sábado, 14 de octubre de 2017

Tomlinson-Malik.


Volvió a llamar a la puerta, insistente. Mimi suspiró, terminó de arreglarme el pelo para poder poner el velo y se fue a abrirla. La cabeza de mi hermano se asomó por entre la rendija, tan curioso como nervioso.
               -¿Os falta mucho?-preguntó, y Mimi puso los ojos en blanco.
               -Nos faltará lo que nos falte-sentenció, tajante, cerrando la puerta de nuevo en las narices de Tommy, que protestó por lo bajo algo como parecido a “vamos a llegar tarde, verás, a Scott le da algo”.
               Mimi me retocó el maquillaje un segundo, se aseguró de que mis pestañas estuvieran perfectas con la máscara a prueba de lágrimas (ni se te ocurra ponerte a llorar antes de tiempo, me había advertido antes de echarme el spray fijador) y el pintalabios tuviera el tono correcto de cereza, perfilando mi boca y haciendo mis labios más carnosos.
               Kiara se había ofrecido a ser la que me maquillara en el día más importante de mi vida (por detrás del de mi nacimiento, claro), pero Mimi se había negado en redondo y se había puesto a ver un millón de tutoriales de maquillaje nupcial para estar a la altura delas circunstancias. Había llegado a mi casa a las nueve en punto, con un chándal raído que le había robado a su hermano y la bolsa con su vestido de un suave color lavanda en una mano, el maletín con el maquillaje en la otra. Había esperado pacientemente a que me duchara para espabilar, me había ayudado a ponerme el vestido y me había cubierto con un albornoz para no estropear mi traje.
               Se lo había tomado como la misión del siglo, y la verdad es que había hecho un trabajo espléndido conmigo. Me había resaltado los pómulos y agrandado un poquito más los ojos, le había dado más brillo a mi pelo, recogido en una trenza que enrolló en mi cabeza en un complicado moño que le había costado varios intentos con un maniquí que se había comprado para la ocasión, me había puesto sombra de ojos color tierra con ligeros toques dorados que resaltaban los tonos miel de mi mirada y había completado la sesión con un poco de iluminador en la punta de la nariz y un pintalabios cereza, a estrenar ese mismo día.
               Tenía un aspecto sencillo y a la vez elegante, con el centro de atención en mi boca, lo que más me miraba Scott cuando estábamos juntos, fuera donde fuera. Me mordí el labio instintivamente, pensando en qué estaría haciendo él en ese instante, y mis dientes blanquísimos refulgieron contra el tono granate de mi boca.

               -Un segundo-pidió Mimi, echándome un poco más de spray fijador antes de darme el último retoque. Finalmente, asintió con la cabeza, satisfecha. Me indicó que me estuviera quieta mientras colocaba la peineta en el moño para poder sostener el velo. Se aseguró de que ningún mechón se quedara enredado en los intrincados diseños a imitación de flores y olas de mar y tiró de la pequeña pieza de tul que me caía por los hombros. Dio un paso atrás y asintió, satisfecha.
               -Voy a necesitar que me ayudes con la cremallera, El-dijo, quitándose rápidamente al ropa, cambiándose el sujetador y las bragas y metiendo sus largas y tonificadas piernas de bailarina dentro de un vestido que le quedaría mal a todo el mundo, menos a ella.
               -Vaya, vaya, ¿sujetador y tanga a conjunto? ¿No querrás tú ser la protagonista del día de mi boda?-la pinché, y ella se echó a reír, se acercó a mí y se apartó el pelo de la espalda-. Y encima de encaje. Qué descaro-sacudí la cabeza y ella volvió a reírse.
               -Eleanor-suplicó Tommy al otro lado de la puerta, y de repente sentí un tirón en el estómago. Me volví y me miré una última vez en el espejo.
               Era la última vez que Eleanor Tomlinson me devolvía la mirada, mi reflejo radiante en uno de los días más felices que el mundo había conocido.
               -No puedo creer que estemos aquí-susurré, mirando hacia atrás, contemplando la forma en que la cola de mi vestido me seguía como las huellas de una gota de lluvia invertida, dejando más y más espacio a medida que se alejaba de mi cuerpo, como si yo fuera un faro y la cola del vestido, mi luz.
               Mimi me devolvió la sonrisa y me rodeó un momento, estudiándome.
               -Estás preciosa-dijo, y se le llenaron los ojos de lágrimas.
               -No, Mim-le pedí, sintiendo que yo también me emocionaba-, por favor, no empieces.
               -Es que… estás tan preciosa. Eres la novia más guapa de la historia.
               -Oh-gemí, estrechándola entre mis brazos, sin importarme que las mangas de encaje pudieran engancharse con la cremallera de su vestido, de corte romano y un solo tirante. Mimi me rodeó con los brazos y me dio un suave tirón en el pelo al hacerlo, pero no nos importó. E acarició la espalda desnuda, cubierta sólo por la línea de botones que descendían desde mi cuello a la parte más baja de la espalda y sostenían todo el vestido. Cuando nos lo habían sacado de la tienda, mamá dijo que era idéntico al que Bella Swan utilizaba en Crepúsculo, y que seguro que me quedaba genial.
               No se equivocaba. Era el vestido más precioso del mundo.
               Mimi se llevó una mano a la comisura de los ojos y esbozó una sonrisa azorada.
               -Venga-dijo-, vamos a convertirte en una mujer de bien-me entregó el ramo, de calas blancas que se enredaban entre sí y hacían una especie de espiral desgajada, cayendo de un lado por entre mis piernas, casi diez centímetros fuera del círculo que conformaban las demás. Me abrió la puerta y me recogió la cola del vestido para no estropearla en el descenso.
               Tommy estaba abajo, dando vueltas de un lado a otro, ya vestido con su traje, el pelo un poco revuelto (Diana y Layla lo matarían por no haberse puesto gomina en el último momento, pero a mí me parecía que estaba muy auténtico), mirando su reloj y contemplando nervioso la pantalla de su teléfono móvil. Mamá y papá estaban sentados en el sofá, hechos un manojo de nervios.
               Se suponía que iban a salir los primeros y que Alfred nos llevaría a Tommy, Mimi y a mí a la iglesia, pero parecía que habían cambiado de idea. Querían verme bajar las escaleras, en mis últimos instantes de ser su niña.
               Tommy se detuvo en seco y se me quedó mirando, con la boca abierta, impresionado. Noté cómo me ruborizaba mientras mi hermano estudiaba cada milímetro de mi cuerpo, la falda del vestido que Mimi me ayudaba a recoger, el tono blanco de éste y la textura, como de satén, en las zonas en que no había encaje. Sus ojos se encontraron con los míos y él alzó las cejas.
               -Vaya, El, estás…-negó con la cabeza, sin encontrar las palabras.
               -Está preciosa-ladró Mimi, molesta porque Tommy no consiguiera encontrar las palabras. Sonreí y puse los pies en el último escalón de las escaleras.
               -Thomas-ordenó mamá-, ayuda a tu hermana.
               Tommy salvó la distancia que nos separaba de dos pasos y me tendió la mano. La acepté con una sonrisa que él me devolvió enseguida.
               -¡Qué guapa, El!-celebró Dan, brincando a mi lado. Me apeteció achucharlo, y de hecho me incliné hacia él.
               -No-me recordó Mimi-. No vas a estropearte el maquillaje y el ramo antes de llegar con besitos tontos. No podré salir a la calle en dos años si apareces con un pelo fuera de lugar.
               Mis padres se montaron en el coche y se marcharon delante de nosotros. Alfred me tendió la mano para ayudarme a subir mientras Tommy y Mimi se ocupaban de sostener la cola del vestido para que llegara impoluta a la ceremonia.
               Tommy se acomodó en el asiento a mi lado, y Mimi lo hizo frente a mí, con mi cola sobre sus rodillas, sus manos quitando pelusillas que sólo ella podía ver de los bordes del vestido. Tomé aire y miré la casa de mis padres, aquella en la que había dejado de vivir hacía ya casi tres años, cuando me compré el piso e invité a Mimi a venir a vivir conmigo para no sentirme tan sola. Aquel era mi hogar, me había visto crecer, llorar y reírme.
               Sentía que le estaba diciendo adiós, que había dejado de considerarla mi casa no cuando me mudé, sino ahora, que salía de ella por última vez con el apellido que me había otorgado mi padre, dispuesta a adquirir el del hombre con el que iba a pasar el resto de mis días.
               Tommy se volvió y miró sus muros blancos mientras Alfred doblaba la esquina y se encaminaba a la circunvalación con el coche blanco y alargado, un Rolls Royce de esos que ya no se paseaban más que para las ocasiones especiales.
               -No puedo esperar a ser tan feliz con Scott como lo fui en esta casa-susurré, y Tommy se giró, me miró y me plantó un beso en la mejilla. Mimi lo fulminó con la mirada, pero eso a mi hermano le dio igual. Se aclaró la garganta y me colocó una flor azul en el pelo, enganchada con la peineta.
               -Algo azul y prestado-explicó cuando me lo quedé mirando, y yo le sonreí.
               -Ya me lo había dejado Sabrae. Y lo azul me lo ha regalado Mimi.
               -Nunca está de más un poco de suerte extra, hermanita, ¿no crees?-me preguntó, besándome las manos, sobre el anillo de diamantes azulados que Scott me había comprado en el Tiffany de Nueva York. Habíamos ido a la semana siguiente de comprometernos, y yo me había pasado media tarde estudiando con detenimiento cada anillo de pedida, sabedora de la gran oportunidad que mi chico me brindaba al permitirme escoger qué anillo quería llevar como muestra de nuestra promesa. Había ido subiendo de precio paulatinamente y vigilando a Scott de reojo, que en ningún momento se inmutó de que la deuda iba creciendo y creciendo, hasta que me giré hacia él y le mostré un anillo que ni de coña iba a ponerme de tan ostentoso como era, el más caro de la tienda, y le pregunté si podía quedarme con ése.
               -¿Es el que te gusta?
               -Sí-mentí.
               -Pues ponédmelo para regalo, con uno de esos lacitos de tul tan graciosos-pidió él, sacándose la cartera del bolsillo de la chaqueta, y yo me eché a reír y negué con la cabeza. Al final, me había quedado con uno mucho más discreto, que podría llevar día a día y que incluso había utilizado en varias apariciones públicas sin demasiada atención desviada hacia él, una sencilla banda de plata pulida con pequeños diamantes en el centro, rodeando toda la banda. Scott me llegó a preguntar tres veces si estaba segura, que aquello no parecía un anillo de compromiso, pero a mí me parecía perfecto.
               Si me lo regalaba él, era un anillo de compromiso, no importaba su forma, no importaba su materia prima. Podría ser perfectamente la anilla de una lata, y a mí me seguiría pareciendo el más perfecto del mundo.
               Después del trayecto más largo de mi vida y de que los semáforos nos retuvieran hasta niveles exasperantes, por fin llegamos a las puertas de la majestuosa iglesia. Sentí cómo el corazón se me aceleraba al ver las multitudes apretujadas contra las vallas que el ayuntamiento había puesto allí. Me había asegurado de que nadie le fuera con el cuento a la prensa de que íbamos a casarnos en aquel lugar y no en otro (y lo de que mi prometido fuera musulmán era una buena maniobra de distracción), así que no entendía cómo podía la gente haberse enterado de que íbamos a casarnos allí.
               -Vieron llegar a los invitados-explicó Mimi, y yo alcé las cejas.
               -¿Tanto llevan esperando?
               -En Londres, las noticias vuelan.
               -¿Estás lista?-preguntó Tommy, y yo asentí. Él empujó la puerta de su lado, salió del coche y la multitud lo recibió con gritos y vítores, exigiendo que yo no me hiciera de rogar. Rodeó el vehículo con elegancia, comprobando que los gemelos estuvieran correctamente colocados, y se situó a mi lado.
               Abrió la puerta y el mundo me devoró. Un millón de flashes de cámaras provenientes de los lugares más alejados del mundo me cegó por un momento, pero yo ya estaba acostumbrada a ellos y salí del coche, aceptando la mano de mi hermano, sin hacerles apenas caso. Noté cómo una sonrisa se extendía por mi cara mientras me volvía a un lado y al otro, saludando con timidez y amor a todos los que ahora gritaban mi nombre. Mimi salió del coche sosteniendo la cola del vestido, la depositó con delicadeza en el suelo, extendida, y nos siguió con paso firme en dirección a las puertas, que se abrieron con ceremonia y el susurro de la ropa de los invitados al levantarse.
               Me aferré con fuerza al brazo de Tommy, que me miró.
               -¿Estás preparada?-preguntó, y yo me encontré con sus ojos azules. Los ojos de papá. No dije nada y Tommy sonrió-. Por favor, dime que no te vas a marcar un Novia a la fuga, porque con ese vestido no llegarías muy lejos.
               -No hay ningún otro sitio en el que quiera estar más que en este.
               -¿Entramos, pues?-sonrió, y yo asentí, la lengua estropajosa.
               -No dejes que me caiga-le pedí mientras empezábamos nuestro camino hacia el altar, escandalosamente alejado.
               -Nunca, princesa-me prometió, dándome un beso en la sien y entrando conmigo en la Iglesia, con Mimi siguiéndonos de cerca, cargando con un ramo a juego con su vestido, cuidando de la cola del mío como la mejor dama de honor que se pueda tener.
               Pasamos entre los invitados, que lanzaban murmullos de entusiasmo y admiración a mi vestido o lo guapa que iba. Miré de reojo a Tommy, que permanecía con la vista fija en el centro, concentrado en su misión de llevarme sana y salva con Scott. Pasamos los invitados menos importantes a medida que nos acercábamos al altar. Mis amigas celebraron con grititos de entusiasmo que yo pasara al lado de ellas; mis bailarines y demás compañeros de tour se limpiaron alguna que otra lágrima.
               Vi cómo Diana y Layla clavaban los ojos en Tommy, ambas ataviadas con vestidos a juego, estudiándolo de arriba abajo y suspirando visiblemente cuando pasó a su lado y les guiñó un ojo.
               Era una lástima que él no pudiera vivir lo que yo estaba viviendo, que ellas no pudieran entrar en una iglesia y encontrárselo esperándolas en el altar.
               Fue entonces cuando me atreví a mirar a Scott. Estaba guapísimo, era como un ángel venido del cielo dispuesto a perdonar cada pecado de la humanidad y conseguir su salvación con cada gota de su sangre. Llevaba puesto un traje negro que le resaltaba sus facciones y conjuntaba a la perfección con sus cejas y su pelo, su piercing negro entre los dientes mientras se lo mordisqueaba por los nervios al verme llegar.
               Sherezade estaba a su lado, vestida con un vestido verde que brillaba como si estuviera hecho de purpurina y de una estrella esmeralda.
               -Guau-escuché decir a Scott por lo bajo mientras me examinaba con atención, y me descubrí sonriendo un poco más y bajando la mirada a mis pies, de repente muy avergonzada por toda la atención que todo el mundo me estaba prestando.
               Levanté la cabeza de nuevo, recriminándome no aprovechar cada segundo para mirarle, y recortando también la forma en que él me tomaba de la mandíbula y me levantaba la cara para poder verme sonreír.
               -Tienes la sonrisa más preciosa del mundo-me decía-, no deberías esconderla así.
               Me sonrojé un poco más mientras subíamos las escaleras, y Tommy me cogía de la mano, me daba un último apretón, y la dejaba sobre la de Scott.
               Había sido idea mía que fuera Tommy quien me entregara y no mi padre. Lo había hablado primero con Scott y luego con él, que había accedido encantado a dejar que Tommy ocupara su sitio. Incluso si se hubiera opuesto, sólo con ver la cara de ilusión que puso Tommy cuando Scott le dijo que sólo se casaría conmigo si era él quien me llevaba al altar, habría terminado dando un paso atrás.
               Scott me cogió la mano y me dio un apretón, y yo sentí que me recorría una descara eléctrica iniciada en la punta de mis dedos. Me sonrió y me guiñó el ojo mientras Tommy se separaba de mí, no sin antes decirme:
               -Ahora le perteneces a él.
               Volví a sonreír y a mirar el suelo. Me volví un momento para ver cómo Mimi se iba a su asiento, del lado de mi familia, y le lanzaba una mirada cargada de intención a su hermano, sentado colocado en primera fila como buen invitado por parte del novio y como cuñado de éste, al lado de Sabrae, que acariciaba la cabecita de la perra que ella y Alec compartían, Crema, la cual llevaba un lazo azul celeste a juego con el vestido de ella y la corbata de él.
               La música cesó y el sacerdote comenzó a hablar. Sherezade se limpió la primera lágrima apenas éste llevaba hablando dos minutos, y Scott el ofreció un pañuelo que ella aceptó con un gemido de agradecimiento.
               El párroco hablo de cómo el amor traspasaba fronteras y no entendía de creencias, edad, sexo o procedencia, de cómo unía lo más dispar y juntaba aún más lo que ya estaba unido. No se me escapó la miradita que se echaron Tommy y Scott cuando el sacerdote llegó a este punto de su discurso, pero eso, lejos de molestarme, no hizo más que ponerme incluso más feliz.
               -Scott Yasser Malik-pronunció, y Scott abrió ligeramente los pies y me soltó la mano-, ¿quieres a esta mujer como tu legítima esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, para amarla y respetarla todos los días de tu vida, hasta que la muerte os separe?
               Scott me miró y esbozó su sonrisa de Seductor™ más sincera y hermosa.
               -Sí, quiero-respondió.
               -¿Y tú, Eleanor Beatrice Tomlinson-el sacerdote se volvió hacia mí-, quieres a este hombre como legítimo esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, para amarlo y respetarlo todos los días de tu vida, hasta que la muerte os separe?
               Yo miré a Scott.
               -Sí-susurré, con la voz rota-, quiero.
               -Si alguno de los presentes conoce algún impedimento para que Eleanor y Scott permanezcan unidos, que hable ahora o que calle para siempre-dijo el párroco, levantando la mirada y escaneando los bancos.
               Tommy cogió aire.
               -Te juro por Dios que te mato aquí mismo-le advirtió Scott, y todo el mundo se echó a reír. El sacerdote lo fulminó con la mirada-. O sea, perdón, padre, pero es que… santa paciencia hay que tener con este chaval.
               Tommy se rió por lo bajo y yo le di un codazo.
               -Mi puto héroe-escuché decir a Alec, y también escuché el gemido que exhaló cuando Sabrae le dio un codazo en los huevos, sin miramientos.
               -Por el poder que me ha otorgado la Santa Madre Iglesia-reanudó el párroco-, yo os declaro marido y mujer. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
               -¿Lo habrá escuchado Tommy?-le preguntó Layla a Diana, y la americana se echó a reír.
               -Puedes besar a…-comenzó el sacerdote, y yo me eché en brazos de Scott y le comí la boca como estaba mandado. Le pasé el brazo por el cuello y él me atrajo hacia sí, respondiendo a mi beso con el entusiasmo propio de la pareja que está a solas en su habitación, y no en una iglesia, rodeada de gente.
               -Damas y caballeros-finalizó el oficiante cuando nos volvimos hacia nuestros invitados-, me complace presentarles al señor y la señora Malik.
               La señora Malik, pensé con un estremecimiento y una sonrisa. Cerré los ojos y dejé que todo lo que había sido hasta ahora, mis miedos y mis inseguridades, se evaporaran, huyeran como animales ahuyentados por los aplausos de nuestros invitados. Scott se volvió y me tomó de la mandíbula para besarme de nuevo.
               -Te amo-me dijo.
               -Te amo-le respondí, y noté cómo mi voz sonaba tan enamorada que incluso resultaba patético. Por suerte, él sonaba igual de enamorado y feliz que yo. Le tomé del brazo y salimos por entre los bancos, con Sher y Tommy caminando tras nosotros. Escuché las risas de Sher cuando Tommy se volvió hacia ella y le soltó:
               -Mira la que has liado sólo por poder salir de mi brazo de una iglesia, Sher.
               -¿Se me ha notado mucho, a que sí?-sonrió mi suegra, divertida.
               -Nah, te ha quedado muy sutil y elegante, mujer. Es sólo que yo soy muy perspicaz.
               -Deja a mi madre tranquila-le advirtió Scott entre risas-, que me tienes calentito hoy.
               -Scott, por favor, que estás recién casado; espera a que lleguemos al restaurante para tener esos pensamientos tan sucios, por lo menos.
               Scott negó con la cabeza y se echó a reír, me dio un apretón en los dedos y me besó la cabeza.
               Salimos al exterior y fue como si el mundo explotara en una espiral de fuegos artificiales. Nos tiraron pétalos de rosas y arroz, conociendo la tradición española,  deseándonos prosperidad y fertilidad. Alfred le había dado la vuelta al coche durante la ceremonia, y esperó pacientemente a que Scott me abriera la puerta y yo entrara antes de abrírsela a él. Tommy y Sher se acomodaron en los asientos frente a nosotros, y mi hermano descorchó una botella de champán mientras yo me reclinaba sobre Scott y comenzaba a besarle despacio.
               -Te amo-le repetí mientras él me acariciaba la cintura.
               -Eres mía-respondió él, como si no se lo pudiera creer.
               -Eres mi marido.
               -Eres mi esposa.
               -Te amo tantísimo.
               -Me muero por pasar el resto de mi vida contigo.
               -Bebe, Sher-invitó Tommy, tendiéndole una copa a mi suegra-, que cuando se ponen así, se ofenden con las náuseas que provocan. Así le puedes echar la culpa al alcohol.
               -Qué tontos-Sherezade se echó a reír y brindó a la salud de su hijo y su recién adquirida hija con mi hermano, que nos guiñó un ojo a ambos.
               La sesión de fotos fue súper divertida y mimosa: habíamos conseguido convencer a Aiden de que fuera él nuestro fotógrafo de bodas, después de mucho insistirle y asegurarle a Chad que no estábamos intentando rebajar costes (todo lo contrario). Scott y yo jugamos, nos besamos, nos abrazamos e hicimos el tonto en los jardines más preciosos de todo Londres. Cuando volvimos, un poco cansados pero inmensamente felices, con nuestros invitados, estos nos recibieron con aplausos, vítores y un millón de “viva los novios” y “que se besen”. Nos besamos 13 veces (mamá las contó) antes de que sirvieran el primer plato del banquete.
               Siete de ellas las empezó a pedir Alec.
               -Se va a cagar este cabrón cuando él se case-musitó Scott, inclinándose por detrás de mi silla para hablar con Tommy mientras yo me giraba para hablar con Mimi.
               Tomamos el primer plato, una ensalada de marisco servida en el interior de una piña; el segundo, una sopa; el tercero, lubina rellena; el cuarto, carne; y por fin, sacaron la tarta. Scott me ayudó a levantarme y me llevó de la mano al frente de la mesa presidencial, con todos los ojos puestos en nosotros, disimulando la atención que despertaba la tarta blanca con dos figuritas en su parte más alta. Le dieron un cuchillo a Scott y él ejecutó el primer corte, separando una buena porción de tarta de limón con arándanos y fresas que colocaron frente a mi silla en la mesa. Luego me llegó mi turno, y le recorté un pedazo igual de grande. Mientras nos hacían las fotos, me invitaron a que le diera de comer a Scott con los dedos, y yo, ni corta ni perezosa, cogí un trozo de tarta y se lo pegué a la cara, se lo restregué por la boca y me eché a reír y me puse a chillar cuando él exclamó: “Con que esas tenemos, ¿eh?” y me cogió la cara y comenzó a besarme, poniéndome perdida de nata hasta en las pestañas.
               Nos sentamos a comernos la tarta, nos dieron los regalos (los amigos de Scott me regalaron un consolador, porque “lo iba a necesitar”) y luego, nos levantamos para pasar al baile.
               Era mi momento favorito de todas las bodas, el primer baile de la pareja una vez ya convertidos en recién casados. Scott me ayudó a pasarme la cola del vestido sobre el brazo y me miró a los ojos mientras me tomaba de la cintura.
               -Señora Malik-me picó.
               -Señor Malik-respondí, sacándole la lengua. Él me besó en la mejilla y hundió su nariz en mi cuello, oliendo el perfume que me había puesto hacía una eternidad, juntando mis lunares.
               -Cómo me alegro de que a mis padres se les rompiera el condón-me dijo, y yo lo miré, emocionada-. Incluso a los accidentes nos sonríe la vida de vez en cuando, ¿no?
               -Eres lo más valioso que tengo-le aseguré, acariciándole el cuello y balanceándome despacio, al son de la música, ignorando por un momento el hecho de que todos nos miraban, expectantes de que comenzáramos a bailar.
               -Tú eres lo más valioso que existe-me susurró, pasándome las manos por la cintura-, eres la mayor obra de arte que existe, esposa mía-dijo, y yo me estremecí, deleitándome en lo bien que sonaba ese esposa mía-. Me convertiste en astronauta mucho antes de que me fuera a las estrellas. Me sentí ya uno perdido en tus lunares.
               -Te amo-respondí, porque, ¿qué puedes responder a una declaración tan perfecta? Scott se inclinó hacia mí, me besó en la boca, y comenzamos a bailar. Nos miramos a los ojos durante toda la canción, y luego, él bailó con Sher y yo con mi padre, que me deseó felicidad y suerte y que lo bien que me estaba sintiendo ahora me acompañara toda la vida. Scott volvió a bailar conmigo mientras Zayn bailaba con mamá y papá lo hacía con Sherezade, y nos balanceamos al ritmo de una música tan preciosa como los sentimientos que se arremolinaban en mi interior. La gente comenzó a dispersarse y el alcohol corrió a mares, todo risas y fiesta y celebración de lo que Scott y yo sentíamos el uno por el otro.
               Tommy se acercó a nosotros, cansado de balancearse con Sabrae, Shasha, Layla, Diana, Mimi y las chicas de su grupo, y espetó:
               -Ya está bien, es mi turno.
               -Es mi mujer, ¿ya me la quieres quitar?
               -Tú me la quitaste-respondió mi hermano-, pues ahora te la quito yo, ea, jódete-le sacó la lengua y se me llevó al otro lado de la pista, mientras Scott negaba con la cabeza y los ojos entrecerrados. Apoyé la espalda en el pecho de mi hermano y cerré los ojos, acunándome en el calor de su cuerpo y el balanceo de su respiración.
               -¿Cansada?
               -Feliz-respondí, y él sonrió y me hizo girar sobre la punta de mis pies.
               -Ojalá nos dure muchos años-susurró, y yo le miré.
               -¿El qué? ¿El amor?
               -No. Scott-respondió, mirando a su amigo, a mi chico, mi hombre, mi marido, pensé, estremeciéndome-. Nos hace bien. A ambos.
               -Ahora sois familia-sonreí-. De nada.
               -Siempre pensé que el otro había sido lo mejor que nos había pasado nunca. Ya no estoy tan seguro, El.
               -¿Qué es, entonces?
               -Tú-contestó, pasándome una mano por la cintura-. Tú nos uniste incluso más de lo que ya estábamos. Tú nos enseñaste que éramos hermanos. Y tú nos has convertido en familia de una forma en que nadie más podría haberlo hecho.
               Sonreí, los ojos anegados en lágrimas.
               -Tommy…
               -Estoy muy orgulloso de ser tu hermano. Y estoy muy orgulloso de que tu marido sea Scott. Quiero que sepas que lamento mucho el haberme interpuesto entre vosotros cuando empezasteis.
               -Lo sé.
               -Y que doy las gracias cada día por lo felices que os hacéis el uno al otro.
               -Yo también.
               -Y que te quiero muchísimo, enana.
               -Yo también, enano-respondí, poniéndome de puntillas y dándole un besito en la punta de la nariz, como hacía él cuando era pequeña y se me ponía roja a causa del frío. Seguimos balanceándonos hasta que terminó la canción, y Scott apareció a nuestro lado con las manos en los bolsillos y las cejas alzadas, como diciendo “vaya por dios, qué rápido se ha terminado la canción”. Me tomó de la mano y me llevó de nuevo al centro de la pista, y dimos vueltas y vueltas abrazados y saltando y riéndonos por tonterías, un poco borrachos de champán y totalmente de felicidad.
               -Eleanor-me reclamó una voz a mi espalda cuando terminó una canción-, ¿bailas conmigo?
               -Oye, chaval, ¿no crees que deberías pedirme permiso a mí también? Estoy yo con ella, y soy su marido-respondió Scott. Alec se echó a reír.
               -Una lástima que tu permiso me lo pase por el forro-Alec me guiñó un ojo y le sacó la lengua a Scott cuando yo cogí su mano y le dije adiós con la mano a mi marido, decidida a pasármelo bien y a dejar que Bey pudiera bailar por fin con él. Di vueltas alrededor de Alec hasta que la canción se tranquilizó un poco y él me agarró de la cintura. Me gustaba estar contra su pecho fuerte y cálido, me recordaba a la sensación de que papá me cogiera cuando yo era pequeña y me hacía daño, la manera en que me abrazaba y me besaba la cabeza a modo de consuelo.
               -Estás muy guapa-me susurró Alec al oído, y yo sonreí.
               -Tú también. Viajar por el mundo te sienta bien, ¿eh?-le di un leve toquecito en el hombro y él se rió.
               -Supongo que he nacido para ser un nómada, menos mal que tengo a mis chicas conmigo para hacerme sentir como en casa-susurró, mirando a Sabrae, que estaba sentada observando cómo los niños de la ceremonia jugaban a pasarse una pelota de goma mientras el Golden retriever que compartía con Alec corría de un lado a otro, intentando atraparla al vuelo. No habían encontrado ningún sitio en el que dejar a la no tan pequeña Crema sin tener que renunciar a ella todo el fin de semana, y Scott le había dicho que la perra era parte de la familia y por tanto estaba invitada a la boda, con lugar de honor (eso sí, siempre y cuando fuera de etiqueta).
               Por desgracia, Crema había perdido su adorable lacito hacía tiempo.
               El amor que manaba de los ojos de Alec me enterneció. Me sentí como si estuviera echando un vistazo a mi propio futuro: quizás Scott y yo adoptásemos un perro, puede que fuéramos a una boda y yo me ocupara de vigilar a los niños mientras él bailaba, turnándonos para pasárnoslo bien.
               -¿Cuántos países os quedan por visitar?
               -Puf. Un montón-respondió él-. Yo ya he perdido la cuenta de los sellos en el pasaporte. La mayoría son archipiélagos.
               -Podéis ir de vacaciones, dejar el bus aparcado en algún sitio.
               -Yo ya vivo de vacaciones-contestó él, sonriendo cuando la pelota cayó en manos de Sabrae y la perra se puso a dos patas para intentar cogerla. Era tan alta como su chica, y desde luego igual de entusiasta.
               -¿Para cuándo tu boda? No quiero presionarte, ni nada por el estilo, pero tu hermana ha sido mi dama de honor, así que yo tengo que serlo en la tuya.
               -Déjame disfrutar del momento, ¿quieres, El? Pareces mi madre-puso los ojos en blanco y los dos nos echamos a reír. Volví a acurrucarme contra él y a observar a los invitados, que se reían y bebían y fumaban como si no hubiera un mañana.
               -Whitelaw-ladró Scott desde el otro lado de la pista-, las manos donde pueda verlas, que es mi mujer, ¿eh?-le picó, y Alec, por toda respuesta, me miró a los ojos, pidiendo permiso, y me dio una palmadita en el culo.
               Sabrae apareció a nuestro lado a los dos segundos.
               -Así que… ¿tenemos candidata para el trío?
               -Joder, bombón, si la propuesta va en serio, la escojo en dos segundos-respondió Alec, mirando en dirección a Diana, que se reía a carcajadas por una broma que le había contado uno de los amigos de Scott.
               Sabrae hizo un puchero, negando con la cabeza. Me acarició los hombros y me apartó un mechón de pelo que se había soltado del moño detrás de la oreja.
               -Ten paciencia con mi hermano. Es un buen chico, aunque a veces se vuelva insoportable.
               -A mí me parece adorable las 24 horas del día, Saab.
               -Sabrae, chica, de verdad, menuda manera de vender a Scott. Sabe dios las cosas que dirás de mí cuando no estoy delante.
               -Todas malas-sonrió la mayor de mis cuñadas.
               -Todas verdad, entonces.
               Sabrae puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
               -El, ¿te importa...? me gustaría bailar con mi chica, ahora que he conseguido que levantara ese majestuoso culo de la silla.
               -¿Vas a dejarme a medias?-espeté, llevándome una mano al pecho y fingiendo que me arrancaba un puñal del corazón.
               -Créeme, tiene experiencia con eso-me confió Sabrae, sacándole la lengua a Alec, que empezó a protestar, y cuyas protestas ella calló con un beso. Crema se acercó a ellos, olfateándolos con entusiasmo, rodeándolos y meneando el rabo, como hacía yo cuando papá y mamá se besaban (o, al menos, con mi equivalente humano, es decir, sonriendo como si fuera boba).
               Di brincos por la pista de baile con mis amigas y agradecí enormemente que me avisaran de que la cena estaba lista para servirse. Más lo agradecieron mis pies.
               Pero antes, tocaba lanzar el ramo. Mimi me ayudó a terminar de enrollar las calas que quedaban más sueltas para hacer de él una masa uniforme y redonda. Vi cómo Layla y Diana trotaban para ponerse en la primera fila, y por un segundo me pregunté qué harían si una de las dos recogía al vuelo las flores. ¿Se quedaría la ganadora con Tommy? ¿Se casarían entre ellas y adoptarían a mi hermano como su amante masculino?
               Me di la vuelta, comprobando que Mimi también estaba preparada para luchar a muerte por mis flores, me santigüé y lancé las flores con todas mis fuerzas por encima de mi cabeza. Escuché un griterío extasiado mezclado con quejas murmuradas, casi silenciosas, mientras las mujeres se peleaban por conseguir mis flores.
               Me volví en el momento en que Sabrae levantaba el ramo en alto y se proclamaba vencedora. Fue derechita hacia Alec, que observaba la escena como si la cosa fuera con él o le hubieran obligado a ir ver una película que no le interesaba el día del espectador.
               -Alec, ¡adivina qué!
               -Vas a abrir una floristería-sonrió él, acariciando a su perra entre las orejas.
               -No, ¡he cogido el ramo! ¿Sabes lo que significa eso?
               -Que eres pequeña pero matona, porque has sido la que más codazos y empujones ha dado.
               -No te soporto, de verdad-sentenció ella, sentándose al lado de él mientras los demás volvían a sus asientos, instigados por Scott y yo, que ocupamos nuestro lugar en la mesa más elevada y amplia. Mantuvimos nuestra atención en la pareja.
               -A mí no me vengas con estas movidas; te pregunté si querías que te lo pidiera en Italia, me dijiste que no, pues ahora, apechugas.
               -¡Tenía 19 años!
               -Y la posibilidad de casarte con el tío más bueno de toda Inglaterra, pero ahora, ese momento ha pasado. Nena, adiós-Alec chasqueó los dedos delante de ella,  que puso los ojos en blanco.
               Comimos de nuevo, a pesar de que todos estábamos a reventar. Para el final de la velada, mi tripa hacía una deliciosa curvatura en el vestido. Me volví hacia Scott cuando nos levantamos para bailar un poco más y le susurré:
               -Mira, S, parece que estoy en estado.
               Él se me quedó mirando un segundo, me colocó las manos en el vientre y respondió:
               -Mi niña, no me digas estas cosas, porque me muero de amor aquí mismo, ¿quieres?
               Sonreí, le di un beso y esperé pacientemente a que la ceremonia fuera decayendo poco a poco. Me senté de nuevo a la mesa en compañía de Mimi y mi madre cuando ya no podía más con los pies, viendo el goteo incesante pero tortuosamente lento por el que los invitados se marchaban bien a sus casas, bien a las habitaciones. Me fijé en que uno de los chicos del equipo del tour de Scott lanzaba muchas miradas a Mary, manteniéndola vigilada y controlando cada uno de sus movimientos. Ella se revolvió en el asiento y echó un vistazo disimuladamente a su reloj.
               -Puedes marcharte, si quieres-le dije. Ella me miró.
               -Estoy muy bien aquí.
               -Mim-sonreí-, va en serio. Vete. Me quedo en muy buena compañía-sonreí, cogiéndole la mano a mi madre, que me devolvió una sonrisa igual de cálida. Mimi nos miró a ambas, dubitativa, y luego asintió, se levantó, recogió su bolsito y me dio un beso en la mejilla.
               -No dejes que Scott beba demasiado. Tenéis que hacer un bebé esta noche.
               -¿Te imaginas mantener sexo con alguien sólo por el sexo y no por la descendencia?-puse los ojos en blanco. Mimi se echó a reír.
               -¿Te imaginas casarte con Scott Malik y no darle hijos? Creo que eso entra dentro de los pecados capitales.
               -Ilústrame, Mary.
               -Es ser gilipollas.
               Se marchó riéndose en dirección a la barra, pasó de largo delante del chico y le lanzó una mirada cargada de intención. El chaval depositó su copa y se apresuró a seguirla en dirección al exterior, camino de la puerta de las habitaciones del restaurante.
               Mamá me acarició la mejilla y me miró a los ojos.
               -Estás preciosa, cariño. Te sienta muy bien ser feliz.
               -Gracias, mamá-sonreí, notando cómo se me llenaban los ojos de nuevo de lágrimas. Mamá se sacó un pequeño estuche forrado con piel de cocodrilo de imitación y lo dejó encima de la mesa, entre las servilletas manchadas de carmín y las copias medio vacías-. ¿Qué es?-pregunté, recogiéndolo con curiosidad.
               -Ábrelo-respondió ella. Hice una ligera presión en el estuche y éste se abrió, descubriendo un interior de tela gris sobre el que reposaba una pequeña cadena de oro, muy cortita, con una estrella de cinco puntas redondeadas en un extremo. La cogí con los dedos y me la quedé mirando.
               Tenía grabada una pequeña E en uno de los lados.
               Levanté la vista y me encontré con la sonrisa de mamá, que rápidamente se difuminó tras mi cortina de lágrimas.
               -Me la regalaron cuando aún era un bebé-sonrió, recogiendo la cadena y poniéndomela alrededor de la muñeca-. Era de mis favoritas. No me la quitaba. En todas las fotos de mi infancia, aparezco con ella. Hasta que un día tuvimos que hacer limpieza y mi madre la guardó. Estuve un montón de tiempo sin verla y sin acordarme de ella. Y ahora, es tuya. Quise habértela dado cuando eras pequeña, pero no quería que cayera en el olvido como sucedió conmigo. Te puse Eleanor en parte por la chica cuyo sacrificio me dio la vida que tengo ahora, mi ángel de la guarda personal-me recordó, y yo asentí. Conocía la historia de aquella fantasma, aunque no le daba tanto crédito como ella, pero respetaba que mamá tuviera algo tan firme en lo que creer.
               Algo que la animara a sacrificarse y poder seguir adelante.
               Algo que le dio una segunda oportunidad a Niall en aquel horrible accidente en el que el irlandés casi había perdido la vida, y mamá había conseguido salvarle pidiendo que su suerte se fijara un poco en él. Y ahora estábamos aquí, gracias a aquel fantasma, el ente cósmico al que mamá llamaba Eleanor, a quien Scott se refería como Alá.
               -… pero también te la puse para que pudieras llevar esta pulsera cuando fueras mayor. Si tenemos las mismas iniciales, no es casualidad-me limpió las lágrimas, sus ojos también inundados-. Me gustaría iniciar una tradición familiar contigo esta noche, mi amor. Ten una hija. Ponle un nombre que empiece por E. Y dale esta pulsera cuando se case.
               -¿Por qué no se la das a las hijas que tenga Tommy?
               -Porque Tommy es igual que tu padre. Es más de Louis que mío. Pero tú eres igual que yo. Tú eres más mía que de tu padre-sonrió-. Y porque eres la única cuyo nombre tiene más de un significado para mí.
               Me abracé a ella y lloré en su hombro como una niña pequeña. Le di un beso, las gracias, y continué llorando en su vestido hasta que ella se revolvió.
               -Scott-dijo-, mi hija está cansada. ¿Qué te parece si te la llevas a un sitio un poco más tranquilo?
               -Precisamente eso venía a decirle ahora. Yo también estoy algo cansado. ¿Qué me dices, mi amor?-preguntó él, ofreciéndome una mano-. ¿Quieres marcharte ya?
               Asentí con la cabeza, acepté su mano, me despedí de mi madre, besé a mi padre, a mis hermanos, y seguí a Scott por el balcón del salón en dirección a las habitaciones. Nos metimos en el ascensor y Scott pulsó la tecla del último piso. Se acercó a mí.
               -Estás llorando mucho-comentó, acariciándome el mentón.
               -Es que… soy muy feliz, Scott.
               -Yo también, El-respondió él, depositando un suave beso sobre mis labios. Las puertas se abrieron pero nosotros no nos movimos. Empezaron a cerrarse y Scott puso una mano entre ellas para detenerlas. Nos separamos, sin aliento, y caminamos en dirección a la suite nupcial. Scott se sacó la tarjeta llave del bolsillo y empujó la puerta, que se abrió de par en par dócilmente. Di un paso en dirección a la habitación pero él se interpuso entre el pequeño pasillo y yo.
               -¿Qué…?
               -Quiero hacer las cosas bien, El.
               -¿A qué… te refieres?
               -Nos hemos casado en una iglesia, como tú querías. Concédeme ahora tú este capricho.
               -De acuerd…-susurré, sin saber muy bien a qué se refería…
               … hasta que me cogió de la cintura y levantó mis pies del suelo. Lancé una exclamación, sorprendida, y me eché a reír, aferrada a su cuello para no caerme.
               -¡Scott!
               -Llevo muriéndome por hacer esto desde que me tomaste por esposo-confesó, frotando mi nariz con la suya y llevándome en volandas dentro de la habitación. Cerró la puerta con un puntapié y me llevó hasta la cama. Me depositó sobre ella y comenzamos a besarnos.
               -¿Estás cansada?
               -¿Y tú?-contesté, juguetona. Él se echó a reír. Me arrastré por la cama hasta tener los pies también sobre ella. Scott empezó a tirar como un burro de mi vestido, obligándome a darle una palmada en la espalda-. ¡Scott, para! ¡Lo vas a romper!
               -Qué más dará-protestó él, besándome los pechos por encima del encaje.
               -¡A mí me importa! ¡Es mi vestido de boda! ¡Es de diseño! ¡Noemí lo diseñó para mí!
               -Lo compraste en una tienda-respondió, tozudo, bajando por mi anatomía.
               -Noemí hizo varios diseños. Es de la temporada que viene.
               -¿Le has hecho de modelo a la madre de Diana?-sonrió, divertido, mientras continuaba bajando por mi piel-. Qué morro tienen en esa familia.
               -Me encanta este vestido-protesté.
               -A mí también. Pero es como la envoltura bonita de un bombón. Lo que cuenta realmente es el bombón que esconde en su interior. Y me vuelve loco pensar que, debajo de toda esa tela y encaje, estás deliciosamente desnuda.
               -Estoy de todo menos desnuda ahora mismo-sonreí.
               -Para mi desgracia-respondió él, separándome las piernas y metiendo la cabeza debajo de la falda. Lancé una exclamación.
               -¡Scott!-discutí, y él salió de debajo del vestido y sonrió, seductor.
               -He comido poco durante la cena para poder devorarte toda la noche, nena. ¿Sabes las ganas que tengo de sentir cómo te deshaces en mi lengua?
               -Por Dios, Scott, estás mal de la cabeza-me eché a reír, poniéndome roja como un tomate.
               -Sí, sí, sí, pero, ¿te vas a quitar ya este dichoso vestido, o te voy a tener que comer el coño con él?
               -No tienes valor a comérmelo con él puesto.
               -¿Qué no qué? Mi amor, tú no sabes con quién te has casado-sentenció, metiendo la cabeza de nuevo entre mis muslos, bajándome las bragas y acercando la boca al centro de mi ser.
               -¡Eres un sinvergüenza!
               Me devoró y me devoró y me devoró hasta que mi cuerpo dijo basta, y me rompí para él, que bebió de mí gustoso.
               Cuando abrí los ojos, ya recuperada del orgasmo, me lo encontré mirándome con una chispa en la mirada que no supe identificar bien.
               -¿Qué?-susurré, acariciándole el cuello.
               -Sabes incluso mejor ahora que eres mi esposa-susurró, y yo sonreí. Le di un beso en los labios y me deleité en el sabor prohibido de sus besos tiznados de sal.
               -Pues tienes toda la vida para probarme.
               -Te tomo la palabra-respondió, besándome el dorso de la mano. Me ayudó a levantarme y me quitó los zapatos. Me desabrochó los botones de la espalda y me ayudó a salir de la parte más aparatosa del vestido, la zona con la cola, y me observó mientras yo lo colgaba, vestida ahora con una especie de camisón con mangas de encaje, en una de las perchas situadas estratégicamente en lo más alto de la habitación. Cogí la bolsa negra que Diana me había traído de su casa y abrí la puerta del baño.
               -¿Adónde vas?-se quejó Scott.
               -Adivinas-respondí, sacándole la lengua-. Tengo una sorpresa para ti. Ponte cómodo-cerré la puerta y la volví a abrir-. Pero ni se te ocurra desnudarte.
               -¿Puedo, al menos, aflojarme la pajarita?
               -No-contesté, cerrando de nuevo la puerta. Escuché a Scott reírse y susurrar un “vale”. Se sentó en la cama mientras yo me quitaba lo que quedaba del vestido y preparaba la lencería más provocativa que había encontrado en todo Londres. Era de la sección más restringida de la tienda más erótica que pudieras encontrarte; tanto, que era imposible permanecer con esa ropa por más de 10 minutos. Llevarla debajo del vestido sería un suicidio.
               Se me ocurrió una idea antes de ponérmela. En silencio, abrí la puerta y fui a dejar el resto del vestido en la percha con la cola, caminando de modo y manera que cada una de mis curvas se zarandeara con cada paso. Scott no perdió detalle de mi cuerpo trabajado, mi tripa un poco abultada, mis pechos realzados y juntos con el sujetador, y mis nalgas desnudas, descubiertas por el tanga blanco.
               -Dios mío-susurró, frotándose la cara-. Ven aquí, Eleanor-ordenó en tono gutural-. Voy a explotar.
               -No-respondí yo, divertida, abriendo de nuevo la puerta, agitando el culo delante de su cara y metiéndome de nuevo en el instante en que él alargaba la mano para tocarme. Me cambié y me puse lencería de color vino, a juego con mis labios, me miré en el espejo y, satisfecha, abrí la puerta. Scott me miró con ojos como platos.
               Me regodeé en el recuerdo de su expresión en el primer fin de semana que habíamos pasado juntos.
               Era exactamente igual que la de ahora.
               -Nena-musitó, acercándose a mí-. Lo fuerte que te voy a follar ahora no te lo han follado en toda tu vida.
               -Aquí me tienes-respondí-. Ven a cogerme.
               Y vaya si lo hizo. Me agarró de las caderas y decir que me comió sería quedarse muy corto. Se introdujo en mi húmedo y ansioso interior con un alarido de júbilo, y comenzó a embestirme sin piedad mientras yo me estremecía para él, me retorcía, gritaba, gemía y le arañaba. Sabía mejor, se sentía mejor, estaba mejor que nunca. Me percaté de que estaba desnudo, y me pregunté si lo había hecho yo o lo había hecho él o lo habíamos hecho juntos.
               Nos corrimos a la vez, gritando el nombre del otro, él con las manos apoyadas en el cabecero de la cama, yo con las uñas clavadas en su espalda y las piernas alrededor de sus caderas, su miembro clavado en mi hambriento interior, derramando su semilla en mi placer marino.
               Nuestros cuerpos se desacoplaron y se separó de mí con un gruñido, tumbándose a mi lado, recuperando la respiración.
               -Ya nos vale-comenté, y él sonrió, asintiendo con la cabeza.
               -Con lo mucho y lo bien que nos queremos…
               -Haber hecho que nuestro primer polvo de casados sea así.
               -Bueno, si te dejo embarazada de ésta, y el crío nos sale peleón, ya sabemos por qué es.
               -¿Por qué tiene que ser un niño? ¿Por qué no una niña?
               -Tengo que tener un niño-respondió él-. No hay discusión sobre eso.
               -¿Ah, sí? ¿Y eso, por qué? ¿Tan malo sería una mini Eleanor en el mundo?
               -Mi amor-dijo, tumbándose sobre su costado-, una mini Eleanor sería perfecta, mil millones de mini Eleanor serían perfectas. Pero tengo que tener al menos un niño. Tengo que tener un hijo para ponerle el nombre de Tommy.
               -¿Y si yo no quiero ponerle Tommy a un hijo mío?
               -Se lo pongo a traición, como mi padre me puso Scott a mí-sonrió, besándome en la mejilla. Nos besamos un poco más, mimosos. Me acarició el costado y me cubrió con la sábana cuando me descubrió tiritando, tanto de nervios como de frío.
               -Quiero tenerte dentro otra vez-susurré.
               -Yo también, pero estoy demasiado cansado ahora mismo.
               -No te duermas-le pedí. Él negó con la cabeza.
               -No quiero que este día se acabe jamás.
               -Yo tampoco.
               No me puedo creer aún lo que dije a continuación.
               -¿Peli y mimos?-sugerí, señalando la televisión.
               -Por favor-respondió él, asintiendo con la cabeza y riéndose. Le di un beso y pasé mis dedos por su pelo alborotado, rodé para coger el mando de la televisión. Él se incorporó y recogió una botella de champán y bombones, fresas con nata y chocolate, de una mesa de cristal en la que yo no había reparado aún. Se quedó mirando uno de los paquetitos que reposaban sobre la mesa de cristal y soltó una risita entre dientes.
               -¿Qué ocurre?
               Me enseñó el paquete. Se trataba de un condón.
               -¿Acaso somos tan jóvenes como para no querer descendencia ya?
               -Mi madre se quedó embarazada de Tommy con mi edad.
               -A tu edad, Alba ya tenía a Layla. Con un año y pico, si mal no recuerdo-respondió, negando con la cabeza y tirando el condón sobre la mesa.
               -¿No lo guardas? Para Sabrae.
               -Sabrae y Alec no usan preservativos. Por lo del viaje, y tal-respondió. Claro, pasarse tanto tiempo juntos, recorriendo el mundo en el bus escolar que habían convertido en una autocaravana de lujo, hacía que tuvieran sexo muy a menudo, demasiado como para usar condón en cada encuentro.
               Scott apartó las sábanas y se metió conmigo en la cama. Se acercó a mí y me dejó acurrucarme sobre su pecho, mirando la oferta del catálogo de películas con atención. No protestó cuando sugerí comedias románticas, pero por deferencia hacia mi recién estrenado esposo, decidí poner algo que nos interesara a ambos.
               La llegada, con Amy Adams, por ejemplo.
               -Se nota que eres hija de tu madre-sonrió, besándome el pelo-, viendo una película en tu noche de bodas.
               -¿Te parece un final un poco cutre para tu gran día?
               -Cualquier final contigo es un gran final, El. Podríamos haber ido a recoger basura a la playa y a mí seguiría pareciéndome el mejor día de mi vida.
               Me estremecí, le miré a los ojos.
               -Scott…
               -¿Mm?
               -Yo también me alegro de que a tus padres se les rompiera el condón.
               Él sonrió, me besó en los labios. Apenas vimos la película, demasiado ocupados en beber, comer fresas de la mano del otro y chuparnos el chocolate y la nata de los dedos. Le acaricié y noté que se endurecía. Separé las piernas y dejé que me tomara otra vez, mirándome a los ojos, ahora ya más tranquilos, haciendo el amor a la vieja usanza.
               -¿Te imaginas que me dejas embarazada hoy?-fantaseé. Él me observó, me besó los pechos, posando sus labios en los pezones, su piercing arañando mi piel más sensible, su sexo en el mío, sus ojos clavados en los míos.
               -Por dios, ojalá-contestó-. El único sueño que me queda por cumplir ahora mismo es convertirte en madre, mi amor.
               -Calla-respondí, poniéndole un dedo en los labios y agitando lentamente las caderas para hacer fricción en nuestros cuerpos-, y hazme el amor. Dame las estrellas. Déjame ver cómo te conviertes en un dios. Voy a venerarte siempre, Scott Malik. Siempre.
               Me poseyó lentamente. Cuando salió el sol, aún estaba en mi interior, nuestras bocas unidas, nuestras esencias tan entremezcladas que era imposible saber dónde terminaba Scott y dónde empezaba Eleanor.
               Jamás me sentí tan ilimitada como en aquel pequeño espacio de tiempo en el que Scott me regaló la eternidad… y su apellido.
              


Los días siguientes a la boda fueron increíbles. Apenas me desperté al día siguiente de convertirla en mi esposa, ya me sentía viviendo en una nube de la que no pensaba bajarme. Ella abrió los ojos casi a la vez que yo, esbozó una sonrisa y me acarició con una mano en que me algo frío se aferraba a su dedo: los anillos que le había regalado, el de compromiso y el de boda, la alianza dorada que la declaraba como mía, para siempre.
               Retozamos un poco, nos besamos, volvimos a hacer el amor condenadamente despacio, con ella mirándome a los ojos y diciéndome que le encantaría vivir de mi cuerpo hasta que el tiempo se terminara, y, finalmente, nos armamos de valor y raciocinio suficiente como para salir de la cama y bajar a desayunar, sólo para encontrarnos el resto de integrantes de Chasing the stars, Kiara y Aiden sentados a una mesa en la que había dos sitios libres que no dudamos en ocupar.
               -¿Qué tal la noche de bodas?-preguntó Chad mientras Layla nos pasaba un plato que ya habían rellenado en el bufet, con la esperanza de que apareciéramos pronto.
               -Genial.
               -Tú habrás tenido la noche de tu vida, S, pero yo hago tríos una vez a la semana-replicó Tommy, divertido, mientras Diana daba un mordisco de su tostada y ponía los ojos en blanco, riéndose ante la bravuconería de mi mejor amigo.
               Esa misma noche cogimos el avión con destino a nuestra luna de miel, que acabamos compartiendo con Tommy, Diana, Layla, Chad, Aiden, Kiara, Jordan y Zoe, estos últimos después de que Diana se apuntara en el último momento y chafara sus vacaciones con Zoe. La pelirroja fingió un puchero y se encogió de hombros, diciendo que jamás le perdonaría a Diana que la dejara tirada, hasta que Eleanor se volvió y le dijo:
               -¿Y por qué no venís vosotros también?
               Jordan se quedó helado, Zoe pensó que Eleanor estaba de broma… y, sinceramente, yo también.
               -Pero…
               -Lo que sucedió con Scott está olvidado. Eres amiga de Diana-sentenció Eleanor-, y por tanto, también mía. Podéis venir con nosotros si queréis. Sé que no voy a tener problema peleándome contigo por Scott. El problema es mi hermano, y mi hermano no se discute que venga.
               Tommy, repantigado en su silla, asintió con la cabeza y se palmeó la tripa.
               -Soy esencial en la felicidad de tu esposo, señora Malik, será mejor que te vayas acostumbrando.
               -Menos mal que Scott se ha casado con Eleanor, porque llega a hacerlo conmigo y yo no os tolero estas tonterías de venir a nuestro viaje de novios porque lo pasáis separados-bromeó Layla.
               -A ti lo que te pasa, Lay, es que tienes una envidia que te mueres.
               -¿Envidia, yo?-ella dejó su café encima de la mesa-. Pero si me voy acoplada a una luna de miel que seguro que es fantástica. Gratis.
               -Gratis, no. La he pagado yo-corrigió Tommy-. De nada, Eleanor.
               -Creía que la había organizado Scott.
               -Oh, y la ha organizado Scott, pero el de la pasta he sido yo.
               -No voy a hacerlo yo todo-protesté-, poner las ideas y encima el dinero, Thomas. Menudo morro tienes.
               -Morro tienes tú, que me arrebatas a mi hermana y encima me obligas a financiarte los polvos internacionales. Se te tenía que caer la cara de vergüenza.
               -Pagaste porque te dio la gana.
               -Pagué porque tengo un mínimo de decencia. Y que Layla no me venga ahora con lo de que vamos gratis, porque no, chata.
               -Has pagado tú, ¿no? Pues eso, que viajo gratis-sonrió la inglesa, tomando un nuevo sorbo de su café y echándose a reír con los demás ante su expresión de fastidio.
               Así que allá fuimos todos, derechitos al avión privado que habíamos comprado entre los cinco en cuanto conseguimos reunir el dinero y la fama suficiente como para que no se considerara demasiado excéntrico meternos en el berenjenal que era hacernos con un jet (yo creía que ibas al aeropuerto y pedías un avión y ellos te lo proporcionaban, pero el tiempo que pasamos visitando asesorías y fábricas para ver qué modelo encajara mejor con lo que queríamos –yo, con que volara, me daba con un canto en los dientes- había sido un verdadero infierno), cada uno cargado con un par de maletas en el que habíamos metido tanto ropa cómoda como de playa. Le abroché el cinturón a Eleanor y ella me dio un beso en los labios, acariciándome la barbilla.
               -Bueno, ¿qué quieres hacer? ¿Turismo, o luna de miel romántica en la playa?
               Ella parpadeó.
               -¿Has reservado dos lunas de miel?
               -Soy Scott Malik, nena, puedo permitirme consentir a mi esposa-respondí, devolviéndole el beso. Tommy fingió una arcada, pero la sonrisa que no se le borraba de los labios cada vez que nos miraba la delataba.
               -Playa-dijo Eleanor sin dudar, y añadió, en voz más baja-, me muero por bañarme desnuda contigo en el mar, y hacértelo en la orilla.
               Se me quitó un peso de encima cuando eligió el mar; me había descubierto planeándolo todo con más detalle en las Bahamas que en Grecia, donde nos pasaríamos el día yendo de un lado para otro, con un calor sofocante, y tratando de descifrar los carteles de las ciudades con una plano y un diccionario de mano (había pensado en pedirle a Alec que viniera con nosotros, y Sabrae incluso se había mostrado entusiasmada con la idea de volver a visitar Grecia, pero él se había negado aduciendo que Eleanor podía enamorarse de él –es tonto, el pobre, dejémosle- y arruinarme la luna de miel fugándose con ellos dos). Apenas tendríamos tiempo para hacer nada por la noche, demasiado cansados por las sesiones de turismo que sólo pensaríamos en dormir nada más llegar a la cama.
               Pero en Bahamas, era distinto. Habíamos reservado varios bungalows en uno de esos complejos que se extienden sobre el mar con pasarelas de madera, en los que puedes saltar al agua desde cualquier ventana de la pequeña casita, y, aunque hicimos varias excursiones para descubrir los tesoros ocultos de la isla, la verdad es que nos pasamos 15 días haciendo poco más que tomar el sol, jugar a las cartas, emborracharnos de noche y tener sexo a todas horas, cada vez que nos dejaban solos.
               Eleanor se había propuesto sacarme brillo durante aquellas vacaciones, y se acercaba a mí, sugerente, mientras nadábamos, se aferraba a mí como un koala marino, se desanudaba la parte arriba del bikini y se desplazaba con delicadeza la parte de abajo, me bajaba el bañador y me besaba y me besaba hasta que yo me endurecía lo suficiente para poder tomarla en el agua. Lo hacíamos en silencio, conteniendo nuestros gemidos y tratando de disimular lo que estábamos haciendo, como si los demás fueran tontos y no se dieran perfecta cuenta de que estábamos tan locos el uno por el otro que no nos importaba nada que los demás estuvieran a tres metros, chapoteando, riendo o enrollándose también.
               Muchas noches salía de la ducha de agua fría con la que se quitaba el salitre del mar del pelo y el cuerpo con una camiseta que se quitaba en cuanto yo la miraba, sus pezones endurecidos por el aire fresco de la noche y el rincón de su sexo rizado tan sugerente que no podía apartar la vista de él.
               -Creo que voy a dormir desnuda esta noche-me decía-, hace un calor tremendo-y procedía a apartarse el pelo del hombro y arquear la espalda mientras se abanicaba el cuello, ofreciéndome una vista perfecta de sus pechos desnudos, su vientre plano, sus caderas redondeadas y sus piernas ligeramente entreabiertas, ofreciéndome una fruta prohibida a la que yo no iba a renunciar ni de coña. Se tumbaba con parsimonia a mi lado, boca abajo, exhalaba un suspiro y gemía cuando yo comenzaba a acariciarla, pasándole la mano por los lumbares, bajando por sus nalgas e introduciéndome en su sexo, que se mojaba a marchas forzadas mientras yo la besaba y me quitaba los bóxers con los que esperaba ansioso a que saliera del baño.
               Perdí la cuenta de cuántas veces la tomé y cuántas veces se mezclaron nuestras esencias el mismísimo primer día.
               Pero es que estaba preciosa, bronceada, con esas sutiles marcas del bikini en su cuello y las caderas, recordándome el tono de piel con el que había llegado y el tono de caramelo con el que se marchaba, el pelo clareándosele por el mar y por el sol, los ojos brillantes por el sexo y la felicidad, sus carcajadas de noche cuando nos sentábamos en la playa a beber cócteles de frutas exóticas mezcladas con alcohol, las flores que se ponía en el pelo cuando íbamos a pasear… era feliz allí.
               Y estaba preciosa cuando era feliz.
               Incluso sabía mejor, incluso lo hacía mejor. Sus pechos estaban más turgentes, sus pezones se endurecían más, su sexo se humedecía más rápidamente y lucía, olía y sabía mejor, se reía mientras yo la lamía, la chupaba y la mordisqueaba, gemía mi nombre, me decía que me quería, mientras mi lengua exploraba sus fronteras más ocultas, me miraba a los ojos y me decía que me amaba cuando yo no podía más y me introducía en su interior, nuestros cuerpos acoplados, como debía ser, como siempre sería, mi erección en su entusiasmo y mis dedos en sus senos, sus uñas en mi espalda, su boca en la mía, sus piernas alrededor de mis caderas y nuestros movimientos acompasados como la luna y las mareas.
               Derramaba mi semilla en su interior y ella sonreía, me acariciaba la espalda, el cuello, los labios, y me decía que se moría por hacerme padre, que quería tener hijos conmigo, quiero estar embarazada de ti, Scott, y yo sentía que nadie me había dicho jamás algo tan precioso.    Creo que nos gustaba más por eso. Porque ahora nos mezclábamos con la esperanza de hacer algo más grande, porque ahora lo que hacíamos tenía incluso más sentido que antes: no era por nosotros, no era sólo por nuestro placer, era por hacerle el regalo más importante y más grande que podías hacerle a una persona.
               Un bebé.
               Con ella.
               No hubo suerte, pero lo mejor de todo era que no nos importó. Cuando lo contamos en casa, que no habíamos conseguido que Eleanor se quedara embarazada, todo el mundo nos consoló, dijo que no pasaba nada, que éramos jóvenes y teníamos tiempo. Teníamos todavía un montón de cosas que vivir, cosas que hacer.
               Una de ellas era encontrar una casa, y nos pusimos manos a la obra a la semana de regresar, cuando toda aquella locura se había calmado un poco, los irlandeses volvieron a su país y Tommy se me acercó un día diciendo que era hora de empezar a pensar en un nido en el que establecerme, a lo que yo contesté:
               -Creía que no me lo ibas a decir nunca, ¿qué casa has visto ya?
               La búsqueda fue muy monótona y agotadora, pasando de un lado a otro del país, ya casi sin importarnos la localización, sólo que hubiera dos viviendas una al lado de la otra (y Diana podía decir misa sobre lo enfermo que resultaba que no quisiéramos vivir separados ni por una puñetera calle, a lo que yo contestaba saltando a la mínima, y Tommy, enzarzándose en una discusión en la que siempre tenía que terminar interviniendo Layla).
               Por lo menos, tuvimos la suerte de que ninguna casa nos llamó la atención lo bastante como para decepcionarnos porque no cumplía con nuestros requisitos, hasta que llegamos a un barrio en una pequeña población del sur de Inglaterra en la que había dos casas al lado de la playa, muy cerca de un bosque; una, de hecho, lindaba con él, tenía a un lado el resto del pueblo, y al otro, comenzaban los árboles que se extendían más allá de donde alcanzaba la vista.
               Tommy, Diana y Layla se enamoraron de la casa blanca.
               Y la casa de los árboles se las arregló para seducirnos a Eleanor y a mí. Su interior estaba hecho de algo que imitaba a la madera, en tonos marrón y tierra que te recordaba a las típicas casas de lujo de los estados de alta montaña de las películas americanas. Achaparrada, su piso superior era más pequeño que el inferior, con unas escaleras que subían con parsimonia hacia la parte de arriba directamente desde el salón, muy al estilo de la casa de Tommy, y con enormes ventanas que aprovechaban hasta la más mínima luz que asomaba entre las nubes y las copas de los árboles.
               Me gustaba todo. Me gustaba su salón amplio y luminoso, en el que ya veía puestos el sofá, a televisión y demás muebles indispensables; me gustaba la cocina, con un comedor interior en el que resguardarse de la lluvia en los días que más frío hiciera; me gustaba la pared que daba a la calle, inclinada, arrojando vistas preciosas del cielo desde la parte frontal de la casa, desde donde incluso se podrían ver las estrellas; me gustaba el baño y me gustaban las habitaciones, dos pegadas, una mayor y otra más pequeña.
               Eleanor se paseó por la pequeña, examinando los muebles de muestra y la ventana con banco cuyos bordes estaban pintados en blanco. Se inclinó y estudió el jardín, en el que había plantado un tímido arbolito que poco a poco iría creciendo, una pequeña piscina que podríamos ampliar si nos apetecía, y una bajada en dirección a la playa de arenas blancas, contra las que un mar embravecido se cebaba aquella tarde.
               Tenía la esperanza de que dijera que le gustaba, no me perdonaría nunca el vivir en una casa que ella hubiera aceptado sin más sólo porque a Tommy le había gustado la de al lado.
               -¿Qué opinas?
               -Me gusta. La forma, la localización, el mar de fondo… todo.
               -¿Te has fijado en las ventanas?-preguntó, y yo asentí-. Podrías poner un telescopio en la parte de arriba y estudiar el cielo incluso en invierno, cuando hiciera mucho frío, desde dentro.
               -No había pensado en eso, mi amor-sonreí. Aunque sí que lo había hecho, la verdad.
               -Y me gusta la habitación. Me gusta el poder ver los árboles desde la cama.
               -A mí también.
               -Y me gusta ésta, también-susurró, acariciando el marco de la puerta-. Será perfecta como habitación del bebé.
               -Sí-asentí-. Pero no tenemos que agobiarnos, ¿vale? No tenemos prisa.
               -Un poco sí-respondió ella, sonriendo y mirándome. Incliné la cabeza a un lado.
               -¿A qué te refieres?
               Su sonrisa se hizo más amplia. Se llevó una mano al vientre.
               A mí se me paró el corazón.
               -Me refiero a que no tenemos ni nueve meses para encontrar un hogar en el que criar a un niño, S.
               En mi interior, se encendió una estrella, cuyo fuego se propagó por todas mis terminaciones nerviosas.
               -¿Quieres decir…?
               -Tengo una falta, S-sonrió ella-. Creo que estoy embarazada. Vamos a tener un bebé.
               Corrí hacia ella y la abracé, la besé y la besé hasta casi dejarla sin aliento. Cuando me separé de ella, tenía los ojos humedecidos, y yo se los besé.
               -Dime que es broma. Dime que es broma, por favor, dime que es broma-supliqué, y ella negó con la cabeza, feliz, colgándose de mi cuello y abrazándome. La atraje hacia mí y comencé a besarla-. Te amo. Mi niña, embarazada. Vas a ser madre. Vas a hacerme padre. Dios, El, no me lo puedo creer, no me lo puedo creer.
               -No sabía cómo decírtelo, así que, ¡sorpresa!-sonrió, limpiándose las lágrimas-. ¿Te hace ilusión?
               -Pero, ¿qué dices? Estoy como loco, ¡dios! ¡Joder! ¡Tenemos que contárselo a tu hermano!
               -Tommy ya lo sabe. Le hice prometer que no te lo diría. Quería verte la cara-confesó, acariciándome las mejillas.
               Bajamos las escaleras y nos encontramos con el trío, que se había acercado a las ventanas y estudiaba los árboles. Tommy se volvió hacia nosotros el primero, y sonrió, feliz, al ver mi expresión.
               -Te lo ha contado, ¿verdad?
               Asentí con la cabeza y me volví hacia la vendedora.
               -Nos la quedamos.
               -Pero, ¡Scott, si no sabemos lo que cuesta!
               -Me da igual-sentencié-. Quiero criar a nuestros hijos aquí. Nos quedamos la casa, ¿cuándo podremos venir a vivir aquí?
               -Tendré los papeles dentro de un par de días-sonrió la agente, pensando en la comisión que iba a llevarse. Tommy intercambió unas palabras con sus chicas, y Diana pidió:
               -Prepara también los papeles de la otra, por favor. Nos gustaría mudarnos aquí lo antes posible.
               Primero nos ocupamos de los muebles de nuestra casa, por eso de que teníamos más prisa que los demás. Mientras hacían el traslado, Tommy y sus chicas se mudaron a la habitación del otro extremo de la casa. Decoramos cada rincón con mimo, esperamos a que pasaran unos meses y el vientre de Eleanor comenzaba a abultarse para empezar a pensar en la habitación del bebé.
               Cuando el trío hubo conseguido que su casa estuviera preparada, dimos una gran fiesta a modo de estreno de nuestros hogares en la mía. Tommy cocinó una cena increíble con la ayuda de Diana y la mía, mientras Layla y Eleanor preparaban las mesas, sacaban los cubiertos y trataban de decidir qué copas serían las mejores.
               Nuestras familias al completo y nuestros amigos más cercanos (los nueve de siempre y el grupo de Eleanor) acudieron con un montón de regalos para la nueva casa o la cena, desde botellas de vino a pequeños objetos de decoración traídos de los lugares más recónditos del mundo. A mamá no se le escapó que Eleanor no bebía vino en toda la cena, limitándose a agua mineral que vertía directamente de varias botellas de cristal.
               Al terminar el postre, que Tommy cortó y repartió con eficiencia, yo me levanté, y todo el mundo se me quedó mirando.
               Aun así, di unos golpecitos con la cuchara en mi copa.
               -Qué melodramático eres-se burló Tommy.
               -Llevo toda mi vida queriendo hacer eso, cierra la boca-respondí, y todos se rieron-. Familia. Amigos. Estamos muy felices de que hayáis podido venir hoy y estar aquí con nosotros. Eleanor y yo tenemos algo que anunciaros-me volví y la miré. Tenía los ojos brillantes y me acariciaba la mano-. Eleanor está embarazada-proclamé. En unos seis meses, vamos a ser padres.
               Se desató la locura en la mesa. Todo el mundo vino a felicitarnos y a desearnos buena suerte, a preguntar detalles sobre el bebé que venía en camino y a exigir que se hiciera otra fiesta así cuando el pequeño naciera. Todos curiosearon sobre lo que queríamos, y yo quedé como un cerdo diciendo que prefería un niño mientras que Eleanor respondía con elegancia que ella lo que deseaba era que viniera sano, el sexo le daba igual.
               Cuando fuimos a la ecografía y nos dijeron que lo que venía era una niña, Eleanor me miró un segundo. A la salida, me preguntó si estaba bien que fuera chica y no chico, a lo que respondí con un:
               -¿Estás de coña? Vamos a tener una mini tú. Es imposible que las cosas fueran mejor de lo que ya son.
               Ella se había abrazado a mí y no me había soltado en casi cinco minutos. Regresamos a casa y nos metimos directamente en la cama, hicimos el amor con cuidado, y nos dispusimos a esperar.
               A los pocos meses, después de un millón de antojos de mi chica, después de que se tuviera que quitar la alianza porque no le cabía en el dedo, después de mil masajes en los pies, que tenía destrozados e hinchados, después de cien comentarios que me enternecían el alma, como “Scott, mira, no me veo los pies” mientras se observaba la barriga, después de responder con un “¿ya viene?” alarmado cada vez que ella me llamaba, Eleanor se puso de parto.
               Dio a luz a una preciosa niña de 3 kilos 300 gramos que llegó al mundo gritando y llorando, pero se tranquilizó en cuanto la dejamos en brazos de su madre, sudorosa y agotada pero tremendamente feliz.
               Creo que nunca, jamás, veré algo tan hermoso como a Eleanor con el pelo alborotado, el rostro enrojecido y empapad en sudor, sosteniendo a nuestra hija recién nacida en brazos.
               Ahora entendía por qué papá había escrito la canción de Sabrae.
               Ahora lo entendía todo.
               El amor que te inunda cuando te conviertes en padre no puede expresarse con palabras, y la música habla cuando las palabras callan.
               -Scott-gimió Eleanor, en tono amoroso-, mira-me invitó, y me incliné hacia ellas, mis chicas, Aisha y Eleanor. Mi preciosa hija había abierto los ojos.
               Y me miraba con los ojos de mi madre.
               Con los míos.
               -Tiene los ojos de su padre. Por dios, Scott-gimoteó Eleanor, al borde del llanto-, le has dado tus ojos…
               Sostener a mi bebé se convirtió en mi único propósito en la vida, y a duras penas dejaba que Eri o mamá la cogieran durante más de 5 minutos. A Tommy, directamente ni se la entregaba, y él y mis hermanas me la robaban del regazo cuando yo me quedaba dormido con ella en brazos, aprovechaban todo el tiempo que podían para mimarla hasta que yo me despertaba y montaba el pollo del siglo exigiendo que me devolvieran inmediatamente a mi hija.
               -Tío, pero si antes lo compartíamos todo-protestaba Tommy, que no llevaba nada bien eso de no poder coger a su sobrinita cuando a él le diera la gana.
               -Me tira de los cojones; nunca hemos compartido a las chicas, y Aisha es mía-ladraba yo en tono posesivo, y Tommy y yo nos peleábamos hasta que Eleanor aparecía, agotada, me ordenaba que le diera a nuestra hija, la sostenía dos segundos y luego se la entregaba a su hermano.
               Jamás me había sentido tan traicionado como cuando lo hizo la primera vez.
               ¿Y verla darle el pecho? ¿Ver a mi hija amamantándose, bebiendo de mi esposa?
               Aquello era otro rollo.
               A aquello no podías ni escribirle canciones. Solía quedarme embobado, pillado hasta las trancas, incluso me abstraía tanto que seguía viéndolas juntas, en un momento tan íntimo, hasta mucho después de que Aisha se diera por satisfecha y Eleanor apartara su pecho de la boca de nuestro bebé.
               Me parecía estar viviendo un sueño. Yo me sentía en una nube, surcando los cielos con unas alas que eran exteriores a mi cuerpo. Tommy incluso se reía de mí, me decía que no era normal lo enamoradísimo que estaba de mi chica y mi hija, pero, cuando llegó Olivia, todo cambió para él también. Comenzó a entenderme.  Supo de primera mano qué era lo que yo sentía, y estaba de acuerdo conmigo en que aquello de ser padre era lo mejor del mundo. Ya no nos apetecía tanto hacer tours, dejamos un poco de lado la música y nos dedicábamos a remolonear en casa con nuestras niñas mientras las chicas continuaban trabajando.
               No entendíamos cómo podían seguir con sus vidas así, sin más.
               Pasaron los años, las pequeñas crecieron, Aisha empezó el colegio y yo me sentía como una mierda cada vez que la iba a dejar en la escuela, a pesar de todo el cansancio acumulado, a pesar de que era tozuda como ella sola y había veces en que me apetecía encerrarla, pero yo la quería con locura, la quería como nunca había querido a nadie. A veces, me sentaba en su habitación y me quedaba mirando las paredes, pintadas siguiendo la tradición familiar cuando ella aún estaba en el vientre de su madre por papá y por mí.
               Luego, me levantaba y me iba a casa de Tommy para pasar tiempo con él y su hija, que me llamaba “tío Scott”, y le importaba más bien poco que yo no tuviera sangre compartida con ella.
               Pero incluso Olivia iría pronto al colegio y Tommy se vería obligado a vivir lo mismo que estaba viviendo yo.
               Era increíble cómo podías vivir durante décadas sin una persona, pero en el momento en que ésta entraba en tu vida, se volvía esencial para tu existencia.


Alec dio un sorbo de su cerveza y alzó las cejas, mirando el botellín y asintiendo con la cabeza. Era verano, Eleanor estaba embarazada de nuevo y lo habíamos anunciado a bombo y platillo, tal y como el acontecimiento se merecía. Pero no había venido aquí por eso.
               Se había despertado con una llamada de teléfono perdida, con un nombre que llevaba tiempo sin escuchar ni leer, y una petición velada de que regresara a Inglaterra.
               Sabrae y él habían cortado hacía un par de años, él se había marchado a Islandia a trabajar (porque siempre le había llamado la atención ese país, decía, aunque Tommy y yo sospechábamos que se trataba más bien de que era el único lugar de la tierra que no había pisado con mi hermana), se había pasado seis meses en la mierda mientras ella hacía las maletas y se iba a vivir con Kiara, demasiado pronto para mi gusto teniendo en cuenta los años que habían estado juntos, a Irlanda.
               Venía de visita casi cada tres meses, para ver qué tal estábamos y qué noticias llegaban del viejo continente y de todo el mundo en general. Al único que veía a menudo era a Jordan, que se pasaba por su país en cuanto podía para hacerle una visita y ponerle al día de todo lo que ocurría en su pareja.
               Ese día era diferente. No había avisado con más de unas cuantas horas de antelación de que venía a comer, así que nos había pillado a todos un poco  en el aire, con los hermanos de Tommy de visita en su casa (siempre aprovechaban para ir a la playa de la que iban a verle), y con Duna afincada en la habitación de invitados, jugando con su sobrina cuando no le estaba zorreando a medio pueblo.
               Esa cría era mil veces peor que yo cuando tenía su edad. Estaba desatada, literal y metafóricamente: tenía 18 años y nada que perder.
               El caso es que Alec se había levantado por la mañana, había visto la llamada de la mayor de mis hermanas, y había descubierto que puede que quisiera hablar con ella en persona. Aprovecharía para venir a ver a sus amigos, y se autoinvitó a casa de Tommy con un corto mensaje: Haz algo rico para comer, que hoy me tienes de invitado.
               De alguna manera habíamos pasado de casa de Tommy a la mía, y ahora Dan estaba sentado en la barra americana, acariciando su botellín de cerveza y escuchando sin interés la conversación que nosotros tres, más Jordan, manteníamos.
               -Joder, hacía años que no probaba una cerveza tan buena. Allí sabrán de géiseres, pero de alcohol, no tienen ni zorra idea-Alec dejó el botellín en la mesa de acero y negó con la cabeza, recriminándose a sí mismo su elección de país. Si querías cerveza buena, haberte largado a Austria.
               Pero Alec no había terminado de sacarse la carrera de turismo y sabía que el hecho de que la mejor amiga de Eri le hubiera ofrecido un puesto de trabajo, más por hacerle un favor a la madre de Tommy que por otra cosa, era un regalo divino que no se le volvería a presentar en la vida.
               -Me alegro de que te guste-espetó Tommy, molesto porque Al le había arrebatado el último botellín de su cerveza favorita y él tenía que conformarse con una de las que tomaba Diana, mucho más fuerte y agria. Alec le guiñó un ojo y Tommy le hizo un corte de manga mientras Dan daba un sorbo a su bebida y miraba por la ventana de la cocina en dirección al jardín, donde Diana y Layla tomaban el sol vigilando a las niñas muy de cerca, sin fiarse del todo de que a Duna no la distrajeran los continuos mensajes que le bombardeaban el teléfono.
               -El caso es que os echaba tanto de menos y me moría de curiosidad por saber lo que Scott tenía que decirme que no pude resistirme a venir antes de tiempo-Al se encogió de hombros y me miró, invitándome a continuar. Yo suspiré y me pasé una mano por el pelo. Desearía que Eleanor estuviera conmigo, así estaría seguro de que me había dicho lo que estaba a punto de comunicarle a Alec en pleno uso de sus facultades mentales y no con la euforia posterior al polvo de celebración en el que me dijo que estaba embarazada de nuevo.
               -Bueno, ya sabes que Eleanor está esperando una niña…-comencé, y Alec asintió con la cabeza. Tommy entrecerró los ojos y bebió mientras Jordan esperaba y Dan no nos hacía el más mínimo caso-. Y, dado que Tommy es el padrino de Aisha, y Astrid sería la madrina del bebé que está en camino, para que no se quede todo en la familia de El, habíamos pensado que tú… que tú podrías ser su padrino.
               -Si quieres-atajó Tommy-. Si no, lo soy yo. No pasa nada.
               Alec alzó las cejas.
               -¿Y qué hacen los padrinos?
               -Dar regalos-atacó mi mejor amigo.
               -Eso no se me da nada bien, S-Alec negó con la cabeza.
               -¿Ves?-Tommy se volvió hacia mí-, asígnamela a mí. Yo cuidaré de ella.
               -Pues te jodes-sentencié, mirando a Alec-. Miras por internet qué cosas regalarle en navidad. Y si no, le pides a tu mujer que te eche una mano.
               -Sí, al cuello-soltó Alec, poniendo los ojos en blanco, pero sonrió. Jordan también.
               -Si a mí me pasa algo, cuidas del bebé. O sea, bueno, en el caso de que a mí y a toda mi  familia me pase algo.
               -¿Estás seguro de que Alec es el indicado?-preguntó Dan, y todos nos volvimos para mirarle-. Es decir, también es mi sobrina, ¿sabes? Me preocupa su bienestar.
               -Chaval, no expreses tu opinión en voz alta. En las películas estás que te cagas-acusó Alec-, pero en cuanto tienes que decir algo fuera de guión, la cagas.
               -No le hables así a mi hermano-gruñó Tommy.
               -Pero, ¿no has oído lo que acaba de decir de mí?
               -Toda la puta verdad, tronco. Como vuelvas a dirigirte a él de esa manera, te pego tal paliza que te mandan en cachitos de vuelta a tu estúpida isla.
               -Joder, qué agresivos estáis cuando engendráis prole-el interpelado puso los ojos en blanco-. Perdona, Dan. No quería ponerme así contigo.
               -No importa-Dan negó con la cabeza y le dio la mano en señal de perdón.
               -¿Cómo vais a llamarla?
               -Eris-anuncié, y Jordan asintió con la cabeza.
               -Eris es un buen nombre-comentó.
               -Yo, una vez, me tiré a una Eris.
               -¿Ves? Esos son los típicos comentarios que hacen que me den ganas de…-Tommy se mordió el puño y negó con la cabeza.
               -¡Sólo os estoy tomando el pelo, tronco! No estoy insinuando nada, por supuesto que no tocaría a la hija de Scott ni con un palo. Que no soy un puto pederasta, coño.
               -Ah, es verdad-Jordan asintió-, a ti te gustan las viejas.
               -Laura no es vieja.
               -Alec-protestamos Tommy, Jordan y yo.
               -Que tiene dos meses menos que mi madre-le recordó Tommy, y Alec puso los ojos en blanco.
               -Sí, sí sí sí sí, ya tuvimos esta conversación cuando os dije que estaba liado con ella, y la volvimos a tener cuando os dije que me casaba, ¿vais a sacarme el dichoso tema cada vez que venga a veros?
               -Sí-sentenciamos Jordan, Tommy y yo al unísono. Dan se rió, aunque creo que tuvo más que ver con el hecho de que a Duna acababan de pillarla desprevenida las niñas y le habían tirado arena de colores a la camiseta blanca que a nuestras pullas internas con Alec.
               -¿Tanto os jode verme feliz?
               Nos quedamos callados un momento, y Alec se echó a reír.
               -Tíos, no es por nada, pero bastante me peleo con ella como para tener broncas también con vosotros.
               -¿Discutís mucho?
               -Lo típico, supongo. Mi madre no se peleaba tanto con Dylan, pero porque Dylan era un santo, pero es que ella… salta a la mínima. Cualquier cosa que hago está mal hecha y ya empieza la movida.
               -Diana y Layla son iguales.
               -Joder, y tú tienes que discutir con dos.
               -¡Qué voy a discutir yo con ellas, flipado! Yo procuro largarme lo más rápido que puedo para que no me pille el fuego cruzado. Si me meto en la bronca, es peor, porque una se cabrea conmigo por no ponerme de su lado y la otra quiere que sea totalmente fiel a su causa.
               -Anda que menudas movidas te montas para tener el doble de sexo-protestó Alec.
               -Sí, tío, eso fijo que te quita años de vida-intervino Jordan-, ¿estás seguro de que te merece la pena?
               -¿Merecerme la pena? Seguro que vosotros folláis más que yo, anda.
               -Pues sí, chaval-corté yo-, gracias por ese reconocimiento, porque tu hermana me saca brillo cada dos por tres. Estoy cogiéndole hasta miedo (en realidad no).
               -Seguro que ya procuras dejarla embarazada para tener un tiempo de descanso, bribón-Tommy me pellizcó la mejilla.
               -Tío, no es por nada, pero si yo tuviera la mujer que tiene Scott, no pararía hasta tener cinco hijos con ella, mínimo-se metió Alec.
               -Entonces, ¿por qué no eres el padre de ningún sobrino mío? ¿Por qué no tengo sobrinos aún? Se me va a pasar el arroz.
               -No era el momento indicado.
               -¿Y éste lo es?
               -Quién sabe-Alec se encogió de hombros.
               -Igual es eso lo que te quiere pedir Sabrae-aventuró Jordan, y Alec lo miró.
               -¿Una segunda oportunidad? Ah-ah, Sabrae es tozuda como ella sola, una segunda oportunidad significaría darme la razón a todo lo que le dije antes de romper.
               -¿No te pica la curiosidad por lo que querrá?
               -Por eso he venido corriendo, si no, ¿de qué?-soltó-. ¿Tener la bronca del siglo con Laura sólo porque a Sabrae de repente le ha dado la venada de que me echa de menos y quiere verme la cara? Me tiene en Facebook.
               -¿Fue muy gorda la bronca?-preguntó Dan.
               -No, lo de siempre-Alec se encogió de hombros-. O sea, nos mandamos a tomar por culo, y tal, y ella me dice “te voy a echar” y yo, “bueno, échame, ya ves qué problema; vivo mantenido de puta madre”, y ella en plan “no, del trabajo no, de mi isla” (porque la pobre es medio boba y se piensa que Islandia le pertenece), y yo “mira, nena, tú no me sacas de Islandia porque puede que sea bastante malo como secretario peo follo mejor que nadie con el que hayas estado, así que…”-volvió a encogerse de hombros y a dar un nuevo sorbo de su bebida.
               -Por dios, ¿y a ti te sale rentable discutir así?-preguntó el hermano de Tommy, sorprendido.
               -Es que estoy enamorado de ella. Y en el fondo, me gusta pelearme.
               -¿Y qué dijo después ella?
               -¿Qué va a decir? Me dio la razón, sabe que es verdad: no hay nadie que se la folle como lo hago yo.
               -¿Y cómo os reconciliasteis?
               -No lo hicimos. Me subí al avión. Iba a perder el vuelo.
               Jordan y yo lo miramos, estupefactos.
               -¿La dejaste así sin más?
               -Sí.
               -Tío. Tío, no hagas eso-Tommy negó con la cabeza.
               -Joder, Alec, te vas a encontrar toda tu ropa desperdigada por algún volcán-adujo Jordan.
               -Tampoco es para tanto.
               -Tommy tiene dos mujeres-sentencié-. Créeme, si te da un consejo sobre ellas, lo mejor es que lo sigas.
               -¡Es que no entiendo por qué se come así la cabeza! ¡Os digo yo que es medio lela!
               -A ver, Alec, se casó contigo-espetó Jordan, riéndose, pero Alec continuó sin hacerle el más mínimo caso.
               -Si estoy con ella, y no con Sabrae, por algo será.
               -Sí, porque mi hermana te dejó.
               -¿Eso te ha contado la fantasma de tu hermana? Porque no fue así, lo dejamos los dos.
               -No me casa muy bien esa teoría tuya-contestó Tommy, cruzándose de brazos-, teniendo en cuenta que pierdes el culo en cuanto ella te llama.
               -Tengo olvidadísima a Sabrae, puto gilipollas, ¿quieres que te mate?
               -La tienes olvidadísima pero bien que cruzas el mudo en cuanto ella te necesita.
               -No cruzo el puto mundo-discutió Alec, terco como una mula.
               -Vienes de Islandia-protestó Tommy.
               -Para veros a vosotros.
               -De la que vas a verla a ella.
               -Por qué no irá a casa de Max en vez de venir a aguantaros-Alec puso los ojos en blanco-. Vine a veros a vosotros. Y de paso, aprovecho el viaje para ver qué cojones quiere Sabrae.
               -Pues los tuyos, hermano-sonrió Jordan, dándole una palmadita en el hombro. Alec sonrió e hizo bailar su cerveza entre los dedos, jugueteando con el cristal, pensativo. Dan se volvió para mirarlo.
               Todos los ojos estaban fijos en él.
               -Al…-susurró Tommy, pero él no levantó la vista-. Alec.
               El emigrante por fin se dignó a alzar la mirada.
               -No pasa nada por echarla de menos.
               -No la echo de menos-gruñó.
               -Alec-respondió Jordan, tocándole el brazo-. Venga, que somos nosotros. No tienes que ocultarnos nada.
               -Somos tus amigos, ¿crees que vamos a juzgarte?
               -No está bien estar casado con una mujer cuando echas de menos a otra-susurró, negando con la cabeza, los ojos entrecerrados.
               -¿Por qué no le pides volver?
               -Porque no quiero hacerle daño.
               -Ella te echa de menos.
               -No a Sabrae. A Laura. También la quiero. Es una buena tía. No se merece todo lo que le ha pasado. Le prometí que yo no me convertiría en los gilipollas que la desplumaron y se largaron en cuanto pudieron con los que se casó antes que yo-sacudió la cabeza y suspiró-. También la quiero a ella.
               -Es normal, Al. Habéis pasado un montón de cosas juntos.
               -Pero puedes querer a dos personas a la vez-añadió Tommy, pellizcándole la mandíbula-. Como yo hago. No pasa nada.
               -Sí, ya, vale; el problema es que ellas no viven precisamente cerca. Algunos no tenemos tu suerte, T.
               -La suerte es de quien se la busca.
               -Chicos, no quiero ser un aguafiestas, pero estamos haciendo una montaña de un grano de arena-reflexionó Dan-. Es decir, puede que Sabrae quiera hablar con Alec sobre algo que no tenga nada que ver con ellos dos… juntos… en un futuro. ¿Tiene sentido?
               Alec miró a Tommy.
               -Tu hermano es el listo de la familia.
               Tommy se separó de él.
               -Tendría que haberte pegado la paliza con la que te amenacé cuando tuve ocasión.
               Al abrió los brazos.
               -Aquí me tienes, flipado.
               -No se merece que le des una buena tunda, T-me metí yo-. Se estaría haciendo la víctima un mes. Mejor envenénalo y ya está. Nos ahorrarías sus quejidos.
               -Yo no me quejo.
               -Al, por favor-Jordan puso los ojos en blanco y nos echamos a reír, incluido Dan-. Que has cambiado mucho, vale, pero no tanto.
               -¿En qué he cambiado, tío listo?-Alec sonrió, dando un nuevo sorbo de su cerveza, que estaba a punto de terminarse.
               -¿En todo, quizás? ¿Quién iba a decir que te marcharías a Islandia?
               -Me fui donde había trabajo, yo no soy un licenciado de la hostia como vosotros.
               -Tommy se sacó la carrera copiando.
               -Perdona, Scott: me aprendí las soluciones de los exámenes de memoria y, teniendo en cuenta que eran problemas jodidísimos, creo que me merezco un reconocimiento.
               -Con el cabezón que tienes, deberías saberte el Corán-soltó Dan, y Tommy le dio una colleja.
               -Simplemente digo-volvió a la carga Jordan-, que con lo que te gustaba el sol, y el calor, y el desierto… y vas, y te piras al país más frío del mundo.
               -Siberia es más fría que Islandia.
               -Pero Siberia es una región-sonrió Jordan, y Alec puso los ojos en blanco y le sacó la lengua.
               -¿Qué puedo decir? Me gustan las cosas que queman, como yo, y el hielo también quema. ¿Cómo está Zoe, por cierto?-Alec esbozó su típica sonrisa torcida. Jordan no hizo caso de su pulla, y se volvió hacia Dan cuando éste intervino.
               -Joder, pues de África a Islandia sí que hay un buen trecho. Te van los extremos, ¿no es cierto, Al?
               -Soy un tío de contrastes, chaval-Alec se terminó su cerveza-. Deberías probarlo alguna vez, te prometo que no te arrepentirás.
               -Qué turbio te ha quedado eso, ¿es por tus mujeres?-le picó Tommy, y el interpelado puso los ojos en blanco-, porque son como la noche y el día.
               -Supongo que tienes razón. No había pensado en eso antes.
               -Sí, porque piensas en mi hermana y en tu mujer por separado-me carcajeé, y Alec me hizo un corte de manga.
               -Alec no tiene un tipo, con que sean bajitas, ya decide que son para él.
               -Me gustan pequeñas, ¿qué pasa?-soltó Alec-. Hacen más fricción. Ten en cuenta eso, Dan, para cuando hagas otra película.
               -¿Por qué todo el mundo saca a relucir su profesión en cuanto puede?-protestó Tommy.
               -Porque yo llevé a mamá a los Oscar, ¿adónde la has llevado tú?
               -Yo le dediqué un Grammy, ¿cuántos Oscar le has dedicado tú, fantasma?
               -Tengo 20 años, no me retes tan pronto, hermano.
               -Pique fraternal-celebró Jordan-, casi me dan ganas de llamar a mi hermana.
               -Pobre mujer-chasqueé la lengua-, déjala vivir con la fantasía de que es hija única un poco más.
               -Vete a la puta mierda, Scott.
               Alec, Tommy y yo nos echamos a reír ante el gesto de fastidio de Jordan, que aseguró que no sabía qué nos hacía tanta gracia y dio un nuevo sorbo de su bebida. Abrió la boca para decir algo, pero Tommy le interrumpió.
               -Che, che, che-ladró en dirección a las alacenas, y yo me giré sólo para descubrir a Olivia con su cuerpecito metido hasta la cintura dentro del armario en el que Eleanor guardaba los dulces y demás antojos prohibidos del embarazo. Olivia sacó la cabeza y nos miró con sus ojos marrones como si no hubiera hecho daño a una mosca, se aferró a las faldas de su vestido con estampado de flores y enrojeció sus mejillas, sabedora de que eso calmaba un poco los ánimos de su padre, o, al menos, solía hacerlo-, ¿dónde vas, Olivia? ¿Has pedido permiso para coger eso?-Tommy señaló una bolsa de huevos de pascua en miniatura, cuya cobertura de chocolate con leche se fundía a la perfección con el praliné de su interior y hacía que Eleanor se sentara por las noches delante de la cocina a comérselos a puñados.
               La niña, ni corta ni perezosa, abrazándose a la bolsa como si su vida dependiera de ello, se volvió hacia mí y preguntó con voz inocente:
               -Tío Scott, ¿puedo coger esto?
               -Cla…-empecé, pero Tommy me interrumpió.
               -No, no, no, a mamá. ¿Le has preguntado a mamá?
               Olivia asintió con la cabeza, sus ricitos marrones bailando alrededor de su cara, enmarcando la nariz de su madre, que se había teñido de rojo, pillada in fraganti y sin posibilidad de enternecer a su padre.
               -¿Y qué te ha dicho?
               -Me ha dicho que sí.
               -¡Layla!-Tommy se acercó a la ventana y Layla se giró un momento, dejando su lectura-. ¿Le has dado permiso a Olivia en serio para que coja chocolate? Luego te quejas de que no cena.
               -Yo no le he dado permiso para nada-contestó Layla, y se volvió hacia su hija, que ya corría descalza por el jardín con la bolsa en la mano en dirección a mi niña, agitándola en el aire al grito de “lo tengo, lo tengo, Aisha, lo tengo”-. ¡OLIVIA!-bramó Layla, levantándose y corriendo tras ella. Diana observó la escena riéndose a mandíbula batiente mientras Duna y Layla intentaban coger a la pequeña, que se servía de la ayuda de su prima para escaparse de las manos maternas.
               Tommy se volvió hacia Dan.
               -No tengas hijas. Mira qué genes les vas a transmitir.
               Dan se echó a reír.
               -Y qué, ¿para cuándo el niño?-quiso saber Alec, sonriendo-. No se os apaña, ¿eh?
               -Al menos nosotros tenemos hijos-gruñí, más hiriente de lo que pretendía.
               -Scott-advirtió Jordan en tono duro. Había dos personas con las que no te podías meter en presencia de él, salvo que fuera en broma: Zoe y Alec. Acababa de meter la pata hasta el fondo, pero, por suerte, Al no se lo tomó a mal.
               -Uh, golpe bajo-se llevó una mano al corazón-. Si eso es un reto, me ligo a Diana cuando quieras, flipado.
               -¿Por qué coño tienes que meter siempre a Diana en todo?-protestó Tommy, y Alec sonrió, mirándole.
               -Hermano, ¿tú la has visto? Porque, joder, no me interesaba una mierda la moda hasta que le dio por desfilar en bragas y sujetador. Créeme, ahora soy todo un experto en Valencia y cosas de esas.
               -El diseñador se llama Balenciaga.
               -Ya lo sé-mintió Alec, cogiendo su cerveza-, era para ver si estabas atento.
               -Menudo morro tienes, colega.
               -¿Y tú qué, Dan? ¿Cuándo vas a traer a casa a una chica de la que Tommy quiera presumir con nosotros?-preguntó Jordan, y Dan se encogió de hombros, rojo como un tomate.
               -Estoy esperando a que llegue la indicada.
               -¿Qué eres, tío, un unicornio?-soltó Alec-. Pásatelo bien, tronco, que no vas a tener 20 años toda la vida.
               -Ya, si lo sé-respondió Dan, hundiéndose en sus hombros, deseando desaparecer.
               -Dejad al chaval, ¿no veis que se lo estáis haciendo pasar mal?
               -Sólo digo que…-comenzó Alec, pero se quedó callado en cuanto mi hermana entró en la cocina. Nos miró a todos, nos dedicó una sonrisa seductora (la cabrona la tenía más bonita y útil que yo) y se inclinó hacia la nevera, cogiendo un batido de frutas del estante superior.
               Me giré, molesto porque Duna tenía la puñetera costumbre de decir que no quería nada cuando ibas al supermercado con ella y luego te robaba los zumos, las bolsas de patatas fritas o las chucherías en tu puta cara, y lo peor de todo era que no podías decirle nada porque se te ponía toda melosa y yo no podía con ella así.
               La mierda de tener muchas chicas en tu vida es que tienes muchos puntos débiles. Concretamente, cinco. Y lo peor era que el sexto estaba en camino.
               Deseé no haberme girado para no mirarla en el momento en que vi cómo Alec inclinaba la cabeza para examinarle el culo a mi hermana, cómo Jordan la miraba de reojo y Dan se ponía colorado, incapaz de apartar la vista de la curva de su escote, cuando Duna se puso de pie y nos sonrió de nuevo, cazado con las manos en la masa.
               A ver, la chiquilla no había pasado pubertad: había evolucionado a una especie de súper humano. Tenía las curvas de mamá, los ojos de mamá, los labios carnosos de mamá, pero elevados a la máxima potencia. Sus ojos a los 18 años eran incluso más grandes que los de Eleanor cuando tenía su edad (y mira que Eleanor tenía unos ojos inmensos), tenía las piernas tonificadas, un culo que nadie sabía de dónde había sacado, unas tetas que “ya quisieran muchas de las que se operaban para desfilar (en palabras de Diana), y una cintura que no se cansaba de adornar con el brazo del gilipollas de turno, al que cambiaba cada fin de semana, se tiraba y tiraba a la basura, reemplazándolo por otro más guapo, más alto, más rico y desde luego más imbécil que el anterior.
               -Buenas tardes, chicos-ronroneó Duna, disfrutando de las atenciones recibidas.
               -Joder, ahora son buenas, muñeca-aseguró Alec, y Jordan asintió imperceptiblemente.
               -S, ¿te importa si me llevo este zumo? Las niñas tienen hambre.
               -A las niñas no les gusta el batido ecológico de maracuyá con piña y papaya, pero buen intento-respondí, y Duna se echó a reír con una risa musical y seductora que conmigo no funcionaba (mucho) (vale, sí, joder, lo hacía). Me dio un beso en la mejilla y una palmadita en la contraria y se fue sacudiendo las caderas, asegurándose de que su culo apenas oculto en unos pantalones blancos, que fijo que ni la protegían de las enfermedades de transmisión sexual de la gente que estaba en la misma habitación que ella, se sacudía de la forma debida para iniciar la caza.
               -¿No salís al sol, chicos?-coqueteó Duna.
               -Sí, sí, ahora vamos; tú vete delante-animó Alec, y ella se echó a reír y desapareció por la puerta.
               Un silencio sepulcral siguió a su partida.
               -Joder-soltó Alec, como Tommy, Jordan, yo, e incluso Dan, que no lo conocía tanto, esperábamos que hiciera-, si tuviera diez años menos, le echaba el polvo de su vida.
               Me volví hacia Alec dispuesto a pegarle una puñalada en cada ojo. A Dan le hizo la misma gracia que a mí ese comentario.
               -A ver, tío, con todo el respeto del mundo, que es tu hermana. Pero se lo echaría. Por Dios.
               -A ti te pasa algo con las Malik-acusó Tommy, riéndose.
               -Sí, que en la puta familia de Scott, las mujeres son como el vino: mejoran con los años.
               -Es asqueroso que hables así de Duna teniendo en cuenta cómo estaba contigo cuando tenía ocho años-ladré.
               -Pero ahora ya no los tiene, ahora es una mujer hecha y derecha que hasta puede votar, ¿verdad?
               Dan se revolvió, incómodo, en la silla.
               -¿Y Scott, qué?-acusó Jordan-. ¿También ha mejorado como sus hermanas?
               -Si ellas son un Bourbon gran reserva, digamos que Scott es el típico vino de tetrabrik que usas para cocinar-me miró y sonrió-. El que dejas en la nevera apartado y cuando te acuerdas de él está pasado y con moho.
               Tommy se volvió a mirarme.
               -Jamás en mi vida he escuchado una descripción tan acertada y resumida de lo que vienes a ser tú.
               -No te duermas esta noche si no quieres dejar huérfana a Olivia-amenacé.
               -Duna, en cambio-continuó Alec, pasándose una mano por el pelo-, uff…
               -Con esos pantalones-convino Jordan asintiendo-, la bandana roja en el pelo y el bañador rojo como el de los vigilantes de la playa…
               -Es como ese vino por el que pagas un ojo de la cara pero que te compensa descorchar porque consigue desnudar a cualquier tía, y…
               -¿Podemos dejar de hablar de Duna así, por favor?-explotó Dan, levantándose. Jordan y Alec se lo quedaron mirando-. Joder. Que es una persona, no un trozo de carne al que metérsela y ya está. Además, su hermano está delante-añadió, pero lo hizo de una manera que dejó entrever que se la sudaba que yo estuviera con ellos o no-. Debería daros vergüenza.
               Alec y Jordan se miraron entre sí un momento, un poco azorados pero sobre todo divertidos y orgullosos.
               -Os dije-intervino Tommy-, que tenía cojones.
               -Ya lo vemos-asintió Alec.
               -No me extraña que se te tiren encima, enano-añadió Jordan, riéndose.
               -Bueno-Dan se puso colorado-, no es así exactamente.
               -Venga, hombre. Entre esa carita de niño bueno y el pelo rubio, lo que me extraña es que no te hayas montado la movida que ha hecho tu hermano-contestó Jordan, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a Tommy, que le hizo un corte de manga-. Estoy seguro de que puedes conseguir a todas las chicas que quieras.
               -No a todas-contestó Dan, poniéndose aún más rojo, mirándose las manos. Jordan frunció el ceño y Alec dejó la cerveza que le había robado a Tommy.
               -Un momento… ¿tú y Duna?
               -Tampoco es tanta locura, ¿no?-contestó Dan-. Es decir… Eleanor y Scott…-se encogió de hombros y se sentó en el taburete, derrotado.
               -¿Estás enamorado de Duna?-espetó Alec, incrédulo.
               -Lleva estándolo toda su vida, como Eleanor de Scott, lo que pasa es que tú no te enteras de nada porque no dejas de contemplarte maravillado la polla-respondió Tommy.
               -Pero, tío…
               -Alec, en serio-corté yo. No iba a dejar que se metieran con Dan; era lo más parecido a un hermano pequeño de verdad que había tenido en toda mi vida (Tommy no contaba, por los pocos meses que nos llevábamos), así que siempre me saldría una vena protectora cuando se trataba de él)-. No te hagas el sorprendido cuando tú mismo estuviste enamorado de otra Malik prácticamente media vida.
               -Aún lo está-respondió Jordan, riéndose.
               -Cállate, Jordan-gruñó Alec-, que cada vez que abres la boca, sube el pan.
               -¿Y por qué no se lo dices?-insistió Jordan, ignorando el consejo de Alec.
               -Es que no sé cómo seducirla. Porque está claro que tengo que hacerlo. Ella no me ve como yo la veo a ella-contestó Dan en tono lastimero.
               -Hazte gay-animó Tommy.
               -Sí, te ahorras un montón de problemas-añadió Alec.
               -Vale, pero los tíos no tenemos tetas-discutí yo.
               -Ya, pero, ¿y la tranquilidad que es el no tener broncas? Yo tengo movidas prácticamente todos los días.
               -Porque te has liado con una vieja.
               -Laura no es vieja-ladró Alec-, es madurita.
               -Madurita nivel podría ser tu madre-protesté yo.
               -Pero no lo es.
               -Tiene dos meses menos que mi madre, Alec, no quieres ir por ese puto camino.
               -Tíos, por mucho que os moleste que Alec se folle a una vieja…-comenzó Jordan.
               -… te voy a romper la cara.
               -… creo que lo suyo no tiene solución y estamos perdiendo el tiempo discutiéndolo. Al joven Dan, sin embargo, le queda toda la vida por delante. Debemos centrarnos en su situación, ¿no creéis?
               -Es que no sé qué puedo hacer para que se fije en mí.
               -Mándale flores-sugerí yo.
               -Hazle la comida-intervino Tommy, encogiéndose de hombros-. A mí me funciona. Por partida doble. Un buen postre y luego lo repites en la cama.
               -Cómele el coño-respondió Jordan, y todos nos volvimos hacia él, incluido Alec, a quien le había robado esa frase-. ¿Qué pasa? Con Zoe me funciona. Si meto la pata, de noche bajo sin rechistar-miró a Dan-. Pero asegúrate de que esté receptiva. De lo contrario, podrías llevarte un rodillazo en la boca.
               -¿Eso es lo que te pasó a ti al nacer y por eso estás tan desfigurado?-quiso saber Alec, y Jordan le soltó un puñetazo en el hombro al que el otro respondió como un resorte. Empezaron a pelearse en coña mientras Tommy le acariciaba el pelo rubio a su hermano pequeño.
               -Qué más quisiera yo que poder hacerle eso a Duna, si ni siquiera sabe que existo.
               -¿Qué no qué? Vamos, chico, pero si habéis crecido juntos.
               -¡Ya, T, pero ella no piensa así en mí, ¿sabes?! Estoy súper en la friendzone, yo he inaugurado la friendzone, pero ella es tan…-suspiró, mirando al jardín-, tan perfecta.
               -Duna es la más víbora de mis hermanas-solté-. Y mira que mis hermanas son Sabrae y Shasha.
               -No te metas con Sabrae-protestó Alec.
               -Mira a Alec, el que no quería saber nada de Sabrae porque la tenía tope superada.
               -Cuando termine con Jordan, te doy lo tuyo-me prometió, pero terminó soltando a nuestro amigo y dándole una palmadita en el hombro a Dan-. Por mucho que me sorprenda decirlo, Jordan tiene razón. No hay nada que no pueda conseguirte un buen cunnilingus.
               -Fiera-cortó Tommy-, que no están saliendo, ni nada; no puede ir a comerle el coño así de gratis.
               -Yo tampoco estaba saliendo con Sabrae la primera vez que se lo comí, ¿y?
               -No puedo hacerlo-asintió Dan.
               -¿Por qué?
               -Porque no sé.
               -Pues es lo más fácil del mundo.
               -Y lo más guay. Dios, me encanta cuando tu hermana…-Tommy entrecerró los ojos-, quiero decir, Eleanor-me corregí-, gime cuando yo estoy ahí abajo, dándolo todo. Pierden el control. Les encanta.
               -Es que yo no… he estado nunca… con ninguna chica.
               Tommy fue el único que no se quedó helado al escuchar aquella frase. Pero… con lo guapo que era Dan, la cantidad de tías buenas con las que aparecía los fines de semana, saliendo de restaurantes o de discotecas y acaparando todos los focos…
               -¿Eres virgen?-espetó Jordan, estupefacto.
               -No lo digáis así, como si fuera algo malo-ladró Tommy, cual perro de presa que defiende a su dueño.
               -Pero… ¡si tiene 20 años!
               -¿Cuántos años tenías tú cuando perdiste la virginidad, Jordan?
               -Muchos menos.
               -La vez que lo hiciste con la muñeca hinchable no cuenta-contesté yo.
               -¿Cómo vas a ser virgen, si eres actor?-espetó Alec, que no podía creerse lo que estaba escuchando.
               -No lo hacemos de verdad, ¿sabes? Si no, menudo negocio.
               -Menos mal, porque si no, no se notaría que no tienes ni puta idea-se rió Tommy, revolviéndole el pelo y arrancándole una sonrisa a su hermano-, y a ver cómo conseguías que mamá te considerara su favorito cuando yo soy clavado a papá.
               -El gen Tomlinson-se burló Alec.
               -Sí, el gen Tomlinson-asintió Tommy, girándose hacia él-, de que nosotros somos los mejores de aquí, que Dan con 20 años ya supera en premios a papá y yo soy el único que tiene dos mujeres de todos los presentes. Reo que lo hacemos bastante bien, a pesar de nuestros genes, ¿no?
               Jordan suspiró y negó con la cabeza, incapaz de soportar tanto dramatismo.
               -Tío, ¿quieres un consejo?-le dijo Alec, y Dan asintió-. Tírate a todas las que puedas ahora, porque cuando conozcas a la mujer de tu vida ya no te va a apetecer, y es una pena que te la pierdas por no saber follar. Te lo digo por experiencia.
               -Vale, ¿y si ya la he conocido?
               -Pues te tiras a las demás igual, coño, Dan. Mucho machismo y mucha historia, pero a la hora de la verdad, somos nosotros quienes nos arrastramos por ellas, y no al revés.
               -Madre mía-espeté-, sí que te hace falta ir a hablar con Sabrae.
               -Es que… quiero perderla con ella-confesó Dan, rojo de vergüenza. Alec sonrió.
               -No eres poco romántico tú, ni nada, ¿eh, Dan?
               -A ver si te piensas que si he llegado virgen a los 20 años ha sido porque soy feo o algo por el estilo-espetó, y Tommy se echó a reír, negando con la cabeza.
               -Esas cosas, a las tías, les vuelven locas-dijo Al.
               -Sí, yo creo que se lo confiesas ahora a Duna y le dices por qué, y se le caen las bragas al suelo-asintió Jordan.
               -¡Oye! ¿Era por esto por lo que me odiabas de pequeño? ¿Por qué te gustaba Duna?
               -No te odiaba-respondió Dan-, simplemente no me caías bien porque me parecías un gilipollas olímpico y no entendía qué podía verte ella.
               -No estoy seguro de que tu hermano se merezca lo que voy a hacer ahora por él, Tommy-comentó Alec mientras Jordan, Tommy y yo nos partíamos de risa. Dejamos de reírnos y miramos con curiosidad cómo él acababa también la cerveza de Tommy, se levantaba y salía de la cocina. Dan se puso pálido.
               -¿Adónde vas?
               -¿A ti qué te parece, niño? A conseguirte una cita con Duna, a ver si vais a estar destinados el uno para el otro y yo aquí, sentado, esperando a que Tommy me dé sobrinos cuando está claro que no es lo suficientemente hombre como para conseguir dejar a una de sus chicas embarazada de nuevo.
               -¿Por qué tienes que soltar tres gilipolleces por cada cosa con sentido que dices, Al?-protestó Tommy.
               -Porque hay que equilibrar un poco el universo, chaval-abrió la puerta de la terraza y llamó a Duna, que se acercó a él con curiosidad, el pelo alborotado, con algunas briznas de hierba enredadas en sus mechones-. Hola, Dun, ¿tienes libre esta noche?
               -Depende de para qué; mira, Al, serás muy guapo y todo lo que tú quieras, pero eres el ex de mi hermana y…
               -No, nena, ya me gustaría a mí-Alec se echó a reír-, pero creo que eres demasiada mujer para mí. El caso es que Dan se preguntaba si te apetecería ir a dar una vuelta.
               Duna miró a Dan, que se escondió en el cuello de su camisa.
               -Venga, mujer, no pongas esa cara, ¡ni que te estuviera pidiendo firmar una hipoteca con él o algo así!
               -No, claro, es sólo que me sorprende un poco, pero… ¿cuál es el plan, D?
               -Sí, D-asintió Alec, volviéndose y sonriéndole, divertido-, ¿cuál es el plan?
               -Yo… eh… pues… yo…
               -Cine-sugirió Tommy, dando una palmada, y Duna alzó una ceja-. Echan una peli genial, la de…
               -La de la vida de Rihanna-espetó Dan, ganando confianza con cada sílaba-. Con la actriz que te gusta. Querías verla, ¿verdad?
               -Pero… todavía no ha salido.
               -Hoy hay un preestreno. Me han mandado invitaciones-confesó Dan-. No sabía si ir, porque está un poco lejos, pero… me acordé de que querías verla.
               -¿Cómo lo sabes? Llevo muriéndome de ganas desde que sacaron el primer tráiler.
               Dan se puso colorado y susurró con un hilo de voz:
               -Bueno, es que… te presto atención.
               Duna esbozó una radiante sonrisa.
               -¡Me encantaría!
               -Genial, pues… nos vemos por aquí, supongo-contestó él, ahogándose en su saliva.
               -¿A qué hora quieres que me pase por casa de Tommy?
               -Vete a buscarla tú-gruñimos Tommy, Jordan y yo al unísono en voz baja.
               -Eh… te recojo a las…
               -Seis-le dijo Tommy.
               -¿Seis?
               -Las seis está bien-asintió Duna, mirando su reloj-. Creo que voy a ir a prepararme ya. Didi, ¿sigues tú con las niñas?
               -Vete tranquila-Diana agitó una mano en el aire y se incorporó-, ¡vale, niñas, ¿quién quiere jugar a ser una ricachona de Mónaco que no hace más que tomar el sol?!
               -¡Yo, yo, yo!
               -Así vas bien, Dun-respondió Dan. Duna se echó a reír.
               -Qué va, no puedo ir así a un preestreno, ¡si estoy de andar por casa!
               -Dile algo bonito-ordené yo.
               -Eh… pues estás muy guapa.
               Duna se echó a reír.
               -Qué encanto eres, Dan. Bueno, voy a ducharme, enseguida estaré lista, ¿vale? ¡Adiós!-y salió dando brincos de nuestro campo de visión.
               No conseguimos arrancarle ninguna palabra más al hermano de Tommy hasta que llegaron sus hermanas, cargadas con bolsas de tiendas prenatales a las que les encantaba ir juntas. Le di un beso a mi chica y le guiñé un ojo a Astrid, que se acercó con gesto preocupado a Dan.
               -¿Estás enfermo?
               -Duna se está duchando-espetó, y Astrid frunció el ceño.
               -Vale… sí, Duna se ducha. Es una costumbre que tiene, ¿y qué?
               -Voy a llevármela a un preestreno esta noche.
               Astrid se quedó a cuadros.
               -¿Quién coño te ha obligado a hacer algo así?-preguntó, y Dan señaló con la cabeza en dirección a nosotros. Astrid sacudió la cabeza, sus mechones rubios bailando y arrancando destellos de luz a los rayos del sol-. No, yo necesito un único sospechoso, para ponerle su nombre a mi primer hijo. Ya era hora, Dan, chico. Pensaba que iba a tener que convencerla de que ella te pidiera salir a ti.
               -¿YO LE GUSTO?-gritó Dan, y todos dimos un brinco. Eleanor se llevó una mano al vientre.
               -¿Qué pasa?-pregunté, nervioso-. ¿Ya viene?
               -Scott, por favor, que estoy de cinco meses.
               -Pero, ¡a ver, so bobo! ¿Tú no te has dado cuenta de que Duna sólo sigue a rubios en Instagram?
               -Y a mí-terció Alec-, pero es que los amores de infancia nunca se olvidan.
               -Le encanta tu pelo. ¿No ves que siempre te lo toca, en cuanto tiene ocasión?
               -Uy-terció Jordan-, ésta quiere tema.
               -Creía que era porque se me forman nudos, o algo así.
               Astrid puso los ojos en blanco.
               -Mira que no se puede ser más tonto, eh, Dan. No se puede. Menos mal que no depende de ti el futuro de la humanidad; de lo contrario, estaríamos jodidos. Ven, anda-lo agarró de la mano-, vamos a ver qué te pones esta noche. Que, con lo nervioso que estás, fijo que terminas yendo en chándal para disimular el sudor.
               -Eres la mejor hermana del mundo, Ash.
               -¡Pero bueno!-protestó Eleanor-, ¡yo que estaba a punto de convencer a Scott de que le pusiéramos de segundo nombre a la niña Danielle en tu honor! ¡Hay que ser desagradecido!
               -No seas así, El-le pidió Dan, posando un beso en su mejilla, y Eleanor fingió continuar enfadada.
               -Esto no va a quedar así, ya te lo advierto. Bueno, ¿qué tal se han portado las niñas?-se acarició la tripa y apoyó la cabeza en mi hombro, mimosa.
               -Bastante bien.
               -Si no tenemos en cuenta que tu puñetera hija usa a mi niña de cabeza de turco y la obliga a robar dulces, claro-asintió Tommy, apretando la mandíbula.
               -Pues que se esté espabilada-sentenció Eleanor, cogiéndome la mano-. Scott, ¿me acompañas arriba un momento, por favor?-me sonrió y yo asentí con la cabeza con una sonrisa de gilipollas en la boca.
               -El, a ver, que no somos tontos, ¿eh? Si te apetece follarte a tu marido, puedes decírselo claramente.
               -¿Qué pasa, Al, quieres venir a mirar?
               -Ojalá pudiera, nena, pero tengo un avión que coger-respondió él, y todos nos lo quedamos mirando.
               -Joder, ¿Alec rechazando una propuesta sexual? Marcad este día en vuestros calendarios.
               -Pero esto sólo lo hace por una chica en particular-Tommy le dio un codazo en las costillas y Alec se acarició el costado herido.
               -Qué imbéciles-suspiró, pero tenía una sonrisa feliz aleteando en su boca.
               -Avísanos cuando te vayas-le pedí, pero Eleanor se despidió de él con un:
               -Que tengas un buen viaje, Al.
               Y subimos las escaleras, yo prácticamente llevándola en volandas, en dirección a nuestro dormitorio. Me encantaba la presión de su vientre abultado cada vez que hacíamos el amor llevando ella un hijo mío dentro.
               Por desgracia, Eris fue el último bebé que engendramos Eleanor y yo. Nuestra vida juntos fue mucho más corta de lo que nos habría gustado, pero lo feliz que fuimos, juntos, siendo novios, esposos, y luego padres, fue suficiente para hacerme sentir que había experimentado todo lo que un hombre podría experimentar.
               Y, si alguien me, si no habría cambiado una vida más larga por no tenerlas, si me arrepentía de otra cosa que no fuera poder haber luchado un poco más, otro aliento, para disfrutarlas… en fin, si alguien me preguntara si me había merecido la pena ser tan feliz, aunque fuera en tan poco tiempo, la respuesta habría sido muy fácil.

               No sé, ¿el agua moja?

62 comentarios:

  1. PERO QUE COJONES!!!!
    ESTOY ESCRIBIENDOTE CON LAGRIMAS EN LOS PUTOS OJOS PORQUE ESTE CAPITULO DEBE QUEDAR GRABADO PARA AL PUTA HISTORIA
    TE JURO POR LO MÁS SAGRADO QUE HA SIDO LA BODA MÁS BONITA EN LA QUE HE ESTADO Y NI SIQUEIRA ESTABA ALLÍ PRESENTE!!!
    COMO QUE SABRALEC YA NO ESTÁ?
    COMO QUE A DUNA LE GUSTA DAN?
    COMO QUE DUNA ZORREA?
    COMO QUE LA VIDA DE SCLEANOR JUNTOS FUE CORTA?!!!

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  2. Querido Scott,
    Quizás nunca vayas a leer esto porque Erika es la única afortunada que puede pasar dia tras día a tu lado.No te imaginas lo que significa para mí pero creo que esto es lo mínimo que te mereces después de todo lo que nos has dado. Son muchos los momentos en los wue me has hecho llorar por tus actos y por saber expresar mis sentimientos cuando yo no encontraba palabras suficientes para expresarme. Muchas veces me has hecho llorar y odiarte, pero Son más los momentos en los que me has hecho reír hasta mas no poder. ¿Sabes? Probablemente nunca encontraré un chico como tu, ni en los libros ni en mi vida real. Pero tampoco quiero,porque eso será prueba más que suficiente de que Scott Yasser Malik ha sido único y te recordaremos por haber vivido cada dia de tu vida como si fuera el último hasta tu último aliento.
    Gracias. Gracias de verdad por haber sido la otra mitad de Tommy, guiandolo y abriendole los ojos cuando demostraba ser hijo de Louis. Gracias por haber amado a Eleanor con tanta fuerza y verdad como para llegar al punto de perder a tu hermano o pedirle matrimonio desde el espacio. Gracias por ser un eje tan importante en todos tus amigos y en la felicidad ee las personas. Gracias por ser un hermano fiel y entregado durante todo momento. Y gracias por todo lo que nos diste porque, si en este momento, me preguntaran si fui feliz leyendo tu vida mi respuesta sería: No sé ¿el agua moja?

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  3. A VER A VER A VER VAMOS A DEJAR AQUÍ UN PAR DE COSAS CLARAS

    1. La boda fue preciosa de verdad !!! Estuve con lágrimas a punto de caérseme mientras la leía ❤️ (APRECIEMOS LO FELICES QUE ESTABAN)

    2. Eleanor y Tommy. Eleanor y Eri. Eleanor y Mimi. Eleanor y Alec. Eleanor y Scott. POR FAVOR ES QUE LA PARTE QUE HA NARRADO ELLA ES TAN BONITA QUE ME DUELE EL CORAZÓN

    3. Cuando le dice que está embarazadaaaa !!!!!

    4 POR QUÉ ALEC Y SABRAE NO ESTÁN JUNTOS QUIERES PELEA????

    5. ESCRIBE YA UNA HISTORIA DE DUNA Y DAN ( Dana? Duan? cómo sería?) PORQUE SON MIS PADRES !!!!

    6. Es la segunda vez que comento (no podía en los otros jaja) pero llevo aquí desde casi el comienzo de la historia y te digo en serio que voy a echarlos muchísimo de menos a todos ellos, pero en especial a Sceleanor porque joder eran mis fav y la verdad que me da mucha pena que se termine todo :( pero me alegra que sean felices porque se lo merecen tanto y POR FAVOR ESCRIBE SPIN OFFs A DIESTRO Y SINIESTRO DE TODOS ELLOS LO DIGO MUY EN SERIO.

    Ah, también muchas gracias a ti por cerrarlos y no abandonarlos, tú eres la verdadera protagonista de la historia ❤️

    Pd1: qué largo seguro me odias xd
    Pd2: NO SÉ POR QUÉ VALE pero me imagino a Aisha y Eris de mayores como a Madison Beer y Oriana Sabatini ( una actriz/cantante argentina preciosa) no sé qué pensarás jajajajaj

    Prepárate para mi comentario en el último capítulo porque ufff

    Ann❤️

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  4. DIOS LA BODA SCELEANOR ES PRECIOSA ❤
    COMO QUE SABRALEC HAN ROTO Y ALEC ESTÁ CASADO CON UNA TAL LAURA QUÉ COÑO ME ESTÁS CONTANDO ERIKA HAZ QUE VUELVAN YA
    AI DAN Y DUNA LA PRÓXIMA OTP DE VERDAD CÓMO PUEDE SER TAN MONO DAN EXIGO UN SPIN OFF ❤
    QUE ES ESO DE QUE LA VIDA DE SCOTT Y ELEANOR JUNTOS FUE CORTA?! NO ME JODAS QUE SCOTT SE MURIÓ PRONTO MIRA ERI QUE TE VEO VENIR Y ME NIEGO ME PUTO NIEGO

    "Me convertiste en astronauta mucho antes de que me fuera a las estrellas. Me sentí ya uno perdido en tus lunares." ❤

    "La música habla cuando las palabras callan." ❤

    Pd: Qué preciosidad de capítulo ❤

    - Ana

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    1. *Exijo, en verdad yo sé escribir pero es que me altero tanto con estos capítulos que nos das que me petan las neuronas

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  5. Ahora mismo estoy tristísima, creo que por fin he entendido después de hace tanto tiempo a esa gente que dice que los libros te llegan al alma, que te ayudan a ser feliz, a viajar a otros lugares, a conocer a gente nueva, a ver tu vida de otra forma. Sé que hay gente que esto lo ve como una locura, pero es así, y a la gente que le ocurre es una afortunada. He leído mejores historias, he llorado más con otros libros, e incluso he reído más con otros personajes, pero hay algo que ninguno de los libros que he leído durante toda mi corta existencia tenía, a Scott Malik. Nunca he querido a un personaje literario como él. Sé que aún queda de novela, pero hoy para mí, se acaba algo. La primera vez que leí algo sobre Scott fue hace años, aparecía en el primer capítulo de la novela, narrado por Tommy creo, y se estaba peleando con unos chicos por él. Siempre creí que sería el típico personaje machirulo flipado, pero joder, que equivocada estaba. Se me han llenado los ojos de lágrimas con este capítulo, no por su aún no muerte, si no porque es la última vez que volveré a leer algo narrado por él. Te lo dije una vez Erika, Scott no será tu personaje favorito, pero es sin duda al que más quieres, el hizo grande todo esto, él hizo que los comentarios subieran como la espuma y me jode que diciendo esto desvalorice un poco al resto de personajes maravillosos, pero es Scott Malik, no será para algunos el mejor personaje, pero es sin duda el que más nos ha dado. Hubiera querido un final feliz para él, pero da igual. El desarrollo de las películas es lo que te hace engancharte a ellas, cuando llegas a la mitad de la tarta es cuando más sufres por saber que acabará pronto, cuando coges un vuelo es cuando a mitad de recorrido se te da por ponerte a mirar por la ventanilla, cansado de intentar dormir, cuando te vas de fiestas es a mitad de fiesta cuando pasa lo más inesperado de la noche. Nunca he sido de finales, si no más de sucesos que ocurren, se alargan en el tiempo y te dan tanto que ya no te importa como terminen, porque ha sido bueno, ha sido único. No me importa que Scott Malik no tenga el final que se merece, ha tenido la vida que se merece. Ha tenido los lectores que se merece. Ha tenido las hijas que se merece. Ha tenido la chica que se merece, de la que a pesar de empezar con 17 años estuvo toda su vida enamorado. Y ha tenido al hermano que se merece. Ha tenido todo lo que se merece y eso es lo único que me importa. Gracias Erika por crearlo, y por dejarme conocerlo y no quedarte con él en un lugar recóndito de tu mente, gracias por haberle dado la vida que se merece.
    Pd: Me he puesto a llorar como una ridícula en mi asiento y he tenido que subirme la bufanda hasta las orejas para disimular. Adjunto foto.

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    1. Que se note que lo he copiado descaradamente xd. He vuelto a llorar como una idiota. Ya me joderia.

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  6. Sabralec rompiendo, Scott muriéndose. ¿Qué clase de tortura china es esta? No puedo creer que esto se acabe.... Ha sido increíble conocer a Scott Malik. No tengo palabras.

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  7. Erika que mierda es esta. Es que no entiendo nada. NO ENTIENDO NADA.
    ENTRE QUE SABRALEC SE SEPARA, QUE DAN Y DUNA NO ESTAN JUNTOS Y ENCIMA EL PRIMERO LO ESTA PASANDO MAL Y QUE AHORA COGES Y DICES QUE LA VIDA DE SCOTT Y ELEANOR NO FUE TAN LARGA COMO ELLOS QUERIAN, DANDO A ENTENDER QUE ALGUNO SE MUERE PUES MIRA CHICA, TE PUEDES IR A LA MIERDA ¿VALE? ESTOY LLORANDO MUCHISIMO Y NO PUEDO CON VIDA.
    Es que no me puedo imaginar que alguno se muera, esque se me hace cuesta arriba. No puedo imaginar el sufrimiento de todos, de sus hijas, de sus padres, de sus amigos... No puedo con mi vida. Voy a irme a la cama llorando y preguntándome que hacer con mi vida después de esto.

    -Patricia

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    1. Es que encima Scott menciona una frase de Rayden, mira no puedo. Voy a por pañuelos me estoy ahogando en lágrimas

      -Patricia

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  8. No sé si quiero saber como termina esto, porque para mí saber que Scott va a morir ya me ha roto en mil pedazos.

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  9. No me puedo creer que esta haya sido la última vez que voy a leer a Scott Malik. Las lágrimas me caen de dos en dos....

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  10. De verdad que tengo un nudo en el estómago que no me deja hablar casi. Scott se merecía vivir enternamente y morir con 100 años agarrado de la mano de Eleanor y viendo a sus hijas crecer, llevandolas al altar, tener hijos.

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  11. No sé si voy a poder soportar leer como Scott muere. Sólo te pido que no sea por un cáncer o algo por estilo. Odiaria tener que leer como Tommy habla de como vio como una enfermedad lo consumía poco a poco.

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  12. Scott ha tenido una vida increíble, pero odio saber que nunca llegará a hacer todas esas cosas que quiso hacer de viejo. Me muero de pena.

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  13. Y aquí acaba para mí cts. Gracias Scott Malik por ser el mejor personaje de toda la novela.

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  14. Saber que ahora Tommy va a tener que vivir en un mundo sin Scott me deja hecha mierda.

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  15. Eleanor y Scott casándose y teniendo bebés es todo lo que llevo esperando desde que empecé la novela.

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  16. Me ha dejado destruida Erika, no sé ni como hablar, ni que decir, ni que sentir. Nunca pensé sentir tanta pena por algo que simplemente no es real.

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  17. El personaje que hizo él solito grande esta novela acaba de morirse. No sé que pasa que no hay luto mundial.

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  18. Nunca pensé que matarías a Scott. Nunca pensé que la muerte de Scott me doleria tanto.

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  19. No me quiero ni imaginar la reacción de todos cuando Scott muera, de verdad que es sólo pensarla y tengo unas ganas increíbles de llorar.

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  20. Llevo llorando como dos horas y he leído tantas veces el final del capitulo que todavía no consigo asimilarlo del todo.

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  21. Cómo has podido hacer esto Erika? Scott ha sido lo mejor de toda esta historia.

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  22. Madre mía, no pienso perdonarte esto en la vida.

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  23. Yo solo puedo pensar en la reacción de Tommy. Va a morirse de pena mi pobre niño.

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  24. No puedo esperar a leer el momento en el que Alec vuelva a ver a Sabrae y pierda los putos calzoncillos al verla.
    Pd: Scott se ha muerto y yo con él.

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  25. Quiero morirme, de verdad que si. La llorera ha sido épica.

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  26. Scott nunca podrá ver a sus hijas crecer. Diculpadme mientras me ahogo con el pijama.

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  27. No sufría tanto desde que vi el último capitulo de Crónicas Vampiricas.

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  28. Si Scott está muerto ya nada tiene sentido.

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  29. Scott vino al mundo sabiendo lo que era este sin Tommy y ahora Tommy tiene que aprender a vivir en un mundo sin él. No es por nada pero no ha habido mayor tragedia en este mundo.

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  30. Scommy nunca podrán sentarse en un porche con ochenta añitos, jugar al dominó e imaginarse como será el paraíso.

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  31. Ya sólo con imaginarme la muerte de Scott y Tommy narrandola siento ganas de meter la cabeza en retrete y no sacarla hasta dentro de veinte años.

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  32. Todo cuanto siempre he pensado que sería la vida de Scott acaba de irse a la mierda. Morirse de pena es poco.

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  33. "si alguien me preguntara si me había merecido la pena ser tan feliz, aunque fuera en tan poco tiempo, la respuesta habría sido muy fácil. No sé, ¿el agua moja?" Creo sinceramente que nunca podré perdonarte esto Erika.

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  34. Cuando acabaste como acabaste It's 1D bitches no sabes lo que lloré, imagínate lo que estaré llorando ahora después de leer la muerte de mi personaje favorito.

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  35. Gracias por haberme dado a Scott Malik. Gracias de todo corazón, Erika.

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  36. Mi personaje literario se acaba de morir, ya tengo excusa para no ir mañana al instituto.

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  37. Gracias por haberme dado a Scott Malik. Gracias de todo corazón, Erika.

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  38. ¿Sabes ese sentimiento que te embarga cuando un amigo o alguien simplemente conocido se muere y te da rabia y pena porque era muy joven y aún le quedaban muchísimas cosas por vivir?

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  39. Tal vez dentro de unos 15 años, cuando tenga pareja, hijos, trabajo y todo eso consiga superar la muerte de Scott Malik.

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  40. Nunca fue fácil leer esta novela, pero después de hoy me he dado cuenta que todo el dolor que he podido llegar a sentir no tienen ni un mínimo de comparación con la pena que siento después de leer esto.

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  41. La muerte de Scott Malik.
    La muerte de Scott Malik.
    Intento procesarlo, me repito estas palabras a mi misma como si fueran un mantra y no consigo ni siquiera asimilarlo.

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  42. Ver lo feliz que es Scott con Eleanor y con sus hijas e imaginar que posiblemente no pueda ver como Eleanor se hace mayor y aun sigue siendo preciosa o ver a sus hijas echarse pareja y llevarlas al altar me parte el corazón en dos.

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  43. Scott Malik muriéndose, algo que tendré que leer porque soy una puta masoquista que le da igual sufrir. Qué pena, señor. Qué pena.

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  44. Sceleanor siendo tan felices y yo queriendo llorar al enterarme de que toda esa felicidad no le durará mucho. Hablemos de dolor.

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  45. Da igual cuantas veces lea este capítulo, llorare siempre como un bebé al parecer.

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  46. Me duele el corazón, de verdad.

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  47. Alec casado y con otra mujer que no es Sabrae y Scott muriéndose. NO es por nada, pero, ¿que broma de mal gusto es esta?

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  48. Ojalá tuviese la fuerza de voluntad de olvidarme por completo del final de este capítulo y no ser tan masoca de querer leer los dos últimos capítulos que faltan. Ojalá.

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  49. "…Scott, ¿me acompañas arriba un momento, por favor?-me sonrió y yo asentí con la cabeza con una sonrisa de gilipollas en la boca." Siempre la ha mirado así y saber que ya ha dejado de hacerlo me provoca un vacío inmenso en el pecho.

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  50. Acabo de crear un nuevo océano en mi habitación, si le echo un poco de arena puede que me dejen inaugurar una playa.

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  51. Solo con imaginarme la despedida de Scott y lo último que le diga a Tommy me entran unas ganas terribles de pegarme dos tiros en la frente.

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  52. Ojalá nunca me hubiera puesto a leer esta novela. El sufrimiento y dolor ahorrado hubiese sido agradable.

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  53. Yo no sé como lo haces, pero has conseguido que sienta como si hubiera perdido a un gram amigo.

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  54. Mi Scott Malik, el personaje que levantó con sus brazos el sólo toda la novela. Que pena más grande que esto sea lo último que veré de él. Qué pena.

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  55. Como ya te he dicho en otras ocasiones, para comentar me vuelvo a leer el capítulo para ir anotando ideas y que no se me olvide nada. Pues como comprenderás, estoy llorando a mares de nuevo, por todo.
    La boda ha sido preciosísima y yo solo de imaginarlo pues ala, llorando. Creo que en mi vida he leído una boda más bonita que esta. Gracias.
    Lo de Sabralec me ha dejado bastante descolocada porque es que en serio yo de verdad creía que una vez juntos ya no podrían separarse y mira, Alec casado y lo peor es que la sigue queriendo tanto como el primer día o más, si no a ver porqué se va a Inglaterra cuando ella se lo pide. Que tristísima me he quedado.
    Y DAN Y DUNA!!! Cuando Dan ha salido a defenderla en plan "que no es un trozo de carne!!!" mi niño. Ojalá se pudiera saber como acabaría la cosa.
    Y bueno y lo último que ha hecho que llore lo equivalente a Sevilla. El final, dios. Es que cada vez que lo recuerdo algo se me parte por dentro. Scott no es mi personaje favorito, pero como dije por el grupo, es sin duda quién más me ha hecho sentir y el que más me ha llegado, y no concibo que no acabe viviendo mucho para poder envejecer con Eleanor y Tommy y poder ver a sus hijas crecer (esto en el caso de que sea él quién la palme, que parece lo más probable, aunque ojalá que no).
    Pero yo confío en ti, y si has dicho que el final nos va a gustar, pues es que va a ser así.

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  56. BUENO ESTOY OFENDIDÍSIMA PORQUE ESTE CAPÍTULO NO ES NORMAL, VAMOS POR PARTES PORQUE ME ESTALLO
    1.La boda sceleanor POR FIN LLEVO ESPERANDO ESTE MOMENTO DESDE LA PRIMERA MIRADA DE SCOTT Y ELEANOR QUE NARRASTE ha sido tal y como me esperaba, súper mágica, muy emotiva, con puntos hasta cómicos y perfecta en todos los sentidos. Me ha encantado que haya sido Tommy quien haya llevado a Eleanor del brazo al altar, no podía haber sido de otra forma. También me ha encantado que haya sido Mimi la que la ha maquillado y ver el giro que da cuando se va a ligar con el tío ese descaradamente APRECIEMOS A MIMI.
    2. Me he puesto super triste cuando han salido de la casa y El sentía que estaba diciendo adiós a una parte de su vida y PFFFFFFFFFFFF NO QUIERO QUE ESTO ACABE
    3.ELEANOR DICIÉNDOLE A TOMMY QUE NO DEJARA QUE SE CAYERA Y DESPUÉS PIDIÉNDOLA PERDÓN POR SU REACCIÓN AL COMIENZO DE SU RELACIÓN ESTOY GRI TAN DO
    4. ALEC, SABRAE Y CREMA FAMILY GOALS
    5. HABLEMOS DE DAN Y DUNA POR FAVOR EXIJO UN SPIN OFF DE ESTA PUTÍSIMA RELACIÓN PORQUE ME VAN A MATAR, NO ME ESPERABA PARA NADA ESTE GIRO, DAN ACTOR, VIRGEN Y COLADO POR UNA SABRAE CHULA COMO ELLA SOLA. TE AMO, HAZ QUE SE CASEN
    6. SCOTT PIDIÉNDOLE A ALEC QUE SEA EL PADRINO DE SU HIJA ESTOY LLORANDO
    7. HABLEMOS POR FAVOR DE SABRALEC SEPARADOS Y ALEC CASADO HOLA ????????????????????????????????????????? ESTOY EXTASIADA, ESTOY SÚPER EMOCIONADA POR EL SPIN OFF DE SABRAE (PORQUE IMAGINO QUE NO SABREMOS QUE LES PASÓ HASTA ESE MOMENTO) EN VERDAD ME ENCANTA LA IDEA DE QUE NO ESTÉN JUNTOS PERO SIGAN ECHÁNDOSE DE MENOS, QUIERO PENSAR QUE ESTO ES UN BACHE TONTO Y QUE CUANDO SE REENCUENTREN SE CASEN ASÍ SIN MÁS
    9. VAMOS A LO IMPORTANTE DE ESTE CAPÍTULO PORQUE SI NO TE HE COMENTADO ANTES ES PORQUE ME HE TIRADO DOS DÍAS ASIMILANDO LO QUE ACABABA DE LEER. DIME POR FAVOR QUE NO VAS A MATAR A SCOTT. POR FAVOR NO LO MATES. QUE NO SE MUERA SI NO ES CON 130 AÑOS Y CON TOMMY A SU LADO. DE VERDAD QUE YO PENSABA QUE LA PELEA SCOMMY ERA LO PEOR QUE IBA A LEER EN ESTA NOVELA Y RESULTA QUE NO ME QUEDABA NI LA MITAD POR SUFRIR. ESPERO ESTAR EQUIVOCADA Y QUE DIGA QUE NO PUDO VIVIR TANTO TIEMPO CON ELLAS COMO QUISO PORQUE ÉL QUERÍA 200 AÑOS Y SOLO VIVIÓ 90 PORQUE COMO SE MUERA JOVEN Y DEJE A SU FAMILIA A TOMMY, A SUS HIJAS Y A EL SOLAS ME DA ALGO DE LO MAL QUE LO VAN A PASAR, ESTOY SÚPER TRISTE TE LO DIGO DE VERDAD, YO NO QUIERO LEER CÓMO SCOTT SE MUERE, ES EL ALMA DE ESTA HISTORIA SIN DUDA Y NECESITA UN FINAL FELIZ DEL TODO
    ENSERIO QUE ESTABA YA FELIZ Y CONTENTA PORQUE TODOS IBAN A TENER SU HAPPY EVER AFTER Y TUVE QUE LLEGAR A LOS PÁRRAFOS FINALES
    CONFÍO EN QUE EL FINAL SERÁ BONITO Y PRECIOSO Y QUE ESTO SERÁ UNA CONFUSIÓN PORQUE SINO CREO QUE MORIREMOS TODAS.

    Y después de todo este fangirleo, GRACIAS POR ESTE CAPÍTULAZO

    -María 💜💜💜

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  57. No sé ni cómo empezar esto. Intento ordenar mis pensamientos y sigo sin asimilar que CTS se acabe. Simplemente no puedo.
    La boda Sceleanor es de lo más bonito pero bonito que he podido leer en mi vida. Imaginarme la cara de Eleanor al recorrer el pasillo y ver a Scott... es demasiado para mi pobre corazón.
    Me ha enamorado el detalle de que Mimi fuerala que maquillara a la novia y de que Tommy le regalara algo ''azul y prestado'' (bueno y cuando la lleva al altar mira ahí es que ya estaba gritando en griego antiguo).
    y sabralec????????? KAPASAO????? Algo muy malo ha tenido que pasar para que se separen y encima teniendo un perrito. Me muero. Y Viajando al futuro:
    Sceleanor con bebés! (en este episodio mi corazón ha dado algo así como 50 vueltas. Ni cuando el crush me habla me pongo así. En serio.) Las nenas tramando para robar chocolate! SON TAN PRECIOSAS QUE LAS DEBEMOS PROTEGER DE TODO EN ESTA VIDA.
    OHOH estoy NERVIOSÍSIMA por saber qué es lo que quiere decirle Sabrae a Alec. Además que este tonto va y se casa???? Tuve que leerlo dos veces para cerciorarme que mis ojos miopiosos veían bien. No sé cómo, ni dónde, ni cuándo pero esos dos tienen que arreglarse.
    Debo decir que me dan infartos con los plot twist que das en esta novela, quiero decir DAN Y DUNA AYAYAYAY. Lo shippeo desde ya pero vamos que todos los malik y Tomlinson tienen que casarse entre ellos y listo. Espero que sabramos más de ellos en Sabrae (por favor).
    Y mi párrafo final se lo dedico a ese pedazo pero pedazo de plot twist de los plot twist de que Scott no tuvo todo el tiempo que quiso? WTf dude.No way. No puedo. ¿Acaso se marca un interestellar y se va al espacio y se muere allí? Estoy muy muy asustada.


    Sólo un capitulo más y bueno muchísimas gracias por haber creado este mundo.

    @young_bloodx

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  58. Erika, yo no te comentó mucho, pero soy una lectora fiel, me estas matando lentamente con cada capítulo y bueno el final de este ya ni te cuento. O sea, dime que a S no me lo vas a matar porque me da el parraque del puto milenio. Te lo juro, me tienes de los nervios esperando el final. El sábado cuando vuelva del trabajo te comentaré tras leer el final.

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  59. Sigo teniendo las ideas super desordenadas por el shock del capítulo pero bueno creo que ya va siendo hora:
    S, ((((ya estoy llorando)))) para empezar quiero darte las gracias por haberme regalado tantísimo. Es increíble lo mucho que una persona que no existe puede hacer por ti. Me siento super afortunada de haber podido verte crecer y madurar. No sé cuánto Scott del primer capítulo quedará en ti, pero si ese Scott ya era inmejorable, imagínate el de ahora.
    No he conocido a nadie que cuide tan bien de sus hermanos y de sus no tan hermanos. Scommy ha sido la esencia de la novela y nadie va a poder superar eso.Ya lo dije cuando la pelea: Tommy te necesita más a ti de lo que tu necesitas a Tommy pero es que, joder, ¿quién no te necesita en su vida?
    Me da mucha pena decir esto porque me da la sensación de que menosprecio a los demás personajes pero con tu muerte se muere una gran parte de cts para mí. La parte que más me gustaba y que más disfrutaba.
    Me siento como super psicópata diciendo esto pero en parte me duele tanto esto porque te veo como un personaje super cercano en plan como si fueras mi amigo (??????) (me acabo de dar cuenta de que le estoy hablando a scott como si existiera de verdad madre mía estoy LOCA). El caso es que no sé en qué momento llegó a pasar esto porque no empezaste ni de lejos siendo mi favorito y he acabado casi ni enfadandome porque le pusieras los cuernos a eleanor (me odio mucho por ello pero qué voy a hacerle ����‍♀). Me habré leído como ochentamil novelas en toda mi etapa fangirl y en ningún momento he llegado empatizar tanto con ningún personaje ni he sentido que DOLÍA de lo real que era. Siento un vacío enorme cuando pienso que no voy a volver a leer nada narrado por ti pero por lo menos me quedo con que voy a poder seguir disfrutándote en Sabrae. Sé que no va a ser lo mismo, pero algo es algo. (además tengo la esperanza de que alec llene el vacío vale) Y HABLANDO DE ALEC MUCHO SCOMMY PERO NI UNA VEZ NOS HEMOS PLANTEADO COMO SERÍA EL SHIP CON ALEC ME CAGUEN MIS MUERTOS. Bueno que me altero y me voy de lo importante: ojalá nunca me tuviera que despedir de ti, S. (Te quiero aunque me vaya a pasar medio Sabrae odiandote por llamar a tu hija Eris que me la suda que sea un puto planeta seguro que hay mil con nombres más bonitos)

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