lunes, 31 de diciembre de 2018

2O18, gracias, ¡adiós!



El año anterior al pasado escribí un mero guión de las cosas más importantes que me habían pasado en 2017, diciéndome que haría la entrada de resumen de año más adelante. Tuve 365 días y aun así, si buceas lo suficientemente profundo por mi blog, observarás que el pequeño guión sigue ahí.
               Creo que es lo único en lo que he procrastinado sin sentirme mal en 2018; no escribí ninguna entrada de resumen, sino que simplemente me centré en ir hacia delante, olvidándome totalmente de esta pequeña tradición mía que responde a la naturaleza auténtica de este blog: recordarme las cosas que hacía, pensaba y sentía, cuando pase el tiempo y cambie de costumbres, pensamientos y sensaciones.
               2018 ha cambiado sólo en eso, pero no en lo demás. Fiel a mi espíritu insultantemente positivo, creo que mi año ha sido muy bueno y que merece la pena dedicarle unos minutos de mi tiempo a resumirlo, para poder situar las cosas que me pasaron cuando eche la vista atrás.
               Éste ha sido el último año en el que cursé un grado en la universidad; a partir del 26 de junio de 2018, soy oficialmente una graduada en derecho. Ya puedo decir “tengo una carrera universitaria”, en lugar de “tengo el bachiller”, cuando alguien me diga algo obvio a modo de contestación, una forma bastante más elegante de decir “te crees que soy gilipollas, pero no es así”.
               Tuve mi graduación y, a pesar de que faltó una de mis amigas al evento y los zapatos me jugaron una mala pasada, fue uno de los días más emocionantes de mi vida. Me gusta cómo iba vestida aunque me hubiera gustado más llevar otra cosa, que por cuestiones físicas no era posible.
               Éste ha sido también el año en que he descubierto una pequeña vocación por la carrera que he estudiado. Empezando el máster me he visto a mí misma fantaseando con cómo sería estar del otro lado de los pupitres, enfrentándome a casos y persiguiendo a clientes para que nos paguen por las cosas que nosotros les hemos conseguido. Me he visto trabajando haciendo demandas, contestaciones, y empezando mis frases con “con la venia, señoría”, y no me han entrado ganas de llorar, o de suicidarme. Porque, sí, hubo un tiempo en que pensar que no tendría más remedio que trabajar en el mundo del derecho me daba ganas de suicidarme. Es algo que he comentado con muy poca gente, nadie de mi familia, y que arrancaba sonrisas tensas cada vez que lo mencionaba, porque pensaban que no lo decía en serio. Y sí que iba en serio.
               Así que supongo que 2018 ha sido el primer año en el que me he visto encaminada a un futuro que me ilusiona.
               Igual que ha sido el primer año en el que he visitado otro continente y a la vez otro país. El resto de veces que había salido de España, no había ido más allá de las fronteras de Europa. Las veces que salí de Europa, ni siquiera me fui al extranjero. He viajado a Turquía y he descubierto un país completamente diferente al mío y a la vez completamente diferente dentro de sí mismo, con museos que albergan las piedras que marcan el final de la prehistoria y el principio de la historia, ciudades de leyenda, ruinas de postal y parajes naturales que simplemente te cortan la respiración; parajes donde no puedes no imaginarte a los personajes que estás escribiendo ahora viviendo uno de los momentos más especiales de sus vidas. He descubierto que con el inglés simplemente no te sirve para ir donde tú quieras y comunicarte todo lo que desees, despertándoseme el apetito de nuevo por aprender idiomas. He sabido lo que es comer pollo al curry a kilómetros de altura, viajando a 900 km/h, y ver El Gran Showman mientras un avión despega, con Hugh Jackman diciendo que encenderá el cielo y no se bajará de él.
               Hablando de El Gran Showman… éste ha sido otro año increíble para el cine. Lo he empezado genial, viendo precisamente esta película en el cine y descubriendo de nuevo mi pasión por la interpretación, e incluso por la música. Esta película me ha dado muchísimos buenos momentos y mejores ensoñaciones, que espero plasmar algún día estando a la altura de lo mágica que puede llegar a ser. 2018 se cierra con la banda sonora de la película siendo el disco más vendido del año con más de cinco millones de copias, y yo no puedo hacer otra cosa que sentirme muy orgullosa de una película tan bella a la que no le ha ido tan bien como se merecía en los premios. El 3 de enero marcó un año muy bueno yendo al cine, en el que tengo que destacar también a Black Panther (que me descubrió a Michael B. Jordan, y de paso un buen tema de conversación para mandarme audios de siete minutos con el crush), y To all the boys I’ve loved before, que me arrastró de vuelta a mi época de fan.
               Este año he visto unas 187 películas; creo no equivocarme dando la cifra, porque Letterboxd me puso el contador a cero antes de que llegara 2019. Y, además, he leído 15 libros, 5 menos de la meta que me había puesto en Goodreads en enero de 2018…
               … pero eso no me entristece para nada, porque este año también he publicado el segundo libro en físico de Chasing the Stars, Moonlight, al que todavía no tengo en mi estantería y debería apresurarme en pedir.
               Además, he seguido con Sabrae y me he dado cuenta de que no tenía por qué tener miedo de no disfrutar con la historia como lo hice con Chasing the stars. Aunque hay días en que sí que estoy un poco más vaga y me aborrece escribir, en Sabrae y Alec he descubierto unos personajes más auténticos y complejos si cabe que los de mi pequeña obra maestra, unos personajes que me sorprenden siendo mucho más profundos que los secundarios a los que mencionaba de pasada en la novela original. Son personajes que me han animado a investigar y aprender, que me han despertado curiosidad e incluso han hecho que quiera aprender nuevos idiomas (de momento, solamente ruso, porque no tengo al alcance de la mano herramientas para aprender más), y que han conseguido una vez más que sentarme frente al ordenador sea algo que añore cuando lleve tiempo sin hacerlo. Han sido una buenísima compañía este año en mis momentos de soledad, unas voces rellenando el silencio de mi casa y un espacio seguro al que yo podía ir cuando quería despejarme, porque incluso cuando lo estuvieran pasando mal, conseguirían que yo me lo pasara bien.
               No es que este año haya estado sola, ni muchísimo menos. He vuelto a salir con mis amigas de noche e incluso le he cogido el gusto, hasta el punto de que uno de mis propósitos en 2019 es aprender a maquillarme mínimamente bien y darle una oportunidad a la raya de ojos y al pintalabios. Puede que sea un animal de interiores, pero de vez en cuando yo también puedo ir fuera y pasármelo tan bien, o mejor, que quedándome en casa y no alterando mis ciclos de sueño.
               Y he conocido a dos buenas amigas en persona, Patri y Bárbara, convirtiéndolas en células después de mucho tiempo siendo nada más que píxeles, un poco como me pasó con One Direction un 10 de julio que cada vez está más lejos, y que nos acercamos las unas a las otras, sentadas en una mesa semicircular en Vips, mientras esperábamos por nuestros entrantes, sándwiches y costillas criticando a absolutamente todos en la banda y bromeando con que sólo dos habíamos escuchado el disco de Zayn, ése que por fin nos dio después de esperar más de un año por él.
               Cuando estaba pensando esta entrada tenía muy claro que iba a decir que 2018 no había sido mi año, seguramente porque es el año en que peor he estado, hablando de forma física, en toda mi vida. Y, sin embargo, a medida que voy escribiendo esta entrada, me voy dando cuenta de que puede que sea el año en el que más conformista haya sido con mi cuerpo, limitándome a desagradarme por la imagen que me devolvía el espejo sin hacer nada realmente por intentar cambiarla, como si mi cuerpo fuera una skyline de una ciudad en la que estaba de visita y no la habitación en la que vivo. A medida que voy escribiendo esta entrada, con la idea de redecorar esta habitación por dentro y por fuera, me doy cuenta de 2018 ha sido mejor de lo que quería pensar, negándome a poner en un lado los pros y en otro los contras. Quizá no haya sido el mejor de mi vida, sí, pero definitivamente ha sido mi año.
               Al fin y al cabo, todos los años desde 1996 han sido mi año.
               Y tengo mucha ilusión por ver qué me depara el nuevo.

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