domingo, 24 de marzo de 2013

Is it over?

Asentí con la cabeza mientras me desplazaba por la cocina como si realmente perteneciera a aquel lugar.
-Red one-se anunció la chica del modo aleatorio del iPod, yo asentí con la cabeza y me dispuse a seguirla.
-¡COME ON! ¡VAMOS A LA PLAYA, PUTAS, VÁMONOS BIEN LEJOS! ¡ELLOS, DICEN, QUE DIGAN LO QUE QUIERAN! ¡BEBE ESTO, AQUELLO, BÉBETELO TODO, PARA LAS ZORRAS COMO YO NO HAY VUELTA ATRÁS!-grité con todas mis fuerzas en español, meneando la cabeza de que mi improvisada coleta me azotaba la espalda. Sacudí las caderas y empecé a brincar mientras sacaba la carne-.  El patrón, oh, lo tiene todo. La zona, ¿está? Oh vaya si está. ¿Son uno, o dos? Bah, déjalo ya. TIRARÉ MI DINERO Y HARÉ COMO SI NADA. I'M ON THE FLOOR, FLOOR, I LOVE TO DANCE NOW GIVE ME MORE, MORE, TIL I CAN'T STAND GET ON THE FLOOR FLOOR LIKE IT'S YOUR LAST CHANCE, IF YOU WANT MORE, MORE, THEN HERE I AM.
Estaba claro que a Louis le encantaría verme de esa guisa, dando saltos por la cocina como si fuera la reina de las cabras, despotricando en español, destrozando todas y cada una de las canciones que se atrevían a aparecer pro mi reproductor y volar por el aire hasta mis oídos, en su estúpida valentía.
-Starships were meant to fly-canturreé, sacando una cuchara y extendiendo la carne ya picada por la láminas de pasta, tal y como indicaba la caja de lasaña. Todo mi cuerpo se movía solo, respondiendo a aquella canción que había intentado cantar en la gala de Simon, pero que Harry me fastidió cuando me pidió expresamente que cantara Superbass.
-¡MÁS ALTOS QUE UN HIJO DE PUTA!-bramé con todas mis fuerzas, colocando la siguiente lámina de lasaña encima de la carne, y decidida a repetir el proceso- ¡MÁS ALTOS QUE...!
Unas manos me agarraron de la cintura y yo chillé, más del susto y la impresión que otra cosa, porque no me esperaba que fuera a volver tan pronto... si un par de horas se podían considerar pronto.
Me giré en redondo y le di con la cuchara de madera mientras Louis se reía.
-¿Cuánto llevas aquí, eh, hijo de puta? ¿Cuánto has visto?
-Lo suficiente, créeme.
-¡Cabrón! ¡Me has dejado sola! ¡He tenido que ponerme a hacer la comida yo! ¡Si morimos intoxicados, será todo tu culpa! ¿Me estás oyendo?
Asintió con la cabeza, mordiéndose el labio, y tiró de mí.
-Me ha gustado mucho mi regalo-gimió contra mis labios, apretando los suyos a ellos. Empecé a derretirme entre sus brazos; tuve que recordarme que debía guardar la compostura.
-Me alegro.
-Estás loca. Un Lamborghini es demasiado.
-Un tatuaje en ti es demasiado.
Alzó las cejas.
-Sé por quién va el Far Away en realidad-le aseguré.
Se encogió de hombros.
-Mi corazón suele estar lejos de mí.
-Estás loco.
-Las mejores personas lo están-replicó, poniendo los ojos en blanco. ¿Me cansaría alguna vez de que se comportara como un crío cuando estábamos juntos, de que me sacara una sonrisa con tan sólo respirar? Esperaba que no.
Puse los ojos en blanco, sacudí la cabeza y bajé la vista hacia la lasaña.
Pero a él le apetecía jugar; se colocó detrás de mí, me puso las manos en las caderas y se inclinó hacia mi cuello. Me lo besó despacio, sabedor de aquellas corrientes eléctricas que me desquiciaban por dentro.
Su barba me raspaba suavemente el hombro, pero no me importaba. Dios... Me mordí el labio inferior sólo para no darle el gusto de gemir.
-Eri...
-¿Mm?-murmuré sin despegar los labios, entrecerrando los ojos para enfocar bien la lasaña e ignorando la erección que se estaba despertando en él. Hazle sufrir. Cuando sufre es cuando más disfrutáis los dos.
-¿Qué estás cocinando?
-Lasaña.
Sus helados dientes me mordisquearon el hombro cuando sonrió.
-Me gusta-murmuró. Los pelos de su barba me volvieron a raspar. Oh, señor. Noté cómo mi fuerza de voluntad se iba deshaciendo poco a poco, se desmoronaba a pasos agigantados-. Siempre que comemos lasaña consigo meterme entre tus piernas.
Pestañeé lentamente.
-No siempre. La primera vez, no.
-Estaba tanteando el terreno.
-Si no me dejas terminar de hacerla, no podremos comer.
-No tengo ganas de morir intoxicado-replicó, mordiéndome el cuello.
Me traicioné a mí misma echándolo hacia atrás y abriendo la boca, intentando respirar. Me estaba atacando la cabeza, lo sabía, pero le daba lo mismo.
-¿No será que no tienes ganas de comer, y punto? ¿Y de dónde coño has sacado esa camiseta?
¿Quién le había dado permiso para vestirse? No, no, y no.
-Del coche. Mi precioso nuevo coche. Ése que me regaló mi novia.
-No me suena-repliqué.
Me pegó aún más contra él.
-Tengo que follarte en ese coche-murmuró con la voz ronca. ¡Joder! Todavía iba a notarse que había leído las partes guarras de 50 sombras de Grey-. Pero más tarde, que como lo abollemos me va a dar algo.
Ya se iba pareciendo un poco más al Louis que conocía.
-Me gustan las chicas que conducen Lamborghinis-me burlé, haciéndole sonreír. Me aparté un poco de él y negué con la cabeza-. Tengo que terminar la comida, Lou. ¿O no tienes hambre?
-No de eso.
Me giré en redondo y tragué saliva. Sus ojos se clavaron en los míos, desnudándome el alma y echando un vistazo dentro.
Me apoyé contra la encimera y estudié su expresión mientras se acercaba a mí. Se inclinó hacia mis labios, no podía apartar la vista de ellos, estaba hipnotizada.
-Yo también tengo hambre de eso.
-¿De qué?-se rió.
-Lo sabes de sobra. No me vas a hacer decírtelo.
-Vale-replicó, separándose de mí y sentándose en la mesa. Abrí la boca.
-¡Louis!
-¿Qué?
-¿No me estabas seduciendo?
-No tienes ganas.
-Mentiroso.
Alzó las cejas y siguió mirándome sin pronunciar palabra. Me acerqué a la mesa, me apoyé en ella y me incliné hacia él.
-Nadie te ha dado permiso para ponerte una camiseta.
-¿Me la quito?-asentí con la cabeza, solemne. Sonrió, y obedeció. Menos mal, era una de las pocas veces que me obedecía. Sus ojos bajaron hasta mis piernas-. Entonces, a ti, ¿quién te ha dado permiso para ponerte esos pantalones?
-Oh, Louis, tampoco son tan largos...
-Me pongo la camiseta-amenazó. Suspiré, sacudí la cabeza de forma que mi pelo volara a mi alrededor, y me llevé una mano al botón de los pantalones. Luego volví a mirarlo.
-¿Quieres hacerlo tú?
-Sí-asintió, sin moverse. Me acerqué a él y dejé que me acariciara el vientre mientras me levantaba la camiseta para meter una mano por los pantalones. Procuré no dar un brinco de la sorpresa. Me mordí el labio mientras él se peleaba lentamente con el botón. Se levantó, me miró a los ojos y me arrastró hasta ponerme de nuevo contra la encimera. Me alzó en volandas y me sentó en ella mientras yo me inclinaba a besarlo.
Habíamos empezado a jugar, y ya no íbamos a parar nunca.
Se separó de mí lo justo para librarse de mis pantalones, y me acarició las piernas. Gemí en su boca cuando llegó a mis bragas.
-Espera...-susurré en cuanto noté cómo sus manos subían por mi camiseta, pretendiendo quitármela. Negué con la cabeza y él me miró a los ojos, divertido.
-¿Segura?
Pasé mi mano por su espalda mientras reflexionaba. Sí, me apetecía hacerlo así. Sólo lo habíamos hecho una vez así, y aquella vez había sido legendaria. No hacía falta que me quitara la camiseta.
-Quiero verte-susurró. Negué con la  cabeza, divertida, y le mordí la oreja.
-Puedes verme. Venga, machote. Hazme saber lo que es bueno-me burlé, dándole una palmada en el culo. Abrió mucho los ojos, divertido. Cerré mis piernas en torno a su cintura y me arrastré hasta el borde.
Me quitó las bragas y las lanzó bien lejos; a continuación me tomó de la cintura. Moví los pies hasta bajarle un poco los pantalones, mordiéndome el labio cuando vi las ganas que tenía.
Tiró de mí y consiguió meterse en mi interior.
Grité, tanto de la impresión de que lo hubiera hecho tan rápido como de lo bien que me había sentado. Me apoyé en su hombro y solté todo el aire que había en mis pulmones de golpe.
-¿Te he hecho daño?
Negué con la cabeza, se revolvió en mi interior y gemí. Estar así, sentada, con él entre mis piernas, y encima sobre la fría encimera... simplemente era demasiado para mí.
Me eché hacia atrás un poco para mirarlo, y le acaricié el pecho. Le cogí un brazo, miré sus tatuajes, repasé con el dedo todos y cada uno, recordándome que yo ahora también tenía uno, y le besé el Far Away.
Era el único que me parecía que no le estropeaba el brazo, pero seguramente fuera porque estaba dedicado a mí.
Me moví un poco más en la encimera y volví a gemir. Louis luchaba por no reírse.
-¿No lo notas?
-¿El qué?-replicó, moviéndose a propósito, desquiciándome por completo. Acaba esto, por favor, sigue.
-El contraste.
Estaba tan cálido, y la encimera estaba tan fría... recordé que había pensado lo mismo en aquella otra sesión de sexo, cuando todavía no conocíamos nuestros límites y nuestros gustos en la cama demasiado bien...
Apartó el cuenco con la lasaña de cerca de mí y me obligó a echarme hacia atrás. Así entraba más adentro. Así yo sentía más.
Empecé a moverme a su ritmo, arrastrándolo a él conmigo. Cerré los ojos cuando noté cómo se corría en mi interior, murmurando mi nombre entre dientes. Qué bien sonaba cuando lo decía, sobre todo cuando lo decía así...
No se detuvo, esperó hasta que yo también llegué a la cima y me rompí en pedazos a su alrededor. Se quedó quieto, inclinado hacia delante, jadeando por el esfuerzo de tenerme sujeta para que no me cayera. Volvió a sentarme en el frío revestimiento de mármol, o lo que fuera aquello, y se apoyó a ambos lados de mi cuerpo. Los músculos de sus brazos estaban hinchados por el esfuerzo de sujetarme tanto tiempo mientras estaba dándolo todo para mí. Le acaricié la cara y también me eché atrás, recuperando el aliento a mi vez.
-No es ni medio normal lo bien que encajamos-murmuré. Se echó a reír.
-¿Tú crees?
-¿No da un poco de cosa?
-A mí me gusta-se encogió de hombros-. Voy a salir-susurró, haciendo un gesto con la mandíbula entre nuestras piernas. Asentí con la cabeza y tiré de la camiseta para taparme. De repente me daba vergüenza que me viera así, no sabía por qué. Me había visto de todas las maneras posibles, ¿por qué ahora me daba cosa?
Se inclinó a besarme en la boca, divertido.
-¿Qué pasa?
-Nada-susurré, mirándome las manos.
-¿Seguro?
Asentí con la cabeza, me tomó de la mano y me besó despacio cada nudillo.
-Gracias por el coche.
Y dale con el coche.
-No es nada-sonreí. Quería que me besara, pero no en los labios. Quería volver a probar qué se sentía cuando él me besaba... allí.
Pero, claro, tal vez me molestara con la barba.
Me mordí el labio y noté que me dolía: sus besos habían sido demasiado apasionados, yo le había respondido con demasiada rabia, y ahora tenía la boca inflamada. Sin embargo, ¿por qué me gustaba tanto esa pequeña molestia que apenas merecía llamarse así? No me dolía, me molestaba, pero me gustaba, me encantaba notar aún su boca sobre la mía a pesar de que ya estaba poniéndose la camiseta.
-No-protesté, señalando la camiseta y negando con la cabeza. Sonrió.
-Voy a ponerme malo.
-Yo te cuidaré. Pero no te tapes.
Se volvió a acercar a mí, con un trozo de tela en las manos. Mis bragas. Le tendí la mano para que me las devolviera pero, en lugar de dejarlas en ella, me cogió los pies y los metió por las bragas. Las subió lentamente hasta llegar al mueble. Salté para bajarme al suelo y terminé de colocármelas yo.
Me giré en redondo y recogí el plato con nuestra comida, dispuesta a terminar mi tarea, costara lo que costara.
Louis me acarició la pierna con un pie.
-Vas a coger frío tú, Eri.
-Tú también estás descalzo-repliqué.
Se encogió de hombros, pude verlo por el rabillo del ojo.
-Soy inglés. Estoy acostumbrado a ir por ahí con frío.
Alcé una ceja, incrédula, y dejé que se inclinara hacia la nevera. Supe qué iba a sacar incluso antes de que lo hiciera.
Cerveza.
Siempre era la cerveza.
Suspiré mientras él se alejaba silbando en dirección al salón. Había cogido su camiseta, el muy cabrón, y estaba segura de que se la pondría cuando saliera de mi campo de visión. Pero no me importó mucho, le obligaría a quitársela en escasos minutos, cuando terminara con la lasaña y pudiera irme a acurrucarme en su pecho. ¿Por qué se estaría tan a gusto allí?
-¿Comemos viendo la tele?-sugerí, asomándome por la puerta de la cocina como en Enredados. Mi pelo se quedó colgando verticalmente, esperando tocar el suelo. En el fondo yo también esperaba que fuera tan largo como para tocar el suelo, pero las cosas así no sucedían porque sí. Echó la cabeza atrás y me miró, encogiéndose de hombros. La lata de cerveza estaba colocada en su vientre que, sorprendentemente, no estaba tapado por ningún trozo de tela. Me recordó a Homer Simpson, ahí, espatarrado, mirando la televisión con su bebida en la barriga, esperando a que le diera un chungo.
-Me parece bien.
-La comida estará lista en seguida.
-¿No tengo un último deseo?
Le tiré el rodillo de cocina con el que me estaba secando las manos.
-Vete a la mierda-repliqué, girándome y regresando a la cocina, digna como la mayor de las reinas del mundo.
Stephenie Meyer.
Abrí el microondas y asentí con la cabeza al llegarme el olor de la lasaña a la nariz. Mmm... la verdad es que olía bien, sobre todo teniendo en cuenta la autora de tal manjar. Tan sólo esperaba no coger una diarrea galopante de esas que son capaces de tumbar a un caballo y quedarme seca en el sitio.
Me las arreglé para colocar la comida en una bandeja y la llevé al salón. Louis la miró con el ceño fruncido.
-¿Has llamado al demonio, o algo? ¿Por qué huele tan bien?
-Estoy a esto-susurré, inclinándome hacia él y poniendo el índice y el pulgar a escasos milímetros- de darte una bofetada. Tú verás si quieres que te pegue al final o no.
-¿Y si me pegas en la cama?-replicó, estirando la mano y pasándomela por detrás de la pierna. Intenté ignorar las corrientes eléctricas.
-No te pego porque como lo haga todavía te dejo peor de lo que estás.
-¿Y cómo estoy?
-Fatal de la cabeza-dije, volviendo a la cocina y mordiéndome la sonrisa que luchaba por nacer en mi boca. No iba a darle ese gusto, no iba a sonreírle porque sí.
Cuando me giré con los tenedores en la mano, estaba detrás de mí. Di un brinco.
-¡LOUIS!
Él brincó también.
-¡¿Qué?!
-¡No me asustes!
-¡No te asusto! ¡Eres tú, que eres tonta!
Le bufé a la cara y él sonrió.
-Sí, eres tonta.
-Tienes razón. Mira con quién me conformo-repliqué, pasándole los brazos por la cintura y sonriéndole.
-¿Te conformas? Estoy fuera de tus posibilidades y lo sabes.
-¡¿A que te pincho?!-le amenacé. Se echó a reír y me puso los dedos bajo la barbilla para besarme mejor. Me dejé llevar por su beso, dejé caer los cubiertos y enredé mis dedos en su pelo. Estábamos empezando otra vez, pero teníamos que comer, y la lasaña no se iba a mantener caliente siempre. No era como yo.
-Louis...
-Mm-susurró en mi clavícula, cubriéndola de pequeños besitos.
-Tenemos que reponer fuerzas.
-Yo estoy bien.
-Louis.
-Vale, vaaaaaaaaaaaaaale. A veces eres peor que mi madre, nena.
Me encogí de hombros.
-Soy mala.
-Eres el demonio.
Recogimos las cosas y nos hicimos con el resto de los utensilios. Yo cogí una botella de agua y la planté al lado de su cerveza. No pude evitar comentar que era más larga que la suya cuando las puse a ambas al lado. Mi botella era casi una lata y media.
-Lo dudo mucho-replicó él, negando con la cabeza-. ¿Quieres la prueba?
-Estoy comiendo, tío-repliqué, aunque técnicamente no habíamos empezado. Levantó las manos.
-Tú te lo pierdes, vaquera-espetó con un exagerado acento texano. Me eché a reír y le di un codazo.
-Qué tonto eres cuando quieres.
-Pero tú te arrastras por mí.
Puse los ojos en blanco, metí el dedo en la  lasaña y se la restregué por la nariz. Aun así, en el fondo tenía razón. Recordé cuando hablamos con los chicos y Victoria le dijo a Louis que lo notaba diferente.
-Es que ya tengo un poco de barba.
-¡Guau! ¡Louis con barba!
-Siéntete afortunada, no muchos me han visto así.
-¿Por qué?
-Normalmente me afeito, pero Eri no me deja.
-¡Mentiroso!-repliqué-. Aféitate si te da la gana.
-Vale-había espetado él, levantándose de la cama. Y yo había pensado, ¿va a hacerlo de verdad? Le había cogido del brazo y había negado con la cabeza.
-No, no.
No pude evitar sonreír ante ese recuerdo. La verdad era que me gustaba jugar con él, bromear con él, tomarnos el pelo mutuamente. Era guay poder considerar a mi novio también mi mejor amigo; sabía que muchas chicas no lo hacían así: tenía un mejor amigo y luego un novio. Se suponía que al novio lo querían más, pero siempre iban a confiar más en el mejor amigo, lo que a mí me resultaba bastante confuso, muy complicado de entender.
Dimos buena cuenta de la comida entre risas y bromas, cambiando de vez en cuando de canal. Me quejé cuando quitó los Simpson porque ya había visto un montón de veces un capítulo que a mí no me sonaba de nada, pero, al fin y al cabo, ese fin de semana podía mandar él, pues había sido su cumpleaños, y todavía estábamos en el plazo en el que intentaría hacerlo lo más feliz posible.
Pero no llegué a cumplir mi parte del trato cuando, aburrida de la vida, cogí su ordenador y me puse a navegar por Internet, acabando metida en la página de una de las revistas que solía leer. Siempre me metía en la sección de sexo y hombres, aunque rara vez hacía caso de los consejos que las redactoras daban, y me iba bastante bien.
Levanté la vista y una periodista joven, rubia y de sonrisa  falsa, hablaba acerca de el alcoholismo en los jóvenes de Europa. No me extrañó nada que pusiera imágenes de mi país: los españoles éramos los más borrachos con diferencia, estaba segura. Era cierto que los alemanes e ingleses venían a España y se desmadraban, pero seguro que no bebían con tanta frecuencia como nosotros (bueno, ellos, yo no) lo hacían.
Louis dio un trago distraído de su cerveza, seguramente ni siquiera estaba escuchando lo que decían. Captó mi atención algo que dijo la mujer.
-...la edad de alcoholismo está bajando entre la población inglesa también; en los varones ya ha alcanzado la tasa de los 20 años, aunque es más abundante a partir de los 40, y en las mujeres ha llegado a los 30...
Louis tenía 21 años.
Y no podía parar de beber, estaba segura de que ni aunque se lo propusiera.
-¿Estás escuchando?-pregunté. Me miró con cara de ¿qué me estás contando? por lo que supe que no, no estaba escuchando.
-¿Qué pasa?
-Que puede que seas alcohólico, eso pasa-puse los ojos en blanco, bajando la tapa del ordenador. Más tarde me daría cuenta de que con eso lo único que quería era meterme más en la conversación, y, ¿por qué no?, en la pelea que se estaba avecinando. Una de esas peleas monumentales que tambaleaban una relación.
-Soy joven todavía-él no quería movida, se le notaba en el cuerpo, pero había un problema muy grande: que yo era mujer, y encima era yo, lo que era añadir "terca" a la palabra "terca" que me venía por lo que tenía (o más bien no tenía) entre las piernas. Él siempre iba a dejar las cosas pasar porque era un él, y no un ella. Pero yo no iba a dejar que se destrozara el hígado por esa afición estúpida.
-Acaban de decir que ya a los 20 se puede ser alcohólico.
Se encogió de hombros, dando otro trago de su bebida. ¿Lo estaba haciendo para provocarme?
-Puedo dejarlo cuando quiera.
-Déjalo ahora.
Me miró y dio otro sorbo.
Lo estaba haciendo para provocarme.
-¿Quién eres para decirme que pare? Que yo sepa, no eres mi madre.
Uy.
Uy.
Uuuy.
Menuda puñalada.
-Soy tu novia-le recordé-. Y se supone que voy a estar una temporada contigo.
-Eso suena a amenaza.
¡La madre que lo parió!
Dio otro trago.
Te voy a terminar metiendo la botella entera en la boca. Borracho.
-¿Tan mal sería estar mucho tiempo conmigo?-gruñí, entrecerrando los ojos.
-No, pero lo has dicho como si tú me estuvieras amenazando con algo.
-¿En serio?-espeté, sarcástica. Se incorporó.
-En serio.
Nos miramos un segundo, midiéndonos con la mirada, dos luchadores comprobando la fuerza y la destreza del otro.
-Nadie es perfecto-susurró, negando lentamente con la cabeza.
-Tú lo serías si dejaras de beber tanto.
-Nadie. Es. Perfecto.
-¿Ni siquiera yo?-me reí. No, no lo era, pero entonces que no me dijera en una canción, la canción más perfecta de aquel mundo que yo era perfecta para él. Eso se llamaba mentir.
Se mordió el labio.
-Eri...
-¿No contestas?
-Eri.
-¿Qué?
-Eres anoréxica.
¡La madre que lo parió!
-Ya no lo soy.
-No comes como antes.
-Antes comía como una cerda-repliqué-. Y no estamos hablando de mí ahora.
-Un poco sí.
-Escucha. Me preocupo por ti, ¿vale? Y no quiero que...
-¿Quieres decir que yo no me preocupo por ti? Ah, vale. Pensaba que querer que comieras y no querer que te mataras de hambre era preocuparse-se encogió de hombros.
-¿Te quieres callar?-y cerró la boca-. Gracias. Lo que te decía era que yo no quiero que te vuelvas alcohólico. Te quita años de vida.
-También dejar de comer. Bastantes más que beber una cerveza al día.
-No bebes una cerveza al día y lo sabes.
-¿Tengo yo la culpa de que me guste la cerveza?
-¡Tienes la culpa de no controlarte!
-¡Pero si me controlo!
-¡Louis! ¡No! ¡Te! ¡Controlas!
-¡Eri! ¡Sí! ¡Me! ¡Controlo!
Me puse de pie y él rápidamente me imitó.
-¡NO QUIERO QUE A LOS 40 LA PALMES ECHANDO EL HÍGADO POR LA BOCA!
-¡NO VOY A PALMARLA ECHANDO EL HÍGADO POR LA BOCA! ¡CON SUERTE ME MATARÉ YO MISMO A LOS 27 DE SOBREDOSIS O ALGO ASÍ, COMO AMY WINEHOUSE!
-¡NO TE VAS A LIBRAR DE MÍ TAN FÁCILMENTE!
-¿COMO TÚ CON TU ANOREXIA?
-¡YA ESTOY CURADA!
-¡Y UNA PUTA MIERDA! ¿POR QUÉ ME DA LA IMPRESIÓN DE QUE SABES DECIRME EXACTAMENTE CUÁNTO PESAS, CON GRAMOS Y TODO? ¿EH?
Lo miré sin decir nada.
-¿EH?
-No sé cuánto peso.
-Mentirosa.
-¡NO SÉ CUÁNTO PESO!
-¡MENTIROSA!
-PODÍAS CONFIAR UN POCO MÁS EN MÍ.
-¡MIRA QUIÉN HABLA!
-¡AL MENOS YO NO PIENSO QUE TÚ PODRÍAS ESTAR ESPERANDO UN HIJO MÍO Y AZORRONARÍAS Y TE CALLARÍAS Y NO ME DIRÍAS NADA!
-¡LO DE AYER TE  LO PREGUNTÉ PARA ASEGURARME!
-¡YO NO NECESITARÍA PREGUNTÁRTELO!
-¿ME ESTÁS HABLANDO DE CONFIANZA TÚ? ¿TÚ? ¿TÚ, QUE ME ACABAS DE DECIR QUE SOY UN ALCOHÓLICO? SABES QUE SI LO FUERA TE LO DIRÍA.
-BEBER CUATRO CERVEZAS AL DÍA NO ES NORMAL Y LO SABES, LOUIS.
Estuve a nada de decir su nombre y su apellido en esa frase, pero me mordí la lengua a tiempo. Conmigo sólo iba a ponerse de más mala leche, no iba a tener el efecto paralizador que tenía en boca de su madre.
-NO BEBO CUATRO CERVEZAS AL DÍA Y LO SABES.
-NO SABES CUÁNTO BEBES.
-¡NO BEBO CUATRO PUTAS CERVEZAS!
-El primer paso para curarse es reconocerlo.
-¿Reconociste tú que tenías anorexia o te limitaste a asentir con la cabeza cuando te lo dijimos nosotros al no poder comerte ni una puta magdalena?
-No me compares eso. Yo no lo elegí.
-Espera, ¿qué? ¿No me estarás diciendo que ahora la culpa la tengo YO?
-NO.
-ACABAS DE INSINUAR ESO.
Alzó las cejas, incrédulo. Sabía que iba ganando. Mierda, mierda, ¿por qué siempre ganaba Louis? A veces me gustaría ganar a mí, para variar.
-Si no me hubierais obligado a cantar...
-NADIE TE OBLIGÓ A NADA.
-LE DIJISTEIS A LA REINA QUE YO CANTARÍA POR HARRY.
-TIENES BOCA. PODRÍAS HABER DICHO QUE NO.
-ERA LA PUTA REINA.
-YO NO TENGO LA CULPA DE QUE TE MATARAS DE HAMBRE UNA SEMANA.
-A LO MEJOR SÍ-ladré-. A LO MEJOR ME PRESIONASTE DEMASIADO.
Me había pasado tres pueblos, lo vi en sus ojos, pero ya no podía parar, a pesar de la chispa de dolor que se encendió en ellos.
-¡A lo mejor yo no estaba preparada! ¡A lo mejor a ti te gustaba cómo era yo antes, pero a mí no! ¡Me daba asco, Louis, as-co, y tú lo sabes! ¡Lo supiste siempre, pero te dio igual! ¡Te limitaste a tratarme como si fuera perfecta cuando sabías de sobra que no lo era! ¡Y desde que lo soy me pones pegas! ¡Y tiene que ser siempre todo como tú dices! ¡Y cuando los demás te decimos algo tú en seguida te cabreas y dices que estás bien! ¡Y NO ESTÁS BIEN, LOUIS, NO ESTÁS BIEN! ¡NO ME PUEDES DECIR QUE ES NORMAL QUE UN TÍO SANO COMO TÚ SE META ENTRE PECHO Y ESPALDA MÁS DE UN LITRO DE ALCOHOL AL DÍA Y QUE ESO SEA NORMAL, PORQUE NO LO ES!
Tragó saliva.
-Y luego encima no te fías de mí.
-Yo me fío de ti.
-¡SI LO HICIERAS NO ME PREGUNTARÍAS SI ESTARÍA PREÑADA!
Suspiró.
-Y NO PONDRÍAS LA CARA QUE PUSISTE CUANDO TE DIJE QUE NO LO ESTABA.
-¿QUÉ CARA PUSE, ERIKA, A VER? ¿QUÉ CARA PUSE?
Que me llamara así me sentó como una bofetada. Era la primera vez que me llamaba por mi nombre completo. Y me sorprendió muchísimo ver que perdió su acento inglés y que pronunció mi nombre bien,  acentuándolo donde tenía que acentuarlo.
-PUSISTE CARA DE "OH, GRACIAS AL CIELO, NO ESTÁ PREÑADA, NO TENDRÉ QUE OCUPARME DE ELLA"
-Sabes que me encanta ocuparme de ti.
-Eso lo dices ahora para que no te grite más.
-Puede ser.
Di un paso hasta quedar pegada a él. Ignoré a propósito las corrientes eléctricas, mucho más débiles ahora que me daba tanta rabia todo. Absolutamente todo.
-Vete a la mierda-susurré en voz baja, apenas me oí yo. Pero él, por la cuenta que le traía, me oyó.
Me giré sobre mis talones y me encaminé fuera del salón. No sabía a dónde iba, pero no importaba; necesitaba salir de allí. Necesitaba estar sola para poder echarme a temblar como un flan, desatando mi rabia, mi furia, mi ira, dejando que saliera de mí para que no me consumiera. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. ¿Se había acabado? En ese momento no sabía decir si era así o no. Pero de lo que estaba segura era de que me iba a costar muchísimo cualquier cosa a partir de entonces si Louis no estaba conmigo.
Y luego estaba esa capacidad que tenía de decir mi nombre bien y de clavarme un puñal con esa simple sílaba final.
-Me encanta ese talento tuyo para ver problemas donde no los hay-murmuró. Me giré lo justo para verlo dar otro sorbo de aquel maldito líquido.
-No me pidas que te vea irte al otro barrio echando los intestinos por la boca.
-No vas a tener esa suerte-replicó.
Lo miré de arriba a abajo como buenamente pude y salí del salón haciendo acopio de la poca dignidad que me quedaba. Era asombroso cómo era capaz de ponerme una máscara utilizando la energía de mi enfado descomunal.
Una vez estuve fuera de su vista, eché a correr sin rumbo, buscando un lugar en el que meterme. Se había acabado. Se había acabado, nunca nos volveríamos a tratar como antes.
Acabábamos  de tener la típica pelea que tenían mis padres, después de la cual estaban tres días sin hablarse. Solo que mis padres tenían tres días, y nosotros no. Cada segundo era oro para nosotros, nuestros países así nos lo recordaban.
Cerré la puerta de la habitación en la que me había metido tras de mí, me apoyé en ella y me deslicé hacia abajo, enterrando mi rostro entre las manos. No quería romper con Louis. Le amaba demasiado, joder, no podía estar sin él. Sin él yo no existía. Él me había hecho lo que yo era ahora, me había hecho perfecta, tal y como era... sólo que a veces podía ser tan gilipollas. Y tan estúpido... ¿por qué tenía que darse a la bebida así? No le pasaba nada... Na...
Mierda, el divorcio.
Sacudí la cabeza. No, él ya bebía de antes.
Traté de tranquilizarme, no quería que de repente a él le diera por ir a buscarme para seguir discutiendo y me encontrara en el suelo hecha un ovillo, porque entonces perdería definitivamente la discusión. Luché por respirar hondo, pero no fui capaz, lo único que me salían eran jadeos superficiales.
Joder, lo que podían cambiar las cosas en diez minutos. Hacía nada estábamos en el sofá, tirados el uno encima del otro mirando la tele, y ahora estaba segura de que no nos íbamos a hablar en una temporada. Me pasé una mano por el pelo, apartándomelo de la cara para no mojarlo con las lágrimas y alcé la vista. Intenté deducir dónde estaba a través de la cortina de lágrimas, pero era algo muy complicado, debido a que las lágrimas que salían eran rápidamente sustituidas por lágrimas nuevas. Me sentía un asco.
¿Por qué no se lo había dicho con suavidad? Estaba segura de que podía convencerlo de que estaba bebiendo demasiado, de que debía moderarse, pero la manera no era gritándole, eso estaba claro. Me mordí el labio inferior, reprimiendo un sollozo. Joder, mi puta lengua y yo.
Me quedé muy quieta, intentando tranquilizarme. Enterré la cara entre las rodillas y traté de ir normalizando mi respiración. Tras muchos intentos lo conseguí. Asentí con la cabeza, me miré las uñas como si fueran lo más interesante del mundo, y por fin me digné a levantar la mirada. Estaba en la habitación del piano; me quedé muda de asombro. Me levanté despacio, como si el piano fuera un animal salvaje, y me pegué a la puerta. ¿Acaso iba a atacarme?
Descubrí que no me había puesto los pantalones. Oh, y tampoco había llamado a mi madre por su cumpleaños. Y tenía el móvil en el bolsillo de los vaqueros. Bien, tendría que volver a salir otra vez.
Abrí la puerta y me asomé fuera; caminé de puntillas hasta llegar a la cocina. Me abalancé sobre mis vaqueros, los cogí y corrí otra vez a la habitación del piano. Louis debía de seguir en el salón, seguramente poniéndose morado a beber cerveza.
¿A quién quería engañar? Me ponía mucho cuando bebía cerveza. Pero no estaba de humor como para ponerme a pensar en cuando fuéramos mayores y ya llevara años y años metiéndose el alcohol prácticamente en vena.
Como si fueras a verlo a los 40 años, se burló mi yo más cabrón y sarcástico. Cerré los ojos y me deslicé por el suelo de nuevo, con los vaqueros ya puestos. Intenté relajarme, miré el piano y me arrastré hasta el taburete que estaba frente a él. Me senté y abrí la tapa del precioso instrumento de cola. Saqué el móvil del bolsillo y miré la pantalla, ignorando el reflejo de la chica que me miró destrozada, con los ojos bañados en lágrimas. Tenía que hacerlo ahora antes de que me empezara a deprimir más porque Louis no me dirigía la palabra.
Desbloqueé el teléfono y marqué el número de mi madre, intentando concentrarme. Sorbí por la nariz y me limpié las lágrimas, a pesar de que no me iba a ver ni nada. Estuve esperando que cogiera el teléfono cinco pitidos.
-Erika-susurró. Me mordí le labio y reprimí un gemido. No me podía creer que Louis me hubiera llamado así. Debería tenerlo prohibido.
-Hola, mamá. Felicidades.
Mamá se quedó callada un momento.
-¿Estás bien?
-He cogido frío, eso es todo-sorbí por la nariz- .¿Cómo estáis?
-Bien, ¿y tú? ¿Vosotros?-se corrigió, lo que me pareció sorprendente. Mamá adoraba a Louis.
Seguramente no tuviera que adorarlo mucho más tiempo, pensé con rabia.
-Estamos bien. Cansados-de todo, de mis mierdas especialmente. Me pasé la mano por la cara y volví a sorber por la nariz.
-¿Estás tomando medicamentos?
-Leche con miel cuando voy a dormir-mentí descaradamente; para algo se me daba bien. Debía aprovecharlo.
-Ya.
-¿De qué es la tarta?
-Almendra.
Sonreí, ¡sonreí!
-Papá estará encantado.
-A tu padre le hemos cogido unos pasteles.
-Cuando vuelva, ¿comeremos tarta? Pero no de almendra. De turrón.
-Tal vez.
-Por favor.
-De acuerdo. Comeremos tarta cuando vuelvas, de turrón.
-De la que hacen en la pastelería del pueblo. La que lleva yema por encima. La que está tan rica.
Necesitaba darme el atracón de mi vida, y luego, ¿quién sabe? Tal vez tuviera fuerza de voluntad suficiente para meterme la mano hasta el codo en la boca y echar hasta mi última papilla. ¿Que yo era anoréxica? Louis iba a saber lo que era la anorexia. Me iba a pasar a la bulimia, que era mucho más guay y mucho más...
Mierda, ¿de verdad estaba pensando yo eso? Iba a darle la  razón cuando era lo último que quería. No. Volveré a comer como comía. Pero también me mataré en el gimnasio. Y no dejaré que me toque... como si tuviera fuerza de voluntad. Me encantaba cuando me tocaba. No quería que parase nunca.
-Sí, niña. ¿Algo más?
-No. Espera. ¿Cómo está Iván?
-Bien.
-Vale.
-Abrígate, ¿vale? Cuida ese resfriado, que luego ya sabes que no se te quita en un mes y te quedas sin ir a clase.
-Sí, mamá-genial, acababa de alejar de mí a la única persona a la que le daba igual que no fuera a clase, siempre y cuando estuviera bien. Suspiré-. Adiós.
-Adiós, Erika. Te quiero.
Colgué; me daba una vergüenza terrible decirle a mi madre que la quería, no se lo había dicho nunca. Por eso alucinaba muchas veces cuando Louis se lo decía a su madre así, sin más, como quien estaba hablando del tiempo.
Dejé el teléfono encima del soporte de las partituras y acaricié las teclas sin llegar a apretarlas. ¿Se cabrearía  Louis si tocaba algo? Necesitaba tocar, tocar algo aleatorio, algo que nunca nadie había escrito y que nunca nadie volvería a escuchar. Me encantaba dejar volar los dedos por el teclado, porque era cuando realmente me sentía libre; haciendo mi propia música, sólo preocupándome de hacerla sonar como yo quería...
Apreté el fa sostenido y mi móvil empezó a sonar. Di un brinco y miré la pantalla. Me tomé mi tiempo para contestar a Harry, pues sabía que él tendría paciencia y esperaría a que lo cogiera. ¿Por qué me llamaba a mí? Mierda, ¿le habría dicho Louis algo de nuestra super pelea? Mis dedos recorrieron el botón de silencio ausente y la rotura de la parte de atrás. Si Harry me llamaba para echarme la bronca, quería morirme.
Tragué saliva, inspiré hondo y deslicé el dedo por la pantalla, rezando porque la pelea con él no fuera demasiado fuerte. No soportaría que alguien más me gritara. Con que el centro de mi universo me odiara ya tenía bastante.
-Dime, Hazza-intenté sonar lo más natural posible, pero creo que no lo conseguí.
-¿Eri? ¿Estás bien?
Como era una gilipollas integral, asentí con la cabeza. Tardé un momento en darme cuenta de que no me veía.
-Sí... sólo es... no importa. ¿Qué pasa?
-¿Crees que Noe está de verdad en Cantabria?
Parpadeé.
-¿Qué?
No supe cómo, pero de repente me había levantado y estaba caminando hacia la puerta. Cuando me quise dar cuenta, estaba en el salón, haciéndole un gesto a Louis para que me siguiera a la habitación del piano. Él frunció el ceño pero no hizo comentario alguno al verme al teléfono, seguramente oliéndose que era algo sobre los chicos.
-Me senté de nuevo en el taburete y él en el otro extremo; gracias a Dios que no era muy grande y nos rozábamos un poco. Necesitaba saber que aún soportaba mi contacto.
Puse el manos libres y dejé el móvil sobre el soporte de las partituras, donde lo había colocado antes.
-¿Por qué dices eso?
-Bueno, pues porque... no sé. Pero no me pareció que estuviera en Cantabria cuando hablamos con ella. El fondo de la habitación no me sonaba.
-Estaba oscuro, Hazza. Y era tarde. Estabas medio sobado-replicó Louis, pasándose una mano por el pelo y acariciando el piano de la misma manera que lo había hecho yo antes. Estábamos hechos el uno para el otro, ¿por qué no podíamos ser exactamente iguales? ¿Por qué él no podía tenerle asco al alcohol, como yo, y yo comer como comía él?
-No era Cantabria. Además, creo que... hay otro.
Fruncí el ceño.
-¿Cómo que otro?
-Sí. Otro. Mirad sus tweets. Son tipo gracias por estar ahí, eres genial, cosas así. Y está claro que no es por mí porque yo no estoy... ya sabéis. Ahí.
-¿Y eso quiere decir automáticamente que hay otro?
-Ha dicho que le quiere.
-Tal vez fuera para ti.
-¿Y por eso no me coge el móvil?
La angustia en la voz de Harry me estaba volviendo loca a mí también. ¿De qué cojones iba Noemí? ¿Cómo se atrevía a estar preocupando a Harry de esa manera?
Es exactamente lo que estás haciendo tú.
Miré la mano de Louis, deseando poder entrelazarla  con la mía.
-Noemí te quiere-susurró Louis, mirándome a mí y alzando las cejas. Me puse roja como un tomate. Estaba claro que estaba a punto de decir algo referente a mí, pero, ¿qué?-. No creo que haya otro. Eres tú, Harry.
-Era belieber antes que Directioner.
-Justin pasa de ella-espeté yo-. Es por ti por lo que la tiene en cuenta en las redes sociales y eso.
-Sí, ninguna de las tres existe sin nosotros.
Luché por ignorarle. Me tragué mis lágrimas.
-Hay otro, estoy seguro. Lo peor es que no es famoso. Y será una puta humillación cuando me deje por él.
-No te va a dejar, Harry.
-Sí, va a dejarme. ¿Por qué no me coge el teléfono entonces?
-Porque Noemí es gilipollas perdida.
-Es tu amiga-me recriminó Louis, su mirada se oscureció cuando se cruzó conmigo.
-Harry también lo es.
Harry suspiró en Chesire, o donde fuera que estaba.
-¿Qué hago?
-Esperar. Vamos a ir a España en fin de año. ¿O no?-le gruñí a Louis, que no me contestó. De puta madre. No nos íbamos a hablar. ¿Hasta cuándo? ¿El 2014? Genial-. Puedes ir a por ella entonces, la sacas de casa y listo.
-¿Y si no está?
-Estará.
-Pero, ¿si no está? ¿Crees que está realmente en casa? De estarlo me cogería el teléfono y no se despegaría del ordenador para hablar con nosotros. Y no se conecta. Nunca.
-Sí que lo hace.
-De madrugada.
-Tengo una amiga que está conectada toda la madrugada. Noe podría ser como ella. Ya sabes cómo es su madre, seguro que no le deja coger el ordenador.
Louis se revolvió en el asiento. Su hombro rozó el mío. Me dio un vuelco el corazón cuando se apartó un poco para dejar de tocarme. No, por favor, no...
-Si no está en casa, iremos a buscarla a donde esté.
-Louis...
-No, Louis, no, Harry. Iremos a por ella. Y aclararemos toda esta mierda. Con que dos no nos dirijamos la palabra ya es suficiente.
-¿Qué?
-Eso.
-No te entiendo.
Louis se encogió de hombros; yo no podía apartar la vista de mis pies en los pedales del piano.
-Eri y yo...-negó con la cabeza-. No...
No estamos más juntos.
Harry se quedó mudo.
-Yo... eh... lo siento.
-Yo también-convino Louis. Un sollozo se escapó de mi garganta; me tapé la boca rápidamente.
-Bueno, entonces tendréis mucho de qué hablar... yo... voy a colgar. Luego me llamáis, ¿vale?
-Vale-susurré con la voz rota. Ya no importaba que me oyera llorar, ni que Louis me viera llorar. Acababa de decir que habíamos roto. Me acababa de dar el golpe de gracia.
Louis estiró la mano al teléfono y lo colgó. Se quedó mirando nuestra foto en el fondo de la pantalla. Cerré los ojos, luchando contra las lágrimas. Encajábamos bien, ¿realmente no había otra solución? Apreté los puños.
-¿Quieres que te lleve a Londres?
Aquella pregunta me sobresaltó. Lo miré con la vista nublada, negué despacio con la cabeza; no iba a poder decir nada más. Ni una sola palabra.
A pesar de que ya no era mío, todavía necesitaba seguir pasando tiempo con él.
Acerqué mi mano a la suya, pero él se levantó, aprovechando para apartarla. Una vez de pie, me miró un par de segundos, pestañeó y se giró. Se encaminó a la salida.
-¿Hemos terminado?-susurré con un hilo de voz, no pude decirlo más fuerte.
Me ignoró y salió de la habitación, dejándome hecha un manojo de lágrimas, mientras el Louis y la Eri de mi móvil me miraban sonrientes, ajenos a todo.
Ni siquiera habéis durado seis meses...
Volvió tras una hora a la habitación; no pude ver que tenía los ojos, seguramente de haber llorado él también. Traía algo consigo.
Se me cayó el alma a los pies cuando reconocí mi carta.
La dejó al lado del móvil y se sentó conmigo en el taburete. Se me quedó mirando, aquellos preciosos ojos azules  clavados en mí, esperando que yo hiciera algo... morirme, por ejemplo. Era lo que más me apetecía en ese momento.
Estiré la mano, cogí la carta, la desdoblé y comencé a leerla, a pesar de que me sería muy fácil recitarla de memoria.
Hola, amor <3
Como es costumbre que escriba algo en los cumples, y siempre lo hago en Tuenti, y sería un poco raro que te conectaras con mi cuenta para leerlo, te escribo esta carta. Te escribo esta carta porque quiero felicitarte el cumpleaños. Como te conozco, sé que estarás triste, seguramente. Pero yo no quiero que lo estés, estoy contenta de poder felicitarte este cumpleaños, porque significa que estoy contigo y que me has aguantado todo este tiempo.
Estoy feliz de poder decirte que felicidades, felices 21. No debes estar triste, yo estoy contenta.  Pero estos 21 van a ser pocos para mí, así que te pediré un favor: déjame estar contigo hasta  tus 81, 91, 101... hasta el final, ¿vale? 
No, no vale. No vas a estar hasta el final con él.
Necesito estar hasta el final para agradecerte todo lo que estás haciendo por mí. Agradecerte que me hagas sentir como que valgo algo, que me hagas sentir querida, la persona más querida del mundo. Cuando estoy contigo me siento útil, no hay nada que pueda hacerme daño, no hay sombra alguna que me alcance. Eres como un sol que me ilumina y me da calor; me proteges y me cuidas como tú mejor sabes. Recuerdo la primera noche que nos besamos, lo nerviosa que estaba, lo imposible dela situación: tú, tú en tu perfección, estabas enamorado de mí. Yo te gustaba, yo, la criatura más imperfecta del universo le gustaba al chico más perfecto que jamás hubiera existido. Y luego me llevaste a Londres. Me escribiste esas canciones preciosas cuando nos peleamos (no quiero que nos peleemos nunca más) (Vas lista), conseguiste lo imposible: que llorara con una canción. Hiciste mi sueño realidad, ahora gracias a ti la gente me recordará. No tantos como a ti, no tanto como tú, pero yo también voy a vivir a mi modo para siempre. Y gracias a ti seguramente consiga una carrera en el mundo de la música, he de reconocer que no es lo que había planeado, pero es perfecto y maravilloso. Y todo te lo debo a ti.
¿Y la noche de mi cumpleaños? Mi cumpleaños fue el mejor de todos los tiempos, el mío y el de toda la historia. Te quiero. Te quiero y te quise y te querré, desde aquel día de noviembre en el que vi el vídeo diario hasta el día en que me muera, seguramente incluso después. Pero esa noche fue perfecta, me di cuenta de la inmensa suerte que tenía por estar  con un caballero como tú. Me hace gracia que tú no creas que eres un caballero, porque lo eres, Louis, lo eres. Eres perfecto, eres el típico caballero inglés que se preocupa por su dama más que por su vida. Y eso me encanta. Tú, todo tú, me encantas. Desde tus preciosos ojos, tu sonrisa traviesa, tus miradas de "eres tonta", tu boca, tus besos... ¿y tu voz? Un caso aparte. ¿Dónde tienes las alas? Porque cantas como un auténtico ángel. Y sabes que yo no regalo mis cumplidos; si digo que cantas como un ángel es que cantas como un ángel.
Gracias por dejarme estar contigo y por hacerme la más feliz de la Tierra. Un único segundo a tu lado merece cualquier precio que tenga que pagar por ti. Me da igual el odio, me da igual lo que la gente piense; mientras tú me quieras o por lo menos me toleres cerca y pueda estar a tu alrededor, yo seré la más dichosa. Te quiero. Muchísimo. Más de lo que se puede querer a nadie, más de lo que yo misma pensé que podría querer nunca.
Te quiero muchísimo, mi amor. Sabes que si me dejas estaré contigo hasta el final, ¿no? Por favor, por favor, Louis, déjame estar hasta el final. Te prometo que haré lo que esté en mi mano para hacerte feliz.
Pero se había acabado, ya no podía hacerle feliz por mi estúpida manera de decirle las cosas. Seguía queriéndole igual que cuando escribí esa carta, incluso más. Pero no era bastante. Él merecía a alguien mejor que yo.
Me había transformado en un torrente de lágrimas. Dejé la carta en su sitio, él la cogió, y negó despacio con la cabeza.
Sí.
Se había acabado.
Enterré mi rostro entre las manos y lloré como si estuviera sola, a pesar de que lo tenía a mi lado, seguramente tan jodido como yo.

13 comentarios:

  1. Harry,querido,sabes de sobra que soy una mujer muy solicitadJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJJA es muy triste vale? Muy triste...

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  2. BTW,HOLA ERIIIIII!!!!! :333333 te hacen ilu estos comentarios,te entretengo ehh lolaso

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  3. Creo que no hace falta que diga quien soy.Sí,soy esa retrasada que se sienta contigo en clase.Emocionante,lo sé :') Buenas noches!!

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  4. ¿Noe? JAJAJAJAJAJAJA Estás enferma.
    Aun así molas.

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  5. Hostia putísima, esto no puede acabar así, no, me has hecho llorar con lo de la carta y todo, Eri, joder. Que no pueden romper, hostia puta.

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