martes, 25 de junio de 2013

Espejismos.

Me froté la cara y miré a Noe, dormida a mi lado, mientras el reloj de la mesilla de noche se negaba en redondo a hacer que sus agujas fueran más rápido. Fruncí el  ceño, me destapé un poco y me senté apoyando los pies en el suelo. Noe se limitó a girarse en la cama, mascullar algo en sueños en voz tan baja que no lo habría entendido ni aunque no lo hubiera dicho en español, y siguió en el séptimo sueño.
Pero yo no podía dormir. De hecho, no me explicaba que ella estuviera dormida. Quiero decir, ¿cómo era capaz? Era imposible que estuviera durmiendo como lo hacía, a pierna suelta, a pesar de todo lo que había pasado. Yo apenas podía cerrar los ojos sin temer a la oscuridad que se adueñaba de mi alma.
Eri se había ido, para no volver.
Y Noemí dormía como si nada, a pesar de ser la persona que menos la había apoyado en todo, desde que las conocimos.
Me mordí el labio, me pasé una mano por el pelo y me dirigí a la puerta. Sabía que no iba a dormir más, y no me apetecía estar al lado de Noe en la cama. Que no me pareciera bien que se durmiera no quitaba de que no era tan cabrón de hacer que despertara.
El suelo estaba sorprendentemente frío, aunque no debería parecérmelo tanto. Al fin y al cabo, sólo estábamos a mediados de febrero. El tour empezaba la semana siguiente, y ya estábamos con los ensayos hasta el cuello. Había sido muy complicado, porque, después de que Eri lo dejara (y estaba seguro de que había sido el último que había hablado con ella), Louis se encerró en sí mismo de tal manera que ni siquiera fue a los ensayos. No había mucho que memorizar, pero aun así no nos venían nada mal los ensayos. Serían una tontería, terminaríamos haciendo lo que nos diera la gana en el escenario, como siempre, pero aun así, nunca sobraban.
Caminé en silencio hasta la cocina y no me sorprendió en absoluto encontrarme a Liam allí. Estaba bebiendo de un vaso lleno hasta arriba de líquido marrón Coca Cola. Con cafeína. Se moriría de sueño durante el día, pero era lo único que conseguía tranquilizarlo. Lo único que no llevara alcohol, y todavía era reacio a beberlo en casa. Una cosa era excederse una noche porque estábamos de fiesta y otra muy distinta ir a buscarlo a la nevera sin pretexto alguno, nada más que deleitándose en la destrucción de sus riñones, que parecían haber recordado que eran riñones 20 años después de lo debido.
-¿No puedes dormir?-inquirió, mirándome y dando un pequeño sorbo de su bebida. Me encogí de hombros.
-Son demasiadas cosas en demasiado poco tiempo.
Asintió con la cabeza, dándome la razón. Podría entrar la lista de frases célebres de nuestra historia, entre el Que hablen de mí aunque sea mal, de la gran Marilyn Monroe, y Sólo sé que ya tu sabes, de alguien anónimo que no tenía otra cosa mejor que hacer que juntar a Sócrates y Pitbull en una misma frase. Aquello debería considerarse delito capital, y la persona que lo había hecho debería ser exiliado a un planeta alejado de nuestra galaxia, como mínimo.
-Harry-murmuró Liam, llamando mi atención. Levanté la vista y me lo quedé mirando, me había dicho algo, pero no lo había escuchado.
-¿Qué?
-¿Qué te parece que deberíamos hacer?-repitió. Me encogí de hombros.
-Ya lo he dicho esta tarde-me encogí de hombros, robándole el vaso y dando un leve sorbo. No quería agotarle su única fuente de recursos, pero... lo necesitaba.
No, en realidad necesitaba algo más fuerte.
-No sé si estoy listo para ir a verla descansar debajo de una lápida.
-No estará descansando hasta que alguno vaya a pedirle perdón. Y ese alguno debería ser Louis. O, al menos, deberíamos contárselo.
-Sabes que no podemos, todavía no.
No era lo correcto, y todos lo sabíamos, pero en el fondo de nuestro corazón sabíamos que no había otra opción. Sería lo más sano para él. Si era capaz de encerrarse una semana en casa y pasar de su cuerpo mientras se torturaba psíquica y emocionalmente con vídeos de ella, fotos, o lo que fuera, ¿qué no haría Louis si se enteraba de que aquello era lo único que quedaba, la única huella del paso de Eri por el mundo, lo único que probaba que efectivamente había existido, y no había sido un espejismo?
Pero también sabíamos que Louis podría encerrarse en sí mismo, en lo que tuvo con ella, y negarse a mirar más allá del horizonte. Siempre había una isla que prometía clama detrás de un naufragio escondida donde la vista no alcanzaba a verla. Entonces, sólo tenías que sentarte en tu improvisada balsa, y esperar a que las corrientes te llevaran hasta ella. Aquella isla sería el paraíso, le faltara lo que le faltara. Sólo tenías que esperar a  ver cómo se recortaba su silueta contra la unión del cielo y el mar.
Louis no iba a hacer nada por mirar en ninguna dirección o buscar nada que lo sacara del agua, y lo sabíamos. Estaba demasiado ocupado en intentar reflotar el barco que se hundía, arrastrándolo sin remedio a las profundidades  más oscuras del océano.
Así que, si por él fuera, no iba a avanzar. Nunca le diríamos que Eri había muerto. Y ella nunca podría descansar.
-Y todo porque tenemos que mantenerlo vivo a él-musité, pensativo. Liam parecía estar siguiendo la línea de mis pensamientos con precisión milimétrica, porque respondió:
-Ella seguirá viva mientras él respire, y lo sabes.
La verdad era que sí.
-Tenemos que conseguir que mire hacia delante.
-¿No has oído lo de la fiesta? Cuanto antes lo llevemos por ahí, mejor. Antes volverá a ser lo más parecido al de antes que será nunca. Y antes podremos funcionar con normalidad.
-Nunca hemos funcionado con normalidad, Liam, y lo sabes-repliqué, sonriendo. Liam me devolvió la sonrisa, apartando la vista por fin del vaso al que parecía empeñado en hacer vomitar su líquido marrón.
La sonrisa se borró cuando volvió los ojos a su juego particular. Parecía bastante entretenido.
-El problema son las chicas. Siempre nos recordarán a ella.
-A nosotros nos dolerá, pero imagínate Louis.
Me encogí de hombros; la verdad era que cada rincón en aquella casa podía recordarnos a la chica que se había ido si nos parábamos a pensar. Su casa estaba aquí. Su hogar era éste.
Una chispa se encendió en mi cabeza.
-¿Y si la mataron?
Eri no era tan gilipollas de suicidarse. Sabía de sobra que, pasara lo que pasara, volvería con Louis, harían las paces, y terminarían casándose y teniendo muchos hijos.
-¿Cómo van a matarla, Harry? ¿Quién querría matarla? ¿Y por qué?
La única persona que la odiaba lo suficiente como para querer destruirla era Elton John. Sí. Eso sí tendría sentido... de no ser porque Elton John tenía cosas más importantes que hacer que preocuparse por una chica de 16 años que estaba a la altura de la suela de sus zapatos en el aspecto musical. Todos lo estábamos en realidad, pero más Eri, que no tenía disco propio y que debía toda su fama a nosotros.
-Eri no se suicidaría.
-Eri lo ha hecho, ¿vale? Eri le perdonaría cualquier cosa a Louis, salvo que le mintiera. Louis lo hizo. Eri no lo soportó. Lo dejó. Perdió la razón para vivir. Y terminó con su vida.
El razonamiento era tan cercano a ella que me dio miedo.
Me acerqué a la nevera y saqué una cerveza. Tal vez Liam no viera la emergencia de la situación, tal vez no quisiera arriesgar su salud y sus órganos internos... pero yo sí. Yo veía lo peligroso de la encrucijada en la que nos encontrábamos, y sabía que no había nada que pudiéramos hacer para tranquilizarnos que no fuera meternos una de las mayores mierdas en el cuerpo.
-Tenemos que conseguir que la odie. Sólo así la dejará ir.
-Ni siquiera tú la odias, Harry-replicó Liam mientras observaba cómo daba un sorbo de la cerveza con la que me había hecho. Me encogí de hombros y asentí.
-Pensaremos algo. Somos 5 cabezas pensantes, ¿no?
-Seis, si contamos a Alba.
-No estaba contando a Noe-me encogí de hombros, terminando la botella de una sentada. Cada vez me parecía más a Louis.
Mejor, así aprendería a pensar como él.
Me despedí de Liam y subí las escaleras. Me pasé toda la tarde en vela, dando vueltas en la cama lo más levemente posible para que Noe no se despertara, con una sola cosa rondándome la cabeza: había que encontrar la manera de convertir un cachorrito del perro más mono del mundo en una hiena enferma y solitaria. No iba a ser fácil. Más bien sería imposible.
Confiaba en que a alguien se le ocurriera algo antes que a mí, porque de ser de otra forma, estaríamos jodidos.
Sin embargo, pareció que no hizo falta. A los pocos días, después de que la rutina volviera a casa y que la palabra Eri se convirtiera en el tabú más indeseable de todos los tiempos, Louis decidió que era hora de salir de fiesta. Todos aplaudimos su decisión; nadie le había puesto la idea en la cabeza, había surgido de él, lo que la hacía doblemente buena y apta.
Noe se acercó a mí y me abotonó la camisa.
-Ven con nosotros-le pedí por enésima vez, acariciándole los nudillos. Podía cerrar los dedos y meter su mano abierta entre estos y mi palma. Era tan pequeña, tan delicada... no quería dejarla sola.
Negó con la cabeza, rascándose el brazo.
-Me encantaría, Hazza, pero tengo que quedarme aquí... por el bebé.
-¿Qué le pasa?
-Oh, nada, no te preocupes-se puso de puntillas, literalmente, y estiró los brazos para colocarme bien el cuello de la camisa. Estiró al máximo las cadenas de mis múltiples colgantes, idénticas a la única que sostenía el que llevaba Louis, una chapa solitaria de la que se negaba a deshacerse bajo ningún concepto, aunque fuera el yugo que lo mantenía aún bajo la sumisión de Eri.
Me había acostumbrado a pensar en ella como una condesa medieval que trataba a los demás, que no eran más que sus siervos, peor que a perros, pero esa concepción de ella se largaba bien lejos cuando recordaba sus ojos clavándose en mí, sentados en aquella piscina tanto tiempo atrás, moviendo los pies antes de los Juegos Olímpicos, diciéndome que no era perfecta y que después de que todo pasara volvería a comer. No teníamos que preocuparnos.
-¿Seguro, nena?-pregunté, cogiéndole las manos en las mías. Asintió.
-Supongo que será molesto para él estar metido en mi barriga, donde se amplificarán los sonidos del bajo.
Le puse la mandíbula en la frente. Se quedó muy quieta, disfrutando de nuestro contacto. Me acarició el abdomen como si temiera romperme.
-Voy a echarte de menos esta noche-susurró.
-Volveré. Siempre lo hago.
Noté cómo tragaba saliva, no sé cómo, pero lo noté.
-Siempre vienes tarde.
-No es verdad.
-Sí que lo es.
Me dio por pensar en Nueva York. Había tardado casi un mes (o un mes, directamente) en encontrarla y decirme que no me importaba lo que hubiera hecho. Había tardado un mes en darme cuenta de lo que pasaba. Y, ¿quién sabía de lo que estaba tardando en enterarme?
Me incliné hacia abajo y la besé en los labios. Cerró sus dedos en mi pelo, posesiva, mientras abría la boca y dejaba que mi lengua entrara allí, empujándola despacio con la suya.
Sin pensar, sólo dejándonos llevar, nos acercamos hasta la cama. Me senté en ella y ella se sentó a horcajadas encima de mí, apartándose el pelo a un lado. Todavía no se le notaba el vientre, pero que estuviera embarazada otorgaba algunas ventajas en cuanto al sexo se refería.
Por ejemplo, no hacía falta tomar precauciones, porque el peligro ya nos había alcanzado.
Le quité la camiseta y disfruté de la vista de su sujetador. Se echó a temblar al ver mi mirada, sonreí, y volví a besarla. Ella respondió con una furia que apenas había probado antes. Me desabrochó la camisa y dejó que se deslizara por mi piel, iniciando un fuego abrasador en mí que sólo se extinguía  con una única solución.
Me empujó hasta tumbarme encima de la cama y se libró de mis pantalones.
-Me ha llevado mucho vestirme, nena.
-Sabes que soy experta en desnudarte-replicó, divertida, besándome los tatuajes. Le quité el pantalón y las bragas, y la observé desnuda frente a mí.
-¿No me quitas el sujetador?-ronroneó.
-¿No me quitas los bóxers?-repliqué, imitándola. Se echó a reír y ella misma terminó de desnudarnos.
Luego, dejó que me metiera despacio en ella. Cerró los ojos y se acercó a mi boca.
-Esto es lo que llega tarde cada noche.
Sonreí.
-Porque no lo pides.
Alzó las cejas.
-No tendría que... pe...dirlo-murmuró entre embestida y embestida. Que estuviera debajo no significaba que no pudiera jugar-. Eres m...mío, Ha...rry... y se supone... que... no... que... sabes...
-¿Noe?
-¿Qué?
-Cállate y disfruta, anda-susurré, dándonos la vuelta y poniéndome yo encima. Suspiró, asintió con la cabeza y abrió la boca, dejando escapar gemidos cada vez que yo me movía dentro de ella. Habíamos hecho al pequeño así, y fingir que fabricábamos bebés con una coordinación milimétrica se nos daba muy bien. Me pasó las manos por la espalda,  suplicando más, que fuera más adentro, más rápido, más todo. Simplemente más. Y yo se lo di.
Sonrió cuando llegó a lo más alto, y la sonrisa se convirtió en una mueca condescendiente cuando salí de ella.
Los chicos llamaron a la puerta. Tuve la corazonada, muy acertada, de que nos habían estado escuchando y habían esperado a que acabáramos para llamarme.
-¿Harry? Mueve el culo-era Zayn. Me lo imaginé apoyado contra la pared al lado de la puerta, fumando su eterno cigarro, echando el humo fuera de su cuerpo como la locomotora que conducía a Hogwarts.
Los incompetentes del Ministerio de Magia no me habían enviado la carta de admisión a pesar de que sólo tenían que cambiarme el apellido y el segundo nombre-. Vamos a llegar tarde.
Miré a Noemí con ojos como platos y se echó a reír.
-Sabes que odio decirte esto, pero, ¡te lo dije!
-No lo odias, y lo sabes.
Puso morritos, pero yo pasé olímpicamente de ella. Deberían darme una medalla o algo así.
-Mira a ver si no me pones mucho los cuernos.
-Por esta puñalada que me acabas de dar, me lo pensaré.
Hizo una mueca, intentando darme pena.
-¿Harry? ¿Me vas a dar un beso?
-No, estoy reservando mis labios para las putillas de discoteca que me esperan.
Entrecerró los ojos.
-No te van a hacer disfrutar como lo hago yo.
-¿Y si me llevo a dos a la vez a la cama? No puedes competir contra dos, pequeña.
Meneó la mandíbula, alzando una ceja en actitud provocadora.
-El caso es que no las vas a querer como a mí. O al menos, más te vale, por la salud de tus pelotas.
-No, mi amor, en eso tienes razón. Pero el sexo sin amor también es placentero.
-Vete a la mierda, Harold-espetó Noemí, poniendo los ojos en blanco y tapándose con las mantas. Sonreí.
-¿No vas a vestirte?
-No contigo aquí metido.
-Es una pena. Me gusta verte.
Cogí los pantalones y salí al pasillo. Zayn se me quedó mirando.
-No hay cojones a ir así.
-Los hay, pero Noemí me mata.
Miré en dirección al pasillo. Liam se había sentado y trataba de convencer a Louis de que se pusiera otra camiseta, porque la que él quería no la encontraba.
-¿Dónde la has metido?
-No lo sabe.
-Sí que lo sé, me cago en mi puta madre-replicó él, metido en su habitación y abriendo y cerrando cajones a diestro y siniestro. Pero con un poco de suerte, habrá vuelto misteriosamente a mi armario.
-¿Qué camiseta buscas?
-La de la cara feliz de los tres ojos-me informó Liam, frotándose la cara. Noe salió envuelta en la sábana, muy digna, y se metió en el baño.
-¿Dónde la viste por última vez?
-La tenía puesta Eri-espetó Louis como si nada. Liam abrió la boca y me miró. Fue increíble la frialdad con la que lo dijo, como si Eri no fuera más que una estatua a la que los habitantes del pueblo se empeñaban en vestir. Creímos que se había curado.
Nos equivocábamos, evidentemente, porque cuando llegamos a la discoteca y decidimos emborracharnos para ahogar las penas (sorprendentemente Liam fue el primero en no poder tenerse en pie), cuando un ejército de pivones se acercaron a nosotros dispuestas a pasar una noche loca, cuando Louis apenas se acordaba de su nombre completo, y desde luego no sabía que tenía carnet de conducir, la tía más cañón de las que se habían acercado a nosotros se le tiró encima y parecía empeñada en violarlo en la discoteca.
Y Louis, como poseído por el demonio y luchando contra esa posesión, se la intentó quitar de encima en varias ocasiones. La tía le abría la camisa y le besaba el pecho, pero Louis apartaba la cara cuando se atrevía a subir.
-No, no, para...
Entendía que no quisiera que le tocaran así todavía, lo de su chica era muy reciente y había sido muy fuerte y bonito, pero...
-Para, en serio... tengo novia.
La madre que lo parió. Seguía con la cantinela.
Al oír esa última palabra, la chica se retiró a todo correr, como se retira el agua de mar cuando la marea comienza a bajar, y desapareció por el fondo de la discoteca.
La seguí con la mirada el tiempo justo para ver cómo se detenía y hablaba con un grupo de chicas mucho más reducido. Una pelirroja fruncía el ceño, asentía con la cabeza y trataba de encontrar el lugar del que provenía su amiga, con la esperanza de ser ella la afortunada que consiguiera arrastrar a su cama a un Louis con su alma contaminada de alcohol hasta tal punto de que apenas sabía quién era, pero que sí que recordaba la existencia de Eri. La primera chica le dijo algo, la otra sonrió, fingió desmayarse y se mordió el labio mientras lo miraba. Otra chica rubia hizo lo propio, mirándolo con una ternura infinita. No necesité acercarme a ella para saber que era Directioner. Sólo nuestras fans nos miraban así.
La presunta Directioner negó con la cabeza, le dijo algo a sus amigas y barrió la discoteca con sus ojos marrones con un ligero toque caramelo.
Cuando se posaron en mí, se quedaron clavados. No parecía muy segura de que la hubiera visto, o lo más probable sería decir reconocido.
No escuché cómo la copa se rompía al estrellarse contra el suelo, derramando mi bebida, por culpa de la música que me hacía botar la  caja torácica.
Aquellos ojos estaban muertos.
Aquellos ojos eran los de Eri.

2 comentarios:

  1. Holaaa ! Te comento aquí ahora porque soy especial y porque me estoy leyendo tu novela y voy por aquí jajaja. Y he de decir que es in-cre-í-ble. En serio, me encanta, me haces sufrir mucho, pero me encanta. Escribes geniaaaal y tienes una imaginación que flipas. También te sigo en tw y he de decir que eres la hostia jajaja. Bueno, no me enrollo más, solo era eso.
    PD: siéntete halagada porque yo esas cosas no las regalo jajaja
    PD2: soy @Niallirlandes1D (por si te interesa) jajajaja

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    1. Aw muchas gracias reina, me alegro de que te guste :$

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