domingo, 29 de octubre de 2017

Shasha.

Mamá se echa el pelo hacia atrás y se hunde un momento en la bañera. Me la quedo mirando mientras uno de los barquitos se agita con las olas que ha formado al hundirse.
               Pasa algo raro. Mamá y papá llevan varias semanas sin dejar de mirar revistas, señalando cosas, apuntando en una libreta manoseada y haciendo un montón de llamadas. Scott y yo nos pasamos gran parte del tiempo en casa de Tommy y Eleanor. Me pregunto si habremos hecho algo mal. ¿Estarán encargando otros niños por catálogo?
               Espero que no. Puede que no sea la niña más lista del mundo, ni la más guapa, pero sí soy la que más quiere a papá y mamá. No me gustaría que me cambiaran por otra.
               Mamá resurge de la superficie del agua. Se pasa una mano por la cabeza, pegándose le cuello al a nuca, y se frota la cara. Me mira a los ojos y me sonríe.
               -Mami-digo, porque hay que marcar territorio. Su sonrisa se ensancha y se estira para recogerme, y yo me dejo mimar. Me gustan nuestros baños, aunque también me gustaría que los compartiéramos con Scott y papá más de vez en cuando. Hay veces en que nos metemos solas en la bañera, y yo me dedico a chapotear mientras ella me observa con amor. Otras veces, Scott se mete con nosotras y los dos jugamos a mojarnos mientras ella nos mira y sonríe, o simplemente se dedica a leer un libro cuando hace que el agua críe espuma, con el pelo recogido, seco, y una copa con zumo en la mano.
               Papá llama a esos baños los “chapuzones de relax”. Y mamá ha estado necesitándolos bastante últimamente.
               Me recoge, me sienta sobre sus muslos y me da un besito en la mejilla mientras me hace cosquillas en la tripa que me arrancan una sonrisa.
               -Mi princesita-me dice, y yo me río y me acurruco contra su pecho-. Qué bien hueles-susurra, inhalando el aroma de mi melena húmeda-. Hueles a nube.
               Yo me estremezco y me río, me cuelgo de su cuello y no me suelto hasta que no se me cansan un poco los brazos. Mamá me acaricia la espalda y me aparta mechones de pelo que se me han ido secando de la cara para poder observarme bien.
               -¿Sabes qué día es mañana?-me pregunta, y yo me la quedo mirando. Parpadeo despacio y niego con la cabeza con vehemencia. ¿Qué día es mañana?-. Mañana, papá y yo nos vamos a volver a casar.
               Sigo mirándola, sin saber lo que eso significa. Parece algo bastante grave e importante. Pero la sonrisa que se esboza en su boca me hace pensar que no es tan grave, después de todo, así que yo le devuelvo la sonrisa y le doy un beso en la mejilla antes de volver a chapotear en el agua. Mamá me contempla hasta que le parece que tirito demasiado, momento en el que sale de la bañera, se envuelve en una toalla y me recoge para envolverme en otra a mí también. Se pone un albornoz de esos que me encantan, porque no tienes que pasarte nada por las piernas, sino por los brazos, y te lo anudan en la tripa y tú ya estás lista para salir del baño, y con una toalla blanca y tremendamente suave se afana en eliminar cada gotita de agua de mi piel. Me sienta sobre la tapa de la silla con un agujero enorme que todo el mundo usa menos yo (y la verdad es que me alegro, tengo miedo de colarme) y se quita el albornoz para pasarse una toalla por la melena negra como el azabache. Se anuda una toalla por el cuerpo y se cepilla el pelo. Se mira con atención y se pasa una mano por el hombro, estudiando cada milímetro de su reflejo.
               -Mami-repito, y ella se vuelve y me sonríe, se arrodilla ante mí y me da un toquecito en la nariz-. Gupa-le cojo la cara y le paso los dedos por los mofletes como hace papá cuando va a besarla. Mamá se echa a reír y me abraza.

domingo, 22 de octubre de 2017

Styles.



Me latía el corazón a toda velocidad mientras el ascensor escalaba por los pisos en dirección a la azotea acristalada. Hacía una semana que había salido de rehabilitación, y después de mucho pensármelo en mi reclusión, había terminado diciéndoles tanto a Tommy como a mis padres que quería hacer una entrevista explicando todo por lo que había pasado esos años.
               -¿Estás segura?-me había preguntado mi chico cuando se lo anuncié, justo después de terminar de hacerlo tan despacio que incluso me dolió. Yo había asentido con la cabeza y había jugado con le pelusilla de su pecho antes de contestar, deteniéndome en ese momento tan nuestro en el que el mundo se había detenido, el tiempo se había parado, y sólo existía todo lo que estaba en el interior de la cama, nuestros cuerpos desnudos y nuestras caricias cálidas.
               -Es lo que tengo que hacer. Es lo justo-expliqué, y él asintió con la cabeza y me dio un beso en la mía.
               -Estoy orgulloso de ti.
               -Yo también-contesté, y él me tomó de la mandíbula y me hizo mirarle.
               -Eso era justo lo que yo quería oír.
               Mis padres se habían ofrecido a poner todos los medios para que yo pudiera confesarle al mundo lo que me había pasado. No compartían la idea de que saliera a airear mis trapos más sucios, pero lo respetaban y celebraban que me viera lo suficientemente fuerte y capaz como para llevar a cabo una confesión tan importante.
               Incluso habían dicho que quizá sería mejor que lo hiciera en casa, que  se anunciara por los medios de comunicación pero yo utilizara una plataforma que pudiera controlar. Me había negado. En mi cabeza, había trazado un plan.
               El rumor de que iba a volver de la oscuridad con una entrevista en la que no iba a dejarme nada en el tintero corrió como la pólvora entre los periodistas y encargados de páginas web de cotilleos. Nadie quería perderse los entresijos de la complicada y glamurosa vida de Diana Styles, la heredera de un imperio musical y de la moda cuyas fronteras se extendían hasta el último rincón del mundo. ¿Qué tendría que decir la niña mimada de la ciudad más consentida del mundo?

¡Mil millones de gracias!


               No puedo creer que haya llegado este día después de tantísimo tiempo. Llevo escribiendo esta novela desde finales de 2013, después de acabar la primera con un final agridulce cerrado para evitar que terminaran pasando cosas como ésta.
Probablemente los que lleváis conmigo desde aquella novela en la que cierta protagonista entraba en un bar y su vida se ponía patas arriba os preguntéis por qué removerlo todo. Tanto sufrimiento para nada, Eri, ¿joder, de verdad tenías que hacerlo? Pues sí. Bueno, en mi defensa diré que me sentí obligada.
               Veréis, Chasing the stars no es más que el producto de otro sueño que tuve hace años, exactamentei gualque lo fue su secuela. En mi sueño, del que apenas recuerdo nada, Louis se me aparecía (como si fuera la virgen, o algo así) y me decía una única frase. Una frase que desencadenó todo lo que acaba de pasar:
               -¿Y qué pasa con nuestros hijos?
               Comencé a escribir esta novela más que nada por la diversión de pensar qué era de Tommy, de Layla, de Eleanor, de Diana.  Estaba terminando Light Wings y francamente no me veía escribiéndola con las mismas ganas con la primera novela que había hecho, ni como los borradores que empecé a redactar de esta historia a la que he entrado 4 años de mi vida.
               No me arrepiento en absoluto de la decisión que tomé. Es más, creo que ha sido la mejor que he tomado en toda mi vida, no sólo por la respuesta que ha provocado en mi blog, sino en cómo me he involucrado con los personajes. He conseguido muchísimas cosas con esta historia que no había conseguido antes, he llorado y he reído y he sufrido por personas que no existen en mi imaginación. Con Chasing the stars he descubierto lo que es escribir, escribir de verdad, escribir sin parar durante horas, pensar en qué cosas harían los personajes en la vida cotidiana, sufrir por las cosas que sé que van a pasarles y defenderles cuando hacen algo mal.
               En cierto sentido, para mí han sido como esos hijos que no sé si tendré, que no me apetece tener, pero que quiero tener cuando escribo sobre ellos teniendo hijos, siendo padres, o siendo bebés, como me sucede en Sabrae.
               Y, como buenos hijos, han sido difíciles de controlar. Al final, los personajes me han llevado por donde ellos han querido, han escrito sus propios finales y han sido tremendamente consecuentes con unos actos que incluso me sorprendían a mí. Jamás me había sucedido esto de ir escribiendo y pensar oye, pues esta persona haría esto, ponerlo y terminar surgiendo tramas que eclipsan a la principal. Efectivamente, estoy hablando de Scott. Como también estoy hablando de Chad. O de Layla. O de Sabrae.
               Para empezar, está el hecho de que Scott, en mi idea original, iba a terminar con Diana. Sí, habría un triángulo amoroso en el programa, Scott, Diana y Tommy lo pasarían mal porque Tommy estaría con Diana pero S y Didi sentirían algo y Tommy empezaría a enamorarse de Layla.
               El problema llegó cuando hice que Eleanor besara a Scott el día que estuvieron a punto de violarla. Porque en el momento en que ellos dos se juntaron ya supe que ni siquiera yo iba a poder separarlos. Y preferí ser fiel a su historia, la historia que se ha convertido en la principal trama de Chasing the stars.  Y, de paso, la razón de que yo le dejara de tener asco a Zayn.
               Por otro lado, tenemos a Chad, que iba a ser “el gay de la banda” y nada más, pero que, aunque no lo parezca, terminó robándome el corazón y convirtiéndose en el jovencito tierno y tímido que se muere de miedo cuando le piden salir, en lugar del digno hijo de su padre fuckboy de la vida.
               Y luego está Layla. Layla, que iba a ser una secundaria más, que narraría un capítulo y da gracias, que estaría de adorno… hasta que llegó su capítulo y de repente me di cuenta de que Layla era víctima de malos tratos. Para mí fue todo un reto escribir sus partes, tanto por la dureza de su vida hasta que se atrevió a contarlo todo como por la diferencia con el resto de personajes: narrando en presente, con frases cortas, porque ella no veía una salida a su situación y no se veía superándolo, contaba las cosas tal cual le pasaban hasta que un día recuperó las ganas de vivir y ser ella de nuevo.
               Y luego está Sabrae. La hermana graciosa que tiene tanto carisma que se merece su propio spinoff. Sí, es una indirecta. Lee Sabrae. ¡Lee Sabrae, que no te vas a arrepentir!
             Estos dos últimos meses han sido tremendamente intensos y estresantes para mí, porque quería terminarlo todo en una fecha importante (lo cual, al final, no ha podido ser) y porque me parecía que el final de esta historia debía estar a la altura de sus lectores. Ahora es cuando reconozco que la importancia de estos personajes viene por la gente que los lee, por la gente que los vive como los he vivido yo.
               Muchísimas gracias a todos los que me habéis dejado algún comentario, saliendo del anonimato en algún momento. No hay nada que me guste más que el hecho de que alguien reconozca las horas de esfuerzo (hasta 8, dependiendo del capítulo) en las que he dedicado cada minuto a pensar y tratar de escribir lo más rápido posible para poder ser lo más fiel a la historia que yo veo en mi cabeza. Muchísimas gracias, de verdad, a los que os habéis dejado caer y me habéis hecho saber de vuestra presencia.
               Mención especial se merecen en este apartado Ana, Ari, Bárbara, Patri, Paula, las dos Marías, Marta y June.  Gracias por participar en el miniconcurso para decidir el nombre del programa al que se presentarían los chicos (es increíble que pueda escribir 135 capítulos pero luego sea incapaz de decidir el nombre de un puto programa). Y gracias a June por dejarme usar su nombre (aunque sé que lo has disfrutado más que yo).
               Ari, gracias por ser siempre la primera en comentar, o una de las pocas que lo hacía en los momentos en que la novela estuvo un poco más plof.
               Ana, muchísimas gracias por seguir con la tradición de copiar frases que te gustan. No sabes la ilusión que me hace ver que alguien reproduce una frase que, sorprendentemente, ha salido de mi cabeza.
               Bárbara, tía, gracias por hacer que me descojone con cada comentario tuyo. Y por cambiar de opinión 200 veces en un día. Alec es gilipollas y le odiamos pero es nuestro gilipollas y le queremos mucho y que alguien haga un spinoff de Alec pero que no quiero ver a Alec ni en pintura, dos hostias le daba, ven Alec, que te doy tres abrazos.
               Paula, chica, ábrete un blog. O escribe algo conmigo, porque algunas cosas que sueltas no son ni medio normales.
               Patri, muchas gracias a ti también por seguir comentando en aquella época en la que el blog pasó de tener 30 comentarios por capítulo a tener 3. No miento si digo que tú, Ari y Ana eran lo que hacía que me animara un poco a continuar escribiendo porque veía que la novela seguía siendo relevante.
               María, sé que me llevas siguiendo desde tiempos de Its 1D bitches. No te mereces que te dé las gracias, te mereces que te ponga un piso en la playa y de paso te pague un psicólogo, porque eso de seguir con ganas de leerme después de la carrotada máxima que fue esa novela es de necesitar ayuda profesional, jajajaja.
               Gracias también a Rosi, que tardará como 4 años (sin exagerar) en llegar a leer estos agradecimientos. He escrito cosas en la historia sólo porque me muero de ganas de ver cómo haces fotos o vídeos de la pantalla enfocándolas con tus épicas reacciones.
               Gracias a Khadija por ser mi consultorio sobre la cultura islámica. No sé hasta qué punto habré metido la pata haciendo que Scott coma cerdo, pero es que no me lo imaginaba no derritiéndose cuando le ponen por delante un poco de beicon.
               Gracias también a cada clic silencioso que no se ha armado de valor aún para manifestarse (por favor, si eres uno de ellos, hazlo, que no muerdo, de verdad).  Entrar cada día al blog y ver que he conseguido engañar a alguien para que me regale una visita me ha animado muchísimo a lo largo de estos años.
               Gracias a todos los que hayáis llegado hasta aquí, a los que les hayáis prestado vuestra mente a Tommy, Scott, Diana, Layla, Chad, Eleanor, Sabrae, Alec… si un escritor se mide por el amor de sus lectores, yo me siento inmensamente importante y poderosa.
               Y por último… no puedo acabar esta entrada sin darles las gracias a esos personajes. Tommy, Scott, Diana, Layla, Chad, Eleanor, Sabrae, Alec,  Kiara, Aiden… sois demasiados para mencionaros a todos, pero quiero que todo el mundo sepa que estoy profundamente agradecida de que me hayáis elegido a mí para contar vuestras historias. Es un verdadero privilegio el teneros en mi cabeza y aún no sé qué he hecho para merecer ser la puerta por la que accedéis al mundo. Mataría por poder sentarme aunque sólo fueran cinco minutos con vosotros, veros realmente delante de mí, poder tocaros y escucharos. Siento muchísimo lo que os he hecho sufrir, aunque creo que el sufrimiento hace al buen personaje, y vosotros os merecéis tener tanta profundidad como la mayor de las simas.
               Realmente no sé cómo es posible que una historia como esta haya salido de mí y me haya afectado tanto. He llegado a pasar de planes con mis amigas solo porque tenía que escribir, porque sentía que Chasing the stars era algo importante, algo fijo que tenía que hacer. Sólo espero haber estado a la altura de una novela que ha sido para mí la primera en muchos sentidos: la primera en publicar en papel, la primera en tener comentarios, la primera en la que hay personajes LGTB y la primera con la que he llorado escribiendo. La muerte de Scott y Tommy ha sido la cosa más dura que he vivido en mi vida junto con la muerte de mi queridísimo Noble.
               Estoy segura de que echaré de menos a estos personajes y sus historias igual que echo de menos a mi pequeñín.
               Por suerte, siempre nos quedará esta historia para venir a visitar a los personajes y volver a reírnos y llorar con ellos, quererles a rabiar y odiarles a muerte. Siempre tendremos Chasing the stars, y a mí todavía me queda escribir la historia de Sabrae, que tampoco os dejará indiferentes.
               Pero, para los que no tengáis suficiente con las cosas que he subido... me he dado cuenta de que tengo aún cosas pendientes, momentos que no he podido meter en ningún lugar de la novela por falta de espacio, tiempo, o simplemente de un entorno en el que subirlos. Así que he creado un blog de Wordpress en el que iré subiendo pequeños retazos de la novela cuando me vengan, porque sé que habrá momentos en los que me será imposible incluir cosas de Chasing the stars en Sabrae... y quiero demasiado a estos personajes como para dejarlos sin sus cinco minutitos de gloria.
               Dicho todo esto… muchísimas gracias por vuestro apoyo constante. Si he disfrutado con esta novela, ha sido en parte por cómo la vivíais también vosotros. Unas amigas me dijeron que se notaba que les tenía mucho cariño a los personajes en el primer tomo de Chasing the stars, pero, ¿cómo no hacerlo, cuando son tan reales para tanta gente?
               Muchísimas gracias otra vez por elegirme para leer mis historias, aunque sea sólo para pasar el rato. El hecho de que estéis conmigo después de tantísimo tiempo denota que esto no son sólo palabras, que puede influir y hacer feliz a la gente. Antes tenía mucho miedo de que todo esto se terminara, pero ahora ya no me preocupa tanto. Les he hecho justicia y eso es lo que cuenta.
               Además, estoy con ellos. Y ellos son mi nueva casa. Estáis invitados a volver cuando queráis. Seguís teniendo Eri para rato.
               

¡Por cierto! Chasing the Stars 2: Moonlight ya está en proceso de edición. ¡Id ahorrando para tener los capítulos de Zayn y Sher en papel!

viernes, 20 de octubre de 2017

Infatuated.



-No nos lo van a dar-susurró Scott a mi derecha, mordiéndose el piercing tan fuerte que prácticamente se hizo sangre. Me sorprendió que de su boca no brotara el típico líquido rubí que acusaba cada herida.
               -Ya lo sabemos-gruñó de nuevo Chad.
               -Es que no nos lo van a dar-repitió el inglés.
               -Que ya lo sabemos…-espetó Chad.
               -Me va a dar algo-gimió Layla a mi lado.
               Diana tenía los hombros cuadrados y el pelo le caía en cascada por la espalda desnuda, brillando dorado sobre su piel bronceada. Se miraba los pies y juntaba las manos con tanta fuerza que tenía los nudillos pálidos. Tomó aire y lo expulsó en una bocanada ruidosa, apretando sus párpados con fuerza, elevando una plegaria al cielo, por favor, por favor.
               Yo tragué saliva y traté de abstraerme al mismo momento hacía un año, cuando Eleanor había sacado su primer disco y había estado nominada a la misma categoría que nosotros: mejor artista revelación.
               Y ella había dado un brinco inmenso cuando anunciaron su nombre, casi tan grande como el que habíamos dado Scott y yo cuando nos dieron nuestro primer premio, hacía unos meses, en septiembre, en una gala de la Mtv. Nos habíamos sacudido los hombros y nos habíamos puesto a gritar mientras Layla y Chad se abrían paso entre la multitud que buscaba felicitarnos mientras Diana trotaba en dirección al escenario para ser la primera en tocar nuestro tan ansiado trofeo y anunciar entre lágrimas que era el primer premio que recibía a pesar del tiempo que llevaba trabajando, en el ojo público. Se tapó la boca y se refugió entre mis brazos, y los gritos aumentaron cuando Scott se acercó al micrófono para agradecer a cada persona que había hecho posible que nosotros estuviéramos sobre aquel escenario cada gramo de esfuerzo. Diana había levantado los ojos y me había mirado con ellos llenos de lágrimas, y yo no pude evitarlo.
               Sabía que me estaba mirando todo el mundo, sabía que el público americano era muy quejica e incluso represivo, pero me daba igual. Me incliné, le cogí la cara y la besé mientras Chad pasaba a la parte frontal del escenario y se inclinaba sobre el micrófono, precisamente en el momento en que los gritos se elevaban un poco más. Layla había sonreído y me había tocado la espalda, me había hecho un gesto con la mano para que pasara a la parte delantera. Temblando como una hoja, lo único que había podido decir para imponerme sobre el rugido de una audiencia entregadísima había sido:
               -Mamá, te quiero.
               Para que luego ella fuera diciendo por ahí que no tenía favoritos; y una mierda que los tenía.
               Conté tres latidos de corazón donde antes sólo había uno, y unos treinta antes de que por fin las dos estrellas consagradas de la música consiguieran romper el sobre con el gramófono dorado sobre fondo negro, ella se acercara al micrófono mientras él miraba en otra dirección, buscando una cámara, o buscando al ganador, que no podíamos ser nosotros, sus ojos no nos encontraron, su mirada no nos buscó, su…

martes, 17 de octubre de 2017

Tomlinson.

Ya sé todo lo que dije en Agosto y el tute a capítulos que llevo, pero al final, Chasing the stars no se acabará hoy. Este tampoco es el último capítulo de Tommy; todavía quedan otros dos capítulos (el último será el sábado) para que la novela se dé por concluida.
¡Muchísimas gracias por la avalancha de comentarios en el último capítulo! Os echaba mucho de menos, me alegro de saber que aún seguís ahí.
Dicho todo esto, ¡que disfrutéis!



Siempre se me aceleraba un poco el corazón cada vez que tenía que atravesar esas verjas de hierro, sin importar lo que tuviera que hacer ese día.
               Dependiendo del humor de mi chica, pero sobre todo, de cómo le hubiera ido esa semana, podíamos vernos en su habitación y disfrutar de mucha más privacidad, o tendríamos que encontrarnos en la sala común, con vigilantes por todas partes, sin poder hacer otra cosa que no fuera cogernos de las manos y mirarnos a los ojos.
               En el mejor de los casos, me hacían pasar a una sala y esperar casi 10 minutos a que la habitación contigua estuviera libre para que me hicieran un chequeo completo y comprobar que no llevaba drogas encima, lo cual incluía desnudarme para asegurarse los enfermeros de que no llevaba nada escondido debajo de una camiseta o en los calzoncillos. Eso significaba que Diana me estaba esperando en su habitación, que yo podría suponer un peligro (como si fuera lo bastante imbécil como para mandarla a rehabilitación y luego dedicarme a pasarle droga como un vulgar camello o algo así.
               En el peor de los casos, me hacían acceder directamente a la sala común, examinaban la bolsa que llevaba para Diana de manera menos minuciosa y me dejaban entrar y pasar por las sillas blancas hasta donde estaba ella.
               No sabía qué me ponía más nervioso, si el tener que quitarme la ropa y dejar que un desconocido me toqueteara, porque así sabría que tenía a Diana para mí solo, con todas sus consecuencias; o el que me dejaran pasar directamente, porque eso significaba que Diana se había portado mal, o había recaído. 
               La enfermera de recepción se me quedó mirando un momento, comprobando que yo era el chico del carnet de identidad (por favor, si llevaba viniendo varios meses ya, debería saberse incluso mi número de la seguridad social). Finalmente, asintió con la cabeza, escribió mi nombre (Thomas Louis Tomlinson) con la misma letra redondeada y grande que tenía mi americana, y me indicó que pasara a la sala de los desnudos.

sábado, 14 de octubre de 2017

Tomlinson-Malik.


Volvió a llamar a la puerta, insistente. Mimi suspiró, terminó de arreglarme el pelo para poder poner el velo y se fue a abrirla. La cabeza de mi hermano se asomó por entre la rendija, tan curioso como nervioso.
               -¿Os falta mucho?-preguntó, y Mimi puso los ojos en blanco.
               -Nos faltará lo que nos falte-sentenció, tajante, cerrando la puerta de nuevo en las narices de Tommy, que protestó por lo bajo algo como parecido a “vamos a llegar tarde, verás, a Scott le da algo”.
               Mimi me retocó el maquillaje un segundo, se aseguró de que mis pestañas estuvieran perfectas con la máscara a prueba de lágrimas (ni se te ocurra ponerte a llorar antes de tiempo, me había advertido antes de echarme el spray fijador) y el pintalabios tuviera el tono correcto de cereza, perfilando mi boca y haciendo mis labios más carnosos.
               Kiara se había ofrecido a ser la que me maquillara en el día más importante de mi vida (por detrás del de mi nacimiento, claro), pero Mimi se había negado en redondo y se había puesto a ver un millón de tutoriales de maquillaje nupcial para estar a la altura delas circunstancias. Había llegado a mi casa a las nueve en punto, con un chándal raído que le había robado a su hermano y la bolsa con su vestido de un suave color lavanda en una mano, el maletín con el maquillaje en la otra. Había esperado pacientemente a que me duchara para espabilar, me había ayudado a ponerme el vestido y me había cubierto con un albornoz para no estropear mi traje.
               Se lo había tomado como la misión del siglo, y la verdad es que había hecho un trabajo espléndido conmigo. Me había resaltado los pómulos y agrandado un poquito más los ojos, le había dado más brillo a mi pelo, recogido en una trenza que enrolló en mi cabeza en un complicado moño que le había costado varios intentos con un maniquí que se había comprado para la ocasión, me había puesto sombra de ojos color tierra con ligeros toques dorados que resaltaban los tonos miel de mi mirada y había completado la sesión con un poco de iluminador en la punta de la nariz y un pintalabios cereza, a estrenar ese mismo día.
               Tenía un aspecto sencillo y a la vez elegante, con el centro de atención en mi boca, lo que más me miraba Scott cuando estábamos juntos, fuera donde fuera. Me mordí el labio instintivamente, pensando en qué estaría haciendo él en ese instante, y mis dientes blanquísimos refulgieron contra el tono granate de mi boca.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Malik.


En cuanto se bajó del bus y se giró para encontrarse conmigo, su sonrisa se convirtió en la mueca que hacen las bocas cuando se convierten en la cárcel de una carcajada.
               -Ni se te ocurra-le avisé, pero Tommy era un gilipollas de primera que no iba a dejar pasar la oportunidad de meterse conmigo.
               -Joder, y yo que pensaba que lo que me ha pasado esta noche no se podría superar por nada-señaló, y se echó a reír abiertamente mientras varias personas, los madrugadores del barrio, se bajaban del bus y nos rodeaban con curiosidad. Me planteé seriamente la posibilidad de empujar a Tommy contra el bus en el momento en el que éste arrancara, pero enseguida la deseché.
               No porque no se lo mereciera (créeme, lo hacía).
               Sino porque luego yo tendría que buscarme mi propio bus para saltar.
               -¿Tengo que empezar a llamarte Piolín ahora?
               -Cierra la puta boca-gruñí, pasándome una mano por el pelo, mi precioso pelo, que antes había sido un hermoso color azabache y que las hijas de puta que tenía por hermanas me habían teñido de un rubio casi platino mientras dormía.
               Lo malo de tener el sueño más profundo que las fosas abisales era que no te enterabas de absolutamente nada de lo que te hacían, así que cuando ellas decidieron que hacerme una de nuestras típicas putadas sería una buena forma de celebrar que estaba en casa y convencerme de que no me marchara, yo había sido dócil cual cordero y no había movido un músculo mientras me levantaban la cabeza, me pasaban agua por el pelo y empezaban a pintármelo con una de esas brochas de plástico cutre que vienen con los paquetes de tinte.
               Me había despertado como siempre, aunque sintiendo la cabeza un poco húmeda pero no le di más importancia. Supuse que serían imaginaciones mías debido a la resaca.
               Pero, cuando vi mi reflejo en el espejo, los ojos mucho más oscuros debido al contraste con mi pelo, las motitas verde y dorado prácticamente desaparecidas por la luz que acaparaban mis mechones, me quedé a cuadros.
               Y luego bajé corriendo las escaleras hecho una furia.
               -¡HIJAS DE PUTA!-grité nada más entrar en la cocina. Mamá dio un brinco, terminando de pasar un poco de zumo de naranja a la nevera, mientras Shasha se echaba a reír y se llevaba una de las fuentes de patatas-. ¿SOIS IMBÉCILES? ¡YO OS MATO! ¡QUE TENGO UNA IMAGEN DE CARA AL PÚBLICO, COÑO! ¿CÓMO MIERDA PRETENDÉIS QUE SALGA ASÍ A LA CALLE?
               -Pero si estás muy mono, pareces papá en el reportaje que le hicieron para GQ-contestó la cabrona de la mediana de mis hermanas, y mamá tuvo que cogerme del brazo para que no le soltara un bofetón.
               -Yo creo que te queda muy bien-me había dicho, pero su boca hizo el mismo gesto que estaba haciendo la de Tommy ahora.

domingo, 8 de octubre de 2017

Payne.



Mentiría si dijera que no me gustaba cómo Tommy se volvía protector con todos nosotros, incluso cuando era más pequeño, tanto en edad como en estatura. Nos defendía como un león defendería a sus cachorros y se abalanzaba ante quien tuviera la mala idea de pensar, siquiera, en importunarnos.
               Pero, si me gustaba esta faceta suya de perro territorial defendiendo a muerte a su hogar y a los suyos, aún más me gustaba cuando se convertía en un dulce cachorrito que se tumbaba panza arriba y agitaba las patitas traseras, a la espera de que le hicieran cosquillas.
               El tour se convirtió en una montaña rusa para nosotros, que estábamos más o menos acostumbrados a una libertad de la que la gente de nuestra edad no solía disfrutar. Era lo que ocasionaba el no tener que preocuparse del dinero, tenerlo todo hecho incluso cuando te vendría bien aprender un poco cómo iba la vida.
               Pasamos de la comodidad más absoluta a dormir unas pocas horas, en la carretera, y a tener que sonreír cada vez que salíamos del bus. Estábamos agradecidos por lo que nos ocurría y nos sentíamos muy afortunados, ¿cómo no?, pero eso no significaba que el cansancio no nos pasase factura.
               A todos, menos a él. Con cada sincera sonrisa que le dedicaba hasta a la persona más irrelevante con la que nos cruzábamos y cada “gracias” y “por favor” a altas horas de la madrugada, cuando a todos los demás se nos habían olvidado hasta nuestros nombres, Tommy conseguía que yo me enamorara un poquito más de él. La felicidad está en los pequeños detalles, decían.
               Bien, pues la felicidad y el amor tienen, por fuerza, que ir de la mano. Porque yo no podía pasar por alto la forma en que se apartaba para que Diana y yo entráramos a un sitio en primer lugar, cómo empujaba las botellas de agua al fondo de la pequeña nevera para que se enfriaran antes a pesar de ser el único que lo hacía, la forma en que se aseguraba de que Eleanor se había terminado la comida y no tenía más hambre, sus risas entre dientes cuando Scott se encontraba en la ducha con que no había cogido ropa para cambiarse, o la forma en que agarraba a Chad por la camiseta cuando éste se inclinaba al final de los conciertos a darle la púa de su guitarra a la fan más afortunada de la noche, todo con tal de evitar que nuestro despreocupado irlandés se cayera de morros.
               No podía evitar sentirme atraída hacia él como un asteroide hacia el campo gravitatorio del planeta más masivo del sistema que atravesaba. No podía no devolverle la sonrisa y sonrojarme un poco cuando encontrábamos un segundo de intimidad en que darnos la mano, un roce o un rápido beso antes de salir a trabajar.
               Incluso cuando iba a ver a Diana, incluso cuando yo iba a buscarlo y él estaba demasiado cansado para hacer nada, seguía teniendo el mismo tacto de siempre. Seguía queriendo achucharle, meterle en una cajita de cristal y no dejar que nadie se le acercara bajo ningún pretexto.

viernes, 6 de octubre de 2017

Horan.




La mejor noche de mi vida empezó con los chicos. Nos quedaban apenas un par de conciertos en Inglaterra antes de la gira internacional por puntos elegidos de Estados Unidos y Europa. La siguiente parada fuera del país sería en España, después de mucho insistir Tommy y Layla en que no cruzarían el océano sin antes visitar su país. A mí me encantaría ir primero por España, hacer la gira por Europa antes que en Estados Unidos, porque mi madre salía de cuentas dentro de poco; a Diana le daba igual, y Scott quería ir a ese país y quedarse a vivir en Marbella, atiborrándose de marisco y tortillas de patata con extra de cebolla.
               Habría supuesto que, a estas alturas de la gira, después de pasar por casi todos los pueblos de Reino Unido que contaran con un estadio, por muy pequeño que fuera, en el que dar conciertos, estaríamos agotados. Pero la verdad era que nos sentíamos mejor que nunca.
               Se nos disparaba la adrenalina cuando salíamos al escenario y todo el mundo comenzaba a corear nuestros nombres y cantar las canciones que no habíamos compuesto nosotros, pero de las que nos habíamos terminado apropiando.
               -¡BUEEEEEEEEEEENAS NOCHEEEEEEEEEEEES, SAN DIEGOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!-bramó Tommy nada más salir, al terminar la primera canción y que todo el mundo empezara a chillar como loco. A nadie pareció importarle que San Diego estuviera en la otra punta del mundo.
               -Tío-le recriminó Scott, poniéndole una mano en el hombro con gesto teatral-. Estamos en Liverpool-un coro de carcajadas y proposiciones de matrimonio por igual acompañaron esta afirmación. Tommy se encogió de hombros.
               -Ya lo sé, tío, pero es que me hacía ilusión decirlo. Bueno-Tommy se paseó por el escenario-, ¿os lo estáis pasando bien?
               Un rugido de un público entregadísimo fue su respuesta, pero Tommy sonrió, y miró a la americana.
               -Didi, ¿tú dirías que están despiertos?
               -No lo sé, T. Están un poco calladitos; puede que estén dormidos.
               -¡No os oímos, Liverpool!-grité yo, y la audiencia volvió a rugir. Layla recogió una bandera de la Unión de entre la gente y se la entregó a Diana, que se aferró a ella como si su vida dependiera de ello. Caminó por la pasarela con gesto serio, decidido, acercándose al pequeño escenario auxiliar, imitación del que habían utilizado nuestros padres en la gira Where We Are.
               -¡Liverpool!-proclamó Diana, levantando la bandera por encima de su cabeza y mirando al público. Las personas allí congregadas gritaron de nuevo, reconociendo a la chica que se enfrentaba a ellos-. ¿Qué coño es esto? Me habían dicho que los ingleses erais muy ruidosos, ¡y resulta que estáis más callados que cuando en América está a punto de sonar el himno! ¿OS LO ESTÁIS PASANDO BIEN?-rugió la rubia, y un montón de manos y gargantas se alzaron para asentir. Diana sonrió, más satisfecha-. Eso está mejor.