sábado, 2 de marzo de 2013

Adivina quién tiene 21.

¿Qué hora es?
Pestañeé, sacando la cabeza de debajo de las mantas y recordando qué día era.
24 de diciembre.
Oh, de puta madre.
Volví a meterme bajo la manta, escondiéndome del sol.
Déjame en paz, puta bola de fuego asquerosa.
Saqué la mano de la cama y tanteé la mesilla de noche. ¿Aquello era mi móvil? No, era demasiado grande para ser mi móvil. Suspiré y seguí toqueteando. El portátil. ¿Una galleta? Qué rica. Tendría que comérmela antes de que se pusiera mala... ah, ahí estaba.
Lo cogí, lo metí debajo de las mantas, conmigo, y desbloqueé el teléfono.
Me quedé mirando nuestra foto bajo el Big Ben, la que nos había hecho el día de su cumpleaños, y no pude evitar sonreír. Me pasé una mano por el pelo, preguntándome si estaría despierta, preguntándome por qué había accedido a no ir corriendo a buscarla.
Mi cabeza voló a la noche anterior, cuando me llamó a las 11 de la noche, en punto. Me gritó algo en español, algo que yo no entendí.
-¿Qué es eso, nena?-pregunté, sonriendo a la pantalla de mi ordenador mientras le pegaba una paliza a Stan jugando al póquer. Eri se echó a reír.
-Es feliz cumpleaños en español. No te lo digo ahora porque ahí todavía no es 24.
-Si coges un avión ahora mismo puede que llegues para pegarme un tiro-cavilé, mordiéndome el labio. Me apetecía demasiado tenerla en mi cama, esperando para tirármela justo cuando cumpliera los 21. Entonces sí que no me importaría envejecer.
-Bobo, ¿cómo voy a hacerte yo nada? Con la dependencia que tengo en ti, si a ti te pasara algo seguramente iría detrás.
No debería sonreír, pero no pude evitarlo. Si existía un cielo, me gustaría no tener que esperar demasiado a Eri allá arriba, aunque sonara cruel y egoísta. No quería darle la oportunidad de encontrar a otro del que enamorarse y dejarme a mí solo, tomando Nespressos con George Clooney, criticando a San Pedro por hacernos pagar unos peajes tan caros con tal de entrar en los dominios de Dios.
Le dije a Stan que esperara y fui a tumbarme en la cama, boca arriba, y empecé a pasarme las manos por el pelo como si eso fuera a atraerla.
Oí cómo se sentaba en la cama, y me la imaginé mordiéndose el labio. Estuvimos un par de segundos escuchando al otro respirar, pero con aquello nos bastaba.
-Siento no estar ahí por tu cumpleaños.
-No importa, nena.
-Sí importa, amor. Sé cómo eres.
-Seguramente mañana ya se me pase-me encogí de hombros-. Lo superaré.
-¿Estarás bien?
-Sí.
-¿Estás en Skype?
-Sí, estoy hablando con Stan.
Me la imaginé asintiendo con la cabeza, se quedó en silencio, meditando la respuesta que debía darme.
-Solo pídelo-la animé.
-¿Puedo unirme? ¿Le importará a Stan?
-No lo creo. Os caéis bien, así que supongo que le dará lo mismo.
-Vale, pues ahora hablamos. Te quiero-se despidió con un hilo de voz.
-¿Estás intentando no llorar?
-No-murmuró con la voz aún más rota.
-Que estoy bien, Eri, no pasa nada.
-Pero yo quería estar ahí...-susurró, estaba a punto de echarse a llorar.
-Tranquila, ¿vale? No importa. Nos veremos el 26. ¿De acuerdo?
-Sí...
-Vete a Skype.
-Vale.
Escuché cómo se levantaba de la cama, mantenía el teléfono pegado a su oído mientras bajaba las escaleras, en busca del ordenador. Me froté lo ojos.
Necesitaba tenerla aquí.
Sobre todo después de lo que había hablado con Charlotte, la dependencia obsesiva que según ella las mujeres a mi alrededor desarrollaban por mí... y mi propia dependencia por una chica perfecta de 16 años, cuyo único defecto era haber nacido en el país equivocado.
-Voy a colgar-murmuró.
-Está bien-le susurré-. Hazlo.
-Creo que es la primera vez que te voy a colgar sin que opongas resistencia-bromeó. Sonreí.
-Porque vas a volver pronto.
-Sí.
-Hasta ahora, pequeña.
-Hasta ahora, amor. Te quiero.
-Y yo.
Escuché los familiares pitidos, cerré los ojos y tiré el móvil sobre la cama, a mi lado. Miré el ordenador, la conversación con Stan estaba esperando que volviera.
-¿Cómo estaba?-preguntó él. Me froté la cara y me senté en la cama.
-Hecha una mierda.
-¿Y tú cómo estás?
Me encogí de hombros.
-Hecho una mierda-sonreí, alzando la mirada. Stan se reía.
-Los 21 no están tan mal. Te lo dice uno que sabe-asintió con la cabeza, yo me eché a reír, me levanté y fui hasta el escritorio, aquél que se suponía debería haber usado cuando estaba en el instituto para hacer los deberes, pero yo había hecho de todo menos deberes allí.
-En realidad es por ella. Le jode mucho no estar.
-Y a ti también, Tommo, no mientas. Que soy yo. Ya son muchos años conociéndonos-alzó la ceja yo asentí con la cabeza.
-Me gustaría que estuviera, eso es todo.
-Tú lo que quieres es sexo de cumpleaños. Y lo siento, porque es lo único que no te puedo dar.
Empecé a reírme como loco, me daba igual que mi familia estuviera durmiendo, de fiesta o viendo abajo la televisión. No me apetecía estar con gente, quería estar solo... pero, claro, eso hacía que para mí ni mi novia ni mi mejor amigo contaran como gente.
-¿Queréis que os deje intimidad para hacer vuestras cosas de pareja?
Me metí una gominola de las de mis hermanas en la boca y alcé las manos.
-¿Por qué siempre tienes que estar pinchando de esa manera, Stan, tío? No lo entiendo-sacudí la cabeza, tirando un cocodrilo de pica pica al aire y abriendo la boca para que entrara. Me golpeó con violencia la nariz y se cayó al suelo.
-La regla de los 3 segundos sigue vigente, hermano-comentó Stan.
-La regla de los 3 segundos no se aplica cuando es mi suelo del que estamos hablando.
-¿Por qué no limpias esa pocilga en la que vives? No entiendo cómo tu chica sigue contigo después de que la metieras ahí.
-Me la tiré aquí-me encogí de hombros, haciéndome el interesante. Stan se inclinó hacia delante en su casa, apoyándose en los codos, y murmuró:
-Ahora me lo cuentas, por hijo de puta. ¿Te la tiraste? ¿Dónde?
-En la cama, ¿dónde si no?
Entrecerró los ojos.
-Me guardaré la respuesta sarcástica para  otra ocasión en la que no sea tu hermana de la que vaya a hablar.
Me eché a reír.
-En el suelo, ¿eh? Vicioso, perro hijo de puta-negué con la cabeza-. Deberías tenerle más respeto a Lottie. Es mi hermana, ¿recuerdas?
-Me lo pidió ella.
-La ataste.
-¿¡Pero cómo son tan mentirosas las mujeres!? ¿Te crees de verdad esa trola?
Me encogí de hombros.
-Es mi hermana, ¿por qué habría de mentirme?
Vi que Eri se conectaba, rápidamente corrí a abrirle conversación. Tecleé un saludo y le dije que me estaba despidiendo de Stan; lo conocía lo suficiente como para saber que se largaría para dejarnos intimidad, tal y como hacía yo con sus novias.
-Para joderme a mí. En serio, Louis, ¿piensas que si me dedicara a atar a tu hermana sería capaz de mirarte a los ojos?
-Me estás mirando a través de una pantalla.
-Hoy estás gracioso, ¿eh?-frunció el ceño y se echó a reír-. Lo tendré en cuenta.
-Tenlo-me metí sugerentemente una gominola en la boca mientras Stan me miraba con los ojos entrecerrados, mordiéndose el labio.
-Menudo polvo tienes, Tomlinson.
Alcé las cejas, lamiendo otra gominola.
-No me hagas eso, que me dejas sin ovarios.
Me caí de la silla de las carcajadas que se hicieron dueñas de mí.
-¡Stanley, tío, ¿qué ha sido eso?!
-Los chillidos que estás acostumbrado a escuchar. No te hagas el tonto conmigo.
Suspiré, sacudiendo la cabeza.
-Eres imbécil.
-Tú sí que lo eres.
-Retrasado.
-Gilipollas.
-Anormal.
-Subnormal.
-Puto.
-Y lo disfruto, ¡JAJAno-Stan sacudió la cabeza, cortando a la mitad su carcajada. Alzó una ceja y miró la hora-. Bueno, te dejo con tu princesa. Voy a acosar a la mía.
-Está durmiendo.
-Entonces la dejo.
-Buenas noches, mi amor-puse morritos a la cámara y él aleteó con las pestañas como buenamente pudo, pues, según me había contado Fizzy, ningún chico podía hacer lo que hacían las chicas.
-Que duermas bien, mi vida.
-No puedo esperar a verte mañana, tesoro.
-Te está esperando tu novia, Louis-se burló Stan.
-Oh, entonces cállate ya,  que con ella disfruto más en la cama.
-Me has herido los sentimientos.
-Pues te jodes.
-Que sepas que tengo una amante. Y que me hace gozar como un condenado.
Puse los ojos en blanco.
-A-di-ós S-tan-ley.
-A-di-ós Lo-u-is.
Cerré la pestaña de la conversación y le mandé una petición de llamada a Eri, que la aceptó al segundo. Me hizo una mueca cuando se encendió su cámara; tenía el pelo revuelto, seguramente de haberse metido en la cama.
-Hola, nena.
-Hola beeeeeeeeeeeeeeif-replicó ella, imitando mi acento para ponerme de mala leche. Suspiré y cerré los ojos.
-¿A estas horas?
-Toda el día, toda la noche, DJ Malik. DJ Malik-alzó la mano con el símbolo del heavy metal en las manos y asintió con la cabeza violentamente, su pelo voló en todas direcciones.
Hablamos durante más de una  hora y media, parando ella la conversación para escuchar cómo el reloj de su casa daba la una. Se quedó en silencio, esperando para escuchar el de la mía, y bramó, con toda la felicidad del mundo:
-¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, LOUIS!!
-Gracias.
-Voy a mencionarte en Twitter-sus ojos bailaron por la pantalla de su ordenador mientras se metía en su perfil-. Contéstame, ¿vale?
-Vale.
Abrí Twitter sin ganas de nada, porque sabía lo que se iba a armar en cuanto contestara a Eri, y ahogué una exclamación cuando vi la cantidad de menciones que ya tenía, de los fans en cuyos países yo ya tenía los 21.
Vi su mención aparecer en mis interacciones y correr hacia abajo, empujada por las de los demás.
-¿Por qué la gente se empeña en poner los típicos tweets todos iguales, numerándolos?
Se encogió de hombros.
-Yo lo hice una vez.
-¿En serio?-fruncí el ceño.
Asintió con la cabeza.
-¿A quién?
-¡No te lo voy a decir!
-¿Como regalo de cumpleaños?
Tamborileó con los dedos en su ordenador, decidiendo si contármelo o no.
-Prométeme que no se lo dirás a nadie, absolutamente a nadie.
-Te lo prometo.
-Enséñame las manos.
-Pero, Eri...
-¡Enséñame las manos!
Suspiré, alcé las manos y lo repetí.
-Te lo prometo.
-No te rías.
-Vale.
-A ti.
Parpadeé.
-A mí, ¿qué?
Se puso un mechón de pelo detrás de la oreja y repitió:
-Te hice eso de los tweets con los  números a ti.
Me puse una mano delante de la boca para no empezar a descojonarme. Alzó una ceja, cabreada conmigo.
-¿Va en serio?
-Totalmente.
-¿Por qué?
Se encogió de hombros.
-Quería que me siguieras.
-Ahora te sigo hasta a la cama-repliqué, y ya no pude controlarme y empecé a reírme a carcajada limpia.
Esperó a que me tranquilizara con un gesto de fastidio en los ojos.
-¿Has terminado?
-No. ¡Joder, Eri, es que es muy fuerte! ¡Me hiciste eso a mí!
-Ya-se encogió de hombros.
-Pero, ¿con qué cuenta? No tienes tweets de esos en tu perfil.
-Con otro perfil.
-¿Tienes más?
-Sí.
-¿Cómo es?
-No te lo voy a decir-replicó-. Para un sitio que tengo tranquilo para hacer fangirling yo sola, me basta y me sobra.
-Que te seguimos-la chantajeé. Sabía de sobra lo importante que era para todas las fans (y Eri se incluía en esa categoría) que le diéramos a aquel botón con el icono de un pájaro que ponía Seguir.
Puedo hacer gritar más a tu novia dándole a un botón que tú en tu cama.
Se me quedó mirando un rato, yo sonreí, me mordí el labio inferior y empecé a pasarme el pulgar por él, haciéndome el interesante.
Terminó sacudiendo la cabeza, aunque no parecía demasiado convencida.
-Con que me sigas en uno, me basta y me sobra.
Hinché los carrillos, pero asentí.
-Tú misma.Luego no vengas llorando porque no consigues bastantes favoritos.
Frunció el ceño.
Después de pasarme media hora mirando mis menciones, bajando inútilmente hacia abajo, decidí entrar en su perfil, y vi el primer tweet.
@Louis_Tomlinson ¡FELIZ  CUMPLEAÑOS! Siento no estar ahí. XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX.
Sonreí, la miré, ella alzó los hombros y se echó a reír.
-Sabes que de noches no estoy precisamente inspirada.
-Está muy bien. Y eres la primera en felicitarme.
@ItsErii gracias nena, no te preocupes, ilysm xx
Sonrió cuando vio su respuesta, se mordió el labio y miró a la cámara.
-¿Louis?
-¿Mm?
-Podíamos tirarnos así toda la noche, y lo sabes, ¿no?
Asentí.
-Y lo que disfrutaríamos.
Pero seguimos hablando, y sólo nos despedimos cuando su madre subió las escaleras, diciendo que era tarde y que tenía que irse a dormir.
Paz se inclinó hacia la pantalla y le preguntó algo a su hija, a lo que ella respondió:
-Ve.
-¿Ve?-espeté yo, confundido.
-No, see no. Yes in Spanish Lou-puso los ojos en blanco y yo me eché a reír-. You're such an idiot.
-Cállate.
Mi suegra me dijo algo.
-Que feliz  cumpleaños.
-Gracias-sonreí yo. Eri se giró hacia su madre y le dijo algo, a lo que ésta asintió, y volvió a irse.
-Tengo cinco minutos para despedirme mientras se cambia. ¿Algo que añadir?
Negué con la cabeza.
-Bueno, yo sí-susurró, mirándose la uñas-. Papá también te desea un feliz cumpleaños.
-Menudo avance.
Sonrió.
-¿Qué le pondrías en esa carta?
-No te lo pienso decir.
Se apartó el pelo de la cara y asintió.
-Mañana hablamos, ¿vale?
-Vale.
Nos despedimos, nos dijimos que nos queríamos, discutimos por ver quién quería más al otro, y se desconectó.
Recordé haber mirado la pantalla más de diez minutos seguidos, como esperando que volviera a conectarse a hurtadillas, metiéndose en alguna habitación vacía y bajando el volumen del ordenador al mínimo.
Volví al presente y me revolqué en la cama, bufando. No podía tener ya los 21. Ella no podía estar  en su casa en España.
La vida era jodidamente injusta.
Afiné el oído, intentando escuchar algún sonido que me indicara que mis hermanas venían a darme una sorpresa, a despertarme y joderme la mañana, como hacíamos todos cuando era le cumpleaños de alguien. Solo que, esta vez, sería  la primera vez que me tomaría una de sus sorpresas como una manera de joderme, no de felicitarme.
Me senté en la cama y miré a la ventana. Gran error. Los rayos del sol se clavaron en mis ojos, obligándome a entrecerrarlos y parpadear varias veces. Volví a mirar el teléfono, los mensajes que tenía con los chicos y con ella...
-La madre que los parió-murmuré cuando entré en el grupo de WhatsApp de los chicos y vi que tenía dos mil mensajes sin leer.
Louis: Malnacidos. ¿Dos mil mensajes? Estaréis de coña.
Niall: ¡FELICIDADES CUMPLEAÑERO!
Louis: haz el favor de pegarme un tiro, Nialler, anda.
Liam: Louis, viejo.
Louis: vete a la mierda, Liam.
Niall: Oh, oh. Alguien está de mal humor.
Harry: ¿Llamamos a Eri para que te baje esos humos?
Me froté la cara.
Louis: Si me la traéis, se me bajan solos.
Un ejército de ¡Jajaja! inundó la pantalla de mi móvil.
Louis: ¿Vais a venir?
Harry: No, porque eres una perra mala. Te vas a joder, tú, ahí, solísimo, el día de tu cumpleaños.
Niall: No se pregunta. ¡FIESHTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
Liam: Dios, Niall, no.
Niall: ¡LA  CUCARACHA!
Louis: Niall p-a-r-a.
Niall: Ya no puede caminarrrrrrrr.
Harry: Harry Eduardo Estilos.
Louis: Vale, me voy antes de que empecéis a cantar al rey león.
Niall: ¡YO VOY A SER EL REY LEÓN, Y TÚ LO VAS A VER!
Liam: LOUIS, ¿PARA QUÉ DICES NADA?
Louis: Porque me voy igual, así que te jodes y te quedas tú solo con estos dos.
Liam: Saldremos a las doce, o por ahí.
Niall: ¡SIN PELO EN ESE CABEZÓN UN REY NO PUEDES VER!
Louis: Vale.
Harry: Dale mamasita con su tacatá.
Niall: ¡TACATÁ, TACATÁ TACATÁ TACATÁ!
Louis: luego el subnormal soy YO.
Niall: ¡DALE MAMASITA!
Harry: ¡DALEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
Liam: ...
Louis: Joder.
Niall: ¡TA
CA
TÁ!
Harry: MA
MA
SI
TA.
Louis: idos a la mierda. Todos. 
Liam: :C
Louis: tú no, Liam.
Liam: <3
Harry: LARGAOS A UN HOTEL.
Niall: LOUIS Y LIAM SENTADOS EN UN ÁRBOL DÁNDOSE... ¿QUÉ SE  DAN HARRY?
Harry: BE E ESE I TE O ESE
Niall: UUUUUUUUUUUUUUH.
Liam: ¿Cómo van a ser nuestras fans normales si ni siquiera nosotros lo somos?
Louis: os quiero.
Harry: voy a hacerte  hombre.
Niall: la que se está perdiendo Zayn.
Louis: te estoy  esperando en la cama, Harry.
Harry: hala, hala, ya estarás todo cachondo.
Liam: Oh dios. Detén esto.
Niall: ¡ONDA VITAL!
Louis: ¡CÁLLATE NIALL!
Harry: DEJA AL IRLANDÉS, QUE TE MATO.
Louis: Tú estabas ligando conmigo, Harold. Sigue.
Liam: ... una cuchara me está mirando.
Tuve que salir de la conversación cuando Harry y Niall comenzaron a bramar:
¡CORRE LIAM, COOOOOOOOOOOOOOOORRE!
Básicamente porque estábamos entrando en una espiral de gilipollez extrema que no haría más que tenerme todo el día colgado del teléfono.
Bajé las escaleras sin ganas de nada, arrastrando mi alma. El recuerdo de que tendría que esperar por ellos hasta la hora de comer, y que mi novia no estaría allí, conmigo, me había vuelto a amargar el día.
Oh, y, encima, acababa de cumplir un año más. El imbécil de Peter Pan se había vuelto a perder en su viaje desde el país de Nunca Jamás hasta Doncaster.
Solo esperaba que Santa Claus le llevara un GPS por Navidad, osea, mañana. Porque yo no tenía pensado cumplir 22 años.
A mí van a tener que congelarme. O que me muerda un puto vampiro. Pero no quiero cumplir más años.
Mamá estaba trajinando en la cocina, atareadísima. Me acerqué a ella por detrás, la abracé y le di un beso.
-Felicidades, mi amor.
-Gracias, mamá-susurré, suspirando, e inclinándome hacia la nevera para sacar un poco de leche. Me puso una mano en la espalda y negó con la cabeza cuando la miré.
-Siéntate, anda, que ya te preparo yo el desayuno.
Sonreí, la besé en la mejilla y me senté en la mesa, lo más cerca posible de ella para darle el mínimo trabajo.
-¿Qué quieres, mi niño?
Sonreí, mirando al suelo.
-¿Huevos con beicon?
-Está bien. ¿Algo más?
Me entró la inspiración.
-Frosties. Y café.
Me giré para mirarla, sonreía.
-Los Frosties, ¿con leche?
-Sí, por favor.
Asintió, sacó un par de huevos de la nevera, lonchas de beicon crudo y puso aceite en una sartén. Me mordí el labio mientras la miraba correr de acá para allá en la cocina: a mamá le encantaba cocinar, pero cuando era para otra persona, aquello se convertía en una pasión digna de ver.
Saqué el móvil del bolsillo del pantalón del pijama y volví a entrar a Twitter. Fruncí el ceño cuando vi que Eri se había puesto a colgar fotos, sin parar de hablar de mí, y que mamá también se había emocionado en ponerlas.
¡Joder, hasta el abuelo!
Una foto mía de bebé, tumbado en un prado y mirando más allá de la cámara estaba en el Twitter de mi novia, una foto mía con tirantes y pelo a lo casco en el de mi madre, y otra foto con el abuelo lanzando un avión de papel.
-Mamá, ¿qué...?-negué con la cabeza, ella se giró, se apoyó en mis hombros para echar un vistazo a la pantalla del teléfono y sonrió.
-Es tu cumpleaños. Acostúmbrate.
-Mamá-supliqué, sabiendo que sería inútil que le pidiera borrar las fotos; seguramente estarían en miles de ordenadores diferentes, en decenas de países lejanos. Bufé.
-Toda tu vida fuiste guapo, Louis-volvió a besarme la mejilla y suspiré.
-De pequeño era feo.
-Eras el bebé más guapo que vi en mi vida. Te lo puedo asegurar.
-¿Más que Lottie?
-No te pases, que sabes cómo se pone tu hermana con su belleza.
-Me acabas de contestar, mamá-repliqué, acariciándole la cintura. Se estremeció.
-Te sienta bien tener 21.
-Pégame un tiro.
-No digas eso, mi niño. Ya verás cómo tardeo  temprano te gusta cumplir años.
-¿Cuándo? ¿Cuando signifique que llevo un año más dejándome arrastrar por el alzheimer?
Puso los brazos en jarras.
-Tienes la vida perfecta, ¿de qué te quejas? Una familia que sabes que te quiere y te apoya, un grupo de amigos que va a estar siempre ahí para ti, una chica que besa el suelo por donde tú pisas-no pude evitar una sonrisa y pensar Si tú supieras que más bien es al revés...-, y el trabajo con el que siempre soñaste. ¿Crees que no es para celebrar que estés un año más en esa vida tuya? ¿O tengo que recordarte la cantidad de personas que tienen todo lo que tú y son felices?
-Si no fuera feliz sería gilipollas-repliqué, levantándome y sacando el café del microondas, colocándolo en la mesa a mi lado y echándolo en dos tazas. Le tendí una a ella y otra me la quedé yo.
-Gracias, tesoro-susurró, soplando la taza y dando un lento sorbo sin dejar de mirarme por encima de ésta. Alcé las cejas, en señal de que no me las tenía que dar.
Se inclinó en la encimera mientras los huevos se hacían, y preguntó:
-Ayer te oí hablar en tu habitación. ¿Estabas hablando con Eri?
Asentí con la cabeza.
-Sí, me estaba felicitando y contándome cómo fue su día.
-Y tú el tuyo.
-Ajá-cambiemos de tema, por favor, mamá. Hablar de ella me duele demasiado.
-Debe ser duro-caviló para sus adentros. Fruncí el ceño.
-¿El qué?
-Tener una relación como la vuestra. Veros solo los fines de semana-se encogió de hombros-. Sois fuertes. Y tenéis suerte. No todas las parejas tienen un amor tan potente, que soporte la distancia.
Parpadeé.
-Supongo que tenemos suerte de ser los dos iguales.
-Yo creo que os complementáis, fíjate bien-echó los huevos en un plato, le dio la vuelta el beicon, lo sacudió un poco para que goteara el exceso de aceite, lo puso al lado de los huevos y movió la comida para conseguir hacer una carita sonriente.
Me eché a reír cuando vi los dos huevos mirándome y la enorme sonrisa hecha de beicon. Mamá me revolvió el pelo.
-Alegra esa cara, hombre.
Pero no podía, no me iba a ser posible. Los chicos llegarían después de las doce, mi novia no estaría el día de mi cumpleaños... ah, sí, y era mi cumpleaños. No me ilusionaba particularmente hacerme más y más viejo. ¿Por qué no podía tener los mismos años que los demás, haber nacido dos años después? Haber nacido, directamente, hijo de sangre de Mark, no de Troy.
Puse el codo al lado del plato, apoyé la cabeza en una mano y suspiré, haciendo que mi desayuno bailara en el plato. Mamá se sentó a mi lado, me tomó de la mandíbula y me obligó a mirarla. En sus labios había una tierna sonrisa que deseaba ser contagiada a otras caras.
-Hace 21 años me enamoré como nunca me había enamorado de ningún hombre. Uno en particular me miró, cruzó sus preciosos ojos con los míos, me sonrió, y yo supe que no sería la misma nunca más. No podría vivir sin él. ¿Sabes quién era?
Sonreí, dispuesto a probarla.
-Papá.
Mamá echó la cabeza atrás en una divertida carcajada y negó con la cabeza.
-Cuando tus hermanas y Eri dicen que eres tonto llevan razón, mi vida. Eras tú-replicó, acariciándome la barbilla y besándome en la frente.
¿Cómo podía querer tanto a una mujer sin tener pensamientos sucios con ella?
Reproduje la conversación en mi cabeza, deleitándome.
Eri.
Eri.
Mi Eri.
Me acarició las mejillas y me besó la nariz. Seguramente estaba aprovechando que tenía las defensas bajas y que no estaba para contrarrestar tanto besuqueo.
-No soy nada sin vosotros, Louis. Tú y las chicas sois lo mejor que me ha pasado en la vida-me acarició el pelo; llevé mi cabeza hacia su mano en un acto reflejo, dándome cuenta de cuánto había echado de menos los mimos de mi madre durante el tiempo que había estado en Londres, intentando engañarme con que no me dolía el estar tan lejos de casa-. No quiero que estés triste. Hoy eres oficialmente un hombre; no quiero que no disfrutes de tu día.
Asentí con la cabeza, pasándome la mano por el pelo. Le cogí las manos entre las mías, eran suaves.
-Es solo que...-me encogí de hombros, soltándola, y dejé caer las manos en los costados. Volví a pasármelas por el pelo. Me encogí de hombros-. Esperaba que ella pudiera venir.
Podría soportar el estar haciéndome un jodido carcamal si la tuviera a ella a mi lado. Con ella cualquier problema era un bache tonto que podría saltar sin la más mínima complicación. Con ella una sombra no era visible, brillaba demasiado como para dejar espacios negros en mi vida.
-Es más pequeña que tú. Necesita que sus padres la dejen venir, depende de más gente. Ella querría estar aquí.
Me pellizcó la mejilla, y yo cerré los ojos un segundo.
-Lo sé, mamá. Es solo que...-me pasé la mano por el pelo por tercera vez. Los ovarios de cierta española debían de estar sufriendo mucho en su país. Extendí los brazos en un gesto de impotencia, ¿cómo iba a poner por palabras algo que dolía si quiera atreverse a pensarlo?-... la echo de menos.
Miré a mamá, que me sonreía dulcemente.
-Y ella a ti. Te quiere.
-Lo sé, mamá. Me quiere, me ama, y todo eso.
Me besó en la frente, murmurando para sus adentros algo sobre mi sarcasmo afilado como un cuchillo, y  me dijo que ella también me quería.
-Yo también te quiero, mamá...
Sonrió, terminándose su taza de café.
Por fin me había puesto a comer (ahora entendía eso de que a las chicas se les cerrara el estómago cada dos por tres), cuando Fizzy llegó corriendo a la cocina.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá, Louis me ha...!
Se quedó paralizada, con los ojos abiertos como platos, mirándome. Alcé la cabeza, fruncí el ceño y la miré.
-¿Nombre? Felicité Tomlinson. ¿Edad? 13. ¿Profesión? Tocar los huevos. ¿Horario? Ininterrumpido.
Se puso roja del a rabia, pero en seguida encontró la manera de hacerme cerrar la boca.
-¿Qué tal esos años, Louis? ¿Qué tal los 20? Oh, espera-se tapó la boca con la mano y negó con la cabeza, cual demonio que era-. Que tienes 21.
-Mira, niña, porque mi desayuno me está sonriendo, que si no te metía tal guantazo que estabas ya con el culo en Tailandia.
-¡Mamá!-lloriqueó la cría.
-Niños, vale. Fizzy, deja a tu hermano. Y Louis, acábate ya la comida.
-¡Pero es que me está sonriendo! ¿Cómo se supone que me voy a comer algo que me sonríe? Me siento un traidor.
Lottie entró en la cocina como si fuera la dueña de aquel mundo y de varios más, vestida con su típico pantalón minúsculo y una camiseta de tirantes.
-Estamos en Diciembre-le recordé, de repente enfadado con aquella galaxia.
Lottie se inclinó hacia mí, me besó la mejilla y me la succionó durante varios segundos.
-¡FELICIDADES, LOUIS!
-En esta casa se me odia a muerte-me quejé, aporreando con violencia un huevo y explotándolo. Fizzy se sentó a mi lado, metió el dedo en la yema y se lo llevó a la boca.
-¡MAMÁ!-grité.
-¡Vale ya!-nos amenazó con una cuchara de madera, dispuesta a usarla si era necesario. Fizzy y yo protestamos por lo bajo mientras Lottie se inclinaba en la nevera en busca de un poco de fruta fría que comer.
-Dios, Lottie, casi te puedo ver los ovarios con esos pantalones.
-¡FELICITÉ!
-¿Por qué mierda me he girado?-le pregunté a mi hermana más pequeña, al menos la más pequeña de las presentes-. ¿Eh, Fiz? ¿Por qué me he girado a mirar?
-Porque estoy muy buena-Lottie se dio una palmada en el culo y se echó a reír como si hubiera dicho el mejor chiste de toda la historia de la humanidad. Fizzy la miró de arriba a abajo.
-Yo sí que tengo swag, con esta melena chocolate que me ha dado nuestro señor, Jesucristo.
Eri decía Jesucristo cada dos por tres.
-¿Te lo ha pegado tu cuñada?-inquirí, alzando una ceja.
-Pregunta más bien, ¿puedes decir algo que no te haya pegado tu cuñada?
-Sí. Gol-fa.
Mamá se giró en redondo bajo la puerta de la cocina, fulminó a Felicité con la mirada y susurró, con voz de loba a punto de saltar sobre una presa:
-Pídele perdón a tu hermana ahora mismo.
-Perdón, Lottie.
Lottie hizo un gesto con la mano, quitándole hierro al asunto, pero cuando mamá desapareció escaleras arriba, se fue y le arreó una bofetada. Fizzy se puso a chillar mientras yo canturreaba en voz baja hogar, dulce hogar.
Un par de piernas bajó al galope las escaleras, acompañadas de Ted, que ladraba frenético, y las gemelas irrumpieron en la cocina chillando.
-¡Louis! ¡Louis! ¡Feliz cumpleaños!
Les sonreí y me incliné  para que me dieran un beso. Se mostraron tímidas al principio, pues les encantaba que les hiciera muecas y que me tocara las mejillas, como si no supieran lo que quería exactamente. Hice lo que me pedían, me plantaron sendos besos y me tendieron una hoja de papel.
-¿Para mí?
-Es tu cumple-se limitó a decir Daisy mientras Phoebe se situaba a mi lado. Desdoblé la hoja y sonreí.
Era un dibujo de toda la familia, con los chicos y las españolas.
-Esta es Alba-susurró, señalando a la chica de pelo marrón y liso-. Esta es Noemí-tocó a la más bajita (la pobre en el dibujo no me llegaba a las rodillas, las gemelas se habían dibujado más altas que ella a pesar de que Noemí les sacaba una cabeza-. Estos son mamá y papá-tocó a la pareja que tenía el final de los brazos unidos en una maraña de círculos, y no pude evitar sonreír, deseando que aquellos círculos enredados no se deshicieran nunca-. Niall-una se puso colorada mientras la otra se reía como loca, la que no era su prometida-, Zayn-oh, le habían dibujado tatuajes en el brazo-, Liam-tenía el pelo rapado casi al cero, por lo que su melena se limitaba a un par de puntos marrones en una cabeza rosa, definitivamente tenía que enseñárselo-, Harry-un festival de círculos adornaba su cara-, nosotras con Kevin-me señalaron primero a la paloma extraña, de tamaño descomunal al lado de dos niñas-, Lottie, Fizzy-tocaron la parte en la que estaban mis otras hermanas, mirándolas. Ellas se acercaron curiosas-, tú-llevaba una camiseta de rayas y me habían puesto un micrófono en la mano-, y Eri-Eri tenía una sonrisa gigantesca en la cara, estaba muy pegada a mí, y los rizos le caían hasta la cintura. Le encantaría ese dibujo.
-¿Te gusta?-preguntó Daisy. Asentí con la cabeza y las besé a las dos.
-Me encanta, pequeñas. Muchas gracias.
Las dos se echaron a reír como siempre hacían, enamorándome una vez más, y suplicaron a mamá que les dejara ir a desayunar a la mesa del salón para poder ver la televisión. Mamá me miró.
-Preguntadle a vuestro hermano, que hoy es su cumpleaños, así que hoy puede mandar en casa.
-Vale, pues quiero llenar la piscina de patitos de goma. Y cambiar el agua por café. Y que el sofá sea de algodón de azúcar-espeté, las dos crías empezaron a aplaudir y reírse. Me encogí de hombros-. Déjalas desayunar allí.
Mis cuatro hermanas salieron en estampida al salón, dejándome solo. Alcé las cejas en su dirección cuando Lottie se asomó y me tiró un beso, guiñándome de paso el ojo, y negué con la cabeza.
El teléfono empezó a sonar en el vestíbulo y mamá corrió a cogerlo.
-Ya empezamos-susurré para mis adentros. Odiaba las llamadas de cumpleaños de familiares a los que solo veía una vez al año (osea, el día de Navidad, un día después de que me pusiera un año más encima), eran muy incómodas. ¡Hola, Louis, soy tu prima Norberta, esa con la que casi no hablas porque casi no nos conocemos! ¡Feliz cumpleaños!
-Ahora se pone-murmuró mamá, acercándome el auricular del teléfono, tirando del kilométrico cable. Suspiré, hice una mueca tras decidir que los gestos de ¡Diles que no estoy, diles que no estoy! no serían suficientes para callar bocas.
-¿Quién es?-pregunté sin palabras, moviendo los labios. La cara de mamá lo dijo todo cuando me pasó el auricular; no necesité más explicaciones, a pesar de que ella pronunció de todas formas una palabra.
Su nombre.
El segundo nombre con el que había nacido.
-¿Sí?-susurré, y en seguida la voz de Troy me azotó.
-Feliz cumpleaños, Louis.
-Gracias, Troy-murmuré, frunciendo el ceño y mirando a mamá con cara de asesino. ¿Tanto le costaba decirle que todavía no me había levantado?
-¿Qué tal los 21?
-Bueno, eso también lo sabes tú, ¿no?-procuré reírme para no sonar demasiado borde, recordando que había por lo menos una persona en el mundo que idolatraba a Troy por haber hecho cierta cosa posible hacía hoy exactamente 21 años.
-No te tiene que caer bien, nena.
-Es tu padre biológico, quieras o no. Tengo que agradecerle que te creara.
Me froté la cara, y bajé la vista a mi desayuno aún sin terminar. Los Frosties me esperaban impacientes, empapándose en la leche fría del bol.
-Hace mucho que los dejé atrás. ¿Todo bien por ahí? ¿Cómo están tus hermanas?
-Bien, gracias. Están desayunando.
Mamá me hizo una señal, yo la miré con los ojos entrecerrados, separé el auricular de mi cara, poniendo las palmas de las manos mirando al cielo, y le devolví una mueca.
-¿Qué tal vosotros?
-Bien, no nos quejamos. Mi mujer te manda saludos.
-Gracias. Me alegro de que estéis bien.
¿Puedo colgar? Quiero colgar.
-Te paso con tu her... con Georgia.
Suspiré, aliviado. Al menos me pasaba con alguien de aquella rama de la familia a la que soportaba.
Mientras esperaba a que se pusiera mi hermanastra (¿Por qué la llamaba mi hermanastra si tenía lo mismo de hermana mía que las otras cuatro?), escuché la voz de Troy llamando a Georgia.
-Hablo igual que él-musité para mis adentros, y mamá me oyó, asintió con la cabeza.
-Algo bueno tenía que tener, ¿no?
-¿Tenemos la misma voz?
-Más o menos. La tuya es un poco más tierna.
-Sé yo de alguien a la que le va a encantar esta información y este parecido.
-¿Louis?
-Hola, Georgia-saludé, metiéndome una cucharada de cereales en la boca y masticando despacio, procurando hacer el menor ruido posible.
-Feliz cumpleaños.
-Gracias, tía.
-¿Cuántos van? ¿20?
-Ahora mismo me caes bien, Georgie-bromeé-. 21. Más quisiera yo que solo fueran 20.
-Bueno, está bastante bien, ¿no te parece? Cuando haya un 7 de primera cifra, me llamas deprimido.
Me eché a reír. Joder, si al final yo iba a ser la fusión del humor de un Tomlinson con la genética de los Austin. Todavía no iba a estar tan mal pertenecer a tres familias.
-¿Vas a venir a la fiesta de esta noche?-pregunté.
-¿Me estás invitando, Tomlinson?
-Oh, demonios, lo estoy haciendo, Austin-cacareé, y Georgia se echó a reír. ¿No podíamos llevarnos así siempre?
-Me lo pensaré. No quiero molestar.
-Vas al instituto con mis hermanas-le recordé-. ¿No lo acabas este año?
-Oh, sí, es verdad. Qué ganas de cumplir los 18 y meterme en cada plató de televisión a ponerte a parir. Eso sí que será vida.
-Eres una cabrona.
-¿Acaso lo dudas? Detesto citar a Jay, pero tengo el padre que tengo.
Nos reímos un rato más, mamá se giró y me miró con el ceño fruncido pero con una sonrisa en los labios.
-Bueno, entonces te veré esta noche. No te monopolizaré la noche, te lo prometo.
-Como tú veas.
-La abuela Marge quiere hablar contigo. Hasta luego, Louis.
-Adiós, Georgia.
-¿Cómo va esta cosa? ¿Eh? ¿Hola?-inquirió mi abuela, yo me mordí el labio inferior para aguantarme la risa-. ¡Georgia! ¿Qué has tocado? No oigo nada.
-Abuela, tranquila, que estoy aquí-susurré, tratando no reírme.
-¡Louis, mi vida! ¿Cómo estás?
-Bien, abuela. ¿Y tú?
-Feliz cumpleaños.
Aquella mujer estaba jodidamente sorda.
Igual que yo.
-¡Abuela! ¡Que cómo estás!
-¡Aaah! ¡Bien, hijo, estoy bien, como siempre!
-Se te nota.
-No me has dado las gracias por la felicitación. ¿Es que debo retirarla?
-¡Gracias, abuelita!
-Así me gusta, que seas educado. Yo no te he criado para que no des las gracias por las cosas.
-Si apenas me ves, abuela, ¿cómo me vas a criar?
-¡No repliques a tus mayores, chico! Que no seas un adolescente no te da derecho a hablarle así a una anciana.
-Perdón, abuela.
-Y, ¿cómo no te voy a ver? ¡Si te largas al sur, como los pijos! ¿Quién necesita ir a Londres teniéndolo todo aquí? ¡Cuando te vea te daré un guantazo y te quitaré esa tontería de ir a la capital a trabajar! ¡Mira que se lo dije a tu madre! Le dije: no dejes al crío ir, que es muy bueno, y se lo quedan en Londres, que son todos unos chupópteros , cabrones roba talento. Que se lo quede el norte.
-¡A-BUELA!-bramé, muerto de la risa.
-¿Ves? ¿Tengo razón o no, hijo? Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Aquello ya lo vi venir. Dije: Verás, cuando se corte el pelo, traerá a todas las mozas de Inglaterra y parte del extranjero de calle. ¿Acaso me equivoco?
-Sabes que soy muy guapo.
-¿Y quién lo niega? Menos mal que no has salido a tu padre, sino a tu abuelo, que en paz descanse. Aquello sí que era belleza-silbó, yo negué con la cabeza-. Nos tenía a todas en Doncaster locas, pero yo fui rápida, y lo cacé antes que los demás.
-Lo sé, abuela, me has contado esa historia tantas veces que la podría decir de memoria-me burlé.
-¡Niño! ¡Que no te burles de tus mayores, te digo!
-Perdón.
-Perdonado quedas. Pero bueno, 21 ya, ¿eh?
-Sí, abuela.
-¿Cuándo me vas a dar bisnietos?-espetó. Yo me quedé helado, y miré a mamá, que estaba fregando los platos del desayuno, ajena a todo. Me mordí el labio.
-Abuela....
-¡JÁ! ¿Pensabas que era tonta?-me metí otra cucharada de cereales en la boca, y los mastiqué despacio-. Lo he visto en las revistas. Sé que tu novia está embarazada.
Me atraganté.
-¿QUE ERI ESTÁ QUÉ?
Mi mente empezó a funcionar como la mejor calculadora del mundo. Mierda, mierda, mierda. ¿Cuándo había tenido el período por última vez?
Me puse pálido.
-Hostia bendita.
-¡NIÑO, NO BLASFEMES! Perdónale Jesús, porque no sabe lo que dice-seguramente mi abuela se santiguó, pero yo estaba demasiado ocupado para pedir perdón por mis pecados.
¿Cuándo me había dicho que tenía la regla?
Mierda, había sido en Noviembre, al menos que yo recordara.
Jo. Der.
Traté de calmarme, y empecé a pensar en todos los momentos en que me había acostado con ella. ¡Pero si habíamos tomado precauciones, joder! ¡Era imposible!
A menos que se nos rompiera el condón, claro.
Y últimamente yo no lo miraba.
-¿Louis?
-¿Qué, abuela?
-¿Cuándo pensabas decírmelo?
-Cuando me enterara.
-¿No lo sabías?
-No.
La abuela carraspeó.
-¿No te lo ha dicho?
-No creo que lo esté. Si lo estuviera, me lo diría.
-Pero OK nunca miente.
-Abuela...
-Bueno, yo te lo digo. ¿Cómo lo vais a llamar?
-Abuela. Eri. No. Está. Embarazada. ¿Vale?
Mamá se giró en redondo y se me quedó mirando, horrorizada.
-¿De dónde saca Marge eso?
-De una revista-le respondí, tapando el auricular del teléfono-. Escúchame. Tú cierra la boca, ¿vale, abuela? Si te van a preguntar, no sabes nada.
-Es que no sé nada.
-Esa es la actitud-la felicité, sacando el móvil del bolsillo del pantalón y mandándole un mensaje de LLÁMAME AHORA MISMO a Eri.
-¿De cuánto está?
-¡ABUELA, ME CAGO EN LA PUTA, QUE ERI NO ESTÁ PREÑADA!
-Bueno, hijo, si  no sabes nada, tan solo dilo. No hace falta ponerse así de borde conmigo.
-Perdón-murmuré.
-Cuando hables con ella, llama a tu abuela preferida para contarle, ¿quieres? Que tengo mucha ilusión de bisnietos. Todos muy bonitos y muy sanos.
-Sí, abuela.
Y continuó con su charla acerca de aquel hijo que aún no había nacido pero que según ella ya estaba abultando el vientre de mi novia haciéndola parecer un camión.
-Me encantan las latinas por eso precisamente. ¿Sabes la cantidad de hijos que son capaces de tener? Son más fértiles que conejas. Así da gusto formar familias con ellas. Creo que deberían invadir toda Europa para repoblarla, y así contrarrestar a los chinos que vienen a invadirnos, ¿no crees?
-Totalmente-gruñí, apartando el bol de los Frosties. De repente no tenía hambre, estaba demasiado ocupado poniéndome histérico por la posibilidad de que mi abuela tuviera razón.
-Y son tan bonitas. Con piel tan bronceada, el pelo tan oscuro, los ojos negros como el cabrón. Justo como Blancanieves, solo que mejorando su palidez. ¿No crees? He visto a tu novia en varias revistas y un par de veces por la tele, y es muy bonita, aunque es un poco baja para mi gusto.
-¿Tú crees, abuela?
-Pero bueno, para tu altura es perfecta.
-¿Me estás llamando enano?
-No, Louis. Sabes que es por hacerte de rabiar-suspiró-. Hoy estás muy susceptible.
-Perdón que me afecte la posibilidad de ser un futuro padre.
-Pero tú querías tener hijos.
-No ahora. Y menos si ella tiene solo 16. ¿Sabes?
-Cuanto antes se empieza más se pueden tener.
Fruncí el ceño.
-Abuela Marge, creo que te voy a colgar antes de que acabes convenciéndome para tener quintillizos, o algo así.
-Como tú veas, tesoro. Dales recuerdos a tus amigos y a tu novia de mi parte.
-Vale.
Me levanté y fui a colocar el teléfono en su soporte, finalizando así la llamada. Miré a mamá.
-¿Crees que es verdad?
Me encogí de hombros.
-Poder, podemos, ¿no?
-Pero ella te lo habría dicho.
Y, de repente, con su afirmación lo vi todo claro.
No estaba embarazada. No podía estarlo. Habría corrido a decírmelo como si no hubiera mañana.
Y, cuando llamaron a la puerta y fui a abrir, encontrándome a mis cinco mejores amigos esperando para arrastrarme a la mayor de las fiestas en las que había estado, me olvidé de todo.


Zayn se puso a dar brincos en la mesa de mezclas, dispuesto a darlo todo en los diez minutos en los que iba a estar de DJ. Toda la sala se volvió loca, incluido yo, no era para menos.
-¡Fuera David Guetta, DJ Malik es el futuro!-grité, y rápidamente Niall comenzó a corearme a carcajada limpia, sosteniendo un vaso de cerveza que no paraba de llenarse.
Liam nos miraba a los dos con el ceño fruncido, daba lentos sorbos de su cerveza y meneaba la cabeza. Era la primera vez que bebía en toda su vida, en mi cumpleaños. Aquél sí que sabía lo que era elegir la ocasión.
Niall y yo nos acercamos a él, que se había apartado a un discreto rincón mientras Alba daba la vida y todo lo que tenía en la pista.
-¡VETE A POR TU MUJER!-ladré, riéndome como si no hubiera otro día más de mi vida. Stan andaba por  ahí con mi hermana, alejándose de todos.
¿Me importaría que se la tirara en el baño?
Nah. Era mi mejor amigo, la trataría bien. Y además, ¿qué importaba? Estaba demasiado borracho como para preocuparme.
Aunque no lo suficiente.
-¡Te la van a quitar!-le provocó Niall, y Liam alzó una ceja.
-¿Vosotros  creéis?
-Estamos seguros-replicamos al unísono, pero Liam negó con la cabeza y señaló al acompañante de Alba: Harry que, dado que su querida Noe no había podido venir a Doncaster por problemas de agenda, padres, y un largo etcétera que poco me apetecía invocar, había sido abandonado a su suerte, cual gatito recién nacido. Menos mal que estábamos los cinco para levantarlo.
-¡¡VAIS A BAILAR COMO EN VUESTRA PUTA VIDA CON ESTA CANCIÓN!!-chilló Zayn el micro, y la sala volvió a enloquecer cuando reconocimos la melodía de Black Eyed Peas. Zayn se puso la gorra bien, y se tocó la visera en mi dirección.
Alcé la copa y di un largo sorbo.
-¡A tu salud, perro!
-¡Felices 21, Louis!-replicó él sin acercarse el micrófono; más le leí los labios que oí lo que me decía.
-¡Eres un hijo de puta!-sonreí, me hizo un corte de manga. La verdad era que ya no me importaba crecer, siempre y cuando lo hiciera con mis amigos cerca. Entonces, llegaría a los nueve mil años gustoso.
Lo único que me faltaba, lo tendría en dos días. Podía esperar. Llevaba 20 años esperándola. Dos días no serían nada, tan solo eran 48 horas.
Alba se acercó a nosotras, jadeando y chillando.
-¿También estás borracha?
-¡Oh, sí!-bramó ella, alzando la voz dos octavas y chocando los cinco conmigo. Abrí los brazos.
-¡A mis brazos, pequeña!
Se tiró a ellos y se echó a reír mientras la alzaba sobre mi cabeza y me dedicaba a dar vueltas con ella. Todavía no había llegado a ese punto en el que era un borracho borde; de momento era majo. De momento.
Se acabó la canción y yo dejé a Alba en el suelo, que se apoyó en Niall para no caerse.
-Venga, ahora la última que os pincho. ¿Sabéis este grupo de cinco tíos, que son una panda de fracasados, con uno medio calvo, uno feo, uno moro, un putero, y un subnormal? Vale, pues el otro-Zayn se echó a reír. ¿The Wanted?- Que levante la mano quien conozca la canción They Don't Know About Us.
Toda la sala comenzó a reírse a carcajadas.
-¡Puto Zayn! ¿Lo habéis oído?-se rió Harry, cogiendo una copa que le tendía Niall.
-Creo que me voy a casar con él-lo miré con el ceño fruncido, sonriente, y le tiré un beso cuando él me puso morritos, todavía en la mesa de mezclas. La gente comenzó a chillar que pusiéramos ya la canción.
Y Zayn no se hizo de rogar, apretó unos botones y el piano inundó el lugar.
-¿Cómo eres tan hijo de puta? Te has pasado tres pueblos con The Wanted-me reí cuando llegó a nosotros,  mientras Liam le cogía la cabeza, la metía bajo su hombro y se  dedicaba a revolverle el pelo.
-¡Malo! ¡Chico malo!
-Creía que hablabas de nosotros.
-Que se joda Max-replicó Zayn, riéndose-. Ellos hacen lo mismo, y yo lo he hecho de broma. Lo sabéis.
Stan se acercó a mí, venía solo, y comenzó a chillarme algo al oído, pero, como lo hacía al izquierdo, apenas podía entender lo que me decía.
Unas manos de mujer me taparon los ojos solo para fastidiar. Estaba a punto de girarme y decirle a Alba que se fuera un poco a la mierda y, que si quería tocar a un hombre, que tocara al suyo, cuando reconocí esas manos, y la manera en que me tocaban, y la voz.
Su voz.
-Happy Birthday to you, happy birthday to you, happy birthday dear Louis, happy birthday to you-cantó una Marilyn Monroe que llevaba años muerta.
Me giré y la miré; estaba espectacular con su vestido de falda rosa de plumón y parte de arriba sin tirantes, negro, a modo de corsé. Alzó las cejas.
-¿Ya ni me conoces?
Y me tiré a por ella... literalmente. La cogí de la cintura, la pegué contra mí y reclamé su boca contra la mía mientras los demás silbaban a mi alrededor, pero me daba igual.
Estaba allí, la tenía allí, conmigo. Tenía su boca en la mía, su lengua en la mía, su cuerpo contra el mío, y estaba preciosa.
Me pasó las manos por el pelo, enredándolas en él en la nuca, nos separamos un segundo y nos miramos a los ojos. Sonrió.
-¿De verdad pensabas que te iba a dejar solo el día de tu cumpleaños?
Le acaricié la pierna; como llevaba tacones y estaba a mi misma altura, no me resultó difícil. Se estremeció.
-Confiaba en que no lo hicieras.
Posó sus labios sobre los míos un par de segundos demasiado cortos para mi gusto.
-Bueno, y, ¿cómo estás?-se pasó una mano por el pelo, apartándose un mechón rizado para enseñarme los pendientes que se había puesto; unos que le había regalado yo en uno de nuestros mesvesarios.
-Ahora, de puta madre. ¿Y tú?
-Ahora, de puta madre-se burló, sacándome la lengua. No pude evitar inclinarme para mordérsela, pero la guardó rápido y volvió a besarme.
-Deberías haber visto tu cara cuando te giraste.
Alcé las cejas.
-¿Te estás riendo de mí?
-Louis, Louis, Louis-murmuró, de sus labios mi nombre sonaba perfecto, su voz estaba hecha para pronunciar esa palabra. Paseó sus dedos por las solapas de mi chaqueta y negó con la cabeza-. ¿Cuándo no me río de ti?
Miré a los chicos.
-¿Nos disculpáis?-pregunté, cogiéndola en volandas y haciéndola chillar. Ellos asintieron mientras yo me alejaba con ella a un rincón más tranquilo, y ella no dejaba de chillar y reírse. La dejé en el suelo y me puse entre su ruta de escape y ella, pegándola contra la pared.
-¿Quieres saber lo que te voy a hacer por hacerme esperar por ti, desilusionarme, estar totalmente deprimido porque tú no estás el día de mi cumpleaños?
-¿Qué me vas a hacer?-replicó, con voz seductora. Gemí y me pegué más contra ella; fue ella la que dejó escapar un suspiro cuando me notó duro contra su sexo.
Al final, los tacones molaban. Nos ponían a la misma altura. En todo.
-Te voy a follar muy, muy fuerte-repliqué. Me miró a los ojos, se mordió el labio y tiró de mí.
-Lo estoy deseando.
-No me calientes, Eri.
-¿Por qué?-se echó a reír. Mi memoria no le hacía justicia; su risa sonaba mucho mejor en directo que cuando la recordabas.
-Porque todavía te meto en el baño y te vas a acordar de mí.
Sonrió, una sonrisa que despertó mis instintos más oscuros.
-Me gustaría.
Alcé las cejas.
-¿En serio?
-Sí, pero... es tu fiesta. Y no te quiero monopolizar.
-A ti te perdonan que me monopolices.
Volvió a reírse, tiró de mí por la camiseta y me mordió los labios como sólo ella sabía.
-Creo que te alegras de verme.
¿De verdad?
Sonreí.
-¿Tú crees?
Asintió con la cabeza y bajó una de sus manos por mi pecho hasta llegar a donde más la deseaba. Me acarició despacio, dejándome gemir en su boca.
-Cuando lleguemos a casa, ¿vale?
Asentí con la cabeza, separándome un poco de ella para poder pensar con claridad.
-Vale.
-Además-susurró, volviendo a acariciarme la nuca y recordándome a quién le pertenecía-, tengo que darte tu regalo.
Se echó a reír cuando mis ojos se iluminaron, y estuve toda la noche intentando sonsacarle qué era, mientras iba de acá para allá presentándole a la gente.
Y, cuando llegamos a casa, me dio un sobre. Me obligó a esperar a que subiera las escaleras antes de abrirlo y empezar a leerlo.
Cuando lo terminé, tuve que sentarme en un sofá para poder asimilarlo todo. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo era capaz de poner su corazón por palabras, escritas, dejarlas en un papel, y hacerme sentir como si me lo estuviera diciendo?
Subí despacio las escaleras, procurando meter el menor ruido posible, pues eran casi las cinco de la madrugada y todo el mundo en casa dormía. Suspiré cuando me di cuenta de que no podríamos hacer mucho ruido, pero no me importaba. Necesitaba poseerla una vez esa noche.
Especialmente después de aquellos tweets que había visto que le habían mandado, cuando me aburría por la tarde mientras esperaba a que Lottie me dejara el baño libre para poder ducharme.
@VirLoveTay1D :@Louis_Tomlinson, me han dicho que @ItsErii no va a estar contigo. ¿Quieres sexo de cumpleaños? ¡Yo te doy sexo de cumpleaños.
@ItsErii: @VirLoveTay1D LA MADRE QUE ME PARIÓ JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
@VirLoveTay1D: OH DIOS MÍO.
@ItsErii: @VirLoveTay1D Regla número uno: no me mencionéis en tweets chorras, porque soy una cabrona y si los veo, os contesto.
Sonriendo y negando con la cabeza, abrí la puerta de mi habitación y la miré. Se había quitado la ropa, tan solo llevaba las bragas y el sujetador, a juego, que le resaltaban sus ya imponentes curvas. Me sonrió, tímida, con los brazos en jarras. Asentí con la cabeza, cerré la puerta despacio y me acerqué a ella.
-Tenemos unos minutos antes de que mi novia llegue.
Se echó a reír y, cuando llegué a ella, me echó los brazos al cuello y me besó despacio.
-Te he echado de menos.
-No más que yo a ti.
Me quitamos la ropa despacio, disfrutando de cada momento, y procurando hacer el menor ruido posible. Me besó el pecho cuando lo tuve desnudo, y se apresuró a quitarme los pantalones y dejarme los calzoncillos. Se quedó mirando cuánto la deseaba, mordiéndose el labio. Le puse dos dedos bajo la mandíbula y la obligué a alzar la vista hasta mí.
-Eres pre-cio-sa-silabeé, consiguiendo que sonriera. La llevé hasta la cama y la tumbé debajo de mí.
-Louis...-susurró mientras la besaba por todo el cuerpo. Alcé la cabeza para mirarla. Se incorporó lo justo para poder tocarse la cintura. Seguí la dirección de su brazo, dejando besos aquí y allá, haciendo que soltara pequeñas risas.
Me detuve en su cadera, donde la pequeña L que yo siempre le dibujaba me observaba pacientemente.
-Es un tatuaje.
La miré a los ojos, esperando que me dijera que era mentira. Volví a mirar la L, aquella eterna L que ya nunca se iría de su cuerpo, y solo llegué a pensar una cosa.
Mía.
-Dios, Eri...
-Es para siempre-susurró, acariciándome el cuello-. Como tú y yo.
La empujé para que volviera a tumbarse y terminamos de desnudarnos, de repente con una urgencia desconocida. La L había despertado a la bestia que dormía en mí.
Negó con la cabeza cuando me incliné hacia la mesilla de noche.
-¿Qué?
-Sin nada-susurró, sonrojándose.
-¿Sin nada?
-Sí.
-¿Estás segura?
Asentí con la cabeza.
-Sí.
Seguimos besándonos, preparándonos poco a poco para lo que estábamos a punto de hacer, aquello en lo que éramos expertos. Me mordió el lóbulo de la oreja, yo le mordisqueé el cuello; me acarició la espalda y fue bajando lentamente hasta llegar a mi culo. Lo masajeó despacio, volviéndome loco. Le separé las piernas con las mías y entré.
Y, joder, menuda entrada.
Ahogó una exclamación y se dejó caer sobre la cama, con la cabeza en la almohada, mientras de mis labios se escapaba su nombre. Sonrió cuando comencé a moverme, despacio al principio, luego más rápido, y ella me acompañaba con sus caderas.
No podía creerme que estuviéramos por fin solos, realmente solos, realmente juntos.
Nada, absolutamente nada, le hacía justicia a su cuerpo.
Y encajábamos tan bien...
-Estás caliente-musitó, incorporándose para besarme, y gimiendo porque así yo llegaba mucho más adentro. Suspiró.
-¿No lo estoy siempre?
-No, quiero decir que... te siento caliente.
Me aparté de ella y me detuve. Me hundí en sus ojos.
-¿Notas la temperatura?
-Eso parece.
-Entonces no dirías que estoy caliente.
Se echó a reír, lo que nos arrastró a los dos un poco más arriba. Me encantaba cuando hacía eso; cuando se reía mientras yo estaba dentro de ella. Gemí su nombre.
-¿Debo decir ardiendo?
-Eso sería más adecuado-esa vez el que me reí fui yo, retomando el ritmo.
Vi cómo crecía el orgasmo en mi interior mientras ella seguía ayudándome a entrar y salir, provocándome con tan solo mirarme, suspirando, arañándome la espalda y suplicando en silencio que fuera más dentro, que quería más, más, mucho más.
Me rompí dentro de ella, y ella me siguió cuando dejé mi semilla en su interior.
Me dejé caer sobre ella, que recuperaba el aliento jadeando.
-¿Eri?
-¿Sí?
-Eres una diosa.
-Somos dioses juntos-replicó-. Feliz cumpleaños.
-Ya es 25-repliqué, besándola.
-Entonces, feliz Navidad.
-Feliz Navidad-repliqué yo, acurrucándome en su pecho, a pesar de que yo era más grande que ella. Cerré los ojos y me preparé para que el sueño me invadiera, pero terminé dándome la vuelta y dejándola encima.
Se incorporó, sentada a horcajadas sobre mí, y se me quedó mirando. Todavía estaba dentro de ella.
-Encajamos bien, ¿no crees?-sonrió, acariciándome el abdomen. Asentí con la cabeza.
-Jodidamente bien.
Se echó a reír, volviendo a despertar a la bestia que llevábamos dentro.
-Nunca mejor dicho.
Y comenzamos a movernos el uno para el otro, entregándonos como siempre hacíamos.

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