo entre mis piernas.
               -Eres un chulo-Scott se echó a reír-. Ya verás, como ella no quiera.
               -Pues la convenzo-respondió mi chico-, igual que te convencí a ti.
               -Ya. Bueno, por si acaso, no nos vayamos repartiendo los papeles en la banda aún.
               -Me pido el gracioso. Es el que más éxito tiene-Tommy se cruzó de brazos y se volvió para mirarnos mientras nos acercábamos.
               -Jesús-escuché a Zoe gemir, mirándole los bíceps.
               -Correcto, zorrita. Jesús-asentí, y las dos nos reímos.
               -No, el gracioso voy a ser yo-protestó Scott, que llevaba literalmente un día convencido del plan del que yo aún no sabía nada, y ya estaba planeando hasta el diseño de las camisetas-. En tu familia ya habéis explotado bastante este papel.
               -Tú deberías ser…
               Scott se dio la vuelta para encararse a Tommy.
               -Como digas el misterioso, te pego un puñetazo.
               -¿Por qué?-Tommy también lo miró-. Te pega, es sensual, y además, Zayn…
               -Sí, ya. Bueno, pues yo no puedo quedarme mirando a la nada medio empanado como hacía mi padre. Eso ya es pasarse de ser Zayn. Una cosa es seguir los pasos de mi padre, y otra convertirme en él.
               Tommy le puso ojitos y le acarició la cara.
               -A mí me gustas más que Zayn.
               -Eres imbécil-respondió Scott, y los dos chicos se echaron a reír. Sólo escuchamos esta última parte de la conversación. Zoe sonrió, escuchando sus risas entremezcladas, armonizando. Si supiera la falta que habían hecho hacía un par de semanas, lo mucho que se echaban de menos en el silencio de la noche.
               Nos detuvimos delante de ellos, que nos miraron y sonrieron. Scott se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros, cosa que le encantó a Zoe. Si mi amiga hubiera llegado cuando yo lo había hecho, cuántas cosas habrían cambiado.
               Fantaseé durante unos segundos con la posibilidad perdida de que Zoe estuviera con Scott mientras yo estaba con Tommy. Nosotros cuatro y nadie más. Sería genial. Saldríamos juntos y nos pasaríamos en compañía de los otros las 24 horas del día. Sólo nos separaríamos cuando quisiéramos follar. A veces, puede que ni eso.
               Aparté esos pensamientos de mi cabeza antes de que Z o T pudieran leer mis pensamientos en mis ojos.
               -Zoe-me giré hacia mi amiga, que me sonrió-. Estos son Scott…-señalé al inglés que no era mío, que se sacó las manos de los bolsillos y le dio dos besos, al estilo al que lo hacían en España-, y Tommy-intenté no sonar demasiado emocionada cuando dije su nombre, pero creo que fracasé, especialmente por la sonrisa que notaba hinchando mis mejillas-. Mi novio-añadí, y Tommy me miró, complacido, me sonrió e imitó a su amigo, antes de darle un abrazo a Zoe que ella no dudó en devolverle-. Chicos, ésta es Zoe.
               -No me confundáis con Zoey, la de PCA-bromeó Zoe, y los chicos se echaran a reír. Me sorprendió que la conocieran, hacía un montón de tiempo de la emisión del último episodio de aquella serie. Mientras lo hacían, Zoe los miró con atención, estudiando cada uno de sus rasgos, y le dio por soltar aquello que no tenía que decir, la bomba que tanto molestaba a Tommy y Scott-. Guau, sois iguales que vuestros padres.
               Los chicos se encogieron de hombros, como diciendo “sí, nos lo dicen a menudo”. Pero Zoe añadió:
               -Excepto que, claro… más guapos.
               Incluso un ciego podría ver cómo el ego de Scott y Tommy se inflaba y se disparaba hacia las nubes como un globo aerostático después de que enciendan su llama.
               -Me gusta esta chica, Diana. Me cae mejor que tú-acusó Scott, y yo me encogí de hombros.
               -Siempre ha sido una pelota, ¿por qué te crees que somos amigas?-Z y yo nos miramos y nos echamos a reír.
               -Pero chica, enséñame a tu inglés-exigió Zoe, sonriendo y dándome un golpecito con la cadera-. Menudo material tenemos aquí, ¿no? Vaya brazos-se abanicó y Tommy se echó a reír-, ¿qué es lo que os dan de comer en este minúsculo país? ¿Anabolizantes? Por si necesitáis que os los traigamos de América-Zoe se acercó a él y le pasó una mano por los brazos. En circunstancias normales, Tommy se habría asustado, pero ya sabía cómo era ella, así que le dejó hacer. No es que le ofendiera, ni mucho menos, que una desconocida sobre la que sabía todo le echara flores-. De hecho…-Zoe se lo pensó un momento-. ¿Me dejas verte las manos? ¿Qué número calzas?
               Scott alzó las cejas.
               -Así que Diana era la tímida de las dos-observó.
               -Está bien dotado, Z, ya lo sabes. Yo no me acuesto con micropollas-Tommy se puso colorado, lo cual sólo avivó la llama de la curiosidad de mi amiga.
               -Aun así, tengo que comprobar que no estabas exagerando. ¿Qué decías que calzabas?
               -Os dais cuenta de que estáis tratándome como a un objeto estando yo justo delante, ¿verdad?-se defendió Tommy, que en ningún momento hizo ningún movimiento para alejarse de Z. Menos mal.
               -Wo, wo, wo. Calma, inglesito, que las mujeres hemos aguantado eso 5.000 años y seguimos aquí, así que creo que podrás sobrevivir a 5 minutos de cosificación. ¿Y qué caramelo tenemos detrás?-ronroneó Z, contoneándose hacia Scott, que la esperó con los brazos cruzados-. Tú y yo podríamos hacer bebés preciosos-suspiró, acariciándole los hombros. Tommy y Scott se miraron y se aguantaron sendas carcajadas mientras Zoe se volvía hacia mí-. Diana, eres oficialmente una puta. Te tocó la lotería viniendo a este lugar.
               -¿Por qué te pensabas entonces que quería volver, zorrita?
               -Dios, es que, ¡mira qué piel! Color café, con lo que me gusta el Starbucks-le guiñó un ojo a S, que le dedicó una sonrisa de Seductor™, aunque no de las mejores que tenía: supongo que esas estaban reservadas para su chica exclusivamente-. ¿Te apetece pasártelo bien, inglés?
               -Tengo novia-respondió Scott. Zoe pestañeó. Tommy se puso una mano en la boca para ocultar la gracia que le hacía todo. Me pasó una mano por la cintura y observó a la recién formada pareja-. ¿Por qué me miras así?-inquirió el objeto de nuestras atenciones mientras permanecía bajo el escrutinio de la mirada de Z.
               -Estoy esperando a la segunda parte de la frase, ya sabes, lo de “por favor, no se lo cuentes”, mientras me pongo de rodillas y te hago una mamada bestial.
               Scott alzó tanto las cejas que por un momento creí que se perderían entre su pelo rapado. Pero no sucedió. Probablemente porque las carcajadas de su mejor amigo impidieron que salieran disparadas más allá de la estratosfera.
               -Eh… no, gracias.
               -Tú te lo pierdes-Zoe se separó de él y agitó el pelo como si de un látigo de fuego se tratara hacia Scott-. Hago las mejores mamadas de todo Manhattan.
               -Es cierto, las hace-asentí, como si lo hubiera experimentado en mi piel.
               -Tus mamadas tampoco están tan mal, Didi-replicó mi inglés.
               -Oh, gracias, T-sonreí, y me puse de puntillas para darle un piquito.
               -Ay, dios-Zoe dio una palmada y llevó sus manos unidas a una mejilla-. Es que están tan buenos, Diana.
               -¡Lo sé!
               -¡Es que es mejor de lo que pensaba!
               -¡Y eso que todavía no los has visto sin camiseta!
               -¿Cómo que “todavía”? ¿Qué coño habéis planeado hacernos?-quiso saber Scott.
               -A mí pueden hacerme lo que quieran-replicó Tommy.
               -Claro, porque una es Diana y la otra es pelirroja, ¿no, T?
               -¿Te gustan las pelirrojas?-ronroneó Zoe, frotándose contra él. Me miró con intención, yo le hice un corte de manga. Aléjate de mi hombre, perra mala.
               -Le encantan las pelirrojas-dijo Scott con intención.
               -Adoro a las pelirrojas-contribuyó Tommy. Ya está, decidido: castigado sin sexo una semana.
               -Genial, porque yo nunca he estado con un inglés, y me muero por probar esos truquitos que usas con Diana y de los que ella no para de hablar.
               Tommy me miró, verdaderos océanos chispeando a la luz del sol.
               -Seguro que Diana no hablaba tanto de mí.
               -Pues claro que sí-respondió Zoe.
               -Hablábamos. La novedad inglesa-hice un gesto con la mano, quitándole importancia. Pero Tommy no picó. Y Scott tampoco. Y Zoe tampoco. Y yo no lo habría hecho, tampoco.
               -Aunque tengo que decir, Tommy-le guiñó un ojo-, que era más bien lo que no decía sobre ti lo que más información daba.
               Le di una palmada en el culo.
               -Pórtate bien, o te mando derechita de vuelta a casa en el siguiente avión, zorrita.
               Zoe se rió, sabedora de que no iba a renunciar a ella tan fácilmente, no después de recuperarla hacía tan poco.
               Noté los ojos de Tommy clavados en mí mientras caminaba cogida del brazo de mi mejor amiga hacia la salida del aeropuerto, al tímido sol inglés. Tenía la sensación de que podía ver a través de mi piel todo lo que me había callado desde que volví, el descubrimiento de cómo me había cambiado mi viaje a Londres. Cómo mi vida había dado un giro radical cuando le conocí y me dejé arrastrar por las mareas de sus ojos y la ternura de su cuerpo.
               El chocolate en Central Park había sido agua sucia, el sexo con los neoyorquinos ya no era excitante, los paseos eran aburridos y el tráfico agobiante. Nueva York, la ciudad que nunca dormía, estaba sumida en un coma profundo sólo porque yo me sentía sola por primera vez en mi vida, sola en una multitud, aislada en una ciudad en la que 11 millones de personas se peleaban cada día por un mínimo de espacio que poder considerar su territorio.
               El invierno había sido muy duro, sin sus brazos para calentarme, encerrada en una jaula de cristal en lo más alto de las cimas del techo del mundo. No era lo mismo tener sus fotos que tenerlo a él, por mucho que mi memoria y mi imaginación trabajaran en equipo para engañarme y no hacerme sentir sola.
               Había echado de menos todo de él, desde cómo me follaba o cómo me dejaba follarme, a cómo me agarraba de las caderas y me pegaba contra él, me besaba, me abrazaba, me mordía entera, o simplemente cómo me miraba, cómo caminaba, cómo se estiraba cuando tenía sueño o bostezaba nada más levantarse. Hasta su forma de cocinar. Y eso que no tenía queja de la cocinera de mi casa, pero ya no era lo mismo.
               Nada es lo mismo cuando tienes ganas de algo específico. Quería los platos que preparaba, los de las fotos que me enviaba con orgullo. Quería su cuerpo sobre el mío, el que me mandaba por las noches. Quería comerme todo lo que me pusiera por delante: algo cocinado por él, o, simplemente, a él.
               Y Zoe lo sabía.
               En esa risa se escondían tantas cosas que me parecía increíble que nadie pudiera ver a través de mí como se mira a través de un cristal.
               -Voy a hacer que te sientas como en casa-le dije, volviéndome hacia ella, cuando salimos al exterior. Ella alzó una ceja y asintió. Se rió cuando la llevé a un taxi, que no era amarillo y negro como los nuestros, sino directamente negro. Les puse ojitos a los chicos para que no me riñeran por mi despilfarro de dinero, pero Scott se adelantó a la reprimenda de Tommy (tenemos billetes de tren, bien podría haberme dicho) con un:
               -Pago yo.
               -Dirás que paga Zayn-espetó Tommy. Scott puso los ojos en blanco.
               -Perdona, ¿quién te da a ti el dinero?-le recriminó, y Tommy alzó las manos.
               Nos metimos en el coche y Zoe me agarró la mano mientras apoyaba la cabeza en la ventana y miraba cómo avanzábamos por el lado equivocado de la carretera. Tommy la miró.
               -¿Te gusta mi país?
               -Es como New Hapmshire.
               Sonreí. Íbamos a New Hampshire durante las vacaciones de primavera, si el invierno había sido más frío de lo normal, para aprovechar la nieve que aún quedaría en las montañas más cercanas a Canadá. Los paisajes eran preciosos, y los padres de Z tenían una cabaña hecha íntegramente de madera con un jacuzzi en una de las terrazas, donde podías comer bombones belgas y beber sidra mientras te bañabas en unas aguas burbujeantes a unos deliciosos 30 grados y contemplabas los picos nevados de las montañas.
               Eso es lo que les expliqué a los chicos cuando vi sus caras de no entender nada. Vi cómo el taxista miraba un momento por el retrovisor mientras hablaba de aquella vez que Zoe se había emborrachado a base de champán y se había liado con un camarero del restaurante al que habíamos ido a cenar, todo conmigo dentro de la bañera.
               Scott le dio una palmada a Tommy en el hombro y anunció:
               -Esta noche duermo en tu casa, hermano.
               Zoe miraba con admiración cada árbol que pasábamos, como si no hubiera estado nunca en Inglaterra. Puede que fuera el cristal del taxi lo que le gustaba; el caso es que parecía una niña que iba a hacer muñecos de nieve por primera vez en Central Park.
               Y me encantaba saber que yo era la causa de que se sintiera así.
               -Todo es tan precioso-admiró cuando pasamos cerca de un pueblecito al lado de la carretera. Scott y Tommy asintieron con la cabeza.
               -Esta zona es más bonita en otoño. Cuando Diana te traiga por mi cumpleaños, podemos ir en tren hasta uno de los pueblos de fuera de Londres y pasar por aquí el día-ofreció mi inglés.
               -Suena genial-convino Zoe, cruzándose de piernas y sacando el móvil para hacer una foto a una iglesia antes de que la pasáramos.
               Nuestra casa le entusiasmó todavía más. Dejó escapar un silbido cuando nos detuvimos ante el edificio de dos plantas y se volvió hacia Tommy.
               -¿Vives aquí?-inquirió. Tommy asintió con la cabeza-. ¡Guau, es súper inglesa!-festejó Zoe, colgándose el bolso del hombro y caminando por el camino de grava. Scott sonrió.
               -Sí, bueno… bienvenida a Inglaterra, americana.
               Zoe hizo un gesto con la mano para que olvidara su comentario estúpido, la “americanada del día”, según decían los chicos cuando yo decía algo que para ellos no tenía sentido. Bueno, también era de ser bastante ignorantes el no saber que New Hampshire era precioso en invierno, así que estábamos empatados por ahora.
               Tommy metió las llaves en la puerta y la empujó para que pasáramos. Le preguntó a Zoe si quería una experiencia completa inglesa, ella le respondió que no sabía lo que era eso pero que sonaba jodidamente sexy, así que asintió, y casi se derrite cuando Tommy le quitó el abrigo y lo colgó en el perchero del hall.
               Yo me burlé de ella por ser como una niña pequeña a la que el chico que le gusta le presta un poco de atención (vamos, como Daniel y Layla, según había comprobado recientemente), pero me tuve que comer mis palabras cuando Tommy hizo lo mismo conmigo.
               Vale, que Tommy te quitara el abrigo era jodidamente sexy.
               Llevé a Zoe hasta la sala de estar, donde Louis se encontraba garabateando en una libreta.
               -Papá-dijo Tommy, después de carraspear. Louis alzó la mano-. Papá-repitió Tommy, irritado. Louis suspiró y dejó el bolígrafo encima de la mesa, se volvió para mirarnos.
               -¿Qué pas…? Oh. Ya veo. Hola-saludó, levantándose y yendo a darle la mano a Zoe. Ella se la quedó mirando un momento y luego se la estrechó. Y luego, tiró de él y le dio un abrazo. Louis se lo devolvió, un poco sorprendido al principio, por lo diferentes de nuestras actitudes la primera vez que pisamos su casa, pero enseguida se acostumbró a la efusividad de mi amiga-. Tu debes de ser Zoe, ¿verdad? Mucho gusto de conocer…
               -Me encanta tu acento-soltó Zoe, y los chicos se echaron a reír, y yo me puse roja de vergüenza. Zoe, por favor, son ingleses, no morsas tocando la flauta. Haz el favor de comportarte.
               -Gracias-sonrió Louis, nada ofendido por aquel comentario-. El tuyo tampoco está mal.
               -Ay. Gracias-suspiró Zoe, poniéndose colorada como lo había hecho yo. Como lo haría una niña pequeña a la que el chico que le gusta, mucho mayor que ella, le presta un mínimo de atención.
               -Tommy, tráele algo de beber-ordenó su padre, sentándose en el sofá y dando unas palmadas en el hueco libre a su lado para que los demás ocupáramos los asientos. Bueno, nosotras. Scott siguió a Tommy hacia la cocina, como ya había aprendido que se suponía que debía hacer. Allá donde iba Tommy, iba Scott. La orden que le dieran a Scott, también la acataba Tommy.
               Louis le preguntó a Zoe qué tal había sido el vuelo, por su casa, qué cosas quería hacer por Londres y qué cosas hacía cuando estaba en Nueva York, si me había echado mucho de menos…
               -Sí-admitió Zoe, mirándome un momento. Me cogió la mano y yo la sostuve entre las mías. Louis asintió y nos sonrió mientras se nos inundaban los ojos. Le di un beso a Z en la mejilla y le dije que la quería; me respondió que ella también me quería a mí.
               -Si te sirve de consuelo, nosotros también la echamos mucho de menos cuando se fue en Navidad. Ya es parte de la familia-me miró con unos ojos chispeantes, océanos iguales que los de su hijo, aunque probablemente con más contenido de salinidad por pasarse más años erosionando la vida. Y yo no pude contener más las lágrimas. Zoe me estrechó entre sus brazos.
               -Lo sé. Ella también os echó de menos. Sé que la cuidáis bien aquí-y pasó a contarle a Louis la versión para niños de lo que habíamos hecho en nuestro tiempo juntas. Fue lo suficientemente delicada como para no contarle que básicamente me había dedicado a ponerle los cuernos a su hijo con tipos que no me satisfacían mientras me imaginaba que eran él.
               Tommy nos puso un par de copas de vino tinto en la mesa. Zoe lo miró con admiración. La verdad es que yo también flipé bastante: es decir, Zoe pedía vino cuando estaba en casas ajenas, porque nos gustaba el vino tinto y porque era más fácil de conseguir que un cóctel. Pero de ahí a que Tommy se acordara…
               La está conquistando, pensé con admiración cuando Zoe cogió su copa, hundió la nariz en ella, a continuación la agitó (vaya cómo presume, la tía, la adoro, pensé al ver las caras de los chicos) y por último le dio un tímido sorbo.
               -Mm. ¿Provenzal?-preguntó, y Tommy asintió.
               -¿Cómo lo sabes?
               Oh dios, allá venía. La charla de “en realidad no soy 100% americana, de hecho, tengo un 3% de sangre indonesia, ¿no es genial?”.
               Todos en Estados Unidos hacíamos la misma tontería de buscar en google cuáles eran nuestras raíces. La diferencia era que los americanos de primera generación (yo) no lo decíamos, porque cuando no acertaban que eras medio inglesa, la cosa te hacía sospechar.
               Pero los americanos de sexta generación (Zoe) presumían de ser ciudadanos del mundo aun sabiendo que aquellas webs no tenían manera de rastrear tu origen genético con veracidad porque, hola, no te piden nada de lo que extraer tu ADN.
               -Mi familia tiene propiedades en Francia-anunció Zoe con el orgullo de quien habla de su coche nuevo. Scott alzó las cejas.
               -¿Sí?
               -Sí. Viñedos. Creo que un castillo-meditó Zoe-. Y, bueno, tengo ascendencia francesa. Un 17%, para ser exactos-alardeó. Yo sonreí.
               -Eres más europea que Diana-Scott chasqueó la lengua.
               -Yo no soy europea.
               -Nena-intervino Tommy-, tu madre es española y tu padre es inglés. No me extraña que te guste tanto la gente de aquí.
               -El gusto me va y me viene-repliqué, cruzando las piernas y lanzándole una mirada cargada de intención mientras daba un sorbo de mi vino.
               -¿Sí? O sea, que si hoy me paso por tu habitación de noche, ¿puede que me rechaces?
               -De noche suele gustarme la gente. No discrimino de continentes-informé. Y Zoe se echó a reír.
               -¿Por qué no les enseñáis la casa y no las lleváis a conocer el barrio después, chicos?-sugirió Louis-. ¿O estás cansada, Zoe? Tienes la cama lista, por si quieres echarte. Espero que no te importe compartirla con Diana.
               -No sería la primera vez-dijo, bebiéndose el vino.
               -Ni la última-asentí yo.
               -Joder-bufó Scott-, ahora que duermo aquí esta noche, Tommy.
               Tommy puso los ojos en blanco y no dijo nada, sólo soltó un bufido y nos llevó hacia la cocina.
               -Aquí me tiré a Diana una vez-espetó después de que entráramos.
               -¡Tommy!-protesté. Él sonrió y me dio un beso en la frente. Y luego, nos llevó al comedor.
               -Aquí es donde comemos. Varias veces le metí mano a Diana aquí-señaló una silla-. Y aquí. Ah, y en esa también.
               -¿Vas a ir dando información sexual sobre cada rincón de esta puñetera casa?-quise saber.
               -Pues sí. Ah, pasemos al jardín. Antes de ayer, Diana y yo follamos en esas hamacas. Fue bestial, la verdad.
               -¿Tenéis JARDÍN?-bramó Zoe. Scott y Tommy asintieron-. ¡Toda mi vida he querido tener un jardín en mi casa de durante el curso!
               Como buenas neoyorquinas, aspirábamos a tener un ático en la zona más exclusiva de nuestra ciudad, y en los Hamptons una casa inmensa con un jardín más inmenso aún. Si podía ser de varias hectáreas, mejor.
               Salimos de nuevo al sol y Zoe se echó el pelo hacia atrás para que el viento no le impidiera observar las plantas que Eri cuidaba con tanto mimo. Tras inspeccionar la piscina y la pequeña cancha de baloncesto, amén de las flores y los árboles en que se empezarían a formar pronto los capullos de las flores, se giró sobre sus talones y le preguntó a Tommy:
               -Tu hermano pequeño, ¿tiene novia?
               -Tiene diez años-informó.
               -Soy una mujer paciente. Y no me importaría ser la amante. Es decir, mira esto. No me extraña que tuvieras tantas ganas de volver, zorrita-se rió, poniéndome una mano en el hombro.
               -Es que las flores son muy bonitas.
               -Sí, las plantas de esta casa son de primera calidad. Sobre todo, los troncos-insinuó Tommy. Le di un manotazo en el hombro.
               -¿Nos llevas al piso de arriba, o vas a seguir haciéndote el gracioso?
               -Depende de para lo que quieras ir al piso de arriba, nena-Tommy me guiñó un ojo, yo le hice un corte de manga.
               -Para que nos dejéis solos a Scott y a mí-sonrió Zoe, mirando al susodicho de arriba abajo.
               -Que tengo novia, Zoe-suspiró Scott.
               -Bueno, ¿y qué? No tiene por qué enterarse. Yo no se lo voy a contar.
               -De hecho, es bastante probable que lo haga. Estamos en su casa-explicó Scott. Zoe se volvió y me miró, desencajada, pero yo asentí.
               -Me rompes el corazón, inglés-se lamentó, agarrándose el pecho.
               -Eh… lo siento.
               -¿Está aquí?
               -¿Quieres conocerla, Z?
               -Quiero ver si tengo posibilidades.
               -Eres más guapa que ella-aportó Tommy.
               -Eso es mentira-replicó Scott, lanzándole una mirada envenenada. Tommy le revolvió el pelo que Scott no tenía y nos condujo escaleras arriba. Nos enseñó su habitación (“aquí me he tirado mucho a Diana”), luego nos llevó a la de Eleanor…
               … en la que no estaba la susodicha…
               … y, por último, le tocó el turno a la mía. Tiré de la cuerda para abrir la trampilla y sacar las escaleras y la empujé hacia arriba. Me colgué de su brazo en cuanto subí.
               -Esta es mi habitación. Mi cama-señalé y alcé las cejas.
               -¿Aquí es donde tu inglés te monta? Miau-arañó el aire.
               -Querida-respondí, haciendo una imitación del acento de los chicos-, la que le monta soy yo.
               -Ahora que Scott está cogido, deberíamos compartirlo.
               -Zoella-gruñí. Ella alzó las manos.
               -Es broma. Bueno, al menos, medio broma-se sentó en la cama y cruzó las piernas mientras los chicos entraban-. Vale, ¿qué vamos a hacer?
               -¿Qué quieres hacer?
               -Ver Londres. Enseñadme la joya de la corona-exigió Zoe, sonriendo. Los chicos asintieron, se miraron un momento y comenzaron a discutir sobre sitios. Zoe abrió su maleta y sacó ropa para cambiarse.
               Eché a Scott y Tommy de la habitación cuando ella empezó a desnudarse porque sabía que ella no les diría nada y ellos no se moverían. Tuvieron la poca vergüenza de protestar, pero yo los expulsé de todas formas y cerré la trampilla tras de mí. Me volví para mirarla.
               -Tú quieres un bastardo inglés, ¿no es eso?
               -He venido a jugar-sonrió Z, cambiándose los pendientes-. ¿Cuántos amigos solteros tienen?
               -Tres.
               -Delicioso-abrió el espejo que guardaba en su bolso y se retocó los labios.
               -Uno es gay.
               -Adoro los retos-sonrió.
               -¿De esto debo deducir que Max va a tener unos cuernos como un ciervo?
               -He roto con él.
               Me quedé helada.
               -¿Qué? Zoe, pero… tú le querías.
               -Se volvió un auténtico capullo. Al poco de marcharte tú, se me puso todo chulo. Quería que pasara más tiempo con él ahora que no tenía mi “excusa rubia”-hizo el típico gesto de las comillas y fingió una arcada-. Yo le dije que de eso ni hablar, que no aguantaba a los imbéciles de sus amigos si no estaba drogada hasta el culo, ¡y no va el tío y me dice “pues drógate, que te vuelves más guarra cuando estás puesta”!
               -¡Menudo subnormal!
               -¡Eso le dije yo! Le di una patada en los huevos y lo dejé retorciéndose en su casa. Ahora que lo pienso, debería haberlo hecho en público, para que alguien lo grabara y se hiciera viral. Se merecía la humillación mundial-se echó a reír-. Pero en fin, el caso es que a los pocos días me hizo una tontería en el instituto, de esas que me llegan a mi tierno corazón, y le di otra oportunidad.
               Me crucé de brazos.
               -Zoe.
               -Vale, follamos.
               Alcé las cejas.
               -Está bien, ¡me comió el coño! ¡Dios mío, qué he hecho, matar al presidente! ¿Vas a llamar al FBI? ¡Qué culpa tengo yo de que haga unos cunnilingus de alucine! ¡Tú misma has experimentado esa lengua en tu propia piel!
               -¡Él no te merece, Z!
               -Ya, pero a mí no me han mandado al otro extremo del océano con mi príncipe azul. Así que me conformo con mi chico de los establos con la lengua más maravillosa de todo el continente-aleteó con las pestañas.
               -No vas a cambiar nunca, ¿a que no?
               -Ugh, y menos ahora que tengo que llevar el instituto yo sola. Pero bueno… le dejé porque tengo conciencia, ¿sabes? Y porque ni de coña iba a tener nada que me atara viendo cómo estaba el panorama. Jesús bendito-se frotó la cara-. Para estar todos emparentados con todos, bien que conservan los mejores genes.
               Me reí.
               -Hacen lo que pueden.
               -Además-sonrió con maldad-, yo no soy una golfa de tu calibre. No dejo a mi novio cascándosela en un país para ir a ponerme de rodillas delante de otros. Tengo conciencia.
               -Yo también-repliqué-. Pero la carne es débil. Y yo tengo mucha carne, ya sabes-me pasé una mano por la cintura y nos reímos.
               -Chica-Zoe sacudió la cabeza-. No sé cómo pudieron ponerte los demás, viéndolo a él.
               -Está bueno, ¿eh?-presumí, sentándome a su lado.
               -¿¡Bueno!? Estoy segura de que ya he engordado dos kilos de tanto mirarlo. Dios mío, no me extraña que el calentamiento global todavía sea posible-se apartó el pelo de la cara y se abanicó. Yo me eché a reír-. ¿Y ese acento? Quiero que me lea el diccionario. Uf. No me extraña que cerraras la puerta cada vez que él te llamaba-se le encendieron las mejillas.
               -Es verdad, no eres una golfa de mi calibre, ¡eres peor que yo!-protesté, y la empujé.
               Zoe se echó a reír, se agitó el pelo y me guiñó un ojo.
               -¿Seguro que no me das un poquito de tu inglés?
               Fingí que me lo pensaba, pero la verdad es que la idea ya me había rondado por la cabeza desde que la invité.
               Y estaba segura de que Tommy accedería nada más ofrecérselo.
               Le di una palmada lo más cerca que pude del culo.
               -Si te portas lo suficientemente bien… me lo pensaré.
               Zoe hizo un puchero. Yo me hice la dura y ahí se acabó la discusión. Salimos de mi habitación y fuimos al encuentro de los chicos, que anunciaron que nos iban a llevar a comer por ahí. Estábamos yendo hacia el metro cuando nos cruzamos con Eleanor y Eri, que volvían del centro. Zoe fingió disgustarse cuando Scott le dio un beso en los labios a Eleanor, y asintió con entusiasmo cuando Eri le dijo que ni se le ocurriera hacer planes para cenar fuera: iba a cenar en casa.
               Cogimos el bus urbano, llegamos a la parada de metro más cercana, y empezamos a recorrer las entrañas de la ciudad.
               -¿Dónde quieres ir primero, Zoe?-le preguntó Tommy.
               -Big Ben-anunció. Los dos chicos se miraron.
               -¿Va en serio?
               -Pues claro. Tengo que hacerme una foto ahí. De lo contrario, y en cuanto a lo que Instagram se refiere, no he pisado Londres-sentenció. Scott se cruzó de brazos, se escurrió por el asiento y miró a Tommy.
               -Guiris-dijo, y Tommy asintió con la cabeza y se encogió de hombros, como diciendo “es lo que hay”. Zoe mandaba y nosotros obedecíamos.
               Salimos a la calle, nos encontramos con literalmente medio mundo haciéndose fotos en la esquina del puente que daba al Parlamento, y nuestros ingleses esperaron con paciencia a que nos hiciéramos todas las fotos que queríamos.
               Incluso se pusieron a parar a la gente para que saliéramos nosotras solas, importantes como éramos, pero qué ricos eran.
               -¿Siguiente parada, milady?-preguntó Scott, y Zoe fingió pensárselo.
               -Buckingham Palace.
               -Uf, ¿puedes ser más extranjera?
               Zoe le sacó la lengua y echó a andar en una dirección. Resultó ser la contraria. Tommy la agarró de la mano antes de que cruzara un paso de cebra sin mirar (casi la atropellan, por la jodida costumbre inglesa de ir conduciendo por el lado equivocado de la carretera) y la llevó por la calle correcta.
               Zoe vio en esto la oportunidad del milenio, pues se colgó del brazo de Tommy, y yo sabía que se quedaría ahí todo lo que pudiera, como un murciélago en una cueva oscura. Tommy le dijo algo y ella se rió.
               Y toda la ansiedad que había sentido esa noche se disipó, ya no quedaba ni el recuerdo. Pues claro que Zoe y Tommy se llevarían bien. Yo les quería, y ellos a mí. Con eso, sería suficiente.
               Miré a Scott, que iba también observando cómo T y Z caminaban entre la multitud. Scott me miró a mí y sonrió.
               -¿Qué miras, americana?
               -Estoy decidiendo.
               -¿Se puede saber el qué?
               -Quién adora más a la pareja de quién: si tú a mí, o Zoe a Tommy.
               Scott dejó escapar una risa entre dientes.
               -Yo de ti, me andaría con ojo. O acabarás sin novio y sin mejor amiga.
               -Entonces, te tocaría consolarme-dije, cogiéndole la acara y apretándole los mofletes-. Menudo regalo, ¿eh?
               -¿Naciste siendo un grano en el culo, o fuiste convirtiéndote en uno?-se rió, me agarró de la cintura cuando fui a cruzar la calle de la misma forma que Zoe (o sea, sin mirar al lado adecuado) y me salvó de ser atropellada por un ciclista. Me dio un empujoncito y me llevó hasta el otro extremo de la calle, donde Tommy y Zoe nos esperaban.
               -¿Qué? ¿Os voy reservando un hotel?-inquirí, picada. Tommy me agarró y me dio un beso en la sien, como diciéndome que no tenía nada de qué preocuparme. Ya lo sabía, era Zoe.
               Jamás haría nada que pudiera hacerme daño. Jamás.
               Seguimos en comitiva paseando hasta el cuartel de la Guardia del Rey. Scott protestó cuando Zoe fue a hacerse una foto con los guardias, de modo que Tommy lo arrastró a hacerse una foto con ellos.
               -Tengo una reputación que mantener, Tommy-gruñó Scott, fastidiado.
               -Cállate y hazte una foto conmigo y los guardias, ¿no ves que no tienes ninguna? Eso es porque no tuviste infancia.
               -No, fue un suplicio desde que cumplí los 6 meses, porque me salió un tumor extracorpóreo del que no he conseguido librarme aún.
               Zoe frunció el ceño, sin entender.
               -Scott es seis meses mayor que Tommy-expliqué.
               -Ojalá Scott o Tommy estuvieran seis meses encima de mí-replicó. Yo me reí, y les hice una foto. Seguimos por el parque, nos acercamos a los estanques, les tiramos comida a las aves y corrimos a toda velocidad cuando un pelícano decidió perseguirnos para llevarse todo nuestro pan. Los chicos nos siguieron a una prudente distancia, alejados de la furia y la atención del pelícano, y se reunieron con nosotras cuando nos quedamos sentadas en el prado húmedo, después de que el pájaro infernal se hartara de perseguirnos y fijara otras víctimas.
               Había artistas callejeros tocando una versión de una canción que yo no conocía. Zoe se los quedó mirando. Había cientos, miles de esos en Nueva York, pero rara vez nadie les hacía caso.
               Allí, sin embargo, todo era diferente. Incluso el sol brillaba de manera distinta.
               El sol de allí era un chico, sentado a mi lado.
               -¿Cantáis las canciones de vuestros padres como Diana canta las del suyo?-preguntó de repente mi amiga.
               -A veces-contestó-, pero ahora, con la banda, seguro que tendremos que hacerlo más a menudo.
               Yo fruncí el ceño y los miré. Zoe sólo asintió y volvió la vista hacia los músicos, que estaban terminando una canción.
               -¿Eres gilipollas?-gruñó Tommy en susurros.
               -¿Qué?-espetó Scott.
               -¿Por qué has dicho justo ahora, Scott? ¿Quieres que te parta la cara?
               -Tendrás que decírselo en algún momento, ¿no? Eres tú el interesado en entrar en esta edición.
               -No se lo voy a soltar así, a bocajarro.
               -Qué gracioso: fue así, a bocajarro, como me lo soltaste a mí.
               -¿De qué habláis?-pregunté. Los chicos me miraron, luego, volvieron a mirarse.
               -Scott-dijo en voz más alta Tommy-, ¿por qué no vas con Zoe a buscarle algo para comer mientras Diana y yo os guardamos el sitio en el parque?-sugirió-. Seguro que está famélica.
               Como para corroborar su teoría y apoyar su plan, las tripas de Zoe rugieron.
               -Pero… vamos a comer en nada-protestó Scott.
               -Que vayas con Zoe a por algo de comer, me cago en mi madre-gruñó mi inglés. Scott me miró un momento, se mordió el piercing, y asintió con la cabeza.
               -¿Y si vamos todos?-invité.
               -Estoy a gusto aquí, Didi-Tommy me acarició la espalda.
               -¿Te cogemos algo, zorrita?-preguntó mi amiga. Negué con la cabeza y Scott y Zoe se alejaron por los caminos de cemento, en dirección a una de los bares del centro del parque.
               -¿A qué ha venido todo eso?-pregunté, pero Tommy no me miraba.
               -¿Por qué Zoe y tú os llamáis “zorrita”?-quiso saber. Me encogí de hombros.
               -Unos tíos empezaron a llamarla zorra en el instituto. Cuando empezamos a salir, y tal. Decían que, como era pelirroja, era imposible distinguirla de una zorra. Así que empecé a llamarla así para que no le disgustara. Que no lo relacionara con ellos. Y así se quedó-puse los ojos en blanco-. Pero no me cambies de tema. ¿Sobre qué cuchicheabas con Scott?
               Tommy suspiró, cogió un puñado de hierba y jugó con él. Pensé que no iba a contestarme y que tendría que insistir (ni de coña me quedaría sentada, de brazos cruzados, sin saber a qué se debía aquella mini escena), cuando finalmente habló, mirando al estanque en el que el pelícano nadaba con un bocadillo robado en la boca:
               -Scott estaba agobiado porque no sabía qué iba a hacer. Yo también lo pasé bastante mal pensando en un futuro para él. Pero se me ocurrió algo-me miró. Y no dijo nada más.
               -¿Quieres que… le meta en el mundo de la moda?-pregunté, y él negó con la cabeza.
               -No. No, no es eso, yo… joder, Didi, es que… es una locura, ¿vale? Ten la mente abierta, como la sueles tener siempre, por favor-se pasó una mano por el pelo y se mordió el labio-. Escucha, se me ocurrió… formar… una banda.
               Pestañeé.
               -Es una buena idea. Scott canta bien. Y tú también. Y estaríais juntos.
               -Sí, ¡exacto! Me alegro de que lo pienses porque, bueno… me gustaría… nos gustaría… que formaras parte de ella.
               Noté cómo la sangre huía de toda mi cara.
               -Joder, Diana, te dije que mantuvieras una mente abierta-protestó Tommy, viendo el rechazo ya en mis rasgos.
               -No, si yo… eh… la tengo, pero… ¿estás seguro de que funcionará? Es decir… ¿por qué yo? ¿Por qué me queréis precisamente a mí? Yo ya tengo una carrera, y dinero suficiente para vivir con comodidad el resto de mi vida.  No necesito…
               -Eres su única hija.
               Fruncí el ceño.
               -No lo… no lo entiendo, Tommy. ¿La única hija de quién?
               -Soy el hijo de Louis. Scott es el hijo de Zayn. Venga, americana. Lo demás viene solo.
               Tommy es el hijo de Louis.
               Scott es el hijo de Zayn.
               Chad es el hijo de Niall.
               Rob es el hijo de Liam.
               Y yo… yo soy la única hija de Harry. Nadie puede ocupar mi lugar. No tengo más hermanos. Nadie me discutiría mi puesto. Estoy en la misma situación que Chad.
               -Pero… Rob tiene doce años-susurré-. La diferencia de edad…
               -Es mi culpa. Me he expresado mal. Scott es el hijo de Zayn, pero yo no soy el único hijo de Louis. ¿Sabes a qué me refiero?
               Scott es el mayor. Tommy es el mayor. Chad es el mayor. Layla… Layla es la mayor. Yo soy la mayor porque, como Chad, yo soy la única.
               -¿Queréis… primogénitos?-pregunté en un hilo de voz. Tommy sopesó la pregunta, y después asintió despacio.
               -La diferencia de edad es mínima. Layla te saca tres años. A Chad, tres y medio. No es como con Rob. Rob y Scott se llevan… ¿casi seis? No estoy seguro.
               -Pero… Chad, tú y Scott podríais ir perfectamente solos. Con tres chicos basta. No sé por qué… no entiendo por qué me necesitáis a mí.
               Me costaba respirar.
               -Pues… es egoísta-Tommy se mordió el labio-. Pero creo que así sería mejor. Nosotros cinco. Como los originales. Y si vosotras… si Layla y tú accedéis… bueno, estaría el lote completo. Y yo no tendría que renunciar a vosotras.
               Me lo quedé mirando.
               -Yo no… no puedo estar lejos de ti. ¿Navidades? Un puto infierno. No puedo… necesito dormir contigo. Necesito sentirte respirar a mi lado, Diana. Si no estás conmigo, si… si esto sale bien, y si tú no estás conmigo, podríamos estar meses separados. Meses, Diana. Yo no aguanto ni una semana con Scott. Pero un mes sin ti… dios, un mes sin ti sería un suplicio. Imagínate meses. Años. Quién sabe lo que eso nos haría.
               -Tommy-susurré.
               -Además-añadió-, así me aseguraría de que estuvieras conmigo en mi próximo cumpleaños. De que vieras el otoño otra vez aquí. No quiero que te marches. Eres mi familia. De las mejores cosas que me han pasado en la vida ha sido ir a recogerte al aeropuerto.
               Me incorporé, me acerqué a él y le di un beso en los labios. Estaba destrozado, a punto de llorar. Le acaricié la mejilla con el pulgar.
               -¿Por qué no me lo dijiste?
               Se encogió de hombros.
               -¿Por qué querrías hacerlo? Tienes tu carrera, tienes tu dinero, tienes tu fama. No nos necesitas. Tenía que convencer primero a los demás. Pensé que, si veías que Scott, Chad y Layla estaban dentro, sería muy fácil que tú quisieras unirte. Pero eso ahora ya no importa.
               Le pasé un dedo por los labios, seguí la línea de su mandíbula hasta su barbilla.
               -¿Y por qué no iba a querer hacerlo?-inquirí. Me miró a los ojos, sorprendido-. Tengo mi carrera, tengo mi dinero, tengo mi fama. Puedo ayudar. Además, no me estaría arriesgando como vosotros. Si saliera mal, todavía tendría los desfiles. No me juego tanto como vosotros. Y además…
               -¿… además?-me animó.
               -Además… estás tú. Eres mi hogar. ¿Lo que te dije el otro día? ¿De que te seguiría hasta el fin del mundo? No era yo estando borracha de felicidad y hablando por hablar. Bueno…-me sonrojé. No podía creerme que estuviera fuera de casa, hablando de cómo Tommy podía hacerme sentir en casa incluso a miles de kilómetros, a continentes de distancia de mi hogar real-. Sí que estaba un poco borracha de felicidad. Pero eso es lo que me pasa cuando estás dentro de mí. Te seguiría hasta el fin del mundo, Tommy. Y una banda ni siquiera es el fin del mundo.
               Sentí cómo se le quitaba un peso de encima y podía volver a respirar tranquilo.
               -¿Me lo estás… diciendo… de verdad?-dijo despacio, como si nuestras diferencias de acentos nos hicieran no entendernos. Asentí despacio con la cabeza, le acaricié la mejilla de nuevo con el pulgar, y él acunó la cabeza sobre mi mano.
               -Claro que sí. Mi inglés precioso-le di un beso en los labios-. Además… no te voy a dejar solo con Layla. Tienes las manos muy largas-sonreí, y él se rió-. Alguien necesitará que la protejan de esa sonrisa tuya.
               -Dios, Didi, no sabes… yo… gracias. No sé… buf-bufó, sonriendo. Se pasó una mano por el pelo-. Realmente, no sé qué decir.
               -¿Qué tal “te quiero, Diana”?
               Sonrió y me atrajo hacia sí.
               -Te amo, Diana-me dijo en ese sexy idioma que tenía que empezar a dominar urgentemente. Ojalá me hablara con esa voz rasposa hasta el día en que me muriera. Le pasé los brazos por el cuello y empecé a besarlo despacio, pero con muchísima profundidad. Él me agarró de la cintura y se aseguró de que no pudiera escaparme, como si fuera a intentar hacerlo.
               -Tommy-susurré, separándome un poco de él, que me miró a los labios.
               -¿Qué?-dijo en voz baja, como hacía cuando estábamos haciendo el amor y nuestros cuerpos permanecían unidos. Nada debía romper la magia de nuestra alianza, ni siquiera las más hermosas palabras de amor.
               -Te das cuenta…de que tengo… el mejor novio del mundo, ¿verdad?
               La sonrisa que me dedicó bien valía que colgara las alas de Victoria’s Secret y me quedara en casa a vivir de él, a no separarme ni un segundo de él. Lo habría hecho si me lo hubiera pedido. No podía decirle que no. A mi inglés, no.
               -Es que se lo pones muy fácil, americana.
               Seguimos besándonos hasta que escuchamos pasos a nuestro lado. Cuando levantamos la vista, Zoe nos sonreía desde arriba, como una especie de divinidad a la que le encantan sus hijos.
               Y Scott tampoco se quedaba corto. Le gustaba ver a su hermano feliz. Aunque fuera con la americana que tan mal le había caído tiempo atrás.
               Especialmente con la americana que tan mal le había caído tiempo atrás, antes de contarle su historia y de que ella le contara la suya.
               -¿Es que no hay nada que no puedas conseguir, Tommy?-preguntó Scott. Tommy se volvió hacia él, hizo una visera con la mano para que no le molestara el sol, y espetó:
               -Ser más feo que tú.        


El primer capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré



Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

8 comentarios:

  1. SE PUEDE HACER UN CAPÍTULO MAS PERFECTO QUE ESTE?
    Es que me ha encantado absolutamente todo desde los nervios de Diana por la llegada de Zoe hasta la conversación Tiana sobre la banda. PERO LO MEJOR HA SIDO LA LLEGADA DE ZOEEE ES TAN DIVA Y TAN GENIAL QUE NO HE PODIDO EVITAR REÍRME POR SUS INTENCIONES Y MINI INFARTOS POR SCOMMY!!
    Yo creo que me representa en la vida más que nadie en esta novela QUE DURE MUCHO!!

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    1. AY ARI TE JURO QUE ME HE MUERTO DE AMOROSIDAD SDFGHJKLÑ SCOMMY SERÁN PRECIOSOS PERO TIANA MADRE MÍA ME DAN CALORES.
      Y POR FAVOR HABLEMOS DE QUE DIANA ESTÁ HIPER FELIZ PORQUE SU MEJOR AMIGA Y SU CHICO NO SÓLO ESTÁN EN EL MISMO CONTINENTE NI EN LA MISMA CIUDAD, ES QUE VAN A COMPARTIR CASA POR UNOS DÍAS AYYYYYYYYYYYY
      ojalá durara para siempre Chasing the stars de verdad, ya es parte de mí, llevo tanto escribiéndola que no sé qué va a ser de mí cuando la termine
      Me queda el consuelo de Sabrae, pero aun así❤

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  2. Pues nada, yo creo que eres ya capaz de sacar tu propio libro, a este paso💕

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    1. AY YAIZA QUÉ ILUSIÓN ME HA HECHO JOPÉ qué cuqui eres te muerdo un moflete ❤

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  3. Vamos a ver pero esto que es zoe que hace manoseando y fantaseando con mi scott quién se lo ha permitido porque yo NO
    Diana ha aceptado a la primera no me lo creo ni yo ??????? Tommy hace magia
    TIANA MIS PADRES LA DIANA DE ANTES ERA UN GRANO EN EL CULO PERO DESDE CUANDO TOMMY Y ELLA VAN EN SERIO NO HAY QUIEN LA ODIE
    OJALA TERMINAR YA 2° PA PODER EMPEZARME SABRAE

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    1. HE GRITADO CON LO DE ZOE "MANOSEANDO" ES QUE #SABÍA QUE TE IBA A OFENDER y en parte por eso lo puse
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      En el fondo a Diana le va a hacer muchísima ilusión todo este asunto, salseo is coming.
      APRECIEMOS EL CHARACTER DEVELOPMENT DE DIANA ES QUE LA MIRAS EN LO PRIMEROS CAPÍTULOSY LA MIRAS AHORA Y DIRECTAMENTE ES OTRA PERSONA UF
      Ojalá terminarte ya segundo para poder empezar a dejarme comentarios deliciosos también en Sabrae (DONDE VA A HABER MUCHÍSIMO SABRALEC POR CIERTO ASDFGHJKLÑ)
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞❤

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  4. MADRE MIA QUIERO QUE TIANA ME ADOPTEN NO SE PUEDE SER TAN BONITOS EN ESTA VIDA ❤
    Me he reído un montón con Zoe, me representa al 100% con Scommy yo también quiero que estén seis meses encima de mí xd
    Y algo que me ha encantado es el contraste entre cómo describía Diana Nueva York al principio de la novela y como lo describe ahora, cuánto han cambiado las cosas. Estoy deseando conocer mejor su historia, es un rayito de sol esta chica ❤
    (Podemos hablar de que todas las chicas de esta novela son un bizcochito y unas putas amas a la vez madre mía que me adopten ellas también) ((Excepto Megan, esa mala pécora no cuenta))

    - Ana

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    Respuestas
    1. "Quiero que Tiana me adopten" es el lema de mi vida gRACIAS por ponerlo por fin por palabras
      Es que UF partimos de la base de que Scommy están buenísimos y claro, Zoe ve lo que T le ha hecho a Didi y piensa "yo quiero eso para mí" y Scott es un sabrosón arábigo y puES PASA LO QUE PASA SABES
      La historia de Diana es muy flipante y yo la veo muy preciosa, es de superación y no sé, mega cuqui❤ pronto conoceréis más detalles; ya casi tenéis toda la idea, es lo malo de que CTS esté empezando a terminarse
      ((Vivan las chicas de esta novela y vivan las chicas en general))
      *.⋆( ˘̴͈́ ॢ꒵ॢ ˘̴͈̀ )

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