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Recordé vagamente haber hablado con Alec que quería que
Annie se enterara de lo nuestro de una forma al uso. Que le había dicho que
sería mejor que se lo dijera él cuando lo considerara un buen momento para
ponerla al día del cambio en su soltería, o que incluso deberíamos decírselo los
dos juntos.
Lo
recordé como el destello de quien recuerda una broma olvidada con otra persona
cuando la palabra clave de esa broma se menciona en una conversación en el que
ambas están presentes. Y, de la misma manera en que se vuelve a desechar al olvido
una broma estúpida por su naturaleza, yo deseché esa idea cuando Alec pasó a mi
lado, acudiendo a la llamada de su madre, y me miró de reojo, divertido.
Que se entere ahora, pensé para mis
adentros, comiéndome al primogénito de los Whitelaw con la mirada. Cómo se le
marcaba el traje en los hombros. Cómo el corte se le adhería a la espalda,
haciéndose a las formas de su cuerpo. Cómo los pantalones le levantaban el
culo, redondo, que me estaba apeteciendo morder.
Dios
mío…
No
quería irme. No quería salir de aquella casa. No quería seguir vestida. Quería
que Alec me arrancara el mono, con las manos o con la boca, rasgándolo o
quitándomelo de alguna forma mágica en la que se las apañara para liberar mis
curvas y no romperlo, y me poseyera. En el suelo. En la cocina, que aún no
había visto. En aquellas escaleras. Contra la puerta de la calle. En el sofá en
L, donde estaban sus padres sentados mirando la televisión.
En su
habitación, donde se había quitado la toalla nada más entrar, estaba segura, y
había caminado desnudo, con su miembro balanceándose en su desnudez,
terriblemente apetecible y deliciosamente grande. Donde había elegido con
cuidado la ropa interior de la misma forma en que lo había hecho yo. Donde
había cogido el traje y lo había dejado encima de la cama mientras comenzaba a
vestirse. Donde había cogido su cartera y se la había guardado en el bolsillo
interior de la americana, rebosante de preservativos que nos garantizaran el
placer.
Ojalá
hubiera tenido el valor de seguir los instintos más primarios de mi cuerpo y
haber subido las escaleras tras él. Ojalá hubiera abierto la puerta mientras él
se inclinaba hacia su armario y elegía con cuidado la ropa que ponerse. Ojalá
la hubiera cerrado a mi espalda y me hubiera relamido. Ojalá él se hubiera dado
la vuelta y yo hubiera disfrutado de la visión de su cuerpo desnudo por fin, en
una cama a la que podríamos regresar cuando quisiéramos, y el poder de su
hombría acrecentándose al darse cuenta de que estábamos solos.
-¿Ansiosa
por tu noche, bombón?-preguntaría Alec con ese tono chulo suyo que hacía que mi
entrepierna se humedeciera, ansiosa de sus expertas atenciones. A modo de
respuesta yo me bajaría los tirantes del mono de los hombros y éste lamería mi
piel al caerse.
En
mis ensoñaciones, yo no llevaba bragas. En mis ensoñaciones, Alec me devoraba
con la mirada mientras el frío aire de su habitación se encargaba de vestirme
apresuradamente. En mis ensoñaciones, mis pezones estaban duros por la
anticipación; mis muslos, mojados a causa de la excitación; y la polla de Alec,
enhiesta, impaciente por complacerme.
-Ya
es de noche-le contestaría. Y ninguno de los dos dejaría pasar un segundo más
sin nuestros cuerpos en contacto. Alec avanzaría hacia mí y yo avanzaría hacia
él y chocaríamos con la violencia de dos trenes a plena potencia; nos
mezclaríamos con la intensidad de dos galaxias que por fin se encuentran, tras
millones de años precipitándose la una hacia la otra.
Le
mordería la boca.
Me
empujaría contra su puerta.
Le
arañaría la espalda.
Me
separaría las piernas.
Le
rodearía las caderas con mis piernas.
Manosearía
mis pechos, pellizcando el del pezón.
Me
frotaría contra él.
Y me
penetraría.
Duro.
Sucio. Saciante. Su miembro estaría a pleno rendimiento, más grande que nunca,
y mi interior lo recibiría con la pompa que se merecía: con la más deliciosa
calidez líquida, acomodándome a él, rindiéndome a su presencia invasiva. Alec, sí…
-Qué guapo,
cariño-ronronearía Annie desde el sofá, estirando una mano en dirección a su
hijo-. Deja que te vea.
Y Alec se acercaría a su madre, contoneándose
frente a mí como un modelo de trajes para ejecutivos de éxito, de esos cuyas
vidas habían inspirado las películas de corredores de bolsa; los que, en sus
vacaciones, esnifaban cocaína de entre los pechos desnudos de modelos, en algún
yate que navegara apaciblemente por algún mar de aguas cristalinas y olas que
lo mecieran en dirección a algún islote griego.
Quería
que Alec esnifara cocaína sobre mi cuerpo desnudo, a pesar de que yo detestaba
las drogas y todo lo que le hacían a las personas. Quería que me tomara y me
hiciera suya de forma que jamás pudiera ser de nadie más, ni aun queriéndolo
yo.
Me
había hecho perder la razón. Ese puto traje, esa puta mirada, esa puta sonrisa…
esa puta promesa que nos habíamos hecho el uno al otro y que nos estábamos
provocando para ver quién caía primero y era el que empezaba a cumplir.
Nunca
en mi vida había estado tan cachonda.
Annie celebró lo bien que le quedaba el traje
a su hijo, pasándole la mano por las solapas de la americana y sonriendo cuando
él le dio un beso en la mejilla. Le acarició el cuello con cariño y le dijo que
esperara con paciencia a su hermana, que bajaría antes de lo que él creía, y
así podríamos hacernos una foto todos juntos.
Alec
asintió, le besó los nudillos y se alejó de ella para volver con nosotros. Ni
siquiera intenté disimular la forma en que me lo comí con los ojos,
especialmente cuando se pasó una mano por el pelo y se mordió el labio,
fingiendo que no se daba perfecta cuenta de lo que hacía…
… y
me lo habría creído, porque Alec tenía esa capacidad de encenderme incluso sin
pretenderlo. Todo él estaba hecho del erotismo más puro; era capaz de rezumar
sensualidad en cada ocasión, sin importar la ropa que llevara puesta en ese
momento o lo que hubiera estado haciendo hasta que nuestras miradas se
encontraron…
…
pero la sonrisa satisfecha que me dedicó cuando me miró de reojo, como diciendo tú no eres la única que sabe poner cachonda
a la gente, le delató. Lo había hecho a propósito y quería que yo lo
supiera.
Me
relamí, estudiándolo de arriba abajo, sin importarme que su madre estuviera a
escasos metros de nosotros y pudiera verlo perfectamente todo, y decidí jugar
un poco con él. Me eché el pelo sobre los hombros, dejando al descubierto mi
escote, y me giré para hablar con Eleanor, ofreciéndole a Alec una vista
perfecta de mi canalillo. Nos comimos con miradas robadas y pulgares que se
limpiaban las ganas de los labios mientras Mimi terminaba de cambiarse. Alec comenzó a quejarse en voz
cada vez más alta, y yo estaba segura de que ya no le importaba tanto llegar
tarde y perderse los fuegos artificiales de fin de año como las ganas que me
tenía y lo agotador que nos estaba resultando comportarnos.
Por
fin, Mimi abrió la puerta de su habitación y se anunció como si fuera la
princesa de un reino olvidado. Empezó a bajar las escaleras agarrándose la cola
del vestido y saludándonos como si fuéramos sus cortesanos preferidos o sus
súbditos más leales, hasta que su hermano se cansó de sus tonterías y subió las
escaleras acompañado de sus protestas.
-Mary
Elizabeth, no me jodas… Estoy de tus polladas hasta la polla, valga la
redundancia. Cualquier día te subo a la moto y te abandono debajo de un puente
en Italia, y a ver cómo cojones te arreglas para volver…-empezó, y la agarró
del antebrazo para arrastrarla escaleras abajo, mientras todos nos reíamos.
Mimi se acercó a Eleanor y a mí y nos abrazó; primero a su amiga, después, a
mí. Le dedicó una sonrisa satisfecha con la lengua en las muelas superiores a
Alec cuando éste la fulminó con la mirada, celoso porque ella pudiera tocarme
así y él no. Resultaría sospechoso para sus padres.
Yo
nunca le había tolerado cerca.
Que
ahora no soportara tenerlo en traje y que no estuviera dentro de mí era una
novedad demasiado complicada de explicar en los pocos minutos que nos quedaban
en su casa, en presencia de su familia.
-¿Qué
os parece?-preguntó Mimi mientras Annie se envolvía más en su chaqueta de lana
de estar por casa y cogía su móvil. Estiró las manos y una pierna para
mostrarnos el corte y la caída del vestido: era de manga larga y hombros
descubiertos, y se adhería a su cuerpo perfectamente tonificado como una
segunda piel. La tela era lo bastante suave como para permitirle libertad de
movimientos, muy adecuado a su condición de bailarina. Era de un verde botella
oscuro que hacía juego con su melena caoba, y me recordaba a Ariel, la
sirenita.
-Es
precioso-dije yo.
-Estás
genial, Mím-añadió Eleanor, sonriendo satisfecha. Conociendo a Mimi, seguro que
había tenido muchas dudas respecto a su vestido, pero Eleanor habría conseguido
que se lo comprara después de mucho insistirle en que se arrepentiría si
llevaba algo un poco más recatado que la hiciera pasar desapercibida. Mimi era
tan tímida que era de las típicas chicas que adoraban las minifaldas y tenían
un cuerpo que podía lucirlas como pocas, pero que no se las ponía porque lo
pasaban mal con las miradas que sus perfectas piernas atraían.
Si
Mimi tuviera mi personalidad, o yo tuviera su cuerpo, no habría quien nos
parara. Todo Londres caería rendida a nuestros pies.
Supongo
que en eso consiste la diversidad: en que nadie sea perfecto del todo para que
todo el mundo pueda regodearse en su imperfección.
-¿No
creéis que es un poco… ajustado?-preguntó, pasándose la mano por un vientre tan
plano que me hizo preguntarme cuánto tiempo hacía que no comía nada.
-Sí-gruñó
Alec, con una mano en el bolsillo del pantalón-. Pero ahora no vas a ir a
cambiarte.
-Estás
muy guapa, Mimi-alabó Scott, y Mimi se puso colorada.
-Es
perfecto, tía, en serio-Eleanor asintió.
-Te
queda genial. A ver… ajustado es. Pero te queda muy bien.
-Es
que tengo la sensación de que es tan apretado que resulta soez.
-Lo
es-terció Alec, rechinando los dientes. Mimi se giró para mirarlo, y él
continuó-. Me he puesto condones que me quedaban más holgados.
-¡Alec!-le
recriminó Annie, mientras Scott y Tommy se miraban y se echaban a reír.
-¿Sabes
por qué es eso, Al?-le picó Tommy, y Alec puso los ojos en blanco-. Por tu
estúpida manía de comprarlos XL.
-Sinceramente,
compadezco a Diana porque tú pienses que los condones no tienen talla. Cómo se
nota que con la más pequeña te basta y te sobra.
Scott
no podía parar de reír.
-Lo
que cuenta no el tamaño, tío, sino la maña con la que manejes tus herramientas.
Mimi
estaba tan roja que me estaba empezando a preocupar. Estaba a otro comentario
en referencia a las pollas de explotar.
-Déjamela
una noche, a ver si sigue tan convencida de eso-bromeó Alec.
-Eres
gilipollas, Alec.
-Igual
no es tan mala idea, T. Al fin y al cabo, te saca tanto brillo que estoy
empezando a preocuparme por ti-intervino Scott.
-¿Puedes
culparme, S? Sinceramente.
-Ojalá.
Pero no. Supongo que no tendrá tiempo de decir las gilipolleces que dice cuando
estáis juntos.
-¿Está
calladita contigo, T?-se burló Alec, y Tommy lo fulminó con la mirada-. Uh. Mal
asunto. Si no hacen ruido es que no se lo están pasando bien. ¿Alguna vez se ha
quedado frita mientras…?
-Me
has visto en bolas, chaval. ¿Crees que sería capaz de quedarse frita? Si no
hiciera ruido puede ser porque no pudiera. Aunque déjame decirte que es
bastante vocal, y…
-¿Podéis
dejar de hablar así de Diana?-espeté, y los tres se me quedaron mirando-. No
está aquí para defenderse. Y no es un agujero que os podáis sortear para
meterle la polla. Joder.
Tommy
y Scott se miraron con expresión afligida. Me pregunté cuántas veces habrían
tenido conversaciones así sin darse cuenta del componente machista que había en
sus palabras, machismo contra el que nuestras madres habían luchado desde que
nosotros teníamos uso de razón.
Alec,
por el contrario, hizo un mohín.
-Vaya,
vaya. ¿Estás celosa, Saab?
-En
absoluto-me crucé de brazos-. Lo que estoy es cabreadísima porque mis
hermanos-procuré incluir a Tommy dentro de mi familia, tanto porque así lo
consideraba como porque quería que se sintiera mal por lo que acababa de hacer-
participen en conversaciones tan machistas. Nunca pensé que fuerais capaces de
hablar así de una mujer.
-Son
tíos-Mimi suspiró y yo la miré.
-Eso
no es excusa, Mary.
-Sí
que lo es. Ten en cuenta que entre los tres, no son capaces de juntar ni una
mísera neurona-atacó, y miró a Alec-. No les da para más. Mira lo que han liado
por mi vestido. En fin… dado que a mi hermano le gusta tan poco, definitivamente
me lo llevo.
-Oh,
menos mal-rió Alec-. Porque, si no quisieras llevarlo, irías desnuda.
-Bueno,
así podrías ver qué te hizo ir a buscar a mi casa-arguyó Eleanor, echándose a
reír. Mimi se volvió hacia ella.
-¡TÍA!
-¿Qué?-inquirió
Alec, con las cejas entrecerradas.
-Nada.
-Vamos,
Al. ¿No te das cuenta de que ya tenía este vestido antes de que tú vinieras a
mi casa?
Annie
nos miraba a todos alternativamente, preguntándose cuándo coño teníamos pensado
dejar el debate en la puerta de su casa y marcharnos de fiesta. Su móvil se
había bloqueado por tanto tiempo de espera.
Alec
frunció el ceño y se volvió hacia su hermana.
-¿Qué
me hiciste ir a buscar?
-Nada.
-Mary
Elizabeth.
-Nada.
-Mary.
Elizabeth.
-¡Nada!
-Unas
bragas-reveló Eleanor, poniendo los brazos en jarras e hinchando el pecho.
-¡NO
TE HABLO MÁS!-ladró Mimi, dándole un empujón.
-¿CÓMO
QUE UNAS BRAGAS? ¿ES QUE NO TIENES BASTANTES? ¿NO LAS ESTARÁS PERDIENDO POR
AHÍ, MARY ELIZABETH?-le gritó Alec.
-¡ES
TRADICIÓN!
-¿EL
QUÉ? ¿LLEVAR BRAGAS? MENOS MAL.
-¡NO,
GILIPOLLAS! ¡LLEVAR UNAS ESPECIALES!
-¿Y
CÓMO SE SUPONE QUE SON ESAS BRAGAS?
-No
quiero peleas-gruñó Annie, pero sus hijos no le estaban haciendo caso.
-¡¿A
ti qué te importa?! ¡¡Eres un cotilla!!
-¡Joder,
Mimi! ¿Me has hecho cruzar el barrio por unas putas bragas?
-Son
bragas rojas-explicó Eleanor, y Scott frunció el ceño, Tommy abrió la boca y
asintió con la cabeza, y los dos hermanos Whitelaw se la quedaron mirando:
Alec, estupefacto; Mimi, furiosa.
-¡Eleanor,
que te calles ya!
-¿Para
qué quieres tú unas putas bragas rojas?
-¿A
ti qué coño te importa? Pregunto, vaya.
-Traen
buena suerte-intervino Tommy, y Alec lo miró.
-¿Cómo
que buena suerte?
-Sí.
Es tradición. De España. Hay que llevar ropa interior roja el día de Nochevieja.
Eso, y comerse todas las uvas. Cuantas más cosas hagas, más buena suerte
tendrás.
Y
entonces, algo en el campo de visión de Alec atrajo su atención.
Yo.
En mi
mono rojo.
La
mención del color rojo y la fusión que Tommy había hecho de éste con el
concepto de ropa interior hicieron que el cerebro de Alec cortocircuitara un
momento. Se olvidó de dónde estaba, se olvidó de con quién estaba… como le
había sucedido en casa de Tommy, cuando me vio ataviada con mi mono por primera
vez.
Y
sonrió, complacido.
-¿Tú
también llevas bragas rojas, bombón?
Puse
los ojos en blanco y me crucé de brazos. Iba a hablar, pero Mimi se me
adelantó.
-Ojalá
te calce una hostia, ya que yo no puedo porque mamá está aquí.
-Cállate,
Mary Elizabeth, si le puedes hacer ese favor a tu país-ladró su hermano, y ella
le hizo un corte de manga-. ¿Sabrae?
Sonreí.
-¿Quién
dice que yo lleve bragas hoy, Alec?
Annie
se echó a reír al ver cómo su hijo se quedaba sin ningún tipo de contestación.
Seguro que era lo último que se esperaba que yo le dijera: podría haberle
salido por cualquier otro sitio y Alec se las habría apañado para contestarme…
excepto por el recoveco por el que me colé.
Finalmente,
Alec se llevó las manos a la cara y se la frotó.
-A
ver esa foto, mamá-urgió-. Que estos cabrones están decididos a que no llegue a
2035.
Posamos, cada hermano con su hermana, y la
mano de Alec planeando sobre mi culo. Le di un manotazo como diciendo compórtate y lo fulminé con la mirada, y
él se echó a reír, asintió con la cabeza y la dejó en mi cadera. Salimos de su
casa y nos encontramos con Jordan, que nos esperaba sentado en la acera y nos
recriminó que llegáramos tarde.
-¿Vamos
tarde? ¡Hostia, Jordan! ¿De veras?-ladró Alec, molesto-. ¿Pero qué me dices?
¿Por qué no tienes ya un Nobel? ¡Eres un revolucionario, Einstein a tu lado era
un analfabeto de mierda, ¿cómo no nos habremos dado cuenta antes de que ya
vamos tarde?! ¿Qué descubrimiento que romperá todos nuestros esquemas nos
reserva tu mente cósmica para mañana? ¿La Tierra es redonda? ¿El sol no gira en
torno a nosotros? ¡No me digas que venimos del mono!
-Vete
a la mierda, si haces el favor, Alec.
-Oh,
créeme, terminaré haciéndolo: fijo que allí me tratan mejor que aquí.
-¿Pero
qué bicho le ha picado?-les preguntó Jordan a Tommy y Scott, y estos se
encogieron de hombros.
-Mimi
me ha hecho ir a por unas bragas para esta noche, discúlpame si estoy un poco
irascible.
-¡Alec!-protestó
su hermana, y él chasqueó la lengua.
-Unas
bragas rojas-añadió, y Mimi lo
empujó. No sabría decir quién estaba más colorado, si sus mejillas, su pelo, o
su ropa interior.
-¡A
Jordan no le interesa!
-Sí
que le interesa. Es un puto pajillero. Venga, Jordan, a ver si conseguimos que
esta noche eches un polvo-empezó a tirar de él en dirección a la casa donde se
celebraba la fiesta de Nochevieja.
-Pero
mira que eres gilipollas, chaval.
Echamos
a andar en dirección a la casa, nosotras por delante y ellos por detrás. Mimi
me preguntó qué tal con mi hermano en alusión a lo que nos había pasado hacía
dos días, y yo la puse al corriente de todo. Eleanor hizo una mueca cuando
llegué a la parte de mi negativa, pero Mimi se mostró conforme.
-Has
hecho bien.
-¿De
veras?-pregunté, sorprendida, y Mimi asintió con la cabeza.
-Sí.
No te voy a mentir: mi hermano lo pasó un poco mal, pero creo que os merecerá
la pena esperar. Especialmente por lo mucho que ha cambiado ya para adaptarse a
ti.
-Yo
no quiero que cambie. Me gusta como es.
-Permite
que lo dude, Saab. Casi te lo comes con la conversación sobre Diana.
-Es
que ha sido horrible.
-Pues
se ha cortado bastante, te lo digo yo. Además, se nota mucho el cambio. Diría
que incluso estaba dispuesto a pedirte disculpas.
-Sí,
parecía arrepentido.
-Y el
caso es que, si le hubieras dicho que sí ayer, ya le estarías dando el visto
bueno a cómo es ahora. Y tú eres la
única que puede conseguir que deje de ser tan…-lo miró por encima de hombro. Le
estaba dando un empujón a Jordan mientras los dos se reían-. Machito neandertal.
Estoy cansada de hablar en unga, unga.
-Eres
muy dura con él, Mím-rió Eleanor.
-Es
mi hermano. Es mi obligación. Mira, hagamos una prueba. ¿De qué están
hablando…? Trajes-puso los ojos en blanco-. Guay. Date la vuelta. Y métete en
la conversación.
Hice
lo que Mimi me pedía, poniendo la oreja. Alec parecía estar quejándose de su
traje, y Tommy le había contestado que siempre que había ocasión de ponerse
uno, él lo hacía (vaya, parece que tendré que salir más con ellos, después de
todo).
Me di
la vuelta y empecé a caminar de espaldas, con Mimi y Eleanor atentas a mis
movimientos. Las dos sonrieron y se miraron los pies para intentar ocultar sus
sonrisas con la satisfacción de quien ve confirmadas sus teorías, cuando Alec
clavó los ojos en mí y los deslizó como la caricia de un amante de mis ojos, a
mis labios, a mi escote… y ahí se quedaron.
-Pues
a ti te quedan genial los trajes, Al-me metí las manos por los costados del
abrigo, tirando un poco del mono para exhibir más piel. Alec se relamió.
-A ti
te queda bien todo, Saab-respondió él-. Hasta estar deliciosamente desnuda.
Deliciosamente desnuda. Definitivamente,
sabía cómo hacer para que todo mi cuerpo
erupcionara de pura expectación. Se me olvidó la conversación que había tenido
con Scott y Tommy sobre Diana. Se me olvidó todo salvo la poca ropa que me
separaba de sus ojos: un abrigo de pelo blanco que Eri me había prestado, mi
mono y mi ropa interior. Tampoco me olvidé de las prendas que lo cubrían, como
si fuera un regalo carísimo cuyo envoltorio era acorde a su estatus.
El
traje era como el estuche de cuero, la cajita de cartón, el envoltorio, el lazo
y la bolsita azul de Tiffany’s que precedía a un anillo de pedida. Como la caja
de plástico, el faldón y el papel dorado de un Ferrero, que ocultaba en su
interior un corazón de avellana rodeado de praliné.
Tenía
muchas ganas de darle un mordisco y deleitarme con su apetitoso sabor. De
quitarle todas sus capas y probármelo para ver cómo me quedaba.
-Vas
por buen camino así, cariño-ronroneé cual gatita, y Alec acentuó su sonrisa de
Fuckboy® como el niño malo que está a punto de cometer otra travesura.
-Llámame
así de nuevo y llegaremos antes de tiempo a la meta, nena.
Me
eché a reír, sacudí la cabeza (te deseo
ahora, te deseo aquí, te deseo en el suelo, pero quiero verte entero, y no sólo
tu cara mientras te corres) y me di la vuelta. Los chicos retomaron su
conversación, igual que nosotras.
-¿Ves?-rió
Mimi-. No es capaz de pensar en otra cosa.
-Sinceramente,
Mimi, si yo estuviera así vestida y no pensara en lo mucho que le apetece follarme,
creo que me dolería bastante.
Mimi
se echó a reír y sacudió la cabeza. Caminaba como una supermodelo.
-Dios
os cría, y vosotros os juntáis.
-Sí,
y de qué manera se juntan-se burló Eleanor, y yo siseé para hacerlas callar.
Las tres estallamos en carcajadas, y en el silencio que sigue a una risa, yo me
volví a meter en la conversación de Alec y los demás.
-…
los trajes son un símbolo de sexualidad-decía Alec, y los chicos bufaron, como
si Alec sólo fuera capaz de hablar de sexo. Me dio lástima; estaba segura de
que no se habían molestado en pulirlo un poco para descubrir la cantidad de
matices que tenía. Cuando hablaba con él, se explicaba con una torpeza que me
hacía pensar que muchas cosas que comentábamos, nunca las había comentado con
nadie más. En cierto sentido, yo disfrutaba de la dificultad que tenía
expresándose: me hacía sentir que lo estaba desvirgando de alguna forma, que
accedía a territorio puro y desconocido como el explorador que se adentra en la
jungla de una isla que acaba de descubrir-. Si te pones un traje, estás
diciendo “nena, ven aquí, pasa conmigo la mejor noche de tu vida. Deja que te
folle como no te han follado nunca”.
-A mí
me gustan los trajes porque son sexys cuando los ves-dije, y Alec sonrió.
Estaba segura de que había captado la indirecta. Sí. Especialmente cuando quien los lleva puestos eres tú-, y más
aún cuando se los quitas a un tío.
-Ni
que tú hubieras visto muchos tíos en
traje-protestó Scott, pero yo no le hice caso.
-Esperemos
que quites algún que otro traje hoy, Saab-coqueteó.
-Depende
de cómo te portes-sonreí.
-Yo
siempre me porto bien; sabes de sobra cuál es el único sitio en el que me porto
mal. Muy mal-y me dedicó su sonrisa
más lasciva. Sí, lo sabía de sobra.
Y no,
no era un sitio.
Era
cuando nuestras bocas estaban unidas. En ese rincón al que nuestros cuerpos
viajaban cuando estábamos juntos. El cielo al que me enviaba con las embestidas
de su cuerpo y la invasión de su miembro dentro de mí.
Me
detuve en seco. Dios mío, cómo le necesitaba. Ahora. Allí. Ya estaba bien de
esperar. Habíamos esperado mucho tiempo por esa noche, y no se veía el sol por
ninguna parte. Las estrellas dominaban el cambio de año, como llevaban haciendo
desde que el mundo comenzó a ser consciente de su propia existencia y de la de
ellas.
Y sé
que él se dio cuenta también. Nuestra noche había llegado. Ya estábamos en
ella.
Podíamos
empezarla ya mismo.
Lo
probé en la urgencia de sus labios, en la forma en que me pegó contra él y
jadeó cuando nuestras bocas se encontraron y mis curvas hallaron la manera de
encajarse en sus ángulos. Sus manos recorrieron todo mi cuerpo; las mías, el
suyo. Enredé mis dedos en su pelo y jadeé. Nuestra noche. Nuestra noche.
Nuestra noche.
Ya
estaba aquí. Ya estaba aquí.
Sus
manos descendieron hasta mi cintura, pegándome tanto a él que por un momento me
pareció imposible que no termináramos fusionándonos por las caderas y
convirtiéndonos en los dos siameses más funcionales del mundo. Mis dedos
crearon nuevas rutas en su cuero cabelludo mientras lo atraía hacia mí, la
promesa de la noche que estábamos a punto de pasar juntos chispeando en mi
boca, boca que él no era capaz de dejar de probar.
-Si
estáis haciendo esto para sacar de mí la misma respuesta que Eleanor y yo
sacamos de Tommy, os informo de que vais de culo-comentó Scott después de
varios carraspeos a los que Alec y yo no hicimos el más mínimo caso, en parte
porque no lo habíamos escuchado.
Me
separé un poco de Alec, sonriendo, todavía con el olor embriagador de su
colonia y su loción para el afeitado emborrachándome de su presencia. Me mordí
el labio para probar los vestigios que su boca dejó en la mía.
-Me
pregunto por qué-me burlé, como si ninguno de nosotros supiera por qué Scott se
tomaba de una manera tan diferente mi relación con Alec a como Tommy se tomaba
la suya con Eleanor. Se basaba, principalmente, en el hecho de que Tommy veía
un peligro en Scott que mi hermano no era capaz de ver en Alec: Scott podía
destrozarle el corazón a Eleanor porque ella lo amaba.
Scott
no se daba cuenta de que Alec podía destrozarme el corazón a mí porque yo
también lo amaba.
Además,
Alec y yo no estábamos haciendo nada por hacerle la puñeta a mi hermano, como
sí hacían él y Eleanor. Mientras que Scott y Eleanor tonteaban a saco cuando
estaba Tommy delante, y hasta hacía nada lo hacían exclusivamente en presencia
de él, Alec y yo nos habíamos mostrado bastante comedidos cuando mi hermano
estaba con nosotros. Ésta era, de hecho, la primera vez que mi hermano nos veía
compartir un beso que fuera más allá de un piquito de despedida.
Que
Scott supiera lo que Alec y yo nos traíamos entre manos no quería decir que
dejara de ser un poco chocante cuando lo presenciaba. Pero ni de coña implicaba
todas las cosas que implicaría ahora un beso entre Eleanor y él.
-Puede
que no lo estemos haciendo del todo bien, ¿eh, Saab?-rió Alec, chasqueando la
lengua, tomándome de la mandíbula, dándome una palmada en el culo y
reclamándome de nuevo como suya. Me comió la boca de una forma en que no pensé
que pudiera comérsele a nadie en un beso que durara menos de 30 segundos.
Porque
fue eso, 30 segundos, lo que Scott aguantó antes de empezar a protestar.
-Estáis
en la puta calle.
Apenas
nos quedaban cien metros para llegar a la puerta de casa, donde Bey salió a
recibirnos con su melena afro más alocada que nunca. Estaba preciosa, con
pequeñas tiras doradas y plateadas enredadas en sus bucles. Regañó a los chicos
por lo tarde que habíamos llegado, a pocos minutos de que el Big Ben diera las
12, y después se echó a reír cuando Alec la llamó por el nombre de su hermana.
-Sabía que podías distinguirnos, Al. Bey
me debe 50 libras.
Resultó
que las gemelas habían apostado dinero a que conseguirían engañar a todos sus
amigos, y si no fuera por Alec, lo habrían conseguido. La forma que tenía el
mundo de distinguir a Bey de Tamika era su peinado: mientras Bey siempre
llevaba la melena suelta en un afro perfecto que a mí me despertaba una envidia
poco sana, Tam domaba su pelo en dos trenzas larguísimas, normalmente de
boxeadora, que le caían sobre el pecho hasta casi la cintura. Me pregunté lo
largo que tendría el pelo Bey, hasta dónde le llegaría si algún día cometiera
la aberración de alisárselo.
Sorteamos
a la gente y nos dirigimos con la marea hacia el jardín de la casa, que estaba
situada en una colina y desde el que se podía ver perfectamente el skyline dorado de Londres. El edificio
era de diseño moderno, de dos plantas, y amplias cristaleras que permitían
acceder a cualquier parte de la casa desde el espacioso jardín, en el que había
una piscina ocupada por gente que no sabía lo que era el frío ni lo había
conocido nunca.
Saqué
el teléfono de mi bolsillo y les envié un mensaje a las chicas, preguntándoles
dónde estaban, y girándome sobre mis talones. En el piso superior había también
un amplio balcón que recorría la casa de un extremo a otro, tan atestado de
gente que me parecía increíble que las barreras de cristal pudieran soportar la
presión de tantos cuerpos. Deseé con todas mis fuerzas que las chicas no
estuvieran allí; no me apetecía pasar el fin de año lejos de Alec, que ya se
había sentado en una de las toallas que sus amigos habían dispuesto en el
jardín, reservando uno de los mejores sitios con la previsión de quien organiza
una fiesta, y le tomaba el pelo a Bey sobre su patético intento de engañarlo.
Estamos arriba, ¡te estamos viendo! Pide que nos hagan sitio,
que ya vamos 😉
Me
arrodillé al lado de Bey, que me dedicó una sonrisa.
-Bey,
¿hay sitio para tres amigas mías? Están en el piso de arriba, y…
-Sólo
si te sientas en mi regazo, bombón-cortó Alec, y Bey le dio un empujón y se
echó a reír.
-Para
ti siempre, Saab-me sonrió con calidez, con más calidez de la que lo habría
hecho de no haber mantenido la conversación con respecto a Alec que habíamos
mantenido hacía dos días. No sólo nos habíamos cogido especial cariño por lo
que sabíamos que la otra significaba para él, sino que ahora nos respetábamos
más que nunca: el hecho de que hubiéramos podido hablar como amigas lejanas en
lugar de como las rivales que todo el mundo debía de considerarnos decía mucho
de nosotras dos y la relación que queríamos mantener. No sólo por la felicidad
de Alec, sino también por la nuestra-. Como si tengo que tirar a este bobo a la
piscina.
-¿Tantas
ganas tienes de verme mojadito, nena?-Alec le sacó la lengua y yo me eché a
reír. Me senté con las piernas cruzadas al lado de Tam y le hice prometerme que
me enseñarían a ponerme el pelo así, a lo que me respondió que no había
problema, aunque tendría que consultarlo mejor con la experta.
Cuando
llegaron Momo, Taïssa y Kendra, todo el grupo de amigos se apretujó para
hacerles un hueco. Nos sentamos en una esquina de las toallas, y nos miramos
con intención, sin atrevernos a comentar nada sobre lo que ellas sospechaban
que había pasado entre Alec y yo en el camino a casa: como habíamos tardado en
llegar, sospechaban que había sido culpa nuestra. No sabían nada de lo que
había sucedido antes, incluido que él había ido a casa de Tommy y nos habíamos
visto allí, así que decidí que las pondría al día en cuanto tuviéramos ocasión.
Me
sorprendió escuchar el aviso de alguien anunciando que quedaba un minuto por
encima de las risas, los gritos y el tintineo de las botellas que se empinaban.
Nos levantamos como resortes (Logan y Max incluso se agarraron el uno al otro
del traje, porque tenían algo así como un juego en el que el primero en
levantarse, ganaba un premio que yo no sabía en qué consistía), y las chicas y
yo nos pusimos de puntillas para ver la silueta de Londres. La gente comenzó a
salir en tromba hacia el jardín, decidiendo los que estaban en el interior de
la casa que era mejor ver los fuegos a lo lejos y en directo que en alta
definición y a todo color, desde ángulos privilegiados, en televisión.
Momo
me agarró de la mano para tirar de mí y sacarme de la marabunta de gente en el
momento en que empezaba la cuenta atrás de veinte. Nos escurrimos como
buenamente pudimos entre los cuerpos apelotonados, y llegamos a un rincón del
jardín donde había apiladas unas tumbonas de plástico. Nos ayudamos las unas a
las otras para subir sin caernos en el momento en que la cuenta llegaba a doce.
Tiré
de mi abrigo para cobijarme un poco más en su calidez, echando de menos la
sensación de calor que me producía el mero hecho de saberme cerca de Alec, y lo
busqué entre la multitud.
No me
costó mucho dar con él, y ojalá pudiera achacarlo a alguna especie de don
paranormal mío que consistiera en encontrarlo en cualquier sitio…
…
pero es que es muy difícil no dar con la única persona que te está mirando en
un mar de cabezas vueltas hacia el mismo punto.
-¡Diez!-empezó
a gritar todo el mundo, mis amigas incluidas. Alec ni se inmutó. Esbozó una
sonrisa torcida.
-¡Nueve!
Miró
con énfasis el rincón en el que habíamos estado hacía unos segundos Taïssa,
Kendra, Momo, y yo. Su sonrisa se torció un poco más cuando nuestros ojos se
encontraron de nuevo.
-¡Ocho!
Me has dejado solo.
-¡Siete!
Junté
las palmas de las manos en un gesto de súplica y esbocé una sonrisa inocente.
Le pedía que me perdonara.
-¡Seis!
Alec
inclinó ligeramente la cabeza. Me lo
estoy pensando.
-¡Cinco!
Alcé
las cejas y entrelacé mis dedos. Porfitas.
-¡Cuatro!
Alec
rió entre dientes y apartó un segundo la mirada, sacudiendo la cabeza.
-¡Tres!
Volvió
a mirarme.
-¡DOS!
Asintió.
-¡¡UNO!!
No
pude mirar a la cara al nuevo año, como sí hicieron todas las personas en aquel
jardín, excepto otra que estaba igual que yo: él. Mientras todo el mundo
explotaba en aplausos y vítores, y el cielo se llenaba de los estallidos de
color que sólo los fuegos artificiales podían invocar, Alec y yo nos sonreímos
desde lejos.
-Me
apeteces-nos dijimos en la distancia, y nos leímos los labios y nos sonreímos y
nos mordimos las sonrisas, porque a falta de su boca, buena era la mía. Alec no
rompió el contacto visual conmigo, sino que lo rompí yo: Taïssa y Kendra se
estaban dando un sonoro beso en la mejilla, y Momo me había tocado el hombro y,
dado que yo llevaba varios segundos del nuevo año sin prestarle atención, me
agarró con decisión y me giró para mirarla.
-¿Me
das tu primer beso de fin de año de fuera de la familia?-preguntó Momo,
sonriéndome con cariño. Con esa pregunta me estaba pidiendo un gran favor, pero
a la vez me daba la posibilidad de decir que no. No estaba presionándome de
ninguna forma.
Es
por eso que la cogí de las mejillas, le sonreí y le di un sonoro beso en los
labios.
-¡Mmmmuuuaaa!-dije
mientras nuestras bocas estaban juntas, y Momo se echó a reír, me cogió una
mano y me la apretó, conmovida por mi gesto. No sólo le había dado mi primer beso
de fin de año de fuera de mi familia, sino que le había dado el primer beso en
los labios. Alec, por muy importante que fuera para mí, ya no tendría ese
privilegio. Sólo Momo. Ella era, de entre todas las personas del mundo, quien
más se lo merecía.
La
única que estaría conmigo en las buenas, en las malas y en las mil veces
peores. El único para siempre que yo sentía garantizado.
Además…
si Momo había sido la persona a la que le había dado mi primer beso, sin más,
era justo que también tuviera mi primer beso de fin de año.
Repartí
besos entre mis amigas, nos abrazamos y empezamos a dar saltitos, emocionadas
por la primera fiesta de Nochevieja a la que íbamos. Estábamos decididas a
pasárnoslo en grande, y yo les estaba tremendamente agradecida por comprender
que fuera a compartir parte de la noche con Alec, sustrayéndome de su compañía.
Empezaron
a saltar de las hamacas y dieron las gracias a los chicos que no conocíamos y
que amablemente se ofrecieron a tendernos las manos y ayudarnos a bajar con más
cuidado, para no caernos. Yo fui la última. Estaba mirando en dirección a Alec,
buscándolo entre la gente que no paraba de moverse. Ahora que sus ojos no
estaban sobre mí, se me hacía mucho más difícil, pero conseguí localizarlo por
la melena afro que Bey (no, Tam, me
obligué recordarme) lucía. ¡Allí estaba, abrazándose a Tommy y revolviéndole el
pelo a Scott! Le pidió a las gemelas que le dieran un beso a la vez, cada una
en una mejilla, y se echó a reír cuando las dos le pidieron le devolviera el
favor. Posaron para una foto improvisada y se echaron a reír.
Como
sintiendo mi mirada sobre él, Alec clavó los ojos en mí, seguro de dónde
estaría. Sonrió, me guiñó un ojo, me señaló y se limpió los labios. Yo imité su
gesto, y descubrí un poco del pintalabios de Momo arrastrado de mi boca al
pulgar.
Me
eché a reír al ver mi pulgar y levanté la mirada, mordiéndome el labio. Alec
sacudió la cabeza, chasqueó la lengua y puso los ojos en blanco. ¡Hay que ver, Sabrae!
-Saab-urgió Taïssa. Había un
chico esperando para ayudarme a bajar. Le di las gracias con una sonrisa y
acepté su mano, ya echando de menos a Alec a mi lado y sintiendo en mi interior
el dulce nerviosismo que acompaña a la anticipación.
Ya
estábamos en nuestra noche. En nuestro año. Fuera lo que fuera lo que pasara a
continuación, estaba segura de que esa noche marcaría un antes y un después no
sólo en mi relación con Alec, sino también en mi propia vida.
Dejé
que Kendra me guiara entre la gente en dirección a la cocina, dócil como una
ovejita: me estaba regodeando en el pensamiento de que puede que aquel fuera el
último año que empezaba soltera en lo que esperaba que fuera mucho, pero que
mucho tiempo.
2035
sería nuestro año. De Alec y mío. Estaba segura. Si ya estábamos tan unidos que
era casi imposible tocarlo sin afectarme, o cogerme a mí y no llevarse a un
pedacito de él, en el momento en que nos viéramos desnudos, en el momento en
que lo hiciéramos en una cama, en el momento en que empezáramos a cumplirnos
las promesas, nuestra relación daría un paso de gigante.
Puede
que yo no tuviera más excusas para decirle que no.
Puede
que empezara a desear que me lo preguntara de nuevo y poder cambiar mi
respuesta.
O
puede que, simplemente, decidiera no esperarle y abordarle un día, siendo yo
quien hacía la pregunta y Alec quien la contestaba.
Nos
dirigimos a la cocina, con una isla de metal abarrotada de las bebidas más
variadas: desde botellas de cristal de vodka, ron y todas las bebidas
alcohólicas que podías imaginarte, hasta bricks
con zumos de frutas metidos en baldes con hielo y agua, pasando por botellas de
plástico de Pepsi o botellines de cerveza aún en sus cajas de cartón. Nos
quedamos mirando cómo la gente se servía vasos de plástico de diversos colores
y se echaban las mezclas más exóticas que te pudieras imaginar en su interior.
-¿Qué
bebemos?-preguntó Taïssa, y yo me encogí de hombros. La verdad era que ni
siquiera había pensado en lo que tomaría durante la noche, pero no quería que
fuera algo con demasiado alcohol. Lo máximo que quería estar era un poco
achispada: no quería olvidarme, bajo ninguna circunstancia, de cómo sería
desnudarme para Alec, y que él se desnudara para mí, por primera vez.
-¿Tequila?-sugirió
Kendra, y Momo asintió.
-Chicas…
¿no deberíamos empezar un poco más… no sé… despacio?-me mordí el labio y me las
quedé mirando. Las chicas se giraron para observarme-. Es decir… ya sabéis cómo
nos sienta.
-Es
verdad-asintió Taïssa-. ¿Agua de Valencia, por ejemplo?
-Dios,
¡sí!-celebró Momo, levantando las cejas, y yo me callé. No es que el agua de
Valencia tuviera mucho alcohol, precisamente, pero el problema era su sabor:
como sabía igual que el zumo de naranja, bebías con tanta ansia y sin control
que era muy fácil que cogieras una borrachera.
Lo
habíamos aprendido por las malas durante el verano, en una de las fiestas a las
que había ido con las chicas y donde nos encontrábamos con Hugo. Habíamos
descubierto allí el agua, y nos había parecido tan deliciosa que nos habíamos
ventilado casi seis litros entre las cuatro.
Todavía
no me explicaba cómo lo habíamos contado.
Me
deslicé hacia ellas con parsimonia, pensando en cómo decirles que yo lo que
quería era tener mi techo en el agua de Valencia, y no mi base, y miré cómo
empezaban a buscar los ingredientes en la mesa.
-No
habrá naranjas para hacer zumo natural, ¿no?-preguntó Taïssa, y Kendra y Momo
se volvieron para mirarla.
-Taïs-protestaron
las dos, y Taïssa hundió los hombros en actitud derrotada. Después de aquella
noche habíamos probado a hacerlo en casa con más control, y siguiendo la receta
original, con zumo de naranja natural en lugar del que salía del supermercado,
y estaba mil veces más rico.
-Sólo
preguntaba…-musitó, y yo cogí una botella de vodka para tendérsela a las
chicas, que habían alcanzado una jarra de los estantes superiores de las
alacenas que rodeaban la cocina. Nos quedamos mirando las botellas, y nos
estudiamos las unas a las otras. Sabíamos que teníamos que utilizar champán,
vodka, ginebra y zumo de naranja, pero no recordábamos las cantidades.
-¿Necesitáis
ayuda, chicas?-preguntó una voz a mi costado, y yo me giré. Una chica de pelo
negro, cortado por los hombros y rizado, nos miraba con una sonrisa tierna en
los labios, como quien mira a los cachorros de panda del zoo mientras estos
intentan escalar a un árbol.
-Esto…
no hace falta, gracias-musité, porque aunque me sonaba su cara, no la conocía y
no sabía qué podía echarnos en la bebida. La sonrisa de la chica danzó en su
boca.
-¿Seguro?
Es decir… a mi jefe no le gustaría que la chica de su amigo se pegue un chute
por accidente-me guiñó un ojo y las chicas se echaron a reír.
-¿Qué?
-Eres
Sabrae, ¿no? La de Alec-me señaló con un vaso cargado de una bebida azul y yo
procuré no estremecerme. Sabrae, la de
Alec. No Sabrae, la hermana de Scott; no. Sabrae, la de Alec.
Me
gustaba ser Sabrae, la de Alec. Más de lo que me esperaba, incluso teniendo en
cuenta lo que pensaba hacer con él esa noche.
-¿Te
conozco?
-Oh,
perdona-dejó el vaso sobre la mesa abarrotada e hizo una mueca; se llevó una
mano al escote de triángulo de su mono azul noche-. Soy Patri. Trabajo para
Jordan. En mi contrato se encuentra, entre otras cosas, aguantar las peroratas
de Alec sobre lo increíble que eres, lo bien que lo haces y lo deliciosos que
tienes los labios, cuando se emborracha.
Noté
que me ponía roja como un tomate.
-¿Alec
habla de lo deliciosos que son mis labios con desconocidas?
-A
ver, yo no soy una desconocida, pero… cuando se emborracha, hemos descubierto
que se le va mucho la lengua. Mucho. Pero
tranquila, yo soy discreta-me guiñó un ojo y estiró las manos para que le
tendiéramos las botellas, como así hicimos.
-Esto…
siento que tengas que aguantar a Alec.
-No
pasa nada. Es gracioso. Me parece una fantasía que hable de ti estando
borracho, sinceramente. ¿Sabes lo que hace mi novio cuando se emborracha? Me
lame la cara-puso los ojos en blanco y empezó a mezclar las bebidas con
maestría, vertiendo dos chorros a la vez en la jarra, calculándolo a ojo como
sólo un camarero con experiencia puede hacerlo. Nos tendió la jarra, nos
sonrió, nos deseó que disfrutáramos de la noche y se marchó.
-Adivina
quién va a ser la que más disfrutará hoy-rió Kendra, dando un sorbo de su
bebida, y yo le pegué un empujón.
-Eres
lerda, así de claro te lo digo.
Hicimos
chocar nuestros vasos de plástico, Amoke cogió la jarra y salimos de la cocina,
con la intención de encontrar un sofá donde sentarnos y hacer que sólo la parte
superior de nuestro cuerpo bailara al ritmo de la música, al menos hasta que
ésta empezara a interesarnos más.
Yo no
llegué muy lejos. En cuanto salimos de la cocina y comenzamos a atravesar los
habitáculos de la casa en dirección al pasillo, alguien me dio una palmada en
el culo. Me volví con la mano preparada para soltarle una bofetada al machito
de turno que había creído gracioso tocarme sin mi permiso…
… y
mi mano se quedó a medio camino en el aire, porque el machito de turno no
podría tocarme sin mi permiso ni aunque él quisiera.
Alec
sonrió, apoyado en la pared, con una mano en el bolsillo del pantalón de su
traje y la otra ocupada acercándole una bebida a la boca. Dio un sorbo bajo mi
atenta mirada.
-Luego
te vemos, Saab-se despidieron las chicas, y desaparecieron entre la gente como
si hubieran escuchado el aviso de que se acercaba un profesor mientras
presenciaban una pelea en el patio.
Alec
se relamió y me escaneó con la mirada.
-¿Qué
bebes?
-Ron
cola. ¿Tú?
-Agua
de Valencia.
Él
sonrió, impresionado.
-La
niña tiene estilo.
-La
niña tiene buen gusto-le corregí, y él se echó a reír.
-Sí,
y no sólo en el alcohol. ¿Puedo probar?-pidió, y yo salvé la poca distancia que
nos separaba. Apoyé las caderas contra las suyas y levanté el vaso para darle
de beber. Él ni siquiera o cogió. Me miró a los ojos mientras probaba un sorbo,
y siguió mirándome mientras lo saboreaba y lo tragaba-. No está mal. De hecho,
está bastante bien mezclado.
-El
mérito no es mío. Me lo ha mezclado Patri. ¿La conoces, o sólo hablas con ella
cuando estás borracho?
Alec
se echó a reír.
-No
sé qué te habrá contado de mí, bombón, pero si es bueno… es mentira. Y si es
malo, es verdad.
-Me
ha dicho que le das la turra conmigo y con mis deliciosos labios cuando te
emborrachas.
Alec
sonrió, se mordisqueó el labio y acarició los míos, capturando una gotita de
agua de Valencia que todavía estaba en mi boca. Asintió con la cabeza.
-Es
que los tienes verdaderamente deliciosos.
-¿Por
qué no los pruebas?
-Me
estoy reservando.
-¿Para
qué?
-Para
que me lo pidas-contestó, llevándose de nuevo su vaso a la boca y bebiendo otro
trago. Le cogí la mano y le bajé el vaso.
-No
bebas demasiado. Quiero que rindas.
Y
traté de alejarme de él, porque me encantaba ese juego antes de empezar a
enrollarnos. Hacía que me impacientara, que lo cogiera con más ganas una vez lo
tenía entre mis manos.
-Yo
siempre rindo, nena-replicó, cogiéndome de la mano para impedir que me fuera-.
Incluso cuando no me acuerdo de cómo me llamo. Se me olvidará antes mi nombre
que mi manera de follar.
Pues menos mal, me escuché ronronear
para mis adentros.
-¿Y
el mío?
Me
dedicó su sonrisa de Fuckboy®. Estaba llevando la conversación por donde él
quería.
Lo
mejor de todo era que por esos derroteros también quería pasar yo.
-A
estas alturas de la película, nena, si se me olvidara tu nombre sería porque
también se me ha olvidado follar.
-No
queremos eso-ronroneé como una gatita, poniéndome de puntillas y acercándome a
sus labios. Él se relamió, cerró los ojos y entreabrió los suyos, inclinándose
hacia mí, pero yo me aparté en el último momento y le di un beso en la mejilla.
Se rió, estupefacto-. Sé un caballero y déjame probar tu bebida, anda.
-¿Esas
tenemos?-se burló él, y entonces…
… dio
un sorbo a su ron cola, me agarró de la mano y tiró de mí para posar sus labios
en los míos. Entreabrió la boca y dejó que la bebida inundara la mía, inundando
mis papilas gustativas de un sabor dulzón y a la vez ardiente, y tremendamente
erótico. Su lengua se aseguró de que hasta la última gota del ron descendiera
por mi garganta, y noté cómo una de sus manos me sujetaba por la mandíbula para
que no me escapara e interrumpiera ese beso sucio, primitivo, animal.
Alec
a veces puede ser tremendamente estúpido. Haciendo lo que me estaba haciendo
ahora, no necesitaba sujetarme para evitar que huyera. Necesitaba sujetarme
para que no me pusiera de rodillas frente a él y empezara a chupársela.
Cuando
se dio por satisfecho de devorarme, se separó de mí y siguió sujetándome la
cara. Sonreí como una salvaje y él me imitó. Se inclinó de nuevo hacia mí y
lamió las gotitas de bebida que se me habían escapado por la comisura de los
labios, en una forma tan obscena que despertó mi entrepierna e hizo que mis
muslos se humedecieran. Le agarré de los antebrazos para que no se me escapara.
-Ahí
tienes mi primer beso del año, bombón. ¿Me prometes el tuyo del año que viene?
Sonreí,
frotándome contra él, y su miembro también despertó. Sí. Así me gusta. Que seamos uno, incluso cuando estamos rodeados de
gente.
-Puedo
darte mi primer beso con un chico, si quieres.
-El
segundo-respondió-. El primero acabas de dármelo.
-Me
has besado tú a mí. No al revés. Tú has tomado la iniciativa.
-No
me ha parecido que estuvieras muy pasiva.
-No
te gusto pasiva-respondí, acariciándole el brazo-. ¿A que no?
Alec
chasqueó la lengua.
-Ah-ah.
-Así
que… ¿quieres mi beso, sí o no?
Se
echó a reír, sacudió la cabeza, miró en derredor, dejó su vaso a mi lado y
entonces posó ambas manos en mi culo, pegándome más a él.
-Yo
lo quiero todo de ti, bombón. Todo.
Eso era lo que yo quería oír.
Me puse de puntillas y abrí la boca para comérmelo. Dios, qué bueno estaba. Qué
bien sabía. Cuántas promesas había en sus labios. Cuántas formas de pasárnoslo
bien. Sobre todo bajo aquellas luces. Sobre todo con aquella música.
Especialmente, en aquella casa donde nos tendríamos por primera vez.
Una
de mis manos bajó de su cuello a su entrepierna, deleitándose en el camino que
había entre esas dos partes de su cuerpo. Le acaricié el pecho, los
abdominales, y cuando finalmente llegué al bulto que había en sus pantalones y
que crecía a marchas forzadas, Alec jadeó y recogió el testigo. Hizo descender
sus manos de mi culo un poco más por entre mis muslos, masajeándome en el
centro de mi ser por encima de la ropa. Disfrutó del suave jadeo que dejé
escapar cuando sus dedos expertos alcanzaron el rinconcito de mi clítoris.
-Voy
a empaparte-me prometió Alec en un tono oscuro que desactivó todas mis
inhibiciones.
-Vámonos
ya-urgí. No podía soportarlo más. Necesitaba tenerlo en mi interior. Necesitaba
ser una con él. Necesitaba tenerlo desnudo debajo de mí, encima de mí, a mi
lado; adorándome, usándome, poseyéndome, idolatrándome, sometiéndome.
Follándome con la urgencia con la que lo hacen los animales.
A la
mierda la música. A la mierda mis planes de estar un poco con mis amigas. A la
mierda el alcohol. A la mierda los bailes. El único baile que me interesaba en
ese instante era el baile del sexo, en el que Alec y yo éramos expertos.
-No-respondió
él-. Voy a castigarte-contestó, continuando con su masaje, insuflándole más
profundidad a sus caricias-. ¿Lo que has hecho con Amoke? Me ha dolido. No me
esperaba esa traición de tu parte.
-No
finjas que no te ha gustado ver cómo beso en la boca a otra chica-gemí,
recorriendo el bulto de su erección con los dedos. Alec me tomó de la
mandíbula.
-No
quiero compartirte. A ti, no. Salvo que quieras traértela con nosotros…-la
buscó por entre la gente-. En ese caso, quizá haga una excepción.
Me
eché a reír.
-Follar
con mi mejor amiga no está entre mis propósitos del año nuevo, pero… gracias
por la información.
-¿Qué
querías, entonces? ¿Ponerme celoso?
-En
cierta medida-respondí, frotándome contra su mano y cerrando los ojos,
disfrutando el contacto-. ¿Lo conseguí?
-¿Celoso
yo, de tu mejor amiga? Estoy celoso del aire que respiras porque entra y sale
de ti sin que tú te des cuenta, y estoy celoso de ese mono por acariciar tu
desnudez. Por supuesto que estoy
celoso de Amoke, Sabrae. Especialmente, si la besas así.
Sonreí,
separándome de él y deteniendo mi mano. La suya también se detuvo, lo cual hizo
que yo sufriera y a la vez pudiera pensar con más claridad.
-¿No
quieres que me dé cuenta de cuando entres y salgas de mí?
-Por
Dios, Sabrae-gruñó, y me dio la vuelta para ponerme contra la pared. Me agarró
de las caderas y me atrapó con su cuerpo. No sé si contaba con que yo le
rodeara la cintura con las piernas, pero lo hice de todos modos.
Empezamos
a besarnos de nuevo, a frotarnos el uno contra el otro, a gozar de nuestra
cercanía. Alec descendió por mi cuello y continuó dejando un reguero de besos
urgentes en mi hombro, mi mandíbula, en dirección a mis pechos. Deslizó el
tirante de mi mono que le molestaba e hizo un mohín al encontrarse con su
sujetador.
Me
miró.
-Antes
no llevabas sujetador.
Detesté
a Eleanor por no haberme convencido de que me lo quitara. Podría haber tenido
su boca adorando mis senos en ese instante, de no ser por mi estúpida obsesión
con tener la ropa interior perfecta, modulando mis curvas.
-Sí.
Quería ponerte cachondo.
-Joder,
Sabrae, ojalá no lo llevaras ahora mismo y pudiera sentirte y probarte debajo
de ese mono-me dio un mordisquito en la piel que quedaba en la frontera del
sostén y lo deslizó despacio hacia abajo.
-Alec…
pueden vernos.
-Me
da igual. Y a ti también-contestó, y yo miré en derredor. Nadie nos estaba
haciendo caso, cada grupo de gente estaba sumido en su competición por beber
particular, encerrados en su burbuja sin hacer caso a las demás. Alec deslizó
el pulgar por el tirante de mi sujetador y consiguió liberar uno de mis
pezones; por suerte o por desgracia, no fue el del piercing.
Arqueé
la espalda.
-Alec.
Dios mío-gemí cuando su boca encontró mi piel sensible y sus labios succionaron
mi pezón. Él y yo reinventaríamos esa noche el concepto de sexo, estaba segura.
Le di
las gracias a Dios por no haberme puesto ante los ojos un vestido que me
gustara más que el traje. Estaba tan necesitada de él que habría dejado que me
poseyera allí mismo, contra la pared, donde cualquiera podría vernos… e
interrumpirnos.
-Alec…
no pares. Por favor. No pares-gimoteé, clavándole las uñas en el cuero
cabelludo. Me gustaba tanto… me gustaba su lengua, me gustaban sus dientes, me
gustaban sus labios, y me gustaban los gruñidos de pura satisfacción que salían
de su garganta.
-Esto…
¿Alec?-preguntó alguien a nuestro costado, y él se separó de mí tan rápido que
por un momento creí que dejaría mi pecho al aire, pero fue lo bastante
precavido como para cubrirme con el tirante del mono. Jadeamos y nos quedamos
mirando al chico, que estaba visiblemente avergonzado. No sabría decir quién de
los dos lo estaba pasando mal.
-Rick,
estoy en medio de algo ahora mismo-gruñó Alec con voz ronca y autoritaria, y
anoté mentalmente que usara ese tono conmigo. Ábrete de piernas, Sabrae. Grita para mí, Sabrae. Córrete para mí,
Sabrae.
Sabrae. Tía. Basta ya. Parece que
estás en celo.
No lo estoy.
Creo.
…
¿espero?
-Es que… queríamos pedir unas
canciones.
Alec
puso los ojos en blanco y apretó la mandíbula.
-Hay
un iPad. En el salón. Encima de la chimenea. Servíos-volvió su boca a mi cuello
y yo me estremecí. El chico carraspeó y Alec rechinó los dientes-. ¿Qué, Rick?
-Es
que está bloqueado con contraseña. Y Jordan no se acuerda.
-¿Que
Jordan no se…?
-Y no
encontramos a Bey.
-Joder.
Siempre me tengo que ocupar yo de las mierdas de la gente. Es la fecha de mi
cumpleaños.
-Vale.
Guay. Gracias, tío. Lo siento.
-Ya.
-Sigue
a lo tuyo.
-Eso
pensaba. Adiós, Rick.
-Sí,
adiós. Adiós, Sabrae-añadió atropelladamente antes de marcharse, y yo sacudí la
mano en su dirección. Me pasé una mano por la cara y suspiré.
-Siento
esto, bombón. No sé qué coño me ha… en fin. Creo que es evidente que me pones
muchísimo, pero que me ponga a hacerte eso cuando puede venir cualquiera y
vernos… verte…
Le
puse el dedo índice en los labios y sacudí la cabeza.
-Discúlpate
por la interrupción, no por lo que estabas haciendo-le cogí de la corbata y lo
miré a los ojos con expresión llameante-. Eres mío, Alec Whitelaw. Esta noche, sobre todo. Te voy a quitar ese
traje, y te voy a follar como no te han follado nunca.
Alec
sonrió y me agarró la cara como lo había hecho antes.
-Prométemelo-me
suplicó-. Prométeme que vas a quitarme el traje. Necesito una excusa para
quitarte el tuyo. Prométeme que vas a follarme-se frotó contra mí, su
entrepierna haciendo presión en mi zona más sensible, acariciando mis ganas de
él-. Necesito una excusa para follarte toda la noche, y dejarte afónica de
tanto gritar. Eres mía, Sabrae
Malik-me imitó, pegándose contra mí-. Y nada ni nadie conseguirá que te me
escapes hoy.
Hundí
mi lengua en su boca y estuvimos enrollándonos hasta que el tal Rick, al que yo
asesinaría con mis propias manos si seguía en ese plan, apareció de nuevo por
la esquina del pasillo en el que nos habíamos metido Alec y yo.
-Al,
¿en qué año…?
-EL
CINCO DE MARZO DEL DIECISIETE. FUERA DE AQUÍ O TE REVIENTO LA PUTA CABEZA,
RICK.
El
chaval se fue a toda prisa, y Alec bufó, molesto. Se pasó una mano por el pelo
y fulminó a todo el mundo con la mirada.
Le
cogí la mandíbula y le hice mirarme.
-Nada
ni nadie conseguirá que me escape hoy-le aseguré, mirándolo a los ojos, y él
asintió con la cabeza, un poco más calmado. Me dio un beso suave, y luego otro,
y luego otro, que fue aumentando de intensidad.
-Alec…-murmuró
una chica a nuestro lado, y Alec se separó de mí, me soltó, me dejó en el suelo
y se abrió hueco entre la gente.
Ojalá
lo que hizo a continuación no me hubiera puesto tan cachonda.
Y
gracias a Dios que mis amigas vinieron a agarrarme de la mano para que no me
subiera a la mesa detrás de él para seguir dándonos el lote.
-¡A
ver!-ladró, tras subirse a una mesa en la que había varios vasos y bebidas
derramadas. Detuvo la música y dio una palmada-. ¡Que me tenéis hasta los
cojones ya, y ni la una es aún! ¡Podéis pedir las canciones que os salgan de
los huevos, o de los coños, o lo que sea que tengáis entre las piernas!-bufó, y
vi cómo Scott y Tommy se reían al ver a Alec así de cabreado, y me apeteció ir
y partirles la cara-. ¡Tengo metida mi cuenta de Spotify en el iPad-lo señaló
con un dedo-, el código de desbloqueo es 050317! ¡Buscáis la canción que se os
antoje y la añadís a la cola! No creo que sea tan jodidamente difícil. ¿Alguna
pregunta?-alguien levantó una mano-. No hay preguntas, Christine, que no soy un
puto oráculo. Al próximo que me corte el rollo, lo pongo de patitas en la calle
personalmente, ¿estamos?
El
salón lo contempló en silencio.
-Pues
venga. Menos pedir musiquita de bandas que no conocen ni en casa y más
emborracharse y follar, hostia. Que estáis amargados todos.
Saltó
de la mesa, le dio al play y me buscó
entre la gente. Se pasó una mano por el pelo y se mordió el labio.
-¿A
qué hora te busco?-preguntó, y mis amigas se miraron entre sí. Vaya, parecía
que Alec no era tan interesado ni tan egoísta como ellas habían pensado al
principio, después de todo. Miré a las chicas.
-¿Tres?
-Dos
y media-negoció Alec.
-Dos-soltó
Kendra, y Alec la miró.
-¿Nada
más? ¿Preferís que me la lleve ya?
-Pues
mira, sí-Taïssa me empujó para levantarme-. Necesitarás toda la noche para
pulirla.
-¡Taïssa!
-Está
mal follada-explicó Amoke.
-¡AMOKE!
-Pues
eso es que el último polvo que ha echado no ha sido conmigo-se cachondeó Alec,
echándose a reír. Lo fulminé con la mirada y le quité la cara para impedir que
me diera un beso-. Pero, ¡no te enfades, mujer, que es broma! Luego te busco,
venga-me dio un beso en la cabeza-. Pásalo bien.
-Y
tú.
-Pero
no demasiado.
-Y tú
tampoco.
Me
guiñó un ojo y se escurrió entre la gente. Al poco, estaba bailando y cantando
con sus amigos a voz en grito la primera canción de Hércules, y eso en español. Bebí con las chicas, le miré de reojo
cada vez que se me presentaba la ocasión, y me molesté por las pocas veces que
miraba en mi dirección. Era como si él pudiera esperar a lo que íbamos a hacer
durante años, pero la sola idea de esperar un par de horas para finalmente
poder vernos a mí me volvía loca.
Fui
en busca de Eleanor con un plan trazado. Nos metimos en la cuenta de Spotify y
manipulamos la cola de reproducción para poner la canción que queríamos, Side to side, de Ariana Grande y Nicki
Minaj, y nos subimos a la misma mesa a la que se había subido él para dar su
discursito.
No me
quitó ojo en todo lo que duró la canción, y cuando volví con mis amigas estaba
mucho más animada. Pedimos una canción cada una, yo la primera, y bebimos y nos
reímos y jugamos y bebimos más y más. Yo ni me daba cuenta de todo el alcohol
que estaba tomando: ese era el peligro de la bebida por la que habíamos
decidido empezar.
Salimos
a la pista para dejar de beber tanto, porque yo ya me notaba al borde del punto
de no retorno, y cantamos, gritamos y saltamos mientras de nuestras gargantas
manaban las canciones que la gente había pedido.
Cuando
sonaron unos acordes familiares, miré a las chicas y sonreí.
Todavía
no eran las dos y media. Ni siquiera eran las dos. Pero yo iba a hacer que Alec
fuera a buscarme inmediatamente. Estaba cansada de esperar. Llevaba esperándolo
días. Semanas. Meses. Años.
Toda
la vida.
Así
que empecé a abrirme paso entre la gente.
Había
empezado a sonar la canción que había pedido.
Acababa de sentarme después de bailar varias canciones
con las chicas (no voy a decir que disfruté viendo cómo Karlie y Tam se
peleaban por mí –pero sí, disfruté-)
cuando empezaron a sonar esas notas que todos reconocimos. La canción explotó
como una bomba nuclear, arrasándolo todo a su paso: los saxofones y la batería
hicieron estragos en las gargantas de la gente, incluso en la mía.
Y eso
que todavía no había visto a Sabrae caminar agitando las caderas, con la
confianza de una estrella del R&B, liderando a sus amigas para bailar Crazy in love. Agitó el pelo y se lo
atusó con la mano mientras se hacía hueco entre la gente, y empezó a bailar
como si hubiera ensayado la coreografía durante toda su vida con los primeros
ronroneos de la voz de Beyoncé.
Agitó
las caderas, las sacudió, se balanceó adelante y atrás y se detuvo de repente,
de espaldas a un público que ya estaba encantado con ella, y cantó mirando por
encima del hombro.
-I look and stare so deep in your eyes-se
dio la vuelta con el golpe de música y yo me puse en pie. Ni de coña iba a
perderme este espectáculo. Llevó las manos a su cintura y subió conforme
avanzaba el siguiente verso, acariciándose la silueta con los dedos-I touch on you more and more everytime-se
dejó caer al suelo, doblando las rodillas, al lado de sus amigas, y yo me hice
un hueco entre la gente para poder seguir viéndola; tenía una pierna estirada,
la otra, doblada para mantener el equilibrio. Que consiguiera moverse así a
pesar de su calzado era algo que escapaba a mi comprensión-, when you leave I’m begging you not to go-cambió el peso de su
cuerpo de una pierna a la otra, reflejando la postura en la que había estado
antes-, call your name two, three times
in a row.
Se
puso en pie y puso una mano en su cadera; la otra en su pecho, y se la quedó
mirando mientras cantaba con Beyoncé.
-Such a funny thing for me to try to explain
how I’m feeling-la mano que estaba en su pecho se deslizó por el aire como
si fuera una mariposa a la que Sabrae estuviera despidiendo-, and my pride is the one to blame.
Sabrae
clavó los ojos en mí, y se llevó las manos a la melena.
-Cause I know I don’t understand just how
your love can do what no one else can.
Y
pasó de esos movimientos estáticos, siguiendo cada golpe de la canción, a
agitar las piernas y las caderas, los hombros y la cabeza para bailar incluso
con su pelo mientras empezaba el estribillo.
La gente empezó a gritar.
Y
puede que yo fuera quien más alto lo hacía.
-When I talk to my friends so quietly-Amoke,
Kendra y Taïssa la rodearon, y abrieron y cerraron sus manos como si fueran
unas bocas- “Who he think he is?” Look
what he did to me. Tennis shoes-se miraron los pies-, don’t even need to buy a new dress-Sabrae cogió el final de su mono-, if you ain’t there, ain’t nobody else to
impress-agitó la mano, como desechando la idea de ir siquiera a un sitio en
el que yo no estuviera, y sonrió cuando la levantó para seguir con la canción-.
It’s the way that you know what I though
I knew, it’s the beat that my heart skips-abrió los ojos y me miró- when I’m with you.
Sus manos volaron a su pecho,
como si su propio cuerpo fuera una prisión.
-But I sill don’t understand just
how your love can do what no one else can.
Se
balancearon de nuevo durante el estribillo y se pasearon por la casa,
gritándose las unas a las otras la parte de Jay Z.
Sabrae
rescató una botella de cerveza de algún sitio, se bebió su contenido y se subió
a la mesa a la que había tenido que subirme yo antes para que no me amargaran
la noche; la misma mesa en que había bailado junto a Eleanor.
Quería
llevármela a mi casa, o ponerla en un museo y cobrar un extra en la entrada
para que la gente la visitara. Ese sitio para mí ya era más sagrado que
cualquier catedral donde se custodiaran las reliquias de cualquier profeta.
-Got me looking-Sabrae y sus amigas
dieron un paso al lado-, so crazy-otro
más-¸my baby. I’m not myself-giraron
sobre sí mismas y dieron un paso al lado contrario-, lately I’m foolish, I don’t do this, I’ve been playing myself, baby-Sabrae
se llevó la cerveza a la boca y como si fuera un micrófono lo sostuvo ante
ella-, I DON’T CARE, cause your love’s
got the best of me, and baby you’re making a fool of me-se bajaron de la
mesa y se sentaron en ella, Sabrae separando las piernas y apoyando el codo en
una de ellas-, you got me sprung and I
don’t care who sees, cause baby, you got me-Kendra, la que estaba más lejos
de Sabrae, se levantó-, you got me-la
siguió Taïssa-, you got me-se levantó
Amoke- so crazy, baby-Sabrae se puso
en pie y, en lugar de quedarse en el suelo, volvió a subirse a la mesa y se
echó hacia atrás para cantar la nota alta con Beyoncé-, HE-EEE-EEE-EEEY!
Sabrae
se paseó por la mesa como si fuera su escenario, haciendo las partes en las que
Beyoncé ya no obedecía al guión, siguiendo con sus notas altas, y terminando la
canción subiendo a sus amigas y agitándose a su lado.
Cuando
terminó la música, todos empezamos a aplaudir y a chillar. Las chicas hicieron
una reverencia y se abrazaron, dando saltitos hasta el punto de que la mesa
terminó cediendo bajo su peso. Lástima. Estaba dispuesto a llevármela a casa.
Siguieron
bailando otra canción, lo dieron todo con una de Liam Payne en la que había
partes en español, y luego Taïssa y Sabrae se miraron y trotaron hasta el sofá
donde estaba Scott, que la fulminó con la mirada nada más llegar, la voz de su
padre llenando la estancia y los gritos de la gente al reconocer la canción
amenazando con echar abajo la casa.
-¿Me
cuidas los zapatos?-le preguntó Sabrae, quitándose las botas y dejándolas a los
pies de Scott.
-No-sentenció
su hermano, tomándose otro chupito de fresa.
-Vale,
gracias-canturreó Sabrae, y salió disparada en dirección a un sofá libre y
cantar a todo lo que daba su garganta la canción que estaba sonando ahora: Talk to me. Taïssa y ella lo dieron todo,
chillando y brincando y abrazándose y meneando las caderas como si estuvieran
en una película de Bollywood.
Tommy
se encendió un cigarro y empezó a darle caladas, mirando a Sabrae con orgullo
fraternal.
-Y yo
que pensaba que tú eras el mejor Malik, S-bromeó, y Scott lo fulminó con la
mirada. Llevaba picado con Sabrae desde que ella había subido a la mesa para
bailar Side to side con Eleanor;
incluso había llegado a bromear con que si le permitirían devolverla en el
orfanato en el que la había encontrado. Creo que una parte de la rabia que
Scott le había cogido a su hermana era porque podía pasárselo bien con la
persona a la que ella más deseaba, provocarla el público y enrollarse con ella,
y él no. Aunque, bueno, no es que nadie más que Scott tuviera la culpa de que
no pudiera darse el lote con Eleanor, o directamente comerle las tetas, en un
rincón apartado de una fiesta, como había hecho yo.
-HÁBLAME, NENA, HÁBLAME-se gritaron
Sabrae y Taïssa, meneando las manos en una coreografía mucho menos trabajada
pero no por eso disfrutada. Dios, me encantaba verla así de feliz, así de libre
y así de desvergonzada.
Se
acabó. La necesitaba. Ya.
Me
levanté y fui en su dirección. Cuando terminó la canción, aparecí frente al
sofá y abrí los brazos.
-¡Alec!-festejó
ella, ya un poco chispa, y se dejó caer sobre mi cuerpo. Se colgó de mi cuello
y me dio un beso en la oreja-. ¡Hola!
-¿Bailas
conmigo un poco, bombón?
-¡Pues
claro! ¡Adiós, Taïs!-agitó la mano en dirección a su amiga y se escurrió entre
la gente, sin intención de recuperar sus zapatos. Se subió a los míos para que
nadie la pisara y se acurrucó contra mi pecho, aunque estaba sonando Cheap Thrills. Pensé que se quedaría ahí
toda la noche, pero cuando empezó el estribillo, con Sia cantando que no
necesitaba billetes de dólar para pasárselo bien, Sabrae levantó el puño al
aire y lo golpeó con furia, proclamando-: I
WANT CHEAP THRILLS.
Como
tenía miedo de que la pisaran y le destrozaran esos piececitos tan bonitos que
tenía, me las apañé para llevármela (me sorprendió todo lo que se resistió a
salir de la pista de baile) al sofá y ponerle las botas.
-Mira,
Cenicienta, encajan a la perfección-bromeé, y Sabrae se miró los pies, estudió
las botas y finalmente clavó sus ojos oscuros en mí.
-¿Eres
mi príncipe azul?
-Voy
a vomitarles encima-protestó Scott, mientras Tommy se tomaba el que yo creo que
era el octavo chupito en menos de un cuarto de hora.
-Seré
lo que quieras que sea, nena-le prometí, y Sabrae se echó a reír, se sentó a
horcajadas encima de mí y empezó a besarme. Oh, por fin. Ya pensábamos que
nuestra noche no empezaría nunca. Le acaricié la espalda y jugueteé con sus
rizos.
Y
entonces ella me chilló en el oído.
-¡WOOOOOOOO!-bramó,
y yo di un brinco y Scott se echó a reír-. THOUGHT
I’D END UP WITH SEAN, BUT HE WASN’T A MATCH-tronó, y echó a correr en
dirección a sus amigas para bailar Thank
u, next. Justo ahora que estaba dispuesto a ponerle el nombre de Ariana
Grande a mi primera hija por aquella canción que me había permitido ver a
Sabrae bailando, y va la tía y me la quita. Las chicas hicieron corrillo,
bailando ahora sólo para sus amigas, haciendo corazones con las manos cuando
Ariana hablaba de cómo había aprendido sobre amor, juntando las palmas como si
rezaran cuando Ariana mencionaba la paciencia, y llevándose las manos al pecho,
acusando un golpe, cuando Ariana hablaba de dolor. Sacudieron las caderas,
hicieron twerk las unas junto a las
otras y gritaron que estaban jodidamente agradecidas por sus ex novios.
Tenía
muchas ganas de tenerla, pero me parecía tan tierna pasándoselo así de bien con
sus amigas que decidí darles un poco más de tiempo. Al fin y al cabo, apenas
eran las dos.
Fue
ella quien vino a buscarme al sofá donde estaba con mis amigos, con una canción
que había bailado ayer mismo ella sola sonando. Levantó un dedo índice con
timidez hacia el techo, con una voz conocidísima para ella y para su hermano
saliendo por los altavoces.
-I’m on the Earth, not leaving now. I know
your friends think you fell too…
Me
disculpé con Bey, que me animó a marcharme, me levanté y me fui con Sabrae.
Sabrae se colgó de mi cuello en cuanto encontramos un hueco para nosotros, y
suspiró con satisfacción.
-Me
encanta esta canción-ronroneó como una gatita, y yo le acaricié la parte baja
de la espalda, sin bajar hasta su culo.
-A mí
también.
Sabrae
suspiró, disfrutando el contacto.
-¿Te
lo estás pasando bien?
-Claro,
nena.
-Siento
que tengas que esperar tanto. Es que a mis amigas y a mí nos gustan muchas
canciones. Y como es el primer año…
-Eh,
no te preocupes. Puedes estar con ellas el tiempo que quieras-la tomé de la
mandíbula y la miré-. Con que me hagas caso de vez en cuando, estaré bien. Sólo
espero que no te marches sin despedirte.
Sabrae
se echó a reír, y en sus ojos brillantes ya se notaba un poco la influencia del
alcohol.
-No
voy a marcharme. Tengo muchas ganas de estar contigo. ¿Podemos quedarnos a
dormir aquí?
-Eh…
-Porfa.
Me hace mucha ilusión. Me gustó lo que hicimos esta noche. Además, sé que
estaré cansada, así que no me molestarán tus ronquidos.
¡La
madre que la parió!
-Yo
no ronco, Sabrae.
-Sí
roncas-rió-. Te escuché.
-Respiraré
como un hombre, eso sí. Pero de roncar nada.
Sabrae
sonrió, hundió las manos en mi pelo y tiró de mí para darme un beso.
-¿Tienes
algo que decir, o vas a decírmelo ya?-le pregunté. Me apetecía escucharla decir
que me quería. Sobre todo con aquella canción sonando. Sospechaba que If I got you llegaría a tener mucha
importancia para nosotros. Desde luego, su padre era un puto artista: no sólo
haciendo música, sino también haciendo hijas.
Puede
que el físico de Sabrae no hubiera sido obra de Zayn y Sherezade, pero lo que
yo más amaba de ella, lo habían creado entre los dos. De la misma forma que lo
esencial de una canción no deja de ser la voz que la canta y su letra, la
esencia de una persona no es su cuerpo, sino su alma.
Sabrae
sonrió.
-Me
apeteces-dijo no obstante, y yo sonreí y le di un suave beso en los labios.
Ella me dio un mordisquito en la mejilla-. ¿Tienes por ahí el móvil? Quiero
pedir otra canción lentita para seguir acurrucados.
-Podemos
estar acurrucados aunque esté sonando puto heavy
metal.
-Dame
el móvil-ordenó, y yo se lo tendí y observé cómo entraba en Spotify para buscar
una canción. Se lo pegó al pecho para que no viera-. ¿No te fías de mí?
-¿Fiarme
de ti? Te tengo pánico, Sabrae.
Ella
abrió tantísimo los ojos que se convirtió en un dibujo animado.
-¿De
veras? ¿Me tienes miedo?
Me
pasé una mano por el pelo y me mordí el labio.
-¿Cómo
no te voy a tener miedo, Sabrae, si tienes mi corazón en la mano y le clavas
las uñas cada vez que sonríes así?
Sabrae
esbozó una sonrisa radiante.
-Nada
de música lentita. Pongo a The Weeknd y nos largamos a follar-sentenció, y
escogió una canción que nos venía que ni pintada: Lost in the fire. Se las apañó para hacer que sonara la primera a
continuación, y yo la agarré de las caderas.
-Escúchala
con atención, bombón-le urgí, y Abel comenzó a cantar sobre querer follar
despacio con una chica con las luces encendidas-. ¿Oyes eso? Esa canción soy
yo. Y lo que hace The Weeknd con la música es lo que yo haré con tu cuerpo.
Sabrae se sacudió delante de mí, bailó bien
pegada a mi cuerpo, toqueteándose la melena y frotándose contra mí en momentos
claves. Empezamos a enrollarnos a mitad de la canción, y yo comencé a empujarla
en dirección al pasillo, con la intención de llevármela ya a las habitaciones.
Si sus amigas la querían, que hubieran estado espabiladas y no hubieran dejado
que se me acercara. Ahora me la llevaría y la disfrutaría yo solo.
Sabrae
dejó de besarme y se puso a escuchar con atención cuando Lost in the fire terminó. Se mordió el labio y esbozó una sonrisa
inocente, de disculpa.
-¿Qué?-pregunté,
y ella sacudió la cabeza, me abrazó el cuello, y me dio un beso debajo de la
oreja cuando empezaron a llevársela.
-Lo
siento-vocalizó en la distancia, dejando que Amoke la arrastrara del brazo
mientras Taylor Swift empezaba a cantar Love
story. Me eché a reír, negué con la cabeza, y acepté que las amigas de
Sabrae disfrutaran de ella un poco más antes de que yo la reclamara
oficialmente. Me fui a la cocina a por un vodka negro con zumo de piña. Lo
mezclé bien hasta conseguir ese toque turquesa que tanto le gustaba a Bey, y lo
vertí en dos vasos.
Scott
llegó a mi encuentro y echó un vistazo por encima del hombro, nervioso. Estaba
comprobando que Tommy no viera con quién tenía pensado subir las escaleras.
Mira, si Sabrae y yo nos apresuramos un
poco, dos Malik follarán a la vez en una misma casa. Seguro que eso es un
acontecimiento digno de mención, pensé, y me eché a reír.
-¿Qué?
-¿Tienes
condones?-menuda sorpresa, Scott quedándose corto y acudiendo a mí, su padrino
de la salud sexual, para poder echar un polvo sin hacer un bebé o pillar algo
que hiciera que se le cayera la polla a cachos.
-¿Cuándo
no los tengo, Scott?
-Déjame
uno.
-¿Sólo
uno? Creía que serías más optimista, tío.
Yo
había venido con seis. No es que pensara usarlos todos con Sabrae (sabía que
eso estaba fuera incluso de mis propias posibilidades), pero quería ser
precavido y no quedarme corto si Scott me pedía el inevitable favor de siempre.
-Bastante
me la voy a jugar ya, teniendo a Tommy tan cerca-arguyó-. Con uno será
suficiente-me saqué la cartera y le tendí un paquetito que me granjeó una
sonrisa-. Te debo una bien gorda.
Me eché a reír e hice un gesto en
dirección a la escalera, como diciéndole que se fuera. Si sólo fuera una…
Bey
me comió a besos cuando le tendí el vaso de plástico.
-¡Eres
el mejor!
-Y, a
pesar de eso, no conseguí meterme en tus bragas.
Se
echó a reír y me dio otro beso en la mejilla que hizo que me doliera la
mandíbula. Yo me senté a disfrutar del espectáculo que era ver a Sabrae con una
rodilla anclada en el suelo, con las manos en el pecho y gritándole a Amoke que
Romeo, por favor, la salvara, que se había sentido muy sola y se estaba
cansando de esperar.
-Se
lo está pasando muy bien-comentó Bey, cruzando las piernas.
-Y yo
también-contesté-. Me gusta verla disfrutar.
-Y a
mí. Es contagioso.
Tommy
se levantó con el móvil en la mano. Ay, Dios mío, la que se podía liar. La
última vez que había cogido el teléfono borracho, Max y yo habíamos tenido que
arrancárselo de las manos para que no le dejara el decimotercer mensaje de voz
a Megan suplicándole que volviera con él.
-¿Adónde
vas?
-A
hablar por teléfono.
-Tommy
Tomlinson, genio y figura, el primero de su promoción.
-Tengo
que hablar con Layla. Y con Diana-explicó. Bey y yo alzamos las cejas,
impresionados por su arranque de sinceridad. Aún no nos había contado que
estaba iniciando una relación a dos bandas, con Diana y Layla como vértices del
triángulo que él terminaba de componer, pero Bey ya sospechaba que algo
sucedía. Bey siempre sospechaba que
algo estaba pasando, incluso antes de que sucediera.
Puede
que fuera el alcohol el que le había soltado la lengua a Tommy, pero Bey ya
estaba alerta incluso antes.
Nos
quedamos en el sofá y en sus alrededores, levantándonos cuando nos apetecía y
sentándonos de nuevo para beber más y más. No quería beber demasiado y acabar
tan borracho que no me acordara de cómo sería ver a Sabrae desnuda ante mí por
primera vez, de cómo sería poseerla en una cama, nuestros dos mundos
fusionándose mientras el resto de gente permanecía ajena a ese pequeño vínculo
entre los dos universos que éramos ella y yo.
Pero
es que no podía parar. Tenía en el cuerpo una sensación de silenciosa angustia,
aprisionándome el alma como si de un gancho mecánico se tratara, y sacándome
jugo de una forma oscura. A medida que las agujas de mi reloj avanzaban,
extenuantemente despacio, esa ansiedad crecía y la incómoda sensación de que
algo saldría mal (porque no podía salirme bien todo) se hacía cada vez más y más patente. Bey, Logan y Max
hicieron lo imposible por mantener a mis demonios a raya, y se las apañaron
bastante bien, distrayéndome lo suficiente como para que yo obviara un detalle
crucial de la noche: pasaban las dos y media, y yo no veía rastro de Sabrae ni
de sus amigas.
Podrían
haberse ido.
O
podrían haberse separado.
Que
es lo que les terminó pasando. No estaban acostumbradas a beber tanto y en un
período de tiempo tan corto, y la música y el sabor de la bebida que habían
elegido no ayudaba. Las chicas estaban fuera de juego, y apenas conseguían
articular una frase coherente. Las cuatro.
Bueno,
no, las tres.
Porque
cuando se plantaron delante de nosotros, muertas de la risa y con las melenas
revueltas, el maquillaje ya un poco corrido y los ojos vidriosos, sólo eran
tres.
Y sí,
mis demonios hacían bien susurrándome que algo no iba bien.
Eran
Taïssa, Amoke y Kendra.
De
Sabrae no había ni rastro.
-¿Dónde
está Tommy?-le preguntaron a Logan, que estaba loco de euforia. Había salido
del armario delante de todos esa misma noche, aprovechando que estábamos de muy
buen humor y que las reacciones estaban abocadas irremediablemente a ser buenas
(no es que Logan pensara que fuéramos a reaccionar mal cuando nos contara que
le iban los tíos, pero cuando estás en una situación como la suya siempre hay
un miedo irracional que te hace ponerte en lo peor, incluso cuando sabes que lo
peor es imposible), y hablaba con todo el mundo y se reía de todos los chistes,
alentado tanto por el alcohol que tenía en sangre como por su felicidad de
poder ser quien era sin tener que pedir perdón ni tener que cortarse las alas.
Me
erguí en el asiento, presto a preguntarles dónde estaba Sabrae, desconfiando de
que ella estuviera al cien por cien si sus amigas estaban así. Era imposible
que Sabrae no estuviera igual de afectada que ellas, teniendo en cuenta que,
salvo aquellos minutos que había pasado con sus tetas en mi boca, había estado
la noche entera con ellas.
Bey
me puso una mano en el antebrazo y me acarició la cara interna, llamándome a la
calma. Tenía ese don especial de tranquilizarme o sacarme de quicio a voluntad,
arrastrándome de mi humor del momento por mucho que yo me resistiera a salir de
él.
Esa
vez, sin embargo, funcionó a medias. Consiguió tranquilizarme lo suficiente
para que no les dijera nada, pero no detuvo la arritmia de mi corazón.
-En
el jardín, ¿qué necesitabais?
Las
chicas se volvieron, se llevaron un dedo a la boca, Amoke se mordió la uña de
su dedo índice, gimieron y se echaron a reír.
-¡Está
muy lejos! Jo-protestaron, y Taïssa empezó a jugar con sus trenzas, de un azul
eléctrico a juego con su vestido. Amoke iba de amarillo; Kendra, de rojo.
-Queremos
enseñarle algo-explicó Amoke, sonriendo y colocándose en el centro de las tres.
Kendra levantó las manos y se echó a reír, como si estuvieran haciendo lo más
gracioso del mundo.
-Eh…
¿y qué es ese algo, chicas?-inquirió Bey, alzando las cejas y haciendo que sus
ojos saltaran de unas a otras. Las
chicas se miraron y se echaron a reír con la risa tonta e infantil de las niñas
cuando cogen su primera borrachera en serio.
-¿No
lo veis, tontos?
-¡Somos
la bandera de España!-proclamó Taïssa, sacudiendo la cabeza y azotando a Amoke
en la cara con sus trenzas, que se convirtieron en proyectiles improvisados.
Eh…
no es que yo sea un experto en banderas, pero juraría que la bandera de España
no era azul, amarilla y roja. Es más, siempre que había partido en el mundial,
Tommy se pintaba una mejilla de rojo, blanco y azul, y la otra de rojo, blanco,
y rojo, acompañando a los dos equipos de los que era compatriota.
-La
bandera de España no es así-comentó Max, que no tenía paciencia con ese tipo de
tonterías. Las chicas lo miraron, confundidas.
-Pues
claro que…-empezó Kendra, y miró a sus amigas y se llevó una mano a la boca-.
¡Oh! Es verdad. ¡Taïssa, quítate! Necesitamos a Sabrae. Sabrae es el otro rojo.
Y
entonces, la pregunta que hizo que me levantara como un resorte:
-¿Dónde
está Sabrae?
-¿No
está con vosotras?-pregunté, y mi voz subió varias octavas debido al pánico.
Las chicas se toquetearon la cabeza, rompiéndosela, intentando averiguar dónde
podría estar Sabrae.
-¿Ha
ido al baño?
-Eso
fue hace mucho. Estaba sonando Talk dirty
to me, y eso fue hace… tres canciones.
Me
volví hacia Bey, que tenía los ojos grandes como los de un ciervo al que los
faros de un camión pillan desprevenido mientras atraviesa la calzada de la autopista.
Sus ojos color miel se clavaron en mí, y ella asintió con la cabeza, dándome
cancha para irme.
Se
levantó para cogerlas y pedirle a Max que se quedara con ellas hasta que
diéramos con Sabrae, mientras yo me escurría entre los cuerpos e iniciaba una
búsqueda frenética que tenía toda la pinta de no terminar bien. Como en las
películas y en las peores pesadillas, me movía demasiado despacio, la gente me
molestaba, y mis gritos llamando a Sabrae se ahogaban por el sonido de la
música. Llegué a barajar la posibilidad, cuando alcancé el pasillo, de dar
media vuelta y parar la música en el iPad (en ese momento ni siquiera pensé en
mi móvil), pero estaba tan abarrotado y me había costado tanto salir de él que
pensar en volver a entrar hacía que me volviera loco. Perdería un tiempo
precioso.
Puede
que Sabrae hubiera bebido más. Puede que lo que había tomado de mi boca hubiera
sido suficiente para desencadenar una reacción en ella indeseada. Quizá
estuviera con la cabeza metida en algún váter, vomitando y vomitando y
vomitando, sin poder siquiera apartarse la melena de la cara y ensuciando sus
preciosos bucles negros de bilis amarillenta.
O
peor. Puede que estuviera sentada tirada en algún baño, después de vomitar, a
punto de entrar en alguna clase de coma sin nadie que le diera agua para beber,
ni se la tirara encima para espabilarla.
Como
un ciclón, subí las escaleras de la casa y me abalancé sobre los picaportes de
las puertas de los baños, sólo para encontrarme a tías inclinadas sobre la taza
del váter devolviendo justo antes de acercarse al espejo y retocarse el
maquillaje, tíos metiéndose rayas, tías subiéndose las bragas después de no
atinar al mear o tíos desabrochándose la bragueta y metiéndoles la polla en la
boca a chavalas que acababan de conocer, o que acababan de decidir que no eran
tan gilipollas, después de todo.
En un
baño, incluso, presencié tres de estas cosas a la vez: una chica se tambaleaba,
luchando con su vestido de tul, tratando de subirse las bragas, mientras otra
cerraba los ojos y se metía hasta la garganta (con muy buena técnica por su
parte, todo hay que decirlo) mientras otra chica se aplicaba un lápiz de ojos
en una línea que estaba más gorda que el culo de una baronesa, ajena
completamente a lo que pasaba a su alrededor. La verdad es que eso es algo muy
británico; somos una nación de gente que se mete en sus asuntos como si fuera
el deporte nacional.
Bajé
las escaleras corriendo, sorteando a una pareja de tíos dándose el lote de
forma muy lasciva en las escaleras, y fui hacia el sofá. No había ni rastro de
las amigas de Sabrae.
-Max
ha llamado a Bella y se las llevan a su casa-me explicó Bey.
-No
he encontrado a Sabrae-musité con angustia.
-¿Buscamos
a Scott?
-Scott
está con Eleanor. Arriba. Tardaremos un montón.
-Voy
a ayudarte a buscarla. Tú mira por aquí abajo… hay muchísima gente. Yo voy al
jardín. Quizá esté fuera. ¿Has mirado ahí?
Negué
con la cabeza, pero dudaba bastante que Sabrae hubiera salido fuera. Había
colgado el abrigo de pelo blanco que Eri le había prestado en una percha del
armario-vestidor de la entrada, y estaba tan impoluto que se veía desde nuestro
sofá. Hacía un frío que pelaba; no saldría ni loca afuera sin abrigarse
primero.
A no
ser que estuviera tan borracha que hubiera decidido que era un buen plan
tirarse a la piscina tal y como estaba vestida, con tacones incluidos… o como
la habían traído al mundo.
Intenté
apartar de mis pensamientos la imagen de Sabrae quitándose la ropa ante las
miradas divertidas y pervertidas de un montón de tíos, que habían decidido que
necesitaban tirársela en el momento en que ella empezó a bailar Crazy in love (a la cola, hijos de
puta), y lanzándose en bomba a la piscina. Recorrí los sofás, cada esquina,
cada mesa. Levanté cojines como si ella fuera un pendiente y no una persona,
moví muebles y trasladé abrigos que habían llegado demasiado tarde y ya no
tenían percha en el vestidor.
Incluso
fui al sitio donde nos habíamos dado el lote, con la esperanza de que ella
estuviera allí sentada, esperándome. No hubo suerte.
La
cocina era la última parada de mi viaje, y yo estaba tan convencido de que no
la encontraría allí, que por un momento la pasé por alto. No la vi. Mi mirada
registró su melena, su mono rojo sangre, el tono chocolate de su piel… pero no
dedujo que aquella chica fuera Sabrae.
Principalmente
porque un puto baboso de mierda estaba pegado a ella, sujetándole una copa, y
metiéndole el hocico en el cuello, dándole besos pegajosos en su delicada y
preciosa piel, ignorando que ella apenas se daba cuenta de lo que estaba
sucediendo.
Noté
cómo una rabia oscura me invadía por dentro, pegajosa como el petróleo que se
vierte en el mar, e igual de letal.
Sabrae, sin
embargo, abrió los ojos y se me quedó mirando. Sus pupilas luchaban por
enfocarme.
-¿Alec? ¡Anda! Eres tan genial
que puedes estar en dos sitios a la vez-y se echó a reír, echando la cabeza
hacia atrás, su melena cayendo en cascada por su espalda. El tío intentó
meterle los morros en la lengua y yo lo agarré y lo aparté con tanta fuerza que
sus riñones se clavaron en la esquina de la encimera. Lanzó un quejido suave
que a mí me supo a gloria, pero se recompuso enseguida.
-¿Qué?
-Ya me parecía a mí que estabas
raro-musitó ella, cerrando los ojos y masajeándose las sienes-. Tú eres más
alto.
Me volví y fulminé con la mirada
a ese puto cabrón, que se me encaró como el puto suicida que era.
-Yo la he visto primero-gruñó
con posesividad, y yo alcé las cejas y puse a Sabrae detrás de mí. Ella me
acarició los brazos y siguió subiendo por mis hombros, por mi espalda.
La
sola idea de que pudiera haberle hecho eso a ese malnacido creyendo que era yo
me hirvió la sangre.
-Quítamela,
entonces.
El
puto imbécil este, porque no tenía otro nombre, jodido retrasado, intentó
sortear mi cuerpo y llegar hasta Sabrae, que ahora jugueteaba con mi cinturón.
Estaba buscando la cremallera de mis pantalones, pero no se daba cuenta de que
lo único que hacía era manosearme el culo.
-No
la toques, hijo de puta.
El
tipejo me fulminó con la mirada.
-¿Qué
más te da, pavo? Con esa cara de niñato seguro que tienes locas a varias. Vete
a montártelo con ellas mientras yo cato a esta hermosura-trató de alcanzarla de
nuevo y yo le solté un gancho de izquierdas que impactó en su estómago y lo
dobló por la mitad. Lanzó un gemido, acusando la falta de aire.
-No
quiere contigo, jodido imbécil.
-No
parecía muy disgustada con mi forma de tocarle esas tetas tan preciosas.
Me
acerqué a él tanto que podía notar su asqueroso aliento a alcohol en mi boca.
-Nunca
he matado a nadie-gruñí-. Y mi propósito para este año es probar cosas nuevas.
¿Vas a hacer que lo cumpla a un par de horas de empezarlo? Qué detalle.
Me
fulminó con la mirada. El muy gilipollas se pensaba que me estaba tirando un
farol. Podía dar gracias de que no estuviéramos en el jardín. Lo tiraría a la
piscina y no le dejaría sacar la cabeza del agua hasta que no pasaran diez
minutos.
-¿Os
vais a pelear por mí?-preguntó Sabrae detrás de mí, con una voz cantarina que
daba fe de que no sólo no sabía lo que pasaba a su alrededor, sino tampoco lo
que decía-. Porque siempre he querido que dos chicos se peleen por mí.
-Eso
está en las manos de este mamarracho, bombón.
-No
te tengo miedo-contestó el tío, alzando la mandíbula y chocando mi frente con
la suya. ¿Esas tenemos?
-Lo
cual denota que eres más retrasado de lo que yo pensaba.
-Mira
la que estás montando por una tía. Ella no se merece que te parta la cara,
payaso. Pírate de aquí y deja que sigamos pasándolo bien. Búscate a una propia.
-Me
gusta la que tengo-ladré, y Sabrae soltó una risita. El tío se la quedó mirando
un segundo-. No sabes quién soy yo, ¿verdad?
El
tío rechinó los dientes.
-¿Debería
importarme?
-Soy
Alec-informé, y el tío entrecerró los ojos. Parecía que mi nombre significaba
algo-. Sí. Parece que ya vas entrando en razón.
-Con
más razón no te la voy a prestar. Tienes tías de sobra, según he oído.
-Soy
un tío caprichoso, y estoy encaprichado de esta ahora mismo.
Miró
a Sabrae, la recorrió con la mirada de una forma en que se la imaginó desnuda,
y haciéndole mil y una perversiones que ni siquiera pensaba que fueran a
gustarle. Ahora que sabía quién era yo y el interés que tenía en ella, estaba
seguro de que le haría cosas por el mero hecho de fastidiarme a mí.
-De
acuerdo. Vale. No quiero discutir. No merece la pena-alzó las manos con las
palmas vueltas hacia mí y dio un paso atrás.
-Chico
listo.
-Te
propongo algo.
-No
estoy interesado en hacer negocios contigo.
-Esto
te gustará. Mira: seguro que es virgen-espetó, y yo me volví hacia él-. Y eso
es una putada. Así que yo te hago el favor de estrenarla, y una vez que ya esté
abierta, te la presto, ¿qué te…?-empezó, pero no pudo terminar la frase.
¿Que
por qué?
Porque
le reventé la cara contra la puta encimera. Sabrae dio un brinco y ahogó un
grito. El chaval soltó un alarido, con la nariz destrozada, y jadeó cuando yo
lo agarré de la nuca y le levanté la cara.
Un
reguero de sangre ya le fluía de la nariz rota, y cuando escupió varios
coágulos, también fueron ahí trozos de dientes.
Creo
que nunca, jamás, en mis 17 años de vida, me había alegrado tanto e ser hijo de
mi padre. De tener sus genes. De poder ser tan violento como lo era él.
De
ser capaz de matar.
Porque
estaba seguro de que podría hacerlo, ahora mismo, aquí mismo.
-Pídele
perdón-rugí en tono oscuro, y Sabrae chasqueó la lengua.
-Perdón.
-Tú
no, Sabrae.
El
tío sin cara farfulló algo.
-¿Qué?
No te entendemos.
-Lo…
ciento.
-Con
el corazón. Pídeselo de rodillas.
Me
miró con un ojo hinchado, y el otro inyectado en sangre.
-¡De
rodillas!-bramé, tirándolo al suelo. El tío empezó a llorar.
-Lo
siento.
-¿Sabrae?
-No
pasa nada, hombre-contestó ella, y cogió una pajita de plástico y le tocó los
hombros con ella, como si fuera una varita-. Mira, te he armado caballero.
-¿Quieres
que lo mate, Sabrae?-pregunté, y el tío se volvió hacia mí, temblando como una
hoja. Sabrae me miró y negó con la cabeza-. ¿Fijo?-asintió.
-Acabo
de armarlo caballero.
-Dale
las gracias. Le debes la vida a esta chica.
-Gracias.
Gracias, Sabrae.
-No
digas su nombre. No te atrevas a
decir su nombre-bramé, agarrándolo del cuello de la camisa y poniéndolo de
pie-. Fuera de mi vista. Vete a que te miren eso. Y no te vuelvas a cruzar en
mi camino. Como te vea cerca de alguna chica que yo conozca, lo que te acabo de
hacer será una caricia. ¿Estamos?
-Sí,
sí-musitó, escabulléndose hacia la puerta.
-¡Eh!
No le has dado las gracias por armarte caballero, sir Gilipollas-le grité, pero
él ya se había marchado. Me volví hacia Sabrae-. ¿Estás bien, nena…?
Ella
se abalanzó sobre mí y me chupó la boca.
-Me
has puesto cachondísima tirándolo así al suelo. De rodillas-me imitó-. Dímelo a mí. Me voy a poner de rodillas y te
la voy a chupar.
-Sabrae,
¿te ha hecho algo?-la agarré por los hombros y traté de conseguir que se
centrara en mi cara-. ¿Estás bien?
-Estoy
muy perra, Alec. Dios mío. Te quiero comer todo-gimoteó, peleándose con mi
cinturón. No, no, no.
-¿Te
ha hecho algo antes de que yo llegara? ¿Estás herida? Sabrae. Sabrae.
¡Sabrae!-la sacudí por los hombros y ella dejó de luchar con mi bragueta. Por Dios, no me hagas soltarte una bofetada
para espabilar.
-Estoy
bien. La verdad, estaba un poco ofrecida, pero no demasiado, ¿sabes? Pensaba
que eras tú. Porque eres tú, ¿no?-inquirió, frunciendo el ceño y mirándome de
lado-. Sí, ¡claro que eres tú! Sólo tú podrías decir cosas así y ponerme así de
cachonda. En el fondo yo sabía que no eras tú. No sonaba como tú. Y sé que tú
no me lamerías el cuello como si fueras un camello lamiendo una colmena en
busca de miel, por muy borracho que estuvieras. No voy a necesitar ducharme en
dos semanas-se toqueteó el cuello-. Es más, creo que hasta me ha quitado la
melanina de la piel. ¿Estoy blanca?-preguntó-. ¿Parezco una cebra? Espero
seguir gustándote igual, aunque parezca una cebra.
-Me
gustarías aunque estuvieras hecha de cuadros escoceses, nena-respondí, aliviado
de que no pareciera afectada por lo que acababa de sucederle.
-Uf.
Cuánto me quieres. Yo a ti también, ¿sabes? Estoy enamorada de ti. ¿Qué coño
digo, enamorada? Estoy enchochada-se
echó a reír-. ¿Lo pillas? ¡Enchochada! Porque follamos mucho, y tal. Por
cierto, ¿a qué esperamos? Venga, jopé, que no me aguanto las ganas. Dios,
dichosa cremallera. ¿Es de última generación? ¿Lleva contraseña?-preguntó,
mirándome, y luego se inclinó hacia mi entrepierna-. Quizá sea mágica. Ábrete
sésamo. Expecto patronum. Ay no,
mierda. Ése no era el hechizo.
-Vamos
a beber algo, ven-la incité, cogiéndola de la mano y tirando de ella para
incorporarla.
-Ah,
no-sacudió el dedo índice delante de mí-. De beber, nada, que estoy un poco
contentilla y luego no me acuerdo de los polvazos que echemos. Porque echaremos
varios, ¿no? Yo me quiero poner encima, y luego quiero que te pongas encima tú,
y que me montes como a una yegua-soltó, y yo la miré, estupefacto-. No me mires
así. Si te parece demasiado, echamos uno y ya está. Pero tómate tu tiempo, ¿eh?
Quiero un polvo de dos horas mínimo. Sin contar el cunnilingus. Ni la felación.
-Sabrae…
-Tenemos
que descargarnos alguna app del Kamasutra, y probar alguna postura. He estado
pensando mucho en esa que me dijiste del candelabro italiano, y después de
mucho reflexionar…
-¡Vaaaaaale!
¡Y hasta aquí el debate!-salté, tapándole la boca con la mano e ignorando el
incesante murmullo que seguía saliendo de sus labios. Sabrae entrecerró los
ojos y me miró. Sopló en la palma de mi mano y sonrió, satisfecha, cuando yo la
aparté-. Saab, nena, de verdad que necesito que bebas un poco, pero tranquila,
sólo va a ser agua, es para que empieces a purificar…
-He
decidido que quiero que te corras en mi cara-dijo, y esbozó una sonrisa-. Te lo
mereces. Eres muy bueno conmigo. Y sé que a los tíos os pone. Todo el puto
porno está lleno de corridas en la cara, así que no sé si es que os resulta
natural o porque estáis condicionados, pero...-volví a taparle la boca, porque
lo último en lo que quería pensar ahora mismo era en la cara de Sabrae manchada
con mi semen.
Bueno,
vale, quería pensar en eso, pero no debía. Tenía que cuidarla. Era evidente que estaba fuera de sí. No es
que esta Sabrae depredadora sexual me disgustara (todo lo contrario, de hecho),
pero no parecía ella. No era ella. Si
hubiera estado sobria, habría estado echando pestes de aquel cabrón, o puede
que estuviéramos enfilando la autopista en un coche robado con el cadáver de
aquel tío en el maletero, al que habría matado ella nada más ponerle mano
encima.
Le
tendí una botella de agua de la nevera y se la tendí.
-No
más vodka, gracias.
-Es
agua, Sabrae.
-Ya,
ya. Todos sabemos ese truquito-me guiñó el ojo y yo tuve que abrir la botella
delante de ella, y como no me atrevía a intentar obligarla a beber (su puño
estaba demasiado cerca de mis huevos, y no es que me apeteciera quedarme
estéril a los 17), conseguí convencerla de que cuanto más bebiera más
disfrutaría durante el sexo.
-¿Y
tú?
-Yo
disfruto siempre.
-¿Y
si hago squirting?-saltó, y yo me
quedé estupefacto, sin saber qué decir.
-Mira,
nena, si haces squirting puede que
llore-ella hizo una mueca-. De la felicidad-aclaré.
-¡Ah!
Guay. Vale. Dame dos botellas, venga.
Se bebió
dos botellas pequeñas de dos tragos, tan rápido que se le cayó por encima. La llevé
de la mano al sofá, y Bey y Tam vinieron a nuestro encuentro cuando yo silbé.
-¿Vamos
a hacer un trío?-festejó Sabrae al verlas llegar, y las gemelas se quedaron a
cuadros al verla.
-Necesito
que le hagáis dos trenzas-les dije.
-¿Para
vuestro trío?-preguntó Tamika, cuyo sentido de la oportunidad estaba en el
culo.
-Por
si pota. No puedo sujetarle todo ese pelo yo solo.
Bey la
sentó entre ella y su hermana y le pidió treinta veces que se estuviera quieta.
Le hicieron las trenzas a toda velocidad y Sabrae se las toqueteó.
-¿Sabías
que en Cincuenta sombras de Grey, Anastasia
Steele se hace trenzas cuando va a follar con Christian Grey?-me informó.
-Mira
qué apañada ella, oye.
Le tocó
la mano a Bey y le acarició el brazo.
-A Alec
le gustas. ¿Quieres acompañarnos? Se lo merece. Se ha portado genial todos
estos días conmigo.
-Pues…
-Bey es
tímida. En otra ocasión-comenté, y Sabrae asintió con la cabeza, pegó un grito
y se levantó de un salto.
-¡Bailo
esta canción y nos vamos a follar!-anunció, y empezó a dar brincos y más
brincos, girando sobre sí misma. Cuando descubrió que con sus trenzas golpeaba a
la gente, empezó a agitar la cabeza con violencia y a bramar-: WOOOOOOOO. ¡¡¡¡¡SOY EL SAUCE BOXEADOR!!!!!
¡STOP LOOKING FOR LOVE, GIRL YOU’VE STILL GOT TIME, GIRL YOU’VE STILL GOT TIME,
GIRL YOU’VE STILL GOT…! THIS COULD BE SOMETHING IF YOU LET IT BE SOMETHING…! WOOOOOOOOOOO.
WOOOOOOOOOO.
Miré a las gemelas.
-Voy
a decirle a Tommy que está conmigo. Tengo que llevármela de aquí, antes de que
le saque un ojo a alguien.
Las chicas
asintieron con la cabeza, mirando a Sabrae con los ojos abiertos como platos. Salí
al exterior procurando que Sabrae no me viera para que no quisiera ir conmigo y
corriera peligro de caerse a la piscina, y fui en pos de Tommy.
Mi amigo
estaba inclinado sobre su teléfono, acuclillado y arrancando hierbajos. Se despidió
de la chica con la que estuviera hablando al verme llegar y sonrió:
-Acabo
de hablar con Layla.
Oh,
genial. La forma en que arrastraba las vocales me hizo saber que también estaba
borracho.
-Escúchame,
T. Esto es importante-lo cogí por los hombros y lo obligué a ponerse en pie-.
Habíamos perdido a Sabrae, pero ya la hemos encontrado. Cuando Scott venga
contigo, dile que está muy borracha, y que la estoy cuidando, para que no se
preocupe. ¿Vale? ¿Se lo dirás?
Tommy
se tocó la mandíbula.
-Tommy.
Eh. T. Necesito que me confirmes que lo has entendido. ¿Lo has entendido?
-Estás
emborrachando a Sabrae.
-No,
T. Sabrae ya estaba borracha. Presta atención. Eh-chasqueé los dedos al ver que
lo perdía y él clavó los ojos en mí.
-¿Por
qué crees que las mariposas no vuelan de noche y las polillas no vuelan de día?
¿Crees que son la misma especie disfrazada?
-¿Qué?
Mira, Tommy, no tengo tiempo para tus historias. Scott-reduje-. Sabrae. Borracha.
Conmigo. Arriba. Cuidándola. ¿Vale? ¿Lo captas?
-Sí. Stop.
Lo capto. Stop.
-Repítemelo.
-Alto
secreto. Stop. Envío urgente. Stop.
-¡TOMMY!
-Es
broma, ¡es broma!-se echó a reír-. Sabrae está borracha y tú la estás cuidando,
pero… ¿qué le importa a Scott?
-¿Cómo
que “qué le importa a Scott”? ¡Es su hermana! ¡Yo querría saber si Mimi estuviera
mal, igual que tú querrías saber que Eleanor está mal!
-¡Oh!
¡Es verdad! ¡Mimi es tu hermana!
Parpadeé
y lo solté.
-Mira
macho, déjalo-Tommy se revolcó por el suelo, descojonado-. Ya se lo dirán las
gemelas si ellas lo encuentran. Procura mantenerte lejos de la piscina,
¿quieres? Tommy sólo hay uno.
-Te
quiero, Al-ronroneó Tommy.
-Yo
también te quiero, T-respondí, dándole un beso en la cabeza y entrando en casa.
Sabrae estaba dando brincos y golpeando el suelo con los puños, bramando:
-¡¡GOD IS A WOOOOMAAAAN, GOD IS A WOOOOMAAAAAN,
GOD IS A WOOOMAAAAAAAAN!! YUH. YUH. OOOOOOH YEAH. GOD IS A WOOOMAN. GOD IS A
WOO…
Menuda nochecita me espera.
-¡Sabrae!-la llamé, y ella se
volvió y trotó hasta mí. Saltó sobre mi torso y me rodeó como un koala.
-¡Bien!
¡A follar!-proclamó, y yo me callé que me sorprendería que se tuviera en pie dentro
de diez minutos, no ya digamos centrarse en echar un polvo. Cuando empezó a
frotarse contra mí, me la eché sobre los hombros como un saco de patatas y subí
las escaleras en dirección al piso superior, rezando en todos los idiomas que sabía
(que no eran pocos) para que hubiera alguna habitación libre donde tumbarla.
Y no
hacerle nada. No hacerle nada. No. Hacerle. Nada.
Me lo
tuve que recordar siete veces cuando Sabrae me susurró al oído:
-Me
parece que he perdido el sujetador.
Sí,
ya lo había notado, pero había decidido ignorarlo por el bien de mi estabilidad
emocional.
Fui abriendo
las puertas de las habitaciones una por una, y en todas había gente. Justo cuando
ya pensaba que no iba a encontrar ningún sitio libre, recordé que había una habitación
que podía cerrarse con llave, y que Jordan había cerrado para asegurarme tener
un sitio en el que estar con Sabrae.
Recordé
con lágrimas en los ojos cómo él me había entregado la llave de la habitación
con ceremonia, y me dije a mí mismo que me ofrecería a chupársela por aquel
favor que acababa de salvarnos la vida a Sabrae y a mí.
La dejé
en el suelo para sacar las llaves e introducirlas en la cerradura, y Sabrae se
tomó como su meta personal el meterme la mano en los pantalones y tratar de
hacer lo mismo con su lengua en mi boca.
-Hueles
tan bien…
-Muchas
gracias.
-A
colonia cara y a limpio.
-Pues
sí.
-Tengo
que lamerte.
-Si
eso es lo que tienes que hacer…
Sabrae
me lamió la mejilla y se frotó contra mí. Me eché a reír.
-Bombón,
necesito que me dejes un momento, tengo que meter esta llave en la cerradura
para poder…
-¿Meterme
la tuya en la mía? Captado-hizo el saludo militar y se apoyó en la pared a mi
lado. No podía pensar con ella tan cerca, tan dispuesta y tan necesitada. Puede
que si lo hacíamos un poco no pasase nada, ¿no? Es decir… ella ya tenía ganas
de esto incluso cuando estaba sobria.
La única
diferencia era que ahora era un poco más vocal al respecto de lo que quería
hacer.
Me temblaban
y sudaban las manos tanto que no atinaba con la cerradura. Sabrae se acercó a
mí, me cogió la mano, y con los ojos fijos en los míos, introdujo con destreza
la llave en la ranura, y giró mi muñeca para abrirla.
-Gracias-musité
cuando escuché el clic del pestillo al descorrerse.
-De
gracias nada. Te quiero dentro de mí inmediatamente.
Soy
una buena persona. No me merezco que la chica de la que estoy enamorado me dice
que me quiere dentro de ella.
Empujó
la puerta y puso un pie en la habitación. Se volvió hacia mí y aleteó con las
pestañas, y yo estaba a punto de entrar cuando una chica me llamó. Me volví
para encontrarme con Lauren, una de las más guapas del instituto, y a la que había
conseguido tirarme un par de veces durante el verano.
No venía
sola.
Maldita
mi suerte, joder.
-¿Interrumpimos?-coqueteó
Lauren, jugueteando con uno de los tirantes de su vestido de cuero.
-Pues,
la verdad, chicas… es que un poco. Es decir…
-Hemos
visto que estás de niñera, y nos preguntabas si tendrías un huequecito para
nosotras-me guiñó un ojo verde que traía por la calle de la amargura a todos
los chicos del instituto, a mí incluido hasta hacía un mes.
-¿Para…
vosotras?-pregunté con la boca seca, y las dos asintieron-. ¿En plan… las dos?
Lauren
asintió con una ceja arqueada. Su amiga asintió con la cabeza y se mordió el
labio, inspeccionándome con la mirada.
-Esto…
chicas… eh…-no podía pensar, no podía hablar, no podía hacer nada. La virgen. Me estaban proponiendo
un trío. Dos pivonazos, en Nochevieja. Cómo no iba a ser mi fiesta preferida.
Consideré
un segundo su propuesta, sólo un segundo. El segundo en que Sabrae desapareció de
mi mente. Hay segundos que marcan un
antes y un después en tu vida.
Y hay
segundos que, simplemente, son de transición. Como aquel.
-Yo…
estoy un poquito liado ahora mismo-miré dentro de la habitación, donde Sabrae se
estaba subiendo a la cama a gatas, y colocándose de rodillas sobre ella, con
las piernas separadas. No íbamos a hacer nada, pero su postura provocativa me
bastó para saber que aquello era lo que yo quería. Nada con ella era mil veces
más que todo con las demás.
-No
pasa nada. No somos celosas. Terminas con ella y luego vienes con
nosotras-Lauren me guiñó un ojo.
-¿Cuánto
tardarás?-preguntó su amiga, y yo volví a mirar a Sabrae, que se sentó sobre
sus nalgas y se apartó un mechón de pelo que se le había saltado de la trenza
tras la oreja.
Sabrae
había cambiado muchas cosas en mí. Era como si una nueva estrella hubiera
aparecido en mi sistema solar, y me hubiera atrapado en su campo gravitatorio.
Me encantaba
tener un cielo con un nuevo sol.
Antes
no entraba en esas preguntas de mierda de metafísica sobre cuál es tu palabra
favorita, y todas esas gilipolleces. Lo que te gusta, te gusta y ya está. Eres quien
eres y punto. No hay explicación. Y las palabras son como la música: no te
acompañan estés mal o bien. Las usas, y punto.
Pero ahora,
ella hacía que me parara a pensar en esas cosas. Supongo que mi palabra
favorita hasta hacía poco sería “Mimi”. Mi persona favorita en el mundo, si me
obligaran a escoger. La única por la que daría la vida. Pero ahora… ya no
estaba tan seguro.
Mi palabra
favorita ya no era un nombre. Ni siquiera empezaba por mayúscula.
Es ella. Empieza por la misma letra que el
ser al que encierra.
Me gusta
pensar que Sabrae es mi ella mágico.
Y que
yo soy su él.
Sabrae
me sonrió, yo le sonreí a ella, y supe que no sólo tenía todas aquellas
preguntas tontas en mi cabeza: también tenía la solución.
Me volví
hacia Lauren y su amiga.
-Pues…
toda la vida.
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Sinceramente quiero llorar con el, toda la vida dice el desgraciado. ES QUE NO SE COMO SE SUPONE QUE TENGO QUE SOBREVIVIR A ESTE HOMBRE. MIRA QUE SCOTT ES SCOTT PERO JODER ES QUE ALEC ES ALEC Y MIRA AHORA MISMO LE FALTA NADA PARA SUPERAR AL PRIMERO Y YO SOLO QUIERO LLORAR PORQUE ES LA COSA MAS BONITA DE ESTE UNIVERSO.
ResponderEliminarBUENO Y ENCIMA HE APARECIDO EN EL CAPITULO, ES QUE ME DA UN SOPONCIO. UN PARRAQUE UN CHUNGO. ME HAS HECHO LA PERSONA MAS FELIZ DEL MUNDO? SI LO DIGO. ENCIMA DIGO FANTASIA ES QUE DE VERDAD TODO BIEN HACES ERIKA, TODO BIEN TE QUIERO.
Me da muchísima Ternura Sabrae borracha y disfrutando con sus amigas :'))))))). Es que es literalmente yo al final de la noche y me ponen los temazos en la discoteca JAJAJAJAJAJJAJA solo que yo no tengo un Alec :______. Todo desgracias.
El pobre Scott con ataques al corazón cada vez que se acerca a Eleanor también me da mucha ternura, aún que ya haya leído su historia para mí es como si fuese la primera vez porque mira no me voy a cansar de leerla de lo bonitos que son, ay. Bueno y Tommy como siempre borrachisimo y llamando a Layla y Diana, de verdad este hombre es un cuadro.
Necesito leer ya el siguiente capítulo y ver cómo la cuida, porque si ya en este que apenas hace nada, bUEMO SE ME OLVIDABA QUE SE HA LIADO A HOSTIAS CON UN BABOSO. SEÑOR. ESO HA SIDO ESPECTACULAR, O SEA CUANDO EL PAVO HA DICHO LO 'SEGURAMENTE ES VIRGEN YO LA ESTRENO Y LUEGO TE LA DOY' MIRA HE SENTIDO NECESIDAD DE QUE LE MATASE. Pero creo que con rompiéndole la puta cara a bastado :-).
Bueno a lo que estaba, que necesito que subas el siguiente para asi morir en paz y en armonía. Muchas gracias por tu colaboración
No me puedo creer que esté escribiendo lo que estoy escribiendo ahora mismo, mi yo de Octubre de 2017 que se volvía a España desde Belgica en un avión llorando a moco tendido y que te escribió todo un testamento dandote las gracias por haber creado a Scott y jurando y perjurando que no habría personaje mejor que él, está ahora mismo flipando en un rincón de ese avión y tirandose de los pelos. Todavía no lo he superado, pero ya la simple posibilidad de que exista alguien que iguale a Scott como personaje ficticio me tiene flipando. El puto Alec tía, el putisimo Alec.
ResponderEliminarNo me esperaba para nada ese final, quitando el hecho de que ha sido leerlo y ponerme a chillar y rebozarme por encima de la cama, ha sido como una revelación, un punto de inflexión. No recuerdo haberme sentido tan flipada por una contestación de un personaje desde hace mucho, posiblemente fue con Scott en CTS. Me hace sentir rara el saber que considero a alguien equiparable a Scott, no lo concibo. Tu sabes todo lo que significa Scott para mí, estamos cansadas de hablar de el y de lo que nos hace sentir y saber que hay alguien que puede mejorarlo me pone la piel de gallina. Creo que pensandolo mucho Alec no va a superar a Scott, no va a superarlo ni de lejos. No creo que haya nada que tenga superar, porque ni Scott consiguió superarse a si mismo. Creo que la razón por la que todos adorabamos a Scott era porque era el puto amo, no tenía un pero, lo hacía todo jodidamente bien y aun cuando le puso los cuernos a su novia y todos queríamos verlo sufrir no tardamos ni dos líneas leyendo como lo pasaba fatal para suplicarte que parases de hacerlo sufrir. Creo que ahí esta la diferencia, Scott nunca tuvo que mejorar, nunco tuvo que pedir perdón porque era perfecto, lo teníamos idealizado e incluso tu para pararnos los pies tuviste que hacerle hacer eso para hacernos darnos cuenta de que era humano y cometía errores. Se murió de un cancer tía y se llevo a su alma gemela con él porque no era capaz de supera su muerte. Se fue cuando todo el mundo le necesitaba y llegó al mundo sin avisar, el puto Scott Malik, el personaje perfecto.
Pero es que claro, ahí está, Alec si que hace cosas mal, Alec si que es imperfecto, Alec si que tiene y va a mejorar, Alec si que pide y va a pedir perdón, Alec si que nos cayó mal, aunque fuesen dos minutos, en algún momento. Alec no es mejor que Scott, Alec simplemente nos ha conquistado de la mejor forma que se puede hacer, sin esperarlo y arrasando con todo, algo que Scott no puede decir. Nos ha cautivado sin previo aviso, nadie lo veía venir, al contrario que Scott. Y cuando algo llega sin previo aviso, opaca a todo lo que conocías antes y ya nada es igual. Alec no es mejor que Scott, Alec no va a superar a Scott. Alec simplemente se va a convertir en el mejor personaje que hayas creado y se va a superar a si mismo haciéndonos ver que no hace falta ser perfecto, ni nunca cometer errores para conquistar a un lector. Alec se va a convertir en lo que nadie esperaba, ni tu, ni tus lectores, ni los personajes y el hecho de que vaya a cerrar la boca de tantas personas ya lo convierte en el mejor personaje.
ResponderEliminarPuede haber algo más divertido que Sabrae borracha???
Y el final cuando Alec dice "pues... Toda la vida" mira yo me muero como se puede ser tan así es que ��