sábado, 22 de junio de 2013

No hay vida sin ella.

Me quedé mirando el grifo mientras el agua corría a toda velocidad,  gastando los recursos del planeta. Aferraba el papel con tanta fuerza que sabía que bien podría estar manchándolo con mi propia sangre. Cerré los ojos, clavando las uñas en el lavabo, de tal forma que se me habrían vuelto níveos de haber echado un sólo vistazo.
En mi interior se libraba la batalla que decidiría si las 13 colonias se convertían en un estado independiente, que acabaría siendo el más poderoso del mundo, o si simplemente seguirían siendo un satélite más de un planeta ya de por sí enorme, pero cuyos días estaban contados. Es decir, ¿se lo decía a Louis o no se lo decía?
No hacía falta ser muy listo para saber que si me acercaba a él y le entregaba el pequeño papel cuyas palabras y su traducción intuía él querría ir detrás de ella a sacarla del mundo de los muertos antes de que fuera demasiado tarde. Y eso significaría cerrar puertas y ventanas y asegurarme de que no se intentaba cortar la cabeza con nada.
O abrirse las venas, como había hecho ella. Y, encima, con una cuchilla de afeitar que seguramente había sido de él.
Dios, Dios, Dios pensé mientras una nueva oleada de arcadas amenazaba con volver a tumbarme. En mi boca ya se había instalado el asqueroso sabor de la bilis, y no estaba seguro de poder soportar vomitar con la violencia con que lo había hecho la primera vez.
Eri estaba muerta. Nunca más íbamos a verla. Lo peor de todo era que en el fondo de mi corazón sabía que todos elegiríamos por unanimidad quedarnos callados, no decir nada al mayor de nosotros, esperar que la olvidara, dejar que el tiempo hiciera lo que tuviera que hacer.
No iba a ser así, pero por lo menos conseguiríamos un poco de tiempo para asimilarlo nosotros y, después, conseguir prepararlo para la noticia. No nos perdonaría fácilmente que se lo ocultáramos, fuera el tiempo que fuera, pero, ¿qué más podíamos hacer? No podíamos dejar que hiciera ninguna tontería.
Me imaginé a mí mismo saliendo del baño, con la cara más pálida que nunca y tendiéndole el papel a Louis, que no entendería nada, pero cuya mirada se iluminaría al ver el nombre de su chica, la muerta, allí. No iba a comprender el verdadero significado, simplemente sonreiría porque había un indicio de que Eri había sido real, que no se la había inventado... y yo tendría que explicarle que ella no iba a volver, no iba a poder abrazarla otra vez, ni verla sonreír, ni besarla, ni llevársela a la cama... nada. Yo sería el mensajero que llevaría las noticias de que habíamos perdido a una de las cosas que todos más valorábamos.
Louis era algo precioso ya de por sí. Teníamos que cuidar de que nunca, jamás, se alejara de nuestro lado, y de no alejarnos del suyo. Pero su versión femenina había conseguido aumentar esa necesidad de protección.
No habíamos llegado a protegerla como deberíamos.
Me acerqué al salón y contemplé a Louis: estaba bebiendo a sorbos gigantes unas cuantas cervezas. Ya llevaba dos. Me fui en silencio, con una única cosa clara: si estaba intentando emborracharse, era que estaba muy jodido. Y, si estaba muy jodido, no estaba como para que le dijeran que las cosas habían ido a peor, especialmente cuando él no lo creía posible.
Me pasé toda la noche dando vueltas en la cama, y terminé durmiéndome a eso de las 6 de la mañana sólo para despertarme a las 8. Tenía unas ojeras increíbles, pero Louis no dijo nada. Latas y latas de cerveza y demás bebidas alcohólicas poblaban el salón, haciendo las delicias de cualquier enfermo de Diógenes. Negué con la cabeza, él se me quedó mirando y sacudió la suya.
-¿He dicho yo algo de los discos que te adornan la cara?
-No he dormido una mierda-repliqué en susurros, sentándome a su lado en el sofá. Se me quedó mirando, jugando con un muñeco de silicona anti estrés que no había visto en mi vida. Era una especie de gusano, compuesto de varias bolas de distintos colores unidas entre sí. Acerqué la mano para tocarlo. Estaba caliente, así que deduje que había estado haciendo el tonto con él toda la noche.
-¿Y eso?-frunció el ceño-. El que está de cacería soy yo.
Ya, bueno, pues creo que no vas a tener que matar a nadie para encontrar un cadáver, pensé, cargado de veneno, pero no dije nada. Me encogí de hombros.
-Estoy preocupado por ella.
-Bienvenido al club. Tenemos galletitas en la despensa, y leche fría en la nevera. Sírvete.
No pude evitar sonreír, y me prometí a mí mismo hacer todo lo que fuera necesario con tal de mantener con vida a ese Louis que valía su peso en oro y diamantes.
Cogí una cerveza sin mirar su reacción y sonreí cuando se tomó mi atrevimiento como un ofensa digna de una declaración de guerra. Sonrió.
-¿No estás cansado?-preguntó, de repente, después de haber vuelto a girar el rostro y centrarse en la tele. Lo miré, mordisqueando la anilla de la lata.
-¿A qué te refieres?
-A ir siempre detrás de las que te hacen daño y no poder ser capaz de querer a las que nunca te harán nada.
-¿Hablas de...?
Asintió con la cabeza.
-La culpa es mía por elegir a una que tenía otras prioridades.
-Eso hacía a Eri interesante.
-No, lo que hacía era que fuera capaz de dejarme como lo ha hecho.
El reloj dio la hora. ¿Las 10 de la mañana? ¿Ya? Imposible.
Nos miramos en silencio, midiéndonos con los ojos.
-No podías querer a otra.
-No podré amar a otra-replicó él, abriendo los ojos para darle énfasis a lo que acababa de decirme. Eso me produjo una gran pena. Tenía razón. No podría querer a otra, por lo que estaba jodido, muy jodido. Le habían roto el corazón de la peor de las maneras: llevándoselo al más allá consigo.
Le di una palmada en la espalda.
-La noche siempre es más oscura justo antes del amanecer.
-¿Y eso qué se supone que significa? ¿Que voy a encontrar a otra mejor que ella? Porque si es así, espera a que me descojone en tu puta cara. Pero con cariño, ¿eh?-gruñó. Aunque significaba exactamente eso, decidí cerrar la boca y no fastidiar las cosas. Se me podía escapar lo de Eri, y entonces estaría muy jodido.
-Significa que tal ve las cosas estén muy negras, pero que siempre hay una manera de salir.
-Esto no es la final del concurso, Niall. Ya he perdido. Me voy a casa con las manos vacías, aunque haya quedado segundo.
Me encogí de hombros.
-Desde luego, si no te abres más a las nuevas posibilidades que te llegarán ahora que no sabes dónde está, no vas a disfrutar de la vida.
-No hay vida sin ella.
Tragué saliva; tenía toda la razón del mundo. Nos miramos un rato más, y luego se levantó, diciendo que iba a comer algo. Descubrí que no había comido nada, y que no me molestaba en absoluto.
Me acerqué yo también a la cocina, nos hicimos con provisiones y regresamos al salón, comiéndonoslas en silencio. Fizzy se levantó, frotándose los ojos. Había dormido con unos pantalones cortísimos, nada decentes en una niña de 13 años. ¿Quién se vestía así? Por lo menos había que tener 15 o 16, y eso ya era joven, para ir enseñando tanta piel.
Estiró los brazos y le pidió a Louis que le hiciera el desayuno. Él la mandó a la mierda sutilmente; le preguntó si le pasaba algo en las manos y que no había nacido para ser su esclavo. Fizzy empezó a protestar, pero bastó una mirada de su hermano para que cerrara el pico.
Me pregunté cómo sería Louis enfadado con sus hermanas, con un cabreo lo suficientemente grande como para levantarle la voz a alguien a quien quería con locura y por quien haría lo que fuera.
En esa categoría, la princesa suprema era Eri.
Si yo lo tenía jodido para sacármela de la cabeza, ¿cómo pretendía hacerlo Louis?
Él se sentó con las piernas cruzadas, estudió el mando de la Playstation y decidió probar suerte y encenderla. Eri había dejado un juego metido dentro antes de largarse corriendo al otro barrio.
-Mm-musitó Louis, asintiendo con la cabeza, complacido con la elección de su difunta chica. Duda existencial: ¿era viudo, o algo así? ¿Cómo se llamaba a la gente que perdía a su pareja pero que no se había casado en santo matrimonio con ella?-. Gracias, nena-dijo en voz tan baja que me sorprendí de poder oírlo.
Fizzy llegó con una bandeja en la que había colocado estratégicamente dos sándwiches. Sus intenciones estaban claras, y yo no le iba a hacer ascos a ninguna comida. Acepté uno de los suyos, con todo lo que aquello implicaba: si se peleaba con su hermano, yo sería aliado de la Tomlinson más joven del país.
Protestó cuando el protagonista del juego le abrió la garganta a una de sus víctimas, sin que la cámara estableciera un plano en el que la imaginación jugara el resto.
-No te pongas a ver esto si no, joder, Felicité. Es para mayores de 18.
-Tu mentalidad sí que es para mayores de 18.
-Gracias- canturreó su hermano, sonriendo ligeramente mientras pulsaba rápidamente los botones, molesto por la secuencia que seguía al asesinato de alguien importante, que Ezio Auditore siempre terminaba con un Requiescat in pacie.
-Era un insulto-espetó  Fizzy, poniendo los ojos en blanco.
-En realidad, no.
-Sí que lo era-asintió ella, dándole un último bocado a su sándwich, aprovechando que la partida de su hermano se había detenido mientras otro escenario se cargaba. Se levantó de un brinco y corrió a su habitación. Volvió con un libro de tapas negras, blancas, con un pájaro azul en su centro.
Louis se la quedó mirando, sonrió.
-Ella te mataría si supiera que estás leyendo ese libro aquí.
-Ella no está aquí-replicó Fizzy, se mordió el labio y miró a su hermano. La cara de Louis había cambiado radicalmente en un único segundo. Asintió con la cabeza, cerró la partida y se levantó. Se estiró los pantalones y se nos quedó mirando a los dos.
-Comeremos aquí. Y luego nos iremos-sentenció, saliendo del salón. Me levanté y la chica hizo lo propio.
-¿Vamos a hacer algo más?
-Tengo que... despejarme la cabeza antes de largarme-se encogió de hombros, poniéndose la chaqueta y buscando unas gafas de sol que le protegieran de la claridad. No había mucho, pero desde luego sí más del que solía haber en Inglaterra a esas alturas del año. Además, serían el camuflaje perfecto.
-Lou, yo no quería decir eso...
-No importa.
-Perdóname.
-No hay nada que perdonar, pequeña-replicó, dándole un beso en la frente. Fizzy cerró los ojos, disfrutando del contacto de los labios de su hermano en ella. Seguramente nunca llegaría a hacerme a la idea de lo importante que era Louis en la vida de sus hermanas; al fin y al cabo, él las protegía y daba la vida porque ellas estuvieran bien. El sentimiento era recíproco, eso seguro.
Louis me apretó el brazo y dijo que vendría en seguida.
En seguida, sí. Claro. Cuando, preocupado después de que el reloj diera las 2, las 2 y media, las 3... yo mismo decidí salir a buscarlo. En condiciones normales no se me habría ocurrido salir de casa de Eri, porque no dominaba el idioma lo suficiente como para hacerme pasar por un español, y porque ni siquiera conocía el trayecto del supermercado más cercano a su casa. Decidí bajar al parque y dar una vuelta por allí. Había gran cantidad de perros, lo que consiguió que me pusiera nervioso, pero tuve que apechugar y seguir hacia delante, fingiendo que no me importaban. Estaba solo y podrían hacerme daño, sí; aun así, la misión que tenía entre manos era demasiado importante como para echarme atrás a la mínima de cambio.
Tenía que admitir que hacía buen día; no llovía ni hacía frío, por lo que las calles estaban bastante pobladas de niños que parecían aprovechar cada minuto de falsa primavera. Crucé el parque y reconocí la calle en la que vivía Noemí. Miré en dirección a su edificio un par de minutos y luego di la vuelta, rehaciendo el camino por el que había venido. Estaba claro que Louis no iba a estar en casa de la pequeña de las españolas.
Me acerqué a un bordillo que descendía en picado por una pared que daba a una parte más baja del parque y, atraído por le bullicio de los juegos infantiles que se alojaban en una explanada sin árboles, decidí bajar.
Acerté sin proponérmelo; Louis estaba sentado en un banco, situado en el límite de los árboles, estudiando a los niños. A pesar de que las temperaturas eran más bien cálidas, le salía vaho de la boca. Cuando me acerqué, me quedé helado.
No era vaho. Era humo de un cigarro.
-Esto sabe a mierda, pero te tranquiliza que no veas-susurró, dando una calada con una precisión que me hizo pensar que ya lo había probado antes. Me pregunté si habría tosido al principio, como se suponía que todo el mundo hacía porque nadie sabía tragar bien el humo.
-¿Por qué?-me limité a decir. Louis siguió con la vista fija en los críos, rememorando todas y cada una de las promesas de una gran familia feliz que Eri y él se habían hecho mutuamente. Sí, no era habitual que dos adolescentes pensaran en hijos, pero ellos lo habían hecho con una fuerza tal que nadie dudaba de que fueran a cumplir lo que decían.
Aquellos pequeños que correteaban y chillaban al margen de los mayores problemas de la vida era lo que más quería Louis y lo que más le habían negado. Eri había conseguido algo impensable para la humanidad: Louis ya no quería hijos propios, quería hijos propios con ella.
Aquello ya no iba a ser posible.
Se me secó la garganta y me empezaron a picar los ojos. Me senté en el banco al lado de mi amigo, que miraba impasible a los más jóvenes correr en todas direcciones.
Dio otra calada del cigarro y se quitó las gafas de sol. Las guardó en el bolsillo de su sudadera y dio otra más. Me estaba poniendo nervioso, porque ahora sabía que la Eri que vivía en él era la única que quedaba. Y no podíamos perderla.
-Louis, ¿por qué?-dije, señalando el cigarro. En la vida lo había visto así, y me estaba empezando a asustar muy seriamente. Sabía que si no lo recuperaba pronto, el Tommo que todos conocíamos y amábamos haría las maletas y se largaría para siempre, negándose a volver de la oscuridad que estaba rodeando a Louis.
-Porque nada en el mundo puede destrozarme como ya lo ha hecho ella-replicó, clavando aquellos lagos azul grisáceo en mí. Le sostuve la mirada como pude, con la garganta ardiéndome. Me apetecía mucho encerrarme y llorar durante horas, a pesar de lo estúpido de la situación: el que debía llorar era él, no yo. A él le pertenecía ese derecho, no a mí.
Le apreté el brazo, haciendo la misma señal que él cuando se fue del piso de su novia, su novia muerta, Dios, está muerta, ¿por qué?, dándole a entender que no lo iba a dejar tirado. Le lanzaría un salvavidas mientras el Titanic se hundía con la esperanza de salvarlo.
-Eres fuerte. Lo supe....
-No. Se. Te. Ocurra. Decirlo-negó con la cabeza, tragándose prácticamente el cigarro de la rabia que le daba esa frase-. No se te ocurra decir que lo superaré, porque no sé dónde está, y no sabes qué es eso, ni cómo me siento.
Asentí con la cabeza, él cerró los ojos.
-Joder, Niall, lo siento.
-No te preocupes.
-Es que... Dios-dio una última calada, tiró el cigarro al suelo y lo pisó. Se colocó bien la capucha de la sudadera y miró a ambos lados. Alzó los brazos y negó con la cabeza-. Ya no sé qué hacer, y... la quiero muchísimo, joder. La necesito aquí.
Asentí con la cabeza.
-Es lo mismo que me pasa a mí con Victoria.
Alzó las cejas.
-¿En serio?
-Lo tuyo es a lo bestia, claro.
Se pasó una mano por la cara.
-¿Qué voy a hacer ahora?
-Seguir buscándola.
-¿Dónde?
Se me había encendido una bombilla. Sabía que era cruel lo que estaba haciendo, pero nos daría mucho tiempo a los chicos.
-Te lo cuento de la que volvemos a casa. Ahora vamos con Fizzy. Tiene hambre.


Liam negó con la cabeza.
-No. No la tiene. Y lo sabéis.
-No estamos seguros-espeté yo. Necesitaba tiempo para seguir pensando, ¿es que no lo veía? Un poco de tiempo, o incluso conseguir que Louis nos dejara solos para poder contárselo y llegar a una decisión común, factible, entre todos. No estaba ayudándome negándose en redondo en llamar al americano. ¡Venga, si sólo tenía que descolgar el teléfono y preguntarle a Taylor cuatro tonterías!
Louis lo miraba en silencio. Cuando le dije lo de llamar al americano, no le pareció bien, protestó igual que lo estaba haciendo ahora Liam, con la única diferencia de que él sí que tenía una razón para protestar: necesitaba aferrarse a algo que lo consolara más que la posibilidad de que Eri lo hubiera abandonado por el actor americano, que hubiese preferido al yankee antes que a él. Aquello sería insoportable, sí, pero no era nada peligroso porque a) no era así y b) era mucho mejor que estuviera viva en brazos de otro que bajo tierra.
Todavía tenía en la memoria la imagen de él sentado en su cama, jugueteando con uno de sus colgantes, preparándose para irse y no volver. Sabíamos que no íbamos a pisar otra vez esa casa, aquella era la última vez que cruzábamos su puerta... y la única forma de despedirse que encontró Louis fue quedarse mirando el póster apresurado que Eri había colgado de la puerta acompañando al prácticamente medio centenar de pósters de Taylor. Habíamos llegado demasiado tarde; nos habíamos formado un año después de que ella encontrara de nuevo al que había sido uno de sus actores preferidos en la infancia. No había odio en su mirada, sino algo que me asustó todavía más: envidia. Louis quería más que un simple folio en el que salíamos los cinco, más que una foto con ella pegada en la pared, en un rincón que quedaba libre. Quería ser el que ocupaba toda su vida, el centro de su existencia como fan. Pero no lo era, y le dolía, mucho. Le dolía en el amor propio, en el ego de estrella, pero sobre todo le dolía porque de existir realmente ese amor, no tendría que haber ido a buscarla. Si ella estuviera con Taylor, habría cogido un avión nada más colgar el teléfono para solucionar lo que había roto.
-Deberíamos intentarlo, Liam. Por probar no perdemos nada-terció Zayn. Louis miró el cigarro mientras se lo metía en la boca. Últimamente había mandado a la mierda su propósito de año nuevo de no fumar más y había vuelto a las andadas. Tal vez se debiera a la tensión que nos había provocado a todos la ruptura de la que había sido la pareja más estable y la opción de apuesta más segura de la banda.
Harry asintió con la cabeza. Harry asentiría con la cabeza, dando su visto bueno a la ejecución de la reina de Inglaterra, con tal de que Louis estuviera contento.
Liam suspiró, estaba en clara minoría. Más bien estaba solo contra el mundo, porque Noemí no estaba para darle ese apoyo femenino que los demás en tanta estima teníamos. Era como una roca que se alza en medio del océano, proclamándose isla, y exigiendo un archipiélago que en el fondo sabe que no va a aparecer nunca.
Sacó el teléfono despacio y miró la agenda, buscando el número del chico.
-¿Quieres hablar tú con él?-preguntó, aunque sería un suicidio pasarle el teléfono a Louis. Tenía la misma cara de cabreo que le había puesto a The Wanted cuando empezaron a meterse con nosotros. Lou negó con la cabeza.
-¿Taylor? Hola, tío, soy Liam... ah, estoy bien. No me quejo. ¿Y tú?... Me alegro-asintió con la cabeza, sonriendo con aquella sonrisa que volvía loco a medio mundo, aquella sonrisa por la que muchos matarían. Me encantaba la sonrisa de Liam, era enorme, le cubría media cara. No pude evitar sonreír yo también.
Louis, sin embargo, estaba en modo depredador, y no iba a dejarse engañar tan fácilmente. Alzó las cejas, incitando a Liam a seguir con lo suyo.
-Oye, te quería hacer una pregunta. ¿No habrás visto a Eri por tu país últimamente?
-Pregúntale dónde la tiene-espetó Louis. Todos nos lo quedamos mirando mientras Taylor murmuraba algo a más de 10.000 kilómetros de distancia.
Liam asintió una única vez.
-Si la ves, ¿nos lo dirás? Se ha peleado con Louis y...
-Pregúntale. Dónde. La. Tiene.
-No, están bien, o al menos eso creemos, lo que pasa que hace mucho que no sabemos de ella, y...
Taylor contestó algo. Y encendió la chispa que haría arder el más profundo de los océanos.
Louis se abalanzó sobre Liam y empezó a chillar al teléfono, intentando hacerse oír en Los Ángeles.
-¿DÓNDE LA TIENES, HIJO DE PUTA? ¿DÓNDE LA HAS METIDO? SÉ QUE ESTÁ CONTIGO, PÁSAMELA, DESGRACIADO, O HARÉ QUE TE ARREPIENTAS DE ESTAR RESPIRANDO EN ESTE MOMENTO.
-¡LOUIS! ¡QUÍTATE DE ENCIMA! ¡CIERRA LA BOCA O TE ENCIERRO EN EL BAÑO!-amenazó el más sensato de todos, pero el interpelado no le hizo caso y siguió bramando groserías al teléfono.
La línea estaba tan callada que Taylor bien podría haber colgado. Confiaba en que no lo hubiera hecho o, de ser así, que no fuera a hacer como su mayor fan y negarse a coger el teléfono de nuevo. Aunque estaría en su absoluto derecho de negarse a hablar más con nosotros.
-¡AYUDADME, JODER!-ladró Liam, intentando quitarse a un Louis rabioso de encima. Entre Harry, Zayn y yo tuvimos que arreglárnoslas para subirlo al baño y encerrarlo allí. Nos costó muchísimo a pesar de que era el más bajo.
Nota mental: no subestimar a alguien muy cabreado, por mucho que su estatura te haga confiar en tu victoria.
Louis siguió pataleando e insultando a todas las personas habidas y por haber, sin hacer distinción entre muertos, vivos y no natos. Varias veces creímos que arrancaría el pomo de la puerta de cuajo y saldría echando espuma por la boca. Por suerte, nos equivocamos. La puerta temblaba y temblaba; nunca se cayó, pues Louis no tenía la fuerza suficiente como para echarla abajo si nosotros la sujetábamos desde fuera.
-¡Voy a salir por la ventana y os patearé el culo, panda de maricones!
Ninguno hacía caso de lo que nos decía; sabíamos que no era él quien hablaba, sino su rabia.
-¿ME OÍS? OS PATEARÉ EL CULO. Dejadme salir, desgraciados. ¡Dejadme salir!
Dio puñetazos, patadas, amenazó, suplicó, se quedó callado, pero nosotros seguimos impasibles, sin abrir la puerta, hasta que Liam subió las escaleras y asintió.
-No la tiene-espetó a un Louis sentado en el suelo sobre sus piernas cruzadas, en posición de meditación. Querría entrar en un estado de trance para poder acabar con nosotros psíquicamente. Qué bonito.
Louis gruñó algo incoherente y se levantó. Nos fulminó con la mirada.
-¿Qué coño ha sido eso, tio? ¿Por qué te has puesto así? Tú nunca te has comportado como un machito celoso.
-Eri cambia a cualquiera-se limitó a decir. Se fue a su cuarto, cogió una cazadora y se largó, sin decir a dónde iba, ni cuándo iba a volver; lo cual no hizo más que preocuparnos.
Nos miramos entre nosotros después de escuchar cómo cerraba la puerta de la calle con un único portazo que hizo temblar las paredes, asustados, porque no sabíamos lo que iba a pasar a partir de entonces. Louis podía írsenos de las manos si no lo controlábamos suficiente, sobre todo ahora, que era cuando más nos necesitaba.
-Tengo que contaros algo, chicos-murmuré con una voz de ultratumba, como sonaría la de Eri si pudiera manifestarse desde donde fuera que estuviese. Se me quedaron mirando, yo me froté la cara y pregunté por Noe.
-Está en la cama. Está muy cansada. ¿Vamos a su habitación y nos lo cuentas?
Asentí con la cabeza, y Noe abrió mucho los ojos cuando nos vio entrar a todos en tropel. Se sentó, abrazándose las rodillas bajo las mantas, y nos miró sin saber muy bien qué hacer.
-¿Qué pasa?
-Niall quiere hablar con nosotros.
Frunció el ceño y, tras mirarme, decidió salirse de la cama. Harry se acercó a ella, la ayudó a levantarse y le pasó una mano por la cintura, que le quedaba demasiado baja, y la acompañó con el mayor cuidado posible al salón. La sentamos en el sofá más cómodo y le dejamos un poco de espacio para que se estirara si quisiera.
-¿Estás mala?
-Me dan muchas náuseas, y me duele la cabeza.
-Y te ha subido la fiebre.
-No sabía que tenía fiebre-replicó Noe, negando con la cabeza y llevándose una mano de forma trágica a la gente.
Harry asintió y le acarició la mano libre.
-¿Y bien, Niall? ¿Qué pasa?-me animó Liam, alzando una ceja y dando palmadas en el sofá, a su lado. Me senté y me miré las manos.
-Es Eri. No... no va a volver.
Todos me miraron en silencio, cada uno con una expresión de sorpresa y curiosidad distinta y propia en el rostro.
-Está... muerta.
Abrieron la boca en una exclamación silenciosa. Aquello no podía ser y, sin embargo, era. Les expliqué rápidamente, sin entrar en detalles por miedo a que me dieran arcadas de nuevo, cómo había llegado a la conclusión: el olor a flores, las persianas bajadas, la cantidad de cosas que parecían faltar, la habitación de Eri, que estaba intacta, como si ella acabara de salir de casa para dar un paseo... y la cuchilla y las gotas de sangre del baño. Noe se tapó la boca con la mano, mirando al vacío. Negó con la cabeza con lágrimas en los ojos, se levantó corriendo y fue al baño más cercano a vomitar. La entendía.
Los ocho ojos que quedaban estaban rojos, ahogándose poco a poco en lágrimas por aquella que una vez había sido una de las alegrías de la huerta, y ahora no era más que una lechuga pocha, esperando que la echaran en un cuenco para que alguien diera buena cuenta de ella, aprovechando así su muerte.
¿Dónde la habrían enterrado?
-¿Estás seguro?
Asentí con la cabeza. Con esas cosas no iba a jugar.
-Dios...-murmuró Harry, negando con la cabeza-. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo se lo decimos a Louis?
-Yo creo que no deberíamos decírselo-intervino Zayn-. No todavía. Tenemos que preparar el terreno. No puede saber que se ha suicidado, porque se sentiría muy culpable.
-Es que es culpa de él.
-Es culpa de los cinco, los cinco decidimos esconder la carta, los cinco la abrimos antes que ella y se la ocultamos todo este tiempo. Nosotros también hemos matado a Eri, no ha sido sólo Louis-Liam negó con la cabeza. No había pensado en eso. Me mordí el labio y me miré las uñas, estarían manchadas de sangre de no haber sido un asesinato tan indirecto. Todos sabíamos que él tenía razón; la culpa de que Eri ya no respirara y estuviera bajo tierra era nuestra, de los cinco, no sólo de su novio, que era el único mártir.
-Tenemos que descubrir dónde está-murmuró Harry, que me había imitado en lo que a mirarse las manos se refería-. Tenemos que despedirnos de ella como se merece.
-Yo no puedo. Estuve en el baño. Vi su sangre. No podéis pedirme que me acerque a una lápida con su nombre y le diga que la quiero mucho y que la echo muchísimo de menos. No puedo hacer eso-negué con la cabeza. Zayn suspiró.
-Pero, algo podremos hacer, ¿no?
Me encogí de hombros, Liam fruncía el ceño.
-Podríamos hacerle un tributo. Algo para que la gente no la olvide. Algo que la mantenga viva aun después de haber muerto. ¿Me entendéis?
Hicimos gestos de asentimiento con la cabeza.
-Hablas del vídeo.
-Hay que convencer a Louis para colgar Chasing the sun en Youtube. The Wanted ya ha hecho su parte.
-Con Rock me.
-La verdad es que se les veía venir.
-Y Eri está soberbia en el vídeo-se rió Harry, y todos nos echamos a reír. Las palabras extrañas que sólo Eri mencionaba iban a seguir entre nosotros durante mucho tiempo. Toda nuestra vida, si ella nos las había hecho interiorizar bien.
-¿Se lo decimos a Louis?
Dije que sí en voz baja, con la boca pequeña, temiendo echarme para atrás. Tampoco parecía tan mala idea, pero el hecho de poner un vídeo en el que ella estuviera atrapada para siempre en su vestido de plumas, el mismo que había llevado al cumpleaños de Lou, seguramente no hiciera más que habíamos perdido a una estrella que prometía en un agujero negro que una vez que tragaba, se negaba a escupir.
-Seguro que le gusta-murmuró Liam, pensativo.
-Entonces, ¿está decidido? Quiero ver cómo está Noe-preguntó Harry, señalando con el pulgar la puerta por la que se había largado corriendo su novia. Le dimos luz verde y le dijimos que fuera con ella. Se levantó y la siguió, presuroso. Terminamos yendo a ver cómo estaba todos. Se había mareado, simplemente, eso era todo, y le había causado mucha impresión que Eri hubiera muerto. Necesitaba llorarla.
-Pero, ¿cómo? ¿Por qué?
-Louis.
Negó con la cabeza, mirando a Harry con ojos llorosos.
-Yo no sé si haría lo mismo por ti, Harry.
-No se te ocurra-espetó él, negando con la cabeza de forma que sus rizos rebotaran en todas direcciones.
-Nadie querría eso. Seguro que Louis tampoco lo querría.
-Louis la querría viva y feliz. No muerta y enterrada-musitó Zayn con un hilo de voz, con la vista clavada en los azulejos, que de repente parecían muy interesantes a pesar de ser totalmente blancos, sin dibujo alguno.
Noe se limpió las lágrimas entre hipidos, asintió con la cabeza y nos pidió, con la voz rota:
-Dejadme sola. Todos.
Salimos del baño y bajamos las escaleras en una procesión tan silenciosa que hubiera helado la sangre de cualquiera que nos observara. Nos sentamos frente a la tele, que alguien había encendido, sin llegar a ver realmente nada, esperando una señal divina, algo, lo que fuera, que nos dijera que estábamos equivocados y que Eri seguía por ahí, correteando entre praderas de flores, a la espera de que descubriéramos su paradero exacto.
Pero nadie nos dijo algo por el estilo.
Noe se sentó al lado de Harry, que le pasó un brazo por los hombros y le besó la frente. Pobre niña. Entre lo que había causado su embarazo en su relación, y ahora lo de su amiga muerta, no ganaba para disgustos.
-Quiero llamarla Erika.
-¿Qué?-preguntamos todos en perfecta coordinación, sin entenderla.
-Al bebé. No lo llamaré Melocotón. Quiero llamarla Erika, si es una chica.
Harry cerró los ojos.
-No la llames Erika.
-¿Por qué?
-Dolería mucho acordarse de ella.
-A mí me dolería más olvidarla-replicó la pequeña, cerrando los ojos. Contuvimos el aliento. Qué cierto era aquello, olvidarla iba a doler mucho más que echarla de menos, a la larga. ¿Quién nos decía que un día no nos íbamos a despertar por la noche recordando a aquella chica que se movía en un escenario como si ella misma lo hubiera construido? ¿Quién podría olvidar a aquella criatura que alcanzaba en cuanto a sarcasmo al mismísmo rey, a Louis?
Sus palabras fueron como una señal. Los chicos se levantaron y dijeron que iban a hablar con nuestros mánagers para poner en marcha el proceso de relanzar a la fama a una Eri que ya no estaba. Sería como hacer iluminarse a una estrella que se apagaba a pasos agigantados, sí, pero peor sería no hacer nada y esperar que el mundo se fundiera en la oscuridad.
-¿Y Alba?-pregunté a Noemí cuando nos quedamos solos, sentados el uno junto al otro en el sofá, disfrutando en la medida de lo posible de un buen plato de pasta. Noe me miró.
-Creo que estaba de compras con sus cuñadas, pero no me hagas mucho caso.
Pestañeé en señal de que la había entendido. Liam sería el encargado de contarle lo que le había pasado a Eri, yo no podría decirlo una segunda vez.
La puerta se abrió cuando el sol se ponía, pero no eran Zayn, Liam y Harry. Era Louis.
-Estoy bien. No he bebido casi nada.
Traducción: he bebido 5 cervezas, lo cual tumbaría a una persona normal, pero a mí sólo me da un punto de felicidad artificial.
Asentimos con la cabeza y Noe le invitó a sentarse con nosotros. Louis obedeció, como siempre hacía cuando una mujer le pedía algo. Las adoraba, todos lo hacíamos, pero él era su admirador número uno. Crecer entre mujeres tenía esas consecuencias.
-¿Qué tal la tarde?
-Bueno-murmuró, frotándose los ojos. Se encogió de hombros-. ¿Vosotros?
-Bueno-sonrió Noe, imitando su tono de voz. Louis sonrió. Ella se inclinó a darle un beso en la mejilla, llenándosela de gloss, pero él no se quejó-. Siento lo de Eri.
La miré con ojos como platos, ¿qué? ¿Qué dices, so loca? ¡Aún no lo sabe!
Louis se limitó a volver a encogerse de hombros.
-Ya, sí. Yo también.
Noemí le acarició despacio la cabeza, el pelo. Sabía cómo tranquilizarnos a todos. Nos encantaba que nos hicieran eso.
-Vamos a echarla de menos.
Louis sonrió, cogiendo un trocito de carne del plato de Noe con los dedos. Yo le habría dejado hacer lo mismo en esa situación, pero cuando hacías ver que no te gustaba que alguien metiera sus cubiertos en tu plato y te robara la comida, esa gente no olvidaba con demasiada facilidad.
-¿Y eso?
La mirada de Noemí se oscureció.
-La idea de entrar en aquel bar fue suya.
Todo cobraba sentido por primera vez en mucho tiempo. Que las chicas discutieran pero nunca le echaran nada demasiado grave en cara a Eri. Que Eri sonriera con esa superioridad que a mí tanto asco me daba. Eri sabía que había sido gracias a ella que ahora las tres estuvieran aquí. Eri sabía que de no haber sido por ella seguramente no las conociéramos.
Y Eri sabía que se había ganado a pulso conocernos, conocer a Louis, que él se enamorara de ella, por una simple decisión. Me pregunté si sabría que estábamos metidos en aquel bar.
La respuesta corrió a mi mente: no, pero su instinto era fuerte, y ella lo siguió, y recibió la recompensa. Premio.
Echaría de menos ese instinto suyo que le daba tanta información.
Louis iba a decir algo cuando la puerta se abrió y los chicos entraron en tropel por ella. Tenían el pelo mojado, se había puesto a llover.
Sonrieron al ver a Louis.
-¿Qué tal, Tommo? ¿Estás mejor?
Louis sonrió.
-Quiero ir de fiesta, tíos. Necesito... relajarme.
Le devolvimos la sonrisa. Sí, una fiesta nos vendría bien a todos. Y si Louis quería ir de fiesta, es que la recuperación estaría a la vuelta de la esquina. Mejor, cuanto antes se recuperara, antes le contaríamos lo que había pasado con su chica. Antes sería fuerte para enterarse de la verdad. Antes podría sobreponerse a lo que había pasado.
Además, ¿quién sabía? Quizá encontrase a una chica parecida a Eri de la que enamorarse, que lo apoyaría igual que ella había hecho, si salíamos de casa.
-¿Cuándo? ¿Vamos hoy? Es sábado-urgió Zayn, que ya tenía ganas de un fiestón como el de Año Nuevo. Lo echaba de menos.
-No, hoy no, que Noe está enferma.
-Id, por mí no os preocupéis.
-Por ella no os preocupéis-se hizo eco Zayn, divertido.
-¡Tranquilo, pequeño saltamontes! ¿Cuál es la regla número uno?-le recordó Louis, alzando las cejas.
-¿Hacer las tareas todos?-espetó Liam, alzando las cejas y poniendo los brazos en jarras en una forma que me recordó mucho a mi madre.
-Ah. Es verdad-Louis arrugó la nariz-. Entonces, ¿la tres?
-Después de la uno va la dos.
-La dos sé que era no llegar tarde a las reuniones.
-Imposible, la tres era apoyo en todo momento.
-Bueno, la regla número X.
-Despeja la X-se burló Harry. Todos lo miramos, él agachó la cabeza-. Perdón.
-Ilumínanos, Tommo.
-Todos para uno, y uno para todos.
-¿Desde cuándo somos los mosqueteros?-pregunté, frunciendo el ceño.
-Vete a  la mierda, Niall.
-No, Louis, no tenemos una de esa.
-¡PUES TENEMOS QUE HACERLA UNA REGLA!
-Vale.
-Creo que nos estamos desviando del tema, chicos.
-Bueno, que no vamos a dejar a Noe aquí sola. Y punto.
-No estoy sola. Tengo la tele.
-Que no te vas a quedar sola. Y punto.
-¿Y la bola de pelo de Alba? ¿Dónde está?
-Por ahí.
Louis puso los ojos en blanco.
-Yo quiero ir de fiesta. Pero hoy no. Ya iremos otro día. Cuando no tengamos a las mujeres en casa.
-Louis, me he mudado aquí.
-Ah. Pues entonces te quedas en casa por ocupa.
Sonreímos, Louis le sonrió a Noe.
-Eres imbécil.
-Me lo dicen mucho-el chico se encogió de hombros y nos miró-. Pero eso sí. Hoy vemos una película de miedo.
-Eso ya te lo acepto.
-Vale, me largo de esta casa-replicó Noe, subiendo las escaleras.
Nos reímos, medio esperanzados, medio divertidos, simplemente. Louis seguía allí.
Lo único que teníamos que hacer era meterlo en la nevera para que no se pudriera.
Y nuestra nevera era grande.

4 comentarios:

  1. Erikina, si fuera chico me casaba contigo y te hacía mil hijos, en serio, deja de escribir así de bien porque desde que empecé a leer tu novela no me gusta ninguna otra y cuando tú acabes el capítulo final y todo esto no siga, yo no sabré que hacer y tendrás que escribir otra porque te estaré dando el coñazo hasta conseguirlo:33 JEJEJE WUAN BESIKO D LA D SUS RISAH<333

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    1. Pecadora, me has hecho sonreír como casi sólo Louis consigue. Te comía a besinos. Pues mira, cuando acabe con Its 1D Bitches seguiré con 9751, la novela que tenía antes de Taylor y que dejé ahí aparcada. Si la tragas, yo encantá de la vida JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA Pero tranquila, todavía me queda novela que escribir. Aunque esto se va acabando poco a poco, como los granos de arena que se caen en un reloj.
      Qué literario me ha quedado eso. Debería apuntarlo.
      <3333333333333333333333333333

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  2. Jo, que mona, me gustaría conocerte algún día:3
    Menos mal que me dices eso, me tenías muy preocupada jajaja. Claro que la leeré, no soy lautie pero Taylor siempre me llamó mucho la atención:). Ah, por cierto, el nuevo capítulo es perfecto:') ¿Eri vuelve? Estoy impaciente jejeje.

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    1. ¡Aaah! ¡Secretito! Ya verás si la traigo de vuelta o no. ¿Quién sabe? Estoy mal de la cabeza. Y es mi blog. Puedo convertirla en Jesucristo. La verdad es que molaría.
      Pero estará podre, la pobrecita. Uf.

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