martes, 19 de marzo de 2013

Tan tierno como un bizcocho.

Estaba todo oscuro, y yo seguía encima de él.
Su respiración me acunaba lentamente, y el sol dejaba escapar sus últimos estertores en el horizonte. Dios, se estaba tan a gusto durmiendo en el pecho de Louis...
Pero tenía hambre, no había comido desde hacía horas, y necesitaba algo que llevarme a la boca. Me había deshecho de las calorías que me habían regalado los numerosos platos de la comida en cuanto me metí en la cama con él... y ahora volvía a tener hambre. Una bestia sin fondo se desperezaba en mí, exigiéndome su ración de filetes diarios. Suspiré, él también suspiró en sueños. Me quedé muy quieta, pensando cómo hacer para bajar a la cocina sin despertarlo.
Cosa difícil, porque, en cuanto me moví un moco, lo noté. Jadeé y me quedé otra vez quieta, con el pelo suspendido a escasos centímetros de su cuello. Si me dejaba caer, seguramente el golpe le despertaría. Si me movía, volvería a notarlo, a gemir como una perra, y necesitaría más, volviendo a despertarlo.
Y si seguía así, estaba claro que, tarde o temprano, me cansaría y bajaría la cabeza, con lo que mis rizos le tocarían, le harían cosquillas, y se despertaría.
La segunda opción parecía la única asequible. Dado que, si me lo montaba bien, conseguiría sacarlo de mi interior sin grandes dificultades... y si no lo sacaba, siempre nos quedaba la opción de volver a hacerlo, acercarnos un polvo más a la apuesta con los chicos.
Apuesta que estaba complicada, pues no se podían echar 21 polvos en 24 horas. Aquello no era justo. Nosotros éramos los que más teníamos que hacerlo para mantener el estatus sólo porque Louis era el mayor de todos.
Me mordí el labio, sonriendo al pensar que a él le encantaría verme, y escuchar mi dilema mental, y me deslicé despacio hacia delante, intentando contener los gemidos histéricos e ignorando a la puta que llevaba dentro, que me gritaba si estaba loca, lo tenía dentro, joder, no podía estar sacándolo a voluntad.
Y menos ahora que había descubierto que encajábamos así de bien.
Me detuve un segundo, y volví a mirarlo a la luz de los últimos rayos de sol, rezagados. Cerré los ojos, me apreté aún más los dientes contra el labio y me relajé, asentí con la cabeza y volví a moverme.
Cuando por fin lo saqué de mi interior, jadeé. Me había sentado a horcajadas encima de él, lo que había empeorado un poco todo, y ahora estaba sentada sobre su vientre.
Respiraba sin enterarse de que su chica necesitaba comer desesperadamente... pero también comérselo a él.
Pasé una pierna al lado donde estaba la otra y me senté en el colchón a su lado. Protestó en sueños, usando palabras que yo nunca había escuchado, y sonreí.
-Qué tonto eres, Luisín-musité en español, inclinándome hacia él y besándole la frente. Sonrió.
Sonrió, joder.
Era tan tierno como un bizcocho de chocolate relleno de nata montada.
Me levanté de la cama y me agaché, buscando el teléfono, decidida a no encender la luz y estropear todo el trabajo que hasta entonces había hecho. Dado que no encontraba mi mochila, fui al armario de puntillas, y lo abrí, esperando encontrarme con una camiseta suya que ponerme por encima. Chasqueé la lengua, y negué con la cabeza cuando me di cuenta de que estaba haciendo ruido, al encontrar la camiseta de fútbol que había utilizado en su partido. Sonreí, la saqué, me la pasé por los hombros desnudos y sonreí para mis adentros cuando recogí con los pies mis bragas. Me las subí sensualmente por las piernas, como si él estuviera despierto y mirándome, y me mordí el labio.
Puse los ojos en blanco ante mi estupidez, recogí el móvil y salí de la habitación. Miré a ambos lados, intentando recordar por dónde me había traído, pero había un problema: me había estado tocando mientras me dirigía a la habitación, por lo que yo no había prestado atención. Encendí la pantalla del teléfono y me dediqué a apretar los escasos botones del iPhone, iluminando el camino. No encontraba los interruptores. Suspiré, me pasé una mano por el pelo y asentí con la cabeza. Aquello iba a ser más difícil de lo que parecía, pero yo no me iba a dejar asustar tan fácilmente. Comencé a tararear en bajito una canción aleatoria que nunca llegué a identificar del todo, con la esperanza de mantenerme lo suficiente ocupada como para no ponerme histérica, pensando que había alguien detrás de mí, y echar a correr como una cría de 2 años desquiciada por la oscuridad, perdiendo así toda mi dignidad.
Y, cuando aparecí en una habitación que no había visto en mi vida, decidí dejarme de gilipolleces y encender la luz. Al fin y al cabo, había cerrado la puerta de nuestra habitación (mm, nuestra habitación), por lo que Louis no tendría por qué darse cuenta de que iba por la vida gastando electricidad.
Por fin, tras minutos que me parecieron horas de ir de aquí para allá, apagando y encendiendo luces, conseguí llegar a las escaleras. Suspiré de alivio y las bajé lentamente, decidida a aplacar mi hambre.
Me detuve en la puerta de la cocina cuando me di cuenta de que Louis me había dicho que aquél iba a ser el primer día que pasaría en casa. Por tanto, no tendría comida. Seguramente planeara llevarme de compras a hacernos con provisiones para nuestro falso fin de semana.
Estaba a punto de dar la vuelta cuando decidí que no perdía nada por intentarlo, así que encendí las luces, me acerqué a la encimera y me incliné hacia delante, buscando algo que llevarme a la boca. Abrí el primer armario y, ¡sorpresa! Una legión de botes de especias me esperaba, como deseando que me los metiera entre pecho y espalda así, sin más.
Llegué a pensar que la casa podría haber estado ocupada antes por otras personas, pero no.
Asentí con la cabeza cuando mi expedición de espeleología terminó de manera repentina cuando encontré una bolsa de pan de molde. Hice sobresalir el labio inferior, como si hubiera encontrado oro, y me estiré para recogerlo. Tuve que ponerme de puntillas y apoyarme en la encimera (¿por qué siempre ponían los armarios con la comida ahí encima? ¿Acaso no era más fácil tener un armario vertical en alguna parte de la cocina y ya ir a tiro fijo hacia allí cuando querías comida, y no estar haciendo contorsionismo hasta el Día del Juicio Final porque no conseguías alcanzar el orégano? Ingleses) para lograr alcanzar la bolsa. Tiré de ella con la punta de los dedos índice y corazón, y por fin conseguí que cayera en la encimera  con un ruido sordo.
Miré la fecha de caducidad y asentí con la cabeza, intentando ignorar el silencio que se escuchaba en la casa, silencio que llevaba instalado en mi corazón desde que nos separamos en el aeropuerto cuando nos tocó volver de Nueva York.
Mis cinco niños eran ruidosos, y a veces que hicieran tanto ruido molestaba. Pero lo peor era cuando escuchabas los latidos de tu corazón en el tímpano, cuando oías a tus pulmones tomar aire, cuando escuchabas tus propios parpadeos... porque ellos no estaban.
Tragué saliva, recordándome que faltaba poco para Nochevieja, y que la pasaríamos todos juntos de fiesta. Mi primera Nochevieja fuera de casa, y la iba a pasar a lo grande, con mi novio, mis otros cuatro mejores amigos, y mis amigas.
Me incliné hacia la nevera y encontré un bote de Nutella allí metido. ¡¿Pero qué clase de herejía es esta?! pensé, alzando las cejas y contemplando el bote marrón, que suplicaba que lo salvara. Lo acaricié con los dedos, como si fuera un bebé, y lo dejé en la encimera. Tal vez lo metiera en el microondas, lo calentara un poco y tomara un par de cucharadas... al fin y al cabo, estaba haciendo ejercicio suficiente.
Me sonrojé ante ese pensamiento. Claro, Eri... ejercicio. Claro que sí.
Recordé las palabras de Zayn cuando había apartado un plato de pasta porque engordaba mucho, curada de hacía tiempo la anorexia.
-Tienes aquí a Louis, y el sexo es el deporte con el que más calorías se queman.
-Por eso yo tengo que ir al gimnasio tanto-había dicho Niall, encogiéndose de hombros y asintiendo con la cabeza. Todos se habían echado a reír, yo los había mirado sin entenderlos, hasta que caí en la cuenta.
Debería darme vergüenza haber perdido la virginidad mucho antes que Niall.
Saqué un par de envases de charcutería y me senté en la isla de la cocina, mirando a la piscina. Las estrellas se reflejaban en la superficie ondeada, mientras yo me daba cuenta de que había una fina capa de nieve en el jardín. Deseé que nevara; nunca había visto nevar en Inglaterra, a pesar de que me habían dicho que era algo común.
Descubrí que estaba hambrienta, muy hambrienta, cuando acerqué el bote de Nutella y lo destapé. En cuanto el olor de ese pequeño manjar de dioses llegó hasta mi nariz, mi estómago comenzó a rugir como nunca, y eso que había pasado una semana de mi vida sin comer, y esa misma tarde me había dado un atracón importante.
Cerré el bote, prometiéndole que muy pronto le haría el amor a base de arrancarle todo su contenido, y bufé al darme cuenta de que me había dejado la mayonesa. Volví a arrastrar todas las cosas hasta la encimera, sacando dos rebanadas de pan y colocándolas en un plato que me costó encontrar, y me incliné hacia la puerta de la nevera de nuevo.
¿Poner ketchup y rodajas de tomate en un mismo bocadillo sería pecado capital? Parecía ser causa suficiente para arder por los siglos de los siglos (amén) en el infierno. Sí, definitivamente lo sería. Con el tomate bastaría, y la mayonesa debería cumplir su cometido de dejarlo todo pringoso y asqueroso, a la vez que delicioso.
Estaba dejando cuidadosamente una loncha de queso encima de otra de jamón york cuando algo me abrazó la cintura.
Louis me besó el cuello mientras yo sonreía.
-Me desperté y no estabas-susurró, acusatorio. Qué poca vergüenza tenía, mira que ir y dejarlo solo, cuando más indefenso y guapo estaba, dormido... Me mordí el labio y me giré a mirarlo. Sus ojos estaban fijos en la comida.
-Tenía hambre.
Asintió con la cabeza, su barba incipiente me rascó el hombro, pero no me importó. Me gustaba su barba.
Me recordaba que era mayor, que tenía más experiencia, y que de algún modo siempre iba a cuidar de mí porque yo era la pequeña en nuestra relación. Bastante tenía con ser el cerebro y la sensatez (a veces), no necesitaba ser la que siempre cuidara.
-¿Tienes hambre?-susurré con un hilo de voz. Sonrió, mirándome a los ojos.
-De ti, pequeña.
-Aw-repliqué, acariciándole la barbilla y besándolo despacio en la boca. Pegó su frente a la mía cuando separamos nuestros labios y sonrió.
-¿Compartimos?
-Está bien.
Tras terminar mi pequeña obra culinaria, todo un logro en mí, busqué un cuchillo bajo su atenta mirada. Encendió la luz, yo me lo quedé mirando.
-No iba a matarte con nocturnidad y alevosía, Louis.
-Lo primero, ¿qué es eso de alevosía? ¿Existe esa palabra?-frunció el ceño, rascándose la nuca-. Y lo segundo; me importa más que no te rebanes un dedo a que me mates, la verdad.
-No sé si eso es raro o bonito.
-Es de mala persona, porque si me haces algo, entonces vas a la cárcel con mujeres, y no habrá ningún tío más guapo que yo.
-No hay ningún tío más guapo que tú-repliqué. Cruzó los brazos.
-¿A  que no hay huevos a repetirlo con Zayn delante?
-¡Me matará!-chillé, abriendo los ojos y mirándole. Alzó las cejas en aquel gesto que había copiado de Leonardo DiCaprio, y que tantísimo me recordaba que él podía ser muchas cosas, una mi novio, otra mi mejor amigo... y otra el integrante de mi banda favorita.
-No es mi problema-aseguró, inclinándose hacia delante. Le puse los ojos en blanco y me dediqué a cortar el sándwich en dos.
-Toma-dije, cogiendo las cortezas que le había quitado y entregándoselas. Se me quedó mirando como si fuera estúpida.
-¿Eri?
-¿Sí?
-¿Sabes que te puedo echar de casa cuando quiera?
Me eché a reír y le pasé los brazos por el cuello.
-No puedes.
-¿Que no?-empezó a arrastrarme por la casa, pero yo me negaba a que los brazos que me ataban a él se soltaran.
-Eres buena persona.
-Pelota.
-Imbécil.
-Retrasada.
-Estúpido.
-Boba-replicó, inclinándose hacia mí y besándome en los labios.
-Chulo-gemí, respondiendo a su beso. Menos mal que había dejado el cuchillo en la cocina, si no, se lo habría clavado cuando enredé mis dedos en su pelo.
-Guapa-susurró él cuando nuestros labios se separaron medio segundo, pero fue suficiente para hacerme sonreír.
-Eso tú.
-Ya lo sé-replicó, echándose a reír. Qué bien sonaba su risa, sobre todo por la noche, sobre todo después de hacer el amor como lo habíamos hecho...
Le pasé una mano por el pelo y él hizo una mueca, como si aquello no le volviera loco. Suspiró, llevando sus manos a mi cintura, acariciándome lentamente los huesos de la cadera. Aquello era jugar sucio.
Me apoyé en su pecho y suspiré.
-Podría estar así toda la noche.
-¿Hacemos un club de gente que podría estar abrazándose toda la noche?
-Vale-asentí con la cabeza, cerrando los ojos e inhalando su aroma. Sus brazos ahora me estrechaban contra él... como si tuviera intención de escaparme.
¿Dónde iba a estar  mejor que a su lado, entre sus brazos, dejando que me acunara despacio?
-¿Eri?
-¿Sí?
-Te amo-susurró en mi lengua, de lo poco que sabía decir. Lo miré a los ojos.
-Yo también te amo.
Sacó la traducción por mi mirada sincera y mi sonrisa.
-I love you too?-inquirió, tímido, con aquél acento suyo, aquel acento en el que el inglés era la lengua más perfecta y cada palabra era música. Asentí con la cabeza-. ¿Me lo escribes en la libreta de español?
Asentí con la cabeza, sonriendo ante la mención de la libreta. Había sido sugerencia de Niall que todos los demás que no nos entendieran tuvieran una libreta en la que ir anotando palabras que nosotras les decíamos.
Zayn y Harry tenían una lista de insultos impresionante, pero, a su vez, en la parte de atrás, anotaban cumplidos. Además, Zayn había desarrollado un gusto particular por los refranes, y cada fin de semana nos hacía a cada española escribirle uno allí, y explicarle lo que quería decir.
Ah, sí, también nos estaba obligando a traducirle el Quijote del español al inglés. Las líneas impares, las de la parte de arriba, eran en español. Las líneas pares, las de debajo, eran en inglés. Era divertido, pues te ponías a leerlo y te colapsabas.
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no ha...Some place in the Mancha, wich name I don't want to remember, used to live not long ago...
Y se lo leías a los chicos, y todos se quedaban mirándote con una cara como diciendo ¿qué dice? ¿Está loca, o algo? ¿Por qué habla así?
Liam en ocasiones ponía la tele y comenzaba a preguntarnos por palabras al azar, disculpándose cada vez que abría la boca porque no nos dejaba oír lo que decían, y nos acercaba un bolígrafo con la mirada gacha y nos suplicaba que escribiéramos la palabra, pues "tenía miedo de escribirla mal y ofendernos".
Pero el peor era Louis.
-Eri, ¿cómo se dice beer?
-Eri, ¿cómo es brandy?
-Eri, ¿cómo es wine?
-Eri, ¿cómo es vodka?
No sería preocupante si a) no sólo me preguntara por bebidas alcohólicas (me daba igual lo que dijera, estaba convencida de que era alcohólico y punto) y b) la mayoría de las veces las cosas que me preguntaba ya las había apuntado en la libreta. Yo lo miraba con paciencia, le explicaba las cosas, le obligaba a repetir después de mí para que se le quedara, incluso a veces le ponía una frase entera con la esperanza de que se acordara mejor...
Y luego me venía diciendo que qué cojones significaba "cerveza", y que cómo se traducía beer.
Y me daban ganas de cogerlo de los pelos y llevarlo a rastras por toda Inglaterra.
Y entonces llegaba Niall, gritando cosas incoherentes en mi idioma, cosas que sin embargo tenían mucho sentido, y ponía la radio, y ponía flamenco, y yo me desesperaba, porque no soportaba el flamenco. Y le ordenaba que lo quitara, y él me decía que le obligara, y echaba a correr detrás de él acordándome de toda su familia en español, y él me respondía en español, y yo le tiraba cosas, y él me espetaba que tiraba como una chica, que había visto piedras con más puntería que yo, que ni con una casa sería capaz de acertarle... y era deprimente porque lo estaba diciendo todo en mi lengua materna mientras se reía como loco. Y yo me frustraba, mucho.
Porque luego me venía con todo su encanto irlandés, y me miraba con ojos de corderito degollado, y echaba mano de aquel acento británico que en él no existía y me decía:
-¿Me perdonas?
Le faltaba gemir como un perrito abandonado. Y yo asentía con la cabeza, y lo abrazaba.
Y entonces él me hacía darle uno de mis libros, y se sentaba a traducirlo, quejándose de que el mundo era muy injusto porque su diccionario no traía las palabras en femenino o en plural.
-Reniego de este puto idioma, reniego de los que lo hablan, me cago en la puta que parió a-y miraba la portada-, Laura Gallego-a lo que yo le miraba muy, muy mal-, la Victoria esta, que es una guarra, porque se tira al otro estando preñada del de más allá, maldita zorra, bastarda, a mí eso no me lo hace...
Y no se  callaba, y no me dejaba leer, y nadie le decía nada.
-Luego te lo apunto, ¿vale?-le dije, cuando vi que se movía, pretendiendo ir a por su libreta. Espera, ¿la tenía aquí?
-Eri...-susurró cuando volví a acurrucarme contra él. Ay, déjame, ¿no ves que eres cómodo?
-¿Qué?
-¿No tenías hambre?
Y me rugieron las tripas a modo de respuesta. Nos echamos a reír, me tomó de la mano y me llevó a la cocina de vuelta. Corté el sándwich a la mitad y le di una. Nos sentamos en la mesa, uno al lado del otro, y comimos mirando la piscina, y las luces de Londres muy a lo lejos. No me había dado cuenta  de que desde allí también se veía la capital.
-¿Y?-preguntó, comiéndose el bocadillo a unos bocados tan grandes que me dio qué pensar. Tal vez sí que tuviera hambre-. ¿Te gusta la casa?
Asentí con la cabeza.
-Es muy...-me encogí de hombros-. Muy de peli.
-La vamos a usar para los vídeos del tour-asintió con la cabeza y contempló el paisaje por la ventana, intentando contener su sonrisa: ya había sembrado la semilla de la curiosidad en mí... ahora tocaba recoger la  cosecha.
-¿Qué vídeos?
-Para cuando vayamos a salir al escenario. Y cuando nos estemos cambiando.
-Oh-asentí con la cabeza, cogiendo un trozo de lechuga embadurnado de mayonesa y llevándomelo a los labios. Lo mordisqueé lentamente, disfrutando de aquella sensación (nunca antes en mi vida había conseguido cortar nada con los dientes, gracias a que estos habían decidido separarse los unos de los otros, pero los brackets estaban haciendo un gran trabajo en tiempo récord), mientras cavilaba acerca de sus conciertos.
Lo iba a tener lejos mucho, mucho tiempo.
Habría fines de semana que volvería a mi vieja vida; encerrándome en el pueblo y resguardándome en el ordenador y en Twitter.
Pero no iba a poder soportarlo, y los dos lo sabíamos. No estaba acostumbrada a estar tanto tiempo sin ellos.
Los dos lo habíamos pasado mal aquellos días que estuvimos sin vernos, cuando él se fue a Japón y yo tuve que quedarme por los puñeteros exámenes de la primera evaluación. A mis padres no les había parecido adecuado que me fuera a Inglaterra, habían dicho que yo allí no iba a estudiar, y seguramente tendrían razón... pero con media hora me hubiera bastado, y ellos lo sabían.
En realidad, aquellos días me habían cundido como semanas. Estaba claro que cogería una depresión importante cuando los chicos se marcharan de tour y estuvieran meses lejos de casa... lejos de mí.
-Lou-murmuré, mirando de repente los pequeños agujeros del pan del sándwich, intentando distraerme-, ¿cuánto llevábamos sin... estar...?-lo miré, suplicándole que me entendiera. Miró su vaso de agua y se encogió de hombros.
-¿Sin tener sexo?
Negué con la cabeza. No era sólo el sexo, joder. Era cierto que era bueno, era cierto que lo necesitaba, pero no era lo que más había echado de menos, precisamente. Una pantalla no le hacía justicia, no podría sustituirle.
-Sin estar los dos juntos otra vez. Ya sabes. Vernos-dejé el bocadillo en el plato y me lo quedé mirando. Sus ojos se clavaron en los míos, abandonando la vista de la capital inglesa.
-¿Te digo los días, o las horas?
Parpadeé. No podía saber las horas.
-20 días-murmuré. Asintió con la cabeza y de su taburete hasta mí- No sabes las horas-susurré, clavando la vista en sus tatuajes, el pequeño skater, las comillas... ese Far Away. que tan dirigido a mí parecía.
-463-replicó, alzándome la barbilla-, y 26 minutos.
Noté cómo se me llenaban los ojos de lágrimas.
-Eres perfecto-repliqué con un hilo de voz. Ni siquiera yo había calculado el tiempo,a pesar de que cada minuto me había pesado como una tonelada, y me había cundido como un año sin él... pero no me había atrevido, ni tan siquiera se me había ocurrido, ponerle una medida, un número, a ese sufrimiento.
Sonrió.
-No, amor-negó con la cabeza, y cerró los ojos. Me entraron ganas de abrírselos a besos. Entrelazó mis dedos con los suyos y los miró-. Tú eres la perfecta. Eres tú la que hace que quiera contar los minutos que estamos separados, no soy yo el que quiere contarlos.
-Siento no saberlos.
-Me aburría esta noche y me puse a hacer cuentas.
-¿Me quedé dormida?-pregunté, notando cómo me sonrojaba. Se encogió de hombros.
-No pasa nada.
-¿Habíamos acabado?
Asintió.
-¿Me dirías que no si fuera la verdad?
Negó con la cabeza y una tierna sonrisa le cruzó la cara.
-Te preocupas demasiado.
-Tú te preocupas muy poco-le acaricié el dorso de la mano unida a la mía con los dedos y sonreí.
Volvimos a nuestras improvisadas cenas y, cuando terminamos, contemplamos la ciudad. Al final no me apetecía tanto la Nutella como en un principio. Sólo quería acurrucarme en la cama, junto a él, y dormir.
-Tienes mayonesa-susurró, tocándose la comisura de la boca. Fruncí el ceño.
-¿Me la quitas?-inquirí, acercándole una servilleta. Asintió con la cabeza, pero se levantó y tiró de mí. Me pasó el dedo índice por la boca, llegando por fin a la zona manchada, retiró la salsa y se llevó el dedo a la boca. Puse los ojos en blanco, pero algo en mí ya estaba despertándose, listo para jugar.
Se pegó un poco más a mí e, inclinándose, me pasó la lengua por esa zona. Abrí la boca en un acto reflejo, preparada para recibir sus labios, pero tuve que esperar a que terminara, derritiéndome en sus brazos. Por fin, me besó.
-Vamos a la cama-susurró-. Quiero hacerte el amor después de 463 horas y 22 minutos.
-No llevamos tanto-repliqué, divertida, pero dispuesta. Más que dispuesta, de hecho.
-¿En serio?
-Sí.
-A mí me parece que sí.
-Entonces llévame arriba y hazme el amor... si es que tienes lo que hay que tener.
Me pegó aún más contra él, mirándome a los ojos. Mm. Sí, lo tenía.
No tuvo mucha ropa que quitarme, ni yo a él. Me tumbó sobre la cama y me separó las piernas despacio, entrando en mí lentamente, como muchas veces hacía, volviéndome loca. Le acaricié la espalda y eché la cabeza hacia atrás mientras me besaba el pecho, el cuello, los labios, todo mi cuerpo que estuviera a su alcance. Cerré los ojos, dejándome llevar por sus suaves embestidas, acompañándolo para sentirlo más.
Nos rompimos juntos, algo que sucedía pocas veces, lo que aumentó aún más la magia del momento. Se dejó caer sobre mí, recuperando el aliento, y yo le acaricié el pecho.
Me miró a los ojos y me besó la palma de la mano.
-Te quiero-susurré. Sonrió.
-Y yo a ti, pequeña.
Cerró los ojos, acomodándose en mi pecho, y su respiración se fue haciendo más lenta y profunda, mucho más regular. Se había quedado dormido.
Yo también los cerré, y dejé que la oscuridad se apropiara de mí.

Algo encima se movió. Abrí los ojos de golpe, asustada, preguntándome qué pasaba. Ah, sólo era Louis...
¿Eh? ¿Por qué se estaba poniendo los pantalones? ¡No! ¿Cuándo había salido de mi interior?
Rodé hacia un lado y me tumbé de costado. Él me sonrió.
-Buenos días, Eri.
Pero aún era de noche, la luz del sol no existía aún. Parpadeé, confusa.
-¿Qué hora es?
-Se encogió de hombros.
-No podía dormir más, y tú no has descansado mucho. Vuelve a dormirte.
-No-repliqué. Se sentó a mi lado en la cama y me acarició la mandíbula despacio. Tenía que sabe algo de las corrientes eléctricas, seguramente las generara a posta. No podía ser de otro modo; si no, ¿cómo es que me tocaba así siempre, como si supiera que de hacerlo más profundamente o con menos cuidado, me destrozaría los nervios y terminaría pidiéndole hijos?
Tragué saliva.
-Vuelve a la cama-susurré con un hilo de voz, bajando la cara y besándole la muñeca. Su sonrisa se hizo más amplia.
-No te voy a dejar dormir.
-No me apetece dormir-repliqué, estirándome y bostezando. Sí que me apetecía. Pero más me apetecía que dejara de comerme con los ojos y me empezara a comer con otras partes de su cuerpo mucho menos inocentes.
Cogió el portátil y lo puso encima de la cama mientras se desperezaba. Me pasó la camiseta y yo me la puse. No me pasó las bragas, y yo tampoco se las pedí.
Esperamos mientras la pantalla se encendía, yo acurrucada contra él. Miré el reloj de la mesilla. ¿Las 2 y media de la madrugada? Debía de estar mal. ¿Por qué no tenía sueño?
Ah, sí, porque había dormido una siesta importante.
-Ya es el cumpleaños de mi madre-murmuré, sin apartar la vista del reloj. Louis frunció el ceño.
-¿No era el 28?
Negué con la cabeza.
-El 28 murió mi abuelo.
Se quedó callado, pensativo.
-Lo siento.
-Yo también-murmuré con un nudo en la garganta. Debería haber sido menos estúpida cuando era pequeña y haberle  dado todos los besos que él me había perdido sin protestar. Mi abuelo había mantenido a mi abuela a ralla, controlándola para que no se sobrepasara conmigo, y, cuando él se fue, acusé su ausencia mucho más de lo que yo había pensado.
Él me había animado a empezar a tocar el piano, y cantaba muy bien, por lo que yo podía recordar. Era una persona alegre, siempre hablando de aquel saxofón que había tenido que vender para poder hacer frente a unos gastos de los que nadie sabía nada (en realidad, a mi abuela no le gustaba el saxofón y le había convencido para venderlo). Además, me había tratado muy bien. Mejor que nadie.
Como Louis.
En el fondo Louis me recordaba a mi abuelo, me sentía igual de cómoda con mi novio que con él, porque me protegían de la misma manera: cuando estaba  cerca de alguno de los dos, nadie se atrevía a meterse conmigo, a levantarme la mano, porque los dos actuaban ante eso.
-¿Era bueno?-preguntó, mirándome a los ojos. Parpadeé, saliendo de mis ensoñaciones, y me hundí en aquel mar.
-Sí. Como tú cuando tengas nietos-susurré casi sin pensar, él frunció el ceño.
-Eso me recuerda...-musitó para sí, apartando un poco el ordenador de sus rodillas y dejándolo en el suelo. Cruzó las piernas. Mierda, mierda, ¿qué había hecho mal?-¿Leíste mi mensaje?
-¿Qué mensaje?-inquirí, arrugando la nariz. Me habían llegado un montón, porque los imbéciles de las aerolíneas casi me cancelaron el billete a última hora, por lo que me había pasado toda la tarde de acá para allá mandando mensajes y haciendo llamadas, exigiendo que alguien, quien fuera, me llevara a Inglaterra. Tenía que estar en el cumpleaños de Louis.
Alzó las cejas y sacó su teléfono. Lo desbloqueó y, tras llegar al mensaje que me había enviado, me lo mostró. Fruncí el ceño.
-Lo siento, no lo vi. ¿Qué pasaba?
Sus ojos se oscurecieron un poco, como si no supiera muy bien cómo abordar ese tema.
-Estaba hablando con mi abuela... y...
-¿Sí...?-le animé.
-Me dijo una cosa que es un poco... increíble. Bastante fuerte, de hecho.
-¿Y es?
-Esto...
-Louis-susurré. Me estaba matando-. Escúpelo.
-¿Estás embarazada?
Me lo quedé mirando con la misma cara que pondría si de repente me diera una bofetada. ¿Eh? ¿Hola? Sólo lo habíamos hecho sin protección un par de veces. Y habían sido esos días. Era imposible que me hubiera quedado embarazada tan rápido. Y menos para la fecha y hora de su mensaje, por la mañana del 24. ¿Estaba mal de la cabeza?
-Claro que no.
-¿Seguro?
-Sí.
-¿Cuándo te vino la  regla?
Seguía siendo bastante impactante que dijera esa palabra como si nada. Al fin y al cabo, era un tío, y  todos los tíos salían corriendo en cuanto hacías referencia a aquella semana en que tu vagina se volvía tarumba y decidía ponerse a sangrar como si llevaras un bote de ketchup abierto dentro.
-Al día siguiente de despedirnos-contesté, sin necesidad de echar cuentas-. Sabes que te lo diría-ahora me estaba empezando a cabrear. ¿Cómo se atrevía? Se lo diría,joder. No era sólo cosa mía, era cosa de los dos. Yo no podía autofecundarme a mí misma y tener un bebé yo sola, básicamente porque yo no podía ni penetrarme ni producir espermatozoides para mis óvulos. ¿Acaso estamos todos locos, o qué? ¿Yo, teniendo secretos de ese tipo, con Louis? Siguiente broma, por favor.
-Lo sé-se defendió. Es simplemente que...-se encogió de hombros y se pasó una mano por el pelo. Tampoco era para tanto, ¿no? ¿Tanto asco me tenía, como para tener un hijo conmigo?
Oh, Dios, Eri, cierra el pico. Sabes que quiere un hijo tuyo. Pero no ahora.
-Mi abuela estaba muy convencida de que estabas embarazada. Me dio una charla acerca de lo maravilloso que era que fueras latina, porque podías parir como una coneja.
-¿QUÉ?
-Eso dijo ella. Y yo le dije que me lo dirías. Pero quería asegurarme.
-¿Y de dónde lo sacó?
-De la prensa-se encogió de hombros y se volvió para coger el ordenador. Me puse pálida.
Como mis padres vieran eso me encerrarían en la torre más alta del castillo más aislado del mundo y arrojarían la llave a un volcán.
-¿Cómo que en la prensa?
-Oh, relájate, Eri, si no estás embarazada no pasa nada.
-¡COMO VEAN ESO MIS PADRES ME DESPELLEJARÁN VIVA!
-No tienen que creerse todo lo que ven-puso los ojos en blanco y me dieron muchas, muchas ganas de soltarle una bofetada.
-Pero...
-Oye, para empezar, hay sitios en los que aseguran que todo eso de Larry Stylinson es verdad,  y que tú eres la tapadera a mi relación con Harry-tuvo que aguantar la risa, aunque yo no le veía la gracia por ningún sitio-. Como si Harry y yo no os quisiéramos a Noemí y a ti.
-Pero, ¿entonces?
-Cuando vean que no te pones como una vaca, ya se cerrarán la boca.
-¿Y mientras tanto?
Se encogió de hombros.
-Disfruta de la vida.
Me dejé caer en la cama, mirando la techo, mientras él tecleaba a diestro y siniestro, hablando con sabía Dios quién.
Me levanté de un brinco y fui hasta mi mochila.
-¿Y ahora qué pasa?
-Voy a tomar la píldora.
-Eri...
-¡Déjame! ¡No puedo darles la razón!
Cuando quise darme cuenta estaba en el suelo, agarrándome del tobillo y arrastrándome de vuelta a la cama. Se me subía la camiseta, y mi piel sufría por el frío de la habitación. Gemí y él se quedó quieto, todavía cogiéndome el pie.
-No vas a tomar una pastilla cada vez que me acueste contigo.
-Pero...
-No. Vas. A. Tomarla. ¿Está claro?-gruñó, dejándome el pie en el suelo y soltándolo. Asentí con la  cabeza, colocándome la camiseta bien. Palmeó la cama a su lado y yo subí a duras penas-. Podría sentarte mal.
Dios, ¿por qué habría dicho nada de mi abuelo? Ahora estábamos a punto de pelearnos, y no molaba.
-No te enfades-le pedí, besándole la mejilla y acariciándole la mandíbula con la nariz. Se apartó para poder clavar sus preciosos ojos azules en mí.
-No estoy enfadado.
-Bien-repliqué, besándole entre la oreja y la mandíbula, en ese punto que a él tanto le gustaba. Sonrió, me devolvió el beso e inició sesión en Skype.
Rápidamente Harry y Zayn lo invitaron a unirse a la conversación.
-Louis-saludó Harry, poniendo un emoticono sonriente. Louis le devolvió la sonrisa.
Tommato!-escribió Zayn a su vez, con un lacasito amarillo partiéndose de risa. Louis le hizo un corte de manga.
-Ojalá no encuentres nunca una esposa, Malik-espetó.
-¿Puedes hacer videollamada o estás haciendo cosas indecentes con tu respectiva?-replicó, sin más preámbulos. Louis pinchó en el icono de la cámara y ambos aceptaron la petición. Las caras de Zayn y Harry ocuparon toda la pantalla.
-Hola, señores-saludé, sonriéndoles. Jo, cuánto les echaban de menos.
-Hola, milady-sonrió Zayn.
-Buenas noches, guapa-Harry me mostró sus hoyuelos mientras se tapaba un poco más con la manta, no supe si era porque tenía frío, o si era por si Noemí se cabreaba porque viera más anatomía de su novio de la necesaria.
¿Qué bobada era esa? Harry se paseaba desnudo por casa, y nadie le decía nada. Seguramente simplemente tuviera frío.
-¿Qué tal el fin de semana romántico que os traéis entre manos vosotros dos?-preguntó Zayn, cogiendo una chuchería y metiéndosela en la boca, aburrido.
-Bien-susurró Louis, nos miramos y sonreímos-. ¿Cómo es que no estáis de fiesta?
-Acabo de llegar-replicó Harry.
-¿Tan temprano?
-Ya ves-se encogió de hombros, y se apartó un rizo salvaje de la cara. Le entendía; los rizos podían ser muy pesados cuando se lo proponían.
-¿DJ Malik?
-No me apetecía salir. Mi hermana anda por ahí de fiesta, pero a mí hoy me daban ganas de quedarme en casa. ¿Y vosotros? ¿No vais a pasear vuestro amor por las calles de la capital?
-Ya lo paseamos bastante por la casa, no os preocupéis-repliqué.
-¿Habéis salido de la cama desde que llegasteis?
-No-replicamos Louis y yo a la vez, chocamos los cinco y nos echamos a reír. Harry puso los ojos en blanco.
-Y yo, si quiero sexo, tengo que recurrir a mi mano. Quiero mucho a mi suegra.
-Joder, tío, podías ir a España antes que los demás y darle una sorpresa a Noemí.
-¡Tú quieres que me secuestren!-Harry sacudió la cabeza y miró la pantalla de su teléfono, distraído.
-Nadie te va a secuestrar, Harry, ¿no ves que tienes las manos de un camionero?-se burló Zayn-. Tus hostias duelen.
-¿Quieres ver cuánto duelen?
-Chicos, chicos. Paz, que es Navidad-puse los ojos en blanco y ellos se calmaron un poco. Chillaron cuando vieron que Liam se conectaba, y rápidamente lo invitaron a la conversación.
-Buenas noches-saludó Liam, poniendo morritos. Alba estaba detrás de él, tumbada en la cama jugando con su móvil. Liam se giró, le dijo algo a mi amiga, y ella se levantó y cogió una silla. Liam protestó, podía  coger él una para ella, pero ella se encogió de hombros.
-¿Qué es esto? ¿Una reunión familiar, o algo?-sonrió la española. Todos nos echamos a reír.
-Falta Niall-observó Louis, mirando si estaba conectado.
-¿Lo despertamos?-sugirió Liam.
-¿Acaso lo dudas?-replicó Harry, desbloqueando por enésima vez el teléfono y buscando el número de Niall. Lo marcó y se llevó el móvil al oído.
Negó con la cabeza.
-No lo coge.
-Espera-Zayn cogió el suyo y empezó a teclear algo.
-¿Qué escribes , Zayn?-preguntó Alba.
-Niall-leyó el musulmán-, Demi está conectada en Skype.
-Oh, con eso viene seguro-observó Louis, asintiendo con la cabeza y alzando el pulgar-. Bien, DJ Malik, bien.
-¿Tenía que ser Demi?-gruñó Alba. Liam la miró, riéndose-. ¿Qué?
-Nada.
Empezaron a contar los segundos hacia atrás.
En medio minuto Niall iniciaba sesión.
-¡DÓNDE ESTÁ!-ladró cuando le añadieron a la conversación.
-Era mentira-informó Harry, echándose a reír. Queríamos estar todos juntos.
-Estaba hablando con Victoria. ¿Os importa si la meto?-Niall se pasó una mano por el pelo, estaba muy guapo con las puntas rubias y la raíz morena. Le quedaba realmente bien.
-Métela, métela-sonrió Louis, y todos nos echamos a reír, incluido él.
La galesa sonrió, tímida, cuando vio que estábamos todos en la cama, o casi todos. Sólo Liam y Alba estaban sentados, pero estaban muy cerca el uno del otro. Seguramente habían terminado de acostarse hacía poco.
-Hola Vic-saludó Niall, y ella se puso roja como un tomate.
-Hola, Niall. Hola, chicos. Chicas-susurró con un hilo de voz. Todos le sonreímos. Era tan tímida, tan mona...
-Vic, te voy a agregar, ¿vale?-dijo Harry, inclinándose hacia delante-. No sé por qué no te tengo.
-Y yo.
-Y yo.
-Y yo.
-A mí agrégame tú, Vic-dije, y le deletreé mi Skype. Ella tecleó y asintió con la cabeza. Alba hizo lo propio.
-¿No sales, nena?-inquirió Louis; ella negó con la cabeza.
-No, soy más de quedarme en casa. Ya sabes.
-Como Eri.
-Un poco-coincidió, poniéndose más y más roja. Parecía que iba a explotar en cualquier momento. No pude evitar sonreír, era demasiado tierna. Louis me pasó la mano por la cintura, me miró a los ojos y me besó en la mejilla.
-¿Estás bien?-me susurró al oído. Procuré no derretirme, pues me encantaba que se preocupara por mí de aquella manera. Asentí con la cabeza y le besé la mandíbula, en ese lugar a donde él le encantaba.
-¿Y tú?
Asintió, tragó saliva y sonrió cuando vio que todos miraban sus pantallas en silencio, seguramente mirándonos.
-¿Queréis una foto?-preguntó. Victoria se apartó el pelo de la cara y se sentó con las piernas cruzadas, Liam y Alba se miraron y sonrieron, tímidos. Zayn se encendió un cigarrillo y contempló las pequeñas nubecitas que escalaban por su habitación, asintiendo con la cabeza.
-Deberíais haceros fotos así-reflexionó. Louis entrecerró los ojos.
-¿Para...?
Zayn se encogió de hombros.
-¿Soy el único que lo piensa?-Todos nuestros amigos negaron con la cabeza mientras Victoria se enterraba en su pelo azabache, apenas sacudiéndola.
Alcé las cejas.
-¿Tan guapa soy?
-Perdona, nena, pero me están mirando a mí-replicó él, poniéndose entre la cámara y yo y robándome el plano. ¡Gran error! ¡Un cantante no iba a quitarle el plano a una actriz aficionada! ¡Ni aunque el cantante fuera profesional e integrante de una de las bandas más exitosas del momento!
Miré de Louis a base de agarrarle el hombro y lo puse detrás de mí, acicalándome el pelo mientras tanto. Sólo me faltaba suspirar porque aquel ejercicio me había parecido demasiado fácil.
Como Louis no se levantaba, me giré a mirarlo. Las comisuras de su boca no se habían puesto de acuerdo; una estaba alzada, pero la otra yacía tranquila, en una perfecta sonrisa chula, orgullosa.
-¿Qué?
-Que eres más vanidosa que Zayn. Y ya es decir.
-¿¡Perdona!?
-Yo nunca he quitado a los chicos de un plano, y tú sí, Eri-replicó Zayn, burlón, dando una lenta calada de su cigarrillo, disfrutando del momento. Harry se echó a reír mientras Niall tecleaba rápidamente en su ordenador.
Oímos un aviso de mensaje entrante, pero ningún icono se iluminó en el escritorio. Louis y yo nos dedicamos a investigar quién estaba hablando con alguien ajeno. Victoria se inclinó hacia delante, se llevó el dedo índice a los labios y sonrió, leyendo algo de su ordenador. Oh, qué monos, Nialler y Vic. Escribiéndose a esas horas de la noche.
-¿Alguien puede poner música? Voy a terminar durmiéndome, y Noemí no se conecta-Harry bostezó, aburrido de la vida y enfadado con el mundo. Sonreí y abrí iTunes, pero no había ninguna canción que me convenciera para aquellas horas del a noche.
-Yo haría una Twitcam para mantenerme despierto...-murmuró Liam, a lo que Alba respondió palmeándole la espalda.
-Gracias por la información, mi amor, no nos habríamos dado cuenta nunca.
-Alba, deja a mi chico. Eres una borde-espetó Louis, frunciendo el ceño y enseñándole los dientes como si fuera un perro. Me llevé una mano a la boca.
-Madre de Dios-repliqué, sacudiendo la cabeza.
-Tommo, hijo de puta, como toques a Alba te rajo-amenazó Niall.
-Irlandés, me cago en tu vida, no le hables así al Swagmasta-ladró Zayn, fumándose su cigarro de repente como un gángster.
-¿Quieres pelea, moro? ¿Eh? ¿Quieres pelea? ¡VEN A CHESIRE SI TIENES COJONES!-gritó Harry, haciendo que sus dedos crujieran.
-¡Dios mío!-Victoria abrió mucho los ojos, asustada. Todos nos echamos a reír-. ¿Son así todas vuestras noches?
-Y hoy estamos amorosos, porque es Navidad-admitió Alba, asintiendo con la cabeza con su típica cara de acabo de decir la verdad más grande de este universo; los ojos medio entrecerrados y una sonrisa satisfecha en el rostro.
-Ya no.
-Cómeme el coño, Erika.
-Cómeme tú el mío, Alba.
-Zorra.
-Guarra.
-Puta.
-No lo sabes tú bien.
-Sí, no lo sabes-asintió Louis con la cabeza, alzando el pulgar. Le di una bofetada suave, pero él se echó a reír como si no hubiera mañana.
Harry alzó las cejas y Liam puso los ojos en blanco.
-Te garantizo que Noemí no se queda atrás.
-Lo mismo digo de la santa aquí presente-puntualizó Liam, haciendo que Alba negara con la cabeza, reprobando su comportamiento.
-¿Y vosotros, chicos? ¿Os habéis animado ya?-inquirió Zayn, dando una sensual calada y alzando las cejas de manera sugerente. Procuré no reírme, pero no lo conseguí: una risita se escapó entre mis dientes sin que pudiera hacer nada por evitarla.
Victoria y Niall negaron con la cabeza; ella se inclinó sobre su teclado y escribió algo, seguramente una respuesta sarcástica sólo dirigida a su novio, respuesta que los nunca llegaríamos a ver. Niall se llevó la mano a la boca, leyó la respuesta y sonrió, los dos se echaron a reír.
Louis puso los ojos en blanco.
-Idos a un hotel.
-Vosotros estáis en uno, y nadie os dice nada.
-A mí no me han hecho la cama-repliqué, frunciendo el ceño-, y no me van a traer el desayuno cuando me despierte.
-¿Y si lo hago?-replicó mi novio, alzando las cejas en actitud provocadora.
-Los dos sabemos que no vas a hacerlo, Louis.
-Es verdad, soy muy vago-asintió con la cabeza y me revolvió el pelo con la única intención de putearme. Lo consiguió.
Seguimos intercambiando bromas, sólo interrumpidos cuando Victoria interrumpió el monólogo de Zayn, que nos contaba cómo había sido su día, cuando, mirando a un lado de su habitación, preguntó:
-¿No te dejo dormir, princesa?
Todos nos quedamos callados, mudos por la expectativa. ¿Con quién hablaba?
Una preciosa niña de unos 5 o 6 años llegó hasta donde estaba Victoria y contempló la pantalla.
-¿Qué haces, Vic?-preguntó, mordisqueándose un dedo y señalando el ordenador. Victoria la cogió en brazos y la sentó en sus rodillas.
-Hablo con los chicos. Diles hola.
La niña observó la pantalla y abrió mucho la boca cuando reconoció a aquellos a los que la mayor llamaba los chicos.
Bueno, tampoco era tan raro. Todas las fans llamaban a los chicos los chicos. Yo lo hacía. Casi nunca me refería a ellos como One Direction. Simplemente eran los chicos.
-Hola chicos-saludó la niña. Me incliné un poco hacia delante, como todos, para estudiarla mejor. Se parecía  terriblemente a Victoria. ¿Eran hermanas?
La pequeña bajó la vista.
-¿Es tu hermana?-preguntó Liam.
-Hola, Mel-saludó Niall, sonriéndole con ternura. La pequeña se sonrojó mientras Victoria asentía.
-Se llama Melanie. Tiene 5 años.
-Es muy tierna-comentó Louis. La criatura se puso aún más roja.
-Su favorito es Liam-sonrió Victoria, acariciándole el pelo a su hermanita y besándole la mejilla. Melanie casi podía iluminar la habitación con el rubor de sus mejillas-. ¿Verdad, princesa?
Melanie asintió.
-Sí.
-Si quieres te lo presto, guapa. Soy celosa, pero creo que contigo puedo hacer una excepción-le ofreció Alba. Melanie abrió mucho los ojos, parpadeó varias veces, haciendo que el esmeralda de ellos brillara como si estuviera engarzado en una corona bien cuidada.
-¿En serio?
-¡Pues claro!
Alba le sonreía a la cría con una ternura que yo nunca le había visto. Parecía caerle bien. Bueno, era un amor, así que era normal que le cayera bien.
-Tienes 19, ¿no, Vic?-preguntó Louis, pasándose el pulgar por el labio inferior. De repente me apetecía mordérselo, pero no con la pequeña delante. En la intimidad.
Victoria asintió.
-¿Por qué?
Louis se encogió de hombros.
-Porque casi le sacas a tu hermana los mismos años que yo a las gemelas.
-Le saca ella más-repliqué, haciendo mis cálculos. Louis puso los ojos en blanco.
-Que haya repetido curso no significa que sea retrasado, Eri.
-Hay opiniones-replicaron todos a la vez, casi pareció que llevaban ensayándolo siglos, como su saludo.
Louis hinchó los carrillos y no dijo nada.
-Estoy rodeado de traidores-soltó por fin, después de fulminar a todos con la mirada, yo incluida. Me eché a reír y le besé en la mejilla, pero no surtió el efecto esperado: pensé que se iba a apaciguar un poco, pero para nada.
Melanie se sentó en la cama de Victoria con las piernas colgadas mientras su hermana hablaba con nosotros, como esperando permiso para meterse bajo las mantas.  Cerró los ojos un par de veces, bostezó, y terminó saltando de nuevo al suelo, con su conejo de peluche de grandes orejas siendo arrastrado por el suelo tras de sí.
-¿Puedo poner música?-preguntó, señalando el reproductor de CD de Victoria. Ella asintió.
-Claro, pequeña.
Melanie se dirigió a la estantería de su hermana mientras todos la contemplábamos en silencio, esperando para ver qué hacía.
Terminó cogiendo una disco de portada en blanco y negro y mostrándoselo a su hermana. Victoria esbozó una sonrisa nerviosa.
-¿Lo habéis visto?
-¿Es Take Me Home?-preguntó Zayn, terminando el que ya era le segundo cigarro de la noche. No fumaría más, lo había prometido. Vic asintió.
-Dale caña, que esa es música de la buena. Te lo digo yo-sonrió Niall, haciendo que su novia se echara a reír.
Los últimos acordes de Kiss You estaban sonando cuando Noemí se conectó. Harry dio un brinco en la cama y corrió a agregarla a la conversación.
-¡Hola!-saludamos todos, a los chicos sólo le faltó espetar el típico we're One Direction.
Noemí bostezó y sonrió, saludó con la mano como si fuera la misma reina de Inglaterra y miró a la pequeña que se había sentado en las piernas de Victoria otra vez.
-¿Quién es?
-Es Melanie, mi hermana.
-Oh. Hola-saludó Noemí, poniendo la típica voz que se ponía cuando uno quería hablar con un niño, como si el pequeño fuera retrasado. Melanie sonrió.
-Hola.
-¿Cuántos años tienes?
-Cinco.
-Ah, ya veo. Eres toda una señorita-la sonrisa de Noe se hizo más amplia. Tenía don de gentes, sobre todo  cuando se trataba de niños.
-¿Dónde estabas? Llevo llamándote siglos-acusó Harry. Noe hizo una mueca.
-Perdón, Hazza, es que tengo la BlackBerry sin batería. Y... mi madre... ya sabes-se encogió de hombros, suspiró, se echó el pelo atrás y cogió un par de horquillas-. No creo que me deje salir en Nochevieja.
-Será broma-replicó Alba, alzando las cejas-. ¿Cómo no te va a dejar salir?
-Alba, somos 10, y sólo 4 hablamos bien español. Sé que es un poco alucinante, pero sigue con tu inglés barriobajero, ¿eh?-la pinché. Niall sonrió, negando con la cabeza, como si no se pudiera  creer lo que acababa de hacer.
-Al menos yo no hablé nunca como una vulgar señorita de compañía de los bajos fondos de California-acusó. Sonreí.
-Envidia que me tienes.
Ya empezábamos a pelearnos por los chicos, como si lo necesitáramos realmente. ¿No íbamos a parar nunca?
-No sé por qué no me deja. Ya sabéis cómo es-se encogió de hombros, mirando ambos perfiles, comprobando que todos sus pelos estaban en la correcta posición-. Tal vez ni me saque de Cantabria. Así que, nada...-volvió a encogerse de hombros-. Supongo que nos veremos después de fin de año.
-¿No hay manera de convencerla?-preguntó Liam. Noemí negó con la cabeza.
-Ya lo he intentado todo.
-Sólo faltaría una cosa. Ser yo. O cualquiera de los demás. Tal vez nos escuche-Zayn se encogió de hombros-. Podríamos intentarlo.
-Si su madre es la mitad de terca que ella, no conseguiréis nada-murmuré, mirándome las uñas. Habíamos planeado pasar nuestro primer fin de año todos juntos, ¿tanto le costaba a su madre dejar que saliera por ahí, aunque fuera un par de horas? Estaría bien cuidada, los chicos se ocuparían de ella. Esa misma excusa había utilizado yo con mis padres, y, mientras no hiciera "cosas raras" con Louis, tenía vía libre. Alba ni siquiera había tenido que convencerlos, bastaba con que Liam estuviera por allí. Era lo que tenía ser la novia de don Me dan 11 nuggets y devuelvo 1 porque pagué 10.
-Sólo hay una persona más terca que cualquier otra, y esa eres tú, Eri-murmuró Louis, acariciándome la cintura.
-Tal vez, pero...
Noemí se desconectó. Niall frunció el ceño.
-¿Qué coño acaba de pasar?-preguntó Zayn, abriendo mucho los ojos. Alba se encogió de hombros, sorprendida como pocos lo estábamos.
-Ni idea.
-¿Su madre tiene el pelo largo?-preguntó Niall. Sacudí la cabeza.
-No, lo lleva más o menos por los hombros. ¿Por?
-Estaba con alguien de pelo largo.
-Tal vez se llevara a una amiga a Cantabria-Alba se encogió de hombros-. Sabéis que lo hace a menudo.
Louis se dejó caer en la cama, suspirando.
-¿Cansado, Swagmasta?-preguntó Victoria, jugueteando con el peluche de su hermana mientras sus labios seguían la letra de Little Things en silencio. Louis asintió.
-Demasiadas emociones en tan poco tiempo.
Sonreí.
-Entonces, nosotros nos vamos ya.
-Sois unos traidores. Se va Noe, os vais vosotros.
-La verdad es que no me esperaba menos de Erika.
-Al final Jacob se carga a Edward porque no le deja salir con Renesmee-espeté, sonriente. Liam no pudo contener su sonrisa; por suerte para él, Alba estaba de demasiada mala leche como para volverse y descarga toda su ira en su novio.
-Mira, Erika...
-Vic-susurré, haciendo caso omiso de los depotriques de mi amiga, que pasaron al español para que yo entendiera mejor a quiénes de mi familia estaba mencionando-. ¿Te han dicho alguno de estos de venir a España a pasar Nochevieja?
-¿Dónde nos quedaremos?-preguntó, devolviendo el peluche a su hermana y dándole una palmada para que se bajara de sus rodillas. La pequeña obedeció, pero se quedó en la habitación.
-En mi casa. Sé que no es mucho, pero es lo que hay.
-No, tía, es mucha movida... no quiero molestar.
-La princesa de Niall no molesta nunca-repliqué, sonriéndole. Todos gimieron. Vale, eso me había quedado bonito.
-¿Seguro que no...?
-Tía, eh. Bienvenida al clan-Alba asintió con la cabeza-. Eres parte de esto, y te lo mereces.
Vic arrugó la nariz.
-Lo pensaré.
-Le diré a Niall que te vaya a buscar de los pelos, si hace falta-aseguré. Niall negó con la cabeza.
-No la voy a traer de los pelos.
-Pero la vas a traer.
-Eso sí.
-Así me gusta, Nialler.
-Bueno tíos, señoritas, mi pequeña lady-Louis sonrió a la niña, que se sonrojó-. Nosotros nos vamos. Procurad no hacer cosas raras, ¿vale?
Todos asintieron con la cabeza, como si Louis de repente se hubiera convertido en el padre de todos. Se despidieron, algunos sacudiendo la mano, otras lanzando besos, todos sonriéndonos, porque casi todos sabían lo que íbamos a hacer.
Nos miramos a los ojos cuando el portátil se terminó de apagar, él lo dejó en el suelo y llevó sus dedos por mis piernas.
-¿Cuántos nos quedan?-preguntó, refiriéndose al reto/apuesta que nos traíamos entre manos. Me puse encima de él, sentada a horcajadas sobre su pecho.
-Suficientes.
-Eso me gusta.
Me quitó la camiseta, yo le quité la suya, terminamos de desnudarnos y nos dejamos llevar el uno por el otro, como bien sabíamos hacerlo.
A la mañana siguiente, el móvil se encargó de despertarme. Me las había arreglado para ponerlo debajo de la almohada y no moverme durante el sueño, esperando despertar tan sólo con la vibración, y así fue. Miré el número que me llamaba y asentí con la cabeza, reconociendo la foto de Liam.
Luché por quitarme el brazo de Louis de encima de mí y lo dejé a un lado de la cama. Louis protestó algo, pero se dio la vuelta y siguió durmiendo.
Me puse rápidamente la camiseta de 17 TOMLINSON, las bragas, unos pantalones (¿por qué tenía unos shorts vaqueros metidos en la mochila si era invierno y hacía muchísimo frío? Bueno, daba igual), y bajé haciendo acopio de velocidad y sigilo a partes iguales.
Llegué justo a tiempo para abrir la puerta del garaje al coche que traía Liam. Harry y Zayn venían detrás en otro.
-Servicio de aparcacoches-canturreó Liam, apagando el deportivo y maravillándose por cómo el ronroneo del motor se extinguía lentamente. Debía reconocer que era un coche precioso.
-¿A cuánto tocamos?-pregunté, acariciando el capó y teniendo pensamientos indecentes pero, a la vez, adecuados con mi situación. Estaba de fin de semana de sexo salvaje, así que era normal que no pudiera pensar en otra cosa, ¿no?
Harry puso mala cara.
-Eri...
-También es mi regalo. ¡Joder, tíos! ¿Qué obsesión tenéis con que yo no pague? También tengo dinero, no ando corta para llegar a fin de mes.
-Lo hablamos con más calma en casa, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza,resignada. Era una pena que Niall no estuviera allí, él me hubiera defendido, o al menos eso esperaba.
Llevé a los chicos hasta la habitación de Louis y dejé que rodearan la grandísima cama, aquella en la que tantas facetas de él y de mí misma había descubierto.
Cogieron el colchón y tiraron a Louis al suelo.
-¡EH!-bramó él.
-Tenemos tu regalo. Vístete y baja a verlo-informó Zayn, dándose la vuelta y encaminando la marcha hacia el garaje.
Louis se puso unos pantalones rápidamente, y bajó sin camiseta a ver su nuevo coche.
Se quedó a petrificado, mirando el Lamborghini con la boca abierta.
-¿Tíos? Os habéis pasado tres pueblos.
-Ha sido idea de Eri.
Louis se me quedó mirando, se mordió el labio, miró al coche, luego a mí, luego al coche, luego a mis piernas y después al coche.
Alcé las cejas y puse los brazos en jarras.
-¿Te gusta?
-Estás loca-replicó.
-¿Te gusta, sí o no?
-Cásate conmigo-fue lo único que acertó a decir, sonriéndome. Harry silbó, Liam se echó a reír-. Pero luego. Antes tengo que probar mi nuevo coche.

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