domingo, 29 de octubre de 2017

Shasha.

Mamá se echa el pelo hacia atrás y se hunde un momento en la bañera. Me la quedo mirando mientras uno de los barquitos se agita con las olas que ha formado al hundirse.
               Pasa algo raro. Mamá y papá llevan varias semanas sin dejar de mirar revistas, señalando cosas, apuntando en una libreta manoseada y haciendo un montón de llamadas. Scott y yo nos pasamos gran parte del tiempo en casa de Tommy y Eleanor. Me pregunto si habremos hecho algo mal. ¿Estarán encargando otros niños por catálogo?
               Espero que no. Puede que no sea la niña más lista del mundo, ni la más guapa, pero sí soy la que más quiere a papá y mamá. No me gustaría que me cambiaran por otra.
               Mamá resurge de la superficie del agua. Se pasa una mano por la cabeza, pegándose le cuello al a nuca, y se frota la cara. Me mira a los ojos y me sonríe.
               -Mami-digo, porque hay que marcar territorio. Su sonrisa se ensancha y se estira para recogerme, y yo me dejo mimar. Me gustan nuestros baños, aunque también me gustaría que los compartiéramos con Scott y papá más de vez en cuando. Hay veces en que nos metemos solas en la bañera, y yo me dedico a chapotear mientras ella me observa con amor. Otras veces, Scott se mete con nosotras y los dos jugamos a mojarnos mientras ella nos mira y sonríe, o simplemente se dedica a leer un libro cuando hace que el agua críe espuma, con el pelo recogido, seco, y una copa con zumo en la mano.
               Papá llama a esos baños los “chapuzones de relax”. Y mamá ha estado necesitándolos bastante últimamente.
               Me recoge, me sienta sobre sus muslos y me da un besito en la mejilla mientras me hace cosquillas en la tripa que me arrancan una sonrisa.
               -Mi princesita-me dice, y yo me río y me acurruco contra su pecho-. Qué bien hueles-susurra, inhalando el aroma de mi melena húmeda-. Hueles a nube.
               Yo me estremezco y me río, me cuelgo de su cuello y no me suelto hasta que no se me cansan un poco los brazos. Mamá me acaricia la espalda y me aparta mechones de pelo que se me han ido secando de la cara para poder observarme bien.
               -¿Sabes qué día es mañana?-me pregunta, y yo me la quedo mirando. Parpadeo despacio y niego con la cabeza con vehemencia. ¿Qué día es mañana?-. Mañana, papá y yo nos vamos a volver a casar.
               Sigo mirándola, sin saber lo que eso significa. Parece algo bastante grave e importante. Pero la sonrisa que se esboza en su boca me hace pensar que no es tan grave, después de todo, así que yo le devuelvo la sonrisa y le doy un beso en la mejilla antes de volver a chapotear en el agua. Mamá me contempla hasta que le parece que tirito demasiado, momento en el que sale de la bañera, se envuelve en una toalla y me recoge para envolverme en otra a mí también. Se pone un albornoz de esos que me encantan, porque no tienes que pasarte nada por las piernas, sino por los brazos, y te lo anudan en la tripa y tú ya estás lista para salir del baño, y con una toalla blanca y tremendamente suave se afana en eliminar cada gotita de agua de mi piel. Me sienta sobre la tapa de la silla con un agujero enorme que todo el mundo usa menos yo (y la verdad es que me alegro, tengo miedo de colarme) y se quita el albornoz para pasarse una toalla por la melena negra como el azabache. Se anuda una toalla por el cuerpo y se cepilla el pelo. Se mira con atención y se pasa una mano por el hombro, estudiando cada milímetro de su reflejo.
               -Mami-repito, y ella se vuelve y me sonríe, se arrodilla ante mí y me da un toquecito en la nariz-. Gupa-le cojo la cara y le paso los dedos por los mofletes como hace papá cuando va a besarla. Mamá se echa a reír y me abraza.

               -¿Sabes, mi amor?-me dice, y yo la miro-. Estoy un poco nerviosa-espero a que continúe-. Qué tontería, ¿verdad? Como si no supiera exactamente qué va a pasar mañana-dice, llevándose una mano a la tripa-. Pero me baila el estómago, aun así. ¿Comprendes?
               Asiento con la cabeza con firmeza, aunque creo que no lo entiendo del todo.
               -Mi niña lista-celebra, acariciándome la cabeza. Me da un beso en la frente y se levanta de nuevo. Se termina de cepillar el pelo, se pasa un poco de crema por los brazos y las piernas, se pasa una toalla por la cara y luego, se pone más crema.
               No entiendo muy bien por qué se seca si luego se humedece de nuevo, o por qué se baña para luego echarse cosas por el cuerpo, pero supongo que cuando crezca todo cobrará un poco de sentido.
               Mamá recoge las cosas, coloca las toallas y me baja de la silla infernal. Intenta quitarme el albornoz pero yo me resisto.
               -Vaya, vaya, a alguien le gusta su albornoz con un osito polar, ¿no?
               -Suave-explico, y ella se echa a reír y me da un beso.
               -Vale, te lo puedes dejar puesto un poco más, pero tienes que ponerte el pantalón del pijama, ¿de acuerdo?
               -Sí-cedo, y le cojo la mano y dejo que me lleve a la habitación. Papá no está en casa hoy. Se ha ido a dormir con Tommy. A veces me cae mal ese Tommy. No contento con quitarme a mi hermano, me quita también a mi padre.
               Por suerte, hoy no tiene a Scott consigo. Él es solo para mí. Bueno, para mí y para la millonada de mujeres que llenan nuestra casa, y que nos miran con los ojos muy abiertos cuando salimos de la habitación. Scott salta de los brazos de la tía Waliyha y corre hacia nosotras. Me coge en brazos y sonríe cuando yo me echo a reír porque me hace cosquillas, me conduce a mi habitación (no la habitación en la que duermo, sino la habitación en la que paso las terribles horas en las que él se ha ido al cole o a jugar con Tommy) y revuelve en los cajones hasta encontrar el pantaloncito de pijama de pingüinos, que venía en el mismo paquete en el que llegó el albornoz con la cara sonriente de ojos negros y brillantes del oso panda. Me ayuda a ponérmelo y salimos triunfales de la habitación, hacemos un pase de modelos y todos se ríen.
               Mamá no quiere dormir sola, así que nos mete en su cama, nos arropa y nos cubre de mimos.
               A la mañana siguiente, descubro que los chapuzones de relax pueden ir por adelantado. Mamá se da un último baño con espuma mientras las abuelas nos preparan a mí y a Scott. A continuación, mamá se sienta en la cama de su habitación y deja que mis tías y mis abuelas la peinen y le pinten las manos con una cosa marrón, abultada y brillante. Hacen complicados dibujos en sus dedos que me dejan fascinada. Estiro la mano para tocarlos pero la abuela Rebekah me aparta las manos con cuidado.
               -No, tesoro, esto no es para jugar.
               Mamá se encoge de hombros y hace una mueca cuando yo la miro al borde del llanto.
               -Ay, por dios, ¡qué disgusto más grande!-se ríe la abuela Trisha cuando el nivel de dramatismo de mis pucheros aumenta y me echo a llorar. Terminan con las manos de mamá, que me mira un momento, esperando a que se seque el dibujo, y por fin, me coge en brazos, me acuna y me besa hasta que me calmo.
               -Mami-digo, y noto la presencia de Scott a mi espalda, quizá cuidando de que no me pase nada, o quizá estudiando los complicados dibujos de las manos de nuestra madre.
               -¿Te gustaría hacerte uno?-pregunta mamá, y yo abro los ojos de golpe y me vuelvo hacia mi hermano, sorprendida, que a su vez alza las cejas.
               -¡Sott!-celebro, y él se ríe y me coge en brazos y me cubre de besos mientras las tías preparan más mejunje con el que se apresuran a llenarme las manos de flores y pajaritos minúsculos. Me río mientras me pasan los lápices de madera, ¡hacen cosquillas!
               Mamá se levanta y alrededor revolotea todo su mundo. Colocan con cuidado sobre la cama un vestido blanco que me recuerda a las nubes que corren por el cielo en los días de primavera y a las almohadas recién lavadas de la cama de mis padres. Sus bordes tienen hilos de plata que bailan alrededor de cada esquina.
               Las mujeres alisan el vestido y ayudan a mamá a ponerse la primera capa cuando llaman a la puerta. Todas se vuelven al unísono en el momento en que el abuelo Yasser abre una rendija y mete la cabeza dentro de la habitación.
               -Zayn se ha dejado…
               -¡Yasser!-le recrimina la abuela Trisha-. ¡Fuera de aquí!
               -Es que Zayn…
               -¿Está vestida?-pregunta una voz detrás del abuelo Yasser, y tras su hombro se materializan los ojos de papá.
               -¡Papi!-celebro, y él empuja al abuelo y mete la cabeza dentro. Me guiña un ojo y mira a mamá.
               -Qué guapa estás, mi amor.
               -Z-responde mamá, en tono severo-. No podemos vernos; da mala suerte.
               Papá alza las cejas y empuja la puerta para acercarse a ella.
               -¿Mala suerte?-responde, tomándola de la cintura ante la diversión de ella-. Ni Alá sería capaz de separarme de ti, amor. Moriré siendo tu marido, y contra eso no hay Dios que pueda luchar.
               Deposita un suave beso en sus labios y mamá por un momento le acaricia la nuca.
               Se olvidan del mundo. No soy ellos, pero sé que lo hacen. Lo sé por cómo se miran, cómo les brillan los ojos y no pueden evitar sonreír mientras sus miradas se conectan.
               -Vaya valor tienes-ataca papá de repente, con los dedos de mamá en el nacimiento de su pelo-, casándote de blanco cuando llevamos viviendo en pecado cuatro años y hemos condenado las almas de nuestros pobres e inocentes hijos.
               -Sé que a mi madre le habría hecho ilusión-contesta mamá, altiva pero sonriente.
               -¿Y le habría hecho ilusión que te casaras conmigo?
               -Meh-mamá se encoge de hombros y pone los ojos en blanco-. No estás mal.
               Papá se echa a reír.
               -Te lo tienes merecido-le dice la abuela, y papá se ríe de nuevo
               -Os espero abajo-dice, después de depositar un suave beso en los labios de mamá y un par en Scott y en mí. Mamá termina de prepararse y nos coge de las manos.
               -S, mi amor, ¿podrías llevar mi ramo?-le pide, y él asiente con la cabeza y aguanta un ramo de orquídeas blancas con centro amarillo como si fuera mi encarnación. Bajamos las escaleras y nos dirigimos al jardín, donde un montón de gente nos espera. Mamá nos lleva a los dos de las manos, atravesamos el pasillo por entre las filas de sillas blancas, y nos encontramos con papá, que sonríe y se inclina hacia nosotros. Nos da un beso en la mejilla a cada uno y le acaricia la cabeza a Scott cuando éste le da el ramo a mamá.
               -Llévate a tu hermana con Tommy-le pide, y Scott me coge de la mano y nos lleva a dos sillas que hay colocadas en primera fila. Me ayuda a subirme y luego él escala por la suya.
               Mamá y papá se miran un montón de veces mientras el señor que no para de hablar sobre amor y vida y familia les desea suerte y les cuenta lo que tienen que hacer, como si ellos no lo supieran.
               Llevan queriéndose desde que se conocieron.
               Llevan respetándose desde que se conocieron.
               Ya tienen una familia.
               Ya tienen unos hijos.
               Ya comparten casa y duermen juntos.
               Sus vidas ya están entrelazadas.
               Ya son marido y mujer. No porque lo diga ese señor, sino porque ellos, simplemente, lo son.
               Mamá y papá se giran, se cogen de las manos. Los dibujos en los dedos de mamá contrastan con la limpieza en los de papá. Se miran a los ojos mientras el señor que no se calla ata sus manos con un lazo del mismo color que el vestido de mamá. El hombre levanta la vista y mira a papá, a  quien asiente con la cabeza. Papá comienza a hablar.
               -Yo, Zayn, me entrego a ti, Sherezade, este día, para compartir mi vida conmigo. Puedes confiar en mi amor, porque es real. Prometo serte un esposo fiel y compartir y apoyarte en tus esperanzas, sueños y metas. Mi voto estará contigo para siempre-promete papá-. Cuando caigas, te levantaré, cuando llores, te confortaré, cuando rías, compartiré contigo tu gozo. Todo lo que soy, y todo lo que tengo, es tuyo, desde este momento, hasta la eternidad.
               El imán se vuelve hacia mamá, que toma saliva y responde:
               -Yo, Sherezade, me entrego a ti, Zayn, este día, para compartir mi vida conmigo. Puedes confiar en mi amor, porque es real. Prometo serte un esposo fiel y compartir y apoyarte en tus esperanzas, sueños y metas. Mi voto estará contigo para siempre-su voz tiembla un momento, y papá sonríe-. Cuando caigas, te levantaré, cuando llores, te confortaré, cuando rías, compartiré contigo tu gozo. Todo lo que soy, y todo lo que tengo, es tuyo, desde este momento, hasta la eternidad.
               El imán termina de hacer el nudo en las manos de mis padres, que continúan con ellas en alto mientras proclama:
               -Cuidad vuestras obligaciones para con vuestro Señor-dice, y Scott y Tommy se revuelven en el asiento, expectantes-, que os creó de una sola alma, y a partir de ella creó su pareja, y a partir de la unión de los dos ha surgido la multitud de hombres y mujeres-alargó la mano y deshizo el lazo-. Ahora sois Uno ante Él-anuncia.
               -Somos Uno ante Él-repiten papá y mamá al unísono.
               -Y como Uno caminaréis a Su encuentro-puntualiza el imán.
               -Y como Uno caminaremos a Su encuentro-contestan mamá y papá.
               -Que así sea-termina el imán. Mamá y papá se sonríen, dan un paso al frente hasta estar con el pecho pegado al del otro, se miran a los ojos y se funden en un dulce beso. Mamá le echa las manos al cuello y papá le rodea la cintura, la atrae hacia sí. Todo el mundo aplaude de pie, así que yo también. Salto de la silla y espero con impaciencia a que ellos dos se separen. Algo en mi interior me dice que no debo acercarme aún.
               Veo que mamá está llorando. Papá le limpia las lágrimas y le susurra algo.
               -Te amo-es lo que le dice, y ella se ríe con timidez y le vuelve a dar un beso. Scott se acerca a ellos y tira de los pantalones de papá para que le cojan en cuello y poder felicitarlos. Yo hago lo mismo y les doy un beso a cada uno de mis padres.
               Comemos en otro lugar. Vamos en un coche los cuatro, la familia, mamá acurrucada contra el pecho de papá, yo al lado de papá, y Scott al lado de mamá. Salimos del coche y nos sentamos en una mesa enorme en que ocupamos el lugar central, sobre unas sillas más altas. Me dejan probar una tarta deliciosa, aunque no puedo comer mucho porque todavía soy demasiado pequeña.
               Lo único que no me gusta de la boda de mis padres es que nos volvemos a subir a un avión. Es horrible, lo paso mal, pero noto que papá y mamá son felices, así que decido que eso no debe estropearme la fiesta. Aterrizamos en un aeropuerto enorme que por un momento me hace pensar que no hemos hecho nada más que montarnos el avión por el puro placer de hacerlo (placer que yo no comparto), pero luego veo que el exterior es distinto. De la mano de papá, que no me suelta en ningún momento, sorteamos a todo el mundo y salimos a un sol de verano que brilla con fuerza. Cogemos un coche y llegamos a un mar tranquilo y calentito, en el que me permiten mojar los pies mientras esperamos…
               … esperamos…
               Ay, dios.
               Ay, dios.
               AY, DIOS.
               Qué. Es. Eso.
               Dos barcos que parecen casados y cuya parte de arriba está unida se acercan a nosotros. Yo me pongo de pie, entusiasmada, y corro por el muelle en dirección al barco doble, que se acerca con sigilo y un poco de dejadez. Se detiene por fin contra la madera, y yo trastabillo y me caigo al suelo. Estoy a punto de echarme a llorar cuando noto que alguien me coge la mano. Levanto la vista y, cómo no, es Scott, que me da un beso en la rodilla raspada y me regaña por haberme escapado de la mano de mamá. Nuestros padres se acercan a nosotros, divertidos y preocupados. Me examinan y dictaminan que sobreviviré.
               Tiran unas cuerdas inmensas al muelle y varios señores de brazos hinchados las anudan con firmeza a unas columnas de hierro que me llegan por la cintura y tienen forma de champiñón. Nos apartamos para que la gente que viene en los dos barcos pueda bajarse y, a continuación, pasamos al interior. Bajamos al piso inferior y Scott y yo nos sentamos en los asientos pegados a la ventana, que las olas lamen con mucho interés. El barco se pone en marcha y me lanza hacia el asiento, pero yo me recompongo y me subo a éste, coloco los pies sobre su parte horizontal y pego las manos a los cristales mientras observo la espuma blanca que el barco produce en el mar.
               Scott y yo estamos entusiasmados, y papá y mamá nos miran con orgullo y felicidad mientras chillamos y señalamos cosas a diestro y siniestro.
               No sé cuánto tiempo estamos en el barco, lo único que sé es que no es suficiente. Una vez se detiene y nos bajamos, yo amenazo con montar el pollo del siglo hasta que mamá me coge en brazos, me da un achuchón y me promete que mañana por la mañana iremos a dar un paseo por la isla en un barquito, ante lo que yo respondo frotándome los ojos y tocándole la cara.
               -¿Prometes?
               Mamá me da un beso en la nariz.
               -¿Cuándo te he mentido yo?
               -¡Promete!-exijo, estirando el dedo más pequeñito de mis manos, como me ha enseñado a hacer Scott. Mamá se ríe y asiente con la cabeza, captura mi dedito con el suyo y susurra:
               -Promesa de meñique.
               Agito nuestras manos unidas y ella se ríe. Me ayuda a bajar de un salto del barco y me quedo mirando la pequeña isla de playas blancas y aguas azulísimas, como los ojos de Tommy, como el cielo sin nubes que ahora mismo las cubre, y casitas blancas con tejados azul marino. La isla es verde, blanca y con ligeros tonos marrón, como mi piel.
               Un coche nos espera al final del muelle. Le entregamos nuestras maletas y nos sentamos en la parte trasera mientras el pequeño vehículo va subiendo trabajosamente por las empinadas carreteras. Yo no paro de moverme, mirando en todas direcciones.
               Me encanta ir de vacaciones.
               Llegamos a un edificio que me recuerda a los palacios de las películas de Disney, sólo que éste tiene un tono rojizo, y el conductor apaga el motor. Nos acompaña a la recepción y nos desea una feliz estancia en Capri.
               Jopé, me gusta hasta el nombre de la isla.
               Nos entregan unas llaves con cordón azul y blanco y nos conducen a la habitación, la de la última planta, la más grande y con mejores vistas, a toda la isla, desde cualquier dirección, la terraza da un giro de 360 que permite ver cualquier lugar de la isla, sin importar cuál desees ver. Mamá me coge en brazos y me va señalando lugares que vamos a visitar mientras papá le da las gracias al señor que ha llevado las maletas y le entrega un papelito de color verde. Scott, por su parte, salta sobre una cama cubierta de pétalos de rosa, en cuyas mesitas hay sendas cajas de bombones y botellas de champán.
               Mamá investiga la habitación la completo mientras papá se inclina hacia la minúscula nevera y saca una botella de agua para nosotros y dos botellitas de cristal, una para él y otra para mamá.
               Scott salta de nuevo sobre una cama que hay en una pequeña habitación aparte, la que será la nuestra, y yo me abrazo a un osito de peluche con gorro blanco y azul, y un polo con una flecha rara bordada en el pecho. Scott me explica que es un ancla, que la tienen los barcos, y que el osito es un marinero. Yo me revuelco por la cama y me rebozo y me pego el osito al pecho mientras Scott da una vuelta por la terraza.
               Papá nos observa, pero mamá capta su atención cuando carraspea y señala la cama.
               -¿Cuándo quieres estrenarla?-le pregunta, y papá se ríe y se vuelve hacia nosotros.
               -Niños, ¿estáis cansados?
               -¡No!-proclama Scott, pero yo exhalo un sonorísimo bostezo.
               -Vaya, parece que Saab sí. ¿Qué os parece si nos echamos una siestecita para reponernos del viaje y luego damos una vuelta por la isla?
               -¿Podemos ir a la playa?-pregunta Scott. Mamá lo captura en plena carrera y lo levanta en brazos.
               -Sí, pero primero, a dormir.
               -Pero, ¡no tengo sueño!
               -S, cariño-mamá lo sienta en su regazo-. Papá y yo estamos en nuestra luna de miel, ¿lo entiendes?
               Scott frunce el ceño y mira por las ventanas.
               -Pero, ¡si es de día!
               -La luna de miel es el viaje de novios, S-explica papá, y Scott asiente.
               -Ah. Vale. ¿Y qué pasa?
               -En la luna de miel, se hacen cosas… de pareja. De mayores-explica mamá, y Scott parpadea.
               -¿Como qué?
               -Ya lo entenderás cuando seas mayor. Lo que cuenta es que ahora tienes que echarte la siesta para poder ir luego de excursión-papá le da una palmadita en el culo y Scott avanza hacia la habitación, pero se gira en redondo.
               -¿Vais a poneros a gemir?-espeta, y yo miro a mamá y papá, preguntándome si se creen que somos tontos.
               -¿Qué?-contestan ellos, poniéndose rojos.
               -Que si os vais a poner a gemir. Ya sabes. A hacer esas cosas que hacéis de noche, de vez en cuando.
               Mamá y papá se miran un momento, incómodos, y luego se echan a reír.
               -Sí. Sí, nos apetece ponernos a gemir-contesta mamá, abanicándose con la mano.
               -Pues haberlo dicho antes, hombre. Si yo soy comprensivo-contesta Scott, colgándose del pomo de la puerta y empezando a cerrarla-. Que lo paséis bien.
               -S-le detiene papá, y él abre la puerta de nuevo-. Se llama hacer el amor. Lo que hacemos tu madre y yo se llama hacer el amor.
               -O sexo.
               -Puaj-responde Scott, que hasta ahora estaba asintiendo con la cabeza, convencido con el nombre-. Sexo-repite, asqueado, y con un estremecimiento. Papá pone los ojos en blanco.
               -Qué ganas tengo de que te hagas mayor para sacarte a colación esta conversación. Sobre todo cuando tengas sexo.
               -¡Yo no voy a tener sexo NUNCA!-trona Scott, cerrando de un portazo que me sobresalta y hace que exhale un gemido de advertencia. Papá y mamá se ríen al otro lado de la puerta, pero a nosotros nos da igual. Scott se acurruca a mi lado y ambos nos dormimos en menos de cinco segundos.
               No escuchamos nada de lo que hacen papá y mamá en la habitación grande. Cuando nos despiertan, están sonriendo, y nos animan a que nos levantemos para ir a dar una vuelta.
               Pasamos unas vacaciones geniales. Scott y yo nos pasamos las mañanas explorando la isla con nuestros padres, y las tardes haciendo castillos de arena mientras papá y mamá se dan un baño o nos observan desde la toalla. De noche, salimos de nuevo, damos una vuelta, nos quedamos en la habitación mirando por la terraza o vamos en barca por el alrededor de la isla, a descubrir cuevas con su propio techo de estrellas.
               Mamá cumple su promesa y nos vamos de paseo en barco al día siguiente de llegar. Me cuelga sobre el agua y deja hundir las manos en ella mientras siento que vuelo como si fuera una sirena con alas.
               No quiero irme de esta isla nunca. Me gusta ir de paseo por las pequeñas calles, mirar las flores que se abren con las primeras luces mientras rodean las puertas de las tiendas, conseguir regalos para nuestras familias, recoger conchitas en la playa o dormitar en la toalla después de un baño en el agua fresquita y comerme todos los daditos de fruta que mamá prepara cada mañana y guarda en un envase de diferentes colores, uno para cada día.
               Y me gusta lo felices que están papá y mamá. Me encanta cómo se besan y se acarician y se cogen de la mano y se ponen a bailar cuando suena música que les gusta. Me encanta que nos hagan cosquillas a mí y a Scott, que papá coja a mamá con insistencia de las caderas y ella le aparte sutilmente con un “Zayn, los niños”.
               Me gusta cuando es de noche y nos quedamos dormidos con la puerta abierta para que ellos nos observen mientras Scott y yo disfrutamos de nuestros sueños con olor a mal y a paraíso.
               Y me gusta lo que veo la última noche. Abro los ojos y levanto la cabeza, empujando un poco el osito marinero con el que espero marcharme de la isla.  Hay una silueta recortada contra la suave luz de la luna. Es de tonos plateados y zafiro oscuro, a juego con la noche. Por la forma de su cuerpo, sé que es mamá.
               Está apoyada en el marco de la puerta de la terraza, observando el mar. Me encanta mirar el mar, y a ella también. Especialmente, éste. Es tranquilo y prácticamente silencioso, te acuna como si fuera una canción que tu padre te continúa cantando a pesar de que ya has caído en un sueño muy profundo. Brilla con luz propia y refleja la luna casi como si fuera un espejo, pero las olas hacen que el disco blanco y gris que gobierna la noche parezca bailar en un son que sólo ella conoce.
               El pelo de mamá se revuelve en torno a su rostro, los mechones más cortos balanceados por la brisa del mar que escala hasta la parte más alta del hotel en la parte más alta de la isla.
               Scott duerme profundamente a mi lado, con su brazo en mi cintura, impidiendo que me caiga de la cama o que me vaya a algún sitio sin enterarse inmediatamente de ello.
               Mamá se pasa una mano por la oreja, se echa el pelo a un lado y se masajea el cuello.
               Está desnuda.
               Me pregunto de repente por qué no se ha puesto nada de ropa, ¿acaso no siente frío, como yo cuando salgo del baño y tardo en ponerme mi albornoz?
               Estoy a punto de levantarme para ayudarla a vestirse como ella me ayuda a mí, pero una figura aparece en el límite de la imagen que estoy viendo. Es papá, que la abraza por los hombros y le da un beso en el cuello que hace que mamá se estremezca.
               Ya más tranquila, me doy la vuelta, me acurruco contra Scott, y cierro los ojos. Así que no veo el momento más bonito de toda la luna de miel.
               Papá rodea a mamá, se coloca frente a ella y le hace levantar la mandíbula.
               -¿En qué piensas?
               Mamá se encoge de hombros y se cubre el torso con las manos, protegiéndose del aire frío de la noche.
               -No sé qué he hecho para merecer tanta suerte.
               -Yo tampoco-responde papá, y mamá sonríe.
               -Qué zalamero eres-sus bocas se mezclan y mamá se pega a su cuerpo-. No quiero marcharme.
               -Pues no nos marchemos-responde papá.
               -Pero tenemos que hacerlo-contesta ella.
               -Sí-asiente él, lamiendo los labios de ella-. Tenemos que hacerlo.
               -Es sólo que… desearía que esto durara para siempre-responde mamá, y papá se separa de ella un momento.
               -Mi amor-le contesta-. Esto es nuestra vida ahora. Nuestra vida juntos. Y te puedo asegurar que durará para siempre.
               Mamá le acaricia el pelo, sonríe y asiente con la cabeza.
               -Te tomo la palabra.
               Papá sonríe, empieza a besarla, desciende por su pecho, se detiene en sus senos y continúa bajando más. Se arrodilla ante ella y continúa besándole por debajo de su ombligo. Mamá separa las piernas lo justo y necesario para que el aliento de papá caliente ese rincón en el que suceden cosas tan mágicas como la creación de mis hermanos.
               -Ahora, somos uno-recita papá, y mamá hunde los dedos en su pelo, clava las uñas en su cuero cabelludo.
               -Ante Él-asiente ella, y papá la mira desde abajo.
               -Gatita, ¿no lo entiendes? Para mí, ya no hay ningún Él.  Es Ella. Eres Tú. Tú eres mi diosa ahora.
               -Zayn…-mamá se ríe, niega con la cabeza.
               -Y, como mi diosa, voy a dedicar el resto de mi vida a adorarte-asegura.
               Y comienza a besarla entre los muslos, para después hacerle el amor bajo unas estrellas que ahora les pertenecen a ellos dos.


Papá me regaña por quinta vez consecutiva por no mantenerme callada en la charla de mamá. Hemos pasado en coche las últimas dos horas para venir a verla y ahora pretende que no diga nada ni intente llamar su atención mientras ella habla y habla con palabras que yo no termino de entender ante un público al que yo no conozco. Hay gente mayor y gente anciana, gente como mis padres y gente vieja, muy, muy vieja, de pelo blanco o directamente inexistente, que no dejan de mirar a mamá.
               -Sabrae-advierte papá-. Si no te estás callada, tendremos que…
               Mamá percibe nuestra presencia y levanta la vista hacia nosotros. Me lo tomo como la oportunidad del milenio y me retuerzo en el regazo de papá, llamándola entre los bancos. Él lucha por mantenerme callada y quieta, pero yo soy más fuerte que él, más poderosa, así que me revuelvo y me revuelvo hasta que consigo liberarme.
               Una señora y un señor que están en las mesas más importantes, a las que mamá no ha parado de mirar durante su charla, se giran y me miran. El hombre sonríe y la mujer alza las cejas, un poco sorprendida. Mamá se muerde el labio, sin saber qué hacer.
               Una parte de ella quiere venir a por mí y consolarme, o quizás meterme en cintura, no lo sé muy bien.
               La otra quiere continuar con su charla y fingir que yo no estoy allí, debatiéndome en los brazos de mi padre, luchando por conseguir su atención.
               La mujer lo soluciona por ella.
               -¿Tu hija, Sherezade?-inquiere, con un deje divertido. Mamá asiente con la cabeza.
               -Sí, profesora Smith. Se suponía que tenía que quedarse con mi cuñada esta tarde, pero debe de haber pasado algo-no se me escapa el tono de reproche de la voz de mamá. Papá se encoge en el asiento y niega con la cabeza-. Disculpen, es que… para mí es importante que mi marido asistiera a mi disertación.
               -Es ciertamente inquieta, ¿no es así?-comenta el señor de la calva, y yo sigo revolviéndome como para demostrar su teoría. Mamá se muerde el labio.
               -La verdad es que suele ser bastante tranquila en casa, no sé qué ha podido…
               -Mami-pido, y un murmullo se levanta entre la gente a mi alrededor.
               -Quizás lo que quiere es ver a su madre-comenta la profesora Smith, sonriendo y dirigiéndose hacia mí. Yo asiento con la cabeza y estiro las manos en dirección a mamá.
               -¿Está… permitido?-pregunta ella sin aliento, en tono reverencial. La profesora se gira hacia ella.
               -Claro que sí, en Oxford somos comprensivos con las madres jóvenes. Al fin y al cabo, sois vosotras las que dais al país una nueva generación de niños fuertes y curiosos. Todo niño es bienvenido en esta institución.
               Mamá y papá se miran y mamá asiente con la cabeza. Papá me libera en el momento y me da una palmada en el culo.
               -Ve-anima, y yo doy un brinco y salto del regazo de papá, bajo corriendo las escaleras y me lanzo hacia las piernas de mamá, cubiertas por una falda blanca que me encanta. Ella sonríe, me coge en brazos y me da un beso mientras yo juego con las solapas de su chaqueta blanca y el borde de su camiseta rosa fucsia.
               -¿Vas a ser buena?
               -Sí-prometo, amorosamente, frotándome contra su pecho y lanzando un suspiro de satisfacción. Hoy se ha puesto muy guapa. Está preciosa, con el pelo suelto, los ojos enmarcados en una línea negra, la mirada más profunda que nunca y unos labios con un ligero tono granate con el que a Scott y a mí nos ha encantado jugar.
               -Vale, señorita. Necesito que te estés quieta para que pueda seguir con mi exposición, ¿vale?
               -¿Ayuda?-ofrezco, y mamá alza las cejas.
               -¿Quieres ayudarme?-pregunta, y yo asiento, cogiendo un palito parecido a una varita con el que ha estado señalando cosas-. De acuerdo. Serás mi asistente de varita, ¿te parece?
               -¡Bien!-festejo, levantando los puños al aire. Una riada de carcajadas se levanta entre la gente y yo me dedico a señalar las cosas cuando mamá retoma su exposición. Me deja en el suelo y yo voy apartándome de su camino y señalando las cosas que ella indica con las manos con mi pequeña batuta. Parecemos dos directoras de orquesta que no se deciden por qué sinfonía tocar.
               Mamá termina finalmente y se queda quieta en el centro de la pequeña tarima en la que ha estado exponiendo. Voy a su lado y le cojo la mano.
               -Bien-le digo, apretándole los nudillos. Lo has hecho muy bien, me gustaría decirle, pero aún no soy capaz. Ella sonríe y se inclina a darme un beso en la mejilla. Me coge en brazos y me sostiene con orgullo mientras espera su valoración.
               -Muy bien, Sherezade… has tenido un par de fallos en cuanto a la presentación. Nos habría gustado encontrar un poco más de texto en las diapositivas…-comenzó la señora, y mamá asintió con la cabeza-, pero el fondo del asunto está perfecto y la presentación ha sido impecable.
               -He de reconocer que es la primera vez que tenemos una secretaria tan joven en una exposición de una tesis doctoral-añade el señor del tribunal, y todos se ríen.
               -También quería hacerte un par de comentarios respecto al trabajo escrito que has entregado… sólo decirte que me habría preocupado bastante que fueras por un tema tan concreto en lo referente al derecho medioambiental-continúa la señora-, de no haber sido porque eres tú. Tenía unas expectativas tremendamente altas contigo, y no las has defraudado.
               -¿Tenemos veredicto, pues?-pregunta el señor, volviéndose hacia su colega, una mujer que se ha pasado la exposición con los ojos puestos en mí. Asiente con la cabeza y se quita sus gafas, que cuelgan sobre su cuello, y comenta:
               -Da gusto ver a mujeres jóvenes con tanto talento. Y, créame, no lo digo sólo por usted.
               Mamá sonríe, feliz.
               -Gracias.
               -Estoy deseando verla en el acto de entrega del diploma, doctora Malik-sonríe la mujer, un poco menos dura.
               -Muchas gracias-dice mamá, que no cabe en sí de gozo.
               -Y, por favor, asegúrate de traer a esta pequeña joya contigo-le pide la profesora Smith.
               -Por supuesto-asiente mamá.
               -Bien-el señor cierra la carpeta que ha estado mirando durante la presentación-. Por nosotros, es todo. Bienvenida al mundo de los doctores, Sherezade.
               -Muchas gracias-canturrea mamá, contenta. La sala estalla en aplausos mientras ella asiente  con la cabeza. Veo que papá se ha puesto en pie y junta sus manos como el que más. Yo también doy palmadas mirando a mi madre, que me mira y sonríe. Me da un beso en la cabeza, recoge sus cosas y se baja de la tarima.
               -Doctora Malik, ¿podría pedirle algo?-pregunta la mujer dura, y mamá la mira.
               -Claro.
               -Salga ahí fuera-señala una puerta-, y discúlpese con quien sea que vaya a hacer la presentación después que usted. Creo que en toda mi carrera, nunca he experimentado una sensación de orgullo tan fuerte como la que he tenido con usted. Y eso que no la conozco.
               -Muchísimas gracias, de verdad-sonríe mamá-. Significa mucho para mí.
               -Asias-digo yo, cogiendo uno de los bolígrafos de la profesora. Mamá me lo quita y se lo tiende, pero ella alza una mano y dice que me lo puedo quedar. Salimos de la sala cohibidas, ella con su nuevo título y yo con mi bolígrafo que me mancha las manos si lo aprieto lo suficiente. Aunque, es sí, tengo cuidado de no apretarlo cerca de mamá. Me encanta ese traje y no quiero ensuciárselo.
               Salimos a un pasillo de techos amplios y paredes muy separadas. El alboroto de una universidad me saca de mi ensoñación y me froto los ojos. Por las ventanas se cuela la luz de última hora de la tarde de verano, justo antes de que el sol comience a ponerse y a cambiar el color del cielo.
               Papá viene a nuestro encuentro y nos besa a ambas: a mí, en la cabeza, a mamá, en los labios.
               -Estoy tan orgulloso de vosotras dos, chicas.
               -Ya hablaremos tú y yo-contesta mamá, y papá frunce el ceño, siguiéndonos de cerca.
               -¿Por qué? ¿Qué he hecho?
               Mamá no contesta, no hasta que no estamos en el coche, yo bien colocada en mi silla y ella sentada en el asiento, con el cinturón abrochado.
               -¿Cómo se te ocurre traer a la niña a la tesis?-espeta.
               -No quería perdérmela, y mi hermana no pudo venir, al final-papá le pone una mano en las suyas-. Vamos, Sher, tampoco ha ido tan mal.
               -Sabes cómo me pongo si les dicen algo a los niños. Y cómo son en Oxford. No me habrían dejado continuar si me pusiera chula con los profesores. Sería el fin de todo lo que he estudiado.
               -Siempre podrías ir a Cambridge-aduce papá, y mamá se volvió para mirarlo con un vistazo asesino-. O tal vez no-recula-. De todos modos, ¿qué importa ya? No le han dicho nada.
               -Pero, ¿y si…?
               -Le habrías defendido como una leona y luego habrías conseguido tu puto doctorado en derecho medioambiental y en defensa de la infancia. Dos por uno-papá sonríe-. Para que luego digan que los de Literatura no usamos la cabeza. La usamos más que vosotros, doctora Malik.
               Mamá se cruza de brazos, pero no puede evitar sonreír.
               -Te odio a ti y a esa labia que tienes. Cuando lleguemos a casa y acuestes a la niña, vienes a la habitación y follamos. Ya hablaremos si duermes en el sofá.
               -No vas a dejarme ir lejos esta noche, mujer-responde papá, mordisqueándole la oreja. Yo me las apaño para morderme un pie y soltar una exclamación que quiere decir algo así como no os pongáis íntimos, que sigo aquí.
               Papá y mamá se giran y me sonríen.
               -Bueno, ¿quién se muere de ganas por ir a casa y ver a Scott?
               -¡Yo!-grito, alzando las manos, de forma que se me escurre el bolígrafo con el que he estado jugando. Mamá me lo recoge y lo deja encima del salpicadero, con lo que así puedo dormirme viéndolo mientras el coche nos lleva de vuelta a casa. No me entero de cuándo llegamos y duermo profundamente hasta la noche. Papá y mamá se acuestan en la misma habitación en la que yo estoy durmiendo y papá se porta tan bien con ella que finalmente mamá le permite seguir durmiendo en su cama.
               Van a por Scott, nos hacen la cena a mí y a él, y nos acuestan para después cenar ellos. El olor del cordero asado con verduras sube por las escaleras y hace que la boca se me llene de saliva. Scott incluso me da un mordisquito, fantaseando con que yo soy la comida que comparten nuestros padres.
               Mamá coloca los platos mientras papá termina el manjar y lo pasa a una bandeja, descorcha champán y lo vierte en dos copas.
               -Por las mujeres que tienen más estudios que sus maridos-brinda, y mamá choca la copa con él y se la lleva a los labios, pero sólo los moja. Papá se la termina y la mira mientras sonríe y se sonroja-. ¿Qué pasa?
               -Nada-mamá se muerde el labio para controlar su risa. Papá mira su copa y frunce el ceño.
               -Apenas has bebido.
               -Es que… no sé cómo lo haces, mi amor-contesta ella, apoyando un codo en la mesa y sonriendo.
               -¿Hacer el qué?
               -Zayn, no he bebido porque no puedo.
               Papá parpadea un momento, sin comprender… o sin atreverse a hacerlo.
               -¿Qué?
               Mamá sólo sonríe a modo de contestación. Papá se levanta.
               -Sherezade.
               -Has vuelto a hacerlo-dice ella, maravillada.
               -Dímelo, Sher. En voz alta-le pide, acercándose a ella, cogiéndole una mano. Mamá le besa los nudillos y cierra los ojos mientras se lleva sus dedos a su mejilla. Cuando él hunde los dedos en su pelo y la hace levantar la cabeza, sus ojos verdes, iguales que los de Scott, se clavan en él.
               -Estoy embarazada-anuncia ella-. Vamos a ser padres. Por tercera vez.
               Él sonríe, parpadea, no se lo puede creer. La levanta y se abrazan, cuando se separan, después de besarse mil veces, hunden sus miradas en la del otro.
               Los dos saben en qué momento exactamente concibieron a Shasha.


Estos meses han sido una locura. Papá y yo hemos cuidado de mamá como si apenas pudiera hacer nada por sí misma. Scott y Tommy también han puesto mucho de su parte, desde el día en que nos lo contaron.
               Fue un día de octubre, finales de mes, un poco antes de que los niños empiecen a vestirse con ropa rara y salgan a la calle a pedir golosinas. Scott va a ir de hombre lobo y Tommy de vampiro, pero Scott quiere ponerse colmillos y Tommy no quiere llevar capa, así que no sé cómo lo van a hacer.
               El caso es que nos sientan en la mesa después de comer. Nos retienen como si quisieran reñirnos por algo cuando yo sé que no hemos hecho nada. Mamá y papá se miran y se sonríen.
               -Niños, tenemos una noticia muy importante que daros.
               -¿El Hada de los Dientes va a venir a quitarme el planetario?-pregunta Scott escandalizado-. ¡Porque yo no me arranqué el diente! ¡Fueron Tommy y Alec! ¡Si les tienen que quitar algo a alguien, que sea a ellos dos!
               -Nadie va a quitarle nada a nadie-tranquiliza mamá-. Es una buena noticia-le acaricia la mano a papá, que anuncia:
               -Mamá está embarazada.
               Yo me la quedo mirando, sin saber qué es eso, pero no suena muy bien.
               Pero, si no suena muy bien, ¿por qué sonríen?
               Todos los ojos se vuelven hacia mí, a la espera de que diga algo. Siento muchísima presión de repente, así que espeto:
               -Ups.
               Papá y mamá se ríen, Scott sólo los mira alternativamente, y después, a mí.
               -¿Sabes lo que significa embarazada, Sabrae?-pregunta mamá, y yo, después de pensármelo un momento, finalmente niego con la cabeza-. Significa que tú y Scott vais a tener un hermanito… o hermanita.
               ¿Hermanita?
               Scott ya tiene una hermanita. Su hermanita soy yo. Oh, no, ¿significa esto que voy a tener que irme de casa? Si no puedo valerme por mí misma.
               Clavo los ojos en él, suplicando por ayuda. Scott me coge la mano y me da un sonoro beso en la frente. Sabe lo que estoy pensando, lo sabe a la perfección.
               -Nadie te va a reemplazar, chiquitina-me promete, y yo siento cómo me tranquilizo un poco.
               -Es una buena noticia, ¡tú también vas a ser una hermana mayor!-convence papá, y yo me lo quedo mirando, confusa. ¿Puedo ser una hermana mayor y tener un hermano mayor? Eso suena un poco a trola, pero… ¿por qué me mentiría papá?
               Es entonces cuando caigo: papá tiene una hermana mayor, y hermanas menores.
               De repente me apetece muchísimo convertirme en una hermana mayor. Debe de estar bien. A papá parece gustarle. Mamá es la hermana pequeña de su familia, así que no sabrá cómo son las cosas.
               -¿Puede ser una chica?-pregunta Scott, y yo me lo quedo mirando. No, yo quiero que sea un chico, que sea como él, para poder darle achuchones como él me los da a mí.
               -No sabemos aún qué va a ser, S-responde mamá, acariciándole la mano.
               -No quiero tener que compartir a Sabrae con otro chico-responde, posesivo, agarrándome y apretándome contra su pecho-. Es mía. Quiero que sea una chica. Que sea como Sabrae, muy, muy guapa-frota nuestras narices y yo me río.
               -Como tú-respondo, y él sonríe también.
               -¿Tú qué quieres, Saab?-pregunta mamá-. ¿Chico o chica?
               -Chica-respondo. Me descubro deseando que sea una niña por el mero hecho de que es lo que quiere Scott.
               Y si lo quiere Scott, lo quiero también yo.
               -¿Cuándo viene?-pregunto, y mamá sonríe.
               -Oh, cariño, todavía tiene que crecer. Verás, está en mi tripa ahora mismo.
               Abro muchísimo los ojos. ¿Qué? ¿Cómo le va a caber un bebé en la tripa? ¿Tan pequeños son los bebés? Me giro hacia Scott, que asiente con sabiduría.
               -Sí, ¡ya verás! Mamá se va a poner redondísima-comenta, admirado, abriendo mucho los brazos-. El bebé se hará grande y grande y grande y un día… BOOM-me hace cosquillas y yo chillo-. ¡Estará aquí!
               -Esperemos por el bien de mamá que no haga boom de verdad.
               -¿Cómo?-pregunto, señalando la tripa de mamá, que todavía no ha cambiado lo más mínimo. Scott asiente y se gira.
               -Sí, ¿cómo se hacen los bebés?
               Mamá y papá se miran un momento.
               -Es… eh… un poco complicado para vosotros.
               -¿Por qué?-pregunto.
               -Son cosas de mayores.
               -¿Por qué?-preguntamos Scott y yo.
               -Es que… os tiene que pasar… una cosa.
               -Tenéis que crecer-explica papá.
               -Y después, ¿qué?-quiero saber yo.
               -Tenéis que… tener sexo-dice mamá, y Scott abre la boca.
               -¿El sexo es para eso?-suelta mientras yo me tapo la boca con la mano, sorprendida y estupefacta.
               -Os lo explicaremos con más detalle cuando crezcáis un poco.
               -No sé si quiero saberlo-se queja Scott, y yo me río y le doy una palmada en el hombro. Scott se vuelve y me sonríe-. ¿Qué pasa?
               -Tonto-contesto, y él se ríe y me muerde los mofletes-. ¡Ah!
               -¿Estáis contentos?-pregunta mamá.
               -¡Sí!-celebro yo-. ¡Hermana mayor!-proclamo, entusiasmada con la idea.
               Es entonces cuando comienza mi odisea de imitar todo lo que hace papá. Le doy cojines mullidos a mamá. La acompaño al baño. Me acurruco sobre su regazo y le toqueteo la tripa de vez en cuando.
               Cuando empieza a crecerle, mi comportamiento pasa de ser el de una hija cuidadosa al de una niña curiosa y completamente acosadora. La persigo por toda la casa, le toco la barriga en cuanto me la pone a tiro y me empecino en bañarme con ella sólo para observarla. Scott decide pasarle una cinta amarilla con manchas negras una vez al día y anotar en un papel lo que marca la cinta. Yo cuido de que mamá tenga agua y comida cerca, que esté cálida y cómoda y tenga algo a lo que achuchar (yo) cada vez que se pone mimosa.
               Se disgusta un poco cuando en el trabajo le reprochan que se haya vuelto a quedar embarazada. Termina abandonándolo porque no la valoran como ella se merece. Peor para ellos y mejor para ella.
               Mamá se agobia un poco y Scott y yo nos volcamos con ella y ella parece ponerse mejor, hasta que papá le sugiere empezar ella su propio despacho.
               -No tengo socios-responde ella.
               -Habla con tus compañeras de promoción.
               -No tengo oficina.
               -Podemos ir a mirar una.
               -Estoy embarazada.
               -Lo cual no te impidió graduarte cum laude la otra vez.
               Mamá suspira, pone los ojos en blanco y cede. Llama a un par de amigas y su vientre es enorme cuando se mudan a un edificio en el centro de Londres, con ventanas amplísimas y bastante tráfico por la calle, en cuya decoración comienzan a trabajar conmigo jugando por las esquinas y vigilando que mamá se encuentre bien y no coja peso.
               Papá le hace masajes en los pies, la mima, la besa, le cocina e incluso se baña con ella y le masajea la espalda y el pelo mientras su tripa crece y crece y el bebé que lleva dentro se dedica a deformar su cuerpo cada vez que le da una patada. Scott y Tommy me apartan de ella cuando yo empiezo a intentar echarle vistazos al bebé por dentro de su ombligo y mamá se ríe y dice que no la molesto.
               Le cuesta moverse y hacer muchas cosas. Scott le ata como buenamente sabe los cordones de los zapatos y entre los dos le pintamos las uñas de los pies. Pero está feliz. Ya no trabaja tanto y se pasa el día con nosotros cuando no le apetece ir a ningún sitio. Mueve papeles de un lado a otro y habla por teléfono, lee libros, escribe en su ordenador y ve todas las pelis que yo quiero ver conmigo apoyada en su tripa, escuchando los latidos del corazón del bebé.
               Y, un día, entonces, pasa.
               Mamá se pone de parto.
               Estoy jugando con un tren con cascabeles cuando ella lanza un gemido que me hace volverme. Papá abre la puerta de la cocina y se acerca a ella.
               -¿Ya viene?-pregunta, y mamá asiente.
               Nos ponemos en marcha como hemos ensayado ya muchas veces. Papá recoge una bolsa del fondo del salón y llama a Scott, que viene y me da la mano y me acompaña al coche mientras papá ayuda a mamá a caminar hacia la puerta. Nos subimos y nos abrochamos los cinturones como los niños buenos que somos.
               Papá llama a Louis, que es quien viene a cuidarnos mientras ellos se van al hospital. Nos quedamos en la sala de juegos de la cafetería mientras toda nuestra familia viene llegando a cuentagotas. Eri está arriba, con mamá. Scott, Tommy, Eleanor y yo nos hundimos en la piscina de colores mientras Louis toma un café vigilándonos muy de cerca.
               Tommy y yo estamos ganando una batalla de bolas de colores contra Scott y Eleanor, a quienes hemos robado más de la mitad, cuando el móvil de Louis suena. Se lo lleva a la oreja y asiente. Se levanta, apura su café y se acerca a nosotros.
               -¿Vamos a conocer a vuestra hermanita, niños?
               Scott no dice nada, pero yo asiento, nerviosa, y me cojo de la mano de Louis.
               -Venga, vamos a hacer un tren humano. No os soltéis las manos, ¿de acuerdo?
               Louis nos lleva por los pasillos. A cada paso que doy estoy un poco más nerviosa. Me pregunto cómo será mi hermanita. La hemos visto dentro de la tripa de mamá, pero no parecía nada del otro mundo. O, más bien, no parecía nada de este mundo. Nunca había visto un bebé tan raro, azul marino y blanco, que se ve en una pantalla como los dibujos animados.
               Subimos a un ascensor, Eleanor marca un botón con la ayuda de su padre, que la aúpa para que lo alcance. Las puertas se abren y vemos que Eri se levanta de unos asientos de plástico. Espera a que lleguemos corriendo en manada con ella.
               Eleanor y Tommy se pegan a sus piernas y levantan la cabeza. Eri se agacha y nos mira a Scott y a mí.
               -¿Queréis pasar a verla?
               Asentimos con la cabeza, temerosos. Eri sonríe y se acerca a la puerta. La abre con cuidado y se lleva un dedo a los labios, indicándonos que guardemos silencio.
               Es una habitación en la que hay animalitos de colores pintados por las paredes. La cama es un poco pequeña para lo que mamá está acostumbrada, pero ella descansa, tumbada, sudorosa y feliz, con un bultito envuelto en una manta celeste sobre su tripa aún abultada. Me pregunto por qué sigue teniendo tripa si ya ha tenido al bebé.
               Papá nos da un beso y coge para subirnos a la cama. Nos sienta al borde de la cama y mamá se incorpora un poco y nos sonríe.
               -Miradla-dice en tono de adoración-. ¿A que es preciosa?
               Scott y yo echamos un vistazo al interior de la manta. Una carita pequeña, arrugada y enrojecida se asoma por entre los pliegues.
               Mi hermana, pienso.
               Tengo una hermana.
               Soy una hermana mayor.
               -Sabrae-dice papá-, como Scott te eligió tu nombre, queremos que seas tú la que elija el suyo. ¿Qué te parece?
               -¿Yo?-respondo, llevándome una mano al pecho. Es una responsabilidad enorme, incluso a mi corta edad lo sé. Mamá sonríe y me acaricia las manos.
               -Lo harás bien. ¿Qué nombre te gusta?
               -Sabrae-contesto. Si es mi hermana, debería llamarse como yo, ¿no?
               -Eso no puede ser, mi amor. ¿Otro que te guste?
               -Saab-digo. Mamá y papá se ríen.
               -Elige otro, Saab-me pide Scott, apretándome la cintura-. Tú puedes.
               -Me gusta Saab-contesto. Scott frunce el ceño y no dice nada, aunque seguro que piensa que me he vuelto algo tonta.
               -¿Y Shasha?-sugiere papá-. Se parece a Saab. Es como si dijeras Saab muy rápido. Pruébalo.
               -Saab-digo yo-. Saab, Saab, Saab, SaabSaabSaab…  Saab-pruebo, y miro al bebé. Shasha. Me gusta Shasha-. Shasha está bien. Le pega.
               -¿Shasha, entonces?-pregunta mamá.
               -Sí-susurro, inclinándome hacia mi hermanita-. Shasha-le digo, y ella se revuelve y abre un ojo con timidez. Me la quedo mirando un momento.
               Es fea. Todos los bebés recién nacidos son feos, no hay nadie que pueda discutir eso.
               Pero, a la vez, es preciosa. La niña más bonita que he visto nunca. Porque es mi hermanita. Ahora tengo una nueva hermana.
               -Shasha-saluda Scott, y el bebé clava los ojos en él.
               -Hola-digo yo, metiendo una mano entre la manta y tocándole una mejilla increíblemente blanda-. Hola, Shasha. Hola, hermanita.
               Y Shasha se revuelve y empieza a reír.


¡Empieza lo bueno! Ahora que he terminado Chasing the Stars, me alegra anunciar que Sabrae pasará a ser semanal. Los días 23 también tendréis capítulo garantizado, ¡dale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capítulo! 

8 comentarios:

  1. SI SON MAS LINDOS ME MUERO!!! UFFFF DE VERDAD VIVA SABRAE Y SCOTR SIENDO NIÑOS
    TIA te juro que me ha parecido preciosa la boda de Sher y Zayn y que te hayas currado hasta buscar la ceremonia musulmana. Me mato de amor ufffff
    SCOTT DICIENDL QUE VAN A GEMIR Y QUE EL NO TENDRA SEXO NUNCA, que bonita es la inocencia. Despues esos son los mas folladores...y asi ha sido. Ojala la conversacion de Zayn y scott cuando éste esté interesado en Sexo
    SABRAE CUIDANDO DE SHER,¿asi o mas linda?

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    1. En realidad ahora que lo pienso y ya habiéndolo buscado después, seguramente las bodas pakistaníes no sean así, pero bueno por lo menos no los metí en una iglesia JAJAJAJAJAJA a mí personalmente me parecen más bonitas las ceremonias que no son cristianas eso sí, por eso quise ponerla de otra forma
      Tío Scott más falso y no nace la madre que lo parió luego bien que se convirtió en el vividor follador de Inglaterra JAJAJAJAJAJA
      Tío no sé si metí la conversación de sexo de Scott y Zayn, me parece que no, pero tiene algunos momentazos, a ver cómo lo soluciono yo ahora

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  2. Me ha matado lo de "que ganas tengo de que te hagas mayor para sacar a colación esta conversación. Sobretodo cuando tengas sexo" JAJAJAJAJAJAJAJA ay Scott... si supieras todo lo que venía después!!
    Me encanta mucho, Sabrae es tan algodón de azúcar que asdfghjkl solo quiero achucharla<3

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    1. Es que sólo se le ocurre a él decirle que no va a tener sexo nunca madre mía luego cómo la va a liar... amamos a un rey incongruente
      Sabrae es monísima por favor necesita protección internacional

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  3. Sé que aún me quedan dos comentarios en cts pero comento ya este que al final se me va a pasar:
    SABRAE ES MONISIMA POR FAVOR QYE ME MUERO CUANDO ESTÁ SHER PRESENTANDO SU TESIS O CUANDO LA HACEN ELEGIR EL NOMBRE ME QUIERO MORIR
    Scott: a ver padres que tengo ya 5 AÑOS VALE no sé qué cojones hacéis tratandome como si tuviera cuatro sé perfectamente que tenéis sexo y os comprendo, no entiendo por qué queréis ocultarmelo como si no me fuera a enterar QUE TENGO CINCO AÑOS NO SOY UN CRÍO VALE
    Scott en plan posesivo con sabrae qué falso es que luego no le quiso poner africa a su hija (ya sé que no le pertenecía a él pero me da igual le voy a tener rencor por esto toda la vida) (por algo se lo tenía que tener no va a ser todo amor vale)
    1 CAPÍTULO MENOS PARA SABRALEC EMPIECEN A SALIR

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    1. Bueno y pensar lo que me metía contigo Barbara porque no comentabas y mira yo lo que tardo en contestar xd no tengo perdón de Dios
      ES UNA LIANTA LA NENA CON LO DE LA TESIS PERO BUENO LA PERDONAMOS
      ME ESTOY DESCOÑANDO CON LO DE "A VER PADRES QUE YA TENGO 5 AÑOS" VES POR ESTO ME PONÍA PESADA DICIENDO QUE COMENTARAS LA MADRE QUE TE PARIÓ
      Scott posesivo y luego de adolescente va a pasar de ella no me gusta este character development tengo que reescribir la novela entera

      ESTOY LLORANDO CON EL FINAL DEL COMENTARIO TE LO JURO NO PUEDO MÁS JAJAJAJAJAJAJA

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  4. Scott de pequeño diciendo que nunca iba a tener sexo...no sabía lo que le esperaba
    Qué bonito cuando le dicen a Scott y Sabrae que van a tener otro bebé y cuando eligen el nombre de Shasha ❤

    "-Gatita, ¿no lo entiendes? Para mí, ya no hay ningún Él.  Es Ella. Eres Tú. Tú eres mi diosa ahora."

    - Ana

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    1. Dios es que esta familia es perfecta, de mis favoritas de las que escribí nunca, creo que se nota ♥♥
      Zayn por favor eres un poeta sé mi esposo adóptame como tu segunda mujer

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