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Ăl me habĂa hecho esto. Me habĂa quitado el agua. HabĂa movido la lĂnea de la costa. HabĂa vaciado mi oasis. HabĂa cortado mis olas. HabĂa encendido cada farola y diseñado cada edificio para que fuera exactamente igual que el anterior. HabĂa echado el cerrojo y habĂa arrojado la llave al rĂo. Se habĂa puesto tapones. No habĂa acudido a mi cita. HabĂa cancelado el ensayo. Me habĂa robado mi cuerpo y tambiĂ©n me habĂa robado mi voz.
Era la Ășnica explicaciĂłn que le encontraba a haber dejado de oĂrme por encima de los susurros de mi hermana intentando tranquilizarme. Me habĂa deshecho en un grito desgarrador en cuanto habĂa colgado el telĂ©fono, convertida de repente en el centro del universo ahora que ya no tenĂa la voz de Alec anclĂĄndome, aunque fuera solamente a esa ilusiĂłn de que lo que tenĂamos lo iba a resistir todo. SentĂa cada cosa que me sucedĂa como si le pasara a un cuerpo ajeno que yo ya no habitaba: las manos de Shasha eran frĂas y tenues, su voz estaba amortiguada por los latidos acelerados de mi corazĂłn, y la cama estaba congelada y hĂșmeda de algo que no podĂan ser mis lĂĄgrimas.
Los muertos no lloran. Y yo estaba muerta por dentro. Alec me habĂa matado, me habĂa clavado un puñal en el corazĂłn y me habĂa abierto en canal, y yo⊠yo habĂa tratado de excusarlo de todas las maneras posibles, diciendo que no lo hacĂa a propĂłsito, que seguro que se trataba de un malentendido, que Ă©l no entendĂa lo que estaba haciendo y no relacionaba lo que manaba de mis heridas y se congregaba a mi alrededor en un charco como mi sangre.
DecĂa que sabĂa el tremendo dolor que me habĂa causado, pero no tenĂa ni idea. DecĂa que harĂa lo imposible para remediarlo, pero no podĂa. Por primera vez desde que me habĂa enamorado de Ă©l, habĂa topado con un muro demasiado alto demasiado alto como para poder escalarlo.
No podĂa ser verdad. No podĂa serlo. Nuestra historia no estaba hecha para terminar asĂ, con una llamada de telĂ©fono y miles de kilĂłmetros de distancia entre nosotros. Yo no iba a poder pasar pĂĄgina ni encontrarĂa las respuestas que necesitara por muchas vueltas que le diera.
Aun asĂ, enferma como estaba y total y absolutamente adicta a Ă©l, incluso en lo mĂĄs profundo del pozo en el que me habĂa sumido, estaba tratando de encontrarle sentido a lo que me habĂa hecho. Alec sabĂa que no podĂa acercarse a PersĂ©fone sin hacerme daño a mĂ. Alec sabĂa lo mucho que habĂa sufrido por ella en Mykonos. Alec sabĂa el terror que habĂa sentido yo al pensar que no era la primera. Alec sabĂa que necesitaba verlos juntos para comprobar si lo que ellos tenĂan era mĂĄs fuerte que lo que tenĂamos nosotros.
Seguro que Alec tambiĂ©n sabĂa que habĂa algo uniĂ©ndolos a ambos, algo que se movĂa, era lĂquido y estaba vivo, como lo nuestro. Me habĂa dicho que lo nuestro era dorado, pero en cuanto habĂa dicho el nombre de la chica con la que se habĂa convertido en hombre, la chica que lo esperaba cada verano y a la que Ă©l volvĂa como si fuera el puerto seguro donde se refugiaba despuĂ©s de una larguĂsima travesĂa de once meses, yo⊠yo me habĂa dado cuenta de que habĂa algo superior al oro: el platino.
Por eso me habĂa dado su inicial en platino pero el elefante en oro. Porque me habĂa enseñado un mundo al que sĂłlo podĂa acceder con Ă©l, un idioma que sĂłlo podĂa hablar con Ă©l y un cielo nocturno que sĂłlo me guiarĂa cuando estuviera perdida si tambiĂ©n me perdĂa con Ă©l. Yo le pertenecĂa a Alec. Le pertenecĂa como no iba a pertenecerle a ningĂșn otro, yâŠ
⊠y Ă©l llevaba el colgante que le habĂa dado otra mucho antes de que yo le diera los mĂos. Mi anillo y mis chapas de los viajes no eran mĂĄs que aditivos a los regalos que PersĂ©fone le habĂa hecho antes. Plata y chapa contra un diente de tiburĂłn, algo que una vez estuvo vivo y fue orgĂĄnico y completamente natural. Era natural que Ă©l volviera a ella, igual que era natural que mi elefante fuera de oro y no de platino. Sus promesas hacia mĂ eran doradas. Las de PersĂ©fone, de platino.
Y yo era gilipollas por⊠por no haberlo visto antes. Era gilipollas por no haber contemplado siquiera la posibilidad de que, igual que Alec y yo nos encontrĂĄbamos en cualquier rincĂłn de una habitaciĂłn, de un edificio o incluso de Londres, PersĂ©fone y Ă©l podrĂan encontrarse en cualquier parte del mundo. Era gilipollas por no haberle suplicado de rodillas que se quedase y haberme protegido de la horrible verdad: puede que Ă©l fuera mi gran amor, pero yo no era el suyo, y a los grandes amores siempre se vuelve. Era gilipollas por haberme jugado lo mĂĄs valioso que tenĂa (Ă©l) a una sola carta (nuestra conexiĂłn) sin pensar siquiera en las consecuencias (perderle a manos de otra).
Pero lo peor de todo no era eso. Oh, no. No era ni haberme dado cuenta de que yo era la segunda incluso estando en la cima del podio, o de que tenĂa que luchar contra los elementos y perder en el intento, o que mi hermana pequeña tuviera que consolarme a escondidas del resto de mi familia porque no querĂa chafarle los Ășltimos dĂas en casa a Scott. No era ni pensar en lo estĂșpida que habĂa sido gastĂĄndole esa estĂșpida broma y no accediendo despuĂ©s a su estĂșpido plan de que viniera y alejarlo de ella.
Lo peor de todo es que estaba arrinconada. Yo querĂa perdonarlo. Estaba mĂĄs que dispuesta a renunciar a mi orgullo y amor propio con tal de que Ă©l volviera y siguiera haciĂ©ndome sentir como si estuviera flotando en una nube, libre y completa y luminosa y⊠dorada. Dorada de verdad, dorada como en los retratos de los reyes colmados de joyas en las que el amarillo era el color que definĂa el poder mĂĄs absoluto. SabĂa que no iba a encontrar a otro que me hiciera sentir como Ă©l: nerviosa y a la vez tranquila, ansiosa por su contacto incluso cuando lo tenĂa dentro de mĂ, calentita en las noches frĂas y dispuesta a asarme en las tĂłrridas con tal de que Ă©l no apartara sus brazos de mi cintura mientras dormĂa a mi lado, ambos empapados en sudor. No iba a gustarme el olor o el sabor del sudor de otra persona; sĂłlo me gustarĂa el de Alec. Por no perder eso estaba mĂĄs que dispuesta a arrastrarme e, incluso, hundirme en el fango. Bucear en Ă©l si hacĂa falta.
Pero es que no me habĂa dejado opciĂłn. Le habĂa concedido una absoluciĂłn genĂ©rica y de un año de duraciĂłn en la que me convencerĂa a mĂ misma de que mis pesadillas en las que lo escuchaba gimiendo los nombres de otras, jadeando sobre otras, poseyendo a otras y gruñéndoles que le miraran mientras se corrĂan eran sĂłlo eso: pesadillas que terminarĂan olvidĂĄndoseme una vez pasara el dĂa. Pero esto⊠PersĂ©fone⊠de ella no iba a poder olvidarme igual que los ĂĄrboles no pueden olvidarse de las estaciones. QuĂ© irĂłnico que fuera ella, precisamente, la que originara la primavera con su regreso, cuando lo que habĂa hecho con mi vida habĂa sido sumirme en un invierno prematuro en el que, para colmo, ya no existĂa el consuelo de la luz solar ni de una hoguera junto a la que acurrucarse. Alec era mi sol, y se habĂa llevado todo el fuego cuando se habĂa ido con ella. Ni siquiera las partĂculas subatĂłmicas solares que habĂa en los mecheros estaban a mi alcance ahora. Y yo era una chica que adoraba el verano.
Me daba vergĂŒenza a mĂ misma. VergĂŒenza por todo lo que estaba dispuesta a renunciar con tal de que Alec no me hubiera hecho eso. VergĂŒenza por no haber sido suficiente para Ă©l. VergĂŒenza por haber creĂdo que era verdad cuando me decĂa que no habĂa ninguna otra. Y vergĂŒenza tambiĂ©n por no plantearme en ningĂșn momento que no hubiera sido sincero ni un segundo conmigo. CreĂa que Ă©l lo creĂa de veras, y que lo habĂa dicho con toda la buena intenciĂłn del mundo, pero⊠¿quiĂ©n es tan tonto como para creerse las mentiras piadosas de la persona que mĂĄs te quiere, y que ni siquiera es consciente de que te estĂĄ diciendo mentiras piadosas?
QuiĂ©n te ha visto y quiĂ©n te ve, dijo una voz con amargura dentro de mĂ. Hace un año no soportabas siquiera estar en la misma habitaciĂłn que Ă©l, y ahora, mĂrate.
Eso no era del todo cierto. Hace un año Alec estaba en Grecia, muy posiblemente follando con PersĂ©fone mientras yo trataba de poner en orden mis pensamientos y darle sentido al hecho de que fuera incapaz de tolerarlo, pero mis sĂĄbanas estuvieran familiarizadas con su nombre de tanto que lo gemĂa en voz baja mientras exploraba esa parte de mĂ que habĂa descubierto gracias a Ă©l.
No es que estuviera rota; eso tendrĂa fĂĄcil soluciĂłn, como la tĂ©cnica del kintsugi que habĂa utilizado con Ă©l. No: estaba pulverizada. No iba a recuperarme de esto.
Prueba de ello era que me estaba aferrando a la idea de que ahĂ habĂa algo raro, algo que no casaba con cĂłmo era Ă©l. CreĂa que le conocĂa y, conociĂ©ndole como lo hacĂa, lo que habĂa hecho tenĂa sentido y a la vez no. Alec ni en un millĂłn de años me harĂa daño, ni siquiera de forma inconsciente, me repetĂa una y otra vez mientras Shasha trataba de acunarme y me daba mĂĄs besos de los que habĂamos intercambiado en nuestras vidas. No me cuadraba este comportamiento de Alec. No era propio de Ă©l. No parecĂa Alec. Pero sonaba demasiado seguro y demasiado arrepentido como para que no fuera Alec.
Ya no sabĂa si estas estĂșpidas excusas eran yo entendiendo a la perfecciĂłn cĂłmo funcionaba Alec o si, por el contrario, era mi lado enamorado tratando de justificarlo de forma desesperada y a cualquier precio.
Tanto camino recorrido⊠tanta lucha⊠tantos esfuerzos⊠tantas lĂĄgrimas derramadas a lo largo de los siglos⊠tantas explicaciones pacientes e invitaciones a reflexionar de las incongruencias de la sociedad en la que vivĂamos por parte de mi madre⊠para llegar justo a este punto. Alec me decĂa que me habĂa puesto los cuernos. Yo le pedĂa tiempo para pensarlo⊠y me encontraba con que lo habĂa hecho no porque no supiera quĂ© hacer con Ă©l, sino porque no sabĂa cĂłmo hacerlo. QuerĂa perdonarlo. Llevaba desgranando la forma de hacerlo desde que me habĂa llamado. Lo compartirĂa con quien fuera, PersĂ©fone incluida, con tal de no tener que renunciar a Ă©l.
Mi nombre sonaba demasiado dulce en sus labios como para conformarme con ser anĂłnima a partir de ahora.
Si de la herida que me habĂa abierto se escapaba algĂșn amor, sacrificarĂa el que me tenĂa a mĂ misma con tal de salvar el suyo. El problema es cĂłmo me tratarĂa el mundo a partir de entonces, y si serĂa capaz de soportar que mis amigas, mi familia y el resto del mundo me perdieran el respeto y cuestionara cada una de mis decisiones a partir de entonces.
No podĂa haberme hecho esto Ă©l. No podĂa haberme enfrentado contra todo el mundo porque simplemente habĂa sido incapaz de contener un impulso o, siquiera, preguntarme primero. Sospechaba cuĂĄl habrĂa sido mi respuesta de haberme dado la ocasiĂłn de expresar mi opiniĂłn antes de que pasara nada, pero ahora Alec me habĂa dejado entre la espada y la pared. No estaba acostumbrada a que fuera Ă©l, precisamente, el que me arrinconaba de esa manera. Normalmente era mi ruta de escape.
Los dedos de Shasha eran lejanos a pesar de que mi hermana se estaba esforzando en transmitirme toda la tranquilidad y amor posibles. Si le dolĂa lo que Alec me habĂa hecho por lo que suponĂa tambiĂ©n para ella, no lo habĂa dicho, y posiblemente no lo hiciera. Para ser sincera, yo bastante tenĂa con lo mĂo como para preocuparme por mi hermana.
A lo lejos, como si de una pelĂcula en una sala de cine cerrada se tratara, escuchĂ© que la puerta de la calle se abrĂa y mamĂĄ, papĂĄ y Scott anunciaban que habĂan llegado ya a casa. No sabĂa cuĂĄnto hacĂa desde que habĂa colgado el telĂ©fono: podĂan ser seis minutos o seis años, lo mismo daba. Lo que sĂ sabĂa era que tenĂa que disimular todo lo que pudiera para que Scott pudiera marcharse sin cargo de conciencia, porque si descubrĂa que yo estaba mal, se negarĂa en redondo a marcharse a Estados Unidos de gira. Puede que mi hermano se considerara profesional y ya estuviera haciendo cosas que no le apetecĂan en su carrera, pero disfrutaba de los conciertos y los consideraba mĂĄs bien una aficiĂłn que parte de su trabajo, algo asĂ como un salario en aplausos que percibĂa por sus esfuerzos. Y, como un beneficio de su trabajo y no un trabajo en sĂ, Scott renunciarĂa a ello con tal de estar conmigo, y le darĂa igual los problemas que eso pudiera acarrearle con la banda o con las discogrĂĄficas. Era el puto Scott Malik; podĂa permitirse no aparecer en conciertos y aguantarĂa con gusto el chaparrĂłn mediĂĄtico que le caerĂa.
Pero no dejarĂa tirada a su hermanita.
Me incorporĂ© como un resorte y mirĂ© a Shasha, cuyos ojos castaños estaban opacos de tristeza. TenĂa el semblante de una reina madre que tiene que enterrar a un hijo mĂĄs, y que ya no se preocupa por la estabilidad de la lĂnea sucesoria o de su reino: bastante tiene con respirar.
-ÂżQuieres que les diga que te encuentras mal y que te has acostado un rato?-se ofreciĂł, y un dragĂłn empezĂł a escupir fuego y arañarme las entrañas con unas garras como puñales. Puede que Alec me hubiera quitado la confianza que tenĂa en nosotros y la sensaciĂłn de garantizado privilegio, pero no iba a quitarme tambiĂ©n a mi familia. Al menos, no de momento.
AsĂ que neguĂ© con la cabeza, me alisĂ© la ropa y le dije que bajara a verlos mientras yo trataba de adecentarme un poco. CorrĂ de puntillas hacia el baño en cuanto escuchĂ© que Shasha se ponĂa a parlotear con Scott sobre lo que habĂa hecho ese dĂa, y tratĂ© de contener el ruido de la puerta cuando la cerrĂ© con demasiado Ămpetu.
MirĂĄndome al espejo comprendĂ por quĂ© yo estaba un escalĂłn por debajo de PersĂ©fone. Ella jamĂĄs tendrĂa el aspecto que tenĂa yo: poseĂa la belleza que sĂłlo puede darte la tranquilidad de saberte inolvidable para el hombre de tu vida. Era un tipo de belleza que no muchas mujeres alcanzaban y que te hacĂa irresistible a ojos del resto del mundo; lo sabĂa porque yo misma habĂa creĂdo tenerla hasta hacĂa unas horas. Alec me miraba como si fuera yo la que ponĂa las estrellas en el cielo, la que habĂa plantado las semillas de las primeras flores o diseñado la forma de los continentes recortados contra el mar; como si hubiera sacado las islas a flote o compuesto las melodĂas del viento entre los ĂĄrboles. Nunca, jamĂĄs, en toda mi vida habĂa estado tan guapa como los meses en que me habĂa proclamado orgullosa e irremediablemente suya: a la vista estaba que las fotos que habĂa colgado desde que estĂĄbamos juntos eran las que mĂĄs âme gustaâ acumulaban en mis redes sociales. Incluso si no salĂa Ă©l, el saberme con Ă©l y que fuera Ă©l quien me hiciera fotos me hacĂa resplandecer de esa forma en que sĂłlo lo hacen las deidades antiguas, aquellas en torno a las cuales se construyĂł la Ășnica mitologĂa que merecĂa la pena.
Ahora estaba apagada, la cara hinchada, los ojos rojos de llorar, el pelo revuelto. Me aferrĂ© al lavamanos para tratar de estabilizarme cuando sentĂ nĂĄuseas al pensar que, a partir de ahora, Ă©se serĂa mi aspecto.
SĂ© que suena mezquino y superficial, pero era una razĂłn mĂĄs por la que sentĂ que necesitaba encontrar la manera de perdonar a Alec. Una vez que te reconcilias con tu reflejo en el espejo y adoras lo que ves en Ă©l, es imposible mirarte de nuevo y que lo que hay allĂ no te guste sin volverte completamente loca. QuerĂa tranquilidad. QuerĂa⊠querĂa que todo fuera como era antes de la llamada.
SĂ, definitivamente habĂa sido una gilipollas. Le habĂa escrito la puta carta cachonda perdida, soñando con que se plantarĂa allĂ y me follarĂa duro como castigo por la broma y a la vez como perdĂłn, y lo que habĂa hecho al final no habĂa sido follarme, no, pero sĂ joderme.
Joderme mucho.
TenĂa que salir del baño y luchar por la niña del reflejo en el espejo. Puede que fuera una chica rota, destrozada, pero habĂa gente cuya felicidad dependĂa de ella y cuyos planes de futuro bien podĂan desbaratarse si esa niña, yo, no hacĂamos el papel de nuestras vidas. HabĂa visto un millĂłn de veces a miles de chicas distintas fingir que les encantaban sus cuerpos o sus vidas cuando no era asĂ; fuera en la tele o en la ficciĂłn, yo no estaba sentando ningĂșn precedente, sino que seguĂa un sendero que ya estaba marcado y de tanto trĂĄnsito que la hierba ya habĂa desistido de crecer en Ă©l, y lo Ășnico que le faltaba para ser una autopista era el asfalto.
SerĂa difĂcil, pero lo conseguirĂa. TenĂa que hacerlo. TenĂa que apartar a Alec de mi cabeza todo lo que pudiera, encerrarlo en un rincĂłn de mi mente y ocuparme de Ă©l cuando Scott ya no estuviera en casa. Probablemente me derrumbarĂa a media tarde y llamarĂa a mis amigas para contarles todo, pero de momento tenĂa que enfrentarme a esto sola.
TenĂa que coserme las heridas como buenamente pudiera. Aunque no estuviera lista para vendarlas y fueran a seguir sangrando, por lo menos mis entrañas no correrĂan peligro.
Eso fue exactamente lo que hice: me desnudĂ©, me metĂ en la ducha, abrĂ el grifo y me quedĂ© debajo del agua el tiempo justo para que mi pelo se empapara. SerĂa la excusa perfecta para salir del baño con la cara hinchada y los ojos llorosos: podrĂa habĂ©rseme metido jabĂłn en ellos y me arderĂan por cosas que nada tenĂan que ver conmigo, cosas que yo podĂa obviar. AsĂ que me envolvĂ en una toalla, hice lo mismo con el pelo, y me asomĂ© al pasillo justo en el momento en que escuchaba unos pasos subiendo por las escaleras. RecĂ© y recĂ© y recĂ© para que no se tratara de Scott, porque Ă©l Ășltimamente era capaz de leerme mejor que nadie en casa. Si se debĂa a que sabĂa lo mal que lo estaba pasando por la ausencia de Alec o porque estaba tratando de memorizarme para el tiempo que Ă©l mismo pasarĂa fuera de casa, no lo sabĂa. SĂłlo sabĂa que mi hermano era el pĂșblico mĂĄs crĂtico y al que mĂĄs me iba a costar convencer.
ResultĂł que tambiĂ©n fue mi pĂșblico del momento.
-ÂżYa en casa?-preguntĂ© con una voz que no parecĂa la mĂa. Sonaba demasiado como la de la Sabrae antes de la llamada y muy poco como los gemidos y los jadeos que habĂan llenado mi habitaciĂłn despuĂ©s de saber la carga que soportaba sobre mis hombros o la piedra que se hundĂa en mi corazĂłn. Scott asintiĂł con un murmullo, mirando la pantalla de su mĂłvil de forma distraĂda mientras se mordisqueaba el piercing.
-Mm-mm-dijo-. Ha sido una mañana intensa. Suerte que mamĂĄ ha accedido a pillar comida de la que venĂamos, o me morirĂa de hambre-frunciĂł el ceño y se puso a teclear en la pantalla de su telĂ©fono, musitando una disculpa que ninguno de los dos sentĂa de verdad.
-Salgo enseguida, entonces.
-Guay-y, luego, levantĂł la cabeza y me mirĂł, esbozando una sonrisa radiante-. ÂżNo me vas a preguntar dĂłnde hemos parado?
Se me retorciĂł el estĂłmago por la forma en que me mirĂł. Seguro que habĂa sido en un restaurante que a mĂ me encantaba y que me quitarĂa cualquier excusa de poco apetito. Me limitĂ© a esperar, encajonada en el hueco que habĂa abierto en la puerta, lo justo para que Scott viera el vapor en el espejo del baño y achacara mi aspecto a una ducha de agua ardiente⊠a pesar de que estĂĄbamos en la Ă©poca mĂĄs calurosa del año.
-En el Tandoori.
Efectivamente, mi intuiciĂłn no me habĂa fallado con mi hermano. El Tandoori era uno de mis restaurantes preferidos, y cada vez que habĂa ocasiĂłn de ir allĂ o pedir comida a domicilio yo me abalanzaba al coche o al telĂ©fono, segĂșn cuadrara. TenĂan un pollo tikka masala de escĂĄndalo por el que yo siempre terminaba peleĂĄndome con mis hermanos: era de las pocas cosas que yo no querĂa compartir con ellos.
-Genial-me obligué a decir, a pesar de que el labio inferior empezó a temblarme-. Me daré prisa, entonces.
CĂłmo iba a hacer para comer nada era un misterio para mĂ.
Hice amago de cerrar la puerta para recuperar mi intimidad y tratar de sobreponerme, pero Scott se me adelantĂł. Dio un paso al frente y apoyĂł la mano en la puerta. Y vale, yo soy una chica y Ă©l es un chico y yo soy la hermana pequeña y Ă©l es el hermano mayor, asĂ que deberĂamos morirnos de la vergĂŒenza los dos si no fuera porque⊠bueno⊠yo soy la hermana pequeña y Ă©l es el hermano mayor. AsĂ que Ă©l me habĂa visto mientras me cambiaban los pañales y yo le habĂa visto volviendo de fiesta, con borracheras del quince y hecho un autĂ©ntico desastre. Nosotros nunca habĂamos tenido etapa de sentir pudor el uno del otro.
IntentĂ© no encogerme al pensar en que el chico con el que habĂa pasado esa etapa de pudor y que me habĂa hecho ser consciente de la diferencia entre confianza e intimidad era el que me habĂa abierto esa herida que ahora estaba intentando esconder de Scott. Por pura supervivencia, mĂĄs que nada.
Yo no pude empujar la puerta para cerrarla. SerĂa como confirmarle a Scott que habĂa algo que no iba bien.
-ÂżTe pasa algo, Saab?-preguntĂł con preocupaciĂłn, los ojos verdosos de mamĂĄ chispeando con una perspicacia que habĂa heredado de ella. DecĂan que Scott era la mezcla perfecta de papĂĄ y mamĂĄ: era una copia idĂ©ntica de papĂĄ a su edad, salvo por los ojos, que eran los de ella. Mi hermano bien podĂa tener la inteligencia emocional de nuestros padres combinada, si no mĂĄs. Al menos cuando se trataba de nosotras.
-SĂ, es que⊠estoy un poco revuelta. Ya sabes. La regla-expliquĂ©, lamentando que mi hermano estuviera curado de espanto con ese tema. SabĂa que a las demĂĄs chicas les bastaba con mencionar su ciclo para que sus hermanos se volvieran tarados y las dejaran en paz, no queriendo saber nada del tema, pero mi hermano se habĂa criado entre mujeres y desde pequeño habĂa sido consciente de lo que pasaba en nuestros Ășteros. Era un proceso fisiolĂłgico normal del que no tenĂa que escandalizarse. Pero, joder⊠habĂa veces en que echaba de menos que fuera un machito normal.
Los machitos normales eran mĂĄs manejables que Scott.
Claro que los machitos normales no eran la promesa de la mĂșsica de su generaciĂłn. Ni tampoco se les ocurrĂan nombres para sus hermanas como Sabrae, un nombre que parecĂa hecho para que Alec lo gimiera comoâŠ
Para.
-ÂżSe te estĂĄ alargando?-preguntĂł. Ah, sĂ. Mi hermano parecĂa estar al corriente tambiĂ©n de la duraciĂłn de mis ciclos.
-Eh⊠sĂ, supongo. Bueno, es que todavĂa no se me ha regulado del todo-mentĂ, apartando de mi cabeza la precisiĂłn con que Alec habĂa calculado mis reglas en aquel cuadrante que le habĂa hecho a Jordan. Lo habĂa hecho de memoria y habĂa sido tan preciso como la app de mi mĂłvil, y eso que decĂa que se le dan mal las mates.
-Ah. Vaya, pobrecita. Bueno, si quieres, nos podemos pasar la tarde dĂĄndonos mimos en casa. MeterĂ© unos paños en la nevera-sonriĂł, y de pronto pareciĂł un niño otra vez. No tenĂa el mundo a sus pies, ni la responsabilidad que ello conllevaba, sino que⊠sĂłlo era un niño en una casa llena de hermanas dispuestas a hacer lo que fuera con tal de tenerlo contento. Scott pocas veces habĂa sugerido juegos a los que Shasha, Duna y yo no nos hubiĂ©ramos apuntado, y eso son cosas que no se olvidan.
-Es que voy a ir con las chicas a la piscina-mentĂ de nuevo. Parece que eso era lo Ășnico que iba a hacer: mentir, mentir, y mentir mĂĄs. ÂżAlec tambiĂ©n iba a quitarme esto? ÂżMi relaciĂłn con mi familia?
ÂżTan difĂcil era no haberme dicho nada y punto?
Scott entreabrió la boca, los hombros hundiéndose un poco, la mirada oscureciéndose de tristeza.
-Ah. CreĂa queâŠ-se relamiĂł los labios-. No importa. Vale-asintiĂł, despacio, apoyĂĄndose en la puerta-. Pues⊠no sĂ©, voy a cambiarme para comer, y luego le mandarĂ© un mensaje a Tommy por si quiereâŠ-clavĂł los ojos en mĂ y sus cejas se arquearon, formando una cumbre que millones de chicas matarĂan por escalar. Eleanor tenĂa mucha, mucha suerte con Ă©l.
Con Ă©l y con haber tenido la posibilidad de perdonar lo que Scott le habĂa hecho. Le habĂa infligido el mismo daño que a mĂ, con la diferencia de que mi hermano habĂa estado drogado cuando le fue infiel. Eleanor habĂa podido aferrarse a eso para decir que no era realmente Scott el que le habĂa puesto los cuernos, que habĂa sido un cĂșmulo de circunstancias desafortunadas que se habĂan aliado contra ella, pero yo⊠yo no tenĂa nada a lo que agarrarme.
Ni siquiera podĂa calificarlo de desliz. No despuĂ©s de todo en lo que habĂa caĂdo en la cuenta mientras lloraba desconsoladamente en la habitaciĂłn. El desliz era yo, no PersĂ©fone. Un desliz de meses, al fin y al cabo, pero ellos tenĂan años de historia a sus espaldas.
-¿Seguro que no puedes posponer lo de tus amigas? Pronto me iré y⊠te voy a echar mucho de menos, pequeñita.
La mĂa era una nueva forma de mezquindad. Scott Malik, el rey del panorama musical inglĂ©s. Scott Malik, la voz mĂĄs prometedora de su generaciĂłn. Scott Malik, el lĂder extraoficial pero indiscutible e indisputado de la banda mĂĄs exitosa desde One Direction.
Desnudando su alma y poniéndose de rodillas, metafóricamente, para que su hermana pequeña pasara mås tiempo con él antes de irse a cumplir ese destino que llevaba escrito desde que papå y mamå cruzaron las miradas hace diecinueve años.
HabĂa algo en lo que Alec sĂ que tenĂa razĂłn: yo era una diosa, pero no de lo que Ă©l decĂa. Era una diosa de la crueldad, ya que ni por esas iba a ceder.
NeguĂ© despacio con la cabeza, la boca contraĂda en la mueca de una sonrisa invertida.
-Lo siento, S, pero⊠vamos a una fiesta para la que Kendra ha ganado unas entradas por un sorteo de Instagram. Asà que no podemos faltar.
Scott parpadeĂł, asintiĂł con la cabeza, que mantuvo gacha, y cerrĂł la puerta. Me volvĂ para mirar mi reflejo en el espejo, como si el cargo de conciencia que sentĂa fuera a manifestarse tambiĂ©n fĂsicamente y tambiĂ©n tuviera que ocultarlo.
No fue el caso. Un pequeño gesto de misericordia en un dĂa que se estaba cebando conmigo, pero aĂșn era pronto para cantar victoria. DespuĂ©s de pasarme todo el tiempo que pude en el baño sin que mi resistencia a salir de Ă©l resultara sospechosa, por fin lo dejĂ© libre y me encerrĂ© en mi habitaciĂłn. TenĂa la cama deshecha y las sĂĄbanas aplastadas allĂ donde me habĂa lanzado sobre la cama a llorar, y con la indiferencia de una militar que ha vivido dos guerras mundiales y ha visto los horrores de la humanidad, retirĂ© las sĂĄbanas, las hice una bola y me las llevĂ© para echar a lavar. TenĂan aĂșn el olor de Alec impregnado en ellas; si bien muy tenue por el tiempo que habĂan tenido que acogerme sola, la esencia de mi⊠¿novio? (ÂżpodĂa seguir llamĂĄndolo asĂ mientras no tomara una decisiĂłn?), escondida bajo la mĂa. SĂ, dormĂa con camisetas que Ă©l se habĂa puesto un millĂłn de veces y que gracias a Dios olĂan a Ă©l, pero mi cama no era tan intensa como yo y enseguida lo habĂa expulsado de su presencia. Si lo echaba de menos, lo hacĂa de una forma distinta a mĂ: ocultando su rastro como si nunca hubiera existido, retĂĄndolo a volver a conquistar algo que le habĂa pertenecido nada mĂĄs tocarlo.
EchĂ© las sĂĄbanas en el cesto de la ropa sucia y regresĂ© a mi habitaciĂłn. Me desanudĂ© la toalla del cuerpo y me quedĂ© mirando las camisetas de andar por casa que Alec me habĂa dado para que las utilizara en verano. PonĂ©rmelas serĂa como ponerme un collar de pinchos vuelto hacia mi piel. No podĂa tener nada cerca que me recordara a Ă©l y a lo que PersĂ©fone habĂa disfrutado despuĂ©s que yo, cuando Ă©l me habĂa prometido que yo era la Ășltima donde miles habĂan estado antes, y la primera en cosas en las que se habĂa entrenado con PersĂ©fone. Necesitaba que Alec volviera y me dijera que todo habĂa sido una broma de muy mal gusto, que me la estaba devolviendo por lo que le dije de mi embarazo y que por supuesto que Ă©l jamĂĄs harĂa nada con PersĂ©fone, no despuĂ©s de lo mal que lo habĂa pasado yo en Mykonos, no despuĂ©s de las promesas que nos habĂamos hecho.
-No necesitaba que te resistieras a cientos-dije en voz alta, cogiendo una camiseta de tirantes del antiguo merchandising de papĂĄ a la que le habĂa recortado la parte inferior para hacerme un crop top y sacĂĄndome el pelo hĂșmedo con rabia de debajo de la tela de algodĂłn-. Me bastaba con que te resistieras a una.
FulminĂ© con la mirada a las camisetas de bandas que habĂa conocido desde pequeña pero por las que no me habĂa interesado hasta que Alec entrĂł en mi vida, y las camisetas se quedaron en el suelo en un silencio que pareciĂł ser aquiescente, como si en el fondo estuvieran de acuerdo conmigo y quisieran condenar los actos de Alec pero no pudieran por una extraña lealtad inanimada hacia su dueño.
AsĂ, poco a poco, recuperĂ© la conciencia de mi cuerpo. Y lo que habĂa en Ă©l no me gustaba en absoluto. De la flor ya sĂłlo quedaban esquinas. El barco se habĂa derrumbado y se habĂa convertido en una cĂĄrcel para unos niños osados que habĂan hecho de sus ruinas su patio de juegos. La palmera estaba en llamas, desviando a los peregrinos en el desierto que la confundĂan con la luz de un faro. El pĂĄjaro habĂa aprendido a no volar, y estaba conquistando el suelo con sus largas patas y su pico afilado. No habĂa lunas ni estrellas porque no estaba al aire libre, sino en una prisiĂłn que me quedaba pequeña y cuyas paredes no podĂan retenerme. Los cuadros bĂ©licos de las paredes estaban ocultos para que NapoleĂłn, Gengis Khan o Atila no se avergonzaran de haberse proclamado emperadores cuando las armas que ahora se tomaban en cuenta en las distintas estrategias habrĂan aniquilado sus ejĂ©rcitos en cuestiĂłn de horas. Los integrantes de mi banda se habĂan alistado en el ejĂ©rcito. El escenario era un pelotĂłn de fusilamiento. La concha se habĂa fracturado y de sus aristas se habĂan hecho flechas.
TenĂamos algo precioso, nosotros dos. Y Alec la habĂa jodido y me habĂa puesto entre la espada y la pared y todavĂa se creĂa con el derecho de quitarme mi elecciĂłn. DebĂa ser yo la que decidiera si se merecĂa una segunda oportunidad o no. DebĂa ser yo la que le mantuviera o le quitara su tĂtulo de mi novio. DebĂa ser yo la que dijera lo que pasarĂa a partir de ahora. Todo yo. Ăl ya habĂa hecho bastante.
Temblando de rabia y sabedora de que me iba a ser muy difĂcil disimularlo, pero segura de que lo conseguirĂa, ya que me enfrentaba a cosas peores, me metĂ en unos pantalones de pijama de corte suelto y salĂ de mi habitaciĂłn. El pelo hĂșmedo me goteaba por la espalda, dejando surcos muy parecidos a los que Alec me habĂa dibujado con sus dedos hacĂa lo que me parecĂa una eternidad.
CĂłmo se atrevĂa. CĂłmo podĂa hacerme esto. CĂłmo era capaz de prometerme que no pasarĂa nada y ni siquiera resistirse una puta semana a PersĂ©fone.
BajĂ© las escaleras con la dignidad de una reina y me reunĂ con mi familia decidida a disfrutar de su compañĂa. No podĂa estar con Scott por la tarde, o me terminarĂa notando lo que me pasaba y no pararĂa hasta obtener las explicaciones a las que Ă©l se creĂa con derecho, pero que no pudiera estar con mi hermano de tarde no significaba necesariamente que no pudiera estar bien presente en la comida. O todo lo que pudiera, al menos.
DespuĂ©s de repartir besos a mamĂĄ y papĂĄ, apartĂ© mis sentimientos a un lado con un poco de labor fĂsica. Me di cuenta de que me venĂa bien ponerme en movimiento, y que el nudo en mi estĂłmago parecĂa cosa de agujetas prematuras mĂĄs que de mi nerviosismo y malestar. ExtendĂ el mantel, puse los platos, coloquĂ© los cubiertos detrĂĄs de Shasha mientras Scott, papĂĄ y mamĂĄ se cambiaban en el piso de arriba, y ayudĂ© a Duna a llenar la jarra con el agua frĂa de la nevera. PapĂĄ fue el primero en regresar para ayudarnos a pasar la comida de los recipientes de aluminio a las fuentes de cerĂĄmica que usĂĄbamos para servirnos, y le dediquĂ© una sonrisa que pareciĂł pasar por sincera cuando me anunciĂł que habĂan pedido una raciĂłn extra de salsa sĂłlo para que pudiera mojar en ella todo el pan que me diera la gana.
-Incluso hemos cogido bollitos de la que venĂamos-dijo papĂĄ, y yo sonreĂ y le di un beso en la mejilla. Su barba me pinchĂł como jamĂĄs lo habĂa hecho la de Alec, que nunca dejaba que le creciera tanto a pesar de que me gustaba muchĂsimo cuando me rascaba al comerme el coño. La mezcla de molestia y placer era perfecta esas veces, y cuando me preguntĂ© si se estarĂa afeitando o si PersĂ©fone habrĂa disfrutado tambiĂ©n de su barba como lo habĂa hecho yo, casi rompo una de las fuentes de tanto Ămpetu con que la soltĂ© sobre la mesa.
-Se me ha resbalado-me excusĂ© cuando todos se me quedaron mirando, y me retirĂ© a la cocina en busca del servilletero. Shasha vino detrĂĄs de mĂ con la excusa de que le apetecĂa tomar zumo.
-Y, ademĂĄs, he cogido un vaso sucio.
Estiré la mano para hacerme con el servilletero y Shasha me puso la suya en la muñeca.
-Le he dicho a Duna que no debe decir nada de que te ha llamado Alec.
-ÂżY eso por quĂ©?-preguntĂ© con tono de indiferencia. Una indiferencia que, desde luego, no sentĂa. Ahora mismo el nombre de Alec me producĂa todas las emociones de la rueda, si es que dicha rueda siquiera existĂa.
-Porque no quiero que te pregunten por Ă©l y te pongas a llorar otra vez.
-Ya he terminado de llorar por Ă©l-sentenciĂ©. En aquel momento lo decĂa en serio. O supongo que no habĂa especificado que no iba a volver a llorar por Alec bajo nuestro techo. Que consiguiera seguir asĂ hasta por la noche me sorprenderĂa; es mĂĄs, ni siquiera apostaba por mĂ.
Shasha se retirĂł un poco hacia atrĂĄs, evaluĂĄndome, viendo a travĂ©s de mi cambio de actitud. TenĂa que ponerme una mĂĄscara para estar en casa y que nadie sospechara lo que habĂa pasado, y tenĂa mĂĄs experiencia escondiendo mis sentimientos cuando estaba enfadada que cuando estaba triste. Era una chica de carĂĄcter: sabĂa ser amable incluso cuando sentĂa rabia.
Lo que no sabĂa era sonreĂr estando triste. En ese sentido era completamente transparente.
-Entonces, Âżpuedo empezar yo?-respondiĂł, y aunque lo hizo en tono irĂłnico, pude escuchar perfectamente la parte de ella que estaba ansiosa porque le permitiera desahogarse conmigo. QuerĂamos a Alec de maneras distintas, y si bien la mĂa era mĂĄs profunda e intensa, eso no querĂa decir que Ă©l no hubiera decepcionado a Shasha tambiĂ©n. Ella estarĂa buscando su propio punto de apoyo mientras trataba de ofrecerme mi mano para evitar que me cayera al vacĂo.
Todo esto era horrible, y ninguna de las dos sabĂa cĂłmo proceder. ExhalĂ© un gemido y me inclinĂ© a darle un beso en la cabeza, notando que parte de la rabia se disipaba, lo cual era tremendamente peligroso para mĂ en ese momento. SĂłlo sentĂa tristeza al comprender, puede que mejor que nadie, por lo que estaba pasando tambiĂ©n Shasha. Alec habĂa sido el primero en decirme que tenĂa derecho a sentir ciertas cosas de mĂ misma que ni siquiera yo me permitĂa sentir cuando habĂamos hablado de mi adopciĂłn, asĂ que podĂa imaginarme quĂ© era lo que Shasha temĂa si al final las cosas entre Ă©l y yo no se arreglaban.
TenĂa que encontrar la forma de arreglarlas, ahora tambiĂ©n por ella, pero no tenĂa ni idea de cĂłmo iba a hacerlo sin poner en peligro el futuro que ahora mismo pendĂa de un hilo. Me daba la sensaciĂłn de que si decĂa en casa lo que habĂa pasado, mis padres se empecinarĂan en que tenĂa que respetarme a mĂ misma y cerrarme en banda con Alec ahora que todavĂa estaba a tiempo y que me resultarĂa mĂĄs fĂĄcil, pues no habĂa mejor manera de no pensar en alguien que tenerlo a seis mil kilĂłmetros. SĂłlo tenĂa que cuidar de mĂ. No me lo encontrarĂa sin querer por ninguna esquina, ni coincidirĂamos en ningĂșn lugar de trĂĄnsito que los londinenses frecuentĂĄramos como nos habĂa pasado en Camden. Era libre de pasar pĂĄgina si asĂ lo deseaba ahora, de modo que tenĂa que aprovechar la oportunidad.
SabĂa de sobra lo que me dirĂan mis padres igual que sabĂa de sobra lo que me dirĂan Scott o mis amigas: que tenĂa que dejar a Alec. Sobre todo, mis amigas me insistirĂan en que si no castigaba a Alec por lo que me habĂa hecho, lo volverĂa a hacer. Me estaba tomando la medida y yo no debĂa dejar que creyera que podĂa hacer lo que le diera la gana, hacerme daño y que eso no tuviera consecuencias.
Estaba sola. Me habĂa aislado de mi entorno alejĂĄndose de mĂ y quitĂĄndome la perspectiva que subirme a sus hombros me daba. Pero, al menos, tenĂa a Shasha.
Me abracĂ© a mi hermana y decidĂ interpretar el papel de mi vida en la comida, ya que no sĂłlo me cuidaba a mĂ, sino tambiĂ©n a ella. Y puede que yo estuviera dispuesta a inmolarme sin pensar en las consecuencias, pero me gustaba considerarme una buena hermana mayor. Las buenas hermanas mayores no ponĂan en peligro a las pequeñas ni las dejaban en la estacada.
-No necesitas mi permiso para sentir lo que desees, Shash-dije contra su sien, dåndole un nuevo beso y luego apartåndome de ella. Le lancé una mirada que esperaba que le infundiera valor, y, con el servilletero en las manos, me volvà hacia el comedor, donde Duna ya estaba sentada y alborotando junto a Scott, que no desaprovechaba la oportunidad de comérsela a besos.
-ÂżMe vas a echar de menos?
-ÂĄSĂ!
-ÂżCuĂĄnto?
-ÂĄMucho! ÂĄMucho, mucho!
-Pues yo a ti nada-Scott le sacĂł la lengua y Duna se puso de morros.
-ÂĄMennnnnnnnnnntira cochina!
-ÂĄNada, nada, nada, nada!-repitiĂł Scott, que la cogiĂł en brazos y la sentĂł en su regazo, y Duna se puso a chillar de la emociĂłn. Me preguntĂ© quĂ© opinarĂa la chiquilla si le explicaba lo que habĂa pasado con Alec. Si ella tambiĂ©n tendrĂa ganas de llorar o se encogerĂa de hombros y soltarĂa alguna perlita inesperada de las suyas, como âlo venĂamos sabiendo, sobre todo porque a mĂ me los pone contigoâ.
De nuevo la voz en mi cabeza diciĂ©ndome que mi Alec no podĂa haberse besado con PersĂ©fone. Alguien que despertaba sentimientos asĂ de puros y positivos entre la gente que lo conocĂa era incapaz de hacerles daño.
Entonces, ¿por qué supuraba mi pecho?
Scott separĂł las piernas un poco mĂĄs, dejĂł que Duna se sentara con el costado pegado a su pecho, y le rodeĂł la espalda con un brazo. La pequeña de la casa mirĂł a mamĂĄ con la sĂșplica en la mirada, pero mamĂĄ se hizo la loca y no les devolviĂł la mirada a ninguno de los dos.
Se me rompiĂł un poco el alma al ver cĂłmo Scott se aferraba a la niña. Alec tambiĂ©n iba a quitarme eso: Scott tenĂa tantas ganas de estar conmigo como yo de estar con Ă©l, pero debĂa huir de mi hermano si querĂa que fuera libre y se ocupara de sus labores.
-Voy a comer aquĂ-proclamĂł Duna con orgullo, y no se me escapĂł la mirada desafiante que me lanzĂł, recordando Ă©pocas en las que todas nos peleĂĄbamos por las atenciones de Scott.
O sea, hace como una hora.
-De eso nada. Tu hermano tiene que descansar, Duna-ordenĂł mamĂĄ-. Tiene muchĂsimo trabajo y estĂĄ reventado.
-¿De hacer el tonto a todas horas? Lleva asà 18 años-pinchó Shasha, y Scott le enseñó el dedo corazón.
-Deja a Dun, mamĂĄ. Estoy bien. No me importa, de verdad.
-ÂĄOleeeee!-clamĂł Duna, que habĂa adoptado la expresiĂłn de Alec, que la habĂa hecho suya ese verano, cuando por fin Tommy consiguiĂł hacerle entender para quĂ© la usaban en España-. Por fin soy la preferida de algĂșn hombre-espetĂł la enana, y ya me mirĂł con un desafĂo abierto en los ojos, como diciendo âquĂtame a Ă©ste tambiĂ©n, si te atrevesâ.
-¿Qué tal las entrevistas?-preguntó Shasha, cogiendo un pan de ajo y un poco de salsa picante que se echó en el plato. Scott puso los ojos en blanco.
-Un coñazo-dijo, y papå sonrió.
-La vida de la estrella del pop es tediosa cuando no estĂĄs en el escenario, Âżeh?
-ÂżPor fin admites, entonces, que hacĂas pop, papĂĄ?-lo pinchĂł Scott.
-ÂżHas tenido ya la entrevista de Buzzfeed con cachorritos?-quiso saber Duna, mirando a Scott con una adoraciĂłn que se reservaba sĂłlo para Alec. Bueno, puede que alguien sobreviviera si yo no encontraba la manera de perdonar a Alec. Scott bien podĂa recuperar el lugar que el Chico Blanco Del Mes le habĂa quitado hacĂa tiempo, y que le pertenecĂa por derecho.
-Eh⊠no, aĂșn no. Pero cruzamos los dedos.
-Jo. ÂżY has hecho ya la entrevista de las alitas picantes?
-Tampoco. Aunque creo que Ă©sa la hacen en Estados Unidos-mirĂł a papĂĄ, que se encogiĂł de hombros.
-Vaya mierda.
-Duna-advirtiĂł mamĂĄ.
-Pero hemos hecho una entrevista chulĂsima en la que me han preguntado cosas sĂșper raras, como quĂ© tipo de animal serĂamos si no fuĂ©ramos humanos o con quĂ© mueble nos identificamos mĂĄs.
-ÂżY quĂ© mueble has dicho tĂș?-preguntĂł Shasha.
-Un sofĂĄ en L.
-¿¥Un sofå!? ¿¥En serio!?
-¥Un sofå en L! ¥No es lo mismo que un sofå normal! ¥Es mås señorial!
-ÂĄEs horrible! ÂĄPienso hundir las estadĂsticas de ese vĂdeo en cuanto lo publiquen!
-ÂĄVaya que si lo harĂĄs! ÂĄPero no va a ser por mi culpa! Tommy dijo que con una esterilla de yoga. Una puta esterilla de yoga-Scott sacudiĂł la cabeza, pinchando con rabia un pedazo de gamba del arroz que habĂan traĂdo en un recipiente.
-Es mĂĄs original que un sofĂĄ.
-ÂĄUna esterilla de yoga ni siquiera es un mueble!
-A mĂ me gustarĂa ser un perchero-soltĂł Duna, sonriente.
-Eso es mĂĄs normal que una esterilla de yoga. Y sĂ es un mueble.
-Ugh. Definitivamente sois hermanos. Debisteis de salir del mismo ovario, porque sois igual de aburridos.
-ÂżQuĂ© serĂas tĂș, tĂa lista?
-Un robot aspirador-proclamĂł Shasha con orgullo.
-ÂżPERDĂN?
-ÂĄSon geniales! Hacen lo que les da la gana, nadie les molesta y tienen inteligencia propia para ir esquivando los muebles. Son perfectos. Nadie se sienta en ellos a tirarse pedos como un loco ni a llenarlos de babas durante la siesta. SĂ, señor. Un robot aspirador serĂa mi respuesta final.
-ÂĄPero si eso sĂ que no es un mueble!-ladrĂł Scott.
-SĂ que es un mueble. Se mueve. DĂselo, mamĂĄ.
-JurĂdicamente hablandoâŠ-empezĂł mamĂĄ, y Scott gimiĂł sonoramente.
-Guay, mamĂĄ. Literalmente me voy de casa en unos dĂas y ya estĂĄs poniendo en duda mi credibilidad con mis hermanas. Esto debe de ser un nuevo rĂ©cord. ÂżSeguro que no quieres ponerte de mi parte? Soy el que te conoce de hace mĂĄs tiempo y tambiĂ©n el que va a estar mĂĄs expuesto. PodrĂa besarte el culo en prime time si quisiera-Scott le dedicĂł una sonrisa amplĂsima a mamĂĄ, que se echĂł a reĂr y respondiĂł:
-TĂș ya te fuiste de casa hace unos meses. Ahora la de la posiciĂłn privilegiada es Sabrae.
Toda la mesa se volviĂł para mirarme y, aunque a mĂ no me parecĂa que yo tuviera una posiciĂłn muy privilegiada, me obliguĂ© a sonreĂr.
-Supongo que cada uno cosecha lo que siembra, S-comentĂ©, dando un sorbo de mi agua. TenĂa pollo en el plato que llevaba paseando de un lado a otro desde que habĂan empezado a hablar. No encontraba el momento de metĂ©rmelo en la boca y comprobar si el nudo de mi estĂłmago me permitirĂa comer o tendrĂa que hacer el paripĂ© mareando el pollo de un lado a otro, como si fuera un pato.
La verdad es que podrĂa haber elegido una frase un pelĂn menos profĂ©tica, porque apenas la pronunciĂ© ya volvĂ a pensar en Alec. Era casi una sentencia de muerte, lo que acababa de firmar: estaba claro lo que tenĂa que hacer con Ă©l.
Pero no querĂa. Por Dios bendito, herida supurante y todo, yo no querĂa. Era incapaz de pensar en mi vida sin Alec ahora que ya habĂa hecho planes de futuro con Ă©l. ÂżEra por esto, precisamente, por lo que me habĂa negado en un primer momento a acceder a salir con Ă©l de manera formal? ÂżPara protegerme de las ilusiones que luego me destrozarĂan y me cortarĂan con todas sus aristas?
ÂżPara no concederle hasta el Ășltimo ĂĄpice de mi confianza y de mi amor por mĂ misma y que Ă©l pudiera hacer con ellos lo que quisiera? ÂżO para seguir con la ilusiĂłn de que yo estarĂa entera incluso sin Ă©l?
Me obliguĂ© a masticar un trozo de pollo mientras reflexionaba sobre eso de nuevo, mi familia continuando con las bromas como en una comida normal en la que estuviĂ©ramos participando todos. SerĂa una falta de respeto hacia mĂ misma. SabĂa lo que tenĂa que hacer. SabĂa las reacciones que despertarĂa la noticia. No la estarĂa ocultando de no ser asĂ.
Y sin embargo, me sentĂa incapaz de pronunciar esas palabras. Como una vĂctima de un crimen atroz, el decirlo en voz alta sĂłlo harĂa que todo se hiciera todavĂa mĂĄs real. La confesiĂłn de Alec estaba entre nosotros dos y nadie mĂĄs; Shasha no conocĂa los detalles, y dudaba que nadie mĂĄs que PersĂ©fone supiera lo que habĂa pasado en EtiopĂa, incluso aunque Alec compartiera cabaña con otro chico al que yo no conocĂa.
Bueno, eso era poco probable. Seguro que Alec y su compañero de cabaña eran ya bastante amigos; a fin de cuentas, le habĂa hecho de sombra y dormĂan juntos, asĂ que no harĂan demasiadas cosas separadas, y Alec no era precisamente discreto. Claro que tampoco me lo imaginaba aireando sus trapos sucios a los cuatro vientos, sobre todo si tambiĂ©n me involucraban a mĂ y me causaban dolor.
Me preguntĂ© si le habrĂa hablado de mĂ. Si le habrĂa contado las promesas que me habĂa hecho y que habĂa roto. Me preguntĂ© si le habrĂa enseñado fotos mĂas y el chico le habrĂa dicho que yo era guapa, y, de ser asĂ, si habrĂa dicho que PersĂ©fone lo era mĂĄs o menos que yo. Me preguntĂ© si le habrĂa echado la bronca o le habrĂa jaleado por hacer lo que todos los demĂĄs, por no dejar que un amor intenso pero lejano le atara las alas a la espalda. Me preguntĂ© si el italiano serĂa de los que entendĂan el amor como una promesa entre dos armas cuyos colores se mezclaban hasta conseguir uno nuevo y mĂĄs bonito, como el rosa y el azul se entremezclaban para hacer el lavanda, o si, por el contrario, lo verĂa como un efecto secundario del placer que nos producĂa el sexo. Si era el sĂntoma al que nos arriesgĂĄbamos de una enfermedad que todos estĂĄbamos ansiosos por contraer.
Se me cerrĂł el estĂłmago y me dieron ganas de llorar. En lo Ășnico en que podĂa pensar era en todas las maneras posibles en que Alec podĂa haberla cagado y no habrĂa pasado absolutamente nada. PodrĂa haberse tirado a todas las tĂas del voluntariado nada mĂĄs llegar. PodrĂa haber dejado embarazada a alguna y yo seguirĂa tan pichi. Le habĂa dado permiso para eso.
No le habĂa dado permiso para besar a PersĂ©fone.
Y habĂa besado a PersĂ©fone.
Pero tampoco se lo habĂa prohibido.
No lo creĂa necesario.
ÂżEra culpa mĂa no habĂ©rselo dicho expresamente?
SĂ© que PersĂ©fone estaba fuera de lĂmites y que no era para esto para lo que me diste libertad, me habĂa dicho Ă©l durante la llamada de telĂ©fono. No, Ă©l tambiĂ©n sabĂa que lo habĂa hecho mal: por eso no me habĂa dicho nada.
Entonces, Âżpor quĂ© cojones habĂa cruzado la Ășnica lĂnea roja que habĂa entre nosotros? ÂżCĂłmo podĂa haber sido tan jodidamente imbĂ©cil? Sus tendencias autodestructivas nunca me habĂan salpicado a mĂ. Siempre habĂan sido contra Ă©l y nada mĂĄs. De hecho, yo siempre habĂa actuado como un paracaĂdas cuando se arrojaba al vacĂo o como un amortiguador cuando Ă©l explotaba. Le habĂa parado ataques de ansiedad. ÂżDe verdad pensaba que yo no tenĂa lĂmites?
-ÂżTe encuentras bien, cielo?-preguntĂł mamĂĄ, que se habĂa dado cuenta de que no habĂa tocado mi plato. AsentĂ con la cabeza, viendo en su pregunta la excusa perfecta para dejar de hacer el paripĂ©.
-Es que⊠estoy un poco revuelta. No querĂa deciros nada para que no os preocuparais, y me siento fatal porque habĂ©is cogido mi comida preferida, pero⊠la verdad es que no la estoy disfrutando mucho.
-ÂżHabrĂĄs tomado algo que te ha sentado mal?-preguntĂł papĂĄ. SĂ, me habrĂa gustado decirle, una dosis de verdad edulcorada con cianuro que no ha servido para matarme.
-Es por la regla.
-Vaya por Dios. ÂżNo se te estĂĄ quitando aĂșn?
Negué con la cabeza.
-Debe de ser por el disgusto-dijo mamĂĄ. Me di cuenta del silencio sepulcral en el que se habĂa sumido Shasha, jugueteando con un trocito de cerdo picante.
-Mm-mm-asentĂ.
-Alec estarå de vuelta en un pispås, ya verås. Ahora lo eståis pasando mal, pero enseguida estaréis juntos de nuevo, y os reiréis de la situación.
-No me imagino riĂ©ndome de esto por mucho tiempo que pase, mamĂĄ, pero gracias por el consuelo-musitĂ©. DesmenucĂ© un poco del pan dulce y me lo metĂ en la boca. Me obliguĂ© a masticarlo hasta que me pareciĂł que podrĂa pasar por mi esĂłfago cerrado, y por suerte o por desgracia, sobrevivĂ a la operaciĂłn.
Tuve que aguantar con estoicismo la preocupaciĂłn de los ojos de mamĂĄ fijos en mĂ, analizando cada uno de mis movimientos. Me lleguĂ© a temer lo peor: que me acorralara y me preguntara quĂ© me ocurrĂa, consiguiendo que me desmoronara y le confesara todo lo que habĂa pasado. Y entonces no me dejarĂa opciĂłn. SabĂa que mamĂĄ me dirĂa que la tenĂa, pero no era cierto. Ella jamĂĄs se habĂa visto en mi posiciĂłn, y de ser asĂ, me habrĂa dicho lo que todo el mundo: que si lo habĂa hecho una vez, lo volverĂa a hacer. Que ya no podĂa fiarme de Ă©l. Que debĂa respetarme a mĂ misma. Ella no sabĂa como yo sĂ que respetarme a mĂ misma pasaba por querer a Alec. No iba a dejar de hacerlo me hiciera lo que me hiciera, y ya habĂa vivido alejada de Ă©l y queriĂ©ndolo durante meses; no estaba dispuesta a reiniciar la cuenta y que pasaran a ser años.
SabĂa que lo correcto era hacer borrĂłn y cuenta nueva. Pero yo no querĂa lo correcto. Me convertirĂa en una forajida gustosa si eso suponĂa seguir como hasta ahora. Que Alec me hubiera quitado la venda sin querer no querĂa decir que yo tuviera que seguir viendo: podĂa volver a ponĂ©rmela y seguir en mi mundo de fantasĂa. Yo querĂa mi mundo de fantasĂa.
O eso creĂa yo. No sĂ©. Estaba hecha un lĂo. Le habĂa pedido tiempo para pensar a Alec porque de verdad necesitaba pensar. Sopesar las posibilidades, y⊠que me dejaran tranquila, en silencio; bastante griterĂo habĂa ya en mi cabeza.
Por suerte, cuando tomamos el postre, del que yo apenas probĂ© un par de cucharadas antes de dĂĄrselo a Shasha para que ella se lo terminara por mĂ, papĂĄ y mamĂĄ se levantaron de la mesa y dijeron que se ocupaban de los platos. SabĂa de sobra que lo que querĂan era un tiempo a solas para discutir mi situaciĂłn, pero yo no estaba de humor para tratar de convencerlos de que estaba bien. AsĂ que me levantĂ©, recogĂ mis cosas, las llevĂ© a la cocina y luego empecĂ© a subir las escaleras. CogerĂa el mĂłvil, me meterĂa bajo las sĂĄbanas y me dedicarĂa a mirar los videomensajes que Alec y yo habĂamos intercambiado a lo largo de los meses para seguir torturĂĄndome y descubrir si era capaz de cambiar de opiniĂłn. SabĂa que esto era malsano y que deberĂa cuidar de mĂ antes que de Ă©l, pero cuando tu felicidad se convierte en una sola persona, corres el peligro de volverte adicta a ella y no ser capaz de mirar hacia el futuro si crees que ya no va a estar allĂ. Nadie clava los ojos en el cielo si no ve estrellas. Nadie otea el horizonte si estĂĄ tierra adentro. No miras el callejero de una ciudad que jamĂĄs vas a visitar.
Cuando salĂ del baño de lavarme los dientes, me encontrĂ© con que Scott estaba esperĂĄndome de nuevo. Se habĂa apoyado en el pasillo de forma que me impedĂa acceder a mi habitaciĂłn.
-SĂ© que te pasa algo-dijo sin miramientos, la perspicacia de los años tratando de engañar a nuestros padres brillando en esos ojos que valĂan millones y millones. Era raro que mi hermano ahora fuera el objeto de deseo de millones de mujeres (y algunos hombres tambiĂ©n) y que, a pesar de que yo habĂa encabezado la lista de gente que lo adoraba incluso cuando esa lista se reducĂa a cuatro personas, ahora no me apeteciera verle. DeberĂa estar disfrutĂĄndolo mientras pudiera, aprovechando cada instante con Ă©l⊠y lo que hacĂa era rehuirlo.
-Estoy revuelta, eso es todo.
-AjĂĄm-repitiĂł Scott-. SĂ, eso ya lo has dicho. Aunque no lo suficiente para no irte a la piscina con tus amigas-atacĂł, poniendo los ojos en blanco. SuspirĂ© trĂĄgicamente.
-Ya te he dicho que a Amoke le han tocado por Instagram unas entradas para una fiesta y no podemos perdérnosla.
-ÂżNo habĂa sido a Kendra?-preguntĂł, alzando una ceja. NotĂ© que me subĂa todo el color a las mejillas. Mierda.
-Eh⊠sĂ. A Kendra y a Amoke. A las dos. Por eso vamos las cuatro.
-Mm. ÂżEllas tambiĂ©n se han duchado para ir a la piscina?-preguntĂł, despuĂ©s de asentir con la cabeza y mirar al suelo. Sus ojos volvieron a clavarse en mĂ y yo sentĂ que el suelo bajo mis pies desaparecĂa-. ÂżO eso lo has hecho sĂłlo tĂș?
-Estaba⊠yo⊠¿qué es esto? ¿He matado a alguien? ¿Llamo a mamå para que esté presente durante el interrogatorio?
-Es gracioso que menciones a mamĂĄ, porque sabes de sobra que todos lo hemos notado pero ni ella ni papĂĄ van a decirte nada porque quieren darte tu espacio. Pero yo no tengo por quĂ© darte espacio, Sabrae. Soy tu puto hermano mayor. Literalmente te puse tu nombre. Mi obligaciĂłn es cuidarte y protegerte, no dejar de molestarte para que acudas a mĂ cuando estĂ©s preparada. Eso es cosa suya. Pero no creas que ninguno de nosotros se ha tragado tu numerito de las nĂĄuseas. ActĂșas de pena. Suerte que en esta familia no nos da por el intrusismo laboral como pasa en casa de Diana, o estarĂas jodida, amiga.
Se inclinĂł hacia mĂ, protector y puede que un poco posesivo. Alec le habĂa quitado el derecho a defenderme cuando todos estĂĄbamos juntos, pero con mi Âżnovio?, lejos de casa, habĂa reclamado mĂĄs que gustoso ese privilegio que nunca deberĂa haber perdido.
-Puedes contarnos lo que sea. A mĂ, sobre todo. Sabes que yo no le voy con el cuento de lo que me dices a papĂĄ o a mamĂĄ. No tienes por quĂ© llevar tu carga tĂș sola.
Me acariciĂł la mejilla y casi, casi me convence. ParecĂa tan comprensivo, tan bueno, tan abierto a ayudarme, que por un momento estuve a punto de decirle lo que me pasaba.
Luego me di cuenta de que no podĂa. SabĂa de sobra lo que Scott me dirĂa: no habĂa tomado partido cuando yo empecĂ© con Alec porque estaba en la misma situaciĂłn que Tommy con Ă©l y Eleanor, pero todos sabĂamos el historial que tenĂa cada uno y las tendencias de un lado y de otro. Su obligaciĂłn era cuidarme, exacto. Y cuidarme pasaba por decirme las verdades a la cara, incluso si no me gustaban; sobre todo, si eran sobre sus amigos, a los que podĂa llegar a conocer mejor que yo. Ăl habĂa vivido lo que Alec me habĂa hecho una y mil veces, habĂa visto a mi ÂżtodavĂa novio?, coquetear con tĂas y enrollarse con unas y con otras sin rendir cuentas ante nadie, anotando nĂșmeros en una lista imaginaria como si cada vez que entraba en el interior de una chica fuera un triunfo que se merecĂa pasar a la posteridad.
No me habĂa dicho que me merecĂa algo mejor que Alec por respeto a su amigo y a mis sentimientos por Ă©l⊠pero me lo dirĂa si le contaba lo que habĂa pasado.
No me perdonarĂĄs si le perdono, asĂ que no puedes enterarte, me habrĂa gustado decirle. En su lugar, le dediquĂ© mi mejor mirada desafiante y repetĂ:
-Te he dicho que no me pasa nada.
Me escabullĂ por debajo de su brazo y conseguĂ entrar en mi habitaciĂłn. Me volvĂ sobre mis talones y agarrĂ© la puerta con firmeza. OdiĂĄndome por lo que iba a hacer pero sabiendo que era la Ășnica manera de que Scott viviera su vida, me metĂ en el papel de hija de puta del año.
-Escucha, sĂ© que te fastidia que no vaya a pasar tus Ășltimos dĂas en casa contigo, pero fuiste tĂș el que se apuntĂł a ese estĂșpido concurso en primer lugar. Yo no puedo parar mi vida por ti. TĂș no lo hiciste por mĂ, Scott. SĂ que puedo ir a algĂșn concierto tuyo si me lo pides, pero bastante he desatendido ya a mis amigas por estar con mi novio-la palabra ardiĂł en mi lengua, pero me obliguĂ© a continuar-, como para ahora pasar de hacer planes con ellas por estar con mi hermano. SobrevivirĂĄs a una tarde sin mĂ. Tampoco es como si me fuera al polo norte. O a EtiopĂa-escupĂ con rabia.
-No es porâŠ-empezĂł Scott, pero le cerrĂ© la puerta en las narices y me apoyĂ© en ella por si intentaba abrirla. No lo hizo-. Sabrae-dijo, al otro lado-. Sabrae-repitiĂł con tristeza, y a mĂ se me llenaron los ojos de lĂĄgrimas. Mira lo que me estĂĄs haciendo hacer, Alec.
Cuando escuchĂ© la voz triste de Scott al otro lado de la puerta fue cuando empecĂ© a preguntarme, por primera vez, si todo lo que estaba haciendo merecĂa la pena.
-No me eches antes de que me vaya, Saab-me pidiĂł Scott con tristeza y con un hilo de voz. EscuchĂ© cĂłmo ponĂa la mano en la puerta y la acariciaba suavemente. Aunque no podĂa verlo, sĂ podĂa imaginĂĄrmelo: la frente apoyada en la puerta, la respiraciĂłn condensĂĄndose en la pintura sobre la madera.
Me eché a llorar.
-ChiquitinaâŠ
A llorar fuerte. Me tapĂ© la boca con la mano para que Scott no me escuchara sollozar, porque entonces sĂ que echarĂa la puerta abajo. Me deslicĂ© por la puerta hasta quedar sentada con la espalda pegada a ella, y tras unos minutos, Scott se marchĂł a disfrutar de las hermanas que todavĂa le consideraban una prioridad. Yo llorĂ© y llorĂ© y llorĂ©, hecha purĂ©, hecha polvo, hecha nada, mientras empezaba a odiar a Alec por hacerme quererlo hasta el punto de que estaba dispuesta a sacrificar a Scott por salvarlo a Ă©l. Yo no era asĂ. No podĂa ser asĂ. Scott me habĂa puesto mi nombre. Scott me habĂa encontrado. Scott me habĂa dado la vida que yo tenĂa ahora. Ăl jamĂĄs me habrĂa dado la espalda como yo acababa de dĂĄrsela a Ă©l.
ÂżY si lo estaba exagerando todo? ÂżY si esto no era mĂĄs que un enorme y peligrosĂsimo malentendido? ÂżY si mi instinto estaba en lo cierto y Alec no era capaz de hacerme algo asĂ, y no me lo habĂa hecho? ÂżY si era la parte mala e insegura de mĂ la que estaba tomando el control ahora? ÂżDe verdad era tan malo hacerse la tonta, o pensar bien de mi novio? ÂżEra hacerse la tonta confiar en Ă©l, o seguir mi primera intuiciĂłn cuando habĂa creĂdo que era una broma? De eso iba la confianza, despuĂ©s de todo: de darle a alguien un cuchillo con el que hacerte daño y confiar en que no lo harĂa, y en aceptar sus disculpas si sucedĂa, y creer que no lo harĂa de nuevo una vez mĂĄs.
Ya ni siquiera sabĂa quĂ© pensar. No sabĂa si era sabio creer en alguien humano, que metĂa la pata y te lo decĂa, o desconfiar precisamente de esa humanidad. No podĂa vivir protegiĂ©ndome siempre, pero tampoco podĂa vivir alejĂĄndome de quienes mĂĄs me querĂan para tratar de conseguir un poco de distancia.
Estaba hecha un lĂo, y los mĂ©todos a los que acudĂa normalmente no podĂan ayudarme esta vez, pues eran parte del problema: Alec, Scott, mi madre, mis amigas. Estaba encerrada en una caja de barrotes que ni siquiera eran de oro, sino de hierro oxidado, y que se iban cerrando poco a poco hasta amenazar con asfixiarme. Lo peor de todo era que entre ellos aĂșn habĂa habido hueco para que yo pudiera escaparme hasta hacĂa unos minutos, pero ahora⊠ahora sĂłlo podĂa pensar cĂłmo salir de allĂ.
Hecha un autĂ©ntico manojo de nervios, me arrastrĂ© hasta mi mesita de noche y cogĂ mi mĂłvil. Le escribĂ un mensaje a Shasha pidiĂ©ndole que se ocupara de ir hoy a ver a Josh, ya que yo no me veĂa con fuerzas, y me disculpara por haberle chafado la tarde de hermanos con Scott.
No
pasa nada, Saab. No es culpa tuya. Lo entiendo perfectamente. ¿Qué vas a hacer?
Necesito
estar sola. Creo que me voy a ir a casa de Alec para poder pensar.
Vale.
AvĂsame si necesitas algo. â€â€â€â€
SĂ,
gracias, hermanita. Te quiero mucho, mucho, mucho
Yo
también a ti
â€â€â€â€â€â€â€â€â€â€â€â€
Me asomĂ© al salĂłn y agitĂ© la mano encima de mi cabeza para despedirme de ellos. Me obliguĂ© a fijarme en Scott, en lo triste que parecĂa a pesar de que me devolviĂł la despedida con un amago de sonrisa que, por descontado, no le subiĂł a los ojos.
Esa mirada iba a perseguirme toda la vida. Lo supe nada mĂĄs verla. Y con ella me castiguĂ© en cuanto entrĂ© en casa de los Whitelaw, preguntĂĄndome si no habrĂa cometido el error mĂĄs grave no callĂĄndome lo de Alec, sino alejando a Scott de mĂ.
Porque con un novio siempre puedes volver.
Con un hermano, no.
Mi mente estaba ansiosa por desconectarse y que pasara lo que tuviera que pasar.
HabĂa tomado esa decisiĂłn despuĂ©s de quedarme sin lĂĄgrimas en casa de Alec. HabĂa llegado trastabillando a la puerta, la habĂa cerrado, habĂa apartado el correo basura a un lado y me habĂa derrumbado en el mismo recibidor que tan feliz me habĂa hecho hacĂa unos dĂas. Me parecĂa mentira haber regresado al mismo sitio en el que habĂa sido tan feliz y me habĂa sentido tan completa hacĂa escasos dĂas y que ahora todo fuera tan distinto para mĂ, pero la soledad habĂa sido la compañera de duelo que yo necesitaba. Me habĂa arropado, me habĂa dado espacio y me habĂa cuidado mientras yo me comĂa la cabeza, desgranaba cada inflexiĂłn en la voz de Alec y analizaba cada sĂlaba de lo que me habĂa dicho hasta llegar a la conclusiĂłn de lo que tenĂa que hacer y del valor que debĂa darle a las palabras de Alec. Puede que Ă©l hubiera exagerado o puede que hubiera sido sincero, puede que hubieran pasado mĂĄs cosas que no quisiera contarme para protegerme a mĂ o protegerse Ă©l, pero fuera como fuese, estaba demasiado lejos como para que yo averiguara la autĂ©ntica verdad, asĂ que no me quedaba otra que fiarme de su palabra y decidir si le perdonaba o no. Y, si decidĂa hacerlo, cĂłmo lo harĂa.
La soluciĂłn me habĂa encontrado hecha un ovillo en el sofĂĄ, llorando a moco tendido mientras leĂa y leĂa y leĂa y releĂa la carta que me habĂa mandado, en la que aĂșn no habĂa ni rastro de PersĂ©fone y todo era precioso y perfecto. Cuando se presentĂł ante mĂ me habĂa quedado parada, incapaz de mover mĂĄs que el pecho al respirar, como cuando estĂĄs leyendo un libro en el que el protagonista se encuentra frente a frente con el asesino, que se desenmascara a sĂ mismo ante la ineptitud del detective, al que le queda todo grande. Armada con un nuevo propĂłsito y propulsada por esa soluciĂłn, habĂa cogido mi mĂłvil, habĂa improvisado un plan con mis amigas para esa misma noche, y habĂa corrido de vuelta a mi casa dispuesta a asaltar mi armario y mi neceser.
Me habĂa puesto mĂĄs guapa de lo que me lo habĂa puesto en mi vida. HabĂa elegido la ropa a conciencia, cogiendo el top mĂĄs ajustado y escueto y la minifalda mĂĄs corta que tenĂa en el armario, agradeciendo a los cielos que el tiempo acompañara. Iba a enseñar mĂĄs de lo que habĂa enseñado en mi vida; iba prĂĄcticamente desnuda, y asĂ me habĂan tomado el pelo las chicas cuando me habĂan visto aparecer con mi top dorado (quĂ© ironĂa) anudado al cuello y a la espalda y la minifalda azul con brillos en tonos rosa que se ajustaba en el muslo y que sĂłlo me permitĂa llevar un tanga de hilo. Ăsa era la Ășnica ropa interior que llevaba, y las chicas me hicieron saber que se habĂan dado cuenta cuando, ataviadas con atuendos atrevidos pero muchĂsimo mĂĄs modestos que el mĂo, me habĂan dicho que si pensaba que, cuanta menos ropa llevara de fiesta, menos tiempo estarĂa Alec fuera.
-ÂżCrees que Alec puede sentir cuĂĄnta piel llevas al descubierto y asĂ volverĂĄ antes?-se habĂa burlado Momo. Ninguna de las tres sabĂa lo que habĂa pasado esa mañana, y yo no tenĂa intenciĂłn de decĂrselo hasta que no llevara a cabo mi maligno plan.
Y ahora, sentada con las piernas cruzadas, las luces empezando a brillar con mĂĄs intensidad y el mundo girando un poco mĂĄs despacio, los chicos un poco mĂĄs guapos y un poco mĂĄs altos que hacĂa unos minutos, habĂa llegado el momento de poner en marcha mi maligno plan. ÂżEn quĂ© consistĂa? Muy sencillo.
Hecha un ovillo lloroso en casa de Alec, me habĂa dado cuenta de que a mĂ siempre me habĂa dado igual que la gente pudiera juzgarme. Era una joven mujer negra, musulmana y bisexual: mi sola existencia ya era toda una declaraciĂłn de intenciones, y desafiaba a la sociedad simplemente por respirar. AsĂ que no me preocupaba lo que los demĂĄs dijeran de mĂ, lo que mis amigas o mi familia dijeran de las decisiones que yo tomara.
Si estaba buscando la manera de justificarme ante el mundo por perdonar a Alec era porque yo no sĂłlo necesitaba el permiso de los demĂĄs para perdonarlo, sino el mĂo propio. La primera persona a la que tenĂa que convencer de que Alec se merecĂa que lo perdonaran por lo que habĂa hecho era yo. Si estaba tan dolida y tan confusa era porque esa parte de mĂ que lo habĂa odiado durante años por no conocerlo habĂa resurgido y se habĂa hecho con el altavoz para chillar que no lo habĂa odiado por no conocerlo, sino que lo habĂa odiado porque lo conocĂa. HabĂa desconfiado de Ă©l en diciembre porque sabĂa que pasarĂa esto.
TenĂa que sorprenderme a mĂ misma llegando mĂĄs lejos que Alec. TenĂa que odiarme mĂĄs de lo que odiaba a Alec en ese momento. SĂłlo asĂ podrĂa perdonarlo y podrĂa seguir adelante con Ă©l.
Y la Ășnica manera de odiarme mĂĄs a mĂ misma era haciĂ©ndole a Alec lo mismo que Ă©l me habĂa hecho a mĂ.
TenĂa que follarme a otro chico.
Lo ideal serĂa volver a follarme a Hugo, pero le querĂa demasiado como para meterlo en este lĂo. No serĂa justo para Ă©l: ya me habĂa acostado con Ă©l mientras pensaba en Alec una vez, y no pensaba repetirlo.
AdemĂĄs, esto era diferente. No estaba sucumbiendo a un deseo de una noche loca en la que echara mucho de menos a mi novio y me apeteciera recordar lo que es tener a un chico entre mis piernas, un cuerpo masculino y fuerte encima de mĂ, una respiraciĂłn acelerada lamiĂ©ndome el cuello. Alec me habĂa dado permiso para hacer lo que me apeteciera con quien me apeteciera, y ahĂ radicaba, precisamente, el quid de la cuestiĂłn.
No me apetecĂa follarme a nadie. Estaba jodidamente despechada. QuerĂa darnos una lecciĂłn, a Ă©l y a mĂ misma, de que podĂa hacerlo. PodĂa ser una cabrona con Alec si me lo proponĂa.
Y si era una cabrona con Alec, me pondrĂa por debajo de Ă©l y entonces serĂa Ă©l quien tendrĂa que decidir si me perdonaba. SĂłlo si nos volvĂamos tal para cual podrĂamos salir de esto. ÂżMe gustaba el plan? No especialmente, sobre todo porque me conocĂa y sabĂa que no me apetecerĂa acostarme con ningĂșn chico sintiĂ©ndome como me sentĂa con Alec, asĂ que tendrĂa que emborracharme hasta perder el sentido y ponerme en manos de primer machito que pasara y rezar porque no me pegara una ETS o algo peor.
Pero era la Ășnica opciĂłn que tenĂa, y que el plan no me gustara no hacĂa sino confirmar lo bien trazado que estaba. Iba a odiarme al dĂa siguiente, que era precisamente lo que yo necesitaba.
AsĂ que ÂĄal lĂo! HabĂa unos cuantos chicos lo suficientemente guapos como para atraer mi atenciĂłn durante unos segundos: los que yo necesitaba para compararlos con Alec y descartarlos en seguida. Un par de chupitos ralentizarĂan mi radar, y luego todo irĂa sobre ruedas. JamĂĄs pensĂ© que dirĂa esto, pero bendito patriarcado.
Me puse de pie sobre mis sandalias de cuña (habĂa estado en un tris de ponerme las botas de filigrana de oro que habĂa usado en Nochevieja, pero me habĂa echado atrĂĄs en el Ășltimo momento porque me parecĂa pasarse dejar que me follara un tĂo aleatorio mientras las llevaba puestas cuando Alec aĂșn no habĂa podido estrenarlas) y le robĂ© el chupito a Momo, que abriĂł los ojos como platos y se echĂł a reĂr.
-ÂĄAlguien viene de atravesar el desierto, al parecer!-se burlĂł, y TaĂŻssa, cuyas trenzas brillaban en la oscuridad, y Kendra se echaron a reĂr a carcajada limpia. Me limpiĂ© la boca con la mano, comprobando que el pintalabios no se pasaba a mi piel, y entonces, con los ojos puestos en la pista, dije:
-Voy a bailar-me giré por fin para mirarlas-. Pase lo que pase y veåis lo que veåis esta noche, no me detengåis.
-Eh⊠¿qué se supone que significa eso?
-Significa que esta noche voy a echar un polvoâdije, mirando en derredor. Ya habĂa despertado la atenciĂłn de un par de chicos, que me miraban con descaro y se reĂan sin disimularlo. Se me encogiĂł un poco el estĂłmago, pero me obliguĂ© a apartar a un lado mis miedos. Los tĂos eran posesivos cuando querĂan. Dudaba que accedieran a compartirme.
Creo.
Espero.
Oh, mierda. A todos los efectos, yo era de Alec. Lo Ășnico mejor que follarme uno de ellos era que me follaran entre dos. HabĂa tĂos que le tenĂan muchĂsimas ganas a Alec: habĂa levantado tantos ligues con sĂłlo inclinarse en la barra de la discoteca de la forma correcta que el medio Londres que no llevaba faldas lo detestaba tanto como lo envidiaba. Tirarse a su novia era la manera perfecta de devolvĂ©rsela.
Eso le harĂa mucho daño. Eso le harĂa mĂĄs daño del que Ă©l me habĂa hecho a mĂ. Vale, habĂa encontrado un lĂmite.
Puse la mano encima de la mesa y me volvĂ para mirar a mis amigas.
-Y sĂłlo quiero que intervengĂĄis si veis que me voy con dos. ÂżQueda claro?
Las chicas me miraron con ojos como platos, atĂłnitas. Estaba a punto de coger mi bolso y pirarme al centro de la pista cuando:
-ÂżEs que estĂĄs mal de la puta cabeza?
-ÂżSe te ha ido la olla, pava?
-Haz el favor de sentarte-ordenĂł TaĂŻssa.
-No pienso sentarme. Voy a ir ahĂ y me voy a poner ciega y me voy a follar al primero que se me ponga por delante.
-¿Y qué pasa con Alec?
-¿Qué pasa con él?
-Ems, Âżque sigue siendo tu novio, quizĂĄ?-preguntĂł TaĂŻssa.
-Salvo que tengas actualizaciones en tu estado civil que no hayas tenido el detalle de compartir con nosotras-añadió Momo, suspicaz.
-Las actualizaciones en mi estado civil en cuestiĂłn: soy lo que viene siendo un caribĂș.
-ÂżEin?-dijo Kendra.
-Que me han puesto los cuernos, joder.
-¿Quién?-preguntó Taïssa, alucinada. Me dieron ganas de abofetearla.
-David Guetta. ¿¥Quién coño va a ser, Taïssa!?
-ÂżCĂłmo va a haberte puesto los cuernos Alec, Sabrae?-ladrĂł Amoke-. ÂĄLleva fuera una semana! ÂżHas vuelto a intentar hacer una sesiĂłn de espiritismo por Youtube? Ya te dijimos que las alucinaciones de vidas pasadas no son mĂĄs que productos de tu subconsciente.
-Me lo ha dicho Ă©l.
-ÂżCuĂĄndo?-interrogĂł Kendra.
-Esta mañana.
-¿Cómo? ¿A través de una ouija? ¿O por señales de humo? Porque debe de haber hecho una hoguera inmensa si ha conseguido que las vieras desde tan lejos.
-Me ha llamado por telĂ©fono. Es una larga historia. Le gastĂ© una broma en la carta que le enviĂ© diciendo que estaba preñada de Ă©l. No me mirĂ©is asĂ. SabĂ©is que no lo estoy. A cambio, Ă©l decidiĂł ser sincero conmigo y decirme que se habĂa enrollado con PersĂ©fone hace justo una semana. Puede que incluso estĂ©n celebrando el aniversario-dije con amargura, aunque sabĂa que estaba siendo cruel e injusta. Sonaba verdaderamente arrepentido, y sabĂa que no le tocarĂa ni un pelo mĂĄs.
El pobrecito estarĂa hecho mierda.
-¿De qué me suena el nombre de Perséfone?-les preguntó Taïs a las otras dos.
-PersĂ©fone esâŠ-empezĂł Momo.
-⊠la zorra griega a la que se follaba cada verano en Mykonos. AjĂĄ. Esa PersĂ©fone. No podĂa haber escogido a otra-tomĂ© aire y lo soltĂ© sonoramente-. Lo dicho. Me voy. No me detengĂĄis pase lo que pase. Excepto si me voy con mĂĄs de uno. Lo Ășnico que me falta para coronar este dĂa de mierda es acabar en urgencias con un desgarro o algo asĂ.
-Haz el favor de tranquilizarte, Sabrae. Ven aquĂ, siĂ©ntate, y sĂ© razonable.
-¥No me voy a tranquilizar, Taïssa! ¥Ten cuidado no te dé un cabezazo y te empale con mi cornamenta de ñu!-grité-. ¥Y YA LO CREO QUE ME VOY A SENTAR! ¥ENCIMA DE UNA POLLA, LO VOY A HACER!
-Es imposible que Alec te haya puesto los cuernos. Te ha preparado un calendario menstrual para que su mejor amigo te traiga bombones, joder. Tiene que haber algo mĂĄs-dijo Momo, fulminĂĄndome con la mirada.
-Esto no es fĂsica cuĂĄntica, Amoke. Es bastante evidente cuando le pones los cuernos a tu novia. Y no lo dices a la ligera.
TaĂŻssa y Kendra empezaron a protestar, pero Momo extendiĂł la mano y Ă©stas se callaron.
-No esperarĂĄs en serio que nos sentemos a ver cĂłmo te vendes como un trozo de carne al mejor postor, Âżeh?
-Si te sirve de consuelo, ni siquiera voy a venderme al mejor postor.
-SabraeâŠ
-No me sermonees. Por favor, no me sermonees-jadeé-. He tenido que pelearme con Scott para poder pensar. Necesito hacer esto.
-¿Para devolvérsela? ¿Sabes la cantidad de cosas que te pueden pasar? ¿Los sitios a los que te pueden llevar?
-No tengo intenciĂłn de irme de este local.
-Eso lo dices ahora que todavĂa puedes andar por ti misma.
-Pues si tanto os preocupa mi seguridad⊠poneos a la puerta y aseguraos de que no me lleva nadie a ningĂșn sitio.
-Vamos a decĂrselo a tu hermano.
-Como si se lo decĂs a mis padres. Me da exactamente igual. Lo voy a hacer y no hay nada que podĂĄis hacer para detenerme. AsĂ que podĂ©is quedaros aquĂ y cuidar de que no me vaya a ningĂșn sitio fuera de la discoteca, o podĂ©is haceros las dignas y conseguir que me pire a otro sitio yo sola. Vosotras mismas.
Odiaba estar tratĂĄndolas asĂ. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba. Era una completa y absoluta imbĂ©cil. Supongo que ya habĂa empezado a descender a esa locura a la que tenĂa que llegar para poder salir de Ă©sta.
TaĂŻs, Momo y Ken intercambiaron una mirada larga y profunda, una mirada por cuyo final yo esperĂ©. Me daba miedo lo que iba a hacer. TenĂan razĂłn: habĂa muchas cosas que podĂan salir mal. Por eso era esencial que alguien me vigilara, siquiera desde la distancia.
-Nos quedamos-sentenciĂł Momo por fin-. Pero eso no significa que aceptemos lo que vas a hacer.
-El ojo por ojo deja a todo el mundo tuerto, Saab-dijo TaĂŻs.
-Mejor tuerta que ciega, Âżno?
Kendra ni siquiera querĂa mirarme.
-ÂżKen?
LevantĂł la vista y me fulminĂł con la mirada.
-Tienes un novio guapĂsimo que ha resultado ser un gilipollas. ÂżAhora tambiĂ©n tienes que volverte gilipollas para estar de nuevo a su nivel? Te creĂa mĂĄs lista que para eso, Saab.
-Es del puto Alec Whitelaw de quien estamos hablando. Por supuesto que quiero estar a su nivel.
RecogĂ mi bolso, asentĂ con la cabeza y me adentrĂ© en la pista con los ojos de las tres fijos en mi espalda como herraduras candentes marcĂĄndome la piel. Me entraron ganas de vomitar pensando en lo que estaba a punto de pasar, pero tenĂa que hacerlo.
No iba a ponerme al nivel de Alec. Iba a caer aĂșn mĂĄs bajo que Ă©l. Porque puede que tuviera mis dudas de lo que hubiera pasado y de lo lejos que habĂan llegado, pero si de algo estaba segura era de que habĂa sido accidental. No lo habĂan planeado, simplemente habĂa sucedido y ya estaba. Alec no podĂa engañarme con eso.
Yo, por el contrario, lo habĂa sopesado, me habĂa vuelto a mi casa, me habĂa vestido y maquillado para la ocasiĂłn. Lo mĂo era mil veces peor. Puede que no sĂłlo consiguiera odiarme a mĂ misma (ya lo hacĂa, a decir verdad; me avergonzaba y asqueaba a partes iguales haber alcanzado esa conclusiĂłn), sino que fuera a pasarme tres pueblos y que Alec terminara odiĂĄndome tambiĂ©n. QuizĂĄ Ă©l estuviera mejor sin mĂ. QuizĂĄ, despuĂ©s de todo, PersĂ©fone fuera la que mĂĄs le convenĂa de las dos. Todo ocurrĂa por una razĂłn.
Ignorando la presiĂłn en el pecho todo lo que pude, levantĂ© las manos y empecĂ© a bailar. Me concentrĂ© en el ritmo de la mĂșsica y sĂłlo en el ritmo de la mĂșsica mientras luchaba por contener mis nervios y mis ganas de salir corriendo. QuĂ© haces, gritaba algo dentro de mĂ. QuĂ© haces, quĂ© haces, quĂ© haces, quĂ© haces.
⊠necesitaba dejar de pensar. HabĂa un par de chicos a mi lado, invitĂĄndome a juntarme con ellos, a pasĂĄrmelo bien. Los pobres creĂan que iba a disfrutar junto a ellos, cuando lo Ășnico que me apetecĂa era morirme.
Me abrà hueco a codazo limpio hacia la barra y me incliné hacia la camarera, que pasó de largo de mà varias veces, incluso cuando se quedó sin clientes. Saqué un billete de diez libras y lo agité frente a su cara.
-ÂĄHooooooooooolaaaaaaa! ÂĄDame tantos chupitos de Jagger como tengas!
La chica me mirĂł con expresiĂłn desafiante, recogiĂł mi billete y, en su lugar, me tendiĂł una botella de agua de dos litros.
-¿Es puta coña?
-¿Qué cojones se supone que haces, Sabrae?-ladró Jordan, tomando el testigo de la camarera.
-ÂĄMĂ©tete en tus cosas! Ya no tengo la regla. ÂĄNo estoy bajo tu jurisdicciĂłn! ÂĄPONME UN PUTO CHUPITO O TE JURO QUE TE QUEMO EL LOCAL!
-ÂĄTranquilita, Miss Chunga 2035! Puede que a Alec le molen tus grititos, pero a mĂ no me gustan un pelo, y si te tengo que cruzar la cara, ÂĄte la cruzo! ÂĄMe importa una mierda que seas la piba de mi mejor amigo, antes eras la hermana pequeña petarda de un amigo mĂo y con eso me basta y me sobra!
-ÂĄTiemblo de miedo! ÂĄBuuu! ÂĄSocorro!
-¿De qué coño vas disfrazada?
-De puta.
-Lo digo en serio.
-Yo también.
Jordan me mirĂł de arriba abajo.
-¿Te crees que no sé lo que intentas?
-Digo yo que te lo imaginarås. Después de todo, ya no eres medio virgen.
-No vas a enrollarte con ninguno de los payasos que hay aquà para conseguir que Alec vuelva antes⊠porque, sorpresa, princesa: Alec no va a volver antes.
Nos retamos con la mirada, y entonces yo me di cuenta de dĂłnde estaba. De quĂ© sitio era Ă©se. Se trataba del santuario de Los Nueve de Siempre. Los amigos de mi hermano, los amigos de Alec, tenĂan allĂ su lugar de reuniĂłn por excelencia. E incluso si conseguĂa emborracharme sin los impedimentos de Jordan, todavĂa habĂa alguien con quien tenĂa que lidiar, alguien que no sabĂa de mi situaciĂłn sentimental y que harĂa lo imposible por protegerme.
Scott.
Como si lo hubiera invocado con sĂłlo pensar su nombre, sentĂ sus ojos puestos en mi espalda. Me girĂ© y lo mirĂ©, sentado en el sofĂĄ con una cerveza en la mano, Eleanor sentada sobre su regazo, charlando animadamente con Diana. Tommy tambiĂ©n tenĂa los ojos fijos en mĂ.
AsĂ no iba a haber manera. De modo que me volvĂ, saquĂ© un billete de diez libras de la caja registradora, y le dejĂ© a Jordan el agua encima de la barra con un sonoro golpe.
-Toma tu agĂŒita, chico malo. Tienes razĂłn: no me voy a liar con ninguno de los payasos que hay aquĂ. Puede que aprendas algo-escupĂ, y Jordan se riĂł. Le tirĂ© un beso y le guiñé el ojo-. ÂĄNos vemos dentro de un mes!
-ÂĄEstĂĄs chiflada, mocosa!
Seguida por mis amigas, estaba en el piso superior, a punto de salir a la calle, cuando alguien me agarrĂł de la mano y me obligĂł a girarme bruscamente.
-ÂżDĂłnde estĂĄ el fuego?-preguntĂł Scott.
-DĂ©jame tranquila.
-ÂżAdĂłnde vas?
-ÂĄQue me dejes tranquila!
-ÂĄA mĂ no me hables asĂ, niña! ÂżQuĂ© coño te pasa? ÂĄLlevas todo el dĂa rarĂsima!
-SĂłlo quiero pasĂĄrmelo bien con mis amigas, ÂĄy Jordan no quiere darme alcohol!
-ÂżPor casualidad a alguna de tus amigas les ha crecido barba y polla? Porque no parecĂa que estuvieras con tus amigas en la pista.
-Mira, sĂ© que estĂĄs acostumbrado a tener una sombra vigilando cada uno de tus movimientos, sĂșper estrella, pero yo no soy famosa, asĂ que puedo hacer lo que me venga en gana sin que me persigan por medio Londres. ÂĄLo que yo haga o deje de hacer no es asunto tuyo!
-ÂĄSĂ que lo es, puta crĂa de los cojones! ÂĄEres mi hermana pequeña! ÂĄSe acabĂł! ÂĄTommy!-se girĂł y mirĂł a su amigo-. QuĂ©date con Eleanor. Yo me llevo a Sabrae a⊠¥SABRAE!-bramĂł al ver que me escabullĂa entre la gente, y saliĂł disparado detrĂĄs de mĂ.
CorrĂ a todo lo que dieron mis piernas por toda la calle, atravesando como un rayo los grupos de personas que se congregaban a la entrada de los locales, tomando un pitillo o intercambiando bebidas y otras sustancias de mĂĄs dudosa procedencia. Cuando sentĂa los pasos de Scott demasiado cerca de mĂ, entraba en un local sĂłlo para despistarlo, y luego corrĂa en direcciĂłn contraria.
No sabrĂa decir cuĂĄnto tiempo estuve corriendo de un lado a otro: sĂłlo que me di cuenta de que Scott serĂa capaz de encontrarme allĂĄ donde fuera si me metĂa en algĂșn local que hubiera visitado alguna vez. De modo que me metĂ en el local mĂĄs chungo que me encontrĂ©, avancĂ© entre la gente sin mirar atrĂĄs, y subĂ y subĂ y subĂ hasta alcanzar el Ășltimo piso del edificio de tres plantas, en el que resonaba rock duro que no me desagradĂł del todo.
SabĂa que aquella era mi Ășltima oportunidad, asĂ que me acerquĂ© a la barra, un destello de luz y color entre distintos tonos de negro, y me inclinĂ© para gritarle a la camarera por encima del rugido de las guitarras:
-ÂĄDame lo mĂĄs fuerte que tengas!
-ÂżEres mayor de edad?
-Eh⊠¿s�
La chica exhalĂł una risa por la nariz y sus piercings brillaron a la luz de los focos cuando sacudiĂł la cabeza.
-Mientes fatal, Sabrae.
-ÂżCĂłmo sabes mi nombre?
-Eres la novia de Alec, Âżno?
-Ya no-me escuchĂ© decir. La chica esbozĂł una sonrisa invertida e impresionada, como diciendo âya veoâ, y me tendiĂł una botellĂn con un lĂquido oscuro que no me atrevĂ a preguntar quĂ© era. Supongo que aquello fue el principio de mi propio apocalipsis: me bebĂ el botellĂn de un trago, creyĂ©ndome de repente un dragĂłn, y le pedĂ otro al instante.
No recuerdo haberlo cogido siquiera. En un momento estaba en ese local, el mundo cayendo sobre mĂ, apestando a humanidad y a alcohol, y al siguiente estabaâŠ
⊠en una cama.
Que no era mĂa.
En una habitaciĂłn.
Que tampoco era mĂa.
TenĂa pĂłsters de baloncesto y ropa masculina desperdigada por todas partes y la luz entraba de una forma extraña que yo nunca habĂa visto porque⊠porque no la conocĂa.
La cama apestaba a una colonia que en circunstancias normales me habrĂa gustado, pero en ese momento estaba mezclada con el olor de mis nĂĄuseas y mi vergĂŒenza y el odio profundo que sentĂa hacia mĂ misma.
Me dolĂan todos los mĂșsculos y el cuerpo me pesaba como dos toneladas. La cabeza me daba vueltas y el corazĂłn me martilleaba desbocado en las sienes. IntentĂ© moverme y descubrĂ que los pies me palpitaban con furia. Apenas sentĂa los dedos.
La cama era extraña. Y los olores y la decoraciĂłn yâŠ
Se me llenaron los ojos de lĂĄgrimas al darme cuenta de que yo no conocĂa esa habitaciĂłn, lo cual sĂłlo podĂa significar una cosa. Ni siquiera era capaz de admitirla ante mĂ misma.
Me incorporĂ© y tratĂ© de apoyarme en el colchĂłn para mantener el equilibrio. La habitaciĂłn estaba desordenada a mĂĄs no poder: habĂa una pelota de baloncesto en el suelo, justo encima de un montĂłn de calzoncillos, calcetines, y camisetas de deporte. HabĂa varias bolsas de deporte desperdigadas por la habitaciĂłn. TambiĂ©n un paquete de fideos chinos sin terminar, botellas de agua arrugadas, revistas manoseadas, una televisiĂłn al fondo de la que colgaba una camiseta de los Chicago Bulls y, debajo de ella, una consola con tantos cables enrollados a su alrededor que ni siquiera pude distinguir de quĂ© marca era. HabĂa estanterĂas a ambos lados de la habitaciĂłn llenas de carcasas de videojuegos, bolas de nieve de diferentes lugares del mundo, trofeos y⊠fotos.
No recordaba haberme acercado a ningĂșn chico o que ningĂșn chico se acercara a mĂ. Apenas me atrevĂa a mirar debajo de las sĂĄbanas. MovĂ un poco las caderas para comprobar siâŠ
Dios mĂo, gracias. No me dolĂan ni sentĂa escozor. Lo cual significaba que, fuera lo que fuera lo que habĂa pasado la noche anterior, habĂa sido consensuado.
Contuve las lĂĄgrimas de echarme a llorar. Ni siquiera habĂa considerado la posibilidad de que me forzaran hasta⊠bueno, hasta que las chicas se habĂan preocupado por mĂ. Pero habĂa tenido una suerte tremenda.
Si se le puede llamar suerte a acabar en la cama de un baboso al que no le importa que no sepas ni cĂłmo te llamas, claro.
Muerta de sed, abrĂ la sĂĄbana para buscar el baño y me di cuenta de que llevaba puestos unos gayumbos. Un nuevo torrente de lĂĄgrimas ascendiĂł por mi garganta. Esto no era lo que yo querĂa. HabĂa sido un error tremendo. Alec no iba a perdonarme esto, y si lo hacĂa, yo no me lo iba a perdonar jamĂĄs. Me daba asco. Estaba sucia, manchada. Utilizada y, peor aĂșn, humillada por mĂ misma.
Necesitaba salir de allĂ y pedir cita ya con mi psicĂłloga. Lo que habĂa hecho la noche anterior no se habrĂa grabado en mi memoria, pero iba a joderme la psiquis hasta el dĂa en que me muriera. Una nunca sabe los lĂmites a los que es capaz de llegar hasta que no la ponen a prueba, y entonces se lleva la mĂĄs desagradable de las sorpresas.
Me girĂ© en busca de mi bolso, mi ropa o, como mĂnimo, mi mĂłvil. ResultĂł que este Ășltimo estaba en la mesita de noche junto a la cama, conectado al cargadorâŠ
⊠justo al lado de un envoltorio de condĂłn abierto. IntentĂ© prestarle la menor atenciĂłn posible mientras cogĂa mi mĂłvil, lo desconectaba de la red y desactivaba el modo aviĂłn. Empezaron a entrarme notificaciones de llamadas perdidas de mis amigas a lo largo de la noche, mensajes durante un corto intervalo de tiempo, y luego, nada. Nada de mi hermano, nada de Tommy, nada de mi familia.
EntrĂ© en la app del mapa para ver cĂłmo de lejos habĂa llegado y, entonces, me quedĂ© a cuadros.
SegĂșn el GPS estaba en la calle de Alec. A la altura de la casa de Alec.
Pero yo no conocĂa esa habitaciĂłn, y eso que me conocĂa la casa de Alec tan bien como la mĂa. Mi novio no habĂa dejado estancia sin mostrarme ni yo habitaciĂłn sin ventilar desde la marcha de su familia.
MirĂ© el condĂłn abierto y se me hundiĂł aĂșn mĂĄs el estĂłmago. Me levantĂ© de un brinco de la cama y me asomĂ© a la ventana, a travĂ©s de la que pude ver la casa de Alec.
Me bajĂ© de la cama y me quedĂ© mirando la habitaciĂłn. Las camisetas, los pantalones. Los trofeos. Los guantes de boxeo en una silla del escritorio en los que yo no habĂa reparado. Las fotos con caras familiares.
Di un par de pasos y cogĂ una de las fotos: en ella, dos chicos a los que yo conocĂa muy bien sonreĂan a la cĂĄmara vestidos con sendas sudaderas negras, exactamente iguales a la que yo tenĂa en casa. Uno era Alec. El otroâŠ
-Vale, ahora que ya estĂĄs despierta, dime, Âżsigues igual de chiflada que ayer o puedo prescindir de atarte a la cama?-preguntĂł Jordan a mi espalda.
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ApĂșntate al fenĂłmeno Sabrae đ«đ, ÂĄdale fav a este tweet para que te avise en cuanto suba un nuevo capĂtulo! â€đ đ
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BUENO PARA EMPEZAR DECIR QUE ME DA LA MALA CON QUE QUIERAS HACERME CREER QUE JORDAN Y SABRAE SE HAN ACOSTADO XD. ERES MĂS GRACIOSA TĂA ME PARTO CONTIGO.
ResponderEliminarPARA SEGUIR ME HAS PUTO PARTIDO EL CORAZĂN CON TODO EL CAP NARRANDO SABRAE PORQUE JESUCRISTO MAS SUAVE NO PODIA SER NO??
Me duele me quema y me lastima mi pobre niñita y me da rabia que no sea capaz de contårselo a su familia.
Por otro lado me parte en dos lo de Scott y no puedo evitar preguntarme si cuando Scott muera a Sabrae de verdad le persiga esa mirada del sofa. (Nada aqui superando y tal)
Qué ha sido este cap?? ERES MALA MALISIMA
ResponderEliminarHe sufrido muchĂsimo, me parte el corazĂłn ver a Sabrae completamente destrozada, comparĂĄndose con PersĂ©fone y haciĂ©ndose de menos, incapaz de contĂĄrselo a su familia por lo que puedan pensar, buscando âvenganzaâ y sintiĂ©ndose aĂșn peor⊠todo mal.
Luego, todo lo de Scott me ha dejado fatal, odio verles asĂ y el momento âEsa mirada iba a perseguirme toda la vida. Lo supe nada mĂĄs verla.â ha sido lo peor.
Y bueno, por unos segundos me has hecho creer que Jordan y Sabrae se habĂan acostado, PERO NO CUELA LO SIENTO.
Deseando leer mĂĄs para que arregles esto!! (aunque me da la impresiĂłn de que te lo estĂĄs pasando demasiado bien como para solucionarlo pronto).