miércoles, 18 de septiembre de 2019

El CCME de Lilo, sin Stitch.


El CCME no me quitó mi “virginidad de festivales”, las cosas como son. Ya había ido a otro, el Wireless Festival en Londres, el verano en el que pasaba de primero a segundo de carrera. El verano pasado, había visto a 1d, y aunque estuvo un poco mal organizado, no creía que fuera a ser inferior al festival al que me dirigía en tren en vez de avión. Iba al ccme convencida de que me pasaría dos días como una croqueta: marrón por fuera y blanca por dentro, con un centímetro de rebozado cortesía de unas nubes que sólo iban a pasarse por Madrid ese fin de semana en todo el verano. Había pedido que no hubiera una ola de calor, pero la verdad es que me iba a salir caro, o eso pensaba yo.
Y, a pesar de que las cosas pintaban mal desde el principio y no era mi “primera vez” estrictamente hablando, lo cierto es que no hay nada que hubiera cambiado de haber podido (bueno, salvo la baja que tuvimos el domingo en el grupo de Chasing the stars y nuestra posición en los conciertos, lo bastante cerca como para no poder bailar cómodamente como yo esperaba pero no lo suficiente como para poder decir que Liam o Louis nos saludó con la mano). Nos llovió a cántaros desde que llegamos, y por un momento pensé que todas cogeríamos una pulmonía y no podríamos ir al festival al día siguiente, aunque por suerte Liam era el primero y no me iba a perder el acto principal que yo quería ver. La tarde empezó a mejorar cuando sólo llevaba un par de horas, y leímos que podíamos llevar un paraguas en el recinto, al contrario de lo que había anunciado la organización días atrás, cuando ya estaba confirmadísimo que iba a llover a cántaros el viernes, y la tormenta eléctrica del sábado.

Cuando fuimos al McDonald’s y, separados en dos mesas, empezó a sonar A million dreams de The greatest showman, y luego Zayn, yo supe que había tenido bajas expectativas con respecto al festival en vano.
Al contrario de lo que pueda parecer, no iba al ccme por Louis. Él era sólo un incentivo que añadir a la lista de razones por las que ir, pero lo que me hizo coger los billetes de tren y reservar una habitación de cuatro tiene nombre de tres chicas y un chico: Bárbara, María, Patri y Liam. Si me llovía, al menos, estaría con las chicas, y por lo menos podríamos ver a Liam, aunque sólo fuera de lejos.
Menos mal que cuando decido ponerme pesimista, el universo se compincha para que yo vea que no tengo razones por las que pensar mal. Apenas nos llovió el viernes, y el tiempo que pasaba entre cantante y cantante que no nos interesaba, lo invertíamos en montarnos en los coches de choque, dar una vuelta para ver las atracciones y tomarnos el pelo las unas a las otras, como si fuera una de muchas veces que estábamos juntas en lugar de la primera. Y, cuando quise darme cuenta, estábamos a unos 10 metros de Liam, y yo me volvía y le chillaba a Celia “¡que le veo las flechas, que le veo las flechas!”.


Pero eso es resumir demasiado el viernes: después de llegar y ver a Locoplaya (a quienes yo no conocía, porque mi cultura de música española es prácticamente nula), nos habíamos alejado hasta el fondo del recinto, en busca de algo de comida para resistir entre la gente hasta que saliera Liam; el siguiente al que queríamos ver era Miki, que ni de coña iba a empezar su concierto cantando La Venda. Todo el mundo sabe que la canción más conocida de un artista siempre se reserva para el final.
Igual que todo el mundo sabe que echamos a correr como búfalos desquiciados en el momento en que empezaron a sonar los primeros acordes de la canción y descubrimos que Miki iba a traicionarnos a todos. Pero no, por suerte, no pasó nada: ninguna nos caímos en plancha y pudimos llegar a tiempo a gritar “LA VENDA YA CAYÓ” mientras dábamos brincos al ritmo que nos marcaba el protagonista del robo del siglo en Eurovisión nos merecíamos ganar, joder.

Le siguió, que a mí me interesara, Famous, que por lo menos cumplió nuestras teorías y sí que cantó una canción suya al final de su concierto, que por otra parte me encantó. A pesar de que no llovía, él terminó empapado, en un sudor que le chorreaba por la barba y en unos gritos que a mí ya empezaban a escocerme en la garganta. Tenía que reservarme para Liam, me dije a mí misma, pero es que me estaba siendo imposible no cantar las canciones que conocía: estaba demasiado contenta de estar allí, con mis amigas, como para poder controlarme.

Finalmente, después de que Alba Reche se saltara una canción como habían hecho 1d en mi concierto (ejem, me pregunto de quién fue la culpa) y siguiera Maikel Delacalle, por fin empezó la tanda de artistas que terminaría Liam. Anuncian que pronto viene un británico al escenario y yo me vuelvo loca chillando en ultrasonidos “sólo” para descubrir que ese británico “no es más” que Anne Marie. Llegan Clean Bandit y bailamos y nos empujamos en dirección a las barras, y después llega Austin Mahone, que literalmente me conquista, me hace lamentar (como por otro lado sabía que pasaría) no haber mirado su setlist y haberme estudiado sus canciones, y hace que todo mi grupo se ría cuando me pongo a chillar la letra de Mm yeah, que siempre relacioné con CTS y me motiva en mis peores días. Entonces, aparece “sólo” Anne Marie, que está puto loca y consigue que todos nos enamoremos de ella, siendo monísima y espontánea y  excéntrica y diciendo que somos un público genial.
A esas alturas a mí me dolían horrores las rodillas; estoy convencida de que cuanto mejor te lo estás pasando en un festival, menos puedes andar al día siguiente. Y todavía me quedaba el plato fuerte: Liam no había salido aún y yo no sólo tenía que cantar, sino también bailar, que para algo era (es) la criatura más poderosa del universo y puede hacer que yo pierda el control de mis capacidades psicomotoras cuando lo desea. Así que, como Don Patricio me daba igual, pido que me hagan un corro y me siento en el suelo… hasta que llega Lola Índigo para cantar Lola Bunny y mis amigas me levantan casi, casi, en contra de mi voluntad.
Para lo que me queda, decido quedarme de pie, y apenas un par de canciones más, Don Patricio se despide y entonces sí que sí. Mis amigas me dejan la primera fila del grupo que hemos hecho y yo me uno al resto de personas que han venido aquí porque perderse una reunión de 0.5d cuando te sale por el módico precio de 30€ es un pecado mortal que no piensas cometer, y por primera vez en varios años dejé salir a mi lado fangirl. Un lado fangirl que, estoy convencida, tienen registrado a su nombre los chicos de 1d, porque sólo ellos pueden hacer que desquicie de la forma en que lo hago: mi voz asciende varias octavas, mis manos se levantan en el aire y mis pies no paran quietos, apenas en contacto por el suelo, brincando y brincando y brincando como si fuera un conejo drogado que necesita sudar todas las sustancias que ha consumido. Grito las letras de las canciones, chillo con las demás cuando Liam se acerca a nuestra parte del público, y cuando acaba cada canción yo jadeo “PODEROSO, PODEROSO”, a pleno pulmón, como si fuera a oírme. Me ilusiono con el resto del recinto cuando Liam habla de que Louis está detrás del escenario, y acto seguido empieza a cantar Little things, porque es imposible que hayan hablado el uno del otro en sus conciertos sin que eso signifique que vayan a compartir, por lo menos, una canción. Me rompió un poco el corazón cuando llegó la parte de Louis y Liam siguió cantando como tiene por costumbre, pero le perdoné rápidamente cuando me regaló Drag me down. Cuando salió la canción, estaba convencida de que jamás podría escucharla en directo, lo cual me ponía tristísima porque creía (y aún creo) que es una de esas canciones hechas para ser cantadas en directo, que ganan mucho más así, aunque las voces no sean tan perfectas, sólo porque  la energía que desprenden es energía de concierto.
Lo único que cambiaría del viernes es no habernos despedido de Patri o no haberle quitado el candado a la mochila al hacerme mi foto con Celia, pero a pesar de que creía que el viernes sería el peak del fin de semana y que el sábado tendría muchas cosas que le cambiaría, la verdad es que están muy empatados.

Esta vez, no nos tocó comer en un McDonald’s en el que nos pusieran música de The greatest showman ni de Zayn, sino un KFC abarrotado de gente en el que 1d seguía presente. Tampoco nos tocó librarnos de la lluvia como sí nos pasó el viernes, pero las tormentas eléctricas que había anunciadas no hicieron acto de presencia en toda la tarde más allá de un par de rayos en el horizonte. Con la mochila guardando una cremita de Rituals que da la sensación de estallar como peta zetas, por fin nos montamos en la noria, aunque perdimos a otra por el camino: Patri no había venido y Celia prefería quedarse en tierra, donde el viento no la hiciera balancearse en un cajón. Después de la noria, nos tocó acercarnos a la zona del escenario principal, en que la gente se apelotonaba para tener un buen sitio en el que ver a Louis. Luc Loren fue el encargado de hacer que nos desesperáramos, yo entre ellos, mientras seguía la cuenta atrás hasta que Louis hiciera acto de presencia.
Y, por fin, se apagaron las luces y anunciaron a Louis. Entró con pasos cortos pero confiados, con las manos unidas agradeciendo los gritos, y empezó su concierto con una de las canciones a las que más tirria tiene el fandom, pero con la que más gritamos todos: Steal my girl.


Tengo que decir que pensé que me haría menos ilusión estar en su concierto de la que me hizo realmente: cuando lo anunciaron y Bárbara nos propuso ir, lo consideré sólo durante un instante, en el momento de euforia mientras piensas en las posibilidades que se abren ante ti. Pero enseguida deseché la idea, y de no haber sido por Liam, finalmente no habría ido a Madrid. Por suerte, me convencieron para ir, y pude ver al que una vez fue mi preferido en la banda de nuevo en directo, más cerca que nunca, ya no tan pequeñito como antes pero aun así siendo delicadamente minúsculo, a esa manera tan característica a la que nos tiene acostumbrados. Nos regaló cuatro canciones nuevas en la que el público que él se merecía contuvo el aliento, y cada vez que terminaba una, levantaba los ojos al cielo mientras juntaba las manos, dándonos las gracias. Esto es por ti, mamá, y por ti, Fizzy, parecía decirles a las nubes. Se marchó entre gritos y se llevó con él a parte del público, mientras otros nos quedábamos para Natalia y Lola Índigo después, pero teniéndolo en la boca entre canción y canción.
Y, aunque me hizo ilusión verlo de nuevo, también me di cuenta de que, definitivamente, habíamos seguido caminos separados. Me alegra el éxito que está teniendo y la confianza que ha ido ganando poco a poco para ponerse de nuevo delante del micrófono después de todo por lo que ha pasado, para hacer notas un poco más arriesgadas que antes y abrir su corazón sin miedo a que lo juzguen, o precisamente con la valentía de saber que lo harán, pero ya no le importa. Pero ya no es lo mismo para mí ahora, con 23 años, que cuando tenía 17. Me apetece más bailar que sentir, más cantar a gritos que pensar en voz baja, con la música de fondo… pero el cariño sigue ahí, en un rincón. Recordándome que lo que una vez me hizo feliz, puede seguir haciéndomelo, aunque de una forma algo diferente, más tranquila, más madura. No todo tiene por qué arder hasta apagarse; hay cosas que estallan, y luego se consumen lentamente, en un fuego estabilizado que sirve para sobrevivir al invierno.
Espero que Louis esté terminando su propio invierno. Después de verlo en el escenario, así lo creo. Y me alegra que, lo que una vez encontré en su música, ahora lo tenga él: refugio.

El pasado fin de semana ha sido uno de los mejores de mi vida. Me he reído y no he llorado, a pesar de que creía que lo haría a lágrima viva si Louis cantaba Two of us, la única canción suya que no puedo escuchar tranquila. He dado brincos al ritmo que me ha marcado Liam, y me he enfadado un poco con él al darme cuenta de que había quitado el rap de Strip that down. Lo he pasado mal viendo cómo Lola Índigo abría las piernas y nos lo enseñaba todo a 20 mil personas, y mis pies han sufrido por la lluvia, el frío, y estar tanto tiempo de pie entre la gente… pero mereció la pena. No porque necesitara estar en primera fila para ver a mis artistas preferidos, sino porque allí era donde estaban mis amigas: Celia, Patri, Bárbara, María, y Rosi, aunque a ella me la suela llevar de paquetito por ahí.
Si habéis llegado hasta aquí… gracias por este fin de semana, chicas. Tenemos que repetirlo pronto. ¿Cuándo decíais que volvía Liam? 😉


2 comentarios:

  1. Jo eri te quiero un monton, bueno a ti y a Maria y Barbara. El viernes me lo pasé tan sumamente bien que lo repetiría eternamente. Promesa de que volveremos a repetirlo y esta vez sin ninguna baja <3

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  2. Eriiii ���������� estoy tristisima, ojalá volver a repetir este fin de semana muchas más veces, os quiero un monton��

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